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Colegio comercial villa maría

Cristian camilo Camargo Rodríguez

Tesis

Roger quiñones

Grado once

2019
Pregunta problema

¿Cómo el mercurio y el metilmercurio han afectado a lo largo de la historia con el triste


acontecimiento de lo de mina mata en Japón y las zonas de pesca y minería en el pueblo
Colombiano?
Planteamiento problema

El mercurio y el mertilmercurio al ser un químico muy dañino en las zonas de pescas y


minería ha traído muchas complicaciones en el estilo de vida y en el trabajo por
consecuencia ha traído enfermedades por alimentación y deformaciones al nacimiento.

Identificar el problema

La problemática a resolver es detener esta contaminación en las zonas de pescadería y


minería como lo dije anterior mente afecta a la salud, trabajo y a la alimentación de la
gente en esos alrededores trayendo enfermedades e incluso la muerte.
Aun que se dieron las soluciones de no pescar en zonas donde esté presente el
contaminante y cerrar las minas que están trabajando con este químico estas soluciones
dieron como resultado algo negativo porque en las demás zonas de pesca y minería no
había tanto pescado y no mucha oportunidad de trabajo que dio consigo mucha
desnutrición en pueblos.

Justificar el estudio:

Esta tesis tiene como fin informar los grandes problemas a lo largo de la historia que ha
dejado este producto químico al público y llegar a una posible solución donde se
reduzca la taza de del trabajo y muerte en esas ciudades y pueblos afectados.
Marco teórico

El mercurio es uno de los elementos más tóxicos. Aun en bajas concentraciones puede
generar efectos perjudiciales a la fauna silvestre y los seres humanos. En muchos países,
sin embargo, todavía se usa para extraer oro. Al procesar las rocas o arenas donde está el
metal se cuelan sedimentos a los ríos y ciénagas. Los cuerpos de agua también son
contaminados cuando el mercurio presente en el aire, por efecto de la condensación, se
precipita o viaja unido a partículas de polvo. En el lodo de los ecosistemas acuáticos, el
mercurio es transformado por bacterias a metilmercurio, capaz de incorporarse a la
cadena alimenticia hasta llegar a nosotros.

La toxicidad del mercurio depende de la exposición y su forma química, produciendo


efectos en muchos sistemas, aunque el nervioso es su blanco principal. Cuando las
mujeres embarazadas están expuestas al metal, también pueden aparecer
malformaciones y retardo mental en sus hijos, como ocurrió en Japón con la enfermedad
de Mina mata.

En Colombia, la minería de oro es la fuente de supervivencia para muchas familias, en


especial, en zonas con poca presencia estatal. Sin importar su estatus (legal o ilegal) el
mercurio es un verdadero problema de salud pública. En áreas como el sur de Bolívar,
Antioquia, el Pacífico, Santander y la Cuenca Amazónica, por ejemplo, la contaminación de
los cuerpos de agua ha sido documentada, así como la exposición en humanos, la cual
varía de acuerdo con la región.

En el sur de Bolívar, los niveles más altos de mercurio en el pelo están en poblaciones
pesqueras del Cauca, con concentraciones promedio de 9 partes por millón, mientras que
en comunidades indígenas del río Caquetá este valor llega a 17.3 ppm. De acuerdo con
normativas internacionales, para disminuir el riesgo de toxicidad, la concentración de
mercurio en el pelo no debe ser superior a 1 ppm.

Aunque el foco de la investigación sobre mercurio en Colombia ha sido evaluar la


exposición y estimación de los posibles riesgos, a través de mediciones en muestras
humanas y de pescado, también existen reportes sobre efectos agudos y crónicos
asociados, los cuales incluyen afectaciones neurológicas, alteraciones en el
comportamiento, disminución del coeficiente intelectual, dolor de cabeza severo, pérdida
de la capacidad sensorial, debilidad muscular, fatiga, ciclos menstruales irregulares y
abortos espontáneos, entre otros. Casos de malformaciones derivadas de la exposición en
el útero aún no han sido documentados, pero probablemente es cuestión de tiempo, y de
una búsqueda más sistemática.

El uso de mercurio metálico en minería puede no generar cambios severos en la salud de


los mineros adultos, pero sí en los niños que habitan en áreas auríferas. El problema por lo
general proviene del consumo de alimentos, en especial peces capturados en zonas
contaminadas, los cuales –en muchos casos– representan la única fuente de proteína para
las comunidades. Esto ocurre en las poblaciones indígenas amazónicas, que en su mayoría
son solo testigos de la minería, pero dependen mayoritariamente del pescado para su
supervivencia. El problema aquí es tan severo, que la exposición ocurre desde el
desarrollo en el útero y continúa durante los primeros años de vida a través de la leche
materna.

