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Bogotá D.C.

, 18 de junio de 2019

Honorable Magistrado
TRIBUNAL ADMINISTRATIVO DE CUNDINAMARCA
(REPARTO)
Ciudad

Ref.: Acción de Tutela


Accionante: ÁLVARO LEYVA DURÁN
IVÁN CEPEDA CASTRO
Accionado: IVÁN DUQUE MÁRQUEZ

ÁLVARO LEYVA DURAN e IVAN CEPEDA CASTRO, mayores de edad, con domicilio y residencia
en la ciudad de Bogotá, identificados como aparece al pie de nuestras firmas, en nuestra calidad de
ciudadanos colombianos, defensores de paz y de los derechos humanos y designados facilitadores
de la mesa de conversaciones entre el gobierno nacional y el Ejército de Liberación Nacional – ELN,
por quien fuera entonces Jefe de Estado y Presidente de la República, JUAN MANUEL SANTOS
CALDERÓN, actuando en nombre propio, amparados en el artículo 86 de la Constitución Política y el
Decreto 2591 de 1991 que lo reglamenta, acudimos a este Tribunal con el fin de interponer acción de
tutela en contra del Presidente de la República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ, por violación de nuestro
derecho fundamental a la paz, como garantía efectiva de nuestros derechos civiles y políticos, con
fundamento en los siguientes:

I. HECHOS

El 23 de enero de 2019 presentamos ante el Alto Comisionado para la Paz, MIGUEL CEBALLOS
ARÉVALO, derecho de petición, mediante el cual le solicitamos al Gobierno Nacional que depositara
ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y ante los países República de Brasil, República
de Chile, República de Cuba, República de Ecuador, Reino de Noruega y República Bolivariana de
Venezuela, como garantes del proceso de negociación, los documentos que contienen los avances y
acuerdos a los que se llegaron durante estos años de negociación y los seis ciclos de diálogos que se
surtieron entre Colombia y el Ejército de Liberación Nacional - ELN.

El 11 de febrero de 2019, el Alto comisionado para la Paz, MIGUEL CEBALLOS ARÉVALO y la


Secretaria Jurídica de la Presidencia de la República, CLARA MARÍA GONZÁLEZ, dieron respuesta
a nuestra petición, aduciendo que es al Presidente de la República a quien le corresponde, de
conformidad con lo dispuesto en el artículo 189 de la Constitución Política “’’Dirigir las relaciones
internacionales’ así como ‘Conservar en todo el territorio el orden público y restablecerlo donde fuere
turbado’”. Lo anterior, en concordancia con lo dispuesto en el artículo 10 de la ley 418 de 1997, que
establece que: “’La dirección de todo proceso de paz corresponde exclusivamente al Presidente de la
República como responsable de la preservación del orden público en toda la Nación. Quienes a
nombre del Gobierno participen en los diálogos y acuerdos de paz, lo harán de conformidad con las
instrucciones que él les imparta’”.

Bajo el entendido que el Alto Comisionado para la Paz, MIGUEL CEBALLOS ARÉVALO, en su
respuesta, arriba citada, señaló que la competencia en estas materias es exclusiva del Presidente de
la República, según petición de 14 de marzo de 2019, dirigida al Presidente de la República, IVÁN

1
DUQUE MÁRQUEZ, le solicitamos que, como cabeza del Gobierno Nacional, ordene a quien
corresponda informar en su nombre al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y a los países
garantes del proceso de negociación, República de Brasil, República de Chile, República de Cuba,
República de Ecuador, Reino de Noruega y República Bolivariana de Venezuela, sobre los acuerdos
a que llegaron las partes en desarrollo de las conversaciones entre el gobierno nacional y el Ejército
de Liberación Nacional.

En contestación a la petición citada en líneas precedentes, mediante escrito de 5 de abril pasado, la


Secretaria Jurídica de la Presidencia de la República, CLARA MARÍA GONZALEZ ZABALA, nos
respondió en similares términos a los expuestos por ella y el Alto Comisionado para la Paz, MIGUEL
CEBALLOS ARÉVALO, en su comunicación de 11 de febrero de 2019, citando para el efecto las
disposiciones constitucionales y legales que le confieren al Presidente de la República la potestad de
dirigir las relaciones internacionales, conservar en todo el territorio el orden público y dirigir todo
proceso de paz. Como esta comunicación no resolvió de fondo nuestras solicitudes presentamos
acción de tutela contra el Presidente de la República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ, por violación a
nuestro derecho fundamental de petición.

El 24 de abril de 2019 el Tribunal Administrativo de Cundinamarca avocó conocimiento de la solicitud


de tutela y corrió traslado por dos días, al Presidente de la República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ, para
que rindiera las explicaciones que considerara convenientes y anexara las pruebas documentales que
pretendiera hacer valer.

El Presidente de la República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ, por intermedio de la Secretaria Jurídica de


la Presidencia de la República, CLARA MARÍA GONZALEZ ZABALA, en contestación a la solicitud
de tutela, señaló que había dado respuesta oportuna a nuestra petición, mediante comunicación de 5
de abril de 2019, informando que de conformidad con lo previsto en los numerales 2 y 4 del artículo
189 de la Constitución Política, le corresponde al Presidente de la República dirigir las relaciones
internacionales y conservar en todo el territorio el orden público, así como restablecerlo donde fuere
turbado. Asimismo, adujo que existe una diferencia entre el derecho de petición y el derecho a obtener
lo pedido y que nuestra inconformidad no radica en ausencia de claridad y precisión sino en el hecho
de no que no se nos haya otorgado lo solicitado. De igual manera, sostiene que nos basamos en
nuestra petición en una interpretación del alcance de los que considera “supuestos acuerdos” a los
que habría llegado el Gobierno Colombiano con el Ejército de Liberación Nacional - ELN, pero que
dicho alcance no fue acordado por las partes, de acuerdo a la verificación de los documentos y actas
de relatoría de las conversaciones. Finalmente, sostuvo que la jurisprudencia constitucional ha dicho
que los preacuerdos y acuerdos de paz son documentos de naturaleza política, que no tienen valor
normativo propio y autónomo, ni siquiera cuando están consolidados y suscritos por las partes.

Mediante sentencia de 3 de mayo de 2019, con ponencia del Magistrado ALBERTO ESPINOSA
BOLAÑOS, la Subsección “B” – Sección Segunda del Tribunal Administrativo de Cundinamarca
dispuso TUTELAR nuestro derecho de petición y ordenar al presidente de la República, IVÁN DUQUE
MÁRQUEZ, que en el término máximo de cinco (5) días hábiles, siguientes a la notificación de esa
providencia, respondiera de fondo nuestra petición presentada el 14 de marzo de 2019.

En esta providencia, entre otras razones, el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, precisó que:

“Luego realizar el estudio jurídico de las posturas de las partes, este Colegiatura, tutelará

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el amparo solicitado por los señores Iván Cepeda Castro y Álvaro Leyva Durán, al
evidenciar que la respuesta otorgada en el oficio OFI 19-00040235/IDM 1201000 del 5 de
abril de 2019, no cumple con los requisitos legales y jurisprudenciales para entender
satisfecho el derecho de petición, puesto que la contestación no es acorde con lo
peticionado, toda vez, que se limita a enunciar las normas que facultan al Presidente de la
República para conservar el orden en el territorio y ser el director de los procesos de paz,
pero no explica razones o motivaciones del fondo del asunto, lo que implica no existe una
respuesta congruente y precisa, por lo anterior, se concluye existe una vulneración del
derecho invocado”.

El Presidente de la República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ, por intermedio de la Secretaria Jurídica de


la Presidencia de la República, CLARA MARÍA GONZALEZ ZABALA, mediante escrito de 7 de mayo
de 2019, dio cumplimiento al fallo de tutela del día 3 del mismo mes y año, proferido por el Tribunal
Administrativo de Cundinamarca, señalando, entre otras razones, que a su juicio no eran procedentes
nuestras solicitudes por cuanto:

“Como ha sido explicado, con respecto a los diálogos de paz que se adelantaron con el
grupo armado al margen de la ley ELN, las decisiones que corresponda adoptar, incluidas
las solicitudes formuladas por ustedes, son del resorte del presidente de la República quien
las tomará de forma libre y autónoma, según los criterios políticos que correspondan,
actuando dentro del marco de la Constitución Política y la ley. Tales diálogos, a su vez, son
actos de naturaleza política que adelanta el presidente de la República en ejercicio de sus
competencias constitucionales y legales y los mismos no tienen la virtualidad de generar
acuerdos con fuerza normativa ni vinculante alguna.

(…) Respecto al contenido específico de las solicitudes formuladas, cabe agregar, además,
que las mismas desbordan el marco constitucional y legal del derecho de petición en razón
a que, antes que pretender una respuesta de fondo en punto a una solicitud de información
o consulta, pretende que el presidente de la República adelante una actuación concreta en
relación con las atribuciones que la propia Constitución Política y la ley le han otorgado, de
manera privativa, para adelantar negociaciones de paz”.

Corolario de lo anterior, el Presidente de la República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ no depositó ante el


Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y los países garantes del proceso de negociación,
República de Brasil, República de Chile, República de Cuba, República de Ecuador, Reino de Noruega
y República Bolivariana de Venezuela, los acuerdos a los que llegaron las partes en desarrollo de las
conversaciones entre el Gobierno Nacional y el Ejército de Liberación Nacional – ELN, durante estos
años de negociación y los seis ciclos de diálogos que se surtieron entre Colombia y el ELN y, además,
se negó a su pronta implementación, aduciendo que se trata de acuerdos parciales que obedecen a
una política de gobierno y no de Estado y, por lo tanto, no procede su ejecución.

II. DERECHOS FUNDAMENTALES VIOLADOS

La decisión del Presidente de la República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ, de no depositar en el Consejo


de Seguridad de las Naciones Unidas ni en los países garantes del proceso de negociación, República
de Brasil, República de Chile, República de Cuba, República de Ecuador, Reino de Noruega y
República Bolivariana de Venezuela, los acuerdos a los que llegaron las partes en desarrollo de las

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conversaciones entre el Gobierno Nacional y el Ejército de Liberación Nacional – ELN, así como su
renuencia a implementarlos, vulnera nuestro derecho fundamental a la paz, como garantía efectiva de
nuestros derechos civiles y políticos, contenido en el artículo 22 de la Constitución Política, que
prescribe:

“ARTÍCULO 22. La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”.

III. EL DERECHO A LA PAZ

La paz ha sido reconocida como un valor y fundamento del ordenamiento jurídico internacional, en
donde se ha desarrollado desde dos perspectivas complementarias, una, la estatal, que prohíbe el
uso de la fuerza o la amenaza del uso de la fuerza y, otra, la de los derechos humanos, que alude a
su configuración como derecho de tercera generación. Aunque su origen se remonta a la Declaración
de Estambul, de 1969, adoptada en la XXI Conferencia de la Cruz Roja1, fue el Pact Briand-Kellogg,
de 1928, el que dio inicio a “‘la prohibición del uso de la fuerza como norma de ius cogens con carácter
erga omnes’”. Posteriormente, en 1945, la Organización de las Naciones Unidas proscribió el uso de
la fuerza en la Carta de Organizaciones, incorporando como uno de sus propósitos el mantenimiento
de la paz y la seguridad internacionales. En el artículo 2.4 estableció la prohibición de recurrir a la
fuerza en las relaciones internacionales, además, dentro de su estructura institucional creó el Consejo
de Seguridad, cuyo fin es el de preservar la paz y la seguridad internacionales, para lo cual le fueron
asignadas funciones relacionadas con el arreglo pacífico de controversias que puedan derivar en un
peligro para la paz y la seguridad internacional, así como la intervención en casos de amenazas a la
paz, quebramientos de la paz o actos de agresión2.

Diversos instrumentos internacionales han incluido en sus textos alusiones al derecho a la paz. La
Declaración de Derechos Humanos de 1948 hace referencia a la paz, en su preámbulo, cuando dice
que la paz tiene por fundamento la dignidad y los derechos iguales e inalienables de todos los
miembros de la familia humana, además, en su artículo 26, sobre el derecho a la educación, establece,
como uno de sus objetivos, el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del
respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales, promoviendo el desarrollo de
actividades de las Naciones Unidas que propendan por el mantenimiento de la paz3.

El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966, en su preámbulo establece que:


“’conforme a los principios enunciados en la Carta de las Naciones Unidas, la libertad, la justicia y la
paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad inherente a todos los miembros de
la familia humana y de sus derechos iguales e inalienables’”. Asimismo, en su artículo 20.1 dispone
que: “’toda propaganda en favor de la guerra estará prohibida por la ley’”. Las primeras declaraciones
que la Asamblea General realizó, específicamente, sobre el derecho a la paz, las hizo en el contexto
de la guerra fría. En la Declaración sobre la preparación de las sociedades para vivir en paz, de 1978,
afirmó que: “’toda nación y todo ser humano independientemente de su raza, convicción, idioma o
sexo, tiene el derecho inmanente a vivir en paz’”. La Declaración sobre el derecho de los Pueblos a la
Paz, de 1984, contiene como una de sus consideraciones más importantes “’la voluntad y las

1 Olmos, María Belén. EL DERECHO A LA PAZ A LA LUZ DEL DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO
CONTEMPORÁNEO. Pág. 78 a 80. Recuperado de: http://www.corteidh.or.cr/tablas/r27926.pdf
2 Pág. 80
3 Pág. 82

4
aspiraciones de todos los pueblos de eliminar la guerra de la vida de la humanidad’”4.

La Declaración sobre el derecho a la Paz, de la UNESCO, de 1997, establece los aspectos que
involucra el reconocimiento del derecho a la paz y la necesidad de ampliar el catálogo de derechos
humanos a través de la consagración del derecho humano a la paz. De otra parte, el Estatuto de la
Corte Penal Internacional de 1998, en su artículo 5, definió el crimen de agresión. Asimismo, la
Declaración del Milenio, de 2000: (i) define la paz como valor; (ii) dedica un apartado a aspectos que
inciden directamente sobre el derecho a la paz; (iii) reconoce en el acápite de “’Valores y principios’
que los Estados se comprometen ‘a establecer una paz justa y duradera en todo el mundo, de
conformidad con los propósitos y principios de la Carta’”; (iv) establece el compromiso de los Estados
de liberar a los pueblos del flagelo de la guerra y eliminar los peligros que conllevan las armas de
destrucción en masa; (v) establece medidas para hacer efectiva la aplicación de la declaración y que
se respete el derecho a la paz5. Además, la Carta Africana de los Derechos Humanos y de los Pueblos,
de 1981 y el Protocolo Adicional a la Carta Africana de Derechos Humanos y de los pueblos sobre los
Derechos de las Mujeres en áfrica, de 2003, reconocen el derecho a la paz6.

