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LA PROSPECTIVA

ANDRÉ-CLÉMENT DECOUFLÉ
Director del Laboratorio de Prospectiva Aplicada

qué sais-je?
En lengua castellana
N.° 103
¿qué sé?
oikos-tau, s.a.- ediciones 1974©
Apartado: 5347- BARCELONA
VILLASAR DE MAR -BERCELONA-ESPAÑA
Índice general

INTRODUCCIÓN 1
Capítulo 1. LOS INSTRUMENTOS 9
1.1. Los indicios del tiempo de larga duración 10
1.2. La organización de las conjeturas 22
Capítulo 2. LAS PROSPECTIVAS APLICADAS 37
2.1. Prospectiva y planificación 38
2.2. La prospectiva tecnológica 43
2.3. La prospectiva social 47
2.4. La prospectiva de la ordenación del espacio 58
Capítulo 3. PROSPECTIVA Y CIENCIAS DEL HOMBRE 65
3.1. Prospectiva y larga duración 67
3.2. Prospectiva y causalidad 75
3.3. Hacia una teoría de las relaciones de incertidumbre 79
Capítulo 4. PROSPECTIVA Y UTOPÍA 91
4.1. El razonamiento utópico 93
4.2. La utopía practicada y la prospectiva de lo imaginario 95

CONCLUSIÓN 99

i
INTRODUCCIÓN

«Los mayores es-


fuerzos del espíri-
tu humano fracasan
ante un problema
mal planteado.»
Victor CONSIDÉ-
RANT
(Destinée sociale)

Para empezar consultemos los diccionarios.


Prospectiva: «Conjunto de estudios relativos a la evolución futura de
la humanidad y que permiten deducir datos de previsión
(Robert, que recuerda también el sentido que tenía la pa-
labra en el siglo XVI: óptica, conjunto de procedimientos
que permiten ver mejor o más lejos)1.
Prospecto: «Término didáctico. Manera de mirar un objeto» (Lit-
tré).
Lleva la misma raíz que el verbo latino prospicere: mirar delante de
uno mismo, mirar a lo lejos o de lejos, tener una visión amplia...
¡Neta claridad la de los léxicos! Robert da el sentido usual del
término. Littré destaca que lo esencial no está en la mirada en sí

1Si nos basamos en Robert, no podemos apoyarnos por completo en el punto


de vista de Etiemble, que cree que el término propspectiva nos ofrece uno de
los testimonios más indiscutibles de nuestra dependencia cultural, pues es de
imitación “yanki” (Le jargon des sciences, pág. 101, 1988).

1
2 INTRODUCCIÓN

misma, sino en la «manera de mirar». Y, finalmente, el latín nos da


la última e indispensable clave: mirar a lo lejos o de lejos.
Improvisemos una primera definición: la prospectiva es una ma-
nera de mirar al mismo tiempo a lo lejos y de lejos una determinada
situación.
A lo lejos: intentando conjeturar futuros (no evoluciones) pro-
bables a partir de un análisis lo más riguroso posible, de lo que
Michel Foucault llama, según su terminología, a la que aludiremos
más adelante, «sistemas de transformaciones».
Y, especialmente, de lejos: teniendo en cuenta todos los retroce-
sos del tiempo: retroceso retrospectivo, que comprende el «pasado»;
retroceso prospectivo, que nos lleva a imaginar lo posible o lo pro-
bable. La prospectiva no es en ningún caso una reducción, sino una
reflexión, por prudente que sea, sobre el futuro, y que hay que asig-
narle ya desde un principio. Fundamentalmente, es un intento de
aprehensión total de la duración, rechazando así no ser más que una
de las figuras del discurso adivinatorio, es decir, una de las formas
más poderosas y más conocidas de la justificación de lo cotidiano.
Sin duda, un análisis comparativo de las categorías de la adi-
vinación verificaría con facilidad que, para sentir la necesidad de
conocer algo sobre el futuro, en primer lugar hay que tenerla del
presente, haciéndose esta necesidad cada vez mas urgente a medida
que nos sea más difícil vivir o comprender el presente. El. hecho de
que este análisis adivinatorio nos lleve al apocalipsis o a la edad de
oro, de que nos haga confiar en una segunda existencia o entrever
un cambio en el mundo real, se debe a la misma función esencial
que asume: hacernos aceptar lo cotidiano, calmar nuestra inquietud
del día de hoy, disipándola en un futuro en el que, como tal, ya no
tendremos que preguntarnos por lo actual.
Los estudios —demasiado escasos— dedicados por ejemplo «al
servicio de la astrología en la sociedad contemporánea» (J. Maitre),
han puesto en evidencia que. la adivinación «no es en absoluto un
camino ilusorio, (sino) un puro espejo, una pura institución de la
realidad (...), los astros no postulan nunca un cambio en el orden,
INTRODUCCIÓN 3

sino influyen a la semana respetando su estatuto social y los horarios


laborales».2
La necesidad de avanzar en los estudios, poco misteriosos, del
futuro, nos llevaría por sí mismo hacia la prospectiva, si paralela-
mente otras razones mucho más poderosas no la obligaran a recha-
zar la concepción del «futuro» como objeto privilegiado su estudio.
Para aquellos a quienes les interesa «saber» algo del futuro, esta
necesidad alude —pero sin criticarla— a la existencia de técnicas de
proyecciones, de previsiones probabilísticas, de modelos... Estudia
su elaboración, su adaptación y con menos frecuencia, su combina-
ción. Experimenta a posteriori su relativa dependencia. pero siempre
permanece de alguna forma al margen y se obliga a sí misma a per-
manecer continuamente fiel en su discurso al precepto de Nietzsche:
«Escribir solamente aquello que pueda hacer desesperar al tipo de
hombres que tienen prisa» (Ecce Homo), que creen avanzar y real-
mente huyen, creen progresar y realmente se desvían, atemorizados
por su propia impotencia en soñar y actuar.
La prospectiva no es anticipación, sino pausa; no es una visión
lejana, sino el estudio circular que se dirige ilimitadamente hacia
caminos nebulosos y oscuros, vigilando sus distorsiones. Tiene por
compañero infiel al tiempo: pero, ¿qué le importan sus divisiones?
En el fondo sabe, como dice Buffon, que «un día, un siglo, un año,
todas estas partes del tiempo no constituyen su duración (y que) el
mismo tiempo sólo es relativo para los individuos, seres cuya exis-
tencia es fugaz»3. Intenta continuamente considerar al tiempo como
una duración, pero no ignora ingenuamente, como la utopía, las se-
cuencias temporales, aunque sea en detrimento de la imaginación
creadora de ciudades ideales y de sociedades nuevas.
Sus técnicas aún balbucientes la emparentan mucho más al pa-
ciente estudio del entomólogo que a las palabras mundanas del fi-
lósofo de fábula, «que pretende que el “proceso histórico" pase por
sus manos, (y) se venga ajustando las cuentas a las absurdidades de

2Barthes, R., Mythologies, págs. 186-87, 1957.


3Histoire: naturelle, vol. XIII, 1765.
4 INTRODUCCIÓN

la historia» (Merleau-Ponty). No estudia lo seguro, sino los proble-


mas indefinidamente tratados y, si es posible, los más pertinentes y
coherentes.
Por lo tanto, no es una ciencia (¿de qué?) ni una disciplina que
podría pretender en el estado actual de su desarrollo una especifici-
dad suficiente como para ocupar un lugar distinto en el conjunto de
las ciencias del hombre. Tal como gustaba decirlo Gastón Berger, uno
de sus primeros inspiradores, la prospectiva es una actitud de espíri-
tu. La definía de acuerdo con cuatro principios: ver lejos, ver amplio,
analizar en profundidad y aventurarse, a lo que añadía: pensar en el
hombre. «El hecho de estudiar un átomo hace que este cambie, el de
estudiar a un hombre hace que este se transforme y el de analizar
el futuro hace que se altere»4. Tomemos, inmediatamente, el cuarto
principio: aventurarse. No debemos calcular proyecciones ni formu-
lar planes a muy corto plazo. Ni especular tampoco sobre el futuro
lejano. Pero, sí, hay que intentar escrutar, con una misma visión,
el pasado, el presente y el futuro, mezclados indistintamente en un
estudio al mismo tiempo global y ordenado de los acontecimientos y
de los hombres: la visión misma de la prospectiva.
Sin duda alguna, en su raíz hay lo que John McHale, después
de unos autores y junto a otros, llama «el sentido del futuro», ex-
presándolo en una fórmula curiosa: «el futuro del pasado está en el
futuro, el futuro del presente en el pasado y el futuro del futuro en
el presente»5.
Inmediatamente, amenaza el peligro de profetizar, la tentación
de decir el futuro. Saint-Simon ignora este peligro y sostiene que es
preciso dar a los hombres de la era industrial «los medios necesarios
para decir lo que sucederá según lo que ya ha sucedido» y que ya
no debe hacerse más una historia muda: «Ningún historiador se ha
colocado en un punto de vista general; ninguno ha hecho todavía la
historia de la especie; ninguno ha dicho a los reyes: He aquí lo que
sucederá de lo que ya ha sucedido; este es el orden de las cosas al que

4Beger, G., Phénoménologie du temps et prospective, pag. 275, 1964.


5The future of the future, 1969.
INTRODUCCIÓN 5

se llegará; este es el fin hacia el que debéis dirigir la acción del in-
menso poder que tenéis en vuestra mano» (Travail sur la gravitation
universelle, 1813).
Más adelante, al hablar de las relaciones entre la prospectiva y
las ciencias del hombre, se encontrarán nuevamente los problemas del
pandeterminismo, que, desde Comte hasta Durkheim, han orientado
los primeros pasos de una sociología, considerada como la ciencia de
las causas primeras y últimas. Se hablará también de la ambigüedad
de las relaciones entre un estudio prospectivo orientado de acuerdo
con sus propias normas y la impaciencia de las instituciones, ya
establecidas, ante un futuro que se les escapa y al que intentan en
vano dominar.
Bertrand de Jouvenel indica continuamente la siempre amenaza-
dora confusión entre la prospectiva y la «futurología»: «El previsor,
cuya preocupación consiste en dar su mejor opinión, no quiere hacer
creer —lo que, por otra parte, debe temer que ocurra— que existe
una «ciencia del futuro» capaz de decir con seguridad lo que suce-
derá»6.
Se evitará cuidadosamente el lamentable proceso de la futuro-
logía considerada en sí misma, que ha originado notables trabajos,
como los de Hermán Kahn y los de Anthony J. Wiener7. Y, sin du-
da alguna, continuará ocasionando meditaciones imaginativas de las
que siempre podrá beneficiarse la prospectiva. Por otra parte, bajo
las denominaciones más familiares de ciencia o política-ficción, ali-
menta también notables esfuerzos, en los que la razón común es la
reflexión sobre el estado actual de nuestras costumbres, de nuestros
deseos y de nuestros proyectos, por más escondidos que estén.
Desde este punto de vista, la ciencia-ficción se presenta como
una de las formas privilegiadas de la indispensable puesta al día de
la inconsciencia colectiva; por otra parte, el estudio prospectivo no
6L’art de la conjecture, pág. 30, 1964. Seguiré a este autor y usaré el término
«previsor» para designar al individuo que practica la prospectiva; el hecho de
rechazar el uso de «prospectivista» no debe producir confusión alguna entre
prospectiva y previsión (ver Capítulo I).
7The Year 2000. A framework for speculalion on the next thírty-three years 1967
6 INTRODUCCIÓN

podría prestar gran atención a sus hechos. En efecto, a partir del mo-
mento en que observa las reglas de su propio juego, la ciencia-ficción
—no la predicción ni la utopía— puede conservar por medio del aná-
lisis prospectivo los estudios más provechosos y los menos dudosos:
por un lado, lo imaginario, sin límites; y, por otro, la recreación,
recomienza la incansablemente de la historia actual a partir de una
visión mucho más ampliada de todos sus detalles.
En su punto de partida el objeto propio de la prospectiva sólo
puede definirse en oposición al de ciertas prácticas que se confun-
den" abusivamente con ella: dicho objeto no se basa en un intento
de adivinación del futuro ni en un sueño sobre el mismo; sino en la
elaboración de un cuerpo de hipótesis sobre la historia en marcha
que vaya sujetándose cada vez más a los métodos y a las técnicas de
control sacadas del corpus de las disciplinas científicas establecidas,
de manera que su enunciado y las conclusiones siempre provisiona-
les que pueden deducirse fácilmente sean cada vez más evidentes y
nos habitúen a la idea de que no está prohibido razonar sobre lo
posible o lo probable sin mucha arbitrariedad. La prospectiva con-
venientemente aplicada puede contribuir a que la historia se libere
de una inocencia, ya inadmisible, y a que la sociología se libere de
una simplicidad completamente fuera de lugar: los hechos de la es-
pecie humana no pueden predecirse siempre, y menos a largo plazo;
en una medida bastante importante como para tenerla en cuenta,
pueden escapar a las trivialidades del entendimiento común.
La prospectiva es el aprendizaje de la distancia, la negación de
satisfacer las exigencias de un saber mundano que quiere encontrar
rápidamente, donde pueda y sin correr muchos riesgos, las justifica-
ciones de sus propios errores.
Se concibe que, para responder sin hacer el ridículo a estas am-
biciones (permaneciendo naturales para cualquier tipo de conoci-
miento que intente satisfacer los principios elementales de la razón
científica), la prospectiva deba someter a examen un conjunto de
instrumentos de investigación (Capítulo I).
INTRODUCCIÓN 7

Se comprende igualmente que se preocupe en comprobar sus


aplicaciones en un determinado número de tareas concretas y a las
que podrá considerar útiles a partir de sus resultados (Capítulo II).
Por ultimo, se adivina fácilmente cuáles son los problemas que
se plantean a nivel de sus relaciones con las ciencias del hombre ya
constituidas (Capítulo III); y, con agrado, se le otorgará el derecho
a una última reflexión sobre sus relaciones con su sombra inestable:
la construcción utópica (Capítulo IV).
Capítulo 1

LOS INSTRUMENTOS

«Si el hombre pu-


diera intervenir en
el curso de los as-
tros, la previsión de
los eclipses se pre-
sentaría bajo una
luz más agradable.»
Alfred SAUVY
(Conjoncture et
prévision, économi-
ques)

A. A. Cournot (1801-77), a quien se deben páginas decisivas


sobre el azar y sobre las «relaciones de incertidumbre», pedía que
toda reflexión sobre el tiempo evitara «lanzarnos a primera vista
a las discusiones sobre lo que se ha llamado el libre albedrío del
hombre» y que nos limitáramos en primer lugar «a tener en cuenta
los fenómenos naturales en los que se encadenan causas y efectos,
con una necesidad rigurosa, según la opinión de todo el mundo; en
este caso podrá decirse ciertamente que el presente es lo principal
del futuro y de todo el futuro, en el sentido de que todas las fases
subsiguientes están determinadas implícitamente por la fase actual,
bajo la acción de las leyes permanentes o de los decretos eternos a
los que obedece la naturaleza»1.

1Essai sur les fondements de la connaissance et sur les caracteres de la critique


philosophique, pág. 447,1851.

9
10 1. LOS INSTRUMENTOS

Actualmente estamos muy lejos de una «teleonomía» tan segura,


pero siempre tenemos la posibilidad de conservar la conclusión esen-
cial que deducía Cournot: «Por más extraña que pueda parecemos a
primera vista, la razón es más adecuada para conocer científicamen-
te el futuro que antaño el pasado. Las dificultades de la previsión
teórica del futuro se deben a la imperfección actual de nuestros cono-
cimientos e instrumentos científicos; pueden vencerse con el progreso
de las observaciones y de la teoría». Por otro lado, muchas partes
del pasado continuarán siendo siempre indescifrables debido a la fal-
ta o a la desaparición de las fuentes de la crítica histórica. Sólo el
pasado está completo; mientras que el futuro, en cualquiera de sus
partes, permanece provisionalmente oculto a los estudios, pero no
será por mucho tiempo: tarde o temprano los progresos del conoci-
miento científico llegarán a conocerlo.
Esta fe científica tan firme puede sorprendernos. Pero nos equi-
vocaríamos si no reconociéramos el fundamento común de todas las
formas de razonamiento que, hace ya más de un siglo, creen en la po-
sibilidad de un eficaz estudio sobre el tiempo de larga duración. Estos
tipos de razonamiento son innumerables y no cesan de multiplicar-
se: los catálogos que intentan agruparlos aumentan sin fundamento,
como si intentaran asegurarnos su objeto.
En estas condiciones cualquier clasificación pone en primer lugar
de manifiesto la necesidad de realizar innumerables supresiones den-
tro de los complicados métodos, no siendo estos más que técnicas
y estas más que fórmulas. A continuación se hablará de los posi-
bles indicios del tiempo de larga duración, así como de las formas
eventuales de organización de las conjeturas.

1.1. Los indicios del tiempo de larga duración


Es preciso examinar en primer lugar, otorgándoles una impor-
tancia relativa y no a priori determinante, los indicios que se apoyan
en elementos cuantificables, a los que tratan con el rigor aparente
de las leyes relativas a los sucesos importantes: proyecciones, ex-
trapolaciones y previsiones probabilistas. Por otra parte, tienen la
1.1. LOS INDICIOS DEL TIEMPO DE LARGA DURACIÓN 11

irreemplazable cualidad de permitir el planteo, en términos lo más


exactos posibles, de los problemas concernientes a la división del
tiempo futuro: corto, medio y largo plazo son expresiones que hay
que estudiar detenidamente, antes de servirnos de ellas.
Tras esta reflexión, los problemas más importantes subsisten to-
davía, y la prospectiva, considerada en su propio futuro, se presenta
más que nunca como el punto de reunión de las relaciones de incerti-
dumbre: es imposible estudiar las tendencias difíciles de la evolución
sin tener en cuenta el peso de las invariables y también la presencia
permanente, en último plano, de fenómenos aleatorios.
Todavía queda la parte escencial: buscar la manera de pasar de
un mito —la historia repetitiva— a una realidad sujeta a un ritmo
regular y al mismo tiempo desordenado: la historia viviente. Des-
de este punto de vista no podemos eludir el problema que plantea
la «pluralidad del tiempo social». ¿Se puede hablar realmente de
«hechos portadores de futuro»? Indudablemente sí, pero a condi-
ción de tratarlos como manifestaciones de discontinuidades y como
signos de rupturas dentro de series causales establecidas demasiado
apresuradamente.
1.- Los indicios cuantificables: proyecciones, extrapola-
ciones y previsiones probabilistas. La demografía se ha ilustra-
do lo suficiente en este campo como para que pueda ser responsable
de determinar su vocabulario: «Se entiende por proyección demográ-
fica, un conjunto de resultados de cálculo que ilustran la evolución
futura de una población en tales o cuales hipótesis, que no son ne-
cesariamente verdaderas. Cuando, tras el análisis de una situación
concreta, se eligen hipótesis más o menos probables, se habla de
perspectivas demográficas. Propiamente hablando, este tipo de pers-
pectivas solo constituyen previsiones demográficas cuando las hipó-
tesis sobre las que se han basado se presentan como muy probables.
Generalmente, las previsiones demográficas son previsiones a corto
plazo, ya que sus riesgos aumentan rápidamente cuando se amplía
el período de extrapolación»2.
2Dictionnaire démographique multilingue, ONU, 1958.
12 1. LOS INSTRUMENTOS

En términos más generales se puede plantear que:


A): El término proyección designa el ejercicio que consiste en
prolongar tendencias estadísticamente observables a partir:
a) de un conjunto de series temporales relativas al pasado y
convenientemente interpretadas (correcciones de las va-
riaciones estacionarias, ajustes en las unidades de com-
parable computación, por ejemplo: dólares constantes,
etc.)
b) de un cuerpo de hipótesis establecido en vistas a la loca-
lización de las variables más significativas de la probable
fisonomía de la evolución descrita.
Por lo tanto, una proyección no se reduce a una simple extrapola-
ción efectuada a partir de rudimentarios mecanismos (del tipo de
un cálculo de intereses compuestos, aunque tal cálculo pueda ser
en sí un medio cómodo para determinar las dimensiones teóricas de
evoluciones posibles). La proyección tiene parámetros cuantitativos
y cualitativos que no están destinados a tolerar el cálculo de datos
menos aproximativos (¿en relación a qué cifras-patrón?), sino a ve-
rificar hipótesis de evolución de una situación determinada: por el
mismo hecho que los demógrafos hoy en día se sirven constantemente
de las tablas de mortalidad y de supervivencia, revisadas y comple-
tadas periódicamente, asimismo deben multiplicar las precauciones
en cuanto a los resultados de sus propios estudios recordando, por
ejemplo, que la mayoría de las proyecciones demográficas continúan
basándose en parte en apreciaciones de variables que apenas pueden
predecirse, como la fecundidad o las migraciones.
El Comité de Expertos, establecido en 1939 por la Sociedad
de Naciones para estudiar «la población futura de Europa y de la
Unión Soviética», había determinado en 1944 previsiones para 1970,
a las que recientemente aludía Alfred Sauvy: su error respecto a la
realidad de la evolución demográfica se debe, en los principales países
europeos, a una subestimación que varía del 20 al 50 %. El progreso
de la fecundidad había sido considerablemente subestimado y los
autores del informe, conscientes sin embargo de este aumento que se
1.1. LOS INDICIOS DEL TIEMPO DE LARGA DURACIÓN 13

observaba ya en varios países a partir de 1933, habían establecido


como base de sus cálculos que no podía tratarse de un principio
de cambio de la fecundidad europea; lo consideraban como «una
tendencia secular» a largo plazo.
En estas condiciones, se comprende que los demógrafos sean los
primeros en destacar que las proyecciones de «población futura»
siempre tienen, fundamentalmente, un «carácter condicional y no
preventivo» (Patrick Festy). Muy a menudo se presentan como esti-
maciones alternativas que admiten tipos de evolución diferentes; por
ejemplo, según la incidencia probable, más o menos acentuada, de
una política o de una práctica colectiva de limitación de nacimientos.
Se puede pensar que los progresos del análisis nos llevarán a conocer
en un futuro próximo las técnicas de aprehensión de estas variables
(comprendiendo en ellas las variables demográficas) y de su posible
aplicación a cálculos proyectivos (llamados métodos de los compo-
nentes). Son los economistas y los planificadores de la enseñanza,
de la formación profesional, del empleo, de la salud... quienes exigen
proyecciones adaptadas a cada uno de estos problemas; se organizan
así estudios interdisciplinarios para establecerlas.
B): El término previsión se reserva para una demostración
probabilista cuyo objeto es describir una situación futura
considerada posible debido a la esperada evolución de cierto
número de datos existentes o anticipados. Designa, pues, un
tipo de análisis más ambicioso que la proyección, pero no
pretende predecir el futuro. El ejercicio preventivo procede,
por referencia privilegiada, al cálculo de las probabilidades.
Según la distinción establecida por Erich Jantsch3, una previsión
puede ser exploratoria, o sea, que se preocupe por describir las posi-
bles formas del futuro anticipado; o bien, normativa, o sea, orientada
hacia la realización de objetivos que se asignan a funciones, que se
cree son indispensables para el futuro de cierto número de activida-
des dominantes en el interior de una sociedad determinada.

3La previsión téchnologique, págs. 33 y sigs., 1967.


