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«PRO G RESO » Y «DECADENCIA»

Apéndice sobre la historia de dos conceptos

En los años ochenta del siglo xix en un pequeño pueblo a orillas del
Weser, en Frenke, tuvo lugar la siguiente historia. El segundo hijo más
inven de una familia de artesanos hizo la confirm ación. Al volver a casa,
le dieron una sonora bofetada, por última vez, y a continuación pudo
sentarse a la mesa. Antes, com o todos los niños, tenía que com er de
pie. Esa era la costum bre. Y entonces sucedió la historia tal y com o
m e la co n tó el protagon ista1. Era el más pequeño de la fam ilia, aún
no había hecho la confirm ación, pero pudo sentarse a la mesa de los
mayores com o su herm ano confirm ado y sin bofetada. Cuando la ma­
dre preguntó sorprendida qué significaba eso, el padre respondió: «Se
debe al progreso».
Id joven intentó en vano que alguien en el pueblo le explicase qué
era eso del progreso. El pueblo lo form aban entonces cinco j*,r.ui|.is
grandes, dos medianas, siete casas de artesanos y siele cabanas. IVm
nadie conocía la respuesta. Y, sin em bargo, la palabra arcillab a, podía
ser una palabra im portante que habían leído o escuchado en la andad y
que reflejaba adecuadamente el nuevo contexto. Se term ino una antigua
lostum bre. N o sabemos cóm o denominó la madre este proceso. En el
laso de que hubiese dominado, lo que no sucedía, el lenguaje nostálgi-
1 0 tle la Bildung, quizá hubiese utilizado el concepto de degeneración
|V(t/í///| o de decadencia [Niedergang] para referirse al mismo estado de
i osas solo que de otro modo.
I ,o que vemos es que nuestra historia es sintomática de un proceso a
largo plazo en el que la antigua Europa se transform aba y aún lo hace en
el mundo de la moderna sociedad industrial. En primer lugar, queremos
preguntarnos por e¡ uso de la palabra, por lo que produce su uso.

I. I I profesor I k-inrích (im p e ( I 87 8 -1 9 7 6 ).


Evidentemente la expresión «se debe al progreso» sitúa en una pers
pectiva temporal una intrusión repentina en el entramado social tradi
cional de una familia de artesanos. Antes, la confirm ación se consideraba
de tal modo que no solo era un rito de iniciación religioso, sino también
social. Ahora era distinto. La admisión en la mesa de los adultos se des
ligaba de la costumbre religiosa. Antes así, hoy de otra forma, esa es l.i
clasificación básica que se deduce a partir del ejemplo sobre el uso d<
la palabra progreso tal y com o lo cuenta nuestro testigo. Y asimismo
se percibe el soniquete de que el nuevo comportam iento es mejor que el
anterior.
Pero aún se acentuó otro aspecto: sentar al hijo más joven a la mesa
no fue obra suya, sino que «se debe al progreso». El artesano se limii.i
a hacer lo que se adecúa a la época. El papel del agente em pírico se
reduce, realiza una acción cuyo origen y sentido se atribuye al progre
so. La acción individual se revela com o un suceso que va más allá del
agente.
De este modo tenem os dos criterios que caracterizan nuestro acio
lingüístico procedente de la vida diaria en torno a 1 8 9 0 : en primer lugar,
se trata de un concepto de perspectiva tem poral, y en segundo lugar,
este concepto indica un sujeto transpersonal de la acción: «Se debe al
progreso».
Con ello llegamos al centro de nuestro planteam iento. Ambos en
terios: la perspectiva tem poral y el uso del progreso com o un órgano
suprapersonal que ejecuta las acciones se encuentran tanto en el nivel del
lenguaje cotidiano como en el nivel del lenguaje político y científico.
A continuación describiré en tres etapas el surgim iento y el modo
de uso del concepto de progreso y abordaré en cada una de ellas cóm o
se le oponía el con cepto de decadencia. D aré un adelanto de mi tesis:
en oposición a decadencia, progreso es una categoría m oderna, cuyo
contenido de experiencia y excedente de expectativas no existía antes
del siglo xvm. Los conceptos prem odernos de decadencia y degenera
ción vieron modificada, en consecuencia, su distribución topológica en
la m odernidad.
Debe partirse del principio incuestionable de que «progreso» es un
concepto específicamente calibrado para enfrentarse a las experiencias
m odernas, es decir, al hecho de que las experiencias tradicionales se
ven superadas por otras nuevas con una rapidez sorprendente. Bas
ta recordar la transform ación que va desde el carruaje de correos hasta
el avión a reacción pasando por el tren y el coche, esa aceleración que
ha provocado que las dimensiones espaciales de la naturaleza se hayan
reordenado de form a com pletam ente nueva en un siglo y medio. Y, por
supuesto, con los nuevos medios de locom oción de las personas, rain
bién se modifican su rutina, su trabajo y sus expectativas.
IV ro detrás de la denominación de «progreso», referida a un proceso
In. meo y social, que debido a sus consecuencias se utiliza con un progre­
sivo escepticismo, hay un problema de nuestro lenguaje, lenguaje que se
ocupa de las m odificaciones y procesos políticos, sociales e históricos.
lauto «progreso» com o «decadencia» son palabras que tienen que
plasmar en un concepto procesos que se producen en el tiempo históri-
1 0 . Ahora bien, toda paráfrasis del tiempo en sí mismo siempre impli-
(,i lingüísticamente un ejercicio de abstracción enorme debido a que el
tiempo escapa a la observación. Es cierto que el pasado puede observar­
se: las arrugas en la cara hacen referencia a la edad y a la intensidad de su
desarrollo. La altura de los árboles, el estilo de los edificios o los mode­
los ilc coches permiten reconocer con un vistazo el tiempo transcurrido,
comienzo, desarrollo o duración y degeneración. El pasado puede mos­
trarse. Sin em bargo, el entrelazam iento de futuro, pasado y presente,
que se da en los seres humanos, ya no puede observarse, por no hablar
del futuro considerado en sí mismo.
Esta conclusión antropológica tiene su reflejo en el uso de las expre­
siones históricas que tematizan el tiem po. Casi todas estas expresiones
tienen que recurrir a significados con un trasfondo espacial y natural para
resultar comprensibles. «Movimiento» implica el camino que va a dejarse
airás; «progreso», progresar desde aquí hasta allí; en «degeneración» y
••decadencia» se utiliza el recorrido hacia abajo, así como el proceso de
debilitamiento de un cuerpo vivo; también «revolución» tenía inicialmen-
le un significado espacial, la órbita circular de las estrellas, antes de que
se aplicase a procesos sociales y políticos.
De esta manera, el modo de hablar sobre la historia, especialmen­
te sobre el tiempo histórico, extrajo inicialmente su terminología de la
naturaleza de las personas y de su entorno. A lo que hay que añadir los
numerosos préstamos procedentes de los distintos ámbitos de la experien­
cia que se utilizan para describir fenómenos históricos: de los mitos, de la
constitución política, de la Iglesia y la teología, de la técnica y las ciencias
naturales. En un principio no hay conceptos históricos genuinos, que se
ocupen del tiempo histórico. Siempre se trata de metáforas. En adelante
tendremos, por tanto, que tener en cuenta el contenido metafórico de nues­
t r o s conceptos para poder ponderar la fuerza histórica de su significado.
Al principio di por supuesto de forma simple que progreso era un
m neepto moderno. En adelante mi tesis histórico-conceptual sostendrá
que progreso se convirtió en un concepto moderno en la medida en que
su significado se deshizo o relegó al olvido el trasfondo natural relativo
al movimiento espacial. La referencia plástica se desvaneció. En torno
a 1X00 «progreso» se convirtió en un concepto histórico genuino, mien-
1 ras que •■decadencia- y -degeneración» no pudieron deshacerse del mis­
m o m o d o d e l I r a s l o n d o natural y biológico de su significado.
Para poder demostrarlo hay que retrotraerse, en piuner lugar, a la
Antigüedad y a la Edad M edia.