Ahora, en Colombia, la Constitución Política de 1991, ha sido reconocida como la Constitución de la


paz, no solamente por su contribución a consolidar y a sellar los procesos de paz con las guerrillas
que participaron en la Asamblea Nacional Constituyente7, sino porque contiene un concepto de paz y
una concepción dialéctica que apela a instrumentos pacíficos de solución de conflictos, junto con una
filosofía humanista y un amplio despliegue normativo en torno al concepto de paz. Como
consecuencia de lo anterior, el derecho a la paz no solamente está contenido en el artículo 22 que
prescribe que “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”, sino que en su
Preámbulo prevé que la paz es uno de los propósitos por los cuales se establece el nuevo orden
constitucional, por lo que constituye uno de los fines de la estructura del Estado.

Del mismo modo, el Constituyente ubica la paz en el Título II, Capítulo II, de los derechos sociales,
económicos y culturales, sin otorgarle las características de estos derechos, sino en función de uno
de ellos: la educación, la cual debe estar encaminada también en el respeto a la paz, los derechos
humanos y la democracia. Es decir, concibe el derecho a la paz como base del enfoque educativo. En
el Título II, Capítulo V de los deberes y derechos, establece el deber de las personas a propender por
el logro y mantenimiento de la paz, es decir, en el logro de la paz vincula no solamente a las
instituciones del Estado sino a la sociedad, con relevante énfasis. En el Título VII, Capítulo I, establece
que el Presidente de la República no solamente es quien puede declarar la guerra sino quien puede
convenir y ratificar tratados de paz. Asimismo, existen otras disposiciones constitucionales que les
imponen obligaciones a las autoridades públicas, relacionadas con la Paz, como el Titulo VII, Capítulo
VII, que establece que la Policía, entre otros fines, debe asegurar la convivencia en paz de las
personas, el Título XII, Capítulo I, que prescribe que los tiempos de paz definen las autoridades
autorizadas para la imposición de tributos: el Congreso, las asambleas departamentales y los concejos
distritales y municipales y, en Título XII, Capítulo II, que establece que en tiempos de paz, no se puede

4 Pág. 82 a 83
5 Pág. 83 a 85
6 Pág. 85 a 86
7 La desmovilizada guerrilla del M-19 contó con 19 constituyentes y el Ejército Popular de Liberación – EPL, el Movimiento

Armando Quintín Lame y el Partido Revolucionario de los Trabajadores tuvieron voceros en la Asamblea Nacional
Constituyente, lo que contribuyó a que se aceleraran los procesos de paz con esas guerrillas y, en general, a que se
redujera, significativamente, el conflicto armado en Colombia.

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fijar impuestos o contribuciones que no existan en el presupuesto de rentas, ni egresos al tesoro
público que no estén contenidos en el presupuesto de gastos.

El papel que la paz cumple en la Constitución Política de 1991 ha sido reconocido por la Corte
Constitucional, en los siguientes términos:

“La Asamblea Constituyente de 1991 le otorgó a la paz un lugar principalísimo en la escala


de valores protegidos por la nueva Carta Política, caracterizada como una “Constitución
para la paz”, al punto que en el propio ordenamiento superior es concebida bajo la “triple
condición” de valor fundante del modelo organizativo, de deber y de derecho

En esa dirección, la Corte Constitucional ha puntualizado que “la paz es un objetivo de


primer orden dentro del modelo de organización política adoptado por la Constitución” y
que la preeminencia reconocida por la Carta a la paz es consecuente con las razones que
influyeron en su expedición y con la clara tendencia humanista que la inspiró; con la
mención expresa que a ella se hace en el Preámbulo como parte de los valores que la
Constitución aspira a realizar; con su doble condición de derecho y deber; y con la
característica de constituirse en un presupuesto para el ejercicio de los demás derechos.
Premisas todas las cuales reflejan el reconocimiento de la condición ética del ser humano
conforme a la cual, una sociedad solo puede subsistir si sus miembros se obligan, entre sí,
a respetar las libertades y los derechos humanos para lograr la convivencia pacífica”8.

Respecto del derecho a la paz y la protección a la sociedad civil víctima del conflicto armado, la Corte
Constitucional refiriéndose al artículo 2 de la Constitución Política, ha dicho que es un fin esencial del
Estado el mantener la integridad territorial, así como asegurar la convivencia pacífica y un orden justo,
también ha señalado que como consecuencia de estos preceptos se desprende el deber de protección
de todas las personas residentes en el país, en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y
libertades, consagradas constitucional y legalmente, para ello el Estado ha sido dotado de unos
mecanismos cuyo objetivo está dirigido a concretar dicha protección. En síntesis, los órganos que
integran las ramas del poder público y las demás dependencias del Estado han de tener este principio
constitucional como criterio básico en el ejercicio de sus atribuciones y competencias.

De acuerdo con lo anterior, es posible concluir que la Corte Constitucional ha reconocido una
concepción del derecho a la paz que implica el respeto efectivo de los derechos humanos y no
solamente la superación del conflicto armado; de igual manera, ha dicho que la paz se encuentra
estrechamente ligada con el derecho a la participación, como resultado de la facultad que ostentan los
ciudadanos de intervenir en los asuntos públicos que aseguren la convivencia pacífica, de lo que
surgen obligaciones positivas a cargo del Estado, así como, correlativamente, la facultad de la
sociedad de hacer exigible su protección.

Incluso, en los pronunciamientos más moderados de la Corte Constitucional, sobre las garantías de
exigibilidad del derecho a la paz, ha resaltado que este derecho debe ser protegido por el conjunto de
las autoridades públicas. En la sentencia T – 025 de 2014, la Corte reconoció a las víctimas del
conflicto, en especial, las víctimas de desplazamiento forzado, su derecho a la paz y precisó que su
núcleo esencial: “abarca la garantía personal de no sufrir, en lo posible, los efectos de la guerra, y

8 Corte Constitucional. Sentencia C-630 de 11 de octubre de 2017. Magistrados Ponentes: LUIS GUILLERMO GUERRERO
PÉREZ y ANTONIO JOSÉ LIZARAZO OCAMPO

6
mucho menos cuando el conflicto desborda los cauces trazados por el derecho internacional
humanitario9”.

De igual manera, en la sentencia C – 370 de 200610 reconoció que la paz constituye: (i) uno de los
propósitos fundamentales del Derecho Internacional; (ii) un fin fundamental de Estado colombiano; (iii)
un derecho colectivo en cabeza de la Humanidad, dentro de la tercera generación de derechos; (iv)
un derecho subjetivo de cada uno de los seres humanos individualmente considerados; y (v), un deber
jurídico de cada uno de los ciudadanos colombianos, a quienes les corresponde propender a su logro
y mantenimiento.

En consecuencia, la jurisprudencia constitucional ha contemplado que el Constituyente le otorgó a la


noción jurídica de la Paz un carácter multifacético: (i) como valor de la sociedad, fundamento del
Estado y de los derechos humanos (preámbulo); (ii) fin esencial que irradia el ordenamiento jurídico;
(iii) principio del Estado Social y Democrático de Derecho que debe dirigir la acción de las autoridades
públicas (art. 2 C.P.), en consecuencia, y en virtud del bloque de constitucionalidad, los principios del
derecho internacional que propugnan por la solución pacífica de los conflictos, son reglas de conducta
que imponen la interpretación de los derechos y deberes constitucionales de la administración pública;
(iv) derecho fundamental, ya que de su garantía depende la efectividad de los demás derechos civiles
y políticos de la persona (artículo 22 de la Constitución Política); y, (v) derecho de naturaleza colectiva
que debe dirigir la acción de los particulares y las autoridades, con el fin de propender por el logro y
mantenimiento de la paz (artículos 2, 95 numeral 6 y 189 de la Constitución Política), de esta visión,
se desprende el deber de todos los ciudadanos, y en especial de las autoridades públicas, de
implementar medidas eficaces para prevenir y eliminar los actos de quebrantamiento de la paz.

A lo anterior, habrá de sumarse que la jurisprudencia constitucional ha reconocido que numerosos


pactos y convenios internacionales de carácter universal o regional vinculan a los estados con el
compromiso común de darle sustento normativo a la garantía de la paz. Por lo que se han fortalecido
los mecanismos judiciales para hacer efectivas las obligaciones internacionales de los Estados en esta
materia. En este contexto, ha entendido la necesidad de celebrar acuerdos políticos, que constituyen
instrumentos primordiales para el tránsito a la paz, como se ahondará más adelante.

IV. LA PAZ COMO DERECHO FUNDAMENTAL

La Constitución Política en su artículo 86 consagra que:

“ARTICULO 86. Toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces, en
todo momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario, por sí misma o por
quien actúe a su nombre, la protección inmediata de sus derechos constitucionales
fundamentales, cuando quiera que éstos resulten vulnerados o amenazados por la acción
o la omisión de cualquier autoridad pública.

La protección consistirá en una orden para que aquel respecto de quien se solicita la tutela,
actúe o se abstenga de hacerlo. El fallo, que será de inmediato cumplimiento, podrá

9 Corte Constitucional. Sentencia T-025 de 27 de enero de 2014. Magistrado ponente: GABRIEL EDUARDO MENDOZA
MARTELO.
10 Corte Constitucional. Sentencia C-370 de 18 de mayo de 2016. Magistrado ponente: MANUEL JOSÉ CEPEDA

ESPINOSA y otros.

7
impugnarse ante el juez competente y, en todo caso, éste lo remitirá a la Corte
Constitucional para su eventual revisión.

Esta acción solo procederá cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa
judicial, salvo que aquella se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable.

En ningún caso podrán transcurrir más de diez días entre la solicitud de tutela y su
resolución.

La ley establecerá los casos en los que la acción de tutela procede contra particulares
encargados de la prestación de un servicio público o cuya conducta afecte grave y
directamente el interés colectivo, o respecto de quienes el solicitante se halle en estado de
subordinación o indefensión”.

El Decreto 2591 de 1991 “Por el cual se reglamenta la acción de tutela consagrada en el artículo 86
de la Constitución Política” prescribe, en su artículo 6, como causal de improcedencia de la tutela que
la misma no está instituida para proteger derechos colectivos, como la paz. Sujetando, en todo caso,
su procedencia a la ocurrencia de un perjuicio irremediable, evento en el cual los ciudadanos pueden
buscar el amparo de este derecho a través de este mecanismo.

En la línea de los preceptos constitucionales y legales transcritos, en especial, de lo dispuesto en el


Decreto 2591 de 1991, la jurisprudencia temprana de la Corte Constitucional fijó una posición
hermenéutica respecto del derecho a la paz, considerándolo como un derecho colectivo y, por ende,
exigible por la vía de las acciones populares; para llegar a tal conclusión la Corte Constitucional en la
sentencia T-008 de 1992, con ponencia del magistrado FABIO MORÓN DÍAZ, utilizó los siguientes
argumentos: (i) delimitó la paz como un derecho de tercera generación que por su naturaleza requiere
el concurso de una variedad de factores para que sea efectivo; (ii) se fundamentó en dos preceptos
normativos: el primero, el artículo 88 de la Constitución Política que indica que las acciones populares
son las que garantizan los intereses y derechos colectivos, como la paz, asociando la paz a la
seguridad y, segundo, se apoya en la legislación nacional que reconoce el derecho a la paz como
colectivo, tal y como lo establece el artículo 6 del Decreto 2591 de 1991, mencionado anteriormente.

En esta sentencia la Corte Constitucional resaltó que esta clase de derechos, por su carácter
enunciativo, presenta dificultades para que se le otorgue eficacia jurídica, además, no es un derecho
natural que pueda ser exigido inmediatamente por vía tutela. Para la Corte, la categoría de aplicación
inmediata, contenida en el artículo 86 de la Constitución Política, implica que los derechos allí
establecidos no necesitan de una ley que permita su desarrollo, ámbito, este último, dentro del cual se
encuentra inmerso el derecho a la paz, que requiere de una ley que lo desarrolle, en consecuencia,
no es exigible su amparo mediante tutela, toda vez que esta acción se encuentra instituida únicamente
para la protección inmediata de derechos, inmediatez de la cual parece carecer el derecho a la paz.
Finalmente, lo define, diciendo que: “[…] por su propia naturaleza pertenece a los derechos de tercera
generación, y requiere el concurso de los más variados factores sociales, políticos, económicos e
ideológicos que, recíprocamente se le pueden exigir sin que se haga realidad por su naturaleza
concursal o solidaria”.

Sin embargo, la Corte Constitucionalmente, prontamente, acogió una progresiva posición jurídica

8
respecto de la naturaleza del derecho a la paz. Es así como, en la sentencia T-439 de 1992, con
ponencia del magistrado EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ cambió el precedente jurisprudencial
anterior y reconoció que una parte del derecho a la paz es fundamental. En esta providencia este Alto
Tribunal reconoce el papel preponderante que tuvo el derecho a la paz en la concepción de la
Constitución Política de 1991 y le agrega un ingrediente adicional y trascendental al asociarlo de
manera exclusiva con la seguridad, partiendo del principio de que la convivencia pacífica debe
convertirse en una regla necesaria para la participación democrática:

“La organización política tiene como fin primordial la convivencia pacífica. La paz fue uno
de los principales fines buscados en el nuevo consenso social, al punto de ser llamado ese
cuerpo "la Constituyente de la paz". (Intervención del constituyente Misael Pastrana Borrero
ante la Plenaria de la Asamblea Nacional Constituyente). La convivencia pacífica es un fin
básico del Estado y el móvil último de la actividad militar de las fuerzas del orden
constitucional. La paz es, además, presupuesto del proceso democrático, libre y abierto, y
condición necesaria para el goce efectivo de los derechos fundamentales. El lugar central
que ocupa en el ordenamiento constitucional llevó a su consagración como derecho y deber
de obligatorio cumplimiento. El mínimo de paz constituye así un derecho fundamental ya
que de su garantía depende la efectividad de los demás derechos civiles y políticos de la
persona”.

