Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
1- Historia y discontinuidad:
La atención de los historiadores ha rondado durante décadas sobre los largos periodos
históricos. Sobre esos grandes basamentos inmóviles y mudos que el entrelazamiento de los
relatos tradicionales había recubierto con el espesor de los acontecimientos. Pero el gran
problema de la historia era ¿qué lazos hay que establecer entre los acontecimientos
discontinuos?
La atención se fue desplazando hacia estos fenómenos de ruptura. De entre las grandes
continuidades del pensamiento, han comenzado a ser detectadas las incidencias de las
interrupciones subyacentes a estas. La continuidad tiene por detrás una idea de
encadenamiento de los hechos (causa efecto). La idea de continuidad está vinculada a la idea
de conciencia- vinculada con la idea de síntesis (síntesis según la idea de Kant)
1. Es ante todo una operación deliberada del historiador, que distingue los niveles de su análisis y
fija las periodizaciones que le convienen.
2. Es el resultado de su descripción: ya no aquello que debe eliminarse, sino que busca descubrir
los límites, el punto de inflexión, el umbral, la emergencia, el instante de desorden.
3. Es un concepto que el trabajo no cesa de especificar. Ya no es el vacio puro y uniforme q
separa con un mismo y único espacio en blanco dos figuras positivas; asume una forma y una
función diferentes según el dominio y el nivel a los cuales se le asigne. Porque,
paradójicamente, es a la vez instrumento y objeto de investigación.
Como se dijo, ahora las disciplinas históricas ponen sistemáticamente en juego a lo
discontinuo. Es un hecho contemporáneo. Ha pasado de obstáculo a la práctica. Ya no es lo
negativo de la lectura histórica (su envés, su fracaso, el límite de su poder), sino el elemento
positivo que determina su objeto y valida su análisis.
Pero sobre todas las unidades que hay que dejar en suspenso son aquellas que se imponen de
manera más inmediata: libro y la obra. Pasa a enunciar los motivos de esto.
El libro: se da del modo más cierto y por una individuación material. Este no es una unidad
homogénea ni puede existir por sí mismo: siempre está en dependencia o en relación de apoyo
con otros libros, textos o frases. Aunque el libro se dé como un objeto, su unidad es variable y
relativa; no puede describirse sino a través de un campo de discurso.
La obra: en apariencia se trata de la suma de los textos que pueden denotarse por el signo de
un nombre propio, pero no está denotación no es homogénea. Pues, el nombre de un autor no
denota de la misma manera un texto bajo su nombre, otro escrito con seudónimo, un libro
póstumo, su cuaderno personal, notas, bosquejos, etc. La constitución de una obra es muy
difícil de justificar. El atribuirle una obra a un autor conlleva muchas elecciones teóricas. No
es solo la suma de sus escritos. Se debe utilizar un criterio para seleccionar sus textos,
ponderándolos de alguna manera.
Por lo tanto, la unidad de la obra está constituida por una operación interpretativa. Así, la obra
no puede considerarse como una unidad inmediata.
De aquí que, para poner fuera de juego a las continuidades no reflexivas por las que se
organiza, de antemano y en semi-secreto, el discurso que se pretende analizar; se
deben renunciar a dos postulados:
1. El primero de ellos postula que nunca es posible asignar, en el orden del discurso, la irrupción
de un acontecimiento verdadero. Pues, más allá de todo comienzo aparente, existe un
comienzo secreto. Y este es tan secreto y originario que nunca es posible recuperarlo. Foucault
opina que no hay que buscarlo, porque no se lo va a encontrar nunca. Con esto se determina al
análisis histórico del discurso a ser búsqueda de un origen que escapa a toda determinación de
origen. Cada discurso es su propio origen, hace su propia irrupción; no tiene otro principio que
su misma emergencia. Por tanto, no hay que remitir al discurso a la lejana presencia del
origen; hay que tratarlo en el juego de su instancia.
2. El segundo de los dos postulados está ligado y a la vez enfrentado con el primero. Trata de que
todo discurso manifiesto reposa secretamente sobre lo ya dicho. Que no es más que lo nunca
dicho, un discurso sin cuerpo, una voz silenciosa. El discurso pasa a ser una presencia
depresiva de aquello que no dice.
Descartadas estás formas previas de continuidad, estas síntesis mal dominadas del discurso,
todo un dominio aparece liberado. Lo que permite tratar el material en su neutralidad primera,
en el campo del discurso en general. Aquí aparece el proyecto de una descripción pura de los
hechos del discurso.
Análisis del discurso Vs Análisis de la lengua:
Este análisis del discurso se distingue del análisis de la lengua. Plantean problemas muy
distintos. El análisis del discurso plantea: ¿Por qué aparece este enunciado y no otro en su
lugar? En cambio el análisis de la lengua se cuestiona: ¿Según que reglas ha constituido tal
enunciado? y ¿según que reglas pueden construirse otros semejantes?
