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La integración entre religión y ciencia

1. Introducción

“La ciencia y la religión son las dos fuerzas más poderosas del mundo. Hago un
ruego a las personas religiosas que dejen sus diferencias con los laicos y los científicos
materialistas como, y se unan a nosotros para salvar el planeta”1.
Sorprendente afirmación de O. Wilson, sobretodo viniendo de él. Y aunque la
mayoría de los hombres y mujeres de fe también son laicos (laicos creyentes no laicos
materialistas) y aunque las diferencias fuertes han venido – los giros de la historia- del
sector que él representa (cientificismo del nuevo ateísmo) hay que destacar dos cosas: el
reconocimiento de la poderosa fuerza que hoy tiene la religión en la humanidad (una de las
dos más poderosas), el influjo que ella tiene en la historia y en el cosmos (puede ayudar a
salvar la naturaleza) y, lo que más nos interesa, la afirmación de que religión y ciencia
pueden integrarse con una determinada finalidad, sacar al planeta de la crisis ecológica.
Esta afirmación del iniciador de la sociobiología, de suyo, nos introduce a la temática de
esta última unidad del curso: es posible que ciencia y religión se integren y complementen.
Y no sólo en pos de un fin social-ambiental, sino a nivel de la relación fe-razón para
enriquecer la comprensión de las diferentes realidades del universo, para solucionar de
manera íntegra diferentes problemáticas que afectan al ser humano, sino también porque
ambas fuerzas no son compartimientos separados en la vida de un creyente, sino conforman
una unidad que potencian mutuamente
En el presente documento expondremos los tres planteamientos que se han
postulado con respecto a la relación religión-ciencia: las tesis del conflicto, total autonomía,
y la de integración y complementariedad. Nos centraremos en esta última, por ser la propia
del curso y la condición de posibilidad para afirmar que se puede ser un hombre o mujer de
creencias profundas y, al mismo tiempo, un científico de primer nivel.
Conviene hacer una aclaración sobre el término "religión". Como ya sabemos este
es incapaz de englobar la multitud de las religiones en sus diversas comprensiones de la
realidad. Es, con todo, el proceder de ateísmo científico o del nuevo ateísmo: utiliza el
término englobando a todas las religiones en él. Pensamos que es mejor hablar de
religiones, dadas sus diferencias y peculiaridades. Por lo mismo "religión" adquiere un
significado muy preciso en este documento: engloba a aquellas que afirman un universo
que es distinto de Dios y que procede en último término y de manera radical de Dios (su
fuente de origen). Incluye a aquellas religiones que conciben al universo dotado de un
conjunto de leyes que le permiten autoregularse, desarrollarse y poseer una intrínseca
racionalidad, leyes que proceden, en último término, de Dios.

2. Los tres modos de entender la relación entre religión y ciencia.


1
Wilson, E.O., entrevista el País
2

2.1. La tesis del conflicto.

La integración entre religión y ciencia no ha tenido siempre vía expedita e, incluso


hoy, hay voces y ambientes que se oponen a tal integración, calificando a religión como una
superstición irracional que debe ser dejada de lado por el conocimiento fundado en la
racionalidad sin límites que proporciona la ciencia (C. Hitchens, D. Dennett, R. Dawkins).
El avance del cientificismo y materialismo en la segunda mitad del siglo 18 creó el
ambiente en que se formuló la tesis del conflicto entre ciencia y religión. Dos libros
publicados en los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo 19, y traducidos en todo el
mundo, formularon y defendieron la tesis del conflicto, según la cual a lo largo de la
historia ha existido un continuo conflicto entre ciencia y religión. Uno fue publicado por
John William Draper en 18642, el otro, más amplio, fue publicado3 por Andrew Dickson
White en 1896. Ambos libros han sido muy influyentes y se siguen publicando en la
actualidad, contribuyendo a la persistencia de la tesis del conflicto 4. Sin embargo, los
estudiosos están de acuerdo en que tal tesis es falsa y no corresponde a los hechos
históricos. A pesar de todo, la idea de que existe una oposición entre ciencia y religión sigue
viva. Esto debido especialmente al surgimiento del nuevo ateísmo de corte cientificista en
el mundo anglosajón, el cual reedita las tesis positivistas del s. XIX pero pretendiendo
sostenerse en el avance de la física y biología moderna. Este ateísmo incluye a científicos
ilustres en sus áreas como R. Dawkins y el mencionado O. Wilson (ambos premios nobel).
Aunque formalmente no pertenecen a este movimiento, las ideas de J. Monod y S. Hawkins
también han contribuido a sostener una incompatibilidad entre religión y ciencia. Las
afirmaciones centrales de postura las conocimos al estudiar el cientificismo. La ciencia es el
modelo único que explica la realidad y determina lo que existe ya que es capaz de
demostrar sus afirmaciones y presentar evidencia a través de su método. Pero además los
aciertos en sus explicaciones y hacen predicciones de ella la forma de racionalidad que
goza de garantías suficientes para dar cuenta de los diversos fenómenos de lo real, así como
2
En 1874, John William Draper publicó su famoso libro History of the Conflict between Religion
and Science (Historia del conflicto entre la religión y la ciencia), una especie de manifiesto de los
racionalistas de fines del siglo XIX que veían en la ciencia el instrumento ideal para eliminar a la religión, a la
que consideraban como una “superstición anacrónica”.
3
En 1896, Andrew Dickson White amplió todavía más la documentación al respecto con su obra A
History of the Warfare of Science with Theology in Christendom ( Una historia de la guerra entre la ciencia y
la teología en la cristiandad). La obra de White está llena de errores e inexactitudes que hace pasar por datos
incontrovertibles que incluso hoy en día “convencen” a científicos sin conocimientos exhaustivos de los hitos
históricos mencionados.
4
“La tesis del conflicto se difundió ampliamente, pero es falsa. Se puede comprobar viendo lo que
Draper y White dicen sobre el caso Galileo, que sin duda es el caso más importante de colisión entre ciencia y
religión. Tanto Draper como White tratan del caso Galileo. Draper comete serias inexactitudes: afirma que el
libro de Copérnico demostró la verdad del heliocentrismo, lo cual es falso; que los descubrimientos
astronómicos de Galileo fueron denunciados y atacados por la religión, cuando en realidad fueron aceptados
y, en su viaje a Roma en 1611, Galileo fue homenajeado triunfalmente por esos descubrimientos por parte de
los eclesiásticos; dice que los jueces de Galileo sabían que Galileo tenía razón, y que Galileo estuvo en
prisión, todo lo cual es igualmente falso. White presume de establecer sus afirmaciones sobre documentos
recientemente publicados, pero también comete serios errores: presenta sin razón los descubrimientos
astronómicos de Galileo como si hubieran provocado una seria reacción por parte de los eclesiásticos, y, de
nuevo falsamente, afirma que Galileo fue repetidamente amenazado con la tortura y estuvo en prisión… la
tesis del conflicto ha sido criticada en nuestros días desde perspectivas tan diversas como la del agnóstico
Stephen Jay Gould”. M. ARTIGAS, Ciencia y religion, EUNSA, Pamplona, 207, pp, 79-81.
3

