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IBARRA, Septiembre 2016

PRESENTACIÓN
“El examen es un acto de
violencia simbólica, de
dominación”
P. Bourdieu

No hay en la escuela práctica más ubicua e imprescindible como los


exámenes, o también llamados pruebas. Se trata de instrumentos
construidos en base a preguntas seleccionadas por el docente, para
tratar de conocer el nivel de aprendizaje logrado por sus discípulos. Las
respuestas que los alumnos den a cada interrogante permitirán al
profesor calificar y otorgar las acreditaciones respectivas. Las pruebas
pueden ser de diferentes modalidades: objetivas, de ensayo,
problemas…
Los consabidos y trillados exámenes constituyen un elemento
indispensable del sistema escolar, a tal punto que sni ellos no podría
existir la educación, ni el estudio, ni el aprendizaje.
Quítese así al profesorado el recurso de los exámenes o pruebas y
podrá comprobarse que el edificio educativo se derrumbaría o, en forma
menos dramática, no se justificaría ninguna enseñanza. Después de
todo, en la escuela, ¿para que se aprende, si no es para reproducir
conocimientos en un papel o en una pantalla. Como cuestionaba
Oliveira (1985) “No tenemos un año lectivo sin una máquina de
promoción. Los alumnos inmediatamente, en el primer día de clases, en
lugar de lanzarse a la aventura de la investigación, a la trepidación de
los debates, en lugar de ir a la biblioteca y recorrer el mundo del
conocimiento, quieren saber cuánto antes si ‘esto se va tomar en las
pruebas’, y ‘cómo se les va a calificar’. Pruebas, pruebas (y su
complemento las calificaciones): es el clima emocional que domina a los
jóvenes”.

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Efectivamente, la labor educativa gira alrededor de los exámenes y
pruebas; toda actividad de aprendizaje ocurre en función de estos
artificios. De igual forma, la motivación del aprendizaje está supeditada a
la aprobación de exámenes que permiten obtener calificaciones y pasar
materias.
Solo de esta breve descripción se puede inferir cuán desacertada es la
utilización de los omnipresentes y casi únicos instrumentos de
evaluación.
Si bien, la existencia de estas herramientas evaluativas tenga primacía
en el proceso enseñanza-aprendizaje a nivel universal, y no puedan
estar sometidas a cuestionamiento alguno, la verdad es que ameritan un
profundo análisis que demuestre su inconsistencia pedagógica y
desacredite su papel como recursos de evaluación. Este es,
precisamente, el objetivo del presente ensayo, orientado a desmitificar la
creencia de que sin exámenes no se puede hacer evaluación, en forma
específica y educación de manera general.
La lectura reflexiva del documento y su respectiva evaluación, pueden
permitir a los docentes optar por una actitud crítica ante estos
malhadados mecanismos didácticos. A su vez, la postura crítica puede
ser un factor crucial para incursionar en nuevas formas de evaluación
verdaderamente pedagógicas.
Para nuestra exposición hemos recurrido a la voz versada de varios
pedagogos y pensadores, así como a la misma opinión de los mismos
estudiantes sobre los exámenes y pruebas.

EL ORIGEN DE LOS EXÁMENES


Según los entendidos, hasta antes de la Edad Media no existía la figura
de exámenes ligada a la práctica educativa. El sistema de exámenes es
relativamente moderno. Nace con el concepto de escuela que se
desarrolla el siglo XVII.
En estas épocas, los alumnos que estudiaban lo hacían con
preceptores, maestros que juntaban a sus alumnos de diversas edades.
Las "escuelas" eran centros que hoy calificaríamos como universitarios,
o como seminarios. Los jesuitas primero, y los salesianos más tarde,
fueron los que determinaron la estructura de la escuela, tal como hoy la

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conocemos. De tal modo, que los exámenes y las calificaciones
corresponden a esta época.
Posteriormente, cuando el Estado liberal sustituye a la Iglesia y se
apodera del sistema educativo, aunque no totalmente, surgen los ritos
de domesticación y reproducción social, entre ellos el sistema de
enseñanza vertical, el entrenamiento de la memoria y las prácticas
evaluatorias, con los exámenes como su máxima expresión.
En los tiempos modernos, según Díaz Barriga (2000), la nueva política
educativa, de corte neoliberal, responde a los postulados de racionalidad
que impone la coyuntura de crisis económica. Sus fundamentos
conceptuales los expresa a través de nociones como: de la educación,
eficiencia y eficacia del sistema educativo, mayor vinculación entre
sistema escolar y necesidades sociales y del mercado.
A partir de la instauración de una política educativa de corte
neoliberal se buscan justificaciones “académicas” que permitan
fundamentar la restricción del ingreso a la educación. “Estas
justificaciones crean nuevos fetiches pedagógicos que se caracterizan
por su debilidad conceptual, tal es el caso de términos como ‘calidad de
la educación’”.

LOS EXÁMENES EN EL PROCESO ENSEÑANZA-APRENDIZAJE


De manera común, los exámenes se identifican como las pruebas que
se hacen para evaluar el aprendizaje de los estudiantes. En nuestro
país, y en casi todos, éste es un artificio que se aplica a los estudiantes
para que demuestren cuánto han aprendido sobre un determinado
contenido, en un periodo académico específico.
Sin embargo, debe saberse que el aprendizaje en esencia no puede ser
visto o palpado, por lo que tiene que ser inferido de una forma tal que, a
la vez, permita ser medido. Desde la óptica tradicional de la educación,
la mejor evidencia del rendimiento de un estudiante son las respuestas
dadas a las pruebas escritas. Es posible que se recurra a otras
referencias, pero los exámenes constituyen los recursos por excelencia
para evaluar a los educandos.
Es tal la práctica de este procedimiento didáctico, que ha llegado a
considerarse como sinónimo de evaluación. Se desconoce o se olvida

