Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Introducción
a la
lingüística
del texto
/
Versión española y estudio preliminar de
SEBASTIÁN BONILLA
EditorialAriel,Barcebna
S.A
Título original:
Einfühnmg in clie Textlinguistik
Edición en inglés:
Introduction to Text Linguistics
l.J edición: m ayo 1997
© Max N iem eyer Veriag. Tübingen 1972
© Robert de Beaugrande, 1981
© Longm an G roup Lim ited, 1981, 1994
Derechos exclusivos de edición en español
reservados para todo el m undo
y propiedad de la traducción:
© 1997: Editorial A riel, S. A.
Córcega, 270 - 08008 Barcelona
ISBN: 84-344-8215-0
D epósito legal: B. 13.441 - 1997
Im preso en España
ESTUDIO PRELIMINAR
Qué es un texto, o cristalización
versus urbanismo
Especulemos un poco. Supongamos que los textos se organizan si
guiendo un procedimiento parecido al de la cristalización mineral.
El fenómeno de la cristalización consiste, en esencia, en que una
reunión caótica de elementos independientes se convierte en una es
tructura máximamente ordenada. Ello es posible gracias a la conjun
ción de miríadas de actividades microscópicas e inconexas entre sí, las
cuales, en el interior de un medio mineral, van creando, poco a poco,
zonas crecientemente cohesionadas de coherencia que se van am
pliando de manera sucesiva hasta completar la reorganización estruc
tural total del medio.
Aunque haya pocas cosas en el universo tan ejemplarmente orde
nadas como un cristal observado a través de un microscopio, no se
puede aceptar que la metáfora de la cristalización sirva como base de
un modelo textual explicativo, a causa de una razón obvia: la cristali
zación consiste en un fenómeno natural no intencionado y, por lo tan
to, no resulta pertinente aplicarlo en el análisis de la actividad comu
nicativa humana, prototípicamente cultural e intencionada.
No obstante, el fenómeno de la cristalización puede utilizarse
como argumento en contra de la idea, demasiado extendida, según la
cual para que un texto esté ordenado basta simplemente con que esté
cohesionado y sea coherente. Si no se quiere reducir el texto a un per
fecto pero muy poco interesante ente mineral cristalizado, se ha de en
tender que la cohesión y la coherencia que lo caracterizan son pro
ducto de una actividad cultural intencionada, y que, por lo tanto, am
bas propiedades son inseparables de la intencionalidad.
Antes de continuar, na aclaración pertinente con respecto al con
cepto de intencionalidad. Parece obvio que es imposible (re)conocer la
intención última, recóndita, que mueve a un hablante o a un escritor
a producir un texto. Pero no es a eso a lo que nos estamos refiriendo
aquí, sino más bien a una concepción intersubjetiva de la intención.
En la vida cotidiana, cuando alguien produce un texto está muy inte
resado en que sus receptores lo entiendan, en el sentido de que reco
nozcan la intención que transmite. Tal y como se demuestra en el
ejemplo siguiente que aparece en casi todos los manuales de pragmá
tica, cuando alguien nos aborda en la calle y nos dice «¿tiene hora?»,
habitualmente entendemos ese enunciado, no como una pregunta li
teral que haya de responderse con un «sí» o un «no», sino como una
petición que requiere una respuesta informativa (puesto que hemos
reconocido la intención con la que ha sido producida). Se trata de de
volver el aura mediocritas a la intencionalidad, de desalojarla de su
prolongada estancia en la filosofía hermenéutica y trasladarla al con
texto de la interacción comunicativa cotidiana, ya despojada de cual
quier tipo de especulación. En su manual, Beaugrande y Dressler tra
tan la problemática que plantea la intencionalidad en el contexto am
plio y suficientemente explorado por la ciencia cognitiva de los planes
y de las nietas.
Sigamos especulando. Supongamos que los textos se organizan si
guiendo un procedimiento parecido al de la urbanización de un terri
torio.
