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Máximo Sozzo, Laura Pozuelo Pérez, Bruno Amaral Machado, Lorena Ramírez
Ludeña, Ezequiel Kostenwein, Gabriel Ignacio Anitua, Estanislao Escalante Barreto,
Mauricio Martínez Sánchez, Diego Araque Moreno, Rafael Velandia Montes, Jorge
Enrique Carvajal Martínez, Karen Sierra Amaya, David Valencia Villamizar, Pablo
Ignacio Reyes Beltrán, Ivonne Patricia León Peñuela, Iván Leonardo Martínez
Pinilla, Alexandra Valencia Molina, Alejando Martínez A., Mauricio Cristancho
Ariza, Miguel Lamadrid Luengas, Aura Helena Peñas Felizzola, Adriana Romero
Sánchez, Nadia Marleth Díaz Mejía, Octavio Adán Nájera Hernández, Whanda
Fernández León, Laura Elisa Rivera Montealegre, Carlos Andrés Ávila Palacio,
Nora Cristina Osorio Gutiérrez, María del Pilar Salamanca Santos, Manuel López
Betancur, Viviana Carolina Caicedo Romero, María Fernanda Maldonado Arcón.
ISBN: 978-958-749-934-6
Queda prohibida la reproducción parcial o total de este libro por cualquier proceso reprográfico o
fónico, especialmente por fotocopia, microfilme, offset o mimeógrafo.
Ley 23 de 1982.
Introducción ....................................................................................... 15
Primera parte
Política criminal mediática y populismo punitivo
Segunda parte
Criminología crítica y medios de comunicación
Tercera parte
Construcción mediática de la responsabilidad
penal de los adolescentes
Cuarta parte
Discursos mediáticos, justicia penal
y juicios paralelos
Resumen
Introducción
*
Agradezco a Diana Aristizabal por su valiosa colaboración en la elaboración de este trabajo y por
sus acertados comentarios.
**
Doctor en Derecho Penal y Ciencias Penales de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) España,
Diploma de Estudios Superiores (DEA) en derecho penal y ciencias penales de la misma
Universidad y abogado de la Universidad Nacional de Colombia. Investigador Senior de la Escuela
de Investigación en Criminologías Críticas, Justicia Penal y Política Criminal: “Luis Carlos Pérez”
–POLCRYMED–. Correo electrónico: miguelamadrid@gmail.com
600 Miguel Lamadrid Luengas
Problema de investigación
I. POLITICA CRIMINAL
por política criminal. Así, para definirla se han utilizado expresiones como
“criterios directivos” (Zipf, 1979, p. 4)1, “dirección del derecho penal”
(Jescheck y Weigend, 2002, p. 24)2, “criterios para tratar el crimen” (Mir
Puig, 2015, p. 57)3, “aspecto para caracterizar conflicto como crimen” (Bustos
y Hormazabal, 1997, p. 29)4, “selección de bienes que deben tutelarse
penalmente” (Zaffaroni, 1997), entre otras.
Con estos ejemplos se pretende mostrar la complejidad que se presenta
a primera vista para caracterizar a la política criminal. Esta amplitud
de conceptos podría deberse a lo que Zipf (1979) correctamente pone de
manifiesto sobre la política criminal desde su creación. Según este autor el
hecho de llamarse política criminal implica una necesaria interrelación entre
política y derecho, la cual marcará indefectiblemente a la política criminal en
tanto que se verá influenciada en virtud de los diferentes desarrollos tanto a
nivel político como del derecho, e incidirá en la concepción que sobre ella se
tenga. Así, por ejemplo, si asumimos la perspectiva del fin del derecho, nos
encontramos con que mientras el derecho busca en sus avances el alcanzar
un ideal de justicia, la política tiende a moverse en términos de poder que
sólo unas veces son coincidentes con el ideal de justicia, lo que genera una
incesante tensión.
En todo caso lo que podemos advertir en primer término es que la política
criminal se desarrolla basada en unas pautas que surgen de la política general
del Estado cuyo fin es hacer frente al fenómeno criminal. De este modo
podemos decir que la política criminal es la política de los Estados actuales
en cuanto a la respuesta al fenómeno criminal se refiere y en consecuencia
comprende el conjunto de decisiones relativas a los instrumentos, reglas,
estrategias y objetivos que regulan la coerción penal. Tales decisiones tienen
un contenido eminentemente valorativo, aunque a veces esta circunstancia
se oculte tras formas aparentemente “técnicas” y “neutrales”.