En otra providencia, de ese mismo año, con ponencia nuevamente del magistrado EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ, la Corte Constitucional tuteló el derecho a la paz de los accionantes, al
considerar que, en ese caso, se vulneraba este derecho por parte del accionado al imponerles medidas
de fuerza tendientes a evitar el uso de la única carretera con acceso al mar para desarrollar su labor
pesquera artesanal; aquí, nuevamente, ampara el derecho a la paz vinculándolo a la convivencia
pacífica, afectada por la fuerza que pueden imponer los particulares en sus actos. En tal sentido, dijo:

“El derecho a la paz -que a su vez es un deber de todos los colombianos -se ha visto
seriamente amenazado por el empleo de medidas de fuerza tendientes a impedir el uso del
único camino carreteable para acceder al mar, con el desconocimiento de la función social
inherente al derecho a la propiedad y al ejercicio de la libre empresa” (Sentencia
T-605 de 1992).

En la sentencia T – 102 de 1993, la Corte Constitucional señaló que el derecho a la paz se halla
estrechamente relacionado con la garantía del respeto y goce efectivo de los derechos fundamentales:

“Una característica peculiar de este derecho es el de la multiplicidad que asume su forma


de ejercicio. Es un derecho de autonomía en cuanto está vedado a la injerencia del poder
público y de los particulares, que reclama a su vez un deber jurídico correlativo de
abstención; un derecho de participación, en el sentido de que está facultado su titular para
intervenir en los asuntos públicos como miembro activo de la comunidad política; un poder
de exigencia frente al Estado y los particulares para reclamar el cumplimiento de
obligaciones de hacer”.

“La convivencia pacífica es un fin básico del Estado y ha de ser el móvil último de las
fuerzas del orden constitucional. La paz es, además, presupuesto del proceso democrático,
libre y abierto, y condición necesaria para el goce efectivo de los derechos fundamentales.
El lugar central que ocupa en el ordenamiento constitucional llevó a su consagración como

9
derecho y deber de obligatorio cumplimiento”.

Un año después, la Corte Constitucional, con ponencia del magistrado EDUARDO CIFUENTES
MUÑOZ reafirmó su precedente jurisprudencial, mediante la sentencia T-188 de 1993. En este caso,
una comunidad indígena solicitaba la protección de su derecho a la paz, aduciendo que la omisión,
por parte del INCORA, de crear unos resguardos indígenas, ponía en riesgo su vida, debido a las
presiones que estaban recibiendo para abandonar el territorio que ocupaban actualmente. Aunque en
esta providencia la Corte sigue juntando el derecho a la paz con la convivencia pacífica, tal y como lo
había hecho en la sentencia T-605 de 1992, empieza a fundar una línea jurisprudencial de
reconocimiento del derecho a la paz como derecho fundamental, al señalar que al no realizarse los
trámites necesarios para crear los resguardos solicitados por los tutelantes, se afectaban sus derechos
a la paz y a la vida, por cuanto se sometía a la comunidad a una situación de conflicto con otros
individuos que alegaban ser propietarios de ese territorio.

Mediante la sentencia T – 300 de 1995, la Corte Constitucional, con ponencia del magistrado
HERNANDO HERRERA VERGARA, admitió que cuando la vulneración del derecho a la Paz afecta
otras garantías fundamentales procede su protección.

Posteriormente, en las sentencias T-025 de 2004, con ponencia del magistrado MANUEL JOSÉ
CEPEDA ESPINOSA y T-367 de 2010, con ponencia de la magistrada MARÍA VICTORIA CALLE, la
Corte Constitucional resaltó que uno de los derechos fundamentales que podía ser violado a los
desplazados es el derecho a la paz. En la primera de estas providencias, cuando enlistó los derechos
fundamentales de los tutelantes, incluyó el derecho a la paz “cuyo núcleo esencial abarca la garantía
personal de no sufrir, en lo posible, los efectos de la guerra, y mucho menos cuando el conflicto
desborda los cauces trazados por el derecho internacional humanitario, en particular la prohibición de
dirigir ataques contra la población civil. Para la interpretación de este derecho son pertinentes los
Principios 6, 7, 11, 13 y 21 que prohíben el desconocimiento de las normas de derecho internacional
humanitario que protegen a los no combatientes”. Estos argumentos fueron ratificados por la Corte en
su providencia de 2010, referenciada anteriormente.

En la sentencia C-370 de 2006 la Corte Constitucional con ponencia del magistrado MANUEL JOSÉ
CEPEDA ESPINOSA y otros, refiriéndose al derecho a la Paz, dijo que: (i) la paz constituye uno de
los propósitos fundamentales del Derecho Internacional; (ii) es un fin fundamental del Estado
colombiano; (iii) constituye un derecho colectivo en cabeza de la humanidad, dentro de la tercera
generación de derechos; (iv) es un derecho subjetivo de cada uno de los seres humanos
individualmente considerados; y, (iv) es un deber jurídico de cada uno de los ciudadanos colombianos,
a quienes les corresponde propender a su logro y mantenimiento. Asimismo, resaltó que:

“El Derecho como delicado instrumento creado por la civilización al servicio de la


humanidad, necesariamente tiene que entenderse en función de asegurar a los asociados
la libertad y la justicia en todos los aspectos para que sea posible la convivencia pacífica.
No se trata entonces de imponer la paz por el simple acatamiento a la autoridad del Estado,
sino del establecimiento de reglas jurídicas para que éste pueda garantizar a todos la esfera
jurídica de la libertad individual de tal manera que cada uno de los asociados tenga la
garantía del respeto a sus propios derechos, de lo cual surja necesariamente la armonía
social, la que resultaría imposible si al propio tiempo ella no se edifica sobre los postulados
de la justicia.”

10
Esta sentencia constituye un precedente jurisprudencial relevante de la Corte Constitucional, por
cuanto reconoce que el derecho a la Paz no solamente es un derecho colectivo sino que
indiscutiblemente constituye un derecho fundamental. Los planteamientos esgrimidos por la Corte en
esta sentencia fueron posteriormente recogidos en la sentencia C-711 de 2011, con ponencia del
magistrado NILSON PINILLA PINILLA.

Finalmente, la Corte Constitucional, en la sentencia C-379 de 2016, con ponencia del magistrado LUIS
ERNESTO VARGAS SILVA, reconoció el carácter subjetivo e individual de la paz como derecho
fundamental. En esta providencia la Corte Constitucional precisó que:

“Existe una decidida tendencia a considerar a la paz como un derecho subjetivo de cada
persona individualmente considerada, y no exclusivamente al colectivo. Por lo mismo, este
derecho conforma un deber correlativo, también de naturaleza subjetiva y jurídica, de
buscar la paz social, deber que está a su vez vinculado con lo previsto en el artículo 95-6
C.P., en cuanto establece como uno de los deberes de la persona y del ciudadano el de
propender por el logro y mantenimiento de la paz. En ese mismo orden de ideas, la Corte
le ha otorgado a la paz, en lo que corresponde a su contenido mínimo, la condición de
derecho fundamental en tanto que de su garantía depende la efectividad de los demás
derechos”.

(…)

“Por ende, son variadas las maneras en que la Corte ha contemplado el derecho a la paz,
que integran concepciones tanto de índole colectiva como individual, así como deberes
correlativos en ambos supuestos. Así, como lo reiteran las sentencias T-102/03 y C-
370/06, “una característica peculiar del derecho a la paz es el de la multiplicidad que asume
su forma de ejercicio. Es un derecho de autonomía en cuanto está vedado a la injerencia
del poder público y de los particulares, que reclama a su vez un deber jurídico correlativo
de abstención; un derecho de participación, en el sentido de que está facultado su titular
para intervenir en los asuntos públicos como miembro activo de la comunidad política; un
poder de exigencia frente al Estado y los particulares para reclamar el cumplimiento de
obligaciones de hacer. Como derecho que pertenece a toda persona, implica para cada
miembro de la comunidad, entre otros derechos, el de vivir en una sociedad que excluya la
violencia como medio de solución de conflictos, el de impedir o denunciar la ejecución de
hechos violatorios de los derechos humanos y el de estar protegido contra todo acto de
arbitrariedad, violencia o terrorismo. La convivencia pacífica es un fin básico del Estado y
ha de ser el móvil último de las fuerzas del orden constitucional. La paz es, además,
presupuesto del proceso democrático, libre y abierto, y condición necesaria para el goce
efectivo de los derechos fundamentales.”

Precisamente, la jurisprudencia más reciente de la Corte sobre esta misma materia está
basada en supuestos análogos, enfatizándose en considerar al logro de la paz como
presupuesto fáctico de los derechos fundamentales en una sociedad democrática. El
argumento que soporta esta conclusión consiste en que el conflicto armado limita en grado
sumo las posibilidades materiales de goce de los derechos, en especial los de las víctimas
del mismo, por lo que no puede llegarse a un estándar aceptable de ejercicio democrático
de dichos derechos y, de una manera más general, de la vigencia misma del Estado

11
constitucional, sin que se supere la confrontación que afecta el mencionado núcleo mínimo
del derecho a la paz”.

Conforme a lo anterior, si bien es cierto que el Decreto 2591 de 1991 mediante el cual se reglamenta
la acción de tutela, contenida en el artículo 86 de la Constitución Política, reconoce el derecho a la paz
como un derecho colectivo, no lo es menos, que esta misma disposición establece que cuando exista
un perjuicio irremediable se puede acudir a este mecanismo para garantizar su protección y, además,
la Corte Constitucional, en su extensa jurisprudencia, también lo reconoce como un derecho
fundamental, dotado de un carácter subjetivo e individual respecto del cual los ciudadanos pueden
buscar su protección a través de la acción de tutela.

V. LOS ACUERDOS ESPECIALES DE PAZ SON NORMAS IMPERATIVAS DEL


DERECHO INTERNACIONAL

Según el Comité Internacional de la Cruz Roja, los Convenios de Ginebra de 1949 y sus Protocolos
adicionales constituyen tratados internacionales que establecen las principales normas destinadas a
limitar la barbarie de la guerra, así como a proteger a las personas, de una parte, a quienes no
participan de las hostilidades, es decir, a los civiles, al personal humanitario y a los miembros de
organizaciones humanitarias y, en segunda instancia, a quienes ya no pueden participar de los
combates, en el caso de los enfermos, náufragos y prisioneros de guerra 11. El Comité los define como:

“[L]a piedra angular del derecho internacional humanitario, es decir el conjunto de normas
jurídicas que regulan las formas en que se pueden librar los conflictos armados y que
intentan limitar los efectos de éstos. Protegen especialmente a las personas que no
participan en las hostilidades (civiles, personal sanitario, miembros de organizaciones
humanitarias) y a los que ya no pueden seguir participando en las hostilidades (heridos,
enfermos, náufragos, prisioneros de guerra). Los Convenios y sus Protocolos establecen
que se debe tomar medidas para prevenir o poner fin a cualquier infracción de dichos
instrumentos. Contienen normas estrictas en relación con las llamadas "infracciones
graves". Se debe buscar, enjuiciar o extraditar a los autores de infracciones graves, sea
cual sea su nacionalidad12”.

Los Convenios, partiendo del principio fundamental de respeto a la persona humana, disponen que
ellos mismos “se refiere[n] a la persona por su sola condición de ser humano, sin consideración de
uniforme, deber de fidelidad, raza o creencia; sin consideración incluso de los compromisos que la
autoridad de la que depende haya podido contraer en su nombre o en su favor. Herida o enferma, esa
persona tiene, como tal, el derecho a recibir los cuidados o la asistencia que ordena el respeto de la
persona humana”13.

Como antecedentes de la inclusión de los acuerdos especiales en los Convenios podemos señalar, a
grandes trazos, los siguientes:

La Cruz Roja se preocupó desde mucho tiempo atrás de socorrer a las víctimas de los conflictos
internos, quienes pueden padecer horrores que pueden llegar a ser peores a los de las guerras

11 Véase: https://www.icrc.org/es/doc/resources/documents/misc/5tdmmu.htm
12 Ibíd.
13 Ibíd.

12
internacionales. Sin embargo, en este propósito tuvo grandes dificultades, en especial, por la
tendencia de los Estados a ver a sus adversarios como “‘vulgares criminales’”, por lo que, inclusive,
hubo gobiernos que consideraron su intervención humanitaria como una ayuda indirecta a los
culpables, que son sus adversarios, o incluso “’como tentativas inamistosas de intromisión en los
asuntos internos de los Estados’”. No obstante, la insistencia de la Cruz Roja permitió que este asunto
fuera incluido en el orden del día de la X Conferencia Internacional, en 1921, y que se suscribiera una
resolución que, de una parte, disponía que las víctimas de guerras civiles y de disturbios sociales o
revolucionarias tenían derecho a ser socorridas y, de otra, fijaba los procedimientos que debían
seguirse. Esta resolución, aunque no tenía carácter convencional pudo ser utilizada tanto en la guerra
civil en el territorio plebiscitario de la Alta Silesia, en 1921, como en la guerra civil española, logrando
que las partes se comprometerían a respetar los principios del Convenio de Ginebra, en alguna
medida14.

En 1938, la XVI Conferencia Internacional de la Cruz Roja expidió una resolución mediante la cual
invitó tanto al Comité Internacional como a las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja a orientar sus
esfuerzos comunes para obtener la aplicación de los principios humanitarios contenidos en los dos
Convenios de Ginebra de 1929 y en el X Convenio de La Haya de 1907 “’en lo que se refiere al trato
debido a los heridos, enfermos y prisioneros de guerra, así como la inmunidad del personal y del
material sanitario; un trato humano para todos los detenidos políticos, su canje y, dentro de lo posible,
su liberación; el respeto de la vida y la libertad de los no combatientes; facilidades para la transmisión
de información de carácter personal y para la reunión de las familias; medidas eficaces para la
protección de los niños15’”.

En 1946, el Comité Internacional en la Conferencia Preliminar de las Sociedades Nacionales de la


Cruz Roja propuso que en los conflictos internos se invitara a las partes enfrentadas a declarar que
aplicarían los principios del Convenio, con la condición de reciprocidad. Y, aunque la propuesta fue
discreta, la Conferencia preliminar recomendó que se introdujera el principio según el cual “’En caso
de conflicto armado en interior de un Estado, todas las partes adversas aplicarán igualmente el
Convenio, a menos que una de ellas declare explícitamente que rehúsa hacerlo”16.