El urbanista ha de resolver los mismos problemas que se plantean
en la organización de cualquier otro espacio semiótico, como, por
ejemplo, un texto (Zunzunegui, 1990). El entramado urbano será re
corrido por transeúntes y por vehículos (el texto será interpretado por
sus receptores), y, por esa razón, el urbanista ha de prever sus movi
mientos interpretativos, proyectando la estructura de los lugares de
tránsito y de los lugares de encuentro, amueblándolos con elementos
de naturaleza interactiva, en forma de carteles, letreros, indicadores,
etc., que informen, propicien o exijan determinados comportamientos
a sus usuarios (como, por ejemplo, imponer un límite de velocidad a
los automóviles, obligar a los transeúntes a cruzar la carretera por un
determinado lugar señalizado con un paso cebra o bien organizar los
movimientos de entrada y de salida de los usuarios en los transportes
públicos). El transeúnte o el conductor respetuosos con la urbaniza
ción prevista del territorio realizarán una descodificación adecuada
del texto urbano, asegurándose el éxito de sus movimientos (interpre
tativos). Una descodificación aberrante (por ejemplo, cruzar por don
de no está previsto o aparcar el coche en la zona de los peatones) es
una infracción. De igual manera, el productor textual ha de prever los
movimientos de sus receptores potenciales, incluyendo en su texto in
formación interactiva (presentada prototípicamente por los conectores
y los marcadores discursivos) que guíe la trayectoria interpretativa de
los usuarios textuales.
En este sentido, un texto se parece más a un espacio urbano que a
un mineral cristalizado. Al igual que los espacios urbanísticos, los tex
tos están modelados para dirigir la actividad interpretativa de sus
usuarios (ambos suelen estar cohesionados, ser coherentes y son un
producto intencionado e interactivo). Como sucede en la trama urba
na, los textos toleran un cierto nivel de entropía, de desorden relativo,
siempre que el receptor (o el transeúnte del texto) acepte realizar
un esfuerzo adicional de procesamiento para compensar sus errores e
imperfecciones formales y para recuperar la información elidida e im
plícita (Beaugrande y Dressler denominan a este fenómeno «aceptabi
lidad»). Dando una última vuelta de tuerca a la analogía, de manera
parecida a como una nueva plaza ha de entablar con los edificios del
entorno un diálogo urbanístico, cada nuevo texto ha de relacionarse
intertextualmente con los textos previos que lo han hecho posible.
Dada la compatibilidad del modelo que Beaugrande y Dressler pre
sentan en este manual con la metáfora del urbanismo, puede afirmar
se que ésta sirve como base intuitiva para fundamentar un modelo de
texto centrado en las ideas de construcción de un espacio formal y
conceptualmente homogéneo (cohesión y coherencia), de actividad
productiva e interpretativa (intencionalidad y aceptabilidad), de inte
racción con el entorno a causa de su localización física y conceptual
(situacionalidad e intertextualidad) y de calidad (nivel de informativi
dad, eficacia, efectividad y adecuación).
Prospectiva
Desde el año 1981, en que se publicó originalmente esta Introduc
ción, hasta la fecha, han ido apareciendo nuevos enfoques y se han
propuesto nuevos tratamientos de las cuestiones textuales más signi
ficativas, especialmente desde una disciplina, el análisis del discurso,
llamada a integrar, entre otras, las aportaciones de la lingüística del
texto y de la pragmática.
Con la intención de complementar de un modo modesto el trabajo
de Beaugrande y Dressler, esta prospectiva, necesariamente breve, deja
a un lado la crónica de la evolución reciente de la disciplina textual y
se centra en el tratamiento de tres temas, dos de ellos prototípicos (la
tipología textual y los conectores) y uno tan novedoso que, en el mo
mento de publicar este estudio preliminar, todavía no existen trabajos
específicamente lingüísticos sobre el mismo (la hipertextualidad).
El afán por reducir a la máxima sencillez lo que es extrema
damente complejo ha llevado a simplificar, de manera abusiva, la
cuestión de las tipologías textuales. En contraste con la orientación
empírica, característica de la disciplina textual desde sus orígenes, la
actividad en este terreno se ha circunscrito de manera casi monote-
mática a la elaboración de inventarios clasificatorios de tipos puros e
ideales de texto, cuando la realidad comunicativa ofrece textos com
plejos, que bien podrían denominarse, provisionalmente y de manera
hipotética, «intertipológicos». En un trabajo reciente, que reorienta la
discusión de una manera quizá definitiva, uno de los especialistas en
el tema, Adam (1992), demuestra que no existen textos tipológica
mente puros, sino textos en donde se integran secuencias prototípicas
de naturaleza diversa (descriptivas, argumentativas, explicativas, na
rrativas, etc.). Por lo tanto, desde esta nueva perspectiva, lo interesan
te es analizar empíricamente cómo se ensamblan en un mismo texto
secuencias prototípicas distintas, y, ya desde una perspectiva teórica,
estudiar cómo funciona la intertipologicidad.