Resulta urgente una mayor vigilancia sobre el mercurio en peces carnívoros de zonas
contaminadas y que suelen ser consumidos lejos de su lugar de captura. Así mismo, es
recomendable prestar atención al atún, cuyo contenido de mercurio no depende de la
minería, pero sí de su tamaño y alta posición en la cadena alimenticia. A pesar de los
frecuentes boletines sobre lotes con niveles por encima de los permitidos, no existe una
acción estatal que proteja verdaderamente a los consumidores.

La Convención de Mina mata y la Ley de Mercurio en Colombia son herramientas efectivas


para erradicar su uso en la minería aurífera. El reto es inmenso, pero existen opciones
para evitar la llegada de más mercurio a nuestros ecosistemas, a nosotros mismos. La
educación ambiental, los programas de reducción de pobreza y el cambio de un modelo
de desarrollo extractivista y depredador de los recursos naturales, son claves para
garantizar que nuestros hijos puedan generar todo su potencial cerebral en un ambiente
libre de mercurio. (Olivero Jesús. 2018 https://www.semana.com/contenidos-
editoriales/colombia-sin-mercurio/articulo/contaminacion-con-mercurio-problema-de-
salud-publica/576601)
“El mercurio metálico no es demasiado nocivo para el hombre”, han sostenido algunos.
No obstante, en 1968 se descubrió que al consumirlo, los peces lo transforman en algo
llamado metilmercurio, “ese sí, una sustancia absolutamente letal”.

Al ser consultado, Stanley Manaham, de la Universidad de Misuri, afirmó que había


comprobado que los peces al comerse unos a otros lo van acumulando hasta llegar al
hombre a través de ese mismo pescado.

La contaminación con este elemento es una de las más mortíferas que conoce la
humanidad. Desde el caso del contagio de la fauna en la bahía de Minamata, Japón, la
ciencia comprobó que el consumo de peces que contengan dicha sustancia es la causa
del nacimiento de niños deformes y de perforaciones en el cerebro, generalmente, en
forma lenta.

En cuanto a la contaminación con metilmercurio, hoy, en noviembre del 2016, existen


cuatro antecedentes comprobados en el mundo.

Como ha sido señalado, el primero fue en la bahía de Minamata a partir de 1960, cuando,
tras ser negada la incidencia trágica del metilmercurio en los seres humanos, científicos de
diferentes países comprobaron que este era la causa de una tragedia sin antecedentes en
este campo.

Cuando Kenishi Shimada, presidente de la Shisso Corporation, que había negado durante
diez años la contaminación de la fauna en la bahía, terminó por aceptar el fallo de la
ciencia, se arrodilló para pedirle perdón públicamente a los entonces doscientos millones
de japoneses.

Peligro inminente
En cuanto al caso de Cartagena, la Sociedad Colombiana de Ecología dijo entonces
que “esa situación reviste tal gravedad que el Estado colombiano debería haber alertado
muy temprano a la ciudadanía”.

Por su parte, el Comité de Protección Ambiental de Cartagena no ocultó su preocupación


y señaló en una rueda de prensa convocada con carácter urgente que “millares de
personas en el país hoy mismo se hallan expuestas a un peligro inminente”.

Como respuesta, el Ministerio de Salud prohibió a sus funcionarios hablar en público


sobre el problema.

Preocupación mundial
La Organización Mundial de la Salud estableció que en estos casos, para que el hombre
se mantenga fuera de peligro, la comida no debe tener una contaminación con
metilmercurio mayor a 0,3 partes por millón. Lo de Cartagena registraba una cantidad
mayúscula.

Por otra parte, las muestras de pescado analizadas en los Laboratorios Nacionales
Oceánicos de los Estados Unidos por el profesor Harrys B. Stewart y recogidas por el
capitán de navío Julio Reyes Canal, del Copac, en el norte de la costa de Mamonal,
arrojaron un índice de 1,92 de metilmercurio, una cifra muy superior a los márgenes
permisibles.

En su momento, el Instituto Nacional de Salud le ocultó a la opinión pública


sistemáticamente aquellos resultados.
Tampoco alertó a las autoridades colombianas y, por este motivo, inicialmente no fueron
tomadas con prontitud ninguna clase de medidas, para, por lo menos, evitar la
propagación del metilmercurio en los peces de la bahía.

