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11.

a PARTE

EL MODELO PROTECCIONISTA
CAPÍTULO II
LOS PLANTEAMIENTOS DE LOCKE COMO
ANTECEDENTES DEL MODELO
PROTECCIONISTA

INTRODUCCIÓN

En el capítulo anterior he expuesto lo que pueden ser con­


siderados como los principales aspectos de la evolución que se
produjo en todos los ámbitos respecto a la infancia hasta el si­
glo xvn, y he señalado que pese a esa evolución —que he pre­
tendido reflejar en distintas ocasiones a través del paso que va
desde lo que podemos considerar como «posiciones extremas»
a «posiciones moderadas»—, en todo ese periodo de tiempo an­
terior al siglo XVII no existió nada que se pudiera identificar
como un auténtico sistema de reconocimiento y protección de
los derechos de los niños. Sin embargo, a partir de ese tan tras­
cendental y fecundo siglo xvn —y de forma especial el que vi­
vió la sociedad inglesa— se empezaron a producir también res­
pecto de la infancia, la forma de concebirla y tratarla, unos
profundos cambios que terminaron pro constituir, ahora sí, todo
un sistema de reconocimiento y protección de derechos de los
niños. Es cierto que el tremendo impulso de las concepciones tra­
dicionales todavía se podía apreciar en la teoría y en la prácti­
ca de las sociedades occidentales —también de la inglesa—, del
siglo XVH, los niños seguían sometidos a un control y dominio
casi absoluto por parte de sus padres, incluso todavía estaba,
en alguna medida, presente la concepción del niño como simple
«propiedad» de los padres, y, sin embargo, toda esa concepción

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teórica fue criticada hasta ser definitivamente arrumbada con sobre él, sin más límite que la de su propia voluntad. Por eso Fil­
la construcción de un nuevo sistema, el proteccionismo, que mer todavía fue capaz de recomponer, en el siglo xvn, el antiguo
tendría su momento álgido en el siglo XIX y que incluso, aunque modelo de concebir las relaciones entre padres e hijos, propio
con trascendentales cambios, puede seguir apreciándose ac­ de las «posiciones extremas», conforme al cual el niño no deja­
tualmente en nuestras sociedades. ba de tener la consideración de una mera «propiedad» del padre,
En el presente capítulo pretendo exponer cómo los princi­ al que debía una completa obediencia y respeto, reconociéndo­
pales cimientos de ese sistema del proteccionismo los podemos sele al padre todo el poder sobre su hijo, incluyendo la potestad
encontrar presentes en los planteamientos del gran filósofo in­ de quitarle la vida, que a él, y no al propio niño, pertenecía2.
glés John Locke. En ellos se produce el lúcido rechazo de las Locke, considerado también uno de los principales cons­
concepciones tradicionales y comúnmente aceptadas respecto tructores del liberalismo moderno, dirigirá sus ataques en filo­
de la infanciapero también en ellos se señalan, lo que es más sofía política contra las teorías absolutistas, dedicando su Pri­
importante, los principios de un nuevo sistema que habría de sus­ mer Tratado sobre el Gobierno Civil a rebatir los argumentos
tituir al que se rechaza. Es cierto que la superación que hace de presentados por Filmer en su Patriarca, que en aquellos mo­
las concepciones tradicionales no responde, en realidad, a un ata­ mentos gozaba de gran predicamento y se había convertido en
que intencionadamente directo a las mismas, sino que su defi­ un libro fundamental para el partido absolutista3, y su Segun­
nitivo rechazo responde también, en buena medida, a la defen­ do Tratado sobre el Gobierno Civil a defender sus propios argu­
sa de sus posiciones en el ámbito filosófico-político, en polémica mentos sobre el origen y la constitución de un modelo de Esta­
con las ideas de Robert Filmer; pero, en todo caso y como des­ do que sería el de la monarquía liberal parlamentaria. Así, al
pués veremos con detalle, hay que subrayar que sus plantea­
mientos en relación con los niños resultan consistentes y ad­
2 Es interesante observar cómo, al ser política la pretensión de Filmer, pese
quieren pleno sentido dentro del conjunto de su obra.
a esa reconstrucción del antiguo modelo del poder paterno, que como vimos
Robert Filmer al escribir su obra más influyente: Patriarca. era defendido por Aristóteles, eso no suponía, sin embargo, que también si­
O el poder natural de los reyes, pretendió realizar una defensa guiese una línea de concepción del poder político que igualmente podía re­
de la monarquía absoluta comparando el poder político del mo­ montarse a Aristóteles. Así lo entiende Spitz al señalar cómo para la defensa
narca con el poder paternal del padre de familia, para lo cual se del absolutismo ilimitado que Filmer pretendía se hizo necesario rechazar el
aristotelismo (continuado por Santo Tomás) que convertía al rey en el instru­
sirvió de la vieja construcción teórica que consideraba al niño mento y no en el creador de la ley y la justicia; concepción que conducía a la
(como había de considerarse a los súbditos) como un ser ca­ creencia de que el pueblo podía controlar de alguna manera las acciones del
rente de libertad natural, carente de cualquier derecho, some­ rey, e incluso justificar —como ya había hecho Santo Tomás— un posible de­
tido al padre de forma que éste era su dueño absoluto (como recho de resistencia, en su caso. De esta manera, la solución por la que optó
debía de serlo el monarca de los súbditos) con toda la potestad Filmer fue simplemente por la equiparación del poder del rey a la del padre;
según Spitz la única teoría que ha existido en la filosofía política que es au­
ténticamente patriarcal, con un patriarcalismo «legal», de la autoridad políti­
ca. (Véase así en SPITZ, Jean-Fabien: «L'État et la famille», en Droits. Revue
1 Y es que, como acertadamente ha resaltado Quick, pocos pensadores frangais de théorie juridique, núm. 16: «l’état / 2», 1992, pp. 64-65).
como Locke «han tenido nunca tan poco respeto por la tradición y la autori­ 3 Véase así en CAMBRA, Rafael: «Estudio Preliminar», en La polémica Fil-
dad». (En QUICK, H.: «Prefacio, Biografía y Crítica», en Locke, John: Pensa­ mer-Locke sobre la obediencia política, estudio preliminar de Rafael Cambra; tex­
mientos acerca de la educación, traducción y notas por D. Barnés, Editorial to, traducción y notas de Carmela Gutiérrez de Cambra, col. clásicos políticos.
Humanitas, Barcelona, 1982, p. LIX). Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1966, pp. XXIII-XXIV.

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tratar de mostrar la falsedad de los argumentos presentados por eso, resulta de gran interés detenemos en el pensamiento de
Filmer, refuta aquél que servía de principal fundamento tanto a Locke y observar como con él se establecen las bases de esa am­
su propia construcción de teoría política cuanto a la antigua plia corriente del pensamiento filosófico-jurídico que se puede
concepción de las relaciones patemo-filiales en la que se basa­ englobar bajo la amplia denominación de proteccionismo y que
ba. Y construye, a su vez, una nueva teoría, tanto en el modelo ha imperado a la hora de ofrecer soluciones a las cuestiones
político cuanto respecto a la forma de entender a los niños y las que en relación con los menores se han ido planteando en el
relaciones con sus padres4. mundo occidental desde entonces.
De esta manera, Locke dirigirá su ataque al propio centro de
la teoría de Filmer al propugnar que los hombres nacen libres
e iguales en derechos. Y si debido a la vulnerabilidad e incapa­ I. LA CONCEPCIÓN DEL NIÑO
cidad que caracteriza a la infancia, el niño no puede ejercer esa
libertad, ni considerarse en un estado de igualdad respecto a 1. El niño como ser humano imperfecto
sus padres —y al resto de los adultos—, sin embargo, hay que
entender que ése es su destino. Y, de igual forma, también dará Quizás sea en la concepción del niño donde más puntos de
Locke el paso fundamental de traducir esa idea en derechos de conexión existe entre los planteamientos de Locke y los plantea­
los niños: los niños nacen con los derechos que les han de per­ mientos tradicionales, en cuanto que se sigue concibiendo al
mitir el desarrollo suficiente y adecuado de sus capacidades, niño se concibe como un ser imperfecto, que sólo alcanzará la
que les ha de convertir en adultos libres e iguales ante la ley. La perfección en la adultez. En este sentido, señala explícitamen­
sociedad en su conjunto, y en particular los padres, ha de reco­ te en su Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil: «Adán fue crea-
nocer y respetar esos derechos; y, así, el poder paternal tiene en
esos derechos su límite y, a la vez, el contenido que le da senti­
do, por lo que su principal función será cuidar y proteger al vul­ de la prehistoria de los derechos de los niños. Así, por una parte. Cohén de­
nerable e incapaz niño a fin de que pueda conseguir su ade­ termina que es en el pensamiento de Locke en donde ya podemos ver claramente
cuado desarrollo. articulada la ideología proteccionista (aunque, evidentemente, ésta haya teni­
do un necesario desarrollo en los tres siglos transcurridos desde entonces, al
Este reconocimiento de derechos de los niños supone el pun­ que después me he de referir en profundidad). Y, también nos ofrece, basán­
to de inflexión a partir del cual se han de entender definitiva­ dose en el párrafo 56 del Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil de Locke, un
mente superadas las concepciones tradicionales y comienza a de­ esquema en cinco puntos de lo que seria el ideario básico del proteccionismo
sarrollarse el proteccionismo, como auténtico sistema de y que, consiguientemente, se encuentra ya en Locke: los niños ya no son con­
siderados como una simple propiedad de sus padres (y habría que añadir que
reconocimiento y protección de los derechos de los niños5. *Por
tampoco de la comunidad, aunque su manifestación no sea entonces el inte­
rés principal de Locke), aunque como después señala el propio Cohén si sean
considerados como propiedad de Dios; los niños tienen sus propios futuros; los
4 Véase a este respecto en TARCOV, Nathan: Locke y la educación para la niños carecen de capacidades humanas, pero no de la humanidad; la debilidad
libertad, traducción de Cristina Pina, col. Temas, Grupo Editor Latinoamericano, de los niños es una fuente de la autoridad parental, que a su vez es una fuen­
Buenos Aires, Argentina, 1991, pp. 12 y 21. te de la obligación parental; y los padres pueden conocer y hacer lo que es lo
5 En este sentido, resultan de interés las indicaciones que realiza Cohén: mejor para los niños. Cuestiones, todas estas, que serán desarrollada en su
primero, al señalar explícitamente a Locke en el comienzo del proteccionismo momento. (Véase esta exposición de Cohén en COHEN, Hovvard: Equal rights
y, segundo, al señalar indirectamente la superación de planteamientos propios for children, Littlefield, Adams & Co., Totowa, N.J., 1980, pp. 5-7).

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do en un estado perfecto; su cuerpo y su alma estaban en com­ imperfección, del que se irá saliendo paulatinamente, según se
pleta posesión de sus facultades físicas y mentales. Y así, desde vaya adquiriendo conocimientos y desarrollando la razón, has­
el primer instante de su existencia, fue capaz de valerse por sí ta llegar al estado de perfección que sólo se alcanza con la adul­
mismo y de preservarse y gobernar sus acciones según los dic­ tez. Es decir, que el niño, necesariamente, se considera como
tados de la ley de la razón que Dios había implantado en él. A un ser humano imperfecto en relación con su propio estado
partir de Adán, el mundo ha sido poblado por sus descendien­ adulto, en el que alcanzará la perfección1.
tes, los cuales nacen, sin excepción, débiles y desamparados, Así, aunque en la exposición de sus planteamientos Locke
sin conocimiento o entendimiento. Más, a fin de remediar los de­ pone especial interés en destacar la relevancia que ha de tener
fectos de este estado imperfecto hasta que el crecimiento y la el que en la educación (y hay que entender aquí educación en
edad fueran mejorándolo y llegaran a eliminar dichos defectos un sentido amplio, como formación del carácter del niño) se
por completo»6. atienda a las peculiaridades propias del niño, ya que una vez
Considerar que el niño es un ser imperfecto necesariamen­ señalados los objetivos generales de la educación la única for­
te hace que el enfoque vaya dirigido hacia el futuro adulto, lo que ma de conseguir hacerlos efectivos es centrar la atención en las
se pretende es alcanzar un desarrollo concreto de las cualidades distintas peculiaridades que particularizan el carácter de cada
de la persona. Si el enfoque está en el futuro, las características niño78, en realidad, sigue en la tradicional concepción que, como
que son valoradas de manera positiva son las que son propias ya vimos desde Platón, significa valorar al niño solo en cuanto
de la adultez, la niñez queda como una simple etapa que hay futuro adulto. Pues, se sigue defendiendo la necesidad de ave­
que superar y que sirve para prepararse para el futuro, pero no riguar, desde la primera infancia, cuáles son las tendencias que
hay cualidades del niño que sean positivas de por sí, sólo lo se­ particularizan los distintos caracteres de los niños para así po­
rán en la medida en que sirvan para poder desarrollar mejor las der dirigir adecuadamente su formación hasta convertirse en
cualidades del futuro adulto, si se considera positiva, por ejem­ el adulto pretendido, se corresponde con una concepción de
plo, la curiosidad natural del niño es porque la misma permite la infancia como un estado de imperfección y formación, con la
que el niño pueda aprender mucho más fácilmente todos los concepción del niño como ser humano imperfecto que sólo po­
conocimientos, y asimile mejor todos los valores que se consi­ drá alcanzar la perfección en la adultez, si se ha formado ade­
dera que son necesarios que posea cuando sea adulto. Y, en todo cuadamente en sus anteriores etapas evolutivas9. Por eso, esa in­
caso, como bien señala Archard, hay que entender que la ca­ sistencia de Locke de atender continuamente a las peculiaridades
racterística fundamental para Locke será el desarrollo adecua­ de cada niño no puede entenderse como un traslado del enfo­
do de la razón, por lo que la niñez, en la que se parte de la au­ que de la atención del interés del ser humano como adulto a la
sencia de cualquier conocimiento, se convierte en un estado de del ser humano también en cuanto niño; ese paso trascenden-

6 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, Traducción, pró­ 7 Véase en este sentido en ARCHARD, David: Children: Rights and child-
logo y notas de Carlos Mellizo, col. El Libro de Bolsillo, Alianza Editorial, Madrid, hood, Routledge, London and NewYork, 1993, p. 2.
1998, cit., p. 78. También puede verse, en el mismo sentido, en LOCKE, John: «Al­ 8 Véase al respecto en TARCOV, Nathan: Locke y la educación para la li­
gunos pensamientos concernientes a la educación», en Locke, John: Pensamientos bertad, cit., p. 101.
sobre la educación, Traducción La Lectura y Rafael Lasaleta, Prólogo de Mariano 5 Acorde con esta interpretación, véase en FERNÁNDEZ ENCUITA, Mariano:
Fernández Enguita, col. akal bolsillo, Akal, Madrid, 1986, pp. 113-114 y 135. «Prólogo», en Locke, John: Pensamientos sobre la educación, cit., pp. 17-18.

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tal, como veremos, es el que sí se dará en los planteamientos de brados a sufrir», y: «La principal cosa a que se debe atender en
Rousseau, que defenderá que se empiece a conocer al niño no la educación de los niños es a los hábitos que se les haga con­
sólo para conseguir formar mejor al futuro adulto, sino tam­ traer en un principio» l0. 11 * *
bién porque el niño tiene su propio valor, porque la perfección Locke concibe al niño como moral e intelectualmente vul­
no sólo se ha de predicar de la adultez, sino que, para el gine- nerable y débil, porque no tiene los conocimientos ni los valo­
brino, también el niño y el adolescente, como el adulto, tienen res suficientes para actuar con sensatez y moralidad, así como
sus propias y peculiares perfecciones. porque tampoco puede defenderse adecuadamente del error y
de la interiorización de valores inmorales. El niño no tiene su­
ficientemente desarrollada la razón para que ésta le pueda ser­
2. La concepción de Locke sobre las imperfecciones vir de guía lo cual es compatible con otro planteamiento de
propias del niño. Dos cuestiones sobre las posibles Locke, al que después me referiré, conforme al cual el desarro­
tendencias connaturales llo gradual de la razón del niño ha de servir para que, debida­
mente guiada, sea muy útil en su proceso educativo. Y al ser la
Para Locke, el niño es físicamente vulnerable y débil, porque razón para Locke la única que ha de servir de guía al hombre,
su cuerpo, todavía no formado, carece de la consistencia sufi­ esa imposibilidad del niño de participar de la razón y de cono­
ciente como para responder adecuadamente a las amenazas ex­ cer los mandatos de la razón universal, de la ley natural, supo­
ternas, que suponen los posibles accidentes o enfermedades, ne que sea igualmente imposible que sus actos puedan ser sen­
que pueden afectar perjudicialmente a su formación o salud. satos o morales. Por eso, la mejor forma de conseguir que el
No obstante, los planteamientos educativos de Locke respecto niño desarrolle adecuadamente sus cualidades, hasta el mo­
a la formación física del cuerpo del niño, suponen que, si bien mento en que pueda guiar su vida con su propia razón, es a tra­
el niño es un ser débil, la única manera de conseguir formar un vés de los hábitos que desde la primera infancia hay que incul­
cuerpo robusto y sano es fortaleciéndolo desde el principio a carles. En esto Locke se mostrará riguroso: «El mal no es tener
través de un riguroso método de disciplina. El cuerpo del niño
todavía está en formación, y ésta se ha de ir haciendo para acos­
tumbrarlo a todo, a fin de que después nada le afecte. Así, ha­ 10 En el mismo sentido, y con mayor alcance, al apuntar también a la
brá de hacerse al frío, no debiéndose cubrir demasiado ni en fortaleza del espíritu, señalará después con contundencia: «Es preciso que los
invierno ni en verano, se le hará la cama de diferentes modos con niños sean endurecidos para todos los sufrimientos, sobre todo para los del
cuerpo. No deben ser sensibles sino para los que despiertan en un corazón
el fin de que en su momento pueda dormir en cualquier otro si­ bien nacido, la vergüenza y un vivo sentimiento del honor». (Véanse esta cita
tio, etc. El propio Locke señala, el principio que rige en todas sus y las del texto principal en LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes
consideraciones sobre la salud: «quizá pueda ser formulado en a la educación», cit., pp. 155, 35, 36 y 53 (sus consideraciones «Sobre la salud»
una sola regla, a saber: que los caballeros deben tratar a sus hi­ se entienden en las páginas 35-63).
jos como los honrados agricultores o los colonos a los suyos»; 11 Aunque es esa falta de desarrollo de la razón el principal problema que
para Locke afecta al niño, también señala otras deficiencias intelectuales pro­
aunque, a mí me parecería más adecuado con sus planteamientos pias de los niños en diferentes momentos. Así, por ejemplo, en su disertación
el que se podría deducir de la conjunción de dos frases que se­ sobre la enseñanza del latín (pero que, en realidad, va más allá de esa simple en­
ñala a lo largo de sus consideraciones sobre la salud, al tratar señanza), afirma: «El aturdimiento, la distracción, la inconstancia y la movili­
temas tan concretos como los vestidos o las bebidas: «Nuestros dad del pensamiento, he aquí los defectos naturales de la infancia». (En LOCKE,
cuerpos sufrirán todo lo que desde el comienzo estén acostum­ John: «Algunos pensamientos concernientes a la educación», cit., p. 225).

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deseos apropiados a los gastos [sic., por «gustos»] y a las ideas dos fuentes de conocimiento: los propios sentidos y las acciones
de cada edad; el mal es no saber someter estos deseos a las re­ que la propia mente realice N. Lo que supone este planteamiento
glas y a las restricciones de la razón. La diferencia no consiste es, pues, que antes de que el niño percibiese ninguna sensación
en tener o no tener pasiones, sino en poder o no gobernarse; a través de sus sentidos no poseía idea alguna14
l5; es la famosa con­
contrariarse en su satisfacción. El que no haya contraído el há­ cepción de Locke de la mente del niño como tabula rasa, según
bito de someter su voluntad a la razón de los demás cuando era la cual el niño no tiene ideas innatas, su mente cuando nace es
joven, hallará gran trabajo en someterse a su propia razón cuan­ como un papel en blanco, sobre el cual las sensaciones y su pro­
do tenga edad de hacer uso de ella» 12; y después, en el mismo pio razonamiento van a ir imprimiendo ideas y, así, formando
sentido: «Como el amor de sí mismo es el guía [de] las prime­ su entendimiento: «Todas las ideas vienen de la sensación o de la
ras acciones más que la razón o la reflexión, no es extraño que reflexión. Supongamos, entonces, que la mente sea, como se
los niños se aparten excesivamente de las reglas exactas del bien dice, un papel en blanco, limpio de toda inscripción, sin nin­
y del mal: es que estas reglas no pueden ser en el espíritu sino guna idea. ¿Cómo llega a tenerlas? (...) A esto contesto con una
el fruto de una razón desenvuelta y de una meditación reflexi­ sola palabra, de la experiencia: he allí el fundamento de todo
va. Mientras más expuestos están los niños a equivocarse en nuestro saber, y de allí es donde en última instancia se deriva.
este punto [en respetar las leyes de la justicia], más importa vi­ Las observaciones que hacemos acerca de los objetos sensibles ex­
gilarlos cuidadosamente. Observad y rectificad las menores fal­ ternos, o acerca de las operaciones internas de nuestra mente, que
tas que cometan en relación con esta gran virtud social, y esto percibimos, y sobre las cuales reflexionamos nosotros mismos, es
en las cosas más insignificantes, tanto para instruir su igno­ lo que provee a nuestro entendimiento de todos los materiales del
rancia como para prevenir los malos hábitos» 13. pensar. Éstas son las dos fuentes del conocimiento de donde di­
En este punto, la concepción de Locke se conecta con sus manan todas las ideas que tenemos o que podamos natural­
planteamientos epistémicos. Locke, también fundador del em­ mente tener» 16.
pirismo, considera que todo conocimiento tiene su origen en Sin embargo, hay que entender bien esta teoría de Locke,
las i-elaciones que la persona establece con el exterior, el primer pues afirmaciones tan tajantes como la que acabo de citar pue­
vehículo por el que necesariamente han de entrar las ideas en de llevar a considerar que para Locke no existe nada connatu­
la mente humana es a través de sus sentidos, y, así, sólo reconoce ral al ser humano, que no existe lo que hoy podríamos deno-

12 En LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educa­ 14 Véase, en este sentido, en LOCKE, John: Ensayo sobre el entendimien­
ción», cit., p. 68. to humano, traducción de Edmundo O'Gorman, Fondo de Cultura Económi­
13 En LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la edu­ ca, Colombia, 1994, pp. 28-29.
cación», cit., p. 150. 15 La negación de la existencia de ideas innatas, y de principios innatos,
La importancia de adquirir buenos hábitos, y alejar a los niños de los per­ tanto especulativos como prácticos, es expuesta por Locke, principalmente,
niciosos, es resaltada en numerosas ocasiones por Locke, llegando a recono­ como es sabido, en el Libro I de su Ensayo sobre el entendimiento humano, ti­
cerles un papel fundamental incluso en relación con la razón, dado que no siem­ tulado «De las nociones innatas»; y cuyos capítulos II, III, y IV, llevan, respec­
pre se consulta ésta para actuar; además, la creación de hábitos, para bien o para tivamente, los significativos títulos de «No hay principios innatos en la men­
mal, parece inevitable por lo que todavía adquiere mayor importancia estar te», «No hay principios prácticos innatos», y «Otras consideraciones relativas
atento a todas las actividades del niño. (Véase a este respecto en LOCKE, John: a los principios».
«Algunos pensamientos concernientes a la educación», cit., pp. 146, 151 y 183). 16 En LOCKE, John: Ensayo sobre el entendimiento humano, cit., p. 83.

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minar ninguna información genética exceptuando la que hace y sus aptitudes; reconocer por frecuentes experiencias el giro
que el hombre sea hombre, que se desarrollen todas las pecu­ natural de su espíritu; observar, en fin, su fondo natural, cómo
liaridades que como tal le caracterizan17, pero eso no es cierto. pueden desenvolverse y qué son capaces de hacer. Deben con­
Ya que si bien Locke considera que el hombre nace carente de siderar lo que les falta, y si son capaces de adquirirlo por su tra­
ideas, también admite en distintos pasajes de su obra que exis­ bajo, de apropiárselo mediante la práctica, si son dignos de pro­
ten en las personas ciertas tendencias naturales, características curarlo. En muchos casos, en efecto, todo lo que podemos hacer,
connaturales propias de cada persona. Así, por ejemplo, señala todo lo que podemos intentar, es sacar el mayor partido posible
en un interesante pasaje, en el que trata sobre la forma de en­ de los dones de la naturaleza, prevenir los vicios y las faltas a que
señar hábitos a los niños mediante acciones-práctica antes que está más inclinada tal constitución, y proporcionarles todas las
mediante reglas-teoría: «Yo haría otra observación que se me ventajas de que sea capaz. Todo temperamento natural debe ser
ocurre ahora. Por este método comprobaremos si lo que se le exi­ llevado tan lejos como sea posible; pero intentar sustituirlo por
ge al niño está a su alcance y está adaptado de algún modo a su otro sería en vano; todo lo que se le agregue como añadido será
genio y constitución natural, porque debe tenerse esto muy en torpe, y tendrá siempre el aire desgraciado de la violencia y de
cuenta en una educación recta. No debemos esperar cambiar la afectación» 1S. Este párrafo parece casar mal con otros plan­
su temperamento original, ni hacer pensativos y graves a los teamientos de Locke. Sobre todo con dos de sus ideas básicas:
que son alegres, ni animados a los que son melancólicos. Dios la mente del niño como tábida rasa, como papel en blanco, y la
ha estampado ciertos caracteres en el espíritu de los hombres, constitución de la personalidad adecuada a través de la educa­
que, como los defectos de su cuerpo, pueden ser ligeramente ción, que es capaz de hacer lo que son los hombres en un noventa
enmendados; pero que no se podrían reformar y cambiar ente­ por ciento. Es decir, que parecen contraponerse en sus plante­
ramente en caracteres contrarios. Por consiguiente, todo el que amientos la defensa de la existencia de ciertas características
tiene niños a su cargo debe estudiar con cuidado su naturaleza connaturales de la persona que determinan en una gran medi­
da cuál va a ser el carácter de la persona, con la consideración
de la mente del niño como un receptáculo vacío que debe ser con­
17 Es claro que Locke con su negación de principios innatos en la mente venientemente llenado a través de la educación, principalmen­
humana, no niega en ningún momento que el hombre tenga ciertas facultades te con la creación de los hábitos apropiados.
que le son innatas. Pues son precisamente éstas las que, entre otras cosas, per­ No obstante, es posible conciliar esas ideas, al menos en sus
miten que se forme la mente humana con la incorporación a ella de las ideas. concepciones teóricas, en el pensamiento de Locke. Por una
Así se puede ver desde el mismo inicio de su rechazo de la teoría de que exis­
parte, Locke, con su negación de la existencia de ideas innatas,
ten principios innatos en el hombre: «Es opinión establecida entre algunos
hombres, que hay en el entendimiento ciertos principios innatos; ciertas no­ y, por consiguiente, de principios innatos, lo que está negando
ciones primarias (%oival tvvoiai), caracteres, como impresos en la mente del es la posibilidad de que exista un conocimiento innato en la per­
hombre, que el alma recibe en su primer ser y que trae al mundo con ella. Bas­ sona: todos los conocimientos de la persona, y conforme a los
taría, para convencer al desprejuiciado lector de la falsedad de semejante su­ que va actuar, son, pues, adquiridos 18 l9; de esta manera se en­
posición, limitarme a mostrar (como espero hacerlo en las siguientes panes de
esta obra) de qué modo los hombres, con el solo empleo de sus facultades na­
turales, pueden alcanzar todo el conocimiento que poseen sin la ayuda de nin­
guna impresión innata, y pueden llegar a la certeza sin tales nociones o prin­ 18 En LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educa­
cipios innatos». (En LOCKE, John: Ensayo sobre el entendimiento humano, ción», cit., pp. 89-90.
cit., pp. 21-22). 19 Esa relación entre ideas y conocimiento se puede determinar a partir

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tiende el carácter primordial de la educación en la formación de teamientos de Locke: si bien se puede decir que no existe la idea
la persona, pues la adquisición de los conocimientos y hábitos innata de Dios en la mente humana2I, por lo que no podemos
adecuados de la persona serán los que irán conformando su per­ tener desde el nacimiento el conocimiento de la existencia de un
sonalidad. Mientras que, por otra parte, con la defensa de la ser como Dios, sin embargo, si se puede afirmar que es una ca­
existencia de características connaturales de la persona, lo que racterística connatural al ser humano la capacidad de adquirir
está afirmando es la existencia de ciertas tendencias en todas las ese conocimiento de Dios22, y, finalmente, es posible atender a
personas y en cada persona en particular; y, en este sentido, se las características de la naturaleza de cada persona para saber
señalan los límites que difícilmente se podrán superar con la tanto cómo guiar correctamente su interés en esa búsqueda (no
educación20. Es decir, por utilizar un ejemplo cercano a los plan- se ha de dirigir de la misma manera un carácter indolente que
uno tendente al misticismo), cuanto en saber hasta dónde se va
a poder llegar en ese pretendido conocimiento (no podrá ser
de las propias definiciones del autor: «desde ahora debo excusarme con mi
lector por el frecuente uso de la palabra idea que encontrará en el Tratado que igual el de una persona con sus capacidades mentales atrofia­
va a continuación. Siendo este término el que, según creo, sirve mejor para das que el de una persona que pueda realizar un buen uso de sus
mentar lo que es el objeto del entendimiento cuando un hombre piensa, lo he facultades mentales)23.
empleado para expresar lo que se entiende por fantasma, noción, especie, o En todo caso, en relación con esa defensa de Locke de la
aquello que sea en que se ocupa la mente cuando piensa». Y: «El conocimien­
to es la percepción del acuerdo o desacuerdo de dos ideas. Me parece, pues, que existencia de tendencias connaturales en las personas me inte­
el conocimiento no es sino la percepción de la conexión y acuerdo, o del desa­
cuerdo y repugnancia entre cualesquiera de nuestras ideas. En eso consiste ex­
clusivamente. Donde haya semejante percepción, hay conocimiento; donde no resulta ser un argumento en contra, porque si hubiera caracteres ciertos im­
la haya, entonces, aunque podamos imaginar, columbrar o creer, siempre nos presos por la naturaleza en el entendimiento, como principios del conoci­
quedaremos cortos en cuanto al conocimiento». (En LOCKE, John: Ensayo miento, no podríamos menos de percibirlos operando constantemente en no­
sobre el entendimiento humano, cit., pp. 21 y 523). sotros e influyendo en nuestro conocimiento, del mismo modo que percibimos
20 Esta distinción, y compatibilidad, de conceptos en los planteamientos a esos otros operando en la voluntad y en el apetito, sin que jamás dejen de ser
de Locke se puede apreciar claramente, al menos en lo que respecta a la que los resortes y los motivos constantes de todas nuestras acciones, a la cuales
hay entre la inexistencia de ideas innatas con la existencia de tendencias con­ perpetuamente sentimos que nos impelen con fuerza». (En LOCKE, John: En­
naturales a todas las personas, en el siguiente pasaje, encuadrado, precisa­ sayo sobre el entendimiento humano, cit., p. 42).
mente, en su argumentación para negar la existencia de principios prácticos En el mismo sentido que señalo, afirma Tarcov: «La tabula rasa se aplica
innatos: «La naturaleza, lo confieso, ha sembrado en el hombre un deseo de fe­ de manera absoluta sólo al conocimiento, no a las habilidades, temperamen­
licidad y una aversión a la desgracia. Éstos, ciertamente, son principios prác­ tos o deseos». (En TARCOV, Nathan: Locke y la educación para la libertad, cit.,
ticos innatos, que, como corresponde a los principios prácticos, continúan ope­ p. 133; también puede verse, en este sentido, ARCHARD, Datad: Children: Rights
rando constantemente e influyen sin cesar en todas nuestras acciones. Pueden and childhood, cit., pp. 4-5).
observarse en todas las personas y en todas las edades de un modo fijo y uni­ 21 Así, resaltando la importancia de la negación, señala explícitamente:
versal; pero se trata de inclinaciones del apetito por el bien, no se trata de im­ «La idea de Dios no es innata. Si alguna idea puede suponerse innata, la idea
presiones de la verdad en el entendimiento. No niego que haya tendencias na­ de Dios, entre todas y por muchas razones, debe aceptarse como tal». (En LOC­
turales impresas en las mentes de los hombres, y que desde el momento mismo KE, John: Ensayo sobre el entendimiento humano, cit., p. 63).
en que hay sentido y percepción, algunas cosas les son gratas y otras son mal 22 Véase así en LOCKE, John: Ensayo sobre el entendimiento humano,
recibidas; algunas a que se inclinan, otras a las que huyen. Pero esto en nada cit., p. 621.
favorece a la doctrina de los caracteres innatos en la mente, que serían los 23 Véase a este respecto en LOCKE, John: Ensayo sobre el entendimiento
principios del conocimiento para gobernar nuestro obrar. Tan lejos está esto de humano, cit., pp. 69-70; y en LOCKE, John: «Sobre el empleo del entendi­
confirmar las tales impresiones naturales en el entendimiento, que lo dicho miento», en Locke, John: Pensamientos sobre la educación, cit., pp. 280-281 y 313.

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

resa resaltar aquí dos aspectos concretos: el primero se refiere ese control y dominio ya quedan suficientemente justificados
a la existencia en los planteamientos de Locke de la idea del pe­ tanto por que la falta de razón del niño le impide conocer el
cado original o de la concepción de la inocencia y naturaleza bien y actuar en consecuencia, cuanto por que para Locke las
esencialmente buena del niño, el segundo se refiere a si en los tendencias naturales sin el control de la razón lo que nos hacen
planteamientos de Locke se le da suficiente fuerza a las ten­ es alejamos de la consecución de la virtud25. A este respecto, es
dencias connaturales como para determinar de manera signifi­ interesante observar también como Locke reconoce en el niño
cativa el carácter y el comportamiento de las personas. un deseo muy fuerte de dominio prácticamente desde el naci­
Respecto a la primera cuestión, hay que entender, en primer miento, y lo desglosa en dos tendencias: el deseo de imponer en
lugar, que Locke se muestra en su obra muy preocupado por los demás su voluntad y el deseo de propiedad y posesión sobre
los asuntos religiosos, y más concretamente por la salvación del las cosas, señalando la necesidad de extirparlos y producir há­
alma. Recordemos que hasta en su debate político gran parte de bitos adecuados a un hombre bueno y digno26. Pero, en realidad,
la refutación que hace a los argumentos de Filmer en el Primer en los planteamientos de Locke esas dos tendencias no son con­
Tratado sobre el Gobierno Civil se basa en una diferente inter­ sideradas precisamente como nocivas para los adultos. Por lo que
pretación de los textos sagrados; y que, como después veremos se ha de entender que son nocivas sólo en ausencia de una ra­
con más detalle, los cambios fundamentales que establece res­ zón adecuada que las sepa controlar y dirigir. Y que es eso lo que
pecto a las relaciones entre padres e hijos y al reconocimiento
que a ese respecto hace de los derechos de los niños, tienen tam­
bién un fundamento principalmente religioso. Sin embargo, bre bondadosa y compasiva con los demás. Es decir, que para Locke en la na­
pese a toda esa importancia decisiva que la justificación reli­ turaleza de las personas podemos encontrar cualidades positivas que ayudan a
giosa tiene en los planteamientos de Locke, éste no hace hinca­ su buen desarrollo, así como temperamentos con tendencias a vicios propios de
cada persona, que sólo una buena educación puede corregir y, así, dirigir su
pié en el pecado original a la hora de establecer cuál ha de ser buen desarrollo. (Véase a este respecto en LOCKE, John: «Algunos pensamientos
el trato que se ha de dispensar a los niños. Así, aunque acepta concernientes a la educación», cit., pp. 169 y 193; el pasaje aquí citado en p. 118;
la existencia del pecado original, no le da una importancia de­ y el pasaje respecto a la consideración de la disposición a la crueldad no como
cisiva a la hora de ofrecer argumentos para controlar y dirigir natural sino adquirida en pp. 165-167; aunque, sobre este último punto con­
la voluntad del niño; bien sea porque no considere que esa má­ viene advertir de que, conforme a lo expuesto por Tarcov, en los planteamien­
tos de Locke sobre la crueldad en los niños existe una aparente contradicción
cula en el alma de la persona tenga la suficiente fuerza como para que se resolvería admitiendo que «el enfoque de Locke es que la insensibilidad
dirigir sus tendencias al mal24, o bien sea porque considere que al sufrimiento de los demás que algunos exhiben, es una propensión natural, pero
que el placer concreto en el sufrimiento de los demás es artificial, si bien ense­
ñado apelando al orgullo natural». En TARCOV, Nathan: Locke y la educación
24 En este sentido, puede resultar de interés observar como Locke en­ para la libertad, cit., p. 196; el mismo asunto lo trata en pp, 158-159).
tiende que no puede encontrarse en el menor de siete años la voluntad rebel­ 25 Véase en este sentido en LOCKE, John: Ensayo sobre el entendimiento
de contra la voluntad, y las órdenes, del padre, merecedora del castigo corpo­ humano, cit., p. 50; y en LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes
ral, sino que, más bien: «Durante los siete primeros años, en efecto, ¿cuáles son a la educación», cit., pp. 76. Y también en el sentido de las conclusiones que
los vicios de que puede hacerse culpable a un niño, sino la mentira o algún señalo en el texto principal puede verse en SPELLMAN, W. M.: John Locke,
rasgo de malicia? (ill-nature)...»; o que al tratar «sobre la disposición a la cruel­ col. British History in Perspective, St. Martin's Press, New York, 1997, pp. 80-
dad en los niños», señale, en un párrafo que no sería extraño a Rousseau, que 81; y en ARCHARD, David: Children: Rights and childhood, cit., p. 5.
la crueldad que se puede apreciar en los niños no es en realidad natural sino 26 Véase en este sentido en LOCKE, John: «Algunos pensamientos con­
adquirida del ejemplo y de la sociedad, siendo la verdadera naturaleza del hom- cernientes a la educación», cit., p. 143.

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hace que recomiende que se «extirpen» en el niño; aunque, en siguiente, que tales tendencias habían de ser corregidas, Rous­
este sentido, hubiese sido más correcto decir que se deben «en­ seau, sin embargo, la criticará contundentemente al defender con
cauzar» por sus educadores21. ardor, y hacer base de sus planteamientos, precisamente, esa
Cambra expone una posible forma de enfocar esta cuestión idea de la bondad natural del hombre—; sin embargo, no se
al señalar la confianza de Locke en la recta razón natural del puede hacer la extensión de esas ideas a Locke. Me parecen más
hombre; afirmando, dentro de una argumentación más amplia acertadas, en este sentido, las afirmaciones de Tarcov y de Illick;
sobre la crítica que se puede hacer a los planteamientos de Locke el primero, al señalar: «Sin duda [Locke] no compartía el enfo­
en relación a la prevalencia de las mayorías sobre las minorías, que rousseauniano de la bondad de la naturaleza, y la educación
que: «Este mismo supuesto implícito de la recta naturaleza ra­ que pensó, en consecuencia, no era negativa, sino abierta y de­
cional del hombre es el mismo que previamente sirvió a Locke cididamente formativa», y el segundo, al concluir que para él
para deducir un Estado liberal del mismo pacto social que ha­ Locke «Mantenía una posición intermedia entre los defensores
bía llevado a Hobbes a admitir el absolutismo de un Leviathan de la inocencia infantil y los que consideraban que el niño era
todo poderoso, remedio único a la lucha universal. El hombre, un ser malvado»2S. En este sentido, resulta interesante observar
según este supuesto que más tarde desarrollará Rousseau, no cómo en un pasaje en el que Locke critica la creación de hábi­
hace al entrar en sociedad más que confirmar sus impulsos jus­ tos contrarios a los adecuados, a causa de la indulgencia de los
tos y benéficos que le proporcionan así una vida de superior ra­ padres, señala también el peligro que ello supone al estarse ac­
cionalidad y bondad». Pero, si bien es cierto, como señalaré con tuando erróneamente en la que se considera como «la edad de
la inocencia»28
29; lo que supone que para Locke esta «inocencia»,
más detenimiento en el capítulo dedicado a Rousseau, que se­
guramente fue el ginebrino el principal defensor de la natura­ antes que un carácter positivo que se ha de preservar, idea que
leza buena del hombre —y así, en relación con la concepción del desarrollarán otros autores, lo que significa es una cualidad pro­
pia de la imperfección del niño, motivada por sus todavía no
pecado original, que tuvo un peso importante para otros mu­
desarrolladas cualidades. De esta manera, esa edad supone un
chos autores en el establecimiento de ese trato que se ha de dis­
periodo trascendental, en la que, como ya se ha señalado, se
pensar a los niños, al considerar que conforme a ella habría que
crean los hábitos que serán propios de cada persona en su vida
entender que el niño había de ser considerado malo por natu­
futura; por lo que resulta necesario aprovecharla para inculcar
raleza, que sus tendencias naturales eran inmorales, y, por con- los hábitos pertinentes. En este mismo sentido, se muestra ex­
plícito Locke en la sección XI de su tratado «Algunos pensa­
mientos concernientes a la educación», que lleva el significati­
27 Para Tarcov, sin embargo, la forma de solucionar la aparente parado­
ja de esta crítica a la propiedad y la defensa que de la misma hace en otras vo título de «Sobre los diferentes temperamentos del niño»,
partes de su obra, sería entendiendo que «puede ser que aquello a lo que Loc­
ke aquí se opone no sea el deseo de la propiedad como tal sino el deseo de po­
seer como una forma de poder sobre los otros. En los Dos tratados, después de 28 Véanse estos pasajes citados en CAMBRA, Rafael: «Estudio Preliminar»,
todo, se preocupa no sólo de defender la propiedad del gobierno arbitrario cit., pp. XXXIV-XXXV; en TARCOV, Nathan: Locke y la educación para la li­
sino de negar que la propiedad «le dé al hombre poder sobre la vida de otros bertad, cit., p. 135; y en ILLICK, Joseph E.: «La crianza de los niños en Ingla­
hombres». De manera que aquí, en los Pensamientos, Locke habla del poder terra y América del Norte en el siglo XVII», en deMause, Lloyd (ed.): Historia
que la propiedad «parece» dar; pero habla sin especificar el derecho que da a de la infancia, cit., p. 359.
disponer de las cosas como a uno le plazca». (En TARCOV, Nathan: Locke y la 29 Véase en este sentido en LOCKE, John: «Algunos pensamientos con­
educación para la libertad, cit., p. 161). cernientes a la educación», cit., pp. 66-67.

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señalando no sólo la importancia de los diferentes tempera­ pero lo que en última instancia es definitivo en la formación del
mentos de todas las personas desde el nacimiento, sino también carácter de la persona es la educación que reciba. También, si
la necesidad de atender tempranamente a ellos si se quiere co­ se prefiere ver en su concepción filosófico-empirista, se entien­
rregir sus tendencias a la adquisición de los vicios a los que sean de que será con las sensaciones que perciba del mundo exterior
más proclives, y conseguir, así, la correcta educación del niño30. y con la propias ideas que forme a través del uso de sus facul­
Respecto del segundo de los aspectos que antes señalaba, tades mentales como se irá conformando la persona, y, final­
sobre la fuerza que Locke concedía a las tendencias connaturales, mente, se llegue a formar su definitiva personalidad, con todas
hay que concluir que si bien Locke acepta que existe este tipo las virtudes que puedan adornar su carácter y con la culmina­
de tendencias, no les reconoce, en todo caso, la fuerza suficiente ción de una razón que le sirva de guía adecuada en su actuación
como para determinar de manera significativa el carácter y el (y, así, actuando conforme a la razón universal, conseguir la fe­
comportamiento de las personas. Locke es claro en este senti­ licidad en esta vida y asegurarse la de la vida ultraterrena). En
do al iniciar su tratado sobre la educación: «Reconozco que al­ definitiva, aunque se acepte la existencia de ciertas tendencias
gunos hombres tienen una constitución corporal y espiritual naturales, el niño es, en realidad, concebido como ese papel en
tan vigorosa y tan bien modelada por la naturaleza, que apenas blanco al que se equiparaba su mente, como esa arcilla moldeable
necesitan del auxilio de los demás; desde su cuna son arrastra­ de la que hablaba en sus Pensamientos sobre la educación.
dos por la fuerza de su genio natural a todo lo que es excelen­ Finalmente, pues, todas estas consideraciones hacen que se
te, y por privilegio de su feliz constitución son aptos para las conciba al niño como un ser al que necesariamente hay que cui­
empresas admirables. Pero los ejemplos de este género son muy dar y proteger para que no reciba las influencias nocivas exter­
escasos, y pienso que puede afirmarse que de todos los hom­ nas que le peijudicarían su cuerpo, entendimiento y alma, de ahí
bres con que tropezamos, nueve partes de diez son lo que son, que manifieste Locke la importancia de evitar los perjuicios que
buenos o malos, útiles o inútiles, por la educación que han re­ se le puedan inculcar desde la primera infancia, advirtiendo el
cibido. Esta es la causa de la gran diferencia entre los hombres. peligro de que se terminen convirtiendo en «verdades innatas,
Las menores y más insensibles impresiones que recibimos en incuestionables y de suyo evidentes»32; para que no se deje lle­
nuestra más tierna infancia tienen consecuencias muy impor­ var por las tendencias naturales que le alejarían de la consecu­
tantes y duraderas»31. Es decir, que lo que prima en la forma­ ción de la virtud33; y para que, a la vez, aprenda los conoci-
ción de la persona es la educación que reciba y no las tenden­
cias que deba a la Naturaleza. Esas tendencias naturales habrá
que tenerlas en cuenta, como antes señalaba, a fin de saber 32 Véase en LOCKE, John: Ensayo sobre el entendimiento humano, cit.,
como hacer más efectiva la educación que ha de recibir el niño, pp. 57; también es interesante, en este sentido, en p. 58.
33 Aunque, conforme a lo antes señalado, queda claro que no todas las ten­
dencias naturales alejarían, para Locke, al niño de la consecución de la virtud. Por
30 Véase en LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la eso me parecen equivocadas interpretaciones como la de Monroe o la de Ma-
educación», cit., p. 142. llinson que enfocan sólo, de las teorías educativas de Locke, la dimensión co­
31 En LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educa­ rrectora de las tendencias naturales del niño. (Véase en MONROE, Paul: Histo­
ción», cit., pp. 31-32. A este respecto, pueden verse también los significativos ria de la pedagogía, tomo n, trad. María de Maeztu, col. De Ciencia y Educación,
pasajes de LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educa­ Ediciones de la Lectura, Madrid, 1905, pp. 236-237 y 245-246; y en MALLINSON,
ción», cit., pp. 65-66; y LOCKE, John: «Sobre el empleo del entendimiento», cit., Vemon: «John Locke», en Cháteau, Jean (dir.): Los grandes pedagogos: Platón, Vi­
pp. 286-288. ves, Comenio, Locke,..., Fondo de Cultura Económica, México, 1985, p. 132).

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

mientes y asimile los valores adecuados, así como forme su ra­ hijo, puede incluso decidir sobre su vida o su muerte, y, por su
zón y el resto de sus cualidades de forma apropiada. En defini­ parte, el niño, carece de cualquier derecho, debiendo completa
tiva, con ese cuidado y protección se ha de garantizar un com­ obediencia y respeto a su progenitor34. Y así, con la reacción de
pleto control y dirección de toda su crianza y educación, de sus Locke a los planteamientos de Filmer, podremos observar el
acciones y pensamientos, a fin de que se pueda formar adecua­ abandono de esa concepción propia del modelo tradicional, funda­
damente conforme a los criterios preestablecidos que se consi­ mentalmente en su «posición extrema», y el surgimiento de los
deran necesarios para que de adulto pueda actuar y pensar por planteamientos de un sistema de reconocimiento y protección
sí mismo de manera adecuada (conforme a los dictados de la rec­ de derechos de los niños, el modelo «proteccionistas».
ta razón). Es en este sentido, conforme a esta forma de argu­ Cuatro aspectos me interesan destacar de la concepción de
mentar, por lo que, como en los siguientes apartados desarrollo, Filmer.
se considera que se ha de someter su voluntad, a fin de que fi­ El primero está relacionado con la comprensión de que el po­
nalmente la tenga propia, y se ha de someter su libertad, a fin der que ejercía Adán sobre sus hijos era un poder que el mismo
de que finalmente pueda ejercerla. Solo de esta manera se puede Dios le había concedido. Para Filmer, con ello se fundamenta­
conseguir aprovechar adecuadamente la etapa formativa que ba el origen divino de la forma de gobierno monárquica, pero,
se supone que es la infancia, y, superando sus imperfecciones, a la vez, y de la misma manera, se fundamentaba la forma de po­
llegar a la perfección con la formación del pretendido adulto. der que el padre debía ejercer sobre sus hijos. Por ello, la forma
en que describía las relaciones que se debían dar entre los pa­
dres y sus hijos, habían de considerarse inmutables, en tanto
H. LAS RELACIONES ENTRE PADRES E HIJOS
en cuanto había que entender que fue el mismo Dios el que así
las había establecido. Así, señala Filmer, basándose en palabras
El tema de las relaciones entre los padres y los hijos se afronta
de Belarmino, a quien critica para apoyar su propia teoría: «En
por Locke, como ya apunté en la Introducción a este capítulo,
estas palabras tenemos una evidente confesión de que la crea­
en su refutación de los planteamientos de Filmer de intentar fun­
ción hizo al hombre príncipe de su posteridad. Y, ciertamente,
damentar el poder político del monarca absoluto en el poder pa­
no sólo Adán, sino los sucesivos patriarcas tuvieron, por dere­
ternal que el monarca terna derecho a ejercer sobre sus súbditos, y,
así, también, en la posterior justificación de su propia teoría sobre cho de paternidad, autoridad real sobre sus hijos»35.
el origen y el fundamento del poder político. Por eso, es conveniente
señalar previamente en que consiste la concepción de Filmer.
34 Conexión que puede señalarse a pesar de que el planteamiento de Fil­
mer tenga una finalidad esencialmente política, y su argumentación esté ba­
sada fundamentalmente en los textos sagrados judaicos y cristianos. En todo
1. La concepción de Filmer caso, puede ser conveniente recordar la trascendencia que tuvo el pensamien­
to de Platón y Aristóteles —autores, como vimos, muy representativos de esa
El estudio de los planteamientos de Filmer en este punto tam­ «posición extrema»—, fundamentalmente tras la recuperación que del mismo
hicieron para el mundo cristiano San Agustín y santo Tomás de Aquino res­
bién resultan relevantes porque en ellos se mantiene, respecto a pectivamente, en todo el pensamiento occidental, siendo, además, Filmer un
las relaciones patemo-filiales, la estructura conceptual del modelo gran admirador y estudioso de la obra de Aristóteles.
tradicional que denominé como «posición extrema», conforme a 35 En FILMER, Robert: «Patriarca o el poder natural de los reyes», en La
la cual se entiende que el padre tiene un poder absoluto sobre su polémica Filmer-Locke sobre la obediencia política, cit., p. 8.

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El segundo es que lleva hasta sus últimas consecuencias la sino también su poder como cabeza de familia. Por consiguiente,
tradicional comparación entre el poder del monarca con sus el heredero tiene el poder sobre todos los miembros de su familia,
súbditos y el del padre con sus hijos. Existe, para Filmer, una su mujer, sus hermanos, sobrinos, etc. Sólo en cuanto conceda
completa identificación entre el poder político y el poder pa­ la posibilidad a un miembro de su familia de formar una fami­
ternal, de forma tal que parece incorrecto hablar de dos tipos de lia distinta, y esto se realice, se podrá empezar a hablar de otro
poderes distintos: es el mismo poder, el que dio Dios a Adán res­ cabeza de familia, con poder político-paternal sobre su propia
pecto a sus hijos. Y ese mismo poder es el que transmitió Adán familia. Así, observamos como Filmer señala: «Para confirmar
a su heredero para que gobernarse al resto de la familia. Por este derecho natural del poder real encontramos en el decálogo
eso lo que se considera el poder político no es, en realidad, más que la ley que ordena la obediencia a los reyes se expresa en los
que el poder paternal que el monarca ha recibido en herencia de términos Honrarás a tu padre, como si todo poder residiese ori­
ascendiente en ascendiente hasta llegar a Adán, y en último tér­ ginariamente en el padre. Si la obediencia a los padres es im­
mino al mandato explícito de Dios36. Idea que viene bien refle­ puesta de modo inmediato por una ley natural»38.
jada en lo expuesto por Filmer en el mismo pasaje citado para Y el cuarto es que, pese a que la principal preocupación de
el punto anterior: «no sólo Adán, sino los sucesivos patriarcas Filmer sea justificar el poder absoluto del monarca sobre sus
tuvieron, por derecho de paternidad, autoridad real sobre sus súbditos, está claro, al basarlo en el poder de los padres sobre los
hijos. (...) así como Adán era señor de sus propios hijos, así hijos y confundir así el poder paternal con el político, que la for­
sus hijos, sometidos a él, tenían mando y poder sobre sus ma de poder que el padre ejerce sobre sus hijos es, para este au­
propios hijos; pero conservando la subordinación al primer pa­ tor, el de una completa y total sumisión de los hijos a sus padres.
dre, que es supremo señor de los hijos de sus hijos en todas las Ese poder, concedido por Dios, siguiendo a Filmer, no podría,
generaciones, como gran patriarca de su pueblo. No veo, pues, pues, cuestionarse. Pero, de hecho, tampoco parece que él cre­
cómo los hijos de Adán o de cualquier otro hombre pueden es­ yese que iba a ser cuestionado en su sociedad, en tanto en cuan­
tar libres de la subordinación a sus padres: y siendo esta sumi­ to es en él en el que compara el poder absoluto de los monar­
sión de los hijos la fuente de la autoridad real por disposición cas, y no al revés, lo que muestra que creía encontrar en sus
del mismo Dios, se sigue que el poder civil no sólo en términos lectores una mayor comprensión y aceptación si hacía esa com­
generales es de divina institución, sino que también lo es en su paración, que éstos compartirían con él sin grandes problemas
asignación específica a los primeros padres»37. esa visión del poder paternal sobre sus hijos. También Cambra
El tercero es que el poder que ejerce Adán como padre y go­ resalta esta idea señalando como precisamente esa conexión
bernante, lo ejerce como cabeza de familia. Eso incluye que el con la mentalidad predominante suponía una ventaja para los
mismo poder lo ejerce sobre Eva como madre de sus hijos. Así, argumentos de Filmer, y como supuso, precisamente, un im­
en la transmisión que de ese poder hace al heredero transmite portante obstáculo para Locke cuando, medio siglo después
no sólo el poder de gobernar sobre sus propios descendientes, (pues, el Patriarca, aunque no fue publicado hasta 1680, fue es­
crito hacia 1640) rebatiría esas argumentaciones39.

36 En este mismo sentido, véase en TARCOV, Nathan: Locke y la educación


para la libertad, cit., p. 23. 38 En FILMER, Robert: «Patriarca o el poder natural de los reyes», cit., p. 16.
37 En FILMER, Robert: «Patriarca o el poder natural de los reyes», cit., 35 Véase así en CAMBRA, Rafael: «Estudio Preliminar», cit., pp. XVHI-
p. 8. XDCyXXXV.

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En todo caso, ese poder de los padres, que propugna Filmer, mente gobernados; y, no obstante, todo padre está obligado pol­
supone un poder tan absoluto sobre los hijos como el que podrían la ley de la naturaleza a hacer cuanto pueda por la preservación
tener sobre cualquier otra propiedad suya; el padre tiene poder de su familia; pero aún más obligado está el rey por la misma
sobre su persona y su voluntad hasta los últimos extremos, pu- ley de la naturaleza a mantener este principio fundamental: que
diendo decidir sobre su vida o su muerte si así fuese necesario. la salud del reino es su primera ley»43.
Desde el punto de vista del niño, pues, supone la negación ab­
soluta de cualquier derecho, lo único que tienen son obligacio­
nes, que podrían resumirse en los conceptos de sumisión y res­ 2. La concepción de Locke. La crítica a Filmer
peto al padre, y que vienen a significar una anulación absoluta
de su propia personalidad y una obediencia sin fisuras a la vo­ La crítica que hace Locke a la teoría de Filmer podemos ob­
luntad y deseos del padre, que para Filmer sólo habría de con­ servarla respecto a los cuatro aspectos en que ésta ha sido consi­
cluir por explícito deseo del padre40. Así, aunque Filmer señale derada. De esta manera, y con la incorporación de un quinto apar­
una serie de acciones que entiende que todo monarca-padre rea­ tado sobre la fundamental concepción de Locke respecto a las
lizará a favor de sus súbditos-hijos, como alimentarles, vestir­ relaciones afectivas entre padres e hijos, podremos analizar y com­
les, instruirles y protegerles41; no hay que entender esto, en nin­ prender su propia concepción respecto a la determinación de los cri­
gún caso, como un reconocimiento de derechos de los terios que han de regular las relaciones enríe los padres y los hijos.
súbditos-hijos, o deberes de los monarcas-padres. La sumisión
total de los primeros a los últimos es puesta de manifiesto en mul­
titud de ocasiones, y es que, de hecho, era para justificar ese a) El posible origen divino del poder monárquico y paternal
poder absoluto para el que escribió su tratado42. Y así, pode­
mos observar la pretendida armonización entre la voluntad su­ Respecto a esta cuestión, Locke niega que la monarquía ten­
prema del padre-monarca sobre los hijos-súbditos con ese fin al ga un origen divino. Reinterpreta los textos sagrados y señala las
que deben atender los monarcas-padres, cuando Filmer, al ar­ omisiones y malas interpretaciones de las que se había servido
gumentar en contra del sometimiento del poder real a las leyes Filmer para fundamentar sus teorías preconcebidas44. Filmer
positivas, señala: «porque como el poder real procede de la ley
de Dios, no hay ley inferior que lo limite. El padre de familia
gobierna por la única ley de su voluntad y no por las leyes y vo­ 43 En FILMER, Robert: «Patriarca o el poder natural de los reves», cit.,
luntades de sus hijos y servidores. No existe nación que permi­ p. 53.
ta a los hijos ninguna acción ni remedio cuando son injusta­ 44 Locke es claro al señalar la falta de argumentos en los escritos de Fil­
mer para sostener ese origen divino de la monarquía absoluta: «Siendo la so­
beranía de Adán lo que sirve a nuestro autor como base segura para edificar su
poderosa monarquía absoluta, yo esperaba que, en el Patriarca, esta suposición
40 Véase en este sentido en FILMER, Robert: «Patriarca o el poder natu­ principal fuera probada con toda la evidencia argumental que tan fundamen­
ral de los reyes», cit., p. 25. tal tesis requería (...) Pero en todo el tratado muy poco he podido encontrar
41 Véase así en FILMER, Robert: «Patriarca o el poder natural de los re­ que vaya en tal sentido; la cosa se da por supuesta sin pruebas». (En LOCKE,
yes», cit., p. 16. John: «Primer Libro sobre el Gobierno», en La polémica Filmer-Locke sobre la
42 Pueden verse pasajes en este sentido, por ejemplo, en FILMER, Ro­ obediencia política, cit., p. 111. Locke seguirá justificando su crítica sobre la fal­
bert: «Patriarca o el poder natural de los reyes», cit., pp. 8-9, 23 y 25-26. ta de esos argumentos en los escritos de Filmer en las páginas siguientes).

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S
Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

aquí, como en cualquiera de los otros puntos, encuentro en los el que es soberano en una sociedad civil puede eximir a cual­
textos sagrados ni más ni menos que lo que buscaba, sin que quiera de sus súbditos de toda obediencia política hacia cualquier
para ello reparase en interpretar lo que realmente dicen los tex­ otro ciudadano. Pero ¿qué ley de un magistrado puede dar a un
tos; la imagen de Locke comparando la acción de Filmer con hijo libertad de no honrar a su padre y a su madre? Se trata de
los textos con la que el mitológico bandido griego Procusto ha­ una ley eterna, adscrita puramente a la relación de padres e hi­
cía con sus víctimas es muy gráfica45. Para Locke, Dios no se­ jos, y, por tanto, no contiene en sí nada del poder de un magis­
ñala a los hombres una forma de gobierno concreta, sino que les trado ni está sujeta a él»47. *
da la libertad para que puedan elegir la que consideren más con­ Por eso, conforme a los planteamientos de Locke, habremos
de concluir que también para él el tipo de relaciones que vincu­
veniente. Así, negando expresamente las palabras de Filmer, se­
lan a los padres con los hijos son inmodificables en tanto en
ñala: «yo no veo cómo la creación de Adán, que no fue otra cosa
cuanto tienen su origen en el mismo Dios. En ese poder originario
sino el recibir el ser inmediatamente de la omnipotencia y de la
legitimador coinciden Locke y Filmer, en lo que se diferencian sus
mano de Dios, le dio soberanía sobre cosa alguna; ni compren­
planteamientos es en el contenido que dan a ese poder paternal.
do, por consiguiente, cómo la suposición de una libertad natu­
ral es una negación de la creación de Adán (...) yo no encuentro
dificultad en suponer la libertad de la humanidad, aunque siem­ 47 En LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., p. 167. Para
pre he creído en la creación de Adán»46. Tarcov también este párrafo de Locke permite observar otra de las caracterís­
Locke muestra, así, su preocupación por deslegitimar el ori­ ticas quejaste establece sobre las relaciones familiares, a la que después me
gen divino de la monarquía; sin embargo, no está interesado en referiré y que tendrá gran importancia en los planteamientos proteccionistas:
su privacidad frente a los poderes públicos; véase así en TARCOV, Nathan: Locke
deslegitimar el origen divino del poder del padre sobre los hijos,
y la educación para la libertad, cit., p. 89.
sino que, contrariamente, comparte con Filmer la creencia en Spitz, sin embargo, interpreta que el poder paternal no se basa en un acto
el origen divino del poder paternal (si bien Locke, como indico positivo de Dios, sino en la ley de la naturaleza, que establece entre padres e
en el tercer punto, resalta que ese poder en realidad es paren- hijos una relación de asistencia necesaria y que pone a los primeros los senti­
tai, abarcando tanto al padre como a la madre). Así, podemos mientos indispensables para su cumplimiento; aunque no justifica satisfacto­
riamente ese traslado de la fundamentación última del poder paternal de un
observarlo en afirmaciones como: «de ello se deduce que Hon­ acto positivo de Dios a la ley de la naturaleza. Y en el mismo sentido, Bobbio
ra a tu padre y a tu madre no puede significar una absoluta su­ señala como en el intento de distinguir Locke entre el poder paterno el políti­
jeción a un poder soberano, sino algo distinto. Por consiguien­ co y el despótico, mostraría el fundamento del poder paterno en la naturale­
te, el derecho que los padres tienen por naturaleza y que les ha za. La explicación de Bobbio es acertada, como a continuación señalo en el
texto principal, al mostrar que la teoría política de Locke tiene como objetivo
sido confirmado por el quinto mandamiento no puede ser aquel la distinción entre el poder paterno, el político y el despótico, así como al in­
dominio político que nuestro autor quiere derivar de él; porque dicar como para el autor inglés el poder político tiene el fundamento en el con­
senso, mientras que el despótico lo tendría en el castigo por alguna «prevari­
cación»; sin embargo, no me parece acertada en cuanto no consigna que el
45 Locke lo hace en relación con la mutilación que hace Filmer del final del fundamento del poder paterno está, más allá de la naturaleza, en su origen di­
cuarto mandamiento de las tablas de Moisés, pero la crítica sería generalizable. vino. (Véase así en SPITZ, Jean-Fabien: «L'État et la famille», cit., p. 68, com­
Véase así en LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., p. 163. prendido en un breve resumen que realiza Spitz sobre la distinción en Locke
46 En LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., p. 115. En las entre el Estado y la familia, así entre el poder paternal y el político, en pp. 66-
siguientes páginas de este capítulo III, y en el IV, Locke va refutando todas las 70; y en BOBBIO, Norberto: Locke e il diritto naturale, G. Giappichelli - Edito-
afirmaciones de Filmer sobre la supuesta soberanía de Adán sobre los hombres. re, Tormo, 1963, p. 241).

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Ignacio Campoy La Fundamentadon de los Derechos de los Niños

b) La distinción entre el poder paternal y el poder político te separados y son tan diferentes entre sí, que cada súbdito que
es padre tiene tanto poder sobre sus propios hijos como el prín­
En cuanto al segundo punto destacado respecto del pensa­ cipe sobre los suyos; y que todo príncipe que tenga padres, les de­
miento de Filmer, lo primero que hay que resaltar es que del he­ berá la misma obligación filial y la misma obediencia que el más
cho de que Locke parta de la consideración de un diferente ori­ humilde súbdito debe a los suyos. Por lo tanto, el poder paternal
gen para el poder paternal y el político, se deriva el que haya que no puede implicar ningún grado de ese tipo de dominio que un
hacer una necesaria distinción entre ellos. Así, mientras que, príncipe o un magistrado tiene sobre sus súbditos»50.
como apuntaba, el origen del poder paternal sí es divino, el polí­ Locke muestra la inconsistencia de los argumentos de Filmer
tico, sin embargo, es consensuado por los miembros de la socie­ al equiparar el poder político con el paterno51, haciendo otra
dad a través de un pacto que entre ellos realizan, es su teoría con­ interpretación de las Escrituras, así como mostrando los pro­
tractual que desarrollará extensamente en el Segundo Tratado blemas lógicos existentes en ellos, como es tener que demostrar
sobre el Gobierno Civil4*. En este sentido, expone Locke que si se que los monarcas actuales son herederos en una línea inte­
pudiese aceptar que en un principio, o dónde todavía no existie­ rrumpida del poder paterno de Adán, o de Noé, algo que el pro­
sen sociedades establecidas, las familias estuvieron gobernadas pio Filmer, siendo consciente de su imposibilidad, intentó jus­
por los padres, que serían, pues, los que ejercerían el poder sobre tificar señalando que, en realidad, más que la seguridad de la
sus miembros, habría que entender que resultaría lógico que eso descendencia directa de ese poder lo que había que hacer era en­
fuese así porque los hijos cuando fuesen mayores de edad con­ tender que los monarcas actuales adquirían, también por deci­
sentirían de buen grado en ello, por lo que, incluso entonces, ese sión divina, un poder igual al que hubiesen adquirido por esa he­
poder tendría su fundamento último precisamente en ese con­ rencia, aunque se supiese que habían accedido al trono por una
sentimiento, tácito o expreso, que le darían sus hijos'19. revolución, por usurpación, o por cualquier otro medio52. *Este
En todo caso, es interesante destacar aquí la importancia del
pensamiento de Locke para la definitiva separación entre el po­
der político y el poder paternal; y a demostrar esa distinción de­ 50 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., p. 90.
dica muchas páginas, pues con ella se ataca directamente a una Aunque después (véase así en pp. 173-174) dejará claro Locke que ese poder po­
de las principales bases sobre las que se asienta todo el edificio lítico reside originariamente en los individuos, que es la base para la formación
consensuada de la sociedad civil.
teórico justificatorio del poder absolutista que autores como Fil­
51 Para ser exactos, según los planteamientos de Locke, Filmer no sólo con­
mer habían construido. Son muchas las referencias en este sen­ funde el poder paterno con el político, sino también con el despótico. Poder éste
tido en la obra de Locke, y a continuación señalaré sus principales último que Locke distingue expresamente de los otros dos, señalando, en este
argumentos, pero, en todo caso, conviene dejar constancia, des­ sentido, que «el poder despótico es un poder absoluto y arbitrario que un hom­
de ahora, de la contundencia de su posición: «Mas ocurre que es­ bre ejerce sobre otro, hasta el punto de quitarle la vida si así le place. Es éste
tos dos poderes, el político y el paternal, están tan perfectamen- un poder que la naturaleza jamás concede —pues la naturaleza no hace una dis­
tinción así entre un hombre y otro—, y que tampoco puede derivarse de con­
trato alguno; es, únicamente, el efecto de haber renunciado el agresor a su pro­
pia vida poniéndose en estado de guerra con otro». (En LOCKE, John: Segundo
48 Pueden verse unos pasajes explícitos en este sentido en LOCKE, John: Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., p. 174).
Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 111 y 114. 52 Pues Filmer pretendía también defender en su Patriarca la que ahora
49 Véase al respecto en LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno nos puede parecer (y también se lo pareció entonces a autores como Locke) pe­
Civil, cit., pp. 92-95. regrina idea de considerar que el poder paternal que, por mandato expreso de

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

argumento de Filmer, evidentemente, lo que en realidad signi­ llegan los reyes a su poder, sea por elección, sucesión o cualquier
ficaba era una negación de todo su anterior y principal argu­ otro medio; porque, en todo caso, es la forma de gobernar por su­
mento: para señalar que en realidad daba igual que el poder de premo poder lo que les hace propiamente reyes, y no los medios de
los monarcas absolutos lo detentasen por ser los actuales here­ obtener sus coronas. Lo cual, creo yo, es una refutación plena
deros de Adán o simplemente porque lo habían tomado por me­ de toda su hipótesis de la real autoridad de Adán como fuen­
dio de la fuerza bruta, no hacía falta toda la construcción teó­ te de la cual todos los príncipes derivan la suya, y podía haber­
rica que justificaba el poder de los monarcas absolutos porque se ahorrado el hablar tanto como lo hace, dándole vueltas a la
en último término este poder provenía del que Dios le había herencia y a los herederos, si para hacerse propiamente rey no
concedido a Adán sobre sus descendientes. Locke es expreso en se necesita más que gobernar por supremo poder, y no importa por­
su crítica con referencia directa a un pasaje significativo de Fil­ que medios se llegue a ello »54. * *
mer a este respecto: «Y, por último —y esto es lo más admira­ Así, en realidad, a la concepción de Filmer solo le quedaba
ble—, nos dice en la página 10053: No importa por qué camino la tesis de que el poder paternal y político, que le habían sido con­
cedidos conjuntamente a Adán, era el mismo que ejercían los mo­
narcas, aunque ellos mismos no fuesen los auténticos herederos
Dios, Adán ejerció sobre sus descendientes se fue transmitiendo a través de de Adán. Pero esta idea también parece chocar con una incon­
las generaciones, de heredero en heredero, hasta llegar en su momento a los
sistencia lógica que la realidad muestra: si ese poder absoluto
monarcas existentes; o, dicho de otra manera, para Filmer había que suponer
que los monarcas existentes en su momento podían ejercer su poder sobre sus de los monarcas sobre sus súbditos es el mismo que el de los pa­
súbditos ya que ellos eran los herederos del poder paterno que Adán ejerció so­ dres sobre los hijos, y ese poder del padre afecta a todos sus
bre sus descendientes. Sin embargo, en la misma obra, Filmer habrá de pro­ descendientes, entonces, o bien existen tantos poderes políticos
curar evitar el absurdo de tener que reconocer que esa supuesta herencia de Adán (absolutos) como padres haya, con lo cual se daría una situación
se había transmitido realmente de padres a hijos a través de los tiempos. En
anárquica en la que toda familia vendría a constituirse en un
este sentido, evitará reconocer que los reyes sean padres de todos sus súbditos,
indicando que sólo son los herederos legítimos de esos derechos; y, después, re­ especie de reino en el que cada padre sería el monarca absolu­
conocerá explícitamente la posibilidad de que sean reyes quienes por diversas to del mismo; o bien sólo existen tantos poderes paternales como
causas no sean los «herederos naturales» de los primeros patriarcas. Aunque monarcas absolutos haya, con lo que se estaría negando a los pa­
Filmer, firme en su empeño de justificar el derecho patriarcal de los reyes exis­ dres (que no fuesen monarcas absolutos) el reconocimiento y
tentes, defenderá la intervención directa de la mano divina en ese desenlace,
ejercicio de su poder paternal. Cualquiera de las dos conse­
cualquiera que sean las causas por las que hayan llegado a ocupar el trono, y,
por consiguiente, defenderá la inmutabilidad en los derechos de los reyes. No cuencias es claramente inconsecuente y llevaría a plantearse un
obstante, el cambio de criterio parece evidente: ya no serán los poderes de los continuo conflicto de competencias; si, por ejemplo, entre las po­
reyes «paternales» porque son herederos del poder paterno de los primeros testades del poder paternal se reconoce la de disponer de la vida
patriarcas a los que Dios confirió ese poder, sino que lo serán porque es con­ de su descendencia, ¿quién tiene en realidad poder sobre la vida de
forme con la voluntad divina tanto el que hayan llegado a ser reyes cuanto el
un súbdito, el monarca absoluto o el padre natural? En Adán la
que el poder que ostente sea de ese tipo. (Véase respecto a estas ideas en FIL­
MER, Robert: «Patriarca o el poder natural de los reyes», cit., pp. 13 y 15-16. posición de Filmer parece tener más consistencia en cuanto que
También respecto a la Monarquía como forma de gobierno conforme con la vo­
luntad divina, resulta muy claro el pasaje en el que Filmer comenta el pensa­
miento de Belarmino en pp. 33-34). 54 En LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., p. 188. En el
53 En la página 67 de la edición del «Patriarca o el poder natural de los mismo sentido podemos apreciar este rechazo de Locke a las teorías de Filmer
reyes» por la que vengo citando esta obra de Filmer. en LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., pp. 177-178.

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en él se dan las figuras de monarca absoluto y padre de toda la lo trato en el cuarto punto; sí interesa señalar aquí que los conte­
humanidad, pero en cuanto sus hijos tengan descendencia pro­ nidos de los dos poderes difieren claramente para Locke. Pues, si
pia ya se plantea el problema; que se agravará, a su vez, cuan­ bien el poder político tiene la capacidad de dictar leyes que afec­
do Adán haya muerto y su heredero tenga el poder político de tan a la persona durante toda su vida, el «poder de dictar leyes y
monarca absoluto pero también el paternal (ya que han de coin­ de hacer que se cumplan bajo penas que puedan afectar la pro­
cidir) sobre personas que no son descendientes suyos. Por lo piedad, la libertad, los miembros o la vida»; esta capacidad que no
que parece inevitable tener que distinguir entre el poder políti­ se corresponde con el poder paterno, respecto del cual habría que
co y el poder paternal. Locke expone esta inconsistencia lógica observar que, en todo caso, «[s]u mandato sobre sus hijos es sólo
y señala la consecuente necesidad de tener que reconocer la dis­ provisional, y no es ejercido sobre su vida o su propiedad»58.
tinción entre el poder político y el paternal35. Y así, concluirá:
«si Honra a tu padre y a tu madre significa el acatamiento que
debemos a nuestros padres naturales, como es evidente por la c) El poder paternal y el poder maternal
interpretación de nuestro Salvador (Mat. XV, 4) y por todos los
otros pasajes mencionados, entonces no puede atañer a la obe­ En cuanto al tercer punto de la exposición del pensamiento
diencia política, sino a un acatamiento que es debido a perso­ de Filmer, Locke vuelve a refutar la interpretación de los textos
nas que no tienen título a la soberanía ni ninguna autoridad po­ sagrados que aquél hacía. En este caso la mutilación de Filmer
lítica como magistrados sobre sus súbditos. Porque la persona aparece de forma patente, al basar el poder ejercido por el pa­
del padre privado, y el derecho a la obediencia que tiene el su­ dre sobre los hijos citando el cuarto mandamiento de las tablas
premo magistrado, son cosas que nada tienen que ver entre sí; de Moisés como: «honrarás a tu padre»59. La mutilación es evi­
y, por consiguiente, este mandato, que necesariamente com­ dente y Locke no puede dejar de ponerla de manifiesto, el cuar­
prende a las personas de nuestros padres naturales, debe signi­ to mandamiento incluye a la madre y así lo señala Locke: «Es­
ficar un acatamiento que les debemos distinto a nuestra obe­
pero que no es una injuria llamar media razón a una media cita;
diencia a los magistrados, y del cual no puede absolvernos el
porque Dios dice Honra a tu padre y a tu madre] pero nuestro au­
más absoluto poder de los príncipes»5Ó.
tor se contenta con la mitad y deja fuera por completo a tu ma­
Finalmente, la distinción básica que se puede señalar entre el
dre, como poco útil para su propósito»60. Con esto, claramente,
poder paterno y el poder político está, precisamente, en el conte­
nido de ambos57. Aunque el contenido del poder paterno en Locke
53 Véanse estas citas en LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobier­
no Civil, cit., pp. 89 y 85-86.
55 Véase así en LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., 59 Aunque Locke hable de quinto mandamiento, como nos aclara Car­
pp. 167-169. Vuelve a señalar esa inconsistencia lógica en otros pasajes; así, por mela Gutiérrez de Cambra, en la nota de la página 165 de la edición que ma­
ejemplo al exponer la imposible unión pretendida por Filmer entre «dominio nejo: «Según el cómputo griego y protestante, que cuenta como cuatro los
natural» y «dominio privado» en el supuesto gobierno que Adán transmitiría mandamientos referentes a Dios».
a sus herederos, en pp. 180 y ss. 60 En LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., p. 106. Locke
56 En LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., pp. 169-170; volverá a denunciar esa mutilación que hace Filmer del cuarto mandamiento
critica que continua, en el mismo sentido, en las siguientes páginas. a fin de poder justificar más sencillamente sus planteamientos, y expondrá, a
57 Este criterio también lo destaca Tarcov en TARCOV, Nathan: Locke y su vez, las consecuencias que se deberían sacar de atender al mandamiento
la educación para la libertad, cit., p. 90. en su totalidad en pp. 162 y ss.

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se niega otro argumento de Filmer justificatorio de la monarquía Pero la aceptación de ese mandamiento de la ley divina tie­
absoluta del rey, pues el mandato de Dios era un poder paren- ne dos consecuencias lógicas, que no son igualmente aceptadas
tai, que incluía a ambos padres. por Locke.
Lo cual no quiere decir que no exista también para Locke la La primera de ellas —que es la que Locke se encarga de re­
justificación de algún tipo de dominación del hombre sobre la mu­ saltar, puesto que es la que más daño hace a la teoría absolutista
jer, del marido sobre su esposa. Dominación que, si bien reconoce de Filmer—, implica la imposibilidad de considerar que la mu­
que será antes convencional que natural, también muestra la po­ jer estuviese sometida a su marido bajo el mismo poder que el
sibilidad de que haya razones naturales para ella, al menos en al­ que están sometidos los hijos. Es decir, que Eva, en todo caso,
guna medida. Y, así, en la diferente interpretación que hace de no estaría sometida a Adán en las mismas condiciones en las
Filmer respecto a un pasaje del Génesis, concluirá Locke que que lo estarían sus hijos; y, así, tampoco todas las mujeres po­
significa solamente: «la sumisión que debe una esposa a su ma­ dían considerarse sometidas a los maridos bajo el mismo poder
rido, ambas [en referencia a «la sumisión de las especies inferiores en que lo estarían los hijos. Esto implicaba, claramente, que al
a la Humanidad» que es a lo que Locke reconduce la interpre­ menos existían dos poderes distintos, el que Adán ejercía sobre
tación de otro pasaje del Génesis donde Filmer quería ver otra sus hijos y el que ejercía sobre Eva, por lo que de nuevo resul­
prueba del título de soberanía de Adán] muy lejanas a la que los taba imposible considerar la existencia de un mismo y único
súbditos deben a los gobernantes de las sociedades políticas»61. poder soberano. Locke, señala esa incompatibilidad también
como consecuencia de considerar que el deber, que es confor­
me con el cuarto mandamiento, es el de los hijos de honrar a am­
61 En LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., p. 152. Aun­ bos padres, por lo que el poder del padre no puede ser absolu­
que, para una mejor comprensión de que quiere decir Locke con esa sumisión to al no poder impedir que ese respeto debido a su persona sea
de la esposa al marido, es interesante observar como había interpretado antes
ese pasaje del Génesis: «y si las tomamos como dirigidas particularmente a
igualmente debido a otra persona: «De modo que, teniendo la
ella [a Eva], o en ella, como su representante, a todas las demás mujeres, con­ madre por esta ley de Dios un derecho a ser honrada por sus
cernirán todo lo más al sexo femenino, y no significarán sino que han de estar hijos que no está sometido a la voluntad de su esposo, vemos que
sometidas ordinariamente a sus esposos; pero no hay en ellas una ley que obli­ el absoluto poder monárquico del padre no puede fundarse en él
gue a la mujer a tal sumisión, si las circunstancias de su condición o de su ni ser compatible con él; y el poder que el padre tiene está muy
contrato con su esposo pueden librarla de ella. (...) el versículo completo dice
así: Dijo a la mujer: multiplicaré grandemente tus dolores y miserias en tu pre­
ñez, con dolor parirás a tus hijos, y tu voluntad será de tu esposo y él te dominará.
Pienso que para cualquiera que no sea nuestro autor, habría sido muy difícil riamente como una ley que la ata a ella y a las demás mujeres a la sumisión,
encontrar un título de gobierno monárquico dirigido a Adán en esas palabras no puede tratarse de otra sumisión que la que cada esposa debe a su marido
que no son dichas a él ni de él; ni creo que nadie, por estas palabras, piense que y, por tanto, si éste es el título original de gobierno y el fundamento del poder mo­
el sexo débil está, como por una ley, tan sometido a la maldición contenida en nárquico, habrá tantos monarcas como esposos hay; por consiguiente, si estas
ellas que es su deber no procurar evitarlas. (...) Dios, en este texto, no da, que palabras dan algún poder a Adán, no puede tratarse más que de un poder con­
yo vea, ninguna autoridad a Adán sobre Eva, o a los hombres sobre sus espo­ yugal, no político; el poder que cada esposo tiene de ordenar los asuntos pri­
sas, sino que solamente predice cuál sería la suerte de las mujeres, tal como su vados de su familia, como propietario de sus bienes y de su tierra, y de que su
providencia había de disponerlo: que estaría sujeta a su marido, según vemos voluntad se anteponga a la de su esposa en todas las cosas de su común inte­
que, generalmente, lo han dispuesto las leyes de la Humanidad y las costum­ rés; pero no de un poder político de vida y muerte sobre ella, y mucho menos
bres de las naciones; y concedo que existe en la naturaleza fundamento para sobre ninguna otra persona». (En LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Go­
ello. (...) Pero si estas palabras dichas aquí a Eva han de entenderse necesa- bierno», cit., pp. 149-150).

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lejos de ser monárquico, muy lejos de tener el carácter absolu­ mentó de gobierno; nada que pueda parecerse a un argumento,
to por el que nuestro autor porfía, cuando hay quien tiene so­ fuera de estas palabras: Para confirmar este natural derecho del po­
bre sus súbditos el mismo poder que él y por el mismo título»62. der real, encontramos en el decálogo que la ley que ordena obe­
Como corolario de esta distinción de poderes destaca el he­ diencia a los reyes está expresada en los términos: Honra a tu pa­
cho de que Locke concebía las relaciones matrimoniales mar­ dre, como si todo el poder estuviera originariamente en el padre.
cadas por unos criterios diferentes a los que eran propios de la Y ¿por qué no puedo añadir yo igualmente que, en el Decálogo,
época, con los que sí coincidiría Filmer63. Para Locke el matri­ la ley que ordena obediencia a las reinas está expresada en los tér­
monio habría de estar, como el poder político, marcado por el minos de Honra a tu madre, como si todo el poder estuviera ori­
consenso de las partes del contrato (en este caso el matrimo­ ginariamente en las madres? El argumento, tal como lo plantea
nial); y, acorde con ese carácter contractual, debería de permi­ sir Robert, sostiene igualmente lo uno que lo otro»64. Y de esta
tirse su disolución una vez que el objetivo de la sociedad (en manera justificará un aspecto tan relevante en las relaciones pa­
este caso la crianza de los hijos) se hubiese llevado a cabo y las dres-hijos como es el considerar que también a la madre los hi­
partes así lo decidiesen libremente. jos le deben obediencia y respeto. Siendo así que la madre podrá
Pero la segunda consecuencia que habría que derivar de ese ejercer ese poder que las leyes divinas le otorgan con el mismo
mandato divino comprendido en el cuarto mandamiento es que fin y contenido que al padre. Y, así, para Locke el cuarto man­
el mismo gobierno que ejerce el padre sobre sus hijos es el que damiento: «coloca a la madre en igualdad con él [el padre] y no
puede ejercer la madre. Locke es consciente de esta posible con­ ordena nada más que en lo que en común es debido tanto al pa­
secuencia y la señala, dentro de su argumentación en contra de dre como a la madre: porque éste es el contenido constante de
las afirmaciones de Filmer respecto a la soberanía de Adán. En la Escritura»; y en el mismo sentido: «Así reza la ley del Antiguo
Testamento, y en el Nuevo son reunidos de modo semejante en
este sentido, afirmará: «en todo el Patriarca no encuentro ni la
la obediencia de sus hijos (Ef. vi, 1): El mandamiento es: Hijos,
pretensión de una razón para demostrar éste su gran funda­
obedeced a vuestros padres; y yo no recuerdo haber leído en nin­
guna parte: Hijos, obedeced a vuestro padre, y nada más; la Es­
62 En LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., p. 166. En el critura incluye a la madre también en este homenaje obligatorio
mismo sentido se expresa en su «Segundo Tratado» al indicar: «El honor que de los hijos, y si existiese algún texto donde la veneración u obe­
se debe a los padres, también se lo debe a su madre un monarca que ocupe el diencia de los hijos hubiera sido dirigida al padre sólo, no es ve­
trono: y sin embargo, esto no disminuye su autoridad ni le hace estar sujeto al rosímil que nuestro autor, que pretende edificarlo todo sobre la
gobierno de su madre». (En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Escritura, lo hubiera omitido. Más aún: la Escritura iguala en tal
Civil, cit., p. 87).
63 Señala Cambra: «cuando Filmer afirma en su tratado que la familia
forma la autoridad del padre y de la madre respecto a aquellos
—y la sociedad en general— será siempre patriarcal, está seguro de establecer a quienes han engendrado, que en algunos lugares desdeña in­
una proposición de aceptación universal. Él mismo es jefe de una familia pa­ cluso la prioridad de orden que se cree debida al padre, y la ma­
triarcal establecida sobre la superioridad masculina y la transmisión en pri- dre va por delante, como en Lev. xix. 3. De esta constante unión
mogenitura, prolongada en una amplia sociedad heril situada bajo su protec­ del padre y de la madre que encontramos a través de toda la es­
ción paterna. Esto mismo sucedía en las familias de hidalgos rurales, de
critura, podemos concluir que la veneración a que son acreedo-
campesinos y de artesanos. (...) La asimilación del poder de los reyes a la pa­
tria potestad, la derivación patriarcal del mismo, habría de tocar en los espí­
ritus de aquella sociedad resortes emocionales y responder a actitudes mentales
muy hondas». (En CAMBRA, Rafael: «Estudio Preliminar», cit., pp. XX-XXI). 64 En LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., p. 112.

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Ignacio Campoy La Fundainentación de los Derechos de los Niños

res por parte de sus hijos es un derecho común que les pertene­ explícita en las Escrituras, de que se ha de obedecer y respetar
ce tan por igual que ninguno puede reclamarlo íntegro ni pue­ a ambos padres, la base consensual de la sociedad conyugal, el
de ser excluido de él» 63. Y en su «Segundo Tratado», también matrimonio concebido como un contrato: «La sociedad conyu­
con apoyo en las Escrituras: «tal vez no resulte disparatado ofre­ gal se forma mediante un contrato voluntario entre un hombre
cer términos nuevos cuando los viejos pueden hacer que los hom­ y una mujer» 67. El fin principal de esa sociedad es la procreación
bres saquen conclusiones erróneas. Tal cosa ha sucedido, pro­ y crianza de los hijos68, y en la misma hay que entender que tie­
bablemente, con la expresión "poder paternal”, la cual parece nen poder tanto el padre como la madre para exigir obediencia
que da al padre todo el poder que un matrimonio tiene sobre a los hijos. Además, el carácter consensual originario del matri­
sus hijos, como si la madre no tuviera parte en ello. Mas si con­ monio parece que en los planeamientos de Locke se extiende a
sultamos con la razón o con la Revelación, descubriremos que todos los fines que con él se pretenda conseguir; incluyéndose,
la madre tiene el mismo derecho que el padre. Esto puede dar­ pues, el de la educación y crianza de los hijos. Es decir, que en
nos motivo para que nos preguntemos si, en vez de decir "poder el contrato de matrimonio se podrá determinar cómo se ha de
paternal", no deberíamos llamarlo "poder de los padres"; pues conseguir esos fines, y así, también, cómo se ha de repartir el
toda obligación que la naturaleza y el derecho generacional im­ poder de los cónyuges en la educación y crianza de sus hijos.
ponen a los hijos, debe, ciertamente, hacer que éstos se sometan Sin embargo, ese planteamiento igualitario entre marido y
igualmente a sus dos progenitores. De acuerdo con esto, vemos mujer, no casa bien con otras manifestaciones de Locke, que
que ley positiva de Dios pone juntos al padre y ala madre, sin dis­ parecen apuntar a la primacía del poder del padre, quizá
tinción, cuando ordena que los hijos obedezcan»66. en base a un presupuesto sobre la superior naturaleza del
Sin embargo, Locke no llevará ese planteamiento hasta sus
últimas consecuencias, porque, finalmente, y en contra de sus
presupuestos principales, también parece defender una con­ 67 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 96-97.
cepción patriarcal de la familia; en la que el marido-padre sería Aunque conviene tener presente la aclaración de Simmons en el sentido de
que Locke al tratar esta cuestión del matrimonio está considerándolo como una
el jefe de familia, y como tal tendría un poder sobre la mujer, y relación «moral» y no legal. (Véase así en SIMMONS, John A.: The lockean theory
un poder decisorio último respecto a la educación y crianza de of rights, Princeton University Press, Princeton, New Jersey, 1992, p. 170).
los hijos. No obstante, lo cierto es que Locke no se muestra cla­ 68 Así, continúa exponiendo Locke: «Y aunque consiste [la sociedad con­
ro a este respecto, quizás por la incompatibilidad que existe en­ yugal] principalmente en una unión mutua y en el derecho a hacer uso del
tre dos presupuestos que están presentes en sus planteamientos: cuerpo del cónyuge para alcanzar el fin primario del matrimonio, que es la
procreación, también lleva consigo una ayuda y asistencia mutuas, y también
la igualdad entre marido y mujer en la formación de una socie­ una comunión de intereses, no sólo necesaria para unir su cuidado y afecto, sino
dad destinada a la procreación y cuidado de los hijos, que sería también para la buena crianza de sus retoños». (En LOCKE, John: Segundo Tra­
el principal, y el, también existente, de la superioridad del ma­ tado sobre el Gobierno Civil, cit., p. 97).
rido sobre la mujer por su mayor capacidad y fortaleza. De hecho, según señala Simmons, la procreación y crianza de los hijos no
Conforme al presupuesto de la igualdad entre marido y mu­ sólo sería el fin principal del matrimonio, sino que es el elemento esencial para
considerar que un contrato celebrado entre un hombre y una mujer constitu­
jer, se expone, además del mandato divino, reconocido de forma
ye un matrimonio. O, dicho con otras palabras, si en un contrato celebrado
entre marido y mujer no se acepta que se cuidará de la progenie que tengan,
y entre ellos al menos durante el tiempo que dure la crianza, entonces ese con­
65
En LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., pp. 163 y 164-165. trato no se puede denominar con propiedad como «matrimonio». (Véase así en
66
En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 76-77. SIMMONS, John A.: The lockean theory of rights, cit., pp. 170-171).

