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TEXTO: «Respuesta al círculo de Epistemología», M. Foucault.

1- Historia y discontinuidad:
La atención de los historiadores ha rondado durante décadas sobre los largos periodos
históricos. Sobre esos grandes basamentos inmóviles y mudos que el entrelazamiento de los
relatos tradicionales había recubierto con el espesor de los acontecimientos. Pero el gran
problema de la historia era ¿qué lazos hay que establecer entre los acontecimientos
discontinuos?

La atención se fue desplazando hacia estos fenómenos de ruptura. De entre las grandes
continuidades del pensamiento, han comenzado a ser detectadas las incidencias de las
interrupciones subyacentes a estas. La continuidad tiene por detrás una idea de
encadenamiento de los hechos (causa efecto). La idea de continuidad está vinculada a la idea
de conciencia- vinculada con la idea de síntesis (síntesis según la idea de Kant)

La discontinuidad era el estigma del desperdigamiento temporal que el historiador estaba


encargado de suprimir de la historia. Ahora se ha convertido en uno de los elementos
fundamentales de análisis histórico. Se abandona el uso negativo del término.

( discontinuidad) Tiene un triple papel:

1. Es ante todo una operación deliberada del historiador, que distingue los niveles de su análisis y
fija las periodizaciones que le convienen.
2. Es el resultado de su descripción: ya no aquello que debe eliminarse, sino que busca descubrir
los límites, el punto de inflexión, el umbral, la emergencia, el instante de desorden.
3. Es un concepto que el trabajo no cesa de especificar. Ya no es el vacio puro y uniforme q
separa con un mismo y único espacio en blanco dos figuras positivas; asume una forma y una
función diferentes según el dominio y el nivel a los cuales se le asigne. Porque,
paradójicamente, es a la vez instrumento y objeto de investigación.
Como se dijo, ahora las disciplinas históricas ponen sistemáticamente en juego a lo
discontinuo. Es un hecho contemporáneo. Ha pasado de obstáculo a la práctica. Ya no es lo
negativo de la lectura histórica (su envés, su fracaso, el límite de su poder), sino el elemento
positivo que determina su objeto y valida su análisis.

Si la historia se mantuviera como el enlace de las continuidades ininterrumpidas, si se tramara


en torno de los hombres, de sus palabras y de sus gestos, oscuras síntesis siempre prontas a
reconstruirse, en ese caso sería un refugio privilegiado para la conciencia. Pues la historia
continua es el correlato de la conciencia. Querer hacer del análisis histórico el discurso de lo
continuo, y hacer de la conciencia humana el sujeto originario de todo saber y de toda práctica,
son las dos caras de un mismo sistema de pensamiento. Refiriéndose al sistema de Hegel.
Advierte que en este: el tiempo es concebido en términos de totalización, y la revolución
nunca es más que una toma de conciencia.

La continuidad organiza de antemano el discurso que pretende analizar.


2- El Campo de los acontecimientos discursivos:
Si se quiere aplicar sistemáticamente el concepto de discontinuidad al discurso, hace falta
liberarse de todo un juego de nociones que están ligadas al postulado de continuidad. Por ej: la
noción de tradición, de influencia, desarrollo, teleología o evolución, la de mentalidad o
espíritu de una época, etc. Es necesario abandonar estás síntesis ya hechas.

Pero sobre todas las unidades que hay que dejar en suspenso son aquellas que se imponen de
manera más inmediata: libro y la obra. Pasa a enunciar los motivos de esto.

El libro: se da del modo más cierto y por una individuación material. Este no es una unidad
homogénea ni puede existir por sí mismo: siempre está en dependencia o en relación de apoyo
con otros libros, textos o frases. Aunque el libro se dé como un objeto, su unidad es variable y
relativa; no puede describirse sino a través de un campo de discurso.

La obra: en apariencia se trata de la suma de los textos que pueden denotarse por el signo de
un nombre propio, pero no está denotación no es homogénea. Pues, el nombre de un autor no
denota de la misma manera un texto bajo su nombre, otro escrito con seudónimo, un libro
póstumo, su cuaderno personal, notas, bosquejos, etc. La constitución de una obra es muy
difícil de justificar. El atribuirle una obra a un autor conlleva muchas elecciones teóricas. No
es solo la suma de sus escritos. Se debe utilizar un criterio para seleccionar sus textos,
ponderándolos de alguna manera.

