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Ponencia Favela Coloquio MS 2017

DILEMAS DE LA ACCIÓN COLECTIVA EN AMÉRICA LATINA. ENTRE LA


INCIDENCIA INSTITUCIONAL Y LA PROTESTA SOCIAL

Coord. Berenice Ortega y Kristina Pirker

"La protesta social en el contexto de la globalización neoliberal"

Margarita Favela
CEIICH-UNAM

INTRODUCCIÓN
Si consideramos que la protesta social es una de las formas en que se expresa la
lucha de clases1, podemos entender mejor sus alcances y limitaciones, pues entonces la
miramos a la luz de las características de la acumulación capitalista y del sistema de
dominación política que ésta genera. Es decir, si entendemos que lucha de clases, patrón de
acumulación y forma estatal son tres componentes interdefinidos de un sistema complejo
que delimita las condiciones y posibilidades de reproducción y contestación de la
dominación capitalista, podemos acercarnos a un análisis más certero de las posibilidades
que tiene hoy la protesta social para incidir en los cambios institucionales y el aparato
estatal.
La pregunta que busca responder este ensayo es ¿Cómo han influido sobre la
capacidad transformadora de la protesta social la emergencia del patrón de acumulación
globalizado y el Estado neoliberal?

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Aunque comúnmente la lucha de clase se entiende exclusivamente como el conflicto entre proletariado y
burguesía, es más, al momento cuando se agudiza y las dos partes son conscientes de él, en realidad ésta no es
sino una de ellas, pues los antagonismos de clases revisten diversas modalidades según las épocas y las
distintas situaciones concretas que se presentan. Losurdo (2013) hace una amplia revisión teórica e histórica
para argumentar que existen muchas formas de lucha de clases dirigidas a cambiar las relaciones de
explotación y opresión que existen a nivel internacional, nacional e incluso familiar.

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La hipótesis de trabajo es que ambos factores han generado un desmantelamiento


del poder que las clases subalternas habían forjado (en torno a sindicatos y partidos) bajo el
capitalismo nacional y el Estado benefactor, lo que reduce enormemente la potencia
transformadora que la protesta, lo que se constata al observar que a pesar de la continuidad,
insistencia y masividad de los reclamos hechos por numerosos y diversos grupos sociales,
estas acciones no han logrado conseguir modificar las políticas públicas, las acciones
gubernamentales, o las conductas de los actores/grupos impugnados. Se han señalado la
debilidad programática, ideológica u organizativa de los movimientos, así como la
corrupción de los gobernantes como los principales motivos de su impotencia. Sin embargo
en este ensayo nos concentraremos en examinar otra dimensión, proponiendo la relación
entre patrón de acumulación, forma estatal y repertorios de lucha, como la perspectiva
analítica principal para entender la relativa debilidad actual de estas formas de acción
colectiva.
El presente artículo, entonces, se nutre tanto de los avances en el campo de la teoría
de los movimientos sociales, como de la multiplicidad de estudios empíricos sobre la
protesta social en México, y en América Latina en general, así como de las contribuciones
hechas por la teoría de la regulación al discernimiento de los proceso mediante los que el
capitalismo se reproduce, y la perspectiva marxista sobre el Estado, especialmente los
aportes de René Zavaleta a la comprensión de la articulación entre las formas de la
reproducción material y la forma Estado.
El argumento está dividido en tres apartados: el primero ofrece un panorama general
de la protesta a nivel mundial, en la etapa del capitalismo globalizado neoliberal, que
muestra, por un lado, la creciente magnitud y frecuencia de expresiones de inconformidad,
y por otro lado, la escasez de logros que consigue, mostrando la fuerte debilidad para
revertir la tendencia a la agudización de la precarización material, política y cívica de la
mayor parte de la población mundial. Complementa este primer apartado la presentación
del herramental analítico del ensayo. El segundo apartado presenta el argumento de que era
la articulación entre el régimen social de acumulación conformado por el capitalismo
fordista, el Estado social y la conflictividad social negociada a través de las mediaciones
sindicato-partido, lo que potenciaba el impacto de la acción colectiva contenciosa, y
sustentaba su capacidad transformadora como agente activo para el cambio de políticas

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públicas. El tercer apartado contiene el argumento de que la emergencia del patrón global
de acumulación capitalista, acompañado de la conformación del Estado neoliberal,
modifican sustancialmente esta articulación entre movimientos y políticas públicas, pues
constituyen el desmantelamiento de las articulaciones en que se asentaba el poder social de
los subordinados, por lo que el potencial transformador que tenía la protesta social en esta
dimensión se ve severamente menguado. Un breve apartado final recoge las principales
conclusiones del ensayo.