Según Barry Commonor, profesor de la Universidad de Washington, media libra de


mercurio metálico es suficiente para contaminar con metilmercurio a diez millones de
libras de pescado en el primer paso de la cadena.

Colombia, siempre mal

Mientras en Colombia no se había tomado ningún tipo de medidas y hasta aquel


momento se trató de que la opinión pública desconociera el peligro que representaba la
contaminación mercurial, en Estados Unidos, desde el momento en el que se comprobó el
peligro, se tomaron medidas extremas para favorecer a la población en casos similares.

En 1970, se descubrió en Estados Unidos que peces de los Grandes Lagos estaban siendo
contaminados con mercurio. Semanas después, el gobierno clausuró una gran fábrica de
la firma Dow Chemical (que a la vez está presente en Colombia con sus plaguicidas).

El mercurio metálico transformado en metilmercurio es tan peligroso que en marzo de


1975 el Ministerio de Agricultura prohibió en Colombia la utilización de estos plaguicidas,
luego de haberse comprobado que causaron siete mil muertos en Irak, tres años antes.

Estrecho seguimiento

Desde la tragedia de Minamata, el metilmercurio jamás ha estado fuera de la vigilancia de


la comunidad científica internacional.
Por ejemplo, en 1970, el profesor Goran Lofros, de la Universidad de Estocolmo,
estableció que en muchos casos las madres y los peces no muestran síntomas de
contaminación, y que los seres humanos pueden estar intoxicándose lentamente sin que
presenten síntomas. Según el profesor Lofros, la contaminación mercurial puede durar
hasta un siglo.

Cierre de Alcalis
Luego de una etapa de comprobación y silencio, y ante el peligro de la presencia de
metilmercurio en los peces de la bahía de Cartagena, el primero de junio de 1977, un
miércoles, el gobierno colombiano ordenó detener el funcionamiento de la planta
electrolítica de Alcalis de Colombia, por estar causando escapes de mercurio metálico en
la bahía.

Como complemento, se anunció la restricción de la pesca en una extensa zona aledaña y


fue declarada la emergencia económica en el área de la bahía.

Al registrarse estos acontecimientos en Colombia, medios como The New York Times,
señalaron:
“El fenómeno no tiene antecedentes en la historia de la conservación de la vida y del
medioambiente en América Latina.

“El mercurio, transformado a través de la cadena de alimentos en metilmercurio, es uno


de los contaminantes más letales que ha conocido la humanidad y entre sus
consecuencias se cuentan el nacimiento de niños deformes y la destrucción del cerebro de
los seres humanos.

“El hombre se contamina consumiendo pescado envenenado con esta sustancia”.


En Colombia, Julio Carrizosa Humaña, gerente del Inderena, planteó oficialmente en un
estudio ordenado por la Presidencia de la República y realizado por el Ministerio de Salud
y el propio Inderena que por “los graves alcances de la contaminación de la bahía con
metilmercurio, a partir de escapes de mercurio metálico por parte de la planta
electrolítica de Alcalis, esta debe ser cerrada en forma inmediata”.(el tiempo 2016
https://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/riesgo-por-contaminacion-de-mercurio-en-
peces-51964)

Tragedia de minamata
La mano de Tomoko Uemura, enferma de Minamata. Foto: W. Eugene Smith (1971)

Era un día de la primavera de 1956. El 21 de abril, una niña de la ciudad, de 5 años de


edad y llamada Tsukinoura, amaneció con convulsiones y dificultades para andar y hablar.
Ingresó en el hospital de Minamata, el Hospital Chisso, de la empresa propietaria de la
principal fábrica de la ciudad. Fue, esa niña, el primer caso bien documentado de la
enfermedad de Minamata. Su aparición fue reconocida oficialmente el 1 de mayo, cuando
había cuatro enfermos ingresados, entre ellos, la hermana de la primera enferma. El
director del hospital notificó a los servicios de salud que cuatro enfermos mostraban
síntomas cerebrales de origen desconocido.

Minamata, de la Prefectura de Kumamoto, era una pequeña ciudad del sur de la isla de
Kyushu, en el Japón, en la desembocadura del río Minamata que se abre a la bahía del
mismo nombre y al mar de Yatsushiro. En 1956, cuando comienza esta historia, tenía unos
50000 habitantes.

Con el tiempo y muchos estudios, se descubrió que la causa de la enfermedad de


Minamata era el envenenamiento con metil mercurio asociado al consumo diario de
grandes cantidades de pescado y marisco contaminado con mercurio.

