Sunteți pe pagina 1din 27

Capítulo

XXIV
TAWANTINSUYU 2001

ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 129


130 ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO
APORTES 2000/2001 AL CONOCIMIENTO DE LA
DOMINACIÓN INCAICA DEL CENTRO OESTE ARGENTINO

J. ROBERTO BÁRCENA*

Introducción
En el lapso considerado nos ha preocupado contrastar la evidencia sobre la presencia incaica en el
sector precordillerano de La Rioja, San Juan y Mendoza, sobre la base de aportes propios y de colegas,
comprobando el registro y las diferentes interpretaciones sobre el mismo, tratando de aclarar la cuestión
de la taxonomía y jerarquía de la infraestructura inka que pudiera reconocerse, apreciando la existencia
de caminos y tambos funcionales al sistema, aportando sobre el carácter del dominio estatal del área, de
acuerdo asimismo con las evidencias del registro de las poblaciones locales.
Prospecciones arqueológicas intensivas en el área de la Ciénaga de Gualilán, de la margen iz-
quierda del río San Juan a la altura de Pachaco, de la Sierra de la Deheza, del río de Los Sombreros y de
Acequión en la Precordillera de San Juan, como asimismo en el sector de los Corrales de Araya, de Santa
Clara y de Los Alojamientos en la Precordillera de Mendoza, al igual que en el área de Tres Cerros en la
Precordillera de La Rioja, entre otros, nos permiten ofrecer una perspectiva espacial sobre las evidencias
arqueológicas de las poblaciones del tardío local y sobre las posibilidades del dominio inka.
Por otra parte, proseguimos con nuestras prospecciones al occidente de la Precordillera, en el área
andina de Mendoza y San Juan, relevando un tramo del camino incaico descubriendo un tambo asociado,
entre los valles de Iglesia y Calingasta, que nos permite seguir contrastando nuestras hipótesis y las de otros
autores sobre este tipo de evidencias, que sustentan la infraestructura y la efectiva presencia inka.
Sobre estas bases y las correspondientes a los estudios etnohistóricos, exponemos nuestras con-
vergencias y divergencias con los planteamientos sobre la infraestructura y movilidad incaica en áreas
precordilleranas, como asimismo en la referida a los valles cordilleranos al norte de Calingasta, aportando
para la dilucidación de una cuestión relevante sobre la dominación inka del Centro oeste argentino
(Figura 1).
Precordillera de La Rioja

En nuestra contribución al Simposio sobre “El Estado Inka”, en el marco del XIII CNAA de
Córdoba en 1999, explicamos parte de la labor de investigaciones arqueológicas y etnohistóricas que
desarrollamos sobre la dominación inka en el actual territorio riojano, al sur de una línea que corre
aproximadamente desde el Paso de la Peña Negra y Laguna Brava hasta la ciudad de La Rioja. (Bárcena,
2001b)
Al oeste de la Sierra de Famatina habíamos realizado un nuevo relevamiento y excavaciones en el
sitio de Río El Pantano (G.P.S: 29º15´34.5”S, 68º13´32.2”W, c.1152m.s.m) próximo a Villa Unión, propo-
niéndolo como tambo y adjudicándolo a la época de dominación incaica, a la vez que estimábamos el lugar
Los Tambillos (29º25´03”S, 67º48´25.2”W, 1634m.s.m) como posible sitio del asiento de un tambo.
Ubicado un poco más allá del extremo sur de la mencionada Sierra y camino a la Cuesta de Miranda,
Los Tambillos consta de un sector con antiguos recintos de paredes de pirca en relación con construc-

* CONICET (UDA - INCIHUSA - CRICYT) - UNCuyo (FFyL)


mailto:rbarcena@lab.cricyt.edu.ar rbarcena@lab.cricyt.edu.ar

ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 131


ciones de los últimos pobladores del lugar y se halla en la progresión de lo que podría ser una variante
del camino incaico que permitiría la vinculación con la Tambería del Inca en Chilecito (29º08´56.6”S,
67º30´31.3”W, 1153m.s.m), siguiendo el pasaje al sur de la Sierra de Famatina, por el extremo norte de
la de Sañogasta. (Ibid.)
Por otra parte, habíamos reconocido un tramo del camino incaico al sudoeste del área de Pagan-
cillo (29º35´05.8”S, 68º08´48.9”W,1130m.s.m), avanzando por él y por lugares próximos para alcanzar
el notable Tambo de Paso del Lámar (29º43´35.6S, 68º19´02.0W, 950m.s.m) en el nordeste extremo
de San Juan, descubriendo y relevando en el camino, a la vera del río Bermejo en La Rioja, un pequeño
sitio con construcciones de pirca, que asociamos con un tambillo del sistema. (Tambillo del río Bermejo,
29º41´56.8”S, 68º17´54.6W, 1025 m.s.m).(Ibid.)
Con esta visión de la implantación estatal en el área precordillerana de La Rioja, al sur de
Chilecito, es preciso confirmar los posibles nexos viales y la existencia de otros tambos en un
sistema que se expandió por lo visto bastante al oriente de la Cordillera Frontal, avanzando por otra
parte y particularmente hacia el sur por el eje del río Vinchina/Bermejo y sectores próximos, alcanzando
desde estas tierras bajas (unos 1000 m.s.m) probablemente las otras aún más bajas (unos 500 m.s.m) de
la depresión del sudeste de San Juan, nordeste de Mendoza, área de lagunas de la conjunción de los ríos
San Juan, Mendoza y Bermejo/Desaguadero.
De aquí que otra contribución relacionada con la nuestra y expuesta por el becario del CONICET
con nuestra dirección, Pablo A. Cahiza, en el presente Simposio Tawantinsuyu 2001, de este XIVCNAA
en Rosario, sea desarrollada en el marco del PIP CONICET que sostiene nuestros trabajos y esté dedi-
cada precisamente a la dominación inka de las tierras bajas del mencionado sector extremo de San Juan
y de Mendoza.
El enclave “Villa Unión” (Río El Pantano u otros sitios del área) debió facilitar las comunicaciones
incaicas al sudoeste (Guandacol), al sur y sudeste (por el Vinchina/Bermejo a Pagancillo y zonas más
australes) y claramente para nosotros, al este/nordeste (Los Tambillos, Chilecito).
Proseguimos la búsqueda de la conexión Villa Unión/Chilecito hallando que quizás mejor po-
sibilidad que el paso por Los Tambillos vía Cuesta de Miranda, la tendría otro pasaje, alterno, por el
sector de Tres Cerros.
Esta última posibilidad la indagamos en terreno y al respecto fue de interés saber de la existencia
de pircas en el sector de Tres Cerros, gracias a la gentileza del Intendente del Parque Nacional Talam-
paya, señor Jorge D. Romero Dindorf, que a su vez había recibido el dato del señor Juan Fajardo, dueño
del puesto del lugar.
Tres Cerros se halla al este y a latitud próxima del sitio Río El Pantano, y al este asimismo del
lugar con arte rupestre de Anchumbil (29º17´34.6”S, 68º09´40.6”W, 1335m.s.m), cuyas pictografías se
habían postulado como de probable época incaica y que, como área de instalaciones estatales, nosotros
lo habíamos considerado sin suficientes evidencias. (Schobinger, 1966: 180; Raviña y Callegari, 1988:
39; Bárcena, 2001b: 280)
Prospectado el sector de Tres Cerros, con la guía del señor Fajardo, ubicamos y relevamos pe-
troglifos en rocas aisladas y accedimos al lugar conocido localmente como Planchada de Los Leones,
donde reconocimos recintos conformados por paredes de piedra.
A Tres Cerros se accede por el tramo de la ruta nº 40, que por el este de Villa Unión conduce por
Puerto Alegre y el paraje Los Tambillos a Sañogasta y después a Chilecito, previo trasponer la Cuesta
de Miranda.
Dieciséis kilómetros al este de Villa Unión, luego de pasar Las Tucumanesas, se halla la huella
que, con rumbo noreste y tras pasar por los puestos de Los Viscos y de La Ramada, permite acceder al
de Tres Cerros, fin del camino a dieciocho kilómetros del cruce con la ruta nº 40.
Los recintos de pircas de la Planchada de Los Leones (29º15´25.1”S, 67º56´57.4”W, 1965m.s.m)
se hallan a un poco más de dos kilómetros al oeste del área del Puesto (29º15´24.0S, 67º55´40.7”W,
2089m.s.m) y desde éste se puede acceder a ellos siguiendo por una senda que de la margen derecha del río
Cerro Tres Cerros, junto al Puesto, asciende a unos cerros bajos, pasando por un abra también baja donde
una piedra con fuerte pátina presenta grabados rupestres (29º15´28.9”S, 67º56´10.9”W, 2052m.s.m).
Luego de esta estratégica pasada, se alcanza la zona de la Planchada donde existen otras piedras
con grabados (29º15´18.5”S, 67º56´29.7”W, 1991m.s.m), debiendo cruzarse después a la margen izquier-
da del río para avanzar por un cono aluvial, que desde su parte más alta ofrece evidencias de algunas
paredes antiguas de piedra, hasta llegar a una zona plana con visibilidad arqueológica media, debida a
la vegetación que cubre el sector e invade al núcleo de pircas primeramente dicho.

132 ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO


El sitio de la Planchada de Los Leones, al que provisoriamente otorgamos categoría de tambo,
se halla en un nivel en terraza sobre el río Tres Cerros, a unos doscientos metros al sur de su margen
izquierda, sector por el que en primavera prácticamente no discurre agua (el río parece LQ¿OWUDUVH en el
lecho, que probablemente descansa sobre conglomerados, antes de llegar al sitio).
Los recintos de pircas, que mantienen entre 0.50 y 0.70 m de altura en sus paredes de doble hilera
de piedras con un ancho de 0.70 a 0.80m, consisten básicamente y en el área nuclear del sitio en una
estructura mayor de 12 x 13.50 m, circunscripta por dos de sus lados por muros no continuos, relacionado
a su vez uno de ellos, por su ángulo nordeste, con otro muro corto y con un recinto rectangular de 3 x 4
m. Por el oeste, el recinto mayor está en relación con una estructura que presenta una pared longitudinal
y que cierra parcialmente un espacio de 4 x 5 m mediante un muro semicircular. Cerca de este último
recinto, por su lado norte, se hallan una conana y un molino.
Estas son las construcciones que la visibilidad arqueológica permite apreciar en el sector sur del
sitio (Sector I para nuestro trabajo), a partir del cual el terreno desciende en esa misma dirección.
Desde aquí hay una visión panorámica al sur y sudoeste, apreciándose la Sierra Morada y el sector
del Cerro Rajado, área a su vez del tambillo del río Bermejo y del Tambo de Paso del Lámar. También,
en dirección oeste se aprecia el área de Anchumbil, de río El Pantano y de Villa Unión, mientras que al
noroeste se halla el sector de Villa Castelli (Cerro El Toro, 28º59´42.5”S, 68º10´05.7”W, 1411 m.s.m),
que no se visualiza por una serranía baja que se halla en esa dirección. Una serranía más alta enfrenta al
sitio por el norte, sobre el río Tres Cerros.
El Sector II lo conforman construcciones a unos 80 m al norte de las anteriores, alineadas con el
lado este del recinto mayor del Sector I. En este caso se trata de dos estructuras rectangulares adosadas
de 3 x 4 m cada una.
El Sector III se halla a unos 130 m al norte y tiene alineado uno de los muros del único recinto
localizado, con el lado oeste del recinto mayor del Sector I. La construcción del Sector III es también
un gran recinto rectangular de 9 x 10.50 m, limitado por sus cuatro lados y con un vano de 2 m en la
esquina noreste (Figura 2).
En la VXSHU¿FLH de todos los sectores se hallan fragmentos de cerámica de tipos comunes y de-
corados, asimilables al tardío local y la época de dominación inka (aunque no descartamos que algún
fragmento pudiera adscribirse al Formativo Superior). Hay asimismo artefactos líticos y, como dijimos,
se encuentran conanas y molinos.
Es posible considerar al sitio como tambo y adscribirlo principalmente a la época de dominación
inka, basados en la morfología y disposición de sus estructuras, en los materiales asociados y en su po-
sición estratégica, en el extremo sur de la Sierra de Famatina. Esta última es el área del paso por la Mina
Delina y el río Cosme, practicable hoy siguiendo una senda que VLJQL¿FD un derrotero más directo que
el de Los Tambillos/Cuesta de Miranda, para alcanzar desde el Tambo de Planchada de Los Leones el
sector de Guanchín primero y luego el de Chilecito, ambos en la vertiente oriental del Famatina.
La propuesta presente brinda una alternativa del nexo “Villa Unión”/”Chilecito” que no había
sido explorada, mejorando sin descartarla nuestra propuesta alternativa por Los Tambillos. Con la pre-
sente evidencia cobra fuerza el posible papel de Anchumbil en el sistema y también las referencias que
teníamos de una senda, que interpretábamos como un tramo de camino incaico, al oriente del sitio de río
El Pantano. La Tabla I presenta en resumen las posiciones y altitudes según G.P.S., las que muestran la
coherencia de esta parte de la infraestructura en el sistema, en relación con las posibilidades del tránsito
por las características del relieve regional.