I. MASIFICACIÓN E ¿INOCUIDAD? DE LA PROTESTA SOCIAL


CONTEMPORÁNEA. Algunos datos y herramientas conceptuales
Hoy más que nunca atestiguamos un intensa actividad colectiva fuera de los marcos
institucionales en casi todos los rincones del mundo, mostrando sociedades inconformes
con el progresivo empobrecimiento material y el menoscabo de derechos, que colocan a
grandes mayorías en situaciones de verdadera subsistencia y a los otrora beneficiarios de la
modernidad y la democracia capitalista, en condiciones cada vez más precarias, al tiempo
que minúsculos fragmentos de las sociedades se apropian de inconmensurables riquezas. El
descontento también expresa la desazón que causa la explotación ilimitada de los recursos
naturales, que además de procurar beneficios solo para una minoría, amenaza con una
catástrofe ecológica global la sobrevivencia misma de la especie humana y su entorno.
Estas dinámicas de explotación extrema, de concentración de recursos y de centralización
de decisiones, tiene como contrapartida múltiples formas y grados de exclusión,
pauperización y maltrato para la mayoría de la población del planeta. Como respuesta a
estas dinámicas, cotidianamente vemos aparecer multiplicidad de acciones colectivas
contenciosas, y sin embargo, en general los procesos contra los que se manifiestan
continúan su marcha, aparentemente imparables.
De acuerdo con el reporte Protesta Mundial 2006-2013 (2013) publicado
conjuntamente por la Iniciativa para el Diálogo sobre Políticas, de la Universidad de
Columbia y la Fundación Friedrich Ebert, a consecuencia de los efectos de la crisis
financiera de 2007, las protestas en el mundo se ha venido incrementando, en número y en
tamaño, a medida que, por un lado, las medidas de austeridad impuestas por los gobiernos
han provocado más desigualdad y pobreza, y por otro se ha evidenciado la falta de

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representatividad de los gobiernos y la impotencia de los ciudadanos para influir en la toma


de las decisiones que los afectan. Según datos del reporte, durante el periodo se registraron
843 eventos de protesta, en 87 países que representan el 92% de la población mundial; el
64% de las protesta ocurrieron en los países periféricos y 36% en los países de altos
ingresos2, destacando que, un número aún pequeño pero creciente, fueron protestas
"globales" o regionales (70 eventos registrados). De acuerdo con los datos recabados3, las
principales causas de inconformidad son: (1) justicia económica y contra el neoliberalismo
(637 = 75.5% de las protestas)4; (2) Justicia global (311= 37% de las protestas)5; (3)
Derechos de los pueblos (302 = 36% de las protestas)6; y (4) fallas en los sistemas políticos
y falta de representación política (230 = 27.4% de las protestas)7. Los rangos de los
participantes también se han ampliado, pues a los "inconformes tradicionales" (activistas y
sindicatos), se han unido las clases medias, jóvenes, viejos, "toda clase de personas". Los
métodos de lucha más comunes siguen siendo las marchas y mítines (437 eventos = 52% de
las protestas), pero destaca un nuevo esquema que incluye desobediencia civil y acciones
directas (219 = 26% de las protestas) con ocupaciones de espacios públicos. Otras nuevas
formas de acción directa comprenden las electrónicas, mediante las que los "hackers"
atacan bases de datos y ciudadanos "filtran" cantidades enormes de información
gubernamental y empresarial a los medios masivos para denunciar malversaciones, acuerdo
secretos, espionaje, evasión fiscal, etc., que delatan las múltiples formas en que ha
proliferado la corrupción en las altas esferas de la toma de decisiones. Por otro lado,
contrariamente a lo que se cree, sólo 8.9% de las protestas (75 eventos) incurren en alguna

2
El reporte incluye entre estos además de las economía centrales (Estados Unidos, Unión Europea, Japón e
Israel), a los reinos árabes.
3
El informe coloca las protestas contra el poder de las corporaciones, la desregulación y la privatización
dentro del rubro de fallas de los sistemas políticos, pero desde nuestra perspectiva, está mejor colocada en el
rubro de la justicia económica, pues la queja la dispara la reducción de recursos disponibles para atender las
necesidades de la mayoría.
4
Incluye demanda de servicios públicos, justicia fiscal, excesivo poder de las empresas, contra desregulación
y privatización; más y mejores empleos, salarios y condiciones de trabajo, reducción de desigualdad y
pobreza; aplicación de reforma agraria, reformas de pensiones, reducción de precios de energía y alimentos, y
acceso a vivienda digna.
5
Considera las protestas contra el FMI y otras instituciones financieras, justicia ambiental, contra el
librecambio, el imperialismo y el G-20.
6
Contiene derechos étnicos, indígenas, raciales; sobre bienes comunes (medios electrónicos, tierra, cultura,
atmósfera), laborales, de género, civiles (expresión, reunión y prensa), migrantes y presos. algunas protestas
fueron para reducir derechos a grupos específicos (migrantes y homosexuales).
7
Engloba falta de democracia real, corrupción; fallas en debido proceso, transparencia y rendición de cuentas;
espionaje a ciudadanos; pacifismo y contra el poder del complejo industria-militar.