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que la evaluación es parte del aprendizaje, y que evaluar no significa
hacer exámenes.
Sin embargo, todo el mundo acepta que el examen es el instrumento a
partir del cual se reconoce administrativamente un conocimiento.
Aunque estos instrumentos no pueden apreciar realmente cuál es el
saber de un sujeto, la tradición los ha impuesto domo un dogma
pedagógico. Sobre el asunto, Mainer (2002) sostiene: “No cabe duda de
que el examen, cualquiera que sea su ubicación respecto al sistema
escolar, es un instrumento fuertemente asentado y prestigiado en
nuestra sociedad. Avalado por la tradición, constituye un elemento
fundamental del habitus profesional, de la cultura y organización
escolares. El examen es un artificio con muchas facetas y aristas y,
obviamente, la que se postula y teoriza desde el campo de la pedagogía
acaso sea la más engañosa e ideologizada de todas”.
Las observaciones empíricas en las instituciones, demuestran que un
elevado porcentaje de profesores considera a los exámenes como la
primaria estrategia para evaluar a los alumnos.
Los alumnos por su parte, a pesar que sufren a diario la presión de
estos instrumentos, juzgan que son necesarios en la escuela como un
medio indispensable para obligar a los alumnos a estudiar. Según una
encuesta realizada, el 94 % de estudiantes opinaba que sin los
exámenes los alumnos no estudiarían.
Aunque, como se verá más adelante, estas herramientas de evaluación
adolecen de serias y profundas falencias, administradores educativos,
profesorado y alumnado y hasta la sociedad entera los aceptan como si
fuese una condición esencial de la educación.
La teoría pedagógica determina que cualquier evaluación, incluidos los
exámenes, debería servir para que el profesor sepa, en todo momento,
dónde está y qué debe hacer para corregir posibles fallos o deficiencias
de aprendizaje. Pero, determinadas fuerzas económicas políticas e
ideológicas del sistema dominante trastrocaron estos fines y convirtieron
a la evaluación en un instrumento de poder, selección y domesticación.
En términos de Foucault, es un espacio que invierte las relaciones de
saber y de poder. De tal manera que presenta como si fueran relaciones
de saber, las que fundamentalmente son de poder.

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De ahí que las pruebas y exámenes se hayan convertido en un rasero
que permite escoger a los supuestos más aptos para el estudio. Se trata
de una estrategia de "dejar pasar" a los buenos y "que no pasen" los
menos buenos. Los exámenes, que deberían ser un modo de controlar
la bondad del proceso educativo, se han convertido en auténticas
torturas para niños y jóvenes, en especial para aquellos que tienen más
limitaciones socioeconómicas. El concepto de "fracaso escolar", que
debería ser "fracaso del sistema educativo", se subvierte para hablar de
"alumnos fracasados" o de "niños con fracaso escolar".
Para nadie es desconocido el gran número de exámenes que los
estudiantes de todos los niveles deben resolver durante su paso por la
escuela, ya sea para ingresar, para acreditar o para egresar. Si algo
caracteriza a los sistemas educativos en las últimas décadas, es su
obsesión por la examinación. Pareciera que toda la actividad educativa
estuviera encaminada a preparar a los alumnos para los exámenes. Es
tal el predominio de esta idea que, por ejemplo, el bachillerato se ha
convertido solo en un entrenamiento para que los alumnos puedan
aprobar exámenes de ingreso a la Universidad. Tampoco pueden
olvidarse las evaluaciones impuestas por el INEVAL a los estudiantes de
Educación Básica y Bachillerato, a los docentes a los directivos. En el
ensayo No. 7 de la Colección Docencia Crítica, dedicamos algunas
páginas a analizar el problema de cómo la educación se ha reducido a
preparar los educandos para resolver pruebas y exámenes.

CRÍTICA A LOS EXÁMENES


Muchos cuestionamientos se elevan en contra de los exámenes.
Numerosos pedagogos e intelectuales han expuesto múltiples
impugnaciones contra estos instrumentos educativos. Un resumen
interesante de estas críticas lo propone el Informe de la Comisión
Consultiva de Inglaterra y se exponen a continuación.
Con respecto al alumno:
 Dedica demasiada energía a reproducir las ideas de otros en vez
de desarrollar su creatividad.
 Se lo recompensa por aprendizajes a menudo efímeros. (Quedó
demostrado que hasta un 80% de los conocimientos, sobre todo

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los fácticos, aprendidos para el examen, han desaparecido quince
meses después).
 Adquiere una obediencia pasiva a las consignas.
 Su aptitud para expresarse prevalece a veces sobre el contenido.
 Con frecuencia se abstiene de expresar un juicio personal, para
atacar las ideas del profesor que toma el examen.
 Su aprendizaje puede estar viciado con un espíritu de competencia
que a veces linda con el espíritu mercenario.
 Aprende a especular con su oportunidad: en el examen tradicional,
el reducido número de preguntas refleja idiosincrasias del profesor
y abre el camino a las “chuletas”.
 Los exámenes tradicionales, su larga preparación y el período de
agotamiento que sigue a esto acortan considerablemente el año
escolar efectivo.
 Los exámenes tradicionales impiden el trabajo grupo y exaltan, por
el contrario, el valor de la realización individual, fuente del
egoísmo.
 La amenaza del fracaso –a menudo agravada por el miedo a una
sanción familiar– incita al fraude. El éxito de los fraudulentos
constituye un mal ejemplo para los alumnos honestos.
 Los exámenes ofrecen una idea falsa del trabajo adulto en el que,
cuanto más complejo y difícil es un problema, tanto más se busca
consejo y se recurre a las obras de referencia.

En lo referente al profesor:
 Enseña en función del examen, e incluso, de las exigencias
particulares de los integrantes de una mesa examinadora externa.
Veremos que en condiciones adecuadas, el espíritu de la
enseñanza y del examen ha de ser uno solo. Nos referimos aquí a
exámenes ajenos a los objetivos educacionales.
 Se siente estrangulado por su metodología si el espíritu del
examen es extraño a los objetivos pedagógicos que le parecen
esenciales. ¿Cómo se puede poner en práctica una pedagogía del

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descubrimiento, de exploración personal -procesos lentos, pero
generadores de aprendizajes profundos- si el examen impuesto es
de carácter enciclopédico?
 Esclavo del programa, no permite a los alumnos avanzar con su
ritmo propio y, por consiguiente, digerir la materia.
 Tiende a atribuir demasiada importancia a las aptitudes y
conocimientos que son útiles para el examen.
Junto a estos efectos negativos, varios cientistas sociales han dirigido su
mirada crítica al trasfondo ideológico de las pruebas y exámenes. El
más famoso de estos pensadores es quizás el sociólogo francés Michael
Foucault, quien dedicó varias obras a develar cómo el poder maneja los
hilos de control ciudadano para satisfacer sus intereses de clase y
económicos. En su libro Vigilar y castigar (2012), el capítulo “El
Examen”, analiza los efectos de este recurso didáctico. Para él: “El
examen es una combinación de técnicas establecidas por la élite o
jerarquía que vigila, las cuales conducen a una sanción que normaliza.
Su correcta aplicación permite calificar, clasificar y castigar a los
individuos sometidos, dejándolos expuestos a la diferenciación y la
objetivación”.
En efecto, el buen funcionamiento del sistema del sometimiento
instrumentalizado por la clase dominante, así como de las relaciones de
poder y de saber son totalmente visibles en el examen. En la escuela el
alumno es sometido a un conjunto de exámenes en todos los grados
escolares, que tiene como finalidad el compararle con sus semejantes
para así medirle y sancionarle, principalmente controlarle con la
motivación de premiarle por su obediencia al sistema impuesto por el
poder político del Estado, del cual es cómplice, consciente o
inconscientemente, el profesorado. Dice el autor: “…el examen lleva
consigo todo un mecanismo que une cierta forma de ejercicio del poder
con cierto tipo de formación de saber”.
Si esto es así, la educación y el profesorado es utilizado para enseñar a
las nuevas generaciones a aceptar el control y el castigo externo sobre
todo de los que tienen la autoridad, de tal modo que para cuando
adultos, sean sujetos sumisos que se adapten a las relaciones de poder
sin rebeldía alguna.

