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Manual de terapia de

pareja

Peter A. Martin

A m orrortu editores
Buenos Aires
/

Indice general

1 Palabras preliminares. Leo H. Bart.emeier


3 Prefacio
5 1. Introducción
18 2. Esquemas psicológicos y valores normales en el
matrimonio
35 3. Aspectos sexuales del matrimonio: valores normales
derivados de la psicopatología
50 4. El contrato matrimonial
64 5. Entrevistas iniciales de diagnóstico
105 6. Métodos de terapia de pareja
136 7. Selección de la terapia
146 8. Psicoterapia de la inarmonía marital
159 9. El divorcio y los cambios en el estilo de vida del
matrimonio
173 10. El terapeuta de pareja
185 Referencias bibliográficas
Palabras prelim inares
Leo H. Bartemeier*

Este libro ocupa un lugar señero dentro de la medicina psi­


cológica. Es una de las primeras obras, en la historia de la psi­
quiatría norteamericana, dedicada a la terapia de pareja y que
puede ser aprovechada por quienes se ocupan, asimismo, del
tratamiento psicoterapéutico individual de pacientes con
problemas de inarmonía conyugal.
Su autor lo concibió como un manual destinado a los clíni­
cos, pero es mucho más que eso: es una descripción de des­
cubrimientos incorporados al tratamiento psicoterapéutico de
cónyuges que, por su reiterada eficacia, se han convertido en
técnicas propias de una forma avanzada de terapia de pareja.
El temprano descubrimiento y uso de la «técnica estereoscópi­
ca» que hizo el autor lo condujo, en materia de ínarmonía con­
yugal, a intelecciones análogas a las que posibilitó el microsco­
pio electrónico en la biología molecular. A su vez, estas intelec­
ciones le permitieron luego ahondar en el desarrollo de nuevas
técnicas.
La descripción de cuatro esquemas matrimoniales patológi­
cos, comúnmente observados en la práctica, aumenta conside­
rablemente el valor de este libro. Al cotejar la psicopatología
con la normalidad conyugal, lo enfermo con lo sano, Martin
brinda al terapeuta de pareja la oportunidad de desarrollar
una orientación saludable e integral, en vez de centrarse única­
mente en lo patológico.
Asimismo, este es el primer libro que describe en detalle los
valores que conforman un esquema conyugal psicológicamente
sano, para que sirvan de guía a los terapeutas de pareja.
Al igual que otros grandes maestros de la medicina, Martin
ha escrito este libro con el único propósito y esperanza de com­
partir con sus colegas ios nuevos conocimientos por él adquiri­
dos, los cuales pueden aplicarse a la terapia de pareja en forma
inmediata.
Este manual es un paso más en la evolución de nuestros co­
nocimientos, de nuestros esfuerzos humanistas por ayudar a
aquellos cuyas enfermedades han penetrado la trama de su vi­
da conyugal. Por otra parte, refleja evidentemente un enfoque

• Doctor en medicina, ex presidente de ia Asociación Psiquiátrica Norteame­


ricana, ia Asociación Psicoanaiítica Norteamericana y la Asociación Psicoanali-
tica internacional.

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novedoso y más eficaz del tratamiento de la inarmonía conyu­
gal (nótese, por ejemplo, el papel que desempeña el contrato Prefacio
matrimonial en el diagnóstico y el tratamiento). Por su ma­
gistral combinación de teoría y práctica, este libro se converti­
rá tal vez, con el correr del tiempo, en piedra angular de una
nueva especialidad, dentro del marco general de la psicote­
rapia.

Este es un manual escrito por un clínico, destinado a


aquellos psicoterapeutas que se dedican o dedicarán al trata­
miento de problemas conyugales. Se basa en mis treinta años
de experiencia como psicoterapeuta psicoanalítico y veinte de
docencia y supervisión en el campo de la psicoterapia de ios
problemas conyugales. Describe las técnicas y principios que
he venido enseñando, en varios centros de formación universi­
tarios y hospitalarios, a estudiantes de medicina, médicos de
familias, psiquiatras, psicólogos clínicos, asistentes sociales psi­
quiátricos, clérigos, enfermeras y terapeutas de parejas y de fa­
milias. A ellos va dirigido.
Mi intención ha sido ofrecer un manual práctico e instructi­
vo. En él, expongo en detalle un enfoque clínico derivado de
ios experimentos y la constante investigación clínica que llevo a
cabo desde hace tres décadas, delineo las entidades clínicas
halladas en el •campo de los problemas conyugales y describo
muchas técnicas que pueden utilizarse para remediar las per­
turbaciones. No trato los aspectos sociológicos, antropológicos,
filosóficos o morales del matrimonio. Aunque sé que es impo­
sible lograrlo plenamente, he intentado evitar las polémicas,
los juicios de valor y el proselitismo, tan comunes en los textos
actuales. No he querido complicar al lector con los aspectos teó­
ricos de las numerosas escuelas antagónicas de psicoterapia,
ni afirmo que una escuela determinada dé mejores resultados
que las demás. Si bien describo un enfoque desarrollado por
rní, no por ello dejo de presentar, a lo largo dei libro, la
bibliografía proveniente de muchas otras escuelas y métodos.
Deseo expresar aquí mi reconocimiento y gratitud a aquellos
que han posibilitado la elaboración de este libro. El doctor Leo
H. Bartemeier me alentó constantemente en mis primeros años
de experimentación en este campo, por entonces inexplorado.
También desearía manifestar mi aprecio a los directores de de­
partamentos psiquiátricos que hicieron posibles, dentro de me­
dios universitarios, las tareas de formación e investigación que
han servido de base a este manual. En 1967, el doctor Ray-
mond W. Waggoner (padre), a la sazón director del Departa­
mento de Psiquiatría de la Universidad de Michigan, facilitó el
establecimiento de uno de los primeros seminarios sobre el tra­
tamiento de problemas conyugales, destinado a estudiantes

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residentes. Tal innovación tropezó con las resistencias habi­
tuales, pero el seminario continua realizándose con el apoyo 1. Introducción
del actual director del citado Departamento, doctor Albert J.
Silverman. Asimismo, me ha sido de suma utilidad la coopera­
ción de James F. McGioin (h.) en la organización de los semina­
rios y la preparación de esta obra. Y el doctor Jacques S. Got-
tlieb puso a mi disposición las instalaciones'de la Universidad
Estadual de Wayne y la Clínica Lafayette, de Detroit, para
una investigación de las técnicas psicoterapéuticas aplicadas al
tratamiento de la inarmonía conyugal, que añadió nuevas di­ Dicho en términos simples, un terapeuta de pareja es aquel
mensiones a mis experiencias. que opta por tratar a personas que presentan problemas conyu­
gales. Aquí suele acabar toda similitud entre los terapeutas de
Peter A. Martin pareja, considerados individualmente, por cuanto no existe
Southfield, Michigan ninguna escuela con un plan de estudios reconocido que enseñe
Enero de 1976 esta terapia como una profesión independiente, ni hay una ba­
se teórica única que le sirva de fundamento general. Los tera­
peutas de pareja no sólo provienen de muchas disciplinas dife­
rentes, sino que, aun aquellos que comparten una misma pro­
cedencia, encaran los mismos problemas con enfoques y objeti­
vos marcadamente distintos. Evitaré la expresión «consejero o
asesor matrimonial» porque, con frecuencia, este «asesora-
miento» encierra una connotación engañosa y desdichada: la
de ser una psicoterapia carente de importancia, un enfoque po­
co profundo. Muchas personas no se dan cuenta de que, por su
variedad y gravedad, los problemas emocionales que encontra­
mos en los matrimonios perturbados abarcan toda la gama de
entidades de diagnóstico. Un estudio de ios centros de forma­
ción psiquiátrica norteamericanos para residentes, que exami­
nó la renuencia de los claustros de profesores a incluir la tera­
pia de pareja y de familia en el pian principal de estudios, así
como la falta de experiencia clínica de los residentes en el trata­
miento de ios problemas conyugales, detectó en ambos grupos
el predominio de actitudes despectivas hacia estas modalidades
terapéuticas (Martin y Lief, 1973). Unos y otros creían que la
terapia de pareja era sinónimo de «asesoramiento matrimo­
nial», una materia breve y superficial que no debía ser tomada
en serio por unos estudiantes ya recargados de trabajo, que sólo
tenían tiempo para «lo importante».
Utilizaré los términos «terapia de pareja»* y «terapeuta de
pareja» exclusivamente porque, a menudo, la gravedad de los
problemas tratados exige una terapia de profundidad corres­
pondiente. En la terapia de pareja, tal profundidad sólo está li-

‘ En el origina], «marital therapy» {«terapia marital»). Hemos optado por


«terapia de pareja», por cuanto el autor no establece ninguna diferenciación
entre los matrimonios legítimos y las uniones de hecho. Por la misma razón,
salvo en los casos específicamente diferenciados, se sobrentiende que términos
como «cónyuge», «pareja», «conyugal», «marital», «matrimonial», etc., se
refieren a ambos tipos de unión indistintamente. [N. d e la T.]

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dúo, o un problema conyugal que coadyuva a perturbar a la
mitada por la formación y capacidad del terapeuta. Algunos familia.
de los problemas psicopatológicos más difíciles, que no han res­ Es evidente, pues, que la diferenciación entre los campos de
pondido a la terapia diádica, han sido tratados con buen resul­ ia terapia individual, de pareja y de familia es. hasta cierto
tado mediante diversos tipos de terapia de pareja, gracias a las punto, artificiosa, por cuanto sus ¡imites se superponen unos a
condiciones ventajosas que estos presentan. otros. En realidad — y esto lo sabe cualquier psicoterapeuta ex­
perimentado que haya recibido una formación amplia— el
punto crucial es este: lo que acontece dentro de cualquier en­
cuadre terapéutico no está determinado por su denominación
Superposición de límites de «terapia individual», «de pareja» o «de familia», sino por las
necesidades de los pacientes y las capacidades, versatilidad y
«Terapia de pareja» es una expresión conveniente por su
formación del psicoterapeuta.
amplitud, que simplifica la comunicación al limitar lingüísti­
camente el campo de estudio. No obstante, dicho campo no
tiene unas fronteras netamente definidas. Por ejemplo, en el
50% de los casos de terapia diádica1 con una persona casada,
cuya sintomatología y razones declaradas de su solicitud de te­
Peculiaridades de la terapia de pareja
rapia no guardan ninguna relación aparente con su matrimo­
Pese a lo antedicho, la terapia de pareja posee en verdad al­
nio, emerge un material que indica graves problemas maritales
gunas características singulares, Puede tratar y modificar áreas
(Sager y otros, 1968). El psicoterapeuta debe ser capaz de ma­
imposibles de encarar en la terapia diádica o de familia, A di­
nejar estos problemas. Cuando lo hace dentro de un encuadre
ferencia de esta última, puede ocuparse de hostilidades crueles
diádico, ¿acaso no está practicando terapia de pareja? Quizá
debamos denominarla «terapia de pareja indirecta», Más aun: y discapacidades sexuales entre los cónyuges, que no son ade­
cuadamente tratables en presencia de los niños por sus efectos
cuando aflora y se manipula un material concerniente a
problemas de los hijos y la familia, ¿no se está practicando te­ traumáticos (pueden interferir en la secuencia natural de sus
rapia de familia? Recuérdese el caso, históricamente famoso, estadios evolutivos y en la formación de su yo). Eí peligro de
del pequeño Hans: en él, trabajando con el padre del niño, sin que la individualidad del niño se pierda entre la maraña de las
ver nunca a este, Freud resolvió la fobia que Hans sentía hacia floridas acciones de los adultos ayuda a explicar que la terapia
los caballos (Freud, 1909). Tal vez debamos denominar a esto de familia no sea, como se ha observado, una derivación natu­
«terapia de familia indirecta». Digamos entre paréntesis que ral de la psiquiatría del niño, según podría esperarse. Los psi­
Freud fue, quizá, el primer terapeuta psicoanalítico de pareja, quiatras de niños tienden a abogar por ellos. A menudo, discre­
aunque nunca haya mencionado esta experiencia en sus escri­ pan con los «adúlteros» [<?ic] que practican la terapia de pareja
tos: él analizó, al mismo tiempo, a los esposos James y Alice o de familia, y que intentan ayudar indirectamente a los niños
Strachey, que habrían de traducir y publicar sus obras en analizando las influencias patógenas de sus padres; prefieren
inglés (Stone, 1971). insistir en que el niño es un individuo por derecho propio, que
Así como el terapeuta que practica la terapia diádica debe no se limita a reaccionar frente a lo que le estén haciendo sus
manejar problemas maritales y familiares, el terapeuta de pa­ progenitores. Subrayan, con razón, que la individualidad del
reja no puede limitarse a tratar los problemas interpersonales niño es, a veces, la causante de la aflicción de sus progenitores.
del matrimonio. Cuando los problemas intrapsíquicos de uno Así pues, ios psicoterapeutas de niños reconocen la separación
de los cónyuges impiden la resolución de la inarmonía conyu­ entre la terapia de pareja y su propio campo de acción con ma­
gal, el terapeuta de pareja debe ser capaz de abocarse a una te­ yor prontitud que los terapeutas de familia.
rapia individual. Además, un terapeuta de pareja competente La terapia de familia difiere claramente de la terapia de pa­
no puede dejar de tratar los problemas familiares que se pre­ reja cuando los niños están presentes en e! consultorio, Sin em­
senten. Del mismo modo, al practicar la terapia de familia, tal bargo, aun en esas circunstancias, la relación entre los tera­
vez sea preciso tratar el problema intrapsíquico de un indivi­ peutas de familia y de pareja parece ser mayor que la existente
entre estos últimos y los psiquiatras de niños. Uno de los tera­
1 Este manual va dirigido al terapeuta; por lo tanto, el término "terapia
peutas de familia más innovadores declaró recientemente:
diádica» se refiere siempre a la diada terapéutica constituida por un paciente y «Aunque, en determinadas situaciones, creo necesario practi­
un terapeuta.

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car ia terapia de jam ilia durante todo el tratamiento (o sea, inclu­ interacción entre las anormalidades de los dos cónyuges. El pa­
yendo en ella también a los hijos), he tendido más a trabajar ciente original está atado no sólo por su propia dependencia y
con la relación marital de los progenitores, una vez que los ni­ angustias, sino también por las poderosas fuerzas emocionales
del cónyuge, que lo ha amenazado con un comportamiento
ños originariamente sintomáticos han dejado de constituir el
centro de atención. Por consiguiente, en la actualidad, la ma­ aterrador (p.ej., violencia física, intentos de suicidio, descom­
pensación emocional, abandono o divorcio), de manera tal que
yor parte de mi terapia de familia se convierte en terapia de
es imposible llevar a cabo un análisis continuado. Durante el
pareja» (Framo, 1975).
La singularidad de la terapia de pareja surge quizá con má­ bombardeo de Londres, en la Segunda Guerra Mundial, la rea­
xima claridad cuando se la aplica en un campo inaccesible a la lidad de los horrores de la guerra excluyó toda psicoterapia
que se centrara en los procesos intrapsíquicos. Del mismo mo­
terapia individual. La intimidad e intensidad del vínculo con­
yugal retarda muchas veces la acción terapéutica de un análisis* do, en los matrimonios desgarrados por una guerra interna, es
preciso desactivar el medio peligroso a fin de que el análisis ori­
individual, y otras lo impide. La terapia de pareja pone de re­
ginal pueda seguir adelante. Si se tratan primeramente las re­
lieve el vínculo destructivo y facilita los cambios constructivos,
laciones interpersonales perturbadoras, los problemas intrapsí­
en presencia de ambos cónyuges. Esta ventaja queda ejemplifi­
quicos volverán a ocupar después el centro de atención,
cada de manera óptima por el reconocimiento de que en la raíz
Todo matrimonio implica un contrato conciente e incon­
profunda de muchos matrimonios perturbados hay una rela­
ciente, convenido antes de formalizar la unión y activamente
ción de tipo niño-progenitor. Lo dicho por Anna Freud, al co­
mantenido por ambos cónyuges en el curso de su vida marital,
mentar un trabajo sobre el análisis simultáneo de una madre y
si esta es equilibrada. Cuando uno de ellos no puede o no
su hija adolescente, es aplicable a la terapia de pareja: «Cuan­
quiere cumplir el convenio original, o cuando en ningún mo­
do el síntoma neurótico, conflicto o regresión de un niño [léase:
mento se ha propuesto cumplirlo y, no bien concluida la cere­
cónyuge dependiente], además de estar arraigado en la propia
monia nupcial, se aboca a la tarea de modificar a su compañe­
personalidad del joven paciente [cónyuge depen dien te], es
ro, sobreviene una inarmonía conyugal que, a menudo, se ma­
afianzado todavía más por poderosas fuerzas emocionales del
nifiesta mediante un conflicto, regresión o formación de sínto­
progenitor [cónyuge domirunUe] al que, a su vez, está atado
mas en el cónyuge dependiente. El caso siguiente es un ejemplo
el niño [cónyuge dependiente], la acción terapéutica del análi­ notable de estos procesos:
sis puede verse retardada o, en casos extremos, imposibilitada»
Un hombre irreflexivo, de ideas confusas y aferrado a las
(A. Freud, 1960). reglas se casó con una mujer inteligente, dinámica, vivaz, inte­
Algunos de quienes practican 1a terapia diádica tratan, en
resada por su propia carrera, El contrato tácito, convenido y
verdad, ios problemas maritales y familiares como si fueran
sobrentendido entre ambos, fue que ella podría seguir adelante
más «grano para su molino», o sea, como un material que
en la prosecución de sus intereses personales, sin ninguna inter­
habrá de reelaborarse durante el proceso terapéutico. Otros
ferencia de él: ella podría tener una vida conyugal sin perder
creen que interfieren en la investigación de ios procesos intra-
su carrera, en tanto que él se sentiría afortunado y agradecido
psíquicos y suelen derivar a los cónyuges e hijos a otro terapeuta,
por haberla conseguido como esposa. Este hombre débil, con
para librar a la terapia diádica de estas interferencias. Habi­
un yo que a veces no funcionaba, quería que su esposa fuera su
tualmente, tales derivaciones ejemplifican dos situaciones dife­
salvadora y su alter ego. Ella estaba más que dispuesta a acep­
rentes: en la primera, las quejas del paciente original contra su
tar estos roles, siempre y cuando él no se injiriese para nada en
cónyuge concuerdan con la realidad y las dificultades que sus propias actividades. Mantuvieron esta relación durante va­
plantea este bloquean verdaderamente el progreso individual; rios años, hasta que el esposo empezó a experimentar graves re­
en la segunda, el paciente original usa el material de la dificul­
acciones de pánico y se sometió al psicoanálisis. Ya no podía
tad marital para evitar los cambios intrapsíquicos propios.
continuar aceptando ese contrato, tácitamente convenido: la
Muchas veces, en la terapia diádica, al terapeuta le cuesta relación originariamente pactada no era la que ahora quería.
aclarar cuál de estas condiciones prevalece; en cambio, las téc­ El vínculo entre sus pánicos y su esposa se hizo evidente; su ex­
nicas de la terapia de pareja permiten esclarecer las cuestiones cesivo apego a ella se había vuelto muy opresivo.
involucradas. En los casos en que priva la primera situación,
Durante su análisis, el marido tuvo el siguiente sueño: «Un
las entrevistas conjuntas pueden poner de relieve los puntos de hombre nada en aguas poco profundas... es una figura extraña
y ridicula. Da vueltas, reptando, Hace todos los movimientos
' Por supuesto, se refiere al psicoanálisis. [N. de la T.¡

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de la natación pero, en realidad, no nada» (un cuadro obvio de un matrimonio abierto y unilateral, y de la seguridad de saber
su forma de vida). Después, el paciente se vio a si mismo en la que su esposo la amaría a ella sola, con una devoción ciega e
cocina, conversando con su esposa y sus padres, quienes apoya­ irreflexiva.
ban las actividades profesionales de ella fuera del hogar. Su es­ El análisis de este hombre fracasaría irremediablemente, a
posa declaró aue continuaría haciendo lo que se le antojase y él menos que él admitiera ante sí mismo la involucración sexual
subió al piso alto, haciendo pucheros. Ella lo siguió y le dijo; de su esposa con otros hombres, la enfrentara a ella con este
«Esta es la .única forma en que puedo hacer funcionar el matri­ hecho y se arriesgara a perder su familia. La esposa se rehusó a
monio. Sólo así puedo tener una oportunidad. Si me quedo en someterse a cualquier forma de tratamiento. El puso término
casa, contigo y los niños, me marchitaré, me secaré y me enfer­ al análisis sin llegar a confrontar a su mujer con su conocimien­
maré yo también». to «secreto». Como ocurre a menudo, la casualidad intervino
Al despertar de este sueño, el hombre pensó: «No es de extra­ en el asunto. La mujer conoció a un hombre poderoso, abando­
ñar que se sienta así. He estado demasiado abatido, me he nó a su marido y a sus hijos y rompió el vínculo matrimonial.
mostrado opresivo y egoísta; no he sido conciente de sus necesi­ Entonces, él pudo completar exitosamente su análisis. El cam­
dades». El contrato matrimonial y la neurosis se manifiestan bio ocurrido en su identificación inconciente se manifestó en
claramente en su sueño. En algunas desús fantasías inconcien­ un desempeño extraordinario de su rol: se convirtió en un
tes —que se hicieron concientes durante su análisis—, un padre excelente, se casó con otra mujer que lo respetaba y lo
hombre fuerte, poderoso y triunfador se enamora de su esposa amaba, y constituyó con ella un tipo de matrimonio completa­
y, gracias a esta relación (que excluye todo comercio sexual), mente distinto. A esta altura de las cosas, su ex esposa —que va
ayuda al paciente y a su esposa a tomar decisiones y a triunfar había puesto fin a su segundo matrimonio, pues el poder de
económicamente. Su inconciente estaba en sintonía con el de aquel hombre se había vuelto intolerable para ella— se enfure­
su esposa y viceversa, salvo en un punto: ella tuvo, en efecto, ció con él, le tildó de deshonesto y lo acusó de no haber cumpli­
relaciones sexuales extramaritales con hombres triunfadores y do la promesa que hiciera al casarse.
poderosos, Inconcientemente, él se daba cuenta de esto y expe­ En este ejemplo, la esposa se negó a entrar en cualquier for­
rimentaba un resentimiento feroz, pero en el plano conciente ma de tratamiento. Empero, en otros casos similares, el cónyu­
desmentía las involucraciones sexuales de su esposa. Quería ge dominante acepta la terapia y ofrece una oportunidad de
que ella lo amara a él como él la amaba a ella, y que sólo man­ modificar el contrato matrimonial. La resultante modificación
tuviera relaciones sexuales con él. Este material, arraigado en en la relación marital permite que el cónyuge originariamente
la relación marital, llegó a ser un obstáculo para su análisis. dependiente complete el trabajo necesario para lograr impor­
Era de prever que si este hombre lograba, mediante su tra­ tantes cambios intrapsíquicos. En el caso anterior lo ideal
bajo analítico, hacerse más competente, su esposa trataría fu­ habría sido que el análisis original hubiese proseguido hasta
riosamente de socavar su nueva posición y restablecer la anti­ que el hombre fuera capaz de enfrentar la realidad de su espo­
gua relación, Así sucedió en todos los terrenos, incluido el se­ sa y aceptar la pérdida de su familia; pero, con frecuencia, este
xual. Cuando él, gracias a su autorreconstrucción en el análisis, ideal es derrotado por fuerzas tales como los factores económi­
adquirió especial idoneidad en materia de experiencias se­ cos, la religión, las actitudes étnicas y ¡as concernientes a las
xuales, sintiéndose muy orgulloso de su capacidad para provo­ responsabilidades del individuo ante los demás. Los efectos de
carle el orgasmo a su esposa (una proeza nueva para él) y para la civilización contribuyen, en verdad, a la impotencia de
alcanzar él mismo lo que creía era un gran orgasmo, ella reac­ muchos pacientes. En la experiencia clínica suele comprobarse
cionó de un modo típico: en vez de expresar la admiración, el que la realidad amenazadora le dificulta al individuo en tera­
elogio y el reverente respeto que él había esperado, lo revolcó pia el logro de estos grandes cambios. Cuando se producen
hasta quedar encima de él y, afanándose furiosamente, tuvo dichos cambios en una terapia diáclica, el motivo habitual es
seis orgasmos formidables por sí sola. Mientras el hombre rela­ que la persona sometida a tratamiento es el cónyuge dominan­
taba lo ocurrido, se diría que uno escuchaba la melodía de la te, con un yo fuerte, y no el dependiente, con un vo débil. El
canción Puedo hacer todo lo que tú puedes hacer, mejor que primero puede cambiar en su interior, cargar con ía responsa­
tú, elevándose en crescendos exultantes. El marido reaccionó bilidad de mantener el equilibrio marital o efectuar una sepa­
ante esta experiencia sumiéndose en la depresión y el abati­ ración, aunque este cambio entrañe la posibilidad de un inten­
miento. Esta era la posición en la que ella quería que permane­ to de suicidio por parte del cónyuge dependiente, y del consi­
ciese; se había casado con él para poder gozar de la libertad de guiente sentimiento de culpa del cónyuge dominante.

m
Algunos pacientes en terapia diádica se quejan de sus dificul­
tades maritales para evitar los cambios intrapsíquicos. Si se los La terapia debe ser tan profunda como lo exija la gravedad
deriva a un terapeuta de pareja, las entrevistas conjuntas reve­ de los problemas que se enfrentan, Tal profundidad no es inal­
lan, a menudo, que han estado ocultando sus problemas canzable para la terapia de pareja. Subrayemos una vez más
intrapsíquicos tras la pantalla de los problemas conyugales in- un punto importante: la profundidad de la terapia de pareja
terpersonaies. La idea errónea que tienen de su cónyuge invo­ sólo está limitada por la formación, versatilidad y capacidad
lucra identificaciones proyectivas imposibles de detectar en las dei terapeuta que la practica. Algunos de los problemas psico-
entrevistas diádicas. En cambio, en las entrevistas conjuntas de patológicos más profundos y difíciles, que no respondieron a
pareja, la presencia real del cónyuge les dificulta el uso de las una terapia diádica, reaccionaron dócilmente ante unas condi­
quejas contra él para ocultar sus propios problemas intrapsí­ ciones presentes en la terapia de pareja, pero ausentes en
quicos. Los mecanismos de desmentida se reconocen pronta y aquella.
fácilmente. Luego, estos pacientes pueden ser de nuevo deriva­ En uno de los centros universitarios donde yo dirigía un se­
dos a su terapeuta original, a fin de que este continúe insistien­ minario permanente sobre el tratamiento de los problemas
do en los cambios intrapsíquicos. conyugales, un acontecimiento inesperado ejemplificó ia pro­
Los terapeutas que prefieren hacer hincapié en los aspectos fundidad y alcances de la terapia de pareja. Al cabo de unos
intrapsíquicos o interpersonales, exclusivamente, se están auto- pocos años de seminario, advertimos que en un gran porcentaje
limitando. Durante la terapia, tienen oportunidad de aumen­ de los matrimonios que nos derivaban para su tratamiento, por
tar su alcance, flexibilidad y campo de acción pasando de los lo menos uno de los cónyuges había sido hospitalizado pre­
cambios interpersonales a los intrapsíquicos y viceversa. Ade­ viamente, durante un episodio psicótico. Una vez superada la
más, es artificioso separar una cosa de la otra, por cuanto tal etapa aguda del episodio, se los había juzgado inadecuados pa­
separación no existe en la naturaleza humana, Los fenómenos ra un tratamiento psicoterapéutico, o habían sido incapaces de
intrapsíquicos y los interpersonales son la cara y la cruz de una utilizar la psicoterapia (individual o grupa!) que tenían a su
misma moneda. Los mecanismos intrapsíquicos determinan la disposición, o bien el régimen clínico de farmacoterapia les ha­
relación interpersonal y esta, a su vez, puede reforzar y perpe­ bía resultado insuficiente para apuntalar sus esfuerzos por re­
tuar los fenómenos intrapsíquicos, o bien modificarlos como cuperarse. Los facultativos residentes y el personal parapsí-
resultado de una nueva experiencia propia. A veces, el enfoque quiátrico derivaban a estos cónyuges al seminario, para el tra­
más relevante es intrapsíquico y otras interpersonal, pero am­ tamiento de un problema marital, en un intento de propor­
bos son esenciales y complementarios, y ninguno debe prevale­ cionarles atención psicoterapéutica y evitar una nueva interna­
cer sobre el otro. El terapeuta debe ser capaz de adoptar ambos ción, La respuesta terapéutica, a veces inesperada, que provo­
puntos de vista y abstenerse de acentuar uno de ellos con exclu­ caba esta modalidad de tratamiento hizo que estas deriva­
sión del otro. ciones se convirtieran en una experiencia común.
El terapeuta de pareja es, por sobre todo, un profesional que
trata de provocar un cambio constructivo o creador en quienes
solicitan su ayuda; su práctica está orientada hacia la facilita­
Insistencia en la realización del cambio ción de los cambios terapéuticos en cada cónyuge. En este en­
foque, el énfasis y la fuerza motivadora recaen en el cambio te­
La terapia de pareja no es un simple reordenamiento, super­ rapéutico y el crecimiento de la persona, más que en el mante­
ficial y a corto plazo, del conflicto interpersonal existente entre nimiento del matrimonio. La tarea es generar un cambio, sea
cónyuges relativamente sanos. En ella participa un grupo psi- cual fuere la profundidad del problema encontrado, porque,
coterapéutico estructurado, que permite una involucración in­ de no producirse ninguno, los problemas existentes conti­
tensiva y extensiva en el cambio, el crecimiento y el desarrollo. nuarán en pie. El cambio puede partir de la superficie y des­
Muchas parejas utilizan una queja legítima acerca de una difi­ cender hasta los niveles más profundos del funcionamiento psí­
quico. Los terapeutas están orientados hacia el cambio, pero
cultad conyugal como un medio aceptable para recibir la ayu­
da que buscan individualmente y, al mismo tiempo, salvar las las personas que presentan sus problemas pueden tener una
apariencias. Cuando el terapeuta no reconoce esta necesidad, orientación opuesta, de modo que hay que enseñarles a cam­
ni les ofrece ayuda, las priva de un derecho terapéutico al tra­ biar. El logro final será la resultante de cuatro fuerzas: 1) el te­
tamiento. rapeuta orientado hacia el cambio y sus técnicas (expuestas en
este libro); 2) una satisfactoria instrucción de los cónyuges,

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diagnósticos? La experiencia no nos permite recomendar este
tendiente a orientarlos hacia el cambio (alianza terapéutica); enfoque simplista. A veces, la capacidad vital para el cambio
3) la flexibilidad o inflexibilidad de las presiones de la realidad; (digo esto para condensar en una sola todas las funciones yoicas
4) la capacidad interna para el cambio creador que posean, antes mencionadas) puede florecer bajo cualquier condición,
preferiblemente, ambos cónyuges, o, al menos, uno de ellos. pero esto se da en individuos excepcionales; lo más probable es
Este último vector, amén de ser el más importante, incluye una que tales individuos no soliciten tratamiento, o, si lo hacen,
flexibilidad que entraña la capacidad de los cónyuges para tengan éxito con cualquier terapeuta y cualquier técnica. El es­
cambiar psíquicamente, admitir su error y aprender de la ex­ tudio de un gran número y diversidad de pacientes revela que
periencia (Rangell, 1974). Estas actitudes positivas del yo indi­ algunos individuos son capaces de crecer bajo un determinado
can la integridad de este último y contribuyen a un pronóstico conjunto de condiciones, pero no bajo otro. El terapeuta que
positivo. sólo es capaz de adoptar un enfoque, trata de amoldar a él a sus
pacientes: los que no puedan operar bajo las condiciones así im­
puestas, no lograrán crecer. El terapeuta capaz de suministrar
Propósito y limitaciones de la técnica una variedad de medios nutrientes, en los que puedan crecer
una variedad de individuos, adaptará los medios a las necesi­
El tema de este libro es una técnica: de qué manera provocar dades del paciente, y no el paciente a las limitaciones de sus
el cambio en el campo de la terapia de pareja. Como haré hinca­ propias dotes o formación.
pié en las técnicas, creo importante advertir que, si bien insisto
en ellas, ataco la tendencia a sobrevalorarlas. Mi experiencia
personal en el uso de muchas técnicas para el tratamiento de Individualización de la técnica
problemas maritales me ha llevado a la conclusión de que nin­
guna posee poderes mágicos. En lo que sí insisto es en la escu­ Así pues, este libro subraya, ante todo, la importancia de las
cha atenta de la exposición del paciente, por un terapeuta que capacidades del paciente para lograr resultados. Algunos pa­
posea una formación e intuición suficientes para seguirlo paso cientes creativos, tratados por terapeutas de formación defi­
a paso, Si el terapeuta es creador y sabe qué está aconteciendo, ciente, utilizan con buenos resultados interpretaciones que dis­
también sabrá cuál es el medio más probable de provocar el tan de ser óptimas y, a veces, hasta son incorrectas. A la inver­
cambio en esa persona. A mi entender, el éxito en la terapia no sa, algunos pacientes faltos de creatividad, tratados por ios me­
se debe a los valores singulares de tal o cual técnica, sino, prin­ jores terapeutas, no responden en absoluto o presentan reac­
cipalmente, a la capacidad (tantas veces esquiva) para el creci­ ciones terapéuticas negativas. Así como un estudiante puede
miento, el desarrollo, el aprendizaje y la creatividad existente «hacer quedar bien» a su maestro, del mismo modo un paciente
en la persona tratada y, en un grado menor aunque muy im­ puede hacer quedar bien a su terapeuta.
portante, en el terapeuta. Los estudios han demostrado pocas Un terapeuta debe conocer a la persona con quien trabaja a
diferencias notables entre los resultados obtenidos con diversos fin de poder individualizar la terapia, o sea, utilizar la técnica
métodos psicoterapéuticos. Una selección cuidadosa de pacien­ más conducente a la liberación de las fuerzas creadoras que en­
tes, tratados conforme a un método cualquiera, puede arrojar cierra esa persona, Adoptará un enfoque terapéutico que evite
excelentes resultados estadísticos (100% ), pero estos resultados la repetición de las fuerzas que han contribuido a frenar el de­
disminuirán a medida que la selección sea menos esmerada
sarrollo de las capacidades del individuo y, al mismo tiempo,
(Masters y Johnson, 1972). Al parecer, esta es una verdad con
brinde una nueva oportunidad de crecer y desarrollarse dentro
la que se tropieza reiteradamente en la medicina, ya se trate de
del encuadre de la terapia, Tal es la función de la técnica. In­
nuevas terapias con drogas o de nuevas técnicas quirúrgicas.
sistir en las técnicas y criticar la tendencia a atribuirles poderes
Si aconsejo no atribuir poderes mágicos a las técnicas e insis­ mágicos no son actitudes contradictorias. Las técnicas son co­
tir, en cambio, en una función relativamente vaga del yo del mo las herramientas en las manos del artista o artesano: la li­
paciente (p. ej., la creatividad, la flexibilidad y capacidad pa­ mitación de las herramientas disponibles coloca en desventaja
ra el cambio, la resolución de problemas y el aprendizaje a par­ al artista más diestro y la escasez de colores o la mala calidad
tir de experiencias), ¿por qué he escrito un libro sobre técnicas? de los pigmentos coartaría aun a los grandes pintores: del mis­
Si estas no son muy importantes, ¿por qué no usar una misma mo modo, la limitación de las técnicas y la falta de creatividad
técnica para todos los pacientes, problemas, condiciones o
para inventar otras, diseñadas específicamente para ei indivi­
duo que presenta sus problemas, obstaculizan al más experto ¿Quiénes deben recibir la terapia de pareja
terapeuta de pareja y a sus pacientes. y quiénes no?
Por lo mismo que insisto en la capacidad del paciente para
obtener resultados, desearía referirme a la obra de H. V. Una respuesta obvia es: quienes plantean el problema pre­
Dicks. Este autor distingue la terapia de pareja de la psicotera­ sentado como un problema conyugal deben recibir una terapia
pia individual subrayando que es responsabilidad del tera­ de pareja; quienes no lo plantean así, no deben recibirla. La
peuta de pareja ayudar a mantener la relación marital. Intro­ respuesta siguiente podría ser: los pacientes de una terapia
duce un «enfoque de bienestar público», primordialmente «so­ diádica o de familia que presenten un grave problema marital
cial», en su definición de la terapia de pareja (Dicks, 1967), y durante el tratamiento, deben recibir una terapia de pareja.
lo contrasta con ei énfasis puesto por Kubie en la prioridad de Sin embargo, esta contestación es excesivamente simplista y no
la salud mental del individuo. El problema de estas declara­ condice con la posición desarrollada en ios párrafos anteriores,
ciones es que hacen creer que el terapeuta y su enfoque son los La experiencia clínica ha demostrado que las entrevistas pre­
factores determinantes del resultado de la terapia. Mis expe­ liminares o los tests psicológicos todavía no nos permiten saber
riencias y las de otros colegas con los que he trabajado dictan con exactitud, en todos los casos, quiénes tendrán éxito en tra­
un énfasis diferente: el resultado de una terapia es determina­ tamientos taíes como el psicoanálisis o la psicoterapia intensi­
do por las fuerzas internas de los cónyuges, y no por las predis­ va. A pesar del cuidado puesto en la selección, a veces se come­
posiciones del terapeuta o por este mismo (el terapeuta es, en ten graves errores. Todo juicio preliminar es tentativo y debe
realidad, el sirviente de las fuerzas internas del paciente). Co­ reevaluarse a menudo, a fin de determinar con mayor exacti­
mo dijo Wheelis: «El psiquiatra desempeña un papel cataliza­ tud qué desea o qué puede utilizar verdaderamente cada pa­
dor en el proceso del cambio de personalidad. Como causa, a ciente. El terapeuta capaz de efectuar tales reevaluaciones a
veces es necesario, pero nunca es suficiente» (Wheelis, 1973). medida que avanza el tratamiento puede responder con más
En suma, el paciente creativo puede dejar bien parado a precisión a este interrogante. Es posible que un paciente de
cualquier terapeuta o técnica por descabellado que sea uno u quien, inicialmente, se creyó que necesitaba una terapia de pa­
otra. En el extremo opuesto está el paciente que deambula de reja resulte necesitar una terapia individual, o viceversa.
un terapeuta a otro, de una técnica a otra, y los deja malpara­ Un ejemplo obvio de tergiversación es el del matrimonio
dos a todos. El grueso de los individuos ocupan una posición in­ que, si bien acude en busca de una terapia de pareja, pronto
termedia, en la que la combinación del paciente con el tera­ revela que, en realidad, uno de los cónyuges quiere que esa te­
peuta y el uso de la técnica más útil pueden determinar el éxito rapia le ayude a obtener el divorcio y su aceptación por el otro.
o fracaso del tratamiento, para beneficio o detrimento del pa­ Otro ejemplo es el del individuo que se somete a una terapia
ciente. Pero, ¡cuidado!, hay que diferenciar el paciente crea­ diádica a causa de ciertos síntomas (fobias, depresión, etc.) y
tivo antes descrito del seudocreativo. Al principio, ambos descubre la existencia de un problema marital, que deberá re­
pueden parecerle iguales al observador inexperto o al tera­ solver primero para que esos síntomas desaparezcan.
peuta tan ansioso de hacer terapia que emplea un tiempo exce­ Tampoco es fácil determinar qué tipos de terapia de pareja
sivamente breve en formarse un juicio de ellos. Citaré como serían los más adecuados para cada matrimonio; para saberlo,
ejemplo el caso de un clérigo joven, que manifestó un gran fer­ hay que escuchar constantemente a los pacientes y reevaluarlos
vor religioso hasta que entró en contacto con las tareas de ase- con frecuencia. Estas conclusiones humillarán quizás a los te­
soramiento pastoral; entonces abrazó entusiastamente el psico­ rapeutas, pero constituyen una sólida base para las actividades
análisis y se convirtió en un ferviente terapeuta laico; luego, terapéuticas y el uso de las técnicas.
abandonó esta actividad para trasladarse a California, donde
se abocó, con gran devoción, al «cultivo» de las drogas. El tipo
de paciente creativo al que me refiero se juzga desde una pers­
pectiva de treinta años, y no de unos pocos meses o años; este
último punto de vista es el único que puede impulsarnos a atri­
buir una eficacia superior a cualquier terapia nueva.

16
liándose de la luz que puede arrojar la psicopatología sobre los
2. Esquemas psicológicos y valores mecanismos dinámicos del comportamiento normal. Del mis­
mo modo, en mi trabajo con pacientes que llevaban una vida
normales en el matrimonio conyugal muy desdichada, atrajeron mi atención los mecanis­
mos responsables del «mal funcionamiento» de esos matrimo­
nios. Los cuatro esquemas matrimoniales que describiré a con­
tinuación ejemplifican varios tipos de psicopatología y permi­
ten deducir los valores «normales» para un matrimonio sano
que funcione bien.
La descripción de los tipos de matrimonios psicopatológicos
nos permite inferir cuáles son los valores normales en el matri­
monio; a su vez, estos valores ponen de relieve los cambios ne­ 1. La esposa «en am orad a» y el m arido «frío>d
cesarios para establecer un esquema matrimonial sano. Mi
concepción se opone a la declaración de Haley, en el sentido de
que no hay ninguna descripción formal de los matrimonios pa­ Este esquema —el de la esposa «histérica» y el marido «obse­
tológicos y, por ende, ninguna teoría acerca de los cambios que sivo»— es el problema psicoterapéutico más común y difícil
deben generarse (Haley, 1963a). Los cuatro esquemas que que hayamos encontrado. Los primeros pacientes de este tipo
describo a continuación son los que se encuentran más habi­ que estudiamos eran parejas de la clase media alta a las que
tualmente durante el tratamiento de los problemas maritales. tratábamos en nuestro consultorio privado. Primero hicimos
Las razones inconcientes que explican un esquema matri­ hincapié en que la capacidad de los maridos para costear simultá­
monial particular determinan el tipo de problema que surgirá neamente su propio tratamiento psicoterapéutico y el de sus espo­
en la relación; esto posibilita la clasificación de las relaciones sas ejemplificaba, de un modo importante, la idoneidad de
patológicas que a continuación exponemos. Por supuesto, estas sus talentos y la fuerza suficiente de su yo. Esta fuerza del yo
categorías no son entidades rígida o claramente delimitadas, caracteriza a los maridos y contrasta marcadamente con la de­
dentro de las cuales podemos encasillar a todos los matrimonios bilidad del yo de las esposas. Empero, nuevos estudios, que
patológicos. Algunos tipos se superponen, o bien contienen ele­ abarcaron unas doscientas parejas durante un lapso de veinti­
mentos de otros. Sin embargo, la clasificación de las condi­ cinco años, revelaron que este esquema se presenta en todos los
ciones psicopatológicas por categorías nos permite realizar in­ niveles socioeconómicos y está determinado, también, por fac­
vestigaciones útiles (p. ej., comparar los resultados que, para tores inconcientes que intervienen en la elección de la pareja,
cuadros clínicos similares, obtuvieron grupos de terapeutas o Las esposas. El cuadro que ellas presentaban define la enti­
técnicas de terapia diferentes). dad clínica 'a la que nos referimos. Ninguna de las mujeres
mostraba todas las características que se enumerarán, pero una
vez suprimidas las variaciones individuales, se advirtió una no­
table similitud de rasgos.
Cuatro esquemas matrimoniales patológicos La esposa es la primera que acude en busca de tratamiento
porque sufre depresiones, una angustia grave o síntomas físicos
En medicina, lo tradicional es investigar primero el fun­ incapacitantes. Ya no puede manejar su hogar, cuidar de sus
cionamiento anormal del organismo y deducir después los valo­
hijos o curnplir'cori sus obligaciones sociales. Padece una des­
res normales de esas funciones. El órgano que funciona correc­
compensación emocional y está al borde de una regresión aún
tamente suele estimular muy poco el estudio de sus mecanis­
más grave. Tal vez hace años que loma tranquilizantes, bajo la
mos; en cambio, cuando funciona mal, los mecanismos respon­
supervisión del médico de la familia. Desde la primera entre­
sables del desarreglo atraen nuestra atención y, una vez que
vista con el psiquiatra, o, si es una paciente deprimida, no bien
comprendemos su patología, nos es más fácil entender su fun­
se disipa su depresión, afirma que su enfermedad se debe pura
cionamiento normal. Del mismo modo, y como lo señaló
y exclusivamente a la frialdad y crueldad de su marido. Insiste
Freud, el estudio de la psicopatología ha contribuido enorme­
en que sus deseos o sentimientos lo tienen sin cuidado y decia-
mente a nuestro conocimiento de la psicología «normal» de la
vida cotidiana, El psicoanálisis ya ha logrado adelantos consi­ 1 Cí. Martin y Bird, 11)59.
derables en la formulación de generalizaciones científicas, va-

18 19
pueden ser objeto de un gran desdén. Estas experiencias prepa­
ra, enfáticamente. que posee una profunda capacidad de
amar, pero que su esposo es frío, indiferente, cruel o psicótico. ran mal a las niñas para las relaciones unipersonales con
hombres, propias de la pubertad, la adolescencia y la vida
Para demostrar la gran insuficiencia emocional del marido,
adulta; de ahí su creencia de que sus maridos tienen la respon­
expone un sinnúmero de casos en los que él no hizo lo que, a su
sabilidad de aliviar todas sus angustias, deseos y necesidades
juicio, debería haber hecho; ella ve en esto una evidencia de su
insatisfechas. A veces, semejante actitud sólo sirve para desper­
incapacidad de amar. Pese a sus síntomas, niega sus conflictos
tar los rasgos latentes de una personalidad pasiva-resistente
intrapsíquicos insistiendo en la relación interpersonal dentro
que puedan tener esos hombres: entonces tratarán, quizás, a
del matrimonio. Se queja de la insuficiencia o exceso sexual de
sus esposas con el mismo desprecio con que ellos fueron trata­
su esposo y lo culpa de su propia falta de sensibilidad sexual.
dos en su infancia, cuando pedían cariño.
De estancarse su tratamiento, declara que su marido también
Estas esposas son una tierna trampa para los terapeutas de
debe someterse a terapia; de lo contrario, ella no sanará o
sex» masculino. Suelen ser locuaces, emotivas, entusiastas, ar­
tendrá que divorciarse. Para esta mujer, la única solución es
tísticas, talentosas y atractivas. Al parecer, hacen trasferencias
que su esposo cambie. Afirma con vehemencia que él está más
rápidas, fuertes y positivas con el terapeuta y creen a tal punto
enfermo que ella, aunque no presente ningún síntoma. A ve­
en el valor del tratamiento, que declaran que todo el mundo
ces, esta afirmación no la hace la esposa sino el psiquiatra, mo­
debería someterse a él... especialmente sus maridos. Son perso­
vido por su inexperiencia o su desesperación (al no poder acce­
nalidades histéricas, y podría pensarse que sus estructuras se si­
der a la esposa, debe aceptar sus condiciones, en la esperanza
túan en un nivel genital, pero en realidad poseen caracteres
de efectuar algún cambio en ella por medio del marido).
orales profundamente arraigados; se avienen con rapidez a
Con frecuencia, son casos difíciles de diagnosticar: las califi­
cualquier cosa para ganar el favor ajeno, pero son incapaces de
carán, acaso, de personalidades histéricas, o bien las colocarán
mantener una posición verbalmente convenida. A conti­
en la amplia categoría de los caracteres fronterizos. Su relación
nuación, describiré en detalle a una de estas esposas.
con el marido es de tipo simbiótico y parasitario. Su autoestima
La señora A. se sometió a un tratamiento psiquiátrico por­
es baja (lo cual constituye un problema narcisista). No sienten
que sufría graves accesos de angustia, que la incapacitaban fí­
que posean una personalidad propia, fija, firme y estable, que
sicamente. En las primeras entrevistas, trémula y llorosa,
las distinga de los objetos destinados a satisfacer necesidades;
expresó sus temores de que su esposo contrajese una enferme­
en presencia de terceros, tienden a dejarse dirigir por los de­
dad mortal. Esta preocupación anormal por su marido resultó
más: buscan su aprobación y ayuda para establecer quiénes son
ser una proyección de su hostilidad hacia él, por cuanto dio pa­
y cuánto valen ellos mismos.
Estas mujeres presentan un cuadro tan característico que, a so a un período de innumerables quejas: afirmó que era frío,
desamorado y reacio a hacer lo que ella quería; lo acusó de ser
los pocos minutos de iniciada la primera entrevista, se las reco­
el causante de todos sus síntomas y problemas, al no amarla co­
noce con facilidad... y se prevé qué dirán durante el resto de la
mo ella deseaba ser amada. Se quejó de que él la obligaba a res­
consulta. Pueden reconocerse en cualquier grupo etario, antes
ponsabilizarse por entero de los hijos, y trató de demostrar su
o después del matrimonio. Recuerdo el caso de una anciana de
setenta años que vino a verme por una depresión: llevaba cin­ insuficiencia.
A medida que las entrevistas fueron sacando a luz más mate­
cuenta años de casada; tenía hijos, nietos y bisnietos. Cuando
rial, resultó evidente que ella era quien llevaba una vida de­
le pregunté cuál era su problema, me contó la típica historia de
pendiente y parasitaria, con su marido por huésped. Como era
infortunios: su esposo no la amaba, prestaba atención a otras
incapaz de dar dos pasos por sí sola en la dirección que ella eli­
mujeres y cada vez que iban a un restaurante, bromeaba y se
giese, lo usaba a él como cabalgadura y se quejaba cuando no
chanceaba con las camareras. Eso sí, nunca le había sido infiel.
se encaminaba hacia donde ella quería. Si intentaba hacer algo
Las estudiantes secundarias también acuden, llorosas y
por sí misma, aparecían graves síntomas de diarrea, micciones
deprimidas, quejándose de que sus novios no les prestan sufi­
ciente atención. Con frecuencia, las niñas y los varoncitos pe­ frecuentes, náuseas o vómitos. Después de cada parto, debía
obligarse a sí misma a levantarse de la cama para atender al re­
queños son criados y educados de distinta manera. Por
cién nacido. Envió a su primogénito a un campamento vera­
ejemplo, su búsqueda de la aprobación de los adultos no tiene
niego cuando sólo tenía tres años y, durante muchos más, cada
la misma acogida: las niñas que experimentan una fuerte nece­
vez que llegaba el momento de visitar a sus hijos en su campa­
sidad de aprobación suelen encontrarla, porque su comporta­
mento, en vez de estar ansiosa de verlos le acometían tales
miento es aceptable, pero los varones en idéntica situación

C il \ 21
náuseas que quedaba incapacitada. Era fría, hostil y criticona diagnóstica de los pacientes fronterizos, que padecen el proble­
con sus hijos, y llamaba continuamente a su hija mayor por el ma específicamente narcisista del manejo de su autoestima.
nombre de su propia hermana, a quien odiaba. En suma, no Estos pacientes reaccionan ante cualquier desaire o desaproba­
era en absoluto una madre amante de sus hijos. ción (real o imaginaria) de la otra persona con una cólera casi
Su análisis reveló que odiaba terriblemente a su propia psicótica, que borra toda pizca de autoidentidad que pudiera
madre, que «había trabajado como un perro toda su vida» a existir. Por lo tanto, en el caso de estas mujeres, podernos
causa de la ineptitud de su marido. Al tener que asumir ambos hablar de una adicción al amor o a las personas. En ellas, la
roles parentales, no le había quedado tiempo para amar a su identificación con el objeto excede en importancia a las rela­
hija o cuidar de ella; además, cuando quedaba física y emo­ ciones de objeto.
cionalmente exhausta, se encolerizaba con su esposo y sus hijos.
Su propia reacción de odio había impulsado a la señora A. a ju­ Los maridos. Su cuadro clínico contrastaba notablemente
rarse a sí misma, de niña, que nunca sería como su madre. Esta con el de sus esposas. Eran hombres inteligentes y educados,
grave lucha con la madre generó en ella una resistencia al cre­ que ocupaban puestos de responsabilidad; profesionalmente,
cimiento y desarrollo emocionales. Quedó congelada en una eran por lo menos competentes y, en algunos casos, hasta
posición de bebita inepta y parasitaria en relación con su brillantes. Se los respetaba en su trabajo y en su comunidad, no
madre; esta posición le permitía quejarse constantemente de la padecían descompensación emocional y no eran adictos a las
falta de cariño de aquella. Cuando se casó, trasfirió automáti­ drogas ni al alcohol. Una diferencia esencial con sus esposas era
camente a su esposo la relación parasitaria que hasta entonces que no exteriorizaban mucho sus emociones. Eran más intelec­
había mantenido con su madre. tuales, lógicos y razonables que ellas en sus relaciones con los
Cuando esta paciente, fracasada en su vida doméstica, em­ demás y en su modo de encarar los problemas y, si bien se ade­
pezó a participar en las actividades de un club y en obras de ca­ cuaban a las exigencias de la vida extrahogareña, variaban en
ridad comunitarias, le entró el pánico y desertó de ellas; luego, cuanto a su adecuación doméstica, como reacción al acoso que
racionalizó su ineptitud aduciendo que no le agradaba la clase sin tregua les imponían sus esposas.
de mujeres que actuaban allí. En cierta ocasión en que con­ En lo que más variaban los maridos era en su propia estima­
currió como invitada a un club campestre, se aterrorizó y huyó ción de la necesidad de recurrir a la psicoterapia. En un extre­
a su hogar; como siempre, negó su ineptitud y alegó que las mo estaban los que opinaban firmemente que ellos no necesita­
mujeres que jugaban al golf y al bridge eran tontas y superfi­ ban ninguna asistencia, pues el problema radicaba por entero
ciales. Lo mismo sucedió cuando se incorporó a una organiza­ en la esposa; algunos ni siquiera se avinieron a someterse a una
ción que se dedicaba a hacer obras caritativas dentro de la co­ evaluación. El grupo central estaba constituido por maridos
munidad; las mujeres que la integraban nada tenían de criti­ dispuestos a hacer cualquier cosa para aliviar su perturbada si­
cable, pero ella las criticó. Durante su tratamiento, intentó tuación conyugal, ansiosos de recibir ayuda. Én el extremo
conquistar su independencia asistiendo a una escuela normal; opuesto se hallaban algunos hombres que comenzaban a dudar
pensaba recibirse de maestra, pero no pudo concentrarse en sus de su propio juicio y a pensar que, quizá, sus esposas tenían ra­
estudios, declaró que era una tontería esforzarse tanto, se asus­ zón al culparlos.'exclusmamente a ellos por los problemas que
tó y abandonó la carrera, Ingresó en un pequeño grupo sinfóni­ padecían.
co que sólo requería la asistencia a sus reuniones y apoyo finan­ Durante el tratamiento, estos hombres presentaban un
ciero, pero como su esposo no se mostró interesado, lo dejó. Tal cuadro marcadamente distinto al de sus esposas: parecían indi­
era su esquema y a éi se atenía con los consiguientes altibajos, viduos bien adaptados, con éxito en su trabajes y en sus rela­
desaprobando y destruyendo todos los recursos de que dispone ciones sociales y que sabían actuar en situaciones de tensión.
el individuo para sublimar sus pulsiones y establecer una iden­ Esto sugería que poseían suficiente madurez emocional como
tidad sólida. para incluirlos en la amplia categoría de los llamados «adultos
La señora A. no poseía un sentido claro de su identidad. Tu­ normales». Empero, su tratamiento reveló que, bajo la superfi­
vo una serie de rápidas identificaciones de diversas característi­ cie de sus actitudes y defensas características, subyacían fero­
cas, del tipo «como si», pero ignoraba quién o qué era como ces conflictos emocionales que, en algunos casos, igualaban a
persona adulta. Inconcientemente, se identificaba con un bebé los de sus esposas. Salieron a luz grandes restricciones en la
abandonado, con el pañal empapado y vomitando. expresión de sus instintos y, en ciertos casos, una prominencia
Todo este material permitió situarla en la amplia categoría de las defensas yoicas primitivas. ¿Por qué, entonces, se los