Por lo tanto, la unidad de la obra está constituida por una operación interpretativa. Así, la obra
no puede considerarse como una unidad inmediata.

De aquí que, para poner fuera de juego a las continuidades no reflexivas por las que se
organiza, de antemano y en semi-secreto, el discurso que se pretende analizar; se
deben renunciar a dos postulados:
1. El primero de ellos postula que nunca es posible asignar, en el orden del discurso, la irrupción
de un acontecimiento verdadero. Pues, más allá de todo comienzo aparente, existe un
comienzo secreto. Y este es tan secreto y originario que nunca es posible recuperarlo. Foucault
opina que no hay que buscarlo, porque no se lo va a encontrar nunca. Con esto se determina al
análisis histórico del discurso a ser búsqueda de un origen que escapa a toda determinación de
origen. Cada discurso es su propio origen, hace su propia irrupción; no tiene otro principio que
su misma emergencia. Por tanto, no hay que remitir al discurso a la lejana presencia del
origen; hay que tratarlo en el juego de su instancia.
2. El segundo de los dos postulados está ligado y a la vez enfrentado con el primero. Trata de que
todo discurso manifiesto reposa secretamente sobre lo ya dicho. Que no es más que lo nunca
dicho, un discurso sin cuerpo, una voz silenciosa. El discurso pasa a ser una presencia
depresiva de aquello que no dice.
Descartadas estás formas previas de continuidad, estas síntesis mal dominadas del discurso,
todo un dominio aparece liberado. Lo que permite tratar el material en su neutralidad primera,
en el campo del discurso en general. Aquí aparece el proyecto de una descripción pura de los
hechos del discurso.
Análisis del discurso Vs Análisis de la lengua:

Este análisis del discurso se distingue del análisis de la lengua. Plantean problemas muy
distintos. El análisis del discurso plantea: ¿Por qué aparece este enunciado y no otro en su
lugar? En cambio el análisis de la lengua se cuestiona: ¿Según que reglas ha constituido tal
enunciado? y ¿según que reglas pueden construirse otros semejantes?

Análisis del discurso Vs análisis del pensamiento:

El análisis del pensamiento busca recuperar la intensión del sujeto hablante. Trata de
reconstruir otro discurso, la palabra muda. Esto hace que pertenezca a las formas previas de
continuidad, pues se pregunta: ¿Qué quiso decir? En vez de fijarse en lo que se dijo
simplemente.

Pero, ¿Para qué sirve poner en suspenso las unidades admitidas? Sirve para:

1. Restituir al enunciado su singularidad de acontecimiento: se lo trata en su irrupción histórica.


Esta es irreductible. Un enunciado es un acontecimiento que ni la lengua ni el sentido pueden
agotar totalmente.
2. Igualmente, la instancia del acontecimiento enunciativo no es para tratarla aisladamente y en sí
misma. Es, más bien, para comprender como esos enunciados pueden articularse sobre
acontecimientos cuya naturaleza no es discursiva. No se hace todo esto para cerrar el discurso
sobre sí mismo, sino justamente para declararse libre de describir un juego de relaciones entre
él y otros sistemas anteriores a él.
3. El tercer interés de esta descripción es darnos la posibilidad de describir otras unidades,
siempre que se definan claramente las condiciones. Poder constituir conjuntos discursivos que
hasta el momento se mantenían invisibles.
El Archivo:

En el horizonte de estas investigaciones, un tema más general es el del modo de existencia de


los acontecimientos discursivos en una cultura. Este tema incluye las condiciones que rigen en
un momento dado y una sociedad determinada en la aparición, conservación y en los lazos que
mantienen los enunciados, la manera en que se los agrupa, los principios por los cuales
circulan, etc. Se trata del discurso en el sistema de su institucionalización. A esto Foucault lo
llama Archivo.