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

hombre69. Aunque Locke tiene mucho interés en dejar claro que Una probable y fundamentada solución nos la ofrece Sim-
ese poder del marido no cabe considerarlo, en ningún caso, mons, aunque también él reconozca que los argumentos de
como un poder absoluto, como el que los defensores de la mo­
narquía absoluta como Filmer pretendían atribuir al monarca
como poder paternal; y también queda claro en sus plantea­ destacables. El primero sería el hecho de que dicha sociedad tiene un funda­
mientos, que del poder que el marido pueda ejercer sobre la ma­ mento contractual; una sociedad voluntaria y no natural, que tiene como fin
la procreación y crianza de la progenie. El segundo, la posibilidad de que di­
dre, ésta se puede librar, en su caso, mediante la disolución cha sociedad se disuelva una vez alcanzado el fin para el que se había consti­
del matrimonio (lo que no está claro es si esa disolución puede tuido, aunque también Bobbio reconoce que Locke no es muy claro al respec­
o no realizarse antes de que se haya conseguido el objetivo bá­ to. Y en el tercer punto subraya que el poder del marido sobre la mujer no es
sico de la crianza de los hijos 70), así como que el poder que el poder despótico, con capacidad de decidir sobre la vida y la muerte, que
ejerce el padre sobre los hijos es el mismo que puede ejercer es propio del soberano absoluto. Con lo cual Bobbio, si bien reconoce la exis­
tencia en los planteamientos de Locke de la defensa de un poder del marido so­
la madre, un poder que exige obediencia de los hijos y tiene bre la mujer, tampoco entra aquí a determinar qué tipo de poder es. (Véase así
como fin su adecuada educación y crianza. Lo que, en todo en BOBBIO, Norberto: Locke e il diritto naturale, cit., p. 247).
caso, no termina de quedar claro es por qué y en qué medida No obstante, respecto a estos aspectos resulta muy significativo el extenso
se apunta la existencia de ese poder del marido-padre sobre el pasaje de su «Segundo Tratado», que aquí acoto: «Pues sucede que el marido y
resto de los miembros de la familia incluyendo a su mujer71. la mujer, aunque tienen una preocupación en común [como señala el traductor,
Carlos Mellizo, en una nota: «Es decir, la cria y enseñanza de sus hijos»], pose­
en sin embargo entendimientos diferentes; y habrá casos en los que, inevita­
blemente, sus voluntades respectivas habrán de diferir. Será por tanto necesa­
69 Así, distinguiendo al principio de su «Segundo Tratado» entre los di­ rio que la última decisión, es decir, el derecho de gobierno, se le conceda a uno
ferentes tipos de poderes (y, nuevamente diferenciando el poder político del de los dos; y habrá de caer naturalmente del lado del varón, por ser éste el más
paternal), señalará la existencia de un poder de «un esposo sobre su mujer». capaz y el más fuerte. Mas esto, al ser solo aplicable a aquellas cosas que se re­
O en un pasaje donde vuelve a señalar la posibilidad de que en los primeros go­ fieren a sus intereses y a su propiedad, deja a la madre en plena y libre posesión
biernos referidos a unidades familiares, el poder recayese en el padre, sin men­ de lo que por contrato es un derecho peculiarmente suyo; y no da al hombre más
ción de la madre, aunque es cierto que tampoco la menciona explícitamente poder sobre la vida de la mujer, que el que la mujer tiene sobre la vida del hom­
como subordinada suya. (Véase así en LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el bre. Así, el poder del marido está tan lejos de ser el mismo que el de un monarca
Gobierno Civil, cit., p. 34; yen p. 118, en este último sentido véase también en absoluto, que la mujer tiene en muchos casos la libertad de separarse de él
pp. 92-95 y 119-120). cuando el derecho natural o el contrato establecido entre ambos lo permite,
70 Así, en el mismo pasaje, afirma, por una parte, que: «podríamos con tanto si ese contrato ha sido hecho en un estado de naturaleza, como si se ha
razón preguntarnos por qué este pacto [el que forma la sociedad conyugal] no realizado según las costumbres o las leyes del país en el que viven; y los hijos,
puede ser cancelado una vez que la procreación se ha consumado y la educa­ una vez consumada la separación conyugal, estarán bajo la custodia del padre
ción y la herencia han sido aseguradas y preparadas», lo que parece dar a en­ o de la madre, según el contrato lo haya determinado. (...) y todas las demás co­
tender que la sociedad sólo podría ser disuelta una vez cumplidos sus objeti­ sas que pertenecen a la sociedad conyugal, pueden variarse y regularse por el
vos básicos; y también que: «los hijos, una vez consumada la separación contrato que une al marido y a la mujer en matrimonio; lo único que es reque­
conyugal, estarán bajo la custodia del padre o de la madre, según el contrato rido es que el contrato matrimonial sea consistente con la procreación y cría de
lo haya determinado», donde parece dar a entender que la disolución de la so­ los hijos hasta que éstos puedan valerse por sí mismos. Nada es, pues, necesa­
ciedad se puede hacer antes de conseguido el objetivo básico de la crianza y cui­ rio en sociedad alguna, que no sea necesario para alcanzar los fines para los que
dado del hijo hasta que éste pueda vivir de forma independiente. (Citas en fue establecida (...) el padre de familia no tiene poder legislativo sobre la vida
LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 99 y 100). y la muerte de ninguno de los miembros familiares, ni tiene tampoco ningún
71 También Bobbio, al resumir la forma en que Locke concibe la sociedad poder que la madre de familia no pueda ejercer con el mismo derecho que él».
conyugal, alude a estos aspectos al señalar los tres puntos que a su parecer son (En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 99-102).

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Ignacio Carnpoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

Locke no resultan muy convincentes a este respecto. Sim- d) El contenido del poder paternal
mons, en su explicación72, aúna los elementos fundamentales
señalados explícitamente por Locke en este punto, esto es, la En todo caso, y como resulta evidente, todas esas críticas
idea del matrimonio como resultado de un contrato, que en que Locke realiza a la concepción de Filmer suponen una dife­
principio se realiza entre iguales, y la negación de la existen­ rente forma de entender las relaciones padres-hijos, pero, es en
cia de una supuesta autoridad natural del hombre sobre la la consideración del contenido del poder paternal, el que antes
mujer73. Primero, con la consideración que hace el propio he considerado como cuarto aspecto para explicar la teoría de
Locke respecto a lo natural que resulta dar justa precedencia Filmer, donde se produce la absoluta y radical separación y su­
a ciertas personas por cualidades que les son propias como peración de los planteamientos tradicionales propios de las «po­
la edad o la virtud 74, y, segundo, con un elemento utilizado siciones extremas», de los que, como antes señalaba, Filmer se
en su teoría política, como es el hecho de que en el cuerpo so­ había convertido, por diversas razones, en su adalid. Locke, tras
cial formado por un contrato en principio ha de ser la fuerza criticar a Filmer el que no ofrezca una definición clara de qué
mayor la que lo dirija en aquellos asuntos comunes75. Así, en entiende por «autoridad paterna», construye, a partir de afir­
el caso del contrato de matrimonio, éste se ha de regir por lo maciones del propio autor, esa definición ausente: «Me he re­
que las partes libremente hayan dispuesto, lo que incluye la po­ signado a molestar a mi lector con estas diversas citas en las
sibilidad de que en caso de conflicto de criterios decida el ma­ propias palabras de nuestro autor porque en ellas podemos ver
rido, decida la mujer, o cualquier otra opción que los cónyu­ su propia descripción, tal como está diseminada aquí y allá en
ges hayan establecido. Pero en el caso de que no se haya sus escritos, de la paterna autoridad que él supone otorgada
estipulado ninguna solución, y no haya tampoco un acuerdo en un principio a Adán y que por derecho pertenece a todos los
posterior entre los cónyuges, se considera que en virtud de príncipes desde entonces. Esta autoridad paterna o derecho de pa­
esa precedencia natural del más capaz y el más fuerte, y que ternidad es, pues, en el sentido que le da nuestro autor, un divi­
siendo el varón «el más capaz y el más fuerte», sea él el no o inalterable derecho de soberanía, mediante el cual un pa­
que decida. dre o un príncipe tienen un poder absoluto, arbitrario, ilimitado
e ilimitable sobre la vida, libertad y bienes de sus hijos y súbdi­
tos; de modo que puede tomar o enajenar sus bienes, venderlos,
castrarlos o usar sus personas como le plazca, porque todos son
72 Véase la exposición de esta explicación en SIMMONS, John A.: The sus esclavos, y él es el señor o propietario de todas las cosas y
lockean theory of rights, cit., pp. 171-175. su voluntad ilimitada es ley»76. Y, de manera general, rechaza
73 En este sentido, Simmons rechaza, antes de exponer su propio plan­ Locke un aspecto crucial en esta cuestión: la unión de los dere­
teamiento, otra explicación que había sido propuesta, pero que, ciertamente, chos de propiedad y los de paternidad, concepción que estaba
resulta más débil; según la cual Locke simplemente aceptaría acríticamente el en Filmer y que, como señalamos, hunde sus raíces profunda­
prejuicio de su época (y no sólo de su época) que consideraba la existencia de
una superioridad natural del hombre respecto a la mujer, y un consiguiente do­ mente en la Antigüedad: «Los principios en que se apoya [Fil-
minio natural del primero sobre la segunda.
74 Véase, en este sentido, el pasaje al que hace referencia Simmons en
LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 77-78. 76 En LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., p. 110. Pue­
75 Véase el pasaje que a este respecto cita Simmons en LOCKE, John: Se­ de consultarse esa crítica de Locke y las citas que toma al respecto de Filmer
gundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., p. 112. en pp. 107-109.

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

mer] con mayor fuerza, aquellos de los que piensa poder deri­ respeto, honor, gratitud y asistencia hacia el padre y la madre
var el poder monárquico de los futuros príncipes, son dos: la mientras éstos sigan viviendo. Y así, es verdad que el poder pa­
paternidad y la propiedad (...) No voy a detenerme aquí a examinar ternal es un gobierno natural, mas sin llegar a abarcar los fines
cómo puede decirse sin contradicción que las primeras bases y y el tipo de jurisdicción que corresponde a lo político. El poder
principios del gobierno dependen necesariamente del origen de la del padre no alcanza en absoluto la propiedad del hijo, la cual
propiedad y que, sin embargo, no existe otro origen de ningún está únicamente a disposición de éste»7S.
poder que no sea el del padre, pues es difícil entender que no pue­ La importancia que adquiere para el debate político la con­
da haber otro origen sino la paternidad y que, sin embargo, las ba­ sideración de las relaciones entre los padres y los hijos produ­
ses y principios del gobierno dependan del origen de la propiedad-, cirá como efectos secundarios una auténtica revolución res­
siendo la propiedad y la paternidad tan distintas como ser señor pecto a los derechos de los niños. Así, en la determinación del
de una casa solar o ser padre de sus hijos»17. contenido del poder paternal, los argumentos que se utilizan,
Pero, frente a esa ausencia de definición precisa en Filmer, aunque sea con fines principalmente políticos, adquieren una es­
y confirmándose las diferencias fundamentales entre los pen­ pecial significación, y las consecuencias de esos planteamientos
samientos de los dos autores, Locke sí nos da una buena defi­ conllevarán el trascendental cambio de abandonar definitiva­
nición de lo que él entiende por poder paternal: «el poder paternal mente la consideración del niño como simple «propiedad» de los
no es sino aquél que los padres tienen sobre sus hijos a fin de padres y empezar a considerarlo como sujeto titular de dere­
gobernarlos para su bien hasta que alcancen el uso de razón, o chos. Filmer, lo que en última instancia deseaba era defender el
hasta que lleguen a una etapa de conocimiento en la que se les absolutismo, y al identificar el poder paternal con el real lo que
suponga capaces de entender la regla —ya se trate de la ley de pretendía era que se reconociese como contenido único del mis­
naturaleza o de las leyes municipales de sus país— por la que han mo el poder omnímodo de su titular sobre sus destinatarios.
de gobernarse. Capaces, digo, de conocer esa regla en igual me­ Por eso, la concepción de la relación padres-hijos que mejor le
dida en que lo son los demás hombres que vivan libremente servía, y así defendería, era aquella en la que se entendía que el
bajo ella. El afecto y la ternura que Dios ha implantado en los padre tenía todo el poder y el hijo, por consiguiente, no tema nin­
corazones de los padres para con sus hijos hace evidente que gún derecho (es decir, la que en capítulo anterior vimos defen­
ese poder paternal no pretendió ser un gobierno arbitrario ad­ dida desde la Antigüedad con posiciones extremas al respecto).
ministrado con severidad, sino un gobierno dirigido a ayudar, Sin embargo, Locke, al refutar la doctrina política del absolu­
instruir y preservar a los retoños. Sea ello como fuere, no hay tismo y defender el liberalismo político, no se conformaría con
razón, como ya he probado, para pensar que dicho poder al­ señalar la imposible identificación del poder político y el pa­
canza a controlar la vida y la muerte de los hijos, como tampo­ ternal sino que también acabaría por destruir esa concepción de
co las de ningún otro hombre; tampoco puede pretenderse que un ilimitado poder paternal, reconociendo, en cambio, a los ni­
este poder paternal podrá seguir ejerciéndose sobre el hijo cuan­ ños como titulares de derechos. En este sentido, Locke eviden­
do éste es ya un hombre maduro, ni que podrá mantenerlo su­ ciará la falta de consistencia de los argumentos que sostienen el
jeto a la voluntad de los padres más allá de lo que, por haber re­ poder absoluto, sin ninguna clase de trabas, de un hombre so­
cibido de ellos la vida y la educación, exijan las obligaciones de bre otro (aunque sea el que ejerza el padre sobre su hijo), esta-

77 En LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., pp. 179-180. 78 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 172-173.

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bleciendo en cambio el principio, básico en todo nuestra cultu­ citar uno en el que así mismo se aprecian dos de los puntos a los
ra moderna, de que el hombre nace libre y no esclavo (ni de su que antes me he referido: el interés en diferenciarlo del poder
rey ni de su padre), y, consecuente con ese principio, reconoce­ político y la participación de la madre en el ejercicio de ese po­
rá una libertad natural a todo hombre desde el nacimiento79. der: «Más, ¿qué prueba podrá procurar en favor del poder ab­
Así, pues, si se ha de considerar cuál ha de ser el contenido soluto y arbitrario del padre este cuidado que los padres deben
del poder paternal en la concepción lockeana, se ha de partir de a sus hijos? Pues el poder paterno no va más allá de proveer,
la necesaria aceptación de unos irrenunciables derechos mediante la disciplina que le parezca más eficaz, fuerza y sa­
del niño. De hecho, para el autor inglés serán esos derechos del lud a los cuerpos de sus hijos y vigor y rectitud a sus almas se­
niño los que determinen ese poder paternal; pues ese poder con­ gún mejor convenga para que dichos hijos sean útiles a sí mis­
sistirá únicamente en el reconocimiento de aquellas potestades mos y a los demás. Y si es necesario, también el poder paterno
cuyo ejercicio se considera necesario para garantizar la satis­ obligará a los hijos a trabajar, cuando sean capaces de ello, a
facción de aquellas necesidades que los niños no pueden satis­ fin de que ganen su propio sustento. Pero en este poder pater­
facer por ellos mismos, y que, así, se traducen en derechos que nal también la madre tiene parte»80.
les son reconocidos a los niños. Dicho de otra manera, el con­ La causa primera y fundamental de ese cambio hay que bus­
tenido de esos derechos de los niños significa la razón de ser carla en la exposición que hace Locke del origen divino de di­
del poder paternal, y, así, la extensión de ese poder se encuen­ cho poder paternal. Para Locke los padres no pueden conside­
tra determinado por el contenido de esos derechos: extendién­ rarse como propietarios de los niños, ya que sólo los engendran;
dose lo suficiente como para que su ejercicio permita dar satis­ los niños, en realidad, pertenecen a Dios, que es quién realmente
facción a esos derechos y no pudiendo extenderse más allá de los crea. Así, ya en el Primer Libro sobre el Gobierno, había cri­
lo que se entienda que resulta necesario para conseguir esa sa­
ticado Locke a los que argumentaban que el poder de los pa­
tisfacción de los derechos de los niños. El cambio con la otra con­
dres sobre sus hijos fuese absoluto en razón de haberles dado la
cepción es, pues, radical. Se pasa de reconocer todo el poder a
vida, una idea que, como se señaló en el primer capítulo, era
los padres y ningún derecho a los niños a considerar no sólo
defendida por los que concebían al niño como «propiedad» de
que los niños tienen derechos, sino que los padres no tienen
los padres, pero que, sin concederles esa potestad absoluta, tam­
ningún poder sobre sus hijos que no tenga como razón de ser la
bién estaba presente en los planteamientos de los que defen­
protección de esos derechos de los niños. Los pasajes en los que
dían «posiciones moderadas»: «El argumento de que he oído
Locke señala esto son numerosos; pero puede ser interesante
hacer uso a otros para probar que los padres, por engendrar a
sus hijos, tienen absoluto poder sobre ellos, es éste: que los pa­
79 Véase, así, en LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, dres tienen absoluto poder sobre las vidas de sus hijos porque les
cit., p. 82. Este cambio fundamental de concepción del poder paternal tam­ han dado la vida y el ser, lo cual es la única prueba posible, por­
bién se puede apreciar claramente en la conclusión de Tarcov: «Locke utilizó que no puede haber razón por la cual un hombre tenga ningún
los principios de la libertad y la igualdad naturales, tanto como la sujeción por derecho o pretensión de derecho sobre lo que es de otro si nun­
consentimiento, para criticar a la familia autoritaria patriarcal. (...) Afirmaba
que el «poder» paterno es, más bien, un asunto de los derechos de los niños,
ca fue suyo ni él se lo dio, sino que fue recibido de la bondad de
que sólo existe para el bien de éstos y debe dirigirse hacia su eventual libertad,
igualdad y amistad con sus padres». (En TARCOV, Nathan: Locke y la educa­
ción para la libertad, cit., p. 249). 80 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 84-85.

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otro. 1) Yo respondo, ante todo, que aquél que da a otro una se las capacidades que los padres tienen reconocidas, el límite
cosa no siempre tiene derecho a tomarla de nuevo. 2) Además, parece que sólo estaría en el fin a conseguir*83.32En todo caso,
aquellos que dicen que el padre da la vida a sus hijos están tan esa finalidad del poder paterno, con un límite temporal, es otra
ofuscados con la idea de la monarquía, que no se acuerdan como de las diferencias que claramente distinguirían para Locke el
debían de que Dios es el autor y dador de la vida; en El sólo vivi­ poder paterno del político. Así, es destacado por Bobbio al se­
mos, nos movemos y tenemos nuestro ser. ¿Cómo puede pensar­ ñalar que si bien el poder del soberano es duradero (pues habrá
se que da la vida a otro aquel que no sabe en qué consiste su pro­ que entender que se extenderá en el tiempo mientras dure el
pia vida?»; y en el Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, consentimiento que le sirvió de fundamento), sin embargo, el po­
expondrá: «A partir de Adán, el mundo ha sido poblado por sus der paterno es temporal, pues habrá de cesar cuando el niño
descendientes, los cuales nacen, sin excepción, débiles y de­ abandone la minoría de edad y pueda guiar su vida conforme a
samparados, sin conocimiento o entendimiento. Más, a fin de su propia razón84.
remediar los defectos de este estado imperfecto hasta que el cre­ En todo caso, el hecho de que a los padres se les niegue cual­
cimiento y la edad fueran mejorándolo y llegaran a eliminar di­ quier privilegio o poder sobre sus hijos cuyo ejercicio signifi­
chos defectos por completo, Adán y Eva y, después, todos los que sólo la satisfacción de sus propios deseos no implica que
padres y madres, tuvieron, por ley natural, "la obligación de pre­ no se les reconozca también la titularidad de ciertos derechos
servar, alimentar y educar a los hijos” que habían sido engen­ a los que deben dar satisfacción sus hijos. Así, son los funda­
drados por ellos; engendrados, y no creados por ellos, sino por mentales de honrar y obedecer a los padres85, aunque su con-
obra del Hacedor, del Todopoderoso, al cual tenían que rendir
cuenta de lo que hacían con esas criaturas»81. De esta manera,
se entiende que es el propio Dios quien confía sus criaturas más 83 Así, conforme a la exposición que al respecto realiza Archard, habría
indefensas a los padres para que éstos se las cuiden mientras que colegir que, en realidad, los límites en el ejercicio del poder paterno (más
allá del que pueda suponer la existencia de unos supuestos sentimientos de
las incapacidades que son propias de los menores les impiden cariño que los padres tienen hacia sus hijos, a los que después me referiré), se
poder valerse por sí mismos. Por eso, el contenido del poder pa­ reconducen a la satisfacción de una genérica obligación de cuidar a los niños,
terno es determinado por la propia voluntad divina, y se puede y de respetar su derecho a la vida y a la libertad, o, mejor dicho, a la capaci­
traducir en la obligación de cuidar y criar a los niños a fin de que dad de ejercer su libertad cuando alcancen la mayoría de edad, momento en
el que, precisamente, terminará el poder paterno. (Véase la exposición de Ar­
éstos se terminen convirtiendo en los adultos razonables y li­ chard en ARCHARD, David: Children: Rights and childhood, cit., p. 9).
bres que se supone que es el destino que para ellos querría Dios 84 Ver la exposición de Bobbio a este respecto en BOBBIO, Norberto:
que se cumpliese82. El problema que claramente presenta esta Locke e il diritto naturale, cit., p. 243.
concepción es la indeterminación que supone, al no concretar­ 85 Simmons señalando literalmente los derechos de los padres a que alu­
de Locke en el § 67 de su Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, señala como
todos los derechos naturales que Locke reconoce en distintos pasajes a los pa­
dres respecto de sus hijos (teniendo éstos, en su caso, los respectivos deberes
51 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 78-79. u obligaciones naturales de satisfacerlos), se reconducen a dos tipos principa­
32 Es interesante apreciar que Locke conecta ese mandato divino de pro­ les: un derecho de instrucción, o de educación, y un derecho a que se le rinda
tección y cuidado de la progenie, así como el «instinto natural» que de esa honor. Siendo el derecho a la «educación» divisible en dos derechos: uno se­
protección existe en los padres, con el rechazo contundente de prácticas his­ ría el de ser obedecidos por sus hijos, y el otro sería un derecho erga otnnes de
tóricas como el abandono o la venta de los hijos, en LOCKE, John: «Primer Li­ primacía para poder dar a su hijo la crianza que estime oportuna. (Véase en
bro sobre el Gobierno», cit., pp. 158-159. SIMMONS, John A.: The lockean theory of rights, cit., pp. 177-178).

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tenido resulta de poca precisión debido a la propia ambigüe­ honrado por sus hijos implica principalmente contenidos mo­
dad de los términos en que se define. Tanto la obediencia como rales, como señales de respeto, o el mantenimiento de la estima
el honor comparten su origen divino; tienen, en este sentido, y reverencia, aunque también acciones y omisiones concretas,
una fundamentación principalmente moral-religiosa, en tanto que se pueden reconducir a acciones dirigidas a asistir a los pa­
en cuanto se considera que forman parte del orden de la natu­ dres 90 y omisiones de aquello que pueda dañarles o perjudicar­
raleza establecido por Dios, que así lo sanciona expresamente les91. En cambio el derecho a ser obedecido por los hijos im­
en las Escrituras. Pero también existen grandes diferencias en­ plica más la realización de acciones y omisiones concretas, las
tre ambos, que se pueden concretar en tres aspectos básicos. que serán determinadas conforme a la voluntad de los padres
Primero, en cuanto a la fundamentación de cada derecho. El para conseguir el adecuado desarrollo de las capacidades de sus
derecho de los padres a ser honrados por sus hijos, además de hijos, o al menos que no lo impidan92. En este sentido, es inte-
esa fundamentación moral-religiosa86, 87también tiene una fun­
damentación de justicia retributiva, entendiéndose como una
compensación que se les debe a los padres por los grandes tra­ 90 Así, en un interesante pasaje del Primer Libro sobre el Gobierno, en el
bajos y desvelos que realizaron para cuidar a sus hijosS7, lle­ que Locke fundamenta la institución de la herencia en el deber de los padres
gando en este sentido Loche a establecer, incluso, que tanto ma­ de cuidar a sus hijos, señala que forma parte de la obligación a la que están su­
jetos los hijos por la crianza y educación recibidas de sus padres, ofrecer el
yor será ese respeto debido por los hijos cuanto mayor haya
mismo cuidado a los propios hijos, pero, también, el dar a los propios padres
sido el cuidado con que el padre les haya educado y criado88. En los cuidados necesarios cuando los precisen; una obligación, que como vimos
cambio, el derecho de los padres a ser obedecidos por sus hijos en el capítulo anterior, se reconocía desde la remota Antigüedad. (Véase en
tiene, además de la compartida fundamentación moral-religio­ LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., pp. 198-199). También
sa, una fundamentación en su eficacia para conseguir la efecti­ Simmons señala —basándose en este pasaje del Primer Libro sobre el Gobier­
va protección del niño, en tanto en cuanto se considera necesario no—, que el derecho de los padres a ser honrados por sus hijos incluye, ade­
más de los contenidos «no materiales», un contenido «material» consistente en
para que el padre pueda ejercer con eficacia su potestad pater­ un derecho a ser asistidos por sus hijos, cuando éstos puedan hacerlo y después
na y, por consiguiente, satisfacer adecuadamente las necesida­ de haber asistido a sus propios hijos. (Véase así en SIMMONS, John A.: The loc-
des del niño89. kean theory of rights, cit., pp. 178-179).
Segundo, en cuanto al contenido de cada derecho. Aunque 91 Un interesante pasaje nos muestra cómo entiende Locke, en este senti­
en ambos casos no deje de ser vago, sí se puede señalar una cla­ do, algunos de los contenidos de ese derecho de los padres a ser honrado por los
hijos: «Este deber [el deber de honrar a los padres] implica una íntima estima y
ra línea delimitadora: la sumisión o no sumisión de los hijos a reverencia, que ha de expresarse con signos externos de respeto; y prohíbe al
la voluntad de los padres. Así, mientras que el derecho a ser hijo cualquier cosa que venga a ser un daño o afrenta, disturbio o peligro que aten­
te contra la vida de aquéllos de quienes él ha recibido la suya; y lo obliga a ac­
tuar en defensa, consuelo, ayuda y apoyo de aquéllos por cuya mediación ha ve­
86 Véase así en LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, nido al mundo y le ha sido permitido disfrutar de las satisfacciones de la vida.
cit., p. 86. No hay ningún Estado ni ninguna libertad que pueda absolver a los hijos de esta
87 Véase así en LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, obligación. Mas esto dista mucho de dar a los padres un poder de mandato so­
cit., p. 88. ■ bre sus hijos, o autoridad de dictar leyes y de disponer a su antojo de sus vidas
83 Véase así en LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, y libertades. Una cosa es el deber de honrar, respetar, agradecer y asistir a los pa­
cit., pp. 87 y 90. dres, y otra requerir de los hijos obediencia y sumisión absolutas». (En LOCKE,
89 Véase en este sentido en LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Go­ John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 86-87).
bierno Civil, cit., pp. 87-88. 92 Como puede apreciarse en el siguiente pasaje, en el que Locke distin-

1
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La Fundamentación de los Derechos de los Niños

resante dejar claro que está obediencia ha de ser completa. Has­


cluso podría considerarse que también es posible que los pa­
ta el punto que Locke señala que la desobediencia o resistencia
dres por negligencia en el cumplimiento de sus deberes pier­
a aceptar las órdenes del padre puede ser interpretada, en su
dan, al menos en una gran parte, su derecho a ser honrados por
caso, como «obstinación» del niño, por suponer un rechazo de
sus hijos. Simmons señalará que incluso cabe entender que los
la autoridad del padre y un intento de imponer su voluntad por
padres podrían, en su caso, perder todo el derecho a ser honra­
encima de la del padre; siendo por ello, como veremos con más
dos por sus hijos, si se entendiese que la vida proporcionada
detalle cuando exponga los planteamientos de Locke sobre el
por los padres no tiene por qué ser considerada en sí ningún
castigo corporal frente a la «obstinación», merecedor de ese cas­
beneficio. Para Simmons éste sería un punto de vista que Loc­
tigo corporal hasta que el padre considere que se ha doblegado
ke en el fondo aceptaría, aunque con renuencia; no obstante,
la voluntad del hijo, sometiéndose a la suya y aceptando su au­
toridad. me parece que sacar esa conclusión es extender el planteamiento
de Locke más allá de lo que él realmente aceptaría95.
Y tercero, en cuanto al tiempo en que se puede considerar
que existe cada derecho. Mientras que el derecho de los padres
a ser honrados por sus hijos es un derecho que conservan du­
e) Las relaciones afectivas entre padres e hijos
rante toda su vida, aunque el hijo sea mayor de edad y, por con­
siguiente, no se encuentre sometido en ningún caso a la volun­
Por último, hay que referirse a la consideración que en los
tad de sus padres*93. En cambio, el derecho de los padres a ser
planteamientos de Locke se realiza sobre el desarrollo de las re­
obedecidos por sus hijos sólo tiene vigencia mientras dura la
laciones afectivas entre padres e hijos, al ser éste un aspecto de
minoría de edad, pues es durante ese periodo cuando resulta
las relaciones entre padres e hijos que se significa como uno
imprescindible para guiar al niño inmaduro en su educación y
de los puntos claves para comprender la posición de Locke res­
crianza94. Aunque, como señala Simmons, también se podría
pecto a los derechos de los niños.
perder el derecho a ser obedecidos por incompetencia, abuso o
Como hemos visto, en la concepción de Locke los padres tie­
negligencia del padre; así como podría ser transferido en parte,
nen el mandato divino de cuidar y proteger a sus hijos, pero el
en la medida en que deje la educación del hijo a un tutor. E in­
autor inglés considera, además, que, dada la importancia de esta
obligación y la bondad del Sumo Hacedor, Dios no se conformó
gue entre el deber que para los hijos supone el honrar a sus padres del que su­ simplemente con dejar que los hombres descubriesen esta obli­
pone obedecerlos para su educación: «Porque ¿quién podría pensar que el gación a través del uso de la razón, sino que también implantó
mandamiento "Hijos, obedeced a vuestros padres" requiere de un hombre que con fuerza ese sentimiento en el alma de los padres. Es decir,
tiene hijos propios la misma sumisión a su padre que la que se exige de otros que para Locke el sentimiento de amor de los padres hacia sus
hijos que todavía son menores, y que, en virtud de este precepto, está obliga­ hijos, que se traduce en un vivo deseo de cuidarles y protegerles
do a obedecer todos los mandatos de su padre, incluso en el caso de que éste,
por un mero complacerse en su autoridad, tuviese la indiscreción de tratarlo convenientemente, es un sentimiento natural, de origen divino,
como si fuera un chiquillo?». (En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Go­ que sólo por una deformación del alma puede perderse. No obs­
bierno Civil, cit., pp. 88-89). tante, y en todo caso, Locke explícitamente, en su Ensayo sobre
93 Véase así en LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil,
cit., pp. 86 y 87.
94 Véase así, con diferentes expresiones pero el mismo sentido, en LOCKE,
95 Véase a este respecto en SIMMONS, John A.: The lockean theory of
John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 87 y 175-176.
rights, cit., pp. 178, 179 y 188-189.

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

el entendimiento humano, excluye este sentimiento de los padres Locke, el peligro que existe no es tanto que los padres no actúen
como un principio práctico innato en las personas. De lo que se conforme a ese sentimiento natural de amor hacia los hijos,
trata es de una tendencia natural existente en todas las personas, sino que se dejen llevar por un exceso de él y sean excesivamente
las cuales, aunque no lo tengan impreso como tal deber en sus indulgentes con sus hijos, cuando la educación de éstos requiere
mentes desde el nacimiento, sí son capaces de conocerlo como una fuerte disciplina, sobre todo en la formación de los hábitos
mandato de Dios a través del uso de la razón95 96. adecuados98. De esta manera, Locke pone énfasis en demostrar
De hecho, la existencia de este sentimiento en los padres de el sentimiento de amor que los padres tienen hacia sus hijos, y,
cuidar a sus hijos mientras éstos no puedan valerse por sí mis­ más específicamente, defenderá la existencia de un especial
mos, es tan necesaria para la supervivencia del orden natural de amor maternal como característico de la naturaleza femenina,
las cosas que señala Locke como ese sentimiento está presente subrayando también, en diferentes párrafos en los que da con­
no sólo en el hombre sino en cualquiera de las especies anima­ sejos educativos a los padres, la mayor debilidad de las madres
les; las diferencias que existen entre las distintas especies esta­ hacia sus hijos99. A este respecto, puede resultar interesante
rán determinadas, precisamente, por la necesidad que tengan los comprobar como Locke se refiere a la práctica todavía extendida
hijos del cuidado de sus padres97. Es más, por lo que nos dice en su época de que las madres de las clases altas dejasen a sus
hijos en manos de nodrizas para su cuidado, sin considerarlo sig­
nificativo de la ausencia de ese amor maternal que se presupo­
96 Así, al negar la existencia de principio practico innato alguno, Locke ne en todas las madres 10°; mientras que, como después señala­
utiliza como ejemplo este amor de los padres por los hijos, precisamente para
ré con más detenimiento, Rousseau sí que denunciará esta
demostrar que si es capaz de negar el mismo, se podrá aceptar que no existe
principio práctico innato alguno. Lo cual confirma la enorme relevancia que misma práctica como consecuencia del poco amor que, por los
para Locke tenía este mandato divino de que los padres han de proteger a sus efectos perniciosos de la corrupta sociedad, mostraban las ma­
hijos. (Véase en este sentido en LOCKE, John: Ensayo sobre el entendimiento dres desnaturalizadas de su época101.
humano, cit., pp. 48-49).
97 Así, en un esclarecedor pasaje que, como después se verá, fue discutido
por Rousseau en su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres,
señala Locke que las uniones entre los animales duran lo necesario para que las eso ocurre que el padre, que está obligado a cuidar a los hijos que ha engendra­
crías puedan valerse por sí mismas, lo que extiende, en lo que no puede enten­ do, está también bajo la obligación de continuar en sociedad conyugal con la mis­
derse como un argumento riguroso, a la sociedad conyugal entre los hombres, ma mujer por mucho más tiempo que otras criaturas cuyos retoños son capa­
ces de subsistir por sí mismos antes de que la época de la procreación vuelva otra
señalando: «Pues al ser la finalidad de la unión entre hombre y mujer, no sólo
la procreación a secas, sino también la propagación de la especie, esta unión vez; así, en la mayoría de las criaturas, el lazo conyugal se deshace pronto, y ma­
cho y hembra quedan en libertad hasta que Himeneo en su acostumbrada visi­
entre varón y hembra debe continuar una vez consumada la procreación, y du­
ta anual, los convoca otra vez para que elijan nueva pareja». (En LOCKE, John:
rante el tiempo que sea necesario para alimentar y mantener a los jóvenes, los
cuales deben recibir sostenimiento de quienes los concibieron, hasta que puedan Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 97-98).
independizarse y valerse por sí mismos. Esta regla que el infinitamente sabio 95 Véase así en LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a
Hacedor ha impuesto a todo lo que es obra suya, vemos que es rigurosamente la educación», cit., p. 66.
99 Véase así en LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes
obedecida por las criaturas inferiores. (...) Y en esto radica, según pienso, la ra­
zón principal, si es que no es la única, de por qué, entre los humanos, el varón a la educación», cit., pp. 35 y 37.
100 Puede verse una referencia, ausente de crítica, a esta práctica en LOCKE,
y la hembra permanecen unidos por tiempo más largo que el resto de las cria­
turas: porque la hembra es capaz de concebir otra vez, y de fado es común que John: «Algunos pensamientos concernientes a la educación», cit., pp. 52-53.
101 Aunque, como también señalaré después, Rousseau defiende la exis­
de nuevo conciba y dé a luz a una nueva criatura, mucho antes de que la primera
tencia de un fuerte sentimiento de amor entre los miembros de la familia, es
deje de depender de la ayuda de sus padres y pueda valerse por sí misma. Por

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

La trascendental importancia que esta concepción adquie­ es cierto que Locke, al entender que ese sentimiento de los pa­
re respecto a los derechos de los niños proviene de la nueva sig­ dres es puesto por Dios para dar satisfacción al mandato divi­
nificación que se le concede a ese sentimiento natural de los no de cuidar y proteger a los niños, también confiará demasia­
padres; pues, como vimos en el capítulo anterior, estaban fir­ do en ese sentimiento, pudiéndose entender que el mismo es
memente ancladas en las concepciones tradicionales, la creen­ suficiente para poder ejercer adecuadamente la potestad pater­
cia en ese profundo sentimiento de amor natural de los padres na, así como que el gobierno que los padres ejercerán sobre sus
por los hijos que les servía como la mejor guía posible para dal­ hijos es el mejor posible,03.
la adecuada crianza y cuidados a la progenie, e incluso la creen­ La traducción de ese planteamiento a la realidad significa en­
cia de que el peligro estaba fundamentalmente en que los padres tender que el límite en el ejercicio de la potestad paterna será,
pudiesen ser demasiado indulgentes, pues, eso sería el exceso de en gran medida, el establecido por los propios padres. Éstos sa­
un sentimiento natural mientras que actuar deliberada e injus­ ben lo que más les conviene a sus hijos, y, dado su natural de­
tificadamente contra la progenie sería un acto contra la natu­ seo de protegerles y cuidarles, lo que hagan por ellos y con ellos
raleza, solo propio de deformidades anormales de la naturale­ se ha de interpretar en principio que es en su beneficio. No obs­
za, y, en todo caso, hay que recordar que eran muy pocas las tante, existen límites que hay que respetar, pues hay deforma­
acciones que se consideraba que extralimitaban las acciones ciones de ese sentimiento en algunos padres, aunque se haya
permitidas a los padres. Pero, para Locke, ese sentimiento na­ de partir de que estos casos son la excepción. Así, si bien exis­
tural implica la necesidad de reconocer una serie de deberes de ten contenidos mínimos de los derechos de los niños que la po­
los padres hacia sus hijos que se pueden traducir en derechos testad paterna no puede vulnerar (está claro que el derecho a la
de éstos, y que quizás se puedan resumir en recibir el cuidado vida impide que el padre pueda asesinar a su hijo), el cumpli­
Y la protección necesaria para el desarrollo adecuado de sus ca­ miento efectivo de los derechos queda en manos de los padres
pacidades hasta el momento en que puedan ejercerlas por sí y no de terceros, lo que en principio excluye la intervención de
mismos, conforme a su propia razón l02. 103No 104
obstante,
* también personas o entidades ajenas a la familia (incluyéndose el Esta­
do) en el control del ejercicio de la potestad paterna, creándo­
se así una esfera privada con la familia, acorde con el pensa­
así mismo cierto que se muestra peculiarmente crítico en esa denuncia que miento liberal, en la que el padre actuaría, como cabeza de
realiza del escaso amor que algunas madres demuestran a sus hijos, al igual familia, tomando las decisiones pertinentes que habían de afec­
que la hará de algunos padres que no prestan la suficiente atención a su progenie. tar a sus miembros,04; en este punto se observa también el an­
Es interesante observar, en este sentido, que precisamente al mostrar
tecedente que supuso Locke para las concepciones proteccio­
en un pasaje de su Ensayo sobre el entendimiento humano, algunos «ejemplos
de enormidades ejecutadas sin remordimiento», se centre en actos cometidos nistas, que harían de esta defensa de la privacidad de las
contra los hijos, y, entre otros que también se citan, destaque la tradicional
práctica de la exposición: «¿Pues qué no ha habido naciones enteras, y entre
ellas de las más civilizadas, entre quienes la práctica de abandonar a los niños conlleva también diferencias importantes respecto a las acciones permitidas o
en los campos para que perezcan de hambre, o devorados por las fieras, ha no a los padres. (Véase en LOCKE, John: Ensayo sobre el entendimiento hu­
sido una costumbre común tan poco censurada y de tan poco escrúpulo como mano, cit., pp. 45-46 y 48).
el hecho de concebirlos?»; y: «recordemos que era práctica habitual e impune 103 Véase en este sentido en LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Go­
entre los griegos y romanos exponer a los niños inocentes sin sentir miseri­ bierno Civil, cit., pp. 84 y 94.
cordia ni remordimientos». Como se puede apreciar claramente, la diferente 104 Véase en este sentido en TARCOV, Nathan: Locke y la educación para
concepción de lo que significa ese sentimiento del amor natural de los padres la libertad, cit., pp. 249-250.

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

relaciones padres hijos en el seno de la familia uno de sus prin­ siguientemente, este tipo ideal de padres, que se respondería ple­
cipales motivos (al igual que, como veremos, supuso uno de los namente con el fin de las funciones que tienen encomendadas,
principales argumentos esgrimidos por los liberacionistas para cri­ se ha de complementar con la consideración del modo en que di­
ticar al proteccionismo). Respecto a estas ideas, son muy signi­ chas funciones han de ser ejercidas. En este sentido, y de acuer­
ficativos los siguientes pasajes de Locke de sus dos libros sobre do con la concepción del niño de la que vimos que partía Locke,
el Gobierno, al afirmar en el primero, dentro de su argumenta­ defenderá, éste, que la mejor, o incluso la única, forma de que el
ción a favor de la herencia de propiedades de los padres pero se­ padre consiga hacerse obedecer adecuadamente por sus hijos
ñalando la imposibilidad de «heredar» el poder de gobierno so­ (lo que es necesario para que éstos interioricen los valores que
bre otros hombres que tuviesen los padres: «Todo lo que un hijo se les pretenden inculcar, aprendan los conocimientos necesarios
tiene derecho a exigir de su padre es alimento y educación y las y desarrollen su razón así como el resto de sus capacidades), es
cosas que la naturaleza proporciona para el sostenimiento de la mostrándose como alguien distante y severo con el niño, pro­
vida»; y en el segundo: «El mantenimiento y la educación de sus duciéndole respeto e incluso temor; e igualmente, también la
hijos es una obligación tan inherente en los padres para procu­ madre tendrá la necesidad de mostrarse, al menos en ocasiones,
rar el bien de aquéllos, que nada puede absolverlos de cumplir­ distante y severa con los hijosl06. *En todo caso, ya que esta ac­
la. Y aunque el poder de mandar y castigar a los hijos va anejo a titud adusta de los padres se corresponde con su función edu­
ella, Dios ha tejido, entre los principios de la naturaleza humana, cativa (entendiendo aquí este término en un sentido amplio),
un sentimiento de ternura para con los hijos propios; y este sen­ Locke, coherentemente, propone que se tenga esa actitud fun­
timiento es tan intenso, que apenas es de temer que los padres ha­ damentalmente durante la infancia del niño, después, según se
gan uso de este poder suyo con extremado rigor. Si hay algún ex­ avance en edad y el niño vaya adquiriendo mayor razón y cono­
ceso, éste no será casi nunca por excesiva severidad, pues la cimiento, la actitud debería ir cambiando gradual y acompasa­
tendencia natural tirará hacia el extremo opuesto» l05. damente, confiando cada vez más en las propias capacidades
Por otra parte, es importante destacar que toda esta con­ del menor, propiciando, de esta manera, que también él empie­
cepción del tipo de relaciones que según Locke han de estable­ ce a adquirir mayor confianza en sí mismo y sea capaz de desa­
cerse entre los padres y los hijos, supone, a su vez, la formación rrollar adecuadamente todas su potencialidades, así como que las
de un tipo ideal de padres. De acuerdo con los sentimientos que
se les supone a los padres y a las funciones que se les reconoce,
se construye una figura de la madre y, sobre todo, del padre (que, 106 Como bien se observa con la anécdota que refiere a propósito del tema
como antes señalé, tenía finalmente encomendadas las funcio­ de la obstinación, que después trataré, sobre la forma en que una madre gol­
nes del cabeza de familia) que queda definida por su considera­ peó a su desobediente hija; en la que si bien se aprecia una actitud de la ma­
dre que casi habría que calificar de crueldad, sin embargo cuenta con la apro­
ción de personas que de forma natural ofrecen a los hijos el má­
bación del autor inglés, que no duda en calificar a la madre de «dulce y
ximo amor y seguridad posibles; el niño los ha de ver, así, no prudente», al ver en ella la forma adecuada de conseguir disciplinar a su «asil­
sólo como las personas a las que les debe la vida sino como sus vestrada» hija: «He conocido una madre dulce y prudente que, en una ocasión
seguros protectores en los que puede confiar plenamente. Con- semejante, la primera vez que su hija volvió a casa desde la de la nodriza, se
vio obligada a azotarla ocho veces seguidas, en la misma mañana, antes de
conseguir vencer su terquedad y obtener su obediencia para una cosa muy fá­
cil y en sí misma indiferente. (...) Fue la primera vez que le azotó, y creo tam­
105 En LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., p. 202 y en
bién que la última». (En LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes
LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 87-88.
a la educación», cit., p. 111).

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

relaciones entre los padres y los hijos puedan seguir siendo fj-uc- Dos últimos aspectos me interesa poner de relieve respecto
tíferas y placenteras para ambos l07. a ese modelo ideal de padre. El primero se refiere a los efectos
perjudiciales que sobre todo para los niños, pero también para
los propios padres, se le ha achacado. Pues, aunque, como con
107 En este sentido, el siguiente pasaje, al que luego volveré a hacer refe­ todo modelo, con él se cubre una amplia gama de realidades, y
rencia, merece ser citado en extensión por ser ampliamente significativo de esta
es verdad que históricamente ha gozado de gran aceptación,
forma de entender las relaciones entre padres e hijos: «Si queréis tener un hijo
que os obedezca, transcurrida la edad infantil, afirmad la autoridad paterna como la que tuvo en el propio proteccionismo; también es cier­
tan pronto como el niño sea capaz de sumisión y pueda comprender de quién to que es un modelo que hoy día se considera superado preci­
depende. Si queréis que os tenga respeto, inculcadle este sentimiento desde la samente por esos efectos perjudiciales, habiendo sido dura­
infancia, y, a medida que avance hacia la edad viril, admitidlo más íntimamente mente criticado en las últimas décadas, y especialmente desde
en vuestra familiaridad. De este modo tendréis un ser obediente (como con­
viene que lo sea) mientras sea niño, y un amigo cariñoso cuando sea hombre.
el liberacionismo y el avance de ciertas teorías de psicología in­
Porque, en mi opinión, es engañarse gravemente respecto de la conducta que fantil l0S. El segundo, se refiere al presupuesto poco justificado108
debe observarse con los niños el mostrarse indulgente y familiar con ellos cuan­
do son pequeños, y, por el contrario, ser severos y tenerlos a distancia cuando
son mayores. La libertad y la complacencia no pueden ser buenas con los niños. 108 Así, si bien se puede ofrecer a modo de ejemplo real c ilustrativo de
Como les falta juicio, tienen necesidad de dirección y de disciplina. Por el con­ la aceptación de ese modelo, a la figura del propio padre de Locke. Como lo se­
trario, una severidad imperiosa es una mala manera de conducirse con los hom­ ñala Quick en QUICK, H.: «Prefacio, Biografía y Crítica», cit., p. LVIII.
bres que tienen por sí mismos bastante razón para dirigirse, al menos que pen­ Como ejemplo real e ilustrativo de los perjuicios ocasionados por una fi­
séis tener liijos que, cuando crezcan, se cansen de vosotros, y se digan por lo bajo: gura que seguramente respondería al mismo modelo, podríamos señalar el
Padre mío, ¿cuándo os moriréis? Yo creo que todos juzgarán razonable que sus que nos ofrece en la literatura universal la excesiva, sugerente y atormentada
niños, cuando son pequeños, deben mirar a sus padres como sus señores, como carta al padre que escribiera Kafka. En la que el autor, si bien reconoce a su
sus gobernantes absolutos, y que como a tales les teman, y que cuando lleguen padre una bondad natural y preocupación sincera por sus hijos: «en general yo
a la edad madura no vean en ellos sino sus mejores amigos, los únicos seguros, nunca he dudado de tu bondad hacia mí», «sólo más tarde comprendí que
y que, como a tales, los amen y reverencien. Si no me equivoco, el camino in­ realmente sufrías mucho a causa de tus hijos»; también le recrimina esa actitud
dicado es el único para conseguirlo. (...) Si, pues, desde los comienzos se tiene severa y amenazante en su educación sin concesiones a su carácter especial­
bien sujeto a los niños, que son fáciles de gobernar durante su primera edad, mente sensible: «Yo era un niño tímido, y con seguridad tan terco como sue­
se someterán sin murmurar a este régimen, pues no han conocido otro. Y si, a len ser todos los niños; sin duda también me sobreprotegió mi madre. Pero no
medida que adquieren uso de razón, se tiene cuidado de suavizar dulcemente puedo creer que haya sido tan difícil de manejar, no puedo creer que una pa­
el rigor de la disciplina; si, a medida que se hacen dignos de ello, les mira el pa­ labra amable, un silencioso tomarme de la mano, una mirada afectuosa no
dre más sonriente, y poco a poco acorta las distancias, entonces el temor pri­ hubieran podido obtener de mí todo lo que quisieran. Ahora bien; tú en el fon­
mero se convertirá en amor, porque comprenderán que sólo habrá ternura y do eres un hombre bondadoso y tierno (esto no podría contradecir lo siguien­
cuidado para hacerlos capaces del favor de sus padres y de la estimación de te, puesto que hablo solamente del personaje que influía sobre el niño), pero
todo el mundo. Tales son las reglas generales que habéis de seguir para establecer no todos los niños tienen la perseverancia e intrepidez suficientes como para
vuestra autoridad sobre vuestros hijos en general. El temor y el respeto deben buscar con paciencia hasta encontrar la bondad. Sólo puedes criar a un niño
proporcionaros el primer dominio sobre sus espíritus, y el amor y la amistad en como tú mismo has sido criado: con fuerza, alboroto e iracundia y esto te pa­
los años más maduros, porque debe llegar el tiempo en que se prescinda del lá­ recía más adecuado aún para el caso, ya que querías hacer de mí un mucha­
tigo y de los castigos, y entonces, si la afección que os tienen no basta para ha­ cho fuerte y valiente». Señalando las nefastas consecuencias que para su carácter
cerlos obedientes y amantes de su deber, si el amor de la virtud y el amor pro­ se producirían, y de las que ya avisa desde el mismo comienzo de la carta:
pio no los mantienen en el buen camino, yo pregunto: ¿Con qué influjo contáis «Una vez, hace poco, me preguntaste por qué decía que te temía. Como de cos­
para obligarles a conducirse bien?». (En LOCKE, John: «Algunos pensamien­ tumbre, no supe qué contestarte, en parte precisamente por el miedo que me
tos concernientes a la educación», cit., pp. 73-74). das, y en parte por que son demasiados los detalles que fundamentan ese mie­

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

de que el cambio que se ha de producir en la actitud del padre se atiende suficientemente ni a los valores del propio niño ni a
con el hijo irá seguido de un cambio de sentimientos entre am­ los sentimientos que, en todo caso, ya haya podido desarro­
bos. Así, aunque Locke hace manifiesto que para él se va pro­ llar"0.
duciendo un cambio en los sentimientos del temor al amor en
el proceso que se sigue de la niñez a la juventud, conforme el pa­
III. EL MEJOR INTERÉS DEL NIÑO
dre va tratando con mayor ternura y acercamiento al niñol09; pa­
rece que ese proceso, que no se sabe muy bien cómo se realiza
El principal elemento que, respecto a la consideración del in­
y cuándo finaliza, descansa en la creencia de que el niño irá terés del niño, caracterizaba a todo el periodo de tiempo estu­
asumiendo como propios los valores y deseos del padre, pero no diado en el capítulo primero, es decir anterior al siglo xvn de Loc­
ke, era, precisamente —aun con las importantes matizaciones
que en ese capítulo señalé—, la ausencia de una auténtica dis­
do, muchos más de los que podría coordinar a medias, mientras hablo». (En
KAFKA, Franz: Carta al padre, trad. Jordi Rottner, Teorema-Musa, Barcelona, posición por conocer y defender lo que pudiese constituir el in­
1983, pp. 16, 43, 20-21, 13). terés del niño. Sin embargo, en cierto sentido, esta disposición
109 En este sentido, en un pasaje en el que repite las mismas ideas prin­ sí existe en los planteamientos de Locke. En las explicaciones del
cipales, hace hincapié Locke en la necesidad de que el padre trate a su hijos como autor inglés se puede observar ya claramente la base de la cua-
amigo, aceptando sus opiniones y haciéndole partícipe en sus negocios; aun­
que, en realidad, está más bien hablando para un joven, de veinte años dice en
un momento. (Véase en LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes
a la educación», cit., pp. 135-136). Un pasaje en el que, por otra parte, se nota 110 De esta manera, es muy significativo también el párrafo con que Loc­
claramente la influencia de Montaigne; la cual se observa ya en el mismo título ke termina esta sección X, exponiendo: «Cuando hayáis puesto de relieve a
de la sección X, en la que se encuadra: «Sobre la familiaridad de los padres con vuestro hijo que depende de vosotros y que está en vuestro poder, habréis es­
sus hijos», teniendo por título el capítulo VIII, del Libro II de Montaigne, «Del tablecido vuestra autoridad; y siendo inflexiblemente severo siempre que se
afecto de los padres por los hijos». Aunque es claro que hay evidentes diferen­ haya obstinado en algún rasgo perverso que le hayáis proliibido, especialmente
cias entre los dos autores, ese pasaje de Locke recuerda mucho a los plantea­ la mentira, le habréis inspirado ese temor necesario; y, por otra parte, cuando
mientos que Montaigne expondría antes en otros pasajes de ese capítulo VIII, por concederle la libertad plena compatible con su edad, y permitirle, cuando
del libro II de sus Ensayos. (Véase así en MONTAIGNE, Michel De: Ensayos, está en vuestra presencia, las acciones infantiles y cierta libertad de movi­
Libro n, cit., capítulo VIII, pp. 80 y 83-84). De hecho. De Compayré, en una acer­ miento que es necesaria a los niños cuando son pequeños como el comer o el
tada nota, aunque referida a otro párrafo, dentro de esa misma sección X, dormir; cuando, digo, le hayáis familiarizado con vuestra compañía, cuando
apuntaba que: «En toda esta parte Locke se inspira constantemente en Mon­ le hayáis hecho comprender vuestro afecto y vuestra solicitud demostrándole
taigne». Quick nos da una idea de esa influencia del pensamiento de Mon­ mucha indulgencia y ternura, sobre todo acariciándole siempre que haga algo
taigne en Locke (que también se extiende a Rousseau), al señalar: «aun cuan­ bueno, y siendo bondadosos para con él de las mil maneras adecuadas a su
do Locke parece haber leído sobre educación muy poco o nada, salvo lo que edad, que la naturaleza enseña a los padres mejor que pudiera yo hacerlo;
Montaigne dice en sus Ensayos, esta lectura de Montaigne le encajó dentro de cuando, repito, por estas formas de ternura y afecto que los padres no omiten
la serie de los pensadores que se han transmitido la antorcha de la verdad con nunca para con sus hijos, hayáis plantado en él un afecto singular para voso­
una llama de creciente brillantez»; y aunque es una opinión exagerada, clara­ tros, llegará entonces al estado que podéis desear y habréis formado su espí­
mente Spellman nos da noticia de que la biblioteca de Locke demuestra que ritu; la verdadera obediencia que ha de conservarse siempre luego cuidadosa­
estaba familiarizado con libros actuales de teoría y práctica de la educación, mente, manteniendo en ambas partes el amor y el temor con dos grandes
es cierto que la influencia de Montaigne aparece en numerosos pasajes. (Véa­ principios por los cuales lo tendréis siempre en vuestra mano para dirigir su
se en QUICK, H.: «Prefacio, Biografía y Crítica», cit., p. LXII; y en SPELL­ espíritu en el camino de la virtud y del honor». (En LOCKE, John: «Algunos
MAN, W. M.: John Locke, cit., p. 81). pensamientos concernientes a la educación», cit., pp. 138-139).

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

lidad fundamental que actualmente seguimos entendiendo que En todo caso, también en la articulación que se hace en los
caracteriza al concepto «mejor interés del niño», que es que, en planteamientos de Locke de ese reconocimiento y protección
la toma de todas aquellas decisiones sobre cuestiones que afec­ del mejor interés del niño, se puede apreciar muy claramente el
ten al niño, lo que ha de prevalecer es la defensa de lo que se con­ antecedente que suponen para las posiciones proteccionistas.
sidere que ha de ser más beneficioso para el niño. En este sen­ Y, en este sentido, se pueden destacar tres aspectos, fundamen­
tido, ya hemos visto en el apartado anterior cómo era esa tales en su concepción, que posteriormente seguirán defen­
protección del «mejor interés del niño» la que se constituía en diendo los proteccionistas (y que, a su vez, serán después du­
razón de ser del poder paternal, marcando su contenido así ramente atacados por los liberacionistas): el primero de ellos
como sus límites, al reconocerles a los padres la capacidad de sería la consideración de qué se entiende por «mejor interés»
hacer todo aquello que vaya en beneficio del niño y denegarles del niño; el segundo, saber quién es el que ha de determinar ese
la posibilidad de realizar cualquier acción que se pueda tradu­ mejor interés del niño; y el tercero se refiere al posible conflic­
cir en un perjuicio del niño, que impida que se convierta en el to de intereses entre el niño y sus padres.
adulto-ciudadano libre que está destinado a ser. Pero, esto no
quiere decir, en ningún caso, que en Locke esté presente lo que
ahora entendemos por «mejor interés del niño», ni que se bus­ 1. El contenido del concepto «mejor interés del niño»
que «realmente» el interés del niño. Lo que aquí quiero desta­
car es que en los planteamientos de Locke, junto a la continua­ La respuesta a la cuestión de cuál es el contenido del concepto
ción con argumentos que ya habían dado en el pasado algunos «mejor interés del niño» que se puede apreciar en los plantea­
destacados pensadores —pedagogos, fundamentalmente— que mientos de Locke, está en estrecha relación tanto con la consi­
antes identifiqué dentro de las «posiciones moderadas», en­ deración del niño como futuro adulto, cuanto con la insistente
contramos un inicio claro de unas consideraciones que están preocupación que muestra Locke porque se atienda a las pecu­
en la base de la construcción de un concepto tan fundamental liaridades propias de cada niño a la hora de establecer la mejor
como es el del «mejor interés del niño», al defender que las de­ forma de actuar con él. De la unión de ambas ideas se puede
cisiones que se toman respecto al niño se hacen en su interés, entender, en una argumentación que en muchos aspectos ya vi­
en su beneficio. Aunque, como trataré de mostrar, esto no sólo mos defendida en el pasado, que para determinar en cada caso
no se compadezca con la realidad que ha vivido la infancia en cuál es el mejor interés del niño habrá que observar atentamente
la historia, sino tampoco con las propias teorías que con esa las peculiaridades del niño, saber qué es lo que le conviene a
base se fundamentaban. Lo que realmente se empezó a cons­ ese niño en concreto, pero, considerando que el objetivo últi­
truir fue un modelo de justificación de las acciones que se con­ mo no es la defensa del interés del niño en cuanto tal, sino la de­
sideraba que había que tomar respecto a los niños, pero, en mu­ fensa del interés supuesto de lo que será el futuro adulto, sa­
chas ocasiones, para ocultar modelos que ignoraban o incluso crificando si fuese necesario la felicidad presente a costa de la
decididamente perjudicaban, y a veces de la forma más grave, felicidad futura. La idea es clara: si el niño es un ser imperfec­
el interés de esos niños. Y, en este sentido, expondré como tam­ to que está formándose y desarrollándose, su verdadero inte­
poco en los planteamientos de Locke, y creyendo plenamente en rés, lo que realmente es beneficioso para él, no puede consti­
su honestidad moral e intelectual, casara bien la defensa que tuirlo aquello que representa nada más que un aparente y
en ellos se predica del «mejor interés del niño» con la cons­ pasajero beneficio presente, sino que hay que ir más allá de ese
trucción que para ello realiza. estudio demasiado apegado al presente y observar lo que real­

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

mente es beneficioso para él como persona, aquello que en ese por lo que, finalmente, para él, el interés del niño es llegar a ser
momento le ayude a desarrollar mejor sus capacidades, que le esa persona adulta.
sirva para alcanzar más rápida y adecuadamente el estado de per­
fección para el que está destinado (por eso, el mejor interés del
niño puede —y en realidad suele— exigir un sacrificio presen­ 2. Las personas que han de determinar el mejor interés
te para poder conseguir un beneficio futuro). De este modo, al del niño
decidirlo que es mejor para el niño, no se puede considerar solo
al niño en cuanto tal, sino que hay que considerar tanto que la La respuesta a la cuestión de quién es el que, conforme a los
niñez es una simple etapa de desarrollo cuanto que está subor­ planteamientos de Locke, ha de determinar ese mejor interés del
dinada a la etapa adulta que es en la que la persona alcanza la niño, quién ha de determinar qué necesidades hay que satisfa­
perfección. Es decir, el interés del niño, lo que es realmente be­ cer y cómo ha de hacerse para que el niño se pueda convertir
neficioso para él, es aquello que le permita ser el mejor adulto en ese adulto pretendido, estaría directamente vinculada con lo
posible. que hasta aquí he expuesto, y, en último término, responde tam­
De esta manera, para Locke, el fin principal que se ha de al­ bién a su concepción del niño. Si se considera que el niño nace
canzar es que cuando se llegue a la mayoría de edad la persona sin ninguna clase de conocimientos ni ideas, una de las im­
pueda dirigir adecuadamente su vida guiándose por el uso de su perfecciones que son propias de la niñez es la ausencia del jui­
propia razón. En este sentido, adquieren relevancia unas con­ cio suficiente para poder tomar decisiones sensatas. Es la ra­
sideraciones que realiza SimmonsPrimero, indicando como zón, precisamente, la cualidad principal que debe desarrollarse
para Locke los padres no tienen el deber de «maximizar» los convenientemente en cada persona desde su nacimiento. Este
beneficios que han de procurar a sus hijos, sino que basta con desarrollo ha de ser forzosamente lento, debido al inevitable
no dañarlos y darles los medios suficientes para que puedan, ritmo de la evolución natural de las cualidades del ser huma­
en su momento, autogobernarse, lo que, en todo caso —y como no, así como a la imposibilidad de adquirir las experiencias su­
el propio Simmons aclara—, incluye también satisfacer al niño ficientes y realizar la necesaria reflexión, que son las dos úni­
las necesidades básicas y darle las comodidades que el padre cas vías de entrada para las ideas en la mente del hombre, y
pueda proporcionarle; y, segundo, señalando que ese objetivo a las que, así, permiten tanto la adquisición de conocimientos
alcanzar con el poder de educación y disciplina de los padres sig­ cuanto el propio desarrollo de la razón, de forma que se posi­
nifica hacer al niño capaz de ser libre, es decir, un ser racional, bilite la toma de decisiones sensatas respecto a todos los asun­
virtuoso y libre (cuestión a la que me referiré en extensión en el tos. En este sentido, puede resultar esclarecedor que al consi­
siguiente apartado). Y estas consideraciones dejan, en realidad, derar Locke las causas habituales por las que se realiza un juicio
fuera del propósito de Locke el que se considere cuál puede ser equivocado sobre lo que representa el auténtico bien y mal para
el interés del niño en tanto que niño, el objetivo está puesto en la persona, que, a su vez, le permitirán o impedirán tener la fe­
el futuro y tiene como fin esencial que en su momento, con la licidad terrena y ultraterrena, señale la ignorancia y la preci­
mayoría de edad, sea cada persona la que pueda dirigir su vida pitación; y si es la primera la que podrá pensarse que afecta
correctamente en la consecución de su propio mejor interés;111 principalmente al niño, también la segunda le deberá afectar si
se entiende que no tiene la suficiente capacidad para conocer
el auténtico bien y actuar en consecuencia, careciendo de una
111 Véase así en SIMMONS, John A.: The lockean theory ofrights, cit., p. 178. naturaleza lo suficientemente fuerte como para no dejarse lle-

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

var por el dolor y el placer presentes "2. Y es que en la concep­ En la determinación de quién ha de ser ese tercero, se ha de
atender a las consideraciones que hemos visto que hacía Locke
ción lockeana —y en el último apartado volveré sobre el tema—,
respecto a las características que determinaban las relaciones en­
es la razón la que permite comprender la ley de la naturaleza
tre padres e hijos. Si, como antes expuse, para Locke los padres
(que, significativamente, también denomina como «la ley de la
son las personas que el mismo Dios ha elegido para cuidar y
razón»), y actuar conforme a ella. Y esa ley, que ha de ser ne­
proteger a sus hijos, y les ha dado un instinto natural que les per­
cesariamente respetada por su imposición divina, no sólo la mite realizar convenientemente esta función, entonces es claro
que gobierna a todos los hombres, sino que, además, permite que también habrán de ser los padres los encargados de reco­
a cada persona discernir su mejor interés, y actuar en conse­ nocer y proteger el mejor interés de sus hijos. Los padres, ade­
cuencia "3. más, podrán conocer más fácilmente las peculiaridades de sus
Como consecuencia de lo dicho, en los planteamientos de hijos y, por consiguiente, serles más fácil determinar qué es lo
Locke resulta imprescindible que sea un tercero diferente al que va en beneficio suyo y qué no. El siguiente pasaje de Locke
niño el que determine cuál es su mejor interés, alguien que ten­ es bastante significativo a este respecto: «La naturaleza da el
ga el suficiente uso de razón como para poder discernir la ley de primero de estos poderes, es decir, el poder paternal, a los pa­
naturaleza y actuar conforme a ella.112 113 * dres, para beneficio de los hijos mientras éstos se encuentran en
minoría de edad, a fin de suplir su falta de habilidad y de en­
tendimiento en la administración de su superioridad. Por pro­
112 Así, señala Locke como algunas de las causas habituales de que se piedad debe entenderse aquí, y en otros pasajes, la que los hom­
realicen esos «[f]alsos juicios que hacemos acerca del bien o del mal, considera­ bres tienen tanto en lo que se refiere a sus personas como a sus
dos por sus consecuencias», son: «Primera, la ignorancia; porque quien juzga bienes» “4.
sin informarse de todo cuanto sea capaz no podrá evitar juzgar mal. Segunda,
la inadvertencia, o sea cuando un hombre pasa por alto aquello mismo que Resulta significativo, en este mismo sentido, constatar que
sabe. (...) Lo que más comúnmente ocasiona eso es que prevalece en nosotros para Locke han de ser los padres los que deben distinguir entre
algún placer o dolor presentes, exagerados por nuestra débil y apasionada na­ lo que constituyen «necesidades de naturaleza» y «necesidades
turaleza, la cual es tan susceptible a impresionarse por lo que está presente. de fantasía» de sus hijos, y satisfacer las primeras y negar, en su
Nuestro entendimiento y razón nos fueron dados para impedir esa precipita­ caso, la satisfacción de las segundas. Por lo que, claramente, el
ción, siempre que sepamos hacer buen uso de ellos, inquiriendo y viendo pre­
viamente para después juzgar sobre esa base. Sin libertad, el entendimiento ca­
niño no sólo no tiene la posibilidad de decidir, ni siquiera de
recería de objeto; y sin entendimiento la libertad (si pudiera haberla) no participar en un sentido fuerte, en la decisión de cuál es su in­
significaría nada. (...) El que uno sea movido por un impulso ciego desde afue­ terés y cómo ha de ser satisfecho; sino que hay una recomen­
ra o desde dentro significa una diferencia que poco importa. Por lo tanto, la prin­ dación de negar al niño la satisfacción de todas aquellas cosas
cipal y grande utilidad de la libertad es evitar la precipitación; el ejercicio prin­ que demande que, no constituyendo «auténticas necesidades»
cipal de la libertad es detenerse, abrir los ojos, mirar en torno y ver las
consecuencias de lo que vamos a hacer, en proporción de lo que requiera la im­
(«[s]on necesidades verdaderamente naturales aquellas contra
portancia del asunto». (En LOCKE, John: Ensayo sobre el entendimiento humano, las que la razón solamente, sin ningún otro auxilio, es incapaz
cit., pp. 258-259). de defendemos ni de impedir que nos perturben»), el padre con­
113 En este sentido señala Locke: «La ley [de la razón], entendida recta­ sidere que su satisfacción perjudica la formación del niño, al
mente, no tanto constituye la limitación, como la dirección de las acciones de
un ser libre e inteligente hacia lo que es de su interés; y no prescribe más cosas
de las que son necesarias para el bien general de quienes están sujetos a dicha
ley». (En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., p. 79). 114 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., p. 175.

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Ignacio Carnpoy La Fundamentación da los Derechos de los Niños

darse con ello satisfacción a deseos infundados o simples ca­ Un último punto que a este respecto conviene resaltar hace
prichos. Incluso la satisfacción de las primeras necesidades ha­ referencia a la evolución que antes veíamos que según Locke ha­
bría de procurarse «por medios convenientes (...) pero sin im­ bía de seguirse en la relación entre el padre y el hijo. De acuer­
paciencia, sin apresurarse demasiado cuando comienzan a do con la idea de que conforme el niño iba creciendo el padre de­
notarse si su retraso no amenaza con algún mal irreparable»l15. 116 bía ir suavizando su conducta respecto a él, así como depositando
Esto, en realidad, supondrá una justificación para rechazar cada vez más confianza en él, se ha de entender, también, que den­
el intervencionismo de terceros en las relaciones entre padres e tro de esa mayor confianza en el niño ha de considerarse in­
hijos (a ello me he referido antes, y señalaba como la concepción cluida una mayor participación del menor en la determinación
proteccionista defendería con fuerza esa privacidad de las rela­ de cuál es su mejor interés. Pero, en todo caso, es el padre el que,
ciones entre padres e hijos, así como el libcracionismo lo criti­ si quiere, concede esa confianza, el que discrecionalmente pide
cará al pretender la liberación del niño de este yugo paternal; y la opinión del menor y le concede la importancia que le parez­
aunque ni uno ni otro pretenden dejar en manos de terceros la ca conveniente; es decir, que es el padre el que en última ins­
determinación de cuál sea el mejor interés del niño, sin embar­ tancia decide qué es lo que conviene al hijo que todavía está bajo
go, parece claro, como después se expondrá, que en la evolu­ su potestad y el que toma las decisiones oportunas al respecto.
ción del proteccionismo se ha ido pasando de un casi total ab­
sentismo estatal en la determinación y defensa del mejor interés
del niño a una cada vez más amplia capacidad de los poderes pú­ 3. El posible conflicto de intereses entre el niño y sus padres
blicos en intervenir en las relaciones privadas familiares a fin de
proteger el mejor interés del niño). Así, Locke, conforme a sus Uno de los problemas que se ha de afrontar en las conside­
planteamientos liberales, es más proclive a dejar a los padres raciones sobre el «mejor interés del niño» es la necesidad de
tanto el reconocimiento cuanto la protección del mejor interés
del niño "6.
Archard, para Locke el límite para la justificación de la intervención del Esta­
do en la familia estaría solamente en el interés de los niños. Sin embargo, su
115 Véase a este respecto el pasaje de Locke, que se encuadra en una ar­ planteamiento resulta equívoco por ser incompleto. Pues, como señalo en el tex­
gumentación sobre lo que habría que realizar para evitar los hábitos viciosos to principal, existen derechos propios de los padres; así como existe el reco­
que pueden surgir del deseo de dominio de los niños, en LOCKE, John: «Algunos nocimiento de la capacidad de los padres para actuar, con un amplio margen,
pensamientos concernientes a la educación», cit., pp. 144-147 (a este pasaje co­ en el ejercicio de sus poderes conforme a su propia consideración del interés
rresponden las citas del texto principal). del niño. Es cierto, que el reconocimiento que se hace de derechos de los ni­
116 Archard señala un punto de vista diferente, pero que entiendo que re­ ños pone límites al ejercicio por los padres de sus potestades; que, también en
sulta desacertado al partir de una confusión sobre los derechos que Locke defensa del interés del niño, se considerará que tiene reconocida la capacidad
reconocería a los padres y a los hijos. Así, conforme a lo expuesto por Archard de ejercer los poderes parentales aquél que satisfaga los derechos del niño; y
se infiere que mientras que los niños sí tienen reconocidos derechos naturales que, en último término, esto supondría que el Estado estaría justificado para
propios; sin embargo, los padres no tendrían reconocidos, como tales, derechos intervenir en la familia en defensa de los intereses del niño. Sin embargo, tam­
propios respecto de sus hijos, pues su poder parental simplemente deriva de bién es cierto que existe una fuerte presunción de que el padre actuará en be­
la necesidad de cumplir con la obligación que tienen de satisfacer los derechos neficio del niño, presunción que sólo cedería tras una fuerte constatación en
de sus hijos (siendo ello razón de que si los padres biológicos no cumplen con contra; y que, en cualquier caso, la intervención del Estado también habría de
su deber será la persona que satisfaga esos derechos los que tendrán recono­ tener en cuenta los intereses de los padres. (Véase la exposición de Archard en
cida la capacidad de ejercer la potestad parental). De esta manera, según ARCHARD, David: Children: Rights and childhood, cit., pp. 7-10).

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Ignacio Campoy La Fundamentadon de los Derechos de los Niños

dar una respuesta satisfactoria al problema que supone reque­ Pero la defensa de ese planteamiento por Locke lo que fi­
rir, por una parle, que se reconozca y proteja el mejor interés del nalmente supone es un enmascaramiento de la realidad, que se
niño cuando, por otra, en la realidad parece claro que su cum­ mantiene al aceptar que sean los padres los que decidan cuál
plimiento puede implicar el que otros intereses también legíti­ es el mejor interés del niño. Pues la única manera de hacer com­
mos se vean perjudicados. La respuesta que al respecto nos ofre­ patible el poder que les reconoce a los padres y la consecución
ce Locke es la simple negación de ese posible conflicto de del mejor interés del niño, es suponiendo que los padres nunca
intereses “7. Si, conforme con lo que veíamos en el apartado an­ ejercitarán ese poder para su propio beneficio; pero, esa supo­
terior, se considera que el reconocimiento y protección del in­ sición lo que en realidad permite es que los padres oculten sus
verdaderos intereses tras la justificación externa de buscar el
terés del niño puede definir todo el contenido del poder pater­
mejor interés del niño. La falacia de ese planteamiento no im­
nal, entonces parece consecuente entender que no puede haber
pidió que fuese uno de los que gozarán de mayor difusión en el
un auténtico conflicto entre los intereses de los padres y los del
proteccionismo; y es que cumple perfectamente con una con­
niño, ya que se parte de que aquéllos siempre ejercerán su po­
veniente función legitimadora de la perdurabilidad del casi ili­
der en beneficio del niño, y que no lo ejercerán nunca en bene­ mitado poder que los padres habían venido disfrutando histó­
ficio propio perjudicando el interés del niño "8.117 118 ricamente. Así, salvo los casos más graves y flagrantes de daños
al niño, casi cualquier actuación del padre podría justificarse,
por considerarse que era el propio niño y no el padre el que ha­
117 Como acertadamente apunta Cohén, en realidad la armonía de inte­
reses para Locke se da también con la sociedad; lo que resultaba coherente
bía de salir beneficiado de esa acción. La falacia de esta argu­
con la creencia de un mundo gobernado por Dios. Y es que el adecuado desa­ mentación queda suficientemente demostrada por la práctica
rrollo del niño hasta convertirse en el pretendido adulto (capaz de dirigir ade­ de abusos a los que muchos hijos se verían sometidos por deci­
cuadamente su vida conforme a la guía de su razón), es algo que satisface el siones de sus padres, lo que constituirá uno de los argumentos
interés del propio niño; de los padres, que cumplen satisfactoriamente —tam­ que los liberacionistas esgrimirían con fuerza contra el sistema
bién para su propio placer— con sus obligaciones; y del conjunto de la socie­
dad, que se provee con unos adultos adecuadamente desarrollados y capaces. proteccionista.
(Véase a este respecto la exposición que Cohén realiza en COHEN, Howard: Podemos, pues, subrayar que existe un cambio en los plan­
Equal ríghts forchildren, cit., p. 7). teamientos de Locke, respecto a las posiciones tradicionales que
118 Resulta interesante leer ahora de nuevo, con esta clave, el pasaje an­ se habían venido defendiendo, en cuanto a los objetivos teóri­
tes citado; «Si, pues, desde los comienzos se tiene bien sujeto a los niños, que camente pretendidos. El reconocimiento y protección del mejor
son fáciles de gobernar durante su primera edad, se someterán sin murmurar
a este régimen, pues no han conocido otro. Y si, a medida que adquieren uso interés del niño es lo que ha de primar, siendo fundamental­
de razón, se tiene cuidado de suavizar dulcemente el rigor de la disciplina; si, mente los padres los que lo han de conseguir mediante el ejer­
a medida que se hacen dignos de ello, les mira el padre más sonriente, y poco cicio de su poder paternal (que así entendido adquiere pleno
a poco acorta las distancias, entonces el temor primero se convertirá en amor, sentido su consideración por Locke antes que como derecho
porque comprenderán que sólo habrá ternura y cuidado para hacerlos capa­ como deber de los padres para con sus hijos). Sin embargo, si
ces del favor de sus padres y de la estimación de todo el mundo». (En LOCKE,
John: «Algunos pensamientos concernientes a la educación», cit., p. 74). observamos la propia estructuración teórica de cómo se ha de
Una coincidencia de intereses que, como señala Tarcov, también se puede
apreciar en el terreno de la educación; «Existe una armonía entre los intere­
ses de los padres y los hijos a este respecto; lo que le place al padre —que el niño saltará útil al niño para ganar la estima general». (En TARCOV, Nathan: Loc­
no sea obstinado u orgulloso— le resultará agradable a los demás y así le re- ke y la educación para la libertad, cit., p. 117).

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

realizar ese reconocimiento y protección del mejor interés del tar libre de cualquier poder superior sobre la tierra, y en no ha­
niño podemos apreciar que las distancias entre los plantea­ llarse sometido a la voluntad o a la autoridad legislativa de hom­
mientos se recortan. Pues, si bien es cierto que existe un núcleo bre alguno, sino adoptar como norma, exclusivamente, la ley
de certeza sobre actuaciones que el concepto «mejor interés del de naturaleza. La libertad del hombre en sociedad es la de no es­
niño» impide realizar a los padres (actuaciones que antes sí es­ tar bajo más poder legislativo que el que haya sido establecido
taban permitidas), también es cierto que el hecho de establecer por consentimiento en el seno del Estado, ni bajo el dominio
que sean los propios padres los que decidan cuál es el mejor in­ de lo que mande o prohíba ley alguna, excepto aquellas leyes
terés de sus hijos y que puedan actuar discrecionalmente en la que hayan sido dictadas por el poder legislativo de acuerdo con
consecución de ese mejor interés, lo que supone es dejar en gran la misión que le hemos confiado» "9. Libertad que, por lo que res­
medida al arbitrio de los padres el contenido y ejercicio del po­ pecta a la educación, se convierte en el objetivo a alcanzar por
der paternal. Sirviendo, así, el concepto «mejor interés del niño» todo miembro de la comunidad civil. Es, en este sentido, que la
como legitimación de ese poder antes que como auténtico prin­ educación en Locke es una educación que se puede considerar
cipio regidor de la actuación paterna, y convirtiéndose muchas que es para la libertad; pero, como expondré en este apartado,
veces (como denunciarían los liberacionistas) en las mismas ca­ lo que termina de singularizar su planteamiento educativo es
denas que mantendrían la sumisión del niño a sus padres, en jus­ que esa educación para la libertad se puede compatibilizar, e
tificación de abusos a los niños, es decir, en concepto que era es­ incluso, en una gran medida, se ha de compatibilizar necesa­
grimido para legitimar unas actuaciones que iban en realidad en riamente, con una educación completamente ausente de liber­
perjuicio del interés del niño. tad. Como después veremos, también con esta descripción po­
dremos referimos a la esencialidad de la forma de concebir la
educación desde posiciones proteccionistas (al igual que también
IV. LA FORMACIÓN DEL CIUDADANO A TRAVÉS podrá servir para marcar una diferencia básica con el libera-
DE LA EDUCACIÓN cionismo que defenderán la indisolubilidad de una educación
para la libertad con una educación en la libertad), por lo que tam­
Locke, como he señalado en los anteriores apartados, te­ bién en este aspecto se muestra el pensamiento de Locke como
nía un gran interés en rebatir las teorías absolutistas repre­ un antecedente del proteccionismo.
sentadas por Filmer y en subrayar que, contrariamente a lo que La fundamentación que hay tras el planteamiento lockeano
en esas teorías se defendía, el hombre era libre por naturale­ está estrechamente vinculada a los planteamientos que se ana­
za. Lo que me interesa resaltar en este apartado es que el fin lizaban respecto a la concepción del niño, el reconocimiento y
que Locke pretendía con ello era la consecución de una so­ consecución del mejor interés del niño, y la consiguiente im­
ciedad formada por ciudadanos libres y virtuosos que viviesen posibilidad de permitir que el niño actúe en libertad. Plantea­
en libertad, y que entre los principales medios que señala que mientos que, quizás, se puedan resumir en una frase: la única
han de servir para alcanzar ese fin destaca la educación para forma de conseguir que el adulto sea auténticamente libre es
la libertad. sometiéndole desde el principio a la voluntad de aquél que sabe
La libertad que Locke defiende contiene las principales cua­ como hacerle libre. Y tanto en las razones que justifican esta119
lidades que posteriormente perfilará el liberalismo político, que­
dando bien definida cuando dice en el Segundo Tratado sobre el
Gobierno Civil: «La libertad natural del hombre consiste en es­ 119 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., p. 52.

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

frase, como en otras distintas argumentaciones que aportará de la sociedad civill20; y, en segundo lugar, la posible incohe­
Locke, sus planteamientos serán retomados, sin grandes alte­ rencia que supone formar ciudadanos libres desde una com­
raciones, por el movimiento proteccionista, casi los mismos ar­ pleta sumisión a otras voluntades.
gumentos serán los que utilicen para justificar el absoluto so­
metimiento de la persona durante su niñez a la voluntad de
terceros. 1. La formación del ciudadano libre como persona virtuosa
A este respecto podemos repasar, muy someramente, algu­
nos de los argumentos antes explicados: el niño es un ser im­ a) La vinculación de la formación del ciudadano con
perfecto cuyas incapacidades le imposibilitan para conocer cuál el modelo de sociedad
es su mejor interés (y, por lo tanto, para poner los medios ade­
cuados para conseguirlo), siendo inevitable que se le niegue la La vinculación de la formación del ciudadano con el mode­
posibilidad de actuar en libertad (ya que su habilitación sólo lo de sociedad hace referencia a la esencial consideración de la
puede ir en perjuicio suyo y de terceros); por todo lo cual sólo determinación de los modelos de ciudadanos que han de cons­
se puede concluir que durante su infancia (hasta que adquiera truir y mantener la sociedad civil, en este caso a la formación del
la madurez suficiente) el menor habrá de estar sometido a la vo­ ciudadano libre que, a la vez, es la de la persona virtuosa, para
luntad de terceros (en principio los padres, que son los que es­ el tipo de sociedad civil pretendida. En este sentido, el objetivo
tán preparados por naturaleza para ello) que serán los que con­ señalado en la obra de Locke es claro: se ha de formar ciudadanos
seguirán la satisfacción de sus intereses, aquello que realmente que resulten útiles para la sociedad121; y eso se consigue con la
es más beneficioso para él, que no es, en último término, sino formación más adecuada de cada persona para la función que
llegar a convertirse en el pretendido adulto-ciudadano libre y en el futuro haya de desarrollar en esa sociedad. Con ese fin, y
virtuoso. De lo que ahora se trata es tanto de comprender el sig­ dada su propia experiencia vital —a la que a continuación me
nificado de ese contenido principal, el único contenido autén­ referiré—, los planteamientos que sobre la educación realiza
ticamente independiente, de ese concepto de «mejor interés» Locke están destinados, de forma casi exclusiva, a la formación
(de lo que resulta verdaderamente beneficioso para el niño), que
es su conversión en una persona virtuosa y un ciudadano adul­
to libre, una conversión necesaria para que exista la perfección 120 Aunque esta idea de lo que sería el ciudadano ideal para Locke difie­
pretendida en el ser humano; cuanto que el medio para su con­ re en principio de la visión que señala Tarcov del mismo, que circunscribe al
secución es la educación, que, así entendida, es sólo la prepa­ caballero, sin embargo, podemos observar como también para Tarcov esa for­
mación del ciudadano está compuesta de un hombre libre y virtuoso, prime­
ración para la libertad. ro al resaltar la formación del ciudadano libre a través de la educación, y, pos­
Es necesario resaltar dos cuestiones interesantes de ese plan­ teriormente, en la exposición que realiza, tras analizar en un capítulo «las
teamiento de Locke. En primer lugar, la consideración de que, virtudes según Locke», de esa formación por la educación de un ciudadano
en realidad, el objetivo último pretendido por el autor inglés va virtuoso. (Véanse los pasajes respectivos en TARCOV, Nathan: Locke y la edu­
incluso más allá del propio individuo, dándose así un salto a la cación para la libertad, cit., pp. 13-14; 121 y 218-219. Tarcov vuelve otra vez a
enumerar las virtudes morales lockeanas, señalando, además, las posibles re­
colectividad, es decir, que la formación de la persona virtuosa
laciones entre ellas, así como otras cualidades morales vinculadas con ellas, se­
que, a la vez, es la del ciudadano libre, se convierte tanto en el gún se aprecia en los planteamientos de Locke en pp. 227-228).
medio necesario para la posible existencia de la sociedad civil 121 Véase, por ejemplo, una alusión a ello en LOCKE, John: «Algunos
cuanto en el fin a conseguir, precisamente, con la constitución pensamientos concernientes a la educación», cit., p. 173.

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de aquella parte de la sociedad que habría de ocupar los cargos como señala en diversos pasajes de su Segundo Tratado sobre el
más significativos en el funcionamiento de la sociedad: los gen- Gobierno Civil, de que todos los niños, y entiendo que es inde­
tlemen, los «caballeros» 122. Esto ha motivado que se acuse a su pendiente la clase social a la que pertenezcan, tengan una edu­
pensamiento educativo como clasista, y, en ese sentido, lo es123. cación (en sentido amplio, no sólo mediante la instrucción), que
No obstante, hay que entender que para Locke la educación ha le permita desarrollar sus capacidades para vivir de forma in­
de tener como objetivo primordial la formación de una perso­ dependiente conforme a la razón de la ley de la naturaleza. Y, en
na virtuosa 12\ y después ha de tener como objetivo formar a la este sentido, también es posible entender que la gran mayoría
persona de acuerdo con su condición social, pues, aceptándose de los pensamientos sobre la educación que Locke establece son
que en una sociedad se han de realizar distintas funciones, lo ade­ extensibles a las demás clases sociales —a excepción hecha, cla­
cuado sería que se forme a las personas de manera que puedan ro está, de aquellas enseñanzas, como el baile o la equitación,
desarrollar lo más eficazmente posible aquellas que por sus ac­ que evidentemente tienen como destinatario los hijos de una
tuales condiciones parece más probable que habrán de ejer­ clase social alta—. De hecho, siguiendo los planteamientos del
cer 125, y hay que apreciar que el interés de Locke está más diri­ propio Locke, pese a que estos están destinados a la formación
gido a que se proporcione esa educación adecuada para la de un caballero, hay que comprender que en la medida de lo
función social que se considera probable que se ha de ejercitar posible sería conveniente que se siguiesen para las niñas, aun­
que a mantener por la educación las diferencias de clases so­ que los contenidos habrán de variar teniendo en cuenta sus es­
ciales 126. Además, también en Locke está presente la pretensión, peciales características y también, como no, la función que ha­
brán de desempeñar en la sociedadl27. *Por eso, parecen excesivas
las acusaciones a Locke de un clasismo fuerte, que apuntan a la
122 Traducción que, en realidad, no permite comprender bien el signifi­ idea de que para él sólo habría que proporcionar educación a los
cado exacto; para Fernández Enguita: «la reducción de sus preocupaciones hijos de las clases más altasl2S.
[las de Locke] a la educación del gentleman en sentido amplio, es decir, a la edu­
Por otra parte, si bien es cierto que la importancia que Loc­
cación de los hijos de las diversas categorías de nobles y burgueses». (En
FERNÁNDEZ ENCUITA, Mariano: «Prólogo», en Locke, John: Pensamientos ke da a la formación de las clases altas de la sociedad es un mo­
sobre la educación, cit., p. 14). tivo importante de la dirección de sus pensamientos educati-
123 Así, por ejemplo, señala Fernández Enguita: «Frente al ideal educati­
vo humanista, basado en una supuesta naturaleza humana y con pretensio­
nes, por ende, universalistas, postula una educación de corte funcional, utili­ «Siempre he pensado que para dirigir correctamente los estudios de un joven
tario y netamente clasista». (En FERNÁNDEZ ENCUITA, Mariano: «Prólogo», caballero es absolutamente necesario saber a qué camino en la vida está des­
en Locke, John: Pensamientos sobre la educación, cit., p. 9). tinado, bien sea por la distinción de su cualidad o fortuna o por la elección y
I2J Para Spellman, conforme a su concepción sobre la preocupación úl­ determinación de sus padres». (En LOCKE, John: «Borrador de una carta de
tima de Locke por la salvación, la educación era vista por Locke como el úni­ Locke a la condesa de Peterborough», en Locke, John: Pensamientos sobre la
co método por el que se podría hacer que el niño fuese, a través del uso de una educación, cit., p. 351).
razón madura, un agente moral merecedor de la salvación. (Véase así en SPELL­ 127 Pueden verse unos pasajes significativos en este sentido, en su reco­
MAN, W. M.: John Locke, cit., p. 79). mendación sobre la adaptación a las niñas de sus teorías educativas sobre la
125 Véase una alusión en este sentido en LOCKE, John: «Algunos pensa­ salud, en LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educación»,
mientos concernientes a la educación», cit., pp. 261. cit., pp. 37 y 42-43.
126 Así, por ejemplo, y a pesar de que se sigue refiriendo a la educación 128 Como puede ser la que expone el citado Fernández Enguita, en
de un joven caballero, muestra la posibilidad de que la función social, finalmente, FERNÁNDEZ ENCUITA, Mariano: «Prólogo», en Locke, John: Pensamientos
se determine por otras circunstancias diferentes de la clase social, al afirmar: sobre la educación, cit., pp. 14-17.

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vos, no hay que desestimar la gran relevancia de otra razón que las funciones sociales que tenga asignadas es complementaria
tiene causa en sus propias circunstancias vitales129. En este sen­ de la formación de la persona virtuosa capaz de llevar una vida
tido, hay que tener presente cómo su propia formación y con­ cristiana, que la sirva para ejercer adecuadamente sus funcio­
dición social, así como el hecho de haber sido él mismo tutor de nes sociales y la haga merecedora de la salvación l32; pero, la
los hijos de algunos caballeros (como el hijo y los nietos de Sir importancia de esa formación es tal que, como expresamente se­
Anthony Ashley, Conde de Shaftesbury), harán que sea ese tipo ñala, los estudios para adquirir las virtudes que han de permi­
de educación el que le sea más conocida y sobre la que, por con­ tir la adecuada vida en sociedad, a través de la prudencia, y con­
siguiente (al haber ocupado gran parte de su tiempo en su es­ seguir la salvación eterna ha de ocupar a todos los hombres 133.
tudio y en su práctica), podrá ofrecer lo mejor de sus pensa­ Combina, así, Locke, inteligentemente, la preparación del fu­
mientos educativos. Por último, hay que tener presente el hecho turo caballero para las funciones a que por su condición se ve­
de que sus principales obras sobre la educación no dejan de ser ría obligado a realizar, y su formación con un espíritu religioso,
consejos que el propio Locke ofrece a otros caballeros y ami­ tolerante y amante de la libertad y la paz. Con lo que consigue
gos suyos para la educación de sus hijos, por lo que sus desti­ formar un ciudadano virtuoso y libre, que busque con su trabajo
natarios directos son las personas de dicha condición social l3°. y actitud defender su libertad y la de los demás conciudadanos,
La otra consideración básica a la que se había de atender
así como su propia salvación, permitiendo que cada conciuda­
era a que toda persona recibiese una educación que le permitiese
dano busque y alcance la suya propial34, de forma que partici­
llevar una vida virtuosa y cristiana 13‘. Y es que si, como hemos
pe en la construcción de una sociedad en la que esas condicio­
visto en el desarrollo de los anteriores apartados, en todo el pen­
nes necesarias de vida en libertad fuesen posibles135.
samiento de Locke es notable la influencia de sus creencias re­
ligiosas, su preocupación por la salvación del hombre y por el
desarrollo de una vida cristiana no podía estar ausente en la 132 Resultan muy significativos, en este sentido, los pasajes de Locke en
formación de la persona. De esta manera, se entiende que en LOCKE, John: «Algunas ideas acerca de la lectura y el estudio para un caba­
sus pensamientos se aprecie, de forma destacada, el interés por llero», en Locke, John: Pensamientos sobre la educación, cit., pp. 355 y 357.
mostrar que la formación del caballero que ha de cumplir con 133 Véase así en LOCKE, John: «Del estudio», en Locke, John: Pensa­
mientos sobre la educación, cit., p. 368
134 Es, esta última, una idea básica que desarrollará en su Carta sobre la
Tolerancia. Puede verse un pasaje significativo en este sentido en LOCKE, John:
129 Como acertadamente señala Fernández Enguita: «La vida de Locke está Carta sobre la Tolerancia, edición a cargo de Pedro Bravo Gala, col. Clásicos del
continuamente vinculada, por activa o por pasiva, a la educación, salvo breves Pensamiento, Tecnos, 3.a ed., Madrid, 1994, p. 34.
interrupciones». (En FERNÁNDEZ ENCUITA, Mariano: «Prólogo», en Locke, 135 Es muy significativo del pensamiento de Locke a este respecto lo que
John: Pensamientos sobre la educación, cit., p. 12; realizando en las siguientes ya escribiese en su dedicatoria a Edvvard Clarke: «El educar bien a los niños, es
páginas un breve resumen de esa relación vital de Locke con la educación). de tal modo el deber y la misión de los padres, y el bienestar y la prosperidad de
130 Así, «de los consejos dirigidos por carta a su amigo Edvvard Clarke, un las naciones depende tanto de ello, que yo quisiera llevar la convicción al cora­
squire o caballero rural de Somerset, nacerían posteriormente los Thoughts on zón de todos; y que después de haber examinado lo que la fantasía, la costum­
Education», la parte doctrinal fundamental de su pensamiento educativo. (Véa­ bre o la razón enseñan sobre el caso, contribuyeran con su auxilio a extender esa
se la cita en FERNÁNDEZ ENCUITA, Mariano: «Prólogo», en Locke, John: convicción de que el modo de educar a la juventud, en relación con su diversa
Pensamientos sobre la educación, cit., p. 14). condición, es también el modo más fácil, breve y adecuado para producir hom­
131 Véase en este sentido en LOCKE, John: «Algunos pensamientos con­ bres virtuosos, hábiles y útiles en sus distintas vocaciones; y que aquella voca­
cernientes a la educación», cit., pp. 189, y 214-215. ción o profesión de que más debe cuidarse, es de la del caballero. Porque si los

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En este sentido, para Locke la formación de ese futuro ciu­ cuelas, al estar en ellas el niño en contacto continuo con toda
dadano ideal pasa, necesariamente, por la transformación radical clase de compañeros que, casi inexorablemente, terminan con­
del sistema educativo entonces vigente. Y así, si se atiende a su tagiándole sus vicios, pues el niño carece de la suficientes de­
pretensión de formación de ese ciudadano libre y virtuoso, ad­ fensas intelectuales y morales para combatirlos con éxito!39. De
quieren un carácter revelador sus críticas respecto a las escue­ signo positivo, sería su adecuación para conseguir una edu­
las, al programa y a los métodos educativos existentes, sobre cación personalizada, que atienda a las cualidades del niño en
las que conviene, pues, detenerse. concreto, así como a su propio proceso de evolución y apren­
Es con esa clave, pues, con la que creo que hay que inter­ dizaje l4°; o la existencia de un mayor control directo de los pa­
pretar la crítica que realiza al sistema de escuelas vigente. Con dres (que no olvidemos que para Locke estarían dotados, por
su defensa de «las ventajas de una educación doméstica» 136, a el mismo Dios, de un amor especial para cuidar y proteger a
la que dedica la sección séptima de su tratado «algunos pen­ sus hijos) sobre la educación de los niños, tanto porque algu­
samientos concernientes a la educación» —y que comienza nos aspectos de la educación son impartidos por los propios pa­
con la significativa afirmación: «la sociedad conveniente a los dres, como porque, en todo caso, pueden seguir muy estre­
niños es el hogar» 137—,
138Locke, en realidad, lo que hace es de­ chamente la actuación del maestro particular. Así, aceptando
cantarse por una educación en la que prime la virtud antes que es la educación doméstica la más adecuada, parece lo más
que la simple instrucciónl3S. Así, señala ventajas que podemos consecuente con los planteamientos de Locke que fuesen los
entender como de signo negativo o positivo, según si se atien­
de principalmente a los beneficios que aporta o a los perjuicios
que evita en la formación del niño. De signo negativo, la prin­ 139 Véanse unos pasajes claros en este sentido en LOCKE, John: «Algunos
pensamientos concernientes a la educación», cit., pp. 97-98 y 100.
cipal ventaja sería la prevención que supone frente a la co­
130 Y es que la única forma de conseguir una educación adaptada a las par­
rrupción del espíritu a la que se está más expuesto en las es- ticulares características y evolución del niño es realizando una continua ob­
servación del mismo y avanzando en la enseñanza al ritmo que el propio niño
marque. Todo lo cual resultaba inviable en los colegios, donde los profesores
de esc rango son colocados por la educación en el recto camino, ellos podrán rá­ necesariamente habían de repartir su atención entre todos los niños e impo­
pidamente en orden a los demás». (En LOCKE, John: «Dedicatoria del autor a nían un ritmo de trabajo más o menos rígido que, como mucho, sólo podía
Eduard Clarke de Chipley», en Pensamientos sobre la educación, cit., pp. 26-27). adaptarse al más adecuado para la mayoría de los educandos. (Véase en este
136 Aunque también Locke señale alguna ventaja de las escuelas, así: «Con­ sentido en LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educa­
fieso que por ambos lados existen inconvenientes. Educado fuera de casa, el ción», cit., p. 100).
niño se hará, es verdad, más atrevido y más capaz de valerse entre los niños de Y es que, el ideal de conseguir que incluso en las escuelas, dentro de las
su edad, y la emulación de los compañeros da más vida y habilidad a su joven limitaciones inevitables, se atendiese lo más posible a las peculiaridades de
espíritu»; lo cierto es que esas pequeñas ventajas no compensan para Locke, cada niño así como al ritmo real de su aprendizaje, estaba casi en las antípo­
en absoluto, las desventajas que conlleva. (Véase la cita en LOCKE, John: «Al­ das de lo que efectivamente constituía la educación vigente; en ellas se aten­
gunos pensamientos concernientes a la educación», cit., p. 97). día a un programa fijo, construido fundamentalmente a través de ejercicios
137 En LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educa­ en griego y latín con autores clásicos, que era aplicado de manera sistemática
ción», cit., p. 97. a un alumnado que era considerado de una manera uniforme y monolítica.
138 Pueden verse unos pasajes explícitos sobre la primacía que ha de te­ En este sentido, una buena descripción de lo que constituían las jomadas de
ner la virtud en la educación frente a cualquier otra consideración y cualidad trabajo en la escuela de Wcstminster —escuela en la que estudió Locke— en el
en LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educación», cit., mismo siglo XVII, lo podemos ver en MONROE, Paul: Historia de la pedagogía,
pp. 99 y 102. tomo II, cit., pp. 248-252.

