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Los graves problemas del sector petrolero no pueden ser resueltos con cambios cosméticos a
las políticas actuales. Requieren de una transformación significativa de la industria petrolera
venezolana. El principal objetivo de estas reformas debería ser incrementar significativamente la
inversión aguas arriba para estabilizar la producción y eventualmente lograr un incremento muy
sustancial en las próximas dos décadas. Ese objetivo debe ser compatible con las enormes
necesidades fiscales del Estado venezolano, por tanto, una parte muy significativa del capital
debe provenir de compañías petroleras privadas y, cuando sea factible, complementar el
financiamiento con fondos obtenidos a través del mercado de valores y project finance.
El uso de subastas competitivas para determinar la participación del Estado en las ganancias
debería ser la norma. Adicionalmente, la petrolera estatal debería reenfocarse en sus negocios
medulares y concentrar su limitada capacidad de inversión en áreas de bajo riesgo y altas
ganancias, donde los socios operativos no sean necesarios y donde contratistas de servicios
pueden proveer la tecnología y la asistencia requerida.
PDVSA debe ser profesionalizada y despolitizada, con una importante inversión en capital
humano. No puede continuar siendo una estructura clientelar del partido político en el poder.
Venezuela debe fortalecer su capacidad regulatoria para manejar mejor su gran potencial de
recursos y proveer credibilidad a los inversionistas y a su propia estatal petrolera. El gobierno
debe diseñar una estrategia específica para cada tipo de proyecto de hidrocarburos, crudo extra
pesado, petróleo convencional y gas natural, adaptando el marco institucional a la nueva
estrategia.