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Facultad de Filosofía y Letras

Universidad Nacional Autónoma de México

“La continuidad del Eros celeste y el Eros vulgar que se presenta en el Banquete y en el
Fedro de Platón”

García Arriola Kenya María

Grupo 1101

15 de Diciembre de 2017
Introducción

En la presente investigación, se abordará el tema del amor en el pensamiento de


Platón. Más específicamente, la relación entre el Eros vulgar y el Eros celeste que se
presenta en los Diálogos de dicho autor. Se tomarán en cuenta, específicamente, el Fedro y
el Banquete, pues son los textos que recogen ideas relevantes para el tema en cuestión.

Este tema supone una gran importancia debido a la influencia que tienen, en los
Diálogos, estos dos seres en el hombre y en la naturaleza. Es gracias a ellos que se puede
entender el comportamiento y las pasiones amorosas de los hombres.

El tema de la relación entre ambos Eros ha sido abordado por diversos intérpretes, los
cuales dividen sus opiniones respecto al tema. Mientras unos de ellos aseguran que existe
una ruptura entre los dos Eros, otros, en cambio, sugieren que puede observarse una
continuidad de éstos en los Diálogos platónicos.

De esto se sigue que el problema a tratar sea precisamente este: ¿Existe una ruptura o
una continuidad entre el Eros vulgar y el Eros celeste? La respuesta tentativa que se ofrece
ahora y que tratará de demostrarse en el presente trabajo, es que existe una relación de
continuidad entre ambos Eros. De ahí que el objetivo principal de esta investigación sea
precisamente demostrar dicha continuidad. Para lograr esto, servirán los siguientes
objetivos particulares: 1) Exponer cómo es que se diferencian los dos Eros, es decir, cuál es
la naturaleza de cada uno y las características que los distinguen. 2) Explicar la forma en
que ambos Eros influyen respectivamente en los hombres, dejando en claro que hay un
notable contraste en este aspecto. 3) Demostrar la manera en que la influencia de los dos
Eros puede generar armonía en todo aquello en lo que influya. 4) Exponer la forma en que,
a través de argumentos expuestos en los Diálogos platónicos, se deja ver un constante paso
de un Eros al otro.

La manera en que se desarrollará el trabajo será la siguiente: En primer lugar, se expondrá


una explicación en la que se defina los conceptos centrales del tema. Después de esto, se
procederá a hacer un contraste y una relación entre aquellas características que resulten
2
distintas de los conceptos ya mencionados. Finalmente, se explicarán las pruebas
fundamentales que defiendan la tesis principal del trabajo, el cual, concluirá cuando se
obtengan pruebas sólidas que sustenten la hipótesis planteada.

3
Para hablar de los diferentes Eros que se describen en los Diálogos de Platón, es
necesario, antes que nada, entender por qué se distinguen, así como explicar en qué
consisten dichas diferencias. Para esto, es necesario recurrir a un pasaje del Banquete en el
que se explica claramente, la naturaleza de esta distinción:

Todos sabemos, en efecto, que no hay Afrodita sin Eros. Por consiguiente, si Afrodita fuera una,
uno sería también Eros. Mas como existen dos, existen también necesariamente dos Eros. ¿Y
cómo negar que son dos las diosas? Una, sin duda más antigua y sin madre, es hija de Urano, a la
que por esto llamamos también Urania; la otra, más joven, es hija de Zeus y Dione y la llamamos
Pandemo. En consecuencia, es necesario también que el Eros que colabora con la segunda se
llame, con razón, Pandemo y el otro Uranio.1

Siendo esta la naturaleza de los dos Eros respectivamente, puede observarse a simple
vista, atendiendo a la ideología que predominaba en la Grecia antigua, en la que se
consideraba al hombre por naturaleza, más importante, bello e inteligente que la mujer,
entender por qué uno se considera celeste; con características divinas y virtuosas, y el otro,
vulgar, propio del amor efímero. Pues el Eros que es concebido por medio de la relación
hombre-mujer, es el que se considera vulgar, mientras del celeste, se dice: “El otro [Eros],
en cambio, procede de Urania, que, en primer lugar, no participa de hembra, sino
únicamente de varón […]. De aquí que los inspirados por este amor se dirijan precisamente
a los masculino, al amar lo que es más fuerte por naturaleza y posee más inteligencia.”2

Así como la diferencia de la naturaleza de ambos Eros, es sumamente marcada,


también se expone en los Diálogos, cómo la influencia de los mismos en los hombres,
generan comportamientos distintos en ellos y los llevan a cometer acciones completamente
opuestas entre sí. De la influencia del Eros vulgar se dice: “el que ya no es novicio o se ha
corrompido […], dado al placer, pretende como un cuadrúpedo, cubrir y hacer hijos, y muy
versado ya en sus excesos, ni teme ni se avergüenza de perseguir un placer contra
naturaleza.”3 De esto se puede entender que la influencia que tiene el Eros vulgar en los
hombres, es de tipo carnal, pues buscan siempre los placeres pasajeros, contrarios a su