Resulta trivial afirmar que allí donde hay seres humanos implicados en
historias siempre existen experiencias de cambio y transformación, qm ,
según el caso, afectan a los implicados para m ejor o para peor. En este
sentido hay num erosos ejem plos entre los griegos y los rom anos q u e
describen un progreso relativo en los distintos ámbitos especializados \
cam pos de experiencia: p ro k o p e, epidosis, progressus , profectus y tam
bién las denominaciones opuestas como m etabole, que implica una ten
dencia a la degeneración, tarache kai kinesis, con el sentido de confusión
y destrucción, y las metáforas de enfermedades, utilizadas para describít
la desintegración política2.
Basta pensar en la imagen mental del ciclo de las formas de gobierno,
mediante el que puede describirse el surgimiento y desaparición de los
tipos de autoorganización humana. De este modo Polibio, por ejemplo,
describió, en un com pendio de argum entaciones helenísticas, el surgí
miento de las tres formas puras de gobierno y de la degeneración corres
pondiente a cada una de ellas en el transcurso de tres generaciones. En
este sentido ascenso y decadencia son dos conceptos en los que de u n o
se sigue el otro. Se trata de con ceptos sucesivos [Sukzessionsbegriffe\ en
el seno de una misma comunidad política. Y cuando se comparan dos
comunidades políticas distintas, por ejemplo, Grecia y Roma, se puede
vincular o contrastar la decadencia de una con el ascenso de la otra.
En este caso, aparentemente menos utilizado en la Antigüedad, se tra
ta de contraconceptos [Gegenbegriffe] del mismo rango. Las formas de
gobierno se encuentran siempre dentro de un ciclo finito e insuperable
de posibilidades determinadas por la naturaleza humana. El único c a s o
que parece capaz de interrum pir el ciclo es una mezcla adecuada en
términos políticos de elementos de las distintas formas de gobierno con
el objetivo de lograr una m ayor estabilidad. Puede que impida la dege
neración, en cierto modo regular, pero con ello no inicia un proceso de
progreso hacia un futuro mejor. Debemos recordar esto cuando poste
nórm ente tematicemos el concepto moderno de progreso.
Hay otra indicación que añadir sobre el uso lingüístico en la Anti
güedad. En todos los casos en los que en la Antigüedad se registra un

2. Véase R. Koselleck y P. Widmer (eds.), Niedergang. Studien zu ein em gcschii hi


lichen T h em a , Stuttgart, 1980, que incluye las contribuciones de Walbank, F. (¡. Main
y Herzog. Además, Chr. Meier, «‘Fortschritt’ in der Antike», en O. Brunner et ¿d. (nlv),
G eschichtliche G run dbegriffe, vol. 2, Stuttgart, 1975, pp. 3 5 3 -3 6 3 .
progreso, se trata ilc lina visión retrospectiva y no de la apertura de
nuevos horizontes. Kn su conocida introducción a la H istoria de la güe­
ñ a ileí l’elop on cso, Tucídides se refirió a la gran diferencia que separaba
.i griegos de bárbaros en virtud del orden jurídico y del desarrollo del
poder técnico y militar. Antes los griegos también habían vivido com o
los bárbaros, habían portado armas en tiempos de paz, robado mujeres
y seguido otras costum bres bárbaras similares. Ahora, es decir, en el
siglo v, los griegos habían dejado muy atrás ese estado de cosas. Sin
em bargo, precisam ente gracias a las form as de gobierno de sus polis,
.11 increm ento de su com ercio y de su poder, fueron capaces de llevar a
i.tbo una guerra civil cuya crueldad y desgaste de los instrumentos de
poder superó todo lo anterior.
Nos encontramos, por tanto, ante, formulado en un lenguaje moder­
no, un modelo de progreso relativo que permite reconocer la excepcio-
nalidad y peculiaridad del grado de civilización alcanzado por los helenos
al com pararlo con su propio pasado y con los bárbaros coetáneos. Sin
embargo, el camino no conduce al futuro. Kl resultado, a saber, la guerra
eivil, solo se describe utilizando categorías médicas sobre la enfermedad,
muy alejado de la deducción de un progreso ulterior en el futuro. Por
tanto, también en Tucídides está ausente un concepto superior general
que resuma el pasado de la historia griega en términos de progreso.
Otra indicación al respecto. En los casos en los que en la Antigüedad
se registran progresos, estos eran siempre parciales, por ejemplo, en la
ciencia o en la pacificación del mar M editerráneo mediante la pax rom a­
na. Los progresos no se relacionan con un proceso social general tal y
como actualmente se vinculan con la tecnificación y la industrialización.
Kl dominio mundial de la Roma eterna podía prometer permanencia y
seguridad, pero no progreso hacia un futuro mejor. Kn realidad, lo i.i
racterístico de los numerosos conceptos de interpretación histórica de l.i
época de los Césares es la comparación con el modelo di- la pasada repn
blica. La duración del imperio y su decadencia se solaparon llegando a
abarcar siglos de experiencia. La idea de que el mundo había llegado a su
vejez es una autointerpretación de la Antigüedad tardía que se plasmó en
un concepto: el de senectus ’. «Decadencia» era, por tanto, más apropiado
para describir un proceso social general, incluso de dimensión cósmica,
que las distintas variantes referidas a un avance parcial.
Ahora bien, esto es igualmente cierto tanto para los paganos com o
para los cristianos. Es cierto que para los creyentes cristianos se abrió
un nuevo horizonte de futuro, a saber, la expectativa de la Jerusalén
celestial, pero en este caso se trataba de un reino que solo se haría reali­
dad después del fin de la historia. En este mundo querían aferrarse a la

i. Véase la contribución de F. G. M aier en el volumen mencionado arriba.