Datos G.P.S.
Sitios Latitud Sur Longitud Oeste Altura sobre el nivel del mar (m)
Cerro El Toro (Villa Castelli) 28º59´42.5” 68º10´05.7” 1411 (pircas de altura)
Río El Pantano (Villa Unión) 29º15´34.5” 68º13´32.2” 1152
Anchumbil 29º17´34.6” 68º09´40.6” 1335
Planchada de Los Leones 29º15´25.1” 67º56´57.4” 1965
Tambería del Inca (Chilecito) 29º08´56.6” 67º30´31.3” 1153
Los Tambillos 29º25´03.0” 67º48´25.2” 1634

ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 133


Precordillera de Mendoza y San Juan

Nuestras investigaciones de hace años en el valle longitudinal Calingasta/Barreal-Uspallata, entre


la Cordillera Frontal y la Precordillera, en los extremos sur de San Juan y norte de Mendoza, al occidente
de ambas provincias, nos permitieron reconocer y estudiar tambos en la línea Ranchillos/Calingasta,
especialmente hasta la latitud del Barreal del Leoncito en San Juan, así como el camino incaico que los
conecta, dilucidando algunas otras cuestiones sobre algunos tambos y tramos del camino basándonos
también en antiguos reconocimientos y documentación de autores pioneros, entre otros. (Debenedetti,
1917; Bárcena, 1979, 1988, 1998b, 2001b)
No tenemos dudas por lo tanto de la realidad de la infraestructura del sistema al sur de Calingasta,
con el camino, tambos y otras evidencias de la época de dominación incaica jalonando el sector hasta
Uspallata, en el otro extremo del eje longitudinal.
Tampoco abrigamos dudas de la presencia incaica al norte de Calingasta, principalmente según el
eje que transcurre por Villa Corral, Villa Nueva, Llanos del Leoncito, Tocota, hasta alcanzar Iglesia por
lo menos. Particularmente porque existen vestigios de la infraestructura de caminos y tambos, así como
diversos indicadores de las relaciones en esa época con las poblaciones del tardío local. Por supuesto
que asimismo es verdad que necesitamos reconocer más evidencia en el sector, para contrastar mejor
esta aseveración, lo que venimos haciendo y comentamos en parte más abajo.
Hemos trabajado igualmente sobre las evidencias del sistema al occidente del largo eje mencio-
nado, buscando los indicadores correspondientes por la Cordillera Frontal y del Límite, reconociendo
y estudiando tambos, tramos de camino, sitios ceremoniales de altura y artefactos, entre el Paso de los
Teatinos en San Juan y el de La Cumbre en Mendoza. (Bárcena, 1998b, 1999, 2001a, 2001b)
Nuestra búsqueda de evidencias al oriente del citado eje, por la Precordillera, su piedemonte
oriental, las zonas bajas de la confluencia interprovincial, los valles de Guentota y de Uco/Jaurúa (éste,
al oriente de la Frontal), ha sido asimismo persistente, correspondiendo una parte de los trabajos a los
citados de Cahiza (ver más arriba y Cahiza, 2001) y a los de María José Ots. Ésta también es becaria del
CONICET con nuestra dirección y desarrolla su labor sobre la dominación inka del Valle de Uco, en el
marco del ya mencionado PIP CONICET.
Las evidencias sobre el tardío local y de su relación con la penetración inca por la Precordillera
tienen sustento en hallazgos del área de la Sierra de Uspallata (Agua de la Cueva, Paso de los Paramillos I,
entre otros; Durán et al, 1989, Bárcena, 1998a, entre otros), mientras que también pueden sostenerse otras
posibilidades de tránsito y expansión equiparables, como el derrotero por la quebrada del río Mendoza a
la localidad precordillerana de Potrerillos (v.g. Río Blanco I: datos del hallazgo de cerámica del período
de dominación incaica regional en el sitio, según el señor Luis Ferrando) y por ésta, entre las alternativas
posibles, el avance al sur - sudeste alcanzando el Valle de Uco, por La Carrera, Ancón y Tupungato.
Estas últimas, y también otras posibilidades, las estamos explorando. Mientras Ots abordó la
prospección, relevamiento y estudio de sitios según el eje del río Santa Clara – de las Tunas, aguas abajo
de la confluencia del primero con el arroyo de las Cortaderas (lugar de una “estación trasandina diaguita
chilena” según Sacchero et al, 1991; que, opinamos, es clara evidencia de un hito en el sistema de domi-
nación inka del área), nosotros la extendimos aguas arriba por el Santa Clara, alcanzando el Portezuelo
del Azufre (4634 m.s.m) y las nacientes del río Tupungato (entre la Frontal –Cordón del Plata- y la del
Límite –Ventisqueros del Tupungato y del Plomo-). Luego, descendimos hacia el norte por el valle del
río Tupungato para arribar a Punta de Vacas, localidad ésta en la que confluye con el río de las Cuevas
conformando el río Mendoza, lugar a su vez de un tambo en el camino para trasponer la Cordillera del
Límite hacia Chile. (Bárcena, 1998b)
En el trayecto por el valle del río Tupungato, aguas abajo de su confluencia con el arroyo de la
Canaleta, -por el que bajamos del Portezuelo-, y en un nivel superior en terraza de la margen izquierda,
localizamos un recinto de paredes de piedra (33º14´22.3”S, 69º44´12.6”W, 3454m.s.m), con características
que permitirían asimilarlo a la infraestructura característica de la época de dominación inka.
Por su parte, nuestras prospecciones en el área que se extiende por la Frontal y su piedemonte
oriental al sur del Valle de Uco, hasta alcanzar el río Diamante –localidad de La Jaula, entre otras- que es
considerado el límite austral del avance incaico, nos permitieron localizar sitios en la cuenca del arroyo
del Rosario (34º05´32.3”S, 69º25´47.3”W, 2763m.s.m; Valle de Jaurúa, departamento de San Carlos),
con evidencias de poblaciones indígenas del tardío local, influidas, según denota el registro arqueológico,
por la expansión inka.
En cuanto al registro documental y arqueológico sobre el Valle de Güentota, área de la fundación

134 ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO


de la ciudad de Mendoza (32º52´41.2”S, 68º48´16.3W, 798msm), nos permitió formular y contrastar
hipótesis relevantes sobre la dominación inka del sector, explorando su condición periférica del extremo
austral oriental del Kollasuyu y su relación con las poblaciones locales, principalmente con los huarpes
protohistóricos. (Bárcena, 1994; Parisii, 2000)
Nuestras prospecciones en la Precordillera del norte de Mendoza y del sur de San Juan las ex-
tendimos al área de los Corrales de Araya (32º01´57.8”S, 69º08´51.4”W, 3118m.s.m) y del arroyo Santa
Clara (Puestos Santa Clara de Arriba –32º06´37.6”S, 69º01´52.2”W, 2254m.s.m- y Santa Clara de Abajo
–32º07´04.3”S, 68º57´32.1”W, 1683m.s.m-), con prolongaciones a la ciénaga de Agua de la Cortade-
rita (32º12´12.6”S, 69º07´34.1”W, 2527m.s.m) en Mendoza y a Puesto Los Sombreros (31º55´08.0S,
69º01´15.8W, 2355m.s.m) y Estancia Acequión (32º05´43.0S, 68º53´03.7”W, 1483m.s.m) en San Juan.
Asimismo, en el norte precordillerano extremo de Mendoza volvimos a prospectar el sector
de Puesto Las Cuevas del Norte y el correspondiente al Puesto Los Alojamientos (32º14´43.8”S,
69º02´31.4”W, 2250m.s.m).
Especialmente seguimos en este último caso el tramo de camino interprovincial de tierra, huella de
3 a 5m de ancho y calzada con muros de pirca en varios tramos de su tránsito por las laderas de montaña,
que permanece como evidencia relevante de la antigua comunicación precordillerana para unir San Juan
con el Valle de Uspallata, camino al paso trasandino por Las Cuevas en Mendoza.
Seguimos esa huella desde las proximidades del Puesto Los Alojamientos hasta su descenso en
la Quebrada de Montaña, luego de un portillo (32º12´14.7”S, 69º02´10.7”W, 2839m.s.m), área ésta
próxima al Puesto Santa Clara de Abajo y que ya en la Quebrada alberga un camino de tierra que por
el este/nordeste conduce a dicho Puesto y luego a la Estancia Acequión, y que hacia el oeste/noroeste
lleva a la Ciénaga de Yalguaraz. En ésta empalma con el camino interprovincial (rutas nºs. 39/412, Us-
pallata/Calingasta/Iglesia)1 en las cercanías del Asentamiento incaico Ciénaga de Yalguaraz (un tambillo
muy particular, a la vera del camino incaico, que descubriéramos hace muchos años; 32º05´59.6”S,
69º21´53.4”W, 2221m.s.m).
El antiguo camino desde Los Alojamientos a la Quebrada de Montaña, trazado con dirección
norte/sur y con toda probabilidad siguiendo una senda preexistente, se abre paso por la falda alta de la
montaña, hallándose a su vera algunos aleros y lugares con recintos de pirca seca, en los que no apre-
ciamos evidencias indígenas, de época incaica en particular.
Este camino continúa al sur, desde el Puesto Los Alojamientos al Puesto Las Cuevas del Norte,
para dirigirse después al sudoeste por la Pampa Fría (al sur del Agua de la Cortaderita) para alcanzar en
neta dirección austral la ruta nº 52 (antigua ruta nacional nº 7) que une Uspallata con Los Paramillos,
o bien, continuando con su derrotero sudoeste, el camino provincial nº 39 a unos kilómetros al sur del
tambo incaico de Tambillos (32º23´S, 69º23´W, 2200m.s.m).
Estos sectores aptos para la comunicación por la Precordillera pudieron ser utilizados asimismo
en época indígena y particularmente en el período incaico. Por esto habíamos dedicado tiempo a las
prospecciones al oriente de Yalguaraz y Tambillos, las que incentivamos últimamente, sin resultados
relevantes con respecto a la dominación inka, como indicamos más arriba.
Por otra parte, proseguimos las prospecciones en El Acequión, sector de la Estancia homóni-
ma en las estribaciones orientales de la Sierra del Tontal, hasta la Boca del río Acequión por el este
(32º07´17.8”S, 68º51´02.9”W, 1242m.s.m) y por el curso encajonado del río seguimos unos kilómetros al
oriente, mientras que por el oeste del casco de la propiedad, relevamos los cerros bajos que lo enmarcan
(32º05´42.4”S, 68º53´28.3”W, 1444m.s.m). A su vez y por el sur alcanzamos el Puesto Los Pozos, en la
margen del río homónimo (32º09´50.5”S, 68º53´03.2”W, 1284 m.s.m).
Con estas labores corroboramos lo que ya habíamos apreciado en el área, que es la existencia de
yacimientos arqueológicos, cada vez más modificados por la extensión de los cultivos actuales, cuyos
materiales indígenas, entre otros presentes, podemos referir al tardío local y a la época de dominación
incaica.
Concretamente constatamos, entre otros, molinos y conanas a dos metros de profundidad en el
sector donde surge el relevante caudal de la principal vertiente (32º05´43.0S, 68º53´03.7W, 1483m.s.m),
en un nivel superior y al oeste del casco actual de la Estancia, zona de “cerrillos”. Asimismo, al sur del
mismo localizamos artefactos líticos (puntas y raspadores) y fragmentos cerámicos (entre ellos, cerámica
anaranjada pulida).
Todos estos datos nuestros, pasados y presentes, fueron confirmados en parte por los trabajos
de los colegas Gambier y Michieli en El Acequión, cuyas excavaciones permitieron datar por C14 la
presencia indígena de mediados del siglo XVI A.D. (Michieli, 2001; Cahiza, 2001)

ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 135


Este registro arqueológico puede contrastar parcialmente la alta probabilidad de una instalación
incaica en la zona, según se colige por una fuente relativamente temprana (en función del área conside-
rada) del registro documental. Se trata del traslado de un acta de la toma de posesión de una merced de
tierras en 1617, que comprendía el sector y que alude al “Asiento y tierras del Acequión”, lugar de un
“cerrillo que parece haber sido fuerte del inga” y del “manantial que allí junto está” (Archivo Nacional
de Chile, Real Audiencia, v. 1564, f.122vta. 24/3/1617: AN-ARA-1564. Merced de tierras en S. Juan a
Gabriel de Urquizu).
La alusión documental hace mucho que introdujo la consideración de la presencia incaica en el
área (Espejo, 1954, I: 51), siendo relevante para nosotros, que planteamos la probabilidad de la existencia
de una “avanzada” incaica en el lugar, del tipo “enclave” para el control del área de llanura y lagunera
del límite interprovincial actual (Bárcena, 1994).
Reproducimos aquí (facsímil fuera de escala) la parte del texto del folio 122 v. con las referencias
aludidas.

