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Capítulo I

TEORIA GENERAL DE LOS TITULOS


DE CREDITO

Sección I

Noción de título de crédito y elementos característicos

2. Noción de título de crédito. Los títulos de crédito son


una de las más significativas creaciones del derecho comer-
cial. Tullio Ascarelli afirma que “si nos preguntasen cuál es la
contribución del derecho comercial a la formación de la Eco-
nomía moderna, tal vez no podríamos apuntar otra que haya
influido más típicamente en esa Economía que la institución
de los títulos de crédito”.4 Ellos se han convertido en instru-
mentos de representación y movilización de la riqueza, apor-
tando la certeza, rapidez y seguridad que requiere el tráfico
mercantil de nuestros días.
La noción de título de crédito, que corresponde a la
traducción literal de la expresión alemana Wertpapiere, evoca
un documento que no sólo acredita la existencia y contenido
de un derecho, sino que lo constituye y sirve para su transfe-
rencia. Por ello es que se dice que estos documentos incorpo-
ran o materializan un derecho en su texto. A partir de esta idea
la doctrina ha elaborado mayoritariamente una noción esen-
cial de título de crédito, que consiste en un documento transfe-
rible cuya posesión es necesaria para ejercer el derecho literal y autónomo

4 TULLIO ASCARELLI, Teoría general de los títulos de crédito, México, 1947,


p. 3.

11
12 Ricardo Sandoval López

que en él se representa. Se trata de un concepto restringido o


estricto, afirmado por la doctrina italiana5 y acogido por las
reglas del Código Civil italiano de 1942. La jurisprudencia
del Tribunal Supremo español se ha hecho eco de esta no-
ción en una sentencia de 27 de diciembre de 1987, señalan-
do que al título-valor “conviene la definición descriptiva de
documento de un derecho literal destinado a la circulación,
capaz de atribuir de modo autónomo la titularidad del dere-
cho a su propietario y que confiere suficiente legitimación al
poseedor para recabar el cumplimiento del derecho que in-
corpora”.6
Sin embargo, en la doctrina alemana ha predominado
una concepción más amplia del título de crédito, que se ha
recogido en el artículo 965 del Obligationenretch suizo de 1936,
según la cual se trata de un documento que incorpora un derecho
de carácter privado de tal forma que para su ejercicio es necesaria la
posesión del documento.7
La noción amplia de título de crédito alude a los docu-
mentos cuya tenencia es necesaria para ejercer el derecho
representado en el documento, independientemente de que
el documento sea o no también necesario para la transferen-
cia de dicho derecho.8
A falta de definiciones legales de títulos de crédito, el
empleo de la noción restringida o del concepto amplio res-

5 CÉSAR VIVANTE, Trattato di Diritto Commerciale, 5ª ed., Milano, 1924, vol. III,

p. 123.
6 JOSÉ M ARÍA DE EIZAGUIRRE, “Las imposiciones a plazo como objeto de

garantía pignoraticia. Una contribución a la dogmática de los títulos-valo-


res”. Revista de Derecho Bancario y Bursátil, España, Nº 25, enero-marzo 1987,
p. 186.
7 HENRICH B RUNNER, “Die Wertpapiere”, en el Handbuch des deutchen Han-

dels -See- und Wechselretch, dir. Endermann, Leipzing, 1882, p. 147.


8 ALFRED HUECK y C LAUS WILHELM C ANARIS, Derecho de los títulos-valor,

Editorial Ariel S.A., Barcelona, 1988, pp. 3 y ss.


Derecho Comercial 13

ponde a los fines de funcionalidad que se quieran satisfacer


con estos instrumentos.9-10

3. Evolución histórica. Los requerimientos que planteaba


el desarrollo de la actividad mercantil dieron origen a los
títulos de crédito, que aparecen justamente cuando los meca-
nismos del derecho común que se utilizaban para la circula-
ción resultaron insuficientes para llenar las necesidades de
mayor rapidez, facilidad, certeza y seguridad. La circulación
de los bienes y derechos se realizaba mediante la cesión de
créditos, cuyas características esenciales son:
a) El acreedor cedente responde sólo de la existencia y
legitimidad del crédito;
b) Para que la cesión del crédito surta efecto respecto del
deudor cedido es necesario notificarle la transferencia del título;
c) El crédito arrastra los posibles defectos, vicios y limita-
ciones que se hayan ido acumulando en cada una de las
transferencias; en otras palabras, se acumulan las excepcio-
nes, lo que conspira en contra de la rapidez, certeza, seguri-
dad que exige la circulación.
Otra noción que se utilizó con fines circulatorios fue la
delegación. El delegante, deudor primitivo, es reemplazado por
el delegado, nuevo deudor, respecto del delegatario, que es el
acreedor de la deuda. Este mecanismo presenta dos variantes,
según que el acreedor delegatario acepte expresamente la susti-
tución del deudor, liberando al deudor primitivo de su obliga-
ción, caso en el cual estamos en presencia de la delegación
perfecta o novación; en cambio, en la delegación imperfecta, el
acreedor delegatario no libera al deudor primitivo, quedando
subsistente la obligación originaria entre ambos, constituyéndo-

9 JOAQUÍN G ARRIGUES, Tratado de Derecho Mercantil, 7ª edición, tomo II,

p. 68.
10 GUILLERMO JIMÉNEZ SÁNCHEZ, Derecho Mercantil, Coordinación, 3ª edi-

ción, Ariel Derecho, Barcelona, 1995, tomo II, p. 6.


14 Ricardo Sandoval López

se el deudor delegado en un nuevo deudor junto al anterior. En


el fondo, no es otra cosa que la cesión de deuda.
Tanto la cesión de crédito como la delegación no cum-
plen hoy en forma idónea las exigencias de la circulación
económica, industrial y bancaria.
Frente a las dificultades del sistema tradicional de la cir-
culación, fue necesario crear documentos que reunieran las
siguientes características:
a) Certeza, en la existencia del crédito al tiempo de la
adquisición del instrumento jurídico. A quien se le transfiere
el crédito instrumentalizado debe tener la evidencia de que
el crédito existe de acuerdo con el sistema normativo;
b) Rapidez, en las negociaciones que se suceden en la
circulación del crédito. Nuevas formas de obtenerla o racio-
nal simplificación de las ya existentes para hacer ágil y fluido
el cambio;
c) Seguridad, en la ejecución final del título. La persona
que recibe el título tiene la certidumbre de que el crédito
documentado permanece inalterable luego de las sucesivas
transferencias.
Para superar los inconvenientes de la instrumentalización
tradicional del crédito fue necesario que se elaboraran dog-
máticamente documentos que, llevando en sí el valor econó-
mico jurídico, fuera indispensable su exhibición para ejercer
los derechos que representaban. Tales exigencias han sido
satisfechas con la creación de los títulos de crédito.
El origen de la Teoría General de los Títulos de Crédito
fue, sin duda, la aplicación y desarrollo de uno de ellos; la
letra de cambio, que motivó estudios doctrinarios y elabora-
ción de normas legales. La letra de cambio conjugaba ade-
cuadamente el aspecto teórico con el aspecto práctico de su
funcionamiento en el tráfico comercial y bancario.11 Es en

11 En este sentido: G ABRIEL R IOSECO ENRÍQUEZ en Conferencia sobre Teoría

de los Títulos de Crédito, Concepción, 1979, inédita.


Derecho Comercial 15

realidad Vivante el creador de la Teoría General de los Títu-


los de Crédito contenida en su Tratado de Derecho Comercial,
editado por primera vez en 1896. El insigne jusmercantilista
italiano siguió las siguientes pautas: a) extrajo los caracteres
esenciales de la letra de cambio, que eran comunes a todos
los títulos de crédito; b) separó los elementos constitutivos
de la letra de cambio como título de crédito de aquellos
otros caracteres que le daban el rango de papel de comercio;
c) distinguió de los títulos de crédito aquellos documentos
que no contaban con los caracteres esenciales y que eran
simplemente documentos probatorios, y d) describió su for-
ma de circulación según las diversas clases de títulos de crédi-
to: nominativos, a la orden o al portador.12

4. Definición y elementos del título de crédito. La doctrina de


los autores13 define los títulos de crédito señalando que son
documentos que llevan incorporado un derecho literal y au-
tónomo que se puede ejercer por el portador legítimo contra
el deudor a la fecha de su vencimiento. De acuerdo con esta
definición, es necesaria la concurrencia de una serie de ele-
mentos que configuran la esencia de la noción definida.
El documento es necesario para dar origen al derecho,
para su conservación y disposición. “Sin él no es posible ha-
cer efectivo el derecho contra el obligado, ni transmitirlo a
un tercero, ni darlo en garantía.”14 Por lo mismo, toda opera-
ción relativa al derecho deberá consignarse en el título para
que produzca sus efectos.
El derecho consignado en el título de crédito, llamado
“derecho documental”,15 no vive por sí solo, porque desde el

12 VIVANTE, Trattato de Diritto Commerciale, Milán, 5ª ed., 1929, t. III, Nº 951.


13 URÍA, ob. cit., Nº 726; GARRIGUES, ob. cit., p. 605; FELIPE DE J. TENA ,
Títulos de crédito, Editorial Porrúa, 3a ed., México, 1956, p. 10.
14 TENA, ob. cit., Nº 3, p. 10.
15 Ibídem.
16 Ricardo Sandoval López

momento en que se produce su consagración en el instru-


mento, irá ligado a él dondequiera que éste vaya, corriendo
su misma suerte, expuesto a las mismas contingencias y vicisi-
tudes, a tal punto que, si el documento se destruye o se
pierde, desaparece también el derecho en él incorporado, a
menos que su propietario tome algunas medidas, las que
tendremos ocasión de señalar más adelante. En consecuen-
cia, la posesión del documento decide de modo soberano la
titularidad del derecho en él consignado. “No es un juego de
palabras –ha escrito Bolaffio– decir que la posesión del título
es título de posesión.”16 La fórmula es verdadera en el senti-
do de que la posesión del instrumento titula, funda y legiti-
ma la posesión del derecho. “Poseo el derecho porque poseo
el documento.” Se trata, pues, de un derecho causado por la
cosa (el título), derecho propten rem. Es asimismo un derecho
reinhaerens, adherido a la cosa, inmanente en ella.
Queda de manifiesto entonces la absoluta preponderan-
cia que el documento ejerce sobre el derecho contenido en
él. Sin embargo, debemos dejar constancia de que antes de
plasmar el derecho en el instrumento que lo consigna, exis-
tía ya una relación fundamental a la cual se sigue la docu-
mental, pudiendo existir entre ambas una completa identidad
de contenido económico. Pero desde el instante en que el
derecho se instrumentaliza, queda dotado de una serie de
atributos de que carecía antes, algunos de naturaleza tan
propia como extraña y de efectos tan desconcertantes que
justifican las palabras del ilustre maestro de Bolonia Tulio
Ascarelli17 en orden a que esta institución “es una de las
mejores demostraciones de la capacidad creadora de la cien-
cia jurídica de los últimos siglos”.
Por otra parte, siendo el título de crédito un instrumento
destinado a la circulación, era necesario que se le sometiera

16 TENA, ob. cit., p. 11.


17 TULIO ASCARELLI, Appunti de Diritto Commerciale.
Derecho Comercial 17

a una disciplina especial, a un mismo tiempo de rigor y de


privilegio, que fundamentalmente se propusiera afianzar en
beneficio del público, aun sacrificando a veces intereses res-
petables, la más segura y rápida transmisibilidad de estos do-
cumentos.18
En consecuencia, la relación jurídica primitiva, el dere-
cho preexistente al nacimiento del título, sufre profundas
modificaciones al perder su condición estática, para adquirir
una condición dinámica distinta de la primera. Tal variación
no se advierte con la misma claridad cuando el documento
permanece en manos del primer poseedor, teniendo el deu-
dor enfrente al sujeto de la relación primitiva o fundamental,
como cuando éste entra en circulación desplegando las ca-
racterísticas que le son propias.
Messineo19 pone de manifiesto la preponderancia del do-
cumento sobre el derecho contenido en él, distinguiendo los
títulos de crédito de los títulos ordinarios o constitutivos. A
su juicio, en los títulos ordinarios, el documento es algo acce-
sorio respecto del derecho mencionado en él; de ahí que la
titularidad del crédito (derecho) decida también la perte-
nencia del documento. Pero en materia del título de crédito
–agrega–, por el contrario, lo accesorio no es ya el documen-
to sino el derecho, en el sentido de que el derecho sobre el
documento decide la pertenencia del derecho mencionado
en él y de que la posibilidad de ejercer tal derecho depende
de la conservación del mismo instrumento.
Con mayor agudeza, yendo al fondo mismo del asunto,
Rocco20 distingue tres situaciones:
a) En la mayoría de los casos el documento desempeña
una función meramente probatoria, para acreditar la existen-

18TENA, ob. cit., Nº 6, p. 12.


19FRANCESCO MESSINEO, I titoli di credito, Padua, 2ª ed., 1933, t. I,
pp. 7 y 8.
20 ALFREDO ROCCO , Principios de Derecho Mercantil, traducción española,

Madrid, 1930, Nº 70.


18 Ricardo Sandoval López

cia de la relación jurídica, pero sin tener con ella ninguna


conexión necesaria. La relación existe por sí sola con inde-
pendencia del instrumento, el que, por estar destinado a
probarla, la presupone. En consecuencia, la relación jurídica
produce todos sus efectos, aun cuando falte el documento,
con tal que pueda acreditarse de otra forma.
b) En otros casos el documento desempeña una función
más importante, uniendo a su valor probatorio el carácter de
constitutivo de la relación jurídica, condición necesaria para
su existencia; lo que ocurre en los casos en los cuales la ley
exige que la voluntad se exteriorice en forma escrita. El do-
cumento no puede faltar, porque es la forma como se mani-
fiesta una voluntad generadora del derecho. El instrumento
y la relación jurídica están en estrecha conexión, pero ésta es
incompleta, porque si bien es cierto que el documento es
necesario para generarla, subsisten sin embargo como dos
entidades separadas, en el sentido de que una vez creada la
relación jurídica, ésta vive en forma independiente del docu-
mento.
c) Por último, hay situaciones en las cuales la conexión
entre el documento y la relación jurídica es no sólo originaria
sino permanente. En estos casos; no sólo no nace el derecho si
la declaración de voluntad que le dio origen no se consigna
en un documento, sino que el documento y el derecho sub-
sisten compenetrados, de tal manera que el instrumento es
condición necesaria y suficiente para atribuir el derecho. De
esta suerte, quien tiene el documento tiene a la vez el dere-
cho. “Los documentos que tienen la virtud de atribuir un
derecho son, precisamente, los títulos de crédito.”21
Esa compenetración del derecho en el título, esta objeti-
vación de la relación jurídica en el papel, es el fenómeno
que en doctrina se conoce como incorporación, rasgo caracte-
rístico de los títulos de crédito.

21 ROCCO, ob. cit., Nº 70.


Derecho Comercial 19

El concepto de incorporación criticado por Vivante22 por


su esterilidad dogmática y por Bracco23 por carecer de una
elaboración adecuada a la preeminencia que se le otorga
para explicar los caracteres de los títulos de crédito, es sin
embargo ampliamente aceptado por la doctrina de otros au-
tores. Felipe de J. Tena señala que no existe el menor peligro
de que alguien tome la expresión “derecho incorporado en
el título” en su sentido natural y propio y de que sea un
elemento de confusión. “Nadie va a creer que el derecho
–elemento ideal– pueda residir en un pedazo de papel, por-
que nadie ignora que el único sujeto posible de derecho es el
hombre.” De modo que cuando hablamos de incorporación
del derecho en un título de crédito, lo que queremos signifi-
car, sencillamente, es la “relación de necesidad” de que nos
habla el propio Bracco, en virtud de la cual el que es posee-
dor de un título es, por eso mismo, titular del derecho, y
para ser titular del derecho es preciso ser poseedor del título,
conforme a un principio que apenas si sufre excepciones. Tal
metáfora, por lo demás, como algunas otras de que se vale el
lenguaje de la ciencia, nos parece feliz, ya que lejos de oscu-
recer o perturbar la exposición de las ideas, las simplifica y
aclara, lo cual depende de que los efectos propios de la lla-
mada incorporación se producen en el terreno jurídico como
si realmente existiese.24
La incorporación, que consiste en el consorcio indisolu-
ble del título con el derecho que representa, es la caracterís-
tica fundamental y primera de los títulos de crédito. Como
tal ha sido acogida por algunos ordenamientos jurídicos que
definen la noción de título de crédito, como ocurre con el
artículo 5º de la ley mexicana de Títulos y Operaciones de
Crédito, que señala que “son los documentos necesarios para

22 VIVANTE, ob. cit., t. III, Nº 923.


23 BERTO BRACCO, La legge uniforme sulla cambiale. Padua, 1935, Nº 188.
24 TENA, ob. cit., Nº 8, p. 16.
20 Ricardo Sandoval López

ejercitar el derecho literal que en ellos se consigna”. Si el


título de crédito es el documento necesario para ejercitar el
derecho que en él se consigna, es porque sin el documento
no existe el derecho, el derecho fundamental, el derecho
cartolare, como diría cualquier jurista de Italia.25 Otro tanto
ocurre con el artículo 619 del Código de Comercio de Co-
lombia, de 1971, que dice que “los títulos-valores son docu-
mentos necesarios para legitimar el ejercicio del derecho literal
y autónomo que en ellos se incorpora”. En fin, el Proyecto de
Ley Uniforme sobre Títulos-Valores para América Latina, ela-
borado por el Instituto para la Integración de América Lati-
na, define los títulos-valores como “los documentos necesarios
para ejercitar el derecho literal y autónomo que en ellos se
consigna”.26

5. Estructura del título de crédito. Los elementos del título


de crédito son, fundamentalmente, dos:
–El documento en cuanto soporte material (bien mue-
ble), y
–La relación obligacional en él representada que consti-
tuye su contenido económico.
Estos dos elementos al reunirse dan origen al título de
crédito, que no solamente es la suma de ambos, sino que nace
a la vida jurídica como un ente nuevo. Entre ambos elementos
existe una especialísima vinculación; en el decir de algunos
autores, se encuentran compenetrados en un consorcio indi-
soluble. Sin embargo, a pesar de esta compenetración entre el
documento y la relación obligacional en él representada, los
elementos del título de crédito son autónomos.
a) El sustrato material: el título de crédito es una cosa mueble.
No cabe duda que pertenece a la categoría jurídica de los
bienes muebles debido a su materialidad de instrumento do-

TENA, ob. cit., Nº 8, p. 16.


25

Proyecto de Ley Uniforme sobre Títulos-Valores para América Latina, INTAL -


26

BID, 1967, p. 19.


