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ALFONSO DE LA MORA

La óevocíon
en el e s p i r i t a de s a n Ignacio
La óeoocíora
en el espmítu de s a n Ignacio

ALFONSO DE LA MORA

CENTRUM IGNATIANUM SPIRITUALITATIS

Roma, Italia
1982
ÍNDICE

Prologo

Introducción

Capítulo I
LA DEFINICIÓN IGNACIANA DE LA DEVOCIÓN

1. La definición ignaciana
2. Valor histórico de la definición adoptada
3. Significado de la definición
4. Nuestro estudio

Capítulo II
CRITERIOS IGNACIANOS
PARA RECONOCER LA VERDADERA DEVOCIÓN

1. Reglas de discernimiento de espíritus


2. Causas de la devoción
3. Criterios para reconocer
las causas de la devoción

Capitulo III
ADJUNTOS HISTÓRICOS DEL DIARIO ESPIRITUAL,
FUENTE PRINCIPAL DE NUESTRO ESTUDIO

1. Circunstancias históricas del Diario


2. Objeto de la elección del Diario
3. Fluctuaciones respecto a la pobreza
4. Actitud de San Ignacio
5. Objeto de la elección ante
las normas de los Ejercicios
6. Elección paralela de Santa Teresa
Capitulo TV
PAPEL DE LA DEVOCIÓN
EN LAS ELECCIONES DEL DIARIO ESPIRITUAL

1. Tercer tiempo de elección y devoción


2. Ignacio encuentra devoción
al usar el segundo tiempo
3. La devoción de Ignacio y el primer tiempo

Capitulo V
EL DON DE LA DEVOCIÓN,
SEÑAL DEL DIVINO BENEPLÁCITO

1. Devoción de San Ignacio


en las oblaciones de la elección
2. Devoción de San Ignacio
en los combates de la elección
3. Devoción de San Ignacio
en la confirmación de las oblaciones
4. Devoción de San Ignacio
en la confirmación de la elección
5. Devoción de San Ignacio
en las luchas del último día de elección

Capitulo VI
LA DEVOCIÓN ANTE LAS DIVERSAS
ACTITUDES ESPIRITUALES DE SAN IGNACIO

1. Las faltas de Ignacio ante la devoción


2. La disponibilidad absoluta
y la gracia de la devoción
3. Devoción, reverencia y acatamiento
4. Reflexiones sobre el capitulo

Capitulo VII
NATURALEZA Y RELACIONES DE LA DEVOCIÓN

1. Causas de la devoción
2. Sensaciones externas
3. Los tocamientos
7

4. La loqüela 104
5. El amor experimental 105
6. Los conocimientos 106
7. Los conocimientos de la devoción 108
8. Las manifestaciones externas de la devoción 109
9. Los matices de la devoción
y de sus manifestaciones 112
10. El termino de la devoción 115
11. El propósito de la devoción 116
Conclusiones del Capitulo 116

Capitulo VIII
LA DEVOCIÓN EN TODAS LAS COSAS 123

1. La devoción y el gozo de la devoción 123


2. Medios ignacianos para hallar devoción
en todas las cosas 126
3. Los Ejercicios como entrenamiento
para hallar devoción en todas las cosas 128
4. La Contemplación para alcanzar amor 132
Conclusiones 135

Capítulo IX
SAN IGNACIO REALIZA SU IDEAL DE DEVOCIÓN 139

1. El año 1537 139


2. San Ignacio encontraba devoción
en todas las cosas 141
3. La devoción contemplativa en todas las cosas 145
4. Aplicación al caso de San Ignacio 147

Conclusiones 153

Bibliografía 160

* * *
9

PROLORO

La tesis doctoral de Alfonso de la Mora ha dor­


mido en los archivos de la Universidad Gregoriana desde
1957.
Los tres capítulos publicados en México en 1960
para satisfacer las formalidades del titulo académico del
autor no eran suficientes ni por su extensión, ni por su
difusión, para satisfacer el interés del público intere­
sado en la espiritualidad ignaciana.
Y la obra de Alfonso de la Mora venia a dar una
respuesta de gran valor a un tema fundamental.
Porque, por una parte, el tema de la "devoción"
en la espiritualidad de San Ignacio es un tema que invade
todas las manifestaciones de su espíritu en el área de su
experiencia personal y en el área de su magisterio a tra­
vés de sus cartas, de los Ejercicios y de las Constitucio­
nes. Y por otra parte, la competencia científica y la res­
ponsabilidad con que el autor ha afrontado el tema garan­
tiza el valor de sus conclusiones.
En efecto, este libro del P. de la Mora nos con­
firma hoy, después de tantos estudios, lo que en su tiempo
pudo ser una novedad y una intuición original: la figura
contemplativa, afectuosa y delicada de Ignacio, que se es­
fuerza siempre "por complacer en todo a su divina Majes­
tad", frente a una imagen mas conocida y no siempre exacta
de un Ignacio, organizador voluntarista, hombre prudente
y eficaz en sus negocios.
El mérito especial de este trabajo consiste, pues,
en poner de manifiesto, ya desde los anos 1950, el secreto
de la espiritualidad de Ignacio, que consiste no sólo en
conocer la voluntad de Dios, sino en la vigilancia constan­
te para adivinar sus deseos y sus gustos, hasta en las co­
sas más sencillas, como, por ejemplo, en los sencillos
gestos de la liturgia y en el misterio de la obediencia,
como camino relativamente fácil y seguro para conocer lo
que le gusta a Dios.
10

Asi podrá concluir el autor que la devoción para


Ignacio consiste en "la prontitud en el divino servicio"
que es el fundamento de aquella disposición de ánimo, que
según declaró a su confidente González de Cámara "iba cre-
ciendo en él continuamente'' hasta el fin de su vida.
Y será precisamente esta devoción, como actitud
profunda de su espíritu, la que explica su facilidad "pa-
ra hallar a Dios en todas las cosas" y al mismo tiempo la
que nos permite comprender mejor en qué consiste esta ac-
titud capital de cuantos quieren seguir su camino.
Estoy convencido de que esta obra contribuirá a
penetrar mejor en la espiritualidad de Ignacio, porque no
obstante el tiempo, que nos separa de su redacción, no ha
sido superada en el área de su especialidad.
Felicitamos, además, al Centro Ignaciano, porque
nos pone en las manos un trabajo importante, que señala un
hito en los estudios de la espiritualidad ignaciana y de
los Ejercicios Espirituales.

Luis González, S.I.


31 de mayo 1982

* * *
11

INTRODUCCIÓN

Tan pronto como inicié el estudio del tema pro-


puesto: La devoción en el espíritu de San Ignacio, fue pa-
ra mí un gran estímulo el reconocer su importancia para
llegar a un conocimiento objetivo y preciso del Santo y,
sobre todo, de su espiritualidad. Basta leer atentamente
el Diario Espiritual de San Ignacio para advertir desde
luego la cantidad de veces que aparece la palabra devoción
y fácilmente se puede colegir de los múltiples aspectos
en que la considera y de la cantidad de calificativos que
le aplica que para Ignacio, devoción era algo concreto que
de alguna manera podía cualificar y aun medir.
San Ignacio mismo confiesa que "no se creía apto
para la devoción", y en los Ejercicios Espirituales da co-
mo norma de las contemplaciones que "en el punto en el
cual hallare lo que quiero, me detenga, sin tener ansia de
pasar adelante hasta que me satisfaga" (EE 76). Tuvo ade-
mas buen cuidado de que en la Versio Vulgata de los Ejer-
cicios que presentó al Papa para su aprobación y en la
Versio Prima, quedara bien claro que eso que buscaba era
la devoción, al poner las palabras textuales: "in puncto
in quo assecutus fuero quaes-itam devotionem. . (1). Ade-
más, en las Constituciones de la Compañía, al hablar de
las prácticas de piedad de sus hijos, nos dejó la misma
norma: "Dando todos, a las cosas espirituales tiempo y
procurando devoción, cuanta la divina gracia les comuni-
care" (Const C277J).
Finalmente, cuando quiso dejarnos en sus últimos
años una especie de confesión-testamento, dijo al P. Gon-
zález de Cámara "que había cometido muchas ofensas contra
nuestro Señor después que había comenzado a servirle, pero
que nunca había tenido consentimiento de pecado mortal,
más aún, siempre creciendo en devoción, esto es, en faci-
lidad de encontrar a Dios, y ahora más que en toda su vi-
da" (Autob 99).
La devoción apareció pronto ante mis ojos como
el centro de la vida espiritual de San Ignacio, al cual
12

en alguna forma todo lo demás convergía, con lo que poco


a poco comencé a realizar la potente unidad de la espiri­
tualidad ignaciana.
Dos caminos se me presentaron luego: uno, supues­
to que el espíritu de San Ignacio se encontraba de lleno
dentro de la tradición católica, adoptar una definición de
devoción de las comunmente aceptadas, como la de Santo To­
más (2) y luego estudiar su realización en el espíritu de
San Ignacio; otro, tratar de deducir lo que Ignacio enten­
día por devoción, a base de los mismos escritos y testimo­
nios ignacianos, y de ahí tomar pie para mi investigación
de la devoción en el espíritu de San Ignacio.
El primer camino me pareció más fácil, pero menos
científico y lleno de peligros, porque podía cometer el
error de atribuir a la devoción ignaciana un concepto aje­
no, más o menos inadecuado.
Escogí, por tanto, el segundo, que me pareció más
objetivo y más de acuerdo con mis deseos de conocer intima­
mente al Santo.
Emprendido el trabajo, lo primero que se me ofre­
ció fue resolver la pregunta: Qué entendía Ignacio por
devoción? Ignacio no fue un hombre teórico, sino práctico
y lo que buscaba era llevar las almas a Dios a base de la
doctrina tradicional de la Iglesia. Por tanto, no esperaba
encontrar un tratado de la verdadera devoción y para des­
cubrir la doctrina ignaciana de la devoción tuve que lan­
zarme a escudrinar detenidamente sus escritos, su modo de
proceder y el testimonio de sus companeros, en particular
de L a m e z , Polanco, González de Cámara, Ribadeneira y Na­
dal.
Después de largo estudio encontré que lo que más
se acercaba a una definición ignaciana de la devoción era
la ya citada, es decir: "la facilidad para encontrar a
Dios", propuesta por el P. cámara en la Autobiografía de
San Ignacio (cf Autob 99).
Esta definición podía servir al menos provisoria­
mente, a reserva de completarla después y proponerla con
mayor precisión y explicarla más detenidamente.
En esta que llamamos definición provisoria de la
devoción encontramos tres elementos principales: devoción,
encontrar a Dios y la facilidad de encontrar a Dios. De
13

estos tres elementos nos vamos a ocupar durante todo nues-


tro trabajo. Debo advertir con todo, que el tercer elemen-
to» es decir "la facilidad de encontrar a Dios" supone ma-
yor o menor trabajo de buscarlo, y aquí tenemos un nuevo
elemento que es el buscar a Dios, con el que completamos
lo que en la tesis llamaremos el diálogo de la devoción
entre el hombre que busca a Dios y Dios que se le mani-
fiesta en sus santísimos dones y gracias espirituales.
A fin de proceder con seguridad en la interpre-
tación de los escritos de San Ignacio, tuve ante los ojos
la doctrina tradicional de la Iglesia acerca de la devo-
ción, en particular los escritos de los Santos Padres co-
mo San Agustín y San Bernardo y los de autores ascéticos
y místicos como Santo Tomás, San Juan de la Cruz, Santa
Teresa de Avila, el P. Suárez y algunos otros como Pou-
lain, Scaramelli, De Guibert, para mencionar al menos al-
gunos .
Tuve en cuenta también las fuentes de las que San
Ignacio había sacado su tesoro espiritual y los escritos
con los que había confrontado su doctrina: Ignacio había
vivido con todo el ímpetu de su espíritu generoso aquella
devoción y dedicación de los caballeros de la edad media
y la había convertido, movido por el suave influjo de la
gracia, en aquella su rendida devoción hacia su Rey Eter-
no, Dios y Señor de todas las cosas, al contemplar en el
Flos Sanctorum de Jacobo de Vorágine, O.P., traducido al
castellano por M. Vagad, y en la Vita Christi de Ludolfo
de Sajonia, aquella "devota caballería" postrada ante el
Rey crucificado, a la que él deseaba pertenecer.
Consideré luego, el doble influjo que recibió Ig-
nacio de la Devotio Moderna: el metódico del Exercitatorio
de García de Cisneros y el llamado afectivo de La Imita-
ción de Cristo, tan estimada por San Ignacio que llegó a
decir que desde que leyó en Manresa el Gersoncito, no ha-
bía querido leer otro libro de devoción.
No hay para qué hacer mención aquí de tantos o-
tros elementos de la tradición eclesiástica que recibió
San Ignacio, además de los ya indicados, como las obras
de San Atañasio, San Cipriano, San Buenaventura, San Beni-
to, Pedro Lombardo..., que San Ignacio estudió y conside-
ro atentamente.
14

Atendí también en el estudio de las fuentes igna-


cianas al uso peculiar que hacían San Ignacio y sus compa-
ñeros de la palabra "devoción", de acuerdo con el signifi-
cado que le daban sus contemporáneos, y en su interpreta-
ción me basé de una manera especial en los comentarios ig-
nacianos, sobre todo en los hechos por los colaboradores
del Instituto Monumenta Histórica Societatis Iesu.
Con todos estos guías y fortalecido por su sólida
doctrina, penetré en el santuario del espíritu de San Ig-
nacio, a fin de descubrir en él su devoción y me dediqué
a analizar su Diario Espiritual, escrito de su puno y le-
tra para uso exclusivamente personal. Mas, antes de revol-
ver sus paginas, estudié detenidamente las circunstancias
en que San Ignacio lo había escrito. Entonces redactaba
las Constituciones de la Compañía y en particular hacía
la elección de la pobreza de las casas de la Compañía en
medio de tantas complicaciones afectivas, sociales y re-
ligiosas. Entonces gobernaba él como General de la Compa-
ñía y la extendía por España, Portugal, Alemania, Italia,
India... y tenía entre manos obras de beneficencia y a-
postólicas como la Casa de Santa Marta y la de los Cate-
cúmenos y una correspondencia muy variada y universal. A
estas circunstancias dediqué un capítulo especial a fin de
obtener la imagen verdadera de la devoción de San Ignacio
en sus propios adjuntos.
Así pude reconocer la devoción que de una manera
tan multiforme y constante inundaba el alma de San Igna-
cio con ligrimas, suspiros, gozo, amor y reverencia, y
comprobar las causas, efectos concomitantes, grados y cua-
sidimensiones y colores que San Ignacio le atribuía, ya
que la llamaba: calida, rúbea, lúcida..., grande, intensa,
constante, etc.
Así descubrí que la devoción en el espíritu de
San Ignacio era una devoción contemplativa, en la que el
Santo encontraba a Dios en los dones que El concedía gra-
tuitamente a su alma, de tal suerte que a veces atendía al
don y a Dios y a veces parecía que veía directa y única-
mente al Dador de todo don.
Digo devoción contemplativa, por su íntima cone-
xión con la contemplación, que definimos en nuestro traba-
jo: "una ocupación habitual de la mente en la simple aten-
15

ción amorosa puesta en Dios como objeto de la bienaventu-


ranza" (3) .
Esta devoción contemplativa, aunque requiere la
intervención de la mente, por ser acto de la voluntad, sin
embargo, como tal, propiamente consiste en el elemento a-
fectivo.
Se trata, por tanto, en la devoción ignaciana de
la ocupación afectiva de la voluntad en Dios, pero de una
ocupación no sólo afectiva, sino también efectiva, cosa
que expresamente nota el Santo cuando al escribir al P.
Bartolomé Sánchez distingue la devoción del gusto de la
devoción, y asi llega a llamar al estudio hecho por puro
amor de Dios "buena devoción" y al gusto de la devoción,
o sea a la suavidad recibida como don gratuito de Dios,
no duda en identificarlo con la consolación.
Ignacio unía admirablemente estas dos cosas: su
único cuidado era buscar a Dios al mismo tiempo que busca-
ba y cumplía su santísima voluntad. He aquí el sentido ple-
no de la devoción ignaciana en la que las dos casi se i-
dentificaban cuando atendía al divino beneplácito con a-
quel "respeto de acatamiento y amor reverencial" (4), y
con gran devoción y aquella íntima connaturalidad con
Dios, comunicada por el don de sabiduría, percibía en me-
dio de un profundo amor los más mínimos detalles de la
voluntad divina.
De esta suerte, la devoción puede considerarse
como verdadero fruto de la caridad y al mismo tiempo mo-
dificativo de la caridad, porque el amor de caridad reci-
be su modalidad de la devoción y se transforma en amor de
siervo, es decir, en amor de la creatura para con su Cre-
ador y Señor, uniendo en uno el doble aspecto del amor de
la Santísima Virgen que al mismo tiempo era "Esposa del
Cordero" y "Esclava del Señor".
Por lo que toca al objeto de esta devoción con-
templativa, Ignacio no la restringe a los Ejercicios Espi-
rituales, sino que la extiende a todas las acciones y a
todas las cosas, por lo que la devoción ignaciana bien
puede decirse contemplativa en la acción. Con esto, des-
pués de hacer únicamente mención de los Ejercicios Espiri-
tuales como del método ignaciano para alcanzar la devoción,
16

consideramos la manera como San Ignacio encontraba a Dios


por medio de esta devoción contemplativa en la acción.
San Ignacio confesaba que constantemente sentía
la consolación divina aun en medio de los negocios (cf FN
III, 364). Esta consolación parece que consistía en que
Dios atraía su voluntad y como la voluntad no era movida
naturalmente por el entendimiento sino inmediatamente por
Dios, le dejaba según decía el mismo Santo, las potencias
y facultades libres para dedicarse al servicio de Dios,
ya fuera en una ocupación meramente material, ya también
en una ocupación efectiva, deliberada o aun formal, es de­
cir, espontánea (5), que podía nacer de la connaturalidad
entre el objeto de su ocupación material - el servicio de
Dios - y Dios, objeto de su ocupación afectiva.
Ignacio encontraba a Dios en todas las cosas se­
gún el espíritu de la Contemplación para alcanzar amor de
los Ejercicios Espirituales: "habitando en las creaturas"
(EE 235), "ad modum laborantis" (EE 236), comunicándonos
según la capacidad de cada una, sus infinitas perfeccio­
nes (cf EE 237). Con razón puede decirse que los Ejerci­
cios Espirituales, cuya corona es la Contemplación para
alcanzar amor, son una excelente escuela de esta devoción
contemplativa en todas las cosas y acciones.
Pero cuando Ignacio libraba a sus potencias de
los impedimentos de otras actividades, éstas se volvían a
Dios "per modum memoriae", con tal ímpetu y fuerza que su
cuerpo y su salud sufrían ostensiblemente. En esto nos pa­
rece que está el secreto de Ignacio, que decía que "siem­
pre y a cualquier hora que quería encontrar a Dios lo en­
contraba" (Autob 99) y de que llamara a la devoción "fa­
cilidad de encontrar a Dios" (ibid.).
Así se justifica también aquella expresión de Na­
dal, que llamaba a Ignacio "contemplativo en la acción" y
que "solía él explicar diciendo que en todas las cosas ha­
bía que encontrar a Dios" (MHSI Nadal IV, 651).
Dé todo mi estudio deduje que la devoción igna­
ciana no era sino la actuación de la virtud de la religión
por medio de un afecto pronto, sumiso, amoroso, impulsado
por la caridad. Su objeto es el culto divino extendido a
todas las cosas y a todas las acciones tanto propias como
ajenas, ya que en todo encuentra a Dios y al servirlo en
todo le da culto.
17

Esta devoción según San Ignacio es al mismo tiem­


po don y gracia de Dios. Advirtiendo que él distingue el
don de la gracia, en el sentido de que la gracia puede me­
recerse pero el don no, por ser del todo gratuito. En este
sentido la devoción supone la gracia si se considera sólo
la voluntad inicial de la devoción, porque se trata de al­
go que es necesario para la salud del alma. Supone además
un don, si la devoción se considera en su plenitud, porque
el hombre no puede merecer esta plenitud: Dios es el que
la da del todo gratuitamente.
De lo dicho no se sigue que no podamos o no deba­
mos disponernos para la devoción según la medida de la
gracia que Dios nos comunique, ya negativamente apartando
los impedimentos, ya positivamente disponiéndonos a ella,
según el consejo de Ignacio en las Constituciones: "Procu­
rando todos devoción, cuanta la divina gracia les comuni­
care" (Const C2773).
Para concluir esta introducción me parece conve­
niente presentar en pocas palabras cuál haya sido el fru­
to concreto de mi investigación:
1. El concepto exacto de la devoción contemplati­
va en el espíritu de San Ignacio, obtenido a base de los
escritos ignacianos, considerados en el conjunto tradicio­
nal de la Iglesia.
2. Un conocimiento más exacto de las causas, e-
fectos, concomitantes y relaciones de la devoción, tal co­
mo los concebía san Ignacio.
3. Mayor conocimiento de las actividades de las
facultades y potencias con relación a esta devoción con­
templativa en la acción.
4. La comprobación de que los Ejercicios Espiri­
tuales son un verdadero método ignaciano para prepararse
a esta devoción contemplativa bajo la dirección de la gra­
cia y los dones de Dios.
Quiero, por fin, dar públicamente las gracias a
mi director el R.P. Michel Ledrus, por haberme propuesto
este tema de tanta transcendencia para conocer íntimamen­
te el espíritu de San Ignacio y por su sincero y profundo
consejo con que supo guiar e iluminar mi trabajo.
18

N O T A S

1. Las palabras textuales de la Versio Prima son: "In quo


devotionem invenero", MI Exercitia Spiritualia Sancti
Ignatii de Loyola et eorum Directoria, 302.
a e
2. Santo Tomás, Summa II, I I , q.82, a.l, c.
3. Ledrus M., Introductio in Doctrinam Theologicam Sanoti
Joannis a Cruce, De Contemplatione. Ad usum alumnorum,
Roma 1955, 22.
4. Diario 108. Para mayor comodidad tomamos los números
marginales que el P. Ignacio Iparraguirre adopta en la
publicación del Diario en BAC.
5. Ledrus M., op.cit., 30.

* * *
Capitulo I

LA D E F I N I C I Ó N IGNACIANA D E DEVOCIÓN

Al iniciar el estudio de la devoción en el espí-


ritu de San Ignacio lo hago con la conciencia de quien se
acerca a estudiar algo que tiene una importancia suma en
toda la vida espiritual del Santo. Así lo atestiguan sus
contemporáneos, testigos oculares y confidentes.
El P. Ribadeneira al referirnos los dichos y he-
chos de San Ignacio escribe: "OÍle decir que no veía para
qué fuese bueno, sino sólo para darse a devoción: que es-
ta parte no podía negarla" (FN II, 474).
Poco mas adelante, como para confirmar lo dicho,
añade: "Decía (Ignacio) que nuestro Señor le había dado
el don de la devoción, y le visitaba a menudo por su fla-
queza y miseria" (FN II, 477).
El P. Nadal en sus Adhortationes Conimbrioenses,
después de hablar de la ilustración que tuvo el Santo,
junto al río Cardoner, subraya también la continua devo-
ción de San Ignacio: "Y así le quedó una actuación de con
templación y unión con Dios, que sentía devoción en todas
las cosas y en todas partes muy fácilmente" (FN II, 153).
Se podrían aducir aún más testimonios, que omito
por ahora, ya que después irán apareciendo en el curso de
presente estudio.
El más importante de todos los testimonios es el
del mismo Ignacio, que en su Diario Espiritual dejó estam
pado su espíritu, en el que la devoción juega un papel im
portantísimo.
Aquí el Diario espiritual es sin duda el documen
to de mayor importancia y de un valor objetivo excepciona
ya que se trata de apuntes espirituales escritos para uso
exclusivamente privado (1). El Diario revela, como dice e
P. Larranaga, un aspecto nuevo y para muchos insospechado
en el Fundador de la Compañía: "el de un contemplativo y
místico incomparable" (2).
20

1. La definió-ion ignaciana

A reserva de presentar al final una definición


definitiva de la devoción ignaciana, para poder concretar
y sistematizar esta investigación, es menester presentar,
en alguna forma, lo que entiendo por devoción, es decir,
una definición más o menos provisoria que a lo largo de
este estudio deberá ser compulsada o, si fuere menester,
completada y aquilatada.
En este punto nos encontramos ante una disyunti­
va: o adoptar una definición tradicional como serla la
definición tan conocida de Santo Tomás (3), o tratar de
descubrir en los mismos escritos de San Ignacio su propia
definición de devoción.
Me resolví a seguir este segundo camino, con la
conciencia de que el trabajo y las dificultades se multi­
plicarían y que era lanzarse un poco a lo desconocido. El
deseo de un conocimiento, lo más auténtico posible, de
San Ignacio me movió a ello y tuve que buscar en los es­
critos del Santo, por lo menos una definición provisoria
y descriptiva, dada la índole de los mismos.
Lo ideal hubiera sido descubrir una definición
clara y concreta, escrita de su puno y letra; pero San Ig­
nacio no trataba de escribir una Suma Teológica o tratados
especulativos de vida espiritual y siempre que habla de la
devoción se refiere a ella como a algo conocido y tan fa­
miliar, que le parece supérfluo explicarlo o definirlo.
Sus escritos presentan una devoción que actúa o
una exhortación a actuarla. Por tanto, me vi precisado a
acudir a la fuente más próxima: el P. González de Cámara,
su confidente y a aquel escrito que con mayor cuidado y
precisión reproduce las palabras de Ignacio: la Autobio­
grafía (4) o como la llaman otros: Los Hechos (Acta), Tes­
tamento, Confesiones, Memorias, Relación del Peregrino
(5).
En una de las últimas páginas de la Autobiografía
encontré, en medio de la narración sencilla de los hechos
de la vida de Ignacio, el siguiente párrafo que da una,
que podríamos llamar, definición familiar de devoción, a-
ducida para declarar su pensamiento, especialmente impor­
tante en estas circunstancias, por tratarse, como veremos,
21

de una protesta formal y cuidadosa en la que no quería


ser mal comprendido. Citare el párrafo completo, porque
sus adjuntos y contexto sirven para determinar mejor el
valor y sentido de la definición misma.
Escribe el P. Cámara:
El mismo día (20 de octubre de 1555) , antes de
cenar, me llamó con un aspecto de persona que es-
taba mas recogida de lo ordinario, y me hizo una
especie de protestación, la cual en substancia
consistía en mostrar la intención y simplicidad
con que había narrado estas cosas, diciendo que
estaba bien cierto que no contaba nada de más; y
que había cometido muchas ofensas contra Nuestro
Señor, después que había empezado a servirle, pe-
ro que nunca había tenido consentimiento de peca-
do mortal, mas aun, siempre creciendo en devo-
ción, esto es, en facilidad de encontrar' a Dios,
y ahora más que en toda su vida. Y siempre y a
cualquier hora que quería encontrar a Dios, lo
encontraba (Autob 99).

Dice, pues, San Ignacio por la pluma del P. Gon-


zález de Cámara, que la devoción es la "facilidad de en-
contrar a Dios". Se imponen inmediatamente dos cuestiones:
la primera, cuál es el valor histórico de la definición,
en cuanto refleja el pensamiento de San Ignacio? y la se-
gunda, cuál es el verdadero significado de esta defini-
ción?

2. Valor histórico de la definición adoptada

Brevemente estudiaré el valor histórico de esta


definición y, de paso, justificaré el frecuente uso que
haré de la Autobiografía.
El P. González de Cámara habla en su prólogo a
la Autobiografía de la claridad con que San Ignacio baja-
ba espontáneamente aun a detalles de su narración. Estas
son sus palabras:
El modo que el Padre tiene de narrar es el
que suele en todas las cosas, que es con tanta
22

claridad, que parece que hace al hombre presente


todo lo que es pasado; y con esto no era menes-
ter demandarle nada, porque todo lo que importa-
ba para hacer al hombre capaz, el Padre se acor-
daba de decirlo (FN I, 358-360).

En seguida añade la prontitud con que tomaba no-


ta de lo escuchado: "Yo venia luego inmediatamente a es-
cribirlo, sin que dijese al Padre nada, primero en puntos
de mi mano y después más largo, como está escrito" (ibid
360). Por fin testifica el cuidado con que reproducía
cuanto el Santo le habla narrado:
He trabajado de ninguna palabra poner sino
las que he oído del Padre; y cuanto a las cosas
que temo haber faltado es, que por no desviarme
de las palabras del Padre, no he podido explicar
bien la fuerza de algunas de ellas (ibid).

Por desgracia no pudo continuar el P. Cámara el


mismo sistema hasta el fin. Dice él mismo: "Y así esto es
cribi, como arriba es dicho hasta en septiembre de 1553;
y desde entonces hasta que vino el P. Nadal, el 18 de oc-
tubre de 1554, el Padre se fue siempre excusando con algu
ñas enfermedades y con negocios diferentes que ocurrían"
(ibid).

Del 18 de octubre en adelante acabo de narrar Ig


nació su vida en "La Torre Roja" (6), donde dice el P. Cá
mará que le dictaba caminando. Este dictar no significa
que el P. Cámara escribiera ahí mismo lo que oía del Pa-
dre Ignacio, sino que el Padre hablaba y Cámara le escu-
chaba con entera atención a fin de "ninguna palabra poner
sino las que he oído del Padre" (FN I, 360).
El P. Cámara según su costumbre, hasta el último
día escribió inmediatamente algunas notas de su mano, des
pues de haber oído al Santo, pero por la prisa de la par-
tida a Genova (7) no pudo darle la forma más amplia y de-
finitiva como a las páginas escritas antes de septiembre
de 1553. Esto lo hizo en Genova y en italiano, porque no
pudo encontrar ahí un amanuense español.
Que alteración pudo recibir la frase que pone en
boca de Ignacio esta definición de devoción? El P. Cáma-
ra sin duda tomo especial empeño en ser fiel al escribir
23

estas lineas, dada la importancia que San Ignacio dio a


la especie de protesta que quiso hacer ya para terminar
su relato, ya que de ellas dependía, en parte, el valor
de lo anterior.
Sin duda que estas palabras y esta protestación
quedaron grabadas en la tenaz memoria de González de Cá­
mara, tanto por el afecto y veneración que por San Igna­
cio sentía, como por su contenido y por las circunstan­
cias que hacían de ellas una especie de testamento y des­
pedida de Ignacio a quien no volvería a ver.
Debo notar, en relación al valor autentico de
las palabras de la Autobiografía, que han sido escritas
por uno que vivió con San Ignacio del 23 de mayo de
1553 hasta el 23 de octubre de 1555 y que tuvo buen cui­
dado de observar los menores detalles de la vida del San­
to, como lo atestigua el Memorial que escribió entonces
en Roma y comentó después en 1573-1574 (FN I, 508-752).
Además, la Autobiografía fue conocida antes y después de
la muerte de San Ignacio por individuos que habían tra­
tado íntimamente al Santo, como el P. Nadal, quien tuvo
en gran estima este documento.
Por tanto, podemos tener por válida la narración
de la Autobiografía, sin querer con todo hacer infalibles
ni a San Ignacio ni al P. Cámara (cf FN I, 327).

3. Si-gnif-icado de la def-tn-Lo-íón

El recogimiento de San Ignacio, el peso que dio


a sus palabras y el hecho de que al tratar de dar al P.
Cámara la impresión de conjunto que el mismo tenia sobre
su propia vida espiritual, se fijara precisamente en la
devoción, y al explicar en este momento su significado
dijera: "esto es, la facilidad de encontrar a Dios", son
nuevos datos que subrayan el papel tan importante que, a
juicio del mismo Santo, tenía la devoción en su vida es­
piritual y, en conreto, la devoción así entendida.
Para llegar a una idea lo más exacta posible de
la devoción en la vida espiritual de San Ignacio, estudia­
ré los tres elementos que encontramos en la definición:
24

la misma palabra "devoción", el significado de este "en-


contrar a Dios" de la devoción y en particular, de la fa-
cilidad de encontrarlo.
Por lo pronto daré alguna breve idea sobre estos
términos. No debemos suponer, desde un principio, que el
"encontrar a Dios" de la devoción, tal como lo prosenta
San Ignacio, suponga una visión o aparición. Tampoco, a
•pviovi, las excluye y, como veremos en los capítulos si-
guientes, con frecuencia - en el caso de San Ignacio - la
devoción esta íntimamente ligada a ellas.
Consideraré mas bien este "encontrar a Dios" co-
mo un don, según escribe el mismo San Ignacio al santo Du-
que de Gandía: "en lugar de buscar o sacar cosa alguna de
sangre, buscar más inmediatamente al Señor de todos, es a
saber, sus santísimos dones" (MI Epp II, 235).
Renglones adelante explica lo que entiende por
estos dones:
Los cuales (dones) entiendo ser aquellos que
no están en nuestra propia potestad para traer-
los cuando queremos, mas que son puramente dados
de quien da y puede todo bien; así como son (or-
denando y mirando a su Divina Majestad) inten-
ción de fe, de esperanza, de caridad, gozo y re-
poso espiritual, lágrimas, consolación intensa,
elevación de mente, impresiones e iluminaciones
divinas, con todos los gustos y sentidos espiri-
tuales ordenados a los tales dones" (ibid).

Con esta idea de encontrar a Dios viene otra, la


de crecer en facilidad de encontrarlo, que supone implíci-
tamente el mayor o menor trabajo de buscarlo, según la ma-
yor o menor devoción. Supone, por tanto, una actividad por
parte del hombre que busca, y por parte de Dios, de hacer-
se encontradizo, es decir, una especie de diálogo entre
Dios y el hombre, en el que la respuesta de Dios sería pro-
piamente la devoción, en el sentido de esta definición de
Ignacio.

