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Parte 2 Criminología especial

Módulo 3

TEMA 13: La violencia doméstica.


Introducción y conceptos. Factores que la facilitan y mantienen. Los agresores y las
víctimas. La violencia física. La violencia psicológica. La violencia sexual. Teorías
criminológicas relacionadas.

TEMA 14: Delincuencia socioeconómica.


Conceptos criminológicos básicos. Características y tipologías. Las motivaciones. La
autopercepción del delincuente de "cuello blanco". Los factores concurrentes. Las teorías
criminológicas explicativas. Tipologías de las víctimas. El impacto de este tipo de
delincuencia. Consideraciones politicocriminales.

TEMA 15: Inmigración y delincuencia.


Conceptos básicos. La cuantificación del problema. Delincuencia de los extranjeros y
delincuencia de la inmigración. Tipologías delincuenciales. Factores y motivaciones. Las
teorías criminológicas relacionadas. Victimología de la inmigración.

Evaluación del módulo 3

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INTRODUCCIÓN A LA PARTE ESPECIAL DE LA CRIMINOLOGÍA

En la parte de Criminología General se ha efectuado un breve recorrido por la Historia de la


Criminología y las diferentes corrientes de opinión criminológica, Escuelas y teorías, desde
las más antiguas en los principios de nuestra ciencia, hasta alguna de las más modernas. Es
lo que puede denominarse como la parte general de la Criminología. Desde luego, este
recorrido nunca ha tenido aspiraciones de ser exhaustivo, y menos en el espacio de tiempo
de que se dispone una asignatura, aunque sea de carácter anual. Afortunadamente, porque
ello es un índice manifiesto que la Criminología tiene entidad científica suficiente por sí
misma.

Y aunque –a priori-parezca que muchas, o al menos algunas de ellas, ya estén superadas


claramente y se muestren evidentemente obsoletas, todo el acervo criminológico que aporta
la parte general de la Criminología no debe de despreciarse, ya que todas las teorías
criminológicas –y especialmente su conjunto-aportan la base imprescindible sobre la que ha
de apoyarse el desarrollo de la siguiente fase de conocimiento criminológico: la parte
especial de la Criminología.

La parte especial de la Criminología investiga y estudia sobre cada uno de los aspectos
delincuenciales y victimológicos específicos que conforman la criminalidad. De la
criminalidad real que, en cada una de las épocas, puede observarse. Es decir, se centra en
aspectos concretos de cada una de las diferentes facetas y manifestaciones que puede
adoptar el fenómeno criminal, desde un punto de vista científico, pero sin perder por ello el
contacto con la vida real que nos rodea. Y ello, es –precisamente-una de las virtudes que la
ciencia criminológica tiene y cuyos resultados y posibilidades puede y debe ofrecer a la
sociedad. Y más ahora que se ha conseguido el refrendo oficial por medio de la nueva
licenciatura en Criminología.

El programa de la parte de Criminología Aplicada, desde luego y al igual como sucedía con
el de Criminología General, tampoco puede tener pretensiones de comprender de manera
exhaustiva cada una de las diferentes áreas posibles de investigación criminológica. No
obstante, en la primera parte de ella se realizará un breve estudio sobre algunos de los

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conceptos más importantes de temas como los de la violencia de género, la delincuencia de
la inmigración, la criminalidad socieconómica, los abusos a menores, los diferentes
aspectos de la delincuencia juvenil, las distintas manifestaciones de la delincuencia
organizada, el maltrato hacia la tercera edad o la delincuencia violenta y sus protagonistas.

Como puede comprobarse, temas de actualidad la mayoría, contemplados siempre desde un


punto de vista criminológico, y sin olvidar que también existen muchos otros que, no
porque no se citen ni puedan incluirse en el programa por razones de espacio y de tiempo,
deba considerarse que sean menos importantes. En cada uno de los casos, se pormenorizará
en algunas de las teorías criminológicas que permiten explicar mejor cada uno de las áreas
concretas de estudio criminológico mencionadas. Es decir, se podrá observar como
determinadas teorías criminológicas tienen su aplicación concreta y científica a problemas
criminológicos reales.

El camino recorrido hasta entonces ha de permitirnos adentrarnos en una nueva dimensión:


lo que algunos autores han venido en llamar como Criminología Aplicada. Hay que señalar
que en este término puede denotarse un cierto confusionismo, ya que algunos de ellos
llaman Criminología Aplicada a la parte especial de la Criminología. No obstante, y por
razones que se explicarán a continuación, preferimos diferenciar entre ambos conceptos.
Efectivamente, la función de la Criminología Aplicada es la de unir el acervo criminológico
procurado por las explicaciones teóricas generales del delito ofrecido por la parte general
de la Criminología, con los resultados, datos y conocimientos que nos aporta la parte
especial para su aplicación a casos concretos e individualizados. Es decir, para poder llegar
al concepto de Criminología Clínica.

El informe criminológico como instrumento de la Criminología Forense.

Se tiene una cierta tendencia a afirmar que el papel profesional del criminólogo –en muchos
de sus posibles ámbitos de actuación-debe ser esencialmente el de integrar todos los
conocimientos sobre un determinado asunto criminal, llevando a cabo un ejercicio de
síntesis basado en el tan anunciado carácter multidisciplinar de nuestra ciencia. Ejercicio de
síntesis que se ve materializado por la elaboración de un informe criminológico. Sin
embargo, ya va siendo hora de –en cierta manera-“sacudirse” esa etiqueta (que puede llegar

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a ser una maldición) de lo exclusivamente multidisciplinar. La práctica totalidad de las
ciencias modernas tienen –en mayor o menor medida-un cierto carácter multidisciplinar. Es
difícil que una verdadera investigación científica se base en los conocimientos exclusivos
pertenecientes a una sola y única ciencia.

En todo caso, la Criminología tiene entidad científica por sí misma, al margen de lo que le
puedan aportar otras ciencias, y ella misma también puede aportarles a éstas –a su vez-
conocimientos especializados a las que éstas últimas sólo se acercan de modo tangencial.
En palabras de la presentación que el Gobierno hizo de la nueva licenciatura, la
Criminología debe proporcionar “una formación científica, de carácter interdisciplinar, en
los distintos aspectos relacionados con el hecho criminal o con la conducta desviada,
carácter que no resulta satisfecho por las titulaciones existentes, por lo que se ha requerido
la creación de una licenciatura de segundo ciclo con unas características específicas”.

Por otra parte, y tal como sostienen Garrido, Stangeland y Redondo, el informe
criminológico no debe convertirse en un fin en sí mismo, sino que no es más que uno de los
instrumentos de trabajo (tal vez el más importante, eso sí)

Al igual que el resto de expertos que –cada uno en su especialidad-colaboran en el ámbito


judicial, el cometido del criminólogo como perito es el de suministrar al juez conocimientos
científicos sobre los hechos enjuiciados, la personalidad del autor, la problemática de la
víctima y el tipo de respuesta jurídica a aplicar en cada caso. Para ello, debe servirse del
ejercicio de la Criminología Forense, y su instrumento propio –el informe criminológico-
mediante el cual puede presentar recomendaciones y conclusiones científicas sobre un
delito específico a la Autoridad Judicial.

El informe criminológico forense debe tener especiales características que lo diferencien de


los informes que puedan aportar cualquiera del resto de expertos que ofrecen sus
conocimientos especializados al ámbito judicial.

Así, en este informe no se podrá encontrar información jurídica, psicológica, psiquiátrica,


ni sociológica. Ni siquiera detalles criminalísticos, que pueden ser ofrecidos por otras
instancias más especializadas y formarían parte de otro tipo de informes. En él, se debe

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ofrecer una descripción de los comportamientos y consideraciones más relevantes desde el
punto de vista puramente criminológico, así como la determinación y descripción de los
factores individuales, situacionales y sociales que puedan haber estado asociados con el
fenómeno delictivo concreto que se esté informando.

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TEMA 13: La violencia doméstica.
Introducción y conceptos. Factores que la facilitan y mantienen. Los agresores y las
víctimas. La violencia física. La violencia psicológica. La violencia sexual. Teorías
criminológicas relacionadas.

LA VIOLENCIA DE GÉNERO

La determinación del concepto

Una de las áreas criminológicas de estudio e investigación de mayor actualidad parece ser,
sin género de dudas, la de la violencia de género en todas sus facetas, especialmente en lo
que se refiere a la violencia doméstica. Sin embargo, un aspecto de ella no muy debatido (ni
siquiera muy mencionado) es el de poder llegar a una determinación conceptual lo más
exacta posible de la verdadera esencia del problema y –sobre todo-de unificar la
terminología que conlleva el estudio, investigación y tratamiento de esta cuestión. Y
aunque parezca que ello no tiene una excesiva importancia, la verdad es que se producen
bastantes errores de conceptuación científica originados por esa falta de delimitación. Sin
mencionar que este problema se agudiza en extremo cuanto más coloquial y generalista
(por menos especializado y científico) es el ámbito donde se debate (e incluso, a veces, se
intenta intervenir) sobre este tipo de cuestiones.

Para tener una idea de ello, basta con realizar un breve recorrido por los diferentes
conceptos que se “manejan” alrededor de esta problemática criminológica. Especialmente,
desde dos puntos de vista: uno, el de los diferentes ámbitos de violencia que van
confluyendo unos sobre otros de manera total o parcial; el otro, el de conseguir centrar
ideas sobre los diferentes elementos que intervienen en el problema, y sobre los que suele

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producirse una habitual confusión.

Empezando por estos últimos, hay que detenerse –entre otros-en conceptos como los
siguientes, que suelen emplearse de forma indistinta, aunque –en realidad-tienen
significados distintos, o con diferentes matices que pueden llegar a tener su importancia.
En el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, el término violencia se
refiere a la “acción violenta o contra el natural modo de proceder”. Lo cual, en este caso y
desde el punto de vista que perseguimos se muestra, paradójicamente bastante poco
definitorio. Es necesario recurrir al término violento para saber que su esencia es “el genio
arrebatado e impetuoso y que se deja llevar fácilmente de la ira” y que “se ejecuta contra
el modo regular o fuera de razón y justicia”. La agresividad se define como la “tendencia
a actuar o a responder violentamente”.

Por otra parte, agresión es el “acto de acometer a alguien para matarlo, herirlo o hacerle
daño”. Mientras que maltrato, siempre según Real Academia, es la acción de “tratar mal a
alguien de palabra o de obra”. Otro término que suele usarse paralelamente es el de abuso,
que es la acción de “hacer objeto de trato deshonesto a una persona de menor experiencia,
fuerza o poder”.

Lo que distingue a los primeros conceptos de los segundos es –esencialmente-que aquéllos


disponen de una connotación de permanencia potencial que es lo que les diferencia de estos
últimos, que son la acción pura y puntual manifestada físicamente hacia el exterior. Y la
posible importancia de ello, desde el punto de vista criminológico, se puede observar
cuando se emplean indistintamente –y de manera muchas veces contradictoria-términos
como “estado de abuso” o “situación de maltrato“, con otros calificados de “acto de
violencia doméstica”. Para terminar de complicarlo, también se suele emplear
inadecuadamente la expresión “malos tratos” en los casos de situaciones prolongadas en el
tiempo (y que, como veremos, también une lo físico y lo psicológico) añadiendo a la
sugerencia de habitualidad que indica el plural, la acción puramente física, individualizada
y concreta que insinúa el concepto de maltrato.

En relación con los diferentes ámbitos posibles, es un asunto que tampoco está exento de
una cierta confusión, al emplearse de una forma un tanto indiscriminada.

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La expresión violencia de género se refiere al uso de la misma, siendo determinante en ella
la intervención de personas de distinto sexo, y que éste sea elemento esencial en su
aparición y existencia. Si bien, en la gran mayoría de casos, el agresor suele ser un hombre
y la víctima una mujer, no hay que olvidar que en algunas ocasiones puede ser al contrario.
Sin embargo, suele utilizarse habitualmente (y erróneamente) la expresión para indicar que
se trata siempre de la primera de las opciones.

La violencia de pareja no debe confundirse con la anterior. Realmente, puede ser (y suele
ser comúnmente) una clase de violencia de género. Pero, ello no tiene que ser así en todos
los casos: existe, y hay documentadas investigaciones criminológicas, sobre violencia
llevada a cabo entre parejas homosexuales que, por lo tanto, no sería incluible estrictamente
dentro del concepto de violencia de género, si bien –por sus especiales connotaciones-
puede mostrar algunas de sus características esenciales. Es evidente que el concepto de
pareja debe usarse en su sentido más amplio.

La violencia doméstica tiene lugar dentro de un ámbito mucho más definido y concreto,
por lo que también puede denominarse violencia intrafamiliar. Pero, como puede
advertirse fácilmente, no toda la violencia doméstica tiene porqué ser de género, y ni
siquiera de pareja, ya que en este ámbito puede incluirse la violencia ejercida hacia los
menores o hacia la tercera edad.

En este tema se tratarán brevemente aspectos de violencia de pareja y de violencia de


género: el maltrato, la violación y el acoso sexual. El primero, dentro de la violencia de
pareja; el segundo, que suele darse en igual medida tanto en una como en la otra; y el
tercero que tiene lugar–sobre todo-fuera del ámbito doméstico.

LA DEFINICIÓN DEL MALTRATO DE PAREJA.

En el aspecto penal, la actual figura delictiva de los malos tratos se recoge en la muy
reciente Ley Orgánica 11/2003, de 29 de septiembre, de modificación del Código Penal de
1995, en materia de medidas concretas de seguridad ciudadana, violencia doméstica e
integración social de los extranjeros. En ella, se da nueva redacción al artículo 153 que pasa
a decir lo siguiente:

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“El que por cualquier medio o procedimiento causara a otro menoscabo psíquico o una
lesión no definidos como delito en este Código, o golpeara o maltratara de obra a otro sin
causarle lesión, o amenazara a otro de modo leve con armas y otros instrumentos
peligrosos, cuando en todos estos casos el ofendido fuera alguna de las personas a las que
se refiere el artículo 173.2, será castigado con la pena de prisión de tres meses a un año o
trabajos en beneficio de la comunidad de 31 a 80 días y, en todo caso, privación del
derecho a la tenencia y porte de armas de uno a tres años, así como, cuando el juez o
tribunal lo estime adecuado al interés del menor o incapaz, inhabilitación especial para el
ejercicio de la patria potestad, tutela, curatela, guarda o acogimiento por tiempo de seis
meses a tres años. Se impondrán las penas en su mitad superior cuando el delito se
perpetre en presencia de menores, o utilizando armas, o tenga lugar en el domicilio común
o en el domicilio de la víctima, o se realicen quebrantando una pena de las contempladas
en el artículo 48 de este Código o una medida cautelar o de seguridad de la misma
naturaleza”.

También se rectifica -por la misma Ley-el artículo 173, que queda de la manera siguiente:

“1. El que infligiera a otra persona un trato degradante, menoscabando gravemente su


integridad moral, será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años.
2. El que habitualmente ejerza violencia física o psíquica sobre quien sea o haya sido
sucónyuge o sobre persona que esté o haya estado ligada a él por una análoga relación de
afectividad aun sin convivencia, o sobre los descendientes, ascendientes o hermanos por
naturaleza, adopción o afinidad, propios o del cónyuge o conviviente, o sobre los menores
o incapaces que con él convivan o que se hallen sujetos a la potestad, tutela, curatela,
acogimiento o guarda de hecho del cónyuge o conviviente, o sobre persona amparada en
cualquier otra relación por la que se encuentre integrada en el núcleo de su convivencia
familiar, así como sobre las personas que por su especial vulnerabilidad se encuentran
sometidas a custodia o guarda en centros públicos o privados, será castigado con la pena
de prisión de seis meses a tres años, privación del derecho a la tenencia y porte de armas
de dos a cinco años y, en su caso, cuando el juez o tribunal lo estime adecuado al interés
del menor o incapaz, inhabilitación especial para el ejercicio de la patria potestad, tutela,
curatela, guarda

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a. o acogimiento por tiempo de uno a cinco años, sin perjuicio de las penas que
pudieran corresponder a los delitos o faltas en que se hubieran concretado los actos de
violencia física o psíquica. Se impondrán las penas en su mitad superior cuando alguno o
algunos de los actos de violencia se perpetren en presencia de menores, o utilizando
armas, o tengan lugar en el domicilio común
b. o en el domicilio de la víctima, o se realicen quebrantando una pena de las
contempladas en el artículo 48 de este Código o una medida cautelar o de seguridad o
prohibición de la misma naturaleza.

3. Para apreciar la habitualidad a que se refiere el apartado anterior, se atenderá al


número de actos de violencia que resulten acreditados, así como a la proximidad temporal
de los mismos, con independencia de que dicha violencia se haya ejercido sobre la misma
o diferentes víctimas de las comprendidas en este artículo, y de que los actos violentos
hayan sido o no objeto de enjuiciamiento en procesos anteriores.”

Por la misma disposición legal, desaparece la falta de malos tratos que se recogía en el
apartado 2º del artículo 617, pero continúa vigente la reforma introducida por la Ley
Orgánica 14/1999, de 9 de junio, de modificación del Código Penal, que daba nueva
redacción al artículo 620, que queda como sigue:

“Serán castigados con la pena de multa de diez a veinte días:


a. 1 . Los que, de modo leve, amenacen a otro con armas u otros instrumentos
peligrosos, o los saquen en riña, como no sea en justa defensa, y salvo que el hecho sea
constitutivo de delito.
b. 2 . Los que causen a otro una amenaza, coacción, injuria o vejación injusta de
carácter leve. Los hechos descritos en los dos números anteriores sólo serán perseguibles
mediante denuncia de la persona agraviada o de su representante legal. Cuando el
ofendido fuere alguna de las personas a las que se refiere el artículo 153, la pena será la
de arresto de dos a cuatro fines de semana o la de multa de diez a veinte días, teniendo en
cuenta la posible repercusión económica que la pena impuesta pudiera tener sobre la
propia víctima o sobre el conjunto de los integrantes de la unidad familiar. En estos casos

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no será exigible la denuncia a que se refiere el párrafo anterior de este artículo, excepto
para la persecución de las injurias.”

Sentadas las bases jurídicas que enmarcan el delito de malos tratos, ha de pasarse a
profundizar en una definición criminológica, y no meramente jurídica del concepto que se
está tratando. Como hemos podido observar anteriormente, es necesario previamente
delimitar el asunto que se desea definir. En este caso, y en función de las precisiones
terminológicas ya comentadas anteriormente, nos centraremos en el caso de la violencia de
pareja, aunque el concepto penal que se contiene en el Código se acerca más al de la
violencia intrafamiliar.

Una de las definiciones más completas de la violencia de pareja es la de Ana Isabel Cerezo
Domínguez, la cual entiende que ese concepto criminológico es “todo tipo de actos o
comportamientos abusivos, sean éstos físicos, psíquicos o sexuales que, llevados a cabo de
modo reiterado por parte de la persona a la que la víctima está o ha estado vinculada
sentimentalmente, con el fin de ejercer un control sobre ella, produzcan un resultado
perjudicial para la misma, siendo indiferente la entidad del daño causado o su naturaleza”.

Se puede observar que es una definición eminentemente criminológica, aunque circunscrita


al concepto penal de los malos tratos, y que consta básicamente de cinco elementos: la
acción del maltrato en sí misma, el resultado producido, la habitualidad, la relación de
pareja y la motivación del maltrato. Elementos en los que conviene profundizar
brevemente.

Respecto de la acción del maltrato ha de señalarse que tiene una dimensión especialmente
plural, dado que abarca una gran diversidad tipológica con comportamientos muy diversos.
Para lograr un cierto agrupamiento clarificador de todos ellos, se ha recurrido –por algunos
autores-a clasificarlos sobre la base de dos criterios principales: la frecuencia y la
causalidad.

Según la frecuencia, los malos tratos pueden ser de carácter esporádico (e incluso único),
como resultado de un deterioro –más o menos progresivo-de la convivencia o relación; de
origen explosivo, como consecuencia inesperada y súbita de un desequilibrio familiar; o la

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múltiple, repetida una y otra vez en el tiempo y que llega a configurarse como una forma de
relación. De las tres, es esta última la que detenta en mayor medida la verdadera esencia del
concepto criminológico de los malos tratos, distinto del de la pura agresión, aunque sea
dentro del ámbito de la pareja.

El problema del criterio de causalidad es que pueden enumerarse una serie –que además no
es exhaustiva-de casos diferentes que no son excluyentes entre sí, por lo que no ofrece un
criterio demasiado útil en cuanto a la intención clasificadora. En todo caso, podrían citarse
algunos causas originadoras o desencadenadoras de la agresión como la enfermedad
mental, la separación de la pareja, el alcoholismo crónico... En todas ellas siempre es
necesaria, sin embargo, la previa matización de la dinámica e importancia de la
participación de cada uno de sus elementos en la aparición de este tipo de conductas.

El segundo elemento de la definición propuesta es el resultado producido. Desde el punto


de vista criminológico, y en la apreciación de una situación de violencia de pareja, el
resultado producido -y su entidad-no tiene porqué coincidir con el concepto penal de
lesiones o de la agresión. Es decir, la Criminología –a diferencia del ámbito penal-puede
afirmar que existe una situación de violencia antes de que efectivamente se denote al
exterior un resultado físicamente apreciable.

En todo caso, los resultados de esa situación pueden variar desde la muerte, hasta las
injurias o calumnias, pasando por las lesiones, la limitación en la capacidad ambulatoria de
la víctima (detenciones ilegales, retenciones, confinamientos...), las injerencias en su
intimidad (revelación de sus secretos..), ataques a su libertad sexual, etc...

Otro elemento muy importante es el de la habitualidad. En cualquier relación humana


puede darse, en ciertos casos y por la acción de diferentes condicionamientos una agresión,
sea del tipo físico o psíquico. Un episodio de agresión aislado (aunque sea dentro del
ámbito de la pareja) no debe llevarnos a considerarlo automáticamente como un caso de
maltrato (Tal como suele suceder, no sólo en los medios de comunicación social, sino –
incluso-en determinados ámbitos que aspiran a aparecer ante la opinión pública como
“especializados”)

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No obstante, no hay que olvidar que la utilización de la violencia, aunque sea de un modo
esporádico o aislado, es un importante indicio de que puedan repetirse en el futuro este tipo
de conductas, sin que ello tampoco quiera decir –por otra parte-que ello tenga que
cumplirse indefectiblemente. De todas maneras, más que la intensidad, es la reiteración en
esta clase de agresiones lo que resulta ser uno de los elementos fundamentales para la
consideración criminológica de este tipo de situaciones como de violencia de pareja.

Otro elemento es el de la existencia de una relación de pareja. Relación entendida desde un


concepto flexible y amplio. Es decir, se incluyen en este concepto, tanto las parejas de
hecho, como las de derecho y tanto las heterosexuales como las homosexuales. Además,
también todas aquellas parejas que conviven –más o menos-habitualmente en el mismo
hogar, lo cual puede ser el caso de matrimonios, parejas de hecho, novios o amantes.
Incluso, deben entrar en la definición las que han sostenido una relación de este tipo y han
dejado de convivir después de romper su relación, como es el caso de parejas separadas o
divorciadas, ya que en estos últimos casos es muy frecuente que se sigan dando conductas
de acoso y violencia, a pesar de no existir ya una relación de convivencia.

Por último, citaremos otro elemento presente en la definición, y –tal vez-el más importante:
la motivación de la situación de maltrato. Aparte de otras connotaciones que aparezcan
inicialmente como más evidentes, la esencial que origina realmente la violencia de pareja es
la de ejercer un control dominador sobre la otra parte. Siempre existe una relación de
desigualdad, de dominante-dominado. Es importante, desde este punto de vista la distinción
entre la violencia de carácter puramente hostil o la de carácter instrumental. La primera
tiene un fin en sí misma, mientras que la segunda es un medio para conseguir –de manera
más o menos inconsciente-alguna otra cosa. La violencia de pareja suele participar de
ambos caracteres. Es decir, el agresor no sólo persigue hacer daño a su pareja, sino –
además conseguir su principal objetivo, que es lograr controlarle imponiendo su voluntad.
Lo realmente importante es que el agresor, reiterando (y este es uno de los elementos ya
mencionados) la utilización de cualquier medio que está a su alcance, y que considera le
reporta los resultados que persigue, intenta afirmar su “superioridad” y mantener el
dominio sobre la otra persona. Dominio no consentido y perseguido contra la voluntad de la
otra persona, ya que –de lo contrario-se podría entrar en consideraciones de

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consentimientos sadomasoquistas o similares.

En resumen, y desde el punto de vista criminológico, puede decirse que la simple


producción de un daño de cualquier clase –incluso esporádico-no es suficiente para
conformar un concepto de violencia de pareja que no sea el reducido a lo estrictamente
penal. Concepto, este último, que no logra entrar en la verdadera esencia del problema que
supone la violencia de este tipo.

Lo verdaderamente esencial es la existencia (o la aspiración de lograrla) de un tipo de


relación (entendido este concepto en su sentido amplio, porque incluye –incluso-las
situaciones de”no relación” que se originan después de una separación, originada por una
de las partes o acordada por ambas) de dominación y control de una de las partes sobre la
otra, de tal forma que la víctima ha perdido (o está en grave peligro de perder) su propia
autonomía y encontrarse en una situación de desamparo. Y ese modo de control puede ir
adquiriendo diferentes formas e intensidades a lo largo de la relación, en función de la
evolución de la misma y las circunstancias que la rodean.

LOS TIPOS DE VICTIMIZACIÓN.

Los comportamientos abusivos que pueden incluirse dentro del concepto de violencia de
pareja pueden ser muy diversos, y –en la mayor parte de casos-se trata de conductas no
considerables aisladamente, ya que es más difícil encontrar malos tratos que se produzcan
mediante un tipo de comportamiento único, que los que combinan varias clases de
conductas agresivas y/o controladoras. Sin embargo, y a los efectos de indicar una
clasificación puramente didáctica, puede decirse que –coincidiendo con la gran mayoría de
autores-la violencia de pareja puede adoptar las formas específicas de malos tratos de
carácter físico, psíquico o sexual.

Un ejemplo de esa imposibilidad real de separar –en la realidad-cada uno de los tipos de
malos tratos es estudiar brevemente la comparativa entre cada uno de los diferentes tipos de
comportamiento abusivo y el resultado producido, que respondería normalmente al
siguiente esquema:

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Es decir, en la gran mayoría de casos, es difícil sostener –si no imposible-que la existencia
de malos tratos de carácter físico sólo lleven consigo la aparición de consecuencias físicas
para la víctima. Algo similar a lo que pasa con la mayoría de malos tratos de carácter
sexual.

No obstante, y si perder de vista que se realiza por esa necesidad didáctica de la separación
clasificatoria mencionada, pasaremos a profundizar muy brevemente sobre cada uno de los
tipos establecidos.

Malos tratos físicos.

Puede definirse a los malos tratos físicos como “cualquier acción reiterada e intencionada
que suponga un acometimiento exterior ejercido contra el cuerpo de la pareja”.

Desde un punto de vista exclusivamente penal, se pueden incluir en este concepto, además
del tipo penal de malos tratos propiamente dicho, y comentado anteriormente, acciones
agresivas que pueden estar tipificadas también en los tipos delictivos de homicidio, lesiones
o coacciones físicas.

En general, y sin circunscribirse a la rigidez normativa jurídica, pueden formar parte de la


problemática de los malos tratos, desde el punto de vista físico, una gran variedad de
comportamientos que pueden ir desde el simple empujón al homicidio, pasado –entre otros
posibles-por las bofetadas, golpes, quemaduras intencionadas, pellizcos, forcejeos, patadas,

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golpes con diversos instrumentos, mordeduras, pinchazos, asfixias, o coacciones de tipo
físico, como el aislamiento forzado, los confinamientos, forzamientos a realizar
determinados actos, etc... Todo ello siempre que tengan las connotaciones que se han
mencionado en la definición propuesta.

Aunque puede ser tan ficticia como la distinción que suele hacerse entre las drogas “duras”
y las drogas “blandas”, ciertos autores, entre ellos, Gelles y Cornell, o Jacobson y Gottman,
hablan de dos niveles de violencia. La que denominan “normal violence” (en término de
literatura criminológica española, violencia de “baja intensidad” o leve, lo cual parece algo
mas adecuado gramaticalmente), o la que llaman “abusive violence” (violencia de alta
intensidad o grave). En general, entre las primeras se incluirían todas aquellas conductas
agresoras que no dejarían una huella física ostensible (no tipificables penalmente como
agresiones, por lo tanto), y entre las segundas, las que sí lo harían (y serían incluibles en
alguno de los tipos penales anteriormente mencionados). Sin embargo, esta distinción no
debe llevarnos al error de dar menos importancia a las primeras. Un criminólogo debe saber
distinguir la trascendencia de una situación independientemente de la gravedad de las
lesiones físicas, ya que –en la mayor parte de ocasiones-la violencia “leve” no es más que
la primera etapa de una situación más grave en el futuro. Y una de sus principales funciones
es la de saber detectar las potenciales situaciones de victimización, para poder llegar a la
prevención antes de que éstas de produzcan, o –al menos-antes de que se agraven.

Malos tratos psíquicos.

Por malos tratos de carácter psíquico se pueden entender “cualquier conducta turbadora,
reiterada e intencionada, que puede producir un trastorno de tipo emocional en la
víctima”.

También en este caso el repertorio de conductas incluibles es muy variado: intimidaciones,


amenazas, insultos, vejaciones, aislamiento emocional, gritos, desprecios, intolerancias,
humillaciones, muestras de desafecto o minusvaloración, coacciones emocionales, etc...

Las posibles calificaciones jurídico-penal son las de amenazas, injurias, calumnias,

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detenciones ilegales, o el descubrimiento o revelación de secretos. En un sentido amplio,
también se podrían incluir la producción de algún tipo de lesión psíquica, en muchos casos
difícilmente demostrable o relacionable.

Como antes se ha mencionado, muchos de los anteriores comportamientos son inseparables


de las conductas de maltrato físico. De todos ellos, el que se muestra como un elemento
común a ambos en la práctica totalidad de casos, además de ser un instrumento empleado
habitualmente por el agresor es el de lograr el aislamiento de la víctima, como una de las
mejores tácticas para lograr su principal propósito: el control total de ella.

Ese aislamiento puede darse en –al menos-tres ámbitos distintos: el laboral, el intelectual y
el social. Para lograr el primero, el agresor se opone totalmente a que la víctima trabaje,
porque con ello consigue eliminar, además de sus posibilidades de relación con otras
personas, también su capacidad de independencia económica. Su negación de desarrollo
intelectual (en el segundo ámbito) le niega el acceso a sus capacidades de
perfeccionamiento como persona. Por último, el aislamiento social conlleva la
imposibilidad de que la víctima participe normalmente en actividades sociales, e incluso
que se relacione con familiares y amigos.

Malos tratos sexuales.

El maltrato sexual en la pareja puede definirse como “todo acto de naturaleza sexual
ejercido por un miembro de la pareja contra la voluntad del otro, normalmente desde una
posición de poder físico o autoridad”.

En este caso, este tipo de agresiones aún se muestra más unido al resto, tanto las de tipo
físico como psíquico. En la gran mayoría de casos, el ataque de tipo sexual es una parte
más del ataque de tipo físico.

En el aspecto penal, y sin embargo desde un punto de vista amplio, se trata de los delitos
relacionados con las agresiones sexuales, los abusos de ese mismo tipo, o incluso los
relativos a la prostitución. Y se menciona que ello es desde un punto de vista amplio porque
la jurisprudencia del Tribunal Supremo considera que sólo son típicas las conductas que

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suponen un contacto corporal directo entre el agresor y la víctima. En el caso concreto de
las parejas, al igual que fuera de ellas, la conducta de maltrato sexual tiene lugar mediante
el uso de la violencia, la intimidación o el prevalimiento.

Los principales tipos de maltrato sexual incluyen la violación (vaginal, anal o bucal), los
tocamientos o las penetraciones con objetos diversos. Según el concepto amplio que se ha
indicado, también serían malos tratos de carácter sexual los casos en que se obliga a la
victima a realizar contactos de tipo sexual sobre sí misma o con terceros, que buscan
procurar la satisfacción sexual del agresor, y/o la desvalorización de aquella.

En muchos casos, el número de denuncias de los malos tratos de carácter sexual es mucho
más reducido que el de los otros tipos. Ello es debido a que las mujeres que suelen
presentar denuncias las realizan respecto del maltrato físico, e incluso del psíquico, pero
suelen silenciar el de carácter sexual. En la gran mayoría de ocasiones porque consideran –
debido a prejuicios culturales y pseudojurídicos-que no puede haber violación ni abuso
sexual entre la pareja, porque son actos que sólo pueden tener lugar –como tales-entre
personas desconocidas.

VIOLENCIA DE PAREJA: LOS FACTORES INTERVINIENTES.

Una de las principales exigencias científicas que va requerir la actividad futura del
criminólogo será –con toda probabilidad-la de saber identificar los diferentes factores que
han podido intervenir en la aparición y/o mantenimiento de una determinada problemática
criminológica. Ello será imprescindible para poder comprenderla, explicarla, prevenirla y
tratarla, tal como demandará ese ejercicio profesional.

Y antes de profundizar algo en el estudio de los factores más importantes que –según la
literatura científica-se relacionan con el fenómeno de la violencia de pareja es necesario
hacer dos puntualizaciones:

-Aunque, en principio, el término de violencia de género no debe presuponer que se refiera


únicamente a la que puede ejercer el hombre sobre la mujer, tampoco hay que olvidar que

18
un gran número de elementos sociales y culturales han hecho que –en un porcentaje
abrumador-sea ésta precisamente la que centra la gran parte de los esfuerzos de prevención
politicocriminal desde hace ya un tiempo.

-Por otra parte, conviene distinguir entre causas y factores. Las causas son los elementos
más cercanos y definidos que influyen en las conductas de los agresores y de las víctimas,
así como en los procesos de interacción entre ellos. Es decir, se relacionan directamente con
situaciones concretas e inmediatas y – por lo tanto-deben permitir explicar el porqué de la
aparición de esas conductas, su mantenimiento y también el porqué de que se produzcan en
un momento determinado. Los factores son elementos más potenciales y alejados en el
tiempo, que pueden provocar que -en un futuro-se den las causas necesarias para que
aparezca esa conducta. Pueden ser mediatos, cuando influyen de una manera más indirecta
y lejana; o, inmediatos, cuando lo hacen de forma mucho más próxima (es decir, más
cercana a los acontecimientos concretos, pero sin llegar a ser una causa).

Sentados estos conceptos, pasaremos a comentar brevemente los factores que, según las
investigaciones de diversos autores, más se relacionan con la problemática de la violencia
de género, y especialmente con la que tiene lugar en la pareja y con el hombre como
agresor y la mujer como víctima.

Factores socioculturales.

Muchos investigadores se han centrado en la influencia de los mitos culturales y sociales en


relación con el papel que el género puede desempeñar en la problemática de la violencia del
hombre sobre la mujer. Y es que la existencia de unas estructuras sociales marcadas por el
género es una realidad del día a día que se muestra en la práctica totalidad de las
instituciones y grupos que las forman.

El papel social de los conceptos de padre, madre, hijo o hija, suelen tener expectativas
diferenciadas que pueden tener su importancia en la problemática criminológica de la
violencia de pareja. Por ejemplo, el mandato cultural –e incluso algunas veces legal-sobre
los “derechos” y “privilegios” del marido sobre la mujer, han llegado a legitimar

19
históricamente un poder y dominación de aquél sobre ésta, que –en cierta manera-han
“garantizado” el uso de la violencia en este ámbito. De hecho, los hombres –en una
apreciación muy general-aceptan más que las mujeres la violencia de pareja, y los hombres
con patrones más tradicionales de comportamiento, son los que más la aceptan. Entrevistas
con los agresores han revelado que muchos de ellos justifican el empleo de la violencia
porque sus parejas esposas habían tenido comportamientos que “no eran propios de una
esposa”.

Dentro de este tipo de factores, pueden citarse tres grandes grupos: los relacionados con la
educación sexual, los mitos de tipo cultural y los que se basan en la tradición.

La educación sexual.

Aún hoy en nuestro día, las relaciones sexuales están estructuradas socialmente alrededor
del concepto de reputación. Mientras que la reputación de un chico se “mejora” con el
número de experiencias sexuales, la de una chica se ve menoscabada por esa misma razón.
Por otra parte, las chicas suelen percibir y describir sus relaciones sexuales como algo que
les pasa, y no como algo elegido conscientemente. Y ese papel pasivo también trasciende a
la dinámica social: la sexualidad androcéntrica de nuestra cultura mantiene y subraya una
cierta “dominación” masculina en este sentido como algo “normal” y natural”. Un par de
ejemplos de ello. Muchos padres –de manera más o menos explícita-influyen sobre sus
hijas para que se resistan o demoren lo máximo posible el inicio de las relaciones sexuales,
mientras que animan –o al menos no ven mal-que sus hijos lo hagan. El uso de
anticonceptivos se convierte para las chicas en una especie de “trampa”: si no los usan son
unas irresponsables, y si lo hacen habitualmente, tienden a ser calificadas como “poco
respetables”. Mientras que la conducta –en este mismo sentido-de los chicos no suele
influir en su reputación: si tienen lugar algunas “consecuencias no deseadas” se atribuye a
un mero “accidente”

Los mitos culturales.

Las normas culturales y las expectativas sobre las conductas de las mujeres y de los

20
hombres conducen a mitos que perpetúan la violencia y niegan la asistencia a las víctimas.
Un ejemplo es el de la consideración de la mujer como una figura decorativa. La
perpetuación sociocultural de la obligación de una autodisciplina femenina en el sentido de
tener éxito en la conservación de un cuerpo bonito (el peinado, el maquillaje, la moda,
etc...) puede conseguirle –al menos aparentemente-atención, e incluso algo de admiración,
pero –en realidad-poco respeto real y casi ningún poder social. Más bien al contrario, le
puede originar perjuicios en lo personal y en lo social. Otro mito cultural que –en este caso-
influye mucho más directamente en las formas que puede adoptar la reacción ante la
violencia doméstica es la de una cierta consideración de que esta problemática pertenece a
la esfera privada de la pareja y –en la mayor parte de ocasiones-el intervenir en ella lo que
puede conseguir es perjudicar la convivencia familiar y afectar a la posible continuidad de
la relación familiar y sentimental.

La tradición

La tradición es –especialmente en este tipo de situaciones-un factor amplificador y


mantenedor que actúa sobre el resto. Las normas de tipo moral y sociocultural son mucho
más difíciles de cambiar cuanto más se prolongan en el tiempo. Y las que influyen en la
aparición de la violencia de pareja tienen muchos siglos de existencia.

Factores socioeconómicos.

Son el grupo de factores más cuestionados, ya que se discute que su relación con los
hechos de violencia sea realmente significativa, porque –según quienes sostienen esta
corriente de opinión-el que se puedan detectar en un cierto número apreciable de
situaciones de violencia doméstica responde a que los estudios relativos a este asunto se
hacen sobre los casos denunciados, y no sobre los realmente ocurridos. Y, precisamente los
que se denuncian son –en un importante porcentaje-grupos sociales con unas características
que provocan que la existencia de factores socioeconómicos como el desempleo, las
circunstancias laborales y la acción del alcohol y las drogas, sean mucho más ostensibles de
lo que lo son realmente.

21
El desempleo.

En diversos estudios, la situación de desempleo se ha relacionado con frecuencia con el


maltrato doméstico, y –en concreto-con la violencia de pareja. En uno de ellos, Seligman
observó que esta situación es un factor desencadenante de reacciones depresivas. La
sensación de desesperanza y tristeza consustancial a la depresión, y la incapacidad para
controlar se muestra como un fuerte estímulo negativo que –en ocasiones-parece influir
sobre la posible aparición de violencia doméstica.

El esquema de funcionamiento de los diferentes factores sobre la conducta es, en esencia el


siguiente:

En el caso que nos ocupa, el correspondiente sería que se indica a continuación:

En otro estudio (esta vez debido a Balda) se ha comprobado que un alto porcentaje de
individuos teóricamente desempleados y que actúan como autores de maltrato, no lo son en
la realidad (no están inscritos como parados ni están interesados en encontrar empleo) y se
corresponden con el perfil de un hombre calificado por su mujer como que “maltrabajan”,
“beben”, o “son irresponsables”. La situación de desempleo en el potencial agresor, así
como su persistencia, pueden tener un efecto intensamente negativo sobre la autoestima del
individuo, lo que puede llevarle más fácilmente a mostrarse más conflictivo, más tenso y –a
la postre-más violento. Además, la falta de ocupación laboral proporciona un contacto más
frecuente entre agresor y víctima, pasando mucho más tiempo juntos en un mismo espacio
físico, lo cual puede causar un mayor número de conflictos.

Aspectos laborales.

22
Los ya mencionados factores socioculturales, e incluso algún mandato legal hasta hace muy
poco, han tendido a perpetuar la acción de ciertos derechos y privilegios que han legitimado
históricamente la idea de la aceptación de la existencia de poder y dominación del hombre
sobre la mujer. Y uno de sus efectos es que la sociedad puede llegar a aceptar que la mujer
no trabaje fuera de casa, pero no ve tan bien que el hombre se quede en ella realizando las
tareas domésticas mientras su mujer está trabajando. La consecuencia es que –de manera
subliminal-lo que realmente se está potenciando es que el hombre debe, a toda costa,
alcanzar su independencia económica y así –en los casos de maltrato a la pareja-usarla
como un instrumento que le permita la exclusividad del uso de la violencia y de las
amenazas como un método de controlar a su pareja. Este factor está, muchas veces,
relacionado también con el fracaso escolar previo. Quienes fracasan en este último, suelen
ocupar los puestos laborales que no requieren una especial preparación y su prestigio social
y su remuneración económica son bajos. Y en una sociedad en la que el trabajo se muestra
como un valor incalculable, quien no lo tiene –o lo tiene en esas condiciones-es más fácil
que se sienta frustrado.

