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Como ocurre con tantos conceptos operativos,

el de «novela picaresca » -y voy a referirme s6lo


a la espaiiola del Siglo de Oro- 1 se resiste ener-
gicamente a ser definid9. Marcel Bataillon, rese-
fiando el ltinerario de Alberto del Monte, hada
notar que este nos confirma en la falta de fronte-
ras naturales del genero, por la variedad de las
obras que lo integran 2 • Se ha intentado caracte-
rizarlo desde persgectivas morales, psicol6gicas,
SQ.dale_§, y hasta con distingos de c6digo penal, y
siempre se topa con excepciones que, desde otra

1. Delimito explkitamente mi interes, porque, como ha


escrito Claudio Guillen, «the publication of various contem-
porary novels of more or less roguish -character has proved,
beyond any doubt, that to think of the picaresque as of an
event of the past only is a pedantic and erroneous view»,
«Toward a Definition of the Picaresque»; Actes du Ill' Con-
gres de /'Association Internationale de Litterature Comparee.
Mouton & Co., S.-Gravenhage, 1962, pag. 252.
2. «ll montre combien est variee, au fond, la litterature
habituellement classe sous le chef du roman picaresque. L'iti-
neraire meme qu'il trace a travers ce genre nous confirme que
celui-ci manque de frontieres naturelles. C'est un des nom-
breux concepts confus dont il faudrait peut-etre faire l'histoire
pour les reviser», Revue Beige de Philologie et d'Histoire,
XXXVI, 1958; pag. 958.
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perspectiva, no lo serían. Se discute, o se niega Sobre la posible comprensión de la «novela
incluso, el valor distintivo de su característica for­ picaresca», han actuado, dificultándola� varios ele­
mal más constante: el relato en. primera persona; mentos perturbadores. Por lo ronto una abru�·
y ni siquiera hay acuerdo sobre el origen de esta madora atención a los contenidos, y un nocivo o -
literatura, situándola en el Lazarillo unos, y otros vido de que a un género o caractertz
a la altura del Guzmán. su morfología, su diseño estructural. Después, el
Con tales antecedentes,· parece aventurado considerar esa literatura como un todo ya cons-
afrontar el problema; es más, se siente la tenta­ truido, y no como un organismo que fue hacién-
ción de abandonarlo y de convenir en que el gé­ dose en virtud de tensiones internas y de condi-c,&
nero literario no es categoría crítica viable: quizá cionamientos exteriores. Aquel punto de vista h� -,> ��­
ninguno como éste muestre su artificioso carácter sido responsable ·del método habitualmente segm- i��• �
de construcción dialéctica autónoma y, por tanto, do para alcanzar una definición: la búsqueda in- p. r'.
infinitamente_ variable, en función de supuestos ductiva de factores comunes al corpus picaresco. ��
que, en teoría, pueden variar sin límite. Sin em­ Ese método co�duce al e�pticismo de que ant�s �;
_
bargo, a pesar de su naturaleza escurridiza y con­ hablaba; a medida que la mducc1ón opera con mas�.��-,
obras, los factores comunes disminuyen coriside: f•�
tradictoria, no es concepto el · de «novela pica­
rablemente, produciéndose la paradoja de que, a .,
resca» que pueda ser arrumbado sin niás; si fuera
sólo una etiqueta inadmisible, forjada por una tra­ y¿;· ·
más relatos presuntamente · picarescos observados,
gé-
dición crítica errónea, sería urgente prescindir de más lejos estamos de aprehender su esencia. El .,,,
ella. Pero ocurre que esas obras, antes de ser un nero ofrece así una imagen ambigua y acaba po
objeto críticamente formalizable, constituyeron una desvanecerse como tal. Si, por el contrario; e
entidad artística con rasgos distintivos y límites, virtud de ·prejuicios, elegimos una de aquella
en la mente de muchos escritores. y del público obras como espécimen puro, otras muchas pasan
lector; y que fue también una realidad con .que a habitar el género en precario. Se impone pen-
operó el comercio editorial. Con todas sus dificul­ sar, por ello, que existe error en el método y que
tades, esa realidad debe ser racionalmente descri­ es fuerza sustituirlo.
ta; no podemos abandonar el ·contepto o ·resignar­ El panorama se presenta de otro modo si en
nos a usarlo como simple pista para el buen enten­ vez de contemplar la picaresca como un todo cons­
dedor. En lo que voy a decir, debe verse una in­ tituido, definitivamente hecho, observamos su ha­
ci!_ación a replancear el problema, y una demanda cerse, el proceso de su formación. Se advierte e?­
de ayuda a mentes mejor dotadas. tonces que carece de · sentido admitir en un coteJ O
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el Guzmán con idéntico rango que El donado ha­ dinámico, con su dialéctica propil, en el que cada
blador, ya que, aparte sus distancias cronol6gicas obra supuso una toma de posici6n distinta ante·
y estéticas, son resultado de estratos de creaci6n una misma poética. Debe sustituirs� la vía de la
muy diferentes. La distinci6n entre maestros y inducci6n, que considera el corpus ya construido,
epígonos es básica· para reconocer la diversa fun­ por un métQgo que permita observar su construc­
ci6n que ejercen en la configuraci6n de un género. ª2!!• Este punto de vista hace reconocer enseguida.
Hay, efectivamente, uno o varios escritores que le que . determinados rasgos del contenido y de la
proporcionan su poética peculiar 3; y hay otros construcci6n, existentes en diversas obras, fueron
que· se adueñan de ella, con actitud sumisa o en sentidos en otras como iterables o transformables.
rebeldía. Se ha escrito mucho sobre el modo crea­ Y ello permite un deslinde, relativamente fácil,
dor de los grandes artistas; muy poco, o entre dos niveles distintos en el ámbito de la pi­
yo sepa,_ so�re la muchedumbre de s epígonos caresca --quizá, de cualquier género--; aquel �n
que cubre los amplios espacios entre las · . que surgen determinados rasgos, y un segunµo, en
funcionamiento interno de un género no puede en­ que se advierte la fecundidad de aquellos rasgos, y
tenderse sin ellos, en cuanto depositarios del mis­ son deliberadamente repetidos, anulados, modifi­
mo, y responsables de su vida y muerte. Los hay cados o combinados de otro modo. -La primera
que se someten a la corriente y reiteran gestos fase, de tensi6n constituyente, cesa cuando termi­
aprendidos; pero otros se, sienten también pinto­ na la aparición de motivos o artificios formal�s
res, y manipulan aquella poética con arrogancia repetibles.
de inventor. Si el método inductivo no conduce a Ambos estratos creativos son perfectamente
�s apreciables es por la actividad de los comprobables en nuestro género. Así, si en su
y su secreta ambici6n de ser «origina- poética, tal como va haciéndose, el héroe es var6n,.