Atendiendo a la facilidad de encontrar, llamamos


fácil a una acción efectuada "sin impedimentos y con ma-
yor virtud activa" (8).
La remoción de los impedimentos, ya exteriores,
25

ya interiores es lo primero. San Ignacio, antes de dar


testimonio de su devoción, la da de su pureza y carencia
de pecado mortal (cf Autob 99) y en las Constituciones
buen cuidado tiene de que se busque a Dios, apartando,
cuanto es posible, el amor de las creaturas (cf Const
C288J), que es el máximo impedimento del amor de Dios, y
en los Ejercicios no deja de insistir en la intención
recta y pura, que excluye mezcla de amor alguno, que no
sea por Dios y de Dios (cf EE 169).
La mayor virtud activa puede provenir o de la
gracia de Dios (9) o de la facilidad debida a un hábito
natural o sobrenatural (10), sobre todo, en el caso de
las virtudes bajo el influjo de los dones del Espíritu
Santo (11).
También puede provenir esta facilidad, según
Santo Tomás, de la "adhesión al objeto de la virtud", que
en nuestro caso seria la adhesión al objeto encontrado,
que es Dios mismo, en lo que consiste la caridad (12).
En este caso, la facilidad de la devoción será
el fruto espontáneo de la caridad, a la que la devoción
añade la actitud del siervo, amante si, por la caridad;
pero a los pies del amo y señor, como verdadero siervo,
por la devoción.
Es"ta actitud del siervo amante, incondicional,
actitud de acatamiento, reverencia y disponibilidad, que
veremos confirmada en los capítulos siguientes, supone
una dependencia absoluta de la voluntad humana respecto
de la de Dios, y esta dependencia en su perfección se
transforma en una sintonización perfecta, en cuanto sea
posible a la limitación humana. Algo que podríamos llamar
unión de voluntades (13) en todo lo que sea querer o no
querer, amar o no amar y, como consecuencia, una exquisi-
ta sensibilidad a todo lo que pueda disturbar esta unión
y sintonización, como serían las faltas y obras en desa-
cuerdo con el divino beneplácito, por la parte negativa,
y por la positiva, una capacidad, cada vez mayor, para
descubrir los menores indicios de la divina voluntad,
perfección a la que sin duda se refería San Ignacio al
terminar sus cartas con aquél: "Plega a la su infinita y
suma bondad nos quiera dar su gracia cumplida para que su
santísima voluntad siempre sintamos y aquella enteramente
cumplamos" (MI Epp XI, 417).
26

4. Nuestro estudio

Visto de una manera general el significado de la


definición ignaciana, tal como la encontramos en la Auto-
biografía, queda ahora estudiarla en función de la misma
vida y escritos de San Ignacio.
No espero encontrar en los escritos ignacianos
estudiados sistemáticamente, las causas y efectos de la
devoción, ni una discusión especulativa de su naturaleza
íntima. He tomado un punto de partida: la definición que
acabo de proponer, y basándome en los elementos que ella
proporciona, los estudiaré tal como aparecen en los escri-
tos de San Ignacio.
Tanto la palabra devoción, como la expresión en-
contrar a Dios y expresiones semejantes abundan en los es-
critos ignacianos. A veces encontramos la devoción o el
encontrar a Dios como causas, a veces como efectos de o-
tros actos o fenómenos, en diversas circunstancias y acom-
pañados, en particular tratándose de la devoción en el
Diario Espiritual, de una abundante gama de calificativos.
Según hemos visto, para San Ignacio encontrar a
Dios supone en alguna manera buscarlo. No perdamos de vis-
ta el dialogo de la devoción, en el que el hombre busca a
Dios y Dios se le hace encontradizo.
De estos elementos considerados en su contexto
histórico y estudiados sistemática y coordinadamente, se-
gún los diversos escritos de San Ignacio, brota una idea
suficientemente clara de lo que es la devoción en el es-
píritu de San Ignacio.
Me baso en los escritos ignacianos que tuve a mi
alcance y los de sus companeros, que a mi juicio, podían
ayudarnos; pero de una manera especial, me baso en el Dia-
rio Espiritual de San Ignacio
Anticipando un poco las conclusiones, conviene
anotar, que lo particular de la devoción ignaciana está
en que Ignacio no la refiere - como veremos estrictamen-
te - a lo que en rigor se llama culto divino u oración,
sino que la extiende a todo lo que es servicio divino, pe-
ro sin perder su aspecto contemplativo en la acción, su
devoción, sea una devoción también en la acción.
27

No esperemos, por tanto, de encontrar en Ignacio


una devoción puramente contemplativa y estática, ni tampo-
co una activista de servicio puramente operativo, sino una
devoción que participe de ambos elementos.
Primero estudiaré el aspecto predominantemente
contemplativo y luego pasaré a la proyección de esta con-
templación hacia todas las cosas; pero, advirtiendo que ya
el primero tiene constantemente en San Ignacio explícitas
o implícitas referencias al servicio activo de Dios (14).
En la interpretación de los textos ignacianos u-
saré con frecuencia la terminología tomistico-suareciana
por parecerme la más apta en nuestro caso y aduciré even-
tualmente citas de los Padres y Doctores de la Iglesia,
asi como de los autores de Teología Dogmática y Espiritual
que en alguna manera confirman o declaran mi interpreta-
ción, apoyada en documentos o estudios, generalmente acep-
tados por su autoridad en temas ignacianos.
No pretendo afirmar que siempre y en todas las o-
casiones devoción significa "facilidad de encontrar a
Dios". Devoción es un vocablo de uso familiar en San Igna-
cio y se presta a acepciones análogas y a sentidos acomo-
daticios, más o menos próximos, abundantes.
El camino que recorreré sigue a grandes rasgos
los puntos siguientes:
1. Consideraré ante todo los criterios que San
Ignacio propone para reconocer la verdadera devoción y
distinguirla de la falsa (Cap. 2 ) .
2. Como introducción al estudio de la devoción
en el Diario Espiritual, propondré los adjuntos históricos
de ésta (Cap. 3 ) .
3. En seguida consideraré la elección de la po-
breza de las casas de la Compañía, centro de los primeros
cuarenta días del Diario Espiritual, para descubrir cómo
San Ignacio encontraba devoción tanto al inquirir la Divi-
na voluntad (Cap. 4) como al ofrecer la elección y buscar
a Dios su confirmación (Cap. 5 ) .
4. Después en el mismo Diario Espiritual, pres-
cindiendo de las elecciones, estudiaré las relaciones en-
tre Dios e Ignacio, tratando de descubrir en ellas lo que
en alguna manera estorba esas relaciones y ese encontrar
28

a Dios en ellas por la devoción; lo que las favorece y, en


particular, la actitud de Ignacio ante Dios en este encuen-
tro de la devoción (Cap. 6 ) .
5. Haremos luego un análisis de la devoción, pun-
tualizando sus causas, concomitantes, manifestaciones ex-
ternas y objeto de la misma (Cap. 7 ) .
6. Completare estas reflexiones estudiando cómo
San Ignacio no encierra la devoción dentro de los limites
de los ejercicios de piedad, sino que la extiende a encon-
trar a Dios en todas las cosas y acciones y cómo propone
al mismo tiempo, en los Ejercicios, un método que con la
divina gracia ayuda a lograr este ideal, preparando la u-
nion de los tres términos: Dios-Cristo-yo, que luego ex-
tiende a Dios (Cristo)-todas las cosas-yo (Cap. 8 ) .
7. Por fin, estudiaré brevemente la realización
de este ideal de devoción contemplativa en la acción y en
todas las cosas, en el mismo Ignacio (Cap. 9 ) .

* * *

N O T A S

1. Recordemos que ni siquiera los quiso prestar al P. Gon-


zález de Cámara, su confidente, quien escribe: "lo de-
siderava vedere quelle carte delle Costituzioni tutte,
e lo pregai me le lasciasse un poco; lui non volse"
(Autob 101). Que esto se refiriese al Diario Espiri-
tual consta del contexto en el que habla de los cua-
renta días dedicados a la elección de la pobreza de
las casas de la Compañía.
2. V. Larranaga, Obras completas de San Ignac-io de hoyó-
la I, BAC, Madrid 1947, 629.
3. Dice Santo Tomás: "Unde devotio nihil aliud esse vide-
tur quam voluntas quaedam prompte tradendi se ad ea
29

a e
quae pertinent ad Dei famulatum" (Summa II, I I , q.82,
a.l,c).
4. La edición de la Autobiografía que usaremos en nuestro
trabajo es la publicada en la colección MHSI, en FN I,
354-507, donde la encontramos bajo el título de "Acta
Patris Ignatii ut primum scripsit P. Ludovicus Gonzá-
lez, excipiens ex ore ipsíus Patris", título con que
aparece en el manuscrito N, que sin duda estuvo en ma-
nos del mismo P. González de Cámara, por las muchas a-
diciones marginales que en el encontramos, hechas de
su mano, Cf ibid 337-340.
5. Los Bolandistas le pusieron el título de "Acta anti-
quísima", siguiendo al P. Nadal que la tituló "Acta
Patris Ignatii"; el P. E.M. Rix en la edición inglesa,
la llama "The testament of Ignatius Loyola"; el P.
Bóhmer en la traducción alemana la titula "Die Bekennt-
nisse des Ignatius von Loyola" (Confesiones); el P.
A. Feder la llama "Lebenserinnerungen (Memorias) des
hl. Ignatius von Loyola". El P. Thibaut la llama "Le
recit du Pelerin", etc.
6. Se trata de una casa pequeña, anexa a la Casa Profesa
de Roma (cf Chron 5,21).
7. La narración fue terminada el 20 de octubre de 1555,
dos días antes de la partida del P. González de Cáma-
ra, o a lo sumo el 22 del mismo mes (cf FN I, 329).
8. Cf Suárez: "In his actibus immanentibus, quia in in-
stanti fiunt, facilitas non consistit in majori velo-
citate, sed in hoc solum quod cum paucioribus impedi-
mentis, vel cum majori virtute activa fit actio" (De
Necess. Gratiae L. 2, c.8, n.3.
9. La gracia, tratándose de los actos sobrenaturales, no
da sólo el hacerlos con facilidad, sino más aún el po-
der hacerlos (cf DZ 812).
10. Por lo que toca a los hábitos naturales, cf S. Tomas,
que dice: "Ex parte corporis secundum naturam indivi-
dui sunt aliqui habitus appetitivi secundum inchoatio-
nes naturales; sunt enim quidam dispositi ex propria
corporis complexione. ad castitatem vel mansuetudinem,
a e
vel ad aliquid huiusmodi" (Summa II, I I , q.51, a.l,c).
León XIII en su encíclica "Divinum illud", hablando
de los dones del Espíritu Santo dice: "Horum enim be­
neficio instruitur animus et munitur ut eius vocibus
atque impulsioni facílius promptiusque absequatur;
haec propterea dona tantae sunt efficacitatis ut eum
ad fastigium sanctimoniae adducant, tantaeque excel-
lentiae ut in caelesti regno eadem, quanquam perfec-
tius, perseverent" (AAS 29 (1897), 653).
Cf S. Tomás, IV Sent. Dist. 14, q.2, a.2, 5m; Summa,
a e
II, I I , q.23, a.3 c..
Escribe el P. Ledrus hablando de la unión de volun­
tad: "Este abandono de si mismo a la afección de la
caridad, proceso supremo de nuestra adhesión humana,
el meollo, por decirlo así, de la mística ignaciana,
es el efecto característico de los dones del Espíritu
Santo". "L'unione di volonta", en Settimane di spir-i-
tualitd, Milano 1948, 93.
En las mismas elecciones busca la voluntad de Dios
para cumplirla, y en su trato con Dios y en sus ac­
ciones busca a Dios en sus dones, precisamente para
servirle mejor, etc.
31

Capitulo II

CRITERIOS IGNACIANOS
PARA R E C O N O C E R LA V E R D A D E R A DEVOCIÓN

Decía que la devoción según San Ignacio era la


facilidad de encontrar a Dios, y que en su mente suponía
el esfuerzo personal de buscarlo. Esto es, supone una es-
pecie de diálogo en el que el hombre busca a Dios y Dios
se le hace encontradizo.
En este diálogo de la devoción es muy importante
saber identificar o reconocer a Dios, porque el enemigo
de la humana naturaleza no pierde ocasión de intervenir,
haciéndonos creer que su voz es la de Dios, o por lo me-
nos la del buen ángel.
San Ignacio, bien experimentado en estos ardi-
des, presenta varias "Reglas para en alguna manera sentir
y conocer las varias mociones que en el ánima se causan
..." (EE 313-336), que son un conjunto de criterios ex-
celentes para identificar la verdadera devoción.
Es por tanto necesario tener una idea clara de
lo que es la consolación, una de cuyas formas es la devo-
ción (1) y de lo que es la desolación. El mismo presenta
unas definiciones, que dada la índole del libro de los E-
jercicios en que se encuentran y el fin que pretendía con
ellas San Ignacio, no son verdaderas definiciones filosó-
ficas, sino una serie de ejemplos concretos, que en medio
de su lenguaje ordinario y familiar y de su concisión dan
la descripción de un estado de contentamiento sobrenatu-
ral, centrado en Dios y su servicio y de sus opuestos, y
ofrecen además una idea clara de lo que es la consolación
y la desolación (2).
"Llamo consolación - nos dice - cuando en el al-
ma se causa alguna moción interior, con la cual viene el
alma a inflamarse en amor de su Creador y Señor, y conse-
quenter, cuando ninguna cosa creada sobre la faz de la
tierra puede amar en sí, sino en el Creador de todas ellas
Así mismo cuando lanza lagrimas motivas a amor de su Se-
32

ñor, ahora sea por el dolor de sus pecados, o de la pasión


de Cristo nuestro Señor, o de otras cosas derechamente or-
denadas a su servicio y alabanza (3); finalmente, llamo
consolación todo aumento de esperanza, fe y caridad y toda
leticia interna (4), que llama y atrae a las cosas celes-
tiales y a la propia salud de su alma, quietándola y paci-
ficándola en su Creador y Señor" (EE 316).
Según esto, la devoción es una forma de consola-
ción, que a su vez es un "don y gracia de Dios" (EE 322)
por el cual el hombre descubre de una manera, mas o menos
experimental, la acción de Dios y en ella al mismo Dios,
que lo invita o impulsa a la actitud humilde del siervo
fiel y amante que busca el "servicio y alabanza" del Se-
ñor. No debe parecemos extraño que llame "alma devota" a
quien buscando su santísima voluntad es de tal manera mo-
vido, que sin dudar ni poder dudar, sigue a lo que le es
mostrado (cf EE 175).
"Llamo desolación - añade San Ignacio en la re-
gla cuarta - todo el contrario de la tercera regla (es de-
cir de la consolación) así como oscuridad del alma, turba-
ción en ella, moción a las cosas bajas y terrenas, inquie-
tud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infi-
dencia, sin esperanza, sin temor, hallándose toda perezo-
sa, tibia, triste y como separada de su Creador y Señor"
(EE 317).
Si llamaba devoción a la "facilidad para hallar
a Dios" (Autob 9 9 ) , ahora llama desolación a la separación
de su Creador y Señor.

1. Las Reglas de disoernvmiento de espíritus

Conocido lo que es consolación y desolación, y en


su proporción, lo que es devoción, habrá que descubrir sus
causas y para esto las mociones internas que a ellas con-
ducen. San Ignacio propone dos series de reglas: las unas
"más propias para la Primera Semana" (cf EE 313-327), es
decir, para los que comienzan, y las otras "más conducen-
tes para la Segunda Semana" (cf EE 328-336), para los más
avanzados en la vida espiritual. Entre ellas encontramos
una especie de gradación y por esto no carecería de utili-
dad comparar algunos de sus rasgos característicos, todos
ellos en función de la mayor o menor facilidad que cada
uno tenga para encontrar a Dios nuestro Señor en función
de la devoción.
En primer lugar una diferencia la encontramos
ya en el título. Las reglas de la Primera Semana tienden
a ser mas generales:"Reglas para en alguna manera conocer
..." (EE 313); en cambio en las de la Segunda: "Reglas pa
ra el mismo efecto con mayor discreción..." (EE 328).
Las primeras están destinadas a los que aún van
"de pecado mortal en pecado mortal" (EE 314) y a los que
aun van "purgando sus pecados (EE 315) y a las personas
no versadas en las cosas espirituales (EE 9 ) ; las segun-
das en cambio son para gente que puede comprender "mate-
ria más sutil y más subida" (EE 9 ) . Las primeras tratan
aun de mociones burdas como proposiciones de "placeres
aparentes, haciendo imaginar delectaciones y placeres sen
suales" (EE 314); las segundas de "razones aparentes, su-
tilezas y asiduas falacias" (EE 329) para ejercitantes,
que no pudiendo ser vencidos con tentaciones abiertas,
"son tentados debajo de especie de bien" (EE 10).
Por esto indica acertadamente San Ignacio, que
si se trata "de persona que en cosas espirituales no
haya sido versado, y si es tentado grosera y abiertamente
... no le platique las reglas de varios espíritus de la
Segunda Semana, porque cuanto le aprovecharán las de la
Primera Semana, le dañarán las de la Segunda, por ser ma-
teria más sutil y más subida que podrá entender" (EE 9 ) .
Esto no quiere decir que desconozcamos la utili-
dad que estas reglas para la Primera Semana tienen aun
para almas que van ya muy adelante en el servicio divino.
El demonio no dejará medio por usar para arrebatar la de-
voción.

2. Las causas de la devoción

En estas reglas de San Ignacio encontramos nor-


mas preciosas para reconocer las causas de la devoción,
y por tanto, para saber si realmente es a Dios a quien
encontramos en la devoción.
34

Divide las consolaciones - y nosotros podremos


hacer lo mismo con la devoción - en dos clases: Las sin
causa precedente y las con causa precedente. Esta distin-
ción nos será de gran utilidad en los capítulos siguien-
tes .

• Las primeras provienen siempre de Dios por-


que "sólo es de Dios nuestro Señor dar consolación al al-
ma sin causa precedente; porque es propio del Creador en-
trar, salir, hacer moción en ella, trayéndola toda en a-
mor de su divina majestad. Digo, sin ningún previo senti-
miento o conocimiento de algún objeto, por el cual venga
la tal consolación mediante sus actos de entendimiento y
voluntad" (EE 330).
El P. Suárez al hablar de la causa de estas de-
vociones que preceden todo acto libre dice: "De aquí cons
ta que la causa de esta devoción es el Espíritu Santo,
puesto que este efecto pertenece a la gracia excitante o
preveniente, de la cual, en cuanto tal, la única propia
causa es el Espíritu Santo" (5)
Sin embargo, no queremos decir que aquellas se
reduzcan a éstas, ya que San Ignacio dice expresamente
que las que él llama consolaciones sin causa precedente
son las que vienen sin ningún previo conocimiento o senti
miento, en cambio el P. Suárez parece excluir únicamente
el acto libre ( 6 ) , aunque sí creemos que a una devoción
sin causa precedente, según el pensamiento ignaciano, le
podemos aplicar lo dicho por Suárez en el párrafo aducido

• Las consolaciones con causa precedente pueden


venir de Dios o del ángel bueno o del malo (7), lo cual no
excluye en manera alguna la necesidad absoluta de la gra-
cia cuando en el caso de Dios o del buen ángel se trata
de actos sobrenaturales.
En concreto, para el fin que pretende Ignacio,
que es el de ensenar la manera de ir a Dios y reconocerle
lo que interesa es saber si la causa externa de la tal
consolación o devoción es el ángel malo o no, ya que la
acción del ángel bueno será de parte de Dios.

* -k -k
3. Criterios para reconocer ta causa de ta devoción

• Según lo que propone y según el estado del


alma, porque en
... las personas que van de pecado mortal en pe-
cado mortal, acostumbra comúnmente el enemigo
proponerles placeres aparentes, haciendo imagi-
nar delectaciones y placeres sensuales, por más
los conservar y aumentar en sus vicios y pecados;
en las cuales personas el buen espíritu usa con-
trario modo, punzándoles y remordiéndoles las con-
conciencias por el sindérese de la razón (EE 314).

En cambio
... en las personas que van intensamente purgan-
do sus pecados, y en el servicio de Dios nuestro
Señor de bien en mejor subiendo, es el contrario
modo que en la primera regla (EE 315).

Por tanto, no habrá que juzgar a primera vista


todo sentimiento de suavidad y contentamiento o alegría,
como devoción de Dios.

• Según el modo de actuar. También el modo como


mueven al alma los diversos espíritus depende del estado
de la misma. Asi,
... en los que proceden de bien en mejor, el buen
ángel toca a la tal ánima dulce, leve y suavemen-
te, como gota de agua que entra en una esponja; y
el malo toca agudamente y con sonido e inquietud,
como cuando la gota de agua cae sobre la piedra;
y a los que proceden de mal en peor, tocan los
sobredichos espíritus contrario modo, cuya causa
es la disposición del ánima ser a los dichos an-
geles contraria o símil (EE 335).

Sin embargo, hay casos en que esta norma no es


fácil de aplicar y exige más atención, y es cuando el án-
gel malo "se forma sub angelo lucis, (para) entrar con la
ánima devota y salir consigo; es a saber, traer pensamien-
tos buenos y santos conforme a la tal ánima justa, y des-
36

pues, poco a poco, procura de salirse trayendo al alma a


sus engaños cubiertos y perversas intenciones" (EE 332).
Por tanto, no toda devoción que comienza bien es siempre
de Dios. El mal ángel sabe bien fingir la voz de Dios y
una vez entablado el diálogo y el alma encendida, hacer
su labor.
El mismo Santo nos cuenta en su Autobiografía có-
mo el demonio trató de engañarle en esta forma cuando se
dedicaba al estudio:
Comenzó a estudiar con harta diligencia. Mas
impedíale mucho una cosa, y era que cuando comen-
zaba a decorar, como es necesario en los princi-
pios de gramática, le venían nuevas inteligencias
de cosas espirituales y nuevos gustos; y esto con
tanta manera, que no podía decorar, ni por mucho
que repugnase las podía echar.
Y así, pensando muchas veces sobre esto, de-
cía consigo: 'Ni cuando yo me pongo en oración y
estoy en la misa no me vienen estas inteligencias
tan vivas' y así poco a poco vino a conocer que
aquello era tentación (Autob 54-55).

El caso de San Ignacio no puede ser más claro.


Los síntomas de la devoción y gusto que recibía su alma
devota parecían buenos y de Dios, pero al fin fue descu-
bierta la voz del enemigo.

• Según el desarrollo de los acontecimientos.


Avisa, por tanto, que se debe ser muy cuidadoso en mirar
... si el principio, medio y fin es todo bueno,
inclinado a todo bien, (y esto será) señal de
buen ángel (o de Dios) ; mas si en el discurso de
los pensamientos que trae, acaba en alguna cosa
mala o distractiva, o menos buena que la que el
alma antes tenia propuesta de hacer, o la enfla-
quece o inquieta o conturba al alma, quitándole
su paz... clara señal es proceder del mal espí-
ritu (EE 333) .

Encontramos una aplicación práctica de esta nor-


ma para las personas, que atraidas ]5or la dulzura de la
37

devoción, abandonan sus deberes de estado o por le menos


las obras que son de mayor gloria de Dios.
A San Francisco de Borja, muy inclinado a largas
horas de oración, le escribe lo siguiente, según el espí-
ritu de la norma indicada:
No siendo necesarias tantas armas para vencer
los enemigos, por lo que yo puedo de vuestra Se-
ñoría en el Señor nuestro sentir, tendría por me-
jor que la mitad del tiempo se mudase en estudio
(pues sera siempre muy necesario o conveniente no
solo el infuso, mas el adquirido, para adelante),
en gobierno de su estado, y en conversaciones es-
pirituales, procurando siempre tener la propia
alma quieta, pacífica y dispuesta para cuando el
Señor nuestro quisiere obrar en ella (MI Epp II,
234) .

• Según el -influjo del -propio yo. Debe por fin


distinguirse claramente lo que viene de los espíritus y lo
que procede de nosotros mismos, no sea que pensando que
dialogamos con Dios, de hecho no se trate sino de un soli-
loquio nuestro, interpretado como diálogo de la devoción.
Puede darse también el caso de un verdadero diá-
logo con Dios, pero entremezclado de elementos personales,
como serían nuestros modos de discurrir, afectos y hábi-
tos ordinarios más o menos influenciados por las mociones o
estados del alma y así nos precave el Santo, especialmente
al hablar de las consolaciones sin causa precedente:
Debe con mucha vigilancia y atención, mirar y
discernir el propio tiempo de la tal actual con-
solación, del siguiente en que el alma queda ca-
liente y favorecida con el favor y reliquias de
la consolación pasada; porque muchas veces en es-
ge segundo tiempo por su propio discurso de ha-
bitúdines y consecuencias de los conceptos y jui-
cios o por el buen espíritu o por el malo, forma
diversos propósitos y pareceres, que no son dados
inmediatamente de Dios nuestro Señor (EE 336).

Esto no quiere decir que haya que desechar lo


que procede de nosotros mismos, sino que debe ser recono-
cido como tal, tanto en su aspecto meritorio (8) como en
38

su aspecto falible y asi advierte el mismo San Ignacio,


que "han menester ser mucho bien examinados, antes que se
les dé entero crédito ni que se ponga en efecto" (EE 336).

• Mezcla de causas. La acción del bueno y la


del mal espíritu no siempre van aisladas y libres del in-
flujo del espíritu contrario. San Ignacio lo dice expre-
samente en la regla quinta para la Primera Semana: "asi
como en la consolación nos gula y aconseja más el buen
espíritu, asi en la desolación el malo..." (EE 318). Este
"más" nos da a entender que existe un cierto predominio
de uno o del otro, pero nos pone en guardia ante la in-
tromisión del espíritu contrario que puede ser muy peli-
grosa.
Es evidente que al tratar de esta devoción, que
es parte de la espiritual consolación y que no está en
nuestra mano porque es don y gracia de Dios, no trata San
Ignacio de aquella devoción que el P. Suárez llama subs-
tancial (9) y Santo Tomás voluntad de entregarse con pron-
titud al servicio de Dios (10), en cuanto éstas dependen
de nuestra voluntad ayudada de la gracia; sino que más
bien se refiere a esa experiencia de Dios en el sentimien-
to espiritual y a veces aun sensitivo, que Suárez llama
devoción accidental (11) y Santo Tomás aquella delectación
que es causa próxima de la devoción (12) o la acompaña.
Tres elementos, según Suárez, se dan en la ver-
dadera devoción: el querer dedicarse al servicio y culto
divino, el quererlo con prontitud y el quererlo con gus-
to y suavidad (13). Según lo dicho hasta ahora, la devo-
ción a qué se refiere S. Ignacio al decir que es la faci-
lidad para encontrar a Dios, corresponde no tanto al pri-
mero como a los otros dos que son don y gracia de Dios,
y suponen siempre el primero. A esta devoción llamo tam-
bién: "parte de la espiritual consolación".

* * *
39

N O T A S

1. En la regla novena San Ignacio habla de "la devoción


o las otras partes de la espiritual consolación"
(EE 322; cf J. Calveras, Ejercicios Espirituales Di­
3

rectorio y documentos de San Ignacio de Loyola, Bar­


celona 1944, 444 (en adelante citado: Calveras, EE 3

Directorio...).
2. L. Teixidor, "El concepto de consolación espiritual
en el libro de los Ejercicios", en Manresa 2 (1926),
109.
3. Hay aquí una alusión implícita a lo que Santo Tomás
llama devoción: "Manifestum est autem quod operari
ea quae pertinent ad divinum cultum, seu famulatum,
pertinet proprie ad religionem. Unde etiam ad eam
pertinet habere promptam voluntatem ad huiusmodi exe-
a e
quenda, quod est esse devotum", Summa II, I I , q.82,
a.2,c.
4. Cf Suárez, De Religione, Tr. IV, 1.2, c.8, 1.
5. Ibid, Tr. IV, 1.2, c.8, 2.
6. El P. Larranaga hace una comparación entre estas con­
solaciones sin causa precedente y las locuciones y to­
ques substanciales de San Juan de la Cruz y las gracias
de unión de Santa Teresa; cf La espiritualidad de San
Ignacio de Loyola. Estudio comparativo con la de San­
ta Teresa de Jesús, Madrid 1944, 181-183, 189-190.
7. Cf EE 331. Cf también la visión de la serpiente, que
producía tanta consolación a San Ignacio: Autob 19, 31.
8. Cf Suárez, De Religione, Tr. IV, 1.2, c.8, 3-7.
9. Ibid, c.6, 19.
a e
10. Summa, II, I I , q.82, a.l,c.
11. Cf Suárez, De Religione, Tr. IV, 1,2, c.8, 8.
a e
12. Cf Summa II, I I , q.82, a.3,c.
13. Cf Suárez, De Religione, Tr. IV, 1,2, c.6, 5.
40

Capítulo III

ADJUNTOS HISTÓRICOS DEL DIARIO ESPIRITUAL,


FUENTE P R I N C I P A L DE N U E S T R O ESTUDIO

No podemos detenernos a considerar todos los ad-


juntos de las múltiples elecciones que tuvo que hacer San
Ignacio durante su vida. A Dios gracias contamos con un
documento de excepcional valor a este respecto: El Diario
Espiritual. Porque no hay cosa que tanto nos introduzca en
las intimidades de un espíritu como los apuntes espiritua-
les redactados para uso exclusivamente privado (1) y es-
critos bajo la mirada de Dios.
Sin duda que estas paginas conservadas en su ori-
ginal autógrafo hasta nuestros días, son parte de aquel
gran fajo que mostró Ignacio en 1555 al P. Luis González
de Cámara y del que leyó al mismo padre buena parte: la
mayor parte, visiones que recibía el Santo en confirma-
ción de alguna de las constituciones (cf Autob 100) .
Creemos con el P. Iparraguirre, que "de no ha-
berse conservado estas excepcionales páginas, hubiese
quedado oculto para siempre el aspecto más profundo de la
espiritualidad ignaciana" (2). "Nos revelan - dice el P.
Larranaga - en el Fundador de la Compañía un aspecto nue-
vo, y para muchos insospechado: el de un contemplativo y
un místico incomparable" (3).
El estudio de la devoción en el espíritu de San
Ignacio quedará por tanto centrado de una manera especial
en el estudio del Diario Espiritual, siempre con la ayuda
de los demás documentos ignacianos, que constituyen un
auxiliar y complemento admirable, dada la magnífica uni-
dad de la espiritualidad ignaciana.

1. Circunstancias históricas del Diario Espiritual

Tratándose de un período concreto de la vida de


San Ignacio, que tiene una importancia capital en nuestro
41

estudio y de un problema bien delineado, como es el de la


elección de la pobreza de las casas de la Compañía, séame
permitido, antes de proseguir adelante, considerar las
circunstancias en que Ignacio se encontraba al escribir
estas páginas extraordinarias, deteniéndome a considerar
brevemente sus ocupaciones en esos días, el planteo del
problema que le ocupa, la actitud que ante él toma y lo
que precisamente busca en la elección; todo lo cual ayu-
dará a comprender ciertos detalles, como la ansiedad que
se refleja en algunos pasajes y el deseo de tanta confir-
mación, por parte de Dios, en la elección hecha.

Ocupaciones del Santo en esos d%as

Ignacio escribía entonces las Constituciones,


organizaba y dilataba la Compañía en Portugal, España,
Alemania, Italia,India; conseguía una nueva Bula de Paulo
III, por la cual de nuevo es confirmada la Compañía y se
quita la limitación anterior de admitir sólo 60 profesos
(4). El mismo Papa lo llama para tratar con él asuntos de
importancia (cf MI Epp I, 291). Agenciaba también la fun-
dación de la casa para catecúmenos (cf MI Epp I, 287-289)
y la de la Compañía de la Gracia y la Casa de Santa Marta
para las mujeres caídas (cf MI Epp I, 286-287), a las que
procuraba no solamente la dirección e instrucción espiri-
tual, sino también limosnas para su sostenimiento (5).
Por lo que toca a los ministerios espirituales,
el P. Doménech, que fungía entonces como secretario, es-
cribe a nombre de Ignacio:
M. Ignacio, el tiempo que ha estado libre de
su enfermedad, no poco ha estado ocupado, cre-
ciéndole siempre trabajos espirituales, como en
confesiones, no solamente haciendo cargo de con-
fesar la casa de madama (6), pero aun la casa de
la mujer del embajador de España [Juan de Vega]
y esto a menudo; y aun en tratar ciertas paces
de mucha importancia, en aderezar las Constitu-
ciones de la Compañía en semejantes obras (MI
Epp I, 289-290).
42

Todo esto en un ambiente en el que, según testi-


minio del mismo Doménech, estaban todos los de la comuni-
dad tan cargados de trabajo, que "les acaece algunas ve-
ces desde la mañana hasta la tarde ocuparse en confesiones
sin tomar alguna refección corporal" (MI Epp I, 290-291).
Además su correspondencia que, aunque a juzgar por las
cartas que se conservan de esta época, no fue por entonces
tan nutrida como en otras, sin embargo, revela una varie-
dad de negocios y corresponsales que comprende desde per-
sonajes como D. Juan III, rey de Portugal, el Príncipe Fe-
lipe II y el Card. Marcelo Cervini, hasta sus hermanos y
companeros y almas que acudían a el en demanda de solución
para los problemas más diversos.
En estas circunstancias y con la mala salud que,
según acabamos de ver, tenia Ignacio a principios de 1544
(7), comienza a componer las Constituciones de la Compa-
ñía, iniciando el trabajo por la pobreza con la "Delibe-
ratio de Paupertate" y entonces también escribe su "Diario
Espiritual", en cuyo contexto estudiaremos la devoción en
el espíritu de San Ignacio.

2. Objeto de la elección del Diario Espiritual

El centro de los primeros cuarenta días del Dia-


rio lo forma la elección sobre la pobreza de las casas de
la Compañía.
Nos consta por la pluma del P. González de cáma-
ra, que San Ignacio recordaba de una manera especial es-
tos cuarenta días de elección (cf Autob 100) y por tanto,
que hab ían dejado una huella muy profunda en su alma. De
aquí que fijemos nuestra atención, no en el puesto e im-
portancia que tiene este problema en las Constituciones
como tales, sino más bien, en los adjuntos que hicieron
que Ignacio tomara tanto empeño en resolverlo con todo
cuidado, empleando los métodos de los Ejercicios y no
descansando hasta verlo del todo confirmado por el mismo
Dios. Esto nos dará datos de mucha importancia para el es-
tudio de la devoción que San Ignacio encontraba al buscar
y encontrar la divina voluntad.
43

En la primavera de 1539 se reunieron en Roma Ig-


nacio y sus companeros en la casa Frangipani (8) para pre-
cisar el carácter de unión que se había ido formando entre
ellos y deliberar sobre la forma de vida que debían llevar
adelante. Los resultados de estas deliberaciones fueron
recogidos en tres documentos: "Deliberationes Primorum Pa-
trum", "De Obedientiae Voto Faciendo" y "Conclusiones Sep-
tem Sociorum" (9).
En el tercer documento se establece que al acep-
tar casas o iglesias la Compañía no adquiere ningún dere-
cho de propiedad sobre ellas (10).
Después de estas deliberaciones y de haberse
puesto de acuerdo en lo que ellos consideraban como fun-
damental en la organización que pretendían formar, deci-
dieron que San Ignacio compusiera una Formula o compendio
del Instituto según las resoluciones tomadas. En esta For-
mula o "Prima Societatis Jesu Instituti Summa" encontramos
los cinco puntos fundamentales, que en lo sustancial y en
casi todo lo accidental, fueron aprobados y confirmados
como los puntos esenciales de la nueva Orden por Paulo III
en su Bula "Regimini militantis Ecclesiae" del 27 de sep-
tiembre de 1540.
En el cuarto punto, idéntico en ambos documen-
tos, leemos: "No sólo en privado, mas ni en común puedan
adquirir algún derecho civil (los de la Compañía) sobre
bienes estables o ganancias o ingresos algunos, para la
sustentación o uso de la Compañía" (MI Const I, 29). En
seguida excluye los colegios y universidades que podran
tener rentas y propiedades para el sostenimiento de los
estudiantes.

3. Fluctuaciones respecto a la pobreza

Parecía del todo resuelto y aprobado el sentido


de nuestra pobreza al ser publicada la Bula de Paulo III,
pero encontramos que al reunirse los primeros compañeros
[Ignacio, Laínez, Salmerón, Coduri, Broét y JayoD convo-
cados por Ignacio para deliberar sobre la redacción de
las Constituciones, conforme a la facultad que les conce-
día la Bula, emitir la profesión y elegir Prepósito Gene-
44

ral, Ignacio y Coduri quedaron encargados de preparar los


puntos que debían someterse a la común discu-s-iron y apro-
bación (cf MI Const I, 33-48).
En estos puntos parece que se da un paso atrás
en cuestión de pobreza. Una de las conclusiones dice así:
"Los profesos presentes no puedan haber nada, ni en pro-
pio ni en común en renta. La sacristía pueda haber renta
para todas las cosas de menester, de aquellas que no se-
rán para los profesos" (ibid, 3 4 ) .
En otro documento titulado: "De Collegiis et Do-
mibus Fundandis", contemporáneo al anterior, se concede
el derecho de propiedad a la casa como entidad distinta
de los miembros de la Compañía y de la misma Compañía (cf
ibid, 62).
Dejando para otros estudios lo referente al va-
lor jurídico de estas expresiones y su relación con los
documentos pontificios, consideraremos únicamente el as-
pecto que nos interesa, que es el histórico-ascetico que
encuadra la devoción de San Ignacio en los días en que
escribía las páginas inmortales de su Diario Espiritual.
Fijándome en este aspecto, creo que esta pobre-
za, tal y como aparece en estos documentos, se apartaba
un poco de aquella eximia perfección de la pobreza que
Ignacio y sus companeros habían deseado en su principio,
al decir del mismo Ignacio que en la exposición de pros
y contras al respecto escribe:
Esta eligiendo (la pobreza no teniendo cosa
alguna de renta) todos diez, nemine discrepante,
tomamos por cabeza al mismo Jesús nuestro Cria-
dor y Señor para ir debajo de su bandera para
predicar (MI Const I, 80).
Quizá esta mutación en pro de las rentas les
ocurrió a los primeros companeros con ocasión de la dona-
ción del templo de Santa María de la Strada, hecha por
Paulo III a la Compañía el 24 de junio de 1541.

* * *
45

4. Actitud de Ignacio

> Cuál fue la actitud de Ignacio ante el problema?


Firmó las deliberaciones de marzo de 1541 por no ser aun
y
General de la Orden y acatando la autoridad del voto de
sus compañeros? (cf MI Const I, LXIII-LXIV). No lo sabemos
con certeza, pero recorriendo las razones que después es-
cribirá en su "Deliberación sobre la Pobreza" no podemos
menos de comprender que las tales rentas, sea para las ca-
sas o para los templos o sacristías, le parecieran, si no
inmediatamente, sí después de algún tiempo, incompatibles
con aquellas verdades que llevaba tan en el alma, del lla-
mamiento de Cristo (cf EE 95-97) y la respuesta de los que
más se querrán señalar, con la imitación de aquel su Señor
que quiere ser "nacido en suma pobreza y a cabo de tantos
trabajos, de hambre, de sed, de calor y de frío, de inju-
rias y afrentas, para morir en cruz; y todo esto por mí"
(EE 116); y la reproducción del colegio apostólico que él
había tomado como modelo y había concebido de una manera
tan vivida en la meditación de las Dos Banderas, donde
contempla a Cristo nuestro Señor enviándolos por todo el
mundo y "encomendándoles que a todos quieran ayudar en
traerlos, primero, a suma pobreza espiritual, y si su di-
vina majestad fuere servida y los quisiere elegir, no me-
nos a la pobreza actual" (EE 146).
Creo sin duda, que dada la delicadeza de la con-
ciencia del Santo y del amor y devoción que profesaba a
Cristo nuestro Señor, como lo veremos al estudiar las pá-
ginas del Diario Espiritual, y su actitud constante de a-
cuerdo con la tercera manera de humildad, sentiría no la
"afección", sino la "gravedad e impedimento" (EE 150) en
esta pobreza restringida, "para hallar en paz a Dios nues-
tro Señor" (ibid) y tendría grandes deseos de ponerse, con
toda la fuerza de su ánima devota, "delante de Dios nues-
tro Señor y de todos sus santos, para desear y conocer lo
que sea más grato a su divina bondad" (EE 151) .,

Lo que busca en concreto S. Ignacio no es sola-


mente el cumplimiento de lo que es mandado, sino de lo que
le pide su devoción al Rey y Capitán Jesús y le es más a-
gradable a su divina bondad. Busca además una prueba fi-
dedigna de que en realidad, con lo elegido ha agradado a
Dios y no descansa hasta encontrarla en la devoción afee-
46

tiva que en el producen los santísimos dones y gracias es-


pirituales, es decir, hasta encontrar al mismo Dios en es-
ta elección (11).
Concretizando mas lo que busca Ignacio, no es
próximamente la fórmula definitiva de las Constituciones,
sino la fórmula que él debía defender ante sus companeros
en este punto de la pobreza. Asi en el Diario, el 23 de
febrero de 1544, después de hablar de las confirmaciones
que habla tenido de parte de Dios sobre la elección de no
tener rentas dice: "Añadía de mi parte, haciendo cuanto
era en mí, y esto ultimo se terminaba para los compañeros
que habían firmado" (12).
No deja de tener su importancia notar que a San
Ignacio no le interesa tanto el resultado final de la o-
bra como el obrar, en cada momento conforme al benepláci-
to divino. Esto le corresponde a él, lo otro a la Divina
Providencia.
Este mismo modo de obrar del Santo y esta acti-
tud la encontramos en el problema del capelo cardenalicio
que se pretendían dar a San Francisco de Borja. He aquí
las palabras de San Ignacio:
Tándem, en el tercer día yo me hallé en la só-
lita oración, y después acá siempre con un juicio
tan pleno y con una voluntad tan suave y tan li-
bre para estorbar, lo que en mí fuese, delante
del Papa y cardenales, que si no lo hiciera, yo
tuviera y tengo para mí por cosa cierta, que a
Dios nuestro Señor no daría buena cuenta de mí,
antes enteramente mala" (MI Epp IV, 284).
Y estando tan cierto de la actitud que debía to-
mar, en el párrafo siguiente indica lo que piensa aun de
un posible fracaso de su intervención.
Con todo esto, yo he tenido y tengo que, sien-
do la voluntad divina que yo en esto me pusiese,
poniéndose otros al contrario y dándoseos esta
dignidad, que no había contradicción alguna, pu-
diendo ser el mismo espíritu divino moverme a mi
a esto por unas razones y a otros al contrario,
por otras viniendo a efecto lo que el Emperador
señalaba; haga Dios nuestro Señor en todo como
sea siempre su mayor alabanza y gloria (ibid).
47

Siempre se pregunta Ignacio: Qué quiere Dios que


yo haga en estas circunstancias? y quiere conocer su san-
tísima voluntad y tener pruebas, si es posible directas,
del beneplácito divino. En el caso que nos ocupa usa todos
los medios humanos y sobrenaturales que puede para este
f in.