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Ahora bien, para lograr una idea más amplia de los cuestionamientos al
dogma de los exámenes en la educación mundial, hemos dedicado un
buen tiempo a seleccionar 70 frases y pensamientos más impactantes
expresados por connotados filósofos, pedagogos, científicos y
pensadores. Estas citas pueden provocar profundas reflexiones de los
docentes y, por qué no, de los estudiantes y padres.
“El examen determina y pervierte el proceso de enseñanza–aprendizaje.
Los profesores adaptan su método al tipo de examen y el alumnado
dedica el tiempo a buscar las posibles respuestas”. MERCHAN
“Es preciso ver en la nota, el examen, en las pruebas, un recurso de
diagnóstico y no el veredicto de un tribunal. El profesor examina como el
médico, para curar y evitar el proceso mórbido. Se prueba, se examina,
para verificar las deficiencias y proceder a la rectificación del aprendizaje
fallido. El alumno tendrá que ir a la prueba convencido de que por medio
de ella descubrirá sus fallas para rehacerse, y no como cordero al
matadero, sintiendo que decide un año de su vida”. LAURO DE
OLIVEIRA LIMA
“El examen es una farsa; pero que ejerce sobre la educación un efecto
análogo al que las apuestas ejercen sobre los deportes higiénicos y
nobles”. P. ARRISON
“Debido a que los exámenes no evalúan el crecimiento intelectual del
estudiante, tampoco valoran el aprendizaje que acontece... Pero si los
exámenes no miden la cantidad del aprendizaje, ¿qué es lo que miden?
Por lo general evalúan la capacidad del estudiante para memorizar el
material y repetirte cuando se lo solicite, además de aquilatar los
antecedentes escolares. Así, es evidente que contribuyan al desarrollo
de uno solo de los poderes racionales: la memorización”. J. RENNER

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“El examen hace olvidar el conocimiento”. MERCHÁN
“Casi todos los educadores creen que los exámenes y test son una parte
necesaria de la educación. Estoy en total desacuerdo: no creo que sean
necesarios, ni útiles ni siquiera disculpables. En el mejor de los casos
hacen más mal que bien; en el pero, dificultan, distorsionan y pervierten
el aprendizaje. Los que aplican creen que las técnicas de examinar
mejorarán continuamente y que pueden llegar a ser perfectas... Nuestra
principal preocupación debería ser no la de mejorar los exámenes, sino
la de encontrar el modo de eliminarlos”. JHON HOLT
“El examen sólo sirve para clasificar, sólo en ocasiones para saber lo
que el alumno sabe acerca de las preguntas que arbitrariamente el
profesor inventa”. CARLOS LERENA.
“Sufrimos tristemente estos continuos exámenes que estropean a
nuestros jóvenes, que no tienen tiempo ni ocasión para ser perezosos,
perezosos en el buen sentido... Porque yo creo en la pereza inteligente,
que da al hombre tiempo de leer para sí. No se puede llamar estudio a lo
que el hombre debe leer, página por página, exactamente para rendir un
examen”. N. MULLER
“El examen está presente, sobre todo, en los niveles educativos en los
que la selección es importante”. GOODSON
“El examen, su función actual, es un invento chino-mandarino adaptado
al modelo tecnocrático de enseñanza”. R. CUESTA
“El examen no motiva a los sujetos que proceden de clases populares
con capital cultural bajo. Opera como componente de sus hábitos”. P.
BOURDIEU
“El examen refuerza el carácter académico-disciplinar de las asignaturas
en el que baja la autoestima el profesor tradicional”. E. DURKHEIM.
“De hecho, el examen perdió su dimensión pedagógica y metodológica
en la evolución de la pedagogía. El examen es sólo un espacio de
conflictos entre problemas de muy diversa índole. La pedagogía (y en
este caso el examen) no puede resolver problemas cuya causa se
encuentran en otra instancia social”. DÍAZ BARRIGA
“El examen se utiliza, sobre todo, como instrumento de control del
comportamiento”. J. LARROSA

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“El examen reduce el debate a temas concretos y cerrados: las
preguntas que se proponen, normalmente, son la repetición de un texto
(libro y/o apuntes dictados por el profesor”. GIMENO SACRISTÁN
“El examen pervierte el diálogo entre profesor-alumno y lo reduce a una
cuantificación del saber-no saber. El diálogo se convierte en pura
mecánica matemática”. J. MAINER
“El examen es la imposición de un poder externo, del Estado neoliberal,
sobre el sujeto. Es un instrumento de fabricación de subjetividades al
servicio del modelo político”. M. PEREYRA.
“El examen no tiene en cuenta el punto de partida y oculta que es
diferente en cada alumno”. P. BOURDIEU
“El examen da argumentos al profesorado para matematizar, de forma
contundente, simplificada y con apariencias de neutralidad, la compleja
actividad del aprendizaje del alumnado”. MANUEL ÁLVAREZ
“El examen da pie para medir y de paso reforzar las teorías
simplificantes y reductoras de la genética como explicación del
rendimiento escolar. Ignorancia se identifica con incapacidad”. H.
GIROUX
“El examen es la menos indicada entre las estrategias de evaluación, la
más artificial y de la que se obtiene menor cantidad y más relativa
información sobre el aprendizaje”. D. KOZAK
“Mientras las formas de evaluación no se conviertan en meros
instrumentos de diagnóstico, las escuelas no pasarán de ser sino casas
de corrección”. LAURO DE OLIVEIRA
“Su carácter matemático (¡exacto!) oculta la ausencia de interrelación
crítica entre el aprendizaje y la preparación para una determinada
práctica profesional”. CHERRY HOLMES
“El examen es una situación artificial en las antípodas del conocimiento
profesional y el conocimiento científico. A. MERCHÁN
“El examen es la concreción competitiva en la que se basa la carrera,
descripción de la cadena de obstáculos que debe superar el alumnado a
lo largo de su itinerario docente”. T. POPOKEWITZ
“En un examen, los que desean saber hacen preguntas a los que no
pueden responder”. W. RALEIGHT