Otro aspecto laboral que influye en la problemática estudiada es la presencia de estrés


laboral, por la existencia de trabajos (o sus condiciones) que no dan oportunidades al
desarrollo de la autoestima del individuo, e incluso la disminuyen. Entre las consecuencias
de ello (afectación de la salud y de los aspectos físico, psicológico y social), también se
encuentra la de provocar conductas violentas.

El alcohol y las drogas.

Hay estudios que relacionan de forma directa e intensa el efecto del consumo de alcohol y
las situaciones de violencia doméstica. Según el caso, afirman que este elemento está
presente en las situaciones de este tipo en un porcentaje que varía desde el 50 hasta el 90%
de los casos. Otros, por el contrario, cuestionan que esa relación sea tan manifiesta, porque
–en la mayor parte de los primeros-se realizan las investigaciones entre la población de
quienes han sido protagonistas (agresores o víctimas), por lo que los resultados pueden que
no sean del todo fiables. Además, no está clara la distinción entre situaciones distintas,
como –por ejemplo-si se trata de personas alcohólicas que están sobrias en el momento del

23
maltrato, de individuos que maltratan cuando están ocasionalmente ebrios, de casos de
embriaguez patológica en los que se pierde el control ante cualquier pequeña ingestión de
alcohol, etc... El resumen es que no se ha podido determinar con exactitud y precisión la
verdadera función que desempeña el alcohol en el contexto de la violencia, en general, y en
el de la violencia intrafamiliar o de género, en especial. Lo que sí parece cierto es que tiene
un papel importante en la aparición en la violencia de pareja, especialmente en lo referido a
que sus efectos provocan la anulación de los mecanismos de inhibición del individuo, lo
que puede fácilmente llevar a la agresión. Es decir, el alcohol no genera la violencia
doméstica, pero sí actúa como un importante elemento que puede facilitar –en gran medida-
que ésta aparezca en un momento determinado. Por eso se muestra presente en un
importante número de casos, y se muestra como un importante factor de riesgo,
especialmente en combinación con otros factores. En cuanto a otras drogas, es un factor que
no se da con tanta frecuencia entre los maltratadores, tal vez en la misma medida en que en
la población general también es más frecuente el consumo de alcohol que el de otras
sustancias adictivas. En todo caso, los estudios parecen indicar que la incidencia de malos
tratos domésticos entre los consumidores de drogas es más bajo que entre los que consumen
alcohol.

Factores familiares.

Las especiales características propias de la violencia doméstica hacen que los factores
relacionados con el ámbito familiar tenga una especial importancia a la hora de su estudio e
investigación. Obviamente, y entre otras cosas, porque el núcleo familiar es el escenario
donde se desarrollan las acciones de la agresión continuada. Ese contexto familiar actúa
principalmente de una doble forma. Por un lado, debido a la influencia de los mecanismos
que perpetúan los procedimientos de relación de carácter violento mediante procesos de
transmisión intergeneracional. Por otro, en relación con la respuesta inconsciente de quien,
desde temprana edad, ha sido víctima o testigo de ellos.

La transmisión intergeneracional.

Junto con el de la posible influencia del alcohol en la aparición de los malos tratos

24
intrafamiliares o en la violencia de pareja, uno los de temas más controvertidos es el de la
relación entre éstos y el haberlos visto o sufrido en la infancia. Y el tema sigue siendo
polémico, porque aunque ciertas investigaciones parecen haber demostrado la relación
entre la violencia de la familia de origen y el ejercicio de la violencia posterior, o una cierta
tendencia a convertirse en víctima de la misma, lo cierto es que no se puede afirmar
contundentemente que éste sea un factor generalizable. No todas las personas que han
sufrido u observado malos tratos se convierten en maltratadores o víctimas, y –por el
contrario-tampoco es cierto que sea un factor totalmente inoperante o inmune. Las tesis más
modernas sostienen que, más que una relación simple entre ambas circunstancias, lo que
sucede es que las personas que han crecido en un ambiente familiar anormal (infancia
difícil, constante maltrato físico o emocional, abandono...) tienen más dificultades para
asumir conceptos positivos, o impartirlos a sus hijos. En todo caso, un aspecto importante a
considerar es que un niño que observa –de forma habitual-situaciones de maltrato físico y
psíquico, lo que aprende es que el uso de la violencia es un método válido para dominar a
los demás. De alguna manera, tiene que tomar partido por una de las dos partes enfrentadas.
Y, de manera inconsciente, no lo tiende a hacer por la que se muestra más débil, porque ello
sería convertirse en víctima, y hacerse daño a sí mismo. Y nadie quiere ponerse en lugar del
“perdedor”. Entonces, si no hay otros factores que anulen a éste, lo que interioriza (como
mecanismo psicológico de defensa) es que el ser violento es algo, no sólo útil, sino
necesario para manejarse en la vida.

La violencia extrafamiliar.

Determinadas personas que maltratan a su pareja de forma habitual tienden a hacerlo


también con el resto de los miembros de la familia, e incluso con personas que no
pertenecen a ella, como amigos o compañeros de trabajo. Pero ello no sucede en todos los
casos. En otras muchas ocasiones, individuos que emplean el uso de la violencia como
medio habitual de relación dentro de su familia, no lo hacen fuera de ella. Las diferencias
entre una y otra respuesta se verán más adelante con algún detalle, cuando se profundice
algo más en los aspectos individuales de los agresores.

Lo que sí parece estar relacionado, es que la violencia que ejercen los agresores que

25
también lo hacen con las personas ajenas al entorno familiar está relacionada con la mayor
o menor severidad con que lo hacen dentro de ella. Es decir, los agresores que maltratan a
su pareja de forma más leve son los que no suelen mostrar comportamientos violentos en el
entorno extrafamiliar. Del mismo modo, a medida que los malos tratos hacia la pareja son
más frecuentes y graves, hay más probabilidad de que exista un maltrato hacia los hijos.

LOS ASPECTOS INDIVIDUALES

En el repaso previo de los posibles factores que pueden intervenir en la aparición y en la


dinámica de la violencia de género y –en concreto-en la violencia de pareja, no puede
obviarse la importancia de la influencia que en ello desempeñan los rasgos individuales de
agresores y víctimas, tanto respecto de sus personalidades respectivas, como en los de
relación social.

Después de detenernos brevemente en los perfiles estadísticos de unos y otros,


profundizaremos algo más en los rasgos de personalidad más habituales de los agresores, ya
que –si bien hay algún estudio sobre la posible influencia que determinados tipos de
víctimas pueden ejercer en la aparición y continuidad de los malos tratos-lo cierto es que
puede llegar a convertirse en víctima casi cualquier persona, especialmente si es mujer.
Mientras que, en este caso, lo que es mucho más decisivo y trascendental es la figura del
agresor, su capacidad de relacionarse con los demás, y la forma de hacerlo.

Los perfiles de agresores y víctimas.

Según la mayoría de las investigaciones criminológicas respecto del asunto que nos ocupa,
el perfil más habitual de la víctima de la violencia de pareja es el siguiente:

26
Respecto del perfil mencionado de la víctima, conviene hacer una serie de
puntualizaciones:

El perfil anterior es el de la mujer maltratada que –en mayor medida-acude en


solicitud de ayuda a los diferentes agentes de control formal (Policía, Justicia, etc...) o de
las instituciones de ayuda social. Es decir, no es realmente el perfil más habitual del
colectivo de la mujer víctima de malos tratos, en su conjunto. De ahí que en el perfil
aparezcan las amas de casa con estudios primarios. La mujer que tiene otros medios de
subsistencia y de vida, también tiene más instrumentos para responder a la situación que no
sean los de acudir a las instancias de asistencia social. Por otra parte, y debido a esas
mismas circunstancias y a las de tender –en determinados niveles sociales-a descubrir
menos a su entorno la situación que atraviesa, acude menos a la denuncia de tipo penal. Y,
cuando se decide a denunciar, en muchos casos emplea la vía civil.

Como ya se ha dicho, en la práctica totalidad de casos se trata de una mujer. Lo cual


no quiere decir que no exista la figura del hombre maltratado. Lo que sí puede decirse es
que las tasas de maltrato de la mujer hacia el hombre, cuando se habla de la violencia de
tipo psíquico, tienden a acercarse más respecto de las del hombre hacia la mujer, que
cuando el maltrato es de tipo puramente físico.

La edad en que la mujer entra en las estadísticas de la violencia de pareja (26 a 35


años) coincide consistentemente con la media de tiempo que han soportado el maltrato (de
7 a 9 años). Es decir, como ya se verá más adelante, la situación empieza –en la práctica
totalidad de casos en cuanto se consolida la relación (entre los 19 y los 26 años) y tiene una

27
duración media de entre 7 y 9 años hasta que se decide a denunciar.

El maltrato tiene lugar tanto en las parejas de hecho como en las de derecho, e
incluso en muchas ocasiones en parejas en trámites de separación o ya separadas. Sin
embargo, de los estudios españoles en este sentido, se desprende que la mayor parte de los
casos de malos tratos (e incluso los de homicidios en la pareja) se refieren a parejas
casadas. La explicación que se ha dado –en algunos de ellos-es que una persona casada
puede creerse -por estarlo-más legitimada por el contexto social para limpiar su honra, al
mismo tiempo que asume con mayor fuerza la idea de posesión sobre su cónyuge. Por su
parte, el perfil del agresor es el que se indica a continuación:

Lógicamente, el sexo, el estado civil, la edad, así como el nivel social y de estudios, se
corresponden con el perfil homólogo de la víctima, que es con el tipo de mujer con el que
estadísticamente establecen el mayor número de relaciones. En cuanto a la cualificación
laboral y la presencia de problemas de adicción a determinadas sustancias (especialmente al
alcohol) basta con remitirse a lo ya comentado respecto de los factores de tipo
socioeconómico relacionados (desempleo, aspectos laborales y adicción a sustancias) para
justificar suficientemente su aparición en el perfil.

La personalidad del agresor.

Aunque la creencia popular sobre la imagen del agresor de los casos de violencia
intrafamiliar es la de que debe tratarse de “alguien que no está en sus cabales”, o que “no es
una persona normal”, lo cierto es que no existe una serie de características típicas en la
personalidad de los autores. El único elemento común parece ser el de que mantienen, o

28
han mantenido, una relación sentimental con la víctima. En todo caso, puede decirse que las
características del agresor es uno de los elementos que más condiciona la aparición y la
continuidad del fenómeno criminológico de la violencia de género.

Y, dentro de esta óptica, puede hacerse –desde el punto de vista didáctico-una


categorización entre agresores enfermos mentales, “normales”, o con trastornos de la
personalidad, en la que vamos a entrar a continuación de manera breve.

Agresores patológicos.

Existe una agresividad que puede conceptuarse como normal y que puede depender de
factores innatos o adquiridos, o de una combinación de ambos. El problema surge en el
momento en que hay que delimitar cuándo esa agresividad se convierte en patológica.
Cuando ello sucede, hay que tener en cuenta que una determinada conducta delictiva de
carácter agresivo no es -por sí misma-patológica, sino que este extremo debe estar
debidamente acreditado por el estado alterado de conciencia y/o de voluntad de quien lo
comete.

Desde el punto de vista de la agresividad relacionada con la problemática de los malos


tratos, puede hablarse de conductas violentas originadas por enfermedades orgánicas o por
psicosis funcionales:

� Enfermedades orgánicas:

Traumatismos craneoencefálicos y tumores. Pueden estar relacionados con la


conducta violenta cuando hay una afectación de las estructuras neurofisiológicas que
estimulan las pautas agresivas (amígdala), o un defecto en las que inhiben la agresividad
(áreas orbitofrontales). En este caso, la violencia no tiene porqué estar dirigida
especialmente contra la pareja, pero lo que sucede es que tiene más probabilidad de ser
víctima quien más cercano y más tiempo permanece junto al enfermo.

Epilepsia. En los estados crepusculares asociados a la epilepsia pueden aparecer

29
crisis de agresividad. Pero no pueden relacionarse directamente con la violencia de tipo
intrafamiliar, ya que no son conductas conscientes y –por lo tanto-no tienen las
características propias de este tipo de agresiones (especialmente en lo referido a su
motivación).

Psicosis funcionales:

Neurosis. En este tipo de trastorno el componente de agresividad más marcado es el


autoagresivo, por lo que en el caso del agresor intrafamiliar no suelen existir elementos
neuróticos. En algunos casos se han documentado ciertos rasgos de este tipo, pero sólo
representan una mínima parte.

Esquizofrenia. Es la alteración mental más popularmente asociada con la locura. En


algunas ocasiones, puede llevar a cabo conductas agresivas hacia quienes le rodean,
llevados por su vivenciar delirante. Por eso, sus acciones agresivas suelen tener un carácter
de imprevisibilidad y sin una “historia” previa que pueda permitir adelantar esas
situaciones. A los actos de violencia suele seguir una indiferencia afectiva, aún en los casos
más graves.

Psicosis maniaco-depresiva. La fase depresiva del trastorno bipolar no suele


mostrar un componente heteroagresivo, salvo en el caso del denominado
criminológicamente como “suicidio ampliado”, en el cual el agresor acaba con la vida de
quienes le rodean antes de hacerlo con la suya propia, y que no se trata de una acción que
pueda inscribirse dentro del concepto de violencia intrafamiliar. Otro caso es el de la fase
maniaca, en la que sí pueden darse situaciones de gran violencia dirigida tanto a sí mismo
como hacia los demás.

Trastorno delirante paranoide. Si algún trastorno mental destaca en relación con la


violencia de pareja es el trastorno delirante paranoide de tipo celotípico. El sujeto, debido a
su vivenciar delirante, está convencido –sin ningún motivo-de que su pareja le es infiel. Por
esa creencia, interpreta determinados hechos o indicios insignificantes como justificaciones

30
de sus ideas celotípicas. Como consecuencia, fácilmente puede tomar medidas agresivas
frente a su pareja para acabar con la infidelidad imaginada.

Agresores “normales”

Puede parecer paradójico que se emplee el concepto de “normal” para calificar a


determinados agresores en la violencia de pareja, pero con ello queremos referirnos a
ciertos sujetos que no sufren un trastorno mental que les lleve al uso habitual de la
violencia. En todo caso, el porcentaje de agresores que no denotan una alteración mental es
mucho más elevado que el de los que sí la tienen, y responde mucho más al perfil del sujeto
activo de la violencia de pareja en sus criterios de habitualidad y de motivación de la
dominación del otro como elemento esencial de su conducta agresiva.

Dentro de esta clase de sujetos pueden incluirse a individuos de personalidad sádica, o con
connotaciones antisociales o culturales que les hacen comportarse con la violencia como un
medio habitual de relación con su pareja. Ello no quiere decir que sean categorías
mutuamente excluyentes. Es decir, un mismo individuo puede participar de varias de ellas,
e –incluso-de un trastorno mental añadido. La personalidad sádica se complace en el
sufrimiento de sus víctimas y puede convertir la convivencia diaria en el “escenario” de sus
conductas agresivas. Y más, cuando ese ámbito es en el que se desarrollan las conductas
más íntimas, donde el agresor puede dar rienda suelta a todas sus inclinaciones sádicas, con
el ejercicio de la violencia –en ocasiones-como único fin es sí misma. Otro tipo de agresor
“normal” es el que demuestra, muchas veces ya desde su infancia, conductas de carácter
antisocial. Es el individuo en el que puede observarse, desde edad temprana, patrones de
conducta antisocial como –ente otros-los de absentismo escolar, destructividad,
vandalismo, mentiras, robos, desobediencias, uso y abuso de sustancias, y –sobre todo-unas
conductas agresivas y violentas que trasladan, en la gran mayoría de casos, al ámbito
familiar. Por ultimo, en casi todos los casos coexiste con los anteriores un tipo de creencias
que han interiorizado –más o menos conscientemente-que la violencia es un instrumento de
control social de la mujer, sirviendo para mantener el status quo de la dominación
masculina. Los mandatos culturales, según la visión de este tipo de agresores, legitiman el
poder del hombre sobre la mujer. Y esta es una de las razones –tal vez la principal-que hace

31
que el porcentaje de hombres agresores, sobre el de mujeres que usan la violencia, sea
mucho más elevado.

Agresores con trastornos de la personalidad.

De los diferentes tipos de trastornos de personalidad, no todos pueden relacionarse de


manera directa e importante con el ejercicio de la violencia. Por el contrario, en algunos de
ellos más bien ocurre lo contrario. No obstante, en otros sí existe una tendencia al uso de
ella, sobre todo por facilitar una interpretación como amenazante (física o
psicológicamente) y –como consecuencia-dar paso al uso de una violencia impulsiva e
irreflexiva. Sin poder entrar en detalles psiquiátricos, que corresponden a otro ámbito de
estudio, se puede decir que los trastornos más proclives a esta última categoría son los
trastornos de personalidad paranoide, antisocial, límite y pasivo-agresivo.

De todos los trastornos de personalidad citados, el más relacionado –sin ningún género de
dudas-con el uso de la violencia en general, y con la violencia de género y de pareja, en
particular, es el antisocial. Es decir, el de la personalidad psicopática.

Es particularmente significativa y descriptiva la distinción que realiza Garrido Genovés


entre agresores psicópatas y emocionalmente dependientes en Amores que matan. Acoso y
violencia contra las mujeres. Editorial Algar. 2001 (2ª edición). Una clasificación similar
es la de Jacobson y Gottman, pero éstos los denominan, respectivamente, agresores cobra y
agresores pitbull, en Hombres que agreden a sus mujeres. Editorial Paidós. Barcelona.
2.001.

Según el mencionado autor, los agresores psicópatas, además de los más temibles y
violentos, también los más destructivos, porque son los que tienen una mayor tendencia a
anular y absorber la voluntad de la mujer. Continúa diciendo que lo peor es que su
personalidad presenta lo que denomina la “tríada letal”, tres características que lo hacen
especialmente temible. La primera es su falta de empatía o incapacidad absoluta para sentir
las emociones humanas básicas, como el sacrificio, la compasión, la piedad o el amor. La
segunda, es su crueldad cambiante y desconcertante. La tercera, su ausencia de

32
remordimientos y de sentimiento de culpa.

Por su parte, el agresor por dependencia emocional se caracteriza por su baja autoestima, un
sentimiento de profunda impotencia e incapacidad para hacer frente a la vida, su
dependencia emocional y una desconfianza en su pareja que, en ocasiones, se acompaña de
celos irracionales y abuso frecuente de la bebida.

En acertadas palabras de Ana Isabel Cerezo “suelen ser personas acomplejadas que se
sienten inferiores respecto a los demás. Esto les lleva a utilizar el maltrato como la única
forma posible de resolver conflictos o como medio para sentirse superior a su pareja. Al
descubrir cómo su violencia acobarda a ésta, tienen un sentimiento de poder muy
satisfactorio que les proporciona una sensación de omnipotencia. Se trata de sensaciones
que tienden a buscar repetidamente, cada vez con más frecuencia, como forma de
desahogo frente a su impotencia en el mundo exterior, y sea por reveses en el trabajo,
humillaciones reales o imaginadas en el trato social, o por sus propias insuficiencias. Es
decir, en su vida social son seres inseguros y poco brillantes, que suelen crecerse en casa
aumentando su violencia en proporción inversa a la percepción a la percepción de su
propia impotencia en la calle”.

En resumen, pueden observarse las diferencias entre ambos tipos de agresores en el cuadro
siguiente:

33
AGRESOR PSICOPÁTICO AGRESOR DEPENDIENTE

Suele mostrar un claro retraimiento en l Se muestra posesivo, siempre pendiente


relación. de lo que pueda estar haciendo su
En realidad su pareja no le importa nada pareja. Sufre ataques de celos, incluso
desde el punto de vista sentimental. llegando a la paranoia.

Se puede “distraer” con otra víctima, Es difícil que se “dedique” a otra


siempre que no piense que ésta se ha víctima. La dependencia emocional no
salido con la suya. En realidad, lo que le es un concepto “transferible”, por lo que
motiva es la situación, la víctima es –en sigue buscándola, aún después de la
cierto modo-algo casi accidental. separación.

No teme ser abandonados. Lo que pasa Necesidad de no ser abandonado. La


es que su ego no lo soporta. La víctima ruptura del vínculo emocional del que
es alguien sometido que no puede tomar depende es algo que rompe su capacidad
esa iniciativa. de vivir normalmente.

AGRESOR PSICOPÁTICO AGRESOR DEPENDIENTE

Violencia sobre otros. El modo de


Sólo agresiones intrafamiliares. Fuera
relación psicopático extiende el uso de
del ámbito familiar no se muestra capaz
la violencia fuera del ámbito familiar
de hacer uso de la violencia.
(siempre que ello “compense”).

Violencia "congénita". Su trastorno de Suele –en un porcentaje apreciable-


personalidad, muchas veces mediatizado haber sufrido abusos en infancia como
por el ambiente, le ha hecho víctima o testigo. Por ello, el uso de la
relacionarse así como un modo habitual violencia lo ha interiorizado como parte
de ser. de una tormentosa relación.

La agresión suele ser interrumpida por


Detiene su agresión al controlar. Es
un tercero, porque -en su estado
decir, cuando ha conseguido su objetivo,
emocional- no es conscientes de haber
de lo cual es perfectamente consciente.
logrado su “objetivo”.

34
El desencadenamiento del uso de la Se desencadena el ataque cuando
violencia se produce para impedir que percibe que está en peligro su concepto
las mujeres interfieran en lo que él de relación. Surge el episodio agresivo
establece que debe ser el modo de vida y cuando aparece el temor de ser
de relación, abandonado.

No tiene remordimientos. Si muestra un Suele sufrir una etapa de postmaltrato


arrepentimiento posterior al uso de la traumática. El problema es que, según
violencia es sólo aparente y por su modo de entender la relación, ello no
cuestiones instrumentales. va a impedir el episodio siguiente.

Suele sufrir una falsa percepción de


Hace uso de una violencia fría y
victimización. Realmente, puede llegar a
calculada. Para él, la agresión no es más
sentir que él es una víctima de las
que un instrumento para conseguir lo
circunstancias que le llevan
que quiere. Pero, además, es un
ineludiblemente a comportarse
instrumento que le gusta emplear.
violentamente.

Muestra una conducta antisocial desde Historial delictivo menos probable. En


su adolescencia. Además de otros muchos casos, sus primeros y únicos
comportamientos problemáticos, el uso delitos son los relacionados con la
de la violencia es algo intrínseco a él. violencia doméstica.

Las distorsiones cognitivas.

Los agresores emplean un gran número de mecanismos mentales para justificar su


comportamiento ante sí mismo y ante los demás, distorsionando la realidad –de manera más
o menos consciente-apoyándose en valoraciones culturales, económicas, sociales y de
atribución de culpa hacia la víctima, las cuales deforman y manipulan en su propio
beneficio.

Desde la manipulación totalmente intencionada de estas distorsiones, efectuadas de forma


instrumental y siendo perfectamente consciente de su irrealidad, que lleva a cabo el agresor
del psicópata más profundo, hasta la autojustificación inconsciente y atormentada del
maltratador emocionalmente dependiente en su grado máximo (y en la que se muestra
completamente convencido de su realidad), existe una gran variedad de comportamientos
intermedios, que son los que conforman la gran mayoría de casos observables en las
situaciones de violencia de pareja.

35
Algunas de las distorsiones cognitivas más empleadas, en relación con la violencia de
pareja, son las que se muestran en el cuadro siguiente, según Miguel y José Antonio Lorente
Acosta. Agresión a la mujer: maltrato, violación y acoso. Editorial Comares. Granada.
1998.

DISTORSION COGNITIVA JUSTIFICACIÓN


MASOQUISMO A ella le gusta Algunas mujeres son masoquistas y buscan a
DE LA hombres violentos.
VÍCTIMA Si la mujer mantiene una relación con una persona
Ella quiere de este tipo, y no le abandona, no debe ser tan
malo.
Lo pide, se lo La mujer provoca al hombre regañándole, por
merece medio de la ropa, gestos, conductas...
LA MUJER SE Mujeres trasnochadoras, relajadas de costumbres,
LO BUSCA Sólo le ocurre a malas amas de casa, estudiantes, trabajadoras que
algunas se insinúan a los jefes, mujeres que han sufrido
situaciones violentas en la infancia...
No fue una agresión, era un juego en el que tenía
su consentimiento.
Mienten o La mujer busca algún beneficio o chantaje,
exageran exagerando para obtener un divorcio rápido y
beneficioso.
No fue violencia, sólo una discusión.
LA MUJER Él estaba bebido o drogado. Pesaron más las
INVENTA O Los hombres no circunstancias que su voluntad. Él no quería hacer
EXAGERA son responsables eso. Él tuvo un mal día en el trabajo. Él le regañó
por ser mala ama de casa.

Los hechos no La víctima no tiene lesiones importantes, lo cual


producen mucho implica que la mujer consentía.
daño
Los hechos son Él estaba bebido, no era el mismo. Debe estar
muy raros o enfermo y necesita ayuda y comprensión.
anormales
NO HAY Mejor mantener a los niños y a la familia por su
Niños -familia
SALIDA, propio bien.
PODRÍA SER No tiene donde ir y en su situación (edad, hijos,
PEOR divorciada, sin trabajo...) es “imposible” reiniciar
Hogar -entorno una vida digna.

36
LA PROBLEMÁTICA DE LA VÍCTIMA

Respecto de la víctima de la violencia de pareja (que ha de recordarse que en más del 90%
de casos se trata de una mujer), es necesario profundizar algo en las consecuencias físicas y
psíquicas que suelen conllevar este tipo de situaciones, así como en los factores –de diverso
tipo-que inciden individualmente sobre ella como persona y que pueden llegar a provocar la
continuidad (muchas veces inexplicable para los demás) de una situación de maltrato
doméstico que se puede llegar a prolongar muy largamente en el tiempo.

Las consecuencias.

Lesiones físicas.

Las posibles lesiones producidas abarcan una gran diversidad de tipologías, desde las
simples contusiones y erosiones hasta la muerte, pasando por heridas producidas por
diversos tipos de armas. Las regiones afectadas también pueden cubrir todas las
posibilidades. No obstante, puede observarse que en los inicios de la situación del maltrato
las lesiones tienen lugar preferentemente en zonas del cuerpo no observables a simple vista
cuando la mujer permanece vestida. Luego, con el agravamiento de la situación, empiezan a
aparecer en otros lugares, como si ya se perdiera el cuidado en “disimular” las
consecuencias de los episodios agresivos.

El cuadro de lesiones más frecuente puede estar formado por excoriaciones, contusiones y
heridas superficiales, normalmente localizadas en cabeza, cara, cuello, pechos y abdomen.
La lesión más típica en las mujeres maltratadas es la rotura del tímpano. Según las
estadísticas forenses, las mujeres no maltratadas -por el contrario-suelen sufrir las lesiones
con mayor frecuencia en la columna vertebral y extremidades inferiores.

Una característica muy habitual es la de la existencia de múltiples y diferentes lesiones, en


las que se combinan antiguas y recientes. En muchos casos, se observa que la mujer
formula referencias vagas de molestias y dolores cuya naturaleza no se corresponde con lo
referido por ella.

A diferencia de lo que ocurre con el maltrato del menor, resulta típico del cuadro de

37
lesiones en la mujer la presencia de lesiones de defensa, así como la inexistencia de
lesiones que pueden indicar una extrema pasividad de la víctima. A lo que habría que
añadir lo anteriormente comentado de la existencia de lesiones (especialmente las más
intensas) en lugares donde no son visibles cuando la mujer está vestida.

Otro dato significativo es que la mayoría de las mujeres que han sido víctimas de malos
tratos, no se deciden a ir al médico como consecuencia de sus lesiones -hasta que las
agresiones se han repetido una y otra vez-debido a la vergüenza, o las amenazas por parte
del agresor. Piensa que si acude en busca de auxilio, alguna de las instituciones de ayuda
puede dar cuenta al juzgado o a la Policía. Por eso, cuando deciden ser atendidas presentan
multiplicidad de lesiones en diferentes fases de evolución. Y, cada vez que vuelven a
acudir, lo hacen con lesiones más graves.

Lesiones psíquicas.

Se ha demostrado en varios estudios que la sintomatología de carácter psíquico que puede


observarse en una víctima de malos tratos, realmente es una consecuencia de éstos, y que
no deriva de situaciones anteriores. Esas lesiones psíquicas pueden clasificarse en dos
grupos: la de tipo agudo, que surgen inmediatamente después de la agresión; y las que
pueden observarse un cierto tiempo después (a veces bastante prolongado) como
consecuencia del mantenimiento de esa situación de maltrato.

Lesiones psíquicas agudas.

Se puede decir que las respuestas conductuales y emocionales de las mujeres sometidas a
situaciones de maltrato son muy similares a las que sufren las víctimas y supervivientes de
otros sucesos traumáticos.

Al igual que estas últimas, la primera reacción es la de adaptarse a la situación, lograr


autoprotegerse y tratar de sobrevivir a la situación. Pero, esta adaptación no se puede
realizar sin que tengan que “pagarse” unas consecuencias, como las de la aparición de
reacciones de shock, negación de que realmente le esté pasando lo que le sucede,

38
confusión, abatimiento, aturdimiento, pérdida de sueño, pesadillas, y temor. Síntomas
similares a los del síndrome por estrés postraumático.

También surge, como consecuencia de todo ello, el síndrome denominado de “indefensión


aprendida”, por el cual la víctima –cuando ha podido superar, al menos parcialmente, el
estado de shock originado por las primeras agresiones-asume una actitud de aceptación
pasiva de la situación, no siendo capaz de adoptar decisiones de huida o de oposición activa
contra ella. La víctima percibe que no puede hacer nada para prevenir que ocurra un
acontecimiento negativo en el futuro. Todo ello tiene repercusiones a tres niveles para la
víctima: no encuentra motivación para controlar su situación (motivacional), no es capaz de
establecer una relación entre lo que hace y lo que ocurre (cognitivo), y cae en un estado
depresivo (emocional).

El saber -a veces solo intuir-que la situación de maltrato puede repetirse en cualquier


momento, hace que se desarrolle una ansiedad extrema, como respuesta a un peligro
potencial que puede desencadenarse de la manera más inopinada. La consecuencia es la
aparición en la mujer de síntomas de incompetencia, vergüenza y sensación de ser incapaz
de manejar situaciones (incluso las más normales) de la vida diaria, e incluso ataques de
pánico. Por ello, el diagnóstico más extendido de las consecuencias más directas de este
tipo de victimización es el de depresión.

Lesiones psíquicas a largo plazo.

Después de un cierto tiempo, las primeras reacciones de la víctima de temor, ansiedad,


fatiga, pesadillas, y alteraciones del sueño y del apetito, no solo no desaparecen sino que se
instauran en su comportamiento. El mantenimiento en el tiempo de la situación de maltrato
convierte a la víctima en una persona sugestionable y dependiente, a la que resulta muy
difícil tomar decisiones o realizar planes a largo plazo.

Una reacción muy habitual para intentar evitar la sensación de abatimiento psíquico es la de
–inconscientemente-adoptar expectativas irreales sobre la posibilidad de que la situación

39
que se atraviesa sea una cuestión temporal, o que se pueda “arreglar” con la comprensión
de la víctima respecto del comportamiento del agresor, por lo que ellas mismas se
persuaden de que pueden reconstruir la relación y de que todo volverá a ser como antes. Por
eso, en muchas ocasiones, las distorsiones cognitivas que emplea el agresor son asumidas, e
incluso empleadas también, por la víctima.

El “efecto túnel” surge como consecuencia de la situación atravesada por la víctima,


además de los efectos que en ella provocan las maniobras que el agresor emplea para lograr
su aislamiento. Su resultado es que la víctima –recordamos que en la gran mayoría de casos
una mujer-sólo es capaz de ver los elementos más inmediatos a ella (sólo a los que el
agresor le permite acceder) y no se le permite tener una visión de conjunto que le podría
facilitar darse cuenta de que su situación no es nada deseable, que no es como la percibe y
que podría evadirse de ella, porque puede tener los elementos de ayuda necesario para ello.

El aislamiento mencionado, una de las principales armas del agresor para lograr la
continuidad de una situación que éste persigue mantener, provoca además que la mujer
vaya perdiendo las necesarias habilidades sociales como para interaccionar –de manera
adecuada-con otras personas que no sean las de su pareja. Lo cual no es más que lo que
desea el agresor, porque –como ya se han mencionado-lo que éste realmente busca es que la
mujer no sea más que un objeto de su propia dominación, sobre la que persigue el control
absoluto.

En ocasiones, se ha documentado la existencia en la víctima del maltrato intrafamiliar del


denominado “síndrome de Estocolmo”, término que surgió para describir la actitud de
ciertas víctimas que habían permanecido un cierto tiempo como rehenes de terroristas, las
cuales llegaban –una vez liberados-a justificar la actuación de éstos. Ese proceso de
identificación con el agresor origina en la mujer una especie de sentimiento de “esclavitud
psicológica”, en un término acuñado por Freud para describir este proceso.

Los factores de continuidad.

La persistencia de la mujer víctima en la situación de maltrato a pesar de la violencia que se

40
ejerce habitualmente contra ella, se suele interpretar en ocasiones –sobre todo por la parte
interesada en que ello sea así-como una especie de aceptación de que la situación no es tan
mala. Interpretación que se ve ratificada por el silencio de la mujer. El agresor llega a
sostener que, si la mujer mantiene una relación que se dice que está caracterizada por la
violencia y la agresión es que, o no es cierto que ello sea así, o –al menos-no de manera tan
grave. Interpretación que se refuerza en gran manera cuando a todo ello se unen las
manifestaciones de la víctima maltratada mostrando preocupación por lo que le pueda pasar
al agresor, e incluso declarando sentimientos de amor hacia él y proclamando su perdón.
Para comprender cómo puede llegarse a este tipo de situaciones es necesario profundizar en
los factores que inciden en procurar la continuidad de la situación de maltrato. Factores
que, en una clasificación general, podrían dividirse en socioculturales, socioeconómicos,
jurídicos y psicológicos.

Factores socioculturales.

Diversos estudios concuerdan en que uno de los principales motivos que lleva a las mujeres
maltratadas a permanecer con sus parejas es su mentalidad de obligación y compromiso
respecto del matrimonio o la relación de hecho que sostienen. Coincide con las que más
tradicionales se muestran en el concepto que sostienen de ese compromiso. Romper ese
estereotipo, abandonar el hogar, denunciar a su pareja (especialmente cuando es el marido),
o disolver la familia, les crea tal sentimiento de culpabilidad que les lleva a tolerar el
maltrato y a ocultar la victimización.

La educación recibida y la mentalidad inculcada, a lo largo de los años, por las propias
familias de origen es otro aspecto que puede influir en gran manera. Por eso, si en algún
momento han decidido comentar el problema que sufren con sus padres, es muy posible
que la contestación y el “consejo” de éstos sean que lo importante es que se mantenga la
unidad familiar y lo mal visto que estaría abandonar a su marido. Otro factor de carácter
social que impide a las mujeres abandonar a su pareja, y huir de la situación de maltrato, es
la existencia de los hijos. No quieren que ellos sufran los efectos de una separación,
especialmente cuando el agresor puede mantener económicamente a sus hijos. Tampoco
quieren exponerles a una nueva situación en la que no está segura de que puedan aspirar a

41
lo que tendrían si ella pudiera hacer el “sacrificio” por ellos de una situación de la que,
incluso, pueden llegar a autoculparse.

En los casos de violencia de pareja, gran parte de la sociedad puede culpabilizar a la mujer
por considerar que ha llegado a precipitar la agresión por no comprender a su pareja cuando
tenía problemas, o por no cumplir adecuadamente sus tareas como amas de casa. También
se suele reaccionar contra ella cuando toma la iniciativa para salir de la situación en la que
se encuentra: se le achaca que ella es la que ha podido precipitar la ruptura de la familia, de
la cual aparece como responsable. Ese temor a la desaprobación de la sociedad –en general-
y la de familiares, conocidos y amigos, pesa en gran manera en la decisión de la mujer en
abandonar a su agresor e intentar nueva vida fuera de su alcance.

Factores socioeconómicos.

La carencia de medios económicos para subsistir de manera autónoma, y –en muchos


casos-sostener a los hijos, es un factor determinante en la gran mayoría de casos. El perfil
predominante en la figura de la víctima es el de una ama de casa, la cual –en la mayor parte
de casos-carece de autonomía en este sentido. Y ello no es una mera casualidad. Como ya
se ha dicho, el aislamiento es una “arma” más de las empleadas por el agresor para
conseguir la dominación de su pareja. Y el aislarla del mundo laboral, no solo consigue que
no obtenga contactos que le permitan ver la vida de otra manera, sino que –además-le resta
oportunidades de independencia.

La acción del factor económico sobre la víctima no solo se muestra en su faceta más directa
de la subsistencia, sino también en que provoca una falta de alternativas que le impide vivir
por sí misma de manera independiente y de percibir que puede tener un futuro en el que no
entre su pareja y que también puede darle esa posibilidad y perspectiva de porvenir a sus
hijos.

Factores jurídicos.

En general, las víctimas advierten un sentimiento de desprotección respecto del sistema


legal. En primer lugar, porque suelen desconocer los derechos que les amparan (en muchos

42
casos, el ya mencionado aislamiento impuesto colabora también en ello). Luego, suelen
aludir a la falta de ayuda –y sobre todo protección-por parte del sistema jurídico y
asistencial. Aunque el sistema de acogida a las mujeres que deciden separarse de su agresor
es progresivamente creciente, las infraestructuras actuales no permitirían solucionar el
problema de todas las víctimas, por lo que muchas ven frenada su decisión de denunciar y
separarse. Incluso, piensan –legítimamente-que porqué son ellas las que tienen que dejar su
casa, sus relaciones, y su modo de vida, mientras que el agresor mantiene todo ello.

Además de lo anterior, referido a su propia protección física y jurídica, la víctima no puede


evitar una cierta sensación de que la acción de la Justicia no va a resolver sus problemas
reales del día a día, sino que –en el mejor de los casos-va a imponer un castigo a su agresor,
pero sin solucionar la verdadera esencia de lo que le acontece. Incluso, a veces, tomando
decisiones que perjudican –directa o indirectamente-a la víctima. En este sentido, basta con
recordar algunas sentencias verdaderamente inexplicables, como las de imponer una
sanción económica al agresor, con lo cual lo que se hace es perjudicar la situación
económica de la víctima y sus hijos. En este sentido, la Justicia sí se muestra ciega y es una
misión de la Criminología abrirle los ojos a lo que verdaderamente es la problemática de la
víctima.

Factores psicológicos.

Uno de los elementos que describe parte del proceso psicológico por el que la mujer se
mantiene en la situación de maltrato es el que gráficamente ha sido descrito como el
1
síndrome de la “personalidad bonsái”. Es una especie de “lavado de cerebro” por el que se
pretende anular por completo la personalidad de la mujer. El agresor intenta (y en muchos
casos consigue) atacar las “raíces” en las que se apoya la víctima tratando de que se corten
los lazos que le unen con su familia, sus amistades, su trabajo... Al igual como se podan las
raíces del bonsái para que crezca pequeño y modelado por el jardinero, así se cortan las
iniciativas, las relaciones y las emociones de la mujer para que no sea capaz de actuar por sí
misma, mostrarse independiente y, en definitiva, poder pensar fuera del dominio y el
control de su agresor.

43
Painter y Dutton hablan de lo que denominan lazo traumático o síndrome de la “goma
elástica” para describir el proceso por el cual las conductas de afecto hacia la víctima
actúan como refuerzo de los valores positivos que puedan existir en la relación haciéndole
concebir la esperanza de que cada ocasión en que le pide perdón va a ser la definitiva y
todo se va a arreglar definitivamente. Según describen estos autores, la mujer permanece
como unida a su agresor por una especie de gomas elásticas gigantes. Cuando ella intenta
terminar con la relación, la hipotética “goma” se va estirando (y tirando de ella para
impedirle hacerlo). Cuando más decidida es la actitud de la víctima de alejarse de él, mayor
es la tensión que la “goma” ejerce sobre ella para hacerla volver. En muchos casos a la
víctima, debilitada física y psicológicamente por la situación y el agresor, le es imposible
cortar ese “lazo” que le une con la situación y le es necesaria ayuda externa de instituciones
sociales que –a modo de tijera-le permitan liberarse de ella.

El ya mencionado “síndrome de Estocolmo”, como elemento que origina una identificación


con el autor, es uno de los factores que interviene en mantener esa continuidad en la
situación de violencia doméstica contra la mujer. En realidad, la cuestión básica que explica
esa actitud es la misma en los casos de rehenes retenidos y en el de la violencia contra la
pareja: por ese proceso la víctima adquiere la certeza –como mecanismo psicológico de
defensa-de que alguien del que depende su integridad física o su vida no puede ser tan cruel
como aparenta, porque entonces debería convencerse de que está en peligro. Así, la manera
de mantener el equilibrio emocional es autoconvencerse de que el agresor es una persona
que tiene razón en su actitud y que no va a dañar a la víctima. EI aislamiento de las
víctimas respecto a anteriores fuentes de apoyo (amigos, familia, etc...) y de las actividades
fuera del ambiente hogareño, conllevan a una dependencia respecto del agresor y la
aceptación o validación de las acciones de éste y de sus puntos de vista. Además, existe un
refuerzo positivo intermitente ocasionado por el temor y la amenaza de pérdida personal
que refuerza la dependencia emocional de la víctima respecto de su agresor.