La Conferencia de Expertos Gubernamentales, convocada en 1947 por el Comité Internacional de la


Cruz Roja reconoció la necesidad de incluir en el convenio disposiciones que permitieran extenderlo
a la guerra civil, aunque fuera en parte. Esta Conferencia presentó un proyecto de artículo que disponía
que, en caso de guerra civil, “la Parte contratante aplicaría los principios del Convenio, con la condición
de que la parte adversa también se conformase a ellos”. Apoyado en estas opiniones, el Comité
Internacional completó el artículo 2 de sus proyectos de Convenio, con un apartado que decía: “En
cualquier caso de conflicto armado que no sea de índole internacional, en particular en los casos de
guerras civiles, conflictos coloniales o guerras de religión, que surjan en el territorio de una o varias de
las altas Partes Contratantes, todos los adversarios estarán obligados a aplicar las disposiciones del
presente Convenio. En tales circunstancias, la aplicación del Convenio no dependerá en modo alguno
del estatuto jurídico de las partes en conflicto ni tendrá efectos sobre ese estatuto”. Este proyecto se
sometió a consideración de la Conferencia Diplomática, de 1949, en la que se presentaron opiniones
diversas, se conformaron Comités y Grupos de Trabajo para su estudio y para la elaboración de
proyectos y, finalmente, en sesión plenaria se aprobó un texto según el cual tratándose de conflictos

14 Véase: https://www.icrc.org/es/doc/resources/documents/misc/5tdmmu.htm
15 Ibíd.
16 Ibíd.

13
no internacionales establece las normas y los principios humanitarios mínimos que deben aplicarse17.

Particularmente, la disposición relacionada con los acuerdos especiales exhorta a las Partes en
Conflicto a hacer lo posible para ampliar las disposiciones mínimas contenidas en ese artículo,
mediante un acuerdo bilateral, “Aunque el Gobierno legal debe esforzarse en suscribir tales acuerdos,
queda libre en cuanto a su decisión final. Además, tiene la posibilidad de estipular explícitamente que
su adhesión no implica ningún reconocimiento de la legalidad de su adversario”18. Igualmente, el
Comité Internacional de la Cruz Roja - CICR presentó una definición de las personas protegidas en
caso de guerra civil, así como del régimen que debe aplicárseles: “’Además, en caso de conflicto que
no se presente un carácter internacional, los ciudadanos del país en que tiene lugar el conflicto que
no pertenezcan a las fuerzas armadas están igualmente protegidos por el presente Convenio, de
conformidad con las disposiciones relativas a los territorios ocupados’”19.

Como resultado de lo anterior, el artículo 3 común a los cuatro Convenios de Ginebra dispone que:
“las Partes en conflicto harán lo posible por poner en vigor, mediante acuerdos especiales, la totalidad
o parte de las disposiciones del presente Convenio”. Y agrega: “La aplicación de las anteriores
disposiciones no surtirá efectos sobre el estatuto jurídico de las Partes en conflicto”.

A su turno, el artículo 6 del III Convenio, prevé que:

“Aparte de los acuerdos expresamente previstos en los artículos 10, 23, 28, 33, 60, 65, 66,
67, 72, 73, 75, 109, 110, 118, 119, 122 y 132, las Altas Partes Contratantes podrán
concertar otros acuerdos especiales sobre cualquier cuestión que les parezca oportuno
zanjar particularmente. Ningún acuerdo especial podrá perjudicar a la situación de los
prisioneros, tal como se reglamenta en el presente Convenio, ni restringir los derechos que
en éste se les otorga”.

“Los prisioneros de guerra seguirán beneficiándose de estos acuerdos mientras el


Convenio les sea aplicable, salvo estipulaciones en contrario expresamente consignadas
en dichos acuerdos o en acuerdos ulteriores, o también, salvo medidas más favorables
tomadas a su respecto por una u otra de las Partes en conflicto”.

Conforme a lo expuesto, los artículos 3 y 6 comunes se complementan, mientras que el primero tiene
por propósito proteger a las víctimas de un conflicto armado interno, el segundo, busca mejorar o, por
lo menos, mantener la situación de los prisioneros de guerra. En general, las Convenciones de Ginebra
hacen un llamado a los Estados que tengan conflictos armados internos a que celebren acuerdos
especiales que contengan compromisos humanitarios a favor no solamente de quienes participan en
las hostilidades sino de las víctimas de los enfrentamientos armados que no hacen parte del conflicto.

En tal sentido, citando a Araceli Mangas:

“Para mejorar la suerte de todas las víctimas, pero de forma muy especial la de los
combatientes capturados con las armas en la mano se insta en el art. 3 común a los
Convenios de Ginebra a que ‘las Partes contendientes se esforzarán, por otra parte, para

17 Ibíd.
18 Ibíd.
19 Ibíd.

14
poner en vigor por vía de acuerdos especiales todas o partes de las demás disposiciones
del presente Convenio’.

Esta posibilidad de acordar un régimen humanitario tan amplio como el aplicable a los
conflictos armados internacionales estaba especialmente pensado para aquellos conflictos
internos con las características de un enfrentamiento generalizado e intenso semejante al
conflicto internacional.

(…)

Es obvio que de la redacción de ese párrafo del art. 3 sólo se deduce un compromiso de
estímulo, pero no una obligación de poner en vigor todos o parte de los Convenios de
Ginebra y que la fórmula del acuerdo especial es, pues, indicativa, ya que las partes podrían
ponerlos en vigor mediante declaraciones unilaterales depositadas ante el CICR y ante el
Estado depositario de dichos Convenios (Suiza) y si sólo fuese una declaración de una de
las partes, ese organismo alentaría a la otra parte a obrar de forma similar20”.

Todavía, incluso, aunque no es obligatorio celebrar acuerdos especiales, las Convenciones


promueven que las Partes de un conflicto armado interno los suscriban. Suscritos, adquieren el
carácter de vinculantes y pueden entrar en vigor por la declaración unilateral de una de las Partes.
Entendiendo por Partes no solamente a los Estados que los suscriben sino a los actores no estatales
que los pactan, quienes son reconocidos como sujetos plenos de derecho internacional.

Sobre los participantes en el derecho internacional, Rosalyn Higgins, sostiene que:

“El derecho internacional no debe ser concebido como un cuerpo de normas sino como un
proceso particular de toma de decisiones. En este proceso, que es dinámico y no estático,
hay variedad de participantes, que hacen solicitudes a lo largo de los límites del Estado,
con el objetivo de maximizar varios valores. Las determinaciones serán tomadas por varias
autoridades, como ministerios, cortes, tribunales de arbitramento, etc. Todos estos son
participantes del proceso de toma de decisiones en el derecho internacional, por lo cual
son participantes y actores en el mismo. Así como los individuos son participantes dentro
del Estado, las organizaciones internacionales, las corporaciones multinacionales, e
incluso, los grupos no gubernamentales privados, son participantes en el derecho
internacional21”.

En consecuencia, son actores en el plano internacional, no solamente los Estados, sino, incluso, los
insurgentes, quienes pueden ser partícipes en el derecho internacional y obligarse:

“La doctrina y la jurisprudencia clásica han entendido a los Estados como los sujetos plenos
del derecho internacional, facultados para adquirir derechos y contraer obligaciones en el
plano internacional. No obstante, el avance de las relaciones internacionales y el desarrollo
progresivo del derecho internacional y en particular del Derecho Internacional de los

20 Mangas M. Araceli. CONFLICTOS ARMADOS INTERNOS Y DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO.


Ediciones Universidad de Salamanca. 1992. Páginas 84 y 85.
21 Higgins, Rosalyn. General Course on Public International Law. 1991. Pág. 81

15
Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario, ha decantado en una
ampliación y flexibilización de los conceptos clásicos de esta rama del derecho (…)

Lo anterior se ve con especial claridad en el marco del DIH, pues su aplicabilidad no se


encuentra limitada a las relaciones interestatales, sino que proyecta sus efectos
sobre los individuos y otra serie de actores no estatales, entre los que cobran especial
relevancia los grupos armados insurgentes. En ese sentido, las normas en materia de DIH
generan obligaciones erga omnes de protección sobre la población civil y de quienes se
encuentran hors de combat, sobre las cuales existe un interés legítimo, tanto de los Estados
como de los grupos armado (CICR, 2016) en los conflictos armados de carácter no
internacional, de garantizar su efectividad (Tribunal Penal Internacional para Yugoslavia,
1999) (Negrilla y subrayas propias) 22”.

Constituyen ejemplos de acuerdos especiales los suscritos entre Croacia y la República Federal de
Yugoslavia, en 1990; el Acuerdo de Intercambio Humanitario entre la guerrilla de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia – FARC-EP y el Gobierno de Colombia, en 2001, para la liberación de
soldados y policías retenidos por esa guerrilla a cambio de la entrega de subversivos procesados en
Colombia; el Acuerdo Humanitario de Cese al Fuego sobre el conflicto en Dafur, de 2004, que tuvo el
carácter de especial respecto al cese al fuego; el Código de Conducta para el Cese de las Hostilidades
entre el Gobierno de Nepal y el CPN, de 2006, cuyo propósito era el alto al fuego bilateral temporal; el
Acuerdo Integral sobre el Respeto de los Derechos Humanos y el DIH en Filipinas, de 1998, que tuvo
por fin la protección de los derechos humanos, especialmente, los de los trabajadores, campesinos y
demás gente pobre, así como afirmar y aplicar los principios del DIH para proteger a la población civil
y a quienes no participan directamente en las hostilidades, incluidas las personas privadas de la
libertad por motivos relacionados con el conflicto, establecer mecanismos y monitoreo y verificación
para su cumplimiento y preparar el camino para la suscripción de los acuerdos generales sobre
reformas económicas, sociales y políticas que asegurarán la consecución de la paz; el tratamiento
jurídico en la Revolución independentista de Argelia, en donde el gobierno provisional propuso un
acuerdo especial para proteger a la población civil, a los heridos y a los enfermos, mediante los
Acuerdos de Evian; en Yemen, con la intervención del CICR se pactó un acuerdo especial entre la
Monarquía y el Gobierno para la aplicación de las disposiciones esenciales de las Convenciones
durante los enfrentamientos que ocurrieron entre 1964 y 1965 23.

Ahora, los tratados suscritos por el Estado colombiano con otros actores son reconocidos en nuestro
ordenamiento jurídico interno, en términos de lo dispuesto en el artículo 9 de la Constitución Política,
que establece que: “Las relaciones exteriores del Estado se fundamentan en la soberanía nacional,
en el respeto a la autodeterminación de los pueblos y en el reconocimiento de los principios del
derecho internacional aceptados por Colombia”. Asimismo, bajo el entendido que las normas del DIH
reconocen la posibilidad de que grupos insurgentes sean sujetos de derecho internacional, como
quedó visto, en Colombia pueden suscribirse acuerdos especiales, en el marco del conflicto armado
interno.

22 Núñez Marín, Raúl Fernando y Claros Hernández, David Alejandro. Los acuerdos de Paz del Teatro Colón y su carácter
normativo: una aproximación desde el derecho internacional*. 2017. Pág. 29
23Núñez Marín, Raúl Fernando. Los acuerdos de Paz del Teatro Colón y su carácter normativo: una aproximación desde

el derecho internacional. 2017. Véase: https://journalusco.edu.co/index.php/pielagus/article/view/1552/3074

16
Recientemente, como resultado de las conversaciones sostenidas entre el Estado Colombiano y la
desaparecida guerrilla de las FARC que tenían por propósito terminar el conflicto armado colombiano
y alcanzar la paz, las Partes suscribieron el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la
Construcción de una Paz Estable y Duradera, el 24 de noviembre de 2016, al que le dieron el carácter
de acuerdo especial, conforme a lo previsto en el tercer parágrafo del artículo común de los Convenios
de Ginebra. Lo anterior, no solamente porque el propósito del Acuerdo Final es la terminación del
conflicto armado en Colombia y la consecuencia de la paz, sino también por cuanto contiene
disposiciones de carácter humanitario, en armonía con lo dispuesto en el artículo 3 común.

En su preámbulo el Acuerdo Final establece que:

“El presente Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz
Estable y Duradera se suscribe por el Gobierno Nacional y las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP), como Acuerdo Especial en
los términos del artículo 3 común a los Convenios de Ginebra de 1949, para efectos de su
vigencia internacional”.

El Acto Legislativo 01 de 2016 “Por medio del cual se establecen instrumentos jurídicos para facilitar
y asegurar la implementación y el desarrollo normativo del acuerdo final para la terminación del
conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”, dispone en el artículo transitorio contenido
en su artículo 4 que:

“Artículo Transitorio: En desarrollo del derecho a la paz, el Acuerdo Final para la


Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera constituye un
Acuerdo Especial en los términos del artículo 3 común a los Convenios de Ginebra de 1949.
Con el fin de ofrecer garantías de cumplimiento del Acuerdo Final, una vez éste haya sido
firmado y entrado en vigor ingresará en estricto sentido al bloque de constitucionalidad para
ser tenido en cuenta durante el período de implementación del mismo como parámetro de
interpretación y referente de desarrollo y validez de las Normas y las Leyes de
Implementación y Desarrollo del Acuerdo Final”.

A su turno, el Acto Legislativo 02 de 2017 “Por medio del cual se adiciona un artículo transitorio a la
Constitución con el propósito de dar estabilidad y seguridad jurídica al acuerdo final para la terminación
del conflicto y la construcción de una Paz Estable y Duradera”, que en su artículo 1, prescribe:

“Artículo 1. La Constitución Política tendrá un nuevo artículo transitorio así:

Artículo transitorio xx. En desarrollo del derecho a la paz, los contenidos del Acuerdo Final
para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, firmado
el día 24 de noviembre de 2016, que correspondan a normas de derecho internacional
humanitario o derechos fundamentales definidos en la Constitución Política y aquellos
conexos con los anteriores, serán obligatoriamente parámetros de interpretación y
referente de desarrollo y validez de las normas y las leyes de implementación y desarrollo
del Acuerdo Final, con sujeción a las disposiciones constitucionales”.

Adicionalmente, cuando los acuerdos especiales tienen por propósito la consecución de la paz, así
como terminar y/o reducir las consecuencias de un conflicto armado, se incorporan a las normas de
jus cogens y, por lo tanto, adquieren el carácter de imperativos, por cuanto sus efectos afectan a la

17
comunidad internacional y transcienden el territorio nacional.

