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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA SEDE PALMIRA

ANTROPOLOGÍA
Sebastian Oyola Viáfara - 514533

ANTROPOLOGÍA DENTRO DEL CONFLICTO ARMADO

La única guerra justa es la guerra contra la miseria.


-Albert Jacquard

Introducción

262167 muertos, 215005 civiles y 46813 combatientes, son solo 3 cifras que de
alguna manera dan a comprender la dimensión del conflicto armado entre 1958 y
2018. Colombia destaca por tener el conflicto armado más prolongado del
continente, una historia muy compleja en la que la mayoría de los afectados han
sido civiles.

Desde los libros de historia, sociología y antropología el conflicto armado ha sido la


causa de innumerables publicaciones, orientadas a lograr un mayor entendimiento
de los procesos que hicieron parte del conflicto.

El desplazamiento y otras modalidades de ejecución de la violencia fueron los


centros de discusión en medios, calles y aulas. La población colombiana está de
cierta forma, acostumbrada a la violencia, la ha normalizado. Es por eso que la
divulgación de todos los estudios del conflicto armado es una gran herramienta para
la creación de esa memoria colectiva que ayudaría a crear mecanismos de
superación y solución a los problemas.

El siguiente documento, tiene como objetivo dar a conocer algunos aportes de la


antropología al estudio del conflicto y sus efectos, es por tal razón, que se encuentra
dividido en dos partes; la primera consta de un conciso resumen del conflicto
armado y el desplazamiento, y del aporte de algunos autores dentro de este tema; la
segunda parte se centra en un caso especial, el municipio de Bojayá y la forma
como este ha sobrellevado los estragos de la violencia.

Conflicto, desmovilización y antropología

Colombia ha sido el epicentro de conflictos sangrientos desde las primeras décadas


del siglo XX. Este tema, no deja de estar lleno de complejidades al ser abordado,
debido a las diversas dinámicas desarrollados a lo largo de la historia,
entrelazándose entre ellas hasta crear un enmarañado grupo de documentos de
todo tipo orientados a la descripción y el análisis desde las distintas áreas de las
ciencias sociales. (Tawse-Smith, 2008) ubica las raíces del conflicto a partir de la
década del 50 con el surgimiento de distintos grupos armados (FARC, ELN, EPL,
M-19, PRT, MAQL, CRS, MIR-Patria Libre), siendo las FARC, el ELN y los
Paramilitares los grupos insurgentes que más han influido en el conflicto a través de
la historia. (De Zubiría, 2015) explica el origen del conflicto por medio del estudio de
la etapa temporal que comprende desde 1929/1930 – 1957/1958. Y el (CNMH,
2013) toma el año 1958 como el punto de inicio del conflicto.

A pesar de las diferentes interpretaciones de este conflicto, la literatura coincide al


considerar como el “encrudecimiento de la guerra” al período que se empezó a
expresar a partir de finales de los 70 y comienzos de los 80 con la incursión del
paramilitarismo (Parra, 2015; Tawse-Smith, 2008; De Zubiría, 2015; CNMH, 2013,
2015).

En el desenvolvimiento de este conflicto, sobretodo en el antes mencionado


“encrudecimiento”, la violencia se manifestó de distintas formas, dentro de las
cuales se pueden mencionar los asesinatos selectivos y sistemáticos, las masacres
como método de implantación de terror, las torturas y la sevicia como símbolos de la
degradación moral en la guerra, las desapariciones forzadas, los secuestros, el
desplazamiento forzado, las extorsiones, la violencia sexual, las tomas a municipios,
las minas antipersonal y finalmente, atentados terroristas (CNMH, 2013).

De esta numerosa lista de modalidades, cabe destacar al desplazamiento forzado,


en primer lugar, por la exagerada cifra en la que se fundamenta, cifra que alcanza
aproximadamente 7,7 millones de personas desplazadas (ACNUR, 2018),y además,
por ser la causa de procesos de transformación de la población
(descampesinización, desarraigo de los grupos étnicos, reconfiguración forzada de
las ciudades y desplazamiento intraurbano) y de transformación del territorio
(despojo y acumulación de tierras, megaproyectos, cultivos ilícitos) (CNMH,2015).

Los impactos ocasionados por el conflicto no pueden ser medidos, el daño


psicológico, la huella emocional, las humillaciones, las estigmatizaciones, los daños
socioculturales, la incertidumbre, el terror y la devastación, entre otros, son solo
unos de tantos.

Numerosos estudios hacen referencia a todo lo relacionado con el conflicto armado,


la etnografía y sobretodo, la antropología, han tomado parte en la realización y
difusión de estos, resaltando la importancia de concebirlos como una forma de
conocimiento que ha colaborado a la construcción de un saber experto y de unas
interpretaciones dominantes sobre el tema. (Vera, 2015).
La violencia dentro del conflicto se expresa de múltiples formas que van más allá de
la dimensión política, verbigracia, el crimen organizado, la violencia doméstica y la
violencia étnica; todo esto, reflejado en la manera como la violencia se reproduce a
través de ciertos canales de enculturación (familia, escuela, medios de
comunicación, entre otros) en los que por ejemplo, es normal que el “matar”, es más
económico, por así decirlo, que el “herir” y también, el “hacer justicia con mano
propia” (Arocha, 1988). Así, la violencia ha sido el mecanismo por el cual se
abordan conflictos que por obvias razones, deberían ser resueltos mediante formas
no armadas.

