Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
En los años ochenta del siglo xix en un pequeño pueblo a orillas del
Weser, en Frenke, tuvo lugar la siguiente historia. El segundo hijo más
inven de una familia de artesanos hizo la confirm ación. Al volver a casa,
le dieron una sonora bofetada, por última vez, y a continuación pudo
sentarse a la mesa. Antes, com o todos los niños, tenía que com er de
pie. Esa era la costum bre. Y entonces sucedió la historia tal y com o
m e la co n tó el protagon ista1. Era el más pequeño de la fam ilia, aún
no había hecho la confirm ación, pero pudo sentarse a la mesa de los
mayores com o su herm ano confirm ado y sin bofetada. Cuando la ma
dre preguntó sorprendida qué significaba eso, el padre respondió: «Se
debe al progreso».
Id joven intentó en vano que alguien en el pueblo le explicase qué
era eso del progreso. El pueblo lo form aban entonces cinco j*,r.ui|.is
grandes, dos medianas, siete casas de artesanos y siele cabanas. IVm
nadie conocía la respuesta. Y, sin em bargo, la palabra arcillab a, podía
ser una palabra im portante que habían leído o escuchado en la andad y
que reflejaba adecuadamente el nuevo contexto. Se term ino una antigua
lostum bre. N o sabemos cóm o denominó la madre este proceso. En el
laso de que hubiese dominado, lo que no sucedía, el lenguaje nostálgi-
1 0 tle la Bildung, quizá hubiese utilizado el concepto de degeneración
|V(t/í///| o de decadencia [Niedergang] para referirse al mismo estado de
i osas solo que de otro modo.
I ,o que vemos es que nuestra historia es sintomática de un proceso a
largo plazo en el que la antigua Europa se transform aba y aún lo hace en
el mundo de la moderna sociedad industrial. En primer lugar, queremos
preguntarnos por e¡ uso de la palabra, por lo que produce su uso.
Resulta trivial afirmar que allí donde hay seres humanos implicados en
historias siempre existen experiencias de cambio y transformación, qm ,
según el caso, afectan a los implicados para m ejor o para peor. En este
sentido hay num erosos ejem plos entre los griegos y los rom anos q u e
describen un progreso relativo en los distintos ámbitos especializados \
cam pos de experiencia: p ro k o p e, epidosis, progressus , profectus y tam
bién las denominaciones opuestas como m etabole, que implica una ten
dencia a la degeneración, tarache kai kinesis, con el sentido de confusión
y destrucción, y las metáforas de enfermedades, utilizadas para describít
la desintegración política2.
Basta pensar en la imagen mental del ciclo de las formas de gobierno,
mediante el que puede describirse el surgimiento y desaparición de los
tipos de autoorganización humana. De este modo Polibio, por ejemplo,
describió, en un com pendio de argum entaciones helenísticas, el surgí
miento de las tres formas puras de gobierno y de la degeneración corres
pondiente a cada una de ellas en el transcurso de tres generaciones. En
este sentido ascenso y decadencia son dos conceptos en los que de u n o
se sigue el otro. Se trata de con ceptos sucesivos [Sukzessionsbegriffe\ en
el seno de una misma comunidad política. Y cuando se comparan dos
comunidades políticas distintas, por ejemplo, Grecia y Roma, se puede
vincular o contrastar la decadencia de una con el ascenso de la otra.
En este caso, aparentemente menos utilizado en la Antigüedad, se tra
ta de contraconceptos [Gegenbegriffe] del mismo rango. Las formas de
gobierno se encuentran siempre dentro de un ciclo finito e insuperable
de posibilidades determinadas por la naturaleza humana. El único c a s o
que parece capaz de interrum pir el ciclo es una mezcla adecuada en
términos políticos de elementos de las distintas formas de gobierno con
el objetivo de lograr una m ayor estabilidad. Puede que impida la dege
neración, en cierto modo regular, pero con ello no inicia un proceso de
progreso hacia un futuro mejor. Debemos recordar esto cuando poste
nórm ente tematicemos el concepto moderno de progreso.
