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XXIV
TAWANTINSUYU 2001
J. ROBERTO BÁRCENA*
Introducción
En el lapso considerado nos ha preocupado contrastar la evidencia sobre la presencia incaica en el
sector precordillerano de La Rioja, San Juan y Mendoza, sobre la base de aportes propios y de colegas,
comprobando el registro y las diferentes interpretaciones sobre el mismo, tratando de aclarar la cuestión
de la taxonomía y jerarquía de la infraestructura inka que pudiera reconocerse, apreciando la existencia
de caminos y tambos funcionales al sistema, aportando sobre el carácter del dominio estatal del área, de
acuerdo asimismo con las evidencias del registro de las poblaciones locales.
Prospecciones arqueológicas intensivas en el área de la Ciénaga de Gualilán, de la margen iz-
quierda del río San Juan a la altura de Pachaco, de la Sierra de la Deheza, del río de Los Sombreros y de
Acequión en la Precordillera de San Juan, como asimismo en el sector de los Corrales de Araya, de Santa
Clara y de Los Alojamientos en la Precordillera de Mendoza, al igual que en el área de Tres Cerros en la
Precordillera de La Rioja, entre otros, nos permiten ofrecer una perspectiva espacial sobre las evidencias
arqueológicas de las poblaciones del tardío local y sobre las posibilidades del dominio inka.
Por otra parte, proseguimos con nuestras prospecciones al occidente de la Precordillera, en el área
andina de Mendoza y San Juan, relevando un tramo del camino incaico descubriendo un tambo asociado,
entre los valles de Iglesia y Calingasta, que nos permite seguir contrastando nuestras hipótesis y las de otros
autores sobre este tipo de evidencias, que sustentan la infraestructura y la efectiva presencia inka.
Sobre estas bases y las correspondientes a los estudios etnohistóricos, exponemos nuestras con-
vergencias y divergencias con los planteamientos sobre la infraestructura y movilidad incaica en áreas
precordilleranas, como asimismo en la referida a los valles cordilleranos al norte de Calingasta, aportando
para la dilucidación de una cuestión relevante sobre la dominación inka del Centro oeste argentino
(Figura 1).
Precordillera de La Rioja
En nuestra contribución al Simposio sobre “El Estado Inka”, en el marco del XIII CNAA de
Córdoba en 1999, explicamos parte de la labor de investigaciones arqueológicas y etnohistóricas que
desarrollamos sobre la dominación inka en el actual territorio riojano, al sur de una línea que corre
aproximadamente desde el Paso de la Peña Negra y Laguna Brava hasta la ciudad de La Rioja. (Bárcena,
2001b)
Al oeste de la Sierra de Famatina habíamos realizado un nuevo relevamiento y excavaciones en el
sitio de Río El Pantano (G.P.S: 29º15´34.5”S, 68º13´32.2”W, c.1152m.s.m) próximo a Villa Unión, propo-
niéndolo como tambo y adjudicándolo a la época de dominación incaica, a la vez que estimábamos el lugar
Los Tambillos (29º25´03”S, 67º48´25.2”W, 1634m.s.m) como posible sitio del asiento de un tambo.
Ubicado un poco más allá del extremo sur de la mencionada Sierra y camino a la Cuesta de Miranda,
Los Tambillos consta de un sector con antiguos recintos de paredes de pirca en relación con construc-
Datos G.P.S.
Sitios Latitud Sur Longitud Oeste Altura sobre el nivel del mar (m)
Cerro El Toro (Villa Castelli) 28º59´42.5” 68º10´05.7” 1411 (pircas de altura)
Río El Pantano (Villa Unión) 29º15´34.5” 68º13´32.2” 1152
Anchumbil 29º17´34.6” 68º09´40.6” 1335
Planchada de Los Leones 29º15´25.1” 67º56´57.4” 1965
Tambería del Inca (Chilecito) 29º08´56.6” 67º30´31.3” 1153
Los Tambillos 29º25´03.0” 67º48´25.2” 1634
La prospección del sector del Puesto de los Sombreros, al que se puede acceder desde Los Be-
rros en San Juan, avanzando por las huellas de las márgenes o directamente por el cauce de los ríos de
La Flecha, Santa Rosa y de los Sombreros, tuvo por objeto explorar la posibilidad de la comunicación
longitudinal precordillerana en la parte de la Sierra del Tontal que permite unir Los Sombreros con el
Puesto Las Cuevas, hallándose éste ya en la senda transversal que pasando por la Estancia Maradona,
ubicada al oriente de este Puesto, lo rebasa y traspone la Sierra del Tontal por el Paso homónimo, para
alcanzar finalmente la localidad de Barreal.