La prospección del sector del Puesto de los Sombreros, al que se puede acceder desde Los Be-
rros en San Juan, avanzando por las huellas de las márgenes o directamente por el cauce de los ríos de
La Flecha, Santa Rosa y de los Sombreros, tuvo por objeto explorar la posibilidad de la comunicación
longitudinal precordillerana en la parte de la Sierra del Tontal que permite unir Los Sombreros con el
Puesto Las Cuevas, hallándose éste ya en la senda transversal que pasando por la Estancia Maradona,
ubicada al oriente de este Puesto, lo rebasa y traspone la Sierra del Tontal por el Paso homónimo, para
alcanzar finalmente la localidad de Barreal.
Las labores permitieron establecer la existencia de abrigos bajo roca y de construcciones de pirca
y de tapia, de diferentes épocas, que incluyen la indígena prehispánica y la colonial, sin que pudiéramos
discernir evidencias de la presencia incaica. (Existe una notable edificación de tapia, seguramente la
nave y sacristía de una antigua construcción eclesial, en la terraza alta de la confluencia del río Oratorio
con el de Los Sombreros; 31º56´47.8”S, 68º59´59.9”, 2195 m.s.m).
En longitud próxima a la del Puesto de los Sombreros y ya al norte del río San Juan realizamos
prospecciones en el área de la Pampa y de la Ciénaga de Gualilán, entre las sierras precordilleranas de
Talacasto por el este y de La Invernada por el oeste.
Con el auxilio del señor Humberto Espejo y de otros lugareños, que no conocen ni saben de refe-
rencias de recintos de pircas que pudieran adscribirse a un tambo o construcción del período, exploramos
intensivamente la zona, particularmente el sector entre una posición, por el norte, cercana a la mina de
oro de Gaulilán (30º43´47.9”S, 68º56´15.4”W, 1780 m.s.m) y por el sur, próxima a la localidad de La
Ciénaga (30º51´48.1S, 68º56´41.1”W, 1645m.s.m), entre la ruta provincial nº 436 (que une Talacasto
con Iglesia por el Portezuelo del Colorado) y las estribaciones occidentales de la Sierra de Talacasto.
El área está flanqueada por suelos firmes pedemontanos con gradientes descendientes al este y al
oeste según la vertiente de la Sierra de que se trate, confluyendo de norte a sur en un sector más depri-
mido ganado por altos médanos de unos 6 a 10 metros de altura, sujetos por la vegetación de Prosopis
(lámar) y otros géneros y especies, cuyas zonas más bajas serían invadidas, y lo son aún, con el aumento
del nivel de las aguas en años especialmente pluviosos.

136 ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO


La Ciénaga de Gualilán en el extremo sur, probablemente sea el vestigio de un vaso colector cuyo
aumento de nivel en épocas determinadas dejaría los sitios altos como lugares propicios para la instala-
ción humana, en relación con una flora y fauna característica, que en parte persiste, con proliferación de
insectos voladores, como aún ocurre.
Reconocimos numerosos sitios arqueológicos, prácticamente en cada médano alto y sus flancos
altos, principalmente en la denominada Pampa de Gualilán, en una posición aproximadamente intermedia
entre el río Agua del Médano y la Ciénaga o Bañado de Gualilán.
Por su parte, un yacimiento extenso, de cientos de metros en dirección norte/sur, asienta sobre un
“barreal” que ocupa el flanco este de la zona nuclear de los médanos señalados.
Hemos denominado “Los Médanos Sur” al área con mayor concentración de hallazgos y nu-
meramos los sitios correlativamente (1 a 7, según los relevados hasta ahora; citamos como puntos de
referencia geodésica general, el correspondiente a Los Médanos Sur 7: 30º46´46.9”S, 68º54´8.6”W,
1658m.s.m).
Numerosos son también los materiales en la superficie de cada sitio, tanto artefactos líticos (puntas
de proyectil, conanas, molinos, moletas, raspadores, entre otros) como cerámicos (fragmentos dispersos
y fragmentos agrupados que corresponden a vasijas fáciles de remontar), al igual que están a la vista
estructuras de planta como fogones y, posiblemente, improntas de habitaciones en cuya construcción se
utilizaba el barro.
La apreciación de los tipos (formas y decoración) de parte de los materiales cerámicos permite
relacionarlos con los que tradicionalmente se han considerado del tardío regional (Desarrollos Regiona-
les), bajo el rótulo Angualasto/Sanagasta.
Con toda probabilidad entonces al sector, que alberga una mina con evidencias de explotación
muy antigua, debió alcanzarle la dominación inka y bien pudo ser asiento de un tambo o instalaciones
semejantes.
En este sentido se ha manifestado Michieli, basada en datos de Gambier y en estudios propios
sobre cartas y fotografías aéreas. (Gambier et al, 1992; Michieli, 2001)
Hasta ahora no hemos podido contrastar positivamente sus afirmaciones que, por otra parte, no
sustenta con datos precisos, proporcionando otros errados.
Desde La Ciénaga proseguimos las prospecciones al sur, hasta el río San Juan frente a Pachaco,
por el camino de tierra entre la Sierra de La Invernada y las Sierras de la Crucesita y de La Cantera. Este
camino, en ascenso hasta la Divisoria Coba Rubia, desciende por el lecho de la Quebrada -y río- de la
Cantera al río San Juan, lugar donde se construía un puente del nuevo camino a Calingasta
En el trayecto de 55 km reconocimos sectores del Puesto Córdoba (31º06´30.8”S, 68º59´23.3”W,
2143m.s.m), del Puesto Coba Rubia (31º07´44.2”S, 68º59´55.9”W, 2185m.s.m, sitio de un gran recinto
–corral de la época de Cantoni?, gobernador de San Juan en las primeras décadas del siglo XX -) y próxi-
mos al río San Juan (31º17´24.6”S, 69º05´07.8”W, 1195m.s.m), en la margen opuesta a Pachaco.
De las labores no surgieron datos de interés para el tema que nos ocupa, excepción hecha de la
posibilidad de la comunicación longitudinal por el área con algunas vegas a disposición, particularmente
en la vertiente norte de la divisoria.
Al sudeste de la Sierra de La Cantera se halla la Sierra de La Deheza, otra formación precordillerana
cuya vertiente oriental prospectamos, entre la Quebrada La Deheza (reconocimientos entre 31º20´50.8”S,
68º49´50.1”W, 1519m.s.m / 31º21´14.7”S, 68º51´04.1”W, 1583m.s.m y 31º20´13.2”S, 68º51´49.3”W,
1978m.s.m / 31º20´53.9”S, 68º 52´15.3”W, 1853m.s.m) y la Quebrada El Cajón (reconocimientos desde
31º20´54.5”S, 68º50´18.8”W, 1650m.s.m, hasta 31º23´04.4”S, 68º50´49.6”W, 1681m.s.m).
Buscábamos un tambo mencionado en la bibliografía (Gambier et al, 1992) y al que Michieli
(2001) integró en su propuesta de circulación incaica por la Precordillera, proporcionando datos impre-
cisos sobre su ubicación, directamente errados en cuanto a sus coordenadas y posición con respecto al
Mogote El Quemado, y cuya descripción realizó con base en antiguas notas, un croquis y fotografías de
Gambier –de 1969-, y su propia observación en fotografías aéreas ampliadas.
El hecho de que Michieli no prospectara personalmente el área y se basara en la información
indicada no podía menos que inducirla a error, lo que conduciría a terceros, como nos pasó, a extender
bastante las exploraciones en la zona para encontrar el tambo.
No obstante, extenderlas fue beneficioso para nosotros pues ampliamos mucho nuestro cono-
cimiento del sector, hasta hallar el sitio. A la vez, fue auspicioso el contacto con los pobladores de la
cercana Villa Ibáñez (señor Villarroel, entre otros) y con el señor A. Beorchia Nigris, miembro del grupo
constituido por el Prof. M. Gambier, los Dres. R. Giordano y S. Meglioli, y el señor C. Borcosque, que

ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 137


llegaron al tambo el 14 de setiembre de 1969 (datos gentileza de A. Beorchia texto ms- probablemente
el grupo se integraría también con pobladores del área, conocedores del sitio. En este sentido parece
expresarse Michieli 2001 366-).
Beorchia regresó al sitio con el auxilio de lugare os en 1984 y 1999, oportunidades en que tomó
nuevas vistas IRWRJUi¿FDV (era el fotógrafo idóneo del grupo mencionado más arriba), algunas de las cuales
conocemos por su generosidad, publicando ¿QDOPHQWH un escrito de divulgación al respecto, que incluye
una somera descripción de los recintos -Beorchia, 2001 196-, la que también hace Michieli en forma más
imprecisa -2001 366/367-. inguno de los dos autores incluyó un croquis o fotografías del sitio.
Los vecinos de Villa Ibá ez, junto al Embalse de Ullum, conocen el sitio como Las Tolderías
de los Indios o directamente Las Tolderías, visitándolo en algunos casos (a pie, a lomo de animal o en
motocicletas “enduro”), utilizando principalmente la huella y senda que por el oeste del cementerio local
asciende por la uebrada de las Burras hacia el noroeste hasta alcanzar, luego de unos 15 km en línea
recta, la uebrada El Cajón, lugar donde surge el curso homónimo, que se PDQL¿HVWD como una aguada
al pie del tambo. De aquí que se conozca al sector también como la Punta del Agua (Figura 3).
La zona de la uebrada El Cajón, incluida el área de asiento del tambo, se aprecia con bastante
nitidez desde lugares próximos a Villa Ibá ez, por lo que no sorprende tener una visión de carácter similar,
del Embalse y de las instalaciones cercanas, al observarlos desde el sitio arqueológico.
osotros accedimos al tambo por una vía alternativa. Desde la ciudad de San uan se puede avanzar
hacia el oeste - noroeste hasta alcanzar el camino provincial nº 14 y por él la zona del Embalse de Ullum.
Por la margen oriental de éste, el camino, que conduce a Villa Ibá ez en la margen occidental, permite
llegar primero hasta el extremo norte del Embalse, donde se halla el empalme con la ruta nº 54 de tierra.
Por ésta, con dirección norte, se transita entre las Lomas de Ullum (oriente) y la Sierra de La Deheza
(occidente), hasta la localidad de Matagusanos, sita en la intersección con la ruta nacional nº 40.
Iniciado el trayecto del camino nº 54 en el extremo norte del Embalse, se encuentra a 5 km una
huella para vehículos que con dirección oeste-noroeste debe seguirse para ingresar al Campo La Deheza
(despoblado en la actualidad) en busca de la uebrada de este nombre, alcanzándose efectivamente la
misma luego de transitar un poco más de una decena de kilómetros. Finalmente, a 20 km del punto inicial,
el camino, ya sólo transitable en vehículo todo terreno, se interna en una parte estrecha de la uebrada
(31º20´52.7”S, 68º50´20.8”W, 1521m.s.m), por la que discurre el agua hacia el piedemonte oriental de
OD6LHUUDVLJXLHQGRHOOHFKRHQTXHDSRFRDQGDUVHLQ¿OWUDUi
Salvados unos cientos de metros de esta parte encajonada por la que transita el arroyo se halla
una encrucijada de huellas una conduce arroyo arriba hacia el oeste, rumbo al Mogote El uemado la
otra lo hace hacia el norte - noroeste, camino de la uebrada del Corral Viejo y la tercera avanza hacia
el sur en dirección a la uebrada El Cajón.
En esta convergencia de huellas se halla una peque a capilla dedicada a la Virgen y muy próxi-
mos, en un nivel más alto, los restos de construcciones de habitaciones de pirca y de un gran horno con
paredes y contrafuertes de piedra, evidencias arquitectónicas de una antigua explotación e industriali-
zación de la piedra caliza.
Después de una intensa exploración con rumbo oeste, centrada en el Mogote dicho, por ambas
vertientes, llegamos a la conclusión que el dato de Michieli (2001 366), sobre la ubicación del sitio
arqueológico de La Deheza, estaba errado.
La posición que da, 31º21´S/68º52´W/1750m.s.m y en la falda occidental del Mogote El uemado
(ibid.), corresponde en rigor a un sector quebrada adentro de estas elevaciones, y la falda occidental,
a la altitud propuesta, no permite la visión del “valle de Ullún- onda” desde el sitio, propuesta en un
trabajo anterior (Gambier et al, 1992 15), y que en la efectiva posición del tambo es una realidad, como
adelantamos.
Finalmente, para llegar al sitio arqueológico de La Deheza hay que desplazarse al sur del Mogote
El uemado para alcanzar la uebrada El Cajón, al norte del Mogote El Indio.
Para esto avanzamos desde la encrucijada dicha por la huella de la izquierda en dirección austral.
Después de transitar 4 km por la misma arribamos a la Punta del Agua en la uebrada El Cajón, sector
en cuyas inmediaciones surge agua que se encauza por la quebrada y forma una aguada, junto a la que se
ha establecido otra peque a capilla dedicada a la Virgen (31º22´49.3”S, 68º50´14.5”W, 1530m.s.m).
Esta parte del recorrido puede hacerse también con vehículos todo terreno o bien con tracción a sangre.
En un nivel superior en terraza, sobre la aguada y en la margen derecha del cauce El Cajón, se
halla el sitio arqueológico Las Tolderías de los Indios, La Toldería, La Deheza, Punta del Agua o El
Cajón, un tambo incaico sin duda.