les». mutándolo en hembra se sentará plaza de «origi­
Por ello resulta necesario, para comprender nal». Si los pícaros cuentan quiénes fueron su;{l
qué fue la «novela picaresca», no concebirla como padres, una variante novedosa consistirá en ha- {
un conjunto inerte de obras relacionadas por tales blarnos de sus abuelos y tatarabuelos. Si narran
o cuales rasgos comunes, sino como un proceso su niñez, Gregorio Guadaña se remontará más y
describirá su vida intrauterina. Cuando el pfcato
.3. Una de las «unwritten �poctics» de que ha hablado suele escribir en primera persona, bien podrá un
R. Poggioli, cuyo �bajo conozco s6lo por las referencias que autor disentir y adoptar la tercera. Puesto que hay
.
a él hace C. Guillen, en los artículos que cito en las notas
1 y 6. muchos pícaros truhanes, otro u otros s�rán dis-
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cr eto s, es decir, dimitirán de la bellaquería --dat o y que acaba con la muerte de ambos. Par�cen �uy
del contenido- pero no del comportamient o for­ graves disidencias, Y. .sl!} embargo, el editor mila­
mal del pícaro. ¿ Po r qué no injertarle también nés de 1615 la publicaba como verdadera novela
otros géneros? Ahí está Castillo Solórzan o intro ­ picaresca, respaldándola con el ,éxito de_ sus pre­
duciendo entremeses; y puesto que el pícaro es. cursores, el Lazarillo y el Guzman, que cita expre­
viajero contumaz, ¿será extraño que Estebanillo samente 4• No se equivocaba -si en esto era po­
añada a sus peripecias un ingrediente bizantino, sible, el error-:' Salas Barbadillo, en gran combi­
la sal viajera por excelencia? nador, había jugado libremente con los moti;os y
El celo de los epígonos no tiene freno: suspen­ la estructura, había mezclado el relato de picaros
de o· potencia reglas, mezcla esquemas, trivializa, con la novella trágica, y había acentuado la pre­
exalta, y no siempre sin talento. Pero, actuando sencia de lo celestinesco, que anduvo· siempre me­
así, depende de un centro de atracción, y perma­ r odeando por el género; pero a la vez había repe­
nece en el mismo campo gravitatorio. Según creo, tido el paradigma picaresco en puntos funda�en­
un escritor está en el ámbito de un género mien­ tales: autobiografía de una bellaca, padres viles,
tras cuenta con su poética, mientras la aprovecha avisos de bien vivir, burlas victorio sas seguidas
para su propia creación, cualesquiera que sean las de sanción, que llega al límite último ele la muerte,
maniobras a que la someta. Por el contrario, se prostitución de la esposa.'.. Salas no fu� un ta­
sale. de él cuando n o cuenta c on aquella poética, lento mediocre y cuando en 1612 se dispone a
. sino c on otra, e incluso cuando desdeña visible­ reanudar el proceso de la novela picaresca, inte­
mente su materia y su forma. Ambas cosas: no rrumpido siete años antes, lo h�c� con l�s
bastan disidencias parciales. Obregón, por ejem­ precaucion�s exigibles a un �u�or « or1�mal», pero
plo,"transfiere la truhanería al mundo que le rodea; amparado por reglas que publico y editores reco­
pero relata su vida conforme a esquemas picares­ nocían, y que permitían la identificación de la
c os. Est o me parece decisivo; Espinel ha transfor­ o bra.
mado ciertos rasgos del género, pero sigue atraído �istas así las cosas, ny_estro género na posee
por él; en otras palabras: sin la picaresca actuando límites amorfos. La picaresca cesa allá donde sus
c omo plan o de referencia, el fino escritor ron­ motivos y artificios constructivos han dejado ,de
deñ o no habría compuesto el Obregón. Otro caso ser operantes para el escritor, es decir. cuando
límite puede ser La hi¡a Je Celestina, que funde
ei.1 �
el testimonio autobiográfico de Elena con el relato . 4. En la dedicatoria que puede lee� a,1\lJttt---_
novela picaresca española, cd. A. Valbuéna· Prat, Ma � ___
eri tercera persona, que protagonizan- dos pícaro s lar, 1966 ", 890 págs, Cita.i:é esta colecci6n con las siglas NP
.
202 «LAZARILLO>> EN LA PICARESCA \,"' CONCEPTO DE «NOVELA PICARESCA» 203
I
')dichos elementos han perdido fuerza generadora. (o el Buscón, olvidando que muchos estaban ·ya
Esta debe ser auscultada desde dentro, en un con­ ( antes. A eso me reduciré, a romper una lanza por
traste de cada obra con los rasgos distintivos del la obrita de 1554 5, sin la cual, literalmente, el pro­
género, para delatar cuándo aparecen, c6mo se blemático género no habría podido existir. Voy a
transforman o interrumpen y cuándo se extingue mostrarles hechos consabidos, pero integrados en·
su potencia. Yo no puedo ahora ni esbozar tan esta idea directriz: múltiples rasgos formales y se­
compleja tarea. Me centraré -y aun así, seleccio­ mánticos del Lazarillo vertebran con carácter dis­
nando s6lo algunos hechos significativos-· en la tintivo toda la picaresca. Pero esto, que es cierto,
fase constituyente, en aquel estrato primero de debe matizarse con otra verdad: pudo haber sido
aportación de rasgos que luego serán diferenciales golondrina aislada, sin la ayuda victoriosa del Guz-
y obligarán a tomar postura a los narradores que mán. En el juego de acciones y reacciones que se
vengan detrás. El proceso de esta aportación es entabla entre ambos libros, nace, realmente, la
también peculiar, porque durante él empezó ya la poética del género; y en su asociación por escrito-
actividad combinatoria, y los resultados fueron vis­ res, público y libreros, se produce su reconoci­
tos como opci6n posible. De ahí que fijar la cabeza miento como tal.
del linaje sea esencial para comprender las tensio;. Este es un hecho probado. Se ha advertido
nes irttemas de que nacerá su descendencia. E varias veces que tal asociación se manifestó muy
preciso saber qué rasgos del contenido y de la tempranamente 6: el Quiiote de 160.5 la reconocía
forma había ya en esa obra fundacional, para
,. Me mueven a ello, sobre todo,,_.,.._�como estas
\) observar después cómo se aprovecharon, se niodi- que se leen en el reciente libro de "A. A. Par er Literature _ fe. . ,
, ·;j ficaron, se potenciaron y se sustituyeron; para sa- and the Delinquent, Eclimburgo, 196 : « s el l:iiiiiriíio] í-l.�
,J her qué otros se les sumaron con semejante fe- is not a p1caresque novel at all in the full sense of the �
t'< �
'-J. (
cundidad_;_ para cumplir, en�a, todo el p.rogra-
Ifiaañfes esbozado.
term», p�. 2; «LAzarillo de Tormes had no line of succession
comparable to this [la del Guvnán]. Apart from an Boonymou��:lo "'°'
( apocryphal Second Part [ ... ], it remaincd isolated for fotty• ""°' �,
- Re�ülta necesario, pues, entrar en el género p r . five years. This fact alonc makes it impossible to call it tb!: 0�
1irst cxample of a new genre»-, pág. 24. No obstante, hace ,com-r,.� c.,....
J su puerta, por el principio de . su historia, y ver, patiblc esta afirmaci6n con la siguiente: «This famous little
.,AJ"' como es natural, qué significa el i..azarillo en esa word providcd the form for thc futuré picaresque novel•, pá•
historia. Porque su descalíficaci6n o aminoramien­ gina 20; ¿es tan insignificante este hecho?