para determinar los aspectos de la realidad que verdaderamente existen. La religión por su
parte no es ni saber ni conocimiento, es un proceso de no pensar, una explicación irracional
y sin evidencia de la realidad, que ha sido superada por la ciencia. Así la única posición
lógica ante la realidad sería el materialismo y el ateísmo y/o agnosticismo, ya que no hay
dimensión espiritual ni Dios algunos que sean capaces de ser demostrados como existente
por la ciencia. Además, las explicaciones “mitológicas” de la religión han sido desbancadas
por las explicaciones que provienen de la racionalidad científica. Por lo tanto, ciencia y
religión se oponen y son contradictorias en sí mismas. No es el momento de volver sobre
estas cuestiones que ya las hemos revisado a propósito del cientificismo. Sólo indicar que la
ciencia tiene límites epistemológicos, sólo trabaja con lo mensurable y capaz de someterse
a control experimental. La ciencia posee un tipo de racionalidad muy eficaz en su campo y
que produce indudables beneficios, pero es un campo acotado. Es, además, una forma de
racionalidad, no la forma paradigmática de todo saber. La religión también es saber pero de
otro tipo, con otro objeto y finalidad, con su propia racionalidad, método, evidencia y que
aborda otro campo de la experiencia humana al de la ciencia. Junto con esto, veremos que
ambos campos están lejos de ser opuestos, lo son cuando uno de los dos saberes o campos
se comprende mal, o bien cuando ello ocurre con los dos. Y a propósito del ateísmo que se
deriva de la ciencia, conviene traer a colación la célebre afirmación de alguien ajeno a la
religión como lo fue el célebre evolucionista S. Gould, refirmada recientemente por
Francisco Ayala5, autoridad mundial en el campo del neodarwinismo y la evolución: “Los
ateos no lo son porque la ciencia les haya hecho negar la religión, sino por otras razones”.

2.2. La tesis de la autonomía absoluta.


Esta tesis entra en escena con el fallecido profesor de Harvard S.J. Gould
(paleontólogo y biólogo evolucionista no creyente, conocido por su tesis del equilibrio
puntuado) quien escribe en 1999 "Ciencia vs Religión: un falso conflicto". Ateo
convencido, Gould acuña en esta obra el concepto "magisterios no superpuestos", con el
que expresa su visión de la relación entre ciencia y religión. Afirma que ambos ámbitos son
campos legítimos y válidos de conocimiento, con autoridad docente propia. Pero son
campos muy distintos al punto tal que no tienen punto de contactos y por lo mismo no cabe
que ninguno se pronuncie sobre el otro ni salga de su propio campo donde es autoridad. Así
el evolucionista norteamericano afirma: "Si la religión ya no puede dictar la naturaleza de
las conclusiones fácticas que residen adecuadamente dentro del magisterio de la ciencia, a
continuación, los científicos no pueden reclamar mayor penetración en la verdad moral de
cualquier conocimiento superior de constitución empírica del mundo". De hecho, la
Academia de Ciencias de Estados Unidos adopta una postura similar a la Gould en esta la
relación ciencia-religión justamente el mismo año de la publicación de su famoso libro. F.
Ayala - amigo de Gould- resume así esta postura: "La religión y la ciencia no tienen por
qué estar en oposición, a no ser que la gente trascienda su propia área de dominio y
usurpe el terreno del otro; que alguien coja la Biblia y en vez de tomarla como un libro de
enseñanzas religiosas pretenda que es de astronomía o de biología".
5
Francisco Ayala es español nacionalizado norteamericano, Físico, teólogo, exfraile dominico, doctor
en Biología y autoridad mundial en evolución, y una de las figuras mundiales más respetadas del
neodarwinismo. A los 79 años, experto en genética, Ayala es miembro de la Academia de Ciencias de Estados
Unidos, doctor honoris causa por quince universidades, ex asesor científico del presidente Clinton, presidente
de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS), y autor de más de 40 libros y 500
artículos científicos.
4