09
consideraba relativamente sanos, en tanto que sus esposas esta­ sorprendente en sociedades- com o la de la ciudad de Washington,
ban enfermas? La diferencia vital radicaba en sus yoes. donde existe una concentración de hombres muy exitosos, con es­
Tal vez sea cierto que la «normalidad» es una ficción o una posas con las que se casaron siendo jóvenes. Un periodista que
fantasía, pero puede decirse que una persona tiene un yo fuerte ios observó durante mucho tiempo, declaró en un artículo que
cuando se defiende de sus pulsiones internas sin privarse por las noches Washington era la ciudad más deprimente que
por ello de la energía requerida para sostener las funciones del había visto en su vida. En los cócteles, se encontraba con pare­
yo en cunsonancia con las necesidades instintivas. Cuando se jas cuya presencia allí estaba determinada por el éxito de los
juzgó a estos maridos conforme a este patrón de medida, su tra­ maridos, quienes habían alcanzado un puesto de liderazgo en
tamiento reveló diferencias pronunciadas en cuanto al grado sus actividades. El cuadro deprimente lo presentaban las espo­
de fuerza del yo. Algunos eran incapaces de manifestar senti­ sas. Aunque hubiesen iniciado su matrimonio en igualdad de
mientos de unión, intimidad, ira o amor.- Su.superyó y su yo- condiciones con sus maridos, ellas no habían crecido con los
realidad triunfaban a costa de una restricción de la libido; de años y el contraste con sus esposos aterraba al periodista. Tam­
bién a ellas las aterra: ven agotadas sus necesidades narcisistas
ahí que se los considerara faltos de calidez. La privacidad en
sus relaciones íntimas constituía un problema para ellos; po­ y sufren golpes devastadores en su autoestima, todo lo cual las
seían estructuras de carácter fijas y rígidas, y su sentido de la lleva a adoptar diversos mecanismos de defensa —síntomas de
fobias, depresión o proyección (en los maridos) de aquellas
continuidad y sistematización personales contrastaba señala­
damente con el de sus esposas. Algunos fueron catalogados porciones de su propia personalidad que Ies resultan inacep­
tables— .
entre los «normales», otros presentaban estructuras de carácter
obsesivo-compulsivas y un tercer tipo tendía a la paranoia. El estudio de las personalidades de las esposas a lo largo de
A diferencia de sus esposas, estos hombres suelen ser pacien­ treinta años, así como las conclusiones extraídas de nuestras in­
tes desagradables para los psicoterapeutas. Se rehúsan a some­ vestigaciones iniciales y seguimientos posteriores, muestran
terse a un tratamiento o, si acceden, manifiestan poca necesi­ una coherencia sorprendente, una uniformidad con cambios
dad de ayuda o escaso respeto por ella. A menudo son indife­ leves, salvo en los pocos casos en que la terapia tuvo éxito. Con
frecuencia, los defectos irreparables en el funcionamiento del
rentes y recelosos; además, en vez de las rápidas involucra-
dones de sus esposas, presentan un enfoque paranoide que yo perpetuaban una tendencia a la regresión en situaciones de
puede generar antagonismo en el terapeuta inexperto. stress e impedían que se consumara la maduración. En cam­
bio, el cuadro presentado por algunos maridos se había modifi­
cado notablemente al cabo de esos años. Algunos continuaban
El esquem a m atrim onial. En estos matrimonios se produce
avanzando en su carrera. Otros (apenas un 20% ) no recono­
una inversión después de la ceremonia nupcial. A comienzo de
cían ninguna necesidad de ayuda y advertían que los métodos
la vida conyugal, la esposa parece dominar: es bonita o viva­
que les habían permitido triunfar en su juventud resultaban ex­
racha. en tanto que su marido es un hombre simple, tímido o
cesivamente rígidos e inflexibles. Estos hombres mantuvieron
apagado; ella es aparentemente excitante y divertida, o bien
el mismo enfoque cuando se les planteó en el trabajo la necesi­
promete poseer unos conocimientos de música, artes y humani­
dad de un cambio: ei hecho de haber sido promovidos a un
dades de los que él carece. En los años siguientes, el marido
nivel que excedía sus capacidades, sumado a su relativa inca­
continúa desarrollando su carácter, triunfa en su profesión o
pacidad para comprender los sentimientos ajenos, les causó di­
en sus negocios, mejora su relación con la gente, pierde su timi­
ficultades en sus nuevas funciones. Sus primitivas actitudes pa-
dez y adquiere confianza en sí mismo. Es un trabajador. Su es­
ranoides se intensificaron; sus posteriores fracasos —nada
posa, en cambio, es una conversadora; pese a sus protestas in
infrecuentes en el campo de los negocios— determinaron una
contrario sensu, no experimenta sentimientos maternales, las descompensación emocional y algunos desarrollaron psicosis
responsabilidades domésticas no son un motivo de gozo para
paranoide. En el caso de estos últimos, fue bastante interesante
ella y revolotea de un lugar a otro, incapaz de ocupar una posi­ comprobar cómo afloraba la verdad contenida en las acusa­
ción estable fuera del hogar. La dificultad en la relación mari­
ciones que les lanzaban sus esposas en los primerós años de
tal reside en que ios cónyuges, incapaces de desarrollar y con­
matrimonio, y que la evaluación psiquiátrica no había podido
jugar pautas de intimidad viables, introducen en el matrimo­
discernir con claridad. En efecto, las proyecciones paranoides
nio distorsiones y limitaciones de la experiencia que restringen,
de las esposas contenían un núcleo de verdad. Un individuo
y hasta excluyen, la intimidad (Barnett, 1971). puede funcionar bien en muchos terrenos, sin que se evidencie
Este contraste entre ios cónyuges se advierte de modo

24 25
un problema de intimidad que la intesídad de la relación mari­ Dado que este segundo tipo era mayoritario, lo mejor sería
tal pone bien pronto de manifiesto. Posteriormente, cuando se describir este esquema matrimonial como integrado por un
produjeron cambios, estos matrimonios se deslizaron hacia c! marido pasivo-dependiente y una esposa dominante. Aquí, el
tipo paranoide que describiremos más adelante. marido se aterroriza al verse en situaciones de independencia y
se vuelve hacia una mujer fuerte, igual que el niño se vuelve
hacia su madre en las situaciones de stress.
2. El m arido «en busca de una m adre»2
Las esposas. Se caracterizaban por ser madres excelentes,
En esta entidad clínica especifica —la del marido «histérico» en cuanto a su coherencia, seguridad y confiabilidad. Todas
y la esposa «obsesiva»— , el hombre recurre a un terapeuta por­ decían amar a sus maridos, mostrándose capaces de soportar ex­
que ha surgido una crisis en su matrimonio: mantiene rela­ periencias conyugales traumáticas. Se asemejaban más a los
ciones con otra mujer, con la que piensa casarse, pero circuns­ maridos del esquema precedente: eran personalidades
tancias externas a él han obstaculizado sus planes y precipitado obsesivo-compulsivas. Rara vez se divorciaban, porque solían
su derrumbe. Cuando acude al consultorio del terapeuta de aceptar al esposo que regresaba al hogar. Advertían que su re­
parejas por su propia voluntad, lo hace principalmente para lación marital había cambiado cuando la llegada de los hijos
descubrir la forma de obtener lo que tan desesperadamente de­ les impedía dedicarse por entero a sus maridos, y estos busca­
sea (la otra mujer), sin despertar sentimientos de venganza en ban esa dedicación exclusiva en otra parte. Una observación
su esposa. Algunos no vienen por voluntad propia, sino porque más detenida reveló que estas esposas sentían la necesidad de
la otra mujer los ha rechazado y, ahora que desean retornar a dirigir y controlar a los demás, y que, si bien les brindaban ver­
su familia, sus iracundas esposas los obligan a buscar la ayuda dadera ayuda, tendían a dominarlos.
terapéutica como condición para volver a aceptarlos.
El cuadro de los hombres con este tipo de problema se divi­ Las «otras mujeres». Eran idóneas y competentes, muy pare­
día en dos grupos: ei de los activos dominadores (20%) y el de cidas a las esposas. Las casadas eran madres y esposas capaces.
los pasivos o dependientes (80% ). El primero, que describire­ Su relación con estos hombres parecía basarse en su respuesta a
mos seguidamente, no nos permite inferir los valores normales. una persona necesitada; por otra parte, casarse con ellos signi­
Estaba compuesto por individuos que triunfaban en todo cuan­ ficaba frecuentemente un gran adelanto socioeconómico. Ade­
to hacían; eran oportunistas y mantenían relaciones poco pro­ más, ellos solían ser excelentes amantes, con una gran capaci­
fundas, que les permitían pasar de una situación cualquiera a dad para la intimidad física. Si bien, en cuanto amantes, las
otra más ventajosa. Les parecía inconcebible que pudiesen sa­ «otras» parecían responder a la sensualidad y al amor mejor
lir derrotados en su afán de casarse con sus amantes. Los que que ias esposas, daban la impresión de que después de casarse
acudían en forma voluntaria al psicoterapeuta querían apren­ serían como ellas.
der de él, ilusoriamente, la técnica de cómo conseguir lo que Sin embargo, cuando había que tomar una decisión final, es­
uno desea, No podían soportar los sentimientos de desamparo, tas mujeres eran más realistas que los hombres, Si ya eran casa­
y sólo se derrumbaban o deprimían cuando saltaba a la vista das, a menudo se negaban a divorciarse de sus maridos: para
que.no obtendrían lo que deseaban. En sus caracteres había ellas, sus hijos importaban más que sus amantes. Si eran solte­
rasgos sociopáticos. ras o viudas, estaban dispuestas a casarse con sus amantes
El grupo de los pasivos y dependientes buscaban una madre, siempre que estos obtuvieran ei divorcio. Tal casamiento modi­
no para dominarla, sino para que cuidara de ellos; esta era una ficaba el cuadro clínico: el primero que acudía al consultorio
manifestación de sus posiciones regresivas y exigentes, y una del terapeuta ya no era el marido «en busca de una madre», si­
aceptación de su desenvolvimiento. Estos individuos buscaban no la esposa ansiosa de averiguar el modo de reconquistar a su
amor y protección. No manejaban bien sus asuntos personales, marido de manos de la «otra mujer».
competían mal con los otros hombres y recurrían a las mujeres
en procura de sostén y consuelo; bordeaban la impulsividad y L l esquem a matrimonia!. Es bastante común. El hombre se
la irresponsabilidad, eran caracteres orales con personalidades casa joven, cuando todavía no ha terminado süs estudios o no
histéricas, y el alcoholismo era un síntoma común en ellos. es capaz de ganarse la vida; aparentemente, .se casa por amor.
La esposa trabaja y !o ayuda en su carrera, hasta que llegan los
2 Cf. Martin v Bird. 1982. hijos y las circunstancias le impiden cuidar de él por entero.

27
Simultáneamente, el marido alcanza la autonomía económica cuyos extremos está la llamada fo lie á deux, condición patoló­
y busca a otra mujer que esté libre para cuidar de él; esta mujer gica en la que ios esposos conviven bien compartiendo los mis­
será, tal vez, más joven, bonita y sensual que su esposa. mos delirios, pero entran en conflicto con la realidad. En el po­
lo opuesto tenemos la «paranoia conyugal», en la que el sistema
delirante de un cónyuge se centra en el comportamiento del
3. El matrimonio «de dos parásitos» otro, lo cual le permite funcionar sin conflicto alguno en las si­
tuaciones extraconyugales, pero a costa de llevar una horrible
Estos matrimonios están constituidos por dos cónyuges vida marital. En los grados intermedios, los esposos comparten
pasivo-dependientes —dos personas que, al no poder nadar, se ciertas ideas, valores, prejuicios, distorsiones o desmentidas de
aíerran desesperadamente la una a la otra y se ahogan jun­ la realidad, que les posibilitan un matrimonio armonioso, o
tas—, Las parejas que vimos en la práctica clínica provenían bien discrepan en torno a todo ello, en cuyo caso habrá un
de dos niveles socioeconómicos extremos. Algunas las atendí- ' matrimonio desavenido,
mos en el consultorio externo gratuito del departamento de psi­
quiatría de un hospital general, eran indigentes y se caracteri­ Folie á deux. El primer informe sobre esta condición data de
zaban por su alcoholismo, drogadicción, angustia, depresión e 1860, año en que dos miembros de una misma familia fueron
incapacidad para el trabajo; ninguno de los cónyuges era ca­ hospitalizados, el mismo día, víctimas de idénticos delirios
paz de llevar el peso del matrimonio. Otras de estas parejas que (Cameron, 1959). Es una psicosis de asociación, en la que un
atendimos en el consultorio privado eran muy ricas, pero esta individuo trasfieré ideas delirantes o un comportamiento anor­
riqueza había sido heredada por uno o ambos esposos. Emo­ mal a otras personas, co alas que mantiene una relación ínti­
cionalmente, eran incapaces de ser buenos progenitores y cada ma. Ei caso típico es el de una persona psicótica y dominante
uno proyectaba hostilmente su ineptitud sobre el cónyuge; es­ que provoca una evolución delirante en un cónyuge relativa­
taban llenos de angustias y presentaban síntomas neuróticos a mente dependiente y sumiso. Por lo común, este se recupera a
modo de defensas. En su convivencia no llegaban a constituir los pocos meses de separación. Las reacciones paranoides y la
un solo vo, sino que formaban un dúo de cactus parásitos que esquizofrenia paranoide con delirios de persecución constitu­
no podían vivir juntos ni separados. Cada uno esperaba que el yen los cuadros psicóticos habituales. Los casos se dan en perso­
otro cuidara de él, y cuando estas expectativas quedaban insa­ nas que han convivido durante largo tiempo, en íntimo contac­
tisfechas, respondía con reacciones primitivas de cólera o páni­ to (Gralnick, 1942). La experiencia recogida con este tipo de
co acompañadas a menudo de formaciones fóbicas. pareja indica que la persona dependiente enfrenta una opción
entre luchar contra ei sistema delirante del cónyuge, con el
El esquem a m atrim onial. Cada cónyuge espera que el otro consiguiente riesgo de perderlo para siempre, o aceptarlo para
asuma la responsabilidad de hacer que el matrimonio fun­ mantener la relación. Conforme a ia interpretación de H.
cione; ninguno es capaz de crecer, ni de satisiucer las necesida­ Deutsch, la formación de delirios en la persona dependiente se­
des del otro. Luego del casamiento, la dificultad emerge más ría un intento de recuperar un objeto perdido, mediante la
rápidamente que en los esquemas matrimoniales anteriores: identificación con su sistema delirante (Deutsch, 1938). Un es­
uno o ambos cónyuges presentan síntomas fóbicos, a veces du­ tudio reciente llega a ia conclusión de que afecciones tales co­
rante la luna de miel y otras antes de la llegada de los hijos. Las mo la esquizofrenia, la subnormalidad mental, la demencia y
parejas poseedoras de una fortuna heredada sufrían la traba ciertos trastornos de la personalidad pueden predisponer al in­
adicional de unas expectativas familiares fundadas en su edu­ dividuo a «contagiarse» el delirio de su cónyuge; el medio so­
cación y posición social.4 cial —que, en algunos casos, actúa como precipitante— deter­
minará el contenido del sistema delirante (Soni y Rocklev
1974).
4. El matrimonio paranuide
De los cuatro tipos de matrimonios clínicamente perturba­ El m atrim onio paranoide. Este tipo de matrimonio, menos
dos que utilizamos aquí para inferir los valores normales de la extravagante y más frecuente que el anterior, trasforma la reali­
vida marital, el paranoide es el que mejor pone de manifiesto dad valiéndose de nociones ilusorias (Richter, 1974). Los
la necesidad de separar e individualizar a cada cónyuge. Estos cónyuges sobrevaloran ciertas ¡deas o ideologías protectoras,
matrimonios abarcan toda una gama de esquemas, en uno de tras las cuales se movilizan, se defienden a sí mismos y cambian
el mundo mediante sus reinterpretaciones activas y sistemáticas. res casadas a las que se diagnosticó un estado paranoide, han
Es un matrimonio enfermo, cuyos integrantes se traban y contribuido con un importante reconocimiento: e! de la contri­
envuelven mutuamente, en un pacto contra el mundo que bución activa deí llamado «cónyuge pasivo» al esquema matri-
implica el suicidio del self individuado. Conviven en armonía moniai. Estas esposas, que se caracterizaban por delirios
porque comparten los mismos delirios e ilusiones y levantan un dentudamente paranoides. aunque sin alucinaciones, y por
cerco en torno a la unidad familiar. Crean la ilusión de una conservar su personalidad e inteligencia a pesar de su psicosis
buena convivencia exteriorizando su problema interno de gru­ nahían elegido maridos pasivos, sociaimente aislados e incapa­
po, buscando en el mundo que los rodea los blancos para unos ces de expresar en forma directa su ira o sentimientos sexuales.
reproches que, en realidad, se dirigen el uno al otro y que origi­ Ellos eran víctimas voluntarias y partícipes activos del compor­
nariamente —y, en su mayoría, de un modo inconciente— tamiento extravagante de sus esposas; al cooperar con ellas,
apuntan a sus propios yoes. El miembro activo y dominante de contribuyeron a empeorar su enfermedad. Cuando era preciso
la pareja exige al otro una forma de pensar tajante («estás con­ hospitalizar a la esposa, no se la internaba por decisión de su
migo o contra mí»). Estas parejas no solicitan la terapia. El te­ marido, ni siquiera con su consentimiento, sino mediante la in­
rapeuta las ve cuando las ideas fantásticas del miembro domi­ tervención de terceros. El cónyuge «pasivo» no puede sopor­
nante le causan problemas laborales con sus superiores. Si el tar la separación de su compañero «activo». Por perturbado
cónyuge paranoide es la esposa, tiende a permanecer aislada en que esté el cónyuge psicótico, permanecer juntos es más
su casa; es incapaz de conservar un empleo; discute con sus tranquilizador para su pareja que la separación, la pérdida v la
amigos, vecinos y parientes, y con los maestros de sus hijos; sólo soledad. Aunque a primera vista parezca contradictorio, el
puede convivir con otros en su hogar, cuando su palabra no es comportamiento del cónyuge pasivo se adapta positivamente
cuestionada. Si el paranoide es el marido, tiene graves reyertas a la perturbación psiquiátrica de su compañero y. ai mismo
con sus jefes; trabajar para otro hombre equivale a una castra­ tiempo, fomenta activamente su psicosis. El sistema marital sa­
ción o, en un nivel inconciente, a una aniquilación (Jacobs, tisface importantes necesidades psicológicas de los dos esposos.
1974).
Cuando este cuadro comienza a deteriorarse y la pareja no La paronoia conyugal. Se denomina así a la entidad clínica
acude en busca de terapia, lo más común, dentro del esquema en la que los delirios paranoides y las actitudes patológicas han
paranoide, es que el cónyuge dominante movilice una enemis­ sido dirigidos contra el otro cónyuge (Revitch, 1954), Las ac­
tad constante e intransigente contra su pareja, que ya no acep­ titudes patológicas del miembro activo se caracterizan por ac­
ta la ideación paranoide y está luchando por la supervivencia tos humillantes, degradantes, desmoralizadores, destructivos y
de su self. Ella es, precisamente, la que solicita ayuda en su de crítica obsesiva contra el compañero, y pueden preceder en
lucha por sobrevivir. Habitualmente, al terapeuta le resulta vanos anos la erupción de delirios francamente paranoides.
más fácil comprender esta lucha que la decisión de agenciarse Las relaciones conyugales (o sea, todo cuanto tenga que ver
de compañeros de armas (la cual se da cuando los miembros de con las responsabilidades maritales) inducen en el paciente un
la familia, abrumados por el temor, se convierten en seguido­ sentimiento general de ineptitud; para hacer frente a este senti­
res serviles de uno de los cónyuges), hasta que él mismo experi­ miento, se vale de mecanismos defensivos tales como proyec­
menta la aterradora violencia y determinación del cónyuge ac­ ción, (ormación reactiva, delirios y hasta alucinaciones. AÍ co­
tivo. quien se enfurece toda vez que se cuestiona su autoridad. mienzo de la vida marital, quizá sólo se tilde a! cónyuge di­
Esta cólera revela una lucha desesperada por sobrevivir como fícil de «celoso» o «mezquino». El sistema delirante, que apa­
individuo. El factor dinámico que explica la sumisión servil es rece más adelante, incluye a menudo unos celos patológicos y
la indefensión del cónyuge dependiente y de los hijos, su inca­ acusaciones de infidelidad. El paranoico conyugal de tipo liti­
pacidad para separarse y bastarse a sí mismos. Esto los obliga a gioso entabla pleito contra su cónyuge acusándolo de infideli­
violentar sus sentidos, a cambio de la protección y cuidado del dad, maltrato o falta de manutención. Corno el cónvuge pa­
otro. Si quiere mantener su capacidad de pensamiento, el cón­ ranoide es mentalmente lúcido, y sus delirios, además de estar
yuge dependiente habrá de poseer una firme identidad perso­ muy bien sistematizados, pueden tener alguna base real, tal
nal y la'aptitud para bastarse solo. En cambio, la aceptación vez logrará ganarse al abogado, al juez, a sus parientes inme­
del sistema de pensamiento paranoide promete la desaparición diatos y al médico de la familia. No obstante, una investiga­
instantánea de toda tensión interpersonal amenazadora. ción cuidadosa y un examen atento revelarán las distorsiones y
Dupont y Grunebaum (1968), en su estudio de nueve muje­ exageraciones contenidas en las acusaciones, así como las acti-
viciados precipitantes del cónyuge «agraviado» que provoca­ aquí no se había formado la estructura de apoyo que distingue
ron, en su compañero, las reacciones que luego motivaron las a la relación capaz de constituir un matrimonio estable.
quejas de aquel. El matrimonio paranoide tipo fo lie á cleux no ejemplificaba
Cuando eí cónyuge paranoide es el marido, la esposa pasiva una estructura en que dos individuos separados están ai mismo
es proclive a sufrir depresiones. La excesiva preocupación dei tiempo unidos, sino una fusión total, sin espacios internos. El
marido por su masculinidad genera en él celos y sospechas. Se cónyuge dominante tendía un lazo de servidumbre en torno al
rehúsa a toda intimidad con su esposa y teme el peligro que cónyuge sumiso, de manera tai que ninguno de los dos podía
representaría, para él, la pérdida del self. estar solo o reaccionar individualmente frente a los estímulos
de la realidad.
De las' características psicopatológicas precedentes, se extra­
jeron las siguientes conclusiones acerca del matrimonio sano:
Valores «normales» del matrimonio, derivados de los Hace algunos años, durante los estudios que acompañaron la
Acción Pro Salud Mental, un grupo se ocupo de la definición
esquemas psicopatológicos de dicha salud. Si bien resultó difícil o imposible hacerlo sin
formular numerosas salvedades, se llegó a la siguiente defini­
En el esquema matrimonial «esposa enamorada-marido ción mínima, dentro de la cultura norteamericana; la salud
frío», el factor patológico sobresaliente era la incapacidad de la mental es la capacidad de valerse a sí mismo sin imponerse de­
esposa para bastarse a sí misma. Al no soportar la soledad, masiado a los otros. Además, el matrimonio crea la necesidad
tampoco podía valerse por sí misma. En una situación desprote­ de ser capaz de apoyar a otros; este apoyo mutuo establece el
gida, sus funciones cognoscitivas quedaban abrumadas bajo el marco unificador que ningún cónyuge puede forjar por sí solo.
peso de las emociones, razón por la cual se volvía ilógica e irra­ Un matrimonio sano es una unión entre dos personas capaces
cional, y necesitaba que su cónyuge asumiera dichas fun­ de valerse a sí mismas y de apoyar a otros, v que se comprome­
ciones. ten a mantener dicha unión. Estos valores «normales», deriva­
El principal problema psicológico del «marido trío» era su dos de los matrimonios psicopatológicos, concuerdan con los
ineptitud para tolerar la intimidad; la abrumadora necesidad conceptos psícoanalíticos del desarrollo psicosoctal, que va des­
de intimidad de la esposa lo impulsaba a replegarse todavía de la relación madre-hijo, primitiva y simbiótica, hasta la se­
más, a parapetarse detrás de sus defensas. Podía mantenerse a paración, la individuación, la madurez, la sabiduría, el cono­
si mismo, pero no mantener eniocionalmente a otros; podía vi­ cimiento y la capacidad de amar a otros seres humanos y de sen­
vir en soledad e independencia, pero no en unión íntima con tirse vinculado a ellos. Lo ideal es que dentro del matrimonio
otra persona. Por consiguiente, el matrimonio no involucraba haya una independencia equitativa, una dependencia mutua y
una relación fundamental, en constante funcionamiento, que una obligación recíproca; empero, a partir de este ideal se dan
mantuviera a los cónyuges y protegiera a .sus hijos. muchas variantes que entran en la categoría del matrimonio
En el esquema matrimonial del «marido en busca de una «normal».
madre», el hombre, pasivo, era incapaz de valerse a sí mismo, En este y en otros campos del funcionamiento humano, los
ser independiente y mantener las funciones cognoscitivas sin la valores normales abarcan una amplia gama, antes de conver­
ayuda de otra persona. Si su esposa no satisfacía inmediata­ tirse en patológicos. Por supuesto, el matrimonio no es un esta­
mente sus pedidos de ayuda, él se descompensaba o buscaba el do estático, sino una fase del ciclo vital del individuo, en la que
apovo de otra mujer. En este esquema, las esposas y las otras este puede continuar crecien do y desarrollándose gracias a su
mujeres eran uniformemente aptas y competentes, por derecho experiencia íntima con el cónyuge. Es un estado en el que dos
propio, y también eran capaces de cuidar de otros. Eran muje­ personas pueden ayudarse mutuamente a alcanzar, en pleni­
res sanas, en tanto sus capacidades no estuvieran determinadas tud, la condición de individuos responsables, autónomos e in­
por una necesidad de cuidar de seres dependientes y excesiva­ dependientes; de lo contrario, la intensidad e intimidad de la
mente apegados; cuanto más se dejaban llevar por una necesi­ relación causará una regresión y psicopatología graves. El
dad de este tipo, cuanto mayor era su sometimiento a ella, tan­ matrimonio posee la capacidad de hacer crecer al individuo o
to más se desviaban de la norma. destruirlo.
El esquema «de dos parásitos» involucraba la incapacidad de Por lo tanto, el matrimonio «normal», esa relación entre dos
ambos cónyuges para valerse a sí mismos y sostener a otros; adultos igualmente capaces de valerse a sí mismos y <Je apoyar

33
a otros es obviamente un ideal que nunca se cumple en un
ciento por ciento en la realidad: es un punto de referencia, que 3. Aspectos sexuales del matrimonio:
ayuda a explicar tanto el funcionamiento adecuado como el
defectuoso. Ninguna persona permanece inmutable en cada
valores normales derivados
etapa de su ciclo vital y, aunque todos los individuos son crea­ de la psicopatología
dos iguales, difieren mucho entre sí en cuanto a aptitudes,
fortaleza'v capacidad de comprensión. En general, la entrega
mutua de los cónyuges forma una estructura marital que los
protege a ellos y a sus hijos, les sirve de apoyo y los conduce al Introducción
crecimiento y al cambio. . , ,
Cuando se infiere lo normal a partir de lo patológico, deben
tenerse presentes las advertencias de varios autores sobre el pe­ En el capítulo anterior expuse los valores «normales» del
ligro de aplicar, a relaciones que siguen un proceso de de­ matnmom0 , con especial hincapié en las estructuras de perso­
sarrollo unas intelecciones obtenidas principalmente de rela­ nalidad, las relaciones interpersonales y el esquema marital de
ciones patológicas. Se ha admitido la necesidad de investigar los cónyuges. Ahora deseo describir la psicopatología sexual
matrimonios «enriquecidos», provenientes de diversos estratos que surge en el tratamiento de los problemas maritales, con el
sociales, a fin de averiguar más acerca de los ingredientes que objeto de inferir de ella los correspondientes valores normales.
los componen (Miller y otros, 1975). , , Mi experiencia me indica que, en la terapia de pareja, la mejor
Tomando en cuenta esta necesidad, desde el comienzo de manera de comprender y tratar los problemas sexuales del
nuestras investigaciones de los problemas maritales hemos es­ matrimonio es reconocer los siguientes ámbitos predominantes,
tudiado, paralelamente, todos los materiales disponibles sobre con sus respectivas influencias y combinaciones;
matrimonios «enriquecidos», para poder cotejar nuestras
conclusiones. Los estudios de matrimonios norma es y sanos L El acto sexual per se, sin intimidad física o emociona!. En
ia literatura que se ocupa de este tema suele denominárselo ape -
acentúan aún más, si cabe, y hacen más vividas las conclu­
tito carnal f/Wj. Implica una descarga física de la pulsión libi­
siones aquí expuestas. ,. , , dinosa.
La reciente creación en América del Norte de programas de
enriquecimiento del matrimonio y la familia promete ofrecer­ 2, La intimidad física, habitualmente llamada sensualidad
nos nuevos insights referentes a los matrimonios sanos. El mo­ Involucra los placeres sensuales anteriores o posteriores a! acto
vimiento está destinado a aquellas parejas que creen que su sexual (p. e j., toquetees, besos, caricias amorosas, abrazos v ac­
matrimonio funciona bastante bien y es mutuamente satisfac­ tividades sensuales orales). Los medios de comunicación de masas
torio, pero desean mejorar aún más este último aspecto (Otto, y los expertos en sexualidad han aumentado enormemen­
1975) Su propósito es perfeccionar la relación conyugal me­ te su insistencia en la sensualidad. En todo Estados Unidos
diante el desarrollo de sus recursos internos no utilizados, con de «sensibilización» o «adiestramiento de la sen-
miras a lograr el «crecimiento marital», el «potencial marital» sibihdad» {sensitivity training) que hacen hincapié en nume­
y la «salud marital». Más que un remedio, es un concepto pre­ rosos aspectos de la intimidad, particularmente en la libertad
ventivo que facilita el crecimiento positivo (Mace y Mace, para experimentar una gran variedad de placeres en las intimida­
des tísicas.
1975). Hace hincapié en los mismos aspectos derivados del tra­
bajo con matrimonios patológicos, en el que.se recogen eviden­ 3. La intimidad emociona!, generalmente denominada
cias abrumadoras sobre la resistencia al crecimiento y el man­ am or. Entraña la relación interpersonal (diálogo, admiración,
tenimiento rígido de condiciones paralizantes. Los estudios adoración, excitación interna, calidez, anhelo v añoranza dei
otro).
matrimoniales normales confirman las conclusiones extraídas
de los esquemas psicopatológicos.
■3. \o hay acto sexual, ni intimidad física o emocional
Variaciones sobre tres temas sexuales que aparecen
en el tratamiento de problemas maritales, , Es una relación mantenida por un vínculo de odio y depen­
tal corno los presentan los pacientes dencia mutuos.
Esposa: «Durante nuestra luna de miel, él se llevó diez
libros. No me habla, no me hace el amor, no tiene trato sexual
I , Apetito carnal conmigo. Para que lo haga, tengo que suplicárselo. Debo tener
lis d coito per se, sin intimidad física (sensualidad) o emo­ algo malo. Estoy tan furiosa que creo que voy a enloquecer. Si
cional (amor). no pongo cuidado en lo que digo, lo hiero constantemente en
Esposa: «Mi marido parece un camionero. Llega a casa y sus sentimientos. Ojalá me hubiera casado con un camionero».
fornicamos. No hay conversación, ni galanteos, ..ni prepara­ (Esposa «enamorada», marido supuestamente «frío».)
ción, ni amor. Es un animal. Lo único que quiere es copular. Marido: «Ella me trata como a una basura. Tocarla es lo
No puedo soportarlo. Quiero que me hable, que me acaricie, mismo que tocar un carámbano. No hay diálogos, no hay be­
que me bese. Los besos me encantan». (Esposa «enamorada», sos, no hay sexo. He recurrido a la masturbación y tengo fanta­
que necesita de la intimidad física y emocional para sías en las que aparecen otras mujeres. Sé que tendré una aven­
tura extramatrimonial». (Marido dependiente, esposa domi­
sobrevivir.)
Marido: «Mi esposa dice que no me aguanta más. No quiere nante o paranoide.)
ninguna intimidad. Cuando se la pido, ella fornica conmigo
sin preámbulos, sin escarceos previos, sin intercambiar una so­
la palabra: me deja copular con ella y eso es todo. No hay nin­
guna respuesta de su parte, pero eso sí, cumple con su deber. Cómo relacionar el apetito, la sensualidad y el
Yo no lo soporto». (Marido pasivo, «en busca de una madre», amor con los esquemas matrimoniales
con una esposa dominante, o matrimonio paranoide.)
D ificultades sexuales en el esquem a
«esposa enam orada-m arido frío»
2. Intim idad

Es la intimidad física (sensualidad) y emocional (amor) sin En este tipo de esquema matrimonial, los maridos tienen difi­
acto sexual, o bien sin que haya durante este último una res­ cultades en los tres campos: el del apetito carnal, el de la sen­
puesta del consorte. sualidad y el dei amor. Tienden a hacer el amor mecánica men­
Es-posa: «El es un gran amante. Los escarceos previos duran te, si bien procuran «hacerlo bien» y demostrar su sexualidad.
horas. Usa sus manos, su boca y todo mi cuerpo. Me habla, me Experimentan una angustia de realización, y pueden sufrir
dice cuánto me ama y me predispone para el coito sexual, pero eyacuiaciones prematuras, impotencia y evitación del sexo.
no practica el acto sexual conmigo. Debe tenerle miedo. No sé Debido a su naturaleza seductora, la esposa parece interesarse
qué haré, si él no mantiene relaciones sexuales conmigo». (Ma­ por las actividades genitales que culminan en un orgasmo, pero
rido pasivo «en busca de una madre».) la realidad es otra: le interesan los besos y abrazos (sensuali­
Marido: «Ella es formidable cuando se trata de besarse, asirse, dad), dialogar y hacer cosas juntos (intimidad emocional:
abrazarse y mantener conversaciones románticas, pero es inca­ amor), pero no el coito con orgasmo (apetito carnal).
paz de responder durante el acto sexual. No puede tener un or­ El desarrollo reciente de una clínica de la disfunción sexual
gasmo. Nunca puede ‘‘soltarse”, aunque me pase una hora en­ ha traído aparejado el reconocimiento expreso de la frecuencia
tera estimulándola. He perdido la confianza en mí mismo. De­ de ciertas disfunciones sexualas en determinados matrimonios.
searía conocer a una mujer que me respondiera. Me pregunto Jacobs (1974) expone dos tipos de problemas dentr'o del es­
si aún podría hacer eso. Preferiría estar con una prostituta, an­ quema matrimonial que nos ocupa, integrado por un marido
tes que con ella. En realidad, ella no me ama, aunque no hace obsesivo-compulsivo y una esposa histérica. Si la esposa es ca­
más que hablar de su gran capacidad de amar». (Marido paz de alcanzar ei orgasmo, el marido sufre comúnmente de
«frío», esposa «enamorada».) eyaculación prematura. Empero, abundan más los casos en
que la esposa declara no haber tenido nunca un orgasmo y pre­

37
senta una disfunción nrgásmica de tipo primario: nunca llegó a! D ificultades sexuales en c! esquem a «de das parásitos»
orgasmo mediante la masturbación, a causa de los
negativos atribuidos a los placeres sexuales, y encara el acto se­ Ambos cónyuges son incapaces para la intimidad emocional
xual con veladas esperanzas de ser mimada, acariciada nutri­ Como Os dos buscan el goce sensual con otra persona, y son ca­
da v cuidada maternalmente. Los métodos «poco románticos» paces de responder a él si esa persona es fuerte, carecen de toda
del marido no sólo dejan insatisfechas sus necesidades sino que aptitud para ei goce sensual mutuo. En vez de aproximar a es­
además reactivan su ira casi psicótica, y largamente adormecí- tos cónyuges, ¡os ejercicios del «método sensorial» pueden pre­
£ «mtra una madre negligente, ira que, a su vez, provoca un cipitar reacciones adversas que quiebren e! precario equilibrio
miedo a perder el control (psicosis) si se permite tener un orgas­ del matrimonio. El acto sexual es una experiencia destructora,
mo. La expectativa de orgasmo del marido refleja, a menudo por cuanto, a menudo, las esposas sufren una disfunción or<rás-
su propia necesidad de que su esposa alcance tal estado como mica primaria y los maridos completan e! cuadro con sus per­
demostración de aprecio y gratitud por todo lo ^ue él “ sistentes eyaculacion.es prematuras, que revelan sus débiles
do Cuando la incapacidad orgásimca de la esposa frustra estas controles yoicos.
necesidades una y otra vez, el marido sufre una herida narcisis- Cuando estas esposas entablan relaciones extramatrimo-
ta se vuelve constantemente hostil a su mujer, repliega su. s n.ales con hombres agresivos, que no las temen, pueden mani-
timientos detrás de un muro de frialdad --como lo ha.venido iestar Inertes capacidades sensuales e incluso alcanzar el orgas­
haciendo desde los rechazos maternos sufridos en su infancia mo. De igual modo, los maridos evidencian las mismas capaci­
y genera esa imagen que su esposa llamará «fría», y los psi­ dades cuando entablan relaciones extramatrimoniales con mu­
quiatras, «personalidad obsesivo-compulsiva». jeres que indiquen libremente sus deseos sexuales v que no cri­
tiquen el desempeño de ellos; además, al liberarse del temor a!
rechazo y la crítica, muestran una mavor capacidad para las
D ificultades sexuales en el esquem a erecciones prolongadas.
«m arido en busca d e una madre»

Estos maridos son amantes excelentes, en cuanto a la sen­ Dificultades sexuales en el esquem a «paranoide»
sualidad, y dedican mucho tiempo a los escarceos pre mimares
y las actividades orales. Asimismo, destacan su necesidad de in­ La dinámica de Ja personalidad paranoide causa dificulta­
timidad emocional con la esposa y la «otra mujer». Suelen ser des en el campo de la intimidad física v emocional. La necesi­
potentes y, en algunos casos, hasta hiperactivos en el coito, pe­ dad del mando de demostrar su masculinidad afecta el acto se­
ro su actividad en este terreno posee cierta fragilidad: como ne­ xual, pues lo impulsa a una penetración vagina] prolongada;
cesitan demostrar su potencia para asegurarse el apoyo de la pero sin embargo esta pseudopotencia se ve desmerecida por la
mujer están sujetos a angustias que podrían contribuir a una falta de eyaculación, o por una eyaculación débil o tardía. Asi­
eyaculación prematura o a una falta de erección cuando están mismo, es posible que el marido necesite del orgasmo o mul-
fatigados, ebrios o recargados de responsabilidades. Esta es tiorgasmo de su esposa para demostrar su potencia. Si la esposa
una impotencia secundaria que tiende a perpetuarse a causa de mantiene una actitud de fo lie á deux hacia su marido v es ca­
la hostilidad contenida del marido, quien resiente su situación paz de perder por él su propia personalidad v los límites de su
de dependencia respecto de su esposa o de la «otra mujer». Co­ yo, quizá responda con varios orgasmos a sus prolongados esta­
mo no puede expresar abiertamente su ira contra la mujer por dos de erección. En cambio, si está deprimida o empieza a se­
miedo a perderla, la manifiesta indirectamente a través de ia pararse para luchar por su identidad, no podrá brindarle la
'impotencia. Si acaso tiene alguna queja sexual contra la espo­ respuesta que el necesita tan descspcradamcnle. Esto provnca-
sa, es por su escasa aptitud para la intimidad física (sensualidad). npln” 6 ? t£ CS.°S Í C có!cra’ acompañados de manifestaciones de
Por lo común, la esposa alcanza el orgasmo, es capaz de celos patológicos y acusaciones de infidelidad.
perder el control de sus sentimientos sexuales en una situa­ Cuando la esposa es paranoide, sus sospechas y celos forman
ción en la que ella domíne, y continúa respondiendo de este una parre ntegral de sus ataques contra su marido y hacen que
modo hasta que descubre la existencia de la «otra mujer». Des­ este se repliegue en una falta de intimidad física v emocional
de ese momento, tiende a caer en una disfunción orgásnuca si- asi como en una apatía sexual que otorga más equilibrio ala es­
tuacional. posa. Ella evita tocio tipo de intimidad a fin de mantener Jos te-

30
núes límites de su yo. En este sentido, difiere notablemente de sas Es la energía motivadora que te permite brindarle fuerza
la esposa «enamorada» que busca el cuidado y nutrición de una poder, libertad y paz a otro. No es un resultado, sino una
buena madre. La esposa paranoide quiere huir de la imagen causa. No es un producto, sino algo que produce. Es una po­
persecutoria y maligna de sus años infantiles; tal actitud tencia, como el dinero, el vapor o la electricidad. Carece de
contribuye a crear dificultades orgásmicas V episodios de vagi- valor a menos que tú puedas dar otra cosa p or su interm edio»
nismo. (Lindbergh, 1974, pág. 231).

Yo añadiría al final: «sin pedir nada a cambio».


Amor no es sinónimo de apasionamiento. Veamos cóm o los
Profundización de los tres aspectos de la sexualidad diferencia Salzman (1975). Por empezar, subraya claramente
que el apasionamiento está muy orientado hacia el propio yo.
Una vez presentado el material clínico, cristalizado en tres Es un sentimiento o fantasía de enamoramiento salvaje y extá­
aspectos distintos de la sexualidad, y relacionados dichos aspec­ tico que, por sus excesos, dramatismos y heroicidades, suele
tos con ios cuatro esquemas matrimoniales psicopatológicos, dar la impresión de encerrar una devoción mayor que la que
podemos profundizar un poco más acerca de ellos. A su vez, es­ existe realmente en el amor maduro. En el apasionamiento hay
to nos permitirá derivar los valores normales de la sexualidad poca reciprocidad; más bien es una forma de adoración. La
conyugal. otra persona es idealizada —lo posee todo y nada le falta_pe­
ro también puede ser utilizada con el único objeto de docu­
mentar la propia competencia (esto es particularmente cierto
El am or en el caso deí individuo que siempre se apasiona por sus pare­
jas, pero nunca entabla una relación amorosa verdadera con
El amor ha sido definido de maneras disímiles, y se lo ha ro­ ellas). Por supuesto, no toda relación amorosa se caracteriza
deado de tantos esplendores, que es más fácil empezar por de­ por una entrega profunda, intensa y total, pero, en mayor o
cir lo que no es (o sea, comenzar por el seudoamor). menor grado, siempre hay un interés mutuo v se confía menos
La esposa «enamorada» habla del amor y io brinda como si en las ilusiones autofomentadas. Por debajo de ios rasgos super­
fuera una cosa que se vuelca sobre otra persona, una carga que ficiales que convierten a una persona en el objeto del apasiona­
el otro debe apreciar y rembolsar; se da a sí misma como un ob­ miento de otra, pueden existir cualidades más profundas, ca­
jeto, para que el «afortunado» receptor de su don la haga feliz, paces de contribuir, con el tiempo, al desarrollo del amor. Ini­
Este tipo de amor tiende a ser experimentado como un peso cialmente, nos sentimos atraídos hacia otra persona por sus ca­
gravoso por la otra persona, y a generar resentimiento; por ello racterísticas exteriores, pero más adelante descubrimos en ella
podríamos denominarlo «amor patológico o regresivo», Apa­ cualidades más profundas y deseadas, o bien no descubrimos
rentemente, su objetivo sería la fusión con el otro. Parece ser ninguna y nuestra atracción no se trueca en amor, sino en
un retorno a la relación original entre el bebé y la madre, en la odio...
que aquel constituye una carga y es amado por lo que es, y no Salzman define el amor maduro como un estado existencial
por lo que da o hace. en el que la satisfacción o seguridad de otra persona llega a ser
El que llamaríamos «amor maduro» contrasta marcadamen­ tan importante como la propia. Es una auténtica expresión de
te con el anterior. No es algo que pueda darse. Es análogo a la intimidad, ternura y relación de colaboración con otro ser hu­
fuerza de la madre siempre presente en la relación madre-hijo. mano, razón por la cual muchos creen que el verdadero amor
Es una fuerza motivadora gracias a la cual un individuo puede se desarrolla antes de que madure la función sexual, sin que
brindar a otro protección, sustento, paz y placer, y estimular venga a complicarlo el apetito carnal. Como ya se ha indicado
su crecimiento y desarrollo. Anne Morrow Lindbergh lo ha en el material precedente, y se demostrará en una elaboración
expresado hermosamente: ulterior, puede haber apetito carnal sin amor ni apasionamien­
to. Sin embargo, cuando se entrem ezcla con uno u otro, se pro­
«Cada vez estoy más convencida de que el amor, en sí o por duce un acrecentamiento de cada cualidad, un efecto sinérgico
sí mismo, no tiene ningún valor [...] Creo que no es nada que que hace aún más difícil distinguir el uno del otro.
tú puedas dar o que, si lo es, carece de valor. Prosiguiendo con su importante diferenciación entre el amor
»E1 amor es una fuerza interna que te permite dar otras co­ y el apasionamiento, Salzman insiste en que el amor reconoce
la puma del otro por ¡a dependencia y la independencia, y pre­ ba. HaDía estado casada durante muchos años, en una feliz re­
serva la integridad individual de cada participante. Ls una re­ lación marital de amor y respeto mutuos: ella y su esposo ha­
lación de confianza y respeto mutuos, en la que no hay una bían gozado de una posición social prominente: eran sendos ni-,
simple explotación por el otro. En ella, cada uno puede mam- <S CS ^ m eSlaL yLia comunidad' Aunque las relaciones se-
festar su potencial máximo para dar y recibir, por cuanto no xuams periódicas habían formado parte de su vida marital ella
b a ju n a persona que dé y otra que reciba, sino que ambas dan nunca había alcanzado un orgasmo y tampoco lo había echado
y reciben simultáneamente, igual que en e. Gomportam^nt de menos. Sus cuatro hijos habían sido una gran fuente de pla­
sexual maduro. Esta no es una descripción idealizada del cer mutuo. La historia de esta mujer echaba por tierra ¡a popu­
amor: es la exposición de unas posibilidades que, desgraciaos lar falacia de que. si dos personas se aman, sus relaciones se­
mente rara vez pueden realizarse. Sin embargo, de vez en xualesJe s depararán automáticamente una enorme satisfac­
cuando, algunas personas afortunadas lo nacen y nos perrmt ción. bu actitud nacía su frustrado pretendiente actual podía
validarlas. Por consiguiente, el amor no debe confundirse m resumirse así: socialmente era inferior a ella, no sería un padre
el sentimentalismo, el alborozo romántico o la simple depe adecuado para sus hijos y ella no lo amaba. La ausencia de
dencia sadomasoquista. , apasionamiento o amor había permitido la plena expresión de
Ashlev Montagu ha definido el amor como «uno de los pnnci un placer carnal anteriormente reprimido. El amor profundo
pales promotores de las potencialidades que nos permn.en ser no asegura necesariamente una buena relación sexuab a veces
humanos, v el mayor estimulo para el desarrollo de la capaci­ e! vinculo puede ser más erótico cuando no hay amor (La’
dad social. Ha sido creado para quien lo recibe y para quien zarus, 1974). ' '
da; sólo puede deparar beneficios y generar orden y libertad» Existen distintos grados y tipos de amor. Como su calidad es
(Montagu, 1962). Esta formulación anade una dimensión ma. subjeüva su frecuencia, intensidad, duración v espiritualidad
a la comprensión del amor, en un sentido maduro. No obstan- quieren de una persona a otra, e incluso de una época a otra en
te el apasionamiento y el amor romántico pueden ser el prelu la vida de un m.smo individuo. Una esposa «enamorada» senti-
dio los precursores de unas relaciones verdaderamente amoro­ r una gran ternura, compasión, preocupación, calidez, soiíci-
sas aunque, por supuesto, por sí solos no bastan: de no d - uc y añoranza por su amado en tanto que será insensible o aun
sarrollarse el amor, pueden desaparecer envueltos en una oleada reacia a una relación sexual apasionada, ardiente v vigorosa
Este tipo de cónyuge (ya se trate del marido o de la esposa)
observaciones clínicas señalan que, a reces, el am ory el puede concentrarse a tal punto en el amor v el afecto que sus
sexo se excluyen mutuamente, que la presencia del primero
CuanónVe qUa e S/ eesfumen y el ^ ín iu io erótico disminuva.
puede eliminar la posibilidad de una correspondencia sexuab ^ nd p “ d° S cónyuges se asemejan en este aspecto, su matri-
Esta es una muestra típica de las cualidades paradójicas de la armomoso. Empero, la presencia de una actitud
naturaleza humana. El material más esclarecerlos que conozco am ante entre los esposos no basta para asegurar las actividades
es una pregunta anónima que me formularon por escrito cu­
rante una conferencia pública sobre el sexo. La pregunta era. de! otlnS: 51 T deKll0'S GS inca^az de satisfacer las expectativas
ael otro, pueden sobrevenir dificultades, sobre todo si se interpre
«¿Qué le ofrecería usted a una mujer que tiene catorce orgas­ ta erróneamente como falta de amor. mterpre-
mos con cada experiencia sexual?», y yo tenía un minuto para
cian a n r t n í ' í a(irm& rlue una mujer necesita sentirse ama­
responderla. Dadas las circunstancias, sólo pude contestar. da para responder sexualmente, en tanto que un hombre nece­
«Me permito ofrecerle mis felicitaciones», y pasar a la pregunta sita responder sexualmente para sentir amor. Esta dlíeren
siguiente. Concluida la conferencia, un hombre se me acercó y ciación entre.el hombre y ¡a mujer no sólo es falaz cuando se la
me dijo que él había escrito aquella pregunta. Su problema aphea a un indmduo cualquiera; también puede ocurrir que
consistía en que, recientemente, había conocido a una viuda una persona (hombre o mujer) se sienta amada v sea incapaz de
que respondía así cada vez que mantenían relaciones sexuales. responder sexualmente o, a la inversa, sea capaz de e x p S e n -
El problema de ella era que había superado el récord citado tar una plena respuesta sexual sin sentir amor
por Kinsey, v temía convertirse en una nmfómana. Me fue fácil
tranquilizar'al hombre, diciéndole que ella no tenía por qué dada¿
dad se Ceentrelazan
n E r z CÍOneS
en *una * ' e‘tan
* Tforma placcr ear" al V
compleja, que «m
los uali-
tora
preocuparse, pues las circunstancias multiorgásmicas eran nor­ peu as de pareja deben cuidarse de aceptar v perpetuar las fa-
males en la mujer; pero esto no resolvió su problema. Amaba a
esa mujer y le había propuesto matrimonio, pero ella se rehusa­ conTr-/' JmCi°‘S dC, Va ° r V1,^ ñreí- r!l,e tanto abundan. De ¡o
contrano, corren el nesgo de reforzar las expectativas quiméri­
cas de uno u otro cónyuge, frecuentemente irrealizables en la apariencia horrible, es ensalzada hasta un nivel ideal por otra
mavoría de los matrimonios. pareja, uno de cuyos miembros es tan sensible y quisquilloso
La antigua frase «el amor es ciego» es la que mejor resume que imposibilita toda sensualidad, apetito carnal y amor. El
un aspecto importante del amor: la notable sobrevaloración apetito carnal es un rasgo biológico; en estado puro es no afec-
del individuo amado y la subestimación o desmentida de sus tivo, y agradable aunque falte por completo la capacidad de
defectos, por parte de la persona «enamorada» (o, quizás, afecto y amor. Evidentemente, está sujeto a las influencias so­
«apasionada»). El estudio de matrimonios sanos y felices ha de­ ciales —como se advierte en el ejemplo citado en el apartado
mostrado que la persona enamorada no ha padecido tal ce­ anterior , de modo que bajo un determinado conjunto de
guera, sino que ha percibido en el ser amado unas potenciali­ condiciones pueda expresarse, y sofocarse o reprimirse bajo
dades que ios otros no habían previsto y que ia relación amoro­ otro. Además, sufre el influjo de conflictos intrapsíquicos e in­
sa desarrolló en plenitud. El amor actúa aquí como la luz de un terpersonales, que restan fuerza ai impulso biológico. Los tera­
reflector, y esta luz podría considerarse una «proiéeía que rea­ peutas de pareja se mantienen en guardia contra estas fuerzas
liza al alru». * conflictivas y actúan de modo de liberar al impulso biológico de
El amor maduro muestra la capacidad de aceptar a la pareja tales influencias restrictivas. Los que han adquirido experien­
por entero, con sus virtudes y sus defectos, como una persona cia suficiente en el tratamiento de matrimonios destruidos por
que es amada por lo que es como resultante de todo ello. Esta la falta de placer carnal en uno de los cónyuges (ya obedezca
es otra forma de comprender que el amor no es necesariamente a causas físicas o psicológicas), tienden a ser menos críticos o
ciego. La capacidad de amar radica en la persona amante; la moralistas frente a las relaciones sexuales sin amor. A veces,
dt- responder al amor con el crecimiento y el desarrollo radica aunque no siempre, vemos que el acto sexual recién descubier­
(o no) en el ser amado. to engendra el amor.
No quisiera poner fin a este aspecto de la sexualidad sin iden­ Los terapeutas de pareja deben mantenerse alertas contra
tificar el lugar que ocupa el matrimonio sano. Dos individuos varios estereotipos culturales muy difundidos. Uno de ellos es
unidos en matrimonio difieren de dos individuos separados en la noción de que la falta de amor determinaría casi siempre
cuanto forman una estructura mayoT que la suma de sus dos una relación sexual de calidad inferior, egoísta, centrada en el
partes: el arco. El arco es la relación interpersonal dentro del yo (Lazarus, 1974). Contrariamente a Ío que sugiere esta idea,
matrimonio. La siguiente cita de Cari Sandburg lo describe e los amantes profesionales —que, por lo común, no sienten
identifica como sólo puede hacerlo un liteiuto: ningún amor o afecto especial por sus parejas— son a menudo
eróticamente expertos, se enorgullecen de su maestría sexual y
«El arco nunca duerme. Cuando el arco se sostiene, todo lo de­ de su capacidad para satisfacer a sus parejas y, como compa­
más resiste también. El amor pende de un arco y está parado ñeros sexuales, son extremadamente atentos y considerados.
sobre él. El odio rompe el arco. ¿No es acaso la forma del ar- Esta imagen contrasta con la de muchos cónyuges, que profe­
coiris? Un arco se curva y se inclina —cual una bendición o un san afecto y amor pero son insensibles, desconsiderados y tor­
juramento— por encima del lugar en que encuentras la ver­ pes durante el acto sexual.
dad, el amor, la armonía y la fortaleza duradera. Sólo ob­
tendrás la unidad y la unión por medio de un arco. El odio y el
orgullo rompen los arcos. El amor y el entendimiento constru­ L a sensualidad
yen arcos indestructibles» (Sandburg, 1957, pág. 233).
En estos últimos años, ha cundido por Estados Unidos el
afán de insistir en el desarrollo de la sensualidad como un medio
El apetito carnal para fomentar (o, quizá, sustituir) ia intimidad. Los modernos
terapeutas sexuales han enseñado a practicar el estímulo sen­
Como hemos visto al comienzo de este capítulo, un cónyuge sual y sexual mediante caricias, toqueteos, masajes y besos («mé­
puede quejarse amargamente de que a su pareja sólo le interesa todo sensorial»), con el fin de promover el reconocimiento y
la relación sexual, sin ninguna intimidad. Esta situación, en aceptación de nuevas formas de sensaciones corporales placen­
teras (Schimel, 1975). Aunque esta explosión sensual fue pro­
• nOther-julJilling pruplw-iy»-, juego de palabras con una locución frecuente­
mente utilizada en las ciencias sociales: *selj-julfillinf> p ro p h m j-, «profecía que
vocada por el trabajo precursor de Masters y Johnson, a veces
,se realiza o se cumple a sí misma»; se aplica a las hipótesis o conjeturas cuya soia ha sido mal utilizada fuera del contexto de su obra. En este fe-
formulación contribuye a que se cumplan. j.\. de la I .}