Para Zlata Drnas de Clément, el jus cogens tiene su origen filosófico en el derecho natural
(jusnaturalista) y en las buenas costumbres internacionales (juspositivismo)24, por lo tanto, “[l]as
normas que poseen el carácter de jus cogens son normas de derecho internacional general de
condición especial, es decir, normas consuetudinarias o principios generales de carácter superior.
Thierry las ha calificado como normas de derecho consuetudinario, aun cuando puedan estar
contenidas en normas convencionales”25. Además, son superiores en la medida que constituyen el
sustento del andamiaje jurídico positivo y por su carácter: “constituyen derecho coactivo, compulsorio,
imperativo, absoluto, perentorio, terminante, inderogable, inmutable en esencia, pleno, que protege
bienes sociales fundamentales de una comunidad dada. Agrega, que según Mosler, “las normas de
jus cogens se caracterizan por el hecho de que su violación afecta a la comunidad jurídica internacional
como tal, puesto que aun cuando resulte que un solo Estado es el directamente afectado por una
violación a tal tipo de normas, las consecuencias son susceptibles de extenderse a la comunidad
considerada como un conjunto. Creemos, que esta visualización se concilia más bien con la idea de
violación a una obligación erga omnes que con la concepción de violación a normas de jus congens,
ya que esta última no solo ‘afecta’ a la comunidad en su conjunto (lo que puede presentar distinto
niveles de gravedad) sino que destruye las propias bases de esa comunidad”26. En cuanto a su
contenido, hay consenso “en el reconocimiento de bases imperativas en el respeto de tratados de no
agresión y la abstención de ciertos actos inhumanos en el transcurso de conflictos armados”27.

Recogiendo lo anterior, para el caso colombiano, tenemos que los acuerdos especiales de paz hacen
parte de las normas de jus cogens que, en primer lugar, por su carácter, afectan a la comunidad
jurídica internacional y se suman al derecho internacional público y, en segunda instancia, por contener
disposiciones propias del DIH, se entienden como desarrollos de la Carta Política que se incorporan
automáticamente al bloque de constitucionalidad.

Los artículos 93 y 94 de la Constitución Política, prescriben:

“ARTICULO 93. Los tratados y convenios internacionales ratificados por el Congreso, que
reconocen los derechos humanos y que prohiben su limitación en los estados de excepción,
prevalecen en el orden interno.

Los derechos y deberes consagrados en esta Carta, se interpretarán de conformidad con


los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia.

El Estado Colombiano puede reconocer la jurisdicción de la Corte Penal Internacional en


los términos previstos en el Estatuto de Roma adoptado el 17 de julio de 1998 por la
Conferencia de Plenipotenciarios de las Naciones Unidas y, consecuentemente, ratificar
este tratado de conformidad con el procedimiento establecido en esta Constitución.

24 Drnas de Clément, Zlata. LAS NORMAS IMPERATIVAS DE DERECHO INTERNACIONAL GENERAL (JUS CONGENS).

DIMENSIÓN SUSTANCIAL. Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina). Pág.
6. Véase: http://www.acader.unc.edu.1r
25 Pág. 9.
26 Pág. 12.
27 Pág. 14.

18
La admisión de un tratamiento diferente en materias sustanciales por parte del Estatuto de
Roma con respecto a las garantías contenidas en la Constitución tendrá efectos
exclusivamente dentro del ámbito de la materia regulada en él”.

“ARTICULO 94. La enunciación de los derechos y garantías contenidos en la Constitución


y en los convenios internacionales vigentes, no debe entenderse como negación de otros
que, siendo inherentes a la persona humana, no figuren expresamente en ellos”.

El bloque de constitucionalidad, conforme a nuestra jurisprudencia constitucional, consiste en “aquella


unidad jurídica compuesta ‘por normas y principios que, sin aparecer formalmente en el artículo del
texto constitucional, son utilizados como parámetros del control de constitucionalidad de las leyes, por
cuanto han sido normativamente integrados a la Constitución, por diversas vías y por mandato de la
propia Constitución. Son pues verdaderos principios y reglas de valor constitucional, esto es, son
normas situadas en el nivel constitucional, a pesar de que puedan a veces contener mecanismos de
reforma diversos al de las normas del articulado constitucional strictu sensu’”28.

Para que una norma internacional haga parte del bloque de constitucionalidad, en términos de la Corte
Constitucional, se deben satisfacer dos requisitos: (i) en el articulado constitucional debe existir una
remisión a un grupo de tratados o a uno específico; (ii) por regla general, solo hacen parte del bloque
de constitucionalidad las normas internacionales que tratan sobre derechos humanos, derecho penal
internacional y derecho internacional humanitario, así como las relacionados con los límites
territoriales de Colombia29.

Existen dos tipos de bloque de constitucionalidad, en sentido estricto y débil. El primero se refiere a
las normas que cumplan con los requisitos citados arriba, en cuyo caso, tienen la misma fuerza y
jerarquía que la Constitución Política; el segundo, se refiere a las normas que no harán parte de la
Constitución, pero serán normas parámetro de interpretación y de control de constitucionalidad 30.

El Derecho Internacional Humanitario, conforme a la jurisprudencia constitucional, es resultado, en


esencia, de las prácticas consuetudinarias incorporadas al derecho consuetudinario de los pueblos
civilizados, que hacen parte del jus congens, entendido este último, de acuerdo con lo establecido en
el artículo 53 de la Convención de Viena, de 1969, como “una norma aceptada y reconocida por la
comunidad internacional de Estados en su conjunto cono norma que no admite acuerdo en contrario
y que sólo puede modificada por una norma ulterior de derecho internacional general que tenga el
mismo carácter”31.

Los tratados internacionales de derechos humanos y DIH prevalecen en el orden interno y hacen parte
del bloque de constitucionalidad, en sentido estricto. Por lo tanto, la violación de una norma de jus
cogens constituye un “‘crimen internacional del Estado’“. Hay quienes cuestionan la noción anterior,
por cuanto consideran que el Estado no puede cometer crímenes y, en consecuencia, no puede ser

de 27 de mayo de 2016. Magistrado Ponente: LUIS ERNESTO VARGAS SILVA.


28 Corte Constitucional. Sentencia T-280A
29 Ibíd.
30 Ibíd.
31 Corte Constitucional. Sentencia C-225 de 18 de mayo de 1995. Magistrado Ponente ALEJANDRO MARTÍNEZ

CABALLERO

19
sujeto de responsabilidad penal32, no obstante, al individuo “no puede eximirse de responsabilidad,
escudándose detrás del Estado, ya que los hechos violatorios de normas de jus cogens son tan graves
que exceden la obediencia que el Estado impone al individuo. Tampoco puede el Estado eximirse de
responsabilidad por el hecho de que los individuos criminales hayan sido internacionalmente
sancionados”. Para Carrillo Salcedo “todo Estado podrá legítimamente exigir responsabilidad y si ésta
no es satisfecha, adoptar medidas sancionatorias contra el Estado al que el ilícito contra la comunidad
internacional es imputable”33. En consecuencia, como medidas propias de la responsabilidad penal
internacional de los Estados, por violaciones a las normas del jus cogens, podrán imponerse sanciones
a los Estados consistentes en reparaciones, seguridades y garantías de no repetición, además, podrán
asignarse sanciones penales a los individuos, quienes serán juzgados en el ámbito internacional34.

Para la Corte Constitucional los tratados que reconocen derechos, no solamente no pueden
suspenderse en estados de excepción, sino que, además, hacen parte del bloque de
constitucionalidad, en sentido estricto y, en consecuencia, se incorporan a las normas
constitucionales:

“[E]l único sentido razonable que se puede conferir a la noción de prevalencia de los
tratados de derechos humanos y de derecho internacional humanitario (CP arts 93 y 214
numeral 2º) es que éstos forman con el resto del texto constitucional un "bloque de
constitucionalidad" , cuyo respeto se impone a la ley. En efecto, de esa manera se armoniza
plenamente el principio de supremacía de la Constitución, como norma de normas (CP art.
4º), con la prevalencia de los tratados ratificados por Colombia, que reconocen los derechos
humanos y prohíben su limitación en los estados de excepción (CP art. 93).

Como es obvio, la imperatividad de las normas humanitarias y su integración en el bloque


de constitucionalidad implica que el Estado colombiano debe adaptar las normas de inferior
jerarquía del orden jurídico interno a los contenidos del derecho internacional humanitario,
con el fin de potenciar la realización material de tales valore35s”.

En efecto, en Colombia cuando los acuerdos especiales de paz contienen desarrollos del derecho
internacional humanitario adquieren el carácter de jus cogens y, por lo tanto, son vinculantes, además,
por hacer parte del bloque de constitucionalidad, en sentido estricto, se incorporan automáticamente
a nuestro ordenamiento jurídico interno, de conformidad con las previsiones contenidas en la
Constitución Política y en la jurisprudencia constitucional, citadas anteriormente.

Sin embargo, como lo sostiene Araceli Mangas, uno de los mayores obstáculos que presentan es la
misma actitud de los Gobiernos, que muchas veces se niegan a reconocer la existencia del conflicto
armado, y de tal manera, reconocer que lo pactado tiene por tratarse de normas del DIH el carácter
de vinculante y, por lo tanto, de jus cogens:

32 Drnas de Clément, Zlata. LAS NORMAS IMPERATIVAS DE DERECHO INTERNACIONAL GENERAL (JUS CONGENS).

DIMENSIÓN SUSTANCIAL. Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (República Argentina). Pág.
16. Véase: http://www.acader.unc.edu.1r
33 Pág. 18.
34 Pág. 19.
35 Corte Constitucional. Sentencia C-225 de 18 de mayo de 1995. Magistrado Ponente ALEJANDRO MARTÍNEZ

CABALLERO

20
“[U]no de los problemas más agudos en relación con la aplicación del Derecho Internacional
Humanitario al conflicto armado interno es la negativa de los Gobiernos a reconocer la
existencia misma del conflicto. La actitud de los gobiernos es negar que los eventuales
enfrentamientos constituyan una oposición generalizada y que los rebeldes estén
organizados militarmente: podrán aceptar que existen disturbios, alteraciones del orden,
acciones de bandidaje y terrorismo, etc., y calificarán el conjunto de acciones como actos
de delincuencia criminal común. Los gobiernos en situaciones así se aprestan a manifestar
y probar con contundentes acciones policiales que pueden mantener la ley y el orden su
territorio”36.

No obstante, como lo advierte la misma Araceli Mangas, “algunas de las actuaciones de los Estados
pueden delatar independientemente de sus declaraciones que el conflicto existe: la participación de
las fuerzas armadas para combatir y reducir a los rebeldes y la adopción de medidas legislativas y
administrativas de excepción como pueden ser el estado de sitio, de excepción o de guerra”37.

En este punto, aunque algunos Gobiernos en Colombia han pretendido desconocer la existencia del
conflicto armado interno, lo cierto es que no solamente se cumplen las condiciones que demuestran
su existencia, sino que incluso existen desarrollos normativos en nuestro ordenamiento jurídico interno
que lo reconocen, tales como la ley 1448 de 2011 “Por la cual se dictan medidas de atención,
asistencia y reparación integral a las víctimas del conflicto armado interno y se dictan otras
disposiciones”, la ley 1719 de 2014 “Por la cual se modifican algunos artículos de las Leyes 599 de
2000, 906 de 2004 y se adoptan medidas para garantizar el acceso a la justicia de las víctimas de
violencia sexual, en especial la violencia sexual con ocasión del conflicto armado, y se dictan otras
disposiciones”, así como el mismo Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de
una paz estable y duradera, de 24 de noviembre de 2016, suscrito entre el Gobierno Nacional,
precedido por el entonces Presidente de la República, JUAN MANUEL SANTOS CALDERÓN y
delegados y delegadas de la desaparecida guerrilla de las FARC-EP, así como sus desarrollos
normativos.

Llegado a este punto, los acuerdos que suscriban las Partes de un conflicto armado, sea interno o
internacional, deben cumplirse de buena fe, de conformidad, con el principio del Pacta sunt servanda,
recogido por la Constitución Política de 1991, que en su artículo 9 dispone que: “Las relaciones
exteriores del Estado se fundamentan en la soberanía nacional, en el respeto a la autodeterminación
de los pueblos y en el reconocimiento de los principios del derecho internacional aceptados por
Colombia”. Así como en la Ley 32 de 1985 “Por medio de la cual se aprueba la ‘convención de Viena
sobre el derecho de los tratados’, suscrita en Viena el 23 de mayo de 1969”.

La Corte Constitucional en la sentencia C-400 de 1998, con ponencia del magistrado ALEJANDRO
MARTÍNEZ CABALLERO, refiriéndose al alcance del Principio Pacta sunt Servanda resaltó que los
tratados no solamente deben ser formales, sino que se deben cumplir de buena fe y se debe tener la
voluntad de hacerlos efectivos. Según la Corte, los tratados deben ser cumplidos por las partes que
se obligaron como base esencial del derecho de los tratados y del funcionamiento armónico y pacífico
de la comunidad internacional:

36 Mangas M. Araceli. CONFLICTOS ARMADOS INTERNOS Y DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO. Ediciones


Universidad de Salamanca. 1992. Páginas 60 y 61.
37 Pág. 62.

21
“…Por ello la doctrina y la jurisprudencia internacional consideran que el principio de buena
fe es parte integrante de la norma Pacta sunt servanda. Este principio de que Colombia
debe cumplir de buena fe sus obligaciones internacionales tiene evidente sustento
constitucional, pues la Carta señala que las actuaciones de las autoridades colombianas
deben ceñirse a los postulados de la buena fe, norma que se aplica también a las relaciones
internacionales”.

Esta misma jurisprudencia, resalta como la Convención de Viena reconoce que los principios de buena
fe y Pacta sunt servanda son universalmente reconocidos:

“Los artículos 18 y 26 de la Convención de Viena, que consagran la observancia de buena


fe de los tratados no sólo no violan la Carta sino que armonizan plenamente con los
principios y valores constitucionales, por lo cual esas disposiciones serán declaradas
exequibles”.

Asimismo, el principio de buena fe ha sido reconocido por la Corte Internacional de Justicia, la que ha
sido clara en señalar que este principio es uno de los principios básicos del derecho internacional:

“La Corte observa que el principio de la buena fe es un principio bien establecido en el


derecho internacional. Se nota, que si bien el principio es uno de los principios básico en la
creación de obligaciones, no es en sí mismo la fuente de una obligación que de otro modo
no existiría”38.