Las labores permitieron establecer la existencia de abrigos bajo roca y de construcciones de pirca
y de tapia, de diferentes épocas, que incluyen la indígena prehispánica y la colonial, sin que pudiéramos
discernir evidencias de la presencia incaica. (Existe una notable edificación de tapia, seguramente la
nave y sacristía de una antigua construcción eclesial, en la terraza alta de la confluencia del río Oratorio
con el de Los Sombreros; 31º56´47.8”S, 68º59´59.9”, 2195 m.s.m).
En longitud próxima a la del Puesto de los Sombreros y ya al norte del río San Juan realizamos
prospecciones en el área de la Pampa y de la Ciénaga de Gualilán, entre las sierras precordilleranas de
Talacasto por el este y de La Invernada por el oeste.
Con el auxilio del señor Humberto Espejo y de otros lugareños, que no conocen ni saben de refe-
rencias de recintos de pircas que pudieran adscribirse a un tambo o construcción del período, exploramos
intensivamente la zona, particularmente el sector entre una posición, por el norte, cercana a la mina de
oro de Gaulilán (30º43´47.9”S, 68º56´15.4”W, 1780 m.s.m) y por el sur, próxima a la localidad de La
Ciénaga (30º51´48.1S, 68º56´41.1”W, 1645m.s.m), entre la ruta provincial nº 436 (que une Talacasto
con Iglesia por el Portezuelo del Colorado) y las estribaciones occidentales de la Sierra de Talacasto.
El área está flanqueada por suelos firmes pedemontanos con gradientes descendientes al este y al
oeste según la vertiente de la Sierra de que se trate, confluyendo de norte a sur en un sector más depri-
mido ganado por altos médanos de unos 6 a 10 metros de altura, sujetos por la vegetación de Prosopis
(lámar) y otros géneros y especies, cuyas zonas más bajas serían invadidas, y lo son aún, con el aumento
del nivel de las aguas en años especialmente pluviosos.
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Es probable TXH existiera una conexión de la vialidad inka entre el área de Villa Unión y de
Chilecito en La Rioja, por Anchumbil y Tres Cerros, trasponiendo las estribaciones del extremo sur de
la Sierra de Famatina, camino de Guanchín. El sitio Planchada de Los Leones parece corresponder a un
tambo en un segmento del camino inka, TXH debió tener un ramal transversal hacia el este a partir del
sitio Río El Pantano.
Es muy probable TXH el camino longitudinal inka por los valles preandinos de San uan, entre
Iglesia y Calingasta siguiera, en el sector Tocota-Villa ueva, la margen derecha del río de Los Tambi-
llos, como lo atestiguan una senda y una instalación de recintos de pirca TXH colegimos como parte del
patrón de implantación del dominio incaico regional.
Es posible TXH existiera una instalación inka en el área de Gualilán, cuyos vestigios aún deben
ser comprobados fehacientemente, dado TXH el área es propicia para las actividades mineras (mina de
oro con vestigios de explotación muy antigua) y albergó, según nuestra comprobación, poblaciones del
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o apreciamos obstáculos para aceptar la circulación interprecordillerana incaica en San uan
y Mendoza, DXQTXH sostenemos TXH deben revisarse las bases sobre las TXH se la ha planteado y debe
consolidarse la evidencia para asegurar un manejo sostenible de la misma. Es claro TXH existe un tambo
característico en La Deheza, como también TXH su posición es la propia de un enclave sobre los valles de
Ullum- onda-San uan. Falta comprobar sus vinculaciones por el norte y el sur, siendo más consistente,
a nuestro parecer, su carácter de avanzada desde el oeste, como probablemente también fuera el caso de
El $FHTXLyQ cuyas funciones hacia el oriente debieron ser con respecto a las poblaciones locales de las
WLHUUDVEDMDVGHODDFWXDOFRQÀXHQFLDLQWHUSURYLQFLDO
Exceptuando El $FHTXLyQ y los vestigios TXH pueden asignarse al período de dominación inka en
Paramillos y Agua de la Cueva, no KD\WRGDYtDVX¿FLHQWHHYLGHQFLDUHOHYDGDSDUDFRQVROLGDUODSRVWXUD
sobre las conexiones precordilleranas al este de alguaraz.