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propios padres los encargados de administrarla. De hecho, el cualquier asunto es la opinión del padre la que siempre ha
propio Locke señala la conveniencia y efectividad de la edu­ de prevalecerl4'.
cación impartida por los padres. Sin embargo, Locke es cons­ En cuanto a las consideraciones que se realizan respecto al
ciente de que habitualmente existen algunos condicionantes programa educativo142, podemos apreciar claramente los obje­
que impiden que los padres sean los educadores ideales (como tivos perseguidos por Locke con la educación, cuando señala
puede ser la falta de tiempo, debido a lo absorbente que resulta como el sistema educativo existente seguía aplicando unas ma­
el desempeño de sus propios trabajos, o la propia incapaci­ terias de conocimiento obsoletas, cuya utilidad resultaba prác­
dad del padre para impartir adecuadamente ciertas materias ticamente nula, tanto en la formación para las funciones que
educativas), por eso recomienda que lo más conveniente es posteriormente se habían de desempeñar en la sociedad143, cuan­
que una gran parte de la carga educativa sea cumplimentada to en la formación del carácter de la persona, pues, para Locke,
por un preceptor (y aquí parece claro que se está refiriendo ex­ habría que relativizar la importancia de las enseñanzas tradi­
presamente a la educación de los hijos de las clases acomo­ cionales en cuanto adquiere un carácter primordial la forma­
dadas, que serían los únicos que podrían permitirse el con­ ción de un carácter virtuoso y sólo secundario la instrucciónl44.
tratar los servicios de un preceptor particular). Por esto
adquiere pleno sentido en los planteamientos de Locke la con­
sideración de que el maestro actúa in loco parentis. Si el ideal 141 Véase respecto a los planteamientos de Locke aquí referidos en LOCKE,
es una educación completamente proporcionada por los pa­ John: «Algunos pensamientos concernientes a la educación», cit., pp. 99-100,
dres, y si sólo la imposibilidad de su cumplimiento efectivo 102 y 121-123.
hace que sea necesario recurrir al maestro, resulta conse­ 142 Locke expone concretamente su propio plan de estudios destinado a la
cuente entender que éste habría de actuar, en la medida de lo formación del joven caballero en la sección XXIV de su tratado sobre «Algunos
pensamientos concernientes a la educación», y en las tres secciones siguientes ex­
posible, como lo hubiese hecho el padre en su caso —consi­ pone otras actividades que han de complementar la educación del joven caballero.
deración que, como expondré, adquirirá gran relevancia para 143 Ese fin de la utilidad de las materias que se han de enseñar conforme
los planteamientos proteccionistas, al apreciar que los otros con la función social que ha de desempeñar la persona en la sociedad, está
adultos importantes en la vida de los niños podrían / deberían presente en toda la pretendida reestructuración del programa educativo que rea­
actuar como si fuesen los propios padres—. De ahí que, para liza Locke. Véase así, por ejemplo, lo señalado por Locke respecto a la enseñanza
de las diferentes lenguas y su gramática según el uso que les han de dar con­
Locke, sea necesario que el maestro tenga conferida las po­ forme a las diferentes funciones sociales que se han de cumplir en LOCKE,
testades que tienen los padres, que se vea investido ante los John: «Algunos pensamientos concernientes a la educación», cit., pp. 227-228.
ojos del niño con esa potestad y autoridad superior que resulta 144 Puede verse así expresamente señalado en LOCKE, John: «Algunos
necesaria para la consecución efectiva de los objetivos edu­ pensamientos concernientes a la educación», cit., pp. 208 y 236. Aunque, tam­
cativos. Pero, en todo caso, hay que tener presente que el ma­ bién es un pasaje muy significativo de estos planteamientos de Locke, éste en
el que afirma: «Una gran parte de los estudios que están actualmente de moda
estro actúa con esa potestad y autoridad sólo porque los pa­
en las escuelas de Europa y que entran ordinariamente en los programas de la
dres no pueden realizar la misión educativa con la misma educación, son de tal índole que un caballero puede, hasta cierto punto, pres­
efectividad, y que son éstos, como titulares de la potestad pa­ cindir de ellos sin un gran descrédito para sí mismo, ni perjuicio para sus asun­
terna, los que tienen la última palabra en todo momento. Ante tos. Pero la prudencia y la buena educación son necesarias en todas las épo­
el niño el maestro no puede ser desautorizado ya que eso cas y circunstancias de la vida; y la mayor parte de los jóvenes se resienten de
lo que les falta en este punto, y si llegan al mundo más inexpertos y más inhá­
echaría a perder su labor, pero después el maestro ha de ren­
biles de lo conveniente, es precisamente porque estas cualidades, que son las
dir cuentas ante el padre, y en caso de discrepancia sobre más necesarias de todas y que reclaman más cuidados y el auxilio de un maestro,

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En cuanto a los métodos educativos más concretos que son b) La vinculación del modelo de sociedad con la formación del
rechazados por Locke y los que defiende que sean incorpora­ ciudadano
dos en el proceso educativo, conviene destacar, de nuevo, la im­ La formación del ciudadano libre y virtuoso está en los plan­
portancia que concede Locke a la necesidad de formar en el
teamientos de Locke estrechamente conectada con su concep-
niño, desde la primera infancia, unos hábitos que le permitan,
sobre todo, asegurar la constitución de un carácter virtuoso*l45.
En este sentido, todos los demás métodos educativos han de habría de resultar chocante para un caballero de la época), es por que con ello
quedar supeditados a esa consideración: crear los hábitos que se consigue adquirir unos adecuados hábitos de disciplina y habilidades, y,
favorecerán, y rechazar los que obstaculizarán, ese objetivo. Es también, abre la posibilidad de utilizar posteriormente ese trabajo para, a
decir, fomentar siempre aquellos métodos que antes consigan la modo de nuestros actuales «hobbies», distraerse de las preocupaciones que
sus obligaciones sociales le han de procurar, todo lo cual no puede dejar de re­
formación de ese carácter y rechazar los que lo puedan trabar portar beneficios en el carácter de la persona —también Tarcov señala, en este
o impedir su consecuciónl46. * * sentido, frente a los que entienden que el trabajo en los planteamientos de Loc­
ke tiene un simple fin recreativo, el valor formativo o educativo que el autor
inglés reconoce al trabajo—. Incluso en la realización de los viajes como par­
son generalmente olvidadas y pasan por inútiles, hasta el punto de que el te del proceso educativo pone especial énfasis Locke en criticar los modos en
preceptor no se preocupa de ellas, sino muy poco o nada. El latín y la ciencia, que los viajes se realizaban (en edades demasiado tempranas para poder rea­
he aquí por lo que se grita, y se pone la mayor energía en el aprovechamiento lizar un auténtico aprendizaje aprovechando lo que el contacto con otras cos­
de estas cosas, una gran parte de las cuales no pertenece a la misión de un ca­ tumbres o caracteres nos puede aportar, o en edades demasiado tardías, en las
ballero. Lo que le es preciso es que posea el conocimiento de los negocios, que que el joven está más preocupado por gozar de los placeres de la vida que en
su conducta esté de acuerdo con su rango y que obtenga en su país un lugar hacer caso de los consejos de su maestro y realizar un adecuado aprendizaje),
eminente y útil. (...) La gran labor de un preceptor es la de moldear la con­ considerando, pues, que los viajes se habrían de realizar en aquella época de
ducta y formar el espíritu; establecer en su discípulo los buenos hábitos, los prin­ la vida en que el menor siga todavía los consejos de su maestro y pueda apro­
cipios de la virtud y de la sabiduría; darle poco a poco una idea del mundo; de­ vechar todas las ventajas educativas que esos viajes le pueden proporcionar. (Véa­
senvolver en él la tendencia a amar y a imitar todo lo que es excelente y alabable, se en este sentido en LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la
y, por conseguir ese objeto, hacerlo vigoroso, activo e industrioso». (En LOCKE, educación», cit., sobre la memoria en pp. 233-237, sobre el aprendizaje de un
John: «Algunos pensamientos concernientes a la educación», cit., pp. 130-132). oficio manual en pp. 262-263, sobre la conveniencia de los «hobbies» en pp. 264-
145 La importancia de la adquisición de los hábitos adecuados queda 268 y sobre los viajes en pp. 271-274; y respecto al apunte de Tarcov en
subrayada si se atiende también a sus planteamientos acerca de la forma en que se TARCOV, Nathan: Locke y la educación para la libertad, cit., pp. 215-216).
ejercita la voluntad y la libertad por los hombres. En este sentido, resultan inte­ En todo caso, resulta interesante el buen resumen que realiza Tarcov de los
resantes las observaciones que hace Locke en un pasaje en el que si bien lo que métodos educativos que Locke aconseja utilizar para la formación de la persona
señala es la responsabilidad que todo hombre tiene por las decisiones que tome virtuosa: «Estas virtudes no son simplemente naturales sino que deben enseñar­
en el ejercicio de su libertad, parece difícil, conforme a lo expuesto, que no se se por medio del acostumbramiento y de la recompensa y el castigo, especial­
aprecie también la dificultad que tendría el adulto de modificar sus criterios si és­ mente la alabanza y la crítica; por medio del ejemplo, el razonamiento y la con­
tos han sido viciados por unos malos hábitos adquiridos durante la infancia. (Véa­ cesión de la libertad pero la negación del dominio; manteniendo un equilibrio entre
se en LOCKE, John: Ensayo sobre el entendimiento humano, cit., pp. 250-251). la dulzura y la severidad, acompañado por pruebas de amor; y por medio de otros
146 Así, considera Locke, por ejemplo, que la utilización de la memoria artificios, a veces elaborados. Se las enseña, sin embargo, apelando a, o mani­
como método educativo tiene una importancia secundaria, pues aun siendo ne­ pulando la sensibilidad natural del niño —al placer y al dolor, al instinto de con­
cesaria, de nada sirve aprenderse textos enteros de autores en latín y griego, servación y al temor, al amor a la dominación, al amor a la libertad, al amor a la
como era lo habitual en las escuelas, si con ello no se avanza nada en la for­ novedad y la variedad, a la ambición y la emulación— y observando cuidadosa­
mación de un espíritu sano y bondadoso. De igual modo, sí señala la necesi­ mente la naturaleza individua] del niño, a la cual debe acomodarse su enseñan­
dad de incorporar el aprendizaje de un oficio manual (algo que necesariamente za». (En TARCOV, Nathan: Locke y la educación para la libertad, cit., pp. 218-219).

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ción contractualista, conforme a la que justifica la sociedad y el conocer a los individuos en el estado civil ocupan un lugar muy
Gobierno civil. El problema que Locke afronta en sus dos tex­ destacado los que han de permitir su participación en la toma
tos políticos principales es la construcción de la sociedad civil; de las decisiones que les han de afectar como miembros de la so­
en el Primer Tratado sobre el Gobierno Civil rechaza el modelo ab­ ciedad, en la regulación y estructuración de la sociedad, en la for­
solutista defendido por Filmer, y en el Segundo Tratado sobre el mación, en definitiva, de la ley que les ha de regir a todos por
Gobierno Civil defiende, desde una concepción contractualista, igual. Así pues, la libertad, que era innata al individuo, se habría
la formación de un modelo liberal de sociedad civil, en el que es­ de convertir tanto en el fin como en el medio de estructurar la
tán presentes muchos de los ideales que habrían de plasmarse sociedad. La única manera de conseguir que el ciudadano ejer­
en la formación histórica del Estado de Derecho147. En este sen­ za su libertad es dándole participación, es decir, libertad, en la
tido, Locke defiende la necesidad de articular una separación de toma de decisiones, en la formación de las leyes que les han de
poderes, así como de ejercer un control sobre actividad del po­ regir, por eso, sólo dentro de la sociedad civil regida por leyes li­
der ejecutivo, pero los aspectos que más me interesa resaltar bremente creadas (y no en el estado de naturaleza, donde, por
aquí son el reconocimiento de una serie de derechos naturales definición, no hay leyes, ni en el absolutismo, donde no existe
fundamentados principalmente por el valor libertad, y el reco­ ninguna participación del ciudadano en la formación de las le­
nocimiento que hace de que sólo con la existencia de un some­ yes) podrá ejercer el hombre su libertad y, consecuentemente,
timiento a la ley se puede conseguir la auténtica libertad indi­ ser considerado como un hombre auténticamente libre 149. 150 Si
vidual 148. Con el reconocimiento de derechos naturales se tomamos como punto de referencia a los niños, estos plantea­
desechaba todo planteamiento absolutista, para el cuál el hom­ mientos habrían de significar que también a los niños, como a
bre nacía sometido de manera natural a la voluntad del rey su cualquier otra persona, se les habría de reconocer su derecho a
señor, para Locke los derechos a la vida, a la propiedad y a la li­ poder participar en la formación de las leyes que rigen la so­
bertad son propios de la persona (por lo que los tenía en el es­ ciedad; al fin y al cabo también los niños hicieron, junto a sus
tado de naturaleza y, no pudiendo ser despojada de ellos ni tam­ mayores, el tránsito del estado de naturaleza al estado civil de
poco renunciar a ellos, es con su posesión como el individuo se sociedad regida por normas, y, al igual que sus mayores, lo hi­
incorpora a la sociedad), por lo que resulta necesario reconocer cieron portando sus derechos y libertades naturales l5°. Sin em­
que también el niño, desde el nacimiento, tiene esos derechos. bargo, Locke no puede reconocer esta participación de los niños
Y con la idea de que someterse al imperio de la ley es la única
manera de conseguir garantizar la libertad de los individuos,
149 Un buen análisis sobre la conexión entre estas diferentes perspectivas
Locke establece el principio básico de convivencia en la socie­ del planteamiento filosófico político de Locke, puede verse en el libro del pro­
dad civil que proyectaba: entre los derechos que se han de re- fesor Eusebio Fernández: Teoría de la justicia y derechos humanos, y más con­
cretamente en su Capítulo cuarto: «El contractualismo clásico (siglos xvn y xvm)
y los derechos naturales». (Véase así en FERNÁNDEZ GARCÍA, Eusebio: Teoría
l4' En este sentido sigo los caracteres generales con los que según el pro­ déla justicia y derechos humanos, 1 “ed. 1984, Debate, Madrid, 1991, pp. 127-128).
fesor Elias Díaz cabría identificar a un Estado como Estado de Derecho. 150 Sin embargo, para Archard el hecho es que los niños no formaron
(Véase en DÍAZ, Elias: Estado de Derecho y sociedad democrática, 1.a ed. 1966, parte del contrato social, y, por eso, tampoco se les podía considerar como ti­
Taurus, 9.a ed., Madrid, 1998). tulares de los derechos que los adultos disfrutaban como ciudadanos bajo el
148 Puede verse, respecto a estas ideas, en LOCKE, John: Segundo Trata­ gobierno civil. (Véase así en ARCHARD, David: Children: Rights and childhood,
do sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 110, 136-137 y 156-157. cit., p. 7).

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en la formación de las leyes, y esta imposibilidad tiene su cau­ existencia de esa sociedad civil, y la formación de las leyes ade­
sa tanto en la concepción del niño que defiende cuanto en la cuadas a los dictados de la razón natural, es necesario admitir
concepción de la ley que mantiene. La ley que para Locke ha que si bien el niño tiene derechos y libertades innatos, que en
de regir en la sociedad civil no es sólo una ley que represente al un futuro habrán de poder ser ejercidos con libertad, mientras
conjunto de los intereses de la sociedad, sino que su contenido que dure la minoridad ha de serle impedido el ejercicio de esos
tiene que responder a una serie de exigencias previas, como ser derechos y libertades. Este planteamiento, si lo observamos des­
adecuada para conseguir la paz civil y respetar el contenido de de otro punto de vista, implica que la única forma de conseguir
los derechos naturales que son inherentes a la persona. Por lo no sólo la realización del mejor interés del niño sino también la
que en la participación en la toma de decisiones, en la forma­ perdurabilidad de la sociedad civil que se intenta construir, es
ción de la ley, se exige que el individuo pueda participar de la ra­ negando al niño la posibilidad de ejercer sus derechos y liber­
zón lo suficiente como para conocer las leyes naturales. Por eso, tades. Es decir, que para conseguir formar al hombre libre y
aquellas personas que, como los niños, son incapaces de tener mantener unas estructuras sociales que proporcionen libertad
desarrollado ese uso de la razón, deben de ser excluidos en la for­ es necesario someter al niño durante su minoridad. Así, nos en­
mación de las leyes o en la toma de decisiones que afecten a la contramos con la segunda de las cuestiones que antes señalaba
sociedad en su conjunto. que quería tratar: la incoherencia que puede suponer (y que
La complementariedad de los planteamientos de teoría po­ posteriormente será resaltada desde posiciones liberacionistas)
lítica de Locke con su reconocimiento de derechos y libertades que la formación para la libertad se haga desde la educación en
a los niños tiene en este punto otro de los aspectos claves, ya la sumisión.
que la forma de hacer compatible el reconocer la existencia de
personas poseedoras de derechos y libertades (con los que pa­
san del estado de naturaleza al de sociedad) y, a la vez, negar en 2. La educación para la libertad desde la educación
éste el ejercicio de esos derechos y libertades a los niños, es ne­ en la sumisión
gando también la posibilidad de que esos derechos pudiesen ser
ejercidos por ellos con libertad en el estado de naturaleza; para El problema que se plantea a este respecto no es en absolu­
lo cual hay que reconocer una autoridad sobre los niños inclu­ to baladí, en ningún caso puede entenderse como un simple jue­
so en el estado de naturaleza, y esa autoridad se encuentra en go de palabras: tan significativo resulta el término libertad como
los padres, que, como vimos, la derivan originariamente de un objetivo que se pretende conseguir, cuanto el término sumisión
mandato divino, de la autoridad del mismo Dios. La razón úl­ como realidad en la que vive el niño durante toda su minori­
tima de esa sujeción será la incapacidad de la persona, y ésta se dad. Como ya hemos visto, en sus planteamientos, Locke, si
da tanto en el estado de naturaleza como en el estado civil, por bien da el salto fundamental que supone considerar que los ni­
lo que en ambos se ha de mantener la misma situación: el go­ ños tienen derechos que en todo caso han de ser respetados pol­
bierno de los padres sobre los hijos hasta que estos tengan la los padres, también es cierto que lo hace compatible con una su­
capacidad suficiente como para poder valerse por ellos mismos. misión total del menor a los padres; pues como tal ha de en­
Así se consigue entender tanto porqué los niños que tienen de­ tenderse la disposición de Locke de que, a fin de conseguir in­
rechos y libertades naturales necesitan de la formación de una culcar al niño los hábitos adecuados mientras su vida no pueda
sociedad civil y del imperio de una ley que les permita conver­ ser guiada por su razón, resulta necesario que la voluntad del
tirse en hombres auténticamente libres, como porqué para la niño se someta completamente a la voluntad de los padres:

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«Mientras más pequeños son, más preciso creo resistir a sus de decidir cuáles son las influencias negativas y cuáles no) y, se­
apetitos desarreglados y desordenados, y mientras menos ra­ gundo, inculcar en el niño los valores y los conocimientos que
zón tengan por sí, más sometidos deben estar al poder y al do­ se considere que le resultarán más apropiados y beneficiosos
minio de los que los tengan en sus manos. (...) Los que preten­ (siendo nuevamente los padres los que han de decidir qué valores
dan gobernar a sus hijos deben comenzar, cuando son muy y qué conocimientos lo son); entonces, en realidad, se está acep­
pequeños, por obtener de ellos una sumisión completa a la vo­ tando que se dé un dominio y un control absolutos sobre el niño
luntad de sus padres. Si queréis tener un hijo que os obedezca, a fin de transformarlo en un modelo de persona concreto que los
transcurrida la edad infantil, afirmad la autoridad paterna tan padres predeterminan.
pronto como el niño sea capaz de sumisión y pueda compren­ Bajo ese punto de vista, la concepción del recién nacido
der de quién depende. Si queréis que os tenga respeto, incul­ como una página en blanco que hay que rellenar, o las conti­
cadle este sentimiento desde la infancia, y, a medida que avan­ nuas alusiones de Locke a la necesidad de atender a la propia
ce hacia la edad viril, admitidlo más íntimamente en vuestra personalidad del niño a fin de hacer una educación lo más per­
familiaridad. De este modo tendréis un ser obediente (como sonalizada posible, pueden llegar a entenderse como argumen­
conviene que lo sea) mientras sea niño, y un amigo cariñoso tos en favor de la anulación de la auténtica personalidad del
cuando sea hombre. (...) La libertad y la complacencia no pue­ niño y su sustitución por la que es considerada como adecuada
den ser buenas con los niños. Como les falta juicio, tienen ne­ por los padres. Pues son estos últimos los que han de rellenar ese
cesidad de dirección y de disciplina. (...) Yo creo que todos juz­ papel en blanco, así como, a través de la atención a las peculia­
garán razonable que sus niños, cuando son pequeños, deben ridades del niño, conseguir del modo más eficaz ese objetivo de
mirar a sus padres como sus señores, como sus gobernantes ab­ inculcar con la educación los valores y los conocimientos que
solutos, y que como a tales les teman» l5‘. ellos consideren más adecuados152.
No obstante, aunque el niño sea considerado como un ser im­
perfecto, en quién no se ha desarrollado suficientemente la ra­
zón como para tomar decisiones sabias en los asuntos que se le 152 Así, resulla muy significativo que en la conclusión a «Algunos pensa­
planteen, resulta innegable reconocer que el niño tiene volun­ mientos concernientes a la educación», exponga: «Aunque estoy llegando a una
tad propia, que es manifestación de unos deseos e intenciones. conclusión de lo que respecto a la educación me han sugerido algunas observa­
ciones elementales, no por eso me atrevería a decir que considero lo hecho como
Si se acepta que esa voluntad del niño ha de ser constreñida,
un tratado sobre esta materia. Existen muchas otras cosas que merecen ser con­
obligándole en todo momento a que actúe de acuerdo con la templadas; especialmente si se quisieran abarcar las varias disposiciones naturales,
voluntad de los padres; si se acepta que la voluntad del menor diferentes inclinaciones y particulares defectos que pueden encontrarse en los
ha de ser incluso anulada, ya que sólo será permitida en la me­ niños; y prescribir remedios adecuados. La variedad es tan grande, que requeri­
dida en que se considere aceptable por los propios padres; y si ría un volumen; y ni aun así sería suficiente. La mente de cada hombre tiene al­
gún rastro peculiar, al igual que su rostro, que le distingue de todos los demás; y
esto se realiza, además, con los objetivos expresos de, primero,
posiblemente no haya dos niños que puedan ser guiados por un método totalmente
proteger al menor de las posibles influencias perjudiciales que idéntico. Además, creo que un príncipe, un aristócrata y el hijo de tm burgués co­
pueda recibir del exterior (siendo los propios padres los que han rriente, deberían tener diferentes formas de crianza. Pero aquí solamente se han
expuesto algunos puntos de vista generales, referidos al fin principal y a los obje­
tivos de la educación, y pensados para el hijo de un burgués a quien, siendo enton­
151 En LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educa­ ces muy pequeño, yo consideré simplemente como un pliego en blanco o como
ción», cit., pp. 72-73. cera que se puede moldear y labrar según el gusto de cada cual». (En LOCKE, John:
«Algunos pensamientos concernientes a la educación», cit., p. 275).

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

Es cierto que en Locke podemos encontrar apuntes que 1,° Dejar al niño que actúe con libertad, o que crea que ac­
muestran que no era intención del autor una completa desper­ túa en libertad, aunque se procurará que el niño actúe siempre
sonalización del niño en el sentido que ahora se puede entender, conforme con lo predispuesto por sus educadores153. Un méto­
sino que entendía que con ese proceso educativo se conseguiría do muy propicio para esta dirección y control de la educación
formar un hombre realmente libre en todos los sentidos. Sin será el mostrar al niño cómo merece ser considerado su acto, me­
embargo, también es cierto que no resuelve el problema del que diante la alabanza por los actos buenos y la crítica por los ma­
seguirá adoleciendo, en mayor o menor medida, todo el movi­ los, intentando, así, que el niño adquiera los hábitos beneficio­
miento proteccionista, y es que resulta difícil aceptar que des­ sos para la formación de su carácter y evite los perjudiciales
de la sumisión completa de la voluntad del menor a la voluntad que le harían esclavo de los vicios 154. También señala Locke
de terceros, como son los propios padres, durante la etapa de ma­ como métodos adecuados, razonar con el niño, en la medida de
yor formación de la personalidad, en su crianza y educación, lo posible sin que se pueda entender en ningún caso como un dis­
se consiga que el hombre adulto sea una persona auténtica­ curso racional profundo, sobre qué es lo que le conviene y por­
mente libre y responsable. qué ha de actuar de la manera que se le indical5:i, y exponerlos
Por último, y directamente relacionado con esa cuestión, es a los ejemplos que se quiere que se imiten o también poder uti­
oportuno referirse, al tratar el particular proceso que según Locke lizar ejemplos «negativos» si le son convenientemente comen­
se ha de seguir para encauzar adecuadamente la conducta del tados al niño por el educador156, principalmente los ejemplos po­
niño, al método que en las páginas de su tratado «Algunos pen­ sitivos los han de proporcionar los propios padres y sus
samientos concernientes a la educación» aparece, en diferentes educadores, debiéndose tener en cuenta que la fuerza del ejem­
ocasiones y de manera más o menos explícita, como forma de ac­ plo puede tener el efecto contraproducente si personas tan sig­
tuar para dirigir adecuadamente la educación de los niños. nificativas para el niño realizan delante de él acciones que éste
Ese método puede resumirse en las siguientes tres premi­ no deberían realizarl57,158
y habría, pues, también que evitar el
sas y cinco pasos educacionales. La primera premisa de la que contacto con ejemplos que hayan de evitarl5S.
se parte es la consideración de que el propio método es más im­
portante que la materia concreta a la que se aplica (en este sen­
tido, es la aplicación del método lo que proporciona la seguri­ 153 Resultan significativos de este planteamiento los pasajes de Locke
dad de que el niño está siendo efectivamente educado, sea cual en LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educación», cit.,
pp. 85-86, 96 y 117. Un planteamiento que, como veremos, será decisivo en el
sea el asunto que en cada ocasión se trate, aprender a no men­ pensamiento de Rousseau respecto a la educación de los niños.
tir, buenas maneras, etc.); y, después, de la aceptación de dos 154 Véase en este sentido en LOCKE, John: «Algunos pensamientos con­
postulados: el niño siente un gran amor a su propia libertad (lo cernientes a la educación», cit., pp. 81-83.
que habrá de ser utilizado para que asimile mejor las enseñan­ 155 Sobre los razonamientos puede verse en LOCKE, John: «Algunos pen­
zas), y el niño no sabe lo que realmente le conviene, siendo los samientos concernientes a la educación», cit., pp. 115 y 146.
156 Véase en LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la
padres los que deben decidir qué es lo que le conviene y cómo educación», cit., pp. 95 y 116.
ha de conseguirse (así el padre, o el maestro en su lugar, habrá 157 Véase al respecto en LOCKE, John: «Algunos pensamientos concer­
de dirigir la educación del niño apoyándose en un estudio lo nientes a la educación», cit., p. 103.
más acertado posible del carácter del mismo). 158 En este sentido Locke se muestra en muchas ocasiones muy crítico,
Los pasos que se proponen, siendo la utilización de cada como vimos que lo hacía Platón, con los criados, así en LOCKE, John: «Algu­
nos pensamientos concernientes a la educación», cit., pp. 95-96.
uno sólo necesaria en caso de fracaso del anterior, son:

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2° Mostrar el educador sorpresa, como la que se mostra­ de que la reincidencia en la actuación ya sólo puede explicarse
ría ante cualquier acto que mereciese nuestra desaprobación, como un acto voluntario de obstinación, de rebeldía, del niño,
ante la acción del niño que no respondiese a las expectativas que, así, estaría intentando imponer su propia voluntad a la de
creadas (que sea, pues, contraria a lo aconsejado previamente su padre (o maestro); y siendo precisamente eso lo que no pue­
por el educador como adecuado para él), respondiendo, en con­ de consentirse en ningún caso, se ha de conseguir con el casti­
secuencia, con la adopción de una actitud que muestre frialdad go corporal que el niño se someta a la voluntad del educador. Lo
y severidad hacia el niño de forma que produzca en éste temor que se trata de impedir es la actitud del niño, lo que se persigue
y arrepentimiento por la acción realizada. Se supone que la fal­ con el castigo corporal no es sólo un sometimiento en las ac­
ta cometida por el niño no ha sido realmente voluntaria, pero ciones externas (que el niño se comporte conforme a lo que de
se teme que si no le da una respuesta adecuada el niño reinci­ él se demanda), ya que eso no impediría que el niño siguiese
dirá y terminará convirtiendo su actitud en hábito y adquirien­ adquiriendo el vicio que se trata de extirpar; sino, fundamen­
do el vicio que pueda llevar aparejadol39. talmente, el sometimiento de la voluntad: es decir, que el niño
3. ° Ejercer una represión fuerte sobre el niño todavía me­ termine comprendiendo lo vergonzoso y reprobable de su an­
diante la utilización, que en todo caso ha de ser razonada y fría terior actuación y termine por repudiar su anterior voluntad,
y no visceral y apasionada, de los anteriores métodos: la frial­ sometiéndose sin reservas a la voluntad de su padre (o maes­
dad, la provocación de temor, la desaprobación generalizada de tro). Esta finalidad perseguida con el castigo corporal determi­
la conducta, etc.*160. En este caso, el acto del niño supone una re­ nará la forma de su aplicación. Así, resulta significativo que se
petición de una actuación pasada, lo que puede implicar ya una parta de un rechazo del castigo corporal como simple método
amenaza cierta de convertirse en hábito, quizás, incluso, puede educativo, y como método al que se pueda recurrir frecuente­
significar la existencia de una cierta inclinación en el carácter mente, por que es necesario para que sea eficaz que vaya, en
del niño, por lo que adquiere la mayor importancia que se le todo caso, acompañado de un sentimiento de vergüenza en el
haga sentir y comprender lo vergonzoso y pernicioso que para
él resulta la realización de ese acto, a la vez que lo elogioso y be­
néfico que resultaría su omisión o su actuación en sentido di­ compatible con el nombre y el carácter de un caballero, hasta el punto de que
ferente. un hombre honrado no puede sufrir que se le acuse de haber mentido. Mos­
4. ° Utilizar, finalmente, el castigo corporal hasta que el trad al niño que la mentira pasa por un deshonor supremo, que rebaja al hom­
niño asuma los valores que se le quieren inculcar161. Se entien­ bre al grado más íntimo [stc., por «ínfimo»] y bajo, que le confunde con los hom­
bres más despreciables, con la vil canalla. No se puede, pues, tolerar en los
que quieren guardar su rango en la sociedad y merecer en el mundo alguna es­
timación y algún crédito. La primera vez que sea cogido en fragante delito de
155 Véase un significativo pasaje en este punto en LOCKE, John: «Algu­ mentira, se le debe demostrar más bien sorpresa, como ante una monstruosi­
nos pensamientos concernientes a la educación», cit., pp. 118-119. dad, que reprenderlo como ante una falta ordinaria. Si no basta esto para im­
160 Véase en este sentido en LOCKE, John: «Algunos pensamientos con­ pedir la reincidencia, es preciso la segunda vez reprenderle duramente y hacerle
cernientes a la educación», cit., pp. 109-110. ver que está en desgracia completa para con su padre, su madre y todo los que
161 Estas tres últimas fases señaladas en el texto principal las podemos ver conocen su falta. En fin: si no conseguís corregirlo por estos medios, es preci­
expuestas explícitamente al explicar Locke cómo se ha de evitar la mentira en so recurrir al látigo; porque, después de todas las advertencias que le habéis he­
el niño, contra la que se manifiesta con especial contundencia: «No se debe cho, una mentira premeditada debe ser siempre considerada como un acto de
mencionar ante él [el vicio de la mentira] (si se presenta la ocasión de men­ rebelión que no puede permanecer impune». (En LOCKE, John: «Algunos pen­
cionarlo) sino con muestras de la más viva execración, como un defecto in- samientos concernientes a la educación», cit., pp. 185-186).

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niño por la acción cometida. Es, en este sentido, un último y diciales que se pueden derivar de su negación. La libertad sólo
extraordinario recurso. De esta manera, para Locke el castigo se es utilizada como instrumento educativo porque se sabe que el
habrá de hacer utilizando el látigo de forma pausada, fría y sis­ niño la ama164, y así puede ser entendido que uno de los moti­
temática; su uso ha de conseguir que el niño doblegue su vo­ vos por los que Locke rechace la excesiva violencia en los niños
luntad y, por eso, no lo ha de ver como la reacción visceral de es por que éstos sin tanto rigor y con más libertad asimilarán me­
un padre enojado, sino como la merecida aplicación de una san­ jor la educación que se les pretende darl65, señalando, en esta
ción a su infame conducta. En este sentido, aconseja Locke que línea, que las prohibiciones del padre, o del preceptor, «no hace,
entre latigazo y latigazo se razone con el niño y se le haga ver en general, sino aumentar el deseo» l66. Pero no existe una pro­
el sentido del castigo, debiendo proseguirse con el mismo en la funda confianza en la libertad, ni, consiguientemente, se la re­
medida en que el educador observe que el niño realmente no conoce realmente. El niño podrá actuar como si gozase de li­
ha modificado su voluntad. Así, aunque el niño decida cambiar bertad sólo hasta que en su ejercicio choque con lo deseado por
su actitud externa esto ya no ha de importar al educador, pues, el padre, a partir de ese momento su actuación será corregida,
como antes señalaba, lo que busca es el sometimiento de la vo­ por lo que el niño rápidamente sabrá que está sometido comple­
tamente a la voluntad del padre y que carece de toda libertad.
luntad y no sólo del comportamiento externol62.
5.° Si no se ha conseguido modificar el carácter del niño ni
con el recurso al castigo físico, entonces, señala Locke, no exis­
164 Véase en este sentido en LOCKE, John: «Algunos pensamientos con­
te solución posible, al padre «no le queda nada que hacer sino cernientes a la educación», cit., p. 76 y 224-225.
rogar a Dios por él» 163. 165 Véanse unos pasajes muy significativos en LOCKE, John: «Algunos
Este método educativo propuesto por Locke puede ser cri­ pensamientos concernientes a la educación», cit., pp. 105-109, 143 y 208.
ticado o alabado por diversos motivos. Es evidente que señala 166 Locke realiza esta afirmación al exponer un método educativo (que en
ocasiones recuerda a los planteamientos de Rousseau —que explicaré en el ca­
elementos muy positivos, como la necesidad de partir de la li­ pítulo dedicado al análisis del pensamiento de este autor— sobre la conve­
bertad del niño o la idea de razonar con él para explicarle las ac­ niencia de utilizar una «libertad manipulada» del niño, y en su idea de que en
ciones que se le ordenan o prohíben. Pero, finalmente, también la educación muchas veces hay que «perder» el tiempo para ganarlo) en el que
resulta insatisfactorio, pues quedan sin responderse adecuada­ parte de la consideración de que los niños aman la libertad y de que no exis­
ten para ellos actividades que, si se adaptan a las posibilidades de su edad,
mente al menos cuatro importantes cuestiones.
sean en sí más aborrecibles o apetecibles. Así, establece como método ade­
1.a Aunque se parte de la conveniencia de la libre actua­ cuado para la educación del niño la adecuada utilización de los permisos y las
ción del niño, no existe, en realidad, una auténtica confianza prohibiciones, de modo que si se observa que el niño realiza alguna actividad
en los beneficiosos efectos educativos del ejercicio de la libertad desestimada por el preceptor, como puede ser la dedicación a un juego, el pre­
por el niño y no se atiende adecuadamente a los efectos perju- ceptor antes que prohibírselo lo que ha de hacer es obligar al niño a dedicar a
ese juego muchas horas al día, y prometerle como recompensa la posibilidad
de realizar una actividad que el preceptor estime, como puede ser el estudio de
los libros. De esta manera, según Locke, el niño terminará aburriéndose y
162 Esta concepción del castigo de Locke aparece reflejada en distintos pa­ odiando el juego que le es impuesto, y amando y aplicándose en el estudio:
sajes. Véase así unos pasajes significativos en LOCKE, John: «Algunos pensa­ por que: «Lo que desean es estar ocupados con tal de que sea en ocupaciones
mientos concernientes a la educación», cit., pp. 84, 110-112, 116-117, 119-120 de su elección o que lo crean así; con tal que puedan considerar el derecho de
y 153-154. aplicarse a ellas un favor que les es concedido». (Véase la exposición de estas
163 En LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educa­ ideas en LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educación»,
ción», cit., p. 120. cit., pp. 177-179).

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dos más contundentes hasta llegar a ese severo castigo físico de


Este punto resulta, pues, de un gran interés, porque con él
se observa el amor que el propio Locke siente hacia la libertad metódica aplicación.
Y lo que Locke no puede explicar es porqué, si, conforme a
y que no duda en extender a los niños, constituyéndose así la li­
sus propios planteamientos, los hábitos adquiridos durante la pri­
bertad en un valor básico, no sólo como fin a alcanzar con la edu­
mera infancia forman de manera indeleble el carácter de la per­
cación sino también como método que, en principio, se utiliza
sona, su método de sumisión completa a la voluntad de los pa­
en la propia educación para alcanzar ese fin. Pero es impor­
dres ha de formar un carácter que se someta a los dictados de
tante subrayar que, finalmente, por todas las razones que hemos
la razón, como él pretende, y no un carácter que se someta a
visto en este capítulo, Locke no sigue por ese camino de la li­
los dictados de otras personas a los que tomaría como sus go­
bertad, que queda truncado desde el inicio por su absoluta des­
bernantes absolutos, sustitutos de las figuras paternas que así
confianza sobre el ejercicio que de la libertad harían los niños,
habían sido obedecidas durante la infancia.
lo que le hace considerar que lo que es necesario es la continua
2.a No parece clara la aproximación que Locke hace al tema
dirección y control de los padres. Así, aún en el supuesto de ac­
de la supuesta «obstinación» del niño y la forma de atajarla. Un
tuar en aparente libertad, los padres los estarán dirigiendo con
tema importante, pues significa el pretendido reflejo de la lucha
sus alabanzas y críticas ante ciertas actitudes, con su afabilidad
de las dos voluntades, la del niño y la del padre. Locke entien­
o frialdad, su afecto y severidad, etc., cuando no con los hábi­
de que la actitud reincidente del niño en un determinado senti­
tos y costumbres que se les haya inculcado desde su primera
do constituye un acto de rebeldía premeditada, pues, conside­
infancia167. Y es que, en último término, se está buscando un so­
rando que cuando es un caso de «obstinación» el niño con su
metimiento a la voluntad del padre, y si no se consigue con ese
actitud ya no está persiguiendo simplemente satisfacer sus de­
aparente ejercicio de la libertad (con lo que se intenta que des­ seos, sino que, de esa manera premeditada, está pretendiendo
de el principio el niño adquiera ese hábito de acatamiento de las
la imposición de su voluntad sobre la de su educador. No obs­
órdenes de los padres, también a través de un sentimiento re­
tante, parece contradictorio que señale que la reincidencia en un
verencial, de respeto y temor, hacia ellos), se aplicarán méto­
mismo tipo de actitud en contra de las órdenes del educador es
causa suficiente para considerar que el niño está actuando así
por obstinación y con ánimo de rebeldía y, sin embargo, que
167 En este sentido, es interesante observar como ai comentar Locke el pe­
ligro que puede haber en que los niños acalorados por el ejercicio beban agua
también subraye la necesidad de observar el carácter concreto
fría, o se tumben sobre tierra fría, señalará que si bien la libertad, en el senti­ de cada niño, a fin, en este caso, de saber cuándo su actitud
do de ausencia de control directo, es inevitable con el paso de los años, la for­ obedece realmente a un carácter obstinado. Y así, aunque al
mación de los hábitos adecuados harán que esa libertad no tenga efectos per­ tratar la «obstinación» establezca Locke la necesidad de atender
judiciales en el niño, exponiendo: «Esto es todo lo que pienso que puede hacerse al auténtico carácter del niño, también apunta la interpretación
en el caso; porque, conforme aumentan los años, es preciso dejarles más li­
más «objetiva» de considerar obstinación por el número de ve­
bertad y abandonarles en muchas cosas a su conducta propia, puesto que no
pueden estar siempre sometidos a una vigilancia, excepto la que hayamos pues­ ces que se produce la desobediencia, e incluso, en ocasiones,
to en su ejercicio mediante los buenos principios y hábitos establecidos; y ésta parece reconocer la posibilidad de que una sola vez pudiera ser
es la mejor y la más segura, y, por consiguiente, aquella de que debemos tener suficiente para que el padre pudiese considerar la existencia de
más cuidado. Porque, por más que se hagan sonar incesantemente en sus oí­ esa «obstinación», pues lo importante sería que el padre consi­
dos las reglas y las máximas, no hay que esperar fruto alguno, ni en éste ni en
derase que es una orden que, en todo caso, hay que obedecer. De
ningún otro caso, hasta que la práctica las haya convertido en hábitos». (En LOC­
KE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educación», cit., p. 44). esta manera, quedará en todo caso a decisión del propio padre

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la consideración de que se produce esa «rebeldía» del niño por La preocupación de Locke consistía sólo en evitar que el niño
su carácter «obstinado», cuándo la acción de su hijo es prede­ tuviese una voluntad que finalmente degenerase en la adquisición
terminadamente contraria a su voluntad por «obstinación», y, por de malos hábitos y vicios. Consideraba que el simple someti­
consiguiente, debe ser castigada con el «látigo» hasta que se so­ miento de la actitud externa resultaba insuficiente (pues no ga­
meta a su voluntad l6S. rantizaba que el niño no volviese, en cuanto pudiese, a las acti­
3.a Se intenta formar una voluntad independiente desde su vidades perniciosas), y justificaba, así, la necesidad de someter
misma anulación. Aunque uno de los objetivos expresos sea la completamente la voluntad del niño a la de su padre. Pero esa su­
constitución de una voluntad independiente de la persona a tra­ misión supone, de hecho, una anulación de su propia voluntad,
vés de la formación de la del niño, en realidad existe un recha­ de la formación de una voluntad auténticamente independiente.
zo de la misma al considerar que el niño no sólo ha de adecuar Pues lo que se está entendiendo es que la voluntad contraria del
su comportamiento externo a los mandatos del padre, sino que niño a la del padre no es simplemente una voluntad distinta,
también ha de asimilar como propias las justificaciones que el sino «obstinación» y «rebeldía», un intento de imponer su pro­
padre tiene para comportarse de esa manera. El niño ha de in­ pia voluntad por encima de la de su padre, por lo que ha de ser
teriorizar los valores que desde fuera se le pretenden inculcar, severamente sancionado, hasta que, como Locke establece, se
ha de someter su voluntad a la de su padre, ha de considerar llegue al espíritu y se le doblegue la voluntad, hasta que «el es­
que en caso de conflicto siempre es la voluntad del padre la que píritu del niño sea vencido y la autoridad del padre establecida».
es correcta y la suya la equivocada. Y si el niño no modifica li­ Además, la dificultad de la posible formación de una voluntad in­
bremente su propia voluntad entonces empiezan las represiones dependiente se agravaría por el hecho de que en la práctica se de­
que pueden llegar al castigo físico para conseguir esa confor­ jase a decisión del propio padre determinar cuándo la voluntad
midad con la voluntad del padre, esa sumisión de su voluntad disidente de su hijo puede ocasionarle la adquisición de malos
a la de su padre168
169. hábitos, de actitudes viciosas y, así, de graves perjuicios en la
formación de su carácter; y, también, cuándo puede ser consi­
derada «obstinación» y «rebeldía» y debe ser castigada hasta que
168 Véanse unos pasajes significativos al respecto en LOCKE, John: «Algu­ decida que ha sido anulada y, finalmente, sometida a la suya.
nos pensamientos concernientes a la educación», cit., pp. 110-111, 113-114 y 186. 4.a Por último, cabe criticar que Locke, ni explica como el
169 Una preocupación que, conforme nos explica Illick, se tendría que en­ uso del castigo físico puede lograr los fines con él pretendidos,
tender que era común en las sociedades anglosajonas de ese siglo xvn, «no es ni se preocupa de otros efectos perjudiciales que, también en la
de extrañar que en Norteamérica, como en Inglaterra, el dominio de sí mismos
de los adultos se traspasara a los niños. (...) es evidente que a los padres nor­
propia formación de su carácter, se puede ocasionar a los niños
teamericanos se les recomendaba que adoptaran una posición firme contra la con ese castigo físico. Aunque, siendo justos con el pensamien­
autoafirmación o la voluntariedad en los niños. El no dejar que prevaleciera la to de Locke, hay que subrayar su repulsa a aplicar esos castigos
voluntad del niño se basaba en el supuesto de que podía sustituirla la volun­ físicos, como lo demuestra el para él el recurso a los castigos
tad de los padres. El niño dudaría de sus propias capacidades, reprimiría sus físicos se habría de hacer en última instancia, y en todo caso de
impulsos y confiaría en una autoridad superior». Señalando, finalmente, en
este sentido la coincidencia que se podría apreciar con los planteamientos del
propio Locke: «Se da una curiosa concordancia entre las pautas de crianza de
los niños en la América del siglo XVII y el consejo dado por John Locke: los luntad, reprimir las emociones, disciplinar el intelecto». (En ILLICK, Joseph
controles físicos exteriores, como la envoltura con fajas, fueron abandonados E.: «La crianza de los niños en Inglaterra y América del Norte en el siglo XVU»,
y sustituidos por restricciones mentales internas, a saber, quebrantar la vo- cit., pp. 376-377 y 383).

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forma mucho más benévola respecto a la frecuencia y dureza con Y a pesar de ese magnífico análisis, Locke sigue defendien­
que eran ampliamente utilizados en su época l7°. Sin embargo, do el uso del castigo corporal como último recurso, sin que
incluso en su propia justificación, se observa también su acep­ ofrezca ninguna razón que permita conceder viabilidad a la efec­
tación como método educativo y su aplicación de forma que tividad del mismo. Simplemente señala, como vengo reiteran­
deja sin resolver los graves problemas que aquí se plantean*171. do, que ante un niño que se muestra tan obstinado que su ca­
Lo primero que hay que señalar es la inefectividad de la apli­ rácter ya no puede ser modificado simplemente con reproches
cación del castigo corporal, algo que en buena medida no le era y con actitudes que le puedan producir vergüenza o temor, la úni­
ajeno al mismo Locke, que en su propia crítica al uso habitual ca solución posible es la aplicación sistemática y fría del casti­
que se hacía del castigo corporal había señalado: «El método go corporal hasta que la voluntad rebelde del niño se someta a
usual, el más corto y el más cómodo, el de los castigos y el láti­ la del padre I73.
go, que es el único instrumento de gobierno que los tutores co­ Pero, primero, hay que considerar que para Locke el casti­
nocen generalmente, es el menos eficaz de los que pueden uti­ go físico puede estar justificado por el simple lloro del niño que
lizarse en la educación (...) l.° Esta clase de castigos no tuviera su razón de ser en «una lucha por dominar y una de­
contribuyen en absoluto a dominar nuestra propensión natural claración abierta de su insolencia y obstinación» 174, sin que pa­
a la indulgencia corporal y al placer presente, y a evitar al do­ rezca una adecuada justificación de ese castigo corporal por el
lor a toda costa; por el contrario, la aumentan y fortifican en llanto, pues simplemente señala que «No debe permitirse el llan­
nosotros la disposición de donde brotan todas las acciones vi­ to obstinado o colérico (stomachful, perverso, terco), porque
ciosas, todas las irregularidades de la vida. (...) 2° Esta especie esto sería otro modo de halagar sus deseos y estimular aquellas
de corrección lleva necesariamente a una especie de aversión pasiones cuyo vencimiento es nuestra principal tarea» l75. De la
por las cosas que es deber de los preceptores procurar que amen. misma manera, tampoco ofrece una razón que permita enten­
(...) 3.° En fin, una disciplina servil forma caracteres serviles. der porqué va a ser eficaz el castigo físico en este caso176, no es­
El niño se somete y finge obediencia en tanto que el temor al lá­ pecifica cómo va a conseguir que precisamente con el uso del cas-
tigo actúa sobre él; pero cuando se libra de él y no lo tiene a la
vista y puede prometerse la impunidad, da rienda suelta a sus
naturales inclinaciones, las cuales, lejos de debilitarse por este 173 Tarcov, que también destaca esa falta de una explicación en los plan­
método, se aumentan por el contrario y se fortifican en él, y, en teamientos de Locke, apunta la idea de que la relación entre el castigo físico y
la vergüenza que surgirá en el niño al reconocerse como «merecedor» del mis­
un instante dado, estallan con más violencia» l72.
mo, que como hemos visto Locke pretendía que «constituyese la mayor parte
del castigo», se produciría «a través del recuerdo de la dependencia y de la im­
portancia de la opinión de aquellos en cuyo poder uno está». (En TARCOV,
1,0 De hecho, algunos pasajes de Locke señalan como él mismo era cons­ Nathan: Locke y la educación para la libertad, cit., p. 142.).
ciente de que estaba señalando un método educativo que supondría reducir la fre­ 'la En LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educa­
cuencia y, sobre todo, el sentido del castigo corporal. (Véase así en LOCKE, John: ción», cit., p. 153.
«Algunos pensamientos concernientes a la educación», cit., pp. 111-112 y 119). 1,5 En LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educa­
171 Así, es interesante observar esos pensamientos encontrados de repul­ ción», cit., p. 153.
sa y aceptación en LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la 176 También Tarcov plantea el problema de la falta de una adecuada ex­
educación», cit., pp. 75-76. plicación en Locke de cómo ha de funcionar el método del castigo corporal en
172 En LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educa­ relación con el tema del llanto del niño, en TARCOV, Nathan: Locke y la edu­
ción», cit., pp. 77-78. cación para la libertad, cit., pp. 181-182.

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

tigo corporal el niño va a dejar de llorar y asumir lo vergonzo­ Además, si se puede rechazar la efectividad de los castigos fí­
so de su actitud, sólo que «si, como ocurre con frecuencia, se les sicos en la consecución de los fines perseguidos, también hay
permite llorar mientras reciben una corrección, se destruyen que denunciar la obtención de consecuencias no sólo no perse­
así todos los buenos efectos que pudiera producir ésta; porque guidas, sino indeseadas, y que, sin embargo, son obviadas final­
todo castigo que los deja en este estado de rebelión declarada, mente por Locke en sus planteamientos, aunque no fuesen del
no sirve sino para hacerlos peores. (...) Encuentro aquí un nue­ todo ignoradas; pues, como última consecuencia indeseada que
vo argumento contra el uso demasiado frecuente de los castigos él mismo señalaba del uso indebido de los castigos corporales,
corporales. En efecto: siempre que lleguéis a este extremo, no reconoce: «4.° Si prevalece la severidad llevada a sus últimos lí­
basta pegar y golpear al niño. Debéis continuar hasta que os ha­ mites y cura por el momento un carácter destemplado, pone en
yáis asegurado de haber dominado su espíritu, hasta que acep­ su lugar una enfermedad peor todavía y más peligrosa, que es la
te la corrección con sumisión y paciencia, lo que reconoceréis de quebrar los resortes de su espíritu. Entonces, en lugar de un
fácilmente por su llanto y por su rapidez en callarse cuando se joven turbulento, tendréis una criatura sin energía que, aun cuan­
lo ordenéis» 177. do, por su sobriedad artificial guste a las gentes superficiales que
En todo caso, hay que considerar que parece difícil creer quieren a los niños enmohecidos e indolentes, porque no hacen
que un niño que ha llegado a una situación de rebeldía, con­ ningún ruido ni causan ninguna molestia, ni dejará de parecer a
forme a la cual se enfrenta a la voluntad de su padre desobede­ sus amigos un ser incómodo y que, en efecto, durante toda su vida
ciendo intencionadamente sus órdenes, vaya a cambiar no sólo será un ser inútil para sí mismo y para los demás» l78.
su actitud externa sino también su intención por el simple uso No obstante, la defensa que Locke realiza de infundir en los
del castigo físico. Si los argumentos psicológicos y racionales no niños desde el principio respeto y temor tratándolos con severi­
bastasen para dar fundamento a este escepticismo, creo que la dad y en último extremo con el látigo, se reconocería hoy sin
propia historia también nos señala con suficiente contundencia problemas, y más desde las aportaciones de la moderna psico­
la inutilidad de los castigos físicos para doblegar la voluntad de logía infantil, como amparadora de un maltrato físico y psi­
las personas (incluidos, como no, los niños). De la misma ma­ cológico, de consecuencias claramente nocivas para el carácter
nera, resulta igual de difícil creer que el padre que impone el cas­ del niño. Aunque Locke no comprendiese así, pues para él «si, a
tigo pueda diferenciar realmente entre lo que constituye una medida que adquieren uso de razón, se tiene cuidado de suavi­
simple adecuación fáctica de la actitud del niño al comporta­ zar dulcemente el rigor de la disciplina; si, a medida que se ha­
miento exigido de lo que es un cambio real de voluntad, ade­ cen dignos de ello, les mira el padre más sonriente, y poco a poco
cuando el niño su actitud al comportamiento exigido por la asi­ acorta las distancias, entonces el temor primero se convertirá
milación de lo beneficioso y virtuoso que pueda haber en esa en amor, porque comprenderán que sólo habrá ternura y cuida­
acción; pues, no sólo en la aplicación de un castigo corporal, do para hacerlos capaces del favor de sus padres y de la estima­
sino ante la simple amenaza cierta de ese castigo, parece im­ ción de todo el mundo»; pero no explica como se puede produ­
posible poder distinguir las razones morales de las simplemen­ cir ese cambio en el niño, lo que parece más difícil si tenemos
te prudenciales en el cambio de actitud. presente, conforme a sus propios planteamientos, que: «Las me-

178 En LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educa­


177 En LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educa­
ción», cit., pp. 153-154. ción», cit., p. 78.

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

ñores y más insensibles impresiones que recibimos en nuestra mos, en el pensamiento de Locke se puede apreciar la justifica­
más tierna infancia tienen consecuencias muy importantes y du­ ción teórica que llevará tanto al reconocimiento de esos derechos
raderas» l79. *Además, el hecho de que ese castigo, y esa severidad cuanto a la forma en que los mismos son reconocidos.
en el trato, se dejase en las manos de los padres —pues, aunque
recomiende que si se puede la realicen otras personas, en todo
caso, siempre habrán de estar presentes en el castigo, y serán quie­ 1. La importancia esencial del valor libertad en
nes decidirán tanto las causas, cuanto la frecuencia, duración, y el reconocimiento de los derechos de los niños
contundencia en su aplicación—, no puede dejar de parecemos hoy
día un procedimiento que denota cierta bmtalidad, cuyos efectos La comprensión de la importancia que adquiere la libertad
tanto han padecido los niños a lo largo de la historia. en los planteamientos de Locke para fundamentar el reconoci­
miento de los derechos de los niños, hace que se signifiquen
esos planteamientos como antecedente claro de toda la doctri­
V. LOS DERECHOS DEL NIÑO na que se desarrollará desde el proteccionismo. La idea básica,
que encontramos en el autor inglés, supone entender que las
Aunque, como es evidente, la fijación del inicio de cualquier personas son libres por naturaleza o, dicho de otra manera, que
corriente de pensamiento no puede dejar de ser un acto en cier­ la persona desde que nace ha de ser considerada como un ser
ta medida discrecional, ya que son muchas las raíces de las que moral libre, y que, no obstante esa libertad natural, existen cier­

.
se alimenta todo pensamiento humano, sin embargo, como ven­

.
tas condiciones que pueden afectar a una persona y que nece­
go argumentando en este capítulo, está plenamente justificado sariamente implican que se haya de establecer unos límites en


_____________________________________________
señalar los escritos de Locke en el inicio de esa corriente de pen­ el ejercicio de su libertad. Estas condiciones pueden ser per­
samiento que se ha denominado proteccionismo. En este apar­ manentes (como pudiera ser el caso de una grave deficiencia
tado trataré de fundamentar esa hipótesis mostrando cómo ya psíquica), o transitorias (como la sujeción a la que se ve some­
en Locke se pueden encontrar los rasgos principales que definen tido un preso), aunque, en todo caso, lo característico es que se
el aspecto esencial que caracteriza a esa corriente de pensa­ considera que las cualidades propias de la niñez significan su in­
miento, que hacen referencia al niño como titular de una serie madurez, que ha de ser considerada como una condición tran­
de derechos y «objeto» de protección del Derecho. El hecho de sitoria que obliga a limitar la libertad del niño. El origen de ese
que se reconociese al niño como titular de derechos ya supone planteamiento quizás pueda verse en Locke, como antes apun­
una novedad fundamental, un punto de inflexión que impide taba, por su expreso deseo de desbaratar los argumentos pro
hablar de continuidad con respecto a los planteamientos ante­ absolutistas de Filmen la consideración del hombre libre por
riores que vimos al analizar la prehistoria de los derechos de naturaleza era el ataque más directo que se podría hacer a los
los niños. La consideración de cuáles son esos derechos que se planteamientos absolutistas que entendían al hombre como so­
reconocen, y cómo son reconocidos es lo que nos permitirá sin­ metido desde su nacimiento al poder del monarca 18°. Pero, en
gularizar la corriente denominada proteccionismo. Como vere­

180 Que éste era el núcleo central de su polémica creo que queda claro si
179 Pueden verse estas citas, ya referidas, en LOCKE, John: «Algunos pen­ observamos como comienzan ambos sus respectivos tratados. Así, Filmen «A
samientos concernientes a la educación», cit., pp. 74 y 32. partir del momento en que empezó a florecer la escuela teológica, ha existido

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

todo caso, esta defensa de la libertad natural es el planteamiento consideraba que, en cierta medida, era la que definía con más
acorde con el liberalismo clásico, en cuyo origen también hay que propiedad la esencialidad del ser humano, por lo que cualquier
encuadrar el pensamiento de Locke, la libertad se ensalzaba como limitación a la libertad personal habría de considerarse con es­
el valor fundamental que había que respetarse —«la libertad [afir­ pecial cuidado.
mará Locke] es el fundamento de todas las otras cosas» 181—, y se Como se verá en el siguiente capítulo, la concepción de la li­
bertad defendida desde el liberalismo, que se conectará subs­
tancialmente con los planteamientos proteccionistas, adquiere
una opinión, comúnmente mantenida tanto por los teólogos como por todo unas dimensiones definitorias esenciales con las aportaciones de
género de hombres cultos, que afirma que "la humanidad posee por naturale­ Immanuel Kant y John Stuart Mili. Pero en los planteamientos
za y desde su origen el don de la libertad contra toda sujeción y el derecho de ele­
gir la forma de gobierno que le plazca"-, y que "el poder que cualquier hombre po­
de Locke, que están en el origen tanto del liberalismo cuanto
sea sobre los demás le fue entregado en un principio por decisión de la multitud". del proteccionismo, podemos encontrar ya presentes las con­
(...) Pero si bien esta vulgar opinión ha obtenido recientemente gran reputación, cepciones y las razones que, referidas a un modelo de trata­
no se encuentra en los antiguos padres y doctores de la Iglesia Primitiva, sino miento jurídico debido a los niños como es el proteccionismo,
que contradice la doctrina y la historia de las Sagradas Escrituras, la práctica serán desarrolladas por ese liberalismo clásico.
constante de todas las antiguas monarquías y los mismos principios de la Ley
Natural. Es difícil decir si resulta más errónea en teología o más peligrosa en
Así, en relación con los argumentos propios de ese libera­
política. (...) cuando llegan al argumento derivado de la libertad e igualdad na­ lismo, Locke va a partir de dos conceptos de libertad de gran tras­
turales de la humanidad, todos a una concuerdan en admitirlo como verdad cendencia: una libertad entendida como autonomía, que per­
incuestionable, sin oponerse a él ni negarlo una sola vez; cuando con sólo que mite a la persona actuar conforme a su voluntad dentro de un
hubieran refutado este primer principio erróneo habría caído por sí solo todo marco legal establecido para delimitar, precisamente, los ám­
el armazón de este vasto instrumento de sedición popular. La sediciosa con­
secuencia que brota de este primer artículo de la libertad natural de la huma­ bitos de autonomía del resto de las personas, de modo que na­
nidad me parece suficiente justificación para un modesto examen de la ver­ die pueda perjudicar a otras personas con sus acciones; y una
dad original del mismo; mucho se ha dicho, y por muchos, en sentido afirmativo; libertad entendida como participación en la determinación, pre­
la equidad exige que se preste algún oído a las razones negativas». cisamente, de ese marco legal que le afecta a él, como al resto
Y Locke, por su parte: «Su sistema [en referencia al de Filmer] se encierra
de miembros de su comunidad, al establecer las normas de con­
en un pequeño círculo que no es ni más ni menos que éste: Todo gobierno es mo­
narquía absoluta. Y la construcción que edifica sobre él es ésta: Ningún hom­ vivencia que todos han de respetar,82. Sin embargo, lo que más182
bre nace libre. En estos últimos tiempos ha brotado entre nosotros una genera­
ción de hombres que quisieran adular a los príncipes con la opinión de que
tienen derecho divino al poder absoluto (...) Para abrir paso a esta doctrina han 182 Dirá Locke: «Por lo tanto, la libertad no es lo que Sir Robert Filmer
negado a la humanidad todo derecho a la libertad natural; mediante lo cual, no nos dice: "una libertad para que cada uno haga lo que le plazca, o viva como
sólo, en lo que de ellos depende, han expuesto a todos los súbditos a la mayor guste, sin sujetarse a ley alguna”; sino que la libertad de los hombres en un ré­
miseria y tiranía (...) En todo caso, tenemos que creerles por su sola palabra cuan­ gimen de gobierno es la de poseer una norma pública para vivir de acuerdo con
do nos dicen que todos hemos nacido esclavos y que hemos de continuar así; ella; una norma común establecida por el poder legislativo que ha sido erigi­
que no hay remedio para ello; que a un tiempo entramos en la vida y en la es­ do dentro de una sociedad; una libertad para seguir los dictados de mi propia
clavitud y no podemos libramos de ésta mientras no salimos de aquella. Ni la voluntad en todas esas cosas que no han sido prescritas por dicha norma; un
Escritura ni la razón, estoy seguro, dicen tal cosa en parte alguna». (En FILMER, no estar sujetos a la inconstante, incierta, desconocida y arbitraria voluntad de
Robert: «Patriarca o el poder natural de los reyes», cit., pp. 1-3; y en LOCKE, John: otro hombre, del mismo modo que la libertad natural consiste en no tener más
«Primer Libro sobre el Gobierno», cit., pp. 101-102). trabas que las impuestas por la ley de naturaleza». (En LOCKE, John: Segun­
181 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., p. 47. do Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 52-53).

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

me interesa resaltar es ese concepto de «libertad natural», que naturaleza que lo gobierna y que obliga a todos; y la razón, que
Locke establece con carácter previo: «La libertad natural del es esa ley» 184.
hombre consiste en estar libre de cualquier poder superior so­ De esta manera, tenemos que para Locke esa libertad natu­
bre la tierra, y en no hallarse sometido a la voluntad o a la au­ ral, que es predicable de todas las personas y que constituye tan­
toridad legislativa de hombre alguno, sino adoptar como norma, to el fundamento de las instituciones sociales cuanto un objeti­
exclusivamente, la ley de naturaleza» l83. Esta es la libertad que vo a conseguir en cada persona, exige para su ejercicio el uso de
sirve como base a las libertades que se reconocen al hombre en la razón. Lo que, dicho de otra manera y adaptándolo al caso
sociedad, y la que, en todo caso, sirve como fundamento y límite de los niños, significa que esa libertad natural es predicable de
a las mismas. Es la libertad que, al entenderse como natural, se los niños, desde el momento mismo de su nacimiento, pero que
reconoce tanto como aquélla con la que nace todo hombre, cuan­ no puede ejercitarla por carecer de uso suficiente de razón, exis­
to aquélla de la que gozaban los hombres antes de que decidie­ tiendo el objetivo, que afectará a todas las instituciones que se
sen constituirse en sociedad. Es, pues, la que se puede predicar articulen para suplir esa carencia, de conseguir un desarrollo
también de los niños. Y, es en esta definición de la «libertad na­ adecuado de las capacidades del niño para que con la adquisición
tural» que podemos encontrarlos algunos planteamientos esen­ de la suficiente razón pueda ejercitar su libertad natural. Y es
ciales, constitutivos de otros tantos argumentos, que han de ca­ en este punto donde el valor igualdad adquiere una relevancia
racterizar al movimiento proteccionista. muy significativa, que permite también señalar un elemento bá­
Por un lado, la consideración del niño como persona de la sico de distinción entre el proteccionismo y otros modelos. An­
que se ha de predicar su libertad natural. Lo cual supone una rup­ tes se consideraba que los niños no nacían en una situación de
tura radical con el niño como persona en completa e ilimitada igualdad, de hecho, como sabemos, se consideraba que nacían
supeditación a la voluntad ajena, ya que el niño tiene una na­ sin ningún tipo de libertad, aunque sí podrían llegar a tenerla
turaleza libre desde su nacimiento. de adultos. Por su parte, para los liberacionistas (aunque no para
Rousseau) al niño, como veremos, sí ha de reconocérsele desde
Por otro, la consideración de la libertad como el «funda­
el nacimiento en una situación de igualdad jurídica respecto de
mento de todas las otras cosas», va a suponer que sea entendi­
los adultos en el ejercicio de su libertad. Sin embargo, en el mo­
da no sólo como punto de partida, sino también como objetivo
delo proteccionista, con este precedente de Locke, aunque se
a alcanzar en todas las personas. Es muy importante compren­
considera que el niño nace en una situación de desigualdad en
der, en este sentido, que si bien esa libertad significa no estar so­
el ejercicio de su libertad, se reconoce que nace como una per­
metido a la voluntad de hombre alguno (excepto en la medida
sona dotada de libertad que ha de alcanzar necesariamente esa
en que uno libremente consienta, como ocurre con el pacto so­
igualdad en el ejercicio de la libertad. Es en este sentido que se
cial), también significa «adoptar como norma, exclusivamente, entiende que Locke determine: «Aunque ya he dicho más atrás
la ley de la naturaleza». Esta exigencia implica tener que deter­ (Capítulo II) que "todos los hombres son iguales por naturaleza",
minar cómo se puede adoptar como norma esa ley de la natu­ no quiero que se me entienda que estoy refiriéndome a toda cla­
raleza, y para Locke la respuesta es clara: a través del uso de la se de igualdad. La edad o la virtud pueden dar a los hombres
razón. Así, señalaría: «El estado de naturaleza tiene una ley de justa precedencia (...) y, sin embargo, todo esto es compatible

183 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., p. 52. 184 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., p. 38.

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Ignacio Catnpoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

con la igualdad de la que participan todos los hombres en lo que suplan su falta de madurez. Determinar quiénes han de ser esas
respecta a la jurisdicción o dominio de uno sobre otro; y ésa es otras personas resulta evidente si tenemos presente lo señalado en
la igualdad de la que allí hablaba a propósito del asunto que es­ el segundo apartado de este capítulo. Son los padres los que el
taba yo tratando, es decir, del mismo derecho que todo hombre mismo Dios ha designado para cuidar de sus hijos durante ese
tiene a disfrutar de su libertad natural, sin estar sujeto a la vo­ período de inmadurez e incapacidades. Los padres, así, guiados
luntad o a la autoridad de ningún otro hombre. Los niños, debo por el instinto natural de inspiración divina de protección a su
confesarlo, no nacen en este estado de igualdad, si bien a él es­ progenie, tomarían las decisiones pertinentes utilizando su propia
tán destinados. Sus padres tienen una suerte de gobierno y ju­ razón para suplir la carencia de la misma de sus hijos, atendién­
risdicción sobre ellos cuando vienen al mundo, y también du­ dose siempre al objetivo último a conseguir, que es el desarrollo
rante algún tiempo después; pero se trata solamente de algo de las capacidades del niño para que éste en su momento pueda
transitorio. Los lazos de esta sujeción son como los refajos en que ejercitar de forma independiente su libertad conforme a su pro­
son envueltos los recién nacidos a fin de darles soporte durante pia razón. Pues se entiende que será con la mayoría de edad cuan­
el tiempo de su infancia en que son más débiles; la edad y la ra­ do aquéllas incapacidades cesen y la persona alcance el suficien­
zón, a medida que van creciendo, aflojan esas ataduras hasta te nivel de desarrollo y madurez para ser capaz de usar su razón
que por fin las deshacen del todo y queda el hombre en disposi­ y tomar las decisiones acordes con la ley de naturaleza.
ción de decidir libremente por sí mismo» l85. Y, después: «La ley Por consiguiente, es ese objetivo último, que también supo­
por la que Adán debía gobernarse fue la misma que la que habría ne entender que la libertad natural es consustancial al ser hu­
de gobernar a toda su posteridad: la ley de la razón. Pero la des­ mano desde su nacimiento, el que servirá para determinar los
cendencia de Adán, al haber entrado en el mundo de un modo contenidos y los límites que habrá que establecer en la toma de
diferente a como Adán lo había hecho, es decir, mediante un na­ todas aquellas decisiones que afecten a los niños: toda la pro­
cimiento natural que daba a luz a los hijos ignorantes y sin uso tección del niño durante su minoría de edad, toda su educa­
de razón, éstos no estaban, en el momento de nacer, bajo esa ley. ción, las acciones que se han tomado por él y respecto a él, tie­
Pues nadie puede estar obligado a una ley que no le ha sido pro­ nen como fin que el niño alcance el desarrollo de sus cualidades
mulgada. Y como esa ley sólo puede serle promulgada a alguien físicas, intelectuales y morales de manera que le permitan en la
dándosela a conocer mediante la razón, los que no han alcanzado adultez ser considerado como un ser autónomo, que pueda ejer­
aún el uso racional no pueden estar sujetos a dicha ley. Así, los citar su libertad con una razón que le permita distinguir y seguir
hijos de Adán, como no disfrutaban del uso de la razón nada a la ley de naturaleza. Así pues, unos contenidos y unos límites
más nacer, no eran entonces libres» 186. que, necesariamente, habrán de traducirse en el reconocimien­
De esta manera, se entiende que para Locke la persona se en­ to de unos determinados derechos de los niños, así como en la
cuentre limitada en el ejercicio de su libertad durante su minori­ forma en que los mismos se hayan de ejercitar.
dad, pues es éste un período en el que sus incapacidades hacen de
él un ser imperfecto que le impiden ejercitarla adecuadamente,
por eso ha de estar sometida a la voluntad de otras personas que 2. Los derechos reconocidos

Ya vimos al estudiar las relaciones entre los padres y los hi­


185
En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 77-78. jos como la justificación del origen del poder paternal en un
186
En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., p. 79. mandato divino determinaba esencialmente el contenido de di-

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

cho poder. El niño, en realidad, pertenecía a Dios y los padres sólo Así, al concebir la potestad paterna como el ejercicio de un
podían ejercer su poder sobre él con una fidelidad absoluta a la poder cuyo origen hay que situar en un mandato divino, se está
voluntad divina. Prescribiéndose, de esta manera, que el niño caracterizando ese poder no como un privilegio de los padres sino
era merecedor del cuidado paterno que permitiría superar con como un deber al que necesariamente han de dar cumplimien­
aprovechamiento la etapa de imperfección que supone la infan­ to. La consideración de que el contenido de esa potestad-deber
cia y llegar a la madurez con el desarrollo de las capacidades viene determinado por el referido cuidado (aquí entendido en un
adecuadas y la asimilación de los conocimientos y valores per­ sentido amplio) del niño, siendo ese cuidado el límite de la po­
tinentes para su perfección como hombre. La traslación de es­ testad, significa entender que el poder de los padres sólo puede
tos planteamientos al mundo jurídico, aunque no necesaria­ ser ejercido cuando con ello se consiga ese cuidado del niño y
mente de Derecho positivo, conforme a lo expuesto en el apartado ha de ser ejercido siempre que se pueda conseguir ese cuidado,
anterior, será lo que motivará la necesidad de reconocer que los o, dicho de otra manera, esto implica que el niño tiene unos de­
niños tienen derechos, y aunque quede por concretar cuáles son rechos que el padre necesariamente ha de respetar. La impor­
esos derechos, y cómo ha de articularse su ejercicio, sabiendo ese tancia decisiva de este planteamiento es resaltada por Bobbio,
fin se pueden ya señalar unos derechos básicos, como hace el
para quien es precisamente al centrar la relación entre padres
propio Locke. Así, retomando, y concluyendo, el pasaje del «Se­
e hijos en los derechos de los últimos y no en los derechos, o el
gundo Tratado» con el que iniciaba la parte dedicada a la con­
poder, de los primeros, con lo que Locke da la vuelta a la forma
cepción del niño, podemos observar la trabazón de estos plan­
en que tradicionalmente se había venido planteando la cues­
teamientos de Locke: «Adán fue creado en un estado perfecto; su
tión. De esta manera, el poder paterno sólo tiene sentido como
cuerpo y su alma estaban en completa posesión de sus faculta­
derivado del deber que tiene de cuidar y criar a sus hijos; deber
des físicas y mentales. Y así, desde el primer instante de su exis­
que es correlativo, precisamente, del derecho de cuidado y crian­
tencia, fue capaz de valerse por sí mismo y de preservarse y go­
za que tienen los niños ,8S. Es decir, que la potestad paterna ya
bernar sus acciones según los dictados de la ley de la razón que
Dios había implantado en él. A partir de Adán, el mundo ha sido
poblado por sus descendientes, los cuales nacen, sin excepción,
tos el ya referido pasaje del «Primer Libro sobre el Gobierno» en el que fun­
débiles y desamparados, sin conocimiento o entendimiento. Más, damentaba la institución de la herencia en el deber de los padres de cuidar a
a fin de remediar los defectos de este estado imperfecto hasta sus hijos, y señalaba: «Si no fuera por este derecho a ser nutrido y mantenido
que el crecimiento y la edad fueran mejorándolo y llegaran a eli­ por los padres que Dios y la naturaleza han concedido a los hijos y han impuesto
minar dichos defectos por completo, Adán y Eva y, después, to­ a los padres como un deber, sería razonable que los padres heredaran el pa­
trimonio de su hijo y fueran preferidos al nieto en la herencia». (En LOCKE,
dos los padres y madres, tuvieron, por ley natural, "la obligación
John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., p. 198).
de preservar, alimentar y educar a los hijos” que habían sido en­ 188 Cohén realiza una interesante observación al señalar que, en reali­
gendrados por ellos; engendrados, y no creados por ellos, sino por dad, para Locke las obligaciones de los padres no lo eran respecto de sus hi­
obra del Hacedor, del Todopoderoso, al cual tenían que rendir jos, sino respecto de Dios, basándose en el esclarecedor párrafo de Locke an­
cuenta de lo que hacían con esas criaturas» l87. 188 * tes citado, que establecía in fine: «después, todos los padres y madres, tuvieron,
por ley natural, "la obligación de preservar, alimentar y educara los hijos” que
habían sido engendrados por ellos; engendrados, y no creados por ellos, sino
por obra del Hacedor, del Todopoderoso, al cual tenían que rendir cuenta de
187 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 78-79. lo que hacían con esas criaturas». Y de ahí deducirá también Cohén, que los
E igualmente resulta interesante en esa delimitación de derechos concre- niños no puedan rehusar a los beneficios del cumplimiento de esas obligacio-

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

no podrá ser considerada como un privilegio de los padres, pues más de la consideración primordial de los derechos de los ni­
sólo se reconoce para dar adecuado cumplimiento a la satis­ ños, se observa también esa consideración de los poderes pa­
facción de los derechos que tiene el niño desde el nacimiento: ternos como derechos suyos propios: «el honor que un hijo
el derecho a la vida, a la educación, etc.I89. debe a sus padres pone en éstos el derecho permanente de ser
Pero, en todo caso, ese enfoque ha de ser complementado, respetados (...) El no haber distinguido estos dos poderes, a sa­
pues si bien es cierto que citas como las señaladas por Bobbio ber, el que el padre tiene en su derecho de educar al hijo cuan­
muestran ese carácter primordial de los derechos de los niños, do éste es menor, y el de que se le rinda honor durante toda su
también es cierto que los planteamientos de Loche implican vida, es lo que quizá haya motivado gran parte de los errores con
que el padre posee esa potestad no solamente como un deber que se enjuicia el presente asunto. Pues, hablando con propie­
sino también en calidad de un derecho, o una serie de dere­ dad acerca de dichos poderes, el primero es más un privilegio
de los hijos y un deber de los padres, que una prerrogativa del
chos, que se le han de reconocer y respetar. Así, en el mismo pa­
poder paternal» l9°. Y es que si bien es necesario destacar el ca­
saje, de una de las citas que Bobbio señala explícitamente, ade­
rácter primordial de los derechos de los niños en los plantea­
mientos de Locke, es necesario tener también presente que Loc­
nes, ni liberar a los padres de dicho cumplimiento. No obstante, con ser inte­ ke no duda en considerar que los padres tienen esos derechos
resante el hecho de que Locke señale a Dios como destinatario último de las que les son propios; siendo este último el sentido que podemos
obligaciones de los padres, sin embargo, la consideración de Cohén no resul­ apreciar, por ejemplo, cuando, dentro de una argumentación so­
ta del todo acertada. Primero, porque no hay que olvidar que la concepción de bre la imposibilidad e inutilidad de encontrar el supuesto he­
Locke tiene como referente un Derecho natural, la ley de naturaleza, cuyo ori­
redero de Adán, afirma: «Que un padre puede tener derecho
gen y fundamento último está en el mismo Dios, pero que supone hablar de de­
rechos naturales de todas las personas, que se derivarían de su naturaleza ra­ natural a cierta clase de poder sobre sus hijos, lo concedemos
cional, aunque la forma de responder los padres sea moral y no jurídica. Y, de buen grado» 19'.
segundo, porque, en todo caso, no es necesario para ser considerado como De esta manera, me parece clara la posición de Locke de re­
destinatario de un deber, o una obligación, y titular del derecho correlativo, te­ conocimiento de derechos de los niños y su compatibilidad con
ner reconocida la posibilidad de renunciar al cumplimiento de ese deber; pero
el reconocimiento del poder de los padres sobre sus hijos. Sin
este tema, relacionado con los derechos irrenunciables, será tratado en el es­
tudio sobre el proteccionismo. (Véase la observación de Cohén en COHEN, embargo, es cierto que existe un elemento importante de posi­
Hovvard: Equal rights for children, cit., p. 6). ble inconsistencia en esta interpretación, y es la exclusión que
189 Es interesante observar como Bobbio, para exponer ese cambio de hace Locke de la aplicación al niño de la ley de la naturaleza, con­
enfoque de la cuestión, confronta la concepción de Locke con la de otros tres siderándolo, sin embargo, como sujeto de derechos y deberes190 192. 191
otros autores que representarían otras tantas respuestas que se habían dado a
dicha cuestión; la más tradicional, representada aquí por Grocio, de conside­
rar que el poder paterno sería consecuencia del acto de la generación; la posi­
ción de Hobbes que vendría a concebir el poder paterno como un tipo de po­ 190 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., p. 87.
der similar al del vencedor sobre el vencido, «una especie de derecho del primer Poderes y derechos de los padres a los que me referiré en el punto siguiente.
ocupante», siendo el hecho de tener al niño bajo su poder el que da al padre 191 En LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., p. 220.
(y antes, consecuentemente, a la madre) dominio sobre el primero; o la posi­ Por eso, resultan equivocados planteamientos que, como los de Archard,
ción de Pufendorf que pretendía hacer derivar el poder paterno de una espe­ niegan, finalmente, la existencia de derechos naturales propios de los padres.
cie de consenso tácito que el niño realizaría sometiéndose al padre a fin de (Véase así en ARCHARD, David: Children: Rights and childhood, cit., p. 9).
que le proporcionase la crianza y los cuidados necesarios. (Véase al respecto 152 En el mismo sentido, pero referido a la inconsistencia de considerar
en BOBBIO, Norberto: Locke e i! diritio naturale, cit., pp. 244-247). al niño sujeto a obligaciones, hace referencia Tarcov al señalar con perspica­

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Ignacio Campoy La Funda mentación de los Derechos de los Niños

A esa posible inconsistencia se refiere en extensión Simmons, establece esto último de forma explícita—), los que no tienen
aunque dos temas merecen especial atención: la forma en uso de razón, como son los «lunáticos» y los «idiotas» (que sí
que se podría comprender el reconocimiento de derechos, tienen derechos aunque no deberes —aunque Simmons no lo
y deberes, de los distintos grupos de seres que Locke esta­ señale explícitamente—), y los menores de edad (que tendrán
blece en relación con su sometimiento o no sometimiento a derechos y deberes).
la ley de naturaleza y la posibilidad de que se pudiese consi­ Una primera respuesta que se ha ofrecido, sería considerar
derar una teoría lockeana sin un reconocimiento de derechos el criterio de la potencialidad de adquirir la capacidad racional.
de los niños l93. Conforme a ella habrá que entender que se tendría derechos si
Simmons explícitamente señala como en los plantea­ se tiene la posibilidad de estar en el futuro bajo la ley de natu­
mientos de Locke existen dos grandes grupos de personas: los raleza y no se tendrían si no se tiene esa posibilidad. Este cri­
que están bajo la ley de naturaleza —es decir, a los que les ha terio, solucionaría la cuestión respecto a los animales y a los ni­
sido dada o promulgada—, y los que no lo están. El primer ños, pero, como acertadamente señala Simmons, no es
grupo se refiere a la generalidad de las personas mayores de satisfactorio para los miembros de los otros dos grupos. Pues,
edad (y serán los únicos que tengan todos los derechos y de­ al menos algunos de los que no tienen el uso de razón será de­
beres determinados por la ley de naturaleza); y el segundo bido a una discapacidad irreversible, y sin embargo tienen de­
grupo estaría formado por los animales (que no tendrían ni de­ rechos, y existe la posibilidad de algún tipo de perdón a los cau­
rechos ni deberes), los agresores que realizan una guerra y tivos en la guerra, aunque no tengan por el momento derechos.
cautivos en guerra justa y legal (que no tendrían derechos Además, habría que considerar, aunque no lo señale Simmons,
pero sí deberes —aunque, como señala Simmons, Locke no que ese criterio tampoco sería válido si se tuviesen en cuenta
los deberes. Pues, del mismo modo, no podría explicarse porqué
los carentes de razón por discapacidad no tienen deberes, y los
cia la contradicción que existe en los planteamientos de Locke al haber éste ex­ agresores en la guerra y cautivos sí tienen deberes; ya que ha­
cluido a los niños de las obligaciones vinculadas a la ley de la razón. También
brá algunos de los primeros que tendrán la posibilidad de tener
alude a la misma crítica Simmons al mostrar como no es coherente reclamar
un deber de obediencia, al menos en los niños pequeños, como correlativo al el suficiente uso de razón, y algunos de los segundos que no go­
derecho de los padres a ser obedecidos, cuando no cabe considerar que los ni­ zarán de ningún tipo de perdón y, en todo caso, no está claro,
ños, que carecen de responsabilidad moral, pueden ser titulares de un deber conforme a esa línea argumentativa, porqué los han de tener
natural, como sería el de obediencia. (Véase así en TARCOV, Nathan: Locke y mientras sigan siendo cautivos.
la educación para la libertad, cit., pp. 12-13 y 93 y en SIMMONS, John A.: The Otra posible explicación que Simmons analiza, y que consi­
lockean theory of rights, cit., p. 185).
A la consideración de esa crítica me referiré también cuando a continua­ dera como la más probable para explicar porqué los hombres,
ción señale en el texto principal una posible interpretación de los plantea­ aunque no estén bajo la ley de naturaleza, mantienen cierta es­
mientos de Locke respecto a la clasificación que hace de cinco grupos de se­ tima moral mientras que los animales no la tienen, sería en­
res vivos, de los que sería predicable en distinta forma los derechos y deberes tender que la diferencia estriba en que mientras que los hombres
que reconoce la ley de naturaleza. están hechos por Dios a su imagen y semejanza, los animales los
193 A continuación sigo la exposición que realiza Simmons, aunque pro­
curo limitarme a destacar, y en su caso comentar, aquellos aspectos más rele­
hizo Dios para el uso de los hombres. Sin embargo, tampoco
vantes respecto a estos dos temas señalados. Puede verse, a este respecto, la ex­ esta explicación sirve para solucionar la cuestión del reconoci­
posición de Simmons en la que aquí me centro, en SIMMONS, John A.: The miento de derechos y deberes que se viene analizando. Pues,
lockean theory of rights, cit., pp. 193-198. como señala Simmons, para Locke una de las características de

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

Dios es su naturaleza intelectuall94,*por lo que al considerar ne­ como aunque no se considerase al niño como poseedor de de­
cesaria la naturaleza intelectual, tanto si la consideramos en rechos eso no impediría que se siguiese considerando incorrecto
acto o en potencia, seguiríamos sin dar una adecuada respues­ (wrong) que no se consiguiesen los objetivos que Locke indica,
ta a la clasificación de los grupos hecha por Locke. como son la educación o la alimentación, al seguirse defen­
A continuación Simmons, al exponer la posible coherencia diendo que es obligación de los padres proporcionárselas (aun­
en los planteamientos de Locke del tratamiento que da a estos que, como también señala, entonces ya no se podría seguir di­
grupos, señala, respecto de los agresores que realizan la guerra, ciendo que se debe a los niños por ellos mismos), e igualmente,
que se puede entender que perdieron los derechos que la ley de también se podría decir que es incorrecto dañar a los niños por­
la naturaleza reconoce pero siguen sujetos a los deberes al ha­ que se estaría actuando incorrectamente contra los padres (que
ber sido responsabilidad suya el haberse situado fuera de la ley tendrían el derecho de controlarles) y contra Dios (que sería su
de naturaleza. Y después, al referirse a la forma en que podría dueño). Con la segunda consideración, se cuestiona porqué he­
entenderse la posición de los niños y los idiotas, señala el otro mos de considerar a los niños de forma diferente a como con­
tema al que quería hacer referencia: considerar la posibilidad de sideramos otros seres que no son personas, que no tienen de­
rechos, y respecto de los que también podemos considerar que
poder atender a los objetivos de Locke sin tener que reconocer
se tienen deberes. A lo que Simmons ofrece dos posibles res­
derechos a los niños. En este sentido, servirían los apuntes que
puestas que podríamos encontrar en Locke: por que Dios con­
realiza Simmons al señalar que Locke casi siempre se refiere a
fió a los padres el cuidado de sus hijos, y por que los padres son
los derechos de los niños como correlativos de los deberes de los
responsables del hecho de haber engendrado libremente al niño;
padres, y hasta donde él —Simmons— conoce no hay un pasa­
indicando que, en principio, parece que ninguna resulta por sí
je en que Locke mencione los derechos del niño que se sosten­
misma satisfactoria, aunque debate después la segunda posibi­
gan frente a toda la sociedad, por lo que se podría entender que lidad por tener más peso en una versión lockeana secular de la
los niños tendrían sólo unos limitados derechos respecto a los
moralidad de la familia.
padres, pero ninguno de los más generales oponibles frente a to­ Hasta aquí el análisis, comentado, de Simmons, sin embar­
dos como los poseen los adultos. A tenor de esta interpretación go, cabe hacer otro tipo de análisis. Por mi parle, respecto de la
cabría cuestionar, según señala el propio Simmons, si Locke ne­ primera de las cuestiones que me planteo, la presumible in­
cesita defender, como hace, los derechos de los niños, o si no po­ consistencia en el planteamiento de Locke entre el reconoci­
dría simplemente situar a los niños en una clase de seres sin de­ miento de derechos y deberes que realiza y la clasificación en que
rechos ni deberes. Conforme a ello, Simmons hace dos posibles distinguía entre diferentes grupos de seres vivos conforme a su
consideraciones, en las que se tendría presente el carácter mo­ pertenencia o no a la ley de naturaleza, aun aceptando la falta
ral de los derechos y deberes en Locke. Con la primera, señala de claridad en los planteamientos de Locke al respecto, se po­
dría apuntar una posible solución si tenemos presente alguno de
los aspectos ya señalados en la exposición de Simmons. Las
194 El pasaje de Locke que cita Simmons, y que yo cito con un poco más consideraciones más importantes que habría que realizar se­
de extensión, dice: «Dios lo hace [al hombre] a su imagen y semejanza: hace de rían: primero, que existe una esencia en la naturaleza humana
él una criatura intelectual, y por ello, capaz de dominar: porque cualesquiera
que sean las otras cualidades de que consta la imagen de Dios, la naturaleza (que estaría hecha a imagen y semejanza de la de Dios) que le
intelectual era ciertamente una de ellas, y pertenecía a la totalidad de la espe­ da un carácter sagrado, y, en ese sentido, merecedor de algunos
cie». (En LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., p. 131). derechos (como el derecho a la vida); segundo, que para actuar

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

conforme a la ley de naturaleza es necesario tener un adecua­ de su naturaleza, cuanto los que vayan adquiriendo en la medida
do uso de razón, que permite dirigir la vida conforme a la guía en que se desarrollen sus respectivas razones y puedan conocer
de la razón, y, en este sentido, le son de aplicación los derechos su alcance, y del mismo modo les serán exigióles aquéllos deberes
Y deberes que permiten desarrollar esa vida conforme con la ra­ que puedan conocer conforme al desarrollo que tengan sus ra­
zón; y, tercero, que es exigióle la responsabilidad por las accio­ zones. La versión que ofrecerá Locke, finalmente, indicará que
nes que una persona realiza de manera acorde con su posibili­ la consideración del niño como titular de derechos tendrá como
dad de conocer esa ley de razón. fundamento sus capacidades presentes —rechazando la consi­
Así, de los animales no serían predicables ningún derecho ni deración de que sean por sus capacidades potenciales—. Respetar
deber porque ni su naturaleza tendría un carácter sagrado, ni po­ a las personas —dirá explícitamente— entraña respetarlas cuan­
drían en ningún caso tener el adecuado uso de razón. Los que do son niños, aunque sean incapaces de ejercitar las capacida­
careciesen de suficiente uso de razón por causas de una disca­ des que las distinguen de las «no-personas». El trato apropiado
pacidad más o menos permanente tendrían, para Lockc, dere­ a la naturaleza del niño debe ser sensible a sus capacidades; los
chos por el carácter sagrado de su naturaleza, así como aque­ niños como los adultos que van a ser, tienen derecho a ese tra­
llos que podrían entender su alcance, no en un amplio sentido, to 196. *No obstante, también está claro que, en todo caso, para Loc­
conforme al nivel de desarrollo de la razón que hayan adquiri­ ke las capacidades que se pueden predicar del menor no impli­
do, del mismo modo que les serían exigióles los deberes cuyo al­ carán la capacidad de dirigir su vida, sino que estarán sometidos
cance comprendiesen. Locke, en realidad, no niega taxativa­ a la voluntad de otros hasta alcanzar la mayoría de edad, en la
mente que puedan tener derechos y deberes, sino que no pueden que sí tendrá el suficiente uso de razón. Por último, de los adul­
ser hombres libres, que no podrán dirigir sus vidas conforme a tos, que no tengan discapacidades que afecten al uso de razón
su voluntad, porque hay que entender que se lo impediría, pre­ y que por sus acciones no se haya situado al margen de la ley de
cisamente, su falta de razón 19\ Los agresores que realizan gue­ naturaleza, serán predicables todos los derechos y deberes, por­
rras y son cautivos en guerra justa, no tendrían derechos por que son los que han alcanzado un suficiente desarrollo de la ra­
causa de su propia acción, son responsables de haber transgre­ zón para conocer la ley de naturaleza, pudiendo dirigir, así, sus
dido de la forma más seria posible, con conocimiento, la ley de vidas conforme a sus reglas, ejerciendo sus derechos y cum­
naturaleza, y con ello se han colocado al margen de la propia la pliendo con sus deberes.
ley de naturaleza; su crimen sería tan grande que se harían me­ Respecto a la segunda de las cuestiones que pretendía tratar,
recedores, como castigo, de la pérdida de los derechos que sí la posibilidad de una versión de la teoría lockeana en la que no
tenían antes reconocidos. Respecto a los deberes, considero que se reconociesen derechos a los niños, me parece una interpre­
los miembros de este tercer grupo conservarían aquéllos que no tación inviable. De los planteamientos de Locke, resulta claro que
supongan un beneficio para ellos, y la causa estaría, precisa­ se defiende que los derechos que tienen los niños lo son frente
mente, en que su exclusión de la ley de naturaleza es aplicada a todos, no sólo frente a sus padres; otra cosa es que no se les
como un castigo, como consecuencia de sus actos. Los niños reconozcan ni todos los derechos ni la capacidad de ejercitar li­
tendrían derechos, tanto los que tienen por el carácter sagrado bremente los derechos que sí se les reconocen a los adultos. El

195 Véase al respecto en LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobier­ 196 Véase también en este sentido en SIMMONS, John A.: The lockean
no Civil, cit., p. 82. theory of rights, cit., pp. 202-203.