Derecho Comercial 21

cumental (papel). Como tal puede ser objeto de relaciones


reales: tenencia, posesión, propiedad, usufructo, puede rei-
vindicarse, como lo reconoce el artículo 82 de la Ley de Quie-
bras.
Se reafirma el carácter de cosa mueble desde el punto de
vista cartular, ya que su régimen de circulación está regulado
según esa naturaleza, con las modificaciones propias que re-
sultan de los títulos de crédito. Sin embargo, este bien mueble
que es el título de crédito se sujeta a un régimen específico
que atiende a una serie de connotaciones propias de los títu-
los de crédito, entre las cuales se puede señalar que prevalece
el valor intrínseco o representativo por sobre el valor extrínse-
co, que es nulo; el intercambio mutuo de características pro-
pias que opera entre los elementos estructurales del título de
crédito no aparece en las cosas muebles por naturaleza; la
simplificación de las formalidades en la transferencia del título
que habilitan al adquirente para ejercer los derechos.
El fundamento de esta falta de identidad absoluta entre
el título de crédito cosa mueble y las cosas muebles por natu-
raleza radica en que el primero está estructurado para circu-
lar, esto es, para facilitar el desplazamiento del crédito de
portador en portador.
Desde el punto de vista material, el título de crédito es
un documento. En este instrumento escrito el sujeto firman-
te ha incorporado representativamente una declaración de
voluntad con contenido económico. Para el derecho tal ins-
trumento es considerado un documento en cuanto acredita
la existencia de un hecho que puede producir consecuencias
jurídicas. De esta suerte, el valor jurídico del documento está
representado por su aptitud probatoria. Con todo, además
de esa función probatoria, el título de crédito juega un rol
constitutivo. Los derechos no nacen si la voluntad no se ex-
presa según las formas previstas para el otorgamiento del
título. Además de la función probatoria (acreditar un he-
cho), constitutiva (el documento es esencial para que nazca
la obligación), el título de crédito tiene una función disposi-
22 Ricardo Sandoval López

tiva, en el sentido de que el instrumento es necesario para


disponer del derecho a que él se refiere. La aptitud probato-
ria existe, pero resulta absorbida por la función constitutiva y
la dispositiva, que permiten adquirir, ejercer y disponer del
derecho representado en el documento.
b) La declaración documental. El título de crédito contiene
una declaración documental con valor económico. La decla-
ración documental puede estudiarse como fuente de obliga-
ción y como representación documental.
Desde el punto de vista de la fuente de obligación, se
trata de una declaración unilateral que da nacimiento a un
vínculo jurídico obligacional. La promesa unilateral conteni-
da en el documento tiene las siguientes características: es
una declaración documental no recepticia, en el sentido de
que no depende de la voluntad del sujeto a quien se dirige;
es incondicionada, en cuanto a que su exigibilidad no está
sujeta a contraprestación por parte de quien favorece; es irre-
vocable, ya que una vez formulada el declarante no puede
revocarla; y es vinculante, en orden a que obliga a cumplir la
prestación correspondiente. No obsta para reconocer el ca-
rácter vinculante de la declaración documental el hecho de
que el portador deba cumplir determinadas actividades, que
la doctrina denomina “cargas”, pues el cumplimiento de ta-
les diligencias no dice relación con la existencia de la obliga-
ción, sino que se refiere a ciertos resguardos instrumentales
impuestos para asegurar la fácil, rápida y segura comproba-
ción de su circulación.
La declaración documental en cuanto representación do-
cumental contiene un vínculo representado que tiene la natu-
raleza de un crédito, esto es, un derecho a exigir una prestación
con contenido económico, como: pagar una suma de dinero,
entregar ciertas mercaderías, disponer de ciertos derechos o
prerrogativas. Los elementos del derecho representado jurídi-
camente considerados son una deuda y un crédito.
El documento es una cosa representativa de un hecho,
por lo general de una declaración. El título de crédito es un
Derecho Comercial 23

documento representativo de un derecho de crédito. Tal es


la naturaleza de la declaración documental en tanto repre-
sentación documental.

6. Vinculación de los elementos de la estructura del título. La


conexión entre el sustrato material y el elemento obligacio-
nal tiene características muy particulares y, además, genera
un mutuo intercambio de rasgos y de efectos recíprocos.
El elemento material, en tanto instrumento, cuando se le
incorpora la declaración de voluntad con contenido econó-
mico, pasa a ser un documento constitutivo, toda vez que se
convierte jurídicamente en condición necesaria para la exis-
tencia y el ejercicio del derecho en él representado.
El elemento voluntario, esto es la declaración de voluntad
obligacional, cuando se representa en un documento, da ori-
gen a un derecho de naturaleza documental (diritto cartolare).
Este mutuo intercambio se ha conceptuado como una
recíproca compenetración entre el documento y el derecho,
que da nacimiento a un ente jurídico distinto: el título de
crédito. Esta vinculación de elementos estructurales se deno-
mina también “conexión permanente” o “consorcio indisolu-
ble”. Asimismo, este fenómeno jurídico de la vinculación entre
el sustrato material y el elemento voluntario se ha tratado de
explicar a través de la llamada “doctrina de la incorpora-
ción”, según la cual el derecho se incorpora o se fusiona con
el documento, idea que no compartimos, porque los elemen-
tos no obstante estar unidos mantienen su autonomía con-
ceptual.

7. Autonomía conceptual de los elementos estructurales del título.


La recíproca compenetración del documento y el derecho no
debe magnificarse, pues éstos no llegan a fusionarse de modo
que pierdan su autonomía conceptual. En otros términos, el
documento y el derecho no desaparecen en su individualidad.
Sentada la premisa anterior, es preciso explicar en qué
consiste el mantenimiento de la individualidad de los elemen-
24 Ricardo Sandoval López

tos estructurales del título de crédito. El documento sólo pue-


de transferirse con voluntad del tradente mediante la entrega
del mismo, por lo que este traspaso siempre es a título derivati-
vo. En cambio, el derecho representado o conectado en el
documento es objeto de transferencia originaria, puesto que
no se requiere voluntad alguna para traspasarlo; el derecho
nace nuevo para cada sujeto que reciba el documento.
También se pone de manifiesto esta autonomía concep-
tual de los elementos propios del título en aquellas hipótesis
legales que autorizan desligarlos o romper el consorcio indi-
soluble, como ocurre en los casos de extravío, hurto o robo,
en los cuales, cumplidas ciertas formalidades legales, el docu-
mento pierde su contenido económico o declaración obliga-
cional.

8. Concepto de legitimación. Siendo los títulos de crédito


documentos necesarios para legitimar el ejercicio del dere-
cho literal y autónomo incorporado en ellos, no basta con
adquirir su posesión de cualquier modo para hacerlos efec-
tivos, sino que es necesario obtenerla según sus propias nor-
mas de circulación, que son diferentes según se trate de
títulos nominativos, a la orden o al portador. La posesión
del título adquirida en tal forma permite al portador ejerci-
tar su derecho contra el deudor y asegura a este último su
liberación definitiva mediante el cumplimiento de la presta-
ción a la fecha de su vencimiento. Adquirida la posesión del
título conforme a sus reglas de circulación, se producen los
efectos indicados tanto a favor del portador como del deu-
dor. Esta doble función que desempeña el título de crédito
adquirido legalmente se conoce en doctrina con el nombre
de legitimación.
La legitimación consiste, por lo tanto, en “la propiedad
que tiene el título de crédito de facultar a quien lo posee,
según la ley de su circulación, para exigir del suscriptor el
pago de la prestación consignada en el título y de autorizar
al segundo para pagar válidamente su obligación, cumplién-
Derecho Comercial 25

dola en favor del primero”.27 el acreedor se legitima exhi-


biendo el título; si carece de él por cualquier causa, nada
podrá hacer para legitimarse aunque realmente sea propieta-
rio del título y aunque por otros medios pudiera demostrar
plenamente su carácter de tal y el hecho de la pérdida de la
posesión. La legitimación es, desde este punto de vista, una
carga para el acreedor, pero al mismo tiempo, y fundamen-
talmente, una gran prerrogativa, porque para justificar su
derecho y ponerse en aptitud para ejercitarlo, en una pala-
bra para quedar legitimado, le basta con exhibir el título, sin
que sea necesario demostrar que es propietario del mismo y,
por consiguiente, titular del derecho que lleva incorporado.
Podrá no serlo, en el fondo; podrá existir en su favor una
apariencia, la apariencia que resulta de haber llegado el títu-
lo a sus manos por el camino que la ley ha trazado para su
circulación. Eso nada importa. Aquí la apariencia vale más
que la realidad, la legitimación más que el derecho, y para
emplear una terminología usada por Vivante, la propiedad
formal vale más que la propiedad material. La apariencia ha
sido elevada al rango de la esencia misma.28
Como puede apreciarse, la legitimación está dominada
por el dogma de la apariencia jurídica. La posesión del título
engendra apariencia de titularidad del derecho, y con el fin
de favorecer la circulación se libera al poseedor de demos-
trar que es titular del crédito. La apariencia actúa así tanto
en favor del tenedor como respecto del obligado. A este últi-
mo se le libera de la deuda si paga en favor de quien tiene la
apariencia, aunque no sea el verdadero titular del derecho;
al tenedor le exime de demostrar su condición de acreedor y
es el deudor quien tendrá que demostrar que el poseedor no
tiene derecho de recibir la prestación para negar válidamen-
te el pago. Pero sería peligroso extender al máximo los efec-

27 TENA, ob. cit., Nº 12, p. 19.


28 Ibídem.
26 Ricardo Sandoval López

tos de la apariencia. La buena fe juega también en esta mate-


ria un rol importante. En rigor, sólo el poseedor legítimo
tiene derecho a la prestación contenida en el título, y si el
deudor sabe que no es legítima la posesión de quien se pre-
senta como tenedor del documento, debe rehusar el pago.
En definitiva, sólo libera el pago hecho de buena fe.
No obstante, la legitimación por la posesión sobre la base
de la apariencia hace posible el ejercicio del derecho por
quien siendo titular aparente no sea en realidad titular ver-
dadero. Este es un fallo de esa construcción jurídica –señala
Uría–,29 siendo las exigencias del tráfico y la rápida circula-
ción las que imponen ese eventual sacrificio del verdadero
titular (propietario del título), no poseedor, frente al posee-
dor, titular aparente. Pero ese sacrificio sólo es compatible
con la buena fe del deudor.
Messineo es, sin embargo, quien expone en forma más
profunda el contenido y los efectos de la legitimación que
caracteriza a los títulos de crédito: “Por el hecho de exone-
rar al poseedor del título de la demostración de que él es
titular del derecho que contiene, no se establecen única-
mente reglas particulares en materia de prueba; en definiti-
va, se habilita para el ejercicio del derecho aun al que
eventualmente no es en realidad titular del mismo derecho,
con tal que se halle en posesión del documento y lo exhiba.
Ciertamente, puesto que el deudor está siempre dispensado
de investigar el modo con que el presentante del título ob-
tuvo su posesión y de indagar, por lo mismo, la efectiva
pertenencia del derecho, estándole más bien prohibida se-
mejante investigación; y puesto que al poseedor del docu-
mento le corresponde, sobre la base de la exhibición, el
ejercicio del derecho en él contenido, deviene elemento
del todo secundario la persona del titular del derecho, mien-
tras alcanza máximo relieve la calidad de poseedor (presen-

29 URÍA, ob. cit., Nº 726, p. 664.


Derecho Comercial 27

tante) del título. De producir tamaños resultados, es suscep-


tible el mecanismo descrito.
Tal posibilidad convierte, pues, la exhibición del título en
medio jurídico, en virtud del cual la veste de titular efectivo
del derecho es indiferente para determinados efectos (ejerci-
cio del derecho), por cuanto se establece una ficción (iuris)
(de acuerdo o en contraste con la realidad, según el caso) de
que el que exhibe el título es titular del derecho, establecién-
dose así la ecuación: exhibición del título = posibilidad de
ejercicio del derecho; una ficción por la cual es virtualmente
posible que nunca el presentante del título sea titular del cré-
dito, a pesar de lo cual siempre logra ejercitar el derecho
relativo y obtener la prestación, como si fuese el titular. Por sí
misma, la legitimación que se obtiene mediante un título de
crédito no afirma la titularidad del derecho (más bien hace
abstracción de ella); pero siempre hace posible su ejercicio, lo
cual prácticamente basta para el fin que trata de alcanzarse.
Aquí es donde se muestra justamente la conquista reali-
zada por el mecanismo antes descrito: el significado pleno
del concepto de legitimación lo da precisamente el hecho de
poder abstraerse totalmente de la investigación sobre la per-
tenencia del derecho de crédito que pueda corresponder al
que ha sido admitido a ejercitarlo; o sea, el reconocimiento
de una forma técnica de posesión del crédito, actuada mediante
la particular eficacia conferida a la posesión del título en que
el derecho se halla incorporado”.
Y agrega más adelante: “No es que la ley se desinterese de
la posición del propietario del título y titular del derecho
para los efectos de la legitimación, pues, a condición de ser
poseedor, está en aptitud de legitimarse. Es que la ley se
contenta con la sola calidad de poseedor, que por lo común
acompaña a la calidad de propietario.
Mas si en hipótesis el propietario no es al mismo tiempo
poseedor del título, la ley, aunque sin privarlo de la titulari-
dad del derecho y aunque consintiendo en que readquiera,
si lo logra en tiempo oportuno, la posesión del título, da
28 Ricardo Sandoval López

preferencia –para los fines de la legitimación– al poseedor


del título, aun con detrimento del propietario.
Claro se ve ahora que el concepto de legitimación (como
todo concepto) está fijado sobre la base de un contenido míni-
mo, de un contenido indispensable, pero suficiente; no sobre
la base de una hipótesis privilegiada, cual es la propiedad uni-
da a la posesión del título de crédito, hipótesis en que los
requisitos de la legitimación salen sobrando. No se dice que el
propietario no pueda legitimarse; se dice que puede legitimar-
se aun el no propietario, con tal que también sea poseedor”.30
Por último, digamos que la ley, al prescribir la forma
como se adquiere un título de crédito, establece al mismo
tiempo como se obtiene la legitimación. Tal afirmación pu-
diera parecer inexacta y contradictoria si se piensa que la
legitimación hace abstracción de la titularidad del derecho,
contentándose con la propiedad formal, con la apariencia
nacida de la regular posesión del instrumento, pero tal con-
tradicción no existe si tenemos presente que la legitimación
no muestra sus caracteres peculiares ni produce sus efectos
tan propios sino cuando el derecho incorporado en el docu-
mento se ejercita por poseedores sucesivos, distintos del pri-
mero. Unicamente entonces tienen aplicación las normas
propias de la institución, porque únicamente entonces la pro-
piedad material queda en la sombra, tan sólo vislumbrándose
a través del ropaje exterior de la posesión lograda conforme
a la ley de la circulación del título.31
Tratándose de títulos nominativos, es decir, de aquellos
que se expiden en favor de una persona determinada, la
legitimación produce sus efectos cuando el propietario los
ha adquirido mediante su ley de circulación, esto es, cum-
pliendo con el mecanismo de la cesión, ya sea contando con
la aprobación del deudor cedido o mediante su notificación.

30 MESSINEO, ob. cit., t. I, Nos 8 y 9, citado por T ENA, ob. cit., Nº 13, p. 20.
31 TENA, ob. cit., Nº 15, p. 22.
Derecho Comercial 29

Cuando se trata de títulos a la orden, vale decir, aquellos


en los que se consigna una obligación contraída a la orden
de una persona determinada, es necesario distinguir dos si-
tuaciones para saber cómo opera la legitimación. En primer
lugar, es propietario del título, y por tanto legitimado, el
beneficiario del mismo, o sea el que como tal figura en el
texto del documento, y, en segundo lugar, se considera pro-
pietaria a la persona que justifique su derecho mediante una
serie no interrumpida de endosos, que constituyen la forma
como ellos circulan. En el primer caso el título no ha circula-
do, en tanto que en el segundo ha entrado ya en circulación.
El poseedor de un título a la orden que lo presenta a su
cobro sin que haya sido endosado, no sólo prueba que está
legitimado, sino que acredita además que es propietario del
mismo. En cambio, el tenedor que lo presenta al cobro ha-
biéndolo adquirido no directamente del suscriptor sino de
algún endosante, no demuestra con ello su derecho de pro-
piedad sobre el título, sino que acredita solamente su dere-
cho a cobrar del deudor la prestación respectiva, comprobando
que es aquella persona cuyo nombre cierra la cadena de
endosos que figuran en el documento. En consecuencia, pue-
de ser falso alguno de los endosos, puede que alguno de los
endosantes haya sido incapaz, puede haberlo adquirido por
robo y aprovecharse de un endoso en blanco contenido en
él, etcétera. En ninguno de estos casos puede decirse que el
tenedor del título sea también su propietario. Sin embargo,
el suscriptor debe reputarlo dueño y tiene derecho a hacer-
lo, por cuanto si cumple la obligación respecto de él queda
definitivamente liberado. Este es el significado pleno de la
legitimación.
Tratándose de títulos al portador, es decir, aquellos docu-
mentos que, sin tener la designación del acreedor, permiten
al que los presente exigir la prestación en ellos contenida, su
cesión se hace entregando el título, con lo cual la legitima-
ción se simplifica en grado sumo. Este es el único requisito
formal para obtener la legitimación. Al igual que en el caso
30 Ricardo Sandoval López

de los títulos a la orden, es jurídicamente irrelevante la bue-


na o mala fe del poseedor, siempre que de la mala fe no
tenga noticia el suscriptor, o siempre que teniéndola se en-
cuentre en la imposibilidad de demostrarla.
Lo normal es que la legitimación, la propiedad y la titulari-
dad sean lo mismo o que se radiquen en una misma persona.
Propiedad es un concepto de señorío, es la plenitud de las
potestades que se pueden ejercer sobre una cosa determinada.
La titularidad, en cambio, se ubica en el ámbito de las relacio-
nes personales entre acreedor y deudor. En virtud de ella el
sujeto activo tiene derecho a exigir la prestación del sujeto
pasivo. El titular es el acreedor del vínculo obligacional.
Entre ambos conceptos del derecho común se sitúa la
legitimación. Ella es una situación jurídica propia del dere-
cho cambiario, que exige sólo la investidura formal para ejer-
cer los derechos que emergen de un título de crédito. La
preeminencia del documento sobre el derecho justifica la
legitimación y sus efectos. Cuando se habla de propiedad del
título se refiere a la propiedad del derecho incorporado en
el documento o cosa nueva cuya adquisición es originaria.

9. Denominación. A estos documentos se les han dado di-


ferentes denominaciones, algunas de las cuales señalamos a
continuación:
a) Títulos-valores, nombre que resulta inapropiado toda
vez que comprende documentos que no cuentan con las tres
características esenciales comunes a los títulos que estudia-
mos; podría incluso aplicarse tanto al papel moneda como a
un título de propiedad; es demasiado amplio;
b) Títulos circulatorios; tampoco es la denominación co-
rrecta, ya que la circulación no es esencial para que exista un
documento como el que analizamos; el título que no circula
no por eso deja de ser tal;
c) Efectos o papeles de comercio; tampoco designa apropiada-
mente a estos títulos esta denominación, ya que sólo incluye
aquellos cuyo contenido es una suma de dinero;
Derecho Comercial 31

d) Títulos de crédito; parece ser el mejor nombre que pu-


diera dárseles. Con todo, es censurable en cuanto no com-
prende documentos cuyo contenido no es un derecho de
crédito.
Se justifica esta última denominación, que ha tenido con-
sagración práctica y legislativa, porque para el titular del ins-
trumento existe un crédito que permite exigir la prestación
contenida en él y para el deudor hay una conducta debida,
que en el campo de las relaciones negociables puede ser
objeto de una avaluación o estimación económica.

Sección II

Características de los títulos de crédito

10. Enumeración. Es preciso distinguir las características


esenciales y comunes de todos los títulos de crédito, que son:
la necesariedad, la literalidad y la autonomía; y las caracterís-
ticas particulares de algunos títulos de crédito, que son: la
abstracción y la formalidad.

