Es importante puntualizar que a lo largo de la historia humana, todo modo de producción o
formación económico - social, siempre ha descansado en una determinada concepción del mundo, en una determinada filosofía de vida. Esto se ha dado en todos los modos de producción clásicos, desde el Comunismo Primitivo hasta el Socialismo, haciendo mención incluso de otros modos de producción a los que hace alusión Carlos Marx en su “Formaciones Económicas Precapitalistas” ( 1 857 - 58) como son el asiático, antiguo, germánico y eslavo. En la antigüedad, en la antigua Grecia, se llega por ejemplo a la Democracia, siendo el eje de la sociedad la misma “polis”, de modo que la existencia del hombre tiene sentido en relación a este todo. Durante el medioevo y por influencia del Cristianismo es que la persona humana adquiere importancia propia, esto debido a que se la concibe con un valor propio y único como creatura hecha a imagen y semejanza de Dios, el hombre llega a ocupar así el lugar central del mundo físico. Sin embargo la idea de “individuo” no se manifiesta a plenitud, debido a que sus derechos y atributos son por gracia divina y no por su individualidad. Es a partir, y desde el surgimiento del capitalismo que la persona humana y el término “individuo” asume una dimensión muy singular, por cuanto todo gira o se circunscribe en el sujeto como individualidad. Esto se presenta durante todas las revoluciones burguesas, desde el siglo XVIII e inclusive hasta la actualidad. De modo que el Liberalismo y Neoliberalismo desde que surgieron como formas de gobierno la incorporaron como uno de sus pilares fundamentales. El hombre o más propiamente el individuo en el centro del sistema vigente. Se habló siempre de derechos y valores sociales, pero todos ellos subordinados a los individuales. Se expresan ideas, por los ideólogos del capitalismo, que la única economía viable, en el sentido de garantizar el progreso y la posibilidad de bienestar para los hombres, es la economía de mercado y, que la misma requiere la preeminencia y la autonomía del individuo, es decir la plena libertad individual, todo esto implica también el papel del Estado, el cual debe ser básicamente un árbitro entre las acciones de los individuos; desde la perspectiva filosófica el punto básico de esta teoría es su modo de concebir al individuo. El individuo es concebido como un ente en sí y que actúa fundamentalmente para sí, alrededor de él hay cosas y otros individuos, pero todo esto se convierte sólo en un conjunto de medios para sus propios objetivos e intereses. Desde que surgió el Imperialismo como fase superior del Capitalismo se han ido incorporando dentro del lenguaje sociológico, económico, político, cultural, educativo y filosófico terminologías como Neoliberalismo, Globalización o Mundialización, con el fin de encubrir su propia esencia de carácter imperialista, reaccionario y antihistórico. Como corriente de pensamiento, el neoliberalismo comienza a configurarse en los años 40 del pasado siglo con la obra El Camino de la Servidumbre de Friedrich Hayek. En este texto, Hayek propone una confrontación directa contra cualquier imitación de los mecanismos del mercado por parte del Estado, denunciada como una amenaza letal a la libertad no sólo económica, sino también política. El objetivo principal de este autor era combatir al Keynesianismo y a la solidaridad reinante, preparando las bases para un capitalismo más duro y libre de reglas para el futuro. Después de tres décadas de su deambular por los ámbitos académicos, los sectores dominantes del poder político lo comienzan a asumir y lo pondrán en práctica en las principales naciones del capitalismo industrializado. Estos sectores vieron en la nueva doctrina la posibilidad de operativizar los programas de “ajuste” y reestructuración necesarias para salir de la crisis de acumulación del régimen fordista y, por ende, su función como salvataje del sistema en su conjunto. Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania fueron los países que asumieron con mayor dinamismo el proceso de reestructuración política y económica que llevó paulatinamente a la derechización de gran parte del mundo en las décadas de los 80 y los 90. Nos encontramos así ante un verdadero proyecto hegemónico de escala planetaria. La respuesta neoliberal es simplista y engañosa; promete más mercado cuando, en realidad, es en el propio mercado donde se encuentran las raíces de la exclusión y la desigualdad. Es en el mercado donde la exclusión y la desigualdad se reproducen y se amplían. El neoliberalismo nada nos dice acerca de cómo actuar contra las causas estructurales de la pobreza; por el contrario, él actúa intensificándolos. La “globalización” no es más que un nuevo rótulo que asume la ya tan conocida transnacionalización de la economía que hoy somete a la política y a la cultura en todos sus matices. El discurso de la “globalización” construye un imaginario que introyecta la ilusión de un “mundo mejor” en el cual hay una pseuda libertad, consumismo, hedonismo y búsqueda constante y supuestamente posible de una “mejor calidad de vida” por un camino individualista. El modelo económico en que se enmarca la mundialización posee los mismos fundamentos liberales del capitalismo clásico. De