5. El objeto de la elección
ante las normas de los Ejercicios

San Ignacio se encuentra ante unas circunstancias


que entran de lleno en el marco de una elección conforme
a los Ejercicios. Se trata de algo bueno en sí y que "mi-
lita dentro de la santa madre Iglesia Jerárquica" (EE 170)
y fundándome en lo dicho en las páginas anteriores, creo
que Ignacio tenía grandes dudas sobre si la deliberación
tenida y aprobada por todos había sido "bien ordenada".
Sin duda que aquí no se trataba de desorden pecaminoso,
sino de una mayor adaptación que entreveía la conciencia
finísima de Ignacio acostumbrada a buscar en todo la mayor
complacencia de Dios y a examinarse de esto cada hora
(13).
Se trata de elegir entre el segundo y el tercer
grado de humildad en lo relativo a la pobreza, y el mismo
Santo nos propone en su Directorio Autógrafo un caso seme-
jante:
A éstos (que han tomado ya un estado de vida)
en lugar de aquella deliberación se lea podrá
proponer qué querrán elegir de estas dos cosas.
La primera, siendo igual servicio divino y sin
ofensa suya ni daño del prójimo, desear injurias
y oprobios y ser rebajado en todo con Cristo pa-
ra vestirse de su librea e imitándole en esta
parte de su cruz (tercera manera de humildad) o
bien la segunda, estar dispuesto a sufrir pacien-
temente por amor de Cristo nuestro Señor cual-
quier cosa semejante que suceda (MI Dir, 7 8 ) .

Un problema más que San Ignacio tuvo que afron-


tar en esta cuestión es el siguiente. Sin duda él sentía
48

en si mismo fuerzas para abrazar esta mayor pobreza y asi


asimilarse mis a Cristo nuestro Señor. No creemos que du-
dara de la devoción que le ofrecía Dios mediante los san-
tos deseos, pero estaban sus companeros y estarían en lo
futuro sus hijos en la misma disposición? Quizás por esta
razón se sujetó al parecer, probablemente, de la mayoría
en las deliberaciones de 1541 y a recibir de Paulo III la
iglesia de Nostra Signora della Strada con las rentas que
estaba dotada (14).
Antes de pasar adelante, debe, por tanto, quedar
esto bien aclarado que en la elección del Diario Espiri-
tual no trataba de elegir para si mayor o menor generosi-
dad en el servicio de Dios, sino que con toda la fuerza
de su devoción San Ignacio buscaba el divino beneplácito,
para servir con todo su ser, según él, al Rey Eterno y
Señor Universal.

6. Elección paralela de Santa Teresa

Un caso semejante descrito por la reformadora del


Carmelo nos dará, sin duda, luz sobre la situación inter-
na de San Ignacio en los días en que hace la elección de
la pobreza de las casas de la Compañía:
"A ser yo sola - escribe la Santa - poco ni mucho
me detuviera, antes me era gran regalo pensar de guardar
los consejos de Cristo Señor nuestro, porque grandes de-
seos de pobreza ya me los había dado Su Majestad. Así que
para mi no dudaba ser lo mejor, porque días habla que de-
seaba fuera posible a mi estado andar pidiendo por amor
de Dios y no tener casa ni otra cosa. Mas temía que, si a
las demás no daba el Señor estos deseos, vivirían descon-
tentas; y también no fuese causa de alguna distracción,
porque veía algunos monasterios pobres no muy recogidos,
y no miraba que el no serlo era causa de ser pobres, y no
la pobreza de la distracción; porque ésta no hace más ri-
cas ni falta Dios jamás a quien le sirve" (15).
En medio de estas ideas y sentimientos y con una
salud bastante precaria, encontramos a San Ignacio buscan-
do el rostro de Dios, es decir, su beneplácito y compla-
cencia. En la elección usa todos los medios que están a
49

su alcance: los naturales y los sobrenaturales, con la a-


yuda de Dios, y combina los tres tiempos de hacer elec-
ción que il mismo propone en los Ejercicios (cf EE 175-
177) .
A lo largo de los capítulos siguientes veremos
cómo, en estas circunstancias de ocupaciones y preocupa-
ciones tan diversas y complejas, supo Ignacio, con la
gracia de Dios, actuar su devoción, encontrando con fa-
cilidad a Dios, tanto cuando buscaba su santísima volun-
tad y cuando buscaba al mismo Dios en su trato íntimo y
familiar con El, como en todas las cosas, en medio de las
actividades más diversas.

* * *

N O T A S

1. Sobre el carácter absolutamente privado de estas pági-


nas sabemos que no las quiso prestar ni a su confiden-
te el P. Cámara: "lo desiderava vedere quelle carte
delle Costituzioni tutte, et lo pregai me lasciasse un
poco; lui non volse" (Autob 101). Que estas páginas
fueran las del Diario Espiritual consta en el número
anterior de la misma Autobiografía y la nota al calce
de la misma página.
2. I. Iparraguirre-C. Dalmases, Obras completas de San
Ignacio de Loyola, BAC, Madrid 1963, 302.
3. V. Larrañaga, Obras completas de San Ignacio de Loyo-
la, BAC, Madrid 1947, I, 629.
4. Cf MI Const I, 81-86. Sobre la verdadera fecha de la
bula "Iniunctum nobis" cf ibid, 85-86.
5. El P. Polanco escribe sobre esta obra: "Pium illud o-
pus S. Marthae (ubi fere quadraginta foeminae jam ad-
missae fuerant) illis in initiis a P. Ignatio spiritua-
50

tuali et etiam corporali cibo fuit sustentandum"^(MHSI


Chron Pol I, 148). Cf la carta de Bartolomé Ferrao a
nombre de Ignacio a Simón Rodríguez, MI Epp I, 327.
6. Así llama a Margarita de Austria, hija de Carlos V y
mujer de Octavio Farnese, cf FN I, 856, 858.
7. Días en que expresamente anota S. Ignacio que se sin-
tió mal, en algunos de los cuales tuvo que privarse
aun de decir misa: 9 febrero, 26 febrero, 3 marzo, 24
agosto, 21 diciembre 1544; 25 enero 1545. Cf además
J.A. Laburu, La salud corporal y San Ignacio de Loyola,
Montevideo 1938, 7-61.
8. Sobre las opiniones acerca de la fecha exacta cf MI
Const I, XXXV-XXXVIII.
9. Estos tres documentos se encuentran en MI Const I,
1-7; 8; 9-14.
10. Cf MI Const I, 13. Es de advertir que este párrafo se
encuentra después de las firmas de los siete compane-
ros y de unos renglones que dicen: "Pridie octavae Cor-
poris Christi fueron determinados, aunque non así ce-
rrados, los tres siguientes puntos" (ibid).
11. Escribe San Ignacio al Duque de Gandía el 20 de septiem-
bre de 1548, desde Roma: "... en lugar de buscar o sa-
car cosa alguna de sangre, buscar más inmediatamente al
Señor de todos, es a saber, sus santísimos dones" y po-
co más adelante añade: "aquella parte es mucho mejor
para cualquier individuo, donde Dios nuestro Señor más
se comunica mostrando sus santísimos dones y gracias
espirituales..." (MI Epp II, 235-236) (entre los que
no podemos dudar, se encuentra la devoción).
12. Diario 69. La interpretación de estas líneas la encon-
tramos en una nota al calce, que dice: V. monumenta su-
periora, praesertim monum. 9 (cf ib. 34-48). Signifi-
cat, se ullos omnino reditus velle quantum in se sit;
rem vero subiiciendam esse iudicio sociorum, qui prius,
ut est in eo monumento, statuerant, sacristiam reditus
habere posse" (MI Const I, 105, nota 56).
13. Cf FN II, 344-345; FN I, 140; FN I, 542.
14. Cf Bula "Sacrosanctae Romanae Ecclesiae" del 24 de ju-
nio 1541, en MI Const I, 69-77.
51
CAPITULO IV

P A P E L D E LA DEVOCIÓN
EN LAS E L E C C I O N E S D E L D I A R I O ESPIRITUAL

San Ignacio propone la devoción como "la facili-


dad de encontrar a Dios". Y esta facilidad mayor o menor,
supone en la mente del Santo, no una actitud quietista,
sino de ordinario, un trabajo de búsqueda constante por
encontrarlo y entablar así un dialogo, en el que el busca
a Dios y Dios se le hace encontradizo.
Me propuse presentar las tres formas como San
Ignacio busca y encuentra a Dios: buscando su santísima
voluntad, buscándolo en su trato personal con El y por fin
buscándolo en la acción o, para usar la expresión del mis-
mo Santo, en todas las cosas (cf Const C288J).
En el capítulo anterior vimos cómo Ignacio plan-
teaba el problema de la elección de la pobreza de las ca-
sas de la Compañía y las circunstancias histórico-asceti-
cas en que se encontraba. Ahora voy a estudiar como San
Ignacio, al usar los métodos que llama "tiempos para hacer
sana y buena elección" (cf EE 175-177), busca y encuentra
no sólo la divina voluntad, sino al mismo Dios. Encuentra
devoción, conformando con su propia experiencia lo que a-
conseja al ejercitante en la anotación decimoquinta: "mu-
cho mejor es, buscando la divina voluntad, que el mismo
Creador y Señor se comunique a su ánima devota, abrazán-
dola en su amor y alabanza y disponiéndola por la vía que
mejor podrá servirle adelante" (EE 15).
En las palabras que acabo de citar encontramos
los elementos de la devoción según San Ignacio. En ellas
está el motivo sublime y supremo de la caridad, el acto
religioso de la alabanza y el servicio según su santísi-
ma voluntad; y esto sea que se adopte ya la lectura del P.
Codina (1), que interpreta el "abrazándola" como "tomán-
dola para su amor", ya la del P. Fernández Zapico, que lee
"abrasándola" con lo que acentúa la nota afectiva de la
devoción aun sensible (2). En ambos casos encontraríamos
lo substancial de la devoción ignaciana.
52

Con este "buscar la divina voluntad" por parte


del alma devota y este comunicarse de Dios "abrazándola en
su amor", quiere Ignacio entablar el diálogo que podríamos
llamar diálogo de voluntades entre Dios y el alma, cuyo
vínculo, aplicando el mismo criterio del Santo para la
unión de las voluntades humanas, no puede ser otro que el
de la caridad (cf Const [8213).
A esto van encaminados los Ejercicios. El ideal
ignaciano es sublime: con el entrenamiento recibido y la
gracia de Dios durante los Ejercicios, quiere que el alma
se acostumbre a buscar a Dios en todo, en tal manera que
sus relaciones con Dios se vayan transformando, como dice
el P. Clemence, en "un diálogo perpetuo del alma con Dios
para conocer, a fin de cumplir, a través de los diversos
movimientos que la agitan y las peripecias de su vida, la
voluntad del Señor" (3); y si es posible llegue a la es-
pontaneidad y facilidad de encontrarla que San Ignacio pi-
de al fin de sus cartas: "Y ruego a Dios nuestro Señor a
todos dé su gracia cumplida para que su santísima volun-
tad siempre sintamos y aquella enteramente cumplamos" (MI
Epp IV, 628).
La explicación teológica de esta sensibilidad ex-
quisita de percepción de la divina voluntad la encontramos
en aquella "connaturalidad con el objeto de nuestro jui-
cio" (4), que pertenece al don de sabiduría (5) y es efec-
to de la caridad (6).
Sin detenernos más en este problema especulativo
(7) prosigamos nuestro intento que propone cómo San Ig-
nacio realiza este ideal. Estudiaremos primero la devoción
ignaciana en el uso del tercer tiempo de hacer elección,
movidos por una razón metodológica y no, claro está, por
considerarlo superior en dignidad o elevación a los dos
primeros (8) .
Recordaré brevemente los puntos salientes de la
doctrina ignaciana sobre el tercer tiempo y en seguida pa-
sare a estudiar la forma en que San Ignacio encuentra de-
voción, es decir, facilidad de encontrar a Dios, en la a-
plicacion que de ella hace en la elección de la pobreza
que nos ocupa.

* * *
1. El tercer tiempo para hacer elección

Se funda en el uso de las propias potencias na-


turales y por tanto es menester que el alma se halle en
tiempo tranquilo, es decir: "cuando el anima no es agita-
da de varios espíritus y usa de sus potencias naturales
libera y tranquilamente" (EE 177). Los espíritus, pensa-
mientos y mociones venidos de fuera no dejarían al alma
la tranquilidad y libertad necesarias para considerar de-
tenidamente las razones en pro y contra de la elección.
Al P. Calveras le parece con toda razón que con
esto no se exluye la consolación, ya que como él dice:
"ésta no estorba, antes ayuda, cuando en medio de la paz
del espíritu que induce, con luces sobrenaturales hace
penetrar mejor el verdadero valor de las razones del ma-
yor servicio divino" (9).
Sin embargo, creo que aunque es verdad que en la
consolación más aconseja el buen espíritu (cf EE 318) y
que entre las formas de consolación están las apuntadas
por el padre, no debemos olvidar que el ángel malo se
transforma a veces en ángel de luz para salir con su in-
tento (cf EE 332) que "con causa puede consolar el alma
así el buen ángel como el malo" (EE 331) y que hay que
estar alerta para que la "consolación y mucho hervor" no
sean por lo menos ocasión de "promesa ni voto alguno in-
considerado y precipitado", sobre todo tratándose de per-
sonas de "ligera condición" (cf EE 14).
Para este tercer tiempo San Ignacio propone dos
modos de los cuales convendría hacer notar algunas dife-
rencias características:

• Respecto a la disposición del que elige. En


el primero requiere la plena indiferencia actual de la
voluntad y afección: "es menester - dice - hallarme in-
diferente, sin afección alguna desordenada, de manera que
no esté más inclinado ni afectado a tomar la cosa propues
ta que a dejarla" (EE 179).
El segundo supone un amor que mueva y haga ele-
gir la cosa de que se trata: así, la primera regla requie
re que "el que elige sienta primero en sí que aquel amor
mas o menos que tiene a la cosa que elige sea sólo por su
Criador y Señor" (EE 175).
54

• Respecto al procedimiento: En el primero re-


curre a la consideración detenida de los pros y contras y
a la valoración de su conjunto (cf EE 181-182). En el se-
gundo modo, atiende a consideraciones generales como son
el consejo que se daría a otra persona a quien se desea
toda su perfección, la hora de la muerte o el día del jui-
cio (cf EE 185-187).
Los dos, con todo, terminan acudiendo diligente-
mente a Dios en la oración para ofrecerle la elección he-
ha "para que su divina majestad la quiera recibir y con-
firmar, siendo su mayor servicio y alabanza" (EE 183).
En esta comparación de los dos modos, aunque el
segundo modo aparentemente excluye la indiferencia, en
realidad conserva lo esencial de ella, en cuanto que el
motivo que la saca de una indiferencia que podríamos lla-
mar absoluta e integrista, responde a la condicional de
la indiferencia ignaciana, "siendo igual servicio de Dios
nuestro Señor y salud de mi ánima" (EE 166), sobre todo,
en cuanto está dispuesto a corregir su inclinación, en
caso que no "descienda de arriba del amor de Dios y en
cuanto siente en sí que el amor mas o menos que tiene a
la cosa que elige es sólo por su Criador y Señor" (EE
184) (10).
San Ignacio propone además otro método sencillo
y práctico, sobre todo tratándose de materias en las que
nuestro amor propio y horror a lo desagradable y penoso
se encuentran interesados y puede usarse ya solo, ya en
función de los tiempos de hacer elección.
He aquí las palabras de San Ignacio en la cuarta
regla para ordenarse en el comer:
La cuarta: guardándose que no caiga en enfer-
medad, cuanto más hombre quitare de lo convenien-
te, alcanzará más presto el medio que debe tener
en su comer y beber, por dos razones: la primera,
porque asi ayudándose y disponiéndose, muchas ve-
ces sentirá más las internas noticias, consola-
ciones y divinas inspiraciones para mostrársele
el medio que conviene; la segunda, si la persona
se ve en la tal abstinencia y no con tanta fuerza
corporal ni disposición para los Ejercicios Espi-
rituales fácilmente vendrá a juzgar lo que convie-
ne más a su sustentación corporal (EE 213).
Veremos como San Ignacio, sin esclavizarse a nin-
guno de los métodos, va tomando de unos y otros los ele-
mentos que más le ayudan para el fin que pretende.

2. El tercer tiempo y la devoción de Ignacio

Aunque en el mismo Diario Espiritual de San Igna-


cio tenemos algunas alusiones a la aplicación del método
racional del tercer tiempo (cf Diario 11-14) contamos con
un documento precioso, donde aparecen los pros y contras
de la pobreza de las sacristías. Se trata de la "Delibera-
tio S.P.N. Ignatii de Paupertate", de la cual conservamos
el autógrafo escrito de puno y letra de San Ignacio (cf
MI Const I, 78-81).
Según todos los indicios esta deliberación fue
escrita, a más tardar, a principios de febrero de 1544, es
decir, antes de que comenzara a escribir las páginas que
conservamos del Diario Espiritual, o por lo menos en los
primeros días (11).
El documento consta deliresy'partes: en la prime-
ra se dan los "incómodos" para ríerlfener renta, en la se-
gunda los "cómodos" para no tenerla (cf MI Const I, 78- cj
81) .
En el primer grupo encontramos las razones que
les hablan movido a los seis compañeros a firmar la Deli-
beración del 1541. Así parece indicarlo el mismo Ignacio
al decirnos en la octava razón: "Después que dos (Ignacio
y Coduri) de la Compañía vieron la materia, aprobaron
todos los otros" (MI Const I, 79).
Las razones propuestas son buenas y sobrenatura-
les y tienen todas un fin y un motivo sobrenatural; pero
el medio u objeto inmediato que se pretende es algo mas
humano y material como la conservación de la Compañía en
la primera razón; el no ser molestos ni desedificativos,
en la segunda; la solicitud en buscar lo necesario, en la
tercera; y por fin en las últimas, el orden y concierto
en el estudio, oración, oficios, templo... (cf ibid, 78-
79).
En el segundo grupo, aunque se proponen los "in-
cómodos" para tener renta, el tono de las razones es pa-
56

recido al del primero, asi se habla de la mayor diligencia


en ayudar a los prójimos, mayor disposición para peregri-
nar y sufrir adversidades y mayor facilidad para persuadir
a los prójimos a la vera pobreza y abnegación (ibid, 79).
En todo esto no vemos falta ninguna, ya que todas
las razones son buenas y santas y dentro de la Iglesia Je-
rárquica.
En el tercer grupo encontramos que las razones
fundadas en medios naturales o están tachadas, según pare-
ce, de mano del mismo Ignacio (12) o las encontramos en-
tremezcladas con otras del ambiente netamente espiritual
de la tercera manera de humildad, nota predominante en es-
te tercer grupo.
La imitación e identificación con Cristo pobre,
humillado y en medio de tantas adversidades, la mayor ob-
servancia de los consejos evangélicos y el no descender
del primer ideal que se hablan formado, tomar "por cabe-
za al mismo Jesús nuestro Criador y Señor para ir debajo
de su bandera..." (MI Const I, 80) son las notas caracte-
rísticas de este grupo de razones.
De este trabajo de San Ignacio concluimos que:
según el primer punto del primer modo de hacer elección,
se propuso la materia de que quería hacer elección; en se-
guida, conforme al segundo, la norma definitiva que le de-
bía guiar: "La gloria y alabanza de Dios nuestro Señor..."
(EE 180), reflejada constantemente en las razones escri-
tas de su mano y antes de considerar los pros y contras,
busco en.las mociones de la voluntad y las ilustraciones
del entendimiento, la acción de Dios en las dos potencias
del alma (cf EE 180).
Así nos consta que lo hizo, por lo menos en los
días en que escribía el Diario Espiritual:
Después para discurrir y entrar por las elec-
ciones, y determinado, y sacadas las razones que
tenia escritas, para discurrir por ellas, hacien-
do oración a nuestra Señora, después al Hijo y al
Padre para que me diesen su Espíritu para discu-
rrir y para discernir (Diario 15).

Los puntos cuarto y quinto de la elección se re-


fieren al estudio de las razones y mociones racionales que
57

contrapone a sensuales (cf EE 181-182) y sobre ellos es-


cribe el Santo el 8 de febrero:
Luego después de la misa con devoción y no sin
ligrimas, pasando por las elecciones por hora y
media o más y presentando lo que más me parecía
por razones y por mayor moción de voluntad (Dia-
rio 8) .

La tarde del 8 y los tres días siguientes conti-


nua San Ignacio considerando las elecciones en un ambien-
te de tranquilidad, paz y devoción en los que no faltaron
las gracias extraordinarias elevadísimas y la conclusión
a que siempre llega es la misma: no tener nada.
El 9 ve tan clara la solución que nos dice: "te-
niendo por acabado y con mucha tranquilidad de mente y
así siempre me restaba con no tener nada" (Diario 11).
Sin embargo, al día siguiente vuelve a las elecciones por
la mañana y "a la noche, pasando por las elecciones, de
todo, de parte, de nada" (Diario 13).
El lunes 11 vuelve a "discurrir y entrar por las
elecciones, y determinado, y sacadas las razones que tenia
escritas, para discurrir por ellas" hace luego "oración a
nuestra Señora, después al Hijo y al Padre para que me
diesen-dice Ignacio - su Espíritu para discurrir y para
discernir, aunque hablaba ya como cosa hecha" (Diario 15)
y pasa a describir su estado de ánimo: "sintiendo asaz de-
voción y ciertas inteligencias con alguna claridad de vis-
ta" (13).
En estas circunstancias añade: "Me senté mirando
casi en genere el tener todo, en parte y no nada, y se me
iba la gana de ver ningunas razones..." (Diario 15). La
consideración sigue la pauta de la deliberación, pero de
una manera muy general y estando en ella recibe una ilus-
tración sobre la misión de los Apóstoles, ya apuntada en
la "Deliberación de la Pobreza" (cf MI Const I» 80) entre
los pros para no tener nada, ahora esclarecida y completa-
da. He aquí sus palabras:
... en esto veniéndome otras inteligencias, es a
saber, cómo el Hijo primero envió en pobreza a
predicar a los Apóstoles y después el Espíritu
Santo, dando su Espíritu y lenguas los confirmo,
58

y asi el Padre y el Hijo, enviando el Espíritu


Santo, todas tres Personas confirmaron la tal mi­
sión (Diario 15)

Al recibir estas otras inteligencias parece como


si el sentimiento de su unión con Dios se hubiera acrecen­
tado y escribe: "a esto entrando en mi mayor devoción" (14)
y con ella una desgana de mirar más en la elección.
Ya comenzamos a ver cómo el mismo tercer tiempo
de hacer elección lo practica Ignacio en un ambiente de
unión con Dios, mezclándolo con el segundo. Esta mezcla
de tiempos de elección la iremos viendo en todo el trans­
curso de este capitulo, sin que esto nos haga olvidar el
marco histórico de preocupaciones y ocupaciones en que vi­
vía San Ignacio en los días precisos en que hacia esta e-
lección.
Mas, antes de seguir adelante en el estudio de la
devoción de San Ignacio en el uso del tercer tiempo y en­
trar en las oblaciones y confirmaciones finales, veremos
el uso que hace del segundo sobre el mismo problema de la
pobreza.

3. Ignacio encuentra devoción


al usar el segundo tiempo

El segundo tiempo de hacer elección es, escribe


San Ignacio, "cuando se toma asaz claridad y conocimiento
por experiencia de consolaciones y desolaciones, y por ex­
periencia de discreción de varios espíritus" (EE 176).
Dije en el capitulo segundo que la devoción era una espe­
cie de consolación y, por tanto, este tiempo entra de lle­
no en nuestro problema. De hecho San Ignacio tiene cuida­
do de anotar la presencia de la devoción durante la elec­
ción, las oblaciones y confimaciones, como veremos.
En el Diario Espiritual aparecen con toda clari­
dad, desde el primer día, las aplicaciones del segundo
tiempo que, como explica admirablemente el Dr. Ortíz en
las Anotaciones sobre los Ejercicios, recientemente presen­
tadas al publico por el P. Camilo Abad, comprende dos mé­
todos que el Dr. Ortiz llama "experiencias":
59

"En la primera experiencia, cuando el alma entra


en la contemplación, no toma determinada la variedad de
uno de los dos propósitos, afirmativo o negativo, de las
partes contrarias en que delibera cuando empieza a inqui-
rir sobre ellas, sino solamente en cómo se propone la ma-
teria uniformemente en disformes y diversos tiempos (de)
desolación y consolación: a la cual consolación, para al-
canzarla de Dios, no se dispone el alma primero con deter-
minación de ninguna de las partes; sino, por otra vía de
su contemplación, aguarda a cuando la tiene. De manera que
el propósito y la intención con que empieza tómalos dis-
formes. Pero, en la segunda experiencia, es al revés, que
los tiempos en que el ánima comienza son uniformes, con-
viene a saber de desolación privativa; y los propósitos e
intenciones con que en ellos diversas veces empieza son
contrarios, de entrambas las dos partes; y con la varia
determinación de ellas se dispone para hallar y alcanzar
en una parte de ellas la consolación con que nuestro Se-
ñor la aprueba" (15).
Ejemplo del primer modo o experiencia lo encon-
tramos ya el 2 de febrero, cuando San Ignacio escribe:
"Abundancia de devoción en la misa, con lágrimas, con
crecida fiducia en nuestra Señora, y más a no nada, en-
tonces y todo el día" (Diario 1-2). San Ignacio hace sus
Ejercicios Espirituales sin llevar en la mente ninguna
determinación y después de haberlos hecho con devoción,
lágrimas..., encuentra que su animo se inclina a no nada,
es decir a no teñir ni aceptar renta alguna (cf MI Const
I, 87, nota 4 ) .

No indica San Ignacio que estos días se pusiera


a considerar las elecciones exprofesso, sino que sencilla-
mente iba a la oración y decía su misa y examinaba luego
las mociones y visitas de Dios, experimentadas durante
ellos y luego veía a donde le inclinaban éstas. En otras
ocasiones sí experimentaba estas mociones y visitas a pro-
posito de haber estado examinando los pros y contras de
la elección (cf Diario 7-9).
Por el contrario, otras veces se atiene al segun-
do modo o experiencia: comienza sin moc'ión especial que
podría ser la situación de "tiempo tranquilo" (cf EE 177)
o de "desolación privativa" según el Dr. Ortiz, y con un
proposito en el alma, que en el caso concreto de San Ig-
60

nació era, por lo general, en los días que nos ocupan, el


no tener nada de renta para los templos y examina luego
la reacción por parte de Dios.
Vemos ya como se entabla este diálogo entre Ig-
nacio y Dios: Ignacio busca la divina voluntad y Dios se
le hace encontradizo por medio de su consolación o de al-
guna moción y esto con la facilidad de la devoción en que
parece moverse constantemente Ignacio.
El 5 de febrero escribe Ignacio:
Antes de la misa, en ella y después de ella,
con abundancia de devoción, lágrimas (interiores
y exteriores) y dolor de ojos por tantas, y ver
a la Madre y al Hijo propicios para interpelar
al Padre estando (yo) y moviendo (me las gra-
cias) mas a no nada, entonces y todo el día...
(Diario 4) .

Estando, por tanto, San Ignacio en esta actitud


de no aceptar rentas, le vienen todas esas gracias indi-
cadas y esas mismas gracias le mueven a no aceptar las di-
chas rentas. Devoción y elección son los centros. Ignacio
busca la divina voluntad y Dios se le hace encontradizo con
la devoción.
El 8 de febrero vuelve a escribir las gracias que
recibe estando como el dice "con intención de no nada".
Estas gracias, entre las que la devoción juega un papel
muy importante, nos muestran ya las relaciones íntimas que
mediaban entre Dios e Ignacio:
Notable devoción, en oración y lágrimas, des-
de el preparar de la misa, y en ella mucha abun-
dancia de devoción y lágrimas asi mismo y con re-
tener la palabra, cuando podía, estando con in-
tención de no nada; luego, después de la misa con
devoción y no sin lágrimas, pasando por las elec-
ciones por hora y media o más, y presentando lo
que mas me parecía por razones y por mayor moción
de voluntad, es a saber: no tener renta alguna,
queriendo esto presentar al Padre por medio y
ruegos de la Madre y del Hijo, y primero hacien-
do oración a ella, porque me ayudase con el Hijo
y Padre, y después orando al Hijo me ayudase con
el Padre en compañía de la Madre (Diario 7-8) (16).
61

Aquí tenemos la presentación de la elección a la


que ha llegado después de considerar detenidamente las ra-
zones y mociones de la voluntad. En esta presentación bus-
ca el beneplácito divino y busca a Dios en sus dones y
gracias.
Esta actitud es la que ha dejado pormenorizada en
el Directorio Autógrafo:
Se podría usar de presentar un día a Dios nues-
tro Señor una parte, otro día otra, como sería un
día los consejos y otro los preceptos, y observar
a dónde le da más señal Dios nuestro Señor de su
divina voluntad, como quien presenta diversos man-
jares a un príncipe y observa cuál de ellos le a-
grada (17)
Nos encontramos aquí ante la magnífica descrip-
ción del siervo devoto, cuyo único anhelo es buscar el be-
neplácito de su Señor y cuyo mayor galardón es recibir en
retorno la sonrisa de la devoción.
Veamos, en concreto, en este caso cual fue la res-
puesta del cielo:
Sentí - escribe Ignacio - en mí un ir o llegar-
me delante del Padre, y en este andar un levantár-
seme los cabellos, y moción como ardor notabilísi-
mo en todo el cuerpo, y consecuentemente a esto,
lágrimas de devoción intensísima (Diario 8 ) .

En estas líneas del Diario encontramos varios e-


lementos de suma importancia: lo primero que experimenta
San Ignacio es el ser llevado a la presencia de Dios. Esto
le produce una resonancia extraordinaria en todo su cuerpo
y luego como consecuencia de esto "consecuente" (18) la-
grimas y devoción intensísima. El efecto, por tanto, de
esta presencia de Dios es la devoción intensísima: amor,
dedicación, rendimiento incondicional a Dios.
Al considerar estas experiencias extraordinarias
de San Ignacio, escritas por el mismo, debemos recordar
el recato y prudencia del Santo en lo relativo a revelacio-
nes (cf MI Epp XII, 633-654) y la rectificación que el
mismo hacía de lo que escribía: "Esto después leyendo, y
juzgando estar bien escrito, venirme una nueva devoción no
62

sin agua a los ojos; después, acordándome de estas gracias


recibidas, una nueva devoción" (Diario 9 ) .
El mismo día por la tarde vuelve a escribir una
experiencia semejante:
... andando por las elecciones así mismo, y ha-
ciendo elección de no tener nada, hallándome con
devoción, me hallaba con una cierta elevación y
muy tranquilamente sin contradicción alguna a
tener alguna cosa (Diario 9 ) .

El 9 del mismo mes repite la misma experiencia:


Pasando por las elecciones con mucha tranqui-
lidad y devoción, en todo me parecía no tener par-
te (de la renta), ni todo, ni ser cosa asaz digna
para mirar en ello, teniendo por acabado (19) y
con mucha tranquilidad de mente y así siempre me
restaba con no tener nada (Diario 11).

Terminada la deliberación, si atendemos al ter-


cer tiempo de hacer elección, le falta a Ignacio hacer la
oblación que pide el sexto punto:
Hecha la tal elección o deliberación, debe ir
la persona que tal ha hecho, con mucha diligencia
a la oración delante de Dios nuestro Señor y ofre-
cerle la tal elección para que su divina majestad
quiera recibir y confirmar, siendo su mayor ser-
vicio y alabanza (EE 183).

Si atendemos al segundo tiempo, que San Ignacio


va aplicando desde el primer día simultáneamente, seguirá
examinando los movimientos de su alma y a dónde le inclina
la consolación y a dónde la desolación. Sobre esto nos
presenta una síntesis admirable el 12 de marzo, ultimo
día de la elección de la pobreza. He aquí sus palabras:
De ahí a cuarto de hora (20) un despertarme con
conocimiento o claridad, cómo el tiempo que el
tentador me traía pensamientos contra las Perso-
nas Divinas y mediadores, me ponía o quería poner
dubitación en la cosa, y por el contrario, cuando
sentía visitaciones y visiones de las Personas
Divinas y mediadores, toda firmeza y confirmación
de la cosa, y este sentir con un gusto espiri-
tual, y como viniendo agua a los ojos con mucha
seguridad de ánima (Diario 152).

4. La devoción de Ignacio y el primer tiempo

Antes de pasar a estudiar las oblaciones y con-


firmaciones de la elección, conviene decir alguna palabra
sobre la devoción de San Ignacio en el uso del primer mé-
todo .
Existe una diferencia radical entre éste y los
tiempos anteriores: en los anteriores se supone un traba-
jo personal que busca; en este aunque el trabajo de bus-
car no queda del todo excluido, sin embargo, como se tra-
ta de un modo totalmente extraordinario, en él, como dice
el mismo San Ignacio en el Directorio Autógrafo, "no se
puede hacer fundamento para buscar" la divina voluntad
(21), ya que tiene lugar cuando "Dios nuestro Señor asi
mueve y atrae la voluntad, que sin dudar ni poder dudar,
tal alma devota sigue a lo que le es mostrado; así como
San Pablo y San Mateo lo hicieron en seguir a Cristo núes
tro Señor" (22).
Se trata por tanto de la acción extraordinaria d
la gracia (23) en las dos facultades del alma; en el en-
tendimiento, mostrándole el objeto o acción a que Dios
quiere mover, y en la voluntad, moviéndola con tanta fuer
za y eficacia que "sin dudar ni poder dudar, tal alma de-
vota sigue a lo que le es mostrado".
Por lo que respecta a la devoción, los tres ele-
mentos de que nos habla el P. Suárez nos pueden dar algu-
na luz. Tres elementos, dice, se dan en la verdadera de-
voción: el querer dedicarse al servicio y culto divino,
el quererlo con prontitud y el quererlo con gusto y suavi
dad (24).
En este primer tiempo quedan desde luego inclui-
dos los dos primeros elementos, no necesariamente el ter-
cero, pero fácilmente se comprende, que siendo consciente
el alma de la acción extraordinaria de Dios, se encuentra
en condiciones favorables para experimentar el gusto y
suavidad de la devoción.
64

Que esto de hecho suceda lo que da a entender San


Ignacio al escribir a Sor Teresa Rejadell el 19 de junio
de 1536:
Acaece que muchas veces el Señor nuestro mueve
y fuerza a nuestra alma a una operación y a otra
abriendo nuestra alma; es a saber, hablando den-
tro de ella sin ruido alguno de voces, alzando
toda a su divino amor, y nosotros a su sentido,
aunque quisiésemos, no pudiendo resistir, y el
sentido suyo que tomamos, necesario es conformar-
nos con los mandamientos, preceptos de la Iglesia
y obediencia de nuestros mayores y lleno de toda
humildad, porque el mismo Espíritu divino es en
todo (MI Epp I, 105).