Párrafo I
Caracteres esenciales y comunes de los títulos de crédito

11. La necesariedad. Es la característica esencial del docu-


mento, que hace imprescindible tener el título para contar y
poder disponer del derecho documental representado en él.
El fundamento de la necesariedad radica en la especial
estructura del título de crédito. Se basa en la íntima vincula-
ción funcional que existe entre los elementos que constitu-
yen tal estructura, que hace al documento jurídicamente
constitutivo y dispositivo. El hecho de que la declaración do-
cumental esté conectada indisolublemente al documento, jus-
32 Ricardo Sandoval López

tifica esta relación de necesariedad entre ambos, de tal suer-


te que el portador debe contar con el documento para ejer-
cer el derecho.
Los efectos del carácter necesario del documento pue-
den resumirse diciendo que el derecho documental sólo puede
nacer, existir y ser ejercido por el legítimo portador del docu-
mento.
Debido al carácter necesario del documento, el acreedor
no puede suplir con otro instrumento jurídico la carencia de
posesión del título para disponer del derecho.
Es asimismo la característica necesariedad la que legitima
al deudor para negarse a cumplir la obligación si el requiren-
te no le ofrece la entrega o restitución del documento. De
ahí que es acertado afirmar que no hay derecho cambiario
sin título y que no se concibe título de crédito sin un dere-
cho individualizado en el mismo; pues donde va el título va
el derecho, y si bien el documento no lo perfecciona, pues
sólo le sirve de soporte, puede afirmarse que lo lleva consigo,
debido a que el derecho cambiario establece que el derecho
sobre el título conlleva el derecho del título.
Esta característica esencial y común a todos los títulos de
crédito tiende a cautelar los valores de certeza, rapidez y
seguridad que son propios de esta clase de títulos.

12. La literalidad. Los títulos de crédito se caracterizan,


además, por ser documentos literales, en el sentido de que su
contenido, extensión y modalidades dependen exclusivamente
del tenor del título. Es decisivo, en consecuencia, el elemen-
to objetivo de la escritura. Cualquier modificación, disminu-
ción o mutación debe resultar de los términos textuales del
título.
El concepto de literalidad tiene su origen en el derecho
romano, donde se aplicaba a los llamados “contratos lite-
ris”, en los cuales la causa eficiente de la obligación consis-
tía en la literalidad, en su texto escrito. En el derecho
medieval italiano, los títulos de crédito comenzaron siendo
Derecho Comercial 33

simples documentos confesorios que sólo se distinguían de


los demás de igual naturaleza en razón de la causa que los
originaba. Tenían como origen generalmente el contrato
de cambio (ex causa cambii) o bien el contrato de mutuo (ex
causa mutui), sin que la diversidad de su causa implicara
alguna diferencia respecto de su régimen jurídico. El título
confesorio ex causa cambii era ejecutivo, por ser otorgado
ante notario, cuya función para estos efectos se equipara a
la de un juez (confessio iudicialis ante litem contestatam). En la
concepción medieval, el instrumento confesorio constituía
sólo un medio de prueba de la relación jurídica confesada,
sin atribuírsele ninguna otra función. Más tarde, gracias a
una evolución fundada en repetidas prácticas estatutarias,
el documento confesiario se convierte en documento constitu-
tivo de una nueva obligación, la cual se inscribe en la prime-
ra línea, ya sea concurriendo con la nacida de la relación
jurídica confesada o bien sustituyéndose a ésta, a la cual
sólo se hace referencia ficticia.
Lo que interesa remarcar en esta evolución del título de
crédito es el hecho de que el derecho estatutario enfrenta-
do con el derecho común con el propósito de derogar sus
normas por insuficientes hizo que los documentos que lle-
vaban incorporado un derecho perdieran su carácter mera-
mente probatorio, para transformarse en documentos
constitutivos de un derecho autónomo. Este derecho autó-
nomo subsiste en virtud exclusiva del documento, rompién-
dose para siempre la dependencia respecto del derecho
confesado. Desde el momento en que el derecho documen-
tal deviene autónomo, en cuanto a que es independiente de
la relación fundamental, y cuando el documento deja de
ejercer su función simplemente probatoria, surge una nue-
va categoría de títulos. Ahora bien, si el derecho consigna-
do en el título no se origina en el derecho subyacente, sino
que nace ex novo del título en el que se incorpora, es natu-
ral que la redacción del documento da la medida de su
contenido, de su extensión y de sus modalidades, que el
34 Ricardo Sandoval López

tenor del título sea decisivo al respecto y que sus cláusulas


sean su única norma y disciplina.32
Este carácter literal del documento está íntimamente re-
lacionado con la característica necesariedad analizada ante-
riormente.
Si el derecho cambiario sólo vive y existe en el documen-
to, el fundamento de su carácter literal estriba en la naturale-
za documental adquirida por ese derecho al conectársele
indisolublemente al documento. El fundamento del carácter
literal es la naturaleza documental que adquiere el derecho
al ser representado en el título de crédito.33
En virtud de esta característica de literalidad, se produ-
cen los siguientes efectos:
–El acreedor no puede exigir ni percibir más de lo expre-
sado en el título;
–El deudor no puede valerse de elementos jurídicos ex-
traños que no estén literalizados en el documento;
–El carácter literal supone una carga de atención para las
personas que intervienen en el documento, pues cada cual
debe atenerse a lo escrito en el título para determinar sus
derechos y obligaciones;
–Cualquiera de los sujetos intervinientes que no cumpla
esta carga de atención verá perjudicados sus intereses, por
falta de diligencia que se exige en el sistema regulador de los
derechos y obligaciones cambiarias;
–La literalidad contribuye a dar certeza, rapidez y seguri-
dad a los títulos de crédito. Así el deudor que abona exige la
literalización de este abono en el documento;
–La literalidad adquiere su mayor expresión o significado
cuando el documento circula frente al portador de buena fe,
por el hecho de que este último sólo cuenta al recibir el
título con lo expresado literalmente en su texto. Así, el deu-

32 TENA, ob. cit., Nº 32, p. 43.


33 Ibídem.
Derecho Comercial 35

dor deberá cumplir la prestación según lo contenido en el


título, sin tener ninguna posibilidad de enervar la pretensión
del acreedor con otro documento extraño al título;
–El carácter literal no desaparece cuando el requerimiento
es entre librador o beneficiario y librado, quienes general-
mente están ligados por un negocio causal o relación funda-
mental que originó la emisión del título. El derecho documental
en el ámbito de esas relaciones podrá ser enervado por alguna
excepción basada en el mencionado negocio causal, lo que
no empece para considerar la existencia de la característica
literalidad.
Numerosas disposiciones de la Ley Nº 18.092, sobre Le-
tra de Cambio y Pagaré, consagran la característica en estu-
dio: a propósito de la emisión de la letra, de las cláusulas
facultativas, de la alteración, adulteración, aceptación, endo-
so y aval de la misma.34 La jurisprudencia también la
reconoce.34bis

13. Carácter autónomo de los títulos de crédito. En el derecho


común, la circulación de los créditos entre el tradente o ce-
dente y el adquirente o cesionario implica una relación de
sucesión a título particular, que origina una transmisión deri-
vada con todos los efectos propios: acumulación de vicios,
limitaciones y excepciones. En el sistema cambiario, las inves-

34 Véase la Ley Nº 18.092, publicada en el Diario Oficial de 14 de enero

de 1982, sobre Letra de Cambio y Pagaré.


34bis Jurisprudencia:

“La letra de cambio debe interpretarse a sí misma deduciéndose de su


sola instrumentalidad los derechos que competen a su poseedor, para lo
cual debe bastar un simple examen de su materialidad” (C. Apelaciones
Departamento Pedro Aguirre Cerda, 24 de abril de 1981, R., t. LXXVIII,
1981, sec. 4ª, p. 48).
“Literal porque debe estarse a los términos en que ha sido extendida y
su valor y eficacia se determinan de acuerdo con la redacción de la letra...”
(C. Apelaciones de Santiago, 26 de diciembre de 1983, Gaceta Jurídica
1983, Nº 33, p. 48).
36 Ricardo Sandoval López

tigaciones jurídicas lograron la derogación del principio ro-


manista de la cesión de crédito.
El carácter autónomo de un título de crédito se explica
porque el titular del mismo no adquiere en forma origina-
ria, es decir, su derecho no deriva del tradente, sino que
nace nuevo en el adquirente al recibir el documento según
su ley de circulación. El nuevo titular no es sucesor del
sujeto que le transfirió el título de crédito, sino que lo ad-
quirió en forma originaria. El portador ejerce, en conse-
cuencia, un derecho propio, distinto e independiente de las
relaciones jurídicas existentes entre los anteriores poseedo-
res del título y el deudor.
El fundamento de la autonomía reside en el principio de
la incorporación representativa del derecho en el documen-
to, en donde se encuentran unidos en conexión íntima y
permanente. Por tal razón es evidente que toda adquisición
opera sin la cooperación del tradente, es decir, que si bien es
cierto éste efectúa la tradición del título, la adquisición del
derecho documental se produce exclusivamente en virtud de
que el nuevo titular ha recibido el documento de acuerdo
con su ley de circulación. Al recibir el documento el porta-
dor adquiere la titularidad del derecho documental que se
halla objetivado en el mismo.
Siendo esto así, la autonomía del derecho cambiario ra-
dica, fundamentalmente, en la posición asumida por el legis-
lador al instituir el sistema regulador de las relaciones
cambiarias, en cuanto a que simplifica los requisitos legales
de la circulación.
En los títulos de crédito se prescinde de las relaciones
jurídicas y por aplicación del principio de la autonomía la
intervención de los sucesivos poseedores queda relegada en-
tre los elementos irrelevantes, pues se le confiere una fun-
ción meramente instrumental, puesto que el acto de
transmisión que realizan sólo sirve para vincular al deudor
con el último poseedor del título de crédito. Cualquiera sea
la situación de los sujetos en la transmisión, legítima o ilegíti-
Derecho Comercial 37

ma, cumplen una función instrumental que permite al últi-


mo poseedor vincularse en forma directa con el deudor por
medio del documento. Tal es la justificación lógica de la ad-
quisición originaria del derecho y por consiguiente el funda-
mento del principio de la autonomía en los títulos de crédito.35
La consecuencia más importante del carácter autónomo
de los títulos de crédito es que durante la circulación del
derecho incorporado no se produce la acumulación de vicios
o defectos que pudieran derivarse de cada transferencia, ori-
ginando excepciones de carácter personal. Cada sujeto que
transfiere asume una relación jurídica independiente de los
demás, por lo que se puede afirmar que la función que cum-
ple, al tiempo del vencimiento del título, es simplemente
instrumental y consiste en relacionar al deudor con el porta-
dor legítimo del documento. Por otra parte, la prescindencia
subjetiva de las situaciones jurídicas intermedias hace que la
relación portador-deudor sea objetiva e impersonal, pues no
interesa quién requiera el cumplimiento de la obligación,
sino que lo importante es que tenga la posesión del docu-
mento y que haya cumplido con la ley de circulación. En fin,
recordando que en la estructura del título de crédito existe
un elemento externo (el documento, cosa mueble) y otro
elemento interno (la declaración documental o prestación
incorporada), dejamos en claro que si bien la transferencia
del título en cuanto documento se puede considerar como
tradición derivada, la tradición que efectúa el tradente origi-
na el nacimiento de un derecho nuevo para el adquirente,
que no se recibe del antecesor, sino que, transferido el docu-
mento, el derecho incorporado en éste ingresa a su patrimo-
nio como consecuencia de ello. En otras palabras, la
adquisición del elemento externo hace adquirir la titularidad
del derecho interno o prestación incorporada.

35 En este sentido: G ABRIEL R IOSECO ENRÍQUEZ en Conferencia sobre Teoría

de los Títulos de Crédito, Concepción, 1979, inédita.


38 Ricardo Sandoval López

Podría pensarse que la autonomía de los títulos de crédi-


to, esta prescindencia subjetiva de las relaciones anteriores o
intermedias, va en contra del principio que nadie puede trans-
ferir más derechos que los que tiene (nemo plus iuris in alium
transfere potest quan ipse habet), ya que el derecho pudo no
haber existido en la persona del endosante por haberse ex-
tinguido o por no haber nacido jamás, pero no ocurre así.
En efecto, entendida la autonomía en el sentido de que el
derecho del tenedor no es dependiente sino originario, naci-
do nuevo en su persona, no se vulnera el principio nemo plus
iuris…
El principio de la autonomía opera en los títulos de cré-
dito desde un punto de vista activo y pasivo. Desde el punto
de vista activo significa para el titular del crédito la imposibi-
lidad de acumular excepciones personales. En sentido pasivo
implica la total y absoluta independencia de las obligaciones
cambiarias asumidas por cada uno de los sujetos firmantes
del título. En los títulos a la orden, la ley de circulación es el
endoso, que es a la vez: legitimante, traslaticio y vinculante.
Analizada una cadena de endosos desde el punto de vista
activo, cada sujeto que recibió el título de crédito adquirió
un derecho autónomo, es decir, cada endosatario tendrá un
derecho originario respecto de cada uno de los firmantes
anteriores. Desde el punto de vista pasivo, la obligación jurí-
dica es independiente para cada uno de los firmantes, quie-
nes han quedado obligados al pago, responsabilizándose
cambiariamente al mismo, con prescindencia de las demás
obligaciones.
En la práctica, el portador legitimado, que adquiere el
título según su ley de circulación, puede exigir su pago de
cualquiera de los firmantes obligados, no importando que las
firmas intermedias hayan sido efectuadas por incapaces, por
personas inexistentes o por mandatarios que actúen fuera de
su poder. Tales circunstancias que afectan a uno o varios
firmantes no obstan a la validez de las firmas restantes y, por
ende, a sus respectivas obligaciones, permitiendo exigir su
Derecho Comercial 39

cumplimiento independientemente de las demás obligacio-


nes. Así se establece en los artículos 7º y 8º de la Ley Nº 18.092,
sobre Letra de Cambio y Pagaré.

Párrafo II
Características particulares de algunos títulos de crédito

14. Títulos de crédito y relación subyacente. Es indispensable


para calificar el título de crédito de abstracto o de causal
considerar el rol que la causa juega en ellos.
Antes de dar una noción de títulos abstractos y causados,
se requiere explicar la vinculación existente entre los títulos
de crédito y la relación fundamental que les dio origen y que
pertenece al derecho común. En otros términos, se trata de
precisar de qué manera nace el título de crédito, a qué rela-
ción debe su creación y qué relaciones interdependientes se
generan entre el título y la relación fundamental.
En este orden de idea, dejamos constancia, en primer
término, que el título de crédito puede emitirse con motivo
de cualquier contrato, que pasa a ser su antecedente o rela-
ción fundamental o relación subyacente. El nacimiento del
derecho documental no significa necesariamente la extin-
ción de la relación fundamental, sino que ambas relaciones
jurídicas (documental y subyacente) pueden coexistir y en
principio coexisten. El libramiento de un título de crédito no
origina novación de la relación que le dio origen, a menos
que se convenga expresamente (art. 12 de la Ley Nº 18.092,
art. 37 de la Ley de Cuentas Corrientes Bancarias y Cheques
y art. 76 Nº 2 de la Ley Nº 18.175).
Durante esta coexistencia se produce una serie de recí-
procos efectos jurídicos. Así, en el caso en que el deudor
deba hacer frente al pago de ambas relaciones jurídicas,
como debido al hecho de que el cumplimiento de una de
ellas extingue a la otra, tendría acción de repetición en
40 Ricardo Sandoval López

contra del sujeto que se enriqueció sin causa exigiendo el


pago de ambas.
Otro tanto sucede cuando la acción cambiaria se encuentra
supeditada al cumplimiento de determinadas cargas o deberes
cambiarios (protesto), que en el evento de que el sujeto no las
satisfaga pierde la posibilidad de ejercer la acción causal.
Por último, esta coexistencia de relaciones origina la su-
pervivencia de la acción fundamental frente a los posibles
vicios de la acción documental.

15. La causa en los títulos de crédito. En el derecho de las


obligaciones se distingue entre causa-fuente y causa-fin. La cau-
sa-fuente es el acto por el cual una persona exterioriza su
voluntad de obligarse. Esta voluntad, elemento subjetivo, re-
sulta fuente de obligaciones cuando se exterioriza, aspecto
objetivo. Siendo así, ante la interrogante ¿por qué se obligó?,
debemos responder: porque ese acto voluntario exterioriza-
do es un hecho al cual se le atribuye por el derecho la virtud
de crear el vínculo obligacional. En cambio, en la noción de
causa-fin se considera la finalidad económica que el sujeto
tiene en cuenta o a la cual aspira mediante el acto de volun-
tad exteriorizado, que dio existencia a la obligación.
Establecida esta distinción, digamos que la causa-fin, aun-
que subjetiva e interna, es anterior a la causa-fuente, pero
jurídicamente será coetánea con esta última, por cuanto para
el derecho los actos o hechos voluntarios sólo tienen relevan-
cia cuando se exteriorizan.
En materia de títulos de crédito, el problema se plantea y
se resuelve respecto de la causa-fin.36 Diversas teorías se han
formulado acerca de la causa en los títulos de crédito, de las
cuales analizaremos las más conocidas.

36 En este sentido lo expone don G ABRIEL RIOSECO ENRÍQUEZ, Profesor de

Derecho Comercial, en Conferencia sobre los Títulos de Crédito, Concepción,


1979, inédita.
Derecho Comercial 41

Para una primera posición doctrinaria, la causa de los


títulos de crédito es una convención ejecutiva, que permite eje-
cutar o cumplir la relación fundamental. En otros términos,
según esta teoría, entre la relación fundamental y la relación
cambiaria existe una convención ejecutiva, que resulta ser la
causa del título de crédito, toda vez que mediante la concer-
tación de esta convención, el acreedor y el deudor cumplen
la relación fundamental.
En opinión de otro sector de la doctrina, la causa de los
títulos de crédito se localiza en el negocio jurídico por el
cual se entrega o transmite el título, que se denomina “pac-
tum cambiando”.
En las dos doctrinas expuestas se distinguen tres tipos de
relaciones, a saber:
–La relación fundamental;
–La convención ejecutiva o pactum cambiando, que sirve
para cumplir la relación fundamental o para entregar o trans-
mitir el título, y
–La relación cambiaria, en virtud de la cual se contrae la
obligación cambiaria.
Esta relación abstracta reconoce su causa –aunque se ha-
lla desvinculada jurídicamente de ella– en el pactum cam-
biando o en la convención ejecutiva.
Por último, una tercera teoría postula que la causa de los
títulos de crédito se encuentra en la relación fundamental, por-
que es el presupuesto económico jurídico que justifica la
obligación documental asumida por el girador. Es una posi-
ción más precisa y evidentemente más lógica que permite
dar una solución más realista al problema de la causa en los
títulos de crédito.
Si volvemos a considerar la distinción causa-fuente y causa-
fin, en relación con la causa de los títulos de crédito, puede
afirmarse que la causa-fuente no puede faltar porque es su
propia forma de exteriorizarse, documentalmente, con virtu-
des constitutivas y dispositivas. La causa-fin es la relación funda-
mental.
42 Ricardo Sandoval López

Establecida la conclusión que formulamos, veamos a con-


tinuación las diversas proyecciones que tiene en el ámbito de
las relaciones cambiarias.
1. Teniendo presente la vinculación de los dos elementos
que forman la estructura del título de crédito (documento y
declaración documental), hay que concluir que es el título,
en tanto instrumento que documenta la relación en él incor-
porada, el que está informado del carácter abstracto y no la
obligación, que se encuentra vinculada a una relación funda-
mental.
2. Si la causa-fuente nunca puede faltar por ser el acto
externo de voluntad, la causa-fin puede faltar y ella es la causa
del título de crédito, supuesto el caso de su emisión con fines
económicos.
3. La relación entre quienes están vinculados por la rela-
ción fundamental y quienes no lo están, tiene distinta rele-
vancia jurídico-doctrinaria. La situación entre el emisor y el
beneficiario directo no ofrece duda porque están ligados por
la relación fundamental. No ocurre lo mismo con los terce-
ros sucesores del documento. Para la legislación cambiaria el
portador legitimado es un tercero de buena fe, que no parti-
cipó en el negocio o relación fundamental, y como su volun-
tad no se tuvo en cuenta al convenirse dicha relación, es
ajustado a derecho que las consecuencias jurídicas de tal ne-
gocio no le sean oponibles.
4. Al ser así no se lesionan el rigor cambiario ni el favor
de la circulación, porque el sistema cambiario presume la
existencia de la causa del título, dando la posibilidad al suje-
to pasivo de la relación fundamental de enervar la relación
cambiaria. En tal caso, la forma de hacerlo es acreditar la
inexistencia, la ineficacia o el carácter viciado de la relación
subyacente. Sólo que se invierte el peso de la prueba, porque
éste recae en el sujeto que se excepciona.