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forma de vandalismo-violencia-saqueo y muy pocos (33 eventos) incluyen medidas


desesperadas como huelgas de hambre, y violencia autoinfligida (por ejemplo,
autoinmolación y engrapado de labios).
Los manifestantes protestan principalmente contra los gobiernos nacionales, por las
políticas públicas que favorecen a unos pocos solamente; pero las protestas contra el
sistema económico y político aparecen en segundo lugar, reflejando el descontento no solo
contra los gobiernos autoritarios sino también contra las democracias existentes, exigiendo
democracia real; los otros destinatarios de las protestas son, en orden de importancia, las
corporaciones, el FMI, las elites, el sector financiero, específicamente Banco Central
Europeo, las fuerzas de seguridad, el libre comercio, los poderes económicos y militares, el
G-20, el Banco Mundial, y partidos políticos específicos, confirmando el peso de los
motivos económicos en la protesta a nivel mundial.
Además del ascenso constante en el número de protestas (59 en 2006 y 112 en la
primer mitad de 2013), han aparecido las protestas "globales" que congregan activistas de
diversas partes del mundo convocados, principalmente, para mostrar su animosidad contra
los responsables de las políticas económicas que han propiciado la polarización social que
coloca al 1% más rico de la población en posesión de mayor riqueza que la que está en
manos del otro 99% (Hardoon 2017:2).
Esta situación es la que explica que las manifestaciones de protesta sean cada vez
más masivas y coordinadas. Es el caso, por ejemplo, de Indignados/Occupy, que entre
mayo de 2011 y febrero de 2012 convocó a manifestantes en más de 950 ciudades de 82
países del mundo, principalmente en Europa Occidental, Estados Unidos, Canadá y
Australia8, para expresar su inconformidad con la descomunal desigualdad que las
entidades bancarias, y en general la política neoliberal, ha generado en las sociedades
contemporáneas, así como la exigencia de democracia real, reflejando su desconfianza en
los sistemas de representación política existentes.

8
En América Latina, únicamente Argentina y Brasil participaron de esta oleada de manera significativa, con
manifestaciones y acampadas en poco menos de una decena de ciudades; en el resto de la región, incluyendo
México, el movimiento apenas tuvo eco. (Información tomada de Occupy Directory - a public listing of all
known geographically based Occupations. The Occupy Directory fue hecho por y para #Occupy Movement
como un subproducto de Federated General Assembly (FGA).
http://directory.occupy.net/https://docs.google.com/spreadsheets/d/1bhy_S5bCnfRK0AR8CknOL8z_37BIgA
JXuWP07l1bRmU/edit?hl=en_GB&hl=en_GB#gid=6 consultado 26 de junio de 2017

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De acuerdo con los datos del reporte, algo ciertamente destacable es que el aumento
en el tamaño de las movilizaciones, pues 37 de los eventos de protesta registraron un millón
o más de participantes, y al parecer la tendencia es al alza, pues si entre 2006 y 2011 se
presentaron un promedio de 3 eventos anuales de esta magnitud, tan solo en el primer
semestre de 2013 ya eran 15 los eventos con estas dimensiones, siendo algunos de ellos los
más grandes de la historia (100 millones en India, 17 millones de Egipto y Portugal dos
ocasiones, con 5.5 y 8 millones respectivamente). A pesar de estas características, que
revelan niveles de inconformidad que podríamos imaginar merecerían la consideración
atenta de los sectores gobernantes, por el grado de desaprobación que acusan sobre sus
gestiones, la respuesta gubernamental ha sido el uso de la violencia física en más de la
mitad de los eventos, resultando en decenas de miles de heridos, muertos y detenidos9
Finalmente, lo que más nos interesa destacar es el tema de los resultados de las
protestas. Aunque el Reporte es escueto en este tópico, es de subrayarse que a pesar de la
frecuencia y masividad de las protestas, 63% de ellas no han logrado ningún grado de
satisfacción a sus demandas, ni indicios de cambios tendientes a la solución de las
injusticias que denuncian. Solo 37% de las protestas obtuvieron algún tipo de respuesta
favorable, ya fuera directa, mixta o indirecta. Significativamente, las demandas que mejor
respuesta lograron fueron las vinculadas a la obtención de derechos, especialmente
políticos, como nuevas constituciones, nuevas elecciones, registro de partidos o
asociaciones, renuncia o deposición de gobernantes, reconocimiento de derechos sociales y
cambios de políticas o legislación. Es necesario remarcar que muchos de estos resultados
fueron conseguidos mediante movilizaciones que alcanzaron el rango de insurrecciones
populares, como las realizadas a inicios del siglo en varios países de América Latina, Asia
y Europa Oriental10, y a las que se ha dado en llamar "Primavera Árabe", mediante las que
fueron derrocados los gobierno de Túnez (2011), Egipto (2011 y 2013), Libia (2011) y
Yemen (2012).
En contraste, menos de 10% de los éxitos registrados tuvieron relación con las
demandas económicas, siendo los problemas laborales (contratos y salarios) los mejor

9
El reporte señala que la información sobre lo que ocurre en los países europeos y América del Norte es
mucho más abundante y precisa que la que se publica sobre el resto del mundo, por lo que se requiere de una
investigación especial para hacer afirmaciones más concisas sobre el tema.
10
Bolivia (2000, 2003 y 2005), Ecuador (2000 y 2005), Perú (2000) y Argentina (2001) en América Latina;
Filipinas (2001) en Asia; y Serbia (2000), Georgia (2003) y Ucrania (2005) en Europa Oriental