En algunas ocasiones, se produce una manipulación inconsciente de la situación por parte


de la mujer víctima. La mujer, debido a la acción combinada de los factores culturales y del
proceso de aislamiento a que le ha sometido su agresor, lo único que tiene es su relación
con su pareja. Por eso, se resiste a renunciar a lo único que tiene y puede llegar a manipular

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su situación, y su relación con el agresor, para –de alguna manera-utilizarla para retenerlo a
su lado. El precio que tiene que pagar para ello es el de aguantar la violencia física y
psíquica diarias, pero –de manera más o menos consciente-siente que la posibilidad de
asegurarse de que su pareja permanezca con ella le puede llegar a compensar.

LAS TEORÍAS EXPLICATIVAS

Al igual como sucede con la explicación del delito en general, no es posible encontrar una
explicación unánime de las causas por las cuales se producen reacciones violentas entre los
miembros de la pareja. Podría decirse que hay tantas teorías sobre el origen de la violencia
de pareja como corrientes de opinión, o incluso casi tantas como autores.
Siguiendo a Ana Isabel Cerezo, en El homicidio en la pareja: tratamiento criminológico.
Editorial Tirant lo Blanch. Valencia. 2000, realizaremos un breve repaso de las teorías
criminológicas que han intentado explicar la esencia de este fenómeno, apoyándonos en la
tradicional clasificación entre teorías individuales, psicosociales, socioculturales o
multicausales. Después, nos detendremos en dos teorías que parecen explicar más
concretamente dos aspectos importantes de este tipo de violencia. La teoría general de la
tensión, que puede explicar el porqué del paso a la acción violenta en un momento
determinado; y la conocida teoría cíclica de la violencia en la pareja, que lo puede hacer
sobre la dinámica de la agresión y porqué la situación violenta vuelve a tener lugar una y
otra vez.

Teorías individuales.

Este grupo de teorías parte de la base de que el factor diferencial donde reside la posible
explicación de la violencia de pareja es la diferencia entre unas personas y otras. Es decir,
las circunstancias personales de cada individuo son las que caracterizan y determinan los
diferentes tipos de situaciones violentas y su producción.

Teorías biológicas.

Las teorías de corte biológico, las primeras que surgieron con la aparición de la
Criminología, están –en cierta manera-volviendo a resurgir con fuerza, llegando a afirmarse

45
que la etiología de la delincuencia no puede prescindir totalmente de ella.

Al frente de las teorías instintivistas, que dedican su interés a la investigación de las bases
biológicas de la conducta agresiva de la raza humana, puede citarse al fundador de la
Etología, Konrad Lorenz. Este autor mantiene la tesis de que –al igual que otras especies
animales-el ser humano posee un impulso agresivo innato. Esa conducta instintiva, y por lo
tanto espontánea, busca continuamente la descarga de un impulso agresivo que se va
acumulando por sí mismo y no como reacción a determinadas frustraciones o tensiones de
carácter externo. Y precisamente ese concepto de espontaneidad intrínseca, sin la
participación de ningún elemento externo, ha sido el aspecto más criticado de la teoría de
este autor.

Las teorías endocrinológicas intentan poner de relieve la influencia de la actividad


hormonal en el comportamiento humano, afirmando –por ejemplo-que las personas más
violentas tienen una mayor cantidad de testosterona en la sangre. Los estudios en este
sentido no son determinantes, porque no dejan claro si ese alto nivel de testosterona
predispone al individuo a la agresión, o –por el contrario-es que determinadas situaciones
externas, percibidas por el individuo (de manera real o imaginaria) como provocaciones,
amenazas o frustraciones son las que provocan la agresión al mismo tiempo que una mayor
secreción de esa hormona.

Las teorías sobre la herencia buscan comprobar la influencia que puede tener la genética
en la conducta agresiva. Búsqueda que ha retomado su actualidad con el desarrollo actual
de la genética. Sin embargo, son ya antiguos los estudios que relacionan la trisomía
cromosómica XYY con una especial tendencia a la agresión, según algunos estudios esa
alteración genética se da en una proporción entre 1/35 y 1/100, mientras que en la
población normal es de alrededor de 1/550.

Lo cierto es que todavía no ha sido posible establecer si realmente hay una relación directa
entre el mencionado cariotipo XYY y la conducta violenta. En los estudios sobre
adopciones se compara la influencia de la herencia en el comportamiento agresivo,
estudiando las diferencias entre niños que permanecen con sus padres biológicos o en

46
familias de adopción. Aunque algún estudio ha creído demostrar que la conducta criminal –
en general-y la violenta, en particular, se da más entre los hijos adoptados con padres
biológicos con antecedentes penales, que entre los que tienen padres adoptivos
delincuentes, la verdad es que no se puede afirmar que la conducta violenta esté originada
por causas genéticas.

En el campo de la Neurofisiología destacan las investigaciones que se centran en la relación


entre el comportamiento agresivo y determinadas lesiones cerebrales. Un daño neurológico
puede afectar a la capacidad de un individuo de moderar sus impulsos agresivos. Cuando
las lesiones, originadas por malformaciones de nacimiento, accidentes, o incluso malos
tratos sufridos en la infancia, dañan la parte prefrontal del cerebro puede surgir un
comportamiento en el que se muestra una clara incapacidad para controlar la ira. Aún
siendo esto cierto, no hay que olvidar que el porcentaje de individuos que maltratan a sus
parejas por este motivo no es muy significativo. Y, además, no son agresores que limiten
sus conductas violentas a sus parejas, sino que éstas se extienden también a las demás
personas.

Teoría sociobiológica.

La teoría sociobiológica, Wilson define a la Sociobiología como el estudio sistemático de


las bases biológicas del comportamiento social, sintetiza los conocimientos de la Etología
(que estudia los patrones generales de comportamiento en condiciones naturales), la
Ecología (que estudia las relaciones de los organismos con el medio ambiente), y la
Genética. Uniendo todo ello, esta teoría afirma que la agresividad del individuo es innata,
pero que se exterioriza o no dependiendo de los factores ambientales. Es decir, en
individuos genéticamente predispuestos por la herencia, el hecho que tengan lugar
comportamientos agresivos es un producto de la interacción de éstos con determinados
contextos sociales.

En relación con la violencia doméstica, y siguiendo esta teoría, los hombres muestran una
tendencia hereditaria a secretar adrenalina cuando se creen amenazados, por lo que
experimentan un sentimiento de excitación. Depende de la interpretación que se haga de ese

47
estado de excitación, y en función de unos factores ambientales estrechamente relacionados
con el contexto familiar y social, puede surgir la agresión contra la pareja, y no contra otras
personas.

Teoría psicopatológica.

Las teorías psicopatológicas se centran en los aspectos de personalidad de agresor y


víctima, atendiendo a sus características personales y su estado de alteración mental.
Cuando todavía los casos de malos tratos eran un tema incipiente de estudio criminológico,
los casos que se conocían eran excepcionales y, los que se denunciaban, solían
corresponder a agresores que presentaban trastornos psicopatológicos. De ahí que se tuviera
la idea de que la causa de los comportamientos violentos fueran los trastornos psicológicos,
y la conducta patológica del agresor la base de la problemática.

Este grupo de teorías tiene ahora pocos adeptos, por lo menos cuando intentan sostener que
la explicación general de la violencia de pareja es por cuestiones psicopatológicas, porque –
como ya se ha dicho-el porcentaje de agresores con este tipo de características es menos
importante que el resto. Otro problema es que dar excesiva importancia a este aspecto
puede tender a ocultar que el problema de los malos tratos tiene –sobre todo-una magnitud
social, y presentar el maltrato como una consecuencia de una anormalidad psicológica
puede reforzar la idea equivocada de que la violencia de pareja es un suceso raro, y que los
agresores son desequilibrados mentales.

También se ha llegado a sostener que los malos tratos se pueden deber al comportamiento o
a la personalidad de la víctima, de tal manera que provoca al agresor, o siente atracción
hacia las personas violentas. Esta opinión de que las víctimas lo son porque son
esencialmente masoquistas por naturaleza, ya la defendió inicialmente Freud, y luego se
reforzó la idea de que las mujeres permanecen en esa situación de maltrato sin escapar de
ella, porque les gusta ser dominadas hasta el punto de “disfrutar” de las circunstancias.
Ciertamente, puede existir algún caso aislado de estas características, pero ahora ya no se
puede sostener esta teoría, porque el conocimiento –ahora más profundo-de esta situación
de violencia proporciona otras respuestas mucho más acertadas.

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Teorías psicosociales.

Las teorías psicosociales combinan los factores individuales con los de tipo sociocultural,
poniendo el acento en aspectos como los del aprendizaje de la violencia, o la frustración o
la irritabilidad, como elementos que pueden desencadenarla.

Teoría de los recursos.

Desarrollada por Goode, es una adaptación de la teoría psicológica general de la


frustración-agresión, que mantiene que las personas que se ven impulsadas a agredir a otras
están frustradas. Y esas frustraciones pueden proceder, tanto de una incapacidad del
individuo para alcanzar sus metas, como la no obtención de las recompensas que esperan.
Según este autor, determinadas personas sufren estímulos estresantes o tensiones, como
situaciones económicas precarias, condiciones desfavorables de trabajo, malas condiciones
de vida (como hacinamiento, aislamiento...). Cuando esas tensiones no pueden descargarse
en el entorno social donde se producen, determinados individuos trasfieren la reacción a esa
frustración al entorno familiar. Es decir, hacia los blancos más vulnerables y más a su
disposición, que son su pareja y sus hijos.

Según esta teoría, las familias –especialmente las más tradicionales-son sistemas
jerárquicos en función de la edad y el sexo, donde cada uno de sus miembros dispone de un
papel y unos recursos determinados. Cuando el padre -que según la visión de sus
componentes ocupa el estatus superior-fracasa en el papel que se supone debe desempeñar,
suele recurrir a la violencia para tratar de mantener esa posición jerárquica. El uso de esa
violencia se convierte en un instrumento para lograr ese rol de liderazgo familiar. Algunas
investigaciones han confirmado que muchos agresores pertenecen a las clases sociales
bajas, se sienten frustrados en su trabajo, o acomplejados en su círculo de amigos. En
resumen, se sienten inferiores a los demás y su autoestima es muy baja. Por el contrario, en
el ámbito familiar intentan tener todo lo que les falta fuera de ella y pretenden controlar a
su pareja para conseguir su respeto.

A esta teoría se le critica que resulta incompleta, porque las acciones agresivas no tienen

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porqué ser siempre consecuencia de una frustración, y –por otra parte-la agresividad no
tiene porqué aparecer siempre, ya que hay personas que no tienen ese tipo de respuesta ante
ella.

Teoría de la interacción en la pareja.

El autor Giles-Sims defendió esta teoría, que sostiene que la agresión es la consecuencia de
la interacción entre los dos componentes de la pareja. El comportamiento violento surge,
entonces, de las tensiones que –inevitablemente-surgen durante la vida diaria, y que se
muestran al exterior en forma de actitudes de desprecio, agresiones verbales, burlas... En
cierto modo, la teoría sugiere que los malos tratos, o por lo menos algunos de ellos, se
originan previa provocación de la víctima.

Las críticas a esta teoría han sido abundantes. Se le censura que no es capaz de explicar
porqué muchos casos de violencia de pareja surgen a pesar de que la provocación no es lo
suficientemente intensa como para ello, o incluso sin provocación previa. Y es que es
habitual que las supuestas “provocaciones” tengan un carácter puramente arbitrario.

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Teoría de la transmisión intergeneracional de la violencia.

Se basa en la teoría del aprendizaje social, e intenta explicar el proceso por el cual los
modelos de comportamiento violento se traspasan de unas generaciones a otras por medio
de la observación de esa clase de comportamientos en determinados modelos,
especialmente de sus mayores. Así, el individuo aprende los comportamientos agresivos a
través de la imitación de las personas a las que tiende a respetar. Cuando los niños observan
a adultos que sostienen peleas, aprenden que el modo de resolver los problemas es
agrediendo a las personas cuyos comportamientos no concuerdan con lo que ellos desean.
Y que, además, el que “gana” esa pelea es el que se sale con la suya.

La repetición en la vida adulta de esos comportamientos violentos viene –en algunos casos-
tan mediatizada por lo observado en la familia, porque es precisamente en ella donde se
adquieren los recursos y las técnicas básicas de funcionamiento futuro de la personalidad
del niño. Luego, el resto del aprendizaje social se llevará a cabo en torno a ese marco de
referencia. Por todo ello, muchos estudios demuestran que la exposición a los
comportamientos violentos en su propia familia, está importantemente conectada con una
vida adulta delictiva, o al menos antisocial. Y, desde el punto de vista que nos ocupa, con
un modo de solucionar los conflictos en el que el uso de la violencia es algo más que
asumido.

Tanto el papel de agresor como el de víctima se aprenden, de tal manera que los niños que
fueron maltratados por sus padres, o que tuvieron que observar maltrato hacia sus
hermanos, o entre sus padres, tienen un mayor riesgo de maltratar como adultos a sus
propios hijos o a su pareja, o de ser maltratados por su pareja.

Esta teoría se muestra muy válida para explicar el origen de algunos de los casos de
violencia doméstica. Sin embargo, no está exenta de ciertas limitaciones. Es cierto que un
número apreciable de maltratadores ha sido maltratado (o ha observado maltrato) en su
infancia. Sin embargo, eso no quiere decir que todos los que han pasado por esa experiencia
previa se conviertan en agresores en el futuro. Ni tampoco, por supuesto, que no existan
maltratadores que han tenido una infancia de lo más normal. En resumen, el haber

51
“aprendido” conductas violentas en la infancia es un importante factor predisponente para
esas conductas en el futuro, pero no es determinante.

Teorías socioculturales.

Este grupo de teorías pone el acento en que la violencia en general, y la violencia doméstica
en particular, es un fenómeno eminentemente social. Una de las primeras consecuencias
derivables de este punto de vista es que la problemática de los malos tratos es un asunto
más bien común. Al contrario de lo que se sostiene por las teorías individuales o de corte
psicológico que, por su propia esencia, mantenían que era un suceso excepcional.

Teoría de la subcultura de la violencia.

Debida a Wolfgang y Ferracuti, esta teoría –en esencia-sostiene que la violencia es un


producto de la sociedad. Por ello, cualquiera de sus manifestaciones no puede ser explicada
por medio de elementos individualizadores, sino que se deben a las connotaciones
culturales que ostentan las subculturas que utilizan la violencia como forma de expresión.
Respecto del problema de la violencia doméstica, esta teoría afirma comprobar que una de
las características más habituales de los agresores es su extracción social baja, lo que
demostraría que –efectivamente-hay un elemento subcultural (en este caso el estatus social)
que es el que define la esencia de la aparición y la continuidad de los malos tratos como
problema criminológico.

Como mucho, esta teoría puede ser meramente orientativa, porque no tiene en cuenta que
también existen malos tratos en las capas sociales más altas (aunque no sean tan visibles), y
–por otra parte-hay muchas parejas de extracción social baja en las que éstos no tienen
lugar, por lo que –en la práctica real-esa tendencia subcultural teóricamente operante no se
muestra tal como afirman sus autores.

Teoría sistémica de la familia.

A diferencia de las anteriores, la teoría sistémica de la familia -desarrollada por Straus- es

52
una teoría específica respecto del problema de la violencia doméstica.

Straus afirma que la familia es un grupo pequeño, donde sus componentes interaccionan
constantemente en un proceso dinámico. En ese pequeño ámbito, es donde se han de
encajar todas las contrariedades extrafamiliares de carácter psicosocial. Continúa diciendo
que, al contrario de lo que es el tópico más extendido, la familia no es un ámbito de
realización afectiva, de comprensión y de seguridad, sino –más bien al contrario-es una
institución social que tiende a ser conflictiva. Ello quiere decir que dentro de ella se
establecen relaciones cargadas de intensas emociones, tanto de amor como de odio.

La violencia dentro de la pareja no difiere esencialmente de las otras formas de violencia en


la familia, por lo que los malos tratos forman parte de un patrón de violencia que ocurre
entre todos los miembros de la familia, incluyendo –desde luego-a la pareja, además de los
hijos y –en su caso-la tercera edad.

Las mayores críticas a esta teoría provienen de los autores de tendencia feminista, porque le
recriminan que considerar a la familia como un sistema social que genera violencia,
cuestiona –y tiende a ocultar-las reivindicaciones feministas sobre el desequilibrio que
existe en la sociedad entre maridos y mujeres.

Teoría económica o del control social.

Como ya es sabido, la teoría del control social sostiene que todo individuo tiene la
capacidad potencial de delinquir. Y si no lo hace, es porque dispone de los suficientes
vínculos sociales –que le atan al orden social-como para disuadirle de hacerlo.

Dentro de esta misma línea, Gelles comparte la idea del anteriormente nombrado Straus, de
que la violencia en la familia es el resultado de una estructura jerárquica y de unas normas
sociales que fomentan la agresividad dentro de ella. Lo que añade Gelles es que los actos
violentos se producen por el escaso control social existente sobre el entorno familiar (teoría
del control social). El carácter privado, íntimo y aislado de la familia no permite el control
social desde el exterior, y eso facilita que se produzcan conductas violentas. Es decir, a los
agresores nadie les impide que se comporten violentamente porque no existe una reacción

53
social que lo evite. A lo que se une que el agresor se comporta violentamente cuando –de
esa manera-los beneficios son mayores que los costes que se pueden prever (teoría
económica).

En todo caso, lo que no explica es el motivo de que -en un mismo entorno de ausencia de
control social y pudiendo conseguir los mismos “beneficios”-hay sujetos que –de alguna
manera-se ven disuadidos para conducirse violentamente, mientras que otros no.

Teoría feminista.

Algunos autores han buscado la explicación históricamente sociocultural a la problemática


de la violencia doméstica, defendiendo que el problema radica básicamente en una cuestión
de discriminación sexual y de dominación del hombre sobre la mujer a través de los
tiempos. Defendida tradicionalmente por los movimientos feministas, esta teoría intenta
justificar así el hecho de que la gran mayoría de víctimas sean mujeres. En el sistema
familiar del patriarcado, la pretendida superioridad masculina se sostiene por los mitos de
que el hombre es quien lleva a cabo el trabajo importante, el que es el más apto para
relacionarse con el exterior. Mitos que generan en él ideas de superioridad y expectativas
de obediencia. A cambio de la superioridad económica que él aporta, la mujer debe estar
dispuesta a contribuir con su parte: cuidados y sexo. Esto lleva al hombre a considerar a la
mujer como un objeto de posesión. La defraudación de esas expectativas, y el intento
desesperado de recuperar el “control” perdido, lleva a la situación explosiva de violencia,
que el hombre utiliza cuando no puede mantener su superioridad por otros medios.

Esta teoría ha recibido numerosas críticas. Una de las principales es que no es capaz de
explicar porqué en familias donde esos roles de hombre y mujer se dan en forma muy
marcada, sin embargo no se producen episodios violentos. Es decir, es incapaz de revelar
por qué hombres socializados en contextos socioculturales idénticos, presentan
comportamientos diferentes.

Teoría multicausal.

Muchos autores se decantan, en la actualidad, por una opción integradora de varias teorías

54
que intente evitar los defectos de unas u otras. Afirman que la violencia en la pareja no
puede explicarse de forma monocausal, sino que tiene un origen multifactorial. No
obstante, no por ello se debe creer que la explicación resulta de la simple suma de las
diversas explicaciones, sino que deriva de una adecuada articulación de lo individual, lo
familiar y lo social, y que debe adaptarse –en cada caso-a las circunstancias y factores
específicos que concurran en cada una de las situaciones en concreto.

Lo cierto es que todas y cada una de las teorías se pueden mostrar complementarias de las
otras, salvo –tal vez-el caso de alguna teoría individual que cierra las opciones de
combinarse con otra.

Teoría general de la tensión.

La teoría general de la tensión, formulada por Agnew, sostiene que lo que impele a la
delincuencia son los estados emocionales negativos, como por ejemplo la ira, la frustración
o el resentimiento. El resultado de la presencia de esos estados emocionales es la ejecución
de acciones correctivas contra las fuentes que las han provocado, muchas veces en forma de
ataque violento hacia ellas.

En el caso de la violencia doméstica una fuente de tensión que está presente, de forma
común, es la privación de gratificaciones que el agresor considera que ya posee (como
puede ser el caso del control y la dominación de su pareja). Al percibir que puede perder
ese control, el agresor reacciona con una emoción correctora de carácter negativo, como es
la ira. Ira que da fuerza a la respuesta física en forma de episodio de maltrato. Una vez
descargada la tensión, se produce un alivio instantáneo de ésta. Pero esto no supone más
que un paréntesis, ya que inmediatamente la fuente de tensión vuelve a ejercer su efecto, y
la situación empieza a cargarse emocionalmente hasta la aparición de un nuevo episodio
agresivo, desencadenado por un motivo cualquiera, ya que lo realmente operante es esa
tensión subyacente y no la excusa aparente.

Tal como se recoge en otro elemento importante de la teoría de Agnew, la tensión que se
cronifica –es decir, el sometimiento continuado a la fuente de tensión-hace que origine una
fuerte predisposición al inicio de una “carrera delictiva” de larga duración. Lo que explica,

55
en el caso del agresor intrafamiliar (sobre todo el del tipo emocionalmente dependiente), la
perduración en el tiempo de las situaciones de violencia y la repetición de episodios de
maltrato.

Teoría cíclica de la violencia.

La denominada teoría cíclica de la violencia, debida a Leonore Walker, se refiere


expresamente a la problemática de la violencia doméstica y puede explicar la sucesión
ininterrumpida de episodios de maltrato y la continuidad de la situación durante un tiempo
muy prolongado.

Aunque esta autora no lo menciona expresamente como parte del ciclo, podría decirse que
existe una fase previa, en la que pueden distinguirse dos etapas:

-Una más lejana, en la que el agresor aún puede mostrarse ante la futura víctima, y sobre
todo ante los demás, como un individuo totalmente normal en su comportamiento, incluso
de trato agradable. Y es que su especial capacidad de manipulación de las circunstancias
hace que se muestre muy diferente a como realmente es. Sumamente cauto, esconde
hábilmente su inmadurez afectiva e inseguridad casi infantil (en el caso de los agresores
emocionalmente dependientes), o su incapacidad de empatía y ausencia de sentimientos
reales y profundos (en el de los de carácter psicopático). Por ello, suelen tratar de que el
noviazgo sea lo más corto posible, ante el temor –más o menos consciente-de quedar
prematuramente al descubierto. No obstante, ya pueden observarse algunos indicios de su
verdadera forma de ser, especialmente:

Un cierto afán de control y dominación, que suele atribuirse a un exceso de atención


amorosa o a los celos.
Incapacidad de ceder en sus posiciones, incluso en los casos mas nimios.
Inflexibilidad en el sostenimiento de sus propios criterios.
Convencimiento de estar siempre en posesión de la verdad absoluta.

-En la etapa más próxima al establecimiento de una relación más firme, ya puede iniciarse
algún episodio agresivo muy aislado y leve. Situaciones que el futuro agresor más

56
sistemático aprovecha para –aprovechando el desconcierto de la mujer-intentar empezar a
trasladar la responsabilidad de sus acciones violentas hacia terceros (familiares, conocidos,
amigos...). Lo que busca es, no sólo trasladar esa responsabilidad, sino conseguir -además-
que la víctima vaya rompiendo progresivamente con su entorno, y aislarla definitivamente.

Los episodios de maltrato comienzan, en su verdadera amplitud e intensidad, con la firmeza


en la instauración de la relación. En una abrumadora cantidad de ocasiones, en la misma
noche de bodas. Parece ser que es entonces cuando el agresor cree tener conciencia de lo
irreversible de la situación. Y un importante cambio cualitativo en su gravedad tiene lugar,
también en la práctica totalidad de casos, cuando nace el primer hijo (o, incluso, cuando
meramente tiene conocimiento de que ello se va a producir). Tanto en el caso de los
agresores psicopáticos, como en los dependientes, se produce esta circunstancia porque el
recién nacido se convierte en un elemento sobre el que el agresor no tiene control y que
introduce un punto de desequilibrio en una situación que creía controlada. Situación que no
se cree, ni capaz, ni obligado a soportar.

Consideraciones previas aparte, la esencia de la conocida teoría de Leonore Walker es la


existencia de fases en la dinámica del maltrato:

Fase de tensión creciente.


Es una fase de aumento progresivo de la tensión emocional, y en la que comienzan a
aparecer algunos episodios de agresiones verbales, e incluso alguno leve de carácter físico.
La víctima puede aminorar su intensidad, o retrasarlos, con su propia conducta. Y es que si
se enfrenta abiertamente con el agresor puede acelerar e intensificar el maltrato. Es en esta
fase cuando la mujer comienza a adquirir mecanismos psicológicos de defensa. La duración
media suele ser de unas semanas.

Fase de agresión aguda.


Es la fase de castigo físico que se produce –al principio-ante la resistencia de la víctima a
dejarse controlar y dominar. Luego, aparece ese castigo incluso sin motivo alguno. Es
entonces cuando la mujer adquiere el síndrome del paso a la acción retardado, que provoca
que se aisle físicamente durante un tiempo variable, pero cercano a las 24 horas. En algunos

57
casos, la víctima –debido a la irresistible tensión acumulada en la fase anterior-puede llegar
a provocar inconscientemente el castigo físico. Castigo que suele durar, en
aproximadamente un 47% de los casos, entre 5 y 15 minutos, y en el 25% entre 45 minutos
y 5 horas.

 Fase de reconciliación.
También llamada de “luna de miel”, es la fase que cierra el círculo de la victimización, y
que supone la verdadera trampa en la que se ve atrapada la mujer. El agresor se muestra
“arrepentido” de su conducta, pidiendo perdón y asegurando que las agresiones no se van a
volver a repetir. La mujer, que quiere creerlo, se engaña a sí misma por medio de esa
asociación castigo-reconciliación, porque en esta última fase el agresor se muestra como
realmente ésta deseara que fuera. En algunos casos, cuando ya no surte tanto efecto, se
produce la manipulación de familiares y amigos para conseguir el perdón. Y en la mujer, si
no lo concede, se crea un sentimiento de culpabilidad, ya que si no perdona ella es la
causante de romper el matrimonio o la relación, de poner en peligro la vida de familia, el
equilibrio de los niños... Su duración suele ser mayor que la de la segunda fase, pero menos
que la primera, porque –de manera casi inmediata-de forma insidiosa, la relación ya está
empezando a cargarse de nuevo de tensión emocional.

El ciclo se repite, una y otra vez, y en cada ocasión con menor intervalo de tiempo entre
fases de castigo físico y con mayor gravedad en las lesiones. Ciclo que sólo se rompe con
una agresión de consecuencias irreversibles, cuando la mujer se decide a denunciar, o con
la separación definitiva. Y es en el momento de ese anuncio del propósito firme de la
separación cuando la mujer corre el mayor riesgo, porque es cuando se produce el mayor
número de homicidios de pareja. Es entonces cuando el agresor emocionalmente
dependiente se convence de que está definitivamente roto el lazo emocional que no soporta
perder, o cuando el agresor psicopático decide no permitir que piense por sí misma alguien
que considera de su posesión absoluta.

Pero en la mayoría de ocasiones, antes, el agresor intentará –por cualquier medio-retener a


la mujer, restringiendo sus recursos económicos, amenazándole físicamente o asegurándole

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que le quitará a sus hijos, etc..., volverá a aparecer como ardiente defensor de su familia, o
se presentará ante los demás como la verdadera víctima de la situación.

LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER: LA VIOLACIÓN

Desde el punto de vista criminológico, la violación es una actividad sexual desviada que
satisface, sobre todo, necesidades no sexuales. Lo que realmente busca el agresor sexual es
el control y dominación de la mujer y la sensación de estar a un nivel superior al suyo. En
muchos casos, la mujer no es considerada en sí misma, y sólo se le considera como el
objeto que permite satisfacer una serie de fantasías que vienen mediatizadas por la
consideración que el violador tiene sobre el papel que el hombre y la mujer deben
desempeñar en la sociedad. La víctima no es la receptora concreta e individualizada de esos
“mensajes” del agresor, sino simplemente alguien que puede ser agredida sexualmente para
satisfacer ese objetivo.

Clasificación tipológica del violador.

Puede decirse que el perfil del violador más habitual corresponde al de un individuo varón,
de entre 18 y 25 años, de aspecto “normal”, soltero y que comete el delito en solitario, y –
normalmente-sin estar bajo los efectos del alcohol u otras drogas.Los violadores de mayor
edad suelen escoger como víctimas a niñas o adolescentes, mientras que los más jóvenes
atacan sexualmente a mujeres de mayor edad.

Si bien puede decirse que ese perfil es bastante definidor, hay conclusiones de estudios
criminológicos que permiten agrupar a los agresores sexuales en diferentes grupos
clasificatorios. Una de las clasificaciones más adecuadas por su practicidad, tal como
recogen Miguel y José Antonio Lorente Acosta, es la efectuada por el Centro Nacional para
el Análisis del Crimen Violento (NCAVC) en su “Manual de Clasificación del Crimen”.

En esta clasificación se agrupan los violadores sobre la base de la forma de interacción


sexual y las motivaciones agresivas. Desde luego, en todas las violaciones confluyen ambos
elementos, pero mientras que para unos lo más importante es la necesidad y la posibilidad

59
de humillar y lesionar a la mujer, otros lo que buscan esencialmente es el aspecto más
sexual. Y, desde este punto de vista, pueden distinguirse cuatro categorías de violadores:

Violador por satisfacción de poder.


En este tipo de violador, el ataque sexual es –sobre todo-una expresión de sus fantasías. En
la gran mayoría de casos, y antes de producirse las primeras violaciones hay una historia
previa de voyerismo, exhibicionismo, fetichismo, llamadas obscenas, adicción a la
pornografía... El núcleo esencial de su fantasía es que la víctima disfrutará con la
experiencia con él, y que –incluso-podría llegar a enamorarse del agresor. Todo ello
producto de una visión distorsionada de la “relación” agresor-víctima. Por ello, no es
infrecuente que el violador pueda desear y proponer una entrevista posterior a la agresión.
En algunos casos, el agresor sexual afirma que se ha visto obligado a cometer la violación,
porque no tenía otra oportunidad de relación sexual con mujeres. Pero, no porque él no
tenga esa capacidad, sino porque no ha tenido acceso a demostrarlo.

 Violador “explosivo”.
En este caso, la conducta sexual se expresa como un acto impulsivo, de carácter explosivo,
que viene determinado por la situación y el contacto por la víctima. Y no por las fantasías
alimentadas por el agresor, como sucedía en el caso anterior. La actuación delictiva surge
del merodeamiento previo del agresor en busca de una mujer a la que explotar sexualmente.
La verdadera intención del violador es la de forzar la sumisión sexual de la mujer, no
importándole las posibles consecuencias sobre la integridad física y psíquica de la víctima.

 Violador “furioso”.
La conducta sexual del violador es una expresión de rabia, dirigida hacia la víctima como
representación del género femenino en su conjunto. En este caso, el objetivo primario es el
desencadenamiento de su agresividad hacia ese colectivo.

La agresión sexual puede reflejar la existencia de experiencias previas (reales o


imaginadas) acumuladas en la vida del agresor, pero ello no es imprescindible. Es decir, no
tiene porqué existir necesariamente una percepción de injusticia de la sociedad hacia el
futuro agresor. La agresión puede desarrollarse dentro de un amplio abanico de

60
posibilidades: desde el simple abuso verbal hasta el homicidio, pasando por la violación
como instrumento de “castigo” dirigido específicamente al género femenino.

 Violador sádico.
El comportamiento sexual del violador sádico es la expresión de fantasías de carácter
agresivo-sexual. En realidad, ese comportamiento se muestra como una fusión –sin
diferenciación entre ellos-de sentimientos sexuales y agresivos. Según esa interacción,
conforme surge el estímulo sexual, aumenta el sentimiento agresivo, y viceversa. El asalto
sexual puede aparentar comenzar como un simple intento de seducción o de “juego”
erótico, pero –conforme el agresor comienza a sentirse sexualmente estimulado-puede
terminar en las formas más intensas de violencia sexual. A diferencia del violador
“furioso”, la violencia de tipo sádico va normalmente dirigida hacia zonas del cuerpo de la
víctima con clara significación sexual (pecho, ano, genitales, boca, nalgas...).

 Violador ocasional o circunstancial.


Los tipos de violadores citados anteriormente suelen corresponder a la figura del violador
que –repetidamente-comete unas y otra vez este tipo de actos. Es decir, al violador en serie.
Ello no quiere decir que el violador ocasional o circunstancial no pueda llegar a cometer
más de un delito de este tipo, pero sí que suele actuar moviéndose más bien por factores
situacionales que por las pulsiones inconscientes de alguno de los anteriores. Puede
moverse, más bien, entre las figuras del violador por satisfacción de poder y el explosivo.
Influyen -sobre todo-en su conducta, una interpretación incorrecta de una serie de signos y
actitudes de la víctima que toma como mensajes por parte de ella. Al no existir una
motivación profundamente interiorizada hacia este tipo de conductas, y depender sobre
todo de las circunstancias, su actuación es más bien ocasional que sistemática.

Las distorsiones cognitivas del violador.

De estudios criminológicos sobre violadores encarcelados, se desprende una serie de


motivaciones argumentadas por ellos para justificar sus acciones. Argumentaciones que no
están exentas del empleo –inconsciente o no-de distorsiones cognitivas que buscan de
forma –la gran mayoría de las veces-muy poco creíble.

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Algunas de las más repetidas son las siguientes:

 La mujer seductora.
Intenta hace aparecer a la mujer como la agresora, presentándola como una seductora que
atrae a un hombre inocente y confiado hacia una relación de tipo sexual.

Las mujeres realmente quieren decir que “sí”, cuando dicen que “no”.
Los violadores suelen describir el comportamiento de sus víctimas diciendo que
inicialmente se resisten, pero que están convencidos de que ellas –en el fondo-no veían mal
lo que había sucedido. Lo que pasa es que esa inicial resistencia es algo que forma parte del
“juego” en el que la mujer ha de demostrar que se niega a la relación, pero realmente está
deseando que el hombre se salga con la suya, venciendo esa -sólo aparente-intransigencia.

En realidad, se relajan y disfrutan.


Según la versión de los agresores, la mayoría de las mujeres no sólo deseaban la relación
sexual, sino que –además-disfrutaron con ella. Versión que suele ser empleada, en mayor
medida, por los anteriormente mencionados violadores por satisfacción de poder, y que son
los que más convencidos están de su atractivo personal y sus habilidades sexuales.

 Las buenas chicas no son violadas.


Cuando la reputación de la víctima y/o su comportamiento no se considera acorde con las
expectativas que se esperan del rol sexual que deberían desempeñar, es mucho más fácil
que se considere que han contribuido a la conducta del violador, o incluso la han originado.

 Sólo es una falta leve.


Muchos de los condenados por un ataque sexual no admiten el acto como una violación,
sino que admiten, como mucho, la comisión de un delito o una falta leve. Algunos se
consideran a sí mismos como individuos que, en ese momento, han adolecido de la
suficiente capacidad de juicio y por eso han actuado de esa manera.

Clasificación de las víctimas.

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Los estudios criminológicos evidencian que, al margen de las conductas de riesgo, no existe
una ninguna característica específica que la haga víctima de una violación, salvo su
condición de mujer. No obstante, sí parecen poder determinarse una serie de características
generales. La edad es muy variable, moviéndose entre los 4 y los 75 años, aunque pueden
observarse dos picos en los grupos de menos de 12 años y entre los 23 y los 30. En muchos
casos suele ser conocida por el agresor, y –cuando no lo es-han concurrido factores que han
podido favorecer la victimización de algún modo (lugares solitarios, soledad personal,
prostitución...)

Desde un punto de vista sociológico, pueden agruparse las víctimas de violación en tres
grupos:

-El grupo mayoritario lo componen mujeres jóvenes o adolescentes, que sufren la agresión
en horas nocturnas al volver a su domicilio después de actividades de ocio. Estos casos son
los que más se ponen en conocimiento de la familia, y posteriormente se denuncian.
-Otro grupo es el de niñas de alrededor de los 12 años, a las que miembros de su propia
familia o conocidos agreden sexualmente abusando de su confianza cuando se encuentran
solas. La violación suele tener lugar en el domicilio del agresor o de la víctima, previa
utilización de amenazas o coacciones.
-El tercer grupo lo constituyen mujeres adultas trabajadoras con turnos nocturnos que
suelen ser atacadas, cuando vuelven de ellos, en las proximidades de su domicilio o en
lugares públicos solitarios y –algunas veces-con ocasión de otra acción delictiva,
fundamentalmente robos. Son las víctimas que suelen denunciar con menor frecuencia.

Las consecuencias de la violación.

Consecuencias físicas.

Entre las consecuencias clínicas agudas puede encontrarse que aproximadamente el 40% de
las víctimas sufren lesiones extragenitales, y sólo el 54% buscan tratamiento médico. Las
enfermedades de transmisión sexual se producen como resultado de la violación entre un
3,6 y un 30%, según el estudio, mientras que el embarazo se produce en alrededor de un 5%

63
de los casos.

Los principales cuadros médicos –de carácter crónico-que se asocian con la violación son
los siguientes:

-Dolor pélvico. Entre las atenciones por esta dolencia se ha comprobado que existe una
mayor incidencia de abuso sexual, tanto en la infancia como en la vida adulta.
-Molestias del dolor. Tales como cefaleas, dolor de espalda, molestias en las
articulaciones...
-Anorexia nerviosa, bulimia y otros trastornos de la alimentación.
-Infecciones de enfermedades de transmisión sexual, especialmente VIH.

Consecuencias psíquicas.

El denominado síndrome del trauma de la violación se divide en dos fases:


-La reacción en la fase aguda tiene dos cuadros principales. El primero indica sentimientos
de miedo, ira y ansiedad, que se demuestran por llanto, quejidos, inquietud y tensión. El
segundo es de control de la conducta, y en él los sentimientos son enmascarados u
ocultados, y la víctima se muestra sosegada, tranquila o sumisa.
-La segunda fase se corresponde con un periodo de ajuste externo que intenta lograr una
resolución satisfactoria de lo ocurrido. En la mayoría de casos, esto no se logra totalmente y
quedan una serie de alteraciones psíquicas de carácter crónico.

Alteración de los sistemas cognitivos.

Después del ataque sexual, la víctima intenta reconciliar el concepto anterior de un mundo
seguro, previsible y controlable, con el daño físico que ha soportado de manos de otro ser
humano, en muchas ocasiones alguien que conocía y en quien confiaba. Si las condiciones
posteriores son adecuadas, el periodo posterior a la victimización puede conducir a
recuperar –con el tiempo-un sistema de creencias más flexible, bien articulado y con una
buena significación personal. Si -por el contrario-la situación no es tan favorable, se pueden
instaurar en la víctima creencias de que es una persona destructiva, responsable del suceso
delictivo y que no puede creer en los demás ni ser creída por ellos.

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Relación de atribución causal a la agresión.

Un suceso traumático e inesperado, como es la violación, estimula la búsqueda de las


causas han podido llevar a ella. La víctima se pregunta –una y otra vez-porqué ha sucedido
la misma, porqué le ha sucedido a ella, y qué es lo que ha podido hacer para convertirse en
objeto de la agresión sexual. Una de las respuestas habituales es la auto-inculpación. Así, la
víctima tiende a justificar que le haya sucedido a ella porque es demasiado confiada, porque
se ha puesto inopinadamente en peligro, porque ha enviado “señales” equívocas, etc... Esa
autoinculpación, a diferencia de lo que aparentemente pudiera parecer, predice una
adaptación más pobre al equilibrio emocional, un estrés más elevado y se relaciona más con
un nivel mayor de alteración psicológica remanente.

Síntomas psicológicos.
Los síntomas de ansiedad y temor predominan en el cuadro inmediato a la violación. En
las primeras 72 horas el 86% de las víctimas presentan temor hacia el asaltante y ansiedad
sobre su seguridad personal. Ese nivel de ansiedad alcanza su máximo nivel en la tercera
semana, pero permanece durante mucho más tiempo. Algunos precursores de la depresión
pueden observarse ya en las primeras horas, y van creciendo en los siguientes días. Esos
precursores incluyen sentimientos de tristeza, apatía y pensamientos suicidas. En las
siguientes semanas la depresión se hace evidente, y permanece aproximadamente, al
menos tres meses. La ideación suicida presenta una tasa de entre el 33% y el 50%. En un
estudio se determinó que los intentos de suicidio en víctimas de violación fueron de un
19%, en comparación con el 2% entre las personas no víctimas. En cuanto a la
inadaptación social, y a pesar del evidente sufrimiento psicológico, sólo se han detectado
pequeñas dificultades a la hora de desempeñar el rol social. Los efectos más importantes
han sido a la hora de desarrollar las actividades laborales, existiendo alteraciones hasta
ocho meses después del asalto sexual. En las actividades sociales se han encontrado
diferencias de comportamiento, respecto de las no victimizadas, durante los dos primeros
meses. Diferencias que son de un mes en el ambiente familiar.Las víctimas de violación
experimentan menor satisfacción sexual y presentan más problemas sexuales que el resto
de las mujeres. La evitación de las relaciones sexuales, inmediatamente después del suceso

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se observa en aproximadamente el 61% de los casos, y el 30% de las víctimas sentían que
su vida sexual no había regresado al nivel anterior a la violación, incluso de 4 a 6 años
después. La mayoría de los problemas consisten en ausencia de deseo, temor a la relación
sexual y falta de estímulo.

LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER: EL ACOSO SEXUAL.