16. Concepto de título de crédito abstracto. Puede decirse que


es aquel documento cambiario que, por estar desvinculado
Derecho Comercial 43

de su causa, no menciona la relación fundamental, y, en caso


de hacerlo, ello resulta irrelevante.
La abstracción se produce respecto de los portadores de
buena fe, pero no en relación con quienes celebraron el
negocio causal. Ello equivale a decir que no es que los títulos
de crédito carezcan de causa-fin, sino que ella se presume en
el ámbito cambiario, resultando irrelevante respecto del por-
tador de buena fe, que no intervino en la relación funda-
mental.
Como no pueden existir obligaciones sin una fuente de
la cual emanen, es preciso afirmar que el ente que se en-
cuentra informado del carácter abstracto es el título de crédi-
to cambiario y no la obligación misma. Mientras la causa-fuente
nunca puede estar ausente, la causa-fin puede faltar. Siendo
irrelevante la causa-fin, ella no afecta el derecho del porta-
dor legitimado para demandar el pago del título, el que po-
drá reclamarse prescindiendo de la relación fundamental de
la cual no es parte. El deudor, por estar vinculado con el
portador sólo por la relación documental conectada al título,
no tiene otras excepciones que no sean las que emanan del
propio documento.

17. Abstracción y autonomía en los títulos de crédito. La abs-


tracción cambiaria es la característica que impone al deudor
cambiario una prescindencia objetiva de la relación fundamen-
tal frente al portador del título, tercero de buena fe. Median-
te esta prescindencia objetiva, exclusiva de los títulos abstractos,
se concreta la total irrelevancia del negocio causal en las
relaciones cambiarias, que se producen entre los sujetos vin-
culados por estas últimas.
La autonomía, en cambio, es una prescindencia subjetiva,
en virtud de la cual el deudor no puede oponer al portador
excepciones basadas en las relaciones personales con anterio-
res portadores del documento. Es de esta manera porque,
como quedó dicho, de cada transferencia del documento
nace un derecho nuevo para el portador, desvinculado del
44 Ricardo Sandoval López

derecho de quien se lo transfiere y de los demás portadores


del título.
Por la característica de la autonomía, se considera que el
actual portador se ha vinculado directamente con el deudor
primitivo, por lo que se prescinde de las relaciones subjetivas
ocurridas entre los tenedores intermedios. Mientras que en
virtud de la característica abstracción, el deudor requerido
de pago por el portador de buena fe debe prescindir objeti-
vamente del negocio fundamental que originó la creación
del título de crédito.
Gracias al carácter abstracto, como así también a las otras
características comunes, el documento es un medio de circu-
lación y cambio muy eficaz.

18. Características de formalidad de los títulos abstractos. Los


títulos de crédito abstractos son completos, en cuanto a que
las relaciones cambiarias quedan determinadas por su conte-
nido literal, sometido en algunos casos al cumplimiento de
ciertos requisitos formales (artículo 1º de la Ley Nº 18.092).37

37 “Que la letra de cambio es un efecto de comercio y constituye, por lo

tanto, un título de crédito esencialmente negociable que se refiere a una


obligación de dinero, transferible de manera fácil y expedita y destinado a
circular libremente de manera similar a la moneda; en consecuencia, la
letra debe constituir un título completo, que se basta a sí mismo, en virtud de los
elementos que le son propios y característicos, destinado a circular por lo
que él representa, independientemente de cualquier otro título o docu-
mento y de la operación que le dio origen;
Que desde el momento en que se extiende la letra de cambio se crea un
vínculo esencial entre el documento y el crédito incorporado a él, de mane-
ra que cualquier acto jurídico concerniente a la circulación o extinción de
ese crédito ha de recaer siempre, precisamente, sobre el documento;
Que la obligación que emana de una letra de cambio tiene la caracterís-
tica de ser comercial, rigurosa, literal, autónoma y abstracta. Comercial, porque
el art. 3º Nº 10 del Código de Comercio la califica de acto de comercio,
cualquiera que sea su causa u objeto y las personas que en ella intervengan.
Rigurosa, porque el rigor de la promesa de pago no puede estar sujeto a
ninguna condición y porque el deudor debe estar listo para cancelarla en el
Derecho Comercial 45

Los títulos de crédito abstractos, formales, se oponen a


los títulos de crédito causales, que son aquellos que pueden
mencionar en su texto la causa o relación subyacente que
motivó su emisión. La causa tiene relevancia en este caso, en
el campo de las relaciones cartulares, en la medida que se
haga referencia literal a ella. Si la causa no se encuentra
referida en el tenor literal del título, no puede hacerse valer
en el dominio de las relaciones cambiarias. Estos títulos se
denominan “no formales” o “incompletos”, porque en algu-
na medida la cuantía, modalidad y eficacia se encuentran
complementadas por la referencia a la relación fundamental
que motivó su libramiento. Ejemplo: los bonos o debentures
hacen referencia a la escritura de emisión y a la escritura
fundacional de la sociedad emisora.

19. Aspecto jurídico-real del título de crédito. Incorporado el


derecho en el título, se consigue la objetivación de ese dere-
cho, o, si se quiere, la objetivación del crédito, en el sentido
de que al quedar vinculado el crédito al documento material
y correr la misma suerte de éste, por una parte el documento
adquiere un valor que no tenía en sí (valor de crédito o
derecho), convirtiéndose en una cosa nueva (res nova), y, por
otra parte, permite la circulación de ese valor incorporado
con la circulación del documento.
Junto con el aspecto puramente obligacional, derecho a
la prestación, el título de crédito comporta también un as-
pecto jurídico-real muy importante. El documento funciona

plazo indicado en el título. Literal, porque debe estarse a los términos en


que ha sido extendida y su valor y eficacia se determinan de acuerdo con la
redacción de la letra. Autónoma, porque, como se ha dicho, se basta a sí
misma y tiene vida propia. Por último, es abstracta porque es independien-
te del contrato o negociación de que emana” (C. de Apelaciones de Santia-
go, 26 de enero de 1983, Gaceta Jurídica 1983, Nº 33, p. 48). Como puede
apreciarse, este fallo recoge los elementos y características de la letra de
cambio en cuanto título de crédito.
46 Ricardo Sandoval López

en el comercio como cosa que puede ser objeto de nego-


cios jurídicos y de derechos reales, recibiendo el tratamien-
to jurídico de cosas muebles. Los títulos de crédito pueden
ser objeto de compra, de venta; pueden transarse en bolsa y
fuera de ella; se transmiten y adquieren por sucesión por
causa de muerte y por donación; pueden ser objeto de de-
pósito, de prenda o de usufructo, y, en fin, ser judicialmen-
te embargados y enajenados en procedimiento de apremio.
En todos los casos indicados, la relación jurídica recae di-
rectamente sobre el título o documento como cosa en senti-
do corporal, y sólo indirectamente sobre el derecho
incorporado, aunque en verdad es éste el que da valor a
aquél.38

20. Influencia de la relación obligacional sobre la relación real.


Debido al mutuo intercambio de los elementos que integran
la estructura del título de crédito, siendo el documento cosa
mueble, no se le aplican íntegramente las reglas del derecho
común que fijan el régimen de esta clase de cosas, pues si
bien puede ser objeto de relaciones reales, su valor está dado
por el derecho que representa.
El documento está regido por el derecho común en cuanto
cosa mueble, y la relación obligacional, en cuanto derecho
incorporado, está regulada por el derecho comercial. Este
último consagra un régimen de circulación propio de los
títulos de crédito, en el cual importa la propiedad formal
sobre la materia; incluso puede resultar legitimado el porta-
dor de un título robado.

21. Influencia de la relación real sobre la documental. Todas


las relaciones documentales están subordinadas al documen-
to. La conexión del derecho es imposible sin el título. En
otras palabras, el derecho se cosifica en el documento.

38 Véase, en particular, URÍA, ob. cit., Nº 729, p. 667.


Derecho Comercial 47

La emisión se concreta en el acto de entrega del docu-


mento; la legitimación pasiva supone la presencia del docu-
mento para exigir la prestación y esta última se cumple a
cambio de la entrega del título, para evitar que siga en circu-
lación.

22. Adquisición y extinción de los derechos sobre el título y de


los derechos emergentes del documento. Los derechos sobre el títu-
lo pueden adquirirse originalmente por apropiación, usurpa-
ción, expropiación, etc. En forma derivada, pueden adquirirse
esos derechos por cesión o endoso, lo que supone un traden-
te y un adquirente.
La relación real sobre el título puede extinguirse en
forma absoluta o relativa. Hay extinción absoluta por des-
trucción accidental del título, por destrucción voluntaria
del mismo y cuando la destrucción es coetánea con la extin-
ción de la obligación documental. La extinción es relativa
en caso de pérdida, robo o hurto o extravío, porque me-
diante decreto judicial se “desincorpora” la prestación que
el documento llevaba prendida. Esta misma extinción se
origina en caso de fraccionamiento de un título en varios
otros, y en el evento de convención de varios títulos, en un
solo documento.
Los derechos emergentes del título nacen nuevos en su
integridad. Se establece una relación directa y personal entre
el portador y el deudor, aun cuando existan intermediarios
en la circulación del documento. Por tratarse de una adquisi-
ción originaria de los derechos emergentes del título, no se
pueden oponer excepciones personales al portador del do-
cumento.
Nada impide que los derechos emergentes puedan ad-
quirirse en forma derivada por alguno de los modos del de-
recho común.
Los derechos conectados indisolublemente al documen-
to se extinguen por pago, novación, confusión, renuncia o
remisión y prescripción. Todos estos modos deben ir acom-
48 Ricardo Sandoval López

pañados de la destrucción material del documento, debido a


la preeminencia que éste tiene sobre la relación documental.

Sección III

La clasificación de los títulos de crédito

23. Criterios de clasificación. Podemos clasificar los títulos


de crédito teniendo en cuenta su contenido y la forma en la
cual se han emitido. De acuerdo con el primer criterio, el
contenido normal del título de crédito lo constituyen los
derechos de crédito pecuniarios en él incorporados. Siguien-
do el segundo criterio, la forma como el título se emite de-
termina con mayor o menor precisión la persona del
beneficiario del derecho documental, al mismo tiempo que
es la base para determinar su ley de circulación y, por ende,
la forma como se legitima el poseedor del mismo.

24. Títulos de pago, representativos de mercaderías y de partici-


pación social. Atendiendo al contenido del documento, o lo
que es lo mismo al objeto de la presentación, se distinguen
tres grandes categorías de títulos de crédito:
–Títulos de pago o efectos de comercio;
–Títulos representativos de mercaderías, y
–Títulos de participación social o valores mobiliarios.
Si el título de crédito obliga al deudor a una presenta-
ción consistente en pagar una suma de dinero, recibe el nom-
bre de “título de pago” o “efecto de comercio”. Pertenecen a
esta categoría de títulos: la letra de cambio, el pagaré a la
orden, el cheque, la carta orden de crédito y la libranza.
Cuando el título de crédito incorpora el derecho de dis-
posición sobre determinadas cosas materiales, se denomina
“título representativo de mercaderías”. Forman parte de esta
especie de títulos: los certificados o vales de depósito en al-
macenes generales (warrants), las cartas de porte, los conoci-
Derecho Comercial 49

mientos de embarque, las facturas, etc. La posesión del título


equivale a la posesión de las mercaderías en él especificadas
y, en consecuencia, transfiriendo el documento se transfie-
ren también las cosas. De esta suerte, la circulación material
de las mercaderías (tradición de las mismas) se reemplaza
ventajosamente por la circulación del título, que resulta a
todas luces más rápida y más económica.
Por último, el contenido de los títulos de crédito puede
no consistir en un derecho de crédito concreto (pago de una
suma de dinero) ni en el derecho a exigir determinadas mer-
caderías, sino en un conjunto de derechos de diversa natura-
leza inherentes a la calidad de socio de la entidad que lo
emite o a la condición de acreedores de la misma. Estos son
los títulos de participación social. En ellos los caracteres del
título de crédito que hemos estudiado se encuentran un tan-
to debilitados e incluso la denominación común de títulos de
crédito respecto de ellos no es muy adecuada, por lo que se
estima preferible denominarlos “títulos-valores” o “valores
mobiliarios”, como se les llama en nuestro medio, expresión
que es más amplia y comprensiva del término “valor”. Son
valores mobiliarios los títulos emitidos por las sociedades anó-
nimas: las acciones, que confieren a su titular el carácter de
asociado y un conjunto de derechos inherentes a esta cali-
dad; los bonos o debentures, emitidos también por las socie-
dades anónimas, que convierten a su portador en acreedor
de la sociedad emisora; los pagarés emitidos por institucio-
nes públicas, como los de la Tesorería General de la Repúbli-
ca, los del Banco Central de Chile, los de la Caja Central de
Ahorros y Préstamos, etcétera. Son instrumentos muy efica-
ces para la circulación de los derechos y de la riqueza en
general.

25. Títulos al portador, a la orden y nominativos. Esta clasifi-


cación se hace atendiendo a las condiciones formales para
que los títulos circulen y cumplan la función económica co-
rrespondiente. Este criterio de clasificación toma en cuenta
50 Ricardo Sandoval López

los requisitos que deben considerarse para que los portado-


res queden legitimados y puedan ejercer los derechos docu-
mentales. En ella están involucrados los valores de certeza,
rapidez y seguridad frente a los valores genéricos de justicia y
equidad.

26. Títulos al portador. Son aquellos que se emiten sin


mencionar en su texto al beneficiario o que apareciendo éste
se les adiciona la cláusula “al portador”. Esta clase de títulos
contribuyó a la elaboración de la teoría general de los instru-
mentos de crédito; actualmente se les considera como la ex-
presión última de la propiedad mobiliaria.
Los títulos al portador son los que más se identifican con
las cosas muebles y respecto de la incorporación del derecho
en el documento, podemos señalar que ella aparece realiza-
da íntegramente. Tal identificación con las cosas muebles es
el fundamento de la circulación de los títulos al portador
que debe efectuarse por la entrega del documento. Es preci-
so enfatizar, en esta clase de títulos, la innegable preeminen-
cia que existe del documento sobre el derecho.
Por tratarse de título-cosa, la simple tradición del docu-
mento es suficiente para quedar legitimado en el ejercicio
del derecho. Los requisitos de legitimación de un título al
portador son, en consecuencia:
–Posesión del título;
–Presentación al sujeto requerido de pago.
Atendidas las características ya destacadas, los títulos al
portador no son susceptibles de reivindicación. En efecto, la
posibilidad de ejercer la acción reivindicatoria se dificulta por-
que frente al interés del que ha perdido involuntariamente la
posesión, por hurto, robo o extravío, están los derechos del
poseedor de buena fe que lo adquirió según su ley de circula-
ción. Además, hay un interés indirecto representado por la
seguridad y confianza que deben informar los negocios mer-
cantiles. Ante esta pugna de intereses se prefiere el derecho
del nuevo portador de buena fe del título y no obsta a la
Derecho Comercial 51

regularidad de su legitimación la circunstancia de que el trans-


mitente u otro anterior se apropiare indebidamente del docu-
mento, siempre que el portador actual desconozca este hecho.
Es precisamente esa ignorancia la que legitima al portador y lo
pone a salvo de la reivindicación del título. Lo complejo de la
solución radica en fijar, legislativamente, un principio general
que teniendo en cuenta los valores jurídicos y económicos de
la circulación no lesione el interés indirecto.
La doctrina se ha pronunciado por la no revindicación
de los títulos al portador, fundándose en el hecho de que no
pueden ser determinados o individualizados, exigencia fun-
damental de toda acción de dominio. Sin embargo, se reco-
noce la importancia que tiene por parte del portador el
conocimiento de la circunstancia de haber sido perdido, hur-
tado o robado el título al portador. La ley determina cuándo
debe presumirse ese conocimiento y ello ocurre cuando ha
vencido el plazo de los avisos que dan cuenta del extravío.
Desde entonces el portador pasa a ser de mala fe, pues supo
o debió saber la circunstancia de la pérdida del título, y por
ende puede sufrir la reivindicación de parte del verdadero
titular. Es indudable que la publicación de que se trata debe
ser anterior a la primera negociación del título, porque si
esta última se realiza antes del primer aviso, será válida y, por
consiguiente, lo serán también las posteriores.

27. Títulos a la orden. Son los que, concebidos en forma


esencial a nombre de determinada persona, facultan a ésta,
de modo expreso o implícito, a transmitirlo sin intervención
del deudor. Es fundamental destacar el carácter facultativo
que tiene la transmisión del documento, de tal modo que, si
no circula mediante endoso, siempre sigue siendo un título
de crédito.
No existen fórmulas sacramentales para concebir esta clase
de títulos. Cuando el documento lleva las palabras “a la or-
den”, se deja constancia en forma explícita que se trata de
esta clase de títulos. En cambio, se hace constar en forma
52 Ricardo Sandoval López

implícita este carácter cuando en la redacción del documen-


to se incluye una denominación que tácitamente comprende
la cláusula “a la orden”.
Los títulos a la orden circulan mediante endoso, que es
una declaración documental literalizada al dorso del instru-
mento, con la firma de quien la otorga. El endoso es traslati-
cio, legitimante y vinculatorio.
El portador de un título a la orden, para ejercer los dere-
chos documentales, debe acreditar su legitimación activa por
los siguientes actos:
–Posesión del documento;
–Exhibición del mismo al requerido;
–Cadena ininterrumpida y regular de endosos.
La referida continuidad de los endosos supone la regula-
ridad formal del sistema documental. Basta que ella sea for-
mal y externa para que el título circule válidamente y puedan
hacerse valer los derechos en él contenidos, sin que ella re-
sulte afectada por endosos en blanco o extendidos por inca-
paces o por mandatarios fuera de los límites de sus poderes.
También se exige como requisito legitimante la identifi-
cación personal del portador. Este requisito debe probarlo el
portador y si no cumple con él no puede ejercer los derechos
del título. El deudor tiene la carga pasiva de comprobar la
concurrencia de los otros requisitos para que su pago sea
liberatorio.