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atendidos, y en mucho menor grado los relativos a demandas de subsidios, impuestos,


pensiones, reformas laborales y gasto social o cambio en las políticas económicas. Ello a
pesar de que las protestas por motivos económicos son las más numerosas y reiteradas, y
las políticas económicas, las corporaciones, las élites y los organismos financieros
internacionales son los principales destinatarios de las manifestaciones de descontento e
inconformidad. Definitivamente los asuntos globales y la justicia económica son los más
resistentes al cambio11.
¿Cómo explicar esta incongruencia? ¿Qué hay detrás de la evidente imposibilidad
de la ciudadanía movilizada masivamente para lograr los cambios que necesita? En general
los análisis ha señalado como responsables de esa inefectividad a la falta de "consciencia" o
de "claridad política" de los movimientos mismos, o a la corrupción de líderes sociales y/o
funcionarios públicos. Sin descartar que esos factores –y otros más- tengan importancia en
la comprensión del problema, el aserto de este trabajo es que en esa debilidad juegan un
papel importante las transformaciones del modelo de acumulación y el desmantelamiento
del Estado social.
Veamos brevemente algunos elementos que nos ayudan a construir esta otra
perspectiva.
Dentro de los temas trabajados por las teorías sobre los movimientos sociales, el de
los resultados ha sido uno de los menos desarrollados (Guigni 1999). Sin embargo, y a
pesar de ello existe un relativo consenso sobre que el hecho de que además de tener
"consecuencias no previstas", sus efectos se perciben tanto en las identidades de los
participantes como en las de los espectadores, pero su impacto más claro es el que,
eventualmente, logran en las políticas, las instituciones o los discursos. Que se pueden
medir a través de la metodología para evaluar políticas públicas (Burstein 1995; Amenta et
al 2001; López 2012). Sin embargo, el tema ha sido generalmente visto desde la perspectiva
de qué consiguen los movimientos sociales y cómo lo hacen, partiendo del supuesto
implícito de que si logran vencer los obstáculos para conformarse y persistir pueden tener
algún grado de éxito. No se ponía mucha atención a la eventualidad de su inocuidad, pues

11
Es quizá debido a esta debilidad que la mayoría de los analistas de estos movimientos ha optado por
subrayar el aspecto cultural de los procesos movilizadores. El principal argumento es que" los cientos de
miles [de participantes alrededor del mundo] tienen ahora experiencia directa en autoorganización, acción
colectiva y solidaridad humana. Eso hace casi imposible para cualquier persona volver a su vida anterior y ver
las cosas como antes" (Graeber 2014:15). Véase también Leetoy 2011, Cabases et al, 2015, Poma et al 2016.

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en general no era un problema que se presentara con frecuencia, particularmente en las


democracias liberales. Sin embargo, al menos tangencialmente, el hecho de que a pesar de
lograr presencia masiva y continuidad, no lograran los cambios esperados si fue
considerado para los regímenes autoritarios (Foweraker 1990, Favela 2006).
Para abordar esta temática, nos acogemos a los aportes de la "escuela
regulacionista", la teoría marxista del Estado, en su vertiente "gramsciana" y las
contribuciones de René Zavaleta a la comprensión de la íntima vinculación entre la
coerción económica implícita en las relaciones sociales de producción y la forma Estado.
La escuela regulacionista identificó que las peculiaridades históricas que presenta la
acumulación capitalista en diferentes momentos son el resultado de la transformación de las
fuerzas productivas, que comprende dos aspectos: la transformación de las condiciones del
proceso de trabajo y la transformación de las condiciones de existencia del trabajo
asalariado. Esta articulación subraya el papel central que la lucha de clases tiene en la
determinación de la lógica de la acumulación del capital12. (Aglietta 1982: 49)
Con esta perspectiva es posible dejar de considerar la lucha de clases como una
dimensión ajena o "exógena" al proceso de acumulación del capital, como un proceso que
ocurre al margen del proceso productivo y que solamente impacta a la acumulación
mediante la negociación salarial. Al mirar el proceso de trabajo como un espacio de
confrontación entre las clases, la teoría de la regulación "reinstaló" a la lucha de clases
como motor también de los cambios tecnológicos /subsunción real del trabajo al capital) y a
las formas de remuneración del trabajo como componentes del ciclo de acumulación. De
aquí se deriva la explicación de que la superación de la crisis de sobreproducción que
disparó al crack de 1929 solo se resolviera con la transformación del proceso productivo
(innovación tecnológica e intensificación de la jornada laboral) y la generalización de la
extracción de plusvalía relativa, que comporta la ampliación del consumo obrero. En su
perspectiva, el patrón de acumulación (como corporeidad de determinadas relaciones
sociales) va generando un sistema de mediaciones específicas, que se sistematizan como
sistema normativo y dan lugar a las características propias de la forma estatal. Por ello, el

12
A la formulación original (Aglietta 1979, Boyer 1989, Liepetz 1986) se le señalaron algunos problemas
como la debilidad en la articulación economía/política, la problemática conceptualización del Estado, la
fragilidad de la integración de la lucha de clases en el modelo y la omisión del factor internacional. La
revisión de la teoría que se lleva a cabo actualmente ofrece algunas pistas para superar esas limitaciones, Cfr.
Bustelo (1994), Neffa (2006), (Basualdo (2007) y Saiz (2012)