Pensamos que la postura de Gould es en parte acertada, pero insuficiente;


ciertamente acierta que en ambos campos de conocimiento han de respetarse, producen un
conocimiento legítimo propio y autónomo, y se debe evitar intromisiones indebidas. Falla
al no comprender que justamente por ser ambos campos de conocimiento sobre la realidad
desde distintas perspectivas si cabe interacción y olvida que el método y los resultados de la
investigación pueden tener connotaciones éticas y religiosas (por ejemplo, la crueldad y
sufrimiento en la experimentación con animales) que la ciencia por sí misma no puede
resolver. Por otra parte, no hay que olvidar que la ciencia, sin salirse de su campo, está
tomando constantemente decisiones éticas (por ejemplo, la decisión de experimentar con
embriones humanos o fetos abortados vivos), y que muchas veces opera con pre
comprensiones antropológicas que no se derivan de ella misma. Así O. Wilson y R.
Dawkins utilizan es sus afirmaciones que ellos consideran de carácter científico conceptos
como "altruismo", "egoísmo", "heroísmo". Pues tales conceptos presuponen una
concepción de hombre, una ética, un contenido valórico que la ciencia misma no puede dar.
Gould mismo habla de “empirismo”, pero a quién le cabe definir tal concepto o el
de experiencia (bastante complejos los dos, por lo demás). La ciencia no es autónoma,
necesita de la religión y, por supuesto, de la filosofía.
Además, la religión en sus afirmaciones -tanto en el desarrollo dogmático como en
sus propuestas morales- no puede olvidar el dato científico y la comprensión de mundo que
la ciencia ofrece. Así la visión del ser humano y la sexualidad no puede desconocer del
dato que-por citar tres áreas- aportan la biología, física o antropología cultural.

2.3. La relación de integración y complementariedad.


Históricamente, en el inicio no hubo un conflicto entre ciencia y religión. De hecho
hasta el siglo 19 nadie se planteaba que hubiera confrontación entre ellas. Los pioneros de
la ciencia moderna eran personas religiosas, y el mismo Galileo siempre se consideró
católico y pensaban que el universo contenía una serie de leyes que se alcanzaban mediante
la ciencia, leyes que procedían del designio creador de Dios, quien las había implantado en
el cosmos. Incluso Descartes y Bacon sostenían que el proyecto de la nueva ciencia era
parte del plan divino para con la humanidad. En realidad la relación entre ciencia y religión
ha sido muy amplia, variada y compleja en las diversas épocas, y con frecuencia ha sido
positiva6. En este contexto hay una tercera manera de entender la relación ciencia y
religión: la de la integración y complementariedad. Un representante actual de ella es el
famosísimo científico F. Collins (biólogo genetista norteamericano, director del proyecto
genoma humano, converso del ateísmo al cristianismo) quien afirma: "¿Todavía existe la
posibilidad de lograr una armonía fecunda entre la visión científica y la visión religiosa
del mundo? Yo respondo con un sonoro ¡Sí! En mi opinión, no existe ningún conflicto para
creer en un Dios que se preocupa personalmente de cada uno de nosotros y ser, al mismo
tiempo, un científico riguroso. La ciencia tiene su campo de acción en la exploración de la
naturaleza, pero es incapaz de decirnos por qué existe el Universo, qué significado tiene
nuestra vida o qué podemos esperar después de la muerte".
6
“Puede verse, por ejemplo: John H. Brooke, Science and Religion: Some Historical Perspectives
(Cambridge: Cambridge University Press, 1991); C. A. Russell, The Conflict of Science and Religion, en:
Science and Religion. A Historical Introduction, editado por G. B. Ferngren (Baltimore: The Johns Hopkins
University Press, 2002), pp. 3-12; D. B. Wilson, The Historiography of Science and Religion, in: Science and
Religion. A Historical Introduction, editado por G. B. Ferngren (Baltimore: The Johns Hopkins University
Press, 2002), pp. 13-29”. Idem.
5