permanencia de Roma, es decir, del Imperio r o m . m u , s o b r e i o d o a p a i m
del m omento en que el cristianismo se convirtió en la religión oficial del
imperio. En este sentido los cristianos sí pudieron ver un cierto progreso
en relación a la época en que eran perseguidos. Sin embargo, esto 110 rest.i
importancia al hecho de que la expectativa real era la transformación del
mundo cuando Cristo regresase y pusiese fin al estado anterior de c o s a s
con el Juicio Final. Según la doctrina cristiana, en el limitado espacio de
tiempo que existe entre la creación y el fin del mundo, el ser humano se
encontraba después de la aparición de Cristo en la última era, en la últim.i
aetas, a saber, la senectus, un periodo en el que nada fundamentalmente
nuevo podía suceder. La metáfora biológica de la senectus podía enten
derse además de como signo del fin del mundo y de la resurrección de los
muertos en un sentido pagano, es decir, como expectativa de una nuev.i
juventud, que hiciese comenzar de nuevo el ciclo.
Cuando los teólogos hablaban de profectus, m enos de progressn
este progreso hacía referencia a la salvación de las almas4. De esta forma
Agustín comparó, utilizando una metáfora biológica, el pueblo de Dios
con un hombre que era criado por Dios. A través de las distintas edades,
el pueblo de Dios avanzaba en el tiempo — y este es el sentido de la meta
tora— para elevarse desde la experiencia de lo temporal a la de lo eterno,
para ascender de lo visible a lo invisible5. Los padres de la Iglesia y los
escolásticos describieron en numerosas ocasiones esta clase de progreso:
profectus hominis donum Dei est6, o, como predicó una vez Bernardo de
Claraval: in via vitae non progredi, retrogredi est. El que no avanza, retro
cede, o: «No es perfecto aquel que no persigue una mayor perfección- .
Aquí nos encontramos ya con la relación asimétrica que existe entre
progreso y retroceso. Al cambio constante del ser terrenal se le opone un
movimiento dirigido en pro de un objetivo que en otro contexto puede
parecer moderno. Sin embargo, este progreso — profectus hacia la p a
fectio — se refiere al reino de Dios, que no debe confundirse con el reino
temporal de este mundo. El camino hacia la perfección no se contabili/.i
en años, sino solo en el alma: perfectio non in annis, sed in animis 8.
En el uso lingüístico medieval nos encontram os, por tanto, con bas
tan te frecuencia con conceptos correlativos [Korrelationsbegriffe J cuyo
sentido se puede derivar de la doctrina de los dos mundos. La doctrina

4. Sobre esto, véase mi artículo <<Fortschrkt», en O. Brunner et j !. (eds.), Gescbit bl


lieb e G run dbegriffe, cit., pp. 3 6 3 -4 2 3 .
5. D e C ivitate D ei 10 ,1 4 .
6. Isidoro de Sevilla, S en ten tiae 2 .5 .3 , Migne, PL, t. 82 (1862), 604.
7. S erm on es de Sanctis. In pu rification e B. M ariae 2 ,3 , Migne, PL, t. 183, 3<S9 (:, i
E p istolae a d dragon e m on ach u m , § I, Migne, PL, t. 182, 100.
8. Paulino de Aquilea, L ib er exbortationis, vulgo de salutaribus docu m en tis, c.ip. I '■
(ca. 795), Migne, PL, t. 99, 246 A.
tic los ilos reinos, el de Dios y d del mundo, se expresó durante la Edad
Media mediante muchas metáforas, pero en contadas ocasiones estas
m etáforas llegaron tan lejos com o para abordar el progreso com o una
ley inherente al mundo. Al contrario, para O tto von Freising el mundo
urnescente se hunde en una miseria cada vez m ayor — defectu s — en
la misma medida en que los creyentes están seguros de la proximidad
dd reino de la paz perpetua — p erfectio — . R eferidos a este m undo,
rl ascenso a la perfección y la decadencia son para O tto von Freising
conceptos correlativos, que expresa la mayoría de las veces mediante
perífrasis verbales. Cuanto m ayor la miseria en este mundo, más cer­
nina la salvación de los elegidos. Pero el futuro no es la dimensión del
progreso, sino la del fin del mundo, cuyos signos se buscan y encuen-
Iran nuevamente una y otra vez9.
Sin duda en la Edad M edia, al igual que en la Antigüedad, hubo
progresos ocasionales o concretos en el seno de este mundo: en las cien­
cias y en la doctrina de los reinos procedente del este, en la arquitectura
y en el ám bito de las innovaciones técnicas, en el derecho canónico y
también socialm ente, aunque de form a pasajera, en los periodos de paz.
Sin embargo, estos progresos sectoriales no sustituyeron la experiencia
fundamental de que el mundo en general envejece y de que se acerca
,i su final. En este sentido el progreso del espíritu y la decadencia del
mundo eran conceptos correlativos que impedían interpretar el futuro
terrenal en sí mismo de forma progresiva.

II

l’ido disculpas por haber pasado de forma tan general por encima de dos
mil años de historia. Pero el objetivo es mostrar el nuevo planteamiento,
que nos permite situar en nuestro campo visual el concepto moderno de
progreso, sobre el relieve de un pasado distinto. El concepto m oder­
no de progreso se diferencia de los significados religiosos originales en
que el fin del mundo, que siempre estaba por llegar, se transforma en un
Itituro abierto. Terminológicamente el profectus espiritual es sustituido
o reemplazado por el progressus mundano. Este proceso se prolongó a
lo largo de toda la Edad M oderna. Aunque el Renacimiento dio lugar a
la conciencia de una nueva época, en la medida en que la Edad Media
se presentó com o un intervalo oscuro más allá del cual la Antigüedad
lite considerada como un modelo, su conciencia no se caracterizó por el
progreso hacia un futuro mejor. Solo con el aumento del conocim iento
ile la naturaleza, que sustituyó la autoridad de los antiguos por el uso