14 1. LOS INSTRUMENTOS

La aparente claridad de esta distinción —calificada de diferencia


entre una prospectiva «cognoscitiva» y una prospectiva «decisional»—
desaparece en la observación concreta de la práctica prospectiva, que
no distingue entre el aumento del saber y el pretexto al aumento del
poder. Cualquier tipo de prospectiva puede recuperarse por los ins-
trumentos que se usen; el primer deber del previsionista es no pecar,
«en nombre de la ciencia», por exceso de simplicidad, a la que se
rechaza por completo. Si se piensa, por ejemplo, en lo que para una
sociedad industrial «avanzada» representan la función «disuasión
nuclear» o la función «salvaguarda del medio ambiente», inmedia-
tamente se verá que los estudios «prospectivos» que originan son
simples.
El campo de aplicación de los ejercicios preventivos es casi ilimi-
tado (Capítulo II): la prospectiva tecnológica, la prospectiva social
y la estrategia lo usan constantemente. El número de técnicas que
utilizan es también ilimitado; no nos preguntaremos por cada uno
de estos puntos, sino por el significado de las distribuciones tempo-
rales de las probabilidades que describen: corto, medio y largo plazo
son expresiones falsamente claras que conviene escrutar con cierta
precaución para no atribuirles significados arbitrarios.
C): La noción término de una proyección o de una previsión
designa, en su sentido propio, la distancia cronológica que
separa el dies a quo del dies ad quem; en otras palabras,
la distancia cronológica que hay entre el punto de parti-
da del ejercicio preventivo y el punto de llegada. En casi
la mayoría de los casos, este último es convencional: pues
muy raramente se impone por ciertas razones propias a la
naturaleza del análisis en cuestión. No se trata de un plazo
elegido de acuerdo con determinadas cualidades, sino de una
aptitud a crear representaciones cómodas o simbólicas del
tiempo futuro. Por ejemplo, la mayoría de aquellas que van
de 1970 al año 2000, y también las que van hasta 1985.
Al enunciar los términos de previsión para más allá del año 2000, es
preciso, y por otra parte prudente, escribirlos entre comillas: «largo
1.1. LOS INDICIOS DEL TIEMPO DE LARGA DURACIÓN 15

plazo» no sobrepasa el tiempo de una generación; «medio plazo» el


de una adolescencia, y «corto plazo» el de un destete. Las represen-
taciones que nos formamos del futuro todavía están esencialmente
en la infancia. Las imágenes por medio de las cuales intentamos
adivinar el futuro tienen una simplicidad tal que nos es imposible
defenderlas.
El previsionista americano Bertram M. Gross lo manifiesta a
su modo cuando enuncia un principio sobre el estudio prospectivo:
según él, el campo de las proyecciones establecidas en un dominio
determinado está en función del grado de desuso de los conceptos
(o presupuestos) sobre los que se fundamenta el análisis. En otras
palabras, la proyección de tendencias o de probabilidades establecida
en 1970 a 20 años vista («al horizonte de 1990») podrá constatar
muy pronto que se ha basado sobre un aparejo conceptual que data
de 1960, incluso puede que de 1950. Una previsión causal, en 1970,
con un horizonte muy ambicioso, como por ejemplo el de un siglo,
corre el grave riesgo de basarse esencialmente en suposiciones muy
sencillas, si no lo eran ya antes de la Primera Guerra Mundial4.
Por lo tanto, en un campo en el que no se esperaba aparece el
miedo al futuro, el viejo pánico que siente el hombre ante su ma-
ñana: me aventuro a intentar una previsión a largo plazo; intento
inconscientemente prevenirme contra sus maleficios y la fundamento
en un campo que me es familiar, sin preocuparme en conocer prime-
ramente su simplicidad. Es este el drama que separa a la tranquila
descripción de lo posible, todavía ligada a un cálculo de probabi-
lidades y, por ello, hasta cierto punto tranquilizante, del impúdico
enunciado de lo verdadero, que ya no soporta ningún tipo de alegoría
matemática y cuyo razonamiento no quiere buscar fuera sí mismo
una prueba de su propia credulidad: nos encontramos ahora en el
indefinido campo de la predicción, en el que no puede introducir-
se el previsionista, pero al que no puede impedirse evocar ante los
ambiguos límites de su propio estudio; ello le lleva a plantearse un

4«Lávenir de l´analyse systématique des modeles sociaux». Analyse et previsión,


febrero 1967.
16 1. LOS INSTRUMENTOS

problema que le dará respuestas contradictorias: el hecho de datar


una previsión. ¿qué sentido suplementario le daría?
Se tomará, pues, por regla general, a las expresiones «corto, me-
dio y largo plazo», por lo que son en sí mismas: comodidades de
lenguaje. Asimismo, las variaciones que cada una de ellas refiere va-
rían según el campo de estudio que se considere: para un demógrafo
un período de tres a cinco años será de plazo muy corto; pero para el
dirigente de una empresa será frecuentemente un período de «largo»
plazo. Por último, se podrá verificar que la eliminación sistemática
de referencias temporales convencionales no afecta a la credulidad
del razonamiento prospectivo, cuyo objeto propio es preguntarse por
el tiempo indiviso.
2. Las relaciones de incertidumbre: tendencias difíciles,
invariables y fenómenos aleatorios.
A): Tendencias difíciles: esta expresión exige también un exa-
men. Según Bertrand de Jouvenel, su definición nos per-
mitiría determinar «preconocimientos». Leamos: anticipar
probables futuros a partir de un profundo análisis de los
procesos «dominantes». Pero luego añade: «Una cosa es es-
te estudio, y otra completamente distinta es la predicción
"secundaria" de aspectos que uno supone pueden deducir-
se inmediatamente de esta tendencia»5. El eterno principio
de la actitud prospectiva es que no hay que deducir de una
serie de observaciones verificables una cadena de casualida-
des ligadas entre sí por relaciones causales que sacarían sus
principios de estas primeras observaciones.
Tengo razones para considerar segura una tendencia que creo verifi-
cable a partir de un conjunto de fenómenos debidamente estableci-
dos; debo prohibirme sacar de ellos «conclusiones» o «conocimien-
tos» válidos para prolongar la tendencia en cuestión, que sólo podrá
ser verificada o desmentida por lo venidero o, según afirma Cour-
not, por el azar. Sin duda alguna, esta posición es extrema; pero

5L´art de la conjecture, págs. 145-46.


1.1. LOS INDICIOS DEL TIEMPO DE LARGA DURACIÓN 17

es necesario que la prospectiva la adopte como punto de partida de


todos sus estudios, pues sólo ella le evitará ceder ante la atractiva
futurología.
Efectivamente, nada hay tan tentador como calificar a priori,
a veces siendo el mejor de los casos, con la ayuda de vagas remi-
niscencias históricas, las tendencias difíciles a las que nos es fácil
prolongar. Las sociedades liberales industriales se hubieran tenido
que dedicar hace ya muchos años al culto de lo útil y del consumo,
y las sociedades socialistas al del honor del «hombre». El antiguo
fracaso de las cosmogonías —siendo la última el «teilhardismo»—
desmiente obstinadamente estas concepciones tan destructoras del
futuro de la sociedad. La única tendencia difícil que indudablemente
ha sido constatada es la de la capacidad de los hombres a destruirse
y a crearse entre sí incansablemente: las restantes tendencias difíciles
no son más que discusiones.
B): La introducción en el esquema prospectivo de la noción
de invariantes en el cambio complica todavía más la tarea
del previsionista, pero se presenta como una precaución in-
dispensable para la pertinencia del análisis. En efecto, es
demasiado tentador confundir el interrogante sobre el futu-
ro con la delimitación exclusiva de factores de «cambio» y
de indicios del «progreso». Previsiones aparentemente rigu-
rosas pecarán por exceso de optimismo al despreciar ciertos
fenómenos de «freno» o de «bloqueo» que han sido clarifica-
dos en su mayor parte por los economistas: el previsionista
debe meditar siempre las páginas, ya clásicas, de François
Perroux y de Albert O. Hirshman a este respecto.
Se dirá asimismo que no hay que despreciar una prospectiva de lo
permanente, pues es tan justa y necesaria como la prospectiva de
lo que cambia. El previsionista se habituará a considerar el cam-
bio como una ruptura, a menudo superficial, de una evolución lar-
ga que el tiempo irá reparando; y hará que el «progreso» constate
sus afirmaciones, antes de considerarlo como tal. Pero la noción de
elementos invariantes en el cambio también es interesante en otro
18 1. LOS INSTRUMENTOS

nivel; sobrepasando el de la evidencia de todo aquello que no cam-


bia, dicha noción introduce en todo estudio ciertas regularidades
y también ciertas resistencias dentro de los mecanismos del mismo
cambio: cambiar siempre del mismo modo es cambiar muy poco.
La nueva distribución de las cartas tiene menos importancia que la
modificación de las reglas del juego.
Desde este punto de vista, los trabajos realizados en Francia
por los miembros del «grupo Darras», burbaquistas de las ciencias
sociales aplicadas, testimonian un intento de análisis muy original;
durante mucho tiempo los estudios de prospectiva que se realicen
podrán inspirarse en ellos. Una obra como El reparto de los bene-
ficios manifiesta claramente la rigidez de los mecanismos que rigen
el cambio social y deberá obrarse con extrema prudencia cuando se
analicen las tendencias difíciles de la evolución de las relaciones so-
ciales. Se seguirán con igual interés los trabajos que se desarrollan
actualmente en Estados Unidos dentro del campo, aún no muy bien
delimitado, de la determinación de indicadores sociales del cambio
(ver más adelante).

C): La prospectiva se familiariza con lo desconocido. Le otor-


gan un lugar, y por cierto no muy pequeño, en sus esquemas
del mismo modo que debe escrutar con igual interés lo que
cambia y lo permanente, así, en sus análisis, no debe conce-
der privilegio alguno a las relaciones causales que se dirigen
obstinadamente hacia fenómenos aleatorios, es decir, rebel-
des en principio a cualquier previsión. Según Cournot, tales
fenómenos pueden ser «productos del azar», o bien «com-
binaciones accidentales entre diversas series de causas inde-
pendientes entre sí». Y, a propósito de la extrema impor-
tancia que se concede al estudio prospectivo, añade: «Una
inteligencia que profundizara mucho más que nosotros en la
serie de fases por las que ha pasado el sistema planetario,
encontraría al igual que nosotros hechos primordiales, ar-
bitrarios y contingentes (en el sentido de que la teoría no
los detalla), y a los que difícilmente se les podría aceptar
1.1. LOS INDICIOS DEL TIEMPO DE LARGA DURACIÓN 19

a título, de datos históricos, o sea, como resultados obteni-


dos en la reunión accidental de causas que han actuado en
una época mucho más lejana. Suponer que esta distinción
no es esencial, sería admitir que el tiempo no es más que
una ilusión, o nos colocaríamos en un tipo de realidades en
las que el tiempo desaparecería» (Essai sur les fondements
de la connaissance et sur les caracteres de la critique philo-
sophique, 1851).
Debido a que fundamentalmente es el razonamiento de la duración,
el estudio prospectivo ofrece, ante la propia imagen de la duración,
una serie de «vacíos» que, poco a poco, llenan la historia que está
haciéndose. A través de una amplia práctica de lo desconocido, el
previsionista aprenderá a situarlos de manera cada vez menos arbi-
traria, pero no intentará llenarlos forzosamente con el pretexto de
dar al análisis un rigor falso.
A fin de cuentas, la prospectiva tiende a constituir progresiva-
mente una teoría general de las relaciones de incertidumbre. Inver-
samente a la futurología que elabora audazmente «proyecciones sin
sorpresa»6, la prospectiva multiplica las precauciones ante ciertas
explicaciones, pues son demasiado deterministas del futuro, y pre-
fiere tratar habitualmente problemas correctamente planteados que
respuestas demasiado claras. La prospectiva es una dialéctica de lo
desconocido. Su razonamiento permanece siempre en suspenso an-
te un futuro al que no tiene que describir a priori, sino ayudarlo
a introducirse en la historia, libre ya de todo prejuicio y misterio.
La prospectiva tiene la misión de liberar a la aprehensión del fu-
turo de las evidencias del sentido común: en resumen, la misión de
constituirlo como objeto riguroso de una ciencia imposible.
3. Los ritmos de la duración y los «hechos portadores
de futuro». Sin duda alguna, los filósofos de la historia continuarán
discutiendo todavía durante mucho tiempo problemas que, aunque
algunos de sus planteos sean interesantes, no llegarán a interesar a
6Ver las surprise-free projections de Kahn, II. Y Winer, A. J., en The Year 2000,
a framework for speculation on the next thirty-three years.
20 1. LOS INSTRUMENTOS

fondo a los previsionistas: por ejemplo, ciertas especulaciones inde-


finidamente replanteadas sobre la historia repetitiva, especulaciones
que apenas se preocupan por la historia viviente. El hecho de que la
historia vaya repitiendo o no eternamente el mismo propósito bajo
formas engañosas es un postulado que puede ayudar al futurólogo a
enunciar las «leyes» de una evolución probable.
Por el contrario, este hecho no tiene sentido para el especialista
en prospectiva: las regularidades que este intenta sacar en el trans-
curso de un tiempo de larga duración no son del tipo de las explica-
ciones causales, sino del tipo del estudio de probabilidades difíciles,
que se cree son bastante significativas. En el estudio prospectivo no
tiene gran importancia el hecho de que la historia se repita, pero es
indispensable medir el ritmo de su avance.
En este campo no se deberán tomar demasiado apresuradamen-
te elementos de disciplinas ya constituidas; ello sucede, por ejemplo,
con la abundante literatura económica sobre los ciclos. Primeramen-
te deberán ser interrogados los historiadores, y especialmente aque-
llos que, a partir de Lucien Febvre y Fernand Braudel, han conver-
tido a la constante reflexión sobre la «historia larga» en una de las
reglas de estudio. No hay que olvidar tampoco a los sociólogos: sin
embargo, muy pocos trabajos han ampliado hasta hoy los análisis
pioneros de Georges Gurvitch, por ejemplo, sobre la «Pluralidad de
los tiempos sociales»7. Feruand Braudel lo subraya: «Esta duración
social, estos tiempos diversos y contradictorios de la vida de los hom-
bres (...) no son sólo la subsistencia del pasado, sino también el valor
de la vida social actual. Razón de más para destacar con fuerza, en
las disputas que se originan entre todas las ciencias del hombre, la
importancia y el uso de la historia, o más bien, de la dialéctica de
la duración...»8. Más adelante se tratarán estos problemas (Capítulo
III).

7Balandier, G., Sens et puissaner, 1971


8«Histoire et sciences sociales. La loungue durée», Escrits sur l´histoire,
pág.43,1969.
1.1. LOS INDICIOS DEL TIEMPO DE LARGA DURACIÓN 21

En esta visión del tiempo de larga duración, y a fin de compren-


der su significado, hay que analizar también la noción ambigua de
«hechos portadores de futuro»; numerosas observaciones verificables
que, parece, constituyen una tendencia difícil de la probable evolu-
ción de cualquier actividad humana: por ejemplo, «estos tipos de
patología social —uso de alucinógenos, multiplicación de las sectas
esotéricas, generalización de las prácticas astrológicas, etc.— que se
desarrollan en las sociedades postindustriales —con toda la pruden-
cia que marca la distinción entre lo normal y lo patológico— tienen
un enorme significado prospectivo»9.
Como primer intento de definición podríamos decir que un «he-
cho portador de futuro» es una partícula elemental de probabilidad
difícil. Pero podemos analizarlo en otro nivel: el de la manifesta-
ción de discontinuidades y rupturas en procesos de evolución, que
se consideran a priori evidentes. La verificación de cadenas de de-
terminismos antes supuestos que constatados debe ser una de las
principales preocupaciones del que practica la prospectiva.
4. El «estudio de proferencia». Bertrand de Jouvenel pro-
pone esta expresión para caracterizar el conjunto de operaciones de
la mente que, del estudio adecuado de los datos disponibles, deduce
una probabilidad de futuro(s). Y añade, que esta expresión implica
«la acción de dirigir(se) hacia adelante»10. Pierre Massé precisa aún
más: «la lógica del estudio prospectivo es invertir el camino tradicio-
nal y partir de la exploración del futuro, no de un futuro deducido,
sino de una pluralidad de futuros imaginados» (...); «en lugar de
contentarse con lo previsto», la prospectiva «intenta imaginar lo im-
previsto, para así evitarlo. Dentro de lo imaginario, busca además lo
deseable, sea por sus elementos positivos, sea por su valor decisivo
ante ciertos peligros»11.
A lo largo de este pequeño libro se encontrarán nuevamente los
problemas normativos que puede plantear la gestión prospectiva en
9Plan et prospectives, vol. IV, pág. 15, Secretaría General del Plan, 1970.
10L´art de la conjecture, pág. 79.
11Le plan ou l´anti-hasard, pág. 33, 1965.
22 1. LOS INSTRUMENTOS

acción. Pero lo fundamental es que la actitud prospectiva es, en úl-


tima instancia, la acción de ir hacia adelante, de salir de sí misma
rechazando a su paso todos los acontecimientos cotidianos. La pros-
pectiva no se elabora en las columnas de un periódico. Es un intento
de ruptura, de salida de lo cotidiano, una toma radical de distan-
cia: no es un ilusorio «salto en el futuro» —pues, se escribe en el
presente, y no en el futuro—, sino, repitámoslo una vez más, una
manera de tomar la duración como algo difícil de constituir tenien-
do en cuenta muchos factores. La distinción trivial entre pasado,
presente y futuro le es extraña; y también la que pretende separar
lo posible de lo probable: la prospectiva se sirve de estos términos
sólo como subcategorías y, tanto en unos casos como en otros, como
comodidades de razonamiento.

1.2. La organización de las conjeturas


A menudo la existencia de numerosos métodos utilizados para
aprehender un objeto determinado está en razón inversa a la es-
pecificidad del mismo. Por lo tanto, no nos sorprenderemos ante
los abundantes «métodos de la prospectiva» e intentaremos siempre
juzgarla según sus realizaciones y no según sus técnicas; así evitare-
mos caer en las discusiones del nominalismo metodológico, que con
frecuencia tiene un importante rigor epistemológico dentro de las
ciencias sociales de reciente desarrollo.
Por otra parte, y tal como lo mencionaba antaño uno de los mejo-
res especialistas americanos en prospectiva tecnológica, «en materia
de previsión, la clave del progreso no está en el uso de un instru-
mento en particular. Al igual que en otros campos de investigación
intelectual, se trata de adoptar el punto de vista justo; según tér-
minos de Whitehead, se trata de buscar la simplicidad y al mismo
tiempo desconfiar de ella» (Irving H. Siegel).
La clasificación de las múltiples técnicas a que recurren los estu-
dios prospectivos, tiene en sí misma poco interés. Hemos reservado
1.2. LA ORGANIZACIÓN DE LAS CONJETURAS 23

tan sólo un pequeño número de procedimientos, prácticas y aproxi-


maciones que tienen en común la virtud de plantear a niveles dis-
tintos el mismo problema: el de la función normativa de la gestión
prospectiva.
Analizaremos sucesivamente los problemas de la puesta a punto
de indicadores; los, de la elaboración de modelos; los de la prácti-
ca de los simulacros; los de la aproximación por medio del análisis
de sistemas. Tras ello se llegará a una primera formulación del lu-
gar y del papel posibles que puede tener la normativa dentro del
razonamiento prospectivo.
1.: Indicadores, umbrales y modelos. —Desde hace ya
tiempo, los economistas y los estadísticos buscan el perfec-
cionamiento de un aparato de indicadores que sea cada vez
más íntegro y de mejor manejo: índices de actividad, nive-
les de costes, índices de precios, previsiones a corto plazo
de los importantes factores económicos, etc. Desde hace po-
co los sociólogos y los planificadores agudizan su ingenio
para elaborar, en un intento más ambicioso, conjuntos de
indicadores llamados sociales; estos tratan fenómenos que
no se pueden medir tan fácilmente como las cantidades y
los precios: niveles de salud, de pobreza, de educación, de
participación, de alienación, etc. Ordenar este conjunto de
nociones, a menudo confusas, es tan indispensable como di-
fícil. Vamos a exponer a continuación algunas definiciones
preliminares:
Indicador Es la presentación, frecuentemente con cifras, de
una situación particular en un momento determinado. La
construcción de una indicador se basa principalmente en la
reunión de un conjunto de datos estadísticos a los que inten-
tará formular de la manera más cómoda y más significativa.
Umbral Es la presentación, también son cifras, de una rup-
tura o discontinuidad en los niveles de ciertos fenómenos que
se pueden observar estadísticamente y que sobresalen dentro
de una misma categoría
24 1. LOS INSTRUMENTOS

Modelo Es la construcción teórica elaborada a partir de un


número (generalmente) limitado de parámetros, que se ex-
presan simbólicamente para ilustrar una hipótesis de trabajo
que se puede aplicar a una situación concreta. Así pues, con-
trariamente a un error que puede producirse normalmente
en su interpretación, un modelo no es una «representación
simplificada de la realidad», sino la evidencia extremada-
mente simplificada de las relaciones fundamentales que hay
entre las variables existentes en la elaboración de una hipó-
tesis de trabajo.
A): Los indicadores que se usan normalmente en una previsión
económica son bastante conocidos y por ello no vamos a
tratarlos aquí12. Los indicadores llamados de común acuerdo
sociales, plantean problemas de elaboración y de uso muy
concretos y justifican, pues, un comentario específico.
Desde hace algunos años se multiplican las investigaciones funda-
mentales y aplicadas, en Francia bajo el impulso de la Secretaría
General del Plan, en Estados Unidos, bajo la égida de la Administra-
ción Federal de la Salud, de la Educación y del Bienestar (Welfare);
en los Países Bajos, en el Reino Unido, en Suecia, en varios países
socialistas, etcétera, y también en los servicios especializados de las
grandes organizaciones internacionales (ONU, OCDE). Se elabora
un corpus de variables que pueden orientar el trabajo de los plani-
ficadores en el inmenso y hasta ahora demasiado olvidado campo
de los factores «sociales» del crecimiento y desarrollo: nutrición, sa-
lud, educación, formación profesional, medio ambiente (lucha contra
la polución, etc.), niveles de coste y de vida, hábitat, condiciones
de trabajo, diversiones, etc. Y, cuando apenas los resultados de los
primeros trabajos realizados contribuyen a que se lleven a cabo in-
vestigaciones mucho más profundas, ya se plantean importantes pro-
blemas; como por ejemplo, saber la manera cómo hay que estudiar
los fenómenos de bloqueo y freno del avance socioprofesional, de la
12Sauvy, A., Conjoncture et previsión économique, col. «Que sais-je? », PUF,
París
1.2. LA ORGANIZACIÓN DE LAS CONJETURAS 25

alienación, de la manipulación y de la violencia para que su estudio


pueda originar actividades concretas. Algunas nociones que antaño
eran evidentes —pobreza, cultura, etc.— han sido sometidas a un
análisis nuevo y radical; así, difíciles tendencias de la evolución de
las sociedades industriales, antes completamente seguras, han des-
aparecido, como por ejemplo la creciente «democratización» de las
sociedades occidentales por los efectos de la extensión del derecho
de sufragio y de la educación generalizada.
Es una consecuencia —y no la menor— de los estudios realizados
sobre los indicadores sociales impedir que las ideas que uno recibe se
disipen ante cualquier dificultad: la actitud prospectiva puede ser,
esencialmente, un saber subversivo, pues nos revela los misterios que
durante mucho tiempo han existido sobre la auténtica realidad de
los mecanismos sociales y sobre lo que un lenguaje honestamente
impreciso llama «procesos de decisión».
En varios países los intentos de puesta a punto de indicadores
sociales han alcanzado un grado de avance suficiente -para que se
pueda esbozar una panorámica general de los principales problemas
con que se enfrentan. Quedarán al margen las dificultades de tipo
técnico con las que, sin excepción alguna, se encuentran todos los
equipos que investigan en este campo. La elección de los parámetros
a tener en cuenta, la manera cómo agrupar y equilibrar las variables
principales y las variables secundarias, la selección de los puntos de
referencia, la de los individuos testigos, etc., son todos ellos proble-
mas de tal complejidad que no permiten una efectiva puesta a punto
de los sistemas técnicos hasta al menos, al cabo de dos años. Ello
también sucede en Estados Unidos, aunque sea el país cuyos estudios
son los más avanzados. Debemos admitir, pues, que los planificado-
res continuarán realizando sus estudios a través de aproximaciones
sucesivas.
Pero, aparte de los técnicos, hay otros problemas, de los que se
hablará brevemente a continuación:

a) Sin duda, el primer problema radica en la extrema ambi-


güedad de la noción de objetivos. El gobierno americano
26 1. LOS INSTRUMENTOS

ha constatado este problema en las conclusiones de la


Comisión presidencial sobre los objetivos de la nación
(1957-60): en efecto, la Comisión ha procedido a la ela-
boración de objetivos importantes por su carácter extre-
madamente general (como por ejemplo «preservación y
perfeccionamiento del proceso democrático», o «desarro-
llo del conocimiento e innovación en todos los sectores»),
hasta el punto en que ha sido imposible traducir estos
objetivos en acciones concretas. Pues, ¿cómo podemos
estudiar la «necesidad de realizar un mejor uso de los
recursos de que el hombro dispone», o bien, «la de usar
al máximo el potencial de creatividad del individuo»?
Contrariamente, se ha podido verificar hasta qué punto
un objetivo fijado a la NASA —enviar un hombre a la
luna antes de 1970 y devolverlo a la tierra sano y salvo—
ha provocado una serie de decisiones y acciones riguro-
samente combinadas y programadas. Evidentemente, las
implicaciones de este objetivo, por numerosas y comple-
jas que sean, sólo afectan a un campo relativamente li-
mitado y fundamentalmente circunscrito a un conjunto
de innovaciones tecnológicas. Cuando nos encontramos
en el campo de los objetivos llamados «sociales», se nos
acumulan ciertas variables que, a menudo, no permiten
una clasificación. Algunos objetivos aparentemente más
restringidos —como «la erradicación de la pobreza» o
la inserción social de los individuos inadaptados— plan-
tean a la experiencia unos problemas de categorización
tan importantes como los de los objetivos globales ante-
riormente mencionados.
b) Otro problema, ya más importante, es el de la ambi-
güedad de la posible función de un sistema de indicado-
res sociales. Es relativamente fácil proponer al respecto
una serie de problemas de tipo general y plantear, por
1.2. LA ORGANIZACIÓN DE LAS CONJETURAS 27

ejemplo, y es así como lo hacen numerosos especialis-


tas americanos, que dicha función abarca cuatro temas
principales:
a través de un sistema de contabilidad social adecuado, des-
cribir la situación general de una sociedad determinada en
una época dada y mantener esta descripción al día
evaluar la manera como todo el cuerpo social realiza los
objetivos que él mismo se ha asignado en relación al sistema
de valores que rige la conducta individual y colectiva
esbozar imágenes de posibles evoluciones, sea a nivel de la
sociedad en general, sea a nivel de grupos en particular;
y, por lo tanto, sugerir acciones específicas y globales que
permitan la realización de objetivos sociales «considerados
prioritarios»
y, en último lugar, presentar al desarrollo del saber social
(social knowledge) nuevas bases que movilicen todas las fuen-
tes de investigación y constaten sistemáticamente todas las
hipótesis imaginables de trabajo para que todo el cuerpo
social pueda decir lo que es.
El intento de una ciencia social generalizada demuestra una vez más
aquí su influencia; pero lo hace con cierta ambigüedad, pues las
primeras investigaciones realizadas manifiestan su fundamental de-
bilidad: en el estado actual de desarrollo de las ciencias sociales, «no
existe ninguna teoría que defina, ni siquiera a nivel preliminar, la na-
turaleza de las variables que constituyen un sistema social, ni el tipo
de relaciones que son capaces de mantener entre sí. Incluso es im-
posible disponer de teorías particulares que se refieran a un aspecto
concreto de la sociedad y que tengan un valor heurístico convincente.
Sin embargo, a falta de la ayuda del mencionado aparato teórico, es
peligroso construir un conjunto de variables que puedan compararse
con las de los economistas»13