28. Títulos nominativos. Son los documentos que se giran a


favor de determinado sujeto y tanto su emisión como sus suce-
sivas trasmisiones deben inscribirse en el registro del emisor.
Estos títulos no son completos en su literalidad, porque no
puede prescindirse del registro del emisor. El creador del do-
cumento ha querido mantener el control del nombre del te-
nedor y con ese propósito los emite a un nombre individual.
En doctrina se les niega el carácter de títulos de crédito a
los documentos nominativos. León Bolaffio sustenta esta po-
sición fundado en los siguientes argumentos:
Derecho Comercial 53

a) Por estar sometido al registro, el documento no es


atributivo en cuanto a derecho documental. No puede consi-
derársele autónomo ni literal;
b) Tal registro reviste la forma de consentimiento del emi-
sor, que es imprescindible para que opere la transferencia, y
c) El emisor al estar facultado para no permitir la trans-
misión lesiona los caracteres esenciales de los títulos de cré-
dito.
Se refuta la doctrina negatoria señalando que el creador
al girar el título en esta forma asume el deber o carga de
registrar cada transferencia, por lo que jurídicamente no pue-
de negarse a ello. Vivante destaca que la inclusión de los
títulos nominativos está justificada tanto en la práctica mer-
cantil como por su naturaleza jurídica. Agrega que el que
niega el carácter de título de crédito al documento nominati-
vo, porque es necesaria la cooperación del deudor, comete el
error de buscar en todos los títulos de crédito el carácter de
títulos al portador, que circulan sin cooperación alguna y sin
conocimiento del deudor. Siendo así, debería negar tal ca-
rácter a los títulos de crédito a la orden, que deben circular
con la cooperación del deudor inmediato. Ahora bien, en el
caso de que el emisor de un título nominativo pueda oponer-
se a la transmisión, indudablemente que ese documento deja
de ser título de crédito.
Los títulos que se emiten nominativamente son las accio-
nes, los bonos o debentures. En algunos casos la carta de
porte, el conocimiento de embarque y los certificados warrants
se emiten en forma nominativa. Los requisitos de legitima-
ción de esta clase de títulos son los siguientes:
–Posesión del título;
–Presentación al deudor;
–Cadena de traspasos y registro de los traspasos en el
registro del emisor del título;
–Identificación del portador.
Se denomina transfert el hecho de registrar las transmisio-
nes del título nominativo en el registro del emisor. Este acto
54 Ricardo Sandoval López

es una carga sustancial o una conducta debidamente funda-


da en la voluntad expresada por el emisor del título al crear-
lo en esta forma.
El transfert es un requisito para la legitimación activa del
titular. En el caso de las acciones de sociedades anónimas,
que deben emitirse en forma nominativa, siendo títulos esen-
cialmente negociables, la Ley Nº 18.046 y su reglamento con-
tienen las reglas aplicables a los traspasos, en cuanto a sus
formalidades y efectos. Asimismo se prohíbe el establecimiento
de cláusulas que limiten la libre negociabilidad de las accio-
nes en las sociedades anónimas abiertas.

29. Títulos públicos y privados; comerciales y civiles. Atendiendo


a la persona que los emite, los títulos de crédito pueden ser
públicos o privados. Se denominan efectos públicos los títu-
los de crédito contra el Estado reconocidos como negocia-
bles; los de los establecimientos públicos y empresas
autorizadas para hacerlos circular, y los emitidos por los go-
biernos extranjeros, siempre que su negociación no esté pro-
hibida (art. 68 del Código de Comercio).
Los títulos de crédito privados son aquellos emitidos por
los particulares.
Atendiendo al carácter civil o mercantil de la relación
jurídica que les da origen, los títulos de crédito pueden clasi-
ficarse en civiles o comerciales. Con todo, vale la pena seña-
lar que, según lo previsto por el artículo 3º Nº 10 del Código
de Comercio, en su texto actual fijado por la Ley Nº 18.092,
las operaciones sobre letras de cambio, pagarés, cheques y
sobre documentos a la orden son comerciales, cualesquiera
sean su causa y objeto y las personas que en ellas interven-
gan. Se trata de una mercantilidad formal que no da lugar a
los actos mixtos o de doble carácter ni a la aplicación del
principio de lo accesorio. En su nuevo texto, la disposición se
extiende a toda clase de pagarés, no sólo a los girados a la
orden como antes, a las operaciones sobre cheques y sobre
documentos a la orden. Al ser así, el campo de la comerciabi-
Derecho Comercial 55

lidad formal se amplía notablemente, por lo que resulta que


los títulos de crédito civiles vendrían ahora a ser una excep-
ción frente a los comerciales.

30. Títulos unitarios y múltiples. Esta agrupación se hace


teniendo en cuenta la posibilidad de fraccionar el documen-
to. Son títulos unitarios los que no admiten fraccionamiento,
y múltiples, aquellos que sí lo posibilitan.
Finalmente, atendiendo a la forma de emisión, los títulos
pueden emitirse masiva o individualmente; ejemplos: accio-
nes y bonos, en el primer caso, y cheques, en el segundo.

31. Los efectos de comercio. Efecto de comercio es aquel


que puede jugar entre comerciantes un rol análogo al de la
moneda, tanto como ésta tiene un poder liberatorio.
Partiendo de ahí, podemos reconocer la existencia de un
efecto de comercio cuando se reúnen las características si-
guientes:
–Que se trate de un título negociable, es decir, transmisi-
ble por procedimientos rápidos de derecho comercial no so-
metidos al régimen más solemne del derecho civil;
–Que el valor en moneda corriente esté indicado en él,
bajo el beneficio de los riesgos de insolvencia, y veremos
cómo la ley se ingenia para reducir estos riesgos. Se sabe
entonces lo que ellos representan y no se tiene que suponer
lo que ellos podrían significar en caso de ser vendidos. Un
cheque de $ 20.000 vale $ 20.000, en tanto que un conoci-
miento que da derecho a la entrega de tal cantidad de mer-
cadería, que será descargada de un navío en tal puerto, no
tiene un valor absolutamente determinado;
–La indicación del valor en moneda no es solamente apre-
ciativa, ella es normativa; el efecto da derecho a percibir una
suma de dinero; en otros términos, él representa un crédito
en dinero;
–Por último, este crédito es pagadero a corto plazo. La
rapidez es una ley del comercio. Si bien es cierto que los
56 Ricardo Sandoval López

comerciantes piden a veces créditos a mediano y largo plazo,


no es ésta la forma usual empleada para pagar sus deudas.
Sin embargo, el efecto de comercio no es moneda. Tres
diferencias lo separan por lo menos: en primer término, la
moneda, se presenta bajo la forma de cortes fijos de valor
redondo, en tanto que los efectos de comercio, correspon-
diendo a operaciones dadas y diferentes las unas de las otras,
tienen valores irregulares. Por otra parte, la moneda tiene
curso forzado, vale por ella misma y la confianza que ella
inspira corresponde a la confianza en los destinos de la na-
ción, en tanto que el efecto de comercio vale primero por la
firma de aquel que se obliga. En fin, la moneda representa
por naturaleza un valor vencido o, más exactamente, posee
un valor extratemporal, en tanto que el efecto de comercio
tiene un valor limitado en el tiempo y medido en el tiempo:
limitado, porque él no valdrá nada después de cierto lapso;
medido, porque corrientemente no da derecho al pago de la
suma indicada sino a la llegada de una fecha de vencimiento.
Esta última diferencia parece la más característica. Cuan-
do el comprador de un establecimiento de comercio paga a
su vendedor suscribiendo pagarés de valor igual, por ejemplo
de $ 100.000 pagaderos de mes en mes, el 15 de cada mes, y
cuando esos pagarés son garantidos o avalados por un gran
banco, las dos primeras diferencias se escurren. Queda la
tercera, que parece entonces esencial. Sin embargo, todo efec-
to de comercio no comporta la estipulación de un término:
así, por ejemplo, el cheque; pero el valor del cheque está
ligado a la provisión constituida por el librador; y encontra-
mos aquí una diferencia que anteriormente parecía secunda-
ria: la inseguridad relativa del efecto de comercio en relación
con la moneda.
Es bastante difícil pasar por un análisis más estricto la
noción de efecto de comercio. Respondiendo a los caracteres
que hemos indicado más arriba, el efecto de comercio no
debe en definitiva parecerse mucho a la moneda. En resu-
men, la diferencia irreductible es de orden psicológico: emi-
Derecho Comercial 57

tir, suscribir, firmar un efecto de comercio es un acto normal


en la vida de un comerciante; recibir un efecto de comercio
no equivale en absoluto, en el espíritu del accipiens, a la segu-
ridad de un pago hecho en moneda.39

32. Diferentes efectos de comercio. En nuestro país, los efec-


tos de comercio más conocidos son: la letra de cambio, el
pagaré, el cheque y la carta orden de crédito. No existe,
como en otros países, la factura protestable, aun cuando en
un proyecto de ley sobre instrumentos negociables está pre-
vista su creación.
En los capítulos IX y X estudiaremos en particular los
aspectos principales de los efectos de comercio que hemos
mencionado.
En fin, hemos señalado que las personas jurídicas emiten
títulos que confieren derechos de asociados o de acreedores,
denominados “valores mobiliarios”, que son susceptibles de
una negociación fácil, de una cotización en bolsa de valores y
que, al igual que los otros instrumentos que hemos analiza-
do, facilitan la circulación del crédito y de la riqueza.

33. Títulos causales y abstractos. Atendiendo a los efectos


que la causa tiene en la vida del título, pueden clasificarse en
causales y abstractos.
Son títulos de crédito causales aquellos en los cuales se
menciona expresamente la causa en el documento y ella se
mantiene unida al mismo en todos los aspectos jurídicos. El
ejemplo clásico de esta categoría de títulos está representado
por las acciones de sociedades anónimas. En el derecho na-
cional, el artículo 19 del Reglamento de Sociedades Anóni-
mas, Decreto Supremo Nº 587, publicado en el Diario Oficial
de 13 de noviembre de 1982, dispone que “Los títulos de

39 RENÉ RODIÈ y ROGER HOUIN, Droit Commercial, “Effets de commerce”,

Précis Dalloz, 6ª ed., París, 1973.


58 Ricardo Sandoval López

acciones llevarán el nombre del dueño, el nombre y sello de la


sociedad, la fecha de escritura social y la notaría en que se haya
otorgado, la indicación de la inscripción de la sociedad en el Registro
de comercio…”. La indicación del nombre de la sociedad emi-
sora y sus formalidades de creación constituyen la expresión
de la causa de los títulos de crédito llamados acciones.
Por el hecho de mencionar la causa y vincularse constan-
temente a ella, estos títulos son incompletos, en el sentido de
que no se bastan a sí mismos para determinar el contenido,
las modalidades y el alcance del derecho que en ellos se
representa, por lo que se precisa recurrir a la relación subya-
cente que constituye su causa.
Los títulos de crédito abstractos son aquellos que no men-
cionan en su texto la causa o mencionándola esta indicación
carece de efecto jurídico. La causa está desvinculada del títu-
lo abstracto y, por tal razón, no tiene ninguna relevancia en
su creación, circulación y ejecución. La letra de cambio es el
ejemplo por excelencia de esta clase de títulos. No cabe duda
que los títulos abstractos tienen como causa fin o causa me-
diata una relación jurídica, de cualquier tipo, que le da ori-
gen, porque no se concibe que alguien pueda obligarse sin
una causa. Pero esta causa fin no es necesaria, porque basta
la existencia de la causa fuente o causa inmediata, consisten-
te en la declaración unilateral de voluntad a la que la ley le
concede el efecto de generar la obligación que se incorpora
en el título y que se exterioriza a través de la suscripción del
documento, generalmente mediante la firma autógrafa del
obligado. De esta suerte, si nos preguntamos ¿por qué se
obligó el aceptante de la letra de cambio? La respuesta a esta
interrogante es simple, se obligó porque mediante un acto
de su voluntad exteriorizada, firmó la letra en señal de acep-
tación y a ese acto el derecho cambiario le atribuye el mérito
suficiente para dar nacimiento a la obligación cartácea. Aho-
ra bien, si nos preguntamos ¿por qué razón se obligó el acep-
tante? Responderemos que se comprometió porque entre él
y el librador y beneficiario de la letra existe una relación
Derecho Comercial 59

subyacente en la cual este último es acreedor del aceptante,


pero esta razón no necesita ser mencionada en la letra para
que ella tenga eficacia cambiaria.

34. Títulos con soporte material cartáceo y títulos informáticos


o de representación electrónica. Tal como lo expresamos a propó-
sito de los elementos de su estructura, el título de crédito se
compone de un sustrato material, cosa mueble, documento,
y una declaración de contenido obligacional incorporada en
dicho soporte. Así nacieron los títulos de crédito que ahora
denominamos con soporte material cartáceo, para distinguir-
los de la nueva categoría que ha surgido en los últimos tiem-
pos, en la cual el soporte material se sustituye por una
anotación en cuenta que se anota en un registro informático
o electrónico.
Dedicaremos una sección aparte al estudio de los títulos
de crédito sin soporte material cartáceo, o títulos informáti-
cos, electrónicos, cuya circulación se realiza en forma telemá-
tica.40

35. Los títulos de crédito impropios. Existe una serie de do-


cumentos respecto de los cuales se llega a la conclusión que
no son títulos de crédito, porque no tienen todos los caracte-
res esenciales y comunes que les son propios, a los que se les
denomina títulos de crédito impropios.
Pertenecen a esta categoría documentos tales como los
pasajes marítimos, aéreos, de autobuses, de ferrocarriles y del
metro. También se encuentran en este mismo grupo los bille-
tes de lotería, la tarjeta o ficha de la guardarropía, la entrada,
el abono o contraseña para un espectáculo, la tarjeta de cual-
quier apuesta o juego de azar, el ticket de estacionamiento, los
recibos de bienes entregados en reparación o para limpieza,
la tarjeta de embarque o boarding pass, el recibo del equipaje,

40 Véase infra Nº 54.


60 Ricardo Sandoval López

el carnet de socio y todas las tarjetas de crédito bancarias o


comerciales o de cajero automático.
En la doctrina los títulos impropios se han agrupado en
dos categorías, atendiendo a su grado de complejidad; los
comprobantes de legitimación y los títulos de legitimación. Los
primeros son simples documentos probatorios que permi-
ten al deudor cumplir la prestación, respecto del sujeto que
presente el documento, quedando en consecuencia libera-
do de ella, como por ejemplo, los pasajes de ferrocarril, de
autobuses o de metro, que se emiten por lo general al por-
tador, aunque frecuentemente se les declara intransferibles,
porque se refieren a derechos que no pueden ser objeto de
circulación.
Los títulos de legitimación son también instrumentos pro-
batorios de una obligación nacida de un contrato cuya cele-
bración acredita el título, de suerte que si hay divergencia
entre el tenor del título y el documento que contiene el
contrato, prevalece este último. Así, por ejemplo, si hay dife-
rencia entre un recibo de depósito y contrato mismo, prima-
rá lo previsto en el documento que contiene el contrato.
Los títulos valores impropios son documentos que se emiten
masivamente y los destinatarios o acreedores son un conjun-
to de personas anónimas. En esta clase de documentos el
acreedor sólo tiene que exhibir el título para exigir la presta-
ción de que se trata, por lo que queda legitimado activamen-
te y por parte del deudor, el cumplimiento de la obligación
frente al tenedor aparente, importa liberación o legitimación
pasiva. Constituyen ejemplos de esta clase de títulos los bille-
tes de lotería, el pasaje del metro o del autobús, la entrada o
el abono para el espectáculo.
Por su parte, los documentos de legitimación no se emiten
en masa y el beneficiario no es totalmente anónimo, de ma-
nera que el documento cumple solamente la función de legi-
timación pasiva, en cuanto a que el deudor se libera pagando
al portador aparente. Sin embargo, estos documentos no cons-
tituyen títulos de legitimación activa, en el sentido que se
Derecho Comercial 61

pueda exigir el cumplimiento de la prestación con la sola


exhibición de ellos, sino que más bien el deudor puede ne-
garse a cumplir la obligación exigiendo pruebas de su condi-
ción de tenedor legítimo. Corresponde a esta clase de
instrumentos la contraseña de un guardarropa, un recibo de
depósito, etc.
Lo esencial es la aptitud legitimadora de estos títulos,
puesto que ellos carecen de la función circulatoria o movili-
zadora de riqueza propia de los títulos valores.

Sección IV

Los valores mobiliarios

36. Concepto y caracteres distintivos. Se llaman valores mobi-


liarios o títulos de participación social los documentos emiti-
dos por las personas morales, públicas o privadas que confieren
derechos de asociados o de acreedores idénticos para una
serie dada, de tal suerte que esos títulos, por lo demás nego-
ciables según los modos previstos por el derecho comercial,
son susceptibles de una venta, de una cotización colectiva, la
cotización en la bolsa.
Estos valores mobiliarios son principalmente las acciones
de las sociedades, los bonos o debentures y títulos de présta-
mo del Estado o de las colectividades públicas.
Estos valores son derechos mobiliarios. De ahí su nom-
bre. Sirven de colocación al ahorro y son objeto de especula-
ciones. Permiten alcanzar estos dos objetivos porque su forma,
que facilita su negociación, hace de ellos bienes de fácil reali-
zación.
Existen tres formas de negociación aplicables a los títulos
de participación social, según su forma de emisión: la trans-
ferencia, que se aplica a los títulos nominativos; la tradición,
que se aplica a los títulos al portador, y el endoso, que se
aplica a los títulos a la orden.
62 Ricardo Sandoval López

Un valor mobiliario está siempre representado por un


título, en su sentido de instrumento. Sin embargo, un valor
mobiliario es, en primer término, un derecho o un conjunto
de derechos.
Veamos en seguida con mayores detalles algunos aspec-
tos de estas tres formas de valores mobiliarios.

37. Valores mobiliarios al portador. Son aquellos en los que


el suscriptor se compromete a efectuar una o varias presta-
ciones en dinero, a vencimientos determinados, en manos de
quien le presente el título, sin exigir ninguna justificación. El
suscriptor está obligado desde el momento que el título se
encuentra en manos de otra persona distinta de él mismo;
ejemplo: bonos o debentures emitidos al portador.
Su obligación es, según nosotros, formal y literal; el al-
cance está fijado por el tenor material del título y ella incum-
be al suscriptor por el solo hecho de haberlo emitido,
independientemente del contrato que al origen puede haber
intervenido o debía intervenir entre el primer portador be-
neficiario y él mismo.
Esta teoría, discutida por numerosos autores en Francia,
explica la existencia de un derecho propio y directo en todo
poseedor del título, sin que se le puedan oponer excepcio-
nes nacidas de los otros portadores anteriores. El título al
portador termina por incorporar en el instrumento el dere-
cho de su poseedor a exigir la prestación.
Sin embargo, los títulos al portador son individualizados
por cuanto pueden identificarse por un número de orden en
una serie, indicada por letras o por cifras. En materia de
sociedades anónimas, la mayoría de las legislaciones prohíbe
la emisión de acciones al portador, como es el caso particular
de nuestro derecho.