'■). Sobre esto, véase Melville en R. Koselleck y P. Widmer (eds.), N ied erg an g ..., cit.
autónom o de la razón, comenzó una interpretación al principio s o l o
sectorial— progresiva del futuro. La naturaleza permanece idéntica a m
misma, pero su descubrimiento avanza siguiendo una metodología qn<
incrementa el dominio sobre aquella. Esto dio lugar a la determinación
de fines de gran alcance relativos a la mejora de la existencia intramnn
daña, que permitieron la sustitución de la escatología por lo incierto d<
un futuro abierto. Desde entonces pasado y futuro se diferencian cnali
tativamente. Así se descubrió un tiempo genuinamente histórico, que cu
«progreso» encontró su primer concepto. Tendré que renunciar a ocu
parme del contenido que incluye el concepto moderno de progreso, d<
las experiencias que alberga, al describir su desarrollo. La invención «Ir
la imprenta, la expansión de la lectura, la invención del compás, del tele­
scopio y del microscopio, el desarrollo de las ciencias experimentales, el
descubrimiento del globo y la colonización en ultramar, la comparación
con los salvajes, la querella del arte moderno con el antiguo, el ascenso de
la burguesía, el desarrollo del capitalismo y de la industria, el aprovecha
miento de las fuerzas de la naturaleza por la técnica, todo esto forma pan<
de las experiencias y hechos, repetidas veces evocados, que se han vincula
do con el concepto de progreso, es decir, con el progreso hacia algo mejoi.
En este texto solo quiero describir el desarrollo lingüístico del con
cepto, de ese concepto que reúne en una expresión todos los fenómeno',
mencionados, en otras palabras, que resume la experiencia de una mu-
va época en una palabra.
1. El uso de nuestra expresión muestra en primer lugar una desn.i
turalización de la metáfora de la vejez. El creciente envejecimiento del
mundo pierde el sentido biológico-m oral de la degeneración. La asocia
ción con la decadencia se elimina despejando con ello el camino para nn
progreso interminable.
La apertura del futuro, de la que solo lentamente se toma conciencia,
puede medirse precisamente mediante el cam bio operado en las meta
foras del crecim iento. Toda metáfora natural del crecim iento implica,
entendida en sentido literal, una decadencia final inevitable. Si se toma ™
serio la categoría natural — como en la Antigüedad— , al progreso debe
seguirle la degeneración. El paso de la juventud a la vejez excluye el sen
tido de un progreso en el seno de un futuro permanentemente abierto.
C om o mucho podría vincularse con la m etáfora natural de la |n
ventud y la vejez una doctrina de la resurrección. Por eso fue posible qu<
tanto las teorías cíclicas de la Antigüedad com o la doctrina cristiana d<
un mundo que envejece, integrado en un horizonte de expectativa esea
tológico, se sirviesen, si bien de distinto modo, de la com paración c o n
la edad del ser humano. Hay num erosos testim onios en los siglos \\i
y xvii que muestran cóm o en el mundo de las clases ilustradas se bus
caba una determ inación tem poral que se desligase de la vinculación c o n
los significados naturales. Así [Sacón negó a las autoridades de los anti­
guos su derecho a poseer de forma permanente la verdad, la verdad en
si misma es en realidad una hija del tiem po. Veritas filia tem poris 10. A
grandes rasgos: la verdad solo podía comprenderse y reconocerse com o
tal en la medida en que respondía al desarrollo tem poral del co n o ci­
miento humano, es decir, que también podía superarse.
El paso — ya extendido en la Alta Edad M edia— desde la aspira-
i ion cristiana al reino de la verdad eterna a un proceso de conocim iento
progresivo en el más acá es especialmente claro en Pascal, en su tratado
sobre el espacio vacío, el Traité du vide. El hom bre, dice en su obra, a
dilerencia del animal, que siempre es un ser com pleto en sí mismo, es
un ser que se asienta sobre la infinitud. Ha sido creado para la infinitud,
pero en un sentido que entonces ya resultaba ambiguo. La infinitud ya
no se concebía solo como algo situado más allá de la acción humana; el
hombre concreto aprende más y inás y de forma sucesiva lo hace el resto
de hombres juntos, día a día avanzan en el conocim iento científico. La
humanidad considerada en su conjunto se inserta en un progreso conti­
nuo que comienza en su juventud y que aumenta en la misma medida en
que el mundo envejece. «Tous les hommes ensemble y font un continuel
progrez á mesure que l’univers viellit»11 [El conjunto de la humanidad
progresa continuamente a medida que el universo envejece]. De la edu-
i ación divina del pueblo creyente se pasó a la autoeducación de todos
los hombres, dotados de razón. El progreso infinito implicó un futuro
que se sustrajo a la metáfora natural del envejecimiento. El mundo como
naturaleza puede envejecer en el transcurso del tiempo, pero para la hu­
manidad en general ese hecho ya no está unido a su decadencia.
finalm ente, Eontenelle rechazó públicamente en 1688 la compara
i ion con la edad porque ya no era adecuada para describir el progreso,
l odo en el mundo indicaba que la razón se perfeccionaba constan
teniente. Por eso la razón com partía las ventajas de la juventud con
las ventajas del hom bre maduro y razonable: «C ’est-á-dire, pour quit-
ler l’allcgorie, que les hommes ne dégéneront jam ais...» |Es decir, para
abandonar la alegoría, los hom bres no degeneran jam ás]12.
I .eibniz fue un paso más allá y eliminó también del cosmos la m etáfora
del envejecim iento. Para él el progreso continuo no era solo un produc­
to del espíritu humano, sino que se vinculaba al universo. La felicidad,
dre ía, exige avanzar de forma permanente en pos de deseos y perfeccio­