Como han señalado numerosos autores, el acoso sexual es un concepto nuevo para designar
un problema antiguo, porque han sido muchas las sucesivas generaciones de mujeres que
han sido sometidas a él. Se tiende a considerar al acoso como una expresión relativamente
leve dentro del marco de la agresión a la mujer. Esa levedad, y las especiales connotaciones
socioculturales que le rodean, han hecho que –en muchos casos-no haya sido considerada
como una agresión como las demás, o al menos no en la medida que se debiera.

Concepto.

En 1987, el informe Rubinstein definió el acoso sexual como “una conducta verbal o física
de naturaleza sexual, cuyo autor sabe que es ofensiva para la víctima”. Esta definición fue
fuertemente cuestionada por los movimientos feministas (especialmente el italiano), porque
consideraban que se obviaba la percepción de las mujeres. Percepción que es siempre
diferente por parte del que lo ejerce y, probablemente muchas conductas de ese estilo el
hombre considera que no son ofensivas, mientras que la víctima sí las conceptúa así. Por
otra parte, muchos países consideraron que en una posible definición del acoso sexual no
debe contener una dimensión de género, porque el problema puede afectar tanto a mujeres
como a hombres.

La Comisión Europea se pronunció a este respecto mediante la Recomendación de la


Comisión de las Comunidades Europeas de 27 de noviembre de 1991, sobre la protección
de la dignidad de la mujer y del hombre en el trabajo (92/131/CEE). Su definición establece
que el acoso sexual es “toda conducta no deseada de connotación sexual, o cualquier otro
tipo de comportamiento basado en el sexo, que ofende la dignidad de las mujeres y de los
hombres en el mundo del trabajo y que comprende comportamientos desagradables de tipo

66
físico, verbal o no verbal”. De esta definición se desprenden varias implicaciones: se trata –
evidentemente-de una conducta de tipo sexual o basado en él, que ataca a la dignidad de la
víctima, que se desarrolla en el mundo del trabajo, y que comprende conductas, tanto
verbales como físicas.

En general, pueden observarse dos tipos de acoso:

-El primero de ellos se refiere al acoso sexual provocado por un superior jerárquico, de tal
manera que el sometimiento o no a dicha conducta se convierte –de manera implícita o
explícita-en requisito de empleo, o de las condiciones en que éste se va a desarrollar.
-El segundo, comprende los tipos de acoso que tiene como efecto el interferir
injustificadamente en el rendimiento laboral de la persona, o crear un ambiente de trabajo
ofensivo, hostil o intimidatorio. Este tipo de acoso, que podría calificarse de carácter
“ambiental”, se refiere principalmente al provocado por los colegas de trabajo.

El artículo 184 del Código Penal (reformado pp La Ley Orgánica 11/99 de 30 de abril)r
tipifica el delito de acoso sexual diciendo lo siguiente:

“1. El que solicitare favores de naturaleza sexual, para sí o para un tercero, en el ámbito
de una relación laboral, docente o de prestación de servicios, continuada o habitual, y con
tal comportamiento provocare a la víctima una situación objetiva y gravemente
intimidatoria, hostil o humillante, será castigado, como autor de acoso sexual, con la pena
de arresto de seis a doce fines de semana o multa de tres a seis meses.
2. Si el culpable de acoso sexual hubiera cometido el hecho prevaliéndose de una situación
de superioridad laboral, docente o jerárquica, o con el anuncio expreso o tácito de causar
a la víctima un mal relacionado con las legítimas expectativas que aquélla pueda tener en
el ámbito de la indicada relación, la pena será de arresto de doce a veinticuatro fines de
semana o multa de seis a doce meses.
3. Cuando la víctima sea especialmente vulnerable, por razón de su edad, enfermedad o
situación, la pena será de arresto de doce a veinticuatro fines de semana o multa de seis a
doce meses en los supuestos previstos en el apartado 1, y de prisión de seis meses a un año
en los supuestos previstos en el apartado 2 del presente artículo.”

67
Como puede verse, por reforma efectuada –en el año 1999-en nuestro Código Penal se
recoge –por primera vez-los dos tipos de acosos anteriormente mencionados (antes solo
recogía el de prevalimiento, que –ahora-se conceptúa como tipo agravado. Lo que sí sigue
manteniendo, sobre el concepto más tradicional, es el ámbito docente (de manera expresa),
así como otros ámbitos análogos, y no sólo el laboral, en un esfuerzo de no dejar fuera del
tipo conductas de acoso sexual que pudieran producirse en entornos poco habituales.

Además, ese acoso debe tener el elemento añadido de poner por medio el “chantaje” del
anuncio de las consecuencias que pueden derivarse en su entorno laboral, docente o
“análogo” si no accede a la solicitud de esos favores de naturaleza sexual. En todo caso, se
echa en falta una alusión más directa a que la naturaleza del acoso también podría incluir
conductas que no tienen porqué reducirse a la “solicitud de favores”, ya que su
interpretación estricta deja fuera conductas como los comentarios sexistas, las iniciativas
sexuales inapropiadas,...

Características del acoso sexual.

La visión del acoso como la mera extensión de un halago o el inicio de un romance,


ha influido significativamente en las actitudes sociales hacia él, no sólo por los hombres,
sino también por parte de muchas mujeres. Incluso las opiniones y los resultados judiciales
se han visto influenciados por esa consideración. Hay que reconocer que, en ocasiones, es
muy difícil establecer la línea de separación entre un primer intento de acercamiento y el
inicio de la conducta acosadora. Luego, con el tiempo y –sobre todo-cuando existe una
postura de la víctima respecto de la situación, la cuestión es más fácil de determinar.
En la gran mayoría de casos, el acoso no tiene que ver con la sexualidad sino con la
agresión. Aunque la mayoría de las conductas acosadoras no son físicamente violentas,
existen muchos casos que demuestran que el acoso es una forma de violencia contra la
mujer. Se diferencia de otras formas de violencia en el lugar y el ambiente en que tiene
lugar, y en que sus consecuencias producen, sobre todo y casi exclusivamente, daño
psíquico.
La percepción de conductas similares, que pueden moverse en la cercanía de
conductas posiblemente acosadoras, se lleva cabo de forma distinta por parte de hombres y

68
mujeres, lo cual puede llegar a plantear serios problemas de definición para regular lo que
puede ser considerado o no como acoso sexual. En este sentido, los estudios parecen
confirmar que las mujeres tienen una definición más amplia de los que es acoso sexual.
Las mujeres también evalúan significativamente determinados escenarios como
acosadores, ofensivos o amenazantes. Los mismos escenarios que los hombres pueden
considerar como absolutamente neutros. Así, cuanto más inespecífica es una situación,
mayores son las diferencias de consideración entre hombres y mujeres.
La consideración objetiva de lo que debería ser calificado como acoso sexual es un
problema difícil de resolver. Y un ejemplo claro es el problema de tipificación del acoso
sexual en el Código Penal. Las posiciones varían entre quienes consideran acoso sólo la
solicitud de un favor de tipo sexual y quienes dicen que se debe incluir también cualquier
conducta ofensiva para la mujer y relacionada con el sexo, aunque sea muy indirectamente,
e incluso independientemente del lugar y el contexto.
La naturaleza propia de este tipo de delitos y su reducción al ámbito, no sólo de lo
privado, sino de la condición más íntima de la persona, hace que sean fácilmente utilizables
como instrumento de chantaje por parte de la presunta víctima. Por eso, se tiende, desde el
punto de vista jurídico, a objetivizar al máximo la determinación de las circunstancias que
deben conducir a considerarlo como tal.

Tipos de acoso.

Till (1980) estableció una clasificación ampliamente utilizada en la que se determinan cinco
tipos de conductas:

- Acoso de género: Lo constituyen los comentarios y las conductas sexistas,


producidos de manera similar al acoso racista. Puede estar dirigido a una víctima en
concreto, o a un auditorio más o menos generalizado. También de forma directa o, en otros
casos, de forma indirecta pero esperando que llegue a un objetivo determinado.
- Conductas seductivas: Son las iniciativas de tipo sexual que se muestran
inapropiadas y ofensivas. La mayor parte de estas conductas son las que quedan fuera del
concepto puramente jurídico de la tipificación penal española existente.
- Cohecho sexual: Solicitar una relación sexual bajo la promesa de una recompensa.

69
Es el tipo que coincide con la visión penal del acoso sexual, si bien también incluiría los
casos en los que no se anunciara a la víctima un mal relacionado con las legítimas
expectativas que pueda tener en el ámbito de la relación que pueda existir entre ésta y el
acosador.
- Coerción sexual: Llevar a cabo una acción de tipo sexual bajo amenaza o mediante
la fuerza. Tipo dentro del cual se encuentra el límite entre los conceptos jurídicos del acoso
y la agresión sexual. Dependiendo de las características y formas que adopten las
amenazas, puede incluirse dentro de una u otra conducta.
- Imposición sexual o asalto: En realidad, ya no se trata de una conducta de acoso
sexual, sino un delito violento relacionado con la libertad sexual. Desde un punto de vista
teórico clasificatorio, constituiría el grado máximo de acoso sexual. Desde el punto de vista
jurídico, una agresión sexual o violación.

Factores de riesgo.

Como ya se ha dicho, cualquier mujer puede estar expuesta, según las circunstancias, a
convertirse en víctima de acoso sexual. Sin embargo, hay una serie de factores que pueden
favorecer que determinadas mujeres estén más expuestas que otras a esa situación. Entre
otros, se pueden señalar la edad, la antigüedad en el puesto de trabajo y la situación laboral.

Edad.

Las mujeres jóvenes tienen un mayor riesgo ante el acoso. Ante la imaginación masculina,
la seducción de una mujer joven es una especie de demostración del poder de atracción de
un hombre, a pesar de tener una cierta edad. Por otra parte, las mujeres jóvenes tienen
menos experiencia en el tratamiento de esas situaciones, por lo que el potencial acosador
tiene la expectativa de que su intención se verá facilitada, o que la víctima tendrá menos
capacidad de defensa. Tanto las mujeres jóvenes, como las más mayores, afirman que los
hombres más jóvenes muestran una mayor comprensión frente a la problemática del acoso,
y los califican de más prudentes y más educados que los de mayor edad

Antigüedad en el puesto de trabajo.

70
El tiempo que se lleva en un lugar de trabajo también suele ser significativo desde el punto
de vista de convertirse víctima de acoso sexual. La posición de recién llegada a un
determinado trabajo, equipo o departamento suele atraer la atención de colectivo
potencialmente acosador. Lo que explica que necesite imponer sus propios límites de
manera más contundente y, si no lo hace, que el riesgo de ser acosada aumente

La situación laboral.

Otro factor de riesgo es la situación laboral, ya que los hombres no ignoran que la
inestabilidad en el empleo reduce la capacidad de defensa frente a los comportamientos de
acoso. Por eso, las mujeres con un contrato en prácticas -o contratadas temporalmente-están
más expuestas al acoso sexual que las que tienen un contrato fijo.

Las consecuencias.

El resultado de la conducta de acoso sexual (casi en la totalidad de casos sobre la mujer) se


origina por una triple circunstancia: la propia situación de acoso, por la permanente
posibilidad de que la conducta pase a un nivel superior de agresión y por las alteraciones
sociales y laborales que se originan o se prevén. Todo ello lleva a un estrés emocional que
lleva a la aparición de un cuadro de ansiedad, que puede evolucionar hacia alteraciones de
mayor intensidad e instaladas de manera más estable.

El mantenimiento de la situación, que depende fundamentalmente del agresor, crea en la


mujer una incertidumbre ante cualquier opción de tome: puede que el acoso no finalice a
pesar de haber cedido a las pretensiones del agresor y, en todo caso, se encontrara ante una
situación que no desea; si no accede, puede pasar a otro nivel más elevado de violencia
sufriendo una agresión sexual o una violación. De una manera o de otra, puede –en
cualquier momento-sufrir las consecuencias sobre su puesto de trabajo.

La repercusión de la conducta de acoso sostenida –más o menos largamente-por el agresor,


repercute más allá que el resultado pretendido por aquél. La situación de tensión emocional

71
y de ansiedad, prolongada en el tiempo, y salpicada por amenazas sobre su presente y
futuro laboral y por inesperados ataques (sin periodicidad previsible, sino dependiendo de
factores personales de la víctima y circunstancias del contexto) hacen que la víctima vaya
sucumbiendo psicológicamente.

Es inevitable que la situación que soporta la víctima produzca una influencia negativa sobre
su actividad laboral, lo cual –a su vez-lleva a una disminución del rendimiento en el trabajo
y –como consecuencia de ello-múltiples fallos que pueden ser interpretados
(interesadamente o no) como incapacidad de llevarlo a cabo. Ello da pie para justificar una
nueva amenaza de rescindir o no renovar el contrato, o de cambiarle de puesto de trabajo.
La consecuencia es la producción de un fatal “círculo cerrado”: la situación de acoso
provoca un menor rendimiento laboral, el cual es aprovechado por el acosador para
utilizarlo como instrumento para continuar en su conducta acosadora, y –al mismo tiempo-
como justificación de que no se profiere amenazas, sino que intenta que el aprovechamiento
laboral de la víctima sea el adecuado.

VIOLENCIA DE GÉNERO BIBLIOGRAFÍA ESPECÍFICA

Agresión a la mujer: maltrato, violación y acoso.


Miguel y José Antonio Lorente Acosta.
Editorial Comares. Granada. 1.998.

Mi marido me pega lo normal.


Miguel Lorente Acosta.
Editorial Ares y Mares. Barcelona. 2.001.

El homicidio en la pareja: tratamiento criminológico.


Ana Isabel Cerezo Domínguez.
Editorial Tirant lo Blanch. Valencia. 2.000.

72
Amores que matan.
Vicente Garrido Genovés.
Editorial Algar. Valencia. 2.001.

La Criminología aplicada II. Hombres violentos en el hogar.


Enrique Echeburúa y Pedro Javier Amor.
Consejo General del Poder Judicial. Madrid. 1.999

Violencia intrafamiliar.
Mª José Benítez.
Consejo General del Poder Judicial. Madrid. 1.999.

Hombres que agreden a sus mujeres.


Neil Jacobson y John Gottman.
Editorial Paidós. Barcelona. 2.001.

Personalidades violentas. Parte tercera: Violencia y familia.


Enrique Echeburúa.
Ediciones Pirámide. Madrid. 2.000.

73
TEMA 14: Delincuencia socioeconómica.
Conceptos criminológicos básicos. Características y tipologías. Las motivaciones. La
autopercepción del delincuente de "cuello blanco". Los factores concurrentes. Las teorías
criminológicas explicativas. Tipologías de las víctimas. El impacto de este tipo de
delincuencia. Consideraciones politicocriminales.

LA DELINCUENCIA SOCIOECONÓMICA

El llegar a considerar, en un momento determinado del devenir criminológico, que alguno


de los ciudadanos calificados como de los más “respetables” pudieran beneficiarse
ilegalmente a costa de la salud social, física y económica del resto de la comunidad, supuso
una revolución dentro de las teorías más tradicionalmente aceptadas dentro de la
Criminología. Ello conllevó el surgimiento, y el inicio de estudios, sobre una visión crítica
de las propias instituciones sociales, y sobre todo de algunos de los individuos que la
integran.

Personas que ya no pertenecían, necesariamente, al concepto de delincuencia atávica de


Lombroso, ni provenían de barrios desestructurados y miserables, o de familias carenciales
o deficitarias. Se trata de individuos que no eran encuadrables en el, hasta entonces,
estereotipo del “delincuente común”, sino personas importantes (y hasta envidiadas) que
poseen todo los que se ambiciona en nuestra sociedad actual.

En palabras de César Herrero, la delincuencia socioeconómica es el “conjunto de


infracciones graves, perjudiciales para el orden socioeconómico, contrarias a la
reglamentación en ese ámbito, cometidas en el devenir socioeconómico comúnmente
aceptado y llevadas a cabo con el objetivo de obtener beneficios ilegales”.

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El propio Herrero, cita a Niggermeier, que considera dentro de este concepto a “las
infracciones penales que se cometen explotando el prestigio económico y social, mediante
el abuso de las formas y posibilidades de configurar los contratos que el Derecho vigente
ofrece o abusando de los usos y las razones de la vida económica, basados en una elevada
confianza. Infracciones penales que, de acuerdo con la forma en que se infringen y las
repercusiones que tienen, son idóneas para perturbar o poner en peligro, por encima del
perjuicio de los particulares, la vida o el orden económico”.

En el concepto jurídico de este tipo de delincuencia, se trataría de comportamientos típicos,


antijurídicos, culpables y punibles, relacionados directamente con la vulneración de las
normas específicas de protección del ordenamiento económico de la sociedad. Sin
embargo, esta definición penal no encaja del todo bien en el concepto criminológico del
problema, porque no entra en la esencia propia de la delincuencia socioeconómica en su
diferenciación respecto del delito patrimonial, ni en los elementos que diferencian una de
otra.

Profundizando algo en las definiciones citadas anteriormente de César Herrero y


Niggenmeier, podemos observar que el elemento esencial del delito socioeconómico es que
la conducta delictiva perjudica directamente el orden socioeconómico y la estructura y
actividad económica de la comunidad en su conjunto, mientras que la delincuencia
patrimonial ataca a los bienes protegidos jurídicamente desde una perspectiva particular o
privada. Es decir, se trata de delincuencia patrimonial, o contra la propiedad, cuando el acto
antisocial afecta directamente a sujetos individualizados, mientras que la de orden
socioeconómico afecta directamente a la colectividad, o a un grupo numeroso de ella.

Precisamente bajo esa óptica, puede afirmarse que por la acción de la delincuencia
socioeconómica se ven afectadas, o al menos se ponen en peligro, las áreas económicas
siguientes:
- La economía en general, en lo que se refiere a su estructura, y a los procesos de
producción, circulación, consumo y conservación de las riquezas del Estado.

75
- El sistema financiero, y específicamente el ámbito de organización de las estructuras
financieras y su interrelación, la bolsa de valores, los sistemas de créditos...
- El medio ambiente: debido a la contaminación, las agresiones medioambientales...
- El sistema societario: Es decir todo aquellos procesos, estructuras y elementos que afectan
a las sociedades mercantiles, a las empresas, etc..., en lo el ataque puede dirigirse a su
propia esencia organizativa y estructural.
- La Administración Pública: Las agencias de Administración Tributaria, la Seguridad
Social, y las administraciones autonómicas y locales aumentan el espectro de actuación, ya
que su existencia origina que se multipliquen los ámbitos de actuación y –de esa manera- la
mayor complejidad y dispersión facilite la producción de ataques delictivos a este tipo de
instituciones.
- La Salud Pública: En lo que respecta al tráfico de drogas entendido como un negocio, con
la consecuente actividad de blanqueo de dinero, la existencia de paraísos fiscales, los
negocios paralelos, las inversiones, etc...

Paralelamente a la definición comentada, no tendrían cabida en este concepto las


actividades relacionadas con la problemática del traficante-consumidor, o los aspectos
individuales de la relación entre conductas adictivas y delincuencia.

Muchos autores incluyen en el concepto de delincuencia socioeconómica a la delincuencia


informática. Sin embargo, no podemos compartir esa misma visión. La delincuencia
informática, en la gran mayoría de casos, no es un tipo característico de delincuencia, sino
la delincuencia de siempre que utiliza medios más modernos adaptándose a las nuevas
circunstancias. Por ejemplo, el acceso ilegal a datos de las redes informáticas no es más que
un instrumento actual para el ataque a la propiedad intelectual; o la apropiación de
cantidades económicas a través de transferencias por la red informática, que no es más que
una versión actualizada de la estafa. Y las pocas que sí podrían calificarse propiamente
como delincuencia informática, como es el caso, por ejemplo, de la introducción
intencionada de virus, no tiene porqué manifestar tener las connotaciones suficientes como
para ser calificadas como delincuencia económica.

76
Sentada la diferencia entre la criminalidad patrimonial y la delincuencia socioeconómica,
aún es necesario conseguir apreciar la distinción entre una serie de términos relacionados
con esta clase de delincuencia que, usándose de manera indistinta, quieren referirse a
distintos subtipos que pueden incluirse dentro de la misma. Así, algunos conceptos que
pueden parecer que significan lo mismo, pero que tienen significativas diferencias, aunque
algunas sean de matiz, son los de “criminalidad económica”, “criminalidad
socioeconómica”, “criminalidad de cuello blanco”, “delincuencia financiera”,...

El primer concepto que conviene separar del de delincuencia socioeconómica es el de la


delincuencia “de cuello blanco”. Esta última es un tipo de delincuencia socioeconómica con
unas especiales características: según la definición de Sutherland este tipo de criminalidad
es “el delito cometido por una persona de respetabilidad y estatus social alto, cometido en
el curso de su ocupación”. El término “de cuello blanco” hace alusión al modo de vestir de
las personas influyentes de la época en que se acuñó el mismo (banqueros, políticos, etc...
con cuellos blancos, duros, almidonados, con corbata, por oposición al de los individuos a
los que se atribuía la criminalidad de al época, pertenecientes a las clases sociales más
bajas).

Los elementos esenciales de la definición de Sutherland son los de que este tipo de
delincuencia es una clase que se inscribe dentro del concepto más amplio de delincuencia
socioeconómica. Y, que sus sujetos activos pertenecen a las clases más respetables y a los
puestos dirigentes de las empresas y del entramado socioeconómico, y –además- llevan a
cabo sus acciones delictivas en el curso de sus ocupaciones en esos ámbitos de trabajo u
ocupación.

En resumen, puede decirse que el delito socioeconómico es el concepto más extenso de


todos los relacionados, mientras que el de “cuello blanco” es una parte de él. El primero
puede llegar a cometerse sin ser una persona de alto estatus socioeconómico, ni tiene
porqué darse con ocasión del trabajo habitual, mientras que el segundo se refiere a la acción
delictiva que llevan a cabo los sujetos con poder económico y social manifiesto. Por eso,
probablemente, esta última manifestación criminal es la que constituye el núcleo más

77
llamativo y trascendente de la delincuencia económica, pero que no debe asimilarse al
concepto más general de la delincuencia económica en su conjunto.

Un concepto muy actual, y todavía más concreto que el de delincuencia “de cuello blanco”,
es el que podría denominarse delincuencia de “cuello gris”. Nos referimos así a otro tipo de
delincuente que, cada vez más abundante, se escuda en el anonimato de la creciente masa
gris de los ejecutivos o empleados con un cierto poder de decisión económica, para usar el
cierto poder del que dispone, muchas veces adquirido por la posesión de conocimientos
técnicos e informáticos especializados, y conseguir así sus propios e ilegales fines.

La única diferencia entre el primer caso y el segundo es que, tal como podía preverse, el
desarrollo tecnológico, informático y burocrático ha provocado que las características de la
actual delincuencia económica lleven consigo una mayor posibilidad de proliferación de
esta nueva figura delincuencial, intermedia entre la delincuencia puramente
socioeconómica y la de “cuello blanco”, y mucho más concreta que ambas.

Características de la delincuencia socioeconómica

La casuística de los delitos socioeconómicos es variada y agrupa a una cantidad apreciable


de conductas ilegales. En todo caso, teniendo siempre en cuenta que reúnan los elementos
que se proponían en la definición anteriormente citada. Entre otros, podrían citarse
comportamientos como los que se citan a continuación:
- Atentados a la libertad de comercio e industria.
- Competencia desleal.
- Atentados a la economía nacional y comunitaria.
- Fraudes.
- Corrupción.
- Atentados al consumidor.
- Vulneración de los derechos de los trabajadores.
- Infracciones en el ámbito informático.
- Atentados a la calidad de vida y medio ambiente.

78
- Uso de información privilegiada.
- Abuso de poder político y/o comercial.
- Tráfico de influencias.
- Blanqueo de dinero.

Ante la diversidad de conductas que puede observarse, es más adecuado intentar determinar
cuáles son las características que son comunes a todas ellas, y que puedan mostrarse
indicadoras de que estamos ante una conducta delictiva de este tipo. En diversos estudios se
ha demostrado que, las principales de esas características son las siguientes:

· Los autores de conductas calificables como de delincuencia socioeconómica suelen


moverse en la delgada línea que separa las actividades legales de las ilegales. La
indefinición existente en muchos casos, a veces provocada por lo reciente o lo deficiente de
la regulación administrativa de determinadas actividades, es aprovechada por los
delincuente socioeconómicos para llevar a cabo las mismas gozando de una cierta
impunidad.

· La creación y el aprovechamiento de un entramado legal y financiero alrededor de sus


actividades ilícitas, hace que se complique de tal manera la averiguación de sus
movimientos económicos y empresariales que, en muchos casos, no se detecte la conducta
delictiva. Y, si se detecta, que lograr probar la ilegalidad de las mismas sea una tarea
extremadamente difícil.
· En la gran mayoría de casos, las actividades delictivas afectan a un gran número de
personas, sino a la sociedad en su conjunto. Lo que constituye, como ya se ha dicho, un
elemento que diferencia a la delincuencia económica de la de tipo patrimonial.

· Se denota una creciente transnacionalidad de este tipo de delincuencia, originada por la


internacionalización progresiva de las actividades mercantiles, y la existencia de sociedades
multinacionales. Lo cual contribuye a hacer que la delincuencia socioeconómica se
“desdibuje” de tal manera en el complejo entramado de legislaciones de múltiples países,
que parezca desaparecer.

79
· Las acciones propias de este tipo de delitos se desarrollan, salvo que estén mezclados otro
tipo de elementos, sin el uso de la violencia directa, moviéndose en el plano abstracto de lo
intelectual. Muchas de sus actividades, incluso, no requieren la presencia física del
delincuente, lo que hace que la percepción del delito pase mucho más inadvertida. Puede
darse el caso, no poco habitual, de que muchas de las víctimas no tengan conciencia de
serlo, y a veces ni siquiera se enteran de haberlo sido.

· Aunque por otros motivos, y al igual que otros delitos, como es el caso de la violencia
intrafamiliar, se da el denominado efecto “iceberg”. Expresión que quiere indicar
gráficamente que es mucho más lo que permanece ignorado lo que lo que en un momento
dado llega a averiguarse. Y ello puede decirse, tanto respecto de un delito en concreto,
como del conjunto de la delincuencia socioeconómica.

Edelhertz añade también una serie de características que serían comunes a todos los delitos
de “cuello blanco”, que son:

- El intento de cometer un acto ilegal o de alcanzar un propósito contrario a la Ley a


las normas públicas.
- La ocultación del propósito de delinquir o el intento de hacerlo.
- La confianza del delincuente en la ignorancia o descuido de la víctima.
- La conformidad de la víctima por lo que cree ser la auténtica naturaleza y contenido
de la transacción.
- El encubrimiento del delito mediante:
1. La evitación de que la víctima se dé cuenta de que ha sido victimizada.
2. La confianza en el hecho de que sólo un pequeño porcentaje de las víctimas
reaccionará ante lo ocurrido.
3. La creación de documentación falsa o de una fachada organizacional para
ocultar la verdadera naturaleza del delito.

Clasificación tipológica

80
En la delincuencia socioeconómica, y especialmente en la de “cuello blanco”, es importante
analizar una serie de peculiaridades que puede influir en la categorización de los diversos
comportamientos delictivos que han de incluirse posteriormente en los diferentes tipos
criminales. Las que pueden hacerlo de manera más intensa son las siguientes:

- Naturaleza del delito. La percepción moral de este tipo de delitos puede cambiar
dependiendo del impacto físico o económico que supongan. Y la importancia de ello puede
suponer el llegar a conclusiones erróneas, como por ejemplo que la opinión pública se
muestre indiferente hacia los delitos de “cuello blanco” si en la tipología sólo se incluyeran
los delitos de tipo puramente económico, sin profundizar en otras consideraciones.

- Contra quién se dirige. Por ejemplo, la opinión pública no reacciona igual cuando la
víctima es una gran corporación o la Administración Pública, que cuando lo han sido los
consumidores o un gran numero de víctimas estafadas. La riqueza, el tamaño o la
impersonalidad, de los primeros hace que, incluso pueda llegar a considerárseles como
explotadores, mientras que cuando la víctima se presenta como indefensa la reacción social
es mayor.

- Participación de la víctima. A las víctimas puede percibírseles como cooperadoras con


el delincuente, o negligentes con respecto al delito. Dependiendo de ello, la conducta del
delincuente puede aparecer como más o menos reprobable, lo cual puede producir una baja
en la consideración de la gravedad moral.

- La no intencionalidad. Que el delito sea una consecuencia del descuido o de una


negligencia, y no una clara intencionalidad, puede distorsionar el resultado clasificatorio y,
en consecuencia, la tipología.

- Quién cometa el delito. Es una de las características más recogidas en las diversas
clasificaciones tipológicas. El lugar que ocupa el sujeto activo, y si actúan a nivel particular

81
o en beneficio de la corporación, es determinante. Los últimos parecen ser mejor tolerados,
y efectivamente suelen ser sancionados en menor medida.

Las diversas tipologías resultantes se basan preferentemente en elementos como el contexto


de aparición del delito, el sujeto activo del mismo, en los aspectos ocupacionales que
concurren en él, o por la reacción social que pueden provocar.

Una perspectiva comparada de la mayoría de ellas puede resultar en la clasificación que


indicamos a continuación:

· Delitos corporativos. Son los cometidos por la propia corporación o sus directivos para
beneficio de la empresa. Pertenecerían a esta categoría los delitos que son un negocio en sí
mismos, lo cual suele ser el caso de la mayoría de la delincuencia de “cuello blanco”.
Entrarían en este tipo conductas como la explotación laboral, la fijación ilegal de precios, la
falsa propaganda, la falsificación de contabilidades, la evasión de impuestos, la infracción
de las regulaciones laborales, etc...

· Delitos ocupacionales. Son los cometidos por los individuos en beneficio de sí mismos,
y normalmente en el curso de sus ocupaciones. Dentro de esta categoría se pueden
distinguir, a su vez, dos clases de situaciones que muestran características diferenciadas:
- Delitos incidentales. Que son los cometidos por determinados individuos
aprovechando una ocasión favorable. Casos habituales de esta categoría serían el
fraude fiscal, la utilización ilegal de tarjetas de crédito, el fraude a la Seguridad
Social, la manipulación de seguros...
- Delitos “de empleados”. Son los abusos cometidos por los empleados,
aprovechando la confianza depositada en ellos por la empresa o sus directivos.
Se trataría de malversaciones, desfalcos, sobornos comerciales, fraudes
informáticos, apropiaciones indebidas...

Los tipos de la clasificación anterior no tienen porqué ser mutuamente excluyentes. Es


decir, en un número apreciable de casos se entremezclan los elementos y características que

82
hacen que se pueda incluir en una u otra categoría. De hecho, muchas veces no es difícil
encontrar que, en determinadas ocasiones, los beneficios que se persiguen en el ejercicio de
la delincuencia corporativa, redundan también de manera más o menos directa en provecho
del propio individuo.

La reacción social ante los delitos de “cuello blanco”

Una de las características más propias de los delitos de “cuello blanco” es la de la reacción
social que suelen suscitar. La mayor parte de las veces es público se muestra ante ellos de
una manera relativamente indiferente y no parecen ocasionar el rechazo social que
deberían. En todo caso, casi nunca llegan a producir la misma indignación, ni el mismo
sentimiento subjetivo de inseguridad ciudadana que los delitos comunes. Hay una serie de
circunstancias que se suelen dar en este tipo de delitos y que inciden en que se produzca esa
cierta ambigüedad hacia ellos. Siguiendo a Garrido Genovés y Sanchís Mir, recorreremos
brevemente los factores que contribuyen a lograrlo, y que pueden dividirse en dos grupos
principales: factores internos y factores externos.

Factores internos

· La relación impersonal con las víctimas. La falta de violencia directa y de


enfrentamiento con la víctima, o la falta de intención de daño físico, provocan que se
reaccione con cierta neutralidad moral ante este tipo de delitos. Los actos que causan un
daño directo provocan un mayor resistencia o daño moral que aquellos en los que la
relación es anónima, impersonal o no identificable.

· La baja visibilidad. Debida a la complejidad técnica y a los efectos difuminados sobre


víctimas remotas o mal definidas. Todo ello dificulta el establecimiento de la culpabilidad
moral. En muchos casos, la alta cualificación profesional y/o técnica de los delincuentes
hace que se descubran después de largo tiempo, y esa continuidad además les da un carácter
de aparente “normalidad” que hace que se pierda de vista su carácter delictivo, incluso para
los propios delincuentes.

83
· El alto estatus de los delincuentes. Alto estatus que influye en varios aspectos. En
primer lugar, es contradictorio considerar a individuos de alto estatus, que se suponen
dignos de admiración y respeto, como delincuentes. Por eso, la mejor manera de reducir la
tensión creada por esta disyuntiva es no considerar su conducta como delito, sino como
actitudes “no adecuadas”. Es más fácil negar la existencia del delito en este tipo de sujetos,
que sancionarlos.

Además, el alto estatus ofrece más posibilidades para minimizar, en incluso eludir, el riesgo
de sanciones y también para evitar el estigma de delincuente. Y el no ser sancionados
penalmente refuerza su autopercepción no delictiva.

Factores externos.

· Las bajas sentencias. La baja probabilidad de recibir sentencia, o si ésta se produce, el


que sea muy corta, comunica a los delincuentes y al resto de la sociedad que este tipo de
delitos no debe ser considerados muy graves. Se produce un círculo vicioso: no se
consideran graves porque no reciben fuertes sanciones, y no se aplican fuertes sanciones
porque la sociedad no los considera graves. Por otra, parte muchas de las leyes relacionadas
no se aplican en toda su extensión e intensidad.

· Lo reciente de la regulación. El hecho de que los sentimientos morales no se desarrollen


tan pronto como las regulaciones legales puede explicar este extremo. Pero esto ocurre solo
en el caso de este tipo de delitos, u otros en los que no entran en las categorías tradicionales
de delito, porque en los últimos la regulación legal suele ir por detrás del sentimiento
popular. Cuando una legislación específica intenta determinar claramente una situación,
puede encontrarse con que esa conducta se ha convertido en norma de actuación. Entonces,
el rechazo se produce contra la norma y no contra la conducta, lo que produce
incertidumbre moral.

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· La falta de información. La falta de información no solo es un problema de baja
visibilidad, sino también de múltiples intereses:
- De la Administración, para evitar una sensación de alarma entre la población, ya
que sobre estos individuos descansa la confianza de la sociedad. También por
preservar la dignidad de su propio papel cuando fallan en el control de estas
conductas.
- De los propios delincuentes, que pueden ejercer presiones para que se silencien
informaciones que puedan perjudicar su imagen.

· Percepción de que cualquiera en la misma posición haría igual. La cultura popular de


intentar aprovechar cualquier oportunidad que se presente para conseguir mayor poder o
riqueza, le hace admirar a quien ha podido hacerlo. Incluso, pueden percibir que quien no lo
hace estará en desventaja competitiva. Percepción que hace a la opinión pública, y a
muchos individuos personalmente, admirar a los delincuentes de “cuello blanco” por su
astucia, imaginación y habilidad, como una deformación por el excesivo valor que en las
sociedades competitivas se da a la “inteligencia”.

· La supuesta colaboración de las víctimas. Hay varios motivos que provocan una menor
tasa de denuncias en este tipo de delitos: desconfianza hacia los sistemas judicial y policial,
la mencionada baja visibilidad, por creer que no se trata de un asunto penal, por pensar que
denunciar pueda repercutir negativamente sobre las víctimas, o estar convencido de que el
fraude sólo puede ocurrirle a determinada gente con un comportamiento rayano en lo ilegal,
etc...

Las víctimas del delito socioeconómico.

Las víctimas de la delincuencia socioeconómica ostentan unas características muy


determinadas. Por una parte, en una gran mayoría permanecen totalmente desconocedoras
de que lo son, o como mucho se dan cuenta de manera indirecta o al cabo de mucho tiempo.
Y cuando son conscientes de ello, son las que menos denuncian su caso, no sólo por lo
mencionado, sino porque perciben poca efectividad por parte del Estado en que no se

85
produzca la victimización, o cuando ésta se produce en perseguir a los delincuentes, o en
paliar los efectos de la victimización.

Dos son las tipologías victimales más conocidas en lo que respecta a la delincuencia
socioeconómica. La de Tomlin se basa en la diferenciación de los diferentes ámbitos de
victimización, desde el individual hasta el más amplio desde el punto de vista social. La de
Delord-Reynal construye sus categorías basándose en el tipo de relación que se establece
entre delincuente y víctima.

La tipología de Tomlin

Basándose en el mencionado concepto de los niveles de victimización que suelen


encontrarse en los distintos ámbitos de actuación del delincuente socioeconómico, Tomlin
establece las siguientes categorías, en las que hace una enumeración de los diferentes tipos
que se pueden encontrar:

· El individuo como víctima. Con carácter personal o individual, se trata de pacientes


sometidos a tratamientos innecesarios, clientes estafados por inmobiliarias, ciudadanos que
compran fármacos probados “científicamente” de manera fraudulenta, personas a las que se
les realizan reparaciones innecesarias, víctimas de fraudes de mercado...

· Las empresas como víctimas. Especialmente por la existencia de malversaciones,


desfalcos, etc... que pueden afectar, desde la empresa más pequeña hasta la mayor
multinacional. En esta categoría del delito socioeconómico los costes son muy elevados, y
ello repercute en el individuo, que se convierte en una víctima secundaria porque en
previsión de esas posibles pérdidas, las empresas adoptan la política de pagar mayores
intereses a los bancos, o pagar a mayor precio los productos que adquiere.

· Las instituciones gubernamentales como víctimas. Se trata de los casos en que se


producen fraudes a la Seguridad Social, el de los políticos que utilizan indebidamente

86
fondos de las diferentes Administraciones Públicas, adjudicaciones ilícitas en concursos
públicos...

· El orden internacional como víctima. Sobornos por parte de multinacionales a


dirigentes políticos y propietarios y gerentes de empresas, participación ilegítima en
asuntos internos de otros países, estafas a nivel internacional, fraudes relacionados con la
adjudicación de fondos europeos...

· La sociedad como víctima. También puede convertirse en víctima la sociedad en


general, a consecuencia de su propia tendencia mercantilista y por la relativa aceptación de
la delincuencia de tipo socioeconómico y su consideración hacia los delincuentes de “cuello
blanco” que suelen ocupar los puestos más altos de decisión económica. Todo ello, a la
larga, produce un daño a su estructura moral.

Las categorías victimológicas de Delord-Reynal.

Delord-Reynal establece dos categorías basadas en la posible o supuesta participación de la


víctima en los delitos de “cuello blanco”, a la que añade otra en la que considera al Estado
como otro tipo de víctima.

· Víctimas voluntarias. Como es evidente, se trata de las víctimas que toman parte en su
victimización de forma voluntaria. Es el caso de la participación en determinados timos,
que se caracterizan porque, tanto timadores como víctimas, aparecen como una especie de
pareja criminal en la que ambos componentes se embarcan en una misma operación
fraudulenta, cada uno de ellos buscando su propio beneficio. Lo que pasa es que una parte
gana y la otra, pierde.

· Víctimas no voluntarias. Son las que no toman parte voluntariamente en el delito. En


este caso, pueden encontrarse dos subtipos:
- Víctimas relativamente inocentes. Son las que se convierten en ellas por medio de
transacciones comerciales deshonestas, o los accionistas de entidades societarias. En

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muchos casos, se trata de víctimas originadas por delitos corporativos como es el
caso de quiebras fraudulentas, disoluciones organizadas de empresas, etc...
- Víctimas inocentes. Son las personas victimizadas por su relación cotidiana y
desde luego forzosa con los delincuentes, como es el caso de consumidores,
víctimas de accidentes laborales, de la contaminación ambiental...

· El Estado como víctima. Delord-Reynal considera que el Estado es la mayor víctima de


la delincuencia socioeconómica, a través de una gran variedad de comportamientos
fraudulentos.

Pero, paradójicamente, el Estado que “a priori” tiene todos los medios para defenders- no lo
hace. Entre otras cosas, porque se tiende a considerársele más como un ente opresor que
como una víctima. Y esa percepción produce que entre los defraudadores no se considere al
Estado como una víctima, y de esa manera ellos no se consideran como delincuentes.

El impacto de la delincuencia socioeconómica.

En la gran mayoría de casos, otra de las características propias de la delincuencia


económica es que impacta negativamente, no sólo sobre las propias víctimas físicas y
directas, sino que afecta también a otro cierto de ámbitos físico, económico y social- según
el caso. Y es que en la práctica totalidad de casos los efectos y la victimización que
provocan suele exceder de la que puede atribuirse a la delincuencia común. En palabras de
Thomas Lynch, Fiscal General de California en los años 60, “los mayores crímenes de hoy
implican más manchas de tinta que de sangre”.

El impacto económico.

Ya Sutherland en su trabajo pionero sobre la delincuencia de “cuello blanco” afirmaba que


el costo de este tipo de delincuencia era muy superior al conjunto de los delitos que
comúnmente se consideran “el problema del crimen”. Y no sólo un gran número de autores
han coincidido con él en el futuro, sino también muchos organismos oficiales. Así, una

88
estimación de la Federal Trade Comission cifró en 1968 el monto del robo común en unos
55 millones de dólares, mientras que el fraude detectable (sólo la punta del iceberg) en los
negocios excedía de 1 millardos de dólares. Veinte años después, la Cámara de Comercio
americana cifraba en alrededor de 40 millardos de dólares el coste económico de este tipo
de delincuencia, frente a los 4 millardos de la delincuencia común.

En lo que también coinciden la mayoría de autores es en que las evidencias en este campo
no se corresponden con el interés hacia ellas pro el cuerpo social, ni por las medidas
legislativas y judiciales.

El impacto físico.