Además, en opinión del Juez Lauterpacht, de la Corte Internacional de Justicia:

“Una resolución recomendando a un Estado Administrador un curso específico de conducta


crea algunas obligaciones legales, que, aunque rudimentarias e imperfectas, son
obligaciones legales y constituyen medidas de supervisión. El Estado en cuestión, aunque
no está obligado a aceptar la recomendación, si debe darle la debida consideración de
buena fe. Si este, habiendo tenido en consideración su responsabilidad última de ofrecer
un buen gobierno al territorio, decide descartar la recomendación, deberá explicar las
razones de su decisión. Estas obligaciones parecen intangibles o al menos nominales
frente a la discreción del Estado Administrador. Sin embargo, estas constituyen una
obligación, que ha sido reconocidas como tal por las autoridades administradoras”39.

Asimismo, en el auto 331 de 2015, la Corte Constitucional reafirmó que los principios internacionales
del Pacta sunt servanda y de la buena fe, se entienden incorporados a la Constitución Política de
Colombia y, por lo tanto, son de obligatorio cumplimiento:

“Tanto el principio del derecho interno de supremacía constitucional como los principios
internacionales del pacta sunt servanda y bona fide, son “principios fundamentales”
incorporados como tales en el título I de la Constitución Política vigente. Y la
constitucionalización de estos -y otros-principios del derecho internacional, implica que el

38 Corte Internacional de Justicia. El Camerún contra Nigeria. Caso relativo a la frontera terrestre y marítima entre El
Camerún y Nigeria. Fallo de 11 de junio de 1998.
39 Corte Internacional de Justicia, Voting Procedure on Questions relating to Reports and Petitions concerning the Territory

of South West Africa, de 7 de junio de 1955, Opinión Separada del Juez Lauterpacht. Páginas 55 y 56.

22
reconocimiento de la fuerza vinculante de los tratados internacionales de que es parte
Colombia y la buena fe en el cumplimiento de las obligaciones internacionales, son
mandatos soberanos del Constituyente. En suma, la tensión que puede surgir entre normas
constitucionales y disposiciones de los tratados -o entre el deber de aplicación prevalente
de la Constitución y el pacta sunt servanda- no es irreconciliable, en cuanto ambos se hallan
consagrados en el ordenamiento constitucional en la jerarquía de principios fundamentales.
Corresponde al intérprete autorizado de la Constitución, procurar su armonización”.

En vista de lo anterior, los acuerdos especiales que el Estado colombiano suscriba, en cumplimiento
de sus obligaciones internacionales, así como de conformidad con lo prescrito en la Constitución
Política, son vinculantes y deben acatarse de buena fe.

I. CONCEPTO DE LA VIOLACIÓN

La decisión tomada por el Presidente de la República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ, contenida en la


comunicación emitida por intermedio de la Secretaria Jurídica de la Presidencia de la República,
CLARA MARÍA GONZÁLEZ ZABALA, de 7 de mayo de 2019, de no depositar, en el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas ni en los países garantes del proceso de negociación, República
de Brasil, República de Chile, República de Cuba, República de Ecuador, Reino de Noruega y
República Bolivariana de Venezuela, los acuerdos a los que llegaron las partes en desarrollo de las
conversaciones entre el Gobierno Nacional y el Ejército de Liberación Nacional – ELN, durante estos
años de negociación y los seis ciclos de diálogos transgrede nuestro derecho fundamental a la paz,
como garantía efectiva de nuestros derechos civiles y políticos, como a continuación demostraremos:

La competencia para negociar y suscribir acuerdos de paz radica exclusivamente en el Presidente de


la República, así lo disponen los artículos 189 numeral 4 de la Constitución Política y 10 de la Ley 418
de 1997, bajo el entendido de que es el responsable de conservar el orden público en todo el territorio
nacional, así como dirigir todo proceso de paz, respectivamente. Indiscutiblemente, como lo resalta la
Secretaria Jurídica de la Presidencia de la República, CLARA MARÍA GONZÁLEZ ZABALA, en la
comunicación antes citada, la Corte Constitucional en su jurisprudencia ha sostenido que el Presidente
de la República tiene atribuida la competencia exclusiva de preservar las condiciones de paz y de
estabilidad que requiere la sociedad y el Estado y, además, es el titular de la facultad para suscribir
acuerdos con grupos armados ilegales, que tengan por propósito superar el conflicto y mantener el
orden público.

Precisamente, con ocasión de las prerrogativas arriba citadas, le solicitamos al Presidente de la


República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ que deposite u ordene, a quien corresponda, deposite los
acuerdos suscritos por las partes en la Mesa de Negociaciones entre el Gobierno Nacional y la guerrilla
del ELN. Lo anterior, con el propósito de preservar lo acordado hasta el momento, dada la decisión
por él adoptada, contenida en la resolución 003 de 2019, de cesar los efectos de la resolución 047 de
2017 expedida por el entonces Presidente de la República, JUAN MANUEL SANTOS CALDERÓN,
de instalar y desarrollar una Mesa de Diálogo entre el Gobierno Nacional y la guerrilla del ELN.
Decisión que tuvo su origen en el condenable hecho criminal perpetrado por esa guerrilla, en la
Escuela General Santander, de la Policía Nacional, ocurrido el 17 de enero de 2019, y del que
reconoció su autoría ese grupo armado ilegal.

Fundamenta su negativa de depositar estos acuerdos ante el Consejo de Seguridad de las Naciones

23
y los países garantes, en que “las conversaciones, diálogos, preacuerdos y acuerdos que se adelanten
en desarrollo de un proceso de paz son de naturaleza política y no tienen valor normativo ni vinculante
alguno, ni siquiera cuando están consolidados y suscritos por las partes”. Para respaldar esta
afirmación cita la expresión, que consideramos descontextualizada, de la Sentencia C-379 del 18 de
julio de 2016, según la cual debe: “obligatoriamente comprenderse como una decisión del ejecutivo
que contiene una política pública carente de naturaleza normativa autónoma, la cual solo adquirirá en
razón de un proceso de implementación, en todo caso posterior y basado en el acatamiento de las
previsiones constitucionales sobre producción de normas jurídicas”. Expresión, esta última, que
consideramos descontextualizada, por las siguientes razones:

Recordemos, que la Corte Constitucional en la providencia citada, con ponencia del magistrado LUIS
ERNESTO VARGAS SILVA, revisó, mediante control de constitucionalidad, el proyecto de ley
estatutaria que regula el plebiscito para la refrendación del Acuerdo final para la terminación del
conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. En esta decisión, refiriéndose a la firma de
acuerdos paz, recogió lo dicho por esa misma Alta Corte en ocasión anterior, cuando dijo que:

“[E]l Jefe de Gobierno es la única autoridad pública autorizada para firmar los acuerdos
definitivos de un proceso de paz. Al respecto se pronunció la Corte Constitucional en la
sentencia C-214 de 1993, al señalar que “el acto de firma de los acuerdos definitivos, mediante
el cual se plasman con carácter vinculante los pactos que constituyan resultado final de los
diálogos, está reservado de manera exclusiva al Presidente de la República en su calidad de
Jefe del Estado. Dada la índole del compromiso que se contrae y sus repercusiones para el
futuro de la colectividad, el contenido del acuerdo de paz no puede quedar en manos de
personas distintas a aquella que tiene a su cargo la conducción del orden público (artículo
189, numeral 4 C.N.). Se trata de decisiones de alta política reservadas, por tanto, al fuero
presidencial y que, dada su naturaleza, no son delegables. La figura prevista en el artículo 211
de la Carta no sería aplicable a ellas, en especial si se recuerda que, por mandato de la propia
norma, la delegación exime de responsabilidad al delegante, mientras que el ejercicio de las
atribuciones de los estados de excepción compromete al Presidente de la República (artículo
214-5 C.N.), precisamente por su gravedad y trascendencia.”

Conforme a lo anterior, el Presidente de la República es el encargo de firmar acuerdos de paz


vinculantes, en materia de paz, los cuales al contener decisiones políticas están reservados al fuero
presidencial. En tal sentido, el hecho de que un acuerdo de paz sea una decisión de carácter
inminentemente política, resalta su valor en cuanto a política de Estado y no como pretende hacerlo
ver la Presidencia de la República como política de gobierno. El deber del Estado, en cabeza del
presidente de la República, de propender por el logro y el mantenimiento de la paz, según el mandato
contenido en el artículo 95 numeral 6 de la Constitución Política, no puede en modo alguno ser visto
como una acción de gobierno, sino que constituye un fin esencial del Estado, y por lo tanto, las
obligaciones que contraiga producto de las acciones que adelante para la consecución de la paz, no
pueden quedar sujetas a los cambios de gobierno, sino que deben respetarse.

Equivocadamente, el Presidente de la República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ, en su comunicación de


7 de mayo pasado, adjunta a esta solicitud, sostiene que el carácter político de los acuerdos impide
que los mismas tengan, a su vez, el carácter de acuerdos especiales. Por el contrario, el carácter
político de los acuerdos permite darles a los mismos el carácter de especiales, por cuanto son
expresión de la manifestación de voluntad de las partes, en la Mesa de Diálogos, las que además

24
expresamente tuvieron la intención de darles esta connotación. Su carácter político, también descarta,
por sí mismo, la interpretación que el Presidente de la República ha querido darle a los acuerdos
alcanzados con la guerrilla del ELN, cuando señala que se trata de políticas de gobierno, cuando con
ello lo que está reafirmando es que se trata de políticas de Estado.

Como quedó visto, al Presidente de la República de Colombia, de conformidad con lo dispuesto en el


artículo 189 de la Constitución Política, le corresponde dirigir las relaciones internacionales y conservar
en todo el territorio el orden público, así como restablecerlo donde sea turbado, asimismo, de acuerdo
con lo pautado en el artículo 10 de la ley 418 de 1997, tiene la competencia exclusiva de dirigir todo
proceso de paz, por lo que quienes participen en nombre del Gobierno deberán hacerlo siguiendo sus
instrucciones. En similar sentido, es el competente para adelantar medidas eficaces para prevenir y
eliminar actos agresión y de quebrantamiento de la paz:

“[T]odos los ciudadanos y las autoridades deben adelantar medidas eficaces no sólo para
prevenir sino también para eliminar los actos de agresión y quebrantamiento de la paz. No
obstante la generalidad del deber social de "propender al logro y mantenimiento de la paz"
(C.P. art. 95-6), la rama ejecutiva es la principal responsable de cumplir con la obligación
de adelantar los medios pertinentes y necesarios para proteger la seguridad de los
habitantes del territorio nacional. En efecto, de acuerdo con el numeral 4º del artículo 189
superior, corresponde al Presidente de la República “conservar en todo el territorio el orden
público y restablecerlo donde fuere turbado” y, los alcaldes y gobernadores son agentes
del jefe de gobierno para el mantenimiento del orden público (C.P. arts. 315-2 y 303). En
tal virtud, incumbe entonces al Presidente de la República utilizar las herramientas legítimas
y necesarias para cumplir con el mandato que la Constitución le ha impuesto”40.

En desarrollo de lo anterior, el Presidente de la República puede adelantar negociaciones de paz que


deberán fundarse en los principios de buena fe y de confianza en los negociadores de ambas Partes,
como factor determinante para alcanzar la paz:

“[E]l derecho internacional público ha concebido la negociación como un método no


jurisdiccional de solución pacífica de las controversias, por medio de la cual se confía el
arreglo, principalmente, a las partes en conflicto. En tales casos, la buena fe y la confianza
en los negociadores se convierten en factores determinantes para la consecución de la
paz; lo cual, también es cierto, depende del momento histórico en que se desenvuelve el
proceso que, en consecuencia, será evaluado políticamente. En síntesis, las partes en el
conflicto interno deben valerse de los procedimientos de arreglo pacífico que sean más
adecuados a las circunstancias y a la naturaleza de la controversia”41.

En el caso en concreto, las partes, en desarrollo de las conversaciones adelantadas en la Mesa de


Diálogos entre el Gobierno Nacional y la guerrilla del ELN, pactaron compromisos basados en la buena
fe y en la confianza en los negociadores, de los que surgieron beneficios para la población civil no
combatiente. Beneficios que constituyen en su esencia la preocupación central del Derecho
Internacional Humanitario recogida en los cuatro Convenios de Ginebra de 1949 y en sus protocolos I
y II y, por lo tanto, quedaron amparados por las normas del Derecho Internacional Humanitario.

40 Corte Constitucional. Sentencia C-048 de 24 de enero de 2001. Magistrado Ponente EDUARDO MONTEALEGRE
LYNETT
41 Ibíd.

25
Normas imperativas que deben ser respetadas por no tener valor exclusivamente convencional ya que
las obligaciones surgidas se enmarcan en el Derecho Internacional General. Se trata de normas que
por definición no defienden los intereses de los Estados sino de la población civil no combatiente, por
lo tanto, sus disposiciones exigen su plena observancia, tienen el carácter de irrenunciables y, en
consecuencia, deben ser acatadas sin consideración al comportamiento que puedan asumir los
adversarios. Sobre el alcance de la norma humanitaria, Araceli Mangas, ha dicho que:

“La norma humanitaria exige su observancia cualquiera que haya sido el comportamiento
del adversario, porque el respeto a la vida humana, a los principios de humanidad que la
salvaguardan, se imponen con absoluta indisponibilidad para los contendientes. La vida
huma vale por sí y en sí misma y no puede ser confrontada a actitudes o intereses estatales.
Los dictados de la conciencia humana exigen a los Estados proteger el superior interés de
la vida y la dignidad de la persona humana porque su protección es la condición de la
existencia de la Comunidad Internacional misma, del género humano en su universalidad.
Por ello, el Derecho Internacional Humanitario es una excepción a esa regla del Derecho
Internacionales obre el cumplimiento recíproco de las obligaciones internacionales…”42.

Es decir, se trata de normas que no están sujetas a ningún tipo de reciprocidad y que no son
susceptibles de ser reglamentadas. Finalmente, es preciso resaltar que se trata de normas no
denunciables, por lo que su denuncio no produce efectos jurídicos de ningún alcance.

Siempre fue la voluntad de las partes reconocer que lo acordado alcanzaba el nivel superior de
Acuerdo Especial en atención al penúltimo inciso del artículo 3º común a los cuatros Convenios de
Ginebra. Acuerdos que se encuentran consignados en las actas en las que se recogió todo lo actuado
durante las conversaciones celebradas con el denominado Ejército de Liberación Nacional - ELN, tanto
en la República del Ecuador, como en la República de Cuba, a partir de la agenda suscrita por las
partes el 30 de marzo de 2016, en la ciudad de Quito, capital de la República de Ecuador y que están
en poder del Gobierno Nacional. Además, la mencionada agenda sigue siendo el eje conductor a partir
del cual se pueden reanudar las conversaciones de paz con el ELN, toda vez que se encuentra
amparada en el principio universal Pacta sunt servanda.