Presenta síntomas muy variados según el grado de exposición al tóxico. Los casos más
graves se caracterizan por problemas sensoriales, sobre todo en las extremidades,
problemas de movimiento y equilibrio y reducción del campo visual. Hay otros signos de
problemas neurológicos como la dificultad en el habla, pérdida de audición, movimiento
difícil de los ojos, temblores,… Los casos más suaves incluyen sensación de pinchazos en
las extremidades (parestesia), dolor en las articulaciones, problemas en el uso de los
dedos, dolores de cabeza, fallos de la memoria, insomnio,…
Todo empezó unos 50 años antes, cuando se instaló en Minamata la empresa Chisso,
entonces conocida como Nippon Nitrogen Fertilizer Corporation, que, a partir de la
década de los 50, comenzó a producir acetaldehído, compuesto utilizado en la síntesis de
plásticos y en otras aplicaciones. La ciudad creció a la vez que la fábrica, su industria más
importante. Para la síntesis del acetaldehído era necesario el mercurio como catalizador, o
acelerador de la reacción química. Después, el mercurio sobrante se vertía al mar donde,
en parte, cambiaba a metil mercurio, mucho más tóxico y más fácilmente asimilable por
los organismos vivos. En los peces, moluscos y crustáceos entraba por el sistema digestivo
o por las branquias. Los bivalvos y los peces morían, las algas no crecían y, en tierra, los
gatos y las aves agonizaban.

Las investigaciones identificaron el mercurio como la causa de la enfermedad de


Minamata, pero las autoridades y la empresa Chisso no utilizaron este dato para contener
la extensión de la enfermedad. En 1956 eran 54 casos reconocidos, con 17 fallecimientos.
Y, por estadísticas epidemiológicas, se demostró que la enfermedad estaba asociada al
consumo de pescado y marisco, y se sugirió que los síntomas se debían a una intoxicación
con un metal pesado. A pesar de ello, las autoridades no prohibieron ni la pesca ni el
consumo de pescado y, por supuesto, desconocían el origen del metal pesado. La fábrica
Chisso era sospechosa de la contaminación pero, en aquellos años, no era fácil de probar.
Se diagnosticaron más casos en 1958 y, también aquel año, Chisso incrementó la
producción de acetaldehído y, por si se demostraba que eran los causantes de la
enfermedad con sus vertidos, diluyeron lo que expulsaban con agua de mar y cambiaron
el punto de vertido. Pero, para el año siguiente, aparecieron nuevos enfermos en los
alrededores del nuevo punto de descarga.

Los grupos de investigación detectaron, para julio de 1959, grandes concentraciones de


mercurio en la bahía, con un máximo de 2 gramos por kilogramo de muestra en el punto
de vertido de la empresa Chisso. La empresa rechazó estas cifras pero no mencionaba que
el mercurio fuera parte de sus vertidos, sobre todo desde que inició la producción de
acetaldehído a principios de los 50. Incluso, como veremos más adelante, no hizo público
que en sus laboratorios había reproducido los síntomas de la enfermedad de Minamata en
gatos alimentados con pescado y marisco de la bahía y, también, mezclando su alimento
con lo que vertían al entorno como subproducto de la síntesis del acetaldehído.

Fueron los equipos de investigación de la Facultad de Medicina de la Universidad de


Kumamoto los que trabajaron durante años para conocer mejor la enfermedad y su origen
en el metil mercurio. El 22 de julio de 1959 publicaron un informe en el que escribían que

“La enfermedad de Minamata es una enfermedad del sistema nervioso que es causada por
la alimentación con pescado y marisco en el área local (Bahía de Minamata). El mercurio
ha llamado nuestra atención como la causa posible de la contaminación del pescado y el
marisco.”
Firmaban este informe los profesores Tadao Takeuchi y Haruhiko Tokuomi. El 5 de agosto
la empresa Chisso respondía afirmando que

“La teoría del mercurio orgánico de la Universidad de Kumamoto es una especulación sin
ninguna prueba, y es irracional según el sentido común de la química.”
Sin embargo, el 6 de octubre de 1959, en un experimento en el Hospital Chisso de
Minamata, el hospital de la empresa, los gatos alimentados con los vertidos sufrían
síntomas de la enfermedad de Minamata. Chisso nunca publicó estos resultados.