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otas
1 Este recorrido, TXH vincula el sector occidental de las dos provincias, ofrece tramos de asfalto y de tierra en Mendoza, prosi-
guiendo asfaltado desde el límite hasta unos kilómetros más allá de Calingasta, y consolidado o de tierra hasta Iglesia en San
uan. Claramente sigue la extensa vía de comunicación longitudinal entre la Frontal y la Precordillera, de Uspallata a Iglesia,
haciéndolo en posición muy próxima, superponiéndose a veces, con el camino incaico, sobre el TXH no abrigamos dudas
de TXH transcurría en tal sentido - aproximadamente norte/sur - desde Iglesia por lo menos (Los Tambillos, 30º26´54.7”S,
69º14´22.1”W, 1954m.s.m), hasta Ranchillos (32º36´S, 69º28´W, 2000m.s.m) en Uspallata.
Va. Castelli
26 Chilecito
Guanchín
Tres Cerros
Anchumbil
Va. Unión
Los Tambillos
Iglesia
Llanos
del
Leoncito
Ciénaga de
Gualilán
Villa Nueva
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Villa Corral
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Pachaco
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32º Corrales
Sombreros
32º
de
Araya
Paso de los Santa Clara
Teatinos Ciénaga
de Los Alojamientos
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Punta de Vacas
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La Jaula
69º
Figura 1: mapa del área bajo investigación, con la ubicación de los sitios mencionados en el texto
Sector III
Sector II
Sector I 2
Tres Cerros
Esc. 1:250
Dpto. Felipe Varela
Pcia. de la Rioja Relevamiento preliminar
0 2,5 5 10 J. Roberto Bárcena
1 2 :
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Relevamiento preliminar
J. Roberto Bárcena
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Dpto. de Calingasta
Pcia. de San Juan
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Esc. 1 : 300
Relevamiento preliminar
J. Roberto Bárcena
Introducción
Los modelos explicativos sobre el origen, desarrollo y destrucción del Tawantinsuyu han tenido
generalmente como punto de partida a visiones desde el Cuzco. Pero, en los últimos 25 años el avance
de estudios enfocados desde lugares fronterizos, periféricos y marginales ha sido interesante. Esto se
debe a que muchos investigadores han visto que en situaciones de frontera se ofrecen situaciones óptimas
para la innovación y el cambio en la estructura sociopolítica (Raffino y Stebergh 1997:341). También allí
surgen los problemas a la continuidad de la expansión, como barreras ecológicas o grandes diferencias
en los modos de producción. Nuestro interés recae sobre este tipo de óptica, dado la relevancia en el
proceso histórico regional de la presencia inka en el extremo sur-oriental del Collasuyo, Centro-oeste
argentino.
A fines del siglo XV la expansión del Tawantinsuyu alcanza el Noroeste argentino hasta el centro
de Mendoza. En el área montañosa de esa provincia y de San Juan se ha investigado la estructura de
tambos y caminos incaicos, desde San Guillermo hasta Uspallata (Schobinger (1975), Berberian y Zurita
(1981); Gambier y Michieli (1986, 1992); y Bárcena (1988, 1991-1992,1998b, 2000)) y se la ha inter-
pretado en relación a la dominación en Chile, configurando el sector más austral una situación interna
hacia el oeste del sistema vial y las instalaciones arquitectónicas, y una externa hacia el este (Bárcena
1991-1992). Nuestro proyecto de beca interna de posgrado de CONICET “La dominación incaica en el
noreste de Mendoza”, dirigida por el Dr. R. Bárcena, apunta a explicar la presencia inka al oriente de
esa infraestructura y de la Precordillera de San Juan y Mendoza.
Los estudios arqueológicos sobre el Tawantinsuyu, en general, se ocupan de los dominadores.
