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Módulo 3
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INTRODUCCIÓN A LA PARTE ESPECIAL DE LA CRIMINOLOGÍA
La parte especial de la Criminología investiga y estudia sobre cada uno de los aspectos
delincuenciales y victimológicos específicos que conforman la criminalidad. De la
criminalidad real que, en cada una de las épocas, puede observarse. Es decir, se centra en
aspectos concretos de cada una de las diferentes facetas y manifestaciones que puede
adoptar el fenómeno criminal, desde un punto de vista científico, pero sin perder por ello el
contacto con la vida real que nos rodea. Y ello, es –precisamente-una de las virtudes que la
ciencia criminológica tiene y cuyos resultados y posibilidades puede y debe ofrecer a la
sociedad. Y más ahora que se ha conseguido el refrendo oficial por medio de la nueva
licenciatura en Criminología.
El programa de la parte de Criminología Aplicada, desde luego y al igual como sucedía con
el de Criminología General, tampoco puede tener pretensiones de comprender de manera
exhaustiva cada una de las diferentes áreas posibles de investigación criminológica. No
obstante, en la primera parte de ella se realizará un breve estudio sobre algunos de los
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conceptos más importantes de temas como los de la violencia de género, la delincuencia de
la inmigración, la criminalidad socieconómica, los abusos a menores, los diferentes
aspectos de la delincuencia juvenil, las distintas manifestaciones de la delincuencia
organizada, el maltrato hacia la tercera edad o la delincuencia violenta y sus protagonistas.
Se tiene una cierta tendencia a afirmar que el papel profesional del criminólogo –en muchos
de sus posibles ámbitos de actuación-debe ser esencialmente el de integrar todos los
conocimientos sobre un determinado asunto criminal, llevando a cabo un ejercicio de
síntesis basado en el tan anunciado carácter multidisciplinar de nuestra ciencia. Ejercicio de
síntesis que se ve materializado por la elaboración de un informe criminológico. Sin
embargo, ya va siendo hora de –en cierta manera-“sacudirse” esa etiqueta (que puede llegar
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a ser una maldición) de lo exclusivamente multidisciplinar. La práctica totalidad de las
ciencias modernas tienen –en mayor o menor medida-un cierto carácter multidisciplinar. Es
difícil que una verdadera investigación científica se base en los conocimientos exclusivos
pertenecientes a una sola y única ciencia.
En todo caso, la Criminología tiene entidad científica por sí misma, al margen de lo que le
puedan aportar otras ciencias, y ella misma también puede aportarles a éstas –a su vez-
conocimientos especializados a las que éstas últimas sólo se acercan de modo tangencial.
En palabras de la presentación que el Gobierno hizo de la nueva licenciatura, la
Criminología debe proporcionar “una formación científica, de carácter interdisciplinar, en
los distintos aspectos relacionados con el hecho criminal o con la conducta desviada,
carácter que no resulta satisfecho por las titulaciones existentes, por lo que se ha requerido
la creación de una licenciatura de segundo ciclo con unas características específicas”.
Por otra parte, y tal como sostienen Garrido, Stangeland y Redondo, el informe
criminológico no debe convertirse en un fin en sí mismo, sino que no es más que uno de los
instrumentos de trabajo (tal vez el más importante, eso sí)
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ofrecer una descripción de los comportamientos y consideraciones más relevantes desde el
punto de vista puramente criminológico, así como la determinación y descripción de los
factores individuales, situacionales y sociales que puedan haber estado asociados con el
fenómeno delictivo concreto que se esté informando.
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TEMA 13: La violencia doméstica.
Introducción y conceptos. Factores que la facilitan y mantienen. Los agresores y las
víctimas. La violencia física. La violencia psicológica. La violencia sexual. Teorías
criminológicas relacionadas.
LA VIOLENCIA DE GÉNERO
Una de las áreas criminológicas de estudio e investigación de mayor actualidad parece ser,
sin género de dudas, la de la violencia de género en todas sus facetas, especialmente en lo
que se refiere a la violencia doméstica. Sin embargo, un aspecto de ella no muy debatido (ni
siquiera muy mencionado) es el de poder llegar a una determinación conceptual lo más
exacta posible de la verdadera esencia del problema y –sobre todo-de unificar la
terminología que conlleva el estudio, investigación y tratamiento de esta cuestión. Y
aunque parezca que ello no tiene una excesiva importancia, la verdad es que se producen
bastantes errores de conceptuación científica originados por esa falta de delimitación. Sin
mencionar que este problema se agudiza en extremo cuanto más coloquial y generalista
(por menos especializado y científico) es el ámbito donde se debate (e incluso, a veces, se
intenta intervenir) sobre este tipo de cuestiones.
Para tener una idea de ello, basta con realizar un breve recorrido por los diferentes
conceptos que se “manejan” alrededor de esta problemática criminológica. Especialmente,
desde dos puntos de vista: uno, el de los diferentes ámbitos de violencia que van
confluyendo unos sobre otros de manera total o parcial; el otro, el de conseguir centrar
ideas sobre los diferentes elementos que intervienen en el problema, y sobre los que suele
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producirse una habitual confusión.
Empezando por estos últimos, hay que detenerse –entre otros-en conceptos como los
siguientes, que suelen emplearse de forma indistinta, aunque –en realidad-tienen
significados distintos, o con diferentes matices que pueden llegar a tener su importancia.
En el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, el término violencia se
refiere a la “acción violenta o contra el natural modo de proceder”. Lo cual, en este caso y
desde el punto de vista que perseguimos se muestra, paradójicamente bastante poco
definitorio. Es necesario recurrir al término violento para saber que su esencia es “el genio
arrebatado e impetuoso y que se deja llevar fácilmente de la ira” y que “se ejecuta contra
el modo regular o fuera de razón y justicia”. La agresividad se define como la “tendencia
a actuar o a responder violentamente”.
Por otra parte, agresión es el “acto de acometer a alguien para matarlo, herirlo o hacerle
daño”. Mientras que maltrato, siempre según Real Academia, es la acción de “tratar mal a
alguien de palabra o de obra”. Otro término que suele usarse paralelamente es el de abuso,
que es la acción de “hacer objeto de trato deshonesto a una persona de menor experiencia,
fuerza o poder”.
En relación con los diferentes ámbitos posibles, es un asunto que tampoco está exento de
una cierta confusión, al emplearse de una forma un tanto indiscriminada.
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La expresión violencia de género se refiere al uso de la misma, siendo determinante en ella
la intervención de personas de distinto sexo, y que éste sea elemento esencial en su
aparición y existencia. Si bien, en la gran mayoría de casos, el agresor suele ser un hombre
y la víctima una mujer, no hay que olvidar que en algunas ocasiones puede ser al contrario.
Sin embargo, suele utilizarse habitualmente (y erróneamente) la expresión para indicar que
se trata siempre de la primera de las opciones.
La violencia de pareja no debe confundirse con la anterior. Realmente, puede ser (y suele
ser comúnmente) una clase de violencia de género. Pero, ello no tiene que ser así en todos
los casos: existe, y hay documentadas investigaciones criminológicas, sobre violencia
llevada a cabo entre parejas homosexuales que, por lo tanto, no sería incluible estrictamente
dentro del concepto de violencia de género, si bien –por sus especiales connotaciones-
puede mostrar algunas de sus características esenciales. Es evidente que el concepto de
pareja debe usarse en su sentido más amplio.
La violencia doméstica tiene lugar dentro de un ámbito mucho más definido y concreto,
por lo que también puede denominarse violencia intrafamiliar. Pero, como puede
advertirse fácilmente, no toda la violencia doméstica tiene porqué ser de género, y ni
siquiera de pareja, ya que en este ámbito puede incluirse la violencia ejercida hacia los
menores o hacia la tercera edad.
En el aspecto penal, la actual figura delictiva de los malos tratos se recoge en la muy
reciente Ley Orgánica 11/2003, de 29 de septiembre, de modificación del Código Penal de
1995, en materia de medidas concretas de seguridad ciudadana, violencia doméstica e
integración social de los extranjeros. En ella, se da nueva redacción al artículo 153 que pasa
a decir lo siguiente:
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“El que por cualquier medio o procedimiento causara a otro menoscabo psíquico o una
lesión no definidos como delito en este Código, o golpeara o maltratara de obra a otro sin
causarle lesión, o amenazara a otro de modo leve con armas y otros instrumentos
peligrosos, cuando en todos estos casos el ofendido fuera alguna de las personas a las que
se refiere el artículo 173.2, será castigado con la pena de prisión de tres meses a un año o
trabajos en beneficio de la comunidad de 31 a 80 días y, en todo caso, privación del
derecho a la tenencia y porte de armas de uno a tres años, así como, cuando el juez o
tribunal lo estime adecuado al interés del menor o incapaz, inhabilitación especial para el
ejercicio de la patria potestad, tutela, curatela, guarda o acogimiento por tiempo de seis
meses a tres años. Se impondrán las penas en su mitad superior cuando el delito se
perpetre en presencia de menores, o utilizando armas, o tenga lugar en el domicilio común
o en el domicilio de la víctima, o se realicen quebrantando una pena de las contempladas
en el artículo 48 de este Código o una medida cautelar o de seguridad de la misma
naturaleza”.
También se rectifica -por la misma Ley-el artículo 173, que queda de la manera siguiente:
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a. o acogimiento por tiempo de uno a cinco años, sin perjuicio de las penas que
pudieran corresponder a los delitos o faltas en que se hubieran concretado los actos de
violencia física o psíquica. Se impondrán las penas en su mitad superior cuando alguno o
algunos de los actos de violencia se perpetren en presencia de menores, o utilizando
armas, o tengan lugar en el domicilio común
b. o en el domicilio de la víctima, o se realicen quebrantando una pena de las
contempladas en el artículo 48 de este Código o una medida cautelar o de seguridad o
prohibición de la misma naturaleza.
Por la misma disposición legal, desaparece la falta de malos tratos que se recogía en el
apartado 2º del artículo 617, pero continúa vigente la reforma introducida por la Ley
Orgánica 14/1999, de 9 de junio, de modificación del Código Penal, que daba nueva
redacción al artículo 620, que queda como sigue:
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no será exigible la denuncia a que se refiere el párrafo anterior de este artículo, excepto
para la persecución de las injurias.”
Sentadas las bases jurídicas que enmarcan el delito de malos tratos, ha de pasarse a
profundizar en una definición criminológica, y no meramente jurídica del concepto que se
está tratando. Como hemos podido observar anteriormente, es necesario previamente
delimitar el asunto que se desea definir. En este caso, y en función de las precisiones
terminológicas ya comentadas anteriormente, nos centraremos en el caso de la violencia de
pareja, aunque el concepto penal que se contiene en el Código se acerca más al de la
violencia intrafamiliar.
Una de las definiciones más completas de la violencia de pareja es la de Ana Isabel Cerezo
Domínguez, la cual entiende que ese concepto criminológico es “todo tipo de actos o
comportamientos abusivos, sean éstos físicos, psíquicos o sexuales que, llevados a cabo de
modo reiterado por parte de la persona a la que la víctima está o ha estado vinculada
sentimentalmente, con el fin de ejercer un control sobre ella, produzcan un resultado
perjudicial para la misma, siendo indiferente la entidad del daño causado o su naturaleza”.
Respecto de la acción del maltrato ha de señalarse que tiene una dimensión especialmente
plural, dado que abarca una gran diversidad tipológica con comportamientos muy diversos.
Para lograr un cierto agrupamiento clarificador de todos ellos, se ha recurrido –por algunos
autores-a clasificarlos sobre la base de dos criterios principales: la frecuencia y la
causalidad.
Según la frecuencia, los malos tratos pueden ser de carácter esporádico (e incluso único),
como resultado de un deterioro –más o menos progresivo-de la convivencia o relación; de
origen explosivo, como consecuencia inesperada y súbita de un desequilibrio familiar; o la
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múltiple, repetida una y otra vez en el tiempo y que llega a configurarse como una forma de
relación. De las tres, es esta última la que detenta en mayor medida la verdadera esencia del
concepto criminológico de los malos tratos, distinto del de la pura agresión, aunque sea
dentro del ámbito de la pareja.
El problema del criterio de causalidad es que pueden enumerarse una serie –que además no
es exhaustiva-de casos diferentes que no son excluyentes entre sí, por lo que no ofrece un
criterio demasiado útil en cuanto a la intención clasificadora. En todo caso, podrían citarse
algunos causas originadoras o desencadenadoras de la agresión como la enfermedad
mental, la separación de la pareja, el alcoholismo crónico... En todas ellas siempre es
necesaria, sin embargo, la previa matización de la dinámica e importancia de la
participación de cada uno de sus elementos en la aparición de este tipo de conductas.
En todo caso, los resultados de esa situación pueden variar desde la muerte, hasta las
injurias o calumnias, pasando por las lesiones, la limitación en la capacidad ambulatoria de
la víctima (detenciones ilegales, retenciones, confinamientos...), las injerencias en su
intimidad (revelación de sus secretos..), ataques a su libertad sexual, etc...
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No obstante, no hay que olvidar que la utilización de la violencia, aunque sea de un modo
esporádico o aislado, es un importante indicio de que puedan repetirse en el futuro este tipo
de conductas, sin que ello tampoco quiera decir –por otra parte-que ello tenga que
cumplirse indefectiblemente. De todas maneras, más que la intensidad, es la reiteración en
esta clase de agresiones lo que resulta ser uno de los elementos fundamentales para la
consideración criminológica de este tipo de situaciones como de violencia de pareja.
Por último, citaremos otro elemento presente en la definición, y –tal vez-el más importante:
la motivación de la situación de maltrato. Aparte de otras connotaciones que aparezcan
inicialmente como más evidentes, la esencial que origina realmente la violencia de pareja es
la de ejercer un control dominador sobre la otra parte. Siempre existe una relación de
desigualdad, de dominante-dominado. Es importante, desde este punto de vista la distinción
entre la violencia de carácter puramente hostil o la de carácter instrumental. La primera
tiene un fin en sí misma, mientras que la segunda es un medio para conseguir –de manera
más o menos inconsciente-alguna otra cosa. La violencia de pareja suele participar de
ambos caracteres. Es decir, el agresor no sólo persigue hacer daño a su pareja, sino –
además conseguir su principal objetivo, que es lograr controlarle imponiendo su voluntad.
Lo realmente importante es que el agresor, reiterando (y este es uno de los elementos ya
mencionados) la utilización de cualquier medio que está a su alcance, y que considera le
reporta los resultados que persigue, intenta afirmar su “superioridad” y mantener el
dominio sobre la otra persona. Dominio no consentido y perseguido contra la voluntad de la
otra persona, ya que –de lo contrario-se podría entrar en consideraciones de
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consentimientos sadomasoquistas o similares.
Los comportamientos abusivos que pueden incluirse dentro del concepto de violencia de
pareja pueden ser muy diversos, y –en la mayor parte de casos-se trata de conductas no
considerables aisladamente, ya que es más difícil encontrar malos tratos que se produzcan
mediante un tipo de comportamiento único, que los que combinan varias clases de
conductas agresivas y/o controladoras. Sin embargo, y a los efectos de indicar una
clasificación puramente didáctica, puede decirse que –coincidiendo con la gran mayoría de
autores-la violencia de pareja puede adoptar las formas específicas de malos tratos de
carácter físico, psíquico o sexual.
Un ejemplo de esa imposibilidad real de separar –en la realidad-cada uno de los tipos de
malos tratos es estudiar brevemente la comparativa entre cada uno de los diferentes tipos de
comportamiento abusivo y el resultado producido, que respondería normalmente al
siguiente esquema:
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Es decir, en la gran mayoría de casos, es difícil sostener –si no imposible-que la existencia
de malos tratos de carácter físico sólo lleven consigo la aparición de consecuencias físicas
para la víctima. Algo similar a lo que pasa con la mayoría de malos tratos de carácter
sexual.
No obstante, y si perder de vista que se realiza por esa necesidad didáctica de la separación
clasificatoria mencionada, pasaremos a profundizar muy brevemente sobre cada uno de los
tipos establecidos.
Puede definirse a los malos tratos físicos como “cualquier acción reiterada e intencionada
que suponga un acometimiento exterior ejercido contra el cuerpo de la pareja”.
Desde un punto de vista exclusivamente penal, se pueden incluir en este concepto, además
del tipo penal de malos tratos propiamente dicho, y comentado anteriormente, acciones
agresivas que pueden estar tipificadas también en los tipos delictivos de homicidio, lesiones
o coacciones físicas.
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golpes con diversos instrumentos, mordeduras, pinchazos, asfixias, o coacciones de tipo
físico, como el aislamiento forzado, los confinamientos, forzamientos a realizar
determinados actos, etc... Todo ello siempre que tengan las connotaciones que se han
mencionado en la definición propuesta.
Aunque puede ser tan ficticia como la distinción que suele hacerse entre las drogas “duras”
y las drogas “blandas”, ciertos autores, entre ellos, Gelles y Cornell, o Jacobson y Gottman,
hablan de dos niveles de violencia. La que denominan “normal violence” (en término de
literatura criminológica española, violencia de “baja intensidad” o leve, lo cual parece algo
mas adecuado gramaticalmente), o la que llaman “abusive violence” (violencia de alta
intensidad o grave). En general, entre las primeras se incluirían todas aquellas conductas
agresoras que no dejarían una huella física ostensible (no tipificables penalmente como
agresiones, por lo tanto), y entre las segundas, las que sí lo harían (y serían incluibles en
alguno de los tipos penales anteriormente mencionados). Sin embargo, esta distinción no
debe llevarnos al error de dar menos importancia a las primeras. Un criminólogo debe saber
distinguir la trascendencia de una situación independientemente de la gravedad de las
lesiones físicas, ya que –en la mayor parte de ocasiones-la violencia “leve” no es más que
la primera etapa de una situación más grave en el futuro. Y una de sus principales funciones
es la de saber detectar las potenciales situaciones de victimización, para poder llegar a la
prevención antes de que éstas de produzcan, o –al menos-antes de que se agraven.
Por malos tratos de carácter psíquico se pueden entender “cualquier conducta turbadora,
reiterada e intencionada, que puede producir un trastorno de tipo emocional en la
víctima”.
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detenciones ilegales, o el descubrimiento o revelación de secretos. En un sentido amplio,
también se podrían incluir la producción de algún tipo de lesión psíquica, en muchos casos
difícilmente demostrable o relacionable.
Ese aislamiento puede darse en –al menos-tres ámbitos distintos: el laboral, el intelectual y
el social. Para lograr el primero, el agresor se opone totalmente a que la víctima trabaje,
porque con ello consigue eliminar, además de sus posibilidades de relación con otras
personas, también su capacidad de independencia económica. Su negación de desarrollo
intelectual (en el segundo ámbito) le niega el acceso a sus capacidades de
perfeccionamiento como persona. Por último, el aislamiento social conlleva la
imposibilidad de que la víctima participe normalmente en actividades sociales, e incluso
que se relacione con familiares y amigos.
El maltrato sexual en la pareja puede definirse como “todo acto de naturaleza sexual
ejercido por un miembro de la pareja contra la voluntad del otro, normalmente desde una
posición de poder físico o autoridad”.
En este caso, este tipo de agresiones aún se muestra más unido al resto, tanto las de tipo
físico como psíquico. En la gran mayoría de casos, el ataque de tipo sexual es una parte
más del ataque de tipo físico.
En el aspecto penal, y sin embargo desde un punto de vista amplio, se trata de los delitos
relacionados con las agresiones sexuales, los abusos de ese mismo tipo, o incluso los
relativos a la prostitución. Y se menciona que ello es desde un punto de vista amplio porque
la jurisprudencia del Tribunal Supremo considera que sólo son típicas las conductas que
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suponen un contacto corporal directo entre el agresor y la víctima. En el caso concreto de
las parejas, al igual que fuera de ellas, la conducta de maltrato sexual tiene lugar mediante
el uso de la violencia, la intimidación o el prevalimiento.
Los principales tipos de maltrato sexual incluyen la violación (vaginal, anal o bucal), los
tocamientos o las penetraciones con objetos diversos. Según el concepto amplio que se ha
indicado, también serían malos tratos de carácter sexual los casos en que se obliga a la
victima a realizar contactos de tipo sexual sobre sí misma o con terceros, que buscan
procurar la satisfacción sexual del agresor, y/o la desvalorización de aquella.
En muchos casos, el número de denuncias de los malos tratos de carácter sexual es mucho
más reducido que el de los otros tipos. Ello es debido a que las mujeres que suelen
presentar denuncias las realizan respecto del maltrato físico, e incluso del psíquico, pero
suelen silenciar el de carácter sexual. En la gran mayoría de ocasiones porque consideran –
debido a prejuicios culturales y pseudojurídicos-que no puede haber violación ni abuso
sexual entre la pareja, porque son actos que sólo pueden tener lugar –como tales-entre
personas desconocidas.
Una de las principales exigencias científicas que va requerir la actividad futura del
criminólogo será –con toda probabilidad-la de saber identificar los diferentes factores que
han podido intervenir en la aparición y/o mantenimiento de una determinada problemática
criminológica. Ello será imprescindible para poder comprenderla, explicarla, prevenirla y
tratarla, tal como demandará ese ejercicio profesional.
Y antes de profundizar algo en el estudio de los factores más importantes que –según la
literatura científica-se relacionan con el fenómeno de la violencia de pareja es necesario
hacer dos puntualizaciones:
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un gran número de elementos sociales y culturales han hecho que –en un porcentaje
abrumador-sea ésta precisamente la que centra la gran parte de los esfuerzos de prevención
politicocriminal desde hace ya un tiempo.
-Por otra parte, conviene distinguir entre causas y factores. Las causas son los elementos
más cercanos y definidos que influyen en las conductas de los agresores y de las víctimas,
así como en los procesos de interacción entre ellos. Es decir, se relacionan directamente con
situaciones concretas e inmediatas y – por lo tanto-deben permitir explicar el porqué de la
aparición de esas conductas, su mantenimiento y también el porqué de que se produzcan en
un momento determinado. Los factores son elementos más potenciales y alejados en el
tiempo, que pueden provocar que -en un futuro-se den las causas necesarias para que
aparezca esa conducta. Pueden ser mediatos, cuando influyen de una manera más indirecta
y lejana; o, inmediatos, cuando lo hacen de forma mucho más próxima (es decir, más
cercana a los acontecimientos concretos, pero sin llegar a ser una causa).
Sentados estos conceptos, pasaremos a comentar brevemente los factores que, según las
investigaciones de diversos autores, más se relacionan con la problemática de la violencia
de género, y especialmente con la que tiene lugar en la pareja y con el hombre como
agresor y la mujer como víctima.
Factores socioculturales.
El papel social de los conceptos de padre, madre, hijo o hija, suelen tener expectativas
diferenciadas que pueden tener su importancia en la problemática criminológica de la
violencia de pareja. Por ejemplo, el mandato cultural –e incluso algunas veces legal-sobre
los “derechos” y “privilegios” del marido sobre la mujer, han llegado a legitimar
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históricamente un poder y dominación de aquél sobre ésta, que –en cierta manera-han
“garantizado” el uso de la violencia en este ámbito. De hecho, los hombres –en una
apreciación muy general-aceptan más que las mujeres la violencia de pareja, y los hombres
con patrones más tradicionales de comportamiento, son los que más la aceptan. Entrevistas
con los agresores han revelado que muchos de ellos justifican el empleo de la violencia
porque sus parejas esposas habían tenido comportamientos que “no eran propios de una
esposa”.
Dentro de este tipo de factores, pueden citarse tres grandes grupos: los relacionados con la
educación sexual, los mitos de tipo cultural y los que se basan en la tradición.
La educación sexual.
Aún hoy en nuestro día, las relaciones sexuales están estructuradas socialmente alrededor
del concepto de reputación. Mientras que la reputación de un chico se “mejora” con el
número de experiencias sexuales, la de una chica se ve menoscabada por esa misma razón.
Por otra parte, las chicas suelen percibir y describir sus relaciones sexuales como algo que
les pasa, y no como algo elegido conscientemente. Y ese papel pasivo también trasciende a
la dinámica social: la sexualidad androcéntrica de nuestra cultura mantiene y subraya una
cierta “dominación” masculina en este sentido como algo “normal” y natural”. Un par de
ejemplos de ello. Muchos padres –de manera más o menos explícita-influyen sobre sus
hijas para que se resistan o demoren lo máximo posible el inicio de las relaciones sexuales,
mientras que animan –o al menos no ven mal-que sus hijos lo hagan. El uso de
anticonceptivos se convierte para las chicas en una especie de “trampa”: si no los usan son
unas irresponsables, y si lo hacen habitualmente, tienden a ser calificadas como “poco
respetables”. Mientras que la conducta –en este mismo sentido-de los chicos no suele
influir en su reputación: si tienen lugar algunas “consecuencias no deseadas” se atribuye a
un mero “accidente”
Las normas culturales y las expectativas sobre las conductas de las mujeres y de los
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hombres conducen a mitos que perpetúan la violencia y niegan la asistencia a las víctimas.