La hipótesis de que el metil mercurio que vertía la empresa Chisso podía ser la causa de la
enfermedad, convirtió el problema médico y ambiental en un problema social. Los
pescadores exigían a Chisso una compensación por el daño causado, que cesaran los
vertidos y que se depurara todo lo que salía de la fábrica hacia el mar. Hay
manifestaciones, invasión de la fábrica, mandato del gobierno para que Chisso tratara sus
vertidos y, también, comisiones de investigación en el Parlamento.

En diciembre de 1959, Chisso firmó un acuerdo con los pescadores y puso en marcha una
depuradora que, aunque el presidente de la compañía bebió un vaso del agua depurada
delante de pescadores y administración, no servía de mucho para retirar el
mercurio. Separaba del vertido las sustancias que lo enturbiaban, con lo que el agua
era transparente y parecía limpia, pero no actuaba sobre las sustancias disueltas y, entre
ellas, estaba el mercurio.

Chisso compensó económicamente a los enfermos, 78 censados en aquel año, y a sus


familias con un acuerdo que les prohibía cualquier otra reclamación en el futuro. La
empresa añadía que su ayuda era por simpatía a los enfermos, no como compensación de
cualquier daño del que sintieran responsables.

Con este acuerdo, pescadores y gobierno, y por supuesto la empresa, daban por finalizado
el asunto, aunque los científicos seguían estudiando la intervención del metil mercurio en
la enfermedad y su presencia en la bahía y en el sedimento y en el pescado y marisco de la
dieta de los pescadores.

Entonces estalló la segunda fase de la enfermedad de Minamata. Desde mediados de los


50, en la ciudad habían aumentado los casos de parálisis cerebral, los abortos, los
nacimientos prematuros y había cambiado el índice de sexos pues los afectados eran,
sobre todo, los niños frente a las niñas. En 1961 y 1962, murieron dos mujeres jóvenes y,
en la autopsia, ambas llevaban fetos muertos con la enfermedad de Minamata. Además,
en 1962 se declararon 15 nuevos casos de parálisis cerebral.

En aquellos días, los empleados de Chisso seguían encontrando metil mercurio en los
procesos de síntesis de acetaldehído, aunque la empresa no lo hizo público. Solo en 1967
los investigadores conseguieron demostrar la presencia de metil mercurio en el proceso
de síntesis de acetaldehído. Y en 1968, el gobierno estableció que el metil mercurio
vertido por Chisso era la causa de la enfermedad de Minamata. Habían pasado 12 años
desde aquella primera niña enferma de 5 años detectada en 1956. Aquel mismo año,
1968, Chisso dejó de producir acetaldehído en su factoría de Minamata. Se calcula que en
los años de contaminación, Chisso vertió a la bahía de 70 a 150 toneladas de mercurio,
incluyendo de 0.6 a 6 toneladas de metil mercurio.

Hubo que esperar hasta 1971, 15 años después, para que la justicia sentenciara que
Chisso era responsable de lo ocurrido. En 2005, habían recibido el certificado oficial de
padecer la enfermedad de Minamata 1775 pacientes, y hay más de 3000 a la espera de
que se resuelva su petición. Para 2007, Minamata, con la enfermedad y la crisis de la
economía, había perdido casi la mitad de su población respecto a la década de los 50,
cuando se declaró la enfermedad, y tenía unos 29000 habitantes.
Tomoko Uemura en su baño. Foto: W. Eugene Smith (1971)

No es fácil demostrar que una persona tiene la enfermedad de Minamata. En primer


lugar, el metil mercurio se excreta en 70-90 días y, por tanto, años después es difícil que
se detecte en el cuerpo del enfermo. Y, en segundo lugar, a menudo los síntomas que
declara el paciente son subjetivos y difíciles de evaluar.

Durante años estuvo prohibida la pesca en la Bahía de Minamata e, incluso, había zonas
cercadas con vallas metálicas para impedir la entrada por estar los sedimentos
contaminados con mercurio. El 1997, los niveles del tóxico ya se encontraban por debajo
de los límites que marcaban los reglamentos y la concentración en el pescado era, de
media, cercana o inferior a 0.4 microgramos por gramo de pescado, por debajo del límite
que marca la legislación japonesa. El 15 de octubre de 1997, la Bahía de Minamata se
reabrió a la pesca.