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hecho de que Locke suela considerar los derechos de los niños servar, alimentar y cuidar a los hijos” que habían sido engen­
como correlativos de los deberes de los padres tiene dos causas drados por ellos» No obstante, hay que considerar que, por
fundamentales: primera, que la distinción entre el poder políti­ una parte —como también refiere Simmons en otros párrafos—,
co y el paternal resulta necesaria para la consecución del obje­ Locke señala explícitamente otros casos en que esas obligacio­
tivo principal que Locke se propone con sus dos «Tratados so­ nes las cumplen otras personas diferentes a los padres199
200,201
y por
bre el Gobierno»: «debe necesariamente encontrar otra teoría otra, que si bien los planteamientos de Locke implicaban una de­
que explique el surgimiento del gobierno y del poder político, y fensa de la privacidad de la familia, también permitían la in­
otro modo de designar y conocer a las personas que lo tienen, tervención de los poderes públicos en caso de incumplimiento
diferente del que Sir Robert Filmer nos ha enseñado. Para este grave por los padres de sus deberes.
propósito, creo que no estará de más el que yo establezca lo que Hay, pues, que considerar que Locke defiende esos derechos
entiendo por poder político, a fin de que el poder de un magis­ de los niños no sólo frente a los padres si no frente a todos,
trado sobre su súbdito pueda distinguirse del que posee un pa­
como claramente se observa al reconocer, respecto del derecho
dre sobre sus hijos» l97. Por lo que es lógico que trate principal­
de herencia, «aunque los padres al morir no declaren nada en
mente de los derechos de los niños frente a los padres, para
expresas palabras acerca de ello, la naturaleza decreta la trans­
diferenciar ese tipo de poder del que ejerce el poder político so­
misión de sus propiedades a sus hijos, que de este modo reciben
bre los ciudadanosl98. Y segunda, que en la concepción de Loc­
un título y derecho natural a la herencia de los bienes de sus
ke los padres son, por mandato divino, los encargados de «“pre-
padres que el resto de la humanidad no puede pretender» 20'.
Todas estas orientaciones apuntan, precisamente, a que con el
197 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., p. 34.
198 Simmons apunta las evidentes consecuencias políticas que Locke pre­
tende con su compromiso en la defensa de los niños, como es el impedir con­ 199 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 78-79.
siderar que los padres tienen un poder absoluto sobre los niños, haciéndose in­ 200 Y es que si la obligación primera está claro que recae en los padres, y
viables posiciones como la de Filmer, o actuando como límites a la autoridad Locke incluso establezca que: «El mantenimiento y la educación de sus hijos
que pueda tener el conquistador que actúe contra sus agresores. Pero, tam­ es una obligación tan inherente en los padres para procurar el bien de aqué­
bién señala si se podría considerar si Locke hubiese podido defender esos as­ llos, que nada puede absolverlos de cumplirla»; lo hace como referencia al he­
pectos de su teoría política sin recurrir a la defensa de los derechos de los ni­ cho de que ese poder de los padres de «educar» a sus hijos «es más un privile­
ños, reconociendo, primero, que los padres tienen deberes, impuestos por Dios, gio de los hijos y un deber de los padres, que una prerrogativa del poder
respecto a sus hijos, y, segundo, que los derechos de las viudas de los agreso­ paternal». Y así, también reconoce, la posibilidad de que el poder paterno la
res y los no combatientes, limitan la justa autoridad del conquistador. (Simmons ejerza otra persona, actuando como padre adoptivo: «cuando deja [el padre
hace estas observaciones en nota a pie de página en SIMMONS, John A.: The natural] de cuidarse de ellos, pierde su poder sobre ellos; pues dicho poder va
lockean theory ofrights, cit., p. 197). Sin embargo, como señalo en el texto prin­ unido, inseparablemente, a la responsabilidad de alimentarlos y educarlos, y
cipal, donde también me refiero al primero de estos puntos, creo que no se pertenece también al padre adoptivo de un niño huérfano, en igual medida
tendría una correcta comprensión de la teoría de Locke si se la privase del re­ que pertenece al padre natural de otro»; o que un tutor cumpla con la obliga­
conocimiento de los niños como poseedores de derechos. Y, además, respecto ción de educar al niño: «la primera parte del poder paternal, o, por mejor de­
al segundo de los puntos, se puede entender que no iba a ser la misma protección cirlo, del deber paternal, que es la educación (...) puede ser transferido antes
de la propiedad para el niño la que realiza Locke defendiendo explícitamente [de que el niño sea mayor de edad], ya que un padre puede dejar en manos de
el derecho del niño, que si se considerase simplemente que se han de respetar un tutor la educación de su hijo». (En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el
los derechos de la viuda y los no combatientes (entre los que cabría entender Gobierno Civil, cit., pp. 87, 85 y 89).
que no se encuentra el niño). 201 En LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., p. 198.

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

cumplimiento de dichas obligaciones de lo que se trata es de turales a la persona y a la vez derechos que han de permitir al
satisfacer los derechos de los niños, siendo éstos los que ad­ niño superar su infancia y convertirse en un adulto lo más per­
quieren, finalmente, una importancia esencial. La teoría de fecto posible. Así, si, conforme a la ya analizada concepción del
Locke carecería de consistencia si se negase ese reconocimien­ niño mantenida por Locke y a sus planteamientos filosóficos
to de los derechos de los niños, la consideración de que sólo sobre el proceso de adquisición de conocimiento por el hom­
existiesen deberes de los padres sería una mutilación indebida bre, se ha de partir de que el niño nace sin ninguna clase de co­
de sus planteamientos con graves consecuencias para los niños nocimientos y que va formando tanto su mente como su carác­
que Locke no podría aceptar. ter de acuerdo con los elementos externos que actúan sobre él
Por eso creo que es destacable la originalidad del proceso así como con la acción de su propia mente en desarrollo (sien­
lógico que Locke plantea con su concepción iusnaturalista. El do por ello un ser imperfecto, que sólo poco a poco, a través de
niño como ser humano imperfecto, pero predestinado a la per­ la asimilación de valores y conocimientos y el desarrollo de sus
fección, goza desde su nacimiento de una serie de derechos na­ capacidades, se irá formando más o menos correctamente, al­
turales cuyo fundamento se encuentra en su naturaleza racio­ canzando un mayor o menor grado de perfección), entonces, se
nal y, en última instancia, en la propia voluntad divina; y es la ha de entender porqué los derechos que se le reconocen al niño
existencia de esos derechos la que hace que se consideren los de­ serán todos aquellos que le permitan el adecuado proceso de
beres de los padres, las personas que, también por voluntad di­ desarrollo, en el paso de su etapa de imperfección infantil a su
vina, tienen en primer lugar la obligación de dar satisfacción al etapa de perfección adulta, haciéndose, así, inevitable, el reco­
contenido de esos derechos. De este modo, los derechos que se nocimiento de derechos como el derecho a la vida, el derecho a
les reconocen a los niños habrán de ser respetados primero por la educación, el derecho a la integridad física, etc. En este sen­
los padres, pero al constituir parte de la propia esencialidad del tido se entiende que Locke, al señalar como fin principal del
ser humano, desde su nacimiento pues, y no un mero reflejo matrimonio la procreación y la crianza de los hijos, añada: «los
del poder paterno, habrán de ser respetados también por el res­ cuales [los hijos] tienen el derecho de ser alimentados y man­
tenidos por los padres hasta que sean capaces de valerse por sí
to de la sociedad.
mismos» 203; y que, con la misma justificación de garantizar al
La especificación de qué derechos son los que se reconocen
niño el disfrute de los recursos necesarios para sus buen desa­
a los niños supondrá un proceso que vendrá definido por el ori­
rrollo, Locke establezca como derecho natural de los niños el de
gen y el fin de esos derechos 202. Es decir, son derechos conna-
heredar las posesiones de sus padres; estableciendo que, en todo
caso, se les ha de garantizar a los niños la parte de los bienes de
202 Simmons señala la posibilidad de destacar tres tipos de derechos de los
sus padres que resulte necesaria para la supervivencia 204.
niños respecto de sus padres, a los que hace referencia con citas del propio Loc­
ke, calificando los dos primeros como principales. El primero, sería el «derecho
a ser alimentados y mantenidos por sus padres; y no sólo derecho a la mera sub­ racional. (Véase así en SIMMONS, John A.: The lockean theory of rights, cit.,
sistencia, sino también a las conveniencias y comodidades de la vida, en la me­ p. 193. Las citas de Locke pueden verse, aunque aquí no las señalo correlativamen­
dida en que las condiciones de sus padres pueden proporcionárselas», que du­ te, en LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., pp. 198 y 201-202;
raría «hasta que sean capaces de valerse por sí mismos». El segundo, es que y en LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp, 97 y 84).
«tienen derecho a heredar la propiedad de sus padres». Y el tercer tipo, que re­ 203 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., p. 97.
fiere a que al niño se le ha de conceder «su privilegio natural de ser libre», sería 204 Este derecho está relacionado con un tema tan importante en Locke
el derecho a ser criado de manera que llegue a ser una personas responsable y como es el de la propiedad —una interesante aportación, directamente rela-

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

La problemática que este tipo de argumentación entraña en Esos dos tipos de problemas son causa de que el reconoci­
cuanto al reconocimiento de derechos, trae causa en parte en la miento de derechos a los niños haya podido ser un proceso
propia fundamentación iusnaturalista y en parte en los proble­ abierto y dinámico en el que las distintas ideologías u opciones
mas de ambigüedad y vaguedad que supone considerar como fin axiológicas tuvieran cabida dentro del mismo esquema protec­
lo que podríamos reconducir en la idea de adquisición de una cionista, pudiéndose así en distintos momentos históricos y para
adecuada perfección en la madurez. Cuando señalo los proble­ distintas sociedades añadirse o quitarse algunos derechos de la
mas que entraña la misma concepción iusnaturalista hago re­ lista de los derechos reconocidos a los niños. Y así, si bien exis­
ferencia a la tradicional crítica que desde el positivismo se le ten derechos, como los citados del derecho a la vida o a la inte­
ha realizado al iusnaturalismo mostrando que pese a que des­ gridad física, que parecen de inevitable reconocimiento si nos
de esta posición doctrinal se defiende la existencia de unos de­ movemos en coordenadas proteccionistas, sin embargo, exis­
rechos naturales que son innatos a la persona, inmutables y cog­ ten otros muchos cuyo reconocimiento dependerá de la posi­
noscibles por el hombre, en la realidad histórica, sin embargo,
ción doctrinal concreta desde la que se propugnen. Por ello, lo
han sido muchas y muy diferentes las relaciones de derechos
más importante del planteamiento de Locke es el potente ante­
que los distintos autores han establecido con esas característi­
cedente que supone como fundamentador de la teoría protec­
cas203. Y al señalar los problemas de ambigüedad y vaguedad que
cionista, antes que la enumeración concreta de derechos que
afectan a la posible definición que se haga del fin pretendido
pudiese hacer, de hecho, Locke mismo no se preocupó de hacer
me refiero a la casi imposible concreción de los objetivos plan­
esa lista exhaustiva y excluyente de derechos 206.
teados en unos derechos determinados.

clonada con la propiedad y los derechos de los miembros de la familia, puede 3. El ejercicio de los derechos
verse en SIMMONS, John A.: The lockean theory of rights, cit„ pp. 204-212—.
Pero, en todo caso, aquí sólo me interesa subrayar como la justificación de la Tan característico del proteccionismo es el especial recono­
consecución de ese fin del desarrollo de los niños sirve como fundamento para cimiento de derechos de los niños que se hace cuanto la forma
reconocer la herencia como derecho natural. En este sentido, es interesante
como en la argumentación de Locke (que, por otra parte, a pesar de sus esfuerzos en que se articula el ejercicio de la patria potestad o, con mayor
no parece que termine de ser convincente, ni consistente con otros plantea­
mientos suyos) acerca de los derechos que sobre el vencido tiene el vencedor
en una guerra justa, señala que aunque el vencedor tenga derecho sobre la vida 206 Por eso, en este punto resulta de un interés más secundario la polémica
del vencido no lo tiene sobre sus propiedades; y, en caso de tener algún dere­ que se ha establecido por algún autor sobre si el derecho a la educación que
cho sobre ellas, a fin de resarcirse de los daños producidos, siempre se habrá defiende Locke ha de considerarse para todos los niños o simplemente para los
de respetar que sus hijos tengan lo necesario para vivir. (Véase así en LOCKE, de las clases más pudientes: los gentlemen. Aunque sí me interesa destacar, a
John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 184-185. También pue­ este respecto, que, independientemente de cuál sea la respuesta, en realidad las
de observarse claramente la importancia de este derecho a la herencia dentro dos se pueden mantener desde el proteccionismo, todo depende si se conside­
de esta argumentación acerca de los derechos que corresponden al vencedor, ra que la educación que prescribe Locke para los hijos de los gentlemen es ne­
en p. 189). cesaria para todos los niños para su perfección como adulto o si solamente es
205 Valga por todas la clara manifestación que en este sentido realizase Bob- necesaria para aquellos que se supone que la van a necesitar en su futuro por
bio «Sobre el fundamento de los derechos del hombre», en BOBBIO, Norber- las circunstancias propias de su clase social; considerándose, en este último su­
to: El tiempo de los derechos, trad. de Rafael de Asís Roig, col. Ciencias Socia­ puesto, más propicio para los hijos de las otras clases sociales otro tipo de edu­
les, Sistema, Madrid, 1991, pp. 54-55. cación o crianza.

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propiedad, la forma en que esos derechos les son reconocidos ma de conseguir que el maestro pueda cumplir adecuadamen­
a los niños. Para acercamos a esta cuestión de nuevo tenemos te su función es concediéndole durante su ejercicio toda la po­
que partir de la concepción que del niño defendía Locke. La testad que el padre dispone sobre el niño. De esta manera, se pro­
comprensión del menor como alguien que no goza de las capa­ duce una transferencia en el ejercicio de la patria potestad de los
cidades mínimas de las que poder servirse para guiar su conducta padres a los maestros. Y si, conforme con lo que hemos visto en
adecuadamente, al carecer de la posibilidad de hacer buen uso los anteriores apartados de este capítulo, Locke consideraba
de la razón, se significa para concluir que el niño ha de ser en que para conseguir cumplir de forma satisfactoria con los deberes
todo caso guiado por un agente externo, alguien al que sí se le que entraña la patria potestad el padre debía de gozar de una au­
presuponga en posesión de esas capacidades que le permitan toridad sentida como tal por el propio niño —para lo cual esti­
tomar decisiones racionales y optar por una conducta adecua­ maba conveniente una actitud protectora pero distante, que sólo
da. Por las razones que vimos en el segundo apartado de este ca­ progresivamente se iría suavizando—, también a este respecto
pítulo, esos agentes extemos tendrían que ser, en primer térmi­ tiene interés en establecer que el maestro, en tanto en cuanto sus­
no, los padres, y a falta de estos (por las razones que sean: tituye al padre en su función educativa, ha de tener el mismo as­
muerte, demostrada incapacidad o absoluta negligencia) la guía cendente de autoridad sobre el niño, así como ha de mostrar la
habría de dejarse a aquellas personas que, como puede ser el misma actitud hacia él que la que tendría el padre. También el
caso del tutor, puedan actuar in loco parentis. Y en relación con proteccionismo, como en su momento referiré con más detalle,
este punto, es importante observar como existe en los plantea­ adoptará este planteamiento sobre el traspaso del ejercicio de las
mientos lockeanos la posibilidad, que resultará tan fundamen­ potestades y de la actitud que se predica como propia de los pa­
tal para el proteccionismo (como denigrado lo será desde el li- dres, a terceros que han de tomar decisiones importantes que
beracionismo), de que un tercero pueda actuar in loco parentis. afectan a la vida de los niños.
Para Locke resulta fundamental considerar que han de ser los En todo caso, la justificación que hacía Locke de la patria po­
padres los que han de satisfacer los derechos de sus hijos, por testad, del porqué de su contenido y de sus límites, suponía su
eso, ante el problema que plantea el hecho de que sea imposi­ adecuación para guiar la actuación del niño en tanto en cuan­
ble que los padres atiendan adecuadamente a los niños en todos to éste fuese incapaz de valerse por sí mismo. La función prin­
los aspectos de sus vidas, dispone el autor inglés que aquellas per­ cipal de los padres era la de cuidar y proteger al niño de mane­
sonas que hayan de actuar en esos supuestos lo hagan con la ra que con el adecuado desarrollo de sus capacidades se pudiese
misma capacidad de decisión con que lo harían los padres en su convertir en un adulto capaz de ejercitar su libertad natural. Y,
caso; es decir, que esas personas se entenderá que actúan no conforme a las razones que se apuntaron al tratar el tema de la
sólo como terceros competentes, sino que lo hacen sustituyen­ educación del niño, Locke considerará que el medio por el que
do a los padres en sus potestades. Locke, en sus escritos, se re­ habrán de cumplir los padres con dicha función es mediante la
fiere a esta figura para el supuesto de los maestros: si el padre suplantación de la inexistente razón del niño con su propia ra­
no se encarga de manera directa de la educación de los hijos en zón, lo que significa, en relación con los derechos de los niños,
todos los aspectos (lo cual resultaría muy difícil, ya que se en­ ejercitar los derechos del niño, la libertad del niño, conforme a
tiende que la actividad pública de los padres les ha de impedir su propia voluntad.
normalmente disponer del tiempo necesario para atender a to­ Este planteamiento, naturalmente, significa un sometimiento
das las necesidades educativas de los hijos), es necesario dejar pleno del niño a la voluntad de su padre (o, en su caso, del ter­
que sea un maestro el que se encargue de ella; pero la única for­ cero capacitado que actúe en su lugar), que se considera nece­

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

sario para la consecución de unos fines beneficiosos para el afectar en su adecuado proceso evolutivo, en todo su desarro­
niño, precisamente su futura libertad no sujeta a la voluntad de llo, físico, emocional, moral o intelectual. Es en este sentido,
otros. Razonamiento que, si no deja de adolecer de la paradoja que se observa como en los planteamientos de Locke los dere­
que en el apartado de la educación observamos como la educa­ chos concretos que se les reconocen a los niños son, en la me­
ción para la libertad desde la educación en la sumisión, sin em­ dida de lo posible, de obligada satisfacción por los padres, pues
bargo, aparece como coherente e inevitable en los planteamientos se entiende el poder paternal antes que nada como un conjun­
de Locke: «De manera que cuando nacemos somos libres, y so­ to de deberes de los padres para satisfacer los derechos de sus
mos también racionales; mas ello no quiere decir que ejerza­ hijos. Así, establece Locke, en un pasaje muy significativo res­
mos entonces ninguna de esas facultades. Es la edad la que, al pecto a todas estas ideas, que: «el poder que los padres tienen
traer una de ellas consigo, trae también la otra. Y así, vemos sobre los hijos surge del deber que les incumbe, a saber, cuidar
cómo la libertad natural y la sujeción a los padres son cosas de su descendencia durante el estado imperfecto de la infancia.
compatibles y están las dos fundadas en el mismo principio. Un Formar la mente y gobernar las acciones de quienes todavía son
niño es libre en virtud de que su padre lo es; y es gobernado por menores de edad e ignorantes hasta que la razón se desarrolle
el entendimiento del padre hasta que alcanza a poseer la capa­ en ellos y los ayude a salir de esa dificultad, es lo que los niños
cidad de entender por sí mismo. La libertad de un hombre cuan­ necesitan y lo que sus padres están obligados a procurarles.
do ya tiene edad suficiente para discernir, y la sujeción de un niño Pues Dios, al haber dado al hombre un entendimiento que di­
a sus padres mientras es menor de edad, son cosas tan compa­ rija sus acciones, le ha concedido también un libre albedrío y la
tibles entre sí y tan fáciles de distinguir, que hasta los más fa­ libertad de actuar en consecuencia, dentro de las leyes a las que
náticos defensores de la monarquía por "derecho de paterni­ está sometido. Pero mientras el hombre se encuentra en un es­
dad" no dejarán de apreciar esta diferencia; incluso el más tado en el que no tiene discernimiento propio para dirigir su
obstinado tendrá que reconocer esa compatibilidad» 207. * 203 voluntad, carece de voluntad propia por la que guiarse. Así, el
Si observamos este planteamiento desde el punto de vista que ya está en posesión de entendimiento y puede entender por
de los derechos del niño, se entiende que el niño tiene derecho quien carece de él, habrá también de ser el que realice actos vo­
a un cuidado y protección por parte de los padres (o, en su de­ luntarios en lugar del menor de edad; y deberá prescribir su vo­
fecto, del que ejerza la patria potestad) que ha de permitir el luntad y regular sus acciones. Mas cuando el hijo llegue a la
adecuado desarrollo de sus capacidades. De esta manera, se en­ edad en que su padre alcanzó el estado de hombre libre, él tam­
tiende que el ejercicio de esos derechos ha de suponer que se pro­ bién será hombre libre» 209.
Toda esa argumentación supone, en realidad, que hay dos
tege al niño de cualquier peligro, incluido el que ellos mismos
pueden representar con sus propias acciones208, que le pudiera fuentes de legitimación para justificar la potestad paterna, la
posibilidad de ejercitar los poderes que ésta conlleva —lo que
casa bien con la explicación que daba Locke para que terceras
207 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 82-83.
203 En este sentido, resulta de interés observar lo gráficamente que Loc­
ke representa los peligros que para sí mismo podría representar la acción libre jarlo entre las bestias y abandonarlo a un estado tan miserable y tan inferior
de alguien carente de suficiente razón, como es el caso del niño: «Dejarlo a al hombre como el de aquéllas». (En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el
rienda suelta, sin cortapisa alguna a su libertad, antes de que posea esa razón Gobierno Civil, cit., p. 84).
que puede guiarlo, no es concederle su privilegio natural de ser libre, sino arro- 209 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., p. 80.

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personas pudiesen actuar in loco parentis—, y, en ese sentido, honrados el padre y la madre va, al menos en alguna medida, apa­
también el derecho a ser obedecidos, honrados y respetados por rejado también al simple acto de la generación, y, por tanto,
el niño: la propia paternidad y el ejercicio efectivo de lo que son dura toda la vida212.
las funciones propias de la potestad paterna. Locke es cons­ Esta distinción en los deberes de los hijos hacia sus padres,
ciente de esta dualidad, y la forma de resolverla apunta a la di­ entre los de obediencia durante la minoridad y respeto duran­
ferencia (que ya vimos en el segundo apartado de este capítulo) te toda la vida, se ha de complementar con el fin principal que
que establece entre el derecho a ser obedecido y el derecho a antes señalábamos del poder paternal: el adecuado desarrollo de
ser honrados por los hijos. De esta manera, entiende que la pa­ las capacidades del niño para la consecución de un adulto li­
ternidad exige el cumplimiento de unos deberes concretos, y, bre, capaz de utilizar su razón conforme a la ley de la naturale­
en este sentido, reconoce que será beneficiario de esos derechos za. De esta forma se comprende bien que —incluso pudiendo exi­
propios de la paternidad el que de satisfacción a los deberes que girse esa obediencia y respeto de los hijos— las potestades
conlleva, es decir, el derecho a ser obedecidos, y, al menos en la paternas han de tener el límite de adaptarse a la consecución de
medida en que se recompense los desvelos y esfuerzos del cum­ ese fin, pues, como concluye Locke: «aunque el poder de man­
plimiento de esos deberes, también el derecho a ser honrados. do que el padre tiene se extiende sobre sus hijos sólo cuando
No obstante, el hecho de que fundamente el derecho a ser hon­ éstos son menores, y sólo en el grado que sea necesario para
rados en un mandato divino, como es el cuarto mandamiento, procurarles disciplina y gobierno durante esa edad; y aunque
y que como tal ha de tener vigencia en todo caso, le imposibili­ ese honor y respeto que los latinos llamaban piedad y que los hi­
ta a retirarle al padre biológico todos esos derechos propios de jos deben siempre a sus padres a lo largo de su vida y en cual­
la paternidad, que le son debidos por la generación. quier situación, con todo el apoyo y defensa de que los padres
Así, aunque en un pasaje de su «Segundo Tratado» se mues­ son acreedores, no da al padre el poder de gobernar, es decir, el
tre Locke más propenso a resaltar la dimensión de deber que le poder de dictar leyes y de imponer castigos a sus hijos, ni el de
reconoce a la potestad paterna, y así a la pérdida de la misma tener dominio sobre las propiedades y las acciones de éstos»2I3.
en cuanto no se cumpliese con los deberes que conlleva210, en Todas estas consideraciones configuran una manera de ejer­
otro pasaje, de su «Primer Libro sobre el Gobierno», donde cer los derechos de los niños que habrá de caracterizar al pro­
se resaltan más los derechos vinculados a la potestad paterna, se teccionismo: el niño tiene derechos, pero su incapacidad para
observa como se apunta también el mantenimiento de ciertos de­ tomar las decisiones adecuadas en las distintas situaciones le
rechos por el simple hecho de la generación211. Esta aparente con­ inhabilita para poder ejercitarlos, pues si se le permitiese su
tradicción puede entenderse que se resuelve si se atiende a que ejercicio se estaría, en realidad, permitiendo que el niño actua­
el cumplimiento de los deberes de la patria potestad lleva apa­ se tanto en perjuicio de terceros cuanto en su propio perjuicio.
rejado el derecho a ser obedecido, y, por tanto, dura en tanto Esta forma de reconocer los derechos, si tenemos presente
que se ejerce la patria potestad, mientras que el derecho a ser las distintas corrientes doctrinales sobre los derechos subjetivos,
parece que habría de relacionarse más estrechamente con las

210 Véase en LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit.,
p. 85. 2,2 Véase así en LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil,
211 Véase en LOCKE, John: «Primer Libro sobre el Gobierno», cit., cit., p. 89.
pp. 207-208. 213 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., p. 92.

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teorías del interés: el derecho se traduce en un interés jurídica­ lo importante es que las decisiones las tomen los terceros capa­
mente protegido. En el caso de los niños parece claro que ése es ces. Sin embargo, la aplicación de ese principio plantea algunas
el fin de su consideración como sujetos titulares de derechos: la dudas que no están satisfactoriamente resueltas en la exposición
protección de su mejor interés, y, en su caso, al no tener la ca­ de sus planteamientos. Así, señalará Locke en un interesante pa­
pacidad suficiente para proteger adecuadamente su interés, que saje, que reproduzco pese a su extensión, «Esto rige en todas las
un tercero ejerza sus derechos en representación suya. Sin em­ leyes, tanto naturales como civiles. ¿Está un hombre bajo la ley
bargo, esa vinculación se muestra más aparente que real. Ya de naturaleza? ¿Qué es lo que en caso contrario, lo libró de esa
que también desde la teorías de la voluntad, conforme a las cua­ ley? ¿Qué es lo que le hizo disponer libremente de su propiedad
les lo que se trata de proteger jurídicamente con el reconoci­ según sus deseos, dentro de los límites de esa ley? Respondo: el
miento de derechos es la voluntad del sujeto titular, se defien­ haber llegado a un estado en el que puede suponérsele capaz de
de la posibilidad de reconocer derechos a los niños junto a la conocer dicha ley, a fin de que le sea posible controlar sus pro­
imposibilidad de permitir su ejercicio por ellos. De esta mane­ pios actos de acuerdo con los límites que tal ley le impone. Cuan­
ra, de nuevo el niño es reconocido como titular de los derechos, do un hombre ha alcanzado ese estado, se le supone capaz de sa­
pero, en tanto en cuanto no tiene la capacidad de ejercer su vo­ ber hasta qué punto esa ley debe ser su guía, y hasta dónde puede
luntad con la suficiente madurez, se establece que sea un tercero hacer uso de su libertad. Hasta que llegue ese momento, alguien
el que represente jurídicamente la voluntad del menor; siendo que sepa cuáles son las fronteras que la ley pone a la libertad
así que en estas teorías la solución que se ofrece es la creación habrá de ser el que lo guíe. Si el estado en el que el padre adquirió
de la ficción jurídica del representante de la voluntad del niño. el uso de la razón y la edad del discernimiento lo hicieron un
A este debate me referiré con más detenimiento en el capítulo hombre libre, ese mismo estado será también el que haga de su
dedicado al estudio del proteccionismo, lo que ahora me inte­ hijo un hombre libre. ¿Está un hombre bajo la ley de Inglate­
resa subrayar es que si bien desde las distintas teorías de los de­ rra? ¿Qué pudo liberarlo de esa ley, es decir, qué es lo que le dio
rechos se puede reconocer al niño como titular de derechos, y libertad para disponer de sus actos y de sus posesiones según su
en ambas se les niega la capacidad de ejercitarlos, es que pre­ propia voluntad, dentro de lo que dicha ley permite? Y respon­
cisamente esa consideración de su imposible ejercicio por el do: la capacidad de conocer esa ley, capacidad que, de acuerdo
propio niño, que caracterizará al proteccionismo, está presen­ con esa misma ley, se supone que es alcanzada a la edad de vein­
te de forma explícita en los planteamientos de Locke. tiún años, y, en algunos casos, antes. Si esto hizo al padre libre,
No obstante, como se verá, no todos los planteamientos pro­ también hará libre al hijo. Hasta entonces, vemos que la ley no
teccionistas coincidirán al considerar que tipo de participación le permite al hijo tener libertad, sino que ha de someterse a la vo­
puede tener el menor en el ejercicio de sus derechos. En este luntad de su padre o de su tutor, los cuales son los que han de en­
sentido, el planteamiento de Locke, conforme con los del pro­ tender por él. Y si el padre muere y no deja sustituto en quien el
teccionismo que denomino como «tradicional», que es con el hijo pueda confiar, es decir, si no ha nombrado a un tutor que go­
que está directamente vinculado, no reconoce la necesidad de bierne a su hijo mientras éste es menor de edad, esto es, mien­
conceder participación al niño durante su minoridad. Sin em­ tras carece de entendimiento, la ley se encargará de hacerlo. Pues
bargo, sus planteamientos respecto a esta cuestión adolecen de alguna persona habrá de gobernarlo y realizar actos voluntarios
cierta confusión. El principio conforme al cual resuelve la cues­ por él hasta que el menor de edad haya alcanzado el estado de
tión sí es claro: si el niño no puede ejercer sus derechos, porque libertad, y su entendimiento esté capacitado para gobernarse se­
no tiene suficiente razón para comprender la ley de naturaleza, gún su propia voluntad. Y cuando ello tiene lugar, el padre y el

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hijo serán igualmente libres; y lo mismo ocurrirá con el maestro sin embargo, finalmente, un criterio objetivo, como es el de la
y el discípulo después que éste haya alcanzado la mayoría de edad, para reconocer esa capacidad de gobernarse a sí mismo?216
edad. Serán todos súbditos de la misma ley, igualitariamente, Y la tercera, hace referencia a la participación que se le ha de re­
sin que el padre posea ya ningún dominio sobre la vida, la li­ conocer al niño en el ejercicio de sus derechos. Pues, si bien pue­
bertad o la propiedad de su hijo, ya estén ambos solamente en de defenderse que la persona menor de veintiún años no tiene la
el estado natural y bajo las leyes de naturaleza, o estén bajo las razón suficientemente desarrollada como para comprender en su
leyes positivas dictadas por el gobierno establecido»2H. totalidad las leyes positivas de su país, o la ley de la naturaleza,
De esta manera, sus planteamientos no resuelven satisfacto­ ¿por qué no es posible entender que antes de los veintiún años
riamente al menos tres cuestiones. La primera, hace referencia se puede tener una suficiente comprensión de esas leyes, de for­
al tiempo en que se ha de considerar que dura esa incapacidad ma que se tenga que rechazar en ese caso, en aquello en donde
del niño; cuestión que se hace más oscura al intentar compagi­ alcance su nivel de comprensión, el sometimiento, forzoso y no
nar el mismo criterio para las leyes de la naturaleza y las leyes consentido, de su voluntad a la de ese tercero?217
positivas. Pues, si bien conforme a estas últimas la minoría de
edad acaba a los veintiún años, ¿por qué habría de considerar­
se que la minoría de edad «natural», es decir, la edad para tener 216 En este sentido, resulta interesante la opinión de Tarcov, que vendría a
la suficiente razón para comprender la ley de naturaleza, habría señalar que esa edad no deja de ser un supuesto necesario para «la mayoría de
de ser también los veintiún años? La segunda, hace referencia al los propósitos políticos prácticos». Así, basándose también en otro pasaje ya re­
nivel de raciocinio que se considera que es necesario adquirir ferido de Locke en el que éste señala que el poder paternal se extiende «hasta que
alcancen [los hijos] el uso de razón, o hasta que lleguen a una etapa de conoci­
para poder gobernarse a uno mismo. Pues si la razón se desarrolla
miento en la que se les suponga capaces de entender la regla —ya se trate de la
fundamentalmente con su adecuada utilización, con la expe­ ley de naturaleza o de las leyes municipales de su país— por la que han de go­
riencia y con la educación —en un sentido amplio—2I5, y el cri­ bernarse. Capaces, digo, de conocer esa regla en igual medida en que lo son los
terio para poder gobernarse a sí mismo es tener la suficiente ra­ demás hombres que vivan libremente bajo ella». Expone Tarcov: «Parece conceder
zón para comprender las diferentes leyes, ¿por qué se considera, [Locke] que no necesitan ser perfectamente capaces, sólo tan capaces como
«muchos otros». Si bien Locke no utiliza el denominador común más bajo de la
idiotez, comprende que el requisito de racionalidad necesario para la libertad es
una cualidad relativa (...) Para la mayoría de los propósitos políticos prácticos,
214 En LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., pp. 80-81. se presume que casi todos los adultos son razonables por una especie de ficción
Y, en el mismo sentido, al tratar la utilidad de los viajes como método edu­ legal». Añadiendo a este respecto Tarcov una consideración que podrá ser de in­
cativo, señala Locke que el joven de veinte años es todavía incapaz de gober­ terés para el reconocimiento de derechos: «la suposición de racionalidad exten­
narse a sí mismo por carecer de la prudencia y experiencia suficiente para ello. dida a los adultos es impugnable. Si bien se presume que han alcanzado la ca­
Y eso aunque reconoce que el adolescente, desde los quince años, tendrá de­ pacidad de razonar, pueden demostrar, por su conducta, que han renunciado a
seos de libertad —aunque para Locke más motivados en el desenvolvimiento ella y, en consecuencia, se los puede privar de la libertad, como en el caso de los
de sus pasiones y en el trato con otros adolescentes— y no se someterá fácil­ criminales, los agresores, los tiranos y los eventuales tiranos (II, §§ 8, 10, 11, 16,
mente a los dictados de sus educadores. (Véase en LOCKE, John: «Algunos 23, 172, 178, 181,230)». Pero, si la suposición de racionalidad puede revocarse,
pensamientos concernientes a la educación», cit., pp. 271-272).
¿no se podría también revocar la falta de razón suficiente? Esto se relaciona di­
215 En este sentido, resulta ilustrativo el pasaje de Locke en el que afirmará:
rectamente con la tercera cuestión que señalo en el texto principal. (Las citas son
«hemos nacido para ser criaturas racionales, si ello nos complace, pero sólo el
de LOCKE, John: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, cit., p. 172; y en
uso y el ejercicio nos permitirán lograrlo, ya que no llegaremos más allá del punto
TARCOV, Nathan: Locke y la educación para la libertad, cit., pp. 92-93).
al que nos hayan conducido nuestra laboriosidad y aplicación». (En LOCKE,
217 También Tarcov hecha en falta en los planteamientos de Locke una ex­
John: «Sobre el empleo del entendimiento», cit., p. 292).
plicación del proceso que hay antes de «la transición a la racionalidad que los

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En todo caso, conforme a los planteamientos de Locke, la in­ pacidades del niño para que pueda vivir como adulto en el ejer­
capacidad del niño para ejercitar sus derechos se deriva, fun­ cicio de su libertad. Sin embargo, la forma en que Locke expo­
damentalmente, de su falta de razón, que le impide comprender ne ese ejercicio de los derechos no garantiza en absoluto la con­
la ley de naturaleza y las leyes de Derecho positivo, lo que hace secución de dicho fin. En primer lugar, es evidente que el deber
que los padres tienen como «guardianes» de sus hijos es una
necesario que sea un tercero capacitado el que ejercite los de­
justificación moral de la actuación debida por los padres que
rechos del menor. La «capacitación» del adulto la proporciona
permite abrir un número casi ilimitado de posibilidades en su
tanto el tener uso suficiente de razón cuanto la especial vincu­
traslación a deberes y poderes jurídicos concretos, y, consi­
lación que se tenga con el menor. Y, teóricamente al menos, el
guientemente, una casi ilimitada potestad en el ejercicio de los
ejercicio de esos derechos es en beneficio del menor, a ello le
derechos de los niños. Del mismo modo, el establecimiento de
obliga tanto su condición de «guardián» del niño cuanto que el
esos fines, si bien acotan en alguna medida esas posibilidades,
fin que se ha de conseguir es el adecuado desarrollo de las ca-
la ambigüedad y la vaguedad de los conceptos que sirven para
definirlos, y, sobre todo, el silencio sobre la forma de conse­
guirlos, siguen permitiendo la existencia de un poder excesiva­
autoriza a la libertad natural, a no estar sometidos a la voluntad de otro sin su
propio consentimiento», señalando que «Se podría esperar que en los Pensa­ mente discrecional en el ejercicio de esos derechos. Y por últi­
mientos Locke implícitamente describiera el conocimiento gradual, por parte mo, la consideración de que el estado de imperfección del niño
del niño, de las provisiones particulares de la ley natural; por el contrario, di­ se extiende durante toda su minoridad y le inhabilita, al no po­
cha ley ni siquiera se menciona». (En TARCOV, Nathan: Locke y la educación der comprender la ley de naturaleza —o «la ley de la razón»—,
para la libertad, cit., p. 114).
Por su parte, Archard, realiza interesantes consideraciones que incumben para poder comprender qué es lo que resulta conveniente si atien­
a las dos últimas cuestiones que señalo en el texto principal. Así, expone, que de a los intereses del resto de las personas e, incluso, si atiende
aun superando una primera posible interpretación de la concepción del niño a su sólo interés, hace imposible conceder más credibilidad a sus
de Locke, que se basaría en los planteamientos de algunos pasajes del Ensayo opiniones y deseos que la que el tercero capacitado quiera otor­
sobre el entendimiento humano, conforme a la cual el niño tendría básicamente
garles. Lo que supone que éste, en el ejercicio de los derechos
la mismas capacidades cognitivas que el adulto, difiriendo de él sólo en cuan­
to que tiene la apreciación de un menor número de sensaciones y una menor de los niños, no tiene porque atender a la posible participación
reflexión sobre sus ideas. Concepción que, en todo caso, resulta insatisfacto­ del propio niño218; algo que, inevitablemente, implica ahondar
ria. La segunda interpretación, la correcta también para Archard, basada prin­ en la justificación de la amplia discrecionalidad de ese tercero en
cipalmente en sus planteamientos de sus Pensamientos sobre la educación, en­ el ejercicio de los derechos.
tendería que el niño va aumentando sus capacidades cognitivas con la edad, con
Todo lo cual no quiere decir que Locke no pusiera límites, mo­
su respectiva madurez y adecuada educación. Y es en este sentido que se con­
sidera que el poder parental, que estaba fundamentado en la carencia de la su­ rales y jurídicos, al ejercicio, por terceros capacitados, de los
ficiente razón del niño, debería de ser proporcionado al grado de desarrollo del derechos de los niños. Pero lo que sí significa es que la amplí­
menor; y, consecuentemente, el menor debería tener un mayor ejercicio de su sima discrecionalidad con la que podrían ejercitar esos dere-
libertad. Archard señala como podemos encontrar esa idea en los plantea­
mientos de Locke, pero no subraya la importancia esencial que tiene el hecho
de que no deje de ser una recomendación a los padres, quienes, conociendo me­
jor que nadie las capacidades del niño, habrían de ir dejando, siempre bajo su 218 Lo cual es perfectamente compatible con la recomendación que hace
control, que vaya teniendo la adecuada participación, aquélla proporciona­ Locke, aunque con fines educativos, de que el padre consulte las opiniones de
da a su nivel de madurez. (Véase la exposición de Archard a este respecto en los niños en cuanto le juzgue con suficiente madurez para ello. (Véase así en
ARCHARD, David: Children: Rights and childhood, cit., pp. 3-4 y 6). LOCKE, John: «Algunos pensamientos concernientes a la educación», cit., p. 135).

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Ignacio Campoy

chos de los niños, permitiría a los padres (o a otros terceros ca­ CAPÍTULO III
pacitados) darles a esos derechos un contenido efectivo acorde
EL MODELO PROTECCIONISTA
con su voluntad. Lo que, dicho de otra manera, significa que
los derechos que se reconocen a los niños no garantizan, final­
mente, el objetivo pretendido de conseguir el desarrollo de una
personalidad libre, tal cual hoy lo podríamos entender, ni el del
libre desarrollo de la personalidad, como objetivo que hoy con­
sideraríamos legítimo, sino que lo que permite es el desarrollo
de una personalidad conforme con la voluntad de los padres.

INTRODUCCIÓN

En el estudio del proteccionismo nos encontramos con los


cuatro siglos de historia, desde el siglo XVII de Locke hasta nues­
tros días, en los que podemos considerar que se ha desarrolla­
do la casi totalidad de la teoría y la práctica sobre los derechos
de los niños. Es claro que algunos de los precedentes que vi­
mos, en lo que se ha de considerar como la prehistoria de los de­
rechos de los niños, han de ser muy significativos para el sur­
gimiento y posterior desarrollo del modelo proteccionista, pero,
como se vio, todos esos precedentes no constituían, en realidad,
un auténtico modelo de derechos de los niños. Modelo que sí lo
constituirá el proteccionismo, según empieza a desarrollarse de
forma coherente a partir del siglo xvil.
Por otra parte, si también tenemos presente que en esos cua­
tro siglos que van desde el siglo xvn hasta nuestros días, sólo una
concepción teórica se enfrentará abiertamente y con contun­
dencia a los planteamientos proteccionistas: el liberacionismo
(a cuyo estudio dedicaré los siguientes capítulos de este libro),
resulta fácil entender que han sido muchas y muy diversas las
aproximaciones teóricas a la problemática de los derechos de los
niños que considero que se han de encuadrar dentro del amplio
esquema conceptual que podemos entender como proteccio­
nista. Esas diferencias de planteamientos, de presupuestos, de-

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sarrollos argumentativos y propuestas, no son en absoluto pe­ De esta manera, pueden señalarse algunos puntos básicos,
queñas. Antes bien, si entendemos que la concepción protec­ necesariamente abiertos, configuradores de las líneas maestras
cionista es la que ha sustentado prácticamente todos los cam­ de ese esquema general que supondría el modelo proteccionista.
bios legislativos que respecto a los niños se han producido desde Así, la concepción del niño que los planteamientos encua­
ese siglo xvil hasta nuestro momento actual, es fácilmente en- drares en esa teoría comparten, es el de un ser caracterizado
tendible que lo que resulta casi imposible es encuadrar todas fundamentalmente por su especial indefensión y por su inca­
esas concepciones dentro de un mismo marco conceptual. pacidad en aspectos sustanciales, por carencias que hacen difí­
En ese sentido, se ha de realizar al menos una división prin­ cil que deje de considerársele, consciente o inconscientemente
cipal que permita mostrar los cambios esenciales que se han pro­ —casi como un presupuesto lógico de sus planteamientos—,
ducido dentro del propio proteccionismo. Así, denomino a un como imperfecto. Carencias intrínsecas a la minoría de edad, que
tipo de planteamientos como proteccionismo «tradicional», por
hacen imposible considerar que el menor pueda valerse por sí
su mayor aproximación a los planteamientos lockeanos (aun­
mismo. Y, a la vez, como un ser de gran valor que merece una
que, como se verá, también divergentes de él en aspectos rele­ especial protección.
vantes) y a los primeros proteccionistas; y a otro como protec­
Respecto a la relación entre padres e hijos, el ideal compar­
cionismo «renovado», por la incorporación que en ellos se hace
tido es el del desarrollo vital del niño en el seno de una unidad
de nuevas ideas —procedentes de diferentes ámbitos de conoci­
familiar2, que se considera como el modelo asociativo natural
miento— que afectan a todos los apartados en que venimos com-
partimentando el estudio de los derechos de los niños, y que con­
siguen, finalmente, una auténtica transformación en la
tores que acepten el encasillamiento de sus planteamientos dentro del esque­
consideración sobre la forma en cómo han de ser reconocidos y ma conceptual del modelo proteccionista básico, no consideren que se haya de
protegidos los derechos de los niños. Con esta división pretendo hacer lo propio respecto a ninguna de las dos tendencias teóricas que representan
significar antes tendencias que proyectos argumentativos más el proteccionismo «tradicional» o el «renovado». Y, en efecto, puede que los plan­
o menos cerrados. En ambos casos se puede encontrar una tra­ teamientos del mismo autor que casen en un aspecto (como puede ser las re­
laciones entre padres c hijos) con las posiciones propias del proteccionismo «tra­
bazón lógica entre las diferentes formas de considerar los con­ dicional», defienda, sin embargo, posiciones propias del proteccionismo
tenidos relativos a los cuatro apartados que aquí considero bá­ «renovado» al tratar otro aspecto (como puede ser la concepción del niño). De
sicos para formular un modelo de cómo se ha de reconocer y igual modo, y fundamentalmente desde posiciones que aquí se estiman como
proteger derechos a los niños en una sociedad; y, en este senti­ propias del proteccionismo «renovado», algunos autores pueden considerar, sin
do, señalaré en el estudio concreto de cada apartado cuáles se­ embargo, que sus propios planteamientos suponen una superación del «protec­
cionismo». Y, en efecto, lo son de lo que podría considerarse como un proteccio­
rían las posiciones que cabría considerar como propias del pro­ nismo «tradicional», pero no parece tan claro que supongan una ruptura de los
teccionismo «tradicional» o del «renovado». Pero, en cualquier planteamientos que aquí considero como configuradores básicos del esquema
caso, entiendo que ambos tienen cabida dentro del esquema más proteccionista —sería, por ejemplo, el caso de M.D.A. Freeman, que explícita­
amplio que supone el modelo proteccionista, y, de esta manera, mente señala que posiciones como la de Houlgate o la suya propia consiguen
son aquí estudiados conjunta pero distintamente'. un equilibrio entre el proteccionismo y el liberacionismo. (Véase así en FREE­
MAN, Michael D.A.: «Childrerís rights-the litera ture», en Childright, núm. 2,
nov. 1983, pp. 19-21)—.
2 Es cierto que la quiebra de la tradicional estructura familiar ha su­
1 Esta idea habrá de chocar con la consideración que muchos autores puesto que se acepten nuevos modelos en los que el niño pueda desarrollarse.
tendrán sobre sus propios planteamientos. Así, es previsible que algunos au- No obstante, es la familia tradicional la que todavía goza del mayor asenso, y.

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Ignacio Campoy
La Fundamentación de los Derechos de los Niños

e idóneo para esas relaciones entre padres e hijos. Dentro de la


puede servir para aclarar los contenidos ofrecidos en los ante­
familia, esas relaciones se canalizan a través de la dirección, el
riores apartados. Cada corriente de pensamiento propugnará
control y la protección, por el padre y—fundamentalmente tras
por desarrollar las cualidades del niño de forma diferente, por
los cambios producidos después de la II Guerra Mundial— tam­
que se disiente en considerar cuáles son sus capacidades buenas
bién por la madre*3, de la persona y el desarrollo vital de los hi­
o cómo se han de formar. Pero el punto común que a todas une
jos. Se entiende que con la guía que les proporciona a los padres es precisamente que se considera necesario para formar el fu­
el amor natural que sienten hacía su progenie y con un control
turo adulto pretendido que el niño sea dirigido, controlado, des­
externo, que produce la sociedad o los poderes públicos sobre de fuera; siendo de esta manera moldeado, al menos en alguna
ellos, se garantiza la consecución del objetivo en que todos los medida, por los adultos que son conscientes de cuáles son esas
planteamientos proteccionistas coinciden —aunque cada uno capacidades que han de desarrollar y cuáles no. La educación
lo interprete de manera diferente—: un adecuado desarrollo de del niño queda así, en todos los planteamientos, como no podía
la personalidad del niño, de manera que las incapacidades que ser de otra manera, como el procedimiento idóneo para la con­
le afectaban durante su minoría de edad sean satisfactoriamente secución de la pretendida formación de la personalidad.
superadas en su mayoridad. Por último, respecto a la forma en que esos planteamientos
En relación con el tema del «mejor interés» del niño, las tienen su plasmación en cuanto al reconocimiento y protección
coincidencias básicas que se producen suponen entender, por un de los derechos de los niños, dos ideas básicas son compartidas
lado, que en ningún caso se puede dejar sólo a la decisión del niño por todos los autores: que a través del Derecho se han de pro­
la determinación de cuál es su mejor interés, que ha de ser en teger ciertos aspectos básicos de la vida del niño (precisamen­
última instancia determinada, con mayor o menor participa­ te aquellos que se estimen necesarios para su correcto desarro­
ción del niño, por terceros adultos; y, por otro lado, que el con­ llo como persona), y que la voluntad del niño no ha de ser
tenido básico en que ese mejor interés consiste es la superación considerada como jurídicamente vinculante.
de las carencias que le caracterizaban en su minoridad y su for­ Esos son los parámetros en los que se moverá el proteccio­
mación como persona adulta que pueda vivir de forma inde­ nismo. Y por eso, el estudio que a continuación se realiza ten­
pendiente acorde con el buen desarrollo de sus capacidades. drá como puntos de referencia últimos esos planteamientos ge­
Con el estudio de cuál ha de ser precisamente la formación nerales que delimitan el proteccionismo. Si, finalmente, sea cual
de ese futuro adulto, nos adentramos en un tema que también sea la posición que se defienda, ésta es encuadrable dentro de
ese esquema general, habrá que considerar que estará dentro
del proteccionismo; y si, por el contrario, se rechaza alguno de
en gran medida, puede entenderse que, incluso, sirve como modelo ideal para esos aspectos esenciales, entonces tendremos un indicio firme
las nuevas estructuras familiares. En todo caso, en lo que sigue me referiré a de que nos estamos moviendo en un paradigma diferente.
las estructuras familiares tradicionales, que son las que se han tenido en cuen­
En todo caso, es necesario reconocer que los límites del mo­
ta en el desarrollo del modelo proteccionista.
3 Aunque es claro que las madres siempre han desempeñado también delo que denomino del proteccionismo «renovado» se encuen­
una función educativa y, por tanto, de formación y dirección de la vida del tran actualmente difusos, tanto en el pensamiento jurídico-fi-
niño, muy importante dentro del seno familiar. Y sobre todo en la educación losófico cuanto en la propia regulación jurídica de los derechos
de las hijas, pues hasta que se produjo el acceso de las niñas a la misma edu­ de los niños. Si es cierto que nos encontramos en un momento
cación que la reservada a los varones, las madres solían ser las transmisoras de construcción de un nuevo paradigma, son precisamente los
de los valores y conocimientos «propios de su sexo» a las niñas.
autores del proteccionismo «renovado» los que más están apor-
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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

lando al actual debate. Y, en este sentido, es dentro de ese de­ ca concepción, con algún que otro matiz a los planteamientos
bate actual, que se da tanto en el plano teórico cuanto en el ju­ básicos, resulta irreal. En este sentido, y sin olvidar que el ob­
rídico positivo, los temas de la apertura de cauces de participa­ jetivo que aquí se tiene es el de comprender los razonamientos
ción del niño en la toma de decisiones sobre todos aquellos que se ofrecen e investigar su viabilidad dentro de un mismo
asuntos que le afecten, el reconocimiento de la capacidad jurí­ modelo conceptual básico como es el proteccionismo, la opción
dica de obrar de los niños y el reconocimiento de la vinculato- por la que me he decantado ha sido por un estudio del princi­
riedad jurídica de su voluntad en el ejercicio de sus derechos, tie­ pal desarrollo teórico que han tenido aquellos puntos generales
nen un carácter primordial en nuestras sociedades occidentales antes señalados como si de una teoría se tratara; pero con dos
en cuanto al establecimiento del sistema de reconocimiento y excepciones: mostrar aquellos planteamientos que necesaria­
protección de derechos de los niños. Por eso, en el estudio del mente marcan significativas diferencias respecto al modelo ge­
proteccionismo «renovado» atenderé a la forma en que desde es­ neral, y considerar los dos polos de pensamiento, a los que las
tas posiciones se apunta a la construcción del nuevo paradigma distintas argumentaciones proteccionistas tienden en mayor o
en el que la voluntad del menor ha de tener alguna dimensión menor medida, que he denominado como proteccionismo «tra­
de vinculatoriedad jurídica4. dicional» y proteccionismo «renovado».
Por último, como antes apuntaba, hay que constatar que
dentro de ese esquema general de estudio del proteccionismo
existen planteamientos con diferencias muy relevantes. El aná­ I. LA CONCEPCIÓN DEL NIÑO
lisis de todas ellas sería prácticamente inabarcable, pues habría
que atender a todos los planteamientos en que los distintos au­ El aspecto esencial que respecto a la concepción del niño
tores han intentado aportar un nuevo elemento o señalar un as­ caracteriza a los planteamientos proteccionistas es su conside­
ración como un ser indefenso, imperfecto e incapaz. Todas es­
pecto diferente sobre alguno de los puntos. Y, no obstante, el
tas características se entienden como consustanciales a todo set-
estudio monolítico de todos esos planteamientos como una úni­
humano durante el tiempo que dura su formación como perso­
na independiente; es decir, hasta que la persona alcance su ma­
4 Así, consideraba Hierro: «como "modernas" las tendencias que han de­
durez, precisamente con el suficiente grado de perfección en
fendido una interpretación restrictiva de la incapacidad de obrar de los menores sus cualidades físicas, intelectuales y morales que le permitan
de edad y que, en relación al menos con los derechos de la personalidad, los ser capaz de valerse por sí misma en la sociedad y desarrollar
menores no requerían la representación de sus padres. (...) En esa misma línea, una vida autónoma y plena. Sin embargo, es en la comprensión
los defensores de los derechos de los niños, y las más recientes modificaciones de qué se quiere decir concretamente con cada uno de esos tér­
legales en países de nuestro entorno, abogan por un reconocimiento de la ca­
pacidad de obrar, la libertad de acción y la participación (consentimiento en minos cuando surgirán las discrepancias.
unos casos, audiencia en otros) del menor. El problema estriba en delimitar con No obstante, una idea más unirá todos los planteamientos
la seguridad que el Derecho requiere estos atisbos liberales, sobre todo en cuan­ proteccionistas, y es la importancia que el niño y su mundo van
to se enfrentan al principio paternalista contrario que exige proteger el interés adquiriendo, cada vez con mayor fuerza, en la sociedad. Como
superior del menor en todo caso». (En HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Li- argumenta Philippc Ariés, en su importante obra El niño y la
borio, L,: «La intimidad de los niños: un test para el derecho a la intimidad»,
vida familiar en el Antiguo Régimen, la concepción de la infan­
en Sauca, José M.” (ed.): Problemas actuales de los derechos fundamentales, col.
Monografías, núm. 6, Universidad Carlos III de Madrid-Boletín Oficial del Es­ cia como etapa social diferenciada del resto de las edades de la
tado, Madrid, 1994, p. 383). vida, merecedora de una atención y trato especial, es una con­

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

cepción que sólo se empieza a producir en la modernidad, y que Philippe Ariés señala el siglo xvn como el siglo cumbre en ese
no tiene su desarrollo hasta el siglo XVII. Para el autor francés, proceso de identificación de la infancia —lo que, como ya sa­
en la Edad Media los niños realizaban su vida en comunidad, bemos, tiene su reflejo en nuestro ámbito en la figura clave de
como el resto de los individuos. La principal unidad social en la Locke, como autor que, precisamente mostrando un inusitado
que las personas desarrollaban sus vidas era la comunidad y no interés en el estudio de las peculiaridades de la infancia, se en­
la familia, que todavía no era vista como la institución inde­ cuentra en los comienzos del proteccionismo—, ese proceso ten­
pendiente que nosotros conocemos y que, precisamente, segui­ drá en los siglos posteriores un gran desarrollo.
rá una evolución pareja al reconocimiento de las peculiaridades El niño va a ser un miembro esencial, de relevancia cada
de la infancia. Era en la comunidad en donde todos los indivi­ vez mayor, tanto en la familia como en la sociedad. Poco a poco
duos se relacionaban. La vida pública era la que primaba, la las familias se van constituyendo en unidades independientes
vida se realizaba más en las calles y plazas, los juegos y fiestas dentro de la sociedad y el niño irá adquiriendo, por diversas
—en los que todos participaban— adquirían un gran valor para causas, un mayor protagonismo dentro de ellas6. 7Entre * esas
la integración social, y los individuos realizaban su trabajo agru­ causas, destaca el avance de la medicina y de la salud pública
pados en gremios, en los que cada uno ejercía conforme a su
en general, que hará que cada vez con más eficacia se luche con­
posición, ya fuese maestro o aprendiz, la función que en el co­
tra la mortalidad infantil —gran problema en todas nuestras
lectivo tenía asignada. Así, los niños, pasados los mórbidos y
sociedades hasta bien entrado el siglo XX7—, lo que provocará
peligrosos años de la primera infancia, se integraban en esas
agrupaciones colectivas sin que sobre sus personas se produje­
se una mayor preocupación y atención que sobre el resto de los ésta como el resto de las conclusiones a las que llega el autor francés, están di­
individuos que las conformaban. rigidas fundamentalmente, pero no exclusivamente, para la sociedad france­
Sin embargo, poco a poco, esa situación de mezcla indis­ sa. Y, por otra parte, que en la generalización que se hace al considerar los
criminada de edades fue cambiando. Conforme al proceso de mo­ cambios que afectan a los niños, como es el que afecta a la forma en que es con­
dificación que sufrieron otros dos ámbitos relacionados con la cebido por la sociedad, es claro que obvia diferencias que se podrían apreciar
entre los distintos grupos en que podría segmentarse la «infancia»; algunos
infancia (y a los que en otros apartados habré de volver a refe­ tan relevantes como los que proporcionan los criterios del sexo y la clase so­
rirme): la familia y la escuela, la infancia fue, progresivamente, cial (aunque también existan algunas alusiones, como por ejemplo, respecto a
adquiriendo una mayor importancia. La atención en esa pecu­ la significación que se derivaba, en cuanto al sentimiento de la infancia, del uso
liar fase de la vida del hombre fue cada vez mayor, y parejo a de la diferente forma de vestir trajes, en p. 92). Sin embargo, la gran labor que
ella fue el interés por estudiarla y comprenderla5. Así, si bien supondría esa determinación, que sería más propia de una labor historiográ-
fica, en ningún caso pretende tampoco llevarse aquí a cabo. Para los objetivos
del presente libro, lo que más importa constatar es la existencia de un cambio
en la concepción del niño que va unido a un cambio en el paradigma sobre la
5 Es interesante, en este sentido, observar como los dos sentimientos que forma en que la sociedad entiende que se ha de tratar al niño.
Ariés señala que surgen sobre la infancia, uno más vinculado con la satisfac­ 6 Ariés subraya ese protagonismo que empiezan a adquirir los niños en
ción de las necesidades afectivas entre los miembros de la familia y otro más las familias desde finales de la Edad Media y de manera más importante a par­
vinculado con la satisfacción de las necesidades educativas del niño, tienen su tir del siglo XVII, en ARIÉS, Philippe: El niño y la vida familiar en el Antiguo Ré­
unión, precisamente, en esa mayor preocupación por la infancia y por el estudio gimen, cit., p. 534.
de sus características. (Véanse unos significativos pasaje al respecto en ARIÉS, 7 Como señalan Fernández Vargas y Lorenzo Navarro, sólo se puede em­
Philippe: El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, cit., pp. 178, 180, pezar a hablar en nuestra sociedad de un comienzo en la superación de las al­
184, 185 y 186). En todo caso, hay que hacer notar, por una parte, que tanto tas tasas de mortandad infantil desde principios del siglo XX, pues también es

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Ignacio Campoy La Fundamentadon de los Derechos de los Niños

que cada nuevo individuo de la familia sea depositario de más nos a lo que he denominado como posición «tradicional», y que
esperanzas y recursos, pues se adquiere una mayor confianza en aquí se aproximan más a las concepciones anteriores al pro­
su desarrollo hasta la edad adulta. Por otra parte, la nueva con­ teccionismo, y los planteamientos más cercanos a lo que he de­
cepción de la familia, fundamentada cada vez más en el senti­ nominado como posición «renovada», que aquí se aproximan
miento del amor (y en la que, como veremos, también influyó más a las posiciones de los liberacionistas. Así, conforme a po­
la obra y el pensamiento del filósofo Jean-Jacques Rousseau), fo­ siciones tradicionales, algunos pensadores proteccionistas con­
menta el que los niños sean aceptados como resultado de sideraban que el valor fundamental que tenían los niños se de­
ese amor entre los cónyuges y sean, a su vez, receptores de ese bía a su consideración como futuro adulto. Frases como «el
amor8. Pero la realidad, nuevamente, es más prosaica que los niño es el padre del hombre» o «el niño es el futuro de la hu­
ideales. Y ese ideal de relaciones amorosas ha de convivir con manidad», impulsan a tener la vista en el futuro y, en cierta me­
una comprensión del niño como un bien costoso, que supone una dida, menospreciar el presente9. En este sentido, habría que en­
fuerte inversión emocional y económica de los padres, que lo tender que el mejor trato que se puede dispensar al niño es el que
convierte en un ser irremplazable, y que, como toda inversión nos permitirá asegurar la formación del mejor adulto posible,
costosa, ha de ser fuertemente protegida para que todos los es­ sin tener que prestar demasiada atención a sus repercusiones en
fuerzos y esperanzas en él depositadas no se vean finalmente el niño en cuanto tal. La felicidad o el interés del niño en cuan­
frustradas. De esta manera, se pretende que sean recompensa­ to tal niño queda, pues, sublimado por la consecución del inte­
dos esos esfuerzos e inversiones, durante la propia niñez y con rés y la formación del futuro adulto10. * *
la consecución del adulto que se quiere formar. Y así, poco a Para algunos autores ese planteamiento caracteriza a todo
poco, se va asumiendo que también el niño ha de satisfacer ne­ el proteccionismo. Sin embargo, desde el proteccionismo «re­
cesidades de los adultos, de la familia y de la sociedad, necesi­ novado» se atiende a una concepción del niño como persona, con
dades afectivas y, durante mucho tiempo, también económicas.
A este respecto, en la diferente valoración del niño, preemi­
nentemente como niño o como futuro adulto, se abre un inte­ 9 Como bien señala Campbell, pensar que lo más importante es que los
resante punto de inflexión entre los planteamientos más cerca- niños serán un día adultos es quitar importancia a las experiencias del niño du­
rante su infancia, a su felicidad presente, a lo que ahora le afecta. (Véase así
en CAMPBELL, Tom D.: «The rights of the minor: as person, as child, as juve-
sólo a finales del siglo XIX que empezó realmente el desarrollo del conocimiento nile, as future adult», en Alston, Philip; Parker, Stephen y Seymour, John (eds.):
médico que se centraba en el menor. Lo que nos indica, así mismo, el dato, in­ Children, rights and the law, Clarendon Press, Oxford, 1995, p. 20).
teresante a la hora de comprender la concepción del niño, de que en el aspec­ 10 Me parece significativo, en este sentido, que hasta lo que podría con­
to médico la atención a las peculiaridades del niño, como sujeto diferente del siderarse' como la manifestación externa de lo que debe ser la felicidad pre­
adulto, no se desarrollaría hasta fechas relativamente recientes. (Véase a este sente de los niños, la risa y la alegría, señale Kant que no se ha de buscar por
respecto en FERNÁNDEZ VARGAS. Valentina y LORENZO NAVARRO, Luis: sí misma, como resultado de la propia felicidad presente del niño, sino porque
El niño y el joven en España (siglos XVIII-XX): Aproximación teórica y cuanti­ con ello se logra la formación del mejor adulto posible: «Los niños y más aún
tativa, prólogo de Juan Bosch-Marín, col. Autores, Textos y Temas. Psicología, las niñas, deben acostumbrarse pronto a reír francamente y sin forzarse; pues
Anthropos, Barcelona, 1989, pp. 32, 34, 44 y 61). los risueños rasgos del rostro se imprimen poco a poco en el interior y asien­
3 También Ariés realiza un buen resumen de estas ideas en las primeras tan una disposición a la alegría, afabilidad y sociabilidad, que preparan tem­
páginas de su «Prólogo a la nueva edición francesa»; y así, por la edición que pranamente esta aproximación a la virtud de la benevolencia». (En KANT, Im-
yo manejo, en ARIÉS, Philippe: El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, manuel: Antropología. En sentido pragmático, versión española de José Gaos,
cit., pp. 9-12. col. El Libro de Bolsillo, Alianza Editorial, Madrid, 1991, p. 202).

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un valor propio aparte del que tenga como futuro adulto. Así, si nistas que los niños se encuentran en una fase de desarrollo de
bien se considera que hay que tener siempre como guía deter­ sus cualidades físicas, pero esa inmadurez física no es valorada
minante los efectos futuros que nuestras acciones tendrán para ni positiva ni negativamente. Los ideales de la sociedad no van
esa persona, pues se comprende que la persona durante su in­ a dar una gran trascendencia a las cualidades físicas del hom­
fancia está en un trascendental proceso formativo, también, bre, pues aunque éstas sean siempre valoradas, quedan lejos

<<
en todo caso, se considera que existe la necesidad de atender ideales como los espartanos, en los que, como vimos, la fuerza

y
la felicidad y a los intereses del niño en cuanto tal, por lo que ha­ y destreza física del individuo se convertía en uno de los obje­
brá de hacerse compatible con la formación adecuada de la per­ tivos primordiales. Sin embargo, eso no significa que las pecu­
sona liaridades físicas de los menores no tuviesen importancia en el
Por otra parte, es necesario resaltar que pese que, como al trato que recibían en la sociedad y en los planteamientos de los
principio señalaba, en el proteccionismo se sigue concibiendo proteccionistas. Así, fueron precisamente esas peculiaridades
al niño principalmente por su indefensión, imperfección e in­ de la constitución física de los niños las que propiciaron que se
capacidades; la valoración que de estas deficiencias se hace es les utilizase en determinados oficios, pues les convertían en idó­
novedosa, lo que resultará determinante a la hora de compren­ neos para trabajos como la realización de especiales funciones
der todo el esquema conceptual que se construye sobre cuál ha en las minas o en labores agrícolas B. Lo que casaba también con
de ser la manera en que se ha de tratar al niño12. las exigencias del incipiente capitalismo: «El arranque del ca­
pitalismo necesitaba sueldos bajos y fuerza de trabajo no espe­
cializada: la fábrica compraba, al precio más bajo posible, la
1. La identificación de las características propias del niño fuerza de trabajo requerida para llevar a cabo manipulaciones
repetitivas que a menudo necesitaban poca fuerza física; de ahí
a) Las características físicas el recurso a mujeres y niños» 1314. Frente a esa situación se reac­
cionaría desde el proteccionismo, pues quedaba claro que esa ex­
El interés que existe sobre sus cualidades físicas es el que plotación laboral de los niños impedía su correcto desarrollo fí-
menor relevancia adquiere. Resulta evidente para los proteccio-
13 Puede verse una referencia al respecto, en FERNÁNDEZ VARGAS, Va­
lentina y LORENZO NAVARRO, Luis: El niño y el joven en España (siglos XVIII-XX):
11 También aquí se nota la influencia de los planteamientos de Rousseau. Aproximación teórica y cuantitativa, cit., p. 26. En este sentido, tienen un pro­
Sin embargo, como veremos, los planteamientos del ginebrino muestran un as­ fundo significado los patéticos pasajes de la obra de Dickens que nos muestran
pecto más radical en la consecución de la felicidad del niño en cuanto tal, sien­ el difícil destino al que se veían abocados algunos niños, ante la explotación que
do precisamente esta vía la que más desarrollarán los autores liberacionistas. de ellos podían hacer adultos sin escrúpulos que quisiesen aprovecharse de al­
12 Conforme a las conclusiones de Ariés, sería debido a la influencia de
gunas de esas peculiares características para oficios como el de deshollinador o
pensadores morales, con argumentos también presentes en los planteamien­ plañidero. (Véase en DICKENS, Charles: Aventuras de Oliverio Twist, trad. José Mén­
tos de Locke, que se produce el rechazo de que los niños desarrollen su vida dez Herrera, col. Alfagura de Bolsillo, Alfaguara, Madrid, 1994, pp. 52 y 202).
en comunidad con los adultos —propio de la Edad Media—, precisamente por­ 14 En SEGALEN, Martine: «Las condiciones materiales de la vida fami­
que la valoración que se hace de las características del niño y de la formación liar», en Kertzer, David, I. y Barbagli, Marzio (comps.): La vida familiar desde
que se le ha de dar, les permite justificar la necesidad de que terceros compe­ la Revolución Francesa hasta la Primera Guerra Mundial (1789-1913), trad. Ra­
tentes los protejan. (Véase así en ARIÉS, Philippc: El niño y la vida familiar en món Ibero, en «Historia de la familia europea», vol. 2, col. Paidós orígenes,
el Antiguo Régimen, cit., pp. 539-541). Paidós, Barcelona, 2003, pp. 78-79.

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sico, intelectual o moral, muchas veces marcándolo con enfer­ se consideraba que carecía, en principio, de cualidades morales,
medades que dejaban secuelas permanentes y otras incluso con ni buenas ni malasl6. Es cierto que otras consideraciones tam­
la misma muerte del niño. Por eso, desde el proteccionismo se bién alcanzaron gran predicamento (como veremos con un poco
abogó por que se terminase con el trabajo infantil, para prote­ más de detalle al estudiar el pensamiento de Rousseau), exis­
ger al niño de abusos y permitirle su desarrollo físico, intelec­ tiendo una corriente de pensamiento, arraigada en tradiciona­
tual y moral pleno 15. les valores cristianos, en la que se defenderá la existencia del
pecado original como mancha con la que nace todo niño y que
le hace tender al mal, y otra, impulsada por el propio Rousseau,
b) Las cualidades morales
en la que se considerará que la tendencia natural del hombre,
Mayor trascendencia tuvo la concepción que se sostenía so­ y consiguientemente del niño, es al bien17. Sin embargo, final-
bre las cualidades morales del niño y, más en concreto, la con­
sideración, como idea predominante, de su amoralidad. El niño
16 Una aproximación de interés al tema nos la ofrece, en el siglo XIX,
Mili. Así, si bien se observa la pretcnsión de fundamentar su ética utilitarista
en la propia naturaleza del hombre, y, en este sentido, muestra confianza en
15 Una prueba de la extensión de esa lucha por la proscripción del traba­ que el desarrollo de las cualidades naturales del ser humano es lo que le dota
jo infantil queda reflejada en el siguiente pasaje de Prieto: «ya la Primera Con­ de moralidad, sin embargo, se parte de esa negación de sentimientos mora­
ferencia Internacional del Trabajo, ñuto del Tratado de Versalles, aprobó en les innatos, señalando que sería la educación la que podría conseguir desarrollar
1919 una Convención que fijaba en 14 años la edad mínima para las activida­ los sentimientos morales o inmorales que, finalmente, la persona asumiría
des industriales, prohibiendo las ocupaciones nocturnas a los menores de 18 años. como si fuesen propios. (Véase en MILU, John Stuart: «El Utilitarismo», en Mili,
Más tarde, sucesivos Convenios de la O.I.T. seguirían elevando la edad mínima John Stuart: El Utilitarismo - Un sistema de la lógica. Introducción, traducción
para los diversos sectores laborales y estableciendo otras medidas de protec­ y notas de Esperanza Guisán, col. El Libro de Bolsillo, Alianza Editorial, Ma­
ción sobre horarios, trabajos peligrosos, etc.». Si bien existen, en las legisla­ drid, 1997, pp. 82-83).
ciones internas de los países, normas protectoras de los niños en relación con 17 Es interesante observar la conexión que a este respecto existe entre la
el trabajo anteriores a esa fecha. Así, en España existe una «Ley de 26 de julio gran influencia que en el pensamiento pedagógico de Kant realizó Rousseau
de 1878, referida tan sólo al menor. Pero aun en épocas anteriores, podemos en­ y la propia idea proteccionista del alemán. Así, el intento de compaginar la
contrar menciones protectoras de forma ocasional de las Reglamentaciones amoralidad del niño y las tendencias naturales del niño al bien, parece que, fi­
gremiales. Ordenanzas sobre mendigos, etc. (...) Sin embargo, la primera le­ nalmente, tiene como solución más apropiada para Kant entender que existe
gislación realmente protectora del menor se encuentra en la Ley de 24 de julio una predisposición del hombre, en cuanto parte de la humanidad, al bien, que
de 1873». No obstante, sobre su aún parva protección nos da idea su artículo le ha de permitir cumplir el destino de perfección que tendría la humanidad
primero (que proscribe la admisión al trabajo en fábricas, talleres o minas, tan en los planes divinos, pero del niño en cuanto tal mantiene también la falta de
sólo para los niños y niñas menores de diez años); citado por Fernández Var­ instintos, o la existencia de instintos buenos y malos pero caracterizado por una
gas y Lorenzo Navarro con el siguiente comentario: «De lo cual podemos deducir amoralidad que le impide diferenciarlos. Para Rubio Carracedo, si bien la in­
que con anterioridad lo eran y que posteriormente, lo serían, al menos a partir fluencia de Rousseau es grande en Kant, de modo que «en la época en tomo a
de esta edad». (En PRIETO SANCHIS, Luis: «Los derechos fundamentales y el 1764 Kant no duda de la bondad natural del hombre»; en todo caso, en el pro­
menor de edad», en Los problemas del menor inadaptado y marginado social­ pio desarrollo de sus planteamientos sigue un camino diferente del trazado
mente, Ponencias del Curso celebrado en la Universidad Internacional Menén- por el ginebrino. Y es que, también para Rubio Carracedo, «En definitiva, Kant
dez Pclayo del 1 al 15 de agosto de 1983, Consejo Superior de Protección de se muestra vacilante a la hora de reconciliar la doctrina del pecado original con
Menores-Ministerio de Justicia, Madrid, 1983, p. 193; y en FERNÁNDEZ VAR­ el influjo rusoniano de la naturaleza inocente; el resultado parece serla teoría
GAS, Valentina y LORENZO NAVARRO, Luis: El niño y el ¡oven en España (si­ de los gérmenes de bondad, indispensables para toda tarea de educación mo­
glos XVIII-XX): Aproximación teórica y cuantitativa, cit., pp. 141 y 144). ral». (Véase respecto al pensamiento de Kant en KANT, Immanuel: Pedagogía,

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

mente, en los planteamientos proteccionistas las consecuencias minantes planteamientos proteccionistas. Claro que un posi-
de tal disquisición fueron amortiguadas, predominando esa cionamiento fuerte en el seguimiento de las premisas de una u
comprensión del niño como ser inocente, del que no se puede otra sí significaría unas grandes diferencias en el trato a los ni­
predicar ni bondad ni maldad IS. * * 18 ños. Pues si se considerase (como vimos en el primer capítulo
En todo caso, las diferencias entre esas dos corrientes de que se hizo durante siglos) que el pecado original de alguna ma­
pensamiento, tan divergentes teóricamente, se vieron decisiva­ nera marca todo el carácter del niño, entonces se puede enten­
mente influidas en sus consecuencias prácticas por los predo- der que sólo con una gran dosis de corrección de sus tendencias
naturales puede conseguirse su enderezamiento y adecuado de­
sarrollo. Y, por el contrario, si se considerase que la tendencia
trad. Lorenzo Luzuriaga y José Luis Pascual, edición, prólogo y notas de Ma­ natural del niño al bien es tan fuerte que son capaces de dirigir
riano Fernández Enguita, col. Bolsillo, Akal, Madrid, 1991, pp. 30, 32-37, 51, su correcto desarrollo, entonces se puede entender que la me­
72 y 86; en KANT, Immanuel: «Fragmentos Pedagógicos», en Kant, Immanuel:
Pedagogía, Apéndice II, cit., p. 103; en KANT, Immanuel: Antropología. En sen­
jor forma de actuar respecto al niño es dejando que desarrolle
tido pragmático, cit., pp. 281-282; y en KANT, Immanuel: «Comienzo presun­ en libertad esa tendencia, y, así, sus cualidades innatas (pensa­
to de la historia humana», en Kant, Immanuel: Filosofía de la Historia, prólo­ miento este último que, como veremos, será el que defenderá
go y traducción de Eugenio ímaz, col. popular. Fondo de Cultura Económica, Rousseau y, más tarde, los liberacionistas). Sin embargo, una in­
Madrid, 1997, pp. 88-89; y la cita de Rubio Carracedo en RUBIO CARRACE- terpretación menos extremista de esos postulados permite mi­
DO, José: «El influjo de Rousseau en la filosofía práctica de Kant», en Guisán,
tigar mucho en la realidad sus consecuencias sobre el trato de­
Esperanza (Coord.): Esplendor y miseria de la ética kantiana, col. pensamien­
to crítico/pensamiento utópico, Anthropos, Barcelona, 1988, pp. 41-42). bido a los niños, aunque sea cierto que la tendencia a la represión
18 Una discusión que en alguna medida sigue presente en nuestros días, o a la permisión, según si se es más proclive a una postura o a
incluso aunque sea con distintos ropajes, pues también el interés que última­ otra, estará siempre presente. El proteccionismo hará coincidir
mente existe en el conocimiento del genoma humano ha potenciado en algu­ en buena medida la forma en que han de ser tratados a los ni­
nas personas la creencia, que con más o menos fortuna ha tenido sus adeptos
desde principios del siglo XX, en la existencia de genes que predeterminan al
ños —ya se partiese de la creencia de que existe en ellos una
mal, lo que no deja de ser la traducción secular del concepto religioso del pe­ tendencia al bien, al mal o que son, simplemente, amorales—,
cado original. En este sentido, señala explícitamente Rojas Marcos: «En el fon­ pues se coincidiría en que se les ha de proteger, en todo caso, de
do, la convicción de que la persona es intrínsecamente violenta no es más que la posible corrupción moral, controlando y dirigiendo adecua­
la versión laica de un paradigma fascinante en la imaginación y mitología re­ damente su formación moral a fin de conseguir que el niño ter­
ligiosa de Occidente que ha perdurado durante siglos: la doctrina del pecado
original». Sin embargo, para Rojas Marcos, éste es un planteamiento rechazable, mine convirtiéndose en una persona virtuosa19.
pues para él: «La agresión maligna no es instintiva sino que se adquiere, se
aprende. Las semillas de la violencia se siembran en los primeros años de la vida,
se cultivan y desarrollan durante la infancia y comienzan a dar sus frutos ma­ 19 Son, en este sentido, significativos de la existencia en el siglo XVII de esa
lignos en la adolescencia. Estas simientes se nutren y crecen estimuladas pol­ diferente concepción del niño, consecuencia de la tradicional valoración de la per­
los ingredientes crueles del medio hasta llegar a formar una parte inseparable niciosa influencia del pecado original y de la del niño como ser puro, dos pasa­
del carácter del adulto. Los seres humanos heredamos rasgos genéticos que jes que cita Illick sobre autores ingleses de ese siglo. El primero es de la obra de
influyen en nuestro carácter. Pero nuestros complejos comportamientos, des­ Robert Cleaver y John DodA Codly Form of Household Government, de 1621, que
de el sadismo al altruismo, son el producto de un largo proceso evolutivo con­ decía: «El niño que está en la cuna es voluntarioso y está lleno de aficiones; y aun­
dicionado por las fuerzas sociales y la cultura». (En ROJAS MARCOS, Luis: Las que su cuerpo sea pequeño, tiene un corazón perverso y está enteramente incli­
semillas de la violencia, col. Espasa Hoy, Espasa Calpe, 6.a ed., Madrid, 1995, nado al mal... (...) cambiamos y nos hacemos buenos no por nacimiento sino
pp. 24 y 15). por la educación». Y el segundo es un pasaje de la obra de John Earle Micro-

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De esta manera, la concepción, predominante en el pensa­ servir para evitar la formación de una persona inmoral y per­
miento proteccionista, del niño como persona amoral, ino­ judicial para la sociedad*21.
cente y pura, ha de entenderse también junto con la conside­
ración de su especial indefensión, su incapacidad de valerse
por sí mismo. Y así se entiende que si la inocencia y pureza ori­ c) Las características intelectuales
ginal del niño tiene que dar paso, necesariamente, a una for­
mación moralmente sana o insana de la persona, es necesario Son las características intelectuales que se predican del me­
controlar y dirigir desde el comienzo dicha formación; pues nor las que, finalmente, habrán de tener la mayor trascenden­
los efectos de una prematura perversión en su formación mo­ cia en la elaboración y el desarrollo de los planteamientos pro­
ral pueden ser devastadores e irreversibles. En este sentido, se teccionistas. La idea fundamental consiste en entender que
considera toda la minoridad como el tiempo en que todavía durante el tiempo que dura la minoría de edad se encuentra en
se puede actuar en la formación moral de la persona, en el que formación las capacidades intelectuales necesarias para que la
la dirección y la corrección exteriores resultan imprescindi­ persona pueda tomar decisiones lo suficientemente racionales
bles. Pues sólo con ellas se puede conseguir la formación de la como para poder confiar en ella para la dirección coherente y
personalidad del adulto pretendido20, o, cuando menos, han de
sensata de su vida. O, dicho de forma negativa, durante todo el
periodo que dura la minoría de edad la persona se caracteriza
cosmography, de 1628, que decía: «Un niño es un hombre en caracteres peque­
ños, el mejor ejemplar de Adán antes de que conociera a Eva o probara la man­
zana... Su alma es aún un papel en blanco no emborronado con observaciones enfants acerca de que es preciso amar a los niños y vencer la repugnancia que
del mundo... no conoce el mal...». Y, sin embargo, es interesante observar en el éstos inspiran a un hombre racional: "Si se considerara el exterior de los niños,
acertado comentario de Illick a esas dos concepciones, que la respuesta en am­ que es sólo imperfección y fragilidad, tanto de cuerpo como de mente, cierto
bos casos pasaba por la protección del niño contra él mismo o contra la acción es que no habría motivos para estimarlo mucho. Pero uno cambia de senti­
de terceros. Así, centrándose en la educación comenta Illick, respecto al prime­ mientos cuando se mira el porvenir y cuando se obra un poco por la fe". Por
ro de los pasajes antes citados: «la educación era necesariamente para proteger encima del niño se verá al "buen magistrado", al "buen cura", al “gran señor".
al niño e impedir su autodestrucción»; y, respecto al segundo: «Una vez más, el Pero lo que hay que considerar sobre todo es que sus almas, que poseen aún
antídoto de la influencia corruptora del mundo era la educación». (Véanse citas, la inocencia bautismal, son la morada de Jesucristo. "Dios da el ejemplo or­
y comentarios de Illick, en ILLICK, Joseph E.: «La crianza de los niños en In­ denando a los ángeles que les acompañen en todos sus pasos, sin abandonar­
glaterra y América del Norte en el siglo xvn», cit., pp. 356-357). los jamás”». (En ARIÉS, Philippe: El niño y la vida familiar en el Antiguo Régi­
20 En el trabajo de Ariés podemos encontrar bien expuesta la unión de es­ men, cit., pp. 160-161).
tas ideas y su conexión con el proteccionismo, tanto en el origen temporal 21 Como queda bien reflejado en el siguiente pasaje de Bentham, con el
cuanto en la formación de sus concepciones básicas: «Se forma entonces una que argumentaba sobre la responsabilidad que los padres habrían de tener por
concepción moral de la infancia que hace más hincapié en su debilidad que en los actos de sus hijos, «el padre que ha podido formar a su gusto el carácter y
su "ilustración", como decía M. de Grenaille, pero que asocia su debilidad a su los hábitos de sus hijos, se presume ser el autor de todas las disposiciones que
inocencia, verdadero reflejo de la pureza divina y que coloca la educación en manifiestan: si son depravadas, esto es casi siempre un efecto de la negligen­
el primer plano de las obligaciones. Dicha concepción reacciona simultánea­ cia, o de los vicios del padre, y éste debe sufrir las consecuencias de un mal que
mente contra la indiferencia hacia la infancia, contra un sentimiento demasiado habría podido prevenir teniendo más cuidado». (En BENTHAM, Jeremy: Tra­
sensible y egoísta que hace del niño un juego para adultos y cultiva sus capri­ tados de legislación civil y penal, edición preparada por Magdalena Rodríguez
chos, contra el sentimiento opuesto a este último, el desprecio del hombre ra­ Gil, col. «Clásicos para una Biblioteca Contemporánea», Editorial Nacional, Ma­
cional. Esta concepción domina la literatura pedagógica desde finales del si­ drid, 1981, p. 287. En las citas que realizo de esta edición he procurado sub­
glo XVII. He aquí lo que dice en 1687 Coustel en las Regles de l'éducation des sanar algunos defectos formales).

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por tener un juicio insuficientemente formado, lo que le inca­ El planteamiento del proteccionismo «renovado», por el
pacita para la dirección coherente y sensata de su vida. Con­ contrario, considera que hay que atender a la evolución de la
forme a ello, se entiende que, unido a la condición de menor de persona a través de todas las edades de su vida. Más abiertos
edad hay que considerar que existe un insuficiente desarrollo a los avances que se van produciendo en otras ciencias —como
de la razón y una insuficiente experiencia que le impiden ana­ la psicología, la medicina o la pedagogía—, son conscientes
lizar adecuadamente la información de que disponga; todo lo cual de las enormes diferencias que existen entre los menores de
le inhabilita para hacer valoraciones adecuadas —no sólo entre edad en el desarrollo de todas sus facultades, también de las
lo bueno y lo malo, sino también entre lo útil y lo inútil, lo pe­ cognitivas23. En todo caso, existen importantes problemas de
ligroso y lo seguro, etc.— a la hora de decidir entre las posibili­
dades por las que pueda optar en las decisiones que haya de to­
mar. Es decir, que a la hora de considerar cuál ha de ser la resulta en todo caso necesaria la dirección de su vida por un tercero por pro­
manera en que se ha de tratar al menor, hay que partir de su in­ pia disposición de la Naturaleza, lo cual no significa que después la persona haya
de ser plenamente autónoma, pues como en otro pasaje aclara hasta que alcance
trínseca incapacidad para realizar decisiones auténticamente la mayoría de edad civil no está capacitado para hacer frente a las obligacio­
conscientes, responsables y sensatas. nes que la convivencia en sociedad exige (en el caso que trata las que deriva­
rían de la propia paternidad). Así, aunque Kant se muestra flexible en cuanto
a la determinación de las edades, lo que más le interesa señalar es que la mi­
2. La diferente interpretación del proteccionismo noridad le viene a la persona determinada por dos vías: por la Naturaleza,
que vienen a coincidir con el instinto sexual y le permite tener sus propios hi­
«tradicional» y del «renovado»
jos —que, con contradicciones, señala, en diferentes pasajes, hasta los dieciséis
años, los trece o catorce, o incluso entre los diez y los diecisiete—, y por la so­
Aunque esa concepción del menor la comparten los dife­ ciedad, que viene a coincidir cuando puede, como ciudadano de un Estado, for­
rentes autores proteccionistas, es en la compresión y valoración mar y mantener una familia —y que vendría a ser aproximadamente, y en nin­
de su alcance donde se encuentra la diferencia más significati­ gún caso de manera fija, diez años después que la de Naturaleza—. También
es interesante constatar, a este respecto, como Kant vendría a considerar que
va entre los dos polos de pensamiento a los que antes denomi­
esa diferencia de edad, que en las sociedades existentes se hacía necesario,
né como proteccionismo «tradicional» y «renovado». En los aunque era mal dispuesto, podría ser superado con la educación y la evolu­
planteamientos «tradicionales» esas deficiencias que caracteri­ ción de la perfección humana. (Véanse estas ideas en KANT, Immanuel: Peda­
zan e incapacitan al menor en la toma de decisiones juiciosas son gogía, cit., pp. 42, 90-91 y 91; en Antropología. En sentido pragmático, cit.,
de tal envergadura durante toda la minoridad que no resulta re­ pp. 282-283; y en «Comienzo presunto de la historia humana», cit., pp. 90-91).
23 Lo que hará que se acepten planteamientos —impulsados de manera
levante hacer distinciones significativas al respecto entre los
importante desde la psicología evolutiva— como que para el adecuado desa­
grupos de edad que se comprenden en esa minoridad. O, dicho rrollo de la personalidad del niño es necesario darle participación en la toma
de otra manera, todos los menores de edad habrían de ser con­ de decisiones que les afecten (participación que, como después subrayaré, re­
siderados como un grupo homogéneo en cuanto que a todos les sulta trascendental en el reconocimiento y protección de los derechos de los ni­
caracteriza una falta de madurez y experiencia suficientes para ños). Así, se podrá afirmar que: «el niño es un agente activo desde el naci­
miento. Esta actividad es un hecho científico que debe convertirse en un
poder tomar decisiones juiciosas22.
reconocimiento de su función en el sistema familiar, educativo y social, en ge­
neral». (En LÓPEZ SÁNCHEZ, Félix: Necesidades de la infancia y protección in­
fantil. I. Fundamentación teórica, clasificación y criterios educativos, Programa
22 Esta concepción se ve reflejada, por ejemplo, cuando Kant se autores- de mejora del sistema de atención social a la infancia, Ministerio de Asuntos
ponde al límite de edad para recibir una educación: los dieciséis años. Antes Sociales, Madrid, 1995, p. 20).