45
44
nómeno nacional, el método sensorial se emplea a modo de ex­ ia oportunidad, que de hecho significa la contención de un
citador sexual, en tanto que Masters y Johnson lo empleaban cdnvuge hasta que el otro alcanza un nivel óptimo de excita­
para desarrollar la responsabilidad sensual del cónyuge activo ción sexual, con lo cual, presumiblemente, posibilita un orgas­
v neutralizar su miedo a un desempeño sexual insuficiente. La mo mutuamente satisfactorio. La argumentación de Schimel
persona tocada no debía permitir que el toqueteo uera dema­ podría titularse: «¿Qué ha sido del amor impetuoso?» o «La na­
siado lejos, a fin de intensificar el proceso natural de la pulsión turalidad puede ser más erótica que la aplicación de un juego
sexual de su pareia. Sin embargo, el cambio de la intención ori­ sexual programado». &
ginal queda convalidado por la necesidad natural de esta for­ El aspecto sensual ha sido invadido por técnicas que carecen
ma de cariño, solicitud, estímulo y preparación por parte de de poderes mágicos, y que poseen ventajas y desventajas El
quien la recibe. , , . ., » material clínico proporciona ejemplos de esto. Schimel cita el
Es difícil separar los aspectos sensuales de la relación sexual caso de un paciente que declaró haber mejorado mucho como
de sus elementos emocionales. No obstante es preciso reconocer amante desde que dejó de pensar en la forma de agradar a su
que ello significa habilidades mecánicas y técnicas que nacen esposa; ahora, ella lo encontraba más excitante.
de la experiencia y de la propia tendencia al piacer, y no guar­ La eficacia de la terapia sexual y sus notables contribuciones
dan un vínculo directo con la actitud hacia el cónyuge (Laza- no disminuyen la importancia que tienen, para la pareja las
rus 1974) La técnica adquiere aquí mayor importancia. El te­ cualidades placenteras presentes en la relación interpersonal
rapeuta de pareja puede leer la cuantiosa bibliografía dispo­ (p. ej., la alegría, la risa, el juego y la actitud lúdica, las
nible (Kaplan, 1974), así - orno obtener la capacitación necesa­ pre.erencias, el apetito o el deseo). Actualmente, se ha popula­
ria para aquellos matrimonios a los que convenga aplicar tal rizado un juego que pone de relieve este problema: el «juego de
a isla». Le preguntan al participante: «Si estuviera solo con
t e APesta altura, convendría describir sucintamente la relación (aquí nombran a otra persona), en una isla desierta, ¿cuánto
entre la terapia de pareja y la sexual. La primera se propone tardaría en “entenderse" con ella?». La amplia gama de res­
fomentar el crecimiento de cada cónyuge, mediante el en­ puestas, que van desde «unos segundos» hasta «varias semanas»
ca jam ien to de las fuerzas internas del matrimonio. En la o «nunca», pone de relieve la diferencia entre la mecánica sexual
práctica clínica, es difícil diferenciar con claridad las dos tera­ y el deseo.
pias, porque el 75% de los pacientes que manifiestan discordia
conyugal presentan, al mismo tiempo, problemas sexuales. Los
aspectos sexuales son simples hebras dentro de la relación mari­
tal; cuando se desgastan, tal vez sea preciso reforzarlasjunto Derivación de los valores sexuales normales
con las otras hebras (aspectos no sexuales) igualmente raídas. A
veces, la reparación de las hebras no sexuales trae aparejada la Podemos derivar de la patología precedente un cuadro de
de las hebras sexuales, y viceversa. normalidad sexual: el del individuo capaz de combinar ios pla­
La terapia sexual está indicada en aquellos casos en que una ceres déla intimidad emocional y física con el placer de un acto
disfunción sexual causa la discordia marital. Cuando esta últi­ sexual adecuado. Tal individuo es un adulto que ha triunfado
ma deteriora el funcionamiento sexual del matrimonio, puede contra todas las probabilidades y ha salido vencedor. Aparen­
emplearse la terapia sexual, la de pareja, o ambas. La terapia temente, es una rara aui.s; aunque no se lo encuentra con la fre­
sexual inmediata queda excluida en los casos de discordancia cuencia quesería de desear, al menos es un ideal, una meta por
marital grave, que requieren una terapia de pareja. a canzar. Pero, [cuidado!: estas son meras pautas o puntos de
Schimel (1975) ha advertido con acierto contra el peligro referencia que deben usarse con discreción. Debemos abste­
que entrañaría adoptar un método puramente mecánico du­ nernos de fijar nuevas expectativas o normas tiránicas que ge­
rante la preparación, adecuada y cariñosa, de cada cónyuge neren demandas irrealistas, con los resultados consiguientes:
por parte del otro. Expresa cómo la bibliografía y los sistemas se­ culpa, angustia y pérdida de ¡a capacidad para ia respuesta es­
xuales modernos describen en detalle las modalida­ pontánea. '
des de caricias aprobadas, insistiendo en «lo adecuado». For
ejemplo, hablan de las actitudes adecuadamente respetuosas,
cuando no reverentes, que deben comunicarse en el transcurso
del acto sexual; asimismo abogan por un adecuado sentido de

47
Sensualidad, am or y placer carnal escasas
Variaciones respecto de los valores normales
en los matrimonios estables Los esposos con escasa intimidad y vida sexual encaran la vida
Desde el punto de vista sexual, un matrimonio ideal estaría en común con enfoque «apaciguado,; por consiguiente su
constituido por la unión de dos individuos que se ajusten al matrimonio puede parecer frío, aunque a ellos les resulte
cuadro de normalidad sexual arriba descrito, mediante la con- viable, bus necesidades y expectativas son mínimas. Se aseme­
jan a los retratos pintados por Crant Wood en su estilo gótico
bínación. dentro de su relación, de los placeres pertinentes a
norteamericano, pero se estiman mucho el uno al otro Su vida
los tres aspectos de la sexualidad. «¿Y qué pasa con los que no
marital es como una fo lie á deux sin la folie.
han alcanzado este ideal?», se preguntará el lector. En reali­
dad, todavía se producen casamientos adecuados, ya sea por
elección o por obra de la casualidad. Estos no son los que se Conclusiones
quejan, los que acuden en busca de la terapia de pareja, pero
(os que sí acuden se refieren a ellos en sus declaraciones. ¿Qué conclusiones válidas podemos extraer del material pro­
Veamos algunos ejemplos de uniones que no son ideales, pe­ porcionado por estos matrimonios, que sin ser ideales, fun­
ro que pueden limeionur. cionan y son estables? Estas parejas se desenvuelven con menos
esferas funcionales que algunos de los matrimonios patológicos
ejemplificados en este capítulo; a pesar de ello, v aunque la en­
Placer carnal sin sensualidad ni am or sambladura entre sus respectivas necesidades sea mínima,
Se da en el matrimonio formado por dos individuos altamen­ mantienen una estabilidad y una armonía razonables. Pode­
te sexuales (propensos ai comercio sexual), pero incapaces para mos inferir, pues, la siguiente generalización, confirmada por
la intimidad física o emocional. La unión sexual parece ser e la experiencia clínica: inarmonía conyugal es una manifesta­
vínculo que los mantiene juntos, Pueden pelearse y gritarse el ción de falta de naturalidad y soltura [dis-ease]* entre dos seres
uno al otro todo el día, sin que ello interfiera en su unión noctur­ humanos, en su relación marital. A su vez, dicha falta de soltu­
na. que hace agradable el matrimonio. Esto indica una apti­ ra es provocada por la insatisfacción, por uno o ambos cónyu­
tud para aislar al acto sexual de los otros dos ámbitos, o bien ges, de las expectativas del otro. La gratificación mutua délas
una tendencia a considerar el comportamiento belicoso como expectativas da por resultado un matrimonio sano. Si las ex­
una parte normal del diálogo y no como una conducta agresiva pectativas (y los consecuentes desengaños) son escasos, se origi­
encaminada a ofender o lastimar. En algunos matrimonios, ta nan matrimonios funcionales, que no padecen ninguna falta de
soltura.
comportamiento se define dentro de los límites del amor y el
diálogo, aunque llegue a la agresión física. Por lo tanto, el problema de cómo evitar la falta de soltura
en la vida marital radica en la adecuada elección de la pareja
antes de casarse. En cambio, el problema de cómo producir un
Sensualidad y amor sin placer carnal matrimonio armonioso estriba en el ajuste de las expectativas
durante la vida conyugal, y entraña una comprensión del
Durante el día, ios cónyuges somafectuosos, cariñosos y se contrato matrimonial, al que nos referiremos en el capítulo si­
tratan con consideración, pero carecen de una fuerte motiva­ guiente. El material presentado en esta sección permite desta­
ción para el coito v durante él. La rapidez con que eyacula el car de una manera apropiada las variaciones respecto del mo­
marido no molesta a la esposa, por cuanto ella sabe que eso lo delo ideal y los matrimonios estables fundados en las necesida­
mantiene contento v que, de todos modos, ella no le responde­ des básicas.
rá; por su parte, éí no espera de su esposa una respuesta que
ella se siente incapaz de experimentar. Si las necesidades vita­
les y las expectativas de ambos son bajas, es fácil que alcancen
la armonía marital. Esta combinación no necesita tratamiento.
Si lo solicitan —angustiados por el énfasis de los medios de comu­
nicación de masas en las expectativas que ellos deberían abri­ «tase» es «soltura, desenvoltura, facilidad»; el prefijo «clis» indica «falta
te»; el autor especula tácitamente con la similitud entre •■dis-ease" y «distase»
gar para ser «normales»— . bastará con tranquilizarlos. («enfermedad»). (N. d é l a T.J

49
1^
contratos matrimoniales personales, un antiquísimo ingredien­
4. E l contrato m atrim onial te del matrimonio cuya importancia desdeñábamos. Este re­
surgimiento del interés por el contrato matrimonial no es ¡a
simple presentación de un vino añejo en odres nuevos, ya que
se le ha añadido un nuevo elemento: la comprensión de!
contrato tácito e inconciente en las relaciones interpersonales
íntimas. La forma en que se redacta un contrato, así como su
contenido, revelan la intención subyacente. El nuevo interés
La comprensión del contrato matrimonial contribuye a: 1) científico por esta clase de contratos refleja, quizá, los numero­
dar forma a’ las entrevistas iniciales de diagnóstico; 2) esclare­ sos cambios habidos en la actual vida conyugal y familiar. Por
cer el contrato de terapia que cada cónyuge concertará pro­ ejemplo, muchas parejas —casadas o no— redactan privada­
bablemente, con el terapeuta; 3) ejemplificar una de las técni­ mente su propio contrato personal y aun su ceremonia nupcial.
cas de la terapia de pareja. Dejamos para más adelante la ela­ Desde el punto de vista histórico, el contrato matrimonial
boración de cada uno de estos aspectos. persona! ha sido un rasgo esencial de muchas culturas. El anti­
En los capítulos anteriores, derivamos los valores normales guo contrato matrimonial judío (ketu bah) testificaba la legiti­
del matrimonio del material clínico proporcionado por matri­ midad de la relación marital bajo la ley talmúdica, establecía
monios psicopatológicos. Esto nos condujo al reconocimiento garantías (en su mayoría económicas) y fijaba las obligaciones
de que la inarmonía conyugal es una manifestación de taita de mutuas de los cónyuges. Los contratos referentes al matrimo­
soltura en la relación marital, provocada por la ausencia de nio eran tan importantes para la cultura judía que generaron
una o más expectativas sólidas, constantes y mutuamente satis­ una costumbre denominada popularmente «tenaim ». Técnica­
fechas, capaces de superar a las expectativas insatisfechas de mente, tenaim significaba «condiciones», en el sentido general
uno o ambos cónyuges. de una forma de contrato en el que se fijan condiciones que
El principio de que la mutua satisfacción de expectativas im­ obligan a las dos partes. Luego pasó a significar específicamen­
portantes y suficientes da por resultado la armonía marital nos te las condiciones convenidas al program ar un futuro casa­
lleva directamente al tema del contrato matrimonial. miento. En las sociedades primitivas, el linaje o el clan defi­
Con excesiva frecuencia, dicho contrato no es una decla­ nían el estado conyugal, e incluso determinaban la manera en
ración formal (oral o escrita) de lo que cada cónyuge pue­ que los individuos se casarían y permanecerían casados Entre
de esperar del otro, sino un conjunto no declarado de ex­ ios judíos, la firma del contrato de condiciones (tenaim )
pectativas concientes. Además, cada miembro de la pareja equivalía a un compromiso forma!. Las condiciones se refe­
abriga un conjunto de expectativas ignoradas (inconcientes) y rían, entre otras cosas, a la fecha y lugar de boda, la virginidad
que, por ende, no está dispuesto a reconocer. Un contrato de la novia y la obligación de financiar el casamiento y pro­
matrimonial que permita la satisfacción mutua de suficientes veer de medios a la nueva pareja (estas obligaciones financie­
expectativas dará por resultado la armonía conyugal. ras comprometían a los novios y a sus progenitores). Ellas salva­
Un sólido contrato inicial es la mejor garantía para el logro guardaban los elementales derechos humanos de la mujer v
de dicha armonía. Si bien es cierto que los contratos deben re­ eran testimonio de una cultura en la que se definían las obliga­
negociarse durante el ciclo vital de un matrimonio, tales rene­ ciones mutuas, :. b
gociaciones constituyen experiencias dolorosísimas para la ma­ No debe subestimarse la presencia de responsabilidades eco­
yoría de las parejas. Aunque tengan éxito, dejan núcleos de nómicas en estos contratos. Es importante comprender que ta­
amargura que serán fácilmente reavivados por los desengaños les cuestiones encierran un elemento psicológico más profundo
posteriores. que e simple manejo de las cosas prácticas o -c o m o lo juzga­
Los conductistas definen esta contratación como una especi­ ría tal vez nuestra cultura romántica— el aspecto mundano del
ficación por escrito de los comportamientos esperados y la sub­ dinero. El modo en que una persona maneja el dinero nos pro­
siguiente celebración de acuerdos de refuerzo, por parte de dos porciona una importante intelección sobre la estructura de su
o más personas involucradas (Patterson, 1971). Es un medio de carácter, su sistema de valores, sus necesidades inconcientes v
especificación, pero también un compromiso, Vale la pena sus relaciones interpersonales. Si estas cualidades entrelazan a
mencionar que las últimas publicaciones sobre la ciencia de la las partes involucradas, de manera tal'que se establezca un
conducta evidencian un notable aumento del interés por los contrato que permita un compromiso genuino, la pareja

51
tendrá buenas probabilidades de formar un matrimonio armo­ 1. División de los quehaceres domésticos.
nioso, basado en la satisfacción de las expectativas. 2. Uso del espacio vital.
Por lo común, el contrato de tenairn incluía una cláusula pe­ 3. Responsabilidades de cada cónyuge en la crianza, edu­
nal para el caso de incumplimiento de las condiciones. A tai cación y socialización de los hijos.
punto llegaba la obligatoriedad del contrato, y tan difícil era 4. Propiedades, deudas y gastos diarios.
renunciar a él, que los rabinos aconsejaban casarse y luego di­ 5. Dedicación a la profesión y domicilio legal.
vorciarse, antes de desistir de la boda, pues esto último 6. Derechos de herencia.
equivaldría a infringirlo. En nueslra cultura norteamericana, 7. Uso de los apellidos.
no hav presiones externas semejantes que fuercen a cumplir las 8. Gama de relaciones permisibles con (creeros.
obligaciones personales y mantener los matrimonios. 9. Obligaciones de la diada marital en diferentes aspectos
A medida que las sociedades fueron evolucionando, la Igle­ de la vida diaria (p. ej,, el trabajo, el ocio, la comunidad, la vi­
sia v el Estado remplazaron al linaje o a! clan en el control del da social).
matrimonio, el divorcio y otras cuestiones personales. Algunas 10. Motivos de separación o divorcio.
de las antiguas estipulaciones se convirtieron en leyes del Esta­ 11. Duración y negociabilidad del contrato inicial y ios
do. El actual resurgimiento de los contratos matrimoniales per­ subsiguientes.
sonalizados es una renovación de la vieja costumbre, pero 12. Eidelidad sexual y relaciones extramatrinioniales.
practicada de otra manera: el control ya no lo ejerce el clan ni 13. Posición asumida en cuanto a la procreación o adop­
la Iglesia, sino ios individuos responsables que están modelan­ ción de ios hijos.
do su propia vida privada. El Instituto de la Familia y la So­
ciedad Burocrática, perteneciente ai Departamento de Sociolo­
gía de la Case Western Reserve University, está, realizando una
investigación fascinante, mediante la recopilación y el estudio Ejemplos clínicos
de contratos matrimoniales personales celebrados en la actuali­
dad, pero aún no han publicado ningún informe. Será intere­ La experiencia clínica nos enseña que el contrato matrimo­
sante continuar tales estudios, a fin de comprobar si los indivi­ nia! abarca dos conjuntos de condiciones: uno conciente y otro
duos responsables que redactan sus propios contratos son más inconciente. La ensambladura de las expectativas concientes e
felices, en sus matrimonios, que los miembros de las sociedades inconcientes de los cónyuges asegura la armonía marital. Si
primitivas, cuvos contratos eran «redactados» por el clan al que ambas partes comprenden el contrato conciente y están confor­
pertenecían. mes con él, pero una de ellas o ambas discrepan inconciente­
¿Pueden dar buenos resultados los contratos «nucleares», sin mente. el resultado será una falta de soltura.
recibir el refuerzo de los contratos «ampliados» o «externos»? El único reconocimiento reciente de la importancia de los
Nuestra breve experiencia clínica (que, por supuesto, abarca un contratos es el temprano énfasis puesto por la psicoterapia en
pequeño número de casos) ya nos ha revelado situaciones en las los conflictos individuales e intrapsíquicos. Durante la década
que dichos contratos personales contienen, todavía, estipula­ de 1950, la atención se centró en ios aspectos transaccionales de
ciones concientes deshonestas y/o una falta de percepción de las relaciones y, años después, en el desarrollo de la terapia de
las necesidades inconcientes no satisfechas por los contratos. la conducta; naturalmente, esto trajo aparejado el reconoci­
La complejidad de la naturaleza humana nos permite prever miento de la importancia de los contratos interpersonales.
que este nuevo enfoque tendrá sus ventajas y sus desventajas, La influencia de los contratos puede advertirse claramente
pero no será necesariamente un método mucho mejor que los en los tipos de matrimonio descritos en el capítulo anterior.
anteriores. Valdrá la pena verificar si esta predicción se En uno de los matrimonios «esposa enamorada-marido frío»
cumple. El asesoramiento que se le brinda previamente a la pare­ existían las siguientes condiciones contractuales:
ja le ofrece la oportunidad de redactar un contrato inicial flexible La esposa era atractiva, brillante, vivaracha, romántica, ac­
y duradero. tiva y amante de las diversiones. Era una excelente conversa­
El Instituto de la Familia y la Sociedad Burocrática dice que dora, capaz de animar con su charla una reunión de mucha
el contrato personal es una nueva forma de vínculo matrimo­ gente, aunque a veces se mostraba extremadamente porfiada;
nial. El trabajo preliminar indica que ios contratos incluyen tal terquedad podía provocar situaciones sociales embarazosas,
una o más de las siguientes estipulaciones: pero la vida nunca era insípida en su compañía. Era una perso­

oá 53
te, hizo lo que suponía que debía hacer. Sabía que ella era bo­
nalidad histérica (como correspondía a su esquema matrimo­ nita y lista. Personalmente, no le atribuía mucha importancia
nial). cuya extraversión ocultaba muchos miedos y angustias. a sus atractivos físicos, pero suponía que impresionaría bien a
De niña, le había tenido terror a la escuela. De adulta, tenía los demás, Ella lo convenció de que el matrimonio, además de
muchos miedos cambiantes: miedo a viajar en avión, al cáncer, ser «lo correcto», sería «bueno» para él. Ella se encargaría de
a la muerte. Pese a estos temores, manifestaba mecanismos an- las relaciones sociales y, con su labia, haría que los dos salieran
tifóbicos en otros terrenos y se exponía a situaciones peligrosas bien parados en todo. Asimismo, le prometió que cuando hi­
que la hacían aparecer como una mujer intrépida (p. ej., con­ cieran el amor (después de casados, por supuesto) él la en­
ducía su auto a gran velocidad o caminaba sola, de noche, por contraría tan sexxj como aparentaba serlo de soltera.
vecindarios peligrosos). Actuaba a un ritmo febril y participa­ El contrato conciente celebrado entre los dos establecía que
ba en tantas actividades, que daba la impresión de ser una ella se encargaría del manejo del hogar y de las relaciones socia­
triunfadora extraordinaria; luego, se derrumbaba súbitamente les y sería sexi/, en tanto que él trabajaría y proporcionaría
entre llantos y sentimientos de debilidad e ineptitud, tras lo los medios para comprar una casa, adquirir ropa y costear la
cual se apresuraba a tapar esos episodios, minimizar su impor­ crianza de los hijos. Convinieron que si él hacía lo que ella
tancia... y reiniciar el ciclo. Se avergonzaba de su legajo esco­ quería (casarse), después ella haría lo que él quisiera.
lar. Aunque de mentalidad rápida y brillante, no era una per­ El contrato conciente no expresado de la joven determinaba
sona trabajadora: si podía aprender prontamente un problema que, a cambio de los cuidados que ella le dispensaría (p. ej.,
y resolverlo, lo hacía sin inconvenientes; si le exigía atención y preparar la comida conforme a sus preferencias), él modifica­
concentración, e implicaba frustraciones y un trabajo prolon­ ría su personalidad indiferente y la amaría de un modo román­
gado, lo eludía. No era buena para las matemáticas: sólo tico, como ella necesitaba ser amada; a cambio de su guía y di­
quería conocer la respuesta a los problemas matemáticos, pero rección por la senda «correcta», él la admiraría, la amaría y la
no deseaba molestarse en comprender el modo de resolverlos. adoraría. Su contrato ponía de manifiesto su mala fe. En cuan­
Necesitaba la constante aprobación de los demás para fun­ to al contrato no expresado del novio, incluía el esquema se­
cionar bien; cuando tropezaba con su desaprobación o indife­ guido por sus padres y el consejo que estos le habían dado: nun­
rencia, se enfurecía o se batía en retirada. ca dejes que tu esposa conozca tus verdaderos recursos econó­
El marido era elegante y bien parecido, aunque de aspecto micos (lo cual equivalía, en realidad, a: nunca confíes en tu es­
aniñado. Era lerdo, tardaba en captar las situaciones sociales, posa). Establecía que ella seguiría siendo tan veleidosa y ato­
hablaba poco y cuando lo hacía corría a menudo el riesgo de londrada en materia de dinero como parecía serlo de soltera,
pasar por tonto. No tenía la «naturalidad» de su esposa; era el ignoraría lo que él hiciese con el dinero y no plantearía exigen­
típico individuo que trabaja con ahínco, Cuando le planteaban cias pecuniarias, conlo-cual le permitiría lograr seguridad eco­
un problema (p. ej, matemático), lo estudiaba durante un largo nómica; además, le estaría agradecida por lo que é! le diera \
tiempo, hasta que comprendía su mecanismo y el modo de re­ no le haría demandas que interfiriesen con sus objetivos.
solver otros problemas similares. Con frecuencia no sabía qué En suma, ella pensaba hacerlo todo por él, a fin de que él le
quería hacer, pero, una vez que apuntaba en una dirección de­ diera el amor, el apego e intimidad que ella necesitaba para
terminada, se abría camino trabajosamente hasta triunfar (así medrar; él pensaba satisfacer sus requerimientos económicos
había procedido cuando tuvo que elegir una profesión), básicos, por lo que ella debería quedarle agradecida y abste­
Cuando los dos se conocieron, hacia el final de la adolescen­ nerse de toda otra demanda.
cia, ella supo instantáneamente lo que quería: lo quería a él.
Los contratos inconcientes arrojaron más luz sobre este
No pensaba cursar estudios superiores, porque excedían su ca­
matrimonio destinado al fracaso. Aquellos aspectos del contra­
pacidad de trabajo; no tenía intención de desarrollar sus apti­
to matrimonial que escapan a la percepción conciente pueden
tudes artísticas, porque eso también le exigiría esfuerzo; en considerarse, para los fines clínicos, como hipótesis de trabajo
cuanto a los empleos subalternos, no sólo los consideraba indig­
deducidas del comportamiento, fantasías y otros materiales
nos de ella sino que, por supuesto, era incapaz de conservar
producidos por cada cónyuge. Los sueños constituyen, en ver­
uno, Aquel joven, que la atraía físicamente, solucionaría todos
dad, el camino hacia la porción inconciente del contrato
sus problemas.
matrimonial. Volviendo al caso que nos ocupa, durante su tra­
El no sabía lo que quería. Sabía, sí, que se daba por sentado tamiento la esposa soñó con un bebé que lloraba y hacía puche­
que un hombre debía casarse, pero no estaba preparado para el ros, aterrado porque lo habían dejado solo y abandonado. Es-
matrimonio. Una vez que ella lo hubo manipulado lo suficien­

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le sueño era una repetición de la primitiva relación con su madre,
(¡uien debía dejarla para ir a trabajar porque su marido, un dad por su capacidad de trabajo, sino por la capacidad de
hombre inepto, era incapaz de ganar el sustento de la familia. amar (la cual, de acuerdo con su propia definición, consistía en
La paciente se había casado con un hombre de quien sabía con- ofrecerse para ser amado por el otro), declaraba que su marido es­
eientemente que sería un fiel providente (o sea, todo lo con­ taba más enfermo que ella. Era el típico cuadro de la esposa
trario de su padre), y de quien esperaba inconcientemente que «enamorada» (enferma de amor) y el marido «frío» (enfermo
aceptase sus terrores y miedos y la curase, amándola como no de frialdad). El contrato de la esposa era amar y no trabajar
había sido amaíL por una madre ajetreada y ausente. Cuando, (ser cuidada); el del marido era trabajar y no amar (evitación
ante sus exigencias de tiempo y atención, él la rechazó con de la intimidad). A ella la abrumaban las responsabilidades del
frialdad en lugar de comportarse «maternalmente», ella estalló valerse por sí misma (trabajo); él se sentía abrumado por el
en accesos de cólera desenfrenada y lo atacó sin piedad. Su torrente de emociones que le exigía una respuesta recíproca de
contrato inconciente estipulaba que él no debía odiarla por es­ intimidad; se retraía, porque para él la intimidad era una pér­
to. Cuando el hombre se mantuvo «frío», ella se derrumbó y dida de su self, su libertad y su independencia.
volvió a experimentar aquellos miedos infantiles que la incapa­ Todas estas respuestas, concientes e inconcientes, operan si­
citaban. multáneamente en distintos niveles. Cuando entran en acción,
El contrato inconciente del marido especificaba que él haría en hechos aparentemente insignificantes, se fusionan en un to­
muchas de las cosas que su esposa le pidiese, aun contra sus de­ do cuyos elementos originales son difíciles de distinguir. Vea­
seos, pero luego podría sentirse ofendido y enojado porque ella mos, por ejemplo, ía siguiente viñeta —presentada inicialmen­
no le había dejado hacer lo que él queria. Después, experimen­ te por el marido—, teniendo en cuenta el contrato que acaba­
tada una justa ira al ver que ella no se percataba de sus necesi­ mos de descomponer en sus partes integrantes: El regresó al ho­
dades, y podría mantener en secreto sus actividades finan­ gar y se sentó a cenar con su esposa; notó que le faltaba la
cieras. Repetía así su antigua relación con su madre, quien lo salsa de tomate y, para «no molestarla», se levantó con inten­
habia rechazado con frialdad. El odio de esta mujer hacia su ción de ir a buscarla; con una ardiente mirada de odio, ella le
marido la había impulsado a rechazar al niño —que era su hijo preguntó que quería; a él le pareció que su odio no se justifica­
menor no deseado— y a ignorar sus necesidades. Ahora, de ba, le resultó insoportable que ella le hablara «como a un
adulto, él respondía a las necesidades y requerimientos amoro­ perro» y, sintiéndose ofendido y maltratado, la odió «con justa
sos de su esposa con la misma frialdad y rechazo que había ma­ razón».
nifestado su odiada madre ante sus necesidades infantiles, En Cuando se presenta un cuadro como este durante una tera­
resumen, tenía el siguiente contrato, mitad cónchente, mitad pia individual, es muy difícil desenmarañar los hilos y sacar a
inconciente: haría lo que la otra persona quisiese, aunque él no luz la acción recíproca (conciente e inconciente) de los cónyu­
deseara hacerlo (p. ej., casarse), en la esperanza de que ella le ges. Del mismo modo, cuesta esclarecer el problema intrapsí-
pagaría con su aprecio. Si su sacrificio no era apreciado, se quieo cuando el individuo está defendiéndolo tras la pantalla
ofendería, se mostraría fríamente iracundo y se apartaría. de la relación interpersonal perturbada. Aunque el terapeuta
Cuando le dijeron qué debía hacer, lo cumplió obedientemente sea capaz de atravesar la niebla, y logre reconstruir e interpre­
ai pie de la letra, no captó el «espíritu de la ley» ( el amor y la tar las piezas faltantes, el resultado carecerá del impacto que le
intimidad presentes en una relación marital) y vivió como un daría la presencia del otro cónyuge.
mártir ceñudo y callado, siempre ofendido y enojado, dueño En el ejemplo anterior, basándome en mis conocimientos
de hacer lo que quisiera. sobre su matrimonio, pude poner en orden las piezas del rom­
La esposa, desesperadamente menesterosa de amor, se pre­ pecabezas y enfrentar al marido con los hechos. Su esposa se
sentaba ante él para que cuidase de ella, con la expectativa de había esforzado al máximo para ofrecerle una cena perfecta,
recibir una respuesta inmediata. Pero la respuesta era un odio en la que abundaban sus alimentos favoritos, preparados exac­
frío, que la hacía sentirse culpable, perpleja, indigna de ser tamente como a él le gustaban; intentaba así complacerlo y ga­
amada, y deprimida o avergonzada desu ineptitud para hacer­ nar su reconocimiento y amor. El no advirtió hasta qué punto
se querer por su marido. Sus angustias abrumadoras y sus sín­ se esforzaba ella por complacerlo, y no hizo ningún comentario
tomas fóbicos indicaban bien a las claras que ella estaba más sobre el evidente festín que tenía ante si. Cuando se levantó de
enferma que él. Sus emociones la agobiaban, cosa que no la mesa para hacer algo por sí mismo, su esposa interpretó el
ocurría con él. Sin embargo, como ella no medía la enferme­ acto como un rechazo: supo que él estaba rechazándola y lo
odió. El no comprendió su reacción, y la odió al sentirse

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.S7
odiado. Sin pensarlo, cada uno había violado el contrato ciones entre los cónyuges, en términos de congruencia o
matrimonia], tal como lo definía el otro. No había ningún contra­ conflicto de sus expectativas y obligaciones recíprocas. Han
to comprendido y acordado por ambos. descubierto que esta «dinámica contractual» es un determinan­
En su entrevista, la esposa confirmó mi reconstrucción. Una te poderoso de! comportamiento de los esposos y de la calidad
vez aclarado y admitido el conflicto interpersonal, fue posible de la relación marital; esto obedece a la importante participa­
trabajar sobre su conflicto intrapsíquico. Debió reconocer que, ción de los factores intrapsíquicos y transaccionales en la diná­
básicamente, la aterraba quedar librada a sí misma; de ahí su mica marital. Utilizan la expresión «contrato matrimonial» pa­
actitud excesivamente posesiva hacia su marido y sus intentos ra referirse a ios conceptos del individuo (concientes e incon­
de controlarlo, Le parecía que él era responsable de mante­ cientes, expresados y tácitos) sobre sus obligaciones dentro de
nerla contenta. Al levantarse de la mesa, él le hizo temer que, la relación marital y los beneficios que espera obtener, tanto
pese a sus intensos esfuerzos, no lo poseía. Una vez más reac­ del matrimonio en general como de! cónyuge. Empero, en lo
cionó frente a ese terror y a ese sentimiento de ofensa con un que más insisten, y con mas razón, es en el aspecto recíproco
devastador acceso de cólera, aunque él sólo había reaccionado del contrato, o sea, en lo que cada cónyuge espera recibir del
del modo habitual, como lo había hecho en innumerables oca­ otro a cambio de algo.
siones, aun antes de casarse. La esposa fue capaz de admitir Sager ha declarado recientemente:
que se «enloquecía», cada vez que las acciones de su esposo le
indicaban que tendría que obrar por su cuenta. A su juicio, él «Tal como yo la uso, la expresión “contrato matrimonial es
había violado el contrato de ella conforme al cual ella haría inapropiada, porque no me estoy refiriendo a contratos o
cuanto pudiese por complacerlo y él la amaría y la salvaría de acuerdos formales, escritos conforme a la ley, redactados y
la locura. suscritos abiertamente por ambos cónyuges. Cada cónyuge
•Para el marido, ella había violado el contrato fijado por él, tiene su propio "contrato” o conjunto de expectativas, diferen­
que la obligaba a mostrarse agradecida y no exigirle intimidad, te del de su pareja, buena parte del cual permanece en su men­
a cambio de la seguridad económica que él le proporcionaría. te sin ser formulado o escapa a su propia conciencia. Este
Ella deseaba la posición simbiótica, en la que se sentía más có­ “contrato" individual puede ser internamente incongruente, si
moda, y temía el autismo; él se sentía cómodo en la posición la persona abriga simultáneamente fuertes necesidades o de­
autista y temía la simbiosis. Ella deseaba fusionarse con su seos contradictorios (p. ej., desea ser independiente y, al mis­
marido, porque experimentaba tal fusión como sinónimo de mo tiempo, necesita que su pareja apruebe sus acciones)»
amor; para él, la intimidad no era la unión con otra persona, sino (Sager, 1975).
una pérdida del sí-mismo y de la libertad, el riesgo de ser irreme­
diablemente reabsorbido por el útero. En el trabajo antes citado (Sager y otros, 1971), los autores
Tales son las profundidades a las que debe operar, a veces, ¡a hacen hincapié en que, si bien los términos del contrato matri­
terapia de pareja en su intento de forjar un contrato matrimo­ monial son determinados por profundas necesidades que e! in­
nial viable entre dos personas disímiles, cuyas necesidades ori­ dividuo espera ver sastisfechas por la relación marital (y que
ginalmente no ensamblan en absoluto. tanto pueden ser sanas y realistas, como neuróticas y conflicti­
vas), es preciso comprender otros dos factores: 1) por lo co­
mún, el individuo no es conciente de que sus intentos por satis­
facer las necesidades de su pareja están basados en la suposi­
Formulaciones en torno al contrato matrimonial ción encubierta de que, de ese modo, verá cumplidos sus pro­
pios deseos; 2) e! individuo no suele tener conciencia de las
Mientras desarrollaba mi concepto del contrato matrimonial expectativas implícitas de su pareja. Resulta obvio, pues, que
la imposibilidad de satisfacer aspectos importantes del contra­
como instrumento clínico útil para el esclarecimiento y trata­
to puede provocar, en el cónyuge defraudado, una reacción de
miento de la inarmonía marital (Martin, 1970), la Comisión de
cólera, olensa. síntomas neuróticos o psicóticos. depresión y
Investigación del Matrimonio, perteneciente a la Sociedad de
síntomas psicosomáticos. como si se hubiese violado un verda­
Psicoanalistas Médicos, publicó un artículo sobresaliente que
seguía las mismas líneas de pensamiento (Sager y otros, 1971). dero acuerdo. Al desconocer las expectativas de su pareja, un
Estos autores emplean, igualmente, el concepto de contrato individuo puede creer que ha cumplido sus propias obliga­
ciones y que, por ende, el incumplimiento del otro es injusto o
matrimonial como un medio para comprender las interac­
Nivel 3 (no c a n d e n t e )
desleal. A menudo, es imposible explicarles a estos cónyuges
que sus expectativas se verán irremediablemente frustradas, Este tercer nivel abarca aquellos deseos o necesidades (a me­
porque se fundan en fantasías que ninguna relación real puede nudo quiméricos y contradictorios) que escapan al conocimien­
satisfacer. to eonciente del cónyuge. Pueden ser similares a las necesida­
Sager y sus colaboradores han presentado un modelo es­ des y expectativas de los niveles 1 y 2, o estar en conflicto con
quemático del contrato matrimonial, que describiremos en de­ ellas; esto depende del grado de integración del individuo.
talle en el siguiente apartado. Por congruentes que puedan ser en el momento de la boda, o
aun durante ios primeros años de matrimonio, los contratos son
dinámicos en todos los niveles y pueden cambiar en cualquier
punto del esquema de maduración de cada individuo. Recuer­
Modelo esquemático de contrato matrimonial do vividamente el ejemplo de una pareja que fue muy feliz en
sus dos primeros años de matrimonio. A ella le deleitaba la ne­
cesidad que experimentaba su esposo de una intimidad cons­
Nivel 1 (candente, expresado) tante y extremada, porque compensaba sus carencias infanti­
les, pero al cabo de pocos años se hartó. Era creativa por natu­
En este nivel se sitúan las expectativas que cada cónyuge co­ raleza, y ahora quería gozar de un poco de libertad para «ha­
munica ai otro, en un lenguaje claramente comprensible. Por cer lo suyo». El no pudo soportar la separación y la inarmonía
lo general, los aspectos recíprocos de estas expectativas no se que surgieron en ese matrimonio hasta entonces ideal, donde
expresan o reconocen. Aunque parezca sorprendente, en el mo­ las necesidades se habían ensamblado a la perfección. Estos
mento de casarse algunos individuos no saben qué esperan del cambios pueden acontecer toda vez que una nueva fuerza {p.
matrimonio y, por consiguiente, no pueden expresarlo. Se con­ e j., el nacimiento de un hijo, el ascenso a un cargo superior por
tentan con firmar contratos matrimoniales formales, o bien parte del marido o la esposa, etc.) ingresa en el sistema mari­
con aceptar las declaraciones del íuturo cónyuge sobre lo que tal.
ambos esperan del matrimonio. Sus propias expectativas úni­ El cambio es un elemento inevitable en la vida de un indivi­
camente se cristalizan después de haber conocido la experien­ duo. De ahí que sorprenda ver cómo algunas personas, al co­
cia marital. mienzo de su matrimonio, esperan que el contrato original
continúe sin modificaciones «hasta que la muerte nos separe».
Más sorprendente aún es ver cómo algunos matrimonios pasan
Nivel 2 (candente, nu expresado) años y años sin adaptarse a los cambios vigentes y sin modificar
en absoluto su contrato original, aunque ya no sirva, La única
Figuran aquí los planes, expectativas, creenci'as, fantasías, cosa segura es el cambio. No obstante, el cambio interno del in­
etc., que cada cónyuge se ha abstenido de comunicar al otro, dividuo —que es la base de la psicoterapia y el tema principal
generalmente por miedo o vergüenza; esta puede ser la única de este libro— es constantemente resistido por esa faceta con­
diferencia entre el contenido de este nivel y el del nivel 1. Algu­ servadora de la naturaleza humana que, en mayor o menor
nos individuos piensan una cosa y dicen otra. Sus expectativas grado, está presente en todo individuo.
concientes expresadas sólo sirven para atraer a la otra persona
al matrimonio; una vez formalizada la unión, se cancelan to­
das las expectativas previas, concientes y expresadas, y se
expresan otras nuevas y sinceras que, tal vez, el cónyuge no La unión desacertada (los «malcasados»)
querrá o no podrá satisfacer. Por ejemplo, la esposa espera sú­
bitamente que su marido —un hombre que, de soltero, era El tema del contrato matrimonial nos conduce a otro vincu­
ahorrativo y tacaño— le proporcione gozoso unos recursos fi­ lado con él: el del individuo «malcasado» (Scanzoni y Scanzo-
nancieros ilimitados. ni, 1974). Si bien la existencia de conflictos maritales no indi­
ca necesariamente un casamiento desacertado, no deja de ser
cierto que algunas personas se equivocan de veras y eligen a
un consorte por entero inapropiado.

61
El verdadero matrimonio desacertado no es un fenómeno
infrecuente; nuestro creciente índice de divorcios atestigua e! la joven valoraba las convicciones religiosas y también la since­
uso de esta solución para tales casos. A fin de comprenderlos ridad; su dilema era divorciarse, pese a su religiosidad, o con­
meior, importa conocer la diferencia entre la unión desacerta­ denarse a una relación marital vacía por el resto de su vida.
da observada y la experimentada o vivida, por cuanto es una La unión desacertada subsiguiente es el proceso tóxico más
distinción crítica. común, dentro de la inarmonía marital, El factor dinámico es
La unión desacertada observada puede advertirse en las pa­ la diferencia de crecimiento, tal como se indicó en el capítulo 2
rejas de prometidos y en los matrimonios de hecho. En ellos «La esposa “enamorada” y el marido “frío"»). Cuando ambos
hay un alto grado de conflicto y. cuando se les llama la aten­ cónyuges crecen como individuos, aunque sea en direcciones
ción al respecto, admiten la existencia de discrepancias graves. diferentes (p. e/., uno en las artes y el otro en los negocios),
Sin embargo, no experimentan su relación como una unión de­ pueden respetarse el uno al otro. Cuando uno de ellos crece
sacertada. Aunque se les diga que no deberían casarse sin so­ continuamente y el otro no, el abismo es casi insuperable, por
meterse antes a una terapia, se casan lo mismo; también io ha­ cuanto el crecimiento diferencia! es acumulativo y las diferen­
cen cuando, habiéndose sometido a la terapia, esta confirma su cias parecen aumentar en una progresión casi geométrica (Cu-
incompatibilidad. Comprender este fenómeno significa subra­ ber, 1974).
yar, una vez más, la ensambladura de las necesidades: hay una La unión desacertada actual es la que los mismos cónyuges
necesidad emocional más profunda que los ata. Por ejemplo, definen. Una vez más, nos hallamos ante una vertiente subjeti­
pueden coincidir en el sentimiento de que ninguna otra persona va y otra objetiva. Por io común, el aspecto subjetivo de este
querría casarse con ellos y que, por perturbador que pueda re­ matrimonio desacertado es cómo cree cada cónyuge que ct otro
sultar este matrimonio, más vale casarse con el individuo elegi­ ha fallado, al no efectuar ei cambio que resolvería los proble­
do que vivir solos. Por lo tanto, ellos no experimentan la unión mas maritales. El aspecto objetivo implica )a observación,
desacertada observada. Con frecuencia, estos matrimonios de­ hecha por el terapeuta, de que uno o ambos esposos no han cre­
sembocan en un síndrome marital permanente: se habitúan al cido como individuos capaces de resolver el trastorno tnarüa!.-
conflicto. Algunas situaciones son irremediables y, en tales ca­ o de reconocer su carácter irresoluble y disolver esa unión desa­
sos, perpetuar la relación es más destructivo que terapéutico. certada. Esta es la observación de la situación intrapsíquica
Con el tiempo, estos matrimonios pueden terminar en el divor­ actual. Además, este tipo de unión errada entraña la incapacidad
cio o en una psicoterapia prolongada, al aparecer en ellos el de la pareja para comprometerse en un nuevo contrato matri­
síndrome de apatía y falta de vitalidad. monial, que posibilitaría una relación conyugal viable v vital.
A los cónyuges involucrados y, a menudo, a los terapeutas, Dicha incapacidad involucra, a su vez. ineptitudes intrapsí-
les cuesta reconocer esta situación. El curso de los aconteci­ quicas y de relación interpersonal.
mientos estará regido, en parte, por el objetivo fijado. Si dicho En los capítulos dedicados a la psicoterapia de las entidades
objetivo es la tolerancia y el concepto de salud mental gira en clínicas y las técnicas psicoterapéuticas, volveré a utilizar el
torno a la capacidad de sufrimiento, tal vez se perpetúe el contrato matrimonial como un medio para resolver conflictos.
matrimonio desacertado; si es la realización, el crecimiento o El lector puede consultar algunas de las numerosas obras
la actualización del sí-mismo, y el concepto de salud mental gi­ publicadas sobre el tema (Burger, 1973; Blechman. 1974;
ra en torno a estos ideales, la perpetuación de la relación per­ ’Weiss y otros, 1974).
derá importancia.
La verdadera unión desacertada puede clasificarse en tres
categorías: 1) inicial; 2) subsiguiente; 3) actual. En los párrafos
precedentes ofrecimos un ejemplo de la primera. Otro sería el
del individuo que no dice lo que siente, para embaucar a la otra
persona y casarse con ella, Un ejemplo fantástico es el del joven
que quería casarse con una muchacha bonita, talentosa, rica y
profundamente religiosa: él declaró que compartía ios mismos
valores, pero después que se casaron le confesó a su esposa que
en realidad era ateo, en la esperanza de que ella lo aceptaría
tal cual era. Fue un matrimonio verdaderamente desacertado:

62
cada cónyuge; por consiguiente, basarán las entrevistas ini­
5. Entrevistas iniciales de diagnóstico ciales en una clara comprensión de la psicopatología y la psico-
dinámica. El terapeuta existencial o guestáltico insistirá, du­
rante la primera entrevista, en el «aquí y ahora» del matrimo­
nio.
Conviene advertir que algunos terapeutas no realizan una
entrevista inicial de diagnóstico. Unos prescinden de los proce­
dimientos de diagnóstico y comienzan directamente el trata­
miento, sea cual fuere el problema que se presente después.
Así como es difícil definir la terapia de pareja, también lo es Otros insisten en que con frecuencia se distinguen artificiosa­
escoger un solo enfoque para las entrevistas iniciales de diag­ mente las entrevistas de diagnóstico de las terapéuticas (Mac-
nóstico dentro de dicha terapia. Digo «las entrevistas», porque Kinnon y Michels, 1971), y afirman que la única señal del éxito
rara vez puede llevarse a cabo un examen psicológico adecuado alcanzado en una entrevista es el grado en que paciente y tera­
y prepararse una historia adecuada en una sola sesión. Gene­ peuta desarrollan un sentimiento de comprensión compartido.
ralmente, el terapeuta necesita realizar una o más entrevistas Subrayan que una entrevista centrada en la comprensión del
con cada cónyuge y, luego, con ambos (si se propone utilizar la paciente proporciona una información diagnóstica más valiosa
técnica de entrevistas conjuntas), a fin de recopilar el material que aquella que procura sonsacar datos psicopatológicos. Aun­
necesario para una evaluación apropiada de ios esposos y del que esto no siempre es cierto, no deja de constituir una adver­
matrimonio. Esta evaluación es vital para determinar si la te­ tencia importante. De acuerdo con este énfasis, vale la pena
rapia de pareja es la indicada y, en caso afirmativo, qué tipo de notar que es posible establecer una interacción terapéutica en
enfoque se amoldará mejor a las necesidades de la pareja eva­ una sola sesión, aunque esta sea la entrevista inicial (Spoeri,
luada. Además, deberá efectuar una revaluación constante en 1975).
el trascurso de la terapia, a medida que los nuevos aconteci­ Howells (1975) se opone abiertamente a la insistencia en ha­
mientos (a veces sorprendentes) impongan cambios en el diag­ cer psicoterapia a partir de la primera entrevista. Fustiga la
nóstico y la técnica. evitación del diagnóstico, subraya cuán peligroso es lanzarse a
La primera entrevista presenta numerosas variantes. A ve­ la terapia sin un examen previo y aboga por un retorno a la in­
ces, el terapeuta sólo ve a un cónyuge; otras, ve. a ambos cón­ dagación sistemática, que es el camino seguro hacia el conoci­
yuges y continúa entrevistándolos de la-misma manera, sin miento y hacia la sistematización en la esfera clínica. Su dicta­
mantener sesiones individuales (Williams, 1974); otras, en fin, men es que el diagnóstico debe preceder a la terapia.
realiza entrevistas iniciales individuales seguidas de sesiones Desearía insertar aquí un comentario sobre la idea de empe­
conjuntas (o viceversa), sin atenerse después a ningún esquema zar el tratamiento en la entrevista inicial. Me parece admisible
fijo. En algunas ocasiones, todo depende de lo que decidan los que el terapeuta procure presentar un «ambiente» que estimule
cónyuges; en otras, de las preferencias de los terapeutas, que una respuesta positiva en el paciente, pero creo que es un enfo­
varían enormemente. que engañoso, por cuanto insiste excesivamente en que la posi­
El método y contenido de la entrevista inicial varían de un bilidad de una involucración terapéutica está determinada por
terapeuta a otro. Los terapeutas de la conducta se centran, lo que haga el terapeuta. Uno de los propósitos de la entrevista
principalmente, en los comportamientos mensurables y poten­ inicial de diagnóstico es establecer si el paciente es capaz de
cialmente mensurables de sus clientes. Tratan de identificar las entrar en una relación terapéutica que provoque un cambio en
conductas generadoras de felicidad, delinear las condiciones él. La esposa «enamorada» ofrece un muy buen ejemplo de una
que influyen en ellas y estructurar en forma sistemática las aparente «entrada» inmediata en el tratamiento. Empero, la
contingencias del medio, por cuanto dichas conductas son una experiencia indica a menudo que no ha habido ningún cambio,
función de estas (Knox, 1971). que el paciente nunca ha «entrado» en el tratamiento ni ha
El terapeuta de pareja, para quien el paciente es el matrim o­ captado el concepto de un cambio interno; a veces, esto sólo se
nio, encara una historia clínica centrada en las dificultades advierte muchos años después.
conyugales y la relación interpersonal. Los que se interesen pri­ Hay casos en que la decisión del terapeuta de no «iniciar el
mordialmente por el crecimiento y desarrollo de los individuos tratamiento» en la primera entrevista produce un efecto salu­
dentro del matrimonio incluirán en su historia clínica observa­ dable en ciertos pacientes. Me refiero a aquellos individuos
ciones sobre el carácter y el funcionamiento ír.trapsíquico de

65
que, al verse en e! consultorio de un terapeuta, con un trata­ mente nos encontramos con la pregunta: «¿Debemos ir juntos o
miento por delante, caen fácilmente en la regresión y pueden por separado?». Al replicar: «¿Cómo preferirían hacerlo?»,
desarrollar una psicosis temprana. Es posible que estos pacien­ habremos comenzado a recopilar información sobre el tipo de
tes se sientan más cómodos si el terapeuta insiste en el diagnós­ matrimonio que atenderemos y sus integrantes.
tico, y no en una intimidad prematura que ellos no pueden ma­
nejar. Una vez más, vemos que cada enfoque presenta ventajas
y desventajas. La flexibilidad y la aplicación sensata del cono­
cimiento pertinente a cada situación individual son más efica­ Entrevista inicial de diagnóstico
ces que los pronunciamientos globales acerca de una técnica. de tipo psícoanalítico
A lo largo de este libro, me esfuerzo por presentar un pano­
rama general de la terapia de pareja sin patrocinar ningún tipo En la práctica, cualquier esquema de entrevista inicial de
de enfoque con preferencia a otro, procurando evitar las polé­ diagnóstico se emplea más como una guía general que como un
micas o las reivindicaciones de superioridad de un enfoque procedimiento de rutina. El procedimiento se varía y modifica
sobre otro. Sin embargo, no sería práctico describir en este ca­ según la información aportada por el o los cónyuges. Habitual­
pítulo los muy numerosos y diversos tipos de entrevistas ini­ mente, la recopilación de datos exige una mayor actividad y di­
ciales de diagnóstico. Por consiguiente, me limitaré a presentar rección por parte del entrevistador cuando están presentes am­
dos enfoques marcadamente diferentes. bos cónyuges, pues aquel debe mantenerlos a los dos involucra­
Uno es mi propio enfoque, que se desprende de los capítulos dos en la entrevista y evitar que uno de ellos domine y el otro se
anteriores. Deseo insistir nuevamente en que más vale elegir, retraiga. En el momento mismo en que un cónyuge esté sumi­
de un modo flexible, un enfoque que se adecúe a la pareja pre­ nistrando información, preguntas tales como «¿Sabía usted
sentada, en vez de imponer el mismo enfoque rutinario a todas eso?» o «¿Quéde parece eso?» involucrarán al otro y ayudarán
las parejas. a esclarecer la relación. Puede comenzarse por una entrevista
El otro enfoque difiere notablemente del mío en cuanto a su conjunta, seguida de sesiones individuales, o viceversa; ambos
formulación y técnica. Es un tipo de entrevista de corta dura­ enfoques presentan ventajas y desventajas. Algunas veces, la
ción, tendiente a acelerar la atención de los pacientes cuando elección es determinada por las preferencias personales del te­
hay una larga lista de espera, a iniciar una terapia breve cuan­ rapeuta; otras, por un pedido de los cónyuges.
do se dispone de tiempo y recursos limitados, y el problema no En la entrevista de diagnóstico de una terapia de pareja, se bus­
involucra un cambio en la estructura de personalidad indivi­ ca la compreasión dinámica de cada cónyuge y su aporte al
dual de uno o ambos cónyuges (Williams, 1974). problema marital, con el propósito de determinar qué deberá
Mi enfoque habitual se basa en el reconocimiento de: 1) la corregirse y qué técnica ofrece las mayares probabilidades de
necesidad de evaluar adecuadamente al paciente y su si­ obtener el resultado deseado. Es igualmente importante es­
tuación, antes de emprender cualquier forma de psicoterapia; tablecer si cada miembro de la pareja está empeñado en lograr
2) la necesidad de efectuar una reevaluación constante, duran-' un cambio personal, ó en cambiar al compañero.
te todo el tratamiento. La entrevista inicial comienza con el
primer contacto, que puede ser telefónico. Es importante ob­
servar qué cónyuge telefoneó y en qué circunstancias, y averi­ A. A n a m n e s is
guar luego por qué ocurrió así. Muchos esposos telefonean con
el propósito de traer a su pareja al consultorio del terapeuta,
para que este «la enderece»; otros quieren venir solos, a fin de 1. Presentación
preparar al terapeuta para el rol que le han designado (un sub­
tipo de esta clase se presenta pertrechado con un informe lega! ¿Cuáles son ¡as principales quejas de cada cónvuge contra el
contra el cónyuge, a quien el terapeuta aún no ha visto). matrimonio, cada esposo, los hijos (familia nuclear) y los pa­
Algunos cónyuges prefieren ir solos a la primera entrevista rientes (familia extensa)? ¿Cuáles son los factores positivos en
porque tienen un «secreto» que no deberá revelarse durante la‘ cada caso? ¿Qué necesita ser reforzado o cambiado? Aun­
terapia de pareja, o porque quieren coligarse con el terapeuta que el terapeuta se esfuerce por reconocer la psicopatología de
contra el otro esposo. Otros piensan en «el matrimonio» y de­ un matrimonio, la apreciación de sus puntos fuertes debe cons­
sean atenderse juntos, desde la primera entrevista. Frecuente­ tituir una parte importante de la recopilación de datos. Las

