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Verónica Valderrama Hernández 45857999-R

APRENDIZAJE HUMANO: PRINCIPIOS Y TÉCNICAS DE


ENTRENAMIENTO TEMPRANO
PRINCIPIOS OPERANTES

En el siguiente trabajo se profundiza en la intervención temprana en niños,


cuáles son los objetivos y cómo se realiza una programación. En la
evaluación e intervención, se insiste en el análisis de las conductas, su
fraccionamiento y en la aplicación contingente de los reforzadores
adecuados. Finalmente se detalla un modelo de intervención.

Introducción

Unos 780 millones de niños pueden padecer discapacidad intelectual entre el


nacimiento y los cinco años (Olness, 2003). Las causas pueden ser por factores
biológicos y ambientales identificables, asociados con la discapacidad
intelectual, así como aquellas situaciones que ponen en riesgo a los niños.
Además, la lista de situaciones que pueden originar discapacidad intelectual
incluye: desnutrición, feto-alcoholismo, traumatismos craneales, saturnismo,
bajo peso al nacer, cáncer, etc. Como causas ambientales se incluyen entre
otros, los efectos de la pobreza, el abuso de menores y el abandono infantil
(Guralnick, 2000).

Las investigaciones muestran que el diagnóstico precoz y las intervenciones


tempranas en niños, tienen más probabilidad de tener efectos positivos
importantes sobre los síntomas y las habilidades posteriores. Las intervenciones
tempranas se realizan antes de la edad preescolar o durante la misma ya que en
este período, el cerebro de un niño pequeño todavía se está formando.
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Las intervenciones tempranas le dan al niño el mejor inicio posible y la mejor


probabilidad de desarrollar todo su potencial. Cuanto antes el niño reciba ayuda,
mayores serán sus probabilidades de aprender y progresar. Con las
intervenciones tempranas, por ejemplo, entre el 3% y el 25% de los niños con
autismo logra avances tan importantes que incluso cuando son mayores pueden
dejar de estar en el espectro autista. Estos niños tienen algunas cosas en común:

• Diagnóstico y tratamiento a edades más jóvenes


• Un coeficiente intelectual más alto que el promedio de los niños con
autismo
• Mejores habilidades motoras y del lenguaje

Por lo tanto, las expectativas son bastante optimistas en cuanto a lo que se


puede lograr durante los seis primeros años de vida aplicando programas de
Atención Temprana (AT), estos programas son sistemáticos, multidisciplinares y
basados en la experimentación (Guralnick, 1998).

Definición y Objetivos de la intervención temprana

Desde el año 1970 en Estados Unidos, en Europa y en particular en España se


explicitan numerosas definiciones de Atención Temprana. Además, la mayor
implicación de la familia permitió la realización de estudios que trataron de
investigar las características de las familias de los niños con diferentes
trastornos, sus reacciones y su capacidad de ajuste a la nueva situación de tener
ese hijo, y la relación de una serie de variables familiares con el desarrollo del
niño.

Por otra parte, atendiendo a la plasticidad del sistema nervioso central, se


revelan acontecimientos neurofisiológicos en respuesta a la experiencia, lo que
permite al cerebro organizarse. Este es un argumento a favor de la intervención,
ya que las experiencias se traducen en cambios concretos a nivel del sistema
nervioso y de la conducta. (Perera, 2011). Y por otra parte, las modificaciones
en el sistema nervioso no se limitan a los primeros meses de vida, lo cual plantea
si la intervención puede ser eficaz en otros períodos de la vida (Nelson, 2000).
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Hay dos supuestos principales que proporcionan el fundamento o la razón de la


atención temprana: por un lado, el hecho de que los problemas genéticos y
biológicos pueden ser superados o atenuados, y por otro la suposición de que la
experiencia temprana es importante para el desarrollo de los niños. En
consecuencia, los programas de atención temprana parten de estos argumentos:

1. Los niños con problemas de desarrollo necesitan una experiencia


temprana mayor y/o diferente que los niños sin problemas.

2. Para compensar las dificultades del desarrollo, son necesarios programas


que cuenten con personal especializado.

3. El progreso evolutivo mejora en los niños con problemas que participan


en los programas de AT.