138 ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO


Desde el lugar se divisa efectivamente, hacia el este/sudeste, el valle de Ullum/Zonda y el Embalse
de Ullum; mientras que por el norte se aprecia la huella por la que vinimos, cuyo recorrido finaliza en la
aguada. Desde ésta, la huella sube al norte, hasta una divisoria de pendientes (31º21´48.5”S, 68º49´58.8”W,
1554m.s.m), que está en la zona de paso más bajo, por la serranía que debe atravesar para alcanzar el
sector de la mencionada encrucijada de caminos en la Quebrada La Deheza.
Es posible que esta huella, que apreciamos como un camino longitudinal factible por las faldas
orientales de la Sierra de La Deheza, zona donde surge el agua entre los aproximadamente 2000 y 1500
m.s.m, fuera en su origen una senda indígena, particularmente parte del camino incaico en la época de
la dominación estatal.
La huella prosigue al norte de la divisoria descendiendo hacia la encrucijada, sobrepasándola para
conducir a la citada Quebrada del Corral Viejo y, con toda probabilidad, a lugares más septentrionales;
mientras que a las posiciones australes con respecto al tambo es más factible acceder siguiendo la senda
con dirección este/sudeste, por la Quebrada El Cajón y la Quebrada de Las Burras.
La elevación en terraza sobre la que el tambo fue construido está enmarcada por el oeste por
profundas quebradas y por el Filo de La Tordilla, que se eleva por encima del comienzo de la Quebrada
El Cajón.
La posición G.P.S tomada en la zona central del tambo, extremo sudoeste del recinto que más
claramente entra en la categoría de RPC, es de 31º22´44.4”S y 68º50´05.7”W, a 1562 m.s.m.
El lugar de la instalación ofrece una cobertura vegetal densa, donde la jarilla, entre otros vegetales,
ha invadido los recintos, disminuyendo notablemente la visibilidad arqueológica.
Hemos recorrido el área en diferentes épocas del año apreciando que es común la nubosidad
sobre esta vertiente de La Deheza, así como las neblinas persistentes o directamente las nevadas. Estas
incluso en primavera. Condiciones ambientales que suelen ser características de la vertiente oriental de
la Precordillera y que favorecen una mayor densidad de las comunidades del Monte.
A pesar de la escasa visibilidad, relevamos el sitio, cuyas construcciones de pirca, como ocurre
en otros tambos, admiten distintas categorías por la calidad de su construcción, siendo de doble hilera de
piedras con relleno interior y asentadas con barro en los mejores paños de muro, con vanos enmarcados
por trabazones particulares de los muros y umbrales de piedra, con trabazón asimismo de las paredes en
los ángulos de los recintos. Estas últimas son de un ancho de 0.70 cm, cuando corresponden al perímetro
de las mejores construcciones, y de 0.50 en los casos que delimitan sectores internos de las mismas, o
cuando conforman estructuras de menor calidad constructiva, que en algunos casos son de pirca seca.
La altura general de las pircas, según su estado actual, es de 0.50 a 0.90, aunque existen paredes
que sobrepasan 1.00 m. Las piedras que conforman los mejores paños han sido preparadas y predominan
entre ellas las “alargadas” de relativamente poco espesor, particularmente usadas en las trabazones.
Junto a uno de los paños de muro de mejor calidad constructiva reconocimos, merced a los ves-
tigios expuestos por excavaciones realizadas por no profesionales, lo que parece ser un muro paralelo,
constituyendo quizás un muro con refuerzo en banqueta. Está ubicado en el ángulo sudoeste de la pared
sur del gran recinto que ocupa la posición este del sitio.
Relevamos siete recintos, uno de ellos circular, marcado por una hilera de piedras en el terreno.
Los seis restantes son construcciones características, rectangulares, con sus paredes orientadas según los
puntos cardinales, con una desviación al noreste de 3º a 5º en los muros orientados en dirección norte/
sur. Un muro en ángulo recto, conformando una “L” con su lado menor al oeste, completó nuestro rele-
vamiento preliminar, que debemos ampliar agregando otras estructuras, una vez mejorada la visibilidad
por un raleo selectivo de la vegetación.
El recinto del extremo oriental tiene uno de sus lados menores en esa dirección y alberga a su
vez dos recintos en el ángulo noroeste. Tiene asimismo sendos vanos en los muros de esos lados meno-
res. Es un RPC, con habitaciones adosadas al muro, con un gran espacio interior limitado por la pared
del perímetro.
El otro RPC, clásico en los tambos incaicos de Mendoza y de San Juan, está ubicado a un poco
más de una decena de metros al oeste del anterior y es un recinto alargado con sus lados menores también
al este y al oeste, con tres divisiones que conforman cuatro áreas rectangulares internas. Posee sendos
vanos enfrentados en los muros extremos de menor longitud.
Completan el registro presente cuatro recintos rectangulares, ubicados al oeste y al noroeste del
RPC precedente, separados del mismo entre un par y una decena de metros. Estas estructuras son también
características de los tambos y abarcan individualmente una superficie de unos 12 m2, que contrasta con
las superficies mayores de los RPC (unos 300 m2, en el caso del más grande).

ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 139


La infraestructura del sitio es característica del patrón incaico regional, como lo son otros rasgos
relevantes asociados en esta instalación: casos de la lapidaria y de la cerámica del período.
También es consistente con el modelo de dominación que hemos propuesto para la periferia sur
oriental del Kollasuyu, la posición estratégica de enclave, en una cota por encima de las poblaciones
locales de los valles de Ullum/Zonda y de San Juan. (Bárcena, 1994; Parisii, 2000)

Prospecciones en los valles preandinos de San Juan, entre Tocota


(Dpto. Iglesia) y Villa Nueva (Dpto. Calingasta)
Por citar un pionero de la arqueología regional, recordamos que Debenedetti indicó el avance del
camino incaico rumbo a Tocota e Iglesia, desde Calingasta y más al sur (1917), mientras que, entre los
autores más recientes, Berberián y colaboradores estudiaron el tambo de Tocota (1981), y Gambier y
Michieli (1992: 14-15), especialmente Michieli (2001), dieron su opinión en cuanto a la falta de pruebas
fehacientes sobre la existencia «de un ramal principal del camino incaico que recorrería longitudinalmente
los valles preandinos de Iglesia y Calingasta en San Juan hasta la localidad mendocina de Uspallata»
(ibid. : 371).
Para nosotros, luego del sector Barreal/Tamberías/Calingasta debía proseguir el camino incaico al
norte, por lo que era de esperar la localización de al menos un tambo en el área de Villa Corral/Puchuzún
y de otro en la correspondiente a Villa Nueva. Más al norte, pensábamos que el camino proseguiría a
Tocota y que los Llanos del Leoncito, en la zona de intersección de los caminos provinciales nºs. 412
(trayectoria: límite con Mendoza-Iglesia) y 425 (trayectoria: desde la nº 412, por el Cº Puntudo, hasta
la provincial nº 436, área de Gualilán) debía ser el sector no sólo del paso de la senda inka sino de ubi-
cación de otro tambo.
El sector de Villa Nueva se halla en la zona de confluencia del río de Los Tambillos, cuyo cauce
avanza al sur desde los Llanos del Leoncito, con el río Castaño Viejo, y según la cartografía antigua
existía un lugar denominado Los Tambillos a unos kilómetros al norte de la Villa, sobre la margen de-
recha del río homónimo.
Basados en nuestra hipótesis de trabajo, que también la toponimia parecía contrastar positivamente,
prospectamos un sector al norte de Villa Nueva, por la margen derecha del río de Los Tambillos, hallando
vestigios arqueológicos del tardío local en el paraje Agua de los Pajaritos y, unos 3 km al sur del mismo,
ruinas de construcciones de pirca, con cerámica y artefactos líticos en superficie.
Este último sitio se encuentra a unos 7 km de Villa Nueva, en la posición 31º03´0.00”S,
69º27´17.2”W, a una altitud próxima a los 1700 m.s.m, siguiendo el camino provincial nº 412 al norte.
La traza del camino avanza en el lugar entre unos bordos altos por el occidente, sector donde
afloraría agua antiguamente, y la llanura de inundación del río de Los Tambillos, a la sazón seco, por
el oriente. En esta se encuentra el sitio arqueológico, cuyos restos arquitectónicos se extienden apenas
por unos 70 m de norte a sur y unos 30m de oeste a este. Es evidente que la construcción del camino
lo ha afectado, sufriendo incluso modificaciones de algunas de sus pircas para instalaciones modernas,
ofreciendo huellas de máquinas de gran porte («topadoras») que han avanzado por su superficie. No
obstante, sea porque el sitio fue un obstáculo en la construcción o porque se deseó preservar una parte
de él, el terraplén del camino transcurre de norte a sur primero recto, paralelo al sitio, y después, salvado
el extremo visible de la superficie con pircas, describe una curva con dirección al sudeste.
Paredes de doble o simple hilera de piedras limitan espacios rectangulares, que en algunos casos
albergan recintos de menor superficie. Con visibilidad arqueológica media, por el avance de la vegetación
de molles u otros vegetales del Monte, incluidos los cactus propios de terrenos removidos, el sitio se halla
en malas condiciones de conservación, no obstante lo cual aún es posible mejorar su estudio preliminar,
a poco que se ralee la vegetación y se extiendan las prospecciones de superficie y de profundidad.
Según nuestra opinión algunas de las estructuras entran en la categoría de RPC y la planta general
que puede visualizarse del sitio lo acerca al clásico patrón de un tambo regional, condiciones acentuadas
por los hallazgos de cerámica asimilable al tardío local y a la época de dominación incaica.
El hecho de que se halle en el trayecto de lo que para nosotros es la zona de paso del camino incaico
longitudinal, norte/sur por el área, como también en el sector que se conocía como paraje Los Tambillos
y a la vera del río homónimo, refuerza nuestra opinión, como asimismo lo hace su posición en la zona,
que resuelve la ausencia de vestigios de uno de los tambos en la progresión hacia Tocota.
El Tambo Río de Los Tambillos I, como lo hemos denominado, debió hallarse a la vera del camino
incaico que, 21 km al norte de este sitio y en los Llanos del Leoncito, reconocimos como una senda norte/

140 ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO


sur, de unos 2.50 m de ancho. La senda alberga cerámica del período y se halla a unos 30 m al este del
actual camino nº 412. El lugar donde la reconocimos está en la posición 30º51´19.6”S/69º25´00.1”W/2
282m.s.m, a unos 3 km al norte de la conjunción del camino nº 412 con el nº 425 (Figura 4).

a s

/DVODERUHV\UHVXOWDGRVGHVFULSWRVQRVSHUPLWHQD¿UPDUDOPHQRVTXH
Es probable TXH existiera una conexión de la vialidad inka entre el área de Villa Unión y de
Chilecito en La Rioja, por Anchumbil y Tres Cerros, trasponiendo las estribaciones del extremo sur de
la Sierra de Famatina, camino de Guanchín. El sitio Planchada de Los Leones parece corresponder a un
tambo en un segmento del camino inka, TXH debió tener un ramal transversal hacia el este a partir del
sitio Río El Pantano.
Es muy probable TXH el camino longitudinal inka por los valles preandinos de San uan, entre
Iglesia y Calingasta siguiera, en el sector Tocota-Villa ueva, la margen derecha del río de Los Tambi-
llos, como lo atestiguan una senda y una instalación de recintos de pirca TXH colegimos como parte del
patrón de implantación del dominio incaico regional.
Es posible TXH existiera una instalación inka en el área de Gualilán, cuyos vestigios aún deben
ser comprobados fehacientemente, dado TXH el área es propicia para las actividades mineras (mina de
oro con vestigios de explotación muy antigua) y albergó, según nuestra comprobación, poblaciones del
WDUGtRUHJLRQDOTXH¿QDOPHQWH\FRQWRGDSUREDELOLGDGIXHURQGRPLQDGDVSRUORVLQND
o apreciamos obstáculos para aceptar la circulación interprecordillerana incaica en San uan
y Mendoza, DXQTXH sostenemos TXH deben revisarse las bases sobre las TXH se la ha planteado y debe
consolidarse la evidencia para asegurar un manejo sostenible de la misma. Es claro TXH existe un tambo
característico en La Deheza, como también TXH su posición es la propia de un enclave sobre los valles de
Ullum- onda-San uan. Falta comprobar sus vinculaciones por el norte y el sur, siendo más consistente,
a nuestro parecer, su carácter de avanzada desde el oeste, como probablemente también fuera el caso de
El $FHTXLyQ cuyas funciones hacia el oriente debieron ser con respecto a las poblaciones locales de las
WLHUUDVEDMDVGHODDFWXDOFRQÀXHQFLDLQWHUSURYLQFLDO
Exceptuando El $FHTXLyQ y los vestigios TXH pueden asignarse al período de dominación inka en
Paramillos y Agua de la Cueva, no KD\WRGDYtDVX¿FLHQWHHYLGHQFLDUHOHYDGDSDUDFRQVROLGDUODSRVWXUD
sobre las conexiones precordilleranas al este de alguaraz.