Aunque, en principio, no parece tan evidente como el aspecto anteriormente mencionado,


son muchos los autores que afirman que en ocasiones también se producen más daños
físicos y muertas que los originados por los delitos comunes, a pesar del presunto y
aparente carácter no violento de los primeros. En general, gran cantidad de investigaciones
demuestran que los delitos definidos como delincuencia socioeconómica pueden producir
más muertes y daños físicos que los delitos específicamente calificados como contra las
personas.Y ese impacto físico se hace evidente, sobre todo y entre otros, en dos campos
bastante definidos: el delito corporativo y la delincuencia socioeconómica en el ámbito
médico.

- Gran parte del público general está expuesto a una amplia variedad de daños físicos
provocados por la actividad delictiva de las corporaciones, como es el caso de la
contaminación acústica, estructuras inseguras, accidentes laborales, peligrosas
manipulaciones de productos... No hay más que recordar el caso en España del aceite de
colza adulterado, que se cobró más de 350 vidas y afectó patológicamente a más de 20.000
personas. Algunos de estos delitos no ocurren por actos deliberados, sino por omisión o por
indiferencia. Pero esto es porque su único interés es el lograr beneficios al mínimo coste.

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- Cualquier abuso cometido por los profesionales de la salud puede tener un impacto directo
y determinante sobre la salud pública. A finales de los 70, el New York Times publicó que
la población más pobre acogida al seguro médico sufría el doble de operaciones que la
población general. Otros muchos aspectos relacionados con la salud, y que se encuentren
deficientemente regulados, pueden afectar en este sentido: cosméticos, anticonceptivos,
hormonas sintéticas, determinados productos médicos, etc...

El impacto social.

El marco de ambigüedad en que se suelen mover este tipo de delitos, añadido a la falta de
conciencia que se suele tener sobre el problema que suponen, facilitan el daño que pueden
ocasionar a las relaciones sociales, por lo general aún mayor que los relacionados con sus
consecuencias físicas y económicas, y que surge al exterior en forma de creación de
anomia, erosionando la base moral de la Ley, sembrando desconfianza en las instituciones,
y poniendo en peligro el sistema de libre mercado.

La alta posición social y económicamente considerada de los delincuentes de “cuello


blanco” hace que aumente la desconfianza hacia el sistema económico y que reduzca la
moral social, cuando éstos delinquen. Porque esos delitos suponen, al menos, una violación
de la confianza depositada en ellos. Y ello conlleva una desestructuración de la
organización social mucho más elevada que la producida por otros delitos.

Todos estos aspectos contribuyen al desarrollo de un sentimiento de anomia, de falta de


normatividad, de impotencia social y de desconfianza hacia la estructura social y
económica, que puede poner en peligro la existencia de una sociedad, tal como la
concebimos en la actualidad.

Las personas que actúan legalmente en el ámbito socioeconómico siempre estarán en


desventaja respecto de los que utilizan el delito para obtener ventajas competitivas. Lo cual
puede empujar a los primeros a actuar de igual modo si quieren medrar e incluso a veces
sobrevivir en el mundo de los negocios.

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Por su parte, los delitos de tipo corporativo pueden socavar el sistema de mercado mediante
el ataque a la competencia leal y la honestidad financiera, principios en los que ese sistema
socioeconómico se asienta. Y si la confianza depositada en los sujetos que ocupan los
lugares de confianza del sistema social desaparece, por considerarlos corrompidos, toda la
estructura en la que se asienta esa sociedad puede derrumbarse.

Las teorías explicativas de la delincuencia socioeconómica

La principal explicación de los delitos socioeconómicos parece residir en los procesos


sociales de aprendizaje, mediante la adquisición de técnicas y motivaciones, y el empleo de
mecanismos de racionalización que posibilitan el delito. Por ello, son de especial
importancia la visión que nos pueden ofrecer en este aspecto teorías como las del
aprendizaje social de Sutherland o las del reforzamiento diferencial de Akers y Burguess.
Por otro lado, también es conveniente detenerse en reflexionar sobre ciertos elementos que
además de las teorías mencionadas intervienen, a veces en forma decisiva, en la aparición
de este tipo de criminalidad, y que pueden explicar algunas de sus especiales
características.

Dos de esos elementos mencionados anteriormente, y que pueden llegar a desarrollar un


papel determinante en la aparición de la delincuencia socioeconómica, así como en su
perduración o en las especiales características que presenta son el concepto de privación
relativa, o el efecto que la sensación de poder puede tener en la involucración en esta clase
de conductas criminales.

El sentimiento de privación relativa.

Ya se ha citado que una de las constantes más relacionadas con el móvil de la delincuencia
socioeconómica, y especialmente con la de “cuello blanco”, es el afán de lucro, la codicia o
la avaricia. A este tipo de delincuentes suele caracterizarles, al contrario que a los
delincuentes comunes, una movilidad social ascendente, y una especie de determinación

91
inexorable por alcanzar sus metas económicas. En la mayor parte de casos, la pregunta
surge de manera casi automática, ¿cómo puede explicarse que individuos que no están
precisamente carentes de medios económicos puedan delinquir por el incentivo del afán de
lucro?

Se trata de un asunto de privación relativa. Ese concepto explica que, para ellos, el dinero,
el poder o el estatus, sólo adquieren su pleno significado cuando se comparan con un grupo
de referencia. Es decir, en lo que hace hincapié es en que la satisfacción no depende del
logro conseguido en sí mismo, sino de la diferencia entre el nivel de ese logro alcanzado y
el nivel al que se aspira. Y cuando un individuo tiene aspiraciones por encima del nivel del
éxito obtenido, y no puede lograr llegar a este último por medios legítimos, es posible que
emplee conductas delictivas con la suficiente eficacia como para lograr disminuir ese
sentimiento de privación.

El poder.

Las relaciones entre el poder y la delincuencia socioeconómica se establecen por las


mayores oportunidades que una situación de poder ofrece para involucrarse en actividades
delictivas con pocas probabilidades de sanción y que pueden ofrecer un gran provecho.
Sorokin y Lunden exponen una serie de argumentos para explicar cómo el poder puede
corromper. Esos factores criminógenos serían los siguientes:

· El efecto intoxicante. Al encontrarse en posiciones social y económicamente más


elevadas que el resto de la gente, pueden llegar a creer que se encuentran por encima de los
preceptos morales y legales que rigen para la mayoría. Están convencidos de que son los
elegidos y, por eso, no tienen porqué seguir las normas de conducta legisladas para el resto
de la población.

· El empleo de maquinaciones cínicas. El poder lleva consigo el control de los medios de


violencia y las funciones de negociación. Lo que exige, con cierta frecuencia, el empleo de

92
maquinaciones cínicas, mentir, etc... Conductas que muchas veces son inseparables de la
empresa de gobernar grandes organizaciones.

· Presiones e intereses contradictorios. Los individuos en situaciones que implican poder


se hallan sometidos a presiones e intereses contradictorios, que pueden incluir chantajes,
sobornos... Muchas veces, para alcanzar esas posiciones de poder se han necesitado favores
que requieren devolución. Si esa devolución implica acciones ilegales, el individuo se
encuentra ante el dilema de ser un hipócrita o un ingrato, o adentrarse en ellas.

· La selección social. Los individuos insensibles, sin compasión, hipócritas, deshonestos,


cínicos y manipuladores son los que tienen mayores posibilidades de obtener posiciones de
poder. Los que no llegan a ellas, o son demasiado humanos, o demasiado sádicos para ser
sutiles, y entonces están en desventaja. En todo caso, y aunque realmente la selección social
no opera de manera tan simplista, sino de forma mucho más sutil y compleja, lo cierto es
que cuanto más asociado esté el poder y la riqueza con posiciones socialmente elevadas,
mayor probabilidad hay de que se utilicen medios ilegales para alcanzarlos.

· La proximidad. Cuanto más cerca organizacionalmente se encuentre el que ejerce el


poder en una organización económica respecto de las personas sobre las que se dirige, más
depende de la aprobación social y cooperación de éstas, y por lo tanto es menos probable
que actúe de manera explotadora o ilegal, que pueda comprometerlas.

· Las situaciones. En este aspecto, fue Kelman el que estudió las condiciones bajo las
cuales los abusos sistemáticos de poder en las empresas pueden llegar a ser posible. Los
tres “procesos conceptuales” que como resultado de ese estudio estableció fueron los
siguientes:
- Procesos de autorización. A través de ellos, la situación llega a estar tan definida
que los principios morales normales no se aplican y el individuo se considera exento
de la responsabilidad de tomar decisiones morales personales. Todo ello facilita la
comisión de actos ilegales, porque cuando son implícitamente alentados,

93
tácitamente aprobados o, al menos permitidos, y mucho más cuando son
explícitamente ordenados, la probabilidad de que se lleven a la práctica aumenta.
- Procesos de rutinización. La actividad llega a estar tan organizada que no hay
oportunidad para interrogantes morales ni tomar decisiones éticas. Presenta dos
niveles: el individual, por el que el trabajo está dividido en pequeños pasos que se
realizan de manera automática; el organizacional, por el que la tarea estaría dividida
en otras más pequeñas, en cada una de las cuales tendría responsabilidad un
individuo distinto, lo que limita las decisiones y difumina las responsabilidades.
- Procesos de deshumanización. Las actitudes del sujeto hacia su objetivo y hacia
sí mismo le hacen privar a la acción delictiva de su estatus humano, siendo así más
fácil convertir a las personas en víctimas, sin la aparición de sentimientos de culpa
que dificultarían la comisión del delito, o provocarían la disminución de la
autoestima.

Teoría de la asociación diferencial.

Tal como es sabido, la teoría de la asociación diferencial de Sutherland describe la


conducta delictiva como fruto, al igual que cualquier otro tipo de conducta, del aprendizaje.
Este autor, en relación con la delincuencia de “cuello blanco”, afirma que como cualquier
otra delincuencia sistemática se aprende en asociación directa o indirecta con aquellos que
ya la practican.

Y a este proceso de aprendizaje se une la existencia de una desorganización social en la


comunidad que hace que la Ley presione en una determinada dirección, mientras que las
fuerzas criminógenas presionan en la contraria. Como, tanto los grupos como los
individuos, están más pendientes de sus propios intereses que de los del bienestar común, a
la comunidad no les posible presentar un frente sólido al delito.

La descripción que Sutherland hace del delito socioeconómico puede resumirse en cinco
proposiciones:

94
- La delincuencia de “cuello blanco” es una delincuencia real, siendo en todos los casos una
infracción de la ley penal.
- La delincuencia de “cuello blanco” difiere de la delincuencia de clase baja en la ejecución
de la ley penal, que segrega administrativamente a los delincuentes de “cuello blanco” de
los otros delincuentes.
- Las teorías de los criminólogos de que el delito es debido a la pobreza o a condiciones
sociopáticas o psicopáticas asociadas a la pobreza son nulas porque:
1. Están derivadas de muestras muy sesgadas respecto al estatus socioeconómico.
2. No son aplicables a los delincuentes de “cuello blanco”.
3. No explican, ni tan siquiera, la delincuencia de clase baja, pues los factores no están
relacionados con un proceso característico de toda delincuencia.
- Necesidad de una teoría de la conducta delictiva que explique, tanto la delincuencia de
“cuello blanco” como la de la clase baja.
- Una hipótesis de explicación de este tipo de delincuencia puede ser sugerida en términos
de “asociación diferencial” y de “desorganización social”.

Teoría de los valores.

Debida a Clinard y Quinney, intenta complementar la de la “asociación diferencial”,


explicando porqué determinados individuos no son delincuentes socioeconómicos, a pesar
de que para ellos fueran familiares las técnicas de comisión de este tipo de delitos y se
asociaran frecuentemente con personas que ya las llevan a cabo.

En esencia, estos autores defienden que la delincuencia de “cuello blanco” parece estar
relacionada con el hecho de que los individuos aprovechan o no las oportunidades que se le
ofrecen, dependiendo de su orientación y actitudes hacia los valores sociales generales. Es
decir, los delincuentes de “cuello blanco” lo son porque lo que aprenden es los valores,
motivaciones, racionalizaciones y técnicas necesarias para serlo, permaneciendo además en
contacto frecuente con profesionales y directivos de organizaciones económicas que ya lo
son, y permaneciendo aislados de otros grupos sociales.

95
También incidieron en la trascendencia del lenguaje como reflejo de los valores que apoyan
la delincuencia de “cuello blanco”, porque tiene una gran importancia como expresión de
los valores sociales.

Uno de esos valores, que emerge con frecuencia al hablar de este tipo de delincuencia es el
de la inteligencia. La excesiva importancia que en nuestra sociedad competitiva se da a la
inteligencia, hace que incluso se exprese admiración hacia algunos delincuentes de “cuello
blanco”, la cual se refleja en el énfasis que se otorga a sus presuntas cualidades de
imaginación, astucia e inteligencia, en vez de destacar su carácter de ilegalidad.

El lenguaje también expresa una serie de creencias populares que parecen llegar a justificar
el delito, por ejemplo con frases como las de “es bueno ser honrado, pero el negocio es el
negocio...”, o “ya que todos lo hacen, sin yo no lo hiciera estaría en desventaja y...”.

Incluso puede llegar a influir en el proceso judicial, y en la mayor o menor severidad de las
sentencias. Cuando más coinciden las verbalizaciones de la conducta delictiva con los
estándares de pensamiento de los jueces y con las normas socialmente aceptadas, más
probabilidad hay de que influyan en una menor penalidad y una evaluación más
condescendiente respecto del acusado. Como puede verse, el “espíritu de negocio” está
muy asumido por la sociedad actual, y muchos de los valores que propugna parecen tener
significación en el origen de delitos como los estudiados. Así, valores que podrían estar
asociados con una serie de características posiblemente criminógenas son:
- Dinamismo.
- Materialismo.
- Creciente impersonalidad.
- Individualismo.
- Complejidad.
- Insistencia en la importancia del estatus.
- Lealtades de grupo muy restringidas.
- Carencia de orientaciones científicas en el campo social.
- Tolerancia de la corrupción política.

96
- Falta de respeto hacia algunas leyes.
- Aceptación casi-criminal de la explotación.

No es casualidad que las cinco primeras, que son las de mayor importancia según Clinard y
Quinney, coincidan básicamente con lo rasgos más habituales de los delincuentes
socioeconómicos. Y cuando los rasgos sociales que ya pueden mostrarse en sí
criminógenos coinciden con los individuales de los delincuentes, lo más probable es que
éstos estén más inclinados al delito en el cual se identifican ambas posturas.

La teoría del reforzamiento diferencial.

Es una reformulación de la teoría de Sutherland, que Akers y Burguess han desarrollado


añadiéndole algunos elementos. Además de adoptar el término de asociación diferencial,
introducen los conceptos de definiciones, reforzamiento diferencial, y de imitación, y cómo
todos ello pueden influir en la aparición de la delincuencia. La explicación respecto de la
delincuencia socioeconómica, sobre la base de estos conceptos sería la que sigue.

La asociación diferencial

Dentro de los procesos de aprendizaje social existe una dimensión interaccional, que es la
que tiene lugar mediante la asociación directa con otras personas que actúan ilícitamente; y
otra es la normativa, por la que una persona es expuesta a patrones normativos que inducen
a la delincuencia.

Esa asociación, por otra parte, se puede producir en grupos primarios (familia,. amigos...) o
en grupos secundarios (vecinos, religión, profesores, figuras de autoridad, medios de
comunicación, jefes y compañeros de trabajo...). Las asociaciones diferenciales que tienen
más influencia sobre el individuo son las que poseen más fuerza, mayor duración, mayor
prioridad, y mayor intensidad (es decir, las provenientes de las relaciones más importantes
para él).

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Las definiciones

Para Akers, las definiciones son los significados o actitudes que una persona vincula a
determinadas conductas. Las generales consisten en creencias morales, religiosas, valores o
normas, que acostumbran a ser favorables a la conducta prosocial. Las específicas, orientan
conductas concretas. Cuanto mayor sea el número de actitudes y definiciones específicas
contrarios a ciertos actos, menor será la probabilidad de realizarlos. Es característica común
de la delincuencia socioeconómica la coincidencia de definiciones generales contrarias al
delito con las específicas que orientan a este tipo de delincuencia.

Las cognitivas influyen a través de valores, creencias o actitudes, y las conductuales se


orientan a las conductas concretas. Las primeras pueden hacer al individuo más tolerante
hacia las oportunidades delictivas que se le pueden presentar, mientras que las segundas
pueden precipitar a comportamientos ilícitos concretos.

Reforzamiento diferencial.

El reforzamiento diferencial es el balance entre los refuerzos y los castigos anticipados o


reales que siguen o son consecuencia de las conductas. Ese reforzamiento puede ser de
varias clases:
- Los no sociales provienen de la estimulación física que produce sensaciones agradables.
Por ejemplo, los efectos de determinadas sustancias.
- Las características individuales pueden conferir una mayor predisposición para ciertas
conductas, por ejemplo las delincuenciales.
- Por el autorreforzamiento (que sería un caso particular del anterior), un sujeto ejerce
autocontrol sobre su propia conducta, para lo cual tiende a adoptar el papel de otros, incluso
aunque estén ausentes.
- Los de intercambio social (que es el grupo que más elementos agrupa) consisten en
palabras, respuestas o conductas de otros que preceden o siguen a un determinado
comportamiento y lo refuerzan o lo castigan. Los que lo preceden pueden consistir en
anticipaciones o en mensajes facilitadores.

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En general, un reforzamiento puede ser real (concreto y actual) o anticipado (previsión de
futuro), tangible (físico, económico...) o intangible (moral, social...). También puede tener
un carácter simbólico.

La imitación.

Para Akers, la imitación consiste en involucrarse en una conducta después de observarla en


otros. Es más importante para la adquisición de conductas que para su mantenimiento, y
depende de tres aspectos básicos:
- Las características del modelo. No todos los modelos son imitados de la manera
que la manera y con la misma fuerza. Se ha de tener una cierta identificación con
ellos, de manera que se perciban como actores de conductas o poseedores de
gratificaciones a las que el sujeto aspira.
- Las características de la conducta observada. Por ejemplo, de la capacidad del
sujeto de reproducirla. Es poco probable la imitación de conductas que se
consideran poco útiles o difíciles o imposible de imitar.
- Las consecuencias observadas. Es decir, de los frutos que haya obtenido el
modelo.

En resumen, y según la teoría de estos autores, la delincuencia socioeconómica puede


explicarse por un proceso de asociación diferencial eminentemente de tipo secundario, es
decir, que tiene lugar en el grupo social que constituye la empresa o el lugar de trabajo. Esa
asociación tiene gran fuerza cuando incide sobre un individuo especialmente motivado, si
sus características individuales le predisponen a ello. Por ejemplo, cuando la motivación
económica es lo más importante para él.

Además, en esa persona se pueden encontrar actitudes y valores, es decir, definiciones


generales, contrarias al delito, pero en función de lo expresado, sus definiciones específicas
y conductuales hacen que pueda orientarse hacia esta delincuencia de tipo socioeconómico.
Es en ese punto, y teniendo en cuenta sus características individuales, cuando puede recibir
reforzamientos de intercambio social, sobre todo en forma de mensajes aprobatorios

99
anticipados, y que después de llevar a cabo la conducta delictiva pueden verse fortalecidos
por otros reforzamientos tangibles, especialmente de carácter económico, o reforzamientos
simbólicos como la aprobación -bien tácita, bien manifiesta- por parte de compañeros o
superiores también involucrados en la actividad ilegal.

En la inmersión en la delincuencia socioeconómica puede ser determinante la imitación de


los otros individuos con los que mantiene la asociación diferencial, si observa que éstos se
ven recompensados con el logro de sus propósitos por la misma actividad que se espera de
él, lo cual no puede menos que provocar un autorreforzamiento que luego le mantendrá en
ella.

El aprendizaje de la conducta delictiva


El aprendizaje de la conducta delictiva es un proceso dinámico que se desarrolla en dos
momentos distintos, tal como ilustra el cuadro que puede verse a continuación, elaborado
por Garrido, Stangeland y Redondo a partir de Akers.

APRENDIZAJE INICIAL REPETICIÓN


Resultado del balance entre: Resultado del balance entre:
- Definiciones aprendidas. - Refuerzos reales.
- Imitación de modelos. - Castigos reales.
- Refuerzos anticipados. Este balance influye también en:
- Las definiciones aprendidas (manteniéndolas
o modificándolas)

Tal como puede verse en el esquema, y siguiendo textualmente a los mencionados autores,
puede explicarse el procedimiento de aprendizaje de la conducta delictiva de la manera
siguiente, y en los dos momentos que explican como sigue:

a) El aprendizaje inicial de la conducta, que se produce como consecuencia del


balance resultante para el sujeto entre sus definiciones aprendidas, la imitación de
modelos y su ponderación anticipada de los refuerzos y los castigos esperables por
su conducta.

100
b) La repetición de la conducta, que sobre todo depende de los reforzadores y de los
castigos reales obtenidos cuando el comportamiento se lleva a cabo.

Imaginemos un joven que ha aprendido a robar bolsos mediante el procedimiento del tirón
observando a un amigo que lo hacía con pericia. Si pasa a la acción y efectúa tres «tirones»
con el resultado de que en las tres ocasiones acaba siendo detenido, es probable que no
repita este comportamiento. Este sujeto será menos influido por los buenos resultados que
observó en su amigo, a la hora de repetir o no la conducta delictiva, que por los malos
resultados obtenidos por él mismo en idéntica situación. Cuando un delincuente efectúa
varios robos y nunca le va bien, sus opiniones y actitudes al respecto de la conducta de
robar también cambian. Esto no significa que llegue a la conclusión de que robar es
inmoral, sino tal vez sencillamente a la de que hacerlo no le merece la pena. Ese cambio de
definiciones va a influir también sobre su comportamiento futuro.

La reacción social

Uno de los grandes temas de estudio de la delincuencia socioeconómica es el de la reacción


social que ésta puede provocar, y las respuestas de tipo jurídico y sobre todo politico-
criminal que puedan mostrarse más adecuadas para su tratamiento y prevención.

La respuesta penal

La prevención general, mediante la imposición de sanciones penales, persigue lograr la


motivación de la población general para que no llegue a delinquir. De igual manera que en
cualquier otro tipo de delito, la amenaza de sanciones debe contribuir a que los potenciales
criminales socioeconómicos no cometan acciones ilegales por la intimidación que supone el
saber que puede caer sobre ellos la ley penal y penitenciaria. Sin embargo, las especiales
características de delito y delincuentes, en este caso, hacen que la acción de esta prevención
general sea mucho menos efectiva que en otros casos delictivos.

101
El asunto de la prevención especial de las penas impuestas, es decir de los efectos que la
sanción debe producir en el individuo para evitar que vuelva a delinquir es un asunto
todavía más delicado e impreciso. Dado que la criminalidad socioeconómica ataca a las
estructuras básicas de la economía, no parece convenir que las sanciones que lleva
aparejadas sean excesivamente leves, porque ello envía a los delincuentes potenciales, e
incluso a la sociedad en su conjunto, que no son conductas excesivamente graves. Además,
y por los mismos motivos, debe velarse por que se cumplan.

En cuanto a la adecuación de la imposición de la pena de inhabilitación, es necesario


determinar, en cada caso, si el “remedio” puede o no ser coherente con lo que se pretende.
En ocasiones, puede ser procedente que el individuo, después de cumplida la pena, vuelva a
su lugar de trabajo, lo cual puede facilitar su reinserción. Sin embargo, en la mayor parte de
ocasiones el hacerlo así con un delincuente socioeconómico puede provocar que se facilite,
en gran medida, su reincidencia en el delito. Y más, cuando una de sus características
personales suele ser la de no tener conciencia de que realmente lo es un delincuente.

Respecto de la pena de multa, puede decirse que, en ocasiones, puede mostrarse como un
arma eficaz contra este tipo de delincuencia, ya que aparte de ser menos inhumana ataca
directamente a un elemento que precisamente ha impulsado al individuo a delinquir y,
además, se puede aplicar a las personas jurídicas. El problema es que si no son
proporcionales al beneficio económico ilegal obtenido, al delincuente le puede resultar
rentable pagarlas y continuar delinquiendo. En todo caso, deben tener un carácter penal, y
no administrativo, para otorgarles la importancia adecuada y en muchas ocasiones ser una
pena accesoria a una principal privativa de libertad.

La respuesta social

En el segundo de los aspectos, en el de la reacción social que suscitan, es habitual una


cierta dificultad de respuesta social ante ellos, que suele venir mediatizada por una serie de
consideraciones que se citan a continuación.

102
· Esperanza de los delincuentes de no ser sancionados.
Es muy común, entre quienes llevan a cabo actividades ilegales relacionadas con la
delincuencia socioeconómica, una cierta esperanza de no ser sancionados, o en el caso de
que se les imponga una pena que ésta sea muy leve. Esta esperanza viene alimentada por
una serie de condicionamientos entre los que pueden encontrarse los siguientes:
- Una complejidad normativa, que en unión de la –muchas veces- inseparable
complicación técnica de las actividades económicas relacionadas con la
organización empresarial, y de los instrumentos para llevarla a cabo (sistemas
informáticos, etc...) hace que se pueda “desdibujar” la posible culpabilidad de
quienes participan en ella, así como incluso la posible existencia del delito.
- Confianza en un apoyo legal al que otro tipo de delincuentes no suelen tener
acceso. Los delincuentes socioeconómicos, y especialmente los de “cuello blanco”,
se apoyan en gabinetes especializados, tanto en los aspectos jurídicos como en los
tecnológicos, en los cuales confían para eludir la aplicación de la ley administrativa
y penal, que se aprovecha para su estrategia de defensa en las complejidades
mencionadas anteriormente.
- Facilidad para desviar la reacción penal y administrativa hacia otras personas
físicas, y especialmente jurídicas, para ocultar sus acciones y beneficios ilegales.
Incluso ingresando los beneficios en paraísos fiscales y/o empleando una red de
organizaciones económicas reales o ficticias para lograr evadir sus
responsabilidades.

· Dificultad y lentitud del proceso.


Las dificultades de un proceso en el caso de un delito de estas características, así como la
lentitud del procedimiento penal, en este caso aún mayor debido a la complejidad de los
asuntos que suelen concurrir, suelen imposibilitar o al menos obstaculizar intensamente la
posible averiguación de todas las circunstancias y responsabilidades y limitar gravemente la
determinación de culpabilidades. A medida que se prolonga tediosamente un proceso
complejo y que, muchas veces, se considera como un problema impersonal, la atención
pública tiende a desentenderse del posible delito y la reacción social a difuminarse.

103
· Conciencia de situación anómica.
Hay una cierta conciencia del delincuente, más o menos inadvertida por su parte, de que
actúa en una situación anómica, en la que no sabe bien donde está la “frontera” entre lo
legal y lo ilegal. El mismo no se considera delincuente y, en muchos casos, tampoco la
sociedad lo califica como tal. Al contrario, para algunos puede llegar a ser un héroe por su
inteligencia y habilidad para enriquecerse.
· Percepción de integración social.
En la gran mayoría de ocasiones, se piensa que el delincuente socioeconómico es una
persona totalmente integrada en la sociedad, por lo que no se trata de un delincuente que
merece un castigo penal, al igual que cualquier otro. Y, si llega a ser condenado, se piensa
que no necesita medidas de reinserción social. Y si la función primordial de la pena
privativa de libertad es precisamente lograr esa reinserción, entonces es que no es adecuado
imponerla a este tipo de delincuentes.
· Falta de reprobación general.
Algunas acciones claramente tipificadas como delito socioeconómico no encuentran una
reprobación general suficientemente fuerte por parte del cuerpo social. Y en ello influye
grandemente el que la creciente y progresiva complejidad de las leyes económicas van
haciendo cada vez más difícil encontrar una frontera clara para el reproche ético hacia este
tipo de conductas, cuanto más para la imposición de una pena hacia sus protagonistas.

Propuestas de medidas politico-criminales

Para concluir, es conveniente enumerar una serie de recomendaciones, de carácter politico-


criminal, realizadas por expertos y organismos internacionales, la mayoría contempladas en
las Recomendaciones sobre la criminalidad económica del Consejo de Europa de 25 de
junio de 1.981, para intentar atajar el creciente problema de este tipo de criminalidad, según
recogen Santiago Leganés y Mª Ester Ortolá, en Criminología /Parte Especial:

- La justicia penal económica debe ser rápida y eficaz. Es conveniente estudiar la


posibilidad de establecer la responsabilidad penal de las personas jurídicas.

104
- La posibilidad de hacer uso apropiado, en los casos graves, de las penas privativas de
libertad, y hacer que las penas pecuniarias sean adaptadas a la situación financiera de los
delincuentes socioeconómicos y a la gravedad de las infracciones cometidas.
- Investigar los medios legislativos u otros a fin de evitar que las penas pecuniarias sean
pagadas por un tercero, e introducir inhabilitaciones profesionales a modo de penas
principales, y prever la indemnización a las víctimas como sanción penal en los casos
apropiados.
- Evitar las lagunas y ambigüedades jurídicas del derecho penal socioeconómico pues este
escenario facilita la actuación de este tipo de delincuencia.
- Especialización de los jueces, fiscales y policías encargados de perseguir este tipo de
delitos. Todos sabemos que son delitos difíciles de probar, por lo que es necesario que se
ocupen de ellos personal especializado que pueda comprender el complicado mundo de las
finanzas.
- Auxilio judicial internacional que facilite la detención, condena y cumplimiento de la
misma de los criminales socioeconómicos. Para lo es necesario la firma de convenios
internacionales que eviten los formalismos y la excesiva burocracia.
- Las penas deben ser proporcionales a los bienes jurídicos quebrantados y a la peligrosidad
de los infractores. Además, deben cumplirse para evitar estímulos criminógenos adversos,
al no producirse una eficaz intimidación.
- Es conveniente la imposición de multas proporcionales al daño causado, así como la
confiscación de los bienes obtenidos del delito.
- También es adecuada la imposición de medidas o sanciones que prohiban al delincuente
socioeconómico ejercer determinados cargos o profesiones (inhabilitaciones).
- Dar publicidad de los delincuentes socioeconómicos y convencer a los ciudadanos que
todos somos las víctimas de estos criminales.

Bibliografía

Delincuencia de “cuello blanco”.


José Ricardo Sanchís Mir y Vicente Garrido Genovés.
Instituto de Estudios de Policía. Colección “Politeia”. Madrid. 1.987.

105
Los delitos económicos: perspectiva jurídica y criminológica.
César Herrero Herrero.
Ministerio del Interior. Secretaría General Técnica. Madrid. 1.992.

Delincuencia: teoría e investigación. Capítulo 11: Nivel socioeconómico y delincuencia.


Sancha Mata, Clemente Díaz y Miguel Tobal.
Editorial Alpe Editores. Madrid. 1.987.

Criminología. Capítulo 33: Los delitos socioeconómicos.


César Herrero Herrero.
Editorial Dykinson. Madrid. 1.997.

Nociones de Criminología. Capítulo 15: Delincuencia económica.


Miguel Angel Núñez Paz y Francisco Alonso Pérez.
Editorial Colex. Madrid. 2.002.

Principios de Criminología. Capítulo 19: La delincuencia económica.


Garrido, Stangeland y Redondo.
Editorial Tirant lo Blanch. Valencia. 2.001.

Empresa y Derecho Penal.


Varios.
Cuadernos de Derecho Judicial. Consejo General del Poder Judicial. Madrid. 1.999.

Criminología /Parte Especial


Santiago Leganés y Mª Ester Ortolá
Editorial Tirant lo Blanch. Valencia. 1999

106
TEMA 15: Inmigración y delincuencia.
Conceptos básicos. La cuantificación del problema. Delincuencia de los extranjeros y
delincuencia de la inmigración. Tipologías delincuenciales. Factores y motivaciones. Las
teorías criminológicas relacionadas. Victimología de la inmigración.

LA INMIGRACIÓN EN ESPAÑA.

Factores de la inmigración.

La inmigración desde los llamados países del tercer mundo es un fenómeno extendido en
toda Europa. Sin embargo, tiene especiales connotaciones en España debido a una serie de
factores que coinciden en nuestro país que lo diferencian de otros de nuestro mismo entorno
geográfico y cultural, salvo, tal vez, los casos de Italia, Grecia y Portugal.

Para empezar, nos hemos convertido –en relativamente pocos años- de país emisor de
emigrantes a receptor de ellos, sin que todavía se halla borrado de nuestra memoria
histórica esa etapa anterior. En los últimos años, no sólo comienza a frenarse la emigración
española hacia Europa, sino que empieza a observarse el aumento del flujo de inmigrantes
que se reciben, debido a la coincidencia de dos fuentes diferenciadas de “suministro” de
material humano: los que podríamos denominar como “retornados” (procedentes, en la
mayoría de casos, de Sudamérica y Europa) y los nuevos inmigrantes que, sobre todo,
provienen del llamado “tercer mundo”.

En el primero de los casos, ese retorno de familiares y descendientes de antiguos


emigrantes y exiliados ha sido consecuencia de la combinación de varias circunstancias:
-El proceso de transición a la democracia en nuestro país.
-El establecimiento de una política efectiva de favorecimiento del regreso de los emigrados
de forma activa. -Un cierto despegue económico que nos acercó a los países de nuestro
entorno.

107
En el segundo, el caso de los que podríamos calificar como inmigrantes propiamente
dichos, se pueden distinguir dos tipos de circunstancias concurrentes que han favorecido el
aumento del flujo de extranjeros hacia nuestro país: las que son características de los países
emisores y las influyentes por parte del país receptor (es decir, el nuestro).

Entre las primeras, pueden citarse las siguientes:


- Cambio en las tendencias migratorias. En los principios del siglo XX podían distinguirse
dos grandes corrientes migratorias claramente diferenciadas: una emigración de Europa
hacia América, preferentemente protagonizada por en entorno anglosajón hacia
Norteamérica y –por otro lado- de países como España e Italia hacia Sudamérica. También
tuvieron una cierta importancia las que se produjeron desde los países mediterráneos en
general hacia el norte de Europa. En la actualidad, el fenómeno migratorio se produce de
norte a sur, de los países subdesarrollados del tercer mundo hacia el espacio geográfico de
la Comunidad Económica Europea.

- Restricciones de terceros países. Al mismo tiempo que se adoptan medidas restrictivas


por parte de muchos países europeos, como consecuencia del aumento de la inflación y del
paro, en los países emisores se produce el fenómeno complementariamente contrapuesto.
Es decir, lo que se potencia es la política de emigración. La coincidencia de ese
endurecimiento de las políticas inmigratorias de los países europeos de nuestro entorno con
la más receptora de España ha provocado que muchos inmigrantes prefirieran nuestro país.

- Existencia de países con régimen dictatorial. Las dictaduras políticas del cono sur
americano, así como otros regímenes autoritarios africanos, han provocado que ciertos
segmentos de población (especialmente los más concienciados políticamente) hayan
tendido a buscar terceros países con sistemas políticos más democráticos y respetuosos de
los derechos humanos.

- Fragilidad económica y política. Independientemente del sesgo político, más o menos


totalitario, otro aspecto influyente en el aumento del flujo emisor de emigrantes ha sido el
de una ya persistente fragilidad, tanto en el aspecto político –aún en el caso de países con

108
regímenes democráticos- como en el área económica. Y cuestiones políticas y económicas
son las dos circunstancias más determinantes en la decisión de buscar otro país de
residencia y de trabajo.
Entre las circunstancias propias de los países de acogida que facilitan la recepción de
emigrantes, y en concreto en el caso de España, se encuentran las que se mencionan a
continuación:

-Especial situación geográfica. Respecto de la emigración procedente de los países del


continente africano, España es el puente físico natural que une a éste con el espacio
europeo. Situación geográfica que nos convierte en el paso ineludible entre uno y otro, y
que provoca una mayor probabilidad de que aumente el número de los que –en ese tránsito-
deciden quedarse aquí.

-Afinidades culturales y lingüísticas. En este caso, el puente físico se convierte en


intangible, pero igualmente operante, respecto de los países sudamericanos. La secular
identidad cultural e idiomática de esos países con el nuestro se convierte en una
circunstancia determinante de que lo elijan como destino.

-Economía sumergida. La consolidación de España como país industrializado, y el auge


económico consiguiente, también llevó consigo la consolidación de una creciente economía
sumergida. Como consecuencia, empieza a demandarse mano de obra no declarada en los
sectores laborales más marginales. De ahí que la actividad laboral en esos sectores sea
desempeñada por inmigrantes extranjeros, que tienden a venir en mayor número para
ocuparla.

-Afluencia turística. En un número de casos no poco importante, la gran afluencia de


turistas facilitó el asentamiento de personas que, aparentemente, entraron en nuestro país
por motivos turísticos, pero que luego –por uno u otro motivo-decidieron establecerse de
manera permanente.

Además de los factores mencionados también tienen su influencia dos aspectos que
comparten elementos pertenecientes –al mismo tiempo-tanto a los países emisores como a

109
los receptores. Uno es el llamado “efecto llamada”, por el cual los potenciales inmigrantes
–al observar la experiencia de sus compatriotas que ya han emigrado (algunas veces
presentada de forma idealizada por los propios sujetos que la han vivido)- tienden en mayor
medida a llevarla a cabo ellos también, ciertamente con resultados desiguales según el caso.
Otro aspecto, complementario con el anterior en la mayoría de ocasiones, y que influye en
la elección del país de destino y en la distribución geográfica dentro de él, es la existencia
de colectivos nacionales ya establecidos y que pueden actuar a modo de “avanzadilla” que
permite más fácilmente el acogimiento de nuevos inmigrantes en el mismo lugar.

Aspectos cuantitativos.

Aún teniendo en cuenta que es necesario distinguir entre los extranjeros que se encuentran
al margen de cualquier dato oficial por permanecer en situación de residencia ilegal, es
conveniente e ilustrativo realizar una aproximación cuantitativa de los que residen en
nuestro país, y –sobre todo-la evolución que ha sufrido en los últimos años.

En los siguientes gráficos puede verse la comparativa entre los extranjeros residentes en
España, referida al año 2.002 respecto del 2.001, según fuentes del Anuario de Migraciones
del Ministerio de Trabajo y Asuntos. En este primer gráfico se reflejan los datos
correspondientes al continente europeo, en lo que se refiere a los países que mayor número
de residentes tienen en nuestro país. Las cifras se mantienen aproximadamente iguales en
porcentaje, siendo –en ambos años- Gran Bretaña el país que mayor número de residentes
europeos aporta.

110
Otro caso es el del continente asiático, donde pueden destacarse especialmente dos aspectos
que se observan en el gráfico. En primer lugar, el aumento –relativamente importante- de
los residentes chinos y paquistaníes. En segundo, que éstos últimos han llegado a
equipararse al número de los residentes filipinos, en segundo lugar en importancia, mientras
que los chinos siguen estando en primer lugar. En todo caso, el número de residentes se
mantienen cuantitativamente por debajo del número de europeos.

En cuanto al continente africano, salta a la vista que el país que mantiene el mayor número
residentes en España es Marruecos. Incluso respecto de la comparación con el resto de
países africanos o no africanos. Y aunque ello es difícil, dadas las ya elevadas cantidades de
que se trata, también hay que destacar que –en el corto espacio de un año-se ha llegado a un

111
incremento porcentual de casi un 70%, y a un número de –nada menos- que 234.937
residentes legalizados, lo cual no tiene comparación con las cifras de ningún otro país. Lo
cual es un factor que habrá que tener en cuenta respecto del estudio de la delincuencia y
victimización de los extranjeros.

En el continente americano destacan los casos de los residentes colombianos y


ecuatorianos, que destacan muy por encima de la tónica general del aumento de residentes,
con aumento porcentual de un 357% y un 654%, respectivamente, en el plazo de un año.

112
LA INMIGRACIÓN EN ESPAÑA: ASPECTOS CUALITATIVOS.

Si importantes se pueden mostrar los aspectos cuantitativos de la inmigración en España,


desde el punto de vista del posterior estudio de la delincuencia de los extranjeros y de los
inmigrantes, así como de los procesos de victimización que éstos puedan sufrir, no lo son
menos lo de tipo cualitativo que –incluso en mayor medida-pueden llegar a influir en los
mencionados aspectos criminológicos, por ser factores que pueden a mediatizarlos y
configurarlos. Dentro de estos últimos, prestaremos especial atención a las motivaciones
individuales que les han empujado a la inmigración, la localización geográfica en el país de
recepción (es decir, en este caso el nuestro), las características de las redes sociológicas de
inserción, el nivel de formación de los inmigrantes, las vías empleadas para el acceso a
España, su situación laboral y los tipos de vivienda utilizados aquí, y la entidad y forma de
los contactos que siguen manteniendo con su país de origen.

Las motivaciones individuales.

Los factores que más pueden llegar a determinar la motivación individual para emprender
el camino de la inmigración hacia otro país, con todo lo que ello implica de inicio de una
nuevo modo de vida, y de abandono de todo lo que –hasta ese momento-formaba parte de
la suya, pueden ser de carácter económico, político o cultural.

En la mayor parte de estudios sobre este tema, se coincide en que los desplazamientos de
los inmigrantes se producen, en la mayor parte de casos, por motivos de carácter
económico. Y, en realidad, ese aspecto de una mejora de vida en el ámbito es uno de los
acicates más importantes para alimentar una predisposición a mejorar económicamente
mediante un cambio de vida que puede propiciar el desplazamiento hacia un país donde
pueda acceder a oportunidades para lograrlo.

No obstante, el aspecto económico no es determinante por sí solo ya que -en determinados


casos-es la cuestión política, al margen de la puramente económica, la que hace que el
potencial emigrante se decida a efectivamente a serlo, normalmente buscando escapar de un
país de características dictatoriales para encontrar y residir en otro más democrático. Sin

113
que pueda excluirse que -a veces-concurran ambas circunstancias, la política y la
económica, potenciándose el efecto de la existencia de una sola de ellas.