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“Vigilancia, ejercicios, maniobras, calificaciones, rangos y lugares,
clasificaciones, exámenes, registros, una manera de someter los
cuerpos, de dominar las multiplicidades humanas y de manipular sus
fuerzas, se ha desarrollado en el curso de los siglos clásicos, en los
hospitales, en el ejército, las escuelas, los colegios o los talleres: la
disciplina. El siglo XIX inventó, sin duda, las libertades; pero les dio un
subsuelo profundo y sólido: la sociedad disciplinaria de la que seguimos
dependiendo.” MICHAEL FOUCAULT
“La respuesta correcta sirve únicamente para impedir seguir meditando
sobre el tema”. NEIL POSTMAN
“Los exámenes son espantosos, incluso para el más preparado, pues el
hombre más necio puede hacer preguntas que ni el hombre más sabio
puede responder”. CHARLES COLTON “El examen es un espacio de
conflicto, objeto de continuas polémicas. En sentido estricto no
pertenece a ninguna disciplina; evidentemente tampoco pertenece a la
pedagogía. Sin embargo, llama la atención: la excesiva confianza
(social, política e individual) que pretende resolver los problemas de la
educación sólo modificando los exámenes; el reduccionismo con el que
se aborda el problema de la evaluación, que hace de este tema sólo una
cuestión estadística desconociendo otras dimensiones de la
problemática, y la similitud que guardan en la actualidad los manuales
técnicos de evaluación que han destruido toda cultura pedagógica”.
JORGE SAPKA
“Definitivamente la escuela tradicional tiene (cree tener) en los
exámenes un apoyo sólido y confía en su eficiencia para la selección,
predicción, medición y evaluación del aprendizaje”. S. MORENO
“El examen, entonces, es la técnica por la cual el poder mantiene a sus
sometidos en un mecanismo de objetivación. En el espacio que domina,
el poder disciplinario manifiesta en cuanto a lo esencial, su poderío
acondicionando objetos. El examen equivale a la ceremonia de la
objetivación. Los súbditos (alumnos) son ofrecidos en él como objetos a
la observación de un poder que se manifiesta solo por su mirada”.
MICHAEL FOUCAULT

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"Cuando rinden examen los estudiantes están muy nerviosos, suelen
tomar ‘Actemín’; las mujeres lloran. ¿Qué clase de terrorismo es ese?"
JORGE LUIS BORGES
“Necesitamos recuperar las aulas como espacios de reflexión, debate y
confrontación de pensamientos originales. Una vez que lo hayamos
logrado, el examen será un problema secundario”. LAURO DE
OLIVEIRA
“Quizás la educación hubiera tenido mejor suerte si nunca se hubiera
inventado los exámenes y el sistema de calificaciones”. R. BIBBENS
"El sistema escolar se basa también en una especie de poder judicial:
todo el tiempo se castiga y se recompensa, se evalúa, se clasifica, se
dice quién es el mejor y quién es el peor. (...) ¿Por qué razón para
enseñar algo a alguien ha de castigarse o recompensarse?". MIACHAEL
FOUCAULT
“Una educación si exámenes es como una cárcel sin castigos”.
ANÓNIMO
“Actualmente en el marco de las políticas neoliberales, priman los
intereses del mercado mundial a la hora de la elaboración de estrategias
educativas; calidad, eficiencia y eficacia se priorizan como objetivos
educativos. Y el examen toma una nueva dimensión como legitimador
de estos intereses. A partir de la instauración de una política educativa
de corte neoliberal se buscan justificaciones `académicas` que permitan
fundamentar la restricción del ingreso a la educación”. DÍAZ BARRIGA
“Cuántos niños y jóvenes hemos sacrificado, expulsándoles de los
beneficios de la educación, en nombre de los exámenes”. ANÓNIMO
“El placer del estudio se ha acabado; el joven piensa sólo en el
examen”. MULLER
“El que aprende lleva la lección bien sabida: lo que importa en ese
momento es dar con las claves que aseguren el éxito, que no siempre
se identifica con el saber reflexivo. Es la acción estratégica que asegura
el éxito, como opuesta a la acción comunicativa, que busca el
entendimiento y la comprensión”. J. HABERMAS.
“He aquí el objetivo esencial de la prueba: segregar y eliminar a fin de
que la pirámide escolar sea el calco de la pirámide social. Se ha dicho y
repetido en todas las latitudes y en todos los tonos, que los exámenes

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son una trampa y una inmoralidad, No precisamente porque ‘los
profesores sean unos viejos malvados’, sino simplemente porque así lo
exige el sistema. La verdad, vista desde el prisma de la ideología, son
un engaño tanto para los estudiantes –a quienes es preciso eliminar en
un alto porcentaje- como para los profesores que se prestan –ingenua o
‘científicamente’- para dar cumplimiento a una tarea repugnante y
tediosa”. FRANCISCO GUTIÉRREZ
“El examen es el punto álgido donde el poder se confunde con el saber”.
M. FOUCAULT
“Los exámenes con un fin que no sea el de proporcionarles a los
alumnos un gran placer, son indeseables y propensos a desviar los
intereses verdaderos”. A. NEILL
“Los cursos se reducen a depender de los exámenes. Un ‘curso’
consiste generalmente en una serie de resúmenes para la gran prueba
de trivialidades. Es una especie de preguntas ya preparadas y parece
funcionar solo en el caso de que los participantes estimen el ‘premio’. El
‘premio’ naturalmente es una ‘nota’. Una calificación apropiada permite
al participante seguir jugando a las trivialidades. Durante todo ese
tiempo, no olvidemos, se produce muy poca, si es que se produce,
alguna actividad sustantiva”. NEIL POSTMAN
“Cuando al fin conocí todas las respuestas, me cambiaron de
preguntas”. GRAFITI
“El examen, rodeado de todas sus técnicas documentales, hace de cada
individuo un ‘caso’: un caso que constituye un objeto para un
conocimiento y una presa para un poder. El caso es el individuo tal
como se lo puede juzgar, medir, comparar y esto en su individualidad
misma; y es también el individuo cuya conducta hay que encauzar, a
quien hay que clasificar, normalizar, excluir, etc.”. MICHAEL FOUCAULT
“Los exámenes y las notas son muletas que permiten ‘caminar’ a una
educación rutinaria y cansina”. JORGE VILLARROEL
“Para la mayoría de chicos en edad escolar, los exámenes son un ‘gran
fastidio’, una pesadilla o ‘tortura’ que no debería existir. A muchos les
genera ansiedad, tensión, dolor de estómago y/o cabeza, sudoración,
mal humor y hasta depresiones que han llevado al suicidio”. ADELAIDA
NORIEGA