10. I;. Bacon, Nouum Organum l, 8 4; Works, 1864, vol. I, pp. 190 s. [trad. de C. Li-
n ni I olio, Barcelona, 2000).
11. B. Pascal, Iragm en t d e p ro face sur le traité du vide, en QLuvres, ed. de L. Brunsch-
vit |* v lí Boutroux, i. 2, París, 1908, pp. 138 s.
12. P». de l’ontenelle, Digression sur les an cien s e t les m o d ern es, en (E uvres com -
/»/í7c'., rd. de B. Depping, t. 2, París, 1818, recd. Ginebra, 1 9 6 8 , p. 3 6 4 .
nes que se renuevan constantem ente, l’or eso, t.impon» el universo po
día alcanzar un grado último de madurez. El universo en conjunto no u
trocede ni envejece, nunquam etiam regredituraut senescit' \ Es decir, iw<
solo el hombre, sino también el mundo mejora constantem ente, y cu.m
do se retrocede, es para avanzar después el doble de rápido y el doble di
lejos. En una frase: «El mundo es el m ejor de todos los mundos solo poi
que mejora constantemente» (progressus est in infinitum perfectionis")
Sin pretender reducir con ello la variedad de las aportaciones de
Leibniz a esta idea central, puede afirmarse que se anticipó a las p<im
ciones adoptadas en el siglo xvm para interpretar el mundo históru o
recién descubierto. La opinión de que el progreso es general y com í
nuo en tanto que cualquier retroceso, decadencia o degeneración solo
tiene lugar de form a parcial y pasajera constituye una idea típica del
siglo xvm ampliamente extendida desde entonces. D icho de otro modo,
la decadencia o el retroceso ya no son conceptos opuestos al avaiue
o al progreso. Este cam bio se com prueba en muchos autores: Turgoi,
C ondorcet, Iselin, W ieland o Kant por mencionar algunos, o ya en el
siglo xix, Engels, Elaeckel o Eduard von Hartm ann. La asimetría enin
progreso y decadencia ya no se refiere com o en la Edad M edia Cristian.i
al más allá por un lado y a este mundo por otro. El progreso se ha con
vertido en una categoría de la historia mundana, cuyo sentido consiste
en interpretar todo retroceso com o pasajero, incluso en última instaiu u
com o estímulo de nuevos progresos.
2. Utilizaré un segundo punto de vista para describir con m a y o i
concreción el surgimiento del nuevo concepto: la temporalización , en
un sentido que debo explicar.
Hasta bien entrado el siglo xvm se habló más de perfectio que de
«progresos» o «avances», de la perfección com o fin que debe emularse en
las artes, en las ciencias y, en definitiva, en toda la sociedad. Descubrir l.r.
leyes eternas de la naturaleza significaba dirigirse hacia un fin finito qu e
una vez alcanzado permitiría dominar la naturaleza. Ordenar las leyes
de la moral siguiendo, por ejemplo, un método matemático signihY.ilu
asimismo alcanzar un objetivo que perm itiría organizar correctam ente
la sociedad humana. Estos fines se tem poralizaron en el siglo xvm, es
decir, se insertaron en el desarrollo de la historia humana. La metal ísu .1
de Leibniz claramente influyó a través de diversas vías en este proceso
Desde el punto de vista de la historia de la palabra, el cam bio se
puede observar en la lenta sustitución de perfection, la primera vez poi

13. Citado de la obra postuma manuscrita en E. Cassirer, L eibn iz' System in •-<///. n
w isscn sch aftlkh en G run dlagen, Marburgo, 1902, p. 444.
14. G. W. Leibniz, «De progressu in infinitum», en Kleinc Schriften m r Mr/.i/i/'y.//
ed. de W v. Hngelhardt y H. H. Holz, Francfort d.M ., i pp. i<>N ss.
rl abate de Saint-Pierre en 1725, por el nuevo concepto de p e r f e c t i o n -
n c n i r n l . De p e r ¡ c c l i o n a p e r f e c t i o n n e m e n t : de un fin se pasa a una ca­
tegoría de movimiento procesual. La perfección a emular, que es única,
«• li.iie iterativa. En este sentido, Turgot habló en principio de la masa
de todo el género humano, que se dirige sin descanso hacia su «perfec-
n in i", lín ese punto se corrigió y señaló que el género humano siempre
M' dirige, a través de la felicidad y de la miseria, de la paz y de la agi-
l tiv ion, hacia una perfección c a d a v e z m a y o r ' - . Finalm ente, Condorcet
piulo, anticipándose en eso a Hegel, plasmar en un concepto algo que
desde la lógica era contradictorio e incoherente: el perfectionn em ent del
Uriiero humano considerado simultáneamente com o fin, term e, e infini­
to, m d r f t n i . El fin mismo se integra en el proceso de constante mejora.
( orno también dijo Condorcet: «Los límites de los distintos progresos
non los progresos mismos»16. De este m odo, hemos descrito la tem po-
iiili/.ación que en el siglo xvm abarcó cada vez más ámbitos de la expe-
i inicia y de la expectativa humana. D el sistema de la naturaleza se pasó
ii la historia de la naturaleza, de las leyes ciel orden político, a las leyes
de su constante mejora. En palabras de Lessing: «Creo que el creador
tuvo que hacer capaz a todo lo que creó de ser cada vez más perfecto
11 debía perm anecer en la perfección en la que lo creó »17. N os recuerda
>i la sentencia cristiana medieval: no es perfecto aquel que no persigue
una mayor perfección. Esta frase, en un primer m om ento referida al
iilma individual, ahora se transforma. Se refiere a un futuro terrenal y
i oiilicrc, vinculada a la conciencia humana, una dirección a la historia.
Fu cierto m odo es el progreso del progreso el que supera cualquier
ictio ceso. «Progreso» se convierte en un concepto reflexivo procesual
|l»nzi’ssualer Reflexionsbegriff].
De forma abreviada puede decirse que el descubrimiento del tiempo
histórico com o proceso también dinamizó ese tiempo en cierto modo. C>
i orno dijo Kant: «La creación no concluye nunca. Puede que comenzase
en un momento dado, pero nunca se detendrá»lx. Ninguna experiencia
adquirida en el pasado era ya suficiente para continuar aumentando unas
expectativas que no iban a llegar. La experiencia del pasado y la expec­

I s. Véase R. Koselleck, «Fortschritt», cit., p. 377.