La AT se contempla en la actualidad en todos los países del mundo como una


atención global prestada al niño y a su familia, ya sea en los primeros meses o
años de su vida, y a consecuencia de alteraciones en su desarrollo, o bien por
una situación de alto riesgo. (Perera, 2011).

Esta atención consiste en un tratamiento médico, educativo y social que influye


directa o individualmente en el funcionamiento de los padres, de la familia y del
propio niño. En esta línea el Libro Blanco de la Atención Temprana la define en
España como “el conjunto de intervenciones dirigidas a la población infantil de 0
a 6 años, a la familia y al entorno, que tiene por objetivo dar respuesta, lo más
pronto posible, a las necesidades transitorias o permanentes que presentan los
niños en su desarrollo o que tienen el riesgo de producirlos. Estas intervenciones,
que deben considerar la globalidad del niño, han de ser planificadas por un
equipo de profesionales de orientación interdisciplinar o transdisciplinar” (GAT,
2000).

En cuanto a los objetivos de la AT, los más importantes son reducir los efectos
de una deficiencia o déficit sobre el conjunto global del desarrollo del niño.
Optimizar, en la medida de lo posible, el curso del desarrollo del niño. Introducir
los mecanismos necesarios de compensación, de eliminación de barreras y
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adaptación a necesidades específicas. Evitar o reducir la aparición de efectos o


déficits secundarios o asociados producidos por un trastorno o situación de alto
riesgo. Atender y cubrir las necesidades y demandas de la familia y el entorno
en el que vive el niño. Considerar al niño como sujeto activo de la intervención y
considerar a la familia como principal agente de la intervención.

Programación. Planificación de la intervención.

Es importante una adecuada evaluación de intervención temprana, los servicios


profesionales pueden ayudar a los niños con retrasos de desarrollo o dificultades
de aprendizaje y atención. Sí el resultado de la evaluación muestra que un niño
está en riesgo de padecer un trastorno del desarrollo, se le debe realizar una
Intervención Temprana. Una adecuada intervención temprana incluye cinco áreas
de desarrollo importantes: física, cognitiva, comunicación, socioemocional y de
adaptación.

Los programas de intervención temprana con frecuencia incluyen: entrenamiento


familiar, terapia del habla, servicios para el deterioro auditivo, terapia física y
servicios nutricionales. Además, los programas de intervención temprana
ayudan a los niños a obtener las habilidades básicas que suelen aprender en los
primeros dos años de vida, como habilidades físicas, de razonamiento, de
comunicación, sociales y emocionales.

En consecuencia, los programas de Atención Temprana deben proporcionar a


los padres y familia la información, el apoyo y el asesoramiento necesarios para
que puedan adaptarse a la nueva situación. Enriquecer y proporcionar estímulos
adecuados en el medio en que se va a desenvolver el niño, para favorecer su
desarrollo. Evitar los estilos educativos inadecuados, fomentando la relación
padres e hijo. Lograr la independencia del niño en las distintas áreas del
desarrollo. Emplear estrategias de intervención en un contexto natural y a través
de las situaciones rutinarias del niño. Realizar una acción preventiva, para frenar
el deterioro progresivo de los niveles de desarrollo, evitando que los niños
presenten alteraciones más graves en los distintos aspectos evolutivos.
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Tipos de reforzadores. Empleo de reforzadores. Fragmentación de


conductas. Tipos de ayuda.

El condicionamiento operante fue desarrollado por B.F Skinner, se trata de una


forma de aprender por medio de recompensas y castigos. Este tipo de
condicionamiento sostiene que una determinada conducta y una consecuencia,
ya sea un premio o castigo, tienen una conexión que nos lleva al aprendizaje.

El refuerzo es un proceso de incrementación de la frecuencia o tasa de ocurrencia


de una determinada conducta, por medio de un estímulo presentado poco después
de su manifestación. Al evento que intensifica la probabilidad de que el
comportamiento se repita se le denomina reforzador. (Sincero, 2011). Existen dos
tipos de refuerzo:

- Reforzadores positivos: son estímulos favorables que ocurren después


de la presentación de la conducta. Fortifica o refuerza la probabilidad de
un comportamiento posterior.
- Reforzadores negativos: son la eliminación de los estímulos
desfavorables después de la presentación de un comportamiento. En el
refuerzo negativo, el comportamiento o respuesta se intensifica por la
eliminación de algo desagradable o desfavorable.