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muy difícil solución a la hora de delimitar cuál es ese desa­ incluso otros autores subrayan la imposibilidad de equiparar
rrollo de las capacidades intelectuales de la persona. Así, los pro­ los procesos evolutivos seguidos por dos personas diferentes,
blemas que surgen simplemente al intentar definir claramen­ pues, aunque se puedan establecer líneas generales de evolu­
te qué se ha de entender por racionalidad2'1. Algunos autores ción, las diferencias que se pueden dar en el desarrollo evo­
distinguen diferentes etapas evolutivas en el perfeccionamiento lutivo de dos personas de la misma edad pueden resultar sig­
de las capacidades cognitivas de las personas y, aun señalán­ nificativamente diferentes27. * *
dose sólo como datos indicativos generales, sí se atreven a in­ Por eso, para los autores más cercanos a los planteamientos
dicar edades concretas*25; otros procuran poner el acento en del proteccionismo «renovado», resultará necesario no tratar a
la percepción del desarrollo evolutivo como un proceso conti­ todos los menores de edad como miembros de un mismo gru­
nuo en el que no se pueden establecer separaciones nítidas26; po. Pues, si las diferencias entre ellos son relevantes, deben re­
sultar trascendentes2S. De esta manera, habría que intentar, en

2,1 Véase así en WORSFOLD, Víctor L., «A Philosophical Justification For


Children’s Rights», en Harvard Educational Review, Reprint Seríes núm. 9: bitrario cualquier límite de edad». (En HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio,
«The Rights of Children», 1974, p. 34. L.: «La intimidad de los niños: un test para el derecho a la intimidad», cit., p. 383).
25 Así, Freeman, aceptando las posibles variaciones según entren en con­ 27 En el estudio de Fernández Vargas y Lorenzo Navarro podemos obser­
sideración otras variables, como pueden ser el sexo o las circunstancias so­ var la exposición de la necesidad, constituida por los nuevos conocimientos
ciales del menor, señala que tanto en facultades morales como cognitivas las científicos, de entender que el desarrollo evolutivo en las cualidades de las per­
personas alcanzan niveles equiparables a los de los adultos entre los doce y los sonas es un proceso continuo que puede diferir notablemente de unas a otras,
catorce años —lo que no obsta para que después se sigan desarrollando esas añadiendo, además, el dato de que esos procesos evolutivos están también de­
facultades—. (Véase así en FREEMAN, Michael D.A.: «Taking children’s rights pendientemente relacionados con las épocas y con los distintos ambientes so­
more seriously», en Alston, Philip; Parker, Stephen y Seymour, John (eds.): cioeconómicos. Se señala la superación de los criterios fijos de edades para pre­
Children, rights and the law, cit., pp. 58-59). tender establecer separaciones nítidas en la evolución de la persona. Los autores,
26 Es en este sentido que se puede apreciar como Coady señala que uno observando también las diferentes definiciones que los Diccionarios de la len­
de los requisitos a los que habría que atender para formular una correcta teo­ gua española que la Real Academia ha publicado a lo largo de la historia (con­
ría sobre los derechos de los niños, sería el que ésta fuese realista y no senti­ cretamente desde el primero de 1726 al de 1970) han dado a los términos niñez,
mental sobre lo que caracteriza a la niñez y a la adultez. Pues si bien existen pubertad, adolescencia y juventud, concluyen: «Recapitulando, nos encontra­
diferencias entre ambas, entre las que el nivel de madurez tiene una especial mos con que en las definiciones más antiguas hay una precisión cronológica de
relevancia, también existe una coincidencia en tantas características que resulta mucha tradición en la cultura europea, en tanto que en las más modernas se acu­
difícil hacer una clara delimitación entre ambas. Apuntando, así, Coady algu­ de a aspectos biológicos que, evidentemente, no acaecen al mismo tiempo en
nas referentes a las cualidades intelectuales, al indicar como tanto del niño todos los individuos». (En FERNÁNDEZ VARGAS, Valentina y LORENZO NA­
cuanto del adulto se puede predicar la inteligencia y la perspicacia o la estu­ VARRO, Luis: El niño y el joven en España (siglos XVIII-XX): Aproximación
pidez y la torpeza; u otras referentes a las cualidades morales, señalando como teórica y cuantitativa, cit., p. 167; véase también al respecto en pp. 163-164).
tanto de uno cuanto del otro se puede decir que es cariñoso y altruista o cruel 28 Lo que podemos apreciar claramente en los planteamientos de Camp­
y egoísta. (Véase en COADY, C.A.J.: «Theory, rights and children: a comment bell. Quien al partir de una concepción de los derechos encuadrable en las teo­
on O Neill and Campbell», en Alston, Philip; Parker, Stephen y Seymour, John rías del interés, y resaltar la diferencia de intereses existente según el estadio
(eds.): Children, rights and the law, cit., p. 44). evolutivo en que una persona se encuentre; muestra la coherencia de realizar
Y, explícitamente. Hierro da cuenta de la vigencia de esta concepción del niño una división de las fases evolutivas de la persona (así debiendo tenerse también
Y su vinculación con los avances teóricos de la psicología cuando señala: «la Psi­ presente su consideración como niño o como joven) y vincularlas con sus in­
cología, mayoritariamente, nos explica que no se da una progresión por saltos en tereses y derechos correspondientes. (Véase en CAMPBELL, Tom D.: «’llie
el desarrollo de los menores, sino una evolución paulatina, lo que convierte en ar- rights of the minor: as person, as child, as juvenile, as future adult», cit., p. 1).

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la medida de lo posible, atender al nivel de desarrollo que en defensión de la que por ellos mismos no pueden salir, y si, no obs­
sus facultades cognitivas haya alcanzado cada niño. Siendo tante, resulta necesario garantizar que el niño reciba la protec­
conscientes de que en el proceso de evolución que se sigue du­ ción adecuada para que esa indefensión consustancial a su fase
rante todo el tiempo que dura la minoría de edad, la persona ha­ evolutiva no se traduzca en un perjuicio para él y para su for­
brá pasado de una inmadurez racional y falta de experiencia mación como persona, entonces, resulta absolutamente im­
casi absoluta, en la primera infancia, a una gran madurez ra­ prescindible encontrar unos terceros capaces de proporcionar
cional y experiencia, en la última adolescencia; y también de dicha protección. Y fue la familia la institución social en cuyo
que se habrá de atender a la seguridad jurídica que proporcio­ ámbito se estimó que habría de darse dicha protección y los pa­
na el establecimiento de límites de edad para la asunción de de­ dres —y hasta bien entrado el siglo XX, el padre— las personas
rechos y deberes. idóneas para ello.
De esta manera, la visión que en conjunto se puede predicar Siguiendo también en este punto el estudio realizado por
del niño es la de un ser indefenso, debido a sus intrínsecas de­ Philippe Ariés, se observa que la familia como institución so­
ficiencias e incapacidades físicas, morales e intelectuales; pero cial que marca un ámbito de intimidad particular, separado del
de un gran valor, debido a tres causas primordiales: las relacio­ ámbito público y social, tiene también un inicio moderno. Si,
nes de amor que se establecen entre él y el resto de los miem­ como veíamos, durante la Edad Media la vida de las personas
bros de la familia, las características que se les atribuyen y que se desarrollaba antes en los espacios públicos que en los priva­
son apreciadas por los adultos —como la inocencia, la espon­ dos 30, esto también significaba que la familia no existía, ni te­
taneidad o la sinceridad29— y su estimación como futuro adul­ nía pretensión de existir, como delimitador de espacios y rela­
to, que ha de satisfacer las esperanzas en él depositadas y res­ ciones particulares separadas del resto de la sociedad. Aunque,
ponder a los recursos en él invertidos. La consecuencia de toda quizás sea conveniente recordar que no se trata de negar la exis­
esta concepción se entiende que solo puede ser una: hay que tencia de la familia como hecho durante la Edad Media, sino que
proteger a la persona en esa etapa formativa y trascendental de lo que es nuevo es la nueva dimensión valorativa que adquiere
su vida que se desarrolla durante su minoría de edad. el núcleo familiar31. Sólo en el mundo moderno, y en una evo­
lución que también en este aspecto tiene un momento cumbre
en el siglo xvn, la vida familiar se fue desarrollando más en ám­
II. LAS RELACIONES ENTRE PADRES E HIJOS bitos íntimos. Aparece así la idea de aislar ese ámbito familiar
y privado del social y público, como dos mundos separados en­
1. La justificación de los poderes de los padres tre los que se establecen mutuos y necesarios vínculos, pero en­
tre los que también se pondrá una barrera casi infranqueable.
Las relaciones entre los padres y sus hijos van a estar deter­ El mundo familiar e íntimo estará fundamentado en vínculos de
minantemente caracterizadas por la idea de protección del niño.
Si los menores de edad se encuentran en una situación de in-
30 Véase así en ARIÉS, Philippe: El niño y la vida familiar en el Antiguo
Régimen, cit., pp. 450-451.
29 Estas características y su positiva valoración las podemos observar 31 Véase al respecto en ARIÉS, Philippe: El niño y la vida familiar en el An­
unidas, por ejemplo, en KANT, Immanuel: Antropología. En sentido pragmáti­ tiguo Régimen, cit., p. 480; también puede verse a este respecto en pp. 25, 466,
co, cit., pp. 16-17. 527-528 y 534-535.

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amor y solidaridad entre sus miembros, mientras que el mundo Y dentro de la familia, como se considera evidente, son los
exterior se considerará como un ámbito más hostil, donde la padres las únicas personas que se encuentran habilitadas para
competitividad entre los individuos puede ser muy fuerte32. De poder decidir con la suficiente sabiduría sobre todas aquellas de­
esta manera, resulta lógico pensar que si de lo que se trata es de cisiones que haya que tomar y afecten a la propia familia o a cual­
proteger a los niños no hay mejor sitio donde hacerlo que en el quiera de sus miembros. Más concretamente, como antes se­
seno de la familia; es en su interior donde el niño gozará del am­ ñalaba, será el padre el que, hasta fechas muy recientes, se
biente adecuado para desarrollar mejor todas sus facultades33. 34 considere más capacitado para realizar esa función de direc­
La coherencia de estas conclusiones, que Ariés subraya, con ción y control de la familia35. Es la tradicional concepción del
las que venimos señalando en el estudio del modelo proteccio­ padre como cabeza de familia y la madre cumpliendo funciones
nista resulta, como vemos, plena. Y así, se observa que con el de­ esenciales dentro del ámbito familiar pero, definitivamente, su­
sarrollo del mundo moderno pero, de manera significativa a balternas 36. En todo caso, lo que queda claro es que se entien-
partir del siglo xvn —el siglo de Locke—, vienen a coincidir en
nuestras sociedades una nueva concepción del niño, el desa­
rrollo de la nueva institución en que se convierte la familia mo­ que resulte un elemento importante para avanzar en el propuesto estudio de
derna, y una nueva forma de entender el trato debido a los ni­ los derechos de los niños. Pues también en este periodo de tiempo (como en
ños que denominamos proteccionismo24. el resto) existen distintas formas de organización familiar, así como la pervi-
vencia de prácticas que directamente afectan a los niños, como la de la crian­
za fuera del ámbito familiar, que seguía produciéndose con amplitud en Europa.
(En este sentido, puede verse un análisis de las distintas organizaciones fami­
32 Puede observarse claramente esta idea de confrontación entre el ám­ liares existentes —nuclear, troncal y conjunta— y de esa práctica en la que
bito familiar y el social en el momento crítico del siglo xvn en ARIÉS, Philippe: los niños —normalmente entre 15 y 19 años— vivían como criados en hoga­
El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, cit., pp. 496-497. res ajenos, en KERTZER, David I.: «Vivir en familia», en Kertzer, David, I. y Bar-
33 En este sentido resulta interesante la constatación por la profesora Pi- bagli, Marzio (comps.): La vida familiar desde la Revolución Francesa hasta la
contó de ese carácter formativo que la familia adquirió en los planteamientos Primera Guerra Mundial (1789-1913), cit., pp. 97-102, 109-112 y 112-124).
del movimiento filantrópico, ya en el siglo xvm: «al ser la restauración de la fa­ 35 No puede ser éste el lugar de hacer siquiera un esbozo, dada la com­
milia uno de los pilares sobre los que la filantropía hace descansar las políti­ plejidad y amplitud del tema, del cambio que ha supuesto la cada vez mayor
cas de protección y control social de la infancia, nos encontramos con una plu­ presencia de la mujer en la sociedad y en la familia asumiendo potestades tra­
ralidad de asociaciones filantrópicas que, a partir de finales del siglo xvm, van dicionalmente reservadas a los hombres. Sin embargo, sí es cierto que ese cam­
a asistir a las clases pobres desde una óptica familiarista. De esta forma, la fa­ bio ha sido radical, y quizás en la asunción de potestades paternales sea uno
milia deja de ser únicamente una institución jurídico-privada para asumir una de los ámbitos en que más claro resulta; siendo quizás un claro ejemplo de
función moral y política». Y que de la misma manera se sigue reconociendo en ello la tendencia que en los últimos años se ha dado en nuestras sociedades oc­
la Ley 21/1987, de 11 de noviembre, reguladora del acogimiento y adopción de cidentales de darle la patria potestad a la madre en los casos de separación
menores, en la que «El legislador al afirmar el principio de "reinserción fami­ matrimonial.
liar del niño” ha colocado a la institución familiar en el centro, considerando 36 Por poner un ejemplo significativo en el proteccionismo, podemos ob­
que es el espacio más adecuado social y políticamente para el crecimiento y de­ servar claramente esta idea en la siguiente conclusión de Kant, a la que se lle­
sarrollo de la personalidad del niño». (En PICONTÓ NOVALES, Teresa: La Pro­ ga tras una larga exposición sobre las relaciones entre hombres y mujeres, en
tección de la Infancia. (Aspectos sociales y jurídicos), col. Egido Universidad, Egi- la que también es fácil encontrar la influencia de Rousseau: «¿Quién debe te­
do, Zaragoza, 1996, pp. 30 y 143). ner la autoridad suprema de la casa? Pues sólo uno puede ser quien ordene to­
34 En todo caso, hay que recordar que en el texto principal sigo refirién­ dos los asuntos en concordancia con este su fin.—Yo diría en el lenguaje ga­
dome a lo que cabría considerar que constituye la principal forma de organi­ lante (pero no sin verdad): la mujer debe dominar y el hombre regir, pues la
zación familiar de nuestro ámbito cultural más estricto, y sólo en la medida en inclinación domina y el entendimiento rige». Y que se puede complementar

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de como necesario e inevitable que la dirección y el control del habrán de establecerse al dotar de contenido a esa dirección y
desarrollo y la formación de los niños se deje en manos de los control implícito en la protección del menor, y de la considera­
padres —incluyéndose a ambos según la función que histórica­ ción que se habrá de dar al menor en esa relación. De esta ma­
mente se les ha ido atribuyendo a cada cual— incluida, claro nera, hay que entender que junto a las razones ya señaladas,
está, la que se desarrolla fuera de la casa familiar37. Ellos serán otras sirven también como justificación para reconocer a los
los únicos capaces de conseguir darles toda la protección nece­ padres como los legítimos cuidadores y controladores de la vida
saria contra los posibles perjuicios que puedan provenir del ex­ de sus hijos durante su minoridad, procurándose con cada una
terior, así como el que por sus actos insensatos los propios ni­ de ellas dar una más adecuada respuesta a esas cuestiones prác­
ticas. En este sentido, aunque haya que constatar que esas res­
ños se pudiesen producir. Es decir, que habrá que considerar
puestas variarán según los planteamientos de los distintos au­
que son los padres los únicos capacitados, o al menos los que me­
tores proteccionistas, puede que la aproximación más aclaratoria
jor lo están, para poder decidir qué es lo que más le conviene a
sea, también aquí, mediante una exposición de lo que consti­
cada niño para su bienestar y su adecuada formación.
tuirían las posiciones «tradicionales» y las «renovadas». Posi­
Sin embargo, el desarrollo práctico de ese razonamiento ciones que, a grosso modo, se habrán de diferenciar porque en
plantea una serie de problemas ineludibles, como los que deri­ el análisis de las relaciones entre padres e hijos inclinan, con
varán, fundamentalmente, de la delimitación de los límites que su preocupación, la balanza hacia los primeros o hacia los se­
gundos, respectivamente.
Así, en los planteamientos que podemos considerar como
cuando señala, al exponer la existencia de una ley permisiva natural que per­
mite la adquisición dentro del llamado «régimen doméstico», que: «Siguiendo
más «tradicionales» se señala también al vínculo originado por
esta ley, la adquisición es triple según el objeto: el varón adquiere una mujer, el hecho de la reproducción como fuente de las obligaciones
la pareja adquiere hijos y la familia, criados.—Todo esto que puede adquirirse que los padres asumen respecto a sus hijos38,*así como lo es de
es a la vez inalienable y el derecho del poseedor de estos objetos es el más per­ legitimación del poder de los padres en la dirección y el control
sonal de todos». (En KANT, Immanuel: Antropología. En sentido pragmático, de la vida de sus hijos.
cit., pp. 261-262; y en KANT, Immanuel: La Metafísica de las Costumbres, es­
tudio preliminar de Adela Cortina Orts, traducción y notas de Adela Cortina Orts
Un punto de vista diferente, aunque relacionado, es el de
y Jesús Conill Sancho, col. Clásicos del Pensamiento, Tecnos, 2.a edición, Ma­ O'Neill. Esta autora considera que si el acto de la reproduc­
drid, 1994, p. 97). ción se señala como fuente de legitimación, lo es por que nor­
37 Es interesante, en este sentido, observar, en el análisis de Ariés, la fuer­ malmente se encuentra vinculado a un acto voluntario de
te vinculación que se desarrolla en el siglo XVII de esas ideas de protección de los padres de asunción de las responsabilidades parentales.
la infancia, dirección y control por los padres, nueva concepción de la familia
y escolarización de la infancia: «Los padres ya no se contentan con engendrar
hijos, con situar sólo a algunos de ellos, desinteresándose de los otros. La mo­
ral de la época les exige dar a todos sus hijos, y no sólo al mayor, e incluso a 38 Esta idea se puede apreciar claramente en la exposición que hace Kant
finales del siglo XVU a las hijas, una formación para la vida. Por supuesto, la sobre el derecho de los padres: «de la procreación en esta comunidad resulta
escuela es la encargada de esta preparación. (...) El desarrollo extraordinario el deber de conservar y cuidar su fruto', es decir, los hijos, como personas, tie­
de la escuela en el siglo xvn es una consecuencia del nuevo interés de los pa­ nen con ello a la vez un derecho originario e innato (no heredado) a ser cui­
dres por la educación de sus hijos. Las exhortaciones de los moralistas les ha­ dado por los padres, hasta que sean capaces de mantenerse por sí mismos; o
cen creer que están obligados a mandar a sus hijos a la escuela desde peque­ sea, inmediatamente por la ley (lege), es decir, sin que se precise para ello un
ños». (En ARIÉS, Philippe: El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, acto jurídico especial». (En KANT, Immanuel: La Metafísica de las Costumbres,
cit., p. 541). cit., pp. 101-102).

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

Pero el que dicho acto suela coincidir con la decisión de pro­ tivo40), la presunción cedería y los padres biológicos perderían
crear no quiere decir que éste sea el único medio, ni, por con­ esa titularidad de derechos y deberes. La cesión de esa titulari­
siguiente, su fundamento último, sino que ese fundamento, en dad puede ser voluntaria, y así los padres biológicos conferirle
realidad, descansa de manera habitual, aunque no tendría por a alguien el ejercicio de las funciones paternas41. De todas ma­
qué ser la única vía, en la decisión voluntaria de una persona neras, me interesa destacar la unión que necesariamente se con­
de asumir los deberes parentales, podiendo ser los padres u serva es entre funciones paternas y titularidad de derechos y de­
otras personas. Es así, del acto consciente de asumir los deberes beres correspondientes, y no entre éstos y los padres biológicos.
parentales, del que se considera que deriva la obligación de Y un paso más en la separación de la fundamentación en el
cumplir con dichos deberes, de todos los que implica el cuidado acto de la procreación, entre padres biológicos y derechos pater­
y la crianza de los niños, aunque no se asumiera cada uno en nales, dentro de posiciones que podemos considerar dentro del
concreto de forma consciente; así como es de ese acto que de­ proteccionismo «tradicional» —aunque en este punto muy cercano
riva la atribución de las potestades de dirección y control de los ya a las del proteccionismo «renovado»—, lo podemos encontrar
niños39. En todo caso, en este planteamiento, como se obser­ en la exposición de Blustein. Quién explícitamente señalará que
va, si bien es fuente de legitimación el hecho de la reproduc­ sería más conveniente hablar simplemente de los deberes de los
ción, es otra la causa que finalmente justifica las potestades que han de criar a los niños que de deberes de los padres; de­
paternas: el consentimiento. Por eso, en ese planteamiento se biéndose así de evitar la teoría de considerar el hecho biológico
supera la necesaria unión entre los padres biológicos y la ti­ como fundamento de los derechos de los padres. Blustein llega a
tularidad de los derechos y deberes característicos del que haya
esta conclusión al constatar que no existe ninguna base para vin­
de ejercer las funciones paternas. El hecho de la reproducción
cular necesariamente a los padres biológicos con los deberes de
da así una primacía de los padres biológicos a la titularidad de
quienes han de criar y cuidar a los niños; sino que esta vincula­
los derechos y deberes paternos, pero porque con ese hecho
ción se hace simplemente por prácticas sociales que tienen en
va unida la presunción del consentimiento. Sin embargo,
cuenta los intereses de las partes en cuestión. Quienes tienen esos
si fallase ese consentimiento (no sólo previo al acto reproduc-
deberes de cuidar al niño son quienes están en tal situación res­
pecto al niño que su ayuda resulta necesaria para no producir un
daño en el niño; que éstos sean los padres biológicos se debe más
39 Véase, en este sentido, O’NEILL, Onora: «Begetting, Bearing, and Rea-
ring», en O’Neill, Onora & Ruddick, William (eds.): Having Children: Philo- a que nada a prácticas sociales reconocidas42.
sophical and Legal Reflections On Parenthood, Oxford Universiy Press, New
York, 1979, cit., pp. 26-27. Planteamiento que expone al considerar O'Neill que
las personas han de tener garantizado ese «derecho a engendrar y dar a luz», 40 Así, reconoce O’Neill la posibilidad de no asumir los deberes parenta­
el «derecho a procrear», sólo en el caso en que exista la posibilidad de que los les cuando el acto de la reproducción no ha sido voluntario y sus consecuen­
padres, o bien personalmente o bien a través de un tercero dispuesto a ello, ten­ cias tampoco son asumidas voluntariamente, como es el caso de una violación
gan una sólida expectativa de poder darle al niño una crianza adecuada que le o el engaño de una de las partes. (Véase, en este sentido, O’NEILL, Onora: «Be­
permita al menos tener una vida adulta independiente en su sociedad. (Véase getting, Bearing, and Rearing», cit., p. 28).
así en O’NEILL, Onora: «Begetting, Bearing, and Rearing», cit., pp. 25 y 26; esta 41 Véase, en este sentido, O’NEILL, Onora: «Begetting, Bearing, and Rea-
última consideración de O'Neill recuerda a la que el propio Mili realizara en ring», cit., p. 29.
Sobre la libertad, según se puede observar en MILL, John Stuart: Sobre la libertad, 42 Véase así en BLUSTEIN, Jefffey: «Child Rearing and Family Interests»,
prólogo de Isaiah Berlín, trad. Pablo de Azcárate, col. El Libro de Bolsillo, en O'Neill, Onora & Ruddick, William (eds.): Having Children: Philosophical
Alianza Editorial, Madrid, 1984, pp. 193-194 y 197). and Legal Reflections On Parenthood, cit., pp. 116-117.

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

En todo caso, en todas estas visiones de las relaciones entre manera, las razones fundamentadoras de la legitimidad de los
padres e hijos, los niños tienen una consideración secundaria res­ poderes paternales en la dirección y el control de la vida de sus
pecto a los padres. La atención se centra en los padres, en sus hijos apuntan a la consideración de la idoneidad de aquéllos
decisiones y sus acciones; los niños, de esta manera, quedan para la adecuada protección del desarrollo vital de su progenie.
casi como meros receptores de esas decisiones de los adultos. Y esa consideración en favor de los padres como directores y
Conforme a estos puntos de partida, los desarrollos de estos controladores de la vida de sus hijos, actuará como presunción
planteamientos van a ir propiciando una mayor subordinación prima facie, pues sólo durará hasta que se constate que dichos
del niño a la voluntad de los adultos encargados de cumplir con adultos no ofrecen a los niños la protección esperada. De esta
las funciones paternas. El menor de edad, caracterizado prin­ manera, también en estos planteamientos «renovados» la unión
cipalmente por sus incapacidades y deficiencias, deberá de adop­ entre padres biológicos y potestades paternas se rompe, de­
tar un papel pasivo en la relación. Y así, finalmente, si bien teó­ biendo atribuirse esas potestades a aquél o aquéllos que mejor
ricamente habría de ser beneficiado por las decisiones que sus puedan desempeñar las adecuadas funciones de protección.
padres (o asimilados) tomen respecto a él, también es verdad que Desde ese punto de vista los niños adquieren un mayor pro­
la forma de garantizarle esos beneficios será confiando plena­ tagonismo en las relaciones con sus padres, pues es su adecua­
da protección a lo que siempre hay que atender para dar el ca­
mente en esas decisiones de los adultos capacitados, sin que sus
rácter definitorio a la relación. El niño es considerado como un
opiniones hayan de ser necesariamente consideradas43. *
ser en continua evolución y desarrollo de sus capacidades, y se
En los planteamientos más acordes con el proteccionismo
entiende que hay que respetar su voluntad en una medida acor­
«renovado» se cambia de prisma, desde el mismo punto de par­
de con su estado de evolución y desarrollo. Al niño, pues, hay
tida, para analizar las relaciones entre padres e hijos. Ahora la
que escucharle o, al menos, hay que esforzarse por saber cuál se­
atención se centra en los niños antes que en los adultos. De esta
ría realmente su voluntad en caso de que pudiese manifestarla
de manera conveniente, en la toma de decisiones que directa­
mente le afectan. De esta manera, no se entiende que los padres
43 Esta concepción queda bien definida en el siguiente pasaje de Picon-
tó, que expone al estudiar las características del modelo proteccionista del Es­ estén solos, dentro de la familia, a la hora de decidir cómo se ha
tado franquista: «Esta cruzada moral [en defensa del modelo «tradicional» de de dirigir y controlar la vida de los niños, sino que la idea que
familia] sitúa como eje central a la figura paterna, a la que otorga amplios po­ ha de primar es que los padres serán los encargados de tomar en
deres a través de la patria potestad, dejando a la mujer en un plano secunda­ última instancia las decisiones pertinentes, por estar legitima­
rio en el ejercicio de la misma. Al símbolo paterno se le dotó además, tanto den­ dos para ser los adultos que dirijan y controlen la vida de sus hi­
tro como fuera de la familia, del más alto grado de autoridad. La cual era
absoluta en los casos de padre, maestro y juez con respecto a los hijos, alum­
jos, pero que, en todo caso, en esa toma de decisiones han de
nos y "acusados" o "peligrosos". Todo ello envuelto de una aureola paternalis­ dar la relevancia pertinente a lo que los propios hijos quisiesen.
ta, basada en que los menores debían estar seguros de que sus mayores pen­
saban y decidían, en todo momento, teniendo presente “su interés". Se rechazaba
de plano cualquier tipo de relación patemo-filial que no estuviera sustentada 2. Distintos modelos reguladores de las relaciones
en la autoridad y buscara más un afecto en la línea del compañerismo o la
patemo-filiales
amistad. A este tipo de padres se les calificaba de débiles y se les imputaba ha­
ber incidido, en su caso, en la conducta indebida y delincuente de sus hijos».
(En PICONTÓ NOVALES, Teresa: La Protección de la Infancia. (Aspectos sociales A la vista de lo hasta aquí señalado, se constata que en todos
y jurídicos), cit., p. 63). los planteamientos proteccionistas se considera necesario el es-

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

tablecimiento de algunos límites al ejercicio del poder de los de asegurar el adecuado desarrollo del niño; pero sin establecer
padres en la dirección y el control de la vida de sus hijos. Lími­ un control externo del ejercicio de esos poderes de los padres.
tes que, si bien están fijados al determinar el contenido de la Éste sería un modelo más teórico que de posible viabilidad prác­
función paterna, que tenía su justificación en las razones que ser­ tica. Pues, si bien en el plano conceptual se puede distinguir en­
vían para legitimar esos poderes de dirección y control del pa­ tre una arbitrariedad total de los padres en el ejercicio de sus po­
dre, necesitan, a su vez, de la actuación de personas o institu­ deres y una arbitrariedad (sin control externo) de los padres en
ciones que tengan el encargo de fiscalizar si la actividad de los los medios elegidos para ejercitar esos poderes, pero no en el fin
padres respeta o no esos límites. Así, se ha señalado, funda­ para el que se han de ejercer (que sería el adecuado desarrollo
mentalmente, a los poderes públicos como los encargados de del niño); sin embargo, en la práctica, sin la posibilidad del con­
trol externo no habría posibilidad de garantizar más en un caso
realizar ese control del adecuado ejercicio de la función pater­
na. En el apartado correspondiente a los derechos del niño ana­ que en el otro que el ejercicio de las potestades paternas iría en­
lizaré como se estructuran jurídicamente esos límites. Aquí in­ caminado a ese fin predeterminado43. El control externo se hace,45
teresa destacar la definitiva superación de los planteamientos
imperantes durante lo que he denominado como la prehistoria
45 Una posición teórica de este tipo es la que defiende Ruddick al consi­
de los derechos de los niños44, y la posible estructuración de derar, respecto a los fines, que un padre ha de proveer al niño con lo que re­
cuatro modelos dentro de los planteamientos proteccionistas. Dos sulte necesario para que éste pueda en el futuro desarrollar y proteger su vida
casi teóricos y otros dos, que se pueden identificar con los plan­ de forma independiente; y respecto a los medios —y aquí prácticamente utili­
teamientos «tradicionales» y «renovados», que han tenido, y tie­ zo sus propias palabras— que los padres necesitan libertad para definir y or­
ganizar el cuidado de sus hijos. Ya que, entiende, que si ese cuidado del niño
nen, su plasmación en políticas reales. fuese dictado o supervisado por terceros eso supondría una carga que haría me­
nos satisfactorio el cuidado, lo que sufrirían los niños tanto como los padres.
Y, en cambio, si se dejase actuar a los padres libres de posibles intervenciones,
a) Arbitrariedad en los medios para la consecución de los fines entonces éstos tendrían más interés, y consiguientemente serían más respon­
sables por sus hijos, tratándoles con más consistencia (lo que, como sigue di­
ciendo Ruddick, supone un considerable beneficio según dicen actualmente los
Conforme a este primer modelo, estableciendo para ello que psicólogos infantiles). Así, utilizando la comparación de la paternidad como un
el ejercicio de las potestades paternales tiene el fin, obligatorio, «trabajo» (que también utiliza en otras ocasiones, pero que, en realidad, resulta
injustificada e incluso injustificable), termina Ruddick esta exposición señalando
que estas ideas suponen aplicar al «trabajo parental» lo que para él es una afir­
44 Aunque algunos autores señalan la supervivencia en la sociedad, in­ mación general: que una estrecha supervisión, legal o de otra forma, aliena al
cluso con la suficiente fuerza como para influir en la actividad de los poderes trabajador y afecta negativamente al trabajo. (Véase así en RUDDICK, William:
públicos, de planteamientos que serían propios de ese tiempo pretérito. Así, se­ «Parents and Life Prospects», en O'Neill, Onora & Ruddick, William (eds.): Ha-
ñalaría la profesora Picontó: «muchos de los problemas de la administración ving Children: Philosophical and Legal Reflections On Parenthood, cit., respec­
pueden estar relacionados con la actitud de la sociedad que considera que los to a los fines en p. 129 y, respecto a los medios, en pp. 127-128).
niños son casi como patrimonio de los padres, al incidir directamente en la Y una idea clara de lo que sería este modelo en la práctica nos la ofrece Mili
eficacia del sistema. Esto es así, porque sólo en situaciones muy extremas cuando critica la realidad de su época. Pues, aunque es claro que en la socie­
la administración declara el desamparo, dejando sin viabilidad otros supuestos dad inglesa del siglo XIX existían límites, no obstante, también existía, como Mili
que requieren algún tipo de intervención». (En PICONTÓ NOVALES, Teresa: indica, el intento de sustraer el casi absoluto poder de los padres al control del
«Política y Derecho en la aplicación de la nueva normativa aragonesa de Pro­ Estado; lo que vendría a significar, finalmente, una práctica que supondría in­
tección de Menores», en R.A.D.A.P., núm. 2, 1993, p. 340). cluso una subsistencia de planteamientos propios de tiempos anteriores al pro-

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pues, necesario. Y así existe, en mayor o menor medida, en los existe una instancia superior a los propios padres para ejercer
otros tres modelos que se señalan. el control de que se está respetando el contenido mínimo de de­
rechos y deberes, que el ejercicio de las potestades paternas se
está realizando de forma adecuada, dentro de los amplios már­
b) Discrecionalidad controlada genes de discrecionalidad marcados46. Pero, en todo caso, hay
que tener presente que esa amplia discrecionalidad de los padres
En el segundo modelo, a la previa determinación de los fi­ en el ejercicio de sus poderes, es, precisamente, uno de los prin­
nes vinculados al ejercicio de los poderes parentales, se añade cipales elementos que caracterizan este modelo; que encuentra
el establecimiento de un amplio margen de discrecionalidad en su justificación tanto en la indefensión e incapacidades con­
la elección y el ejercicio de los medios que se consideran ade­ sustanciales a los menores de edad cuanto en la idoneidad de los
cuados para ese fin. Esto implica dos consideraciones básicas padres en el ejercicio de esas potestades. Idoneidad que se debe
en la elaboración del modelo. La primera es que, al menos in­ no sólo a su condición de adultos responsables y capaces de la
directamente, mediante el reconocimiento de la necesidad de familia sino también, y de manera fundamental, a la amplia
excluir determinados medios como apropiados para el ejerci­ confianza que se tiene en el amor natural que se presupone que
cio de los poderes de los padres, se establece un contenido esen­ los padres sienten por su progenie. Como vimos en el primer
cial, articulado a través de derechos y deberes, que los padres han capítulo, la creencia en la fuerza de ese amor natural de los pa­
de respetar en el ejercicio de sus poderes. Y la segunda es que dres se hunde muy lejos en el tiempo, también señalé como lo

teccionismo. Así, señalará Mili: «En el caso de los niños es en el que la equi­ 46 Es en este sentido que Dingwall, Eekelaar y Murray señalan que si
vocada aplicación de las nociones de libertad constituye un verdadero obs­ bien el poder absoluto y primigenio que tuvo reconocido el padre respecto a
táculo al cumplimiento de sus deberes por el Estado. Casi se creería que los lu­ los otros miembros de la familia pudo ser controlado con el reconocimiento
jos de un hombre son literal, y no metafóricamente, parte de él mismo; hasta que se hizo de derechos a la madre y la posibilidad de acceder a los servicios
tal punto recela la opinión de la más pequeña intervención de la ley en la ab­ públicos en demanda de protección; sin embargo, dada la incapacidad y
soluta y exclusiva autoridad de los padres sobre sus hijos, más recelosa que de vulnerabilidad de los niños más pequeños, la única forma de contener el po­
cualquier otra intervención en su propia libertad de acción, que, hasta ese pun­ der parental es a través de una vigilancia externa del mismo. (Véase en este
to, la mayoría de la humanidad tiene en menos la libertad que el poder. Con­ sentido en DINGWALL, Robert; EEKELAAR, John y MURRAY, Topsy: The
siderad, por ejemplo, el caso de la educación. ¿No es casi un axioma evidente Protection of Children. State Intervention and Family Life, 2.a ed, Avebury, 1995,
por sí mismo que el Estado exija e imponga un cierto grado de educación a todo P- 216).
ser humano que nace ciudadano suyo? Sin embargo, ¿a quién no asusta reco­ También en Kant se aprecia bien esa amplia potestad del padre en con­
nocer y afirmar esta verdad? Difícilmente se encontrara quien niegue que uno junción con esos contenidos mínimos que en todo caso se han de respetar. Su
de los más sagrados deberes de los padres (como la ley y el uso lo han establecido planteamiento sirve, además, para resaltar tres importantes ideas del protec­
del padre), después de traer al mundo un nuevo ser humano, es darle una edu­ cionismo: que es el acto voluntario de los padres de la procreación el que les
cación que le capacite para cumplir sus obligaciones en la vida, tanto respec­ hace sujetos titulares de obligaciones para con sus hijos, que esas obligaciones
to de sí misma, como respecto de los demás. Pero mientras unánimemente se tienen su razón de ser en la indefensión del niño —por lo que cesarán en cuan­
declara que éste es el deber del padre, escasamente nadie, en este país, admi­ to se considere que el niño adquiere las capacidades suficientes—, y que es la
tirá que se le pueda obligar a su cumplimiento. En lugar de exigirle que haga libertad del niño —como derecho innato y como fin a conseguir— la que im­
todo el esfuerzo y sacrificio necesario a fin de asegurar la educación de su hijo, pone límites obligatorios a la acción de los padres, impidiendo tratarles como
se deja a su elección aceptarla o no, cuando se le ofrece gratis». (En MILL, simples propiedades. (Véase en KANT, Immanuel: La Metafísica de las Cos­
John Stuart: Sobre la libertad, cit., p. 193). tumbres, cit., pp. 102-105).

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aceptaba Locke, y ahora hay que constatar que también en el pro­ mo estatal, que caracteriza a ese modelo de estructura política,
teccionismo «tradicional» se sigue considerando que les sirve a afecta también al ámbito familiar. Los padres, así, tienen reco­
nocidos unos poderes de amplia discrecionalidad en el ejercicio
los padres de adecuada guía y límite natural para ejercitar sus
de las funciones que tienen encomendadas. De hecho, es inte­
potestades en beneficio de sus hijos (incluso en perjuicio suyo),
resante destacar como para los propios autores liberales se ha
de forma que se habría de considerar como un caso raro, casi
de diferenciar claramente entre la relación de poder que está
patológico, aquel ejercicio de la potestad paterna que perjudi­ legitimada y debe imperar en la esfera pública, para la que se
case tan seriamente al niño que hiciese necesaria la interven­ constituye un poder político limitado por las leyes, fiscalizado
ción estatal47. y con fuertes límites en los derechos y las libertades de los ciu­
Este modelo, que se enmarca dentro de las teorías protec­ dadanos, y la que está legitimada y debe imperar en la esfera pri­
cionistas «tradicionales», es más propio en su concreción prác­ vada, en la que el poder de los padres podía seguir gozando de
tica de las políticas que se desarrollan en el modelo político que la antigua discrecionalidad del poder despótico que ya se con­
podríamos identificar, a grandes rasgos, con el Estado liberal sidera injusto e inviable para las relaciones del ciudadano con
de Derecho48. La instancia de control superior a los padres se­ el poder político49.
rían los poderes públicos —el Estado—, pero el abstencionis­

49 Resulta muy esclarecedor, en este sentido, el siguiente pasaje de Kant


47 Todos estos planteamientos tienen un buen reflejo en la exposición _aunque hay que leerlo con dos precauciones: Kant lo expone como crítica al
que Betham hace de las relaciones de derechos y obligaciones que han de exis­ Estado despótico que actuaría en contra de la libertad de los hombres (adul­
tir en el ámbito doméstico. Así, podemos apreciar la amplia potestad de los tos) y, pese a lo que pueda parecer en una rápida lectura, Kant no defiende, no
poderes paternos si consideramos que vendría a ser, conforme a lo que señala puede defender como después se verá, un trato despótico con los niños que
el autor inglés, un compuesto de las características que definirían al tutor con les anule su libertad—. «Un gobierno que se constituyera sobre el principio de
el pupilo y al señor con el siervo. Reconociendo a los padres amplias potesta­ la benevolencia para con el pueblo, al modo de un padre para con sus hijos, esto
des, aunque con límites, que encontraban su justificación en las distintas cau­ es, un gobierno paternalista (imperium patemale), en el que los súbditos —como
sas señaladas en el texto principal como justificatorias de esos poderes pater­ niños menores de edad, incapaces de distinguir lo que les es verdaderamente
nales: la indefensión e incapacidades e del menor, el amor natural de los padres beneficioso o perjudicial— se ven obligados a comportarse de manera mera­
por sus hijos como guía y límite idóneo para su ejercicio, así como la consi­ mente pasiva, aguardando sin más del juicio del jefe de Estado cómo deban ser
deración de que, en todo caso, habrá que poner unos límites legales al ejerci­ felices y esperando simplemente de su bondad que éste también quiera que lo
cio de esas potestades a fin de preservar unos derechos del menor, (Véanse sean, un gobierno así es el mayor despotismo imaginable (se trata de una cons­
unos pasajes muy significativos a este respecto en BENTHAM, Jeremy: Trata­ titución que suprime toda libertad a los súbditos, los cuales no tienen enton­
dos de legislación civil y penal, cit., pp. 202-204 y 398-399). ces absolutamente ningún derecho)». (En KANT, Immanuel: «En torno al tó­
48 Aunque es claro que existe una amplia discusión doctrinal sobre los ele­ pico: "Tal vez eso sea correcto en teoría, pero no sirve para la práctica"», citado
mentos que han de caracterizar los distintos modelos de Estado de Derecho, aquí por Kant, Immanuel: Teoría y Práctica, estudio preliminar de Roberto Ro­
sobre los tipos que se pueden distinguir y sobre las características de cada tipo, dríguez Aramayo, traducción de Juan Miguel Palacios, M. Francisco Pérez Ló­
en lo que sigue en el texto principal me referiré, simplemente, a algunas de las pez y Roberto Rodríguez Aramayo, col. «Clásicos del Pensamiento», núm. 24,
características más relevantes que se pueden predicar de los Estados liberal, 2.a ed., tecnos, Madrid, 1993, pp. 27-28).
social y democrático de Derecho, tal cual los definiera el profesor Elias Díaz Y en el mismo sentido queda claro en algunos pasajes de Mili. Así, cuando
en DIAZ, Elias: Estado de Derecho y sociedad democrática, cit. (Puede verse un tras la exclusión de los niños de su principio de libertad, explica que ha de ex­
profundo análisis sobre una amplia distinción entre diferentes modelos de Es­ cluirse también a los ciudadanos de los «estados atrasados de la sociedad en los
tado de Derecho, en DE ASÍS ROIG, Rafael: Una aproximación a los modelos que la misma raza puede ser considerada como en su minoría de edad», a los que
de Estado de Derecho, Dykinson, Madrid, 1999). sí conviene un gobierno despótico, por lo que cabría deducir que también un

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No obstante, también es necesario destacar que por muy am­ confianza es infundada terminará por revocarse. La tendencia
plio que se considere ese poder paternal, se establece claramen­ es, pues, a hacer lo posible por mantener esa relación de poder
te la existencia de límites al mismo50. Y cuando, a través de ma­ que los padres ejercitan sobre sus hijos5Z. La intervención de
nifestaciones que sobrepasan el ámbito familiar, sea patente que
en su seno no se está ejerciendo el poder paren tal dentro de los
límites fijados, el Estado podrá empezar a ejercitar sus funciones 52 Son muy claros en este sentido el planteamiento de Goldstein, Freud y
de control hasta sus últimas consecuencias. Es decir, cuando los Solnit, al abogar por una mínima intervención estatal en las relaciones familiares.
Su justificación, señalan, se encuentra en el interés del niño, e intentan mostrar
efectos que trasciendan a la familia denoten que en su interior no como es precisamente ese «interés superior del niño» el que exige que los pa­
se está consiguiendo la adecuada protección que es exigida para dres (y, en casos graves en los que no exista otra posibilidad que quitarles la
que los niños puedan conseguir su adecuado desarrollo vital, en­ patria potestad, otras personas que puedan ejercer adecuadamente como padres),
tonces los poderes públicos podrán intervenir en la familia para tengan libertad en la crianza de sus hijos. Además, como correlativo a estas ideas,
se aprecia que es su concepción del niño la que justifica esta mínima interven­
determinar hasta qué punto se está ejercitando adecuadamente ción de los poderes públicos, pues para estos autores la continuidad en la crian­
las potestades paternas. Y, en su caso, si su ejercicio fuese tan im­ za es necesaria para el buen desarrollo de la personalidad del niño.
propio que hiciese imposible confiar más en que los padres fue­ Estas ideas son una constante a lo largo de sus tres libros. Así, si en el pri­
sen a ejercer en el futuro adecuadamente esas potestades, se les mero señalan que sus «preferencias» son tanto que la ley dé una considera­
ción primordial a la satisfacción de las necesidades de los niños (lo que vinculan
privaría de los derechos y deberes que conllevan y se buscaría la al interés de la propia sociedad, y entre las que destacan el que se les garanti­
persona o instituciones apropiadas a quien poder asignárselas, ce un persona que sea capaz de actuar adecuadamente como padre), cuanto
para que éstas pudiesen ejercitarlas adecuadamente51. * * que se les garantice a los padres su derecho a criar a sus hijos como crean
Como se ve, en este modelo la confianza en los padres es oportuno, libre de las interferencias del Estado, salvo en casos de negligencia
o abandono (lo cual justifican también en el propio beneficio del niño, en su
muy fuerte y sólo tras importantes demostraciones de que esa
necesidad de que exista una continuidad en su crianza). En el segundo, se­
ñalarán explícitamente que es la política de mínima intervención estatal la
que resulta acorde tanto, en su opinión como ciudadanos, con el adecuado res­
tipo de gobierno semejante podría ser conveniente para los niños; o cuando al peto a la libertad y la dignidad humana, cuanto, en su opinión como profe­
argumentar sobre la conveniencia o no de venta de bebidas alcohólicas en lu­ sionales, con la forma de conseguir el adecuado desarrollo del niño. Y en su
gares públicos, señala que las limitaciones en su venta sería propio de un go­ ■ á tercer libro, señalarán que en el caso de que la intervención fuese necesaria y
bierno despótico o «paternalista», que atentaría contra la libertad de las clases el hijo apartado de sus padres, los profesionales que interviniesen en el pro­
trabajadoras por que se les estaría tratando como «niños o salvajes». (Véanse ceso (médicos, abogados, trabajadores sociales, etc.) deben de tener en cuen­
estos pasajes en MILL, John Stuart: Sobre la libertad, cit., pp. 66 y 189). ta que su función no es en ningún caso suplir a los padres, y que el objetivo
50 Es significativo, en este sentido, que incluso Mili reconozca como ex­ último del proceso que se sigue debe ser el que el niño tenga otras personas
cepción a su principio de dejar que la persona actúe en libertad en aquellos asun­ (o, en su caso, las mismas) que puedan actuar como padres, libres (en la me­
tos que sólo a él afectan, el perjuicio que un padre puede ocasionarse así mis­ dida en que lo eran los primeros padres) de futuras intervenciones estatales.
mo, porque con ello no sólo se perjudica a sí mismo sino que también incumple (Véase así en GOLDSTEIN, Joseph; FREUD, Anna y SOLNIT, Albert, J.: Beyond
las obligaciones a las que está sujeto respecto a su mujer e hijos. (Véase en the best interests of the child, The Free Press, New York, 1979, p. 7; en GOLDS­
MILL, John Stuart: Sobre la libertad, cit., pp. 161-162 y 184). TEIN, Joseph; FREUD, Anna y SOLNIT, Albert, J.: Before the best interests of
Picontó señala dos causas en el origen del intervencionismo estatal, la the child, The Free Press, New York, 1979, p. 12; y en GOLDSTEIN, Joseph;
protección del menor contra los actos de los padres, pero también, e incluso FREUD, Anna y SOLNIT, Albert, J.: In the best interests of the child, The Free
como causa primera, la propia decisión de los padres de demandar ayuda para Press, New York, 1986, pp. 4-5).
disciplinar a sus hijos. (Véase al respecto en PICONTÓ NOVALES, Teresa: La Este planteamiento es criticado por Freeman, encuadrándolo, precisa­
Protección de la Infancia. (Aspectos sociales y jurídicos), cit., pp. 39-40). mente, dentro de las argumentaciones que resaltan que es la confianza en el

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

los poderes públicos sólo se admite a posteriori del daño causa­ Los problemas que plantea este modelo resultan, precisa­
do; e incluso las vulneraciones de los límites del poder pater­ mente, de esa confianza casi ilimitada en la correcta actuación
nal, si no son de considerable gravedad, no provocarán el final de los padres. Las desastrosas consecuencias que en otros ám­
de la relación. A este respecto, es interesante hacer notar que, bitos de las relaciones sociales se han derivado de la argumen­
en todo caso, existen diferentes factores que podrán influir en tación justificadora del abstencionismo estatal (según la cual, la
esa pérdida de confianza por los poderes públicos. Así, confor­ mejor forma de garantizar la buena marcha de las relaciones
me a las conclusiones que apunta la profesora Picontó al ana­ sociales es dejando que los agentes sociales actúen en libertad),
lizar el modelo proteccionista existente en la España franquis­ se repiten, incluso en mayor grado, en el ámbito familiar. Pare­
ta, se puede entender que la posible intervención de los poderes ce hoy día indiscutible que las «libres» relaciones entre agentes
públicos se realizará más fácilmente en aquellas familias que sociales que se encuentran en distintas posiciones sociales y
más se ajusten a los factores de riesgo social que el poder esta­ económicas no pueden seguir siendo consideradas como «li­
tal considere en cada momento, entre los que la clase social y las bres», pues lo que se consigue, en la realidad, es perpetuar y
condiciones económicas históricamente han venido a signifi­ acrecentar las situaciones de desventaja o ventaja de las que
car un factor importante53. partían. En las relaciones familiares resulta todavía más pal­
Por último, habría que señalar que, como se observa, el mo­ mario que el reconocimiento a los padres de un amplio poder
delo de discrecionalidad controlada que aquí se estudia tam­ susceptible de ser ejercitado discrecionalmente sobre sus hijos,
bién es consecuente con los planteamientos que no dan sufi­ hace que las posibilidades de realizar un mal uso de ese poder
ciente relevancia o que, incluso, se acercan con un cierto sean mayores y de gran trascendencia54. *Y esto habría de ser
descreimiento, a las opiniones de los niños.
54 La forma en que se solucionó el caso histórico del maltrato físico de
Mary Ellen muestra claramente las desastrosas consecuencias de un insufi­
amor, el cuidado y el altruismo, fundamentalmente de los padres, los que pri­ ciente control sobre el poder de los padres, así como que el mismo existía de
man en las relaciones con los niños, de forma tal que lo que se hace es evitar forma amplísima todavía a finales del siglo XIX (y aunque supuso un fuerte
tener que pensar esas relaciones en términos también de respeto por los de­ aldabonazo sobre la situación existente, que conllevó que se produjesen cier­
rechos de los niños. Con esos argumentos —como los de Goldstein, Freud y tos cambios, éstos no fueron suficientes por producirse todavía en el mar­
Solnit—, se justifica, para Freeman, una actitud de «dejar hacer» («laisser-fai- co del modelo del proteccionismo «tradicional»). Según nos narran Kadus-
re») respecto a la familia, una política de mínima intervención que Freeman hin y Martin: «los organismos encargados específicamente del maltrato físico
criticará al señalar la incompatibilidad de crear ese espacio privado, libre en se remontan al dramático caso de Mary Ellen en 1875. La niña fue cruel­
una gran medida de la intervención pública, y la protección que se ha de ga­ mente golpeada y abandonada por una pareja con la que había vivido des­
rantizar a los niños en el respeto debido a su humanidad y dignidad, que sólo de pequeña. Al parecer no había ninguna disposición legal adecuada para pro­
se puede conseguir con el efectivo respeto a sus derechos. (Véase la crítica de tegerla. Los líderes de la comunidad, preocupados por la situación, se
Freeman en FREEMAN, Michael D.A.: «Taking children’s riglits more se- dirigieron a la Sociedad para Evitar la Crueldad contra los Animales. Esta
riously», cit., pp. 55-56. También se puede ver otra crítica de este autor a los organización llevó a Mary Ellen a la corte como «animal» que había sido
planteamientos de Goldstein, Freud y Solnit, abogando Freeman por la nece­ maltratado. Como la ley protegía del maltrato a los animales, la demanda fue
sidad de que la intervención también deba proteger la autonomía del niño, en admitida, se le dio protección a Mary Ellen y sus cuidadores fueron envia­
FREEMAN, Michael, D. A.: «The family and 1984», en Childright, núm. 5, dos a la prisión. Como consecuencia de este caso se creó una Sociedad para
1984, pp. 19-20). Evitar la Crueldad contra los Niños». (En KADUSHIN, Alfred y MARTIN,
53 Véase al respecto en PICONTÓ NOVALES, Teresa: La Protección de la Judith A.: El niño maltratado [una interacción], col. el viento cambia, Edi­
Infancia. (Aspectos sociales y jurídicos), cit., pp. 65-66 y 70. torial Extemporáneos, México, 1985, pp. 12-13).

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aún más claro para los defensores de los planteamientos pro­ a los padres sobre el correcto uso por éstos de los poderes que
teccionistas, pues explícitamente parten de la situación de in­ les son reconocidos. Este modelo, que se enmarca dentro de las
defensión que necesariamente significan las incapacidades con­ teorías proteccionistas «renovadas», es más propio de las polí­
sustanciales a la minoría de edad. ticas que se desarrollan en el modelo político que conocemos
Si el control externo resulta necesario, una vez superada la como Estado social de Derecho56.
idea de que se puede confiar casi exclusivamente en que el amor Lo anterior no quiere decir que haya una conexión esencial
natural que los padres sienten por sus hijos les impelerá a actuar entre este tercer modelo y las estructuras jurídico-políticas que
siempre en la consecución de su mayor beneficio55, un inter­ nos sirven para identificar un Estado social de Derecho, de la mis­
vencionismo escaso y a posteñoñ —que trae causa en esos prin­ ma manera que el anterior modelo no compartía vínculos de
cipios políticos del menor intervencionismo posible de los po­ esencialidad con el histórico Estado liberal de Derecho. E igual­
deres públicos en los ámbitos privados— se muestra como
mente, dejando siempre fuera cualquier pretensión de conexión
claramente insatisfactorio. Pues, en la práctica, significará de­
esencial entre conceptos tan amplios, se puede apreciar una
jar la vida de los niños a la discreción de sus padres, y confiar
correspondencia de cada uno de esos dos modelos teórico-prác-
en que éstos harán un buen uso de ese poder, porque la inter­ ticos que aquí señalo con los planteamientos jurídico-políticos
vención de los poderes públicos sólo habrá de llegar cuando un
propios del liberalismo y del socialismo, que están en el tras­
daño grave, y probablemente irreparable, se le haya producido
al niño. fondo ideológico del origen histórico de esos modelos de Esta­
do de Derecho. Es, en este sentido, revelador el trabajo de Ding-
vvall, Eekelaar y Murray The Protection of Children 57; pues si
c) Potestad controlada bien su objetivo concreto era el estudio de las actuaciones de
las instituciones inglesas, fundamentalmente las médicas y los
El tercer modelo se caracterizaría por una reducción de la agentes sociales, ante casos de maltrato infantil, la profundidad
discrecionalidad de los padres en el ejercicio de sus poderes. O, con que se realiza el estudio permite obtener conclusiones más
dicho de otra forma, por una profundización en los dos aspec­ amplias. Y así, con respecto a lo que aquí más interesa destacar,
tos antes resaltados, tanto en los contenidos que han de respe­ permite observar como en la Inglaterra de nuestros días —y, en
tarse en la determinación de los fines y en el ejercicio de los me­ cierta manera, también en los Estados Unidos de Norteaméri­
dios para su consecución —lo que se concreta en una reducción ca—, al ser sociedades donde el Estado social de Derecho no ha
de los poderes paternales y de la discrecionalidad en su ejerci­
cio—, cuanto en el control ejercido por la instancia superior
56 Esta vinculación de esas características, de una reducción de los poderes
paternales y de un aumento del control ejercido por instancias superiores, con
el modelo político del Estado social de Derecho, se puede apreciar en PICONTÓ
Los datos que nos ofrecen las estadísticas sobre la frecuencia de ma­ NOVALES, Teresa: La Protección de la Infancia. (Aspectos sociales y jurídicos),
los tratos de padres a hijos, o que señalan que es en el ámbito familiar donde cit., p. 77; y en el mismo sentido, respecto a un análisis de las políticas socia­
mayor número de abusos sexuales y violaciones se producen, nos impiden les preventivas, en BERNUZ BENEITEZ, María José: De la Protección de la In­
mantener por más tiempo esa confianza casi absoluta en el «amor natural» de fancia a la Prevención de la Delincuencia, col. «El Justicia de Aragón», El Jus­
los padres por su progenie. En todo caso, volveremos sobre este tema en el es­ ticia de Aragón, Zaragoza, 1999, pp. 116-117.
tudio délos planteamientos liberacionistas, en los que se pondrá el acento en 57 El trabajo culminó con su primera publicación en 1983, pero la edición
la necesidad de superar ese presupuesto proteccionista. que aquí manejo es una segunda edición, revisada, de 1995.

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llegado a implantarse con gran fuerza y donde continúan vi­ Con el primero de los pilares antes señalados, lo que se quie­
gentes esquemas propios del liberalismo (los autores, de hecho, re resaltar es la extendida creencia (que tiene más sentido en
hablan de una sociedad y un Estado «liberales»), existe, en la sociedades multiculturales como, en buena medida, son la in­
práctica, un modelo intermedio entre los dos que aquí señalo. glesa y la norteamericana) de que el respeto a las otras culturas
En este sentido, si bien se permite y en ocasiones se actúa con­ pasa también por no juzgar negativamente sus comportamien­
forme al modelo intervencionista propio del tercer modelo, la tos familiares y aceptar, dentro de un margen muy amplio, la for­
práctica normal de las actuaciones institucionales, y de la vida ma en que en cada cultura los padres tratan a sus hijos —aun­
cotidiana, se desarrolla más conforme al modelo abstencionis­ que las mismas actitudes no se admitirían conforme a los
ta propio de los planteamientos liberales. criterios de la propia cultura mayoritaria—, pues aquellos com­
La figura principal expuesta por estos autores, y conforme portamientos se encontrarían «justificados» en la medida en
a la cual se puede entender ese funcionamiento propio del mo­ que se consideran hasta cierto punto inevitables conforme al
delo liberal aunque con aperturas al tercero de los modelos aquí sistema cultural de referencia en que se desarrolla la persona­
señalados, de intervencionismo más fuerte, es la de «la regla del lidad de esas personas59. Lo que se ha de entender por el amor
optimismo» (the rule of optimism)5S. Conforme a esta «regla», natural de los padres por sus hijos ya ha sido apuntado con an­
se pretende explicar cómo funcionan los servicios sociales, es­ terioridad, es una creencia que como sabemos tiene hondas
pecialmente los de «primer grado» o de contacto más directo raíces culturales, y resulta de gran interés observar la contun­
con los problemas sociales, de manera que se parte del fuerte dencia con que los autores se manifiestan al respecto. Así, señalan
prejuicio de mantener la confianza en las actuaciones de los pa­ que es tal la confianza en ese amor natural e inmutable que se
dres en relación con sus hijos, sólo tras graves incidentes cede­ estima que sólo debido a una aberración, que transforma a los
rá esta presunción y se intervendrá de forma coactiva en la fa­ padres en auténticos «monstruos» que pierden parte de su hu­
milia y en las potestades de los padres sobre sus hijos. Esta «regla» manidad, se puede entender que dicho amor natural falle. Por
descansa, principalmente, en dos creencias fuertemente arrai­ eso, resulta lógico que sea muy difícil que dicha presunción
gadas en los servicios sociales: el «relativismo cultural» y el ya se­ ceda60, y que, así, se necesite de muchas y graves pruebas, que
ñalado «amor natural» de los padres hacia sus hijos. Y aunque no dejen prácticamente duda al respecto, para que se conside­
se puede considerar generalizable en la práctica —como resaltan
los autores—, fundamentalmente la hacen funcionar esos agen­
tes sociales de «primer grado», y funciona con mayor efectividad 59 Esta interpretación de cómo el «relativismo cultural» funciona como
una «justificación», en el sentido que los autores le dan a este término, pue­
para las clases medias-altas, en cuyas familias, por consiguien­
de verse expresamente en DINGWALL, Robcrt; EEKELAAR, John y MU­
te, resulta más difícil que se produzca la intervención coactiva de RRAY, Topsy: The Protection of Children. State lntervention and Family Life,
los servicios sociales que en las familias de las clases bajas. cit., p. 82.
60 A este respecto, señalan los autores como ese «amor natural» viene a
funcionar como una «excusa», en el sentido que le dan a este término, que
58 Al estudio de The Rule of Optimism está dedicado el capítulo 4; y en él hace que en aspectos, como éste, relacionados con la «naturaleza» de las co­
se pueden observar principalmente las ideas que a continuación señalo sobre sas se considere que el autor no termina de ser responsable de sus actos. Esta
esta «regla del optimismo». Puede verse este capítulo en DINGWALL, Robcrt; concepción de la «excusa» puede verse expresamente en DINGWALL, Robcrt;
EEKELAAR, John y Murray, Topsy: The Protection of Children. State Interven- EEKELAAR, John y MURRAY, Topsy: The Protection of Children. State Inter-
tion and Family Life, cit., pp. 79-102. vention and Family Life, cit., p. 86.

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re que los padres realmente están maltratando a su progenie61. cen de ellas, entonces los agentes sociales se sienten «presiona­
De esta manera, es fácil comprender cómo funciona el absten­ dos» para dar una solución definitiva al problema, por lo que se
cionismo propio del modelo que antes exponía, los padres ac­ considera más justificada la intervención coactiva63.
tuarán con enorme libertad en la privacidad de sus familias, go­ Este análisis, por una parte, nos puede hacer ver cómo cier­
zando de una fortísima presunción del buen uso de sus tas estructuras sociales y culturales con gran arraigo y favore­
potestades, que sólo tras graves y continuos ataques puede ter­ cedoras del absentismo estatal y la permisividad en el uso que
minar cediendo. los padres hagan de sus potestades en el ámbito familiar, pue­
Sin embargo, exponen también estos autores dos posibles den seguir funcionando en nuestras sociedades; pero, también,
circunstancias que hacen que ceda el citado «optimismo», y, así, que existe la posibilidad jurídica, y en cierta medida la puesta
la intervención, permitida por las leyes, termine por hacerse en práctica de la misma, de intervenir coactivamente en las re­
efectiva, de manera que se afecte al poder parental. La prime­ laciones familiares con el control y, en su caso, modificación, ce­
ra, que es señalada como «retirada de la conformidad paren- sión o extinción de las potestades parentales. Y, por otra, así
tai», supone que en el caso en que los padres dejan de colabo­ mismo nos muestra cómo esas estructuras favorecedoras del
rar con las instituciones sociales entonces cede la confianza en absentismo estatal lo que finalmente permite es una situación
ellos y se produce la intervención coactivamente. Esta actua­ en la que muchos de los maltratos que sufren los niños perma­
ción responde al planteamiento de que si los padres se niegan necen ocultos en la privacidad de la familia, produciéndose
a colaborar con las instituciones sociales entonces es posible como resultado de un injustificado «optimismo» una auténtica
creer que están ocultando algo, por lo queda justificada la in­ situación de dejación en la efectiva protección de los niños. Por
tervención62. La segunda, es señalada como un «fallo en la con­ ello, es consecuente que los autores explícitamente apuntasen a
tención de los agentes», supone que en el caso de que las actua­ un cambio de mentalidad y estructuras que permitiese un ma­
ciones de los servicios sociales de «primer grado» se viesen yor control por los servicios sociales del uso por los padres de
sobrepasados, o bien por que los padres, u otras personas, llevasen los poderes parentales que tengan reconocidos, con una más
sus actuaciones a otras instancias o bien por que los propios rápida y efectiva intervención ante el menor indicio de que se es­
agentes sociales se viesen sobrepasados por las circunstancias y tuviese produciendo un abuso en el ejercicio de esos poderes
ellos mismos llevasen las actuaciones a otras instancias, enton­ parentales64. Es decir, se estaría demandando, en realidad, un
ces cedería la relación de confianza entre los agentes y los padres
y se produciría la intervención coactiva. Esta actuación respon­
de al planteamiento de que al hacerse públicas las acciones de los 63 También puede verse, dentro de lo que los autores denominan «the li­
beral compromise», un buen resumen de lo que se quiere decir con «the rule
agentes sociales o aumentar el número de instancias que cono-
of optimism», con esas dos concepciones que le sirven de fundamento: el «re­
lativismo cultural» y el «amor natural» de los padres, así como de las dos cir­
cunstancias que hacen que ceda ese «optimismo»: la «retirada de la confor­
61 Véase así en DINGWALL, Robert; EEKELAAR, John y MURRAY, Topsy: midad parental» y el «fallo en la contención de los agentes», en DINGWALL,
The Protection of Children. State Intervention and Family Life, cit., p. 73. Robert; EEKELAAR, John y MURRAY, Topsy: The Protection of Children. Sta­
62 Sin embargo, si los padres colaborasen siempre que se les requiriese te Intervention and Family Life, cit., pp. 218-219.
con los agentes sociales, según señalan estos autores los niveles de aceptación 64 Puede verse claramente el contraste entre la realidad permisiva con
de actuaciones de los padres, incluidos abusos en sus potestades parentales, se­ las actuaciones parentales y el apunte de los autores a favor de un cambio ha­
rían muy elevados antes de que se produjese la intervención coactiva. cia un mayor intervencionismo en DINGWALL, Robert; EEKELAAR, John y

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paso al modelo aquí denominado como de potestad controlada, Por su parte, los poderes públicos, más intervencionistas
en el que sea compatible la privacidad de la familia con la vigi­ conforme al modelo político del Estado social, vienen a ejer­
lancia y el control sobre la crianza de los niños63. * 65 cer en este modelo un control más estricto del adecuado cum­
En este tercer modelo sobre las relaciones entre padres e hi­ plimiento de los poderes paternos68. En este sentido, las ma­
jos, al centrarse la atención en los niños, conforme a los plan­ nifestaciones externas que se han de dar del incumplimiento
teamientos del proteccionismo «renovado», los padres ven mer­ por los padres de sus deberes es mucho menor. La fundada sos­
mada, en gran medida, su capacidad de discreción en el ejercicio pecha de que el niño se encuentra en una situación de despro­
de sus poderes. En primer lugar, porque se amplían los fines tección será causa suficiente para que los poderes públicos in­
que se han de conseguir para el niño con esa protección. Ya no tervengan y lleven a cabo un control sobre la realidad de la
será sólo un adecuado desarrollo, sino que se articulan una se­ situación familiar. De esta manera, los motivos para la inter­
rie de derechos y deberes de inexcusable cumplimiento, que se vención son menores que en el anterior modelo —tanto en las
convierten en constructores de un esquema de desarrollo más causas últimas (incorporándose acciones u omisiones de me­
determinado y exigente —de tal manera que incluso se consi­ nor entidad, como situaciones de desamparo, maltrato psico­
derará a los padres como los responsables de la propia conducta lógico, etc.), cuanto en las causas más externas (legitimándose
desriada de sus hijos durante su minoridad—66. Y, a su vez, por­ la actuación al percibirse algún síntoma de que la relación pa­
que esos mismos derechos y deberes se configuran en límites más terno filial puede constituir una situación de riesgo para el me­
fuertes en el posible ejercicio de los poderes paternos67. nor)—, y los medios de conocimiento mayores, articulándose
medidas como la denuncia obligatoria del personal sanitario
ante cualquier indicio de maltrato, la denuncia de vecinos ante
¡V1URRAY, Topsy: The Proíection of Children. State ¡ntervention and Family Life,
indicios de abandono, etc.
cit., p. 207.
65 Puede verse así, por ejemplo, claramente en DINGWALL, Robert; Aunque la práctica de la actuación de los poderes públicos no
EEKELAAR, John y MURRAY, Topsy: The Protection of Children. State Inter- sea del todo coherente. Pues, por una parte, hay que tener en
vention and Family Life, cit., p. 231. cuenta que la perrivencia de las antiguas concepciones sobre las
66 Este cambio de consideración en el nivel de exigencia —y de respon­ relaciones patemo-filiales, persistentes al cambio como todas
sabilidad— a que se ven sometidos los padres lo podemos apreciar en PICONTÓ
NOVALES, Teresa: La Protección de la Infancia. (Aspectos sociales y jurídicos), aquellas concepciones que afectan a los ámbitos más íntimos de
cit., pp. 227 y 282. las personas, supone que en la práctica haya que matizar tam-
67 Estas características centrales de la nueva forma de entender las rela­
ciones patemo-fíliales las encontramos presentes, como no podía ser de otra
manera, en la legislación que sobre los niños se ha producido en las últimas dé­ lección de los derechos del niño». (En HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio,
cadas; en este sentido, y aunque vinculándolo con su propia concepción de los L.: «Niños y víctimas», en Anuario de Psicología Jurídica, vol. 7, Colegio Oficial
derechos, señala el profesor Hierro: «Todo ello ha supuesto una desprivatiza­ de Psicólogos, Madrid, 1997, p. 88).
ción de la situación del niño cuya nutrición, cuidado y educación dejan de ser 68 En este sentido, señala Calvo García: «el nuevo sistema de protección
tareas pertenecientes al ámbito privado de la relación familiar para convertir­ de los derechos y el bienestar social del menor supone la «legalización» o «co­
se en tareas que corresponden al ámbito de la política (es decir, de la compe­ lonización» de las relaciones familiares por el estado mediante su regulación
tencia pública), y que la familia desempeña por así decirlo por delegación o re­ jurídica con el fin de asegurar coercitivamente la protección del menor y sus
conocimiento de la comunidad, pero cuya satisfacción es obligatoria y, cuando derechos». (En CALVO GARCÍA, Manuel: «La protección del menor y sus de­
no se cumplen adecuadamente, no sólo permiten sino que obligan a la inter­ rechos», en Derechos y Libertades, núm. 2, Universidad Carlos III de Madrid,
vención autoritaria de la comunidad en razón, precisamente de la necesaria pro- Octubre 1993-Marzo 1994, p. 184).

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bién la aplicabilidad de estos criterios69. Y, sin embargo, la am­ mente, se establece que ha habido esa vulneración de la protec­
plia posibilidad de intervención conforme al nuevo modelo hace ción debida al niño o existe esa situación de riesgo cierto, será
que las actuaciones de los servicios públicos sean también a ve­ más fácil, según este modelo, primero articular un mecanismo
ces muy diligentes y enérgicas, tanto por que, como vemos, son de control y seguimiento, más fuerte y directo, de la familia a
necesarios menos indicios y menos concluyentes para intervenir, fin de evitar su repetición, y, en último término, dar por termi­
cuanto por que la intervención se realiza con una mayor ampli­ nada esa relación a fin de salvaguardar al máximo la protección
tud y determinación70. En este sentido, ante la posibilidad de un que se le ha de proporcionar al menor72. * *
posible perjuicio en el desarrollo vital del niño, los poderes pú­ Así, si bien es cierto que se mantienen las premisas ideoló­
blicos intervendrán a través de diversas instituciones (como cuer­ gicas de entender que son las relaciones padres e hijos las que
pos especiales de policía, asistentes sociales, fiscales y jueces de
menores, personal adscrito al defensor del menor, etc.), y con
72 Quizás se entienda mejor lo que quiero decir con estos modelos si lo
un amplio margen de actuación (pudiendo investigar antece­
ejemplifico. Así, si tomásemos como ejemplo el derecho o el deber (su dife­
dentes familiares, seguimiento de las actividades familiares, etc.). rencia la trataré después) de dar una adecuada educación al niño, obtendría­
Con el objetivo último de determinar si se ha producido alguna mos que: según el modelo teórico que he señalado en primer lugar, el niño ten­
vulneración de los derechos de los niños, algún incumplimien­ dría reconocido ese derecho a recibir una educación, o los padres el deber de
to de los deberes relacionados con ellos o si, simplemente, el me­ proporcionársela, pero al dejarse absoluta libertad a los padres en decidir cómo
nor está en una situación en que existe un riesgo cierto de que se ha de dar cumplimiento a ese derecho, o a ese deber, no existiría ningún
control de los poderes públicos que garantizase que el niño recibe esa educa­
esa vulneración, o ese incumplimiento, se produzca71. Si, final- ción. En el segundo modelo, se reconoce ese derecho del niño, o ese deber de
los padres, y se deja una amplia discreción a éstos para elegir los medios para
darle adecuado cumplimiento, para decidir qué educación ha de recibir y cómo
69 Como bien puede verse en el análisis de la profesora Picontó del sistema se le ha de proporcionar. Existe, pues, un control de los poderes públicos que
español de intervención de los poderes públicos para la protección de la in­ garantiza que el niño recibe una educación; y, en este sentido, un contenido del
fancia, en PICONTÓ NOVALES, Teresa: La Protección de la Infancia. (Aspectos derecho, o del deber, que necesariamente se ha de cumplir. Pero los poderes pú­
sociales y jurídicos), cit., pp. 227-228 y 275. blicos sólo intervendrán en caso de que sea flagrante que el niño no está reci­
70 Puede verse también en este sentido en PICONTÓ NOVALES, Teresa: biendo educación alguna o que los medios son inapropiados, lo que, inevita­
«Sociología jurídica de la familia: cambio legislativo y políticas sociales», en blemente, afectaría a su formación. Y en el tercer modelo, existe igualmente el
María José Anón, Roberto Bergalli, Manuel Calvo y Pompeu Casanovas (coords.): derecho del niño, o el deber de los padres, pero éstos tienen muy reducida su
Derecho y sociedad, Tirant lo Blanch, Valencia, 1998, pp. 678-679. capacidad discrecional en la elección de cómo darle cumplimiento. Se incor­
71 Un buen análisis teórico y práctico de este modelo intervencionista del poran más elementos que sirven para determinar si se ha dado adecuado cum­
Estado social lo realiza también la profesora Picontó en su ya referido libro La plimiento a ese derecho, o el deber, siendo los poderes públicos los garantes de
Protección de la Infancia. (Aspectos sociales y jurídicos). Así, señala la existen­ ello. Así, los poderes públicos tendrán mayor intervención desde el principio,
cia de cuatro niveles de intervención, «que determinan diferentes grados de la al fijar que se entiende por una educación «apropiada» (estableciendo conte­
técnica preventiva» de defensa social que se desarrollan por el Estado social, nidos mínimos, etc.), y qué métodos son apropiados (con la exclusión, por
referidos al modelo Español; el carácter esencial que en la intervención de los ejemplo, del castigo físico); y también después, en la satisfacción del derecho,
poderes públicos han adquirido nuevos agentes sociales; y la transformación o el cumplimiento del deber, actuando ante cualquier indicio que revele que el
de las funciones de los jueces respecto a la protección de menores, produ­ niño puede estar siendo desatendido en su educación. Y en caso de incumpli­
ciéndose una cada vez más importante asunción de funciones por la Admi­ miento del derecho-deber, podrán los poderes públicos imponer las medidas
nistración, lo que es consecuente con el modelo del Estado social. (Véase así apropiadas para la satisfacción de ese derecho, o el cumplimiento del deber, bien
en PICONTÓ NOVALES, Teresa: La Protección de la Infancia. (Aspectos socia­ a través de los propios padres, bien, si eso no fuera posible, a través de terce­
les y jurídicos), cit., pp. 147-148, 151 y 238-239, respectivamente). ros capacitados para ello.

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mejor pueden salvaguardar los intereses del menor, y que la fa­ pondría volver a los problemas irresolubles del anterior mode­
milia constituye el ámbito idóneo para el desarrollo del niño73. lo—7S. Otros plantean un modelo alternativo, que introduzca
No obstante, existe un menoscabo importante, en relación con modificaciones substanciales pero sin significar una vía com­
el anterior modelo, en la confianza que se pueda tener en la ac­ pletamente diferente —como sería el caso del cuarto modelo
tuación de los padres. Aunque se parte de un principio fuerte de que a continuación señalo—76. Y otra posibilidad pasaría por dar
confianza en los padres, se es consciente de que ésta puede que­ todavía un mayor protagonismo a los niños en el ejercicio de
brar. Por el contrario, se acentúa la confianza en las otras par­ sus derechos. Esta última idea, puede tener también distintos de­
tes; es decir, en el niño, pero también en los poderes públicos. sarrollos. Así, uno, como veremos en el último capítulo, será un
Se considera necesario que se atienda, en la medida de lo posi­ punto central del liberacionismo, y otro, menos extremista en sus
ble, a las opiniones del menor. Éstas serán valoradas de acuer­ planteamientos, puede ser el más apropiado, como después tra­
do con el nivel de madurez alcanzado, pero siempre lian de ser taré de justificar.
un elemento de referencia importante, pudiendo, incluso, lle­
gar a ser prevalecientes a las de los propios padres si así lo juz­
ga pertinente la instancia pública que, una vez que se ha pro­ el) Control de la comunidad
ducido la intervención, esté capacitada para decidir.
Pero, por otra parte, se pone mucha confianza en los pode­ El cuarto de los modelos sobre las relaciones padres e hijos,
res públicos. Y una crítica muy repetida a este modelo provie­ sería un modelo teórico, que, en todo caso, sólo en el momen­
ne, precisamente, del elevado grado de intervencionismo que to presente podría entenderse que está empezando a tener cier-
los poderes públicos tienen la capacidad de ejercer y que, de he­
cho, ejercitan74. Como en todos los temas relacionados con la
crisis del Estado social la solución no parece fácil. Los nostál­ 75 Para el profesor Ruiz-Giménez: «Los dirigentes de la comunidad polí­
gicos del modelo liberal y los que desconfían del intervencio­ tica, sobre todo en los Estados pluralistas y democráticos de Derecho, tienen el
nismo del Estado para resolver los conflictos familiares abogan crucial deber de respetar la intimidad de los hogares, y, al mismo tiempo, lo
por una mayor libertad de los padres —lo que seguramente su- que no es fácil empeño, de cooperar a que las familias puedan cumplir sus fun­
ciones esenciales». (En RUIZ-GIMÉNEZ CORTÉS, Joaquín: «Dialéctica de la fa­
milia y la Política», en Rodríguez Torrente, Jesús (ed.): Familia y Política: Con­
troversias y futuro, Universidad Pontificia Comillas, Madrid, 1996, p. 34). Y en
73 Esta consideración sobre la importancia primordial concedida al de­ el mismo sentido, puede verse otra defensa de la familia, y más concretamen­
sarrollo del niño en el ámbito familiar, se puede observar claramente en el he­ te de la competencia de los padres como apropiada para el adecuado desarro­
cho de que nuestra legislación establezca que, en su caso, se procure primero llo del niño, lo que ha de limitar el intervencionismo del Estado, en CARNEY,
reinsertar al niño en su propia familia, y, si esto no fuese posible, en otro am­ Terry: «'Reconciling the Irreconciliable?’: A Rights or Interests Based Approach
biente familiar propicio. (Puede verse en este sentido en PICONTÓ NOVALES, to Uncontrollability? A Comment on Seymour», en Alston, Philip; Parker, Stcp-
Teresa: «Política y Derecho en la aplicación de la nueva normativa aragonesa hen y Seymour, John (eds.): Children, rights and the law, cit., pp. 119-123.
de Protección de Menores», cit., pp. 316-317). 76 Y como entiendo que también sería la vía resolutiva que indica la pro­
74 Una dura crítica al funcionamiento real del sistema proteccionista y a fesora Picontó, al analizar los problemas que conlleva el sistema interven­
la actitud y actividad de los protectores, puede verse en el libro de investiga­ cionista español de protección a la infancia, como un proceso de «sociolo-
ción —y reflexión— periodística sobre las acciones que se acometieron ante la gización» en el marco del Estado social, con la intervención de profesionales
denuncia, en 1997, de una supuesta red de pederastas en el bando Raval de de «lo social», de operadores sociales. (Véase a este respecto en PICONTÓ
Barcelona. (En ESPADA, Arcadi: Raval. Del amor a los niños, col. «crónicas», NOVALES, Teresa: La Protección de la Infancia. (Aspectos sociales y jurídicos),
Anagrama, Barcelona, 2000. Véase especialmente pp. 199 y ss.). cit., pp. 305-306).

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ta viabilidad. Su estructura, en realidad, es muy parecida al mo­ En todo caso, la aplicación de ese cuarto modelo no supon­
delo anterior y surgiría con la pretensión de solucionar proble­ dría una diferencia substancial respecto al anterior modelo en
mas derivados de ese fuerte intervencionismo de los poderes cuanto a las relaciones entre padres e hijos. Significaría, en rea­
públicos. Se señala, así, como alternativa, un traspaso de las lidad, un traspaso de nuestra confianza de los poderes públicos
funciones de control del Estado a la propia comunidad11. *En * * * * * * * * * * * * * a* instituciones
* * * * * * * *sociales
* * * ajenas a los mismos, que no sé si está su­
este sentido, quizás se podría entender que comparte algunas de ficientemente fundado. Y pudiendo ser, además, fuente de nue­
las pretensiones del modelo de estructura política que sería un vos problemas en diferentes ámbitos, como en la coordinación
Estado democrático de Derecho tal cual lo ha articulado el pro­ entre esas instituciones o en su decisiva función como efecti­
fesor Elias Díaz. Un modelo, el de Elias Díaz, superador del Es­ vos controladores del ejercicio por los padres de sus poderes
tado social precisamente a través de una profundización en sus con el adecuado respeto a los derechos de sus hijos79.
principios, que implica un mayor protagonismo de la sociedad
en la toma de decisiones públicas7S.
III. EL MEJOR INTERÉS DEL NIÑO

11 De la estructuración de este cuarto modelo podemos hacernos una Es en el desarrollo de los planteamientos proteccionistas
buena idea si extrapolamos la solución que, según Bemuz expone en su libro que el estudio e importancia concedida al concepto «mejor in­
De la Protección de la Infancia a la Prevención de la Delincuencia, se puede apre­ terés del niño» alcanza su grado más alto. Si, como vimos, ya en
ciar que existe en el cambio que se produce respecto a las medidas preventi­ el pensamiento de Locke adquiría una relevancia trascenden­
vas que nuestra sociedad construye para evitar el riesgo social que se deriva de
las conductas delincuentes o asociales de los menores. Así, de ese análisis tal en la justificación de cuál había de ser el trato que los niños
de Bemuz podemos destacar los siguientes pasajes: «En tanto la responsabi­ debían recibir y quién se lo había de proporcionar, en los pos­
lidad social no puede ser impuesta, es preciso concienciar a instituciones y teriores planteamientos proteccionistas se convertirá en una
particulares sobre las situaciones de riesgo que se ciernen sobre la infancia. Ade­ pieza clave de cualquier construcción teórica —y, consiguien­
más, es necesario concienciarles de la exigencia de intervenir íntegra y pre­ temente, de la justificación de cualquier medida práctica— que
ventivamente. En cierto modo, el estado compatibiliza la asunción de la res­
ponsabilidad que le corresponde como estado social con el fomento de un tuviese como destinatario a los menores de edad. De esta manera,
sentimiento de la responsabilidad cívica democrática ejercida de forma activa
y responsable. (...) Son dos las causas que nos dan luz sobre la necesidad de re­
construir la solidaridad social (pese a lo paradójico que pueda parecer): la de­ 79 Bemuz se hace eco de otras críticas que si bien son referidas a las téc­
signación de la comunidad como principal responsable de los problemas so­ nicas de prevención «comunitarias» de la delincuencia juvenil, pueden damos
ciales y la crisis económica del estado de bienestar. (...) El estado realiza un una buena idea de las que se podrían hacer como técnicas de control en el ejer­
cambio en el planteamiento de la financiación y ejecución de las políticas so­ cicio de los poderes paternos. Pudiéndose, así, señalar la dependencia para su
ciales que ya no puede asumir por completo. Se inicia un proceso de «repar­ funcionamiento de la voluntad y respuesta de sus miembros, o: «que la irrup­
to» de las responsabilidades sociales entre el estado, que tiende a reducir su in­ ción de la comunidad en la organización de mecanismos de prevención resul­
tervención y la sociedad y sus instituciones intermedias que deben asumir la ta «caótica» y es prudente contar con el apoyo decidido de las instituciones. Ade­
diferencia. La necesidad de fomentar la solidaridad social encierra una pre­ más, la colaboración entre la policía y los ciudadanos todavía resulta muy
tensión de revitalizar la responsabilidad y fomentar un contenido activo de la escasa. Incluso se defiende que la prevención comunitaria puede favorecer la
ciudadanía». (En BERNUZ BENEITEZ, María José: De la Protección de la In­ privatización de la justicia, la expansión del poder de los agentes sociales, un
fancia a la Prevención de la Delincuencia, cit., pp. 59-62). aumento de los costes y del número de menores sometidos a un control infor­
78 Puede verse al respecto en DÍAZ, Elias: «Estado de Derecho: exigencias mal». (En BERNUZ BENEITEZ, María José: De la Protección de la Infancia a
internas, dimensiones sociales», en Sistema, núm. 125, 1995, pp. 18-19. la Prevención de la Delincuencia, cit., p. 77).

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cada una de las construcciones teóricas —o conjunto de medi­ otro, el reconocimiento de una menor o mayor participación
das prácticas— se justificaría por ser adecuada para propor­ del menor en las decisiones que se hayan de adoptar en la de­
cionar lo mejor al menor. En la posible confluencia de intereses terminación de cuál es su interés y en cómo se ha de conseguir
contradictorios entre los del Estado80, los padres y los propios su efectiva realización.
niños, se partirá de la necesidad de justificar que los intereses En los planteamientos más «tradicionales» se defiende (como
de estos últimos estarán, cuando menos, adecuadamente ga­ ya hemos visto que no puede ser de otra manera desde el pro­
rantizados. teccionismo) la necesidad de conseguir que el niño tenga ga-
No obstante, en la distinta forma de armonizar esos intere­
ses se pueden apreciar grandes diferencias, incluso extremas en
algunos casos, en los diversos planteamientos proteccionistas. importancia significativa en la protección real de los intereses de los niños; sien­
do destacable, en este sentido, la institución de la familia. No obstante, y sin
Por eso, también aquí conviene analizar separadamente los dos
negarle esa importancia que como institución independiente tiene, en cierta
polos que representarían las posturas más propias del protec­ manera el estudio de la contraposición de sus intereses con respecto a los de
cionismo «tradicional», por un lado, y las del proteccionismo los niños puede quedar diluida o bien en el estudio de la contraposición con
«renovado», por el otro. En todo caso, son dos los aspectos bá­ los intereses de los padres o en el que se realice respecto de los del Estado. Pues,
sicos, necesariamente muy vinculados entre sí, en tomo a los cua­ conforme a su naturaleza bipolar, puede atenderse a sus intereses como ins­
les se constituyen las principales desavenencias teóricas. Por titución que garantiza un ámbito de intimidad y autonomía a sus miembros
(pero entonces resulta difícil observar una dimensión diferente a la contra­
un lado, la menor o mayor importancia, que respectivamente se posición entre los intereses de los padres y los de los hijos), o a sus intereses
busca, en la protección del interés del niño como interés dife­ como institución que sirve para cumplir una función socializadora de sus
renciado del que puedan tener los padres y el Estado81, y, por miembros (pero entonces lo que resulta difícil es observar una dimensión di­
ferente de la contraposición entre los intereses de sus miembros, también los
de los niños, y los del Estado). En todo caso, es claro que esto no niega la tras­
cendencia que la familia como institución ha representado y representa en
80 Aunque, como ya se apuntó en el apartado anterior, existe una clara
nuestras sociedades respecto a los intereses de los niños, tanto para lo posi­
diferencia entre el Estado, entendido como conjunto de poderes públicos que
tivo como para lo negativo. Así, ya hemos visto que, conforme al plantea­
rigen una sociedad, y la comunidad, entendida como el conjunto de miembros
miento de Ariés, hay que vincular el origen del sentimiento familiar moder­
y de organizaciones asociativas de esos mismos miembros que forman una so­
no con el moderno de la infancia, siendo el niño la figura central en tomo a
ciedad, entiendo que el mantenimiento de esa diferenciación, al estudiar las
la que aquella se organiza, constituyéndose como ámbito idóneo para su ade­
construcciones teóricas que han tenido y tienen como fin determinar cuál es
cuado desarrollo en todos los aspectos. Y, sin embargo, también es cierto que
el trato que se le ha de proporcionar a los niños de esa sociedad, oscurecen más
la protección de la familia como institución independiente y conformadora de
que aclaran su auténtico sentido y significado. Por eso, salvo los supuestos
la sociedad ha supuesto en ocasiones el sacrificio de los intereses de los niños.
puntuales en que sea significativa la diferencia que se plantee entre la comu­
Como claramente se mostraba, por ejemplo, en su constitución como ámbi­
nidad y esa forma de entender el Estado, y, consecuentemente, haga explíci­
to privado, cuando el niño quedaba a la entera disposición del uso que sus
ta esa diferencia, seguiré utilizando el concepto de Estado en el sentido am­
progenitores quisiesen hacer del amplio poder parental que a éstos se les re­
plio que hasta aquí lo venía haciendo como cuerpo político de una nación.
conocía, o, respecto a su utilización como institución conformadora de la so­
En este sentido, el interés del Estado lo entenderé como el interés que pueda
ciedad, cuando —como señala Bemuz en su análisis del modelo asistencial de
atribuirse al conjunto de la sociedad, representada y articulada por sus órga­
la Justicia de Menores— «los autores defienden que las primeras legislaciones
nos públicos.
de menores utilizaron la infancia como excusa para la recomposición de la fa­
81 Me refiero a estos otros intereses como los que se contraponen a los
milia en tanto mecanismo de control social». (En BERNUZ BENEITEZ, Ma­
del niño por la preponderancia teórica y práctica que esa contraposición ha
ría José: De la Protección de la Infancia a la Prevención de la Delincuencia, cit.,
tenido y tiene en relación con los intereses del niño. Sin embargo, es cierto que
p. 131).
existen intereses de otras instituciones cuya protección ha tenido y tiene una

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rantizada la protección de sus intereses82. Sin embargo, tras esa contraparte sea el Estado a cuando lo sean los propios padres. Los
manifestación de principio, muchas veces el interés del menor motivos seguramente habría que buscarlos en ese surgimiento de
queda, en realidad, relegado frente al interés del Estado o el de la familia como institución social independiente y a la vez articu-
los propios padres. En ocasiones esa prevalencia se manifiesta ladora del orden social, y en el surgimiento, como vimos estre­
tras una constatación explícita de la existencia de ese conflicto chamente vinculado, del pensamiento político liberal, en el que las
de intereses, pero en otras ocasiones dicha prevalencia se rea­ conquistas de libertad que se van realizando (ya sean por el indi­
liza de manera subrepticia, tras la ocultación de la existencia viduo o por la familia, a través del reconocimiento de derechos o
del conflicto de intereses83. * * de parcelas de poder) se considera que se realizan frente al Estado.
Con todo, en los análisis proteccionistas hay una diferencia muy
importante en el posible conflicto que se pueda dar entre los inte­
reses del niño y los del Estado, y entre aquéllos y los de sus padres. 1. El conflicto entre los intereses del niño y los del Estado
Existe una mucho mayor deslegitimación de las teorías que abo­
Es cierto que es difícil encontrar posiciones que directa­
gan por el posible sacrificio de los intereses del niño cuando la
mente aboguen por la necesidad de supeditar los intereses del
menor a los que puedan predicarse del Estado; pretendiéndose,
82 Resulta interesante constatar como Mili, tras un pasaje en el que tra­
en todo caso y a fin de obtener la suficiente legitimación para
ta el tema del divorcio, criticase precisamente la importancia excesiva que, sus propuestas, justificar las medidas a adoptar porque se pre­
teóricamente al menos, se solía atribuir en esos casos, ya en ese siglo XIX, al in­ sentan como adecuadas para proteger al niño. Sin embargo, esa
terés del niño: «Estas tan evidentes observaciones han sido hechas para mejor supeditación se puede observar, de manera más o menos su­
ilustración del principio general de libertad, no porque sean en modo alguno brepticia, en dos tipos diferentes de planteamientos. Los cuales,
necesarias en esta cuestión particular, la cual, por el contrario, se discute or­
dinariamente como si el interés de los niños lo fuera todo y el de las personas en realidad, no dejan de ser sino la exposición positiva y nega­
adultas nada». (En MILL, John Stuart: Sobre la libertad, cit., p. 192). tiva de la misma idea, pues en ellas se aboga o bien por la for­
83 Podemos apreciar esta supeditación de los intereses del menor a los del mación de un determinado tipo de ciudadano, considerando que
padre y los del Estado en el siguiente pasaje de Bentham, en el que al respon­ lo mejor para el niño es formarse de acuerdo con los criterios que
derse a la pregunta de porqué habría de agravarse el castigo a los delitos de «in­
harían de él el futuro adulto pretendido, o bien por la necesidad de
juria» (que no coincide con nuestro actual tipo penal) cometidos sobre los pa­
dres, muestra la concepción propia del proteccionismo «tradicional» de evitar el desarrollo de una personalidad antisocial, procurando po­
considerar, por una parte, que el interés del niño se satisface con su supedita­ ner el acento en el daño que de ello se derivaría para el propio niño.
ción a la voluntad del padre y, por otra, que de ese modo es perfectamente Y respecto a este segundo tipo de planteamientos, habría que dis­
compatible la satisfacción de los intereses del niño con los del padre y los del tinguir entre las acciones que se toman respecto a los menores de-
Estado: «Por un objeto moral. La disposición constante a respetar a los padres,
es útil a los mismos hijos menores para que se sometan con más docilidad a la
licuentes y las que se toman respecto a los menores que no cuen­
conducta de los que saben mejor que ellos lo que les conviene, y no quieren ten con la protección de los padres ni de terceros asimilados.
más que su felicidad: es también útil a los padres, a los cuales sirve de recom­
pensa por los gastos, las inquietudes y los cuidados de la educación [que habrá
que entender en el sentido amplio, que abarcaría todos los temas relacionados a) Supeditación del interés del niño al del futuro adulto
con el gobierno de los padres]; y en fin, es útil al estado, porque anima a los hom­
bres a casarse y a formar familias que son la riqueza y la fúerza de la comuni­ Este primer tipo de planteamientos lo trataré mejor en el apar­
dad». (En BENTHAM, Jeremy: Tratados de legislación civil y penal, cit., p. 599). tado correspondiente a la formación del ciudadano a través de la

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educación. Aunque aquí conviene subrayar que a pesar de las ma­ España la Ley sobre Tribunales Tutelares es de 1948, y confor­
nifestaciones que se hacen de defensa del interés del niño, sobre todo me a ella venían a entender, respecto de los menores de 16 años,
desde las posiciones más cercanas al proteccionismo «tradicional» de los casos de mal ejercicio del derecho de guarda y educación,
se constata que el objetivo, en realidad, está casi exclusivamente así como de los delitos y faltas cometidas por ellos, pero tam­
puesto en el futuro adulto. Consiguientemente, lo que existe es una bién cuando se les considerase vagos, licenciosos o vagabundos
desaparición del interés del niño en cuanto tal, pues éste, final­ y el juez estimase que era conveniente una acción reformadora.
mente, sólo tendrá sentido en la medida que se adecúe al supues­ En este sentido, se pretendía hacer ver al juez de menores como
to interés que el futuro adulto tendrá en cuanto tal adulto84. la figura paterna que reconduciría al hijo descarriado, por lo
que, en coherencia, se le reconocía un amplísimo ámbito de dis-
crecionalidad en la utilización de los mecanismos que el orde­
b) La acción del Estado ante los menores delincuentes namiento jurídico le proporcionase, sin que se reconociesen ga­
rantías procesales o penales a los menores86. Sin embargo, la
Los planteamientos de este tipo han tenido una especial re­ puesta en práctica de esa estructura legal, legitimada, en buen gra­
levancia, como resulta lógico, en el ámbito procesal y penal y do, por la idea de que se estaba protegiendo el mejor interés del
han servido de base para mantener la profunda escisión que du­
niño, mostró lo lejos que se estaba de conseguir realizar ese me­
rante años se produjo entre el trato dispensado a los niños y a los jor interés del niño87. *Así, se observó (y en esta crítica fueron
adultos en esos ámbitos (diferencias que, con otro alcance, todavía muy contundentes y explícitos los autores liberacionistas, por
seguimos manteniendo). La formación de los primeros Tribu­
nales de Menores85, como sedes judiciales exclusivamente dedi­
cadas a la resolución de casos en los que menores de edad tuviesen 86 Así, señalaba Bosch Marín en 1947: «El límite mínimo de ingreso en
problemas con las leyes y la creación de un Derecho procesal y la jurisdicción del Tribunal ya no existe, como en el antiguo Código penal del
penal especial, se justificó porque así se conseguía la mejor pro­ 70, que la fijaba en nueve años. No siendo jurisdicción represiva, sino educa­
tección de los intereses de esos menores, evitándoles la dureza tiva, comienza en los primeros años». Y, parafraseando una «Afortunada fra­
se pronunciada en París al inaugurarse, en 1905, el Congreso Internacional de
de los procesos, leyes y sentencias destinadas a los adultos. En Derecho Penal», concluía: «podemos afirmar que, en pocos años, España pasó
del Derecho penal represivo al preventivo, y, aún mejor, que el niño español ha
salido, indudablemente, del Derecho penal». (En BOSCH MARIN, Juan: El niño
84 Una justificación teórica de este punto de vista lo podemos encontrar español en el siglo XX: discurso para la recepción pública del académico electo»,
en la exposición de Blustein; quien, tras reconocer que en las prácticas socia­ 1947, pp. 85, 80 y 91). Sobre el surgimiento en España de ese Derecho Penal y
les de crianza de los niños se han de compatibilizar los intereses de los niños Procesal, así como de los Tribunales especiales para menores, puede verse, por
con los de los cuidadores y los de la propia sociedad, señala la existencia de un ejemplo, en PICONTÓ NOVALES, Teresa: La Protección de la Infancia. (As­
interés legítimo de la sociedad en elegir las prácticas de crianza de los niños pectos sociales y jurídicos), cit., pp. 33-34.
por que éstos constituyen sus futuros ciudadanos, los que en el futuro se han 87 Una interesante panorámica sobre el funcionamiento de estos Tribu­
de encargar del desarrollo material, cultural y moral de esa sociedad. (Véase nales Tutelares de Menores en nuestro ordenamiento jurídico y las posteriores
así en BLUSTEIN, Jeffrey: «Child Rearing and Family Interests», cit., p. 119). reformas en la Justicia de Menores hasta la reciente Ley Reguladora de la Res­
85 El primer Tribunal de Menores fue el Tribunal Juvenil que se consti­ ponsabilidad Penal de los Menores, de 12 de enero de 2000, puede verse en
tuyó en la ciudad de Chicago en el año 1899; pero rápidamente, durante las dos GIMÉNEZ-SALINAS I COLOMER, Esther: «La nueva Justicia de Menores a la
décadas siguientes, se crearían numerosos tribunales semejantes tanto en Amé­ luz de la Convención de los Derechos del Niño de 1989: un reto para el 2000»,
rica como en Europa, siendo el primero que se creó en España el de la ciudad en Calvo García, Manuel y Fernández Sola, Natividad (coords.): Los derechos
de Bilbao en 1920. de la infancia y de la adolescencia, Mira Editores, Zaragoza, 2000, pp. 263-292.