No hay que confundir el archivo con el almacenamiento de documentos. Pues, analizar los
hechos del discurso en el elemento general del archivo es considerarlos no como documentos
sino como monumentos. Se busca hacer lo que él llama Arqueología.

Ahora bien, si este campo general de los acontecimientos discursivos no admite ningún recorte
a priori; en una primera aproximación hay que aceptar un recorte provisorio, una región
inicial. Pero, ¿Cómo constituir esta región? Eligiendo empíricamente el dominio en que las
relaciones sean posiblemente numerosas, densas y relativamente fáciles de describir. Esta
región es la de la ciencia. Las «ciencias del hombre» son consideradas como el conjunto de
enunciados de categorías antropológicas que han elegido como objeto al sujeto de sus
discursos. Pueden tomarse como región inicial.

Aun así, hay que tener presentes dos hechos:

1. Ni análisis de los acontecimientos discursivos ni la descripción del archivo se limitan a un


dominio semejante.
2. Este dominio no puede ser considerado ni como definitivo ni como absolutamente valido. De
hecho, debe permitir que aparezcan nuevas relaciones que arriesgan a borrar las los límites de
este primer esbozo.

3- Las formaciones discursivas y sus positividades:


Se tratarán ahora los criterios de formación de un conjunto de enunciados:
1º criterio; comienza analizando si es posible que se pueda formar un conjunto discursivo
tomando como criterio que estos refieran a un solo y mismo objeto:
Esto no es posible pues:

1. La unidad del objeto no permite individualizar un conjunto de enunciados y establecer entre


estos una relación descriptiva y constante. Porque, justamente, el conjunto de formulaciones es
el que va a constituir al objeto. Este es formado por todo lo que pudo decirse de todo el grupo
de enunciados que lo nombraban.
2. Este conjunto está lejos de referirse a un solo objeto y de haberlo formado de una vez por
todas. Cada enunciado toma un objeto y lo transforma hasta que lo hace propio y distinto al
objeto de cualquier otro discurso.
Paradójicamente, definir un conjunto de enunciados en aquello que tiene de individual, no
consiste en individualizar su objeto sino en describir la ley de dispersión de estos objetos. Esta
lleva el nombre de referencial.

2º criterio; podría llegar a utilizarse para construir conjuntos discursivos es por el tipo de
enunciación utilizada:
Esta valdría por cierta forma constante de enunciación, cierto estilo utilizado. Tal como la
sostendría una ciencia descriptiva: un corpus de conocimientos que suponen cierta mirada
dirigida a las mismas cosas, con el mismo sistema de transcripción (mismo vocabulario,
mismo juego de metáforas).

Esto tampoco puede ser, ya que en realidad, la unidad del discurso no es una forma
determinada de enunciados, sino el conjunto de las reglas que hicieron simultánea o
sucesivamente posibles descripciones puramente perceptivas. Llama a este conjunto de
reglas separación enunciativa.
3º criterio; puede ser la existencia de un juego de conceptos permanentes y coherentes entre
si: Un numero de conceptos cuyo contenido ya este definido de una vez por todas. Tales como
el concepto de: juicio, sujeto y atributo, verbo, palabra, etc.
Pero nuevamente nos encontramos con una complicación. De inmediato aparecerían nuevos
conceptos, algunos quizá derivados de los primeros, pero los demás son heterogéneos e
incluso incompatibles con los primeros.

En realidad, es posible definir un sistema común que dé cuenta no solamente de su


emergencia, sino también de su dispersión y eventualmente de su incompatibilidad. Este
sistema está constituido por un conjunto de reglas de formación de conceptos. Este se
subdivide en cuatro grupos subordinados: La teoría de la atribución, de la articulación, de la
designación y por último de la derivación. Estas cuatro teorías constituyen una red teórica que
es su ley general de dispersión, heterogeneidad e incompatibilidad.
4º criterio; bien podría ser el de una identidad de opinión:
Pero es insuficiente tratar de buscar en una opción teórica el fundamento general de un
discurso. Pues, un solo discurso puede dar lugar a varias opciones diferentes.