Con este "alzando todo a su divino amor y noso-


tros a su sentido" realizamos la intima conexión entre la
devoción y el primer tiempo de hacer elección, en el que
la prudencia de San Ignacio no quiere que se pierda de vis-
ta la norma segurísima de la autoridad de la Iglesia.
Por lo que toca a la presencia de este tiempo en
el Diario Espiritual de San Ignacio, algunos reconocen pa-
sajes que se le asemejan bastante y entre ellos señalan el
del 23 de febrero cuando escribe:
Este pensamiento (de Jesús cabeza de la Compa-
ñía) me movía a devoción y a ligrimas y a una
firmeza que, aunque no hallase lagrimas en misa
o en misas, etc., me parecía que este sentimien-
to era bastante en tiempo de tentaciones o tri-
bulaciones, para estar firme" (Diario 66)

Otro pasaje que parece indicar rasgos de este


primer tiempo es el que encontramos el 24 de febrero:
En estos tiempos era en mi tanto amor, sentir
o ver a Jesús, que me parecía que adelante no po-
día venir cosa que me pudiese apartar de él ni ha-
cerme dudar acerca de las gracias o confirmación
recibida (Diario 75).

También el 12 de marzo encontramos expresiones pa-


recidas, que es prácticamente imposible discernir de los
65

tiempos segundo y tercero, sobre todo al tratarse de las


oblaciones y confirmaciones de la elección.
Por lo pronto, podemos dejar establecido que en
el uso de los tres tiempos encontró San Ignacio devoción
y en ella al mismo Dios en sus dones. Desde el primer día
del Diario Espiritual vemos entablarse este dialogo en el
que Ignacio busca la divina voluntad y Dios le responde
mostrándole con la devoción que le infunde, su divino be-
neplácito. Las mismas discusiones de las razones que van
en un ambiente de devoción y las luces que en ellas reci-
be, le mueven a devoción.
En cuanto al segundo tiempo y los rasgos que del
primero encontramos, todos ellos aparecen íntimamente li-
gados a la devoción.
La exquisita sensibilidad de Ignacio para sentir
los más pequeños indicios del divino beneplácito aparece-
rá más de relieve en el Capítulo Sexto.
Con esto pasamos a estudiar las oblaciones y con-
firmaciones en el capítulo siguiente, que aunque pueda
considerarse como continuación del presente, tiene, sin
embargo, su aspecto especial, por suponer ya una conclu-
sión determinada que ofrece y espera ver confirmada.

* * *

N O T A S

1. MI Exercitia Spiritualia Sancti Ignatii de Loyola et


eorum Directoría, 238, notas a_ y 1_.
2. Obras Completas de San Ignacio de Loyola, BAC, Madrid
2
1963 , 199, nota 12.
3. Clemence J., "Le discernement des esprits dans les
Exercices Spirituels de Saint Ignace", en RAM 27 (1951),
356.
66

a e
4. Santo Tomás, Summa II, I I , q.45, a.2, c.
5. Cf León XIII, Encíclica "Divinum Illud", en AAS 29
a e
(1897), 653-654; cf Santo Tomás, Summa I, I I , q.68,
a.l, 4m; De Veritate, q.14, a.10, 10.
6. Santo Tomás explica esta connaturalidad en la siguien-
te forma: "Huiusmodi autem compassio, sive connatura-
litas sive affinitas ad res divinas fit per caritatem,
quae quidem unit nos Deo, secundum illud (1 Co 6,17)
qui adhaeret Deo, unus spiritus est. Sic ergo sapien-
tia, quae est donum, causam quidem habet in volúntate,
scilicet caritatem: sed essentiam habet in intellectu,
a e
cuius actus est recte iudicare", Summa, II, I I , q.
a e
q.45, a.2, c; cf I, I I , q.23, a.2, c.
7. Sobre la naturaleza de los dones del Espíritu Santo
cf De Guibert J., Theologia Spiritualis Ascética et
Mística, Roma 1952, 140-149.
8. Hernández E., "La elección en los Ejercicios de San
Ignacio", en Miscelánea Comillas 26 (1956), 115-116;
Ayerra J., "La elección y sus tiempos", en Miscelánea
Comillas 26 (1956), 95-97.
9. Calveras J., "Es ilícito querer saber la voluntad de
Dios por via directa?", en Manresa 14 (1942), 253.
10. Cf Hernández E., "La elección en los Ejercicios", 136.
11. Asi lo atestiguan las alusiones que acabamos de adu-
cir al referirnos al tercer tiempo de hacer elección
en el Diario y la autoridad de los padres Codina (cf
MI Const I, XCIII), Larrañaga (cf Obras Completas de
San Ignacio de Loyola I, BAC, Madrid 1947, 696, nota
16), Iparraguirre (cf Obras Completas..., op.cit.,
321, nota 25), Casanovas (cf Biblioteca deis Exercicis
Espirituals de Sant Ignasi de Loyola, VII, Madrid
1930-1936, 161).

12. Cf MI Const I, 81, nota 4; cf Iparraguirre I., Obras


Completas..., op.cit.,
13. Recordemos que el tiempo tranquilo requirido en el
tercer tiempo de hacer sana y buena elección no es a-
quel en el que se excluya toda consolación, mas aun
dado que "en la consolación nos guía y aconseja más
el buen espíritu" (EE 318) con ella sale favorecida y
67

si perdura durante la elección, de alguna manera con­


firmada .
14. Desde ahora conviene notar el cuidado que tenía S.
Ignacio en la precisión de sus expresiones, pues no
debemos creer que porque se trataba de un escrito
destinado exclusivamente a uso privado y personal,
su lenguaje fuera impreciso. Baste por ahora como e-
jemplo, entre otras muchas correcciones que el mismo
hizo en estas páginas, la del día 17 de febrero, en
la que tachó la palabra "mucha" de la expresión "mu­
cha devoción (cf MI Const I, 97, nota 80) y la dis­
cusión crítica al pie de la misma página.
15. Abad C , "Unas anotaciones inéditas sobre los Ejer­
cicios de San Ignacio compuestas por el Doctor Pe­
dro Ortiz y su hermano Fr. Francisco", en Miscelánea
Comillas 25 (1956), 88.
16. Cf los tres coloquios que con frecuencia aconseja San
Ignacio al ejercitante: EE 62-64, 147, 156, 168, 199.
17. MI Directoria II, 76. Esta comparación la encontramos
en varios otros directorios como el de Miró, n. 89,
(ibid, 402), el de González Dávila, n. 124 (ibid.,
517-518), el del padre Aquaviva, n. 195 (ibid., 703-
704) .
18. Según el P. Calveras, en San Ignacio "'consequente'
expresa siempre sucesión lógica, nunca ilación",
EE Directorio..., 399.
19. Parece referirse aquí al asunto de la elección y dis­
cusión de pros y contras.
20. Según los adjuntos sería a eso de las 2 pm, después
de haber concluido la elección.
21. MI Directoria II, 72; cf González Dávila, n.119 (ibid,
516); Aquaviva, n.187, (ibid, 689-701).
22. EE 175. Cf el caso de San Ignacio en Manresa, cuando
se le presentó delante carne para comer y juntamente
un grande asenso de la voluntad para que de allí en
adelante la comiese (Autob 27).
23. Cf Larranaga V., La espiritualidad de San Ignacio de
Loyola, Madrid 1944, 181; Calveras J., Que fruto se
ha de sacar de los Ejercicios de San Ignacio?,Bar ce-
68

lona 1951, 81; Id, "Buscar y hallar la voluntad divi­


na por los tiempos de elección de los Ejercicios de
San Ignacio", en Manresa 15 (1943), 252-270; Id, "Es
ilícito querer saber la voluntad de Dios por via di­
recta?", en Manresa 14 (1942), 247-269; González L.,
El primer tiempo de elección según San Ignacio, Ma­
drid 1956, 31-63.
24. Suárez, De Religione, Tr. 4, L.2, c.6, 5.

* * *
69

CAPITULO V

EL DON DE LA DEVOCIÓN,
SEÑAL DEL DIVINO BENEPLÁCITO

San Ignacio propone en los Ejercicios que el e-


jercitante, una vez hecha la elección, se vaya con "mucha
diligencia a la oración delante de Dios nuestro Señor y
ofrecerle la tal elección para que su divina majestad la
quiera recibir y confirmar, siendo su mayor servicio y a-
labanza" (EE 183). No es, con todo, Ignacio, un hombre
que se esclavice a los métodos y así como en las eleccio-
nes que consideramos en el capítulo anterior, mezcla los
tres tiempos de hacer elección, así también va mezclando
las elecciones con las oblaciones, al buscar el divino
beneplácito.
En el presente capítulo veremos cómo el Santo va
encontrando devoción en su trato con Dios y en los ofre-
cimientos de la elección y decisiones tomadas, y esta mis-
ma devoción es para el una señal del divino beneplácito.

1. Devoción de San Ignacio


en las oblaciones de la elección

El Diario Espiritual de San Ignacio, comenzado el


2 de febrero, ya el 10 del mismo mes habla de oblaciones
de la elección, no obstante que en los siguientes días
continuarán apareciendo en sus páginas nuevas discusiones
sobre la elección que el Santo traía entre manos, es de-
cir, sobre la pobreza de las casas de la Compañía.
Este dia 10 escribe: "Andando por las elecciones
y haciendo la oblación de no tener nada". No se hace espe-
rar la respuesta del cielo y así dice que la oblación la
hizo "con mucha devoción y no sin lágrimas..." (Diario 12).
Después, "a la noche, de nuevo pasando por las elecciones,
de todo, de parte, de nada, haciendo la oblación de no na-
70

da", experimenta una vez mas la señal del divino beneplá-


cito: "con mucha devoción, paz interior y tranquilidad de
ánima, con una cierta seguridad o sentido de ser buena e-
leccion" (Diario 13). Encuentra devoción, al hacer obla-
ción.
El lunes 11 de febrero, después de mirar "casi in
genere el tener todo, en parte y no nada, se le iba la ga-
na de ver ningunas razones" (Diario 15) y con ésta y otras
contrapruebas de las razones consideradas, pasa luego a
hacer una nueva oblación y escribe:
... con un lacrimar y sollozos, hice la oblación
de no nada al Padre, de rodillas, y con tantas
lágrimas por la cara abajo y sollozos al hacer de
la oblación, y después, casi no me pudiendo le-
vantar de sollozos y lagrimas de devoción y gra-
cia que recibía, y asi tándem me levante, y le-
vantado aun seguirme la devoción con los sollozos
ellos viniendo habiendo hecha la oblación de no
tener nada, dando por rata, válida... (Diario 16).

Por qué no da con esto por terminada la elección?


El mismo día repite San Ignacio dos veces que tenia ya la
elección como cosa acabada. No había ya encontrado la vo-
luntad de Dios, la había confirmado y habla hecho el ofre-
cimiento de la elección? Veamos lo que dice el mismo Igna-
cio:
Teniendo la cosa por acabada, si no fuere por
dar gracias y por devoción del Padre y de misa de
la Trinidad, según que antes tenia pensado decir-
la el martes de mañana (Diario 19).

El agradecimiento y la devoción son los dos moti-


vos para no terminar. Parece dar a entender con esta devo-
ción al Padre que de el esperaba una confirmación más di-
recta, de la elección, ya que la habla recibido sólo indi-
recta por medio de los dones y gracias del Espíritu Santo
(1).

* * *
71

2. La devoción de San Ignacio


en los combates de la elección

Al día siguiente la elección comienza a ser com-


batida. En un párrafo que encontramos tachado en el manus-
crito original, dice Ignacio que en amaneciendo le vino la
tentación de admitir rentas solamente para la iglesia.
Venció la tentación, al parecer, con facilidad y así ana-
de:
Con mucha claridad y noticias y con asaz devo-
ción, queriendo en todo cerrar contra aquel pun-
to, en mucha paz y conocimiento y dar gracias a
las Personas Divinas, asimismo con asaz devoción
(Diario 22).

Las mismas luchas en contra de la elección le lle-


van a encontrar de nuevo a Dios y no se hace esperar el don
de la devoción. Los días siguientes, a pesar de una falta
que tuvo y de la que hablaremos después, se conserva firme
en la oblación hecha (2), y el viernes 15, por fin encuen-
tra al Padre a quien buscaba y a quien creía haber ofendi-
do: "Me viene una gran moción de lágrimas y sollozos, con
un cierto ver y sentir que el Padre celestial se me mos-
traba propicio y dulce" (Diario 3 0 ) . Todo esto en medio de
sentimientos espirituales intensísimos en los que inter-
viene de una manera muy inmediata la Santísima Virgen. En
cuanto a la elección se contenta con añadir: "Sin dudar de
la primera oblación hecha" (Diario 3 1 ) .

• La donación de 'Paulo III. Al presentar el


marco histórico-ascetico en que se encontraba San Ignacio
en estos días del Diario Espiritual, hablamos de la renta
que Paulo III había dado a la sacristía de la Iglesia de
Nuestra Señora de la Estrada en la bula "Sacrosanctae",
al entregar esta iglesia a los jesuitas. El 16 de febrero
recuerda esta donación, a la que habría que renunciar en
caso de no aceptar rentas para las sacristías. Vuelve a
considerar las elecciones durante una hora y con toda
tranquilidad repite su oblación de "no tener ni para la
iglesia". En cuanto a la renta dada escribe: "mirando el
punto y mirando la renta dada, pareciendorne ser nudos e
impedimentos del enemigo" (Diario, 34).
72

El mismo día le acecha de nuevo la tentación in-


vitándolo a dar dos días más a las elecciones. Considera
despacio las razones espirituales que a ello le podrían
mover y reconociendo que todo era tentación, cae de rodi-
llas "ofreciendo de no mirar mas elecciones, mas tomando
dos días... decir misa para dar gracias y reiterar las
oblaciones" (Diario 3 7 ) .
No se trataba, por tanto, de buscar más razones
en pro o en contra, sino de hacer la oblación a Dios, de
la elección ya hecha. A esta actitud de Ignacio, siguieron
grandes regalos espirituales, "devoción y lágrimas" como
ratificación del cielo, de la oblación.

3. Devoción de San Ignacio


en la confirmación de las oblaciones

Es cierto que la devoción, lágrimas y demás re-


galos espirituales que San Ignacio experimentaba al hacer
las oblaciones eran ya una confirmación implícita de la
elección, sin embargo, San Ignacio la busca más explícita
y confirma su oblación el 18 del mismo mes, día de la se-
gunda misa.
Por la mañana despierta "pesado y desierto de to-
da cosa espiritual... con... desconfianza de hallar gracia
en la Santísima Trinidad" (Diario 4 4 ) . Le vienen entonces
varios pensamientos de ayunar o tomar algunas otras dili-
gencias a fin de conseguir la gracia que tanto busca; por
fin resuelve renovar la confirmación de las oblaciones pa-
sadas y acudir para ello a la mediación de los santos, de
nuestra Señora y de su Hijo a fin de que, decía, "mi con-
firmación (de la oblación) ultimada y dar gracias, subie-
sen adelante del trono de la Santísima Trinidad" (Diario
46) .
Pone en practica lo que aconseja en las grandes
ocasiones de los Ejercicios. Recordemos las composiciones
de lugar de los Binarios y de la Contemplación para alcan-
zar amor y las oblaciones de mayor estima y momento hechas
al Rey Eternal, y todo esto siguiendo las indicaciones del
sexto punto de la elección, hecha en el tercer tiempo:
"Hecha la tal elección o deliberación debe ir la persona
73

que tal ha hecho con mucha diligencia, a la oración de-


lante de Dios nuestro Señor y ofrecerle la tal elección
para que su Divina Majestad la quiera recibir y confirmar
siendo su mayor servicio y alabanza" (EE 183).
Confirma su oblación y su organismo se estremece
ante la presencia de los dones espirituales extraordina-
rios: "En esto y adelante con muy grande efusión de lá-
grimas, mociones y sollozos interiores", íntimamente li-
gados, como vermos a la devoción ignaciana, "item pa-
reciendo como que las venas o partes del cuerpo sensible-
mente sintiéndose..." (3).
Ignacio busca el divino beneplácito y Dios se le
hace encontradizo; mas, no como uno que va de paso, sino
penetrándolo hasta lo más íntimo de su ser. En medio de
estas experiencias prosigue Ignacio:
Hice la confirmación ultimada a la Santísima
Trinidad delante de toda su corte celestial, dan-
do gracias con mucho intenso afecto, primero a
las Personas Divinas, después a nuestra Señora y
a su Hijo, después por los angeles, santos...
(Diario 47).

4. Devoción de San Ignacio


en la confirmación de la elección

• Petición de la confirmación divina. Después,


al preparar el altar para decir misa le vienen ciertos ím-
petus que brotan en forma de una petición iterada de con-
firmación dirigida al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo,
a la Santísima Trinidad y a un solo Dios (4), y como si
esta oración no le pareciera suficientemente apremiante
exclama: "con un decir: y Padre Eterno no me confirmaréis?
como que tenia por sí, y así al Hijo y al Espíritu Santo"
(Diario 4 8 ) .
Entonces comienza a decir la santa misa "no con
lagrimas ni en todo sin ellas, con una cierta devoción
calorosa y como rúbea y muchos anhélitos de asaz devoción"
(5)
74

• No vecihe la oonfivmao-ión deseada. Después


de estas elevaciones hasta la Santísima Trinidad, con es­
tas experiencias aun corporales, nos llama la atención la
presencia de la desolación. Ya desde el levantarse tenía
cierta desconfianza de hallar la gracia en la Santísima
Trinidad y quiza a esto se debe también el haber echado
mano de tantos intercesores y la repetida petición de con­
firmación.
Aun durante la misa la desolación lo visita: "
... le venían unos pensamientos como no venía e-
fusión de lagrimas, punzándole (me) y quitando la
devoción, y moviéndole (me) a no se (me) conten­
tar con no se así confirmar con la última misa de
la Trinidad (Diario 49).

La falta de confirmación contraría a Ignacio y


aunque procura serenarse y reflexionar, la desolación in­
siste y así continúa en su Diario Espiritual:
Siguiendo adelante por algunas horas hasta ve­
nir pensamiento de no curar de decir más misas,
indignándome con la Santísima Trinidad (Diario 50).

Esta frase nos parece sumamente dura, pero creo


que hay que entenderla en el contexto y teniendo en cuenta
la delicadeza de conciencia del Santo. Como de este aspec­
to nos ocuparemos en el capítulo siguiente, por lo pronto
solo nos fijaremos en lo que significaba este "no se así
confirmar la elección" Y la elección hecha? Y las obla­
ciones que parecían haber sido recibidas por Dios? El
tercer grado de humildad?... Los adjuntos históricos en
que hemos visto que se encontraba el Santo al hacer elec­
ción? Qué significaba este "no se así confirmar la elec­
ción"?

La confirmación no vendrá hasta el día siguiente.


Entonces tiene grandes ilustraciones de la Santísima Tri­
nidad, tan extraordinarias que "me parecía - dice el San­
to - que con buen estudiar no supiera tanto... aunque toda
mi vida estudiara" (Diario 52). Semejantes ilustraciones
y representaciones le duraron todo el día aun andando por
la ciudad. La conclusión, por otra parte, en lo referente
al negocio que le ocupaba, la elección, se reduce a: "To­
das estas cosas corroborando lo hecho, me animaba para a-
delante".
75

La devoción juega un papel importante en esta


confirmación. Ya la oración breve que hacia al levantar-
se, fue "no sin lágrimas, y después con devoción y con-
fianza espiritual de decir misas de la Santísima Trini-
dad" (Diario 51). Después de la misa y las ilustraciones
extraordinarias mencionadas y como animado por ellas, pi-
de instantemente la confirmación. Sus mismas palabra son
elocuentes:
Padre eterno, con(f irmadme) , Hijo... confir-
madme)... una mucho grande efusión de lágrimas
por el rostro y con crecerme la voluntad de per-
severar en sus misas, y con muchos sollozos in-
tensos, allegándome mucho y asegurándome en cre-
cido amor de la su Divina Majestad (Diario 53).

En estas lágrimas, sollozos, en este allegarse


mucho y crecido amor, no podemos menos que reconocer la
presencia de ese encuentro fácil con Dios, de que habla
al definir la devoción.

• La confirmac-ion de Jesús. El 20 y el 21 si-


guen más o menos en el mismo ambiente. El 22 San Ignacio
se siente indigno aun de invocar el nombre de la Santísi-
ma Trinidad y con esto parece que Dios lo prepara a lo
que el P. Abad llama el ciclo de "Jesús Hombre-Dios, Me-
diador Único" (6).
El 23 le viene el pensamiento de Jesús y con él
las razones que tenía escritas en favor de la pobreza:
Un moverme a seguirle, pareciéndome interna-
mente, siendo él la cabeza de la Compañía, ser
mayor argumento para ir en toda pobreza, que to-
das las otras razones humanas, aunque me parecía
que todas las otras razones pasadas en elección
militaban a lo mismo, y este pensamiento me mo-
vía a devoción y a lágrimas, y a una firmeza,
que, aunque no hallase lágrimas en misa o en mi-
sas, me parecía que este sentimiento era bastan-
te, en tiempo de tentaciones o tribulaciones para
estar firme (Diario 66).

En seguida recuerda la visión de La Storta, cuan-


do "sintió tal mudanza en su ánima y vio tan claro que
76

Dios le ponía con Cristo su Hijo que no tendría ánimo de


dudar de esto, sino que Dios Padre le ponía con su Hijo"
(Autob 9 6 ) .
El pensamiento de su unión con Cristo, cabeza de
la Compañía, obra del infinito amor del Padre, le mueve a
devoción, lágrimas y firmeza.
Todo este día y el siguiente se encuentra San
Ignacio con el sentimiento predominante que el mismo ano-
ta al margen de su manuscrito: "Confirmación de Jesús"
(Diario 65 y 71) y así escribe al terminar sus apuntes
del 24 de febrero:
En estos tiempos era en mí tanto amor, sentir
o ver a Jesús, que me parecía que adelante no po-
día venir cosa que rae pudiese apartar de el ni
hacerme dudar cerca las gracias o confirmación
recibida (Diario 75).

El 25 del mismo mes, se siente tan seguro de la


confirmación recibida, que ya no pide ni siente necesidad
alguna de confirmación de decir misas. Lo mismo repite el
27.
Los siguientes días son de sumo interés, no tan-
to bajo el punto de vista de la elección que parece ya
concluida y confirmada, sino de las lecciones que nuestro
Señor le quiere dar y de las relaciones entre Dios e Ig-
nacio .
Ignacio en los días del Diario Espiritual se mue-
ve en dos circuios paralelos íntimamente unidos: el uno
tiene por centro la solución del problema que le preocupa,
es decir, encontrar la voluntad de Dios en la elección de
la pobreza de las casas de la Compañía; el otro gira al-
rededor de sus relaciones personales con Dios. La devoción
en el primero es el objeto del presente capítulo, la devo-
ción en el segundo será el del siguiente.
San Ignacio en los días siguientes sólo esperará
la indicación del mismo Dios para dejar el asunto de la
elección de la pobreza, por concluido.
77

5. La devoción de San Ignacio


en las luchas del ultimo día de elección

Tanto el P. Casanovas como el P. Larranaga ven en


San Ignacio un designo de terminar la elección en cuarenta
días (7). Ciertamente se nota desde el principio de los
apuntes de este día cierta preocupación por terminar, que
por lo demás no es la primera vez que aparece en esta úl-
tima semana. Existe también la coincidencia de que se pre-
sente precisamente y con intensidad especial, en el cua-
dragésimo día de la elección, como lo advierte el P. Larra-
naga (8). Además, el señalar un numero fijo de días para
terminar el asunto de las elecciones estaría de acuerdo con
aquella norma que da en las Anotaciones de los Ejercicios
para la duración de los mismos, al decir que "poco más o
menos se acabarán en treinta días" (EE 4 ) .
Sin embargo, no nos cabe la menor duda que o esta
preocupación procedía de alguna moción especial del cielo,
a lo que parece aludir renglones después, o por lo menos
estaría supeditada a aquella determinación tomada el 7 de
marzo cuando escribía: "Pareciéndome que no debe poner
término para en aquel finir, mas donde se me descubriese
y fuese visitado, y así poniéndome todo para terminar y
gozar donde le hallase" (Diario 131).

• La devoción en la conclusión de la elección.


Comienza el 12 de marzo con "asaz devoción" en la oración
ordinaria, que hacía antes de levantarse, por lo menos
cuando no se sentía bien de salud. Durante la oración la
devoción crece, de suerte que "de la mitad adelante", el
Santo le da los calificativos de "mucha, clara, lúcida y
como calorosa" (Diario 144).
Ya en la capilla, se perturba al ver que algunos
bajan de prisa. Esto hace que no se sienta dispuesto para
decir la santa misa, y regresa a su aposento, como él mis-
mo dice, "para me adaptar y con lágrimas componiéndome"
(Diario 144).
Baja de nuevo a la capilla, comienza la misa "con
asaz devoción y cuándo con mociones a lacrimar", pero des-
pués comienza a inquietarse y se inicia la batalla, inter-
mitente al principio, porque no sabía si debía terminar
por no hallar lo que buscaba.
78

Parece claro que lo que buscaba era el terminar


consolado y visitado. Así escribe poco después:
... parecía que quería buscar demasiadas señales
y no buscando la certinidad de ella, mas solo que
el dejo de todo fuese a mi gusto (Diario 146).

Describe en seguida la desolación que le invade


y recuerda la que el mismo Santo pinta en las "Reglas para
sentir y conocer las varias mociones que en el anima se
causan" (EE 317). Dice San Ignacio:
Después en cámara, hallándome todo desierto de
socorro alguno, sin poder tener gusto alguno de
los mediadores ni de las Personas Divinas, mas
tanto remoto y tanto separado como si nunca hubie-
se sentido cosa suya, o nunca hubiese de sentir
adelante, antes viniéndome pensamientos cuando
contra Jesús, cuándo contra otro, hallándome así
confuso con varios pensamientos, cuándo de irme
de casa y tomar una cámara locanda por evitar
rumores, cuándo querer estar sin comer, cuándo
comenzar de nuevo misas, cuándo hacer altar arri-
ba, y en ninguna parte hallando réquiem, con un
deseo de dar fin en tiempo de ánimo consolado y
satisfecho en todo" (Diario 145).

• Terminar con consolación o sin ella. En segui-


da se pone a recapacitar sobre la situación en que se en-
cuentra y escribe luego:
Por una parte me parecía que quería buscar de-
masiadas señales, y en tiempo o en misas termina-
das por mi satisfacción, y siendo la cosa en sí
clara, y no buscando la certeza de ella, mas só-
lo que el dejo de todo fuese a mi gusto; por o-
tra parte me parecía que, si estando tanto des-
terrado, cesase en todo, que después no sería
contento, e t c . . (Diario 146).

No quería terminar estando desolado. En los Ejer-


cicios dice que en tiempo de desolación más nos aconseja
el mal espíritu y no quería terminar bajo su influjo.
Por fin considera que, ya que en la cosa no había
dificultad, "sería mayor placer a Dios nuestro Señor con-
79

cluir sin más esperar ni buscar pruebas, o para ellas de-


cir más misas, y para esto poniendo en elección" (Diario
147). Viene en seguida el confronte de la voluntad de Ig-
nacio con la voluntad divina. El Santo nos dice: "Sentía
que más placer sería a Dios nuestro Señor el concluir", y
por otra parte dice: "sentía en mí volición que quisiera
que el Señor condescendiera a mi deseo, es a saber, finir
en tiempo de hallarme mucho visitado" (Diario 147).
Ignacio toma la decisión de terminar, acomodán-
dose así a la divina voluntad y Dios le responde envián-
dole su consolación. Así escribe:
Y comenzaron a ir de mí gradatim las tinie-
blas, y venirme lágrimas, y estas yendo en aumen-
to, se me quitó toda voluntad de más misas para
este efecto..., tándem, cesando lágrimas y dudan-
do si concluiría a la noche con semejante afluen-
cia, si hallase, o ahora; habiéndome cesado la
afluencia, aun me parecía mejor ahora; porque el
buscar o tardar para la tarde era aún querer bus-
car, no siendo por qué, y así propuse delante de
Dios nuestro Señor y toda su corte, etc., dando
fin en aquel punto, no proceder adelante en aque-
lla materia" (Diario 148).

Encontramos aquí patente el diálogo entre Dios


e Ignacio: Ignacio resuelve terminar para seguir el divi-
no beneplácito y Dios le quita las tinieblas y le consue-
la. Esta consolación confirma internamente la decisión de
Ignacio y le mueve a hacer un propósito definitivo. Dios
por su parte, que no se deja vencer en generosidad, le res-
ponde, formándose así el círculo de que habla el P. Suárez
cuando se refiere a las causas y efectos de la devoción
(9).
Escribe Ignacio:
A este proponer, viniendo mociones internas,
sollozos y lágrimas, aunque en el tiempo de las
muchas efusiones de ellas, tenía todo por conclu-
ido, y de no buscar ni misas, ni visitaciones al-
gunas, más concluir en este día. Finido. (Diario
149-150) .
Así termina el Santo los cuarenta días de elección
80

sobre la pobreza de las sacristías de los templos de la


Compañía.
Por la tarde, después de dadas la una y media de
la tarde (10), el tentador vuelve al ataque, "no haciendo
mas queriendo dar alguna muestra de hacerle (me) dudar"
(Diario 151).
Ignacio, que esa misma mañana, bajo el influjo
de la desolación andaba todo desasosegado, ahora con la
consolación adquirida vence al tentador, con una respuesta
terminante: "a tu posta", que recuerda la regla doce para
discernir espíritus de la Primera Semana (cf EE 325).
Dios se presenta de nuevo en sus santísimos dones
y gracias e infunde en el alma de Ignacio "un confirmar
con lágrimas y con toda seguridad cerca todo lo determina-
do" (Diario 151) y "al dar de las gracias en mesa un des-
cubrirse en parte el ser del Padre, así mismo el ser de la
Santísima Trinidad, con cierta moción espiritual motiva a
devoción y a lacrimar, lo que otro tanto todo el día no
había sentido ni visto, aunque había buscado muchas veces"
(Diario 153).
Hemos visto en estos dos últimos capítulos cómo
San Ignacio encuentra devoción al buscar la divina volun-
tad, tanto en el uso de los tres tiempos de hacer buena y
sana elección, como en las oblaciones y confirmaciones de
la misma, y aun en los combates por parte del enemigo has-
ta quedar completamente confirmado y satisfecho de que su
voluntad esta en todo de acuerdo con la divina y a ella
unida con este vinculo de amor y devoción.

* * *
81

N O T A S

1. Las palabras de San Ignacio son: "Moción interior a


devoción", luego "una devoción intensa y lágrimas, a
sentir o ver (en) cierto modo, el Espíritu Santo, co-
mo cosa acabada cerca la elección, y no poder asi ver
ni sentir a ninguna de las otras dos Personas Divinas"
(Diario 18) .
2. El miércoles 13 de febrero escribe: "En todos .estos
tiempos así del miércoles como del jueves, teniendo
por firme la oblación hecha" (Diario 25). Hay aquí,
evidentemente, una errata y de acuerdo con el P. Co-
dina creemos que debe decir: martes y miércoles (cf
MI Const I, 50-51 nota 21).
3. Diario 47. El 8 de febrero al sentirse transportado
a la presencia del Padre, experimentó también fenóme-
nos y reacciones corporales. Entonces sus cabellos se
le erizaron y todo su cuerpo experimentó un "como ar-
dor notabilísimo" (Diario 8) y el 19 escribirá: "quie-
tándome y regocijándome en gran manera hasta apretar-
me en los pechos por el intenso amor que en la Santí-
sima Trinidad sentía (Diario 51).
4. Este pasaje nos recuerda la oración que en Manresa
hacía a cada una de las "tres Personas distintamente"
y "también a la Santísima Trinidad" (cf Autob 28).
5. Sobre los calificativos que San Ignacio da a la devo-
ción hablaremos después, al hacer el estudio de la na-
turaleza de la devoción ignaciana.
6. Cf Abad C , Diario Espiritual de San Ignacio de Loyo-
la, Comillas 1956, 27-34 y 85.
7. Cf Casanovas I., Biblioteca deis Exercicis Espirituals
de Sant Ignasi de Loyola, 12 vols. Vol. VII: Explana-
do deis Exercicis Espirituals, Barcelona 1930-1936,
194; cf Larrañaga V., Obras completas de San Ignacio
de Loyola I, BAC, Madrid 1947, 740, nota 105 y 742 no-
ta 109.
82

8. Cf Larranaga V., op.cit., nota 109.


9. "Quod enim supra dicebamus de suavitate, vel devotio-
ne antecedente et indeliberata, idem in hac cogitatio-
ne locum habet; pendet ergo multum haec divina excita-
tio ex bono usu priorum gratiarum, et ex sancta vita,
vel bona hominis dispositione. Unde fit ut licet prae-
sens cogitatio sit initium et causa subsequentis ora-
tionis vel devotionis, nihilominus oratio et devotio
praecedens possit esse causa illius. Committiturque
hic quidam circulus, sed non vitiosus, quia est res-
pectu diversorum, et in diverso genere causae; nam
praecedens oratio vel operatio est causa subsequentis
excitationis, morali modo per impetrationem et meritum
de congruo, vel bonam moralem dispositionem; ipsa vero
cogitatio est causa subsequentis orationis, vel devo­
tionis per modum physicae motionis, eo scilicet modo
quo intellectus movet voluntatem... ideoque omni modo
est conveniens cooperari sedulo divinae gratiae prio-
ri, ad obtinendam subsequentem gratiam devotionis".
De Religione Tr IV, L.2, c.8, 4.
10. En tiempo de San Ignacio las 19 horas de que habla,
corresponden a la una y media de la tarde, ya que se­
guían la practica judia de comenzar a contar el día
desde el ponerse el sol, del anterior, y en marzo se
pone el sol en Italia a eso de las 6 p.m.

* * *
83

CAPITULO VI

LA D E V O C I Ó N A N T E LAS DIVERSAS
ACTITUDES E S P I R I T U A L E S D E SAN IGNACIO

En el dialogo de voluntades en el que Ignacio


busca la divina voluntad y Dios se la da a conocer por me-
dio de sus santísimos dones y gracias espirituales, vemos
entremezcladas escenas que a San Ignacio interesan más que
la misma elección y son de sumo interés también para noso-
tros, porque nos dan rasgos vividos de ese diálogo sublime
entre Ignacio que busca a Dios y Dios que se le hace en-
contradizo.
En ellas veremos la posición de Ignacio ante Dios,
tal como el mismo Dios se la exigía y las notas caracterís-
ticas de su devoción.

1. Las faltas de Ignacio ante la devoción

Estas escenas que tanto interesaban a San Ignacio


aparecen con frecuencia a propósito de las que el Santo
llama faltas, y así comenzaremos por considerar la que el
confiesa el 12 de febrero de 1544.

• Falta de atención a la Sant-tsima Trinidad.


Acababa de rechazar una tentación contra las decisiones
tomadas en la elección de la pobreza de las casas de la
Compañía y se encuentra "con mucha claridad y noticias y
con asaz devoción, queriendo en todo cerrar contra aquel
punto, en mucha paz y conocimiento y dar gracias a las
Personas Divinas, asimismo con asaz devoción" (Diario 22).
Mas, al dar gracias a las Personas Divinas, parece que en
la sala contigua, algunos hacían ruido y el Santo se le-
vantó de la oración para hacerles callar.
Interrumpe su oración a las Personas Divinas y
desasosegado comienza a decir la santa misa "con calor y
84

alguna devoción, no frialdad, mas agitaciones de los de


la sala y de quien oía misa" (Diario 22). Con esto se en-
tabla una lucha dentro de su espíritu, que él mismo des-
cribe: "un parecer que el calor de dentro (de la devoción)
pugnaba con el viento de fuera (del ruido)" (1).
Qué huella deja esta contrariedad en San Igna-
cio? Al dia siguiente escribe en su Diario:
Conociendo haber mucho faltado en dejar a las
Personas Divinas, al tiempo de dar gracias el
dia pasado, y queriéndome abstener de decir la
misa de la Trinidad, que pensaba decirla, y tomar
por intercesores a la Madre y al Hijo, porque se
me fuese perdonado y restituido a la primera gra-
cia, absteniéndome de las Personas Divinas... ha-
ciendo penitencia con la tal ausencia (Diario 23).

Este reconocimiento de su falta le produce una


"muy grande devoción y muchas lágrimas intensísimas" y al
sentir que los mediadores acudían a interceder por el,
"sentía una íntegra seguridad que el Padre eterno le res-
tituirla a lo pasado" (Diario 23).
Sin embargo no se satisface con esto. El 15 del
mismo mes, todavía le preocupa la reconciliación con Dios
y escribe:
Después para salir a misa, comenzando la ora-
ción, un sentir y representarme nuestra Señora y
cuánto habla faltado el día pasado (2) y no sin
moción interior y de lágrimas, pareciendo que e-
chaba en vergüenza a nuestra Señora en rogar por
mí tantas veces, con mi tanto faltar, a tanto que
se me escondía nuestra Señora y no hallaba devo-
ción, ni en ella ni más arriba (Diario 29).

