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1. Planteamiento
Esta es la cuestión de la compensatio lucri cum damno, según la cual si daño y lucro
han sido originados por el mismo suceso, la compensación entre ambos se
impone como forma de establecer la real extensión del perjuicio. Las ventajas
experimentadas por la víctima se compensan con los teóricos daños para
concederle sólo la diferencia. Así entendida la cuestión, el daño es la diferencia
que existe al comparar el patrimonio actual del acreedor con el que tenía antes del
suceso lesivo. Si los beneficios obtenidos por la víctima son inferiores al teórico
La compensatio lucri cum damno nada tiene que ver con la compensación como
forma de extinguir las obligaciones correlativas. Esta última supone dos personas
recíprocamente acreedoras y deudoras de obligaciones líquidas y actualmente
exigibles. Pero en la compensación del lucro con el daño, el victimario no tiene
un crédito en contra de la víctima que pueda llegar a compensarse con el que la
víctima adquiere en contra suyo. En este sentido el perjudicado no opone un
crédito por los daños contra el responsable, ni este alega un crédito correlativo
contra la víctima por los beneficios o ventajas adquiridos en razón del hecho
ilícito o del incumplimiento del contrato.3
2
Entendida así la cuestión, la compensación del lucro con el daño constituye una institución
que se aplica tanto en sede contractual como extracontractual, porque bien podría ocurrir que
el incumplimiento de un contrato traiga aparejado algún tipo de beneficio para el acreedor
insatisfecho (cfr. BONASI BENUCCI, Eduardo, La responsabilidad civil, traducción y notas de Juan
Fuentes y José Peré, Barcelona, Bosch, 1958, p. 76; FERNÁNDEZ MADERO, Jaime, Derecho de
daños. Nuevos aspectos doctrinarios y jurisprudenciales, Buenos Aires, La Ley, 2002, p. 603 y ZAVALA
DE GONZÁLEZ, Matilde, Resarcimiento de daños, Buenos Aires, Hammurabi, 1996, reimpresión de
la 2ª ed, t. 2 b, p. 490.
3
Cfr. ZANNONI, Eduardo, El daño en la responsabilidad civil, Buenos Aires, Astrea, 1993,
reimpresión 2ª ed., p. 116; ZAVALA, ob. cit., p. 489. Lo antes dicho hace dudar de si la
denominación compensación de lucro con daño es la más apropiada, ya que, como se explicó,
en sentido estrecho, no existe una compensación extintiva. Por la misma razón cabría descartar
el apelativo de “ventajas compensables” (cfr. BARROS BOURIE, Enrique, Tratado de
responsabilidad extracontractual, Santiago, Ed. Jurídica de Chile, 2007, p. 904). Tampoco es muy
explícita la denominación de “terceros pagadores”, ya que no siempre los beneficios
susceptibles de ser imputados a la indemnización son un pago efectuado por terceros, como
cuando se ahorran gastos o se reciben herencias. En la misma situación quedan las expresiones
“múltiples fuentes de indemnización” (cfr. DE ÁNGEL, Algunas…, cit., p. 205), “cúmulo de
indemnizaciones” (cfr. ALESSANDRI RODRÍGUEZ, Arturo, De la responsabilidad extracontractual en
el Derecho Civil chileno, Santiago, Ediar Editores, 1983, reimpresión, p. 580 y TAPIA SUÁREZ,
Orlando, De la responsabilidad civil en general y de la responsabilidad delictual entre los contratantes,
Santiago, Lexisnexis, 2006, 3ª ed., p. 204), o “concurrencia de indemnizaciones” (cfr. DE
ÁNGEL YÁGÜEZ, Ricardo, La responsabilidad civil, Universidad de Deusto, Bilbao, 1988, p. 335),
ya que las ventajas que recibe la víctima pueden no ser indemnizaciones concedidas por
terceros, como en el ahorro de un gasto, la adquisición de una herencia o legado o la recepción
de una donación. Por eso, acaso lo más correcto sería hablar de disminución del contenido del
daño, ya que, a fin de cuentas, el monto del perjuicio se ve disminuido por la presencia de los
beneficios, ventajas o indemnizaciones logradas por la víctima que aminoran la extensión del
daño causado (cfr. ZANNONI, ob. cit., pp. 117), o más simplemente de imputación o
computación de beneficios (cfr. DÍEZ-PICAZO, Luís, Derecho de daños, Madrid, Civitas, 2000,
reimpresión, p. 319)
A pesar de que en algunas partes del mundo la regla de la compensación de
perjuicios con las ventajas está legalmente establecida,4 ello no es la regla general,
ya que en la mayor parte del mundo ella se ha impuesto por vía doctrinaria y
judicial.5 Es la situación de Chile, en que la compensación del lucro con el daño
4
Así, por ejemplo, el artículo 100 del Libro 6 del Código Civil de Holanda señala que “si un
mismo evento causa al perjudicado un daño y un beneficio, entonces se debe, en la medida de
lo razonable, este beneficio debe tenerse en cuenta para fijar la cuantía de la indemnización”
(traducción del autor). También hacen lo propio los Principios de Derecho Europeo de la
Responsabilidad Extracontractual del año 2005, elaborados por el Grupo Europeo de Derecho
de Daños (antes llamado Grupo Tilburg). En su artículo 10:103, referido a los beneficios obtenidos
mediante el evento dañoso, los principios señalan: “Al determinar la cuantía de la indemnización,
deben tenerse en cuenta los beneficios que el dañado ha obtenido mediante el evento dañoso,
a menos que ello sea incompatible con la finalidad del beneficio”.