66 6
fuerzas positivas pasibles (le ser dirigidas hacia el crecimiento y
desarrollo individuales, las que unieron originariamente a la condujo al matrimonio. En suma, procuro comprender: 1)
pareja y permitieron la ensambladura de sus necesidades, gra­ quién es la persona que entabló este tipo de relación con esta
cias a la cual funcionó primitivamente el matrimonio, se explo­ otra; 2) de qué manera esta relación fomentó, trabó o impi­
rarán e investigarán con tanto detenimiento como las fuerzas dió el crecimiento y desarrollo continuos del individua; 3) qué
negativas que perturban la relación y que deben alterarse. áreas deben corregirse; 4) cuál es el mejor método para lo­
Los matrimonios extremadamente patológicos se mantienen grarlo.
unidos por un vínculo de odio. Nos parecerá incongruente que
una fuerza destructiva pueda constituir un vínculo, pero el te­
rapeuta de pareja debe percatarse de que el comienzo de la re­ 2. Historia individual de cada cónyuge
copilación de datos es, igualmente, el principio de una orienta­
Una vez presentado el material, se obtiene la historia de ca­
ción hacia el cambio, y que el cambio del vínculo de odio por
da esposo en una secuencia que no se sigue rígidamente, ya que
uno de los cónyuges, resultante en una separación o divorcio
ios pacientes saltan a menudo del pasado al presente. Empero,
pued e suprimir la defensa que lo ha mantenido eriiocionalmen-
el terapeuta debe retraerlos con habilidad y tacto, en los mo­
te intacto a él o al otro esposo. La pérdida de la relación puede
mentos oportunos de la entrevista, a la historia longitudinal.
provocar una regresión, con reacciones de pánico y depresión,
Buena parte de lo que sigue es una modificación dei bosquejo
en el cónyuge que parecía más sano mientras lo sostenían los
sentimientos de fuerza que generaba el odio. publicado originariamente por León Saúl (1957).
Por lo tanto, comenzarnos por diagnosticar no sólo lo que ha Los recuerdos más tempranos. Conviene comenzar con ellos
de cambiarse, sino también si hay algo que pueda remplazar a
por varias razones. Al indicar un interés por la persona fuera
aquello que será eliminado por los cambios futuros. La terapia de la relación marital, alivia un poco la presión de la inarmo­
de pareja es más complicada que la individual, porque lo que
nía conyugal. Si bien algunos de estos recuerdos son patogno-
puede ser beneficioso para un cónyuge puede resultar desastro­ mónicos en cuanto al trastorno de carácter, y proporcionan
so para el otro.
una temprana intelección de su aporte al desarreglo conyugal,
La psicoterapia de la inarmonía maritai deriva del diagnós­
comúnmente sirven sobre todo como una prueba más que, uni­
tico de las áreas de incompatibilidad, que aquella procura rec­
da a las siguientes, revela las fuerzas emocionales centrales que
tificar valiéndose de una o varias técnicas. (Estas técnicas, muy
deben corregirse. Las preguntas a que conduce el recuerdo más
numerosas, se describirán en los capítulos siguientes.) Tai rec­
temprano son un medio de descubrir las imágenes que retuvo el
tificación puede conducir a un fortalecimiento de la relación, a
individuo, tanto de sí mismo como de prominentes figuras fa­
la formación de otra nueva y mejor o a su pérdida. El conocí
miliares que están presentes en ese recuerdo o cuya ausencia re­
miento conciente de estas posibilidades acompaña la recopila­
sulta llamativa. La emoción que acompaña este recuerdo es
ción de datos, contribuye al diagnóstico, determina la deseabi-
lidad o indeseabilidad del tratamiento y ayuda a seleccionar el igualmente importante.
tipo de terapia. Veamos un ejemplo inusualmente claro de cómo la compa­
ración de los recuerdos más tempranos ayudó a comprender a
£1 punto de partida de la entrevista puede ser una historia los cónyuges, en cuanto individuos, y sus problemas interperso­
actual de! matrimonio, seguida de una historia longitudinal; nales. El recuerdo más temprano de la esposa era su insistencia
simultáneamente, se recogerá material referente ai carácter de en dormir en un catre colocado en el comedor, para poder es­
cada cónyuge. Luego se obtendrá la historia de cada individuo cuchar las conversaciones familiares mantenidas en la sala;
hasta el momento en que conoció al otro, a fin de completar el cuando su soledad se le hacía intolerable, lloraba hasta que su
cuadro. Aunque la secuencia es determinada por las necesida­ padre acudía a su lado y luego le pedía que la llevara tierna­
des de los cónyuges, personalmente prefiero, tras haber es­ mente en brazos al piso alto. El recuerdo más temprano del
cuchado brevemenle las principales quejas, la historia actual y marido era tener que cuidar de su hermanito menor, que era
las involucraciones emocionales en ei matrimonio, empezar retardado, y no poder hacer lo que quería en compañía de su
con la historia de cada individuo hasta el comienzo de su rela­
grupo de pares.
ción. De este modo, dispongo de una comprensión psicodiná- La psicoterapia se guió por estos recuerdos. Ella se identifi­
mica de cada individuo que me facilita el entendimiento del caba a sí misma con una niñita angustiada y exigente, y preten­
material concerniente al principio y evolución del vínculo que
día que su marido la tratara igual que su padre. El marido la

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69
identificaba a ella con su hermano retardado que, al restringir Las fantasías. Se indagará al paciente acerca de sus fantasías
su libertad, le había causado rencor y un retraimiento emo­ y sueños diurnos concientes referentes al matrimonio o al cón­
cional. yuge, y de sus fantasías pretéritas, actuales y permanentes. Es
un tema muy delicado, pues muchas personas son más reacias a
Primera parte de la serie d e recuerdos. Habitualmente, se revelar sus sueños diurnos, imágenes mentales y secretas histo­
parte de los recuerdos más tempranos para luego formarse una rias erógenas, que a informar sobre su comportamiento mani­
idea del individuo en su época preescolar, mediante el conoci­ fiesto (Lowrv y Lowry, 1975), Quien desdeñe la fantasía, ob­
miento de las dificultades infantiles que haya tenido (alimen­ tendrá una historia incompleta. Probablemente, cuanto mayor
tación, control de esfínteres, enfermedades, fobias o compul­ sea la resistencia a revelarla, tanto mayor será su importancia
siones infantiles, chupeteo del pulgar, enuresis). Interesa cono­ para la comprensión del problema central. El examinador que
cer la historia conyugal de sus progenitores para poder actúe con tacto no necesitará preguntar todos los detalles, pero
comprender las identificaciones y repeticiones presentes en el deberá averiguar la naturaleza de la relación existente entre
matrimonio del paciente. La historia familiar adquiere espe­ quienes participan en la fantasía. Esta relación es particular­
cial importancia cuando existe la posibilidad de que uno de los mente esclarecedora para la historia sexual del individuo.
cónyuges padezca una perturbación afectiva primaria.
La historia escolar pone al descubierto las fobias escolares, la La historia clínica. Para evaluar a la persona y formular un
adecuación al estudio, las aptitudes atléticas y las relaciones diagnóstico sólido es preciso disponer de una buena historia clí­
con el grupo de pares, que completan el cuadro extrafamuiar nica. El estrecho nexo entre lo psíquico y lo somático sobresale
del individuo. La prolongación de esta historia hasta el final de un modo especia! en algunos pacientes (Martin, 1957). Hay
del ciclo secundario es sumamente útil, junto con los aspectos que distinguir los problemas psíquicos que conducen a sínto­
adicionales de la masturbación, la menarca, las salidas con mas somáticos, de las condiciones orgánicas que causan sínto­
personas del otro sexo y las experiencias sexuales habidas antes mas psicológicos.
de que la pareja se conociese. Todos estos datos sirven de pre­
parativos para una mejor comprensión de la historia de la rela­ 3. Historia de la relación marital
ción interpersonal.
Es más fácil comprender la historia de la relación interperso­
Los sueños. Durante la recopilación de la primera parte de nal cuando se tienen como trasfondo las historias individuales
la serie de recuerdos, una pregunta sobre ¡os sueños permitirá hasta el comienzo de dicha relación. Se investigan las razones
comprender esa etapa del crecimiento de! individuo. Los que motivaron la elección de la pareja y el contrato matrimo­
sueños recurrentes, durante la infancia y después de ella, son nial; asimismo, se estudian las etapas de! matrimonio, rela­
un aporte más a la comprensión de la estructura dinámica cionándolas con la aparición y evolución de las quejas y los sín­
central del problema. Los tipos comunes de sueños (actuales y tomas de desavenencia conyugal. Esta sección incluye la histo­
pretéritos) representan una pieza más del rompecabezas que ria sexual y las consideraciones acerca del contrato terapéutico.
debemos completar. Además, es probable que los sueños ac­
tuales arrojen luz sobre el problema marital, Algunos son El contrato matrimonial. En el capítulo anterior distin­
increíblemente esclarecedores. Por ejemplo, un hombre depri­ guimos tres clases de contrato: conciente expresado, conciente
mido que comienza a tener pensamientos suicidas obsesivos, no expresado y no conciente. A esta altura de la entrevista, el
sueña que su esposa y sus dos hijos se han caído por la borda de material recogido ya habrá revelado muchos de los aspectos in­
su yate, y que él trata, desesperada pero inútilmente, de asirlos concientes del contrato matrimonial. La formulación de
antes de que se ahoguen; su historia indica que los síntomas nuevas preguntas sobre el contrato aclarará las zonas concien­
aparecieron dos meses atrás, cuando había trascurrido otro tes de avenencia y desavenencia y permitirá ía reconstrucción
tanto desde su casamiento con una viuda que tenía dos hijos. de las inconcientes.
Los sueños de la noche que precede a la entrevista pueden Convendría mencionar aquí que. a medida que evalúa el
explicar el problema conyugal, igual que el ejemplo citado, pe­ contrato matrimonial que cada cónyuge fue capaz de estable­
ro también pueden referirse a aquella y proporcionar un im­ cer y cumplir, el terapeuta empieza a evaluar el tipo de contra­
portante insight sobre la trasferencia que tuvo lugar antes del tra­ to terapéutico que cada esposo concertará probablemente con
tamiento. él. Dejaremos este punto para más adelante.

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En el capítulo 3, al hablar de la derivación de los valores se­
Tampoco podemos pasar por alto la ausencia de un contrato xuales normales en el matrimonio, presentamos ejemplos de
conciente, detectada durante la exploración del contrato material clínico sonsacado de entrevistas de diagnóstico, con­
matrimonial. Hay parejas que se casan sin haber discutido en cerniente a la relación sexual y la intimidad física y emocional.
absoluto las expectativas individuales o mutuas. El descubri­ Su consulta facilitará la recopilación de datos para el sistema
miento de esta falta de contrato permite comprender qué tipo de diagnóstico basado en los valores «normales», que expongo
de individuos participan en la relación > cómo ha evolucionado más adelante (pág. 78).
su desavenencia conyugal. Cuanto menor sea la presencia de El terapeuta de pareja debe adquirir una gran pericia en la
un contrato conciente en el contrato prematrimonial o pos- recopilación de la historia sexual. A veces, los problemas se­
¡natrimoniul, tanto mayor será la influencia de los (actores xuales ocultan problemas individuales y maritales subyacentes,
contractuales inconcientes y de los vínculos matrimoniales de La historia sexual es un instrumento importante para detec­
los progenitores. tarlos, comprenderlos y determinar si deberán rectificarse co-.
El interrogatorio sobre el tema se guiará por ios indicios que mo condición previa para cualquier cambio en los problemas
den los mismos cónyuges y estará condicionado por el tiempo sexuales, o si un tratamiento centrado principalmente en estos
disponible. En general, las siguientes preguntas coadyuvarán (terapia sexual) dará resultado y ayudará a aliviar los proble­
al entendimiento establecido en el trascurso de la sesión: mas individuales o maritales.
No entraré en detalles, porque actualmente disponemos de
a. ¿Qué cualidades o características tuvieron máxima impor­ varias obras sobre la evaluación de la función sexual. El ma­
tancia para usted en su elección de pareja, y por qué? nual publicado por el Grupo para el Adelanto de la Psiquiatría
b. ¿Continúan siendo tan importantes? (Group for tiie Advancement of Psychiatry, 1973) es una guía
c. ¿Hay otras que hayan adquirido importancia para usted, excelente; incluye planes generales detallados para el interro­
desde su casamiento? gatorio de los [íacientes y la evaluación de la actividad sexual,
d. ¿Qué experiencias vividas por usted influyeron en la de­ además de una muy buena lista de lecturas adicionales.
terminación de los atributos que preferiría hallar en su pareja? Por supuesto, interesa contar con una buena historia clínica,
¿Las experiencias vividas desde entonces han alterado sus pre­ a fin de investigar las causas físicas de la disfunción sexual
ferencias? (Kaplan, 1974). Al recopilarla, hay que cerciorarse de que el
e. ¿Las preferencias o expectativas les parecieron razonables material no aparezca enturbiado por la presencia de una dis­
a ambos, antes del matrimonio? ¿Les parecen razonables aho­ función sexual provocada por los efectos colaterales de ciertas
ra? drogas; Story ha publicado una amplia lista de tales drogas y
j. ¿Quiere cambiar algún valor, actitud o sentimiento con­ sus efectos (Story, 1974).
cerniente a las cualidades que esperaba hallar en su cónyuge? Los tres elementos más importantes en la recopilación de
¿Quiere cambiar las expectativas que su cónyuge ha puesto en una historia sexual son: 1) el terapeuta debe tratar el tema con
usted? ¿Desea modificar alguna de las expectativas que su cón­ comodidad; 2) debe saber qué está buscando; 3) debe ser meti­
yuge ha puesto en sí mismo? culoso en ei interrogatorio y a la vez creativo, para poder sacar
a luz los hechos, Si no desentierra el verdadero problema, no
Las respuestas a este tipo de preguntas no sólo ayudan a sabrá qué tratamiento prescribir, o bien tratará un problema
diagnosticar inarmonla marital: también sirven de guía para falso. No obstante, las consideraciones éticas que rigen la
determinar la terapia subsiguiente. terapia sexual (Lowry y Lovvry, 1975) son válidas igualmente
para esta recolección de datos. A medida que el terapeuta vaya
La bufona sexual. El terapeuta ya habrá descubierto adquiriendo soltura en el terna y una mayor pericia en la reco­
muchos aspectos de ella sin formular ningún interrogatorio in­ lección de datos, podrá formular las preguntas necesarias con
tensivo al respecto. Sin embargo, lo más probable es que la ma­ objetividad y comprensión. Y sus preguntas, al par de producir
yoría de las parejas evite el tema o distorsione los hechos. Lo una información tácticamente útil, ayudarán a que él paciente
mismo sucede con muchos entrevistadores, quienes deben su­ lo considere una persona experta y digna de confianza.
perar sus propias actitudes acerca del sexo, antes de poder utili-.
zar la entrevista como medio para evaluar las funciones y acti­ El ciclo vital del m atrim onio. C om o se afirma en un artículo
tudes sexuales de los pacientes y la forma en que contribuyen a reciente (Berman y Lief, 1975), el desarrollo individual y ei
la inarmonía marital.

73
conyugal están inexorablemente entrelazados. Lo expresado en Sexta etapa (43-59 años): La tarea es resolver ios conflictos y
los capítulos anteriores sobre la derivación de los valores nor­ estabilizar e! matrimonio para enfrentar «el gran trecho»; el
males del matrimonio se basa en las teorías sobre el desarrollo conflicto radica en que c! crecimiento emocional de lo.s cónyu­
psicosocial de Erikson (1968). Berman y Lief intentan rela­ ges no tiene igual ritmo ni dirección; las preocupaciones sobre
cionar el ciclo vital del matrimonio con las tareas y etapas evo­ la pérdida dé la juventud pueden conducir a la depresión y/o al
lutivas individuales, tal como las presentan los trabajos recien­ acting out.
tes sobre el desarrollo adulto, basados a su vez en las teorías de Séptima etapa (60 años en adelante): La tarea es apoyarse y
Erikson. Esta posición brinda una visión más amplia del ayudarse uno ai otro en la lucha por la productividad v la rea­
complicado material, teñido de aspectos emocionales, que lización, frente a las amenazas de la vejez.
emana de la inarmonía conyugal. Berman y Lief destacan que
es decisivo tomar conciencia de las etapas críticas en el ciclo vi­ Esta descripción se refiere principalmente a aquellas perso­
tal del individuo. Durante la recolección de datos, el terapeuta nas que se casan a las veintitantos años; no obstante, hasta cier­
de pareja debe saber que algunas cuestiones, al parecer pura­ to punto describe las etapas por las que atraviesan todos los
mente individuales o interpersonales, son a menudo el resulta­ matrimonios.
do de una complicada interacción entre las crisis individuales y
maritales. El contrato terapéutico. El trabajo con los cónyuges v sus
La recopilación de datos sobre las etapas de desarrollo mari­ contratos matrimoniales brinda la oportunidad de obtener in-
tales sirve para comprobar si la tarea marital correspondiente a sights con respecto al establecimiento de un contrato terapéuti­
una determinada etapa de desarrollo ha sido llevada a cabo co viable, no tan fácil de reconocer o alcanzar en la terapia in­
con éxito o si, por el contrario, ha originado conflictos (inclu­ dividual. Como no he visto mencionar este punto en ninguna
yendo la identificación de estos). Berman y Lief dividen el ciclo obra especializada, y como el proceso comienza durante las
marital en siete etapas, por grupos etarios: entrevistas iniciales de diagnóstico, presentaré aquí mis pro­
pias investigaciones. El establecimiento, elaboración y reeía-
Primera etapa (18-21 años): La tarea marital es pasar de la boración del contrato terapéutico sólo se efectúa una vez ter­
familia de origen a un nuevo compromiso personal; el conflicto minada la entrevista de diagnóstico, cuando ya se ha tomado
marital radica en la pugna de los cónyuges entre los lazos que una decisión sobre el tratamiento a aplicar y su duración.
los atan a sus familias de origen y su adaptación. Ya hemos visto que el contrato matrimonial tiene una parte
Segunda etapa (22-28 años): La tarea consiste en contraer un conciente (expresada o no) y otra inconciente. Las observa­
compromiso marital provisional; el conflicto radica en la in­ ciones indican que los pacientes tienden a establecer, para la
certidumbre acerca de la elección de pareja y la tensión causa­ relación íntima de terapia, el mismo tipo de contrato que es­
da por la llegada de los hijos. tablecieron para la relación marital. Explicaré este fenómeno
Tercera etapa (29-31 años): La tarea reside en afrontar una utilizando como ejemplo el mismo caso que presenté en el capí­
crisis del compromiso contraído y habérselas con un sentimien­ tulo 4.
to de desasosiego; conflictos: se agudizan profundamente las Como advertí allí, cada cónyuge había establecido a con­
dudas en torno a la elección de pareja; asimismo, los índices de ciencia un contrato deshonesto con el otro. Ella había llevado a
crecimiento de ¡os cónyuges pueden divergir, si uno de ellos no su novio al matrimonio mediante manipulaciones, corno solu­
ha superado con éxito la segunda etapa a causa de sus obliga­ ción para sus propios problemas, con la intención de cambiarlo
ciones, una vez que se hubieran casado. El se casó para que ella le so­
Cuarta etapa (32-39 años): La tarea marital es la productivi­ lucionara sus propias ineptitudes sociales en tanto él se dedica­
dad: hijos, trabajo, amigos, casamiento de los hijos; el conflic­ ba a la prosecución de su objetivo: amasar una riqueza cuvo
to estriba en que marido y mujer adoptan modos diferentes y monto no le revelaría a su esposa. Eí contrato inconciente de la
antagónicos de lograr dicha productividad. esposa especificaba que sería amada por lo que era, hiciera lo
Quinta etapa (40-42 años): La tarea consiste en una recapi­ que hiciese, igual que un bebé, y que sus incesantes demandas
tulación: se evalúan los éxitos y los fracasos, y se buscan nuevas nunca provocarían resentimiento. El contrato inconciente del
metas; el conflicto está en que cada esposo percibe el «éxito» de marido establecía que sería apreciado por lo que quisiese dar, y
una manera distinta, con la consiguiente pugna entre el éxito que lo dejarían en libertad de hacer lo que se le antojase.
individual y la permanencia en el matrimonio, Parece evidenteque estos contratos involucraban reacciones

74 75
trasferenciales. Hila se identificaba con una nimia irrespon­
sable y esperaba que su marido desempeñara el rol de una de un contrato de terapia viable, sumado a nuevos y reiterados
buena madre (esta era su trasferenciu). Id1 se identificaba con esclarecimientos en el trascurso de la cura, sirve de gran ayu­
su ailigidu y paciente pariré, que había dedicado su vida a sus da a aquellos pacientes que suelen sentirse confundidos duran­
negocios y a hacer lo que él quería, aunque para ello tuviera te la terapia, ignoran qué se espera de ellos y, por supuesto, no
que ment ¡r y negar los ofendidos sentinlientos de su esposa y las expresan ni aprobación ni desaprobación con respecto al trata­
amargas inveeliva.s que ella le lanzaba. MI paciente veía en su miento.
esposa a la madre Iría, criticona y desamorada, que había co­ Si el terapeuta aclara constantemente el contrato terapéuti­
nocido en su iniancia. Mas identificaciones y trasferencias fi­ co y logra establecer un contrato viable con la pareja, este les
jas determinaban la rigidez de esc contrato matrimonial nada servirá de excelente modelo a ios cónyuges para la elaboración de
viable. un buen contrato matrimonial.
En la situación terapéutica anterior a mi intervención, cada Importa subrayar, asimismo, que el contrato terapéutico
uno había establecido un contrato análogo a su contrato matri­ incluye para el terapeuta un aspecto conciente y otro incon­
monial. La esposa retuvo concientemente una información que ciente. Se espera que su contrato conciente sea honesto, aun­
hubiera esclarecido sus problemas. Ella no estaba bajo trata­ que no siempre lo es. Su contrato inconciente incluye sus rela­
miento para cambiar, sino para seducirme y hacerme admitir ciones contratrasferenciaies. En un trabajo sobre la contra-
que ella se encontraba «bien»; de este modo, gallaría un aliado trasferencía en la psicoterapia de pareja, declaramos que
en su tenaz esfuerzo por cambiar a su marido y amoldarlo a sus constituía el factor decisivo en el tratamiento de los problemas
propias necesidades. Su contrato terapéutico inconciente invo­ maritales (Bird y Martin, 1956). Aunque ya no pensamos lo
lucraba sus medidas trasferenciales fijas, que eran las mismas mismo, es indudable que la contratrasfereneia desempeña un
que describimos al hablar de su contrato matrimonial: una re­ papel importante.
lación hija-madre buena. Esperaba que el terapeuta se enamo­ En esta parte de la entrevista de diagnóstico, préstamos
rara de ella, la aceptara como esposa y se convirtiera en la ciase atención al material asociativo inconciente, a fin de compren­
de marido que su actual cónyuge era incapaz de ser. der los fenómenos trasferenciales y contratrasferenciaies. Como
El esposo también fue concientemente deshonesto en la si­ acabamos de describir, utilizamos el material del contrato
tuación terapéutica: retuvo información, dijo mentiras (que matrimonial para comprender la trasferencia, y escuchamos
sólo salieron a la luz en sesiones conjuntas) y luchó por seguir las declaraciones que se hagan durante la sesión en busca de in­
actuando a su antojo mientras fingía lo contrario para que su dicadores de la forma en cjue evolucionará aquella y de las acti­
esposa no perdiera el control. Inicialmente, trasfirió en mí a su tudes (cónchenles e inconcientes) de los pacientes hacia no­
propia madre, pero no bien comprendió que yo permanecía sotros.
neutral, se produjo una trasferencia subyacente del padre; yo Estos indicadores nos posibilitan comprender la motivación pre­
era en ella un aliado que comprendería sus negocios y le ense­ sente de los pacientes. El terapeuta puede percibir, en su
ñaría cómo alcanzar sus metas financieras. A veces, gracias a la interior, sentimientos excepcionalmente fuertes; entonces usa­
nueva comprensión de las relaciones ¡nterpersonales, estos indi­ rá esta reacción como un indicador de las motivaciones del pa­
viduos logran un mayor éxito en sus negocios; para ellos, la te­ ciente que la han provocado. Además, cuando trata a personas
rapia es una especulación comercial, por cuvo intermedio ob­ casadas, sus propias reacciones frente a determinada peculiari­
tienen elevadas ganancias en sus inversiones. Esto hace que se dad de un paciente pueden ayudarle a entender la reacción si­
resistan a cambiar sus estructuras de personalidad a fin de re­ milar que ese mismo rasgo provocó en el cónyuge.
solver el estancamiento marital.
El conocimiento del contrato matrimonial y los contratos
terapéuticos (cónchente e inconciente) permite interpretar B. D ia g n ó s tic o
aquellos que resultan ineficaces y reelaborar unos contratos te­
rapéuticos viables. En el tipo de derivaciones descrito en el ca­ Las entrevistas iniciales de diagnóstico pueden ocupar varias
pítulo 1, no es raro descubrir que no se ha establecido ningún sesiones, individuales y conjuntas. En su trascurso, el tera­
contrato terapéutico viable; tal descubrimiento se hace al ob­ peuta va formulando sus diagnósticos. Puede hacerlo de tres
servar que muchas personas van al consultorio «para» tratarse, maneras distintas: 1) por el tipo de personalidad y la categoría
pero no están «en» tratamiento. El esclarecimiento temprano psiquiátrica de cada cónyuge; 2) conforme a los tipos de matri­
monio presentados en el capítulo 2; 3) de acuerdo con el si-
Dr, Martin: Háblenme del problema conyuga! que ios ha
guíente plan de diagnóstico, elaborado a partir de la deriva­ traído aquí.
Jack: ¿Querrías empezar túP
ción de los valores normales del matrimonio:
Jane: Anda, hazlo tú, Jack. [Jane se muestra cautelosa; pone
Sistema de diagnóstico de la inarmonía conyugal por delante a jack, en tanto decide cuál es el enfoque más se­
basado en los valores «normales» guro.)
Jack: El hecho de que ella me abandonara precipitó todo el
Durante ¡as entrevistas iniciales, el terapeuta evalúa las siguientes capacida­ problema, pero creo oue sus raíces son mucho más profundas,
des y, según estas, formula un diagnóstico y un plan de terapia tentativos. que se nos han planteado algunos conflictos acerca de cuáles
deberían ser los fines y las metas de nuestro matrimonio y la
£n cada cónyuge, considerado individualm ente: forma en que tratamos de alcanzarlos. Tenemos ideas sobre
cómo debería ser la otra persona y qué papel deberían [,?ic]
1. Capacidad de independencia (de estar solo y valerse por sí mismo).
2. Capacidad de apoyar ai otro cónyuge. desempeñar, y las cosas no parecen salir tal como las pla­
3. Capacidad de aceptar el apoyo del otro cónyuge. neamos.,. al menos, así parece. [Jack es el pensador lógico en este
4. Capacidad para el apetito carnal (acto sexual). matrimonio.]
5. Capacidad sensual (intimidad física). Dr. Martin: ¿Podría explayarse sobre eso?.
6. Capacidad de amar (intimidad emocional).
Jack: Bueno, cada uno de nosotros tendrá que hacerlo para
el otro, pero.., bueno, parece que yo no satisfago las expectati­
El contrato m atrim onial: vas de Jane como marido, como sostén del hogar... y creo que
1. Contrato conciente: tampoco como amante. Esto la ha enajenado. En mi opinión, aquí
ha}’ una cuestión de dependencia; yo espero una gran fidelidad de
a. Zonas de avenencia.
b. Zonas de desavenencia. mi esposa y esta expectativa también ha sido socavada. De­
pende de mis defectos. Es muy complejo. [Pronta identifica­
2. Contrato inconciente: ción del tema de las expectativas insatisfechas.]
a. Zonas de avenencia. Dr. Martin: ¿Y qué opina usted de esto, Jane?
b. Zonas de desavenencia. Jane: Bueno, creo que es la primera vez que lo oigo describir
El diagnóstico deriva del tipo de entrevista inicial realizada así nuestros tempranos problemas, y eso es lo que yo siento, y
y se basa en las construcciones teóricas del terapeuta. Por su­ de eso hablamos a veces. En su mayor parte son culpa mía;
puesto, los puntos subrayados durante las entrevistas y las for­ emocionalmente soy realmente inmadura, v uso a personas y
mulaciones variarán en grado considerable. No obstante, sí los oportunidades fuera de nuestro matrimonio para tratar de
terapeutas son competentes, el cuadro esencial para un caso ayudarme a mí misma a compensar todos mis fracasos matri­
dado debe ser el mismo, aunque lo describan con terminologías moniales, y los que considero son defectos de Jack, pero él lo di­
diferentes. jo mejor que yo, porque yo... [Advierto que QJane le cuesta
pensar con claridad; acaba por callar, confundida.]
Dr. Martin: ¿Cuáles son para usted los defectos de Jack?
Jane: Bueno, en realidad son tonterías: su capacidad de ga­
nar dinero, de mantenerme como esposa. Yo no quería compe­
Ejemplo de evaluación marital conjunta tir. Pensaba que si iba a ganarme la vida y a trabajar el día en­
de tipo psicoanalítico tero, más me valía quedarme soltera... usted sabe... v. en rea­
lidad, no me importaba tanto estar casada, si aquello iba a ser
La siguiente entrevista inicial de diagnóstico ejemplifica el corno compartir un techo a partes iguales, en una especie de si­
•plan que acabamos de bosquejar. Para conservar el anonimato tuación de camaradería, en vez de ser un marido amante y su
de las parejas en cuestión, he combinado varias sesiones y lie esposa. Y cuanto más parecía que tendría que desempeñar ese
modificado los hechos, pero tanto el esquema matrimonial co­ tipo de papel, menos deseaba estar casada, así que no me consi­
mo la técnica empleada siguen siendo típicos. He incluido mis deré muy casada que digamos y me fui. [Calla. Es una pareja
observaciones entre corchetes, a fin de ayudar al lector a to­ «marido y esposa amantes»; ha hablado una «esposa enamora­
mar conciencia de la comunicación no verbal a la que yo res­ da».]
pondía, ya que no se desprende del diálogo trascripto.
Di. Martin: ¿Cuánto tiempo llevan de casados? [Comienza
la historia marital.] Dr. Martin: Hábleme un poco de sus primeros años: dónde
Jack: Dos años y medio. nació, de qué tipo de familia proviene, cómo era usted de niña.
Dr. Martin: ¿Cuándo empezaron sus problemas? [Comienza la historia individual, a continuación de la primera
Jack: Bueno... descripción del problema marital.j
Jane: Inmediatamente. Lo dejé a ios tres meses. Jane: Nací en Chicago y era una niña... supongo que era una
Dr. Martin: ¿Qué volvió a reunidos? niña feliz; me gustaba leer. Recuerdo que, de pequeña, mis ac­
Jane: Mi internación. tividades se centraban en un buen libro, más que en ninguna
Dr. Martin: Hábleme de eso. otra cosa. [Posible evitación o falta de relación con sus padres.]
Jane: Según parece, yo no podía manejarme con mi trabajo Dr. Martin: ¿Cuál es su recuerdo más temprano?
v °Vas relaciones y tuve un tipo de reacción en la que no estaba Jane: No lo sé. [Es una respuesta frecuente por cuanto
del todo segura de mis actos. No podía hacer nada y acabé en el muchos individuos nunca han pensado en esto.]
hospital. Empecé a preguntarme qué quería realmente y decidí Dr. Martin: Tómese su tiempo. ¿Cuál es su primer recuer­
que. en realidad, lu que quería era la seguridad de mi esposo. do? ¿La lectura de un libro?
[Más materia! sobre su dificultad para hilar los pensamientos; Jane: Bueno... ejem... tengo una noción de cómo era de pe-
evidente limitación de su capacidad de.independencia.] queñita, por lo que mis padres me contaron. Lo que puedo re­
Dr. Martin: ¿Cuáles fueron los síntomas que.condujeron a su cordar de veras, entre ciertas actividades que se desarrollaban,
hospitalización? creo que eran las visitas a la casa de mi abuela: la excitación de
Jane: En verdad, no lo sé. Me internó mi esposo.* levantarse temprano y viajar hasta su casa. Mi abuela era...
Dr. Martin: ¿Qué recuerda acerca de eso? nosotros pasábamos el verano con ella; ahí aprendí a nadar y a
Jane: Oh... yo era... no recuerdo mucho. Creo que era in­ hacer todas las cosas que no tenían que ver con la escuela; ade­
coherente. El otro día traté de contarle a jack cómo fue más, así escapaba de mis padres. [Más información sobre una
aquello; no fue una experiencia religiosa, sino simplemente temprana dificultad en relación con los padres; importancia de
que no podía hacer frente a lo que pasaba, así que me replegué la abuela, como fuente de placer.]
en mí misma a tal punto que, por fuera era... simplemente, es­ Dr. Martin: ¿A quiénes se refiere al decir «nosotros»?
taba confundida. Jane: A mi hermano y a mí.
Dr. Martin (dirigiéndose a Jack): ¿Qué observó usted? Dr. Martin: ¿El es mayor o menor que usted?
Jack: Bueno... era completamente incoherente; hablaba y Jane: Mi hermano es mayor que yo.
hablaba, en fragmentos entrecortados que parecían tener Dr. Martin: ¿Cuántos años le lleva?
coherencia interna para ella. Estaba muy nerviosa, ¿sabe us­ Jane: Cuatro. El tiene treinta años.
ted?; aparentaba un gran nerviosismo: miraba constantemente Dr. Martin: Bien. Volviendo a estos tempranos recuerdos de
a su alrededor y, en general, no parecía mantener mucho con- la casa de su abuela... ¿cuántos años tenía usted por aquel en­
taetu que digamos con el medio que la rodeaba. Era como si no tonces?
registrara lo que yo le decía. Jane: Bueno, iba allí.,, me llevaron allí cuando tenía unas
Dr. Martin: ¿Cuánto tiempo estuvo internada, Jane? [El te­ dos o tres semanas, pero puedo recordar que a los... oh, a los
rapeuta decide establecer una relación, llamándola por su seis o siete años iba allí en tren, sola con mi hermano. [La sepa­
nombre de pila, j raron pronto de la madre. La abuela era una sustituía de esta.]
Jane: Unas tres semanas y media, creo... Dr. Maríin: ¿Dónde vivía su abuela?
Dr. Martin: ¿Y cuánto hace que la dieron de alta? Jane: En Iowa.
Jane: Dos semanas. Dr. Martin: ¿Y qué era lo que más disfrutaba usted, cuando
Dr. Martin: Muy bien. Así pues, en este instante comenza­ estaba allí?
mos a ayudarla. [Continúa empeñándose por establecer una Jane: Que no había palizas y sí montones de bizcochitos.
relación terapéutica, y trata de especificar el contrato tera­ Dr. Martin: ¿Sus abuelos la querían?
péutico.] Jane: Muchísimo.
Jane: Sí. Dr. Martin: Y usted los quería a ellos...
Jane: Sí.
V C üm .', sin c m b u n 'o , n u u slru n u la ul p k de la ¡¡ai;. Kfi. ¡.V. ¡le lu T. j Dr. Martin: ¿Y qué me dice de las relaciones entre usted y su
hermano? ¿Cómo se llevaban los dos?

80
Jane: Cuando éramos chicos nos llevábamos muy bien, pero Jane: Dieciséis.
luego pasamos por todas las etapas por las que pasan los her­ Dr. Martin: Perfectamente. Ahora dígame, ¿qué tipo de
manos de distinto sexo. personalidad tenía su madre cuando usted era pequeña? [Con­
Dr. Martin; ¿Cuándo empezó eso? tinúa tratando de aclarar la relación madre-hija.]
Jane: Para los dos, empezó no bien pasada la pubertad, Jane: Mi madre provenía de una granja cercana a un pueblo
Dr. Martin: Bien, ¿Así pues, los días de su niñez pasados en pequeño. La vida de la gran ciudad la deslumbró y ella la
la granja fueron días agradables? [Desea completar eí cuadro disfrutaba. Quería escapar de la vida rural y tomó por mal ca­
anterior.] mino; perdió todos sus valores sobre la vida, la benevolencia y
Jane: Sí. lo fueron. los seres humanos, a) tener que... no sé, pero así es como lo
Dr. Martin: Ahora, cuénteme el primer recuerdo que tenga siento... al vivir en la gran ciudad. Creo que, simplemente, ol­
de su madre. Cómo era físicamente, cómo reaccionaba ante us­ vidó cómo amar a la gente.
ted. Dr. Martin: De niña, ¿sintió que su madre no la amaba?
Jane: Tengo verdaderos sentimientos de culpa con relación a Jane: Ella no amaba a mi padre y se desajuitaba con no­
mi madre, de modo que cualquier cosa que dijera se referiría a sotros. los niños.
cosas ocurridas en los últimos cinco años, que me han hecho Dr. Martin: ¿La amaba usted?
cambiar de opinión acerca de ella. Jane: Sí, hasta hace un par de años, cuando me di cuenta de
Dr, Martin; Bien, pero primero trate de recordar las imáge­ lo que me estaba haciendo.
nes más tempranas que tenga de ella. Dr. Martin: ¿Y qué puede decirme de su padre, como perso­
Jane: Creo que la veo con mi padre, antes de que yo naciera. na?
De niña, no puedo... no veo... no puedo imaginármela He ntro Jane: Es muy considerado, bueno, cálido y comprensivo. Lo
modo que no sea como la veo en las fotos. [Una respuesta con­ quiero mucho.
fusa. ¿Le costó comprender la pregunta?] Dr. Martin: ¿En qué trabaja?
Dr. Martin: ¿Qué quiere decir con «antes de que yo Jane: Es contador.
naciera»? Dr. Martin: ¿Y qué ciase de estudiante fue usted?
Jane: Bueno, puedo... de niña, sí, puedo verme a mí misma Jane: Fui una buena estudiante, hasta que empecé a tener
mirando las fotografías de un álbum, tomadas antes de mi na­ problemas de salud... mi salud mental, emocional...
cimiento, durante la guerra, de pie junto a un auto o algo así. Dr. Martin: ¿A qué edad comenzó a tenerlos?
Dr. Martin: ¿Qué aspecto tenían sus padres, en las fotogra­ Jane: Oh. tendría unos veinte años.
fías? Dr. Martin: ¿Cómo era usted en la escuela primaria? ¿Guar­
Jane: Parecían dos hermosos jóvenes. da alguna imagen Je sí misma? [Trata de establecer una se­
Dr. Martin: ¿Puede describirme a su madre? ¿El color de su cuencia cronológica de los hechos.]
pelo, sus ojos... ? [Se sondea la clase de relación que mantenía Jane: Me iba bien. Era una chica como cualquier otra.
con la madre.] Dr. Martin: ¿Se llevaba bien con los otros niños?
Jane: Tiene cabello negro, ojos oscuros y es... es pequeña, Jane: Hum... sí, creo que sí. Tiendo a recordar... .soy tan pe­
tiene muy lindas piernas y, aparentemente, mis padres estaban simista... tiendo a recordar todas las cosas negativas, aquellas
mutuamente enamorados cuando se casaron, así que supongo que a veces fueron negativas. [Relaciones dudosas con el grupo
que ella era feliz por entonces. de pares; intenta evitar el reconocimiento de sus dificultades en
Dr. Martin: ¿Hasta cuándo? este terreno.]
Jane: ¿Cómo? Dr. Martin: ¿Por ejemplo...? ¿Qué cosas recuerda?
Dr. Martin: Usted ha dicho «cuando se casaron»... Jane: Oh, no sé... Los sentimientos de soledad que, según
Jane: Oh.., Heñían constantemente, pero continuaron jun­ creo, tienen los niños.
tos todos esos anos porque tenían tres hijos y mí padre no cree Dr. Martin: ¿A qué coíegío secundario concurrió? [Una vez
en el divorcio; supongo que mi madre creía más en él [Favore­ percibido el tono de los sentimientos experimentados en la es­
ce al padre. ] cuela primaria, procura avanzar más en la entrevista.]
Dr. Martin: ¿Qué edad tiene su otro hermano?* Jane: A un colegio público de Chicago.
lin el nritíiniil. ••Ihr nlhcr rhitd» («el nlro niño» n «ni fui». ¡miisl ¡ntumento). Dr. Martin: ¿Y qué clase de estudiante fue allí?
/ jV . d r la T .] Jane: Una estudiante tormentosa. A veces obtenía califica-

yo
Dr. Martin: Hábleme de ellos.
cienes verdaderamente buenas, en todas las materias, y otras Jane: Me sentí verdaderamente feliz al alejarme [de la es­
no. Pero egresé con un promedio bastante bueno. Fui u-na cuela secundaria], porque pude comenzar todo de nuevo y co­
buena estudiante. Bastante buena. [Nuevo ejemplo de su difi­ nocí algunas personas realmente maravillosas.
cultad para pensar con claridad.] Dr. Martin: ¿Dónde?
Dr. Martin: ¿Qué promedio obtuvo? Jane: En la Universidad de Illinois. Allí cursé mi carrera.
Jane: Oh, tres y pico. B y A , o lo que sea,.. * Dr. Martin: ¿Se graduó allí?
Dr. Martin: ¿A qué edad empezó a memtruar? [Dato impor­ Jane: Sí.
tante para la anamnesis de la pubertad y adolescencia.] Dr. Martin: ¿Y cuál fue su puntaje?
Jane: Probablemente, a los trece años. Jane: Bueno, fue bastante bajo al final. Obtuve un promedio
Dr. Martin: ¿Recuerda ese momento? de B casi todo el tiempo, hasta que mis padres comenzaron a
Jane: Oh, no, porque a todas les pasaba lo mismo por esa tramitar su divorcio. Entonces empezaron a echarme de casa
época. cada vez que iba y a hacerme otras cosas por el estilo, que me
Dr. Aíuríin: De modo que no recuerda cómo lo tomó. ¿Lo perturbaron; no me di cuenta de hasta qué punto me perturba­
tomó bien, como algo natural? ba aquello. Debería haber buscado ayuda entonces, pero no lo
Jane: Sí, creo que el sistema escolar al que pertenecía mi co­ hice y mis puntajes bajaron en seguida. No sé... no me fue tan
legio nos había educado bastante bien, para que aceptáramos bien como antes.
esas cosas; mejor que desde el punto de vista familiar. La es­ Dr. Martin: ¿Salía mucho?
cuela, las niñas exploradoras, y todo eso. Jane: Sí. Tenía muchos jóvenes con quienes salir.
Dr. Martin: ¿A qué edad empezó a salir con muchachos? Dr. Martin: ¿Qué religión profesa? [Averigua los datos fal­
Jane: A los quince años. lantes para completar la historia.]
Dr. Martin: ¿Y qué tal le fue? Jane: ¿Yo? Ninguna.
Jane: Me fue muy bien. [Se muestra evasiva.] Dr. Martin: ¿En qué religión la educaron?
Dr. Martin: ¿Tuvo bastantes citas? Jane: En el protestantismo, pero me convertí al catolicismo
Jane: En ese entonces me pareció que no. No salía con la cla­ cuando salía con un compañero de la universidad.
se de personas que yo quería. [Evidentes dificultades premari­ Dr. Martin: ¿Podemos pasar a la historia de sus relaciones
tales, desde la niñez en adelante.] sexuales?
Dr. Martin: ¿Se enamoró usted, cuando era estudiante secun­ Jane: ¿Tengo que hablar de eso ahora?
daria? Dr. Martin: No. Sí lo desea, podemos esperar hasta la próxi­
Jane: Sí. ma sesión, en que la veré a solas. ¿Puede hablarme de su pri­
Dr. Martin: ¿De un muchacho en particular, o de más de mer encuentro con Jack?
uno? Jane: Fue realmente agradable. Lo conocí en una fiesta y
Jane: Creo que, más que nada, él fue un sustituto de rrri yo... nosotros nos enamoramos. Cuando lo vi por primera vez,
padre. Por supuesto, había sido desterrada del ambiente estu­ ele veras sentí que lo amaba y fui feliz. Me sentí verdaderamen­
diantil, por así decir, por un tipo que cortó todas mis vincula­ te agradecida de que por fin, alguien se casara conmigo. Sentía
ciones con el grupo de pares de la secundaria, y empecé a salir que... que quería casarme, y eso es todo. [¿Se casó con él por­
con alguien... creo que tenía veintiún años y, por supuesto, no que lo amaba, o porque quería casarse y él era el único que la
era un estudiante. Y empecé a haraganear con un grupo de chi­ aceptaba por esposa?]
cas que no pertenecían al ambiente del colegio secundario. Así Dr. Martin: ¿Cuánto duró su noviazgo?
pues, no fue como salir con un muchacho a ver un partido de Jack: Cuatro o cinco meses.
fútbol. [Es reacia a asumir la responsabilidad por esta nueva Jane: Dos meses.
dificultad con su grupo de [¡ares.] Jack: No, fueron cuatro.
Dr. Martín: ¿Cursó estudios universitarios? [Lleva adelante jan e: ¿Cuatro?
la historia longitudinal.] Jack: Ajá.
Jane: Sí. Jane: Oh sí, está bien, querido. Tienes razón. [Manifiesta su
actual necesidad de complacerlo.]
Dr. Martin: ¿Tuvieron relaciones prematrimoniales?
En muchos colegios de Estados Unidos, ei puntaje máximo es 5: A y tí
equivalen a «sobresaliente» y «muy bueno», respectivamente. ¡N. de tu T .j

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84
Jane: Sí. portante no era viajar en tren, sino ir de un hogar desdichado
Dr. Martin: ¿Fueron satisfactorias? al hogar de la abuela.]
Jane: Sí... creo que sí. (Mira a Jack.) Dr. Martin: ¿Qué recuerdo tiene de sus padres? ¿Cuál era su
Jack: Habla por ti misma. aspecto y qué clase de personas eran por ese entonces?
Jane: Sí, lo fueron; no conocía ninguna mejor. [Con lo cual Jack: Oh, eran un matrimonio de clase media. Se amaban
significa que no fueron satisfactorias.] mucho y aún siguen amándose. En ¡o que a mí concierne, eran
Dr. Martin: ¿Y qué descubrió cuando conoció otras mejores? lo mejor del mundo.
Jane: Oh, dije algo sugestivo... En realidad no lo sé, porque Dr. Martin: Descríbame su aspecto físico.
en estos momentos no siento absolutamente nada con respecto Jack: Mi padre es bajo y corpulento; ambos son personas ma­
al sexo; creo que todo ese tema fue el que me metió en líos y tu­ yores. Ya no eran jovencitos cuando nos tuvieron, así que, a
ve experiencias verdaderamente tórridas, sórdidas.* Ahora debo
medida que fui creciendo, sólo los conocí como personas de
dar marcha atrás, poner en orden mis valores y cambiar mi edad mediana. Parecían amarse mucho el uno al otro; usted sa­
personalidad, para no volver a caer en este tipo de problema. be: orgullo, integridad y cualquier otro valor que uno querría
[Se refiere a las experiencias vividas entre e! momento en que trasmitirle a un niño.
abandonó a jack y aquel en que, bailándose internada, ie pidió
Dr. Martin: ¿Y cómo lo trataban?
que viniase en su ayuda.]**
Jack: Bastante bien. [?]
Dr. Martin: No ía comprendo bien. ¿Reordenar sus valores
Dr. Martin: ¿Los dos lo trataban igual?
en qué sentido? Jack: Sí. No tengo hermanos menores, pero sí un hermano
Jane: En el sentido de ver el sexo... No sé, dejar de pensar
que mi matrimonio era algo especial, para considerar que el mayor. Ellos nos querían mucho y, de paso, le diré que no ha­
matrimonio es algo de lo que una debe ocuparse y que todo lo bía demasiada rivalidad entre mi hermano y yo. Recuerdo ha­
demás se ordenará por sí solo... quiero decir, ocurrirá a su de­ ber recibido palizas cuando Jas merecía sin duda alguna; el cas­
bido tiempo. [¿Se refiere a'abandonar las relaciones sexuales tigo físico se reservaba para lo que fuese una verdadera y clara
«tórridas» por la seguridad del matrimonio con jack? ¿Al provocación. [Su negativa a reconocer la rivalidad con su her­
mano, ¿es una afirmación de sí? ¿Está minimizando ei castigo
hecho de que la relación sexual con su marido marchará bien a
que recibió y e! efecto que le causó?]
su debido tiempo?]
Dr. Martin: Jack, ¿podría ayudarme y hablarme de usted? Dr. Martin: En ese su primer recuerdo, ¿su hermano viajaba
¿Cuál es su recuerdo más temprano? [Cambio de tema en la en el tren, con la familia?
entrevista de diagnóstico: pasa a ocuparse de la vida premari- Jack: Supongo que sí, pero lo que más recuerdo es el tren.
taí de Jack.] [Gran importancia atribuida al poder.]
Jack: Mi primer recuerdo es un viaje en el tren eléctrico para Dr. Martin: ¿Cómo se ve a usted mismo, de niño?
hacer las compras de Navidad. Jack: Bueno, creo que pasaba bastante tiempo solo. Me gus­
Dr. Martin: ¿Cuántos años tenía? taba mucho estar solo y este placer rara vez se convertía en un
sentimiento de soledad, porque tenía amigos cuando lo desea­
Ja c k : Dos y medio.
Dr. Martin: ¿Con quiénes viajaba? ba. De niño leía mucho, como Jane, coleccionaba objetos v
Jack: Con mis padres y, según creo, con uno o dos tíos o tías, realizaba muchas otras actividades. [Utiliza frecuentemente el
Dr. Martin: ¿Es un recuerdo muy grato? mecanismo de ía desmentida, en este caso referida a la
soledad,]
Jack: Oh, sí. Creo que me sorprendí al enterarme de que el
primer recuerdo de jane se refería a los trenes; supongo que de­ Dr. Martín: ¿En qué se diferenciaba de su hermano?
ben impresionar mucho a los niños, por su fuerza y su gran ta­ Jack: Bueno, en. sexto grado no me fue bien; me enviaron a
maño. [No advierte que, en el primer recuerdo de Jane, lo im- una escuela católica y, como tampoco me fue bien allí, mis
padres me enviaron, como a prueba, a una escuela especial de
la que habían oído hablar.
’ «Torricl. sordtd»: puede inlerprelarse que la paciente dijo la primera pa­ Dr. Martin: ¿Y cómo salió en la prueba?
labra por un desliz, queriendo decir la segunda. ¡S'. de la T.j Jack: Salí bien. Se necesitaban 130 puntos para entrar allí.
’ * Anteriormente (pág. 80). Jane había sostenido que fue su esposo c! que la De todos modos, pasé los tres años siguientes en esa escuela, pe­
internó. Más adelante (pág. 95) se verá que tam bién residí;) confuso c) período ro eso no causó ninguna rivalidad entre mi hermano y vo. Mi
durante el cual estuvo hospitalizada. [N. de la T ./
hermano acababa de ingresar en el secundario, y no habría te­

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nido nada de irrazonable que se enojara por mi rendimiento y Dr. Martin: ¿Recuerda algún sueño de la infancia?
porque me mimaban, me enviaban a escuelas especiales, etc., Jack: Ninguno que haya persistido a través de los años. Ima­
pero creo que nos llevamos bastante bien, Acabé por ir al mis­ gino que algunas cosas me parecieron verdaderamente impor­
mo colegio secundario que él, y a él le hizo muy bien acogerme tantes por entonces, pero no hubo nada...
bajo sus alas y hacerse el «hermano mayor>. conmigo, [Aparen­ Dr. Martin: ¿Pesadillas?
te necesidad de desmentir la rivalidad con su hermano.] Jack: No.
Dr. Martin: ¿Qué puntaje obtuvo en el colegio secundario? Dr. Martin: jane, ¿recuerda usted algunos sueños infantiles?
Jack: Un puntaje bastante alto, Aplicaban un sistema de ¿Algunos recurrentes? [El propósito es reincorporarla al flujo
porcentaje, y diría que obtuve un 95%. de material.]
Dr, Martin: ¿Cómo le fue socialmente? Jane: A decir verdad, sólo puedo recordar un sueño, En él,
Jack: Bastante bien. me levanto y debo vestirme para ir a alguna parte. Mis herma­
Dr. Martin: ¿Participó en actividades deportivas? nas y yo solíamos compartir la ropa, porque teníamos aproxi­
Jack: No; no en el secundario, madamente las mismas medidas. Yo solía soñar que me dirigía
Dr. Martin: ¿Luego fue a Illinois? al armario, a fin de tomar prestadas las ropas de mi hermana
Jack: Sí. menor y vestirme con ellas para salir. Anoche volví a soñarlo.
Dr. Mártir:: Hábleme de las experiencias que tuvo allí. [¿Problema de identidad?]
Jack: Bueno, no tenía una preparación óptima para ingresar Dr. Martin: ¿Conque toma prestada la ropa de su hermana
en una gran «multiversidad», enorme y mundana, por lo que menor?
pronto sentí bastante socavadas todas las tendencias agnósticas Jane: Sí. Ella mide igual que yo, pero es más joven,
v racionalistas, por así decir, que había desarrollado en el se­ Dr. Martin: ¿Las dos usan el mismo estilo de ropa? [Explora
cundario. Pero me fue bien y obtuve buenas calificaciones. Es­ su falta de sentido de identidad.]
tuve tres años en el cuadro de honor, hasta que me casé y me Jane: Sí, lo hacíamos, pero ya no vestimos exactamente de la
fue bastante bien. En las relaciones; sociales, más o menos. misma manera, porque me estoy poniendo vieja. Ella tiene
Dr. Martin: ¿Ha tenido algún sueño recurrente? ¿Un sueño mucha ropa; es muy elegante. Es como si yo hubiese cambiado
que reapareciera una y otra vez a lo largo ce su vida? [Comple- mi personalidad y quisiera volver a cambiarla, supongo que
tamiento de datos sobre el material inconciente.] para parecer más joven. [¿Preferiría ser su hermana?]
Jack: Sí, pe'O no fue un sueño recurrente, sino una especie Dr. Martin: ¿Recuerda alguna pesadilla de la infancia?
de sueño progresivo que, con el tiempo, se hizo cada vez más Jane: No.
interesante. Cuando asistía a la universidad, solía soñar una y Dr. Martin: Entonces volvamos a usted, Jack. ¿Cuándo em­
otra vez que me enviaban de vuelta al colegio secundario, por­ pezó a salir con chicas? [Se procede al completamiento de su
que no había cumplido ciertos requisitos. Repentinamente, me historia. ]
encontraba en la misma aula y con los mismos compañeros que Jack: Es difícil decirlo. En el colegio secundario había acti­
había tenido en el secundario, salvo que ellos tenían la misma vidades sociales, pero cuando se proviene de una comunidad
edad de entonces en tanto que yo era mayor. Yo estaba harto suburbana y nunca se ha ido a un colegio perteneciente a un
de permanecer allí y no lograba comprender el porqué. Gra­ sistema escolar, uno es bastante torpe hasta que obtiene su re­
dualmente, el sueño comenzó a tomar otros tonos. Empecé a gistro de conductor... Así pues, se confraternizaba en torno al
cambiar la situación, de manera que a veces estaba allí como colegio, nos sentábamos juntos en las clases, etc., pero si su pre­
profesor, pero, aun así, ese no era mi lugar; tal vez, antes de gunta se refiere a salidas nocturnas, la respuesta es nones.
eso, sentí que había vuelto allí y, de algún modo, me sentí de­ [Muchas palabras para decir «no».]
subicado. Ellos solían decir; «Te queremos aquí de vuelta para Dr. Martin: ¿Estuvo enamorado alguna vez, antes de cono­
una verificación» y nada más. Usted sabe... Pero, poco a poco, cer a Jane?
le hice frente a este sueño, dentro de su propio contexto, y al Jack: Retrospectivamente, no. [Una respuesta común.]
cabo de un tiempo... bueno, no he vuelto a tenerlo últimamen­ Dr. Martin: No, me refiero a lo que sintió en esa época.
te. Me pareció una forma muy interesante de habérselas con un Jack: No, no lo creo. Uno dice simplemente que de veras le
sueño recurrente. [¿Indica la persistencia del yo y una bús­ gustaría salir con Fulana, que está loco por Mengana y otras
queda de capacidad y dominio para resolver o reprimir los cosas por el estilo. En verdad, no podría decirlo, especialmente
problemas?] en forma retrospectiva.