6. Gonzalo Sobejano, «De la intenci6n y valor del Guz­
to en ella me parece que es consecuencia del mé­ mán de Alfarache», Romanische Forschungen, LXXI,. 1958,
todo inductivo, el cual ha solido definir los sín­ pág. 281, n. 10; y C. Guillén, «Luis Sánchez, 'Ginés de Pasa- �
tomas picarescos po.r los· que ofrecen el Guzmán monte y los inventores del género picaresco», Homena;e a Ro- �
'

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ya, cuando Ginés de Pasamonte, trasunto irónico resca surge como género literario, no con el Laza­
de Guzmán, pronostica mal año «para Lazarillo t.illo, no con el Guzmán,-sino cuando este inrat=­
de Tormes y para cuantos de aquel género se han _pora deliberadamente rasgos visibles del primero,
escrito o escribieren». La pareja Guzmán-Lázaro y_ Mateo Alemán aprovecha las posibilidades dt la
aparece implícita pero claramente definida en estas obra anónima , ara su articular ro ecto de escri­
palabras, por el significado de quien las dice, corno tor. Esto fue lo ue sintieron los testigos, citan o
progenitora de una especie que Cervantes cree -y )illltos ambos libros y asocian � os. o podemos
terne- fecunda. Cuando pierda actividad, sesen­ plantear la cuestión en términos polares, sencilla­
ta y tres años después, ambos mozos continuarán mente porque las cosas no ocurrieron así; ni para.
hermanados en la conciencia general como pr�to­ el público lector 7, ni pal'.a Mateo Alemán, que
tipos de la vida poltrona. Un personaje de Fran� traz6 su propio esquema sobre la plantilla del .
cisco Santos recomienda a Periquillo que aban­ Lazarilfo.
done el oficio de destrón «a lazarillos y alfara­ Esta obra era, a fines del XVI, evidentemente
ches» (NP, pág. 871); observemos la firmez¡¡ co� inactual; probablemente su contenido profundo no
que está Lázaro instalado en ese papel de funda­ había sido entendido, cuando debió serlo, y ahora
dor, ya que Guzmán no fue nunca mozo de ciego. estaba anticuada. Como repertorio de tretas, pocas
Entre Cervantes, antes aún, entre López de úbe� sorpresas podía ofrecer a un público que contem­
da (NP, pág. 884) y Santos, varias alusiones seme­ plaba una realidad más sorprendente, y oía cuen­
jantes -y no pocas influencias directas--- prue.: tos y verdades infinitamente más audaces. Habla­
han que la presencia del chiquillo salmantino fue.. ba�. además, otra lengua. Alemán quiso acentuar
constante a lo largo de toda esa literatura. Y lo· la palidez del libro; su designio, inconfesado pero
corrobora su carrera editorial, como compañero en evidente, fue empequeñecer y descalificar ·como
prensas de otros redomados pícaros. bellaco al mozo de Tejares; a veces, en abierta
He aquí hechos que deben hacernos meditar ' competencia con él, Gonzalo Sobejano examinó
antes de sustanciar la causa. Fallar en contra su­ hace años esa intención, y a su estudio admirable
pondría rehusar la deposición concordante de los me remito 8• Lázaro, como patrañuelo, era un"¡
testigos, que no permite dudar: la novela pica- aprendiz; sus raterías, sus embelecos, sus desgra-. '
7. «Para los lectores del siglo xvn, las fortunas y adversi­
dríguez-Moñino, Madrid ? Castalia, 1967, I, págs. 221-231. Son dades de Lázaro pertenecen al género picaresco, que no existe
dos trabajos de excepcional importancia para la c;uestión que antes de 1599»; C. Guillén, «Luis Sánchez ... », pág. 224.
aquí nos ocupa. 8. Art. di., págs. 267 y sigs.
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~ cias y hasta su paciencia matrimonial fueron mini- (c)\ el relato como explicaci6n de un estado
~ mos, ante Ia trapacerfa incalculable de Guzman. fin~e deshonor.
No es extrafio que a Justina le parecieran «simple- .Eran recursos que convenfan perfectatnente a
zas» (NP, pag. 709). Y, sin embargo, los efectos SU proyecto de escribit una violenta requisitoria
resultaron contrarios, porque lejos de arrinconar al lector, un proceso al hombre, desde una posi-
tan miserable y escueta vida, Alfarache la lanz6 a ci6n que no era la del asceta o ei te6logo profesos.
un triunfo tardfo, imprevisible 9 • Quiere esto de- Para esa misi6n necesita un tercero interpuesto
cir que su autobiograffa, dando en el blanco, habfa que recorra el camino entre Ia abyecci6n y Ia san-
creado una ansia de consumo, y por tanto, un mer- tidad, increpandose e increpando a todos. Es este
cado que debfa ser abastecido. Con seguro ins.tin- doble juego el que le interesa como tactica, y el
to, los libreros .se lanzaron a editar aquella obrita que prodama Guzman: «Me dads mil atributos,
que, ya en 1587, habfa sido desahudada como que sera el menor dellos tonto o necio, porque no
«casi olvidada y de tiempo carcomida» 10• guardando mis faltas, mejor descubrire las ajenas.
Lo que condujo a la asociaci6n de ambos li- Alabo tu raz6n por buena» (pag. 106) 11 •
bros foe, como es l6gico, su base comun. Estoy El Lazarillo le ofrecfa resuelto el difkil proce- .
persuadido de que Aleman estim6 en poco el La. . dimiento de la injuria propia, aunque Aleman no
zarillo., mejor dicho, que lo estim6 como una in- aprecia Ia ingenua candidez con que lo hace: . el
mensa posibilidad frustrada. Porque contaba con sera mas directo en todo. El relato en primera
" una serie de hallazgos constructivos que meredan persona habfa obedecido, en _la vida del pregonero,
mas amplio beneficio. Estos, por lo menos, son a razones muy distintas que he examinado en otro
evidentes: lugar 12; entre ellas, a Ia moda testifical desencade-
la)) la autobiograffa de un desventurado sin es- . nada a mediados del siglo XVI, que se plasma en el
cru'Piifos, narrada como una sucesi6n de peripe- esquema generico de una carta semi-publica del
cias, es decir,· con formula radicalmente diversa tipo «Expetis me... status fortune mee narratio-
de la que caracteriza a la novella; nem explicitam», y a Ia prescripci6n estetica de
rb1\ la articulaci6n de la autobiograHa median- mantenerse «cerca de natura» y de que, referida
te ~rvicio del protagonista a varios amos , como a Ia persona que habla, «avn la mesma mentira es
pretexto para la cdtica; y
11. Cito por la admirable ed. de Francisco Rico, en el vo-
9. Cf. C. Guillen, «Luis Sanchez .. . », pags. 224 y sigs. lumen La novela picaresca espaiiola, Barcelona, Planets, 1967.
10. Se Ieen estas palabras al frente de la edicion milanesa 12. «La ficci6n autobiografica en el Lazarillo de Tormes»,
de ese aiio. en este mismo volumen.