Este destierro de la Medianera y falta de devo-


ción los toma Ignacio como penitencia por su falta. Exis-
te, por tanto, para él una Intima relación entre esta fal-
ta y su facilidad de encontrar a Dios y a los medianeros
(3).
Ignacio quiere a toda costa restablecer el diálo-
go y unión de voluntades con Dios y no descansará hasta
impetrarlo. Tal actitud de Ignacio, se nos antoja semejan-
85

te a la del niño cariñoso que busca siempre la sonrisa de


aprobación en el rostro de su madre y si no la encuentra,
no escatimara besos, ni abrazos, ni muestra alguna de amor
hasta ver de nuevo en los labios de la madre la sonrisa
que con tanto dolor suyo habla desaparecido.
Ignacio prosigue su Diario y escribe:
De ahí a un rato, arriba, como a nuestra Se-
ñora no hallaba, me viene una grande moción de
lágrimas y sollozos, con un cierto ver y sentir
que el Padre celestial se me mostraba propicio y
dulce" (Diario 3 0 ) ,
todo esto en medio de sentimientos espirituales intensí-
simos en los que interviene de una manera muy inmediata y
eficaz la Santísima Virgen.

• Falta que le avergüenza. El 16 de febrero


tuvo una nueva pequeña falta, que le hace sentir "vergüen-
za o no se qué de la Madre" y al sacar las notas para com-
pulsar las razones de las elecciones, siente temor de pro-
ceder adelante. No puede dar ni un paso, mientras no se
siente completamente unido y, pudiéramos decir, sintoni-
zado en y con el amor de Dios.
Acude desde luego al examen de conciencia y pide
perdón de su falta. En seguida, dice el mismo, que siente
de nuevo al Padre muy propicio.

• Falta de conform-ídad. Dos días más tarde con-


fiesa una nueva falta, que consistió en unos pensamientos
de disconformidad con la divina voluntad que le vinieron
durante la misa en los ratos en que no sentía tanta abun-
dancia de devoción: "unos pensamientos, como no venia efu-
sión de lágrimas punzándome y quitando la devoción, y mo-
viéndome a no me contentar con no se así confirmar con la
ultima misa de la Trinidad" (Diario 49).
Al terminar la misa se sintió más tranquilo y se
puso a reflexionar tratando de conformarse con lo que la
Santísima Trinidad así disponía, y echa mano de las ideas
de los Ejercicios, quizá procurando ver cómo todo lo que
tenía era don de Dios, como aparece en la Contemplación
para alcanzar amor, o quizá contraponiendo su pequenez con
86

la excelencia y sabiduría de Dios, como en la meditación


de los pecados (cf EK 432, 59). En el Diario sólo escri-
bió: "quietándome y midiendo mi mesura con la sapiencia y
grandeza divina" (Diario 50).
La desolación insiste y escribe:
Siguiendo adelante por algunas horas hasta ve-
nir pensamiento de no curar de decir mas misas,
indignándome con la Santísima Trinidad" (Diario
50).

El capítulo citado es precisamente el correspon-


diente a las palabras que anteriormente citamos. Se trata,
por tanto, no de una verdadera indignación contra la San-
tísima Trinidad, sino de una tentación del mal espíritu
que le quería "hacer dudar e indignar...". Así se explica
que con todo y estas tentaciones y pensamientos, por lo
visto no consentidos, no se le quitara "la devoción por
todo el día, aunque ella en alguna poca cosa fuese comba-
tida y timorata de errar en cosa alguna" (Diario 50).

• Falta que le -impide la devoción. El 24 del


mismo mes descubre una nueva falta. Es difícil identifi-
carla, sin embargo, hay algunos indicios de que consistió
en haber deseado la confirmación de la Santísima Trinidad
cuando la recibía de Jesús. Así parece indicarlo el si-
guiente párrafo del Diario Espiritual:
... y como yo hubiese deseado la confirmación
por la Santísima Trinidad, y sintiese que me era
comunicada por Jesús, mostrándoseme y dándome
tanta fuerza interior y seguridad... viniéndome
en mente y suplicando a Jesús me alcanzase per-
don de la Santísima Trinidad, una devoción cre-
cida, con lágrimas y sollozos y esperanza de al-
canzar gracia (Diario 73).

La petición del perdón por la falta le trae una


devoción crecida, lágrimas y sollozos... San Ignacio usa
de esta manera las mismas faltas para buscar y hallar a
Dios.
P r a t a r c e
2 ^ ' seguía con la misma petición y, sin
embargo, añade:
87

En estos tiempos era en mí tanto amor sentir


o ver a Jesús, que me parecía que adelante no
podía venir cosa que me pudiese apartar de el
ni hacerme dudar acerca de las gracias o confir-
mación recibida (Diario 75).
Se trata, por tanto, de una falta pequeñísima que solo se
explica con lo que dice el mismo Santo a San Francisco de
Borja un ano después, cuando escribe estas líneas:
Bien me persuado, que cuanto más una persona
será versada y experimentada de humildad y cari-
dad, que cuanto más sentirá y conocerá hasta las
cogitaciones mucho menudas, y otras cosas delga-
das que le impiden y desayudan, aunque sean al
parecer de poco o casi de ningún momento, siendo
tanto tenues en sí; sin embargo (tamen), para en
todo conocer nuestros impedimentos y faltas, no
es de esta vida presente, como el Profeta (Sal
18,13) pide ser librado de las culpas que no co-
noce, y San Pablo (1 Co 6,4) confesando no cono-
cerlas, añade que no por eso es justificado (MI
Epp I, 340-341).

No obstante, no descansa hasta tener pruebas po-


sitivas de que se ha del todo reconciliado con la Santísi-
ma Trinidad y el día 25, haciendo a un lado, al parecer,
las elecciones y confirmaciones, escribe: "no pidiendo ni
sintiendo necesidad alguna de confirmación, ni decir misas
para este efecto, mas solo para reconciliarme" (Diario 78)

• Falta de docilidad. El 26 de febrero alude a


una pequeña falta de docilidad a la Santísima Trinidad, y
viene a "demandar y suplicar a Jesús para conformarse (me)
con la voluntad de la Santísima Trinidad, por la vía que
mejor le pareciese". Pocos renglones adelante añade: "con-
tento de dejarme gobernar por la divina majestad, de quien
es el dar y retirar sus gracias, según y cuando más con-
viene" (Diario 8 1 ) .
Esta actitud dócil hace que desaparezca "aquella
contradicción pasada (en mi) cerca la Santísima Trinidad,
y así en la misa continuándole (me) asaz devoción en ella"
(Diario 81). Se refleja en estas palabras la dependencia
de la devoción con respecto a la desaparición de la con-
tradicción y de esta, respecto a la docilidad.
88

En los días siguientes hasta el 2 de marzo no vol-


vemos a encontrar ninguna alusión a la reconciliación con
la Santísima Trinidad o a las elecciones o confirmaciones.
Quería Dios probar en estos días la docilidad y paciencia
del Santo? No nos parece inverosímil, pero como carecemos
de datos, no podemos ir mas alia de la conjetura. Ignacio
había aceptado la lección de docilidad que Dios le daba y
aunque fue muy combatido de pensamientos contrarios, es-
cribió el 2 de marzo:
... pareciindome que yo no debía definir el tiem-
po para acabar, hallando la visitación en el cabo,
mas entonces o cuando a la su divina majestad le
pareciese ser mejor, comunicándome la tal visita-
ción (Diario 96).

Parece que da a entender que espera terminar con-


solado y veremos más adelante como Dios pone a prueba la
docilidad de Ignacio aun en este punto.
Tanto el 5 como el 6 de marzo se siente seguro de
estar del todo reconciliado con la Santísima Trinidad; sin
embargo, encontramos aquí, como en el deseo de las confir-
maciones, una insistencia que nos parece casi excesiva en
buscar más y más pruebas y confirmaciones de parte de Dios.
A que se debe? Al buscarlas encontraba con facilidad a
Dios, encontraba devoción, como lo verificamos a cada pa-
so, y ésta era razón suficiente, aunque tuviera otras, pa-
ra detenerse en ellas. En seguida volveremos a este punto.
Las faltas afectan sensiblemente las relaciones
de Ignacio con Dios, y por tanto, su devoción: la falta de
atención a la Santísima Trinidad en el momento de dar gra-
cias el 12 de febrero; después, la falta de conformidad
del 18 del mismo mes y la falta de docilidad del 27 son
pruebas evidentes de la sensibilidad de Ignacio ante cual-
quier obstáculo, por mínimo que fuese, si le impedía su
perfecta unión con Dios. Sus ansias por apartarlo y su in-
quietud hasta no tener pruebas de que el obstáculo había
desaparecido, muestran lo caro que era a su corazón este
íntimo y fácil encuentro con su Señor en la devoción.

•k * *
89

2. La disponibilidad absoluta
y la gracia de la devoción

Un nuevo aspecto de la devoción de Ignacio apare-


ce en el Diario: el abandono absoluto y disponibilidad res-
pecto de Dios. El 5 de marzo escribe en sus notas:
... después tomando a Jesús por guía..., con asaz
insistencia de gracia y devoción calorosa, y asaz
satisfacción del alma, sin lágrimas, ni creo así
deseo desordenado de haberlas, contentándome con
la voluntad del Señor; tamen decía, voltándome a
Jesús: Señor, dónde voy o dónde, etc.; siguiéndo-
os, mi Señor, yo no me podré perder (Diario 113).

Este sentimiento de disponibilidad lo penetra y


el 7 del mismo mes, conforme a la expresión de Jeremías
(1,6) se siente como un niño ante Dios y escribe en medio
de "mucha devoción": "nuevas mociones a lacrimar y confor-
marme con la voluntad divina, que me guiase, que me lleva-
se, etc. Ego sum puer..." (Diario 127).
Aun cuando debe dar por terminada la elección de
la pobreza, lo abandona en manos de Dios: "tirándome todo
al amor de la Santísima Trinidad... viendo disposición pa-
ra más y más gozar de estas visitaciones muy intensas, si
quisiera esperar, y humillándome y pareciéndome que no de-
bo poner término para en aquel finir, mas donde se me des-
cubriere y fuere visitado..." (Diario 130-131).
Aquí encontramos una confirmación de lo que diji-
mos renglones atrás: Ignacio buscaba más y más confirmacio-
nes porque en ellas veía disposición para más y más gozar
de Dios, si esperaba.
Para Ignacio, atender a los dones de Dios tiene
una importancia capital. Hay que fiarse de Dios cuando los
da y no distraerse con otros asuntos mientras Dios los si-
gue comunicando.
Es la idea de la cuarta adición de la Primera Se-
mana de los Ejercicios, en la que insiste tanto en la pos-
tura como en "el punto en el cual hallare lo que quiero,
ahi me reposaré, sin tener ansia de pasar adelante hasta
que me satisfaga" (EE 7 6 ) , advirtiendo - como ya lo hemos
notado antes -, que tanto la Versio Vulgata como la Versio
90

Prima de los Ejercicios indican expresamente que esto que


quiero hallar, y que debe indicarme donde debo hacer pau-
sa en la contemplación, es la devoción (4).
No toma Ignacio esta actitud por un simple deseo
de gozar de Dios, que mas que a virtud se debía atribuir
a egoísmo, sino porque, como dice hablando de los medios
para conservar y aumentar el cuerpo de la Compañía: "para
la consecución de lo que pretende, que es ayudar las ani-
mas para que consigan el ultimo y supernatural fin suyo,
los medios que juntan el instrumento con Dios y le dispo-
nen para que se rija bien de su divina mano, son más efi-
caces que los que le disponen para con los hombres" (5).

Disponibilidad hasta la renuncia


condicionada del don de lágrimas

Sin embargo, a San Ignacio no se le ocultaba que


aun en el deseo de los dones de Dios se puede mezclar cier-
ta afición desordenada. Así escribe el 5 de marzo:
Pase hasta tercia parte de la misa con asaz a-
sistencia de gracia y devoción... sin lágrimas,
ni creo así, deseo desordenado de haberlas (Dia-
rio 113).

Para estar seguro de su intención pura y recta


acerca de estos dones, en especial del de lágrimas que
tanto estimaba (6) usa la norma que el mismo da al ejerci-
tante en "la meditación de los tres binarios de hombres...
que quieren hallar en paz a Dios nuestro Señor, quitando
de si la gravedad e impedimento que tiene para ello, en la
afección de la cosa adquirida" (EE 150). Hace entonces su
oblación del don de lagrimas con palabras que recuerdan
muy de cerca la tercera manera de humildad llamada con to-
da razón por el Dr. Ortiz: "Manera y grado de amor de Dios
y deseo de obedecer e imitar y servir a su divina majes-
tad" (7).

He aquí las palabras de San Ignacio:


En estos intervalos de tiempo (con un conti-
nuarme devoción y disposición para lacrimar) da-
do que iba para no alzar los ojos del entendi-
91

miento arriba (humildad), y para procurar de ser


contento de todo (docilidad y disponibilidad),
imo, rogando que a igual gloria divina no me vi-
sitase con lágrimas (8).

Dios le aceptará, al menos parcialmente, la renun-


cia al don de lágrimas y le conservará; aun en ocasiones,
aumentará los demás dones. Asi escribe Ignacio el 9 de mar-
zo:
Después en la misa con un calor exterior moti-
vo a devoción y a hilaridad de mente, con pocos
movimientos o mociones a lacrimar y tamen sin e-
llas más contento que algunas veces habiendo en
buena parte... (Diario 139).

Ignacio acepta de Dios


terminar la elección desolado

Un sacrificio más le exige Dios a Ignacio y con


él una prueba más de su completa docilidad y disponibili-
dad ante el divino beneplácito. Hemos visto ya que San Ig-
nacio deseaba terminar la elección de la pobreza de las
cosas de la Compañía consolado y satisfecho de todo, y el
mismo indica el porqué: "me parecía - dice - que si estan-
do tan desterrado cesase en todo, que después no seria
contento" (Diario 146). Dios, por su parte, le pide de a-
ceptar aun el terminar desolado, en caso que éste sea el
divino beneplácito.
El confronte de las voluntades es claro en el
Diario Espiritual. El Santo escribe que "sentía que más
placer sería a Dios nuestro Señor el concluir" (Diario
147), pero "sentía en mí volición, que quisiera que el
Señor condescendiera a mi deseo, es a saber, finir en
tiempo de hallarme muy visitado" (ibid).
San Ignacio, que escribirá nueve años más tarde
a los padres y hermanos de Portugal: "Y así no debéis pro-
curar jamás de traer la voluntad del Superior (que debéis
pensar ser la de Dios) a-la vuestra; porque esto sería no
hacer regla la divina voluntad de la vuestra, sino la vues-
tra de la divina, pervirtiendo la orden de su sapiencia"
(MI Epp IV, 674), se aplica a sí mismo este principio y
Q?

prosigue en su Diario: "Comencé luego a advertir y querer-


me llegar al placer de Dios nuestro Señor" (Diario 147); y
Dios que no se deja vencer en fineza y condescendencia le
contesta haciéndosele encontradizo una vez mas con la a-
bundancia de sus dones: "y con esto comenzaron a ir de mi
gradatim las tinieblas, y venirme lágrimas y éstas yendo
en aumento, se me quito toda voluntad de mas misas... y
determinado que ninguna, crecía mucho en amor divino y
tantas lágrimas y con tantos sollozos y fuerzas... y sa-
tisfacción interior..." (Diario 148).

3. Devoción, reverencia y acatamiento

Falta, sin embargo, una nueva lección para Igna-


cio. Ya ha aceptado la completa sumisión y disponibilidad
a la divina voluntad y ha pasado las dos pruebas de ella,
ante los dones de Dios y ante sus mas íntimos y, podríamos
llamar, legítimos deseos de terminar consolado; queda, con
todo, un matiz que afinar en sus relaciones con Dios en
este diálogo de la devoción, en el que Ignacio busca a
Dios y Dios se le hace encontradizo en sus múltiples dones
y gracias espirituales.
Este matiz es el que llama Ignacio "respeto de
acatamiento" y "amor reverencial", que viene a subrayar las
notas de sumisión, respeto y veneración de la devoción ig-
naciana.
La unión de voluntades entre Dios e Ignacio, ve-
rificada en la devoción, no es la de dos iguales. Ni si-
quiera encontramos en sus expresiones aquel lenguaje que
usa algunas veces San Juan de la Cruz en el cántico Espi-
ritual, cuando se refiere al Esposo como del hermano y de
su beso como la "unión en la cual se iguala el alma con
Dios por amor" (9) y que es frecuente hallar en los místi-
cos. El lenguaje de Ignacio se acerca más a aquel otro del
mismo Doctor Místico, cuando dice: "Mi alma se ha empleado
y todo mi caudal en su servicio", y que explica: "emplean-
do el entendimiento en entender las cosas que son más de
su servicio para hacerlas y su voluntad para amar todo lo
que a Dios agrada, y con todas las cosas aficionar la vo-
luntad de Dios y la memoria en el cuidado de lo que es de
su servicio y lo que más le ha de agradar" (10).
93

Es el lenguaje, que encontramos también en aque-


lla unión de voluntades descrita por Santa Teresa, culmen
a que se dirige el dialogo de voluntades en el que se van
perdiendo poco a poco las voces de la una y otra parte,
hasta formar las dos una misma voluntad y una misma expre-
sión: "Oh, qué dicha tan grande será alcanzar esta merced!
pues es juntarse con la voluntad de Dios, de manera que ya
no haya división entre el y ella, sino que sea una misma
voluntad; no por palabras, no por solos deseos, sino pues-
to por obra" (11).
La voluntad de Dios aun en este matiz de la devo-
ción ignaciana es clara y se la dará a entender Dios a Ig-
nacio en estos días que comprende el Diario Espiritual.
El 27 de febrero aparece por primera vez en las
páginas del Diario el sentimiento expreso de "respeto de
acatamiento" y "amor reverencial" en medio de una "visión
intelectual", que según el mismo Santo consistió en un
"sentir o más propiamente ver, fuera de las fuerzas natu-
rales, a la Santísima Trinidad y a Jesús". Y esto en el
ambiente de devoción que no cesa de anotar con los califi-
cativos de "mucha" y "mucha intensa devoción".
El 9 de marzo notó que escaseaban los "movimien-
tos o mociones a lacrimar" y que se encontraba "sin ellas
más contento que algunas veces habiendo en buena parte" y
con devoción. De esta carencia de inteligencias, visiones
y lágrimas y de sus sentimientos interiores concluye que
Dios nuestro Señor le quería mostrar alguna vía o modo de
proceder (cf Diario 139).
Es admirable la sensibilidad exquisita de San Ig-
nacio ante la divina voluntad, sensibilidad que él apre-
ciaba tanto y proponía como un desiderátum que debíamos
procurar con nuestras acciones y oraciones (12)
En sus relaciones íntimas con Dios noto un cam-
bio. En qué consistió este cambio, no lo sabemos, conoce-
mos las manifestaciones que él mismo anotó en la carencia
de inteligencias...; pero por qué las interpretó así, lo
ignoramos. Lo único que nos consta es que él lo interpre-
to como indicación de que Dios le quería mostrar algo. Que
fue ese algo? Días después, el 14 de marzo, indica que se
trataba de la reverencia y acatamiento con que debía nom-
brar en la santa misa a Dios nuestro Señor, en vez de bus-
car lágrimas. He aquí sus palabras.
94

En todos estos tiempos, antes de la misa, en


ella y después de ella, era en mí un pensamiento
que me penetraba dentro del ánima, con cuánta re-
verencia y acatamiento, yendo a la misa debería
nombrar a Dios nuestro Señor, etc., y no buscar
lágrimas, mas este acatamiento y reverencia. A
tanto que frecuentándome en este acatamiento, an-
tes de la misa, en cámara, en capilla y en la mi-
sa y viniéndome lágrimas, las refutaba de presto
por advertir el acatamiento, y no pareciendo que
era yo o mío se me representaba el acatamiento,
el cual siempre me aumentaba en devoción y en lá-
grimas; a tanto que me persuadía que ésta era la
vía que el Señor me quería mostrar, como los días
pasados creía que me quería mostrar alguna cosa,
y a tanto que diciendo la misa, me persuadía que
en más tenía esta gracia y conocimiento para el
provecho espiritual de mi ánima, que todas las o-
tras pasadas (Diario 156-157),

En estas palabras encontramos que el acatamiento


no es algo que dependa de el, sino un don de Dios y un don
de Dios que siempre le aumentaba en devoción. Se trata de
esa actitud de sumisión, respeto y veneración que encierra
en si el acatamiento, todo lo cual le fomenta y hace cre-
cer el don de la devoción interna hacia Dios (13).
El lunes 17, en medio de una abundancia de lágri-
mas tal que le hace perder a veces el habla, le confirma
Dios que este sentimiento de reverencia y acatamiento es
la vía que le quería mostrar, "pareciéndome - escribe el
Santo - ser la mejor de todas y la que debo llevar siem-
pre" (14) .

Propiedades de acatamiento y reverencia

• Es algo que debe buscar, pero que no está en


su facultad hallar:
Después de ahí a un rato, en capilla, parecién-
dome ser la voluntad divina que pusiese conato en
buscar y hallar (acatamiento y reverencia) y no
95

hallando, y tamen, pareciéndome bien el buscar y


no siendo en mí facultad de hallar (Diario 164).

Recordemos que hablando de la devoción también


quiere que la procuremos con la plena conciencia de que no
esta en nosotros tener devoción crecida, amor intenso...
pues ambos son dones de Dios (15).
Al reconocimiento humilde de la impotencia propia
para hallar este acatamiento y reverencia, responde Dios,
según escribe el Santo, con "tanta afluencia de conocimien-
to, visitación y gusto espiritual... que me parecía en ca-
da palabra de nombrar a Dios, Dominus etc., me penetraba
tanto dentro, con un acatamiento y humildad reverencial
admirable, que explicar no se puede" (Diario 164).

• Debe ser amoroso. El 30 de marzo San Ignacio


advierte:
En este intervalo de tiempo me parecía que la
humildad, reverencia y acatamiento, no debía ser
temeroso, mas amoroso y así esto se me asentaba
en el animo que confiadamente (16) decía: dadme
humildad amorosa y así de reverencia y acatamien-
to (Diario 178).

Esta humildad, reverencia y acatamiento amorosos


son los que forman el ambiente en que florece la facilidad
de encontrar a Dios, es decir, la devoción.
En seguida extiende a las creaturas esta humildad,
reverencia y acatamiento, viendo en ellas la imagen del
mismo Dios, que parecen repetir y explicar este pensamien-
to:
Todos tengan especial cuidado de mantenerse en
la paz y verdadera humildad de su anima y dar de
ella muestra... sin alguna señal de impaciencia o
soberbia; en todo procurando y deseando dar ven-
taja a los otros, estimándolos en su anima todos,
como si les fuesen Superiores y exteriormente te-
niéndoles el respeto y reverencia, que sufre el
estado de cada uno, con llaneza y simplicidad re-
ligiosa; en manera que considerando los unos a
los otros, crezcan en devoción y alaben a Dios
nuestro Señor, a quien cada uno debe procurar de
reconocer en el otro como en su imagen (Const
C2503).
96

Este amor y reverencia está fundado en que debe-


mos reconocer a Dios en los demás y con esto crecerá la
devoción que San Ignacio quiere que encontremos en todas
las cosas.

• Acatamiento temeroso. Ignacio advierte, con


todo, que "no hallando reverencia o acatamiento amoroso,
se debe buscar acatamiento temeroso, mirando las propias
faltas para alcanzar el que es amoroso" (Diario 187).
En las Reglas para sentir con la Iglesia, pre-
senta Ignacio lo que el entendía por temor y su relación
con el amor divino. Transcribimos sus palabras que expre-
san nítidamente su pensamiento y no necesitan mayor expli-
cación:
Dado que sobre todo se ha de estimar el mucho
servir a Dios nuestro Señor por puro amor, debe-
mos mucho alabar el temor de la divina majestad;
porque no solamente el temor filial es cosa pía
y santísima, mas aún el temor servil, donde otra
cosa mejor o más útil el hombre no alcance, ayu-
da mucho para salir del pecado mortal; y salido,
fácilmente viene al temor filial, que es todo a-
cepto y grato a Dios nuestro Señor, por estar en
uno con el amor divino (17).

San Juan de la Cruz, por su parte, nos ofrece en


su Cántico Espiritual una admirable interpretación de lo
que es este temor filial, uno con el amor divino: "Y asi,
cuando el alma llega a tener en perfección el espíritu de
temor, tiene ya en perfección el espíritu del amor, por
cuanto aquel temor, que es el último de los siete dones,
es filial, y el temor perfecto de hijo sale del amor per-
fecto de padre; y asi, cuando la Escritura divina quiere
llamar a uno perfecto en caridad, le llama temeroso de
Dios. De donde profetizando Isaías la perfección de Cris-
to dijo: 'Replebit eum spiritus timoris Domini' (11,3).
Que quiere decir: henchirle ha el espíritu del temor del
Señor. Y también San Lucas, al santo Simeón llama timora-
to, diciendo: 'erat vir iustus et timoratus' (2,25)" (18).
Con esto se comprende por que San Ignacio pone
como medio para obtener la reverencia y acatamiento amo-
rosos, el acatamiento temeroso. La misma reverencia y a-
catamiento parece involucrar el temor amoroso de la crea-
tura ante la divina majestad.
97

Terminada esta nueva lección del divino Maestro,


que tan grabada lleva en el alma, el Domingo de Ramos, 6
de abril, vuelve a hablar de muchas y continuadas lagrimas
que le movían a conformar su voluntad con la divina. Idea
central que nunca abandona al Santo.

4. Reflexiones sobre el capítulo

Estas experiencias de San Ignacio que encontramos


en las páginas del Diario Espiritual son de una importan-
cia única para darnos a conocer las relaciones entre Dios
e Ignacio, en las que el Santo tiene el puesto del siervo
dócil, dispuesto a seguir en todo la voz de su amor y Se-
ñor. Ante El se inclina con reverencia y acatamiento aman-
tes, y su único anhelo es agradar a Dios y conformarse en
todo con su santísima y divina voluntad. I
Este dialogo en el que Ignacio buscaba Dios y
Dios le contesta haciéndosele presente con sus santísimos
dones, conserva a Ignacio en su puesto de siervo. Ha toma-
do la posición de la "Ancilla Domini" que exclama su "fiat
mihi secundum verbum tuum" y hace que este rendimiento sea
a ejemplo de la Madre, por amor. Rendimiento de esclava y
amor de esposa del Cordero (19).
Estos dones que impulsaban a Ignacio a seguir en
alas de la caridad, con prontitud de ánimo y completo aban-
dono de sí y de sus cosas, bajo el instinto y moción del
Espíritu Santo (20) forman la quinta esencia de la devo-
ción en el espíritu de San Ignacio: en ellos encontraba a
Dios y ellos mismos le daban esa facilidad que en el iba
siempre en aumento, para encontrarle y reconocerle.
Se trata de una devoción fundada en la caridad,
cuyo fruto no es la rigidez sino la flexibilidad, disponi-
bilidad y para usar la expresión que el P. Ledrus aplica
a la unión de voluntades, "la movilidad al ritmo del movi-
miento solar, a la inspiración del Cristo celeste" (21).
Es esta devoción y unión de voluntad con Dios
la culminación de la caridad que en ella florece, en el
pleno consentimiento dado al amor infuso, del cual acepta
los cuidados y exigencias, acoge el suave encanto en la
98

consolación y regalos y la austera ausencia de la desola-


ción, inclinándose de todo corazón a su potente atracción,
con amor humilde, reverencia y acatamiento
En esta atracción de Dios y adhesión afectiva de
Ignacio, a nuestro parecer, consiste lo que Ignacio enten-
día por devoción. Es la unión de voluntades en que ha ve-
nido a transformarse el dialogo iniciado en Loyola. Pero
esta unión no es algo estático, que termine con el mutuo
gozo del amante y del amado, no se contenta siquiera con
ser ligamen y comunicación afectiva del amante al amado y
del amado al amante, sino que pretende ligar y comunicar
todo el ser del amante al amado y emplearlo todo recipro-
camente y para siempre en una obra común, que en Ignacio
no tiene otro sentido que el doble fin de la Compañía: la
perfección propia y la conquista del reino de Cristo para
el Padre.
Así, en esta unión de voluntades, el afecto de la
caridad será un deseo intenso de unión y familiaridad con
Dios en todas y cada una de las cosas y momentos y sed in-
saciable de las almas redimidas por su Señor, expresión
fiel de la devoción ignaciana.

A * *

N O T A S

1. Cf la interpretación del P. Larranaga en Obras comple-


tas de San Ignacio, I, BAC, Madrid 1947, 692, nota 21.
2. No encontramos otra alusión a faltas en el Diario, du-
rante estos días, que la apuntada el 12 de febrero.

3. Cf las reglas de discreción para la Primera Semana. En


la novena regla pone a nuestras faltas como una de las
causas del porque estamos desolados (cf EE 322).
4. La Versio Prima dice: "secundo, quod in eo puncto con-
templationis, in quo devotionem invenero, quiescam,
sine anxietate et cura ultra procedendi, quousque ani-
99

mae meae satisfiat" (MI Exercitia Spiritualia Santi


Ignati de Loyola et eorum Directoria, 303). La Versio
Vulgata dice: "2a. quod in puncto, in quo assecutus
fuero quaesitam devotionem conquiescere debeo sine
transcurrendi anxietate, doñee mihi satisfecero"
(ibid, 302). Por lo que toca a la aplicación de es-
te principio de los Ejercicios a nuestro caso del
Diario Espiritual, cf MI Const I, CIII.
5. Const C813H; cf Lawlor F.X., "The Doctrine of Grace
in the Spiritual Exercises", en Theological Studi.es
3 (1942), 529ss.
6. El aprecio que San Ignacio hacia del don de lágrimas
es evidente en todo el Diario Espiritual, y como di-
ce el P. De Guibert, "no parece que hay santo o san-
ta que le haya dado prácticamente un puesto semejan-
te", La espiritualidad de la Compañía de Jesús, San-
tander 1955, 33.
7. Abad C , "Unas anotaciones inéditas sobre los Ejer-
cicios de San Ignacio, compuestas por el Doctor Pe-
dro Ortiz y su hermano Fr. Francisco", en Miscelánea
Comillas 26 (1956), 40.
8. Diario 136. Cf las palabras del tercer modo de humil-
dad: "siendo igual alabanza y gloria de la divina ma-
jestad, por imitar y parecer más actualmente a Cristo
nuestro Señor, quiero y elijo más pobreza con Cristo
pobre..." (EE 167) .
9. S. Juan de la Cruz, Cántico, canc. 24, n.5.
10. Id, canc. 28, 3.
11. Santa Teresa, Conceptos, c.3, 1; cf De Guibert, La
espiritualidad..., 28; Truhlar C , De experientia
mystica, Roma 1951, 50; Id, "La découverte de Dieu
chez Saint Ignace", en RAM 24 (1948), 317.
12. Cf el final de muchas de sus cartas, por ejemplo la
que escribe el 1 de julio de 1551 al P. Araoz, que
concluye asi: "Y ruego a Dios nuestro Señor a todos
dé su gracia cumplida para que su santísima voluntad
siempre sintamos, y aquélla enteramente cumplamos"
(MI Epp III, 534).
13. El 16 de marzo se repite la misma experiencia: "Ad-
virtiéndome primero al acatamiento, las visitaciones
100

venían consecuentes, el contrario, id est, advertir


primero a las visitaciones que al acatamiento, juz­
gando ser malo, pareciindome y confirmando lo que
sentía el viernes pasado" (Diario 160).
14. La última frase se encuentra en el texto original con
otro hipérbaton: "y para siempre que debo llevar"
(MI Const III, 128).
15. Dicen las Constituciones: "dando todos a las cosas
espirituales tiempo y procurando devoción cuanta la
divina gracia les comunicare" (Const [277]); cf EE
322.
16. En el original parece decir "fientadamente" y sobre
su interpretación cf MI Const III, 131, nota 11;
Iparraguirre I., Obras completas..., 365; Larranaga,
Obras completas..., 759,nota 14.
17. EE 370. La "Versio Prima" traduce estos últimos ren­
glones como sigue: "a quo (peccato) cum erimus immu-
nes atque alieni, facilius patebit ascensus ad timo-
rem illum filialem Deo penitus acceptum, qui nobis
cum ipso Deo unionem amoris praestat et conservat".
El P. Roothan traduce la expresión del Autógrafo,
referente al temor filial; "por estar en uno con el
amor divino": "quia est simul (inseparabiliter con-
iunctus) cum amore divino" (MI Exercitia Spiritualia
Sancti Ignatii et eorum Directoria, 561-563).
18. San Juan de la Cruz, Cántico, canción 26,3.
19. Cf Le 1,38. Se trata en estas escenas de aquella de­
voción que en un grado muy elevado describe el P. Le­
drus al hablar del "Unionis Tabernaculum" en la Con­
templación. Cf Ledrus M., Introductio in Doctrinam
Theologicam Sancti Joannis a Cruce. De Contemplatio-
ne. Ad usum alumnorum, Roma 1955, 38.
a e
20. Cf Santo Tomás, Summa, I, I I , q.68, a.l,c. Aunque
San Ignacio al hablar de dones no se refiere precisa­
mente a "los siete dones del Espíritu Santo", no se
puede negar que a estos, tal como los propone Santo
Tomas en la cita, les podemos atribuir el fruto de la
devoción.
21. Cf Ledrus M. , L'unione di volonta. Conferenza della
Settimana di Spiritualitá, Milano 1948, 93.
101

CAPITULO VII

NATURALEZA Y R E L A C I O N E S D E LA DEVOCIÓN

Para San Ignacio, según hemos visto, devoción es


la facilidad de encontrar a Dios. En los capítulos prece-
dentes expusimos cómo encontrar a Dios era el galardón del
conato por buscar la divina voluntad, y lo que era más im-
portante para San Ignacio, del conato por buscar directa-
mente al mismo Dios. En el presente capitulo, tomando es-
tas relaciones entre Ignacio que busca directamente a Dios
y Dios que se le hace encontradizo en la devoción, nos de-
dicaremos a estudiar las causas de esta devoción, los con-
comitantes y manifestaciones externas y demás elementos
relacionados con la devoción, cuyo estudio nos dará a co-
nocer la naturaleza de la misma y sus relaciones.

1. Causas de ta devoción

En la Parte Tercera de las Constituciones, al ha-


blar Ignacio de las prácticas de piedad de los que están
en probación, les ordena que "den todos a las cosas espi-
rituales su debido tiempo, procurando devoción cuanta la
divina gracia les comunicare" (1).
Por una parte indica el Santo que se puede pro-
curar devoción (2), y por tanto que de nuestra parte se
pueden poner medios para alcanzarla; por otra, establece
con toda claridad que la devoción es un don gratuito de
Dios, de tal manera que, como dice en los Ejercicios,
"internamente sintamos que no es de nosotros traer o te-
ner devoción crecida, amor intenso, lágrimas ni otra al-
guna consolación espiritual, mas que todo es don y gracia
de Dios nuestro Señor, y porque en cosa ajena no pongamos
nido, alzando nuestro entendimiento en alguna soberbia o
gloria vana atribuyendo a nosotros la devoción o las otras
partes de la espiritual consolación" (3)
La experiencia misma de Ignacio, conservada en
las páginas del Diario confirma esta afirmación:
102

En las oraciones del Padre no podía ni sentía


querer hallar devoción, si no fuese algunas pocas
veces en cuanto se representaban las otras Perso-
nas (Diario 102).

Otras veces, en cambio, la encontraba "sin trabajo de bus-


carla, mas asaz con ella (devoción)" (Diario 34). Ahora
bien, esta devoción la produce Dios en el alma ya inmedia-
tamente ya mediatamente. San Ignacio advierte en las Re-
glas de discreción para la Segunda Semana, que "solo es de
Dios nuestro Señor dar consolación al alma sin causa pre-
cedente..." y explica luego que significa este sin causa
precedente: "Digo, sin causa, sin ningún previo sentimien-
to o conocimiento de algún objeto, por el cual venga la
tal consolación mediante sus actos del entendimiento y vo-
luntad" (4).
En la siguiente regla añade: "con causa puede
consolar el alma asi el buen ángel como el malo" (EE 331).
En el capítulo segundo expusimos los criterios
ignacianos para reconocer la verdadera devoción, es de-
cir, aquella que procede de Dios directamente o mediante
sus ángeles. Aquí, por tanto, nos ocuparemos de esta ver-
dadera devoción que San Ignacio, tan experimentado en el
discernimiento de espíritus, atribuía a Dios.
Ahora bien, San Ignacio dice que la consolación,
y en nuestro caso la devoción, puede ser causada por medio
de sentimientos o conocimientos previos. Veamos cuáles son
estos sentimientos o conocimientos que la causan.

2. Sensaciones extermas

Comenzando por las sensaciones más externas, re-


cordemos que el 9 de marzo, después de la misa, experimen-
ta "un calor exterior motivo a devoción y a hilaridad de
mente, con pocos movimientos o mociones a lacrimar" (Dia-
rio 139).
Tanto el P. Larrañaga como el P. Iparraguirre ven
en estos renglones el influjo de la temperatura agradable
en la devoción de San Ignacio (5). Esta interpretación es-
103

ta de acuerdo con la séptima adición para la Cuarta Sema­


na, donde aconseja "usar de claridad o de temporales có­
modos , asi como en el verano de frescura y en el invierno
del sol o calor, en cuanto el ánima piensa o coniecta que
la puede ayudar, para gozarse en su Creador y Redentor"
(EE 229).
En los Ejercicios también, al hablar de la pos­
tura que debe adoptarse en la oración, indica el influjo
de ésta en la devoción: "Entrar en la contemplación cuán­
do de rodillas, cuando postrado en tierra, cuándo supino
rostro arriba, cuando sentado, cuándo en pié, andando
siempre a buscar lo que quiero" (EE 7 6 ) , entendiendo es­
to como lo entienden la Versio Prima y la Vulgata, que
expresamente usan la palabra devoción.