5
Así, por ejemplo, en Argentina, cuyo código no recoge de manera explícita la compensación
de daños con beneficios, se ha resuelto que “el principio de la compensación de beneficios
tiende a impedir que se lucre indebidamente. De ahí que este principio, en sentido estricto,
puede derivarse y se ha derivado siempre, del concepto de daño, sin necesidad de precepto
positivo especial”. “El daño patrimonial implica siempre menoscabo de patrimonio. No puede
decirse que existe daño, sino cuando la suma de las consecuencias perjudiciales derivadas de un
hecho supera aritméticamente la totalidad de los beneficios que produce. Hasta entonces no
aparece el deber de indemnizar ni se plantea el problema de la reparación. El ideal, en un
régimen de reparación de daños, es que el perjudicado no resulte más pobre ni más rico de lo
que sería sin el hecho dañoso”. También se ha sentenciado que “la tradicionalmente llamada
compensación de beneficios veda computar aisladamente las consecuencias perjudiciales del
hecho con prescindencia de las beneficiosas que, eventualmente, hayan podido surgir del
mismo acto. Ello no es sino consecuencia del concepto jurídico de daño, el cual supone no
cualquier alteración de los elementos que integran el patrimonio, sino su naturaleza perjudicial”
(CNFed. Civ. y Com., 4 de agosto de 1967 y CNCiv., Sala A, 22 de octubre de 1976,
respectivamente, citadas por ZAVALA, ob. cit., pp. 488 y 489). Con todo, el proyecto de
reforma al Código Civil argentino del año 1998, señala en la letra b) de su artículo 1641,
relativo a la atenuación de la responsabilidad, que el tribunal sólo tiene atribuciones para
atenuar la responsabilidad, por razones de equidad, “si el hecho dañoso fue causa de ventajas
para el acreedor”. En España, a pesar de que tampoco existe una norma específica que
contemple la compensación de lucro con daños, ella ha sido reconocida la por la jurisprudencia
del Tribunal Supremo de manera sostenida a partir del principio de la negación del
enriquecimiento sin causa, que sí está recogido en el artículo 1.4 del Código hispano. Tal
cuestión ha sido tratada en múltiples sentencias, entre las que resaltan dos sentencias de Sala
General, ambas de fecha 17 de julio de 2007 (R. 4367/2005 y 513/2006). La doctrina sentada
en estos fallos ha sido sintetizada en varias sentencias posteriores, especialmente las de 21 de
enero de 2008 (R. 4017/2006) y 20 de octubre de 2008, de la siguiente forma: “1. La mayoría
de la doctrina, cuando existe derecho a percibir varias indemnizaciones, es partidaria de la
llamada compensatio lucri cum damno, compensación derivada del principio jurídico, amparado en
el artículo 1.4 del Código Civil, de que nadie puede enriquecerse torticeramente a costa de otro.
no está regulada expresa y genéricamente, pero tanto la jurisprudencia como la
doctrina la admiten desde antiguo.6
La compensación del lucro con el daño se funda en varios argumentos: Por una
parte se hace evidente que un ilícito no puede ser fuente de lucro para la víctima.7
Por ello, cuando existe el derecho a varias indemnizaciones se estima que las diversas
indemnizaciones son compatibles, pero complementarias, lo que supone que, como el daño es
único y las diferentes indemnizaciones se complementan entre sí, habrá que deducir del monto
total de la indemnización reparadora lo que se haya cobrado ya de otras fuentes por el mismo
concepto. La regla general sería, pues, el cómputo de todos los cobros derivados del mismo
hecho dañoso, mientras que la acumulación de indemnizaciones sólo se aceptaría cuando las
mismas son ajenas al hecho que ha provocado el daño, pues la regla de la compensación es una
manifestación del principio que veda el enriquecimiento injusto. La aplicación de este principio
por parte de este orden jurisdiccional social debe ser objeto, no obstante, de ciertas
matizaciones y correcciones, para que los automatismos en su aplicación no lleven a resultados
contrarios al pretendido, como está ocurriendo. Si se persigue evitar que la reparación de un
daño no sea fuente de un enriquecimiento injustificado, también se debe buscar que la
aplicación de la compensación no conlleve un enriquecimiento de quien causó el daño, al pagar
de menos, ni el enriquecimiento de la aseguradora con quien contrató el aseguramiento del
daño causado su responsable” (Disponible en
http://sentencias.juridicas.com/docs/00293230.html). En Italia, la falta de norma expresa
tampoco ha sido impedimento para que desde antiguo las sentencias hayan admitido la
compensatio lucri cum damno. Se ha resuelto que en la determinación del daño de la culpa –tanto
contractual como extracontractual– debe tenerse presente el eventual beneficio que el hecho
ilícito hubiere producido al damnificado, ya que el resarcimiento no puede producir un lucro
indebido. Tal principio es aplicable sólo en cuanto el lucro haya sido determinado con el
damnificante por su hecho ilícito; esto es, cuando el lucro sea la consecuencia inmediata y
directa del hecho ilícito que tenga en si mismo la normal idoneidad para determinar el efecto
desventajoso. No puede realizarse, sin embargo, la compensación, si el lucro tiene su fuente y
su razón jurídica en título diverso e independiente del hecho ilícito y la muerte de la persona
ofendida representa sólo la condición para que dicho título despliegue su eficacia” (Cass. 29 de
julio de 1955, 2442, RGCT, 1955, 1029, citada por BONASI, ob. cit., p. 76).