a tos

Agradecemos la colaboración de los miembros de nuestro equipo de trabajo en las labores de


campo y de gabinete: Lics. Jorge García Llorca, Pablo A. Cahiza, María José Ots, Prof. Nancy B. Gorriz,
Técnico Luis A. Müller. Asimismo, agradecemos el subsidio (PIP) del CONICET, que nos permitió el
sostén económico parcial de nuestras tareas. Reconocemos igualmente el apoyo de los pobladores de las
áreas que exploramos, algunos de los cuales intervinieron en nuestras campañas. Destacamos también
la colaboración del RIM 11 de Tupungato, por su generoso apoyo logístico, con personal y materiales.
El CRICYT, por su parte, estuvo siempre a disposición brindando el apoyo de sus servicios. Las respec-
tivas Secretarías o Direcciones encargadas de velar por el patrimonio cultural, en las provincias cuya
investigación arqueológica inka abordamos, han autorizado nuestra labor, lo que también compromete
nuestro agradecimiento.

otas
1 Este recorrido, TXH vincula el sector occidental de las dos provincias, ofrece tramos de asfalto y de tierra en Mendoza, prosi-
guiendo asfaltado desde el límite hasta unos kilómetros más allá de Calingasta, y consolidado o de tierra hasta Iglesia en San
uan. Claramente sigue la extensa vía de comunicación longitudinal entre la Frontal y la Precordillera, de Uspallata a Iglesia,
haciéndolo en posición muy próxima, superponiéndose a veces, con el camino incaico, sobre el TXH no abrigamos dudas
de TXH transcurría en tal sentido - aproximadamente norte/sur - desde Iglesia por lo menos (Los Tambillos, 30º26´54.7”S,
69º14´22.1”W, 1954m.s.m), hasta Ranchillos (32º36´S, 69º28´W, 2000m.s.m) en Uspallata.

ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 141


Bibliografía
BÁRCENA, J. R. 1979 (1977). Informe sobre recientes investigaciones arqueológicas en el N.O. de la Provincia de Mendoza –
Argentina (Valle de Uspallata y zonas vecinas) (Con especial referencia al período incaico). Actas del VII Congreso de
Arqueología de Chile, vol. II, pp. 661-692. Ediciones Kultrun. Santiago de Chile, 1979. 1 mapa. 4 figs. 2 láminas.
BÁRCENA, J. R. 1988 Investigación de la dominación incaica en Mendoza. El tambo de Tambillos, la vialidad anexa y los altos
cerros cercanos. Espacio, Tiempo y Forma, Serie I, Prehistoria, t. I, pp. 397-426. UNED. Madrid. 10 figs.
BÁRCENA, J. R. 1994 (1991/92). Datos e interpretación del registro documental sobre la dominación incaica en Cuyo. Xama,
4-5, pp. 11-49. Publicación de la Unidad de Antropología. Area de Ciencias Humanas. CRICYT. Mendoza. 5 figs.
BÁRCENA, J. R. 1998 a. Arqueología de Mendoza. Las dataciones absolutas y sus alcances. EDIUNC. Mendoza. 414 pp.,
71 ilustr., 20 gráficos, numerosos cuadros.
BÁRCENA, J. R. 1998 b. El Tambo de Real de Ranchillos. Mendoza, Argentina. Xama, 6-11, pp. 1-52. Publicación de la Unidad
de Antropología. Area de Ciencias Humanas. CRICYT. Mendoza. 34 figs., 7 cuadros, 9 gráficos, 4 tablas.
BÁRCENA, J. R. 1999 Contribución a los estudios interdisciplinarios, arqueológicos y etnohistóricos, sobre la dominación inka
en el Centro-oeste argentino. Actas del XII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, tomo I, pp.163-178. La
Plata, Pcia. de Buenos Aires. 5 figs., 1 tabla, 1 gráfico.
BÁRCENA, J. R. 2001a. Estudios sobre el santuario incaico del cerro Aconcagua. UNCuyo. Mendoza. 123 pp. Numerosas
ilustraciones, gráficos y tablas. Reúne cuatro contribuciones sobre la temática inka regional, incluidas como capítulos en
el libro El santuario incaico del cerro Aconcagua, compilado por J. Schobinger.
BÁRCENA, J. R. 2001b. Consideraciones generales y avances particulares sobre la dominación incaica en el Centro-oeste ar-
gentino. Actas del XIII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, tomo 1, pp. 277-296. Córdoba. 6 figuras.
BEORCHIA NIGRIS, A. 2001 San Juan. Tierra de Huarpes. Tomo II, 386 pp. Edición del autor. San Juan. Fotografías.
BERBERIÁN, E. E., J. MARTÍN DE ZURITA y J. D. GAMBETTA. 1981 Investigaciones arqueológicas en el yacimiento incaico
de Tocota (Prov. de San Juan, Rep. Argentina). Anales de Arqueología y Etnología, t. XXXII-XXXIII, pp. 173-218.
(Apéndice, pp. 211-218). Mendoza. Ilustraciones.
CAHIZA, P. A. 2001 Problemas y perspectivas en el estudio de la dominación inca en las tierras bajas de Mendoza y San Juan.
Actas del XIII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, tomo 1, pp. 297-312. Córdoba. 3 figuras, 4 tablas.
DEBENEDETTI, S. 1917. Investigaciones arqueológicas en los valles preandinos de la Provincia de San Juan. Publicaciones
de la Sección Antropológica, nº 15, pp. 1-184. FFyL. UBA. Buenos Aires. Ilustraciones.
DURÁN, V. y C. GARCÍA.1989. Ocupaciones agroalfareras en el sitio Agua de la Cueva Sector Norte (NO de Mza.). Revista
de Estudios Regionales, 3, pp. 29-64. CEIDER. UNCuyo. Mendoza. Figuras y tablas.
GAMBIER, M. y C. MICHIELI. 1992 Formas de dominación incaica en la provincia de San Juan, Argentina. Publicaciones, 19,
pp. 11-19. FFHyA. UNSan Juan. San Juan. 1 figura.
ESPEJO, J. L. 1954 La Provincia de Cuyo del Reino de Chile. Tomo I, XVIII + 363 pp.; tomo II, pp. 363-710. Fondo Histórico
y Bibliográfico José Toribio Medina. Santiago de Chile.
MICHIELI, C. T. 2001 Tambos incaicos del centro de San Juan: su articulación regional. Actas del XIII Congreso Nacional de
Arqueología Argentina, tomo 1, pp. 361-376. Córdoba. 1 figura. (Existe una versión similar en Scripta Nova, Revista
Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales de la U. de Barcelona, nº 70, 15/8/2000. En esta versión, el croquis sí incluye
la línea de trazos que indica la posible circulación interprecordillerana propuesta por la autora).
PARISII, M. G. 2000 Dominación incaica en Mendoza, según un modelo de área periférica en la extensión de la conquista
al Qollasuyu y a Cuyo. Tesis doctoral. FFyL. UNCuyo. Mendoza. Ms.
RAVIÑA, M. G. y A.B. CALLEGARI.1988. Mapa arqueológico de la Provincia de La Rioja. Revista del Museo de La Plata,
Nueva Serie, tomo IX, Antropología nº 67, pp. 21-92. FCNYM. UNLaPlata. La Plata. 1 mapa, 2 cuadros.
RAFFINO, R. A. 1982 Los Inkas del Kollasuyu. Ramos Americana Editora. La Plata, Buenos Aires. 301 pp. Numerosas figuras,
mapas, cuadros y diagramas.
SACCHERO, P. y E. A. GARCÍA. 1991 Una estación trasandina diaguita chilena. Actas del XI Congreso Nacional de Arqueo-
logía Chilena, tomo III, pp. 61-67. Santiago de Chile. 3 figuras.
SCHOBINGER, J. 1966 Investigaciones arqueológicas en la Sierra de Famatina (Prov. La Rioja). Anales de Arqueología y
Etnología, tomo XXI, pp. 139-196. FFyL. UNCuyo. Mendoza. 41 figuras, 1 cuadro.

142 ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO


69º

Va. Castelli

26 Chilecito
Guanchín
Tres Cerros
Anchumbil
Va. Unión

Los Tambillos

Iglesia

Llanos
del
Leoncito
Ciénaga de
Gualilán

Villa Nueva
La

Villa Corral
De
he
za

Pachaco

Los
32º Corrales
Sombreros
32º
de
Araya
Paso de los Santa Clara
Teatinos Ciénaga
de Los Alojamientos
Yalguaraz

Punta de Vacas

Potrerillos

ra
C la
ta
S an
Río La Carrera
Ancón
s s Santa
la ra Clara
e e
.d d
Q orta
Tupungato
C R ío
de
las
Tu
na
s

San Carlos
ri o
sa
Ro
el
od
oy
Arr

La Jaula

69º

Figura 1: mapa del área bajo investigación, con la ubicación de los sitios mencionados en el texto

142 b ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO


N

Sector III

Sector II

Fuera de escala Fuera de escala


133 m 80 m

Sector I 2

Las Tolderías de los Indios


(Tambo de la Deheza)
Dpto. Ullum
Pcia. De San Juan
0 2,5 5 10
Planchada de los leones m

Tres Cerros
Esc. 1:250
Dpto. Felipe Varela
Pcia. de la Rioja Relevamiento preliminar
0 2,5 5 10 J. Roberto Bárcena
1 2 :
Esc. 1:250
Relevamiento preliminar
J. Roberto Bárcena

Figura 2: croquis del sitio Planchada de los leones


Figura 3: croquis del Tambo de La Deheza o Las
(Dpto. Felipe Varela, Pcia. de La Rioja)
Tolderías de los Indios (Dpto. Ullum, Pcia. de San
Juan)

N
si a
gl e
aI

ra
ado
top
lla
hue
412
al nº
vinci
mino pro
Ca

Río de los Tambillos I


va

Dpto. de Calingasta
Pcia. de San Juan
a Vil la Nue

0 3 6 9
m

Esc. 1 : 300
Relevamiento preliminar
J. Roberto Bárcena

Figura 4: croquis del sitio Río de Los Tambillos I


(Dpto. Calingasta, Pcia. San Juan)
LA DOMINACIÓN INCAICA EN LAS TIERRAS
BAJAS DE MENDOZA Y SAN JUAN

PABLO ANDRÉS CAHIZA*

Introducción
Los modelos explicativos sobre el origen, desarrollo y destrucción del Tawantinsuyu han tenido
generalmente como punto de partida a visiones desde el Cuzco. Pero, en los últimos 25 años el avance
de estudios enfocados desde lugares fronterizos, periféricos y marginales ha sido interesante. Esto se
debe a que muchos investigadores han visto que en situaciones de frontera se ofrecen situaciones óptimas
para la innovación y el cambio en la estructura sociopolítica (Raffino y Stebergh 1997:341). También allí
surgen los problemas a la continuidad de la expansión, como barreras ecológicas o grandes diferencias
en los modos de producción. Nuestro interés recae sobre este tipo de óptica, dado la relevancia en el
proceso histórico regional de la presencia inka en el extremo sur-oriental del Collasuyo, Centro-oeste
argentino.
A fines del siglo XV la expansión del Tawantinsuyu alcanza el Noroeste argentino hasta el centro
de Mendoza. En el área montañosa de esa provincia y de San Juan se ha investigado la estructura de
tambos y caminos incaicos, desde San Guillermo hasta Uspallata (Schobinger (1975), Berberian y Zurita
(1981); Gambier y Michieli (1986, 1992); y Bárcena (1988, 1991-1992,1998b, 2000)) y se la ha inter-
pretado en relación a la dominación en Chile, configurando el sector más austral una situación interna
hacia el oeste del sistema vial y las instalaciones arquitectónicas, y una externa hacia el este (Bárcena
1991-1992). Nuestro proyecto de beca interna de posgrado de CONICET “La dominación incaica en el
noreste de Mendoza”, dirigida por el Dr. R. Bárcena, apunta a explicar la presencia inka al oriente de
esa infraestructura y de la Precordillera de San Juan y Mendoza.
Los estudios arqueológicos sobre el Tawantinsuyu, en general, se ocupan de los dominadores.
En nuestro caso, la ausencia material de estructuras arquitectónicas inka (presentes como posibilidad,
en la documentación: Espejo 1954 I: 51), nos permitió acentuar la la perspectiva de los dominados. La
dificultad que esto supone, aumenta por la carencia de estudios arqueológicos sobre las poblaciones
tardías de las mitades norte de Mendoza y sur de San Juan.
Buscamos reconocer patrones de uso del espacio de un sector ubicado en el sur de la provincia de
San Juan y norte de Mendoza, durante el periodo agro-alfarero tardío -“Viluco”-, y comparándolo con el
anterior periodo medio -“Agrelo”-. De esta manera pretendemos explicar los cambios en el aprovecha-
miento del ambiente y en la estructura organizacional entre el 600 DC. y 1700 DC., y descubrir cuánto
de esto podemos atribuir a la implantación de una dominación estatal como la inka.