I it. (. xmdorcet, Esquisse d ’un tablean historique des progrés de l’esprit ku m ain [1794],
.,1 .1. W. Allf, Francfort d.M ., 1963, pp. 3 6 4 , 3 8 2 y 388.
17. I .essing, carta a Mendelssohn (21 de enero de 1756), en Sámtliche S chriften, vol.
I I90-I, p. S í.
IX. I. Kant, Allgeineine N aturgeschichte u n d T heorie des H im m els, en Werke, A kade-
i»ie,msg,ihi\ vol. I, 190 2, pp. 25 6 y 3 14 ftrad. de J. E. Llunqt, H istoria gen eral de la natu-
i,ilr;,i v tem í,/ ¡Irl r ie lo , Juárez, Buenos Aires, 1969], Véase también H. Blumenberg, D ie
I n [ilm u i,il ¡In N enzeit, Francfort d.M ., 1966, pp. 182 ss. y 4 2 7 ss. [trad. de P. Madrigal,
I ,i Iryilnihu ion ¡Ir l¡i l.¡L/¡l M oden n i, l’rc-Tcxtos, Valencia, 2008].
tativa del futuro se distanciaron m utuam ente, se separaion de lornu
progresiva, y esta diferenciación se plasmó finalm ente en el concepio
común de progreso.
3. Lo que hasta ahora se ha descrito com o temporalización y apei
tura de! horizonte de futuro constituye la génesis del nuevo concepto
Hoy día puede resultar sorprendente oír que la expresión «el pmgre
so» no se acuñó en alemán hasta finales del siglo xvm. Es decir, s o l o
nos hemos ocupado, al menos en su uso en alemán, de la prehistoria di
nuestro concepto. Ya hemos visto cómo las expresiones latinas profecía \
progressio y progressus, entre otras variantes, eran utilizadas desde haei.i
tiempo. En francés pocas veces se utilizaba le progrés en singular, casi
siempre se hablaba de les progrés en plural, de los progresos referidos
a sectores concretos. Condorcet mismo solo habla de la suma de los pi n
gresos individuales, no del progrés en sí mismo, que es su propio sujeto
También en inglés progress solo se utilizaba prácticamente en plural junto
con improvement o advancement. De forma análoga, el uso en alemán
era muy diverso. Aún se utilizaba, apoyándose en su significado espacial,
curso [Fortgang\, progresar [.Fortschreiten ] y avance [ Fortscbreitung\,
o, sirviéndose de una metáfora biológica, desarrollo [Wachstum], crecí
miento [Anwachs] y aumento [Zuwachs], en un sentido más moral; me­
jora [Verbessernng] y, en general, perfeccionamiento [Vervollkommnung\
Se carecía de una expresión central que plasmase en un concepto común
los distintos matices de significado y de uso. «El progreso» — documen
tado por primera vez en Kant— fue desde entonces una palabra que de
forma breve y manejable plasmó en un concepto común la diversidad di
progresos científicos, técnicos, industriales, así como los morales y socia
les e incluso el de la historia en general.
«El progreso en sí mismo» es un singular colectivo, que aglutina mi
merosas experiencias en una expresión. Es uno de esos singulares colecti
vos, cuyo número aumentó rápidamente hacia finales del siglo xvm, que
agruparon en un mayor nivel de abstracción una experiencia cada ve/
más compleja. En términos histórico-lingüísttcos se trata de un proceso
que se corresponde, de un modo aún por investigar, en el ámbito político
con la Revolución francesa y en el económ ico con el com ercio mundial \
la Revolución Industrial.
El modo en que «el progreso» surgió como singular colectivo y cómo
desde entonces se convirtió en un concepto guía histórico puede desen
birse mediante un esquema formal. Se form ó en tres fases que se super
ponen: en primer lugar, el sujeto del progreso se universalizó. Ya no h i z o
referencia a ámbitos delimitables como la ciencia, la técnica, el arte, etc.,
que hasta ese momento habían sido el sustrato concreto de los distintos
progresos. Por el contrario, el sujeto del progreso se amplió hasta convei
tirse en un agente universal o en un agente con una inevitable pretensión
de universalidad: se trataba del progreso de la humanidad. Al principio,
lit •■Inmunidad» no se mencionaba com o sujeto activo, sino reverencial,
poi ejemplo, en el sentido de ese «pueblo hipotético», construido como
un sii|eio ideal, al que Condorcet atribuyó todos los progresos particu­
lares. I I pueblo elegido de origen judeocristiano se convirtió en la hi-
posiasis del progreso. Poco después ya podía hablarse del «progreso del
lirmpo» y, mucho después, del «progreso de la historia».
I )e este modo, de las historias de los progresos particulares se pasa al
progreso de la historia. Esta es la segunda fase. En el proceso de univer­
salización de nuestro concepto, sujeto y objeto intercambian sus papeles.
1(1 genitivo subjetivo se convierte en genitivo objetivo: en la expresión
••progreso del tiempo» o «progreso de la historia» el progreso asume el
papel principal, se convierte en un agente histórico. Esto nos recuerda el
rn'inplo con el que comenzamos: «Se debe al progreso». Ahora podemos
iilirmar que la temporalidad se integra en la función del responsable de
la acción.
Finalmente, en la tercera fase esta expresión se independiza: el pro­
greso se convierte en el «progreso en sí», en el sujeto de sí mismo. Ante­
riormente siempre se hablaba del progreso del arte, de la técnica, después
del progreso del tiempo o de la historia, en el siglo xix se hace común
y habitual utilizar solo «el progreso». La expresión se convirtió en un
(ermino político clave, en un término que inicialmente provocó la for­
mación de partidos y la generación de una conciencia determinada, pero
que al final fue reivindicado de forma creciente por todos los grupos. A
partir del siglo xix sería difícil legitimarse políticamente sin estar a favor
del progreso.
Así, por ejemplo, en un panfleto católico que se publicó en 1X77 en
l’aderborn, se lee: «La Iglesia católica es el poder social y conservador poi
antonomasia y, por eso, creadora de la libertad y del p ro g reso '1'. N o voy
a describir la historia de esta palabra clave en el siglo xi\, que liana lina
les de ese mismo siglo perdió fuerza V cayó en descrédito para unidlos
grupos. Por el contrario, para terminar me gustaría centrar la atención
en lo sucedido en el cam po conceptual de decadencia, degeneración y
retroceso.
4. En la Antigüedad progreso y decadencia eran con cep tos suce­
sivos , en la Edad M edia co n cep tos correlativos, que, sin em bargo, Te­
lendos al reino de Dios y al de este m undo, m antenían una relación
desigual entre ellos. En la Edad M oderna el retroceso y la decadencia
estaban claram ente mediatizados en la medida en que todo retroceso se
t oniabili/.aba en la cuenta del progreso. Progreso y decadencia man tu-

