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Introducción:
Hoy continuaremos hablando de la amargura y el resentimiento, los cuales, tal como vimos en la clase
pasada, son pecados que van de la mano. Éstos son sentimientos sumamente perjudiciales y
peligrosos ya que afectan nuestra relación con Dios y lastiman el cuerpo de Cristo, que es la iglesia.
Hoy aprenderemos cuáles son las consecuencias de la amargura y cómo librarnos de ella.
Cabe recordar que la amargura y el resentimiento, suelen tener su origen en una herida u ofensa.
Algo que probablemente hemos intentado pasar por alto, pero que al no ser sanada, no nos permite
ser libres del dolor o el enojo. Cuando no logramos superar esta situación, o no queremos perdonar al
ofensor, esa herida “se infecta” con resentimiento y amargura.
Podemos amargarnos aún con Dios al no poder aceptar situaciones que nos tocan vivir. Hay gente que
termina amargada “con la vida”, porque no puede aceptar su realidad y se resiente, en vez de confiar
en que el Señor aún en medio de lo que vive, o de lo que ha vivido, sigue teniendo pensamientos de
bien para ella, y quiere darle paz y alegría a pesar de todo.
1. El Espíritu amargo impide que la persona entienda los verdaderos propósitos de Dios
en determinada situación:
Es posible que la amargura lleve a conceptos equivocados de Dios Padre. La amargura no
puede ver el amor de Dios, sino que ve a Dios como un juez que está tratando de
castigarlo.
2. No justificarnos pensando que tenemos “razones” para sentirnos así. No por ello deja
de ser pecado.
4. Hablar a solas y con sinceridad con la persona que nos ofendió y abrirle nuestro
corazón.
5. Pedirle perdón a la persona si hemos pensado mal de ella, o hablado mal de ella con
otros.
3. ¿Recordás hasta los más íntimos detalles de un evento que sucedió hace tiempo?
6. ¿Te sucede que al leer la Biblia casi inconscientemente aplicás la Escritura a otros en
vez de a vos mismo?
Año 2015
Iglesia “Rey de Reyes”
Pastores Claudio y Betty Freidzon