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Prohibiciones alimentarias de la religión mormona

José Smith: Un profeta de Dios

La parte occidental del estado de Nueva York era conocida, a principios del siglo XIX
como el “Distrito efervescente”. El fervor religioso era intenso. Muchas religiones
enviaron a ministros a conseguir conversos para sus congregaciones. Tanto era así,
que se suponía que no quedaba nadie por convertir. Fue una época y un lugar de
confusión teológica.

Éste era el contexto en el que nació José Smith, hijo de Joseph y Lucy Mack Smith. Su
numerosa familia se encontró en medio de este avivamiento religioso, deseando vivir
correctamente, pero sin la seguridad sobre a cuál de las iglesias competidoras debía
unirse. Los miembros de la familia de José se inclinaron por distintas religiones, pero
ninguno de ellos se sintió seguro de encontrarse en la verdadera Iglesia de Cristo.

En la Palabra de Sabiduría, el Señor reveló que las siguientes sustancias son dañinas:

Bebidas alcohólicas (véase D. y C. 89:5–7).


Tabaco (véase D. y C. 89:8).
Té y café (véase D. y C. 89:9; los profetas de los últimos días han enseñado que el
término “bebidas calientes” que aparece en este versículo se refiere al té y al café).
Las personas que ingieren a propósito cualquier cosa dañina no viven de acuerdo con
la Palabra de Sabiduría. Las drogas ilegales en especial pueden destruir a los que las
consumen. El abuso de medicamentos por receta también es destructivo para el espíritu
y el cuerpo.

El Señor también declaró en la Palabra de Sabiduría que los siguientes alimentos son
buenos para nuestro cuerpo:

Verduras y frutas, las cuales deben usarse “con prudencia y acción de gracias”
(véase D. y C. 89:10–11).
La carne “de las bestias y de las aves del cielo” que “[ha] de usarse limitadamente”
(véase D. y C. 89:12–13).
Los granos como el trigo, el arroz y la avena, que son “como sostén de vida” (véase D.
y C. 89:14–17).
A los que guarden la Palabra de Sabiduría, el Señor promete:
“Y todos los santos que se acuerden de guardar y hacer estas cosas, rindiendo
obediencia a los mandamientos, recibirán salud en el ombligo y médula en los huesos;

“y hallarán sabiduría y grandes tesoros de conocimiento, sí, tesoros escondidos;

“y correrán sin fatigarse, y andarán sin desmayar.

“Y yo, el Señor, les prometo que el ángel destructor pasará de ellos, como de los hijos
de Israel, y no los matará” (D. y C. 89:18–21).
El mejor camino consiste en evitar completamente las sustancias prohibidas por el
Señor en la Palabra de Sabiduría. Las personas que tienen comportamientos adictivos
pueden abandonarlos y liberarse de la adicción. Mediante el esfuerzo personal, la
fortaleza del Señor, la ayuda de familiares y amigos y la guía de los líderes de la Iglesia,
cualquier persona puede superar la adicción.

¿Por qué en la Biblia a nuestros cuerpos se les llama templos?

El ser humano se compone de dos partes: el cuerpo mortal y el espíritu inmortal. El


Señor llama a nuestro cuerpo un “tabernáculo” o un “templo”, ya que se trata de la
residencia temporal de nuestro espíritu eterno (véase Libro de Mormón, Mosíah 3:5; 1
Corintios 3:16).

Puesto que el espíritu y el cuerpo unidos conforman el alma del hombre (véase Doctrina
y Convenios 88:15), lo que afecta a uno, afecta al otro.

Al cuidar de nuestros cuerpos, logramos que nuestros “tabernáculos” sean una


aceptable morada para nuestros espíritus.

Si profanamos nuestros cuerpos con drogas, tabaco o alimentos malsanos, esto


afectará en forma negativa a nuestros espíritus.

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