38. Valores mobiliarios nominativos. Definición. Se llaman así


porque ellos contienen el nombre del titular. Más exacta-
mente, ese nombre es mencionado en un registro que lleva
Derecho Comercial 63

la colectividad que lo ha emitido y que se llama Registro de


Transferencia. Esta inscripción en el registro es el título mis-
mo de propiedad, y las mutaciones se manifestarán por los
cambios inscritos en dicho registro.
Por otra parte, es usual otorgar al titular un certificado
nominativo que le permite probar sus derechos, pero si bien
esta prueba basta en general, ella es débil en el evento de
conflictos con las inscripciones en el Registro de Transfe-
rencias.
Las reglas relativas a los títulos nominativos son el objeto
de una atención permanente de los legisladores. Ellas tradu-
cen, generalmente, la preferencia que los legisladores sien-
tan por esta clase de títulos y su hostilidad respecto de los
títulos al portador. Desgraciadamente no se han encontrado
los medios para conciliar dos órdenes de exigencias: la segu-
ridad de las transacciones sobre títulos nominativos y su rapi-
dez. Los textos se esfuerzan en conseguirlo, pero ellos son
numerosos y poco eficaces. La razón profunda ha sido dada:
si en Inglaterra, por ejemplo, los títulos nominativos son de
fácil negociación y de empleo corriente, es porque el dere-
cho inglés conoce en materia de incapacidades un sistema
infinitamente más simple y menos protector que el nuestro,
porque el régimen matrimonial de derecho común es la se-
paración de bienes. Nuestro sistema es complicado porque
nuestro derecho matrimonial y el régimen de incapacidades
multiplican las pruebas que hay que rendir y las trabas.

39. Grados en la forma nominativa. Las sociedades o colec-


tividades emisoras pueden disponer que los títulos que ellos
emiten serán y deberán permanecer nominativos. Los títulos
cuya conversión es así prohibida se llaman esencialmente “no-
minativos”. La misma ley impone esta forma a ciertos títulos:
acciones no pagadas, acciones en garantía de los administra-
dores, etcétera.
Cuando la ley no prohíbe y los estatutos permiten la for-
ma al portador, todo propietario de valores mobiliarios pue-
64 Ricardo Sandoval López

de optar entre una y otra forma. Si él elige la forma nomina-


tiva, sus títulos son simplemente nominativos, porque la con-
versión al portador es posible en todo momento.
En fin, se llaman títulos “mixtos” aquellos en que el titu-
lar ha requerido el otorgamiento.

40. Valores mobiliarios a la orden. Todos los valores mobilia-


rios no pueden adoptar esta forma. Es más, en algunos casos,
como los valores emitidos por las sociedades anónimas, con-
cretamente en el caso de las acciones, está prohibido que
ellas sean títulos a la orden (art. 12 de la Ley Nº 18.046).
Lo mismo ocurre con los bonos o debentures que emiten
las sociedades anónimas, que sólo pueden ser nominativos o
a la orden. Así lo establece en nuestro medio el artículo 16
de la Ley Nº 18.045, de 22 de octubre de 1981, sobre Merca-
do de Valores.

41. Diferentes valores mobiliarios. En nuestro país, los valo-


res mobiliarios más conocidos son las acciones de las socieda-
des anónimas, los bonos o debentures que éstas mismas emiten
y los pagarés que emiten diferentes servicios del Estado, per-
sonas jurídicas de derecho público. Tuvimos la ocasión de
estudiar las acciones como partes alícuotas en que se divide
el capital de una sociedad anónima y en cuanto a los dere-
chos que ellas confieren a su titular. Aquí nos referimos a
ellas desde otro punto de vista, consideradas como instru-
mentos negociables que contribuyen a la circulación de la
riqueza.
Los bonos o debentures son títulos de crédito de tipo
uniforme que se emiten en serie y que representan un dere-
cho de crédito (una obligación) en contra de la sociedad
anónima que los ha emitido. En nuestro medio, sólo las so-
ciedades anónimas constituidas y domiciliadas en Chile y las
agencias de sociedades anónimas extranjeras autorizadas pue-
den emitir bonos o debentures (arts. 1º y 5º de la Ley
Nº 18.045, sobre Mercado de Valores).
Derecho Comercial 65

Conviene destacar, finalmente, que los bonos son docu-


mentos negociables que dan a su titular el carácter de acree-
dor de la sociedad anónima emisora, pero no el carácter de
socio de ella.

Sección V

Títulos representativos de mercaderías

42. Ideas generales. El contenido de la prestación repre-


sentada en el título puede asimismo consistir en el dere-
cho a reclamar la entrega de ciertas mercaderías que se
mencionan en el documento. Pertenecen a esta categoría
de títulos de crédito, entre otros, la carta de porte, el conoci-
miento de embarque, conocido también con la expresión in-
glesa bill of lading (BL), el certificado de depósito de
mercaderías en un almacén general, al que se le denomi-
na certificado warrants.
Estos títulos cumplen la importante función de movilizar
las mercaderías en ellos representadas, toda vez que al ser
transferidos de acuerdo a su ley de circulación, permiten al
portador legítimo exigir la entrega de ellas. Ahora bien, como
dichos instrumentos pueden ser objeto de sucesivos traspa-
sos, las mercaderías circulan de un titular a otro, sin necesi-
dad de recurrir a los mecanismos tradicionales de mutación
del dominio propios del derecho común, esto es, título tras-
laticio y modo de adquirir, que sin duda harían menos expe-
dito el tráfico de las mismas. Trataremos por separado los
principales aspectos de estos títulos, no obstante que nos
veremos obligados a volver sobre ellos cuando analicemos los
documentos propios del transporte.

43. Carta de porte. Definición legal. En conformidad con los


términos del artículo 173 del Código de Comercio, “llámase
carta de porte del documento que las partes otorgan para acreditar la
66 Ricardo Sandoval López

existencia y condiciones del contrato, y la entrega de las mercaderías


al porteador”.
El concepto legal tiene la virtud de describir el origen y
las funciones propias de la carta de porte. En efecto, el docu-
mento proviene de un acuerdo de las partes del contrato de
transporte terrestre y no de la voluntad ni como una obliga-
ción impuesta a una de ellas, lo que se confirma con el tenor
del artículo 174 del Código de Comercio, que dispone: “Con-
venidos los contratantes en el otorgamiento de la carta de porte,
deberán extenderla y firmarla por duplicado”.

44. Aspecto formal de la carta de crédito. A diferencia de lo que


ocurre con la letra de cambio, el pagaré y el cheque, la carta de
porte no es un título abstracto, porque en ella se menciona la
relación subyacente, en este caso el contrato de transporte te-
rrestre, al cual se mantiene vinculada y ejerce influencia sobre
ella. En consecuencia, no se puede prescindir del contrato de
transporte en la carta de porte, toda vez que el documento
acredita su existencia como así también sus estipulaciones o
condiciones y la entrega de las mercaderías por el cargador al
porteador. Se trata de un título causado, porque el derecho
incorporado se literaliza en el documento mismo y los alcances
y el contenido de la prestación están ligados a la relación subya-
cente, esto es, al contrato de transporte terrestre.
En todo caso conviene reafirmar que la carta de porte es
un título de crédito, en cuanto a que participa de las caracte-
rísticas de necesariedad del documento, literalidad y autono-
mía del derecho contenido en él. Por estos rasgos definitorios
esenciales y comunes de todos los títulos de crédito, la carta
de porte es un instrumento privilegiado para la movilización
del derecho a reclamar las mercaderías que en ella se repre-
senta, sólo que carece de las ventajas que conllevan las carac-
terísticas de abstracción y de formalidad que, como ya
expresamos, sólo acompañan a ciertos títulos valores.
De conformidad con lo previsto en el artículo 175 del
Código de Comercio, la emisión de la carta de porte está
Derecho Comercial 67

sujeta a ciertas enunciaciones que la citada disposición se-


ñala. Sin embargo, al contrario de lo que sucede con la
letra de cambio y el pagaré, la omisión de indicaciones esen-
ciales no implica que la carta de porte deje de producir los
efectos que le son propios, sino que las menciones omitidas
pueden acreditarse por cualquier medio de prueba legal.
En efecto, según el artículo 177 del Código de Comercio,
“la omisión de alguna de las enunciaciones que prescribe el artícu-
lo 175 no destruye el mérito probatorio de la carta de porte, y las
designaciones omitidas podrán ser suplidas por cualquiera especie
de prueba legal”.
Una vez que las partes han convenido en su emisión, la
carta de porte debe otorgarse al menos en dos ejemplares,
suscritos por el porteador y el cargador, que son las partes
del contrato de transporte terrestre. En conformidad con el
artículo 175 del Código de Comercio, el documento ha de
contener indicaciones relativas a: nombre apellido y domici-
lio del cargador, porteador y consignatario; la calidad genéri-
ca de las mercaderías, su peso y las marcas y número de
bultos que las contengan; el lugar de la entrega; el precio de
la conducción; el plazo en que debe hacerse entrega de la
carga; el lugar y fecha de su otorgamiento y cualesquiera
otros pactos o estipulaciones que acuerden los contratantes.
En cuanto a la modalidad de circulación del documento,
ella queda determinada por la forma en que éste se extienda,
que puede ser nominativo, a la orden o al portador, según lo
previene expresamente el artículo 176 del Código de Comer-
cio. En consecuencia, el cesionario, el endosatario o porta-
dor de la carta de porte se legitima para ejercer todos los
derechos emergentes del título y cumplir todas las obligacio-
nes y cargas derivadas del mismo. Aunque en un lenguaje
impropio, el inciso 2º, del artículo 176 del Código de Comer-
cio reconoce las funciones constitutivas y dispositivas de este
título de crédito al establecer que: “el cesionario, endosatario o
portador de la carta de porte se subroga en todas las obligaciones y
derechos del cargador”.
68 Ricardo Sandoval López

45. Efectos de la carta de porte. Como todo documento y


de acuerdo a los términos que nuestro legislador emplea en
su definición, la emisión de la carta de porte tiene por
efecto acreditar la existencia y condiciones del contrato de
transporte terrestre y la entrega de las mercaderías al por-
teador. Si las partes han convenido en la expedición de este
documento y en el hecho lo han otorgado, la prueba de la
existencia del contrato, de sus estipulaciones y de la obliga-
ción del cargador de entregar las mercaderías al porteador,
debe hacerse sólo al tenor de la carta de porte. Como se
trata de un instrumento privado suscrito por las partes, re-
conocida la firma por cualquiera de ellas, no se admiten
contra el tenor de la carta de porte otra excepciones que las
de falsedad, omisión o error involuntario (art. 178, Código
de Comercio). Sin embargo, dado que el documento no
tiene un carácter formal, la omisión de alguna de las enun-
ciaciones que la ley prescribe no destruye el mérito proba-
torio de la carta de porte, y las indicaciones omitidas pueden
suplirse por cualquier especie de prueba legal. Asimismo,
habida consideración que el libramiento de la carta guía no
constituye solemnidad del contrato de transporte terrestre,
en su defecto la entrega de las mercaderías hecha por el
cargador al porteador puede justificarse por cualquier me-
dio de prueba.
Conviene destacar que las funciones del instrumento que
analizamos no se agotan en la prueba de la existencia del
contrato ni de su contenido, sino que, además, el documento
cumple el rol de dar nacimiento al derecho para reclamar la
entrega de las mercaderías objeto de la conducción, es decir,
dicha facultad se constituye gracias a la emisión del título y
no podría generarse prescindiendo de él. En la carta de por-
te, como en los demás títulos de crédito, el documento cum-
ple la función constitutiva del derecho mencionado en ella.
Por otra parte, la única forma de disponer de las merca-
derías representadas en el título consiste en transferir el do-
cumento de acuerdo a la ley de circulación, por lo que no
Derecho Comercial 69

cabe duda alguna que él asume también una función disposi-


tiva que facilita la circulación.

46. Conocimiento de embarque. Este documento tiene su ori-


gen en el desarrollo del transporte marítimo en el sistema
jurídico del Common Law, propio de los países que constituye-
ron y de algunos que aún siguen formando parte de la deno-
minada mancomunidad británica, donde se le conoce con el
nombre de bill of lading.
En la legislación nacional el artículo 977 del Código de
Comercio define el título de crédito que nos ocupa en los
siguientes términos: “El conocimiento de embarque es un docu-
mento que prueba la existencia de un contrato de transporte maríti-
mo, y acredita que el transportador ha tomado a su cargo o ha
cargado las mercancías y se ha obligado a entregarlas contra la
presentación de ese documento a una persona determinada, a su
orden o al portador”.
Al igual que en el caso de la carta de porte, la definición
legal del conocimiento de embarque describe las funciones
del título, pero en este último caso el concepto es más com-
pleto en cuanto a contener las funciones constitutivas y dis-
positivas propias del documento, en aquella parte de la
disposición citada que señala “y se ha obligado a entregarlas (las
mercancías) contra la presentación de ese documento o una persona
determinada, a su orden o al portador”.
El documento ha cumplido y sigue cumpliendo unas fun-
ciones importantes en el desarrollo del transporte de mer-
cancías por mar, puesto que es poco frecuente, por no decir
inusual, que se lleve a cabo un contrato de este tipo sin la
expedición del conocimiento de embarque. Durante el siglo
XIX y buena parte del siglo XX, el contrato de transporte
marítimo se regulaba sobre la base de este documento, pero
a partir de las Reglas de Hamburgo de 1978, que entraron en
vigencia el 1 de noviembre de 1992, hay normas, general-
mente imperativas, que reglamentan este contrato, que no se
circunscriben sólo a este documento.
70 Ricardo Sandoval López

47. Aspectos formales del conocimiento de embarque. Sin duda


que el primer aspecto formal que se deduce de la definición
legal del conocimiento de embarque es que se trata de un
documento y que se otorga por escrito. A este respecto intere-
sa considerar la disposición del artículo 978 del Código de
Comercio, que previene que cuando se emplea la expresión
por escrito, en el párrafo 3º, que regula el transporte marítimo,
se entiende que ella comprende el telegrama, el télex, u otros
medios que estampen, registren o repitan lo expresado por
cada parte mediante instrumentos o aparatos diseñados para
tal efecto. De esta suerte, el conocimiento de embarque como
documento emitido por escrito puede expedirse por cualquie-
ra de los medios antes señalados e incluso está reconocida la
posibilidad de emitirlo mediante el empleo de computadores.
Por otra parte, una de las indicaciones del conocimiento
de embarque es la firma del transportador o de la persona
que actúe en su nombre. Según el artículo 1014, inciso 2º,
del Código de Comercio, se entiende que el conocimiento
de embarque firmado por el capitán de la nave que transpor-
te las mercancías, lo ha sido en nombre del transportador. La
firma del conocimiento de embarque, de acuerdo con lo
previsto en el inciso 3º de la disposición recién citada, puede
ser “manuscrita, impresa en facsímil, perforada, estampada en sím-
bolos o registrada por cualquier otro medio mecánico o electrónico”.
Es interesante destacar que las diversas alternativas de estam-
par la firma en el conocimiento de embarque que admite
nuestra legislación son el fruto de la inspiración del Libro III
del Código de Comercio, relativo al comercio y la navegación
marítimos, en el Convenio de las Naciones Unidas sobre el
Transporte Marítimo de Mercancías suscrito el 31 de marzo
de 1978, en Hamburgo, más conocido como Reglas de Ham-
burgo. El aludido convenio es obra de la Comisión de las
Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional
(CNUDMI o UNCITRAL).
Las estipulaciones propias del conocimiento de embar-
que están señaladas en el artículo 1015 del Código de Co-
Derecho Comercial 71

mercio, entre las cuales destaca la naturaleza general de las


mercancías, las marcas principales necesarias para su identifi-
cación; una declaración expresa, si procediere, sobre su ca-
rácter peligroso; el número de bultos o de piezas y el peso de
las dichas mercancías o su cantidad manifestada de otro modo;
el estado aparente de las mercancías; el nombre y el estable-
cimiento principal del transportador; el nombre del carga-
dor; el nombre del consignatario; el puerto de carga; el puerto
de descarga; el número de originales, si hubiere más de uno;
el lugar de la emisión; la firma del transportador o de la
persona que actúe en su nombre; el flete, en la medida que
deba ser pagado por el consignatario; la fecha de entrega de
las mercancías en el puerto de descarga y todo límite o lími-
tes superiores de responsabilidad que se hayan pactado en
conformidad con el artículo 977 del Código de Comercio.
Como se trata de un documento que no tiene carácter
formal, la omisión de una o varias de las enunciaciones del
artículo 1015 del Código de Comercio no afecta la eficacia
jurídica del conocimiento de embarque, siempre que se ajus-
te a la definición que de él da el artículo 977 del mismo
cuerpo legal.
Por último, el transportador o el transportador efectivo
cuando se hace cargo de las mercancías, debe emitir el cono-
cimiento de embarque al cargador, si éste lo solicita. La obli-
gación de expedir el título de crédito mediante el cual se
reconoce haber recibido las mercancías pesa sobre el transpor-
tador marítimo cuando el cargador lo pide.

48. Funciones del conocimiento de embarque. Si nos atenemos


a la definición legal contenida en el artículo 977 del Código
de Comercio, las funciones del título de crédito que estudia-
mos son las siguientes:
– probar la existencia del contrato de transporte marítimo;
– acreditar que el transportador ha tomado a su cargo o
ha cargado las mercancías, esto último cuando se emite con
la mención embarcado; y
72 Ricardo Sandoval López

– constituir la obligación del transportador marítimo de


entregar las mercancías contra la presentación del título a
una persona determinada, a su orden o al portador.
Atendida la función probatoria que el título desarrolla, la
legislación nacional establece la facultad del transportador o
de la persona que emita el conocimiento de embarque en su
nombre, para estampar en él determinadas reservas en los
casos que señala el artículo 1017 del Código de Comercio, de
las que trataremos en el análisis del contrato de transporte
de mercancías por mar. Fuera de los casos en que se haya
hecho reserva y en la medida de esta última, el conocimiento
de embarque hace presumir, salvo prueba en contrario, que
el transportador ha tomado a su cargo o, en el evento de
haberse extendido con la indicación embarcado, que ha carga-
do las mercancías, tal como aparecen descritas en dicho do-
cumento.
El carácter de título de crédito representativo de mercan-
cías del conocimiento de embarque se reitera con la disposi-
ción del artículo 1020 Nº 2º del Código de Comercio, según
la cual no se admite al transportador prueba en contrario, si
el conocimiento de embarque ha sido transferido a un terce-
ro, incluido el consignatario, que ha procedido de buena fe
basándose en la descripción de las mercancías que figuraba
en ese documento.
Finalmente, insistimos en que las normas del Código de
Comercio que reglamentan el conocimiento de embarque,
inspiradas en las Reglas de Hamburgo de 1978, no dejan
duda acerca de las funciones probatorias, constitutivas y dis-
positivas del documento como elemento integrante de la es-
tructura de este título de crédito.

