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Charles Robert Darwin 200 años después.

Por: Luis A. R. Vidal.


Departamento de antropologíía
U de A.
luisvidales@gmail.com
Para el Alma mater
Universidad de Antioquia.

Si un hombre atravesara el paraíso en un sueño y le dieran una


flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar
encontrara esa flor en su mano… ¿entonces, qué?
Samuel Coleridge.

Este anñ o se celebran los 200 anñ os del nacimiento de Charles Darwin y 150 anñ os de la publicacioí n de El
origen de las especies, su obra maí s significativa. En Inglaterra se preparan festejos que han dado comienzo
con el lanzamiento de una estampilla que conmemora al ceí lebre cientíífico, ademaí s de conferencias,
seminarios y reedicioí n de sus obras. A esta celebracioí n se le adelantoí la universidad de Cambridge al
colocar el anñ o pasado en la red la paí gina donde se pueden consultar todas sus obras y ver las
aproximadamente 90.000 fotos sobre Darwin y su eí poca. Un trabajo monumental que llevoí anñ os de trabajo.

Es importante decir aquíí que nos encontramos frente a un genio, un hombre como pocos en la historia de la
humanidad que llevoí al extremo la observacioí n y el trabajo; una figura vital para comprender nuestra
eí poca, nada maí s pensar que “las modernas discusiones sobre el futuro del hombre, la explosioí n
demograí fica, la lucha por la existencia, la finalidad del hombre y del universo, y el lugar del hombre en la
naturaleza, se basan en Darwin”, anota Janet Browne, la bioí grafa oficial y definitiva del ceí lebre cientíífico
ingleí s.

¿Quién fue Charles Darwin?


Los oríígenes de Darwin son conocidos, bien por lo que dijeron los otros de eí l, bien por lo que nos cuenta el
propio Darwin en la autobiografíía que escribioí para sus hijos en 1887 y que fuera publicada cinco anñ os
despueí s de su muerte por su hijo Francis. La autobiografíía nos recuerda a un ninñ o travieso al que el padre
le reprocharíía ser eso: un holgazaí n que se la pasaba cazando y haciendo travesuras, un lastre para la
familia.

Los bioí grafos de Darwin han recalcado lo suficiente sobre su parentesco por líínea paterna, y se desdenñ a con
aterrador silencio la líínea materna. Susannh Wedgwood, su madre, era hija del famoso ceramista Josiah
Wedgwood. El dato podríía resultar baladíí, pero no lo es ha juzgar por la poleí mica que alentoí la publicacioí n
de El origen de las especies. En efecto, uí ltimamente se ha dicho que uno de los objetivos del libro fue servir
de acicate para acabar con la esclavitud de la que fueron vííctimas aproximadamente 25 millones de
africanos. La conexioí n con Josiah es la siguiente: el ceramista fue un apasionado devoto de la abolicioí n de la
esclavitud en todo el imperio, de hecho disenñ oí un botoí n en este material para llevarlo en los atuendos de la
eí poca como se llevan hoy díía insignias contra las corridas de toros o el consumo de carnes. La idea de que
Darwin fuera sensible a la esclavitud no se presta a dudas, nada maí s leer en su diario a bordo del Beagle el
profundo dolor que sintioí cuando al levantar la mano en Brasil para pedir un favor a un esclavo, eí ste se
arrojara a sus pies pidiendo perdoí n, pero que esta fuera la razoí n para la publicacioí n de El origen, esta auí n
por probarse.

Charles Robert Darwin nacioí el 12 de febrero del 1809 en Shrewsbury i. Meí dico frustrado que huyoí del
hospital de Edimburgo apenas ver la operacioí n a un chico, dice eí l que mal hecha. Hasta ahíí las íínfulas de ser
meí dico como su abuelo Erasmus. De este primer fiasco Darwin recordaríía: “Tras haber pasado dos cursos

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en Edimburgo, mi padre se percatoí , o se enteroí por mis hermanas, de que no me agradaba la idea de ser
meí dico, asíí que me propuso hacerme cleí rigo” (1993: 24) ¡Cuanto hubiera dado la Iglesia porque Darwin se
hubiera hecho cleí rigo a juzgar por los acontecimientos que habríía de desatar la publicacioí n de El origen de
las especies!, eí l mismo comentaraí en la Autobiografíía: “Considerando la ferocidad con que he sido atacado
por los ortodoxos, parece coí mico que alguna vez pensara ser cleí rigo” (1993: 25)

Darwin, darwinismo y evolución.