En 2010, son 2771 personas las que tienen el certificado de padecer la enfermedad de
Minamata pero hay más de 40000, con síntomas más leves, que también reciben
tratamiento médico. En la bahía, la concentración media de mercurio es de 25
microgramos por gramo de sedimento en un área de unos 2 kilómetros cuadrados. No son
raras las concentraciones por encima de 100 microgramos de mercurio por gramo de
sedimento. En los materiales depositados en el fondo de la bahía, la contaminación con
mercurio se detecta hasta los 4 metros de profundidad.
Quizá Minamata no ha terminado. Todavía no se conocen con exactitud los efectos a largo
plazo de estos, y de muchos otros, contaminantes. Son concentraciones bajas pero
absorbidas en pequeña cantidad durante muchos años y pueden provocar efectos que
aún no detectamos. Además, Minamata abrió los estudios sobre daños producidos por
metales pesados. Así conocimos el “Itai Itai”, el daño producido por el cadmio. También se
descubrió en Japón con esta enfermedad provocada por la alimentación con arroz
contaminado por cadmio procedente de los vertidos de una mina. Ocurrió en Toyama,
pero es otra historia.

Ya conocemos lo que ocurrió en Minamata, Japón, y la tragedia que provocó la


contaminación con mercurio, su acumulación en el pescado que consumía la población y
las decenas, quizá miles, de enfermos que sufrieron, y sufren, el llamado síndrome de
Minamata. Ahora, medio siglo después, en 2011, la Agencia Española de Seguridad
Alimentaria y Nutrición emitió un comunicado en relación con la presencia de mercurio en
pez espada (Xiphias gladius), tiburón Selachimorpha sp.), atún rojo (Thunnus thynnus) y
lucio (Esox lucius). Según los informes de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria y
de la Dirección General de Sanidad y Consumo de la Unión Europea, la Agencia Española
recomendaba que las embarazadas y los niños menores de 3 años debían evitar el
consumo de estos pescados, y los niños entre 3 y 12 años limitar su consumo a 50 gramos
por semana. El mercurio es un riesgo para el desarrollo del sistema nervioso central en
embriones y niños y, en personas mayores de 50 años, se le relaciona con enfermedades
cardiovasculares.

El mercurio llega al entorno por actividades como la quema de carbón en centrales


eléctricas o calefacciones, procesos industriales, incineradoras de basura y minería. En el
ambiente, el mercurio se combina con carbono e hidrógeno y se sintetizan compuestos
orgánicos. El más abundante, como vimos en Minamata, es el metil-mercurio, sintetizado
por microorganismos, y entra en las cadenas tróficas y termina acumulándose en los
grandes depredadores y, entre ellos y en medio marino, en el atún, pez espada, tiburones
y peces similares.
Atún rojo pescado en Cabo de Palos (Murcia) mediante jigging

El atún rojo es una de las especies de este grupo más controladas y el grupo de Agustín
Pastor, de la Universidad de Valencia, analizó su contenido en mercurio. Compraron los
ejemplares en comercios de Valencia y encontraron que, de media, tenían 0.55
miligramos de mercurio por kilogramo de peso. Esta concentración cumple los límites
marcados por la Unión Europea. Cuando, según las estadísticas de la dieta de los
consumidores, calcularon la ingesta de mercurio en el pescado encontraron que es, de
media, de 44.6 microgramos de mercurio por persona y semana. Esta cantidad es el 43%
de la dosis semanal tolerable.

En un estudio, parecido al de Valencia, con muestras de Galicia, el grupo de Sonia Lucía


Blanco, del Centro Técnico Nacional de Conservación de Productos de la Pesca de Vigo,
encuentra resultados similares pero con un 17% de los ejemplares de pez espada y un 31%
de tiburón que superan los límites de la legislación europea.

Y un último ejemplo es el estudio de Giuseppe Di Bella y sus colegas, de la Universidad de


Messina, en Italia, sobre la presencia de mercurio en 23 ejemplares de atún pescados en
el Mediterráneo. Pesan de 130 a 290 kilogramos y se busca el metal en muestras de
músculo. En ningún caso se sobrepasan los límites marcados por la Unión Europea ni el
riesgo de la dosis semanal tolerable.

Hay que destacar que la presencia de mercurio en atún y pez espada se conoce, en
nuestro entorno, desde hace medio siglo, desde los setenta del siglo pasado. Fueron los
estudios de Rafael Establier, del Instituto de Investigaciones Pesqueras de Cádiz, un
científico pionero en la detección de metales pesados en el pescado. En un trabajo
publicado en 1972 encontraba mercurio en atún y pez espada, y en concentraciones
superiores a las permitidas por la legislación de la época.

