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N. ABBAGNANO y A.

VISALBERGHI
Historia de la pedagogía
Méx. CFE, 1992

II. LA EDUCACIÓN EN EL MUNDO HOMÉRICO

LA CIVILIZACIÓN GRIEGA: LA EDAD MICÉNICA Y LA EDAD HOMÉRICA


(Fragmentos)

Encontramos que en primer

lugar prevalece como educación típica la del guerrero (fase dinámica, de desarrollo y expansión), y

en segundo la del escriba (fase estática, de conservación y, por último, de involución). Ahora bien,

si aceptamos la regularidad de esta sucesión como hipótesis de trabajo y nos preguntamos si vale

también para la civilización griega nos encontraremos sumidos en un mar de perplejidades y no

podremos dar una respuesta sin haber realizado antes ulteriores aclaraciones. En efecto, si se

excluye el primer periodo helenístico y el periodo imperial romano, encontraremos en la civiliza-

ción helénica una muy desarrollada educación del guerrero, pero no hallaremos el menor rastro del

escriba; si por el contrario consideramos cómo un ciclo único la civilización greco-helenístico-

romana, vemos surgir en los reinos helenísticos y sobre todo en el bajo imperio romano una clase de

funcionarios (con frecuencia libertos) que se puede asimilar sin más a la de los escribas de las

civilizaciones orientales.

Como quiera que sea, el hecho nuevo, de alcance incalculable, es que entre la educación del

guerrero y la del escriba se inserta, así en Grecia como en Roma, la educación del ciudadano, como

la expresión más típica de una nueva forma de cultura y civilización, que pertenece también a una

fase dinámica, que prosigue sin solución de continuidad aquella en que predomina la educación del

guerrero, pero que presenta características peculiares e inconfundibles respecto a los otros dos tipos

de educación.

LA EDUCACIÓN HOMÉRICA EN LA “ILÍADA”


De todo esto resulta una distinción neta entre la clase noble, constituida por guerreros e hijos de

guerreros (el laos) y el pueblo (demos) de campesinos, artesanos, etcétera. Pero la clase noble no se

dedica al puro ejercicio de la fuerza bruta: por un lado desenvuelve toda una actividad de consejos y

asambleas que requiere dotes oratorias, y por el otro se le presentan abundantes ocasiones de

convivencia en la paz y en la guerra que estimulan las actividades artísticas y jocundas. Por último,

el espíritu agonístico, cuando no se ejercitaba en el combate real o en algún tipo de “torneo”, se

manifestaba de buena gana en las luchas y competencias deportivas.

Por tanto, la educación del “caballero” homérico (como lo podríamos llamar, aunque no

combatía a caballo sino en carros tirados por parejas de caballos) no era en modo alguno sencilla,

por más que no tuviese nada de la educación minuciosamente mecánica del escriba oriental.

Comprendía deportes y ejercicios caballerescos como caza, equitación, lanzamiento de la jabalina,

lucha, etc., y ciertas actividades artísticas como el canto y el tañimiento de la lira. Quirón al parecer

enseñó a Aquiles incluso elementos de cirugía y farmacia, pero probablemente se trata de un reflejo

de ideas orientales, más bien que de una representación efectiva de la praxis griega. Por el contrario,

la descripción homérica de la educación que el mismo Aquiles recibió de su otro maestro, Fénix, es

digna de la más atenta consideración.

LA EDUCACIÓN HOMÉRICA EN LA “ODISEA”

También la astucia y versatilidad de Ulises entraban con pleno derecho a formar parte del ideal

educativo del guerrero. Más difícil es juzgar si también entraban otras características del Ulises

homérico: la insaciable curiosidad y sed de conocer, la gran habilidad en el mentir, el sólido arraigo

que tenían en él los afectos familiares.

La Odisea no representa el mismo tipo de sociedad que la Ilíada; si bien nos encontramos ante

las mismas pequeñas monarquías autónomas, el poder del rey parece menor que en la Ilíada. Los

reyes son asistidos por consejos de nobles sin cuya aprobación parece que los reyes no pueden

tomar decisiones importantes (recuérdese la permanencia de Ulises en la isla de los feacios)


Hay sin embargo un elemento nuevo, de importancia por lo menos igual, que aparece apenas

fugazmente, o sea, el surgimiento del comercio marítimo de altura y, por consiguiente, la formación

de una nueva clase de acaudalados mercaderes-navegantes.

En la Odisea por lo menos se aprecia en alto grado el trabajo productivo: Laertes, antiguo rey y

padre de rey, labra personalmente el campo; Ulises ha construido con sus manos el lecho nupcial.

El ideal de formación del noble guerrero sigue ocupando un sitio prominente en la Odisea, pero

menos que en la Ilíada. La areté del héroe principal no sólo es más compleja y su personalidad más

rica y humana que la de los protagonistas de la Ilíada, sino que en verdad aparecen o se intuyen ahí

valores nuevos de vida ordenada y serena por una parte, y por la otra de espíritu de aventura que ya

no es esencialmente bélico, sino que aparece ligado a la curiosidad por lo nuevo y al gusto por los

viajes. La sociedad ahí representada es con frecuencia refinada y siempre cortés; se puede

despreciar a los comerciantes, pero nadie desprecia el bienestar. Y sobre todo hay un sentido del

derecho mucho más evolucionado que el simplista propio de la Ilíada, si bien se trate aún de formas

de derecho consuetudinario.

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