Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Este libro muestra una faceta del Dr. Mohler que muchos no ven.
Además de sus funciones como presidente de un seminario, observa-
dor crítico de la cultura y orador evangélico, el Dr. Mohler sobresale
como un predicador apasionado por la Palabra de Dios y seguro de su
poder para salvar. Proclame la verdad nos instruye en, y nos exhorta
a, una perspectiva de la predicación que es teológicamente profunda,
culturalmente consciente, pastoralmente sensible y espiritualmente
edificante. Los pastores evangélicos necesitan desesperadamente la
respuesta clara, certera y urgente que surge de estas páginas.
— C. J. Mahaney, presidente, Sovereign Grace Ministries
T. Rupert Coleman
Southside Baptist Church
Lakeland, Florida
Robert L. Smith
First Baptist Church
Pompano Beach, Florida
A nuestro pastor
Kevin Ezell
Highview Baptist Church
Louisville, Kentucky
Reconocimientos 9
Prólogo 11
Prefacio: El estado de la predicación en la actualidad 15
9
10 PROCLAME LA VERDAD
11
12 PROCLAME LA VERDAD
Es por ello que me alegra mucho ver este libro. La pasión del
Dr. Mohler por la predicación es contagiosa. Su diagnóstico de la
enfermedad que aqueja a la predicación contemporánea es acertada,
y sus sugerencias de lo que se debería hacer al respecto son muy pers-
picaces y retadoras. Mi oración es que muchos predicadores y lai-
cos puedan leer este volumen, y que el Señor lo use para hacer que
una generación de creyentes fieles (e infinidad de iglesias también)
se aparten de todo lo trivial y terrenal, y vuelvan a lo que realmente
importa.
—John MacArthur
PREFACIO
El estado de la predicación
en la actualidad
15
16 PROCLAME LA VERDAD
LA PREDICACIÓN
COMO ADORACIÓN
La parte central de la
adoración cristiana
23
24 PROCLAME LA VERDAD
un automóvil que nos lleva desde donde estamos hasta donde Dios
quiere que estemos”. ¿Podemos decir esto con propiedad cuando
escuchamos lo que las Escrituras dicen de la adoración?
Desde un principio, sabemos que hay muchas opiniones cristia-
nas diferentes con respecto a la adoración. Esto no es nada nuevo.
Pero la cuestión real aquí es si Dios tiene una opinión respecto a este
asunto. ¿Le importa a Dios cómo lo adoramos? ¿O es una especie de
deidad liberal, a la que no le importa cómo lo adora su pueblo, sino
que, en cambio, se contenta con la esperanza de que en cierto lugar
haya personas que lo adoren de la manera que sea?
Las Escrituras revelan que a Dios, en efecto, le importa cómo lo
adora su pueblo. Levítico 10:1-3 da testimonio de esto.
ardientes”— tienen mucho simbolismo. Las alas con las que cubrían
sus rostros, sin duda, indican humildad; en tanto que las que cubrían
sus pies representan pureza. Los serafines sabían en presencia de
quién estaban, y no se atrevían a mirar su rostro.
Estas criaturas con alas no se limitaban a volar, suspendidas en el
aire en silencio. Se daban voces una a la otra y decían: “Santo, santo,
santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”.
Esas palabras —“Santo, santo, santo”— se conocen como el “trisa-
gio”. En el lenguaje hebreo no hay una forma comparativa o superla-
tiva adecuada, por lo cual se hace uso de la repetición para reafirmar
algo. Encontramos nuevamente este patrón repetitivo en Apocalipsis
4:8: “Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrede-
dor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de
decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era,
el que es, y el que ha de venir”. La Iglesia primitiva encontró en este
patrón una referencia a la Trinidad, y
si lo analizamos nuevamente con la
perspectiva del Nuevo Testamento, sin
É l no es como duda, podemos entender esa afirma-
nosotros. Nosotros ción. De modo que el punto central de
esta estructura parece ser el énfasis.
somos finitos; Tómese Génesis 14:10, por ejemplo,
Él es infinito. donde el original hebreo habla de algu-
nos que cayeron en un “pozo-pozo”.
Esta estructura podría traducirse como
un “pozo grande y profundo”. La cues-
tión es que cuando los serafines claman “Santo, santo, santo”, están
declarando la esencia, la identidad y el ser de Dios en lo que respecta a
su incomparable santidad.
La santidad de Dios hace referencia a su separación de su crea-
ción. Él no es como nosotros. Nosotros somos finitos; Él es infinito.
En otras palabras, Dios es trascendental, y su santidad revela la dife-
rencia y el infinito contraste entre su naturaleza y la nuestra. J. Alec
Motyer define la santidad como “la majestad moral total y única de
Dios”. ¡Qué expresión tan maravillosa! La majestad moral de Dios
La predicación como adoración 31