1
Para este autor “…la política criminal puede definirse brevemente como obtención y realización
de criterios directivos en el ámbito de la justicia criminal”. En esta misma obra, además se pueden
ver diversas opiniones de autores alemanes especialistas tales como Feuerbach, Von Hippel,
Mezger, etc.
2
Se considera que “la política criminal se ocupa de la pregunta acerca de cómo dirigir el derecho
penal para poder cumplir de la mejor forma posible su misión de proteger a la sociedad”. Añade
este autor que el marco que se debe poner a la política criminal, esto es, la Justicia, se da por los
criterios que plasman el principio de culpabilidad, el del Estado de Derecho y el de humanidad.
3
Este autor define que “es aquel sector de la política que guarda relación con la forma de tratar a
la delincuencia: se refiere al conjunto de criterios empleados o a emplear en el tratamiento de la
criminalidad”.
4
En esta obra se la define como “aquel aspecto del control penal que tiene relación con el poder del
Estado para caracterizar un conflicto social como criminal.”
602 Miguel Lamadrid Luengas
5
Al respecto también en su obra Derecho y razón señala. “De hecho ha sucedido, con la formación
de los modernos estados constitucionales, que el derecho positivo ha incorporado gran parte de
los contenidos o valores de justicia elaborados por el iusnaturalismo racionalista e ilustrado: el
principio de igualdad, el valor de la persona humana, los derechos civiles y políticos…de manera
que todo estado de derecho, en especial si está dotado de una constitución rígida, es susceptible de
valoración no sólo externa, es decir, referida a principios naturales de justicia, sino también interna,
es decir, referida a sus propios principios tal y como quedan garantizados por esas tablas positivas
de derecho natural que son los textos constitucionales. Y esa valoración no se refiere sólo a justicia,
sino directamente a la validez de las normas jurídicas” Ferrajoli, Luigi. Derecho y razón. p. 355.
604 Miguel Lamadrid Luengas
b) El renacimiento de la víctima
6
En relación con esto Medina Ariza hace referencia a la actitud de los individuos frente al medio
en que interactúan y el hecho de que en unas condiciones de desorden, de abandono de las zonas
donde conviven, aumenta la sensación de inseguridad.
606 Miguel Lamadrid Luengas
7
Esta frase parece que fue utilizada por algún Ministro del Gobierno en el Reino Unido, y ha sido
citada por Garland.
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Una vez que aumentaba la tasa del delito y que este hecho se empezó a
considerar como normal, la opinión pública comenzó a percibir al sistema de
administración de justicia penal como limitado e inadecuado para responder
al problema criminal8. Peor aún, los mismos actores estatales empezaron a
sentir una impotencia para responder al delito de una manera adecuada, de
modo tal que se produjo un giro en las políticas públicas, las cuales tendieron
a considerar más realista enfrentar los efectos que produce el delito que
enfrentarse al problema mismo del delito. De ahí es que se empieza a hablar
de un mayor apoyo a la víctima (Medina, 2003) y a sus allegados, una gestión
integral de los recursos, y medidas penales más comunicacionales.
Es así como se presenta un dilema (Garland, 2005) para las entidades
gubernamentales y es que, una vez constatada su incapacidad para proveer a
la sociedad de seguridad contra el delito, ya no es indispensable su existencia.
Y si esto es así, deben entrar a analizar lo que implicaría abandonar esa
pretensión de respuesta adecuada y eficaz contra el mismo, y pasaríamos a
estudiar la supresión del sistema penal tal y como ahora lo conocemos. Esto
generaría unos costos, no sólo económicos sino en la misma estructura del
Estado, que aparte de ser muy elevados, son difícilmente calculables en toda
su extensión. En esta encrucijada es que han aparecido las recientes políticas
criminales, caracterizadas por una incoherencia y superposición de unas con
otras creando esta gran confusión.
Por un lado tenemos unas políticas que se muestran conscientes de la
incapacidad estatal, y por ende, desarrollan mecanismos para optimizar la
respuesta estatal al delito dentro de los estrechos márgenes de que dispone, y a
la vez desarrollan mecanismos alternativos para hacer frente a la criminalidad
con participación directa de la comunidad, como es el caso de las asociaciones
de vecinos creando frentes de vigilancia. De otro lado están las políticas de
aquellas personas recién electas, que más que verdaderas políticas criminales
se pueden denominar políticas criminales politizadas. Nos referimos o bien
a la negación de la ineficacia estatal para responder a la criminalidad, que
viene acompañada de una obcecada reafirmación de la capacidad omnipotente
8
Sin embargo esta situación de aumento de la criminalidad constante dejo de presentarse. En efecto el
tipo de criminalidad que afecta directamente a la sociedad (robo, hurtos, etc.) en algunas sociedades
se ha mantenido estable y en otras incluso ha disminuido sensiblemente. Sin embargo esta idea de
ineficacia y de inseguridad ya se había fuertemente introducido en la sociedad. Un ejemplo de esta
situación de disminución la podemos constatar en Estados Unidos donde la delincuencia violenta
y el número de delitos contra el patrimonio ha descendido considerablemente, sin la correlativa
disminución del sentimiento de inseguridad ciudadana. Para constatar esto se puede revisar en,
http://www.ojp.usdoj.gov/bjs.