CONCEPTO DE «NOVELA PICARESCA» 209
208 «LAZARILLO» EN LA PICARESCA

tenida por verdad», c~mo sentenciaba el autor del o menos legitimo si la vida de\ pregonero no exis-
Crotal6n. En el Guzman, resultado de otra at- tiera, es decir, si la vinculaci6n no tuviera todas
m6sfera hist6rica y de otros designios, la autobio- las garantfas metodol6gicas por el hecho de pro-
graffa parece inherente a ese proceso incoado a la ducirse dentro de ,Ia narrativa de ficci6n, con el
humanidad pecadora por alguien que concede, de mismo funcionamiento y prop6sito similar.
antemano, su maldad superior. Pero el recurso El artificio que liga las sucesivas peripecias es,
estaba allf, en aquel librito que andaba rodando efectivamente, el mismo en el Guzman ·que en el
por los anaqueles, cargado de posibilidades ac- Lazarillo: en amhos libros el heroe sirve a varios
tuales. amos. Aleman lo adopt6 aunque, como siempre,
y habfa algo mas importante: el hecho de que magnificando la materia; los sell.ores del sevillano
el Lazarillo era un relato complejo, no mitico, no son de condici6n muy superior, si bien ~·r~ro
caballeresco, sino referido a una realidad cotidiana. de todos no tanto. Recuerdenlo: un ventero,
Este ambiente no exist.fa en la literatura fuera del quien el mozo descalifica pronto como 'inmgnoae
cuento popular y la novella, en sus diversas va- sus servicios, porque, al fin, como dice, ser mozo
riantes europeas. Es gloria del an6nimo autor ha- de ventero «es peor que de ciego» (pag. 257 ), y
ber iniciado ese nuevo procedimiento narrativo, porque el habfa salido a competir e:n rumbo con el
articulado sobre diversos centros de interes, en d~tr6~antonom.asia. Des~ues se ajustara con
to.m o de un persohaje que va haciendose persona, utt coc!ner~y:omo tn~uto deb1do a u~~,fa-
y que transita por una geograffa y una historia ~S=d 1caro, y mas-tru-de con un~p1tan, n
concretas. Habrfa que desconocer este hallazgo cardenal Ul\__embajad_0 ' t Hubiera segtticl. sir-
deslumbrante en la historia de la epica moderna, --- -- , en la segun<i~r-parte, de no haberse mter-
para minimizar la importancia del Lazarillo en la puesto I~ mixtificaci6n de Sayavedra, que oblig6
funci6n de la picaresca y para negarle su integra- a Aleman, segun confiesa, a cambiar su plan lo
ci6n en ella. Invocar otros precedentes -vidas de
santos 13 o de soldados, por ejemplo- serfa mas
tado despues practicamente por unanimidad. En el Guzman no
13. Es lo que hace A. A. Parker, op. cit., pag. 35: «In hay propiamente una autobiograffa espiritual, ya que carece de
this [el empleo de la forma autobiografica], it is not likely alternativas y de progreso, sino una sucesi6n de glosas a la
that he was influenced [ se refiere al Guzman] only by Lazarillo otra vida, la del pkaro, cuya dependencia del Lazarillo es
de Tormes, for the form has, of course, a long and important obvia. Las introspecciones del Guzman obedecen a otros mo-
tradition in religious literature, beginning with the Confessions delos formales, como ha probado Francisco Rico, «Estructu-
of St. Augustine». Este influjo ya foe postulado para el Lozarilln ras y reflejos de estructuras en el Guzman de Alfarache», Mo-
mismo por R. Jauss, R]h, VIII, 1957, pags. 290·311, y refu- dern Language Notes, LXXXII, 1967, pags. 171-184.
CONCE PTO DE «NOVE LA PICARE SCA» 211
210 «LAZARILLO» EN LA PICARESCA

mas que pudo? (pag. 466) Apelo de nuevo al cer la verdad sobre su ca.so, aquel «menage a
buen sentido cdtico de Gonzalo Sobejano; a el se trois» cuyo runrun escandaloso ha llegado a su
debe la plausible hip6tesis de que Guzman no ser- noticia, como vio tan agudamente Claudio . Gui7
vira ya a ningun otro amo, precisamente porque llen 15 • Lazaro decidi6 tomar la historia por el prin-
Sayavedra lo habfa hecho rodar, de uno en otro, cipio, desde SU nadmientO mismo, erigiendose as{
hasta dar en galeras 14. Estimulado por el obstacu- en el primet personaje literario con conciencia de
lo, forzado a buscar otra solucicSn, el sevillano que, en un momenta de su vida, es resultado si-
habrfa encontrado e\e nuevo personaje que solo multaneo de SU sangre, SU educacion y SU expe-
acepta el sefiorfo de sus propias pasiones. De ese riencia. El relato quiere dar cuenta de ese triple
modo la segunda parte del Guzman se sale, y condicionamiento, y acaba, justo, cuando el per-
con consecuencias inmediatamente fecundas para sonaje ha terminado de explicar el ca.so, de satis-
el genera, del monocorde esquema del Lazarillo. facer a su corresponsal. Guzman escribe tambien
Hay que notar, ·sin embargo, que Aleman habfa · en un momenta concreto de su vida, el de galeote,
vacilado ya.en la primera parte, porque uno de los para explicarlo, igualmente, coma consecuencia de
tipos de pfcaro que hace asumir al de Alfarache aquellas tres inducciones: la herencia familiar, los
era la negaci6n misma del criado: «Ya soy paje», malos ejemplos y los habitos adquiridos durante
exclama al dejar de mendigar; «sacaronme de mis su vida. Cuando toma la pluma se halla, dice, en
glorias, bajandome a servir. Fue mucho salto a «la cumbre del monte de las miserias» (pag. 889);
paje, de pkaro» (pag. 409). Mas tarde descubrira desde ella vuelve los ojos atras, exactamente lo
que su personaje no necesita servir para atalayar; mismo que hizo Lazaro desde «la cumbre de toda
pero su plan primero, el de mozo de muchos amos, buena fortuna». Los dos escriben instalados en sen-
era deuda suya indudable con el Lazarillo. das cumbres de su existencia, y esto no es casual
-v y hay un ultimo rasgo constructivo, funda- ni tiene otro precedente en la narrativa moderna
mental como he dicho, que tambien adopt<$ del anterior al Lazarillo.
an6nimo: la vida del heroe contemplada retrospec- Menas casual es aun que la mirada de Alfara-
f"t\ tivamente por ' · stificaci6n o explicaci6n che se remonte a la nifiez, y recorra el curso de la
vde SU estado. El pregonero de Toledo abfa es- adolescencia hasta la madurez. Cuando se discute
.crito a «vuest a merced» una carta, en respuesta
15. Cf. C. Guillen, «La disposici6n temporal del Laza~
a los deseos que este ha':>fa manifestado de cono- Francisc~
rillo de Tormes» , HR, XXV, 1957, pags. 264-279, y
Rico, «Problemas del Lazarillo», BRAE, XLVI , 1966, pagi-
14. Art. cit., pag. 293. na 279.
212 «LAZARILLO» EN LA PICARESCA CONCEPTO DE «NOVELA PICARESCA» 213
la función del Lazarillo en la constitución del gé­ cubrir ni perder» (pág. 309); y Justina lo repetirá
nero picaresco, se olvida ese mecanismo funda- en verso intilme:
. mental que comunicó a toda la ralea de truhanes
literarios; y es, sin embargo, una. de las más pre­ Siempre engendra un bailador
claras invenciones del desconocido autor. En su el padre tamborilero;
obra se produjo la metamorfosis de un modo fol­ pero siempre con un fuero:
klórico de narrar 16, a otro tipo de relato que lo que si acaso e.a en señor,
se torna siempre a pandero (NP, pág. 7 34 ).