Hay otra indicación que añadir sobre el uso lingüístico en la Anti
güedad. En todos los casos en los que en la Antigüedad se registra un
II
l’ido disculpas por haber pasado de forma tan general por encima de dos
mil años de historia. Pero el objetivo es mostrar el nuevo planteamiento,
que nos permite situar en nuestro campo visual el concepto moderno de
progreso, sobre el relieve de un pasado distinto. El concepto m oder
no de progreso se diferencia de los significados religiosos originales en
que el fin del mundo, que siempre estaba por llegar, se transforma en un
Itituro abierto. Terminológicamente el profectus espiritual es sustituido
o reemplazado por el progressus mundano. Este proceso se prolongó a
lo largo de toda la Edad M oderna. Aunque el Renacimiento dio lugar a
la conciencia de una nueva época, en la medida en que la Edad Media
se presentó com o un intervalo oscuro más allá del cual la Antigüedad
lite considerada como un modelo, su conciencia no se caracterizó por el
progreso hacia un futuro mejor. Solo con el aumento del conocim iento
ile la naturaleza, que sustituyó la autoridad de los antiguos por el uso
'■). Sobre esto, véase Melville en R. Koselleck y P. Widmer (eds.), N ied erg an g ..., cit.
autónom o de la razón, comenzó una interpretación al principio s o l o
sectorial— progresiva del futuro. La naturaleza permanece idéntica a m
misma, pero su descubrimiento avanza siguiendo una metodología qn<
incrementa el dominio sobre aquella. Esto dio lugar a la determinación
de fines de gran alcance relativos a la mejora de la existencia intramnn
daña, que permitieron la sustitución de la escatología por lo incierto d<
un futuro abierto. Desde entonces pasado y futuro se diferencian cnali
tativamente. Así se descubrió un tiempo genuinamente histórico, que cu
«progreso» encontró su primer concepto. Tendré que renunciar a ocu
parme del contenido que incluye el concepto moderno de progreso, d<
las experiencias que alberga, al describir su desarrollo. La invención «Ir
la imprenta, la expansión de la lectura, la invención del compás, del tele
scopio y del microscopio, el desarrollo de las ciencias experimentales, el
descubrimiento del globo y la colonización en ultramar, la comparación
con los salvajes, la querella del arte moderno con el antiguo, el ascenso de
la burguesía, el desarrollo del capitalismo y de la industria, el aprovecha
miento de las fuerzas de la naturaleza por la técnica, todo esto forma pan<
de las experiencias y hechos, repetidas veces evocados, que se han vincula
do con el concepto de progreso, es decir, con el progreso hacia algo mejoi.
En este texto solo quiero describir el desarrollo lingüístico del con
cepto, de ese concepto que reúne en una expresión todos los fenómeno',
mencionados, en otras palabras, que resume la experiencia de una mu-
va época en una palabra.
1. El uso de nuestra expresión muestra en primer lugar una desn.i
turalización de la metáfora de la vejez. El creciente envejecimiento del
mundo pierde el sentido biológico-m oral de la degeneración. La asocia
ción con la decadencia se elimina despejando con ello el camino para nn
progreso interminable.
La apertura del futuro, de la que solo lentamente se toma conciencia,
puede medirse precisamente mediante el cam bio operado en las meta
foras del crecim iento. Toda metáfora natural del crecim iento implica,
entendida en sentido literal, una decadencia final inevitable. Si se toma ™
serio la categoría natural — como en la Antigüedad— , al progreso debe
seguirle la degeneración. El paso de la juventud a la vejez excluye el sen
tido de un progreso en el seno de un futuro permanentemente abierto.
C om o mucho podría vincularse con la m etáfora natural de la |n
ventud y la vejez una doctrina de la resurrección. Por eso fue posible qu<
tanto las teorías cíclicas de la Antigüedad com o la doctrina cristiana d<
un mundo que envejece, integrado en un horizonte de expectativa esea
tológico, se sirviesen, si bien de distinto modo, de la com paración c o n
la edad del ser humano. Hay num erosos testim onios en los siglos \\i
y xvii que muestran cóm o en el mundo de las clases ilustradas se bus
caba una determ inación tem poral que se desligase de la vinculación c o n
los significados naturales. Así [Sacón negó a las autoridades de los anti
guos su derecho a poseer de forma permanente la verdad, la verdad en
si misma es en realidad una hija del tiem po. Veritas filia tem poris 10. A
grandes rasgos: la verdad solo podía comprenderse y reconocerse com o
tal en la medida en que respondía al desarrollo tem poral del co n o ci
miento humano, es decir, que también podía superarse.