Un ejemplo es el de la consideración de la mujer como una figura decorativa. La
perpetuación sociocultural de la obligación de una autodisciplina femenina en el sentido de
tener éxito en la conservación de un cuerpo bonito (el peinado, el maquillaje, la moda,
etc...) puede conseguirle –al menos aparentemente-atención, e incluso algo de admiración,
pero –en realidad-poco respeto real y casi ningún poder social. Más bien al contrario, le
puede originar perjuicios en lo personal y en lo social. Otro mito cultural que –en este caso-
influye mucho más directamente en las formas que puede adoptar la reacción ante la
violencia doméstica es la de una cierta consideración de que esta problemática pertenece a
la esfera privada de la pareja y –en la mayor parte de ocasiones-el intervenir en ella lo que
puede conseguir es perjudicar la convivencia familiar y afectar a la posible continuidad de
la relación familiar y sentimental.
La tradición
Factores socioeconómicos.
Son el grupo de factores más cuestionados, ya que se discute que su relación con los
hechos de violencia sea realmente significativa, porque –según quienes sostienen esta
corriente de opinión-el que se puedan detectar en un cierto número apreciable de
situaciones de violencia doméstica responde a que los estudios relativos a este asunto se
hacen sobre los casos denunciados, y no sobre los realmente ocurridos. Y, precisamente los
que se denuncian son –en un importante porcentaje-grupos sociales con unas características
que provocan que la existencia de factores socioeconómicos como el desempleo, las
circunstancias laborales y la acción del alcohol y las drogas, sean mucho más ostensibles de
lo que lo son realmente.
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El desempleo.
En otro estudio (esta vez debido a Balda) se ha comprobado que un alto porcentaje de
individuos teóricamente desempleados y que actúan como autores de maltrato, no lo son en
la realidad (no están inscritos como parados ni están interesados en encontrar empleo) y se
corresponden con el perfil de un hombre calificado por su mujer como que “maltrabajan”,
“beben”, o “son irresponsables”. La situación de desempleo en el potencial agresor, así
como su persistencia, pueden tener un efecto intensamente negativo sobre la autoestima del
individuo, lo que puede llevarle más fácilmente a mostrarse más conflictivo, más tenso y –a
la postre-más violento. Además, la falta de ocupación laboral proporciona un contacto más
frecuente entre agresor y víctima, pasando mucho más tiempo juntos en un mismo espacio
físico, lo cual puede causar un mayor número de conflictos.
Aspectos laborales.
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Los ya mencionados factores socioculturales, e incluso algún mandato legal hasta hace muy
poco, han tendido a perpetuar la acción de ciertos derechos y privilegios que han legitimado
históricamente la idea de la aceptación de la existencia de poder y dominación del hombre
sobre la mujer. Y uno de sus efectos es que la sociedad puede llegar a aceptar que la mujer
no trabaje fuera de casa, pero no ve tan bien que el hombre se quede en ella realizando las
tareas domésticas mientras su mujer está trabajando. La consecuencia es que –de manera
subliminal-lo que realmente se está potenciando es que el hombre debe, a toda costa,
alcanzar su independencia económica y así –en los casos de maltrato a la pareja-usarla
como un instrumento que le permita la exclusividad del uso de la violencia y de las
amenazas como un método de controlar a su pareja. Este factor está, muchas veces,
relacionado también con el fracaso escolar previo. Quienes fracasan en este último, suelen
ocupar los puestos laborales que no requieren una especial preparación y su prestigio social
y su remuneración económica son bajos. Y en una sociedad en la que el trabajo se muestra
como un valor incalculable, quien no lo tiene –o lo tiene en esas condiciones-es más fácil
que se sienta frustrado.
Hay estudios que relacionan de forma directa e intensa el efecto del consumo de alcohol y
las situaciones de violencia doméstica. Según el caso, afirman que este elemento está
presente en las situaciones de este tipo en un porcentaje que varía desde el 50 hasta el 90%
de los casos. Otros, por el contrario, cuestionan que esa relación sea tan manifiesta, porque
–en la mayor parte de los primeros-se realizan las investigaciones entre la población de
quienes han sido protagonistas (agresores o víctimas), por lo que los resultados pueden que
no sean del todo fiables. Además, no está clara la distinción entre situaciones distintas,
como –por ejemplo-si se trata de personas alcohólicas que están sobrias en el momento del
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maltrato, de individuos que maltratan cuando están ocasionalmente ebrios, de casos de
embriaguez patológica en los que se pierde el control ante cualquier pequeña ingestión de
alcohol, etc... El resumen es que no se ha podido determinar con exactitud y precisión la
verdadera función que desempeña el alcohol en el contexto de la violencia, en general, y en
el de la violencia intrafamiliar o de género, en especial. Lo que sí parece cierto es que tiene
un papel importante en la aparición en la violencia de pareja, especialmente en lo referido a
que sus efectos provocan la anulación de los mecanismos de inhibición del individuo, lo
que puede fácilmente llevar a la agresión. Es decir, el alcohol no genera la violencia
doméstica, pero sí actúa como un importante elemento que puede facilitar –en gran medida-
que ésta aparezca en un momento determinado. Por eso se muestra presente en un
importante número de casos, y se muestra como un importante factor de riesgo,
especialmente en combinación con otros factores. En cuanto a otras drogas, es un factor que
no se da con tanta frecuencia entre los maltratadores, tal vez en la misma medida en que en
la población general también es más frecuente el consumo de alcohol que el de otras
sustancias adictivas. En todo caso, los estudios parecen indicar que la incidencia de malos
tratos domésticos entre los consumidores de drogas es más bajo que entre los que consumen
alcohol.
Factores familiares.
Las especiales características propias de la violencia doméstica hacen que los factores
relacionados con el ámbito familiar tenga una especial importancia a la hora de su estudio e
investigación. Obviamente, y entre otras cosas, porque el núcleo familiar es el escenario
donde se desarrollan las acciones de la agresión continuada. Ese contexto familiar actúa
principalmente de una doble forma. Por un lado, debido a la influencia de los mecanismos
que perpetúan los procedimientos de relación de carácter violento mediante procesos de
transmisión intergeneracional. Por otro, en relación con la respuesta inconsciente de quien,
desde temprana edad, ha sido víctima o testigo de ellos.
La transmisión intergeneracional.
Junto con el de la posible influencia del alcohol en la aparición de los malos tratos
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intrafamiliares o en la violencia de pareja, uno los de temas más controvertidos es el de la
relación entre éstos y el haberlos visto o sufrido en la infancia. Y el tema sigue siendo
polémico, porque aunque ciertas investigaciones parecen haber demostrado la relación
entre la violencia de la familia de origen y el ejercicio de la violencia posterior, o una cierta
tendencia a convertirse en víctima de la misma, lo cierto es que no se puede afirmar
contundentemente que éste sea un factor generalizable. No todas las personas que han
sufrido u observado malos tratos se convierten en maltratadores o víctimas, y –por el
contrario-tampoco es cierto que sea un factor totalmente inoperante o inmune. Las tesis más
modernas sostienen que, más que una relación simple entre ambas circunstancias, lo que
sucede es que las personas que han crecido en un ambiente familiar anormal (infancia
difícil, constante maltrato físico o emocional, abandono...) tienen más dificultades para
asumir conceptos positivos, o impartirlos a sus hijos. En todo caso, un aspecto importante a
considerar es que un niño que observa –de forma habitual-situaciones de maltrato físico y
psíquico, lo que aprende es que el uso de la violencia es un método válido para dominar a
los demás. De alguna manera, tiene que tomar partido por una de las dos partes enfrentadas.
Y, de manera inconsciente, no lo tiende a hacer por la que se muestra más débil, porque ello
sería convertirse en víctima, y hacerse daño a sí mismo. Y nadie quiere ponerse en lugar del
“perdedor”. Entonces, si no hay otros factores que anulen a éste, lo que interioriza (como
mecanismo psicológico de defensa) es que el ser violento es algo, no sólo útil, sino
necesario para manejarse en la vida.
La violencia extrafamiliar.
Lo que sí parece estar relacionado, es que la violencia que ejercen los agresores que
25
también lo hacen con las personas ajenas al entorno familiar está relacionada con la mayor
o menor severidad con que lo hacen dentro de ella. Es decir, los agresores que maltratan a
su pareja de forma más leve son los que no suelen mostrar comportamientos violentos en el
entorno extrafamiliar. Del mismo modo, a medida que los malos tratos hacia la pareja son
más frecuentes y graves, hay más probabilidad de que exista un maltrato hacia los hijos.
Según la mayoría de las investigaciones criminológicas respecto del asunto que nos ocupa,
el perfil más habitual de la víctima de la violencia de pareja es el siguiente:
26
Respecto del perfil mencionado de la víctima, conviene hacer una serie de
puntualizaciones:
27
duración media de entre 7 y 9 años hasta que se decide a denunciar.
El maltrato tiene lugar tanto en las parejas de hecho como en las de derecho, e
incluso en muchas ocasiones en parejas en trámites de separación o ya separadas. Sin
embargo, de los estudios españoles en este sentido, se desprende que la mayor parte de los
casos de malos tratos (e incluso los de homicidios en la pareja) se refieren a parejas
casadas. La explicación que se ha dado –en algunos de ellos-es que una persona casada
puede creerse -por estarlo-más legitimada por el contexto social para limpiar su honra, al
mismo tiempo que asume con mayor fuerza la idea de posesión sobre su cónyuge. Por su
parte, el perfil del agresor es el que se indica a continuación:
Lógicamente, el sexo, el estado civil, la edad, así como el nivel social y de estudios, se
corresponden con el perfil homólogo de la víctima, que es con el tipo de mujer con el que
estadísticamente establecen el mayor número de relaciones. En cuanto a la cualificación
laboral y la presencia de problemas de adicción a determinadas sustancias (especialmente al
alcohol) basta con remitirse a lo ya comentado respecto de los factores de tipo
socioeconómico relacionados (desempleo, aspectos laborales y adicción a sustancias) para
justificar suficientemente su aparición en el perfil.
Aunque la creencia popular sobre la imagen del agresor de los casos de violencia
intrafamiliar es la de que debe tratarse de “alguien que no está en sus cabales”, o que “no es
una persona normal”, lo cierto es que no existe una serie de características típicas en la
personalidad de los autores. El único elemento común parece ser el de que mantienen, o
28
han mantenido, una relación sentimental con la víctima. En todo caso, puede decirse que las
características del agresor es uno de los elementos que más condiciona la aparición y la
continuidad del fenómeno criminológico de la violencia de género.
Agresores patológicos.
Existe una agresividad que puede conceptuarse como normal y que puede depender de
factores innatos o adquiridos, o de una combinación de ambos. El problema surge en el
momento en que hay que delimitar cuándo esa agresividad se convierte en patológica.
Cuando ello sucede, hay que tener en cuenta que una determinada conducta delictiva de
carácter agresivo no es -por sí misma-patológica, sino que este extremo debe estar
debidamente acreditado por el estado alterado de conciencia y/o de voluntad de quien lo
comete.
� Enfermedades orgánicas:
29
crisis de agresividad. Pero no pueden relacionarse directamente con la violencia de tipo
intrafamiliar, ya que no son conductas conscientes y –por lo tanto-no tienen las
características propias de este tipo de agresiones (especialmente en lo referido a su
motivación).
Psicosis funcionales:
30
de sus ideas celotípicas. Como consecuencia, fácilmente puede tomar medidas agresivas
frente a su pareja para acabar con la infidelidad imaginada.
Agresores “normales”
Dentro de esta clase de sujetos pueden incluirse a individuos de personalidad sádica, o con
connotaciones antisociales o culturales que les hacen comportarse con la violencia como un
medio habitual de relación con su pareja. Ello no quiere decir que sean categorías
mutuamente excluyentes. Es decir, un mismo individuo puede participar de varias de ellas,
e –incluso-de un trastorno mental añadido. La personalidad sádica se complace en el
sufrimiento de sus víctimas y puede convertir la convivencia diaria en el “escenario” de sus
conductas agresivas. Y más, cuando ese ámbito es en el que se desarrollan las conductas
más íntimas, donde el agresor puede dar rienda suelta a todas sus inclinaciones sádicas, con
el ejercicio de la violencia –en ocasiones-como único fin es sí misma. Otro tipo de agresor
“normal” es el que demuestra, muchas veces ya desde su infancia, conductas de carácter
antisocial. Es el individuo en el que puede observarse, desde edad temprana, patrones de
conducta antisocial como –ente otros-los de absentismo escolar, destructividad,
vandalismo, mentiras, robos, desobediencias, uso y abuso de sustancias, y –sobre todo-unas
conductas agresivas y violentas que trasladan, en la gran mayoría de casos, al ámbito
familiar. Por ultimo, en casi todos los casos coexiste con los anteriores un tipo de creencias
que han interiorizado –más o menos conscientemente-que la violencia es un instrumento de
control social de la mujer, sirviendo para mantener el status quo de la dominación
masculina. Los mandatos culturales, según la visión de este tipo de agresores, legitiman el
poder del hombre sobre la mujer. Y esta es una de las razones –tal vez la principal-que hace
31
que el porcentaje de hombres agresores, sobre el de mujeres que usan la violencia, sea
mucho más elevado.
De todos los trastornos de personalidad citados, el más relacionado –sin ningún género de
dudas-con el uso de la violencia en general, y con la violencia de género y de pareja, en
particular, es el antisocial. Es decir, el de la personalidad psicopática.
Según el mencionado autor, los agresores psicópatas, además de los más temibles y
violentos, también los más destructivos, porque son los que tienen una mayor tendencia a
anular y absorber la voluntad de la mujer. Continúa diciendo que lo peor es que su
personalidad presenta lo que denomina la “tríada letal”, tres características que lo hacen
especialmente temible. La primera es su falta de empatía o incapacidad absoluta para sentir
las emociones humanas básicas, como el sacrificio, la compasión, la piedad o el amor. La
segunda, es su crueldad cambiante y desconcertante. La tercera, su ausencia de
32
remordimientos y de sentimiento de culpa.
Por su parte, el agresor por dependencia emocional se caracteriza por su baja autoestima, un
sentimiento de profunda impotencia e incapacidad para hacer frente a la vida, su
dependencia emocional y una desconfianza en su pareja que, en ocasiones, se acompaña de
celos irracionales y abuso frecuente de la bebida.
En acertadas palabras de Ana Isabel Cerezo “suelen ser personas acomplejadas que se
sienten inferiores respecto a los demás. Esto les lleva a utilizar el maltrato como la única
forma posible de resolver conflictos o como medio para sentirse superior a su pareja. Al
descubrir cómo su violencia acobarda a ésta, tienen un sentimiento de poder muy
satisfactorio que les proporciona una sensación de omnipotencia. Se trata de sensaciones
que tienden a buscar repetidamente, cada vez con más frecuencia, como forma de
desahogo frente a su impotencia en el mundo exterior, y sea por reveses en el trabajo,
humillaciones reales o imaginadas en el trato social, o por sus propias insuficiencias. Es
decir, en su vida social son seres inseguros y poco brillantes, que suelen crecerse en casa
aumentando su violencia en proporción inversa a la percepción a la percepción de su
propia impotencia en la calle”.
En resumen, pueden observarse las diferencias entre ambos tipos de agresores en el cuadro
siguiente:
33
AGRESOR PSICOPÁTICO AGRESOR DEPENDIENTE
34
El desencadenamiento del uso de la Se desencadena el ataque cuando
violencia se produce para impedir que percibe que está en peligro su concepto
las mujeres interfieran en lo que él de relación. Surge el episodio agresivo
establece que debe ser el modo de vida y cuando aparece el temor de ser
de relación, abandonado.
35
Algunas de las distorsiones cognitivas más empleadas, en relación con la violencia de
pareja, son las que se muestran en el cuadro siguiente, según Miguel y José Antonio Lorente
Acosta. Agresión a la mujer: maltrato, violación y acoso. Editorial Comares. Granada.
1998.
36
LA PROBLEMÁTICA DE LA VÍCTIMA
Respecto de la víctima de la violencia de pareja (que ha de recordarse que en más del 90%
de casos se trata de una mujer), es necesario profundizar algo en las consecuencias físicas y
psíquicas que suelen conllevar este tipo de situaciones, así como en los factores –de diverso
tipo-que inciden individualmente sobre ella como persona y que pueden llegar a provocar la
continuidad (muchas veces inexplicable para los demás) de una situación de maltrato
doméstico que se puede llegar a prolongar muy largamente en el tiempo.
Las consecuencias.
Lesiones físicas.
Las posibles lesiones producidas abarcan una gran diversidad de tipologías, desde las
simples contusiones y erosiones hasta la muerte, pasando por heridas producidas por
diversos tipos de armas. Las regiones afectadas también pueden cubrir todas las
posibilidades. No obstante, puede observarse que en los inicios de la situación del maltrato
las lesiones tienen lugar preferentemente en zonas del cuerpo no observables a simple vista
cuando la mujer permanece vestida. Luego, con el agravamiento de la situación, empiezan a
aparecer en otros lugares, como si ya se perdiera el cuidado en “disimular” las
consecuencias de los episodios agresivos.
El cuadro de lesiones más frecuente puede estar formado por excoriaciones, contusiones y
heridas superficiales, normalmente localizadas en cabeza, cara, cuello, pechos y abdomen.
La lesión más típica en las mujeres maltratadas es la rotura del tímpano. Según las
estadísticas forenses, las mujeres no maltratadas -por el contrario-suelen sufrir las lesiones
con mayor frecuencia en la columna vertebral y extremidades inferiores.
A diferencia de lo que ocurre con el maltrato del menor, resulta típico del cuadro de
37
lesiones en la mujer la presencia de lesiones de defensa, así como la inexistencia de
lesiones que pueden indicar una extrema pasividad de la víctima. A lo que habría que
añadir lo anteriormente comentado de la existencia de lesiones (especialmente las más
intensas) en lugares donde no son visibles cuando la mujer está vestida.
Otro dato significativo es que la mayoría de las mujeres que han sido víctimas de malos
tratos, no se deciden a ir al médico como consecuencia de sus lesiones -hasta que las
agresiones se han repetido una y otra vez-debido a la vergüenza, o las amenazas por parte
del agresor. Piensa que si acude en busca de auxilio, alguna de las instituciones de ayuda
puede dar cuenta al juzgado o a la Policía. Por eso, cuando deciden ser atendidas presentan
multiplicidad de lesiones en diferentes fases de evolución. Y, cada vez que vuelven a
acudir, lo hacen con lesiones más graves.
Lesiones psíquicas.
Se puede decir que las respuestas conductuales y emocionales de las mujeres sometidas a
situaciones de maltrato son muy similares a las que sufren las víctimas y supervivientes de
otros sucesos traumáticos.
38
confusión, abatimiento, aturdimiento, pérdida de sueño, pesadillas, y temor. Síntomas
similares a los del síndrome por estrés postraumático.
Una reacción muy habitual para intentar evitar la sensación de abatimiento psíquico es la de
–inconscientemente-adoptar expectativas irreales sobre la posibilidad de que la situación
39
que se atraviesa sea una cuestión temporal, o que se pueda “arreglar” con la comprensión
de la víctima respecto del comportamiento del agresor, por lo que ellas mismas se
persuaden de que pueden reconstruir la relación y de que todo volverá a ser como antes. Por
eso, en muchas ocasiones, las distorsiones cognitivas que emplea el agresor son asumidas, e
incluso empleadas también, por la víctima.
El aislamiento mencionado, una de las principales armas del agresor para lograr la
continuidad de una situación que éste persigue mantener, provoca además que la mujer
vaya perdiendo las necesarias habilidades sociales como para interaccionar –de manera
adecuada-con otras personas que no sean las de su pareja. Lo cual no es más que lo que
desea el agresor, porque –como ya se han mencionado-lo que éste realmente busca es que la
mujer no sea más que un objeto de su propia dominación, sobre la que persigue el control
absoluto.
40
ejerce habitualmente contra ella, se suele interpretar en ocasiones –sobre todo por la parte
interesada en que ello sea así-como una especie de aceptación de que la situación no es tan
mala. Interpretación que se ve ratificada por el silencio de la mujer. El agresor llega a
sostener que, si la mujer mantiene una relación que se dice que está caracterizada por la
violencia y la agresión es que, o no es cierto que ello sea así, o –al menos-no de manera tan
grave. Interpretación que se refuerza en gran manera cuando a todo ello se unen las
manifestaciones de la víctima maltratada mostrando preocupación por lo que le pueda pasar
al agresor, e incluso declarando sentimientos de amor hacia él y proclamando su perdón.
Para comprender cómo puede llegarse a este tipo de situaciones es necesario profundizar en
los factores que inciden en procurar la continuidad de la situación de maltrato. Factores
que, en una clasificación general, podrían dividirse en socioculturales, socioeconómicos,
jurídicos y psicológicos.
Factores socioculturales.
Diversos estudios concuerdan en que uno de los principales motivos que lleva a las mujeres
maltratadas a permanecer con sus parejas es su mentalidad de obligación y compromiso
respecto del matrimonio o la relación de hecho que sostienen. Coincide con las que más
tradicionales se muestran en el concepto que sostienen de ese compromiso. Romper ese
estereotipo, abandonar el hogar, denunciar a su pareja (especialmente cuando es el marido),
o disolver la familia, les crea tal sentimiento de culpabilidad que les lleva a tolerar el
maltrato y a ocultar la victimización.
La educación recibida y la mentalidad inculcada, a lo largo de los años, por las propias
familias de origen es otro aspecto que puede influir en gran manera. Por eso, si en algún
momento han decidido comentar el problema que sufren con sus padres, es muy posible
que la contestación y el “consejo” de éstos sean que lo importante es que se mantenga la
unidad familiar y lo mal visto que estaría abandonar a su marido. Otro factor de carácter
social que impide a las mujeres abandonar a su pareja, y huir de la situación de maltrato, es
la existencia de los hijos. No quieren que ellos sufran los efectos de una separación,
especialmente cuando el agresor puede mantener económicamente a sus hijos. Tampoco
quieren exponerles a una nueva situación en la que no está segura de que puedan aspirar a
41
lo que tendrían si ella pudiera hacer el “sacrificio” por ellos de una situación de la que,
incluso, pueden llegar a autoculparse.
En los casos de violencia de pareja, gran parte de la sociedad puede culpabilizar a la mujer
por considerar que ha llegado a precipitar la agresión por no comprender a su pareja cuando
tenía problemas, o por no cumplir adecuadamente sus tareas como amas de casa. También
se suele reaccionar contra ella cuando toma la iniciativa para salir de la situación en la que
se encuentra: se le achaca que ella es la que ha podido precipitar la ruptura de la familia, de
la cual aparece como responsable. Ese temor a la desaprobación de la sociedad –en general-
y la de familiares, conocidos y amigos, pesa en gran manera en la decisión de la mujer en
abandonar a su agresor e intentar nueva vida fuera de su alcance.
Factores socioeconómicos.
La acción del factor económico sobre la víctima no solo se muestra en su faceta más directa
de la subsistencia, sino también en que provoca una falta de alternativas que le impide vivir
por sí misma de manera independiente y de percibir que puede tener un futuro en el que no
entre su pareja y que también puede darle esa posibilidad y perspectiva de porvenir a sus
hijos.
Factores jurídicos.
42
casos, el ya mencionado aislamiento impuesto colabora también en ello). Luego, suelen
aludir a la falta de ayuda –y sobre todo protección-por parte del sistema jurídico y
asistencial. Aunque el sistema de acogida a las mujeres que deciden separarse de su agresor
es progresivamente creciente, las infraestructuras actuales no permitirían solucionar el
problema de todas las víctimas, por lo que muchas ven frenada su decisión de denunciar y
separarse. Incluso, piensan –legítimamente-que porqué son ellas las que tienen que dejar su
casa, sus relaciones, y su modo de vida, mientras que el agresor mantiene todo ello.
Factores psicológicos.
Uno de los elementos que describe parte del proceso psicológico por el que la mujer se
mantiene en la situación de maltrato es el que gráficamente ha sido descrito como el
1
síndrome de la “personalidad bonsái”. Es una especie de “lavado de cerebro” por el que se
pretende anular por completo la personalidad de la mujer. El agresor intenta (y en muchos
casos consigue) atacar las “raíces” en las que se apoya la víctima tratando de que se corten
los lazos que le unen con su familia, sus amistades, su trabajo... Al igual como se podan las
raíces del bonsái para que crezca pequeño y modelado por el jardinero, así se cortan las
iniciativas, las relaciones y las emociones de la mujer para que no sea capaz de actuar por sí
misma, mostrarse independiente y, en definitiva, poder pensar fuera del dominio y el
control de su agresor.
43
Painter y Dutton hablan de lo que denominan lazo traumático o síndrome de la “goma
elástica” para describir el proceso por el cual las conductas de afecto hacia la víctima
actúan como refuerzo de los valores positivos que puedan existir en la relación haciéndole
concebir la esperanza de que cada ocasión en que le pide perdón va a ser la definitiva y
todo se va a arreglar definitivamente. Según describen estos autores, la mujer permanece
como unida a su agresor por una especie de gomas elásticas gigantes. Cuando ella intenta
terminar con la relación, la hipotética “goma” se va estirando (y tirando de ella para
impedirle hacerlo). Cuando más decidida es la actitud de la víctima de alejarse de él, mayor
es la tensión que la “goma” ejerce sobre ella para hacerla volver. En muchos casos a la
víctima, debilitada física y psicológicamente por la situación y el agresor, le es imposible
cortar ese “lazo” que le une con la situación y le es necesaria ayuda externa de instituciones
sociales que –a modo de tijera-le permitan liberarse de ella.