hecho, es ese el modelo por excelencia del capitalismo, el que más plenamente expresa su esencia. Basado en la idea de que cada individuo debe convertirse en un agente productivo atendiendo únicamente a sus propios intereses individuales y que, por consiguiente, debe dejar de ser preocupación y ocupación de la sociedad, el liberalismo o el neoliberalismo - su versión más contemporánea y extrema - dictan a todos más menos el siguiente patrón de conducta: “cada uno atiéndase a sí mismo y así estará mejor atendido”. De tal forma, cualquier percance social será de la exclusiva responsabilidad de los individuos involucrados, y no del sistema ni de sus instituciones. Así se deja de manera ex profeso fuera del control social los asuntos asociados tanto a la vida general de la especie como a la vida concreta de cada individuo. La mundialización, en suma, entraña una serie de características particulares que la convierten en lo que podríamos calificar como una nueva forma de imperialismo. Por otro lado es importante precisar que este fenómeno del Neoliberalismo, la Globalización y la llamada “Competencia” también están muy presentes en el campo educativo, por ser éste una de las mejores formas de la conciencia social, de las cuáles hace uso el imperialismo para mantener y reproducir su sistema económico-social. El término “competencias” aplicado a la educación se ha convertido rápidamente en un soporte fundamental de la estrategia del neoliberalismo pedagógico. Si se revisa cierta documentación al respecto, originada en los más diversos lugares del mundo, se encuentra una increíble repetición de ese vocablo. Lo emplean en EE.UU, en la Unión Europea, en los países de Europa del Este, en América Latina, en el sudeste asiático y donde nos imaginemos. Cabe mencionar que, en términos educativos, la utilización del término “competencias” es muy reciente. La primera vez que se empleó fue en 1992 en EE.UU, cuando la Secretaría de Trabajo de ese país conformó una comisión de expertos que elaboró un documento titulado Lo que el trabajo requiere de las escuelas. Nótese que el informe fue elaborado por la Secretaría de Trabajo, y no por la Secretaría de Educación, lo que muestra desde un principio quién determina la importancia de las “competencias”. En ese documento, se señala que el sistema educativo debe proporcionar un conjunto de destrezas para que los estudiantes enfrenten los retos del mundo del trabajo. El neoliberalismo en el mundo escolar habla de “oportunidad comercial” : asume la educación como nuevo campo de mercadeo, como la última gran área del gasto público en cada país que hasta ahora ha sido marginalmente privatizada. Privatización y comercialización son las claves que convierten la educación en mercancía y, por ello mismo, en engendradora de ganancias para intereses privados, sin considerar las necesidades e intereses de niños y adolescentes. Este neoliberalismo de los mercaderes de las finanzas cuenta con el Banco Mundial como elemento vital para desarrollarse. El Banco, como un agente de comercio, impulsa el avance de la privatización en el campo escolar: insiste en que los países que reciben préstamos para la educación cobren cuotas a sus nacionales. Entonces es tarea esencial del Banco Mundial trabajar por la destrucción de la educación pública gratuita. Así, la educación neoliberal impone por la fuerza un cambio actitudinal decisivo en las personas, en las instituciones y, de manera especial, en la propia educación: en los marcos del neoliberalismo no puede entenderse que cada alumno aprende diferente porque tiene una individualidad propia, porque es diferente. La homogeneidad política y educativa que propaga no es más que el pretexto para preparar el sometimiento de los habitantes y el apoderamiento de los recursos naturales en cada país. Es por ello que propicia un sistema educativo racista, clasista, excluyente, unilateral, de sojuzgamiento. Por eso es que el socialismo se opone al neoliberalismo porque es todo lo contrario. El socialismo proporciona a los jóvenes y a toda la sociedad educación integral. En principio, pone en primer plano y ejerce el derecho irrenunciable de educar para la realización de la Patria y de la persona. El pueblo y sus jóvenes generaciones necesitan tener conciencia soberana de que el país y sus recursos naturales son la herencia de libertad que la Patria les lega como su identidad. La educación tiene, entonces, el deber de formar esa conciencia. Por eso, por ejemplo, la educación Cubana forma personas y profesionales de vanguardia de cara al mundo. En ella, son centrales los principios del humanismo y del internacionalismo proletario. Este nuevo tipo de expresión de la solidaridad incluye la interculturalidad y constituye la entrada a un mundo diferente. Considera que el ser nacional es, por su propia humanidad, ser universal y eso implica cultivar, afirmar, defender y disfrutar de los mejores y más progresivos valores éticos y culturales de todos los pueblos del planeta. Para concluir con estas ideas, diremos que tanto el INDIVIDUALISMO, el PRAGMATISMO y el FASCISMO siguen constituyéndose en las bases de la ideología, la filosofía y la política social, sobre las cuáles descansa el imperialismo y en estos últimos tiempos la llamada globalización.