6
Así ALESSANDRI, ob. cit., p. 554 y DÍEZ SCHWERTER, José, El daño extracontractual ante la
jurisprudencia. Comentarios, Universidad de Concepción, Concepción, 1995, 151 y 152.
7
Si de lo que se trata es que la reparación a que está obligado a conceder el agresor coloque a la
víctima en la situación más parecida a la que se encontraba antes del perjuicio, no es razonable
que sea obligado mediante el pago a posicionar a la víctima en condiciones mejores a las que
estaba antes del siniestro. Cfr. BORDA, Guillermo, Tratado de Derecho Civil, Obligaciones, t. 1, 6ª
ed., Perrot, Buenos Aires, 1989, p. 157; CORRAL TALCIANI, Hernán, Lecciones de responsabilidad
civil extracontractual, Santiago, Ed. Jurídica de Chile, 2004, p. 144; DÍEZ-PICAZO, ob. cit., p. 319 y
FERNÁNDEZ, ob. cit., p. 602. En este sentido dice ZANNONI, que “es una verdad inconculcable
Además, no resulta por principio admisible que la víctima obtenga una
compensación económica que supera el perjuicio que ha recibido, ya que así se
enriquecería a costa del agresor.8 En tercer lugar, si es requisito de la
responsabilidad civil que el daño no haya sido reparado, resulta razonable
concluir que si han existido compensaciones cuyo propósito ha sido subsanar el
perjuicio ellas deban ser descontadas de la indemnización que adeuda el agresor a
la víctima, puesto que de lo contrario existiría una doble reparación del daño.9
Finalmente, debe observarse que buena parte del juicio de responsabilidad civil
tiene por objeto determinar la existencia y extensión del perjuicio que ha sufrido
el damnificado. En este contexto resulta lógico que si existen factores que
concurren a rebajar el perjuicio, deben ser tenidos en cuenta al momento de
ponderar el daño efectivamente causado por el responsable, siempre que su
presencia determina, en buena medida, la existencia y extensión del perjuicio;10
tanto así que la compensación del lucro con el daño puede hacerla el juez de
oficio, ya que no se trata más que de la determinación exacta del daño.11
que la reparación de daños no puede constituirse en una fuente de lucro a favor de la víctima
del evento dañoso. Y ello obliga, en cada caso concreto, a precisar la medida de su reparación”
(ob. cit., p. 115).
8
Cfr. DÍEZ-PICAZO, ob. cit., p. 319; FERNÁNDEZ, ob. cit., p. 602; FUENTES y PERÉ, en
BONASI, ob. cit., p. 79; LLAMBIAS, Jorge, Tratado de Derecho. Obligaciones, Buenos Aires, Ed.
Perrot, 1983, t. 1, p. 311 y RODRÍGUEZ GREZ, Pablo, Responsabilidad extracontractual, Santiago,
Ed. Jurídica de Chile, 2002, p. 277. ALESSANDRI niega este fundamento afirmando que “no es
cierto que un delito o cuasidelito no pueda ser motivo de enriquecimiento para la víctima;
puede serlo siempre que exista un título o causa que justifique ese enriquecimiento” (ob. cit., p.
582).
9
ABELIUK MANASEVICH, René, Las obligaciones, Santiago, Ed. Jurídica de Chile, 1993, pp. 201 y
202; TAPIA, ob. cit., pp. 203 y 204 y VÁZQUEZ FERREIRA, Roberto, Responsabilidad por daños.
Elementos, Buenos Aires, Depalma, 1993, pp. 369 y ss. Con rigor observan ALTERINI y
CABANA, que el daño no debe haber sido reparado por “el responsable”, puesto que “en
ciertas situaciones el perjuicio de la víctima ha sido cubierto, pero igualmente el daño sigue
siendo subsistente porque no ha sido soportado por quien debe solventarlo como responsable
jurídico” (ALTERINI, Atilio y LÓPEZ CABANA, Roberto, Temas de responsabilidad civil, Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires y Ediciones Ciudad
Argentina, 1995, p. 116).
10
Por eso que LACRUZ afirma que “no hay daño causado sino en lo que éste supera la ventaja
proporcionada” (LACRUZ BERDEJO, José Luís, en Elementos de Derecho Civil, Barcelona, Bosch,
1985, 2ª ed., t. 2, vol. 1, p. 549). De no hacerse esta consideración, y a pesar de lo duro que
pueda parecer para la víctima, es razonable suponer que se produzca el denominado fenómeno
de la sobreindemnización (cfr. DE ÁNGEL, Algunas…, cit., pp. 213 y 214; FERNÁNDEZ, ob. cit.,
p. 600 y ZAVALA, ob. cit., p. 488).
11
ZAVALA, ob. cit., pp. 489 y 494.