El análisis del pensamiento busca recuperar la intensión del sujeto hablante. Trata de
reconstruir otro discurso, la palabra muda. Esto hace que pertenezca a las formas previas de
continuidad, pues se pregunta: ¿Qué quiso decir? En vez de fijarse en lo que se dijo
simplemente.
Pero, ¿Para qué sirve poner en suspenso las unidades admitidas? Sirve para:
No hay que confundir el archivo con el almacenamiento de documentos. Pues, analizar los
hechos del discurso en el elemento general del archivo es considerarlos no como documentos
sino como monumentos. Se busca hacer lo que él llama Arqueología.
Ahora bien, si este campo general de los acontecimientos discursivos no admite ningún recorte
a priori; en una primera aproximación hay que aceptar un recorte provisorio, una región
inicial. Pero, ¿Cómo constituir esta región? Eligiendo empíricamente el dominio en que las
relaciones sean posiblemente numerosas, densas y relativamente fáciles de describir. Esta
región es la de la ciencia. Las «ciencias del hombre» son consideradas como el conjunto de
enunciados de categorías antropológicas que han elegido como objeto al sujeto de sus
discursos. Pueden tomarse como región inicial.
2º criterio; podría llegar a utilizarse para construir conjuntos discursivos es por el tipo de
enunciación utilizada:
Esta valdría por cierta forma constante de enunciación, cierto estilo utilizado. Tal como la
sostendría una ciencia descriptiva: un corpus de conocimientos que suponen cierta mirada
dirigida a las mismas cosas, con el mismo sistema de transcripción (mismo vocabulario,
mismo juego de metáforas).
Esto tampoco puede ser, ya que en realidad, la unidad del discurso no es una forma
determinada de enunciados, sino el conjunto de las reglas que hicieron simultánea o
sucesivamente posibles descripciones puramente perceptivas. Llama a este conjunto de
reglas separación enunciativa.
3º criterio; puede ser la existencia de un juego de conceptos permanentes y coherentes entre
si: Un numero de conceptos cuyo contenido ya este definido de una vez por todas. Tales como
el concepto de: juicio, sujeto y atributo, verbo, palabra, etc.
Pero nuevamente nos encontramos con una complicación. De inmediato aparecerían nuevos
conceptos, algunos quizá derivados de los primeros, pero los demás son heterogéneos e
incluso incompatibles con los primeros.
4- El saber:
El saber no es una suma de conocimientos; pues estos siempre pueden decirse que son
verdaderos o falsos, exactos o no, aproximados o definidos; este es el conjunto de elementos
(objetos, tipos de formulación, conceptos y elecciones teóricas) formados a partir de una sola y
misma positividad, en el campo de una formación discursiva unitaria.
5- Varias observaciones:
El análisis de las formaciones discursivas y de su sistema de positividades en el elemento del
saber sólo concierne a algunas determinaciones de los acontecimientos discursivos. No se trata
de constituir una disciplina unitaria que sustituiría a todas esas otras descripciones de los
discursos, invalidándolas en bloque. Es ante todo, prescindir de dos formas de extrapolación:
La extrapolación epistemológica y la extrapolación genética.
Pero esto es desconocer que el lugar de aparición y de despliegue de una ciencia no es ni esta
ciencia misma ni el conjunto de determinaciones extrínsecas. Sino que es el campo del saber y
el conjunto de las relaciones que lo atraviesan.
El motivo de este error es que se utilizan como modelos dos tipos de ciencia que en realidad
son casos límite: el de la matemática y el de la psicología.
En cambio, son las ciencias intermedias las que deben servir como modelo.
A partir de allí es posible situar en su posibilidad cierto numero de descripciones legítimas del
discurso científico. Estas no se dirigen al saber como instancia de formación; sino a los
objetos, a las formas de enunciación, a los conceptos, a las opiniones suscitadas por él.
1. Ilusión doxológica: cada vez que se hace valer la descripción como análisis de las condiciones
de existencia de una ciencia.
2. Ilusión formalista: imaginarse que las leyes de construcción (semántica y sintaxis) son
condiciones de existencia.
3. Ilusión de la experiencia: que toda elaboración científica no es más que una forma de leer,
descifrar, abstraer, descomponer y recomponer lo que se da en una experiencia natural.
Supone que la ciencia se enraiza en la plenitud de una experiencia concreta y vivida.
Entre la ciencia y la experiencia esta el saber: no en calidad de mediación invisible, de
intermediario secreto y cómplice. En realidad, el saber determina el espacio en que la ciencia y
la experiencia pueden situarse y separarse recíprocamente.