Por último, un factor que presenta una especial importancia por sí mismo es el de carácter
cultural. Factor que –en el asunto que estamos tratando-se compone fundamentalmente de
dos elementos:

™ Privación relativa. La cual comienza a actuar creando en el individuo una


cierta inquietud cuando compara el entorno en que se desenvuelve, con otro futuro
en el que prima la sociedad de consumo y en el que el prestigio lo determina la
calidad y cantidad de la posesión material. Esta sensación de privación relativa se
suele acrecentar por la acción de los medios de comunicación social, los cuales –en
ocasiones-muestran al potencial emigrante la permisibilidad de la civilización
occidental, en contraste con las limitaciones de su entorno de origen.
™ Cultura de emigración. Existente en el país de origen, y que hace que se
facilite la decisión efectiva de emigrar por parte del individuo o del grupo. Decisión
que se ve potenciada por la acción de la red de amigos y familiares, que es la que –
en mayor medida- influye en esa decisión. Pero que, en todo caso, no es la única.
Por ejemplo, un elemento que puede reforzar la decisión de emigrar es la propia
experiencia migratoria entre la zona rural y la urbana dentro de un mismo país.

La elección de un destino determinado está íntimamente relacionado con este último


elemento: las redes migratorias existentes en la comunidad de origen. El lugar en concreto
que se termina por elegir se tiende a elegir en función de los siguientes aspectos:
-Los vínculos personales que se tengan en la zona.
-La proximidad del país de acogida.
-Las posibilidades económicas y legales.
-La identidad de idiomas y/o culturas.

Los factores emigratorios.

A continuación, nos detendremos brevemente en las consideraciones cualitativas más

114
relacionadas con los factores de la emigración en los colectivos de emigrantes más
importantes en nuestro país desde el punto de vista cuantitativo. En cada uno de los casos,
nos referiremos a la red de inserción y localización geográfica, a la edad, instrucción y
estado civil del colectivo en cuestión, la forma de vivienda, la situación laboral más
extendida, y las formas de mantenimiento del contacto con su país de origen, siguiendo los
resultados obtenidos por el estudio cualitativo realizado por Ramírez Goicoechea en la
publicación “Inmigrantes en España: vidas y experiencias”, citado por Elisa García España
en “Delincuencia de los inmigrantes: análisis criminológico”.

Magrebíes.

Red de inserción
Para este colectivo es esencial la acogida por parte de sus compatriotas ya establecidos. La
red de familiares y amigos es muy extensa para ellos, no sólo en España, sino también en el
resto de países europeos y, por ello, disponen de una mayor red migratoria.

Localización geográfica.
El colectivo magrebí más antiguo y extenso, el de los marroquíes, se asienta principalmente
en Cataluña y la zona mediterránea. Por su parte, la colonia de argelinos se localiza –en
mayor medida- en Alicante y Valencia.

Edad y estado civil.


Los inmigrantes marroquíes más antiguos son mayoritariamente hombres, aunque –en la
actualidad-destaca una nueva inmigración en la que hay un gran número de mujeres. Hasta
hace muy poco, la mayor parte eran solteros o casados solos. Ahora, hay mayor presencia
de familias. El índice de reagrupamiento familiar es muy alto. En el caso de los marroquíes
la edad ronda alrededor de los 20-22 años, y aumenta respecto de los casados. Para los
argelinos el intervalo se amplía de los 18 a los 29 años.

Formación y situación laboral.


En general, el nivel de estudios es bajo. Mucho, incluso son analfabetos en su propia

115
lengua, cuanto más en la española. No obstante, existe un pequeño grupo con algo más de
formación –normalmente estudiantes- que por motivos variados se incluyen en el colectivo
de trabajadores. El colectivo argelino, debido a su mayor procedencia urbana, suele tener
una mayor formación profesional y un nivel de estudios algo más elevado. El sector laboral
donde mayor presencia tienen es el de la construcción, el agrario y la venta ambulante. En
todo caso, con una gran movilidad entre unos y otros, y con una acentuada provisionalidad
que facilita una cierta movilidad geográfica. Las mujeres suelen cubrir la actividad de
servicio doméstico. La seguridad e higiene del trabajo suele ser bastante deficiente,
especialmente en los trabajos agrícolas.

Vivienda.
Aunque el denominador común en este aspecto es la precariedad, existen dos modalidades
de residencia: los que habitan en pisos de alquiler (aunque el acceso a este tipo de viviendas
es difícil por su precio y el recelo de los propietarios a alquilárselos), o los que viven en
chabolas o casas abandonadas, con muy deficientes condiciones de habitabilidad en la
mayoría de casos. Otra forma de vivienda relativamente habitual es la residencia en
pensiones, sobre todo en el caso de los recién llegados. Algunas de estas pensiones llegan a
especializarse en este tipo de clientes y se caracterizan por su falta de condiciones de
habitabilidad.

Contacto con el país de origen.


Los contactos de los emigrantes marroquíes con su país de origen suele ser frecuente,
especialmente en el caso de los que tienen una situación más normalizada, que suelen viajar
a Marruecos una vez al año. El teléfono es un medio habitual de mantener la comunicación
con sus familiares, y es frecuente el envío de dinero mediante el giro postal. Los argelinos,
en concreto, suelen usar bastante de la prensa y los medios de comunicación para sostener
ese contacto y mantenerse al día de la situación política de su país.

Subsaharianos.

Red de inserción

116
Es el grupo con mayores dificultades de entrada en nuestro país, utilizando como vía de
entrada preferente la marítima. La red de inmigración, al contrario que en el caso de los
magrebíes, no suele actuar de incentivo para la emigración. Sin embargo, el apoyo mutuo
entre los componentes de este colectivo suele ser muy grande, aún en el caso de distintas
nacionalidades.

Localización geográfica.
La diversidad de este colectivo es grande y suelen distinguirse tres grandes grupos en
función de su país de colonización: francófonos (procedentes de Senegal, Zaire y
Camerún), anglófonos (de Nigeria, Liberia y Somalia), y lusoparlantes (de Cabo Verde,
Angola y Mozambique). Tradicionalmente, los más numerosos en España son los
senegaleses y caboverdianos. Los primeros tienen su colonia más antigua en Cataluña,
mientras que los segundos se asentaron preferentemente en León y Galicia.

Edad y estado civil.


La mayoría son hombres, solteros y relativamente jóvenes, estando la mayoría por debajo
de los 35 años.

Formación y situación laboral.


Los que tienen una mayor formación han emigrado –sobre todo- por motivos políticos y su
procedencia es urbana. Los que lo hicieron por motivos económicos, por el contrario, se
sitúan en una clase social baja, y muchos son analfabetos y tienen una baja cualificación
profesional. Por su condición de ilegales, muchos trabajan en la economía sumergida,
especialmente en la venta ambulante (en condiciones de gran precariedad), o en el ámbito
agrícola (donde se da una menor movilidad geográfica). La especial ubicación de los
caboverdianos en León y Galicia hace que muchos de ellos se hayan dedicado a la minería.

Vivienda.
También este colectivo encuentra grandes dificultades para el acceso a la vivienda. Lo más
habitual es que compartan vivienda con otros subsaharianos, aunque sean de distinta
nacionalidad.

117
Contacto con el país de origen.
El contacto con su país de origen es menor que el de los marroquíes. Y es que la gran
distancia geográfica es –en la gran mayoría de casos-una distancia infranqueable. Como
sustitutivo, el empleo de la correspondencia postal, y –sobre todo el teléfono- es por ello
relativamente importante.

Hispanoamericanos

Red de inserción
Junto con el marroquí, el colectivo hispanoamericano es el grupo inmigrante más numeroso
en España, estando representados en él la práctica totalidad de los países hispanohablantes
de ese continente. Su tejido social se asienta especialmente en el grupo familiar (de gran
influencia en cuanto a su poder incentivador), aunque –en este caso-también tiene una
cierta importancia el círculo de los amigos. A diferencia de los magrebíes, no suelen tener
puntos de contacto en el resto de Europa, aunque –en ciertos casos-sí en Estados Unidos.

Localización geográfica.
Su localización geográfica en nuestro país se puede establecer en dos grandes grupos en las
ciudades de Madrid y Barcelona, con una clara tendencia a expandirse progresivamente por
el resto del territorio nacional.

Edad y estado civil.


La media de edad suele superar el de otros colectivos que se caracterizan por su juventud,
como el de los africanos. La nacionalidad del colectivo suele determinar el sexo
predominante. En algunos casos, el protagonismo en el proceso inmigratorio tiene una
especial importancia la mujer, por las mayores facilidades que tiene para acceder a
determinados puestos de trabajo, como es el caso –por ejemplo- del servicio doméstico.

Formación y situación laboral.


Suelen tener una cualificación superior a la de otros inmigrantes e incluso –a veces- a la de

118
la media de nuestro país, encontrándose entre ellos a un número elevado de licenciados y
diplomados, y con pocos analfabetos o con estudios primarios. Esa mayor cualificación les
facilita el acceso a una mayor diversidad de sectores laborales, o a otros que suelen estar
vedados a otro tipo de inmigrantes, como es el caso de la hostelería. En ocasiones, las
mujeres se adentran en la prostitución, bien por haber sido engañadas, bien por constituir un
recurso alternativo ante los obstáculos encontrados.

Vivienda.
Aunque las dificultades también están en los elevados alquileres (especialmente en la zona
urbana), no tiene las mismas dificultades que los colectivos magrebíes o africanos en
encontrar negativas por parte de los propietarios de viviendas en alquilárselos. Suelen
convivir con personas de su propia red migratoria, y –en ocasiones- algunas de las mujeres
que trabajan en el servicio doméstico viven en el propio domicilio del empleador.

Contacto con el país de origen.


Lo más característico de este colectivo es la dificultad de realizar un viaje hacia su país de
origen, debido a la gran carga económica que supone por la gran distancia a recorrer. La
decisión de viajar hacia sus países se ve mediatizada, en gran medida, por las deudas
contraídas para iniciar el proceso migratorio.

Asiáticos.

Red de inserción.
Es el colectivo de inmigrantes menos numeroso y más alejado culturalmente. Las
nacionalidades más representadas son la filipina y la china. En el primer caso, el grupo se
compone esencialmente de mujeres, que son las que suelen tomar la iniciativa del proceso
migratorio para –posteriormente- traerse al resto de familiares. En el segundo, es un
colectivo de gran tradición migratoria que está representado en la práctica totalidad de
países desarrollados. Sus redes de acogida son muy organizadas, y constituye un grupo
especialmente endogámico.

119
Localización geográfica.
El colectivo chino se reparte tradicionalmente a lo largo de la geografía del país de
recepción, si bien pueden surgir núcleos de residencia con mayor concentración de
emigrantes. En el caso de los filipinos, su residencia habitual suele detectarse -en mayor
medida- en las poblaciones de Madrid o Barcelona.

Edad y estado civil.


El colectivo inmigrante filipino esta compuesto principalmente por mujeres jóvenes (entre
20 y 30 años) y solteras. Recientemente puede observarse un aumento de población
masculina, lo que parece deberse al fenómeno de la reagrupación familiar. La inmigración
china no parece tener unas características determinadas en cuanto a su edad y estado civil,
sino que es un colectivo menos uniforme, si bien la reagrupación suele darse cuando los
más jóvenes recogen a los de mayor edad.

Formación y situación laboral.


Disponen, en muchos casos, de una formación de tipo medio y –a veces- universitaria, en el
caso de los filipinos. Fue el primer colectivo inmigrante en acceder al sector laboral del
servicio doméstico y suelen –en gran medida-desempeñarlo con carácter interno. En cuanto
al colectivo chino, su formación es de un nivel algo menor. Su actividad laboral se limita –
casi exclusivamente- a trabajos en los restaurantes, y en comercios y talleres del sector
textil.

Vivienda.
Debido a las características de su actividad laboral en el servicio doméstico las mujeres
filipinas suelen vivir en el domicilio donde desempeñan la misma. Además, a diferencia de
las hispanoamericanas, no muestran deseos de independencia en ese sentido. Las que
trabajan como externas suelen compartir piso entre varias amigas.

Contacto con el país de origen.


El colectivo de filipinos, salvo casos esporádicos no muestran un especial interés en
mantener un contacto habitual con su país de origen, especialmente si no existen

120
motivaciones familiares que lo provoquen.
Tampoco es especialmente intenso en el caso de los chinos, aunque –en este caso- sí
tienden a viajar (de manera muy esporádica) para ver a sus familiares.

Europeos.

Red de inserción.
Dejando aparte los antiguos países inmigrantes hacia el nuestro, como puede ser el caso de
los portugueses, el movimiento migratorio está actualmente protagonizado por los
colectivos procedentes de los países del este europeo. Grupos de inmigrantes que
comenzaron a hacerlo como peticionarios de refugio, tras las transformaciones políticas que
experimentaron en esa zona geográfica. Hasta hace poco, la nacionalidad más representada
era la polaca. Sin embargo, en los últimos años el número de emigrantes rumanos ha
superado con creces al resto de los procedentes de los países del Este. En todo caso, en
todos ellos funciona mejor la red de amigos que la de los familiares, debido a lo reciente del
fenómeno en ellos.

Localización geográfica.
La mayor parte de rumanos reside en Madrid. Le siguen en número de residentes las
ciudades de Almería y Zaragoza.

Edad y estado civil.


Al tratarse de un tipo de inmigración con poco componente familiar, es habitual que se
realice el proceso en solitario y –por ello- se trata de una población joven (entre 20 y 35
años). Sin embargo, no predomina un tipo en especial de estado civil.

Formación y situación laboral.


Hasta hace poco, el nivel educativo de este tipo de inmigrantes podría conceptuarse como
de elevado. Sin embargo, el creciente aumento de inmigrantes rumanos, habitualmente con
muy bajo nivel de formación, hace que la consideración de este aspecto haya cambiado en
los últimos años. Aparte de la actividad de venta ambulante -e incluso mendicidad-que

121
desempeñan muchos rumanos, otros individuos del resto de países se dedican a la
construcción. No son comunes en ellos las tareas agrícolas. Un rasgo distintivo, dentro de
los trabajos de mayor cualificación, son los relacionados con la música, tanto en su
enseñanza como en su práctica. Algunas mujeres se emplean en el sector doméstico,
aunque es menos usual que lo realicen como internas.

Vivienda.
Salvo el caso de los inmigrantes procedentes de Rumanía, los cuales suelen residir en
entornos de chabolismo, los procedentes del resto de países no encuentran problemas a la
hora de alquilar viviendas, las cuales suelen compartir con otros compatriotas.

Contacto con el país de origen.


Es relativamente frecuente mostrar un cierto interés por la información política de su lugar
de origen. Cuando su situación legal lo permite, también suelen organizar (sobre todo en el
caso de los polacos) viajes en grupo a su país, normalmente en vehículos. Dado lo reciente
de su inmigración, se aprecia una división entre los que regresan por sentirse fracasados en
su intento migratorio, y los que aprecian ese retorno como algo muy lejano.

LA INMIGRACIÓN: CONCEPTOS BÁSICOS.

Una de las dificultades que se presentan en la gran mayoría de las investigaciones


criminológicas es la determinación del objeto de la misma. Lo que en ocasiones es
complicado, debido a la necesidad de recurrir a conceptos que no deben sujetarse al mero
concepto penal del asunto a investigarse. Por otra parte, a todo ello se añade la necesidad de
una terminología que debe contener un significado lo suficientemente claro por sí mismo,
como para procurar una unidad de criterio en todas las investigaciones relacionadas.

Por eso, previamente a iniciar la profundización en los aspectos criminológicos y


victimológicos de la inmigración, ha de procederse a precisar cuál es el contenido de cada
uno de los diferentes conceptos que se pueden emplear respecto de este fenómeno.

122
Conceptos inmigratorios.

El término extranjero suele definirse de manera inversa. Es decir, en la gran mayoría de


legislaciones de los diferentes países suele entenderse por tal –desde el punto de vista legal-
a todo aquél que no es nacional del mismo. Sin embargo, y a pesar de lo aparentemente
claro del término, esa concreción no es tan efectiva. El problema surge cuando, en
aplicación del Acuerdo Schengen, la Unión Europea define extranjero como “toda aquella
persona que no sea nacional de los Estados miembros de la Comunidades Europeas”. Lo
cual modifica el concepto existente en todos los países implicados ya que tener una
nacionalidad de uno de los Estados miembros es como tener las doce nacionalidades”.

De lo anterior se deduce la existencia de dos categorías de extranjeros, según el concepto


tradicional que se ha empleado habitualmente: los comunitarios (para los cuales rige el
criterio de la no discriminación), y los extracomunitarios. En esencia, el término extranjero
se transforma en un concepto global, compuesto por un cierto número de especies
diferentes cuyo denominador común es la carencia de nacionalidad española y, según el
caso, la mayor o menor limitación del disfrute de derechos.

Dentro del concepto de extranjero extracomunitario, y a los efectos de delimitar entre lo


que debe considerarse como delincuencia de los extranjeros o delincuencia de la
inmigración, puede distinguirse entre los extranjeros extracomunitarios privilegiados y
desfavorecidos. La delincuencia de los primeros, dadas las características de éstos y sus
condiciones de residencia en nuestro país, no suele comprenderse dentro del concepto
criminológico de la delincuencia de la inmigración, sino en la criminalidad de los
extranjeros. Entre este tipo de residente extranjero pueden citarse a los representantes
diplomáticos, técnicos, profesores o científicos invitados o contratados por España,
personal directivo de empresas o profesorado extranjero, funcionarios civiles y militares de
Administraciones estatales extranjeras, artistas para la realización de sus actividades, etc...
Por extranjeros “desfavorecidos” se entiende a todos aquellos que no pertenecen a un grupo
con las características de los anteriores y cuya permanencia en nuestro país está restringida

123
y limitada por muchos requisitos.

Es necesario, en este punto, distinguir –dentro del grupo de los “desfavorecidos”- entre
quienes deben considerarse como inmigrantes o no. Además de la intención de permanecer
residiendo y trabajando en España, los primeros tienen una triple característica: el motivo
de su traslado es económico-laboral o político, ocupan los sectores más deprimidos del
mercado de trabajo y presentan un fuerte desarraigo familiar y cultural.

Los inmigrantes pueden encontrarse en situación legal o ilegal. Es decir, con una situación
reconocida para permanecer en España en alguno de los supuestos recogidos por la Ley de
Extranjería, o con una administrativamente no reglada para hacerlo, ya que esta última
situación –en España-no es una conducta penalmente típica. Y, en muchos casos, esa
ilegalidad administrativa está –además- relacionada subliminalmente con el concepto de
marginación. Marginación que suele ser la consecuencia lógica, aunque no necesaria, de
esa ilegalidad. Esa ilegalidad puede ser de origen, es decir, como consecuencia de una
entrada clandestina en nuestro país; o sobrevenida, en el caso de haber entrado legalmente,
pero permaneciendo luego sin permiso de estancia o residencia.

En todo caso, entre una y otra situación son distinguibles diferentes matices que podrían
representarse gráficamente mediante el siguiente eje:

Legales Regularizados En trámite Perdidos Clandestinos Indocumentados Ilegales

Entre los que permanecen en nuestro país de forma legal, se encuentran, además de los
claramente legalizados, a los regularizados (es decir, aquellos que han conseguido hacer
legal su situación después de aportar la documentación necesaria) y los que están en trámite
de hacerlo (es decir, han aportado la documentación y están esperando la decisión al
respecto, o están tramitando esa documentación). Con la expresión “perdidos” se alude a
aquellas personas, en muchos casos jubilados europeos, que viven en España
despreocupados de su situación y que han desaparecido de las estadísticas oficiales). El
conjunto de los claramente irregulares agrupa a los ilegales propiamente dichos, así como a

124
los clandestinos (los que disponen de algún tipo de documentación, pero que es insuficiente
para entrar en España y utilizan una vía irregular para hacerlo), y los indocumentados (los
que no disponen de ningún documento que los identifique).

Llegados a este punto conviene distinguir entre la delincuencia de los extranjeros y la de los
inmigrantes. La primera –según la clasificación anteriormente comentada- se refiere a la
llevada a cabo por los extranjeros comunitarios, o los extracomunitarios. La segunda, a los
extranjeros extracomunitarios desfavorecidos que desean establecer su residencia, de
manera permanente o provisional en España. Es decir, incluye a los inmigrantes -tanto
legales como ilegales- en cualquiera de sus variaciones.

El perfil del inmigrante en España.

De la mayoría de estudios relacionados con la inmigración se deduce un perfil del


inmigrante, en gran medida subjetivo, pero con muchos rasgos basados en otros aspectos
objetivos, que podría resumirse en lo siguiente:
-Es un hombre joven.
-De origen magrebí.
-Permanece en nuestro país en situación ilegal, especialmente de origen. Es decir, han
entrado de forma clandestina en España y luego permanecen aquí sin ningún tipo de
permiso de trabajo o de residencia.
-No tiene una actividad profesional o laboral estable, o –en la mayoría de las ocasiones- no
tienen ninguna reconocida. Las que puede ir consiguiendo, en muchos casos de forma
temporal, es de las más desfavorecidas.
-La entrada en nuestro país se produce, en mayor medida, por motivos económico-
laborales.
Los delitos más relacionados subjetivamente con los inmigrantes, especialmente los
ilegales, es el tráfico o el contrabando de drogas –por una parte- y el robo, por otra. Se trata
de delitos utilitarios que buscan la subsistencia por medios marginales y con poco esfuerzo.
-De los delitos anteriores, los primeros se utilizan –sobre todo- para obtener medios
económicos para asegurarse el pago de su entrada en nuestro país, y luego vivir en él; los

125
últimos, como medio de vida una vez han conseguido entrar.
-Denotan pobreza lingüística y escolar, incluso en su propio idioma.
-Una vez llegados a España, suelen encontrarse alojados en condiciones precarias, o incluso
sin domicilio fijo.

LA DELINCUENCIA DE LOS EXTRANJEROS

En el siguiente gráfico puede observarse una estadística referida a las detenciones policiales
de extranjeros. En ella, puede verse que los delitos mayoritarios que han provocado esa
detención están relacionados con la delincuencia patrimonial. Especialmente, los robos con
fuerza en las cosas o la intimidación en las personas. La segunda razón para las detenciones
es el conjunto de delitos contra la salud pública relacionados con el tráfico de drogas. En
cuanto a las falsedades, en la mayor parte de casos se refiere a las de tipo documental.

La repartición porcentual respecto de las detenciones de los nacionales es bastante similar,


salvo un aumento porcentual de la mayoría del resto de delitos (tráfico de drogas, contra las
personas y los de carácter sexual, en detrimento de la categoría de “otro” que actúa a modo
de “cajón de sastre” para el resto de delitos no contemplados en las anteriores:

126
Paradójicamente -y si nos remitimos a las estadísticas penitenciarias- mientras los
porcentajes permanecen bastante similares en el caso de los nacionales, en el caso de los
extranjeros varía de manera aparentemente inexplicable, lo cual nos debe llevar a buscar
una explicación coherente:

Para ello, en cuanto a los delitos en los que se observa esa contradicción (es decir, los
relacionados con el tráfico de drogas y los patrimoniales), es conveniente comparar las
cifras relativas a las detenciones, las sentencias y las de los que se encuentran en prisión
preventiva, en un mismo lapso de tiempo. Así, se estudia la interrelación y la influencia en
ello de los controles formales policial, judicial y penitenciario. La comparación cuantitativa
se recoge en el siguiente cuadro:

En la tabla aún pueden verse más discrepancias, además de la mencionada anteriormente: -

127
Se puede observar una evidente desproporción entre las detenciones y las sentencias entre
un tipo de delitos y el otro. La diferencia entre el número de detenciones en el caso de los
delitos contra la propiedad y las sentencias condenatorias por ellos es muy importante. -Esa
desproporción también se da entre las sentencias y el número de individuos que permanece
en prisión preventiva, incluso siendo mayor la segunda cifra que la primera, en el caso de
los delitos relacionados con el tráfico de drogas.

Las explicaciones a cada uno de los extremos anteriores pueden residir –en general-con las
diferentes respuestas legales y policiales que se da a la delincuencia de los extranjeros, y
especialmente a la de los inmigrantes, y –en concreto-a las consideraciones siguientes:

-Respecto de la primera de las contradicciones, y aunque lógicamente el número de las


detenciones siempre supera a la cantidad de sentencias, el número de las primeras
relacionadas con inmigrantes sospechosos de un delito contra la propiedad es
sorprendentemente elevado. Las posibles explicaciones pueden ser las siguientes:
-La existencia de un mayor control formal de los extranjeros (y sobre todo de los
subjetivamente calificados como inmigrantes) por su percepción como peligrosos sociales,
debido a la influencia de determinados estereotipos.
-Para el control formal policial se percibe como menos necesario el recabar pruebas para la
condena de inmigrantes, por lo que –cuando llega el momento de la sentencia es más
problemático el llegar a imponerlas con las suficientes garantías jurídicas.
-El celo profesional policial parece decantarse hacia las actuaciones sobre los inmigrantes,
porque que se consideran más “fáciles” y “compensan” más, al provocar un menor rechazo
social por parte del resto de residentes, supone una menor implicación emocional y social
que actuar con estos últimos, facilitan más resultados, etc...
-En muchos casos, la sentencia se puede obviar por sustituirse por un internamiento
administrativo previo a la expulsión. Lo cual sucede, en mayor número de casos, respecto
de los delitos contra la propiedad y por las razones que se especificarán más adelante.
-En cuanto a la segunda, las estadísticas judiciales hacen referencia a las sentencias
emitidas en un año, mientras que las penitenciarias a la población que permanece
condenada en los establecimientos penitenciarios. Es decir, los datos penitenciarios se

128
refieren al número de condenados que están en prisión en el año, aunque hubieran sido
condenados en años anteriores. En todo caso, ¿por qué la contradicción aparece en los
delitos de drogas y no los cometidos contra la propiedad? Puede ser porque también
influyan los criterios para los procesos de expulsión mencionados anteriormente. Los
delitos contra la propiedad, en comparación con los de tráfico de drogas, incluso pueden
llegar a facilitar el proceso de expulsión (y, de ese modo, “desaparecer” de las estadísticas
penitenciarias), porque:
-Suelen suponer una condena menos grave. -Son de carácter nacional, a diferencia de los
del tráfico de drogas que suelen serlo de ámbito transnacional. -Se aplica más la prisión
preventiva en el caso de los delitos de tráfico de drogas, debido a la concurrencia de los dos
elementos anteriores.

Tipologías delictivas.
De un estudio realizado por Elisa García España, Delincuencia de los inmigrantes: análisis
criminológico. Editorial Tirant lo Blanch. 2.001, analizando los expedientes penitenciarios
de internos extranjeros en prisión, y excluyendo de la muestra a los ingresados por un delito
a su entrada en España, se obtuvieron los siguientes resultados:

Como puede verse, se confirman los resultados de las estadísticas generales en cuanto a los
delitos que mayor protagonismo detentan en la delincuencia de la inmigración: los del
tráfico de drogas y los patrimoniales.

Por otra parte, pueden destacarse de sus resultados otras dos peculiaridades:

129
-Dentro de la tónica general de mayor preponderancia de los delitos de tráfico de drogas
sobre los patrimoniales (que son los dos más extendidos entre la población extranjera), en
el caso de los procedentes del Magreb y del continente asiático, las cifras se igualan
sensiblemente, en contraste con lo que sucede con el resto de procedencias.
-La figura de la extradición se concentra de forma mayoritaria en el caso de los europeos, lo
que parece indicar que –en un número apreciable de casos- se trata de delincuentes que ya
lo eran en su país de procedencia. También, lógicamente, por un mayor número de
convenios de extradición con respecto de los países europeos. Sin embargo, este único
elemento no parece explicar –por sí solo- la evidente desproporción.

DELINCUENCIA DE LOS ENTRANJEROS: ASPECTOS CUALITATIVOS.

De la diferenciación expuesta anteriormente entre el estatus y definición de extranjero y de


inmigrante se desprende que –desde el punto de vista criminológico- deben existir
características diferentes, por lo que pasaremos a comentar, por separado, las de cada una
de las dos situaciones.

Delincuencia de la inmigración.

De las conclusiones extraídas respecto del estudio de los delitos de los extranjeros (sin
diferenciación previa entre inmigrantes y extranjeros se desprende que los delitos más
importantes desde el punto de vista cuantitativo son los relacionados con el tráfico de
drogas y los patrimoniales. Por ello, realizaremos un breve comentario de estos dos grupos
de delitos, pero referidos a la delincuencia de la inmigración.

Tráfico de drogas.
-Un primer tipo de delitos relacionados con el tráfico ilegal de sustancias es el del tráfico de
drogas desde el exterior de las fronteras. En relación con ellos, una de sus principales
características es el aprovechamiento de las vías de entrada ilegal empleadas por los
propios inmigrantes. Casos típicos de este tipo, son el de las “pateras” en magrebíes y
subsaharianos (hachís), o el de las “mulas” sudamericanas (cocaína).
-El segundo grupo es el de la venta, ya en el interior del territorio, por inmigrantes

130
residentes legales o ilegales. Se detectan principalmente dos grupos: el de los comunitarios
más o menos “profesionalizados” (drogas de diseño, heroína...), o inmigrantes ilegales
(hachís, pastillas… )
-Los sujetos activos no sienten haber realizado una conducta grave desde el punto de vista
penal. Califican sus acciones delictivas como “una tontería”, “probar suerte”... Es decir, en
algunas ocasiones no son conscientes de la comisión de un verdadero delito, sino que las
conceptúan como algo que no es legal, pero que no tiene las connotaciones criminológicas
de un acto criminal.
-No se descubre a grandes narcotraficantes. En la mayoría de ocasiones se trata de
traficantes que conforman el último eslabón de la cadena del tráfico de drogas. Al igual
que, en muchos casos los autóctonos, se quiere aprovechar una salida fácil a una situación
difícil.. Se suele acceder a la actividad a través de amigos y conocidos a los que
aparentemente “les va bien”, por presiones de la redes de inmigrantes como “pago” de sus
servicios de facilitación de entrada.

Robo:
-En la actualidad, se detectan las dos modalidades básicas: el robo con fuerza en las cosas y
el robo con violencia o intimidación sobre las personas. El creciente protagonismo de la
segunda, en una especie de escalada de conductas violentas lleva consigo la producción de
un aumento de la sensación subjetiva de inseguridad en el cuerpo social. Sentimiento que,
de esa manera, se llega a asociar con el fenómeno de la inmigración.
-La agrupación especializada de delincuentes inmigrantes para cometer este tipo de delitos
suele ser excepcional (suele reducirse, sobre todo, a algún caso sudamericano). Es mucho
más común el robo en solitario, o como mucho la asociación –la mayor parte de las veces-
de dos o tres individuos. -Las cantidades sustraídas no suelen ser elevadas, ya que el móvil
más habitual suele ser la mera subsistencia. Por ello, el objeto más habitual de la
sustracción suele ser el de cantidades de dinero en metálico. Por eso mismo, y en defecto de
lo anterior, también se produce el robo de efectos fácilmente “colocables” para cambiarlos
por cantidades en efectivo.
-A diferencia del grupo de delitos anteriores, no se distingue fácilmente entre los residentes
habituales y los que no lo son. Salvo el caso de la delincuencia muy profesionalizada,

131
suelen ser inmigrantes residentes, tanto legales como ilegales.

Delincuencia de los extranjeros.

El rasgo diferencial que caracteriza a la delincuencia de los extranjeros, respecto de la de


los inmigrantes, es su carácter organizado. La criminalidad de los primeros, que no detenta
esa organización, no es más que una criminalidad como la de cualquier otro residente,
español, comunitario, inmigrante o extranjero. Es la presencia de esa organización para el
delito la que verdaderamente destaca las peculiaridades criminales de las distintas culturas
de procedencia, y no la mera comisión delictiva a nivel individual, que no goza de esas
connotaciones. Por ello, recorreremos brevemente los diferentes tipos de criminalidad
organizada que se pueden observar en nuestro país.

Tráfico árabe de armas

Es el grupo criminal más antiguo de España, que se asentó tradicionalmente en la Costa del
Sol. Aunque no se ejercía allí físicamente ninguna actividad criminal propiamente dicha, sí
que se llevaban a cabo actividades de mando y coordinación de uno de los mayores
“negocios” criminales: el tráfico de armas.

Tríadas chinas

Se establecieron en España (aunque no en grupo numeroso) a principios de los 90, usando


sus tradicionales métodos de extorsión (amenazas, explosiones y asesinatos, normalmente
en ese orden). El no haber crecido en demasía probablemente se debe a que el número de
súbditos chinos no se ha acrecentado tanto como en otros países y a que ello ha impedido
una especie de ósmosis entre las sociedades china y española. Por eso, tampoco han surgido
decididamente otras clases de delincuencia relacionada con ellos. Puede estar comenzando
un incremento de entradas ilegales, y subsiguientemente, la infiltración comercial en el
mercado del textil (con mano de obra sumergida, negocios paralelos, etc...), los contratos
casi en régimen de semiesclavitud, o en las (todavía en muy poco número) casas de

132
prostitución. Métodos con los que las víctimas esperan poder pagarse el viaje y la
introducción ilegal en los países de destino.

Mafias turcas de la heroína

Tradicionalmente, han canalizado el tráfico ilícito de heroína a través de España (por la


dificultad de mantener la ruta de los Balcanes) en contacto con las mafias italianas
(especialmente la N´Drangheta calabresa y la Camorra napolitana). Sin embargo,
últimamente parece que las mafias italianas están “puenteando” a las turcas, empleando sus
propias redes (por ejemplo, a través de una red de pizzerías). En el territorio español la
distribución a pequeña escala se ha realizado –en gran parte- a través de redes ilegales de
etnia gitana, con la consiguiente dificultad de infiltración en ellas. También han influido el
que tengan sus propias leyes y sus contactos marginales, lo que les facilita su “trabajo” con
adictos a la heroína proclives a la violencia.

Cárteles colombianos de la cocaína.


La presión de la DEA norteamericana hizo, a finales de los años 70, que se buscaran otras
opciones para el mercado de la cocaína. Se eligió España como vía de entrada a Europa, por
las fáciles conexiones culturales y lingüísticas y las ya existentes conexiones y contactos
que tenían algunos de los dirigentes de los cárteles en España. Galicia, en el oeste de
España, con una ya existente tradición en el contrabando (sobre todo de tabaco) se
mostraba como una opción muy adecuada. Luego, se extendieron las redes dentro del
territorio nacional. Los traficantes gallegos ponen su experiencia, sus contactos y su
conocimiento del medio, mientras que los cárteles colombianos les ofrecen un “negocio”
mucho más sustancioso que el antiguo contrabando de tabaco. Los colombianos se dedican
al mercado europeo, y dejan el territorio español a los gallegos. Los métodos de entrada son
variados: entrar la mercancía en grandes barcos a la vez que otras cargas legales, descargar
la nave nodriza mediante barcas rápidas o de pesca. Sobre todo después de la
desarticulación de algunos de los cárteles así como las consecuencias sociales del aumento
del consumo de cocaína en Galicia y sus devastadoras secuelas, la alternativa actual pasa
por el desvío de los itinerarios por la costa sur y mediterránea, utilizando algo de las vías

133
del hachís, a través de los grupos de delincuencia organizada de Nigeria.

El hachís magrebí
Las mafias magrebíes de la droga comenzaron aprovechando las vías de entrada de los
inmigrantes ilegales. La distribución se diversifica entre varias organizaciones europeas de
mediano-pequeño tamaño con componentes mixtos europeos y marroquíes, aprovechando
los procesos de victimización de los inmigrantes ilegales, así como las comunidades
marroquíes en diferentes países europeos. Las formas de entrada son muy diversas:
individuos que cruzan el estrecho como pasajeros en “ferries” comerciales, otros viajes
regulares, “mulas”, barcos de pesca o de recreo, lanchas rápidas, “pateras”...

Las mafias rusas


Se trata de grupos organizados de los países antiguos componentes de la antigua Unión
Soviética, de composición étnica muy variada, pero operacionalmente muy similares. Se
han aprovechado del derrumbe socioeconómico de los países del Este, y del confuso
mercado económico resultante. En España, se han establecido especialmente en 3 áreas:
Costa del Sol (sobre todo Marbella y Estepona), Alicante (Torrevieja y Benidorm), y la
costa catalana. En España, una de sus principales actividades ha sido el blanqueo de
capitales a través de la compra de inmuebles o negocios de tipo turístico o de alimentación
(sobre todo los que utilizan dinero en metálico, como restaurantes, etc...). A veces, se dan
casos aislados de extorsión a conciudadanos –más o menos acaudalados-que han salido
“huyendo” del derrumbe económico y de los cuales, por diferentes causas, tienen
información privilegiada o una posición económica desahogada. En los últimos tiempos, ha
empezado a proliferar el robo y tráfico de vehículos de lujo hacia los antiguos países del
Este, así como el control de las redes de prostitución de mujeres de esa procedencia o las
falsificaciones y tráfico de visados y permisos de residencia. Aunque les interesa, sobre
todo, tener al territorio español como una especie de “zona de vacaciones”, cuando han
decidido actuar se han detectado acciones de gran crueldad, muchas veces en “ajustes de
cuentas” y como “mensaje” hacia otras posibles futuras víctimas. Se aprovechan de la
imposibilidad de cooperación de las policías de sus países de origen.

134
Diferencias entre las delincuencias organizadas colombiana y rusa.
Conviene, en este punto, profundizar en algunos aspectos diferenciales entre dos de las
delincuencias organizadas que más protagonismo están demostrando en los últimos tiempos
en España: la colombiana y la procedente de los antiguos países del este y sus satélites,
especialmente rusos y albano-kosovares. No hay que olvidar, en todo caso, que estas
diferencias se van percibiendo progresivamente como menos explícitas y operantes,
especialmente en lo referido a la utilización de la violencia, bien por sí misma, bien en el
transcurso de otras actividades delictivas.

Localización.
Los colombianos se han dedicado más a los dos grandes centros de población, Madrid y
Barcelona. Los grupos procedentes de los países del este, especialmente los rusos, se han
instalado preferentemente en la costa mediterránea.

Nivel de contacto.
Dentro de un contacto limitado, y debido principalmente a la naturaleza de sus operaciones,
los colombianos contactan mucho más con sus homólogos españoles: intermediarios den el
reparto, “conocedores” del mercado de la droga, receptores de envíos, almacenistas.... Sin
embargo, las operaciones de blanqueo de los rusos suelen llevarse a cabo de manera casi
anónima y aséptica, huyendo en lo posible de contactos que no se limiten a sus propio
círculo delincuencial.

Uso de violencia.
Las mafias rusas se han caracterizado por ser, en sus países de origen, violentos y crueles.
Y lo siguen siendo en España. Los colombianos intentan evitar esa violencia, dentro de lo
que cabe, aunque haciendo amplio uso de las amenazas. No obstante, se puede observar una
clara escalada en su violencia físicamente expresada al exterior.

Relaciones con el sistema financiero.


Los colombianos han sido capaces de “integrarse” muy fácilmente en el sistema financiero
español, así como contactar con las personas adecuadas que les puedan servir en sus

135
intereses en este sentido. Los rusos han realizado varios intentos de controlar
económicamente alguna entidad financiera, aunque parece que –por el momento- sin éxito.

Rango de actividades.
Las mafias rusas tienen un rango de actividades mucho más amplio (sin llegar a ser
excesivo) que los colombianos. Estos últimos se han dedicado, casi exclusivamente, al
contrabando de cocaína.

DELINCUENCIA DE LA INMIGRACIÓN: EXPLICACIONES TEÓRICAS.

Diferentes grupos de teorías han intentado llegar a una explicación a la delincuencia de los
inmigrantes y sus elementos condicionantes, con mayor o menor fortuna. Unas, de forma
más directa, y otras de manera más tangencial. Las perspectivas biológicas y psicológicas
se han centrado principalmente en la diversidad étnica como elemento diferenciador. Desde
el punto de vista sociológico, a esa diversidad se une el estudio criminológico de las
relaciones sociales de grupo y las condiciones estructurales de marginación.

Las explicaciones biológicas.

En su concepción determinista de la delincuencia, intentan buscar las causas de la


delincuencia en factores genéticos. Según las escuelas de esta corriente, la inclinación a lo
criminal surge de la confluencia de determinadas características físicas, siendo uno más de
los factores influyentes la diversidad racial, según defiende –en este ámbito- la tendencia
biotipológica.

Como representante de ella, Hooton establece una distribución racial directamente


relacionada con la delincuencia. En su clasificación, coloca a los mediterráneos en lo más
alto de la escala de delincuencia, luego a nórdico-mediterráneos, celtas y alpinos, en ese
orden. Terminando –en el puesto más bajo- con los nórdicos puros. Ni siquiera nombra a
los negros u otras razas, lo cual –aparte de lo desfasado de la concepción clasificatoria-no

136
tiene mucho sentido porque, por ejemplo, esa raza es la más representada en las estadísticas
delincuenciales en USA.

Lo cierto es que, concepciones de tipo racial tendenciosas y trasnochadas aparte, el sostener


la importancia de la diferencia racial como factor relacionado con la delincuencia se
muestra un posición inconsistente, ya que –si ello fuera realmente determinante-cada una
de las razas deberían mostrar estadísticas delincuenciales constantes a lo largo del tiempo,
cuestión que no ha sido demostrada por los hechos. Las críticas hacia este estudio de
Hooton fueron generalizadas, ya que –además de lo ya mencionado-se le reprochó que
obviara totalmente la incidencia de los factores sociales, que son los que –en mayor
medida-marcan las diferencias delincuenciales entre etnias, y no tanto el elemento
biológico.

Las teorías psicológicas.