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Dr. Martin: ¿Nunca tuvo una aventura amorosa, antes de Jane: El pesaba 64 kilos y yo unos 65. Después rebajé mucho
conocer a Jane? y recuperé el peso deseado.
Jack: ¿Qué es una aventura amorosa? J a c k : Y yo empecé a comer buena comida casera, en vez de
Dr. Martin: Mantener relaciones sexuales, con una invo- la que me preparaba yo, con lo cual a los dos nos fue así (coloca
lucración muy íntima. horizontales las manos y sube una a! par que baja ¡a otra).
Jack: Sí. Dr. Martin: ¿Que tenía jack nne la llevó a enamorarse? .•
Dr. Martin: La tuvo. Ahora hábleme de Jane: cuándo la co­ Jane: Me pareció una persona muy comprensiva. El parecía
noció, qué le pareció. [El terapeuta se propone ahondar en el saber cómo tratarme para que yo pudiera ser yo misma, en vez
tema de la aventura amorosa durante una entrevista a solas de fingir que eso no me importaba. No sé... es algo terrible de
con Jack.] decir, pero él me contó algunas fantasías que habían sucedido
Jack: Bueno, lo primero que llamó mi atención en ella fue en su vida y yo comprendí plenamente lo que me decía.
que era una muchacha con mucha clase. Era muy coneiente y Dr. Martin: ¿Cuáles fueron?
poseía una gran,., ¿cómo diría?... una auténtica apreciación Jane: ¿Cuáles fueron algunas de sus fantasías?
estética de la vida, mucha sensibilidad poética y todo Jo demás. Dr. Martin: ¿Qué le contó él?
Simplemente, me pareció una persona verdaderamente estu­ Ja n e : ¿Qué me contó? Me dijo que a veces se sentía desespe­
penda. rado y tomaba medidas contra sí mismo. Creo que, por enton­
Dr. Martin: ¿Y se enamoró de ella? ces, él estudiaba budismo Zen. ¿No es así, Jack? [Este dato no
Jack: Sí. habría salido a relucir, si ella no lo hubiera mencionado.]
Dr. Martin: Esta vez, ¿usted supo que estaba enamorado? Jack: Sí, creo que sí.
Jack: Sí. Di el gran paso. Jane: Y yo me interesó un poco, en un sentido filosófico.
Dr. Martin: Y se casó con ella. Simplemente, parecía que él podría comprender... Me parece
Jack: Sí. Además, me pareció muy sexy. que no me estoy expresando muy bien.
Jane: Yo era gorda y tú lo sabes. [Menosprecia su propia Dr. Martin: Va bien. Continúe.
imagen.] Jane: Creo que me pareció que había una empatia, que él
Jack: No eras gorda. (Dirigiéndose a! terapeuta:) Para ella, comprendía igual que yo mis propios sentimientos. Así me sen­
toda persona que no haya estado en Dachau es gorda. A eso lla­ tí. [Una comunión de almas que resultó ser más imaginaria que
ma gordura. real.]
Dr. Martin: ¿Y ahora, piensa ¡o mismo de sí misma? Dr. ¿Martin: Jack. usted no me dijo cuán desesperado se ha­
Jane: No, ahora no. bía sentido. ¿Puede hablarme de eso? [Esta es una de las venta­
Jack: Dices eso tan sólo porque esta mañana, al despertar, jas de la entrevista conjunta,]
pesabas 52 kilos en vez de 52 y medio. Jack: «Desesperado» no es la palabra exacta. Durante mi
Jane: No, no creo que eso sea estar gorda. primer año de universidad, y al comienzo del segundo, solía su­
Dr. Martin: ¿Los kilos la preocupan mucho? mirme en depresiones muy profundas. Supongo que no me es­
Jane: Sí, porque en una época engordé mucho. Pesaba unos taba adaptando verdaderamente bien. Me parecía que no me
kilos de más. Yo solía ser delgada y elegante, pero comí mucho incorporaba bien a la muchedumbre. Por supuesto, uno puede
y llegué a pesar alrededor de 65 o 67 kilos. Creo que fue porque pasar meses en una universidad sin ver ningún rostro conocido,
estaba perturbada, o algo así. sobre todo si es estudiante de primer año. y supongo que fue un
Dr. Martin: ¿Cuándo ocurrió eso? golpe duro para mí. Creo que eso influyó específicamente en lo
Jane: Cuando tenía veintiuno o veintidós años. Después, que yo solía hacer... sabe usted, sentía verdadera hostilidad y
cuando conocí a Jack, creo que ya no estaba gorda. Era simple­ también hacía cosas dolorosas.
mente una muchacha grande. [Confusión acerca de su imagen Dr, Martin: ¿Cosas dolorosas?
corporal.] Jack: Solía provocarme dolor a mí mismo.
Dr. Martin: ¿Cuánto pesaba cuando conoció a Jack? Dr. Martin: ¿Qué se hacía?
Jane: No lo diré. Ja ck: Usaba hojas de afeitar, escalpelos y otros objetos simi­
Jack: ¡Oh, pero si ambos lo sabemos! lares. El sufrimiento físico siempre me ha fascinado, de todos
Jane: A decir verdad, pesaba más que él. modos, Mi umbral de resistencia a! dolor es muy alto, y a ve­
Jack: Bueno, eso no es decir mucho. Yo pesaba 64 kilos. ces, con un espíritu clínico totalmente desapasionado, me sen­


90
taba a probarlo, igual que una persona aprendería a caminar jack: No.
sobre piedras calientes. [Reaparece el mismo tema de la se­ Dr. Martin: ¿No se ha sentido deprimido, ni siquiera ante
cuencia onírica: el control del yo y el dominio de las propias esta perturbación de Jane?
sensaciones. ] Jack: No.
Dr. Martin: ¿Todavía lo hace? Dr. Martin: Muy bien, ¿Cómo se sentía cuando estaba
]ack: No. deprimido?
Dr. Martin (dirigiéndose a jane): ¿Le habló a usted de esto? Jack: Bueno, en esos momentos me parecía que el mundo se
jane: Sí. Le vi la cicatriz en el brazo y él me contó lo que ha­ acababa. Uno... es verdaderamente difícil expresar. Simple­
bía pasado. Yo estaba copiando algo a máquina para otra per­ mente, no sabía dónde estaba. No era más que un muchachito
sona, y de pronto fue como si tuviera la misma vivencia que él insignificante, que había llegado a la universidad y se sentía
debe de haber tenido cuando se hizo eso. Por eso dije «medidas algo desarraigado. Así es como lo describiría ahora.
desesperadas», porque eso me parecieron entonces. En nuestra Dr. Martín: ¿Qué le ha ayudado a sentirse mejor?
primera época de casados, él solía castigarse a sí mismo por co­ Jack: Ahora me llevo mucho mejor con el medio que me ro­
sas que vo acostumbraba hacer, pero ahora ni qué pensar en dea. Desde entonces he tenido muchas experiencias y he cono­
eso. Nunca esperaría que él volviese a hacer algo semejante. cido toda clase de cosas. Además, conozco las cosas con las que
Dr. Martin (dirigiéndose a jack): ¿Conque usted ha madura­ puedo toparme, porque las he enfrentado por lo menos una
do durante este matrimonio? vez.
jack: Oh, sí, pero después de eso vi a un psiquiatra. Por así Dr. Martin: ¿Qué le parece todo esto, Jane? ¿Es así como lo
decir, me despacharon a que lo viera. Mis padres descubrieron veía usted cuando se casó con él?
que yo había estado tomando drogas. En realidad, no era nada Jane: Sí. El había pasado por muchas cosas. Dentro y fuera
importante pero, para ellos, la palabra «drogas».., Bueno, me del contexto del matrimonio, los dos hemos tenido que afrontar
despacharon al consultorio del psiquiatra... [¿Desmentida de muchas situaciones... trabajo y otras cosas similares... que nos
la gravedad del problema?] han dado un mayor sentido de la responsabilidad. Lamento
Dr. Martin: ¿Eso ocurrió durante sus dos primeros años de haber mencionado ese tema, Jack; lo hice sin querer.
universidad? Jack: No. Si eso me cataloga como una persona «con una his­
jack: Sí, en el verano que siguió al primer año. Dejé escapar toria psiquiátrica», en realidad es muy importante.
algunas referencias escogidas y... Jane: De acuerdo. [Aún teme perder su protección.']
Dr. Martin: ¿Como qué? Dr. Martin: Todo debe salir a luz aquí, puesto que trabaja­
jack: Bueno, ellos hablaban de las maldades de la ma­ mos juntos. [Hace hincapié en el contrato terepéutico.]
rihuana y yo pregunté: «¿Qué ¿aben ustedes realmente de la Jack: Estaba a punto de mencionar algo que se me ocurrió
marihuana? ¿Tienen algún conocimiento directo?». Ellos ayer o anteayer. Acabo de descubrir otra razón por la que Jane
exclamaron: «¡Oh!», y me enviaron a un psiquiatra muy se sintió atraída hacia mí.
bueno, quien adoptó un enfoque completamente diferente y Jane (riendo): ¿Cuál?
conversó conmigo. A decir verdad, no tuve muchas entrevistas Jack: ¿Acaso no fue por mi explosiva vida social?
con él. Todo esto ocurrió durante el verano y, luego de un lap­ Jane: Oh, sí...
so bastante breve, me despidió con su bendición. Cuando fui a Jack: Sí, en aquella época yo concurría a muchas fiestas. Co­
verlo, me sentía bastante seguro de poder mencionarles estas mo ya dijo Jane, nos conocimos en una. Desde entonces, no va­
cosas a mis padres; de todos modos, ya pertenecían al pasado o mos a ninguna fiesta. Nos hemos convertido en dos personas de
estaban bajo control. Así pues, reforcé bastante mi propio su casa, perezosas y rutinarias, y no salimos todo lo que cual­
comportamiento, de modo que cuando vi al psiquiatra, él y yo quiera de los dos desearía. Claro que nuestra sincronización
nos ocupamos de reforzarlo aún más, discutiendo y señalando mutua es muy mala... [Contrato matrimonial: valores superfi­
ciertos puntos. ciales.]
Dr. Martin: Cuando trabajó con él, ¿seguía tajeándose? Jane: También me atrajo la cantidad de dinero que tenías
jack: No. para gastar. [Contrato matrimonial: valores superficiales.]
Dr. Martin: ¿Y no se sintió deprimido? jac-k: Sí. Nos conocimos en el verano. Yo trabajaba en una
jack: No. fábrica para pagarme los estudios y, por supuesto, un
Dr. Martin: ¿Ha tenido alguna depresión, recientemente? muchacho con un trabajo veraniego en una fábrica nada en

92 93
plata, ya que no tiene gastos. Además, vivía en casa, así que Jane: Terapia de choque.
parecía el Señor Ricachón. Si usted ata cabos y advierte que yo Jack: Choque eléctrico.
habría de abandonar mi trabajo en un par de meses... Jarie: Choque eléctrico.
Jane (riendo)-. Lo sé. Dr. Martin: Parece que, en verdad, fueron dos años bastante
Dr. Martin: Ustedes parecen unidos y capaces de reír juntos. duros.
¿Qué anduvo mal en este matrimonio? Jane: Bueno, después de tratar de... Bueno, mis padres no
Ja n e : Creo que tuvimos muchos problemas emocionales. Co­ sabían qué era un buen psiquiatra, así que me llevaron a este
sas de las que nunca me desprendí, después de casada. Personas hombre, que me hospitalizó y me aplicó terapia de choque; por
y amistades de las que me negué a desligarme. eso tuve un miedo terrible... Tenía miedo durante el choque
Dr. Martin: Explíqueme eso. No lo comprendo. eléctrico y después’ de él; y entonces, mis padres empezaron a
Jane: Cuando me casé no confiaba mucho en mí misma, echarme de casa constantemente, porque tenían demasiados
jack me dio la confianza necesaria para salir, enseñar, cuidar problemas. Ahora ío niegan, pero cuando regresé a casa lo hi­
de un hogar, etc. Una vez que él hubo fortalecido mi confian­ cieron. Así pues, la segunda vez me interné yo misma y estuve
za, la gente...los hombres.. .empezaron a fijarse en mí, y yo allí durante... Tenía el cabello así de largo y me lo corté todo
nunca respondí como una mujer casada. [Su falta de gratitud hasta aquí (indica con adem anes), y entonces sentí que estaba
ejemplifica cuán endebles son sus relaciones.] destruyéndome a mí misma y que necesitaba protección. Así
Dr. Martin: ¿Por qué? pues, volví al hospital por otras seis semanas. Esto pasó en un
Jane: Supongo... No sé por qué lo hacía, no lo sé. Por eso es­ lapso de dos años, cuando todos mis amigos se graduaban, se
toy aquí. casaban y llevaban una vida normal, y a mí me parecía que ha­
Dr. Martin: ¿Cuál es la primera explicación que se le bía tenido un traspié, en alguna parte del camino y que me gol­
ocurre? peaban de todas partes. Así me siento ahora. Se suponía que
Jane: Porque siempre me pareció que los dos años que estuve debía hacer mis clases prácticas, y vivía en casa con mis
enferma eran otros tantos años que me habían robado. Dos padres, y mi madre era tan tiránica... Pero, de todos modos,
años jóvenes, que nunca viví porque en todo ese tiempo estuve entonces fue cuando tuve las dos hospitalizaciones y esta vez el
perturbada emocionalmente. Y por eso no tuve un montón de doctor X me ayudó realmente muchísimo, durante la interna­
amigos. Quiero decir.. .aún conservo las amistades que ya tenía ción. Este tipo de tratamiento me ha ayudado mucho, en ver­
y, en verdad, son buenos amigos; puedo telefonearles en cual­ dad, y desearía que me hubiesen enviado aquí la primera vez,
quier momento y conversar con ellos. Pero sentí.. .supongo que porque creo que no hubiera tenido que volver nunca.
fue una especie de venganza. Dr. Martin: Bien, bien...
Dr. Martin: ¿Recibió algún tratamiento psiquiátrico? Jack: Por un tiempo, costó lograr que Jane viera a un médi­
Jane: Fui hospitalizada. co, fuera cual fuese su especialidad. Esto le había quitado
Dr. Martin: ¿Dónde? mucha confianza y su reacción fue bastante fuerte.
Jane: En un hospital privado de Chicago... no me acuerdo Dr. Martin: Si no la he entendido mal, Jane, usted tuvo estos
cómo se llamaba. dos años malísimos y luego se recuperó, encontró a Jack y per­
Dr. Martin: ¿Estuvo allí dos años? cibió que él la amaba y se interesaba por usted. Algo en su rela­
Jane: No. Estuve seis meses. ción con él la ayudó a salir de su ensimismamiento, a mejorar,
Jack: En dos oportunidades. pero usted no se quedó con él, sino que continuó resarciéndose
Jane: En dos oportunidades. del tiempo perdido o disfrutando lo que no había tenido antes,
Dr. Martin: ¿Qué enseñanza le dejó su trabajo con su psi­ ¿no fue así?
quiatra? Jane: Sí, creo que fue así.
Jane: El nunca me habló...ni siquiera me preguntó mi Dr. Martin: ¿Y qué sintió por Jack, cuando hacía eso?
nombre. Jane: Al principio, me sentía muy culpable. Iba a la iglesia,
Dr. Martin: ¿Así que esa experiencia no le enseñó nada? me confesaba, lloraba y trataba de que él me perdonara algo
Jane: No, salvo mucho dolor y un gran miedo a los hospita­ que ignoraba, es decir, sin saber qué me perdonaba. Y después,
les. cuando empecé... no sé, ahora no me parece correcto lo que hi­
Jack: Tal vez deberías mencionar cuál fue el tipo principal de ce; todo aquello me parece completamente malo. Cuando pien­
terapia que recibiste. so en eso...pues, no es correcto, simplemente porque ni si­

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quiera puedo recordar las circunstancias que me enfurecieron descalza y embarazada, cosa que yo no hacía. Ella no quería
tanto contra él, que me creí justificada al salir con otro. Creo tener que trabajar para ayudar a nuestro presupuesto; dijo que
que hemos hablado tantas veces de aquel incidente, el que lo yo no ganaba el dinero suficiente como para que ella pudiera
empezó todo, en nuestra primera época de casados, que... dedicar todo su tiempo a ser esposa y madre. Eso me enfureció
Dr. Martin: Hábleme de ese incidente; no sé nada de él, y ella lo sabía. ¡Que me cuelguen si voy a hacer algo para igualar
Jane: Bueno, cuando éramos recién casados, él tenía una expectativas de su ex amante! Le dije por qué me enfurecía y
vieja amiga.. .supongo que no era nada más que eso; una vieja le pedí por enésima vez que no lo metiera a él en esto. Si vamos
amiga. Pensé que era una amiga que solía llamarlo siempre, a adelantar algo en el futuro, tendrá que ser entre ella y yo, y
bueno, no constantemente sino un par de veces; y pensé que te­ no por mi intento de avenirme a algunos conceptos erróneos y
nían una relación. Ellos vivían vestíbulo por medio y ella an­ ridículos sobre lo que era esta otra persona. En esa época ella
daba siempre fastidiando, haciendo arrumacos y tratando de vivía en un mundo de fantasía; creo que lo admitirá. Su opi­
ponerme celosa. Y lo consiguió. Ella era... Jack se había casado nión acerca de ese individuo no se ajustaba en absoluto a lo que
y ahora estaba fuera de su alcance, pero ella aún quería intere­ él hacía en realidad; era una especie de «parásito con autoser­
sarse por él y yo nunca supe que él tuviera amigas; no supe vicio». Así pues, admito que a veces puedo estar resentido, pe­
quiénes eran. Sabía que tenía un par de amigas, pero cuando ro sólo por razones bien concretas.
salió a relucir esto, estando ya casados, imaginé que él me era Dr. Martin (a Jane): ¿En qué piensa en este instante?
infiel. El asunto me atormentaba tanto, tan paranoide era vo Jane: Pensaba que jack tiene razón. í\-r.< a veces me es difí­
entonces, que solía inventar lo que pasaba cuando él estaba en cil. . .quiero decir que no puedo cambiar todo un año de pensa­
la facultad y yo en el trabajo, y eso es todo. Así fue como empe­ mientos equivocados. Admito que obré mal, que viví en mi
zó todo. Me sentí justificada a! llamar a un amigo mío. [Esposa propio mundo de fantasía, que tuve mis poemas, mis can­
«enamorada», con tendencia paranoide.] ciones, que todo fue muy romántico, etc.; admito que ios dos
Dr. Martin: Usted experimentó algunos deslices, reales o éramos irresponsables, pero no puedo olvidar aquello.. das aso­
imaginarios... ciaciones que brotan naturalmente no desaparecerán porque
Jane: No, sólo estaba celosa. sí. Lamento tener que hablarte de ellas, pues no eres la persona
Dr. Martin: ¿Cree que todas fueron invenciones suyas? ¿Que apropiada, pero no tengo a nadie rnás con quien hacerlo.
en realidad él no hizo nada por lastimarla u ofenderla? Dr. Martin: De ahora en adelante, hable conmigo. [Conti­
Jane: No. Ahora le creo. núa haciendo hincapié en la relación y el contrato terapéuti­
Dr. Martin: Ha recorrido un largo camino; eso es muy cos . ]
bueno. [Intento de fortalecer su yo, tras oír la historia de su de­ Jack: Por eso aguardábamos con ansiedad esta entrevista. La
bilidad.] presencia de un tercero cambia mucho las cosas. Aquello que se
Jane: Sólo que lo he destruido todo, he destruido su confian­ ventila en presencia de un tercero, por lo común no vuelve a
za en mí, al marcharme y tener una aventura amorosa. Es ocurrir. Aunque ya hayamos pasado por esto, aunque ya nos
bueno para mí, pero es malo para él. [Rehúsa el apoyo.] hayamos dicho las mismas cosas, es como si se explicara todo
Dr. Martin: Bueno, a juzgar por lo que le he oído decir hoy, ante testigos.
Jack parece estar bastante bien. (Dirigiéndose a él:) ¿Oculta al­ Dr. Martin: Los dos han sido muy .amables y me han ayuda­
gunos sentimientos de esa clase, que no me hava dicho? do mucho. Les he hecho muchas preguntas. ¿Querrían hacer­
Jack: Las heridas están aquí; están cicatrizando. me aiguna, antes de terminar la entrevista?
Dr. Martin: Hábleme de esas heridas. Jack: Sinceramente, no. Estoy satisfecho con el curso que van
Jack: Lo único que tengo que decir es esto... trato de metér­ tomando las cosas.
selo en la cabeza, una y otra vez, y anoche reñimos por eso... Dr. Murtin: Muy bien. June, la veré el próximo martes, a las
Creo que a veces conviene dejar tranquilos a los perros dormi­ 9.30; a usted, Jack, lo espero el próximo miércoles a la misma
dos. y en esto me considero un perro dormido. Estoy perfecta­ hura. 1
mente dispuesto a perdonar este asunto, si podemos dejar el te­ Ja n e: Muchísimas gracias.
ma cuando hay que dejarlo y purificar el aire cuando es nece­ Jack: Gracias.
sario hacerlo. En igualdad de condiciones, dejémonos de hur­
gar en el pasado y ocupémonos de otras cosas. Anoche, ella Esta entrevista inicial de'diagnóstico contenía todos los ele­
comentó que su ex amante había dicho que la quería mantener mentos esenciales para elaborar un diagnóstico provisional y

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un plan de tratamiento. Empero, como no era preciso Negar a cíón a su vida. Estaba dispuesto a continuar casado con ella,
una decisión inmediata, decidí entrevistar a cada cónyuge por bajo sus propias condiciones, y creía que Jane necesitaba some­
separado, a fin de pulir sus diagnósticos y el plan, terse a un tratamiento para poder aceptar lo que él le ofrecía.
En la entrevista individual con Jane ahondamos en su histo­
ria sexual. La intimidad física y emocional eran muy valoradas
por ella. Era una mujer muy locuaz: le gustaba permanecer C la s ific a c ió n y d ia g n ó s tic o d e ¡a p a r e ja
largas horas con su esposo, conversando y haciéndose el amor,
hasta culminar con el acto sexual en sí, al cual no le atribuía Por Upo de personalidad y calchona psiquiátrica:
importancia (rara vez respondía a él con un orgasmo}. Por eso
Marido obsesivo-compulsivo, esposa histérica (hombre
era desdichada con Jack, a quien tildaba de mecánico y nada
romántico. Lo acusaba de interesarse únicamente por el acío «frío» y mujer <.enamorada»).
sexual y de haber llegado, progresivamente, a la eyaculación
prematura y la impotencia ocasional. Por el sistema de diagnóstico de la inannonía marital
Al explorar el trastorno mental advertido en la primera basado en los valores «normales»:
entrevista, se notó claramente que, cuando la presionaban,
manifestaba confusión y luego ira. Su incapacidad para depen­ A. INDIVIDUALIDAD JACK JANE
der de sus pensamientos de un modo consistente le impedía te­
ner un empleo de jornada completa o actuar coherentemente 1. Capacidad de independencia Sí No
bajo presión. Esto la condujo a determinar, en su primitivo 2. Capacidad de apoyar al otro cónyuge Sí No
contrato matrimonial no expresado, que se casaría con un 3. Capacidad de aceptar el apoyo del
muchacho rico, proveniente de una familia estable y acaudala­ otro cónyuge No Sí
da (todo lo contrario de la suya), y nunca se vería obligada a 4. Capacidad para el apetito carnal Escasa No
trabajar. Su errada creencia de que su casamiento con Jack le 5. Capacidad sensual No Sí
daría este tipo de matrimonio la enfrentó con una realidad in­ 6, Capacidad de amar No No
soportable. Tuvo que dejarlo para ir en busca de un hombre ri­
co y mayor, que cumpliera su contrato; no lo consiguió, y este
nuevo fracaso le ocasionó una descompensación emocional que
requirió su hospitalización... y su pedido de ayuda a Jack. B. EL CONTRATO MATRIMONIAL
La sesión individual con Jack reveló nuevamente su renuen­
cia a autoexaminarse. No creía tener nada de malo: sólo estaba
allí para ayudar a Jane. Estaba dispuesto a sufrir el maltrato 1. Contrato conciente
de Jane (como había sufrido los tajos que se hacía), con tal de
que ella dejara de quejarse de él, Negó toda validez a sus quejas a. Zonas de avenencia: Los dos habían sido individuos solita­
en todos los terrenos, incluido el de la intimidad sensual y emo­ rios, sin éxito social. Esperaban que su relación marital les
cional. Resultó evidente que, en la entrevista conjunta, la pre­ brindaría compañerismo, los libraría para siempre de la sole­
sencia de Jane lo había obligado a enfrentar unas realidades dad, satisfaría las presiones sociales (todos sus amigos se casa­
que podía negar en su ausencia. En esta sesión individual, con­ ban, y sus familias esperaban que ellos también lo hiciesen) y
tinuó manifestándose la dinámica evolutiva del carácter obse­ los asemejaría a los demás. El matrimonio les daría posición y
sivo (marido «frío») de que había dado pruebas en la sesión prestigio ante sus propios ojos, así como ante los de aquellas
conjunta. Se preocupaba por conquistar el dominio de sí mis­ personas que eran importantes para eilos.
mo, y lo había logrado en todos los sentidos: hasta controlaba h. Zonas de desavenencia: Antes de casarse, no habían
sus sentimientos de intimidad, cariño y amor. Le dolía que Jane declarado ninguna zona de desavenencia conciente porque los
no hubiera cumplido su contrato matrimonial. El había sido dos elaboraron sendos contratos desleales. Jane no expresó que
un marido fiel y confiable, que siempre la había ayudado en lo que deseaba era no tener que trabajar jamás y poder gozar de
los momentos difíciles; en cambio, ella era desleal, desagrade­ una vida sin restricciones pecuniarias: tampoco comunicó sus
cida y lo hería constantemente. Admitía que la necesitaba, expectativas de que él sería un gran amante, v nunca discutió
porque esa mujer emotiva y voluble traía animación y excita- con él las necesidades sexuales. Jack no tenía la menor idea

98 99
acerca de las expectativas de Jane. Su objetivo principal era la Método realista de conducción de la entrevista
seguridad. Pensaba que el matrimonio sería un «oficio» seguro, conjunta de diagnóstico
económico y cómodo; esperaba que Jane sería capaz de traba­
jar con regularidad, a fin de aumentar los recursos económicos El siguiente patrón (tomado de Williams, 1974) servirá co­
de la pareja. Asimismo, esperaba que ella lo encontraría se- mo modelo para los numerosos tipos de entrevista inicial con­
xualmente satisfactorio, como parecía haber sucedido antes de junta de pareja. Es un enfoque sistemático del procedimiento
casarse. de diagnóstico y la elaboración de un plan de tratamiento, ten­
diente a reducir el grado de angustia en la sesión inicial y a ob­
2. Contrato inconciente tener de la pareja, en el menor tiempo posible, la información
concerniente a la historia y situación actual de su relación. Par­
a. Zonas de avenencia: Los dos se habían sentido socialmen­ te de la suposición de que, en la terapia conjunta, el «paciente
te fracasados en sus relaciones con sus grupos de pares y creían identificado» es la relación marital; pese a su carácter restricti­
que, ai encontrar a alguien que aceptara casarse con ellos, vo, tal suposición es perfectamente útil cuando los problemas
podrían curar esta herida. En este sentido, eran dos almas ge­ de uno u otro cónyuge impiden centrarse en la relación.
melas. (Nota: de no haber sido por sus otros impulsos conflicti­ Este enfoque de diagnóstico es una adaptación de los estu­
vos, pudrían haber logrado la armonía conyugal por ensambla­ dios sociológicos que discernieron las principales y más comu­
dura de necesidades, como lo hacen algunas parejas.) nes zonas de ajuste de los matrimonios exitosos (Landis, 1946;
b. Zonas de desavenencia: jane esperaba que Jack aceptaría Terman, 1938). Williams estimó que los indicadores de ajuste
su dependencia completa, y que ella viviría en la bienaventu­ esenciales eran: 1) la existencia de un sistema de comunicación
ranza de un eterno amor romántico y una protección económi­ eficaz y activo, dentro de la diada marital; 2) un alto grado de
ca paternal no menos eterna. Esperaba que jack la haría sen­ avenencia entre los cónyuges, con respecto a ios sentimientos y
tirse segura en su conocimiento de sí misma como mujer. En actitudes compartidos en cada una de las zonas identificadas.
suma, esperaba que él le resolvería todos sus problemas, pues
se sentía incapaz de hacerlo. Jack esperaba que ella respetaría
sus defensas contra la destrucción por el dolor (que tanto le ha­ Primer paso: Preparar a la pareja para que
bía costado levantar), lo amaría, lo apreciaría al verlo cumplir suministre información
con su deber y le permitiría llevar una vida tranquila, no per­
turbada por la intimidad o el amor, tal como lo bahía hecho su Objetivos: borrar cualquier malentendido acerca de la natu­
familia. raleza dei proceso y disminuir los estados de angustia, en un es­
fuerzo por inducir a la pareja a dar más información correcta
en el paso siguiente.
A. Se le explica que el papel del terapeuta es ayudar a todos
F o r m u la c ió n d e la t e r a p ia los presentes a inteligir los problemas de la relación, y no a juz­
garlos o castigarlos.
Se recomendó un plan conforme al cual cada cónyuge entra­ B. Se identifica como paciente al matrimonio y se solicita la
ría en una psicoterapia que combinaría dos tipos de terapia de colaboración de ios cónyuges, como coterapeutas, por cuanto
pareja: la individual y la conjunta «pareja con pareja». Jane todos examinarán a dicho paciente.
trataría sus desarreglos intrapsíquicos y su incapacidad cognos­ C. Se introduce el inventario siguiente, de una manera bastan­
citiva con una terapeuta femenina, por dos razones: porque en te informal.
su historia surgía claramente una relación perturbada entre
ella y su madre, y porque la terapeuta le serviría de modelo,
como una mujer capaz de trabajar y amar. A Jack lo trataría Segundo paso: Llenar el inventario marital
un terapeuta masculino, a fin de darle el apoyo que necesitaba
y quitarle esa represión de todo afecto. Cuando fuese necesa­ La exploración detallada de las seis partes del inventario de­
rio, los dos terapeutas se reunirían con Jane y Jack, para tratar be revelar la historia «completa» y la situación actual dei
de solucionar las dificultades maritales que interfiriesen en sus matrimonio. En su trascurso, es esencial que el terapeuta tenga
terapias individuales. conciencia del nivel de comunicación y avenencia.

100 101
A. Religión E. Finanzas

1. Antecedentes religiosos de la familia. 1. Actitud hacia el nivel de ingresos.


2. Opiniones actuales de la pareja en materia de religión. 2. Actitud hacia el nivel de gastos ylo de ahorros.
3. Discernimiento de los valores, objetivos vitales, etc., de 3. Avenencia con respecto a la distribución especifica de los
cada cónyuge y su grado de similitud con los del otro, ingresos.
(Propósito: descubrir si la pareja presenta una filosofía unifi­ 4. Exploración de los «mecanismos» aplicados para la toma
cada de la vida.) de decisiones y las compras importantes.
5. Esquemas de administración del dinero de las respectivas
B. Amistades familias de origen.
(Propósito: determinar el grado de avenencia de los cónyu­
1. Capacidad de la pareja para diferenciar los amigos del ges, como pareja, en lo concerniente a la producción y gasto de
marido, los de la esposa o los de ambos. los ingresos, y tratar de averiguar cuáles son los sentimientos
2. Alcances de la avenencia con respecto a los sentimientos y subjetivos sobre el tema.)
actitudes observados hacia las tres clases de amistades.
(Propósito: determinar la capacidad de la pareja para dife­ F. Sexo
renciar los tres tipos de amistades dentro del matrimonio, y es­
tablecer el grado de actitudes compartidas acerca de ellas.) 1. Grado de avenencia sobre la adecuación actual de la rela­
ción conyugal, sin tener en cuenta los detalles específicos (fre­
C. Ponentes políticos cuencia, posición, etc.)
(Propósito: determinar el grado de satisfacción actual de ca­
1. Efecto percibido de los parientes políticos sobre el matri­ da cónyuge, con relación al ajuste sexual marital.)
monio.
2. Actitudes de cada cónyuge hacia los parientes políticos.
3. Grado de consenso en cuanto a ios sentimientos experi­ Tercer paso: Recapitular la información
mentados hacia los parientes políticos. para los cónyuges
(Propósito: determinar hasta dónde llega la avenencia mari­
tal en cuanto a los sentimientos y actitudes declaradas hacia es­ Se cierra la entrevista con un resumen de la información que
tos parientes, y averiguar si la pareja los utiliza «en bloque» se ha sacado a luz. Se señalan los aparentes puntos fuertes de la
—o sea, actuando como una unidad— en su trato con ellos.) relación, y se indica dónde parece observarse un bloqueo en la
comunicación de sentimientos y el consenso de actitudes.

D. Actividades
Cuarto paso: Elaborar el plan de tratamiento
1. Sentimientos y actitudes de cada cónyuge con respecto a
sus propias actividades vocacionales y las de su consorte. El terapeuta debe formarse una idea correcta del estado ac­
2. Sentimientos y actitudes de cada cónyuge con respecto a tual de la relación marital, y sc.r capaz de evaluar con exactitud
sus otras actividades y las de su consorte. el estado del sistema de comunicación. Lo único que restará
3. Idea general del tiempo asignado a las actividades voca­ hacer, será idear un pian de tratamiento que fije, como objeti­
cionales y no vocacionales independientes. vos primarios, aquellos puntos de los diversos temas que apa­
4. Idea general del tiempo asignado a las actividades voca­ rezcan como principales causantes do la disfunción comunicati­
cionales y no vocacionales compartidas. va, pues ellos son los que más obstaculizan el buen ajuste de la
5. Capacidad para identificar los sentimientos positivos o pareja.
negativos hacia cualquiera de los puntos precedentes. Es interesante advertir que, si bien los dos tipos de entrevista
(Propósito: determinar el tiempo asignado a las actividades inicial difieren considerablemente en su contenido informati­
en general, y explorar el contenido de cada actividad y el nivel vo, ambos procuran localizar las zonas de coincidencia (en ma­
de los sentimientos suscitados por ella.) teria de necesidades y expectativas) y aquellas zonas interme­

102 103
dias que, probablemente, constituirán el meullo de las futuras 6. Métodos de terapia de pareja
sesiones de terapia.

Hacia una selección de la terapia

Al término de las entrevistas iniciales de diagnóstico, el tera­


peuta decide naturalmente si recomendará o no un tratamien­ En este capítulo trataré de combinar una presentación histó­
to v. en caso afirmativo, qué tipo de terapia será la más ade­ rica de la evolución de la terapia de pareja (a fin de mostrar sus
cuada para el problema presentado. Antes de tratar este tema, alcances y movimiento), con una enumeración de las ventajas y
describiré la amplia variedad de opciones disponibles para el desventajas de los diversos, métodos usados. El torrente de
tratamiento de los problemas maritales. nuevas formas de terapia, relativamente reciente, nos impide
mencionarlas siquiera en su totalidad y mucho menos expla­
yarnos sobre su utilización.
En Estados Unidos, el tratamiento de los problemas marita­
les fue reconocido oficialmente como una forma expresa de psi­
coterapia hará unos cincuenta años (Olson, 1970). Sólo en las
últimas décadas ha evolucionado como una profesión indepen­
diente, destinada al tratamiento de parejas con dificultades en
su relación marital, Sin embargo, desde el momento en que co­
menzó a practicarse la psicoterapia, se incluyó en ella Ja tera­
pia de pareja, aunque no se la llamara así. Por ejemplo, en su
importante estudio de las personas casadas sometidas a trata­
miento, Sager y sus colaboradores observaron que hasta un
50 % de los pacientes podían solicitar la terapia impulsados por
sus dificultades maritales, y que hasta la mitad del 50 % restan­
te admitía la existencia <!• m gran problema conyugal, duran­
te su psicoanálisis (Sager \ otros, 1968). Por su intimidad, que
reproduce y supera en intensidad aun a la relación del bebé con
la madre, la relación marital es una situación naturalmente
apta para eí desarrollo y expresión de unas relaciones interper­
sonales perturbadas. Lo mismo puede decirse de cualquier otra
relación íntima, constituya o no un matrimonio legal.

El enfoque clásico-, el psicoanálisis


En el enfoque clásico del tratamiento de cónyuges, el tera­
peuta psicoanaliza a aquel que se ha autodesignado como pa­
ciente, sin ver nunca a su pareja. Más aún, es posible que esta
no entre nunca en tratamiento. El psicoanálisis es una terapia
diádica, basada en una intensa relación de persona a persona
entre ei paciente y ei terapeuta, así como en los conceptos de
libre asociación, interpretación, trasferencia, resistencia y ac­
tividad psíquica inconciente. Ei paciente asocia libremente sus
ideas y el terapeuta las interpreta. La evolución de la neurosis ge responde presentando graves perturbaciones psicológicas, a
de trasferencia y su interpretación constituye la piedra angular medida que el paciente mejora (Sager y otros, 1968). En estos
del análisis; se hace todo lo posible para librarla de contami­ casos, la mejora del esposo que recibe terapia individual provo­
naciones tales corno las entrevistas entre eJ analista y el otro ca un vuelco en el equilibrio patológico y la consiguiente des­
cónyuge. Lo que más preocupa a la mayoría de los analistas, compensación de! cónyuge no tratado; esta situación puede ne­
con respecto a dichas entrevistas, es que estas comunicaciones cesitar un tratamiento, contribuir al divorcio o añadir nuevas
hagan peligrar la fe y confianza que el paciente pone en ellos. cargas a las que ya viene soportando el esposo exitosamente tra­
El secreto es un elemento crucial, puesto que el éxito de una te­ tado. En un estudio que se ocupó específicamente de las reac­
rapia depende de la relación entre el paciente y el analista. ciones patológicas o enfermedades psiquiátricas de los cónyu­
Si logra establecerse una alianza terapéutica entre el analista ges de los pacientes, precipitadas por la recuperación o mejoría
y la parte no confiictuada del yo del paciente, tal alianza clínica de estos, Kohl hizo algunas observaciones importantes.
tendrá una ventaja de dos a uno con relación a la parte conflic- Además de constituir un grave obstáculo para la recuperación
tuada de este último, lo cual contribuirá al éxito del tratamien­ continua de ios pacientes, tales reacciones se presentaban como
to. La resolución de las paralizantes situaciones trasferenciales enfermedades que, por su gravedad, requerían un tratamiento
y contratrasferenciales conduce a un cambio exitoso en ia psi- activo; por otro lado, no era nada raro ni sorprendente des­
codinámica del paciente. En el enfoque clásico, el cambio en 1a cubrir que e! cónyuge menos enfermo había sido el primero en
relación marital depende de estos cambios en la psicodinámica .solicitar voluntariamente un tratamiento, ignorando la natu­
del paciente, o bien los acompaña. Aunque el análisis se centra raleza patológica de su relación marital (Kohl, 1962).
más en el individuo que en ios cónyuges, sirve de catalizador 4. Si el cambio producido en el paciente no va acompañado
para una mejor relación marital; la mejoría de la salud mental de un cambio en su cónyuge, sobreviene una «situación impo­
de un cónyuge se correlaciona positivamente con una mejora sible» y el consiguiente divorcio, solicitado por uno u otro espo­
del bienestar del otro {Sager y otros, 1968). Entre los resultados so (habitualmente, lo pide el cónyuge tratado, que ha adquiri­
del psicoanálisis se cuenta el de ayudar a los pacientes a resol­ do la fortaleza necesaria para dar este paso).
ver una situación conyugal desdichada (lo más frecuente es que
tal solución consista en mejorar el matrimonio, y no en disol­ Un análisis infructuoso puede producir diversos resultados:
verlo).
Para que este método tenga éxito, el paciente deberá poseer 1. El matrimonio mantiene su anterior esquema perturbado.
unas fuerzas yoicas básicas que permitan los cambios estructu­ 2. El cónyuge no tratado ha utilizado el análisis del paciente
rales y favorezca ia constante resolución de problemas sin de­ de una manera creativa y, sobre la base de estos cambios, se ha
pender de un cambio inicial del otro cónyuge, ni aun de su res­ establecido una nueva y mejor relación. A menudo, los cónyu­
puesta positiva al cambio. En los casos en que el análisis de este ges no tratados hacen trasferencias positivas al terapeuta (a
tipo de pacientes tuvo éxito sin que el otro cónyuge entrara quien no ven) y, por su intermedio, efectúan unos cambios no
nunca en tratamiento, se observó alguno de los siguientes resul­ realizados por el esposo tratado. Cuando la trasferencia es ne­
tados: gativa, el cónyuge no tratado procura destruir ios esfuerzos te­
rapéuticos de la diada paciente-terapeuta.
1. El cónyuge analizado.se separó e individualizó psicodíná- 3. El analizado se esfuerza por achacar su falta de cambio
micamente V ahora es capaz de funcionar bien dentro del y sus dificultades personales al matrimonio perturbado, y soli­
matrimonio, aunque sus necesidades o expectativas de depen­ cita el divorcio.
dencia, previamente deseadas e incumplidas, no hayan sido sa­ 4. Su cónyuge, que durante el tratamiento se ha mantenido
tisfechas aún por su cónyuge (quien puede haber necesitado o a la expectativa, en ¡a esperanza ele que el paciente! cambiara,
no un cambio). Se ha producido un cambio unilateral en el opta ahora por pedir e! divorcio.
matrimonio, suficiente para permitir el funcionamiento de este
y del individuo.
2. El cambio experimentado por el paciente ha hecho que Ventajas
cambiaran las respuestas de su cónyuge, estableciéndose así un
nuevo y eficaz tipo de relación. 1. El paciente es el individuo tratado, y no el matrimonio. El
3. En el 7% de los casos, aproximadamente, el otro cónyu­ asume la responsabilidad por el cambio, crecimiento y de­
sarrollo personales (cambio intrapsíquico), la resolución de los cíente paranoide que no confía en su cónyuge, o teme que este
problemas conyugales (cambio interpersonal) y los cambios se coligue con el terapeuta.
constructivos en el piano de la realidad (dentro o fuera del 6. Sé observan aparentes ventajas cuando los cónyuges persi­
matrimonio). guen objetivos diferentes en cuanto a su problema marital, y
2. Al resolverse la neurosis infantil y la de trasferencia, buscan ayuda para lograr soluciones independientes.
pueden resolverse los mismos temas presentes en la neurosis ma­
rital.
3. Esta técnica ocupa el segundo lugar, por orden de efica­ Desventajas
cia, en aquellos casos en que uno de ios cónyuges elige como so­
lución el divorcio (Cookerly, 1973). Según Greene y sus cola­ 1. Lleva mucho tiempo.
boradores (1965), una persona casada debe encontrar su pro­ 2. No se dispone de una cantidad suficiente de psicoanalistas.
pio camino, sin tener en cuenta las consecuencias que pueda 3. Muchos pacientes tienen escasa adaptabilidad.
ocasionarle a su cónyuge. 4. El terapeuta debe confiar en las declaraciones del pacien­
4. Este método protege cualquier «secreto» que el paciente te sobre las interacciones con su cónyuge (con la consiguiente
desee ocultar permanentemente a su cónyuge (p. ej., homose­ necesidad de reconocer las distorsiones, desmentidas, identifi­
xualidad, infidelidad o un penoso fracaso, como sería una caciones proyectivas, omisiones y mentiras concientes), sin
baja deshonrosa en el ejército o un delito de cierta gravedad co­ contar con la oportunidad de observar esas transacciones de un
metido en el pasado). modo directo.
Se ha dicho que el otro esposo conoce, conciente o inconcien­ 5. La no inclusión temprana del otro cónyuge en ei plan de
terapia total puede acarrear la terminación prematura del tra­
temente, estos «seudosecretos» de familia, y que su discusión
tamiento del paciente, o impedir que se advierta una enferme­
prematura podría desbaratar el matrimonio (Greene, 1970).
Sin embargo, mi experiencia indica que no siempre se da tal dad grave en su cónyuge. Kohl (1962) expresa que, cuando el
conocimiento. El terapeuta que insiste en revelar un «secreto», cónyuge del paciente presenta reacciones patológicas aparente­
aplica un método empírico. Es común que una persona casada mente complementarias, el terapeuta debe tomar debidamente
acuda al terapeuta para que este la ayude a revelarle a su cón­ en cuenta su responsabilidad por el bienestar del esposo no tra­
tado.
yuge su actual aventura extramatrimonial. Este paciente se
queja de un gran sentimiento de culpa y aduce que, confesán­ 6. Kubie (1965) observó que al analista confrontado con una
dole la aventura a su consorte, la aliviaría. Esto equivale a des­ crisis marital le costaba decidir si debía o no emprender el aná­
cargar en el cónyuge la responsabilidad de resolver el proble­ lisis, por cuanto, fuera cual fuese el resultado de este, el futuro
ma. A veces, el paciente desea «confesar» para luego continuar del matrimonio dependería, en parte, de la actitud final del
cónyuge no tratado.
la relación extramatrimonial y, al mismo tiempo, conservar su
matrimonio gracias a la capacidad de comprensión de su pare­ 7. Si los problemas maritales del paciente afloran ya iniciado
ja... quien deberá ser ayudada por el terapeuta. O bien desea el análisis, lo indicado es derivar prontamente a su cónyuge pa­
que su cónyuge rompa dicha relación extramarital, porque él ra su tratamiento individual. Empero, la falta de comunica­
se siente demasiado débil para hacerlo en forma independien­ ción entre los terapeutas demora, a menudo, la comprensión
te. Desde el punto de vista de la terapia, hay ciertos «secretos» de lo que pasa realmente en la situación marital. Las identifi­
que sólo ei paciente debe manejar, por cuanto ello contribuye a caciones proyectivas enturbian el material, dificultando —y, a
su crecimiento personal. El terapeuta debe evaluar cuidadosa­ veces, imposibilitando— el progreso de la terapia,
mente el deseo de cada esposo de revelar secretos, así como su 8. El tratamiento clásico no conviene para el tipo de pacien­
capacidad para adaptarse a los secretos revelados, factores am­ te que se propone controlar la entrada de material, y que no
bos que varían enormemente. quiere que su cónyuge le ofrezca al terapeuta un material que
le permita controlar la terapia.
5. Es un método ventajoso para el tipo de persona cuya diná­
9. El análisis clásico puede no ser la técnica más indicada,
mica exige la atención exclusiva del terapeuta, y que no podría
trabajar en sesiones conjuntas o de grupo. Esta categoría cuando ei compañero del paciente presenta reacciones para-
comprende a aquellos pacientes que, por sus problemas narci- noides perturbadoras relacionadas con el tratamiento. El
sistas, demandan una atención total; los que presentan marca­ miedo a ser «delatado» o influido por el paciente puede generar
dos problemas de rivalidad con sus hermanos; el tipo de pa- en aquel la necesidad de informarse minuciosamente sobre lo

108 11)9
ocurrido en todas las sesiones, con la consiguiente reiteración tenor, y no el uno contra el otro (Obérndorf, 1934). Más ade­
de las preguntas. lante, publicó un artículo sobre los matrimonios que él había
analizado mediante el tratamiento sucesivo de los cónyuges
(Obérndorf, 1938). Esta técnica psicoterapéutica se denomina
Indicaciones «psicoterapia diádíca consecutiva».

Este no es el enfoque indicado para el tratamiento de los


problemas maritales en sí mismos. Sí lo es para los siguientes Ventajas
casos: 1) tratamiento de la persona casada que solicita ayuda
principalmente para sí misma, posee un yo fuerte y es capaz de 1. La experiencia de los análisis consecutivos le permite al te­
aceptar la responsabilidad de solucionar su inarmonía marital rapeuta comprender aquellos puntos que no haya entendido
mediante cambios internos, se produzcan o no cambios en su con claridad durante el análisis del primer cónyuge. El tera­
cónyuge; 2) cuando el paciente designado es el cónyuge más peuta reconoce, retrospectivamente, ¡as zonas conflictivas evi­
fuerte; 3) cuando el buen tratamiento de un matrimonio per­ tadas por el primer paciente y pone al descubierto los mecanis­
turbado exige privacidad y discreción. mos engañosos, concientes e inconcientes, utilizados durante su
Giovacchini (1965) y Drellich (1968) prefieren recurrir ai tratamiento.
enfoque psicoanalítico clásico, con analistas independientes, 2. El segundo análisis favorece la comprensión de la comuni­
para los casos de inarmonía conyugal. Teóricamente, y para cación inconciente de los cónyuges y de cómo sustentan sus
una pareja cuidadosamente seleccionada, esta sería la solución neurosis complementarias.
ideal. En la práctica, la terapia de pareja se ha apartado de es­ 3. El análisis del segundo esposo se beneficia con ¡o hecho en
ta posición. No obstante, la insistencia de Giovacchini en que el primer análisis: el terapeuta comprende a este individuo des­
la simbiosis inicial madre-hijo se repite en la simbiosis marital de el comienzo, gracias a los conocimientos derivados del pri­
es un buen ejemplo de la profundidad que debe alcanzar la te­ mer análisis y a la ayuda que le proporciona el conocimiento
rapia para tratar con éxito algunos tipos de problemas ma­ del otro cónyuge.
ritales. 4. Como la neurosis marital es una repetición de la primitiva
neurosis infantil, el ventajoso punto de vista del terapeuta ayu­
da al esclarecimiento de ambas.
Contraindicaciones

Este enfoque está contraindicado para las crisis maritales Desventajas


que, por su gravedad, exigen que el matrimonio (y no uno de
los cónyuges) sea el paciente inmediato. 1. Trascurre mucho tiempo antes de que el segundo cónyuge
inicie el tratamiento.
2. Durante el análisis del segundo esposo, e! primero ex¡>en-
menta reacciones negativas ante la pérdida del terapeuta.
Psicoterapia consecutiva 3. El segundo cónyuge se angustia, pensando en una alianza
entre el terapeuta y ei primer cónyuge.
Nuestra reseña histérico-bibliográfica de los cambios de actb 4. El terapeuta experimenta reacciones contratrasfercnciales
tud con respecto a las entrevistas del terapeuta con el cónyuge que hacen que favorezca a un cónyuge en desmedro del otro.
del paciente comienza con la obra del célebre psicoanalista
Clarence Obérndorf, pionero de la terapia de pareja. En 1931
presentó un informe en el que subrayaba la importancia de la Indicaciones
relación marital en la formación de síntomas. Le siguió otro in­
forme, que describía el caso de una pareja con folie á deux\ los Esta técnica es la indicada cuando, al término de! primer
esposos tenían en común síntomas paranoides similares; la exis­ análisis, no se ha logrado un equilibrio estable en el matrimo­
tencia de un enemigo común, la realidad, les permitía mante­ nio y ambos cónyuges desean que c! esposo no analizado sea
ner la armonía conyugal; a diferencia de los esposos inarmóni­ tratado por el terapeuta, como un medio de alcanzar dicho
cos, estos dirigían sus síntomas manifiestos contra el mundo ex­ equilibrio.

110
C o nt ra ind i ca c io n e s a incrementar o disminuir la profundidad de sus interpretaciones.
4. Al producir un cambio en uno de los cónyuges, el analista
1. Cuando uno de los cónyuges se opone a que ambos vean al altera una realidad que le planteaba dificultades insuperables
mismo terapeuta. al otro. La corrección de estas dificultades alivia la indefensión
2. Cuando uno de los cónyuges busca el divorcio y el otro del paciente, acrecienta su confianza en el terapeuta y, de este
cree, equivocadamente, que el propósito del tratamiento es modo, le permite afrontar sus problemas internos.
perpetuar el matrimonio.