Dentro del estudio de la violencia, los autores parten desde la etnografía y la


antropología con el fin de encontrar como está enlazada, ya sea con la raza,la etnia,
género o desigualdad social, sin mencionar otros.

(Arocha,1998) enfoca su estudio hacia el hecho de cómo el conflicto ha afectado a


afrocolombianos e indígenas, remontándose hasta los años de la usurpación
colonial de los territorios de los nativos africanos y americanos, y como, con el paso
del tiempo se ha visto reflejado en la imposición de un sistema de castas y en el
trato a los seres humanos como bienes inmuebles; todo esto contribuye a la
aparición de patrones de comportamiento, a lo que él menciona:​“cuya reiteración
saca a las conductas que dependen de ellos de la esfera del proceso consciente y
las ubica en los terrenos del automatismo mecanicidad similares a los de las
reacciones dominadas por el instint​o” , patrones de los cuales las élites que han
ostentado el poder, aprovechan para pasar por encima de las comunidades, tal y
como se hacía en siglos anteriores.

La tenencia de la tierra, la desigualdad rural, la crisis agrícola y el impacto del


conflicto en estos contextos, son derivados del aumento de las grandes propiedades
de tierra y la acumulacion de esta en pocas manos, provocando a su vez el
detrimento de propiedad a mediana escala y la propiedad pequeña. Sumando lo
anterior a las diferentes modalidades de violencia presentadas, queda como
resultado un escenario en el que la violencia tanto paraestatal como guerrillera, ha
determinado el uso que se la da al suelo, para seguir un modelo primitivo y
extractivista enfocada a los monocultivos y a la ganadería, alimentando de esta
forma la financiación de la guerra (Fajardo, 2004).

(Gutiérrez, 1998) por medio de entrevistas realizadas a milicianos, estudia cómo la


violencia ha sido institucionalizada, materializandose en la sociedad, el estado y los
actores armados. El discurso legal se ha deconstruido a tal punto que grupos
guerrilleros y terroristas hacen uso de activismos judiciales y de discursos de rechos
con un fin estratégico; normalizando un ambiente de legitimidad de grupos que
cargan en sus espaldas miles de crímenes.
El análisis de la forma en que la violencia es experimentada, representada y
percibida por los actores (partiendo tanto de experiencias familiares como
personales) y relacionándola con la crisis de estado, las inusuales formas de
autoridad y los procesos de socialización, es llevado a cabo por (Jimeno,1994);
entendiendo que la violencia se ve en escenarios, situaciones, relaciones, actores y
procesos de enculturación. (Jimeno, 1998) justifica que la manera como se ha
trabajado el concepto de violencia en los estudios tradicionales, no permite la
observación del desarrollo de los mecanismos culturales y psicológicos que se
manifiestan en los actores a medida que lidian con el sufrimiento y redirigen sus
prácticas cotidianas.

(Jimeno, 2007) trata de referirse, por medio de una aproximación emocional y


cognitiva, al entendimiento de la violencia íntima y pública, siendo la poca fé en la
autoridad el elemento central en el vivir de la violencia. la imagen de la autoridad
ante la cultura, son bases para el actuar cognitivo y emocional de actos de violencia
doméstica que orientan la vida pública.

Bojayá: avanzar sin olvidar

En el año 1999, la Declaración por la vida y la Paz fue elaborada por los habitantes
de Bojayá, municipio afectado por los constantes enfrentamientos entre las
guerrillas y las autodefensas en medio de la densa selva del Chocó que circunda el
río Atrato. Era el llamado de una comunidad local que exigía, invocaba y afirmaba
su derecho a vivir en paz en el territorio ancestral que ellos ocupaban (CNMH,
2010).

No fue sino hasta que el 2 de mayo de 2002, la burbuja que fue creciendo gracias a
los constantes periodos de violencia instaurados por los distintos grupos armados,
reventó. 79 muertos y decenas de heridos, a raíz de la explosión de la explosión de
un cilindro cargado con metralla lanzado por las FARC, hacia un establecimiento
religioso; hecho que partió la historia del país y los corazones de los colombianos; lo
que más indigna de todo esto, es que pudo haber sido evitada, sobretodo porque el
gobierno ya estaba notificado del enfrentamiento de dicha zona, situación ante la
cual no se hizo nada, fue solo hasta 2 días después de la masacre que se pudieron
ver a las fuerzas públicas en el lugar.

Los habitantes cambiaron rotundamente, su forma de ver la vida en la zona, esto se


refleja en frases de sus mismos habitantes tales como: “Si ve, esta guerra sigue y
está empeorando”. Mientras que alrededor del país la sensación de triunfo inundó el
espíritu de las personas en la comodidad de sus hogares en las metrópolis, la gente
del pueblo veía en ese “triunfo, en esa forma de “hacer justicia”, la contundente
evidencia de que en sus territorios se continuaba librando una guerra en la que la
población civil era la que recibía los principales daños y afectaciones (Quinceno &
Orjuela, 2017).

