LITERATURA DE LA ILUSTRACIŁN
ron a interesarse por la fuerza de las pasiones. Nació así
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Sapere aude! (–Atrévete a saber!). Kant
Francisco de Goya: El parasol
La literatura de la Ilustración se desarrolló en Europa y parte
de América durante el siglo XVIII. En España pasó por tres fases:
reacción contra el Barroco, Neoclasicismo y Prerromantis-
cismo.
1. La Ilustración y el Siglo de las Luces
La Ilustración fue un movimiento emprendido por intelectuales
que decidieron pensar libremente, sin someterse a las doctrinas
religiosas, ni a las creencias supersticiosas de la gente ignorante,
ni a los dictados de los políticos.
Esta corriente nació en Francia en el siglo XVIII, al que se llamó
el Siglo de las Luces por el deseo que tenían los ilustrados de
que la razón iluminase (o sea, arrojase luz y claridad) todos los
aspectos de la vida: la Ciencia, el Arte, la Educación, la Política,
las relaciones humanas, etc. De ese movimiento surgió una obra
ejemplar: la Enciclopedia.
El afán de estudio e investigación de los ilustrados hizo posible
que España se crearan algunas de las principales instituciones
culturales. Muchas de ellas siguen existiendo en nuestros días,
como la Biblioteca Nacional, el Museo del Prado, el Jardín Bo-
tánico, la Real Academia Española, la Real Academia de la His-
toria, etc.
2. Etapas de la literatura ilustrada
¾ En un primer momento aparecieron obras y autores que
mostraban una clara reacción contra el Barroco.
¾ Luego triunfó plenamente el equilibrio de los clásicos,
basado en la recuperación de la cultura y el arte de la
Grecia y la Roma antiguas. Se abrió así la etapa conoci-
da como Neoclasicismo, con gustos e ideas proceden-
tes de Francia que se extendieron por toda Europa.
¾ Finalmente, los escritores y artistas buscaron una mayor
presencia en sus obras de la sinrazón y las emociones.
Dejaron de preocuparse por el didactismo y comenza-
el Prerromanticismo.
3. Reacción contra el Barroco
En el siglo XVIII algunos escritores seguían conservando el estilo
y la mentalidad del siglo XVII, como en el caso de Torres Villa-
rroel.
Pero un grupo de escritores e intelectuales decidieron recuperar
el buen gusto, la sencillez y la elegancia de los clásicos, es decir,
el gusto propio de la época clásica, muy distinto al del barroco.
Estos escritores eran llamados "afrancesados" porque copiaban
modas, temas y reglas de escribir que estaban triunfando en la
literatura francesa.
Los tres escritores que protagonizaron esta reacción contra el
barroco fueron Fray Benito Feijoo, Ignacio Luzán y José Francis-
co Isla.
4. Neoclasicismo
Los escritores de mediados del siglo XVIII rechazaron definiti-
vamente los gustos barrocos, y se lanzaron a imitar lo que se
hacía en Francia e Italia. Fue así como entró en España plena-
mente el Neoclasicismo.
El Neoclasicismo fue la corriente artística, literaria y cultural
que dominó en Europa durante la mayor parte siglo XVIII. Sus
principales representantes fueron los artistas y escritores france-
ses e ingleses, aunque en España e Inglaterra también se impuso
con fuerza.
Los neoclásicos defendían la vuelta a la elegancia, la sencillez y
la claridad de la literatura clásica (la de griegos y romanos).
Defendieron un arte y una literatura de gran claridad, iluminada
por la razón y el pensamiento libres, no por los sentimientos y
las ideas religiosas.
Como cualquier obra de arte, una obra literaria tenía que ser,
según el gusto neoclásico, sencilla y didáctica, es decir, educati-
va. Por ello, el Neoclasicismo fue un período muy pobre en lo
que se refiere a la prosa de ficción (novelas y cuentos), pero bri-
llante en cuanto a ensayos, estudios e informes, donde el autor
analizaba la realidad y proponía soluciones.
El escritor neoclásico estaba obligado a cumplir reglas muy
rigurosas. De hecho, se consideraba que era un mal escritor
quien no cumplía esas normas tan rígidas.
4.1. Poesía rococó
A principios del siglo XVIII, surge un espíritu que adelgaza,
populariza y llena de gracia y encanto los presupuestos barrocos,
sin olvidarlos. Este arte delicado y musical será conocido como
rococó. Su presencia en la arquitectura andaluza es muy notoria.
La poesía del salmantino José Iglesias de la Casa es una clara
muestra de poesía rococó.
4.2. Poesía neoclásica
Las poetas neoclásicos tenían que expresarse en un estilo senci-
llo y claro, con un lenguaje que pudiera ser entendido por todo
el mundo. Esto suponía un claro rechazo a la oscuridad y com-
plejidad de la poesía barroca.