44
su situación, y su relación con el agresor, para –de alguna manera-utilizarla para retenerlo a
su lado. El precio que tiene que pagar para ello es el de aguantar la violencia física y
psíquica diarias, pero –de manera más o menos consciente-siente que la posibilidad de
asegurarse de que su pareja permanezca con ella le puede llegar a compensar.
Al igual como sucede con la explicación del delito en general, no es posible encontrar una
explicación unánime de las causas por las cuales se producen reacciones violentas entre los
miembros de la pareja. Podría decirse que hay tantas teorías sobre el origen de la violencia
de pareja como corrientes de opinión, o incluso casi tantas como autores.
Siguiendo a Ana Isabel Cerezo, en El homicidio en la pareja: tratamiento criminológico.
Editorial Tirant lo Blanch. Valencia. 2000, realizaremos un breve repaso de las teorías
criminológicas que han intentado explicar la esencia de este fenómeno, apoyándonos en la
tradicional clasificación entre teorías individuales, psicosociales, socioculturales o
multicausales. Después, nos detendremos en dos teorías que parecen explicar más
concretamente dos aspectos importantes de este tipo de violencia. La teoría general de la
tensión, que puede explicar el porqué del paso a la acción violenta en un momento
determinado; y la conocida teoría cíclica de la violencia en la pareja, que lo puede hacer
sobre la dinámica de la agresión y porqué la situación violenta vuelve a tener lugar una y
otra vez.
Teorías individuales.
Este grupo de teorías parte de la base de que el factor diferencial donde reside la posible
explicación de la violencia de pareja es la diferencia entre unas personas y otras. Es decir,
las circunstancias personales de cada individuo son las que caracterizan y determinan los
diferentes tipos de situaciones violentas y su producción.
Teorías biológicas.
Las teorías de corte biológico, las primeras que surgieron con la aparición de la
Criminología, están –en cierta manera-volviendo a resurgir con fuerza, llegando a afirmarse
45
que la etiología de la delincuencia no puede prescindir totalmente de ella.
Al frente de las teorías instintivistas, que dedican su interés a la investigación de las bases
biológicas de la conducta agresiva de la raza humana, puede citarse al fundador de la
Etología, Konrad Lorenz. Este autor mantiene la tesis de que –al igual que otras especies
animales-el ser humano posee un impulso agresivo innato. Esa conducta instintiva, y por lo
tanto espontánea, busca continuamente la descarga de un impulso agresivo que se va
acumulando por sí mismo y no como reacción a determinadas frustraciones o tensiones de
carácter externo. Y precisamente ese concepto de espontaneidad intrínseca, sin la
participación de ningún elemento externo, ha sido el aspecto más criticado de la teoría de
este autor.
Las teorías sobre la herencia buscan comprobar la influencia que puede tener la genética
en la conducta agresiva. Búsqueda que ha retomado su actualidad con el desarrollo actual
de la genética. Sin embargo, son ya antiguos los estudios que relacionan la trisomía
cromosómica XYY con una especial tendencia a la agresión, según algunos estudios esa
alteración genética se da en una proporción entre 1/35 y 1/100, mientras que en la
población normal es de alrededor de 1/550.
Lo cierto es que todavía no ha sido posible establecer si realmente hay una relación directa
entre el mencionado cariotipo XYY y la conducta violenta. En los estudios sobre
adopciones se compara la influencia de la herencia en el comportamiento agresivo,
estudiando las diferencias entre niños que permanecen con sus padres biológicos o en
46
familias de adopción. Aunque algún estudio ha creído demostrar que la conducta criminal –
en general-y la violenta, en particular, se da más entre los hijos adoptados con padres
biológicos con antecedentes penales, que entre los que tienen padres adoptivos
delincuentes, la verdad es que no se puede afirmar que la conducta violenta esté originada
por causas genéticas.
Teoría sociobiológica.
En relación con la violencia doméstica, y siguiendo esta teoría, los hombres muestran una
tendencia hereditaria a secretar adrenalina cuando se creen amenazados, por lo que
experimentan un sentimiento de excitación. Depende de la interpretación que se haga de ese
47
estado de excitación, y en función de unos factores ambientales estrechamente relacionados
con el contexto familiar y social, puede surgir la agresión contra la pareja, y no contra otras
personas.
Teoría psicopatológica.
Este grupo de teorías tiene ahora pocos adeptos, por lo menos cuando intentan sostener que
la explicación general de la violencia de pareja es por cuestiones psicopatológicas, porque –
como ya se ha dicho-el porcentaje de agresores con este tipo de características es menos
importante que el resto. Otro problema es que dar excesiva importancia a este aspecto
puede tender a ocultar que el problema de los malos tratos tiene –sobre todo-una magnitud
social, y presentar el maltrato como una consecuencia de una anormalidad psicológica
puede reforzar la idea equivocada de que la violencia de pareja es un suceso raro, y que los
agresores son desequilibrados mentales.
También se ha llegado a sostener que los malos tratos se pueden deber al comportamiento o
a la personalidad de la víctima, de tal manera que provoca al agresor, o siente atracción
hacia las personas violentas. Esta opinión de que las víctimas lo son porque son
esencialmente masoquistas por naturaleza, ya la defendió inicialmente Freud, y luego se
reforzó la idea de que las mujeres permanecen en esa situación de maltrato sin escapar de
ella, porque les gusta ser dominadas hasta el punto de “disfrutar” de las circunstancias.
Ciertamente, puede existir algún caso aislado de estas características, pero ahora ya no se
puede sostener esta teoría, porque el conocimiento –ahora más profundo-de esta situación
de violencia proporciona otras respuestas mucho más acertadas.
48
Teorías psicosociales.
Las teorías psicosociales combinan los factores individuales con los de tipo sociocultural,
poniendo el acento en aspectos como los del aprendizaje de la violencia, o la frustración o
la irritabilidad, como elementos que pueden desencadenarla.
Según esta teoría, las familias –especialmente las más tradicionales-son sistemas
jerárquicos en función de la edad y el sexo, donde cada uno de sus miembros dispone de un
papel y unos recursos determinados. Cuando el padre -que según la visión de sus
componentes ocupa el estatus superior-fracasa en el papel que se supone debe desempeñar,
suele recurrir a la violencia para tratar de mantener esa posición jerárquica. El uso de esa
violencia se convierte en un instrumento para lograr ese rol de liderazgo familiar. Algunas
investigaciones han confirmado que muchos agresores pertenecen a las clases sociales
bajas, se sienten frustrados en su trabajo, o acomplejados en su círculo de amigos. En
resumen, se sienten inferiores a los demás y su autoestima es muy baja. Por el contrario, en
el ámbito familiar intentan tener todo lo que les falta fuera de ella y pretenden controlar a
su pareja para conseguir su respeto.
A esta teoría se le critica que resulta incompleta, porque las acciones agresivas no tienen
49
porqué ser siempre consecuencia de una frustración, y –por otra parte-la agresividad no
tiene porqué aparecer siempre, ya que hay personas que no tienen ese tipo de respuesta ante
ella.
El autor Giles-Sims defendió esta teoría, que sostiene que la agresión es la consecuencia de
la interacción entre los dos componentes de la pareja. El comportamiento violento surge,
entonces, de las tensiones que –inevitablemente-surgen durante la vida diaria, y que se
muestran al exterior en forma de actitudes de desprecio, agresiones verbales, burlas... En
cierto modo, la teoría sugiere que los malos tratos, o por lo menos algunos de ellos, se
originan previa provocación de la víctima.
Las críticas a esta teoría han sido abundantes. Se le censura que no es capaz de explicar
porqué muchos casos de violencia de pareja surgen a pesar de que la provocación no es lo
suficientemente intensa como para ello, o incluso sin provocación previa. Y es que es
habitual que las supuestas “provocaciones” tengan un carácter puramente arbitrario.
50
Teoría de la transmisión intergeneracional de la violencia.
Se basa en la teoría del aprendizaje social, e intenta explicar el proceso por el cual los
modelos de comportamiento violento se traspasan de unas generaciones a otras por medio
de la observación de esa clase de comportamientos en determinados modelos,
especialmente de sus mayores. Así, el individuo aprende los comportamientos agresivos a
través de la imitación de las personas a las que tiende a respetar. Cuando los niños observan
a adultos que sostienen peleas, aprenden que el modo de resolver los problemas es
agrediendo a las personas cuyos comportamientos no concuerdan con lo que ellos desean.
Y que, además, el que “gana” esa pelea es el que se sale con la suya.
La repetición en la vida adulta de esos comportamientos violentos viene –en algunos casos-
tan mediatizada por lo observado en la familia, porque es precisamente en ella donde se
adquieren los recursos y las técnicas básicas de funcionamiento futuro de la personalidad
del niño. Luego, el resto del aprendizaje social se llevará a cabo en torno a ese marco de
referencia. Por todo ello, muchos estudios demuestran que la exposición a los
comportamientos violentos en su propia familia, está importantemente conectada con una
vida adulta delictiva, o al menos antisocial. Y, desde el punto de vista que nos ocupa, con
un modo de solucionar los conflictos en el que el uso de la violencia es algo más que
asumido.
Tanto el papel de agresor como el de víctima se aprenden, de tal manera que los niños que
fueron maltratados por sus padres, o que tuvieron que observar maltrato hacia sus
hermanos, o entre sus padres, tienen un mayor riesgo de maltratar como adultos a sus
propios hijos o a su pareja, o de ser maltratados por su pareja.
Esta teoría se muestra muy válida para explicar el origen de algunos de los casos de
violencia doméstica. Sin embargo, no está exenta de ciertas limitaciones. Es cierto que un
número apreciable de maltratadores ha sido maltratado (o ha observado maltrato) en su
infancia. Sin embargo, eso no quiere decir que todos los que han pasado por esa experiencia
previa se conviertan en agresores en el futuro. Ni tampoco, por supuesto, que no existan
maltratadores que han tenido una infancia de lo más normal. En resumen, el haber
51
“aprendido” conductas violentas en la infancia es un importante factor predisponente para
esas conductas en el futuro, pero no es determinante.
Teorías socioculturales.
Este grupo de teorías pone el acento en que la violencia en general, y la violencia doméstica
en particular, es un fenómeno eminentemente social. Una de las primeras consecuencias
derivables de este punto de vista es que la problemática de los malos tratos es un asunto
más bien común. Al contrario de lo que se sostiene por las teorías individuales o de corte
psicológico que, por su propia esencia, mantenían que era un suceso excepcional.
Como mucho, esta teoría puede ser meramente orientativa, porque no tiene en cuenta que
también existen malos tratos en las capas sociales más altas (aunque no sean tan visibles), y
–por otra parte-hay muchas parejas de extracción social baja en las que éstos no tienen
lugar, por lo que –en la práctica real-esa tendencia subcultural teóricamente operante no se
muestra tal como afirman sus autores.
52
una teoría específica respecto del problema de la violencia doméstica.
Straus afirma que la familia es un grupo pequeño, donde sus componentes interaccionan
constantemente en un proceso dinámico. En ese pequeño ámbito, es donde se han de
encajar todas las contrariedades extrafamiliares de carácter psicosocial. Continúa diciendo
que, al contrario de lo que es el tópico más extendido, la familia no es un ámbito de
realización afectiva, de comprensión y de seguridad, sino –más bien al contrario-es una
institución social que tiende a ser conflictiva. Ello quiere decir que dentro de ella se
establecen relaciones cargadas de intensas emociones, tanto de amor como de odio.
Las mayores críticas a esta teoría provienen de los autores de tendencia feminista, porque le
recriminan que considerar a la familia como un sistema social que genera violencia,
cuestiona –y tiende a ocultar-las reivindicaciones feministas sobre el desequilibrio que
existe en la sociedad entre maridos y mujeres.
Como ya es sabido, la teoría del control social sostiene que todo individuo tiene la
capacidad potencial de delinquir. Y si no lo hace, es porque dispone de los suficientes
vínculos sociales –que le atan al orden social-como para disuadirle de hacerlo.
Dentro de esta misma línea, Gelles comparte la idea del anteriormente nombrado Straus, de
que la violencia en la familia es el resultado de una estructura jerárquica y de unas normas
sociales que fomentan la agresividad dentro de ella. Lo que añade Gelles es que los actos
violentos se producen por el escaso control social existente sobre el entorno familiar (teoría
del control social). El carácter privado, íntimo y aislado de la familia no permite el control
social desde el exterior, y eso facilita que se produzcan conductas violentas. Es decir, a los
agresores nadie les impide que se comporten violentamente porque no existe una reacción
53
social que lo evite. A lo que se une que el agresor se comporta violentamente cuando –de
esa manera-los beneficios son mayores que los costes que se pueden prever (teoría
económica).
En todo caso, lo que no explica es el motivo de que -en un mismo entorno de ausencia de
control social y pudiendo conseguir los mismos “beneficios”-hay sujetos que –de alguna
manera-se ven disuadidos para conducirse violentamente, mientras que otros no.
Teoría feminista.
Esta teoría ha recibido numerosas críticas. Una de las principales es que no es capaz de
explicar porqué en familias donde esos roles de hombre y mujer se dan en forma muy
marcada, sin embargo no se producen episodios violentos. Es decir, es incapaz de revelar
por qué hombres socializados en contextos socioculturales idénticos, presentan
comportamientos diferentes.
Teoría multicausal.
Muchos autores se decantan, en la actualidad, por una opción integradora de varias teorías
54
que intente evitar los defectos de unas u otras. Afirman que la violencia en la pareja no
puede explicarse de forma monocausal, sino que tiene un origen multifactorial. No
obstante, no por ello se debe creer que la explicación resulta de la simple suma de las
diversas explicaciones, sino que deriva de una adecuada articulación de lo individual, lo
familiar y lo social, y que debe adaptarse –en cada caso-a las circunstancias y factores
específicos que concurran en cada una de las situaciones en concreto.
Lo cierto es que todas y cada una de las teorías se pueden mostrar complementarias de las
otras, salvo –tal vez-el caso de alguna teoría individual que cierra las opciones de
combinarse con otra.
La teoría general de la tensión, formulada por Agnew, sostiene que lo que impele a la
delincuencia son los estados emocionales negativos, como por ejemplo la ira, la frustración
o el resentimiento. El resultado de la presencia de esos estados emocionales es la ejecución
de acciones correctivas contra las fuentes que las han provocado, muchas veces en forma de
ataque violento hacia ellas.
En el caso de la violencia doméstica una fuente de tensión que está presente, de forma
común, es la privación de gratificaciones que el agresor considera que ya posee (como
puede ser el caso del control y la dominación de su pareja). Al percibir que puede perder
ese control, el agresor reacciona con una emoción correctora de carácter negativo, como es
la ira. Ira que da fuerza a la respuesta física en forma de episodio de maltrato. Una vez
descargada la tensión, se produce un alivio instantáneo de ésta. Pero esto no supone más
que un paréntesis, ya que inmediatamente la fuente de tensión vuelve a ejercer su efecto, y
la situación empieza a cargarse emocionalmente hasta la aparición de un nuevo episodio
agresivo, desencadenado por un motivo cualquiera, ya que lo realmente operante es esa
tensión subyacente y no la excusa aparente.
Tal como se recoge en otro elemento importante de la teoría de Agnew, la tensión que se
cronifica –es decir, el sometimiento continuado a la fuente de tensión-hace que origine una
fuerte predisposición al inicio de una “carrera delictiva” de larga duración. Lo que explica,
55
en el caso del agresor intrafamiliar (sobre todo el del tipo emocionalmente dependiente), la
perduración en el tiempo de las situaciones de violencia y la repetición de episodios de
maltrato.
Aunque esta autora no lo menciona expresamente como parte del ciclo, podría decirse que
existe una fase previa, en la que pueden distinguirse dos etapas:
-Una más lejana, en la que el agresor aún puede mostrarse ante la futura víctima, y sobre
todo ante los demás, como un individuo totalmente normal en su comportamiento, incluso
de trato agradable. Y es que su especial capacidad de manipulación de las circunstancias
hace que se muestre muy diferente a como realmente es. Sumamente cauto, esconde
hábilmente su inmadurez afectiva e inseguridad casi infantil (en el caso de los agresores
emocionalmente dependientes), o su incapacidad de empatía y ausencia de sentimientos
reales y profundos (en el de los de carácter psicopático). Por ello, suelen tratar de que el
noviazgo sea lo más corto posible, ante el temor –más o menos consciente-de quedar
prematuramente al descubierto. No obstante, ya pueden observarse algunos indicios de su
verdadera forma de ser, especialmente:
-En la etapa más próxima al establecimiento de una relación más firme, ya puede iniciarse
algún episodio agresivo muy aislado y leve. Situaciones que el futuro agresor más
56
sistemático aprovecha para –aprovechando el desconcierto de la mujer-intentar empezar a
trasladar la responsabilidad de sus acciones violentas hacia terceros (familiares, conocidos,
amigos...). Lo que busca es, no sólo trasladar esa responsabilidad, sino conseguir -además-
que la víctima vaya rompiendo progresivamente con su entorno, y aislarla definitivamente.
57
casos, la víctima –debido a la irresistible tensión acumulada en la fase anterior-puede llegar
a provocar inconscientemente el castigo físico. Castigo que suele durar, en
aproximadamente un 47% de los casos, entre 5 y 15 minutos, y en el 25% entre 45 minutos
y 5 horas.
Fase de reconciliación.
También llamada de “luna de miel”, es la fase que cierra el círculo de la victimización, y
que supone la verdadera trampa en la que se ve atrapada la mujer. El agresor se muestra
“arrepentido” de su conducta, pidiendo perdón y asegurando que las agresiones no se van a
volver a repetir. La mujer, que quiere creerlo, se engaña a sí misma por medio de esa
asociación castigo-reconciliación, porque en esta última fase el agresor se muestra como
realmente ésta deseara que fuera. En algunos casos, cuando ya no surte tanto efecto, se
produce la manipulación de familiares y amigos para conseguir el perdón. Y en la mujer, si
no lo concede, se crea un sentimiento de culpabilidad, ya que si no perdona ella es la
causante de romper el matrimonio o la relación, de poner en peligro la vida de familia, el
equilibrio de los niños... Su duración suele ser mayor que la de la segunda fase, pero menos
que la primera, porque –de manera casi inmediata-de forma insidiosa, la relación ya está
empezando a cargarse de nuevo de tensión emocional.
El ciclo se repite, una y otra vez, y en cada ocasión con menor intervalo de tiempo entre
fases de castigo físico y con mayor gravedad en las lesiones. Ciclo que sólo se rompe con
una agresión de consecuencias irreversibles, cuando la mujer se decide a denunciar, o con
la separación definitiva. Y es en el momento de ese anuncio del propósito firme de la
separación cuando la mujer corre el mayor riesgo, porque es cuando se produce el mayor
número de homicidios de pareja. Es entonces cuando el agresor emocionalmente
dependiente se convence de que está definitivamente roto el lazo emocional que no soporta
perder, o cuando el agresor psicopático decide no permitir que piense por sí misma alguien
que considera de su posesión absoluta.
58
que le quitará a sus hijos, etc..., volverá a aparecer como ardiente defensor de su familia, o
se presentará ante los demás como la verdadera víctima de la situación.
Desde el punto de vista criminológico, la violación es una actividad sexual desviada que
satisface, sobre todo, necesidades no sexuales. Lo que realmente busca el agresor sexual es
el control y dominación de la mujer y la sensación de estar a un nivel superior al suyo. En
muchos casos, la mujer no es considerada en sí misma, y sólo se le considera como el
objeto que permite satisfacer una serie de fantasías que vienen mediatizadas por la
consideración que el violador tiene sobre el papel que el hombre y la mujer deben
desempeñar en la sociedad. La víctima no es la receptora concreta e individualizada de esos
“mensajes” del agresor, sino simplemente alguien que puede ser agredida sexualmente para
satisfacer ese objetivo.
Puede decirse que el perfil del violador más habitual corresponde al de un individuo varón,
de entre 18 y 25 años, de aspecto “normal”, soltero y que comete el delito en solitario, y –
normalmente-sin estar bajo los efectos del alcohol u otras drogas.Los violadores de mayor
edad suelen escoger como víctimas a niñas o adolescentes, mientras que los más jóvenes
atacan sexualmente a mujeres de mayor edad.
Si bien puede decirse que ese perfil es bastante definidor, hay conclusiones de estudios
criminológicos que permiten agrupar a los agresores sexuales en diferentes grupos
clasificatorios. Una de las clasificaciones más adecuadas por su practicidad, tal como
recogen Miguel y José Antonio Lorente Acosta, es la efectuada por el Centro Nacional para
el Análisis del Crimen Violento (NCAVC) en su “Manual de Clasificación del Crimen”.
59
de humillar y lesionar a la mujer, otros lo que buscan esencialmente es el aspecto más
sexual. Y, desde este punto de vista, pueden distinguirse cuatro categorías de violadores:
Violador “explosivo”.
En este caso, la conducta sexual se expresa como un acto impulsivo, de carácter explosivo,
que viene determinado por la situación y el contacto por la víctima. Y no por las fantasías
alimentadas por el agresor, como sucedía en el caso anterior. La actuación delictiva surge
del merodeamiento previo del agresor en busca de una mujer a la que explotar sexualmente.
La verdadera intención del violador es la de forzar la sumisión sexual de la mujer, no
importándole las posibles consecuencias sobre la integridad física y psíquica de la víctima.
Violador “furioso”.
La conducta sexual del violador es una expresión de rabia, dirigida hacia la víctima como
representación del género femenino en su conjunto. En este caso, el objetivo primario es el
desencadenamiento de su agresividad hacia ese colectivo.
60
posibilidades: desde el simple abuso verbal hasta el homicidio, pasando por la violación
como instrumento de “castigo” dirigido específicamente al género femenino.
Violador sádico.
El comportamiento sexual del violador sádico es la expresión de fantasías de carácter
agresivo-sexual. En realidad, ese comportamiento se muestra como una fusión –sin
diferenciación entre ellos-de sentimientos sexuales y agresivos. Según esa interacción,
conforme surge el estímulo sexual, aumenta el sentimiento agresivo, y viceversa. El asalto
sexual puede aparentar comenzar como un simple intento de seducción o de “juego”
erótico, pero –conforme el agresor comienza a sentirse sexualmente estimulado-puede
terminar en las formas más intensas de violencia sexual. A diferencia del violador
“furioso”, la violencia de tipo sádico va normalmente dirigida hacia zonas del cuerpo de la
víctima con clara significación sexual (pecho, ano, genitales, boca, nalgas...).
61
Algunas de las más repetidas son las siguientes:
La mujer seductora.
Intenta hace aparecer a la mujer como la agresora, presentándola como una seductora que
atrae a un hombre inocente y confiado hacia una relación de tipo sexual.
Las mujeres realmente quieren decir que “sí”, cuando dicen que “no”.
Los violadores suelen describir el comportamiento de sus víctimas diciendo que
inicialmente se resisten, pero que están convencidos de que ellas –en el fondo-no veían mal
lo que había sucedido. Lo que pasa es que esa inicial resistencia es algo que forma parte del
“juego” en el que la mujer ha de demostrar que se niega a la relación, pero realmente está
deseando que el hombre se salga con la suya, venciendo esa -sólo aparente-intransigencia.
62
Los estudios criminológicos evidencian que, al margen de las conductas de riesgo, no existe
una ninguna característica específica que la haga víctima de una violación, salvo su
condición de mujer. No obstante, sí parecen poder determinarse una serie de características
generales. La edad es muy variable, moviéndose entre los 4 y los 75 años, aunque pueden
observarse dos picos en los grupos de menos de 12 años y entre los 23 y los 30. En muchos
casos suele ser conocida por el agresor, y –cuando no lo es-han concurrido factores que han
podido favorecer la victimización de algún modo (lugares solitarios, soledad personal,
prostitución...)
Desde un punto de vista sociológico, pueden agruparse las víctimas de violación en tres
grupos:
-El grupo mayoritario lo componen mujeres jóvenes o adolescentes, que sufren la agresión
en horas nocturnas al volver a su domicilio después de actividades de ocio. Estos casos son
los que más se ponen en conocimiento de la familia, y posteriormente se denuncian.
-Otro grupo es el de niñas de alrededor de los 12 años, a las que miembros de su propia
familia o conocidos agreden sexualmente abusando de su confianza cuando se encuentran
solas. La violación suele tener lugar en el domicilio del agresor o de la víctima, previa
utilización de amenazas o coacciones.
-El tercer grupo lo constituyen mujeres adultas trabajadoras con turnos nocturnos que
suelen ser atacadas, cuando vuelven de ellos, en las proximidades de su domicilio o en
lugares públicos solitarios y –algunas veces-con ocasión de otra acción delictiva,
fundamentalmente robos. Son las víctimas que suelen denunciar con menor frecuencia.
Consecuencias físicas.
Entre las consecuencias clínicas agudas puede encontrarse que aproximadamente el 40% de
las víctimas sufren lesiones extragenitales, y sólo el 54% buscan tratamiento médico. Las
enfermedades de transmisión sexual se producen como resultado de la violación entre un
3,6 y un 30%, según el estudio, mientras que el embarazo se produce en alrededor de un 5%
63
de los casos.