Otras sensaciones unidas a experiencias extraor­


dinarias le producen también intensa devoción. Asi el 8
de febrero escribe:
Sentí en mí un ir o llevarme delante del Padre
y en este andar un levantárseme los cabellos, y
moción como ardor notabilísimo en todo el cuerpo
y consecuente (6) a esto lágrimas y devoción in­
tensísima (Diario 8) .

3. Los tocamientos

El 4 de marzo encontramos en el Diario una expe­


riencia que no aparece en él sino una vez y es la de los
"muchos grandes tocamientos e intensísima devoción en la
Santísima Trinidad" (Diario 107).
Nos encontramos aquí como en el caso anterior an­
te fenómenos de orden elevado, que suelen clasificarse en­
tre los dones místicos y cuya explicación nos parece en­
contrar en San Juan de la Cruz cuando escribe: "Y estas
altas noticias no las puede tener sino el alma que llega
a unión de Dios, porque ellas mismas son la misma unión;
porque consiste el tenerlas en cierto toque que se hace
del alma en la Divinidad* y así el mismo Dios es el que
allí es sentido y gustado" (7).
Habla en seguida del poder purificador de estos
toques y luego continua: "Y a estas altas noticias no
104

puede el alma llegar por alguna comparación ni imaginación


suya, porque son sobre todo eso; y así, sin la habilidad
del alma las obra Dios en ella. De donde, a veces, cuando
ella menos piensa y menos lo pretende, suele Dios dar al
alma estos divinos toques en que le causa ciertos recuer-
dos de Dios. Y estos a veces se causan súbitamente en ella
sólo en acordarse de algunas cosas, y a veces harto míni-
mas. Y son tan sensibles, que algunas veces no solo el al-
ma, sino también al cuerpo hacen estremecer" (8).
El mismo día y antes de experimentar estos toca-
mientos, tuvo San Ignacio otra experiencia que justifica
la interpretación de San Juan de la Cruz a los tocamien-
tos:
Pareciéndome que la Santísima Trinidad se de-
jaba sentir o ver mas claro o lúcido y comenzan-
do y después razonando adelante con su divina ma-
jestad, un cubrirme de lagrimas, sollozos y de un
amor tan intenso, que me parecía excesivamente
juntarme a su amor tan lúcido y dulce, que me pa-
recía aquella intensa visitación y amor fuese se-
ñalada o excelente entre otras visitaciones (9).

La devoción aparece en estas ocasiones como el


fruto de gracias extraordinarias, como también en la lo-
qüela de que hablaremos en seguida.

4. La loqüela

El 11 y 12 de mayo la devoción es asociada a la


impresión afectiva que le produce la loqüela tanto interna
como externa. Citamos las palabras del Santo:
Todas estas (lagrimas) eran como el día pasa-
do y con el tanto gusto de la loqüela interior un
asimilar o recordar de la loqüela o música celes-
te, creciendo la devoción y afecto con lagrimas
en sentir que sentía o aprendía divinitus (Dia-
rio 224).

No podemos detenernos en el presente trabajo a


estudiar detalladamente este fenómeno de la loqüela, por
105

demás interesante, y que constituye uno de los secretos


que aun no se le han podido arrancar al Diario Espiritual
de San Ignacio. Quizás se trata de las locuciones inter-
nas que el P. Guibert contradistingue de las meras aspi-
raciones (10), quizás de aquella habla interior del Señor
al alma, a que alude la Imitación de Cristo, que el San-
to lela con tanta frecuencia y fruto espiritual y que des-
cribe Kempis precisamente antes de proponer la oración pa-
ra pedir la gracia de la devoción (11); quizás se trata
de aquel "lenguaje tan de cielo, que acá se puede mal dar
a entender, aunque más queramos decir, si el Señor por ex-
periencia no lo ensena" de que nos habla Santa Teresa y
que San Juan de la Cruz describe largamente y encontramos
estudiado en los tratados de Teología Mística (12).
Creo que ciertamente se trata de un don extraor-
dinario de Dios, completamente gratuito e independiente
de la voluntad de Ignacio y que le causa un deleite tan
sensible en algunos casos, que le hace dudar de su auten-
ticidad (cf Diario 234).
Por otra parte, se trata de un don Intimamente
relacionado con el aumento de devoción y la abundancia de
lágrimas, gusto, contentamiento y "todo moviendo a amor
divino", lo cual confirma en alguna manera el origen di-
vino del don.

5. El amor experimental

Intimamente ligado a la devoción, encontramos el


amor experimental, que Ignacio a veces parece casi iden-
tificar con la devoción. Asi el 12 de febrero escribe:

Después de levantado me duraba el calor inte-


rior y devoción habida, y en acordarme de tanto
bien recibido, a un moverme a nueva devoción en
aumento y a lágrimas y asi andando a Don Fran-
cisco, con el y después viniendo sin perder el
calor y amor intenso (Diario 22) .

indicar aquí un paralelismo entre "el calor inte-


devoción" y el "sin perder el calor y amor inten-
106

El 19 de febrero encontramos una "devoción inten


sa en gran manera, con muchas inteligencias o recuerdos
espirituales de la Santísima Trinidad, quietándome y rego-
cijándome en gran manera, hasta apretarme en los pechos
por el intenso amor que en la Santísima Trinidad sentía"
(Diario 51).
El 2 de marzo los cuatro elementos aparecen jun-
tos: devoción, amor y unión con la Santísima Trinidad y Je
sus y lágrimas. Antes del ultimo evangelio de la misa:
"con una cierta moción, devoción y lagrimas, un sentir
cierto amor, que me tiraba a la Santísima Trinidad..." y
acabada la misa, "unas nuevas mociones interiores, sollo-
zos y lágrimas, todo en amor de Jesús, hablando y desean-
do más morir con El que vivir con otro" (Diario 94).
El carácter experimental del amor de Ignacio apa
rece también patente el 4 de marzo cuando intenta una vez
más describir sus experiencias amorosas de Dios:
Pareciéndome que la Santísima Trinidad se de-
jaba sentir o ver más claro o lúcido y comenzan-
do y después razonando adelante con la su divina
majestad, un cubrirme de lágrimas, sollozos y un
amor tanto intenso, que me parecía excesivamente
juntarme a su amor tanto lúcido y dulce, que me
parecía aquella intensa visitación y amor fuese
señalada o excelente entre otras visitaciones
(Diario 105).

En cuanto a la presencia de la devoción, dice a-


ludiendo a ella: "Después entrando en capilla con nueva
devoción y lagrimas, siempre terminándose en la Santísima
Trinidad" (Diario 105).

Los conocimientos

San Ignacio agrupa los elementos que pueden in-


tervenir en la devoción bajo los nombres genéricos de sen
timientos y conocimientos. Hemos considerado ya los prime
ros y ahora pasamos a considerar los conocimientos que in
fluyen en su devoción.
107

El 22 de febrero el pensamiento de su propia in-


dignidad y las invocaciones que dirige a la Santísima Tri-
nidad le mueven a una mayor devoción interna. Al día si-
guiente escribe:
Al preparar del altar, viniendo en pensamien-
to Jesús, un moverme a seguirle, pareciéndome
internamente, siendo él la cabeza de la Compa-
ñía, ser mayor argumento para ir en toda pobre-
za. .. y este pensamiento me movía a devoción y a
lagrimas y a una firmeza... (Diario 66).

Los recuerdos de una manera especial le atraen


la devoción en tal forma, que este hecho parece explicar
en parte la razón de ser de todo el trabajo que se tomaba
al escribir su Diario Espiritual y releerlo de vez en
cuando. Por ejemplo, el 8 de febrero escribe:
Esto después leyendo y juzgando estar bien
escrito, venirme una nueva devoción no sin agua
a los ojos; después, acordándome de estas gra-
cias recibidas, una nueva devoción (Diario 9 ) .

La naturaleza experimental de su conocimiento de


Dios aparece claramente en las expresiones que encontra-
mos a cada paso en el Diario Espiritual y dan la impresión
de esta especie de conocimiento que en cierto sentido po-
dría llamarse sensible y palpable, porque en él y con él
se siente la presencia de Dios en el alma, penetrada, lle-
na y envuelta palpablemente de Dios. En una palabra: se
siente la posesión de Dios por el alma (13) . He aquí las
palabras de San Ignacio:
Cerca el operar de las Personas Divinas, y
producir de ellas, mas sintiendo o viendo que
entendiendo (Diario 54).

El 21 de febrero afirma el conocimiento experi-


mental, pero al mismo tiempo lo describe como algo inde-
finible. Ya desde la oración que solía hacer antes de la
misa se encuentra con "muy grande devoción"; durante la
misa, en medio de ligrimas y sin poder hablar, "conocía,
sentía o veía, Dominus scit, que en hablar al Padre, en
ver que era una Persona de la Santísima Trinidad, me a-
fectaba a amar a toda ella..." (Diario 63).
108

El 16 de febrero da una idea de la nota sapien-


cial de su conocimiento al hablar de las "muchas inteli-
gencias sintiendo notables, sabrosas y muy espirituales".
Finalmente el 12 de mayo, al referirse a la lo-
qüela indica expresamente cómo estos conocimientos con
que Dios le favorecía, lo llenaban de devoción: "Crecien-
do la devoción y afecto con lágrimas en sentir que sentía
o aprendía divinitus" (Diario 224).
El P. Truhlar, en pocas «líneas, propone la rela-
ción entre los elementos cognoscitivos y afectivos y la
devoción, tal como la hemos ido descubriendo en San Igna-
cio, al describir la vida mística: "La vida mística es
más bien designada como una visión, pero que suscita amor
y devoción, una visión en la que el alma se encuentra ma-
terialmente delante del objeto contemplado, en una acti-
tud de disponibilidad amante y respetuosa" (14) .
Sin embargo, la dependencia de la devoción con
respecto a la visión no es tal que no pueda existir sin
aquélla y así escribe S. Ignacio que "cuando veía y cuan-
do no veía hallaba devoción y remedio para no tan fácil-
mente quitar la atención de lo que debía por toda la mi-
sa" (Diario 143).
Con todo, creemos que la devoción supone una ma-
nera experimental de encontrar a Dios, por lo menos en
sus dones, como lo hemos ido comprobando a lo largo de
nuestro trabajo.

7. Los concomitantes de la devoción


.'

Encontramos además toda una gama de sensaciones


que acompañan a la devoción, unas en unas ocasiones, o-
tras en otras. Así por ejemplo, el 10 de febrero hace "la
oblación de no nada, con mucha devoción, paz interior y
tranquilidad de ánima, con una cierta seguridad o asenso
de ser buena elección" (Diario 13).
El 15 del mismo mes escribe:
A la primera oración, al nombrar del Padre e-
terno, etc., venía una sensible dulzura interior,
109

continuando y no sin moción de lágrimas, más ade­


lante con asaz devoción y hacia el fin con harto
mayor... (Diario 28).

El 16, al describir su estado dice: "cubriéndome


tanto de lágrimas y con tanta intensa devoción, sollozos
y regalos espirituales" (Diario 36).

8. Manifestaciones externas de la devoción

• Las lagrimas. Si pasamos de estos sentimien­


tos internos concomitantes de la devoción a lo que podría­
mos llamar concomitantes externos o más bien manifestacio­
nes externas de la devoción, por su íntima unión y depen­
dencia de ella; encontramos ante todo el don de lágrimas,
cuya frecuencia y abundancia es tal, que como ya advertí
en el capítulo anterior, no parece que haya santo o santa
que le haya dado prácticamente un puesto semejante a las
lágrimas (15).
La abundancia de lágrimas que en ocasiones le ha­
ce temer perder la vista, preocupó también a sus contem­
poráneos, de suerte que, según sabemos por el P. González
de Cámara, el médico le mandó que no llorase.
Constataré primero la relación que existía entre
las lágrimas y la devoción y luego haré algunas reflexio­
nes al respecto.
El 14 de marzo escribe San Ignacio:
Antes de la misa, en toda ella y después de
ella con muchas lágrimas, terminándose cuándo al
Padre, cuándo al Hijo, cuándo etc. y asi a los
santos, mas sin visión alguna, sino en cuanto la
devoción a ratos se terminaba cuándo a uno, cuan­
do a otro" (Diario 156).

El 18 de febrero la devoción y las lágrimas se


combinan de tal manera que, aunque entre ellas aparece
cierta dependencia, ésta'de ninguna manera es absoluta.
Comienza el día pesado y desierto... con ninguno o con muy
poco gusto y con esto una desconfianza de hallar la gra-
110

cia en la Santísima Trinidad. Vuelve a la oración que ha­


ce con mucha devoción y con gran dulzura y gusto espiri­
tual. Mas tarde "sentía nuevo calor y devoción a lacrimar"
y luego le "venían unas nuevas fuerzas y calor y devoción
espiritual, y a moverse en aumento a lacrimar".
De ahí a un rato... con mucha devoción e in­
tención me cubrí de lagrimas... y adelante con
muy grande efusión de lagrimas, mociones y sollo­
zos internos, pareciendo como que las venas o
partes del cuerpo sensiblemente sintiéndose...
Después... un venirme: Padre eterno, confírma­
me...; con tanto ímpetu y devoción y lagrimas y
tantas veces esto diciendo y tanto internamente
esto sintiendo... (Diario 46-48).

En seguida comienza un descenso de las lágrimas


y durante la misa se encuentra "no con lágrimas, no todo
sin ellas" aunque por lo que respecta a la devoción dice:
"con una cierta (y casi nueva y no así sólita) devoción
calorosa y como rúbea (exterior no así sólita en la misa)
y muchos anhélitos de asaz devoción" (16).
Con todo, en algunos ratos las lágrimas escasean
y esto le quita la devoción: "mas algunos ratos que estas
cosas no sentía en alguna abundancia, unos pensamientos cómo
no venia efusión o abundancia de lágrimas punzándome y
quitando la devoción" (Diario 49).
Esta relación íntima entre las lágrimas y la de­
voción de San Ignacio la testifica el P. Ribadeneira al
decir que Ignacio tenía tal control de las lágrimas, que
siempre que quería, lloraba de devoción (17). Sin embargo,
sobre todo al fin de su vida, Ignacio pudo gozar de la de­
voción sin el trabajo y desgaste de las lágrimas. En el
Diario encontramos ya varios rasgos de esta devoción sin
lágrimas, por ejemplo el 29 de marzo:
En la misa, en la mayor parte mucha suave de­
voción, con parecerme que era mayor perfección
sin lágrimas, como los ángeles, hallar interna
devoción y amor, y en parte no con menos o con
mayor satisfacción que el día pasado" (Diario
176).
111

El P. Gonzáles de Cámara dice que habiéndole or-


denado el medico a San Ignacio que no llorase por el daño
que sufría su salud, "lo tomo el Santo por obediencia, co-
mo suele en estas cosas... y tiene ahora más consolaciones
sin llorar de lo que antes tenia". Como testimonios de lo
que afirma, cita Cámara al Dr. Olave que lo habla oído del
P. Polanco (18).

• Reflexiones sobre el don de lágrimas de San


Ignacio. No ha faltado quien atribuya esta facilidad de
llorar de San Ignacio a una emotividad enfermiza e ingenua
que participa del capricho de ciertos medios de su tiempo.
No podemos desconocer que San Ignacio tenia una salud en-
fermiza, ni que San Ignacio tuviera un temperamento tierno
y afectuoso, como lo afirman sus contemporáneos. Pero si
atendemos a las múltiples obras que tenía entre manos,
precisamente en los días en que escribía el Diario Espiri-
tual y las que llevo a cabo en el resto de su vida hasta
el 31 dé julio de 1556, no podemos menos de reconocer en
Ignacio una fuerte personalidad, una voluntad tan firme y
al mismo tiempo tan dueña de sí, que hace escribir a Lal-
nez: "Es firme en lo que una vez juzga o por lumbre di-
vina o por razón, con tal que sea persuadido, y no se de-
ja fácilmente mover; pero en cosas que no tiene lumbre, de-
ja fácilmente su parecer en los otros" (FN I, 140).
El control de la razón sobre su voluntad y afec-
tos excluye las vacilaciones de un carácter enfermizo, hi-
peremotivo..., que algunos le quieren atribuir. Ademas, el
mismo estaba convencido que las lágrimas no eran lo esen-
cial en la vida espiritual y que a algunos no les conve-
nían, sin que esto impidiera el que apreciara su valor
(19).
Sin entrar aquí en los detalles sobre las diver-
sas clases de lágrimas, clasificadas según los motivos y
que Ignacio distingue tanto en la carta a Francisco de
Borja (20) como en las reglas de discreción para la Prime-
ra Semana, debemos advertir que para San Ignacio, tanto la
devoción como las lágrimas son "don y gracia de Dios nues-
tro Señor", lo cual no impide que nosotros las procuremos
como repetidamente lo indica en los Ejercicios (21), y en
la ya citada carta al Duque de Gandía, a quien recomienda
"... en lugar de buscar o sacar cosa alguna de sangre...,
buscar más inmediatamente al Señor de todos, es a saber,
112

sus santísimos dones, asi como una infusión o gotas de la-


grimas" (MI Epp II, 235-236).
Podemos concluir de lo dicho y de la minuciosidad
en notar las lagrimas en su Diario Espiritual, que para
San Ignacio había íntima trabazón y casi equivalencia en-
tre las lagrimas y los favores interiores, cuya manifesta-
ción eran y que, por tanto, las innumerables notas sobre
las lágrimas tenían por fin recordarle cuándo y en qué
circunstancias se le hablan concedido aquellos favores es-
pirituales .

• Sollozos. Otra manifestación externa y que a-


compana hasta 26 veces a las lágrimas y a la devoción en
el Diario Espiritual es la de los sollozos, que algunos
días como el 14 de febrero llegan a impedirle el habla:
Después, antes de la misa, en ella y después
de ella, con mucha abundancia de lágrimas, devo-
ción, grandes sollozos, no pudiendo muchas veces
tener la habla sin perderla (Diario 27).

9. Matices de la devoción y de sus manifestaciones

No todas las lágrimas, ni todos los sollozos, ni


todas las devociones que aparecen en el Diario son iguales,
sino que van acompañados de los más diversos calificati-
vos, de los cuales citaré algunos ejemplos.

• Lagrimas. Encontramos una gama bastante com-


pleta que va desde la carencia de lágrimas: "sin lágrimas",
pasa por los adjetivos de cantidad: "algunas lágrimas",
"asaz", "muchas", "mucha abundancia de lágrimas", "excesi-
vas" y "muy grande efusión de lágrimas" hasta "un cubrir-
se tanto de lágrimas".
Otras veces se fija en cierta circunstancia o cua-
lidad como: "lágrimas intensísimas", "muchas y muy reposa-
das" o las describe como "lentas, internas, suaves, sin es-
trepito, que parece que venían tanto de dentro, sin saber
explicar".
• Sollozos. No encontramos tanta riqueza y va-
113

riedad de calificativos, pero sí al menos, habla de "gran-


des sollozos" y de sollozos internos.

• Devoción. Es interesante notar que los epíte-


tos referentes a la devoción, aunque son semejantes a es-
tos, son tan variados y abundantes que podrían ordenarse
en los siguientes grupos:
De cantidad, como asaz, mucha, muy mucha, abun-
dancia de devoción, mucha abundancia de devoción...
De tamaño, como grande devoción, muy grande de-
voción, muy crecida...
De intensidad, como devoción intensa, intensa en
gran manera, tan intensa, intensísima devoción...
Otras cualidades que atribuye a la devoción son
la continuidad o discontinuidad como: "no se me quitando
la devoción" o por el contrario habla de pensamientos que
le quitan la devoción.
Existen también algunos calificativos de la de-
voción en el Diario que más bien denuncian efectos produ-
cidos por la devoción en todo el cuerpo o en la imagina-
ción del Santo. Estos son los de color, calor y luz (22).
A veces los encontramos juntos, a veces separados. Por
ejemplo, el 24 de febrero habla de "una devoción calorosa
y muy dulce" y el 20 del mismo mes escribe: "después de
entrado en ella (la oración) con mucha devoción calorosa
o lucida y suave". Y el 6 de marzo añade la nota de color:
"A la oración sólita, sin trabajo de buscar devoción, mas
asaz con ella, y adelante en mucho aumento, con harta sua-
vidad y claridad mezclada de color" (Diario 3 4 ) .
En la interpretación de estos calificativos de la
devoción, debemos tener en cuenta que el Diario Espiritual
es un escrito destinado al uso exclusivamente personal y
para recordar los beneficios de Dios. Sin embargo, no po-
demos negar que tales adjetivos corresponden a .la realidad
objetiva de fenómenos que Ignacio experimentaba, como las
lágrimas más o menos abundantes o tranquilas y el senti-
miento de calor que le producía la misma intensa devoción.
Tomando en cuenta estos dos hechos: la intención
de Ignacio y el fenómeno objetivo que representan, podemos
considerarlos como indicadores de las redundancias o mani-
114

festaciones externas de la devoción y afecto interno que


el Santo tuvo buen cuidado de anotar con tanta minuciosi-
dad .
Encontramos además que los calificativos de luz,
calor y color, atribuidos a la devoción, están de acuerdo
con el vocabulario de San Ignacio, que en su Autobiografi
habla del "ánimo generoso, encendido de Dios" que él expe
rimentaba después de su conversión (Autob 9 ) , y en una
carta a Teresa Rejadell habla "del ánima (que) más se ayu
da y más inflama en el amor", o de "la fragua del eterno
amor de Dios nuestro Criador y Señor" en que "se consuma
toda nuestra malicia eternamente" (23).
No debe, por tanto, extrañarnos que llame a la
devoción "calorosa o lúcida" y la describa acompañada de
"claridad y mezclada de color", o "calorosa y como rúbea"
En el manuscrito original de San Ignacio, al ha-
blar de esta "devoción como rúbea" había escrito: "casi
nueva y no así sólita" y a "rúbea", le había añadido: "ex
terior no así sólita"; pero ambas frases las omitió des-
pués. Por qué? Se trataba de indicar un fenómeno que al
escribir sus notas le pareció "no así sólito" y quizá des
pues por haberse repetido, le pareció mejor suprimir la
aclaración. Sin embargo, podemos concluir que algo espe-
cial quiso indicar San Ignacio con este "rúbea", que ha-
bía llamado además "exterior" en un principio. Esto nos
hace pensar en la segunda posible interpretación indica-
da por el P. Liuima en su bien documentado estudio (24).
Se podría atribuir entonces la expresión "devo-
ción como rúbea" a cierto juego de la imaginación en la
que repercutían las gracias que el alma de Ignacio gozaba
en su parte superior, tales como las visiones intelectua-
les. Esta interpretación estaría de acuerdo, como lo indi
ca el mismo P. Liuima, con las representaciones imaginati
vas que en los escritos de San Ignacio acompañan a las
visiones intelectuales.
Citaremos algunos casos que aclaren nuestro aser
to: En la Autobiografía leemos: "veía con los ojos inte-
riores la humanidad de Cristo y la figura, que le parecía
era como un cuerpo blanco, no muy grande ni muy pequeño,
mas no veía ninguna distinción de miembros" (Autob 29).
Otras veces habla San Ignacio de la representación de la
115

esencia divina en figura esférica y de la Santísima Tri-


nidad como tres teclas o como tres animales o tres cosas
(25).

10. El término de la devoción

Si tomamos por definición ignaciana de la devo-


ción la facilidad de encontrar a Dios, lo obvio es que el
término de la devoción sea el mismo Dios. Esto es verdad,
pero necesita una aclaración. Para San Ignacio encontrar
a Dios no significa siempre encontrar directamente al mis-
mo Dios, sino también encontrarle en sus dones o encon-
trarle en las creaturas. Por tanto, el término inmediato
de la devoción puede ser alguna cosa fuera de Dios, aunque
el último, siempre sea el mismo Dios.
El 11 de marzo por ejemplo escribe: "En capilla,
al altar y después con ligrimas, terminando la devoción a
nuestra Señora, no viéndola" (Diario 143); y el 24 de fe-
brero: "todas las devociones y sentimientos se terminaban
a Jesús, no pudiendo aplicar a las otras Personas" (Diario
72).
Con frecuencia encontramos que la devoción ter-
mina a la Santísima Trinidad, con la particularidad de
que a veces se presentan de una manera mis concreta y pal-
pable alguna o algunas de las Divinas Personas. Así el 5
de marzo dice:
Me parecía comenzando la devoción a terminar
en la Santísima Trinidad, me llevaba a terminar
aun a otra parte, como al Padre, de modo que sen-
tía en mí querérseme comunicar en diversas partes
(Diario 113).

En cambio, el 9 de marzo su devoción se ve claramente pola-


rizada hacia la Santísima Trinidad y hacia Jesús desde por
la mañana y, al llegar la noche escribe:
A la noche me parecía que me adaptaba a devo-
ción, terminando a la Santísima Trinidad y a Je-
sús, y de modo que al entendimiento se represen-
taba, dejándose ver en cierto modo; yo queriendo
116

adaptarme al Padre, al Espíritu Santo y nuestra


Señora, en esto no hallaba ni devoción ni visión
alguna, estante por algún rato la inteligencia o
visión de la Santísima Trinidad y de Jesús (Dia-
rio 140).
Dos días después, vemos que esta especie de pola-
rización de su devoción no es tan constante hacia un obje-
to:
Antes de la misa, en toda ella y después de e-
11a con muchas lagrimas, terminándose, cuando al
Padre, cuando al Hijo, cuando, etc. y así a los
santos, mas sin visión alguna, sino en cuanto la
devoción a ratos se terminaba cuándo a uno, cuán-
do a otro (Diario 156).

11. El -propósito de la devoción

Esta devoción tiene además, muchas veces, un pro-


posito determinado como "la devoción y confianza espiri-
tual de decir arreo seis o más misas de la Santísima Tri-
nidad", "la devoción a lacrimar" y la devoción a ser como
ángel para el oficio de decir misa. Otras veces la devo-
ción le impedía pensar en los pecados.
Además, como hemos visto en los capítulos ante-
riores, la devoción le da a conocer de una u otra manera
el beneplácito divino.

Conclusiones del capítulo

• La devoción para San Ignacio es un encontrar


a Dios por vía afectiva. En este encontrar a Dios inter-
viene sobre todo un afecto espiritual de la voluntad, cu-
yo objeto si no inmediato, al menos mediato es el mismo
Dios. Porque aplicando a la devoción ignaciana el mismo
criterio que usa el Doctor Angélico para la caridad, sin
pretender por eso identificarla con ella, debemos decir
que siendo su objeto, no un bien sensible, sino divino; su
sujeto será no el apetito sensitivo, sino el intelectivo
117

que se llama voluntad (26). Por tanto, una devoción pura­


mente sensible, que tuviera por objeto prácticas puramente
externas, de culto, no serla, a nuestro juicio, devoción
ignaciana.

• No depende directamente de nuestro libre albe-


drio. Si la devoción es un acto de la voluntad y la vo­
luntad es libre, por qué entonces dice San Ignacio que no
está en nuestra mano tenerla, sino sólo el procurarla,
cuanto la divina gracia nos comunicare? (cf EE 322; Const
L277II) .
Debemos distinguir al hablar de la devoción - co­
mo ya lo hemos hecho anteriormente - entre la devoción que
el P. Suárez llama substancial y la que llama accidental.
La primera consiste en la prontitud en el divino servicio
y está en nuestro poder, con la gracia ordinaria, ya que
la deliberación de este propósito de servir a Dios, a lo
cual estamos obligados y el deseo de la voluntad están en
nuestra mano. La segunda, en cambio, consiste en una dis­
posición tal del devoto, que facilita la prontitud de la
primera, no depende directa e inmediatamente de nuestra
voluntad, en el momento de poner el acto (27).
Esta disposición depende o de un hábito previo,
adquirido o infuso, o de la remoción de los impedimentos
que pudieran estorbar el acto de la voluntad, o finalmen­
te, de cierta suavidad, gusto espiritual o deleite, cuya
causa puede ser, o precisamente es el afecto de caridad
hacia Dios o en general la consolación espiritual.
El mismo P. Suárez dice que la devoción propia­
mente dicha comprende tanto la substancial como la acci­
dental, puesto que no se tiene por devoto aquel que ora o
hace las demás obras del culto divino sin gusto y suavi­
dad (28).
Este gusto y suavidad, considerado no en sí, si­
no en cuanto supone y complementa la devoción substancial
que está latente en todo el Diario Espiritual y patente
tantas veces en esa docilidad, disponibilidad y acatamien­
to y deseo de conocer en todo la divina voluntad para me­
jor servirle, es lo que Ignacio entendía por devoción y,
aunque habla con frecuencia de la remoción de los impedi­
mentos y de la adquisición de las virtudes verdaderas, al
referirse a la devoción, según hemos visto, parece acen-
118

tuar especialmente ese don y gracia de Dios que infunde en


el alma el gozo y suavidad y prontitud en el servicio di-
vino, es decir, la devoción perfecta, que, como tal, no
está en nuestra mano tenerla.

• Es por tanto un don y gracia de Dios. Pero


al hablar de don y gracia de Dios no queremos afirmar que
San Ignacio considere la devoción como uno de los "dones
del Espíritu Santo", aunque ciertamente la devoción está
íntimamente ligada a ellos, como ya hemos tenido oportuni-
dad de notarlo. San Ignacio usa la palabra "don" para in-
dicar algo que recibimos inmerecidamente de la divina bon-
dad. Don, sin embargo, que debemos procurar (29).

• El afecto de la devoción no es ciego, sino


guiado por la fe y las ilustraciones del entendimiento,
acompañadas con frecuencia, en el caso de Ignacio, de un
conocimiento experimental de Dios y de sus misterios, en
la medida que la divina bondad se los comunicaba.
Hemos visto el influjo de los conocimientos de la
devoción. Estos conocimientos no excluyen, mas aun, en el
caso de Ignacio, incluyen aquella "conversionem mentis" de
la contemplación que se da cuando el alma, convencida de
que el objeto de su felicidad excede todo entendimiento
creado, superada toda especulación, guiada por la fe, se
adhiere a el con toda la fuerza de su afecto, quedando u-
nida la devoción a la contemplación como fruto nacido de
su naturaleza íntima, es decir, de esa atención simple,
amorosa, fija en Dios, objeto de toda bienaventuranza.
Decimos por tanto, que el afecto de la devoción
no es ciego, no en cuanto de alguna manera excluye la obs-
curidad de la fe y del misterio, sino en cuanto acto de la
voluntad, que como tal, aunque en sí es ciego, para pasar
de la potencia al acto, necesita del entendimiento.
En San Ignacio la contemplación, en particular
durante la santa misa, y la devoción están tan íntimamen-
te ligadas, que bien se puede decir que en cierta manera
la una es causa de la otra, aunque bajo diverso aspecto:
la oración impetrando de Dios la devoción y esta, dándole
sabor y facilidad a aquélla.
El hombre busca a Dios en la oración y Dios le
119

contesta haciéndosele encontradizo en la devoción. He aquí


de nuevo nuestro dialogo de la devoción.

• Impulsado por la caridad. Todo el Diario Es-


piritual esta impregnado de este amor sincero, puro por
Dios. Lo que acabamos de decir de la atención amorosa de
la contemplación, el influjo del amor experimental en la
devoción, que estudiamos en el cuerpo del capítulo, los
toques de Dios al alma... todo nos indica la causa ultima
de la devoción en San Ignacio: la caridad. Con esto con-
firma Ignacio lo que San Bernardo escribió: "Implet ergo
caritas legem servi cum infundit devotionem" (30) y la re-
lación que entre la caridad y la devoción propone Santo
Tomas al decir: "La caridad causa la devoción... y por la
devoción se nutre la caridad" (31).

• Redundancia de la devoción en la parte sensi-


ble. Esta es evidente en el Diario Espiritual de San Ig-
nacio y toma las variadísimas formas que hemos estudiado
y que en Ignacio tienen una intensidad especial dado su
carácter tierno y sensible y la intensidad de los dones
con que Dios le socorría, ante cuya presencia todo su or-
ganismo se estremecía.
La misma salud precaria del Santo, sin duda, tuvo
que influir, si no en una forma determinante, al menos a-
centuando la reacción sensible de la devoción, en su orga-
nismo ya gastado, según los límites que dejamos indicados
en el cuerpo de este capítulo.

• Afectos que acompañan la devoción. Con la de-


voción aparecen otros afectos tales como la paz, la dulzu-
ra interior... y no puede ser de otra manera. Siendo el
complejo humano tan rico en ellos y estando los mismos
tan íntimamente ligados entre sí, no se ve cómo uno pudie-
ra aparecer sin que otro u otros respondieran al llamado,
y así tanto Suárez como Santo Tomás, al describir esta de-
voción más sensible, siempre hablan de la alegría y delei-
te de la devoción, que según Suárez es verdadera devoción
cuando no proviene del conocimiento puramente especulati-
vo de Dios, sino de la deliberación y afecto eficaz a o-
brar, nacida de tal pensamiento o conocimiento.
Creo que aquel encontrar a Dios al buscar su san-
tísima voluntad a fin de servirle mejor, y después esa
120

disponibilidad incondicional del siervo amante y reveren­


te que acata los mas mínimos detalles del divino beneplá­
cito insinuados por Dios, corresponden a esta devoción o-
perativa, pronta, afectuosa, guiada por el entendimiento
iluminado por la fe y las gracias extraordinarias de que
gozaba Ignacio, devoción impulsada por la caridad mas pu­
ra, que forma el ambiente total de la vida de San Ignacio
y en particular de las paginas de su Diario Espiritual.
Es, en pocas palabras, aquella "quasi illustra-
tio divini vultus in servos suos", que Molina llama ver­
dadera devoción y San Ignacio facilidad de encontrar a
Dios (32).

* * *

N O T A S

1. Const C277]. Este pensamiento, que después ha pasado


al Sumario de las Constituciones en la regla 21, se.
encuentra ya en 1547-1548 en la proposición 40 de las
discutidas, cf MI Cons I, 282.
2. Sobre el buscar la devoción, cf la condenación de las
proposiciones de Molinos, DZ 1247. Cf ademas Navatel
J.J., La dévotion sensible, les lavmes et les Exevci-
oes de Saint Ignaae, Enghien 1920, 64.
3. EE 322. Cf la carta de Ignacio a Teresa Rejadell, en
donde le describe la desolación: cuando "estamos tris­
tes ni podemos orar con alguna devoción, contemplar,
ni aun hablar, ni oir cosas de Dios N.S. con sabor o
gusto interior alguno..." (MI Epp I, 104).
4. EE 330. Sobre la devoción sensible como consolación,
cf De Guibert J., Theologia spivitualis ascética et
mystica, Roma 1952, 273.
121

5. Cf Larranaga V., Obras completas..., 737, nota 103;


a
Iparraguirre I., Obras completas, I ed., 312, nota 79.
6. Esta palabra "consecuente" en San Ignacio significa
sucesión lógica, nunca ilación, cf Calveras, EE Di-
rectorios..., 399.
7. San Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo, L.II,
c.26, 5.
8. Ibid, 8.
9. Diario 105. Cf Scaramelli G.B., II Direttorio místi-
co, Venecia 1770, Tr. 3, c.13, n. 120.
10. Cf De Guibert J., Theologia spiritualis ascética et
nrystica, Roma 1952, 128.
11. Imitación de Cristo, L. 3, caps 1-3.
12. Cf Santa Teresa, Autobiografía, caps 24-27, especial-
mente 26; San Juan de la Cruz, Subida al Monte Carme-
lo L. II, caps 11-12; 16-22; 28-31; PoulainA., Des
gráces d''oraison, Paris 1914, c.20, 1-26.
13. El P. Hernández la explica de la siguiente manera:
"Se siente la presencia de Dios en el alma penetrada,
llena y envuelta palpablemente de Dios, se siente la
posesión de Dios por el alma... Sin razonamiento, ni
implícito, palpa el alma a Dios presente en sí, sien-
te que lo tiene en sí con sensación tan inmediata co-
mo cuando se abraza a un amigo", Guiones para un cur-
sillo de Dirección espiritual, Santander 1946, 192.
14. Truhlar C , "La découverte de Dieu chez Saint Igna-
ce", en RAM 24 (1948), 317.
15. Cf De Guibert J., La espiritualidad de la Compañía
de Jesús, Santander 1955, 32-33.
16. Lo que escribimos entre paréntesis en este párrafo
se encuentra tachado en el manuscrito original. Qui-
zas la razón de tachar las palabras que indican sin-
gularidad del fenómeno se debe a que éste se repitió
después. El 6 de marzo, por ejemplo, habla de nuevo
de una devoción "con harta suavidad y claridad mez-
clada de color" (Diario 34).
17. Cf FN II, 345.
122

18. Cf FN II, 639; De Guibert J., "Mystique ignatienne",


en RAM 19 (1938), 125-128.
19. En carta a Nicolás Floris, Polanco a nombre de Igna-
cio escribe el 22 de noviembre de 1553: "El don de
lagrimas no se puede pedir generalmente porque no es
necesario, ni absolutamente es a todos bueno y con-
veniente...", MI Epp V, 713.
20. San Ignacio, escribiendo a San Francisco de Borja
distingue tres clases de lágrimas según su objeto:
"Ahora sea, 19 sobre los propios pecados o ajenos,
ahora sea, 29 en los misterios de Cristo nuestro Se-
ñor, en esta vida o en la otra, ahora sea, 39 en
consideración o amor de las Personas Divinas; y tan-
to son de mayor valor y precio, cuanto son en pensar
y considerar más alto...", MI Epp II, 236.
21. En la Primera Semana quiere que se busquen y hallen
"lágrimas por los pecados" (EE 4 ) . En la Tercera,
quiere que nos esforcemos por "doler, tristar y llo-
rar" (EE 195) y demandar "dolor con Cristo doloroso,
quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena in-
terna. .." (EE 203) .
22. Cf Liuima A., '"Devoción como rúbea' in sancti Igna-
tii Ephemeride Spirituali", in Gregor"Laman 37 (1956),
530-542.
23. Cf MI Epp I, 276; Id, 627.
24. Cf Liuima A., art.cit., 532.
25. Cf Autob 28; Diario 55, 123.
a e
26. Santo Tomás, Summa II, I I , q.24, a.l, c.
27. Suárez, De Religione, T. IV, 1, c.6, 17-19.
28. Id., 5.
29. Cf Calveras J., EE Directorios..., 419.
30. San Bernardo, Epist. II, 7; PL CLXXXII, 113 B.
a e
31. Santo Tomás, Summa II, I I , q. 82, a.2, ad 2um.
32. Cf Molina, Commentarios in Prima Divi Thomae, q.14,
a.13, d.42.
123

CAPITULO VIII

LA D E V O C I Ó N EN T O D A S LAS COSAS

Hemos considerado la devoción de San Ignacio, es


decir su facilidad de encontrar a Dios en la oración, en
la santa misa, al hacer una elección..., pero se ofrecen
varias preguntas: fuera de estos, que podríamos llamar e-
jercicios de piedad, cual es el papel de la devoción según
San Ignacio? Cual era entonces su devoción personal?

