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Diplomatura en Salud Mental y DDHH

Materia: Política de drogas y problemáticas de consumo

Autoras:
 Suárez Mezansa, Lucía
 Zoppi, Florencia

Consigna de evaluación elegida

2) Desarrolle los propósitos manifiestos y los propósitos implícitos de


la política prohibicionista de la guerra contra las drogas.
2)

A lo largo de la historia de la humanidad y en diferentes construcciones sociales,


las drogas han sido utilizadas y enmarcadas bajo diversos modos de uso y
experimentación. Tanto para rituales de iniciación como para usos medicinales
y recreativos, las drogas fueron y son una herramienta social que adquiere
significaciones particulares según la narrativa en la cual se entrame. Esto nos
lleva a recalcar que el modo en el cual se piensa y practica su uso adquiere
significaciones disímiles según la época y la trama política en la cual se inscribe.

Desde hace décadas el uso de las drogas es recortado como un problema en sí


mismo. A lo largo de la historia occidental, “El problema de la droga” se ha
instalado como fenómeno que atraviesa distintas esferas: social, político,
sanitario; de orden público y privado. Los intentos de los Estados por controlar
dicho problema se han basado, principalmente, en respuestas de tipo punitivas
sostenidas en un paradigma prohibicionista que estipula que algunas drogas son
legales y otras ilegales. El criterio para establecer dicha distinción no es univoco
y varía en los últimos 100 años pero suele ser un criterio que, si bien se pretende
científico según la adicción que puede generar la sustancia en quien la consume
y su posibilidad de daño -hipócrita en tanto el alcohol y el tabaco son legales-,
está teñido por una moral que tiene como resorte el miedo y el rechazo a lo que
hay de recreativo/placeroso en diversos consumos.

Una de las políticas hegemónicas vigente es “la guerra contra las drogas”
impulsada entonces por EE. UU. y adoptada por muchos países. La misma es
destinada a la eliminación y persecución de la producción, comercio y consumo
de sustancias psicoactivas, catalogadas como “prohibidas”. Bajo el supuesto
explícito de que la droga -como categoría monolítica- constituye un daño no solo
individual sino social que genera un tejido de redes de contrabando, corrupción
y violencia incontrolable asociada, EE UU logró inmiscuirse en los asuntos de
países tercermundistas, ejerciendo así un control político social. Dichas
intervenciones estatales, además, han sido promovidas y demandas gracias a la
construcción, vía los medios hegemónicos de comunicación, de un estereotipo
que ha relacionado al usuario, primero, como “drogadicto” y, luego, como
“delincuente”. Históricamente, entonces, el tema de las drogas ha sido tratado
por iniciativas de tenor moral, persiguiendo al que consume bajo la tutela del
tratamiento o criminalizándolo, dejando por fuera dimensiones éticas y de
Derechos, sin diferenciar modalidades de consumos, tipos de usuarios y con la
represión como único modo de respuesta.

Haciendo un breve racconto de la posición de Argentina en materia de drogas,


se observa que en sintonía con las políticas internacionales se ha caracterizado
por mantener políticas públicas de consumo y tenencia de tipo
prohibicionista/represivo. Llegado cierto momento, la “Ley de drogas” 23.737 -
sancionada en 1989 y nunca modificada en su espíritu- se tornó una amenaza
para aquellos usuarios que, advertidos de los prejuicios estigmatizantes que
cargaban y las políticas de persecución de las que eran objeto, comenzaron a
organizarse. Con la sanción de la LNSM en al año 2010, logró incluirse la
problemática de consumos, produciendo un giro en la perspectiva del trabajo con
adicciones para poder comenzar a hablarse de “consumos problemáticos”. En
este sentido, los consumos comienzan a ser leídos en clave de “sujeto” que en
determinada situación, con determinados procesos sociales, históricos,
culturales, se han vuelto “problemáticos” como forma de padecimiento. El
abordaje y las acciones a tomar son asunto del sector salud/salud mental, como
así también de cada una de las diferentes áreas gubernamentales intervinientes.
Las políticas comienzan a basarse en acciones integrales y de inclusión social,
entendiendo que aquel viejo paradigma abstencionista, muchas veces,
obstaculizaba el acceso a la salud/atención. Por último, se destaca el abordaje
territorial como eje fundamental, donde intervienen distintos actores e
instituciones de la comunidad propia del sujeto, en línea con la reducción de
riesgos y daños. Pese a los avances en políticas progresivas, los usuarios,
continúan reclamando políticas que vayan más allá de la incumbencia de sector
salud e institucional. El marco normativo actual ha desembocado en una
desarmonía legislativa ya que, por un lado, la LNSM lee los consumos en clave
de “padecimiento”, mientras que, por otro lado, la “Ley de Drogas”, obliga al
tratamiento terapéutico compulsivo. Particularmente, las asociaciones y
organizaciones cannábicas, continúan reclamando su legalización en un intento
continuo de separarse de la imagen del “drogadicto” que los fuerza a permanecer
en la clandestinidad.