1
Banquete, 180d.
2
Ibid, 181e.
3
Fedro 250e.

4
naturaleza, así como engendrar hijos carnales. En cambio, el comportamiento humano que
se genera bajo la influencia del Eros celeste, es de naturaleza virtuosa: “si vence la mejor
parte de la mente, que conduce a una vida ordenada y a la filosofía, transcurre la existencia
en felicidad y concordia, dueños de sí mismos, [los amantes] llenos de mesura, subyugando
lo que engendra la maldad en el alma, y dejando en libertad a aquello en lo que lo excelente
habita”.4 Se entiende, entonces, que el Eros celeste genera entre los hombres, amor basado
en la razón y es propio de aquellos quienes practican la filosofía y buscan constantemente
la virtud.

Una vez entendida esta distinción, es muy fácil interpretar, a simple vista, que, así
como la diferencia entre los dos Eros es muy marcada, también sea de la misma manera, la
concepción que Platón tenía de los mismos; esto es, que exista una ruptura entre el Eros
celeste y el Eros vulgar en la ideología platónica del amor. Sin embargo, es necesario
considerar el hecho de que la influencia de Eros, no sólo se limita a los hombres, sino que
también tiene una gran influencia en la naturaleza en general y, si se examina más
detenidamente, es posible darse cuenta de que, así como se menciona en diferentes
Diálogos, todo en la naturaleza se genera a partir de la interacción de los contrarios.5

Siguiendo el razonamiento anterior, es posible afirmar que la discordia que presentan


tanto el Eros vulgar como el Eros celeste, puede, a su vez, generar armonía entre los
elementos en los que influya cada uno de ellos. Esto debido a que el alcance de Eros es tan
grande que llega a influir tanto en la música:

La armonía, ciertamente, es una consonancia, y la consonancia es un acuerdo; pero un acuerdo a


partir de cosas discordantes es imposible que existan mientras sean discordantes y, a su vez, lo que
es discordante y no concuerda es imposible que armonice. Justamente como resulta también el
ritmo de lo rápido y lo lento, de cosas que en un principio han sido discordantes y después han
concordado. Y el acuerdo en todos estos elementos lo pone aquí la música. 6

Como también en la medicina: “Pues la medicina es, para decirlo en una palabra, el
conocimiento de las operaciones amorosas que hay en el cuerpo en cuanto a repleción y

4
Ibid, 256a-b.
5
Esta idea se expone en Fedón, 72a-b.
6
Banquete, 187b-c.

5
vacuidad.”7 Se sigue de esto, que al interactuar elementos discordantes, los cuales están
bajo la influencia del Eros vulgar (es precisamente por esto que son discordantes), se
genere el caos; en el caso de la medicina, la enfermedad; en el caso de la naturaleza se dice
lo siguiente: “Cuando en las estaciones del año prevalece el Eros desmesurado, destruye
muchas cosas y causa un gran daño. Las plagas, en efecto, suelen originarse de tales
situaciones y, asimismo, otras muchas y variadas enfermedades entre los animales y las
plantas.”8 Pero este caos, atendiendo al argumento de los contrarios, no sería posible sin la
existencia de la armonía, y viceversa. Es posible decir, entonces, que el Eros vulgar
necesita del Eros celeste, pues los dos coexisten tanto en el hombre, como en la naturaleza
en general, y es también por ello que los dos, deben aplicarse en cualquier arte.

Es necesario, sin embargo, enfatizar la importancia que tiene el Eros vulgar, puesto
que la del Eros celeste es clara: armonizar elementos contrarios y generar en los hombres
un amor fundamentado en la razón y en la virtud. De la importancia del Eros vulgar, un
claro ejemplo se da en la medicina: “El [Eros] de Polimnia es el vulgar, que debe aplicarse
cautelosamente a quienes uno lo aplique, para cosechar el placer que tiene y no provoque
ningún exceso […] de suerte que se disfrute del placer sin enfermedad.”9

Es así como es posible observar que para el funcionamiento de las artes, así como de la
naturaleza, sea necesaria la influencia de ambos Eros. Esto debido a que no se puede
generar armonía si no hay elementos opuestos que hayan sido antes, discordantes.

Un punto importante a considerar en la concepción del amor para Platón, es la manera


en que se relaciona el amor carnal con la inmortalidad, pues es interesante el hecho de que
algo que a simple vista parezca tan vulgar y carente de toda virtud, como lo es el amor
carnal, pueda, en algún momento, llegar a ser partícipe de lo divino, como lo es lo inmortal.
Sin embargo, para Platón, esto es posible gracias a la belleza, pues es gracias a ésta que es
posible la procreación: “La naturaleza mortal busca, en la medida de lo posible, existir
siempre y ser inmortal. Pero sólo puede serlo de esta manera: por medio de la procreación,

7
Ibid, 186c.
8
Ibid, 188a-b.
9
Ibid, 187c.

6
porque siempre deja otro ser nuevo en lugar del viejo.”10, “cuando lo que tiene impulso
creador se acerca a lo bello, se vuelve propicio y se derrama contento, procrea y
engendra.”11 Es interesante resaltar este punto, pues de alguna manera, puede decirse que el
Eros vulgar, el cual es partícipe del amor carnal, puede llegar a encarnarse con la idea de
inmortalidad, a través de la procreación del hombre. De esta manera, si la inmortalidad
tiene que ver con lo divino y el Eros celeste participa de esto, es posible afirmar, entonces,
que existe una continuidad entre los dos Eros en este aspecto.