El tema discursivo de moda en estos últimos años de fin de siglo
es, sin duda, los conectores y los marcadores del discurso, o por lo me
nos eso parece a la vista del creciente número de publicaciones, de la
cantidad de tesis doctorales que se están realizando y del inusitado in
terés que despierta actualmente el tema entre los lingüistas.
Retando la concepción de Saussure de que el signo lingüístico po
see un significante y un significado, los conectores parecen requerir
una estrategia de tratamiento bastante distinta. No ha servido de m u
cho colocarlos, como ha sido habitual durante varios siglos de pensa
miento gramatical, en el limbo evanescente de las partículas y de los
elementos de relación. Ha resultado muy fácil llevar a cabo la tarea de
ubicar los conectores en cuadros clasificatorios, pero muy problemá
tico mantener esas clasificaciones cuando en ellas se ha introducido
un bisturí crítico. El primer dato obvio acerca de este tipo de elemen
tos que se ha de tener en cuenta es que un conector relaciona cogni-
tivamente al menos dos elementos informativos (ya sean textuales y/o
contextúales) y que, por lo tanto, no parece que sea una buena estra
tegia de investigación analizarlo aisladamente de su entorno y de sus
condiciones de uso.
Junto con otras teorías pragmáticas recientes (como la de la argu
mentación francesa, por ejemplo), la teoría de la relevancia (Sperber
y Wilson, 19962, y Wilson y Sperber, 1990; véase también Espinal,
1988, Garrido, 1990, Leonetti, 1993, Sánchez de Zavala, 1994, Escan-
dell, 19962, Bonilla, 1992, 1996, y Montolío, 1992, 1997) ha sentado las
bases para un nuevo tratamiento de los conectores. En esta línea de
investigación destacan sobre todo los trabajos de Blakemore (1987)
y Blass (1990). Como punto de partida puede analizarse el trabajo de
Blass sobre el funcionamiento de los conectores a y ka de la lengua
sissala (hablada en Burkina-Faso), en principio equivalentes a la con
junción and inglesa o y española. En esencia, a se utiliza cuando el
acontecimiento que se describe en el segundo miembro de la coordi
nación sucede de una manera normal, mientras que ka se emplea
cuando el segundo acontecimiento ocurre de una manera especial,
anormal o inesperada. Así, por ejemplo, la diferencia entre
X iba paseando por la calle y (a) se encontró a Z
X iba paseando por' la calle y (ka) se encontró a Z
radica en que a señala que el enunciado que le sigue ha de interpre
tarse según el guión estandarizado con respecto a ese tipo de situa
ciones cotidianas (un encuentro casual en la calle), mientras que, por
su parte, ka da una instrucción de procesamiento especial, que sugie
re que el encuentro se ha producido de un modo inhabitual (por ejem
plo, que B estaba herido en el suelo o que A se ha asustado al ver a B
porque pensaba que estaba muerto). Esta idea de que hay elementos
cuya función no es tanto la de codificar un concepto o la de m arcar
una relación, como la de indicar de qué manera ha de procesarse una
secuencia, juega un papel decisivo en el tratamiento de los conectores
qrre proponen las últimas líneas de investigación sobre el tema.
En el acercamiento explicativo de la teoría de la relevancia sobre
el funcionamiento de los conectores discursivos se maneja la hipóte
sis de que los enunciados poseen dos tipos básicos de información:
por un lado, contienen información conceptual, es decir, información
gramatical acerca del contenido conceptual del enunciado, y, por otro,
transmiten información computacional, esto es, información pragmá
tica acerca de cómo ha de procesarse el contenido conceptual del
enunciado.
Blakemore (1987) ya había formulado esta idea cuando argumen
tó que los enunciados contienen «coristricciones de procesamiento»
que guían la trayectoria interpretativa de los mismos. En este sentido,
cuando un hablante utiliza un conector está indicando el tipo de pro
cesamiento que espera que ponga en marcha el oyente, reduciendo así
el gasto de energía que éste ha de emplear en sus operaciones menta
les de interpretación. Así, por ejemplo, cuando el hablante introduce
su enunciado con una secuencia conectiva del tipo «ahora en serio»,
está invitando a que su interlocutor interprete lo que sigue a conti
nuación en una clave determinada, neutralizando malentendidos y
ahorrándole tiempo de procesamiento.
