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Es harto conocido que en los distritos judiciales, con «inicio» de reforma del proceso
penal, se abusa de la prisión preventiva como mecanismo de presión con la finalidad de
incrementar la estadística de apresuradas terminaciones anticipadas y así, facilitar el
trabajo fiscal y de la defensa. Con la promesa de una pena suspendida o una rebaja de la
pena, etc., el imputado aceptaba los hechos para no afrontar el riesgo o realización de una
prisión preventiva. Con esa presión se quebraba cualquier resistencia defensiva del
imputado, pues era vencido y condenado por su propia versión. Era clara la perversión de
la prisión preventiva, pues configuraba un contexto que viciaba el libre proceso formativo
de voluntad (¿?) del imputado, con la obtención de información para su condena.
Está normalizado el uso perverso de la prisión preventiva para investigar. Esta es una
característica del inquisitivo autoritario. Lo correcto procesalmente es que se investiga
para obtener información suficiente y solo así detener. Se debe dictar prisión preventiva
porque se cuenta con información con un estándar de sospecha grave y peligro procesal;
no se dicta prisión preventiva para quebrar la voluntad del imputado con el fin de obtener
información. No se detiene para investigar. Esto, tan elemental, marca la diferencia entre
un método inquisitivo autoritario para obtener información de un método procesal
contradictorio (acusatorio). Sin embargo, no es comprendido por el pensamiento
autoritario inquisitivo. Es este punto donde el fin de la prisión preventiva se pervierte.
Pero, la desnaturalización del fin de la prisión preventiva ha generado otros fines, extraños
a su naturaleza cautelar. Así, por ejemplo, se le considera sanción anticipada y de ese
modo es asumida y atizada por los medios de comunicación y es internalizada por el
colectivo social. Peor aún, se llega al paroxismo cuando son los propios funcionarios
intérpretes penales, quienes sin reparo lo expresan por los medios.
Caso A
¿Es razonable el encierro preventivo de Juan Pérez, con el fin de conjurar el riesgo
procesal que supone afrontar el proceso? Responder esta interrogante plantea establecer
si ¿ciertamente ese es el fin de la prisión preventiva en el caso concreto?
Caso B
Se trata de un proceso por delito de homicidio calificado en agravio de dos personas,
seguido en contra de Pedro Juárez, de 35 años, reincidente, sin domicilio conocido y con
requisitorias vigentes por dos delitos de robo.
¿Es razonable el encierro preventivo de Pedro Juárez, con el fin de conjurar el riesgo
procesal que significa afrontar el proceso. Responder esta interrogante plantea
preguntarse a su vez ¿ciertamente ese es el fin de la prisión preventiva en el caso concreto?
En ambos casos, se tiene definidos los dos aspectos del contradictorio: i) La prisión
preventiva como fin de conjurar el riesgo procesal en un caso concreto, y ii) la libertad de
un imputado, determinado en forma concreta.
Precisamente, ese control se realiza con el empleo del test de proporcionalidad. En ese
orden, la defensa del imputado está habilitada para poner de manifiesto y cuestionar los
fines espurios que explican realmente el fin que se pretende alcanzar con la prisión
preventiva. El debate del primer subprincipio de idoneidad debe realizarse sobre la base
de las razones materiales que explicarían el requerimiento de prisión preventiva para
depurar cualquier fin distinto al previsto en el ordenamiento jurídico.
Este cuestionamiento no debe atender a las razones de apariencia, sino a las razones reales
concretas, vinculadas a la información que corresponda a las características del proceso
principal. Si bien es cierto el debate se centra respecto al fin cautelar que justifican
formalmente el requerimiento de prisión preventiva; empero, dado que nunca se exponen
las razones explicativas del requerimiento, corresponde a la defensa exteriorizarlas para
debatir y cuestionar los fines espurios distintos a los cautelares.
Sin embargo, constituye una mala práctica actual circunscribir el debate en la audiencia
de prisión preventiva al contexto de justificación de razones formalmente jurídicas. Esas
razones son generalmente formatos argumentativos. Se acude a razones de formato,
estereotipadas, de copiado y pegado o collage del subprincipio de idoneidad, pues se
afirma que es idónea para evitar la fuga o la obstaculización probatoria. Es en este plano
donde la defensa debe evidenciar que esas razones formales solo tienen como finalidad
dar cobertura y disfrazar el fin inquisitivo encubierto de lograr quebrar la voluntad del
imputado o de otra finalidad inconstitucional. Con ello se hace manifiesto el verdadero
fin material que pretende el Ministerio Público con el requerimiento de prisión preventiva.