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concepto central de la teoría es el de "modo de regulación", por el que entiende "al conjunto
de mediaciones que buscan asegurar que las distorsiones creadas por la acumulación se
mantengan dentro de límites compatibles con la cohesión social dentro de cada nación".
(Aglietta, 2001:19)
Esta perspectiva es ampliamente coincidente con el planteamiento que hace René
Zavaleta (2009) cuando afirma que la coerción económica es un sistema de relaciones
derivadas de las características de las relaciones sociales de producción (RSP) que
condicionan la conducta de los sujetos sociales y que permiten la reproducción de la
dominación mediante la reproducción de las condiciones de producción. Es decir, "la
simultaneidad de la base y la superestructura es el hecho central [que permite ver a la
sociedad] como una totalidad orgánica." (p. 80) Con esto Zavaleta apunta al hecho crucial
de que "en el acto económico, o la relación productiva, existen a la vez, dentro de ellos y no
como un rebote, las relaciones estatales y los episodios de la relación social." (p. 81) Pero
ello no implica "determinismo", pues claramente subraya que estas articulaciones están
moldeadas por la "libertad de los hombres", que aceptan y simultáneamente cuestionan las
formas de sociabilidad en las que se mueven. Por ello es que tanto en las relaciones de
producción como en las formas políticas se manifiestan no solo la hegemonía de la clase
dominante sino también el nivel de poder efectivo que construyen las clases subordinadas
para resistirla. (p. 113)
Por eso afirma que "El aparato estatal como tal es un punto de mediación y a la vez,
es una consecuencia, un escenario ideológico. El Estado es un mediador eminente entre las
fracciones de la clase dominante, pero no lo es menos que entre todos los sectores de la
sociedad". (p. 114) Dicho de otro modo, el Estado como expresión de la correlación de
fuerzas en la lucha de clases, revela no sólo la dominación sino también la resistencia de las
clases subalternas a la dominación burguesa.
Con estos elementos conceptuales, que conciben el proceso de reproducción social
como resultante de las luchas políticas y sociales que conforman determinada estructura
económico social, y que se expresan tanto en una forma particular de Estado como en una
particular configuración del proceso de acumulación, pasamos a analizar nuestro objeto de
estudio.

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II. ARTICULACIÓN ENTRE CAPITALISMO NACIONAL, ESTADO SOCIAL Y


PROTESTAS NACIONALES.
En esta sección desarrollamos el argumento de que dada la articulación entre el
patrón de acumulación y la forma estatal en el capitalismo nacional de bienestar, las formas
de protesta social a las que Tilly (1978) denominó repertorio nacional13, expresión de las
formas de resistencia de las clases subalternas, poseían gran efectividad para la negociación
interclasista de las condiciones y posibilidades de reproducción ampliada de la sociedad.
Bajo el capitalismo nacional y el Estado benefactor, las bases de la efectividad de la
protesta social radicaban en que el patrón de acumulación del capital estaba fincado en la
realización de plusvalor dentro de los mercados nacionales, con relativa escasa movilidad
del capital y gran peso en la generación de empleo, industrial y en servicios, cada vez más
calificado; esto daba a la organización gremial del trabajo asalariado una gran fuerza como
palanca de la negociación interclasista; complementariamente, el reconocimiento de
derechos sociales y económicos (más allá de los civiles y políticos) implicaba la aceptación
de la equidad social como un horizonte histórico deseable y la pluralidad programática
partidista (izquierda y derecha) fungía como punto de apoyo del poder electoral ciudadano,
de la libertad de expresión y del poder de la opinión pública.
La mecánica de la efectividad de la influencia de la protesta en las decisiones de
gobierno operaba de la siguiente manera:
En la economía, la organización sindical permitía, bajo un capitalismo
nacionalmente regulado y con limitada movilidad del capital, recurrir a la huelga como un
mecanismo de presión para negociar los costos con las empresas, directamente o por la vía
de la presión al gobierno, mediante el mecanismo de la pérdida de empleos (cuando el
compromiso electoral era el pleno empleo y el trabajo bien remunerado), o la pérdida de
legitimidad del grupo gobernante. Pues en el marco del Estado benefactor, la existencia de

13
Tilly propuso el concepto de “repertorios de lucha” para referirse al conjunto de medios de acción colectiva,
resultado de la experiencia, las costumbres, el contexto y la respuesta de la autoridad, identificando dos
grandes “modalidades”: los repertorios antiguo y moderno. El primero se refiere al de los siglos XVII-XVIII,
caracterizado como rígido, parroquial, localista, particular, bifurcado y directo; el «moderno» es de los siglos
XIX-XX, calificado de general, flexible, modular, cosmopolita, nacional, autónomo, homogéneo e indirecto
(González, E., 2012: 67-68).