Desventajas

Psicoterapia concurrente 1. Las desventajas giran en torno a ios problemas trasferen-


ciales y contratrasferenciales, que esta técnica complica.
Tras una década de aparente olvido de los trabajos publica­ 2. Uno u otro cónyuge puede no aceptar el carácter confi­
dos per Oberndorf, los de Bela Mittelmann (1944, 1948 y 1956) dencial de la información dada ai terapeuta, y temer su divul­
abrieron las puertas a un sinnúmero de experimentos con gación.
nuevos enfoques para el tratamiento de los cónyuges, cuya in­ 3. Ambos cónyuges pueden ser incapaces de evitar la discu­
tensidad no ha decaído hasta hoy. Diversas disciplinas, vincu­ sión mutua de sus respectivos análisis.
ladas entre sí, contribuyeron a acrecentar ios conocimientos
sobre el tratamiento de las diadas maritales y generaron una
oleada de publicaciones. La dinámica intrapsíquica freudiana Indicaciones (tomado de Greene, 1970)
se expandió dentro del psicoanálisis y otros campos de la psi­
quiatría, en tanto que las otras ciencias de la conducta propor­ 1. En los casos en que la estructura de poder es tal que uno
cionaban nuevos y amplios conocimientos acerca de la interac­ de los esposos oprime y anonada al otro,
ción marital y el tratamiento de las perturbaciones conyugales. 2. Cuando, para producir cambios en el comportamiento, es
Mittelmann observó, como Oberndorf, que las neurosis de los preciso inteligir sus pautas de conducta, en tanto y en cuanto
esposos se complementaban y' que sus esquemas conflictivos y afecten a cada cónyuge. Ei esclarecimiento de los aspectos in­
defensivos se ensamblaban entre sí, Algunas de estas reacciones terpersonales se ha vuelto esencial para el tratamiento.
complementarias aliviaban al paciente, pero otras perpe­ 3. Cuando uno o ambos esposos son capaces de explorar in­
tuaban v renovaban las reacciones patológicas. Mittelmann tensamente y modificar las fuerzas intrapsíquicas, interperso­
fue más allá que Oberndorf, con su enérgica insistencia en la nales y del medio.
importancia psicoterapéutica de la interrelación marital y las
ventajas que ofrecía al terapeuta el método de psicoterapia
concurrente, en que un mismo terapeuta trata a ambos cónyu­ Contramdicaciones
ges en forma individual, pero sincronizada. Este método ayuda
a ver las interacciones conyugales de origen neurótico, así co­ 1. Cuando uno o ambos cónyuges presentan una psicosis gra­
mo a captar aquellas tendencias que pueden pasarse por alto ve o trastornos graves de carácter.
cuando sólo se entrevista a un cónyuge. 2. Cuando uno o ambos cónyuges presentan reacciones para-
noides marcadas o graves, junto con actitudes recelosas hacia
las comunicaciones de su pareja.
Ventajas (tomado de Mittelmann, 1948) 3. Cuando hay excesivos conflictos de rivalidad entre herma­
nos, que impiden que ambos esposos compartan la atención del
1. El analista obtiene una visión más completa de las reali­ mismo terapeuta.
dades v' las reacciones complementarias de los dos esposos. 4. Cuando existen secretos de familia cuya revelación le re­
2. Uno de los cónyuges puede proporcionar una información sultaría intolerable a uno de los cónyuges.
que el otro no revela o que asordina a tai punto, que el analista 5. En todos aquellos casos en que la terapia podría precipitar
podría dejar de percibir algunas tendencias decisivas. un fenómeno regresivo grave, a causa de las frágiles defensas
3. La medición de los riesgos relativos implícitos en las reac­ de uno de los cónyuges.
ciones cambiantes de uno u otro cónyuge permite al analista

112 113
Interludio histórico cían de la fuerza yoica requerida por la terapia psicoanalíbca
diádica. Sus conflictos, regresiones o síntomas neuróticos no só­
Las publicaciones de Mifíelmann evidenciaron e! proceso de lo estaban fijados en su propia personalidad, sino que, además,
fermentación por el (¡ue atravesaba el psicoanálisis. Sus traba­ eran mantenidos por las poderosas fuerzas emocionales de su
jos siguieron la tendencia de ampliación del enfoque, y lo mis­ pareja. Por ejemplo, un individuo puede optar por padecer sín­
mo puede decirse de la obra de Harry Stack Sullivan (1953) y tomas neuróticos o recaer en una psicosis antes que separarse de
su concepto de las relaciones interpersonales. Este movimiento su pareja supuestamente normal o asesinarla. Por consiguiente,
agudizó la atención puesta en ios problemas maritales del pa­ la acción terapéutica del análisis del primer paciente se veía
ciente. En Gran Bretaña, W.R. Fairbairn (1952) elaboró una imposibilitada por las necesidades y actividades de su cónvugc.
teoría de la personalidad basada en las relaciones de objeto, de Mediante la comparación de los ciatos producidos por ambos
la que se valió H.V. Dicks (1952, 1963) para desarrollar un en­ esposos, los psiquiatras pudieron comprender ¡as neurosis
foque polifacético de las relaciones maritales, su patología y su complementarias que existían en la pareja y que actuaban, si­
tratamiento. El influjo de su trabajo sobre terapia de paj-eja multáneamente, como fuerzas de atracción v apartamiento. Et
—que tardó varios años en llegar a América (Dicks, 1967) — estudio, en las terapias individuales, de las relaciones comúlga­
dio por resultado la aplicación del enfoque de las relaciones ob­ les presentes y las neurosis de Irasferencia permitió reconstruir
jétales a la psicoterapia marital. Bajo este enfoque, las parejas hasta las fases simbióticas y de separación más tempranas en
en conflicto se ven más similares que disímiles, pese a sus dife­ las relaciones bebe-madre. De este modo, el enfoque terapéuti­
rencias aparentes; las reacciones co.ntratrasferenciales del tera­ co aplicado en los tratamientos individuales era. básicamente,
peuta dejan de considerarse irracionales y se juzgan un reflejo el de! psicoanálisis convencional, pero al estar más centrado en
válido de la lucha de 1 paciente; d paciente identificado (niño o los factores interpersonaies y reales, cobraba nuevas dimen­
adulto) es, a menudo, el portador o contenedor de los impulsos siones terapéuticas. La neurosis marital se esclarecía más rápi­
escindidos e inaceptables del otro; se concibe al individuo co­ da y nítidamente; a esto se añadían una nueva relación entre
mo formando parte de una unidad, en la que hasta los rasgos los psiquiatras y una trasferencia cruzada entre pacientes v psi­
patológicos más obvios poseen una función inherente saludable quiatras.
y reparadora (Stewart y otros, 1975). El enfoque colaborativo es un método psicoanalítico indivi­
dual al que se le suma la relación entre los dos terapeutas, que
pone de relieve las reacciones contratrasferenciales provocadas
por sus respectivos pacientes.
El enfoque colaborativo
El primer trabajo de Martin y Bird se limitaba a describir Ventajas
una nueva técnica para el tratamiento psicoterapéutico de los
cónyuges, conforme a la cual cada esposo era tratado por [. El terapeuta ya no depende de un puesto de observación
un psiquiatra diferente. La «técnica estereoscópica» (Martin y único y goza de una visión más amplia del paciente, dentro de
Bird, 1953), tal como se la utiliza en la psicoterapia colaboratí- su encuadre natural.
va de pareja, consiste en examinar, en forma programada y pe­ 2. Se reconocen con mayor prontitud las distorsiones de la
riódica, las versiones de los acontecimientos importantes en las realidad y las identificaciones provectivas. incluso algunas que
vidas de los esposos reconstruidas por los dos psiquiatras. Esto podrían haber pasado inadvertidas.
permite reconocer de inmediato las distorsiones de la realidad 3. El conocimiento de (pie los terapeutas están trabajando de
en que incurren los pacientes, lo cual, a su vez, posibilita la consuno reduce la angustia de uno o ambos cónyuges y hace
comprensión de las defensas características del yo y los impul­ que cese su comportamiento destructivo.
sos instintivos que cada esposo reprime. Martin y Bird comen­ 4. Permite observar las reacciones inconcientes que provo­
zaron a trabajar juntos porque descubrieron que, en los casos can en un cónyuge las acciones inconcientes del otro v arroja
de varios pacientes suyos, la técnica psicoanalílica clásica no luz sobre las neurosis marital e infantil y la trasferencia.
servía para el cónyuge que había solicitado primeramente la 5. Esta técnica se diferencia de tas descritas hasta aquí, en
terapia. Eran individuos demasiado involucrados con sus espo­ nuestra reseña histórica, por cuanto posee un «dispositivo de segu­
sos; presentaban excesivas perturbaciones emocionales y care­ ridad»; cada terapeuta pono en descubierto las reacciones
contrutrasíercncialcs del otro, que podrían inierfc-nr en eS Terapia simultánea
avance de ia terapia, di hecho de que cada terapeuta vcriiique
lo realizado por el otro es un medio técnicamente invalorable La psicoterapia simultánea de pareja descrita por Alexander
de prevenir Sus ¡ñipases trasferenciales y contratrasíercnciales. Thomas (1956) no era una técnica nueva, pero sí ejemplificaba
6. Favorece el crecimiento y desarrollo continuados de! tera­ un cambio de énfasis revelador de las modificaciones que expe­
peuta, por cuanto elimina las desventajas del aislamiento. rimentaban, por entonces, las publicaciones especializadas.
Thomas informó haber alcanzado resultados favorables con la
psicoterapia analítica simultánea de parejas seleccionadas, tras
Deaventajas para el psicoterapeuta la siguiente modificación del procedimiento analítico habitual;
el discernimiento de los esquemas neuróticos v la iniciación del
1. Pérdida de tiempo, al exigir ia realización de reuniones de
cambio ya no se centrarían principalmente en la relación con el
consulta programadas y periódicas entre los terapeutas; puede
terapeuta, sino en la relación interpersonal entre los esposos.
constituir un problema en la práctica. Esta modificación fue posible porque el terapeuta, al mante­
2. El terapeuta enfrenta la tarea adiciona! de labrar una re­ nerse en contacto con ambos cónyuges, había adquirido un co­
lación con un colega, que puede resultar difícil y delicada. nocimiento exacto de sus acciones recíprocas. La atención tera­
péutica saltó de la relación paciente-terapeuta a la relación fa­
miliar, Ya en 1954, había ocurrido un vuelco notable; antes,
Desventajas para el paciente un terapeuta no podía darse el lujo de tomar en cuenta a la fa­
milia; ahora, no podía darse ei lujo de prescindir de ella.
1. El desarrollo de la relación psiquiatra-paciente sufre la
Durante la década de 1950, los adelantos logrados en psi­
intrusión de la relación psiquiatra-psiquiatra, (Esta es la des­
quiatría infantil —que abrieron nuevas perspectivas para la
ventaja más grave para el paciente.) comprensión de la psicodinámica, el desarrollo de la personali­
2. Cualquier cambio en la disponibilidad de uno de ios tera­ dad y la perpetuación de la psicopatología— posibilitaron la
peutas quiebra el uso preestablecido de la técnica. evolución de nuevas técnicas y teorías (Sager, 1966a), que
pronto se tradujeron en nuevos enfoques en materia de terapia
de pareja. Citaremos, entre otros, e! concepto de doble víncu­
Indicaciones
lo (Batesou, Jaekson, Huiey y Weakland, 1956); el modelo de
1. Cuando uno de los cónyuges se opone a ser tratado por el conflicto de roles dentro de ia familia (Spiegel, 1957); el traba­
mismo terapeuta que atiende a su pareja, o bien necesita un te­ jo de jaekson (1957) sobre la homeostasis familiar; la teoría de
rapeuta individual. la seudomutualidad (Wynne, 1958) y los estudios precursores
2. Cuando uno de los cónyuges presenta una reacción nega­ de Ackerman (1958) sobre la familia.
tiva (hostilidad) hacia el terapeuta.
3. Cuando otro terapeuta deriva el caso porque no está fami­
liarizado con la técnica conjunta o concurrente, o porque se Terapia conjunta de pareja
siente incómodo al utilizarla.
4. Cuando otro terapeuta deriva el caso porque uno de ios Involucra a ambos cónyuges con el terapeuta, en una misma
cónyuges ha creado complicaciones terapéuticas, o porque los sesión (jaekson, 1957) y también a los hijos del matrimonio, si
esposos persiguen objetivos muy diferentes en la terapia. los hubiere; por lo tanto, trae a colación las cuestiones más
amplias, propias de la terapia de familia. Se considera que
Mittelmann fue el primero en utilizar esta técnica, si bien en
Contraindicaciones las obras sobre asistencia social su uso aparece mencionado en
1. Cuando uno de los cónyuges no puede tolerar el ignorar lo fechas anteriores. La expresión «terapia conjunta» fue acuñada
por jaekson; la definió como un método terapéutico en el que
que está pasando en la terapia del otro.
2. Cuando los dos terapeutas tienen dificultades de comuni­ ambos cónyuges son entrevistados, conjuntamente, por el mis­
cación, problemas de poder o rivalidades, y el caso no les sirve co­ mo terapeuta o coterapeuta (hombre y mujer), quienes ven en
el síntoma o afección indicadora una explicación de la disfun­
mo experiencia de crecimiento y aprendizaje.

i i a 11
ción de su sistema de internación (Jackson y Wcakland, 1961). dad de discriminar las distorsiones basándose en datos más re­
En este enfoque, el terapeuta contempla al paciente como un motos; c) la observación de los aspectos más sanos del matrimo­
individuo rodeado por la familia, con los problemas actuales nio (esta ventaja v la anterior derivan de la primera); d) la
de su vida real: a esto va asociada la idea de que el paciente es­ oportunidad de establecer los límites conyugales de una mane­
tá atrapado dentro de un diagrama de comportamiento fijo, en ra constructiva, con la consiguiente posibilidad de estructurar
el que se espera que cada miembro de la familia se conduzca en el matrimonio a fin do explorar las variables en que se funda su
una forma mutuamente aceptada. Por consiguiente, este enfo­ inarmonía.
que interpersonal difiere en varios aspectos del enfoque psico- 7. Impulsa a ambos cónyuges a reevaluar su examen de reali­
analítico intrapsíquico. Es un método operativo, basado en el dad e. indirectamente, le proporciona dos «coterapeutas» al
postulado de que las relaciones interpersonales involucran dos terapeuta.
niveles de comunicación que, a su vez, permiten la existencia
de relaciones de doble vínculo. Virginia Satir (1965) y Andrew
Watson (1962) se cuentan entre los primeros autores que se Desventajas
ocuparon de la terapia conjunta de pareja. R.V. Fitzgerald
(1973) describe detalladamente cómo entiende y aplica un te­ 1. Los cónyuges pueden presentar un frente unido, con el fin
rapeuta este tipo de tratamiento, y ofrece breves ejemplos clí­ de frustrar ios esfuerzos del terapeuta por efectuar un cambio.
nicos de lo que ocurre en el consultorio. 2. Los cónyuges pueden tener objetivos diferentes (p. ej.,
Por supuesto, si un terapeuta ve a ambos cónyuges simultá­ uno persigue el divorcio y el otro la continuación del ma­
neamente está aplicando una terapia conjunta, aunque utilice trimonio). La terapia conjunta tiende a la perpetuación del
el enfoque psicoanalítico tradicional. Sería una terapia triácli- matrimonio, en mayor grado que algunas de las otras técnicas
ca, pero no haría hincapié en el análisis interacciona] postula­ (p. ej., la terapia individual, consecutiva, concurrente o cola-
do por Don Jackson, sino en el análisis de la trasferencia. Con borativa de pareja).
la aplicación de los avances más recientes, en las sesiones con­
juntas se insiste principalmente en las técnicas de la terapia de
la conducta o en las que derivan de la teoría general de los Indicaciones (tomado de Greene, 1970)
sistemas.
Entre todas las técnicas aquí descritas, esta es la que se utili­ 1. Casos de ímpase terapéutico con método concurrente.
za con mayor frecuencia. 2. Casos de comportamiento paranoide o sospechoso de un
cónyuge, quien se perturba si no posee un conocimiento tran­
quilizador de lo acontecido en la sesión individual de su pareja.
Ventajas 3. Cuando los factores económicos impiden que cada cónyu­
ge se someta a una terapia individual.
1. Es eficaz, conveniente y económica, tanto para los esposos 4. Cuando la situación es tan explosiva (p. ej., en caso de
como para el único terapeuta que los atiende. abuso físico), que exige la rápida imposición de controles en el
2. Ayuda a incrementar el diálogo entre los cónyuges (habili­ matrimonio.
dad para comunicarse). 5. Cuando los problemas matrimoniales tienen la naturaleza
3. Permite acceder con más rapidez, y en mayor medida, a de actuaciones (aefing out).
la dinámica marital. 6. En los matrimonios en que predomina la necesidad de es­
4. Permite acceder a los aspectos concientes e inconcientes tablecer comunicación.
del contrato matrimonial, con la consiguiente posibilidad de 7. En aquellos matrimonios en que uno o ambos cónyuges
reforzar sus afanes mutuos y sus necesidades interdcpendicn- presentan un trastorno cognoscitivo que interfiere en su per­
tes, y de mitigar sus hostilidades y desconfianzas (si no es po­ cepción de las relaciones entre ios hechos y sus propias respues­
sible eliminarlas por completo). tas; estos casos exigen la inmediata confrontación de! terapeuta
5. Intensifica la percepción mutua de los cónyuges. a medida que acontecen los hechos- entre la pareja, durante !a
6. Otorga las siguientes ventajas al terapeuta: a) la observa­ sesión de terapia.
ción directa de los participantes; b) una evaluación más objeti­
va dei comportamiento de los cónyuges, que reduce la nccesi-

118
C o nt ra ind i ca c io n e s ción edípica; en ella se observa la acción recíproca de una va­
riedad de roles asumidos por los pacientes entre sí y en relación
1. Casos de folie á dcux, por cuanto la separación de los es­ con el terapeuta, que no son sino variaciones de los roles de
posos hace que disminuya gradualmente el cuadro psícótíco dei madre, padre e hijo (niño y lo adolescente). Además, se valen
cónyuge dependiente. de ios «sueños trasferenciales» para esclarecer aún más la natu­
2. Cuando la grave psicosis de un cónyuge exige su separa­ raleza de estos roles, mediante los mecanismos introyectivos y
ción y hospitalización. En algunos casos de psicosis histéricas proyectivos que aparecen en ellos.
que aparecen como una reacción contra ei otro cónyuge, la se­
paración de este coadyuva a que el individuo afectado rehaga
sus fuerzas y se apacigüe su reacción psicótica (Martin, 1971). Ventajas
3. Cuando se observan actitudes excesivamente narcisistas
en un miembro de la pareja, que demandan una terapia indi­ 1. Su extremada sensibilidad a las cambiantes necesidades
vidual. actuales de los esposos, basada en el reconocimiento de la
4. Cuando uno de los esposos guarda un secreto imposible de amplia variabilidad de los esquemas matrimoniales y la impo­
revelar. sibilidad de pronosticar el curso de la terapia.
2. Posee muchas de las ventajas ya descritas al hablar de las
técnicas colaborativa y conjunta.
3. Sus otras ventajas son las de la terapia concurrente, indi­
Método combinado de Greene, So-lomon vidual, grupal y de familia.
y Lustig (1960) 4. Aumenta la conciencia perceptiva del terapeuta y los pa­
cientes.
Se vale de sesiones individuales, concurrentes, colaborativas y 5. Al permitir que ei terapeuta observe las diversas reac­
conjumas cuando, en opinión del terapeuta, se requieren tran­ ciones de! individuo ante medios diferentes, sirve de correctivo
sacciones diádieas y triódíeus para poder tratar eficazmente la para las percepciones e interpretaciones terapéuticas erróneas.
transacción marital o a uno de los cónyuges. Es un enloque
muy flexible, que se acomoda a ios estilos de muchos terapeutas y
a las personalidades y situaeioi.es de diversos matrimonios Desventajas
(Greene, 1970). Se basa en el concepto transaeeional sobre la
índole de la inarmonía marital; según él, las transacciones ho- Hollender (1971) ha expresado la desventaja más saliente del
meostáticas pasan a ser una característica del matrimonio método combinado: si no se índica explícitamente a los pa­
(Greene, Broadhurst y Lustig, 1965). En este sentido, constitu­ cientes qué plan se seguirá en la terapia, y si se cambian las
ye un nuevo apartamiento respecto dei psicoanálisis clásico. reglas ad libitum, algunas parejas podrán sentirse confundi­
Sin embargo, sus autores continuaron tratando las reacciones das. Hollender advierte contra la posibilidad de que este méto­
trasferenciales (una neurosis de trasferencia triangular), asi do cause ei mismo tipo de daño que las antiguas prescripciones
como las identificaciones proyectivas en las tensiones marita- apresuradas.
le.',. estudiadas por el psicoanálisis.
El cimiento del proceso terapéutico con métodos combinados
es un plan de apoyo activo, que incluye la manipulación del Indicaciones
medio, el establecimiento de objetivos complementarios, el
esclarecimiento de las expectativas e imposiciones de roles, la Greene (1970) enumera los siguientes casos en los que se in­
reorientaeión de las energías imrapersonules y el llamamiento dica el método combinado simple y eí método de terapia
a una comunicación «más sana». Además de combinar méto­ combinada-colaborativa:
dos, Greene, Solomon y Lustig combinan consideraciones teó­
ricas. Al reconocimiento y uso de los fenómenos trasferenciales 1. Cuando la evaluación inicial señala la conveniencia de
en las sesiones conjuntas, añaden otras dos transacciones de realizar sesiones tríádícas para encauzar la relación marital
trasferencia «triangular». La primera es la «neurosis de hacia la armonía, y entrevistas diádieas para tratar ios conflictos
trasferencia triangular», o sea, la reproducción de la constela­ personales más reacios.

120
2. Cuando el uso de otras técnicas ha desembocado en un no- encierra el uso de estas cualidades ¡'¡nicas ha contribuido a Ja
pase terapéutico, eficacia de la terapia de pareja.
3. Cuando uno o ambos cónyuges tienen actuaciones {actinR
nu() que es imposible tratar con las demás técnicas.
4. Cuando el rígido esquema de personalidad de un cónyuge
obliga a! terapeuta a ganarse ia cooperación del otro. Tratamiento de una pareja por otra
5. Cuando el encuadre diádieo es demasiado peligroso, a (terapia conjunta)
causa de la dinámica de uno de los esposos.
6. Cuando las dificultades trasferencialcs conducen la tera­ La obra de Ceorges R. Rcding y sus colaboradores (Reding v
Enni.s. 1964; Rcding y otros. 1967} es un claro ejemplo del
pia concurrente a un impase.
7. Cuando se produce un ijopase terapéutico en las entrevis­ cambio en el énfasis Scorico-tccnico producido durante el pe­
tas diádicas. a raíz de que la neurosis de Irasfercncia diádiea riodo que acabamos cíe reseñar. Usías autores describen e! tra­
tamiento de una pareja por otra en una misma sesión, o sea, una
sólo puede activarse e interpretarse en las sesiones triádicas.
variante de la terapia conjunta. En 1964. su modelo original de
tratamiento tetraciireecional de parejas io concebía como una
Contraindicaciones combinación de dos tratamientos individuales. Empero, la
publicación de 1967 muestra un cambio de énfasis, tanto en la
Las mismas que se enumeraron para la terapia conjunta. técnica como en la teoría. Mace más hincapié en la relación
entre Ja pareja de pacientes y la de terapeutas, que en las rela­
ciones individuales de los cuatro participantes: asimismo,
subraya el impacto que causan las comunicaciones de la pareja
El enfoque familiar de pacientes sobre la relación entre los dos terapeutas. Reding
y sus colaboradores prestan atención, específicamente, a los pen­
En una obra decisiva. Natban Ackerman (1958) abogó por samientos actuales de los terapeutas y a sus reacciones afectivas
un enfoque psicoterapéutico que encarase a ia familia como recíprocas, y utilizan ampliamente las interpretaciones trasfe-
tai. A! decir esto, no contemplaba la psicoterapia individua! de renciales y eontratrasferenciaJes de pareja a pareja en la sesión.
cada uno de sus miembros, sino una terapia directa clel grupo Su combinación del modelo psicoanalítico (trasferencia y
familiar y la interpretación psicoanalítica de la dinámica in­ conlratrasferencia) con .el psicodrama (las interpretaciones se
conciente, dentro de su contexto social. Este enfoque insistía en actúan, antes de expresarlas verbalmente) limita la intensidad
que el mejor examen de realidad logrado por ei terapeuta io re­ de la neurosis de trasferencia que la pareja de pacientes pueda
sarce con creces de las mayores complicaciones causadas por desarrollar con la pareja de terapeutas. Ésto concuerda con su
las trasferencias. objetivo terapéutico de abrir canales de comunicación entre los
La terapia de familia constituye un campo nuevo, sujeto a cónyuges, en vez de fomentar una maduración de sus respecti­
rápidos cambios. Los terapeutas tienden a polarizarse en dos vas personalidades. El grupo de Reding sustituve la obtención
grupos: los que ven en la familia un factor que complica las de un m.si'g/if más profundo por parte cíe cada cónyuge, por un
luchas intrapsíquicas de cualquiera de sus miembros, y los que modo diferente de comportarse y de comunicarse entre sí. Pos­
contemplan las transacciones de la familia como determinantes teriormente, este método utilizó un matrimonio de terapeutas,
dinámicos de las respuestas y actitudes de sus miembros (Group con lo cual amplió el rol de modelador de ta pareja de tera­
for the Advancement of Psychiatry, 1970). La obra de Acker­ peutas, especialmente en el campo de ia comunicación abierta
man ha influido en las técnicas de terapia de pareja: él mismo entro la pareja de pacientes.
nos da la mejor explicación de esto: «Una relación representa
más que la suma de dos personalidades. Un nuevo nivel de or­
Ventajas
ganización crea cualidades nuevas. La relación marital se ase­
meja a un compuesto químico, por cuanto posee cualidades
1. La combinación de dos terapeutas de diferente sexo trae a
únicas que le son propias, más allá de las características de los
elementos que se fusionan para componerlo" (Ackerman, primer plano materiales y comportamientos adicionales para
su observación.
1958, pág. 151). El reconocimiento de los valores positivos que
2. Proporciona un medio para sondear tas fuerzas va exEten-

123
te> en una relación más antigua (ia de los pacientes), a lin de
resolver las dificultades presentes. elaboró la teoría y el método grupales, en un intento de medir
3. Este tipo de terapia es, igualmente, un método muy eficaz la interacción grupal en términos de la tensión inconciente co­
para el tratamiento de diversos trastornos individuales, por la mún al grupo, o de la pauta psicodinámica inconciente que el
forma en que utiliza ia relación marital y la influencia que ca­ grupo procuraba abordar en un momento determinado. En Es­
da cónyuge ejerce sobre el otro, como un agente terapéutico. tados Unidos se interesaron igualmente por la terapia psico­
4. Posee las ventajas descritas en este mismo capítulo al analítica de grupo, y esta técnica pronto fue utilizada por los
terapeutas de pareja.
hablar de la terapia conjunta. .
5. Intensifica y acelera los procesos psicoterapéuticos (Ciil y
Temperly, 1974).
Terapia grupal de pareja
Desventajas
El informe de Neubeck (1954) sobre el tratamiento de grupos
1. Las mismas que mencionamos al referirnos a la terapia de parejas fue seguido de numerosos trabajos en la década si­
conjunta. guiente (Leichter, 1962; Perelrnan, 1960; Blinder y Kirschen-
2. La pareja de pacientes debe mantener una relación sana baum, 1907).
y, en lo posible, libre de actuaciones neuróticas o de inhibi­ La mayoría de las publicaciones que describen la experien­
ciones que limiten su comunicación. cia de los terapeutas en el tratamiento grupa! de parejas han
manifestado una respuesta positiva al experimento, pero unas
pocas han ^formulado graves reservas (Blinder y K irsch es
Indicaciones baum, 1967). Blinder declara que la terapia grupal propor­
ciona un equilibrio marital más sano a quienes participan en
1. Cuando la pareja de terapeutas trabaja en una cómoda ella, mediante la corrección de los errores comunicativos de la
colaboración, percepción, el alivio de las angustias recíprocas, el análisis de
2. Cuando la pareja de pacientes puede utilizar el enfoque las discrepancias y la facilitación de la intimidad. La partici­
modelador con más eficacia y provecho que la interpretación en pación de los pacientes en el proceso grupal les permite exami­
profundidad. nar constructivamente los efectos de su comportamiento y ex­
perimentar con las alternativas.
Los grupos pueden componerse de varias parejas y un tera­
Contraindicación es peuta, <7de varias parejas y varios coterapeutas; cada forma de
composición presenta ventajas y desventajas. La primera, que
1. En los casos en que la pareja de terapeutas es incapaz de
es la más habitual en Inglaterra, es económica y evita los
trabajar conjuntamente de una manera constructiva.
problemas trasferencialcs entre los coterapeutas. La segunda,
2. Cuando, en el trascurso de la sesión de terapia, uno de los
de uso más frecuente en Estados Unidos, ofrece notables venta­
pacientes no puede trabajar en presencia de otra persona de su
jas cuando se utilizan dos terapeutas de distinto sexo: permite
mismo sexo o dei sexo opuesto. la supervisión y apoyo recíprocos ele los coterapeutas, aumenta
los tipos de respuesta proporcionados por las parejas de pacien­
tes, y les brinda a estas la oportunidad de observar las interac­
Interludio histórico: la terapia de grupo ciones de la pareja de terapeutas y aprender de ellas. Este enfo­
que no es tan económico como el otro, y requiere una buena re­
Durante la década de 1950, especialmente en Londres, sur­ lación de trabajo entre los coterapeutas.
gió un interés por la terapia de grupo o grupal que partia de james Jackson y Martin Grotjahn (195Sa, 1Q58¿) emplearon
consideraciones psicoanaliticas. Ai tratar de aplicar la com­ la terapia grupal en combinación con la individual. Cuando
prensión psicoanalítica a los grupos experimentales de la un pac/ente de terapia grupal se estancaba en su tratamiento,
Clínica Tavistock, Bion (1961) descubrió que podía delinear bloqueado por una neurosis marital, incorporaban tempora­
unas pautas fenomenológicas de la acción grupal. Eziiel (1950) riamente al grupo a su cónyuge y utilizaban su presencia para
reactivar el conflicto edípieo del paciente. De este modo, tras­
3. Cuando un miembro de la pareja es psicótico o presenta
formaban su neurosis de trasferencia en una trasfcrcneia viable una desenfrenada destructividad verba!.
que permitiera su interpretación. Una variante de esta combi­
nación del grupo y ¡a pareja consiste en ubicar a un matrimo­
nio en un grupo de pacientes no casados (Goltlcib, 1930;.
En su informe sobre sus experiencias con más de doscientas
Interludio histórico: la teoría general de los sistemas
parejas. James Framo (1973) expresa que, en su opinión, la te­
rapia grupal de pareja es c! tratamiento idea! para ¡os proble­ (décadas de 1960 y 1970)
mas maritales. Según parece, en las dos últimas décadas, una «nueva ola»
barre el campo de la terapia de pareja y de familia: la teoría
general de los sistemas. Aunque muchos autores importantes lo
Ventajas han adoptado, este enfoque se hallaría aún en un estado de
1. Las parejas que integran el grupo se dan cuenta de que sus confusión; esto obedece, en parte, al lenguaje impreciso que
dificultades conyugales no son únicas. emplean sus protagonistas. Unos hablan del uso de la teoría de
2. Las luchas maritales de otras parejas son utilizadas como la comunicación como si ella difiriese de la teoría general de los
modelos de lo que debe evitarse y de cómo pueden solucionarse sistemas o, cuando menos, fuese intercambiable. Otros se re­
las cosas. fieren a la comunicación como una subdivisión de la teoría ge­
3. Las expectativas quiméricas dei matrimonio y de sus in­ neral de los sistemas, o sea, el modo en que se trasmite la infor­
tegrantes son expuestas al exam en de realidad de) grupo. mación dentro del sistema. También hay quienes usan indistin­
4. Se diluyen los sentimientos trasferencialcs y contratrasíe- tamente la teoría de la información, la de la comunicación v la
renciales. cibernética, así como sus respectivos conceptos. Esta impreci­
5. El proceso grupal se utiliza como palanca terapéutica. sión, y la consiguiente falta de claridad en la trasmisión de los
6. Es un método económico y qu e ahorra tiempo. datos, afectarán la exposición contenida en los siguientes
párrafos.
La teoría general de los sistemas, creada por Ludwig von
Desventajas Bertalanffy, postula que las complejidades organizadas o «siste­
mas» no son la suma de sus caracteres absolutos, sino más
1. El desánimo de una pareja puede cundir rápidamente en bien el producto de la interacción dinámica entre sus partes.
el grupo. Por lo tanto, el todo no es la simple suma de las partes, sino una
2. A veces se produce una inusual mezcla de personalidades entidad integrada (Von Bertalanffy, 1974),
destructivas y agresivas en e! seno del grupo (psicopatología ex­ Aunque Von Bertalanffy sostenía que la teoría psicoanalítica
cesiva). era incompatible con sus ideas, en la actualidad muchos tera­
peutas de pareja y de grupo, de orientación analítica, conside­
ran que los principios básicos de la teoría de los sistemas son
Indicaciones congruentes con. su orientación teórica. Sin embargo, otros
continúan debatiendo con vehemencia la cuestión de la com­
1. Puede utilizarse rutinariamente como una forma práctica patibilidad (Durkih, 1972). Durkin .sugiere que la teoría gene­
y eficaz de la terapia de pareja. ral de los sistemas puede proporcionar las tendencias unifica-
2. Sirve para aquellos casos en que las otras formas de tera­ doras que tanto necesita la terapia de grupo, campo en expan­
pia de pareja lian conducido a un impase, y existe la posibili­ sión que adolece de fragmentación conceptual. Fundándose en
dad de que ia influencia del grupo revitaüee la terapia. las evidencias, esta autora llega a la conclusión de que en prin­
cipio los sistemas conceptuales de! psicoanálisis y la teoría ge­
neral de los sistemas armonizan entre sí v, cvcnt nal mente, sos
Contraindicaciones diferencias resultarán ser más complementarias que contradic­
torias.
1. Cuando hay un secreto de familia.
2. Cuando uno de los cónyuges es incapaz de trabajar con un Pese a la entusiasta acogida que ie brindó la psiquiatría a
mediados de la década de 1930, la teoría general de los sis!croas
grupo.

127
parece haber vacilado pur un tiempo- 1 al vacilación puede Jay Haley ha influido mucho en el campo de la terapia de
atribuirse a varios factores. Por empezar, lu psiquiatría se ocu­ pareja, con su aplicación de las inferencias de la teoría del
pa tradicionalmente del individuo y es más clilíeil ver a este co­ doble vínculo (Haley, 1963b), al demostrar de qué modo cada
mo un sistema actuante, que ver como tales a los grupos o la­ comunicación funciona, simultáneamente, como una informa­
midas. Además, la conceptuaiización de las emociones y cogni­ ción y una orden. En cuanto orden, cada comunicación redefi­
ciones en términos de sistemas resultó una tarea formidable­ ne la naturaleza de la relación que mantenemos con otra perso­
mente ardua. A esto se sumó el temor de que dicha concep- na; de ahí que en toda relación, ya sea marital, terapéutica,-
tualización sería deshumanizadora y mecanicLsta. Hoy en día etc., hay una lucha por el poder, implícita y constante, en la
se trabaja mucho por remediar estos defectos, mediante un mo­ que se pugna por establecer quién define la naturaleza de la re­
vimiento hacia el desarrollo de expansiones teóricas cjue con­ lación. De este modo, todos los síntomas de «perturbación» son
ciernan a la teoría y práctica psiquiátricas de un modo más di­ vistos como otras tantas estrategias para controlar unas rela­
recto y aplicable (Cray, 1973). ciones que no pueden controlarse por otros medios. Todas las
Al hablar de la terapia conjunta, nos referimos a la labor de situaciones en que una persona se propone cambiar a otra tienen
Don D. Jackson y su grupo. Por esa época, él denominaba «en­ en común ei uso de comunicaciones «benignas» de doble víncu­
foque operativo» a su nuevo método, pero desde entonces pare­ lo, que le imposibilitan al paciente recrear los tipos de relación
ce haberlo situado dentro del marco de la teoría general de los que ha formado en el pasado. Haley aplica estos conceptos a la
sistemas. Entre las publicaciones importantes vinculadas a terapia de pareja, centrándose en la relación marital perturba­
este enfoque corresponde mencionar los trabajos de Gregory da y la formación de síntomas (Haley, 1963a). El paciente es el
Bateson, Jav Haley, Lynn Hoffman, Paul Watzlawick, John matrimonio, y no los individuos que lo integran. A menudo, es­
W’eakland, 'Richard Fisch, Salvador Minuchin y Milton H. te enfoque coloca al terapeuta de pareja en una situación de
Erickson. doble vínculo; cuando el paciente y la relación marital se tra­
El antropólogo Gregory Bateson fue miembro del grupo de tan por separado, se establece una forma peculiar de dualismo
investigación de Palo Alto que, a mediados de la década de no intencional; puesto que cada cónyuge sólo refleja una parte
1950, formuló la «teoría del doble vínculo en la esquizofrenia» de sí mismo en su matrimonio (Sager, 1966a), Haley plantea la
(Bateson, 1972). Bajo su influjo, el énfasis se volcó hacia la fa­ presencia del terapeuta como la aceptación, por la pareja, de
milia en su totalidad, y hacia las transacciones familiares tal una figura de autoridad y una relación «complementaria» (el
com o ocurren en el presente. En el encuadre clínico, el tera­ terapeuta es la autoridad y sus «derechos-» no son iguales a los
peuta observa ios esquemas de comunicación, la estructura de del paciente). Esta situación complementaria se convierte en
su conversación, la forma de sus transacciones y la secuencia en una parte integral del proceso de elaboración de relaciones, en
que acontecen. Según la teoría del doble vínculo de Bateson, el el que cada cónyuge trata de utilizar a esa tercera persona que
tipo de comunicación esquizofrénica era la adaptación del niño ha entrado en la relación. Para Haley, la terapia de pareja
a una madre que lo colocaba en un vínculo paradójico, al en­ ofrece un contexto dentro del cual los esposos pueden aprender
viarle mensajes mutuamente contradictorios y prohibirle, al otras formas de conducta, en tanto que se los obliga a abando­
mismo tiempo, que reconociera o identificara los actos de ella. nar los procedimientos pretéritos que provocaron el trastorno.
La solución del doble vínculo consiste en señalar lo que la otra Otra aplicación del enfoque sistémico al proceso marital
persona hace. Como el niño debe mantener la relación con su concibe cada evento de la comunicación conyugal como un sis­
madre, se sacrifica y continúa fingiendo que los mensajes tema cibernético, compuesto de muchas partes y etapas (Bac-
contradictorios de ella tienen sentido. E) marco de referencia kus, 1975). «La comunicación de la pareja se presenta como un
de Bateson consistía en pensar «ecológicamente», en términos circuito de realimentacmn, basado en la trasmisión congruente
de pautas y relaciones, en vez de adoptar un modo lineal, como y la recepción efectiva de la información personal e interperso­
sucede, por ejemplo, cuando pensamos en términos de causa y nal. La negociación de la pareja se contempla como un sistema
efecto.*La teoría del doble vínculo, en sí misma, no ha resistido en desarrollo. Se trazan las conexiones entre los<subsistemas
por completo la prueba del tiempo; no obstante, lia influido componentes, junto con las sendas de progresión que van de
enormemente en el desarrollo de importantes estrategias psieo- una etapa a la siguiente. No se toma ningún subsistema como
terapéuticas, y ha contribuido sohremaneia al desarrollo de la definitivo, sino que se lo reelabora constantemente en relación
teoría general de los sistemas y su aplicación en la práctica psi- con el sistema global» (ib id ., pág. 201). La aplicación clínica de
eoíerapéutica. esta idea hace hincapié en el crecimiento, el aprendizaje y la

129
adaptación; más que los patológicos, los esquemas obsoletos terapia de pareja tiene éxito, es porque ios eónvuges han cam­
son esquemas previamente aprendidos que ahora deben de­ biado sus modos de tratarse mutuamente. En términos conduc­
saprenderse, al tiempo que se adoptan otras respuestas nuevas, íales. estos modos de tratamiento mutuo se traducen en
más apropiadas. cnnsecucnoias conducíales o contingencias de refuerzo. En vez
Recientemente, las obras sobre el “asesoramicnto ma­ de premiar el comportamiento inadaptado, los esposos apren­
trimonial» han insistido en lo que ellas llaman la «teoría de las den a brindarse mutuamente el reconocimiento v la aproba­
comunicaciones» (Bolte, 1970); es una parte de la teoría ge­ ción de la conducta deseada, para lo cual necesitarán someter­
nera! de los sistemas que. en muchos aspectos, se atiene a los se a un procedimiento de diagnóstico que involucrará el análi­
trabajos de Haley. Sin embargo, como sucede tan a menudo, sis conductal del problema. El lector hallará una amplia
este enfoque, que parecía relativamente simple, va adquirien­ descripción de este procedimiento en la creciente bibliografía
do mayor profundidad y alcance, conforme a los dictados ine­ sobre el uso de la terapia conductal en el tratamiento de los
vitables de la experiencia clínica (Miller y otros, 19i5). trastornos maritales (Liberman. 1970; Stuart. 1969: Cárter y
Tilomas, 1973: Knox. 1971: Wicman y otros. 1974).
Una vez que ha determinado qué deben aprender los eónvu­
ges. el terapeuta conductal trata de poner en práctica los prin­
Nuevo interludio histórico; la terapia de la conducta cipios de refuerzo y modelamiento, propios de esta teoría,
(décadas de 1960 y 1970) dentro del contexto de las interacciones iníerpersonales
corrientes (Liberman. 1970).
Este método pudo haberse incluido en el apartado prece­ La terapia de la conducta, tal como se aplica en la terapia de
dente. Si tenemos en cuenta que los terapeutas conductali.stas pareja, gira a menudo en torno de la estrategia de negociación
declaran que, a veces, se necesita llevar a cabo un proceso de quid pro qun. Este método de concesiones mutuas presenta
reestructuración cognoscitiva antes de poder elcctuar cambios ventajas y desventajas. Sus etapas típicas son: 1) el terapeuta
duraderos en la conducta (Knox, 1971), se justificaría ubicar ayuda a las diversas partes intervinientes a identificar las
este enfoque junto a los anteriores. Sin embargo, la tendencia causas de su insatisfacción, y a especificar sus pedidos de cam­
de los investigadores difiere bastante. E! padre de la terapia de bio; 2) los cambios solicitados so expresan en términos del com­
la conducta o terapia conductal es B. F. Skinner (1953). Sus portamiento de cada parte involucrada; 3) la pareja nego­
primeros proponente.s la juzgaron incompatible con el psico­ ciadora conviene y establece un intercambio recíproco, bajo la
análisis y viceversa, tal como luego ocurriría con la teoría gene­ influencia mediadora del terapeuta (Tsni-Hoshmand. 1975).
ral de los sistemas, pero algunos artículos recientes hablan de Este enfoque terapéutico se basa en la definición del ajuste
la compatibilidad y uso simultáneo de ambos métodos (Birk y o arreglo conyugal como la presencia de recompensas mu­
Birk, 1975). Sea cual fuere su evolución futura, io cierto es que tuamente satisfactorias, o el intercambio equitativo de conduc­
la coexistencia, convergencia o integración conceptual entre tas placenteras. A la inversa, el desajuste o desarreglo marital
terapia de la conducta y psicoanálisis apenas ha comenzado. se define como la presencia de expectativas insatisfechas (tanto
«La metodología de la psicoterapia psicoanalítica, que busca mutuas como referentes a la relación marital), o bien como la
los insights, y las técnicas de la terapia conductal, que produ­ consecuencia de una interacción negativa entre los esposos y
cen cambios, forman un sistema complementario: la primera una retención de sus refuerzos mutuos.
parece poner al descubierto las tempranas experiencias evoluti­
vas de aprendizaje, que modelaron los posteriores hábitos
emocionales-cognoscitivos-conductales inadaptados y excesiva­ Ven lajas
mente generalizados, con lo cual proporciona unos ejemplos
terapéuticos poderosos, que se contrapondrán a la defectuosa 1, Con frecuencia, e! intercambio quid pro <¡uo adopta la
autoelevación del paciente y a. su no menos defectuosa visión forma de eventos gratificantes; su aplicación exitosa puede ge­
del mundo» (ib id ., pág. 510). nerar, de un modo directo, la interacción positiva que desean
Los enfoques concluctales de los problemas conyugales espe­ los cónyuges.
cifican a estos últimos en términos concretos y observables, y 2. Al restablecerse la satisfacción mutua en las zonas proble­
procuran alcanzar los objetivos terapéuticos valiéndose de los máticas, se hacen innecesarios los eventos interpersonales ne­
principios empíricos del aprendizaje (Liberman, 1970). Si la gativos vinculados a !a retención de las recompensas.

130
3. Esta estrategia para la resolución de problemas puede
Aplicación de técnicas audiovisuales
remplazar a las modalidades frustrantes de una ludia nada
constructiva en torno a los problemas de la vida diádica. en la terapia de pareja (1965)

En la actualidad se utiliza en terapia un avance tecnológico


reciente que ya venía empleándose en la enseñanza y la investi­
Desventajas
gación: la grabación en videocinta (Alger, 1967; Alger y Ho-
i.,Los cónyuges que abrigan expectativas quiméricas con gan, 1967 y 1969; Berger, 1970 y 1972). Se graban en videocin­
respecto a su pareja o a su relación marital pueden ser incapa­ ta los primeros quince minutos de una sesión de terapia conjun­
ces de negociar un intercambio satislaclorio. ta de pareja, e inmediatamente se pasan por un monitor de te­
2. A los cónyuges que han descalificado a su pareja, o que levisión, de manera tal que cualquiera de los participantes
dudan de su com'promixo con la relación marital, no les intere­ puede detener la cinta en cualquier punto para comentar su
sará realizar negociaciones quid pro quo. propio comportamiento o el de los otros, sus reacciones sensiti­
3. La negociación quid pro quo no es aceptable cuando vas, y las discrepancias que hubiera entre la forma en que se le
uno o ambos es ¡sosos insisten en la infalibilidad de su aet itud y aparecen ahora y la forma en que recuerda haberse sentido en
se rehúsan a acatar las reglas del compromiso. ese momento (Alger, 1967). Por primera vez en la historia de la
4. La puesta en práctica o el mantenimiento de los cambios terapia, disponemos de un instrumemto capaz de proporcionar
negociados puede fracasar cuando no hay un apoyo suficiente, a los participantes una información objetiva sobre su compor­
cuando uno o ambos cónyuges se oponen emocionalmente a tamiento en la terapia y que, además, permite reexaminar esos
tales cambios, o cuando sus ineptitudes conducíales los incapa­ datos de inmediato, cuantas veces se desee.
citan para llevarlos a cabo. ■ En sí misma, la grabación en videocinta no es un método de
terapia, pero sí puede ser un medio importante para realzar el
valor de determinado enfoque terapéutico, Puede utilizarse sea
Indicaciones cual fuere la orientación teórica del terapeuta; empero, lo más
probable es que recurran a ella los que se interesan por la teoría
1. Cuando las parejas ya participan en alguna iorma de ne­ conductal del campo y la teoría de la comunicación.
gociación similar al compromiso por concesiones mutuas.
2. Cuando un miembro de la pareja siempre hace conce­
siones y tiene necesidades insatisfechas. Ventajas
3. Cuando los esposos no pueden llegar a un acuerdo sobre
bases racionales. 1. Ayuda a aclarar los canales de comunicación múltiples y
contradictorios.
2. Acelera el desarrollo, en el paciente, de una conciencia
Contraindicaciones profunda de su sí-mismo.
3. Acrecienta la motivación del paciente para recordar esta
1. Cuando ninguno de ios cónyuges, o tan sólo uno de ellos, nueva toma de conciencia y ponerla en práctica, sin experi­
dispone de recursos o capacidad suficiente para proporcionar mentar el habitual sentimiento de coacción,
al otro aquello que le agrada. 4. Acrecienta la toma de conciencia de los sentimientos sub­
2. Cuando los esposos no están lo suficientemente compro­ yacentes en los cónyuges.
metidos en la relación como para invertir en un método coope­ 5. La realidad del terapeuta no se ve prontamente distor­
rativo de resolución de problemas. sionada por la trasferencia del paciente.
3. Cuando los cónyuges no anteponen el matrimonio a sus
logros individuales.
4. Cuando los esposos no valoran los comportamientos inter­ Desventajas
cambiados como recompensas suficientes, que justifiquen el
mantenimiento de la reciprocidad negociada. 1. El equipo puede presentar problemas técnicos que causen
deficiencias en la reproducción de las imágenes y sonidos, o
sufrir desperfectos o averías,

132 133
2. El equipo resulta costoso en la práctica privada. marital producía cierta alteración en la personalidad de los indivi­
3. Se corre el riesgo de preocuparse más por el «medio» que duos involucrados.
por el «mensaje». Entre los diversos enfoques psicoterapéulicos de fines de ia
4. El procedimiento crea ansiedad en el terapeuta y deshumani­ década de IfloO y de los diez años siguientes, que ejemplifican
za la relación terapéutica. las orientaciones cambiantes de ¡a época, con su alejam iento
del psicoanálisis clásico, .se cuenta el modelo transaccional de
psicoterapia presentado por Roy Crinker (1959). Este autor
Indicaciones describe la evitación del desarrollo de una neurosis de trasfe-
Las técnicas audiovisuales pueden utilizarse con cualquier rencia, pero reconoce que continúa ocupándose de fenómenos
trasfereneiales a los que considera otras tantas comunicaciones
pareja, en algún punto de su tratamiento.
bidireccionales implícitas entre el terapeuta y el paciente en
tas cuales eí presente aparece coloreado v distorsionado por el
pasado. 1
Contraindicaciones
La labor del_grupo de Palo Alto y el avance hacia la teoría
No deben utilizarse apresuradamente en aquellos casos en general de ios sistemas aplicada a la psicoterapia constituyeron
que su uso causaría un efecto devastador (p. ej., con un cónyu­ un nuevo acontecimiento revolucionario. El campo de la tera­
ge bisexual excesivamente expansivo y amanerado, o cuando pia de pareja continúa en estado de fermentación, lo cual no es
un paciente tiene francos impulsos suicidas y autodestructi- nada sorprendente, ya que esta fermentación es un reflejo'de
vos ligados a su imagen corporal, como ocurre en los casos de aquella por la que atraviesa toda la psicoterapia.
obesidad). En suma, no deben emplearse cuando existe el pe­
ligro de sobrepasar las defensas necesarias y acarrear la consi­
guiente descompensación emocional.

Resumen
El examen de las obras publicadas sobre el tratamiento psi-
coterapéutico délos cónyuges nos permite formular las siguien­
tes observaciones:
No cabe duda de que, en sus orígenes, esta bibliografía era
predominantemente psicoanalítica y, por ende, centraba el én­
fasis terapéutico en el desarrollo y el análisis de la neurosis de
trasferencia. Tanto el enfoque psicoanalítico clásico, como los
enfoques concurrente, consecutivo, colaborativo y combinado,
mantuvieron este énfasis. El principal cambio de orientación
tuvo lugar cuando las publicaciones dejaron de hacer hincapié
en la neurosis de trasferencia y hasta evitaron referirse a ella;
cuando la atención dejó de centrarse en las trasferencias entre
el paciente y el terapeuta, para ocuparse primeramente de las
trasferencias entre los cónyuges y, luego, de algo enteramente
nuevo. Este nuevo enfoque consistía en insistir, más que nada,
en el establecimiento de nuevas relaciones conyugales dentro
del encuadre familiar, mediante experiencias en la situación
terapéutica, sin poner ningún acento en una comprensión
más profunda de las reacciones trasfereneiales de! paciente in­
dividual. Por lo tanto, admitía que el cambio de la relación

134
C ir c u n s t a n c ia s e n la s q u e n o se r e c o m ie n d a
7. Selección de la terapia la te ra p ia d e p a re ja

Cuando es innecesaria

En algunos casos afortunados, las entrevistas iniciales reve­


lan que no hace falta ningún tratamiento y que «iniciar una te­
Introducción rapia» con el primer intercambio entre el paciente y el tera­
peuta es, en verdad, prematuro. Por lo común, son casos en
que la pareja está mal informada, o ejemplos de la «tiranía del
Ahora estamos en condiciones de encarar la selección de la ideal»: matrimonios que funcionan bien y que presentan una
terapia, problema sumamente complejo, porque dicha selec­ buena ensambladura de sus necesidades, pero no se ajustan a la
ción depende de una amalgama de diversos problemas, presen­ imagen dei matrimonio ideal y a las heroicidades sexuales que
tados por diversas combinaciones de cónyuges, y de la forma­ presentan ios medios de comunicación de masas.
ción y experiencia del terapeuta, a menudo limitadas. La se­
lección ideal de un tipo de terapia, escogida entre la amplia ga­
ma que acabamos de describir, difiere marcadamente de la se­ Cuando es dem asiado tarde para aplicarla
lección práctica, determinada por el equilibrio entre lo que el
terapeuta puede ofrecer y lo que los cónyuges pueden apro­ Otras veces, se rechaza a una pareja que solicita tratamiento
vechar. porque su matrimonio ya no tiene arreglo. Es posible que uno
u otro cónyuge esté buscando ayuda para poder separarse o di­
vorciarse con un mínimo de hostilidad.

Principio rector en la selección


Cuando no es aplicable para la pareja
del tratamiento
Haber determinado que se requiere tratamiento no significa
El principio rector básico es que el tratamiento debe adap­
que se deba recomendar automáticamente su-aplicación, ¿Por
tarse al paciente. Este principio puede infringirse desde dos po­
qué decimos esto? Porque muchos pacientes sometidos a una
los ODuestos. Por un lado, en las facultades de medicina y
terapia nunca entran en ella. Esta es una de las razones que
centros de formación de Estados Unidos hay una relativa ca­
explican el porcentaje aparentemente bajo de los buenos resul­
rencia de educación didáctica y experiencia clínica formal su­
tados obtenidos con diversas formas de psicoterapia. Si los estu­
pervisada, en materia de terapia de pareja (Martin y Lief,
dios pudiesen diferenciar a los pacientes que entraron en el tra­
1973); sujeto a estas limitaciones, el terapeuta puede derivar la
tamiento de aquellos que se limitaron a asistir a las sesiones, el
pareja, o bien tratar de adaptarla a la única forma de psicote­ porcentaje de éxitos sería mucho mayor.
rapia en la que él se siente cómodo. En el otro extremo, está el
Con frecuencia, los pacientes declaran que su presencia en la
peligro de que un terapeuta muy entusiasmado por la forma de
situación terapéutica es una prueba de su deseo de someterse a
terapia más reciente o novedosa, adapte a ella al paciente que
un tratamiento, pero a menudo esto dista de ser cierto. Hay
trata en ese momento (Hoílender, 1971). muchos otros factores que determinan su presencia (p. ej., el
Lo ideal es que las entrevistas iniciales de diagnóstico, que
miedo a provocar la ira del compañero o aun a perderlo, si no
involucran una evaluación atenta y detallada, sirvan de base
se asiste a ia entrevista); la razón más común es su necesidad de
para decidir, ante todo, si el tratamiento es necesario y apli­
manipular al terapeuta para que acepte la validez de sus pun­
cable, y recomendar después el enfoque que ofrezca mayores
tos de vista, pese a que todas las evidencias los señalan como
probabilidades de aprovechamiento para la combinación for­
quiméricos e impracticables.
mada por los terapeutas disponibles y una pareja determinada.
Uno de los casos más comunes en que puede diagnosticarse la
necesidad de un tratamiento, pero es imposible aplicarlo, es el

137
de la esposa que arrastra al consultorio a un marido renuente, C i r c u n s t a n c i a s e n la s q u e s e r e c o m i e n d a
con el propósito de que el terapeuta lo trasfonnc en la clase de la t e r a p i a d e p a r e ja
hombre que. .según ella, debería ser. Esto no signiiica que se na
de despedir a la pareja sin tratarla; lo que hay que hacer es de­ Una vez decidida ¡a necesidad de la terapia, la pregunta si­
mostrar cuán insostenible es el contrato terapéutico que este tipo guiente será: ¿Que tipo de tratamiento debe aplicarse? A me­
de esposa desea imponer. Antes de iniciar el tratamiento, el te­ nudo, no se requiere una anamnesis exhaustiva para determi­
rapeuta deberá presentar a cada pareja, con la mayor claridad narlo: no obstante, cuanto más conozca el terapeuta la rela­
posible, un contrato terapéutico viable que corresponda a su ción marital y los individuos que la integran, tanto mavores se-
caso. De otro modo el tratamiento fracasará, a menos que se lan sus probabilidades de elegir el mejor tratamiento. La reco­
convenga un nuevo contrato más adelante. Es mucho más fácil pilación de una buena historia es tan importante para determi­
comenzar con un contrato viable, que modificar un contrato nar si se recomendará o no un tratamiento, como para estable­
terapéutico establecido pero insostenible. cer de qué tipo será este. Si hemos decidido qnc el paciente de­
En el caso anterior, lo mejor es explicarle claramente a la es­ sea la terapia y puede utilizarla, ios interrogantes decisivos son:
posa, lo antes posible, que cada cónyuge debe responsabilizar­ 1) ¿Qué desea obtener el paciente de la terapia? 2) ¿Será él capaz
se individualmente por el cambio de sí mismo y de su relación de asumir la responsabilidad primordial de hacer que ella fun­
con el compañero, y que la manipulación de este no entia en cione? Con frecuencia, las respuestas no coinciden. Como se verá
los propósitos de la terapia. Puede señalársele que, aunque el in­ en el capítulo 9, en algunos casos la esposa está resuelta a pedir el
dividuo cambie, esto puede suscitar o no un cambio en la rela­ divorcio si su marido no cambia: una vez que lo ha obtenido des­
ción. Si no lo provoca, el iniciador del cambio debe decir qué cubre. para su desconsuelo, que mantenía mejor su equilibrio emo­
hará. Si lo provoca, el cambio en la relación puede tener o no cional cuando contaba con e¡ apoyo de su marido, que en su actual
la orientación deseada. En caso afirmativo, se establecerá un soledad.
feliz equilibro marital; en caso negativo, el cónyuge afrontará A veces es imposible evaluar con exactitud la capacidad de
nuevas decisiones. realización de un individuo, en tanto no hava trascurrido un
Cuando se confronta a las parejas con un enfoque como este, período de tratamiento bastante prolongado. Por eso, la reeva­
algunos cónyuges (uno o ambos) deciden no someterse a trata­ luación forma parte inherente del proceso terapéutico.
miento; otros deciden concientemente someterse a él, pero si­ La terapia de pareja no. se limita a tratar pacientes con
guen más resueltos que nunca a llevar a cabo su propio plan. problemas psicosociales: también se ocupa de los pacientes psi-
Esta actitud se revelará a medida que avance el tratamiento, cóticos, Un trabajo reciente (Greene et a l., 1975) muestra
en cuyo trascurso será preciso redefinir simultáneamente el con claridad que la presencia de un trastorno psiquiátrico
contrato matrimonial y el terapéutico, puede requerir la terapia de pareja, a fin de mantener la homeos-
tasis interna de! cónyuge afectado e incluso prevenir ataques
incipientes. A menudo, se recomienda ¡a terapia de pareja aun
El rnovimiento de enriquecim iento conyugal cuando exista un factor genético subyacente en este tipo de en­
fermedad, y aunque se disponga de drogas para Ir,llar los ata­
En Estados Unidos está desarrollándose un movimiento que ques actuales y provenir los futuros. En su informe sobre !a re­
podríamos llamar de «enriquecimiento conyugal», comprendido lación entre las variables biológicas y conducíales, Ludwig y
en la oleada general de grupos de encuentro que involucran a Abies especulaban que «entre dos individuos íntimamente rela­
individuos «sanos». En él participan matrimonios para los cionados puede haber una comunicación bioquímica, subcon-
cuales no está indicado ningún tratamiento. Un grupo de pare­ cicnte, no verba! y mutua, que además do alterar su medio
jas se reúne a fin de acrecentar su conciencia de los aspectos po­ biológico interno afecte sutilmente su comportamiento exter­
sitivos de la relación marital (Clarke, 11)70): estas sesiones ayu­ no» (Ludwig y Ables. 1974).
dan a las parejas «normales» a ejercitarse más en un tipo de Se ha descubierto que la nrofilims con litio, en el tratamien­
diálogo que bien podría ser un arte interpersonal olvidado o no to de pacientes bipolares, resulta mas eficaz si va acompañada
aprendido. Puede sugerirse el «enriquecimiento conyuga!» a de una t'erapia de pareja. Por otra parte, este tipo de terapia
aquellas parejas para las que no se ha diagnosticado la necesi­ suele ser productiva y dicaz cuando se lo emplea en matrimo­
dad de un tratamiento. nios que se. distinguen por la presencia de episodios psicoticos
en uno de los cónvuges.

