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FENÓMENOS ACÚSTICOS
El efecto Doppler en ondas sonoras se refiere al cambio de frecuencia que sufren las ondas cuando la fuente emisora
de ondas y/o el observador se encuentran en movimiento relativo al medio. La frecuencia aumenta cuando la fuente
y el receptor se acercan y disminuye cuando se alejan.
Absorción
Cuando una onda sonora llega a una pared rígida (ideal) se refleja totalmente ya que la pared no se mueve y no
absorbe energía de la onda. Las paredes reales no son nunca completamente rígidas, por lo que pueden absorber
parte de la energía de las ondas incidentes.
Cuando la onda incidente llega formando con la superficie límite un ángulo cualquiera, la onda transmitida modifica
su dirección original acercándose o alejándose de la normal. A esta desviación del rayo transmitido se le denomina
refracción.
Difracción
La difracción consiste en que una onda puede rodear un obstáculo o propagarse a través de una pequeña abertura.
Aunque este fenómeno es general, su magnitud depende de la relación que existe entre la longitud de onda y el
tamaño del obstáculo o abertura. Si una abertura (obstáculo) es grande en comparación con la longitud de onda, el
efecto de la difracción es pequeño, y la onda se propaga en líneas rectas o rayos, de forma semejante a como lo hace
un haz de partículas. Sin embargo, cuando el tamaño de la abertura (obstáculo) es comparable a la longitud de onda,
los efectos de la difracción son grandes y la onda no se propaga simplemente en la dirección de los rayos rectilíneos,
sino que se dispersa como si procediese de una fuente puntual localizada en la abertura.
Las longitudes de onda del sonido audible están entre 3 cm y 12 m, y son habitualmente grandes comparadas con los
obstáculos y aberturas (por ejemplo puertas o ventanas), por lo que la desviación de las ondas rodeando las
esquinas es un fenómeno común.
Radiación
Se denomina radiación al proceso por el que la energía sonora se transmite de una fuente vibrante a un medio.
Eco y reverberación
El eco es un fenómeno consistente en escuchar un sonido después de haberse extinguido la sensación producida por
la onda sonora. Se produce eco cuando la onda sonora se refleja perpendicularmente en una pared. El oído puede
distinguir separadamente sensaciones que estén por encima del tiempo de persistencia, que es 0.1 s para sonidos
musicales y 0.07 s para sonidos secos (palabra). Por tanto, si el oído capta un sonido directo y, después de los
tiempos de persistencia especificados, capta el sonido reflejado, se apreciará el efecto del eco. Para que se produzca
eco, la superficie reflectante debe estar separada del foco sonoro una determinada distancia: 17 m para sonidos
musicales y 11.34 m para sonidos secos.
Se produce reverberación cuando las ondas reflejadas llegan al oyente antes de la extinción de la onda directa, es
decir, en un tiempo menor que el de persistencia acústica del sonido. Este fenómeno es de suma importancia, ya
que se produce en cualquier recinto en el que se propaga una onda sonora. El oyente no sólo percibe la onda
directa, sino las sucesivas reflexiones que la misma produce en las distintas superficies del recinto. Controlando
adecuadamente este efecto se contribuye a mejorar las condiciones acústicas de locales tales como teatros, salas de
concierto y, en general, todo tipo de salas. La característica que define la reverberación de un local se denomina
tiempo de reverberación. Se define como el tiempo que transcurre hasta que la intensidad del sonido queda
reducida a una millonésima de su valor inicial.
Enfermedad del trópico que desarrolla múltiples personalidades sonoras. Tendencia musical o de gusto musical para
usar diferentes identidades al
mismo tiempo
Soy un esquizofonico.
Valido mi gusto musical con esta “enfermedad”.
Soy adicto a las máquinas y a las fusiones, a la música clásica, al jazz, a los ritmos sincopados, a la fiesta, al baile.
Vivimos en un trastorno sonoro, con percepciones distorsionadas de lo que nos gusta o no nos gusta. Estamos
invadidos constantemente de diferentes géneros musicales que salen todos los días a la venta, géneros y
subgéneros, inundados día a día desde la publicidad, el mercadeo, indicando que hay que escuchar para ser de una
manera o la otra, fusiones de géneros multiculturales que fomentan nuevos paradigmas sonoros.
Un día escuchas salsa, el siguiente hip hop, pasas por el tropi pop, el fin de semana escuchas house, techno, tango,
vallenato, o cualquier derivación de estos géneros.