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derechos sociales ofrecía una relativa "nivelación" de la correlación de fuerzas entre


trabajadores y empresas14.
Complementariamente, la existencia de diversidad electoral potenciaba el peso de
las muestras de descontento social, porque se entendían como expresión de la falta de
armonía social, del desapego de la sociedad hacia los gobernantes, y eventualmente, como
perdida de legitimidad del gobierno (o del partido en el poder), lo que constituía una
potencial amenaza de pérdida del control del aparato estatal, si ese descontento se
manifestaba como preferencia electoral. En ese contexto, si contaban los números; y las
manifestaciones masivas de descontento podían significar que el partido gobernante estaba
en peligro de dejar de serlo. En México esa posibilidad fue muy remota durante los años del
régimen priísta histórico, donde gracias al corporativismo, a la debilidad de los partidos y a
las múltiples formas del fraude electoral, la oposición nunca tuvo posibilidades de triunfo.
Sin embargo, las muestras de descontento popular si eran tomadas en cuenta, pues la
cultura política del Estado de la Revolución mexicana exaltaba la idea de que el gobierno, y
en particular el presidente, era el representante del pueblo, de manera que las muestras de
desafección hacia el gobierno y hacia el presidente en particular, tenían un peso específico,
pues revelaban descrédito y disminución de la legitimidad.
Así, la amenaza de la propagación del descontento social que las marchas
multitudinarias implicaban, dentro de los marcos de cada sociedad nacional, potenciaba la
fuerza de la denuncia y la inconformidad ciudadana, pues definía qué partido gobernaba, en
favor de qué proyecto político, lo que mantenía a los políticos relativamente sometidos a la
aprobación de los electores. El peligro extremo para los grupos dominantes era que los
ciudadanos votaran por los partidos de la izquierda socialista-comunista y accedieran al
poder grupos convencidos de la necesidad y la posibilidad de anular la propiedad privada
de los medios de producción, como condición necesaria para el desarrollo equitativo y
equilibrado de la sociedad.
Esto todo resultaba en un "contexto" que generaba una correlación de fuerzas en
donde a los sectores subalternos les estaban reconocidos derechos, garantías sociales y

14
En el caso mexicano en particular, toda la retórica del Estado de la Revolución mexicana, y la constitución
corporativa del sistema de dominación, otorgaba a la lucha sindical un significado más visible todavía, si bien
no necesariamente redundaba en beneficio directo de las clases trabajadoras, debido a los manejos corruptos
de la burocracia sindical. De cualquier manera, el sindicalismo corporativizado ofrecía "ventajas" materiales a
sus agremiados a cambio de su aquiescencia.

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formas de representación que en cierto grado disminuían la desproporción en la correlación


de fuerzas entre los sectores subalternos y los dominantes, y señalaba además algunos de
los mecanismos "funcionales" para potenciar el poder de los subalternos: los sindicatos-
huelgas; los partidos-votos y eventualmente las protestas callejeras, aunque en los
regímenes autoritarios, como el mexicano, las organizaciones armadas hicieran también
aparición como medios para frenar abusos y forzar cambios.
En aquel "contexto", a los grupos dominantes les interesaba la estabilidad
económica (y política), el crecimiento del mercado (más empleo y más capacidad de
compra) y garantías de continuidad para sus inversiones y sus proyectos. Y cuando los
grupos subordinados elevaban demandas o exigencias, compatibles con la lógica del patrón
de acumulación fordista/nacional y el Estado nacional benefactor, en diverso grado, y con
trayectos más o menos indirectos, eran incorporadas, ya fuera a través de beneficios
materiales, planes de gobierno, creación de instituciones o políticas públicas15, sin que ello,
por supuesto, implique que dichas muestras de descontento no fueran con frecuencia
duramente reprimidas.

III. NUEVA ARTICULACIÓN ENTRE CAPITALISMO GLOBAL Y ESTADO


NEOLIBERAL Y EL DESFASE CON LAS LUCHAS NACIONALES
Pero estas condiciones económicas y políticas se fueron transformando desde
mediados de los años setenta y a partir de los noventa podemos decir que la correlación de
fuerzas se revela plenamente favorable al capital y a los grupos dominantes, estando el polo
subalterno francamente a la defensiva, lo que se expresa institucionalmente tanto en los
cambios que se operan en la forma estatal, como en las particularidades que asume la
internacionalización de la acumulación capitalista.
La competencia intercapitalista, es tan feroz y virulenta, que ha impuesto prácticas
de explotación extremas, orientadas a conseguir la mayor extracción de plusvalía y la
mayor concentración y centralización de recursos, en manos de las corporaciones más
fuertes; en esta batalla sin cuartel por el control de los recursos materiales del planeta, el
poder del aparato estatal es completamente dependiente de su relación con el capital

15
Para mirar la relación entre la protesta social y el cambio institucional, en el caso mexicano ver, entre
muchos, Brachet-Marquez 1994 y Favela 2006; para Estados Unidos, Piven y Cloward 1979 y McAdam
1982.