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del Estado para castigar y en general hacer frente al delito, o bien el escape
a un derecho penal de fachada, en la que se da por descontada la ineficacia
de los aparatos gubernamentales y por ende, se echa mano a la necesidad de
mostrar la desazón, la sensación de inseguridad que el delito provoca. En este
punto se percibe una toma de control a nivel político de temas tan importantes
como la respuesta a la criminalidad, dejando de lado a los estudiosos del
tema (criminólogos, dogmáticos) y claro está, a sus criterios de valoración y
discrecionalidad, por considerarlos “sutilezas que se oponen a la solución real
de los problemas” (Silva Sánchez, 2006).
c) Implicación de la sociedad
del delito (Medina, 2003; Diez Ripollés, 2003; Garland, 2005). Ciudadanos
organizados, empresas privadas, comunidades de vecinos, en general la
sociedad civil se ha venido involucrando cada vez más en la respuesta ante
el delito en lo que se ha caracterizado como prevención comunitaria (Diez
Ripollés, 2003).
Así las cosas, junto a la actividad de la policía y en general de los cuerpos
de seguridad de los Estados y de sus diversas instituciones, en labores de
persecución, investigación y castigo de los individuos que infringen la ley, se
han sumado actores no estatales, como se pone de manifiesto en la proliferación
de empresas de seguridad privada, lo que redunda en el debilitamiento de la
idea del monopolio estatal del ius puniendi (Garland, 2005). Además de esto
ha habido un cambio en la sociedad en la medida que ha empezado a tener
conciencia de su papel dentro de la respuesta al delito, lo que ha llevado, entre
otras cosas, a que las familias inviertan en seguridad privada para la protección
de sus hogares. También podemos mencionar las redes de ciudadanos que
participan voluntariamente en la seguridad y brindan información para la
prevención y persecución del delito, lo que en algunos países ha dado origen
a iniciativas de vigilancia y protección comunitaria, con dispares resultados
(Diez Ripollés, 2003; Garland, 2005).
En relación con este cambio de horizontes, las organizaciones estatales
encargadas de la justicia penal han modificado sus perspectivas. La policía
es ahora una fuerza que más que combatir el delito, se presenta como una
institución que “…apunta a reducir el temor, el desorden y la incivilidad y a
tomar en cuenta los sentimientos de la comunidad al definir las prioridades de
su acción” (Garland, 2005). Las autoridades penitenciarias y carcelarias han
pasado de la búsqueda de la rehabilitación del condenado para su reencuentro
y reinserción en la sociedad, a mantener bajo las rejas y controlados a los
delincuentes, para tranquilidad de la sociedad.
Con este telón de fondo, los encargados de las políticas públicas
relacionadas con la justicia penal reaccionaron de diversas maneras. Con el
elevado incremento del delito se optó por reformular las políticas tradicionales
para tratar de responder al aumento de trabajo. En particular la policía realizó
un movimiento que se ha denominado pendular (Medina, 2003; Garland,
2005). Inicialmente la policía mantenía un estrecho vínculo con la sociedad,
pero debido al incremento significativo de la delincuencia y en busca de una
optimización en la respuesta, se optó por modernizarse e implementar los
medios a su alcance. Es así como asistimos a la puesta en marcha de las líneas
de emergencia que a la larga tuvieron un efecto contrario ya que, al distanciar
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De todo lo anterior vemos como poco a poco los entes estatales han
modificado su reacción ante el sentimiento de la sociedad, mostrando
una actitud que podría llamarse autocrítica, ya que a la vez que aceptan
los fracasos, ponen de manifiesto las limitaciones del sistema, buscan el
cumplimento de sus objetivos internos, según la nueva orientación privada
más que el cumplimiento de los fugaces intereses sociales. En definitiva, la
idea es concentrarse más que en los resultados, en los procesos eficientemente
realizados (Garland, 2005), cuando cumplen con sus objetivos. Es por esto
que actualmente vemos cómo la política criminal de las agencias estatales se
desarrolla primordialmente orientada a las consecuencias del delito, dejando
de lado las causas mismas del delito. Enfocándose en los efectos que genera el
Política criminal, principio de oportunidad y su consideración por los medios de comunicación 615
9
Un claro ejemplo es la política estadounidense de guerra contra las drogas que ha dejado abarrotadas
las cárceles norteamericanas, dejando de lado todas las investigaciones serias que muestran que el
consumo de drogas no se ve disminuido por la posibilidad de imposición de penas más severas,
que la criminalización lo que hace es crear un clima más adverso al interior de la sociedad y que
finalmente los perjudicados serán aquellos pertenecientes a las clases pobres.