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

lo que la trataré con más detalle en el capítulo dedicado al estu­ justificación de estar actuando para conseguir lo mejor para el
dio de sus planteamientos) que esas medidas proporcionaban niño, se estaba, en realidad, tendiendo la vista al futuro, al adul­
unos medios de control tan fuertes a los poderes públicos y a los to que habría de ser conforme a los ideales defendidos desde los
padres sobre los menores de edad, que éstos quedaban en una si­ poderes públicos, y negando, en consecuencia, una auténtica
tuación de absoluta indefensión jurídica, no pudiendo sustraer­ consideración al interés que el niño podría tener en cuanto tal
se a esos nuevos mecanismos con los que, finalmente, se busca­ niño, con la omisión del reconocimiento de derechos y garantías
ba el control y la formación de su personalidad. La amplia básicas en el ámbito del Derecho penal y procesal89.
discrecionalidad que conllevaba la figura del juez actuando in loco
parens, suponía una negación al niño de las garantías procesa­
les y penales que sí tenían reconocidas los adultos, y la sujeción 89 De esta manera, se puede entender bien la crítica que el profesor Prie­
a leyes que excedían de cualquiera de las funciones que tradi­ to realizase, además de por otras importantes razones, al antiguo Derecho de
Menores, conforme al que se articulaba el funcionamiento de los Tribunales
cionalmente se habían señalado al Derecho penal88. Y así, con la
Tutelares de Menores, por que: «no parece aceptable que al menor se le repro­
chen conductas que si fuesen realizadas por un adulto serían lícitas, en especial
cuando no se trata de hechos concretos, sino de modos de ser, de caracteres
En este sentido indica el profesor Prieto: «Ya he señalado antes que, personales. Ello conduce a la sanción por meros indicios de peligrosidad, cuya
como consecuencia de la ideología humanista y filantrópica de la segunda mi­ interpretación permite las más variadas soluciones judiciales, con vulneración
tad del siglo xvni, a lo largo de la centuria siguiente se irá tomando conciencia evidente de la seguridad jurídica». (En PRIETO SANCHÍS, Luis: «Orientacio­
de que el menor que delinque no es equiparable al adulto. Surgirán así recin­ nes básicas de la reforma del Derecho de Menores», en Jomadas de estudio de
tos especiales de intemamiento, jueces o Tribunales de Menores y, sobre todo, la legislación del menor, Consejo Superior de Protección de Menores, Ministe­
la minoría de edad llegará a los Códigos Penales como una de las causas de rio de lusticia, Madrid, 1985, p. 115). De hecho, el Pleno de nuestro Tribunal
exención o atenuación de la responsabilidad criminal. Se procurará, en defini­ Constitucional declaró en la sentencia 36/1991, de 14 de febrero, la inconstitu-
tiva, sustituir la idea de represión por la corrección paternal, aún cuando se cionalidad del artículo 15 de la Ley de Tribunales Tutelares de Menores en cuan­
haga, como veremos, olvidando muchas veces el sistema de garantías mínimas to regulaba el procedimiento aplicable en ejercicio de la facultad de corrección
que en todo Estado de Derecho debe acompañar a la privación de un derecho o reforma.
o bien jurídico». Y también en el análisis de la profesora Picontó se señalan Por otra parte, una versión actual de esa supeditación del interés del niño,
claramente algunas de esas dimensiones de la extralimitación de las tradicio­ y sus derechos, como consecuencia del fuerte intervencionismo que existe en
nales funciones penales y procesales cuando afectaban a los menores. Concre­ nuestras sociedades a fin de evitar riesgos sociales, y de la dificultad de con­
tamente sobre la falta de garantías procesales y penales en los Tribunales de seguir en el ámbito estricto de la lusticia de Menores despegarse de las consi­
Menores, lo que suponía una clara indefensión del menor auspiciada, precisa­ deraciones tradicionales y establecer un sistema en que realmente primasen los
mente, por la pretendida justificación de estar actuando para la mejor defensa intereses del menor, puede verse en la exposición de la profesora Bemuz. Una
del menor, es interesante el pasaje en el que señala como los mismos princi­ interesante y audaz propuesta de solución que nuestra doctrina ha ofrecido a
pios se encontraban tanto en el movimiento proteccionista existente en el siglo la comprensión de que la respuesta que se realiza desde el sistema penal ante
XIX en EE.UU., como tras la constitución en España, ya en el siglo XX, de los Tri­ el menor infractor supone primar la defensa de la sociedad frente al interés su­
bunales Tutelares de Menores. (En PRIETO SANCHÍS, Luis: «Los derechos fun­ perior del niño, la realizó lulían Carlos Ríos abogando porque se sacase al
damentales y el menor de edad», cit., pp. 194-195; y en PICONTÓ NOVALES, niño (al menor de 18 años) de la jurisprudencia penal y se sometiesen todas las
Teresa: La Protección de la Infancia. (Aspectos sociales y jurídicos), cit., pp. 70- cuestiones relacionadas con los niños a la jurisdicción civil. Esta solución, para
71. Constatando también en ambos trabajos estos profesores la existente falta Ríos, permitiría no sólo ser respetuosos con el interés superior del niño y con
de garantías procesales y penales de los menores, con la respectiva vulneración su adecuado desarrollo, sino que también conseguiría una mayor justicia so­
de sus derechos, que se produjo con el mantenimiento de los Tribunales Tute­ cial. (Véanse estas opiniones en BENEITEZ, María losé: De la Protección de la
lares de Menores todavía en los primeros años de funcionamiento de nuestro Infancia a la Prevención de la Delincuencia, cit., pp. 50 y 125-143; y en RÍOS MAR­
actual régimen constitucional. Así, en pp. 204-205 y 109-111, respectivamente). TÍN, lulián Carlos: El menor infractor ante la ley penal, col. Biblioteca Coma-

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c) La acción del Estado ante los menores que no cuenten con la Sin embargo, también aquí se mostró diferente la reali­
protección de los padres ni de terceros asimilados. dad de la teoría en cuanto a la defensa del interés del menor.
Nuevamente sería la protección de los intereses de la sociedad
Los planteamientos de este tipo serían los que se señalan res­ (del Estado) la que habría de primar sobre los del niño91. Una
pecto al trato que se habría de proporcionar a aquellos niños que situación que tendría su triste realidad en las lamentables con­
se encontrasen en una especial situación de indefensión porque no
diciones de vida que los niños tenían en dichas instituciones
estuviesen amparados por la protección de sus padres, principal­
estatales. También en este punto, como veremos, los libera-
mente es el caso de los abandonados, pero también el de los huér­
cionistas desarrollarán una profunda crítica a las medidas su­
fanos o de aquellos respecto a los que sus padres hayan perdido la
puestamente proteccionistas del Estado; pero, en todo caso,
patria potestad y no puede hacerse cargo de ellos ninguna otra per­
existen numerosas muestras de que las auténticas priorida­
sona de las que dispone la ley. En estos casos el Estado asume la ne­
cesidad de proteger de manera directa al menor, realizándolo a tra­ des de las políticas estatales no estaban, en la realidad, en la
vés de las instituciones expresamente constituidas para tal fin. Estos defensa del interés del niño, como se pueden encontrar en
planteamientos están a caballo entre los dos anteriores. Por una ámbitos tan diferentes como son los propios datos oficiales
parte, se aboga directamente por que dichos menores se formen respecto a las altas tasas de mortandad infantil92 *o *la litera-
de acuerdo con lo que el propio Estado considere que ha de ser el
futuro ciudadano que habrá de desenvolverse sólo en la sociedad,
91 Así lo señala la profesora Picontó en la recapitulación que realiza del
y, por otra, se defiende la necesidad de encauzar al menor por el rec­
capítulo «Liberalismo y protección del menor» —que muestra también la ín­
to camino, evitando el desarrollo de una personalidad antisocial, tima conexión existente entre el liberalismo y el proteccionismo «tradicio­
a la que pudiera verse abocado por su situación de abandono90. nal»—, exponiendo como ese modelo liberal y proteccionista, en este caso re­
ferido a la infancia abandonada, está estructurado externamente tras la
justificación de la protección de los intereses del menor, pero más profunda­
res de Ciencia Jurídica, Gomares, Granada, 1993, especialmente puede verse mente con la formación del ciudadano que satisfaga los intereses del Estado.
su propuesta en la parte tercera del libro: «Hacia una Justicia de menores de (Véase en PICONTÓ NOVALES, Teresa: La Protección de la Infancia. (Aspectos
corte educativa-responsabilizadora»). sociales y jurídicos), cit., p. 44).
90 Resulta muy significativo de la vigencia de estas ideas el siguiente pa­ Por su parte, el profesor Hierro, en su análisis sobre la situación de los
saje de Bentham: «Pero aunque no se vea la educación [que acaba de definir menores de edad a partir de los valores de libertad, igualdad y seguridad en el
en la página anterior como «el gobierno ejercido por el magistrado domésti­ Derecho liberal moderno, además de mostrarnos esa contraposición ente los
co»] más que un medio indirecto de prevenir los delitos, necesita una reforma intereses del menor abandonado y los que se podrían considerar de la socie­
esencial. La clase más descuidada debe ser el objeto principal del cuidado del dad, señala como la otra posible solución que se articuló frente al problema del
legislador, y cuanto menos capaces son los padres de desempeñar esta obliga­ abandono: la adopción, también supone, finalmente, una primacía de los in­
ción, tanto más necesario es que el gobierno los reemplace. Éste debe velar, no tereses de los padres adoptantes sobre los de los niños. (Véase en HIERRO
solamente sobre los huérfanos abandonados por sus padres en la indigencia, SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «Los derechos de la infancia. Razones
sino también sobre los niños, cuyos padres no pueden ya merecer la confian­ para una ley», en Estudios jurídicos en homenaje al profesor Aurelio Menéndez,
za de la ley para este encargo importante; sobre aquellos que han cometido ya Civitas, Madrid, 1996, p. 5480).
algún delito, o que destituidos de protectores y de recursos, están entregados 92 En este sentido, señala, por ejemplo, la profesora Picontó el gran fra­
a todas las seducciones de la miseria. Estas clases absolutamente descuidadas caso que en España supusieron las instituciones de beneficencia que se desa­
en los más de los estados, son un semillero de delincuentes». (En BENTHAM, rrollaron en los siglos xvm y XIX, amparadas con justificaciones propiamente
Jeremy: Tratados de legislación civil y penal, cit., p. 399). proteccionistas. Y, de hecho, habría que constatar que ese fracaso de las insti-

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tura93. Y es que, como muy bien ha sido señalado, el ánimo al niño delincuente y el debido al niño abandonado, que ven­
de los poderes públicos al recluir a esos menores en estable­ dría a ser identificado como un delincuente en potencia95.
cimientos apartados de la sociedad estaba antes en defender Por último, es interesante constatar que otra dimensión de
estos planteamientos la constituye la extensión de las políticas
a la sociedad de la conversión de esos menores en delincuen­
preventivas que afectan a la infancia96. Extensión que se produce
tes —y de su probable paso a una delictiva vida adulta—, que
a la generalidad de los niños (no sólo a los menores delincuen­
en proteger a esos menores de los perjuicios que le pudiera
tes o a los que estén en una especial situación de riesgo como
ocasionar la sociedad dada su especial situación de indefen­ eran los niños abandonados, huérfanos, de familias desestruc­
sión94. De esta manera, se producía una vinculación, en la fi­ turadas, etc.), tanto porque se considera que todos los niños son
losofía y en la práctica proteccionistas, entre el trato debido susceptibles de convertirse en víctimas de posibles perjuicios,
cuanto porque se considera que todos los niños son suscepti­
bles de constituir un peligro para la sociedad97.
tuciones de acogida de niños abandonados se ha mantenido hasta fechas muy
recientes. Pues, conforme con los datos que manejan Fernández Vargas y Lo­
renzo Navarro, el «índice de mortalidad en la Inclusa de Madrid es en 1901 de
379,6 por 1.000 nacidos vivos y que se mantiene en cifras elevadísimas hasta 95 El profesor Hierro muestra claramente esa confusión existente, al se­
el año 1947 en que comienza un descenso significativo, para alcanzar sola­ ñalar, en su análisis de la antigua legislación de protección y reforma de me­
mente en 1968, que como se ve es una fecha bastante cercana, cifras de mor­ nores, «La protección tutelar que se debe al abandonado no es, por tanto, sus­
talidad comparables al resto de la población infantil». (Véase en PICONTÓ tancialmente diferente de la protección tutelar (tratamiento penal) que se debe
NOVALES, Teresa: La Protección de la Infancia. (Aspectos sociales y jurídicos), al delincuente. (...) La consecuencia de esta concepción (...) es una negación de
cit., pp. 24-25 y 28; y en FERNÁNDEZ VARGAS, Valentina y LORENZO NA­ la seguridad jurídica tanto del menor abandonado como del menor delincuente.
VARRO, Luis: El niño y el joven en España (siglos XVIII-XX): Aproximación Conforme a aquella legislación lo que se controla es un estado de peligrosi­
teórica y cuantitativa, cit., p. 46). dad: tanto se pueden imponer medidas por la realización de hechos delictivos
93 A este respecto, resulta esclarecedora la contundente exposición y la de­ típicos, como por faltas de respeto o sumisión a los padres genéricamente
moledora crítica que realiza Dickcns de la sociedad inglesa de su época, y, so­ enunciadas o por conducta "irregular"». (En HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR,
bre todo, del funcionamiento de los Hospicios y de todo el sistema de «pro­ Liborio, L.: «Los derechos de la infancia. Razones para una ley», cit., pp. 5481-
tección» de los niños abandonados. Como se puede ver, por ejemplo, en los 5482).
primeros capítulos de sus «Aventuras de Oliverio Tvvist», donde son continuos 96 Un buen análisis del cambio producido en la configuración de estas po­
los relatos de malos tratos de todo tipo que recibían los huérfanos, o en el dra­ líticas preventivas, que permite apreciar esa nueva dimensión respecto al ter­
matizado patetismo, apenas «suavizado» por el sarcasmo, con que Dickens cer tipo de planteamientos que aquí señalo, puede verse en la obra ya citada
relata el castigo sufrido por Oliverio por atreverse a pedir más comida de de Bernuz Beneitez De la Protección de la Infancia a la Prevención de la Delin­
la reglamentariamente establecida. (Pasaje, este último, que puede verse en cuencia-, sobre todo en la caracterización teórica que hace del mismo en su
DICKENS, Charles: Aventuras de Oliverio Twist, cit., p. 26). primera parte.
94 En este mismo sentido se puede observar cómo en la sociedad ingle­ 97 En todo caso, y aunque, como señala Bernuz, «es obligado dejar plan­
sa, desde la época Isabelina y sus «leyes de pobres» hasta el comienzo del si­ teada la distinción entre protección de menores y prevención de la delincuencia»,
glo XX, la moralización social del niño era la preocupación principal de las po­ en un apartado que analiza esta autora la transformación que el avance de las
líticas a él dirigidas. Y así, el cambio que se ha producido en la forma de centrar medidas preventivas ha supuesto para el Derecho, podemos observar claramente
la problemática relacionada con los menores, ha sido pasar de considerarles como la constitución de estas medidas preventivas generales vienen a suponer
una amenaza de la que había que protegerse a, sólo después, unas víctimas a que todavía en la actualidad se difuminen los deslindes entre la protección de la
las que había que proteger. (Véase así en DINGWALL, Robert; EEKELAAR, infancia y la protección de la sociedad a costa de un excesivo control de la infancia
John y MURRAY, Topsy: The Protection of Children. State Intervention and Fa­ y su familia. (Véase así en BERNUZ BENEITEZ, María José.- De la Protección de
mily Life, cit., p. 214). la Infancia a la Prevención de la Delincuencia, cit., pp. 68 y 113-115).

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2. El conflicto entre los intereses del niño y los de sus padres bien porque pese a reconocerse de manera explícita la existencia
de ambos tipos de intereses —y a defenderse también la necesidad
a> Los planteamientos del proteccionismo «tradicional» de satisfacer los intereses de los padres—, se entiende que en la sa­
tisfacción de ambos tipos de intereses existe antes una relación de
En cuanto a la posibilidad de un conflicto de intereses que en­ compatibilidad, e incluso de complementariedad, que de enfren­
frentase a los de los niños con los de sus propios padres, los plante­ tamiento. En ambos tipos de planteamientos existe, pues, la jus­
amientos proteccionistas más «tradicionales» se caracterizarían por tificación de estar actuando en la consecución del mejor interés
su negación. Así, en sus planteamientos, ambos tipos de intereses se del niño; y así, de nuevo, esa justificación sirve para ocultar una
entienden como armonizables, bien porque no se alude a dicho con­ realidad que resulta bien diferente. Esa diferencia se aprecia me­
flicto, ocultándose su existencia al hacerles coincidir en unos mis­
jor si consideramos la forma en que se señala desde esos plante­
mos intereses, de modo que al entenderse que el padre siempre
amientos proteccionistas cómo se ha de conseguir la realización
quiere los mejor para su hijo se aceptará, en última instancia,
efectiva de ese mejor interés del niño. Con lo que se han de ana­
que el interés de éste va a coincidir con lo deseado por aquél98;
lizar los otros aspectos fundamentales, antes señalados, que con­
sisten en la determinación de quién ha de decidir cuál es ese me­
98 Seymour señala, así, como uno de los problemas que han causado di­ jor interés del niño y cómo se ha de conseguir.
ficultades en los dos últimos siglos es que los tribunales ingleses han asumido Si tenemos presente lo señalado en el apartado anterior, re­
que el interés de los padres y el de sus hijos suelen coincidir, que lo que los pa­ cordaremos que para los planteamientos proteccionistas «tra­
dres quieren para sus hijos se suele presumir que es lo mejor para sus hijos, así, dicionales» existían fuertes razones que justificaban la necesi­
hablar del bienestar de los niños puede enmascarar el hecho de que los tribu­
dad de que fuesen los padres los que controlaran y dirigieran la
nales hayan llegado a resultados que satisfacen las pretensiones de los padres
de controlar y formar a sus hijos. (En SEYMOUR, John: «An 'Uncontrollable' vida y el desarrollo de las capacidades y cualidades de sus hijos.
Child: A Case Study in Children's and Parent’s Rights», en Alston, Philip; Par­ Y que las razones que entonces se ofrecían apuntaban a la in­
ker, Stephen y Seymour, John (eds.): Children, rights and the law, cit., p. 110). defensión, imperfección e incapacidad consustancial a la mi­
Y en esta línea estaría una posición actual como la de Ruddick (aunque, noridad, así como a la idoneidad de los padres por su amor na­
como luego justificaré en relación con el tema de los derechos de los niños, este
autor defiende posiciones que están incluso muy cerca de planteamientos an­ tural y por ser los adultos responsables y capacitados para tomar
teriores al proteccionismo). Para Ruddick los posibles intereses de los niños, las decisiones más adecuadas respecto a la familia o a alguno de
«cualquiera que éstos pudiesen ser», deben acomodarse a los de los padres, así
como a los otros intereses que ya existían con anterioridad a los suyos. Para
este autor, el término «interés» es un término que da cabida tanto a necesida­ que no le provocan los niños de los demás; y a la inversa, los deseos de los pa­
des cuanto a deseos, y esta distinción le permite vincular, de manera principal, dres pueden provocar nuevas necesidades en un niño que otro niño no tiene,
las necesidades a los niños y los deseos a los padres. De esta manera, llega a apun­ como sería la de satisfacer y estar con esos adultos en concreto.
tar la extravagante conclusión de que la forma de ajustarse esas necesidades y De esta manera, lo que viene a justificar Ruddick es una posición teórica
deseos es que la satisfacción de las necesidades de los niños deben simultánea­ tan fuerte como que los niños pequeños no tienen intereses propios que vayan
mente satisfacer el deseo de los padres de cuidarles. Y así, y sigo la exposición más allá de los deseos de sus padres. Y así, al comentar un caso de la vida real,
de Ruddick literalmente, que mientras los padres y los hijos vivan juntos (se señala explícitamente que la especial relación de «(pro) creación» de la madre
entiende que por ser el niño todavía incapaz de vivir de forma independiente, natural con un hijo demasiado pequeño para tener capacidades que le habili­
e incluso que es de poca edad), hay una interacción y un ajuste de necesidades ten para tener creencias y deseos propios, le da derecho a tratar las necesida­
y deseos: las necesidades del niño pueden provocar deseos de los padres de sa­ des del niño como «idénticas» a sus deseos parentales. (Véase así en RUDDICK,
tisfacerlas, deseos que un padre no tiene previamente ni incluso prevé, deseos William: «Parents and Life Prospects», cit., pp. 128 y 134).

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sus miembros. Conforme a esas ideas, se observa la coherente protección por el Estado de los auténticos intereses de los niños
correspondencia que respecto al tema del «mejor interés del en estos supuestos ya se ha dicho antes bastante.
niño» adquieren los diferentes enfoques: los padres no actúan Sin embargo, como antes apuntaba, también con ese plan­
sólo en el ejercicio de los poderes que les son reconocidos por teamiento se ocultaba una realidad diferente a la efectiva mejor
ser las personas mejor cualificadas para la guía de la familia, sino protección del interés del niño. Y es que con él lo que efectiva­
que, además, su actuación se verá legitimada por que con la mente se aseguraba era la satisfacción del mejor interés de los pa­
misma se estará protegiendo el mejor interés de sus hijos. Pues dres en todo aquello que afecte a su progenie. Pues, sea como sea
al tener los padres una fuerte tendencia natural a desear, y tra­ la forma en que se trate de encubrir, es evidente que nunca dos
bajar por conseguir, lo mejor para sus hijos, y no existir un au­ personas diferentes pueden coincidir plenamente en todos sus in­
téntico conflicto de intereses entre los de éstos y los suyos pro­ tereses, así como tampoco pueden ser éstos plenamente com­
pios, la consecuencia sólo puede ser que dejando a los padres patibles si las decisiones que se han de adoptar afectan a ambas
actuar con libertad procurarán por todos los medios la satis­ personas; todo lo cual resulta todavía más imposible si atende­
facción del mejor interés del niño. Así, se entiende que sólo en mos a esos intereses a lo largo de un determinado espacio de
los casos anómalos, en que la naturaleza fallase, podría el Es­ tiempo. Por consiguiente, en las relaciones entre padres e hijos
tado intervenir para modificar, o en último extremo negar, el no se puede pretender ni hacer coincidentes, ni plenamente com­
ejercicio de esa patria potestad ". Aunque sobre la «efectiva»99 patibles, todos los intereses; y si así se manifestase es que se es­
taría intentando anular los intereses de uno de los dos miem­
bros de la relación en favor del otro. Y, como es lógico, para saber
99 En este sentido, afirma Bonfield, respecto a Inglaterra: «A principios del cuáles serían los intereses sacrificados y cuáles los que prevale­
siglo xvm, el tribunal había desarrollado la norma del “mejor interés”. Bajo esta cerían no hay que fijarse en lo que se manifiesta (que siguiendo
formulación del derecho de custodia, en determinadas circunstancias la cancillería a esos planteamientos proteccionistas habría que entender que
podía negarse a conceder a un padre la custodia que, de acuerdo con el derecho sería el mejor interés del niño el que prevalecería), sino cuál es
consuetudinario, le correspondía. Tales circunstancias estaban limitadas a casos la relación de poder entre los miembros de la relación (que si­
en los que era “esencial" para la seguridad y el bienestar del hijo que el padre fue­
ra despojado de su derecho. (...) En todos los casos, la conducta del padre era ex­ guiendo a esos mismos planteamientos proteccionistas habría
trema». En todo caso, esa justificación de la protección del interés del niño sería que reconocer que la primacía sería de los padres, pues éstos no
tenida en cuenta en las posteriores regulaciones legales sobre la custodia de los sólo tienen capacidad para controlar y dirigir la vida de sus hi­
hijos y la protección de la infancia, ello es resultado de establecer al Estado como jos, sino que también la tienen para decidir cuál es su mejor in­
garante último de la protección de la infancia. Y es en este sentido como mejor terés y qué es lo que hay que hacer para darles cumplimiento).
se debería de interpretar esa protección que luego subraya el propio Bonfield:
«el siglo XIX presenció una considerable intervención por parte del Parlamento
Es decir, que, claramente, tras la legitimación que se busca en los
en la esfera privada de la vida familiar a fin de asegurarse de que los niños eran planteamientos del proteccionismo «tradicional» con la preten­
tratados como debían por sus padres. No era sólo que la hegemonía paterna se sión de estar protegiendo el mejor interés del niño, los intereses
veía atacada por los emergentes conceptos del bienestar del niño y la concesión que realmente se estarían protegiendo serían los de los padres.
de la custodia en su “mejor interés”, sino que además el control ejercido por los De esta manera, ahora se puede apreciar mejor la falsedad
padres estaba sujeto, en última instancia, a las normas dictadas por el Estado. (..)
tanto de los planteamientos que ocultaban la existencia de un
En gran medida, el Estado Victoriano asumió la función de supremo protector de
sus hijos». (Véase en BONFIELD, Lloyd: «La familia en la legislación europea», posible conflicto entre intereses porque los entendían coinci­
en Kertzer, David, I. y Barbagli, Mar/io (comps.): La vida familiar desde la Revo­ dentes, cuanto de los que reconocían la existencia de diferentes
lución Francesa hasta la Primera Guerra Mundial (1789-1913), cit., pp. 203-207). intereses pero negaban el conflicto porque los entendían com­

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patibles, pues en ambos supuestos lo que se termina haciendo da existir una absoluta compatibilidad entre esos intereses, sino
es supeditar los auténticos intereses del menor a los que el pa­ que incluso la pretensión del logro de la mayor compatibilidad
dre quisiera reconocer como tales. posible queda anulada. Pues hay que pensar en la dificultad (im­
Así, respecto a los primeros, se puede observar que no es ne­ posibilidad) que supone hacer compatibles los intereses del niño
cesariamente lo mismo entender que el interés del niño coinci­ como persona independiente con intereses que pueden consi­
de con lo deseado por su padre, que entender que el interés del derarse como propios de los padres, como puede ser el que pue­
niño coincide con lo que para él desea su padre. Con la prime­ dan ver a sus hijos como transmisores de sus valores, que puedan
ra afirmación se quiere decir que se considera posible determi­ querer hacer con ellos los logros que no consiguieron para ellos
na1" cuál es el mejor interés del niño y, después, comprobar que mismos, que puedan satisfacer sus propias necesidades afecti­
su satisfacción es lo que su padre desea. En cuyo caso parece muy vas, etc.
difícil aceptar esa supuesta coincidencia de intereses, porque: pri­ Es cierto que la satisfacción indirecta de los intereses pro­
mero, habría que seguir respondiendo a la cuestión de quién y pios de los padres tiene también unos límites en los plantea­
cómo determina ese interés del niño; segundo, no se sabe muy mientos del proteccionismo «tradicional». Pues, como en el
bien —y parece más que dudoso que así sea— porque la satis­ apartado anterior vimos (y sobre lo que también volveré en el úl­
facción del interés del niño habría de coincidir con lo deseado timo apartado), todo planteamiento proteccionista se caracte­
por el padre; y tercero, parece que se tuviese que aceptar (lo que riza por reconocer y garantizar la satisfacción de derechos a los
plantea múltiples dificultades, a las que después me referiré) niños, lo que, necesariamente, supone, visto en negativo, la im­
que los intereses de los niños se satisfacen con la consecución posibilidad de un poder parental arbitrario, y, visto en positivo,
de una serie de beneficios mientras que los de los adultos se sa­ la satisfacción, al menos en algún grado, de los intereses propios
tisfacen con el respeto al cumplimiento de sus deseos, pues lo del niño. Pero, como también se señaló, en estas posiciones «tra­
que no parece que se plantee es que los deseos de los dos tam­ dicionales» se les reconoce a los padres una muy amplia dis-
bién coinciden. Con la segunda afirmación, lo que se quiere de­ crecionalidad en el ejercicio del poder parental; y eso supone,
cir es que se considera que es el padre el que es capaz de deter­ también conforme a lo que acabamos de ver, que la satisfacción
minar cuál es el mejor interés del niño. En cuyo caso, y pese a de los intereses propios de los niños quedará, en muy amplia
que sería el punto de vista que responde mejor a los plantea­ medida, a voluntad de lo que decidan sus padres. Lo que signi­
mientos proteccionistas, parece difícil aceptar (prácticamente se ficará que, en un grado mucho más elevado de lo que se hubie­
requiere un acto de fe) que existe esa supuesta coincidencia de se estado dispuesto a reconocer, los intereses de los niños que­
intereses, que el padre la puede determinar y que tenga la vo­ darán relegados para dar primacía a los propios intereses de los
luntad de satisfacerlos; pues más bien parece que lo que final­ padres.
mente se consigue es dejar a la voluntad del padre que se satis­ No obstante, esas posiciones del proteccionismo «tradicio­
fagan sus propios intereses en la persona del niño. nal» podían mantener una apariencia de autenticidad en sus
Por su parte, los que reconocen la existencia de diferentes in­ planteamientos a través de la articulación de dos postulados
tereses, lo único que avanzan es en hacer explícito que existen trascendentales, que la concepción del niño que defendían les per­
intereses que son propios de los padres. Pero, de nuevo, al se­ mitía sostener. El primero, suponía negar al niño toda partici­
guirse reconociendo que han de ser los propios padres los que pación en la determinación de cuál era su mejor interés y de
decidan cómo se han de hacer compatibles esos intereses suyos cuáles las medidas que habría que adoptar para conseguirlo.
con los de sus hijos, no sólo se anula la posibilidad de que pue­ Esto se podía mantener al partir de la defensa de que las inca­

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pacidades consustanciales a la minoridad hacían que el niño Estos dos postulados permiten terminar el esquema teórico,
adoleciese de una madurez de juicio que le permitiese saber qué que se justificaba como protector del mejor interés del niño, con­
era lo que más le convenía y cómo conseguirlo, por lo que todo cluyendo, por una parte, que se puede obviar los deseos y opi­
lo que manifestase al respecto no podía ser tenido en cuenta en niones del niño en todo el proceso que serviría para determinar
las decisiones que finalmente se adoptasen. De esta manera, se cuál es ese interés y cómo se puede conseguir; y, por otra, que se
mantenía oculta la voluntad y las opiniones del menor, y, con­ puede obviar la posible consideración de esos deseos y opinio­
siguientemente, se hacía más fácil seguir sosteniendo que sus in­ nes del niño como parte de su mejor interés, pues el respeto a sus
tereses coincidían con los que el adulto decía que eran. El se­ deseos y opiniones no sólo no podría considerarse que forman
gundo postulado resultaría necesario para dar coherencia al parte del auténtico interés del niño, sino que incluso podría ir en
primero, y vendría a establecer que en el caso de los menores la su contra. También aquí los planteamientos proteccionistas «tra­
satisfacción de sus intereses significa la satisfacción de sus «ne­ dicionales» se mostraban equivocados, y precisamente en la ne­
cesidades», que se determinan de forma externa al propio niño, gación de estos dos postulados se abrirá la mayor brecha con
y no la satisfacción de sus deseos 10°. Este postulado significaba los planteamientos del proteccionismo «renovado».
cambiar para los menores un presupuesto básico de los que se
defendían en el pensamiento liberal en el que se encuadraban
esos mismos planteamientos proteccionistas; y es que para el b) Los planteamientos del proteccionismo «renovado»
liberalismo clásico el elemento principal (sino único) de lo que
constituía el interés que se había de satisfacer a todo individuo Para los planteamientos del proteccionismo «renovado» los
era el respeto por sus deseos, debiendo aceptarse que los lleva­ deseos y las opiniones del niño son elementos esenciales que
se a la práctica en todo aquello que afectase sólo a su persona. hay que tener en consideración a la hora de determinar su me­
De nuevo, la concepción del niño vendría a servir de funda­ jor interés 102. *Conforme con la concepción del niño que se de­
mento último: si el niño no tenía un juicio suficientemente for­
mado, entonces se podría defender que no había necesidad de
respetar sus decisiones o deseos, el niño «realmente» no podía mana de edad madura que no haga de su vida lo que más le convenga en vista
tener interés en ello, sino que lo tendría en la satisfacción de de su propio beneficio. Ella es la persona más interesada en su propio bienes­
sus necesidadesl01. tar (...) Por consiguiente, éste es el departamento de los asuntos humanos en
el que la individualidad tiene su propio campo de acción. (...) en lo que concierne
propiamente a cada persona, su espontaneidad individual tiene derecho a ejer­
cerse libremente. (...) Todos los errores que pueda cometer aun contra ese con­
Así, Blustein, por ejemplo, si bien señala acertadamente que para eva­ sejo y advertencias, están compensados con creces por el mal de permitir que
luar las prácticas sociales relativas a la crianza de los niños hay que atender a los demás le impongan lo que ellos consideran beneficioso para él». (En MILL,
los intereses de los cuidadores, del Estado y de los propios niños; al exponer John Stuart: Sobre la libertad, cit., pp.155-156; el énfasis es mío).
cuáles son esos intereses de los niños obvia el respeto por sus deseos y opi­ 102 La vinculación de esa trascendencia de los deseos y las opiniones del
niones, y se centra en esas «necesidades», indicando el cuidado físico, la edu­ niño, junto con el rechazo de la antigua concepción que consideraba la coin­
cación y la socialización, y una relación afectuosa, consistente y continuada con cidencia o la posibilidad de compatibilizar siempre los intereses del niño con
las personas que cuidan de ellos. (Véase así en BLUSTEIN, Jcffrey: ..Chile! Rea- los de su padre, aparece clara, por ejemplo, al referirse Picontó a la figura de
ring and Family Interests», cit., p. 118). un «defensor del menor» para los procesos de separación y divorcio en Ingla­
"" Icleas que encuentran un buen reflejo en el pensamiento de Mili: «Pero terra y los Estados Unidos de Norteamérica. (Véase en PICONTÓ NOVALES,
ni uno, ni varios individuos, están autorizados para decir a otra criatura hu- Teresa: La Protección de la Infancia. (Aspectos sociales y jurídicos), cit., p. 179).

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fendía desde estas posiciones del proteccionismo «renovado», por la práctica totalidad de estos autores, que el respeto a la li­
como persona en continua evolución y desarrollo de sus capa­ bre voluntad de la persona es uno de los principales bienes, sino
cidades —entre las que destacan las cognitivas—, se entiende el principal, que conforman lo que ha de entenderse por su «me­
que el niño paulatinamente irá adquiriendo la suficiente expe­ jor interés»; si bien no llegan al punto de considerar que el res­
riencia y madurez de juicio como para que pueda saber distin­ peto a la libre voluntad de la persona es el bien que constituye
guir cuál es su auténtico interés y cuáles son los medios que se plenamente su mejor interés. Así, la conclusión que hay que su­
pueden ejercitar para darle satisfacción l03. Esto significa un brayar es que habrá que entender que el respeto a la libre vo­
cambio radical con los planteamientos «tradicionales», pues, luntad del menor forma parte de lo que hay que entender que
ahora se va a señalar, por una parte, la necesidad de que el niño es su mejor interés. De esta manera, se entiende que si lo que se
participe en la determinación de cuál es su mejor interés y cómo pretende es buscar la satisfacción de su mejor interés, enton­
se ha de conseguir, y, correlativamente, también se va a enten­ ces es necesario atender a la manera de articular también la sa­
der que el mismo respeto a los deseos y las opiniones del niño tisfacción de su libre voluntad. El último paso en esta línea será
ya forma parte de lo que se ha de entender como su «mejor in­ el que dan algunos autores del proteccionismo «renovado» al
terés». entender que no sólo se ha de escuchar y tomar en considera­
Estos planteamientos adquieren una gran trascendencia, ción los deseos y las opiniones de aquellos niños que puedan
pues, en sus últimas consecuencias, implican la necesidad de manifestarlos, sino que también se ha de aceptar que la forma
modificar el concepto «mejor interés del niño», equiparándose idónea para determinar el mejor interés, tanto de los que pue­
al mejor interés del adulto. Se entiende, superando el acerca­ dan manifestar sus deseos y opiniones cuanto de los que no
miento «tradicional» al tema, que el mejor interés de la perso­ puedan hacerlo (debido, por ejemplo, a su corta edad), sería
na sólo puede ser uno, sea cual sea la fase de la vida en que se atender a la voluntad que cabría suponer que tendría ese niño
encuentre, puede cambiar el contenido concreto, pero no las de poder expresarla con una razón, experiencia e información
categorías que lo conforman. De esta manera, se consideraría, suficientes l04. *
No obstante, y a pesar de ese cambio trascendental, los plan­
teamientos «renovados» siguen defendiendo que, en principio,
103 En el siguiente pasaje de Worsfold podemos apreciar claramente cómo han de ser los padres (o, en su defecto, los que detenten las res­
el rechazo de las ideas propias del proteccionismo «tradicional», conforme a
ponsabilidades y el poder parental) los que determinen cuál es
las cuales se entendía que los intereses de los padres y los de los hijos coinci­
dían y que el padre era el que sabía cual era el mejor interés de su hijo, va uni­
da a la concepción del niño como persona capaz de tomar decisiones sensatas,
prudentes, respecto a su propia vida: «por bien intencionada que pueda ser 104 Esta aproximación al tema plantea dos cuestiones básicas en relación
esta opinión, su reclamación implícita de que los adultos tienen que tener una con el reconocimiento y protección de los derechos de los niños: el cometido
adecuada concepción de los intereses de los niños, y de que siempre están dis­ que al respecto desempeña el valor solidaridad y la posibilidad de acudir a
puestos a actuar según esta concepción, es seriamente cuestionable. De he­ planteamientos paternalistas, que son los que, en realidad, se encuentran tras
cho, los padres no saben con frecuencia lo que es mejor para sus hijos, y los la idea de justificar una actuación a favor de otro imaginando un consenti­
niños a menudo pueden tomar por su cuenta decisiones sensatas (sensible de- miento que el otro no ha prestado. Sin embargo, ambas cuestiones tendrán
cisions) sobre sus propias vidas. Además, los padres, por sabios que sean, pue­ un mejor desarrollo en el último apartado. Aquí sólo me interesa destacar como
den tener intereses y preferencias que no coincidan con los del niño». (En este planteamiento del proteccionismo «renovado» permite considerar que la
WORSFOLD, Víctor L., «A Philosophical Justificaron For Children's Rights», voluntad de los niños, también de los que no pueden manifestarla, ha de ser
cit., pp. 29-30). tenida en cuenta para determinar cuál es su mejor interés.

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el mejor interés del niño y cómo se ha de conseguir. Se entien­ proteccionismo «tradicional» aquí representado por O’Neill), y
de, pues, que la forma de tener en consideración la voluntad del aboga por la necesidad de centrar la atención en el niño, pues
menor, lo que en realidad supone es darle valor en cuanto sig­ ésa será la única forma de conseguir el mejor desarrollo de su
nifica un indicio de lo que sería la «auténtica» voluntad —la personalidad. Y, además, señala explícitamente que si bien es
que se manifestaría con la posesión de la suficiente razón, ex­ necesario atender con cuidado a sus peculiares condiciones vi­
periencia e información sobre las circunstancias relevantes al tales, sus aptitudes, deseos y opiniones sobre sus intereses, a
caso—, que es a la única a la que, finalmente, se respeta de ma­ fin de conocer realmente cuáles son sus necesidades; sin em­
nera plena. Sin embargo, también los planteamientos del pro­ bargo, resulta igualmente necesario tomar las decisiones por
teccionismo «renovado» terminarán por negar la vinculación ellos, ya que están incapacitados para decidir correctamente
jurídica de la voluntad del menor. De esta manera, desde las po­ cuáles son sus auténticas necesidades e intereses. Esa incapa­
siciones de ese proteccionismo «renovado» se estipula como ne­ citación tiene distintas causas, aunque todas ellas estén estre­
cesaria la participación del menor, e incluso se defiende que chamente conectadas. No obstante, si, como en su momento se
haya de procurarse que las decisiones que se tomen respondan verá, la incapacidad que se predica de los menores para poder
en la medida de lo posible a lo que sería la «auténtica» volun­ ejercer sus derechos se basa fundamentalmente en considerar
que carecen de la suficiente razón, experiencia e información
tad del menor. Pero, dada la premisa de una voluntad imper­
para poder tomar las pertinentes decisiones, así, también Coady
fecta, no se puede aceptar que sea el propio menor el que de­
pone, en relación con la determinación de los intereses del niño,
termine cuál es su interés y cómo conseguirlo. Por lo que se
el acento en estos últimos requisitos. Ya que si bien valora, este
vuelve a considerar necesario que se designe un tercero que
autor, que los menores pueden pensar y desarrollar ideas pro­
tome, en última instancia, las decisiones pertinentes al caso con­
pias, sin embargo, considera inevitable el que carezcan de los co­
creto, determinando, así, en cada caso, cuál es el mejor interés
nocimientos relevantes para saber cuáles son sus auténticas ne­
del niño y cuáles las medidas que hay que adoptar para su efec­ cesidades e intereses, pues para adquirir esos conocimientos es
tiva consecuciónl05. necesaria una experiencia del mundo y de la gente que su cor­
Estas ideas se ven claramente en los planteamientos de Coady. ta edad le impide tener —señalando también, a este respecto, otra
Este autor critica a O’Neill que en su exposición la idea que idea propia del proteccionismo «renovado» como es el entender
ofrezca del niño se caracterice por mostrar las incapacidades que los deseos e intereses que el niño tiene de hecho responden
que le son propias y que habrán de desaparecer con la adultez en gran medida a la influencia que recibe de su entorno, prin­
(lo que, en realidad, coincide con la actitud de centrar la aten­ cipalmente de sus padres, por lo que, evidentemente, no tienen
ción en el futuro adulto, es decir, critica el punto de vista del por qué coincidir con sus auténticos intereses—106.
Esto no quiere decir que el cambio no sea tan trascendental
como antes apuntaba, pues lo es al exigirse la participación di­
105 Así, como podemos apreciar en el análisis de la profesora Picontó de recta del niño —teniendo que escucharse sus opiniones y de­
la práctica del sistema español en cuanto al intervencionismo en la protección
seos— y al tener que justificarse la decisión que se adopte te­
de menores, el intervencionismo estatal está, en general, alejado del pleno res­
peto de la voluntad del niño, estando más preocupada por garantizar ese interés
«objetivo» del niño que seguirán determinando los terceros «capaces». (Véase
al respecto en PICONTÓ NOVALES, Teresa: La Protección de la Infancia. (As­ 106 Véase así en COADY, C.A.J.: «Theory, rights and children: a comment
pectos sociales y jurídicos), cit., pp. 201 y 202). on O'Neill and Campbell», cit., pp. 49-50.

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

niendo en cuenta lo expresado por el niño y lo que se supone que Por otra parte, hay que constatar, conforme a lo dicho, que
hubiese expresado de haber podido o sabido. Pero sí quiere de­ si es verdad que el proteccionismo ha ido consiguiendo una más
cir que, en última instancia, también ahora la determinación y efectiva satisfacción del mejor interés del niño, ya que existe una
consecución de los intereses de los menores dependen siempre preocupación real por el niño y por averiguar y satisfacer aque­
de la voluntad de los adultos. llo que se pudiese considerar que fuese su auténtico interés l0s,
De esta manera, aunque los autores afínes al proteccionis­ es igualmente cierto que con él se ha mantenido una amplia
mo «renovado» sigan en la línea de legitimar sus argumentos se­ brecha entre lo que de verdad se pretendía conseguir y lo ma­
ñalando su adecuación para conseguir dar cumplimiento efec­ nifestado como objetivos a conseguir109. Y es en este último sen­
tivo al mejor interés del niño, en realidad no hay que dejar de
mirar todas esas manifestaciones con un cierto grado de es­ de permitir o no la viabilidad de esos proyectos según los consideren, confor­
cepticismo, pues ese mejor interés del niño puede ser sacrifica­ me a su propio juicio, como apropiados o no. (Véase este planteamiento de
do por diferentes motivos. Puede serlo, por ejemplo, porque el Lowy en LOWY, Catherine: «Autonomy and the appropriate projeets of children:
tercero que se considere que ha de determinar cuál es el mejor a comment on Freeman», en Alston, Philip; Parker, Stephen y Seymour, John
interés del niño y cómo actuar en consecuencia, obre de mala (eds.): Children, rights and lite law, cit., pp. 74-75).
108 Dos claras manifestaciones de ello son, por una parte, la amplia le­
fe y procure su propio beneficio o, porque aun actuando de gislación que para la protección del menor ha surgido en todos los ámbitos
buena fe, se equivoque en sus decisiones, por diferentes causas desde principios de siglo, en un ritmo in crescendo, hasta nuestros días; y, por
—como puede ser, simplemente, porque se malinterpreten los de­ otra, el surgimiento de un gran número de organizaciones estatales, como el
seos y opiniones del niño indicativos de su auténtico interés por Defensor del menor, o no estatales, como UNICEF, que tienen como fin la pro­
tección del niño.
ser valorados conforme a los prejuicios o planteamientos vita­
109 Lo que se puede observar también en la voluntad real de dar participa­
les del tercero «capacitado»—l07. 108 ción al menor en la determinación de su interés y en la toma de decisiones que
se ha de realizar al respecto. Por poner un ejemplo, me gustaría señalar la dife­
rencia que se producía entre la forma de llevar a cabo esos planteamientos por
107 Puede resultar de interés señalar aquí la proposición que realiza el misionero javeriano Chema Caballero en su magnífica obra de rehabilitación
Lowy sobre la consideración, como elemento esencial en el trato debido a de niños soldados de Saint Michael, con un programa que creó y llevó acabo
los niños, del respeto por sus propios proyectos —es decir, por los planes que con increíble éxito desde 1999 a 2002 en Sierra Leona, y cómo se actuaba en
éstos realizan conforme a sus intereses—, que Lowy entiende que son capaces reuniones oficiales sobre niños soldados. Al propósito, nos cuenta el periodista
de realizar una vez pasada la primera infancia. Esta preocupación por respe­ Gervasio Sánchez como en el programa; «Se establece una hora de reunión al
tar los proyectos del niño la subraya Lowy, por una parte, al indicar explícita­ día, que se denomina la asamblea de la mañana, en la que participan cuidado­
mente que ese respeto se lia de extender no sólo a aquéllos que parezcan ra­ res, trabajadores sociales, maestros y supervisores. Los niños pueden exponer sus
cionales a los adultos sino también a los que puedan parecer irracionales, pero quejas y sugerencias. Sus opiniones son muy importantes para evaluar y desa­
que, no obstante, resulten importantes para el niño; y, por otra parte, al seña­ rrollar el programa»; mientras que: «En las reuniones sobre niños soldados siem­
lar la conveniencia de reivindicarlo incluso como un derecho general (aunque pre estuvieron presentes abogados, funcionarios del gobierno y representantes
no sea explícita la autora en determinar las consecuencias de ese reconoci­ de las ONG. Pero nunca, salvo cuando Chema los invitó a encuentros con UNI-
miento). Sin embargo, esa defensa no se hará de todo proyecto que realicen los CEF, participaron los verdaderos protagonistas. "Escuchemos a los niños, por­
niños, sino sólo de aquellos que se consideren «apropiados» según sean las que son ellos los que mejor nos pueden indicar sus necesidades”, recomendó en
circunstancias del niño. Y así Lowy, que también considera que los niños son varias reuniones de alto nivel. Pero los niños fueron reconvertidos en frías esta­
generalmente incapaces de realizar acciones con vistas a largo plazo, de reali­ dísticas y sus lústorias con nombres, apellidos y rostros interesaron poco o nada».
zar sacrificios presentes a fin de conseguir futuros beneficios, reconoce que (En SÁNCHEZ, Gervasio: Salvar a los niños soldados. La historia del misionero
serán finalmente los adultos «capaces» quienes tomen la decisión definitiva Chema Caballero en Sierra Leona, Debate, Barcelona, 2004, pp. 40 y 187).

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tido que hay que resaltar como con la búsqueda de una mayor decisiones que le afecten, creo que no se podrían entender sin la
legitimación para las medidas que se defendían, se ha pasado de adecuada comprensión de los aspectos antes referidos. Pues a su
defender la consecución del mejor interés del niño a defender establecimiento ha conducido el continuo aumento de prestigio
que lo que habría que conseguir es el interés superior del niño. que ha ido obteniendo en los planteamientos proteccionistas la
Lo cual significa tanto el reconocimiento expreso de que exis­ idea de que sus medidas conducirían a la consecución del mejor
ten distintos intereses, que no tienen porque ser compatibles interés del menor. La legitimación que suponía señalar que con
entre sí (con lo que se supera la dicotomía que a este respecto esas medidas se habría de conseguir lo mejor para el niño, per­
se observaba en los planteamientos propios del proteccionismo mitía aceptar la mayor o menor discreción de terceros en hacer­
«tradicional»), cuanto que en caso de conflicto hay que conce­ las efectivas, pues su actuación siempre estaría justificada por ir
derle un carácter primordial al del niño110. * en beneficio del niño. De esta manera, debido a la fuerza de esta
Así, el establecimiento y el alcance de ese principio de aten­ fuente de legitimación, una vez reconocida la posible confluen­
der al interés superior del niño para la toma de todas aquellas cia de intereses contradictorios, se terminó aceptando que si siem­
pre se ha de conseguir el beneficio del niño, la única conclusión
que permite seguir considerando justificado la adopción de
110 Resulta paradigmático de esta concepción su plasmación práctica en
los textos jurídicos que en el ámbito internacional han reconocido con carác­
medidas que afecten a los niños sería, precisamente, entender
ter general los derechos a los niños. Así, en la Declaración de Ginebra, de 1924, que se sigue actuando para la efectiva consecución del interés
no se señala expresamente pero se puede entender implícito al reconocer en su del niño, y, así, que ése es el que finalmente habría de primar.
Preámbulo: «Por la presente declaración de los derechos del niño, llamada De­ Las consecuencias de ese principio, de llevarse realmen­
claración de Ginebra, los hombres y las mujeres de todas las naciones reconocen
te a efecto, serían absolutamente revolucionarias En todo
que la humanidad debe dar al niño lo que ella tenga mejor». En el mismo sen­
tido se muestra el Preámbulo de la Declaración de 1959: «Considerando que
la humanidad debe al niño lo mejor que puede darle», pero en esta Declaración
ya se reconoce expresamente en el principio 7 «El interés superior del niño 111 Incluso, desde otra perspectiva que a la que aquí se señala, habría que
debe ser el principio rector de quienes tienen la responsabilidad de su educa­ resaltar el cambio que supondría para la estructuración de medidas legislati­
ción y orientación», y, sobre todo, en el principio 2: «El niño gozará de una vas y políticas necesarias para su aplicación efectiva. En este sentido, si aten­
protección especial y dispondrá de oportunidades y servicios, dispensando demos a que la consideración primordial del interés superior del niño se recoge
todo ello por la ley y por otros medios, para que pueda desarrollarse física, en el artículo 3.1 de la Convención sobre los derechos del Niño, de 1989, se
mental, moral, espiritual y socialmente, en forma saludable y normal, así como puede comprender su importancia si se entiende que, como señala el profesor
en condiciones de libertad y dignidad. Al promulgar leyes con este fin, la con­ Calvo García, la lógica promocional de los derechos que se le reconocen al
sideración fundamental a que se atenderá será el interés superior del niño». Y, niño en dicha Convención obliga «a poner en marcha un complejo entrama­
finalmente, en la actual Convención sobre los derechos de los niños de 1989, do de medidas legislativas, políticas sociales, planes y programas de fomento
se establece en su artículo 3.1: «En todas las medidas concernientes a los ni­ o actuaciones de «alentamiento» y organización de servicios básicos e infra­
ños que tomen las instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tri­ estructuras como condición previa para la realización efectiva de los objeti­
bunales, las autoridades administrativas o los órganos legislativos, una consi­ vos materiales de protección y bienestar del menor. Se trata de transforma­
deración primordial a que se atenderá será el interés superior del niño». (Las ciones relevantes en las dinámicas necesarias para la realización de los derechos;
fuentes de donde extraigo estos preceptos son, respectivamente: Enciclopedia cambios que obligan a modificar no sólo la terminología, sino la perspectiva
Universal Ilustrada Europeo-Americana, vol. 28, primera parte, Espasa Calpe, de los análisis tradicionales sobre la aplicación y evaluación del desarrollo de
Madrid, 1925; Derechos humanos. Recopilación de instrumentos internaciona­ los derechos». (En CALVO GARCÍA, Manuel: «Los derechos humanos entre
les, Naciones Unidas, Nueva York, 1988; y Protección del menor, Biblioteca de dos mundos: la implementación del Convenio sobre los derechos del Niño», Pen­
Legislación, serie menor, Civitas, Madrid, 1996). samiento Jurídico 9, 1998, pp. 56-57).

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caso, es necesario constatar que, en realidad, existen lími­ gación de la vinculatoriedad jurídica de la voluntad del niño
tes más o menos explícitos, y más o menos justificados, a al respecto ll4.
que finalmente sea el interés del niño el que predomine 112. Sería falso deducir de ello que el interés del menor no en­
cuentra una más adecuada protección en los planteamientos de
Así, un límite expreso y justificado es que en su articulación
las teorías del proteccionismo «renovado» que en las del «tradi-
ese interés superior del niño se reconoce como «una» consi­
deración primordial, lo que supone reconocer que se pue­
den tener en cuenta otras consideraciones primordiales que, 1IJ En este sentido, es interesante observar como para Alston y Gilmour-
finalmente, pueden ser las que prevalezcan; y es que parece Walsh: «Un tema que los redactores de la Convención no trataron fue la cues­
evidente que otros intereses legítimos deberán de ser teni­ tión de cómo determinar lo que es lo mejor para un niño. ¿Se trata de una de­
dos en consideración, y en ocasiones tener primacía sobre cisión que debe ser tomada por los adultos basándose en la evaluación de lo
que algunos de ellos llaman factores "objetivos", o sería necesario que los ni­
los del propio niño 113. Y un límite no expreso y, seguramen­
ños interviniesen en este proceso?». Lo que se puede completar con otras apre­
te, tampoco justificado, que permitiría, como con los plan­ ciaciones de estos autores que muestran como la aplicación del principio de­
teamientos «tradicionales», una práctica diferente tras la fa­ penderá en gran medida de las interpretaciones que se hagan: «Si pasamos a
chada de legitimidad que supone el manifestar que se considerar la cuestión de quién tiene que aplicar el principio, ni el lenguaje
pretende conseguir la satisfacción del mejor interés del niño, del texto ni el proceso de elaboración del artículo nos proporcionan una res­
puesta clara. Las palabras iniciales del artículo, sobre todo las referidas a "to­
lo constituiría, de nuevo, la negación al niño de la posibili­ das las medidas", parecen sugerir que cualquier persona que actúe en un asun­
dad de decidir libremente sobre qué constituye su auténtico to que tenga que ver con un niño o grupo de niños debe tener en cuenta cuál
interés y qué ha de hacerse para conseguirlo, es decir, la ne­ es el interés superior de ese niño o grupo de niños. Esto incluiría a gobiernos,
organismos públicos y privados c individuos como los padres y cuidadores del
niño. Sin embargo, las palabras siguientes sugieren una formulación aparen­
temente más estricta que limita la aplicación del principio a "las instituciones
112 Así, es interesante constatar, como podemos ver reflejado en algunos públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades admi­
pasajes del estudio que realiza la profesora Picontó del actual sistema justifi­ nistrativas o los órganos legislativos". Una interpretación aún más estricta su­
cador de una fuerte intervención de los poderes públicos para proteger a los me­ geriría que el principio se aplica en primer lugar a los actos de las autoridades
nores, que de la existente confrontación de intereses en la realidad no siempre públicas; aunque también podría aplicarse a aquellas acciones de organismos
salen beneficiados los niños. (Puede verse así en PICONTÓ NOVALES, Teresa: privados siempre y cuando actúen en el campo del bienestar social. Así, el ar­
La Protección de la Infancia. (Aspectos sociales y jurídicos), cit., pp. 198-199, o tículo 3 parece contradecirse en su intento de determinar quién debe aplicar
en 279.) el principio del interés superior del niño». «[L]a Convención dispone que el prin­
113 Y así, conforme a lo señalado por Hierro: «El grupo de trabajo que cipio del interés superior ha de ser aplicado por todos los órganos decisorios,
elaboró la Convención tomó como base de discusión para este artículo, en ya sean públicos o privados, siempre que actúen en algún asunto que concier­
1981, la propuesta norteamericana frente a la polaca y en la discusión se na a los niños. La importancia que se debe dar al principio puede variar según
puso de manifiesto que el "interés superior’’ del niño debía ser una conside­ las circunstancias, aunque siempre se le debe otorgar, como mínimo, una con­
ración primordial, pero no única y excluyeme, ya que otros intereses pueden sideración importante o principal». Y así: «podrían justificarse resultados to­
tener igual o mayor relieve en ciertas situaciones (por ejemplo, emergencias talmente distintos en una situación concreta, pero en ambos casos se podría
durante el parto). También en 1989 se repitió la discusión (...) Se alcanzó, argumentar de forma convincente que se ha aplicado el principio del interés
pues, un consenso sobre la fórmula una frente a la fórmula la (considera­ superior». (En ALSTON, Philip y GILMOUR-WALSH, Bridget: El interés su­
ción primordial). Esta fórmula fuerte se mantuvo, sin embargo, para la adop­ perior del niño. Hacia una síntesis de los Derechos del Niño y de los Valores Cul­
ción, y así aparece en el artículo 21». (En HIERRO SÁNCI-IEZ-PESCADOR, turales, trad. Christoph Wagner en colaboración con el «Grupo de Traducción
Liborio, L.: «La intimidad de los niños: un test para el derecho a la intimidad», Alhambra», col. «Innocenti Studies», Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales-
cit., p. 386.) Comité Español de UNICEF, Madrid, 1999, pp. 30, 27, 30 y 33).

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cional». Eso lo asegura la comprensión de la voluntad del menor La solución a estos problemas ha de pasar por reconocer la
como elemento constitutivo del concepto «mejor interés del niño» vinculatoriedad jurídica a decisiones que puedan tomar los me­
y la necesidad de tomar en consideración esa voluntad a la hora nores. Esta vía de solución tiene como principal problema de­
de determinar qué es lo que constituye su mejor interés y cómo terminar cuándo se ha de confiar en que el menor va a ser ca­
se ha de conseguir en la adopción de todas aquellas medidas que paz de determinar mejor que nadie cuál es su auténtico interés
le afecten. Sin embargo, sí es cierto que tampoco en estos plan­ y cómo se puede conseguir. Esta cuestión la trataré con mayor
teamientos «renovados» se asegura que el mejor interés del niño profundidad al analizar los derechos de los niños, pero ahora me
va a tener siquiera las mismas posibilidades de realización que interesa destacar que avanzar en esa vía de solución implica dos
los intereses de aquellos terceros que toman las decisiones aspectos fundamentales. Primero, permite terminar con la cons­
que les afecten —y cuyos intereses también se ven afectados por trucción artificial de que todas las medidas que afecten a los ni­
ellas—. El problema que de esta manera se plantea se encuentra ños tienen como objetivo último conseguir su mejor interés (in­
bien resumido en la exposición de la profesora Picontó: «Según cluso por encima de los intereses legítimos de terceros); y así,
algunas reflexiones, hasta que el individuo esté en condiciones entender que en caso de conflicto de intereses habrá que deter­
de llevar a cabo sus propias preferencias y opciones deberíamos minar en cada ocasión cuál es el que debe prevalecer según el
protegerlo para que pueda ejercer su autonomía en un tiempo fu­ mayor grado de legitimidad que la satisfacción de cada interés
turo, cuando sus capacidades ya no se vean limitadas. Ahora en conflicto tenga. Y segundo, permite establecer como fin úl­
bien, si no se matiza, esta hipótesis [que como vemos sería pro­ timo darle a la voluntad del menor la máxima vinculatoriedad
pia de lo que aquí se ha denominado como proteccionismo «tra­ posible, y cuando se pueda al mismo nivel que la tengan reco­
dicional»] puede dar lugar a un patemalismo que asfixie los de­ nocida los adultos, lo que supone que cuando no existan razo­
rechos de la personalidad. Cuando estas consideraciones se nes que objetivamente lo impidan (y la inmadurez mental de
plantean en relación con decisiones que pueden llegar a afectar los infantes puede ser una) habrá que reconocer que es el me­
a la vida de un menor, la suplantación de la voluntad del niño o nor el que mejor puede saber cuál es su verdadero interés y
de la niña por otras voluntades puede dar lugar a un conflicto de cómo se le puede dar adecuado cumplimiento.
derechos especialmente trágico. Puede que el menor no esté en En todo caso, es necesario subrayar aquí que el esclareci­
condiciones de adoptar la decisión que mejor favorezca su inte­ miento de las consecuencias que estas consideraciones implican
rés y la plena realización de sus derechos. En ese caso, habría que significa, finalmente (y como se verá más claramente con el pos­
dar entrada a la voluntad de los padres; pero el test del superior terior estudio y justificación de las medidas paternalistas vincu­
interés del niño, tal y como lo entienden a veces los padres, no ladas con la supuesta voluntad del niño), que con el concepto
siempre protege adecuadamente los derechos del niño. De ahí «mejor interés del niño» lo que se ha de entender definitivamente
que no pueda obviarse la responsabilidad pública en la tutela del es «respeto por la «auténtica» voluntad del niño».
interés y los derechos del menor, lo cual podrá llevar a un conflicto
"triangular" de derechos y responsabilidades entre el Estado, los
padres y el menor» ll5. IV. LA FORMACIÓN DEL CIUDADANO A TRAVÉS
DE LA EDUCACIÓN

115 En PICONTÓ NOVALES, Teresa: En las fronteras del Derecho: Estudio El tiempo transcurrido desde el siglo xvn hasta nuestros días,
de casos y reflexiones generales, Dykinson, Madrid, 2000, p. 17. durante el que se han desarrollado los planteamientos proteccio-

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rustas, es un tiempo clave en la evolución seguida en las ideologías la necesidad de que la educación formal de los niños fuese en
políticas y en las transformaciones de los modelos de Estado. Por centros especializados de aprendizaje "6. No obstante, lo que sí
eso, resulta necesariamente esquemático referirse a la formación se siguió manteniendo por los autores proteccionistas «tradi­
de un ciudadano pretendido para la sociedad ideal en la que ha­ cionales» fue que el control y la dirección de esa educación for­
bría de vivir, pues son muchas las sociedades ideales que se han mal descansasen en último extremo en los padres, y que tam­
pretendido construir, y más los modelos de ciudadanos que se bién ellos tomasen una participación activa y decisiva en la
han estimado adecuados para vivir en ellas. Sin embargo, sí se pue­ formación de la personalidad del niño de acuerdo con sus pro­
de simplificar ese vasto panorama si, ateniéndonos a nuestros pios valores y objetivos.
objetivos, tomamos en consideración los principales modelos de Respecto a la primera de esas circunstancias, el surgimiento
sociedades ideales y de ciudadanos pretendidos que, de manera de las escuelas como instituciones preparadas para la formación
más o menos simulada, se encuentran en los planteamientos pro­
de un determinado tipo de ciudadanos, podemos señalar su
teccionistas. En este sentido, es conveniente atender de nuevo a
origen moderno, según se sigue de la exposición que hace Phi-
la distinción entre unos planteamientos proteccionistas «tradi­
lippe Ariés. Así, siguiendo al autor francés, se deduce que la
cionales» y unos planteamientos «renovados», que, agrosso modo
promiscuidad era quizás la principal característica de los co­
y con matices antes apuntados, podemos vincular con los mode­
los pretendidos del Estado liberal de Derecho y los del Estado legios de la Edad Media. En ellos se daba una mezcla en las
Social de Derecho, respectivamente. edades de los alumnos, que permitía estar en la misma clase a
adultos y a niños; la conformación de la educación recibida ve­
nía a depender, en una amplísima medida, de las decisiones de
1. Los planteamientos del proteccionismo «tradicional» los propios alumnos —en las enseñanzas que recibían, el cole­
gio al que decidían acudir o la propia duración de la etapa de­
El modelo educativo que se propugna en los planteamientos dicada al aprendizaje—; e, incluso, la propia vida de los estu­
proteccionistas «tradicionales» va unido al reconocimiento de diantes se desarrollaba en un ambiente de costumbres relajadas,
un amplio poder paternal de decisión en la dirección del desa­ tanto en las propias escuelas, como en las pensiones donde al-116 * *
rrollo vital de sus hijos, antes incluso que al ideal de la educación
doméstica. Como vimos al estudiar el pensamiento de Locke, la
educación dirigida por los propios padres —o por un preceptor 116 En el estudio que hace Ariés vemos que ya en la sociedad del Antiguo
por ellos elegido— en el ámbito familiar se proponía como la Régimen existe una separación, en este sentido, entre los escritos de pedago­
gos, que abogaban por un sistema de preceptores, y la realidad, en la que la edu­
forma idónea de conseguir formar al futuro caballero con las cación era escolar (aunque en la edad concreta Ariés no se muestre muy exac­
virtudes morales y sociales adecuadas (y, como en su momento to, pues en diferentes pasaje señala los diez años y los doce o trece años).
se verá, también Rousseau retomará, aunque con distinto al­ (Véase en ARIÉS, Philippe: El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen,
cance, el ideal de educación doméstica). Ese ideal parece con­ cit., pp. 266 y 355-356).
cordar con el de la constitución de un espacio familiar, separa­ En este sentido, también Kant señalaba la necesidad de superar la edu­
cación doméstica; y si como defensor del espíritu liberal clásico, desconfia­
do del público, en el que sus miembros vivan convenientemente
ba también de la enseñanza que se pudiese proporcionar por el Estado, abo­
bajo la prudente dirección de los padres. Sin embargo, la reali­ gaba mejor por las escuelas privadas. (Véase al respecto en FERNÁNDEZ
dad social transformaría ese ideal educativo, pues casi desde el ENCUITA, Mariano: «Prólogo», en Kant, Immanuel: Pedagogía, cit., p. 25; y
principio se hizo patente, al menos para la mayoría de los padres, en KANT, Immanuel: Pedagogía, cit., pp. 41-42).

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gunos se alojaban o en la vida de vagabundeo que otros lleva­ conseguirán realizar comenzando con el desmantelamiento del
ban"7. sistema medieval y estructurando en su lugar, en un largo pro­
La reacción frente a esa situación fue llevada por pensado­ ceso cuya implantación se extenderá durante los siglos siguientes,
res moralistas, que de forma importante empezaron desde el si­ un sistema en el que los niños han de recibir una misma edu­
glo XV a clamar por un cambio en las costumbres y una rees­ cación, donde las materias aprendidas, la edad en que cada una
tructuración acorde del sistema educativo11 s. Los planteamientos es aprendida, y la duración del periodo de aprendizaje adquie­
de estos autores, por los objetivos y las justificaciones que dan ren mucha relevancia; y en el que, si es posible, la educación
en ellos de la reforma educativa, se podrían considerar inte­ ocupe y controle al máximo posible de la vida del niño 12°.
grados dentro del esquema general del proteccionismo; pues, Por último, es necesario resaltar también aquí como el sur­
pese a que en ellos no exista todo el desarrollo teórico del mo­ gimiento y el posterior desarrollo del proteccionismo no ha sido
vimiento proteccionista, constituyen una de las bases sobre las ajeno a la evolución seguida en el tipo de educación que se de­
que dicha doctrina se construirá. Para estos autores, constitu­ fendía como apropiada para las niñas, que siempre se funda­
ye uno de los principales males de la sociedad el que los niños mentaba, precisamente, en la función predestinada para los
se desarrollen en ambientes corruptores, que deforman, irre­ adultos de ambos sexos en la sociedad. Así, si en el surgimien­
versiblemente, su personalidad. Por eso, constituye una de las to del proteccionismo «tradicional», junto al pensamiento libe­
principales prioridades proteger al niño, indefenso e incapaz, ral, se establece la exclusión de la niña de la educación destinada
de esa corrupción; y, así, mediante la adecuada educación en a los varones en la misma medida en que estaría excluida la mu­
los valores cívicos y cristianos, conducir su vida y conformar jer de la sociedad dominada por los hombres m; en cambio, des-* 120 121
su personalidad de manera que se consiga que el futuro adulto
sea un buen ciudadano y un buen cristiano "9. Esta reforma la
ciplinaron. En el origen, a la vez, del sentimiento moderno de la infancia y de
la escolaridad moderna encontramos a los mismos hombres, obsesionados con
117 En este sentido, señalará Ariés: «vamos a poner de relieve algunos ras­ la educación». (En ARIÉS, Philippe: El niño y la vida familiar en el Antiguo Ré­
gos de ella [de la escuela medieval] que nos interesan para nuestro análisis de gimen, cit., p. 434).
la relación de las edades: la ausencia de gradación de los programas, la simul­ 120 Señala, en este sentido, Ariés: «La disciplina escolar procede de la dis­
taneidad de la enseñanza, la mezcla de edades y la libertad del estudiante». (En ciplina eclesiástica o religiosa; es más un instrumento de perfeccionamiento mo­
ARIÉS, Philippe: El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, cit., p. 201). ral y espiritual que un medio de coerción, y es solicitada no sólo por su efica­
"S Hay que considerar la escasa incidencia de la escuela en la sociedad cia (porque la disciplina es la condición necesaria para el trabajo en común),
anterior. De hecho, según Ariés, la extensión de la escolarización de los niños sino también por su propio valor edificante y ascético. Los educadores la adap­
vendrá pareja a los nuevos sentimientos de la familia y de la infancia, a los que tarán a la vigilancia permanente de los niños, al menos teórica, de día y de no­
ya me he referido, a partir del siglo XV y con el momento cumbre del siglo xvn. che. (...) Los maestros tienden a estrechar al escolar mediante un control de más
(Véase en este sentido en ARIÉS, Philippe: El niño y la vida familiar en el An­ en más estricto, considerado cada vez más por las familias, desde finales del
tiguo Régimen, cit., pp. 260-261, 486-487 y 489). siglo XVII, como la mejor condición para realizar una educación seria. (...) El
119 En este sentido, se puede apreciar también en Ariés la íntima conexión niño se encontró sometido, durante su escolaridad, a una disciplina cada vez
existente entre la nueva concepción del niño y esos objetivos educativos, «Los más rigurosa y real, que distanciaba al niño sobre quien recaía de la libertad
moralistas y educadores del siglo xvn, herederos de la transición que remon­ del adulto. La infancia fue así prolongada a todo el período escolar». (En ARIÉS,
ta a Gerson, a los reformadores de la Universidad de París del siglo XV, a los Philippe: El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, cit., pp. 439-440).
fundadores de los colegios de finales de la Edad Media, lograron imponer su 121 También aquí nos puede servir el apunte histórico de Ariés, que señala
convencimiento profundo de la infancia de larga duración gracias al triunfo de como la escolarización que acabamos de ver que sí se instauraba para los ni­
las instituciones escolares y a las prácticas educativas que ellos orientaron y dis­ ños era negada a las niñas, precisamente por la función social que se destina­

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de el proteccionismo «renovado» se defiende una educación teccionismo «tradicional» habrá que considerarlos encuadra­
igualitaria de los sexos, acorde con la sociedad igualitaria que dos dentro del movimiento liberal —del que, como queda di­
se pretende construir122. * * cho, también se considera a John Locke como uno de sus prin­
Como vemos, tras las manifestaciones expresas de estar pro­ cipales iniciadores—.
tegiendo al niño de un mal desarrollo moral e intelectual esta­ Conforme a los postulados del pensamiento liberal se com­
ba siempre presente la idea de formar un determinado tipo de prende mejor el sostenimiento, como principio básico del pro­
ciudadano ideal, y este esquema se mantendrá por los autores teccionismo «tradicional», de la inclusión del control y la di­
proteccionistas. No obstante, el proteccionismo tendrá un dife­ rección de toda la educación del niño dentro de la amplia
rente modelo de sociedad y, consecuentemente, de ciudadano potestad paterna. Los padres ejercerán ese control y dirección
ideal. Pues, conforme a lo que aquí se viene sosteniendo, sólo a bien de manera indirecta, al tomar decisiones sobre la educa­
ción que habrían de recibir los niños en los colegios, bien de
partir del pensamiento de Locke se puede empezar a observar
manera directa, a través de la transmisión de sus propios co­
un modelo teórico nuevo, lo suficientemente integrador de to­
nocimientos, valores y objetivos. El lema liberal laissez faire
dos los aspectos que se han de tener en cuenta respecto a la ma­
laissez passer, que avanzaba el modelo abstencionista del Es­
nera en que se ha de tratar al niño, que significa la superación tado liberal de Derecho, casa perfectamente con esta concep­
de los antiguos patrones. Y esos planteamientos propios del pro­ ción proteccionista «tradicional» que venimos estudiando.
Pues, atendiendo a la formación de la familia como institu­
ción social hasta cierto punto independiente y a la necesaria su­
ba para las mujeres, que las hacía objeto de otro tipo de educación y formación.
(Véanse unos esclarecedores pasajes en este sentido en ARIÉS, Philippe: El peditación del niño a la voluntad del padre, se ha de entender
niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, cit., pp. 437-439 y 392-393). que ese dejar hacer —y ese abstencionismo estatal— se refiere
122 Sin embargo, a este respecto hay que realizar una importante preci­ también a la manera en que el padre puede decidir como llevar
sión (a la que igualmente he de aludir en otros momentos) que simplemente los asuntos familiares; siempre, claro está, dentro de los límites
deriva, por una parte, del hecho de que todo enfoque global de un problema que el propio Estado determina con el Derecho, que, en alguna
supone una pérdida inevitable de aspectos relevantes, y, por otra, de la nece­
sidad de tener presente que las ideas se encuentran en continua evolución y, por medida, suponen un control del amplio poder parental. Pues,
eso, no es posible encontrar los mismos planteamientos en, por ejemplo, el como bien señalan Dingwall, Eekelaar y Murray, los teóricos li­
proteccionismo «tradicional» y el liberalismo del siglo xvu que en los del si­ berales, «desde Mili hasta Hayek», se muestran contrarios a un
glo XIX. En este caso, es claro, como luego mostraré, que si nos fijamos en un poder irrestricto de los padres en la crianza, en la educación, de
autor tan significativo para este tema como es Mili, observamos que la aseve­ los niños; ya que para el liberalismo resulta necesario no sólo el
ración realizada en el texto principal, sin matices no sería cierta; pues si bien
considero que sus planteamientos son encuadrables dentro del proteccionismo respeto a la privacidad familiar y a la educación que los padres
«tradicional», también es cierto que aboga por la educación universal. En todo quieran proporcionar a sus hijos, sino también que la sociedad
caso, esto, por una parte, no supone que la afirmación general haya de ser re­ tenga un control final que permita asegurar que la formación mo­
chazada, no al menos en mayor medida en la que se tendría que rechazar una ral del futuro ciudadano es la adecuada a los valores sociales
opinión comúnmente aceptada de que los planteamientos del liberalismo clá­
imperantes m.
sico negaban la educación universal, cuando parece claro que este plantea­
miento cambió fundamentalmente a partir del siglo XIX, y, por otra parte, sí su­
pone un elemento más para confirmar la teoría de que la educación que se
defiende para el niño está determinada, en cada caso, por la formación de un 123 Véase así en DINGWALL, Robert; EEKELAAR, John y MURRAY, Topsy:
ciudadano adulto pretendido. The Protection of Children. State Intervention and Family Life, cit., p. 220.