Tanto con los refuerzos positivos como con los negativos, el comportamiento es
incrementado, sin embargo, ocurre lo contrario con el castigo. El castigo es un
proceso en el que un estímulo es dado después de la presentación de un
comportamiento causando la disminución de la probabilidad de que este
comportamiento o conducta ocurra nuevamente.

Atendiendo a la naturaleza de los reforzadores podemos distinguir: reforzador


material, como productos tangibles o consumibles; reforzador de actividad, como
son las actividades placenteras para el sujeto y el reforzador social, como
expresiones verbales positivas, expresiones faciales, contacto físico, etc. Y
según sea el proceso del reforzamiento podemos distinguir entre el
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reforzamiento extrínseco (proceso observable) y reforzamiento intrínseco


(proceso encubierto como por ejemplo los pensamientos).

Atendiendo al procedimiento adecuado para emplear el reforzamiento positivo


con el fin de mantener una adecuada conducta y poder emplearlo en una
intervención temprana, se pueden establecer los siguientes pasos:

- Seleccionar la conducta que se quiere incrementar y definirla de forma


operativa.
- Identificar y seleccionar reforzadores eficaces.
- Aplicar los reforzadores de forma inmediata a la conducta meta.
- Administrarlos de forma contingente.
- Combinar distintos reforzadores a fin de evitar la saciedad.
- Estimar la cantidad óptima de reforzador.
- Ajustarse al programa fijado.
- Retirada gradual de los reforzadores favoreciendo la generalización.

En la actualidad se utilizan diferentes técnicas operantes con el fin de aumentar,


reducir o eliminar conductas. Para desarrollar y mantener conductas se utiliza:

- Desvanecimiento: Se proporcionan ayudas externas para que el sujeto


realice la conducta, pasando posteriormente a retirar dichas ayudas.
- Moldeamiento: se refuerzan las aproximaciones sucesivas a una meta
conducta determinada. Ej: Ayudas, indicaciones verbales, etc…
- Encadenamiento: Se descompone una conducta compleja en segmentos
elementales (o eslabones), que pueden entrenarse por separado.

Para reducir y eliminar conductas:

- Procedimientos de reforzamiento diferencial: Reducir la frecuencia de


emisión de una conducta problema, manteniéndola en un nivel tolerable,
pero sin eliminarla.
- Coste de respuesta: Eliminar conductas inapropiadas. Supone la pérdida
de un reforzador positivo.
- Tiempo fuera: Eliminar conductas inapropiadas. Supresión contingente de
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la posibilidad de obtener reforzamiento positivo durante un período de


tiempo
- Saciación : Se proporciona tal cantidad del reforzador que mantiene la
conducta, que pierde su carácter reforzante o se pide al sujeto que emita
de forma masiva la conducta que se pretende reducir.
- Sobrecorrección: Administración contingente de consecuencias aversivas
que se relacionan con la CTA inapropiada a la que siguen.

Y en cuanto a sistemas de organización de contingencias se emplean las técnicas:

- Economía de fichas: Se utiliza para eliminar conductas inadecuadas y


fomentar las apropiadas. Se realiza la identificación de las conductas meta,
elección del tipo de fichas, selección de los reforzadores de apoyo,
establecimiento de las condiciones de canje, sistemas de penalización y
registro para contabilizar las fichas.
- Contratos de Contingencias: Aumentar la aparición de conductas de baja
frecuencia, las partes alcanzan un consenso sobre las conductas meta del
contrato, se especifican las consecuencias contingentes a la ejecución de
la conducta y se detallan las penalizaciones por los fallos de cada parte.

Modelo de intervención.

Para una intervención temprana óptima, es importante la correcta identificación de


reforzadores, que se pueden establecer con entrevistas tanto al propio sujeto
como a las personas relacionadas con él, mediante inventarios de reforzadores y
empleando la observación.

La intervención se ha de dirigir en inicio al establecimiento de conductas correctas


y si procede, a la corrección de las inconvenientes. Por eso es importante la
prevención inicial y sugerir propuestas concretas de actuación basadas en la
anticipación y los límites para finalizar con intervenciones dirigidas a la corrección
de las conductas inapropiadas.
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Como la mayor parte de los comportamientos inadecuados se presentan en la


etapa infantil, se deben dirigir las medidas preventivas y de intervención
propuestas. Es importante el fomento de las conductas deseables, así como la
corrección de conductas inadecuadas sin utilizar el castigo. Además, se tiene que
tener en cuenta la posibilidad de modificación de conducta y la realización de un
análisis funcional de las conductas del niño.