trasciende en muchos puntos. Uno de ellos es
este: el héroe del /olktale --como el héroe ca­ Por fin, el rasgo se aplicará después a inten­
balleresco y mítico- permanece en una edad cons­ ciones muy diferentes 17 a las profundas -y entre
tante: o es adulto siempre (constituye la norma) · sí distintas- del Lazarillo y del Guzmán, yaca­
o es siempre niño. A lo sumo, la niñez del perso­ bará trivializándose como motivo necesario, uno
naje se menciona s6lo para que su vida corra un de los más constantes precisamente,· dentro del
peligro de muerte, y para que se formule alguna ,
genero.
profecía que gobierne su destino. En el Lazarillo ,.. La construcción autobiográfica implica la con-
existe la profecía como tributo a su posición de templación del mundo desde la perspectiva ?el
encrucijada, pero hay ese propósito de desplegar - narrador. Hace muchos años que._ don Amer1co ,
la vida del protagonista desde la niñez a la varo­ Castro delató este rasgo esencial de la novela pi­
nía. Y por muy imperfectamente que este propó­ caresca 18; recuérdese, de paso, lo que con «rasgo
sito se logre, ·es preciso reconocerlo como una ra­ · esencial» queremos decir nosotros: no un facto _ _r
dical novedad, inexplicable sin él en la novela pi­ más o menos común e incorporable a una defm1-
caresca. Ésta hará suyo también el fundamental ción, sino un dato argumental o _constructivo, su­
motivo biográfico de los padres viles --con la co­ jeto, bien a reiteración, bien a manipulacio:-;s por
rrelativa transgresión del cuarto mandamiento-, escritores posteriores. Este arranca tambten del
dándole° idéntico significado: el de que el pícaro Lázarillo, y salvo desvíos o mezclas �el t�po de
recibió la bellaquería anejada con la sangre. Sar­ La hiia de Celestina, pareció distintivo a casi todos
cásticamente, dirá Guzmán: «Mi natural era bue­
no. Nací de nobles y honrados padres: no lo pude 17. Cf. M. Bataillon, «Les nouveaux chrétiens dans l'es­
sor du roman picaresquei., Neophilologus, XLVIII, 1964, pá­
16. He analizado este proceso en mi estudio Construc­ ginas 286 y sigs.
ci6n 'Y sentido del «La%4rillo de·rormes-, que figura en e1 pre­ m,') El pensamiento de Cervantes, Madrid, 1925, pági-
sente volumen. na�2-23.
214 «LAZARILLO» EN LA PICARESCA CONCEPTO DE «NOVELA PICARESCA» 215
los cultivadores del genero. Lazaro, como Guzman, mayor de la urdimbre picaresca que no esta prefi-
como Pablos, Alonso y demas miembros del lina- gurado en el Lazarillo, sino trazado ya con todas
je bribiatico, son testigos que ven, o tratan de ver, -
sus consecuenc1as. \

dirigiendo su exclusiva mirada a la parcial realidad Mateo Aleman habfa lefdo bien el Lazarillo en
que enfocan, con la 6ptica selectiva de su pobrc otro aspecto que he seiialado antes: en cuanto
espiritu. En la obra an6nima se logr6 esto tan relato cerrado, de final muy concreto. La meta de
bien, que constituye un problema crftico clasico SU obra sera tambien la cumbre de abyeccion del
sorprender los momentos en que, a Ia perspectiva heroe; una vez alcanzada, termina su testimonio.
del heroe, parece superponerse la del autor 19 • El Pero a diferencia del autor anonimo que deja dis-
personaje excluye cuanto escapa al control de sus ponible al protagonista una vez explicado el caso,
sentidos, y el novelista no puede ayudarle a saber sin hipotecar su futuro, Aleman, absorbente, do-
mas. En un momento dado, Guzman transcribe minador de su criatura, le niega toda libertad; el
una conversacion que no ha ofdo, pero advierte fin de su condena suspendera para siempre, por-
enseguida: «Este discurso es mfo. Que si no pa- que as! lo ha decidido, su carrera de pkaro. ~Quien
saron estas palabras formales, a lo menos creo podfa creerlo? ~Como confiar en Ia decision vir-
sedan otras equivalentes a ellas» (pag. 558). Y 'el tuosa de Guzman, expuesta en una Hnea, cuando
primer libro picaresco que le sucede hara suyo el ha consumido centenares de paginas en imbuirnos
metodo reflexivamente: «Les quiero contar muy su falta de perseverancia moral? Aunque el au tor
despacio, no tanto lo que vi en Leon, cuanto el no quisiera, aun con ese frenazo ultimo, el perso-
modo con que lo vi, porque he dado en que me naje estaba lanzado por la inercia fuera de su vo-
lean el alma, que, en fin, me he metido a escri- · luntad. No es mucho que, si habfa habituado a su
tora, y con menos que esto no cumplo con mi ofi- Pkaro a escapar de las manos del Creador divino,
cio» (NP, pag. 824 ). Henos, pues, ante otro cabo se le marche de la suyas. Porque el Guzman que
Justina acecha como tercer marido, no era el in-
19. Francisco Rico, en la imprescindible Introducci6n que sustancial asceta que se nos promete, sino e1 otro,
ha escrito para el volumen citado en la nota 11, apoya la
pulcritud testifical de Lazaro con estas palabras suyas: «De lo el anterior, a quien ofrece «cabrahigar» su propia
que sucedio en aquellos tres dfas siguientes [en que permane- picardfa (NP, pag. 710). Y de este modo va a
ci6 inconsciente por el estacazo del cura] ninguna fe dare, constituirse otra norma poetica del genero, al mar-
porque los tuve en el vientre de la ballena, mas de como esto
que he contado of, despues que en mi tome, decir a mi amo, gen de lo que el Lazarillo y el Guzman legfrimo
el cual a cuantos alll'. venfan lo contaba por extenso» ; sefiala, permitfan. Buena parte de Ia picaresca sera ya re-
en cambio, algun grave fallo en el Busc6n (LXVI). lato abierto, sarta inorganica de aventuras, y su
216 «LAZARILLO» EN LA PICARESCA CONCEPTO DE «NOVELA PICARESCA» 217
final contendra promesas de nuevas partes. Que a «vuestra merced» lo que en adelante le sucedie-
unas veces se escriben, pero otras no, porque tal ra; ignor6 que, explicado el caso, no cabfa pr6-
promesa se convirti6, muy tempranamente, en t6- rroga; pero su mente estaba modelada por el Asno
pico ret6rico de remate. de oro o los relatos lucianescos, estirables o en-
Se trataba ahora de un desvfo grave. No se a
cogibles voluntad, y no acert6 a ver que el La-
entendi6 que Lazaro y Guzman nos cuentan sus zarillo constitufa una egregia novedad. Lo mismo
cosas para que comprendamos el porque de sues- sucedi6 a Sayav~dra cuando, a su vez, malentendi6
tado presente. Y asf Justina, Pablos o Teresa de el plan de Aleman, que era el mismo: cerrarlo
Manzanares se limitan a embastar sus peripecias, con un acontecimiento extremo del personaje. La
sin jerarqufa alguna; y Obregon o Estebanillo o incapacidad para estimar novedades es tfpica de
Alonso, llevan al Hmite de memorias totales lo epfgonos: suelen reducir a su sistema de ideas, por
que, en otras obras, constitufa una recapitulaci6n inercia, lo que no cabe en ellas por pertenecer .a
parcial. En sustancia, es lo mismo: la sarta, como otro sistema. Y esta reducci6n de planes que su-
sistema expositivo, que inter.rumpe .el camino del frieron 'el Lazarillo y el Guzman hizo fortuna, y el
relato novelesco abierto por el Lazarillo, y no en- «enfilage»
,
se impuso
.
como esq1 ema de la pica-
teramente desdefiado en este punto por Aleman. resca.