De otra parte, es del caso recordar, conforme a lo reseñado anteriormente, que las negociaciones de
paz tienen efectos no solamente de derecho interno sino internacional, porque tienen como propósito
conceder protecciones adicionales a los civiles y a las personas protegidas por el DIH en el conflicto
armado interno y buscan, además, alcanzar este propósito mediante la participación de la sociedad,
tanto nacional como internacional. Por lo tanto, los compromisos adquiridos por Colombia en desarrollo
de las discusiones y acuerdos alcanzados en la mesa de diálogos entre el Gobierno Nacional y la
guerrilla del ELN son de carácter internacional y comprometen al Estado colombiano, quien al
suscribirlos, en presencia de los países garantes, República de Brasil, República de Chile, República
de Cuba, República de Ecuador, Reino de Noruega y República Bolivariana de Venezuela y con el
acompañamiento permanente de la Organización de las Naciones Unidas, válido su consentimiento
de obligarse con lo pactado, siendo su deber cumplirlos de buena fe. Además, fueron firmados por
representantes acreditados por el Estado colombiano, en el marco de las competencias y atribuciones
conferidas, entre otras, en la resolución 047 de 2017 expedida por el entonces Presidente de la
República, JUAN MANUEL SANTOS CALDERON, mediante la cual se instaló la Mesa de Diálogos.

42Mangas M. Araceli. CONFLICTOS ARMADOS INTERNOS Y DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO. Ediciones


Universidad de Salamanca. 1992. Pág. 141.

26
Pretender desconocer lo pactado, aduciendo que se trata de políticas de gobierno y no de Estado,
constituye una negación a las reglas del Derecho Internacional Humanitario y del principio universal
Pacta sunt servanda. Del mismo modo, afirmar que el acuerdo no tiene valor normativo, desconoce
que lo acordado constituye un desarrollo constitucional, por cuanto contiene normas propias del DIH,
así como medidas que tienen por propósito proteger a la población civil afectada por el conflicto
armado, en tal sentido, se entiende incorporado automáticamente a nuestro ordenamiento jurídico.

Lo pactado entre el Gobierno Nacional y la guerrilla del ELN, durante las conversaciones de la Mesa
de Diálogos, contiene acuerdos temáticos generales, que desarrollan facultades constitucionales
expresas del Presidente de la República, que no requieren de la existencia de una ley previa. A
diferencia de los compromisos adquiridos por las partes en el proceso de paz con las desaparecidas
Fuerzas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo, FARC-EP, en donde se pactó en la
agenda y fue aceptado “el principio nada está acordado hasta que todo esté acordado” (agenda
General para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, VI, 10),
este principio no fue previsto en los diálogos con la guerrilla de la ELN, ni fue incluido en la agenda
que hizo posible el proceso. En consecuencia, los avances de las negociaciones conllevan,
consecuentemente, la obligación de acatar lo pactado y de dar cumplimiento, de manera automática,
acatando el principio universal del Pacta sunt servanda.

Dentro de los acuerdos pactados podemos resaltar los siguientes: (i) poner en marcha la Comisión
aprobada en la Mesa que tiene por propósito alcanzar lo que se denominó “Acuerdo humanitario YA
para el Chocó”; (ii) adelantar el desminado en 3 sectores definidos del departamento de Nariño; (iii)
garantizar, proteger y desarrollar derechos adquiridos por la ciudadanía en virtud de lo acordado sobre
participación activa de la sociedad civil en el proceso de paz. Por lo tanto, tratándose de acuerdos de
paz que buscan, entre otros propósitos, garantizar la vida y la seguridad de los colombianos, es
imperativo que el Estado colombiano cumpla con lo acordado y, en consecuencia, el Presidente de la
República, como Jefe de Estado, deposite ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y los
países garantes los acuerdos pactados, para enseguida proceder a su implementación.

El ‘Acuerdo humanitario YA para el Chocó’ fue impulsado, desde agosto de 2017, por organizaciones
étnico territoriales del departamento del Chocó, así como por la Mesa de Diálogo y Concertación de
los Pueblos Indígenas de Chocó y movimientos de víctimas y de mujeres y llevado a la mesa de
conversaciones entre el Gobierno Nacional y la guerrilla del ELN43.

Este acuerdo contiene siete exigencias: (i) desmonte de grupos armados ilegales; (ii) respecto a la
autonomía territorial, a las autoridades étnicas y a los lugares sagrados; (iii) ponerle fin a la instalación
de minas antipersonal; (iv) frenar el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes; (v) acabar con los
asesinatos y desapariciones forzadas; (vi) suspender las acciones que ocasionan desplazamientos,
confinamientos y restricciones a la movilidad; (vii) cesar la siembra de cultivos de uso ilícito y
actividades mineras ilegales44.

El desminado en Chocó que se encuentra “a cargo de la Brigada de Desminado Humanitario en


Quibdó y Carmen de Atrato, mientras que en Tadó será responsabilidad de la Organización Civil de
Desminado Humanitario Ayuda Popular Noruega (APN). Además de la intervención de ambas

43 Véase: https://verdadabierta.com/balance-del-acuerdo-humanitario-ya-choco-revela-profundiza-crisis-avances/
44 Ibíd.

27
organizaciones, desde el pasado 25 de septiembre se definió construir la denominada ruta
departamental de víctimas, que incluye la formación en Educación en el Riesgo de Minas (ERM) a
32 comunidades del pueblo Wounaan del Bajo Baudó, Riosucio, Litoral de San Juan y Bajo San
Juan45”.

En reiteradas ocasiones la Defensoría del Pueblo ha llamado la atención de las autoridades públicas
respecto de la presencia de minas antipersonales en este Departamento. Mediante la AT 015-18
recomienda a la Dirección Nacional para la Atención integral contra Minas Antipersonales, al Ministerio
de Defensa Nacional y demás autoridades competentes: “…tomar las medidas pertinentes que
permitan constatar la presunta existencia de campos minados y municiones sin explotar MAP-MUSE,
en inmediaciones del centro urbano de Santa Rita, cabecera municipal, como también en otros
corregimientos y veredas del municipio de Río Iró”. la En la AT 019-18, la Defensoría del Pueblo
recomienda “Priorizar acciones en los territorios colectivos de resguardos indígenas de los municipios
de Riosucio y Carmen del Darién para llevar a cabo procesos de erradicación de minas antipersonal,
desminado humanitario e implementar programas de prevención de acciones por AEI y MAP y MUSE”.
Asimismo, en la AT 25-18, llama la atención de la Dirección Nacional para la Atención Integral contra
Minas Antipersonales, al Ministerio de Defensa Nacional y demás autoridades competentes para que
tomen: “las medidas pertinentes que permitan constatar la presunta existencia de campos minados y
municiones sin explotar MAP-MUSE en la zona del Alto Andágueda del municipio de Vagado”. En la
AT 027-18 nuevamente alerta sobre la necesidad de “Priorizar acciones en los territorios colectivos de
resguardos indígenas de los municipios de Riosucio y Carmen del Darién para llevar a cabo procesos
de erradicación de minas antipersonal, desminado humanitario e implementar programas de
prevención de accidentes por AEI y MAP Y MUSE”. La AT 069-18 recomienda a: “la Dirección Nacional
para la Atención integral contra Minas Antipersonales, al Ministerio de Defensa Nacional y demás
autoridades competentes tomar las medidas pertinentes que permitan constatar la presunta existencia
de campos minados y municiones sin explotar MAP-MUSE en inmediaciones de la comunidad
indígena de Santa Marta de Curiche, como también en otros corregimientos y veredas del municipio
de Juradó”. Finalmente, en la AT 073-18, recomienda “A la Dirección Nacional para la Atención integral
contra Minas Antipersonales, al Ministerio de Defensa Nacional y demás autoridades competentes
tomar las medidas pertinentes que permitan constatar la presunta existencia de campos minados y
municiones sin explotar MAP-MUSE en la zona rural del municipio de Tadó y sobre o al margen del
eje vial”.

Lo anterior, evidencia indiscutiblemente que el “Acuerdo humanitario YA para el Chocó”, alcanzado en


el marco de las negociaciones entre el Gobierno Nacional y la guerrilla del ELN exige su cumplimiento
de buena fe por parte del Gobierno Nacional, porque con lo pactado se pueden salvar vidas en esta
zona del país, tan gravemente afectada por la violencia. No obstante, tras la ruptura de los diálogos
decretada por el Presidente de la República, esta guerrilla opera ahora en el 75% del territorio
chocoano y tiene cuatro veces más integrantes que hace dos años. A lo que se suma la presencia, en
el territorio, de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, el narcotráfico, la pobreza extrema, entre
otros factores46.

En similar sentido, se pactó el desminado en 3 sectores definidos del departamento de Nariño, con el
propósito de salvar vidas y, en general, adelantar acciones humanitarias en esta zona del país, que al

45 Véase: https://www.elespectador.com/noticias/nacional/inicia-proceso-de-desminado-humanitario-en-choco-articulo-
724209
46 Véase: https://verdadabierta.com/balance-del-acuerdo-humanitario-ya-choco-revela-profundiza-crisis-avances/

28
igual que el departamento de Chocó ha sido afectado extraordinariamente por el conflicto armado.

En la Alerta Temprana de Inminencia No. 004 de 2018, la Defensoría del Pueblo le recomendó “A la
Gobernación de Nariño, a la Alcaldía de Tumaco y a la Unidad para la atención y Reparación Integral
a las Víctimas y todas las autoridades competentes diseñar una estrategia de formación sobre
comportamientos seguros a la población civil donde se sospeche la existencia de campos minados o
con existencia de artefactos explosivos improvisados, con el objetivo de reforzar las acciones que
ayuden a identificar los peligros por la presencia de estos artefactos y reducir el riesgo de accidentes
por esta causa”. Asimismo, en mayo de 2018, mediante la Alerta Temprana de Inminencia No. 044, la
Defensoría del Pueblo le recomendó “a las Fuerzas Militares en articulación con la DAICMA verificar
la existencia de minas antipersonales (MAP) y municiones abandonadas sin explotar (MUSE) y realizar
las labores de descontaminación y prevención en articulación con las comunidades advertidas”.

De otra parte, la sociedad, en sus más diversas expresiones, presentó propuestas sobre el mecanismo
de participación, para abordar el punto 1 de la agenda, en las audiencias preparatorias que se
realizaron en Tocancipá, entre el 30 de octubre y el 16 de noviembre de 2018. En estas audiencias se
contó con la participación de representantes de “voceros de pequeños mineros, jóvenes, plataformas
de paz, movimientos sociales; organizaciones étnico-territoriales, agrarias y de víctimas; sindicatos,
centros de pensamiento, universidades, empresas del sector minero -energético y líderes sociales de
Santander, el sur de Bolívar, Chocó y Nariño”. Los aportes de la sociedad tuvieron por propósito,
además, concretar la agenda de negociación con la guerrilla del ELN, en los puntos 2 y 3, de
“Democracia para la Paz“ y “Transformaciones para la Paz”47. En consecuencia, las propuestas
presentadas por la sociedad civil resultan de especial importancia, no solamente porque constituyen
valiosos aportes desde la sociedad en el punto de participación de la agenda, sino que además sirven
de fundamento para los puntos 2 y 3 de las negociaciones.

En estas circunstancias, se requiere por parte del Presidente de la República, IVÁN DUQUE
MÁRQUEZ, que conduzca sus acciones al restablecimiento de la confianza del conjunto de la
sociedad, así como a la protección de sus valores fundamentales y los principios democráticos.
Confianza que podrá alcanzarse, entre otras medidas, respetando los acuerdos pactados por el
Estado colombiano, a través de sus representantes, con la guerrilla del ELN, en la mesa de
negociaciones, en los que la misma sociedad ha participado, con el propósito de alcanzar la paz y
superar el conflicto armado en Colombia.

Todavía más, los acuerdos alcanzados en la Mesa de Diálogos entre el Gobierno Nacional y la guerrilla
del ELN traspasaron las fronteras de los Estados y tienen efectos no solo para Colombia, sino también
para la región y, en general, para el mundo. Sus actuaciones no solamente involucraron a las Partes
en la Mesa, sino también a otros actores, del orden internacional, como la República de Brasil,
República de Chile, República de Cuba, República de Ecuador, Reino de Noruega y República
Bolivariana de Venezuela que fungieron como garantes, así como a Naciones Unidas, quien
acompañó de manera permanente el proceso.

En conclusión, para que los acuerdos suscritos entre el Gobierno Nacional y la guerrilla del ELN,
adquieran carácter vinculante no se requiere que las Partes hayan firmado un acuerdo final, tampoco
que todos los temas a desarrollar en la agenda hayan concluido. Es suficiente la manifestación de

47 Véase: https://verdadabierta.com/sociedad-civil-construye-modelo-de-participacion-en-la-mesa-con-el-eln/

29
voluntad de las partes, hecha en la Mesa de Diálogos, de cumplir lo hasta ahora pactado, para que
sea inminente su observancia, tenga implicaciones internacionales, sea vinculante para las partes y
se incorpore automáticamente en nuestro ordenamiento jurídico interno. Además, por cuanto lo
pactado tuvo por propósito acabar con el conflicto armado y la consecución de la paz y es desarrollo
de las normas del Derecho Internacional Humanitario, tiene la misma fuerza legal que los Convenios
de Ginebra, incorporados a nuestro ordenamiento jurídico mediante la Ley 5 de 1960. Por lo tanto, no
es necesaria ninguna solemnidad para que se ejecute lo pactado y, en consecuencia, no se requiere
de una ley previa ni de ratificación por parte del Estado, para que el Presidente de la República de
cumplimiento al deber imperativo contenido en lo hasta ahora acordado entre el Gobierno Nacional y
el Ejército de Liberación Nacional.

II. REQUISITOS DE PROCEDENCIA DE LA ACCIÓN DE TUTELA

En este acápite presentaremos los argumentos jurídicos que justifican la procedencia de esta acción
de tutela, por su relevancia, la titularidad de la acción, por la inmediatez, y por la subsidiaridad e
idoneidad de este recurso judicial, como único mecanismo para garantizar el amparo de nuestro
derecho fundamental.