1. La devoción y el gozo de la devoción

Volviendo a la expresión ignaciana que nos ha


servido de centro para nuestro trabajo, encontramos que
al describirnos su propia vida espiritual dice que iba
"siempre creciendo en la devoción, esto es, en facilidad
de encontrar a Dios, y ahora mas que en toda su vida. Y
siempre y a cualquier hora que quería encontrar a Dios,
lo encontraba" (Autob 99).
En estas palabras acusa un crecimiento constante
en devoción durante toda su vida: siempre creciendo en de­
voción, en cambio, por otra parte sabemos que las conso­
laciones y regalos del cielo no crecían en la misma forma.
Así lo atestigua el P. Laínez que escribe: "Decía (Igna­
cio) si me acuerdo, un día, que lo que había tenido en
Manresa (lo cual en el tiempo de la distracción del estu­
dio solía magnificar y llamar su primitiva Iglesia) era
poco, en comparación de lo de ahora" (FN I, 140).
Se da, por tanto, en el Santo, un progreso cons­
tante en la devoción, aunque los regalos no hubieran au­
mentado constantemente, por lo menos, durante los estu- -
dios, como él mismo lo reconoce al narrar su propia vida
al P. González de Cámara: "En el tiempo que estuvo en Vi-
cenza, tuvo muchas visiones espirituales y muchas, casi
ordinarias, consolaciones; y lo contrario le sucedió en
París" (FN I, 140).
124

De Manresa a París hubo un descenso en las con-


solaciones del cielo y este descenso no lo acusa en su de-
voción, en la cual siempre crecía. Hay, por tanto, para
San Ignacio una distinción bien clara entre ambas cosas,
y así al escribir al P. Bartolomé Hernández, rector de Sa-
lamanca, distingue entre el gusto de la devoción, que es
gracia que Dios dispensa donde y cuando conviene y la de-
voción, no dudando en llamar al "estudio puramente ordena-
do al divino servicio, harto buena devoción" (cf MI Epp
VII, 270).
En el gusto de la devoción, la experiencia de
Dios, el encuentro de Dios es palpable. En la segunda no
lo era menos para la mirada de fe de Ignacio que reconocía
la obra de Dios evidente, tras esa pura intención del di-
vino servicio, en ese aspecto, sujeción y sumisión a
Dios (1).
Sin embargo, la dependencia de ambos, respecto a
nuestra voluntad, es diversa y así lo reconocía el Santo,
porque esa determinación de nuestra voluntad por la cual
queremos en todo servir y complacer a la divina bondad,
está en nuestro poder con la gracia divina, que no nos
falta ni aun en caso de desolación (cf EE 3 2 ) , ya que se
trata de un acto necesario para la virtud y tal es, sin
duda, el caso del estudio puramente ordenado al divino
servicio. En cambio, ese gusto, deleite y suavidad es más
bien algo que se recibe pasivamente; no es necesario y,
aunque a él concurramos física y vitalmente, sin embargo,
o no es libre en si o no es de suyo objeto directo de al-
gún acto nuestro, sino que resulta de nuestro acto, como
propiedad del mismo (2).
Por tanto, según San Ignacio debía procurarse,
ante todo, esa voluntad pronta de servir a Dios que depen-
de de nuestra voluntad y es la mejor preparación para la
suavidad y gozo de la devoción sensible, que también debe-
mos procurar, no en sí solamente, sino sobre todo en cuan-
to facilita la primera (cf MI Epp II, 237).
Con esto, no nos parecerá extraño que Ignacio de-
jara la quietud, gusto y regalos de las largas horas de
oración, para seguir la divina voluntad en el apostolado,
como lo dice el P. Polanco: "Cuando se ocupaba de enseñar
la doctrina cristiana y otras ayudas importantes del pró-
jimo, que requerían mucho tiempo, y también en los estu-
125

dios (era su usanza) abreviar mucho el tiempo de la ora-


ción, contentándose con oir misa y los exámenes de la
conciencia y alguna hora para la oración, pareciendole
seria más grato a Dios nuestro Señor que diese más tiem-
po y trabajo a los ejercicios que sólo por su servicio y
gloria tomaba; y asi en los estudios, aunque muchas di-
ficultades tuviese, era uno de los más diligentes y labo-
riosos" (FN I, 169-170).
El amor de obras más que de palabras actúa aquí
con la viveza de las advertencias previas a la contempla-
ción para alcanzar amor y de la doctrina evangélica.
Para comprender este modo de obrar de San Igna-
cio conviene recordar algunas instrucciones dadas a sus
hijos, sobre este particular, sin duda sacadas de su pro-
pia experiencia. Veamos lo que escribe el P. Polanco a
nombre de San Ignacio al recién nombrado rector de Coim-
bra, P. Urbano Fernández:
Cuanto a la oración y meditación, no habiendo
necesidad especial por tentaciones, como dije,
molestas o peligrosas, veo que más aprueba (nues-
tro padre) procurar en todas cosas que hombre ha-
ce hallar a Dios, que dar mucho tiempo junto a
ella. Y este espíritu desea ver en los de la Com-
pañia: que no hallen (si es posible) menos devo-
ción en cualquier obra de caridad y obediencia
que en la oración o meditación (MI Epp III, 5 0 2 ) .

Encontramos aquí de nuevo el admirable parale-


lismo ignaciano entre hallar a Dios y hallar devoción. Es-
te encontrar a Dios en el cumplimiento de su santísima vo-
luntad fue la preocupación constante de San Ignacio desde
los días de Loyola, así lo vemos en su vida entera, en las
normas que da a los ejercitantes y en especial en su vida
íntima de oración, en la que lo que más le interesa es esa
sintonización perfecta con la voluntad de Dios, es decir,
esa unión de voluntad con Dios de que hemos hablado en los
capítulos anteriores.

* * *
126

2. Medios ignacianos para hallar devoción


en todas las cosas

• La pureza de intención. Para alcanzar esta


devoción en todas las cosas, San Ignacio insiste constan-
temente en la necesidad de tener una intención pura en
todo y siempre, ya se trate de la elección durante los E-
jercicios o fuera de ellos (3), ya de los estudios, pro-
curando que los estudiantes "tengan intención del divino
servicio muy pura, a el enderezando todos sus estudios, y
para el queriendo la doctrina que se pretende" (MI Const
IV, 217), ya en nuestro modo de proceder, ya en la elec-
ción misma de los ministerios en los que desea "se haga
siempre lo que es a mayor servicio divino y bien univer-
sal", recalcando las dos notas de "intención muy recta y
pura delante de Dios nuestro Señor" (cf Const L618J).

• Intención renovada. "Para renovar esta inten-


ción y oblación y pedir a Dios gracia de hacer en todo lo
que mas agrade a su divina majestad, se deberla tomar la
usanza santa de hacer algunas breves oraciones o elevacio-
nes de la mente a Dios, mezclándolas con las acciones, a-
hora diciendo palabras algunas escogidas, según de cada
uno, ahora solamente hablando con deseos y aspiraciones".

• Animo y liberalidad para con Dios. El grande


ánimo y liberalidad para con nuestro Criador y Señor, que
dispone a recibir los dones y gracias espirituales, atrae
la liberalidad de Dios y realiza la definición de devoción
dada por Santo Tomás al decir que era "el acto de la vo-
luntad por el cual el hombre se entrega con prontitud al
servicio divino" (4).

• Llenar nuestras potencias de Dios. Es verdad


que para San Ignacio había que insistir en este hacer la
divina voluntad con una intención purísima del divino ser-
vicio, pero también es verdad que éste no era el ideal com-
pleto. El quería que, a ser posible, nuestras potencias y
sentidos estuvieran llenos de Dios y a esto quería que todos,
aun los estudiantes, encaminaran sus esfuerzos (5).
Veamos lo que escribe al P. Antonio Brandao a las
15 preguntas que éste le propusiera:
127

a
A la 6 (que decía: en qué cosas se ejercita-
ra mas meditando, que sean más al proposito de
la nuestra vocación) atendiendo al fin del estu-
dio, por el cual no pueden los escolares tener
largas meditaciones, allende de los ejercicios,
que tienen para la virtud, que son oir misa ca-
da día, una hora para rezar y examen de concien-
cia, confesar y comulgar cada ocho días, se pue-
den ejercitar en buscar la presencia de nuestro
Señor, en todas las cosas, como en el conversar
con alguno, andar, ver, gustar, oir, entender y
en todo lo que hiciéramos, pues es verdad que
esta su divina majestad por presencia, potencia
y esencia en todas las cosas. Y esta manera de
meditar hallando a nuestro Señor Dios en todas
las cosas, es más fácil que no a levantarnos a
las cosas divinas más abstractas, haciéndonos
con trabajo a ellas presentes, y causará este
buen ejercicio disponiéndonos grandes visitacio-
nes del Señor, aunque sean en una breve oración
(MI Epp III, 510).

A este modo de obrar siempre con la intención


recta, San Ignacio no duda en llamarle no sólo devoción
sino también meditación, como hemos visto, y oración, en
la siguiente cita, de mano de su secretario el P. Polan-
co: "Todo su estudio y obras tengan por oración, endere-
zándolas y ofreciéndolas al solo servicio de Dios N.S.,
procurando hallarle en todos sus ejercicios" (MI Const
IV, 222).
El P. Nadal, fiel intérprete de la mente del
Santo Fundador, abunda también en estos pensamientos. En
su instrucción sobre la oración, durante su primera visi-
ta a España escribía: "Se han de esforzar todos en el Se-
ñor, caminando por el estado de oración y vida espiri-
tual, en hallar a Dios en todos sus ministerios y opera-
ciones, caminando por la vía del espíritu solamente, a-
costumbrándose a actuar el espíritu y devoción en todas
las cosas y servirse de las reliquias de la cogitacion,
oración y hábito de ella, cuanto sugerirá la fragilidad
de nuestra naturaleza, en todos los ministerios" (MI Const
IV, 490).
128

En la "Orationis Ratio in Societate" especifica


más la forma en que debemos hallar a Dios los de la Com -
pañía: "En estos ministerios (se refiere a los ministerios
espirituales de la Compañía, como el predicar, leer, dar
Ejercicios) se ha de hallar Dios con paz, quiete y apli-
cación del hombre interior, con luz, alegría y contenta-
miento, con fervor de caridad con Dios, y así se ha de
buscar lo mismo en todos los otros ministerios, etiam ex-
teriores..." (MHSI Nadal IV, 681). Son estos los mismos
elementos que encontramos en la devoción de San Ignacio
en su Diario Espiritual.
San Ignacio quería además que este hallar a Dios
en todas las cosas se convirtiera en familiaridad con el,
y así lo dice al describir las cualidades que debe tener
el General de la Compañía:
Cuanto a las partes que en el Prepósito Gene-
ral se deben desear, la primera es que sea muy
unido con Dios nuestro Señor y familiar en la o-
ración y todas sus operaciones; para que tanto
mejor de él, como de fuente de todo bien, impetre
a todo el cuerpo de la Compañía mucha participa-
ción de sus dones y gracias, y mucho valor y e-
ficacia a todos los medios que se usaren para la
ayuda de las ánimas (Const Í7231).

3. Los Ejercicios como entrenamiento


para hallar devoción en todas las cosas

A este fin enfoca también San Ignacio los Ejerci-


cios y muy especialmente la Contemplación para alcanzar a-
mor, que con toda verdad es, como dice el P. Brou, una
transición de la vida contemplativa intensa llevada duran-
te los Ejercicios a la vida de actividad que se ha de vol-
ver a abrazar al terminarlos; y además, un verdadero méto-
do para encontrar a Dios en todo (5).
Sin entrar en la discusión sobre cuál es el fin
primario de los Ejercicios, lo que nos interesa ahora es
constatar cómo ellos son un método excelente para llenar
nuestras potencias de Dios y facilitar así esta familiari-
dad con Dios y devoción en todas las cosas (6).
129

Supuesta aquí la importancia de la remoción de


los impedimentos de la devoción en la que San Ignacio in-
siste tanto en los Ejercicios (7), fijaremos nuestra aten-
ción en la parte positiva, esto es, en la forma cómo du-
rante los Ejercicios San Ignacio va llenando las poten-
cias del alma de Dios y preparando así al ejercitante a
encontrar a Dios en todas partes con facilidad, es decir,
cómo le va preparando para encontrar la devoción, aun en
la misma acción y vida ordinaria.

Et papel de la meditación

Este llenar nuestras potencias de Dios lo va con-


siguiendo San Ignacio desde el comienzo de los Ejercicios,
poniendo en juego en las meditaciones la memoria, el en-
tendimiento y la voluntad, ya sea sobre los pecados ajenos
o sobre el proceso de los propios pecados, o sobre las pe-
nas del infierno o las tácticas de Cristo y Lucifer en las
dos Banderas o sobre los tres binarios o clases de hombres
que quieren hallar a Dios en paz, frente a las verdades
del Principio y Fundamento.
Mas no se trata de un ejercicio frío y mecánico
de las potencias del alma, sino de un ejercicio que lleve
a amar a Dios nuestro Señor. Así escribe:
Teniendo nuestra alma tres potencias, memoria,
entendimiento y voluntad, para amar a Dios nues-
tro Criador y Señor con toda el alma es menester
que la memoria haga su oficio, acordándose: 19 de
sus beneficios, creación, redención y dones espi-
rituales; 29 de los mandamientos y preceptos de
la Iglesia para guardarlos; 39 del necesario cui-
dado de conservar el cuerpo humano para ayudar a
nuestra alma a salvarse. Después toca al entendi-
miento entender y discurrir en todo aquello que
el alma ha procurado recordar y a la voluntad,
que está sobre las demás potencias del alma, es-
forzándose en todo a alegrarse, para que en todas
las cosas el alma sea grata a su Criador y Señor
(MI Epp XII, 669).
130

La misma reflexión meditativa de las contempla-


ciones va encaminada al mismo fin. En ellas quiere que el
ejercitante, al ver las personas, oir las palabras y con-
templar las acciones, a ejemplo de nuestra Señora, las me-
dite en su corazón, reflexionando para sacar algún prove-
cho espiritual.
En las aplicaciones de sentidos, al hablar de la
aplicación de la vista, expresamente dice: "meditando y
contemplando en particular sus circunstancias y sacar al-
gún provecho de la vista (EE 122).

Simplificación contemplativa
en el uso de las potencias

No se olvida San Ignacio que el ejercicio de las


potencias es un medio y no un fin en si, y que por tanto
cae bajo la norma del "tanto cuanto" del Principio y Fun-
damento. Tanto se deben usar, cuanto ayuden a encontrar a
Dios y asi, tan pronto como el discurso ha logrado su a-
fecto, quiere que deje su lugar a los afectos y que en el
punto en que se hallare devoción se detenga sin tener an-
sia de pensar adelante hasta que se satisfaga (cf EE 74).
No se trata de saber y entender mucho, sino de hartar y
satisfacer el alma con el sentir y gustar las cosas inter-
namente (cf EE 2 ) .
A esta simplificación van encaminadas las numero-
sas repeticiones en las que no se trata de un mero volver
a hacer la meditación, sino, como dice San Ignacio, de no-
tar y hacer pausa "en los puntos en que se ha sentido ma-
yor consolación o desolación o mayor sentimiento espiri-
tual" (EE 6 2 ) .
De esta manera prepara el alma a estas "otras me-
ditaciones ordenadas y descansadas, las cuales son apaci-
bles al entendimiento y no trabajosas a las partes interio-
res del ánimo, que se hacen sin poner fuerza interior ni
exterior" (MI Epp I, 108), que si Dios concede, es el ca-
mino para es manera de meditar hallando a Dios nuestro Se-
ñor en todas las cosas.
131

Intuición contemplativa
y purificación de los sentidos interiores

A esta intuición contemplativa van dirigidas ya


en alguna manera las mismas meditaciones que no versan so-
bre temas abstractos, sino sobre objetos concretos, como
son los tres pecados concretos del primer ejercicio de la
Primera Semana, o mis propios pecados, o las penas del in-
fierno, pero sobre todo, las contemplaciones, sus repeti-
ciones y las aplicaciones de sentidos, en las que San Ig-
nacio hace vivir las escenas del Evangelio y con las que
quiere llenar los sentidos internos, a fin de que no sólo
las potencias del alma, sino que todos los elementos huma-
nos y facultades del ejercitante queden en alguna manera
evangelizados o mejor dicho cristificados.
Tanto la segunda adición como la composición de
lugar son elementos muy valiosos que cooperan al mismo fin
(cf EE 74, 47).
El elemento afectivo, central, en la devoción,
tiene también su puesto importantísimo en el proceso de
los Ejercicios. Ya desde la Primera Semana Ignacio pre-
tende, no simplemente el dolor de contrición, suficien-
te para la confesión y aun para precaverse contra las ten-
taciones, sino además el "crecido e intenso dolor y lágri-
mas de mis pecados" (EE 55) y un dolor tal que haga pro-
rrumpir al ejercitante en aquella "exclamación admirativa
con un crecido afecto, discurriendo por todas las creatu-
ras, cómo me han dejado en vida y conservado en ella"
(EE 60) que a primera vista pudiera parecer aun exagerada.

De la Segunda Semana espera las fervorosas "obla-


ciones de mayor estima y mayor momento" en la meditación
fundamental del Reino de Cristo y "el conocimiento inter-
no del Señor que por mí se ha hecho hombre para que mas
le ame y le siga" (EE 104).
En la Tercera Semana busca el "dolor con Cristo
doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pe-
na interna de tanta pena que Cristo pasó por mí" (EE 203)
y durante la contemplación quiere San Ignacio que con mu-
cha fuerza nos esforcemos por "doler, tristar y llorar".
En la Cuarta Semana, finalmente quiere que se
pida "gracia para me alegrar y gozar internamente de tan-
132

ta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor" (EE 221). El


juego de los afectos en los Coloquios es clave de la men-
te de San Ignacio para completar el ejercicio afectivo
del ejercitante.
Resumiendo podemos decir que San Ignacio, a tra-
vés de los Ejercicios ha ido llenando las potencias y sen-
tidos interiores del ejercitante de Dios, a quien ha pre-
sentado de una manera viviente en el Verbo Encarnado, ha
procurado además excitar el deseo y la petición de amarlo
más y seguirlo, asi en la vida y en la pena, como en la
gloria (cf EE 104) y ha querido identificarlo con Cristo
en tal manera que los sentimientos, penas y alegrías del
Dios-Hombre sean las suyas. Con esto ha unido Intimamente
tres términos: Dios-Cristo-yo.

4. La contemplación para alcanzar amor

En ella quiere que se encuentre y reconozca a


Dios no solo en Cristo sino en todas las creaturas, en las
que verdaderamente está por esencia, presencia y potencia
(cf EE 39) y esto para amar y servir en todo a su divina
maj estad.
Aquí se nos presenta de nuevo la devoción típica-
mente ignaciana de encontrar en todo a Dios, amarlo en to-
do y servirlo en todo, dando pruebas así de un verdadero
amor más de obras que de palabras. Amor afectivo, pero,
sobre todo efectivo que coincide con aquel "buscar en to-
das las cosas a Dios nuestro Señor... a El en todas aman-
do y a todas en El conforme a su santísima y divina volun-
tad... siempre pretendiendo en ellas (en todas las cosas
particulares) puramente servir y complacer a la divina bon-
dad por sí misma y por el amor y beneficios tan singulares
en que nos previno..." (Const C288H).
En el primer punto de la Contemplación para al-
canzar amor vuelve Ignacio a reforzar la unión de los tres
términos: Dios-Cristo-yo y trae a la memoria los benefi-
cios de creación, redención y dones particulares y "cómo
el mismo Señor desea dárseme en cuanto puede según su or-
denación divina" (EE 234).
133

Todo va encaminado a excitar en el alma el amor


encendido, motivo supremo de la devoción. Por eso quiere
que se pida "conocimiento interno de tanto bien recibido,
para que yo, enteramente reconociendo, pueda en todo amar
y servir a su divina majestad" (EE 233).
No se trata, por tanto, de excitar n afecto pu-
U

ramente sensible, sino la verdadera devoción del siervo,


por y con amor, fruto de la fe esclarecida por virtud di-
vina cuanto la divina gracia concediere (cf EE 2 ) .
La respuesta espontanea del alma será el perfec-
to acto de devoción amante y la actitud de disponibilidad
absoluta ante su Dios y Señor, cuya formulación presenta
San Ignacio en el "Tomad, Señor, y recibid toda mi liber-
tad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, to-
do mi haber y mi poseer; vos me lo disteis, a vos, Señor,
lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra volun-
tad; dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta" (EE
234) .

En los puntos siguientes pasa ya a la unión de


los tres términos que formarán el marco de la vida: Dios
(Cristo)-todas las cosas-yo (8). En esta unión está el se-
creto de la devoción en la acción, es decir, del ideal ig-
naciano caracterizado por la fórmula del P. Nadal: "In
actione contemplativus".
Se trata de ir formando en el ejercitante la fa-
cilidad de encontrar a Dios en todas las cosas, donde se
encuentra real y verdaderamente por esencia, presencia y
potencia.
En el segundo punto de la contemplación, consi-
dera San Ignacio "cómo Dios habita en las creaturas, en
los elementos dando ser, en las plantas vejetando, en los
animales sensando, en los hombres dando entender" (EE
235). No hay cosa en el universo donde los ojos de la fe
no descubran a Dios.
Pasa luego al tercer punto y en él hace resaltar
la presencia de Dios en la actividad de las creaturas que
tanto atrae, ocupa y preocupa al hombre.
Las creaturas no sólo han sido creadas por Dios
sino que además "Dios trabaja y labora por mí en todas las
cosas creadas sobre la haz de la tierra, id est, habet se
ad modum laborantis" (EE 236).
134

San Juan Crisóstomo expone bellísimamente este


pensamiento en su homilía 37 sobre San Juan: "Cuando ves
el sol naciente, el curso de la luna, los lagos, las fuen­
tes, los ríos, las lluvias y el curso de la naturaleza en
las simientes o en los cuerpos de los animales o en nues­
tros propios cuerpos, y todas las demás cosas que formen
el universo, reconoce la perpetua perenne obra del Padre"
(9). Es ésta una presencia activa de Dios, no sólo en las
creaturas puras y santas y en los actos mas sublimes de
las virtudes, sino aún en las cosas y acciones mas viles
y abyectas de las creaturas más bajas y repugnantes.
Pasa, por fin, al cuarto punto de la contempla­
ción a "mirar cómo todos los bienes y dones descienden de
arriba... como del sol descienden los rayos y de la fuente
las aguas" (EE 237) .
"En este punto - dice el P. Calveras - se propone
la razón suprema del amor en que se basa la amistad con
Dios, a saber, que él es en sí perfección suma e infinita
en todos los órdenes y que las perfecciones de las criatu­
ras en su limitación son participación y destello de la
infinita perfección de Dios" (10).
Mas este habitar de Dios en las creaturas y "la­
borar" en ellas y hacerles el objeto de tantos bienes y
dones, se refiere, de una manera muy especial al propio
yo. Así lo dice San Ignacio, uniendo con un eslabón más
los tres términos: Dios (Cristo)-las creaturas-yo en Dios,
por Dios y con Dios, ya que es él quien ha hecho en mi
otro tanto.
San Ignacio quiere que se considere a Dios, tam­
bién "en mi dándome ser, animando, sensando y haciéndome
entender; asi mismo haciendo templo de mí siendo criado a
la similitud e imagen de su divina majestad" (EE 235).
El hombre debe por tanto considerarse como tem­
plo de Dios, en el que el alma encuentra a Dios con una
devoción dócil, "respeto de acatamiento allegado a amor
reverencial". Además insiste Ignacio en que así como Dios
opera en las acciones de las demás creaturas, coopera tam­
bién en las propias de cada uno y en que, sobre este as­
pecto se reflexione detenidamente (cf EE 235-237). Este
ejercicio llevará a amar a Dios en la propia limitada per­
fección y la propia limitada perfección en Dios como re-
135

flejo y obra de su perfección y bondad infinita tal como


la mira complacido y la ama el mismo Dios (11).
A este ideal quiere San Ignacio que se pretenda
llegar, si es que se desea obtener la verdadera devoción,
es decir, la facilidad de encontrar a Dios en todas las
cosas, llegar a ser "contemplativo en la acción", muy
"unido con Dios nuestro Señor y familiar en la oración y
en todas sus operaciones" (Const C7233).

Conclusiones

1. Distingue San Ignacio entre la obra puramente


ordenada al servicio divino, que llega a llamar devoción y
el gozo de la devoción.
De ordinario, como hemos visto, San Ignacio al
hablar de devoción se refiere más bien a la devoción afec-
tiva o accidental, pero siempre en cuanto esta dice rela-
ción y supone la efectiva o substancial a la que facilita
y alienta, ya sea precediéndola, ya siguiéndola o acompa-
ñándola .
El ideal para San Ignacio es alcanzar la devoción
perfecta que supone ambas y con ellas la síntesis admira-
ble de su espiritualidad: el "in actione contemplativus".

2. Los pasos que para llegar a este ideal propo-


ne San Ignacio son:
a. El cumplimiento de la divina voluntad, ya sea
bajo la forma de servicio, ya de alabanza, que aparecen
una y otra vez en mil formas diferentes, en sus escritos.
b. La rectitud y pureza de intención en todas las
acciones, que no debe ser otra que el motivo central del
servicio y alabanza de Dios nuestro Creador y Señor, pues-
to que, según San Ignacio, el servir por puro amor es lo
que más se ha de estimar (cf EE 370).
c. La renovación de la intención y la petición de
gracia, iteradas durante las mismas acciones.
d. El grande ánimo y liberalidad para con Dios
nuestro Señor en todas las acciones.
136

e. El llenar las potencias del alma y las faculta­


des todas del hombre de Dios para lo cual los Ejercicios
son un medio excelente, como vemos:
- En las meditaciones y en las contemplaciones
las tres potencias se ejercitan para acostumbrar al ejer­
citante a amar a Dios con toda el alma con amor afectivo
y efectivo;
- en el uso subordinado de las potencias del al­
ma, a las que aplica el "tanto cuanto" y procura llevar a
la simplificación contemplativa, intuitiva y afectiva;
- en el fruto que se pretende, con la gracia di­
vina, con estos ejercicios, que es la unión de los tres
términos: Dios-Cristo-yo, o sea la síntesis contemplativa
de la devoción;
- en la Contemplación para alcanzar amor que
forma la nueva síntesis que podríamos llamar contempla-
tiva-activa; Dios (Cristo) - todas las cosas - yo, de ma­
nera que aquella devoción contemplativa de que hemos habla­
do de una manera especial en los capítulos anteriores, se
transforme en la devoción contemplativa-activa, o sea, pa­
ra usar las palabras del mismo San Ignacio, en la facili­
dad de encontrar a Dios en todas las cosas.
Al hablar San Ignacio de la devoción se refiere
no solo al servicio, alabanza y glorificación objetivas
de Dios, ni siquiera al servicio, alabanza y glorificación
prontos y diligentes, sino al servicio, alabanza y glori­
ficación en el sentido pleno de la palabra: devotos, im­
pulsados por la caridad sumisa y reverente del siervo que
les da ese gozo y suavidad que prometió Cristo al decir que
su yugo es suave y su carga ligera.
Esto no debe llevarnos a una falsa idea de la de­
voción ignaciana, que la haga parecer como algo flojo y
muelle, puesto que el mismo Santo da la razón de buscar
este gusto y suavidad al escribir a San Francisco de Borja
en la carta ya citada anteriormente y cuyas palabras repe­
tiremos aquí por ser de mucha importancia en nuestro tema:
No quiero decir que solamente por la complacen­
cia o delectación de ellos (de los dones y gracias
de Dios) los hayamos de buscar, mas conociendo en
nosotros que sin ellos todas nuestras cogitacio-
137

nes, palabras y obras van mezcladas, frías y tur-


badas, para que vayan calientes, claras y justas
para el mayor servicio divino; de modo que tanto
deseemos los tales dones o parte de ellos y gra-
cias asi espirituales, cuanto nos puedan ayudar
a mayor gloria divina (MI Epp II, 236-237).

* A A

N O T A S

1. Escribe Ignacio a Teresa Rejadell: "Si bien miráis,


bien entendéis que aquellos deseos de servir a Cristo
nuestro Señor no son de vos, mas dados por el Señor;
y asi hablando, el Señor me da crecidos deseos de ser-
virle al mismo Señor. Le alabáis porque su don publi-
cáis, y en el mismo os gloriáis, no en vos, pues a vos
misma aquella gracia no atribuís" (MI Epp I, 102).
a e
Cf Santo Tomás, Summa II, I I , q.82, a.3, c.
2. Cf Suárez, De Religione, Tr. IV, L.2, c.6, 19.
3. Cf EE 373; Const C288D.
a e
4. Cf Santo Tomás, Summa II, I I , q.82, a.3, c. Cf tam-
bién EE 228 y Const [282].
5. Cf Brou A., Saint Ignace MaZtre d'Oraison, París 1925,
42.
6. Sobre este punto cf Calveras J., Qué fruto se ha de
sacar de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio?,
Barcelona 1951, 41-157; Fernández J.M., "El fin de los
Ejercicios Espirituales" en Manresa 20 (1948), 25-46,
111-124; 21 (1949), 225-256.
7. Estos impedimentos serían: "El propio amor,querer e in-
terés" (EE 189) y el que las partes inferiores gobier-
138

nen a las superiores (cf EE 87). Por esto ya el mis-


mo titulo de los Ejercicios es: "Ejercicios espiri-
tuales para vencer a sí mismo y ordenar su vida, sin
determinarse por afección alguna que desordenada sea".
8. Escribo Dios (Cristo), para dar a entender que San
Ignacio no olvida que Jesucristo es el Verbo eterno,
el Hijo de la Virgen, nuestro Criador y Señor y Dios
es la Santísima Trinidad, cuya segunda Persona se hi-
zo hombre para obrar la redención del género humano
(cf EE 107, 234; Calveras J., Qué fruto se ha de sa-
car de tos Ejercicios Espirituales de San Ignacio?,
Barcelona 1951, 278) .
9. San Juan Crisóstomo, In Jo. Hom. 37, n.2; MG 59, 214.
10. Calveras J., EE Directorio..., 158, nota c. Esta idea
aparece también en las cartas de San Ignacio, por e-
jemplo en la que escribe a Teresa Rejadell, cf MI Epp
I, 99.
11. Cf Calveras J., Qué fruto se ha de sacar de los Ejer-
cicios Espirituales de San Ignacio?, Barcelona 1951,
276 y 78-80, nota 7.

* * *
139

CAPITULO IX

SAN IGNACIO R E A L I Z A SU IDEAL DE DEVOCIÓN

Visto el ideal de la devoción en la acción pro-


puesto por San Ignacio y los medios que para adquirirlo
aduce en los Ejercicios, volvamos a la pregunta planteada
en el capitulo anterior: Cual es la devoción de San Ig-
nacio fuera de lo que podríamos llamar sus ejercicios de
piedad?
En este ultimo capitulo trataremos de contestar-
la presentando la devoción personal de Ignacio como la
realización ideal de la devoción contemplativa en todas
las cosas. Nos fijaremos, sobre todo, en sus últimos anos
cuando la abundancia de las consolaciones le invadieron
por completo después de los arduos anos de estudios (1).

1. El año 1537

Parece que esta nueva avenida de abundantes con-


solaciones y visitaciones está Intimamente ligada a la
preparación inmediata al sacerdocio en Venecia y a los 40
días transcurridos en oración continua cerca de Vicenza,
a casi un kilómetro de la puerta llamada de Santa Cruz.
En este ano 1537 de gracias extraordinarias, en el que re-
cibió con sus compañeros aún no ordenados las órdenes ma-
yores y menores, encontramos en Ignacio un nuevo don del
cielo que recuerda inmediatamente aquél de la orilla del
Cardoner: la visión de La Storta.
La preparación inmediata de Ignacio para esta
visión, expresión concreta de los anhelos de toda su vi-
da y del buscar a Dios, de su devoción característica, se
puede concretar en aquella petición tan sentida en la que
rogaba a la Virgen que le quisiese poner con su Hijo. Es-
tos ruegos iban acompañados de otros no menos fervorosos
hacia el otro mediador: Jesucristo en el Santísimo Sacra-
140

mentó y la respuesta del cielo vino, mas no de los media-


dores sino del mismo Padre Eterno. He aquí las palabras
del P. Laínez: "Me dice (Ignacio) que le parecía que Dios
Padre le imprimía en el corazón estas palabras: 'Ego ero
vobis Romae propitius'. Y no sabiendo nuestro Padre qué
cosa quisiesen significar decía: no sé que cosa será de
nosotros, quizá que seremos crucificados en Roma" (2)
Después, en otra ocasión, estas palabras vienen
completadas y coronadas con la visión de la capilla de La
Storta, que San Ignacio describe de la siguiente manera:
"Y estando un día, algunas millas antes de llegar a Roma,
en una iglesia, y haciendo oración, sintió tal mutación
en su alma y vio tan claramente que Dios Padre le ponía
con Cristo su Hijo, que no tendría ánimo para dudar de
esto, sino que Dios Padre le ponía con su Hijo" (Autob 96).
Laínez que es un poco más explícito dice: "Así Jesús lo
tomaba y decía: Yo quiero que tú nos sirvas" (FÑ II, 133).
No cabe duda que para San Ignacio esto significa-
ba ser asociado de una manera definitiva a la cruz de
Cristo. El sueño y anhelo de tantos años, las peticiones
de tantas horas de oración han sido escuchados y ahora
tiene pruebas inmediatas de ello.
Jesús lo toma por su siervo, acepta la entrega de
Ignacio y la confirma con la gracia de su devoción. En es-
ta escena de La Storta nos parece ver el sello divino de
la devoción contemplativa de Ignacio, que unido íntimamen-
te a Dios no pierde su puesto de siervo fiel.
En los acontecimientos de este año providencial
en la vida de Ignacio encontramos cuatro hechos que en al-
guna manera cimientan su devoción contemplativa en todas
las cosas: su ordenación sacerdotal, que lo identifica con
Cristo Sacerdote; su primera misa, primer eslabón de esa
cadena de misas, centro de su vida de unión íntima con
Dios y venero de tantas gracias extraordinarias, como he-
mos visto en su Diario Espiritual; su unión con Cristo y
su cruz, obra del Padre en la visión de La Storta y la co-
municación expresa del divino beneplácito: "Yo quiero que
nos sirvas". Actitud de siervo y de amor filial al Padre.
En adelante ya no le oiremos aludir a la distrac-
ción de las obras exteriores, como le oímos expresarse de
la distracción del estudio, más aún, lo de Manresa le pa-
recerá poco en comparación de lo de ahora.
141

Entremos a considerar más detenidamente y en con­


creto como vivió Ignacio esa devoción contemplativa en to­
das las cosas.