Ahora bien, con la llegada del macrismo en el 2015, Argentina decide sumarse
a la “Guerra contra las drogas” convirtiéndose ésta en un slogan de campaña
que les permitió colectar muchos adeptos. Es interesante pensar que en los
países en que dicha guerra sido una política gubernamental alimentada por
diversos sectores, como en el caso de México, la misma funciona como un
dispositivo para generar solidez en gobiernos que resultan elegidos por poco
margen de consenso democrático. Mediante esta política se pretende no solo
dirigir la atención de les ciudadanes hacia el imaginario social del delincuente
que trafica y/o consume como una amenaza y a las redes de narcotraficantes
que se enriquecen con este negocio ilegal y violento, sino que además se distrae
sobre el verdadero y complejo problema que puede tener, por un lado, al
consumo problemático como efecto y, por otro, a las causas de la proliferación
engrosamiento de dichas redes. La militarización como herramienta de control y
castigo cierra el debate sobre qué hacer y cómo hacerlo, polariza a la sociedad
que exige castigo de un determinado grupo al cual intuye peligroso y produce un
incremento de la violencia que pretende disminuir. Sin ser algo menor el
malgasto de recursos que debiesen ser utilizados en políticas destinadas a
fortalecer un Estado civil dispuesto a dar respuestas que restituyan lazos,
disminuya riesgos y daños, repare fracturas del tejido social generadoras de
vulnerabilidad y desigualdad.

Está a la vista que la llamada “Guerra contra las drogas” es una política ineficaz
en términos de poder desarticular de forma efectiva las redes de narcotráfico.
Demostró su fracaso en varios países que la ha implementado, y aun teniendo
antecedentes de aquello, Argentina decide volverla uno de sus caballitos de
batalla. Batalla que tiene como saldo que aquellos sectores de inmensa
vulnerabilidad sufran mayor criminalización, persecución y condenas. Son los
eslabones mas débiles de la cadena del narcotráfico los que terminan bajo las
rejas, mientras casi nunca se llega a dar con aquellos que efectivamente se
benefician a gran escala con dicho negocio. ¿Por qué es de este modo? Porque
el esfuerzo está puesto en perseguir a la ruta de la droga y no del dinero.
Poniendo el foco de atención en la droga se arriba a quien la vende, la trafica o
la consume. Es así como en vez de investigar el blanqueo de dinero y los
paraísos fiscales, lo que además de conllevar un costo político muy alto revelaría
el entramado entre grandes corporaciones de poder, intereses políticos y el
narcotráfico, se destina recursos en perseguir y encarcelar a quienes ofician de
mulas, distribuyen y consumen. Chivos expiatorios que permiten a los “buenos
ciudadanos” sentirse protegidos, y al Gobierno una demagogia eficaz a los fines
de sostener votantes.