1. RELEVANCIA CONSTITUCIONAL DE LA CUESTIÓN QUE SE DISCUTE

La decisión del presidente de la República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ de abstenerse de depositar ante
el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y ante los países República de Brasil, República de
Chile, República de Cuba República de Ecuador, Reino de Noruega y República Bolivariana de
Venezuela, como garantes del proceso de negociación entre el Gobierno Nacional y la guerrilla del
ELN, los documentos que contienen los avances y acuerdos a los que se llegaron durante estos años
de negociaciones, así como su negativa a implementarlos, pone en riesgo nuestro derecho a la paz,
como garantía efectiva de nuestros derechos civiles y políticas.

2. TITULARIDAD DE LA ACCIÓN. LEGITIMACIÓN EN LA CAUSA POR ACTIVA Y POR PASIVA

La jurisprudencia de la Corte Constitucional ha dispuesto como uno de los requisitos mínimos de


ejercicio de este recurso judicial, la legitimidad en la causa por activa, la cual tiene por propósito
garantizar que los ciudadanos tengan interés directo y particular respecto de la acción de tutela que
se impetra. En el presente caso se configura nuestra titularidad para ejercer esta acción, dada nuestra
condición de ciudadanos colombianos, defensores de la paz y de los derechos humanos y por cuanto
fuimos facilitadores de la mesa de conversaciones entre el gobierno nacional y el Ejército de Liberación
Nacional -ELN, designados por quien fuera entonces Jefe de Estado y presidente de la República,
JUAN MANUEL SANTOS CALDERON.

De conformidad con lo anterior y amparados en el artículo 86 de la Constitución Política y el Decreto


2591 de 1991 que lo reglamenta, acudimos a este Tribunal con el fin de interponer acción de tutela en
contra del presidente de la República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ, por violación de nuestro derecho
fundamental a la paz, que vemos amenazados por su decisión de no depositar ante el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas y los países garantes del proceso de negociación entre el Gobierno
Nacional y la guerrilla del ELN, los acuerdos hasta ahora pactados, así como su negativa a dar
cumplimiento a los mismos. Lo anterior, teniendo además como soporte lo dicho por la Corte
Constitucional, que en reiteradas providencias ha reconocido el carácter de derecho fundamental de

30
la paz, como garantía efectiva de nuestros derechos civiles y políticas.

El derecho a la paz tiene una faz individual y otra colectiva. En cuanto a su dimensión individual, la
Declaración de Estambul, de 1969, “’declara que el ser humano tiene derecho a disfrutar de una paz
duradera’”, además, la Resolución 5/XXXII de 1976, de la Comisión de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas ha reafirmado que toda persona tiene derecho a vivir en condiciones de paz y
seguridad internacional48. En consecuencia, son titulares del derecho a la paz, tanto la persona
humana, actuando individualmente o en grupo, y los pueblos 49.

En la sentencia C-370 de 2006, antes citada, este Alto Tribunal reconoció la noción de paz “como
derecho y deber de obligatorio cumplimiento” y afirmó que está constituida por: (i) un propósito
fundamental de todos los Estados y del mismo Derecho Internacional Público contemporáneo; (ii) Un
fin por antonomasia del Estado colombiano; (iii) Un derecho colectivo de toda la humanidad, hoy
derecho jus cogens; (iv) Un derecho subjetivo de cada uno de los seres humanos individualmente
considerados; (v) Un deber jurídico constitucional de cada uno de los ciudadanos colombianos,
quienes deben propender por su logro y mantenimiento.

Por lo tanto, como poseedores de nuestro derecho subjetivo a la paz, en nuestra calidad de defensores
de la paz y los derechos humanos y como facilitadores que fuimos del proceso de negociaciones entre
el Gobierno Nacional y la guerrilla del ELN, tenemos INTERÉS DIRECTO Y PARTICULAR para
solicitar su amparo.

Cómo se explicó arriba, la jurisprudencia constitucional reconoce el derecho a la paz como un derecho
fundamental, que se encuentra estrechamente relacionado con la garantía del respeto y goce efectivo
de los derechos fundamentales. Es así como, desde el año 1995 se ha autorizado en sede
constitucional, su protección en los casos en que afecte otras garantías fundamentales.

Asimismo, como se expuso extensamente la inacción de las autoridades genera graves


consecuencias en la vida e integridad del conjunto de la sociedad colombiana, en tanto, la autoridad
pone en riesgo la construcción de una paz estable y duradera, afectando subjetiva e individualmente
nuestros derechos civiles y políticos, lo cual nos lleva a buscar su protección a través de la acción de
tutela.

Finalmente, bajo los parámetros constitucionales, legales y jurisprudenciales en el presente caso, se


encuentra configurada nuestra titularidad e interés legítimo para impetrar esta acción que tiene por
propósito exigir del Estado colombiano, en cabeza del Presidente de la República, como jefe de
Estado, dé cumplimiento a las obligaciones que ha contraído, en el marco de las negociaciones
adelantadas entre el Gobierno Nacional y la guerrilla del ELN, para la superación del conflicto y la
consolidación de la paz.

Ahora, en lo que respecta a la legitimación en la causa por pasiva, está acreditado que fue el
presidente de la República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ, a quien le dirigimos nuestra petición de 14 de
marzo de 2019, y quien es el competente para dar respuesta a la misma, en términos de lo dispuesto
en los numerales 2 y 4 del artículo 189 de la Constitución Política y el artículo 10 de la ley 418 de

48 Olmos, María Belén. EL DERECHO A LA PAZ A LA LUZ DEL DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO
CONTEMPORÁNEO. Pág. 93 a 94. Recuperado de: http://www.corteidh.or.cr/tablas/r27926.pdf
49 Pág. 94

31
1997.

3. INMEDIATEZ

El artículo 86 de la Constitución Política prevé que la acción de tutela puede interponerse “en todo
momento y lugar”, por lo que la Corte Constitucional ha dicho que no puede establecerse un término
de caducidad para su ejercicio. Sin embargo, también ha dicho que bajo el entendido que la
satisfacción de este requisito debe analizarse teniendo en consideración un plazo razonable y las
circunstancias del caso en concreto:

“La inmediatez es un principio orientado a la protección de la seguridad jurídica y los


intereses de terceros, y no una regla o término de caducidad, posibilidad opuesta a la
literalidad del artículo 86 de la Constitución. La satisfacción del requisito debe analizarse
bajo el concepto de plazo razonable y en atención a las circunstancias de cada caso
concreto. Esa razonabilidad se relaciona con la finalidad de la acción, que supone a su vez
la protección urgente e inmediata de un derecho constitucional fundamental”50.

Visto lo anterior, tenemos que, en este caso, las conductas violatorias de nuestro derecho fundamental
de Paz, ocurrieron el 7 de mayo de 2019, cuando la Secretaria Jurídica de la Presidencia de la
República, CLARA MARÍA GONZÁLEZ ZABALA, dio cumplimiento al fallo de Tutela, proferido el 3
de mayo de 2019, por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, señalando que el presidente de la
República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ, no depositará ante el Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas y ante los países República de Brasil, República de Chile, República de Cuba República de
Ecuador, Reino de Noruega y República Bolivariana de Venezuela, como garantes del proceso de
negociación, los documentos que contengan los avances y acuerdos a los que se llegaron durante
estos años de negociación y los seis ciclos de diálogos que se surtieron entre Colombia y el ELN, ni
tampoco dará cumplimiento a los mismos, esta solicitud de tutela cumple con el requisito de inmediatez
exigido por instaurarla.

4. SUBSIDIARIEDAD E IDONEIDAD DE LA ACCIÓN DE TUTELA

El artículo 86 de la Constitución Política, en su inciso 3, dispone que: “solo procederá cuando el


afectado no disponga de otro medio de defensa judicial, salvo que aquella se utilice como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable”. A su turno, el Decreto 2591 de 1991, en el numeral 1
del artículo 6, prevé que la acción de tutela no procede “cuando existan otros recursos o medios de
defensa judiciales, salvo que aquélla se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable. La existencia de dichos medios será apreciada en concreto, en cuanto a su eficacia,
atendiendo las circunstancias en que se encuentre el solicitante”.

En este caso, la acción de tutela es el medio idóneo y adecuado, para evitar que se prolongue la
vulneración de nuestro derecho fundamental a la paz, como garantía efectiva de nuestros derechos
civiles y políticas, por cuanto no existe en el ordenamiento jurídico otro recurso judicial que obligue al
Presidente de la República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ, a depositar ante el Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas y ante los países República de Brasil, República de Chile, República de Cuba
República de Ecuador, Reino de Noruega y República Bolivariana de Venezuela, como garantes del

Corte Constitucional. Sentencia T-246 de 30 de abril de 2015. Magistrada Ponente: MARTHA VICTORIA SÁCHICA
50

MÉNDEZ.

32
proceso de negociación, los documentos que contengan los avances y acuerdos a los que se llegaron
durante estos años de negociación y los seis ciclos de diálogos que se surtieron entre Colombia y el
ELN, así como a implementarlos. En consecuencia, para lograr la protección de nuestro derecho
fundamental a la paz, la acción de tutela es el medio judicial idóneo y efectivo para lograr su
restablecimiento.

Al respecto es preciso señalar que la acción de tutela es el único medio para evitar que se concrete la
vulneración de nuestro derecho fundamental a la paz, por cuanto no existe en el ordenamiento jurídico
otro recurso judicial que obligue al Presidente de la República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ, a depositar
estos acuerdos y, en consecuencia, a cumplir de buena fe lo pactado.

No es procedente, a su vez, emplear otras acciones constitucionales, como la de cumplimiento,


contenida en el artículo 87 superior y reglada por la ley 393 de 1997 y la ley 1437 de 2011, en su
artículo 146, por cuanto el procedimiento de la acción de tutela es más idóneo y efectivo para
garantizar la protección de nuestro derecho fundamental a la paz.

III. PRETENSIONES

Le solicitamos su Señoría, con fundamento en las razones de hecho y de derecho expuestos, se


acceda a las siguientes pretensiones:

Se ampare nuestro derecho fundamental de la paz, como garantía efectiva de nuestros derechos
civiles y políticas y, como consecuencia de lo anterior, se ordene al presidente de la República, IVÁN
DUQUE MÁRQUEZ, deposite ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y ante los países
República de Brasil, República de Chile, República de Cuba República de Ecuador, Reino de Noruega
y República Bolivariana de Venezuela, como garantes del proceso de negociación, los documentos
que contengan los avances y acuerdos a los que se llegaron durante estos años de negociación y los
seis ciclos de diálogos que se surtieron entre Colombia y el ELN y de cumplimiento a lo pactado por
las Partes, hasta el momento, que contengan desarrollos constitucionales referidos al DIH, a la
protección de la sociedad civil, así como a la garantía de sus derechos.

IV. PRUEBAS

Solicitamos respetuosamente se decreten y practiquen las siguientes pruebas:

1. Pruebas DOCUMENTALES que se aportan con este escrito:

1.1 Copia de petición de 23 de enero de 2019, suscrita por IVÁN CEPEDA CASTRO y ÁLVARO
LEYVA DURÁN, dirigida al Alto Comisionado para la Paz, MIGUEL CEBALLOS ARÉVALO, en dos
(2) folios.

1.2 Copia de comunicación de 11 de febrero de 2019, suscrita por la secretaria jurídica de la


presidencia de la República, CLARA MARÍA GONZÁLEZ ZABALA y el Alto Comisionado para la Paz,
MIGUEL CEBALLOS ARÉVALO, en dos (2) folios.

1.3 Copia de petición de 14 de marzo de 2019, suscrita por IVÁN CEPEDA CASTRO y ÁLVARO
LEYVA DURÁN, dirigida al presidente de la República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ, con sus

33
correspondientes anexos, en ocho (8) folios.

1.4 Copia de comunicación de 5 de abril de 2019, suscrita por la secretaria Jurídica de la Presidencia
de la República, CLARA MARIA GONZÁLEZ ZABALA, en dos (2) folios.

1.5 Copia de la sentencia de tutela de primera instancia, proferida el 3 de mayo de 2019, por el Tribunal
Administrativo de Cundinamarca, en ocho (8) folios.

1.6 Copia de la comunicación suscrita por la Secretaria Jurídica del Departamento Administrativo de
la Presidencia de la República, mediante la cual da cumplimiento al gallo de tutela de 3 de mayo de
2019 del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, en doce (12) folios.

2. Pruebas de OFICIO:

2.1 Se oficie con destino al Presidente de la República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ, para que arrime al
proceso, copia íntegra de la agenda, actas de relatoría y demás documentos que contengan los
avances y acuerdos a los que se llegaron durante estos años de negociación y los seis ciclos de
diálogos que se surtieron entre Colombia y el ELN.

V. COMPETENCIA

Este Tribunal es competente para conocer, en primera instancia, de esta solicitud de tutela, de acuerdo
con lo pautado en los artículos 86 de la Constitución Política y 37 del Decreto 2591 de 1991. Así como
de conformidad con lo prescrito en el artículo primero del decreto 1983 de 2017, que dispone, en lo
pertinente, que:

“3. Las acciones de tutela dirigidas contra las actuaciones del Presidente de la
Republica, del Contralor General de la Republica, del Procurador General de la Nación,
del Fiscal General de la Nación, del Registrador Nacional del Estado Civil, del Defensor del
Pueblo, del Auditor General de la Republica, del Contador General de la Nación y del
Consejo Nacional Electoral serán repartidas, para su conocimiento en primera
instancia, a los Tribunales Superiores de Distrito Judicial o a los Tribunales
Administrativos” (Negrilla propia).

VI. NOTIFICACIONES

El presidente de la República, IVÁN DUQUE MÁRQUEZ, en la Presidencia de la República, en la


Carrera 8 No. 7-22/24. Casa de Nariño. Bogotá D.C. Conmutador: 5629300-3822800.

Recibimos notificaciones en la Carrera 7 No. 8-68. Oficina 636B - 638B. Edificio Nuevo del Congreso.
Bogotá. Teléfono: 3824416. De igual forma, en los correos electrónicos: alvaroleyvaduran@gmail.com
e ivancepeda7@hotmail.com

VII. JURAMENTO

De conformidad con la previsión contenida en el artículo 37 del Decreto 2591 de 1991, manifestamos
bajo la gravedad del juramento que no hemos interpuesto otra acción similar por los mismos hechos

34
y derechos.

Del Señor Juez,

ÁLVARO LEYVA DURÁN IVÁN CEPEDA CASTRO


C.C. No. 17.064.362 C.C. No. 79.262.397

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