Desde el punto de vista de la teoría de la relevancia, los conectores
no contribuyen al contenido semántico de los enunciados entre los
que aparecen insertos, es decir, su presencia no aporta información
conceptual alguna; ahora bien, sí transmiten una valiosa información
computacional, que repercute directamente en la minimización del es
fuerzo de procesamiento que ha de invertir el receptor en la interpre
tación de los enunciados conectados.
En contra de lo que se presupone en algunos trabajos sobre el
tema, la existencia de conexión formal no crea por sí sola la relación
textual (que, en realidad, preexiste al conector), aunque sí contribuye
a hacerla más explícita. Así, por ejemplo, en la secuencia
(A) El delantero chutó mal el balón, [pero] (B) el portero no pudo evi
tar el gol
la relación semántica que se establece entre las dos proposiciones (A)
y (B) exige la presencia de un conector de tipo adversativo o contra-
argumentativo. De ahí lo anómalo que resulta, desde un punto de vis
ta pragmático, usar en ese contexto un conector de tipo, por ejemplo,
conclusivo:
? El delantero chutó mal el balón, [por lo tanto] el portero no pudo evi
tar el gol
A pesar de haberse insertado un conector («por lo tanto»), una
marca explícita de relación, no se ha podido crear automáticamente,
mediante ese procedimiento forzado, una relación conclusiva entre las
dos secuencias presuntamente conectadas. En realidad, la relación es
tablecida entre ambas secuencias no se modifica de manera sustan
cial, haya o no haya nexo entre ambas
El delantero chutó mal el balón; el portero no pudo evitar el gol
o si el nexo es inadecuado (precisamente porque la relación semánti
ca, como se dijo antes es previa el nexo, puede advertirse cuándo se
está utilizando incorrectamente un conector). Ahora bien, la ventaja
evidente de usar el conector pertinente es la de hacer explícita la re
lación cohesiva que mantienen ambas secuencias. El receptor que ha
de interpretar un texto puede apoyarse en la guia que le proporcionan
los conectores, entendiendo que funcionan a modo de indicios rele
vantes que restringen y señalan la dirección en que es pertinente pro
cesar la información. La presencia del conector adecuado, de la infor
mación computacional precisa, multiplica la eficiencia interpretativa
del receptor, ya que reduce al mínimo el esfuerzo, y con ello, el gasto
de energía de procesamiento. En consecuencia, que se utilicen conec
tores no sólo es una manifestación como se afirma por doquier de que
los comunicadores intentan organizar formalmente sus enunciados,
proporcionándoles cohesión, sino de que intentan ser máximamente
relevantes para que el receptor acceda a la interpretación más ade
cuada a un coste mínimo que rentabilice el esfuerzo empleado en la
interacción comunicativa.
A causa de la reciente invasión de los teléfonos móviles, ya puede
decirse que hoy día casi todos los lugares habitados por seres hum a
nos del planeta Tierra están intercomunicados mediante el teléfono.
La red Internet utiliza esa misma infraestructura telefónica, sólo que
en cada extremo de la línea hay un ordenador que permite intercam
biar con otros ordenadores no sólo sonido, sino también imágenes y
texto. Cuando, después de unas maniobras de navegación por el ci-
berespacio (universo virtual formado por los ordenadores que están
interconectados entre sí en una red telemática), un internauta entra en
un documento (cuyo emplazamiento físico puede residir en un orde
nador situado en las antípodas geográficas), se encuentra con un hi-
pertexto.