Las explicaciones psicológicas buscan encontrar las causas de la delincuencia en patologías


mentales, en déficits emocionales o en trastornos de personalidad. Entre los estudios de esta
corriente son escasos los estudios que se han encaminado hacia la relación entre
delincuencia e inmigración.

Entre estos últimos, puede citarse la teoría del coeficiente de inteligencia. Teoría que
defiende que los delincuentes tienen un coeficiente de inteligencia más bajo que los no
delincuentes. Como consecuencia de ello, los individuos de raza negra y los miembros de
las clases sociales más bajas se muestran más predispuestos a la delincuencia porque –
según sostiene- son menos inteligentes que la población general.

Aunque las teorías de concepción psicológica son capaces de explicar determinados casos o
tipos de delincuencia, lo cierto es que no se ha podido llegar a establecer una correlación
real entre la desproporción de las estadísticas criminales de las minorías raciales y unos
factores psicológicos directamente relacionados con ellas.

137
Las teorías sociológicas.

Este grupo de teorías, a diferencia de las anteriores, sostiene que la delincuencia responde a
situaciones derivadas de la estructura social y a sus elementos relacionados. En todo caso,
tampoco éstas están exentas de limitaciones, ya que no terminan de explicar porqué –en un
mismo contexto social- determinados colectivos responden con mayores tasas
delincuenciales que otros.

Dentro de estas teorías, y en relación con la delincuencia de la inmigración, han de citarse


especialmente los que se centran en la extranjería como un factor cultural diferenciador y
las que la consideran como un factor de exclusión social. A las que han de añadirse
explicaciones más actuales que ponen el acento en la discriminación aplicada por parte del
sistema de justicia penal, en las diferencias étnico-culturales o en los factores
socioeconómicos.

Teorías del factor cultural diferenciador.

Este grupo de teorías se centra en la respuesta del grupo minoritario (inmigrante) cuando se
implanta en un entorno cultural distinto, afirmando que es precisamente el factor cultural el
que determina el alejamiento entre ese grupo y el resto del sistema social donde se inserta.

Los precedentes.

Las primeras aproximaciones sociológicas al problema de la delincuencia de la inmigración


se deben a Thomas y Znaniecki, los cuales en su obra de 1.918 “The polish peasant in
Europe and America” aseguraron haber llegado a la conclusión de que los campesinos
polacos, debido a que el medio social en el que se había moldeado su carácter era diferente
al de las familias americanas, sufrían graves problemas de integración. Problemas que
pueden explicar las conductas desviadas de los inmigrantes, siendo una de las más

138
importantes la delincuencia. Según estos autores, y en esencia, la conducta antisocial se
genera por la debilitación de los vínculos sociales y la inmersión en un nuevo escenario
social, sin disponer de una guía moral por desconocimiento del contrato social imperante en
la sociedad en que se ha insertado, o –al menos- por no haberlo asumido.

La delincuencia como conducta aprendida.

Esta explicación de la delincuencia de la inmigración se basa en los postulados de la teoría


de la “asociación diferencial” de Sutherland, la cual asegura que el individuo aprende todas
sus conductas (tanto las prosociales como las antisociales) por medio del contacto con sus
iguales.

Esta teoría general tiene su aplicación al problema que nos ocupa cuando se conecta con la
teoría denominada del “conflicto cultural interno”. Cuando se produce una confrontación de
los individuos pertenecientes a un grupo minoritario con un nuevo entorno social (y sus
nuevas normas), el efecto subsiguiente suele ser el acercamiento hacia sus iguales en
condiciones similares. Se potencia, entonces, el aprendizaje de las normas del grupo
minoritario. Y si ese grupo emplea conductas antisociales, en muchos casos, por el empleo
de técnicas de neutralización de su conducta, cada uno de sus nuevos miembros las
aprenderá y también las desarrollará.

El interaccionismo simbólico.

Según esta corriente de opinión criminológica, que percibe al individuo como alguien que
actúa en función de la interpretación que éste hace de las situaciones sociales y de las
acciones de los otros, y no como un mero objeto determinado únicamente por los factores
psicológicos y sociales que le rodean. De esa manera, lo que realmente condiciona la
conducta del individuo es la interpretación que el individuo hace de la situación. El
miembro de una minoría inmigrante, en consecuencia, podrá interpretar determinadas

139
situaciones sociales de manera diferente a como lo harían otros individuos pertenecientes a
la mayoría social que le rodea. Y esa interpretación puede variar en función del bagaje
cultural recibido, y –de esa manera-implicarse en actividades delictivas con unas
determinadas características resultantes de esa interpretación mediatizada culturalmente.

El conflicto cultural.

En general, esta teoría –debida a Sellin-afirma que la delincuencia surge por el conflicto
existente entre distintos grupos culturales. El problema no está en que las normas sean
conocidas por el individuo, sino en si coinciden o no con el significado que éste asigna a los
elementos sociales. Para este autor, el conflicto entre normas culturales divergentes puede
surgir en tres situaciones diferentes: cuando grupos culturales distintos se solapan en “zonas
divisorias” entre ambos, cuando la norma de un grupo cultural se extiende sobre otro, o
cuando los miembros de un grupo cultural emigran a otro. Y es en este último caso donde
se inscribe la explicación de la delincuencia de la inmigración. Los inmigrantes cometen
delitos como consecuencia del conflicto entre normas de conducta interiorizadas desde la
infancia y nuevas normas culturales de la sociedad de acogida. El conflicto cultural puede
ser de dos tipos: externo o interno. El externo aparece cuando una misma situación se
regula de manera distinta en el país de origen y en el de acogida, y el inmigrante la resuelve
con las normas culturales del primero y –sin embargo- su realidad social está en el segundo.
El interno (de carácter mental) se da en los individuos que responden a las situaciones con
pautas de conducta a partir de las normas en conflicto de dos grupos diferentes. Este último
concepto de conflicto cultural interno es el que puede explicar las tasas de criminalidad más
altas que suelen presentar las segundas generaciones de inmigrantes respecto de las
primeras. En las primeras generaciones de inmigrantes el conflicto interno aparece porque
los individuos no son capaces de integrarse en la cultura de acogida, mientras que las
segundas generaciones (los hijos de los primeros inmigrantes ya nacidos en el país de
acogida) lo sufren –en el interior del entorno familiar- porque la cultura en la que se educan
(la del origen familiar) choca frontalmente con la que impera fuera de él.

El funcionalismo y la anomia.

140
El funcionalismo concibe el sistema social como un organismo que funciona por medio de
la colaboración de todas las partes que lo integran. Cada una de instituciones participantes
afectan al orden social, pudiendo ser funcionales o disfuncionales dependiendo de si
contribuyen al mantenimiento del sistema o van contra él. El delito es un elemento social,
normal, que cumple una función determinada en la estabilidad y cambio social. La anomia,
que es una teoría funcionalista, basa su explicación de la delincuencia en la discrepancia
entre las metas existentes en la sociedad y las posibilidades de acceso a ellas. Cuando no se
ofrecen posibilidades de obtener esas metas sociales y/o económicas, el individuo tiende a
buscar vías alternativas para conseguirlas. Y una de esas vías es, principalmente, la
delincuencia. Dentro de esta visión, los inmigrantes –normalmente-viven una vida marginal
y apartada de la sociedad más “normalizada”, no obtienen puestos de trabajo satisfactorios,
se sienten muy exigidos por la escuela (en los casos de las segundas generaciones), y –en
general- no tienen expectativas de futuro. Por eso, y al sentirse en esa situación anómica,
recurren a conductas antisociales.

La respuesta subcultural.

Para las corrientes subculturales, la delincuencia es una respuesta compartida culturalmente


a los problemas socio-estructurales. Sus premisas principales se derivan directamente de la
Escuela Ecológica de Chicago y de la teoría de la “asociación diferencial” de Sutherland.
Es decir, la delincuencia es una conducta que se aprende y que se suele concentrar en
determinadas zonas de la ciudad. Dentro de esta óptica, cuando los inmigrantes se ven
imposibilitados de ser reconocidos socialmente dentro de los parámetros de la estructura
social imperante, recurren a unirse unos a otros creando unos contravalores en los que
pueden encontrar valoración por parte de sus iguales. Contravalores que, en muchos casos,
se basan en comportamientos delictivos o –al menos- antisociales.

Los vínculos sociales.

141
Según esta teoría de Hirchi, las personas que delinquen tienen unos vínculos sociales tan
debilitados que no les disueden de cometer actos delictivos. Los factores que permiten
medir el arraigo social son el apego y la consideración hacia las personas, la identificación
y el compromiso con los valores convencionales, la participación en las actividades sociales
y un conjunto de creencias en las normas legales y morales. Según esta perspectiva, se ha
conectado la existencia de altas tasas delincuenciales entre las minorías en general, y entre
los inmigrantes en concreto, debido al débil arraigo social que tienen respecto de las
instituciones sociales, como la escuela, el trabajo, las oportunidades económicas… Según
este autor, los individuos siempre tienen unos ciertos vínculos con el sistema normativo, si
algunos consiguen neutralizarlos se encontrarán en situación propicia para cometer delitos.

La extranjería como factor de exclusión social.

Hay un cierto grupo de teorías que, al contrario que las anteriores, consideran que la
delincuencia de los inmigrantes debe estudiarse poniendo el énfasis en la reacción del poder
ante los colectivos minoritarios

Según esta perspectiva, la delincuencia es la reacción a la injusta distribución de riqueza y


de poder como instrumento del grupo dominante para defender sus intereses de clase.
Aunque ninguna de las teorías de esta corriente han tratado de forma específica la
delincuencia de la inmigración, queda implícito dentro de su concepción que los
inmigrantes son tratados con menos condescendencia por el por los agentes de control
social porque son percibidos como una amenaza simbólica porque –en gran medida-suelen
cuestionar el poder establecido. Esa amenaza simbólica se debe a la existencia de
estereotipos asociados a la diversidad étnica y las desigualdades socioestructurales.

El etiquetamiento.

Los defensores de la teoría del etiquetamiento se basan en los postulados del

142
interaccionismo simbólico, ya citados anteriormente. En esencia, afirman –entre otras
cosas-que los individuos de las clases bajas, y especialmente los de los grupos minoritarios,
se encuentran más propensos a ser arrestados, enjuiciados y condenados que el resto de los
miembros del grupo dominante favorecido. En relación con la delincuencia de los
extranjeros, se defiende que la opinión pública, los medios de comunicación y otras
instituciones sociales están cargados de prejuicios sociales sobre los inmigrantes, a los
cuales se les atribuye el calificativo de peligrosos sociales. Por eso, se tiene la sensación
subjetiva de la existencia de una delincuencia de tasas criminales más elevadas que las que
son reales.

La Criminología crítica.

Como ya es sabido, la Criminología crítica defiende que el control social busca, mediante
las instancias de control formal, mantener el sistema económico y el poder de la clase
dominante. Y entre los factores que cooperan el mantenimiento de ese estatus se encuentra
el de la marginación racial y cultural del inmigrante. De esa manera, explica las posibles
desproporciones raciales en el ámbito de la delincuencia por la –según los autores de esta
corriente-históricamente condicionada relación que siempre han mantenido las clases
dominantes con los diferentes grupos étnicos.

Las explicaciones actuales.

Las investigaciones criminológicas más recientes asumen el hecho de que los inmigrantes
es uno de los grupos sociales más presentes en las distintas instancias del control social
formal, tanto en su faceta de delincuentes como en la de víctima. La mayor parte de estas
explicaciones más actuales se centran –sobre todo- en tres tipos de explicación: la
discriminación que padecen las minorías por parte del sistema penal, las diferencias étnico-
culturales o los factores socioeconómicos.

143
La discriminación institucional.

Como es evidente, una de las cuestiones más presentes en el estudio criminológico de la


delincuencia de la inmigración es la existencia de un permanente racismo de carácter
endémico. Y ese racismo, a veces más explícito y a veces menos, se puede apreciar en las
actuaciones policiales, en las decisiones judiciales y en la discriminación penitenciaria. De
alguna u otra manera, en la gran mayoría de autores actuales subyace la idea –al margen de
la existencia de otras consideraciones- de la existencia de una discriminación institucional
que explica las altas tasas de la delincuencia de los inmigrantes. No obstante, esta
concepción choca en ocasiones con una realidad: entre los diferentes grupos sociales que
conviven en un mismo espacio social, las tasas delincuenciales son muy variables, aspecto
que no es explicable por el mero concepto de la existencia de racismo, ya que si éste
constituyera una explicación por sí mismo, las tasas criminales serían sensiblemente iguales
en todos los casos. Y es que lo cierto es que la noción de racismo no suele ser definitoria
por sí misma en este sentido, si no se le complementa con elementos de carácter histórico,
económico y social.

Diferentes autores, como es el caso de Hawkins, afirman que son las diferencias culturales,
más que la pobreza, las que marcan las diferencias raciales en las tasas de delincuencia. En
este sentido, los estudios criminológicos sí pueden dirigirse a investigar la relevancia de los
efectos de la marginación y la pobreza. Pero como fuentes de conflictos que elevan las tasas
criminales en determinados colectivos minoritarios que mantienen sus diferencias étnicas
dentro de otro grupo de referencia más amplio y con elementos culturales distintos, como
es el caso paradigmático de los inmigrantes.

Las perspectivas socioestructurales y psicológicas.

Este grupo de teorías pretenden explicar la problemática criminológica que nos ocupa
basándose en factores socioeconómicos, geográficos y demográficos, pero sin olvidar las
diferencias étnicas. Es decir, es la intersección entre la etnicidad que caracteriza a
determinados colectivos y los factores socioeconómicos los que condicionan la aparición de

144
la delincuencia y la victimización de los colectivos de inmigrantes. Cuando se centran en el
estatus socioeconómico, mantienen que la delincuencia es un fenómeno que se da más en
las clases bajas de la sociedad, por lo que también se da en los colectivos minoritarios, ya
que quienes están en el último lugar de la escala social están más inclinados a obtener los
bienes materiales o sociales de forma ilegal, al margen de las vías convencionales. Otras
líneas de investigación intentan llegar a una explicación de este tipo de delincuencia como
el resultado de los cambios en la estabilidad familiar. Pero, no parece que este factor –por
sí solo- pueda llegar a ser determinante, porque hay jóvenes con hogares rotos que no
delinquen. Normalmente, se debe complementar con otras variables, como –por ejemplo- la
unión con un grupo de iguales determinado, o modelos de comportamiento que se quieran
imitar. Mediante el concepto de privación relativa se trata de explicar qué es lo que impulsa
al sujeto a realizar una actividad delictiva, aparte de consideraciones macroestructurales de
generación de factores de criminalidad. Por eso, las otras consideraciones se suelen
combinar con ésta -de carácter psicológico- que puede explicar, de manera más
individualizada y adaptada a un caso concreto, cuál es el proceso por el que se favorece el
posible comportamiento delictivo.

El concepto de privación relativa ha sido retomado del original (poco elaborado) de


Quetelet (S. XIX), el cual llegó a determinar que no era precisamente en las zonas rurales
más deprimidas y castigadas económicamente donde había más delincuencia. Pensó
entonces que lo que pasaba es que los pobres estaban más expuestos en las grandes
ciudades, donde verdaderamente adquirían conciencia de las desigualdades sociales. En su
versión actual se afirma que algunas personas trasgreden las leyes porque se produce en
ellos una discrepancia entre las expectativas que la sociedad le ofrece sobre condiciones y
estilo de vida, y sus capacidades para alcanzar esas expectativas por sí mismos. Lo cual
puede aplicarse –en muchos casos-a colectivos inmigrantes que suelen sufrir un alto
desempleo, una educación escasa y bajos ingresos económicos. Sin embargo, esos
elementos –por sí solos-no tienen porqué aumentar las tasas de delincuencia respecto de los
autóctonos en las mismas circunstancias. Por eso, Kaiser y Villmow explican la
delincuencia de la inmigración combinando la teoría de la privación relativa y la del control
social. Así, se abarca el análisis macrofactorial uniéndolo a la posible explicación a nivel
individual.

145
Lectura recomendada Tema 15

APLICACIONES DE LAS TEORÍAS CRIMINOLÓGICAS EN LA


REALIDAD EMPÍRICA DE LOS INMIGRANTES DELINCUENTES

José Antonio Antón Morales

El concepto de “política criminal” que manejaremos en el presente epígrafe


no debe ser entendido en el sentido de equipararlo únicamente con propuestas de
reforma penal. Por otro lado, cuando los criminólogos hispánicos se refieren a
política criminal acostumbran a referirse a todas las decisiones adoptadas por
Órganos políticos que tienen como referencia la delincuencia.

R. BARBERET, originariamente realiza la distinción entre política criminal como


todas las decisiones referidas al delito y política penal como aquellas que se refieren
sólo al Derecho penal (1999: 44).

Desde esta perspectiva, de entre las muchas decisiones de política criminal


que adopta un gobierno, sólo una mínima parte de ellas afecta al Derecho penal.
De esta manera es una decisión de política criminal, por ejemplo, aumentar la
vigilancia policial en determinados barrios, o bien de forma más específica
relacionado con el trabajo que nos ocupa, intensificar los controles en los puestos
fronterizos, mediante una exigencia estricta de los requisitos legales, que permita
incrementar los resultados policiales en el número de expulsiones, devoluciones o
retornos... Ciertamente, estas decisiones no implican utilizar per se el Derecho
penal. En este ámbito de un doble uso del concepto de política criminal se
encuentra S. MIR:

“(...) Política criminal. En un primer sentido, consiste en aquel sector de la


política que guarda relación con la forma de tratar la delincuencia: se refiere al
conjunto de criterios empleados o a emplear en el tratamiento de la criminalidad. (...)
Pero a menudo se habla de Política criminal en otro sentido, como una rama del
saber que tiene por objeto de estudio la política criminal efectivamente seguida por
el Derecho penal, o que éste debería expresar. En este otro sentido, la Política

146
criminal puede verse también como una disciplina que se ocupa del Derecho penal
(...)” (1996: 16-17). En la misma línea: HASSEMER & MUÑOZ (1989: 20).

. También alude a dos significados D. M. LUZÓN:

“Todas las decisiones que el legislador puede adoptar para combatir el delito y
los planteamientos valorativos, críticos y de reforma del Derecho penal” (1996: 98).

Por el contrario J. CEREZO (1994: 83) parece entender que política criminal se
refiere sólo a planteamientos de reforma del Derecho penal, de ahí que niegue
que formen parte de la criminología. Si bien este autor, en la nota 105 del texto
apuntado, recoge una doble definición de RODRÍGUEZ DEVESA quien distingue los
dos sentidos aludidos.
En definitiva, seguiremos la doctrina que concibe a la política criminal como
todas las decisiones que adopta el legislador para responder a la delincuencia, y
que ello sólo afecta de forma excepcional al Derecho penal. Siguiendo esta línea
de pensamiento y en correspondencia con el mismo, se debería rechazar
asimismo la afirmación de que la criminología es una “ciencia auxiliar” del Derecho
penal dado que la criminología tiene autonomía1 tanto para estudiar los
comportamientos lesivos, aun cuando no estén criminalizados, como para estudiar
el funcionamiento del sistema penal. En este sentido HASSEMER & MUÑOZ (1989:
15-16). Defendiendo el carácter auxiliar CEREZO (1994: 71).
Puntualizados los extremos aclaratorios expresados supra, continuaremos
la exposición planteando la siguiente interrogante introductoria:
A pesar de constituir toda la normativa de extranjería vigente un marco legal
administrativo en este ámbito regulador ¿se establece en la misma algún aspecto
que marque una política criminal para la prevención de los hechos delictivos
cometidos por la llamada inmigración ilegal?
Hemos desarrollado en otros apartados del trabajo que uno de los objetivos
básicos de la ley de extranjería es proporcionar un instrumento jurídico eficaz para
prevenir la inmigración ilegal. En este sentido, teniendo en cuenta básicamente la
bolsa de inmigrantes irregulares que utilizan como medio de vida o subsistencia la

1
Un sector doctrinal considera la criminología una ciencia autónoma por los siguientes motivos:
a) Por ser su objeto el crimen b) Por emplear un método científico.

147
actividad criminosa, las decisiones políticas adoptadas para evitar este hecho,
dentro del marco de la actual normativa de extranjería, derivan indefectiblemente
en repercusiones directas que definen la orientación seguida, al menos, en cuanto
al intento de facilitar el control del fenómeno delincuencial de los inmigrantes
irregulares. Es decir, hemos de convenir que las consideraciones de política
criminal no son monopolio únicamente de determinados ordenes jurisdiccionales.
Fijada por tanto, que la interpretación de la normativa de extranjería lleva
implícita la existencia de una política criminal elaborada, y refiriéndonos a la
vertiente planteada, objeto de estudio, de prevención del delito cometido por los
inmigrantes ilegales, queda por ver si el legislador ha ponderado con mesura los
cambios y costes institucionales, políticos, económicos, sociales... que dicha
política comporta.
Por otro lado en la adopción de la decisión política que lleva a término una
determinada opción o propuesta de política criminal es obvio, y así ha quedado
plasmado a lo largo de la exposición monográfica, que intervienen también
intereses contrapuestos, de este modo: fuerzas económicas, fuerzas políticas,
presiones de grupos poderosos, opiniones de grupos sociales... constituyen todos
factores que el legislador supuestamente habrá valorado antes de adoptar una
determinada medida legal. En correlación con esta reflexión, hemos analizado en
otros epígrafes las tensiones originadas durante el accidentado proceso político de
elaboración del nuevo marco legal de extranjería. Lo cual nos ha permitido
observar como los diferentes poderes en liza (tanto los estrictamente
institucionales como los fácticos, ya sean: políticos, sociales, económicos...) han
intentado orientar la regulación definitiva de la normativa en función de cada uno
de los criterios defendidos. Así, básicamente hemos constatado la polarización
maniquea de los partidarios de potenciar, en unos casos, la contundencia y
eficacia legal para obstaculizar sin paliativos la inmigración ilegal y, en otros, los
principios y valores de justicia social reivindicados para la totalidad del colectivo
inmigrante. Con todo, se ha de convenir que sea cual sea la solución final
adoptada por el legislador, ha de contemplar necesariamente aspectos que
influirán en mayor o menor grado en el conjunto de la política criminal.

148
Realizada la exposición anterior, y conectando con el presente trabajo
monográfico, utilizaremos de forma puntual la base empírica de diversas
corrientes criminológicas “generalistas” con la finalidad de precisar las causas que
determinan al inmigrante, como sujeto individual que interactúa con la sociedad de
acogida, a cometer comportamientos delictivos.

ESCUELA CLÁSICA

Extraemos de la misma un tema de plena actualidad para la criminología,


como es la discusión acerca de las características que deben tener las penas para
ser eficaces en su lucha contra el delito. Para que las penas sean preventivas
deben imponerse con “celeridad”, no sólo para evitar tener a la persona
encarcelada en espera de juicio, sino también porque cuanto más pronto se
impone la pena, más fuerte se graba en la mente de la persona la asociación de
que a todo beneficio producto del delito le sigue un mal, consecuencia de la pena
(BECCARIA, 1764, trad. Castellana de J.A. de las Casas, 1982: 60-61)
Las penas deben ser también “certeras”:

“No es la crueldad de las penas uno de los más grandes frenos de los delitos,
sino la infalibilidad de ellas (...). La certidumbre del castigo, aunque moderado, hará
siempre mayor impresión que el temor de otro más terrible, unido con la esperanza
de la impunidad (...).” (BECCARIA, 1764, trad. Castellana de J.A. de las Casas, 1982:
71-72)

Por último, las penas deben estar dotadas de una determinada “severidad”,
esto es, que el mal representado por la pena exceda el bien que se espera
obtener del delito. Pero éste es también su límite superior, pues cualquier pena
que exceda el mínimo necesario para evitar los delitos es una pena cruel por
excesiva. Por ello el castigo debe ser el mínimo necesario para contrarrestar las
ganancias del delito (BECCARIA, 1764, trad. Castellana de J.A. de las Casas, 1982:
28). De las tres variables mencionadas existe cierto consenso en que la “certeza
de la pena” es la más relevante, por su influencia en la prevención del delito.

149
A parte de las consideraciones genéricas que se pueden extraer para todo
tipo de delincuencia, trasladada la exposición al terreno del delincuente
inmigrante, una de las medidas sancionadoras más efectivas, en los casos
permitidos por el ordenamiento jurídico, es la consecución de una expulsión
ejemplarizante2 para este tipo de infractores. Se puede convenir que una de las
carencias obvias de la estructura sancionadora penal-administrativa, más en el
ámbito administrativo que en el penal, es la imposibilidad de llevar a término todas
las expulsiones decretadas por la autoridad correspondiente, siendo evidente de
forma reiterada los propios defectos del sistema en cuanto a dotarse de los
mecanismos necesarios para culminar dichas expulsiones. Esta imposibilidad
material es un ejemplo válido para señalar que la insuficiencia de certidumbre del
castigo en vía de sanción administrativa estrictu sensu, o como sustitutiva de una
sanción penal, puede poner visiblemente en riesgo la función preventiva que se
reclama para todo tipo de sanciones y por ende quedaría afectada la política
criminal elaborada en este sentido.
En los planteamientos actuales de estas escuelas una de las propuestas de
política criminal más conocida es probablemente “la prevención situacional”.
J. J. MEDINA resume las pretensiones de las cuatro medidas básicas que
relaciona:

“a) Incrementar el esfuerzo percibido, b) Aumentar el riesgo percibido, c)


Reducir la ganancia del delito y d) Incrementar los sentimientos de vergüenza de la
persona” (1997: 286-292).

Estas estrategias de prevención del delito se han denominado prevención


situacional, porque parten de la premisa de que aun cuando no se altere el
número de personas motivadas a realizar delitos, podemos disminuir el número de
oportunidades para evitar su realización influyendo sobre el espacio físico que
rodea a la persona y en donde desarrolla sus actividades. En materia de
extranjería, una de las medidas para conseguir la disminución de oportunidades
de la criminalidad específica estudiada, y como consecuencia el incremento de la

2
Es pública y contrastada que por ser la medida más temida, algunos inmigrantes delinquen
expresamente utilizando el resquicio de las vías procesales para evitar la consumación de la
expulsión, asumiendo penas más severas para evitar aquélla.

150
eficiencia en su persecución, estimo que debiera de venir priorizando la dimensión
del “aumento del riesgo percibido” básicamente mediante el examen de entradas y
salidas en los puestos fronterizos (un ejemplo válido sería: incrementar el riesgo
de detección e identificación de los flujos de delincuencia foránea) y actuaciones
de vigilancia formal (como aumentar: los efectivos policiales, de seguridad privada
o videovigilancia...)
En cuanto a las técnicas preventivas genéricas que estipula la nueva
legislación es pronto aún para ver si serán realmente practicables, la andadura
inicial indica que los efectos inmediatos buscados por la ley no cumplen con la
celeridad deseable, no obstante el engranaje legal todavía se encuentra en la fase
de adecuación del binomio coste/efectividad.3

ESCUELA POSITIVA

De las corrientes criminológicas que consideran que existen algunas


características biológicas4 (en su mayoría, transmitidas por herencia) que
predisponen a la delincuencia y que resultan, por lo menos, tan relevantes como
los factores ambientales para entender la actividad delictiva de una persona,
conocida por “criminología positivista”, se han extraído consecuencias de política
criminal que admiten que cuanto más relevancia se da a los factores biológicos
sobre los factores ambientales más pesimismo existe respecto de la posibilidad de
que las políticas públicas puedan tener efectividad en la prevención de la
delincuencia.
En cuanto a la reacción contra la delincuencia, la insistencia en los factores
biológicos como causantes de la criminalidad deberá llevar a dar prevalencia en el
plano de la ejecución de la pena a fines de “incapacitación del delincuente”, pues
no se depositará mucha confianza en la posibilidad de rehabilitación. De tal
manera, cuando los criminólogos de orientación positivista han defendido que el

3
No es un tema menor el coste para las arcas del estado de las deportaciones masivas de los
extranjeros sancionados.
4
Como precursores señalados, ver obras de Cesare LOMBROSO, Enrico FERRI y, aunque en
un lugar menos destacado, Raféale GAROFALO.

151
fin fundamental de la ejecución de la pena debe ser la rehabilitación del
delincuente es porque se están alejando del modelo biológico y postulando que
son los factores ambientales los más relevantes para entender la conducta
delictiva.
En definitiva la defensa de la predisposición biológica de la delincuencia
implica un mayor pesimismo acerca de la plausibilidad de las políticas de
prevención. Es por ello que no resulta acertado reducir la polémica sobre la
rehabilitación del delincuente, sobre su efectividad (GARRIDO et alii, 1999: 765-
780)5 y justificación (MUÑOZ, 1979) (GARRIDO, 1986)6 al ámbito del positivismo
criminológico sino que esta discusión puede plantearse en referencia a cualquiera
de las teorías criminológicas existentes.
En otro orden de cosas, muchas de las conclusiones de las corrientes
positivistas han sido utilizadas sectariamente por grupos ultraconservadores,
también en nuestro país,7 para efectuar una manipulación interesada, sirviéndose
de forma tergiversada de parte de los argumentos de fondo de estas teorías
criminológicas8 con explicaciones de corte xenófobo y racista. De esta forma
atribuyen a cierto sector de la inmigración (escudándose en razones culturales,
religiosas, factores biológicos, genéticos, hereditarios...) una mayor tendencia
criminal por cuanto “utilizan dicha actividad delictiva de forma habitual como medio

5
Son autores que han realizado nuevas revisiones de los programas de tratamiento y llegan a
la conclusión de que el nivel de reincidencia de las personas tratadas es moderadamente inferior a
las personas no tratadas
6
En la literatura española se ha discutido, principalmente, la justificación de la rehabilitación del
delincuente a través de programas de tratamiento en la prisión. Entre las contribuciones a esta
polémica destacan las aportaciones de Francisco Muñoz Conde para quien el tratamiento en
prisión carece de justificación, y de Vicente Garrido Genovés firme defensor del tratamiento en
prisión.
7
Entre otras, las páginas en Internet:
- www.falange.htm
- www.Cultura.Europea.htm
- www.inmigracionsuspeligros.com (“Juan de Mirena”)...
8
Sobre todo de corte biológico, al resaltar especialmente la relación de la delincuencia con: la
constitución física, la inteligencia, la transmisión genética, la personalidad...

152
de vida en el territorio de acogida”,9 llegando a extremos simplistas de identificar a
este conjunto de inmigrantes como delincuentes potenciales.
En el sentido referido anteriormente, determinadas asociaciones
amparándose en la pseudo-impunidad que brindan las nuevas tecnologías (vía
Internet) difunden mensajes reaccionarios a través de los cuales establecen
eslóganes rancios en defensa de “la superioridad de la raza”, ilustrando al lector
sobre los graves peligros de la inmigración. Se transcribe como ejemplo el
discurso, extraído de la red, suscrito por “Cultura Europea” (23-02-2002-Boletín
núm. VI):

“Es un hecho claro la relación entre delincuencia e inmigración (sobre todo


en la ilegal). Los MAGREBIES controlan el Hachís (sólo ver la gente que entra en
sus bares...) e intentan lo mismo con la heroína (todavía controlada por los gitanos),
los COLOMBIANOS y NEGROS controlan la cocaína (también en manos de los
gitanos)...los que se dedican a esto, predispuestos criminalmente de forma natural,
es la “BASURA” que envenena a nuestros jóvenes.
Además incluir el nacimiento de mafias que explotan a sus compatriotas como en el
caso de la prostitución o la venta ilegal. Mafias como la TURCA (asesinos,
extorsionadores...) o la mafia PERUANA (asaltos con armas de fuego...) o también
la famosa mafia COLOMBIANA (atracos a joyerías, secuestros...), o la mafia CHINA.
En general esta gente es responsable de gran parte de las agresiones (palizas a
chavales jóvenes, acoso sexual a niñas, robos, asesinatos, violaciones...) que
sufrimos los españoles. No olvidemos que el 50% de los delitos DENUNCIADOS en
España en el 2001 se debe a una minoría formada por el colectivo de inmigrantes
(2% de población).
Es otro hecho la relación entre la inmigración ilegal y la precariedad en ciertos
trabajos (especialmente en la que ocupan obreros con baja formación). Mientras
exista esta inmigración no controlada no llegaremos al pleno empleo (Para respiro
de algunos Capitalistas...), esto unido a la existencia de esta mano de obra barata,
explotable e inagotable nos deja a los españoles a que: o nos ponemos a su nivel o
¡al paro!... por lo tanto tenemos una pérdida de las “ventajas obreras” que habíamos
alcanzado.
Debemos añadir la pérdida de las ventajas que nos ofrece el estado, ya que ser
inmigrante da muchos derechos en la sanidad pública, se ofrece bolsas de trabajo
promovido por el I.N.E.M., además tienen prioridad en la adquisición de viviendas de
protección oficial (en esto se deben preocupar sobre todo los gitanos que tanto
piden "un pisito"...), derecho a traer a sus familias... Mientras nuestros padres con su
trabajo y esfuerzo han contribuido para este país con lo que hoy en día los que se
están beneficiando, no son sus hijos legítimos o herederos, sino los hijos del resto
del mundo.

9
Ver soflama del “Camarada Arenas”, 08-10-2002, representando a “Falange para el Frente
Español”, página web citada www.falange.htm.

153
Además está el tema Cultural, España es un país en el que proliferan las sectas
(testigos de Jehová, más mezquitas musulmanas, templos mormones...) donde
gente del todo el mundo no sólo practican su cultura sino que en lugar de adaptarse
ellos a la nuestra nos imponen la suya, como el ejemplo de Francia donde se ha
creado una serie de “conflictos” con cosas tan vergonzosas para nuestra cultura
como la ablación de clítoris por culturas africanas, o la imposición del uso del “velo”
por parte de las mujeres que cumplen con culturas musulmanas (claramente
machistas...) esto conlleva un mestizaje o intercambio cultural que nos provoca la
perdida de nuestra propia identidad...”

TEORÍAS ECOLÓGICAS (LA ESCUELA DE CHICAGO)

Como componentes de la Escuela de Chicago Clifford R. Shaw y Henry D.


Mckay, en 1942, y con posterioridad Georg Vold, Thomas Bernard y Jeffrey
Snipes, en 1998, llegaron a concluir que partiendo de la hipótesis que las altas
tasas de criminalidad de determinados barrios bajos de las ciudades son debidas
a las condiciones sociales de sus habitantes (pobreza) y a la desorganización
social de estas áreas de la ciudad, con estas condiciones -de desorganización
social- la delincuencia resulta una actividad más probable, lo cual explica las
diferentes tasas de delincuencia entre barrios de una misma comunidad, por tanto
es normal que destaque que una sustancial disminución de la delincuencia no
podría venir de métodos individuales de tratamiento sino sólo de transformar las
condiciones de la vida comunitaria.
En esta línea de actuación Shaw en particular fue el principal impulsor del
Chicago Area Project, un proyecto que se inició en 1932 y funcionó hasta la
muerte de Shaw en 1957, y que consistió en el establecimiento de centros en los
barrios más delictivos de Chicago, dirigidos a crear nuevas oportunidades para los
jóvenes. Los instrumentos utilizados consistían en fomentar las actividades para
los jóvenes (de recreo, vacaciones de verano, grupos de discusión, proyectos en
el vecindario) y en tratar de sus oportunidades de trabajo.

154
Asimismo se atribuye a la Escuela de Chicago las bases de la llamada
“teoría de la asimilación de los inmigrantes” desarrollada posteriormente por ALBA
y NEE.10 En el ámbito español, resulta interesante destacar el tipo de intervención
realizada por el Ayuntamiento de Barcelona en el barrio de Ciutat Vella de esta
ciudad. Ciutat Vella era un barrio que en 1980 reunía características como
pobreza de la población, alta densidad, homogeneidad económica, población
decreciente, alta movilidad, incidencia de la delincuencia organizada, que
permitían caracterizarlo de “gueto suburbial” (AGUIRRE et alii, 1990: 124). La
intervención realizada por los poderes públicos es bastante coherente con los
planteamientos ecológicos, a través de una mejora de las viviendas, de los
espacios públicos y de construcción de instalaciones culturales dentro de los
espacios deteriorados (AGUIRRE et alii, 1990: 102). Aún cuando la delincuencia, de
acuerdo a las encuestas de victimización realizadas hasta 1999 (SABATÉ et alii,

10
“La sociedad estadounidense ha sido caracterizada en los trabajos sociológicos más clásicos
y en los discursos públicos como una gran olla donde se mezclan los sabores de sus diferentes
componentes étnicos, fundiéndose unos a otros, hasta producir una mezcla distinta de cada uno de
los ingredientes y específicamente americana. En un proceso espontáneo de interacción social, en
el marco de unas instituciones públicas cuya intervención es reducida y neutral, los grupos
minoritarios tienden a asimilarse a los mayoritarios. Esta tradición sociológica de la asimilación
siempre chocó con la experiencia recalcitrante de los obstáculos tradicionales a la integración de
los indios aborígenes y de los negros. Además, ha sido puesta en duda más recientemente, a la
vista, por un lado, de los obstáculos que han encontrado algunos grupos étnicos no europeos,
llegados más recientemente al país, a la hora de participar en términos de igualdad en los
procesos de movilidad ocupacional e integración espacial, laboral y matrimonial, y, por otro lado,
de los deseos expresados y esfuerzos realizados por algunos de esos grupos por retener o
conservar sus identidades culturales de origen en la sociedad de destino. La teoría de la
asimilación de los inmigrantes encuentra sus primeras expresiones en los trabajos de la Escuela de
Chicago, en los años veinte, pero la posterior formulación de Milton Gordon (1964) ha servido de
guía en los numerosos estudios empíricos sobre la integración de diversos grupos étnicos en la
sociedad americana. Gordon distingue tres momentos sucesivos en el proceso de asimilación: la
aculturación, la asimilación estructural y la formación de una identidad común. La aculturación
consiste en la adopción por parte de los grupos minoritarios de los patrones culturales del grupo
mayoritario, desde el lenguaje, los modos de vestir y de expresión personal, hasta los valores más
profundos; en un proceso que resulta inevitable, la cultura minoritaria se subsume en la
mayoritaria, que sólo resulta modificada en aspectos muy superficiales. La asimilación estructural
ocurre a medida que los inmigrantes van estableciendo relaciones de grupo primario con los
receptores, tales como redes de amistad, clubs y familias, de modo que las formas de
discriminación social desaparecen. Esta segunda fase podrá completarse o no, pero si se produce
normalmente llevará al grupo inmigrante hasta la tercera fase. En esta última fase de la asimilación
se genera una identidad común, unos sentimientos de pertenencia a un mismo pueblo y un mismo
destino. Las tres fases constituyen una secuencia de incorporación generacional, de modo que en
un momento dado la sociedad americana contará con grupos de inmigrantes más o menos
asimilados; aunque cada generación estará más avanzada en el proceso que la anterior, la

155
1999: 102), había tenido fases de disminución muy importante en la barriada que
nos ocupa (reducción que también se había producido en otras partes de la
ciudad) las últimas encuestas, sin embargo, indican un nuevo repunte en la
criminalidad.11 La circunstancia coyuntural reseñada es corroborada asimismo por
los datos del programa estadístico de seguridad de la Dirección General de la
Policía correspondiente a la Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía (CNP) del
Distrito de Ciutat Vella en el periodo 2000-2002.
Continuando con el análisis del barrio de Ciutat Vella de Barcelona, en la
actualidad constituye una de las zonas de la ciudad con un índice más elevado de
inmigración, presencia que se acentúa de forma acelerada. Algunos estudios de
esta situación han estipulado como explicación, entre una de las causas posibles,
la compra o alquileres de las viviendas del casco antiguo, debido en muchos
casos al grave estado de deterioro de las mismas, que hace que los precios sean
más asequibles para las posibilidades adquisitivas de esta población foránea. Esto
desencadena cierta presión en la población autóctona de la barriada, toda vez que
en gran parte de los alojamientos, conseguidos por determinados grupos
nacionales de inmigrantes, se producen grandes concentraciones de personas por
metro cuadrado de vivienda contraviniendo cualquier requisito mínimo de
salubridad. Lo anterior, además de producir un incremento notable de individuos
en periodos de tiempo relativamente cortos, circunstancia que se fomenta en
zonas determinadas del barrio, sirve como reclamo para otros compatriotas. Todo
ello origina movimientos de las personas originarias del barrio que procuran
trasladar su residencia a otras zonas de la ciudad, esgrimiendo como principales
argumentos, por un lado, el deterioro del entorno y, por otro, la pérdida económica
incesante del valor de sus viviendas como consecuencia inmediata de la catarsis
socio-ambiental del distrito.

situación más habitual combinará asimilación cultural junto con pluralismo estructural” (ALBA & NEE,
1997: 827-832).
11
Ver Encuestas de seguridad pública de Cataluña y de victimización y opinión sobre la
seguridad de Barcelona ediciones 2000, 2001 y 2002. Entidades colaboradoras en su confección
Departament d’Interior (Gabinet d’Estudis d’Interior), Institut d’Estadística de Catalunya, Ajuntament
de Barcelona, Mancomunitat de Municipis de l’Àrea Metropolitana de Barcelona, Universitat de
Barcelona (Fundació Bosch i Gimpera).