El paso — ya extendido en la Alta Edad M edia— desde la aspira-
i ion cristiana al reino de la verdad eterna a un proceso de conocim iento
progresivo en el más acá es especialmente claro en Pascal, en su tratado
sobre el espacio vacío, el Traité du vide. El hom bre, dice en su obra, a
dilerencia del animal, que siempre es un ser com pleto en sí mismo, es
un ser que se asienta sobre la infinitud. Ha sido creado para la infinitud,
pero en un sentido que entonces ya resultaba ambiguo. La infinitud ya
no se concebía solo como algo situado más allá de la acción humana; el
hombre concreto aprende más y inás y de forma sucesiva lo hace el resto
de hombres juntos, día a día avanzan en el conocim iento científico. La
humanidad considerada en su conjunto se inserta en un progreso conti
nuo que comienza en su juventud y que aumenta en la misma medida en
que el mundo envejece. «Tous les hommes ensemble y font un continuel
progrez á mesure que l’univers viellit»11 [El conjunto de la humanidad
progresa continuamente a medida que el universo envejece]. De la edu-
i ación divina del pueblo creyente se pasó a la autoeducación de todos
los hombres, dotados de razón. El progreso infinito implicó un futuro
que se sustrajo a la metáfora natural del envejecimiento. El mundo como
naturaleza puede envejecer en el transcurso del tiempo, pero para la hu
manidad en general ese hecho ya no está unido a su decadencia.
finalm ente, Eontenelle rechazó públicamente en 1688 la compara
i ion con la edad porque ya no era adecuada para describir el progreso,
l odo en el mundo indicaba que la razón se perfeccionaba constan
teniente. Por eso la razón com partía las ventajas de la juventud con
las ventajas del hom bre maduro y razonable: «C ’est-á-dire, pour quit-
ler l’allcgorie, que les hommes ne dégéneront jam ais...» |Es decir, para
abandonar la alegoría, los hom bres no degeneran jam ás]12.
I .eibniz fue un paso más allá y eliminó también del cosmos la m etáfora
del envejecim iento. Para él el progreso continuo no era solo un produc
to del espíritu humano, sino que se vinculaba al universo. La felicidad,
dre ía, exige avanzar de forma permanente en pos de deseos y perfeccio
10. I;. Bacon, Nouum Organum l, 8 4; Works, 1864, vol. I, pp. 190 s. [trad. de C. Li-
n ni I olio, Barcelona, 2000).
11. B. Pascal, Iragm en t d e p ro face sur le traité du vide, en QLuvres, ed. de L. Brunsch-
vit |* v lí Boutroux, i. 2, París, 1908, pp. 138 s.
12. P». de l’ontenelle, Digression sur les an cien s e t les m o d ern es, en (E uvres com -
/»/í7c'., rd. de B. Depping, t. 2, París, 1818, recd. Ginebra, 1 9 6 8 , p. 3 6 4 .
nes que se renuevan constantem ente, l’or eso, t.impon» el universo po
día alcanzar un grado último de madurez. El universo en conjunto no u
trocede ni envejece, nunquam etiam regredituraut senescit' \ Es decir, iw<
solo el hombre, sino también el mundo mejora constantem ente, y cu.m
do se retrocede, es para avanzar después el doble de rápido y el doble di
lejos. En una frase: «El mundo es el m ejor de todos los mundos solo poi
que mejora constantemente» (progressus est in infinitum perfectionis")
Sin pretender reducir con ello la variedad de las aportaciones de
Leibniz a esta idea central, puede afirmarse que se anticipó a las p<im
ciones adoptadas en el siglo xvm para interpretar el mundo históru o
recién descubierto. La opinión de que el progreso es general y com í
nuo en tanto que cualquier retroceso, decadencia o degeneración solo
tiene lugar de form a parcial y pasajera constituye una idea típica del
siglo xvm ampliamente extendida desde entonces. D icho de otro modo,
la decadencia o el retroceso ya no son conceptos opuestos al avaiue
o al progreso. Este cam bio se com prueba en muchos autores: Turgoi,
C ondorcet, Iselin, W ieland o Kant por mencionar algunos, o ya en el
siglo xix, Engels, Elaeckel o Eduard von Hartm ann. La asimetría enin
progreso y decadencia ya no se refiere com o en la Edad M edia Cristian.i
al más allá por un lado y a este mundo por otro. El progreso se ha con
vertido en una categoría de la historia mundana, cuyo sentido consiste
en interpretar todo retroceso com o pasajero, incluso en última instaiu u
com o estímulo de nuevos progresos.