13Sheldon, E. B. Y Freeman, H. E., Notes on social indicators: promises and


potential, Policy Sciences, 1, págs. 97-111, 1970
28 1. LOS INSTRUMENTOS

De esta manera se observa mejor la distancia que hay entre


los objetivos que se pretenden alcanzar en contabilidad social y los
problemas que caracterizan realmente una investigación concreta.
Sin embargo, la enorme cantidad de medios empleados y la calidad de
los equipos hacen esperar, incluso en caso de éxito parcial, resultados
de vital importancia para el futuro del estudio prospectivo.
La puesta a punto de los modelos de desarrollo social a largo
plazo podría formar una etapa ulterior de estos estudios: todavía es
prematuro juzgar su posible orientación en dicho campo, en el que
se encuentran ciertas arbitrariedades. En efecto, la elaboración de
modelos normativos de desarrollo se basa en dos operaciones funda-
mentales:
establecer un conjunto de proyecciones básicas (población,
producto y renta nacionales, urbanización, niveles de edu-
cación, de formación profesional, de salud, de criminalidad,
etc.), convenientemente distribuidas (por regiones, edades,
categorías socioprofesionales, etc.)
determinar cierto número de objetivos de política general,
ligados entre sí por una serie de relaciones que revelen prio-
ridades, alternativas o secuencias de acciones coordenadas.
Desde este punto de vista, el hecho de establecer un conjunto de
indicadores sociales comporta una consecuencia evidente e indispen-
sable: la recensión y exposición de datos estandarizados y programa-
dos en bancos de indicadores; estos funcionan por medio de unidades
elementales de información y por medio de sistemas de combinación
de dichas unidades (esquemas de equilibrios, tablas de correspon-
dencias o de equivalencias, gráficas de pertinencia, etc.), que van a
desembocar en subsistemas de informaciones operacionales.
B): Sin duda alguna, cabe introducir la noción de umbral en
un lugar preciso dentro del conjunto de los tipos de orga-
nización de conjeturas, pues traduce la importancia de esta
prospectiva de lo permanente, cuyo papel de bajo continuo
es muy útil en el ejercicio del contrapunto sobre el interesan-
te tema de la «evolución», considerada esta como sinónimo
1.2. LA ORGANIZACIÓN DE LAS CONJETURAS 29

de «progreso». Permite delimitar subconjuntos de variables


relacionadas con la situación de un grupo o de una categoría
particular de fenómenos y, colocar discontinuidades y rup-
turas en las cadenas de indicadores. Al mismo tiempo nos
lleva a ordenar en series estadísticas, aparentemente linea-
les, escalones en los que pueden relacionarse y combinarse
útilmente varios grupos de indicadores.
De este modo, el término umbral de pobreza, introducido prime-
ro en el análisis sociográfico como simple comodidad de lenguaje, ha
permitido una notable profundización en el conocimiento de los fenó-
menos de marginalidad y exclusión social. En efecto, ha manifestado
la necesidad de ir más allá de la trivial definición de pobreza debido a
la localización de la relativa posición del individuo o del grupo en la
escala general de las rentas, y ha provocado la aparición precipitada
de indicadores de diversas procedencias cuya combinación ha oca-
sionado una imagen completamente renovada de la pobreza en las
sociedades industriales. Lo mismo sucede en materia de prospectiva
tecnológica, en donde el uso de dicha noción permite un sensible per-
feccionamiento de los conceptos de espacio de transferencia de las
innovaciones y de unión entre el estudio fundamental y el estudio
aplicado (ver Capítulo II).
C): Hoy en día se sabe que el uso de modelos exploratorios
se desarrolla considerablemente en el campo de la previsión
económica14. Sin embargo, la «forma intrépida» (Jean Pae-
linck) en que se realizan algunos estudios no debe hacernos
olvidar la prudencia con que los planificadores utilizan una
técnica cuyas virtudes heurísticas, en numerosos casos, to-
davía tienen que probar su efectiva existencia.
François Perroux caracteriza así la contradicción que preside en la
práctica actual de los modelos económicos: «Una planificación que

14Boudeville, J., Les programes économiques, col. «Que sais-je? », núm. 1.073,
PUF, París, 1969.
30 1. LOS INSTRUMENTOS

no se inspire en modelos explicativos es poco inteligible. Un mo-


delo explicativo que no nos lleve al enunciado concreto de posibles
operaciones es tan sólo una inspiración de limitada fecundidad»15.
La misma contradicción reina en el estado actual del estudio de
la prospectiva social y de la tecnológica, a despecho de espectaculares
intentos, siendo una ilustración ya clásica en la prospectiva urbana
los trabajos del previsionista americano Jay W.
Forrester (Urban Dynamics, 1969), y también en la prospectiva
geopolítica (World Dynamics, 1971). A partir de un sistema básico
de parámetros sobre el período que va de 1900 a 1970, el equipo
de Forrester ha realizado una serie de simulaciones de tendencias
difíciles de evoluciones posibles en vistas a horizontes lejanos, para
algunos hasta el año 2100. Estas simulaciones conducen, por ejemplo,
a evidenciar la probabilidad de cambios radicales en la «calidad de
la vida» dentro de las sociedades industriales avanzadas, en función
de una acelerada degradación del medio ambiente y de la evolución
demográfica mundial.
Sea cual fuere la prudencia con que los autores de estos modelos
expresan las hipótesis y los resultados de sus trabajos —presentados
como provisorios por naturaleza—, no podemos hacer más que reivin-
dicar a su favor los derechos indescriptibles de una «permanente vi-
gilancia de la imaginación cuando tratan de adivinar lo que puede
hacer fallar al modelo y hacerlo fracasar. Incluso podemos pregun-
tarnos si la esencia de la prospectiva no reside en este estudio de los
posibles bloqueos de los modelos y en el deseo de encontrar nuevas
estructuras viables»16. Se volverá a encontrar varias veces sucesivas
esta cuestión esencial de la actitud prospectiva.
2.: Simulacros. —Nacida en Estados Unidos en el transcurso
de la década de 1960, la técnica de los simulacros deriva de
los ejercicios de simulación estratégica (wargames) ya prac-
ticados desde hace unos diez años por los equipos de la Rand

15Perroux, F., Les techniques quantitatives de la planification, pág. 34, 1965.


16Les modeles et la prospective, 1971.
1.2. LA ORGANIZACIÓN DE LAS CONJETURAS 31

Corporation. No pretende a priori ningún estatuto científi-


co, y se presenta como un intento encaminado a introducir
la mayor coherencia posible en una construcción de secuen-
cias, establecida a partir de un cuerpo de hipótesis en la
base y proyectada hacia el futuro. Así pues, ella misma está
abierta permanentemente a todos los métodos susceptibles
de asegurar dicha coherencia y no se definiría por referencia
a ellos, sino por su propio objeto.
Puede definirse un simulacro como la combinación de secuencias de
acontecimientos o de fenómenos anticipados, ordinariamente situa-
dos unos en relación a los otros en un doble sistema de relaciones
diacrónicas y causales, y evidenciar así los probables caracteres de
la evolución de una determinada situación a partir de un cuerpo de
hipótesis fundamentales, formuladas ya desde el principio sobre las
tendencias difíciles de esta evolución. El valor heurístico de un simu-
lacro es pues función: a) de la pertinencia de las hipótesis elegidas
desde el principio; b) y de la coherencia del sistema de relaciones
diacrónicas y causales, cuya finalidad es integrar el conjunto de pa-
rámetros y variables de la evolución descrita.
El campo de aplicación posible de la técnica de los simulacros es
considerable, y más adelante se darán ejemplos de ello. La mayoría de
los simulacros actualmente practicados aparecen de nuevo bajo una u
otra de sus dos categorías principales: los simulacros «tendenciales»
y los simulacros «contrastados».
A): El objeto de los simulacros tendenciales es la simulación
de procesos de evoluciones posibles a partir de una situación
existente dada, teniendo en cuanta hipótesis básicas que se
formulan sobre la naturaleza y ritmo probables de dichos
procesos. De ordinario, los simulacros tendenciales admiten
un número de variables relativamente restringido; en par-
ticular, postulan la existencia constante del medio ambien-
te de todas las variables que ellos mismos combinan (por
ejemplo, la permanencia de las instituciones o del sistema
de producción en vigor). Se esfuerzan en tratar a grandes
32 1. LOS INSTRUMENTOS

rasgos imágenes de situaciones futuras y se comprometen a


manifestarnos los diversos caminos que pueden conducirnos
a ellas. Pero, a diferencia de los simulacros contrastados, los
tendenciales tienen poco interés en examinar el campo de
lo posible, pero mucho en analizar uno o varios procesos de
evolución, procesos a los que consideran significativos por la
naturaleza de las premisas que admiten.
B): El objeto de los simulacros contrastados es elaborar la
imagen futura de una situación dada a partir de hipótesis
cuyas implicaciones son descritas progresivamente por re-
ferencia a un modelo secuencia que «vuelve a descender»
progresivamente en el tiempo, tras la situación imaginada
y simulada de un término hasta su situación actual. Por
lo tanto, son un ejemplo particularmente claro del «estu-
dio de proferencia», que se caracteriza por ser de la misma
naturaleza que la prospectiva. Los simulacros contrastados
admiten, al comienzo, dificultades de medio ambiente que,
por regla general, son mucho más limitadas que en los simu-
lacros tendenciales. Lo esencial de su estudio está en el rigor
de las coherencias secuenciales que elaboran. Su libertad de
elección es, pues, diferente a la de los otros simulacros, pero
en la práctica no tiene mayor importancia.

En la práctica, los simulacros contrastados recurren con facilidad a


oposiciones —que contrastan de una manera muy particular— entre
situaciones anticipadas, a las que toman como punto de partida de
su estudio, y la situación actual: de ahí su denominación. Su regla
de juego es formular hipótesis criticadoras, descritas con caracteres
acusados, de manera que el establecimiento del camino que pue-
da llevarnos de la (o de las) situación (o situaciones) imaginada (o
imaginadas) a la situación presente pueda realizarse con la mayor
claridad posible. La última ambición de un simulacro contrastado
sería el intento de realizar la retrospectiva de la futurología.
Convenientemente preparados y construidos, los simulacros son,
en realidad, lo contrario de los ejercicios sin fundamento alguno. Por
1.2. LA ORGANIZACIÓN DE LAS CONJETURAS 33

último, y tal como lo destaca Erich Jantsch, su propósito «no es pre-


decir el futuro, (sino) proporcionar una visión sintética de todos los
desarrollos posibles (de una situación dada o imaginada) y suscepti-
bles de ser sometidos a la simulación experimental de una realidad
venidera». La técnica de los simulacros «concuerda particularmente
con el estudio simultáneo de diversos aspectos de un problema. Sir-
viéndose de un simulacro relativamente completo, el analista puede
deducir de él una "impresión" de los acontecimientos y de los puntos
de bifurcación
17
, que dependen de elecciones críticas. Entonces es posible,
pues, analizar más o menos sistemáticamente estas diversas deri-
vaciones» (Herman Kahn).
3.: Análisis de sistemas. —Generalmente se entiende por
análisis de sistemas un intento de recensión tan exhaustivo
como sea posible de los sistemas de todos los elementos de
un problema o de una situación dada, que parecen mantener
entre sí relaciones tales que permiten el establecimiento de
este problema o de esta situación en un sistema de varia-
bles, cada una de las cuales no es estudiada en sí misma en
cualquier etapa del análisis, sino más bien en su o en sus po-
siciones relativas dentro del sistema. Del mismo modo que la
teoría de los juegos y los primeros intentos de construcción
de modelos de simulación han sido en su origen técnicas más
elaboradas como las del tipo de los simulacros, asimismo el
análisis de sistemas puede considerarse como una aproxima-
ción básica a partir de la cual se elaboran progresivamente
estudios metodológicos: como por ejemplo la racionalización
de las elecciones presupuestarias (REP). Lo esencial de las
prolongaciones prácticas está en la elucidación de los «pro-
cesos de decisión»: se comprende, pues, que pueda ser un
recurso permanente para la prospectiva.

17También se puede escribir «umbrales».


34 1. LOS INSTRUMENTOS

Las aplicaciones del análisis de sistemas se han multiplicado en el


transcurso de los últimos años: de la reforma de los tipos de educa-
ción a la puesta a punto de redes de satélites de telecomunicaciones,
pasando por la prospectiva de la salud
18
o por la de las necesidades energéticas: la «aproximación sis-
témica» (Yves Barel) es omnipresente.
¿A qué se debe que, en sus primeros balbuceos, no sea toda-
vía más que uno de los posibles lenguajes de la prospectiva? Sin
duda alguna, la primera razón es que el análisis de sistemas no es
en sí un método de investigación, sino tan sólo una actitud mental
ante un problema, que desde Descartes todas las epistemologías re-
comiendan, aunque sin éxito aparente. Otra razón reside en que el
privilegiado interés que se otorga —a muy justo título— al análisis
de los procesos de decisión tiende a acumular todas las dificultades
en el campo del observador: no sólo porque se trata de dominios que
tradicionalmente están prohibidos a la investigación científica, sino
también, y sobre todo, porque su conocimiento adecuado requiere
sin duda alguna precauciones distintas a aquellas que consisten en
intentar no olvidar nada en el punto de partida y en no estudiar
nunca un problema sin referirlo continuamente a aquellos con los
que mantiene alguna relación.
El análisis de sistemas tiene como privilegiado campo de apli-
cación el estudio, tan avanzado como sea posible, de las elecciones
con que hay que tratar en una situación que viene caracterizada por
la insuficiencia de los criterios de decisión disponibles. Dicho análi-
sis rechaza a priori la distinción entre elementos cuantificables y no
cuantificables. Sólo admite diferencias entre stocks de informacio-
nes que puedan utilizarse en la elaboración de sistemas de variables
susceptibles de llevarnos a la definición de prioridades y/o de alter-
nativas.

18Ver el informe del grupo de trabajos sobre la prospectiva de la salud, titulada


Réflexions sur lávenir du systéme de santé, contribution á l´élaboration d´une
politique sanataire, 1969.
1.2. LA ORGANIZACIÓN DE LAS CONJETURAS 35

La opinión común qué admite que los progresos de la elaboración


racional de objetivos a largo plazo dependen de los del conocimiento
estadístico y del dominio de modelos formalizados, tiende a sustituir
la creencia de que el ritmo de los avances del conocimiento estadís-
tico, por más insuficiente que parezca, es muy superior al del arte
de combinar los elementos —cuantificables o no— de una situación
concreta, en vistas a realizar elecciones conscientes y con significado
efectivo en relación con los objetivos elegidos. En definitiva, el prin-
cipal interés del análisis de sistemas reside en el cambio en el que, en
este terreno, él mismo impone a los criterios clásicos de la decisión.
Así, el análisis de sistemas es la forma más elaborada de una
«prospectiva decisional» a la que, en este libro, no se le va a con-
ceder un estatuto privilegiado, pero cuyo interés no hay que poner
en duda: en la medida en que dicho análisis habitúa a los grupos
de «decisores» a estudiar lo discontinuo, lo aleatorio y, mucho más
ampliamente, lo desconocido a todos sus niveles, contribuye de una
manera decisiva a liberar al «proceso de decisión» de una raciona-
lidad aparente que no puede disimular la elección arbitraria de las
variables y la de los criterios19.
4.: Prospectiva y normatividad. —La prospectiva repre-
senta la abolición de las evidencias del sentido común, la de-
rrota de las simplezas del entendimiento causal, la acusación
permanente y radical de un determinismo mecanicista que
no se pregunta a sí mismo por sus propias razones. Nobles
ambiciones son estas, y, para no ser completamente incapaz
de lograrlas, el estudio prospectivo debe disipar ya desde
su punto de partida, incluso al nivel mismo de utilización
de sus técnicas, un condenable equívoco: el de presentarse
como un saber inocente, como una pseudociencia «pura»,
como un Corpus de técnicas neutras. Contrariamente, debe,
si no «desear introducir desde un principio una óptica firme-
mente normativa» (Dennis Gabor), al menos explicitar sus

19Sobre todos estos problemas, ver Barel, Y., Prospective et analyse de systémes,
1971.
36 1. LOS INSTRUMENTOS

normatividades: la normatividad de su propio estudio (expli-


car las reglas del juego al que se juega) y la normatividad de
sus ambiciones (explicar los objetivos del ejercicio realizado
y las dificultades de razonamiento aceptadas o rechazadas).
Esta es «la mejor manera de evitar las afirmaciones vacías
de sentido y las actitudes "amorfas" ante los problemas esen-
ciales», como así lo subraya claramente Erich Jantsch.
Todo estudio prospectivo está necesariamente orientado hacia y por
fines normativos: intenta preguntar a la duración sobre razones con-
cretas y en función de objetivos determinados. Tanto estas razones
como estos objetivos deben siempre enunciarse en el umbral de todo
estudio prospectivo y con la mayor precisión posible. También deben
plantearse una serie de formulaciones que se aproximen cada vez más
a cada una de las etapas de dicho estudio; sólo de esta manera se
verá realmente afirmada la credulidad del estudio de preferencia. El
examen de las principales formas del estudio prospectivo lo mostrará
con bastante facilidad.
Capítulo 2

LAS PROSPECTIVAS APLICADAS

«El enemigo de las


ideas recibidas no es
el pensamiento, sino
el curso de los acon-
tecimientos.» John
Kenneth
GALBRAITH
(La Sociedad Opu-
lenta)

Actualmente, en los principales países del mundo, se cuentan


por centenares los centros de investigación en prospectiva. Europa
también cuenta con buen número de equipos de trabajo en campos
muy diversos1. Cada estudio prospectivo tiene su particularidad: en
uno se intenta sobrepasar el horizonte de una planificación a corto
plazo; otro se exige a sí mismo la realización de un proyecto concreto.
Sin embargo, en todas partes, tanto en Europa occidental como
en la Unión Soviética, hay cierta impaciencia ante el presente que
se nos escapa; en Estados Unidos y Venezuela, la urgente necesidad
de avanzar y al mismo tiempo retroceder para así poder estable-
cer posibles imágenes de ciudades futuras; en Japón y Suecia, una
insatisfecha inquietud ante la visión de una sociedad industrial en
transformación; en Irán y Chile, la urgente necesidad de volver a
examinar, bajo una prospectiva más amplia, la posible evolución de
1Ver el catálogo de los Centres de Prospective et d’Aménagement du Territoire-
en Europe, 1971.

37
38 2. LAS PROSPECTIVAS APLICADAS

las relaciones entre las potencias industriales y sus sociedades peri-


féricas.
En primer lugar deben analizarse las estrechas relaciones que
mantienen, por razones que merecen precisarse, la prospectiva y la
planificación. Estas relaciones manifiestan al mismo tiempo la au-
tentica naturaleza de la actividad prospectiva. Cabe mencionar tres
nombres importantes de dicha actividad, que vamos a tratar sucesi-
vamente: en primer lugar, el de prospectiva tecnológica, que cuenta
ya con muchas y notables realizaciones; luego, el de prospectiva so-
cial, con ilimitadas ambiciones; y por último, el de prospectiva de la
ordenación del espacio, cuyos primeros resultados presentan un vivo
interés.

2.1. Prospectiva y planificación


Gastón Berger escribía hace tiempo: «Ya hemos sufrido dema-
siado al ver cómo la sabiduría se mantiene separada del poder; por
ello deseamos la colaboración de aquellos que indican lo deseable
con los que conocen lo posible». En todas partes, la práctica de la
planificación ha reducido la ambición del planificador —reconciliar
el saber con el poder y aliarlos entre sí— a unas dimensiones mucho
más modestas, que, debido a nuestra obsesión por los plazos concre-
tos, las consideramos razonables a través de los semiéxitos y de los
semifracasos. No se trata ya de racionalizar las decisiones colectivas
en nombre de un imposible desarrollo de la especie, sino de reducir
los conflictos de intereses y poderes, haciendo prevalecer, allí donde
los «armisticios sociales» (Gérard de Bernis) la hacen casi inteligible,
una concepción del bien común que aniquila las armas demasiado vi-
vas —o demasiado visibles— de la lucha del dinero por más dinero,
y del poder por más poder.
En varios países al estudio prospectivo parece que le llegue el
momento de tomar, en alguna forma, la posición de este sueño im-
posible al que parece haber renunciado la planificación; sin duda,
sería este uno de los capítulos más interesantes de una sociología
de la prospectiva y no el que intentaría elucidar, un caso después
2.1. PROSPECTIVA Y PLANIFICACIÓN 39

de otro, las ambiguas relaciones entre los planificadores y los pre-


visionistas; los primeros tienen cada vez más una mayor conciencia
de los límites de su estudio; y los segundos se encuentran cada vez
más fascinados por la ausencia de límites en todo lo que ignoran, o
sea, en el campo del saber que deben establecer. Tanto en Europa
occidental como en algunos países socialistas se desea caracterizar,
a este nivel, las relaciones de la prospectiva y de la planificación.