Utilizas diferentes máscaras sonoras dependiendo en donde estas, en la costa, en la playa, en los alpes, en la
montaña, con tu novia, tu esposa, tu amante, tus padres, en misa, en la calle, en tu iPod, cambias de personalidad
sonora dependiendo si estas romántico, triste, tonto, rumbero, intelectual, académico, usas tu identidad de
superhéroe nocturno como DJ para poner a bailar a la gente.
En la radio, el famoso “crossover” llena los listados de las canciones mas preferidas por los radioescuchas, donde
logran interactuar los géneros mas disímiles, pero que seleccionados por el público oyente, pueden generar unos
ingresos astronómicos, en pauta comercial, gracias a las tendencias de los oídos sordos.
Las canciones en español son un hit en Japón, las canciones francesas son un éxito en países anglo parlantes, o
cuando los artistas latinos, del tercer mundo, del sur de los Estados Unidos, comienzan a cantar en inglés, la
revolución musical es todo un hito.
El circuito sonoro divide las frecuencias para catalogar y controlar mejor el mercado. Para controlarnos a todos con
un GPS de frecuencias sonoras, y poder definir nuestra formar de pensar, de caminar, de vestir, de actuar.
Solo las multinacionales deciden que suena, cuando y porque, intentando sobornar nuestro espíritu creativo. Por un
lado, una cantidad de talento desperdiciado porque el robot controlador de las tendencias no quiere filtrar esa
información a las masas, mientras que por el otro nos da la misma que suene en nuestro dial preferido.
Así nos controlan o pretenden controlarnos.
Por eso mezclan de todo para aumentar nuestra esquizofrenia sonora.
Cada momento que pasa en la vida sonora, son milésimas de segundo en el caos del universo.
¿En dónde está tu gusto? ¿Cuáles son tus tendencias? ¿A que ghetto dedicas tu tiempo? ¿Qué músicas bailas y que
músicas cantas?
Instrumentos No Convencionales
D-Box de Victor Zappi y Andrew McPherson
Este instrumento digital consiste en un cubo de madera de 15 cm que cuenta con una batería, un altavoz y un
BeagleBone Black, que es un ordenador de placa única.
PAISAJE SONORO
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Los sonidos funcionan como elementos de cohesión o de diferencia. Las culturas poseen sus propias acústicas a
partir de las que se crea una red de significados, una relación en la cual se solapan sonidos «útiles» y «residuales»
construyendo una identidad aural, una conciencia de pertenencia a uno o a varios grupos, en un entramado de
realidades transversales en las que se funde memoria y presente conformando un paisaje sonoro que funciona como
un sistema
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A lo largo del siglo XX se ha ido fomentando, más allá de los sonidos significativos y organizados, una sensibilidad que
evoluciona hacia otras sonoridades presumiblemente irrelevantes. Si bien esta expansión aural se manifestó primero
en las premisas experimentales de las vanguardias futuristas seducidas por aquellos novedosos ruidos que se hacían
notar no sólo en “las atmósferas fragorosas de las grandes ciudades, sino también en el campo” (Russolo 1913),
pronto irá marcando una línea de acción que pasa por la escucha o recreación estética -psicológica o tecnológica- del
acontecimiento sonoro, como por el estudio sistemático de todos los “ruidos” que nos acompañan.
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un importante campo de investigación transdisciplinar que gira entorno a una epistomología sonora y que propone
la necesidad de replantearse muchos de los criterios que hasta ahora se habían tenido en cuenta
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Los trabajos pioneros realizados, principalmente, en la ciudad de Vancouver por el World Soundscape Project o las
propuestas del laboratorio del Cresson centrado en el estudio del “espacio sonoro y el entorno urbano” son sólo
algunos ejemplos de este deseo de comprender y “no juzgar un sonido en particular como bueno o malo, si no de
ver el patron que sigue” (Truax 2001).
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Asumir esta posición flexible es la única manera de superar los aspectos meramente cuantitativos que aun imperan
en los “mapas de ruido” y poder elaborar otras cartografías cualitativas y emocionales. Partir de esta actitud podría
colocarnos en un nuevo punto de escucha ayudándonos a ampliar el espectro de análisis para así comprender las
relaciones que existen “entre entorno acústico/auditivo y las respuestas y el comportamiento característico de la
gente que vive en él” (Positive Soundscapes).
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El concepto de espacio posee, en la mayoría de los casos, cierto carácter neutro, como “contenedor de toda la
materia existente” (”Espacio” en RAE). No obstante este carácter abstracto siempre está mediado por la percepción
que tenemos de él. El espacio, ya se modifique, material, social, individual o culturalmente, adquiere forma a través
de una experiencia multisensorial en la que nuestra escucha participa de forma determinante contribuyendo a la
creación del sentido de lugar.