3. Requisitos para que proceda la imputación de los beneficios al daño
Para que los beneficios o ventajas que ha logrado la víctima puedan recortarse de
los perjuicios, es necesario que: (i) Los beneficios provengan del mismo hecho
que causa daño; (ii) que el hecho ilícito sea la causa adecuada del beneficio, y (iii)
que los beneficios tengan la misma naturaleza que los daños sufridos.12
(i) Que los beneficios deban provenir del mismo hecho que causa el daño, quiere
decir que el hecho ilícito o el incumplimiento contractual debe ser la base tanto
del daño como del otorgamiento de la ventaja. Así, por ejemplo, si una casa
asegurada resulta destruida por un incendio que dolosa o negligentemente fue
provocado por un tercero, el incendio es el mismo hecho que permite reclamar el
pago de la reparación de los daños a la compañía de seguros, por una parte, y la
indemnización de perjuicios al responsable, por otra.13
16
Señala DE ÁNGEL, que en Estados Unidos, con ocasión del movimiento ante responsabilidad
generado durante la década de los ochenta por el crecimiento desmedido de los juicios de
responsabilidad, una de las medidas adoptadas fue la deducir de la indemnización a la víctima
lo que ésta hubiere recibido de terceros pagadores. Se consideró que la regla de la “fuente
colateral” podía dar lugar a dobles indemnizaciones. La reforma hizo que a partir de 1986
varios Estados modificaran la regla, unos en el sentido de permitir la prueba en el pleito de
otras fuentes de compensación y otros en el sentido de permitir que las cantidades recibidas
por medio de “fuentes colaterales” se descontaran de las indemnizaciones otorgadas por los
tribunales (cfr. Algunas…, cit., pp. 215 y 216).
17
BONASI, ob. cit., p. 76.
incumplimiento contractual, sino que por razones colaterales diversas, las que no
justifican la posibilidad de recupero a favor del tercero pagador.18
Así, de acuerdo con el artículo 553 del Código de Comercio, por el hecho del
pago del siniestro, el asegurador se subroga al asegurado en los derechos y acciones
que éste tenga contra terceros, en razón del siniestro. Si la indemnización no
fuere total, el asegurado conservará sus derechos para cobrar a los responsables
los perjuicios que no hubiere indemnizado el asegurador.
18
El ante proyecto de reforma del Código Civil francés (Proyecto Catalá), entre sus artículos
1379-4 a 1379-8, pretende establecer un sistema bastante específico y completo de
subrogaciones en favor de terceros que han contribuido a reparar el daño físico sufrido por la
víctima.
19
Las prestaciones que se conceden de acuerdo a esta ley, son los gastos médicos sufridos por
la víctima con ocasión del accidente, las prestaciones por incapacidad temporal del trabajador,
las pensiones de invalidez en el caso que ella exista y las pensiones de sobrevivencia en
beneficio de ciertos familiares si el trabajador ha resultado muerto en el accidente (arts. 28 y
ss.).
20
Si existe el derecho de repetir en contra del responsable se deduce que de la indemnización
que se otorgue a la víctima debe descontarse lo que ya ha pagado este organismo asegurador;
de lo contrario ocurriría que el responsable pagaría dos veces la misma indemnización, tal
como ocurre con el seguro de cosas. Si la víctima y las demás personas a quienes el accidente o
enfermedad causa daño, pueden reclamar “las otras indemnizaciones” a que tengan derecho,
“incluso el daño moral”, es porque las prestaciones que otorga el sistema no son un modelo de
reparación completo, y es posible que los daños patrimoniales no cubiertos o el daño moral
puedan ser reclamados del responsable. A pesar de esto, que resulta obvio, en los hechos los
tribunales tienden a otorgar una indemnización global complementaria por el capítulo de daño
moral (cfr. BARROS, ob. cit., p. 910. Así, por ejemplo, Corte de Apelaciones de Coihaique, 17
de octubre de 2007, rol 19/2007 y Corte Suprema, Cuarta Sala, Especial, 21 de diciembre de
2009, rol 7336/2009). Con todo, hay otros fallos que, además, confieren indemnización por
Otro caso es el previsto en los artículos 15 y 16 de la ley 18.490, a propósito del
seguro obligatorio de accidentes personales causados por circulación de vehículos
motorizados. Los pagos por este seguro no afectan el derecho que pueda tener la
víctima para perseguir las indemnizaciones de quien sea civilmente responsable
del accidente; pero los pagos efectuados en virtud de este seguro, se imputarán o
deducirán de los que pudiere estar obligado a hacer el propietario o conductor del
vehículo asegurado. Además, el asegurador que pagare las indemnizaciones
(iii) Que el lucro o beneficio deba tener una naturaleza jurídica análoga a la del
perjuicio sufrido sugiere que no es posible compensar la indemnización con otras
ventajas de orden económico que hayan sido proporcionadas a la víctima, incluso
con carácter indemnizatorio, si ellas pretenden reparar un perjuicio o lesión de
naturaleza jurídica diferente.21 Si la ventaja o beneficio obtenido tiene a
compensar un determinado perjuicio el principio de la compensatio lucri cum damno
no impide reclamar del agresor la reparación de daños diversos no compensados
con los beneficios obtenidos. Así, si la aseguradora sólo cubre el daño emergente,
ello no debiera ser obstáculo para que pueda demandarse del agresor la
reparación del lucro cesante o el daño moral derivados del mismo suceso.