1.: Francia: fin de la prehistoria de la planificación. —


Hace tan sólo unos diez años que en Francia la actividad
prospectiva se concentraba todavía en dos equipos pioneros:
el del Centre International de Prospective, creado en 1957
por Gastón Berger, y el de los llamados grupos Futuribles,
establecidos e impulsados por Bertrand de Jouvenel a partir
de 1960. Un impulso decisivo en los trabajos de planificación
a largo plazo fue dado por Fierre Massé en 1963-64, enton-
ces secretario general del Plan de un Groupe 1985, cuyo.
presidente era Pierre Guillaumat y cuyo objetivo era «es-
tudiar, bajo el ángulo de los hechos portadores de futuro,
lo que sería conveniente conocer desde hoy hasta 1985, pa-
ra así poder clarificar las orientaciones generales del Quinto
Plan» (1966-70). El secretario general del Plan veía en ello
el comienzo de un importante estudio, pues a partir de este
momento, «la prospectiva y la planificación irían una al en-
cuentro de la otra; la prospectiva centraría su atención en
las propiedades del futuro útiles para las decisiones que se
toman en el presente; y la planificación, a través de sus es-
tudios a medio plazo y más allá de ellos, llevaría a cabo una
especie de cuestionario sobre el futuro del hombre, el progre-
so técnico, el avance económico, los objetivos del desarrollo y
las relaciones entre las naciones». A fines de 1964, un primer
informe a manera de síntesis titulado Réflexions pour 1985,
trataba sobre el presente y poco después inspiraba uno de
los capítulos claves del Informe de orientación del Quinto
Plan.
40 2. LAS PROSPECTIVAS APLICADAS

El movimiento había comenzado. Inmediatamente se le unió la Di-


rection de la Previsión del Ministerio de Finanzas, que por un de-
creto de julio de 1965 estaba explícitamente encargado de realizar
los trabajos de previsión económica y financiera a medio y largo
plazo; también se asoció al movimiento el Institut National de la
Statistique et des Etudes Economiques. En la misma época algunas
de las principales administraciones centrales se proveían de servicios
especializados en previsión a largo plazo: desde 1960, el Ministerio
francés de Transportes (que luego se convirtió en el Ministerio de la
Vivienda) creó un Servicio de Asuntos Económicos e Internaciona-
les. En 1965, el Ministerio del Ejército (hoy Ministerio de Defensa
Nacional) estableció un Centro de Prospectiva y de Evaluaciones.
En 1971 todos los servicios públicos importantes disponían ya de un
cuerpo de prospectiva.
Sin embargo, lo fundamental de las grandes orientaciones de la
prospectiva, que se aplicaba a objetivos susceptibles de ser planifica-
dos, sólo se garantizaba dentro el propio Commissariat General au
Plan (y también, en la Délégation á l’Aménagement du Territoire et
á l’Action. Régionale). Los trabajos de preparación del Sexto Plan
(1971-75) han sido ampliamente reemplazados por estudios analíti-
cos destinados a «explorar de una manera profunda cierto número
de problemas de tipo sociológico, geográfico o sectorial, intentando
en cada caso deducir las líneas de evolución tendencial, las incohe-
rencias que de ello pueden resultar y los elementos de política a
largo plazo susceptibles de llevarnos a un desarrollo más satisfacto-
rio» (Rene Montjoie). Bajo el impulso de Jacques Delors, la reunión
de grupos especializados de trabajo ha precedido a la creación de un
grupo de estudios prospectivos, presidido por Paúl Delouvrier, cuya
misión es realizar una síntesis a partir, de muchos temas de estudio:
papel del progreso técnico en el aumento económico, evolución de
la industria y de la agricultura en el «horizonte de 1985», proble-
mas de movilidad socioprofesional y de costes de la adaptación al
cambio, problemas de la «tercera época», prospectiva urbana, ense-
ñanza, formación y evolución de los niveles de calificación, vivienda,
modo de vida, diversiones, proyecciones demográficas, prospectiva
2.1. PROSPECTIVA Y PLANIFICACIÓN 41

de las relaciones económicas con el exterior, etc. De este conjunto de


trabajos, extremadamente rico y algo inconforme, el Sexto Plan ha
sacado algunas de sus principales orientaciones y es posible que aun
veamos. a medida que vayan saliendo publicaciones, que su influencia
continuará en los próximos años
2
.
Sin embargo, también debemos observar que, en Francia, a pe-
sar de la existencia de estimulantes fórmulas sobre su indispensable
unión, la planificación y la prospectiva continúan siguiendo cada una
su propio ritmo de desarrollo, lo que se debe a que su relativa se-
paración en cuanto a las estructuras de decisiones es muy diferente.
En lugar de ser «una institución de diálogo y de creación colec-
tiva» (Francois Perroux). el Plan es un punto de confluencias de
arbitrariedades que con frecuencia son muy difíciles y en donde se
manifiestan inevitablemente los conflictos de intereses y poderes, sea
cuales fueren las distancias que, por razones estrechamente políticas,
tornan con una insistencia calificada a priori de «tecnocrática». Por
otra parte, se continúa considerando a los estudios prospectivos co-
mo divagaciones sin un autentico sentido «práctico»; los dirigentes
políticos y sindicales a menudo los tratan con cierta indulgencia; lo
cierto es que el incomprensible lenguaje con que se presentan algu-
nos de estos estudios no puede familiarizarse con su aproximación.
Un hecho grave sería que se produjera un malentendido en cuanto
a la función y relaciones que mantiene con las decisiones diarias de
los poderes.
2.: Checoslovaquia: la «primavera de Praga» de la pros-
pectiva — Entre 1967 y 1968, la sociedad checoslovaca fue
quizá la primera —y hasta hoy la única— en plantearse pro-
blemas concretos y al mismo tiempo utópicos de su propio
devenir, y en intentar poner experimentalmente en practica
social este proyecto colectivo: se ha interrogado a sí misma
en tanto que es una estructura que acepta plenamente su

2Ed. Armand Colin, colección «Plan et prospectives», cinco volúmenes apareci-


dos en 1970-71.
42 2. LAS PROSPECTIVAS APLICADAS

historia, su presente y su futuro; y ha decidido de una vez


por todas no desconfiar de sí misma, concibiéndose como
una gran sociedad.
A partir de 1965 varios equipos habían emprendido el estudio mul-
tidisciplinario «de los problemas de la revolución científica y técnica
de nuestra época, de sus condiciones y de sus incidencias sociales y
humanas» (F. Sorm). La síntesis de sus trabajos debía ser publicada
en 1966 bajo el título de La civilización en la encrucijada, tomando
inmediatamente el rango de libros maestros de la prospectiva apli-
cada.
El «informe Richta» (del nombre de su principal redactor) exa-
mina sistemática y sucesivamente las transformaciones de las rela-
ciones de producción ligadas a los «cambios en la estructura y di-
námica de las fuerzas productivas» y analiza también los «súbitos
cambios» que las innovaciones científicas y progresos técnicos provo-
can en el trabajo, en la cualificación profesional y en la educación.
Y va aún más lejos al esbozar un cuadro sobre las incidencias de
los mismos fenómenos en los modos de vida y hace «del hombre en
su medio artificial» (o sea, en la naturaleza degradada por el «es-
fuerzo del hombre» y abandonada por las formas espontáneas de la
creatividad humana) una imagen que contrasta particularmente con
los propósitos marxistas sobre la «reconciliación del hombre y de
la naturaleza». Con una lucidez implacable, destruye la «fría lógi-
ca arbitraria» de las condiciones de vida que la sociedad industrial
se impone a sí misma por sus propias actividades: los conceptos de
alienación y manipulación del hombre industrializado aumentan tan-
to que debilitan enormemente los modernos razonamientos sobre el
tiempo fugaz de una pseudorrevolución (Francia, mayo de 1968).
3.: Unión Soviética: de una futurología artificial a una
prospectiva en peligro de convertirse en subversiva.
— En la Unión Soviética el desarrollo de los estudios de pros-
pectiva es bastante reciente debido a que los planificadores
soviéticos han adquirido mucha experiencia en el campo de
la exploración del futuro a medio plazo. Lo esencial de los
2.2. LA PROSPECTIVA TECNOLÓGICA 43

trabajos efectuados está dentro de los centros de investiga-


ciones directamente ligados a los organismos de planificación
y a los grandes ministerios técnicos. Así, la actividad pros-
pectiva está concebida explícitamente como elemento de un
proceso de decisión cuya finalidad es el plan. Pero su mismo
desarrollo, muy rápido, tiende a disolver este lazo demasiado
rígido; y hay quien pide que la dirección de investigaciones
sobre el futuro se sirva de la «capacidad de absorción» de
las instancias de la planificación. Sin duda, se produce la
polémica entre la prospectiva, cada vez más abierta, y la
planificación, cada vez mas cerrada; y en los próximos años
será de gran interés seguir sus incidentes.
Las investigaciones realizadas en la Unión Soviética abarcan capí-
tulos básicos de la prospectiva aplicada: previsión económica por
sectores, a largo plazo; aspectos y consecuencias de la «revolución
científica y técnica»; prospectiva del nivel y modo de vida; evalua-
ción de «nuevas situaciones económicas» susceptibles de dominar, a
medio y largo plazo, la evolución de la sociedad soviética, etc.

2.2. La prospectiva tecnológica


Desde hace unos quince años, los industriales y los responsables
de la dirección de las investigaciones científicas han sido los princi-
pales «demandantes» de una prospectiva aplicada al análisis previ-
dencia! del progreso del aumento de las llamadas sociedades «avan-
zadas»: la innovación tecnológica. Con ello, podemos explicarnos el
hecho de que la previsión de los progresos técnicos de las sociedades
industriales haya sido, para el avance prospectivo, un incomparable
factor de aceleración. De hecho, la mayoría de las técnicas que ac-
tualmente usa la prospectiva social o la prospectiva de la ordenación
del espacio han sido ya probadas por los especialistas de previsión
tecnológica.
Su relativa importancia dentro de las investigaciones de la pros-
pectiva se explica por la que tiene la «industria del conocimiento» en
el mundo contemporáneo: bajo todas sus formas, desde su creación
44 2. LAS PROSPECTIVAS APLICADAS

hasta su distribución, pasando por su aplicación en la producción,


el saber se presenta actualmente como el «capital esencial, el cen-
tro de los costes y la fuente fundamental» (Peter F. Drucker) de las
economías «modernas»: ¿hasta cuándo? Este es un problema que
concierne sin duda alguna al especialista en prospectiva social y que
deberá plantearse dentro de muy poco. De todos modos, la prospec-
tiva tecnológica reina en casi todo el campo de la previsión.
Sus análisis giran en torno a algunos temas fundamentales, como
son la previsión de las innovaciones, su aplicación y la planificación
del progreso científico y técnico.
1.: La previsión de las innovaciones. — Implica una pro-
funda reflexión sobre su génesis, siendo verdaderamente sig-
nificativa: debe interrogarse a los historiadores de las cien-
cias y de las técnicas y también a los especialistas en epis-
temología (desde Alexandre Koyré hasta Jean Piaget), así
como a los economistas que han hecho de la reflexión sobre
la innovación uno de los polos de la suya propia (Joseph
Schumpeter, Francois Perroux, Jacob Schmookler,. Roland
McKean, Charles Hitch, etc.). De esta manera la «revolu-
ción científica y técnica» podrá ser estudiada en su medio
ambiente filosófico, económico y social (por ejemplo, los ya
citados trabajos del «grupo Richta»): dicha previsión se des-
poja así de su aparente carácter de espontaneidad e inocen-
cia.
Luego, a despecho de la persistente ausencia de una tipología de la
innovación tecnológica (Erich Jantsch), esta previsión nos lleva a la
recensión sistemática de las condiciones de desarrollo de la innova-
ción y de su traducción al lenguaje principal del sistema económico
que se considere: mercado, plan, «fuera de mercado» no planifica-
do, etc. Se cree que muchas nociones ya establecidas se encontrarán
un poco desligadas: por ejemplo, la de «necesidades» de la sociedad
considerada en este o aquel campo de la tecnología, o bien la de
«consecuencias necesarias» de un estado determinado de la evolu-
ción científica y técnica. La historia lleva consigo muchos testimonios
2.2. LA PROSPECTIVA TECNOLÓGICA 45

de los cambios tecnológicos nacidos, sea por «crisis» de la actividad


científica
3
o bien por aparentes etapas muertas de dicha actividad.
El campo particular —y temible—- de la prospectiva tecnológica
es. el análisis de las relaciones entre las creaciones libres del espíri-
tu y las obras serviles de la acción social. Este estado de cosas ha
provocado la aparición de técnicas y métodos —¿se debe decir, aca-
so, recetas?— que muchos especialistas en prospectiva, algo dudosos
ante su propio objeto, envidian a la previsión tecnológica e inten-
tan tomárselas para usarlas ellos; como por ejemplo brainstorming
(creatividad colectiva espontánea), método «Delphi» (combinación
perfeccionada de creaciones individuales), scenarii, extrapolaciones
brutas o compensadas, investigación operatoria, analogías, matrices
de decisiones, análisis de sistemas, etc. Esta mezcla de procedimien-
tos de investigación ha producido hasta este momento mediocres re-
sultados: y la previsión de las innovaciones es un ejemplo, digno de
reflexión, de la vanidad con que se especula sobre el valor intrínseco
de los elementos del razonamiento de previsión
2.: Las transferencias de innovaciones. — En un sentido que
aquí no vamos a tratar, esta expresión designa el proceso
completo de la innovación, desde la intuición "hasta la ela-
boración del proceso o producto, pasando por la invención
propiamente dicha y por las diferentes fases de su estudio y
desarrollo. Desde este punto de vista, la previsión tecnoló-
gica puede definirse como la «estimación probabilista de las
transferencias tecnológicas futuras» (Erich Jantsch).
Asimismo, esta expresión alude —es su segundo sentido y el que
vamos a tomar aquí— a la aventurada tarea de una tecnología que
se siente aparentemente segura de su propio uso y sorprendida al
ejercer los insospechados empleos de sus inventores

3En el sentido en que lo toma Kunh, T. S., The structure of scientific revolu-
tions, 1962: intentos de reintegración en el razonamiento científico de anomalías
constatadas por la experiencia.
46 2. LAS PROSPECTIVAS APLICADAS

4
. La historia de las ciencias y de las técnicas tiene abundan-
tes ejemplos de innovaciones de múltiples usos, como los «cambios»
de las aplicaciones de las que hablábamos al principio: en la época
actual todos los estudios importantes de las ciencias aplicadas testi-
monian la fecundidad de estas transferencias (dominio de la energía
nuclear, informática, conquista del espacio, etc.). En este campo la
misión del previsionista es informar ampliamente de la capacidad de
imaginar aplicaciones derivadas o insólitas de una innovación deter-
minada.
En las sociedades industriales una de las características prin-
cipales de la innovación científica y técnica es que, en una medida
cada vez más apreciable, se encuentra condicionada en sus posibles
usos por la rigidez de los programas de investigación y desarrollo en
los que ella es objeto, y por el desenvolvimiento de las informaciones
disponibles que son cada vez más numerosas y completas: muchas
evoluciones probables son descritas y puestas al día de este modo
y el previsionista comprueba diariamente que la solidez de un fi-
chero bien establecido no sucumbe a las virtudes de una inventiva
desenfrenada.
3.: La planificación de las innovaciones y su medio am-
biente social.—Resulta, pues, que la planificación de las
innovaciones es fácil y al mismo tiempo compleja. Fácil en
el sentido de que progresivamente se pueden describir cada
vez mejor los diversos caminos que sigue la innovación y en
el de que, a medida que se amplía el campo del conocimien-
to, se pueden localizar más fácilmente —o no tanto— los
lazos que unen el estudio fundamental con el estudio apli-
cado. Pero, al mismo tiempo, esta planificación se hace más
compleja debido a que el número de parámetros suscepti-
bles de intervenir en un proceso de desarrollo científico y

4«La transferencia de una innovación se distingue, pues, de un proceso de di-


fusión o de penetración dentro de una estructura de aceptación o de un medio
ambiente tecnológico en donde la innovación es explotada normalmente», Ayres,
R. U., Tecnological Forecasting and Long-range Planning, 1969.
2.3. LA PROSPECTIVA SOCIAL 47

técnico aumenta en función del progreso del análisis del me-


dio ambiente social de una determinada innovación. Parece,
pues, que la época inocente de la actividad científica ha evo-
lucionado en gran manera: al saber exacto le ha llegado el
momento de dar sus razones y los físicos de la generación de
Einstein han sufrido esta amarga experiencia de una vez por
todas. La prospectiva tecnológica se ha sumergido, inevita-
blemente, en el seno de una prospectiva social de grandes
ambiciones5.

2.3. La prospectiva social


Esta ambigua expresión comprende el inmenso campo de las
prospectivas que no toman su característica fundamental de las cien-
cias ni de las técnicas del ingeniero. Por ello, se ven permanentemente
amenazadas por su propio estallido, que se producirá en el momento
en que los trabajos realizados sean de una amplitud y pertinencia
tales que impongan una nueva distribución de los temas tratados.
En primer lugar, trata sobre los temas clásicos de la política so-
cial: demografía, salud, nutrición, educación, formación profesional,
trabajo, urbanización, etc. Y en segundo lugar se ocupa de. temas
nuevos, nacidos por las actuales crisis de las sociedades industria-
les: violencias, alienaciones, discriminaciones, frenos y bloqueos del
ascenso social, medio ambiente, pobreza, participación, creatividad,
etc. Este caos de nociones puede sumarse a la confusión inherente a
este tipo de preocupaciones, pero ello no debe hacernos desistir de
la idea de que es posible que muy pronto pueda presentársenos con
mayor claridad6.
En principio cabe destacar dos problemas. El primero se produ-
ce por la persistente ausencia de una teoría del cambio social que
sea capaz de promover una serie de investigaciones coherentes sobre
las «invariables del cambio» y sobre las «nuevas formas sociales»
5Consultar el excelente enfoque de Mesthene, E. G., Technological change. Its
impact on man and society, 1970.
6Decouflé, A. C. y Nicolon, A., Prospective et société, 1972.
48 2. LAS PROSPECTIVAS APLICADAS

(Merleau-Ponty). Un siglo después de los primeros volúmenes de El


Capital, las ciencias sociales todavía deben situarse en relación con
el discurso marxista insuperable en su rigor y completo en cuanto
a su significado. Debemos releer y plantearnos preguntas sobre los
autores siguientes: Weber, Pareto, Sorel, Durkheim, Dilthey, Mauss,
Veblen, Schumpeter, Marc Bloch, Lucien Febvre y otros autores más
de entre los vivos; y de los más antiguos: Renán, Cournot, el propio
Comte, Malthus, Rousseau, Montesquieu, Vico y cien más de entre
los muertos.
La prospectiva, discurso sobre la acción histórica, se ha escri-
to desde siempre; y este es el único consuelo que encontrarán sus
practicantes ante la ausencia de una imposible teoría general sobre
la evolución: tomarán al menos, y así se espera, las precauciones
necesarias para evitar el pesado juego de las ideologías cargadas de
pretextos pseudocientíficos. Durante mucho tiempo aún, la prospec-
tiva deberá despojarse de todos estos desperfectos; no se tiene la
seguridad de que ello disminuya sus aventurados estudios.
Tampoco podemos eludir otro problema: el que plantea el propio
sentido de la prospectiva social debido a las distensiones que caracte-
rizan a sus investigaciones. Su vocación es, en efecto, evidentemente
totalitaria; puede intentar responder los problemas concernientes al
devenir social, contribuyendo así poderosamente al advenimiento de
una «sociedad programada» (Alain Touraine), cuyos modos y rit-
mos de evolución serían descritos ya antes y controlados por los que
Adam Smith llamaba «los dueños de la especie»: «Las especulacio-
nes sobre el futuro —decía Jean Meynaud en 1953— constituyen un
intento de persuasión a favor del orden social existente»; indudable-
mente nos es mucho más difícil en 1971 confiar, como confiaba en
1932, R. K. Merton, en la «exasperación de una población que se
vería completamente metamorfoseada en una gigantesca cobaya so-
ciológica». Debemos denunciar los posibles peligros de los progresos
de la informática aplicada a la preparación y ejecución de las deci-
siones. Así, en las democracias industriales estos progresos aceleran
2.3. LA PROSPECTIVA SOCIAL 49

los cambios del poder, que tienden a desacreditar el saber desintere-


sado, que estaba en la propia base de las antiguas sabidurías de la
ciudad, y que se interesan enormemente por el saber útil.
Si no prestamos atención, la prospectiva social puede verse redu-
cida al papel de un incomparable instrumento de control social. Pero,
en su punto de partida, es completamente lo contrario: se examina a
sí misma sin consideración alguna, escribe su oculto razonamiento,
expone abiertamente sus heridas y sus mensajes, descifra sus sueños
v sus promesas.
Dos informes oficiales ofrecían ayer testimonio de ello. El prime-
ro, americano, planteaba problemas insólitos: en realidad, ¿ha mejo-
rado la salud en Estados Unidos?; ¿cuáles son los caminos concretos
de su mejora? (social mobility); ¿cuál es el impacto de la criminali-
dad y de la violencia en su existencia cotidiana?; ¿qué se les enseña,
y qué tienen necesidad de saber?, etc. (Toward a social report, 1969).
El segundo informe, italiano (Progetto 80, 1969), no dudó en plantear
duramente el problema de la creatividad individual y colectiva como
fuerza motriz del aumento a largo plazo de una sociedad industrial,
aumento al que considera como un fenómeno esencialmente cultural:
se manifiestan claramente las distorsiones del lenguaje primordial,
común, vulgar y aceptado.
La prospectiva social intenta pensar y decir otra cosa. Es el len-
guaje de la otra parte: no en el sentido trivial en que el esoterismo
casual adquiere su significado, sino en el sentido puro en que se es-
tudia y expresa la distancia en relación con el lenguaje cotidiano.
La prospectiva representa la negación del «buen sentido». Es, antes
que oposición y subversión, la negación de copiar algo, de sujetarse
a un modelo, de inferir lo que será de lo que ha sido. La prospectiva
—y primeramente la social, mucho más expuesta, pero menos depen-
diente de las técnicas de elaboración y de los tipos de expresión—
es el saber que está continuamente en suspenso, la palabra segu-
ra de sí misma, pero al mismo tiempo se siente perdida cuando se
oye a sí misma. Frágil saber, indefinidamente tratado a medida que
va escribiéndose la historia y que va aumentando el campo de los
conocimientos verificables.
50 2. LAS PROSPECTIVAS APLICADAS

En el curso de los dos últimos decenios se han ido multiplicando


los difíciles estudios sobre las sociedades industriales «avanzadas», y
a partir de una serie de reflexiones sobre la problemática del control
colectivo del aumento económico y del progreso técnico, han eviden-
ciado dos problemas centrales: por una parte, el de la persistencia
de zonas de pobreza, marginalidad y exclusión, es decir, de tipos de
actividades y modos de vida preindustriales, dentro de las socieda-
des de «consumo» y de «abundancia»; por otra parte, el problema
de los caminos y medios para pasar a otro tipo de civilización, par-
tiendo de preguntas decisivas sobre los objetivos que persigue todo
el sistema industrial en general, sea capitalista o bien socialista.
Otras investigaciones, no tan adelantadas, permiten plantear dos
problemas que complementan a los dos anteriores: por un lado, el
relativo al modo de transmisión y uso de los conocimientos y a la
aparición de una dudosa «sociedad del saber»; y, por otro lado, el
concerniente a los nuevos peligros con que la industrialización ace-
lerada amenaza a sus sociedades, peligros debidos a la acumulación
de los desperdicios del consumo de las masas y a las graves rupturas
que dicha acumulación provoca en el equilibrio biológico del medio
ambiente.
La prospectiva social puede orientar sus propios estudios, por
referencia a estos importantes puntos que tanto preocupan a las
actuales investigaciones; de este modo, puede formar tres grupos de
problemas:
el de la función de la pobreza y de la exclusión social dentro
de las sociedades más avanzadas7
el de la aparición de nuevas rupturas sociales, resultantes de
la aceleración de los progresos técnicos: la dialéctica marxis-
ta fundamental sobre los «dueños» y sobre los «servidores
de las máquinas» (Francois Perroux) parece perpetuarse de
una manera más sutil que en el esquema marxista clásico,
pero igualmente reveladora de los sistemas de dominio y
dependencia
7Miller, S. M. y Roby, P. A., The Future of Inequality, 1970.
2.3. LA PROSPECTIVA SOCIAL 51

y, por último, el problema de la invasión del espacio natural


de actividad humana por las poluciones y por los perjuicios,
cuya incidencia es tal que pueden provocar muchas reaccio-
nes colectivas que plantearán problemas a la lógica misma
de la industrialización.
Sin duda alguna, si reflexionáramos sobre todos estos datos, obten-
dríamos los fundamentos sólidos para elaborar una teoría general
sobre los cambios sociales que se producen en las actuales socieda-
des industriales. La ausencia de estos fundamentos obstaculiza, a
corto plazo, el desarrollo de las prospectivas aplicadas: la natura-
leza de las cuestiones de la prospectiva social y la de los objetivos
de acción social que persigue le obliga a contribuir, a través de sus
propios trabajos, a elaborar una teoría sobre el cambio social.
El desarrollo de las sociedades industriales avanzadas no se ca-
racteriza por la producción masiva, ni por el consumo, ni por las
diversiones. Un número muy elevado, y siempre en aumento, de
«beneficiarios», accede a un número, igualmente en aumento, de
productos o conocimientos; este hecho modifica la atención de los
problemas de control por grupos reducidos a razón de sus caracte-
rísticas particulares y distintos tipos de transformación progresiva
de estas sociedades. Este control se ejerce dentro de un espacio so-
cial definido: el de los «beneficiarios» del progreso, en oposición a los
marginados y excluidos: los pobres. Se apoya asimismo en un saber
específico: el de la innovación. Y busca su legitimidad en un tema
de creciente importancia; el de la protección y mejora del medio am-
biente natural necesario para la plena expansión de las actividades
humanas.
La noción de pobreza es un buen ejemplo de la dificultad de otor-
gar un carácter operacional satisfactorio a una categoría tradicional
de la reflexión sobre los problemas sociales. Esta noción no puede
precisarse de una manera adecuada ni a un nivel cuantitativo ni a
un nivel cualitativo:
desde el primer punto de vista, si intentamos determinar los
umbrales de pobreza, nos sumimos en una gran confusión: lo
52 2. LAS PROSPECTIVAS APLICADAS

que explica la necesidad de buscar el nivel de pobreza según


la evolución de la renta media o según el nivel de vida por
habitante
desde el punto de vista cualitativo, la pobreza no puede
incluirse dentro de una «cultura», como lo sugerían los pri-
meros trabajos de Osear Lewis; sino que parece adaptarse
mejor dentro de una subcultura, lo que complica el análisis.
En cuanto a sus posibles soluciones, la pobreza no puede re-
ducirse a un problema trivial de establecimiento del nivel de
renta, ya que primordialmente no se trata de un problema
de dinero.
Los estudios, que recientemente han aumentado, subrayan la impo-
sibilidad de analizar a la pobreza sólo en relación al nivel de vida.
En primer lugar, la pobreza es la traducción social del juego de un
determinado número de mecanismos institucionales que marcan una
separación entre los beneficiarios y los excluidos del aumento del
producto nacional y del progreso tecnológico. Se presenta de distin-
ta forma según los individuos y según los grupos; por ejemplo, la
«pobreza» del anciano aislado, que tiene como único medio de sub-
sistencia una miserable pensión o una ayuda municipal, no puede
compararse con la del adulto sin empleo o con la del adolescente
sin escuela, que vive en el ghetto urbano, ni tampoco con la del
campesino que vive de una tierra cada vez más deficitaria.
Hay que precisar también la noción cualitativa de la pobreza. Se
distinguen, al respecto, tres nociones: las de pobreza, marginalidad
y exclusión.
La pobreza es el estado de aquellos grupos sociales que, según
la expresión de J. K. Galbraith8«están fuera del sistema industrial»,
es decir, de aquellos grupos que no están integrados ni se ven afecta-
dos por el aumento del sistema, ni siquiera cuando se les usa como
fuerza de trabajo. En efecto, la pobreza comprende dos categorías
de «pobres»; los marginados y los excluidos.