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De este modo el espacio se convierte en lugar como resultado de diferentes procesos de sedimentación y de
construcción, presencia y memoria, como consecuencia del discurrir histórico. Un lugar es entonces un espacio que
ha adquirido un sentido ya sea personal o colectivo, es un espacio nombrado, representado e identificado por
aquellos que viven en él y su carácter sonoro reponde a diferentes factores que tienen que ver tanto con la
configuración acústica como con los sonidos que en allí se producen.
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Así la orografía, el clima o las construcciones son algunos de los agentes que influyen de manera decisiva en como
suena cada espacio particular, ya que el sonido, tal y como llega a nuestros oídos, es la suma de las vibraciones
procedentes de la fuente que lo emite y de las características del espacio en el que se produce. Esta es la principal
razón por la que las cualidades acústicas de los espacios construidos han sido, en mayor o menor medida, una
preocupación constante en la historia de la arquitectura, desde el diseño de los teatros griegos hasta la edificación
de los grandes auditorios actuales. Pero incluso, al margen de esta sofisticación arquitectónica, todo parece apuntar
a que ciertas sociedades orales/aurales, como la cultura Pueblo Acoma en Nuevo México, decidían el enclave de un
nuevo asentamiento allí “donde el eco sonase mejor”, tal y como deducimos de sus relatos mitológicos, abriendo
nuevas vías de investigación en ámbitos como la arqueología que, desde el análisis profundo de las relaciones
existentes entre sonido, cultura y espacio, ha planteado la hipótesis de una posible relación entre las cualidades
acústicas de un lugar y la ubicación de yacimientos pétreos y rupestres.
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El conjunto de sonidos que nos rodean forman lo que podríamos calificar de “paisaje sonoro” siguiendo el concepto
(Soundscape) acuñado por los miembros del World Soundscape Project a finales de la década de los 60. La finalidad
de este proyecto que se centró en la escucha comprensiva de los sonidos ambientales era “investigar el desarrollo
histórico del sonido, proponer una metodología flexible que se pueda aplicar a medio ambientes específicos en
cualquier lugar y, en consecuencia, participar en la interpretación del paisaje sonoro mundial como un todo” así
como el “reconocimiento y preservación de los sonidos importantes y socialmente significativos, de los sonidos
antiguos o del pasado reciente en vías de desaparición, la recopilación de información transcultural sobre
preferencias y fobias sonoras individuales, así como sobre los diferentes comportamientos asociados a la producción
sonora” (Langlois 1974). Esta propuesta del grupo de investigadores de la Universidad Simon Fraser (Vancouver)
liderado por Barry Truax, Hildegard Westerkamp y Murray Shaffer vino así a dotar de un discurso científico y social a
toda una serie de sensibilidades contemporáneas que hasta ese momento se habían manifestado, casi
exclusivamente, en los círculos de la música y el arte contemporáneo.
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En este contexto será el libro del propio Murray Schafer The Soundscape, publicado por primera vez en 1977, el
primer intento por articular una disciplina sonora que, alejada, al menos en principio, de criterios estéticos,
proporcionase herramientas para el análisis de un paisaje sonoro partiendo de su descomposición en elementos. La
intención última de este trabajo era articular el Diseño Acústico como “una interdisciplina en la que músicos, físicos
acústicos, psicólogos, sociólogos y otros estudiarían juntos el paisaje sonoro del mundo para poder hacer
recomendaciones inteligentes sobre su mejora” (Schaefer 1994).
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Sonidos naturales y sonidos artificiales
El sentido de la audición permite que todas las personas que lo hayan desarrollado en forma correcta (y no lo hayan
perdido) sean capaces de identificar con mayor o menor exactitud el origen de los sonidos que perciben.
La propagación del sonido es algo sobre lo cual se ha estudiado mucho, en la medida que el hombre buscó
combinarlos para crear nuevos: se realiza por medio de ondas, y cuenta con determinadas magnitudes físicas bajo
las cuales se distinguen.
Estas son las magnitudes que hacen que ciertos sonidos puedan ser perceptibles a una persona joven y no a una de
mayor edad, o (lo que se ve con mayor fuerza) sonidos perceptibles a ciertos animales y no a las personas.
Los sonidos artificiales deberían ser aquellos que son creados por el hombre, al tiempo que los sonidos
naturales deberían ser los que se producen en la naturaleza: sin embargo, el hombre no es capaz de crear sonidos
desde la nada, sino que simplemente los encuentra transformando el medio que lo rodea (la naturaleza) al mismo
tiempo que la naturaleza que tiene algunos sonidos más allá del hombre, en rigor de verdad cuenta al ser humano
como parte de ella.