21
Cfr. BONASI, ob. cit., p. 77 y CORRAL, ob. cit., p. 145. La cuestión ha sido plateada muy
claramente por la jurisprudencia uniforme del Tribunal Supremo de España a propósito de las
indemnizaciones concedidas por la Seguridad Social a los trabajadores con ocasión de los
accidentes del trabajo (cfr. DE ÁNGEL, La responsabilidad civil, cit., pp. 335 y ss.). Según ella “el
daño tiene distintos aspectos: las lesiones físicas, las psíquicas, las secuelas que dejan unas y
otras, los daños morales en toda su extensión, el daño económico emergente (como los
mayores gastos a soportar por el lesionado y su familia en transportes, hospedajes, etc.) y el
lucro cesante, cuya manifestación es la pérdida de ingresos de todo tipo, incluso la pérdida de
las expectativas de mejora profesional. Si todos esos conceptos deben ser indemnizados y a
todos ellos abarca la indemnización total concedida, es claro que la compensación de las
diversas indemnizaciones debe ser efectuada entre conceptos homogéneos para una justa y
equitativa reparación del daño real. Por ello, no cabrá compensar la cuantía indemnizatoria que
se haya reconocido por lucro cesante o daño emergente en otra instancia, con lo reconocido
por otros conceptos, como el daño moral, al fijar el monto total de la indemnización, pues solo
cabe compensar lo reconocido por lucro cesante en otro proceso con lo que por ese concepto
se otorga en el proceso en el que se hace la liquidación”. “Sentado lo anterior, lo correcto será
que la compensación, practicada para evitar enriquecimiento injusto del perjudicado, se efectúe
por el juzgador, tras establecer los diversos conceptos indemnizables y su cuantía, de forma
que el descuento por lo ya abonado opere, solamente, sobre los conceptos a los que se
imputaron los pagos previos. Consecuentemente, la compensación operará entre conceptos
homogéneos, lo que tratándose de prestaciones de la Seguridad Social que resarcen por la
pérdida de ingresos que genera la disminución de la capacidad de ganancia, temporal o
permanente, supone que las referidas prestaciones sólo pueden compensarse con las
indemnizaciones reconocidas por el llamado lucro cesante, así como, que las que se reconocen
por la incapacidad temporal no se pueden compensar con las que se dan por la incapacidad
permanente y viceversa”.
4. Algunas situaciones de mayor conflicto
22
No es el caso de un seguro de vida o lesiones físicas, pues respecto de ellos existe bastante
consenso en que la regla es distinta a la antes señalada: La indemnización debida por el agresor
puede ser acumulada a la que recibe la víctima de la aseguradora (cfr. ALESSANDRI, ob. cit., p.
585; BARROS, ob. cit., p. 908; BONASI, ob. cit., p. 79; DÍEZ-PICAZO, ob. cit. pp. 320 y 321;
FERNÁNDEZ, ob. cit., p. 601 y ZANNONI, ob. cit., p. 119). Así está legalmente resuelto, por
ejemplo, en Francia, en donde en los seguros de personas el asegurador que paga no se puede
subrogar en los derechos del beneficiario de la póliza en contra de terceros en razón del
siniestro, a menos que convencionalmente se establezca esta subrogación, pero únicamente
respecto de los pagos que tengan un carácter indemnizatorio (cfr. LAMBERT-FAIVRE, Yves,
Droit du dommage corporel, Paris, 1996, pp. 428 y 429). También es la solución legal argentina, en
donde la subrogación de la aseguradora es inaplicable en el seguro de personas (cfr. ZAVALA,
ob. cit., p. 503). En contra de lo dicho cree CORRAL que si la muerte del asegurado es culpa de
un tercero, la compañía se subrogará en los derechos y repetirá contra el culpable. “No puede
aceptarse el cúmulo de indemnizaciones, ya que si se acepta, el tercero culpable sería
demandado tanto por la aseguradora como por los deudos de la víctima y la indemnización
adoptaría una finalidad más sancionatoria que reparadora” (ob. cit., p. 145).
Algunos han entendido que la razón de la no imputación del beneficio al daño se justifica
porque el pago de la indemnización se hace contra el pago de las primas de seguro que ha
efectuado la víctima durante mucho tiempo, de manera que la financiación de la
indemnización, en alguna medida, ha provenido de ella misma (cfr. ALESSANDRI, ob. cit., p.
Este tipo de seguros tienen una finalidad marcadamente indemnizatoria, porque
su propósito es hacer frente al perjuicio material consistente en un gasto o una
disminución patrimonial del asegurado. En otros términos, al igual que en el
seguro de cosas, se trata del reemplazo de un valor por otro: en este caso se
compensa la pérdida patrimonial que experimenta la víctima expresada en el
gasto en que debió incurrir por la atención médica. A fin de cuentas es una
compensación por el daño emergente sufrido a raíz del accidente.23 Siendo así, es
lógico que estas sumas deban descontarse de la indemnización del daño
patrimonial, en atención a que no fueron cubiertas por ella, sino por un tercero
con el evidente propósito de reparar el perjuicio patrimonial. No existe para la
víctima una disminución de patrimonio, pues ella no ha desembolsado este
pago.24
585), y así, por lo demás, se ha resuelto en alguna ocasión entre nosotros (GT, 1914, 533, 145).