La vida de unos personajes, aunque sea extrafia Al aproximar estas obras con datos de la es-
y azarosa, no constituye una novela en el sentid~ tructura he ido soslayando el rasgo mas visible
actual del termino, si esos personajes no asumen que, en opinion de algunos, las opone, y que eri-
su vida anterior y obran condicionados por ella en gen en rasgo dedsivo para discutir a la primera sus
todos y cada uno de los momentos sucesivos de su derechos geneal6gicos. Me refiero al tipo mismo
existencia. Los relatos posteriores al Guzman del heroe. Lazaro, se dice, no es un pkaro; nunca .A'
abandonan la trayectoria de la novela para desviar- se le llama pkaro en la obra; sus ambientes, su
se hacia un lfmite, el de memorias o recuerdos de conducta no son propiamente picarescos ... Antici-
. lances peregrinos, enristrados casi con tecnica pare que las estimaciones semanticas me arecen
de Floresta. menos aprec1a es en a va oraci6n de un fen6me-
~ Podfa ser rectamente entendido por alguien no literario que los datos procedentes de la es-
que no fuera un narrador genial, aquel hallazgo tructura; con aquellas no estamos seguros nunca
tan prematuro del Lazarillo? Empez6 por no com- de hacer, efectivamente, cdtica literaria. Pero es
prenderlo el interpolador de Alcala, cuando ya tan poco original esta opinion, y ha tenido vale-
en 1554 hacfa que el personaje prometiese contat dores tan persuasivos, que me creo eximido de
218 «LAZARILLO» EN LA PICARESCA CONCEPTO DE «NOVELA PICARESCA» 219
gastar tiempo en su defensa. No afirmo que aque- de esa fecha cuando parece ·que se produjo la ex-
llos datos estructurales hayan sido olvidados siem- pansion de tal vocablo, para designar a un indivi-
pre, en el caso de la picaresca, pero sf que, en ge- duo sin oficio, desastrado, disponible siempre para
neral, se han valorado mas los relativos al argu- trabajos subalternos, que mueve a aprensi6n por
mento, al personaje ya su comportamiento. Como su miseria y porque su falta de principios l<;> hacen
si Ia historia ofreciera muchos ejemplos revolu- sospechoso de d~linquir . No creo probada su vin-
cionarios semejantes al que, en el arte de narrar, culacion originaria con la cocina, sino que esta era
supone el Lazarillo, y ~omo si fuera una invenci6n una de sus posibles ocupaciones aleatorias. Su ca-
mas estimable la de un tipo literario que el modo ractedstica parece ser, precisamente, la falta de
de hacerlo vivir literariamente. Quien no acepte ocupacion y, por tanto, su disponibilidad para cual-
esta jerarqufa de invenciones, es probable que · quiera que pudiera improvisarse y no lo sujetara.
les conceda, al menos, una importancia similar. Como actividades basicas unas veces, y comple-
Para atribuir a Guzman toda suerte de prima- mentarias otras, practicaba el hurto, el juego y la
das como personaje, hay que olvidar cuanto en mendicidad. En el se unfan, pues, como explicara
Lazaro habfa ya: un narrador de sus propias des- el, archipkaro al Lazaro de Luna, «la ociosidad de
gracias, de origen vii, dispuesto a aceptar el des- Marfa» y «el trabajo de Marta», cuando le reco-
honor provechoso de su madre 20 , obligado a aban- mienda que al sustantivo picaro afiada algunas
donar su hogar por la pobreza, mozo de varios cualidades adjetivas: «de cocina, del mandil, del
amos, ladr6n inducido por el hambre y, a veces, rostro ode la soguilla» (NP, pag. 127). Era lo que
simplemente, por su natural vicioso, aspirante per- correspondfa al pkaro strictu sensu, lo que hace
petuo a Ser mas pero atrapado pot SU innato Guzman cuando llega a Madrid desharrapado.
deshonor, razonador, vengativo, cruel si se tercia, Nunca obra asf Lazaro, que no anduvo jamas por
mercader de su propio matrimonio ... ~Significa la Corte --distinta en su tiempo a como sera des-
mucho, frente a estos rasgos, que en 1554 no se pues-, que se aplic6 exclusivamente a servir, y
le Harne explkitamente picaro? Porque es despues que se reconcili6 con la vida cuando obtuvo el
20. Esta coincidencia significativa se prueba con las si-
oficio real. Con aquellos pkaros puros, no com-
guientes palabras de Guzman: a su madre, al quedar viuda, parte masque la rniseria indumentaria de SU nifiez.
«hadasele de mal, habiendo sido rogada de tantos tantas veces, Pero picaro fue tambien el individuo astuto,
no serlo tambien entonces y de persona tal que nos pelechara;
que no lo siendo, ni ella lo hiciera ni yo lo permitiera. Aun
bellaco y artero, aunque no desempeiiara aquel
hasta en esro fui desgraciado, pues aquel juro que tenfa se «oficio» urbano. Cuando lo ejerce, Guzman se
acab6 cuando tuve del mayor necesidad», pag. 143. liama a sf mismo pkaro; pero no prescinde del
220 «LAZARILLO» EN LA PICARESCA CONCEPTO DE «NOVELA PICARESCA» 221
título cuando le sonríe el destino y cuando di­ vocablo y no; de seguro, a la historia del género,
mit� de la picardía strictu sensu. Y así, sigue sién­ la palabra pícaro esté ausente de su biografía: con­
dolo, pero en la acepción vagamente truhanesca, templada esta a través de Alfarache y no a través
al dejar de ser un pícaro-mendigo y meterse a paje del término, la consanguinidad de ambos perso­
( <<Fue mucho salto a paje, de pkaro» ). El dictado najes dista de ser problemática. El pícaro literario
de pícaro cubre con propiedad impecable su pedo- fue un desarrollo de Lázaro a la altura de 1599, .
