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Según el ‘Estado de la Biodiversidad para la Alimentación y la Agricultura en el Mundo’,

cada vez se destruyen más hábitats silvestres para producir una poca variedad de alimentos.
De las 6 000 especies de plantas que se cultivan para obtener comida, 200 contribuyen “de
manera sustancial” a la producción alimentaria mundial y apenas nueve representan el 66%
de la producción agrícola. El producto que más se produce en el mundo es la caña de
azúcar. Su producción supera las 1 800 millones de toneladas. Le siguen maíz, arroz, trigo,
papa, soya, aceite de palma, papa dulce y yuca. Hivy Ortiz, oficial Forestal de la FAO para
América Latina y el Caribe, explica que la concentración de la producción mundial en
pocos productos afecta a la biodiversidad de los suelos. Esto conlleva a que se pierdan las
tierras ricas, nutritivas y capaces de producir sin insumos artificiales. De las 9 600 especies
silvestres reportadas como comestibles, 20% ya están amenazadas. La expansión de la
agricultura comercial o a gran escala, la deforestación, la sobreexplotación de los recursos y
el uso indiscriminado de pesticidas son algunos de los factores que están influyendo a que
la situación sea más grave. La producción sana de alimentos está asociada a la diversidad
de productos y nutrientes, y a la forma en la que se produce ese alimento. Los
monocultuivos, dice Ortiz, son más vulnerables a plagas y enfermedades, por eso necesitan
mayor cantidad de insumos químicos y los servicios ecosistémicos de control de plagas y
enfermedades. Después, este uso de insumos químicos, que generalmente no son selectivos,
puede afectar a otros organismos vivos que no necesariamente están en el “predio
cultivado”. Un ejemplo de esto son las producciones orgánicas. Para que un producto sea
certificado orgánico, no basta solo la forma de producción del propietario. Si el paisaje
(otras parcelas) no son orgánicas, su producto se ve afectado. Para la oficial de la FAO, lo
más complicado es cuando los monocultivos sustituyen ecosistemas naturales, ya que este
tipo de cultivo no va a generar la cantidad de servicios ecosistémicos que, por lo general,
logra generar un área natural. Los servicios que proporciona la biodiversidad son
“cruciales” para la agricultura. Entre estos están los polinizadores que son los encargados
de preservar la fertilidad del suelo y controlar naturalmente las plagas de los cultivos.
Actualmente, el 17% de estas especies de vertebrados están amenazadas. Las abejas, las
mariposas y los murciélagos son parte del grupo que se considera como “gravemente
amenazado”. En el informe también se explica que el 24% de casi 4 000 especies silvestres
alimentarias, están disminuyendo. Estas incluyen plantas, peces y mamíferos. En el caso de
la pesca, por ejemplo, el 33% de especies de peces está sobreexplotada y el 60% está en el
límite de aprovechamiento sostenible. Asimismo, el estudio alerta que la proporción de
alimentos silvestres que se está perdiendo puede ser aún mayor, ya que se desconoce el
estado de más de la mitad de las especies de estos alimentos. Cultivos, especies de ganado,
raíces, frutas extraídas de los bosques, hierbas y especies acuáticas (peces, crustáceos,
moluscos) contribuyen a la seguridad alimentaria, que es lo que se busca preservar, dice. La
FAO está trabajando en incluir criterios de conservación y uso de biodiversidad en los
sistemas productivos (agropecuaria, pesca, acuicultura y bosque). La producción de
alimentos no debe justificar el deterioro de los recursos naturales (agua suelo), ni de la
biodiversidad, que a su vez es indispensable para el bienestar de estos cultivos. El informe
rescata que actualmente se está dando un mayor interés en aplicar prácticas sostenibles.
Entre estas iniciativas están: agricultura familiar, agroecología, producción orgánica,
colecta de productos forestales no maderables (nueces, frutas, semillas, hojas y hongos).
Además, dice Ortiz, hay mayor interés por consumir estos productos, pero todavía no el
suficiente como para cambiar la producción de grandes industrias. Allí es donde buscan
tener un impacto, por lo que se está trabajando con productores y consumidores. Una de las
estrategias es el fortalecimiento de los pequeños agricultores, responsables de la producción
del 80% de los alimentos en el mundo. Las nuevas prácticas más sostenibles, además de
evitar el deterioro del suelo y la pérdida de biodiversidad de los ecosistemas, buscan un uso
más eficaz del agua, sin químicos y generando menos desechos. Desde el 2016, los
ministerios de Ambiente y Agricultura, con el apoyo de la FAO, están aplicando un
proyecto de ganadería y agricultura climáticamente inteligente en siete provincias de la

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