Las huellas del conflicto en la zona son imposibles de borrar, por eso, a través de
manifestaciones culturales, ancestrales y contemporáneos como símbolos de
resistencia, y como herramientas para cimentar el reconocimiento de la historia y de
sus identidades étnicas y territoriales (CNMH, 2010).

Una de tantas expresiones culturales, es la música , en la que por medio de sus


letras se retratan los hechos vividos, la actitud de sus habitantes frente a estos y la
forma como ven hacia el futuro:

Recuerdo que el dos de mayo,fecha que no olvido yo,


pasó un caso en Bella Vista, qu’el mundo entero conmovió
cuando yo entré a la iglesia y vi a la gente destrozada
se me apretó el corazón mientras mis ojos lloraban.

- Domingo Chalá

Como se ve en el pasaje anterior, es entendible la forma como se expresa el dolor


emocional sentido por los que presenciaron aquel momento, dolor que no se borra y
lágrimas que no dejan de caer.

En el siguiente pasaje, de diferente autoría al anterior, se hace mención al hecho de


no olvidar, ya que es el pasado, las memorias, los relatos, aquellos que forjan el
carácter de un pueblo ante los problemas que se presentan y se presentarán:

Esto fue un golpe muy duro, que


a todos atemorizó, formaron esa pelea
y el campesino sufrió.
Decimoquinto aniversario y esto quedó pa’
la historia, díganle a los de
la prensa que no borren la memoria.

- Luz Marina Cañola

Pero Bojayá no es solo un pueblo de canto, en espacios impensados tales como la


cocina, retrata (Ruiz, 2015) haciendo un análisis de las distintas entrevistas
realizadas en campo, se describe a la cocina como “ conjunto de saberes y
actividades destinadas a la alimentación”, entendida como el espacio donde se
reproducen la memoria, la resistencia social y la resistencia simbólica en la etapa
siguiente al desplazamiento. Al mismo tiempo es un motor para la creación de
empleos, que no solo traen una ayuda económica importante, sino también
reconstruye el tejido social y familiar afectado por el conflicto armado.

​ n
Otra forma de expresión ha sido el tejido, llevado a cabo por el grupo ​Guayacán, u
grupo de mujeres que se reunían para tratar temas como la muerte, secuestro y
desaparición de conocidos y allegados; tiempo después, u ​ nidas para expresar su
rechazo a la guerra, en sus telas bordan el pasado,el presente, la resistencia y las
esperanzas (CNMH,2010).

La danza, como símbolo representativo de las comunidades del pacífico


colombiano, representada por el grupo ​Jorge Luis Mazo también ha sido una
muestra del deseo de los pobladores de seguir con sus vidas, a pesar de todo, de
las huellas imborrables en la memoria y en el cuerpo, el “bailar” fortalece los lazos y
recupera los espacios que significan solidaridad, apoyo y resistencia local. El
dramatismo y los sentimientos son representados en las muestras de un teatro
politizado comprometido con la realidad, de cara a las situaciones que viven
constantemente los jóvenes, los abusos de los grupos armados legales e ilegales, y
las dificultades que soportan a causa del conflicto (CNMH, 2010).

Los anteriores, solo fueron unos de tantos caminos que actualmente atraviesa el
municipio de Bojayá, en contraposición al olvido de las entidades estatales. El
municipio espera, que con la reparación integral para las víctimas de la masacre, se
pueda avanzar un poco en procesos de redignificación y mejoramiento de la calidad
de vida, claro está que ninguna cantidad de dinero podrá aliviar el dolor dejado por
el conflicto.

CONCLUSIONES

Difícil es, en tan solo unas pocas páginas, plasmar todo lo pensado con respecto a
los problemas derivados por el conflicto armado, a la participación de las entidades
durante el devenir de este, al papel de las humanidades, sobretodo de la
antropología, y a la participación de la ciudadanía dentro de las dinámicas que
constituyen este complejo problema.

La antropología, desde el análisis de la cultura como símbolo usado por las


sociedades para construir el significado de sus vidas, ha sido fundamental en la
construcción de documentos que han descrito la coyuntura de las diferentes etnias
afectadas por el conflicto armado, y el por qué de sus realidades, encontrando
causas en el racismo, el machismo, el clasismo y la aporofobia, entre otros.

Es necesario consolidar los procesos de desmovilización y reparación, como


también es necesario el constante apoyo por parte de las investigaciones de la
academia y de las entidades gubernamentales. Aunque en el país muchos se
opongan a esto, sustentados en argumentos llenos de odio y ambición, son más las
personas que desean una sociedad menos dividida y más tolerante, son más los
que prefieren un libro a un fusil, son más los que dedican su vida honradamente con
el fin de sostenerse en un país tan desigual, y son más los que están dispuestos a
perdonar y reconciliar, porque después de tantos años de sufrimiento, lo que menos
necesita este país es seguir recorriendo las sendas de la corrupción, la muerte, la
guerra y el rencor.

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