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“En los exámenes contesta con preguntas”. GRAFFITI DE MAYO 68
“Se trate de interrogatorios periódicos, o bien de exámenes trimestrales
o anuales, la evaluación se reduce muchas veces a controlar la
retención de los conocimientos, deja sin explotar no solo los aspectos
más importantes de la inteligencia, sino también casi todos los rasgos de
personalidad que la educación bien comprendida debe cultivar”, G
LANDESHEERE
“Estamos educando gente para que responda a preguntas que ya han
sido formuladas –que es lo que también hacen las computadoras”. R.
THEOBALD
“Con las pruebas lo único que comprobamos es si el alumno tiene un
sistema nervioso sólido”. LAURO DE OLIVEIRA
“El examen ha llegado a ser el fin fundamental de la vida universitaria
una especie de deporte dirigido, no a desarrollar, sino a atormentar al
discípulo; no se le pide que aprenda cosa alguna en realidad, sino que la
retenga de memoria hasta el gran día. La universidad es hoy una
institución cuyos miembros se ocupan, no de estudiar y enseñar, sino
de examinar y ser examinados”. H. FEEMAN
“Un gran número de estudiantes ignora la calificación de que merece el
examen que está escribiendo. La calificación de un examen depende de
si acertamos con las respuestas que espera el profesor. En clase
debemos sintonizar la misma onda del instructor. Nos gustaría
comprender a dónde quiere llegar, pero no podemos porque estamos
ocupados en determinar lo que quiere que le devolvamos en el examen”.
ESTUDIANTE UNIVERSITARIO
“El examen se ha convertido en un instrumento en el cual se deposita la
esperanza de mejorar la educación. Pareciera que tanto autoridades
educativas como maestros, alumnos y la sociedad considerasen que
existe una relación simétrica entre sistema de exámenes y sistemas de
enseñanza. De tal suerte que la modificación de uno afectara al otro. De
esta manera se establece un falso principio didáctico: a mejor sistema
de exámenes, mejor sistema de enseñanza. Nada más falso que este
planteamiento. El examen es un efecto de las concepciones sobre el
aprendizaje, y no el motor que transforma a la enseñanza”. DÍAZ
BARRIGA.

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“De impuestos y de exámenes nadie puede librarse en la vida”
ANÓNIMO
"Había que meterse todo aquello en la cabeza del modo que fuera,
disfrutándolo o aborreciéndolo. Tamaña coerción produjo en mí un
desaliento tan grande que, tras mi examen final, pasé un año entero sin
encontrar el más mínimo placer en la consideración de ningún problema
científico. Debemos tener realmente por un milagro el que los métodos
de enseñanza no hayan sofocado aún del todo la curiosidad
investigadora, ya que este germen delicado necesita no sólo estímulo,
sino sobre todo libertad. Sin ella no puede sustraerse a la propia
destrucción y desaparición". ALBERT EISTEIN.
“Por culpa de los exámenes la enseñanza se convierte en rutinaria
libresca y mecánica, olvidándose de otros aspectos como la educación
intelectual, moral, física y estética que no son valoradas en el momento
del examen y que son fundamentales” CANES GARRIDO
“Hoy en día, muchachos y muchachas son víctimas del excesivo
aprendizaje de lecciones y, en número creciente, de año en año, van
cayendo en las garras del demonio de los exámenes que amenaza
convertirse en el más implacable monstruo que el mundo haya conocido
jamás en la realidad ni en la leyenda”. LORD AMSTRONG
“Gracias a los exámenes hoy en día el concepto de escuela se ha
cambiado a ‘carrera de obstáculos”. ANÓNIMO
“Todo aquel que ha terminado con el examen de grado de sus estudios
de bachillerato puede testimoniar de la tenacidad con la que el sueño de
angustia de que va a ser suspendido, y tendrá que repetir el curso”, S.
FREUD
“Nuestro sistema educativo fundamentalmente crea, reforzando o
premiando, alumnos que sean listos en los exámenes”. JOHN
STEMBERG
“Cientos de cursos sobre habilidades de estudio, en vez de desarrollar la
capacidad para el aprendizaje, degeneran en la enseñanza de técnicas
para pasar los exámenes., NISBET y SHUCKSMITH.
“Con el examen, el objetivo real del aprendizaje queda sustituido por el
falso objetivo de aprobar el examen. De tal manera que desde que se
inicia la aplicación de exámenes con esa finalidad, en el niño se

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empieza a ver y hacerse cada más notorio un sentimiento de repulsión
hacia la educación, los libros y la cultura en general y por supuesto
también a la institución escolar’”. JURJO TORRES.
“Solo miden (y a veces ni eso) si responden de modo adecuado o no.
Esta preferencia que procede del curriculum formal, aporta un contenido
negativo, tiene un efecto perverso, ya que acostumbra a los niños a
buscar siempre el reconocimiento de otros, sobre todo de los
compañeros de clase y de los adultos que le rodean. No se ambiciona
que el niño se acostumbre a valorar lo hecho o lo aprendido por el valor
intrínseco de hacerlo o aprenderlo. No se motiva a que sienta
satisfacción interna y a apreciar su propio trabajo”, C. OMELAS
“Los exámenes no dan exacta medida de la inteligencia del alumno, y a
menudo, ni siquiera de sus conocimientos; son perniciosos para su
bienestar intelectual, moral y físico y causa de cierta cantidad de
inmoralidad, en varias formas, por parte de discípulos y maestros.
Fracasan en su propósito: pues todos saben que el trabajo es tanto
mejor y más concienzudo cuando más libre. El mayor mal, sin embargo,
de los exámenes, como criterio de los resultados de la enseñanza, es la
falsa opinión que engendran sobre el fin de la escuela ... la idea de que
la educación consiste en el conocimiento de unos cuantos hechos y en
la aptitud para ejecutar unas cuántas operaciones mecánicas; no en el
poder de pensar y en el amor al conocimiento”. CATTON GRASB.
“El examen no es más que el bautismo burocrático del saber, el
reconocimiento oficial de la transubstanciación del saber profano en
saber sagrado”. CARL MARX
“Se ha dicho todo acerca del valor de los exámenes escolares y, sin
embargo, esta auténtica plaga de la educación a todos los niveles sigue
viciando –y la palabra no es demasiado fuerte- las relaciones normales
entre el maestro y el alumno, comprometiendo en ambos la alegría de
trabajar y a menudo la confianza mutua. Los dos efectos esenciales del
examen son en efecto, que no obtiene generalmente resultados
objetivos y que se convierte fatalmente en un fin en sí mismo”. JEAN
PIAGET
“La evaluación consiste en ir pasando los controles que los maestros te
ponen. Se trata de una escalera que cada vez se hace más larga y
difícil”. ESTUDIANTE DE PRIMARIA.