Otro punto importante en relación a los dos Eros y su continuidad, puede observarse en
la concepción platónica de la belleza en sí y la forma en que es posible alcanzar la misma.
Es posible considerar este punto el de mayor relevancia para el tema que nos interesa, pues
es a través de éste, que se deja ver más claramente esta continuidad.

La manera en que se puede vislumbrar la belleza en sí, según Platón, se da a través de


un proceso:

Ésta es justamente la manera correcta de acercarse a las cosas del amor o de ser conducido por
otro: empezando por las cosas bellas de aquí y sirviéndose de ellas como de peldaños ir
ascendiendo continuamente, en base a aquella belleza, de uno solo a dos y de dos a todos los
cuerpos bellos y de los cuerpos bellos a las bellas normas de conducta, y de las normas de
conducta a los bellos conocimientos, y partiendo de éstos terminar en aquel conocimiento que es
conocimiento no de otra cosa sino de aquella belleza absoluta, para que conozca al fin lo que es la
belleza en sí.12

Es así como, a partir de esta escala erótica, es posible identificar otra prueba de continuidad
entre ambos Eros, pues precisamente se menciona que para poder llegar a presenciar la
belleza en sí, tiene que partirse del amor hacia las cosas de aquí, es decir, hacia los cuerpos
bellos. Esto se puede entender como el amor carnal, del cual, el Eros vulgar es partícipe.
Este paso es fundamental para poder empezar el proceso, pues es necesario partir de lo más
simple.

10
Ibid 207d.
11
Ibid, 206d.
12
Ibid 211b-c.

7
Después, se dice que es necesario amar los bellos conocimientos; esto es, ser filósofo.
Como se mencionó anteriormente, el Eros celeste es partícipe del amor recto, aquel que
consiste en amar, basándose en la razón y en la filosofía.

Como se deja ver en este razonamiento, no es posible para el alma del hombre, llegar a
contemplar la belleza en sí, si no se parte del amor carnal, y, a continuación se llega,
gracias a éste, al amor del conocimiento. Dicho en otras palabras, no es posible concebir la
belleza en sí, si no se entiende que para llegar al Eros celeste, es necesario pasar por la
influencia del Eros vulgar. De ahí que sea imposible la idea de que exista una ruptura entre
los dos Eros. Sean estos, argumentos suficientes para demostrar la continuidad entre el Eros
vulgar y el Eros celeste.

8
Conclusiones

La presente investigación, tuvo como objetivo, como ya se ha expuesto, demostrar la


continuidad que representa en los diálogos de Platón, el Eros vulgar y el Eros celeste. Para
esto, se conformó una estructura en la que, en primer lugar, se definió la razón se hace una
distinción entre los dos Eros, asimismo, se explicó la naturaleza de los mismos. Se
concluyó, de esto, que el Eros vulgar es el que acompaña a la Afrodita, hija de Zeus y
Dione, y el Eros celeste, compañero de la Afrodita, hija sólo de Urano.

Gracias a la explicación anterior, fue posible identificar por qué el Eros vulgar los es
del amor carnal y efímero, mientras que el Eros celeste, lo es del amor fundamentado en la
razón. Esto fue sumamente importante, pues de esta forma, fue posible entender cómo es
que cada uno de los Eros influya en el hombre de distinta manera. Así como también se
explicó la posibilidad de que los elementos influidos por ambos Eros, puedan armonizar.

Después de esto, se expusieron los argumentos que se consideraron bases sólidas para
la demostración de la continuidad de Eros.

Fue así como, a través de esta estructura, fue posible demostrar y fundamentar la tesis
central de la investigación.

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Bibliografía

PLATÓN, “Banquete” en Diálogos III. trad., introd., pról., y notas de Carlos García Gual,
est., introd., de Antonio Alegre Gorri.
Madrid, Gredos, 2010. 185 – 287 p.p. (Grandes pensadores).

PLATÓN, “Fedón” en Diálogos III. trad., introd., pról., y notas de Carlos García Gual, est.,
introd., de Antonio Alegre Gorri.
Madrid, Gredos, 2010. 609 – 691 p.p. (Grandes pensadores).

PLATÓN, “Fedro” en Diálogos III. trad., introd., pról., y notas de Carlos García Gual, est.,
introd., de Antonio Alegre Gorri.
Madrid, Gredos, 2010. 309 – 413 p.p. (Grandes pensadores).

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