Como explica Codina (1996), un hipertexto es un texto digital (un
documento electrónico) con múltiples enlaces asociativos que remiten
a otros textos digitales. Mientras que un texto analógico se estructura
de acuerdo con el orden lineal de lectura previsto, un hipertexto digi
tal es un conjunto de elementos informativos interconectados en for
ma de red y que aprovecha las ventajas de acceso aleatorio a la infor
mación que facilitan los ordenadores. Aunque pueda leerse de la m a
nera tradicional, es decir, en forma secuencial, la modalidad típica de
desplazamiento hipertextual es la lectura navegacional (no ha de olvi
darse que el texto analógico también posee herramientas propias de
navegación, como los índices temáticos, de autores o de contenidos,
las remisiones internas, las referencias bibliográficas, etc.). Navegar
por la información supone una liberación de las restricciones impues
tas por la secuencialidad textual, ya que se aplican criterios de bús
queda basados en asociaciones que incluyen potencialrnente cualquier
tipo de relación que pueda imaginarse entre dos elementos textuales.
En este sentido, la navegación por la información digital es responsa
ble de buena parte de la interactividad característica del hipertexto: el
navegante va construyendo con sus movimientos y decisiones un tex
to virtual nuevo. Como señalan Rouet et al. (1996), la hipertextualidad
plantea un nuevo objeto de estudio, no sólo a la ciencia cognitiva, sino
también a la lingüística. La perspectiva que se abre ante el investiga
dor es apasionante: ¿cómo tratar, en el seno del hipertexto, el fenó
meno multidimensional de la conexión virtual?, ¿qué modificaciones
pueden sufrir nuestros viejos conceptos analógicos de cohesión y de
coherencia en el marco de la hipertextualidad digital?, ¿de qué m ane
ra se verá afectado el problema de la situacionalidad en el contexto del
hiperespacio virtual?, ¿qué sorpresas deparará la revisión del concep
to, ya algo añejo, de intertextualidad en este nuevo planteamiento di
gital?, ¿qué tipo de tratamiento analítico se aplicará al nuevo proto
colo de procesamiento de la información que plantea el fenómeno de
la navegación hipertextual? El lector tiene ahora en sus manos una in
troducción a la lingüística del texto y, desde este apartado titulado
«prospectiva» que aquí concluye, se le invita a imaginar cómo sería
una hipotética introducción a la lingüística del hipertexto.
Referencias bibliográficas
Acosta, L, (1982): Cuestiones de lingüística textual. Con una selección biblio
gráfica, Salamanca, Eds. de la Universidad de Salamanca.
Adarn, J. M. (1992): Les textes: types et prototypes, París, Nathan.
Albaladejo, T, y García Berrio, A. (1982): «La lingüística del texto», en F. Abad
y A. García Berrio (eds.), Introducción a la lingüística, Madrid, Alhambra,
pp. 217-60.
Aznar, E., Cros, A. y Quintana, L. (1991): Coherencia textual y lectura, Barce
lona, ICE/Horsori,
Battaner, P. (1985): «El estudio gramatical del discurso», en P. Battaner, J. Gu
tiérrez y E. Míralles, Introducción a la enseñanza de la lengua y la literatu
ra, Madrid, Alhambra, 1985, pp. 295-326.
Beaugrande, R. de (1980): Text, Discourse, and Process. Toward a Multidisci-
plinary Science ofText, Norwood, Ablex.
— (1984): Text Production. Toward a Science o f Composition, Norwood, Ablex.
— (1997): A New Introduction to the Study ofT ext and Discourse, Norwood,
Ablex.
Bernárdez, E„ (1982): Introducción a la lingüística del texto, Madrid, Espasa-
Calpe.
— (1995): Teoría y epistemología del texto, Madrid, Cátedra.
— (ed.) (1987): Lingüística del texto, Madrid, Arco/Libros.
Blakemore, D. (1987): Semantic Constraints on Relevance, Oxford, Basil Black-
well.
Blass, R. (1990): Relevance Relations in Discourse, Cambridge, Cambridge Uni
versity Press.
Bonilla, S. (1992): «Modelo de código, m odularidad y explicación gramatical,
modelo de inferencia, relevancia y explicación pragmática», en Lenguajes
naturales y lenguajes formales VIII, Barcelona, Universidad de Barcelona,
pp. 213-20.
— (1996): «Información y relevancia. Una hipótesis acerca de cómo los seres
los hum anos procesarnos la información lingüística», Revista Española de
Documentación Científica (CSIC, Madrid).
Briz, A. (1993a): «Los conectores pragmáticos en español coloquial: su papel
argumentativo», Contextos, XI/21-22, pp. 145-88.
— (1993¿): «Los conectores pragmáticos en español coloquial (II): su papel
metadiscursivo», Español Actual, 59, pp. 39-56.