Sin embargo, esto puede no resultar del todo convincente, en atención a que en el seguro de
cosas ocurre exactamente lo mismo: es la víctima la que financia su seguro pagando el valor de
la póliza, y en esos casos las indemnizaciones del agresor y la de la compañía no son
acumulables. Entonces, éste no puede ser el fundamento para que la indemnización pagada por
el seguro de vida y lesiones personales sea acumulable a lo que la víctima tiene derecho a
demandar al responsable del daño. Parece algo más fundado entender que la suma que paga la
compañía de seguros en estos casos no es propiamente una indemnización de los perjuicios
causados, sino que simplemente es la contrapartida establecida en la póliza por haberse
verificado el hecho en ella prevista. En este tipo de seguros se tiene derecho al pago de toda la
suma señalada en la póliza con independencia del monto real del daño experimentado por la
víctima (cfr. ZAVALA, ob. cit., pp. 503 y ss.). Estos tienen por propósito hacer frente a una
posible incapacidad del asegurado o proporcionan un capital a los beneficiarios designados en
la póliza. Así, y a diferencia del seguro de cosas, el asegurado en este caso tiene derecho a toda
la indemnización pactada en la póliza con independencia del monto del daño (cfr. HALPERIN,
Isaac y BARBATO, Nicolás, Seguros, Buenos Aires, Lexisnexis-Depalma, 2003, reimpresión de la
3ª ed., pp. 819 y 820). De ahí que no se produzca la relación de causalidad adecuada entre
hecho ilícito o incumplimiento contractual y el pago que efectúa la compañía de seguros. La
cantidad pagada por la aseguradora no tiene la misma naturaleza que la indemnización de
perjuicios que puede cobrarse al victimario, por lo que existe la posibilidad de percibir las dos
(cfr. BARROS, ob. cit., p. 907 y 909). En estos casos, y por las razones señaladas, la compañía de
seguros que paga un siniestro de esta naturaleza, no puede repetir en contra del responsable del
suceso, ya que este pago tiene causa en el contrato y no en el hecho ilícito (cfr. ALESSANDRI,
ob. cit., pp. 590 y 591; TAPIA, ob. cit., p. 212 y BARROS, ob. cit., p. 908).
23
Cfr. ELORRIAGA DE BONIS, Fabián, “Configuración, consecuencias y valorización de los
daños corporales”, Cuadernos Jurídicos 1, Universidad Adolfo Ibáñez, Viña del Mar, 1995, p. 12.
24
Si la cobertura no es total, sino que se refiere solamente a una parte de los gastos porque el
seguro de salud no contempla el pago del cien por cien de los gastos efectuados, es claro que la
¿Puede en estos casos la aseguradora intentar el recupero de lo pagado en contra
se la víctima de conformidad con lo prevenido en el artículo 553 del Código de
Comercio? Hace mucho, sostuve que la víctima de lesiones corporales tiene
derecho a que se compute dentro de su daño emergente los gastos médicos
asociados a la curación de ellas, en la medida que estos gastos efectivamente
hayan sido asumidos por ella y no por un Instituto de Salud Previsional, sin
perjuicio del teórico derecho a reembolso que a este organismo le asiste por los
pagos efectuados. Pero Barros, hace poco, ha ido más lejos aún, afirmando que
más que un reembolso a favor del tercero pagador se trata de una subrogación,
siendo aplicable la ya citada regla general del seguro de cosas del artículo 553 del
Código de Comercio.25
víctima sí puede exigir que lo que ha sido efectivamente pagado por ella sea computado dentro
de la indemnización por el capítulo de daño emergente.
25
Cfr. ob. cit., p. 695.
6. Beneficios previsionales
Producto de las denominadas leyes sociales, si una persona sufre una lesión que
le impide trabajar total o parcialmente suele recibir o el pago de una licencia
médica, o, en casos más graves, puede acogerse a la jubilación.26 Si ella ha
fallecido con ocasión del accidente, la viuda y sus hijos pueden llegar a percibir
una pensión de sobrevivencia. El tema de si estos beneficios deben imputarse o
descontarse de la indemnización ha sido debatido arduamente en la doctrina y
jurisprudencia, sin que hasta la fecha pueda darse una respuesta satisfactoria
sobre el particular.
Muchos han estimado que las sumas que se otorguen a la víctima por estos
conceptos, deben ser descontadas de lo que se conceda a la víctima,
especialmente de lo que le corresponda a título de lucro cesante, ya que mediante
estas prestaciones se suple en parte lo que el lesionado deja de percibir por el
daño.27 Se entiende que en estos casos el perjuicio es simplemente menor, y por
lo tanto estos beneficios sí deben ser tenidos en cuenta. Ente nosotros existen
pronunciamientos judiciales que desde antiguo han resuelto que estos beneficios
no son acumulables a la indemnización de perjuicios, por lo que ellos deben ser
descontados o imputados a aquélla.28
26
La ley 18.933 de 1990, crea la superintendencia de instituciones de salud provisional y dicta
normas para el otorgamiento de prestaciones por Isapre. La ley 18.469 de 1985, regula el
ejercicio del derecho constitucional a la salud y crea régimen de prestaciones de salud. El DFL
44 de 1978, del Ministerio del Trabajo y Previsión Social, establece normas comunes respecto
de los trabajadores dependientes del sector privado, para los subsidios establecidos en el
artículo 7 de la ley 6.174; en el artículo 27 de la ley 10.383; en el artículo 16 de la ley 10.662; en
el artículo 17 de la ley 16.781; en el artículo 98 del DL ley 2.200, de 1978; en el inciso primero
del artículo 32 de la ley 10.383, y para los demás subsidios por incapacidad laboral, excepto los
regidos por la ley 16.744, sobre Seguro Social Obligatorio contra Accidentes del Trabajo y
Enfermedades profesionales. Paralelamente el DL 3.500, de 1980, crea el nuevo sistema de
pensiones, y establece pensiones de invalidez y sobrevivencia (arts. 4 y ss.).