Decidimos mencionar a colación de lo antes dicho, el reciente caso de Clauida


S.E1, una mujer boliviana que fue procesada y condenada en el 2017 en suelo
argentino por estar traspasando cocaína por la frontera. En estado
desesperación por no poder pagar el tratamiento de uno de sus hijos que padece
cáncer, Claudia recurre a esta alternativa para intentar costearlo. Hoy, después
de un año, la dejaron salir para poder pasar el último mes de vida de su hijo junto
a él. Esta situación denota el nivel de vulnerabilidad al que están expuestos
ciertos sectores que suelen recurrir o que son coaccionados por las propias
redes de narcotráfico a este tipo de actividades, con los fines de poder solventar
diversas urgencias económicas. Un informe del CELS del año 2016 da cuenta
del impacto que tiene en las mujeres esta “Guerra contra las drogas” debido a la
multiplicación de encarcelamiento de aquellas por delitos vinculados con drogas.
Dicho informe da cuenta de cómo los efectos de esta guerra golpean a mujeres
de bajos recursos que buscan modos de poder seguir alimentando y
abasteciendo las necesidades de aquellos a quienes cuidan, que no son solo
sus hijes, sino también otros familiares. Son las mujeres las principales
cuidadoras y ese rol que poseen hace que sean especialmente vulnerables a las
redes de narcos que las utilizan y descartan para sus fines. Su encarcelación
produce rupturas en el tejido social muy severas al quedar sus hijes y familiares

1
https://www.infobae.com/sociedad/policiales/2018/10/11/cruzo-la-frontera-con-cocaina-para-pagar-
la-quimioterapia-de-su-hijo-la-detuvieron-y-suplica-que-la-liberen-para-despedirse/
sin amparo por parte del Estado y la sociedad, una vez que las mismas ya no
están para cuidarlos.

El esfuerzo del Estado puesto en la persecución ha generado efectos de


contradicción y confusión social, identificando los “usos” que un sujeto puede
hacer de las sustancias con ciertos fines recreativos y culturales en diversos
escenarios sociales, como una cuestión llevada siempre a un terreno de
marginalidad, delito y pobreza. Con la ayuda de los medios y quiénes están en
lugares de ejercicio de poder, se sostiene un imaginario colectivo que aún
perdura y es conveniente para sostener una “guerra contra las drogas”: quien
consume es joven, varón, de bajos recursos y que (“seguramente”) delinque.
Leer la realidad de este modo y, por ende, contar con el aval de la sociedad que
pide “seguridad” porque “las drogas matan”, permite al Estado correrse de la
escena, en tanto garante de Derechos, para hacerse presente únicamente a los
fines de la criminalización, penalización y el ejercicio de la violencia institucional.
Perseguir al consumidor que muchas veces también vende para seguir
consumiendo y caer con el peso de la “justicia” sobre los últimos eslabones de
la cadena de producción, le permite al Estado proclamarse “garante” de una
seguridad prometida, generalmente durante campaña electoral, medida en los
kilos que se han logrado incautar, estadísticas de personas apresadas y ridículas
cremas de drogas con alquiler de balcones; noticias que suelen ser tapas de
diarios vendidas como logros políticos.

Por último, es importante vislumbrar que un Estado que se mantiene ausente en


términos de respuestas efectivas a problemáticas que vulneran los Derechos de
sus ciudadanes, deja vacante espacios de intervención a diversos sectores que
ganan terreno político en materia de consumos problemáticos, reinstalándose
lecturas morales y dogmáticas. Resulta alarmante y peligroso que
organizaciones religiosas, por ejemplo, vengan pisando fuerte en debates de
problemáticas que son de tenor público, ejerciendo control sobre los cuerpos y
subjetividades. En el abordaje de problemáticas de consumo, ¿quién demanda
tratamiento? En la guerra contra las drogas ¿es el narcotráfico el enemigo?
Bibliografía

 Cárdenas, Edurne y Escales, Vanina (2016). “Ni una menos. La


violencia institucional a la luz de la Ley de Protección Integral a las
Mujeres”, en CELS: Derechos Humanos en la Argentina. Informe 2016,
Buenos Aires, Siglo XXI.
 Corbelle, Florencia. 2017. “El concepto de ‘usuario responsable’ en la
praxis política de los usuarios de sustancias ilegales de Buenos Aires,
Argentina”. Revista Andes, Nro. 28(2)
 FERREYRA, J. y STOLKINER, A. 2017. “Reflexiones en torno a la
implementación de la Ley Nacional de Salud Mental: análisis documental
crítico de los efectos del cambio en la gestión nacional (contraste 2015-
2016). Las instancias creadas por la Ley y la implementación por parte de
las organizaciones sociales”. Ponencia presentada en el II Congreso
Latinoamericano de Teoría Social y Teoría Política: Buenos Aires.
 Fusero, Mariano. Políticas de la drogas, de la prohibición a la regulación.
Revista Pensamiento Penal.
 González Zorrilla Carlos. Drogas y Control Social. Universidad de
Barcelona.

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