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peruanos/articulos
Una reflexión se desprende de lo anterior: si un peruano dijera hoy día que lo nuestro
es solo el mundo andino -que ya es mestizo- cometería un error objetivo; como
también sería erróneo afirmar que el Perú existe sin el mundo andino. Lo andino es
parte irrevocable del Perú, mas no es el Perú.
¿Qué le debemos al mundo andino? ¿Por qué decimos que sin lo andino no existe el
Perú? En primer término debemos recordar que el mundo andino creó una civilización
original, una de las pocas civilizaciones en la historia del mundo que se hizo sola, sin
modelo, sin ejemplo que imitar. Esta es una idea central que debe llevarnos de la
mano a ver con respeto y con gratitud un mundo que se hizo solo; que dominó una
geografía difícil; que inició la pesca y la agricultura en nuestro medio; que domesticó a
los animales; que en el tejido, en las construcciones, en el dominio de técnicas aun no
conocidas en su integridad, creó una sociedad con medios de comunicación, de
producción y organización social y política; le debemos, en fin, a la cultura andina la
continuidad de sangre que se puede advertir sin esfuerzo en todo peruano viejo.
En 1950, Raúl Porras Barrenechea (Pisco, 1897 - Lima, 1960) publicó un valioso
estudio titulado El nombre del Perú, en el cual desarrolla el origen del sustantivo que
identifica nuestro país.
Explica que fue palabra desconocida para los Incas, que no a p a r ece ni en la lengua
quechua ni en la antillana o caribe, «sino corrupción del nombre del cacique de una
tribu panameña, vecina del golfo de San Miguel, llamado Birú, al que los soldados y
aventureros de Panamá dieron en llamar Perú»1.
«El nombre del Perú no significa, pues, ni río, ni valle, ni orón o troje y mucho menos
es derivación de Ophir. No es palabra quechua ni caribe, sino indo–hispana o mestiza.
No tiene explicación en lengua castellana, ni tampoco en la antillana, ni en la lengua
general de los Incas, como lo atestigua Garcilaso y su propia fonética enfática, que
lleva una entraña india invadida por la sonoridad castellana. Y, aunque no tenga
traducción en los vocabularios de las lenguas indígenas ni en los léxicos españoles,
tiene el más rico contenido histórico y espiritual. Es anuncio de leyenda y de riqueza,
es fruto mestizo brotado de la tierra y de la aventura, y, geográficamente, significa
"tierras que demoran al sur". Es la síntesis de todas las leyendas de la riqueza austral,
por ellos cantaría el poeta limeño de las Armas Antárticas, en su verso de clásica
prestancia: "Este Perú antártico, famoso (...)"»2.
DE GARCILASO A UNANUE
Entre principios del siglo XVI y finales del XVIII, peruanos observadores de nuestro
medio como Garcilaso, Peralta, Llano Zapata o Hipólito Unanue, cada uno en su
tiempo, reconoce la formación de "algo" que es geografía, economía, costumbres,
ideas, creencias religiosas, sentimientos, que llamamos "Perú".
Es el Inca Garcilaso (Cusco, 1579 - Montilla, 1616), hijo del capitán Garcilaso de la
Vega y de Isabel Chimpu Ocllo nieta del Inca Túpac Yupanqui quien primero en el
recuerdo peruano reconoce sus raíces, el estilo del hombre nuestro. No pueden
olvidarse sus palabras evocadoras, pues poseen un valor fundacional; son un símbolo
de la cultura naciente: «A los hijos de español y de india, o de indio y de española, nos
llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones; fue impuesto por
los primeros españoles que tuvieron hijos en Indias, y por ser nombre impuesto por
nuestros padres y por su significación, me lo llamo yo a boca llena y me honro con
él»3.
Sería erróneo afirmar que el Perú existe sin el mundo andino. Lo andino es parte del
Perú, mas no es el Perú.
Bien dice Miguel Maticorena Estrada (Piura, 1926): «La idea de nación en Garcilaso
Inca es la irrevocable primera visión global de sus elementos constitutivos. Dio a los
peruanos una imagen de su pasado, una intuición de su porvenir. Es una interpretación
coherente de Incario y Conquista, lo andino y lo hispánico»4.
Asimismo Guillermo Lohmann Villena (Lima, 1915 - 2005) dedica una reflexión al
pensamiento de Peralta expresado en la memoria de gobierno del virrey Castelfuerte
que él redactó en 1736: «luego de trazar una imagen del Perú, con su variedad y sus
excelencias, Peralta no pierde el tiempo en señalar las piedras de escándalo que en
monótona letanía veremos repetirse una y mil veces: los obrajes, las funestas
consecuencias de la provisión de los cargos públicos desde la metrópoli, sustrayendo
esa atribución de los virreyes, lo que lleva al autor a sentenciar con barroca figura:
"Muchas veces no se oye el gemido por la distancia del que pena, y no se remedia el
dolor por la ignorancia del achaque..." y en otro pasaje afirma: "Pocos cultos se hallan
en altares que no dan favores"»5.