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“Una parte significativa de lo aprendido dejaba de ser de utilidad para el
individuo y, consecuentemente, se olvidaba. Pregunten a un psicólogo
cuáles son las leyes de Newton, que estudio y aprobó en la preparatoria
y verán el resultado. En la realidad lo que ocurre es que los
conocimientos se van especializando según sea el área de trabajo en
cuestión, y como se entenderá, solo una parte de lo estudiado y
aprendido en la primaria, la secundaria y el bachillerato, nos acompaña
durante toda la vida” JEAN PIAGET
“El principal destinatario, el estudiante, nunca recibe de la evaluación
beneficio alguno. Por el contrario: solo es para él una actividad artificial,
escindida del proceso de aprendizaje. Lo que le queda de los exámenes
es una nota y una ‘etiqueta’ que le dice cuán bueno o malo es en algo
particular, que en general suele ser: ¡resolver exámenes!. Ni siquiera
podemos dar cuenta con claridad a través de ellos de la comprensión de
los conceptos, salvo en escasas oportunidades, y lo peor es que por sí
solos no nos ofrecen toda la información que requerimos para dar
cuenta de las características y alcances de un proceso de aprendizaje.
D. KOSACK

A más de estas citas, consideramos ilustrativo exponer un extracto del


ensayo “¡Abajo los exámenes! del científico argentino Mario Bunge, una
autoridad mundial de la Epistemología.
“Para qué estudian casi todos los estudiantes? ¿Para aprender? No.
Estudian para pasar exámenes. Y una vez que los han pasado hacen lo
posible por olvidar lo antes posible lo que han aprendido.
Al fin y al cabo, estudian por obligación, no por vocación. ¿Y a quién le
interesa recordar información ajena a sus intereses y que no ha
requerido más esfuerzo que el de memorizar, acaso sin entender, y
seguramente sin profundizar?
Pues de memorizar se trata en los exámenes corrientes. Esta práctica
proviene de la escuela autoritaria, en particular religiosa, donde el saber
estaba encerrado en textos canónicos que había que leer y recordar.
Hay especialistas en pasar exámenes y otros en enseñar a pasar
exámenes. Ni unos ni otros llegan a destacarse en las disciplinas que

18
aprenden o enseñan, porque nada se aprende bien si no se pone
curiosidad, chispa y pasión.
… El régimen escolar estándar es ridículo. Hace que las escuelas no
sean centros de aprendizaje sino fábricas de diplomas. Los profesores
suministran sin ganas píldoras que apenas alimentan. Los alumnos las
tragan sin dejarles rastros perdurables.
Experiencias que deberían ser estimulantes, las de preguntar y
redescubrir, se han convertido en una rutina. Un recuerdo que debería
ser placentero suele ser penoso. El remedio está a la vista: si el mal
radica en los exámenes, se los elimina. Yo no he tomado exámenes
desde que me expatrié en 1963, pese a que no he dejado de enseñar
desde entonces…
Sea cual fuere el método de evaluación que se elija, debería provocar
aprendizaje y permitir al instructor estimar la habilidad con que los
estudiantes aprenden, en lugar de limitarse a poner a prueba la memoria
y el grado de sumisión. Las pruebas de competencia no deberían ser
sesiones de tortura sino oportunidades para informarse, pensar y lucirse.
En conclusión, ¡abajo los exámenes!”

Después de esta más o menos extensa exposición de pensamientos


que impugnan mordazmente los exámenes, la pregunta obligada es: si
tantos defectos, errores, inutilidades y daños perniciosos causan los
exámenes, ¿por qué perviven en nuestras instituciones escolares? Y,
sobre todo, ¿por qué el profesorado los acepta sin ninguna duda, ni
crítica, creyendo que son instrumentos convenientes para evaluar a los
estudiantes?
A nuestro entender, algunas respuestas pueden esbozarse:
Como se señaló en los acápites anteriores, la escuela no es sino el
reflejo de la sociedad que tiene el dominio económico y político del
mundo; es decir, a la escuela solo se corresponde replicar las relaciones
de control, sojuzgamiento, selección, propias del sistema dominante.
John Dewey, sostuvo hace mucho tiempo, que la función de la
educación era dirigir y organizar la relación dialéctica entre el individuo y
el entorno, y que la escuela era una institución social, donde estaban

19
concentradas las fuerzas destinadas a reproducir las normas, los
conocimientos y procesos histórico-culturales de la sociedad.
Debe recordarse que en este gran contexto, el profesorado como
cualquier otro miembro de la sociedad, ha internalizado la ideología del
poder hegemónico. Ya se analizó cómo la evaluación en general y los
exámenes en particular, son instrumentos que contribuyen a formar el
hombre y la mujer que exige el sistema capitalista neoliberal.
Además, sabemos que todos los docentes han sido formados en las
Facultades e Institutos Pedagógicos con las prácticas tradicionales de
evaluación y han sido sometidos durante toda su capacitación a los
permanentes exámenes. Al salir al ejercicio de su docencia, replicarán la
misma rutina, pues apenas si tomarán conciencia de lo deplorable del
sistema de exámenes.
De otro lado, la evaluación reducida a la aplicación de pruebas o
exámenes resulta una operación sencilla. Así, la redacción de unas
cuantas preguntas o la elaboración de un cuestionario de opción
múltiple, no causa mayor dificultad al profesorado.
Pero si se compara esta tarea con la verdadera evaluación que implica
una planificación meditada de la evaluación diagnóstica, formativa y
final, la búsqueda de nuevas formas de evaluación que permiten recabar
información más rica de los aprendizajes, el diseño de medios válidos y
confiables, se puede reconocer que toda esta labor implica un esforzado
trabajo y profunda reflexión. “Evaluar es comprender”, dice Santos
Guerra, y las pruebas apenas si pueden cumplir con esta exigencia
humana.
Por desgracia, un alto porcentaje de los docentes opta por la primera
tarea, lo cual ciertamente les conduce a incurrir en todas las falencias
expuestas en las frases que hemos citado sobre los exámenes.
Estos hechos nos llevan a concluir que la típica evaluación, reducida a la
elaboración de unas cuantas preguntas, explican la pésima educación
que tenemos, el atentado a la dignidad de niños y adolescentes y la
perversión de la misión educadora de los maestros y las maestras.
La otra causa tiene que ver con las imposiciones administrativas del
Ministerio y de los centros que “obligan” al profesorado a mantenerse en
el convencionalismo de las pruebas y exámenes. Si el Estado, la

20
sociedad, la meritocracia y el mundo de las ocupaciones laborales en
todo el planeta, demandan el record académico, fundamentado en las
calificaciones, obtenidas, a su vez, de los inveterados exámenes, se
puede deducir el acatamiento de la docencia a dicha legislación. La
pedagoga Debora Kozak (2019), confirma este argumento: “La finalidad
burocrática termina siendo la única razón que sostiene estas prácticas
alienantes tanto para los estudiantes como para los docentes que los
corrigen: ‘se hace porque se hace’”.