616 Miguel Lamadrid Luengas
10
La escasez de recursos afecta a todo el sector de la administración de justicia. Sin embargo sólo nos
centraremos en lo que a justicia penal se refiere, ya que este es uno de los problemas más acuciantes
para la política criminal.
618 Miguel Lamadrid Luengas
pp. 30 y ss). Sin embargo el que se pretendía erradicar era el referente a aquellos
hechos que a pesar de llegar a ser conocidos por las autoridades encargadas
de su manejo, por diversas circunstancias, en ningún modo reglamentadas
en el sistema, no permanecen en el sistema. Son los casos en los que las
distintas autoridades encargadas de recibir la notitia criminis consideran que
no se debe seguir; o la policía, al ser encargada de la averiguación preliminar,
aplica directamente la selectividad, enfocándose en determinados ilícitos en
desmedro de otros.
Junto a ellos se presentan casos, como los que últimamente copan el interés
nacional, referentes a eventos en los cuales se dejan de investigar, impulsar
o desarrollar los procedimientos tendientes al esclarecimiento de los hechos
debido a influencias externas del sistema, que la mayoría de las veces se
enmarcan en conductas tipificadas penalmente (Lamadrid, 2015, p. 32).
Finalmente se presentan aquellas situaciones en las cuales, la simple desidia,
negligencia o falta de tiempo del funcionario que recibió la notitia criminis
o del encargado de su tramitación, hacen que el hecho no permanezca en el
sistema y termine siendo, archivado, se presente el fenómeno de la prescripción
o inclusive se pierda en un anaquel dentro del innumerable mundo de los
procesos penales.
Como ya lo he mencionado el estar la policía judicial encargada de la
investigación de los delitos reportados, implica una tarea colosal, por el
aumento constante del número de los delitos y de su complejidad; ello implica
que la policía nunca sería capaz de encargarse de todos los delitos, por
limitaciones tanto de personal como de recursos, lo que conlleva la necesidad
de establecer la prioridades de manera expresa, ya que el flujo de casos que
recibe determina el que investigarán los fiscales y que luego de la decisión de
archivar o perseguir, determinarán los que lleguen a los tribunales finalmente.
Al respecto es claro que:
11
Modificadas luego en el año 2009, declaradas inexequibles dos (2) hasta llegar otra vez a las
diecisiete (17) causales actuales.
620 Miguel Lamadrid Luengas
12
La metonimia consiste consiste en designar algo con el nombre de otra cosa tomando el efecto
por la causa o viceversa, el autor por sus obras, el signo por la cosa significada. En este caso en
concreto el hecho de la existencia de variados supuestos de aplicación del principio de oportunidad
que no cumplen con los elementos que lo constituyen es un caso de metonimia, según la cual,
respuestas diferenciadas del sistema penal se denominan principio de oportunidad, confundiendo
el todo por la parte, Lamadrid, 2015, p. 226.
Política criminal, principio de oportunidad y su consideración por los medios de comunicación 621
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Teniendo en cuenta que también existe una tercera forma que es mediante las columnas de opinión
de columnistas.
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No se tiene en cuenta el cubrimiento en relación con la declaración de inexequibilidad de la causal
introducida por la ley 1312 para cobijar a los desmovilizados que no hayan sido postulados a las
ley 975 de 2005 dado que no hubo casuística al respecto y solo se mencionó a raíz de la sentencia
C-936 de 2010, M.P. Luis Ernesto Vargas Silva.
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Tan sólo Colombia, Venezuela y algunos países centroamericanos. CPP Colombia, artículo 324.4;
CPP Costa Rica, artículo 22 b); CPP El Salvador, artículo 18.1; CPP Honduras, artículo 28.2; CPP
Nicaragua, artículo 59.1; CPP Venezuela, artículo 40.
Política criminal, principio de oportunidad y su consideración por los medios de comunicación 631
Balance y conclusiones
Referencias
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