«No se calla que la población nativa experimente decadencia y se habla de sus causas
y recursos para aliviar ese estado de cosas, y también los corregidores son objeto de
áspera crítica. Hay asimismo largos pasajes consagrados a exponer el decaimiento del
comercio y de la agricultura y el empobrecimiento de las altas clases sociales»6.
Entre Peralta y Unanue, la presencia de José Eusebio de Llano Zapata (Lima, 1716 -
?1780) es una prueba interesante de la vivencia de lo peruano. En sus Memorias
histórico-físico-apologéticas de la América meridional, habla de nuestras Indias, se
menciona a los extranjeros, atiende a la realidad peruana desde muy diversos aspectos
y se advierte su voluntad por el estudio de lo americano y de lo peruano.
Para no fatigar al lector con otros testimonios, podemos confirmar esta línea de
pensamiento que advierte la presencia del Perú en las postrimerías del siglo XVIII, con
la consideración de la obra de Hipólito Unanue (Arica, 1755 - Cañete, 1833), sin duda
el peruano mejor conocedor de lo nuestro, el gran peruanista de la época y la persona
que con clara idea de la comunidad peruana la estudió en su historia, y en el empeño
por mejorar la salud de la población. En su discurso en la inauguración del Anfiteatro
Anatómico, en su Idea general de los monumentos del antiguo Perú, publicada en el
Mercurio Peruano, en sus ensayos dedicados a temas geográficos, en la variedad y
magnitud de su obra no se puede ignorar la presencia de lo peruano y el esfuerzo por
mejorar la vida de su gente.
Sin España y su cultura, la presencia de lo peruano y el esfuerzo por el Perú no existe;
sin embargo, solo lo español no explica al Perú.
Sin error alguno, sin duda, puede decirse que Unanue se reconoció peruano, se
sintió peruano, y se acercó al estudio de lo nuestro no solo por una preocupación
intelectual sino, además, por un intenso afecto, por un com¬promiso humano.
En 1817 Manuel Lorenzo Vidaurre (Lima, 1773 - 1841) le dijo a Fernando VII que
debía cambiarse la forma de gobierno porque el hombre gobernado en el siglo XIX no
era más la persona que Pizarro encontró en Cajamarca en 1532, sino un hombre
distinto, que leía los mismos textos que se estudiaban en España y que debía
encontrar su felicidad en una nueva manera de gobierno.
Son palabras de Vidaurre: «Política destructora que obra por ejemplos mal
acomodados, y en la que no se percibe que no es hoy el americano, lo que era en
tiempo de Huayna Capac, y Montezuma. No es el indio tímido, ignorante, supersticioso,
al que hoy se va a sujetar. No es aquel que creía al hombre y al caballo un solo sujeto,
rayo al arcabuz, y al artillero el árbitro del trueno. No es el imbécil que proponía una
mal dirigida flecha a la lanza, a la espada y a la bala. El americano hoy es el español
mismo»8.
EL PENSAMIENTO DE RIVA–AGÜERO
En la Generación del '900 es clara la presencia del Perú como tema de estudio y como
expresión de afecto y de voluntad de servicio.
Sin duda, Víctor Andrés Belaúnde (Arequipa, 1883 - Nueva York, 1966) es en el siglo
XX uno de los hombres fundamentales para estudiar la formación de nuestro país. Las
ideas centrales de su libro Peruanidad, editado en 1957, no obstante el tiempo
transcurrido conservan su vigencia. Él entendió al Perú como una síntesis integradora.
No desconoce los errores y las violencias de la Conquista y añade y afirma: «Pero sería
carecer de todo sentido humano y de todo criterio de relativismo histórico juzgar estos
hechos como si se hubieran realizado de un medio diverso y en circunstancias distintas
de aquellas que lo rodearon. Justo sería comparar la orientación espiritual de empresas
semejantes realizadas por otros pueblos. El valor territorial y el valor riqueza
predomina en estas sobre el valor hombre; en cambio, en medio de sus errores y de
sus deficiencias, el valor hombre fue la preocupación de la Conquista española. Desdén
y aniquilamiento inspiraban las tribus primitivas a los conquistadores de otros
imperios; simpatía humana y sentido de aproximación inspiraron las tribus primitivas
no solo a los misioneros, sino a los mismos con quistadores españoles quienes no
desdeñaron unir su sangre con la
sangre aborigen. Esta profunda preocupación humana y ética, fracasada muchas veces
y contrariada otras por el curso fatal de los hechos es el alma de la Conquista, es su
esencia, es el legado que nos ha transmitido y que constituye el factor decisivo de la
Peruanidad»13.