En general, el poeta debía ocultar sus propios sentimientos, al
menos los más profundos. Por ello, la poesía neoclásica suele
tratar temas propios de la lírica clásica greco-latina. Se pusie-
ron de moda, por ejemplo, las anacreónticas, poemillas graciosos
y sencillos que alababan la vida natural de los pastores.
Los poetas neoclásicos españoles pueden agruparse en dos escue-
las: la escuela salmantina y el grupo madrileño.
¾ La escuela salmantina se formó en el último tercio del
siglo XVIII, cuando coincidieron en Salamanca grandes
poetas neoclásicos. Los poemas de esta escuela alababan
la vida en el campo, en un ambiente lleno de paz y
amor.
El principal autor de la escuela salmantina es Juan Me-
léndez Valdés.
¾ El grupo madrileño fue otro grupo muy destacado de
poetas neoclásicos, que solían reunirse para hablar de
poesía y de otros temas literarios. Una de las principales
características de este grupo fue su gusto por las fábulas.
Las dos grandes figuras de este grupo madrileño fueron Nicolás
Fernández de Moratín y su hijo Leandro. Los dos grandes escri-
tores de fábulas de la poesía española son Tomás de Iriarte y
Félix María de Samaniego.
4.3. Teatro neoclásico
Las normas del teatro neoclásico obligaban a separar, como en el
teatro griego de la Antigüedad, la tragedia y la comedia. La
tragedia no debía contener elementos cómicos, y la comedia
tenía que ser comedia pura, sin mezcla de ingredientes trágicos.
Tanto tragedia como comedia debían cumplir una función
didáctica (o sea, educar al espectador). Esta era una regla básica
de los ilustrados: cualquier obra de arte tenía que ser útil, ayudar
a mejorar la sociedad.
Además, todas las obras neoclásicas debían respetar la regla de
las tres unidades: cada obra debía contar solo una historia
principal (unidad de acción), que tenía que ocurrir en el plazo de
un día (unidad de tiempo) y en un único lugar (unidad de espa-
cio).
Las gran figura del teatro neoclásico fue Leandro Fernández de
Moratín, autor de la más perfecta comedia neoclásica: El sí de
las niñas.
Piezas de gran aceptación, que aún hoy se leen gustosamente, por
su encanto y comicidad, fueron los sainetes, dignos herederos
de la tradición representada por Lope de Rueda, Cervantes o
Quiñones de Benavente. Sus principales cultivadores son el ma-
drileño D. Ramón de la Cruz y el gaditano Juan Ignacio Gonzá-
lez del Castillo
4.4. Prosa neoclásica
Los neoclásicos tenían la obligación de escribir obras útiles para
la sociedad. Por eso los escritores en prosa del siglo XVIII se
alejaron de la ficción para dedicarse sobre todo al ensayo y el
estudio crítico.
José Cadalso y Vázquez, además de espléndido poeta y brillan-
te autor teatral, fue también una de las figuras más destacadas de
la prosa neoclásica. En su obra Cartas marruecas analizó las
costumbres y la sociedad de su tiempo, prestando atención a la
cultura, la política, la educación, la economía, el lenguaje, etc.
Otros prosistas neoclásicos destacados fueron Gaspar Melchor de
Jovellanos y José Clavijo y Fajardo.
5. Prerromanticismo
A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, algunos escritores
nuevos y otros neoclásicos que ya se habían cansado del Neocla-
sicismo empezaron a interesarse por la nueva sensibilidad que se
observaba en Europa. Muchos autores ingleses, franceses y ale-
manes rechazaban ya el espíritu ilustrado y la corriente neoclási-
ca, para anunciar con sus obras (y con su nueva forma de ver la
vida) un movimiento totalmente contrario: el Romanticismo.
Estos autores que introdujeron gustos, temas y aspectos formales
propios del Romanticismo fueron denominados prerrománti-
cos.
Los rasgos más destacados de esta nueva corriente son:
¾ Gusto por el sentimiento y la pasión
¾ Rechazo del equilibrio y el orden, incluso en las des-
cripciones y los paisajes
¾ Afán de libertad en los temas y, sobre todo, en las for-
mas
Los principales autores prerrománticos fueron: José Cadalso,
Nicasio ˘lvarez Cienfuegos, José Marchena y Alberto Lista.
Los autores prerrománticos situaron sus obras en lugares y am-
bientes menos serenos: tormentas, noches oscuras y misteriosas,
tempestades marinas, cementerios y lugares tétricos, etc.
Otros autores de la escuela poética sevillana del siglo XVIII
pueden adscribirse al Prerromanticismo, al igual que los men-
cionados Marchena y Lista: Félix José Reinoso y José María
Blanco White, autor asimismo de bellísimos poemas en lengua
inglesa.
Frente a la sencillez y naturalidad de los neoclásicos, los prerro-
mánticos pusieron nuevamente de moda la frase la larga y com-
plicada, las palabras altisonantes y grandiosas.
Goya: El sueño de la razón produce monstruos