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EL PODER DE LA EMPATIA

La empatía es la capacidad de percibir, compartir y comprender lo que otro


puede sentir, preocupándose por experiencias ajenas. También es descrita
como un sentimiento de participación afectiva cuando es consciente de que
otros pueden ver y pensar de manera diferente.
Está comprobado: las crisis se superan más rápidamente cuando se comparten
que cuando se guardan en nuestro interior. Quien tiene la posibilidad de
expresar sus miedos, necesidades, inquietudes o deseos a otra persona, lograr
salir más rápidamente de ese estado de inquietud que quien no lo hace sin
embargo, es bueno saber a quién, en donde y cuando expresar que siente. Un
dolor compartido duele menos.
Por lo tanto entender a las personas puede representar un verdadero reto por
la gran variedad de creencias, valores, hábitos y costumbres que cada uno
tenemos.
El mejor camino, la única fórmula efectiva comprobada para poder ayudar a
otra persona, es ponerse en su lugar, penetrar en su vida mental, en su mundo
interior con respeto absoluto de sus valores, ideas, costumbres y decisiones
que haya podido tomar. Entender su punto de visita imaginándolo o haciendo
hasta lo imposible por sentir lo que la otra persona puede estar sintiendo. Ha
esto se le llama empatía. Es capacidad de hacer sentir a la otra persona que
su dolor me duele y su alegría me alegra.
Aplicar la empatía es ponerme en sus zapatos, intentar ver con sus ojos e
intentar percibir las circunstancias de la misma manera que lo haría esa
persona que queremos comprender.
Las personas están cansadas que digamos que lo que tiene que hacer, porque
muchas veces en lo más profundo de su corazón lo saber; el deseo de ser
comprendido es fundamental para el desarrollo y el autoestima de las
personas. Un buen propósito seria escuchar y no juzgar; hablar sin sermonear:
amar sin condición, y sobre todo, tener la firme convicción de hacer sentir a la
gente comprendida. Eso es empatía.

Cultiva tu empatía, práctica la humildad: La mejor forma de “venderse” es


evidenciar ante los demás que sientes como ellos sienten y que te importan. Y
sobre todo, hacerlo de forma honesta y humilde.
No cortes el ritmo, déjalo fluir: escuchando se aprende y se hace grande tu
intuición. Todo tiene su tiempo y si ritmo no cortes ese ritmo que fluye en una
conversación.
Di que sí: siente cuando te hablen, cuando se den cuenta que escuchas de
forma activa e interioriza lo que te dicen.
No siempre eres el protagonista de todas las historias: hay personas que
protagonizan todo incluso las tragedias ajenas. Personas que cuando otros son
el foco de atención del grupo, aunque sea por una mala noticia, no saben
escalar en su lugar y buscan desempeñar un papel más destacado hasta
ponerse en evidencia.
Deja que te cuente su historia y se recree: Que no pase el tiempo y te
importen los minutos. No hay medida para la compasión y la emoción, no hay
reloj ante su dolor o ante su felicidad o su alegría si te cuenta que algo
hermoso le sucede. Siempre he pensado que alegrarse de lo bueno de los
demás es muy saludable y que la dicha es contagiosa.
Da importancia a sus palabras y a sus gestos: piensa como te sentirías tú
en su lugar y lo que necesitarías, piensa que esperarías Tú de otras personas
si te encontraras en su encrucijada.
Controla tu lenguaje no verbal, Que note que le importas: mirarle a los ojos
y descubre qué te dice. No mires otras cosas, haz que note que le importa.
Toma la distancia adecuada, que no es otra que la que merece la situación,
pasa una situación más íntima más necesaria, sin invadir su espacio si notas
que se aleja.
Dale esperanza y no relativices: No hace falta un “todo saldrá bien” por qué
hay situaciones en las que es muy obvio no saldrá bien y, aunque toda
situación tiene una moraleja y un aprendizaje, en un primer momento, si la
realidad es muy dura, un comentario de este tipo puede parecer una frivolidad.
Se oportuno: El sentido de la oportunidad es casi un Don una consecuencia
de cultivar tu intuición. Requiere un esfuerzo para concentrarse en vivir el
momento presente, sin escuchar todas esas voces interiores que nos
recuerdan que llegamos tarde, que tenemos prisa, que estamos cansados… y
requiere también saber encontrar el punto justo para actuar y las palabras
adecuadas .
Usa tus palabras, no las de otros: Da importancia a la forma de decir las
palabras, cuida el volumen. No esfuerces el tono acaricia cuando hables
susurra si hace falta, acompáñala con la mirada y con la sonrisa. Se tú mismo
que te reconozcan en lo que dices, que notes que eres sincero y honesto que
sepa que no actúas.

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