Los principales cuadros médicos –de carácter crónico-que se asocian con la violación son
los siguientes:
-Dolor pélvico. Entre las atenciones por esta dolencia se ha comprobado que existe una
mayor incidencia de abuso sexual, tanto en la infancia como en la vida adulta.
-Molestias del dolor. Tales como cefaleas, dolor de espalda, molestias en las
articulaciones...
-Anorexia nerviosa, bulimia y otros trastornos de la alimentación.
-Infecciones de enfermedades de transmisión sexual, especialmente VIH.
Consecuencias psíquicas.
Después del ataque sexual, la víctima intenta reconciliar el concepto anterior de un mundo
seguro, previsible y controlable, con el daño físico que ha soportado de manos de otro ser
humano, en muchas ocasiones alguien que conocía y en quien confiaba. Si las condiciones
posteriores son adecuadas, el periodo posterior a la victimización puede conducir a
recuperar –con el tiempo-un sistema de creencias más flexible, bien articulado y con una
buena significación personal. Si -por el contrario-la situación no es tan favorable, se pueden
instaurar en la víctima creencias de que es una persona destructiva, responsable del suceso
delictivo y que no puede creer en los demás ni ser creída por ellos.
64
Relación de atribución causal a la agresión.
Síntomas psicológicos.
Los síntomas de ansiedad y temor predominan en el cuadro inmediato a la violación. En
las primeras 72 horas el 86% de las víctimas presentan temor hacia el asaltante y ansiedad
sobre su seguridad personal. Ese nivel de ansiedad alcanza su máximo nivel en la tercera
semana, pero permanece durante mucho más tiempo. Algunos precursores de la depresión
pueden observarse ya en las primeras horas, y van creciendo en los siguientes días. Esos
precursores incluyen sentimientos de tristeza, apatía y pensamientos suicidas. En las
siguientes semanas la depresión se hace evidente, y permanece aproximadamente, al
menos tres meses. La ideación suicida presenta una tasa de entre el 33% y el 50%. En un
estudio se determinó que los intentos de suicidio en víctimas de violación fueron de un
19%, en comparación con el 2% entre las personas no víctimas. En cuanto a la
inadaptación social, y a pesar del evidente sufrimiento psicológico, sólo se han detectado
pequeñas dificultades a la hora de desempeñar el rol social. Los efectos más importantes
han sido a la hora de desarrollar las actividades laborales, existiendo alteraciones hasta
ocho meses después del asalto sexual. En las actividades sociales se han encontrado
diferencias de comportamiento, respecto de las no victimizadas, durante los dos primeros
meses. Diferencias que son de un mes en el ambiente familiar.Las víctimas de violación
experimentan menor satisfacción sexual y presentan más problemas sexuales que el resto
de las mujeres. La evitación de las relaciones sexuales, inmediatamente después del suceso
65
se observa en aproximadamente el 61% de los casos, y el 30% de las víctimas sentían que
su vida sexual no había regresado al nivel anterior a la violación, incluso de 4 a 6 años
después. La mayoría de los problemas consisten en ausencia de deseo, temor a la relación
sexual y falta de estímulo.
Como han señalado numerosos autores, el acoso sexual es un concepto nuevo para designar
un problema antiguo, porque han sido muchas las sucesivas generaciones de mujeres que
han sido sometidas a él. Se tiende a considerar al acoso como una expresión relativamente
leve dentro del marco de la agresión a la mujer. Esa levedad, y las especiales connotaciones
socioculturales que le rodean, han hecho que –en muchos casos-no haya sido considerada
como una agresión como las demás, o al menos no en la medida que se debiera.
Concepto.
En 1987, el informe Rubinstein definió el acoso sexual como “una conducta verbal o física
de naturaleza sexual, cuyo autor sabe que es ofensiva para la víctima”. Esta definición fue
fuertemente cuestionada por los movimientos feministas (especialmente el italiano), porque
consideraban que se obviaba la percepción de las mujeres. Percepción que es siempre
diferente por parte del que lo ejerce y, probablemente muchas conductas de ese estilo el
hombre considera que no son ofensivas, mientras que la víctima sí las conceptúa así. Por
otra parte, muchos países consideraron que en una posible definición del acoso sexual no
debe contener una dimensión de género, porque el problema puede afectar tanto a mujeres
como a hombres.
66
físico, verbal o no verbal”. De esta definición se desprenden varias implicaciones: se trata –
evidentemente-de una conducta de tipo sexual o basado en él, que ataca a la dignidad de la
víctima, que se desarrolla en el mundo del trabajo, y que comprende conductas, tanto
verbales como físicas.
-El primero de ellos se refiere al acoso sexual provocado por un superior jerárquico, de tal
manera que el sometimiento o no a dicha conducta se convierte –de manera implícita o
explícita-en requisito de empleo, o de las condiciones en que éste se va a desarrollar.
-El segundo, comprende los tipos de acoso que tiene como efecto el interferir
injustificadamente en el rendimiento laboral de la persona, o crear un ambiente de trabajo
ofensivo, hostil o intimidatorio. Este tipo de acoso, que podría calificarse de carácter
“ambiental”, se refiere principalmente al provocado por los colegas de trabajo.
El artículo 184 del Código Penal (reformado pp La Ley Orgánica 11/99 de 30 de abril)r
tipifica el delito de acoso sexual diciendo lo siguiente:
“1. El que solicitare favores de naturaleza sexual, para sí o para un tercero, en el ámbito
de una relación laboral, docente o de prestación de servicios, continuada o habitual, y con
tal comportamiento provocare a la víctima una situación objetiva y gravemente
intimidatoria, hostil o humillante, será castigado, como autor de acoso sexual, con la pena
de arresto de seis a doce fines de semana o multa de tres a seis meses.
2. Si el culpable de acoso sexual hubiera cometido el hecho prevaliéndose de una situación
de superioridad laboral, docente o jerárquica, o con el anuncio expreso o tácito de causar
a la víctima un mal relacionado con las legítimas expectativas que aquélla pueda tener en
el ámbito de la indicada relación, la pena será de arresto de doce a veinticuatro fines de
semana o multa de seis a doce meses.
3. Cuando la víctima sea especialmente vulnerable, por razón de su edad, enfermedad o
situación, la pena será de arresto de doce a veinticuatro fines de semana o multa de seis a
doce meses en los supuestos previstos en el apartado 1, y de prisión de seis meses a un año
en los supuestos previstos en el apartado 2 del presente artículo.”
67
Como puede verse, por reforma efectuada –en el año 1999-en nuestro Código Penal se
recoge –por primera vez-los dos tipos de acosos anteriormente mencionados (antes solo
recogía el de prevalimiento, que –ahora-se conceptúa como tipo agravado. Lo que sí sigue
manteniendo, sobre el concepto más tradicional, es el ámbito docente (de manera expresa),
así como otros ámbitos análogos, y no sólo el laboral, en un esfuerzo de no dejar fuera del
tipo conductas de acoso sexual que pudieran producirse en entornos poco habituales.
Además, ese acoso debe tener el elemento añadido de poner por medio el “chantaje” del
anuncio de las consecuencias que pueden derivarse en su entorno laboral, docente o
“análogo” si no accede a la solicitud de esos favores de naturaleza sexual. En todo caso, se
echa en falta una alusión más directa a que la naturaleza del acoso también podría incluir
conductas que no tienen porqué reducirse a la “solicitud de favores”, ya que su
interpretación estricta deja fuera conductas como los comentarios sexistas, las iniciativas
sexuales inapropiadas,...
68
mujeres, lo cual puede llegar a plantear serios problemas de definición para regular lo que
puede ser considerado o no como acoso sexual. En este sentido, los estudios parecen
confirmar que las mujeres tienen una definición más amplia de los que es acoso sexual.
Las mujeres también evalúan significativamente determinados escenarios como
acosadores, ofensivos o amenazantes. Los mismos escenarios que los hombres pueden
considerar como absolutamente neutros. Así, cuanto más inespecífica es una situación,
mayores son las diferencias de consideración entre hombres y mujeres.
La consideración objetiva de lo que debería ser calificado como acoso sexual es un
problema difícil de resolver. Y un ejemplo claro es el problema de tipificación del acoso
sexual en el Código Penal. Las posiciones varían entre quienes consideran acoso sólo la
solicitud de un favor de tipo sexual y quienes dicen que se debe incluir también cualquier
conducta ofensiva para la mujer y relacionada con el sexo, aunque sea muy indirectamente,
e incluso independientemente del lugar y el contexto.
La naturaleza propia de este tipo de delitos y su reducción al ámbito, no sólo de lo
privado, sino de la condición más íntima de la persona, hace que sean fácilmente utilizables
como instrumento de chantaje por parte de la presunta víctima. Por eso, se tiende, desde el
punto de vista jurídico, a objetivizar al máximo la determinación de las circunstancias que
deben conducir a considerarlo como tal.
Tipos de acoso.
Till (1980) estableció una clasificación ampliamente utilizada en la que se determinan cinco
tipos de conductas:
69
Es el tipo que coincide con la visión penal del acoso sexual, si bien también incluiría los
casos en los que no se anunciara a la víctima un mal relacionado con las legítimas
expectativas que pueda tener en el ámbito de la relación que pueda existir entre ésta y el
acosador.
- Coerción sexual: Llevar a cabo una acción de tipo sexual bajo amenaza o mediante
la fuerza. Tipo dentro del cual se encuentra el límite entre los conceptos jurídicos del acoso
y la agresión sexual. Dependiendo de las características y formas que adopten las
amenazas, puede incluirse dentro de una u otra conducta.
- Imposición sexual o asalto: En realidad, ya no se trata de una conducta de acoso
sexual, sino un delito violento relacionado con la libertad sexual. Desde un punto de vista
teórico clasificatorio, constituiría el grado máximo de acoso sexual. Desde el punto de vista
jurídico, una agresión sexual o violación.
Factores de riesgo.
Como ya se ha dicho, cualquier mujer puede estar expuesta, según las circunstancias, a
convertirse en víctima de acoso sexual. Sin embargo, hay una serie de factores que pueden
favorecer que determinadas mujeres estén más expuestas que otras a esa situación. Entre
otros, se pueden señalar la edad, la antigüedad en el puesto de trabajo y la situación laboral.
Edad.
Las mujeres jóvenes tienen un mayor riesgo ante el acoso. Ante la imaginación masculina,
la seducción de una mujer joven es una especie de demostración del poder de atracción de
un hombre, a pesar de tener una cierta edad. Por otra parte, las mujeres jóvenes tienen
menos experiencia en el tratamiento de esas situaciones, por lo que el potencial acosador
tiene la expectativa de que su intención se verá facilitada, o que la víctima tendrá menos
capacidad de defensa. Tanto las mujeres jóvenes, como las más mayores, afirman que los
hombres más jóvenes muestran una mayor comprensión frente a la problemática del acoso,
y los califican de más prudentes y más educados que los de mayor edad
70
El tiempo que se lleva en un lugar de trabajo también suele ser significativo desde el punto
de vista de convertirse víctima de acoso sexual. La posición de recién llegada a un
determinado trabajo, equipo o departamento suele atraer la atención de colectivo
potencialmente acosador. Lo que explica que necesite imponer sus propios límites de
manera más contundente y, si no lo hace, que el riesgo de ser acosada aumente
La situación laboral.
Otro factor de riesgo es la situación laboral, ya que los hombres no ignoran que la
inestabilidad en el empleo reduce la capacidad de defensa frente a los comportamientos de
acoso. Por eso, las mujeres con un contrato en prácticas -o contratadas temporalmente-están
más expuestas al acoso sexual que las que tienen un contrato fijo.
Las consecuencias.
71
y de ansiedad, prolongada en el tiempo, y salpicada por amenazas sobre su presente y
futuro laboral y por inesperados ataques (sin periodicidad previsible, sino dependiendo de
factores personales de la víctima y circunstancias del contexto) hacen que la víctima vaya
sucumbiendo psicológicamente.
Es inevitable que la situación que soporta la víctima produzca una influencia negativa sobre
su actividad laboral, lo cual –a su vez-lleva a una disminución del rendimiento en el trabajo
y –como consecuencia de ello-múltiples fallos que pueden ser interpretados
(interesadamente o no) como incapacidad de llevarlo a cabo. Ello da pie para justificar una
nueva amenaza de rescindir o no renovar el contrato, o de cambiarle de puesto de trabajo.
La consecuencia es la producción de un fatal “círculo cerrado”: la situación de acoso
provoca un menor rendimiento laboral, el cual es aprovechado por el acosador para
utilizarlo como instrumento para continuar en su conducta acosadora, y –al mismo tiempo-
como justificación de que no se profiere amenazas, sino que intenta que el aprovechamiento
laboral de la víctima sea el adecuado.
72
Amores que matan.
Vicente Garrido Genovés.
Editorial Algar. Valencia. 2.001.
Violencia intrafamiliar.
Mª José Benítez.
Consejo General del Poder Judicial. Madrid. 1.999.
73
TEMA 14: Delincuencia socioeconómica.
Conceptos criminológicos básicos. Características y tipologías. Las motivaciones. La
autopercepción del delincuente de "cuello blanco". Los factores concurrentes. Las teorías
criminológicas explicativas. Tipologías de las víctimas. El impacto de este tipo de
delincuencia. Consideraciones politicocriminales.
LA DELINCUENCIA SOCIOECONÓMICA
74
El propio Herrero, cita a Niggermeier, que considera dentro de este concepto a “las
infracciones penales que se cometen explotando el prestigio económico y social, mediante
el abuso de las formas y posibilidades de configurar los contratos que el Derecho vigente
ofrece o abusando de los usos y las razones de la vida económica, basados en una elevada
confianza. Infracciones penales que, de acuerdo con la forma en que se infringen y las
repercusiones que tienen, son idóneas para perturbar o poner en peligro, por encima del
perjuicio de los particulares, la vida o el orden económico”.
Precisamente bajo esa óptica, puede afirmarse que por la acción de la delincuencia
socioeconómica se ven afectadas, o al menos se ponen en peligro, las áreas económicas
siguientes:
- La economía en general, en lo que se refiere a su estructura, y a los procesos de
producción, circulación, consumo y conservación de las riquezas del Estado.
75
- El sistema financiero, y específicamente el ámbito de organización de las estructuras
financieras y su interrelación, la bolsa de valores, los sistemas de créditos...
- El medio ambiente: debido a la contaminación, las agresiones medioambientales...
- El sistema societario: Es decir todo aquellos procesos, estructuras y elementos que afectan
a las sociedades mercantiles, a las empresas, etc..., en lo el ataque puede dirigirse a su
propia esencia organizativa y estructural.
- La Administración Pública: Las agencias de Administración Tributaria, la Seguridad
Social, y las administraciones autonómicas y locales aumentan el espectro de actuación, ya
que su existencia origina que se multipliquen los ámbitos de actuación y –de esa manera- la
mayor complejidad y dispersión facilite la producción de ataques delictivos a este tipo de
instituciones.
- La Salud Pública: En lo que respecta al tráfico de drogas entendido como un negocio, con
la consecuente actividad de blanqueo de dinero, la existencia de paraísos fiscales, los
negocios paralelos, las inversiones, etc...
76
Sentada la diferencia entre la criminalidad patrimonial y la delincuencia socioeconómica,
aún es necesario conseguir apreciar la distinción entre una serie de términos relacionados
con esta clase de delincuencia que, usándose de manera indistinta, quieren referirse a
distintos subtipos que pueden incluirse dentro de la misma. Así, algunos conceptos que
pueden parecer que significan lo mismo, pero que tienen significativas diferencias, aunque
algunas sean de matiz, son los de “criminalidad económica”, “criminalidad
socioeconómica”, “criminalidad de cuello blanco”, “delincuencia financiera”,...
Los elementos esenciales de la definición de Sutherland son los de que este tipo de
delincuencia es una clase que se inscribe dentro del concepto más amplio de delincuencia
socioeconómica. Y, que sus sujetos activos pertenecen a las clases más respetables y a los
puestos dirigentes de las empresas y del entramado socioeconómico, y –además- llevan a
cabo sus acciones delictivas en el curso de sus ocupaciones en esos ámbitos de trabajo u
ocupación.
77
llamativo y trascendente de la delincuencia económica, pero que no debe asimilarse al
concepto más general de la delincuencia económica en su conjunto.
Un concepto muy actual, y todavía más concreto que el de delincuencia “de cuello blanco”,
es el que podría denominarse delincuencia de “cuello gris”. Nos referimos así a otro tipo de
delincuente que, cada vez más abundante, se escuda en el anonimato de la creciente masa
gris de los ejecutivos o empleados con un cierto poder de decisión económica, para usar el
cierto poder del que dispone, muchas veces adquirido por la posesión de conocimientos
técnicos e informáticos especializados, y conseguir así sus propios e ilegales fines.
La única diferencia entre el primer caso y el segundo es que, tal como podía preverse, el
desarrollo tecnológico, informático y burocrático ha provocado que las características de la
actual delincuencia económica lleven consigo una mayor posibilidad de proliferación de
esta nueva figura delincuencial, intermedia entre la delincuencia puramente
socioeconómica y la de “cuello blanco”, y mucho más concreta que ambas.
78
- Uso de información privilegiada.
- Abuso de poder político y/o comercial.
- Tráfico de influencias.
- Blanqueo de dinero.
Ante la diversidad de conductas que puede observarse, es más adecuado intentar determinar
cuáles son las características que son comunes a todas ellas, y que puedan mostrarse
indicadoras de que estamos ante una conducta delictiva de este tipo. En diversos estudios se
ha demostrado que, las principales de esas características son las siguientes:
79
· Las acciones propias de este tipo de delitos se desarrollan, salvo que estén mezclados otro
tipo de elementos, sin el uso de la violencia directa, moviéndose en el plano abstracto de lo
intelectual. Muchas de sus actividades, incluso, no requieren la presencia física del
delincuente, lo que hace que la percepción del delito pase mucho más inadvertida. Puede
darse el caso, no poco habitual, de que muchas de las víctimas no tengan conciencia de
serlo, y a veces ni siquiera se enteran de haberlo sido.
· Aunque por otros motivos, y al igual que otros delitos, como es el caso de la violencia
intrafamiliar, se da el denominado efecto “iceberg”. Expresión que quiere indicar
gráficamente que es mucho más lo que permanece ignorado lo que lo que en un momento
dado llega a averiguarse. Y ello puede decirse, tanto respecto de un delito en concreto,
como del conjunto de la delincuencia socioeconómica.
Edelhertz añade también una serie de características que serían comunes a todos los delitos
de “cuello blanco”, que son:
Clasificación tipológica
80
En la delincuencia socioeconómica, y especialmente en la de “cuello blanco”, es importante
analizar una serie de peculiaridades que puede influir en la categorización de los diversos
comportamientos delictivos que han de incluirse posteriormente en los diferentes tipos
criminales. Las que pueden hacerlo de manera más intensa son las siguientes:
- Naturaleza del delito. La percepción moral de este tipo de delitos puede cambiar
dependiendo del impacto físico o económico que supongan. Y la importancia de ello puede
suponer el llegar a conclusiones erróneas, como por ejemplo que la opinión pública se
muestre indiferente hacia los delitos de “cuello blanco” si en la tipología sólo se incluyeran
los delitos de tipo puramente económico, sin profundizar en otras consideraciones.
- Contra quién se dirige. Por ejemplo, la opinión pública no reacciona igual cuando la
víctima es una gran corporación o la Administración Pública, que cuando lo han sido los
consumidores o un gran numero de víctimas estafadas. La riqueza, el tamaño o la
impersonalidad, de los primeros hace que, incluso pueda llegar a considerárseles como
explotadores, mientras que cuando la víctima se presenta como indefensa la reacción social
es mayor.
- Quién cometa el delito. Es una de las características más recogidas en las diversas
clasificaciones tipológicas. El lugar que ocupa el sujeto activo, y si actúan a nivel particular
81
o en beneficio de la corporación, es determinante. Los últimos parecen ser mejor tolerados,
y efectivamente suelen ser sancionados en menor medida.
· Delitos corporativos. Son los cometidos por la propia corporación o sus directivos para
beneficio de la empresa. Pertenecerían a esta categoría los delitos que son un negocio en sí
mismos, lo cual suele ser el caso de la mayoría de la delincuencia de “cuello blanco”.
Entrarían en este tipo conductas como la explotación laboral, la fijación ilegal de precios, la
falsa propaganda, la falsificación de contabilidades, la evasión de impuestos, la infracción
de las regulaciones laborales, etc...
· Delitos ocupacionales. Son los cometidos por los individuos en beneficio de sí mismos,
y normalmente en el curso de sus ocupaciones. Dentro de esta categoría se pueden
distinguir, a su vez, dos clases de situaciones que muestran características diferenciadas:
- Delitos incidentales. Que son los cometidos por determinados individuos
aprovechando una ocasión favorable. Casos habituales de esta categoría serían el
fraude fiscal, la utilización ilegal de tarjetas de crédito, el fraude a la Seguridad
Social, la manipulación de seguros...
- Delitos “de empleados”. Son los abusos cometidos por los empleados,
aprovechando la confianza depositada en ellos por la empresa o sus directivos.
Se trataría de malversaciones, desfalcos, sobornos comerciales, fraudes
informáticos, apropiaciones indebidas...
82
hacen que se pueda incluir en una u otra categoría. De hecho, muchas veces no es difícil
encontrar que, en determinadas ocasiones, los beneficios que se persiguen en el ejercicio de
la delincuencia corporativa, redundan también de manera más o menos directa en provecho
del propio individuo.
Una de las características más propias de los delitos de “cuello blanco” es la de la reacción
social que suelen suscitar. La mayor parte de las veces es público se muestra ante ellos de
una manera relativamente indiferente y no parecen ocasionar el rechazo social que
deberían. En todo caso, casi nunca llegan a producir la misma indignación, ni el mismo
sentimiento subjetivo de inseguridad ciudadana que los delitos comunes. Hay una serie de
circunstancias que se suelen dar en este tipo de delitos y que inciden en que se produzca esa
cierta ambigüedad hacia ellos. Siguiendo a Garrido Genovés y Sanchís Mir, recorreremos
brevemente los factores que contribuyen a lograrlo, y que pueden dividirse en dos grupos
principales: factores internos y factores externos.
Factores internos
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· El alto estatus de los delincuentes. Alto estatus que influye en varios aspectos. En
primer lugar, es contradictorio considerar a individuos de alto estatus, que se suponen
dignos de admiración y respeto, como delincuentes. Por eso, la mejor manera de reducir la
tensión creada por esta disyuntiva es no considerar su conducta como delito, sino como
actitudes “no adecuadas”. Es más fácil negar la existencia del delito en este tipo de sujetos,
que sancionarlos.
Además, el alto estatus ofrece más posibilidades para minimizar, en incluso eludir, el riesgo
de sanciones y también para evitar el estigma de delincuente. Y el no ser sancionados
penalmente refuerza su autopercepción no delictiva.
Factores externos.
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· La falta de información. La falta de información no solo es un problema de baja
visibilidad, sino también de múltiples intereses:
- De la Administración, para evitar una sensación de alarma entre la población, ya
que sobre estos individuos descansa la confianza de la sociedad. También por
preservar la dignidad de su propio papel cuando fallan en el control de estas
conductas.
- De los propios delincuentes, que pueden ejercer presiones para que se silencien
informaciones que puedan perjudicar su imagen.
· La supuesta colaboración de las víctimas. Hay varios motivos que provocan una menor
tasa de denuncias en este tipo de delitos: desconfianza hacia los sistemas judicial y policial,
la mencionada baja visibilidad, por creer que no se trata de un asunto penal, por pensar que
denunciar pueda repercutir negativamente sobre las víctimas, o estar convencido de que el
fraude sólo puede ocurrirle a determinada gente con un comportamiento rayano en lo ilegal,
etc...
85
produzca la victimización, o cuando ésta se produce en perseguir a los delincuentes, o en
paliar los efectos de la victimización.
Dos son las tipologías victimales más conocidas en lo que respecta a la delincuencia
socioeconómica. La de Tomlin se basa en la diferenciación de los diferentes ámbitos de
victimización, desde el individual hasta el más amplio desde el punto de vista social. La de
Delord-Reynal construye sus categorías basándose en el tipo de relación que se establece
entre delincuente y víctima.
La tipología de Tomlin
86
fondos de las diferentes Administraciones Públicas, adjudicaciones ilícitas en concursos
públicos...
· Víctimas voluntarias. Como es evidente, se trata de las víctimas que toman parte en su
victimización de forma voluntaria. Es el caso de la participación en determinados timos,
que se caracterizan porque, tanto timadores como víctimas, aparecen como una especie de
pareja criminal en la que ambos componentes se embarcan en una misma operación
fraudulenta, cada uno de ellos buscando su propio beneficio. Lo que pasa es que una parte
gana y la otra, pierde.
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muchos casos, se trata de víctimas originadas por delitos corporativos como es el
caso de quiebras fraudulentas, disoluciones organizadas de empresas, etc...