Así las cosas, el hecho de que el ser humano forma parte de la naturaleza vuelve muy difícil una clasificación entre
los sonidos que se producen por su presencia de los que se producen en la naturaleza sin ella. Sin embargo, un
criterio sensato para esta división es pensar cierto grado de intervención humana que vuelve a un sonido más
artificial que natural.
Ejemplos de sonidos natural
El zumbido de una abeja
El viento
La voz humana (pese a que la realiza la persona, le es precedente a su voluntad)
El rugido de un tigre
El sonido de un arroyo pasando por encima de las piedras
El sonido de la lluvia impactando sobre la tierra
El sonido del fuego cuando la leña arde
Ejemplos de sonidos artificiales
El sonido asociado a un avión
El ‘tic-tac’ de un reloj
El sonido habitual de una alarma
La bocina
La voz de una persona interferida por un megáfono
Una oscilación que se propaga en un medio (con velocidad finita) recibe el nombre de onda.
Dependiendo de la relación que exista entre el sentido de la oscilación y el de la propagación,
hablamos de ondas longitudinales, transversales, de torsión, etc. En el aire el sonido se propaga en
forma de ondas longitudinales, es decir, el sentido de la oscilación coincide con el de la propagación de
la onda.
Medio
Podemos definir a un medio como un conjunto de osciladores capaces de entrar en vibración por la
acción de una fuerza.
Cuando hablemos de un medio, y a no ser que se indique específicamente otra cosa, nos estaremos
refiriendo al aire. Esto se debe nuevamente a razones prácticas, en la medida en que el aire es el medio
más usual en el que se realiza la propagación del sonido en los actos comunicativos por medio de
sistemas acústicos entre seres humanos, ya sea mediante el habla o la música.
Para que una onda sonora se propague en un medio, éste debe cumplir como mínimo tres condiciones
fundamentales: ser elástico, tener masa e inercia.
Las ondas sonoras no se propagan en el vacío, pero hay otras ondas, como las electromagnéticas, que
sí lo hacen.
El aire en tanto medio posee además otras características relevantes para la propagación del sonido:
la propagación es lineal, que quiere decir que diferentes ondas sonoras (sonidos) pueden propagarse
por el mismo espacio al mismo tiempo sin afectarse mutuamente.
es un medio no dispersivo, por lo que las ondas se propagan a la misma velocidad independientemente
de su frecuencia o amplitud.
es también un medio homogéneo, de manera que el sonido se propaga esféricamente, es decir, en
todas las direcciones, generando lo que se denomina un campo sonoro.
Propagación
Como ya mencionáramos, un cuerpo en oscilación pone en movimiento a las moléculas de aire (del
medio) que lo rodean. Éstas, a su vez, transmiten ese movimiento a las moléculas vecinas y así
sucesivamente. Cada molécula de aire entra en oscilación en torno a su punto de reposo. Es decir, el
desplazamiento que sufre cada molécula es pequeño. Pero el movimiento se propaga a través del
medio.
Entre la fuente sonora (el cuerpo en oscilación) y el receptor (el ser humano) tenemos entonces una
transmisión de energía pero no un traslado de materia. No son las moléculas de aire que rodean al
cuerpo en oscilación las que hacen entrar en movimiento al tímpano, sino las que están junto al
mismo, que fueron puestas en movimiento a medida que la onda se fue propagando en el medio.
El (pequeño) desplazamiento (oscilatorio) que sufren las distintas moléculas de aire genera zonas en las
que hay una mayor concentración de moléculas (mayor densidad), zonas de condensación, y zonas en
las que hay una menor concentración de moléculas (menor densidad), zonas de rarefacción. Esas zonas
de mayor o menor densidad generan una variación alterna en la presión estática del aire (la presión del
aire en ausencia de sonido). Es lo que se conoce como presión sonora. Ver Figura 01.
FIGURA 01: La distancia entre las barras representa las zonas de mayor o menor presión sonora
Si el cuerpo que genera la oscilación realiza un movimiento armónico simple, las variaciones de la
presión en al aire pueden representarse por medio de una onda sinusoidal. Por el contrario, si el
cuerpo realiza un movimiento complejo, las variaciones de presión sonora deberán representarse por
medio de una forma de onda igual a la resultante de la proyección en el tiempo del movimiento del
cuerpo. Ver Figura 02.