En nuestro caso, la ausencia material de estructuras arquitectónicas inka (presentes como posibilidad,
en la documentación: Espejo 1954 I: 51), nos permitió acentuar la la perspectiva de los dominados. La
dificultad que esto supone, aumenta por la carencia de estudios arqueológicos sobre las poblaciones
tardías de las mitades norte de Mendoza y sur de San Juan.
Buscamos reconocer patrones de uso del espacio de un sector ubicado en el sur de la provincia de
San Juan y norte de Mendoza, durante el periodo agro-alfarero tardío -“Viluco”-, y comparándolo con el
anterior periodo medio -“Agrelo”-. De esta manera pretendemos explicar los cambios en el aprovecha-
miento del ambiente y en la estructura organizacional entre el 600 DC. y 1700 DC., y descubrir cuánto
de esto podemos atribuir a la implantación de una dominación estatal como la inka.
-unidades de observación
Desde hace 30 años se vienen generando alternativas teórico-metodológicas para el estudio de los
contextos arqueológicos superficiales. Estas orientaciones, off site, nonsite, distributional archaeology
(Thomas 1975, Foley 1981, Dunnell y Dancey 1983, Camilli y Ebert 1992, Dunnell 1992) hacen hinca-
pié en el abandono de la categoría de sitio como unidad de observación y su reemplazo por el artefacto,
basándose en un encuadre paisajístico - regional.
Decidimos tener en cuenta tanto a los sectores del paisaje con agrupaciones de rasgos y artefactos
arqueológicos, como a aquéllos que se presenten aislados. Definimos a los primeros como “concentra-
ciones” y a los segundos “lugar de hallazgo aislado”.
Una concentración -o sitio- la identificamos arbitrariamente como al agregado de 20 o más rasgos
arqueológicos (Schlanger 1992:100) manteniendo una distancia máxima de 30 m entre los vecinos más
próximos. En tanto que un lugar de hallazgo aislado está compuesto por menos de 20 elementos (Ibíd)
en situación de asociación espacial idéntica al caso anterior.
-indicadores temporales:
La organización de los artefactos y sitios superficiales en una estructura cronológica, es una de
las problemáticas más comunes, a diferencia de los depósitos arqueológicos enterrados o estratificados
de mejor resolución temporal. Una de las soluciones es la observación de los cambios en el uso de la
tierra, a través de la combinación de la información arqueológica (Barton et al 1999:617). Estos autores
reconocen cuatro factores para ajustar esta cronologización. El primero es que un artefacto puede ser
significativo y saberse su momento inicial, pero puede ser usado o mantenerse en las tradiciones tecno-
lógicas durante periodos de tiempo muy largo. El segundo factor resalta que tanto la presencia como la
ausencia de ciertos artefactos, puede ser de importancia para la determinación temporal. Tercero, algunas
concentraciones de artefactos pueden representar un palimpsesto de algún periodo de ocupación humana.
Finalmente, el cuarto punto, y más destacado, es que cualquier datación (por ejemplo, desarrollo de suelos
y radiocarbono) provee una estimación estadística, una probabilidad cronológica (Ibíd.)
En el mismo sentido Lewarch y O´Brien (op.cit: 315-316) opinan que la posibilidad de datación
debe buscarse en fuentes independientes de información, principalmente sistemas estilísticos derivados
de contextos arqueológicos excavados. Pero esto también es problemático para aquellas regiones que
poseen bases de datos escasas sobre este tipo de información. Esto se puede salvar aplicando alguna
de las técnicas de datación absoluta, tales como la hidratación de obsidiana, la termoluminiscencia y la
formación de pátinas en elementos líticos.
En nuestro trabajo optamos por el ordenamiento tecnotipológico de los materiales arqueológicos
superficiales –principalmente cerámicos-, a través de la comparación morfológica y estilística con materia-
les datados en contextos regionales prehispánicos de las mitades sur de San Juan y norte de Mendoza.