Generalmente se suele pensar en evolucioí n y darwinismo como si se trata de lo mismo, y la verdad no es
asíí, digamos, que el darwinismo es una de las muchas teoríías para explicar la evolucioí n y el cambio de los
organismos, maí s aun, cuando se dice darwinismo realmente no se dice gran cosa porque el darwinismo no
es una teoríía unificada. El darwinismo se ha entendido tambieí n como anticreacionismo por una razoí n
aparentemente simple: Darwin, tal vez muy a su pesar, atacoí los cimientos del creacionismo al proponer
que las diferentes especies de seres vivos, todos, tenemos un origen comuí n y que el ser humano, el bicho
maí s amado y perfecto del rebanñ o judeo-cristiano, difiere poco de otras bestias y seres de la tierra.
Podrííamos acordar en principio que el darwinismo es la teoríía de Darwin para explicar y dar cuenta de la
evolucioí n, que puede ser entendida como una antiideologíía en la medida que desafiaba, y desafíía, el status
quo al socavar la supuesta superioridad y desigualdad entre los humanos, de ahíí que muchos sostengan que
Darwin trataba de fundamentar cientííficamente la igualdad de la especie humana, y que las diferencias
entre negros, mestizos y blancos; entre mujeres y hombres era absurda.

Otro punto importante en esta discusioí n es la relacioí n que se suele trazar entre darwinismo y
evolucionismo entendidos como progreso. EÉ ste es un concepto surgido en medio de la Revolucioí n
Industrial y del optimismo del capitalismo y el imperialismo britaí nico. Uno podríía preguntarse si la
evolucioí n tiene alguí n sentido. El silencio de Darwin es pasmoso, maí s auí n, el progreso, ¿en queí consiste? El
tranquilo mundo de la eí poca se vino a pique, pues ¿cuaí l es la finalidad de la existencia, progresar? La
manera de creer que la humanidad estaba destinada a ser feliz y vivir a plenitud en un mundo
aburridamente tranquilo y predecible es cuestionada en sus cimientos por Darwin. La teoríía del cientíífico
ingleí s arremete mordaz y contundentemente contra el mar de certezas en que se vivíía y reduce toda
explicacioí n a los hechos materiales. El viejo adagio de que polvo somos y en polvo habremos de convertirnos,
cobra sentido en la obra de Darwin, pues el cientíífico nos recuerda nuestra conexioí n permanente y
milenaria con la naturaleza: Somos producto de ella. Por esto, Darwin fue inmediatamente acusado, una vez
publicado El origen, de haber sido el principal agente y promotor de una filosofíía excesivamente
materialista y pesimista que destruyoí los valores y creencias tradicionales y de haber sumido el mundo en
una anarquíía total al arremeter contundente y mordazmente contra el finalismo y la teologíía natural,
paradigmas imperantes en la eí poca.

Darwinismo, creacionismo y El origen de las especies.

Es un hecho que la iglesia anglicana, y seguramente la catoí lica, apostoí lica y romana, tuvieron, y tienen en
Darwin una figura incoí moda y molesta, un contrincante sin igual y en todo el sentido de la palabra: seguro
que maí s de un sacerdote y teoí logo ha perdido noches enteras buscando la piedra filosofal para responder a
algunos de los planteamientos hechos por Darwin y sus seculares discíípulos, en especial la nueva trinidad
que se formoí en torno a eí l: Lyell, Huxley y Hooker. ¿Pero fue Darwin consiente de ello al publicar El origen?
Con seguridad que esto no fue algo que eí l hiciera adrede, pero como no podíía ser de otra manera, tocoí de
forme directa el campo de la Iglesia anglicana y romana. Los terrenos de la fe, tan celosamente cuidados por
siglos, comenzaron a tambalear abruptamente despueí s de la publicacioí n en 1859 de El origen de las
especies. Sin inquisidores, ni brujas a quien echar a la hoguera, la nueva herejíía ocupoí las mentes maí s
brillantes de la eí poca, pues praí cticamente despueí s de la publicacioí n de El origen de las especies, toda una
sociedad se vio discutiendo al uníísono del evolucionismo a partir de Darwin. La discusioí n entre
creacionistas y darwinistas polarizoí las sociedades del mundo en torno al origen del hombre, bien que el