Banco de atunes en las aguas de Sicilia

En estos estudios de presencia del mercurio en peces, a menudo no se precisa la especie


que se investiga y pueden ser especies diferentes en su biología y ecología, con diferentes
tasas de acumulación del metal. Pueden ser especies que se comercializan con la misma
denominación pero tienen diferentes distribución geográfica y comportamiento respecto
a la contaminación. En el estudio de Gaetano Camilleri y su grupo, del Instituto
Zooprofiláctico Experimental de Sicilia en Palermo, se miden concentraciones de mercurio
en el atún rojo, con distribución en el Mediterráneo, y en el rabil o atún de aleta
amarilla (Thunnus albacores), de los mares tropicales y subtropicales y que nos llega
congelado o en conserva.

Los resultados muestran que la concentración de mercurio, de media, es cinco veces


mayor, con 0.84 miligramos por kilogramo, en el atún rojo que en el rabil, con 0.16
miligramos por kilogramo. Además, entre las muestras del atún rojo hay 20 de músculo, la
parte comestible, que superan los límites de la reglamentación de la Unión Europea.

El grupo de Yangyang Liu, de la Universidad de Illinois en Chicago, ha tomado datos de la


Encuesta Nacional de Salud de Estados Unidos (NHANES) entre los años 2011 y 2014.
Estiman el pescado consumido en 30 días y lo relacionan con la concentración de mercurio
en sangre. Comparan poblaciones de origen asiático, con mayor consumo de pescado, y
población no asiática.

La población asiática en edad reproductora y los mayores de 50 años tienen más mercurio
en sangre que en la población no asiática. Además, los autores encuentran una relación,
en la población asiática, entre la concentración de mercurio en sangre y la dieta de
pescado, sobre todo en mujeres en edad reproductora. En su dieta son importantes la
caballa y el atún.

En España y en una revisión publicada en 2013, la medida de la concentración de mercurio


en sangre de 1800 recién nacidos indica que el 24% supera las recomendaciones de la
OMS y el 64% supera las de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. Sin
embargo, esta revisión, liderada por Sabrina Llop, del Consejo Superior de Investigación en
Salud Pública de Valencia, y que también firma Jesús Ibarlucea, del Instituto de
Investigación BioDonostia, también encuentra que, dos años después, los niños no
muestran signos de riesgo en su desarrollo cognitivo. Hay que recordar que la
recomendación de no comer estos pescados con mercurio en niños de corta edad es
porque se supone que el metal interfiere en el desarrollo del sistema nervioso central. Por
si acaso, hay que tener en cuenta que en Francia, donde se ha estudiado, hay muy poco
mercurio en la dieta de los niños hasta los 3 años. El estudio de Thiery Guérin y su grupo,
de la Universidad de París-Este, encuentra que, de 291 muestras de alimentos analizadas,
el 92.4% no tiene mercurio. Solo hay una cierta concentración en el pescado y siempre por
debajo de lo que marca la legislación.

Cocer, asar o freír, en una palabra, cocinar disminuye la bioaccesibilidad del metil-
mercurio entre el 30% y el 99% en varias especies de peces. En concreto, Ousséni
Ouédrago y Marc Amyot, de la Universidad de Montreal, han estudiado el efecto de la
cocina en caballa, atún y tiburón comprados en el mercado de la ciudad. Cocer y freír el
pescado reduce la bioaccesibilidad entre un 40% y un 60%. Y, además, si se ingiere, a la
vez, te o café, la bioaccesibilidad se reduce un 99%, según este estudio y otro del mismo
grupo liderado por Catherine Girard.
Esta es la historia de la presencia de mercurio en el pescado del que nos alimentamos y de
las precauciones que debemos tomar para evitar riesgos para la salud. Y tampoco
debemos olvidar que estos depredadores del mar, situados en lo más alto de la cadena
trófica, acumulan los contaminantes presentes en sus presas. Además, hay que investigar
los efectos a largo plazo y con dosis bajas y durante mucho tiempo. El control de vertidos,
como vimos en Minamata, es esencial para evitar los daños en la salud y en el ambiente.
(Cultura y ciencia 2018 https://culturacientifica.com/2018/03/04/caso-los-enfermos-
minamata/)