- Víctimas inocentes. Son las personas victimizadas por su relación cotidiana y
desde luego forzosa con los delincuentes, como es el caso de consumidores,
víctimas de accidentes laborales, de la contaminación ambiental...
Pero, paradójicamente, el Estado que “a priori” tiene todos los medios para defenders- no lo
hace. Entre otras cosas, porque se tiende a considerársele más como un ente opresor que
como una víctima. Y esa percepción produce que entre los defraudadores no se considere al
Estado como una víctima, y de esa manera ellos no se consideran como delincuentes.
El impacto económico.
88
estimación de la Federal Trade Comission cifró en 1968 el monto del robo común en unos
55 millones de dólares, mientras que el fraude detectable (sólo la punta del iceberg) en los
negocios excedía de 1 millardos de dólares. Veinte años después, la Cámara de Comercio
americana cifraba en alrededor de 40 millardos de dólares el coste económico de este tipo
de delincuencia, frente a los 4 millardos de la delincuencia común.
En lo que también coinciden la mayoría de autores es en que las evidencias en este campo
no se corresponden con el interés hacia ellas pro el cuerpo social, ni por las medidas
legislativas y judiciales.
El impacto físico.
- Gran parte del público general está expuesto a una amplia variedad de daños físicos
provocados por la actividad delictiva de las corporaciones, como es el caso de la
contaminación acústica, estructuras inseguras, accidentes laborales, peligrosas
manipulaciones de productos... No hay más que recordar el caso en España del aceite de
colza adulterado, que se cobró más de 350 vidas y afectó patológicamente a más de 20.000
personas. Algunos de estos delitos no ocurren por actos deliberados, sino por omisión o por
indiferencia. Pero esto es porque su único interés es el lograr beneficios al mínimo coste.
89
- Cualquier abuso cometido por los profesionales de la salud puede tener un impacto directo
y determinante sobre la salud pública. A finales de los 70, el New York Times publicó que
la población más pobre acogida al seguro médico sufría el doble de operaciones que la
población general. Otros muchos aspectos relacionados con la salud, y que se encuentren
deficientemente regulados, pueden afectar en este sentido: cosméticos, anticonceptivos,
hormonas sintéticas, determinados productos médicos, etc...
El impacto social.
El marco de ambigüedad en que se suelen mover este tipo de delitos, añadido a la falta de
conciencia que se suele tener sobre el problema que suponen, facilitan el daño que pueden
ocasionar a las relaciones sociales, por lo general aún mayor que los relacionados con sus
consecuencias físicas y económicas, y que surge al exterior en forma de creación de
anomia, erosionando la base moral de la Ley, sembrando desconfianza en las instituciones,
y poniendo en peligro el sistema de libre mercado.
90
Por su parte, los delitos de tipo corporativo pueden socavar el sistema de mercado mediante
el ataque a la competencia leal y la honestidad financiera, principios en los que ese sistema
socioeconómico se asienta. Y si la confianza depositada en los sujetos que ocupan los
lugares de confianza del sistema social desaparece, por considerarlos corrompidos, toda la
estructura en la que se asienta esa sociedad puede derrumbarse.
Ya se ha citado que una de las constantes más relacionadas con el móvil de la delincuencia
socioeconómica, y especialmente con la de “cuello blanco”, es el afán de lucro, la codicia o
la avaricia. A este tipo de delincuentes suele caracterizarles, al contrario que a los
delincuentes comunes, una movilidad social ascendente, y una especie de determinación
91
inexorable por alcanzar sus metas económicas. En la mayor parte de casos, la pregunta
surge de manera casi automática, ¿cómo puede explicarse que individuos que no están
precisamente carentes de medios económicos puedan delinquir por el incentivo del afán de
lucro?
Se trata de un asunto de privación relativa. Ese concepto explica que, para ellos, el dinero,
el poder o el estatus, sólo adquieren su pleno significado cuando se comparan con un grupo
de referencia. Es decir, en lo que hace hincapié es en que la satisfacción no depende del
logro conseguido en sí mismo, sino de la diferencia entre el nivel de ese logro alcanzado y
el nivel al que se aspira. Y cuando un individuo tiene aspiraciones por encima del nivel del
éxito obtenido, y no puede lograr llegar a este último por medios legítimos, es posible que
emplee conductas delictivas con la suficiente eficacia como para lograr disminuir ese
sentimiento de privación.
El poder.
92
maquinaciones cínicas, mentir, etc... Conductas que muchas veces son inseparables de la
empresa de gobernar grandes organizaciones.
· Las situaciones. En este aspecto, fue Kelman el que estudió las condiciones bajo las
cuales los abusos sistemáticos de poder en las empresas pueden llegar a ser posible. Los
tres “procesos conceptuales” que como resultado de ese estudio estableció fueron los
siguientes:
- Procesos de autorización. A través de ellos, la situación llega a estar tan definida
que los principios morales normales no se aplican y el individuo se considera exento
de la responsabilidad de tomar decisiones morales personales. Todo ello facilita la
comisión de actos ilegales, porque cuando son implícitamente alentados,
93
tácitamente aprobados o, al menos permitidos, y mucho más cuando son
explícitamente ordenados, la probabilidad de que se lleven a la práctica aumenta.
- Procesos de rutinización. La actividad llega a estar tan organizada que no hay
oportunidad para interrogantes morales ni tomar decisiones éticas. Presenta dos
niveles: el individual, por el que el trabajo está dividido en pequeños pasos que se
realizan de manera automática; el organizacional, por el que la tarea estaría dividida
en otras más pequeñas, en cada una de las cuales tendría responsabilidad un
individuo distinto, lo que limita las decisiones y difumina las responsabilidades.
- Procesos de deshumanización. Las actitudes del sujeto hacia su objetivo y hacia
sí mismo le hacen privar a la acción delictiva de su estatus humano, siendo así más
fácil convertir a las personas en víctimas, sin la aparición de sentimientos de culpa
que dificultarían la comisión del delito, o provocarían la disminución de la
autoestima.
La descripción que Sutherland hace del delito socioeconómico puede resumirse en cinco
proposiciones:
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- La delincuencia de “cuello blanco” es una delincuencia real, siendo en todos los casos una
infracción de la ley penal.
- La delincuencia de “cuello blanco” difiere de la delincuencia de clase baja en la ejecución
de la ley penal, que segrega administrativamente a los delincuentes de “cuello blanco” de
los otros delincuentes.
- Las teorías de los criminólogos de que el delito es debido a la pobreza o a condiciones
sociopáticas o psicopáticas asociadas a la pobreza son nulas porque:
1. Están derivadas de muestras muy sesgadas respecto al estatus socioeconómico.
2. No son aplicables a los delincuentes de “cuello blanco”.
3. No explican, ni tan siquiera, la delincuencia de clase baja, pues los factores no están
relacionados con un proceso característico de toda delincuencia.
- Necesidad de una teoría de la conducta delictiva que explique, tanto la delincuencia de
“cuello blanco” como la de la clase baja.
- Una hipótesis de explicación de este tipo de delincuencia puede ser sugerida en términos
de “asociación diferencial” y de “desorganización social”.
En esencia, estos autores defienden que la delincuencia de “cuello blanco” parece estar
relacionada con el hecho de que los individuos aprovechan o no las oportunidades que se le
ofrecen, dependiendo de su orientación y actitudes hacia los valores sociales generales. Es
decir, los delincuentes de “cuello blanco” lo son porque lo que aprenden es los valores,
motivaciones, racionalizaciones y técnicas necesarias para serlo, permaneciendo además en
contacto frecuente con profesionales y directivos de organizaciones económicas que ya lo
son, y permaneciendo aislados de otros grupos sociales.
95
También incidieron en la trascendencia del lenguaje como reflejo de los valores que apoyan
la delincuencia de “cuello blanco”, porque tiene una gran importancia como expresión de
los valores sociales.
Uno de esos valores, que emerge con frecuencia al hablar de este tipo de delincuencia es el
de la inteligencia. La excesiva importancia que en nuestra sociedad competitiva se da a la
inteligencia, hace que incluso se exprese admiración hacia algunos delincuentes de “cuello
blanco”, la cual se refleja en el énfasis que se otorga a sus presuntas cualidades de
imaginación, astucia e inteligencia, en vez de destacar su carácter de ilegalidad.
El lenguaje también expresa una serie de creencias populares que parecen llegar a justificar
el delito, por ejemplo con frases como las de “es bueno ser honrado, pero el negocio es el
negocio...”, o “ya que todos lo hacen, sin yo no lo hiciera estaría en desventaja y...”.
Incluso puede llegar a influir en el proceso judicial, y en la mayor o menor severidad de las
sentencias. Cuando más coinciden las verbalizaciones de la conducta delictiva con los
estándares de pensamiento de los jueces y con las normas socialmente aceptadas, más
probabilidad hay de que influyan en una menor penalidad y una evaluación más
condescendiente respecto del acusado. Como puede verse, el “espíritu de negocio” está
muy asumido por la sociedad actual, y muchos de los valores que propugna parecen tener
significación en el origen de delitos como los estudiados. Así, valores que podrían estar
asociados con una serie de características posiblemente criminógenas son:
- Dinamismo.
- Materialismo.
- Creciente impersonalidad.
- Individualismo.
- Complejidad.
- Insistencia en la importancia del estatus.
- Lealtades de grupo muy restringidas.
- Carencia de orientaciones científicas en el campo social.
- Tolerancia de la corrupción política.
96
- Falta de respeto hacia algunas leyes.
- Aceptación casi-criminal de la explotación.
No es casualidad que las cinco primeras, que son las de mayor importancia según Clinard y
Quinney, coincidan básicamente con lo rasgos más habituales de los delincuentes
socioeconómicos. Y cuando los rasgos sociales que ya pueden mostrarse en sí
criminógenos coinciden con los individuales de los delincuentes, lo más probable es que
éstos estén más inclinados al delito en el cual se identifican ambas posturas.
La asociación diferencial
Dentro de los procesos de aprendizaje social existe una dimensión interaccional, que es la
que tiene lugar mediante la asociación directa con otras personas que actúan ilícitamente; y
otra es la normativa, por la que una persona es expuesta a patrones normativos que inducen
a la delincuencia.
Esa asociación, por otra parte, se puede producir en grupos primarios (familia,. amigos...) o
en grupos secundarios (vecinos, religión, profesores, figuras de autoridad, medios de
comunicación, jefes y compañeros de trabajo...). Las asociaciones diferenciales que tienen
más influencia sobre el individuo son las que poseen más fuerza, mayor duración, mayor
prioridad, y mayor intensidad (es decir, las provenientes de las relaciones más importantes
para él).
97
Las definiciones
Para Akers, las definiciones son los significados o actitudes que una persona vincula a
determinadas conductas. Las generales consisten en creencias morales, religiosas, valores o
normas, que acostumbran a ser favorables a la conducta prosocial. Las específicas, orientan
conductas concretas. Cuanto mayor sea el número de actitudes y definiciones específicas
contrarios a ciertos actos, menor será la probabilidad de realizarlos. Es característica común
de la delincuencia socioeconómica la coincidencia de definiciones generales contrarias al
delito con las específicas que orientan a este tipo de delincuencia.
Reforzamiento diferencial.
98
En general, un reforzamiento puede ser real (concreto y actual) o anticipado (previsión de
futuro), tangible (físico, económico...) o intangible (moral, social...). También puede tener
un carácter simbólico.
La imitación.
99
anticipados, y que después de llevar a cabo la conducta delictiva pueden verse fortalecidos
por otros reforzamientos tangibles, especialmente de carácter económico, o reforzamientos
simbólicos como la aprobación -bien tácita, bien manifiesta- por parte de compañeros o
superiores también involucrados en la actividad ilegal.
Tal como puede verse en el esquema, y siguiendo textualmente a los mencionados autores,
puede explicarse el procedimiento de aprendizaje de la conducta delictiva de la manera
siguiente, y en los dos momentos que explican como sigue:
100
b) La repetición de la conducta, que sobre todo depende de los reforzadores y de los
castigos reales obtenidos cuando el comportamiento se lleva a cabo.
Imaginemos un joven que ha aprendido a robar bolsos mediante el procedimiento del tirón
observando a un amigo que lo hacía con pericia. Si pasa a la acción y efectúa tres «tirones»
con el resultado de que en las tres ocasiones acaba siendo detenido, es probable que no
repita este comportamiento. Este sujeto será menos influido por los buenos resultados que
observó en su amigo, a la hora de repetir o no la conducta delictiva, que por los malos
resultados obtenidos por él mismo en idéntica situación. Cuando un delincuente efectúa
varios robos y nunca le va bien, sus opiniones y actitudes al respecto de la conducta de
robar también cambian. Esto no significa que llegue a la conclusión de que robar es
inmoral, sino tal vez sencillamente a la de que hacerlo no le merece la pena. Ese cambio de
definiciones va a influir también sobre su comportamiento futuro.
La reacción social
La respuesta penal
101
El asunto de la prevención especial de las penas impuestas, es decir de los efectos que la
sanción debe producir en el individuo para evitar que vuelva a delinquir es un asunto
todavía más delicado e impreciso. Dado que la criminalidad socioeconómica ataca a las
estructuras básicas de la economía, no parece convenir que las sanciones que lleva
aparejadas sean excesivamente leves, porque ello envía a los delincuentes potenciales, e
incluso a la sociedad en su conjunto, que no son conductas excesivamente graves. Además,
y por los mismos motivos, debe velarse por que se cumplan.
Respecto de la pena de multa, puede decirse que, en ocasiones, puede mostrarse como un
arma eficaz contra este tipo de delincuencia, ya que aparte de ser menos inhumana ataca
directamente a un elemento que precisamente ha impulsado al individuo a delinquir y,
además, se puede aplicar a las personas jurídicas. El problema es que si no son
proporcionales al beneficio económico ilegal obtenido, al delincuente le puede resultar
rentable pagarlas y continuar delinquiendo. En todo caso, deben tener un carácter penal, y
no administrativo, para otorgarles la importancia adecuada y en muchas ocasiones ser una
pena accesoria a una principal privativa de libertad.
La respuesta social
102
· Esperanza de los delincuentes de no ser sancionados.
Es muy común, entre quienes llevan a cabo actividades ilegales relacionadas con la
delincuencia socioeconómica, una cierta esperanza de no ser sancionados, o en el caso de
que se les imponga una pena que ésta sea muy leve. Esta esperanza viene alimentada por
una serie de condicionamientos entre los que pueden encontrarse los siguientes:
- Una complejidad normativa, que en unión de la –muchas veces- inseparable
complicación técnica de las actividades económicas relacionadas con la
organización empresarial, y de los instrumentos para llevarla a cabo (sistemas
informáticos, etc...) hace que se pueda “desdibujar” la posible culpabilidad de
quienes participan en ella, así como incluso la posible existencia del delito.
- Confianza en un apoyo legal al que otro tipo de delincuentes no suelen tener
acceso. Los delincuentes socioeconómicos, y especialmente los de “cuello blanco”,
se apoyan en gabinetes especializados, tanto en los aspectos jurídicos como en los
tecnológicos, en los cuales confían para eludir la aplicación de la ley administrativa
y penal, que se aprovecha para su estrategia de defensa en las complejidades
mencionadas anteriormente.
- Facilidad para desviar la reacción penal y administrativa hacia otras personas
físicas, y especialmente jurídicas, para ocultar sus acciones y beneficios ilegales.
Incluso ingresando los beneficios en paraísos fiscales y/o empleando una red de
organizaciones económicas reales o ficticias para lograr evadir sus
responsabilidades.
103
· Conciencia de situación anómica.
Hay una cierta conciencia del delincuente, más o menos inadvertida por su parte, de que
actúa en una situación anómica, en la que no sabe bien donde está la “frontera” entre lo
legal y lo ilegal. El mismo no se considera delincuente y, en muchos casos, tampoco la
sociedad lo califica como tal. Al contrario, para algunos puede llegar a ser un héroe por su
inteligencia y habilidad para enriquecerse.
· Percepción de integración social.
En la gran mayoría de ocasiones, se piensa que el delincuente socioeconómico es una
persona totalmente integrada en la sociedad, por lo que no se trata de un delincuente que
merece un castigo penal, al igual que cualquier otro. Y, si llega a ser condenado, se piensa
que no necesita medidas de reinserción social. Y si la función primordial de la pena
privativa de libertad es precisamente lograr esa reinserción, entonces es que no es adecuado
imponerla a este tipo de delincuentes.
· Falta de reprobación general.
Algunas acciones claramente tipificadas como delito socioeconómico no encuentran una
reprobación general suficientemente fuerte por parte del cuerpo social. Y en ello influye
grandemente el que la creciente y progresiva complejidad de las leyes económicas van
haciendo cada vez más difícil encontrar una frontera clara para el reproche ético hacia este
tipo de conductas, cuanto más para la imposición de una pena hacia sus protagonistas.
104
- La posibilidad de hacer uso apropiado, en los casos graves, de las penas privativas de
libertad, y hacer que las penas pecuniarias sean adaptadas a la situación financiera de los
delincuentes socioeconómicos y a la gravedad de las infracciones cometidas.
- Investigar los medios legislativos u otros a fin de evitar que las penas pecuniarias sean
pagadas por un tercero, e introducir inhabilitaciones profesionales a modo de penas
principales, y prever la indemnización a las víctimas como sanción penal en los casos
apropiados.
- Evitar las lagunas y ambigüedades jurídicas del derecho penal socioeconómico pues este
escenario facilita la actuación de este tipo de delincuencia.
- Especialización de los jueces, fiscales y policías encargados de perseguir este tipo de
delitos. Todos sabemos que son delitos difíciles de probar, por lo que es necesario que se
ocupen de ellos personal especializado que pueda comprender el complicado mundo de las
finanzas.
- Auxilio judicial internacional que facilite la detención, condena y cumplimiento de la
misma de los criminales socioeconómicos. Para lo es necesario la firma de convenios
internacionales que eviten los formalismos y la excesiva burocracia.
- Las penas deben ser proporcionales a los bienes jurídicos quebrantados y a la peligrosidad
de los infractores. Además, deben cumplirse para evitar estímulos criminógenos adversos,
al no producirse una eficaz intimidación.
- Es conveniente la imposición de multas proporcionales al daño causado, así como la
confiscación de los bienes obtenidos del delito.
- También es adecuada la imposición de medidas o sanciones que prohiban al delincuente
socioeconómico ejercer determinados cargos o profesiones (inhabilitaciones).
- Dar publicidad de los delincuentes socioeconómicos y convencer a los ciudadanos que
todos somos las víctimas de estos criminales.
Bibliografía
105
Los delitos económicos: perspectiva jurídica y criminológica.
César Herrero Herrero.
Ministerio del Interior. Secretaría General Técnica. Madrid. 1.992.
106
TEMA 15: Inmigración y delincuencia.
Conceptos básicos. La cuantificación del problema. Delincuencia de los extranjeros y
delincuencia de la inmigración. Tipologías delincuenciales. Factores y motivaciones. Las
teorías criminológicas relacionadas. Victimología de la inmigración.
LA INMIGRACIÓN EN ESPAÑA.
Factores de la inmigración.
La inmigración desde los llamados países del tercer mundo es un fenómeno extendido en
toda Europa. Sin embargo, tiene especiales connotaciones en España debido a una serie de
factores que coinciden en nuestro país que lo diferencian de otros de nuestro mismo entorno
geográfico y cultural, salvo, tal vez, los casos de Italia, Grecia y Portugal.
Para empezar, nos hemos convertido –en relativamente pocos años- de país emisor de
emigrantes a receptor de ellos, sin que todavía se halla borrado de nuestra memoria
histórica esa etapa anterior. En los últimos años, no sólo comienza a frenarse la emigración
española hacia Europa, sino que empieza a observarse el aumento del flujo de inmigrantes
que se reciben, debido a la coincidencia de dos fuentes diferenciadas de “suministro” de
material humano: los que podríamos denominar como “retornados” (procedentes, en la
mayoría de casos, de Sudamérica y Europa) y los nuevos inmigrantes que, sobre todo,
provienen del llamado “tercer mundo”.
107
En el segundo, el caso de los que podríamos calificar como inmigrantes propiamente
dichos, se pueden distinguir dos tipos de circunstancias concurrentes que han favorecido el
aumento del flujo de extranjeros hacia nuestro país: las que son características de los países
emisores y las influyentes por parte del país receptor (es decir, el nuestro).
- Existencia de países con régimen dictatorial. Las dictaduras políticas del cono sur
americano, así como otros regímenes autoritarios africanos, han provocado que ciertos
segmentos de población (especialmente los más concienciados políticamente) hayan
tendido a buscar terceros países con sistemas políticos más democráticos y respetuosos de
los derechos humanos.
108
regímenes democráticos- como en el área económica. Y cuestiones políticas y económicas
son las dos circunstancias más determinantes en la decisión de buscar otro país de
residencia y de trabajo.
Entre las circunstancias propias de los países de acogida que facilitan la recepción de
emigrantes, y en concreto en el caso de España, se encuentran las que se mencionan a
continuación:
Además de los factores mencionados también tienen su influencia dos aspectos que
comparten elementos pertenecientes –al mismo tiempo-tanto a los países emisores como a
109
los receptores. Uno es el llamado “efecto llamada”, por el cual los potenciales inmigrantes
–al observar la experiencia de sus compatriotas que ya han emigrado (algunas veces
presentada de forma idealizada por los propios sujetos que la han vivido)- tienden en mayor
medida a llevarla a cabo ellos también, ciertamente con resultados desiguales según el caso.
Otro aspecto, complementario con el anterior en la mayoría de ocasiones, y que influye en
la elección del país de destino y en la distribución geográfica dentro de él, es la existencia
de colectivos nacionales ya establecidos y que pueden actuar a modo de “avanzadilla” que
permite más fácilmente el acogimiento de nuevos inmigrantes en el mismo lugar.
Aspectos cuantitativos.
Aún teniendo en cuenta que es necesario distinguir entre los extranjeros que se encuentran
al margen de cualquier dato oficial por permanecer en situación de residencia ilegal, es
conveniente e ilustrativo realizar una aproximación cuantitativa de los que residen en
nuestro país, y –sobre todo-la evolución que ha sufrido en los últimos años.
En los siguientes gráficos puede verse la comparativa entre los extranjeros residentes en
España, referida al año 2.002 respecto del 2.001, según fuentes del Anuario de Migraciones
del Ministerio de Trabajo y Asuntos. En este primer gráfico se reflejan los datos
correspondientes al continente europeo, en lo que se refiere a los países que mayor número
de residentes tienen en nuestro país. Las cifras se mantienen aproximadamente iguales en
porcentaje, siendo –en ambos años- Gran Bretaña el país que mayor número de residentes
europeos aporta.
110
Otro caso es el del continente asiático, donde pueden destacarse especialmente dos aspectos
que se observan en el gráfico. En primer lugar, el aumento –relativamente importante- de
los residentes chinos y paquistaníes. En segundo, que éstos últimos han llegado a
equipararse al número de los residentes filipinos, en segundo lugar en importancia, mientras
que los chinos siguen estando en primer lugar. En todo caso, el número de residentes se
mantienen cuantitativamente por debajo del número de europeos.
En cuanto al continente africano, salta a la vista que el país que mantiene el mayor número
residentes en España es Marruecos. Incluso respecto de la comparación con el resto de
países africanos o no africanos. Y aunque ello es difícil, dadas las ya elevadas cantidades de
que se trata, también hay que destacar que –en el corto espacio de un año-se ha llegado a un
111
incremento porcentual de casi un 70%, y a un número de –nada menos- que 234.937
residentes legalizados, lo cual no tiene comparación con las cifras de ningún otro país. Lo
cual es un factor que habrá que tener en cuenta respecto del estudio de la delincuencia y
victimización de los extranjeros.
112
LA INMIGRACIÓN EN ESPAÑA: ASPECTOS CUALITATIVOS.
Los factores que más pueden llegar a determinar la motivación individual para emprender
el camino de la inmigración hacia otro país, con todo lo que ello implica de inicio de una
nuevo modo de vida, y de abandono de todo lo que –hasta ese momento-formaba parte de
la suya, pueden ser de carácter económico, político o cultural.
En la mayor parte de estudios sobre este tema, se coincide en que los desplazamientos de
los inmigrantes se producen, en la mayor parte de casos, por motivos de carácter
económico. Y, en realidad, ese aspecto de una mejora de vida en el ámbito es uno de los
acicates más importantes para alimentar una predisposición a mejorar económicamente
mediante un cambio de vida que puede propiciar el desplazamiento hacia un país donde
pueda acceder a oportunidades para lograrlo.
113
que pueda excluirse que -a veces-concurran ambas circunstancias, la política y la
económica, potenciándose el efecto de la existencia de una sola de ellas.
Por último, un factor que presenta una especial importancia por sí mismo es el de carácter
cultural. Factor que –en el asunto que estamos tratando-se compone fundamentalmente de
dos elementos:
114
relacionadas con los factores de la emigración en los colectivos de emigrantes más
importantes en nuestro país desde el punto de vista cuantitativo. En cada uno de los casos,
nos referiremos a la red de inserción y localización geográfica, a la edad, instrucción y
estado civil del colectivo en cuestión, la forma de vivienda, la situación laboral más
extendida, y las formas de mantenimiento del contacto con su país de origen, siguiendo los
resultados obtenidos por el estudio cualitativo realizado por Ramírez Goicoechea en la
publicación “Inmigrantes en España: vidas y experiencias”, citado por Elisa García España
en “Delincuencia de los inmigrantes: análisis criminológico”.