Metodología y resultados
Como dijimos anteriormente definimos nuestras unidades de observación como concentraciones
de materiales arqueológicos y lugares de hallazgo aislado. Las unidades de muestreo fueron transectas
de un ancho fijo de 100 m y largo variable (hasta 15km). La fracción de la muestra es del 2,75%, aunque
si descartamos el espacio ocupado por los espejos de agua y las zonas inundables podríamos alcanzar un
5%. El muestreo fue del tipo probabilístico estratificado: sector piedemonte y lacustre, aunque la selección
de las muestras estuvieron relacionadas más con la accesibilidad que con la aleatoriedad.
ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 147
Para su abordaje realizamos la prospección del área a partir de 20 transectas que totalizaron una
cobertura lineal de 140 km y 14km_ de superficie. A partir de estos reconocimientos identificamos 32
áreas de concentración y lugares de hallazgo aislado.
A partir de la distribución de los sitios arqueológicos agroalfareros del área de estudio, observa-
mos que existe una fuerte selección en la localización de los sitios y que esa elección es diferencial en
relación con el ambiente. Para el caso del piedemonte, los sitios siempre están localizados en los “altos”
o “barreales”, cerca de cauces activos o inactivos y con escasa cobertura vegetal. Cuando prospectamos
cerros o montes de algarrobo el resultado fue negativo. Como ya dijimos, estos barreales son los suelos
más utilizados actualmente para la agricultura, aspecto importante en relación con los modos de pro-
ducción prehistóricos del área.
En cambio, en el complejo lacustre de Guanacahe los sitios superficiales se ubican en los “méda-
nos” y “bordos” (costas de tosca), en relación con cauces o lagunas, activas o inactivas. Este patrón ha
sido definido para el área como “ribereño” (Abraham y Prieto op.cit. 125).
Sin duda la ocupación del área fue continua, pero la ubicación de los asentamientos presenta
una gran “interrupción” espacial. Esta pausa en la presencia de materiales arqueológicos es coincidente
con el comienzo del predominio de suelos arenosos con presencia de médanos y la infiltración del Río
del Agua, unos 5 km al este de Retamito. El hiato continúa hacia el oriente, manteniéndose una virtual
ausencia arqueológica en los bañados que forma el arroyo Tulumaya.
Otro dato interesante a tener en cuenta es que la mayoría de las concentraciones y lugares aislados
del área de Retamito son de carácter monocomponente. En tanto que para el caso de las lagunas los sitios
son multicomponentes (Agrelo/Viluco/puestos actuales y recientes de pastores caprinos).
El análisis diacrónico de la ocupación de las tierras bajas, también es diferencial. En Retamito
vemos una notable diferencia entre la cantidad de sitios Agrelo (5) y Viluco (19); mientras que en el
sector de lagunas el número de yacimientos es equilibrado para las dos categorías, dada su condición de
ocupación multicomponente.
En cuanto a las concentraciones tardías del piedemonte, podemos agregar la presencia de tiestos
asociados a la tecnotipología de los dominadores incaicos de la región, en 5 de esas unidades de obser-
vación. Además de ceramios de manufatura indígena con morfología europea en dos concentraciones.
▲ Cuadro 1
Cronología y cambio
A partir de las dataciones radiocarbónicas del área, encontramos que la cronología del periodo
agroalfarero tardío no coincidía con la tradicional. Como observamos en el cuadro, la tendencia de los
fechados indica que el registro cerámico tardío “Viluco” se estaría generando hacia el siglo XV-XVI.
Este tema viene discutiéndose desde hace varios años en el ámbito regional. Alejandro García
(1999) propone que Viluco sería la cerámica inca regional. En base a una gran batería de fechados C14
y TL, Roberto Bárcena(1998) presenta un esquema cronológico donde Viluco precede y acompaña a las
mayólicas europeas. Mientras que Catalina Michieli plantea que este registro cerámico es posthispánico
tardío. Ya hemos discutido esto en otro lado (Cahiza 1999), concordando, en general, con las postula-
ciones de los primeros autores.
