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PRISIÓN PREVENTIVA

El uso inquisitivo de la prisión preventiva

Francisco Celis Mendoza Ayma

1. PRISIÓN PREVENTIVA E INQUISICIÓN

La exigencia de proporcionalidad para dictar la medida de prisión preventiva, exige: i)


idoneidad de esta para conjurar el peligro procesal, ii) necesidad al no existir otro medio
idóneo, y iii) proporcionalidad en sentido estricto, pues el fin que se pretende alcanzar
con la prisión preventiva (principio) debe ser grave (tener más peso) que la libertad del
imputado. Empero, no se trata de afirmar la idoneidad, necesidad y proporcionalidad del
fin de la prisión preventiva como mero formato de justificación genérica, con razones
extrapolables a cualquier proceso, sino de atender a las características específicas del
proceso en particular y su necesidad concreta de tutela cautelar.

La coyuntura actual ha puesto de manifiesto la perversión del fin de la prisión preventiva,


normalizada desde el inicio de la reforma. Si bien es cierto justifican formalmente el fin
de conjurar el peligro procesal -única finalidad habilitada constitucionalmente-; empero,
materialmente se persigue un fin distinto. Es así pues la prisión preventiva es utilizada
con frecuencia para conseguir fines espurios contrarios a la Constitución. Se la utiliza,
por ej., como mecanismo para quebrar la voluntad del imputado con el objeto lograr una
terminación anticipada, una colaboración eficaz, o una confesión, etc. En estos supuestos,
se usa la prisión preventiva como mecanismo compulsivo para obtener información de
boca del propio imputado, para su condena. Qué duda cabe que esta práctica es expresión
rozagante y victoriosa del oscuro paradigma inquisitivo autoritario, subyacente en los
reductos fiscales y judiciales, que tiene al imputado como objeto de investigación y fuente
de información.

Es harto conocido que en los distritos judiciales, con «inicio» de reforma del proceso
penal, se abusa de la prisión preventiva como mecanismo de presión con la finalidad de
incrementar la estadística de apresuradas terminaciones anticipadas y así, facilitar el
trabajo fiscal y de la defensa. Con la promesa de una pena suspendida o una rebaja de la
pena, etc., el imputado aceptaba los hechos para no afrontar el riesgo o realización de una
prisión preventiva. Con esa presión se quebraba cualquier resistencia defensiva del
imputado, pues era vencido y condenado por su propia versión. Era clara la perversión de
la prisión preventiva, pues configuraba un contexto que viciaba el libre proceso formativo
de voluntad (¿?) del imputado, con la obtención de información para su condena.

En esa percepción inquisitiva se distorsionan e invierten los valores y principios


constitucionales y procesales. La libertad es el derecho que se sacrifica para el éxito de la
investigación; y es que la severa afectación de libertad que configura una prisión
preventiva, genera una situación de intensa presión, un contexto de coacción apropiado
para producir confesiones, terminaciones anticipadas, colaboraciones eficaces, etc.

Está normalizado el uso perverso de la prisión preventiva para investigar. Esta es una
característica del inquisitivo autoritario. Lo correcto procesalmente es que se investiga
para obtener información suficiente y solo así detener. Se debe dictar prisión preventiva
porque se cuenta con información con un estándar de sospecha grave y peligro procesal;
no se dicta prisión preventiva para quebrar la voluntad del imputado con el fin de obtener
información. No se detiene para investigar. Esto, tan elemental, marca la diferencia entre
un método inquisitivo autoritario para obtener información de un método procesal
contradictorio (acusatorio). Sin embargo, no es comprendido por el pensamiento
autoritario inquisitivo. Es este punto donde el fin de la prisión preventiva se pervierte.

Pero, la desnaturalización del fin de la prisión preventiva ha generado otros fines, extraños
a su naturaleza cautelar. Así, por ejemplo, se le considera sanción anticipada y de ese
modo es asumida y atizada por los medios de comunicación y es internalizada por el
colectivo social. Peor aún, se llega al paroxismo cuando son los propios funcionarios
intérpretes penales, quienes sin reparo lo expresan por los medios.