Como dijimos, en el aire el sonido se propaga esféricamente, es decir en todas direcciones. Podemos
imaginarnos al sonido propagándose como una esfera cuyo centro es la fuente sonora y que se va
haciendo cada vez más grande. O, lo que es lo mismo, que va aumentando cada vez su radio. Por
razones de comodidad, para estudiar el sonido podremos hacerlo desde uno de esos dos puntos de
vista, a veces como una esfera creciendo, o como un radio (eventualmente todos los radios) de la
misma (rayos).
Imaginemos entonces una cadena de partículas (moléculas) entre la fuente sonora y el receptor (un
rayo). Entre el instante en que la fuente sonora pone en movimiento a la partícula más cercana y el
instante en que la primer partícula transmite su movimiento a la segunda transcurre un tiempo
determinado. Es decir, cuando la primer partícula entra en movimiento, la tercera -por ejemplo- aún
está en su posición de reposo. Recordemos también que las partículas de aire sólo oscilan en torno a su
posición de reposo.
Podemos decir entonces que cada partícula se encontrará en una situación distinta del movimiento
oscilatorio. Es decir, cada partícula tendrá una situación de fase (ángulo de fase) distinta. En algún lugar
de la cadena encontraremos una partícula cuya situación de fase coincide con la de la primera, aunque
la primer partícula estará comenzando su segundo ciclo oscilatorio, mientras que la otra recién estará
comenzando su primer ciclo.
La distancia que existe entre dos partículas consecutivas en igual situación de fase se llama longitud de
onda ( ). También podemos definir la longitud de onda como la distancia que recorre una onda en un
período de tiempo T. La longitud de onda está relacionada con la frecuencia f (inversa del período T)
por medio de la velocidad de propagación del sonido (c), de manera que c = · f. Las ondas sonoras
tienen longitudes de onda de entre 2 cm y 20 m aproximadamente.
No debemos confundir la velocidad de propagación de la onda con la velocidad de desplazamiento de
las partículas. Éstas realizan un movimiento oscilatorio muy rápido, cuya velocidad es distinta a la
velocidad de propagación de la onda.
La velocidad de propagación de la onda sonora (velocidad del sonido) depende de las características
del medio en el que se realiza dicha propagación y no de las características de la onda o de la fuerza
que la genera. En el caso de un gas (como el aire) es directamente proporcional a su temperatura
específica y a su presión estática e inversamente proporcional a su densidad. Dado que si varía la
presión, varía también la densidad del gas, la velocidad de propagación permanece constante ante los
cambios de presión o densidad del medio.
Pero la velocidad del sonido sí varía ante los cambios de temperatura del aire (medio). Cuanto mayor
es la temperatura del aire mayor es la velocidad de propagación. La velocidad del sonido en el aire
aumenta 0,6 m/s por cada 1º C de aumento en la temperatura.
La velocidad del sonido en el aire es de aproximadamente 344 m/s a 20º C de temperatura, lo que
equivale a unos 1.200 km/h (1.238,4 km/h, para ser precisos). Es decir que necesita unos 3 s para
recorrer 1 km. (Como posible referencia recordemos que la velocidad de la luz es de 300.000 km/s.)
El sonido se propaga a diferentes velocidades en medios de distinta densidad. En general, se propaga a
mayor velocidad en líquidos y sólidos que en gases (como el aire). La velocidad de propagación del
sonido es, por ejemplo, de unos 1.440 m/s en el agua y de unos 5.000 m/s en el acero.
Ondas estacionarias
Hasta ahora hemos hablado de ondas propagándose en un medio, es decir ondas viajeras.
Las ondas estacionarias son el resultado de la interferencia de dos ondas viajeras iguales propagándose
en direcciones contrarias. Por ejemplo, una onda que llega perpendicularmente a una pared y se refleja
sobre sí misma.
La característica de las ondas estacionarias es que se generan puntos (eventualmente líneas o planos)
en los cuales la amplitud de oscilación es siempre cero (nodos) y otros en los que es siempre máxima
(antinodos o vientres). La distancia entre dos nodos será la mitad de la longitud de onda de la onda
estacionaria ( / 2).
Dada una frecuencia que genera una onda estacionaria, los múltiplos de dicha frecuencia (es decir los
armónicos) también producirán ondas estacionarias. El orden del armónico determinará la cantidad de
nodos que se producen. Por ejemplo, el primer armónico generará un nodo, el segundo dos y así
sucesivamente.
Las ondas estacionarias son relevantes en el funcionamiento de los instrumentos musicales (las
cuerdas, las columnas de aire encerradas en un tubo), pero también en las resonancias modales (los
modos de resonancia) de las habitaciones.