8El nuevo Estado industrial. Ensayo sobre el sistema económico norteamericano


2.3. LA PROSPECTIVA SOCIAL 53

Los marginados son aquellos pobres útiles para el funcionamien-


to del sistema industrial y, por lo tanto, susceptibles de ser «recu-
perados» por este. Por ejemplo, los trabajadores emigrantes al ex-
tranjero, indispensables para la realización de ciertas tareas que son
demasiado penosas o muy poco remuneradas para los habitantes na-
cionales.
Los excluidos son aquellos pobres que, al contrario, no repre-
sentan ninguna utilidad para el funcionamiento del sistema y que,
por lo tanto, este no los recuperará. No sólo se encuentran más allá
de la barrera de marginalidad, sino fuera del umbral de exclusión
social. Como por ejemplo, y tomando los que Herbert Marcuse ya
mencionaba, «razas de color perseguidas, internos de las prisiones y
de los hospitales psiquiátricos»9, y considerados también después de
su salida de la prisión y del hospital.
Renovar el análisis clásico sobre la pobreza, por más indispen-
sable que sea, no es suficiente para satisfacer la curiosidad del pre-
visionista, que se preocupa por descubrir las «tendencias difíciles»
de la evolución de las sociedades industriales; también observa, por
ejemplo, que esta evolución no se caracteriza por la creciente igual-
dad de los estatutos y conductas del hombre, sino por la sustitución
de diferencias culturales que se centran en torno a los diversos tipos
de distribución del conocimiento y a la práctica del poder principal,
o sea, de la función de creación de objetos, de circuitos de informa-
ción, de tipos de comportamiento y actitud, de sistemas de valores,
etc., nuevos, todo ello dentro de las diferencias naturales (ante la
enfermedad y la muerte) y de las económicas (niveles de renta, tipos
de actividad). La distinción entre los «que tienen» y los «que no
tienen» desaparece ante la que separa a los que saben de los que
no saben. Por lo tanto, estamos lejos aún del resurgimiento de una
«sociedad del saber», en la que cada individuo tendría un libre e
igual acceso al conocimiento. Contrariamente, y a despecho de una

9El hombre unidimensional. Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial


avanzada
54 2. LAS PROSPECTIVAS APLICADAS

aparente generalización de la educación e información, nos encon-


tramos con la aparición de diferenciaciones sociales nuevas, basadas
en factores propiamente culturales: en efecto, son más discretos que
estos en cuanto a sus manifestaciones externas (a nivel de conciencia
colectiva), pero, al mismo tiempo, mucho más precisos en cuanto a
sus efectos.
Indudablemente, esta tendencia va a acentuarse mucho en los
próximos años. La creciente información de que se dispone está en
vías de transformar incluso los vectores del conocimiento: lo impreso
y lo audiovisual proporcionan un stock de informaciones operacio-
nales mucho menos importantes que la ficha perforada, disco o cinta
magnética que usan los ordenadores y acumuladores de datos; es-
ta importancia se manifiesta al menos en el campo de aquel tipo
de informaciones que pueden facilitarnos elecciones y objetivos op-
timistas y ordenados. En estas condiciones se corre el peligro de que
se establezca una situación en la que el saber útil se reservará cada
vez más a grupos restringidos y a cuyo nivel se situarán cada vez
más claramente los problemas auténticos de la prospectiva social.
Los avances de esta no tienen una información suficiente y la masa
ciudadana no participa en la preparación y realización de una serie
de decisiones, cuyos fundamentos esenciales desconoce por comple-
to. Los avances de la prospectiva social deberían ampliar los grupos
responsables de su información —evitándose así el establecimiento
de monopolios del conocimiento—, y asimismo deberían disponer de
procedimientos apropiados para controlar sus trabajos. Este control
exige por sí mismo un gran esfuerzo de imaginación y de innovación,
cuya importancia viene demostrada por los fracasos obtenidos hasta
hoy en este campo.
En cuanto a la última categoría de problemas anteriormente
mencionados —los relativos al medio ambiente—, cabe destacar que
la creciente importancia que actualmente adquieren en la sensibili-
dad colectiva de las sociedades industriales avanzadas es señal de lo
que designan y también de lo que esconden.
2.3. LA PROSPECTIVA SOCIAL 55

En primer lugar, estos problemas destacan la inquietud que uno


siente al constatar que los productos industriales se ven amenaza-
dos por sus propios desperdicios; y, asimismo, los beneficios de la
producción masiva quedan anulados por las poluciones y otros per-
juicios.
En segundo lugar, nos hablan de la nostalgia que uno experi-
menta al recordar el tiempo, ya olvidado, en que las máquinas no
enrarecían el aire ni el agua y en que las relaciones del hombre con
su medio ambiente natural eran inmediatas y diarias.
Pero estos problemas han olvidado algo, que quizás es lo más
importante: la noción de industrialización en sí misma, que no ha
logrado hacer de un planeta gobernado por las necesidades de las
máquinas concentradas en un pequeño número de sociedades a las
que dominan, la tierra prometida que podía haber sido para todos los
hombres. La sociedad industrial, ya desde sus comienzos, ha vivido
la problemática de sus propios fines: primero, con las luchas obreras
—del «ludismo» inglés de comienzos del siglo XIX al sindicalismo
revolucionario francés del siglo XX—; luego, con las revoluciones
silenciosas o no de los «cuellos duros» y de los trabajadores inte-
lectuales. Se cometía un grave error al subestimar la aportación de
estos movimientos sociales y sobre todo al interpretar mal la natura-
leza de los mismos. Sin duda, al plantear problemas específicamente
«posindustriales», ponían en entredicho la lógica misma de la indus-
trialización: el problema del control social de las máquinas, el del
renacimiento de una creatividad libre de todas las limitaciones que
surgen de la «masificación» a cualquier nivel, el de volver a una eta-
pa en la que las relaciones sociales no serían de violencia, sino en
y por la paz, habiéndose reconciliado el hombre con la naturaleza.
Esto es precisamente lo que la colectividad pone en juego al tomar
conciencia de la necesidad de preservar al medio ambiente natural
de sus actividades de una irremediable degradación, y allí donde sea
preciso adecuarlo a las necesidades del hombre.
Estas han sido, aunque someramente tratadas, algunas de las
actuales orientaciones de la prospectiva social. Todavía queda lo
esencial: la elaboración de un sistema de conceptos apropiados a
56 2. LAS PROSPECTIVAS APLICADAS

su objeto, elaboración que ya comienza a esbozarse en muchos lu-


gares y que gira en torno a una noción, ya utilizada a pesar de su
ambigüedad: la «sociedad posindustrial».
Esta sociedad se determina en el cuadro de una tipología cua-
ternaria de la evolución de las formas sociales, situándose ella misma
por referencia a un factor de cambio que domina una buena parte
de dichas formas: el maquinismo, que se define por la presencia, en
una sociedad determinada, de un conjunto de máquinas que movili-
zan a su servicio —directa o indirectamente— a individuos y grupos
que contribuyen a. aumentar el producto global de la sociedad en
cuestión.
Desde este punto de vista, pueden distinguirse: — Unas socieda-
des anteindustriales, que se caracterizan por la ausencia de cualquier
sistema de máquinas. No debe confundirse este tipo de sociedad con
las «economías de subsistencia», ya que estas últimas, a falta de
medios que aseguren un excedente neto de riquezas a sus miem-
bros, pueden disponer de cierto grado de maquinismo (por ejemplo
hidráulico, transportes, etc.). La antropología tradicional califica a
estas sociedades de «primitivas» o «salvajes», en el sentido de que
son inca-paces de adherirse al sistema de valores que constituye la
principal fuerza de las sociedades en vías de industrialización.
— Unas sociedades preindustriales, en las que un número limi-
tado y disperso de máquinas activan ciertas categorías restringidas
de agentes económicos sin imprimir una fisonomía nueva a todo el
aparato de producción y sin tener —en consecuencia, empleando
términos marxistas— una influencia notable sobre las relaciones so-
ciales.
— Unas sociedades industriales, en las que lo fundamental de
su aparato de producción, transformación y distribución, está en el
uso de máquinas ligadas entre sí, de tal manera que todo el cuerpo
social parece formar una «gran mecánica» (Francois Perroux). Sus
relaciones sociales se caracterizan por lo mismo: parece que, tanto
en su vida profesional como en su existencia general, cada individuo
2.3. LA PROSPECTIVA SOCIAL 57

se define en relación a una máquina (o a un conjunto de máquinas)


que él cree dominar o a la que él se imagina que está sometido10.
La última etapa de la evolución de las llamadas sociedades in-
dustriales «avanzadas» es la automatización de los procesos de pro-
ducción, transformación y distribución de las mercancías y de las
informaciones de «consumo de masa». Esta automatización compor-
ta la aparición de:
—Unas sociedades posindustriales, en las que el uso generalizado
de sistemas de máquinas (o sea, de conjuntos de unidades mecáni-
cas y electrónicas coordinadas entre sí para realizar operaciones en
grupo) no determina ya de una manera unívoca la fisonomía de las
relaciones sociales. Los individuos y los grupos no se definen entre sí
según sus relaciones con las maquinas, sino por referencia a nuevos
valores, sobre todo intelectuales y morales (Daniel Bell).
Es normal designar a este estado social con la expresión «socie-
dad del saber», cuya aparente precisión pretende calificar un proceso
de acumulación y de redistribución de un stock de conocimientos de
una amplitud mucho mayor que el de la masa, con todo impresio-
nable, de los bienes materiales de que disfrutan los miembros de la
sociedad «posindustrial». Es como si se olvidara que los sistemas de
máquinas, sea cual fuere su grado de automatización y de integra-
ción, no pueden funcionar en «circuito cerrado» dentro del cuerpo
social. Su uso comporta continuamente una serie de rectificaciones y
de controles que se organizan en función de una mayor delimitación,
ya indicada: la que separa a los detentores de un saber dominante,
porque impone la innovación (técnica y social), con los de un saber
ya desfasado. Actualmente, esta delimitación se puede observar per-
fectamente dentro de las sociedades transindustriales, o sea, dentro
de las sociedades industriales avanzadas en vías de pasar a una «ci-
vilización pos-industrial»: Estados Unidos, Japón, Suecia. Además,
refuerza el poder de las grandes organizaciones públicas y privadas

10El concepto «comodín» de la interpretación de las sociedades industriales es,


como bien se sane, el de alienación.
58 2. LAS PROSPECTIVAS APLICADAS

(como las firmas «multinacionales») y provoca la aparición de nue-


vos tipos de dirigentes aptos para crear y dirigir nuevas formas de
decisión colectiva.
Cuando dentro de una misma sociedad observamos paralelamen-
te una creciente multiplicación de los procesos de discriminación y
exclusión social y una deterioración acelerada del medio de vida,
entonces debemos usar con extrema precaución la expresión de so-
ciedad o civilización posindustrial: en principio, debemos rechazar
la idea de designar con esta expresión a un estado social ideal, en
el que cada individuo no deberá buscar los medios para su existen-
cia cotidiana, sino tan sólo inventar y practicar un «arte de vivir».
Estamos aún muy lejos de esta especie de sueño futurista.

2.4. La prospectiva de la ordenación del espacio


La ordenación del espacio puede definirse como la combinación
de aquellas decisiones cuyo objeto es «volver a modelar» un medio
natural y cultural, inscrito en un territorio determinado, en función
de cierto número de objetivos jerarquizados y complementarios11.
Ya desde un principio se inscribe dentro de un «tiempo de larga
duración» y dará una coherencia indispensable a la programación
de sus actos, siempre que los sitúe dentro de un sistema de análisis
y decisiones, sistema que contiene a su vez una serie de subsistemas
secuenciales.
En Francia, en 1968, bajo el apoyo de la Delegación para la
Ordenación del Territorio y la Acción Regional (DATAR), respon-
de a este imperativo la creación de un Sistème d’Etudes du Schéma
d’Aménagement de la France (SESAME), a partir del cual se han
ido elaborando cierto número de simulacros tendenciales o contras-
tados. Estos simulacros, que tienen el mismo horizonte (Francia en
el año 2000), tratan de los problemas demográficos —«Francia con
100 millones de habitantes»—, de los cambios de la agricultura —
«La agricultura sin tierra en el año 2000»—, y también de algunos
11Monod, J. y De Castelbajac, Ph., L’aménagement du territoire, col. «Que
saís-je?», núm. 987, PUF, París, 1971
2.4. LA PROSPECTIVA DE LA ORDENACIÓN DEL ESPACIO 59

aspectos de la ocupación del territorio terrestre y marítimo —«La


Francia costera»—. No se conciben como medios de previsión, sino
como instrumentos capaces de llevar a cabo la investigación siste-
mática «no del fruto de este o aquel fenómeno, sino más bien de sus
posibles implicaciones en un horizonte lejano»; los simulacros de este
primer tipo de investigaciones prospectivas han permitido la puesta
a punto, si no de un aparato metodológico, al menos de la prácti-
ca de elaborar esquemas de referencia y sistemas de orientación de
indudable interés, tanto sí se les acepta total o parcialmente, como
si se les rechaza, elaborando en este último caso nuevos esquemas
de inspiración y nuevos tipos de construcción. En ambos casos —y
esto es precisamente lo fundamental—, el análisis prospectivo de la
distribución del espacio va progresando.
Actualmente, el ejemplo más completo de escenario tendencial
de la ordenación del espacio es, sin duda alguna, el que, bajo el título
de simulado de lo inaceptable, se ha propuesto esbozar una imagen
de Francia en el año 200012.
A partir del análisis global (o al menos completo) de la situación
del territorio francés en 1970 y de las tendencias de la posible evolu-
ción de la sociedad francesa, el escenario intenta caracterizar la serie
de caminos susceptibles de dar forma y consistencia a la «imagen úl-
tima» de Francia a fines de siglo. En su mismo enunciado, se aprecian
ya las considerables dificultades de esta tarea; pero analizaríamos
erróneamente el simulacro de lo inaceptable —esta denominación se
debe a que la imagen que da de Francia subraya voluntaria-mente los
peligros de bloqueos estructurales y las dificultades del crecimiento—
si tomamos al pie de la letra, las hipótesis básicas que conlleva y las
conclusiones a que desemboca. Como afirman sus autores, el simu-
lacro no sólo tiene una función de referencia, sino que también se le
debe considerar como un elemento de «rechazo» que puede provocar,
por reacción a sus «pesimistas» conclusiones, una serie de acciones
capaces de movilizar y de renovar. En efecto, el simulacro sugiere
que la naturaleza y ritmo del posible crecimiento de la economía en

12DATAR, colección «Travaux et Recherches de Prospective», 1971.


60 2. LAS PROSPECTIVAS APLICADAS

las próximas décadas pueden ser tales, que acentúen la separación,


actualmente aún poco perceptible, de dos Francias; por un lado, una
Francia «fuerte» (región parisiense, la del bajo Sena, norte y este, la
de Lyon, Provenza y Costa Azul) íntimamente ligada a las mayores
polarizaciones de la gran dorsal europea (Benelux, Alemania Occi-
dental y norte de Italia) y con un gran dinamismo económico a largo
plazo; y, por otro lado, una Francia «débil» (oeste, centro y sudoes-
te), en la que las pocas «microzonas de polarización», sitas a lo largo
del litoral no son suficientes para orientar y provocar un desarrollo
durante un largo período. El simulacro destaca igualmente que la
relativa subpoblación de Francia frente a los otros países europeos
persistirá realmente hasta fines de siglo, y asimismo que los conflic-
tos latentes entre la sociedad urbana y la rural se intensificarán si no
se intenta solucionarlos. En resumen, ofrece una imagen que, si bien
no es «inaceptable», al menos es digna de preocupación y provoca,
a partir de hoy, una serie de controversias que seguramente serán
«constructivas».
La elaboración de simulacros no es el único camino que ha toma-
do la perspectiva de la ordenación del espacio en Francia. Hay otro
foco principal de estudios a una escala territorial más reducida: viene
representado por los libros blancos (es-quemas de ordenación) de las
«metrópolis de equilibrio» (área metropolitana de Marsella, metró-
poli lorenesa, metrópoli Lyon-Saint Etienne-GrenobIe, área metro-
politana Nantes-Saint Nazaire, etc.) y de los subconjuntos regionales
(bajo Sena, zona parisiense, zona mediterránea, zona Ródano-Alpes,
etc.). Establecidos generalmente en relación a dos horizontes —1985
y 2000—, los esquemas de distribución se proponen objetivos explí-
citamente operatorios: pretenden situarse dentro de los procesos de
decisión y así determinar, al menos en parte, el futuro de los espacios
que describen.
Las prospectivas de la distribución del espacio contribuyen al
planteamiento de los problemas que surgen en las relaciones entre
el estudio prospectivo y la acción social. Estas prospectivas sugie-
ren imágenes de posibles futuros, describen los caminos que pueden
llevarnos a ellos (simulacros), determinan objetivos y programan las
2.4. LA PROSPECTIVA DE LA ORDENACIÓN DEL ESPACIO 61

etapas y medios de las distribuciones deseadas (esquemas). Debido


a todo ello, resulta que son estas mismas prospectivas las que sitúan
las exigencias y los grupos de participación de acuerdo con una evo-
lución y las que ponen en movimiento a sus propias representaciones
del futuro. Constituyen, pues, el posible fundamento de nuevas for-
mas de diálogo social: a pesar de que estemos todavía lejos, por una
parte, de una práctica prospectiva plenamente abierta, y por otra
lejos de la organización de una creación colectiva permanente, sin
embargo no cabe duda alguna de que la publicación y difusión de
los trabajos de prospectiva aplicada pueden desempeñar una función
decisiva en el cambio, sea como fuere, de la mentalidad y conduc-
ta. En cualquier caso se puede observar que las discusiones sobre
las formas y objetivos de regionalización están alimentadas, en gran
parte, por las actividades prospectivas de los organismos de distri-
bución del espacio: DATAR, OREAMS (Organizaciones de Estudios
de Ordenación de Áreas Metropolitanas), servicios regionales del Mi-
nisterio del Equipamiento, Comités regionales y de Departamentos
de Expansión Económica, etc.
Las actuales prácticas del estudio de preferencia se centran fun-
damentalmente en la planificación a largo plazo, en la previsión tec-
nológica, en la prospectiva social y en la prospectiva de distribución
del espacio. Pero ello no significa que hayan agotado sus posibles
aplicaciones.
Hace ya muchos años que los Estados Mayores de las grandes
potencias militares están examinando a fondo las prospectivas que
se centran específicamente en la evolución de los sistemas de armas y
en el establecimiento de estrategias que se aplican a dicha evolución
y a la de los sistemas geopolíticos mundiales, uno de sus miembros
más importantes afirmaba que «el problema de la maniobra en el
tiempo parece ser el papel esencial de la estrategia moderna, del
mismo modo que la maniobra en el espacio lo ha sido para la estra-
tegia clásica»; y asignaba a la prospectiva estratégica la misión de
«descubrir todas las hipótesis posibles para así, a corto plazo, poder
estar dispuesta a intervenir en el momento de apoyar la hipótesis
62 2. LAS PROSPECTIVAS APLICADAS

preferida de entre todas las que se verifican»13No cabe duda alguna


de que los especialistas en planificación a largo plazo y en prospectiva
social pueden sacar gran provecho al reflexionar sobre aquellos tra-
bajos de prospectiva estratégica que por razones de interés nacional
no permanecen en secreto.
A un nivel más general, es una prospectiva geopolítica la que se
esboza a partir de la renovación profunda de esta disciplina que se
practica, desde hace tanto tiempo, sobre todo en Alemania y en Esta-
dos Unidos, siguiendo sin ninguna clase de escrúpulos y por todos los
medios las ambiciones del aumento del poder de un Estado-nación:
hoy en día siempre se encuentran intelectuales bastante dóciles pa-
ra aportar este tipo de tareas la garantía de su «ciencia», mediante
cierta «propina» en dinero y honores14.
Pero es evidente que, en el estado actual de las cosas, la geo-
política, no es una ciencia y ni siquiera un conjunto coherente de
métodos del espíritu que puedan controlarse a través de disciplinas
que posean una vocación o un estatuto científico. Lo fundamental
de sus sucesivos razonamientos no viene más que de su obsesión por
determinar lo geográfico, lo climático o lo racial. Se tendrían ciertos
escrúpulos al usar dicha expresión si no aludiera a una dimensión fun-
damental de la reflexión prospectiva aplicada en un marco geográfico
lo suficientemente amplio para provocar una concepción, demasiado
nacionalista, de los problemas del futuro en un espacio determina-
do. Una prospectiva geopolítica, libre de postulados implícitamente
normativos —como por ejemplo el de la «vocación particular» de
una nación en ejercer este tipo de influencia en su medio ambiente
inmediato o lejano—, puede en algunas ocasiones violar las reglas
implícitas de la investigación de preferencia por interesarse demasia-
do en objetivos muy poco inocentes.
Esta prospectiva puede obligar a los esquemas del futuro de las
sociedades transindustriales a integrarse dentro de una visión más

13General Beaufre, Dissuasion et stratégie, pág. 204, 1964.


14Perroux, F., L’economie du vingtième siècle, pág. 393, 1964.
2.4. LA PROSPECTIVA DE LA ORDENACIÓN DEL ESPACIO 63

amplía de las relaciones entre dichas sociedades y las sociedades pe-


riféricas de mayor industrialización, estas últimas todavía llamadas
«subdesarrolladas», término que no puede aceptarse en absoluto15.
Merece destacar aquí la pobreza de la literatura que no está de acuer-
do con ello. Los llamados análisis objetivos se limitan a menudo a
examinar los temas más clásicos de las relaciones entre «ricos» y «po-
bres»: intercambios de productos agrícolas e industriales, emigración
de la mano de obra, nuevos medios de producción extranjeros, polí-
ticas turísticas, etc.
También puede tener cierto interés ir más lejos primero con la
elaboración de una tipología de los factores de dependencia de los
países subindustríalizados frente a los grandes conjuntos industriales
(déficit alimenticio, exceso de la mano de obra no cualificada, retraso
tecnológico, etc.); y luego, con la elaboración de una tipología de los
factores de dominación de los segundos países sobre los primeros:
seguridad en el aprovisionamiento de materias primas, de produc-
tos semiacabados y de mano de obra; estrategias periféricas de las
grandes firmas16; control de las estrategias en el crecimiento de los
países pobres, llevado a cabo por medio de alianzas diplomáticas y
de pactos militares, etc.
Así es como la prospectiva geopolítica es capaz de sobrepasar
el nivel de los esquemas de Estados Mayores, intentando integrar,
luego, a las nuevas e impacientes acciones de la «ciencia de las rela-
ciones internacionales» dentro de un examen mucho más amplio de
los sistemas de dominio y dependencia. Y, por último, esta prospec-
tiva realizará un análisis sobre los aspectos propiamente estratégicos

15Decouflé, A. C., «De quelques précautions préalable á une prospective du de-


veloppement», Tiers Monde, vol. XII. núm. 47, 1971.
16Esta expresión designa la implantación de filiales de firmas multinacionales
en las regiones que se caracterizan por la superabundancia de mano de obra
disponible y al mismo tiempo por la estabilidad política con la que se cuenta a
medio plazo para la producción masiva de objetos con la finalidad de destinarlos
a regiones industriales: la reducción de los costes y la «(extraversión» de las
actividades determinan una serie de estrategias útiles que quizás están a mayor
corto plazo de Io que puede parecer a primera vista.
64 2. LAS PROSPECTIVAS APLICADAS

de estos sistemas, eliminando a su vez una serie de reflexiones exa-


geradamente irresponsables de las «relaciones de civilización» entre
los pueblos. El hecho de que la geopolítica carezca esencialmente de
modestia es una auténtica lección para la prospectiva: pues esta ca-
rencia la libera de objetivos falsamente inocentes y al mismo tiempo
la obliga a hablar su verdadero lenguaje: el del poder.
Capítulo 3

PROSPECTIVA Y CIENCIAS DEL


HOMBRE

... «la sabiduría (es)


el nombre con el
cual se designa nor-
malmente la suma
total de la habili-
dad o facultad de
conocer; pero es un
error, pues los sig-
nos no son más que
conjeturas; su certe-
za aumenta o dis-
minuye si han falla-
do con mayor o me-
nor frecuencia; no
son nunca comple-
tamente evidentes».
Thomas HOBBES
(De la naturaleza
humana)

Ya hemos dicho que, en el estado actual de la práctica prospec-


tiva, no tiene sentido alguno discutir su carácter «científico» o «no
científico»; lo que, por otra parte, contribuye a eludir un problema
sin duda mucho más útil: el de su situación dentro de todas las for-
mas de conocimiento que, a distintos niveles y títulos, reivindican
su posición dentro del corpus de las ciencias del hombre.