Brown, G. y Yule, G. (1983): Discourse Analysis, Cambridge, Cambridge Uni
versity Press (versión en castellano: Análisis del discurso, Madrid, Visor,
1993).
Camps, A. (1994): L ’e nsenyament de la composició escrita, Barcelona, Barca-
nova.
— et al (1990): Text i ensenyament. Una perspectiva interdisciplinaria, Barcelo
na, Barcanova.
Casado, M. (1991): «Los operadores discursivos es decir, esto es, o sea y a sa
ber en español actual; sus valores de lengua y funciones textuales», Lin
güística Española Actual, XIII. 1, pp. 87-116.
— (1993): Introducción a la gramática del texto en español, Madrid, Arco/Li
bros.
Cassany, D. (1987): Descriare escriure, Barcelona, Empúries (versión en caste
llano: Describir el escribir, Barcelona, Paidós, 1988).
— (1993): La cuina de la escriptitra, Barcelona, Empúries (versión en castella
no: La cocina de la escritura, Barcelona, Anagrama, 1995).
Castellá, J. M, (1992): De la frase al text. Teories de l'ús linguistic, Barcelona,
Empúries.
Codina, L. (1996): El llibre digital. Una explorado sobre la informado electróni
ca i el futur de l'edició, Barcelona, Centre d’Investigació de la Comunicació.
Conte, E. (ed.) (1977): La lingüistica testuale, Milán, Feltrinelli.
Cortés, L. (1991): Sobre conectores, expleitivos y muletillas en el español habla
do, Málaga, Agora.
Coseriu, E. (1981): Textlinguistitk. Eine Einführung, Tubinga, Gunter Narr.
Escandell, V. (19962): «Sperber y Wilson y la teoría de la relevancia», en In
troducción a la pragmática, Barcelona, Ariel, pp. 109-33 (1.a ed. 1993).
Espinal, M. T. (1988): Significat i interpretado, Barcelona, Publicacions de la
Abadía de Montserrat.
Fernández-Villanueva, M. (1990): «Tipologies textuals», en A l'entom de la
gramática textual, COM, 8, Barcelona, Generalitat de Catalunya.
Fuentes, C. (1987): Enlaces extraoracionales, Sevilla, Alfar.
— (1993a): «Comportamiento discursivo de bueno, bien, pues bien», Estudios
de Lingüística (Universidad de Alicante), 9, pp. 205-21.
— (1993b): «Conclusivos y reformulativos», Verba, 20, pp. 171-98.
— (1995-96): «Funciones discursivas de precisamente», Cauce, 18-19, pp. 771 -
85.
— (1996a): La sintaxis de las relaciones supraoracionales, Madrid, Arco/Libros.
— (19966): Aproximación a la estructura del texto, Málaga, Agora.
Garrido, J. (1990): «El acceso al contexto en la construcción del discurso», en
Lenguajes naturales y lenguajes formales V, pp. 529-42.
Halliday, M. A. K. y Hasan, R. (1976): Cohesion in English, Londres, Longman.
Leonetti, M. (1993): «Implicaturas generalizadas y relevancia», Revista Espa
ñola de Lingüística, 23.1, pp. 107-40.
Lozano, J. (1982): «El texto», en J. Lozano, C. Peña-Marín y G. Abril, Análisis
del discurso. Hada una semiótica de la interacción textual, Madrid, Cátedra,
1982, pp. 15-55.
M artín Zorraquino, M. A. (1991a): «Elementos de cohesión en el habla de Za
ragoza», en I Curso de geografía lingüística de Aragón, Zaragoza, Institución
Fernando el Católico, pp. 254-86.
— (1991 b): «Algunas observaciones sobre claro como operador pragmático en
español actual», en Actas del XXéme Congrés International de Linguistique et
Philologie Romanes, t. I, Zürich, pp. 467-78.
— (1994a): «Bueno como operador pragmático en español actual», en II En
cuentro de lingüistas y filólogos de España y México, Salamanca, Universi
dad de Salamanca, pp. 403-12.
— (1994¿>): «Gramática del discurso. Los llamados marcadores del discurso»,
en Actas del Congreso de la lengua española, Madrid, Instituto Cervantes,
pp. 709-20.