La perspectiva de la integración implica afirmar la autonomía en cuanto al objeto,


forma de racionalidad y conocimiento que producen tanto la ciencia como la religión. A la
vez, son campos autónomos, éstos no se oponen, excluyen ni contradicen. Y es que son
distintos enfoques de racionalidad que abordan la realidad desde perspectiva, intereses y
preguntas distintas, las que se pueden integrar para ofrecer una comprensión de la realidad
más omniabarcante y enriquecedora. Así, entonces, la razón, justamente por la cual se
complementan y potencian es que ciencia y religión poseen lenguajes, tipos de
racionalidad, preguntas, enfoques distintos y autónomos en su funcionamiento. Siempre y
cuando una y otra no intente invadir o pronunciarse sobre ámbitos que son propios y
exclusivos7.
Retratemos estas afirmaciones con dos ejemplos que dicen relación con la teoría de
la evolución. Una es una afirmación de F. Ayala quien afirma: “Que una persona sea una
criatura divina no es incompatible con el hecho de haber sido concebida en el seno de su
madre y mantenerse y crecer por medio de alimentos. La evolución también puede ser
considerada como un proceso natural a través del cual Dios trae las especies vivientes a la
existencia de acuerdo con su plan”.
La otra proviene del C. Darwin, "padre fundador" de la teoría de la evolución,
quien en la introducción de su "El origen de las especies" señala que: “No creo que haya
razón bastante para que las teorías dadas en este volumen choquen a los sentimientos
religiosos de nadie…A mi juicio, se aviene mejor con lo que conocemos de las leyes
impresas en la materia por el Creador, el que la producción y la extinción de los habitantes
pasados y presentes del mundo sean debidas a causas secundarias, como las que
determinan el nacimiento y la muerte de los individuos…”. Y en el prefacio a la sexta y
última hecha por él, escribe: “Hay grandeza en esta opinión de que la vida, con sus
diversas facultades, fue infundida en su origen por el Creador en unas pocas formas o en
una sola ley y que…innumerables formas bellísimas y llenas de maravillas se han
desenvuelto de un origen tan simple, y siempre siguen desenvolviéndose”.
En ambas afirmaciones confluyen las perspectivas religiosa y científica, pero lo
hacen bajo distintos aspectos. La segunda asienta un modelo explicativo avalado en la
evidencia del cómo se originan las especies: a partir de otras (que poseen una dotación
genética distinta). La primera -la religiosa- mira el modelo de la evolución desde la
perspectiva creyente: lo comprende como parte del plan divino, como una ley inscrita en la
naturaleza por Dios, la forma como Él, en su sabiduría creadora y providencia divina, ha
determinado que surgieran los seres vivos. El modelo de la evolución biológica - el cual
postula que los seres vivos e inanimados se forman gradualmente mediante procesos- es
comprendido como parte del designio creacional por el que de Dios dota al universo con
ley específica para el desarrollo y surgimiento originario de los seres vivos e inanimados.
.
Así pues, ciencia y religión coinciden –curiosamente- en volcarse sobre el cosmos y
el hombre, pero abordados desde perspectiva muy distintas. La religión lo hace sólo en

7
Así como los teólogos y autoridades eclesiales nunca debieron utilizar una interpretación no oficial
ni cierta de la Sagrada Escritura para defender a la tierra como centro del universo y en torno a la cual giraba
el sol frente a al argumento científico de Galileo (que, por otra parte, no logró presentar la evidencia que
sostenía su teoría del heliocentrismo), así también es improcedente metodológicamente intentar afirmar a
partir del dato de la física que Dios no creó el universo o que el universo se autocrea a partir de la nada, ni
sostener un supuesto ateísmo científico, o bien analizar la enseñanza del libro del Génesis desde una óptica
científica.
6