65
66 3. PROSPECTIVA Y CIENCIAS DEL HOMBRE

Como cualquier razonamiento que intente constituirse en cono-


cimiento susceptible de ser tratado, la prospectiva toma, sin dudarlo
ni un momento, conceptos, métodos y aproximaciones de los cono-
cimientos que están mejor constituidos: sociología, economía, estra-
tegia, historia, etc. El balance de estas imitaciones revela el poco
interés que tiene la prospectiva por ciertos campos del conocimiento
o especulación, en los que, a priori, creeríamos que realmente lo tie-
ne; por ejemplo: las teorías de los ciclos económicos, que casi no nos
hablan de las dimensiones del tiempo que, por su parte, presenta un
gran interés para el previsionista; y también las teorías del cambio
social que constituyen una literatura «a menudo muy poco satis-
factoria y en la que generalmente se sobrevalora el cambio»1: se ha
llamado la atención a aquellos que consideran la práctica prospectiva
como una figura de la teoría general de las crisis o bien como un te-
ma de la física social, cuyo fracasado proyecto continúa obsesionando
aún a muchos de los arriesgados estudios de la sociología2.
La característica del estudio de preferencia está primeramente
en la precariedad de las relaciones conceptuales que puede mantener
con las formas habituales del estudio sobre el futuro. Por lo tanto, no
tiene gran interés analizar sucesivamente las posibles relaciones entre
la prospectiva y cada una de las principales ciencias del hombre;
mientras que será más pertinente analizar tres problemas mucho
más generales en los que se estudian las relaciones de estas ciencias
con el problema del «futuro»:
el primer problema es el relativo a la noción de «larga du-
ración» en la que se desarrolla por completo el espacio de la
reflexión prospectiva
el segundo trata del obsesionante problema que representa
el papel de la causalidad en las ciencias sociales y en donde
el razonamiento prospectivo puede intentar, ya que no logra
1Dumont, L., Homo hierarchicus, essai sur le systeme des castes, pág. 274, 1966.
2Cabe recordar la definición que daba Max Weber del sociólogo: «Pequeño pro-
feta acreditado por el Estado (y) que se atribuye él mismo el derecho a proferir,
desde lo alto de una cátedra y en nombre de la “Ciencia”, decisivos veredictos
sobre ciertos problemas relativos a la concepción del mundo».
3.1. PROSPECTIVA Y LARGA DURACIÓN 67

ponerlas de acuerdo, que se acepten al menos entre sí las


relaciones que comporta continuamente una discusión
el tercer plantea, yendo más lejos de esta disputa determi-
nista, la cuestión de saber si es legítimo –o no- establecer
una teoría de las relaciones de incertidumbre que pueda con-
ferir al estudio de la duración un rigor epistemológico capaz
de darle un aspecto distinto que el de la justificación retros-
pectiva –o prospectiva—de lo cotidiano.
Es imposible tratar aquí cada uno de estos problemas; nos conten-
taremos con exponer algunos de sus aspectos que facilitarán una
posible reflexión fuera de este libro.

3.1. Prospectiva y larga duración


La prospectiva se preocupa mucho por distinguirse a sí misma
del estudio sobre el futuro; pero asimismo debe salvar otros muchos
obstáculos, por lo que puede permitirse el lujo de no conocer la his-
toria. Sin embargo, es preciso destacar que en la práctica, el estudio
prospectivo padece una «irremediable falta de imaginación socioló-
gica e histórica» (I. Sachs) carece primeramente de este sentido de la
duración que sigue faltando en muchos estudios de ciencias sociales.
En estas condiciones, no es paradójico decir que la prospectiva debe
asignarse como primer objetivo el intento de analizar un momen-
to de la «larga duración», pues, de no ser así, no puede pretender
asignarse un valor heurístico.
La larga duración es esta «historia de amplios ritmos, (que) con-
cilia a la caótica oscilación de los hechos con la lógica de un gran
saber»3Fernand Braudel definía así «el problema esencial de toda ta-
rea histórica: ¿podemos hablar al mismo tiempo de una historia que
cambia rápidamente, protagonista de sus propios cambios y realiza-
ciones, y de una historia subyacente, más bien callada, discreta, casi
insospechada por sus propios testigos y actores, y que se mantiene
firme ante el obstinado paso del tiempo? Esta decisiva contradicción,

3Berque, J., Les Arabes d’hier ä demain, pág. 268, 1969


68 3. PROSPECTIVA Y CIENCIAS DEL HOMBRE

que debe siempre explicarse, es un importante medio de conocimien-


to y de investigación»4.
Tomar la larga duración como el espacio de un razonamiento
es considerar toda la amplitud de una perspectiva. Para empezar,
es reconstruirla a partir de elementos aparentemente fijos, porque
están fechados, y concernientes a la crónica histórica (establecer una
sucesión de acontecimientos) y, por ello, esencialmente inconstantes.
Una vez admitido este principio, queda en evidencia la false-
dad de la oposición que, durante tanto tiempo, ha existido entre la
historia de los «acontecimientos» y la historia «profunda»: la larga
duración representa, en historia, la reconquista de la sucesión y al
mismo tiempo la llegada de la ruptura.
Los trabajos más recientes de Michel Foucault, al respecto alu-
den a un punto muy interesante5 . En principio, hay que admitir
que «la historia, desde hace mucho tiempo, ya no intenta estudiar
los acontecimientos a través del juego de causas y efectos dentro de
la unidad de un futuro, vagamente homogéneo o realmente jerarqui-
zado; tampoco trata de encontrar de nuevo estructuras anteriores,
extrañas u hostiles al acontecimiento. Sino que hay que establecer
los diversos sucesos, entrecruzados, a veces divergentes, pero no au-
tónomos, que permiten circunscribir el “lugar” del acontecimiento,
los límites de su probabilidad y las condiciones de su aparición»
(L’ordre du discours).
Se encontrará de nuevo el problema de la causalidad en la his-
toria y en otras disciplinas. En este punto lo importante del análisis
está en la evidencia de que «a las sucesiones lineales, que hasta aquí
habían sido el objeto de la investigación, se las ha reemplazado por
un conjunto de separaciones profundas» (L’archéologie du savoir).
La larga duración no es homogénea ni unívoca. Es esencialmente un
conjunto de discontinuidades coherentes, un sistema de ruptura de
sucesiones, un espacio abierto a la regularidad y al azar. Hace ya

4La Méditerranée et le monde méditerranéen â l’époque de Philippe II, vol. I,


pág. 12, 1966; también Historie et sciences sociales, La Longue darée, 1958
5L’ordre du discours, 1971; L’archéologie su savoir, 1971
3.1. PROSPECTIVA Y LARGA DURACIÓN 69

algún tiempo que Gastón Bachelard lo había sugerido: la duración


esta llena de lagunas6. En primer lugar, lagunas en cuanto a la cro-
nología, que poco a poco son llenadas por la historiografía. Y, sobre
todo, lagunas en cuanto al tiempo, como si la historia estuviera en
suspenso. Pero, en realidad, la historia continúa haciéndose en pro-
fundidad y simplemente permanece callada: razón de más, en caso de
ser necesaria, para desconfiar de una causalidad demasiado simplis-
ta. La historia está llena de estas falsas lagunas de la duración, que
a menudo nos dan la ilusión de que podemos disponer permanente-
mente de un tiempo para la realización de ciertas tareas a las que
una filosofía muy complementaria califica de expresiones engañosas:
«progreso», «regresión», «declive», «renovación», etc.
Las separaciones y rupturas de la duración forman, al igual que
las regularidades y las series coherentes del tiempo de larga dura-
ción, el propio fundamento de las relaciones de incertidumbre, a las
que el estudio de proferencia debe intentar analizar y describir. A su
vez, estas examinan detenidamente, como lo indica Michel Foucault,
los conceptos clásicos de la razón histórica: continuidad, causalidad,
libertad, estructura, etc. De esta manera colocan en primer plano
al acontecimiento y a la serie a través del «juego de las nociones
a las que están ligadas: regularidad, azar, discontinuidad, depen-
dencia, transformación (L’ordre du discours): indudablemente, no
puede caracterizarse de una manera más ejemplar todo el aparato
de conceptos claves del análisis prospectivo ni tampoco eliminarse
al mismo tiempo y de una forma más radical las formas vulgares
del razonamiento evolucionista y las especulaciones gratuitas sobre
el futuro.

El: acontecimiento: en lo realizado hasta ahora, hemos encon-


trado ya el «hecho portador de futuro» y el fenómeno alea-
torio; y asimismo hemos destacado lo ambiguo que es cla-
sificar anticipadamente un acontecimiento. Ante todo, en
este campo el previsionista se impone a sí mismo respetar
6La dialectique de la durée, 1963
70 3. PROSPECTIVA Y CIENCIAS DEL HOMBRE

un principio elemental del trabajo del historiador: datar el


acontecimiento y clasificarlo en una serie temporal a la que
se considera como un elemento de la cronología a muchos ni-
veles (ver más adelante). Lo contrario de la larga duración
es la intemporalidad; dicha duración representa la cronolo-
gía abierta y el tiempo respetado, la expulsión de la filosofía
de la historia fuera del campo histórico y la negación de ca-
lificar a priori al acontecimiento en clases divididas: ¿cómo
distinguir un acontecimiento «científico» de un hecho cul-
tural, o una circunstancia «económica» de un movimiento
social? Es muy comprensible que, ante tal confusión, se acu-
da a lo «interdisciplinario» y no a las apariencias; pero los
repetidos fracasos que ha tenido comienzan a cansar, y por
otra parte hay un hecho que ha evidenciado claramente que
la solución no está aquí: el hecho de que sólo pueda realizar
la yuxtaposición de un razonamiento celoso de su particular
interés por la universalidad.
La: serie: no es la simple sucesión de acontecimientos del mis-
mo tipo, sino la construcción de un conjunto coherente de
fenómenos de naturaleza y relación entre sí tan diversas co-
mo quieran ellos mismos. ¡Que los acontecimientos elijan,
pues, libremente, su propio sistema de relación! Será preci-
so que el previsionista sea lo suficientemente humilde como
para estar a la escucha y no deberá imponer ya desde un
principio sus categorías; deberá dejar que los fenómenos se
unan o dispersen por su propio movimiento, sin querer en-
contrar forzosamente algo en común entre ellos. El estudio
prospectivo trabaja en el campo siempre inconstante de las
regularidades discontinuas.
La: regularidad: designa la coherencia de la serie y al mismo
tiempo la repetición del acontecimiento. Lo que dura y lo que
vuelve a suceder. Bachelard lo afirmaba con una claridad al-
go inquietante: «Del pasado histórico (...), ¿qué queda, qué
3.1. PROSPECTIVA Y LARGA DURACIÓN 71

perdura? Lo que tiene motivos para volver a comenzar»7.


Es este un problema de gran importancia y que no se de-
be eludir. Proyecta en el amplio campo de la duración la
problemática de las tendencias difíciles, de las regularida-
des y de los ritmos del tiempo. Y, en el estudio prospectivo
—indisociable al de aquella «historia con largas fibras»—,
designa nada menos que el descubrimiento y la constatación
de los signos a través de los cuales la larga duración otorga
un código a los acontecimientos.
Un ejemplo nos ayudará a comprenderlo: al sugerir que la idea de
cruzada permanece todavía hoy como una dimensión fundamental
del universo cristiano en el Mediterráneo, no tratamos sólo un en-
frentamiento secular entre la Cristiandad y el Islam, sino que se
plantea realmente otro problema: la idea de permanencia de una
«baja continua» a partir del cual la evolución de las relaciones entre
la Cristiandad y el Islam viene a desempeñar el papel de «contra-
punto», sugiriéndose la noción de un código fundamental en la repre-
sentación diaria de un sistema de relaciones entre civilizaciones. Un
código que, específicamente, tiene su propia correspondencia (acaso
su traducción literal) en el lenguaje del otro: el Djihad, la Guerra
Santa del Islam. Evidentemente, considerados en una larga duración,
el Djihad y la Cruzada adquieren un significado que sobrepasa su
sentido común de guerra entre fieles e infieles: ambos términos se
presentan como el último intento de la búsqueda, siempre fracasada,
de una autenticidad espiritual y cultural perdida8.
7La dialectique de la durée, pág. VII
8Recordemos que la palabra Djihad designa «literalmente el esfuerzo para el
reino de Dios: esfuerzo personal de dignidad o de meditación, pero, con mayor
frecuencia, una participación en la obra comunitaria por excelencia: la lucha
armada para la expansión o para la defensa del Islam» (Miquel, A., L’Islam et
sa civilisation, pág. 52, 1968). En cuanto a la Cruzada, y así lo han indicado
magníficamente Paul Alpliandery y Alphonse Dupront, es la «exaltación de la
pobreza evangélica» antes que reconquista de los Santos Lugares. Es Cruzada
desde el momento en que los pobres se ponen en movimiento, participan, y desde
el momento en que Jerusalén está o no al filial del camino, como objetivo (La
chrétienté et l’idée de croisade, 1954).
72 3. PROSPECTIVA Y CIENCIAS DEL HOMBRE

No se exigirá a ningún análisis prospectivo que se arriesgue a


realizar interpretaciones tan generales. Pero, con el pretexto de que
debería formular posibles imágenes del futuro, no se le negará nunca,
al análisis prospectivo, el derecho y los medios de intentar, después
de la historia, encontrar su propio camino dentro del laberinto de la
duración.
Lo: aleatorio: disolución, azar, insólita irrupción de un aconte-
cimiento en una serie en la que no se le esperaba, aparición
de la ruptura en un momento de la duración en que es-
ta parecía estable. Insurrección, en su sentido propio, es el
término apropiado: imprevisto que surge sin ningún signo
anunciador y que rompe la continuidad del razonamiento,
lo destruye y le obliga al mismo tiempo a recoger sus pro-
pios pedazos. Así, la historia, y mucho más la prospectiva,
está continuamente condenada a permanecer en suspenso:
está sujeta al azar del descubrimiento de un acontecimiento
desconocido o de una serie insospechada; y además también
se deteriora a medida que ella misma se va haciendo.
Por lo tanto, lo aleatorio es también aquel acontecimiento que el
previsionista ha sido incapaz de predecir; este es el fracaso de la pre-
visión y el desmoronamiento de la prospectiva. Sería imperdonable
esconderlo detrás de todo lo que hemos formulado anteriormente:
¿es acaso algo más que precaución de lenguaje dar cabida en los
esquemas de la previsión a todo lo desconocido, siempre posible?
Seguramente, muchos estarán, de acuerdo en que ello sea indispen-
sable; pero, ¿y luego? «Lo aleatorio» es aquel tipo de acontecimiento
catalogado con retraso. Y el estudio de proferencia representa, en es-
te sentido, el lugar indeciso en el que se encuentran lo a priori y lo
a posteriori.
La: discontinuidad: sin duda alguna, es la principal categoría
del lenguaje de la larga duración. Michel Foucault la sitúa en
el centro del «cambio epistemológico» que la historia sufre
actualmente: y subraya asimismo la necesidad de formular
su teoría general. Es absolutamente preciso «pensar en la
3.1. PROSPECTIVA Y LARGA DURACIÓN 73

diferencia, describir los errores o las disgregaciones, aniqui-


lar la tranquilizante figura de lo idéntico» (L’archéologie du
savoir).
No se trata sólo de admitir, junto con Fernand Braudel, que «no
hay dos o tres temporalidades, sino numerosas decenas, cada una de
las cuales implica una historia particular»9. Hoy en día se encuen-
tra desfasada la disputa que antaño surgía entre los historiadores
y los sociólogos sobre la naturaleza y el significado de la noción de
«pluralidad de los tiempos sociales». Se trata de encontrar de nuevo,
detrás de cada una de estas amplias temporalidades, el sistema de
discontinuidades y de rupturas de la duración (ver más adelante), de
tal manera que se pueda establecer una historia global que rechace
cualquier discriminación entre «pasado», «presente» y «futuro».
Debemos preguntarnos también por la naturaleza de esta histo-
ria «global». El historiador es el primero que reconoce esta rivalidad,
sobre este punto, con mi dudoso y temible colega: el filósofo de la
historia. Toda filosofía de la historia es un comenzar de nuevo: el
filósofo que se hace historiador se libera de la gran seguridad que
tiene este último de que todo ha sido hecho, dicho y escrito; y de
que sólo resta examinarlo: esta seguridad se había convertido en una
obsesión y era preciso que la historia fuera algo más que una infini-
ta y humilde recolección de datos; debía encontrar su propio sentido
por antelación y abandonar el campo de aquellas hipótesis que deben
ser verificadas para poder acceder al sistema en una intemporalidad
que, después de todo, tiene quizá su profunda naturaleza.
Al que practica la prospectiva le costará mucho admitir todas
estas premisas, no porque el razonamiento del filósofo de la histo-
ria presente una dificultad de comprensión, sino, todo lo contrario,
porque se presenta como una superficie lisa, como una masa homogé-
nea de certezas detalladamente constatadas y a las que simplemente
hay que tomar o dejar: en resumen, se presenta como un manual
de sociología ideal. La reflexión de Pareto, Vico y Croce tiene sus
ocultos atractivos, a los que debe resistir el estudio prospectivo si
9Braudel, F., La Méditerranée..., vol. II, pág. 515.
74 3. PROSPECTIVA Y CIENCIAS DEL HOMBRE

quiere escapar a la «arbitrariedad de los grandes sistemas», como


decía Alain Touraine, y también a las relaciones ambiguas, entre la
filosofía de la historia y la sociología. Observamos, una vez más, que
la objetividad de una investigación científica no consiste en rechazar
la normatividad, sino en asumir la suya propia, describiendo sus le-
yes y sujetándose a ellas; y de esta manera se reconocerá a sí misma
con un escrupuloso respeto; Touraine afirma también que la objeti-
vidad de dicha investigación está en «llevar en sí misma sus propias
orientaciones normativas»10.
La prospectiva logrará expulsar así de su práctica las suposicio-
nes ilusorias y los detestables sobreentendidos. Para empezar, admi-
tirá que todavía se encuentra completamente separada de la historia
y de la utopía; en la conclusión volveremos a tratar este punto. El
razonamiento prospectivo, obsesionado por la cuestión (a veces in-
genua en cuanto a sus razones, pero carente de inocencia en sus am-
biciones) del mañana, inmediato o lejano, de lo cotidiano, no puede
aceptar el hecho de desenvolverse en el tranquilo ambiente de una
duración inmóvil. Debe poder cerrarse el necesario paréntesis que el
estudio prospectivo abre en las desordenadas circunstancias de cada
día; de no ser así, la aparente intemporalidad del estudio de pre-
ferencia no podrá responder de sí misma, lo que le haría culpable.
El hecho de que se introduzca en la duración no significa que es-
quive una temporalidad que puede constatarse en concreto. Cuanto
más hablemos de «largo» y de humilde, más deberemos someter-
nos a las reglas elementales del razonamiento histórico: «resumir,
clasificar, sacar todos los elementos recíprocos, reunir regularidades,
etcétera»11.
Comprendemos perfectamente el motivo por el que no se quiere
discutir con una historia que, como dice Braudel, se establece «co-
mo conocimiento del pasado y del presente, de lo “sucedido" y de
lo que “sucede"; como distinción, en cada "tiempo" histórico, sea de
ayer, sea de hoy, entre lo que dura, lo que ha durado y lo que con

10Sociologie de l’action, pág. 56, 1965, Ver más arriba, Capitulo I.


11Braudel, F., Civilisation matérielle et capitalisme, vol. I, pág. 11, 1967.
3.2. PROSPECTIVA Y CAUSALIDAD 75

fuerza durará, lo que no es más que provisorio, incluso lo efímero»;


y también plantea «que hay que movilizar a toda la historia para
comprender el presente (...) y también el futuro»12. Si esta histo-
ria practicara, Dios no lo quiera, ridículas ambiciones totalitarias,
entonces la prospectiva, tal como se la concibe aquí, aceptaría sin
dificultad alguna ser una de sus categorías.

3.2. Prospectiva y causalidad


Las disputas deterministas obstruyen la extensión de las ciencias
del hombre; la claridad del razonamiento marxista no ha resistido,
ni en este punto ni en otros, a los oscurantismos de los críticos. Por
lo tanto, la primera regla será evitar hacerle referencias, en principio
muy poco escrupulosas, en cuanto a su sustancia13.
Jean Piaget lo constata ya desde un buen principio: «La cau-
salidad nunca puede observarse, solamente deducirse»14. Bachelard
va aún más lejos: «Efectivamente, toda causalidad se expone» —o
lo que es lo mismo: se interroga a sí misma— «en la discontinuidad
de los estados»15. En efecto, cualquiera que sea su forma (causali-
dad contingente o determinismo generalizado), postula un cambio
epistemológico que viene caracterizado por un sistema de conceptos
(tendencias, repeticiones, similitudes, antecedentes, etc.) que surgen
en una concepción lineal y nomotética de la evolución. La causali-
dad admite que dos grupos de fenómenos estén ligados entre sí por
«relaciones necesarias» completamente independientes del espacio y
de la duración de su aparición y desenvolvimiento.
La tradición positivista ha llevado a esta actitud hasta sus lí-
mites. Gastón Berger precisa con claridad el proyecto de Comte al
plantear que «siendo constante el orden, de los fenómenos, a partir
del momento en que se conoce la relación que une una causa a su

12«L’histoire des civilisations: le pasée explique le présent», Ecrits sur l’histoire,


pág. 255, 1969.
13Rubel, M., Karl Marx, essai de biographie intellectualle, 1957
14L’épistémologie génétique, col. «Que sais je?» pág. 101, PUF, París, 1970
15La dialectique de la durée, pág. 52
76 3. PROSPECTIVA Y CIENCIAS DEL HOMBRE

efecto, podemos tener la seguridad de que, más adelante, cuando las


circunstancias sean las mismas, la volveremos a encontrar idéntica.
No se profundiza en el misterio de las cosas, pues se sabe que se
les podrá dominar desde el exterior. Al positivismo sólo le interesa
la eficacia»16, o sea, la demasiado famosa trilogía de la acción: «sa-
ber para prever a fin de proveer». No tiene gran importancia que
la diaria experiencia de la historia —por una vez indefinidamen-
te repetitiva— conceda a este intrépido principio una validez muy
acorde con lo que Marx llamaba la «dura realidad de los hechos». Las
ilusiones de la «creciente intelectualización y racionalización» de la
sociedad industrial nos habitúan, como ya lo decía Weber, a la idea
de que «a cada instante podríamos, por el solo hecho de quererlo (...)
dominarlo todo por la previsión. Al igual que el indígena que cree
en la existencia de estos poderes, nosotros no debemos aludir, como
él, a medios mágicos para dominar los espíritus o para implorarlos,
sino que es mejor recurrir a la técnica y a la previsión. Este es el
significado esencial de la intelectualización»17.
Nos gustaría poder afirmarlo: no hay nada que no sea más ex-
traño a la problemática del análisis prospectivo. El objeto propio
de este análisis —la exploración de una discontinuidad sumergida
dentro de la larga duración— le obliga en lo absoluto a considerar
el restablecimiento o la conjetura18de cadenas de acontecimientos
ligados entre sí, como un elemento extraño a la esencia de su propio
razonamiento. No sólo se trata de recordar, como lo hacía Bertrand
de Jouvenel, una evidencia —la de que «las relaciones de causalidad
en el orden social no son claras ni sencillas19—, sino de rechazar
en un razonamiento determinista el derecho a poseer un estatuto
privilegiado dentro del análisis del tiempo de larga duración.

16Phénoménologie du temps et prospective, pág. 230.