Magrebíes.
Red de inserción
Para este colectivo es esencial la acogida por parte de sus compatriotas ya establecidos. La
red de familiares y amigos es muy extensa para ellos, no sólo en España, sino también en el
resto de países europeos y, por ello, disponen de una mayor red migratoria.
Localización geográfica.
El colectivo magrebí más antiguo y extenso, el de los marroquíes, se asienta principalmente
en Cataluña y la zona mediterránea. Por su parte, la colonia de argelinos se localiza –en
mayor medida- en Alicante y Valencia.
115
lengua, cuanto más en la española. No obstante, existe un pequeño grupo con algo más de
formación –normalmente estudiantes- que por motivos variados se incluyen en el colectivo
de trabajadores. El colectivo argelino, debido a su mayor procedencia urbana, suele tener
una mayor formación profesional y un nivel de estudios algo más elevado. El sector laboral
donde mayor presencia tienen es el de la construcción, el agrario y la venta ambulante. En
todo caso, con una gran movilidad entre unos y otros, y con una acentuada provisionalidad
que facilita una cierta movilidad geográfica. Las mujeres suelen cubrir la actividad de
servicio doméstico. La seguridad e higiene del trabajo suele ser bastante deficiente,
especialmente en los trabajos agrícolas.
Vivienda.
Aunque el denominador común en este aspecto es la precariedad, existen dos modalidades
de residencia: los que habitan en pisos de alquiler (aunque el acceso a este tipo de viviendas
es difícil por su precio y el recelo de los propietarios a alquilárselos), o los que viven en
chabolas o casas abandonadas, con muy deficientes condiciones de habitabilidad en la
mayoría de casos. Otra forma de vivienda relativamente habitual es la residencia en
pensiones, sobre todo en el caso de los recién llegados. Algunas de estas pensiones llegan a
especializarse en este tipo de clientes y se caracterizan por su falta de condiciones de
habitabilidad.
Subsaharianos.
Red de inserción
116
Es el grupo con mayores dificultades de entrada en nuestro país, utilizando como vía de
entrada preferente la marítima. La red de inmigración, al contrario que en el caso de los
magrebíes, no suele actuar de incentivo para la emigración. Sin embargo, el apoyo mutuo
entre los componentes de este colectivo suele ser muy grande, aún en el caso de distintas
nacionalidades.
Localización geográfica.
La diversidad de este colectivo es grande y suelen distinguirse tres grandes grupos en
función de su país de colonización: francófonos (procedentes de Senegal, Zaire y
Camerún), anglófonos (de Nigeria, Liberia y Somalia), y lusoparlantes (de Cabo Verde,
Angola y Mozambique). Tradicionalmente, los más numerosos en España son los
senegaleses y caboverdianos. Los primeros tienen su colonia más antigua en Cataluña,
mientras que los segundos se asentaron preferentemente en León y Galicia.
Vivienda.
También este colectivo encuentra grandes dificultades para el acceso a la vivienda. Lo más
habitual es que compartan vivienda con otros subsaharianos, aunque sean de distinta
nacionalidad.
117
Contacto con el país de origen.
El contacto con su país de origen es menor que el de los marroquíes. Y es que la gran
distancia geográfica es –en la gran mayoría de casos-una distancia infranqueable. Como
sustitutivo, el empleo de la correspondencia postal, y –sobre todo el teléfono- es por ello
relativamente importante.
Hispanoamericanos
Red de inserción
Junto con el marroquí, el colectivo hispanoamericano es el grupo inmigrante más numeroso
en España, estando representados en él la práctica totalidad de los países hispanohablantes
de ese continente. Su tejido social se asienta especialmente en el grupo familiar (de gran
influencia en cuanto a su poder incentivador), aunque –en este caso-también tiene una
cierta importancia el círculo de los amigos. A diferencia de los magrebíes, no suelen tener
puntos de contacto en el resto de Europa, aunque –en ciertos casos-sí en Estados Unidos.
Localización geográfica.
Su localización geográfica en nuestro país se puede establecer en dos grandes grupos en las
ciudades de Madrid y Barcelona, con una clara tendencia a expandirse progresivamente por
el resto del territorio nacional.
118
la media de nuestro país, encontrándose entre ellos a un número elevado de licenciados y
diplomados, y con pocos analfabetos o con estudios primarios. Esa mayor cualificación les
facilita el acceso a una mayor diversidad de sectores laborales, o a otros que suelen estar
vedados a otro tipo de inmigrantes, como es el caso de la hostelería. En ocasiones, las
mujeres se adentran en la prostitución, bien por haber sido engañadas, bien por constituir un
recurso alternativo ante los obstáculos encontrados.
Vivienda.
Aunque las dificultades también están en los elevados alquileres (especialmente en la zona
urbana), no tiene las mismas dificultades que los colectivos magrebíes o africanos en
encontrar negativas por parte de los propietarios de viviendas en alquilárselos. Suelen
convivir con personas de su propia red migratoria, y –en ocasiones- algunas de las mujeres
que trabajan en el servicio doméstico viven en el propio domicilio del empleador.
Asiáticos.
Red de inserción.
Es el colectivo de inmigrantes menos numeroso y más alejado culturalmente. Las
nacionalidades más representadas son la filipina y la china. En el primer caso, el grupo se
compone esencialmente de mujeres, que son las que suelen tomar la iniciativa del proceso
migratorio para –posteriormente- traerse al resto de familiares. En el segundo, es un
colectivo de gran tradición migratoria que está representado en la práctica totalidad de
países desarrollados. Sus redes de acogida son muy organizadas, y constituye un grupo
especialmente endogámico.
119
Localización geográfica.
El colectivo chino se reparte tradicionalmente a lo largo de la geografía del país de
recepción, si bien pueden surgir núcleos de residencia con mayor concentración de
emigrantes. En el caso de los filipinos, su residencia habitual suele detectarse -en mayor
medida- en las poblaciones de Madrid o Barcelona.
Vivienda.
Debido a las características de su actividad laboral en el servicio doméstico las mujeres
filipinas suelen vivir en el domicilio donde desempeñan la misma. Además, a diferencia de
las hispanoamericanas, no muestran deseos de independencia en ese sentido. Las que
trabajan como externas suelen compartir piso entre varias amigas.
120
motivaciones familiares que lo provoquen.
Tampoco es especialmente intenso en el caso de los chinos, aunque –en este caso- sí
tienden a viajar (de manera muy esporádica) para ver a sus familiares.
Europeos.
Red de inserción.
Dejando aparte los antiguos países inmigrantes hacia el nuestro, como puede ser el caso de
los portugueses, el movimiento migratorio está actualmente protagonizado por los
colectivos procedentes de los países del este europeo. Grupos de inmigrantes que
comenzaron a hacerlo como peticionarios de refugio, tras las transformaciones políticas que
experimentaron en esa zona geográfica. Hasta hace poco, la nacionalidad más representada
era la polaca. Sin embargo, en los últimos años el número de emigrantes rumanos ha
superado con creces al resto de los procedentes de los países del Este. En todo caso, en
todos ellos funciona mejor la red de amigos que la de los familiares, debido a lo reciente del
fenómeno en ellos.
Localización geográfica.
La mayor parte de rumanos reside en Madrid. Le siguen en número de residentes las
ciudades de Almería y Zaragoza.
121
desempeñan muchos rumanos, otros individuos del resto de países se dedican a la
construcción. No son comunes en ellos las tareas agrícolas. Un rasgo distintivo, dentro de
los trabajos de mayor cualificación, son los relacionados con la música, tanto en su
enseñanza como en su práctica. Algunas mujeres se emplean en el sector doméstico,
aunque es menos usual que lo realicen como internas.
Vivienda.
Salvo el caso de los inmigrantes procedentes de Rumanía, los cuales suelen residir en
entornos de chabolismo, los procedentes del resto de países no encuentran problemas a la
hora de alquilar viviendas, las cuales suelen compartir con otros compatriotas.
122
Conceptos inmigratorios.
123
y limitada por muchos requisitos.
Es necesario, en este punto, distinguir –dentro del grupo de los “desfavorecidos”- entre
quienes deben considerarse como inmigrantes o no. Además de la intención de permanecer
residiendo y trabajando en España, los primeros tienen una triple característica: el motivo
de su traslado es económico-laboral o político, ocupan los sectores más deprimidos del
mercado de trabajo y presentan un fuerte desarraigo familiar y cultural.
Los inmigrantes pueden encontrarse en situación legal o ilegal. Es decir, con una situación
reconocida para permanecer en España en alguno de los supuestos recogidos por la Ley de
Extranjería, o con una administrativamente no reglada para hacerlo, ya que esta última
situación –en España-no es una conducta penalmente típica. Y, en muchos casos, esa
ilegalidad administrativa está –además- relacionada subliminalmente con el concepto de
marginación. Marginación que suele ser la consecuencia lógica, aunque no necesaria, de
esa ilegalidad. Esa ilegalidad puede ser de origen, es decir, como consecuencia de una
entrada clandestina en nuestro país; o sobrevenida, en el caso de haber entrado legalmente,
pero permaneciendo luego sin permiso de estancia o residencia.
En todo caso, entre una y otra situación son distinguibles diferentes matices que podrían
representarse gráficamente mediante el siguiente eje:
Entre los que permanecen en nuestro país de forma legal, se encuentran, además de los
claramente legalizados, a los regularizados (es decir, aquellos que han conseguido hacer
legal su situación después de aportar la documentación necesaria) y los que están en trámite
de hacerlo (es decir, han aportado la documentación y están esperando la decisión al
respecto, o están tramitando esa documentación). Con la expresión “perdidos” se alude a
aquellas personas, en muchos casos jubilados europeos, que viven en España
despreocupados de su situación y que han desaparecido de las estadísticas oficiales). El
conjunto de los claramente irregulares agrupa a los ilegales propiamente dichos, así como a
124
los clandestinos (los que disponen de algún tipo de documentación, pero que es insuficiente
para entrar en España y utilizan una vía irregular para hacerlo), y los indocumentados (los
que no disponen de ningún documento que los identifique).
Llegados a este punto conviene distinguir entre la delincuencia de los extranjeros y la de los
inmigrantes. La primera –según la clasificación anteriormente comentada- se refiere a la
llevada a cabo por los extranjeros comunitarios, o los extracomunitarios. La segunda, a los
extranjeros extracomunitarios desfavorecidos que desean establecer su residencia, de
manera permanente o provisional en España. Es decir, incluye a los inmigrantes -tanto
legales como ilegales- en cualquiera de sus variaciones.
125
últimos, como medio de vida una vez han conseguido entrar.
-Denotan pobreza lingüística y escolar, incluso en su propio idioma.
-Una vez llegados a España, suelen encontrarse alojados en condiciones precarias, o incluso
sin domicilio fijo.
En el siguiente gráfico puede observarse una estadística referida a las detenciones policiales
de extranjeros. En ella, puede verse que los delitos mayoritarios que han provocado esa
detención están relacionados con la delincuencia patrimonial. Especialmente, los robos con
fuerza en las cosas o la intimidación en las personas. La segunda razón para las detenciones
es el conjunto de delitos contra la salud pública relacionados con el tráfico de drogas. En
cuanto a las falsedades, en la mayor parte de casos se refiere a las de tipo documental.
126
Paradójicamente -y si nos remitimos a las estadísticas penitenciarias- mientras los
porcentajes permanecen bastante similares en el caso de los nacionales, en el caso de los
extranjeros varía de manera aparentemente inexplicable, lo cual nos debe llevar a buscar
una explicación coherente:
Para ello, en cuanto a los delitos en los que se observa esa contradicción (es decir, los
relacionados con el tráfico de drogas y los patrimoniales), es conveniente comparar las
cifras relativas a las detenciones, las sentencias y las de los que se encuentran en prisión
preventiva, en un mismo lapso de tiempo. Así, se estudia la interrelación y la influencia en
ello de los controles formales policial, judicial y penitenciario. La comparación cuantitativa
se recoge en el siguiente cuadro:
127
Se puede observar una evidente desproporción entre las detenciones y las sentencias entre
un tipo de delitos y el otro. La diferencia entre el número de detenciones en el caso de los
delitos contra la propiedad y las sentencias condenatorias por ellos es muy importante. -Esa
desproporción también se da entre las sentencias y el número de individuos que permanece
en prisión preventiva, incluso siendo mayor la segunda cifra que la primera, en el caso de
los delitos relacionados con el tráfico de drogas.
Las explicaciones a cada uno de los extremos anteriores pueden residir –en general-con las
diferentes respuestas legales y policiales que se da a la delincuencia de los extranjeros, y
especialmente a la de los inmigrantes, y –en concreto-a las consideraciones siguientes:
128
refieren al número de condenados que están en prisión en el año, aunque hubieran sido
condenados en años anteriores. En todo caso, ¿por qué la contradicción aparece en los
delitos de drogas y no los cometidos contra la propiedad? Puede ser porque también
influyan los criterios para los procesos de expulsión mencionados anteriormente. Los
delitos contra la propiedad, en comparación con los de tráfico de drogas, incluso pueden
llegar a facilitar el proceso de expulsión (y, de ese modo, “desaparecer” de las estadísticas
penitenciarias), porque:
-Suelen suponer una condena menos grave. -Son de carácter nacional, a diferencia de los
del tráfico de drogas que suelen serlo de ámbito transnacional. -Se aplica más la prisión
preventiva en el caso de los delitos de tráfico de drogas, debido a la concurrencia de los dos
elementos anteriores.
Tipologías delictivas.
De un estudio realizado por Elisa García España, Delincuencia de los inmigrantes: análisis
criminológico. Editorial Tirant lo Blanch. 2.001, analizando los expedientes penitenciarios
de internos extranjeros en prisión, y excluyendo de la muestra a los ingresados por un delito
a su entrada en España, se obtuvieron los siguientes resultados:
Como puede verse, se confirman los resultados de las estadísticas generales en cuanto a los
delitos que mayor protagonismo detentan en la delincuencia de la inmigración: los del
tráfico de drogas y los patrimoniales.
Por otra parte, pueden destacarse de sus resultados otras dos peculiaridades:
129
-Dentro de la tónica general de mayor preponderancia de los delitos de tráfico de drogas
sobre los patrimoniales (que son los dos más extendidos entre la población extranjera), en
el caso de los procedentes del Magreb y del continente asiático, las cifras se igualan
sensiblemente, en contraste con lo que sucede con el resto de procedencias.
-La figura de la extradición se concentra de forma mayoritaria en el caso de los europeos, lo
que parece indicar que –en un número apreciable de casos- se trata de delincuentes que ya
lo eran en su país de procedencia. También, lógicamente, por un mayor número de
convenios de extradición con respecto de los países europeos. Sin embargo, este único
elemento no parece explicar –por sí solo- la evidente desproporción.
Delincuencia de la inmigración.
De las conclusiones extraídas respecto del estudio de los delitos de los extranjeros (sin
diferenciación previa entre inmigrantes y extranjeros se desprende que los delitos más
importantes desde el punto de vista cuantitativo son los relacionados con el tráfico de
drogas y los patrimoniales. Por ello, realizaremos un breve comentario de estos dos grupos
de delitos, pero referidos a la delincuencia de la inmigración.
Tráfico de drogas.
-Un primer tipo de delitos relacionados con el tráfico ilegal de sustancias es el del tráfico de
drogas desde el exterior de las fronteras. En relación con ellos, una de sus principales
características es el aprovechamiento de las vías de entrada ilegal empleadas por los
propios inmigrantes. Casos típicos de este tipo, son el de las “pateras” en magrebíes y
subsaharianos (hachís), o el de las “mulas” sudamericanas (cocaína).
-El segundo grupo es el de la venta, ya en el interior del territorio, por inmigrantes
130
residentes legales o ilegales. Se detectan principalmente dos grupos: el de los comunitarios
más o menos “profesionalizados” (drogas de diseño, heroína...), o inmigrantes ilegales
(hachís, pastillas… )
-Los sujetos activos no sienten haber realizado una conducta grave desde el punto de vista
penal. Califican sus acciones delictivas como “una tontería”, “probar suerte”... Es decir, en
algunas ocasiones no son conscientes de la comisión de un verdadero delito, sino que las
conceptúan como algo que no es legal, pero que no tiene las connotaciones criminológicas
de un acto criminal.
-No se descubre a grandes narcotraficantes. En la mayoría de ocasiones se trata de
traficantes que conforman el último eslabón de la cadena del tráfico de drogas. Al igual
que, en muchos casos los autóctonos, se quiere aprovechar una salida fácil a una situación
difícil.. Se suele acceder a la actividad a través de amigos y conocidos a los que
aparentemente “les va bien”, por presiones de la redes de inmigrantes como “pago” de sus
servicios de facilitación de entrada.
Robo:
-En la actualidad, se detectan las dos modalidades básicas: el robo con fuerza en las cosas y
el robo con violencia o intimidación sobre las personas. El creciente protagonismo de la
segunda, en una especie de escalada de conductas violentas lleva consigo la producción de
un aumento de la sensación subjetiva de inseguridad en el cuerpo social. Sentimiento que,
de esa manera, se llega a asociar con el fenómeno de la inmigración.
-La agrupación especializada de delincuentes inmigrantes para cometer este tipo de delitos
suele ser excepcional (suele reducirse, sobre todo, a algún caso sudamericano). Es mucho
más común el robo en solitario, o como mucho la asociación –la mayor parte de las veces-
de dos o tres individuos. -Las cantidades sustraídas no suelen ser elevadas, ya que el móvil
más habitual suele ser la mera subsistencia. Por ello, el objeto más habitual de la
sustracción suele ser el de cantidades de dinero en metálico. Por eso mismo, y en defecto de
lo anterior, también se produce el robo de efectos fácilmente “colocables” para cambiarlos
por cantidades en efectivo.
-A diferencia del grupo de delitos anteriores, no se distingue fácilmente entre los residentes
habituales y los que no lo son. Salvo el caso de la delincuencia muy profesionalizada,
131
suelen ser inmigrantes residentes, tanto legales como ilegales.
Es el grupo criminal más antiguo de España, que se asentó tradicionalmente en la Costa del
Sol. Aunque no se ejercía allí físicamente ninguna actividad criminal propiamente dicha, sí
que se llevaban a cabo actividades de mando y coordinación de uno de los mayores
“negocios” criminales: el tráfico de armas.
Tríadas chinas
132
prostitución. Métodos con los que las víctimas esperan poder pagarse el viaje y la
introducción ilegal en los países de destino.
133
del hachís, a través de los grupos de delincuencia organizada de Nigeria.
El hachís magrebí
Las mafias magrebíes de la droga comenzaron aprovechando las vías de entrada de los
inmigrantes ilegales. La distribución se diversifica entre varias organizaciones europeas de
mediano-pequeño tamaño con componentes mixtos europeos y marroquíes, aprovechando
los procesos de victimización de los inmigrantes ilegales, así como las comunidades
marroquíes en diferentes países europeos. Las formas de entrada son muy diversas:
individuos que cruzan el estrecho como pasajeros en “ferries” comerciales, otros viajes
regulares, “mulas”, barcos de pesca o de recreo, lanchas rápidas, “pateras”...
134
Diferencias entre las delincuencias organizadas colombiana y rusa.
Conviene, en este punto, profundizar en algunos aspectos diferenciales entre dos de las
delincuencias organizadas que más protagonismo están demostrando en los últimos tiempos
en España: la colombiana y la procedente de los antiguos países del este y sus satélites,
especialmente rusos y albano-kosovares. No hay que olvidar, en todo caso, que estas
diferencias se van percibiendo progresivamente como menos explícitas y operantes,
especialmente en lo referido a la utilización de la violencia, bien por sí misma, bien en el
transcurso de otras actividades delictivas.
Localización.
Los colombianos se han dedicado más a los dos grandes centros de población, Madrid y
Barcelona. Los grupos procedentes de los países del este, especialmente los rusos, se han
instalado preferentemente en la costa mediterránea.
Nivel de contacto.
Dentro de un contacto limitado, y debido principalmente a la naturaleza de sus operaciones,
los colombianos contactan mucho más con sus homólogos españoles: intermediarios den el
reparto, “conocedores” del mercado de la droga, receptores de envíos, almacenistas.... Sin
embargo, las operaciones de blanqueo de los rusos suelen llevarse a cabo de manera casi
anónima y aséptica, huyendo en lo posible de contactos que no se limiten a sus propio
círculo delincuencial.
Uso de violencia.
Las mafias rusas se han caracterizado por ser, en sus países de origen, violentos y crueles.
Y lo siguen siendo en España. Los colombianos intentan evitar esa violencia, dentro de lo
que cabe, aunque haciendo amplio uso de las amenazas. No obstante, se puede observar una
clara escalada en su violencia físicamente expresada al exterior.
135
intereses en este sentido. Los rusos han realizado varios intentos de controlar
económicamente alguna entidad financiera, aunque parece que –por el momento- sin éxito.
Rango de actividades.
Las mafias rusas tienen un rango de actividades mucho más amplio (sin llegar a ser
excesivo) que los colombianos. Estos últimos se han dedicado, casi exclusivamente, al
contrabando de cocaína.
Diferentes grupos de teorías han intentado llegar a una explicación a la delincuencia de los
inmigrantes y sus elementos condicionantes, con mayor o menor fortuna. Unas, de forma
más directa, y otras de manera más tangencial. Las perspectivas biológicas y psicológicas
se han centrado principalmente en la diversidad étnica como elemento diferenciador. Desde
el punto de vista sociológico, a esa diversidad se une el estudio criminológico de las
relaciones sociales de grupo y las condiciones estructurales de marginación.
136
tiene mucho sentido porque, por ejemplo, esa raza es la más representada en las estadísticas
delincuenciales en USA.
Entre estos últimos, puede citarse la teoría del coeficiente de inteligencia. Teoría que
defiende que los delincuentes tienen un coeficiente de inteligencia más bajo que los no
delincuentes. Como consecuencia de ello, los individuos de raza negra y los miembros de
las clases sociales más bajas se muestran más predispuestos a la delincuencia porque –
según sostiene- son menos inteligentes que la población general.
Aunque las teorías de concepción psicológica son capaces de explicar determinados casos o
tipos de delincuencia, lo cierto es que no se ha podido llegar a establecer una correlación
real entre la desproporción de las estadísticas criminales de las minorías raciales y unos
factores psicológicos directamente relacionados con ellas.
137
Las teorías sociológicas.
Este grupo de teorías, a diferencia de las anteriores, sostiene que la delincuencia responde a
situaciones derivadas de la estructura social y a sus elementos relacionados. En todo caso,
tampoco éstas están exentas de limitaciones, ya que no terminan de explicar porqué –en un
mismo contexto social- determinados colectivos responden con mayores tasas
delincuenciales que otros.
Este grupo de teorías se centra en la respuesta del grupo minoritario (inmigrante) cuando se
implanta en un entorno cultural distinto, afirmando que es precisamente el factor cultural el
que determina el alejamiento entre ese grupo y el resto del sistema social donde se inserta.
Los precedentes.
138
importantes la delincuencia. Según estos autores, y en esencia, la conducta antisocial se
genera por la debilitación de los vínculos sociales y la inmersión en un nuevo escenario
social, sin disponer de una guía moral por desconocimiento del contrato social imperante en
la sociedad en que se ha insertado, o –al menos- por no haberlo asumido.
Esta teoría general tiene su aplicación al problema que nos ocupa cuando se conecta con la
teoría denominada del “conflicto cultural interno”. Cuando se produce una confrontación de
los individuos pertenecientes a un grupo minoritario con un nuevo entorno social (y sus
nuevas normas), el efecto subsiguiente suele ser el acercamiento hacia sus iguales en
condiciones similares. Se potencia, entonces, el aprendizaje de las normas del grupo
minoritario. Y si ese grupo emplea conductas antisociales, en muchos casos, por el empleo
de técnicas de neutralización de su conducta, cada uno de sus nuevos miembros las
aprenderá y también las desarrollará.
El interaccionismo simbólico.
Según esta corriente de opinión criminológica, que percibe al individuo como alguien que
actúa en función de la interpretación que éste hace de las situaciones sociales y de las
acciones de los otros, y no como un mero objeto determinado únicamente por los factores
psicológicos y sociales que le rodean. De esa manera, lo que realmente condiciona la
conducta del individuo es la interpretación que el individuo hace de la situación. El
miembro de una minoría inmigrante, en consecuencia, podrá interpretar determinadas
139
situaciones sociales de manera diferente a como lo harían otros individuos pertenecientes a
la mayoría social que le rodea. Y esa interpretación puede variar en función del bagaje
cultural recibido, y –de esa manera-implicarse en actividades delictivas con unas
determinadas características resultantes de esa interpretación mediatizada culturalmente.
El conflicto cultural.