cuanto ambos están vinculados con Dios; el interés de la religión por el universo y el
hombre es desde una perspectiva teocéntrica. Le interesa conocer a partir de lo creado la
existencia de Dios, establecer una relación vital con él, descubrir el lugar que ocupa el ser
humano, cada creatura y el conjunto unido de las mismas en el gobierno divino del
universo. La ciencia, en cambio, estudia el universo hace desde la perspectiva de la
realidad material y sus procesos: busca la descripción, explicación (cómo se producen y
funcionan) y predicción del cosmos en su dimensión fenoménica-cuantificable, mediante el
método experimental-matematizado.
Ciencia y religión son órdenes distintos. Una y otra hacen preguntas que sólo ellas
pueden contestar. Así, la ciencia remite a los procesos y objetos espacio-temporales que
puede ser verificados o falseados mediante el control experimental, para responder al cómo
operan dichos objetos en el orden de los fenómenos medibles o cuantificables, qué
relaciones guardan con otros objetos y procesos espacio-temporales, y cómo predecir su
comportamiento. La religión, por otra parte, va mucho más allá, y se pregunta cuál es el
sentido de la existencia y la muerte, por qué existe el dolor, de dónde proviene todo, quién
es el hombre, qué viene después de la muerte. Ella busca establecer cual es la relación y
dependencia que el cosmos tiene con Dios, y cómo el ser humano puede acceder a una
relación con Dios a partir de la información que le provee el cosmos, qué sentido último
tiene ámbitos de la experiencia humana como el amor y el trabajo. En el contexto de la
religión cristiana estás preguntas se amplían, ya que el creyente se interroga por la
naturaleza del rostro del Dios revelado, el misterio de persona y acciones de Jesucristo, el
camino para acceder para la comunión de vida y amor con Dios Uno y Trino. Son preguntas
que la ciencia obviamente nunca se podrá contestar.
La religión, además, en lo que tiene de saber, no es formalmente un conocimiento
abstracto (que es propio más bien de la teología), sino un conocimiento concreto y vital, por
el que se busca penetrar en el misterio de Dios en cuanto ser real, existente y trascendente y
tener una experiencia de vinculación con él, y una vivencia de una salvación objetiva. En
esa dinámica la religión se hace preguntas que no se hace la ciencia y busca las respuestas
por un camino de racionalidad que no sigue la lógica del método de las ciencias
experimentales8. Y además lleva a estilos de vida y comportamientos muy concretos de cara
a la naturaleza, los cuales la ciencia por sí misma no puede generar. Así la religión genera
una mirada creyente del cosmos, un conjunto de valores y actitudes ante ella, que incide –
de modo positivo- en el cuidado de la creación y en un comportamiento ético de cara a ella.
Todo esto nos indica que estamos frente a dos órdenes distintos, pero no opuestos
sino complementarios. En realidad, el desafío que se plantea en torno a la ciencia y
religión, es el que ambas se pueden integrar en unidad y armonía, en donde las dos áreas
tienen su lugar específico, se complementan9 y contribuyen a enriquecer la visión del
cosmos y del ser humano, reconociendo, eso sí, que la religión, por apuntar a cuestiones
más esenciales del ser humano y tener como objeto a Dios, conlleva una importancia y
8
Pensemos por ejemplo en el dolor físico. La ciencia se preguntara por el origen fisiológico del
mismo, buscará descubrir, describir y predecir su mecanismo neurofisiológico. Más aún, mediante la ciencia
aplicada, buscará descubrir un tratamiento para mitigar y eliminar el dolor. Hasta allí llega la ciencia. La
religión, en cambio, se interrogará por el hecho mismo del dolor: su existencia, su significado, su lugar en el
plan y voluntad de Dios. A la luz de la fe buscará asignarle un significado teocéntrico, e incorporarlo con ese
significado en la experiencia creyente. La ciencia, a todas luces, es impotente en este nivel.
9
Pensemos en los modelos científicos del universo que nos ofrece la física moderna, son un
excelente base y punto de partida para elevarse a percibir racionalmente en el orden de la fe el gobierno sabio
que Dios tiene del cosmos, y la legalidad que le ha impreso a la creación.
7

prioridad mayor que la ciencia en cuanto al sentido de vida y felicidad plena del ser
humano. Ninguna puede ser suplantada por la otra, ambas se pueden ayudar mutuamente,
las dos contribuyen a una comprensión más profunda y variada del universo y del ser
humano. Einstein lo sintetizó genialmente de esta manera: "La ciencia sin religión está
coja y la religión sin ciencia está ciega".

3. Las mutuas ayudas de la ciencia y religión desde la perspectiva de la integración y


complementariedad.

3.1. La ciencia y su ayuda a la religión.


La ciencia presta una valiosa y variada ayuda al hombre religioso. De hecho el
conocimiento que ofrece la ciencia mueve al creyente a contemplar a Dios en lo que
clásicamente se denominan causas segundas10, ayudado para esto con la inestimable virtud
de la sabiduría. La cosmovisión que ofrece la ciencia lejos de alejar de Dios es una
plataforma desde la cual el hombre se eleva a percibir detrás de ella la presencia y acción
de Dios11. Así, por ejemplo, la física aplicada al universo que estudia sus diferentes
fenómenos a nivel macro (Bing-bang, la expansión del universo, formación de planetas,
soles, etc) o la biología a nivel microscópico (procesos bioquímicos, fisiológicos,
neurológicos, etc) le ayuda al hombre religioso a percibir la trascendencia y omnipotencia
de Dios, así como su sabiduría, orden y belleza. La cuestión de la autoorganización de la
vida, de la imposibilidad estadística del azar en el surgimiento de estructuras complejas
(p.e., cerebro, ADN, ojo humano), los modelos científicos, la idea de programa aplicado a
la procesos físicos y biológicos (por ejemplo el ADN y el proceso programado que
desencadena en el ser vivo) llevan a descubrir a Dios como autor, gobernador y fin del
universo.
Todo esto, además, provee de un gran acopio de conocimiento a la religión para que
pueda desarrollar con mayor consistencia la disciplina denominada teodicea o teología
natural. La ciencia le ofrece su conocimiento como material a la razón teológica para
elaborar una imagen de Dios en su relación con lo creado más consistente y sólida. De este
modo el creyente puede enriquecer la imagen teológica del universo y del ser humano a
partir del dato científico.
Junto con esto, la ciencia ejerce una saludable función crítica sobre la religión. En
efecto la crítica racional que ella hace a la religión a partir de sus métodos, procesos y
conocimiento impide que la religión se desvirtúe al inclinarse por el plano de la
irracionalidad y fantasía en lo referente a sus creencias12. Podríamos decir que la ciencia en
su función crítica ejerce una criba sobre el saber y la experiencia religiosa. Esto
indudablemente depura y hace más consistente a la religión.