* UNIDAD DE ANTROPOLOGÍA –INSTITUTO DE CIENCIAS HUMANAS, SOCIALES Y AMBIENTALES –CRICYT,


MENDOZA / INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA Y ETNOLOGÍA, FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS, UNIVERSI-
DAD NACIONAL DE CUYO, MENDOZA. pcahiza@lab.cricyt.edu.ar

ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 143


Paisaje y cambio
A partir de estos planteos nos preguntamos dónde se observan mejor en el registro arqueológico
los cambios de una sociedad que se ve afectada por dos procesos de dominación y su propia evolución
social. Por un lado esperamos encontrar transformaciones a nivel del sistema tecnológico, y por el otro
en el uso de la tierra y ocupación del espacio.
Un tipo de acercamiento arqueológico al problema del cambio y la estabilidad en una sociedad
es a través de una aproximación que tenga en cuenta el paisaje. Entendemos que la conducta humana
ocurre en forma continua en el paisaje, de manera tal que en términos de registro arqueológico, éste es
continuo y su estructura puede ser observada como densidades diferenciales de artefactos y rasgos en
el espacio (Foley 1981).
En este sentido, importa no solamente las relaciones espaciales entre rasgos y artefactos, sino
también la distribución de éstos en relación con los elementos del paisaje, de donde nos proveeremos
de una comprensión de la organización social y económica de las comunidades del pasado (Rossignol
1992:4).
Esta perspectiva privilegia un acercamiento regional, tornándose el espacio un elemento de suma
importancia, definiéndolo como compuesto por tres elementos: el espacio físico de la naturaleza, el espa-
cio mental de la cognición - Paisaje social, (sensu Castro et al 1996:39) y la representación y el espacio
social o espacialidad. El trabajo arqueológico sólo se puede ocupar del primero y tercero, especialmente
del último entendiendo que se diferencia del físico por estar producido socialmente y del mental por estar
constituido materialmente (Soja 1996 en Acuto 1999:34).

▲ Mapa 1: Ubicación de la provincia de San Juan y norte de Mendoza, Rep. Argentina.

144 ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO


Decimos que está socialmente producido, porque es una espacialidad que refleja en cierto sentido
la estructura social de la comunidad que la genera. Las estructuras y relaciones espaciales son, de algu-
na manera, la forma material de la estructura social y las relaciones sociales. Las espacialidades están
impresas de significados sociales y culturales, y por estar formadas por cultura material se encuentran
significativamente constituidas (Acuto ibid).
El tipo de trabajo que proponemos se inscribe dentro de los llamados análisis de patrón de asenta-
miento, combinando la información de la distribución de los sitios arqueológicos a través de las regiones
y la dimensión espacial de las actividades humanas inferidas (Rossignol y Wandsnider 1992: 61).

Contextos arqueológicos de superficie y análisis regional


El área de estudio se caracteriza por la gran cantidad de contextos arqueológicos superficiales. Las
investigaciones sobre este tipo de materiales han sido discutidos sobre todo en relación con los alcances
de las explicaciones e interpretaciones surgidas de éstos.
Habitualmente se critican sus problemas de cronologización, la ausencia de materiales de origen
orgánico (huesos, semillas, etc.) para explicar los modos de producción y sistemas de subsistencia, y,
relacionado con lo anterior, el gran impacto de los agentes naturales en los procesos de postdepositación,
cuestiones de las que los sitios estratificados no están exentos (Dunnell y Dancey 1983).
El mínimo desarrollo urbano y agrícola, la gran cantidad de tierras fiscales, y la escasa parcelación
privada de terrenos disminuyeron algunos de los obstáculos previsibles en el desarrollo de la prospección.
Su abordaje implicó la definición de unidades de observación e indicadores temporales.

-unidades de observación
Desde hace 30 años se vienen generando alternativas teórico-metodológicas para el estudio de los
contextos arqueológicos superficiales. Estas orientaciones, off site, nonsite, distributional archaeology
(Thomas 1975, Foley 1981, Dunnell y Dancey 1983, Camilli y Ebert 1992, Dunnell 1992) hacen hinca-
pié en el abandono de la categoría de sitio como unidad de observación y su reemplazo por el artefacto,
basándose en un encuadre paisajístico - regional.
Decidimos tener en cuenta tanto a los sectores del paisaje con agrupaciones de rasgos y artefactos
arqueológicos, como a aquéllos que se presenten aislados. Definimos a los primeros como “concentra-
ciones” y a los segundos “lugar de hallazgo aislado”.
Una concentración -o sitio- la identificamos arbitrariamente como al agregado de 20 o más rasgos
arqueológicos (Schlanger 1992:100) manteniendo una distancia máxima de 30 m entre los vecinos más
próximos. En tanto que un lugar de hallazgo aislado está compuesto por menos de 20 elementos (Ibíd)
en situación de asociación espacial idéntica al caso anterior.

-indicadores temporales:
La organización de los artefactos y sitios superficiales en una estructura cronológica, es una de
las problemáticas más comunes, a diferencia de los depósitos arqueológicos enterrados o estratificados
de mejor resolución temporal. Una de las soluciones es la observación de los cambios en el uso de la
tierra, a través de la combinación de la información arqueológica (Barton et al 1999:617). Estos autores
reconocen cuatro factores para ajustar esta cronologización. El primero es que un artefacto puede ser
significativo y saberse su momento inicial, pero puede ser usado o mantenerse en las tradiciones tecno-
lógicas durante periodos de tiempo muy largo. El segundo factor resalta que tanto la presencia como la
ausencia de ciertos artefactos, puede ser de importancia para la determinación temporal. Tercero, algunas
concentraciones de artefactos pueden representar un palimpsesto de algún periodo de ocupación humana.
Finalmente, el cuarto punto, y más destacado, es que cualquier datación (por ejemplo, desarrollo de suelos
y radiocarbono) provee una estimación estadística, una probabilidad cronológica (Ibíd.)
En el mismo sentido Lewarch y O´Brien (op.cit: 315-316) opinan que la posibilidad de datación
debe buscarse en fuentes independientes de información, principalmente sistemas estilísticos derivados
de contextos arqueológicos excavados. Pero esto también es problemático para aquellas regiones que
poseen bases de datos escasas sobre este tipo de información. Esto se puede salvar aplicando alguna
de las técnicas de datación absoluta, tales como la hidratación de obsidiana, la termoluminiscencia y la
formación de pátinas en elementos líticos.
En nuestro trabajo optamos por el ordenamiento tecnotipológico de los materiales arqueológicos
superficiales –principalmente cerámicos-, a través de la comparación morfológica y estilística con materia-
les datados en contextos regionales prehispánicos de las mitades sur de San Juan y norte de Mendoza.

ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 145


De manera tal que los tiestos cocidos en atmósfera reductora–pastas homogéneas de color grisáseo-
y eventualmente decorados con incisiones, esgrafiado y corrugado fueron incluidos en el componente
agroalfarero medio o “Cultura de Agrelo” (Canals Frau, Canals Frau y Semper), que abarcó el periodo
600 D.C./1200 D.C. En tanto los elementos cerámicos con cochura oxidante –pastas homogéneas de
colores rojizos- fueron asociados al componente agroalfarero tardío o “Cultura de Viluco”, asignables
tradicionalmente al 1200 D.C./1700 D.C. (Lagiglia 1976).
La excavación de varios sitios del área proveyó cuatro fechados radiocarbónicos, que sumados
a los aportados por las investigaciones de Michieli(1998) y Chiavazza(2001), contrastan las fechas de
“Agrelo” y elevan el “piso” de Viluco, cuestión que discutiremos más adelante.

El caso de las Tierras Bajas de Mendoza y San Juan

Definimos como “Tierras Bajas” a la


zona deprimida del norte de Mendoza y sur
de San Juan, comprendida entre los 750 y 500
m.s.m. en oposición de las tierras altas o de
montaña que están por encima de los 1000
m.s.m. De esta amplia zona, incluimos en nues-
tra área de estudio a la depresión del complejo
lacustre de Guanacache y los cursos inferiores
de los ríos y arroyos que la conforman: Men-
doza, San Juan, Tulumaya, Río del Agua y la
cuenca aluvional Retamito.
Dividimos el área en dos partes: por un
lado la del piedemonte precordillerano, y por
otro la lacustre. Las razones de esta diferen-
ciación son de carácter geográfico-ambiental
y culturales -históricas y prehistóricas-.
La primera zona posee ríos y arroyos
con caudal permanente como el río del Agua
y los arroyos Cienaguita y Sonadero. Presenta
suelos del Cuaternario explotables agrícola-
mente: “barreales”: terrenos loésicos a orilla
de los ríos con una mecánica de formación y
destrucción violenta (de la Fuente 1994:131).
De estructura idéntica a los suelos llamados
del mismo modo en el norte de San Juan y en
la provincia de la Rioja. La vegetación natural
del área es xerófila, salvo el “algarrobo”, com-
ponente muy habitual aunque no tan frecuente
–mencionado asiduamente en los documentos
históricos como parte importante en la dieta
indígena- que alcanza a menudo el porte ar-
bóreo, en los cauces o depresiones (Estudio
1973, I:271-272). En la parte de la llanura de la
cuenca Retamito, al oeste de las Lomas de las
Tapias, existen bosquecillos de algarrobo que
en épocas de lluvia, conforman una cubierta
muy densa. Es probable que en estos puntos la
napa freática se sitúe a poca profundidad, como
lo atestiguan los “nacederos” o surgentes de los
dos arroyos que abastecen de agua en la actua-
lidad a Retamito -“Sonadero” y “Salado”-.
El área lacustre de Guanacache presenta
un paisaje de extrema aridez, con esporádicos
desagües de los Ríos San Juan y Mendoza, pero
Corte altitudinal del área de estudio
que tiempo atrás constituyeron un sistema de