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hegemónico: es muy alto si se orienta a garantizar la dinámica que favorece a los más
poderosos; es mínimo si se opone a ellos. ¿Por qué? Porque estos Estados carecen de fuerza
propia. Una vez despojados de los recursos materiales mediante las olas privatizadoras, no
son más que burocracias que manejan recursos públicos relativamente escasos, comparados
con la riqueza que manejan las grandes corporaciones –domésticas e internacionales-, y que
requieren del concurso de los capitales privados para mantener en funcionamiento la
economía, por más ínfimo que sea el nivel de operación con que lo hacen (dadas las bajas
tasas de crecimiento que se registran y la baja calidad del empleo que generan, con altas
tasas de desempleo y subempleo, ínfimos niveles salariales y creciente precariedad laboral),
aun así, controlan el abasto de alimentos, de energía, de agua, y de cualquier otro tipo de
satisfactores básicos o superfluos, y aunque la sociedades pudieran vivir sin ellos, a través
de la publicidad, el capital controla sus conciencias mediante los medios masivos de
difusión, teniendo entonces la capacidad de manipular a la población en contra de
gobiernos que intentan imponer límites a la forma de operación de la actividad privada.
Pero además, la transformación del patrón de acumulación en uno financiarizado y
global, ha potenciado el poder del capital mediante el incremento de su movilidad, por la
vía del desmantelamiento de las barreras y regulaciones nacionales y por la vía del
desarrollo tecnológico que simplifica y fragmenta los procesos productivos reduciendo al
mínimo el trabajo calificado, disminuyendo la importancia económica del trabajo
asalariado (lo más fuerte de la inversión está en las técnicas de producción, la innovación,
el diseño y publicidad) y al fragmentarlo y flexibilizarlo mediante técnicas como el
toyotismo y prácticas como el outsourcing, desmontó la organización gremial e incrementó
la subordinación al capital. Además, con la movilidad y la liberalización comercial, la
población mundial forma parte del EIR a nivel global, cualquier actividad es susceptible de
ser espacio de inversión para la producción de mercancías (entretenimiento, la salud, la
educación, recursos naturales, etc.) y cualquier espacio nacional es parte del mercado de las
corporaciones globales, limitando grandemente la influencia que las organizaciones
nacionales de consumidores habían desarrollado.
Concomitantemente, las formas estatales experimentan transformaciones que
expresan una pérdida de poder potencial de que disponían los sectores subalternos. Además
de la flagrante cancelación de derechos sociales mediante las reformas que reducen los

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Ponencia Favela Coloquio MS 2017

sistemas públicos de salud, pensiones, educación, las reformas económicas tienden a la


desaparición de la propiedad pública y por consiguiente la completa privatización de la
estructura productiva, lo que en sí mismo es ya un espaldarazo al capital privado; pero por
si fuera poco, las reformas laborales y penales inciden directamente en la reducción de los
derechos gremiales y de manifestación, expresión y organización, suprimiendo garantías
individuales y sociales, debilitando aún más la posición relativa de los grupos subalternos.
En conjunto, la desaparición de la noción de "derechos sociales", implica una
operación ideológica radical, pues elimina de los imaginarios sociales la idea de la
igualdad, la idea de la responsabilidad social hacia los más necesitados e instaura la idea de
la pobreza y la precariedad como la expresión de incapacidad y de falta de iniciativa y
empuje, responsabilizando a los subalternos de su propia condición de pobreza y
precariedad. Este proceso constituye la casi completa anulación de las clases subalternas
como sujetos con derechos, en un contexto de total libertad y garantías para el capital.
La mutación del Estado en neoliberal ha significado también la desaparición del
espacio electoral como arena de lucha, mediante la supresión de las diferencias
programáticas entre partidos de derecha e izquierda, y la concomitante desaparición de los
partidos obreros, socialistas, o comunistas. Con su eliminación y la emergencia del
"pensamiento único", simultánea a la desaparición de la "amenaza comunista", ha operado
la casi absoluta reducción del poder negociador de los sectores subalternos, pues hasta
como referente mítico, esa alternativa ha sido suprimida. En su lugar, ciertamente, va
tomando fuerza, paulatina y accidentadamente, la opción comunitaria, autogestionaria y
autonómica; pero aún es incipiente.
La mutación del Estado y la supresión de las diferencias partidarias han tenido
también un fuerte impacto negativo en la influencia que las expresiones públicas de
descontento podían ejercer sobre los tomadores de decisiones. Si durante el período
anterior, el poder de la demostración masiva de inconformidad podía sentirse, ahora la
ecuación apego/desapego de las masas hacia el grupo gobernante se ha tornado irrelevante.
A medida que los partidos perdieron identidad programática y adoptaron de manera
generalizada el ideario neoliberal, la diferencia entre ellos se ha reducido a tal punto que el
electorado en realidad carece de opciones, y la alternancia partidista no tiene más que el
sentido negativo de "voto de castigo", y no el positivo de "cambio de programa", de modo

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Ponencia Favela Coloquio MS 2017

que ha perdido también significado para el electorado mismo. Pero sobre todo por el hecho
de no obstante que haya alternancia partidista, la emergencia de los políticos-negociantes
(Della Porta y Pizzorno, 1996) como las figuras permanentes permiten, con independencia
de partidarismos, la continuidad en la administración del aparato gubernamental, y el
funcionamiento del sistema en su conjunto. De esa manera, las "veleidades" del electorado,
potencialmente dañinas anteriormente, han dejado de serlo, y en esa misma medida las
expresiones de descontento social han perdido capacidad de incidir en el ánimo de los
administradores del sistema16.