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

No obstante, la forma de realizarse la dirección de la for­ la necesidad que se mantiene de formar el mejor adulto posible,
mación del adulto pretendido sigue siendo, en el mejor de los ca­ a favor de esa coacción*l25.lo
sos —conforme a los planteamientos que vimos en el estudio Por otra parte, si utilizamos la consabida imagen de la esfera
del pensamiento de Locke—, una educación para la libertad de libertad para significar los poderes, derechos y libertades,
desde una educación en la sumisión ,24. Las ideas, en este sen­ que se reconocen y protegen jurídicamente al ciudadano, po­
tido, de un autor tan relevante como Kant son muy esclarece- demos advertir que si en el ideal liberal estaba la constitución
doras. Kant se preocupa por que la coacción que se ejerza sobre de una sociedad en la que cada ciudadano tuviese su propia es­
el niño sea simplemente la necesaria para formar un carácter que fera de libertad en la que actuar, ajeno a presiones e interferen­
permita la consecución de su autonomía moral (con el respeto cias extrañas, y, a su vez, que todo ciudadano respetase la esfe­
a la libertad de los demás), pero también reconoce la necesidad ra de libertad de los demás, se observará que la formación del
de negar esa libertad al niño, a pesar del gran sufrimiento que ciudadano ideal sería la de aquella personalidad capaz de reco­
esto le cause al propio niño y del estado de sumisión en que esa nocer esas esferas de libertad y actuar prudentemente dentro
falta del libertad le sitúa. De esta manera, también para Kant, de la suya, respetando las de los demásl26.
el inevitable conflicto entre la pasión natural por la libertad exis­
tente en todo niño y la necesidad de coaccionar esa libertad de­
125 Pueden verse unos pasajes muy significativos de Kant en este sentido,
bido a las propias incapacidades consustanciales a la condición
en KANT, Immanucl: Pedagogía, cit., p. 76; en KANT, Immanuel: «Fragmentos
de niño —que habrá de causar una inevitable angustia al niño—, Pedagógicos», en Pedagogía, Apéndice III, cit., p. 110; en KANT, Immanuel:
ha de resolverse, dada la concepción del niño que se maneja y Antropología. En sentido pragmático, cit., p. 208 y en KANT, Immanuel: Lecciones
de ética, Introducción y notas de Roberto Rodríguez Aramayo, traducción cas­
tellana de Roberto Rodríguez Aramayo y Concha Roldán Panadero, col. «Bi­
124 Quedan fuera, pues, los planteamientos en los que explícitamente se blioteca de bolsillo», Crítica, Barcelona, 2002, pp. 298-299.
realice la educación desde la sumisión para formar un ciudadano concreto sa­ 126 Estas ideas, y su importancia esencial, tanto en la constitución de la socie­
crificando para ello la libertad y la personalidad del individuo. Son los plantea­ dad ideal cuanto en la consiguiente formación del ciudadano ideal, se pueden apre­
mientos propios de los regímenes totalitarios, que son, consecuentemente, tam­ ciar bien, por ejemplo, en MILL, John Stuart: «El Utilitarismo», cit., pp. 126-127.
bién propios de la ideología de un modelo negador de los derechos de los niños. En todo caso, es claro que en el texto principal hago una forzada síntesis de
Un ejemplo muy claro lo podemos ver en la propia afirmación de Hitier en 1938: lo que puede ser considerado el ciudadano ideal para el pensamiento liberal, y
“Esta juventud no aprende otra cosa que pensar como alemán, actuar como ale­ que dentro de esa amplia corriente de pensamiento existen mayores o menores
mán. Del Pueblo Joven llegan a las Juventudes Hitlerianas, y después les acoge­ grados de separación en la propia consideración del ciudadano y la sociedad
mos enseguida en el partido. Y en caso de que allá aún no se hayan convertido ideales, según se atienda a otras perspectivas que cada autor considera relevan­
plenamente en nacionalsocialistas, entonces llegan al Servicio de Trabajo. Y de tes, como es su propia concepción de la ética, personal y social, que se atienda
lo que pudiera quedar todavía, aquí y allá, de conciencia de clase y orgullo de es­ más a la formación de la persona ideal o a la del ciudadano ideal. Así, por seguir
tirpe se ocupan luego las fuerzas Armadas. No volverán a ser libres durante toda con el ejemplo de Mili, se puede observar como en el pensamiento de este autor,
su vida». Lo que confirman las opiniones de dos de los alumnos de los Institu­ al tratar de la formación de su ciudadano ideal, si bien se indica por un lado, en
tos Nacionalpolíticos de Educación: «Cada uno de nosotros debía entender la lec­ un sentido negativo, que la sociedad no está legitimada para intervenir en la li­
ción: "Tú no eres nada, tu pueblo lo es todo”»; y: «La personalidad individual (...) bertad de un individuo si éste no perjudica a los demás (y, en todo caso, que la
ya no valía nada. Solamente valía la comunidad, que marchaba siguiendo unas justificación de la intervención ha de ser por su propio interés, lo que habrá que
directrices unificadas». (Véanse estos tres testimonios recogidos en KNOPP, entender compaginado con los casos justificados de medidas paternalistas a las
Guido: Los niños de Hitier. Retrato de una generación manipulada, trad. Christi- que después me referiré), es decir, un ciudadano ideal de acuerdo con su con­
ne Müller, col. salvatcontemporánea, Salvat, 2001, pp. 103 y 208). cepción política liberal, que actúe prudentemente dentro de su esfera de liber-

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

En los primeros planteamientos defendidos desde el pro­ educación simplemente se habría de reconducir al aprendiza­
teccionismo se dejaba que el padre decidiese libremente cuál je de los valores que los propios padres le quisiesen transmi­
era la educación que se habría de dar al niño para formar esa tir y a los conocimientos que éstos considerasen que le iban a
personalidad 127. Dejando que incluso pudiese decidir si esa ser necesarios para el correcto desempeño del trabajo que ejer­
citaría en su vida adulta (normalmente el oficio del propio pa­
dre —en el que el niño ayudaba al principio como aprendiz—
tad respetando las de los demás; también se observa, por otro lado, y en un sen­ en el caso de los varones y las mismas funciones que la madre
tido positivo, que el ciudadano debe de actuar no sólo para la consecución de su en el caso de las hembras). En este sentido cabe interpretar
felicidad sino también para la del resto de las personas, es decir, un ciudadano también una posición actual como la de Ruddick, en la que, si
ideal de acuerdo con su concepción ética utilitarista. Y, en todo caso, pretende
Mili que la formación de ese ciudadano ideal se ha de hacer a través de la asun­ bien se reconoce la necesidad de que. el padre forme al niño para
ción por el niño de los valores y conocimientos adecuados, que, eso sí, se consi­ que éste pueda en el futuro desarrollar una vida independien­
dera que han de coincidir con el adecuado desarrollo de sus propias potenciali­ te; sin embargo, deja finalmente a la decisión de los padres la
dades, teniendo para ello la sociedad la legitimación, y la obligación, de imponerle consideración de cuál es el futuro en que se ha desarrollar esa
esos valores positivos y fomentar ese desarrollo; de manera que se habrá de for­ vida y cuál es la consiguiente formación que se ha de propor­
mar al ciudadano ideal (de acuerdo con la concepción del proteccionismo «tra­
dicional») sin que el propio niño tenga una participación directa en su proceso cionar (planteamiento que está, como no puede ser de otra
formativo. (Véase en este sentido en MILL, John Stuart: Sobre la libertad, cit., manera, estrechamente vinculado con el tema del mejor inte­
pp. 162-163; y en MILL, John Stuart: «El Utilitarismo», cit., pp. 62-63 y 64). rés del niño, y es que con él también se está negando la exis­
También es interesante constatar, a este respecto, como el tema sobre la tencia de un interés propio del niño en cuanto tal que haya
concepción de la mujer y de sus funciones sociales, sirve bien para mostrar que respetar, sino que lo que realmente existe es una sumisión
las diferencias más o menos importantes que en la formación del ciudadano
ideal existe entre los distintos autores. Así, si Kant (con una influencia expre­
del mismo a los deseos del padre)l28.
sa de Rousseau) claramente excluye a las mujeres de la educación para la ciu­
dadanía, lo cual no quiere decir que no exista una educación para la mujer,
antes al contrario, lo que significa es su educación para la formación del tipo carácter y los hábitos de sus hijos, se presume ser el autor de todas las dis­
de mujer ideal en la sociedad liberal burguesa: la mujer dedicada al marido, a posiciones que manifiestan». (En BENTHAM, Jeremy: Tratados de legislación
la familia y a la transmisión de su rol social a sus propias hijas; en cambio Mili civil y penal, cit., p. 287).
aboga con fuerza por el reconocimiento del derecho al voto de la mujer, el fin 128 En todo caso, aunque Ruddick defina su posición, el «Principio de
de su condición discriminada en la sociedad, y como elemento necesario de todo Provisión de Perspectivas», de manera que la formación que el padre debe pro­
ello el que tuviese igual acceso a la educación. (Véase así en KANT, Immanuel: porcionar ha de ser para que el niño esté preparado para desarrollar una vida
«Fragmentos Pedagógicos», en Kant, Immanuel: Pedagogía, Apéndice II, cit., independiente en cualquiera de los posibles futuros que los propios padres, y
pp. 104-105; y en MILL, John Stuart: Del Gobierno representativo, presenta­ aquellos a quienes éstos respetan, consideren probables y para que, además,
ción de Dalmacio Negro, traducción de Marta C.C. de Iturbe, col. Clásicos del la vida que se realice sea aceptable tanto para el padre cuanto para el niño. En
Pensamiento, Tecnos, 2.“ ed„ Madrid, 1994, pp. 112 y 103). realidad, la formación del niño como futuro ciudadano se ha de adaptar a lo
Y por último, puede ser también conveniente aclarar que en este estudio que los padres consideren que es una vida que el futuro adulto puede desa­
me refiero al tipo de ciudadano y sociedad ideal que puede señalarse como ca­ rrollar sin problemas y, además, que es una vida que el propio padre conside­
racterístico del modelo proteccionista; lo que implica que no tiene porque res­ ra aceptable. No es necesario, en este sentido, que esa vida sea ni la que el niño
ponder a las construcciones reales llevadas a la práctica en los distintos países. elija (aunque Ruddick muestra su confianza en que el niño también la acep­
Pues esas construcciones reales habrán de depender de otras variables, como tará, al señalar expresamente que, a pesar de que pueden existir adolescentes
es la estructura cultural y socioeconómica del lugar y la época. que la rechacen, considera que será una de las coincidencias que el ajuste en­
127 A estas ideas apuntan planteamientos como el de Bentham, que, en tre deseos de los padres y necesidades de los niños durante su convivencia, en
un pasaje ya citado, señalaba: «el padre que ha podido formar a su gusto el condiciones socioeconómicas decentes, tiende a producir), ni tampoco la que

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Sin embargo, en la lógica interna tanto de ios planteamien­ bertad, que se considera que ha de garantizar el Estado para
tos proteccionistas cuanto de los liberales esa solución se mues­ cada ciudadano, deja de considerarse, a este respecto, que se
tra insatisfactoria. Los primeros abogaban por la protección del refiere sólo a la que el propio adulto tiene en el momento —en
niño y ello suponía protegerle de lo que pudiese perjudicar su este sentido, la del padre, con su posibilidad de controlar y di­
desarrollo vital. Así entendido, resultaba prácticamente impo­ rigir el desarrollo vital de sus hijos—, y se empieza a conside­
sible considerar que el no garantizar un mínimo de educación, rar que también se refiere a la que ha de disfrutar el futuro adul­
a través de la adquisición de suficientes conocimientos y un ade­ to, por lo que se ha de garantizar que la educación del niño le
cuado desarrollo de capacidades, fuese compatible con esa pro­ permita el adecuado desarrollo de sus capacidades. Y la segunda,
tección debida al niño. Y, por su parte, los planteamientos libe­ porque se entiende que la formación del ciudadano pretendido, de
rales entendían que la auténtica libertad de la persona venía una sociedad liberal ideal, no puede ser un simple continuador
dada por el número y el alcance de las posibilidades de actua­ de los oficios, funciones sociales, conocimientos y valores de sus
padres; la sociedad liberal ideal se ha de caracterizar también por
ción que poseyese, por lo que la educación habría de facilitar
el desarrollo del mayor número de capacidades posibles del un progreso continuo, y el ciudadano de esa sociedad ha de tener
las capacidades para cambiar, para evolucionar, y, mediante la
menor. Con ambos planteamientos se apunta, en realidad, a
promoción y el desarrollo de sus cualidades en la búsqueda de su
un mismo tipo de sociedad liberal, en el que la persona desa­
propio beneficio, conseguir el desarrollo y el beneficio del con­
rrolle libremente sus potencialidades y pueda, de esta mane­
junto de la sociedad. Y así, se puede observar bien la conjunción
ra, beneficiar también al resto de sus conciudadanos *129. Y así de esas ideas tanto en el pensamiento del propio Kant 13°,
se abren dos diferencias importantes con el planteamiento pro­
teccionista antes expuesto: la primera, porque la esfera de li­
130 Kant defiende, por una parte, la concepción de que el fin de la educación
implica la consecución de la autonomía moral del propio individuo y, a la vez,
suponga la consecuencia de un desarrollo de las potencialidades del niño (ex­ que con ella se ha de conseguir el progreso social. Acorde con sus plantea­
cluyendo explícitamente la visión liberal que, como después indicaré, aboga por mientos de perfección del género humano, Kant concibe la pedagogía como el
el desarrollo del mayor número de capacidades posible). Así, finalmente, aun­ instrumento por el que la humanidad podrá alcanzar la perfección a la que, en
que Ruddick partiría del rechazo a un plan de vida en que el niño simplemen­ principio, estaría predestinada. Es decir, que antes que en la formación de un
te aprendiese el oficio del padre (lo que consideraría una posición «conserva­ ciudadano ideal de una sociedad liberal concreta, para Kant el ideal sería que
dora»), en realidad ese rechazo es debido simplemente a que normalmente la la persona fuese educada para la mejor de las sociedades posibles, abriéndo­
sociedad cambiará lo bastante como para que esos conocimientos resulten in­ se incluso al conjunto de la humanidad, a una sociedad cosmopolita. En todo
suficientes al futuro adulto. Pero si se tuviesen fundadas razones para creer que caso, existen dos límites a ese ideal, uno, del que es consciente el propio Kant,
esos conocimientos resultarán suficientes, y ese tipo de vida contase con el be­ es el de la imposibilidad de esa empresa, al menos durante muchas genera­
neplácito del padre, entonces no parece que Ruddick tuviese inconveniente en ciones, aunque pueda ponerse como meta a alcanzar y mientras hace que quien
aceptar como buena esa formación. (Véase en RUDDICK, William: «Parents and sea así formado sea un buen ciudadano para la sociedad en la que haya de vi­
Life Prospects», cit., pp. 129-132). vir; y el segundo, del que no es del todo consciente, es la propia limitación que
129 Por lo que no es extraño que, desde el utilitarismo, también Bentham supone la asimilación de los ideales de su sociedad, que tiene su reflejo en su
justificase esa dirección de la educación de los niños por sus padres, utilizan­ propio proyecto educativo, que será acorde con un modelo liberal clásico, y así,
do argumentos semejantes a los señalados en el texto principal como propios pese a la importancia concedida a la educación, se reserva, en la práctica, a los
del proteccionismo «tradicional», y buscando este mismo fin de progreso de la varones y de una determinada condición social, el burgués, que sería el ciu­
sociedad así como el beneficio del resto de los conciudadanos. (Véase en este dadano ideal de esa sociedad liberal. (Véase sobre ese ideal educativo de Kant
sentido en BENTHAM, Jeremy: Tratados de legislación civil y penal, cit., p. 205). y el límite al que se enfrenta conscientemente, en KANT, Immanuel: Pedago-

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La Fundamentación de los Derechos de los Niños
Ignacio Catnpoy

dos ideas se recogen y fomentan en las posiciones «renovadas»,


como recientemente en los planteamientos de Amy Gut-
y conforme con la adecuación de los planteamientos del protec­
mann l3‘.
cionismo «renovado» a la construcción del Estado social de De­
recho, se observa como ambas ideas adquieren un significado
diferente en dichos planteamientos y modelo de Estado.
2. Los planteamientos del proteccionismo «renovado»
Es conforme con el modelo del Estado social de Derecho, el
reconocimiento como objetivo básico de la educación el máxi­
Con la búsqueda del desarrollo de las capacidades y poten­
mo desarrollo de las capacidades y potencialidades del menor,
cialidades del menor a través de la educación y la defensa de una
con la pretensión última de conseguir el desarrollo de su plena
educación mínima obligatoria para todos los niños se da un paso
de enorme trascendencia en las teorías proteccionistas. Estas personalidad. Este objetivo supondrá entender que ya no se pue­
de dejar a los padres decidir cuál ha de ser ese desarrollo con la
amplia discreción que antes se les reconocía. La formación de
gía, cit., pp. 33-34, 36, 76, 92 y 93; y una referencia sobe esa limitación exter­ la persona con la simple transmisión de los valores de los padres
na al propio pensamiento de Kant puede verse en FERNÁNDEZ ENCUITA, y de los conocimientos que éstos considerasen más oportunos
Mariano: «Prólogo», en Kant, Immanuel: Pedagogía, cit., pp. 25-26). para los hijos, queda obsoleta. Ahora, a través de un fuerte con­
131 Para Gutmann, dado que es necesario actuar paternalistamente con trol del Estado, se garantizará que el menor recibe unos conte­
los niños por no poder ser estos considerados como seres racionales, habría que
confiar la educación del niño (como las otras potestades que conlleva la patria
nidos educativos básicos y una formación conforme a unos de­
potestad) a los padres. Sin embargo, entiende que la educación debe ser obli­ terminados valores, pues ambos se consideran necesarios para
gatoria, porque es necesario que se garantice que los niños se convertirán en que se pueda dar ese pleno desarrollo de su personalidad en la
los futuros adultos-ciudadanos de la sociedad democrática liberal. En este sen­
sociedad en la que vive*l32.131
tido, los padres no podrán imponer sus criterios (como, en el caso que trata, Por otra parte, también se puede constatar que la preten­
una concepción religiosa, como la de «la vieja orden Amish» que no aprecia la
obligatoriedad de la enseñaza secundaria) cuando eso suponga recortar con­
sión de una educación mínima obligatoria tiene su plasmación
siderablemente la formación de la persona en el futuro adulto pretendido. Por jurídica práctica en su reconocimiento como derecho de todos
eso, en el discurso de Gutmann lo que tiene importancia es el futuro adulto, y los niños a la educación básica obligatoria. Siendo éste uno de
más concretamente el futuro ciudadano. Pues lo que se ha de proteger es que los derechos que conforman la nueva categoría de derechos fun­
el futuro adulto pueda tomar las decisiones libremente accediendo al mayor nú­ damentales que se reconoce en ese modelo político de Estado so­
mero posible de variantes (estilos de vida), que es lo que ha de conseguir el
mantenimiento de la sociedad democrática liberal. Ya que sólo así. con la trans­
cial de Derecho, los derechos económicos, sociales y culturales,
misión de los valores educativos de la sociedad, permitiendo que el adulto pue­ y siendo su imposición garantizada por el modelo intervencio­
da elegir sobre los planes de vida valiosos con suficiente información y entre nista que supone este Estado. De esta manera, se garantiza, con
el mayor número de opciones posible, y garantizando que la participación en una casi completa efectividad, que los niños reciben esa educa­
la toma de decisiones políticas y el ejercicio de sus derechos civiles y políticos
ción, y se reduce, correlativamente, la capacidad de decisión
se haga de forma libre e inteligente, se realizará ese ideal que mantiene la so­
ciedad democrática liberal. Y todo ello sólo se conseguirá garantizando esa
educación obligatoria. De esta manera, nuevamente, cuando se defiende en
este caso la educación obligatoria, tampoco es en el niño en quien se está pen­ 132 Así, por ejemplo, establecerá el artículo 27.2 de nuestra actual Cons­
sando, sino en el futuro ciudadano de una sociedad ideal. (Véase en GUT­ titución: «La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personali­
MANN, Amy: «Children, Patemalism, and Education: A Liberal Argument», dad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los
en Philosophy & Public Affairs, vol. 9, núm. 4, 1980, pp. 338-358, especialmente derechos y libertades fundamentales».
pueden verse pp. 339-342 y 349-351).
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discrecional de los padres, al articularse un control sobre el Como se ve, los cambios que de ambas ideas básicas se rea­
cumplimiento de sus deberes, entre los que se encuentra el que lizan en los planteamientos «renovados», conformes con la ins­
sus hijos reciban la adecuada educaciónl33. tauración del modelo político de Estado social de Derecho, apun­
tan a un nuevo modelo de sociedad y de ciudadano. En la
identificación de esos nuevos modelos resulta esclarecedora la
133 En todo caso, es cierto que la esencial importancia de hacer la edu­ concepción del profesor Peces-Barba de que el modelo de so­
cación elemental obligatoria a todos los niños no es sólo mantenida por los ciedad que surge con la construcción del Estado social de De­
defensores del Estado social, también desde tradicionales posiciones libera­
les y desde posiciones neoliberales críticas al Estado social (y a los nuevos de­ recho ha de formarse atendiendo a la especial configuración
rechos económicos, sociales y culturales que incorpora) se compartirá esa que en ese modelo se da de los cuatro valores básicos que han
idea, si bien es cierto que las razones de fondo pueden diferir en lo fundamental venido conformando desde el tránsito a la modernidad la ética
en las diferentes argumentaciones. Una opinión que puede resultar interesante pública de la modernidad: la libertad, la igualdad, la seguridad
al respecto es la de Hayek, pues en la misma, además de esa defensa por el y la solidaridad, con el predominio de la libertad pero con la
establecimiento de una enseñanza elemental obligatoria (aunque no haga re­
ferencia a un fin esencial de la misma que otros autores sí destacan, como es necesaria participación de los otros tres l34. *Y conforme a ello,
el que cada persona, independientemente de otras consideraciones, debe te­ el ciudadano de esa sociedad ha de recibir una educación que
ner garantizada la posibilidad de conseguir el mejor desarrollo posible de tendrá como uno de sus fines principales el hacerle partícipe
sus cualidades y capacidades), también podemos apreciar la conexión con de esos valores, es decir, que ya de niño los vaya asumiendo
otros planteamientos propios del proteccionismo «tradicional» respecto a los como propios al asimilarlos como justos.
temas que ya hemos analizado: la concepción del niño, la relación entre pa­
dres e hijos y la determinación y consecución del mejor interés del niño. «En
Precisamente, como es sabido, los críticos del Estado social
el caso de la población infantil, resulta obligado advertir que, como es lógi­ de Derecho y defensores de un modelo más liberal, señalan que
co, no ha de operar un sistema de libertad ilimitada, ya que no son seres ple­ con ese control e intervención estatal lo que realmente se logra
namente responsables de sus actos. Aun cuando, en términos generales, el in­ es adoctrinar a todos los niños con unos determinados conoci­
terés de los mismos niños exige que el cuidado de su bienestar, tanto corporal mientos y valores, los mismos para toda los niños, los que la so­
como mental, corresponda a sus padres o tutores, tal circunstancia en modo
alguno significa que gocen de omnímodo poder para tratarles a su antojo.
ciedad o, peor aún, los poderes públicos consideran más ade­
El resto de los miembros de la sociedad tiene también indudable interés en cuados; y, de esta manera, e inevitablemente, lo que finalmente
el bienestar de la población infantil. Los motivos para exigir de padres o tu­ se consigue son los resultados contrarios a los manifestados
tores faciliten, a cuantos se hallan sometidos a su potestad, un mínimo de edu­ (aunque no necesariamente a los realmente pretendidos por los
cación, aparecen perfectamente claros. Las razones que militan en el seno de poderes públicos): la uniformización de criterios y voluntades,
la sociedad contemporánea a favor de la enseñanza elemental obligatoria
ofrecen una doble vertiente. En un sentido, es evidente que correremos me­
la extinción de la diversidad, y, en último término, la extinción
nores riesgos y, en general, resultará más beneficioso el actuar de nuestros con­ de la independencia y la libertad. En su lugar, abogan estos au-
ciudadanos si determinadas creencias y conocimientos fundamentales son
compartidos por cuantos integran la comunidad. En otro aspecto, cuando
una parte de la población es analfabeta, las instituciones democráticas no que la coexistencia pacífica se convertiría en una entelequia sin la coinci­
funcionan de modo normal, salvo en un sector muy reducido del país. Es im­ dencia en los aludidos principios». (En HAYEK, Friedrich A.: Los funda­
portante advertir que generalizar la instrucción pública no depende de ma­ mentos de la libertad, trad. José-Vicente Torrente, Unión Editorial, 3.a ed.,
nera principal, ni menos de modo exclusivo, de difundir mayores conoci­ Madrid, 1975, p. 493).
mientos entre las gentes. Es necesario que ciertos módulos valorativos sean 134 Véase, por ejemplo, en este sentido, en PECES-BARBA MARTÍNEZ,
aceptados por los más; y, si bien insistir excesivamente sobre tal convenien­ Gregorio: Ética, Poder y Derecho. Reflexiones ante el fin de siglo, col. Cuadernos
cia puede provocar repercusiones hostiles a la filosofía liberal, es indudable y Debates, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1995, p. 64.

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

lores por reconocer a los padres la libertad, aunque sometida a to por el Estado que suponga la anulación de la propia perso­
los necesarios límites que la sociedad imponga, de decidir li­ nalidad del alumno; en este sentido, señala esclarecedoramen-
te el profesor Prieto: «Debe subrayarse asimismo que el dere­
bremente la educación que han de recibir sus hijos; de este
cho a la educación se reconoce en un marco de pluralismo
modo, la diversidad y la independencia quedarían garantiza­
ideológico, no sólo por la libertad de creación de centros do­
das, y, en último extremo, la libertad de los individuos y el pro­
greso en libertad de la sociedad. Por otra parte, es interesante centes privados, sino también por la protección que se presta
a la libertad de cátedra (artículo 20. 1 .°c) y ala participación de
observar también que esos planteamientos se defienden inclu­
padres, profesores y alumnos en la gestión de los centros
so entre los autores liberales y neoliberales que defienden igual­
(art. 27. 7.°). Con ello ha de evitarse que la educación se con­
mente una enseñanza básica obligatoria ’35.
vierta en un modo de adoctrinamiento o catcquesis de resulta­
En todo caso, estos críticos pueden, finalmente, estar con­
dos casi tan nefastos como el incumplimiento del mandato
fundiendo (y no todos ellos necesariamente de manera ino­
constitucional del artículo 27. l.°» l36.
cente) la necesidad de enseñar unos conocimientos y valores En todo caso, la comprensión del nuevo modelo de ciudadano
básicos que ayudan a toda persona a desarrollarse como per­
queda incompleta si no se atiende a la idea básica antes seña­
sona y a su socialización, con la anulación de todo posible de­ lada, de que en el fin de la educación hay que conjugar el libre
sarrollo de una personalidad propia. Sus propuestas, que en desarrollo de la personalidad del individuo con la formación en
gran medida suponen una vuelta a los primeros planteamien­ los valores básicos de la sociedad. Idea que surge al intentar dar
tos proteccionistas y liberales, ya han demostrado su fracaso contenido a ese pleno desarrollo de la personalidad. De esta ma­
en garantizar que todas las personas (o la gran mayoría) ad­ nera, se impide, precisamente, que se dé un modelo en el que se
quieran realmente los mínimos contenidos educativos nece­ asumiese acríticamente valores ajenos al individuo y destruc­
sarios para poder desarrollar una vida independiente y plena. tores de su personalidad 137. Un ideal de libre desarrollo de la
Sin embargo, el modelo del Estado social (pese a las críticas que
se le pueden señalar) sí que garantiza a todos los niños esos mí­
nimos educativos para desarrollar una vida independiente y ■"
136 En PRIETO SANCHÍS, Luis: «Los derechos fundamentales y el menor
plena. Y es que no hay que olvidar que el Estado social al que de edad», cit., p. 192. También sobre la posibilidad de justificar una enseñan­
nos referimos es el de Derecho, y eso implica, entre otras cosas, za obligatoria en nuestras sociedades democráticas, precisamente justificada
un fiscalización de la actividad de la Administración y una par­ en el beneficio de la persona, puede verse en HOBSON, Peter: «Pacrnalism
—• • - *• * —i - r
ticipación de los ciudadanos en la formación de los poderes
Education, vol. 27, núm. 2, 1983.
públicos, y, consiguientemente, en la formación y desarrollo de 137 En este sentido, resulta también muy útil la distinción que el profe­
las políticas públicas. Del mismo modo, también la articula­ sor Peces-Barba realiza entre ética pública y ética privada, para ver esa co­
ción de otros derechos garantiza la imposibilidad de entender nexión existente entre el modelo de sociedad y el modelo de ciudadano en el
Estado social de Derecho: «Lo que diferencia a la ética pública (...) de la éti­
que esa educación obligatoria vaya unida a un adoctrinamien- ca privada es que la primera es formal y procedimental y la segunda es ma­
terial y de contenidos. La primera trata de configurar una organización po­
lítica y jurídica, donde cada uno pueda establecer libremente sus planes de
135 Un buen ejemplo de estas ideas lo podemos encontrar en los plantea­ vida o elegir entre aquellos proyectos de planes de vida institucionalizados,
mientos del liberalismo clásico en Mili y en los del neoliberalismo contempo­ por un grupo social, por una Iglesia o por una escuela filosófica. Quiero así
ráneo en Hayek. (Véase así en MILL, John Stuart: Sobre la libertad, cit., p. 194; decir que en este punto de vista del paradigma de ética pública de la moder­
y en HAYEK, Fricdrich A.: Los fundamentos de la libertad, cit., pp. 494-497). nidad, la libertad inicial o de elección tiene una organización política y jurí-

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

personalidad que en el ámbito de la educación tiene una fiel que le respete también como persona con fines e intereses
traducción en la necesidad de que el niño desarrolle todas sus propios l38.
capacidades y potencialidades, pero no sólo porque con eso se Ese punto de vista, de ser llevado a efecto, supondría un
logrará que el ciudadano pueda en el futuro ayudar a la mejo­ cambio radical también para los contenidos y los métodos edu­
ra de la sociedad y sus conciudadanos, sino como fin en sí mis­ cativos. No supondría, en absoluto, pasar al extremo contrario
mo, para que la persona pueda, en el libre ejercicio de su auto­ y obviar al futuro adulto por complacer simplemente los inte­
nomía, diseñar sus propios planes de vida y actuar para su reses del menor, no se trataría de reconocer la posibilidad (que

—*
efectiva consecución. se desarrollará en el liberacionismo) de que el ideal de forma­
Pero hay que dar constancia de que, como en todo proce­ ción de la persona, con la pretensión de un determinado tipo
so en que estemos tratando la formación de un futuro ciuda­ de adulto-ciudadano, tenga que ceder ante un nuevo modelo de
dano, también en los planteamientos que se realizan se suele formación propuesto y buscado por el propio menor con la di­
obviar la consideración del desarrollo de la plena personalidad rección de su propia educación. Pero sí supondría evitar que se
del niño a fin de atender a la plena personalidad del adulto (del
imponga la realización de sacrificios presentes a fin de conse­
futuro ciudadano), quedando así oscurecida la realidad, pri­
guir beneficios futuros, sin preocuparse por saber si esa perso­
mero, de que el niño en cuanto tal también ha de tener reco­
na realmente quiere, o está dispuesta a aceptar, esos beneficios
nocido y protegido el libre desarrollo de su personalidad y, se­
a cambio de esos sacrificios; supondría reconocer la posibili­
gundo, que el libre desarrollo de la personalidad del adulto
dad de que el menor pueda cambiar el rumbo de su educación.
sólo se puede conseguir si se ha permitido que se diese el li­
En todo caso, de manera consecuente con lo que ya sabe­
bre desarrollo de su personalidad en las anteriores etapas de
mos sobre los planteamientos «renovados» (y a diferencia, como
su vida. En todo caso, esta preocupación sí la encontramos
vimos, de lo que ocurría en los planteamientos «tradicionales»),
en los planteamientos del proteccionismo «renovado». En és­
sí se exige que el menor pueda participar en su educación, de­
tos se atiende también a lo que ha de ser para el propio niño
biendo tenerse en cuenta sus opiniones según su nivel de ma­
en cuanto tal el mejor desarrollo de sus capacidades y poten­
cialidades; es decir, que se entiende que la educación que ha durez. Pero eso, finalmente, no garantiza que la educación del
de recibir el niño no ha de tener sólo como objetivo la for­ menor no sea la que decidan por ellos los terceros adultos con­
mación del futuro adulto, sino que, en la misma medida, ha siderados más cualificados, aquellos que, precisamente, han de
de tener como objetivo el desarrollo de capacidades y poten­ conceder la debida importancia a las opiniones del menor. De
cialidades que el propio niño disfrute, que haga feliz al niño, esta manera, se permite que sean esos adultos los que terminen
por imponer sus criterios educativos, aceptando las opiniones
y deseos de los menores sólo en la medida en que sean cohe­
dica, inspirada y fundada en el valor de la libertad social, a lo que comple­
tan y matizan, la seguridad, la igualdad y la solidaridad, que permite llegar
a las personas a abordar el ideal de la autonomía o libertad moral. Lo que he 138 Este punto de vista del proteccionismo «renovado» lo podemos ver
venido llamando planes de vida elegidos libremente es sinónimo de proyec­ claramente expuesto primero en la crítica que Campbell realiza a la anterior
to moral universalizable, al que nos adherimos o que construimos y que nos supeditación del interés, los derechos, la felicidad y la libertad del niño a la con­
permite enfilar el horizonte de nuestra personalidad moral». (En PECES- secución de una determinada formación de adulto-ciudadano, en CAMPBELL,
BARBA MARTÍNEZ, Gregorio: Ética, Poder y Derecho. Reflexiones ante el fin Tom D.: «The rights of the mi ñor: as person, as child, as juvenile, as fu tu re
de siglo, cit., p. 75). adult», cit., pp. 16-17.

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Ignacio Campoy La Funda mentación de los Derechos de los Niños

rentes con sus propias opiniones y deseos. Así, en último extremo, En ese sentido, de nuevo nos será de gran utilidad el estu­
con este sistema se está, de nuevo, permitiendo la formación del dio separado de esos dos tipos de planteamientos que vengo
adulto-ciudadano pretendido, e impidiendo que el niño tenga efi­ denominando como «tradicionales» y «renovados». Aunque
cazmente protegido el libre desarrollo de su propia personalidad. una advertencia previa es conveniente realizar aquí. Y es, que
Pues parece muy difícil que ésta no se vea, finalmente, «rectifica­ debido precisamente a que las respuestas ofrecidas por los au­
da» en alguna medida en el sentido pretendido con esa educación tores son motivadas por distintas causas (su concepción del
impuesta; dependiendo en último término de la actuación de los Derecho, etc.), finalmente se encontrarán unificados dentro de
adultos el utilizar en mayor o menor grado esa posibilidad que la misma categoría autores que, en principio, poco parece que
queda abierta para imponer sus criterios educativos. Nuevamen­ les une, o a los que les casa mal la denominación de «tradicio­
te, esto nos conduce a la necesidad de estar atentos a conocer cuál nales» o «renovados». Sin embargo, mi interés no está en de­
es realmente la voluntad de la persona, independientemente de mostrar entre ellos más unión que la que se deriva de defender
su edad y, en la medida de lo posible, a respetarla, reconociéndo­ planteamientos lo suficientemente cercanos respecto a la for­
le para ello vinculación jurídica. Los problemas que van vincula­ ma de entender cómo se ha de proteger a los niños con el De­
dos a esta última consideración intentarán ser resueltos al estudiar recho como para encuadrarlos, por manifestar su mayor pro­
en el siguiente apartado los derechos del niño. ximidad con ellos, dentro de uno de esos dos polos de
pensamiento proteccionista que se pueden denominar como
«tradicional» o «renovado».
V. LOS DERECHOS DEL NIÑO
Conviene, pues, señalar respecto a este tema cuáles serán
las principales líneas argumentativas que permiten adscribir un
En este último apartado trataré de señalar las principales
planteamiento a uno de esos dos polos conceptuales del pro­
soluciones que dentro del proteccionismo se han ofrecido a la
teccionismo. Así, la tendencia dentro de las posiciones «tradi­
cuestión del reconocimiento y protección de los derechos de los
cionales» será defender la necesidad de proteger, parafraseando
niños, que, como se verá, en ocasiones se reconduce al proble­
la conocida frase de Farson, antes a los niños que a sus dere­
ma que supone saber cómo se puede articular en el Derecho la
protección debida a los niños. Quizás antes que en ningún otro chos139; o, dicho de otra manera, parten de que la protección
aspecto, es en éste en el que más profundas pueden ser las di­ de los niños no pasa (no tiene por qué pasar o no puede pasar)
ferencias entre los autores. Porque en cada respuesta que se simplemente por la protección de sus derechos. Razonamiento
ofrece al problema se mezclan no sólo las diferentes cuestiones que va a llevar a la negación a los niños de algunos de los dere­
ya tratadas respecto a los niños (su concepción, su mejor inte­ chos, o de algunas dimensiones significativas de los derechos,
rés, etc.), sino también otras consideraciones como la concep­ que se reconocen sin fisuras a los adultosl40. Del mismo modo,
ción de la Moral que se tenga o, de modo principal, las diferen­
tes formas de entender el Derecho y los derechos. Por eso, es
también quizás más necesario realizar aquí un esfuerzo de abs­ 139 Véase en FARSON, Richard: Birthrights, MacmiUan Publishing Co.,
Inc. / Collier MacmiUan Publishers, New York/London, 1974, p. 163.
tracción para comprender pautas generales en las posibles res­ 140 En este sentido, puede resultar esclarecedor el pasaje en que Ariés se­
puestas antes que intentar el inabarcable trabajo de analizar ñala la «pérdida de libertad» que para los niños supuso la aparición de esos nue­
minuciosamente cada una de ellas, que plantearía objetivos di­ vos sentimientos de infancia y de familia a los que ya nos referimos en los
ferentes de los que se han marcado para este libro. apartados anteriores: «La familia y la escuela retiraron al niño de la sociedad

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

se entiende que aun cuando se acepta la existencia de ciertos dar, en general, al margen de su ejercicio*l42. Y, en este sentido,
derechos de los niños (si no se aceptase ninguno no podríamos son los derechos y potestades de aquellos que se encargan de
hablar de proteccionismo sino de planteamientos propios de la dar esa adecuada protección a los niños los que obtienen un ca­
prehistoria de los derechos de los niños 14‘), el niño ha de que­ rácter predominante l43.

de los adultos. La escuela encerró a una infancia antaño libre en un régimen loria de los derechos, sin embargo, este reconocimiento de derechos permite
disciplinario cada vez más estricto, lo que condujo en los siglos xvm y XIX a la establecer una nítida diferencia. Así puede apreciarse cuando Bentham, al ar­
reclusión total del internado. La solicitud de la familia, de la Iglesia, de los mo­ gumentar a favor de establecer la responsabilidad de los padres por los actos
ralistas y de los administradores privó al niño de la libertad de que gozaba en­ de sus hijos, también señala en una expresión muy dura que: «se puede decir
tre los adultos. Esta solicitud le infligió el látigo, la prisión, las correcciones re­ que los hijos salvo los derechos que les da su cualidad de entes sensibles, hacen
servadas a los condenados de ínfima condición. Sin embargo, este rigor reflejaba parte de la propiedad de un hombre, y deben ser mirados como tales». (En
otro sentimiento diferente de la antigua indiferencia: un afecto obsesivo que BENTHAM, Jeremy: Tratados de legislación civil y penal, cit., p. 287).
dominó a la sociedad a partir del siglo XVIII». Es claro que Ariés no maneja Una posición teórica que se encontraría, en este sentido, en el umbral del
aquí el término libertad en el mismo sentido en que lo podamos entender hoy proteccionismo es la que defiende Ruddick. Este autor utiliza un ejemplo de
día en el ámbito del Derecho, no podía serlo cuando se está haciendo referen­ su invención con el que pretende exponer mejor su teoría sobre lo que supone
cia a la Edad Media y como sabemos no existían entonces los conceptos jurí­ su «Principio de Provisión de Perspectivas» (al que ya he hecho referencia an­
dicos que manejamos, que tendrán su origen precisamente en el tránsito a al tes), atendiendo a las obligaciones que implica la paternidad: un matrimonio
modernidad. Con ese término Ariés se refiere a la libertad de actuar en el mun­ de enanos tiene un hijo enano pero que puede alcanzar un tamaño normal si
do de los adultos sin que su condición de niño implicase el sometimiento a se sometiese a un tratamiento médico adecuado, la pareja decide no darle ese
coerciones especiales. Sin embargo, es interesante observar como es la justifica tratamiento porque, por experiencia con otro hijo mayor de tamaño normal,
ción de proteger a los niños la que no sólo niega esa «libertad» sino que tam­ saben que su cuidado les resultaría imposible sin ayuda y, finalmente, cuando
bién permitirá una situación excesivamente restrictiva, de las que nosotros sí creciese se iría convirtiendo paulatinamente en un extraño para ellos, y, ade­
podremos interpretar como libertades, para los niños. Y en este sentido pode­ más, porque están convencidos de poder ofrecerle una vida digna e indepen­
mos destacar aquí el uso que durante tanto tiempo se ha hecho de esa disci­ diente en su momento, aunque siga siendo enano. Para Ruddick eso será su­
plina especial para los niños. Siguiendo el análisis de Ariés, podemos consta­ ficiente para legitimar el que no se someta a tratamiento médico al niño. Y al
tar que con los reformadores morales del siglo XV se impulsó definitivamente preguntarse si esa decisión podría violar un supuesto derecho del niño «a una
la disciplina a través del castigo corporal como uno de los métodos educativos, vida normal», explícitamente dirá que no ve bases para un derecho como ése,
que tendría su justificación, precisamente, en la protección del niño, dada su que no cree que ese supuesto requiera atender a su existencia, y que en caso
condición de ser incapaz y fácilmente corruptible, y en la consiguiente obligación de que lo hubiese se le podría contraponer el derecho de los enanos a ser pa­
moral de los maestros de utilizar ese método para educar debidamente al niño. dres. No obstante, añade, que este último derecho no es desde luego un dere­
Esa aplicación de penas corporales tendrá un carácter humillante durante los cho sin restricciones, sino que los padres deben ser capaces de proveer lo ne­
siglos XV a xvu (aunque sobre las fechas habrá diferencias según los países), cesario para la vida, incluyendo las capacidades para poder desarrollar una
pero se perderá a partir de la comprensión de que con ello se vulnera la dig­ vida independiente. Parece, pues, que esa obligación de los padres implica, en
nidad del niño del mismo modo que impide la formación del adulto pretendi­ todo caso, ciertos derechos de los niños, al menos el derecho a la vida, a ser cui­
do. Evolución que. también podemos interpretar conforme con el surgimiento dado y a tener una educación (así parece desprenderse también de otras afir­
y proceso evolutivo del proteccionismo, en el que la consideración de la dignidad maciones de Ruddick). Sin embargo, en el ejemplo real que a continuación
del niño irá adquiriendo paulatinamente más peso. (Véase la cita en ARIÉS, Phi- comenta me hace abrigar serias dudas de que con sus planteamientos se le re­
lippe: El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, cit., p. 542; y también conociese algún derecho propio del niño (lo que situaría esos planteamientos,
referencias expresas sobre las otras ideas de Ariés aquí aludidas en pp. 336, 341, finalmente, fuera del proteccionismo). Así, el ejemplo alude a una madre de cin­
345-346 y 349). • co hijos que al tener otro hijo afectado por el síndrome de Down y con un pro­
141 De hecho, si bien algunas posiciones del proteccionismo «tradicio­ blema intestinal que hace necesaria la intervención quirúrgica para poder ser
nal» muestran una clara proximidad a los planteamientos propios de esa prehis- alimentado por la boca, decide negar el permiso para que se realice la opera-

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

Por su parte, las líneas argumentativas de los planteamien­ por el ordenamiento jurídico. Del mismo modo, se entiende que
tos «renovados» parten de la imposibilidad de defender a los es necesario que el niño tenga asegurada su participación en el
niños sin la adecuada defensa de sus derechos. Dicho de otra ma­ ejercicio de sus derechos, su voluntad ha de ser siempre tenida
nera, la adecuada protección de los niños sólo se puede conse­ en cuenta, aunque haya de ser valorada, de acuerdo a la madu­
guir si se reconocen y protegen adecuadamente sus derechos rez del niño en cuestión, por terceros (pues si se aceptase la vin­
culación jurídica directa de la voluntad del niño estaríamos si­
tuándonos fuera del proteccionismo). Aunque, en todo caso, la
ción, muriendo el niño por desnutrición. Para Ruddick esta decisión era legí­ función de esos terceros ha de ser la de dar la mayor efectividad,
tima por que el niño al no poder ser atendido adecuadamente por la madre
habría de vivir en una institución estatal, lo que supondría una vida que la ma­ según la voluntad del niño en la mayor medida posible, a los
dre no aceptaría; y, además, señala, estaría el tema «discutible» de si el retra­ derechos de los niños, y, en este sentido, son los derechos de és­
so mental permitiría el desarrollo de «algún» tipo de vida (que pudiese desa­ tos los que tienen un carácter predominante.
rrollar una vida independiente, siguiendo sus propios planes vitales). (Véase en
RUDDICK, William: «Parents and Life Prospects», cit., pp. 133-134).
142 Aunque es claro que tampoco eso significaba la negación absoluta en
el ejercicio de derechos. Es esclarecedor en este sentido el análisis que del con­ 1. Los planteamientos del proteccionismo «tradicional»
cepto de «menor edad» realizaba en el año 1978 Luis Diez-Picazo. En el que
se reconocía que es la mayoría de edad la que «puede ser considerada como un a) Aspectos esenciales de la conexión entre libertad y
estado civil de la persona que se caracteriza fundamentalmente por la plena in­
dependencia jurídica y por la adquisición de una plena capacidad de obrar»;
derechos de los niños
pero también que «No se debe entender, por tanto, que la menor edad deter­
mina una incapacidad total y absoluta. Es un estado civil de la persona, que, a.l) La vinculación con el liberalismo clásico
por razón de la protección especial que se le dispensa, determina una situación
de dependencia jurídica del menor respecto de otras personas y una capacidad Una mejor comprensión de los planteamientos proteccio­
de obrar limitada y restringida». (En DÍEZ-PICAZO, Luis: «Menor edad», en
Nueva Enciclopedia Jurídica, dirigida por Buenaventura Pellisé Prats, Tomo nistas «tradicionales» pasa (conforme con lo apuntado en ante­
XVI, Editorial Francisco Seix, Barcelona, 1978, pp. 272-274). riores apartados) por destacar la conexión que mantienen con los
143 Es un buen ejemplo de esta concepción la forma en que Dingwall, Ee- planteamientos del liberalismo clásico*l44.142
En143
este sentido, y aun­
kelaar y Murray resuelven el problema de quién ha de estar representado en los
juicios que versen sobre el cuidado y protección del niño, como puede ser un
caso sobre posibles malos tratos. Así, para estos autores lo que se estará dilu­
cidando será cómo se ha de cuidar de forma más adecuada al niño, por lo que 144 Esta conexión entre liberalismo clásico y proteccionismo «tradicio­
las partes en litigio habrán de ser los padres y el Estado, que a través de sus agen­ nal» se puede observar de forma clara respecto a la forma en que los niños
cias actúa como supervisor de la corrección del ejercicio de las potestades pa- quedarían excluidos del reconocimiento de derechos fundamentales en los or­
rentales. Y, de esta manera, excluyen expresamente la posibilidad, no ya de denamientos liberales. Un buen estudio en este sentido lo encontramos en el
una posible participación directa de los niños, sino también de que éstos (y trabajo de Hierro «Los derechos de la infancia. Razones para una ley»; si­
consideran especialmente a los más jóvenes) pudiesen tener esa participación guiendo la distinción que realizara el profesor Eusebio Fernández en su libro
a través de un representante «independiente» propio; pues, además de apun­ Teoría de la Justicia y Derechos Humanos, parte para consideración de los de­
tar también a motivaciones económicas, según su parecer serían las autorida­ rechos humanos de las tres categorías básicas de derecho a la libertad, dere­
des estatales las que ya actúan en representación de sus intereses, siendo así cho a la igualdad y derecho a la seguridad, y va mostrando esa exclusión que
innecesario otra persona que represente los intereses del niño. (Véase así en al respecto se realiza de los niños en los ordenamientos liberales. (Puede ver­
se este estudio de Hierro en HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «Los
DINGWALL, Robert; EEKELAAR, John y MURRAY, Topsy: The Proteclion of
Children. Slale Intervention and Family Life, cit., pp. 241-242). derechos de la infancia. Razones para una ley», cit., pp. 5476-5482).

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

que, como sabemos, los orígenes doctrinales del proteccionis­ «Normalmente se dice que soy libre en la medida en que ningún
mo hay que situarlos en el pensamiento de Locke (también pre­ hombre ni ningún grupo de hombres interfieren en mi activi­
cursor del liberalismo), conviene destacar con especial intensi­ dad» —lo que, en la consabida representación gráfica que de ella
dad en esos planteamientos proteccionistas la influencia de dos se hace, supondría una esfera de autonomía en el que la perso­
de los principales artífices del liberalismo moderno: Immanuel na puede actuar conforme a su voluntad, sin interferencia de
Kant y John Stuart Milil45. Ambos pensadores son pilares bási­ terceros—, se comprende también la libertad «positiva», sentido
cos en la construcción de una ética de la libertad conforme a la que Berlín hace derivar «del deseo por parte del individuo de ser
cual el ser humano adquiere pleno valor moral precisamente en su propio amo. Quiero que mi vida y mis decisiones dependan
el ejercicio de su libertad. Kant fijará la libertad moral del hom­ de mí mismo, y no de fuerzas exteriores, sean éstas del tipo que
bre como fin en sí mismo, al que hay que tender, y al que hay que sean». Dos sentidos de la libertad que, en realidad, como bien
respetar en todo caso; Mili defenderá, con gran solidez, la nece­ resume Berlin en un momento de su discurso, tratan de res­
sidad de respetar las decisiones que el hombre realice en el ejer­ ponder a dos preguntas diferentes, el sentido «negativo» a «“¿qué
cicio de su libertad. Ambos ayudarán, así, a asentar una nueva soy libre de hacer o ser?"», y el sentido «positivo» a «"¿por quién
percepción de la relación del hombre con el ideal de la libertad: soy gobernado?" o “¿quién me dice lo que tengo que hacer y de­
jar de hacer?"» 148 Y, sin embargo, en todo ese proceso de cons­
el hombre es un ser esencialmente libre que ha de actuar en li­
trucción de los dos sentidos del concepto de libertad el menor que­
bertad l46. Se fundamenta así también otra forma de entender la
dará excluido l49. El niño no puede ser considerado como una
libertad de la persona. Junto a lo que Berlín denominó como li­
persona con una libertad moral que haya que respetar, no pue­
bertad «negativa» —que en líneas generales viene a coincidir con
de entenderse que haya que respetarse las decisiones que tome,
la que Constant identificó como libertad de los modernos 147—
no puede reconocérsele ese ámbito de autonomía en el que ac­
tuar conforme a su voluntad, ni para participar directamente en
145 Al estudio del tema de los derechos del niño en el pensamiento de
la sociedad, sino que, por el contrario, se hace necesaria la con­
Kant dediqué una investigación monográfica en CAMPOY CERVERA, Igna­
cio: «Kant y los derechos de los niños», en Castro, A., Contreras, F. J., Llano,
F. H. y Panea, J. M. (Coords.): A propósito de Kant. Estudios conmemorativos quista. De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos, trad. de
en el bicentenario de su muerte, prólogo de A. E. Pérez Luño, epílogo de P. Ba- M. Magdalena Truyol Wintrich y Marcial Antonio López, estudio preliminar
dillo O’Farrell, Innovación Editorial Lagares, Colección Jurídica Lagares, Se­ de María Luisa Sánchez Mejía, col. Clásicos del Pensamiento, tecnos, Madrid,
villa, 2003, pp. 13-40. 1988, especialmente en p. 67.
146 Son muy significativas, en este sentido, las definiciones de Kant de li­ 148 Véanse estas citas de Berlin en BERLIN, Isaiah: «Dos conceptos de li­
bertad —como único derecho innato— y de Derecho: «No hay sino un derecho bertad», en Berlin, Isaiah: Dos conceptos de libertad y otros escritos, traduc­
innato. La libertad (la independencia con respecto al arbitrio constrictivo de otro), ción, introducción y notas de Ángel Rivero, col. El libro de bolsillo, Alianza
en la medida en que puede coexistir con la libertad de cualquier otro según Editorial, Madrid, 2001, pp. 47, 60 y 59.
una ley universal, es este derecho único, originario, que corresponde a todo hom­ 149 En este sentido, dirá Hierro: «la minoría de edad, en nuestros orde­
bre en virtud de su humanidad»; y «el derecho es el conjunto de condiciones namientos jurídicos liberales, era considerada una situación personal en la
bajo las cuales el arbitrio de uno puede conciliarse con el arbitrio del otro se­ que no se reconocía la libertad en ninguno de los dos sentidos citados, ni como
gún una ley universal de la libertad». (En KANT, Immanuel: La Metafísica de independencia ni como participación». (En HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR,
las Costumbres, cit., pp. 48-49 y 39). Liborio, L.: «El niño y los derechos humanos», en Fanlo, Isabel (comp.): De­
147 Véase en CONSTANT, Benjamín «De la libertad de los antiguos com­ rechos de los niños. Una contribución teórica, col. Biblioteca de Ética, Filoso­
parada con la de los modernos», en Constant, Benjamín: Del espíritu de con- fía del Derecho y Política, Fontamara, México, 2004, p. 183).

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

tinua intervención de terceros en la toma de decisiones corres­ tener a la libertad de los demás. Es precisamente en el ejercicio
pondientes. de la libertad de los niños donde Kant hace una crítica expresa
Las razones de esa exclusión, si bien están conectadas con a Rousseau (quien, sin embargo, tanto le influyó en otros as­
las diferentes motivaciones que encontramos en los plantea­ pectos en sus planteamientos sobre la educación). Y la diferen­
mientos que se defendían respecto a los distintos temas que se cia en este asunto es de una enorme trascendencia, pues seña­
han analizado en los apartados anteriores, tienen, no obstante, la el proteccionismo de Kant, en el que si bien el fin es la
su más directa fundamentación en la forma de concebir la li­ consecución de la autonomía moral de la persona, el medio es
bertad y el niño. Así, para Kant, la libertad moral del hombre su­ la disciplina, la coacción del niño. La negación, pues, de la li­
pone entender que éste es un ser autónomo y racional, capaz bertad es la única forma, para Kant, de ser en la adultez una
de establecer fines propios y actuar para su consecución dentro persona auténticamente libre (mientras que, como veremos, los
del orden moral. En este sentido, para reconocer un ámbito de liberacionistas desarrollarán hasta sus últimas consecuencias
autonomía en el que poder actuar libremente se exige que se la idea, que está en Rousseau y Kant rechaza, de que la única for­
sea capaz de reconocer ese ámbito de autonomía propio y los de ma de conseguir ser libre es ejerciendo la libertad desde el prin­
los demás, así como de actuar conforme a los imperativos mo­ cipio). Sin embargo, hay que notar que para Kant, y de nuevo
rales dentro de él en la consecución de sus propios fines mora­ se nota la influencia del ginebrino, esa coacción de la libertad
les, respetando los límites que suponen la libertad de los demás en ningún caso ha de suponer una educación que niegue toda
para que puedan conseguir sus propios fines morales. Pero tam­ libertad al niño, pues esto le apartaría del fin de la consecución
bién se entiende que el niño es un ser inmaduro, moral e inte­ de la autonomía de la persona; la libertad es necesaria, por que
lectualmente, de manera que las incapacidades consustancia­ si no se formaría una persona servil, aunque haya de ser coac­
les a la edad le impiden reconocer cuál es su propio fin moral, cionada por terceros capaces, por que si no se formaría una per­
cuál es su propio bien y cómo puede conseguirlo, del mismo sona esclava de sus pasiones animales. A este respecto, en el de­
modo que le incapacitan para reconocer los límites que a su ac­ sarrollo de la formación de la persona para la consecución de la
tuación suponen los ámbitos de autonomía de los demás. Por lo autonomía moral, muestra Kant dos aspectos básicos de su con­
que, finalmente, resulta inevitable considerar que los niños han cepción de la libertad que ha de formar parte de la educación del
de quedar excluidos de la posibilidad de reconocerles ese ámbito niño, así, se indica que se ha de aprender a respetar la libertad
de libertad. Pues si al niño, que no puede ser considerado como de los demás y, una vez superada una etapa en que terceros ca­
un ser plenamente moral y autónomo, se le permitiese ejercitar paces piensen por el niño incapaz, también el niño ha de empezar
esa libertad, se conseguiría exactamente lo contrario de lo que a actuar por el propio bien moral de la acción, lo que supone
a ésta le es propio. Los resultados serían dificultar la consecu­ aprender a realizar acciones morales, la única manera de al­
ción del fin moral de terceros, que podrían verse afectados por canzar la auténtica autonomía moral. Esto supone entender que
dichas acciones, e imposibilitar su propio fin moral, al produ­ el menor a partir de una edad es capaz de concebir ese deber mo­
cir, con casi total seguridad, un quebrantamiento del desarrollo ral y actuar en consecuencia; desgraciadamente no se puede se­
moral de su persona. Esta concepción se puede ver claramente ñalar una edad bien definida, pero sí se entiende que será en la
en los planteamientos de Kant, cuando señala como el fin de la juventud, y no en la niñez, cuando se podrá apreciar esa capa­
consecución de la propia libertad de la persona ha de hacerse con cidad en la persona (aunque, en todo caso, al ser un método
una educación que haga también —además de la propia auto­ educativo, habrá que entender que Kant lo aplicaría cuando fue­
nomía moral de la persona— aprender el respeto que hay que se posible y adaptándolo a las especiales capacidades del niño,

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

predicando también de éste la posibilidad de comprender al me­ a continuación de exponer su principio de libertad antes transcri­
nos que existe una ley del deber) l5°. to) a los niños como sujetos a los que se pueda reconocer la posi­
En el planteamiento de Mili se asienta el principio fundamen­ bilidad de actuar en libertad. Es interesante resaltar como en esta
tal de permitir la libre actuación de cada persona en su ámbito de exclusión que hace Mili de los niños de su principio de libertad, se
autonomía. Así, además de partir de la consideración de que nadie
mejor que uno mismo sabe cuál es su propio bien, qué es lo que le
conviene y cómo puede conseguirlo, determina que incluso si ese ta o norma paternalista de que parto es la siguiente: "Una conducta (o una
juicio fuese equivocado, ese error no legitima a nadie a corregir las norma) es paternalista si y sólo si se realiza (o establece): a) Con el fin de ob­
tener un bien para una persona o grupo de personas; y b) Sin contar con la acep­
elecciones que uno haya hecho en el ejercicio de su autonomía si tación de la persona o personas afectadas (es decir, de los presuntos beneficiarios
con ese acto no estuviese perjudicando ilegítimamente a terceros. de la realización de la conducta o de la aplicación de la norma.)” De esta defi­
Es decir, que siempre que se respeten los ámbitos de autonomía de nición pueden destacarse los siguientes aspectos: El primero es que se opta
los demás, las interferencias de terceros en el propio serían, en prin­ por un concepto por así decirlo, neutral, de paternalismo. Cualquier conduc­
cipio, ilegítimas; aunque uno, finalmente, se estuviese perjudican­ ta o norma que cumpla las condiciones a) y b) es paternalista, con independencia
de que éticamente resulte justificada o no justificada. (...) Un segundo aspec­
do con su actuación y, en este sentido, no estuviese actuando en la
to de interés es que la condición a) se cumple con tal de que quien realice la
consecución de su fin moral l5‘. Esta consideración podría abrir la conducta o establezca la norma lo haga con la finalidad de conseguir un bien
posibilidad de reconocer que también el menor pudiese actuar en para otro. Pero no hace falta que se trate objetivamente de un bien. Y el tercer
libertad en un ámbito de autonomía que le fuese propio, siempre aspecto a resaltar es que la condición b) se interpreta también en sentido muy
que se impidiese que en su ejercicio pudiese peijudicar a terceros; amplio. En particular, para que se dé un caso de paternalismo no hace falta que
se produzca una intervención coactiva en el comportamiento de una persona
sin embargo, Mili niega claramente esa posibilidad. Primero, por que
(...) Y también cabe considerar como paternalistas los supuestos en que no se
señala, como límite a su principio de libertad, la existencia de si­ produce ningún cambio en las preferencias de una persona mediante coer­
tuaciones en las que sí se puede interferir en el ejercicio de la li­ ción, seducción o persuasión, sino que, sencillamente, no se consideran sus
bertad, actuando en contra de la voluntad manifestada por la per­ preferencias: por ejemplo, cuando se adoptan medidas paternalistas en favor
sona en cuestión o al menos no teniéndola en consideración; son de menores de edad, deficientes mentales o seres de generaciones futuras, en
cuyo caso no cabe hablar de ni de consentimiento ni —tan siquiera— de co­
situaciones especiales que justifican una intervención «paternalis­
nocimiento». (En ATIENZA, Manuel: «Paternalismo y consenso», en Peces-
ta», es decir, en beneficio de la persona sobre quien se ejerce la co­ Barba Martínez, Gregorio (ed.): El fundamento de los derechos humanos, col.
acción l52.
150Y,151
segundo, por que expresamente rechaza (justamente Universitaria, Debate, Madrid, 1989, p. 82).
A este respecto cabe detenerse un momento en la consideración de que el
objeto de la acción paternalista sea la consecución de un bien, pues Garzón Val-
150 Puede verse respecto a estas ideas de Kant, por ejemplo, en KANT, dés no comparte esa consideración, sino que entiende que en el patemalismo
Immanuel: Pedagogía, cit., pp. 29-31, 41-43, 55-56, 67, 73-75 y 87. jurídico lo que se pretende es «evitar un daño (físico, psíquico o económico)
de la persona a quien se impone esta medida». Por eso lleva razón Garzón Val-
151 Puede verse un pasaje muy significativo en este sentido en MILL, John
dés cuando reprocha a Atienza que «incluya» en su definición de patemalismo
Stuart: Sobre la libertad, cit., pp. 65-66.
la que él mismo ofrece (como hace Atienza en un trabajo anterior), pues, de he­
152 Aunque será después cuando trate más concretamente la justificación
cho, Garzón había excluido expresamente la consecución del bien como obje­
de las medidas paternalistas, conviene desde ahora aclarar el concepto de pa- tivo propio del patemalismo. Aunque tampoco cabría entender, como se apun­
temalismo del que parto. Y así, a pesar de la discusión doctrinal que existe, no ta en la respuesta que Garzón dará a Atienza, ni que ese «bien» de la definición
sólo sobre la justificación del patemalismo sino también sobre la propia defi­ de paternalismo conduce a un perfeccionismo, ni que, finalmente, exista una
nición del mismo, puede servirnos para este último propósito la que nos ofre­ diferencia sustancial para definir el patemalismo, como indica Garzón, entre
ce Atienza, y por las razones que él mismo apunta: «La definición de conduc- considerar que su objetivo sea conseguir un bien o sea evitar un mal. No me

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

aprecian dos de los puntos básicos que hemos identificado en el Aunque, en realidad, en ambos supuestos en los que Mili es­
proteccionismo «tradicional»: los niños son tratados como un gru­ tablece excepciones a su principio de libertad ’54, la razón de
po homogéneo, que se caracteriza por su inmadurez de juicio pero fondo es la misma: para considerar que alguien está actuando
que se identifica por la determinación legal de un límite de edad, y en libertad es necesario entender que esa persona está actuan­
las razones justificadoras de esa exclusión estarían en el daño que do con una razón suficientemente formada y con la suficiente
los propios niños se podrían causar con su libertad de acción, el experiencia e información sobre las circunstancias relevantes
que le podrían causar terceros si no tuviesen la protección que Ies relacionadas con la decisión que ha de tomar, de manera que se
impide actuar libremente y el que podrían causar a terceros con su pueda entender que realmente su decisión se debe al ejercicio
libertad de acción (pues aunque esta última no la señale expresa­ consciente de su voluntad 155. 5En el caso de las situaciones es­
mente, sólo puede ser debido a que esa causa la acababa de seña­ peciales que habilitan para la actuación paternalista, ésta se jus­
lar Mili como límite para la libre actuación de los adultos)153. tifica por que la persona no conoce circunstancias lo suficien­
temente relevantes como para que el tercero, que sí las conoce,

parece que la justificación de ese rechazo sea determinante. Si se ha de con­


cretar en ejemplos prácticos (y sin entrar en el aspecto justificatorio de las me­ l5‘‘ De hecho, y como ya antes se apuntó, Mili señala una tercera excep­
didas paternalistas, sino sólo para señalar el rechazo de la inconveniencia de ción: los pueblos «incivilizados». Pero el estudio de este supuesto nos alejaría
la definición dada), no veo por qué habría de tener el peligro de conducción ha­ de nuestro tema y, además, entiendo que, finalmente, su inclusión como ex­
cia el perfeccionismo moral —que Garzón apunta— el considerar, por ejemplo, cepción al principio de libertad carecería de consistencia. Así, si bien Mili, a con­
como paternalistas las acciones que traten de conseguir el mantenimiento de tinuación de la excepción hecha a los niños y jóvenes, señala que: «Por la mis­
la vida por ser ésta un bien y no lo ha de tener en la misma medida el consi­ ma razón podemos prescindir de considerar aquellos estados atrasados de la
derar como paternalistas las acciones que traten de impedir que se produzca sociedad en los que la misma raza puede ser considerada como en su minoría
la muerte por ser ésta un daño que hay que evitar. Y por utilizar el ejemplo de de edad. (...) La libertad, como un principio, no tiene aplicación a un estado
la prohibición o no prohibición de fumar, que viene a constituirse en un me­ de cosas anterior al momento en que la humanidad se hizo capaz de mejorar
tafórico caballo de batalla de la discusión, es en la misma medida posible en­ por la libre y pacífica discusión». También señalará después, al argumentar
tender que esta acción puede ser prohibida por que con ella se consigue pre­ respecto a la comunidad mormónica (y más concretamente preocupado sobre
servar el bien vida que por que con ella se evita que se produzca el daño muerte. su institución de la poligamia), que: «Un escritor reciente, de mérito conside­
(Véanse las opiniones del profesor Garzón aquí referidas en GARZÓN VAL- rable en algunos respectos, propone (usando sus propias palabras), no una
DÉS, Ernesto: «¿Es éticamente justificable el patemalismo jurídico?», en Doxa. cruzada, sino una civilizada contra esta comunidad polígama para poner fin a
Cuadernos de Filosofía del Derecho, núm. S, 1989, pp. 156 y 157; y en GARZÓN lo que él considera un paso de retroceso en la civilización. Esto también me lo
VALDÉS, Ernesto: «Sigamos discutiendo sobre el patemalismo», en Doxa. Cua­ parece a mí; pero no estoy seguro de que ninguna comunidad tenga derecho
dernos de Filosofía del Derecho, núm. 5, cit., pp. 215 y 217-219; y la referencia a forzar a otra a ser civilizada. En tanto que las víctimas de la ley mala no in­
a esa «inclusión» por Atienza de la definición de patemalismo de Garzón en la voquen la asistencia de otras comunidades, no puedo admitir que personas
suya propia puede verse en ATIENZA, Manuel: «Discutamos sobre el patema­ enteramente sin relación con ellas, deban detener y requerir para que cese y ter­
lismo», en Doxa. Cuadernos de Filosofía del Derecho, núm. 5, cit., p. 203). mine un estado de cosas con el cual aparecen satisfechos todos los que están
153 Así, señala Mili: «Casi es innecesario decir que esta doctrina es sólo apli­ directamente interesados en él, porque constituya un escándalo para perso­
cable a seres humanos en la madurez de sus facultades. No hablamos de los ni­ nas extrañas que viven a miles de millas de distancia». (En MILL, John Stuart:
ños ni de los jóvenes que no hayan llegado a la edad que la ley fije como la de Sobre la libertad, cit., pp. 66 y 175-176).
la plena masculinidad o feminidad. Los que están todavía en una situación 155 Como después se mostrará, este análisis de Mili me parece central a
que exige sean cuidados por otros, deben ser protegidos contra sus propios ac­ la hora de considerar el patemalismo justificado y así, en última instancia,
tos, tanto como contra los daños exteriores». (En MILL, John Stuart: Sobre la a la hora de estmeturar el reconocimiento y la protección del ejercicio de los
libertad, cit., p. 66). derechos de los niños.

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

pueda racionalmente suponer que de haberlas sabido el prime­ a contemplarle inactivos hasta que el crimen se haya cometido,
ro hubiese actuado de distinta forma. En el caso de los niños, sino que pueden intervenir para evitarlo. (...) Es, además, fun­
se considera que éstos constituyen un grupo social diferencia­ ción propia de la autoridad pública la protección contra los ac­
do (como podrían serlo también los «enajenados mentales») por cidentes. Si un funcionario público u otra persona cualquiera vie­
su característica inmadurez, por una razón insuficientemente for­ ra que alguien intentaba atravesar un puente declarado inseguro,
mada y una experiencia necesariamente insuficiente, que hace y no tuviera tiempo de advertirle el peligro, podría cogerle y ha­
imposible estimar que sus juicios y decisiones responden al ejer­ cerle retroceder sin atentar por esto a su libertad, puesto que la
cicio consciente de su voluntad; lo que, en otras palabras, supone libertad consiste en hacer lo que uno desee, y no desearía caer
que también esté justificado el que se actúe paternalistamente en el río. Sin embargo, cuando se trata de un daño posible, pero
con las personas durante toda su minoridad. En este sentido, es no seguro, nadie más que la persona interesada puede juzgar
esclarecedor que Mili, primero (al argumentar sobre el ejemplo de la suficiencia de los motivos que pueden impulsarle a correr
de si se podía prohibir o no la venta de venenos, «hasta qué pun­ el riesgo: en este caso, por tanto (a menos que se trate de un
to la libertad puede ser legítimamente invadida para la preven­ niño, o que se halle en un estado de delirio, de excitación o de
ción del crimen o del accidente» y sobre un ejemplo inventado distracción que le imposibilite el completo uso de sus faculta­
en el que un sujeto quiere cruzar un puente sin saber que ha des reflexivas), mi opinión es que debe tan sólo ser advertido
sido declarado inseguro y que, por consiguiente, caería al río del peligro; sin impedir por la fuerza que se exponga a él» 156.
de empezar a cruzarlo) justifique la intervención en la actua­ De esta manera, se establece uno de los puntos claves de to­
ción de terceros, es decir una actuación paternalista (en el pri­ dos los planteamientos proteccionistas: aunque haya que partir
mer caso también si con la venta se va a cometer un crimen de la libertad del hombre y de los beneficios del ejercicio de la
—lo que no deja de ser una aplicación de su idea, ya señalada libertad, en el caso de los niños la acción paternalista por ter­
en otros pasajes, de que en el ejercicio de la propia libertad no ceros está siempre justificada. Pues es característico de ellos no
se puede dañar ilegítimamente a terceros—) porque se entien­ tener una razón suficientemente formada, ni una experiencia e
de que la actuación de la persona no responde a sus deseos, sino información suficientes para poder conocer las circunstancias
que tiene causa en un desconocimiento de una información re­ relevantes respecto a las decisiones que pudiese tomar. Es decir,
levante, y que con esa acción la persona va a sufrir un perjuicio por estar incapacitados para actuar de manera consciente y jui­
inesperado; y, segundo, que a continuación señale, como ejem­ ciosa en el ejercicio de una posible libertad157. Sobre este pun-
plo, la exclusión de modo general de los niños de la posibilidad
de actuar libremente asumiendo los riesgos que la correspon­
diente acción conlleve. Lo que, en otras palabras, significa que 156 En MILL, John Stuart: Sobre la libertad, cit., pp. 182-183.
establece un paternalismo constante para los niños, que se ex­ 157 En esta línea hay que entender también opiniones más recientes como
plica al entender que el niño es un incapaz, cuya inmadurez le la de Scarre. Pues aunque este autor añade dos elementos diferentes de interés:
va a impedir, en todo caso, reconocer cuál es su mejor interés y que la felicidad es el objetivo que normalmente se pretende con el ejercicio de la
libertad y, fundamentalmente, que una de las carencias decisivas de los niños que
actuar en consecuencia, por lo que está siempre justificada la ac­ justifican el paternalismo hacia ellos es que por sus limitaciones racionales y de
ción paternalista que le coaccione para actuar en uno u otro experiencia vital no puede considerarse que tienen la posibilidad de diseñar un
sentido y así impedir que se dañe a sí mismo: «si una autoridad plan sistemático de políticas de acción para hacer frente a los distintos problemas
pública, y hasta una persona privada, ven a uno que evidente­ que se le plantean en la vida. De nuevo es con base en una concepción del niño
mente se prepara para cometer un crimen, no están obligados que se caracteriza por sus carencias y en la consideración de que las mismas im-

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La Fundamentación de los Derechos de los Niños

to habremos de volver más adelante, pero por ahora también


nos sirve para establecer las bases que explican la bifurcación En todo caso, para tener una adecuada comprensión de la
que existe en los planteamientos liberales de lucha por la liber­ forma en que se articulan esa libertad y ese proteccionismo en
el Derecho en el reconocimiento y protección de los derechos del
tad del hombre por un lado y defensa del proteccionismo del
niño, es necesario atender a tres cuestiones diferentes, aunque
niño, a través de un paternalismo continuado y omnipresente du­
esencialmente unidas, sobre los derechos morales, los derechos
rante toda la minoridad, por otrol5S. * * * humanos y la relación entre derechos y deberes. Evidentemen­
te, no es éste el sitio para poder desarrollar, ni siquiera con una
mínima profundidad, cualquiera de estos temas, pero sí es ne­
piden que se deje a los niños tomar decisiones sobre la dirección y control de sus
vidas, que se aboga por la imposición de «un régimen general de paternalismo so­ cesario dar constancia de que con ellos están relacionados los
bre los niños». (Véase en SCARRE, Geoffrey: «Children and Patemalism», en Phi- planteamientos del proteccionismo «tradicional». Y en este sen­
losophy, núm. 55, 1980, pp. 117-124, puede verse especialmente en pp. 122-123. tido, se pueden destacar tres tipos de argumentaciones de ese pro­
Y una crítica a estos planteamientos de Scarre puede verse en BRANDON, E. P.: teccionismo «tradicional» en los que se vinculan cada uno de es­
«Rationality and Patemalism», en Philosophy, núm. 57, 1982, pp. 533-536).
tos temas con aquel pensamiento liberal clásico. Los tres, que
Por su parte, Worsfold expone claramente esta vinculación que se ha dado
en el proteccionismo entre una determinada concepción del niño, como inca­ personalizo en tres autores concretos, niegan en alguna di­
paces para conocer sus auténticos intereses y para tomar decisiones raciona­ mensión la corrección de considerar a los niños como sujetos ti­
les, y la negación de derechos (al menos de su ejercicio en libertad) por estar tulares de derechos, aunque eso no obsta para que piensen que
sometidos a un permanente paternalismo, justificado en los dos motivos ya hay que reconocerles derechos positivos, ni merma, en ningún
indicados: para evitar que se produzca un daño en su propia persona (por no sentido, su interés en ofrecerles la mejor protección posiblel59.
poder defenderse adecuadamente de la acción dañina de terceros o a conse­
cuencia de su misma actuación) o para evitar que el niño dañe a terceros con
una acción incontrolada por terceros. También Worsfold señala después la ex­
clusión que Mili hace de los niños en cuanto a su principio de libertad, pero Ira los extravíos a que la arrastrarían la falta de experiencia y la vivacidad de
añadiendo un motivo más al que aquí se señala de proteger al niño frente a:sí las pasiones»; y en el mismo sentido, que «La flaqueza de la infancia exige una
mismo y frente a terceros, el de la utilidad, que Worsfold vincula con el pro­ protección continua, y es preciso hacerlo todo por un ente que aún nada pue­
blema de la consecución del mejor interés del niño así como de la sociedad en de hacer por sí mismo. El entero desarrollo de sus fuerzas físicas tarda muchos
su conjunto. (Véase así en WORSFOLD, Víctor L., «A Philosophical Justifica- años, y todavía es más lento el de sus fuerzas intelectuales. En una cierta edad
tion For Children’s Rights», cit., pp. 29 y 32-33). ya tiene fuerzas y pasiones, y aún no tiene bastante experiencia para gobernarlas:
158 Esta justificación del paternalismo continuado y su conexión con el muy sensible a lo presente, y muy poco por lo venidero, es necesario mantener­
proteccionismo «tradicional» queda muy bien reflejada en los siguientes pasajes le bajo de una autoridad más inmediata que la de las leyes y gobernarle con pe­
de Bentham, que a pesar de reconocer que «Cada periodo de la vida obra di­ nas y recompensas que obren, no de tiempo en tiempo, sino de continuo, y pue­
ferentemente sobre la sensibilidad; pero es tanto más difícil dar razón de esto, dan adaptarse a todos los actos de la conducta mientras dure la educación».
cuanto los límites de las diversas edades varían según los individuos, y aun (En BENTHAM, Jeremy: Tratados de legislación civil y penal, cit., pp. 59 y 201).
son muy arbitrarios, y con respecto a todos; y así no pueden decirse sino co­ 159 Sin embargo, es claro que ésa es una visión criticada por buena parte de
sas vagas y generales sobre la infancia, la adolescencia, la juventud, la madu­ la doctrina. Freeman, por ejemplo, resalta la importancia esencial de reconocer­
rez, la declinación y la vejez, considerándolas como divisiones de la vida hu­ les los derechos a los niños. Así, considera que la estrategia de los derechos es una
mana»; sin embargo, aceptará que «Las diferentes imperfecciones del espíritu forma de conseguir incluir en la comunidad y en la estructura política a los que
de que acabamos de hablar son tan palpables en la infancia, que es claro que antes estaban excluidos, o que el tener derechos nos cualifica para el respeto y la
esta edad pide una protección vigilante y continua. Las pasiones de la adoles­ dignidad. (Véase en FREEMAN, Michael: The moral status ofchildren. Essays on
cencia y de la primera juventud son prontas y vivas; pero poco dirigidas por el the Rights of the Child, Kluwer Law International, The Bague, 1997, pp. 17 y 83-
principio de la prudencia, y es preciso que el legislador preserve a esta edad con- 84; puede verse también la exposición de sus planteamientos respecto a la im­
portancia de tener derechos y de reconocérselos a los niños en páginas siguientes).

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a. 2) La negación del niño como titular de derechos morales concepción de lo que significa tener un derecho vinculada con
las teorías de la voluntad (que vienen a significar que tener un
H.L.A. Hart, partiendo de una concepción que tiene clara derecho es tener una voluntad jurídicamente protegida)l62; y,
conexión con los planteamientos ya vistos en Mili —conforme por otro, al negar la necesaria vinculación entre deberes mora­
a los cuales el ejercicio de la libertad habrá de reconocerse sólo les y derechos morales163.
a los adultos— señalará la impropiedad de hablar de derechos Respecto a su vinculación con las teorías de la voluntad,
morales de los niños; así Hart, al señalar que si existen dere­ conviene recordar que si, conforme al principio de libertad, se
chos morales entonces es que existe un derecho natural igual de parte de que se ha de reconocer a cada persona el ámbito de li­
todos los hombres a ser libres, reconoce como titular de ese de­ bertad que le es propio, en el que puede actuar conforme a su
recho a «todo adulto humano capaz de elegir» l60. Con lo que voluntad, su articulación en derechos implica entender que te­
quiebra la presunción de que los niños tenían derechos mora­ ner un derecho significa tener reconocida la posibilidad de ejer­
les, que, como vimos, sí se defendía ya en los planteamientos de citarlo frente a terceros, conforme a la voluntad de su titular.
Locke, que les reconocía como titulares de derechos natura­ Acorde con esto, las razones que veíamos que fundamentaban
les l6i. A esa conclusión llega, por un lado, al hacer explícita una la exclusión de los niños de la atribución de ese principio de li­
bertad, servirían también para fundamentar la no atribución de
derechos a los niños: pues éstos no tienen reconocida esa sufi­
160 Véase en HART, H.L.A.: «¿Existen derechos naturales?», en Quinten, ciente capacidad para poder ejercitarlos frente a terceros con
Anthony (recopilador): Filosofía Política, trad. de E.L. Suárez, col. Breviarios,
Fondo de Cultura Económica, México, 1974, p. 84. el suficiente juicio. Pero, como sabemos, en la realidad ese plan­
161 Aunque es claro que existen diferencias importantes entre lo que se en­ teamiento chocaría con la necesidad de reconocer determinados
tiende por derechos morales y por derechos naturales, se pueden aquí equiparar derechos a los niños, tanto por el desarrollo de los propios plan­
en el sentido de que con ambos conceptos se señala la existencia de derechos
más allá de los reconocidos legalmente en un ordenamiento jurídico positivo.
En todo caso, como antes señalaba, hay que tener en cuenta que excede del pro­
162 Como después se observará claramente, la defensa de una concepción
pósito de este libro realizar siquiera una aproximación a la discusión sobre el
de los derechos conforme a las teorías de la voluntad o del interés supondrá un en­
concepto de derechos morales. Sobre el mismo puede consultarse el muy in­
foque en muchos casos determinante respecto a la concepción que se defienda de
teresante análisis que realiza el profesor Niño en NINO, Carlos S.: Ética y de­
los derechos del niño. Representa en palabras de MacCormick «una prueba de fue­
rechos humanos. Un ensayo de fundamentación, Ariel, Barcelona, 1989, espe­
go para las teorías de los derechos»; y es en este sentido que señalan Alston y Par­
cialmente en el capítulo I; y entre nuestra doctrina, por ejemplo, en ker que: «El debate entre las teorías de la voluntad y de los intereses ha sido consi­
FERNÁNDEZ GARCÍA, Eusebio: Teoría de la justicia y derechos humanos, cit.,
derado de importancia crucial en las discusiones sobre los derechos de los niños.
especialmente en el capítulo III; o en RUIZ MIGUEL, Alfonso: «Los derechos Si prevalecen las teorías de la voluntad, entonces no está claro que pueda decirse
humanos como derechos morales, ¿entre el problema verbal y la denominación que los niños más pequeños tienen derechos. Esto es así (se dice) porque no po­
confusa?», en Peces-Barba Martínez, Gregorio (ed.): El fundamento de los de­ seen la capacidad necesaria para tomar decisiones. Si prevalece la teoría de los
rechos humanos, cit. pp. 321 y ss. La profesora Barranco ha realizado un im­ intereses, entonces los niños, no menos que otros seres sensitivos, tienen inte­
portante estudio de los derechos morales en nuestra doctrina, en BARRANCO reses que pueden ser apropiados para ser protegidos en forma de derechos». (En
AVILÉS, M.” del Carmen: El discurso de los derechos. Del problema terminoló­
ALSTON, Philip y PARKER, Stephen: «Introduction», en Alston, Philip; Parker,
gico al debate conceptual, col. «Cuadernos «Bartolomé de las Casas»», núm.l, Stephen y Seymour, John (eds.): Children, rights and the law, cit., pp. viii-ix).
Dykinson, Madrid, 1996, especialmente en pp. 55-74, y en BARRANCO AVILÉS, 163 Véanse en este sentido los planteamientos de Hart que a continua­
M.a del Carmen: La Teoría jurídica de los derechos fundamentales, Dykinson, ción se estudian en HART, H.L.A.: «¿Existen derechos naturales?», cit., prin­
Madrid, 2000, especialmente en pp. 314-324 y 352-364. cipalmente en pp. 89-92.

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La Fundamentación de los Derechos de los Niños
Ignacio Campoy

rídico pueda establecer a fin de posibilitar el reconocimiento


teamientos proteccionistas, cuanto por que existían derechos
de unos derechos legales a incapaces. La argumentación de
que el propio orden social exigía que se le reconocieran, como
Hart viene a afirmarse en base a la consideración de una teo­
eran sus derechos como propietario164. La solución ofrecida por ría fuerte de la voluntad así como a la desconsideración también
las teorías de la voluntad, como es bien sabido, es la construc­
fuerte de las teorías del interés. Pues vendrá a suponer que el ti­
ción de la ficción jurídica de la representación de la voluntad: tular de un derecho moral será aquella persona capaz de «re­
si el titular del derecho no tiene capacidad suficiente para ejer­ clamar» o «liberar» a otra persona del cumplimiento de un de­
citarlo hay que nombrar a alguien que actuando en nombre del ber moral, no pudiéndose entender que se es titular de un
incapaz, representando su voluntad, ejercite ese derecho. Es la derecho moral la persona que simplemente resulta beneficiada
tradicional distinción que realiza la doctrina entre capacidad del cumplimiento de un deber moral. De esta manera, mientras
jurídica y capacidad de obrar, con la que se salva el que el niño se puede afirmar que existen deberes morales para con los ni­
(o cualquier otro incapaz) pueda ser reconocido como titular ños, siendo éstos beneficiados con su cumplimiento, no se po­
de derechos, pero, a la vez, se le niega la capacidad de ejercitarlos. dría afirmar que existen derechos morales de los niños, pues
De esta manera se justifica también el ejercicio de un paterna- éstos no tienen la capacidad suficiente para «reclamar» o «li­
lismo continuado por una o varias personas (que, como ya sa­ berar» al titular del deber correlativo del cumplimiento del mis­
bemos, serían, en principio, los padres) sobre el niño, de forma mo. Con lo que se conecta con el otro punto que antes señala­
que a éste se le proteja incluso con el ejercicio de sus derechos ba y que habrá que tratar para observar la consistencia de esa
por esos terceros. negación de los niños como titulares de derechos morales, y era
Pero esa construcción, que sirve para justificar la existencia la necesidad de desvincular conceptualmente los derechos mo­
de derechos de los niños, no atañe, finalmente, a la argumen­ rales de los deberes morales.
tación que Hart establece para poder reconocer derechos y que El problema que a este respecto se afronta desde el protec­
justificaba la negación de los niños como posibles titulares de cionismo, es que el propugnar que hay que dar una adecuada pro­
derechos morales. Pues, una cosa es la justificación moral para tección a los niños implica reconocer que existe un deber mo­
reconocer un derecho moral, que exigiría la capacidad del titu­ ral de protegerlos, y si se considerase a los deberes morales y los
lar para ejercitarlo frente a terceros conforme a su voluntad, y derechos morales como conceptos necesariamente correlativos,
otra es la articulación de mecanismos que un ordenamiento ju­ es decir, que todo deber moral implicase que existe un derecho
moral a exigirlo (igual que todo derecho moral implicase que
existe la posibilidad de exigir el deber que lo satisfaga), enton­
164 Así< Liborio Hierro, al estudiar la situación del menor ante el Derecho ces, no quedaría más remedio que reconocer que al deber mo­
Privado, ha señalado acertadamente como «El jurista, incluso el estudiante de ral de proteger a los niños corresponde un derecho moral de és­
Derecho, contesta a nuestra pregunta inicial que el niño tiene derechos (prác­ tos, como titulares, a exigir, por sí mismos o a través de terceros,
ticamente todos los derechos), aunque es genéricamente incapaz de obrar, es su cumplimiento. Sin embargo, como ya se ha indicado, Hart nie­
decir, de ejercitarlos. Y efectivamente, así es (...) En el fondo de la ideología libe­
ral individualista de la codificación late claramente la preocupación no de que ga también esa vinculación necesaria de correspondencia, tan­
un niño pueda ser propietario, sino de que los propietarios, al menos durante al­ to en el sentido de que tener un derecho moral implica que exis­
gún tiempo, tengan que ser niños». (En HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Li­ te un deber correlativo en otra persona, cuanto que tener un
borio, L.: «¿Tienen los niños derechos? Comentario a la Convención sobre los deber moral implica que otra persona es titular de un derecho
Derechos del Niño», en Revista de Educación, núm. 294, Centro de Publicaciones
del Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, Enero-Abril, 1991, pp. 224-225).
correlativo.

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La Fundamentación de los Derechos de los Niños

Así, respecto al primer supuesto, indica que los derechos de­


nominados como «libertades», describiéndose con ellos «los te­ terminología del propio Hart de un «derecho general», cuya po­
rrenos de la vida social donde la competencia es por lo menos sesión implica «tener una justificación moral para determinar
inobjetable», no tienen correlativos deberes. Lo que no queda cla­ cómo deberá actuar otro, a saber: que no deberá intervenir»,
ro es por qué no se ha de considerar como deber correlativo a hay que entender que, conforme a la nota aclaratoria de Hart
ese supuesto derecho simplemente el no interferir en la acción —y aunque expresamente señale que el «no-derecho» de Hohfeld
que el otro realiza en el ejercicio de la competencia, o, al menos, no representa una obligación—, supone tener que entender la
la carencia de un derecho en impedir que se realicen las actua­ existencia de un correlativo deber a esos derechos generales167.
ciones correspondientes a ese ejercicio de la competencia165. Es Y en cuanto a la posible existencia de deberes morales sin
decir, usando la terminología más precisa de Hohfeld (que, aun­ derechos morales correlativos, señala Hart entre ellos, explíci­
que referida a los derechos positivos, puede aquí servimos), si tamente, los deberes que se tienen con los animales y con los ni­
se considera que en ese supuesto existe una relación jurídica, en­ ños; es decir, que los niños si bien son considerados como des­
tonces habrá que hablar o bien de un «derecho» (subjetivo) en tinatarios de deberes morales no lo son de derechos morales.
sentido limitado y propio —y entonces existirá también el co­ Así, dirá Hart: «Es importante para toda la lógica de los dere­
rrelativo «deber»—, o al menos de un «privilegio» —y entonces chos que, mientras se descubre a la persona que ha de beneficiarse
existirá también su correlativo «no-derecho»—l66. Y usando la con el cumplimiento de un deber considerando lo que sucederá
si no se cumple el deber, a la persona que tiene un derecho (a

165 Hart ilustra qué se quiere decir con ese sentido del «derecho» como
«libertades» con un ejemplo: «Dos personas que van caminando ven en el sue­ pío usado por Hart, al que antes me refería, ambos tipos de relaciones serían
lo un billete de cien pesos, a cinco metros de distancia, y no se sabe quién pue­ correctos. Así, y reinterpretando a Hohfeld, sería igualmente aceptable enten­
de ser el dueño. Ninguno de los dos tiene el “deber" de permitir que el otro lo der que existe un «privilegio» de cada una de las dos personas frente a la otra
recoja. Por supuesto, puede haber muchas cosas que ambos tengan el “deber" a intentar coger el billete con el correlativo «no-derecho» de la otra a que la pri­
de no hacer en el curso de la carrera hacia el billete —ninguno puede matar o mera no pueda intentarlo, como entender que existe un «derecho» (subjetivo)
herir al otro—, y en correspondencia a estos "deberes" hay derechos a las to­ en sentido estricto de cada una de las personas frente a la otra a que ésta no
lerancias». Pero lo que no queda claro es por qué no se ha de considerar que interfiera en el acto físico de intentar coger el billete con el correlativo «de­
ante el «derecho» de intentar coger el billete existe simplemente el «deber» co­ ber» de la otra a no interferir en ese intento. (Véase la exposición de Hohfeld
rrelativo de no interferir en la carrera del otro que compite por coger el bille­ sobre las relaciones «derechos» (subjetivos) en sentido limitado y propio, y
te, o, al menos, el que no se tenga el derecho de impedir que el otro recoja el «deberes» y «privilegios» y «no-derechos», en HOHFELD, W.N.: Conceptos ju­
billete. (Véase respecto a esta exposición de Hart sobre la posible existencia de rídicos fundamentales, trad. de Genaro R. Garrió, col. Biblioteca de Ética, Fi­
un «derecho» sin un correlativo «deber», en HART, H.L.A.: «¿Existen derechos losofía del Derecho y Política, Fontamara, 4.a ed., México, 1997, pp. 47-67 [el
naturales?», cit., p. 90). párrafo citado en p. 56]).
166 Conforme a la terminología de Hohfeld, si bien en un principio po­ 167 Así, señala Hart: «En términos estrictos, cuando se afirma un derecho
dríamos entender que existe una equivalencia entre la «libertad» de la que ha­ general se afirma a la vez el derecho a que no se ejecute la coerción y la liber­
bla Hart y el concepto de «privilegio» que usa el autor norteamericano, pues tad de ejecutar la acción especificada, lo primero frente a una coerción efecti­
señala éste: «Una «libertad» considerada en cuanto a relación jurídica [o «de­ va o amenazada, lo segundo como una objeción a una demanda efectiva o pre­
recho» (subjetivo) en el sentido impreciso y genérico de esta palabra], tiene vista de que no se ejecute la acción. Lo primero tiene como correlativo una
que significar, si ha de poseer algún contenido definido, precisamente la mis­ obligación de todos de abstenerse de la coerción; lo segundo, la ausencia en to­
ma cosa que privilegio»; a falta de otras consideraciones también podría equi­ dos de una justificación de tal demanda. Aquí, en palabras de Hohfeld, el co­
valer a un «derecho» (subjetivo) en sentido limitado y propio, pues en el ejem- rrelativo no es una obligación, sino un "no derecho"». (En HART, H.L.A.: «¿Exis­
ten derechos naturales?», cit., p. 101).
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así, el reconocimiento que hace de la existencia de un deber mo­


quien se debe el cumplimiento) se la descubre examinando la ral a tratar bien a los niños, pero no de éstos como titulares de un
transacción o situación antecedente o las relaciones de las par­ correlativo derecho moral, cabría interpretarse, conforme a otros
tes de donde surgió el "deber”. Estas consideraciones deberían planteamientos del propio Hart, de tres maneras diferentes.
inclinamos a no extender a los animales y niños, a quienes de­
bemos tratar bien, la noción de un derecho al buen trato, porque
la situación moral puede describirse de manera sencilla y ade­ te ofrece: «Pero la situación moral que surge de una promesa (donde la ter­
cuada afirmando que es malo maltratar a animales o niños, o minología legal de los derechos y obligaciones es especialmente apropiada)
que no debemos tratarlos mal, o bien, en el sentido generaliza­ ilustra muy claramente que la noción de tener un derecho y la de beneficiarse
del cumplimiento de un "deber" no son idénticas. X promete a Y, a cambio de
do que del "deber" tiene el filósofo, que tenemos el deber de no
algún favor, que cuidará, en su ausencia, de su madre anciana. De esta tran­
tratarlos mal. Si el uso común sanciona el que hablemos de los sacción surgen derechos, pero es seguramente Y, a quien se ha hecho la pro­
derechos de los animales o los niños, hace un uso ocioso de la ex­ mesa, y no a su madre, quien tiene o posee estos derechos. Es cierto que la ma­
presión "un derecho", que confundirá la situación con otras si­ dre de Y es una persona en relación con la cual X tiene una obligación, y una
tuaciones morales diferentes donde la expresión "un derecho” persona que se beneficiará de su cumplimiento, pero la persona con la que tie­
tiene una fuerza específica y no puede ser sustituida por las otras ne la obligación de cuidarla es Y. Esto es algo que se debe a Y; por tanto, es el
derecho de Y, no el de su madre, el que violará X, y será a Y a quien hará al­
expresiones morales que he mencionado» l6S. gún daño si deja de cumplir su promesa, aunque sea la madre quien puede re­
Sin embargo, no parece que en los planteamientos de Hart sultar físicamente perjudicada. Y es Y quien tiene una reclamación moral con­
exista una crítica determinante a la vinculación necesaria entre tra X, quien tiene derecho a que se cuide a su madre y quien puede olvidar la
deberes y derechos; ni, por consiguiente, a la posible conside­ reclamación y liberar a Y de la obligación. En otras palabras, Y se encuentia
moralmente en posición de determinar con su elección como actuará X y de
ración de los niños como titulares de derechos morales. Pu-
limitar en esta forma la libertad de elección de X; y es este hecho, no el de que
diendo concluirse de los planteamientos de Hart simplemente pueda beneficiarse, el que hace cierta la afirmación de que tiene un derecho.
la necesidad de negar que todos aquellos que se benefician del Por supuesto, a menudo la persona a quien se haga una promesa será la única
cumplimiento de un deber se puedan considerar titulares de un persona que pueda beneficiarse de su cumplimiento, pero esto no justifica la iden­
derecho correlativo, pero no necesariamente que todo deber tificación de "tener un derecho" con "beneficiarse del cumplimiento de un de­
moral «normativo» no tenga un correlativo derecho moral*l69. Y ber". Es importante para toda la lógica de los derechos que, mientras se descubre
a la persona que ha de beneficiarse con el cumplimiento de un deber conside­
rando lo que sucederá si no se cumple el deber, a la persona que tiene un dere­
cho (a quien se debe el cumplimiento) se la descubre examinando la transacción
163 En HART, H.L.A.: «¿Existen derechos naturales?», cit., p. 92. o situación antecedente o las relaciones de las partes de donde surgió el 'deber"».
169 De hecho, en el principio de su argumentación señala Hart: «la cuestión (En HART, I-I.L.A.: «¿Existen derechos naturales?», cit., pp. 91-92).
de si todos los "deberes" morales tienen derechos morales correlativos, porque Sin embargo, ni en la exposición de su planteamiento ni con el ejemplo que
quienes han dado una respuesta afirmativa a esta pregunta han supuesto usual­ utiliza, se observa una crítica determinante a la vinculación conceptual entre
mente, sin un escrutinio adecuado, que tener un derecho significa simplemen­ deberes y derechos; ni, incluso, a la posible consideración de que en la justificación
te ser capaz de beneficiarse del cumplimiento de un “deber"; mientras que en rea­ del reconocimiento del derecho se encuentre la consideración de proteger un
lidad ésta no es una condición suficiente (y probablemente no sea una condición determinado beneficio al titular. Pues, en el caso que nos muestra se podría en­
necesaria) para tener un derecho. Por ejemplo, de los animales y los niños pe­ tender simplemente que el derecho que se reconoce es el de Y porque se estima
queños, que obtienen beneficio del cumplimiento de nuestro "deber” de no tra­ que es «objetivamente» beneficioso para el que recibe una promesa el poder exi­
tarlos mal, se dice que, por tanto, tienen derecho a un tratamiento apropiado». gir su cumplimiento; el hecho de que en este caso exista un tercero que salga tam­
(En HART, H.L.A.: «¿Existen derechos naturales?», cit., pp. 90-91). bién beneficiado, puede que incluso más, por el cumplimiento del deber no deja
Y, de la misma manera, también apuntaría Hart a esa idea con el ejemplo de ser una circunstancia contingente que en nada altera el concepto de derecho.
con el que pretende ilustrar su concepción y la explicación que postcriormen-
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Una primera interpretación sería entender ese deber moral gumentación tendría como corolario que Hart, en realidad, antes
como un deber moral «puro», en el sentido de entender que forma que desvincular el concepto de deberes morales del de derechos co­
parte de la moralidad interna de la persona. Entonces sí existiría rrelativos, lo que haría sería simplemente diferenciar entre debe­
una desvinculación conceptual entre deber y derecho, pero también res morales «puros» (deberes «a») y deberes morales «normati­
se impediría exigir el cumplimiento de ese «deber», con el consi­ vos» (deberes «frente a»)m.
guiente perjuicio para los niños, moviéndonos en un solipsismo Una segunda interpretación sería reconocer que si bien el
moral difícilmente justificable. Pues, si bien puede compartirse el deber moral de no maltratar a los niños no tiene como correla­
rechazo de esa vinculación entre deberes y derechos en los su­ tivo un derecho moral del niño a no ser maltratado, sin embar­
puestos de aquellos deberes que las personas puedan tener para con­ go, sí existe la posibilidad de que un tercero exija el cumpli­
sigo mismas si el cumplimiento o incumplimiento del deber sólo miento de ese deber. En un hipotético paralelismo con el ejemplo
afecta al propio sujeto, plantearía graves problemas si ese cum­ que antes usaba Hart, el niño vendría a ser la madre anciana
plimiento o incumplimiento afectase a un tercero, porque enton­ que se beneficia del cumplimiento del deber y la tercera perso­
ces estaríamos incluyendo otra dimensión diferente en ese deber, na que puede exigir el cumplimiento de ese deber vendría a ser
aunque las acciones u omisiones en que se concretase fuesen las «Y». Sin embargo, en este supuesto, en realidad no habría una
mismas. Y es que, utilizando las expresiones basadas en la dife­ negación de la correlatividad necesaria entre deber y derecho,
rencias significativas de las preposiciones «frente» y «a», que el sólo que el titular del derecho correlativo al deber de no maltratar
propio Kart nos indica como relevantes para distinguir si existe o a los niños será esa tercera persona (como, de hecho, Hart re­
no el titular de un «derecho» correlativo, observaríamos que sí conoce a «Y» como titular del derecho a que se cuide a su ma­
existe un derecho correlativo en cuanto podemos reconocer que ese dre). Pero, en este caso, se plantearía además un problema al que
deber existe «frente» a otra persona. Así, se podría entender que exis­ no parece posible dar una solución satisfactoria: saber quién y,
te esa desvinculación en un ámbito moral «puro», cuando Kart se­ sobre todo, por qué es ese tercero, antes que el propio niño, el
ñala: «parece absurdo hablar de deberes u obligaciones para con titular de un derecho moral a que ese niño no sea maltratado.
nosotros mismos; por supuesto, podemos tener "deberes" de no Cualquier solución que se ofrezca parece difícil que no supon­
hacemos daño a nosotros mismos; pero ¿qué podría significar (una ga una negación de la dignidad del niño como persona'(lo que,
vez que hayamos entendido la distinción entre estos significados en todo caso, sería un planteamiento propio de la prehistoria de
diferentes de las preposiciones "frente" y "a”) la afirmación de que los derechos de los niños y no del proteccionismo); pues parece
tenemos deberes u obligaciones frente a nosotros mismos de no que siempre se habría de reconocer que dependería de la volun­
hacemos daño a nosotros mismos?» Sin embargo, habría que en­ tad del tercero que fuese titular del derecho el exigir o no el cum­
tender que no existe esa desvinculación en un ámbito «normativo», plimiento del deber, es decir, el que el niño fuese maltratado o no.171 *
como sería en el supuesto de que estuviésemos hablando de de­
beres «frente» a otras personas (como puede ser una persona que
dependa para su supervivencia directamente de nuestro trabajo) de 171 En la línea de esta interpretación estaría la exposición que hace Hart
no hacernos daño a nosotros mismos (amputándonos un miembro de cómo entiende los deberes morales encarnados en los Diez Mandamientos.
esencial para realizar nuestro trabajo) l7°. La aceptación de esta ar- Pues no habrían de entenderse como deberes «frente a» las otras personas, o
exigibles a las otras personas, si no deberes de los que se beneficiarían el res­
to de las personas pero que podemos considerar morales «puros», en cuanto
se determinan en la relación entre el individuo y su Dios. (Véase al respecto en
1,0 En HART, H.L.A.: «¿Existen derechos naturales?», cit., p. 93. HART, H.L.A.: «¿Existen derechos naturales?», cit., p. 94).

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La tercera posible interpretación, que si bien no está explí­


bién, desde posiciones ideológicas muy diferentes, entre noso­
citamente presente en la exposición de Hart sí que puede en­
tros podría observarse cómo van en esa dirección algunos de
tenderse que responde a sus planteamientos, sería considerar
los planteamientos del profesor Luis Prieto. Para el profesor
esos deberes morales como deberes exigí bles en todo caso. Esta
Prieto cabe hablar en dos sentidos de derechos humanos, uno
posibilidad sí permitiría, en principio, la desvinculación con­
moral y otro estrictamente jurídico m, pero entiende que no en
ceptual entre deberes y derechos si se entiende, como él lo hace,
los dos se puede hablar correctamente de los niños como suje­
que estos últimos conllevan tanto la posibilidad de reclamar el
tos titulares de esos derechos: concretamente en el jurídico se­
cumplimiento del deber como el de renunciar a su cumplimiento.
ría impropio hablar de derechos humanos de los niños 173 l74. Las
No obstante, la existencia de esos deberes exigibles en todo caso
raíces de esa negación habrá que buscarlas en la unión que his­
resuelve insatisfactoriamente el problema, al tener que vincu­
tóricamente existió entre el surgimiento de los derechos huma­
larse, sino con derechos, con deberes correlativos. Es decir, y de
nos y las concepciones liberales antes expuestas. Pues, como es
acuerdo con el ejemplo que utiliza Hart, si reconocemos que sabido, en un principio el reconocimiento que se hacía de dichos
existe el deber de no maltratar a los niños, lo que implicaría que derechos no tenía como sujeto destinatario a toda persona, sino
si bien alguien puede exigir que se cumpla nadie puede renun­ que sólo lo era toda persona racional y autónoma; lo que ex­
ciar a que se cumpla (pues si alguien pudiese sería titular de un cluía a los que pertenecían a aquellos grupos que se encontra­
derecho correlativo), entonces también debemos reconocer que ban de alguna manera en una situación de dependencia que im­
existe un deber de los niños, y en general de todas las personas, pedía considerar que su voluntad se formaba tras una
de «soportar» que nadie les maltrate, o, para forzar menos el le- deliberación lo suficientemente racional e independiente como
guaje y dar un mayor sentido a su alcance, de permitir, y también para garantizar que la decisión final fuese juiciosa. Esto excluía,
exigir, que se tomen las acciones pertinentes para que no reciban pues, a los grupos sociales sometidos, dependientes de las de­
malos tratos. Siendo muy difícil observar este último «deber» cisiones de terceros, y, concretamente, a los trabajadores asala­
correlativo como algo diferente a lo que podría considerarse riados, a las mujeres y a los niños175. *En la posterior evolución
como un derecho «irrenunciable» a no recibir malos tratos l72.