La prisión preventiva no cumple, no reemplaza los fines positivos o negativos de la pena;


no se encierra preventivamente a un procesado para fines de prevención especial positiva,
para resocializar a un presunto inocente. No cumple una función de prevención especial
negativa, para «sacar de circulación al procesado», «inocuizarlo» «neutralizarlo». No
cumple una función de prevención general positiva, cohesionando a los buenos
ciudadanos y sus expectativas normativas, a costa de un ciudadano inocente. Tampoco
cumple una finalidad de prevención general negativa, para intimidar a la ciudadanía, etc.
Sin embargo, esto tan claro desde un conocimiento y comprensión de las normas,
conceptos, categorías e instituciones procesales, no es comprendido como nuevo
paradigma procesal.

2. LA DIALÉCTICA DEL CONFLICTO JUS FUNDAMENTAL

Un conflicto presupone dos principios o derechos fundamentales –aspectos- en


contradicción. Concretar esos principios es base para el planteamiento del problema. Es
imposible aplicar el test de proporcionalidad con generalidades; los jueces no están para
hacer argumentos de filosofía o teoría del derecho, su función es resolver conflictos y, en
el caso de la prisión preventiva, deben resolver un conflicto jus fundamental. Para ello
requieren: i) conocer y describir las características concretas de un proceso específico; así
es distinto un proceso con un solo imputado, de un proceso con pluralidad de sujetos.
También es diferente un proceso por homicidio de otro por organización criminal y lavado
de activos; como es distinto un proceso contra una madre gestante, de un proceso contra
el jefe de una organización criminal. Con los datos de la realidad del proceso se identifica
el objeto y fundamento concreto del requerimiento de prisión preventiva. Luego, se
identifican los datos que corresponden al imputado, con todas sus características, desde
su salud, familia, rol, etc., que permita apreciar la razonabilidad de la prisión preventiva;
ii) en ese escenario procesal concreto se definen los principios concretados y los aspectos
del contradictorio que configuran el conflicto jus fundamental a resolver con la prisión
preventiva. Solo entonces se plantea el problema de la razonabilidad del (fin) de la prisión
preventiva: se precisa el contexto de un proceso y luego se problematiza el conflicto con
una pregunta. Por ejemplo:

Caso A

Se trata de un proceso de hurto agravado de una motocicleta, seguido en contra del


confeso Juan Pérez, de 19 años de edad, estudiante del segundo año de derecho, quien
domicilia con sus padres y es sostenido por estos.

¿Es razonable el encierro preventivo de Juan Pérez, con el fin de conjurar el riesgo
procesal que supone afrontar el proceso? Responder esta interrogante plantea establecer
si ¿ciertamente ese es el fin de la prisión preventiva en el caso concreto?

Caso B
Se trata de un proceso por delito de homicidio calificado en agravio de dos personas,
seguido en contra de Pedro Juárez, de 35 años, reincidente, sin domicilio conocido y con
requisitorias vigentes por dos delitos de robo.

¿Es razonable el encierro preventivo de Pedro Juárez, con el fin de conjurar el riesgo
procesal que significa afrontar el proceso. Responder esta interrogante plantea
preguntarse a su vez ¿ciertamente ese es el fin de la prisión preventiva en el caso concreto?

En ambos casos, se tiene definidos los dos aspectos del contradictorio: i) La prisión
preventiva como fin de conjurar el riesgo procesal en un caso concreto, y ii) la libertad de
un imputado, determinado en forma concreta.

La prisión preventiva no tiene autonomía, no es un proceso especial, es un incidente


accesorio instrumental a las necesidades concretas de un proceso singular. Si es una
medida accesoria a las necesidades concretas del proceso, entonces es eje del debate un
proceso con características específicas que son el contexto procesal que dota de sentido
la necesidad de una medida gravosa como la prisión preventiva. Es imposible aplicar el
test de proporcionalidad fuera del contexto de un proceso penal específico. Es para un
proceso concreto que se requiere una medida cautelar coercitiva adecuada, específica, con
las precisiones de las razones por que.