. do de ganapán, solla�tre y pordiosero, pero se ex­ es decir, inducid� por otta realidad; pero allí están
tiende también a su vida de .criado, estudiante, visibles inuchas articulaciones básicas de su com­
falso caballero, estafador y rufián; porque en todos plexión moral.
estos momentos no ha .dejado de ser el bellaco, Hay todavía un rasgo decisivo que, sin duda,. ,, .
esto es, el pícaro que desde los preliminares del _los hermana más,,·y es su modo de existir _como.©
libro se anuncia. Son dos, pues, los pícaros que personajes de ficción. En ambas _ obras se narra el . . ..
encarna Guzmán, y dentro de ellos cabtía estimar proceso alternante de fottunas 22 y adversid�des
variedades, si se intentara una perfecta descripción del protagonista; en las dos, se suceden sus victo-
tipológica. Es cierto que nada tiene que ver Lá­ rias ysus derrotas, las situaciones satisfactorias y
zaro con los pícaros a lo Marta y María, cuya los'-desasttes. Lázaro es víctima, como dice, ele
innumerable variedad denunciaba Cervantes 21• A · una ruin dicha, que hace sus negocios «tan al re­
pesar de lo cual, y de nuestros distingos críticos, vés•;· Guzmán se expresa más gráficamente: <<A
fue asociado, como vimos, con Guzmán; porque los pobretes como nosotros, la lechona nos pare
participaba algo, y aun más que algo, de la segun­ gozques» (NP, pág. 612). Esta fortuna pendular,
da picardía de este. Si pícaro era también el tai­ entre extremos, es un artificio literario, y como
mado sin escrúpulos que fraguaba tretas y hurtos tal, posee un significádo crítico superior al de un
ardidosos, Lázaro, en su modestia, lo es de pleno cotejo de caracteres. Aceptado esto con toda la
derecho. Y ello aunque, por razones de orden importancia que merece, ya que como recurso va �
léxico, que probablemente afectan a la historia del ser mantenido por toda la prole truhana, es fácil
convenir en las diferencias psicol6gicas que sepa-
21. «¡Oh pícaros de cocina, sucios, gordos y lucios, pobres ran a ambos mozos. Entre ellas, esta: el salman-
fingidos, tullidos falsos, cicateruelos de Zocodover y la plaza
de Madrid, virtuosos, oracioneros, esportilleros de Sevilla, man­ . 22. En la acepci6n actual de esta palabra ( «buena for­
dilejos de la hampa, con toda la caterva innumerable que se tuna•) aunque en el Lazarillo'signifique «desgracia•: cf. Fran-
encierra debajo de este nombre de picaro!», La ilustre frego- cisco Rico, La novela ... , pág. 7, n. 8, y la bibliografía atH
na, en NP, pág. 150. menciQnada.
222 «LAZARILLO» EN LA PICARESCA CONCEPTO DE «NOVELA PICARESCA» 223
tino actua hostigado por los malos tratos; Guz- para una tercera parte, no podfa interesarle ni a el
man, casi siempre, por un natural irrefrenable que mismo. .
lo ttansforma en rufian. No parece que con ello, el El genero esta ya lanzado con la aparici6n de
personaje haya ganado en complejidad; por el con- Alfarache, aunqu'e quiza no a ese tumultuario cre-
trario, se ha hecho mecanico, previble, imitable, cimiento que vislumbraba el gran narrador sevi-
e incapaz de Ios delicados sentimientos que el alma llano. La "novela picaresca", con sus dos docenas
de Lazaro, arrollada por el mundo, y sin embargo escasas de dtulos posibles, no constituy6 una moda
tiernamente humana, habfa sido capaz de albergar. extensa, lo cual es compatible con que algunos de
Pero un cotejo en esta direcci6n me harfa perder esos dtulos alcanzaran un exito editorial memora-
tiempo para mi fin, que es insistir en la estrecha ble. Contra su mayor desarrollo cuantitativo cons-
dependencia que liga al de Alfarache con el de piraron Ia repetici6n machacona de ar;nbientes y
Tormes, palpable en rasgos de estructura y com- tipos, y la constancia de sus mecanismos funda-
portamiento que Aleman tuvo en cuenta, que re- mentales: era mucho el ingenio preciso para man-
piti6 o alter6, suscitando con ello Ia conciencia tener las sorpresas e igualar, por lo menos, a Ale-
general de que un nuevo genero habfa nacido. J?Jan. Perque este fue ya un constante punto de
referenda para cuantos siguieron, Quevedo inclui-
do. Practicamente, el Guzman de Alfarache ha
incorporado todos los rasgos distintivos del gene-
Un hecho que no deja de sorprender es lo ro ~ que la posteridad convierte en opci6n. El
pronto que se anunci6 la .fecundidad de esta lite- Busc6n constituye la prueba mas preclara de que
ratura limitada, en principio, por el binomio La- una actitud meramente cdtica ante una poetica
zaro-Guzman. Antes aun que Gines de Pasamon- dada, puede producir una obra maestra. Yo no
te formulara su pron6stico, lo habfa hecho ya el hallo caracteristicas picarescas en la obra de Que-
propio Aleman: «Sa!dran mafiana mas partes vedo que no puedan ser explicadas por el Guzman
-dice- que conejos de soto, ni se hicieron glo- o por el Lazarillo. Don Francisco mont6 sobre am-
sas a la bella malmaridada en tiempo de Castille- bas el entramado de su Busc6n 23 , pero en clara
jo» (pag. 466 ). Partes del Guzman no salieron
mas; pero emulos, varios. y no salieron mas par- 23. Lo vio muy bien C. Guillen : «The roguish novel be-
tes porque les cerr6 el paso con las palabras fi- gins with an overture in two movements: Lqzarillo ,de Tor-
mes [ .. . ] and Guzman de Alfarache, which will become a
nales del pfcaro: «Remate la cuenta con mi mala best-seller and the main target of imitatio~. Yet the latterl did
vida»; la otra, la buena que el autor se reservaba not supersede entirely the former, and Quevedo mu~t _bave
224 «LAZAlULLO» EN LA PICARESCA CONCEPTO DE «NOVELA PICARESCA» 225

hostilidad contra Aleman, y apoyandose en la obra plos], que <ludo nadie compre libros de burlas
anonima como f6rmula preferible. La vida de Pa- para apartarse de los incentivos de su natural de-
blos tiene todos los rasgos de una energica reac- pravado».
cion contra aquella mezcla de epica y didactica que La mixtura de doctrina y vida que se produjo
el sevillano ofreda. Y una reaccion viva, pronta, in- en el Guzman no debi6 dejar satisfecho ni al pro-
mediata, no puede ser un fruto tardfo del genero, pio autor. Si habfa zarandeado a los lectores en el
como implicarfa situar su composici6n . hacia prologo para que aceptasen la p6cima, mediada la
1620 24 • Los datos internos, tantas veces explora- segunda parte hace decir a su personaje: « jOh,
dos, conducen con rara unanimidad a una fecha valgame Dios! jCuando podre conmigo no enfadar-
bastante mas temprana 25 , y SU incidencia en Ull te [ lector], pues aqui no bu seas predicables ni
problema estetico, que serfa vivfsimo a principios doctrina, sino un entretenimiento de gusto, con
de siglo, pero no tanto veinte afios despues, dota que Hamar el suefio y pasar el tiempo! » (pag. 610).