PERCEPCIONES DE LOS ESTUDIANTES


Aunque los sistemas educativos prestan escasa o ninguna atención a
la opinión de los estudiantes sobre las diversas prácticas escolares y,
de modo específico, de las evaluaciones y los exámenes, bueno sería
que se detuvieran los ritos educativos para direccionar su labor en
función del sentir de los niños, adolescentes y jóvenes.
En el caso de nuestro tema, muchas investigaciones se han dedicado
a conocer las percepciones que tienen los alumnos sobre las pruebas
y exámenes. Los resultados demuestran que apenas un pequeño
porcentaje opina que son útiles, importantes y que realmente evalúan
lo que ellos saben.
Por nuestra parte, diseñamos dos reactivos para conocer el sentir de
los estudiantes; el primero, es el Diferencial Semántico, que es un
instrumento diseñado para evaluar las actitudes. El segundo, es una
escala tipo Likert, para identificar cómo perciben los estudiantes a las
pruebas o exámenes. Las pruebas se aplicaron a 200 estudiantes del
10mo. de Básica y bachillerato, de varias instituciones. Los resultados
se exponen a continuación.

21
1. Diferencial Semántico.

PARA MÍ LOS EXÁMENES SON:


IMPORTANTES 1 2 3 4 5 6 7 TRIVIALES

ABURRIDOS 1 2 3 4 5 6 7 ENTRETENIDOS

ESTRESANTES 1 2 3 4 5 6 7 TRANQUILOS

INNECESARIOS 1 2 3 4 5 6 7 NECESARIOS

DESAGRADABLES1 2 3 4 5 6 7 ATRACTIVOS

RUTINARIOS 1 2 3 4 5 6 7 NOVEDOSOS

CASTIGADORES 1 2 3 4 5 6 7 ESTIMULADORES

ANGUSTIANTES 1 2 3 4 5 6 7 APACIBLES

DESMOTIVANTES 1 2 3 4 5 6 7 MOTIVANTES

TEDIOSOS 1 2 3 4 5 6 7 RETADORES

ODIOSOS 1 2 3 4 5 6 7 SIMPÁTICOS

CONFUSOS 1 2 3 4 5 6 7 CLAROS

MEMORISTAS 1 2 3 4 5 6 7 REFLEXIVOS

FOMENTAN EL 1 2 3A 4 5 6 7 FOMENTAN LA
ENGAÑO LA HONESTIDAD
L
NO APORTAN 1 2 3 4A 5 6 7 APORTAN AL
AL APRENDIZAJE A APRENDIZAJE.
L
L
GENERAN MIEDO 1 2 3A 4 5 6 7 APACIBLES
A
NEGATIVOS 1 2 3LA 4L 5 6 7 POSITIVOS

PROVOCAN BAJA 1 2 3LA 4A 5 6 7 CONTRIBUYEN A


AUTOESTIMA L L LA AUTOESTIMA
A
MAL DISEÑADOS 1 2 3L 4A 5 6 7 BIEN DISEÑADOS
A
DEBEN SER 1 2 3A 4LL 5 6 7 DEBEN
ELIMINADOS MANTENERSE
L
A
L
A
2. Encuesta sobre los exámenes
L
Clave: A = Acuerdo D = Desacuerdo

22
? = Ni Acuerdo ni desacuerdo.
N A D ?
PROPOSICIÓN % % %

1 Las pruebas o exámenes no


valorar lo que realmente un 65 25 10
alumno ha aprendido.

2 La única forma de obligar a


los alumnos a estudiar es 70 25 5
tomarles pruebas o
exámenes.
3 Los profesores dan
. excesiva importancia a las 70 25 5
pruebas y los exámenes.
4 Los estudiantes sienten
malestar, preocupación, 70 25 5
angustia… en época de
exámenes.
5 Los exámenes fomentan el 80 20 0
memorismo.
6 La profesores generalmente
utilizan los exámenes como 60 30 10
amenaza o sanción
7 Los estudiantes olvidan la
mayoría de los 75 15 10
conocimientos que
estudiaron para los
exámenes.
8 Las pruebas o exámenes
son un verdadero tormento 75 25 0
para los estudiantes.
9 Los exámenes fomentan la
copia entre los estudiantes 65 35 0

23
1 Preferiría que no existieran 70 25 5
0 los exámenes. % %

TOTALES 70 25 5
% % %

Los resultaos de los dos reactivos muestran claramente cuáles son los
criterios dominantes de los estudiantes, los cuales han sido producto de
sus innumerables experiencias con las pruebas y exámenes. Estos
juicios que pueden ser subjetivos, tienen profunda similitud con las
opiniones vertidas por los expertos. Debemos recordar que un alumno
promedio de Educación Básica y bachillerato ha respondido entre 1200
y 1500 cuestionarios de exámenes o pruebas, durante 12 ó más años de
estudio. De hecho, estas vivencias les han llevado a emitir juicios
negativos contra los instrumentos de evaluación, y en un alto porcentaje
les ha provocado reacciones de rechazo.
En consecuencia, constituye una enorme mentira afirmar que el rigor en
los exámenes sirve para aprender más, pues solo instala el miedo hacia
ellos y el deseo de no tener que volver a pasarlos.
En los últimos tiempos estas opiniones negativas parecen haberse
agudizado. Hoy, los estudiantes rechazan las pruebas y si se
someten es por obligación o temor a represalias. Una evidencia de
ello, es la cada más frecuente presión de los jóvenes para solicitar
que sus evaluaciones y calificaciones sean obtenidas únicamente de
trabajos, consultas o informes.
Ahora bien, después de los juicios analizados, es conveniente
preguntarnos: ¿estarán equivocados los grandes pensadores, la teoría
pedagógica, los estudiantes, que nos ha demostrado que los exámenes
no solo son inútiles para evaluar el aprendizaje, sino contrarios a la
verdadera naturaleza de la educación?