10
La causa primera e indirecta del Universo es Dios, las causas segundas son, por ejemplo, las
diversas leyes (física, biología, química) que configuran el mundo de la naturaleza y sus fenómenos.
11
Este ha sido el leitmotiv de muchos científicos creyentes, incluso camino de conversión para más
de alguno: en los diseños, modelos y resultados de la física y biología descubren una realidad que va más allá
de aquellos modelos y resultados. Advierten un orden imposible de remitir al azar, una finalidad, sabiduría,
belleza inexplicables a partir del solo dato de la ciencia. Por ello remiten esa percepción supracientífica al
Dios creador, autor de ese maravilloso diseño descubierto en el quehacer científico.
12
Detrás de la crítica del cientificismo a la Nueva Era, está la objeción que viene del dato y método
de las ciencias sobre la falta de racionalidad, credibilidad y aparato probatorio de muchos de los postulados y
técnicas neoeristas.
8

También la ciencia le proporciona un importante conocimiento a la religión para que


pueda comprender la de base neurofisiológica, psicológica y sociológica de la experiencia y
comportamiento religioso. Así, por ejemplo, neurobiología ha establecido cómo entra en
juego la corteza cerebral en la actividad meditativa y contemplativa. Un conocimiento que
permite proveer de herramientas para mejorar –en caso de necesidad- el soporte fisiológico
de estas actividades eminentemente espirituales, a la vez que, entender sus patrones
fisiológicos. La psicología permite estudiar los aspectos conductuales que hay sobre la base
de la vivencia religiosa. Más aún, la psicología y medicina moderna potencia al hombre
religioso para estabilizar y mejorar aspectos clínicos que pueden influir negativamente en
su vivencia de fe, como son por ejemplos las manías, depresiones, obsesiones, alteraciones
neurológicas de la corteza cerebral, etc. Algo similar sucede con el conocimiento de la
sexualidad desde las perspectivas neuro, fisio, y psicológicas con que la mujer y el hombre
se introducen en el acto sexual. Tal acopio científico provee de una información de primer
nivel para orientar hacia el plano donativo y espiritual la unión física entre esposo y esposa,
y hacer así que el acto sexual se asemeje al acto creador de Dios y se transforme en acto
donativo al modo trinitario.

3.2. La religión y su ayuda a la ciencia.


Por su parte la religión es una dimensión que enriquece notablemente la actividad
científica, dándole una plataforma de significado e interpretación supracientífica al dato de
las ciencias.
Así por ejemplo conviene recordar la tesis de John Henry Newman, quien se
preguntaba porque la ciencia había nacido en la Europa cristiana 13. La respuesta para él era
que había una matriz cultural impregnada por una mentalidad en la que se concebía el
mundo como creado por Dios y, por lo mismo, regido por leyes. Los primeros científicos –
creyentes todos- tenían la convicción de que al explorar científicamente el mundo estaban
descubriendo por medio de la ciencia aquellas leyes con que Dios había dotado a la
creación14: el marco de la legalidad divina implantada en el cosmos dio la convicción pre-
científica para descubrir posteriormente por medio del método matemático-experimental las
leyes propias del universo fenoménico. De ahí que, por ejemplo, la reflexión de la
evolución – ley con que Dios ha determinado el surgimiento y extinción de las creaturas en
la naturaleza- lleva a descubrir a Dios en el gobierno divino de lo creado según un plan 15: es
la causa primera que actúa a través de causas segundas (como lo es el azar 16). Por eso-como
ya lo hemos advertido- la imagen de la naturaleza que la cosmovisión científica actual
ofrece, la racionalidad implícita que hay en ella, en donde se incluye la autoorganización, la
existencia de patrones o modelos, la enorme complejidad de los organismos vivos a nivel
molecular, el dinamismo, la transmisión de la información, conducen a Dios como fuente
del ser y el obrar, y abren el horizonte para volver a plantear la cuestión de la finalidad
13
Cfr., J.H.Newman, Oxford University Sermons, , Longmans, London 1898, pp. 1-15.
14
“Muchos autores, como Alfred North Whitehead, han puesto de relieve que el cristianismo actuó
como factor positivo en el nacimiento de la ciencia moderna, que tuvo lugar en la Europa cristiana de los
siglos XVI y XVII. Stanley Jaki ha tratado ampliamente este tema”. M. ARTIGAS, op.cit.
15
“La evolución se puede contemplar como el modo que Dios ha querido utilizar para traer a la
existencia lo que existe en el mundo, utilizando cauces naturales”. M. ARTIGAS, Ciencia y religión, EUNSA,
Pamplona 2007, p. 107.
16
“La combinación de azar y necesidad, de variación y selección, junto con las potencialidades de la
autoorganización pueden ser consideradas fácilmente como el camino utilizado por Dios para producir el
proceso de la evolución”. Ibíd., p. 115.
9