156
TEORÍA DE LA ASOCIACIÓN DIFERENCIAL

La teoría de la asociación diferencial fue elaborada por Sutherland (1883-


1950), sociólogo norteamericano, profesor de la Universidad de Illinois donde
escribió un libro de texto, Criminology (1924), en el que inició la teoría de la
asociación diferencial, que completó en su cuarta edición en 1947.
Sutherland pretendía rebatir las explicaciones en boga acerca de la
delincuencia, que la concebían fundamentalmente como expresión de una
constitución física distinta o de personalidades defectuosas. Los estudios que él
mismo desarrolló respecto de la delincuencia de cuello blanco le llevaron a objetar
las explicaciones biológicas o psicológicas y también a cuestionar el vínculo
comúnmente asumido entre delincuencia y pobreza. En definitiva, este autor
defiende la máxima que “el comportamiento delictivo es aprendido no se hereda ni
se inventa”.
Dentro de esta teoría de la asociación cultural, y con respecto a los barrios
segregados se han planteado algunas consideraciones de política criminal,
partiendo del establecimiento que el problema de la delincuencia es atribuible a la
tradición delictiva que se desarrolla en estos barrios marginados, sugiriendo la
disgregación del barrio mediante su dispersión para evitar precisamente la
persistencia de la subcultura delictiva.
En los planteamientos más actuales de esta corriente criminológica, que
desarrollan las teorías del aprendizaje, se aboga por el control de la delincuencia
mediante el aprendizaje preventivo o correctivo, utilizando para ello tanto
programas de socialización como de resocialización.
Si nos remitimos al ámbito del inmigrante delincuente, la versatilidad de las
expectativas de política criminal de estas teorías (utilizando técnicas de dispersión
o disgregación con la intención de conseguir modificar su comportamiento a través
de referentes adecuados) es una opción que, a pesar de las reticencias para su

157
puesta en práctica, podría tenerse en cuenta en delimitadas zonas territoriales12
con una problemática específica. Especialmente cuando la concentración de
criminalidad atribuible a ciudadanos extranjeros (asentados en determinados
distritos o barrios) facilita la existencia de “guetos” marginales de difícil acceso.
Esta segregación crea dificultades que se ven reflejadas no solamente en la
implantación de las oportunas medidas de carácter social, sino también en las
actuaciones policiales de lucha directa contra este tipo de delincuencia.
Situaciones todas ellas que repercuten negativamente en la eficacia operativa
multidisciplinar, de prevención de la marginalidad delictiva, en las barriadas que
presentan la problemática descrita.

TEORÍA DE LA ANOMIA

La teoría de la anomia se engloba en la tradición sociológica de la


criminología puesto que su objetivo es explicar el delito a partir de determinadas
características de la sociedad que promueven su existencia.13
El núcleo de la teoría de la anomia fue expuesto por R. MERTON en Social
Structure and Anomie, un artículo publicado en 1938 que posiblemente es el más
citado de toda la historia de la criminología. La idea básica de este trabajo es que
la importancia excesiva atribuida a los fines que debe alcanzar la persona propicia
que ésta, sobre todo cuando carece de medios lícitos para alcanzar tales metas,
se pueda plantear su logro mediante el recurso a medios ilícitos. El autor pone a la
sociedad norteamericana contemporánea como ejemplo de sociedad anómica en
atención a que su insistencia en el éxito económico debilita el respeto por los
canales legítimos para lograr este objetivo, generando una presión anómica,

12
Espacios geográficos, también existentes en determinadas localidades de nuestro territorio
nacional, perfectamente localizados e identificados.
13
Esta teoría sociológica se denomina “teoría de la anomia” porque estudia las circunstancias
que debilitan la eficacia de las normas como guía para la acción individual. De tal manera la
expresión “anomia”, que literalmente significa ausencia de normas, se usa por esta teoría no en el
sentido que la sociedad carezca de normas para regular el comportamiento de los individuos, sino
para explicar que, en sociedades anómicas, junto a la presión que las personas reciben para
obedecer las normas, existen presiones en sentido contrario, que contribuyen a explicar las tasas
elevadas de delincuencia.

158
especialmente sobre los peor ubicados en la estructura social, a utilizar
procedimientos no aceptados para lograr la riqueza.
Las bases de la teoría descrita podemos trasladarlas también al fenómeno
inmigratorio, especialmente en la llamada inmigración irregular, donde son más
patentes los brutales desequilibrios culturales entre fines y medios para
alcanzarlos. De este modo existen unas aspiraciones lícitas de mejora que en
muchos de los casos de las personas que efectúan las migraciones, en mayor
grado los que lo hacen fuera de las vías legales establecidas, no se ven
correspondidas con las oportunidades reales que se encuentran en los lugares de
destino. Esto unido a la gran disponibilidad de oportunidades ilícitas en los países
del primer mundo, que ostentan la riqueza añorada, origina la enorme presión
anómica sufrida por el grupo de referencia, el colectivo de inmigrantes.
Contrarrestar el alto grado de presión sufrido por estos individuos es una tarea
ardua y complicada para las sociedades receptoras, que habrán de buscar el
fomento de valores determinados de solidaridad si pretenden conseguir una
integración social aceptable.

TEORÍA DE LA PRIVACIÓN RELATIVA

La primera formulación de esta teoría se debe a uno de los pioneros de la


criminología, el belga Adolphe Quételet. De acuerdo con esta teoría, que tiene
bastantes puntos de coincidencia con la teoría de la anomia, una persona puede
verse empujada a la delincuencia por la frustración que le genera el contraste
entre sus condiciones de vida y sus aspiraciones. La tasa de delincuencia no
respondería pues directamente a la privación objetiva, es decir a la pobreza en si
misma, sino que es necesario tener también en cuenta el factor subjetivo de las
aspiraciones del individuo. Es fácil entender que el inmigrante, que se ha decidido
a dar el gran paso de abandonar su país de origen en espera de incorporarse a
una sociedad que supone mucho más rica y que de hecho puede constatar que lo
es, sufra una frustración al advertir que su nivel de vida queda muy por debajo del
habitual en el país donde se ha instalado. Y esta teoría ayuda también a

159
comprender el hecho, frecuentemente constatado, de que los inmigrantes de
segunda generación, es decir los hijos de padres inmigrantes, presenten una tasa
de delincuencia más alta que los de primera generación. En efecto, estos últimos
tienen presentes las condiciones de su país de origen y por tanto pueden sentir
que han prosperado, aunque se encuentren en una situación desfavorecida
respecto a los autóctonos del país de acogida. Para sus hijos, en cambio, las
condiciones del país de origen ya no son relevantes. Ellos aspiran a más y por
tanto, a igualdad de condiciones objetivas, están más expuestos a la frustración.

TEORÍA DE LAS SUBCULTURAS DELICTIVAS

La teoría de las subculturas delictivas14 tiene como objeto el análisis de la


delincuencia juvenil que se realiza en el seno de bandas, esto es de grupos
organizados: no tiene interés por la delincuencia individual pues en ésta el
infractor no encuentra el apoyo del grupo para realizar su acto delictivo. Si estos
autores (COHEN, 1955) (CLOWARD & OLHIN, 1960)15 toman a las bandas juveniles
como objeto de estudio es porque piensan que se trata de los fenómenos
delictivos más preocupantes, pues en la banda la delincuencia es más frecuente
(ya que la reputación en el grupo exige la realización de actos delictivos) más
factible (la subcultura favorece que se formen carreras delictivas) y más duradera
(ya que las subculturas son resistentes al cambio).
En la actualidad sería relevante, retomar los análisis y conclusiones de esta
teoría para explicar, de forma específica, los fenómenos delictivos relativos a

14
Se ha de tener en cuenta que básicamente la teoría de las subculturas se fundamenta,
principalmente, en dos tradiciones criminológicas: en la teoría de la asociación diferencial y en la
teoría de la anomia.
15
Destacan como revisores críticos de esta teoría Walter Miller, David Matza, Gresham Sykes...

160
bandas juveniles compuestas por grupos nacionales16 de inmigrantes (incluidos
los jóvenes delincuentes de segunda generación en el territorio) que van
apareciendo de forma expansiva en muchos de los barrios marginados de
nuestras ciudades, especialmente en aquellos donde la segregación racial17 es
más evidente. Ahora bien, las políticas criminales eficaces necesariamente
tendrían que ir dirigidas a solventar las agresiones a la sociedad del entorno
incidiendo en la raíz del problema: la pobreza y discriminación que sufren los
guetos, ya sean de jóvenes autóctonos o foráneos.
En otro orden de cosas, no podemos confundir la manifestación de las
bandas de “barrio”, debido a que presentan pocos puntos en común, con las
bandas de estética skin (o tribus urbanas similares) y las de ideología neo-nazi.
Estas bandas surgidas a partir de los años ochenta en gran número de países,
tienen entre una de las causas de su proliferación acuciante, posiblemente, el
incremento de la inmigración (y por ello hacemos mención) con diferentes grados
de implantación y reacción en función de la problemática propia de cada zona
geográfica.
En lo que respecta a los medios para prevenir la violencia skin, debe
tomarse en cuenta la vinculación de la ideología de estos grupos con el discurso
antiminorías, con lo que sería importante evitar las arengas ideológicas que
tienden a estigmatizar a las minorías y potenciar asimismo las políticas reactivas
legales contra estos grupos. En la misma línea de actuación contra la violencia
neo-nazi, básicamente las políticas criminales contrastadas que se han de
impulsar son: las dirigidas a perseguir civil y penalmente las formas de
propaganda neo-nazi (para evitar la provocación de acciones delictivas en este
sentido) prohibir los conciertos racistas y establecer estándares de conducta en
los medios de comunicación, que impidan la publicidad a estas ideologías y que
adopten una actitud crítica hacia ellos.

16
Países de Europa del Este, magrebíes, subsaharianos, sudamericanos (fenómeno Latin
Kings y otros)...
17
Una de las propuestas de política criminal conocida es la que propone la reducción de la
segregación como hecho de partida para luchar contra la cohesión de las bandas mencionadas.

161
TEORÍA DEL CONFLICTO DE CULTURAS

La teoría del conflicto de culturas fue inicialmente formulada por el


sociólogo norteamericano Thorsten Sellin en los años treinta. Según ella pueden
producirse conflictos cuando entran en contacto poblaciones cuyas respectivas
culturas tienen un sistema distinto de valores y normas (por ejemplo cuando llegan
a un país inmigrantes con valores culturales propios) de manera que algo que es
aceptable en una es considerado delito en otra. Un ejemplo claro es el de la
mutilación genital femenina, que algunas culturas africanas consideran como un
requisito del pudor, mientras que en Europa se castiga como delito. Y quizá la
elevada tasa de hurtos que manifiestan los inmigrantes rumanos de etnia romaní
pueda entenderse en función de su particular sistema de valores, que no condena
la apropiación de bienes pertenecientes a personas ajenas a su etnia. Sin
embargo el valor explicativo de esta teoría es limitado porque, exceptuando caso
puntuales como los citados, existe un amplio consenso entre las más diversas
culturas acerca de las normas básicas de conducta. El homicidio, el robo y la
violación son considerados delitos en todos los países del mundo.
Sin embargo, tampoco podemos obviar los estudios realizados por
criminólogos de distintos países que consideran fundamental la influencia de la
cultura delictiva del país de origen. En este sentido ciertamente la frecuencia con
la que se recurre a la violencia en las relaciones interpersonales varía por ejemplo
mucho de una cultura a otra. En términos generales, las tasas de homicidio son
muy elevadas en el África subsahariana y en América, intermedias en Europa y
mucho menores en Asia. Y dentro de cada continente se encuentran grandes
diferencias, incluso entre países vecinos. Por ejemplo, la tasa de homicidios de
Colombia es, en parte por la violencia política que padece endémicamente, cuatro
veces superior a la de Ecuador. No es de extrañar, por tanto, que delincuentes de
otros países actúen en España con una violencia que aquí es inhabitual,
traduciéndose por ejemplo en una elevada cifra de muertes por ajustes de cuentas
entre bandas rivales. Y lo mismo cabe decir de la propensión a la violencia
doméstica.

162
TEORÍAS DEL CONTROL

Como teórico de la teoría del control Travis Hirschi defiende, frente a la


teoría de la anomia, que la delincuencia no es producto de aspiraciones
insatisfechas, pues no importa cuán elevadas o insatisfechas éstas sean, la
persona no delinquirá si está vinculada a la sociedad y siente que al realizar el
delito arriesga su posición en ella y, frente a las teorías culturales, que la
delincuencia no es producto de valores normativos distintos, que al guiar el
comportamiento individual conlleven la comisión de actos delictivos, puesto que
todo el mundo comparte unos mismos valores.
De forma muy resumida para Hirschi: a) no hay valores delictivos; b) la
realización de un acto delictivo no requiere de un factor positivo -un valor
desviado- que te motive a delinquir, sino la ausencia de uno -el control,
representado por tu creencia de que debe respetarse la ley- que te lo impida; c) la
asociación con amigos delincuentes no precede la realización de actos delictivos,
sino que estas asociaciones se desarrollan posteriormente.
La pregunta que Hirschi intenta contestar a través de su “teoría de los
vínculos sociales” es ¿por qué respetamos la ley? A modo de respuesta “Las
teorías del control asumen que los actos delictivos se producen cuando los
vínculos de la persona con la sociedad se debilitan o rompen”. Los cuatro vínculos
que nos mantienen unidos a la sociedad y evitan que todos realicemos actos
delictivos son en opinión de este autor: el apego con los padres, las aspiraciones
sociales, la participación en actividades convencionales y la conciencia de que la
ley debe respetarse. Ausentes estos vínculos todos podríamos delinquir. Sin
embargo, finalmente, como reconoce Hirschi, la pregunta más desconcertante
para un teórico del control es: “Sí, pero ¿por qué delinquen?”.
La teoría de los vínculos sociales expuesta ha sido utilizada por algunos
autores para explicar la delincuencia de inmigrantes, realizando el enfoque de
atribuir la marginación del extranjero, en la sociedad de acogida, por tener
escasos lazos que funcionen como control de sus conductas. Primordialmente el

163
análisis que se propone, con respecto a la criminalización de los inmigrantes, es la
consideración de las instancias informales del control social como inhibidoras o
favorecedoras de las situaciones de riesgo delictivo. En esta línea doctrinal E.
GARCÍA:

“Con todo, cuando las relaciones sociales, familiares y afectivas, mediante


las que se realiza un adecuado control social informal, actúan eficazmente sobre el
sujeto logrando su integración en el consenso establecido, nos encontramos ante
una situación óptima; de ahí que se espere una conducta conformada de dicho
ciudadano a la dinámica social. Como situación opuesta está la de desarraigo, y
consecuentemente la carencia de control social informal debido a la ausencia o
deficiencia de los mecanismos para llevarlo a cabo. Es decir, que la falta de
relaciones sociales, afectivas, familiares y vecinales, o su deficiente implantación,
impide que el control informal se realice de manera efectiva inhibiendo las conductas
contrarias a derecho” (2001: 128)

Un corolario muy importante de esta teoría, que resulta directamente


contradictorio con las implicaciones de la teoría del conflicto cultural, es que el
apego a los valores de la cultura de origen constituye un factor de protección
frente al riesgo de caer en la delincuencia. Lo cual resulta especialmente
esclarecedor en el caso de los inmigrantes de segunda generación, que al hallarse
inmersos en un proceso acelerado de aculturación, por el que van perdiendo los
valores de sus padres y de su cultura de origen sin llegar a integrarse plenamente
en la cultura del país de acogida, tienen un elevado riesgo de carecer de esos
vínculos de control social que sirven de freno a la delincuencia.
Se ha de tener en cuenta no obstante que las investigaciones de Hirschi se
realizaron sobre adolescentes autóctonos (delincuentes juveniles), siendo los
trabajos de la autora citada sobre delincuentes inmigrantes adultos, por lo que la
extrapolación realizada puede llevar implícita ciertos riesgos.18

18
Las dos primeras hipótesis, vinculadas con la teoría de los vínculos sociales de Hirschi, que
realiza Elisa GARCÍA, en palabras de la autora “tesis probables” aún no verificadas, son:
“1. El inmigrante rompe con sus vínculos de origen y por ello deja de percibir y recibir el
control social informal correspondiente. En el país receptor el extranjero se encuentra
desvinculado, sin lazos sociales que le inhiban de cometer actos delictivos, constituyéndose
en un grupo criminógeno.
2. Los inmigrantes en situación ilegal cometen más delitos que los que están legalizados
debido a que su situación de marginación legal provoca irremediablemente su marginación
social. Siguiendo la teoría del arraigo social de Hirschi, el temor del extranjero ilegal a perder

164
TEORÍA DEL ETIQUETAMIENTO

La teoría del etiquetamiento apareció en los años 70 y desde una visión


interaccionista no concibe el delito sin la existencia de la reacción social.
También esta teoría, aunque con un punto de vista distinto del que plantea
la teoría de los vínculos sociales,19 reflexiona sobre la reacción social estimando
que vendría derivada de una desigual distribución de poder.
Entre los teóricos del etiquetamiento H. BECKER20 defiende que desde la
perspectiva de la reacción social el estudio de la categoría “comportamiento
desviado”21 requiere el estudio de la reacción social. Si se pretende trasladar ello
al ámbito criminológico, la enseñanza de la perspectiva del etiquetamiento rezaría
más o menos de la siguiente forma: lo que distingue una infracción (de una ley
penal) de un delito no reside en el comportamiento que en ambos casos es el
mismo, la diferencia reside más bien en que en el segundo caso el
comportamiento ha estado descubierto, interpretado, definido y etiquetado como
delito. Lo mismo sucede respecto del delincuente: la categoría de infractor designa
a la persona que ha infringido una norma, en tanto que etiquetamos como
delincuente a quien habiendo vulnerado una norma penal ha sido objeto de
identificación y condena por el sistema penal. En opinión de este autor cuando la
persona ha sido definida o etiquetada como desviada, al aislársele del mundo
convencional, se adentra en el mundo de los desviados y de esta forma se
producen diversas consecuencias: neutraliza su vínculo con el orden normativo de

los logros conseguidos es menor, pues ni siquiera cuenta con una estancia legal en el país.
Consecuentemente, el inmigrante económico con permiso de trabajo o residencia, debido a
su mayor integración y vinculación con el país que le acoge, tiene escasa representatividad
en las cifras oficiales de delincuencia” (2001: 132).
19
Hemos visto que las teorías del control plantean la reacción social como necesaria para
alcanzar la conformidad de los individuos.
20
H. BECKER (1963) traducción castellana de “Los extraños” (1971). Buenos Aires: Amorrortu.
Por donde se realizarán las citas.
21
La definición de un comportamiento como desviado es ya, en consecuencia, el resultado de
una lucha de intereses. Cuando los grupos poderosos crean las normas y las aplican a quienes las
infringen están creando el comportamiento desviado. “(...) los grupos sociales crean la desviación
al hacer las reglas cuya infracción constituye la desviación” (BECKER, 1963: 19).

165
la sociedad, repudia a las personas convencionales, racionaliza el porqué de su
desviación, aprende a comportarse de forma desviada para evitar problemas con
la policía, y en definitiva, se forja una identidad de desviado (BECKER, 1963: 29-
36).
Por su interés en el trabajo que nos ocupa, se realizan a continuación
algunas consideraciones sobre la hipótesis planteada den-tro de la teoría del
etiquetamiento en relación con la aseveración que “la etiqueta de delincuente es
un factor que facilita la comisión de ulteriores actos delictivos”. No obstante lo
anterior, algunos teóricos cuestionan las investigaciones empíricas realizadas que
puedan demostrar una persistencia delictiva como consecuencia únicamente del
impacto de la etiqueta.
Sin embargo J. CID y E. LARRAURI con respecto al extremo anterior
exponen:

“Por nuestra parte pensamos que, aun cuando las investigaciones empíricas
no hayan conseguido afirmar de forma concluyente, debido a errores metodológicos
de éstas o debido a la dificultad de separar el efecto de la etiqueta de otras causas
concurrentes, la hipótesis de la teoría del etiquetamiento, de que la etiqueta de
delincuente es un factor que facilita la comisión de ulteriores actos delictivos, ésta es
totalmente plausible. Es razonable admitir que etiquetar a una persona como
delincuente conduce a una exclusión de oportunidades convencionales y a una
reordenación de la personalidad. Ello conlleva tener que ajustarse a una nueva
identidad adscrita a partir del momento en que se es etiquetado y sobre la base de
la cual la gente va a relacionarse en el futuro con ella. Este proceso finalmente
comporta una degradación de estatus, una búsqueda de subculturas delictivas y un
cambio de percepción social respecto de la persona que puede conducir a una
estabilización y amplificación de su rol como delincuente” (2001: 209).

Por otro lado, los seguidores del etiquetamiento critican al sistema penal por
considerar que éste favorece la formación de identidad de delincuente, por tanto
mantienen en este sentido que el proceso penal somete a la persona a un proceso
de visibilidad, diferenciación, y estigmatización del cual muy probablemente la
persona salga asumiendo una nueva identidad de delincuente. Asumida esta
identidad es probable que se relacione con delincuentes y actúe como tal, de
acuerdo a su nuevo rol, favoreciéndose de este manera la persistencia en su
carrera delictiva. Esto es lo que supone ser etiquetado como delincuente, una

166
etiqueta que tiene tanta fuerza que borra cualquier otro rol anterior (CID &
LARRAURI, 2001: 211).
Esta teoría es defendida en el contexto concreto de la delincuencia de
extranjeros por diversos autores manteniendo que los medios de comunicación de
masas, la opinión pública y las instituciones del control social están cargados de
prejuicios sociales sobre los inmigrantes, a quienes se les atribuye el calificativo
de peligroso social. En consecuencia, el inmigrante es rechazado por la sociedad
receptora, y ese trato produce unas tasas de delincuencia más altas que en otros
grupos. Ese mayor registro delictivo del colectivo de inmigrantes es debido a los
procesos discriminatorios existentes en las distintas instancias del control
socialformal.
Aunque de forma genérica, en Criminología la relación entre los medios de
comunicación y el delito no es algo nuevo; ya en 1973 COHEN y YOUNG destacaron
la influencia que los medios podían ejercer en la selección de las noticias para
reforzar estereotipos y especialmente por su papel como un elemento más de
control social (COHEN & YOUNG, 1973). De un modo más concreto S. COHEN (1972)
en su libro Folk devils and moral panics expuso cómo los medios de comunicación
contribuyen a la creación de los denominados “pánicos morales” que abocan a
determinadas reformas políticas. Según este autor los pánicos morales surgen
durante períodos en los que las relaciones sociales y económicas se encuentran
en estado de cambio y cuando los valores y las normas sociales están siendo
cuestionadas. En este clima, cualquier hecho o cualquier incidente sirven como
catalizador para desatar el pánico, incluso aunque no tengan nada que ver o no
esté del todo relacionado cualquier acontecimiento es utilizado por los creadores
de opinión pública y los medios de comunicación para demostrar que las cosas no
están bien y que es necesario hacer algo para mejorarlas. Aunque este concepto
de pánico moral fue posteriormente cuestionado por su falta de precisión teórica y
porque había simplificado en exceso procesos sociales tan complejos como la
representación de la realidad social en los medios, la configuración de la opinión
pública o la influencia de los grupos de presión, no puede negarse que todavía hoy

167
determinadas realidades y determinados grupos de población son analizados
desde visiones excesivamente estereotipadas.22
Más específicamente, los estudios criminológicos sobre la influencia de los
medios de comunicación en las actitudes punitivas de la sociedad coinciden en
que los medios ofrecen una visión deformada de la realidad criminológica de un
país, centrando la atención únicamente en los delitos violentos o dramáticos. Si
bien las investigaciones empíricas en este campo no han podido determinar hasta
el momento si las convicciones punitivas de la sociedad son consecuencia de su
exposición a ciertos mensajes mediáticos o si, por el contrario, son éstas las que
condicionan la selección de sucesos delictivos por los medios. En este sentido las
últimas investigaciones parecen reforzar la hipótesis de que los medios juegan un
papel activo y no son un mero espejo de la “opinión pública” (SOTO, 2003: 97-98).
El sociólogo G. SIMMEL en su clásica obra “El extraño” sugería que los
inmigrantes son el prototipo de extraño, físicamente presentes en la comunidad,
pero sin formar parte de ella. Debido a que son literalmente “de fuera”, los
inmigrantes, como todos los extraños, no son percibidos como miembros plenos
de, ni participantes en, la vida social y cultural de la comunidad (SIMMEL, 1950).
Además, esta no-pertenencia, esta cualidad de ser foráneo, les dota de un aura de
peligro potencial. Como ha comentado MELOSSI el inmigrante afronta un doble
riesgo:

22
Para comprobar la relación que existe entre las preocupaciones de los españoles y el
contenido de las noticias aparecidas en los medios. Valga como ejemplo para corroborar esta
afirmación lo ocurrido en relación con el fenómeno de la inmigración y el interés por centrar el
debate político en los temas de inseguridad ciudadana. Respecto al problema de la inmigración, los
resultados demostraban que el fenómeno parecía haberse criminalizado a partir del año 2000;
hasta esa fecha el fenómeno de la inmigración no se había asociado en el debate público a los
efectos criminógenos que el mismo podía suscitar. Sin embargo, y como consecuencia de una
oleada informativa surgida a raíz del brote xenófobo sucedido en El Ejido, el fenómeno apareció en
la escena pública. Curiosamente si se analiza la evolución de los principales problemas que
preocupan a los españoles, según las encuestas de opinión que realiza el CIS, el problema de la
inmigración experimenta un proceso similar al que se observa en su presentación mediática. Hasta
diciembre de 2000 los españoles no parecen advertir en el fenómeno de la inmigración un
auténtico problema, sin embargo a partir de esa fecha la inmigración comienza a sentirse como un
problema importante que no abandona su presencia entre el tercer y el quinto problema principal
de preocupación.

168
“El extraño, siendo de entrada culpable por su diferencia o rareza… será un
blanco fácil sobre el que recaiga todo tipo de sospechas sobre su participación en
actos criminales y desviados. Si un extraño comete alguno de estos actos... el
círculo vicioso será perfecto y el extraño será encontrado doblemente culpable, por
su rareza y por su desviación” (...) (2000: 152).

K. CALAVITA, afirma que mientras las fuerzas de la globalización van


uniendo a los países del Primer Mundo en una misma comunidad económica y
cultural, la categoría de inmigrante/extraño se reserva exclusivamente para los
“otros” extranjeros procedentes del llamado Tercer Mundo (CALAVITA, 2004). Y,
como veremos en el caso de España, un porcentaje importante de estos
inmigrantes están definidos como ilegales. No importa que no hayan cometido
ninguna infracción penal, la condición de inmigrantes irregulares les marca como
personas “fuera de la ley”. Y en cierto modo los inmigrantes irregulares en
España, como en otros lugares del mundo, no solo son extraños, sino también, y
como consecuencia de su estatus ilegal, son por definición “desviados” y “la
tautología [es] perfecta (...)”.
J. DE LUCAS llama a los inmigrantes el “ejército de reserva de delincuentes”,
un término que capta perfectamente de forma muy gráfica su percepción en
relación con el estatus de criminalizado y marginado del inmigrante ilegal, que lo
convierte en un trabajador ideal (flexible) para la economía actual (DE LUCAS,
1994b: 84).
Otra de las autoras seguidas realiza diversas consideraciones sobre esta
teoría:23

“Las teorías del conflicto en general, y en especial la teoría del


etiquetamiento, son muy útiles para detectar la posible existencia de discriminación
institucional sobre colectivos determinados. Sin embargo, cuentan con grandes
limitaciones si se pretende con ellas explicar la delincuencia” (GARCÍA, 2001: 115).

Continúa diciendo al relacionar las dos teorías estudiadas en una finalidad


común:

23
Partiendo de la premisa, según la autora, que la teoría del etiquetamiento estudia la
delincuencia de los inmigrantes y las minorías desde una perspectiva nueva, como es, la reacción
del poder ante esos colectivos minoritarios.

169
“(...) Entre los postulados de esta teoría del etiquetamiento asumo la premisa
de que el delito no puede entenderse prescindiendo de la propia reacción social ya
que ambos delito y reacción social son términos inseparables. En este sentido
reacción social es la que se produce en un endogrupo determinado y mayoritario
con respecto a un exogrupo minoritario y amenazador. Por lo tanto, la respuesta
formal que se otorga, si no se remedia con mecanismos compensadores, está
influida por los estereotipos que se crean a partir de las características de los sujetos
sobre los que recaen.
(...) No resulta insensato de ningún modo intentar estudiar la criminalización
de los inmigrantes desde la teoría de los vínculos sociales y del etiquetamiento a la
vez, ya que, como señala Kaiser, ambas teorías comparten su interés por el análisis
del control social aunque desde distintas perspectivas: La primera de ellas analiza
casi exclusivamente las instancias informales del control social que inhiben o
favorecen una situación de riesgo delictivo, y la segunda se centra en el control
social formal que, de alguna manera, determina la situación de riesgo anterior y
responde, en mayor medida, ante la delincuencia de un determinado grupo”
(GARCÍA, 2001: 128-129).

Finalmente esta autora se apoya en la teoría del etiquetamiento para


plantear una tercera hipótesis de trabajo,24 para lo cual tiene en cuenta la
reacción del control social formal como parte integrante y fundamental en la
construcción del delito.

CRIMINOLOGÍA CRÍTICA

Los precedentes de esta corriente criminológica vienen marcados


fundamentalmente por las teorías del conflicto25 y la criminología marxista.26

24
Que es consecutiva de las dos hipótesis formuladas anteriormente (ver nota a pie de página
correspondiente):
3. Las respuestas que el control social formal otorga a este grupo poblacional de inmigrantes
extranjeros están condicionadas por las percepciones sociales sobre materia migratoria y crea un
tipo específico de relaciones grupales que determina la marginación y criminalización del exogrupo
minoritario y, en consecuencia, su discriminación institucional.
25
Dentro de la teoría del conflicto social sobresale la figura de Darendhorf.
26
Los teóricos de esta corriente, en clara censura del Derecho Penal y el propio sistema penal,
mantienen que en origen el delito se produce como consecuencia de la necesidad, ambición o
competitividad imperante. De esta manera opinan que se ignora el delito de los que tienen poder
(no se explica el delito de cuello blanco, delincuencia organizada...) por lo que abogan por reducir
el derecho penal y las penas de prisión. Otra línea de actuación, incluida en esta corriente
criminológica, es el sector que manifiesta la disconformidad del sistema estudiando las
vulneraciones de los derechos humanos.

170
En las teorías de corte conflictual, la aparente estabilidad y tranquilidad
social no es más que el resultado de un conflicto por el que imperan los valores de
determinado grupo. Por tanto, no existe un consenso social como establece el
funcionalismo, sino el poder de un determinado grupo social que se impone al
resto de la sociedad, que está integrada por una multitud de grupos con diversidad
de valores. La delincuencia es simplemente una respuesta a la injusta distribución
de riquezas y de poder, siendo la reacción penal un instrumento del grupo
dominante para defender los intereses de clase.
En el ámbito de las consecuencias de política criminal, las ideas que mejor
capturan la posición de la criminología crítica respecto de la prevención del delito
probablemente son que mayores cotas de igualdad o una mejor distribución de la
riqueza disminuye los índices de delitos y que consiguientemente la política más
efectiva para conseguir reducir el delito no es una política basada en la demanda
de penas más severas sino una política de reforma social. También existen
sectores de criminólogos, provenientes de la criminología crítica, que se
caracterizan por exigir un mayor uso del Derecho penal para conseguir proteger
los derechos e intereses de los grupos más vulnerables de la población. Una
segunda perspectiva que surge en la década de los ochenta, igualmente
proveniente de la criminología crítica, es la propuesta abolicionista, que pretende
en un primer momento abolir la pena de prisión y posteriormente reclama la
abolición del sistema penal. Ésta puede considerarse continuadora de la
perspectiva del etiquetamiento, ya que en opinión de los criminólogos
abolicionistas la definición de un problema social como delito implica dar una
respuesta penal, un castigo. Por el contrario, de acuerdo al pensamiento
abolicionista lo que se requiere es observar el problema social que late tras la
etiqueta del delito y plantear medidas de resolución del mismo. Por ello, los
autores abolicionistas son decididos impulsores y partidarios de las experiencias
de mediación entre la víctima y el delincuente.
Con respecto a la criminología crítica E. GARCÍA expone sobre la misma:

“De influencia marxista, la criminología crítica es un enfoque materialista de


la cuestión criminal. Defiende que el control social, mediante sus órganos, busca

171
mantener el sistema económico existente y el poder de la clase dominante.
Estudian las diversas formas de control, sacando a la luz los verdaderos objetivos
del sistema sancionador penal. Por tanto, el delito es un elemento del modo de
producción capitalista, ya que todas las clases sociales cometen delitos pero no
todas son tratadas de igual forma por el sistema de justicia penal. Según esta teoría
las desproporciones raciales en el ámbito de la delincuencia se explican por la
relación que, condicionada históricamente, han mantenido los diferentes grupos
étnicos con los medios de producción (...). Entre los temas que se han analizado
desde este punto de vista (singularmente los factores socioeconómicos y políticos)
destaca el de la marginación racial y cultural. Precisamente es esta forma de
estudiar los fenómenos lo que se le ha criticado: En estos años, los 80, la
preocupación por el incremento del tráfico y consumo de drogas, de la inmigración
de países del llamado tercer mundo y de la delincuencia en general no se ha visto
amortiguada más que por estudios de corte histórico y teórico” (2001: 142).

En relación con el colectivo de inmigrantes, las teorías del conflicto en


general han sido la base de la explicación de las distintas decisiones y sanciones
adoptadas en el sistema judicial. Esta perspectiva enfoca el problema sobre la
pobreza y la habilidad de los individuos y grupos para resistir a la misma. Con
relación a dicho argumento queda implícito que sobre las minorías de inmigrantes
pobres recaerá con más peso el ejercicio del control social, porque estas minorías,
por su situación estructural, cuestionan el poder establecido y, en consecuencia,
se les percibe como una amenaza simbólica a la que se responde con un trato
diferenciado en relación a los componentes del grupo dominante. En el caso
concreto de las decisiones judiciales, los que deben tomarlas sienten incomodidad
con respecto a lo que las características personales del sujeto representan. Estas
son vividas como una amenaza que provoca miedo e influye en la toma de
decisiones. Por tanto, dentro de las teorías del conflicto, para algunos autores la
percepción de un colectivo como amenazador cobra relevancia y se articula
inevitablemente a través de las desigualdades estructurales y la diversidad étnica.
Para otros, la tesis de la amenaza simbólica incluye estereotipos asociados no
sólo con la diversidad étnica, sino también con la edad y la gravedad del delito.
SIMON y YOUNG han tratado elocuentemente la idea de “el otro como el que
está fuera de la ley”. YOUNG (1996) considera la exclusión de estos “otros” como
un esfuerzo contraproductivo en la construcción de la comunidad. SIMON (1993)
mantiene que en las sociedades post-industriales del siglo XXI, el concepto de
“peligroso social” y la criminalización de las clases bajas desempleadas vuelven a

172
ser útil para comprender el sistema de justicia penal. Él apunta a que la población
de parados crónicos con rasgos raciales diferenciados ha sido criminalizada en
parte como una forma de ignorar su marginación económica. El exogrupo de
inmigrantes es percibido como un grupo al margen de la ley, pero no viceversa, y
que es precisamente su estatus de trabajadores (y no de desempleados) lo que
les conduce a la marginación. Es decir, el castigo que un inmigrante recibe por su
situación administrativa de ilegalidad es denegarles plenos derechos económicos.
Esta sanción y su marginación económica contribuye a reforzar la “flexibilidad” que
los inmigrantes suministran a la economía.

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Evaluación del módulo 3

1.- Cuando se produce la separación o divorcio de una pareja con antecedentes de violencia
doméstica:
a) No se suelen ver más, por lo que es habitual que se acabe el problema.
b) Pueden producirse otros incidentes esporádicos por encontrarse accidentalmente.
c) Suelen ser muy comunes las conductas de acoso y persecución.
d) La separación actúa como elemento inhibidor respecto del agresor.

2.- Cuando se produce la separación o divorcio de una pareja con antecedentes de violencia
doméstica:
a) No se suelen ver más, por lo que es habitual que se acabe el problema.
b) Pueden producirse otros incidentes esporádicos por encontrarse accidentalmente.
c) Suelen ser muy comunes las conductas de acoso y persecución.
d) La separación actúa como elemento inhibidor respecto del agresor.

3.- Según el concepto criminológico de malos tratos de carácter sexual, es cierto que:
a) Sólo deben considerarse como tales aquéllos que implican un contacto sexual de carácter
físico.
b) Deben incluirse los casos en que se obliga a la victima a realizar contactos de tipo sexual
sobre sí misma o con terceros.
c) No son incluibles en el concepto las conductas de tipo sexual que sólo producen
desvalorización de la víctima, siempre que no haya contacto físico.
d) Todo lo anterior es cierto.

4.- Los agresores que no suelen. mostrar comportamientos violentos en el entorno


extrafamiliar son:
a) Los que tienen una personalidad psicopática.

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b) Los que llevan a cabo maltratos de carácter más grave.
c) La gravedad de los maltratos producidos son un elemento indiferente, en esté aspecto
concreto.
d) Los que maltratan a su pareja de forma más leve.

5.- De todos los trastornos de personalidad siguientes, el más relacionado con el uso de la
violencia en general, y con la violencia de género y de pareja, en particular, es el:
a) Paranoide.
b) Antisocial.
c) Límite.
d) Pasivo-agresivo.

6.- La teoría sociobiológica, explicativa de la violencia, sintetiza los conocimientos de:


a) La Sociología y la Biología.
b) La Etología, la Ecología y la Genética.
c) La Sociología, La Biología y la Genética.
d) La Sociología y la Genética.

7.- En cierto modo, la teoría sugiere que los malos tratos, o por lo menos algunos de ellos,
se originan previa provocación de la víctima es la denominada:
a) Teoría de la transmisión intergeneracional.
b) Teoría de los recursos.
c) Teoría de la interacción en la pareja.
d) Teoría feminista.

8.- Según la dinámica más habitual del maltrato, el momento más peligroso para la víctima
es:
a) Cuando se conocen agresor y víctima.
b) Cuando la víctima queda aislada de su entorno.
c) Cuando el agresor conoce la intención de la víctima de separarse.
d) Cuando se desarrolla la fase de tensión.

175
9.- Como consecuencia de una violación, es muy habitual que la víctima atribuya lo que le
ha sucedido:
a) Al violador.
b) A las circunstancias.
c) A sí misma.
d) Al sistema legal y policial.

10.- No puede decirse que sea un comportamiento incluible dentro del concepto de
delincuencia socioeconómica:
a) El vertido incontrolado de sustancias intoxicantes en un río por parte de una empresa
química.
b) La obtención de información privilegiada del sistema informático de la Seguridad Social
c) El uso de un "paraíso fiscal" para blanquear dinero procedente de la droga.
d) El acceso ilegal al sistema informático de una empresa multinacional.

11.- Sutherland fue el primero que acuñó el término:


a) Delincuencia socioeconómica
b) Delincuencia "de caballeros"
c) Delincuencia "de cuello blanco"
d) Delincuencia "de cuello gris".

12.- Los delitos cometidos por la propia corporación o sus directivos para beneficio de la
empresa se denominan:
a) De "cuello blanco".
b) Ocupacionales.
c) Corporativos.
d) Incidentales.

13.- Una motivación que facilita la comisión de delitos socioeconómicos, impulsándole


directamente hacia ese comportamiento, y no provocando la disminución de la retracción

176
hacia ellos, en lugar de es:
a) El concepto de víctima impersonal.
b) Las presiones de grupo.
c) El poco valor disuasivo del castigo.
d) El auto-engaño por parte del delincuente.

14.- Respecto del impacto que pueden producir los delitos de carácter socioeconómico es
cierto que:
a) Aunque existe un impacto de carácter social, éste no es muy importante dado que la
sociedad no es consciente de las consecuencias del delito socioeconómico.
b) Dado que la delincuencia se lleva a cabo sin el empleo de la violencia física, el impacto
físico sobre las víctimas no se produce.
c) Dado que el número de los delitos socioeconómicos es mucho menos elevado que la
cantidad de delitos de la delincuencia común, en realidad el conjunto del coste económico
es más elevado en éstos últimos.
d) El marco de ambigüedad en que se suelen mover este tipo de delitos, añadido a la falta
de conciencia que se suele tener sobre el problema que suponen, facilitan el daño que
pueden ocasionar a las relaciones sociales.

15.- En la explicación de la delincuencia de tipo socioeconómico por la teoría del


aprendizaje social, un elemento que favorece la repetición de las conductas delictivas es:
a) Los refuerzos anticipados.
b) Las definiciones aprendidas.
c) La imitación de modelos.
d) Los refuerzos reales.

16. El elemento esencial que distingue a un inmigrante es:


a) Que ocupa los lugares más desfavorecidos del mercado laboral.
b) Su intención de residir y trabajar en España.
c) Que es un extranjero.
d) Que ha entrado en España de forma ilegal.

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17.- La progresión delincuencial amenazas, extorsiones, explosiones y asesinatos es
característica de:
a) El tráfico de armas de grupos árabes.
b) Los cárteles colombianos de la cocaína.
c) Las tríadas chinas.
d) Las mafias turcas de la heroína.

18.- Los delitos más repetidos en la delincuencia de los inmigrantes son:


a) Tráfico de drogas y agresiones sexuales.
b) Robos y agresiones físicas.
c) Tráfico de drogas y robos.
d) Robos y falsificaciones documentales.

19.- El interaccionismo simbólico es una explicación de la delincuencia de la inmigración


que se inscribe dentro del concepto más general de las teorías:
a) Del factor cultural diferenciador
b) Del factor de exclusión social.
c) De la discriminación institucional.
d) Las explicaciones psicológicas.

20.- La teoría de la respuesta subcultural de Cloward y Ohlin, para explicar la delincuencia


de la inmigración, reúne elementos de las teorías criminológicas de:
a) Del etiquetamiento y del conflicto cultural.
b) De los vínculos sociales, del funcionalismo y del conflicto social.
c) De la anomia, del aprendizaje social y de la Escuela Ecológica de Chicago.
d) De la anomia, del etiquetamiento y del conflicto social.

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