!•). I'. Ilitzc, /)/<• sacu de Fragc und d ie Besírebungett zu ihrer Losung , Taclcrborn,
IX ' |>. IN2.
vieron una relación asimétrica caracterizada por la lension que permitió
a los ilustrados interpretar toda decadencia o desvío com o un paso al
que seguirían progresos aún más rápidos que antes. Sabemos que este
esquema de pensamiento aún se utiliza en la actualidad por las ideolo
gías políticas que siguen defendiendo el progreso lineal. Un progreso
que perm ite interrupciones, pero cuya legitim ación política procedí
precisamente de su carácter imparable. Sin em bargo, este esquema n o
tiene la últim a palabra. N os preguntam os, record and o L a decadencia
de Occidente de Oswald Spengler, qué ha pasado con ese concepto de
decadencia, desm oronam iento y hundimiento.
La decadencia aparece una y otra vez com o aporía del progreso o
com o reproducción de la decadencia mediante el progreso mismo. En
primer lugar, debe recordarse que, si bien había muchos progresos que
formaban parte de la experiencia del siglo xvm, el progreso en sí mismo
no era de ningún modo el único concepto superior que permitía coui
prender la historia.
Puede que Diderot publicase su Enciclopedia para acelerar la ilustra
ción general, sin embargo, simultáneamente y de forma análoga al ciclo til­
la Antigüedad, vio la amenaza de una catástrofe en el horizonte. E n este
sentido, su Enciclopedia, que había recopilado todo el saber, debía serví i
al menos como el arca de Noé de la razón capaz de rescatar para el futii i <>
todo el conocim iento anterior. También Voltaire, que siempre intentaba
estimular con su crítica mordaz progresos concretos en situaciones me
jorables, tuvo grandes reservas frente al optimismo. El panorama de la
historia le presentaba un continuo ir y venir. Solo admitió en la historio
grafía cuatro momentos de esplendor cultural: en Atenas, en la Roma de
Augusto, en el Renacimiento y en la época de Luis X IV momentos a los
que siempre siguió la decadencia. Su Cándido acaba completamente con
toda la progresividad que la metafísica de Leibniz desarrolló. Ni Diderot
ni Voltaire eran dogm áticos de un progreso lineal, ni siquiera de u n o
discontinuo. Numerosas experiencias en sentido contrario y también su
educación clásica, que tuvieron que elaborar, se oponían a él.
Fue una contribución de Rousseau haber plasmado progreso y deca
dencia en una nueva fórmula complementaria apta para captar muchos
fenómenos de nuestra modernidad. En sus dos discursos tematizó las
contradicciones que creyó encontrar entre el progresivo desarrollo del
arte y de la ciencia, por un lado, y la moral y su decadencia, por ot ro,
o las que existían entre los progresos de la civilización y el aumento de
las desigualdades políticas. Ambas permitían reconocer una correlación
Para explicar estas tensiones Rousseau acuñó una nueva expresión, la
perfectibilité, traducida toscamente al alemán com o «capacidad o etiali
dad de perfección» [Vervollkominnungsfábigkeit, Vervollkommlicbkcil \<>
simplemente germanizada como «perfectibilidad» \l’erf<’klibilitiit\. C o m o

IOS
di|o Novalis: «Los hombres se diferencian del resto de los seres por su
(velo/) pnmresividad o perfectibilidad»20.
I ,1 capacidad de perfeccionarse, la perfectibilidad, era para Rousseau
el criterio que diferenciaba tanto al individuo com o al genus humanum
ile los animales. Esta perfectibilidad no estaba determinada histórica o
em píricam ente, sino antropológicam ente, es decir, era una categoría
melahistórica. Definía la determinación fundamental del hombre en tér­
minos de ser histórico, condición de toda historia posible. El hom bre
estaba condenado a progresar, a dirigir todos sus esfuerzos en pos del
dominio de las fuerzas de la naturaleza, a instalar pilares de civilización
en su vida diaria, a organizarse políticam ente para poder vivir y para
desarrollar su industria mediante un creciente uso de la razón. Sin em ­
bargo, esta suma de progresos solo es uno de los lados de la balanza.
El otro reza: pérdida de la inocencia natural, decadencia de la m oral,
m stm m entalización del lenguaje a costa de la unidad de sentim iento
y razón. El progreso produce, por tanto, decadencia. N o se trata de
destacar en este artículo los com ponentes neuróticos o de crítica de la
cultura de Jean-Jacques Rousseau.
Solo una cosa debe quedar clara, la perfectibilidad es un concepto de
i iiinfiensación temporal [temporaler Kompensationsbegriff], Debido a su
i apacidad de perfección, el hombre siempre está en disposición, mejor
dicho, condenado a producir constantem ente decadencia, corrupción y
i rímenes. Más aún, si el progreso es irreversible, lo que Rousseau acep­
to, entonces con el tiempo se abre una pinza. Cuanto más constreñido
está el hombre a perfeccionarse mediante la civilización, más se incre­
mentan las posibilidades de que pierda su integridad21.
C on ello Rousseau estableció un modelo de pensamiento conscien­
temente hipotético adecuado para com prender muchos de los em ite
nulos de la experiencia de la modernidad, de nuestra propia época.
De hecho, el progreso reproduce fenóm enos tic decadencia que le son
específicamente atribuibles. Cuanto mayor es el progreso, basta pensar
en la energía y en la bom ba atómicas, en el gas y en gasear, mayor es la
i apacidad humana de hacer realidad catástrofes.
Esto tam bién lo consideró en su argumentación Kant, que veía el
progreso com o un deber m oral, de lo que dedujo que la humanidad
progresaría a mejor porque debía progresar. La tesis de una decadencia
m usíante, de un mundo que se acerca a su final en caída libre, esa antí-

.M). Novalis, F ragm ente und Studien 1 7 9 9 -1 8 0 0 , en N ovalis Schriften : D ie Werke


/n c Jm h i'on I ¡ardenbergs, vol. 3, Darmstadt, 1968, p. 668.
. 'I . Para una interpretación más matizada, véase J . Starobinski, «Rousseau und die
N io lr ij’.inj’Mlicmaíils: einige Bemerkungen zur Prosopopóie des Fabricáis», en R. Kose-
11«« k v I! WidmiT (cds.), N icdcrgang..., cit.
tesis no se cumplirá, dijo Kant, porque en ese caso nos habríamos exiin
guido hace tiempo. Al contrario, la proyección hacia el futuro carei ia
esencialmente de límites. Sin embargo, y esto nunca lo ocultó Kant, con
ello se abría a la vez la perspectiva «de una serie ilimitada de m a les-"
En este sentido Kant también fue deudor de Rousseau.
Fue el modo contrafáctico de ver las cosas de Rousseau lo que le per
niitió ser el primero en com prender lia aporía del progreso. Precisamcni*
porque es un proceso interminable, y en tanto lo siga siendo, incrementa
las posibilidades de degeneración, solo que esta ya no se interpreta como
una metáfora natural, sino en el sentido de catástrofes que los hom bre,
son capaces de desatar sobre sí mismos mediante las fuerzas técnicas di­
que disponen.
Fue otro marginado, Nietzsche, el que analizó de forma novedosa
y aún más provocativa que Rousseau la estructura aporética del progre
so. «Progreso» y «retroceso» le sirvieron de categorías de diagnosis que
sim ultáneam ente desenm ascaró com o ilusiones históricas y perspecli
vistas, y solo «para conceder su anhelo de un final a lo que degenera \
quiere m orir»25. Pero dejém oslo aquí y volvamos la vista atrás24.
El concepto de progreso constituyó una aportación histórica exeep
cional. Puesto que contiene la idea de que a partir de la industrialización
y la tecnificación, las condiciones de nuestra experiencia anterior num .1
son suficientes para anticipar las sorpresas y novedades del futuro. Des
de el siglo xvm el progreso compele a una planificación cuya definición
de objetivos debe, sin em bargo, redefinirse continuam ente debido a la
constante aparición de nuevos factores. El concepto de progreso inclu
ye exactam ente esa experiencia de nuestra propia modernidad. Cons
tantemente surgen novedades imprevisibles que no pueden, o solo con
dificultad, compararse con el pasado. Tener en cuenta esa itnprevisibih
dad se ha convertido en un elem ento del concepto de progreso, que ad
quiriere así una línea semántica estabilizadora y conservadora en el sem >
de la modernidad. La confianza en el progreso, que siempre avanza, m
ha vuelto, por así decirlo, anticuada, aunque sin haber perdido por eso
com pletam ente su justificación.
De hecho, inicialm ente se caracterizaba por tematizar la excepcio
nalidad del cam bio. La transform ación del m undo estam ental, lun
damentalmente agrario y con hambrunas periódicas, en una sociedad
industrial moderna, conform ada por la técnica, era algo único compa