ínsita en la naturaleza, hecho que remite a la Causa inteligente que la ha dotado de tal
finalidad. A. Flew, el fallecido y otrora llamado “papa de los ateos” relata en estos términos
su conversión: “creo que las intrincadas leyes de este universo manifiestan lo que los
científicos han llamado la mente de Dios. Creo que la vida y la reproducción tienen su
origen en la Fuente divina ¿por qué creo ahora esto, después de haber expuesto y
defendido el ateísmo durante más de medio siglo? La breve respuesta es la siguiente: tal es
la imagen del mundo que, en mi opinión, ha emergido de la ciencia moderna. La ciencia
atisba tres dimensiones de la naturaleza que apuntan hacia Dios. La primera es el hecho
de que la naturaleza obedece a leyes. La segunda es la dimensión de la vida, la existencia
de seres organizados inteligentemente y guiados por propósitos, que surgieron de la
materia. La tercera es la propia existencia de la naturaleza”17
La religión, además, inscribe a la ciencia en un horizonte de sentido que guía su
actividad, la humaniza y la refiere a Dios. Es un horizonte que ella misma no se puede dar y
sin el cual queda pobre, a medio camino. Ella se hace preguntas que la ciencia misma no
puede responder, pero que son fundamentales para darle sentido al quehacer científico, esto
es: qué es la ciencia, cuál es su significado en el ámbito del saber humano, qué finalidad
tiene en la vida del ser humano, cuáles son sus límites epistemológicos y los peligros de
sobrevalorarla y mal utilizarla. Así, la religión sitúa a la ciencia en cuanto actividad humana
en el lugar preciso que tiene dentro del plan de Dios y la existencia del ser humano. Más
aún un científico creyente puede hacerse esas preguntas de manera explícita a partir de la
cosmovisión que la física y biología moderna establecen a partir de sus modelos
explicativos, de hecho, la conversión de A. Flew responde a ese camino: como él mismo lo
afirmó, siguió siempre la evidencia.
La religión, junto con esto, también le ofrece una plataforma ética a la actividad
científica. La ciencia, indudablemente, tiene un talante moral: el avance que ella produce,
los métodos que utiliza, la información que obtiene tienen una innegable veta moral que la
ciencia por sí misma no puede responder: necesita de la religión (especialmente de su
visión de hombre y de la ética). Un ejemplo concreto: ¿se puede experimentar con un feto
humano que ha sobrevivido a un aborto o un embrión congelado? Por otro lado, un
científico tiene el legítimo derecho a preguntarse: ¿Qué sentido existencial tiene la
actividad que yo realizo?, ¿Qué consecuencias morales tiene para el ser humano la
actividad científica que estoy realizando?, ¿está información que estoy obteniendo ha sido
por medio lícitos?, ¿he obrado éticamente bien durante la investigación?, ¿el avance en el
conocimiento y bienestar humano justifica cualquier intervención científica en el ser
humano, la naturaleza y mundo animal? Son todas dudas que asaltan a un científico y que
la misma ciencia no puede responder. Es indudable que la cosmovisión religiosa le provee
de la matriz para responderse estas y otras preguntas de esta índole.
Un ejemplo de la ayuda ético-antropológica que la religión le puede dar a la ciencia
se encuentra en la cuestión del problema ecológico. La religión le proporciona la ciencia
una plataforma desde donde abordar las problemáticas medioambientales. Como punto de
partida está la convicción de que Dios ha creado todo, ama lo creado y lo cuida, además
que cada creatura tiene una belleza, verdad y bondad en sí mismas (antes la cuales la
ciencia es ciega en gran medida) dadas por el mismo Dios. El mismo cosmos posee una
armonía, interrelación y unidad inherente a él mismo. Desde esta perspectiva, el dominio
del hombre creado a imagen y semejanza de Dios, debe ajustarse a la mirada que Dios tiene

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Flew, A., Dios existe, Trotta, Madrid, 2013. P. 87.
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sobre su creación; sólo en esa medida es legítimo el dominio sobre todo lo creado (domino
responsable a modo de servicio para cooperar con Dios en el despliegue de su creación). No
olvidemos que, en clave cristiana, Cristo ha venido a redimir lo creado, a extirpar de la
creación todo lo que sea pecado y hacer que responda al designio original de Dios. El
creyente cristiano debe relacionarse con la creación bajo esta perspectiva, no puede
destruirla ni utilizarla arbitrariamente; ella ha salido de las manos de Dios, Dios la ama y
ejerce su bondad sobre ella, Cristo ha redimido la naturaleza del pecado. El mejor ejemplo
de lo que estamos hablando es s. Francisco de Asís: el modo que tuvo el de relacionarse lo
creado, la actitud y mentalidad frente a la creación es justamente el designio de Dios para le
hombre religioso. Desde esa perspectiva enfoca todo el conocimiento que la rama ecológica
le proporciona al ser humano, y el creyente se ajusta a las leyes fenoménicas de la
naturaleza, entendidas desde la cosmovisión religiosa recién explicada. Todo esto
ciertamente no resuelve ningún problema ecológico ni ninguna manipulación científico-
técnica indebida de la naturaleza, ni tampoco interfiere o guía los resultados de la
investigación de los ecosistemas, de la biodiversidad o provee de evidencia para concluir
una situación de crisis ecológica. Sin embargo, pone las bases morales y espirituales para su
resolución de esa crisis, aporta desde su racionalidad y cosmovisión elemento para abrir
caminos a esa crisis (a este respecto es sugerente la encíclica del Papa Francisco Laudato Si
´). Además, inscribe la actividad científica en torno al medio ambiente en una plataforma de
sentido, y la proyectan en un horizonte al cual la ciencia por sí misma no puede acceder.