2. Utilizaré un segundo punto de vista para describir con m a y o i
concreción el surgimiento del nuevo concepto: la temporalización , en
un sentido que debo explicar.
Hasta bien entrado el siglo xvm se habló más de perfectio que de
«progresos» o «avances», de la perfección com o fin que debe emularse en
las artes, en las ciencias y, en definitiva, en toda la sociedad. Descubrir l.r.
leyes eternas de la naturaleza significaba dirigirse hacia un fin finito qu e
una vez alcanzado permitiría dominar la naturaleza. Ordenar las leyes
de la moral siguiendo, por ejemplo, un método matemático signihY.ilu
asimismo alcanzar un objetivo que perm itiría organizar correctam ente
la sociedad humana. Estos fines se tem poralizaron en el siglo xvm, es
decir, se insertaron en el desarrollo de la historia humana. La metal ísu .1
de Leibniz claramente influyó a través de diversas vías en este proceso
Desde el punto de vista de la historia de la palabra, el cam bio se
puede observar en la lenta sustitución de perfection, la primera vez poi
13. Citado de la obra postuma manuscrita en E. Cassirer, L eibn iz' System in •-<///. n
w isscn sch aftlkh en G run dlagen, Marburgo, 1902, p. 444.
14. G. W. Leibniz, «De progressu in infinitum», en Kleinc Schriften m r Mr/.i/i/'y.//
ed. de W v. Hngelhardt y H. H. Holz, Francfort d.M ., i pp. i<>N ss.
rl abate de Saint-Pierre en 1725, por el nuevo concepto de p e r f e c t i o n -
n c n i r n l . De p e r ¡ c c l i o n a p e r f e c t i o n n e m e n t : de un fin se pasa a una ca
tegoría de movimiento procesual. La perfección a emular, que es única,
«• li.iie iterativa. En este sentido, Turgot habló en principio de la masa
de todo el género humano, que se dirige sin descanso hacia su «perfec-
n in i", lín ese punto se corrigió y señaló que el género humano siempre
M' dirige, a través de la felicidad y de la miseria, de la paz y de la agi-
l tiv ion, hacia una perfección c a d a v e z m a y o r ' - . Finalm ente, Condorcet
piulo, anticipándose en eso a Hegel, plasmar en un concepto algo que
desde la lógica era contradictorio e incoherente: el perfectionn em ent del
Uriiero humano considerado simultáneamente com o fin, term e, e infini
to, m d r f t n i . El fin mismo se integra en el proceso de constante mejora.
( orno también dijo Condorcet: «Los límites de los distintos progresos
non los progresos mismos»16. De este m odo, hemos descrito la tem po-
iiili/.ación que en el siglo xvm abarcó cada vez más ámbitos de la expe-
i inicia y de la expectativa humana. D el sistema de la naturaleza se pasó
ii la historia de la naturaleza, de las leyes ciel orden político, a las leyes
de su constante mejora. En palabras de Lessing: «Creo que el creador
tuvo que hacer capaz a todo lo que creó de ser cada vez más perfecto
11 debía perm anecer en la perfección en la que lo creó »17. N os recuerda
>i la sentencia cristiana medieval: no es perfecto aquel que no persigue
una mayor perfección. Esta frase, en un primer m om ento referida al
iilma individual, ahora se transforma. Se refiere a un futuro terrenal y
i oiilicrc, vinculada a la conciencia humana, una dirección a la historia.
Fu cierto m odo es el progreso del progreso el que supera cualquier
ictio ceso. «Progreso» se convierte en un concepto reflexivo procesual
|l»nzi’ssualer Reflexionsbegriff].