22. I. Kant, D as E n d e a ller Dirige [1794], en W erke, cít.. vol. 8, pp. ,?.?4 ss.
23. F. Nietzsche, N achgelassen e Fragm en te, M ai-Juli 1 8 85, 35 (82), K ritiscbe Sin
d ien au sgabe, ed. de G. Colli y M . M ontinari, Munich, ’ 1 988, vol. 11, p. 547.
24. Sobre esto, B. Lypp, «Über die verschiedenen Arten Geschichte zu sclin-iU n
Bemerkungen zur Logik historischen Diskurses im Hinblick auf Nietzsche», t-n R. kns.
lleck y P. Widmer (eds.), N iedergang.., cit., pp. 191-213.
lado m u toda la historia previa. Se abrieron nuevos espacios con cada
ve/, mayor rapidez, no solo los relativos a la expansión por el globo,
«tino sobre rodo en relación con la movilidad entre los distintos lugares
y con la mejora de la situación social de las masas, con un aumento del
tonsiim o y del bienestar casi general. En definitiva, la esperanza media
de vida casi se triplicó respecto a la existente en la Edad M edia.
Sin em bargo, todo esto se produce de forma escalonada en el espa­
d o y en el tiem po. Los fenóm enos antes mencionados de ese progreso
un uestionable se producen en determinados estratos y se limitan basta
esc momento regionalm ente al espacio atlántico, a Europa y a N ortea­
mérica con incursiones graduales en Japón y en otras islas del resto de
los continentes. Hasta entonces la mayor parte del globo se había visto
poco o negativamente afectada por ese progreso.
En términos de poder político se aprecia inmediatamente una con­
trapartida. Las relaciones entre los actores políticos en nuestro planeta
apenas pueden ya concebirse linealm ente sobre la escala de una única
progresión. La contracción del poder central europeo provocó la apa-
m i(>n de una fuerte desproporción entre el progreso de la civilización
y las potencias políticas. Surgió una discrepancia que Paul Valéry diag­
nosticó en 1 9 1 9 con sorprendente claridad25. El liderazgo europeo, que
antes era el modelo y el precursor de todo progreso, se había desmoro­
nado. Se plantea la pregunta de si la autodestrucción imperialista de las
glandes potencias europeas no se repetirá a nivel global de forma que
también en este caso las condiciones del progreso posible sean a la vez
su obstáculo.
Aun obviando las disparidades escalonadas en el espacio de unos
progresos que en adelante siguen cam inos distintos, la contrapartida in­
manente, que Rousseau estableció por primera vez, continúa presente.
I as posibilidades de una destrucción en masa mediante medios técnicos
lian aumentado paralelamente a los beneficios de la civilización, de he-
t Ito ya se han hecho realidad. Además, la amenaza m ortal de las nuevas
armas atóm icas, biológicas y químicas aumenta a medida que lo hace el
número de sus poseedores.
Nos queda la posibilidad de prestar atención a las experiencias de
épocas anteriores para relativizar desde esa perspectiva el progreso en el
ámbito de la historia. N o se ha superado la antigua form ulación de esa
idea según la cual a todo ascenso de un actor político co n creto le suele

’ V I! Valéry, L a crisc d e l'esprit, en CEuvres, ed. de J. Hyrier, Bibliothéque de ia


riu.id c, i. I, pp. 9 8 8 -1 0 4 0 . Sobre esto, H. Kesting, «Die Krise des Fortschrittsglau-
l>< II-.- , n i (iesc b ic h tsp b ilo s o /ib ie u n d W eltbiirgerkrieg, Heidelberg, 1959, pp. 111 ss.; K.
I nvviili, ■K111 ik der <levliielne uncí der (¡eschiclitsschrcibung», en Paul Valéry, G rundzü-
yy ■,rinc\ hen I h-uhrns, l.otinga, 1971, cap. IV, pp. 89-11.5.
seguir su decadencia. Además, cuando se toman en consideración vario',
actores, el ascenso de uno im plica la decadencia del otro, lám poco se
puede refutar en el caso de las personas conscientes de estar afectad.r.
por los desórdenes de este m undo la interpretación cristiana del />n>
fectus sobre el com portam iento y la actitud espiritual en contraposición
a esos desórdenes.
Con ello se llega a la conclusión obvia de que el progreso de la nm
dernidad — a pesar de pretender ser universal— solo describe una ex pe
riencia parcial, en sí misma coherente, pero que por razones que pueden
explicarse ha ocultado y oscurecido otras formas de experiencia. Es evi
dente que existen estructuras a largo plazo que se han conservado en el
curso de la historia humana y que no se han visto afectadas en absoluto
por el progreso técnico e industrial.
Esto ya se ha podido observar en la discusión que desde el siglo xvn
tuvo lugar entre los progresistas. En cuanto nuestra categoría adquirió
un sentido, se descubrió la discrepancia que existía entre el progreso tée
nico y civilizador y el com portam iento moral de las personas. Repetidas
veces se llama la atención sobre el hecho de que la moral va a la zaga
de la técnica y de su constante desarrollo. Hobbes adoptó este punto de
partida al concentrar todo su esfuerzo en encontrar también para el Es
tado reglas que fuesen tan fijas com o las de la geometría. Kant partió del
principio de que la civilización ya había progresado en exceso, mientras
que los hombres com o seres morales solo podían recuperar su retraso
con gran esfuerzo, lo que debían hacer rápidamente si querían adecuar
la moral al estado de los conocim ientos técnicos. También era habitual
en el siglo xix aseverar que la técnica y la industria avanzaban geome
tricamente, mientras que la moral les iba a la zaga en progresión aril
mética. Esta diferencia, que claramente forma parte del progreso desde
el comienzo y que constituye su aporía, consiste en que el progreso no
puede ponerse a la misma altura de lo que ha provocado, o con otras
palabras, la planificación del progreso 110 mantiene la misma dirección
que el «progreso mismo» tal y com o se ha plasmado en la mente de las
personas.

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