Habla Belaúnde de una suerte de "síntesis asuntiva". «Se puede decir, empleando en
su hondo significado el concepto y término de asunción, que la cultura católica asume
las tierras y las poblaciones de América infundiéndoles un nuevo espíritu»14.
José Uriel García (Cusco, 1884 - Lima, 1965), hombre estudioso de la transformación
social que se desprende de la Conquista española, desde su mentalidad cusqueña,
desarrolla reflexiones que no pueden omitirse en este estudio:«Así, la historia de la
conquista y de toda la época colonial no puede ser tomada como un capítulo o
fragmento de la historia y de la vida española, historia involucrada como en un
paréntesis que abarca tres siglos —el tiempo que duró la Colonia—, entre la historia
incaica y la republicana, ni como una prosecución del incanato. El ciclo neoindio es tan
nuestro como lo incaico o lo republicano, porque, al menos, dentro de nuestros
horizontes, el alma indiana y el temple de los Andes le vigoriza y le da personalidad.
Indios y conquistadores que ingresan a ese nuevo panorama americano transformado
crean una cultura paralelamente modificada. El nuevo tipo humano que se va
formando crea un nuevo tipo de cultura. Esa cultura tiene un ritmo indiano en unas
zonas más acentuadas que en otras, es cierto. Es una ondulación transitoria donde la
línea que decae representa el mayor influjo hispánico y la consiguiente disminución del
vigor vernáculo, pues tres siglos del nuevo régimen fueron nada para una fusión más
uniforme. Usando el tecnicismo de la herencia mendeliana, diríase que unas veces es
dominante lo indiano y recesivo lo español, otras, al contrario. La línea ascendente de
aquella ondulación corresponde a nuestra sierra, situando el problema solo dentro de
nuestras fronteras históricas»16.
«Claro está que la Colonia no nos da todavía al tipo completo de esa entidad humana
que llamamos nuevo indio: pensamiento, emoción, voluntad renovadas, o lo que es lo
mismo, indianidad de comienzo, América como promesa de una cultura propia.
América animada por un nuevo espíritu»17. En palabras distintas, Uriel García afirma
la formación de una nueva cultura; el nacimiento de un nuevo tipo humano.
REFLEXIONES DE BASADRE
Jorge Basadre (Tacna, 1903 - Lima, 1980) en su estudio Notas sobre la experiencia
histórica peruana, desarrolla reflexiones capitales para comprender la formación del
Perú: «Se ha dicho que la época colonial fue, después de las guerras civiles de la
Conquista, monótona, lenta, acompasada. En realidad, más allá de la vida de Corte en
Lima, más allá del jadear del indio y del negro, más allá del sucederse de generaciones
bajo el mismo techo familiar, más allá de la hacienda trabajada acaso dentro de un
contrato de censo con una "mano muerta", más allá del temor al terremoto y al pirata,
del sonar de las campanas desde la misa de alba hasta el toque de oración, más allá
de la loa y el pasquín, de los milagros de los santos y beatos del siglo XVII y de las
expediciones científicas del siglo XVIII, más allá de la imitación del barroco y del
neoclasicismo, la época del Virreinato fue una época dinámica y acesante, una época
de creación. Dentro de la historia genética del Perú, el Vi r reinato señala el periodo del
surgimiento y desarrollo de una nueva sociedad hispano-indígena-mestiza-criolla y del
surgimiento y desarrollo de una conciencia autonomista dentro de ella, paralelamente
a análogos fenómenos en el resto de América hispana. La enumeración de los diversos
goberantes del Perú en esa época y de sus obras, o la lista de la leyes entonces
vigentes sería, más que historia del Perú propiamente dicha, historia de España en el
Perú, o historia del Estado español en el Virreinato peruano. Del mismo modo, el
estudio de los linajes españoles que erigen sus solares en ciudades peruanas o el de
las toponimias en la geografía histórica del Virreinato, sería el estudio de interesantes
capítulos de la historia de los españoles en ultramar; pero no sería tampoco historia
peruana del Perú. La historia del Perú empieza cuando los españoles se peruanizan en
el contacto con el suelo, el ambiente, la vida o la gente que aquí encuentran; así como
deja de ser mito, arqueología o leyenda cuando los indios se españolizan en una forma
u otra, siquiera sea a través del idioma que sirve para ponerlos en contacto con el
resto del mundo»18.