IV. A MANERA DE CONCLUSIÓN


De frente a estas transformaciones tanto en el patrón de acumulación como en el
sistema de dominación, es evidente que las formas de la protesta social que hemos
conocido tradicionalmente han perdido su eficacia. Es por eso que hoy manifestaciones
multitudinarias, que se repiten una y otra vez, por la misma o diferentes demandas, únicas o
acumuladas, no logran cambiar nada.
Frente a esta percatación es entonces necesario retomar el planteamiento inicial y
ver que desde la perspectiva que plantea que lucha de clases, patrón de acumulación y
forma estatal son tres componentes interdefinidos de un sistema complejo que define las
condiciones y posibilidades de reproducción y contestación de la dominación capitalista,
podemos entender mejor que para que la movilización social sea efectiva tiene que ser
planteada como una lucha estratégica, no solo expresiva; la movilización masiva no basta si
no está pensada dentro de un diseño escalar, transversal, ofensivo, multidimensional,
internacional y estratégico.
Es necesario un diseño que reconozca que se trata de una confrontación en donde el
que eleva los costos para el adversario, gana la partida; en donde hay que mirar los recursos
del contendiente como un arsenal que puede ser destruido, y concomitantemente mejorar la
posición propia. Hay que mirar el conflicto como una guerra de posiciones (más que como

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En el caso mexicano en específico, el indicador del desapego popular frente al régimen se fue tornando
irrelevante, a partir de los años 60s y a medida que avanzó el neoliberalismo y la "democracia", con la
exaltación de la "pluralidad" y la "tolerancia" como valores fundantes, la significación de la expresión de
descontento ha quedado completamente suprimida, como revela el hecho de que en México, en los dos
últimos sexenios, los bajísimos niveles de aprobación ciudadana a la gestión gubernamental –particularmente
del presidente- sean completamente irrelevantes, pues no se traducen en obstáculos reales para el ejercicio del
gobierno.

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Ponencia Favela Coloquio MS 2017

una guerra de movimientos), que se desarrolla en un plazo largo, con escaramuzas donde
hay avances, retrocesos y afianzamientos. Pero donde es crucial entender que se trata de
una confrontación donde el conocimiento de los objetivos y recursos del adversario es
piedra angular para el desarrollo de una estrategia fructífera.
Vemos que las luchas sociales han mantenido un sentido principalmente defensivo,
buscando revertir el proceso de destitución de derechos, el retorno del Estado de bienestar y
la propiedad pública, así como la defensa o recuperación de las condiciones laborales
protegidas, basadas en la regulación estatal del capital. Esta perspectiva, vista desde la
reconversión del patrón de acumulación que hemos reseñado, parece tener muy pocas
posibilidades de éxito. Porque además en el desarrollo de formas organizativas y de
estrategias de lucha, han mantenido básicamente los mismos que durante el período anterior
(sindicatos y partidos), pero en el nuevo régimen de acumulación global y financiarizado,
basado en la precarización laboral y la absoluta libertad de movimientos para el capital,
institucionalizados en el Estado neoliberal, esos medios de lucha han perdido efectividad.
No solo las huelgas parecen cada vez más difíciles de organizar, ante la
desacreditación y debilitamiento de los sindicatos, sino que cuando ocurren, carecen del
poder de presión de que antes gozaban, pues las condiciones materiales de la valorización
del capital han cambiado drásticamente y su volatilidad hace que la ecuación
costo/beneficio de cerrar una empresa sea altamente favorable a la patronal, con lo cual la
huelga pierde toda su fuerza como arma de presión. Y con las expresiones masivas de
descontento sucede lo mismo.
Algunas movilizaciones han trascendido el ámbito nacional (particularmente el
movimiento altermundista y algunos otros ejemplos), planteando las luchas en dos o más
espacios nacionales. Sin embargo, mantienen fundamentalmente los mismos repertorios
que en el sistema nacional, siguen apelando principalmente al Estado nacional, como arena
para la regulación social, como si no fuera evidente la transformación que ha
experimentado. Continúan privilegiando las estrategias demostrativas, como si la
"deslegitimación" frente a la opinión pública mantuviera su fuerza como arma de presión
contra las decisiones de política.
Entender que hoy por hoy, las "condiciones estructurales" de la dinámica
económica y política de la sociedad capitalista definen un "terreno de juego" que es

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Ponencia Favela Coloquio MS 2017

altamente desfavorable a los grupos subalternos, vuelve imperativo reconocer la necesidad


de mirar a la movilización social desde otro mirador.
La conclusión es clara: si teóricamente concebimos a la protesta social como
expresión de la lucha de clases, entonces metodológicamente, tenemos que sacar las
conclusiones necesarias: para apreciar la capacidad transformadora de una protesta social
no podemos nunca dejar de ver al adversario, no podemos dejar de analizar el tema como
un proceso en el que se desarrolla una confrontación en donde la correlación de fuerzas se
va construyendo y modificando, en favor de uno u otro actor, de acuerdo con los
movimientos estratégicos que cada uno realiza.

Intentar ese tipo de análisis nos sitúa en una dimensión nueva, donde el análisis de
la contraparte (las élites, sus redes y conexiones internacionales, los marcos legales que
rigen, los costos de su derrota, etc.) y no solo el recuento de las acciones contestarías tienen
un papel nodal en la comprensión (y cálculo) de los resultados de la movilización social en
el liberalismo globalizado.

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