Por otra parte, la educación y el apoyo comunitario son elementos importantes


para el desarrollo de la comunicación y las competencias sociales, en especial en
niños con TEA. De esta manera, los métodos psicoeducativos se centran en tres
enfoques distintos: comunicación, estrategias de desarrollo y educacionales, y uso
de principios conductuales para mejorar el lenguaje y el comportamiento.

Está comprobado que es mejor iniciar terapia de forma temprana, pero no en


cuanto al mejor método. Algunas de las dificultades sobre la eficacia de los
distintos métodos son, por ejemplo, en algunos trastornos como el espectro
autista, representan un diagnóstico complejo, aglutina un conjunto de síntomas
amplio, de forma que cada intervención hace hincapié en mejorar unos síntomas
y no otros. Por tanto, hay que estar atento a las características del niño antes de
la intervención.

La evidencia sugiere unos elementos comunes que ha de tener un programa de


intervención como son la entrada precoz en el programa de intervención, sin
esperar al diagnóstico definitivo, una intervención intensiva, numerosos momentos
de terapia individuales, para conseguir objetivos individualizados, inclusión de la
familia en el tratamiento, oportunidades de interacción con niños sin problemas de
su misma edad, medición frecuente de los progresos, alto grado de estructuración,
con elementos como una rutina predecible, programas de actividades visuales y
límites físicos para evitar la distracción. Estrategias para la generalización y
perpetuación de las actividades aprendidas.

Además de un uso de un programa basado en la evaluación que promueva: a)


Comunicación funcional y espontánea; b) Habilidades sociales (atención conjunta,
imitación, interacción recíproca, iniciativa y autocuidado); c) Habilidades
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funcionales adaptativas para alcanzar mayor responsabilidad e independencia (p.


ej., manejo del dinero); d) Reducción de las conductas disruptivas; e) Habilidades
cognitivas, como el juego simbólico y el tomar un punto de vista; f) Habilidades de
destreza y académicas, según su grado de desarrollo, y g) Desarrollo de funciones
ejecutivas (planificación, programación, anticipación, autocorrección, etc.) (Mulas
et al, 2010).

Conclusión

La intervención precoz, en los centros de diagnóstico y atención temprana, dentro


de modelos de intervención psicoeducativa mixtos, aunque con gran presencia de
elementos conductuales, ha demostrado poder modificar la evolución de los
pacientes con trastornos diferentes trastornos, constituyendo en la actualidad el
abordaje más indicado.

Bibliografía

G.A.T. (2000). Libro Blanco de la Atención Temprana. Real Patronato de la


Discapacidad. Serie Documentos nº 55. Madrid.

Guralnick, M. J. (2000). The early intervention system and out-of-home childcare.


En D Cryer, T Harms (Eds.), Infants and toddlers in out-of-home care.
Baltimore: Brookes.

Guralnick, M. J. (1998). The effectiveness of early intervention for vulnerable


children: a developmental perspective. Am J Ment Retard. Vol 102, pp-
319-345.

Mulas, F., Ros-Cervera, G., Millá, M. M., Etchepareborda, L. A, Téllez de


Meneses, M. (2010). Modelos de intervención en niños con autismo. Rev
Neurol; 50 (Supl 3): S77-S84

Nelson, C. A. (2000). The neurological bases of early intervention. En JP Shonkoff,


SJ Meisels (Eds.), Handbook of early childhood intervention, 204-227. New
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York: Cambridge University Press.

Olness K. (2003). Effects on brain development leading to cognitive impairment:


a worldwide epidemic. J Develop Behav Pediat. Vol 24 pp. 120-130.

Perera, J. (2011). Atención temprana: Definición, objetivos, modelos de


intervención y retos planteados. Revista Síndrome de Down. Vol 28 pp.
140 – 152.

Sincero, S. M. (2011). Condicionamiento Operante. Obtenido de


Explorable.com: https://explorable.com/es/condicionamiento-operante

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