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La obra La secreta obscenidad de cada día estrenada en el año 1984, en plena

dictadura militar Chilena, escrita por el reconocido dramaturgo y psiquiatra Marco


Antonio De la Parra, quien actúa y dirige junto a León Cohen, arrastra con ella,
una historia y una determinada experiencia, que el público hoy en día no puede
ignorar.
Esto se debe a los 35 años que han transcurridos desde su estreno, la experiencia
de la obra, se ve completa cuando la vivencia se comparte con el público, es por
esto que el presente análisis presta atención a la respuesta de la audiencia que
presenció el hecho teatral en el 2019.

Es posible identificar dos tipos de espectadores que se encontraban presentes en


la sala de teatro Finis Terrae el día 22 de marzo de 2019, aquellos que
posiblemente asistieron a la obra en 1984, es decir en plena dictadura militar,
estos se caracterizan por ser un colectivo histórico marcado por experiencias que
los llevaron a ser cómplices del espectáculo, debido a todo lo que significaba
asistir al teatro en ese contexto histórico, entendiendo que los agentes represores
del estado eran encargados de censurar cualquier ideología de izquierda, y en su
totalidad el teatro estaba impregnado de esta, sin mencionar que el mismo
dramaturgo de la obra fue previamente censurado por su obra Lo crudo, Lo cocido
y Lo Podrido, teniendo que escribir casi en clave y manejando con maestría el uso
de la metáfora en La secreta obscenidad de cada día.

El segundo tipo de espectador es la generación que perfectamente podrían ser


hijos de los contemporáneos de la obra, es decir los milenials, aquellos que
rechazan al padre, pero buscan empatizar con el hecho histórico que significó la
dictadura, y de alguna manera ser parte de él , pertenecer y entender el arte que
surgió en esta época, pero al tener una gran brecha temporal, su reacción al
observar esta pieza es totalmente distinta a la de sus “padres” debido a la
información previa que tienen del mismo acontecimiento teatral. Sin embargo se
puede apreciar en el espectador una diferencia en su forma de percibir la obra,
dependiendo de cada generación, debido a que la recepción de los públicos no es
la misma. Es decir, basándose en su contexto, experiencia, entre otras, su
horizonte de expectativas cambiaria. Tal como lo explica Jauss, en su texto como
un concepto esencial en la Estética de la recepción.

“Este horizonte comprende lo que el lector espera de su lectura de una


obra. Para Jauss se trata de [...] un sistema referencial, objetivable, de
expectativas que surge para cada obra, en el momento histórico de su
aparición, del conocimiento previo del género, de la forma y de la temática
de la obra, conocidos con anterioridad así como del contraste entre
lenguaje poético y lenguaje práctico". (Sanchez, 2005)

Una dramaturgia excelente, pero lo más llamativo, montada con su elenco original,
eso es lo que hoy nos llama, unos van a recordar, otros van a buscar en las
arrugas de los intérpretes y sus voces gastadas la historia que se perdieron,
comprobar la grandeza de esta obra, por qué lo que les llegó fueron promesas de
una pieza histórica imperdible.
BIBLIOGRAFÍA

Sanchez, A. (2005). “De la Estética de la Recepción a una estética de la


participación”. Ciudad de México: Relecciones.

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