338 139
La terapia de pareja es una forma de tratamiento autar- Terapia orientada hacia el m atrim onio
quica, cuyo campo de acción está delimitado por la ionnación
y p e r i c i a del terapeuta, y no se limita cNclusivamente al trata­ Aquí se insiste, principalmente, en resolver aquellos proble­
miento de problemas psieosociules o de la vida diaria. La uni­ mas que interfieren en la obtención de una ensambladura de ne­
dad terapéutica integrada por un matrimonio y un terapeuta cesidades que baste para infundir armonía en el matrimonio.
representa «una psicología grupal para el grupo numérico mas Esta categoría comprende todos los tipos de terapia descritos
reducido» (Dicks y Stcvens, 1974), o una terapia de lamilia en los capítulos anteriores, salvo los dos casos contemplados en
destinada a dicho grupo. Cuando a esta unidad básica se le el apartado anterior. A veces, si no logra su objetivo original,
añaden ios hijos, [jodemos hablar de una terapia de familia; si este tipo de terapia ayuda a que el divorcio sea una experiencia me­
se le añaden otras parejas, podemos llamarla terapia de grupo. nos destructiva.
Empero, los valores terapéuticos de la terapia de familia o de
grupo están presentes en su unidad más pequeña: la terapia de
pareja. Algunos pacientes incapaces de aprovechar la terapia Terapia de orientación com binada
individual sacan provecho de la terapia de pareja, aun cuando
no exista inarmonía conyugal y el otro esposo no necesite un En la práctica, la terapia suele orientarse hacia la persona y
tratamiento individual. el matrimonio. El paciente debe responsabilizarse por su cam­
bio individual para lograr la ensambladura de necesidades,
pues si se obtiene un cambio de conducta duradero, este provocará
un cambio en la persona como efecto secundario.
Selección del tratamiento
El siguiente bosquejo es una modificación del enfoque suge­ Terapia sexual
rido por Hollender (1971), en su excelente reseña del tema. Las
cuatro categorías aquí presentadas no son excluyentes y, a ve­ El éxito alcanzado por Masters y Johnson (1970) en el trata­
ces, pueden superponerse entre sí. miento de la disfunción sexual ha hecho que el terapeuta de pa­
El terapeuta puede recomendarle a la pareja uno de estos reja enfrente una crisis de identidad. Cuando las evaluaciones
cuatro tipos de tratamiento, basándose en la información pro­ indican una disfunción marital que afecta principalmente lo
porcionada por una cuidadosa evaluación del caso. En el capítu­ sexual, o cuando la terapia individual o de pareja a que ya se
lo 2 desarrollé el tema de los valores «normales» del matrimonio. han sometido los cónyuges no ha logrado resolver la disfun­
La confrontación de la inarmonía marital con estos valores nor­ ción sexual, ¿el terapeuta de pareja debe derivar a estos esposos
males ayuda a formular los objetivos de la cura y la clase de tera­ a los terapeutas sexuales, o él mismo debe procurarse una for­
pia recomendable para lograr los cambios. mación en terapia sexual que le permita utilizar eficazmente es­
tos nuevos principios y añadirlos a su bagaje terapéutico?
Los buenos resultados obtenidos por las técnicas conductaies
Terapia orientada hacia la persona conjuntas han estimulado su uso en el tratamiento de la disfun­
ción sexual de la pareja, No podía ser menos, dadas las exitosas
En este tipo de terapia, uno o ambos cónyuges están bajo experiencias recogidas con la terapia conjunta de pareja, técni­
tratamiento. En el primer caso, no hay ninguna comunicación ca capaz de poner de relieve los problemas interaccionales de la
entre el terapeuta y el otro esposo; en e'í segundo, tampoco hay pareja que constituyen vectores cruciales a fin de anular los me­
comunicación entre los respectivos terapeutas. En el capítulo canismos inadaptados que han iniciado o mantenido la disfun­
anterior expusimos las ventajas, desventajas, indicaciones y ción (Berman y Lief, 1975).
contraindicaciones de ios diversos tipos de tratamiento que El empleo de estas técnicas conducíales (condicionamiento
entran en esta categoría. Como la atención recae en el indivi­ operante, contingencias contractuales y asignaciones de tareas)
duo, el futuro del matrimonio dependerá del resultado de las en la terapia sexual se considera una forma de desensibilización
terapias individuales. y modificación de la conducta (Annon, 1974). Quienes apelan
a las técnicas conductaies sin haber recibido una formación
como terapeutas de pareja lo hacen de modo mecánico e in-

i an
discriminado, sin advertir que su éxito está supeditado a todas do, Cookerly insta a una prudente interpretación de ios resul­
las vicisitudes propias de las transacciones maritales. Ahora tados de su estudio, por cuanto fue un simple estudio piloto,
que ya ha trascurrido un tiempo suficiente desde que comenzó carente de las precauciones y controles propios de una investi­
a emplearse la terapia sexual, los terapeutas de pareja em­ gación más rigurosa. Es posible que su trabajo sea tan sólo una
piezan a ver cómo algunas parejas, que se consideraban otros brizna arrastrada por e! viento, pero la terapia de pareja debe
tantos éxitos de ía terapia sexual, recaen en la inarmonía con­ orientarse bacía una investigación objetiva. Los estudios de
yugal y vuelven a tener dificultades sexuales inherentes a su re­ Cookerly indican la existencia de diferencias notables entre las
lación perturbada. Berman y Lief (1975) expresan lo siguiente: diversas formas de terapia de pareja. Sugiere que es dable espe­
«La terapia sexual no puede practicarse independientemente rar resultados diferentes cuando se utilizan formas diferentes
de un examen del esquema de comunicación de la pareja, así co­ de dicha terapia, y que algunas formas son superiores a otras:
mo de sus deseos y temores relativos a la intimidad y el poder. «El ordenamiento jerárquico de las formas propone el concepto
El nexo éntrela terapia sexual y la terapia de pareja es comple­ de que la entrevista conjunta y el grupo conjunto son las más efi­
jo y y aún no ha sido claramente discernido. La terapia sexual caces, si bien la entrevista conjunta puede presentar desventa­
no es una subespecialidad dentro de la terapia de pareja. El ob­ jas para ios que se divorcian» (Cookerly, 1973, pág. 610). Las
jetivo de esta última es fomentar el crecimiento de los dos cón­ sesiones concurrentes ocupaban el último o penúltimo lugar,
yuges mediante el encauzamiento de las fuerzas internas del por orden de eficacia.
matrimonio. El objetivo de la terapia sexual es eliminar el sín­ Estos descubrimientos concuerdan con la experiencia clíni­
toma disfuncional». La relación entre la discordia marital y la ca. El hecho de que, pese a su relativa ineficacia, las sesiones
disfunción sexual puede clasificarse conforme a las siguientes concurrentes sean la forma más común de terapia de pareja,
categorías: 1) la disfunción sexual causa la discordia marital: se confirma la resistencia al cambio de los terapeutas revelada
recomienda la terapia sexual; 2) la discordia marital ha dete­ por la encuesta de Martín y Lief (1973),
riorado el funcionamiento sexual: se recomienda la terapia se­ El tratamiento individual de un sólo cónyuge es relativa­
xual o de pareja; 3) la presencia de una grave discordia marital mente ineficaz para las personas que continúan casadas; en la
excluye el empleo de la terapia sexual: se recomienda ía terapia clasificación de Cookerly, esta técnica ocupa el mismo nivel
de pareja. que la terapia concurrente. Sin embargo, es bastante útil para
Personalmente, creo que las técnicas de terapia sexual se in­ aquellas personas que obtienen un divorcio sano o aceptable.
tegrarán con la psicodinámica marital e individual, tal como se La entrevista individual, la terapia grupal concurrente y la
indica en la obra de Kaplan (1974), Ya se han iniciado amplios grupal individual aparecen como formas mixtas de una efica­
programas formativos en materia de terapia sexual en las fa­ cia mediocre. Por lo general, las formas grupaies de la terapia
cultades de medicina, que habrán de proliferar para satisfacer de pareja podrían considerarse un poco más eficaces que las in­
la demanda de profesionales calificados, Los terapeutas de pa­ dividuales, sobre todo para los que obtienen el divorcio.
reja están en una posición particularmente ventajosa para par­ El carácter tentativo deí estudio de Cookerly impone la ne­
ticipar en estos programas (Sadock et a l., 1975). cesidad de emprender nuevas investigaciones, con el fin de es­
tablecer si la forma de la terapia es un factor determinante do
su resultado. Yo extraería de este estudio la siguiente conclu­
Un fa c to r determ inante pero aún no com probado sión provisional: la forma de terapia elegida puede influir
mucho en el resultado si los diferentes terapeutas ¡.oseen apro­
Las impresiones clínicas recogidas individualmente por los ximadamente el mismo nivel de pericia; empero, cuando la pe­
profesionales Ies han sugerido que una forma de terapia es más ricia y experiencia de los terapeutas varían en grado conside­
ventajosa que otra, pero apenas contamos con investigaciones rable, pueden llegar a pesar más que la técnica empicada.
objetivas que lo verifiquen. Hasta ahora, el factor decisivo pa­
ra determinar el valor de una técnica parece ser el grado de pe­
ricia de quien la practica. La información publicada indica Terapia de pareja orientada hacia la
una tendencia a apartarse de ias entrevistas concurrentes o resolución d e una crisis
conjuntas, y una creciente popularidad'de los métodos grupa-
les (Cookerly, 1973). Sin embargo, esta investigación de Cook- La inclusión de esta sección en el presente capítulo obedece a
erly nos obliga a reconsiderar la cuestión. En el artículo cita­ que, en la primera entrevista, puede plantearse la necesidad
inmediata de utilizar una técnica especia!, de la que aún no jante a úna espiral ascendente, el cual exige que se efectúe al-
hemos hablado, antes de que se elija cualquiera de las formas guna clase de estructuración para prevenir la destructividad,
ya descritas. Además de las importantes contribuciones men­ (ro añadiría que en ei trascurso de la estructuración se estable­
cionadas hasta aquí, Bernard L. Creene y sus colegas han cen, simultáneamente, un contrato terapéutico y un contrato
aportado a la terapia de pareja una técnica denominada «dis­ matrimonial viables.) Por último, la maniobra es de naturaleza
tancia esirudnrada transitoria»’ (Creúne vt al., 1973). curo transitoria: constituye una técnica dentro del proceso tera­
uso queda ejemplificado en la siguiente viñeta clínica: péutico total.
El tratamiento se solicitó a raíz de una crisis: el marido ha­ Esta técnica puede utilizarse igualmente como método para
bía golpeado de modo brutal a la esposa y había abusado físi­ salir de un impase terapéutico, como táctica de enfriamiento o
camente de su pequeña hijastra, ' fruto de un matrimonio an­ como un importante método de manejo, cuando este se con­
terior de aquella. El hombre había perdido su capacidad de vierte en el objetivo del tratamiento, Además, es un valioso ins­
dominio frente a los insultos, quejas y reyertas de su esposa. trumento de diagnóstico para aquellos casos en que se desee po­
Era una relación sadomasoquista en la que ninguno podía vivir ner rápidamente al descubierto algunas de las dinámicas bási­
sin el otro, si bien las provocaciones hicieron que ei marido ca­ cas de una estructura marital. Creene (1973) k atribuye un
yera en la violencia y amenazara con matarse (había una esco­ amplio campo de acción —siempre que sea utilizada por un te­
peta en la casa). Este esquema se había repetido varias veces el rapeuta dotado de inventiva— y define con claridad sus venta­
año anterior, y el tratamiento ya proporcionado por otros te­ jas.
rapeutas había sido vano. En la primera entrevista (una sesión No corresponde incluir en este capítulo la orientación hacia la
conjunta), se eligió la técnica de distancia estructurada transi­ resolución de crisis relacionadas con las etapas del ciclo marital,
toria. Se le pidió al marido que se internara voluntariamente que se menciona tanto en la obra de Greenecomoen la deBerman y
en un hospital para una mejor evaluación y tratamiento. Los Lief (1975). 3
esposos no mantendrían ninguna comunicación entre sí y cada
uno sería entrevistado por separado (terapia concurrente), has­
ta que el terapeuta pudiera tomar nuevas decisiones.
Durante el período de enfriamiento, el terapeuta entrevistó
a la esposa a solas y en sesiones conjuntas con su hija; asimis­
mo, hizo una evaluación de cada persona y e) vínculo que man­
tenían entre sí. El maltrato de la criatura era un hecho impor­
tante: de continuar, debería ser denunciado a las autoridades,
con la consiguiente separación de la niña para su protección.
Al cabo de unas pocas semanas, los cónyuges com enzaron a
participar en sesiones conjuntas, siendo este su único contacto
durante dos meses. Sólo en estas condiciones pudo iniciarse una
terapia conjunta de pareja y de familia, sin afrontar la amena­
za de abuso, asesinato o suicidio. (A veces, esta técnica resulta
igualmente necesaria cuando ya se ha seleccionado la forma de
terapia a aplicar y ha comenzado el tratamiento.)
La técnica de distancia estructurada transitoria se compone
de tres aspectos. Es una maniobra de distanciamiento deios es­
posos, que puede permitirles establecer (o restablecer) una re­
lación básica constructiva. Además, implica una estructura­
ción; consiste en una activa intervención del terapeuta en
aquellos matrimonios trabados por un tipo de conflicto seme-*

* K i i in glés. Trunsicnt S íru clu red ¡)i-\U¡nce ( T S D ) . [N. d e la T.¡


“ fcji ei o r i g i n a l , «chílci» («lujo» o «hija», i n d i s t i n t á m e n l e ) . A u n q u e el a u t o r
n u n c a re ve la el sexo de la c r ia t u r a , li e m o s o p t a d o p o r t r a d u c i r «liija- te n ie n d o
en cu en t a el ti p o de a g r e s ió n s u l r i d a . f¡\'. di: h¡ T .j

1-15
8. Psicoterapia de la inarm onía que rara vez ayuda a .seleccionar una terapia adecuada, quizá
sena mas provechoso clasificar a los pacientes de acuerdo con
m arital su relativa predilección por las terapias que hagan hincapié en
una de las características comunes por encima de otra, o por su
capacidad para responder a dichas terapias. Se trataría de
explorar las expectativas que ios pacientes traen a la terapia el
tipo de éxito que prefieren, su interés o entusiasmo, y otros pun­
tos similares» (Frank, 1975, págs, 18-19). Aquí, la mavor res­
Consideraciones generales ponsabilidad del terapeuta es poder adaptarse a! paciente Con
excesiva frecuencia, son los pacientes quienes deben adaptarse
En este manual he procurado presentar, de un modo impar­ al enfoque del terapeuta. Los que son capaces de Curar tal
cial mi propio enfoque para el tratamiento de la inarmoma ma­
adaptación hacen que el enfoque tenga éxito; los otros abando­
rital v los innumerables enfoques elaborados por otros tera­ naran e! tratamiento y fracasarán siempre, o pasarán de una
peutas En los últimos treinta años, he experimentado con ios mrapia a otra, en busca de la más aprovechable
otros enfoques aquí descritos hasta adquirir un conocimiento
En las siguientes secciones nos referimos, sucesivamente, a
directo de las cuestiones presentadas en la naciente bibliografía diversos problemas especiales, partiendo de la base de que d
sobre terapia de pareja: de esta manera, he podido compren­
terapeuta aporta para resolverlos el tipo de terapia en el que
der mejor las técnicas a las que se referían los otros autores. ha sido formado.
También he tenido la fortuna de poder supervisar el trabajo de
muchos terapeutas, en varios centros de formación, Mis expe­
riencias con las diversas formas de terapia de pareja son simila­
res a las conclusiones a que han llegado los pocos estudios veri­
Psicoterapia para las situaciones que requieren
ficados de que disponemos, y coinciden con la posición adopta­ un tratamiento especial
da por Marmor (1966): ninguna forma de psicoterapia ha de­
mostrado ser mejor que otras: en general, los terapeutas ma­
duros v experimentados, de diferentes orientaciones teóricas,
logran resultados comparables; los resultados psicoterapéuticos «Esposa enamorada-marido frío»
favorables dependen más de las características personales ce!
terapeuta, su capacidad de empatia y su madurez clínica que En el capítulo 2 delineamos esta entidad clínica desde el
punto de vista fenomenológico y psicodinámico.
de sus inclinaciones teóricas. Además, tal como lo he dicho en
el capítulo 1. he observado que unos enfoques basados en La mayoría de las veces, el menoscabado yo de estas mujeres
orientaciones teóricas diferentes pueden ser igualmente efica­ les impide tolerar el psicoanálisis clásico, por cuanto este no
promueve una gratificación de los deseos del paciente, sino su
ces para el paciente, por cuanto poseen un común denominador
subyacente. El complejo ser humano es quien responde al pro­ frustración y el desarrollo de intight. Este conjunto de condi­
ceso terapéutico. No sabemos por qué los pacientes se sienten ciones es demasiado frustrante como para que ellas lo sopor-
atraídos por diferentes ciases de terapia. Si lo supiéramos, tal ten. Estas mujeres necesitan y exigen tan desesperadamente
conocimiento nos ayudaría a explicar por qué técnicas y enfo­ una gratificación que, así como no pueden atenerse a un contra­
ques distintos pueden deparar los mismos resultados. to matrimonial responsable, tampoco pueden cumplir un
Sin embargo, sobrelaba.se de estas observaciones, he optado contrato terapéutico responsable. Con ellas, el método del di­
por subrayar el pluralismo en la formación de! terapeuta. ván anula el propósito para el cual fue creado. Estas pacientes
¿A qué obedece este proceder? A que el terapeuta dotado de violentan ios parámetros del análisis. Por ejemplo algunas ni
flexibilidad puede ofrecer al ser humano específico, involucra­ siquiera son capaces de tenderse en el diván v permanecer físi­
camente quietas: se incorporan de un salto, se sientan en una
do en cada encuentro terapéutico, el método más útil para este.
silla se colocan boca abajo y le piden al terapeuta que les
Esta opinión concuerda con ios descubrimientos hechos por
hables Esto viene a significar: «Aliménteme. Ameme. Cuíde­
jerome Frank, quien declara que una revisión de las caracterís­
me. Déme algo. Dígame que soy espléndida». Con ellas el te­
ticas comunes de diversas psicoterapias sugiere la convenien­ rapeuta debe limitar sus objetivos, y. sea cual fuere la técnica
cia de adoptar un enfoque de diagnóstico poco convencional: que aplique, dehe tener presente sn tendencia a la regresión.
«En vez de tratar de encontrar el diagnóstico clínico corréelo.
Cuando hay otra posible fuente de gratificación, aparte dei te a desarrollar una estructura yoica adecuada. Una de las pa­
cónyuge, se obtiene un mejor pronóstico. Por ejemplo, es benefi­ cientes que lo logró, describió así este proceso: «Lo que una
cioso que el paciente tenga algún tipo de aptitud, ya sea para el
persona necesita esencialmente para "cuajar" es la pectina.
arte, para la abogacía, etc., pues se necesita alentar su de­
Pectina es no importarle un comino que otra persona la criti­
sarrollo v utilización (lo primero se logra con un medio protec­
que o trate de desaprobarla, y no aterrorizarse pensando que
tor y generoso). El aprovechamiento de las ambiciones latentes
una va a enloquecer de furia».
puede ser igualmente decisivo. Las capacidades creadoras in­
natas son ia piedra de toque para la remoción de los deseos pa­ El problema psicoterapéutico deriva de la resistencia de la
esposa a todo esfuerzo por diferenciar sus propias dificultades
sivos y dependientes. Si estas personas triunfan, se obtienen re­
de sus quejas contra el marido. Ai terapeuta le es casi imposible
sultados espectaculares. En tales casos, de existir la posibilidad
de aplicar una terapia de msight y lograr unos cambios estruc­ desenredar la maraña mediante sesiones individuales con ese
tipo de paciente, pues invariablemente ella lo confundirá con
turales, el enfoque terapéutico decisivo será el siguiente:
su uso constante de un mecanismo de desmentida y proyección.
Ante todo, debe separarse a la esposa aferrada ai marido.
En realidad, esta esposa libra una lucha de vida o muerte por
Esto puede lograrse fomentando la neurosis de trasferencia,
impedir su separación terapéutica del marido, por cuanto este
por cuyo intermedio el vínculo de dependencia pasa del mari­
es a menudo utilizado para prevenir el estallido de una psicosis
do ai terapeuta. De este modo, se pone al descubierto el defecto
en la mujer. Debemos advertir, al respecto, que el terapeuta
específico de su yo. Estas mujeres manifiestan una sed insa­
incauto puede aceptar las declaraciones irrealistas de estas pa­
ciable de gratificaciones narcisistas; para ellas, cualquier ofen­
sa o decepción trivial constituye un golpe contra su autoestima, cientes sin darse cuenta de que sus maniobras son frenéticos
empeños en defensa del yo. Pero aunque tenga plena concien­
y, ante esta herida narcisista, reaccionan con una respues­
cia de estas maniobras defensivas, enfrentará un dilema: ante
ta difusa y arrolladora de energía pulsional agresiva, que ame­
la constante amenaza de un colapso psicótico, le costará deci­
naza aniquilar el yo. A su vez, este peligro las obliga a aferrarse
de manera aún más desesperada a la posición simbiótica. dir cuándo deberá apoyar las actividades defensivas y cuándo
esclarecerlas. Debe tener un correcto sentido de la oportuni­
Por consiguiente, el terapeuta debe asumir un enfoque bifo­
dad, pues un exceso de apoyo afianzará aún más las tendencias
cal centrado, por un lado, en el yo (deberá esforzarse por de­
paranoides y generará un antagonismo con el marido, en tanto
sarrollar en la paciente una mayor tolerancia a las privaciones
que las interpretaciones prematuras pueden provocar en la es­
narcisistas) y, por el otro, en una disminución de la intensidad posa gran angustia o un mayor apartamiento de la realidad,
de la cólera infantil asesina. Las dificultades terapéuticas planteadas por estas mujeres, y
Inicialmente, el terapeuta debe gratificar una necesidad vi­
sus exigencias de un cambio en sus maridos, pueden obligar a
tal de estas mujeres, cuya naturaleza fue gráficamente descrita estos a someterse a tratamiento.
por una paciente con estas palabras: «Nos falta algo...
Pasemos ahora a la psicoterapia del marido «frío». Ante to­
pectina*... no se forma la jalea. Buscamos a alguien que nos
do, hay que distinguir dos tipos de casos: 1) aquellos en que los
proporcione esta pectina». Én otras palabras, su yo es extrema­
maridos son verdaderamente tal como los describen sus espo­
damente débil e incapaz de cristalizarse en una personalidad
independiente. Al comienzo del matrimonio, el marido puede sas; 2) aquellos en que tales descripciones son meras identifica­
suministrar a esta clase de esposa el factor faltante en su yo, pe­ ciones proyectivas, y los maridos, además de ser personas dig­
ro a medida que aumenta su necesidad de un yo sustitutivo, nas de confianza, de las que se puede depender, son cálidos y
hasta hacerse excesiva, llega un momento en que él ya no sensibles. Al terapeuta le es mucho más fácil tratar a este últi­
mo tipo de esposo, que al verdaderamente frío y desamorado.
puede compensar el déficit. De ahí la obligación inicial del te­
La mejor técnica para ayudar a una esposa «enamorada», su­
rapeuta de satisfacer la necesidad de la paciente trasformándo­
se en un yo sustitutivo al comienzo del tratamiento. Por su­ mida en una dependencia inmutable, es ia psicoterapia con­
junta; ayuda a distinguir este tipo de esposa de su marico, al de­
puesto, esta terapia de remplazo no tendrá una eficacia más
duradera que los esfuerzos iniciales del marido. Posteriormen­ tectar rápidamente sus distorsiones de la realidad y sus proyec­
ciones en el esposo, De no poder alcanzarse la separación e in­
te, ía mujer deberá someterse a una terapia intensiva, tendien-
dividuación ideales, puede utilizarse al marido para lograr un
‘ Sustancia química soluble, de eran poder yelaúni/.ante, utili/.ada en la da- objetivo menos deseable, pero aún viable. A veces, la preven­
boiución de jaleas, mermeladas >' dulces. [ N . d e U i 7 . ] ción de un colapso francamente psicótico se constituye en un
objetivo inmediato. La terapia conjunta permite a! marido in-

148 ] io
cia la desdichada esposa y antagonismo hacia ese marido que,
teligir cómo provoca las respuestas de su asposa, y a ella le supuestamente, le niega su amor y protección. Este tipo de mu­
brinda la oportunidad de comprender que su esposo la ama de jer es una tierna trampa para el terapeuta inexperto, y para el
veras. En estas circunstancias ideales, la mujer puede pasar, al que actúa imbuido por la necesidad de brindar «un cuidado
menos, de una posición de parasitismo hostil y quejoso, a otro afectuoso y benévolo» a todos sus pacientes. La terapia sólo
de dependencia agradable y apreciativa, logrando así un cam­ podrá tener éxito si se elimina esta contratrasferencia inicial
bio que traerá paz a la familia. hacia una mujer indefensa, sin perder la empatia ni rempla­
El tratamiento del marido le ayuda a comprender que las zaría por la hostilidad cuando salta la trampa y el psiquiatra
exigencias de su esposa son expresiones de su enfermedad; de descubre que se ha esforzado en vano.
este modo, lo capacita para ser más bondadoso y menos frío en El terapeuta que atiende al marido corre el riesgo de caer en
sus empeños defensivos contra sus ataques. Munido de esta una trampa diferente: al principio, puede sentirse frustrado al
comprensión, el marido coadyuva considerablemente al logro no descubrir ningún rastro de enfermedad en su paciente, e
del objetivo intermedio que acabamos de mencionar, ya sea re­ irritado porque este recibe su ofrecimiento de ayuda con escaso
tomando sobre sí la carga total del matrimonio, o, lo que sería interés. Como resultado de esto, el terapeuta puede coincidir
aún más deseable, alentando a su esposa a desarrollar sus aptitu­ inicialmente con la esposa en que el marido es una persona
des naturales. fría, y unirse a sus denuncias. Con frecuencia, los terapeutas
Un marido auténticamente frío, distante y desamorado experimentan una gran necesidad de que otros precisen de
representa un dificilísimo problema terapéutico. En el trata­ ellos, por lo cual les resulta intolerable tratar a pacientes que
miento conjunto, el terapeuta puede observar la relación con­ parecen no necesitarlos.
yugal y percibir el tipo de trasferencia que el marido estable­ Cuando ya ha trascurrido un largo período de terapia y el
ce hacia él. La cuestión es cómo enseñarle a un hombre así a mal funcionamiento cognoscitivo de la esposa le impide utili­
ser capaz de amar, La experiencia indica que en estos casos la zar los innumerables insights que ha reconocido, el terapeuta
familia de origen se caracterizaba por una falta de amor y cali­ tiende a desilusionarse y a reaccionar en forma negativa. En
dez. Una capa de odio glacial cubrió su herida, a diferencia de cambio, el marido, que conserva intactas sus funciones cognos­
la ardiente ira de su esposa. Pese a ser de intensidad relativa­ citivas, puede convertirse en el «buen» paciente que el tera­
mente baja, este odio entraña un rencor implacable e inexo­ peuta desea. Para bien del paciente, debemos tener cuidado de
rable contra las mujeres. La esposa puede tener episodios que las reacciones contratrasferenciales no enturbien nuestro
explosivos, pero los supera y vuelve a mostrarse cariñosa; ei criterio clínico, ni traben los esfuerzos terapéuticos.
marido nunca olvida ni perdona. Por ende, la terapia procura
poner al descubierto los sentimientos de dolor y ofensa que se
ocultan bajo ese exterior frío. A menudo, la irrupción de la ira «M arido en busca d e una madre»
y lágrimas reprimidas presagia un punto decisivo: el del redes­
cubrimiento del amor cálido y de una nueva forma de experi­ Como hemos expresado en el capítulo 2, este esquema es el
mentar la vida. La esposa se sorprenderá, quizás, al descubrir reverso del anterior («esposa histérica-marido compulsivo»),
que su marido puede sentirse herido u ofendido y al saber de puesto que el marido es quien busca el «amor» de otra mujer,
qué modo contribuía ella a su frialdad. en tanto que los rasgos de frialdad y desamor recaen en la espo­
El tratamiento de los problemas sexuales se guía por la sa. Cuando el marido es incapaz de cumplir con sus responsa­
comprensión de las dificultades propias de este esquema matri­ bilidades laborales y se ve incapacitado por una sintomatoiogía
monial, descritas en el capítulo 3. Se ha establecido que las téc­ o una regresión inminente, culpa de ello a su esposa y busca en
nicas de terapia sexual son las más eficaces para corregir las otra parte la intimidad y el amor que le permitirán mantener
disfunciones sexuales de estos matrimonios (Jacobs, 1974). su equilibrio. En la medida en que esta «búsqueda de una
No podemos concluir esta sección sin mencionar el impor­ madre» tenga éxito, no sentirá la necesidad de ponerse bajo
tante papel que desempeña la contratrasferencia (Bird y Mar­ tratamiento; en cambio, si la otra mujer lo rechaza, su nivel de
tin, 1956). Como ya hemos dicho, las esposas «enamoradas» re­ angustia lo obligará a solicitarlo. Las necesidades de depen­
sultan ser personas dependientes y excesivamente apegadas, dencia se traspasan al terapeuta, y la subsiguiente neurosis de
que manifiestan una gran necesidad de ayuda. Pronto de­ trasferencia aclara el problema psicodinámico. El restableci­
sarrollan una trasferencia aparentemente fuerte y positiva ha­ miento de su autoestima por intermedio de su situación labo-
cia sus terapeutas, que tiende a despertar en estos simpatía ha­
rai, con la consiguiente disminución de su dependencia de una
figura maternal, se convierte en un factor clave de su adelanto funcionales y se cuide de empujar a la pareja hacia un ideal
terapéutico. La incorporación de la esposa al tratamiento, me­ que él mismo ha elegido. El terapeuta debe sintonizarse cuida­
diante una de las formas de terapia conjunta, aclara el contra­ dosamente con el nivel de equilibrio que estas parejas desean y
to matrimonial no viable y permite concertar otro que confor­ pueden establecer.
me a ambos cónyuges y restablezca la armonía. Los cónyuges pueden responder a la terapia sexual, Empero,
Dentro de este esquema matrimonial (para su descripción, ella está contraindicada cuando uno o ambos esposos presentan
véase el capítulo 3), se remediará cualquier perturbación se­ un cuadro de depresión.
xual a fin de permitir la ensambladura de necesidades requeri­
das para el establecimiento de un matrimonio viable. La eyacu-
lación prematura y la disfunción orgásmica primaria respon­ Matrimonio paranoide
den bien a la terapia sexual propuesta por Masters y Johnson.
Por lo común, es más fácil tener éxito en el tratamiento de La psicoterapia de un matrimonio paranoide se lleva a cabo
las esposas que mantienen una actitud defensiva fría y obsesi­ con extrema cautela, en el entendimiento de que el sistema ma­
va, y despertar en ellas una respuesta cariñosa, que tratar a los rital satisface importantes necesidades psicológicas de ambos
maridos que evidencian una estructura de carácter y unas de­ esposos. El tratamiento del cónyuge paranoide parte del reco­
fensas similares a las del esquema anterior («maridos fríos»). nocimiento de que las relaciones maritales infunden en él un
sentimiento general de ineptitud, al que hace frente valiéndose
de ciertos mecanismos defensivos (desmentida, formación reac­
Matrimonio «de dos parásitos» tiva, proyección, etc.). Como son personas en extremo sen­
sibles a las heridas narcisistas, el terapeuta debe obrar con pa­
El tratamiento de este tipo de matrimonio es, probablemen­ ciencia y con sensibilidad hacia las reacciones de pánico que ex­
te, la tarea más difícil dentro de la terapia de pareja. En los dos perimenta el paciente al reconocer y admitir sus ineptitudes.
esquemas anteriores, uno de los cónyuges era emocionalmente Cuesta mucho establecer una relación terapéutica confiada y
apto y podía recurrirse a él para que asumiera una mayor por­ activa porque, al principio, el terapeuta es investido con las
ción de responsabilidad por el mantenimiento de un matrimo­ ideas paranoides.
nio viable. En este, la tarea consiste en capacitar a uno de los En la terapia de pareja, los celos constituyen un problema
esposos como mínimo, para que se separe, adquiera indivi­ que puede encontrarse en los primerísírnos tiempos del matri­
dualidad y desarrolle algunas de las capacidades resumidas en monio o aun con anterioridad a él, mucho antes de que aparez­
la página 78: capacidad de independencia, de apoyar ai otro can los rasgos netamente paranoides. El cónyuge celoso repa­
cónyuge, de amar, de experimentar apetito carnal y sensuali­ ra en todas las acciones de su pareja, exige que su conversación
dad. Por supuesto, lo antedicho rige especialmente cuando hay o contacto con otros sea limitado, espera una sumisión total y, a
niños en la familia. Esta pareja ejemplifica, en particular, el menudo, la recibe inicialmente de su compañero, a quien le
fenómeno de la interacción marital neurótica y el equilibrio disgustan las reyertas. La paz inicial se logra a costa de un re­
marital neurótico. Al principio, nos sorprende advertir que si sentimiento creciente (Morgan, 1975). Una vez que este meca­
uno de los cónyuges dependientes empieza a avanzar hacia la nismo ha fallado, a causa de depresión o de la explosión de ese
independencia y la asunción de responsabilidades laborales, resentimiento, tal vez se solicite la terapia de pareja.
que otorgarán solvencia financiera a la familia, el otro (que no El tratamiento debe emprenderse con los dos cónyuges, a
ha cambiado) tratará de sabotear los esfuerzos terapéuticos. Su quienes se permitirá expresar y desahogar sus miedos, depre­
lucha por preservar el equilibrio patológico del matrimonio se siones y rencores. Si se lo inicia tempranamente, cuando toda­
basa en el miedo a perder ai cónyuge «en vías de desarrollo». vía no hay delirios o deseos de venganza provocados por un ex­
Los problemas sexuales descritos en el capítulo 3 son fre­ ceso de heridas narcisistas, el terapeuta puede ayudar ai cónyu­
cuentes en este tipo de matrimonio; ios esfuerzos por reme­ ge no celoso a escuchar a su compañero con atencióp y sensibili­
diarlos contribuyen mucho al desarrollo inicial de la autoesti­ dad, conciente de que su autoestima y su confianza personal y
ma, así como a un equilibrio marital más sano. sexual son bajas y necesitan ser mejoradas. La participación
Este esquema entraña una advertencia para el terapeuta: del cónyuge no celoso en la situación de sometimiento hace que
que reconozca la amplia gama de esquemas de matrimonios su autoestima se menoscabe también. Si el terapeuta es acep­
tado por los dos miembros de la pareja, el análisis de las tran­

153
sacciones puede ayudar a aliviar los síntomas. El paciente pa- damente con las declaraciones incomprensivas que relegan esta
ranoide se mantiene exageradamente alerta durante las entre­ forma de terapia a! nivel de un tratamiento superficial, carente
vistas, de modo que el terapeuta debe ayudar al compañero a de importancia. La constante amenaza de graves episodios psi­
tomar conciencia de la minuciosidad con que aquel observa sus cóticos (maníacos o depresivos) o tentativas de suicidio, duran­
palabras y sus actos. Además, el terapeuta enfrenta la difícil te una terapia de pareja, exige la intervención de terapeutas
tarea de evaluar la naturaleza de las acusaciones de infideli­ que posean una buena formación y puedan hospitalizar a sus
dad: ¿son reales, sospechadas o delirantes? He descubierto que pacientes. Además, dada la notable variabilidad de los síntomas
la infidelidad sospechada por algunos cónyuges evidentemente de trastornos afectivos primarios, el terapeuta debe estar fami­
paranoides y delirantes resulta real. Durante la terapia, el con­ liarizado con una serie de drogas que requieren un control pe­
tacto con la realidad modula las sospechas y es posible modifi­ riódico y cuidadoso (tricíclicas, inhibidores de la monoaminoxi-
car los delirios fluidos — aunque tal vez sólo por un tiempo y tras dasa, carbonato de litio, haloperidol o derivados de la fenotiaci-
haber reunido una impresionante cantidad de contraprue­ na).
bas—; los delirios fijos escapan virtualmente al influjo de las ex­ Greene explica de la siguiente manera el tratamiento de los
periencias negativas (Abroms et al., 1966). trastornos afectivos primarios (TAI3) mediante la terapia de
Ya hemos visto en el capítulo 3 que los problemas sexuales pareja, utilizando como telón de fondo la teoría general de los
abundan en este esquema matrimonial; no obstante, la terapia sistemas: «La naturaleza abierta de los límites entre los di­
sexual temprana está contraindicada, porque su uso indiscri­ versos sistemas comprendidos nos permite ver que cada uno de
minado o prematuro, con anterioridad a una psicoterapia pro­ ellos puede influir en los procesos que acontecen en los otros y.
longada, puede precipitar reacciones adversas y, en algunos por consiguiente, afectar el comportamiento humano. [...] Una
casos, hasta episodios psicóticos (Kaplan y Kohl, 1972). de las características especiales de los TAP consiste en que, du­
Debemos diferenciar las acusaciones de infidelidad en los ca­ rante un episodio maníaco o hipomaníaco, sus límites están aún
sos de paranoia conyugal, de los celos patológicos manifestados más abiertos que de costumbre. Esto puede explicarse, entre
por personas débiles, inseguras y posesivas (Revitch, 1960). Es- otras maneras, concibiendo el TAP como dotado de una carga
tos^pueden tratarse, no así aquellas. Revitch recomienda la se­ bioquímica y una hipersensibilidad a las transacciones fami­
paración para los casos de paranoia conyugal, por cuanto el cón­ liares y las influencias del medio que rodea a esta» (Greene et
yuge paranoide no puede establecer una relación terapéuti­ a l. , 1975/?).
ca. Es preciso efectuar entrevistas conjuntas, para no correr el Greene ha desarrollado un enfoque innovador para el trata­
riesgo de emitir un diagnóstico equivocado, que califique de miento de los trastornos afectivos primarios. Asesorar a un
paranaoico o mentalmente enfermo al cónyuge sano. matrimonio en el que uno de los esposos padece este tipo de
trastorno puede resultar difícil y nada gratificante. Estos ma­
trimonios se caracterizan por una «incompatibilidad inter­
mitente», en la que un esquema básico de intimidad y coopera­
Aspectos psicofarmacológicos de la
ción se ve interrumpido, periódicamente, por rachas repenti­
terapia de pareja nas e inesperadas de intensos conflictos, activados por los cam­
bios de talante del cónyuge afectado. Este conflicto marital se
Una amplia experiencia ha demostrado que la psicoterapia le presenta al terapeuta como una «conmoción» y, en tanto este
no basta para estabilizar algunas condiciones psicóticas y psi- continúe aplicando el enfoque de terapia conjunta, el conflicto
coneuróticas, que involucran una angustia grave. La farmaco- se mantendrá impermeable a las técnicas tradicionales. De ahí
terapia es el tratamiento elegido para estos casos, o bien es un que Greene haya dejado de utilizarla con estos pacientes. Basán­
complemento indispensable. La administración de las drogas
dose en el hecho de que, por lo general, el cónyuge afectado ya
debe supervisarse cuidadosamente, por los graves efectos cola­ venía sometiéndose a un tratamiento psiquiátrico (p. ej.. la
terales que puede causar.
quimioterapia), y tras haber descubierto en forma casual que
La terapia de pareja con casos de trastornos afectivos pri­ el índice de divorcios era en estos matrimonios relativamente
marios, realizada por Bernard Greene y sus colaboradores, es bajo, Greene desarrolló un «enfoque de manejo» centrado en el
la mejor prueba de que esta técnica permite tratar problemas rol de cónyuge no afectado. Su propósito esencial es avudar a
mucho más graves de lo que suelen admitir hasta los expertos en
dicho cónyuge para que acepte que su compañero tiene una
psicoterapia (Greene et al., 1975a). Esta labor contrasta marca­ afección bioquímica recurrente. Con ese fin. se requiere una
historia completa, que permita rastrear el trastorno a través de esquema matrimonial; 3) el contrato terapéutico o su ausencia;
las generaciones, en sentido ascendente y descendente. Ade­ 4) las neurosis de tvasíerencia de ambos cónyuges. La impor­
más c!e ser importante para el diagnóstico, tal historia sirve pu­ tancia de esta forma de utilizar los sueños no radicaba en los
ra convencer ai cónyuge aieetado sobre su afección y general­ conocimientos que aportaban al terapeuta (ya habían sido
mente origina un cambio positivo en la interacción mari­ comprendidos en su mayor parte), sino en el hecho de que,
tal. En muchos casos, este cónyuge descubre en sí mismo la ca­ combinados, presagiaban un cambio en la relación marital. El
pacidad de mantenerse a distancia durante sus accesos, lo cual marido comenzó a dejar de controlar a su esposa; resultó que,
coadyuva a reducir notablemente la interacción destructiva. en realidad, la amaba, pero temía que una mujer lo dominase
Id mismo principio de combinar, para pacientas esquizofréni­ corno él dominaba a su esposa. El sueño de la esposa, que reve­
cos. la íarmacoterupía y la terapia de pareja, ha resultado eficaz laba su baja autoestima (una entidad subhumana), llegó a ser
corno método basado en la teoría genera! de los sistemas. un punto decisivo en su terapia: a partir de entonces fue li­
berándose cada vez más del miedo y ia depresión, La terapia
de pareja de este matrimonio tuvo éxito, contra todas las pre­
dicciones iniciales.
El uso de los sueños en la terapia de pareja Greene (1970) declara que ia amplia utilización de los
sueños en las sesiones triádicas permite verificar y entender con
El siguiente caso clínico es el mejor ejemplo del valor de este claridad las transacciones maritales, así como los diversos nive­
uso en la terapia conjunta de pareja: les de fenómenos trasferenciaíes. Los sueños brindan un pun­
Un matrimonio se había sometido a la terapia de pareja por­ to de partida para la comunicación.
que el marido había perdido el dominio de sus impulsos, gol­ Refiriéndose a su propia experiencia, Martin Goldberg
peaba a su esposa y la sumía en la depresión. Desde las entre­ (1974) expresa que los sueños pueden utilizarse en una terapia
vistas iniciales de diagnóstico, se había indicado la convenien­ conjunta de pareja cuando existe una fuerte alianza terapéuti­
cia de interesarse por ios sueños como parte del tratamiento. ca fundamental. Asimismo, explica el modo en que el tera­
Ahora, el marido había llegado a un punto crucial de la tera­ peuta estructura su análisis a fin de estimular el uso positivo de
pia; apaciguada ya su violencia, insistía en que debían poner fin cierto material onírico (p.ej., el resurgimiento de recuerdos de
al tratamiento, pues todo estaba bien, pero la esposa seguía la infancia) y el debate mutuo de los sentimientos profundos.
deprimida y se resistía a sus demandas, fundándose en la fuerza El empleo de esta técnica realza la comunicación y la unión
de la relación trasferencial. conyugales.
Al comienzo de la sesión, el marido se mostró visiblemente
agitado, dijo haber tenido varias pesadillas la noche anterior y
contó la siguiente: (‘Caminábamos por un maizal. Yo estaba
cor: una muchacha... una muchacha extranjera Delante de no­ El uso del contrato matrimonial
sotros había una tumba...era espantosa. Yo extendí ia mano. como técnica terapéutica
La muchacha entró en trance y pudo caminar por encima de la
tumba. Los dos estábamos en una habitación, en el piso infe­ En el ejemplo que acabo de citar, el uso de los sueños condu­
rior de un hotel residencial. El desastre es inminente. La oculto ce a un esclarecimiento del contrato matrimonial, cuyos intrin­
en un armario, pero sé que la encontrarán. Cierro la puerta cados aspectos describí en el capítulo 4. Ahora utilizaré el mis­
con llave, pero la turba iracunda y hostil se abre paso». mo material para ilustrar el empleo del contrato matrimonial
La esposa, que se veía apagada y descolorida, relató su pro­ como técnica terapéutica.
pia ‘‘.pesadilla»; está contemplando una figura peculiar, un pez El contrato conciente del matrimonio citado establecía que
con el anzuelo clavado en la boca, que, en vez de aletas, tiene el marido protegería a su esposa y, además, aportaría excita­
brazos y piernas diminutas como si fuera un ser humano; está ciones y actividades interesantes a su monótona vida. A cambio
aterrada. de esto, ella le brindaría amor y aprecio. En un nivel incon­
Estos dos sueños confirmaban la capacidad del marido para ciente, la esposa se sentía a sí misma como un ser inhumano, un
dominar a su esposa valiéndose de su temor a la violencia. Se pez medio muerto, y necesitaba a su marido porque él la hacía
trabajó sobre ellos durante varias sesiones, y se pudo sacar a la sentirse viva y humana. En el mismo nivel, él se sentía inferior
luz: 1) el contrato matrimonial conciente e inconciente; 2) el a los otros hombres y temía que ellos le quitaran a su esposa: su

157
defensa contra este temor consistía en aterrorizar a su compa­
ñera hasta sumirla en un acatamiento irreflexivo. 9. El divorcio y los cambios en el
Fue relativamente fácil hacerles escribir un contrato eoncien-
te. aceptable para ambos. Lo difícil fue rehacer el contrato in­
estilo de vida del matrimonio
conciente. Obviamente el primer paso consistió en hacerles to­
mar conciencia del contrato. Cuando hay una buena relación
terapéutica básica, el conocimiento, por parte de cada cónyu­
ge, de las necesidades y temores que el otro oculta, le revela que
ambos son seres asustados y menesterosos. Las defensas (en este Importancia de los sistemas de valores
caso la violencia y la depresión) se reconocen como tales. El
reiterado reconocimiento y reelaboración de los mismos proble­ He agrupado en un capítulo estas situaciones diferentes por­
mas, sin heridas narcisistas ni reacciones hostiles, posibi­ que en ellas la terapia está íntimamente ligada a los sistemas de
lita unos cambios estructurales reforzados por el enfoque tera­ valores. El divorcio y el estilo de vida matrimonial están
péutico. Esta interesantísima técnica solo puede aplicarse con mucho más vinculados con los valores vigentes de la sociedad,
cónyuges creativos y sumamente motivados. los valores de los pacientes y los del terapeuta, que cualquiera
de las otras situaciones tratadas en este libro.
Ilollender (1950) resume así las cuestiones que debe encarar
el terapeuta: si aplica una terapia centrada en el matrimonio,
uso ili'l mnL miui tk' valores «normales" como medio tiene que decidir qué lo favorecerá o perjudicará; si actúa para
U'iapi'ii!ii'o contra la inarnionía marilal preservar un matrimonio, debe admitir que es un agente (n. al
menos, un representante) de la sociedad, cuyo sistema de valn
Kn los capítulos 2 y 3 expusimos los valores normales del matri­ res está defendiendo. Por supuesto, es libre de adoptar la posición
monio. La psicoterapia basada en tales valores no se propone que desee, pero debe ser explícito al respecto, tanto consigo
crear un matrimonio idea!, sino desarrollar en cada cónyuge mismo como con sus pacientes.
las seis capacidades allí mencionadas (independencia, apoyo, La presencia de los hijos acentúa el problema de los valores y
aceptación del apoyo brindado por el otro, apetito carnal, sen­ parcialidades. El terapeuta pensará, quizá, que el matrimonio
sualidad y amor), en un grado tal que permita establecer un debe mantenerse unido por amor a los hijos, o bien estará pre­
matrimonio viable mediante la ensambladura de las necesida­ dispuesto en favor de la familia nuclear. (Dejamos esta predis­
des. Combinado con los usos del contrato matrimonial descri­ posición para la segunda sección de este capítulo, dedicada a
tos en las secciones precedentes, conforma un sólido enfoque las formas de familia no tradicionales.) Una vez más, estará en
terapéutico. libertad de elegir esta posición, pero deberá admitir que es un
juicio de valor, aun cuando lo sostenga la mayoría de los
miembros de nuestra sociedad.
En un libro reciente sobre las personas divorciadas en Esta­
dos Unidos, Joseph Epstein (1974) aboga por «el sueño de la fa­
milia propia», destruido por el divorcio y convertido en una
terrible pesadilla. Su postura en favor de la familia se fun­
da en que esta es una institución única, en la que vivimos para
algo más grande que nosotros mismos, y un encuadre donde las
relaciones están determinadas por consideraciones distintas de
las que rigen las transacciones comerciales, la responsabilidad
individual o aun la decencia. Hacemos cosas para los otros por­
que estos son nuestra familia. Epstein cree que sólo aquellos
que han tenido vida familiar saben cuán inmensamente venta­
joso puede ser esto en un mundo en el que prevalece la indife­
rencia hacia el prójimo. Su énfasis es el mismo que el de las sec­
ciones de este capítulo que van «más allá de la monogamia».