173 Así, expone: «A mi juicio, la expresión derechos humanos se puede


a.3) La negación del niño como titular de derechos humanos utilizar legítimamente en dos sentidos diferentes. Se puede, en efecto, hablar
de los derechos humanos como aspiración, como meta a conseguir; en este
caso, el contenido de esos derechos -—que no serían todavía derechos— perte­
Otra negación del reconocimiento de derechos a los niños se­
necería al terreno de la filosofía moral o política (...) Sólo cuando ese recono­
ría su negación como sujetos titulares de los derechos huma­ cimiento se ha producido cabe hablar de derechos humanos en sentido jurídico
nos. Una posición clara en el liberalismo clásico, pero que tam- estricto. Sin garantías suficientes, los derechos humanos no se hallan dismi­
nuidos; sencillamente, no existen para el Derecho». (En PRIETO SANCHÍS, Luis:
«Los derechos fundamentales y el menor de edad», cit., pp. 181-182).
172 Lo que, en realidad, implica otra posible solución, que se deriva de 17,1 Véase en este sentido en PRIETO SANCHÍS, Luis: «Los derechos fun­
vincular esos «deberes» con derechos «irrenunciables». Pero no trataré este damentales y el menor de edad», cit., p. 182.
175 En este mismo sentido, se puede observar en PRIETO SANCHÍS,
problema aquí, sino cuando analice al respecto los planteamientos del pro­
fesor Hierro, que sí reconoce explícitamente la existencia de este tipo de de­ Luis: «Los derechos fundamentales y el menor de edad», cit., pp. 183-184 y
rechos. en HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «¿Tienen los niños dere­
chos? Comentario a la Convención sobre los Derechos del Niño», cit., p. 225.

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histórica se fueron incorporando los individuos de estos gru­ los individuos, siguieron negándoseles a los niñosl77. Por eso, al
pos en su consideración como titulares de derechos humanos; considerarse, como también hace el profesor Prieto, la autono­
según se les iba reconociendo esa capacidad de tomar decisio­ mía individual como elemento básico de los derechos humanos l78,
nes juiciosas, de manera racional y autónoma. Y así lo hicieron parece lógico que se terminase por reconocer la impropiedad
tanto las mujeres como los trabajadoresl76, pero no los niños, a de hablar de los niños como sujetos titulares de derechos hu­
los que se les siguió considerando incapaces de actuar con la
suficiente madurez de juicio.
Con la incorporación de los nuevos derechos, económicos, 177 Como bien señala el propio Prieto: «La reacción humanitaria frente al
sociales y culturales, se consiguió avanzar satisfactoriamente tratamiento y a la situación de lo menores no postuló, sin embargo, la autono­
mía individual. Tal vez ello sea comprensible, pero lo cierto es que esa reacción
en la consecución de la debida protección a los grupos exclui­ adoptó una forma paternalista, sin duda más favorable para la salud y la inte­
dos de los beneficios que se habían prometido para todos en la gridad del niño, pero que difícilmente puede presentarse como fundamento u
ideología liberal de los derechos humanos. Y en este caso tam­ origen de los derechos humanos del menor, al menos si nos referimos a la con­
bién los niños se vieron directamente beneficiados con el reco­ cepción tradicional de los derechos fundamentales como libertades que antes
nocimiento y protección de esa nueva categoría de derechos hu­ íf hemos esbozado. De ahí que la ideología paternalista, que se desarrolla sobre
todo a partir de la segunda mitad del siglo xvni, terminará dando buenos fru­
manos (destacando, en este sentido, el derecho a la educación, tos en el ámbito de los generalmente llamados derechos económicos, sociales
pero también la regulación del derecho al trabajo, a unas míni­ y culturales, es decir, de aquellos cuya satisfacción no se logra mediante la abs­

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mas condiciones sociales, etc.). Sin embargo, los derechos que tención del Estado, sino al contrario, mediante prestaciones positivas de de­
terminados bienes o servicios, o a través de la limitación de ciertas libertades
comenzaron siendo precisamente el núcleo básico de los dere­ ajenas: asistencia mínima para la subsistencia, derecho a la educación, protec­
chos humanos, los que habrían de garantizar la autonomía de ción laboral, etc. Por el contrario, el ejercicio de los derechos civiles, las ga­
rantías procesales y, en general, los que pudiéramos llamar derechos-autonomía
no pudieron alcanzar un reconocimiento satisfactorio desde las premisas ideo­
Y es que, como Kant —uno de los principales constructores teóricos del Es­ lógicas enunciadas. (...) En este sentido, creo que merece subrayarse la evolu­
tado liberal de Derecho, como es bien sabido— expondría explícitamente, ción contradictoria de los derechos fundamentales en general con el Derecho
los miembros de esos tres grupos sociales habrían de ser excluidos de todos de menores. Las primitivas Declaraciones del siglo XVIII y las Constituciones y
los derechos atribuidos a la ciudadanía —entre los que destaca el fundamental Códigos liberales del xrx recogieron únicamente los derechos protectores de la
derecho al voto—, por no tener la capacidad exigible para poder actuar autó­ autonomía individual, y sólo más tarde, como consecuencia a la ideología so­
nomamente. Lo que le haría distinguir al de Kónigsberg, muy esclarecedo- cialista, incorporaron los derechos sociales y culturales tendentes a promover
ramente, en En tomo al tópico: "Tal vez eso sea correcto en teoría, pero no sir­ la igualdad real (...) Por el contrario, si atendemos al mundo de los menores, es

_
ve para la práctica", entre «ciudadanos» y «coprotegidos», y, después, en La fácil constatar un proceso inverso: la protección educativa, laboral y asistencial
metafísica de las costumbres, entre ciudadanos «activos» y «pasivos». (Véan­ se logró a lo largo del sigo XIX y de la presente centuria de un modo relativamente
se los significativos pasajes de Kant al respecto en KANT, Immanuel: «En satisfactorio, mientras que se descuidaron ciertos derechos y garantías consi­
torno al tópico: "Tal vez eso sea correcto en teoría, pero no sirve para la prác­ derados básicos para el conjunto de los ciudadanos». (En PRIETO SANCHÍS,
tica’’», cit., pp. 33-36 y en KANT, Immanuel: La Metafísica de las Costumbres, Luis: «Los derechos fundamentales y el menor de edad», cit., pp. 186-187).
cit., pp. 143-145). 178 Así, señalaría el profesor Prieto: «conservar la fuerza moral y política
176 Aunque, como bien se sabe, dicha incorporación no fue pacífica, sino de una fundamcntación [de los derechos humanos] basada en los principios de
resultado de una lucha larga y difícil, en la que los movimientos sufragistas y autonomía y universalización, pero abierta a las necesidades variables e his­

_
las asociaciones de trabajadores tuvieron una enorme importancia y de la que tóricas. constituye quizás el único camino para una concepción unitaria e in­
también fue, a la vez, resultado y motor del cambio el reconocimiento de las
1
tegral de los fines jurídicos en el marco de un Estado social y democrático de
nuevas categorías de derechos humanos. Derecho». (En PRIETO SANCHÍS, Luis: Estudios sobre derechos fundamenta­
les, Debate, Madrid, 1990, p. 61).

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vemos, podemos considerar dentro del proteccionismo «tradi­


manos —lo que, en todo caso y como antes señalaba, se entiende
cional») es la de Onora O’Neill. Esta autora parte, como ya vi­
como compatible, e incluso como un medio idóneo, para realizar
mos que hacía Hart, de la separación conceptual entre derechos
una real y efectiva protección del niño l79. 180 * *
y deberes, para reconocer que si bien hay deberes respecto a los
niños no siempre tiene sentido hablar de derechos correlativos
de éstos. Para O'Neill, si lo que se ha de conseguir es proteger a
a.4) La importancia central de los deberes y la negación del
los niños de la forma más efectiva posible, debemos trasladar el
niño como titular de derechos correlativos
enfoque de los derechos a los deberes. No se trata de proteger
Una última negación de reconocimiento de derechos a los ni­ a los niños a través del reconocimiento de derechos, sino me­
ños, además de los ya vistos, deriva de la consideración de los diante el reconocimiento de los deberes que se tienen respecto
deberes como la figura principal; lo que hace que si bien se les a ellos. Aunque se pueda hablar de derechos morales, naturales
reconocen a los niños como sujetos titulares de derechos morales o humanos, en todo caso, los derechos positivos habrán de te­
así como de derechos fundamentales, sin embargo también se ner una más adecuada fundamentación en las obligaciones fun­
les niega como sujetos titulares de un ámbito importante de de­ damentales que se articulen respecto a los niños que en esos de­
rechos 18°. Una posición significativa en este punto (que, como rechos extrajurídicos ISI.
De esta manera, distinguirá O'Neill entre tres tipos diferen­
tes de obligaciones, que reconocerá en el ámbito moral y a las
179 En realidad, en el planteamiento de Prieto es muy claro el cambio de que hace corresponder diferentes consecuencias. Así, por una
concepción que supone el proteccionismo «renovado», en tanto en cuanto exis­ parte, estarían las obligaciones «perfectas», que lo son en tan­
te una crítica al tradicional patemalismo que no tomaba en cuenta la posible
autonomía del menor y el reconocimiento de diferentes derechos dependien­
to en cuanto es posible determinar quién o quiénes son los
do de la edad y la madurez. Sin embargo, nuevamente, la exclusión del niño obligados, así como quién o quiénes son los destinatarios de la
como titular de derechos humanos por esa fuerte vinculación conceptual de és­ obligación. Que pueden ser «universales», si la obligación de ac­
tos con la autonomía del sujeto y la negación de la suficiente capacidad al niño ción u omisión que se establece tiene como destinatarias a todas
como para que, en términos generales, se le pueda predicar esa autonomía,
las personas, o a todas las de un determinado grupo; o «especí-
supone también una aproximación a las posiciones defendidas en el protec­
cionismo «tradicional». (Pueden verse unos significativos pasajes sobre la po­
sición de Prieto al respecto en PRIETO SANCHÍS, Luis: «Los derechos funda­
mentales y el menor de edad», cit., pp. 187-188 y 203-204). esta concepción late la idea de que hasta la mayoría de edad, el menor no ten­
180 Resulta interesante, en este sentido, observar como en un pasaje de Te­ drá derechos o en el caso de que sea titular no podrá ejercerlos por sí mismo.
resa Picontó, encuadrado en su análisis de la Convención sobre los derechos Es por ello que, algunos juristas tanto a nivel intemo como internacional, ex­
de los niños de 1989, se señala claramente la vinculación existente entre plan­ hortan a los demás a ser prudentes a la hora de recurrir al concepto de los de­
teamientos proteccionistas «tradicionales» en cuanto a la concepción del niño rechos del niño y, defienden que es mejor hablar de unos deberes de los padres
y la reticencia a reconocerles a los menores el ejercicio de sus derechos o in­ y del Estado hacia los menores». (En PICONTÓ NOVALES, Teresa: La Protec­
cluso los mismos derechos, optándose en ocasiones por esa justificación teó­ ción de la Infancia. (Aspectos sociales y jurídicos), cit., pp. 88-89).
rica de hablar de deberes de terceros para con ellos: «se constata cómo la idea 181 Véanse unos pasajes muy significativos a este respecto en O'NEILL,
de que el niño menor de 18 años pueda "ejercitar" sus derechos por sí mismo Onora: «Children's rights and children's Uves», en Alston, Philip; Parker, Step-
provoca rechazo. Posiblemente, tras esta inadmisión o, por lo menos, perple­ hen y Seymour, John (cds.): Children, rights and the law, cit., pp. 24-25. La ex­
jidad se oculte la fuerte idea napoleónica de que el niño jurídicamente valora­ posición de O'Neill sobre las obligaciones, que a continuación comento en el
do es un "incapaz". No sólo es frágil e inconsciente, es también un ser incon­ texto principal, puede verse, principalmente, en pp. 25-29.
secuente que necesita ser protegido de sí mismo y de los demás. Por tanto, en
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ficas», si esa obligación de acción u omisión tiene destinatarios existir, incluso que necesariamente han de existir, obligaciones
concretos, identificares. Respecto de este tipo de obligaciones «imperfectas» sin que se pueda considerar que exista un titular
«perfectas», señala O'Neill la existencia de derechos correlativos, de derechos correlativos.
cuyos titulares serían los destinatarios de las obligaciones l82; Así, en el caso de las relaciones entre padres e hijos (como
aunque con la significativa diferencia de que las primeras son en la de maestros y discentes) señala O’Neill la imposibilidad
consideradas como «fundamentales» (porque no derivan de cri­ de que todas las obligaciones que conlleva el buen ejercicio de
terios morales superiores ni dependen de contingentes cir­ la función paterna puedan ser traducidas en derechos de los ni­
cunstancias políticas o sociales) y, consiguientemente, sus co­
ños. Es decir, existirían obligaciones, como puede ser el mostrar
rrelativos serán derechos «fundamentales», y las segundas son
afecto a los hijos con caricias, que no tendrían derechos corre­
obligaciones «especiales» (cuyo reconocimiento depende de que
lativos: no se puede decir que el niño pueda exigirle ese trato ca­
especiales circunstancias las hagan necesarias o convenientes)
y, por consiguiente, sus correlativos derechos no serán «funda­ riñoso a sus padres, y, sin embargo, resulta imprescindible para
mentales», sino «especiales». considerar que un padre está cumpliendo adecuadamente con
Y, por otra parte, estarían las denominadas obligaciones «im­ sus obligaciones paternas183. *
perfectas», que no tienen destinatarios concretos que se pue­ Con esto lo que se viene a justificar es que la adecuada pro­
dan identificar, pero tampoco son referidas respecto a todas las tección a los niños no se puede conseguir solamente con el reco­
personas. Este tipo de obligaciones no señarían para funda­ nocimiento y garantía de derechos a los niños, sino que resulta
mentar la titularidad por sus destinatarios de derechos corre­ necesario fundamentar directamente en las obligaciones las ac­
lativos, ya que éstos no se pueden determinar. Y así, aunque es­ ciones y omisiones necesarias para dicha protección; es decir,
tas obligaciones puedan considerarse «fundamentales» (en tanto
en cuanto no dependan de otros criterios superiores o contin­
gentes para su reconocimiento), no se podrá predicar derechos 183 En realidad, O'Neill utiliza unos ejemplos más genéricos al exponer su
«fundamentales» correlativos. Pueden, eso sí, reconocerse de­ concepción sobre las obligaciones imperfectas, así señala la obligación de ser
amables y considerados con los niños en nuestro trato con ellos, cuidar de
rechos positivos que tengan su fundamentación en esas obliga­
ellos, demostrar de diferente manera que lo hacemos con los adultos que algo
ciones imperfectas, una vez que éstas también se hayan «posi- nos molesta, o las obligaciones que se derivarían de tomar en cuenta que las
tivizado», aunque a diferencia de las obligaciones «universales vidas de los niños son especialmente vulnerables a la crueldad y a la falta de
perfectas» la determinación del destinatario de los derechos relaciones, de alegría o de buenos sentimientos. Sin embargo, todas estas «obli­
sólo existirá con esa positivación y no con anterioridad. Pero, en gaciones» muestran, precisamente por su generalidad, la inviabilidad de de­
todo caso, lo realmente relevante es que se establece que pueden terminar derechos correlativos. Así, si bien señala O'Neill que se podrán con­
cretar en determinados derechos atendiendo a las diferentes circunstancias
relevantes para su reconocimiento por el Derecho (y entonces estaríamos ha­
blando también de obligaciones más concretas), es en aquellas dimensiones de
182 En todo caso, y conforme con los planteamientos del proteccionismo, las obligaciones que no se pueden concretar en derechos donde surge el pro­
habrá que entender que para O'Neill los niños no tendrían reconocido el ejerci­ blema. Y es para ilustrar mejor esas dimensiones de las obligaciones que para
cio de esos derechos; y, así, en un trabajo anterior al que se comenta en el texto O'Neill no tienen derechos correlativos, que considero en el texto principal una
principal, señalaba esta autora que no hay ninguna forma en que un niño pequeño obligación más precisa, como puede ser la muestra de afecto, principalmente
pueda renunciar a sus reclamaciones respecto a las obligaciones parentales, nin­ a través del contacto físico, que la misma autora apunta al indicar como un pa­
guna forma de liberar a éstos del cumplimiento de esas obligaciones. (Véase así dre o un maestro frío y distante puede mermar la vida de los niños, negándo­
en O'NEILL, Onora: «Begetting, Bearing, and Rcaring», cit., p. 27). les algunos de sus aspectos más agradables y amables.

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Ignacio Campoy
La Fundamentación de los Derechos de los Niños

que hay deberes que se han de cumplir y que van más allá de los
derarse que, efectivamente, no tienen un derecho correlativo;
derechos que a los niños se les puede reconocer. Y, de esta manera,
pero es que también habrá que considerar que esas obligaciones
también se justifica que los derechos que se les reconozcan a los
no son jurídicas. La consideración de si son constitutivas o no
niños no dejarán de ser un mero reflejo de los deberes que pre­
del buen ejercicio de la función paternal, quedará simplemente
viamente hayamos podido establecer que existen respecto a ellos.
determinada por los juicios de valor que se hagan desde una óp­
Sin embargo, los argumentos de la profesora O'Neill no re­
tica moral o social, pero, en todo caso, extrajurídica.
sultan determinantes. Pues de ellos se puede disentir tanto en la
Y, respecto al segundo de los puntos, entiendo que resulta in­
determinación de los fines y límites en el reconocimiento de de­
suficientemente justificado el apriorismo que supone partir de
rechos, cuanto en la determinación de la relación de prioridad
la existencia de obligaciones «jurídicas», que trae causa tam­
entre las obligaciones y los derechos. Así, respecto al primer pun­
bién en una confusión entre obligaciones jurídicas y otro tipo de
to, la constatación de que no se puedan señalar derechos corre­
obligaciones (en la exposición de mi propuesta trataré de justi­
lativos a esas obligaciones «imperfectas», lo que nos debe hacer
es desconfiar de la posible consideración jurídica de dichas obli­ ficar la prioridad lógica, aunque no fáctica, de los derechos res­
pecto a las obligaciones)*l85.SiEn el planteamiento de O’Neill, sólo
gaciones (que resulta necesaria si se pretende que sirvan de fun­
damento directo a los derechos positivos que se reconozcan), respecto de las denominadas obligaciones «imperfectas» se plan­
teaba la existencia de obligaciones sin derechos correlativosl86.
siendo más pertinentes vincularlas al ámbito de la moral o de los
usos sociales (el criterio para poder distinguir cuando podemos Pero, conforme a lo ya señalado, las dimensiones que de dichas
hablar en estos casos de una obligación jurídica o no lo trataré de obligaciones «imperfectas» se consideraban desvinculadas de
justificar en la exposición de mi propia propuesta)l84. De esta derechos correlativos, resultaban predicables antes de otros sis­
manera, respecto al ejemplo con el que antes ilustraba los plan­ temas normativos que de un sistema normativo «jurídico» (aun­
teamientos de O'Neill, se podría señalar que las muestras de afec­ que hablásemos de un sistema normativo moral), por lo que po­
to que los padres dan a sus hijos pueden considerarse como obli­ dría considerarse que los planteamientos de dicha profesora no
gaciones correlativas al derecho a un desarrollo emocionalmente afectaban realmente a la correspondencia entre derechos y de­
estable del menor, si, como parece demostrado, la ausencia de beres «jurídicos». Y si excluimos la juridicidad de ese tipo de
demostraciones de cariño, como pueden ser las caricias, consti­ obligaciones «imperfectas» (al menos en la medida en que no ad­
tuyen una forma de maltrato psicológico que impide el sano de­ miten derechos correlativos), su defensa ya no se justificaría
sarrollo de la personalidad del niño. Y todas aquellas muestras de por la consideración de que es con ellas, y no a través del reco­
cariño que vayan más allá de ese sano desarrollo, puede consi­ nocimiento y garantía de derechos, como se consigue una efec-

134 A este respecto, prefiere O’Neill moverse en un ámbito de ambigüedad. 185 También podemos ver esas dos ideas de O’Neill criticadas por Camp­
Si bien es claro que al menos una dimensión de juridicidad se pretende dar a bell. Respecto a la primera, muestra Campbell la necesidad de atender a la
las obligaciones «imperfectas», en tanto que fundamentan tanto obligaciones existencia de obligaciones no jurídicas; y respecto a la segunda, la señala como
como derechos positivos, también deja la puerta abierta para que sea a través una consecuencia lógica de las ideas implícitas en las teorías de la voluntad y
de sanciones sociales o morales (psicológicas) como se logre hacer cumplir la negación de las consecuencias que serían más acordes con las teorías del in­
esas obligaciones «imperfectas». (En este sentido, puede verse lo señalado en terés. (Véase en CAMPBELL, Tom D.: «The rights of the mi ñor: as person, as
O’NEILL, Onora: «Children’s rights and children’s lives», cit., p. 35, y, sobre child, as juvenile, as future adult», cit., pp. 15-16).
todo, la aclaración que hace en la nota 16 en pp. 41-42). 186 Puede verse, explícitamente, en O’NEILL, Onora: «Children’s rights
and children's lives», cit., pp. 25-26.

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:
La Fundamentación de los Derechos de los Niños
Ignacio Campoy

encontramos un voto de confianza en las supuestas intenciones


tiva protección de los niños, si no que implicaría la considera­ de los padres, entendiéndose que van a hacer lo posible por sa­
ción de que es con otros sistemas normativos, y no con el De­
tisfacer los intereses de sus hijos, sin que haya necesidad de te­
recho, como mejor se defienden los intereses de los niños, lo
ner que responder conforme a los derechos de esos niños. Sería
que no parece justificado.
para O’Neill, por ello, más acertado atender a las obligaciones
Por otra parte, además de ese rechazo de basar la argumen­
que corresponden a la función parental que a los derechos de los
tación teórica sobre la protección de los niños en sus derechos an­
niños, dirigiendo más directamente su discurso de las obligacio­
tes que en las obligaciones que se tienen para con ellos, O'Neill
señalará también argumentos en contra de la posible utilidad del nes a quiénes considera relevantes, con lo que muestra otra de las
uso de la «retórica» de los derechos como instrumentos efecti­ características con que identificábamos al proteccionismo «tra­
vos para conseguir la mejor satisfacción de los intereses de los ni­ dicional»: la centralización de la atención en los padres, en sus de­
ños. Con la exposición de dichos argumentos pretende, nueva­ cisiones y acciones, antes que en los niñosl87.
mente, justificar la conveniencia de centrarse antes en las
obligaciones que en los derechos, pero interesa observar que en
los mismos se encuentran bien reflejados puntos de vista propios b) El reconocimiento del niño como titular de derechos
del proteccionismo «tradicional» respecto a la concepción del
niño, a las relaciones entre padres e hijos y a la propia consecu­ Un tema de enorme importancia a la hora de afrontar la cues­
ción del mejor interés del niño. Así, para O’Neill, si bien el uso de tión del reconocimiento de los derechos de los niños es la con­
la «retórica» de los derechos tiene sentido para aquellos grupos sideración de los argumentos ofrecidos por las «teorías de la vo­
capaces pero oprimidos (como de hecho la tuvo históricamente luntad» y las «teorías del interés». Así, como se vio, una de las
para minorías raciales o para las mujeres), resulta insatisfactoria razones principales que llevó a Hart a negar la existencia de de­
para los niños. Ya que si éstos se encuentran en una situación de rechos morales de los niños fue su concepción de lo que signi­
dependencia no es por razones artificiales sino naturales, dado que ficaba tener un derecho, vinculada a las teorías de la voluntad.
sus incapacidades les inhabilitan para llevar una vida indepen­ En ese sentido, el profesor Neil MacCormick consideró que pre­
diente. Por lo que el reconocimiento de derechos a los niños se­ cisamente esa vinculación era una manifestación de que las teo­
ría inútil, sino inconveniente, tanto para los muy jóvenes, que no rías de la voluntad habían de ser rechazadas; pues, utilizando el
podrían ejercitarlos, cuanto para aquéllos que los pudiesen ejer­ propio título de su conocido trabajo, había que entender que
citar, pues también para éstos resulta más conveniente esperar a los derechos de los niños suponían una prueba de fuego para las
que hayan superado todas las incapacidades que son propias de teorías de los derechosl88. *De
* esta manera, se cambiaba el enfoque
la infancia (aunque también apunta la posibilidad de que ese ejer­ del problema sobre el reconocimiento o no de derechos a los ni­
cicio de los derechos pueda tener sentido para aquellos niños, ya ños: ya no se tratará de considerar que si conforme a una deter­
«maduros», que entiendan que la situación de dependencia crea­
da por incapacidades civiles o prácticas sociales les está «infan-
tilizando», manteniendo en una situación de dependencia forza­ 187 Esta argumentación de O’Neill puede verse, principalmente, en O'NEILL,
da). También, a ese respecto, señala O’Neill que, a diferencia de Onora: «Children’s rights and childrens lives», cit., pp. 38-39.
las mayorías opresoras, los padres generalmente lo que quieren 188 Cito por MacCORMICK, Neil: «Los derechos de los niños: una prue­
ba de fuego para las teorías de los derechos», trad. de Mercedes Carreras y
es que el niño desarrolle cuanto antes sus capacidades para po­ A. Luis Martínez-Pujalte, en Anuario de Filosofía del Derecho, tomo V, 1988.
der vivir de forma independiente; lo que supone que, nuevamente,

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La Fundamentación de los Derechos de los ¡Liños

minada concepción de los derechos no tiene sentido hablar de los


niño tiene derecho a ser alimentado, cuidado, y si es posible,
niños como titulares de los mismos, entonces es que hay razo­
querido, hasta que llegue a ser capaz de cuidarse por sí mismo.
nes que justifican el rechazo de esos niños como sujetos titula­
Al decir esto, estoy pensando ante todo en un derecho moral. Y
res de derechos; sino que habrá que considerar que si conforme
consideraría como ceguera moral absoluta que alguien dejara de
a una determinada concepción de los derechos no tiene sentido
reconocer que todo niño tiene ese derecho. Ciertamente no se
hablar de los niños como titulares de los mismos, entonces es
que hay razones que justifican el rechazo de esa teoría de los trata de un derecho legal umversalmente reconocido —piénse­
derechosl89. Y así, lo que propone MacCormick es rechazar las se en la Roma republicana—, pero a mi modo de ver eso signi­
teorías de la voluntad y aceptar las teorías del interés, que vie­ fica tan sólo que algunos o quizá muchos ordenamientos jurí­
nen a significar que tener un derecho significa tener un interés dicos han sido moralmente deficientes» l9‘. Derechos que son,
jurídicamente protegido 19°. pues, para MacCormick, primero derechos morales, pero que,
Así, la teoría de los derechos que defiende MacCormick, vin­ precisamente por ello, habrán de ser también legalmente reco­
culada a las teorías del interés, sí permite hablar de derechos de nocidos y protegidos.
los niños, porque en ella no se exige que haya una voluntad del Con este planteamiento, MacCormick apunta un enfoque di­
titular del derecho —que MacCormick también niega que ten­ ferente al de las teorías de la voluntad para identificar cuáles han
gan los niños—, sino que haya un interés relacionado con los ni­ de ser los derechos que los niños han de tener reconocidos y cómo
ños que sea merecedor de protección normativa, jurídica o mo­ se han de proteger. De lo que primero se trata es de demostrar cuá­
ral —pues hay que atender también al ámbito moral si de un les son esos intereses y necesidades191 192 —en el sentido de deter­
derecho moral se tratase—. Ese interés lo concreta el profesor minación del «bien»— que el niño ha de tener protegidos; y lo
escocés en alimentación, cuidado y cariño; por lo que, consi­ serán aquellos cuya satisfacción se estime necesaria, indepen­
guientemente, señalará, ya desde el comienzo de su exposición:
«Permítanme partir de lo que me parece una afirmación simple
y difícilmente contestable: al menos desde su nacimiento, todo 191 En MacCORMICK, Neil: «Los derechos de los niños: una prueba de
fuego para las teorías de los derechos», cit., p. 295.
192 Aunque aquí se señalen de manera conjunta, existen claras diferencias,
189 En el mismo sentido, es muy claro Campbell para rechazar las teo­ y en ciertos aspectos muy significativas, entre los intereses y las necesidades,
pero su estudio nos llevaría demasiado lejos de los actuales propósitos. Seña­
rías de la voluntad y abogar por las del interés. Aunque también es resaltable,
laré simplemente, y por la alusión directa a un pasaje de este trabajo de Mac­
en este sentido, como Campbell, tras un análisis de las dos clases de teorías
Cormick, la aclaración que al respecto hace Hierro: «MacCormick maneja una
(de la voluntad y del interés), señale otro argumento para rechazar las teorías de
idea que merece atención. La idea de necesidad. Creo que con ella se pretende
la voluntad, como es el que estén normalmente vinculadas a la concepción del
señalar el aspecto objetivo (objetivado, al menos, en función de los fines del sis­
niño como futuro adulto, con el rechazo consiguiente de considerar al niño
tema normativo o de los principios morales aceptados) del interés o deseo que
como tal. Esta crítica no es poderosa, pues, como ya se vio, dicha concepción,
en realidad, no va necesariamente unida a las teorías de la voluntad y también se trata de satisfacer. Esto no significa ni mucho menos que los deseos o la vo­
luntad sean siempre irrelevantes, pues uno de los primeros principios mora­
puede ser defendida junto a una teoría del interés. (Pueden verse los respecti­
les que pueden aceptarse es que el hombre es libre y, por ello, que es una ne­
vos pasajes en CAMPBELL, Tom D.: «The rights ofthe minor: as person, as child,
cesidad suya la de ejercer su capacidad de elección. Pero si quiere decir que este
as juvenile, as future adult», cit., pp. 2 y 7).
elemento, la satisfacción de la capacidad de elegir, es sólo un elemento relevante,
190 Puede verse un significativo pasaje de MacCormick en este sentido en
y no el único, al hablar de derechos». (En HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Ci­
MacCORMICK, Neil: «Los derechos de los niños: una prueba de fuego para
borio, L.: «¿Derechos humanos o necesidades humanas? Problemas de un con­
las teorías de los derechos», cit., pp. 294-295.
cepto», en Sistema, núm. 46, 1982, p. 53).

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

dientemente de las ventajas o desventajas que pueda reportar a mismas causas que Mili, la exclusión del niño del ejercicio de la
terceros su reconocimiento o no reconocimiento, al considerar a libertad -—aunque al autor escocés esas consideraciones le lleven,
la persona, al niño, como un fin en sí mismo (la influencia kan­ como ya he señalado, al rechazo de las teorías voluntaristas y a
tiana se hace, así, evidente). Y una vez identificado esos intereses la aceptación de las del interés—. De esta manera, y es lo que
y necesidades se constituirán en fundamentadores directos de más me interesa resaltar ahora, también conforme a las teorías
los derechos del niño, morales en un principio y legales al exi­ del interés tienen perfectamente cabida los planteamientos y las
girse su reconocimiento por el ordenamiento jurídico que así ga­ soluciones propias del proteccionismo «tradicional»: nuevamente
rantiza su satisfacción. Para MacCormick, la forma de saber cuá­ la consideración de que el niño carece de la suficiente razón y ex­
les son esos intereses es averiguando cuáles son los bienes que periencia para poder tomar decisiones juiciosas en los asuntos
objetivamente se puede decir que benefician a los individuos que que le afectan, para poder determinar cuáles son sus auténticos
se les garantizan193. Es decir, que, respecto a los niños, son inte­ intereses y actuar en consecuencia, justifica que esas decisiones
reses que objetivamente se pueden determinar, sin que para ello las hayan de tomar terceros capacitados, que se presupone que
sea necesario saber la opinión del niño. Así, y conforme con lo se­ sí conocen esos intereses del menor y pueden actuar, en conse­
ñalado, también MacCormick parte de la consideración de que la cuencia, sin necesidad de atender a la «voluntad», a la expresión
inmadurez del menor le incapacita tanto para poder determinar de los deseos y las opiniones, que el menor pueda manifestarl94. * *
cuáles son sus intereses cuanto para saber cómo satisfacerlos. Y directamente relacionado con el punto de vista expuesto,
No obstante, la indefensión del niño le hace merecedor de que ter­ es relevante resaltar que los planteamientos de esas teorías del
ceros capaces le satisfagan los bienes que el cumplimiento de sus interés concretan la forma en que se ha de entender ese pater-
derechos exige. De esta manera, queda claro que también con la nalismo. Pues, en todo caso, hay que entender, por un lado, que
defensa de las teorías del interés (y quizás principalmente con los niños tienen derechos (fundamentados en unos intereses), y
éstas), se defienden planteamientos propios del proteccionismo que todas las acciones u omisiones que con ellos se relacionen
«tradicional» —pues, como se ve, incorpora, de forma determi­ lo que han de procurar es dar adecuado cumplimiento a esos de­
nante, sus puntos de vista tanto en la concepción del niño cuan­ rechos (es decir, la satisfacción de esos intereses); y, por otro
to en la determinación y satisfacción de su «mejor interés»-. lado, que si el niño no tiene la suficiente madurez para com­
En todo caso, la comprensión de esas teorías del interés, prender y ejercitar adecuadamente sus derechos, sí que la ten­
como la de MacCormick, encuadrables dentro del proteccionis­ drá en el futuro, como adulto. Todo lo cual significa que si in-
mo «tradicional», quedaría incompleta si no se observase que
también su fundamentación sólo adquiere pleno sentido si se
atiende a las justificaciones paternalistas antes expuestas. Así, l9J MacCormick se expresa con claridad y rotundidad al respecto. Sólo en
MacCormick también acepta, explícitamente, el principio libe­ un aspecto no demuestra esa claridad, y es en saber a quién se refiere cuando
habla de niños, pues unas veces lo hace en sentido general y otras prefiere re­
ral, tan magistralmente esclarecido por Mili, y comparte, por las saltar que, en todo caso, habrán de ser considerados los más «pequeños» —con­
fusión que quizás tenga su causa, precisamente, en la dificultad práctica que
supone compatibilizar, conforme a sus planteamientos, la exclusión de los ni­
193 Un pasaje claro de la concepción de MacCormick sobre lo que signi­ ños del ejercicio de sus derechos con la negación de que niños de cierta edad
fica la fundamentación de los derechos morales y legales puede verse en Mac- no sepan reconocer lo que es bueno para ellos—. (Véase así en MacCORMICK,
CORMICK, Neil: «Los derechos de los niños: una prueba de fuego para las Neil: «Los derechos de los niños: una prueba de fuego para las teorías de los
teorías de los derechos», cit., pp. 299-300. derechos», cit., pp. 303-305).

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Ignacio Campoy

mente para el proteccionismo «tradicional» esto no deja de


terpretamos acertadamente los derechos de los niños (sus inte­ ser una crítica perfectamente obviable; ya que, precisamente,
reses) y las decisiones que se han de tomar para su ejercicio
lo que se pretende (como vimos en el cuarto apartado) es con­
(para su satisfacción), el futuro adulto estará de acuerdo con
seguir formar el carácter de la persona de acuerdo con los
dichas decisiones; pues entenderá que aquéllos eran realmente
sus intereses y aquéllas las medidas que mejor los satisfacían. valores y criterios que los terceros capacitados consideren
Una justificación que cabe considerar como propia de lo que adecuados. De esta manera, es también perfectamente com­
podemos denominar como paternalismo a posteriori. prensible que no se entienda la necesidad de atender a la po­
Pero, pese a lo atrayente de ese planteamiento, dicha con­ sible voluntad del menor en la determinación y satisfacción de
cepción del paternalismo no está exenta de críticas. La más re­ sus intereses, dejándose esas funciones a esos terceros capa­
levante, en cuanto a su aplicación a la protección de los niños, citados l97. Sin embargo, si se ha de atender a la formación de
es la falacia que puede suponer que la justificación de una ac­ la persona de acuerdo con los fines y valores que le sean pro­
ción en un momento presente pueda encontrarse en un hipo­ pios (de acuerdo con lo que denominamos su autonomía mo­
tético, y quizás manipulado, consentimiento futuro. Así, al ral, el desarrollo de sus propios planes de vida, el libre desa­
problema que siempre supone pretender justificar de esta ma­ rrollo de su personalidad), resulta necesario atender también
nera una acción paternalista l95, en el caso de los niños, en a la «voluntad» del menor, y entonces esa crítica al protec­
que su voluntad está en formación (y más, precisamente, para cionismo a posteriori sí adquiere una relevancia trascen­
los defensores de un paternalismo vinculado con el protec­
dental l98. *
cionismo «tradicional»), podemos afirmar que, al menos en al­
guna medida, el consentimiento posterior del adulto estará
predispuesto precisamente por esas medidas paternalistas que 197 Una posición extrema en este sentido la podemos observar en los plan­
respecto a él se adoptaron durante su minoridad l96. Segura- teamientos de Ruddick. Pues para este autor la formación de la voluntad del me­
nor se viene a confundir con la manipulación consciente de su voluntad. Se
acepta así, casi como presupuesto teórico para la aplicación de esta forma de
195 Y es que junto a los supuestos en que parece fácil convenir en lo jus­ paternalismo, lo que he señalado como la principal crítica que se le hacía, y
tificado de esas acciones paternalistas, existen otros en los que sería mucho más que, en realidad, significa un desprecio absoluto por la voluntad del niño y por
complicado poder justificarlas. Un ejemplo del primer tipo podría ser el de su personalidad individual. De esta manera, también venía a justificar Ruddick
apartar del peligro a un sonámbulo que anduviese cerca de un acantilado; pues, la decisión de los padres, en el ejemplo ya referido del supuesto matrimonio de
con casi total seguridad, podemos afirmar que la vida del sonámbulo es para enanos que negaban el tratamiento médico a su hijo, indicando, explícitamen­
él un bien que quiere proteger, y que con posterioridad nos agradecerá las me­ te, que aunque el niño de manera previsible desearía ser de un tamaño normal, no
didas que tomamos para asegurarlo. Y un ejemplo del segundo tipo podría ser obstante, ellos piensan que con el tiempo comenzará a respetar sus deseos de
el que se impidiese a una persona que corra un riesgo conscientemente asumido; ser unos padres bondadosos y cariñosos, y apreciará los beneficios de ese amor
pues, ni es seguro que lo que se arriesga sea para él un bien que quiera prote­ hacia él. (Véase así en RUDDICK, William: «Parents and Life Prospects», cit.,
ger —o que no le compense su pérdida o perjuicio con el beneficio que piensa p. 133).
obtener—, ni lo es el que con posterioridad no nos recrimine el que le hayamos 198 También esta idea se puede observar en el planteamiento que hace
impedido correr ese riesgo. Rawls al considerar que es ese paternalismo, y no el que obtiene su justifica­
196 Esta crítica será señalada desde el proteccionismo «renovado»; y así ción a posteriori, el que resulta conforme con su teoría de la Justicia. (Puede
lo podemos observar, junto a otras consideraciones críticas, en CAMPBELL, Tom verse en RAWLS, John: Teoría de la Justicia, traducción de María Dolores Gon­
D.: «The rights of the minor: as person, as child, as juvenile, as future adult», zález, Fondo de Cultura Económica, 2.a ed., 1.a reimpresión, Madrid, 1997,
cit., pp. 20-21; o también en LOWY, Catherine: «Autonomy and the appropriate pp. 234-235).
projects of children: a comment on Freeman», cit., pp. 73-74.
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La Fundamentación de los Derechos de los Niños

2. Los planteamientos del proteccionismo «renovado»


Así, Hierro también retoma la máxima del liberalismo clá­
sico que consideraba la libertad como un bien básico para el
Los planteamientos del proteccionismo «renovado» ofrecerán
hombre, que necesariamente hay que respetar; reconociendo, de
soluciones a esos problemas que se consideran insatisfactoria­
forma explícita, que la libertad constituye, probablemente, la
mente resueltos en las posiciones del proteccionismo «tradicio­
nal», adquiriendo una importancia decisiva en los mismos la ne­ principal necesidad que se le ha de satisfacer al hombre200. Pero,
cesidad de atender, en la medida de lo posible y con los controles contrariamente a los planteamientos del liberalismo clásico y a
pertinentes, a la voluntad del menor. En este sentido, puede ser­ los del proteccionismo «tradicional», no va a limitar esa liber­
vimos, para una buena comprensión de cómo la incorporación tad a un bien de los adultos, sino que su estimación como tal en­
de ese elemento significa un salto cualitativo en la manera de tiende que afecta a toda persona, independientemente de su
entender los derechos de los niños, la posición que entre noso­ edad. Es decir, conforme a estas premisas, no sólo reconoce que
tros ha defendido el profesor Liborio Hierro; cuyos plantea­ los niños tienen derechos, pues tienen necesidades que han de
mientos, en ocasiones, en la medida que apuntan la posibilidad ser jurídicamente protegidas, sino también que entre esas ne­
de que los niños pudiesen ejercer sus derechos, se sitúan en el lí­ cesidades de los niños se encuentra también su libertad, por lo
mite del proteccionismo, según lo había establecido en el reco­ que ha de tenerse en cuenta en el reconocimiento y protección
nocimiento o no reconocimiento de la vinculatoriedad jurídica de sus derechos201.
a la voluntad del niño. De esta manera, y también conforme a la nueva concepción
Hierro parte de premisas conceptuales semejantes a las de del menor que antes señalaba como propia de los planteamien­
MacCormick. Así, la concepción de los derechos que utiliza el pro- tos del proteccionismo «renovado» 202, entenderá el profesor Hie­
IV-'-rl, fesor español, aun con sus peculiaridades, podría encuadrarse rro que no es posible seguir vinculando inexorablemente la con-
, ,. ^ c ^dentro de las teorías del interés: tener un derecho, dirá, «es tener
una necesidad cuya satisfacción hay razones suficientes para exi-
1 jCS.tL'.c gir en todo caso; consecuentemente, tener un derecho es, jurídi­ 200 Así, concretamente, tras exponer sus razones por las que se ha de su­
camente hablando, tener una necesidad que las normas del siste­ perar las concepciones de los derechos más vinculadas con las teorías de la
ma jurídico exigen satisfacer en todo caso». Definición que se ha voluntad, señala: «el que la mayor parte de los derechos que defendemos ten­
gan la estructura de una libertad de acción no significa sino que tal libertad es
\ de complementar con la afirmación de que: «Sólo podemos sos-
una, y probablemente la principal, necesidad que entendemos debe ser satis­
x tener como derechos aquellas necesidades humanas que exigen su fecha». (En HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «¿Derechos huma­
satisfacción de forma incondicional, cual si se tratase de un fin en nos o necesidades humanas? Problemas de un concepto», cit., p. 57).
sí mismo, y sólo cuando existan posibilidades de satisfacerlas, 201 Hierro lo expresa de forma clara: «Lo que yo creo es que un concep­
cuando podamos imponer sobre otros los correlativos deberes to general de los derechos humanos formulados en términos de necesidad, y
no en términos liberal-individualistas, permite, sin especialidad ni retórica al­
“según sus posibilidades”. Y esto no contradice mi más profunda
guna, hablar de los derechos humanos del menor». (En HIERRO SÁNCHEZ-
convicción de que entre las necesidades del hombre se encuen­ PESCADOR, Liborio, L.: «¿Tienen los niños derechos? Comentario a la Con­
tra, entre las primeras, la de vivir como un hombre libre» vención sobre los Derechos del Niño», cit., p. 228).
202 Así, conforme con una concepción del niño como ser humano en una
fase de su desarrollo, se puede observar en los planteamientos de Hierro la rei­
199 En HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «¿Derechos huma­ vindicación de ajustar lo más posible esa consideración del menor como incapaz
a su realidad psico-social, por ejemplo, en HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR,
nos o necesidades humanas? Problemas de un concepto», cit., pp. 57 y 61.
Liborio, L.: «Los derechos de la infancia. Razones para una ley», cit., p. 5479.

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

sideración de incapaz a un límite de edad arbitrariamente fijado, La propuesta de Hierro resulta muy sugerente, y con el re­
sino que habrá que atender al proceso evolutivo que se desarro­ conocimiento de una capacidad genérica de obrar se apunta a
lla en toda persona desde su nacimiento203. A este respecto, resulta esa superación del límite del proteccionismo a que antes me re­
de gran interés el replanteamiento que realiza de la necesidad de fería. Sin embargo, cabe plantear un par de cuestiones ante la
adaptar la capacidad de ejercitar derechos (capacidad de obrar) formulación que el propio Hierro hace de su propuesta, res­
a ese proceso evolutivo mediante el establecimiento de etapas pecto a las cuales poder determinar el alcance de la posible vin-
que reflejen más fielmente las capacidades cognitivas y emocio­ culatoriedad jurídica de la voluntad del niño.
nales de la persona204. Así, si primero, al exponer, entonces, algunos Así, en primer lugar, habría que saber porqué resulta nece­
criterios que determinasen los objetivos para una ley de derechos sario el establecimiento de tramos de edad para el reconoci­
del menor, señalaba: «Distinguir edades en la configuración de las miento de una capacidad de obrar genérica. Comparto su apre­
formas de ejercicio y disfrute de los diferentes derechos, supe­ ciación de que criterios como los usados por las legislaciones
rando la dicotomía mayor edad-menor edad». Después, con ma­ actuales como «condiciones de madurez», resultan inapropia­
yor claridad respecto a lo que aquí se trata, al exponer una de las dos y que el criterio de la edad nos proporciona un elemento de
contradicciones existentes que en la elaboración de esa ley ha­ seguridad que, a pesar de su arbitrariedad, finalmente resulta im­
bría que afrontar, señala: «la contradicción entre desarrollo evo­ prescindible. No obstante, y como después trataré de justificar,
lutivo y configuración jurídica de edades. Si está fuera de discusión entiendo, primero, que ese criterio de la edad no tiene porqué
que, psicológicamente, el niño evoluciona de forma paulatina, ser definitivo ni es apropiado para el establecimiento de «tramos»
i
está también fuera de duda que el Ordenamiento necesita, en a los que se asocian capacidades o incapacidades de obrar, y,
aras de la seguridad, establecer un régimen claro de edades. (...) segundo, —y es lo que más me interesa subrayar aquí— el es­
La solución parece requerir la sustitución de la dicotomía ma­ tablecimiento de la edad como criterio delimitador de una ca­
yoría-minoría por un sistema de tramos —como sugería Diez-Pi­ pacidad genérica de obrar, finalmente, podría reconducirse a
cazo—, limitando la incapacidad de obrar genérica para los in­ un retroceso en la línea que marque la mayoría de edad, pero no
fantes y desarrollando, a continuación, un sistema que, en lugar resolverá el problema de fondo. Pues quedará por determinar
de partir de la incapacidad genérica y regular excepcionalmente quién es el que se ha de considerar «infante» 205, y, en todo caso,
los actos que el menor puede realizar (lo que actualmente ocurre), se seguirá manteniendo que a éste, conforme a criterios pro-
parta de la capacidad de obrar genérica y regule los actos que, en
cada tramo de edad, el niño (el adolescente, el joven...) no puede
realizar por sí mismo, o bien en que su consentimiento o decisión 205 Para Hierro parece ser que habría de considerarse, en todo caso, a los
menores de siete años. Y así, en su análisis del derecho a la intimidad de los ni­
requieren complementos (esto es, intervenciones paternalistas)». ños, señala: «Para no poner, en este momento, las cosas muy complicadas po­
demos asumir como supuesto claro para cualquier intérprete que un menor por
debajo de los siete años estará incluido en el párrafo 2». Se refiere al párrafo
203 Puede observarse esa concepción del niño, y su unión con nuevos 2 del artículo 3 de la Ley Orgánica 1/1982, de 5 de Mayo, de Protección Civil
planteamientos jurídicos, aquí directamente conectada con su propia concep­ del Derecho al Honor, a la Intimidad Personal y Familiar y ala Propia Imagen,
ción de los derechos, en HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «Los donde se hace referencia a aquellos niños que no pueden prestar su consenti­
derechos de la infancia. Razones para una ley», cit., pp. 5476-5477. miento por carecer de las pertinentes condiciones de madurez. (Véase en HIE­
204 En HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «Los derechos de la RRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «La intimidad de los niños: un test
infancia. Razones para una ley», cit., pp. 5487 y 5488-5489. para el derecho a la intimidad», cit., pp. 383-384).

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Ignacio Carnpoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

leccionistas, la incapacidad que le caracteriza le inhabilita para participación, que incluso puede llegar a ser decisiva, en la toma
tomar decisiones, siendo necesaria la intervención de terceros de decisiones que le afecten, pero que mantienen la necesidad
capacitados que ejercerán en su nombre los derechos que tu­ de la intervención de terceros «capaces» en la toma de decisio­
viesen reconocidos. nes, por lo que la posible vinculatoriedad jurídica de la volun­
La segunda cuestión a que antes me refería está relaciona­ tad del niño queda, de esta manera, menoscabada206. Por eso,
da con las limitaciones a esa capacidad genérica de obrar. Si el es conveniente exponer la forma en que esto se puede observar
límite de edad que se pusiese fuese muy bajo, como parece de­ en los planteamientos del profesor Hierro; que permiten, a la
ducirse del término «infantes», la anterior objeción tendría poca
vez, apreciarlo tanto en una formulación general cuanto en una
trascendencia práctica, aunque seguiría siendo importante la
aplicación a dos problemas concretos.
discusión sobre su fundamentación teórica. Sin embargo, el
Así, en cuanto a la formulación más general, habremos de co­
problema práctico que quedaría por resolver sería determinar
nectarlo con su ya vista concepción de los derechos. En este
cómo se han de establecer esos límites, o, dicho de otro modo,
saber en base a qué criterios, se ha de reconocer vinculatorie- sentido, la consideración de la necesidad como elemento de­
dad jurídica a la voluntad del menor o se le ha de negar —sien­ terminante que se ha de proteger con el derecho, y la consi­
do entonces un tercero «capaz» el que tome la decisión jurídi­ guiente postergación de la voluntad del sujeto, permite que en
camente vinculante—. Las pautas que determinen esos criterios el caso de los niños sea más fácil que, en aras de la defensa de
serán, pues, decisivas para fijar el nivel de autonomía que se le
reconoce al niño; y, secundariamente, también nos permitirán
entender a cuál de los modelos teóricos de los que aquí se estu­ 206 También en este sentido, Gil Cantero entiende que existe una necesi­
dad de reconocer la participación de los niños pero también de proteger a los
dian responden, pues, si esos criterios son tan rigurosos que ha­ niños, lo que le lleva a considerar que hay un diferente significado tras el re­
cen casi inviable la capacidad de obrar del niño (lo que confor­ conocimiento de derechos que se hace a los niños y a los adultos. Y así, si se­
me a lo señalado por Hierro resulta impensable, pues no ñala: «Lo único certeramente mantenible, por el conocimiento que tenemos de
resultarían «excepcionales»), entonces sería un modelo clara­ los procesos en las tomas de decisiones, y del modo en que se va estructuran­
mente proteccionista, mientras que si esos criterios son nulos, do la capacidad cognitiva en la infancia, es que hay que dejar que realicen el
mayor número posible de elecciones autónomamente que no dañen seriamente
por lo que siempre resultaría jurídicamente vinculante la vo­
su desarrollo»; también dirá: «Basándonos en el mismo espíritu cultural que
luntad del niño (lo que conforme a lo señalado por Hierro resulta desencadenó la Declaración de derechos del hombre, el niño es un sujeto de de­
igualmente impensable), entonces sería un modelo práctica­ rechos en tanto que niño y no sólo dependiendo de su condición de hijo o ciu­
mente liberacionista. Y, en este sentido, la posición del propio dadano. Esto supone una diferencia básica: mientras los derechos humanos pro­
Hierro, si bien se encuentra vinculada a los planteamientos del mueven el desarrollo de ser hombre reconociendo en éste principios de actuación
autónomamente humanizadores, los derechos del niño promueven el desarrollo
proteccionismo «renovado», también es cierto que apunta a la
de ser niño reconociendo en éste principios de protección autónomamente hu­
nueva dirección en la que se está constituyendo un nuevo mo­ manizadores. Ambas declaraciones precisan, por supuesto, protección desde el
delo en el que se reconocen algunas dimensiones de vinculato- derecho positivo, pero mientras que en la primera lo específico, desde la pers­
riedad jurídica a la voluntad del menor. pectiva que nos ocupa, es la protección para la no interferencia, en la segun­
Los planteamientos de Hierro, ,y su vinculación con los plan­ da su singularidad es la protección para que se intervenga con la máxima ca­
teamientos del proteccionismo «renovado», son una buena mues­ lidad posible». (En GIL CANTERO, Femando: «El debate del paternalismo
entre los "child-savers" y los "kiddy-libbers" respecto a los derechos de la infan­
tra de ese apunte de las nuevas tendencias doctrinales que afir­ cia», en I Congreso Internacional: Infancia y Sociedad. Bienestar y derechos sociales
man claramente la necesidad de reconocerle al niño una mayor de la infancia, vol. I, Ministerio de Asuntos Sociales, Madrid, 1991, p. 122).

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Ignacio Campoy La Fundamentación de los Derechos de los Niños

una necesidad «objetivada», se le limite al niño titular del derecho la necesidad de proteger ese interés superior del niño frente a po­
en el ejercicio del mismo. Y así, pese a que, como antes se se­ sibles manipulaciones supone dejar las decisiones últimas en
ñaló, la libertad tiene un carácter preponderante en la teoría de manos de terceros «capacitados» y, por consiguiente, negar la vin-
los derechos de Hierro, y que la misma se extendía a los niños, culatoriedad jurídica del consentimiento del niño 209. Lo que pa­
el ámbito de autonomía de éstos se vería reducido si no es su vo­ rece confirmarse, finalmente, en su conclusión, que al basarse
luntad la que finalmente produce los efectos jurídicamente vin­ también directamente en su concepción de los derechos, viene
culantes. En este sentido, otra de las contradicciones existentes, a suponer que la protección del interés superior del niño, en
que tendría que afrontarse según Hierro en la elaboración de la este caso en relación con la preservación de su intimidad, como
ley, sería: «entre patemalismo y liberalismo. Reconocer el acceso necesidad que el ordenamiento jurídico ha de proteger en todo
gradual del menor de edad al ejercicio de la propia libertad (en caso, implica la indisponibilidad de dicha intimidad cuando en­
la conciencia, la expresión, la reunión, la asociación, y, en gene­ tre en conflicto con el susodicho mejor interés; refiriéndose, en
ral, en la propia realización) choca frontalmente, con dramática este sentido, a los representantes legales del niño y al Ministe­
frecuencia, con los requerimientos de protección del interés su­ rio Fiscal como terceros «capacitados» para dicha decisión210. 211 *
perior del niño frente a las posibilidades de manipulación» 201. Y en igual sentido, tras analizar otra problemática concreta,
No obstante, conforme con su concepción de lo que significa te­ como es la que suscita la confluencia, respecto a la posible ac­
ner un derecho, señalaba Hierro en otro trabajo suyo: «Desde tuación frente a los malos tratos de los niños en el ámbito fami­
este punto de vista no es necesario forzar la teoría para afirmar liar (o en otros ámbitos), del principio de legalidad penal con el
que los niños tienen derechos, o incluso que sólo paulatinamente principio de oportunidad —conforme al cual se debe de atender
ciertos derechos, como la libertad o la participación, se van de­ a la resocialización del delincuente y su víctima— y, en este caso,
sarrollando, siendo previos en las primeras fases de la infancia al coincidir en la persona del niño la condición de víctima, tam­
otros derechos como la vida, la salud o la educación. Tampoco bién con el criterio del «interés superior del niño». Hierro con­
hay que forzar la teoría para afirmar que el niño tiene derechos, cluirá con una propuesta en la que no se señala la acción direc­
aunque no pueda hacerlos valer por sí mismo y aunque en su ta del menor en defensa de su propio interés, sino la de terceros
mayor parte sean derechos obligatorios cuyo disfrute no es re- capacitados, aquí en concreto la del Ministerio Fiscal2".
nunciable por el niño ni por nadie en su nombre»20S. Es decir, que en los planteamientos de Hierro, y conforme a
De esta manera, en cuanto a la primera aplicación a un pro­ las posiciones del proteccionismo «renovado», se considera que
blema concreto, al analizar el derecho a la intimidad de los ni­ la voluntad del niño ha de ser tenida en cuenta, por un lado, en
ños, y siguiendo un esquema propuesto por el profesor Pérez la determinación de sus necesidades, y esto en los dos sentidos
Luño, el profesor Hierro plantearía una serie de dilemas rela­ posibles: tanto para que el propio niño ayude a clarificar cuáles
cionados con la intimidad de los niños que van mostrando como

209 Véase al respecto en HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «La


207 En HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «Los derechos de la intimidad de los niños: un test para el derecho a la intimidad», cit., pp. 385-387.
infancia. Razones para una ley», cit., p. 5488. 210 Véase en HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «La intimi­
208 En HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «¿Tienen los niños dad de los niños: un test para el derecho a la intimidad», cit., p. 390.
derechos? Comentario a la Convención sobre los Derechos del Niño», cit., 211 Véase en HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «Niños y víc­
pp. 227-228. timas», cit., p. 93.

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son sus necesidades, cuanto para entender que el respeto a su vo­ ve en la determinación de ese cambio propio del proteccionis­
luntad es parte de sus necesidades; y, por otro, también ha de mo «renovado», pues en él se establece que: «1. Los Estados
ser tenida en cuenta en la toma de aquellas decisiones que le va­ Partes garantizarán al niño, que esté en condiciones de formarse
yan a afectar. O, dicho con otras palabras, se considera que se ha un juicio propio, el derecho de expresar su opinión libremente
de garantizar la suficiente relevancia a la voluntad del niño tan­ en todos los asuntos que afectan al niño, teniéndose debida­
to en el reconocimiento de sus derechos cuanto en su ejercicio. mente en cuenta las opiniones del niño, en función de la edad ¡
De esta manera, se superan, pues, las teorías del proteccionismo y madurez del niño. 2. Con tal fin, se dará en particular al niño
«tradicional». No obstante, seguimos moviéndonos dentro de oportunidad de ser escuchado en todo procedimiento judicial o j
los esquemas proteccionistas si atendemos a que existe un lími­ administrativo que afecte al niño, ya sea directamente o por me- j
te de edad, el que determina la condición de «infante», debajo del dio de un representante o de un órgano apropiado, en conso- i
cual no se considera que haya que reconocer en ningún caso vin- nancia con las normas de procedimiento de la ley nacional», j
culatoriedad jurídica a la «voluntad» del menor, y a que las pau­ La profesora Bemuz realiza una interesante —y optimista— i
tas que indican los criterios por los que se ha de dar relevancia conexión entre este contenido del artículo 12 y el ya visto inte- j

jurídica a al voluntad del niño apuntan a la pretensión de pro­ rés superior del niño del artículo 3.1, que nos da una buena ]
teger al niño en aspectos básicos para su adecuado desarrollo muestra de lo que se pretende señalar con el cambio que signi- i
mediante las decisiones que al respecto tomen terceros, ficó la Convención: «Todo ello acalla las preocupaciones de quie­
r-' Los elementos básicos que están tras esos planteamientos nes veían en el interés superior del niño un nuevo instrumento
| son los que actualmente predominan en el mundo del Derecho de control en manos del Estado. Ya que el interés del menor no
viene impuesto o definido lateralmente por las instituciones pú­
\ positivo de nuestras sociedades occidentales. Siendo la Con-
blicas, sino de acuerdo con los derechos fundamentales y ma­
| vención sobre los derechos del Niño de la ONU de 1989, el tex-
tizado por su opinión. O, lo que es igual, se exige que los dere­
| to jurídico que de forma trascendental marcó el paso a este nue-
chos de la infancia sean analizados desde la perspectiva del
j va consideración del trato jurídico del que era merecedor el
interés superior del niño; que a su vez vendrá integrado por la
¡ menor212. Y es, en este sentido, el artículo 12 el que resulta cla-
palabra del menor en relación a las cuestiones que les afecten», i
Entendiendo que la materialización de ese derecho del niño a
212 En otro trabajo estudié como se reflejaban algunas de las principales
ser oído exige que se realicen otros derechos directamente co­
líneas de evolución que en el siglo XX se habían seguido en el reconocimiento nectados, y así, que el niño sea informado en todo lo relaciona­
y protección de los derechos de los niños, tanto en el ámbito universal (con do con la decisión sobre la que ha de opinar, que pueda expre­
el análisis de los tres instrumentos jurídicos explícitamente dedicados a ellos sar su opinión con libertad y, finalmente que haya que «escuchar
—las Declaraciones de Ginebra y de la ONU de 1924 y 1959, y la Convención sus opiniones, respetarlas y sopesarlas con seriedad»2I3. *En todo
de la ONU de 1989—), como en el ámbito de la Europa occidental, en el del Con­
sejo de Europa y en el de la Comunidad Europea ( con el análisis de los ins­
caso, como bien señala la profesora Picontó, hay que entender
trumentos jurídicos más relevantes al respecto y de las decisiones adoptadas que: «la Convención protege la autonomía del niño que estaría
por la Comisión y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y por el Tribu­
nal de Justicia de las Comunidades Europeas). (Véase en CAMPOY CERVERA,
Ignacio: «Notas sobre la evolución en el reconocimiento y la protección inter­ 213 Véase en BERNUZ BENEITEZ, María José: «El derecho del niño a
nacional de los derechos de los niños», en Derechos y Libertades, núm. 6, Fe­ ser oído», en Calvo García, Manuel y Fernández Sola, Natividad (coords.): Los
brero 1998, pp. 279-327). derechos de la infancia y de la adolescencia, cit., pp. 298 y 301.

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La Fundamentación de los Derechos de los Niños
Ignacio Campoy

pues si bien se pretendía proteger sus intereses se pretendía po­


interrelacionada con la posibilidad de tomar éste sus propias der hacerlo sin que el niño tuviese participación alguna en ello;
decisiones. A primera vista, puede surgir un conflicto entre este sin embargo, ahora (en posiciones propias del proteccionismo
derecho (a tomar sus propias decisiones) con lo que podría ser «renovado»), el niño sería considerado como un «sujeto», en
su "bienestar", esto es, aquello que es lo más conveniente para tanto en cuanto se hace necesaria y, por consiguiente, jurídica­
él. Por ello, la Convención no confiere al niño el derecho de que mente preceptiva la participación del propio niño en la toma
todas sus decisiones sean necesariamente respetadas sino el de todas las decisiones que más directamente pudieran afec­
más simple de que todos sus pareceres sean tenidos presentes. tarle. En realidad, esta diferente terminología del niño como
Así, el artículo 12...»2I4. «objeto» o «sujeto» de Derecho tiene valor en tanto en cuanto
Ese cambio que queda reflejado en la Convención ha su­ es una convención que ha gozado de una buena aceptación y
puesto que una gran parte de la doctrina lo haya pretendido nos permite tener una visión gráfica del cambio sufrido en la con­
identificar señalando que el mismo ha significado pasar de con­ sideración del niño respecto a la toma de las decisiones que le
siderar al niño como simple «objeto» de Derecho a considerar­ afectan215. No obstante, dicha terminología no deja de ser de­
le como «sujeto» de Derecho. Con ello se pretende dar a enten­ sacertada (lo que denota claramente el hecho de que casi siem­
der la trascendencia que tiene el reconocimiento jurídico de dar pre se utilicen ambos términos entrecomilladamente), podien­
necesariamente participación al niño en la toma de aquellas de­ do ser desaconsejable su utilización. Por una parte, porque
cisiones que le afecten: siendo así que mientras que antes (en po­ supone una posible fuente de confusiones2I6; y, por otra, porque
siciones propias del proteccionismo «tradicional») el niño se­
ría considerado como un simple «objeto» digno de protección,
215 Así, señalará Hierro: «la concepción exclusivamente tuitiva, es susti­
tuida por una nueva y distinta concepción que afirma que el niño es sujeto de
derechos morales tanto en el ámbito de la libertad, como en el ámbito de la igual­
214 En PICONTÓ NOVALES, Teresa: En las fronteras del Derecho: Estudio dad y la seguridad. El niño es, para la Convención, un sujeto en desarrollo,
de casos y reflexiones generales, cit., p. 27. pero un sujeto de derechos, y no sólo de derechos pasivos, es decir derechos a
En esta línea, Freeman señalará la importancia pero también los límites recibir prestaciones de los adultos, sino también de derechos activos como la
de la Convención, indicando que la misma, en cuanto a la larga y difícil bús­ libertad de conciencia, pensamiento y religión, la libertad de expresión c in­
queda de ver que los niños sean tratados con el mismo respeto y consideración formación, la libertad de asociación y reunión o el derecho de participación».
que las demás personas, puede considerarse el final del principio, pero toda­ (En HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «Los derechos humanos del
vía estamos lejos de lo que sería el principio del final. Para Freeman lo que niño», en Marzal, Antonio (cd.): Derechos humanos del niño, de los trabajado­
existe en realidad es una estructura de dominación sobre la infancia, cuya su­ res, de las minorías y complejidad del sujeto, J.M. Bosch Editor. ESADE Facul­
peración exige mucho más que darles a los niños poder para participar en la tad de Derecho, Barcelona, 1999, p. 24. Puede verse también, en el mismo sen­
toma de decisiones que se realicen en los distintos ámbitos como las familias tido, en HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «Los derechos de la
o las escuelas, sino que para su superación habrá que replantearse toda la cul­ infancia. Razones para una ley», cit., p. 5483. E igualmente puede apreciarse
tura existente respecto a la infancia. Lo que supone actuar al menos en tres di­ la extensión, abarcadora de todo el fenómeno jurídico, de ese cambio de con­
ferentes niveles, que se interrelacionan, como son buscar y analizar las diferentes sideración del niño en relación con el Derecho, en el análisis de Bernuz sobre
causas sociales e históricas que explican esa dominación, promover el esta­ la transición sufrida en el ámbito concreto de los modelos de Justicia de Me­
blecimiento en los Estados de diferentes estructuras institucionales específi­ nores, en BERNUZ BENEITEZ, María José: De la Protección de la Infancia a
camente orientadas a los niños, y hacer que exista en la abogacía una adecua­ la Prevención de la Delincuencia, cit., p. 132).
da y específica dedicación a la representación de los niños. (Véase así en 216 Así, por ejemplo, el profesor Hierro niega que se pueda hablar del
FREEMAN, Michael: The moral status of children. Essays on the Rights of the niño como «objeto» y «sujeto» de Derecho, ya que el niño tradicionalmente ha
Child, cit., pp. 71 y 74 y ss.).

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con su uso se está legitimando subrepticiamente un determi­


nado modelo de relación del niño con el Derecho, cual es el del voluntad del menor; que, en realidad, responden a una diferen­
proteccionismo «renovado», dándose a entender la consecución te forma de concebir los derechos, según se entienden en los
para el niño de la misma consideración jurídica de la que goza planteamientos propios de las teorías del interés o de la volun­
el adulto, en tanto en cuanto ambos son considerados, por fin, tad. Así, si, como se ha visto, en la concepción de Hierro la vo­
como «sujetos» de Derecho. Sin embargo, esa conclusión no es luntad del menor adquiere un relevancia esencial en la toma de
cierta, pues mientras que los adultos, generalmente, son titula­ las decisiones que le afecten (incluyéndose, claro está, posibles
res de derechos y tienen reconocida la capacidad de obrar, de ejer­ medidas paternalistas), su concepción de los derechos como ne­
citar esos derechos conforme a su voluntad, esta última capa­ cesidades que han de ser satisfechas permite que sus plantea­
cidad no la tienen reconocida los niños. Así, para quienes mientos sean compatibles con un paternalismo que, finalmen­
defiendan que también los niños han de tener reconocida la vin- te, no entienda que sea la voluntad del niño el elemento
culatoriedad jurídica de su voluntad en el ejercicio de sus dere­ determinante, sino sus necesidades (aunque, en el sentido ya
chos, podría resultar más significativo reservar para esos casos señalado, se considere que dentro de ellas la libertad tiene un ca­
el término «sujeto» de Derecho, y entender que mientras no rácter fundamental).
exista esa vinculatoriedad jurídica de su voluntad el niño no En cambio, de acuerdo con los planteamientos de las teo­
deja de ser un mero «objeto» de Derecho, pues, aunque partici­ rías de la voluntad, se puede reconocer a la voluntad del menor
pe en la toma de decisiones, sólo será «sujeto», como agente, el como el elemento determinante en la toma de todas aquellas de­
que tome la decisión final sobre el asunto que le afecta al niño, cisiones que le afecten; por lo que, en el caso de adoptarse medi­
que será «objeto», como destinatario, de esa decisión. das paternalistas, estás han de estar justificadas en la considera­
Por otra parte, hay que observar cómo los planteamientos del ción de que se está respetando lo que sería una voluntad
proteccionismo «renovado» también concuerdan con una de­ «objetivada» del niño. Esto, evidentemente, no deja de plantear
terminada manera de acercarse al tema del paternalismo, se­ importantes problemas, derivados, fundamentalmente, de la di­
gún la cual a lo que se debe atender para tomar las adecuadas ficultad de considerar qué se puede entender por una voluntad aje­
medidas paternalistas es a la voluntad del menor. No obstante, na «objetivada»2I7. Pero en el caso de los niños el problema se agu-
hay también que señalar dos posibles formas de considerar esa

217 Así, en los ejemplos que antes ponía respecto al otro tipo de paterna­
sido «sujeto» de derechos. Aunque lo que Hierro realiza, en realidad, es equi­ lismo, se observa que ahora el problema seguirá siendo de mayor envergadu­
parar «sujeto» de Derecho con «titular» de derechos (y, consiguientemente, ra en el segundo supuesto que en el primero. Pues, parece más fácil entender
«objeto» con «no titular»); y aun siendo cierto que dicha forma de entender esos como «objetivamente» seguro que no es la voluntad del sonámbulo morirse;
conceptos haya sido defendida por parte de la doctrina, supone una dimen­ mientras que sería más difícil determinar que es «objetivamente» seguro que
sión distinta a la que con «sujeto» y «objeto» de Derecho se pretende en prin­ la voluntad del que decide realizar una acción en la que conscientemente pone
cipio significar, y a la que me refiero en el texto. De esta manera, se observa como en peligro su propia vida es no realizar esa acción. En todo caso, este ejemplo
el propio Hierro prefiere hablar del niño como «sujeto» de Derecho, respecto también nos muestra diferencias y ventajas entre los dos modelos de paterna­
al Derecho de ideología liberal surgido tras las revoluciones burguesas, cuan­ lismo, mostrándose este último tipo más respetuoso que el anterior con la li­
do, conforme a los criterios antes expuestos, habría de hablarse de «objeto» de bertad de las personas. Los defensores de las medidas paternalistas encontra­
Derecho. (Véase en este sentido en HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, rán más fácilmente razones que justifiquen la interrupción de un acto que
L.: «Los derechos humanos del niño», cit., pp. 19 y 20). pone en peligro la propia vida si sólo han de demostrar que la vida es un bien
para el que decide correr ese riesgo, podiendo para ello argumentar incluso en

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diza y adquiere un carácter esencialmente diferente, ya que se de entender el paternalismo la que se puede denominar, con más
parte de la consideración de que éstos todavía no tienen una «au­ propiedad, como patemalismo de la «voluntad».
téntica» voluntad, pues la inmadurez de su juicio —por su insu­ En todo caso, ambas formas de entender las medidas pa­
ficiente razón y experiencia— les incapacita para ello. No obs­ ternalistas, conforme a las teorías del interés o las de la volun­
tante, también para los niños se puede justificar este tipo de tad, comparten importantes elementos comunes, propios del
patemalismo, si se atiende a que el fin al que ha de tender quien proteccionismo «renovado». Así, se pueden destacar cuatro as­
haya de actuar patemalistamente consiste, en todo caso, en una pectos relevantes, coincidentes en esas dos formas de entender
construcción ficticia de la voluntad de la persona. Esto significa el patemalismo, y que sirven perfectamente a los postulados del
que en el caso de los menores habrá que hacer un ejercicio de proteccionismo «renovado» para determinar cómo se han de
construcción de dicha voluntad que consistirá en determinar cuál tomar las decisiones en aquellos asuntos que afecten a menores.
sería la voluntad del menor ante el caso propuesto si éste tuvie­ Frente al patemalismo a posteriori, en el que la voluntad final­
se el juicio suficiente para tomar una decisión de manera cons­ mente sólo tenía relevancia para justificar la acción cuando ma­
ciente; es decir, si tuviese un suficiente desarrollo de su razón y nifestaba a posteriori su consentimiento a la misma, ahora la
la experiencia para poder valorar adecuadamente la información
voluntad del sujeto se considera parte esencial para la justifi­
relevante sobre las circunstancias que afectan a la decisión que cación de la acción paternalista; una de las principales pruebas
hay que tomar. O, en otras palabras, en la toma de cualquier de­
de cuál es esa voluntad es, precisamente, la manifestación por
cisión que afecte a un niño habrá, primero, que intentar averiguar,
éste de sus deseos y opiniones, que adquirirá mayor relevancia
conforme a todos los datos de los que se pueda disponer, cual se­
a la par que el niño muestre un mayor nivel de madurez, y que
ría su voluntad de tener la suficiente razón, experiencia e infor­
obliga a aportar argumentos consistentes si se pretende actuar
mación, lo que podríamos considerar que constituye su «autén­
tica» voluntad; y, después, actuar conforme a esa «auténtica» en contra de los mismos; también es necesario tener presente to­
voluntad del niño218. Por eso, considero que es esta última forma das las circunstancias personales del menor que puedan ser re­
levantes para la decisión (como puede ser su condición social,
su cultura, sus vivencias pasadas, etc.); adquiere en todo caso un
contra de la voluntad manifestada por éste, que si lo que han de demostrares que carácter fundamental el respeto por lo que constituiría la vo­
el que decide correr ese riesgo no está haciendo un auténtico ejercicio de vo­ luntad del menor; y, finalmente, las decisiones las toman, en
luntad, pues, en este último caso, podrían alegarse razones del tipo de la ena­ todo caso, terceros capacitados, por lo que los deseos y las opi­
jenación mental transitoria o discapacidad intelectual, pero sería inconsisten­
te considerar que se puede argumentar frente a la voluntad consciente, expresa niones del menor no son jurídicamente vinculantes219.
y manifiesta de la persona que decide correr ese riesgo.
218 Esta será la posición que apunta Eekelaar, quien tras señalar también
la necesidad de atender a lo que los propios niños opinen, y fomentar en la niño. Ahora necesitamos pensar cómo la acción puede ser la que el niño plau­
medida de lo posible el que puedan expresarse, resaltará, finalmente, que: «los siblemente desearía». (En EEKELAAR, John: «The Importance of Thinking
deberes del adulto hacia los niños pequeños no pueden ser percibidos de for­ that Childrcn have Rights», en Alston, Philip; Parker, Stcphen y Seymour, John
ma convincente como reflejos de los derechos que tienen los niños a no ser (eds.): Children, rights and the law, cit., pp. 229-230).
que se pueda asumir de forma plausible que, si fuesen enteramente informa­ 219 Una aportación interesante en relación con estos puntos la hace el
dos de los factores relevantes y de juicio maduro, los niños querrían que tales profesor Calvo García. En su exposición se subraya que las decisiones que se
deberes se realizasen para con ellos. (...) No puede considerarse nunca sufi­ tomen por el menor se tendrán que hacer con base en los derechos del niño, y
ciente afirmar simplemente que una acción se realizará por el bienestar del por eso: «estas decisiones sólo serán válidas si el propio menor, caso de tener

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3. La crítica a los planteamientos del proteccionismo ción de que a todo menor de edad, por el simple hecho de ser­
«renovado». La aceptación del patemalismo de lo, se le niegue la posibilidad de tomar decisiones jurídicamen­
la «voluntad» y de los planteamientos de las teorías te vinculantes, entiendo que se debe a que estos planteamientos
de la voluntad se siguen basando en presupuestos conceptuales cuya validez ha
de ser cuestionada. Pues, si, finalmente, resultan injustificados
Los planteamientos del proteccionismo «renovado» muestran tanto el hecho de aceptar que con el simple criterio de la edad
la importancia que siempre tienen los deseos y las opiniones de se pueda establecer un grupo humano homogéneo, caracteri­
los menores, y la consecuente necesidad de que su voluntad zado por su inmadurez e incapacidad, cuanto el que, en base a
—conforme al nivel de madurez alcanzado— ha de tener espe­ ello, todos sus miembros hayan de estar en último término su­
cial trascendencia en la determinación de las decisiones que jetos a las decisiones que sobre sus vidas y derechos tomen ter­
respecto de ellos se ha de tomar220. No obstante, la considera- ceros; entonces, y en la medida en que amparan situaciones de
injusticia, habrá razones para rechazar los planteamientos de ese
proteccionismo «renovado». Del mismo modo que habrá que
conocimiento de todos los factores relevantes del caso y madurez de juicio su­
ficiente, desearía que fuesen tomadas en ese sentido. Este juicio hipotético considerar injustificada toda acción paternalista que se aplique
tendría como fin asegurar que el menor, una vez alcanzada su edad adulta, a sujetos que estén capacitados para ejercitar dicha acción; pues
aprobaría todas aquellas decisiones que se hubiesen tomado en su propio in­ existe una extensión injustificada de las medidas paternalistas
terés y para la defensa de sus derechos. Lo cual supone reconocer que a me­ cuando las mismas se aplican invariablemente, de manera que
dida que el menor esté en condiciones de opinar sobre estas decisiones debe
ser consultado y su opinión tenida en cuenta. Más aún, que cuando esté en por el simple hecho de pertenecer a un grupo de edad la volun­
condiciones de decidir autónomamente, su opinión sea decisiva». Y al res­ tad de la persona necesariamente deba supeditarse a una vo­
ponder después a la cuestión de cuál es el interés del menor, afirmará que «debe luntad ajena.
responderse en cada caso y como una cuestión empírica. Al respecto, a título de Pero estas consideraciones no afectan a la validez del modelo
indicación, se han señalado algunas orientaciones de carácter general. Así, se
ha dicho que sería conveniente atender, en primer lugar y en un lugar obvia­ teórico de ese patemalismo que entiende que el objetivo de las
mente preeminente, a los intereses básicos del menor (...) en segundo lugar, a 8 medidas paternalistas es hacer efectiva una voluntad que por
los intereses relacionados con el desarrollo del menor (...) y, en tercer lugar, por carencias de razón, experiencia o información de la persona
último, los intereses relacionados con la posibilidad de que el menor elija por sólo puede ser supuesta221. *De hecho, los presupuestos teóricos
sí mismo la orientación y el estilo de vida que desee. En relación con este úl­
timo punto (...) deberán esforzarse por realizar un juicio hipotético para cali­
brar si el propio menor, caso de tener conocimiento de todos los factores rele­
vantes del caso y madurez de juicio suficiente, desearía que la decisión fuese que el derecho está comenzando a tomar en serio la opinión de los menores, cuan­
tomada en ese sentido». (En CALVO GARCÍA, Manuel: «La protección del me­ do éstos hayan alcanzado una cierta madurez; los operadores sociales entre­
nor y sus derechos», cit., pp. 187-188 y 197). vén el lado negativo de descargar tal responsabilidad sobre los menores. Los agen­
220 Aunque, en todo caso, la trascendencia dada a la voluntad del menor tes sociales, que siempre han defendido la necesidad de escuchar al niño, son
no esté exenta de problemas. Como bien se observa en el estudio que realiza la conscientes de la contradicción que existe, por un lado, entre apoyar al menor,
profesora Picontó; quien, tras dar constancia del cambio que se ha producido en sus deseos y sus necesidades y, por otro, el riesgo de responsabilizarlo en ex­
en la valoración de la voluntad del niño, se hace eco también de la crítica que ceso de la decisión que se tome». (En PICONTÓ NOVALES, Teresa: La Protec­
algunos de nuestros agentes sociales realiza al respecto: «La sensibilidad del ción de la Infancia. (Aspectos sociales y jurídicos), cit., pp. 232 y 233).
derecho respecto de la opinión del niño y su capacidad para decidir en los ca­ 221 Es, en este sentido, muy sugerente la posición de Worsfold, quien en
sos que le afecta, parece que está cambiando. Un claro reflejo de este cambio su interpretación y adaptación del pensamiento de Ravvls en su Teoría de la Jus­
lo encontramos en la Convención de los Derechos del Niño (...) Pero mientras ticia, apunta, con criterios que pueden encuadrarse dentro del proteccionismo

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de este paternalismo lo que vienen a significar es que, en todo cantarme por las teorías de la voluntad frente a las teorías del
caso, es la voluntad de la persona la que se ha de considerar ju­ interés, y es en aplicación de este planteamiento que afirmaba
rídicamente vinculante. Tanto si se considera que la manifesta­ (al final del tercer apartado) que con el concepto «mejor interés
ción de sus deseos y opiniones responden adecuadamente a su del niño» lo que habría que entender es «respeto por la autén­
voluntad, y entonces las medidas paternalistas no tienen cabi­ tica voluntad del niño» (cuestión sobre la que volveré a! expo­
da, cuanto si se considera que la manifestación de sus deseos no ner mi propia posición al respecto en el último capítulo de este
responden adecuadamente a su verdadera voluntad (debido a libro).
esas insuficiencias en su razón, experiencia o información), por­ Por eso, no me parece acertada la solución que MacCormick
que entonces las medidas paternalistas sólo están justificadas si daba a la dicotomía que planteaba, afirmando con rotundidad
hacen efectiva lo que sería su verdadera voluntad —la que sería la necesidad de superar las teorías de la voluntad en pro de las
de no tener esas carencias en la razón, experiencia o informa­ del interés: «Como dicen los abogados, tenemos que decidirnos.
ción—, es decir, que sólo son un medio que se considera nece­ O bien dejamos de reconocer a los niños el derecho al cuidado
sario para dar vinculatoriedad jurídica a lo que sería su «au­ y a la educación, o bien abandonamos la teoría voluntarista.
téntica» voluntad 222. Por mi parte, no tengo ninguna duda en seguir la última op­
De esta manera, la aceptación de este modelo paternalista su­ ción. No me causa ningún escándalo intelectual o trauma men­
pone añadir el último elemento conceptual que me permite de- tal afirmar que los niños tienen ese derecho. Incluso más: me
atrevo a declarar que es porque los niños tienen ese derecho por
lo que es bueno que existan previsiones legales que animen y
«renovado», una idea básica para la superación de los esquemas proteccionis­ ayuden a los padres a cumplir su deber de cuidado y alimenta­
tas, como es el reconocimiento de que los niños puedan ejerzan por sí mismos ción, y secundariamente prevean su cumplimiento por padres
ciertos derechos y libertades (lo que supone, como queda dicho, apuntar más
allá de la posición proteccionista «renovada»). Y así, si como antes señalé, po­ adoptivos si los padres naturales no están cualificados para ello
dría considerarse a Rawls como defensor de un paternalismo «de la voluntad», por muerte, incapacidad o negligencia voluntaria y persisten­
también señala Worsfold la existencia en sus planteamientos de una concepción te» 223. Y entiendo que esa dicotomía no estaba bien resuelta
del niño que nosotros podemos encuadrar dentro del proteccionismo «renova­ porque no creo que sea cierto que la imposible renuncia de los
do» y, conforme a la interpretación que realiza de esos planteamientos de Rawls, derechos de los niños (cuando ésta se considere inviable), y de
expondrá unas interesantes conclusiones que muestran esa conexión entre la con­
cepción del niño, el paternalismo «de la voluntad» y las posiciones propias del los deberes correlativos de los padres224, suponga que con el re­
proteccionismo «renovado». (Véase en WORSFOLD, Víctor L., «A Philosophi-
cal Justification For Children's Rights», cit., pp. 40-44).
222 En este sentido se puede compartir la definición que Atienza da de 223 En MacCORMICK, Ncil: «Los derechos de los niños: una prueba de
«paternalismo justificado éticamente»: «"Una conducta o una norma pater­ fuego para las teorías de los derechos», cit., p. 298.
nalista está justificada éticamente si y sólo si: a) Está realmente encaminada 224 Antes del párrafo que he transcrito en el texto principal, lo había ma­
hacia la consecución del bien objetivo de una persona o una colectividad: b) Los nifestado con claridad: «Si un niño es separado de la tutela de sus padres y
individuos o la colectividad a quien se aplica o destina la medida no pueden confiado al cuidado de otra persona, tal medida no es una renuncia al deber
prestar su consentimiento por poseer algún tipo de incapacidad básica —tran­ de los padres, los cuales pueden incluso ser castigados por las acciones u omi­
sitoria o no—, y c) Se puede presumir racionalmente que estos prestarían su siones que justifican la orden. Lo que ocurre es que, en interés del niño, el
consentimiento si no estuvieran en la situación de incapacidad indicada en b) cumplimiento de las funciones de cuidado y educación es —especialmente en
y (por tanto) conocieran cuál es realmente su bien.”». (En ATIENZA, Manuel: la primera infancia— de una importancia tan radical, que se nombra a otra per­
«Paternalismo y consenso», cit., pp. 82-83). sona para que asuma el deber de cumplirlas sobre la base de que el padre es

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conocimiento de derechos se esté protegiendo los intereses de ne una larga tradición y un fuerte arraigo. (...) En la más ran­
los niños; sino que, para mí, lo que se está protegiendo es la vo­ cia tradición liberal podemos encontrar derechos, enunciados
luntad «objetivada» del niño de que esos intereses sean satisfe­ y protegidos, cuya realización no era discrecionalidad del titu­
chos. Es decir, el reconocimiento del derecho al cuidado y a la lar. Así, el derecho al juez natural, a la igualdad ante la ley, al ba­
educación del niño no tiene su justificación (sin entrar aquí a va­ beas corpus o a la defensa letrada en juicio» 225. Y de esta manera
lorar la justificación última que, como después trataré de mos­ Hierro expondrá también con rotundidad la necesidad de su­
trar, radicaría en la consecución del libre desarrollo de la per­ perar las teorías de la voluntad y aceptar los planteamientos de
sonalidad) en que sea obligatoria la satisfacción de las las teorías del interés: «la consideración de los niños como ti­
necesidades de cuidado y educación del niño, sino en que es tulares de derechos humanos implica la necesidad de asumir
obligatorio satisfacer la «auténtica» voluntad del niño, consi­ un concepto teórico de "derecho" (a right) que trasciende las
derándose, en este sentido, y mientras esté incapacitado para teorías de la voluntad, en cualquiera de sus formulaciones, y
tomar una decisión consciente al respecto, que su voluntad se­ asumir al mismo tiempo una di versificación de tipos de derechos
ría el que se satisficiesen sus necesidades de cuidado y educa­ que, sin embargo, resultará esclarecedora para explicar teóri­
ción. Y, de esta manera, habrá que considerar también como camente algunos derechos que —siendo de la más rancia tradi­
obligatorio que se respete la voluntad expresa del niño cuando ción (como la igualdad jurídica o el derecho al debido proceso
éste tenga el suficiente desarrollo de su razón y la experiencia legal o a la asistencia letrada, entre otros)— tienen las mismas
para poder valorar adecuadamente la información relevante so­ peculiaridades estructurales (contenido, protección) que una
bre las circunstancias que afectan al caso, pudiendo, entonces, gran parte de los derechos que, predicados de los niños, han
renunciar a ese cuidado y educación a los que tendría derecho. causado ese cauteloso desprecio por la mayor parte de los filó­
Pero para la aceptación de esta solución que aquí se apun­ sofos morales (me refiero, principalmente, a la peculiaridad que
ta, resulta necesario afrontar la importante dificultad, a la que consiste en que la voluntad del sujeto titular del derecho es irre­
antes me referí, que expresamente expone el profesor Hierro al levante no sólo en la titularidad del derecho sino también en su
señalar la incompatibilidad de los presupuestos de las teorías de ejercicio)» 226. *
la voluntad con la existencia de derechos cuyo ejercicio no se deja Sin embargo, una posible solución a esa aparente incohe­
a la libre disposición del titular. En este sentido, indicará Hie­ rencia pasaría por resaltar las dimensiones estmcturadoras del
rro: «En cualquier caso, hemos desterrado la idea de que un de­ Derecho y del Poder que esos derechos tienen. Serían, en este sen­
recho es un poder de disposición, a pesar de que esta idea tie- tido, una especie de híbridos entre los «auténticos» derechos y
los principios de organización. Con los primeros compartirían
la titularidad personal y la capacidad de reclamar su ejercicio
incapaz de hacerlo o se niega a ello temporal o definitivamente. Se trata de un (consecuencia, a mi entender, de responder a una pretensión
cumplimiento por sustitución de un deber que es tan importante para los in­
tereses del niño, que los remedios resarcitorios o penales de su incumplimiento
moral justificada que afecta de manera directa a las personas),
son inadecuados. Cumplimiento por sustitución no es renuncia. No se trata
de liberar al padre, sino de proteger al niño. En consecuencia, la transferencia
de la potestad de cuidado no implica exonerar al padre de su deber en el sen­ 225 En HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «¿Derechos huma­
tido de que quede libre de posibles sanciones por su incumplimiento». (En nos o necesidades humanas? Problemas de un concepto», cit., pp. 56-57.
MacCORMICK, Neil: «Los derechos de los niños: una prueba de fuego para 226 En HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «La intimidad de
las teorías de los derechos», cit., p. 297). los niños: un test para el derecho a la intimidad», cit., p. 380.

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con los segundos compartiría esa dimensión configuradora del del Ordenamiento, sino que se desperdigan por el Ordenamiento,
Derecho y del Poder modernos, y, en este sentido (como conse­ en diversos subsistemas. Son las normas básicas de identifica­
cuencia de responder a una dimensión de la ética pública de la ción del subsistema. Así el principio de independencia del po­
modernidad que los constituye en elementos necesarios para der judicial, el de autonomía de los municipios, o de las uni­
la ordenación del Derecho y del Poder), se considera que su ejer­ versidades, el de neutralidad de la Administración, etc.»22S.
cicio no ha de quedar a libre disposición del titular. Conforme a esta definición de los principios de organiza­
Hierro apunta esa otra dimensión de estos derechos de ejer­ ción y su estrecha relación con los derechos fundamentales, se
cicio obligatorio, aunque para él viene a significar una muestra entiende mejor la existencia de esa zona de penumbra en la que
de que no todos los derechos pueden ser explicados en clave de podemos situar esas fórmulas híbridas a las que me refería; que
discrecionalidad, cuando señala: «Cierto es que en muchas oca­ se configurarán, así, como derechos o como principios de or­
siones lo que se trataba era limitar el poder del Estado o de al­ ganización según cual sea su dimensión personal o configura­
guno de sus poderes, pero con ello se imponía a sus presuntos dora del Poder y del Derecho la que se resalte. En este sentido,
beneficiarios el bien que el poder tuviera límites» 227. Pero la ex­ utilizando los mismos ejemplos que señalaba el profesor Hierro,
posición del profesor Peces-Barba (quien, en todo caso, tam­ podemos observar como ese carácter híbrido si bien es predicable
poco compartiría la posición aquí propuesta, pues expresamente de esos derechos también lo es de otros principios de organi­
reconoce a esas garantías procesales como derechos funda­ zación como lo es, por ejemplo, el principio de legalidad penal.
mentales) sobre los principios de organización, permite obser­ Pues, si conforme a la propia exposición de Hierro, aunque re­
var claramente esa estrecha unión entre derechos fundamenta­ ferido a otro planteamiento, el derecho a la igualdad ante la ley
les y principios de organización, con el origen común y directo y al habeas corpus implican que no se permita «al juez tratar
en los valores de la ética pública de la modernidad; y, así, per­ desigualmente a blancos, negros o judíos, si éstos no eligen ser
mite vislumbrar la posibilidad de aceptar una fórmula híbrida tratados con igualdad, o que permita a la autoridad policial pro­
entre ambos conceptos. Para Peces-Barba: «podemos decir que longar los plazos de detención cuando el detenido no elige ser
los derechos humanos en la versión democrática intervienen puesto a disposición judicial» 228
229; el principio de legalidad penal,
decisivamente en la comunicación con los principios de orga­ conforme a lo establecido en nuestra actual Constitución en su
nización que examinamos a continuación y son una prolonga­ artículo 25.1, implica, entre otras cosas, que no se permita al
ción de los mismos. Estos principios, que derivan igualmente de juez condenar o sancionar por acciones u omisiones que en el
los valores superiores y que completan, con los derechos, la mo­ momento de producirse no constituyesen delito, falta o infrac­
ralidad pública, suponen la moralidad interna del Poder y del De­ ción administrativa, según la legislación vigente en aquel mo­
recho. Son condiciones de éstos, situados en la definición de su mento, aunque el imputado así lo prefiriese. De esta manera,
estructura y no obstáculos exteriores que los controlan. No son podría superarse ese último impedimento para poder aceptar los
límites al poder, sino elementos configuradores del poder, que planteamientos de las teorías de la voluntad y considerar que los
desde esa condición contribuyen a su limitación. A diferencia de
los derechos fundamentales no forman un subsistema propio
228 En PECES-BARBA MARTÍNEZ, Gregorio: Ética, Poder y Derecho. Re­
flexiones ante el fin de siglo, cit., pp. 72-73.
227 En HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «¿Derechos huma­ 229 En HIERRO SÁNCHEZ-PESCADOR, Liborio, L.: «¿Derechos huma­
nos o necesidades humanas? Problemas de un concepto», cit., p. 57. nos o necesidades humanas? Problemas de un concepto», cit., p. 52.

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