27
Así MAZEAUD, Henri y León y TUNC, André, Tratado teórico práctico de la responsabilidad civil
delictual y contractual, Buenos Aires, 1977, traducción de Luis Alcalá-Zamora y Castillo, t. 1, vol.
1, p. 353; PEIRANO FASCIO, Jorge, Responsabilidad extracontractual, Bogotá, Temis, 1981, p. 373 y
PLANIOL, Marcel y RIPERT, George, Traité pratique de Droit Civil français, Paris, 1930, t. 6, pp. 938
a 940.
28
En este sentido RDJ, 15, 1, 514 y 20, 1, 480. También la sentencia del Segundo Juzgado Civil
de Santiago, de fecha 6 de mayo de 1998, señala que no accede al lucro cesante porque
respecto de la situación laboral debió la víctima haber gozado de licencia médica y de su
sueldo, lo que implica que no es acumulable la indemnización de perjuicios a los beneficios de
orden previsional. Igualmente la sentencia del primer Juzgado Civil de Valparaíso de 19 de
Sin embargo, otros entienden que estos pagos sí son acumulables a la
indemnización de perjuicios a que tiene derecho la víctima.
Se afirma que estos beneficios no implican un lucro para el afectado, pues ellos
son producto de su propio esfuerzo laboral por años de trabajo. Se trataría de un
pago que no encontraría origen en el siniestro sino que en la actividad laboral de
la propia víctima, lo que eliminaría la relación causal entre ilícito y el beneficio.
De lo contrario ocurrirá que la víctima ha aportado durante muchos años su
esfuerzo y dinero a favor del responsable de la lesión o la muerte, y el culpable
del ilícito traspasaría a la víctima y al sistema de seguridad social su propia
responsabilidad. Sin embargo, lo mismo sucede muchas veces en el seguro de
cosas. Los pagos de las primas también son producto del esfuerzo del asegurado
por cubrir la póliza de su automóvil, de su casa o de su industria, y los pagos de la
auguradora son incompatibles con la indemnización de perjuicios. Además,
parece ser una cuestión objetiva que muchas veces los que causan daño sí
resultan beneficiados de las medidas de seguridad en las que invierte la víctima.
Mientras más medidas de seguridad o protección tome, menor será el daño que
sufra, con lo que el agresor se beneficia de esta inversión, ya que la víctima resulta
menos dañada.
Finalmente, y este sí parece ser el mejor de los argumentos, que los beneficios
previsionales no se pagan en función de la magnitud del daño, sino de
conformidad a las escalas o tramos preestablecidos. Estos pagos no serían,
entonces, una reparación del daño, sino que el cumplimiento de la obligación
junio de 2009, que para negar la reparación del lucro cesante demandante, argumenta que,
entre otras cosas, que fue beneficiado por una pensión de retiro concedida por la Subsecretaría
de Guerra (Gonzalez con Fisco, rol 2191/2006). El fallo fue confirmado sin modificaciones por la
Corte de Apelaciones de Valparaíso el 19 de abril de 2010 (rol 2119/2009).
correlativa que le corresponde a estos órganos por haber recibido en su
momento las cotizaciones de la víctima. Podría concluirse en este sentido que no
existiría la relación de causalidad adecuada entre el ilícito o el incumplimiento
contractual y el beneficio. Ellos emanarían de una fuente colateral.
29
Cfr. ALESSANDRI, ob. cit., pp. 585 y 586; BARROS, ob. cit., pp. 911 y 912; BONASI, ob. cit.,
pp. 77 y 78; FERNÁNDEZ, ob. cit., p. 601; TAPIA, ob. cit, p. 490; ZANONNI, ob. cit., p. 119 y
ZAVALA, ob. cit., pp. 494 y 495. Se ha resuelto en la vecina Argentina que “para calcular el
monto de los daños y perjuicios sufridos por la viuda e hijos menores de la víctima de un
accidente de tránsito, debe hacerse abstracción de las sumas que les pueden corresponder en
concepto de pensión por haber sido aquél empleado público. El derecho a la pensión es un
beneficio que tiene su fuente en una ley administrativa y con fundamento ajeno al de la culpa
aquiliana que determina la reparación civil, de modo que uno y otro derecho pueden coexistir y
acumularse” (Suprema Corte de Justicia de Buenos Aires, de 11 de agosto de 1942). En forma
más reciente se ha reiterado la doctrina resolviéndose que “la pensión por fallecimiento es una
institución de previsión social ajena al hecho en sí mismo, funcionando como independiente
del derecho a la reparación de daños contra el autor de aquél; porque el beneficio previsional
reconoce otra causa, como es el trabajo durante un número de años y los aportes efectuados”
(Cámara en lo Civil y Comercial de Junín, de 12 de junio de 1985). Asimismo, se ha
sentenciado que “la indemnización que al actor le corresponde percibir tiene que ser completa
por el daño que sufrió (art. 1069, Cód. Civil), no pudiendo ser disminuida por sumas que
pudiera percibir de leyes de seguridad social” (Cámara en lo Civil y Comercial de Córdoba, de
fecha 31 de octubre de 1985) (Sentencias en ZAVALA, ob. cit., pp. 496 y 497).