En general, esta teoría –debida a Sellin-afirma que la delincuencia surge por el conflicto
existente entre distintos grupos culturales. El problema no está en que las normas sean
conocidas por el individuo, sino en si coinciden o no con el significado que éste asigna a los
elementos sociales. Para este autor, el conflicto entre normas culturales divergentes puede
surgir en tres situaciones diferentes: cuando grupos culturales distintos se solapan en “zonas
divisorias” entre ambos, cuando la norma de un grupo cultural se extiende sobre otro, o
cuando los miembros de un grupo cultural emigran a otro. Y es en este último caso donde
se inscribe la explicación de la delincuencia de la inmigración. Los inmigrantes cometen
delitos como consecuencia del conflicto entre normas de conducta interiorizadas desde la
infancia y nuevas normas culturales de la sociedad de acogida. El conflicto cultural puede
ser de dos tipos: externo o interno. El externo aparece cuando una misma situación se
regula de manera distinta en el país de origen y en el de acogida, y el inmigrante la resuelve
con las normas culturales del primero y –sin embargo- su realidad social está en el segundo.
El interno (de carácter mental) se da en los individuos que responden a las situaciones con
pautas de conducta a partir de las normas en conflicto de dos grupos diferentes. Este último
concepto de conflicto cultural interno es el que puede explicar las tasas de criminalidad más
altas que suelen presentar las segundas generaciones de inmigrantes respecto de las
primeras. En las primeras generaciones de inmigrantes el conflicto interno aparece porque
los individuos no son capaces de integrarse en la cultura de acogida, mientras que las
segundas generaciones (los hijos de los primeros inmigrantes ya nacidos en el país de
acogida) lo sufren –en el interior del entorno familiar- porque la cultura en la que se educan
(la del origen familiar) choca frontalmente con la que impera fuera de él.
El funcionalismo y la anomia.
140
El funcionalismo concibe el sistema social como un organismo que funciona por medio de
la colaboración de todas las partes que lo integran. Cada una de instituciones participantes
afectan al orden social, pudiendo ser funcionales o disfuncionales dependiendo de si
contribuyen al mantenimiento del sistema o van contra él. El delito es un elemento social,
normal, que cumple una función determinada en la estabilidad y cambio social. La anomia,
que es una teoría funcionalista, basa su explicación de la delincuencia en la discrepancia
entre las metas existentes en la sociedad y las posibilidades de acceso a ellas. Cuando no se
ofrecen posibilidades de obtener esas metas sociales y/o económicas, el individuo tiende a
buscar vías alternativas para conseguirlas. Y una de esas vías es, principalmente, la
delincuencia. Dentro de esta visión, los inmigrantes –normalmente-viven una vida marginal
y apartada de la sociedad más “normalizada”, no obtienen puestos de trabajo satisfactorios,
se sienten muy exigidos por la escuela (en los casos de las segundas generaciones), y –en
general- no tienen expectativas de futuro. Por eso, y al sentirse en esa situación anómica,
recurren a conductas antisociales.
La respuesta subcultural.
141
Según esta teoría de Hirchi, las personas que delinquen tienen unos vínculos sociales tan
debilitados que no les disueden de cometer actos delictivos. Los factores que permiten
medir el arraigo social son el apego y la consideración hacia las personas, la identificación
y el compromiso con los valores convencionales, la participación en las actividades sociales
y un conjunto de creencias en las normas legales y morales. Según esta perspectiva, se ha
conectado la existencia de altas tasas delincuenciales entre las minorías en general, y entre
los inmigrantes en concreto, debido al débil arraigo social que tienen respecto de las
instituciones sociales, como la escuela, el trabajo, las oportunidades económicas… Según
este autor, los individuos siempre tienen unos ciertos vínculos con el sistema normativo, si
algunos consiguen neutralizarlos se encontrarán en situación propicia para cometer delitos.
Hay un cierto grupo de teorías que, al contrario que las anteriores, consideran que la
delincuencia de los inmigrantes debe estudiarse poniendo el énfasis en la reacción del poder
ante los colectivos minoritarios
El etiquetamiento.
142
interaccionismo simbólico, ya citados anteriormente. En esencia, afirman –entre otras
cosas-que los individuos de las clases bajas, y especialmente los de los grupos minoritarios,
se encuentran más propensos a ser arrestados, enjuiciados y condenados que el resto de los
miembros del grupo dominante favorecido. En relación con la delincuencia de los
extranjeros, se defiende que la opinión pública, los medios de comunicación y otras
instituciones sociales están cargados de prejuicios sociales sobre los inmigrantes, a los
cuales se les atribuye el calificativo de peligrosos sociales. Por eso, se tiene la sensación
subjetiva de la existencia de una delincuencia de tasas criminales más elevadas que las que
son reales.
La Criminología crítica.
Como ya es sabido, la Criminología crítica defiende que el control social busca, mediante
las instancias de control formal, mantener el sistema económico y el poder de la clase
dominante. Y entre los factores que cooperan el mantenimiento de ese estatus se encuentra
el de la marginación racial y cultural del inmigrante. De esa manera, explica las posibles
desproporciones raciales en el ámbito de la delincuencia por la –según los autores de esta
corriente-históricamente condicionada relación que siempre han mantenido las clases
dominantes con los diferentes grupos étnicos.
Las investigaciones criminológicas más recientes asumen el hecho de que los inmigrantes
es uno de los grupos sociales más presentes en las distintas instancias del control social
formal, tanto en su faceta de delincuentes como en la de víctima. La mayor parte de estas
explicaciones más actuales se centran –sobre todo- en tres tipos de explicación: la
discriminación que padecen las minorías por parte del sistema penal, las diferencias étnico-
culturales o los factores socioeconómicos.
143
La discriminación institucional.
Diferentes autores, como es el caso de Hawkins, afirman que son las diferencias culturales,
más que la pobreza, las que marcan las diferencias raciales en las tasas de delincuencia. En
este sentido, los estudios criminológicos sí pueden dirigirse a investigar la relevancia de los
efectos de la marginación y la pobreza. Pero como fuentes de conflictos que elevan las tasas
criminales en determinados colectivos minoritarios que mantienen sus diferencias étnicas
dentro de otro grupo de referencia más amplio y con elementos culturales distintos, como
es el caso paradigmático de los inmigrantes.
Este grupo de teorías pretenden explicar la problemática criminológica que nos ocupa
basándose en factores socioeconómicos, geográficos y demográficos, pero sin olvidar las
diferencias étnicas. Es decir, es la intersección entre la etnicidad que caracteriza a
determinados colectivos y los factores socioeconómicos los que condicionan la aparición de
144
la delincuencia y la victimización de los colectivos de inmigrantes. Cuando se centran en el
estatus socioeconómico, mantienen que la delincuencia es un fenómeno que se da más en
las clases bajas de la sociedad, por lo que también se da en los colectivos minoritarios, ya
que quienes están en el último lugar de la escala social están más inclinados a obtener los
bienes materiales o sociales de forma ilegal, al margen de las vías convencionales. Otras
líneas de investigación intentan llegar a una explicación de este tipo de delincuencia como
el resultado de los cambios en la estabilidad familiar. Pero, no parece que este factor –por
sí solo- pueda llegar a ser determinante, porque hay jóvenes con hogares rotos que no
delinquen. Normalmente, se debe complementar con otras variables, como –por ejemplo- la
unión con un grupo de iguales determinado, o modelos de comportamiento que se quieran
imitar. Mediante el concepto de privación relativa se trata de explicar qué es lo que impulsa
al sujeto a realizar una actividad delictiva, aparte de consideraciones macroestructurales de
generación de factores de criminalidad. Por eso, las otras consideraciones se suelen
combinar con ésta -de carácter psicológico- que puede explicar, de manera más
individualizada y adaptada a un caso concreto, cuál es el proceso por el que se favorece el
posible comportamiento delictivo.
145
Lectura recomendada Tema 15
146
criminal puede verse también como una disciplina que se ocupa del Derecho penal
(...)” (1996: 16-17). En la misma línea: HASSEMER & MUÑOZ (1989: 20).
“Todas las decisiones que el legislador puede adoptar para combatir el delito y
los planteamientos valorativos, críticos y de reforma del Derecho penal” (1996: 98).
Por el contrario J. CEREZO (1994: 83) parece entender que política criminal se
refiere sólo a planteamientos de reforma del Derecho penal, de ahí que niegue
que formen parte de la criminología. Si bien este autor, en la nota 105 del texto
apuntado, recoge una doble definición de RODRÍGUEZ DEVESA quien distingue los
dos sentidos aludidos.
En definitiva, seguiremos la doctrina que concibe a la política criminal como
todas las decisiones que adopta el legislador para responder a la delincuencia, y
que ello sólo afecta de forma excepcional al Derecho penal. Siguiendo esta línea
de pensamiento y en correspondencia con el mismo, se debería rechazar
asimismo la afirmación de que la criminología es una “ciencia auxiliar” del Derecho
penal dado que la criminología tiene autonomía1 tanto para estudiar los
comportamientos lesivos, aun cuando no estén criminalizados, como para estudiar
el funcionamiento del sistema penal. En este sentido HASSEMER & MUÑOZ (1989:
15-16). Defendiendo el carácter auxiliar CEREZO (1994: 71).
Puntualizados los extremos aclaratorios expresados supra, continuaremos
la exposición planteando la siguiente interrogante introductoria:
A pesar de constituir toda la normativa de extranjería vigente un marco legal
administrativo en este ámbito regulador ¿se establece en la misma algún aspecto
que marque una política criminal para la prevención de los hechos delictivos
cometidos por la llamada inmigración ilegal?
Hemos desarrollado en otros apartados del trabajo que uno de los objetivos
básicos de la ley de extranjería es proporcionar un instrumento jurídico eficaz para
prevenir la inmigración ilegal. En este sentido, teniendo en cuenta básicamente la
bolsa de inmigrantes irregulares que utilizan como medio de vida o subsistencia la
1
Un sector doctrinal considera la criminología una ciencia autónoma por los siguientes motivos:
a) Por ser su objeto el crimen b) Por emplear un método científico.
147
actividad criminosa, las decisiones políticas adoptadas para evitar este hecho,
dentro del marco de la actual normativa de extranjería, derivan indefectiblemente
en repercusiones directas que definen la orientación seguida, al menos, en cuanto
al intento de facilitar el control del fenómeno delincuencial de los inmigrantes
irregulares. Es decir, hemos de convenir que las consideraciones de política
criminal no son monopolio únicamente de determinados ordenes jurisdiccionales.
Fijada por tanto, que la interpretación de la normativa de extranjería lleva
implícita la existencia de una política criminal elaborada, y refiriéndonos a la
vertiente planteada, objeto de estudio, de prevención del delito cometido por los
inmigrantes ilegales, queda por ver si el legislador ha ponderado con mesura los
cambios y costes institucionales, políticos, económicos, sociales... que dicha
política comporta.
Por otro lado en la adopción de la decisión política que lleva a término una
determinada opción o propuesta de política criminal es obvio, y así ha quedado
plasmado a lo largo de la exposición monográfica, que intervienen también
intereses contrapuestos, de este modo: fuerzas económicas, fuerzas políticas,
presiones de grupos poderosos, opiniones de grupos sociales... constituyen todos
factores que el legislador supuestamente habrá valorado antes de adoptar una
determinada medida legal. En correlación con esta reflexión, hemos analizado en
otros epígrafes las tensiones originadas durante el accidentado proceso político de
elaboración del nuevo marco legal de extranjería. Lo cual nos ha permitido
observar como los diferentes poderes en liza (tanto los estrictamente
institucionales como los fácticos, ya sean: políticos, sociales, económicos...) han
intentado orientar la regulación definitiva de la normativa en función de cada uno
de los criterios defendidos. Así, básicamente hemos constatado la polarización
maniquea de los partidarios de potenciar, en unos casos, la contundencia y
eficacia legal para obstaculizar sin paliativos la inmigración ilegal y, en otros, los
principios y valores de justicia social reivindicados para la totalidad del colectivo
inmigrante. Con todo, se ha de convenir que sea cual sea la solución final
adoptada por el legislador, ha de contemplar necesariamente aspectos que
influirán en mayor o menor grado en el conjunto de la política criminal.
148
Realizada la exposición anterior, y conectando con el presente trabajo
monográfico, utilizaremos de forma puntual la base empírica de diversas
corrientes criminológicas “generalistas” con la finalidad de precisar las causas que
determinan al inmigrante, como sujeto individual que interactúa con la sociedad de
acogida, a cometer comportamientos delictivos.
ESCUELA CLÁSICA
“No es la crueldad de las penas uno de los más grandes frenos de los delitos,
sino la infalibilidad de ellas (...). La certidumbre del castigo, aunque moderado, hará
siempre mayor impresión que el temor de otro más terrible, unido con la esperanza
de la impunidad (...).” (BECCARIA, 1764, trad. Castellana de J.A. de las Casas, 1982:
71-72)
Por último, las penas deben estar dotadas de una determinada “severidad”,
esto es, que el mal representado por la pena exceda el bien que se espera
obtener del delito. Pero éste es también su límite superior, pues cualquier pena
que exceda el mínimo necesario para evitar los delitos es una pena cruel por
excesiva. Por ello el castigo debe ser el mínimo necesario para contrarrestar las
ganancias del delito (BECCARIA, 1764, trad. Castellana de J.A. de las Casas, 1982:
28). De las tres variables mencionadas existe cierto consenso en que la “certeza
de la pena” es la más relevante, por su influencia en la prevención del delito.
149
A parte de las consideraciones genéricas que se pueden extraer para todo
tipo de delincuencia, trasladada la exposición al terreno del delincuente
inmigrante, una de las medidas sancionadoras más efectivas, en los casos
permitidos por el ordenamiento jurídico, es la consecución de una expulsión
ejemplarizante2 para este tipo de infractores. Se puede convenir que una de las
carencias obvias de la estructura sancionadora penal-administrativa, más en el
ámbito administrativo que en el penal, es la imposibilidad de llevar a término todas
las expulsiones decretadas por la autoridad correspondiente, siendo evidente de
forma reiterada los propios defectos del sistema en cuanto a dotarse de los
mecanismos necesarios para culminar dichas expulsiones. Esta imposibilidad
material es un ejemplo válido para señalar que la insuficiencia de certidumbre del
castigo en vía de sanción administrativa estrictu sensu, o como sustitutiva de una
sanción penal, puede poner visiblemente en riesgo la función preventiva que se
reclama para todo tipo de sanciones y por ende quedaría afectada la política
criminal elaborada en este sentido.
En los planteamientos actuales de estas escuelas una de las propuestas de
política criminal más conocida es probablemente “la prevención situacional”.
J. J. MEDINA resume las pretensiones de las cuatro medidas básicas que
relaciona:
2
Es pública y contrastada que por ser la medida más temida, algunos inmigrantes delinquen
expresamente utilizando el resquicio de las vías procesales para evitar la consumación de la
expulsión, asumiendo penas más severas para evitar aquélla.
150
eficiencia en su persecución, estimo que debiera de venir priorizando la dimensión
del “aumento del riesgo percibido” básicamente mediante el examen de entradas y
salidas en los puestos fronterizos (un ejemplo válido sería: incrementar el riesgo
de detección e identificación de los flujos de delincuencia foránea) y actuaciones
de vigilancia formal (como aumentar: los efectivos policiales, de seguridad privada
o videovigilancia...)
En cuanto a las técnicas preventivas genéricas que estipula la nueva
legislación es pronto aún para ver si serán realmente practicables, la andadura
inicial indica que los efectos inmediatos buscados por la ley no cumplen con la
celeridad deseable, no obstante el engranaje legal todavía se encuentra en la fase
de adecuación del binomio coste/efectividad.3
ESCUELA POSITIVA
3
No es un tema menor el coste para las arcas del estado de las deportaciones masivas de los
extranjeros sancionados.
4
Como precursores señalados, ver obras de Cesare LOMBROSO, Enrico FERRI y, aunque en
un lugar menos destacado, Raféale GAROFALO.
151
fin fundamental de la ejecución de la pena debe ser la rehabilitación del
delincuente es porque se están alejando del modelo biológico y postulando que
son los factores ambientales los más relevantes para entender la conducta
delictiva.
En definitiva la defensa de la predisposición biológica de la delincuencia
implica un mayor pesimismo acerca de la plausibilidad de las políticas de
prevención. Es por ello que no resulta acertado reducir la polémica sobre la
rehabilitación del delincuente, sobre su efectividad (GARRIDO et alii, 1999: 765-
780)5 y justificación (MUÑOZ, 1979) (GARRIDO, 1986)6 al ámbito del positivismo
criminológico sino que esta discusión puede plantearse en referencia a cualquiera
de las teorías criminológicas existentes.
En otro orden de cosas, muchas de las conclusiones de las corrientes
positivistas han sido utilizadas sectariamente por grupos ultraconservadores,
también en nuestro país,7 para efectuar una manipulación interesada, sirviéndose
de forma tergiversada de parte de los argumentos de fondo de estas teorías
criminológicas8 con explicaciones de corte xenófobo y racista. De esta forma
atribuyen a cierto sector de la inmigración (escudándose en razones culturales,
religiosas, factores biológicos, genéticos, hereditarios...) una mayor tendencia
criminal por cuanto “utilizan dicha actividad delictiva de forma habitual como medio
5
Son autores que han realizado nuevas revisiones de los programas de tratamiento y llegan a
la conclusión de que el nivel de reincidencia de las personas tratadas es moderadamente inferior a
las personas no tratadas
6
En la literatura española se ha discutido, principalmente, la justificación de la rehabilitación del
delincuente a través de programas de tratamiento en la prisión. Entre las contribuciones a esta
polémica destacan las aportaciones de Francisco Muñoz Conde para quien el tratamiento en
prisión carece de justificación, y de Vicente Garrido Genovés firme defensor del tratamiento en
prisión.
7
Entre otras, las páginas en Internet:
- www.falange.htm
- www.Cultura.Europea.htm
- www.inmigracionsuspeligros.com (“Juan de Mirena”)...
8
Sobre todo de corte biológico, al resaltar especialmente la relación de la delincuencia con: la
constitución física, la inteligencia, la transmisión genética, la personalidad...
152
de vida en el territorio de acogida”,9 llegando a extremos simplistas de identificar a
este conjunto de inmigrantes como delincuentes potenciales.
En el sentido referido anteriormente, determinadas asociaciones
amparándose en la pseudo-impunidad que brindan las nuevas tecnologías (vía
Internet) difunden mensajes reaccionarios a través de los cuales establecen
eslóganes rancios en defensa de “la superioridad de la raza”, ilustrando al lector
sobre los graves peligros de la inmigración. Se transcribe como ejemplo el
discurso, extraído de la red, suscrito por “Cultura Europea” (23-02-2002-Boletín
núm. VI):
9
Ver soflama del “Camarada Arenas”, 08-10-2002, representando a “Falange para el Frente
Español”, página web citada www.falange.htm.
153
Además está el tema Cultural, España es un país en el que proliferan las sectas
(testigos de Jehová, más mezquitas musulmanas, templos mormones...) donde
gente del todo el mundo no sólo practican su cultura sino que en lugar de adaptarse
ellos a la nuestra nos imponen la suya, como el ejemplo de Francia donde se ha
creado una serie de “conflictos” con cosas tan vergonzosas para nuestra cultura
como la ablación de clítoris por culturas africanas, o la imposición del uso del “velo”
por parte de las mujeres que cumplen con culturas musulmanas (claramente
machistas...) esto conlleva un mestizaje o intercambio cultural que nos provoca la
perdida de nuestra propia identidad...”
154
Asimismo se atribuye a la Escuela de Chicago las bases de la llamada
“teoría de la asimilación de los inmigrantes” desarrollada posteriormente por ALBA
y NEE.10 En el ámbito español, resulta interesante destacar el tipo de intervención
realizada por el Ayuntamiento de Barcelona en el barrio de Ciutat Vella de esta
ciudad. Ciutat Vella era un barrio que en 1980 reunía características como
pobreza de la población, alta densidad, homogeneidad económica, población
decreciente, alta movilidad, incidencia de la delincuencia organizada, que
permitían caracterizarlo de “gueto suburbial” (AGUIRRE et alii, 1990: 124). La
intervención realizada por los poderes públicos es bastante coherente con los
planteamientos ecológicos, a través de una mejora de las viviendas, de los
espacios públicos y de construcción de instalaciones culturales dentro de los
espacios deteriorados (AGUIRRE et alii, 1990: 102). Aún cuando la delincuencia, de
acuerdo a las encuestas de victimización realizadas hasta 1999 (SABATÉ et alii,
10
“La sociedad estadounidense ha sido caracterizada en los trabajos sociológicos más clásicos
y en los discursos públicos como una gran olla donde se mezclan los sabores de sus diferentes
componentes étnicos, fundiéndose unos a otros, hasta producir una mezcla distinta de cada uno de
los ingredientes y específicamente americana. En un proceso espontáneo de interacción social, en
el marco de unas instituciones públicas cuya intervención es reducida y neutral, los grupos
minoritarios tienden a asimilarse a los mayoritarios. Esta tradición sociológica de la asimilación
siempre chocó con la experiencia recalcitrante de los obstáculos tradicionales a la integración de
los indios aborígenes y de los negros. Además, ha sido puesta en duda más recientemente, a la
vista, por un lado, de los obstáculos que han encontrado algunos grupos étnicos no europeos,
llegados más recientemente al país, a la hora de participar en términos de igualdad en los
procesos de movilidad ocupacional e integración espacial, laboral y matrimonial, y, por otro lado,
de los deseos expresados y esfuerzos realizados por algunos de esos grupos por retener o
conservar sus identidades culturales de origen en la sociedad de destino. La teoría de la
asimilación de los inmigrantes encuentra sus primeras expresiones en los trabajos de la Escuela de
Chicago, en los años veinte, pero la posterior formulación de Milton Gordon (1964) ha servido de
guía en los numerosos estudios empíricos sobre la integración de diversos grupos étnicos en la
sociedad americana. Gordon distingue tres momentos sucesivos en el proceso de asimilación: la
aculturación, la asimilación estructural y la formación de una identidad común. La aculturación
consiste en la adopción por parte de los grupos minoritarios de los patrones culturales del grupo
mayoritario, desde el lenguaje, los modos de vestir y de expresión personal, hasta los valores más
profundos; en un proceso que resulta inevitable, la cultura minoritaria se subsume en la
mayoritaria, que sólo resulta modificada en aspectos muy superficiales. La asimilación estructural
ocurre a medida que los inmigrantes van estableciendo relaciones de grupo primario con los
receptores, tales como redes de amistad, clubs y familias, de modo que las formas de
discriminación social desaparecen. Esta segunda fase podrá completarse o no, pero si se produce
normalmente llevará al grupo inmigrante hasta la tercera fase. En esta última fase de la asimilación
se genera una identidad común, unos sentimientos de pertenencia a un mismo pueblo y un mismo
destino. Las tres fases constituyen una secuencia de incorporación generacional, de modo que en
un momento dado la sociedad americana contará con grupos de inmigrantes más o menos
asimilados; aunque cada generación estará más avanzada en el proceso que la anterior, la
155
1999: 102), había tenido fases de disminución muy importante en la barriada que
nos ocupa (reducción que también se había producido en otras partes de la
ciudad) las últimas encuestas, sin embargo, indican un nuevo repunte en la
criminalidad.11 La circunstancia coyuntural reseñada es corroborada asimismo por
los datos del programa estadístico de seguridad de la Dirección General de la
Policía correspondiente a la Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía (CNP) del
Distrito de Ciutat Vella en el periodo 2000-2002.
Continuando con el análisis del barrio de Ciutat Vella de Barcelona, en la
actualidad constituye una de las zonas de la ciudad con un índice más elevado de
inmigración, presencia que se acentúa de forma acelerada. Algunos estudios de
esta situación han estipulado como explicación, entre una de las causas posibles,
la compra o alquileres de las viviendas del casco antiguo, debido en muchos
casos al grave estado de deterioro de las mismas, que hace que los precios sean
más asequibles para las posibilidades adquisitivas de esta población foránea. Esto
desencadena cierta presión en la población autóctona de la barriada, toda vez que
en gran parte de los alojamientos, conseguidos por determinados grupos
nacionales de inmigrantes, se producen grandes concentraciones de personas por
metro cuadrado de vivienda contraviniendo cualquier requisito mínimo de
salubridad. Lo anterior, además de producir un incremento notable de individuos
en periodos de tiempo relativamente cortos, circunstancia que se fomenta en
zonas determinadas del barrio, sirve como reclamo para otros compatriotas. Todo
ello origina movimientos de las personas originarias del barrio que procuran
trasladar su residencia a otras zonas de la ciudad, esgrimiendo como principales
argumentos, por un lado, el deterioro del entorno y, por otro, la pérdida económica
incesante del valor de sus viviendas como consecuencia inmediata de la catarsis
socio-ambiental del distrito.
situación más habitual combinará asimilación cultural junto con pluralismo estructural” (ALBA & NEE,
1997: 827-832).
11
Ver Encuestas de seguridad pública de Cataluña y de victimización y opinión sobre la
seguridad de Barcelona ediciones 2000, 2001 y 2002. Entidades colaboradoras en su confección
Departament d’Interior (Gabinet d’Estudis d’Interior), Institut d’Estadística de Catalunya, Ajuntament
de Barcelona, Mancomunitat de Municipis de l’Àrea Metropolitana de Barcelona, Universitat de
Barcelona (Fundació Bosch i Gimpera).