17Le savant et le politique, pág. 70, 1971. Subrayado por el autor.
18Conjetura que Raymond Queneau define como la producción de «resultados
sin demostración». «Conjectures fauces en theorie des nombres», Bords, pág. 31,
1963.
19L’art de la conjecture, pág. 94.
3.2. PROSPECTIVA Y CAUSALIDAD 77

Sucede esto por una razón fundamental que Bachelard enuncia:


la causalidad, debido a que siempre es deducida, es como un clavo
hundido en el desarrollo de la duración, al que intenta bloquear pa-
ra así hacer patentes los encadenamientos de los fenómenos de que
está formada. La causalidad postula una sucesión de los estados del
tiempo ligados entre sí por relaciones necesarias: además, «al afirmar
que estos estados están unidos, la duración que los liga desaparece
curiosamente. La causa es un fenómeno tan completo que parece que
se produzca sola y que tenga su efecto en un tiempo más o menos
largo cuya caracterización tiene poco interés»20.
Cuando se analiza una causa, cuando se intenta precisar sus
condiciones de aparición y evolución, se desarrolla un razonamiento
paralelo al acontecimiento, pero sin estudiarlo jamás. La causa de un
fenómeno es exterior a él, debido a una petición de principio a la que
todos los deterministas intentan, aunque en vano, escapar. La causa
se sitúa en un sistema de explicaciones que busca perpetuamente el
fenómeno sin llegar a alcanzarlo nunca, puesto que por naturaleza
le antecede. De ahí surge la aporía esencial del determinismo, que
rechaza la idea del comienzo absoluto para ceder, por distintos ca-
minos, a la ilusión de la causa primera: todo razonamiento que no
admita en absoluto que la discontinuidad y el azar sean categorías
fundamentales, se sitúa necesariamente «fuera del tiempo». Consi-
dera al tiempo como una «ilusión», o, según términos de Cournot,
«se eleva a un tipo de realidades en las cuales el tiempo desaparece».
Por lo tanto, no hay prospectiva causal posible. Cualquier in-
tento de asociación del razonamiento determinista con el estudio
prospectivo hace que este se convierta en una futurología segura de
sí misma, de sus relaciones entre causas y efectos y de sus esquemas
tipos de reproducción y similitud. El historiador del tiempo de larga
duración en lo que respecta a él, sólo puede indicar «la engañosa

20La dialectique de la durée, págs. 52 y sigs. Deberemos recordar la formula de


Lavelle según la cual «el tiempo no está en la relación de cada cosa con la que
le precede o le sigue, sino en la relación de cada cosa consigo misma». Du temps
et de l’éternité, pág. 184, 1945
78 3. PROSPECTIVA Y CIENCIAS DEL HOMBRE

búsqueda de cierto determinismo» que intentaría agrupar las «cau-


sas» específicas de una situación histórica determinada, es decir, las
«causas» específicas de una escisión del espacio y de la duración en
torno a un grupo de acontecimientos: en otras palabras, intentaría
dar a posteriori un aspecto de legitimidad a una elección arbitraria
de fenómenos. Este determinismo afirma que; «para precisar un cor-
to instante» de la historia, hay que «interpolar valientemente (...) y
examinar imágenes, paisajes, realidades, que vienen de otras épocas,
anteriores o posteriores, o incluso del tiempo actual. Todo ello con-
tribuye, a través del espacio y del tiempo, a hacer surgir una historia
más lenta, reveladora de valores permanentes»21. «Mientras este de-
terminismo asignaba al historiador la gran tarea «de organizar en
función de su presumible importancia el caos de los acontecimien-
tos», por su parte Lucien Febvre evitaba incitarle a buscar las causas
y efectos: le otorgaba como misión primera el «establecer un poco
de orden en la masa confusa e indistinta de nociones y hechos, de
lo permanente, coherente y contingente que, sin exigencias críticas
y sin discriminación, se le pide a la historia»22.
En efecto, es una concepción más bien insuficiente de la causali-
dad que libera el estudio sistemático de la larga duración, tanto por
la prospectiva como por la historia: este análisis ya no concede nin-
gún privilegio al establecimiento de antecedentes y consecuencias, a
partir del momento en que acepta la «masa confusa e indistinta»
de los fenómenos de cualquier naturaleza y en que se asigna por
único objeto poner en esta masa «un poco de orden» en función de
un cuerpo de hipótesis preliminares continuamente reestablecidas.
Cuando la masa de los materiales en cuestión disuelve la distinción,
puramente escolar, entre diacronía y sincronía, el estudio adquiere
mayor libertad y al mismo tiempo mayor flexibilidad: ya no se obse-
siona por la demostración, por la captura y por el homicidio de una
prueba, sino que abandona la historia abierta a todas las vicisitudes
de la duración.

21Braudel, F., La Méditerranée..., vol. I, pág. 21.


22«Vers une autre historie», Combats pour l’historie, pág. 433, 1953.
3.3. HACIA UNA TEORÍA DE LAS RELACIONES DE INCERTIDUMBRE 79

Una de las mayores ambiciones del análisis de sistemas es, co-


mo ya se sabe, provocar la ruptura de las barreras establecidas, en
las ciencias sociales, por la confusión de las causalidades. Algunos
de sus mejores practicantes (Walter Buckley, Yves Barel) acusan, al
respecto, las confusiones de vocabulario que padece todo el pandeter-
minismo, el cual, por su parte, continúa inspirando muchos estudios
«prospectivos»; y destacan también que «la aproximación sistémi-
ca, frente a algunas formas ingenuas de la causalidad (...), lleva a
cabo un análisis diferencial» adecuado para contribuir «a eliminar
de la "presencia del futuro" el aire de metafísica finalista»23Una eta-
pa indispensable de este intento de rigurosidad será profundizar en
un tipo de nociones como las de retroacción (feedback), tensión y
transformación.
Leamos de nuevo a los lógicos más clásicos y preguntémonos:
¿qué nos enseñan?: que la idea de causa es oscura y que tiene muchos
significados. A lo que hay que añadir que «es significativo el hecho
de que los sabios se hayan interesado muy poco en las discusiones
filosóficas sobre el sentido de esta noción, lo que se explica por la
poca importancia que dicha noción tiene para ellos»24: de hecho,
ya no se dan los ejemplos donde la «causa» y el «efecto» pueden
tomarse uno por otro indiferentemente.
El razonamiento causal puede considerarse, tanto en prospectiva
como en sociología y economía, como el ejemplo de la aporía de un
saber puramente inductivo o exclusivamente deductivo: ¿podemos
admitir que la larga duración escapa a las parciales destrucciones
del estudio determinista?

3.3. Hacia una teoría de las relaciones de incertidumbre


Toda la labor de Comte es testimonio de ello. No basta alejar
las discusiones de la causalidad para haber acabado con ellas ni con
el problema de la existencia de regularidades que puedan promover

23Barel, Y., Prospective et analyse de Sistémes, págs. 124 y sigs., 1971.


24Goblot, E., Traité de logique, pág. 291, 1941.
80 3. PROSPECTIVA Y CIENCIAS DEL HOMBRE

legítimamente leyes del futuro, estas «leyes naturales que están pre-
sentes en los movimientos» de las sociedades (Marx) y que el físico
social debe conocer, no para poder «gobernar los fenómenos, sino
tan sólo para modificar su desarrollo espontáneo»25.
Rechacemos, ya desde el principio, las filosofías de la historia:
Vico, Spengler, Toynbee no nos enseñan nada que, a fin de cuentas,
vaya más allá de los objetivos de un astrólogo un poco instruido.
Todas las interpretaciones cíclicas del «destino de las civilizaciones»
atraen tan sólo por la habilidad de sus autores en combinar tranqui-
lamente algunos fragmentos de explicaciones causales. Si tomamos
sólo estos ejemplos, no acabaremos nunca con las teorías totalizantes
del «declive de Occidente» o del fracaso de la «civilización humanis-
ta»: incluso garantizamos, sin excesivo peligro, que se multiplicarán
infinitamente hasta el segundo milenio. El sociólogo y el previsio-
nista se interesarán, sin duda, en tratarlas en un aspecto principal-
mente, y en uno solo: estas teorías recobran y dan vida a una serie
de ideologías sin misterios. La «salvaguarda de los valores occiden-
tales» ya ha llevado a millones de seres humanos a diferentes tipos
de exterminio, lo que debería obligar a omitir cualquier intento de
enunciar leyes necesarias de la evolución si alguna de ellas no es-
condiera algún objetivo más serio: si, en lugar de analizar las series,
las regularidades y las repeticiones de los fenómenos situados en la
larga duración, estudiamos el grado posible de su pertinencia heu-
rística, parece que rompemos con el análisis prospectivo. También
puede parecer una prudencia excesiva si nos prohibimos inferir de
una masa de acontecimientos convenientemente repartidos y clasi-
ficados esquemas probabilistas que pueden tener un gran valor. El
miedo que tiene la prospectiva de convertirse en futurología no debe
obligarla a encerrarse detrás de las falsas certezas del razonamiento
histórico que ha verificado, sus afirmaciones.
Debe ir más allá de las categorías de lo inmutable y de las del
«cambio»; y asimismo abandonar el proceso de la historia y desdeñar
la adivinación del futuro. En resumen, deben buscarse los medios

25Comte, A., Cours de philosophie positive, vol. IV, pág. 214, 1839.
3.3. HACIA UNA TEORÍA DE LAS RELACIONES DE INCERTIDUMBRE 81

para pensar en lo imprevisible y no en lo imprevisto, en lo que no


puede conocerse y no en lo desconocido. O bien, demostrar que estos
medios no existen, tal como están las cosas actualmente, nos basamos
demasiado en reprochar a la práctica prospectiva el hecho de que no
le interese ningún problema epistemológico de su estatuto y de sus
ambiciones, y de que se limite a acumular las llamadas hipótesis
de trabajo a las que es rigurosamente imposible ligar a un sistema
conceptual un poco coherente. Ello tanto ocurre en la prospectiva
como en cualquier tipo de conocimiento en vías de formación: el
estudio prospectivo no podrá nunca pretender el estatuto de un saber
científicamente controlado por la falta de un intento de elucidación
y verificación de sus postulados, métodos, objetivos y límites.
Al insistir, con el esplendor ya conocido, sobre la vanidad de una
«ciencia del futuro», Bertrand de Jouvenel ha planteado, en L’art
de la conjecture, el primer principio a tener en cuenta en la refle-
xión necesaria para lograr este objetivo. La actual evolución de las
ciencias sociales parece justificar un objetivo de este tipo: hay una
serie de acontecimientos que modifican profundamente la naturale-
za del saber del hombre sobre el hombre, como el esplendor de las
categorías tradicionales del razonamiento histórico, la finalidad de
una prehistoria de la sociología que atestigua la disminución de las
disputas estructuralistas y funcionalistas, el acceso progresivo de la
lingüística, y sin duda en los próximos años, de la economía al nivel
de disciplinas científicas y la elaboración de los primeros elementos
de una antropología general.
Este sistema conceptual es indispensable para consolidar el estu-
dio prospectivo que se desearía realizar de acuerdo con la elaboración
de una teoría de las relaciones de incertidumbre.
Esta expresión ya ha sido utilizada varias veces y se ha ido acla-
rando progresivamente —o al menos eso creemos— gracias a la re-
ferencia sistemática a nociones como las de discontinuidades, regu-
laridades, umbrales y niveles, y también gracias a la crítica que se
ha hecho a algunos conceptos por disminuir la importancia de la
causalidad y de la necesidad.
82 3. PROSPECTIVA Y CIENCIAS DEL HOMBRE

Hemos introducido dos nociones nuevas, que es necesario co-


mentar: lo que no puede conocerse, opuesto a lo desconocido, y lo
imprevisible, opuesto a lo imprevisto.
«Lo que no puede conocerse»: lo desconocido es un artificio de la
cartomancia; «lo que no puede conocerse» es una reivindicación de
la razón analítica, no sólo porque, y así lo destaca admirablemente F.
Braudel, «cualquier intelectual se detiene ante lo imposible»26, sino
porque, al no considerar a «lo que no puede conocerse» como una
categoría necesaria de su objetivo, el estudio prospectivo se limita
a priori a combinar lo verdadero y lo posible, y por consiguiente se
limita a profundizar en un sistema de proyecciones probabilistas cu-
yos errores ya hemos indicado. Si la prospectiva renuncia a pensar en
«lo que no puede conocerse», si no lo acepta en su amplio estudio, se
niega a sí misma el único medio que posee para dominarlo, obligán-
dolo a investirse las categorías marginales del no saber (lo aleatorio,
la desaparición, el resurgimiento, etc.) en una serie de discusiones
muy particulares. ¿Cómo podemos eliminar lo misterioso de «lo que
no puede conocerse» si no lo analizamos en una larga duración? La
prospectiva estudia las categorías formales de todo lo oscuro y no
las falsas claridades de la razón natural.
Lo imprevisible: si lo consideramos como azar y ruptura, lo tra-
taríamos de aleatorio, lo que sería admitir a priori que no lo podemos
considerar como una categoría propia del estudio de preferencia que,
una vez más, lo reduce a una disertación sobre lo que parece verda-
dero. En efecto, no hay nada que no sea rigurosamente previsible, ya
que todo puede suceder y, de hecho, la opinión común admite como
postulado que «todo sucede». Parece que se impone aquí, un estu-
dio distinto, que no opone lo que es previsible a lo que no lo es, sino
que establece la incertidumbre como fundamento sistemático27 del
análisis de la duración. Seguidamente vamos a aclarar esta noción
fundamental.

26«La longue durée», Ecrits sur l’histoire, pág. 57.


27O sistémico, usando la terminología propia del análisis de sistemas.
3.3. HACIA UNA TEORÍA DE LAS RELACIONES DE INCERTIDUMBRE 83

La incertidumbre: Bertrand de Jouvenal distingue las certidum-


bres del sujeto («El sujeto está seguro de algo que va a suceder
cuando no duda de ello») y las certidumbres estructurales, a las que
define como «caracteres inherentes de un orden en el que confiamos»,
como por ejemplo la regularidad y la reproducción de mecanismos
que aparecen en «el orden de la naturaleza»28. Una distinción ya al-
go más importante es la siguiente: la certidumbre es la apuesta que
un individuo hace sobre su futuro y, al mismo tiempo, la que hace
sobre el futuro de los demás, basándose en la adhesión que concede a
las leyes «naturales» de la evolución o en lo que confía en ellas. Pero
la certeza no está inscrita en absoluto en el «orden de las cosas»; no
es un signo que puede descifrarse en él. Es la figura de un posible
razonamiento.
Toda la evolución de la ciencia actual lo atestigua: la mecánica
celeste ha sido la primera que ha experimentado la relatividad de sus
leyes, al admitir la existencia de regularidades; la física moderna, con
Einstein y Heisenberg, ha borrado las relaciones del tiempo con el
individuo; la biología actual incluso rechaza el concepto de certeza y,
como lo expresa Jacques Monod, al pensar en lo viviente lo hace en
términos de relaciones entre el azar y la necesidad; se asigna como
objetivo aclarar las manifestaciones y los efectos de la «propiedad
de invariancia», es decir, de «conservación» en un ser viviente del
código de un sistema aleatorio de evolución que él mismo se encuen-
tra sujeto «al juego de la selección natural». Y precisa aún más: «La
selección actúa sobre los productos del azar; pero actúa en un campo
de exigencias rigurosas cuyo azar es rechazado»29. El reparto de las
cartas es aleatorio, pero la ley de sus posibles combinaciones no lo
es.
Por lo tanto, a nivel de un análisis epistemológico previo a cual-
quier nuevo método, se debe reivindicar fundamentalmente la prio-
ridad de un esfuerzo que intenta «por la referencia indicada sustituir

28L’art de la conjecture, págs. 56 y sigs.


29Le hasard et la nécessité, págs. 37 y sigs. Y 135 y sigs., 1970
84 3. PROSPECTIVA Y CIENCIAS DEL HOMBRE

en el cambio —que abarca todos los acontecimientos y que al mis-


mo tiempo es el principio abstracto de su sucesión— el análisis de
las transformaciones»30. Hay que describir estos «sistemas de trans-
formaciones» a partir del establecimiento de las leyes de la posible
combinación de las incertidumbres. Son precisamente estos sistemas
—y no otro artificio cualquiera del razonamiento— los que permiten
asignar a «lo que no puede conocerse» y a lo imprevisible su estatuto
y su función dentro de la teoría general de lo que Bachelard llamaba
«el conocimiento aproximado»31.
El previsionista no sabría asumir él solo una tarea tan impor-
tante; sin embargo, es él quien debe proponer algunas orientaciones
posibles a partir de un análisis profundo de los conceptos que acaban
de ser mencionados.
En las páginas precedentes se ha insistido expresamente sobre
los elementos de un estudio de la discontinuidad y de la ruptura:
estudio que va íntimamente ligado al de la regularidad al de la re-
producción. Una posible combinación de las incertidumbres sería un
sistema de las discontinuidades y al mismo tiempo una teoría de las
regularidades. Nos equivocamos si confiarnos en que la prospectiva
puede proporcionar la ambición de reunir poco a poco los elementos

30Foucault, M., L’archéologie du savoir, págs. 224 y sigs.


31Essai sur la connaissance approchée, 1969. La elección de este aparato con-
ceptual tiene una influencia determinante en el modo de empleo que el estudio
de proferencia puede hacer de los instrumentos de investigación de que dispone.
En particular, se admite que, a partir del momento en que reconoce lo dis-
continuo y lo aleatorio como categorías fundamentales, pierde gran parle de su
interés el problema de saber a que nivel de precisión cuantificable deben situarse
sus hipótesis de investigación y sus conclusiones (siempre provisionales): «Medir
exactamente un objeto indeterminado o que se nos escapa» es, como lo destacaba
Bachelard, aquel tipo de «ocupación vana que un estudio con vocación científica
debe despreciar (La formation de l’esprit scientifique, pág. 213, 1970).
Es la cesura radical entre prospectiva y previsión probabilista: el que practica
la prospectiva considerará que aplicar el cálculo de las probabilidades a una
previsión no puede definir lo que parece verdadero, sino delimitar un margen
mínimo de error.
3.3. HACIA UNA TEORÍA DE LAS RELACIONES DE INCERTIDUMBRE 85

de un estudio de la duración si esta se niega a ordenar, en conjuntos


significativos, los productos de sus investigaciones empíricas.
Improvisemos por ejemplo, y a título de ejercicio escolar, un
análisis superficial sobre las transformaciones de la estructura de-
mográfica de los grandes tipos de sociedades que anteriormente he-
mos descrito32. Veremos cómo surgen, al menos al nivel de hipótesis
de estudio, principios de explicación susceptibles de prescribir in-
vestigaciones a plazo lejano. También se sabe que «los fenómenos
demográficos poseen una inercia considerable» y, por este hecho,
«el tiempo pasa menos deprisa para el demógrafo que para el eco-
nomista, pero (que) es mucho más denso, mucho más portador de
profundas transformaciones»33.
Las características principales de la estructura demográfica de
las sociedades transindustriales son: una fecundidad en continuo des-
censo, una débil natalidad, una mortalidad infantil muy reducida y
una esperanza de vida en constante aumento. Estas características
traducen fenómenos muy conocidos (elevación del nivel de vida me-
dio, progreso terapéutico, mejor difusión de las prácticas de limi-
tación de natalidad, etc.) y caracterizan un equilibrio demográfico-
económico específico de las sociedades industriales avanzadas que los
distingue claramente de los fenómenos que presiden la demografía
de sociedades en vías de industrialización.
El equilibrio demográfico-económico de las sociedades antein-
dustriales —o bien, sí se prefiere, el sistema de las relaciones que
rigen en el interior de estas sociedades la vida y la muerte del indi-
viduo y la supervivencia del propio grupo— se basa en el conjunto
población-subsistencias. En este tipo de sociedades el individuo, el
grupo familiar y toda la colectividad, luchan cada día para poder
sobrevivir. La demografía de estas sociedades se caracteriza por la
natalidad y mortalidad infantil muy elevadas y por una esperanza
de vida muy baja.

32Ver págs. 63 y sigs.


33Tabah, L., Population, pág. 10, marzo 1971
86 3. PROSPECTIVA Y CIENCIAS DEL HOMBRE

Se produce un cambio decisivo, y así lo han mostrado los re-


cientes trabajos históricos (Louis Henry. P. Goubert, Peter Laslett,
D.E.C. Eversley y W. A. Armstrong, etc.), cuando los progresos de la
agricultura y del comercio, favorecidos por la aparición de un espíritu
«capitalista», hacen desaparecer el hambre y la escasez periódicas,
al mismo tiempo que los progresos de la higiene y de la medicina
contribuyen, por su parte, a luchar eficazmente contra las grandes
epidemias y contra la mortalidad infantil: esta es la característica
fundamental de la historia social de Inglaterra en el siglo XVII y de
Francia en el siglo XVIII34.
Los comienzos de la industrialización vienen indicados por la
aparición de un nuevo fenómeno de equilibrio demográfico-económico
basado en otro conjunto; población y trabajo. Así lo escribía en 1820,
Ricardo a Malthus: «la población depende de los capitales que siem-
pre deben emplearla». El trabajo y sus connotaciones colectivas —el
empleo y el paro— se convierten en los elementos esenciales que de-
ciden la evolución demográfica. El ser humano en edad de trabajar
debe contribuir al aumento de la riqueza pública, pero favoreciendo
también al máximo el interés capitalista, es decir, implantar nuevos
medios en la industria y controlar las fuentes de aprovisionamiento
y los mercados en los países no industriales. El aflujo continuo de
habitantes rurales a los centros urbanos asegura a la industria este
«ejército de reserva industrial» que Marx describe en El Capital. Na-
ce así una «civilización del trabajo» y, más allá de las teorías ideoló-
gicas sobre la «explotación capitalista» y de las auténticas luchas del
proletariado obrero para liberarse del sistema que le domina, dicha
civilización confiere el carácter central a las sociedades industriales
—comprendiendo en ellas los socialismos burocráticos y obreros que,
en contrapartida, se establecen en la Unión Soviética y en Europa

34Malthus el teórico más celebre del grupo población-subsistencias, lo explici-


tará en el momento en que dicho grupo desaparezca. En estas condiciones, se
comprende la vanidad de las discusiones académicas sobre la «validez» o «no
validez» de las tesis de Malthus sobre las sociedades en vías de industrialización.
3.3. HACIA UNA TEORÍA DE LAS RELACIONES DE INCERTIDUMBRE 87

occidental—: el establecimiento del trabajo como elemento de refe-


rencia principal de la vida diaria del individuo y también como el
del destino del grupo.
Aquí hay un fenómeno de gran importancia, cuya explicación
nos permitirá aclarar la súbita aparición de una «civilización posin-
dustrial». La industrialización europea de los siglos XVIII y XIX ha
establecido el trabajo de los dueños y de los esclavos de las máquinas
como entidad autónoma y también cómo norma principal de utiliza-
ción del tiempo diario y del espacio de vida del hombre occidental;
así es como se ha producido la ruptura radical —fenómeno amplia-
mente descrito—no sólo con el concepto tradicional de la actividad
de producción concebida como la participación el elaborar una obra
(individual o colectiva) dotada de un gran contenido de creatividad
(es el tema clásico del artesano frente al obrero de la fábrica), sino
también con la práctica no menos tradicional de utilización del tiem-
po cotidiano en el que las actividades de producción no son más que
uno de los elementos de participación en un proyecto colectivo den-
tro del grupo familiar o del grupo profesional. El profundo cambio
introducido por el maquinismo ha provocado el hecho de que la du-
ración e intensidad del trabajo cotidiano sean el punto de referencia
central de los valores de la existencia humana, así como el punto
de relación del individuo con la sociedad en general y —se trata en
realidad del mismo fenómeno— han alienado la «fuerza del trabajo»
del individuo, explotándolo hasta el máximo a nivel fisiológico35en
beneficio exclusivo de un proyecto que no le afecta a él: el proyecto
capitalista de obtener el máximo beneficio y que surge de esta nueva
«combinación de los factores de producción».
La larga lucha de las clases obreras contra el dominio del sis-
tema maquinista ha consistido fundamentalmente en desalienar el
trabajo, otorgándole de nuevo un lugar dentro del conjunto de las
35Paúl Bairoch ha indicado claramente que, en la Europa occidental de los siglos
XVIII y XIX, «la primera de las condiciones sociales defectuosas que ha favore-
cido el desarrollo es la ausencia de otro freno que el representado por un mínimo
vital fisiológico en la baja de los salarios o de las remuneraciones», Révolution
industrielle et sous-developpement, pág. 122, 1964.
88 3. PROSPECTIVA Y CIENCIAS DEL HOMBRE

diversas formas de utilización del tiempo por los individuos y los


grupos, los cuales, al mismo tiempo vuelven a poseer y controlar sus
propios proyectos, es decir, sus libertades. Con razón Paúl Good-
man insiste en el creciente desencanto del obrero americano ante el
valor intrínseco del trabajo. André Varagnac y luego Joffre Duma-
zedier piden que no se considere a las diversiones como lo opuesto
al trabajo industrial o al burocrático36. Por su parte, Marx había
manifestado hacía ya tiempo que beneficio y trabajo son las dos ca-
ras de un mismo fenómeno: el de la explotación y alienación del ser
humano en el proyecto industrial; y no es una aberración constatar
en estas condiciones que la industrialización del «segundo siglo XX»
(Francois Perroux) prescinde de estos personajes clásicos que son el
capitalista de Weber y el empresario de Schumpeter, movidos ambos
por la única preocupación de obtener el máximo beneficio.
Todavía hoy, en las sociedades transindustriales, el conjunto
población-trabajo domina los sectores de actividades tradicionales,
como por ejemplo en Europa occidental «la agricultura con predo-
minio neoartesanal» (Louis Malassis) o bien las industrias clásicas
(minas, metalurgia, textiles). Dominan, pues, los grupos de pobla-
ción que tienen un elevado coeficiente de empleo en sus actividades
y que se caracterizan esencialmente por tener un nivel de educación
general y de formación profesional relativamente bajo.
Por el contrario, los sectores más importantes (agricultura mo-
derna, nuevas industrias y servicios) afectan a una población activa
regida por un equilibrio demográfico-económico dominado a su vez
por el conjunto población-conocimientos, característico de la socie-
dad transindustrial. Consiste en que en dichas sociedades la estructu-
ra y el aumento de la población son gobernados por el conocimiento
que los individuos y los grupos tienen de sí mismos: conocimiento del
nivel y tipo de sus aspiraciones y previsiones, conocimiento de los
métodos que limitan la natalidad, de las técnicas que luchan contra

36Goodman, P., Growing-up absurd, 1960; Dumazedier, J., Vers une civilisation
du loisir?, 1962; Varagnac, A., Civilisation traditionnelle et genres de vie, 1948,
etc.
3.3. HACIA UNA TEORÍA DE LAS RELACIONES DE INCERTIDUMBRE 89

las enfermedades y en favor de prolongar la duración media de la


vida, etc. Es así como la sociedad transindustrial puede controlar
su propio aumento demográfico sin recurrir a elementos que no son
suyos. Parece, pues, un cambio más importante en relación al esta-
do de cosas anterior y sus incidencias colectivas son numerosas. Sin
duda alguna, una de sus incidencias más importantes es la que ha
borrado el papel tradicional del trabajo en la existencia cotidiana.
Otra incidencia es: a medida que aumenta el papel autorregulador
de la célula familiar (de tipo conyugal), disminuyen los medios de
intervenir, a nivel público, en materia demográfica: actualmente se
puede constatar en las clases medias de los países transindustriales
la impotencia de las políticas de ayuda a la familia para salvaguar-
dar su función estimuladora en la natalidad. En estas condiciones,
las políticas demográficas de los países industriales avanzados deben
diferenciar profundamente sus medios y objetivos si quieren con-
servar su significado colectivo. Tampoco deben despreciar, para po-
der reunir un óptimo de población a nivel nacional, este «ejercito
de reserva» que representan, para estas políticas demográficas, los
grupos y subgrupos todavía regidos por los equilibrios demográfico-
económicos tradicionales: población-subsistencias (grupos «pobres»)
y población-trabajo (agricultura artesanal y neoartesanal, industrias
y servicios clásicos). Se olvidan de los grupos-líder que acaparan las
actividades nuevas: los elementos más avanzados de las sociedades
transindustriales gobiernan, por sus propios conocimientos, su au-
mento cuantitativo.
Al previsionista le puede interesar, a despecho de sus insuficien-
cias y exageraciones, meditar este tipo de esquemas; al menos tienen
la ventaja de obligarlo a sobrepasar el horizonte de ejercicios proba-
bilistas indispensables, pero limitados, para acceder a un campo de
hipótesis generales provocados por una interpretación, lo más rigu-
rosa posible, de un conjunto de observaciones empíricas.
Por último, se verifica lo grave que sería confundir la formula-
ción de estas hipótesis de trabajo que, por su propia naturaleza, son
analizadas continuamente, con el enunciado de leyes de evolución a
través de las cuales se podría descifrar el futuro.
Capítulo 4

PROSPECTIVA Y UTOPÍA

«Es más fácil ser


“bobo y malo” que
utópico»
David E. RIES-
MAN
(Abundance, for
what?)