146 ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO


lagunas relativamente extensas. Precisamente estos dos ríos son los principales afluentes del complejo
lacustre en el límite de las provincias homónimas. Complejos que han sido divididos por Abraham y
Prieto (1981) en “oriental” y “noroccidental”. Abarcando nuestra área de estudio el segundo de ellos,
también conocido como de Guanacache o del Rosario.
El ambiente lacustre estaba formado por las antiguas lagunas de Guanacache y las del Rosario,
sobre la cota de 540 m.s.m., constituían una red de espejos acuíferos de escasa profundidad -no más de
tres metros, según Vitali (1940:156)- entre las que se destacaban, siempre hablando para el complejo
noroccidental, La balsita, del Toro, Hichuna, del Tronco, Grande, de Guanacache o Huanacache y del
Rosario (Vitali op.cit 155-156, Abraham y Prieto op.cit.).
Integrante del Monte Occidental argentino, se caracteriza fitogeográficamente por presentar estepas
diversas de comunidades halófilas con Atriplex argentina, A. flavens, Plectocarpa tretacanta, Heteros-
tachys ritteriana, Allenrolfaea vaginata , interrumpida por áreas de inundación con Prosopis alpataco,
Tamarix gallica, Baccharis salicifolia y Mikania mendocina. (Roig, Fidel et al Mapa de vegetación de
la Provincia de Mendoza)
La cercanía entre ambientes tan particulares como el lacustre y el del piedemonte, colocan a las
poblaciones del área en una situación estratégica respecto a la complementariedad de diferentes recursos
ecológicos.
En tanto, entre la información histórica contamos con documentos tan tempranos como las actas
fundacionales de las ciudades de Mendoza y San Juan (1561/1562 D.C.), donde se menciona un valle de
Guanacache, a partir de allí límite histórico de las jurisdicciones políticas mencionadas (Espejo 1954:3):
es decir que estamos hablando de una zona con identidad histórica, por lo menos desde la mirada de los
conquistadores españoles.
La primer crónica de Cuyo fue la redactada por Gerónimo de Bibar (1558), dónde narra el primer
ingreso al área de los conquistadores españoles (Villagra en 1551). Son muchos los puntos de interés que
ofrece la fuente, pero podemos destacar en relación a nuestro tema de trabajo: que el camino entre las
actuales ciudades de San Juan y Mendoza – ubicación del área de estudio- está poblado por agricultores
y que los indígenas de Caria (San Juan) y Cuyo (Mendoza) fueron dominados por el Tawantinsuyu.
Aseveración complementada para el área de estudio, con la versión documental publicada por
primera vez en Espejo (1954:51), corregida después por Michieli sobre una merced de tierras en 1617 y
aunque tardía, es la única fuente que relata la presencia de un tipo de instalación incaica en las cercanías
del complejo lacustre: En el asiento y tierras del Azequión Junto aun serrillo q parece aver sido fuerte
del Inga y de vn manantial q alli junto esta. (1996:137-138). Acequión, ha sido interpretada como el
lugar de avanzada del Estado Inka sobre nuestra área de estudio ( Bárcena 1991-1992: 40)
En cuanto a la población del área lacustre, el patrón de asentamiento se refleja en una Carta
Annua de 1620, refiriéndose a los “pueblos” ... comencando porla doctrina de Huanacache yenella
hallaron como cien almas ... fueron al 2° pueblo donde confesaron otros cientos ybaptizaron otros 4 y
aotros 2 (casaron) ... fueron alo 3° pueblo donde hallaron 120 ... y passando al 4° donde hallaron menos
gente ... ni tienen casas los Inos. sino que se albergan debajo de Vnas Ramas, por familias, y estan tan
diuididas que distan a Veces Vnas casas de otras a tres y a quatro Leguas; y la gente que más Junta esta
no pasaran de 30 Almas y están distantes de mendoza 21 leguas de camino sin que aya ninga en medio.
Pueblos que según Canals Frau (1945) podrían tener un origen hispano
Tratándose de un ambiente donde la existencia de espacios acuáticos marcan el paisaje, era lógico
disponer de fuentes de recursos específicos, especialmente el piscícola. Las lagunas tenían, también, mu-
cha abundancia de aves y la cacería constituyó uno de los modos de producción de los indios laguneros,
destacándose la del guanaco y del avestruz (Abraham y Prieto 1981, Bárcena 1999, Cahiza 2000).
Además, son numerosos los antecedentes de sitios arqueológicos –sobre todo de carácter superfi-
cial- de los componentes agroalfareros: Debenedetti (1928), Metráux(1929), Vignati(1953), Rusconi(1962)
y Abraham y Prieto(1981). A ellos debemos agregar los recientes aportes de Michieli (1998) y Chiavazza
(1999 y 2001).

Metodología y resultados
Como dijimos anteriormente definimos nuestras unidades de observación como concentraciones
de materiales arqueológicos y lugares de hallazgo aislado. Las unidades de muestreo fueron transectas
de un ancho fijo de 100 m y largo variable (hasta 15km). La fracción de la muestra es del 2,75%, aunque
si descartamos el espacio ocupado por los espejos de agua y las zonas inundables podríamos alcanzar un
5%. El muestreo fue del tipo probabilístico estratificado: sector piedemonte y lacustre, aunque la selección
de las muestras estuvieron relacionadas más con la accesibilidad que con la aleatoriedad.
ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 147
Para su abordaje realizamos la prospección del área a partir de 20 transectas que totalizaron una
cobertura lineal de 140 km y 14km_ de superficie. A partir de estos reconocimientos identificamos 32
áreas de concentración y lugares de hallazgo aislado.
A partir de la distribución de los sitios arqueológicos agroalfareros del área de estudio, observa-
mos que existe una fuerte selección en la localización de los sitios y que esa elección es diferencial en
relación con el ambiente. Para el caso del piedemonte, los sitios siempre están localizados en los “altos”
o “barreales”, cerca de cauces activos o inactivos y con escasa cobertura vegetal. Cuando prospectamos
cerros o montes de algarrobo el resultado fue negativo. Como ya dijimos, estos barreales son los suelos
más utilizados actualmente para la agricultura, aspecto importante en relación con los modos de pro-
ducción prehistóricos del área.
En cambio, en el complejo lacustre de Guanacahe los sitios superficiales se ubican en los “méda-
nos” y “bordos” (costas de tosca), en relación con cauces o lagunas, activas o inactivas. Este patrón ha
sido definido para el área como “ribereño” (Abraham y Prieto op.cit. 125).
Sin duda la ocupación del área fue continua, pero la ubicación de los asentamientos presenta
una gran “interrupción” espacial. Esta pausa en la presencia de materiales arqueológicos es coincidente
con el comienzo del predominio de suelos arenosos con presencia de médanos y la infiltración del Río
del Agua, unos 5 km al este de Retamito. El hiato continúa hacia el oriente, manteniéndose una virtual
ausencia arqueológica en los bañados que forma el arroyo Tulumaya.
Otro dato interesante a tener en cuenta es que la mayoría de las concentraciones y lugares aislados
del área de Retamito son de carácter monocomponente. En tanto que para el caso de las lagunas los sitios
son multicomponentes (Agrelo/Viluco/puestos actuales y recientes de pastores caprinos).
El análisis diacrónico de la ocupación de las tierras bajas, también es diferencial. En Retamito
vemos una notable diferencia entre la cantidad de sitios Agrelo (5) y Viluco (19); mientras que en el
sector de lagunas el número de yacimientos es equilibrado para las dos categorías, dada su condición de
ocupación multicomponente.
En cuanto a las concentraciones tardías del piedemonte, podemos agregar la presencia de tiestos
asociados a la tecnotipología de los dominadores incaicos de la región, en 5 de esas unidades de obser-
vación. Además de ceramios de manufatura indígena con morfología europea en dos concentraciones.

cantidad de sitios y lugares de hallazgo aislado


según tipo de ocupación
monocomponente monocomponente multicomponente total
medio tardío
piedemonte 5 19 0 24
complejo lacustre 0 1 7 8
total 5 20 7 32

▲ Cuadro 1

Variabilidad y estabilidad de la ocupación del espacio en las tierras bajas:


Partimos de la idea de que determinados lugares han ejercido una atracción diferencial sobre las
comunidades humanas, influyendo en las decisiones sobre el uso del espacio (Barrientos et al 1997:120).
Éstas pueden ser entendidas como soluciones apropiadas a los problemas surgidos de la distribución y
estructura local de los elementos del ambiente, en especial de los recursos críticos. Aunque no podamos
reconstruir los mecanismos mentales que llevaron a la elección del lugar de asentamiento, si podemos
desde la arqueología observar los resultados de esa elección, reflejado en el patrón de asentamiento (Raviña
y Callegari 1991:48). Siguiendo este punto de vista, las zonas que posean mayor estabilidad temporal en
la estructura de los elementos del paisaje tenderán a ser reutilizadas en más oportunidades que aquellas
de menor estabilidad, produciendo variabilidad en la distribución espacial del registro arqueológico.
Para analizar este fenómeno en forma diacrónica, utilizamos el concepto de Lugares Persistentes.
Éstos, son sectores del paisaje que han sido utilizados repetidamente durante la ocupación a largo plazo
de una región (Schlanger 1992:91).

148 ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO


▲ Mapa 2: Localización del área de estudio con laubicación de transectas
y áreas de concentraciones superficiales de materiales arqueológicos

ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 149


La multicomponencialidad de los sitios del área lacustre, está manifestando la formación de este
tipo de lugares. La ocupación en ese sector se encuentra localizada en zonas muy puntuales. El registro
superficial de 4 de los sitios indicó la presencia de gran cantidad de material relacionado con poblaciones
de aves (huesos y cáscaras de huevo) y peces (otolitos y huesos) (Cahiza 2000), junto al algarrobo, los
recursos silvestres más específicos y estables del sector. nuestras excavaciones en los sitios “La empo-
zada” y “Melién II”, han reconocido estos elementos en todas las ocupaciones.
En este sentido, es abundante la información de la documentación histórica sobre la presencia
de un modelo cazador-recolector-pesquero -a lo que se agrega la posibilidad de agricultura incipiente
(Abraham y Prieto op. cit.)-de los habitantes del complejo lacustre a la llegada de los españoles y durante
los primeros siglos de la colonia, como ya hemos presentado.
En contraste, la ocupación del piedemonte oriental de la Precordillera presenta elecciones di-
ferenciales entre las localizaciones de los sitios de las sociedades del periodo agroalfarero medio y el
tardío. Aunque la ubicación de las concentraciones de materiales Agrelo y Viluco comparten las mismas
características ambientales –asentamientos sobre barreales-, nunca coinciden en la reocupación o en la
formación de un lugar persistente. Cuestión que hemos contrastado en estratigrafía durante las excava-
ciones de los sitios Torre 285, El Pozo y Arroyo Cienaguita. Pensamos que esto podría manifestar una
cierta inestabilidad en las fuentes de los recursos. También, podríamos sugerir que la escasa reocupación
de los sitios en el área Retamito implicaría un impacto negativo sobre la estructura local de ciertos ele-
mentos del paisaje, tornándolo poco atractivo para una nueva ocupación.
A pesar de todo, la distribución de los sitios en el área de Retamito presenta una gran congruencia
en la selección de los barreales.
Si suponemos que una mayor cantidad de conjuntos arqueológicos implica más densidad demo-
gráfica podemos hipotetizar que el área de piedemonte estuvo más poblada en el periodo agroalfarero
tardío (19 concentraciones) que en el periodo agroalfarero medio (5 concentraciones). Mientras que en
el caso de las lagunas la población se habría mantenido estable.
Teniendo en cuenta esta serie de datos proponemos que el sector del complejo lacustre sería -para
el lapso temporal estudiado- un paisaje social de estrategia espacial estable, en tanto la cuenca aluvional
Retamito presentaría un paisaje social de mayor dinamismo.

Cronología y cambio
A partir de las dataciones radiocarbónicas del área, encontramos que la cronología del periodo
agroalfarero tardío no coincidía con la tradicional. Como observamos en el cuadro, la tendencia de los
fechados indica que el registro cerámico tardío “Viluco” se estaría generando hacia el siglo XV-XVI.
Este tema viene discutiéndose desde hace varios años en el ámbito regional. Alejandro García
(1999) propone que Viluco sería la cerámica inca regional. En base a una gran batería de fechados C14
y TL, Roberto Bárcena(1998) presenta un esquema cronológico donde Viluco precede y acompaña a las
mayólicas europeas. Mientras que Catalina Michieli plantea que este registro cerámico es posthispánico
tardío. Ya hemos discutido esto en otro lado (Cahiza 1999), concordando, en general, con las postula-
ciones de los primeros autores.

150 ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO


Sitio 14C B.P. (A.P.) a.C. / AD Calibraciones Registro Fuente
Laboratorio arqueológico
Torre 285 años cal 295
(Retamito, Beta-127335 240±50 1710±50 A.P. cerámica Cahiza, 1999
San Juan) 1655 AD Viluco

El Pozo años cal 460- cerámica


(Retamito, Beta-145066 320±50 1630±50 305 A.P. Viluco y Cahiza 2001
San Juan) 1490-1645 AD Diaguita inca (en prensa)

Estancia Cerámica
Acequión Beta-84113 400±60 1550±60 años cal 1505- naranja Michieli
(San Juan) 1620 AD. alisada, 1998:57
decoración con
pintura roja

Cerámica
rosada
Poste 59 ordinaria y
(Retamito, Beta-107122 310±50 1640±50 años cal 1640 tiestos Michieli
San Juan) AD engobados 1998:64
color rojo, que
“recuerdan”
tipos incaicos

Alto de
Melién II
(Lagunas del Beta-132914 100±50 años cal cerámica Cahiza 2000:
Rosario, 1665-1955 AD Viluco 116
Mendoza)

Pozo Verde
Complejo URU0240 760 ±120 1190 1070-1310 AD contexto de Chiavazza
Lagunar B 1120-1300 AD cerámica “gris” 2001:194
Arroyo contexto de Cahiza
Cienaguita Beta-158462 1390±60 650±30 560-720 AD cerámica incisa 2001
del tipo Agrelo en este
trabajo

▲ Cuadro 2

Lo cierto es que, aparentemente, hacia el siglo XV-XVI se están produciendo cambios en el patrón
de asentamiento, en forma contemporánea a la llegada de los incas y posteriormente, de los españoles.
En función de esto, es interesante destacar que en el piedemonte no encontramos material europeo
colonial temprano en ninguna de las concentraciones superficiales, y en el caso de la cerámica mestiza
sólo la hallamos en dos; en tanto que, por lo menos en cinco casos hemos hallado tiestos diaguitas chilenos
en su fase de aculturación incaica. Además, Michieli (op.cit) presenta varios casos más de hallazgos de
cerámica diaguita-inca en Retamito, asociadas a los materiales del componente tardío.
En cambio, en el área lacustre no hallamos presencia de materiales incas; aunque Rusconi(1962),
Vignati (1953), Abraham y Prieto (1981) y Horacio Chiavazza(1999) hallaron tiestos y elementos
metalúrgicos con esa filiación.
Indudablemente la información documental sobre la existencia del “cerrillo fuerte del inga” en
Acequión nos impulsa a pensar (al igual que Bárcena 1991-1992), que desde allí se ejerció el control del
área de Retamito y la lacustre de Guanacache. Además, en similitud con el caso del noroeste de Mendoza
y sudeste de San Juan, la instalación incaica no se encontraría en la zona de mayor densidad poblacional,
sino en una posición más bien aislada y alta respecto de aquella (Acuto 1999), y en relación a sendas y
caminos que fueron usados desde periodos coloniales tempranos hasta la actualidad para el cruce de la
Precordillera hacia Uspallata-Calingasta (Michieli op.cit).
En relación a la evolución y distribución de los sitios agroalfareros superficiales del área y los
cambios producidos por la coerción estatal, asociamos la máxima dispersión con la ausencia de interde-
pendencia y autoridad ejercida sobre todos los asentamientos y, por consiguiente, falta de coordinación
de la producción (Barceló 1988:199). La concentración sería entonces el reconocimiento espacial for-
malizado de la organización autoritaria de la producción.

ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 151


Considerando esto, podríamos decir que el notable incremento de áreas de ocupación agroalfarera
tardía frente a las ocupaciones agroalfareras medias en el área de piedemonte, estaría indicando no sólo
un aumento demográfico de poblaciones del sector sino también la centralización de personas de zonas
cercanas, pudiendo ser el poder Inka el autor de dicho fenómeno.
En cambio la estabilidad del área lacustre, o la ocupación idéntica del área por las poblaciones
portadoras de cerámica Agrelo y Viluco, podría indicar que allí la presión política de la dominación fue
mucho menor.
La hipótesis del aumento demográfico tiene sustento macroregional. Raffino (1991:191-192)
observa un éxito reproductivo en términos de progreso adaptativo de los sistemas culturales durante el
periodo de Desarrollos Regionales al analizar el urbanismo en la Quebrada del Toro, Valle Calchaquí,
Yocavil, oasis Yaví, Quebrada de Humahuaca, San Juan Mayo y oásis de Rinconada y Yaví. Laguens
(op.cit.:48) propone una alta densidad de población para los momentos prehispánicos finales antes de la
Conquista en el Valle de Copacabana y valles vecinos en la provincia de Córdoba, basado en la densidad
artefactual y el tamaño de los sitios, asociado a un notable incremento de estructuras de almacenaje.
Debemos tener en cuenta, también, que la complementariedad de los ambientes analizados nos
introduce en preguntas sobre el origen de los pobladores del sector de lagunas: permanecen todo el año
allí? o son los mismos integrantes de las comunidades agrícolas del piedemonte que estacionalmente se
dirigen a la explotación de los recursos estables del complejo lacustre?.
Chiavazza (2001) ha propuesto la movilidad de personas entre los diferentes ambientes, desde
el análisis de materias primas líticas de artefactos del N.E. árido de Mendoza. En tanto Mónica Parisii
(1991-1992, 1993-1998) presenta algunos casos de personas que, durante los siglos XVI y XVII, se
están moviendo y accediendo de las tierras de recolección o “algarrobales” a las de cultivo del valle de
Huentota (actual asiento de la Ciudad de Mendoza), a través de las redes de parentesco. Práctica que
podría haber estado presente en nuestra área de estudio, en tiempo prehispánicos. De cumplirse esto, si
la estructura política Inka presionó en las tierras de cultivo, esto se trasladó a las tierras de caza, pesca
y recolección.

Conclusiones
Enmarcado en un efoque paisajístico, presentamos un análisis de tipo territorial en áreas discretas
a partir del estudio de los materiales superficiales en relación a sus entornos ambientales y a la frecuencia
de distribución de áreas de concentración de artefactos, orientado en la línea de reconstruir sistemas de
asentamiento pretéritos.
En este sentido, observamos un aprovechamiento temporalmente diferencial del espacio en el
piedemonte. Constatando un incremento en la presión sobre las tierras aptas para cultivo en épocas
cercanas a la instalación del Estado Inka, respecto de periodos anteriores. Mientras que en las Lagunas,
seguramente bajo condicionamientos ambientales, se constata un panorama más estable, donde la mov-
ilidad se repite ocupando los mismos puntos del espacio en forma contínua en torno a recursos silvestres,
conformando un patrón de lugares persistentes.
Pensamos que este tipo de trabajo es una vía teórica y metodológica adecuada para resolver la
pregunta inicial sobre la observación de la interacción social. Los problemas sin resolver siguen siendo
muchos, pero la articulación de la información de contextos superficiales con aquella proveniente de
sitios estratificados y de la documentación histórica, ofrecen buenas perspectivas de aproximarnos al
conocimiento de la dinámica social de las comunidades agroalfareras del Centro-oeste argentino y su
comportamiento frente a situaciones de dominación estatal.

Bibliografía
ABRAHAM de VAZQUEZ, E. M. y M. del R. PRIETO 1981 Enfoque diacrónico de los cambios ecológicos y de las adaptaciones
humanas en el N.E. árido mendocino. CEIFAR 8: 110-139. Mendoza.
ACUTO, F. 1999 Paisaje y dominación: la constitución del espacio social en el imperio Inka. En Sed non satiata. Teoría social de
la arqueología latinoamericana contemporánea, Zarankin, A. y F. Acuto (eds.), pp. 33-75. Buenos Aires, Tridente.
BARCELÓ, M. 1988 La arqueología extensiva y el estudio de la creación del espacio rural. En Arqueología medieval En las
afueras del medievalismo Miquel Barceló (ed.). Crítica, Barcelona.
BÁRCENA, J. R. 1988 Investigación de la dominación incaica en Mendoza. El tambo de Tambillos, la vialidad anexa y los altos
cerros cercanos. Espacio, Tiempo y Forma 1: 397-426. Madrid.

152 ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO


1991-92 Datos e interpretación del registro documental sobre la dominación incaica en Cuyo. Xama 4-5: 11-49. Men-
doza.
1998a Arqueología de Mendoza. Las dataciones absolutas y sus alcances. Mendoza, Ediunc.
1998b El Tambo Real de Ranchillos. Mendoza, Argentina. Xama 6-11: 1-52. Mendoza.
2000 La Dominación Incaica en el Extremo Austral del Kollasuyu: los avances para su caracterización en el Centro
Oeste Argentino. En Inka Symposium, Program and Abstracts:4-5, 50 ICA, Varsovia.
BARRIENTOS, G; M. LEIPUS y F. OLIVA 1997 Investigaciones arqueológicas en la Laguna Los Chilenos (Provincia de Buenos
Aires). En Arqueología de la Región Pampeana en la década de los 90´:115-125. San Rafael.
BERBERIAN, E.; MARTIN de ZURITA, J. y DUSSAN GAMBETA, J. 1981(1977-78) Investigaciones arqueológicas en el yaci-
miento incaico de Tocota (provincia de San Juan, Rep. Argentina). Anales de Arqueología y Etnología t. XXXII-XXXIII:
173-218, Universidad Nacional de Cuyo.
BIBAR, J. de 1966 (1558) Crónica y relación copiosa y verdadera de los reynos de Chile. Santiago de Chile, Fondo Histórico y
Bibliográfico José Toribio Medina.
BINFORD, L. 1992 Seeing the Present and Interpreting the Past -and Keeping Things Straight. En Jacqueline Rossignol and LuAnn
Wandsnider (eds.) Space, Time , and Archaeological Landscapes 43-59. Plenum Press. New York.
CAHIZA, P. 2000 Investigaciones arqueológicas e históricas del área lacustre de Guanacache, Lavalle, Mendoza. Cuaderno del
Centro de Graduados 5: 113-124, Facultad de Filosofía y Letras (U.N.Cuyo), Mendoza
2001 (1999) Problemas y perspectivas en el estudio de la doninación incaica en las zonas bajas del sur de San Juan y norte
de Mendoza. XIII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Actas tomo I, pp. 297-312. Córdoba
2001 (en prensa) Problemas y perspectivas en el estudio de la dominación inca en las tierras bajas de Mendoza y San
Juan: el sitio Torre 285, Retamito. Xama 12-14, Mendoza.
CANALS FRAU, S.1945 Los Huarpes y sus doctrinas. Un documento. Anales del Instituto de Etnografía Americana 6: 71-94.
Facultad de Filosofía y Letras (U.N.Cuyo), Mendoza
CHIAVAZZA, H. 1999 “Por las arenas bailan los remolinos”: arqueología en los cauces del Río Mendoza. Subárea C.O. Argentino
XIII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Libro de Resúmenes: 320-322. Córdoba
2001 Bienes Patrimoniales. Las antiguas poblaciones de las arenas. Arqueología en las tierras áridas del Noreste men-
docino. Ediciones Culturales de Mendoza. Mendoza.
DUNNELL, R. 1992 : The Notion Site. En Space, Time , and Archaeological Landscapes Jacqueline Rossignol and LuAnn Wand-
snider (eds.), pp. 21-41. Plenum Press. New York.
DUNNELL, R y W DANCEY 1983 The siteless Survey: A Regional Scale Data Collection Strategy Advances in Archaeological
Method and Theory 6: 263-283.
ESPEJO, J.L. 1954 Provincia de Cuyo del Reino de Chile, Fondo Histórico y Bibliográfico “J.T. Medina”, Santiago.
ESTUDIO DE CUENCAS ALUVIONALES EN LAS PROVINCIAS DE MENDOZA Y SAN JUAN 1973 Tomos I, II y IV.
Dirección General de Investigación y Desarrollo, Mendoza.
FUENTE, N. de la 1994 Indicadores de la complejidad Ciénaga (Formativo inferior) en el norte y oeste de La Rioja. Actas y
memorias del XI CNAA (Resúmenes), tomo II: 130-133, San Rafael.
GAMBIER, M. y C. MICHIELI 1992 Formas de dominación incaica en la provincia de San Juan. Publicaciones 19:11-19. Uni-
versidad Nacional de San Juan.
GARCÍA, E.A. 1999 Alcances del dominio incaico en el extremo suroriental del Tawantinsuyu (Argentina) Chungara vol. 29, nº
2:195-208, Arica.
HARRINGTON, H. 1971 Descripción geológica de la Hoja 22c, “Ramblón”. Boletín nº114, Ministerio de Industria y Minería.
LAGUENS, A. 1997-1998 Estrategias estables, cambio y diversidad en la arqueología de las sierras pampeanas en Argentina.
Publicaciones Arqueología 49:43-56. Universidad Nacional de Córdoba.
LAGIGLIA, H. 1978 La Cultura de Viluco del Centro-Oeste argentino. Revista del Museo de Historia Natural de San Rafael, t
III : 227-265. Mendoza.
METRAUX, A. 1929 Contribución a la etnografía y arqueología de la provincia de Mendoza. Revista de la Junta de Estudios
Históricos de Mendoza, t.VI , nº 15 y 16: 1-66. Mendoza.
MICHIELI, C. 1998 Aproximaciones a la identificación de una cerámica indígena posthispánica del sur de San Juan. Publicaciones
22: 55-76. Universidad Nacional de San Juan.
PARISII, M. 1991-1992 Algunos datos de las poblaciones prehispánicas del norte y centro oeste de Mendoza y su relación con la
dominación inca del área. Xama 4-5: 51-69. Mendoza.
RAVIÑA, M.G. y A. CALLEGARI 1991 Espacio de asentamiento y sistemas de sitios en el departamento de Castros Barros
(Provincia de La Rioja). Shincal 3, t3:47-53, Catamarca.
RAFFINO, R. 1991 Poblaciones Indígenas en Argentina. TEA, Buenos Aires.
RAFFINO, R. y R. STEBERHG 1997 El Tawantinsuyu y sus fronteras. En XI Congreso peruano del hombre y la cultura andina
“Augusto Cardich”, H. Amat Olazábal y Luis Guzmán Palomino (eds.): pp 338-361.
ROIG, F. 1969 Bosquejo Fisionómico de la vegetación de la provincia de Mendoza. X jornadas Argentinas de Botánica, Sociedad
Argentina de Botánica: 10-11.
RUSCONI, C. 1962 Poblaciones pre y posthispánicas de Mendoza. Tomo III “Arqueología”, Mendoza.
SCHLANGERS,S 1992 Recognizing Persistent Places in Anasazi Settlement System. En Space, Time , and Archaeological Land-
scapes, Jacqueline Rossignol and LuAnn Wandsnider (eds.), pp 91-111. Plenum Press. New York.
SCHOBINGER, J. 1975. Prehistoria y Protohistoria de la Región Cuyana. Museo de Ciencias Naturales y antropológicas “J.C.
Moyano”, Mendoza.
VIGNATI, M. 1953 “Aportes al conocimiento antropológico de la Provincia de Mendoza”. Notas del Museo Eva Perón, t.XVI,
Antropología nº s. 55-57: 27-46. La Plata
VITALI, G. 1941 Hidrología mendocina. Contribución a su conocimiento. Mendoza.

ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 153

S-ar putea să vă placă și