de mayor plausibilidad a aquellos datos. Quevedo No hay ironfa que permita interpretar de otro
no nos leg6 su opinion explkitamente, ya que el modo estas palabras; tampoco la hay en una pro-
prologo del libro no es suyo; pero Duport, pro- lepsis inserta casi al final: « (Dire aqui algo? Ya
bable autor del mismo, expres6 la intenci6n queve- oigo deciros que no, que me deje de reformacio-
desca con aquellas celebres palabras: « [ cuando nes» (pag. 818). No es mucho, pues, que desde el
no saques fruto del escarmiento] aprovechate de principio aquel complejo sacro-profano se viera con
los sermones [ entiendase los sermones de los tern- reservas. Empezando por Lopez de Ubeda, que ha-
bfa pensado dividir su libro en dos partes, una
narrativa y otra moral. «Pero, mejor mirado, me
remembered both as he wrote his Busc6n», «Toward a Defi- pare~i6 cosa impertinente», dice en su preciosa
nition ... », pag. 254. Lo mismo afirma M. Molho («Prise dans declaracion de principios; y opt6 por establecer
son ensemble, la Vie de l'Aventurier imite la Vie de Lazare
et Guzman d'Alfarache» ), en su esplendida «Introduction a Iii la division, mas dentro de cada capftulo, reducien-
pensee picaresque», Romans picaresques espagnols, Paris, Bi- do la doctrina a una magras e insustanciales mora·
bliotheque de la Pleiade, 1968. pag. LXXXIV. lejas, y eso, como concesi6n al caracter edificante
24. Es la fecha que propone A. A. Parker, op. cit., pa-
gina 57. que Aleman patrocinaba para el genero. Lo cual no
25. Cf. mi trabajo «La originalidad del Busc6n», recogido le impidi6 burlarse de los sermones de pulpito que
ahora en el volumen Estilo barroco y personalidad creadora, el sevillano inserta alguna vez en su relato (NP,
Salamanca, Anaya, 1967; y el estudio que precede a mi edici6n
crftica del Burc6n, publicada por la Universidad de Salaman- pagina 750 ).
ca, 1965. Quevedo zanj6 la cuestion resueltamente. Su
226 «LAZARILLO» EN LA PI(:ARESCA CONCEPTO DE «NOVE LA PICARESCA» 227
Pablos tiene mucho mas de Guzman que de La- dianamente discreto», NP, pag. 150), contra la
zaro; pero en el modo de contar su vida, se in- glosa moral interpretativa («No quiero que pa-
vierten polarmente las preferencias. ~Me atevere rezcamos predicadores», NP, pag. 208; «-Todo
a decir que la aportaci6n fundamental de don Fran- eso es predicar, · Cipi6n amigo. -Asf me lo pare-
cisco a la picaresca, descontando, claro, los aspec- da a mf, y asf me callo», ibid.; «-Sigue tu histo-
tos esteticos, consisti6 en restituirla a la pureza ria, y no te desvies del camino con impertinentes
epica? Aparte esto, se limit6 a moverse dentro digresiones», NP, pag. 213 ); y, por fin, contra las
del sistema de rasgos distintivos definidos por el · pretensiones procesales del Guzman, en terminos
an6nimo y por Alfarache. Y si el Busc6n, a su vez, muy energicos: «Advierte, Berganza, que no sea
actu6 como modelo, se debi6 al vigor con que im- tentaci6n del demonio esa gana de filosofar que di-
ponfa una concepci6n estrictamente narrativa del ces te hfl venido; porque no tiene Ia murmuraci6n
genero. Quevedo volvi6 una vez mas a hacer en mejor velo para paliar y encubrir su maldad diso-
el alarde de SU talento preferentemente crftico, solo Iuta, que darse a entender el murmurador que todo
inventivo al nivel del concepto y del lenguaje. Y cuanto dice son sentencias de fil6sofos, y que el
hemos visto ya que esta resurrecci6n que impuso decir mal es reprehension y el descubrir los de-
al Lazarillo fue a costa de traicionarlo en lo que fectos ajenos buen celo» (NP, pag. 211 ). Cervan-
tenfa de novela, y de acentuar Ia entrada de la tes se opone discteta y frontalmente a Aleman,
picaresca en la vfa muerta de la sarta indefinida- con una actitud de artista que ha clarificado Car-
27
mente prorrogable. los Blanco Aguinaga, en un trabajo memorable •
Pero la oposici6n mas neta al Guzman y, con El gran escritor advirti6 con perspicuidad genial
ella, al genero que nada, fue, como es sabido, la las cuatro amenazas que el Guzman implicaba con-
de Cervantes 26 • Su recelo apunta contra la identi- tra el arte de narrar: el relato inorganico, la mo-
dad autor-personaje. («~Como puede estar acaba- notonfa del heroe, Ia moralizaci6n, y Ia imposi-
do [mi libro], respondi6 [ Pasamonte], si aun no ci6n al lector de una sentencia definitiva sobre
es ta acabada mi vida? » ), contra la sordidez cons- el mundo . Es evidente que si Cervantes ha de fi-
tante del tipo («en Carriazo vio el mundo un pi- gurar en la historia del genero, habra de ser en
caro virtuoso, limpio, bien criado y mas que me- cuanto debelador del mismo. Trat6 de picaros , pero

26. Posiblemente tampoco L11 picara Justina qued6 librc


,, no escribi6 picaresca porque se opuso a su poetica
de su sarcasmo; cf. M. Bataillon, «Urganda entre Don Qui-
xote et La picara Justina», Homenpje a Damaso Alonso. Ma- 27. «Cervantes y la picaresca . Notas sobrc <los tipos de
drid , Credos, I. pags. 191-215. realismo», NRFH, XI, 1957, pags. 313-342.
228 «LAZARILLO» EN LA PICARESCA CONCEPTO DE «NOVELA PICARESCA» 229

punto por punto; y confió a unos perros, trabados y en cubrir con aquel marbete genérico a todas las
en un coloquio de ironía lucianesca, su crítica más obras que contaron con tales rasgos, manipulán­
dolos o no , como· armazón válida para el relato.
sutil 28• , .
Y está claro que,1 al hablar de armazon, no pienso
tanto en el contenido como en los dato� de la es-
Con el Guzmán, decíamos, termina la fase tructura.
constituyente del gén�ro: lo que sigue son actos
de elección, combinaciones más o menos habilido-
sas, a cargo de autores que juzgaron fecundos los
supuestos fundamentales de aquella poética. Acep­
taron o suprimieron, mezclaron o ampliaron, alte­
·raron en suma el diseño con variantes, pero sin
perder de •vista ese foco de atracción que eran
los rasgos distintivos del género. Se siente tenta­
ción de ver lo que sigue a Alemán como una acti­
vidad destructiva, como haces de fuerzas centrí­
fugas, pero _no: compensándolas, hay· otras que
tienden al centro y que mantienen la relativa cohe­
sión del sistema.
En torno a la comprensión de la «novela pica­
resca►> como género literario, mi propuesta se con-
creta en abandonar la inducción, en anteponer a . ¡
su definición la dilucidación de cómo se hizo, y, / 1
para ello, en fijar con cuidado los�
,,,,,-...-..
tivos, en observar el rumbo que estos siguieron,
28. Me parece absolutamente segura la sospecha que ex­
pone C. Guillén de que .,Jas censuras literario-formales guc
se expresan en el Colo uio ?e los erros· aluden al Guzmán»,
e.12 « uis Sánchez ... •• pág. 225, n. 22. En rea idad, aneo
Aguinaga centraba ya en el ?:oloquio sus pnncipaJ-es. y defini­
tivos argumentos sobre el anripicarmno de Cervantes.
't

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