3. ENTRE EL FIN JUSTIFICADO Y EL EXPLICATIVO

La exigencia de determinar el fin de la prisión preventiva debe ser expresa, de manera


concreta, clara, para evaluar su correspondencia o idoneidad con las características
específicas del proceso específico. Es decir, el juez debe evaluar las características del
proceso, la cantidad de información, pluralidad de sujetos, etapa del proceso, etc. para
verificar la necesidad de la prisión preventiva. Ya que el encierro de una persona que se
presume inocente es conceptualmente irracional, la única forma de darle un mínimo de
racionalidad es verificando que hacerlo sea idóneo, necesario y proporcional.

Precisamente, ese control se realiza con el empleo del test de proporcionalidad. En ese
orden, la defensa del imputado está habilitada para poner de manifiesto y cuestionar los
fines espurios que explican realmente el fin que se pretende alcanzar con la prisión
preventiva. El debate del primer subprincipio de idoneidad debe realizarse sobre la base
de las razones materiales que explicarían el requerimiento de prisión preventiva para
depurar cualquier fin distinto al previsto en el ordenamiento jurídico.
Este cuestionamiento no debe atender a las razones de apariencia, sino a las razones reales
concretas, vinculadas a la información que corresponda a las características del proceso
principal. Si bien es cierto el debate se centra respecto al fin cautelar que justifican
formalmente el requerimiento de prisión preventiva; empero, dado que nunca se exponen
las razones explicativas del requerimiento, corresponde a la defensa exteriorizarlas para
debatir y cuestionar los fines espurios distintos a los cautelares.

Empero, evidenciar el uso inquisitivo de la prisión preventiva para fines diferentes a


conjurar los riesgos procesales, exige conocer dos dimensiones epistémicas diferentes: i)
el contexto de justificación y ii) contexto de descubrimiento. En efecto, desde un contexto
de justificación se evalúa las razones exteriorizadas que fundamentan el requerimiento
fiscal o la resolución judicial de una prisión preventiva. Ciertamente son controlables,
pues precisamente esa exteriorización permite a la defensa debatir la compatibilidad de
la prisión preventiva con las necesidades específicas del proceso principal.

El punto crítico se presenta en el contexto de descubrimiento, pues desde esa perspectiva


se incorporan al debate factores no estrictamente racionales como los psicológicos,
culturales, políticos, etc., que influyen en el requerimiento o resolución de una prisión
preventiva. Son razones que explican las motivaciones psicológicas, sociales, políticas,
etc., que subyacen y que normalmente no se exteriorizan para su debate, no aparecen
como fundamento de los requerimientos y resoluciones de prisión preventiva.
Obviamente no son sometidos a debate en la audiencia de prisión preventiva.

Es útil operativamente apreciar el contexto de justificación del requerimiento fiscal y de


la resolución judicial, para evidenciar esas razones que se plasman en las resoluciones;
empero, en el contexto de explicación, las razones son precisamente lograr la terminación
anticipada, colaboración eficaz o la confesión.

4. LAS RAZONES JUSTIFICATIVAS DE APARIENCIA

Sin embargo, constituye una mala práctica actual circunscribir el debate en la audiencia
de prisión preventiva al contexto de justificación de razones formalmente jurídicas. Esas
razones son generalmente formatos argumentativos. Se acude a razones de formato,
estereotipadas, de copiado y pegado o collage del subprincipio de idoneidad, pues se
afirma que es idónea para evitar la fuga o la obstaculización probatoria. Es en este plano
donde la defensa debe evidenciar que esas razones formales solo tienen como finalidad
dar cobertura y disfrazar el fin inquisitivo encubierto de lograr quebrar la voluntad del
imputado o de otra finalidad inconstitucional. Con ello se hace manifiesto el verdadero
fin material que pretende el Ministerio Público con el requerimiento de prisión preventiva.

No se trata de cuestionar la finalidad con base a una idoneidad formal y genérica de la


prisión preventiva, sino de hacer notar que esta sirve de cobertura para realizar otros fines.
Esa es la tarea concreta de la defensa, atenta a la utilización de razones de apariencia
constitucional, con las que se pretende justificar el fin de la prisión preventiva.

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