24
EDUCACIÓN SIN EXÁMENES NI PRUEBAS
¿Es necesario hacer exámenes para evaluar?
De lo analizado en los acápites anteriores, se deprende que existen
argumentos de sobra para sugerir la eliminación de las pruebas y
exámenes de la escuela. Precisamente, buen número de especialistas
abogan por esta posibilidad. Aún más, varios sistemas educativos de
países como Finlandia, Suecia, Dinamarca, Francia, han abandonado
esta vieja práctica, por considerarla obsoleta ante los avances
psicopedagógicos. Es necesario destacar que estos países tienen los
mejores sistemas educativos del mundo.
Sin embargo, ante esas innovaciones pedagógicas, es casi seguro que
en el espíritu de los docentes, de los padres y de la misma sociedad, se
mantengan las inquietudes básicas: ¿cómo evaluamos a nuestros
escolares?, ¿cómo saber que han aprendido?, ¿cómo distinguiremos
sus méritos académicos?
Para tratar de responder estas inquietudes, en primer lugar creemos que
están demás estas preguntas para los educadores y educadoras,
porque es de suponer que son profesionales especializados en la
pedagogía, por lo que deben tener conocimiento, más o menos
profundo, de los fundamentos teóricos y prácticos de la evaluación.
Obviamente, esta preparación debería permitirles primero discernir
sobre lo aciago de los exámenes como sinónimo de evaluación y,
segundo, haber alcanzado el dominio sobre los procedimientos y las
técnicas que cumplen con la verdadera evaluación, entre las que se
puede citar: evaluación individual y grupal, autoevaluación, trabajos
monográficos o de ensayos, solución de problemas o casos, portafolio,
rúbricas, escalas de productos, informes de investigación, organizadores
gráficos…
En cuanto a los padres y a la sociedad, los mismos maestros como
intelectuales transformativos, según la expresión de Giroux, deben
demostrar a estos sectores cuáles son las bondades de una evaluación
que cumple los principios pedagógicos, psicológicos y éticos.
Este objetivo, ciertamente, no es nada fácil por las presiones del sistema
que se ha analizado en las páginas previas. Además, el tradicionalismo
educativo constituye una descomunal rémora para cualquier intento de
innovación.

25
En tercer lugar, resulta lógico pensar que las instituciones formadoras de
docentes deben ser las llamadas a conseguir que los futuros docentes
descarten las pruebas y exámenes de su práctica educativa y se
capacitan en las alternativas innovadoras de evaluación. El profesorado
debe probar a sus alumnos a los padres y a la sociedad, que no es lo
mismo evaluar que examinar, ni evaluar que calificar. Aprender no es
aprobar exámenes, (Carlosmagro, 2015).
Obviamente, si durante su formación han podido constatar estos
cambios, es posible tener la esperanza que estos instrumentos pasen a
la historia.

A MODO DE CONCLUSIÓN
Las inferencias del presente trabajo, son por demás obvias.
Digamos las cosas por su nombre, los exámenes y su complemento las
calificaciones, constituyen lo peor que puede haber sucedido a la
educación. Se ha probado esta conclusión con las opiniones de diversos
pensadores y el criterio de los propios alumnos.
La otra deducción obligada es la necesidad de eliminar los exámenes y
las calificaciones de la práctica educativa. En su lugar, es
imprescindible instituir una auténtica evaluación sugerida por la teoría
pedagógica. Devolver a la evaluación su verdadera esencia como
elemento importante de aprendizaje y como factor decisivo para el
desarrollo humano de todos los educandos.
No obstante, estamos conscientes del peso de las estructuras mentales
de los maestros que les impide siquiera considerar una educación sin
exámenes, no se diga de las autoridades educativas. Tanta
omnipresencia tienen estos instrumentos, a todas luces nefastos, que
ante su posible eliminación el profesorado se sentiría vulnerable e
incapacitado para ejercer la tarea de formar y preparar niños y jóvenes
sin la espada de Damocles que significan los exámenes y las
calificaciones.
De todos modos, queda claro que cualquier transformación educativa
está en manos de los maestros y de las maestras, poco o nada se
puede esperar de quienes tienen el poder o de los burócratas que
dirigen la educación. El profesorado en sus clases, en su diaria labor

26
con sus chicos y chicas puede ser el artífice de una evaluación que
respeta los principios pedagógicos, psicológicos y humanos.
Para este cometido, la primera y crucial pregunta que debe hacerse todo
docente es: ¿Para qué evalúo?
Kozak (2015), amplia esta noción: “Me parece que aquí está la raíz de
los problemas: mientras sigamos evaluando para calificar, para justificar
un sistema burocrático o sencillamente ‘porque nos lo piden’, nunca va a
haber un cambio en la educación. La finalidad de la evaluación no
debería ser otra que la mejora del aprendizaje, pero bien lejos estamos
de esta meta”.

PARA SABER MÁS


Álvarez, M. (2005). Evaluar para conocer, examinar para excluir. Madrid: Morata.
Autores varios (2000). Evaluación como ayuda al aprendizaje- Barcelona: Editorial
Graó.
Bausela, E. (2005): “Ansiedad ante los exámenes: evaluación e intervención
psicopedagógica”. Revista Educere, Venezuela.
Carlosmagro (2015). “Aprender no es aprobar exámenes”.
https://carlosmagro.wordpress.com/2015/03/28/aprender-no-es-aprobar-examenes/
Colombani, E. (2006)”La ansiedad ante los exámenes”,
www.ansiedadantelosexamenes.blogspot.com/
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Autónoma de México, México.
______ (1994): “Una polémica en relación al examen”.
http://rieoei.org/oeivirt/rie05a05.htm Escala, E. (2002): “Exámenes: el terror de los
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Foucault, M. (2012). Vigilar y castigar. España: Biblioteca Nueva.
https://drive.google.com/file/d/0Bwm3dI13n5jlYzk3YThhMTgtNzQwZi00M2U5LWI5O
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Gutiérrez, F. (1985). Educación como praxis política. México. Siglo XXI
Kozak, D. (2015) “Pensar la escuela” http://pensarlaescuela.com/2015/06/17/es-
necesario-tomar-examenes-para-evaluar/
Mainer, J. (2002). “Pensar históricamente el examen, para problematizar el presente.
Notas para una sociogénesis del examen”.
http://amarauna.org/uztariz/pdf/artikuluak/aldizkaria1707.pdf

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Nieto, J. (2005). Evaluación sin exámenes. Madrid: Editorial CCS.
Oliveira, L. (1979). Educación por la inteligencia. Argentina: Humanitas.
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Salinas, D. (2002). ¡Mañana examen¡. Barcelona: Gaó.
Santos Guerra, M. (1998): Evaluar es comprender. Argentina: Magisterio del Río de
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Tirado y otros (2007): “La evaluación como proceso de legitimidad: la opinión de los
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calificaciones. Ibarra: Universidad Técnica del Norte.
__________ (2014). “El invento de las calificaciones”. Ibarra: U. T. N.
__________ (2015). “Patología de la Evaluación”. Ibarra.

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