49. Otros documentos del transporte marítimo. En los Estados


Unidos de Norteamérica y en Francia se conocían unos do-
cumentos de transporte marítimo distintos de los conocimien-
tos de embarque, denominados straight bills of lading, lettres de
voiture maritime, que se caracterizaban por ser no negociables.
Derecho Comercial 73

Tales documentos pueden ser considerados como el antece-


dente más inmediato de otros instrumentos que hoy tienen
aplicación en el transporte marítimo, llamados seawaybills.
Estos últimos son de hecho cartas de porte marítimas, que susti-
tuyen a los conocimientos de embarque, en aquellos sectores
del tráfico mercantil en los que no es necesario recurrir a la
utilización de títulos de crédito representativos de las mer-
cancías transportadas, para disponer de ellas durante el viaje.
El seawaybill menciona en su texto el contrato de trans-
porte en virtud del cual se emite y describe o individualiza la
carga recibida por el porteador. En este tipo de documento
la entrega deberá efectuarse a quien se identifique como el
sujeto inicialmente designado a tal fin o como su agente (o
causahabiente). Por consiguiente, el seawaybill no puede ser
considerado en la categoría de los títulos de crédito, por lo
que sus eventuales transmisiones deberán realizarse de acuer-
do a las normas de la ordinaria cesión de créditos.
Un destacado autor en la doctrina italiana41 califica al
seawaybill como un documento de legitimación, que permite al
deudor liberarse de su obligación cumpliéndola frente a cual-
quier tenedor que lo presente, lo cual simplifica la carga
–onus– de comprobar la titularidad del crédito.
Pero ésta no es la postura dominante sobre los seawaybills,
porque se sostiene por la mayoría42-43 que el deudor sólo se
libera de su obligación mediante el cumplimiento ante la
persona indicada al efecto en el contrato, y, desde luego, la
eventual circulación del documento no puede considerarse

41 BUSTI, Nuovi documenti del contratto di transporto di cose, p. 54.


42 RECALDE, “El conocimiento de embarque y otros documentos del trans-
porte marítimo. Función representativa”. Cuadernos de Derecho y Comer-
cio Nº 15, p. 390.
43 GUILLERMO JIMÉNEZ SÁNCHEZ, “Títulos-valores y documentos del trans-

porte”, en Derecho Uniforme del Transporte Internacional. Cuestiones de actuali-


dad. Coordinación de Agustín Madrid Parra, McGrawHill, Madrid, 1998,
p. 44.
74 Ricardo Sandoval López

sometida a las reglas propias de los títulos de crédito perfec-


tos o completos, sino, como ya indicamos, a las de la cesión
de créditos. El cesionario no adquiere la titularidad de un
derecho literal y autónomo, sino un derecho derivado del
cedente, con todas sus calidades y vicios, pudiendo el deudor
cedido oponer todas las excepciones que tengan su origen
en el negocio subyacente, es decir, en el contrato de trans-
porte.
En cuanto a la eficacia probatoria de la recepción de las
mercancías atribuida al seawaybill respecto del destinatario,
ella es análoga a la aplicable respecto del tenedor de un
conocimiento de embarque. Aun negando a los seawaybills el
carácter de títulos de crédito, no hay ninguna razón válida
para privarles de la eficacia probatoria que se atribuye a los
conocimientos de embarque en poder de quien no sea el
cargador. Por el contrario, según el artículo 18 de las Reglas
de Hamburgo, la entrega de un documento distinto al cono-
cimiento de embarque crea la presunción, que admite prue-
ba en contrario, de la celebración del contrato de transporte
marítimo y de la recepción por el porteador de las mercan-
cías objeto de dicho contrato en el estado descrito en él.
Finalmente, la exclusión del seawaybill de la categoría de
los títulos de crédito representativos de mercaderías o títulos
de tradición, nos lleva a la conclusión de que este documen-
to tiene como característica esencial la circunstancia de care-
cer de la función dispositiva o, lo que es lo mismo, por no
constituir un vehículo que permita sustituir con su entrega la
traditio real de las cosas transportadas.

50. Documentos del transporte multimodal. Esta variedad de


transporte consiste en la concurrencia de una pluralidad de
porteadores en la conducción de la carga, para asegurar un
resultado más eficiente que se traduce en llevarla de puerta a
puerta, sobre todo si se tiene en cuenta que el transporte es
un contrato esencialmente complementario, porque sin duda
las mercancías transportadas serán objeto de otros negocios.
Derecho Comercial 75

Un ejemplo de esta clase de transporte es el traslado de auto-


móviles por ferrocarril, en buques-canguro, en barcos porta-
contenedores, en aviones-cargo y en camiones especiales.
De conformidad con el artículo 1041 Nº 1 del Código de
Comercio, por transporte multimodal se entiende “el porteo de
mercancías por a lo menos dos modos diferentes de transporte, desde
un lugar en que el operador de transporte multimodal toma las
mercancías bajo su custodia hasta otro lugar designado para su
entrega”. Es evidente que cuando la operación de transporte
se realiza por varios medios no puede documentarse en fun-
ción de uno solo de ellos, ya que esta simplificación implica-
ría desconocer la diversidad básica e incluso el régimen de
las relaciones que se establecen entre el cargador y los por-
teadores. A este propósito el Convenio de las Naciones Uni-
das sobre Transporte Multimodal, aprobado en Ginebra el 24
de mayo de 1980, admite la configuración de un documento
destinado a reflejar dichas relaciones, dejando al cargador-
expedidor la facultad de determinar el carácter negociable o no
negociable del documento de transporte multimodal y en con-
secuencia el régimen de circulación, que puede ser el especí-
fico de los títulos de crédito o el genérico de la cesión de
créditos.
Los documentos entregados a los cargadores por los ope-
radores de transporte multimodal, autónomos e independien-
tes de los títulos singulares correspondientes a cada una de
las fases de la operación, se denominan documentos del trans-
porte multimodal o documentos del transporte intermodal, y su in-
clusión dentro de la categoría de los títulos de crédito se
basa en el artículo 6.2 del Convenio de las Naciones Unidas
sobre Transporte Multimodal, en la norma 2.6 de las Reglas
de UNCTAD y de la Cámara de Comercio Internacional, relati-
vas a los documentos del transporte multimodal, en su confi-
guración de acuerdo con los formularios de la Federación
Internacional de Asociaciones de Transitarios y Asimilados
(FIATA-BL) y en la redacción dada al Combined Transport Bill of
Lading de INTRANSA, como título endosable. Siendo esto así,
76 Ricardo Sandoval López

los documentos del transporte multimodal confieren a sus


tenedores legítimos, en virtud de su ley de circulación, la
facultad de ejercer los derechos representados en ellos, por
lo que hay que concluir que son auténticos títulos de crédi-
tos y no simples títulos de legitimación.

51. Certificado warrants. Este título de crédito se emite


cuando se celebra el contrato de depósito en Almacenes Ge-
nerales de Depósito, conocidos con la expresión en idioma
inglés warrants. Al igual que la carta de porte y el conoci-
miento de embarque, se trata de un documento en el cual se
conecta indisolublemente el derecho de reclamar determina-
das mercaderías, en este caso, las que han sido objeto del
depósito.
La Ley Nº 18.690, de 2 de febrero de 1988, su Reglamen-
to, contenido en el Decreto Supremo Nº 152, del Ministerio
de Agricultura, de fecha 27 de marzo de 1989, y la Circular
Nº 1 Normas para Almacenes Generales de Depósito y sus
Entidades Evaluadoras, de fecha 4 de abril de 1988, de la
Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras, cons-
tituyen la normativa aplicable en esta materia.
En conformidad con lo previsto en el artículo 1º de la
Ley Nº 18.690, “el contrato de almacenajes es aquel en virtud del
cual una persona llamada depositante entrega en depósito a otra
denominada almacenista mercaderías de su propiedad de cualquier
naturaleza, para su guarda o custodia, las que pueden ser enajena-
das o pignoradas mediante el endoso de los documentos representati-
vos de las mismas emitidos por el almacenista, esto es, del certificado
de depósito o del vale de prenda, en su caso, todo de conformidad a
las disposiciones de la presente ley”.
El contrato de almacenaje recién definido se perfecciona
mediante la entrega del certificado de depósito y del vale de
prenda que el almacenista otorga al depositante una vez reci-
bidas las mercaderías. Los almacenistas están obligados a ins-
cribir estos documentos en un registro que deben llevar al
respecto.
Derecho Comercial 77

El carácter de título de crédito del certificado de depósi-


to, en adelante warrants, se advierte porque el documento
constituye el derecho del portador para reclamar las merca-
derías depositadas, acredita la celebración del contrato de
almacenaje al cual el título está ligado y, al mismo tiempo,
desempeña la función dispositiva, porque el traspaso de las
mercaderías depositadas se hace mediante el endoso del títu-
lo. Los artículos 1º y 4º inciso final de la Ley Nº 18.690 confir-
man lo señalado precedentemente en cuanto a que las
mercaderías pueden ser enajenadas o pignoradas mediante
el endoso de los documentos representativos de las mismas y,
en lo relativo a que el dominio de las especies depositadas se
acreditará frente a terceros mediante el certificado de depó-
sito expedido por el almacenista. Por su parte el artículo 6º
de la citada ley dispone que el dominio de las especies depo-
sitadas en los almacenes se transfiere mediante el endoso del
certificado de depósito.

52. Aspectos formales del warrants. De acuerdo a lo previsto


por el artículo 5º de la Ley Nº 18.690, tanto el certificado de
depósito como el vale de prenda deben emitirse con unas
mismas enunciaciones. Las menciones de esos documentos
son las siguientes:
1. la designación o ubicación del almacén en que se hu-
biere hecho el depósito e individualización del almacenista;
2. el número de orden y fecha del otorgamiento de los
certificados;
3. el nombre, profesión y domicilio del depositante;
4. la naturaleza, calidad y cantidad de las especies deposi-
tadas;
5. el estado actual de éstas;
6. los seguros que las caucionen;
7. las marcas y demás indicaciones necesarias para deter-
minar la identidad y el valor de las especies depositadas, o
bien, las indicaciones que exija el reglamento para establecer
las características y fijar el valor de esas mismas especies;
78 Ricardo Sandoval López

8. el plazo de vigencia y las prórrogas que las partes acuer-


den, respecto del depósito;
9. la declaración del depositante de su calidad de dueño
de las especies almacenadas, expresando si existe algún gra-
vamen, prohibición o embargo sobre tales especies, y
10. la constancia de su anotación en el registro del alma-
cenista.
Aunque la Ley Nº 18.690 no lo dice expresamente, la
emisión de los títulos que emanan del contrato de almacena-
je debe cumplir con todas las enunciaciones que señala su
artículo 5º, lo que se deduce de la frase “tendrán las siguientes
indicaciones”. En todo caso se trata de un título de crédito
vinculado tanto en la emisión como en sus efectos al contra-
to de almacenaje que constituye su causa. En consecuencia,
al igual que la carta de porte y el conocimiento de embar-
que, el certificado warrants es un título de crédito causado,
puesto que carece de la característica de abstracción.

53. Transferencia del warrants. No obstante que al definir


el contrato de almacenaje el legislador dispone que las mer-
caderías representadas en el certificado warrants se enajenan
mediante el endoso de dicho título, en verdad el título se
emite en forma nominativa, se inscribe en el registro del
emisor, de manera que su traspaso no se hace por el simple
endoso, como ocurre con los títulos expedidos a la orden.
Este endoso está definido y regulado por el Reglamento de
Almacenes Generales de Depósito, en los siguientes térmi-
nos: “el endoso es el escrito por el cual el legítimo tenedor del certifi-
cado de depósito o del vale de prenda transfiere las mercaderías
depositadas o las constituye en prenda según el caso. El endoso
deberá ser firmado y fechado por el endosante”.
A juicio de un autor de la doctrina nacional, “nos encon-
tramos frente a una situación especial creada por la Ley de
Warrants, que rebasa los moldes de la definición clásica, dán-
doles a estos documentos característica de “Nominativos y
también a la Orden”. Estos documentos no pueden, en caso
Derecho Comercial 79

alguno, ser emitidos “Al portador”, o endosados en blanco.


Tampoco son documentos “Nominativos” propiamente tales,
pues su transferencia se efectúa mediante el endoso; y tam-
poco son documentos “a la orden” propiamente tales, por-
que no pueden ser endosados a simple firma, o en blanco, y
debe individualizarse el cesionario, el domicilio y la fecha.
Todo ello sin perjuicio de las inscripciones en los registros
del almacenista y las anotaciones correspondientes en los res-
pectivos documentos”.44

Sección VI

Títulos de crédito informáticos, electrónicos o telemáticos

54. Cambio de soporte. Aparte del problema que suscita la


noción de título de crédito, los elementos de su estructura, la
vinculación existente en ellos, la imposibilidad de incluir den-
tro del concepto un cierto número de títulos que se emplean
en la actividad mercantil, se ha planteado desde un tiempo a
esta parte la cuestión del elevado número de títulos de crédi-
to que se emiten, las dificultades del manejo de ese enorme
volumen y el costo que ello implica. Los títulos valores están
siendo víctimas de su propio éxito, porque las dificultades no
sólo se suscitan respecto de los que se emiten masivamente,
como las acciones, bonos y debentures, sino que también en
relación con aquellos de emisión individual, como son las
letras de cambio, cheques, pagarés, etc.
La emisión masiva de títulos de crédito hace que, en
ciertos supuestos, ellos no resulten apropiados para cumplir
la función económico-jurídica que se deseaba lograr con su
empleo, en especial la de ser instrumentos de representación

44 E DUARDO SFEIR SFEIR, Almacenes Generales de Depósito Warrants, Legisla-

ción Chilena y Norteamericana, Editorial Jurídica Conosur, 1996, p. 261.


80 Ricardo Sandoval López

y vehículos de movilización de los derechos y de la riqueza


en general. Los problemas derivados de la masificación de
los títulos valores se intenta superar con el empleo de la
securitización, que permite representar en un solo documento
miles de títulos, con el uso de la contabilidad y de la informá-
tica. Gracias al empleo de la informática se puede lograr que
los títulos de crédito emitidos cumplan su función en la cir-
culación, esto es, el traspaso de los derechos en ellos repre-
sentados, no obstante que el título permanezca inmovilizado
o que la transferencia del derecho tenga lugar aun en el caso
en que el documento mismo se haya emitido. Esto último
importa que la conexión permanente o el consorcio indiso-
luble entre el sustrato material (documento) y la declaración
de contenido obligacional (derecho representado), que dan
origen al título de crédito, deja de ser relevante, toda vez que
el título con el empleo de la informática se ha desmaterializa-
do, en cuanto a que se omite el soporte material o documen-
to sobre papel.
Nos parece que más que haberse desmaterializado el título
de crédito, ha cambiado el soporte de su creación. Mediante
el empleo de medios electrónicos, como por ejemplo con el
uso de un computador, es posible hacer anotaciones que
sirven para crear y probar la existencia de un derecho en
favor de cierto titular y mediante otra anotación es posible
registrar la transferencia del derecho hacia otra persona. Sien-
do esto así, en el soporte electrónico se pueden registrar los
elementos característicos de un derecho, a saber: el sujeto
titular, el contenido, extensión y modalidades del derecho,
una referencia técnica de la operación de adquisición y de
traspaso de ese derecho. Además, el soporte electrónico faci-
lita el registro de los datos característicos del derecho, puede
reproducirlos cuando se desee, para entregar al titular un
documento para justificar su legitimación como para permi-
tir la negociación de dicho derecho.
El reemplazo de los títulos de crédito por anotaciones en
cuenta de los derechos que se incorporaban en dichos docu-
Derecho Comercial 81

mentos, se debe a un significado diferente que se le ha dado


desde el punto de vista jurídico a la anotación contable. En
efecto, antes la anotación contable siempre hacía presumir la
existencia de la entrega de una cosa, por ejemplo, el pago
mediante la entrega de dinero o un documento representati-
vo de dinero. Ahora, se considera que la anotación contable
tiene valor propio, sin que sea necesario la entrega de una
cosa o de un título de crédito. Al ser de esta manera, la
anotación contable produce los efectos del título traslaticio
de dominio, sin que se requiera conectar el derecho a un
documento, siendo suficiente el sólo asiento contable. En
otros términos, la anotación en cuenta se convierte en el
registro constitutivo del derecho de que se trata, juega el
papel constitutivo que desempeña el soporte documental del
título de crédito, sólo que con la anotación en el registro
electrónico no será necesario el documento de papel.
La sustitución del soporte de papel de los títulos de
crédito por anotaciones contables hechas mediante el em-
pleo de medios electrónicos se ha recogido en diversos or-
denamientos jurídicos, tanto respecto de los títulos emitidos
masivamente como acciones de sociedades anónimas. En
este caso se eliminan los títulos como soporte de la repre-
sentación de los derechos, aunque a veces no se suprime
toda utilización de papel en el sistema operativo que se
configura y además esa eliminación del soporte documental
se justifica porque existe una amplia gama de elementos o
medios auxiliares, tales como recibos, resguardos, notas, lis-
tados, que tienen carácter confesorio o informativo. Tratán-
dose de los títulos representativos de dinero o efectos de
comercio, que se emiten individualmente, se sigue recu-
rriendo al título como instrumento en el que se represen-
tan o incorporan los derechos, pero se le inmoviliza y se le
sustituye en la circulación por indicaciones o referencias
hechas a través del sistema informático con empleo de me-
dios electrónicos, por ello se denomina truncamiento del che-
que, letra de cambio o pagaré en su caso, aprovechando la
82 Ricardo Sandoval López

experiencia francesa de la lettre de change rélevé, o letra de


cambio incorporada al soporte electrónico.
En la materia que estamos tratando debe considerarse la
existencia del principio de la equivalencia funcional, según el
cual la anotación en cuenta de los valores produce los mis-
mos efectos jurídicos que la emisión y entrega de los títulos
valores con soporte material de papel. Esto implica que así
como la transferencia del derecho incorporado se produce,
en los títulos valores con soporte de papel, mediante la en-
trega del documento, este mismo efecto jurídico se logra
respecto de los títulos de crédito representados en anotacio-
nes en cuenta, gracias a una transferencia contable.
Con todo, existen notables diferencias entre los valores
mobiliarios representados por títulos con soporte material de
papel y los valores representados por anotaciones en cuenta.
En efecto, al producirse en los valores de representación ta-
bular el cambio de soporte o la “desincorporación” del derecho
respecto del título, no cabe aplicarles el régimen jurídico
tradicional de los títulos valores, concebidos sobre sustrato
material de papel. Al ser así, hay que concluir que nos encon-
tramos ante un nuevo régimen jurídico de circulación de
bienes inmateriales, pues la esencia de los valores anotados
está formada por derechos de contenido patrimonial y su
forma de creación y de traspaso es diferente a la de los títulos
de crédito tradicionales.