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propio Darwin se cuidoí al extremo y con celo de no hacer ninguna sugerencia directa sobre el origen del
hombre en eí sta obra, bien que llegoí a sugerir que el origen de la humanidad se encontraba en AÉ frica, como
evidentemente ocurrioí .

El origen de las especies por medio de la selección natural, o la conservación de las razas favorecidas en la
lucha por existencia, nombre completo de la obra, fue publicada en Londres el 24 de noviembre de 1859.
“Dos temas tremendamente espinosos no se tocan aquíí, como se ha dicho, el origen de la humanidad y la
existencia de la presencia e intervencioí n divina en la naturaleza” (Browne, 2007: 86-87) ¿Por queí ? En parte
por las crííticas que suscitoí el libro Vestiges of the natural History of Creacion, (1844) de Robert Chambers:

“Aquel libro transformoí de forma espectacular la textura del debate sobre


la evolucioí n: encolerizoí a los teoí logos, introdujo alarmantemente el
pensamiento secular en los salones victorianos y despertoí , por una parte,
crííticas violentas, y por otra, fascinada atencioí n” (Browne, 2007: 60)

Se especula ademaí s que Darwin evitoí toda reflexioí n sobre el origen del hombre y la naturaleza por una
razoí n personal: su esposa era excesivamente creyente y el cientíífico evitoí encolerizarla con sus pesquisas.

En El origen de las especies Darwin afirmaba que el punto de partida de todos sus planteamientos fueron
tres hallazgos realizados durante los cinco anñ os a bordo del Beagle. Se trataba de los foí siles que excavoí en la
Patagonia, de las pautas de distribucioí n del nñ anduí suramericano y de la vida animal del archipieí lago de las
Galaí pagos.

El origen es una obra programaí tica en todo el sentido de la palabra: los 23 anñ os que siguieron a su
publicacioí n, Darwin trabajoí sobre aspectos que tocaba tangencialmente en El origen: La variación de los
animales y las plantas bajo la domesticación (1868), aquíí tratoí de explicar coí mo se origina la variacioí n
geneí rica; en El origen del hombre y la selección en relación al sexo (1871) enfrentoí valientemente el
problema la evolucioí n de la especie humana y profundizoí sobre la teoríía de la seleccioí n sexual; La
expresión de las emociones en el hombre y los animales (1872) trata del estudio de la conducta animal; en
Las plantas insectívoras (1875) describe la notable capacidad del rosolíí para capturar insectos; en Los
efectos de la fecundación cruzada y la autofecundación en el reino vegetal (1876), Las diferentes formas de las
flores en plantas de la misma especie (1876) y en La capacidad de movimiento en las plantas (1880), Darwin
analiza los aspectos del crecimiento y la fisiologíía de las plantas; finalmente, en La formación de la tierra
vegetal por la acción de los gusanos, con observaciones sobre sus costumbres (1881) la dedica al desempenñ o
de las lombrices en la formacioí n del humus.

El origen y su época.
Pensemos por un momento lo que significoí la publicacioí n de El origen de las especies. El asunto puede
resultar escabroso para el final del siglo XIX: o eres darwinista o eres creyente. ¿Queí hacer?, ¿coí mo conciliar
fe y ciencia?, esa maí s, ¿se podíía ser un buen cristiano y un honesto cientíífico? Una mente conciliadora diríía
que la ciencia no descarta el milagro, digamos, los hechos de fe. Como era de esperarse, el primero en tratar
de mediar entre creacionistas y darwinistas fue Thomas Henry Huxley, El perro guardián de Darwin como
se le ha conocido comuí nmente; vendríía luego el jesuita Pierre Teihard de Chardin. Huxley propuso una
nueva filosofíía que llamoí naturalismo científico: “Huxley no aceptaba la seleccioí n natural como uí nico
mecanismo de la evolucioí n; preferíía pensar que la variacioí n estaba orientada hacia unas cuantas
direcciones sistemaí ticas, no sometidas al azar como suponíía Darwin” (Bowler & R. Morus, 2007: 188).