Lo que permite individualizar el discurso e independizarlo es el sistema de los puntos de


elección. Para esto hay que definir un campo de posibilidades estratégicas.
Para resumir: no encontramos con cuatro criterios que permiten reconocer unidades
discursivas que no son las tradicionales. Estos cuatro criterios no solo no son incompatibles
sino que se requieren unos a otros: El 1º es la regla de formación de los objetos del discurso; el
2º la regla de formación de sus tipos sintácticos; el 3º la regla de formación de sus elementos
semánticos y el 4º la regla de formación de todas sus eventuales operatorias. Quedan así
cubiertos todos los aspectos del discurso.

4- El saber:
El saber no es una suma de conocimientos; pues estos siempre pueden decirse que son
verdaderos o falsos, exactos o no, aproximados o definidos; este es el conjunto de elementos
(objetos, tipos de formulación, conceptos y elecciones teóricas) formados a partir de una sola y
misma positividad, en el campo de una formación discursiva unitaria.

En resumidas cuentas, el saber no es la ciencia en el desplazamiento sucesivo de sus


estructuras internas, sino el campo de su historia efectiva.

5- Varias observaciones:
El análisis de las formaciones discursivas y de su sistema de positividades en el elemento del
saber sólo concierne a algunas determinaciones de los acontecimientos discursivos. No se trata
de constituir una disciplina unitaria que sustituiría a todas esas otras descripciones de los
discursos, invalidándolas en bloque. Es ante todo, prescindir de dos formas de extrapolación:
La extrapolación epistemológica y la extrapolación genética.

La extrapolación epistemológica: no se confunde con el análisis de estructuras formales, que


es siempre legítimo. Sin embargo, supone que es suficiente para definir, en una ciencia, la ley
histórica de su aparición y su despliegue. En este caso se encomienda a la ciencia la misión de
dar cuenta de su historicidad.
La extrapolación genética: no se confunde con la descripción legítima del contexto, pero deja
entrever que la organización interna de una ciencia y sus normas formales pueden ser descritas
a partir de sus condiciones externas. En este caso se encomienda a las determinaciones
históricas el dar cuenta de una cientificidad.

Pero esto es desconocer que el lugar de aparición y de despliegue de una ciencia no es ni esta
ciencia misma ni el conjunto de determinaciones extrínsecas. Sino que es el campo del saber y
el conjunto de las relaciones que lo atraviesan.

El motivo de este error es que se utilizan como modelos dos tipos de ciencia que en realidad
son casos límite: el de la matemática y el de la psicología.

En cambio, son las ciencias intermedias las que deben servir como modelo.

A partir de allí es posible situar en su posibilidad cierto numero de descripciones legítimas del
discurso científico. Estas no se dirigen al saber como instancia de formación; sino a los
objetos, a las formas de enunciación, a los conceptos, a las opiniones suscitadas por él.

Estas descripciones serán legítimas bajo la condición de no querer responder a la condición de


existencia del discurso científico.

Se puede caer en tres tipos de ilusiones:

1. Ilusión doxológica: cada vez que se hace valer la descripción como análisis de las condiciones
de existencia de una ciencia.
2. Ilusión formalista: imaginarse que las leyes de construcción (semántica y sintaxis) son
condiciones de existencia.
3. Ilusión de la experiencia: que toda elaboración científica no es más que una forma de leer,
descifrar, abstraer, descomponer y recomponer lo que se da en una experiencia natural.
Supone que la ciencia se enraiza en la plenitud de una experiencia concreta y vivida.
Entre la ciencia y la experiencia esta el saber: no en calidad de mediación invisible, de
intermediario secreto y cómplice. En realidad, el saber determina el espacio en que la ciencia y
la experiencia pueden situarse y separarse recíprocamente.

Lo que la arqueología del saber deja fuera de juego no es la posibilidad de diversas


descripciones a las que puede dar lugar el discurso científico; sino al tema general del
conocimiento. Pues el conocimiento equivale a una denegación del saber. Siendo la
continuidad de la ciencia, un conjunto de formas que se anticipan al contenido, e impone
además una teología. El objeto de la arqueología es el campo de los acontecimientos
discursivos.

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