159
Al terapeuta le es muy difícil eludir 1as trampas culturales y constituir, al mismo tiempo, una posibilidad de exaltar y mejo­
abstenerse de reflejar los valores vigentes, en cualquier rar el compromiso en un matrimonio estancado. Evidentemen­
punto de la acampanada curva de los valores. Por ejemplo, te, es un momento decisivo. Cuando el terapeuta entra en él y
Epsícin describe un sueño que actualmente compile con el dé­ sólo ve a uno de los cónyuges, puede erigirse —a sabiendas o
la familia propia: «el sueño del sí-mismo». Alirma que nuestra no— en la palanca que los impulsará al divorcio. Las adverten­
cultura está dominada cada vez más por ideas lomadas de la cias formuladas por Whitaker y Miller nos llevarían a la
psicoterapia, y la describe corno regida por este principio: «No conclusión de que no debe entrevistarse a un solo cónyuge. Si el
terapeuta está tan fuertemente predispuesto en contra del di­
sólo serás fiel a ti mismo, sino que además darás absoluta
prioridad a tus propios intereses». El lema de la actual revolu­ vorcio, la terapia conjunta sería la indicada para el tratamien­
ción norteamericana es: «En primer lugar, somos responsables to (si lo hubiere).
ante nosotros mismos». Así pues, el problema del terapeuta es determinar si su obje­
tivo es preservar el matrimonio o encarar los problemas presen­
En mi opinión, Epstcin le atribuye un papel excesivo a la
psicoterapia. El creciente índice de divorcios es un fenómeno tados sin tomar en cuenta sus efectos sobre aquel.
social; es principalmente una reacción frente al aumento de
las expectativas y demandas de autonomía y al deseo de hacer Material clínica sobre el divorcio
acopio de experiencias, propios de la década de 1960 (Berman
y Lie!, 1975). En mi experiencia clínica, he observado que la mayoría de
Lo que ha ocurrido en todas estas décadas es que los estilos y los pacientes que hablaban seriamente de divorciarse no lo hi­
las modas en materia de psicoterapia han cambiado al compás cieron. Por supuesto, esto no significa que la psicoterapia re­
de los cambios culturales. El terapeuta que se deja llevar por suelva la mayoría de los problemas maritales. Sería más atina­
los cambios culturales del momento corre el riesgo de trasmitir do decir que muchos pacientes psiquiátricos se sienten muy an­
indiscriminadamente a sus pacientes los valores de la separa­ gustiados por la separación, la individuación y los cambios in­
ción y la individuación, de la libertad e independencia, con re­ ternos y externos; por más que se quejen de sus parejas, y aun­
sultados desastrosos para algunos de ellos. que su vínculo interpersonal esté basado en un odio mutuo, se
Cari Whitaker y Milton Miller (1969) subr:¡\ un enérgica­ resisten a disolver la relación. Estos pacientes nunca han llega­
mente el peligro de que el terapeuta dañe a sus pacientes. Su­ do a ser individuos independientes. Son personas simbiótica­
gieren que, en situaciones de divorcio inminente, las reacciones mente adheridas a otras, y les aterra estar solas o ser individuos
características de los psiquiatras ante un pedido de ayuda por derecho propio. Son incapaces de resolver sus problemas
pueden resultar inapropiadas, ineficaces o, en el peor de los ca­ dentro del matrimonio, o anular este y resolverlos libres ya del
sos, muy perjudiciales. Declaran que cuando un terapeuta cónyuge que los torturaba. Se estiman en muy poco y prefieren
acepta en tratamiento a un miembro de una pareja conflic- aceptar el tratamiento irrespetuoso de sus parejas antes que vi­
tuada, debe considerar que con ello da, muy posiblemente, un vir solas.
paso que tiende a im pedir una reconciliación. Para muchas pa­ Estas experiencias recuerdan otra entidad clínica menciona­
rejas al borde del divorcio, el terapeuta se convierte en un cón­ da en la bibliografía: la que se refiere al divorcio promovido por
yuge alternativo, por escrupulosos que sean sus esfuerzos para cierto tipo de paciente femenina. Aquí, la advertencia va diri­
evitarlo. El terapeuta debe tener conciencia de que con su in­ gida al terapeuta de sexo masculino. Estas mujeres, involucra­
tervención tal vez provoque cambios en un proceso que, libra­ das en una trasferencia positiva con el terapeuta masculino,
do a su curso natural, podría solucionarse solo. achacan su desdicha o sus síntomas al marido que les ha tocado
Whitaker y Miller necesitan recordarse a sí mismos con fre­ en suerte. El terapeuta tal vez no perciba con claridad que es­
cuencia que, como terapeutas, no están en condiciones de ofre­ tas pacientes no efectúan ningún cambio interno creativo, y utili­
cer una relación que sustituya verdaderamente al cónyuge que zan sus conflictos interpersonales para desmentir la necesidad
habrá de alejarse. Esta advertencia puede ser especialmente de un cambio interno; incautamente puede llegaría darles la
oportuna si el terapeuta lleva una cómoda vida marital, pues razón. No se explora ni se refuta la fantasía subyacente de que
un individuo en esta situación rara vez es capaz de prever o el terapeuta ocupará el lugar del marido. Cuando la mujer se
apreciar la soledad, la desesperación y el tedio que pueblan la divorcia y el terapeuta no ocupa el lugar del marido, salen a re­
vida de una persona divorciada. lucir su falta de individuación y la ausencia de cambios duran­
Estos autores creen que una provocación de divorcio puede

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te su tratamiento. En su angustia y depresión, ia paciente mos en el capítulo 5, los estudios indican que las diferentes for­
puede llegar a considerar culpable ai terapeuta. Estas mujeres mas de terapia de pareja tienden a producir resultados igual­
están mejor en el equilibrio patológico del matrimonio que mente diferentes (Cookerly, 1973). En general, las formas con­
libradas a sí mismas. juntas son superiores a las demás. La sesión conjunta ocupó el
La depresión es otro factor importante del divorcio, que los primer lugar entre toda la población estudiada y entre aquellas
terapeutas deben tomar en cuenta. Las investigaciones sobre la personas que continuaban casadas, pero quedó relegada al sex­
depresión y los tumultos maritales indican que el 90% de los to o último lugar para las divorciadas; la individual ocupó el
encuestados divorciados que ya habían tenido períodos depre­ tercer y cuarto lugar para el total cncuestado, el quinto y sexto
sivos, se sintieron deprimidos en el momento de su divorcio o lugar para el grupo de casados y el segundo lugar para el grupo
separación conyugal (Briscoe y Smith, 1973). En realidad, de divorciados.
entre las personas con diátesis depresiva, los depresivos divor­ Por lo tanto, si el divorcio no nos provoca horror e incluso lo
ciados representan un grupo más neto que los viudos. Los estu­ juzgamos indicado para algunos matrimonios, podremos utili­
dios han llegado a la conclusión de que las depresiones aso­ zar clínicamente estos descubrimientos. Veamos un ejemplo.
ciadas al divorcio pueden ser la causa o la consecuencia del tu­ Una joven con cuatro anos c¡e casada, sin hijos, vino a verme
multo conyugal, o bien ambas cosas a la vez (lo cual es más porque no era feliz en su matrimonio. Declaró que se había ca­
complejo), diferenciándose en esto de las depresiones provoca­ sado a los dieciséis años, para escapar de un hogar perturbado
das por la viudez. y un padre difícil, pero inmediatamente después de la boda su­
El clínico puede prever que las personas que han padecido po que había cometido un error. Era desdichada porque no po­
alguna enfermedad depresiva con anterioridad a cualquier día dialogar con su esposo. A él le costaba expresarse y
problema marital, tendrán un período de depresión relaciona­ comprender los sentimientos (ya fuesen propios o ajenos). En
do con sus fracasos conyugales. La investigación de Briscoe y cambio, a ella le gustaba conversar e interactuar con los de­
Smith (1973) apoya aún más al clínico que trata la depresión más. La joven puso especial cuidado en señalar que su marido
sin entrar a considerar si es o no anterior al tumulto marital, era un hombre bueno, que no deseaba hacerla desdichada: la
por cuanto dicha depresión podría ser un factor causal de los amaba, la deseaba y trataba de hacerla feliz a su manera. Em­
problemas conyugales y no un simple resultado de ellos. pero, cuando ella le' expresaba sus necesidades, él no la
Este material nos conduce, naturalmente, al problema de la
comprendía o no sabía qué quería de él. No podía llegar hasta
contratrasferencia en el tratamiento de los problemas conyuga­
su marido. A ella ’ie gustaba la música, el arte y la gente; a él.
les, sobre todo cuando uno o ambos esposos piensan en el divor­
presenciar deportes y ver televisión. Ella había tratado de
cio. El terapeuta debe evitar con cuidado ia tendencia espontá­
amoldarse a sus gustos, para disfrutarlos en su compañía, pero
nea a ponerse de parte del paciente, contra su compañero des­
le resultó imposible. Eran un matrimonio mal concertado,
conocido; debe ser especialmente conciente de la asiduidad con
aunque ninguno de los dos tenía la culpa ni abrigaba malas in­
que su paciente utiliza los mecanismos de la desmentida, la dis­
tenciones, El no ¡toclla darle lo que ella quería; ella no podía
torsión y retención de datos, y hasta el embuste deliberado.
compartir sus gustos ni complacer su deseo de ser aceptado tal
Asimismo, debe prestar particular atención a la frecuencia de
cual era. No pudo hacerlo, pese a haberlo intentado durante
la identificación proyectiva en las producciones de estos pa­
cuatro años, porque eso hubiera significado renunciar a su sin­
cientes: valiéndose de un mecanismo de camuflaje, atribuyen a
gularidad, su identidad, su sí-mismo. Vivir con su esposo
sus cónyuges sus propias acciones, sentimientos, dinámicas o
equivalía a entregar su individualidad y a seguir llorando, con
defensas.
una depresión crónica, aquello que perdía en la vida. Y ella no
El uso de la terapia conjunta de pareja permite reducir a un
quería eso.
mínimo estos problemas. Al entrevistarse conjuntamente a am­
bos cónyuges, se minimizan las tácticas de confusión del pa­ El cuadro que apabo de describir no es infrecuente. Aquí era
ciente individual y las complicaciones contratrasferenciales del obvio que la esposa debía tomar una decisión, cosa que tal vez
terapeuta, Sin embargo, esto no quiere decir que la terapia le resultaría difícil. Le pregunté si deseaba continuar con
conjunta sea la mejor técnica para todos los problemas conyu­ entrevistas individuales, a fin ele explorar más sus sentimientos,
gales. La cuestión del divorcio, en particular, exige que el tera­ o prefería traer a su esposo para que los dos encararan conjun­
peuta sea capaz de proporcionar el tipo de terapia de pareja tamente sus problemas de falta de comunicación e intimidad.
más apropiado para un matrimonio específico. Como ya díji- Ella respondió que sabía que no podría seguir viviendo con su
esposo, tal como era; si continuaba siendo el misino de

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siempre, ella leiklría que irse. Tenia un hogar agradable al que
no quería renunciar, pero estaba dispuesta a hacerlo: acaba­ tipo psicólico cuando la hospitalizaron para una operación
ban de ascenderla en su trabajo, de modo que podía sostenerse quirúrgica corriente. Una vez que la esposa hubo entrado en la
a sí misma y vivir en un departamento con una amiga. psicoterapia, se manifestó la existencia de un grave problema
Me preguntó si su esposo podía cambiar. Contesté que lo ig­ conyugal. El marido —que no presentaba ningún síntoma y te­
noraba, pero (¡ue sí sabía que era una tarea difícil, que llevaría nía éxito en su trabajo— fue derivado a otro terapeuta, para
mucho típmpo. Añadí que vería de buen grado a su esposo, si un tratamiento individual con un método coluborativo. Al
ella lo deseaba, y proíundizaría mi evaluación ele ¡os dos. La principio negó las acusaciones de crueldad formuladas por su
joven manifestó sus dudas: si su marido no iba a cambiar, ella esposa y dio la impresión de ser un típico norteamericano «nor­
no quería seguir perdiendo años mientras se hacían reiterados mal»; pronto rehusó continuar el tratamiento. La esposa siguió
esiuerzos por provocar ese cambio. Repuse que compren­ con su terapia individual, prolongada y difícil, mientras inten­
día sus sentimientos, pero (pie la decisión recaía exclusivamen­ taba cortar la dependencia patológica que la ataba a su mari­
te en ella. Si (pieria el divorcio, la terapia individua! sería la do. Pese a sus accesos de pánico, reanudó sus estudios universi­
más adecuada; si quería mantener el matrimonio, convendría tarios e inició su propia carrera profesional.
más la terapia conjunta. En un primer momento, la joven vaci­ A medida que pasaron los años, la anterior afición a la be­
ló, pero pronto propuso una solución de compromiso: traería a bida del marido empeoró y sus tendencias suspicaces desembo­
su esposo y luego, si advertía que él no podría cambiar, decidi­ caron en ideas paranoides. Cuanto más cambiaba y se inde­
ría dejarlo sin sentirse culpable. Acepté su propuesta. pendizaba ella, tanto más se descompensaba él. Pese a sus
El marido era tal como ella lo había descrito. Comunicarse terrores, la esposa tuvo que dejarlo cuando él llegó a agredirla
con los demás le costaba tanto como hacerlo con su propia es­ física y verbalmente. Se inició el trámite del divorcio, se efec­
posa, y este mismo problema aparecía en su historia familiar. tuó la separación y la esposa terminó con éxito su psicoterapia.
Al cabo de algunas sesiones, la esposa solicitó cpie cesaran las Tras este período, el marido se volvió abiertamente psicótico
entrevistas conjuntas: deseaba continuar su tratamiento indivi­ y fue preciso hospitalizarlo. La esposa continuó su carrera uni­
dual, porque ya no quería mantener su matrimonio. El marido versitaria, aparentemente reivindicada y por fortuna libre de
aceptó su veredicto y se rehusó a someterse a una terapia indi­ su marido enfermo, pero un día me telefoneó y me pidió una
vidual, para modificar su problema o recuperar a su esposa. entrevista. Otra vez sufría accesos de pánico, que amenazaban
Eso sí, aprendió (¡ue, de volver a casarse, sería más leliz con su trabajo y su independencia. Afirmó que no tenía la menor
una mujer (¡ue se le pareciese y pudiese aceptarlo tal como era. idea sobre las posibles causas, pero recordó una pesadilla en la
En este caso, ¡a esposa sabía claramente qué debía buscar en que su ex esposo derribaba la puerta de su habitación y se
un hombre pura que sus necesidades mutuas se ensamblasen. aprestaba a atacarla.
Antes de pasar a los aspectos positivos y creativos del divor­ El análisis de este contenido manifiesto reveló el verdadero
cio, deseo subrayar una vez más las vicisitudes negativas que significado del sueño: la mujer tenía tanto terror de estar sola y
entraña la ruptura de una relación marital, aunque sea patoló­ de que ese mismo terror la convirtiera en psicótica, como lo era
gica. El estudio de matrimonios gravemente perturbados con­ su antiguo esposo, que pensaba regresar junto a él pese al
firma la existencia de una ensambladura de necesidades, si miedo que le tenía. (Su ex marido quería que lo hiciese.) Las
bien se trata de una ensambladura patológica que mantiene tensiones de la autarquía habían provocado el retorno de los
dolorosamente adherida a la pareja, como las piezas de una bi­ viejos síntomas, modalidades y esquemas.
sagra que se raspan entre sí. Para muchas personas, aun estos Este retorno le pareció increíble y se horrorizó de que pu­
esquemas de dolor recíproco son preferibles a vivir solas, libra­ diese haber pensado en volver a la vieja solución patológica.
das a sí mismas. Continuó su vida solitaria pero sana. Su ex marido volvió a ca­
Actualmente, poseo estudios de casos que abarcan veinte sarse. La última noticia que tuve de esta paciente fue que ha­
años, lapso que permite una perspectiva de la que no dis­ bía recibido una llamada telefónica de la nueva esposa, quien
ponían nuestros informes publicados en los primeros tiempos. le informó, llorosa, que su marido, borracho y psicótico, la gol­
¡Cuán diferente parece un caso cuando lo reexaminamos diez o peaba, y le preguntó qué podía hacer.
quince años después! Un ejemplo típico, extraído de un grupo Esta historia nos muestra cómo las personas se aferran a las
de casos similares, se refiere a una pareja que me fue derivada viejas pautas en sus respuestas, y pueden experimentar el cam­
porque la esposa había experimentado reacciones de pánico de bio como algo más aterrador que su antiguo modo de vida, por
horripilante que fuere. El divorcio, la autarquía y la vida en

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soledad son otros tantos ejemplos de tales cambios aterradores. ciales, uso excesivo de drogas y otras perturbaciones. El poten­
Otra larga historia ejemplifica cómo debe entenderse el di­ cial suicida se ¡nerement a d¡¡ rantc cada uno de estos períodos de
vorcio, en términos de la estructura de carácter de los individuos crisis.
involucrados. Un hombre se sometió a tratamiento porque El tratamiento psicotcrapéutico simultáneo con la tramita­
sufría accesos de pánico, aparentemente relacionados con las ción del divorcio resulta problemático. En esta época, la mayo­
presiones a que estaba sometido en el trabajo. Cambiaba cons­ ría de las personas involucradas se muestran amargadas y ven­
tantemente de socio, quejándose siempre de que c! anterior se gativas, aunque ya hayan recibido un tratamiento, y tienden a
había aprovechado de él, pero nunca se lanzaba a trabajar por retroceder a las primitivas expresiones de codicia, venganza y
sí solo. Además de ser un hombre muy ambicioso, pasaba por mezquindad. Se diría que no hay límites para las ofensas re­
estados hipomaníacos durante los cuales era incapaz de resistir­ cíprocas. Es raro que los cónyuges pongan término a su rela­
se a sus deseos y adquiría una amplia gama de artículos costo­ ción marital por decisión mutua, en condiciones mutuamente
sos. En otros momentos, atravesaba períodos depresivos en los aceptables. Lo habitual es que un esposo haya tomado tal deci­
que se horrorizaba de sus irrealistas actividades anteriores. sión y el otro no, o que ambos estén hartos y se peleen por cues­
Llevaba muchos años de casado y en todo ese tiempo se había tiones netamente personales: el dinero, la custodia de los hijos,
apoyado mucho en su esposa, quien era una madre para él en sus visitas (Felder, 1971).
sus períodos de pánico o depresión, y ie dispensaba sus cuida­ La psicoterapia tiende a estancarse durante este período,
dos toda vez que él los necesitaba. Durante muchos años, este porque el paciente centra su atención en la realidad externa, en
hombre elogió a su esposa y se jactó del excelente matrimonio lo que él experimenta como una lucha por la propia conserva­
que formaban los dos. ción contra un enemigo cruel. A menudo, la atención prestada
En el trascurso de otro de sus períodos hipomaníacos, cono­ al cambio interior palidece, en comparación con aquella.
ció a una mujer más joven y bonita que su esposa y se enamoró En momentos así, los terapeutas deben poner especial cuida­
locamente de ella. Tenía que poseerla, tal como había poseído do en no dejarse atrapar por los trámites del divorcio. Los abo­
cuanto había deseado durante los períodos hipomaníacos pre­ gados especializados en divorcios son expertos en proteger los
vios. Empezó a quejarse de su esposa, abandonó el hogar y co­ derechos de sus clientes y obtener, además, el mejor fallo que
menzó a tramitar el divorcio. Pese a sus largos años de trata­ permita la ley, sin que les importe si ese fallo es justo o injusto,
miento, aquel hombre no había cambiado: aún no podía ne­ correcto o equivocado, equitativo o no. Con frecuencia, hacen
garse nada a sí mismo, a sus deseos inmediatos, Ahora le tocaba que los terapeutas llamados a testificar en estas situaciones pa­
el turno al vínculo matrimonial. El trámite de divorcio siguió rezcan pomposos y tontos. Naturalmente, estos tienden a pro­
adelante, porque él fue incapaz de cambiar, de aceptar las li­ teger en exceso a sus pacientes, detalle que los abogados pescan
mitaciones de la realidad. Empero, su terapia tuvo éxito en tan­ al vuelo y vuelven en su contra. Los problemas de !a reserva y
to él reconoció su pauta de comportamiento y comprendió que, las comunicaciones privilegiadas se agravan en estas condi­
después de perder a su esposa e hijos, podría cansarse de su ciones. Hasta a un terapeuta designado judicialmente le cuesta
nueva amante, tal como se había cansado de sus anteriores po­ mantener su imparcialidad y dignidad frente a las tácticas que
sesiones, y encontrarse con que lo había perdido todo. Pre­ emplean sus antagonistas en una sala de justicia. En realidad,
tendió recuperar a su familia, pero había ido demasiado lejos. lo mejor para el terapeuta es mantenerse alejado, en lo posible,
Su esposa no quiso saber nada de él ni de rehacer el matrimo­ de! ámbito de los tribunales.
nio, y prosiguió tramitando el divorcio. La incapacidad de este Estas no son las tínicas complicaciones, Por ejemplo, un ma­
hombre para cambiar dentro del matrimonio determinó sus fu­ rido paranoide puede acusar a! terapeuta de descarriar a su es­
turas respuestas depresivas recurrentes. Vemos, pues, que la posa impulsándola al divorcio, y amenazarlo con entablarle
falta de cambio no sólo contribuye a que el paciente persista en pleito por alienación de afecto, proceder ilegal o difamación.
mantener un matrimonio desdichado, sino que también puede El paranoide litigioso es un personaje peligroso, sobre todo por
llevarlo a pedir el divorcio. sus posibles tentativas de asesinar a sus enemigos imaginarios (a
El terapeuta de pareja debe considerar la separación conyu­ veces, llega a volverse contra su propio abogado). En estos pe­
gal y el divorcio como otras tantas crisis en la vida del indivi­ ríodos de prueba, los.terapeutas deben astar alertas respecto de
duo. Tras 3a primera mención seria de) divorcio, la separación sus emociones y enfrentar con sensatez las presiones de los pa­
real, la iniciación del trámite de divorcio y su concesión defi­ cientes y los abogados.
nitiva, se observan disfunciones psicológicas, laborales y so­ Obviamente, el cuadro del período de tramitación del divor­
ció diiicre cuando se utiliza la terapia conjunta. Esta técnica cante sin volver a casarse. Su propio divorcio fue para Krant­
brinda a los cónyuges la oportunidad de terminar su relación zler la experiencia personal más enriquecedora de su vida.
por decisión mutua, en condiciones mutuamente aceptables. Los terapeutas de pareja deben familiarizarse con la terapia
Sin embargo, no es raro ni sorprendente que ¡a terapia conjun­ de! divorcio, como una extensión de sus servicios terapéuti­
ta se desintegre en este punto, y que hasta las mejores inten­ cos. Con frecuencia, los pacientes afectados por problemas ma­
ciones fallen. Los peores aspectos del individuo afloran con ritales establecen relaciones interpersonales patológicas con sus
violencia cuando están en juego cuestiones de dinero, y los abo­ cónyuges, en las que mantienen un apego excesivo e infantil. A
gados se adueñan de la situación, muchas veces pese a la tera­ su vez, sus compañeros pueden variar a lo largo de un continuo
pia conjunta y cun consecuencias nocivas para uno o ambos que va desde esa conducta infantil hasta la del autómata aisla­
cónyuges (Usdin, 1935). do, incapaz de toda intimidad, pasando por el adulto apto e in­
Es imposible encarar los aspectos destructivos del divorcio dividualizado. Los que no logran cambiar, no pueden ver en el
sin tomar en cuenta el daño que hace a los niños. En el trata­ divorcio una solución; si llegan a divorciarse, inmediatamente
miento de cónyuges durante el trámite de divorcio o después de antes o después de hacerlo se involucran en otra relación de
él, el principa! esfuerzo va dirigido a menudo a reducir a un apego excesivo. De no encontrarla, caen en la depresión.
mínimo ese daño. El progenitor que está resuelto a resistirse a Aquellos que logran cambiar, pueden optar entre divorciarse o
los términos del divorcio y recuperar a su pareja, se vale del hi­ pasar por un período de independencia que les permita estable­
jo para continuar su iucha. Las disputas por el pago de alimen­ cer su propia identidad. Si, más adelante, entablan una nueva
tos a los hijos y el derecho a visitarlos son otras tantas esferas en relación íntima, esta será diferente: será una relación entre dos
las que los terapeutas de pareja y los psiquiatras de niños se ven individuos.
arrastrados al conflicto. Esto plantea un interrogante legal: En suma, el tratamiento de las personas que buscan el divor­
¿los tribunales deberían abdicar de su responsabilidad con re­ cio como solución para su matrimonio perturbado incluye los
lación a los derechos de visita y el suministro de alimentos, en problemas de capacidad de separación, individuación y madu­
favor de uno u otro progenitor? A veces, el terapeuta de pareja ración. Asimismo, hace de la necesidad virtud, utilizando la
puede influir sobre el progenitor potenciaimente destructivo en infortunada situación del divorcio para estimular el descubri­
una forma más positiva que el recurso legal. miento y desarrollo de un individuo único e independiente,

Aspectos creativos del divorcio Esquemas matrimoniales no tradicionales

En su libro El divorcio creativo, Mel Krantzler (1973) bos­ En la actualidad, vemos cómo muchas personas se apartan
queja un proceso que abarca desde la muerte de la relación del esquema tradicional (monogamia) en busca de otros estilos
hasta el renacimiento final del individuo, pasando por un pe­ de vida, lo cual constituye un fenómeno sociopsicológico. Se ha
ríodo de duelo. discutido si este fenómeno nace o no de las nuevas tensiones so­
Este autor —que se especializó en la terapia del divorcio im­ ciales y maritales, propias de la segunda mitad del siglo XX,
pulsado por la ruptura de su propio matrimonio, tras veinti­ pero la historia no abona esta hipótesis (Lasch, 1973). Los nor­
teamericanos modernos no han sido los primeros en prescindir
cuatro años de relación marital— describe .el proceso paso a
de la bienaventuranza conyugal. Los europeos de la Edad Me­
paso, ateniéndose a sus propias experiencias, e informa acerca
dia tenían diversas opciones; ia sociedad de entonces estimaba
de experiencias ajenas que conoció como asesor para la concer-
en muy poco al matrimonio y abundaban los solteros, sin que tal
tueión de divorcios.
soLtería entrañara una vida de soledad ni de celibato,
Aunque las personas que él menciona no habían recibido
El actual aumento de las nuevas modas y estilos matrimo­
ninguna terapia antes de su divorcio, sus problemas eran no­
niales ejerce un escaso impacto clínico directo sobre los tera­
tablemente similares a ios que me describieron varios pacientes en
peutas de pareja; esto se refleja en la exigüidad de la bibliogra­
tratamientos previos al divorcio. Krantzler subraya la satisfac­ fía especializada en la psicoterapia de los individuos que viven
ción que da observar cómo las mujeres desarrollan unos recur- tales experiencias. Parecería que las personas activamente in­
internos que habían permanecido sepultados durante sus volucradas en estos nuevos estilos rara vez solicitan la terapia
matrimonios, y los utilizan para crearse una vida feliz y gratifi­
de pareja. Los que sí buscan el tratamiento psicoterapcutico completo por más que.se lo encare con la mayor franqueza: el de
los celos.
son aquellos que han quedado relegados o han fracasado en
esas experiencias. Una de las dificultades que presentan quienes practican estos
Este fenómeno complejo tiene varias explicaciones. Una ra­ estilos de vida es que tienden a abogar por su generalización.
dica en las vicisitudes a que han estado sujetos ios valores. No comprenden que, aunque algunos individuos fueran capa­
Nuestra sociedad, que en los últimos tiempos se ha caracteri­ ces de tener éxito en estas prácticas (al menos durante el pe­
zado por la desintegración de sus valores, ha recurrido a la psi­ ríodo en que se afanan por demostrar sus excelencias), a otros
coterapia para quela ayude a recuperarlos (May, 1975). La ola les resultarían intolerables. Es posible que Estados Unidos esté
de nuevos estilos de vida se está apartando de la monogamia y avanzando hacia la aceptación de unos estilos de vida pluralis­
de la psicoterapia, en busca de valores que ayuden a satisfacer tas, pero tratar de imponer un estilo nuevo como el «único» o el
la necesidad interna de algo novedoso «que funcione». Al leer «correcto» es, en verdad, pecar de miopía.
las obras sobre «suungzng»,* matrimonio grupal, contratos Los partidarios acérrimos del cambio social y la tecnología
abiertos, etc., advertimos que sus autores escriben con aparen­ social, no se dan cuenta de que cada conjunto de condiciones
tes parcialismos personales, y con un celo misional por ganar tiene sus ventajas y desventajas. Cada vez que se pone en prác­
conversos (Smith y Smith, 1974). tica un nuevo estilo de vida a fin de eliminar una de las desven­
Algunas de estas tendencias parecen menos proclives a ata­ tajas del anterior, aparece un nuevo grupo de desventajas por
car las formas de matrimonio tradicionales; su objetivo es pro­ solucionar. El cambio consiste en sustituir las viejas desxenta-
mover un movimiento «humanista» de liberación sexual. Esto jas por otras nuevas, y buscar un nuevo conjunto de ventajas
las lleva a interesarse igualmente por las personas solteras y los que compense las que se perdieron al abandonar el antiguo es­
matrimonios de hecho. «La atención se centra en la sexualidad tilo. Por ejemplo, simplificando excesivamente las cosas, el
consensual, en general, y en el adulterio consensual, en parti­ matrimonio monogámico o frece seguridad acom pañada de
cular. Este último se analiza en términos de tres formas de se­ cierto aburrimiento sexual, en tanto que el nuevo estilo de
xualidad trasmarital o trasmonogámica: 1) la tolerancia del matrimonio abierto tal vez brínde excitación sexual pero acom­
adulterio; 2) la relación sexual co-marital; 3) el matrimonio pañada de celos e inseguridad. Todo individuo tiene derecho a
grupal y la cohabitación colectiva» (Smith y Smith, 1975). elegir sus propios placeres o venenos...
Los movimientos que propugnan una «relación abierta» van Quien atiende a pacientes que practican estos estilos de vida,
mas allá del swinging. El swinging es, en buena medida, una o abogan por ellos, debe tener especialmente en cuenta su pro­
actividad recreativa, que permite la involucración sexual, pero pio sistema de valores y sus sentimientos contratrasferenciales.
con una mínima profundidad interpersonal o emocional; He advertido que estos individuos, orientados hacia la persona,
puede contener su propio conjunto de reglas, cotos y limita­ tienen dificultades con un terapeuta orientado hacia el matri­
ciones y, en verdad, puede servir para mantener unido a un monio; hay entre ambos una evidente incompatibilidad. El caso
matrimonio ahíto. En cambio, las relaciones abiertas permiten inverso se presenta cuando el terapeuta está orientado hacia el
que las parejas mantengan relaciones físicas, emocionales, crecimiento personal y los pacientes sólo lo están de labios para
etc., con otras personas. Un elemento decisivo es la noción de afuera; también aquí hay una incompatibilidad básica. Por su
la libertad que tiene cada miembro de la pareja para vincular­ misma formación, los terapeutas se orientan hacia el creci­
se con otras personas, sin dejar de convivir con su compañero miento y el desarrollo. Naturalmente, los pacientes deben ven­
en una relación íntima y cariñosa. cer su propia resistencia al cambio, pese a las presiones internas
Evidentemente, este último enfoque no se orienta hacia el a que los sometan sus síntomas.
matrimonio, sino hacia el crecimiento individual. Si se en­ En resumen, la principal cuestión implícita en ¡a monoga­
cuentra otro «compañero principal», se lo acepta como parte mia o en cualquier otra forma de matrimonio es si el individuo
del proceso de crecimiento. Semejante enfoque plantea un posee la capacidad de utilizarla como una experiencia creati­
problema recurrente, que nunca llega a desaparecer por va. En caso afirmativo, la monogamia ofrece ei mismo poten­
cial de crecimiento y desarrollo personales que cualquier otro
* Literalmente, «oscitación, balanceo, vaivén, paso de una cosa a otra»: en el tipo de matrimonio. Hacer hincapié en la forma del matrimo­
lenguaje vulgar norteamericano, significa asimismo «estar a la moda, ser de cos­
nio es lo mismo que insistir en la técnica terapéutica utilizada y
tumbres ultramodernas» (sobre iodo, obrar sin inhibiciones en materia sexualh
Ambos significados están implícitos en esta designación de! hábito de mantener no en la creatividad del paciente y su terapeuta.
relaciones sexuales con diferentes personas. [N. de la T.J Pensar que la respuesta está en c! sexo no es una actitud

170 171
nueva: Lreud también lo pensó, al comienzo de su obra. La
compleja naturaleza del ser humano no da lugar a una respues­ 10. E l terapeuta de pareja
ta única. Los terapeutas de pareja se aplican a los aspectos
creativos del amor, que no es sinónimo de sexo.
No existe ninguna forma ideal de matrimonio. «El matrimo­
nio ideal es una artimaña, una trampa, una imagen cuya ado­
ración destruye la vida. Es como el cuerpo ideal o cualquier
otro ideal: sólo es útil si engendra el divino-descontento que
conduce a la búsqueda y la autenticidad» (Jourard, 1975).
Su formación

Los terapeutas de pareja provienen de muy diversas discipli­


nas; su formación, experiencia, capacidad y propósitos difieren
notablemente entre sí. Pueden limitarse a tratar ios casos de
menor conmoción psicológica, planteados por personas inca­
paces de hacer frente a unos aspectos de su situación marital in­
mediata que imponen, temporariamente, un esfuerzo excesivo
a su capacidad de adaptación (Frank, 1975). No obstante, no
debe subestimarse la formación requerida para tratar a este
grupo, pues las personas sacudidas por las tensiones de la vida
cotidiana pueden manifestar toda la gama de síntomas neuróti­
cos y psicóticos (Tyhurst, 1957). Los terapeutas de pareja que
poseen buena formación son requeridos, igualmente, para tra­
tar matrimonios en los que uno o ambos cónyuges padecen psi­
cosis con determinantes genétieo-orgánicos. Aunque la psicote­
rapia no puede curar tales psicosis, el mantenimiento de una
relación marital armónica puede aliviar notablemente la zo­
zobra del individuo psicótíco y ayudarle a funcionar mejor. Si
ha recibido buena íormación, el terapeuta de pareja dispone
de técnicas que le permiten tratar los trastornos puramente
maritales (sea cual fuere su gravedad) u otros trastornos graves
que, pese a no haber respondido a otras terapias, pueden ali­
viarse con esta.
Friedman (1975) realizó un interesante estudio que muestra
las interacciones entre la terapia de drogas y la terapia de pare­
ja en pacientes depresivos. Tomó un grupo de pacientes no hos­
pitalizados, sometidos a tratamiento, de los cuales 172 pade­
cían una depresión neurótica o reactiva; 15 tenían reacciones
psicóticas depresivas; 5 presentaban psicosis maníaco-
depresivas, en su fase depresiva; y 4 manifestaban reacciones
psicóticas involutivas. Luego, los distribuyó al azar en los si­
guientes grupos de tratamiento, conforme a un diseño factorial
de 2 x 2: 1) drogas y terapia marital; 2) drogas, con ún contacto
mínimo; 3) placebo y terapia marital; 4) placebo, con un con­
tacto mínimo.
Durante todo el estudio, se comprobó que la condición de los
pacientes que recibían drogas activas era superior a la de los
grupos de control que recibían placebos. Los efectos de las dro-

172
gado Jerome Frank (1975), la cual insiste en la educación plu­
gas resultaron superiores a los de la terapia de pareja en el mejo­
ramiento del estado sintomático y clínico del paciente ralista del profesional en salud mental, para que el terapeuta
en formación pueda optar racionalmente por un enfoque «que
(lograron un adelanto notable con mayor rapidez, en un lap­
congenie con su propia personalidad». Esto equivale a respon­
so de cuatro semanas). Sin embargo, la terapia de pareja pro­
sabilizar al paciente por la búqueda del tipo de tratamiento y
dujo efectos superiores a las drogas en lo concerniente a una
de terapeuta que congenie con su personalidad. En un medio
mejor participación y rendimiento del paciente en las tareas de
universitario o clínico donde hubiere varios grupos de tera­
rol familiares, así como en la percepción de la actitud y com­
portamiento de su pareja dentro del matrimonio. En lo que peutas que utilizan métodos diferentes, tal vez se podría es­
tablecer un sistema de distribución que derivase a cada grupo
respecta a la reducción de la hostilidad y una mejor percepción
de terapeutas disponibles ei. tipo de paciente más apto para
de la relación marital, la terapia de drogas produjo inicialmen­
te unos efectos muy superiores, que luego fueron disminuyen­ aprovechar su método. Este sistema no serviría para el tera­
do; en cambio, la terapia de pareja no afectó inicialmente la peuta individual, dedicado a la práctica privada; en su caso, la
flexibilidad y una formación extensiva e intensiva ofrecerían la
hostilidad y hasta produjo un efecto inicial negativo sobre la
máxima probabilidad de curación.
percepción de la relación marital, pero al término del trata­
miento sobrepasó a la otra terapia en ambos terrenos. En Estados .Unidos escasean los centros de formación verda­
Los grupos bajo terapia de pareja evidenciaron una mejoría deramente completos y la formación de los terapeutas de pare­
clínica y un alivio de sus síntomas notablemente superiores a ja se halla en un estado amorfo (Nichols, 1974); así pues, la res­
los manisfestados por los grupos con contacto mínimo, que les ponsabilidad por el grado de capacitación recae totalmente en
servían de control. Algunos de estos efectos se obtuvieron muy los mismos terapeutas. Por desgracia, estos parecen alejarse de
pronto (cuatro semanas) y como los resultados positivos se acu­ una formación intensiva y avanzada. La psicoterapia personal
mulan, el análisis final mostró logros aún mayores. de todos los terapeuta.? (de pareja, etc.), que antiguamente se
Casi todas las mediciones indicaron que la mayor mejoría consideraba la piedra angular de la práctica de su profesión,
correspodía al grupo que había recibido drogas activas y tera­ está perdiendo terreno, con lo cual se desaprovechan muchas
pia de pareja. El estudio reveló que la administración simultá­ oportunidades de aprendizaje y crecimiento. Lo mismo ocurre
nea de ambos tratamientos, en pacientes con depresión reacti­ en la formación de los estudiantes residentes de psiquiatría, en
va, no interfiere ni anula los efectos beneficiosos específicos de la que se ha abolido el año preliminar de internado con rota­
cada terapia, sino que más bien los acentúa. ción general. En una disciplina donde el crecimiento y apren­ fcílij
dizaje del paciente constituyen el modus operandi del trata­ fevf
Esto demuestra la importancia que encierra la formación
amplia y profunda del terapeuta de pareja, Con ella, y me­ miento, parece contradictorio que el terapeuta no siempre
díante enfoques innovadores como el que acabamos de citar, se practique lo que enseña.
podrá descargar en el terapeuta la responsabilidad principal de En realidad, nunca completamos nuestra formación. Parti­
adaptarse a las necesidades del paciente. Teóricamente, al me­ cipar en aquellas formas de terapia de pareja que involucran a
nos, todos parecen estar de acuerdo en que la educación del otro terapeuta (terapia colaborativa, conjunta o combinada,
profesional en salud mental debe ser pluralista. De este acuer­ con más de un terapeuta o grupo), es un modo de obtener una
do básico, que no siempre se alcanza en la práctica, se extraen supervisión y formación continuadas. Personalmente, mientras
muchas conclusiones. En un extremo está la tendencia a fami­ hago terapia de pareja me someto a la observación de los prac­ té
liarizarlo con las diversas escuelas de pensamiento, para que ticantas y docentes, como una forma de continuar mi forma­
pueda utilizar cualquiera de ellas. (Personalmente, apoyo esta ción y supervisión. El siguiente material ejemplifica este punto
tendencia.) Tal como la presenta Havens (1973), procura sacar y pone de manifiesto el problema de la contratrasferencia en la
la psiquiatría de entre las garras del sectarismo y conducirla terapia de pareja (Bird y Martin, 1956).
hacia la ciencia y hacia una práctica más efectiva. Aplicada al
campo de la terapia de pareja, esta tendencia obliga al tera­
peuta a tener amplios conocimientos teóricos y prácticos sobre
los numerosos enfoques presentados en este libro, y aquellos La contratrasferencia en la terapia de pareja
que puedan surgir en el futuro. Obviamente, es una meta idea­
lista, quizás inaccesible, pero la orientación en sí es deseable. El caso que resumo a continuación ilustra el método colabo-
Como contraste, tenemos la conclusión práctica a que ha lle­ rativo de tratar la inarmonía marital (técnica estereoscópica). m
Material clínico contratrasíerencial positiva de ambos terapeutas hacia sus res­
pectivos pacientes, que enturbió su objetividad.
Los datos han sido extraídos de las terapias concurrentes de
un matrimonio de edad madura, en el que ambos cónyuges
sufrían graves trastornos psiquiátricos. Se comenzó a trabajar ■ Esclarecimiento de las estructuras d e personalidad
con ellos luego que el médico de la familia admitió que habría de ¡os cónyuges
que internar a la esposa, a menos que iniciase prontamente un
tratamiento psicoterapéutico. Como no logró persuadir a la Durante la etapa siguiente de su tratamiento, la esposa se
mujer, le aconsejó al marido que consultara a un psiquiatra, en quejó constantemente de que su marido no la amaba. Apenas si
¡a esperanza de que ella lo imitaría. El ardid dio resultado se refirió al pasar a sus propias borracheras, sus estallidos de ira
cuando la esposa «usurpó» la cuarta entrevista dci marido. Du- > ■
> y su ineptitud para las situaciones domésticas y sociales. A me­
rante su tercera sesión, la mujer insistió en seguir tratándose dida que fueron emergiendo sus recuerdos de infancia, se hizo
con ese psiquiatra y en que su marido fuese derivado a otro. evidente que sus tempranas experiencias de la vida se caracteri­
zaban por un miedo intenso a la soledad y una necesidad exa­
gerada de depender de los adultos que había en su hogar. Co­
Etapas iniciales de la terapia mo niñitu aterrada, había insistido en dormir en un catre colo­
cado en el comedor, desde donde solía escuchar atentamente
En la etapa temprana de su tratamiento, la mujer se limitó
las conversaciones familiares que se desarrollaban en la sala
prácticamente a criticar a su esposo. Se quejó de que él no la
contigua. Cuando ya no podía tolerar más su soledad, atraía
amaba, la trataba como a un ser socialmente inferior y quería con sus gritos a su padre, a quien acostumbraba pedirle que la
librarse de ella. Habló poco de sus propios problemas emo­ llevara tiernamente en brazos hasta su cuarto del piso alto.
cionales; los resumió como una tendencia a ser «inepta», cuan­
En esta misma estapa de ia terapia, ocurrió un incidente en
do las defecciones de su marido la obligaban a asumir unas res­
el que se repitió esta escena. Un atardecer, el psiquiatra que
ponsabilidades injustificables. atendía a la mujer recibió una llamada telefónica del marido,
El marido entró en el tratamiento sin protestar por su deri­
quien le pidió que viniera a su casa con urgencia. Cuando lle­
vación a otro psiquiatra. Aceptó calladamente el cúmulo de
gó, encontró a la espesa completamente ebria, desgreñada y
acusaciones de su esposa, salvo la de no amarla. Dijo que
furiosa contra su marido... que se había escabullido no bien lo
quería cooperar plenamente con el terapeuta, v descubrir qué
hizo entrar. La actitud de su paciente era tan violenta, que
hecho de su infancia había causado sus dificultades actuales. también el psiquiatra se asustó.
Las fantasías en torno a una relación idílica con su esposa lle­ En cuanto al hombre, en esta etapa de su terapia continuó
naron las primeras sesiones; un amor sin conflictos, pero tam­
culpándose por los problemas de su esposa y declarando que la
bién sin contacto físico. amaba. Un material psío dinámicamente pertinente trajo a
En una de las reuniones iniciales entre los dos terapeutas, el primer plano una acerba imagen de su infancia: de niño, lo ha­
que atendía a la esposa presentó su versión reconstruida de un bían responsabilizado del cuidado de su hermano menor, de­
incidente en el cual ella había mantenido relaciones amorosas ficiente mental, a quien la madre se había rehusado a internar
con un amigo íntimo, supuestamente instigada por su marido. en una institución adecuada pese a las recomendaciones que le
Lo ofreció como prueba de la actitud de rechazo del marido y hicieron en tal sentido; él se sentía aterrado y humillado por los
de su incapacidad para desempeñar el rol masculino. El psi­ violentos estallidos de su hermano y ia frecuencia con que se
quiatra que atendía ai marido se mostró escéptico y compade­ ensuciaba. No obstante, seguía cumpliendo con su «deber».
ció a su paciente. Opinó que este había sido engañado, apo­ Cuando ios terapeutas se reunieron para discutir este ma­
yándose en el hecho de que, al enterarse del incidente, se había terial, el que atendía a la esposa presentó su versión del episo­
encolerizado y, a modo de represalia, le había revelado a su es­ dio de ira, que había presenciado en el hogar de lá paciente.
posa una anterior aventura amorosa que él había tenido. En Dedujo que esa ira representaba unos celos intensos hacia la hi­
esta ocasión, la técnica estereoscópica demostró su utilidad de­ ja, en quien ahora se centraba la atención de la familia y cuyo
tectando una distorsión de la realidad (la falsedad de la acusa­ matrimonio además prometía proporcionarle ese amor que la
ción lanzada por la esposa) y, además, puso en descubierto lo paciente imaginaba no recibir de su esposo. La versión del
(pie más tarde habría de reconocerse como una reacción otro psiquiatra fue un tanto diferente: sostuvo que esos arrun-

i7 l-i
esposa progresó un poco: amplió su campo ele actividades v su
ques de ira no eran inhabituales en la mujer, pues a veces se círculo de amistades, y llegó a ser menos exigente con su mari­
repetían varias veces por semana. Asimismo, llegó a la conclu­ do y más exigente consigo misma.
sión de que la esposa no reconocía la protección constante que Cuando, en las reuniones periódicas con su colega, el tera­
le brindaba su marido, ni su aceptación de sus estallidos in­ peuta que trataba al marido relató este material, al principio
controlables, y que en realidad había obligado al terapeuta a
mostró compasión por ese hombre tan agobiado por una esposa
repetir el rol desempeñado por su padre durante su infancia, y
casi psicótica, pero a medida que pasaba el tiempo y su pacien­
por su marido en sus años de matrimonio.
te continuaba presentando ei mismo material de idéntica ma­
Tras oír, una y otra vez, cómo su colega insistía con aparente
nera, el tono de sus informes fue cambiando. Sus comentarios
desproporción en ¡a «necesidad de ser amada» de su paciente, e!
posteriores insinuaban que era difícil y nada gratificante tra­
terapeuta del marido hizo dos observaciones sagaces: comentó bajar con un hombre tan pasivo, un varón que seguía siendo sc-
que su colega no sólo había «caído en las redes de la diosa rosa­
xualmente impotente, rara vez llegaba al trabajo con puntuali­
da», sino que, además, pasaba por alto su necesidad de hacerse dad y bebía más que nunca. Subrayó, además, que durante las
menos inepta. Esta confrontación indicó claramente que el sesiones su paciente se esforzaba por desempeñar el pape! de ni­
otro terapeuta debía investigar y eliminar los «puntos ciegos»
mio bueno, mientras en su vida cotidiana evadía las responsa­
que había desarrolllado. El autoanálisis subsiguiente reveló
bilidades masculinas, Al referir las payasadas que hacia a ve­
una actitud contratrasferencíal negativa hacia la esposa, que el
ces, en compañía de sus amigos (quienes luego le pagaban unos
terapeuta había desmentido hasta entonces. En realidad, sen­
tragos), lo comparó burlonamente con el Pequeño Tommy Tuc-
tía temor (y, por ende, desagrado) hacia esa mujer destructiva,
pero se había defendido contra estos sentimientos mediante ker que «cantaba por su cena».* En sus observaciones"subsi­
una excesiva valoración y protección. Esto había llevado a es­ guientes, hizo hincapié en lo arduo que le resultaba inducir a
tablecer con ella la misma clase de relación que había existido su paciente a enfrentar el hecho, perfectamente obvio, de que
entre ella y su padre (la primera persona controlada por la sus actividades' eran el producto del miedo y la ira que sentía
«diosa rosada»). Entonces se hizo evidente que no podía obte­ hacia su esposa. Por último, el psiquiatra insistió en que el pro­
nóstico era muy poco halagüeño.
nerse ningún progreso terapéutico en tanto la paciente mantu­
viera su omnipotente defensa contra el reconocimiento de su Al escuchar los informes de su colega, el psiquiatra que aten­
día a la esposa le recordó que él mismo había temido a su pa­
ineptitud, hostilidad y dependencia.
En el trascurso de las reuniones estereoscópicas dedicadas a ciente, durante su visita a su hogar, con lo cual volvió a subra­
tratar este material, el psiquiatra de la esposa expresó, inicial­ yar la realidad de su naturaleza violenta. Luego se planteó el
mente, sentimientos positivos hacia ella v subrayó su necesidad interrogante de por qué su colega había perdido de vista esta
de comprensión y afecto. Sin embargo, poco después le confesó realidad. Casi al instante se hizo evidente que su visión había
a su colega que la mujer había resultado ser una paciente sido oscurecida por fuertes sentimientos contratrasferenciales
frustrante, y que trabajar con ella se habír convertido en una negativos. Una vez confrontado con su propia reacción, el tera­
tarea desagradable. Sus comentarios adoptaron un tono de de­ peuta del marido se sometió a un autoanálisis que lo llevó a to­
sesperación iracunda. En una ocasión, acabó diciendo que mar conciencia de sus sentimientos burlones hacia ese hombre
continuaría tratando a la paciente porque «simplemente, no pasivo, que se dejaba zarandear por su mujer v que no encara­
puedo hacer otra cosa». Le recordó a su colega que el médico ba el problema de su angustia de castración, como lo había
que la derivó la había tildado de «embustera patológica», y hecho el psiquiatra tiempo atrás durante su análisis personal.
que ese era el calificativo más apropiado para una persona que Tras esta comprensión, sobrevino un cambio en el medio tera­
continuaba proyectando y que distorsionaba la realidad con tanta péutico. Al psiquiatra le fue más fácil escuchar pacientemente
desenvoltura. Informó que, inexplicablemente, él había acortado en al marido en las entrevistas sucesivas, y esforzarse por ayudarle
diez minutos una de sus sesiones y que luego experimentó un senti­ a tratar su problema. Con el tiempo, el paciente pudo expresar
miento de culpa por hacerle esto a una persona carenciada, que pre­ de modo abierto-su reprimida hostilidad hacia la esposa, y
cisaba cariño y comprensión. avanzó en la solución de su angustia de castración, la cual era
Una vez que este terapeuta hubo tratado su contratrasferen- reforzada por la violencia de la mujer. En cuanto a la evolu-
cia negativa, desapareció su necesidad de apoyar la poderosa
defensa de su paciente. Ai eliminar esta defensa, se pudo tra­ ■•Lil/Ir T o u m i i / T u r k r r / s a ' i í i f n r hi.s s u ; > p r r . , canelón inf;¡nii] i mn nopu-
hir en los paísr.s de habla ingesa. /¡Y. tlr la T.j
bajar más con los impulsos subyacentes y, como resultado, la

.1.79
178
idéntico al de una persona importante ele su propio pasado. Es­
cíón posterior del caso, bástenos decir que el paciente se volvió te conocimiento puede aprovecharse para formular o modifi­
más impetuoso y recobró su potencia eri las relaciones sexuales car el programa de terapia. Además, el terapeuta que es capaz
con su esposa. de controlar o eliminar las actitudes contratrasíerenciales faci­
El material precedente nos muestra: 1) la intertereneia de las lita el proceso. Se ha demostrado en forma concluyente que la
reacciones contratrasíerenciales en la psicoterapia; 2) las ven-, truslercncia es un valiosísimo instrumento, en tanto que lureac-
tajas que ofrece la supervisión de la propia psicoterapia por un ción contratrasferencial negativa es el mayor obstáculo para el
colega: 3) las '.'enlajas que le brinda a! terapeuta su psicotera­ desarrollo de una clara y adecuada trasferencia en el paciente.
pia personal, la cual le permite autoanalizarse brevemente a El adelanto más importante en la terapia de la pareja a la
medida que se lo exijan sus reacciones contratrasíerenciales. que acabamos de referirnos fue la reducción de las reacciones
Asimismo, correspondería advertir que este caso es un contratrasíerenciales negativas y su sustitución por otras positi­
ejemplo insólitamente claro de la ensambladura de las neurosis vas, <¡ue facilitaron c! trabajo del matrimonio sobre su proble­
de los dos cónyuges. ma de angustia de castración y la admisión, por parte de la es­
Los psiquiatras identificaron el esquema de este matrimonio posa, de sus impulsos hostiles y dependientes. Creemos que es­
valiéndose del insight proporcionado por el enfoque estereoscó­ tos resultados se lograron merced a la técnica estereoscópica.
pico. La neurosis del marido contenía una compulsión de repe­
tición, en la que él recreaba con su esposa el martirio que había
sido el cuidado de su hermano deficiente y descontrolado. La
ineptitud de la mujer, su incapacidad de controlar sus senti­ La empatia en el terapeuta de pareja
mientos violentos y su gran necesidad de atención fortale­ Se ha escrito mucho acerca de la empatia y de lo importante
cieron, sin duda, en el marido su identificación inconciente
que es, como herramienta, la capacidad de empatia del tera­
con el hermano. Del mismo modo, la compulsión de repetición
peuta (Greenson, 1967). Me referiré brevemente al tema, para
de la esposa la impulsaba a mantener su deseo infantil de ser la
luego ocuparme de la empatia en la terapia de pareja. Aclaro
«diosa rosada», a quien su marido habría de amar incondi-
desde ya que ella' puede ser tanto un elemento positivo como
cionalmente, cuando ella lo exigiese, tal como la había amado
riesgoso y perjudicial para el tratamiento.
su padre. En sus sueños, la esposa mostraba haberse identifica­
Shapiro (1974) presenta un espectro útil, integrado por cinco
do con el hermano de su marido, lo cual era bastante fascinan­
experiencias humanas posibles, que van desde la extremada­
te: para ambos cónyuges, la diosa rosada y el hermano retarda­ mente egocéntrica hasta la más centrada en el objeto:
do se habían fusionado en una sola imagen. A raíz de esto, los
esposos comenzaron a recorrer un círculo vicioso inconciente: 1. El individuo no admite su percepción de los sentimientos
en él, la identificación de la esposa con el hermano aterrador y del otro. Evidentemente, esta respuesta no es empática.
exigente, obligó al marido a adoptar el papel de un «niño 2. Percibe los sentimientos dei otro, pero no comprende el
bueno» martirizado y excesivamente pasivo. Este entrelaza­ motivo. Esta respuesta tampoco es empática.
miento de necesidades inconcientes había sido el vínculo que 3(-‘ Percibe los sentimientos del otro y reconoce dos cosas: que
mantuvo unido, durante muchos años, a un matrimonio per­ él siente o sentiría igual, y que la congruencia de sentimientos
turbado y destructivo. se basa en una circunstancia específica. Es una respuesta clara­
Pero volvamos a nuestro tema principal, la contratrasferen- mente ernpática, puesto que se funda en la convicción de que,
cia. Es un hecho reconocido que los sentimientos contratras- en igualdad de circunstancias, la mayoría de las personas senti­
ferenciales del terapeuta pueden modificar el proceso tera­ rían lo mismo.
péutico. Cualquier factor que interfiera en la admisión 4. Le basta observar ai otro para reconocer que él siente
de la contratrasferenda por parte del terapeuta consti­ igual, aunque desconozca el agente causal. Es una experiencia
tuye un obstáculo, puesto que una reacción contratrasferencial que revela una gran inmediatez entre el sujeto y el observador,
reconocida puede convertirse en un elemento auxiliar de la psi­ en la que los límites de sus yoes permanecen intactos.
coterapia. El psicoterapeutaKjue descubre en sí mismo unos 5. Está convencido de que siente igual que el otro, sea cual
inexplicables sentimientos de fastidio, miedo o regocijo, provo­ fuere la circunstancia o expresión de este. Se borran los límites
cados por un paciente determinado, tiene en su poder un ins­ entre el yo y el objeto, y se tiene la convicción de vivir una ex­
trumento de diagnóstico. Si logra descubrir ios orígenes de su periencia de lusión.
reacción notará, quizás, que el inconciente de su paciente es

181
La terapia es más eficaz cuando el terapeuta se mantiene en
el tercero de estos cinco estados (empatia), o sea cuando se Las respuestas empáticas de¡ terapeuta son esenciales; pero
identifica transitoriamente con el paciente pero sin perder su no bastar.. La intelección e interpretación del tipo de dinámica
individualidad, a diferencia de lo que ocurre en una identifica­ que posee cada individuo y la naturaleza de su relación jnter-
ción en la que se comparten hasta los sentimientos de desvali­ personal, dentro del contexto familiar, son otras tantas fuerzas
miento (Beres y Arlow, 1974). El terapeuta debe ser capaz de que se entrelazan y posibilitan la eficacia terapéutica.
sentir con el paciente, mediante la identifieaeión, pero lucilo
debe separarse de éí para poder sentir algo acerca de él.
En la obra citada, Beres y Arlow reconocen un detalle im­
portante: en la empatia, el terapeuta comparte con el paciente El terapeuta de pareja como persona
un afecto y una cognición. El afecto que experimenta el tera­
peuta debe revelarle a este cómo se siente e! paciente y cómo Deseo terminar este capítulo y el libro con un mensaje
simple: el terapeuta de pareja tiene ante sí una notable oportu­
quiere este que se sienta él. Si el terapeuta no reconoce la natu­
nidad de crecimiento y desarrollo personales. En su trabajo con
raleza de los afectos, en vez de una empatia se producirá una
contratrasferencia que trabará la terapia. las parejas se le presentan ocasiones para comprender con mayor
amplitud y profundidad las experiencias que tuvo en su familia
En la experiencia clínica, es muy común que el terapeuta de origen; asimismo, ellas le brindan la oportunidad de conti­
que comparte los sentimientos de su paciente y se lo comunica, nuar el proceso de cambio y crecimiento dentro de su familia ac­
obtenga una respuesta muy positiva. Empero, si a esto se le su­
tual. Es interesante observar cómo los primeros cambios creati­
ma una interpretación sobre ¡a manera en que el paciente utili­
vos logrados por las parejas de pacientes estimulan otros cambios
za este sentimiento para evitar el cambio, se obtendrá de él una
creativos en el terapeuta, y viceversa.
respuesta negativa. Por lo general, el paciente prefiere una ex­
A continuación resumiré un caso que corrobora esta observa­
periencia que implique un sentimiento de fusión entre el tera­
ción y, al mismo tiempo, ejemplifica la importante diferencia
peuta y él (experiencia que puede ser riesgosa y perjudicial
que existe entre el primer cambio —una respuesta contraria
para el tratamiento), al auténtico estado empático de una
que, en realidad, no entraña cambio alguno...— y el segundo
identificación transitoria, en la que el terapeuta conserva su in­
—un cambio creativo que soluciona el problema— (Watzlawick
dividualidad. De ahí que tienda a preferir la distorsión de los ct al., 1974).
procesos empáticos del terapeuta y, a menudo, durante la tera­
Durante el tratamiento de un grupo de parejas, una de ¡as
pia, trate de provocar un estado en el que ambos refuercen mu­
esposas planteó una queja común: su marido no le prestaba
tuamente sus distorsiones empáticas. En el trascurso de un tra­
atención. Era un hombre muy gregario, que invitaba a cenar
tamiento, puede producirse una jo lie á deux transitoria, pla­
en su casa a dignatarios extranjeros y pasaba toda la cena con­
centera para ambos. Esta gran vulnerabilidad de la empatia
versando con ellos, con evidente agrado e interés. Para peor,
frente a la distorsión nos obliga a controlarla cuidadosamente.
las conversaciones se desarrollaban en el idioma de los visitan­
Además, es preciso establecer una clara distinción entre la em­
tes, incomprensible para la esposa. Cuando esta expuso su
patia y la contratrasferencia. queja ante el grupo, los otros le dijeron que era demasiado pa­
La terapia de pareja pone de relieve, con suma nitidez, el
valor y ¡os peligros de la empatia. Cuando se entrevista a los dos siva y debía cambiar. Tenia que hablar claramente con su ma­
rido y pedirle que dejara de comportarse así. En respuesta a es­
esposos, en las diversas formas de terapia conjunta, es difícil al­
canzar el ideal de unas respuestas empáticas simultáneas hacia tas sugerencias, la.mujer amenazó a su esposo con no preparar
ni una cena más si él no cambiaba su conducta. La reacción de
esas dos personas enfrentadas. Por lo común, se salta de una a
él fue invitar a más amigos extranjeros y confiar la preparación
otra con periodicidad variable. Cada vez que la empatia de un
de las comidas a un cocinero famoso. Si la esposa persistía en su
terapeuta de pareja se distorsiona en dirección a uno de los
nueva actitud, menos pasiva, no 1c quedaba otra alternativa que
cónyuges, el otro reacciona prontamente contra tal distorsión,
dejar de asistir a las cenas.
actuando así como una especie de supervisor del terapeuta. Por
eso, en una terapia conjunta hay menos probabilidades que en En este punto) la mujer dio un salto creativo por encima
una terapia diádica de que terapeuta y paciente refuercen sus del grupo y de los. terapeutas de pareja, y experimentó un se­
distorsiones empáticas. Cuando ello ocurre, se convierte en un gundo cambio: comenzó a aprender el idioma extranjero y a
grave impedimento para la cura. utilizar sus propias aptitudes de cocinera refinada. Empezó a
disfrutar la oportunidad de conocer a personas interesantes.

1S2
hablarles en su idioma y crecer internamente. No hace falta Referencias bibliográficas
advertir que esta mujer había iniciado el proceso de indivi­
duación y separación psicológica de su marido. Su cambio
constituyó una experiencia conmovedora para el grupo, pero
su efecto sobre los terapeutas fue todavía mayor. Como «por
casualidad» uno de ellos comenzó a aprender la lengua nativa
de sus padres, aprendizaje al que se resistía desde su infancia. La
otra terapeuta, que tenía fama de ser una pésima cocinera, viajó Abroms, C. M., Taintor, Z. C. y Lhamon, VV. T. (1966) «Percept assi-
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