5. El reto moderno de ser científico y creyente en unidad armoniosa.


Es indudable que en la actualidad hay un número importante de científicos –algunos
de ellos muy conocidos- que enarbolan las banderas del agnosticismo y ateísmo, abriendo
una brecha entre ciencia y religión. Pero tal postura no procede ni de la ciencia ni de la
religión, más bien tiene su origen en una deformación cuasi-religiosa de la ciencia
(cientificismo) y de una compresión errada del fenómeno religioso, especialmente del
cristianismo. Enarbolar la ciencia en contra de la religión es un camino metodológicamente
inviable, camino que no se deriva de la ciencia, sino de una actitud ante la religión que
intenta fundarse -ilegítimamente, por cierto- en el conocimiento y método de la ciencia.
Ciencia y religión tienen sus ámbitos autónomos propios, pero a la vez se pueden integrar
en una unidad de vida en donde se mantenga la autonomía de ambos, pero abierta a una real
y saludable interacción entre las dos. Por ello no existe contradicción entre la ciencia y
religión, más bien, sobre la base de la unidad e interacción entre ambas, se puede ser un
excelente científico y un profundo hombre religioso. Así se posee dos saberes que se
potencian y se integran en una cosmovisión de la realidad. Se trata de alguien que puede
integrar en sí mismo dos aspectos de la racionalidad distintos pero no opuestos: la
racionalidad que es propio de la experiencia religiosa y la racionalidad que proviene de la
mente científica.
Todo esto nos hace ver que un creyente no le tiene miedo a la ciencia, y que no hay
razones para apartar sus convicciones religiosas del "laboratorio". Con unidad de vida
puede proceder como creyente mientras realiza el quehacer científico. Más aún, puede
descubrir a Dios y vivir unido a él, mientras realiza su quehacer científico, ofreciéndole a
Él con amor y competencia esa misma actividad científica. Se puede entender así que la
ciencia procede de Dios y conduce a él en cuanto que el la ha querido como medio para
conocer el universo físico. Además, puede percibir con la luz de la fe la mano de Dios y su
gobierno sabio a partir de la visión del cosmos que el saber científico le va proveyendo en
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sus diferentes ramas, por ejemplo, en la física y la biología. Finalmente, la convicción de


que Dios es autor de una verdad multiforme le hace investigar con la convicción que las
contradicciones entre fe y ciencia que pueda encontrar son aparentes y temporales, y que al
investigar estará descubriendo el lenguaje veritativo de Dios en el ámbito científico. Así
han procedido innumerables científicos; aval y prueba de vida de que ciencia y religión por
integrarse en plástica unidad.

Una anécdota final


"Viajando en un tren un joven universitario leía un libro de Ciencias. Al frente un
hombre adulto, a su vez, leía un libro de portada negra. Pasado un rato, el joven percibió
que aquel libro se trataba de la Biblia, abierto por el Evangelio de San Marcos. Sin mucha
diplomacia, el muchacho interrumpió la lectura y le preguntó:
- Señor, ¿usted todavía cree en ese libro lleno de fábulas y cuentos?
- Sí, muchacho, pero no es un libro de cuentos, para mi es la Palabra de Dios.
¿Estoy equivocado en algo?
- Pues claro que lo está. Creo que usted, señor, debería estudiar un poco más. Vería
que la Revolución Francesa mostró lo absurdo de la religión. Solamente personas sin
cultura todavía creen que Dios hizo el mundo en 6 días. Usted, señor, debería conocer un
poco más lo que nuestros Científicos dicen de todo eso.
- Y... ¿Qué es exactamente lo que nuestros científicos dicen sobre la Biblia?
- Bien, como voy a bajar en la próxima estación, no tengo tiempo de explicarle, pero
déjeme una tarjeta con su dirección para mandarle material científico por correo a la mayor
brevedad.
El adulto, entonces, con mucha parsimonia, abrió cuidadosamente el bolsillo
derecho de su bolso y le dio su tarjeta al muchacho. Cuando éste leyó lo que allí decía, se
quedó cabizbajo, sintiéndose avergonzado. La tarjeta decía:
Profesor Doctor Louis Pasteur
Director General del Instituto de Investigaciones Científicas
Universidad Nacional de Francia
Pasteur, con una sonrisa, le añadió:
Hijo, te voy a dar un consejo que espero no olvides nunca:

“Un poco de Ciencia nos aparta de Dios. Mucha, nos aproxima”.

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