Estancia Cerámica
Acequión Beta-84113 400±60 1550±60 años cal 1505- naranja Michieli
(San Juan) 1620 AD. alisada, 1998:57
decoración con
pintura roja
Cerámica
rosada
Poste 59 ordinaria y
(Retamito, Beta-107122 310±50 1640±50 años cal 1640 tiestos Michieli
San Juan) AD engobados 1998:64
color rojo, que
“recuerdan”
tipos incaicos
Alto de
Melién II
(Lagunas del Beta-132914 100±50 años cal cerámica Cahiza 2000:
Rosario, 1665-1955 AD Viluco 116
Mendoza)
Pozo Verde
Complejo URU0240 760 ±120 1190 1070-1310 AD contexto de Chiavazza
Lagunar B 1120-1300 AD cerámica “gris” 2001:194
Arroyo contexto de Cahiza
Cienaguita Beta-158462 1390±60 650±30 560-720 AD cerámica incisa 2001
del tipo Agrelo en este
trabajo
▲ Cuadro 2
Lo cierto es que, aparentemente, hacia el siglo XV-XVI se están produciendo cambios en el patrón
de asentamiento, en forma contemporánea a la llegada de los incas y posteriormente, de los españoles.
En función de esto, es interesante destacar que en el piedemonte no encontramos material europeo
colonial temprano en ninguna de las concentraciones superficiales, y en el caso de la cerámica mestiza
sólo la hallamos en dos; en tanto que, por lo menos en cinco casos hemos hallado tiestos diaguitas chilenos
en su fase de aculturación incaica. Además, Michieli (op.cit) presenta varios casos más de hallazgos de
cerámica diaguita-inca en Retamito, asociadas a los materiales del componente tardío.
En cambio, en el área lacustre no hallamos presencia de materiales incas; aunque Rusconi(1962),
Vignati (1953), Abraham y Prieto (1981) y Horacio Chiavazza(1999) hallaron tiestos y elementos
metalúrgicos con esa filiación.
Indudablemente la información documental sobre la existencia del “cerrillo fuerte del inga” en
Acequión nos impulsa a pensar (al igual que Bárcena 1991-1992), que desde allí se ejerció el control del
área de Retamito y la lacustre de Guanacache. Además, en similitud con el caso del noroeste de Mendoza
y sudeste de San Juan, la instalación incaica no se encontraría en la zona de mayor densidad poblacional,
sino en una posición más bien aislada y alta respecto de aquella (Acuto 1999), y en relación a sendas y
caminos que fueron usados desde periodos coloniales tempranos hasta la actualidad para el cruce de la
Precordillera hacia Uspallata-Calingasta (Michieli op.cit).
En relación a la evolución y distribución de los sitios agroalfareros superficiales del área y los
cambios producidos por la coerción estatal, asociamos la máxima dispersión con la ausencia de interde-
pendencia y autoridad ejercida sobre todos los asentamientos y, por consiguiente, falta de coordinación
de la producción (Barceló 1988:199). La concentración sería entonces el reconocimiento espacial for-
malizado de la organización autoritaria de la producción.
Conclusiones
Enmarcado en un efoque paisajístico, presentamos un análisis de tipo territorial en áreas discretas
a partir del estudio de los materiales superficiales en relación a sus entornos ambientales y a la frecuencia
de distribución de áreas de concentración de artefactos, orientado en la línea de reconstruir sistemas de
asentamiento pretéritos.
En este sentido, observamos un aprovechamiento temporalmente diferencial del espacio en el
piedemonte. Constatando un incremento en la presión sobre las tierras aptas para cultivo en épocas
cercanas a la instalación del Estado Inka, respecto de periodos anteriores. Mientras que en las Lagunas,
seguramente bajo condicionamientos ambientales, se constata un panorama más estable, donde la mov-
ilidad se repite ocupando los mismos puntos del espacio en forma contínua en torno a recursos silvestres,
conformando un patrón de lugares persistentes.
Pensamos que este tipo de trabajo es una vía teórica y metodológica adecuada para resolver la
pregunta inicial sobre la observación de la interacción social. Los problemas sin resolver siguen siendo
muchos, pero la articulación de la información de contextos superficiales con aquella proveniente de
sitios estratificados y de la documentación histórica, ofrecen buenas perspectivas de aproximarnos al
conocimiento de la dinámica social de las comunidades agroalfareras del Centro-oeste argentino y su
comportamiento frente a situaciones de dominación estatal.
Bibliografía
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BARCELÓ, M. 1988 La arqueología extensiva y el estudio de la creación del espacio rural. En Arqueología medieval En las
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