De forma abreviada puede decirse que el descubrimiento del tiempo
histórico com o proceso también dinamizó ese tiempo en cierto modo. C>
i orno dijo Kant: «La creación no concluye nunca. Puede que comenzase
en un momento dado, pero nunca se detendrá»lx. Ninguna experiencia
adquirida en el pasado era ya suficiente para continuar aumentando unas
expectativas que no iban a llegar. La experiencia del pasado y la expec
!•). I'. Ilitzc, /)/<• sacu de Fragc und d ie Besírebungett zu ihrer Losung , Taclcrborn,
IX ' |>. IN2.
vieron una relación asimétrica caracterizada por la lension que permitió
a los ilustrados interpretar toda decadencia o desvío com o un paso al
que seguirían progresos aún más rápidos que antes. Sabemos que este
esquema de pensamiento aún se utiliza en la actualidad por las ideolo
gías políticas que siguen defendiendo el progreso lineal. Un progreso
que perm ite interrupciones, pero cuya legitim ación política procedí
precisamente de su carácter imparable. Sin em bargo, este esquema n o
tiene la últim a palabra. N os preguntam os, record and o L a decadencia
de Occidente de Oswald Spengler, qué ha pasado con ese concepto de
decadencia, desm oronam iento y hundimiento.
La decadencia aparece una y otra vez com o aporía del progreso o
com o reproducción de la decadencia mediante el progreso mismo. En
primer lugar, debe recordarse que, si bien había muchos progresos que
formaban parte de la experiencia del siglo xvm, el progreso en sí mismo
no era de ningún modo el único concepto superior que permitía coui
prender la historia.
Puede que Diderot publicase su Enciclopedia para acelerar la ilustra
ción general, sin embargo, simultáneamente y de forma análoga al ciclo til
la Antigüedad, vio la amenaza de una catástrofe en el horizonte. E n este
sentido, su Enciclopedia, que había recopilado todo el saber, debía serví i
al menos como el arca de Noé de la razón capaz de rescatar para el futii i <>
todo el conocim iento anterior. También Voltaire, que siempre intentaba
estimular con su crítica mordaz progresos concretos en situaciones me
jorables, tuvo grandes reservas frente al optimismo. El panorama de la
historia le presentaba un continuo ir y venir. Solo admitió en la historio
grafía cuatro momentos de esplendor cultural: en Atenas, en la Roma de
Augusto, en el Renacimiento y en la época de Luis X IV momentos a los
que siempre siguió la decadencia. Su Cándido acaba completamente con
toda la progresividad que la metafísica de Leibniz desarrolló. Ni Diderot
ni Voltaire eran dogm áticos de un progreso lineal, ni siquiera de u n o
discontinuo. Numerosas experiencias en sentido contrario y también su
educación clásica, que tuvieron que elaborar, se oponían a él.
Fue una contribución de Rousseau haber plasmado progreso y deca
dencia en una nueva fórmula complementaria apta para captar muchos
fenómenos de nuestra modernidad. En sus dos discursos tematizó las
contradicciones que creyó encontrar entre el progresivo desarrollo del
arte y de la ciencia, por un lado, y la moral y su decadencia, por ot ro,
o las que existían entre los progresos de la civilización y el aumento de
las desigualdades políticas. Ambas permitían reconocer una correlación
Para explicar estas tensiones Rousseau acuñó una nueva expresión, la
perfectibilité, traducida toscamente al alemán com o «capacidad o etiali
dad de perfección» [Vervollkominnungsfábigkeit, Vervollkommlicbkcil \<>
simplemente germanizada como «perfectibilidad» \l’erf<’klibilitiit\. C o m o
IOS
di|o Novalis: «Los hombres se diferencian del resto de los seres por su
(velo/) pnmresividad o perfectibilidad»20.
I ,1 capacidad de perfeccionarse, la perfectibilidad, era para Rousseau
el criterio que diferenciaba tanto al individuo com o al genus humanum
ile los animales. Esta perfectibilidad no estaba determinada histórica o
em píricam ente, sino antropológicam ente, es decir, era una categoría
melahistórica. Definía la determinación fundamental del hombre en tér
minos de ser histórico, condición de toda historia posible. El hom bre
estaba condenado a progresar, a dirigir todos sus esfuerzos en pos del
dominio de las fuerzas de la naturaleza, a instalar pilares de civilización
en su vida diaria, a organizarse políticam ente para poder vivir y para
desarrollar su industria mediante un creciente uso de la razón. Sin em
bargo, esta suma de progresos solo es uno de los lados de la balanza.
El otro reza: pérdida de la inocencia natural, decadencia de la m oral,
m stm m entalización del lenguaje a costa de la unidad de sentim iento
y razón. El progreso produce, por tanto, decadencia. N o se trata de
destacar en este artículo los com ponentes neuróticos o de crítica de la
cultura de Jean-Jacques Rousseau.