156
TEORÍA DE LA ASOCIACIÓN DIFERENCIAL
157
puesta en práctica, podría tenerse en cuenta en delimitadas zonas territoriales12
con una problemática específica. Especialmente cuando la concentración de
criminalidad atribuible a ciudadanos extranjeros (asentados en determinados
distritos o barrios) facilita la existencia de “guetos” marginales de difícil acceso.
Esta segregación crea dificultades que se ven reflejadas no solamente en la
implantación de las oportunas medidas de carácter social, sino también en las
actuaciones policiales de lucha directa contra este tipo de delincuencia.
Situaciones todas ellas que repercuten negativamente en la eficacia operativa
multidisciplinar, de prevención de la marginalidad delictiva, en las barriadas que
presentan la problemática descrita.
TEORÍA DE LA ANOMIA
12
Espacios geográficos, también existentes en determinadas localidades de nuestro territorio
nacional, perfectamente localizados e identificados.
13
Esta teoría sociológica se denomina “teoría de la anomia” porque estudia las circunstancias
que debilitan la eficacia de las normas como guía para la acción individual. De tal manera la
expresión “anomia”, que literalmente significa ausencia de normas, se usa por esta teoría no en el
sentido que la sociedad carezca de normas para regular el comportamiento de los individuos, sino
para explicar que, en sociedades anómicas, junto a la presión que las personas reciben para
obedecer las normas, existen presiones en sentido contrario, que contribuyen a explicar las tasas
elevadas de delincuencia.
158
especialmente sobre los peor ubicados en la estructura social, a utilizar
procedimientos no aceptados para lograr la riqueza.
Las bases de la teoría descrita podemos trasladarlas también al fenómeno
inmigratorio, especialmente en la llamada inmigración irregular, donde son más
patentes los brutales desequilibrios culturales entre fines y medios para
alcanzarlos. De este modo existen unas aspiraciones lícitas de mejora que en
muchos de los casos de las personas que efectúan las migraciones, en mayor
grado los que lo hacen fuera de las vías legales establecidas, no se ven
correspondidas con las oportunidades reales que se encuentran en los lugares de
destino. Esto unido a la gran disponibilidad de oportunidades ilícitas en los países
del primer mundo, que ostentan la riqueza añorada, origina la enorme presión
anómica sufrida por el grupo de referencia, el colectivo de inmigrantes.
Contrarrestar el alto grado de presión sufrido por estos individuos es una tarea
ardua y complicada para las sociedades receptoras, que habrán de buscar el
fomento de valores determinados de solidaridad si pretenden conseguir una
integración social aceptable.
159
comprender el hecho, frecuentemente constatado, de que los inmigrantes de
segunda generación, es decir los hijos de padres inmigrantes, presenten una tasa
de delincuencia más alta que los de primera generación. En efecto, estos últimos
tienen presentes las condiciones de su país de origen y por tanto pueden sentir
que han prosperado, aunque se encuentren en una situación desfavorecida
respecto a los autóctonos del país de acogida. Para sus hijos, en cambio, las
condiciones del país de origen ya no son relevantes. Ellos aspiran a más y por
tanto, a igualdad de condiciones objetivas, están más expuestos a la frustración.
14
Se ha de tener en cuenta que básicamente la teoría de las subculturas se fundamenta,
principalmente, en dos tradiciones criminológicas: en la teoría de la asociación diferencial y en la
teoría de la anomia.
15
Destacan como revisores críticos de esta teoría Walter Miller, David Matza, Gresham Sykes...
160
bandas juveniles compuestas por grupos nacionales16 de inmigrantes (incluidos
los jóvenes delincuentes de segunda generación en el territorio) que van
apareciendo de forma expansiva en muchos de los barrios marginados de
nuestras ciudades, especialmente en aquellos donde la segregación racial17 es
más evidente. Ahora bien, las políticas criminales eficaces necesariamente
tendrían que ir dirigidas a solventar las agresiones a la sociedad del entorno
incidiendo en la raíz del problema: la pobreza y discriminación que sufren los
guetos, ya sean de jóvenes autóctonos o foráneos.
En otro orden de cosas, no podemos confundir la manifestación de las
bandas de “barrio”, debido a que presentan pocos puntos en común, con las
bandas de estética skin (o tribus urbanas similares) y las de ideología neo-nazi.
Estas bandas surgidas a partir de los años ochenta en gran número de países,
tienen entre una de las causas de su proliferación acuciante, posiblemente, el
incremento de la inmigración (y por ello hacemos mención) con diferentes grados
de implantación y reacción en función de la problemática propia de cada zona
geográfica.
En lo que respecta a los medios para prevenir la violencia skin, debe
tomarse en cuenta la vinculación de la ideología de estos grupos con el discurso
antiminorías, con lo que sería importante evitar las arengas ideológicas que
tienden a estigmatizar a las minorías y potenciar asimismo las políticas reactivas
legales contra estos grupos. En la misma línea de actuación contra la violencia
neo-nazi, básicamente las políticas criminales contrastadas que se han de
impulsar son: las dirigidas a perseguir civil y penalmente las formas de
propaganda neo-nazi (para evitar la provocación de acciones delictivas en este
sentido) prohibir los conciertos racistas y establecer estándares de conducta en
los medios de comunicación, que impidan la publicidad a estas ideologías y que
adopten una actitud crítica hacia ellos.
16
Países de Europa del Este, magrebíes, subsaharianos, sudamericanos (fenómeno Latin
Kings y otros)...
17
Una de las propuestas de política criminal conocida es la que propone la reducción de la
segregación como hecho de partida para luchar contra la cohesión de las bandas mencionadas.
161
TEORÍA DEL CONFLICTO DE CULTURAS
162
TEORÍAS DEL CONTROL
163
análisis que se propone, con respecto a la criminalización de los inmigrantes, es la
consideración de las instancias informales del control social como inhibidoras o
favorecedoras de las situaciones de riesgo delictivo. En esta línea doctrinal E.
GARCÍA:
18
Las dos primeras hipótesis, vinculadas con la teoría de los vínculos sociales de Hirschi, que
realiza Elisa GARCÍA, en palabras de la autora “tesis probables” aún no verificadas, son:
“1. El inmigrante rompe con sus vínculos de origen y por ello deja de percibir y recibir el
control social informal correspondiente. En el país receptor el extranjero se encuentra
desvinculado, sin lazos sociales que le inhiban de cometer actos delictivos, constituyéndose
en un grupo criminógeno.
2. Los inmigrantes en situación ilegal cometen más delitos que los que están legalizados
debido a que su situación de marginación legal provoca irremediablemente su marginación
social. Siguiendo la teoría del arraigo social de Hirschi, el temor del extranjero ilegal a perder
164
TEORÍA DEL ETIQUETAMIENTO
los logros conseguidos es menor, pues ni siquiera cuenta con una estancia legal en el país.
Consecuentemente, el inmigrante económico con permiso de trabajo o residencia, debido a
su mayor integración y vinculación con el país que le acoge, tiene escasa representatividad
en las cifras oficiales de delincuencia” (2001: 132).
19
Hemos visto que las teorías del control plantean la reacción social como necesaria para
alcanzar la conformidad de los individuos.
20
H. BECKER (1963) traducción castellana de “Los extraños” (1971). Buenos Aires: Amorrortu.
Por donde se realizarán las citas.
21
La definición de un comportamiento como desviado es ya, en consecuencia, el resultado de
una lucha de intereses. Cuando los grupos poderosos crean las normas y las aplican a quienes las
infringen están creando el comportamiento desviado. “(...) los grupos sociales crean la desviación
al hacer las reglas cuya infracción constituye la desviación” (BECKER, 1963: 19).
165
la sociedad, repudia a las personas convencionales, racionaliza el porqué de su
desviación, aprende a comportarse de forma desviada para evitar problemas con
la policía, y en definitiva, se forja una identidad de desviado (BECKER, 1963: 29-
36).
Por su interés en el trabajo que nos ocupa, se realizan a continuación
algunas consideraciones sobre la hipótesis planteada den-tro de la teoría del
etiquetamiento en relación con la aseveración que “la etiqueta de delincuente es
un factor que facilita la comisión de ulteriores actos delictivos”. No obstante lo
anterior, algunos teóricos cuestionan las investigaciones empíricas realizadas que
puedan demostrar una persistencia delictiva como consecuencia únicamente del
impacto de la etiqueta.
Sin embargo J. CID y E. LARRAURI con respecto al extremo anterior
exponen:
“Por nuestra parte pensamos que, aun cuando las investigaciones empíricas
no hayan conseguido afirmar de forma concluyente, debido a errores metodológicos
de éstas o debido a la dificultad de separar el efecto de la etiqueta de otras causas
concurrentes, la hipótesis de la teoría del etiquetamiento, de que la etiqueta de
delincuente es un factor que facilita la comisión de ulteriores actos delictivos, ésta es
totalmente plausible. Es razonable admitir que etiquetar a una persona como
delincuente conduce a una exclusión de oportunidades convencionales y a una
reordenación de la personalidad. Ello conlleva tener que ajustarse a una nueva
identidad adscrita a partir del momento en que se es etiquetado y sobre la base de
la cual la gente va a relacionarse en el futuro con ella. Este proceso finalmente
comporta una degradación de estatus, una búsqueda de subculturas delictivas y un
cambio de percepción social respecto de la persona que puede conducir a una
estabilización y amplificación de su rol como delincuente” (2001: 209).
Por otro lado, los seguidores del etiquetamiento critican al sistema penal por
considerar que éste favorece la formación de identidad de delincuente, por tanto
mantienen en este sentido que el proceso penal somete a la persona a un proceso
de visibilidad, diferenciación, y estigmatización del cual muy probablemente la
persona salga asumiendo una nueva identidad de delincuente. Asumida esta
identidad es probable que se relacione con delincuentes y actúe como tal, de
acuerdo a su nuevo rol, favoreciéndose de este manera la persistencia en su
carrera delictiva. Esto es lo que supone ser etiquetado como delincuente, una
166
etiqueta que tiene tanta fuerza que borra cualquier otro rol anterior (CID &
LARRAURI, 2001: 211).
Esta teoría es defendida en el contexto concreto de la delincuencia de
extranjeros por diversos autores manteniendo que los medios de comunicación de
masas, la opinión pública y las instituciones del control social están cargados de
prejuicios sociales sobre los inmigrantes, a quienes se les atribuye el calificativo
de peligroso social. En consecuencia, el inmigrante es rechazado por la sociedad
receptora, y ese trato produce unas tasas de delincuencia más altas que en otros
grupos. Ese mayor registro delictivo del colectivo de inmigrantes es debido a los
procesos discriminatorios existentes en las distintas instancias del control
socialformal.
Aunque de forma genérica, en Criminología la relación entre los medios de
comunicación y el delito no es algo nuevo; ya en 1973 COHEN y YOUNG destacaron
la influencia que los medios podían ejercer en la selección de las noticias para
reforzar estereotipos y especialmente por su papel como un elemento más de
control social (COHEN & YOUNG, 1973). De un modo más concreto S. COHEN (1972)
en su libro Folk devils and moral panics expuso cómo los medios de comunicación
contribuyen a la creación de los denominados “pánicos morales” que abocan a
determinadas reformas políticas. Según este autor los pánicos morales surgen
durante períodos en los que las relaciones sociales y económicas se encuentran
en estado de cambio y cuando los valores y las normas sociales están siendo
cuestionadas. En este clima, cualquier hecho o cualquier incidente sirven como
catalizador para desatar el pánico, incluso aunque no tengan nada que ver o no
esté del todo relacionado cualquier acontecimiento es utilizado por los creadores
de opinión pública y los medios de comunicación para demostrar que las cosas no
están bien y que es necesario hacer algo para mejorarlas. Aunque este concepto
de pánico moral fue posteriormente cuestionado por su falta de precisión teórica y
porque había simplificado en exceso procesos sociales tan complejos como la
representación de la realidad social en los medios, la configuración de la opinión
pública o la influencia de los grupos de presión, no puede negarse que todavía hoy
167
determinadas realidades y determinados grupos de población son analizados
desde visiones excesivamente estereotipadas.22
Más específicamente, los estudios criminológicos sobre la influencia de los
medios de comunicación en las actitudes punitivas de la sociedad coinciden en
que los medios ofrecen una visión deformada de la realidad criminológica de un
país, centrando la atención únicamente en los delitos violentos o dramáticos. Si
bien las investigaciones empíricas en este campo no han podido determinar hasta
el momento si las convicciones punitivas de la sociedad son consecuencia de su
exposición a ciertos mensajes mediáticos o si, por el contrario, son éstas las que
condicionan la selección de sucesos delictivos por los medios. En este sentido las
últimas investigaciones parecen reforzar la hipótesis de que los medios juegan un
papel activo y no son un mero espejo de la “opinión pública” (SOTO, 2003: 97-98).
El sociólogo G. SIMMEL en su clásica obra “El extraño” sugería que los
inmigrantes son el prototipo de extraño, físicamente presentes en la comunidad,
pero sin formar parte de ella. Debido a que son literalmente “de fuera”, los
inmigrantes, como todos los extraños, no son percibidos como miembros plenos
de, ni participantes en, la vida social y cultural de la comunidad (SIMMEL, 1950).
Además, esta no-pertenencia, esta cualidad de ser foráneo, les dota de un aura de
peligro potencial. Como ha comentado MELOSSI el inmigrante afronta un doble
riesgo:
22
Para comprobar la relación que existe entre las preocupaciones de los españoles y el
contenido de las noticias aparecidas en los medios. Valga como ejemplo para corroborar esta
afirmación lo ocurrido en relación con el fenómeno de la inmigración y el interés por centrar el
debate político en los temas de inseguridad ciudadana. Respecto al problema de la inmigración, los
resultados demostraban que el fenómeno parecía haberse criminalizado a partir del año 2000;
hasta esa fecha el fenómeno de la inmigración no se había asociado en el debate público a los
efectos criminógenos que el mismo podía suscitar. Sin embargo, y como consecuencia de una
oleada informativa surgida a raíz del brote xenófobo sucedido en El Ejido, el fenómeno apareció en
la escena pública. Curiosamente si se analiza la evolución de los principales problemas que
preocupan a los españoles, según las encuestas de opinión que realiza el CIS, el problema de la
inmigración experimenta un proceso similar al que se observa en su presentación mediática. Hasta
diciembre de 2000 los españoles no parecen advertir en el fenómeno de la inmigración un
auténtico problema, sin embargo a partir de esa fecha la inmigración comienza a sentirse como un
problema importante que no abandona su presencia entre el tercer y el quinto problema principal
de preocupación.
168
“El extraño, siendo de entrada culpable por su diferencia o rareza… será un
blanco fácil sobre el que recaiga todo tipo de sospechas sobre su participación en
actos criminales y desviados. Si un extraño comete alguno de estos actos... el
círculo vicioso será perfecto y el extraño será encontrado doblemente culpable, por
su rareza y por su desviación” (...) (2000: 152).
23
Partiendo de la premisa, según la autora, que la teoría del etiquetamiento estudia la
delincuencia de los inmigrantes y las minorías desde una perspectiva nueva, como es, la reacción
del poder ante esos colectivos minoritarios.
169
“(...) Entre los postulados de esta teoría del etiquetamiento asumo la premisa
de que el delito no puede entenderse prescindiendo de la propia reacción social ya
que ambos delito y reacción social son términos inseparables. En este sentido
reacción social es la que se produce en un endogrupo determinado y mayoritario
con respecto a un exogrupo minoritario y amenazador. Por lo tanto, la respuesta
formal que se otorga, si no se remedia con mecanismos compensadores, está
influida por los estereotipos que se crean a partir de las características de los sujetos
sobre los que recaen.
(...) No resulta insensato de ningún modo intentar estudiar la criminalización
de los inmigrantes desde la teoría de los vínculos sociales y del etiquetamiento a la
vez, ya que, como señala Kaiser, ambas teorías comparten su interés por el análisis
del control social aunque desde distintas perspectivas: La primera de ellas analiza
casi exclusivamente las instancias informales del control social que inhiben o
favorecen una situación de riesgo delictivo, y la segunda se centra en el control
social formal que, de alguna manera, determina la situación de riesgo anterior y
responde, en mayor medida, ante la delincuencia de un determinado grupo”
(GARCÍA, 2001: 128-129).
CRIMINOLOGÍA CRÍTICA
24
Que es consecutiva de las dos hipótesis formuladas anteriormente (ver nota a pie de página
correspondiente):
3. Las respuestas que el control social formal otorga a este grupo poblacional de inmigrantes
extranjeros están condicionadas por las percepciones sociales sobre materia migratoria y crea un
tipo específico de relaciones grupales que determina la marginación y criminalización del exogrupo
minoritario y, en consecuencia, su discriminación institucional.
25
Dentro de la teoría del conflicto social sobresale la figura de Darendhorf.
26
Los teóricos de esta corriente, en clara censura del Derecho Penal y el propio sistema penal,
mantienen que en origen el delito se produce como consecuencia de la necesidad, ambición o
competitividad imperante. De esta manera opinan que se ignora el delito de los que tienen poder
(no se explica el delito de cuello blanco, delincuencia organizada...) por lo que abogan por reducir
el derecho penal y las penas de prisión. Otra línea de actuación, incluida en esta corriente
criminológica, es el sector que manifiesta la disconformidad del sistema estudiando las
vulneraciones de los derechos humanos.
170
En las teorías de corte conflictual, la aparente estabilidad y tranquilidad
social no es más que el resultado de un conflicto por el que imperan los valores de
determinado grupo. Por tanto, no existe un consenso social como establece el
funcionalismo, sino el poder de un determinado grupo social que se impone al
resto de la sociedad, que está integrada por una multitud de grupos con diversidad
de valores. La delincuencia es simplemente una respuesta a la injusta distribución
de riquezas y de poder, siendo la reacción penal un instrumento del grupo
dominante para defender los intereses de clase.
En el ámbito de las consecuencias de política criminal, las ideas que mejor
capturan la posición de la criminología crítica respecto de la prevención del delito
probablemente son que mayores cotas de igualdad o una mejor distribución de la
riqueza disminuye los índices de delitos y que consiguientemente la política más
efectiva para conseguir reducir el delito no es una política basada en la demanda
de penas más severas sino una política de reforma social. También existen
sectores de criminólogos, provenientes de la criminología crítica, que se
caracterizan por exigir un mayor uso del Derecho penal para conseguir proteger
los derechos e intereses de los grupos más vulnerables de la población. Una
segunda perspectiva que surge en la década de los ochenta, igualmente
proveniente de la criminología crítica, es la propuesta abolicionista, que pretende
en un primer momento abolir la pena de prisión y posteriormente reclama la
abolición del sistema penal. Ésta puede considerarse continuadora de la
perspectiva del etiquetamiento, ya que en opinión de los criminólogos
abolicionistas la definición de un problema social como delito implica dar una
respuesta penal, un castigo. Por el contrario, de acuerdo al pensamiento
abolicionista lo que se requiere es observar el problema social que late tras la
etiqueta del delito y plantear medidas de resolución del mismo. Por ello, los
autores abolicionistas son decididos impulsores y partidarios de las experiencias
de mediación entre la víctima y el delincuente.
Con respecto a la criminología crítica E. GARCÍA expone sobre la misma:
171
mantener el sistema económico existente y el poder de la clase dominante.
Estudian las diversas formas de control, sacando a la luz los verdaderos objetivos
del sistema sancionador penal. Por tanto, el delito es un elemento del modo de
producción capitalista, ya que todas las clases sociales cometen delitos pero no
todas son tratadas de igual forma por el sistema de justicia penal. Según esta teoría
las desproporciones raciales en el ámbito de la delincuencia se explican por la
relación que, condicionada históricamente, han mantenido los diferentes grupos
étnicos con los medios de producción (...). Entre los temas que se han analizado
desde este punto de vista (singularmente los factores socioeconómicos y políticos)
destaca el de la marginación racial y cultural. Precisamente es esta forma de
estudiar los fenómenos lo que se le ha criticado: En estos años, los 80, la
preocupación por el incremento del tráfico y consumo de drogas, de la inmigración
de países del llamado tercer mundo y de la delincuencia en general no se ha visto
amortiguada más que por estudios de corte histórico y teórico” (2001: 142).
172
ser útil para comprender el sistema de justicia penal. Él apunta a que la población
de parados crónicos con rasgos raciales diferenciados ha sido criminalizada en
parte como una forma de ignorar su marginación económica. El exogrupo de
inmigrantes es percibido como un grupo al margen de la ley, pero no viceversa, y
que es precisamente su estatus de trabajadores (y no de desempleados) lo que
les conduce a la marginación. Es decir, el castigo que un inmigrante recibe por su
situación administrativa de ilegalidad es denegarles plenos derechos económicos.
Esta sanción y su marginación económica contribuye a reforzar la “flexibilidad” que
los inmigrantes suministran a la economía.
173
Evaluación del módulo 3
1.- Cuando se produce la separación o divorcio de una pareja con antecedentes de violencia
doméstica:
a) No se suelen ver más, por lo que es habitual que se acabe el problema.
b) Pueden producirse otros incidentes esporádicos por encontrarse accidentalmente.
c) Suelen ser muy comunes las conductas de acoso y persecución.
d) La separación actúa como elemento inhibidor respecto del agresor.
2.- Cuando se produce la separación o divorcio de una pareja con antecedentes de violencia
doméstica:
a) No se suelen ver más, por lo que es habitual que se acabe el problema.
b) Pueden producirse otros incidentes esporádicos por encontrarse accidentalmente.
c) Suelen ser muy comunes las conductas de acoso y persecución.
d) La separación actúa como elemento inhibidor respecto del agresor.
3.- Según el concepto criminológico de malos tratos de carácter sexual, es cierto que:
a) Sólo deben considerarse como tales aquéllos que implican un contacto sexual de carácter
físico.
b) Deben incluirse los casos en que se obliga a la victima a realizar contactos de tipo sexual
sobre sí misma o con terceros.
c) No son incluibles en el concepto las conductas de tipo sexual que sólo producen
desvalorización de la víctima, siempre que no haya contacto físico.
d) Todo lo anterior es cierto.
174
b) Los que llevan a cabo maltratos de carácter más grave.
c) La gravedad de los maltratos producidos son un elemento indiferente, en esté aspecto
concreto.
d) Los que maltratan a su pareja de forma más leve.
5.- De todos los trastornos de personalidad siguientes, el más relacionado con el uso de la
violencia en general, y con la violencia de género y de pareja, en particular, es el:
a) Paranoide.
b) Antisocial.
c) Límite.
d) Pasivo-agresivo.
7.- En cierto modo, la teoría sugiere que los malos tratos, o por lo menos algunos de ellos,
se originan previa provocación de la víctima es la denominada:
a) Teoría de la transmisión intergeneracional.
b) Teoría de los recursos.
c) Teoría de la interacción en la pareja.
d) Teoría feminista.
8.- Según la dinámica más habitual del maltrato, el momento más peligroso para la víctima
es:
a) Cuando se conocen agresor y víctima.
b) Cuando la víctima queda aislada de su entorno.
c) Cuando el agresor conoce la intención de la víctima de separarse.
d) Cuando se desarrolla la fase de tensión.
175
9.- Como consecuencia de una violación, es muy habitual que la víctima atribuya lo que le
ha sucedido:
a) Al violador.
b) A las circunstancias.
c) A sí misma.
d) Al sistema legal y policial.
10.- No puede decirse que sea un comportamiento incluible dentro del concepto de
delincuencia socioeconómica:
a) El vertido incontrolado de sustancias intoxicantes en un río por parte de una empresa
química.
b) La obtención de información privilegiada del sistema informático de la Seguridad Social
c) El uso de un "paraíso fiscal" para blanquear dinero procedente de la droga.
d) El acceso ilegal al sistema informático de una empresa multinacional.
12.- Los delitos cometidos por la propia corporación o sus directivos para beneficio de la
empresa se denominan:
a) De "cuello blanco".
b) Ocupacionales.
c) Corporativos.
d) Incidentales.
176
hacia ellos, en lugar de es:
a) El concepto de víctima impersonal.
b) Las presiones de grupo.
c) El poco valor disuasivo del castigo.
d) El auto-engaño por parte del delincuente.
14.- Respecto del impacto que pueden producir los delitos de carácter socioeconómico es
cierto que:
a) Aunque existe un impacto de carácter social, éste no es muy importante dado que la
sociedad no es consciente de las consecuencias del delito socioeconómico.
b) Dado que la delincuencia se lleva a cabo sin el empleo de la violencia física, el impacto
físico sobre las víctimas no se produce.
c) Dado que el número de los delitos socioeconómicos es mucho menos elevado que la
cantidad de delitos de la delincuencia común, en realidad el conjunto del coste económico
es más elevado en éstos últimos.
d) El marco de ambigüedad en que se suelen mover este tipo de delitos, añadido a la falta
de conciencia que se suele tener sobre el problema que suponen, facilitan el daño que
pueden ocasionar a las relaciones sociales.
177
17.- La progresión delincuencial amenazas, extorsiones, explosiones y asesinatos es
característica de:
a) El tráfico de armas de grupos árabes.
b) Los cárteles colombianos de la cocaína.
c) Las tríadas chinas.
d) Las mafias turcas de la heroína.
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