El legado de Darwin en El origen de las especies.

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El legado de Darwin es de tal magnitud que no habríía como abordaí rsele en anñ os de investigacioí n. Con todo,
lo primero que podrííamos anotar es que Darwin muestra el camino que conecta a la humanidad con el
resto de los animales, pues en su eí poca, y quizaí s hoy entre algunos sectores ultraconservadores, no era
posible pensar siquiera la transicioí n entre naturaleza y humanidad.

A partir de la publicacioí n de El origen de las especies, las ciencias se abrieron de forma extraordinaria, pues
los hallazgos de Darwin en el campo de la biologíía, por ejemplo, socavaron completamente el concepto de
ciencia dominados por el meí todo newtoniano-cartesiano, asíí: “En aquella eí poca, los fíísicos eran
deterministas estrictos; la prediccioí n no soí lo era posible, sino que era la auteí ntica prueba de la validez de
las teoríía. Los procesos evolutivos, por el contrario, implican un considerable componente de azar: eran
probabilíísticos y, por lo tanto, no permitíían la prediccioí n absoluta” (Mayr, 1992: 61) La revolucioí n
darwiniana inauguroí de esta manera una de las crisis del pensamiento occidental maí s profundas y
espectaculares de la modernidad al sacar del oscurantismo a la ciencia dominada por el paradigma
propuesto por Newton y Descartes al mostrar que la Naturaleza no es armoí nica, y quizaí s por ello mucho
maí s interesante de ser estudiada.

Como hombre de ciencia Darwin es intachable. Nada maí s recordar que los uí ltimos 30 anñ os de vida, este
octogenario hombre escribioí gran parte de su obra, dedicoí parte de su vida a responder personalmente la
basta correspondencia que le llagaba de todo el mundo y ser esposo y padre de una extensa familia. Pero al
juzgar el conjunto de la obra darwiniana uno se atreve a decir que el legado maí s importante del cientíífico es
el respeto por sus semejantes. En El origen, no se lee, pese a algunos detractores o lectores mal
intencionados, ninguí n tipo de senñ alamiento a otro grupo humano, ni empleoí palabras ofensivas para
referirse a alguí n grupo humano en especial: Esto es algo que no tiene igual entre los hombres de su eí poca.
Aquíí es importante anotar que es absolutamente falso que la seleccioí n natural, por ejemplo, sea una teoríía
que ensalce a unos a expensas de otros, “nunca uses las palabras superior o inferior”, nos recuerda. Darwin
comprendioí , como pocos, que cada especie, cada cosa sobre la tierra, es todo lo evolucionado que se puede
ser. De esta manera contribuyoí como nadie a combatir los prejuicios culturales y sociales del mundo
moderno.

Bibliografía.
Browler, Peter & Iwan Rhys Morus. 2007. Panorama general de la ciencia moderna, Críítica, Barcelona.

Browne, Janet. 2007. La historia de el origen de las especies, Debate, Santa Fe de Bogotaí .

Darwin, Charles. 2006. Autobiografíía, Norma, Santa Fe de Bogotaí .

Darwin, Charles. 1992. El origen de las especies, Planeta Agostini, Buenos Aires.

___ 1993. Autobiografíía, Alianza cien, Madrid.

Mayr, Ernst. 1992. Una larga controversia: Darwin y darwinismo, Caí tedra, Barcelona.

Larson, Edward. 1992. Evolucionismo. La asombrosa historia de una teoríía cientíífica, Debate, Barcelona.

La direccioí n de la paí gina donde puede consultarse la vida y obra de Darwin es:
http://www.darwin-online.org.uk

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Janet Browne, sobre la fecha de nacimiento de Darwin dice: “Nació en Shrewsbury en abril de 1809” (2007: 19)

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