La obsesión de un «mundo acabado», al que se llega por el au-


mento de los peligros fruto de la obra del hombre —exterminio del
excedente de poblaciones pobres debido al hambre, a la enfermedad
y a la guerra; universalización de la amenaza nuclear; autodestruc-
ción de la sociedad industrial por el exceso de sus propios fracasos—,
dicha obsesión desempeña un papel bastante importante en el des-
tino de las preocupaciones actuales de «prospectiva» y determina
los aventurados análisis de esta, a la que nos vemos casi obligados a
escribir, en este libro, entre dos prudentes comillas. Pero, con todo,
no es suficiente sugerir que la prospectiva es lo contrario de una ac-
tividad inocente, ni destacar que es un incomparable instrumento de
control social, ni intentar cercar obstinadamente las sórdidas desvia-
ciones de su estudio, ni negarla cuando está en las órdenes y cuando
se pierde por los tortuosos caminos de la futurología. Sin duda, hay
algo más.
El lugar del estudio de proferencia dentro de las diversas formas
de conocimiento se ha precisado con relativa claridad a través de
los análisis preliminares que acabamos de presentar. La prospectiva

91
92 4. PROSPECTIVA Y UTOPÍA

se sitúa en el límite de los conocimientos ya establecidos (ciencias),


exactamente en el punto en que estos conocimientos no quieren ya
proceder por medio de hipótesis sujetas a verificaciones experimen-
tales y en que admiten el hecho de que deben contar con toda la
fuerza de una duración ininterrumpida y sin divisiones.
En estos límites del conocimiento la prospectiva indica tími-
damente los propósitos poco sólidos dentro de una serie de voces
seguras de sí mismas como las voces de las múltiples formas de la
adivinación, e intenta, sin éxito aparente, convencerlas de que dis-
minuyan su tono. Cualquier tipo de control que se efectúa sobre el
futuro —por medio de palabras mágicas, de la interpretación del
signo o de la hábil utilización del último de los gadgets tecnológicos
o metodológicos de moda— logra tener éxito en la opinión común.
La práctica de la prospectiva libera muy pronto una serie de fanta-
sías sobre las relaciones entre el conocimiento y la acción, y al mismo
tiempo hace que sea indispensable aclarar el carácter de la duración,
de manera que la historia debe abandonar sus evasivas y lo cotidiano
sus mentiras.
En estas condiciones, ¿qué recurso se debe sugerir a un estu-
dio siempre reprochado, pero que siempre vuelve a comenzar? Sin
duda alguna, sólo hay uno, que tranquiliza, pero al mismo tiempo
atemoriza. Es el de la única forma del saber absoluto: la utopía.
La prudencia extrema, favorecida por un suficiente rigor en el
análisis, provoca un tipo de reflexión sobre las ambiguas pero nece-
sarias relaciones entre prospectiva y utopía. Seguidamente, vamos a
exponerlo a dos niveles:

primero, el de la textura del razonamiento utópico


y luego, el de la utopía practicada, que permite plantear el
problema de una prospectiva de lo imaginario: la utopía, ¿es
la propia cara de la prospectiva, o no es más que su espejo?
4.1. EL RAZONAMIENTO UTÓPICO 93

4.1. El razonamiento utópico


La utopía es, fundamentalmente, lo contrario de un saber muy
abierto. Es la palabra completamente cerrada y completamente so-
nada: el silencio.
Cerrada: el espacio reducido del razonamiento utópico está ri-
gurosamente cerrado y, para empezar, situado en un tiempo con-
vencional, es decir, fuera de la duración. La isla de Utopía (Tomás
Moro), La ciudad del sol (Campanella), Bensalem, la ciudad ideal
de la Nueva Atlántida (Francois Bacon) y diez más no son más que
ideas puras v completas. El código que rige la organización de estos
conjuntos ideales está encerrado en sí mismo: sólo libera la clave de
su propia comprensión y, por ello, evita una lectura comparada. No
hay una sociología posible de la utopía, sino tan sólo un catálogo de
las amplias formas de socialización de lo imaginario.
Antes de aventurarnos a tratar algunos de sus principales temas,
destaquemos la sorprendente conjunción entre el espacio cerrado del
razonamiento y su exterritorialidad temporal. A priori esta conjun-
ción puede parecer por sí misma evidente. A partir del momento
en que la utopía no quiere inscribirse en el desarrollo de una dura-
ción, a partir, del momento en que se libra, ya desde el comienzo,
de la obsesión del tiempo, por todo ello se ve obligada a trazar algo
primordial: delimitar rigurosamente el espacio de su objetivo.
No hay una sociedad utópica, sino tan sólo una isla de los bie-
naventurados, una ciudad de los fuertes, un planeta de los puros,
que sobresalen de la nada. Tanto en Platón como en Moro, Lucien
y Cabet, la violenta crítica sobre el orden social «existente» no es el
pedestal de la construcción utópica: es el argumento de su verosimi-
litud, el lazo mínimo que lo une al mundo real, el salvoconducto que
le permite utilizar el lenguaje humano y tomar sus palabras para
decir algo distinto.
Se aventura a considerarse como el momento de una historia
posible, a partir del instante en que se disuelve: no es más que una
ciencia o política-ficción, como se observa claramente en Huxley.
94 4. PROSPECTIVA Y UTOPÍA

Orwell o en Koestler; en ellos la invención utópica está entre la sátira


de las costumbres y la descripción de un mañana sin fantasías.
Sueño: la utopía no describe, sino que deambula al azar de las
palabras. No construye un sistema de referencias: tropieza en ca-
da curva de la autentica razón. Dentro del desorden no elige nada,
simplemente acumula. No hace conclusiones anticipadas, sino que
se extiende en sus propios errores; teoriza rápidamente algo, pero se
preocupa mucho por dejar que lo esencial —el resto—siga su camino.
Sólo de esta manera se la acepta y en algunas épocas —-de
«crisis», como dicen algunos previsionistas poco inspirados— se la
estimula. Es buena consejera, pero le falta imaginación. El resultado
es que Juan Huss sube a la hoguera y Tomás Moro al cadalso: ¿han
roto, acaso, los puentes que unen lo que parece verdadero, el futuro
seguro y lo razonable? ; ¿es posible que los juegos de sus palabras
hayan molestado a los prudentes? ; ¿son subversivas sus amables
profecías? ; ¿sus errores oníricos provocan sueños reales? El poeta
y el crítico lo recuerdan: «Las palabras, si no se las vigila, ¿hasta
dónde irán? Hasta las ideas. Este es el drama» (Serge Doubrowsky).
Es preciso, pues, hacerlas callar: pero esta es una tarea irrisoria,
puesto que la utopía es toda ella silencio.
Silencio: dueña del reino de las palabras, la utopía no sólo está
cerrada y es sueño, sino que también está callada, en el sentido en
que no se inscribe en ninguna «formación discursiva», usando la ter-
minología de Michel Foucault en L’archéologie du savoír: no hay una
tradición utópica, ni siquiera un objeto propio de un razonamiento
que sería común a los llamados personajes «utópicos». Bacon no
puede reducirse a Moro, ni Fourier a William Morris, ni Morelly a
Sébastien Mercier. Reunir a todas las utopías, encerrarlas todas en
una misma nomenclatura, intentar que unas se correspondan con
las otras, todo ello es una idea de sociólogo que inspira obras muy
estimables. Todo razonamiento utópico es singular y al mismo tiem-
po constituye su propio comentario. Ninguno de ellos se inspira en
otro, ninguno responde a su congénere. ¿Cuál sería su preocupación,
cuando se presenta todo él como una unidad discursiva completa y
cuando él mismo constituye su propio universo?
4.2. LA UTOPÍA PRACTICADA Y LA PROSPECTIVA DE LO IMAGINARIO
95

En este sentido la utopía calla: no tiene nada que decir y tam-


poco nada que decirse a sí misma. No es más que el espacio a cuyos
confines mueren los razonamientos demasiado repletos de sí mismos,
las demostraciones seguras y los preceptos que no tienen nada que
ver con el futuro. Le piden a la utopía algún «diálogo» que pueda
alentarlos, que pueda consolidar su conocimiento, que pueda con-
vencerlos de su propia racionalidad. Pero la utopía calla obstinada-
mente. No representa la transición al límite del razonamiento de la
duración: es simplemente la promesa de su fracaso.
Georges Duveau confiaba de una manera conmovedora en las
virtudes (en el sentido maquiavélico de la palabra: fuerzas, poderes
ocultos que pueden liberarse) de la utopía. Este autor la considera
como la dueña del mundo: «El entusiasmo con que el grupo social
se aterra a una vieja utopía se convierte en un factor bastante po-
deroso para poder modificar el curso de la peripecia económica y
social. Sea negativa o positivamente, la utopía intenta resolver los
problemas efectivos que la sociedad se plantea consciente o incons-
cientemente»1. Son excelentes declaraciones de principios: pero, ¿qué
más?

4.2. La utopía practicada y la prospectiva de lo


imaginario
Muchas de las formas sociales vividas exigen ellas mismas una
utopía real y el catálogo de las utopías practicadas abarca un campo
muy amplio de experiencias colectivas, desde los movimientos me-
siánicos hasta las múltiples formas de comunidades cooperativas: no
vamos a hacer ciertas descripciones, pues son sobradamente conoci-
das gracias, sobre todo, a los trabajos de Henri Desroche2.

1Sociologie de l’utopie, pág. 7, 1961.


2Citemos de ente los últimos aparecidos, «Voyages en Ucoopies», Esprit, págs.
222 y sigs., 1966; y Dieux d’hommes, Díctionnaire des messinnismes et millé-
narismes de l’ére chrétienne, 1969.
96 4. PROSPECTIVA Y UTOPÍA

El único problema que trataremos brevemente es el de la fun-


ción de la experimentación societaria (Robert Jungk), es decir, de la
práctica social de la anticipación3.
El mismo enunciado de esta proposición alude ya a una prime-
ra formulación: ¿hay que hablar de la práctica de la anticipación, o
bien de la práctica de la diferencia, de la distancia, de la lejanía? Si
tuviéramos la certeza de que cualquier obra arquitectónica de Clau-
de Nicolás Ledoux o de Le Corbusíer —o, actualmente, de Oscar
Niemeyer— intenta imponer una imagen de la ciudad del futuro,
seguramente no se hablaría tanto de las comunidades evangélicas o
neocomunistas de América del Norte, ni de los intentos de autoges-
tión europeos.
En términos mucho más generales, no debemos confundir un mo-
vimiento revolucionario con una experimentación societaria: «cam-
biar la vida» equivale muy pocas veces a imaginar otra vida4, y
el propio Lenin advertía a los soñadores de la revolución: inmedia-
tamente después de haber evocado, en términos muy generales, la
supresión de la división del trabajo y «la educación, instrucción y for-
mación de hombres universalmente desarrollados y universalmente
preparados y sabiéndolo hacer todo», añadía: «Intentar hoy anticipar
prácticamente algo del resultado futuro del comunismo plenamente
desarrollado y sólidamente constituido, en el apogeo de su madu-
rez, es querer enseñar matemáticas elevadas a un niño de cuatro....
Faltan las hojas 112 y 113.
...análisis mucho más atento, se presentarán tan sólo como re-
miniscencias indecisas o como anticipaciones mucho más inconexas
de lo que podía parecer: un reportaje muy inspirado, fruto de los
primeros éxitos de la astronáutica, va adquiriendo mayor prudencia
a medida que, al observar los hechos, se ve obligado a no romper
3Ver el número especial de la revista 2000, octubre 1969, titulado «Pour une so-
ciété exppérimentale». Ver también Bloch-Lainé, F., «Utopia for practical pur-
poses», en la obra colectiva publicada por Manuel, F., E., Utopia and utopian
thought, 1966.
4Decouflé, A., C., Sociologie des révolutions, col. «Que sais-je? », págs 34 y sigs.,
núm. 1298, 1970.
4.2. LA UTOPÍA PRACTICADA Y LA PROSPECTIVA DE LO IMAGINARIO
97

las relaciones, establecidas con demasiada rapidez, entre las obras


tecnológicas y los cambios mentales.
En términos más generales, sería muy conveniente volver a ana-
lizar, con un aparato crítico más adecuado, las relaciones entre las
innovaciones tecnológicas y los cambios sociales, relaciones estable-
cidas, a menudo con mucha rapidez e imprudencia, por los soció-
logos y psicólogos. Por ejemplo, se podría indicar hasta qué grado
las «teorías», como la de las mass media, han exagerado el alcance
psicosociológico de una indudable «revolución» tecnológica de gran
amplitud —la conquista espacial—. y. sin duda alguna, llegaríamos
a la conclusión de que es necesario una gran prudencia para ana-
lizar los efectos del desarrollo de la informática sobre los procesos
de decisión colectivos y sobre la evolución de la conducta cíe los
individuos-líder y de los grupos gobernantes. En este campo, una
prospectiva de lo permanente encontraría una de sus ilustraciones
más útiles.
Debemos preguntarnos, pues, por la consistencia de la necesidad
de conocer el futuro y de la necesidad de aspirar a un futuro, imagi-
nado con plena libertad y construido con gran claridad. Esta nece-
sidad, que se presenta como una exigencia del «hombre moderno» y
como un imperativo de evolución de las sociedades ya «avanzadas»,
no puede destacarse con mayor claridad en un nivel más concreto
que en el de las afirmaciones de proyectos: en último término, hace
falta el material empírico que permitiría establecer con la suficien-
te precisión cuáles son los sistemas de representación del futuro de
que disponen nuestros contemporáneos, y la manera cómo se sienten
influidos por estas imágenes.
Sin embargo, hay algunas excepciones: la encuesta realizada en
Francia en 1968 sobre una muestra de alumnos de escuelas secun-
darias y que la mayoría de ellos pertenecían a lo que se llama «me-
dios acomodados»5, indica, aparte de los contrastes superficiales en-
tre «esperas optimistas» y «visiones catastróficas», una incontenible
tendencia al autoapaciguamiento y un conformismo providencial que

5Vieille, P., «Les enfants et l’an 2000», 2000, núms. 11, 1968 y 12» 13 y 14. 1969.
98 4. PROSPECTIVA Y UTOPÍA

plantea una vez más el primer y obsesionante problema de la función


de la práctica prospectiva.
Al analizar estas encuestas, se observa claramente que el acto
mismo de preguntarse sobre el futuro provoca en el sujeto un induda-
ble malestar. El futuro no es una categoría familiar del entendimiento
común y provoca reacciones «paseistas» cuya función de seguridad
es evidente: sería imperdonable que el previsionista confundiera la
imagen del futuro con la obstinada negación de separarse de los
perjuicios de la realidad cotidiana. La práctica de una erudita pros-
pectiva justifica una sociología de la previsión: la de la prospectiva
espontánea alude a un psicoanálisis de la realidad cotidiana.
Al reflexionar sobre lo que no puede conocerse y sobre lo impre-
visible, se observa claramente que es algo muy distinto de un proce-
dimiento ingenuo de lo imaginario al que se le califica rápidamente
como el posible creador de nuevas formas sociales o de categorías
tecnológicas «nuevas». La investigación de proferencia es realmente
lo contrario de una tarea escolar; se esfuerza enormemente, lo que
repetimos una vez más, para poder establecer las leyes de una po-
sible combinación de las incertidumbres y también los principios de
una teoría de la duración.
El futuro de la prospectiva, al que es útil evocar, va ligado al
éxito de una tarea de este tipo, de la que anteriormente ya hemos
esbozado algunas de sus figuras. No tiene relación alguna con la
confusa imaginación que desconoce sus límites y los servicios que de
ella se espera.
No deben tomarse todas estas observaciones como la condena de
unos procedimientos verificados que estimulan la creatividad (brains-
torming, método «Delphi», etc.): estos procedimientos tienen su uti-
lidad en una fase preliminar de la reflexión colectiva sobre un pro-
blema insólito, e incluso nuevo. Pero su utilización no da lugar a un
análisis ni dispensa una investigación epistemológica fundamental
relativa a las formas de actividad del espíritu frente a los artificios
de la larga duración.
CONCLUSIÓN

«Por el hecho de
que no se compren-
de nada, no se tiene
el derecho de conje-
turar lo absurdo. »
Jean ROSTAND
(Pensées d’un bio-
logiste)

En todas las páginas de este libro hemos intentado no olvidar


ninguno de los principales problemas que pueden inspirar una epis-
temología del conocimiento del tiempo de larga duración; pero, sin
embargo, no hemos logrado tratar toda la nomenclatura de los pro-
blemas que esta epistemología debe abarcar para que podamos creer
en el estudio de proferencia: como por ejemplo, en una teoría de la
reproducción que, sin duda, podrá establecerse si se medita profun-
damente en los sucesivos enunciados de la biología; y también, en una
teoría de las relaciones entre diacronía y sincronía que la lingüísti-
ca, a partir de Saussure, ha colocado entre uno de sus objetivos más
comunes. «Todo está escrito —dice la sabiduría de las naciones— y
todo tiene su valor por la forma en que se dice»: es, una vez más,
la sabiduría del astrólogo. Pero ello no se presenta tan sencillo, si se
aventura a afirmar: «Nada nuevo bajo el sol, y sin embargo poco se
puede prever».
La diaria aventura del previsionista —este enemigo de la realidad—
es descubrir hasta que punto se superponen los análisis sobre el

99
100 CONCLUSIÓN

acontecimiento añadiendo en su interpretación explicaciones de al-


gunos esquemas ideológicos en boga. Aunque se intente rechazarlos,
el «buen sentido» siempre renace en sus fracasos y, además, está
dispuesto a proporcionar la explicación que falta para llenar así, las
lagunas de la serie.
Tanto si se le denomina causalidad o repetición, como sentido
del progreso o —a falta de una mejor etiqueta— intuición de una
inevitable —¡desde luego!—evolución, está dispuesto a prestar to-
dos los servicios posibles. No hay ningún servidor más fiel que él,
pero tampoco hay ninguno que sea más torpe: a cualquier objeto
que se aplique, se equivoca. Aunque haga conjeturas, se desvía de
su camino. Parece como si el acontecimiento intentara incansable-
mente experimentar la fragilidad de los productos del entendimiento
común.
El análisis de proferencia intenta escapar a todas estas mentiras:
hemos pretendido ya decir cómo lo hace y mostrar algunos ejemplos.
Además, este análisis sabe, él mismo, que está completamente aca-
bado en el momento en que se enuncia: una vez esbozado, se escapa.
Pero lo que no tiene es, repitámoslo una vez más, la descabellada
pretensión de «servir al futuro», y mucho menos de «prepararlo»:
estas expresiones reconocen el poco valor que tienen las ridiculeces
de la anticipación, el loco reír del acontecimiento que se dirige hacia
su propia predicción, el retroceso de la proyección ante la serie fraca-
sada. A decir verdad, la prospectiva sólo aboga un grado elemental
(pero tenaz) de lucidez en el examen de las cosas de este mundo:
su análisis se aleja obstinadamente del oscurantismo del «presente»,
disfrazado de religión del «progreso».
A esta lucidez yo la definiría, con mucho gusto, como la com-
binación de la generosidad, de la circunspección y del rigor: de una
ambición del filósofo, de una virtud del guardia y de una cualidad
del sabio.
Generosidad: es una característica rarísima y, por ello, la tra-
taré a media voz. Representa la negación de las degradaciones de
la inteligencia, la abertura; el rechace de todos los intereses ( ¿me
comprenden? ), la valentía; los brazos abiertos a todas las tonterías,
CONCLUSIÓN 101

la indulgencia; la paciencia , la longitud del tiempo. La generosidad


tiene todo el tiempo para sí misma, lo tiene delante suyo. Acepta lo
justo y rechaza al impostor amigablemente: pues este también juega
su partida. Había poco, todavía menos que la circunspección.
Circunspección: exactamente, no habla en absoluto. Espera que
alguien haga las verificaciones de sus decires y pregunta incansa-
blemente. Es lo contrario de la vigilancia, a menudo sorprendida y
siempre equivocada. No acepta relación alguna con el acontecimien-
to. Es esta una de las principales fuerzas del previsionista: saber
tanto como sea posible, pero no decir nunca demasiadas cosas y es-
cabullirse en el momento conveniente. Dejadme prever tanto como
queráis, afirma el previsionista, e incluso, mediando algún escrúpulo
complementario, predecir un poco: pero, por favor, no me obliguéis
luego a rendir cuentas.
La circunspección escacha este razonamiento con la ecuanimidad
de las viejas tropas. Se habitúa a las órdenes del día, a las procla-
maciones y a las reprensiones. ¿ Por qué se molestaría, pues, por
tan poca cosa? Vigila y espera. De vez en cuando, ya que estamos
hablando de tiempo, se ríe con verdaderas ganas.
Rigor: es la peor dotada, pues debe aventurarse en medio de una
gran confusión de métodos, técnicas, procedimientos y consejos, que
se, le presentan como combinaciones de conceptos, encadenamientos
heurísticos y como sistemas verificados para poder pensar correcta-
mente: apenas resiste un examen profundo, puesto que —tal como
hemos intentado sugerir en este libro— carece, ya desde su punto de
partida, de una reflexión epistemológica previa. El razonamiento de
la duración no se improvisa.
El rigor es la exigencia más humilde, y también la más tenaz: no
promete la verificación, sino la rectitud de la investigación. No anun-
cia la demostración, sino que garantiza la pertinencia del problema.
No miente.
Generosidad, circunspección y rigor se unen entre sí para inten-
tar establecer a la prospectiva como una moral de la especulación.

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