2. Ignacio encontraba devoción en todas tas cosas

La cosa más trivial le servia para encontrar a


Dios: "Elevábase en cualquier cosa, como en un jardín, so­
bre una hoja de naranjo; estando yo presente le aconteció
tener grandes consideraciones y elevaciones sobre la Tri­
nidad", nos dice el P. Nadal (FN II, 158).
El P. Laínez tuvo también cuidado de observar có­
mo el Padre Ignacio se encendía en amor de Dios contemplan­
do el cielo. Igualmente tenemos el testimonio del P. Ri-
badeneira : "Subíase (Ignacio) a un terrado o azotea de
donde se descubría el cielo libremente; allí se ponía en
pie, quitando su bonete y sin menearse estaba un rato fi­
jos los ojos en el cielo; luego, hincadas las rodillas, ha­
cia una humillación a Dios; después se asentaba en un ban­
quillo bajo, porque la flaqueza del cuerpo no le permitía
hacer otra cosa; allí se estaba, la cabeza descubierta,
derramando lágrimas hilo a hilo, con tanta suavidad y si­
lencio, que no se le sentía ni sollozo, ni gemido, ni rui­
do, ni movimiento alguno del cuerpo" (FN IV, 747).
En la bendición de la mesa, escribe el P. Gonzá­
lez de Cámara, que "parece claramente que no sólo imagina
tener a Dios por delante, más que lo ve con los ojos" (FN
I, 624).
Sobre este recogimiento de Ignacio al bendecir la
mesa escribe el mismo en su Diario Espiritual el 12 de mar­
zo:
Al dar gracias en la mesa, un descubrirse en
parte el ser del Padre, asimismo el ser de la San­
tísima Trinidad, con cierta moción espiritual mo­
tiva a devoción y a lacrimar" (Diario 153).

Aun en los negocios según el testimonio del P. Ri-


badeneira: "Es increíble la facilidad y expedición con que
nuestro Padre se recoge y se une con Dios por medio de la
142

oración, en medio de la agitación de los negocios, tanto


que parece como si tuviera presto y casi a la mano, el es­
píritu de devoción y la abundancia de las lagrimas" (FN II,
364).
Sin embargo, el P. Cámara dice, que aunque tuvie­
ra todas las razones, no se atrevía a hacer cosa de momen­
to, sin antes hacer recurso a Dios (cf FN I, 628).
Aun yendo por la calle y en los diversos ministe­
rios que le ocupaban de continuo, conservaba esta devoción
y unión con Dios. El 12 de febrero de 1544 escribió en las
páginas del Diario Espiritual:
Después de levantado me duraba el calor inte­
rior y devoción habida, y en acordarme de tanto
bien recibido, a un moverme a nueva devoción en
aumento y a lágrimas y así, andando a Don Fran­
cisco, con él y después viniendo sin perder el
calor y amor intenso (Diario 22).
Más tarde, el 18 del mismo mes dice:
No se me quitando la devoción por todo el día,
aunque ella en alguna poca cosa fuere combatida
y timorata de errar en alguna cosa (Diario 5 0 ) .

Al día siguiente, andando por la ciudad experimenta en me­


dio de mucha alegría interior un "representársele (me) la
Santísima Trinidad en ver cuándo tres criaturas racionales,
cuando tres animales, cuándo tres otras cosas, y así a la
larga" (Diario 55).
El 23 de febrero escribe:
Las veces que en el día me acordaba o me venía
en memoria de Jesús, un cierto sentir o ver con
el entendimiento en continua devoción y confirma­
ción (Diario 70).
El día siguiente encontramos expresiones parecidas:
Después, andando por la calle, representándo­
seme Jesús con grandes mociones y lágrimas. Des­
pués que hable a Carpi, viniendo, asimismo sin­
tiendo mucha devoción. Después de comer, mayor­
mente después que pasé por la puesta del Vicario,
en casa de Trana, sintiendo o viendo a Jesús, mu­
chas mociones interiores y muchas lágrimas" (Dia­
rio 74) .
143

Menciona a veces la devoción, otras veces no lo


hace, pero aún en éstas descubre esa facilidad de encon­
trar a Dios, que él llamaba devoción. En ocasiones una
breve indicación hace patente su familiaridad con Dios en
la devoción, por ejemplo el 29 de febrero escribe: "Todo
el día con especial devoción".
Seriamos interminables si quisiéramos recorrer
todos los testimonios de esta unión con Dios y devoción
de San Ignacio en todas las cosas, y en las mis diversas
actividades. Notaremos finalmente esta devoción de Igna­
cio citando al P. cimara: "El Padre, escribe el 22 de fe­
brero de 1555, todo el camino fue en oración, según cla­
ramente se colegia de la mutación del rostro; y es cosa
mucho de notar la facilidad que tiene en unirse con Dios
por oración" (FN I, 635).

Son estos destellos, que si se consideran en el


marco de las ocupaciones en que San Ignacio vivía en esos
días y de las preocupaciones consecuentes de tantos asun­
tos que sobre el pesaban, no pueden menos de presentarnos
a Ignacio como la realización viviente del ideal que él
mismo proponía al P. Urbano Fernindes: "Que no hallen, si
es posible, menos devoción en cualquier obra de caridad y
obediencia, que en la oración o meditación" (MI Epp III,
520) .
El P. Nadal nos presenta como en compendio, en la
siguiente cita, lo que era la devoción de San Ignacio:
"Nuestro Padre Ignacio recibió de Dios singular gracia
para contemplar libremente el misterio de la Santísima Tri­
nidad y descansar en su contemplación. Porque, en efecto,
unas veces era arrastrado por esta gracia de contemplar
toda la Santísima Trinidad, y a ella era impelido y con
ella se unía de todo corazón con grandes sentimientos de
devoción y gusto espiritual. Ni sólo recibió nuestro Pa­
dre Ignacio con grande y exquisito privilegio esta manera
de oración, sino que ademis en todas las cosas, en todas
sus acciones y conversaciones, tuvo también la gracia de
sentir y contemplar la presencia de Dios y el afecto de
las cosas espirituales, siendo contemplativo en la acción,
lo cual solía él explicar diciendo que en todas las cosas
había que encontrar a Dios" (MHSI Nadal IV, 651).

Detengimonos a estudiar esta devoción contempla­


tiva en todas las cosas, tal como la encontramos en San
Ignacio.
144

Según hemos visto en los capítulos anteriores, la


devoción para San Ignacio era una especie de consolación
o antecedente o subsecuente a la devoción substancial, y
además, según su definición, la facilidad de encontrar a
Dios en sus santísimos dones y gracias espirituales, que,
en lo posible, habría que procurar llegar a la familiari­
dad con Dios. Ahora bien, todos estos datos están de a-
cuerdo con el testimonio del P. Ribadeneira que dice: "Di­
jo (Ignacio) estando yo presente y oyéndolo muchos, que a
su juicio, no podría vivir sin consolación, esto es, si
no sintiese en su alma una cosa que no era suya, ni po­
dría serlo, ni era cosa humana sino cosa puramente de
Dios" (FN II, 338).
Se trata, por tanto, de una especie de presencia
constante de Dios en el alma de Ignacio que nos recuerda
la presencia secreta del amado en el alma, que tan bella­
mente describe San Juan de la Cruz al comentar el verso
"Donde secretamente solo moras": "Y así, en esta alma, en
que ya ningún apetito, ni otras imágenes, ni formas ni a-
fecciones de alguna cosa criada moran, secretísimamente
mora el Amado con tanto más íntimo e interior y estrecho
abrazo cuanto ella, como decimos, está más pura y sola de
otra cosa que Dios. Y así está secreto, porque a este pues­
to de abrazo no puede llegar el demonio, ni el entendimien­
to del hombre, a saber como es. Pero a la misma alma en
esta perfección no le está secreto; la cual siempre siente
en sí este íntimo abrazo" (3).
Pero, cuál es la actitud del alma en el momento
de la acción, no ya hacia Dios, sino con Dios y hacia la
acción misma?
Para San Ignacio existía una relación íntima en­
tre la devoción interna que sentía hacia Dios y sus pro­
pias actividades y por eso decía que "crecía en devoción
con el cargo y que otramente no le tendría, porque pensa­
ría que Dios no lo quisiese" (FN II, 474).
Concebía Ignacio esta devoción como el fruto de
su unión de voluntad con Dios, cuyos más mínimos deseos
percibía tan sensiblemente y esta a su vez, de la caridad.
Esto explica por qué San Ignacio aprecia más que otra cosa
el amor de Dios y el gusto de su divino servicio (4). De
aquí aquella petición insistente de San Ignacio al fin de
muchas de sus cartas, de sentir y enteramente cumplir la
145

divina voluntad. Por tanto, es el sentimiento de la con­


formidad de su voluntad propia con la "regla certísima de
toda rectitud, que es la divina voluntad", encendido por
la caridad, el que le producía esa devoción, que para él
era prueba fehaciente de que agradaba a Dios con su car­
go y de paso nos da la pauta para comprender el gran apre­
cio que hacía de la obediencia al superior en quien veía
el intérprete de la divina voluntad.

3. La devoción contemplativa en todas las cosas

La conciencia constante explícita o implícita de


que hacía la voluntad de Dios y de la presencia del mismo
Dios en su alma forman, como hemos visto, el fondo de la
devoción ignaciana en todas las cosas, pero recordemos que
se trata de una devoción afectuosa, gozosa, llena de paz,
amorosa, es decir, que lleva las notas de la contemplación
a la que va unida, y por eso la hemos llamado devoción
Contemplativa. Veamos por tanto las relaciones que exis­
ten entre ambas devoción y contemplación, y conoceremos
mejor la naturaleza de la devoción contemplativa.
La contemplación considerada como un estado con­
siste en la habitual ocupación del alma en Dios, como ob­
jeto de su perfecta bienaventuranza, mediante una atención
simple y un conocimiento amoroso (5). El sabor, gusto y
suavidad, efectos de tal conocimiento amoroso, son la de­
voción afectiva o accidental.
Describamos brevemente lo que entendemos por con­
templación y el papel que en ella tienen las diversas fa­
cultades, para luego puntualizar el papel de la devoción.
Decíamos que la contemplación es una atención
simple, porque es una atención general, centrada en Dios,
que de ordinario no baja a detalles minuciosos accidenta­
les o analíticos, aunque sí penetra su objeto impulsada y
guiada por la fe. Es una especie de exclusión de distrac­
ciones. De aquí el vencimiento, abnegación y control de
las aficiones, que San Ignacio coloca como uno de los pi­
lares fundamentales de su espiritualidad contemplativa
(6).
146

De esta atención sencilla que induce a estimar


el objeto contemplado nace el conocimiento amoroso, con
lo que dispone al amor propio de la caridad (7). A este
fin contribuye su carácter sapiencial, fruto del don del
Espíritu Santo y concomitante de aquella connaturalidad
entre la voluntad propia y la divina, que hace al alma sen-
sible a este conocimiento interno o sentimiento interno
a las menores indicaciones del divino beneplácito (8).
Ahora bien, en este conjunto de elementos, el a-
mor inflamado, flor y fruto del conocimiento amoroso, au-
menta esencialmente la adhesión de la voluntad al objeto
amado y con esto según indicamos en el primer capítulo,
aumentará la facilidad de encontrar a Dios, lo que en
lenguaje ignaciano significa aumentar la devoción.

La doble ocupación
del contemplativo en la acción

Queda todavía un punto importante en esta devo-


ción contemplativa de San Ignacio. El alma se encuentra
por una parte ocupada en Dios su Criador y Señor a quien
contempla y por otra, en las obras del mayor servicio y
gloria de Dios. Como se explica esta doble ocupación del
contemplativo en la acción?
El P. Ledrus distingue cuatro clases de ocupa-
ción: la material, que consiste en el simple ejercicio de
una actividad; la formal, inducida espontáneamente; la e-
fectiva, intentada deliberadamente; y la afectiva, efecto
de una propensión (9).
En el caso de la devoción contemplativa, la ocu-
pación en Dios es una ocupación afectiva de la voluntad,
es decir, el afecto de la propensión al objeto amado, fru-
to y causa del amor inflamado hacia Dios.
La ocupación en el servicio de Dios podría redu-
cirse, o a la formal, efecto de la connaturalidad con el
objeto, o con la acción, en que de una u otra forma des-
cubre a Dios (10). Tal connaturalidad depende del don de
sabiduría y de la caridad. Su actividad por tanto depen-
derá en gran parte de la voluntad, pero su esencia está en
el entendimiento. 0 puede reducirse la ocupación en servi-
147

cío de Dios a la efectiva, intentada deliberadamente y


guiada por el entendimiento. Este último seria el caso de
la devoción efectiva o substancial que supone el acto de-
liberado de la voluntad, guiada por el entendimiento.

4. Aplicación al caso de San Ignacio

En San Ignacio se da también una doble ocupación,


una en Dios, en aquella consolación interna que nunca le
abandona y otra en la actividad interior o exterior de su
oficio o ministerio tan lleno, como hemos visto, de ocupa-
ciones y preocupaciones, de grande trascendencia y respon-
sabilidad .
La clave de esta doble ocupación simultánea de
Ignacio la encontramos en San Juan de la Cruz que escribe:
"En que es hacer el alma actos interiores con el entendi-
miento, no puede amar sin entender; mas en los que Dios ha-
ce e infunde en ella, como hace en la que vamos tratando,
es diferente, porque se puede comunicar Dios en la una po-
tencia sin la otra; y así puede la voluntad con el toque
del calor de su amor aunque no entienda el entendimiento,
bien así como una persona podría ser calentada del fuego
aunque no vea el fuego" (12).
Es evidente que siendo la devoción acto también
de la voluntad, el gozo, alegría y suavidad de la devo-
ción afectiva o accidental se presentarán inmediatamente
ante la posesión del Sumo Bien.
Estando la voluntad ocupada en Dios y atraída por
El directamente, sin el intervento de las otras potencias,
quedan éstas libres para ocuparse en el servicio de Dios.
Santa Teresa confiesa que ésta es una gracia "bien
dificultosa de entender, si no hay grande experiencia, mas
si hay alguna, luego lo entenderéis" (13). Y asi mismo
cuando describe esta unión de la contemplación y el servi-
cio activo de Dios: "es gran merced ésta a quien el Señor
la hace, porque vida activa y contemplativa es junta. De
todo sirven entonces al Señor juntamente, porque la volun-
tad estase en su obra sin saber cómo obra y en su contem-
plación; las otras dos potencias sirven en lo que Marta;
así que ella y María andan juntas" (14).
148

En el caso de San Ignacio, probablemente aquella


consolación que siempre le acompañaba y aun aparecía al
exterior en "cierto resplandor de su rostro y en la cla-
ridad y seguridad con que procedía en sus acciones" (MHSI
Nadal IV, 651-652) tiene su explicación en esta ocupación
constante de su voluntad que le dejaba libre uso de las
otras facultades. Pero creemos que en San Ignacio se daba
otra ocupación, la que llamamos formal y mediante ella se
unía también a Dios y al mismo tiempo al objeto o acción
del servicio divino.
Decíamos que entre Ignacio y Dios existía una
Intima unión de voluntades que hacia a Ignacio extremada-
mente sensible al menor indicio del divino beneplácito,
por medio de una especie de connaturalidad entre la volun-
tad de Dios y la de Ignacio, fruto del don de sabiduría.
Ahora bien, al considerar la síntesis ignaciana de la Con-
templación para alcanzar amor, formada con los términos:
Dios (Cristo)-todas las cosas-yo, notábamos un esfuerzo
por reconocer en las creaturas todo lo que de Dios tenían,
es decir, lo que entre ellas y Dios hay de connatural.
Teniendo Ignacio sus potencias llenas de Dios,
como lo hemos visto en el estudio del Diario Espiritual y
en los varios testimonios citados a lo largo de nuestro
trabajo, nos parecerá obvia esta ocupación formal, como
instintiva, de Ignacio en todas las cosas y acciones en
las que encontraba a Dios, ya "habitando", ya "laborando",
ya haciéndolas participantes de su infinita perfección.
No debemos, con todo, pensar que San Ignacio pro-
cediera movido únicamente por cierto impulso interno. Sus
decisiones eran bien pesadas y consideradas, como lo vemos
en el Diario Espiritual y lo afirma el P. González de Cáma-
ra de quien tomamos las siguientes palabras: "El Padre pa-
rece que en toda cosa se mueve por razón y siempre el afec-
to y la devoción sigue; y esta regla guarda en todas cosas
y la da a otros; y dice que esta diferencia tienen los hom-
bres de los animales. Y ésta es la cosa más señalada, o una
de las más, del Padre" (FN I, 702-703).
De aquí nos parece que podemos deducir que la ocu-
pación afectiva de Ignacio, si hemos de creer a su propio
testimonio, era constante. En cuanto a las otras, aparecían
mas o menos en sus actividades, según las circunstancias.
149

Santa Teresa al tratar de explicar esta doble o-


cupación del alma escribe: "Le parecía que por trabajos y
negocios que tuviese, lo esencial de su alma jamás se mo-
vía de aquel aposento; de manera que en alguna manera le
parecía había división en su alma, y andando con grandes
trabajos, que poco después que Dios le hizo esta merced
tuvo, se quejaba de ella, a manera de Marta cuando se que-
jó de María, y algunas veces le decía que se estaba ella
siempre gozando de aquella quietud a su placer, y la de-
jaba a ella en tantos trabajos y ocupaciones, que no la
puede tener compañía (15).
Ahora bien, esta atracción de la voluntad por par-
te de Dios no impide, antes impulsa al servicio activo de
Dios y es la misma Santa la que lo dice: "Es tan grande el
deseo que tienen de servirle y que por ellas sea alabado
y de aprovechar algún alma si pudiesen, que no sólo no de-
sean morirse, mas vivir muy muchos anos padeciendo graví-
simos trabajos, por si pudiesen que fuese el Señor alabado
por ellos, aunque fuese en cosa muy poca... Su gloria tie-
nen puesta en si pudiesen ayudar en algo al Crucificado,
en especial cuando ven que es tan ofendido y los pocos que
hay que de veras miren por su honra" (16).
Las palabras de Teresa de Avila, contemplativa-
activa, bien podrían ponerse en labios del activo-contem-
plativo Ignacio de Loyola. Ellas nos dan la clave de la
devoción contemplativa en la acción, como motor de la ac-
ción y razón de ser de esa facilidad de encontrar a Dios
en la que siempre iba creciendo Ignacio.
Queda todavía un punto por aclarar. En la Auto-
biografía Ignacio dice que "siempre y a cualquier hora que
quería encontrar a Dios lo encontraba" (Autob 99). Si siem-
pre y en todas sus acciones sentía la presencia de Dios,
como se explica que dijera que lo encontraba cuando q u e n a
y según el P. Ribadeneira, que "si quisiera encontrar a
Dios diez o más veces, fácilmente lo podría hacer"? (FN
II, 344).
Esta manera que podríamos llamar extraordinaria
de encontrar a Dios, podría referirse a aquellos tocamien-
tos intensísimos que sentía y venían acompañados de inten-
sísima devoción, cuya explicación podría estar en los "to-
ques que se hace del alma en la Divinidad", según San Juan
de la Cruz y que el mismo interpreta como "divinos toques
150

en que le causa (Dios al alma) ciertos recuerdos de Dios"


(17). Mas, según dijimos en el capitulo séptimo, estas
gracias las recibió Ignacio pasivamente, y al hablar de
este encontrar a Dios especial y voluntario a que se re-
fiere Ignacio, habrá que buscar otra explicación, por ra-
zón de su carácter voluntario.
Tratándose de un don extraordinario, como es es-
te encontrar a Dios, no podemos hablar propiamente de vo-
luntariedad en el acto, sino más bien de una acción por
la cual se remueve algo que hacia de impedimento a este
encuentro perfectamente gratuito por parte de Dios. Esta
acción consistiría en la remoción de las ocupaciones de
las otras potencias con lo que el alma por "modum gloriae"
vuelve sobre sí y atiende con la fuerza de todas sus po-
tencias a Dios presente en su seno.
Santa Teresa dice que aunque en este estado de
alma, el hombre puede atender "mucho más que antes, en
todo lo que es servicio de Dios, en faltando las ocupa-
ciones, se queda con aquella agradable compañía, y si no
falta a Dios el alma, jamás él le faltará, a mi parecer,
de darse a conocer tan conocidamente su presencia" (18).
Por esto, al hablar de la atención simple de la
contemplación, decíamos que se trataba no de una concen-
tración de la mente, sino mas bien de la exclusión de las
distracciones.
La devoción contemplativa en todas las cosas, en
San Ignacio, sería, por tanto, ese gusto y suavidad y
prontitud ante Dios, fruto inmediato de su unión contem-
plativa con Dios y de la devoción efectiva o substancial
de su servicio activo. Devoción contemplativa que a su vez
hace que "nuestras cogitaciones, palabras y obras... va-
yan calientes, claras y justas para el mayor servicio
divino" (MI Epp II, 236).
No debe llamarnos la atención el lenguaje senci-
llo que usan San Ignacio y sus companeros al referirse a
estas gracias místicas tan elevadas, pues, como lo hemos
indicado ya en la introducción, en la primitiva Compañía
se insistía mucho en la humildad, simplicidad y puridad
al hablar de cosas de oración.
151

N O T A S

1. Cf Giuliani M. , "Trouver Dieu en toutes choses", en


Christus 6 (1955), 175-176.
2. Nadal al reproducir la escena pone las palabras "Ego
vobiscum ero" (un poco diversas de las de Lalnez) en
boca de Cristo. Laínez, como impresas por el Padre E-
terno en el corazón de Ignacio. Nadal las pone como
simultaneas a la visión y Laínez, aunque no claramen-
te, parece indicar que se trata de dos ocasiones di-
versas .
3. San Juan de la Cruz, Llama, Canc. 4, v.3, n.14.
4. Escribiendo a los de la Compañía en Europa dice: "A
todos os dé (paciencia) quien la ha hecho tan amable
con el ejemplo y doctrina, Jesucristo N.S., dando su
amor y el gusto de su divino servicio en lugar de to-
da otra cosa" (MI Epp IV, 565).
5. Cf Ledrus M., Introductio in Doctrinam Theologiaam
Sancti Joannis a Cruce. De Contemplatione, Roma 1955,
20.
6. Cf EE 21; Const C288H . Esta actitud continente de la
atención simple, que estudia el P. Ledrus nos da la
clave para comprender la obediencia ignaciana y sus
ejemplos clasicos del bastón del hombre viejo y del
cadáver (cf op.cit., 26).
7. Cf Ledrus M., op.cit., 28.
8. Por lo que respecta a la devoción contemplativa, creo
que el conocimiento interno indica cierta predominan-
cia de la actividad del entendimiento, en cambio el
sentimiento, como veremos en seguida, puede darse me-
diante una intervención mínima del entendimiento o aun
ser el efecto de un toque directo de Dios en la volun-
tad.
9. Cf Ledrus M., op.cit., 30.
10. Por ejemplo, la Contemplación para alcanzar amor, en
152

la que San Ignacio quiere preparar al ejercitante a


encontrar a Dios en todas las cosas y acciones, como
lo hemos visto en el capitulo anterior.
a e
11. Cf Santo Tomas, Summa II, I I , q.45, a.2, c.
12. San Juan de la Cruz, Llama, canc. 3, n.49.
13. Santa Teresa, Camino, c. 31, n.4.
14. Ibid, n. 5.
15. Ibid.
16. Santa Teresa, Moradas^ VII, c.3, 5.
17. San Juan de la Cruz, Subida, L.2, c.26, 5.
18. Santa Teresa, Moradas. VII, c.l, 8.

* * *
153

CONCLUSIONES

En la introducción dije que mi intento era encon-


trar el concepto matizado de la devoción ignaciana y que
para esto escudrinaría la vida interna del Santo, su espí-
ritu y su modo de obrar, asi como su doctrina, reflejados
en sus escritos y en el testimonio de sus contemporáneos.
Es tiempo ya de proponer brevemente el resultado concreto
de estas investigaciones y dar el concepto matizado y su-
mamente complejo, no en sí, sino en sus relaciones tanto
intrínsecas como extrínsecas.
Devoción, ante todo, es para San Ignacio un acto
de voluntad, cuyo objeto es el culto divino en alguna de
sus múltiples formas, aun las más sutiles, como sería la
del acto de amor sumiso y reverente de la creatura que to-
ma su verdadera y debida posición ante Dios su creador.
Ignacio, sin embargo, distingue entre la "devo-
ción" y el "gozo de la devoción", y aunque a esta ultima
con frecuencia la llama también devoción, su distinción es
objetiva y representa la que después de Suárez se ha gene-
ralizado bajo los nombres de devoción substancial y devo-
ción accidental.
Entre estas dos devociones podría colocarse "el
grande ánimo y liberalidad para con nuestro Creador y Se-
ñor" (EE 5 ) , que pide San Ignacio al que entra a Ejerci-
cios. Con esto tendremos los tres actos típicos de la vo-
luntad respecto a la devoción: querer, querer con grande
ánimo y liberalidad y querer con gozo y suavidad.
El primero depende de nuestra voluntad ayudada de
la divina gracia, que no faltará si se trata de actos ne-
cesarios a la virtud.
El segundo, o sea el grande ánimo y liberalidad,
depende en parte de nosotros, ya que el que quiere, con su
propio querer se hace pronto al divino servicio, al menos
en cierto grado. Pero si esta prontitud depende de la dis-
posición afectiva de la voluntad, ya no estará inmediata-
mente bajo nuestro control total y habrá que aplicarle lo
que diremos del tercero.
154

El tercero cae fuera de nuestro control inmediato


y directo y comprende los otros dos. A este le llama Suá­
rez devoción simplemente. San Ignacio al hablar de devo­
ción se refiere comúnmente a esta devoción total, que com­
prende la substancial y la accidental.
Si comparamos esta devoción total con la consola­
ción diremos que es una verdadera consolación, no por la
parte que pueda tener de acto libre, sino por la que tiene
de prontitud afectiva y de gusto y suavidad. No podremos,
por tanto, decir que la devoción en su primer grado sea
consolación, ya que puede darse en la desolación, ni que
toda consolación sea devoción, pues hay otras muchas formas
de consolación que no son devoción.
La devoción en el primer grado supone la gracia
divina, pero en el tercero presupone además un don divino.
En el segundo todo depende del origen de la prontitud se­
gún las normas de las Reglas para discernir espíritus.

• Causas externas de la devoción. La primera y


principal, tratándose de un don y gracia, es Dios. En par­
ticular tratándose de la devoción sin causa precedente,
es decir, "sin ningún previo sentimiento o conocimiento de
algún objeto" (EE 330).
Causas secundarias o intermedias que pueden comu­
nicar al alma, no la gracia, pero sí la prontitud, el gozo
y la suavidad de la devoción son los ángeles, que lo hacen
por medio de sentimientos o conocimientos previos (cf EE
331). El demonio puede también producir mediatamente cono­
cimientos y afectos semejantes a los de la devoción por
contrarios fines.

• Causas internas de la devoción. Al hablar de


las causas y efectos internos de la devoción es muy difí­
cil separarlos, de suerte que lo que es efecto no pueda
ser en alguna forma causa de la devoción, aunque en diver­
sa manera. Así lo veremos en el caso de la caridad y de la
oración.

Entre las causas de la devoción pueden ennumerar-


se:
- La redundancia en la devoción de ciertos dones
y gracias extraordinarias que Dios concede al alma, como
155

en el caso de la loqüela y los tocamientos intensísimos


que Ignacio experimentó en los días del Diario Espiritual.
- Los actos del entendimiento, como son los co-
nocimientos, oraciones, recuerdos, inteligencias, contem-
placiones y el discurrir para encontrar la divina voluntad,
como lo hacía Ignacio al aplicar el tercer tiempo de elec-
ción, con los cuales van generalmente mezclados afectos de
la voluntad, como el amor experimental, la prontitud en el
divino servicio y el grande animo y liberalidad que cons-
tituyen la devoción substancial y producen de ordinario la
accidental y con ella la total.
- Las actitudes internas, como la actitud sumisa,
dócil del respeto de acatamiento amoroso, o por lo menos
temeroso y el amor reverencial.
- Las faltas, aunque de suyo tienden a destruir
la devoción pueden ser ocasiones de actos que la causen.
- Las sensaciones, ya generales, ya más concretas
que proceden del calor, temporal cómodo, postura, oscuri-
dad o claridad del sitio donde se encuentra, el ardor no-
tabilísimo en todo el cuerpo y el levantársele los cabe-
llos. Estos últimos podrían catalogarse entre las manifes-
taciones externas de los afectos internos, entre los que
bien puede estar la devoción.

• Afectos concomitantes. Con la devoción encon-


tramos otros afectos como la paz interior, tranquilidad,
seguridad y otros que designa San Ignacio con el nombre
genérico de "regalos espirituales".

• Efectos de la devoción. La devoción intensa


produce en la imaginación algunos efectos como la impresión
de color, claridad o luz... y son a nuestro parecer la ex-
plicación de algunas expresiones ignacianas como: "devoción
calorosa o lúcida", "devoción acompañada de claridad y mez-
clada de color", "devoción calorosa y como rúbea". Semejan-
tes efectos encontramos en la Autobiografía, que confirman
nuestro aserto.
En el organismo la devoción produce algunas mani-
festaciones externas como las lágrimas, los sollozos, la
imposibilidad de hablar y sensaciones como la de calor,
dulzura, suavidad.
156

• Extensión de la devoción ignaciana. San Igna-


cio no pone límites al objeto de su devoción ni la reduce
únicamente a los actos de piedad propiamente dichos. Por
el contrario dice que "este espíritu desea ver en los de
la Compañía: que no hallen - si es posible - menos devo-
ción en cualquier obra de caridad y obediencia, que en la
oración o meditación" (MI Epp III, 50?.).
Tal extensión de la devoción es debida a la ex-
tensión que hace de la oración y meditación a todas las
cosas y a todas las acciones y a ella se refiere al escri-
bir: "Y esta manera de meditar hallando a nuestro Señor en
todas las cosas..." (MI Epp III, 510).
Para San Ignacio en todas las cosas y acciones se
puede encontrar a Dios y, por tanto, en todas se le puede
dar culto y en todas tiene lugar la devoción, tanto subs-
tancial como accidental, esto es, la devoción en su senti-
do pleno, ignaciano.

• Necesidad de disponernos para recibir el don


de la devoción. San Ignacio no cree que debamos esperar
pasivamente que Dios nos conceda el don y gracia de la de-
voción; por el contrario, quiere que pongamos de nuestra
parte todo lo que esta en nuestra mano para disponernos.
Si hacemos esto Dios no faltara, porque "Dios, de su parte
esta presto, con que de la nuestra haya vaso de humildad
y deseo para recibir sus gracias y con que él nos vea usar
bien de los dones recibidos y rogar y cooperar industriosa
y diligentemente a su gracia" (MI Epp I, 497).
La actitud de Ignacio ante la devoción queda bien
definida en la frase tan citada de las Constituciones:
"Dando todos a las cosas espirituales tiempo y procurando
devoción cuanta la divina gracia les comunicare" (Const
C2773).
La disposición supone una parte negativa: la re-
moción de los impedimentos, sobre todo de las afecciones
desordenadas, por tratarse de la devoción que es precisa-
mente acto de la voluntad. Supone además otra parte posi-
tiva, que consiste en la activación de todas las causas
internas de la devoción, o sea en llenar todas nuestras
potencias y facultades interiores de Dios. Y sin pretender
definir sobre el fin primario de los Ejercicios, decimos
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que a este llenar nuestras potencias de Dios llevan los


Ejercicios por su propia naturaleza.
Me he fijado sobre todo en la parte positiva: San
Ignacio hace ejercitar las tres potencias del alma "para
amar a Dios nuestro Creador y Señor con toda el alma...
para que en todas las cosas el alma sea grata a su Criador
y Señor" (MI Epp XII, 669).
Ademas aplica a este ejercicio de las tres poten-
cias la regla del "tanto cuanto" de suerte que "en el pun-
to en que hallare devoción me detenga sin tener ansia de
pasar adelanta hasta que- me satisfaga" (EE 76) .
Purifica los sentidos interiores con las aplica-
ciones de sentidos, composiciones de lugar, aplicándolos
con suma frecuencia a Cristo y a lo que a Cristo se refie-
re. Lo mismo hace con los afectos, centrándolos en Dios y
procurando en lo posible sintonizarlos con los de Cristo,
ya sean estos de dolor o de alegría y recordando constan-
temente que Cristo es el Verbo de Dios Encarnado.
El resultado de este disponerse es, por lo menos,
un aprender el camino hacia la unión de los tres elemen-
tos: Dios-Cristo-yo, entendiendo por ese "yo" todo el hom-
bre con todas sus potencias y facultades.
De la extensión que podríamos llamar subjetiva de
la devoción, que consiste en este llenar las potencias de
Dios para que todas cooperen según la naturaleza de cada
una a rendir culto de alabanza y servicio a su Creador y
Señor, San Ignacio pasa a la extensión objetiva de la de-
voción, que consiste en la unión de los nuevos tres ele-
mentos: Dios (Cristo)-yo-todas las cosas.
Este paso lo da sobre todo en la Contemplación
para alcanzar amor, ensenando al ejercitante a encontrar
a Dios en todas las cosas donde está por esencia, presen-
cia y potencia, porque en todas "habita", "labora" y to-
das las perfecciones de ellas no son sino participaciones
de la infinita perfección de Dios.
En todas partes puede el hombre descubrir a Dios,
aun en sí mismo, puesto que ha sido "transformado en tem-
plo vivo de Dios y creado a la imagen y similitud de la
divina majestad" (EE 235). Todo, obra del amor de Dios,
que pide como respuesta el "Tomad, Señor, y recibid toda
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mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi volun­


tad" (EE 234), ofrecimiento incondicional y amoroso del
siervo devoto y fiel.
Se trata, por lo tanto, de una devoción contempla­
tiva que encuentra a Dios en todas las cosas y en todas
las acciones, ama a Dios en todo, con un amor afectivo y
efectivo de servicio, transformado en verdadero culto. De­
voción que supone una ocupación afectiva y atenta en Dios
y una ocupación activa y amorosa en su servicio.
A esta luz se comprende la definición ignaciana
que propusimos en nuestro primer capitulo, implicada en
las palabras de la Autobiografía: "siempre creciendo en
devoción, esto es, en facilidad de encontrar a Dios".
No se trata por tanto sólo de hacer la voluntad
de Dios siempre y en todas las cosas, ni siquiera única­
mente de hacerla con grande ánimo y liberalidad, ni basta
tampoco la pureza de intención, sino de un verdadero en­
contrar a Dios en todas las cosas, a fin de en todas dar­
le culto, al mismo tiempo que en todas se le sirve. Esto
es ser "contemplativo en la acción", a nuestro modo de ver,
y por esto hemos llamado a la devoción ignaciana devoción
contemplativa en todas las cosas.

• Realización de la devoción ideal en San Igna­


cio. En San Ignacio encontramos una ocupación constante
en Dios a quien hallaba dentro de sí, en la conciencia de
los santísimos dones y gracias espirituales con que Dios
le socorría constantemente y en todas las cosas y accio­
nes, donde le descubría mediante la fe.
De esta unión con Dios en sí y en todas las co­
sas nace una connaturalidad y unión de voluntad con Dios
y de ésta, a su vez, una sensibilidad exquisita al divino
beneplácito, que explica su preferencia por el segundo
tiempo de hacer elección, su disponibilidad ante la divi­
na voluntad y el deseo ardiente de emplearse en el servi­
cio de Dios, impulsado por el carácter amoroso de la unión.
La unión de voluntad con Dios en Ignacio tiene el
carácter de una rendición completa a la atracción de Dios,
que actúa en ella directamente y le deja libres las otras
facultades, las cuales de ordinario se emplean en las co­
sas del servicio de Dios y sólo de cuando en cuando se
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vuelven "per modum memoriae" para descubrir y gozar a Dios


presente en el fondo del alma y actuando en la voluntad.
Esto explica el "in actione contemplativus" en su ideal
más perfecto y el "servicio por amor", que son las fórmu-
las con que se ha querido expresar la nota típica de la
espiritualidad de Ignacio.
No nos llamará, entonces, la atención que Ignacio
al querer describir en breve su vida entera al P. cámara
dijera que "iba siempre creciendo en devoción, esto es, en
facilidad de encontrar a Dios" (FN I, 504).
Volviendo a la explicación que dimos de esta fa-
cilidad en el primer capítulo, San Ignacio ha tomado y
propuesto los medios para alcanzarla, que son: remover los
impedimentos y procurar la mayor virtud activa, de la que
depende la facilidad. En concreto, en el caso de la devo-
ción, ha buscado las gracias y dones de Dios, disponiéndo-
se para ellos y ha procurado la mayor adhesión al objeto
de la devoción, que es el culto divino y por él y en él al
mismo Dios, con lo que la devoción resulta el fruto espon-
táneo de la caridad.
La devoción, podemos concluir, era para San Igna-
cio, la actuación de la virtud de la religión por medio de
un afecto pronto, sumiso, amoroso, impulsado por la cari-
dad. Su objeto es el culto divino extendido a todas las
cosas y todas las acciones, tanto propias como ajenas, ya
que en todo encuentra a Dios y al servirlo en todo le da
culto.
El contraste entre dones tan elevados y la simpli-
cidad del lenguaje de Ignacio tiene su explicación en la
tradición de la primitiva Compañía, en la cual se procura-
ba evitar, como lo notamos en la introducción, todo modo
de hablar acerca de los afectos y gracias internas que se
apartara del modo común, humilde y sencillo.
Termino con la confesión del propio Ignacio que
decía que "había cometido muchas ofensas contra nuestro
Señor después que había empezado a servirle, pero que nun-
ca había tenido consentimiento de pecado mortal, mas aun,
siempre creciendo en devoción, esto es,' en facilidad de
encontrar a Dios".

* *
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