Acaso lo que resultaría más razonable en estos casos es entender que estos
beneficios previsionales, por su naturaleza, no podrían ser imputados a quantum
del daño moral, o incluso del daño emergente, ya que no cubren este tipo de
perjuicios. La víctima, por tanto, puede acumular los beneficios previsionales a la
indemnización de los daños. Mas, en lo que toca al lucro cesante, bien puede
entenderse que el perjuicio de la víctima resulta disminuido por la existencia de
estos beneficios, y que la víctima tiene derecho a demandar todo aquello que no
está cubierto por un sistema de seguridad social de protección incompleta. En
todo caso, esto supone un análisis del caso concreto, del beneficio del que se
trate y del alcance del perjuicio.
Otro de los aspectos controvertidos en esta materia, es si a los que reclaman los
perjuicios económicos que les causa la muerte de la víctima inicial, se les debe
imputar lo que reciban en la sucesión del difunto. La cuestión es si al legatario o
heredero del que murió por el hecho ilícito se le debe descontar de la
indemnización del difunto. No es el caso de los que reclaman el daño moral que
les provoca esa muerte, ya que este perjuicio tiene una naturaleza claramente
distinta de lo que reciben por causa de muerte.
30
Así, por ejemplo, la sentencia de fecha 11 de mayo de 1999, dictada por el Primer Juzgado de
Puerto Montt, con ocasión de la tragedia producida por la caída de un puente sobre el Estero
Minte por lo que varios vehículos cayeron al vacío, negó el derecho de ciertos demandantes al
lucro cesante que reclamaban, con base en que parte del patrimonio de las personas difuntas
incrementaría el de estos reclamantes por ser éstos sus herederos. La sentencia de segunda
instancia nunca llegó a pronunciarse debido a la transacción a la que llegaron los demandantes
con el Fisco. Esta misma tesis es la que han seguido gran parte de las sentencias que se ha
dictado en Argentina. Por ejemplo, se ha resuelto que “debe tenerse en cuenta para fijar la
indemnización la circunstancia de que la viuda de la víctima hereda del causante un apreciable
capital”; que “no existe daño material ocasionado por la muerte de una persona que subvenía a
las necesidades de la actora, cuando ésta es la única heredera de aquélla, y que “la circunstancia
de que la viuda haya continuado al frente de las empresas del marido debe tomarse en cuenta
para fijar la indemnización, en tanto demuestra que el deceso no incidió tan notoriamente en el
nivel de sus ingresos” (Cámara 1ª en lo Civil, Capital, de 13 de diciembre de 1933; Cámara 2ª
Sin embargo, dejando de lado cualquier criterio que no sea el técnico jurídico, y
admitiendo lo difícil que puede ser dar una respuesta ampliamente satisfactoria,
es posible sostener que esta conclusión parece no ser del todo correcta, ya que
bien podría pensarse que faltaría la relación causal adecuada entre el hecho ilícito
y la herencia que se recibe. El beneficio de los herederos no nace con el hecho
ilícito que provocó la muerte del causante, sino que su eventual ganancia viene
dada por la vocación sucesoria, es decir, el llamado que les hace la ley a aceptar o
repudiar la herencia una vez que ha fallecido el causante, con independencia
absoluta de la causa por la que se produjo su muerte. En otras palabras, a estos
efectos, da lo mismo que el difunto haya fallecido por un hecho ilícito o muerte
natural, ya que en ambos casos la ley llama a los asignatarios a la sucesión. Se ha
llegado a afirmar, que en caso contrario, ocurriría que el responsable de la muerte
se beneficiaría con la herencia que reciben los reclamantes puesto que la
indemnización que debe asumir es menor, lo que resultaría inadmisible.31
Por eso es preferible entender que los asignatarios por causa de muerte no tienen
limitación alguna para reclamar el daño moral que les causa el deceso de la
víctima inicial, a este perjuicio, por su naturaleza no le resultan imputables las
32
Sentencias de 3 de septiembre de 2003, Santa Cruz con Fisco, rol 4938/2001) y 11 de octubre
de 2006 (rol 1963/2005). Doctrina comentada favorablemente por COURT MURASSO,
Eduardo, “Responsabilidad civil”, en Revista de Derecho, Universidad Adolfo Ibáñez, 1:2004, pp.
86 y 87.
la pensión era la de resarcir, indemnizar o reparar el daño inferido a dichos
familiares, y un mismo daño no debe ser indemnizado dos veces;
Por eso se concluye afirmando que “de estos antecedentes se colige que si la
mencionada pensión tiene por objeto reparar el daño moral sufrido por las
víctimas, no es posible dejar de considerar el otorgamiento de ese beneficio al
pronunciarse sobre una demanda de indemnización del mismo daño deducida
por personas que tienen dicha calidad, y que han impetrado y recibido la
bonificación compensatoria y demás prestaciones que consultó la ley 19.123,
todas las cuales tienen naturaleza y contenido pecuniarios, se financian con
recursos del Presupuesto de la Nación y persiguen análogas finalidades
reparatorias de los perjuicios de los afectados”.