55. Consagración legal de los títulos de representación electróni-


ca o tabular. Cerca de mediados del siglo XX, en 1949, se
fundó la Société Interprofesionnelle pour la Compensation des Va-
leurs Mobilières (SICOVAM), en Francia, a la cual se podía en
forma facultativa entregar los títulos representativos de valo-
res negociables. Desde 1984, la entrega de los valores nego-
ciables, tanto nominativos como al portador, a las SICOVAM
fue obligatoria. La idea de título al portador a partir de esa
época cambia, porque dicho valor es inscrito en cuenta ante
un intermediario financiero afiliado a la SICOVAM el título
Derecho Comercial 83

nominativo es aquel que se inscribe en cuenta ante el sujeto


emisor del mismo. Los valores negociables no se emiten so-
bre un soporte material de papel, sino que las entidades emi-
soras, la SICOVAM y los afiliados a ésta, abren cuentas para
cada emisión, anotando el nombre de sus titulares y dejando
constancia de los traspasos mediante simples asientos. El sis-
tema se auxilia con el empleo de la informática.
Desde 1937, mediante la Depotgesetz, se autoriza en Ale-
mania un sistema de títulos que admite su transferencia sin
su entrega material. A partir de dicha ley, junto con el régi-
men tradicional de depósito de títulos con la obligación de
restituir los mismos títulos recibidos (Sonderverwahrung), ins-
taura el sistema de depósito de títulos fungibles, es decir,
emitidos en blanco, que sólo obliga al depositario a devolver
títulos de la misma especie y valor nominal (Sammelverwahrung).
Cuando se hace un depósito acumulativo de esta segunda
clase, el derecho de propiedad del depositante se convierte
en un derecho de copropiedad por cuotas del conjunto de
títulos de la misma especie en poder del depositario. El de-
pósito acumulativo de títulos en bancos permite a estas enti-
dades transferirlos a un banco para depósito de títulos
(Wertpapiersamelwahrung o Kasenverein). En este último caso,
las transferencias de títulos se realizan por medio de simples
anotaciones contables en las cuentas recíprocas de los ban-
cos, operando una suerte de cámara de compensación de
títulos.
En el derecho comparado, otros ordenamientos jurídicos
han recogido, de manera sucesiva y con diferente alcance, la
tendencia de sustituir la representación cartular de los dere-
chos por la representación tabular de los mismos. En este
sentido podemos citar, en derecho español, dos textos de
derecho objetivo: el Decreto Nº 1128/1974, de 25 de abril de
1974, que estableció el sistema de liquidación y compensa-
ción de operaciones en bolsa y depósito de valores mobilia-
rios, sistema de tipo corrector respecto al tradicional del
manejo de título, y el Real Decreto Nº 505/1987, de 3 de
84 Ricardo Sandoval López

abril de 1987, que adoptó una solución sustitutiva de los


títulos, pero restringida a los valores representativos de la
Deuda del Estado. Más tarde, la Ley Nº 24, de 28 de julio de
1988, que regula el Mercado de Valores en España, admitió,
en su artículo 5º, que los valores negociables pueden ser
representados por medio de anotaciones en cuenta o por
medio de títulos con soporte material de papel. Sobre la base
del régimen establecido en la Ley de Mercado de Valores y
en el Real Decreto Nº 116/1992, el derecho español permite
la coexistencia del sistema tradicional, documental, reversi-
ble y residual de representación de los valores por medio de
títulos con soporte material de papel, con el sistema repre-
sentación de derechos mediante anotaciones en cuenta, de
carácter informático, irreversible y preferido por razones prác-
ticas y de seguridad jurídica. En efecto, la ley española de
mercado de valores se inclinó claramente en favor de la re-
presentación de los valores mobiliarios mediante anotaciones
contables, representación tabular, frente a los títulos de soporte
documental en papel, representación cartular. Esta preferencia
se debe al carácter irreversible de la representación de los
valores por medio de anotaciones, en cuanto a que una vez
elegida esta forma de incorporación, no podrá volverse a la
representación de los mismos mediante títulos de soporte
material en papel y, además, porque la representación tabu-
lar es indispensable para el acceso de los valores a la negocia-
ción bursátil.
En el derecho chileno, el primer atisbo de la tendencia
que estamos analizando, se advierte en la Ley Nº 18.876, de
21 de diciembre de 1989, relativa a la constitución y opera-
ciones de entidades privadas de depósito y custodia de valo-
res, que permite realizar operaciones de transferencia o de
constitución de derechos reales sobre los títulos entregados
en depósito y custodia, mediante una comunicación escrita o
por medios electrónicos.
Pero la representación tabular de derechos no sólo se
admite a propósito de los títulos de emisión masiva, como los
Derecho Comercial 85

valores negociables, sino también respecto de los de libra-


miento singular. Esta tendencia comenzó en Francia con la
lettre de changue rélevé, que admite la emisión, circulación de
ejecución de una letra de cambio que se representa en cintas
magnéticas o memoria de computador, que circula y se cum-
ple sin necesidad de materializarse en un soporte documen-
tal de papel. Más adelante se ideó el sistema de truncamiento
de cheques, los que se pueden cobrar en una determinada
sucursal de un banco, depositándolo en otra sucursal de la
misma institución de crédito, sin necesidad de remitir o pre-
sentar copia de los cheques, sino mediante el envío de la
imagen de los títulos transmitida por medios electrónicos.
Este sistema, que no sólo se aplica al cheque, sino también a
los otros efectos de comercio, ha sido acogido en Francia,
España y Estados Unidos de Norteamérica, por mencionar
algunos países, consiste en representar el derecho sobre un
título con soporte material documental tradicional, pero lue-
go, durante su circulación y ejecución, se omite la presenta-
ción material del documento para ejercer y disponer de los
derechos en él constituidos.45
La existencia de valores sin soporte material de papel ha
dado lugar a la creación, en el derecho alemán, del denomina-
do derecho valor (Wertrechte), que no está conectado, incorpora-
do ni representado, pero el cual se le da el mismo tratamiento
jurídico que a los documentos con derecho incorporado y la
tendencia se acoge en todos los países en que se trunca o
inmoviliza la emisión misma del título sobre papel.

56. Representación informática de los títulos de crédito utiliza-


dos en el transporte. La tendencia a la sustitución de los títulos
de crédito por representaciones informáticas se advierte asi-

45 Véase GUILLERMO JIMÉNEZ SÁNCHEZ, Derecho Mercantil. Coordinación, Ariel

Derecho, 3ª edición, Barcelona, 1995, tomo II, p. 6; ANGULO, La representación


de valores por anotaciones en cuenta. Derecho de los Negocios, 1992, Nº 19, p. 13.
86 Ricardo Sandoval López

mismo tratándose de los documentos que se emplean en el


transporte, fundada no tanto en la emisión masiva de títulos,
sino más bien en el empleo de moderna tecnología de comu-
nicación en este sector de la actividad económica, tales como
el telefax y la telemática o conexión a distancia de sistemas
informáticos.
Esto significa la concreción del cambio de los viejos títu-
los de crédito representativos de mercaderías, como el co-
nocimiento de embarque y la carta de porte, por modernas
técnicas informáticas de registro y transmisión de datos a
distancia. Así, desde 1971, en el transporte marítimo que se
desarrolla por los países escandinavos en el Océano Atlánti-
co, se viene utilizando por la Atlantic Container Line, un
Data-freight Receipt System, mediante el cual un aviso que se
hace llegar al destinatario de la mercancía, a través de un
terminal de computación, sustituye a los documentos tradi-
cionales. Un posterior desarrollo de esta tendencia se en-
cuentra en el Cargo Key Receipt System, que ha servido de
modelo para otros intentos de reemplazar los títulos repre-
sentativos de mercaderías por procedimientos informáticos
o telemáticos.
No obstante el carácter innovador que implican las nue-
vas soluciones, se plantea el dilema de saber si los registros
informáticos pueden cumplir las funciones que tradicional-
mente han sido asignadas a los títulos de crédito con soporte
material de papel, y si los sistemas telemáticos de transmisión
de datos son tan idóneos como para proporcionar la confian-
za requerida, para satisfacer las necesidades que, hasta el
momento, han sido satisfechas por medio de los títulos re-
presentativos de mercaderías, emitidos por los transportistas.
Se trata, pues, que los registros informáticos cumplan la
función de acreditar la existencia de determinados contratos
de transporte y la recepción de las cargas respectivas, además
de facilitar la transmisión de ciertas informaciones referentes
al vínculo contractual y a las cargas. Además a las anotacio-
nes informáticas debe atribuirseles la función representativa de
Derecho Comercial 87

las mercaderías transportadas, similar a la que tiene el conoci-


miento de embarque.
Es claro que el hecho de haberse recibido las mercade-
rías entregadas por el cargador al transportista puede ser
objeto de anotación en la memoria o registro en un compu-
tador, como así también la transmisión de datos al destinata-
rio de que se ha hecho la recepción de las mercaderías, de
que ellas han sido cargadas, resulta enormemente facilitada
mediante el empleo de la telemática. No cabe duda tampoco
que la celebración del contrato de transporte y la identifica-
ción del régimen aplicable a él pueden registrarse también
en la memoria electrónica del computador.
Sin embargo, otorgarles valor probatorio a los datos e
informaciones registrados y transmitidos con el empleo de
medios electrónicos plantea la dificultad de garantizar la au-
tenticidad e inalterabilidad del contenido de los registros electró-
nicos de los computadores. Por ahora, la autenticidad de los
documentos que se utilizan para acreditar la existencia de los
actos y contratos y los derechos y obligaciones emanados de
ellos, radica en el hecho que ellos contienen las firmas autó-
grafas de las personas que los ejecutan o celebran. En el
derecho marítimo chileno, el artículo 1014, inciso 3º, del
Código de Comercio, dispone que “la firma en el conocimiento
de embarque podrá ser manuscrita, impresa en facsímil, perforada,
estampada en símbolos o registrada por cualquier otro medio mecáni-
co o electrónico”. De esta suerte, tratándose del conocimiento
de embarque, no existe en el derecho chileno exigencia de
suscripción autógrafa de los emisores de este documento,
por lo que no se divisa inconveniente para admitir que el
conocimiento electrónico tiene valor probatorio de haberse
celebrado el contrato de transporte marítimo y que el trans-
portador ha tomado a su cargo las mercaderías o ha cargado
las mercaderías y se ha obligado a entregarlas contra la pre-
sentación de ese documento a una persona determinada, a
su orden o al portador (arts. 977 y 1020 del Código de Co-
mercio).
88 Ricardo Sandoval López

La admisión de estos nuevos sistemas de autenticación de


documentos, actos y contratos, exige el establecimiento de
fórmulas que permitan confiar en el contenido de los regis-
tros y memorias electrónicos, de la misma manera que res-
pecto de los documentos con soporte material de papel. Para
conseguir tal objetivo es preciso garantizar que el contenido
de los registros electrónicos no puede ser alterado maliciosa-
mente. Entre las técnicas empleadas para cumplir estos fines
pueden mencionarse el sistema de impresión answer-back, en
virtud del cual un determinado símbolo puede estamparse
por una máquina impresora concreta, por ejemplo, la del
transportista, o transmitirse a otros computadores por una
terminal determinada; los sistemas de firma digital o codifica-
da, que únicamente conoce su autor; la utilización de tarjetas
con claves, de las que han sido informados los titulares de
estos instrumentos, o sistema de identificaciones biométricas, como
las basadas en las huellas digitales; el sistema penop, en que la
firma se recoge y se transmite electrónicamente o, por últi-
mo, los sistemas criptográficos, en los que exclusivamente deter-
minados terminales poseen el módulo que permite descifrar
los mensajes. Por el momento, el empleo de los medios infor-
máticos y telemáticos no ofrece seguridad absoluta sobre la
existencia y contenido de las relaciones jurídicas, como tam-
poco lo ofrecen los instrumentos con soporte de papel, pero
se avanza en esa dirección”.46-47-48-49

46 Véase G UILLERMO JIMÉNEZ SÁNCHEZ, “Títulos-Valores y Documentos del

Transporte”, en Derecho Uniforme del Transporte Internacional, McGrawHill,


Empresa, Madrid, 1998, pp. 23-66.
47 M. RECALDE , El conocimiento de embarque y otros documentos de transporte.

Función representativa, p. 138.


48 FABER, Electronic bills of ladings. Lloyd’s Maritime and Commercial Law

Quaterly, part. 2, mayo 1966, p. 237.


49 C HANDLER III, The electronic transmission of Bills of Lading Journal of

Maritime Law and Commerce, 1989, p. 571.


Derecho Comercial 89

En el caso de los documentos del transporte como el


conocimiento de embarque, que tienen una función repre-
sentativa de las mercaderías mencionadas en su tenor literal,
la entrega del documento equivale a la entrega de dichas
mercaderías o cosas. Si se lleva a cabo la sustitución del docu-
mento con soporte de papel por el documento electrónico,
el reconocimiento de la transmisión telemática de la infor-
mación de los anteriores titulares del derecho a recibir las
mercaderías cargadas en el punto de destino a otras perso-
nas, puede enfrentarse a serias dificultades, si no se le atribu-
ye a ese documento y a esa transmisión la función traslaticia,
que se le confiere a los tradicionales documentos sobre so-
porte de cartáceo o de papel.
El problema no es tan grave tratándose de carga general y
de carga en containers, porque no se dispone de las mercade-
rías durante el viaje, pero si se agudiza en el caso de trans-
porte de mercaderías genéricas (granos) y sobre transporte
de crudos, cuyos precios fluctúan constantemente, lo que hace
necesario realizar numerosas transferencias de la carga du-
rante la conducción de la misma, para lo cual se requiere dar
eficacia traslativa a los documentos electrónicos y a su trans-
misión telemática.
Para resolver estos problemas se recurre a la emisión de
cartas de garantía, cuya entrega a los receptores de carga re-
emplaza la entrega del conocimiento de embarque, del cual
no disponen en el momento en que les resulta muy necesa-
rio, pero esta práctica se considera que trae consigo serios
inconvenientes y origina determinados riesgos.50 Asimismo,
se ha intentado sustituir el conocimiento de embarque con
el empleo de los denominados seawaybill, pero este documen-
to no produce el efecto traslaticio del documento tradicional
del transporte de mercancías por mar. De ahí que la solución

50 RECALDE, El conocimiento de embarque y otros documentos del transporte.

Función representativa, p. 408.


90 Ricardo Sandoval López

no se halla en la sustitución del conocimiento, sino en el


retiro material del mismo para los efectos de la circulación. Se
trata de depositar o registrar todos los conocimientos de em-
barque en un registro electrónico central y de comunicar
telemáticamente todas las cesiones que se hagan a dicho re-
gistro, en que se anotarían informáticamente los respectivos
traspasos en un computador.
Al llegar la nave al puerto de destino, se entregarían las
mercaderías al titular que resulte legitimado según el conte-
nido del registro central informático, careciendo de valor
ante el transportador marítimo las cesiones realizadas al mar-
gen del sistema informático.
En vez de proteger la buena fe proveniente de la literali-
dad del documento con soporte material de papel, se cautela
la buena fe originada por la información registral que propor-
ciona la memoria de un computador, mediante la cual se pro-
baría la existencia del contrato de transporte, la recepción de
la carga por el transportador, las características, estado y condi-
ción de la carga, el ejercicio del derecho de disposición y la
enajenación de las mercaderías transportadas.51
Reiteramos que en el caso del derecho marítimo chile-
no, las dificultades y las soluciones que hemos venido anali-
zando en parte se encuentran resueltas, por el hecho de
que el artículo 1014 del Código de Comercio admite expre-
samente que el conocimiento de embarque pueda ser fir-
mado en forma electrónica, lo que implícitamente autoriza
que pueda ser emitido en esa forma y transmitido telemáti-
camente.
El empleo de nuevas tecnologías sin duda nos lleva a la
representación de las relaciones jurídicas derivadas del trans-
porte en registros informáticos, con lo cual se produciría el
progresivo abandono de los documentos tradicionales del
transporte emitidos sobre soporte material documental, siem-

51 Véase FABER, Electronic bill of lading, p. 235.


Derecho Comercial 91

pre y cuando los nuevos documentos electrónicos cumplan


funciones análogas y se sometan a un régimen jurídico seme-
jante al de los títulos de crédito tradicionales.

57. La Ley Modelo de la CNUDMI sobre Comercio Electrónico.


La Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mer-
cantil Internacional (CNUDMI), más conocida con la sigla
UNCITRAL, de su denominación en idioma inglés, elaboró
una Ley Modelo sobre Comercio Electrónico, que fue apro-
bada en el trigésimo período de sesiones, celebrado en Nue-
va York, en mayo de 1996. Desde la constitución del Grupo
de Trabajo sobre Intercambio Electrónico de Datos, en el
seno de la CNUDMI, el cual tuvimos oportunidad de integrar
en calidad de jefe de la delegación chilena ante ese organis-
mo, se tuvo en cuenta el denominado principio de la equivalen-
cia funcional, según el cual se atribuiría a los datos informáticos,
independientemente de que se envíen como mensajes de
datos o que se almacenen, el mismo valor jurídico que el de
los datos estampados en un documento con soporte material
de papel.
Asimismo, quedó meridianamente claro en el Grupo de
Trabajo que los documentos electrónicos pueden ofrecer el
mismo nivel de seguridad que el documento sobre base de
papel y, cumpliéndose ciertos requisitos técnicos y jurídicos,
ellos pueden proporcionar un mayor grado de certeza que
los instrumentos tradicionales.
Para comprender el aporte que representa la Ley Mode-
lo de la CNUDMI sobre Comercio Electrónico, conviene que
transcribamos aquí algunos de sus conceptos fundamentales,
que recogen el mencionado principio de equivalencia fun-
cional entre escrito sobre papel y mensaje electrónico. En
efecto, en el artículo 2º del citado texto uniforme encontra-
mos las siguientes definiciones:
a) Por mensaje de datos se entenderá la información gene-
rada, enviada, recibida, archivada o comunicada por medios
electrónicos, ópticos o similares, como pudieran ser, entre
92 Ricardo Sandoval López

otros, el intercambio electrónico de datos (EDI), el correo


electrónico, el telegrama, el télex o el telefax.
b) Por intercambio electrónico de datos ( EDI) se entenderá la
transmisión electrónica de información de una computadora
a otra, estando estructurada la información conforme a algu-
na norma técnica convenida al efecto.
c) Por iniciador de un mensaje de datos se entenderá
toda persona que al tenor del mensaje haya actuado por su
cuenta o en cuyo nombre se haya actuado para consignar,
archivar o comunicar ese mensaje, pero que no haya actuado
a título de intermediario en relación con el mismo.
d) Por destinatario de un mensaje de datos se entenderá
la persona destinada por el iniciador para recibir el mensaje,
pero que no esté actuando a título de intermediario en rela-
ción al mismo.
e) Por intermediario de un determinado mensaje de datos
se entenderá toda persona que, actuando en nombre de otra
persona, reciba, transmita o archive ese mensaje o preste
algún servicio en relación con el mismo.
f) Por sistema de información se entenderá todo sistema
para consignar, transmitir, recibir o archivar la información
consignada en un mensaje de datos.
El principio de la equivalencia funcional se recoge direc-
tamente en el artículo 6º de la Ley Modelo que comentamos,
en los siguientes términos: “Cuando alguna norma de dere-
cho requiere que la información esté consignada o sea pre-
sentada por escrito, o de prescribir ciertas consecuencias para
el caso de que no se cumpla ese requisito, se entenderá que
todo mensaje de datos satisfará esa norma cuando la infor-
mación que contenga esté accesible para su ulterior consul-
ta”. Así, entonces, el mensaje de datos sustituye para los efectos
jurídicos al documento escrito sobre la base de un soporte de
papel.
Otra dificultad que suele presentarse en la equivalencia
funcional del documento escrito en soporte de papel por el
mensaje de datos, está constituida por la circunstancia que el
Derecho Comercial 93

documento de papel arranca su eficacia de la existencia de la


firma, generalmente autógrafa, de quien lo suscribe. En este
sentido la Ley Modelo de CNUDMI sobre Comercio Electróni-
co, dispone en su artículo 7º que el mensaje de datos cumple
el requisito de la firma, en los siguientes términos: “Cuando
una norma de derecho requiere una firma, o prescribe cier-
tas consecuencias para el caso de ausencia de la misma, esa
norma quedará satisfecha por un mensaje de datos cuando:
a) se utilice un método para identificar al iniciador del
mensaje y para dar a conocer que el iniciador aprueba la
información en él consignada; y
b) ese método sea tan fiable como sea apropiado para los
fines para los que se creó o comunicó el mensaje de datos, a
la luz de todas las circunstancias del caso, así como el acuer-
do entre el iniciador y el destinatario del mensaje”.
En el derecho de los Estados Unidos de Norteamérica, el
artículo 4-A del Uniform Commercial Code regula la transferen-
cia electrónica de fondos y considera que la orden de pago
electrónica es el equivalente de un cheque.

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