«Visión geográfica y filosófica del universo, idioma, religión, sentido del hogar, el
arado, la rueda, el trigo, el arroz, el olivo, el vidrio, la caña de azúcar, la naranja, el
melocotón, la manzana, la ciruela, el caballo, el asno, el buey, la oveja, el puerco, la
rosa, el clavel, el lirio, la guitarra, la imprenta, el navío, la casa para el individuo
particular, la celosía, el azulejo, la pintura como arte autónomo y muchas otras cosas,
y muchas, muchas otras ideas más, incluyendo el nombre y el concepto del Perú,
fueron traídas por la colonización española. Pero todo eso vino a un Nuevo Mundo, con
características geográficas, sociales y económicas propias y con un peculiar
desenvolvimiento en el plano de la cultura que, a su vez, enriqueció al Viejo Mundo con
sus propios productos agrícolas y mineros»19.
De la veta taurina es el toro mata o mata toro, siendo más moderno—mediados del
siglo XIX— el alcatraz, baile chinchano de los negros recogedores de guano. Sin
embargo, la danza festiva de más arraigo popular fue el son de los diablos, que se
bailaba en los barrios limeños con ocasión de la Pascua de Reyes. Como África y
Europa ya
están muy lejos, estas danzas y bailes se deben exclusivamente al Perú»25.
Pero hay algo más profundo, más íntimo; me refiero al nacimiento de una mentalidad
que ya se advierte en las palabras del Inca Garcilaso, que expresa su voluntad de
asumir lo andino y lo español en la memoria intelectual y en el cariño humano. Se
formó una mentalidad que no es la del hombre español, ni la que corresponde al
hombre andino; no es una superposición de planos distintos sino el nacimiento hora
tras hora de unas ideas, de unas actitudes, de una sensibilidad, de unos recuerdos, de
una visión del futuro, que nació y se perfeccionó en la vida cotidiana, simple y sencilla,
lejos de la política, de la guerra o de las ideologías.
En el Perú mestizo se puede advertir la presencia de muchas formas de ser peruano,
pero no de varios países. . El Perú nació en la transformación de la vida cotidiana.
El mensaje cristiano en sus diversas formas está presente a través del lenguaje y del
ejemplo, de unos y de otros, en la vida sencilla de nuestras casas, en la catequesis, en
la homilía dominical, en la mentalidad y en el criterio de los hombres.
El camino para superar este conflicto y este error no es otro que el conocimiento
sereno, no ideologizado, del pasado peruano. Lo digo una y otra vez en estas páginas:
el encuentro del andino con el español fue muy duro, fue violento, fue un entretejido
de injusticias y de abusos y de aciertos y de virtudes; sin embargo, lo cierto es que
venimos de ese mundo, que es parte integrante de nosotros mismos. Grato o no, el
pasado forma parte del presente. No podemos crear un pasado que responda a las
simpatías o criterios de nuestra hora, sino que debemos estudiarlo tal como fue en lo
positivo y en lo adverso, pues todo ello ha creado nuestra sociedad. Podría decirse sin
error que un peruano debería ser al mismo tiempo hispanista e indi¬genista, amante
de uno y otro, de los dos grandes aportes que han creado nuestra sociedad.
FORMAS DE RACISMO
Una verificación social muy simple y penosa nos enseña cómo en la sociedad peruana
el pesimismo es unanota que hoy no se puede desconocer. ¿Por qué se ha presentado
esta actitud negativa, deprimida frente a lo nuestro? En momentos más difíciles de
nuestra historia no fuimos pesimistas. Nuestros abuelos en los años de la
reconstrucción de la república mantuvieron muy firme el aliento nece sario para el
trabajo y para que el Perú siguiera siendo el Perú, como lo recuerda Basadre. En la
Generación del '900 y en la siguiente del Centenario, está presente todos los días la
voluntad orientada al estudio de lo peruano, factor insustituible en el renacimiento del
país. Es difícil señalar una causa que explique el pesimismo actual. Concurren diversos
factores: los ensayos ideológicos y políticos de distinto signo en el gobierno de la
República; la pervivencia de las distancias económicas y sociales que Basadre definió
como «abismo social»; la insuficiencia en los servicios que el Estado debe prestar a la
sociedad, sin olvidar los avances en campos específicos. Como fruto de lo anterior, la
ausencia de confianza en la sociedad frente al Estado; la sociedad no ve al Estado
como un servidor del bien común; la enseñanza de la historia nacional en la cual solo
aparecen el bueno y el malo; la corrupción en diversos medios sociales; la falta de la
necesaria solidaridad en la vida cotidiana; la contemplación por los medios técnicos de
nuestros días de ambientes con un desarrollo material muy superior al nuestro; la
comparación entre estadísticas de mediados del siglo XX y valores de hoy día; todo lo
dicho y mucho más, puede explicar la declinación en el ánimo de los peruanos de
nuestra hora.
En todo caso, desde nuestro presente no es posible recrear el pasado de acuerdo con
nuestros deseos o ilusiones. El pasado, con sus planos creadores y adversos, con lo
justo y con lo injusto, es parte de nosotros mismos y es factor intransferible de
nuestra conciencia social.
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