Solo una cosa debe quedar clara, la perfectibilidad es un concepto de
i iiinfiensación temporal [temporaler Kompensationsbegriff], Debido a su
i apacidad de perfección, el hombre siempre está en disposición, mejor
dicho, condenado a producir constantem ente decadencia, corrupción y
i rímenes. Más aún, si el progreso es irreversible, lo que Rousseau acep
to, entonces con el tiempo se abre una pinza. Cuanto más constreñido
está el hombre a perfeccionarse mediante la civilización, más se incre
mentan las posibilidades de que pierda su integridad21.
C on ello Rousseau estableció un modelo de pensamiento conscien
temente hipotético adecuado para com prender muchos de los em ite
nulos de la experiencia de la modernidad, de nuestra propia época.
De hecho, el progreso reproduce fenóm enos tic decadencia que le son
específicamente atribuibles. Cuanto mayor es el progreso, basta pensar
en la energía y en la bom ba atómicas, en el gas y en gasear, mayor es la
i apacidad humana de hacer realidad catástrofes.
Esto tam bién lo consideró en su argumentación Kant, que veía el
progreso com o un deber m oral, de lo que dedujo que la humanidad
progresaría a mejor porque debía progresar. La tesis de una decadencia
m usíante, de un mundo que se acerca a su final en caída libre, esa antí-
22. I. Kant, D as E n d e a ller Dirige [1794], en W erke, cít.. vol. 8, pp. ,?.?4 ss.
23. F. Nietzsche, N achgelassen e Fragm en te, M ai-Juli 1 8 85, 35 (82), K ritiscbe Sin
d ien au sgabe, ed. de G. Colli y M . M ontinari, Munich, ’ 1 988, vol. 11, p. 547.
24. Sobre esto, B. Lypp, «Über die verschiedenen Arten Geschichte zu sclin-iU n
Bemerkungen zur Logik historischen Diskurses im Hinblick auf Nietzsche», t-n R. kns.
lleck y P. Widmer (eds.), N iedergang.., cit., pp. 191-213.
lado m u toda la historia previa. Se abrieron nuevos espacios con cada
ve/, mayor rapidez, no solo los relativos a la expansión por el globo,
«tino sobre rodo en relación con la movilidad entre los distintos lugares
y con la mejora de la situación social de las masas, con un aumento del
tonsiim o y del bienestar casi general. En definitiva, la esperanza media
de vida casi se triplicó respecto a la existente en la Edad M edia.
Sin em bargo, todo esto se produce de forma escalonada en el espa
d o y en el tiem po. Los fenóm enos antes mencionados de ese progreso
un uestionable se producen en determinados estratos y se limitan basta
esc momento regionalm ente al espacio atlántico, a Europa y a N ortea
mérica con incursiones graduales en Japón y en otras islas del resto de
los continentes. Hasta entonces la mayor parte del globo se había visto
poco o negativamente afectada por ese progreso.
En términos de poder político se aprecia inmediatamente una con
trapartida. Las relaciones entre los actores políticos en nuestro planeta
apenas pueden ya concebirse linealm ente sobre la escala de una única
progresión. La contracción del poder central europeo provocó la apa-
m i(>n de una fuerte desproporción entre el progreso de la civilización
y las potencias políticas. Surgió una discrepancia que Paul Valéry diag
nosticó en 1 9 1 9 con sorprendente claridad25. El liderazgo europeo, que
antes era el modelo y el precursor de todo progreso, se había desmoro
nado. Se plantea la pregunta de si la autodestrucción imperialista de las
glandes potencias europeas no se repetirá a nivel global de forma que
también en este caso las condiciones del progreso posible sean a la vez
su obstáculo.
Aun obviando las disparidades escalonadas en el espacio de unos
progresos que en adelante siguen cam inos distintos, la contrapartida in
manente, que Rousseau estableció por primera vez, continúa presente.
I as posibilidades de una destrucción en masa mediante medios técnicos
lian aumentado paralelamente a los beneficios de la civilización, de he-
t Ito ya se han hecho realidad. Además, la amenaza m ortal de las nuevas
armas atóm icas, biológicas y químicas aumenta a medida que lo hace el
número de sus poseedores.
Nos queda la posibilidad de prestar atención a las experiencias de
épocas anteriores para relativizar desde esa perspectiva el progreso en el
ámbito de la historia. N o se ha superado la antigua form ulación de esa
idea según la cual a todo ascenso de un actor político co n creto le suele