Convenio de Minamata

Para Colombia la reciente suscripción del Convenio de Minamata sobre Mercurio


representa la culminación de un esfuerzo conjunto de la comunidad internacional por
enfrentar una problemática global que nos afecta a todos, pero muy particularmente a
ciertos países de la región de América Latina y el Caribe. En ese sentido el gobierno
Colombiano está comprometido con la pronta entrada en vigor de este tratado
internacional y su proceso de ratificación.
Las partes del convenio de Minamata, reconociendo que el mercurio es un producto
químico de interés mundial debido a su transporte a larga distancia en la atmósfera, su
persistencia en el medio ambiente tras su introducción antropógena, su capacidad de
bioacumulación en los ecosistemas y sus importantes efectos adversos para la salud
humana y el medio ambiente. Conscientes de los problemas de salud, especialmente en
los países en desarrollo, derivados de la exposición al mercurio de las poblaciones
vulnerables, en particular las mujeres, los niños y, a través de ellos, las generaciones
venideras.
Reconociendo las lecciones importantes aprendidas de la enfermedad de Minamata, en
particular los graves efectos adversos para la salud y el medio ambiente derivados de la
contaminación por mercurio, y la necesidad de garantizar una gestión adecuada del
mercurio y de prevenir incidentes de esa índole en el futuro. Acuerdan suscribir este
convenio.(minambiente 2014
http://www.minambiente.gov.co/index.php/component/content/article/560-plantilla-asuntos-
ambientales-y-sectorial-y-urbana-sin-galeria-47)
 Este tratado internacional es un complemento a la Ley 1658 de 2013,
conocida como la Ley de Mercurio, que prohíbe a partir de este año el uso
de mercurio en la minería aurífera y en 2023 en otros sectores industriales.

 El mercurio es un metal tóxico que la Organización Mundial de la Salud lista


como uno de los 10 químicos más problemáticos para la salud pública en el
mundo.

Marzo 23 de 2018 – La plenaria de la Cámara de Representantes aprobó esta


semana la vinculación de Colombia al Convenio de Minamata, un tratado que
busca reducir las emisiones globales de mercurio y sus afectaciones a la salud y al
ambiente. Al firmar como parte, el país podrá obtener ayuda financiera y técnica
para enfrentar la contaminación por mercurio, asegurar controles a la importación
de este metal y de productos con mercurio añadido, entre otros beneficios.

“La contaminación por mercurio es una problemática que requiere medidas


integrales y cuya velocidad de implementación sea consistente con los daños que
se están experimentando. La cooperación de la comunidad internacional es
indispensable para complementar y fortalecer las legislaciones domésticas”,
explica Ximena Barrera, directora de política de WWF-Colombia, y continúa:
“Tenemos la Ley 1658 de 2013 y el Plan Único nacional de mercurio, pero al
adherir al Convenio se aprovechará la experiencia, tecnología, recursos
financieros y técnicos internacionales que son necesarios para eliminar el uso de
este metal tóxico”.

A partir del momento en que se ratifique el Convenio de Minamata, Colombia


recibirá acompañamiento y monitoreo constante para facilitar y garantizar el
cumplimiento de sus compromisos de eliminación del mercurio. Así, la prohibición
para el uso de este metal en la minería de oro que comienza este año, según lo
estableció la Ley 1658 de 2013, estará vigilada internacionalmente. Además, una
vez se ratifica el convenio, se detienen las importaciones de mercurio y se activan
los controles en el comercio internacional. Adicionalmente, el país podrá acceder a
recursos para ejecutar acciones específicas de descontaminación de cuerpos de
agua donde el metal está presente. Habrá veeduría para la erradicación del
mercurio en los demás sectores, y se controlarán los productos con mercurio
añadido, como bombillos fluorescentes y termómetros.

Datos clave
 El Convenio de Minamata fue adoptado en Japón el 10 de octubre de 2013
y lleva el nombre de una bahía japonesa donde miles de personas se
intoxicaron con metilmercurio, la forma orgánica del metal que es absorbida
por el cuerpo humano. Fue allí donde se evidenció por primera vez lo que
se denominó como la enfermedad de Minamata, un trastorno que genera
impactos neurológicos severos, que se manifiestan con síntomas como el
deterioro de los sentidos de la vista y el oído, la descoordinación corporal y
parálisis, entre otros.

 El mercurio (Hg) es ampliamente reconocido como un contaminante global


y constituye un problema de salud pública y ambiental. Este metal no tiene
ninguna función fisiológica beneficiosa para el cuerpo humano y en
cualquiera de sus formas es tóxico para los organismos vivos y el ambiente.
 (wwf 2018http://www.wwf.org.co/?uNewsID=325172)
Glosario

Fauna silvestre: son los animales que viven libre sin restricciones del hombre.

Sedimento: cuando un material solido es transportado por corrientes y se hunde en el


fondo del rio embalse etc.
Metilmercurio: combinación del mercurio con bacterias de la tierra y plantas.

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