— (1994c): «Sintaxis, semántica y pragmática de algunos adverbios oraciona
les asertivos en español actual», en V. Demonte (ed.), Gramática del espa
ñol, México, El Colegio de México, pp. 557-90.
— y Montolío, E. (eds.) (1997): Marcadores del discurso en español. Teoría y
análisis, Madrid, Arco/Libros.
Mederos, H, (1988): Procedimientos de cohesión en el español actual, Santa
Cruz de Tenerife, Cabildo Insular Canario.
Mezeltin, M. (1988): Lingüística textual y análisis de textos hispánicos, Murcia,
Universidad de Murcia.
Montolío, E. (1991): «Así pues, entonces, lo m ejor será que pienses bien lo de
casarte. Sobre los procondicionantes en español», Foro Hispánico, 2 («Ex
ploraciones semánticas y pragmáticas del español»), pp. 43-53.
— (1992): «Los conectores discursivos: acerca de, al fin y al cabo», en Lengua
jes naturales y lenguajes formales VIII, pp. 453-60.
— (1997): «Conectores discursivos y teoría de la relevancia», en C. Fuen
tes (ed.), Introducción teórica a la pragmática lingüística, Sevilla, Cronos,
1997,
Núñez, R. y Teso, E. del (1996): Semántica y pragmática del texto común. Pro
ducción y comentario de textos, Madrid, Cátedra.
Núñez Ladevéze, L. (1991): La construcción del texto, Madrid, Eudema.
— (1993): Teoría y práctica de la construcción del texto, Barcelona, Ariel.
Petófi, J. y García Berrio, A. (1979): Lingüistica del texto y crítica literaria, Ma
drid, Alberto Corazón-Comunicación.
Poca, A. (1991): La escritura. Teoría y práctica de la transmisión, Barcelona,
Montesinos.
Portolés, J. (1989): «El conector argumentativo pues», Dicenda, 8, pp. 117-33.
— (1993): «La distinción entre los conectores y otros m arcadores del discurso
en español», Verba, 20, pp. 141-70.
— (1994): «Pertinencia y pragmática», Revista de Occidente, 154, pp. 55-66.
— (1995a): «Del discurso oral a la gramática: la sistematización de los m arca
dores discursivos», en L. Cortés (ed.), El español coloquial, Almería, Uni
versidad de Almería, pp. 149-71.
— (19956): «Diferencias gramaticales y pragmáticas entre los conectores dis
cursivos pero, sin embargo y no obstante», Boletín de la Real Academia,
LXXV, pp. 231-69.
— (1995c): «Algunos comentarios sobre la teoría de la petinencia», Pragmalin-
güística, 2.
Ramón Trives, E. (1979): Aspectos de semántica lingüístico-textual, Madrid, Ist
mo/Alcalá.
Reyes, G. (1984): Polifonía textual. La citación en el relato literario, Madrid,
Gredos.
Rigau, G. (1981): Gramática del discurs, Bellaterra, Publicacions de la Univer-
sitat Autónoma de Barcelona.
Rouet, J. F. et al. (eds.) (1996); Hypertext and Cognition, Nueva York, Lawren-
ce Erlbaum.
Sánchez de Zavala, V. (1994): Ensayos de la palabra y el pensamiento, Madrid,
Trotta.
Schiffrin, D. (1987): Discourse Markers, Cambridge, Cambridge University
Press.
— (1994): Approaches to Discourse, Oxford, Basil Blackwell.
Sperber, D, y Wilson, D. (19962): Relevance. Communication and Cognition, Ox
ford, Basil Blackwell (1.a ed. 1986) (versión en castellano: La relevancia. Co
municación y procesos cognitivos, Madrid, Visor, 1994),
Stubbs, M. (1983): Discourse Analysis. The Sociolinguistic Analysis o[ Natural
Language, Oxford, Basil Blackwell (versión en castellano: Análisis del dis
curso. Análisis sociolingüistico del lenguaje natural, Madrid, Alianza, 1987).
Van Dijk, T. A. (1980): Textwissenschaft. Eine interdisziplincire Einfühnm g, Tu-
binga, Niemeyer (versión en castellano: La ciencia del texto, Barcelona, Pai-
dós, 1983).
Wilson, D. y Sperber, D. (19932): «Linguistic Form and Relevance», Lingua, 90,
pp. 1-26 (1.a versión: 1990).
Zunzunegui, S. (1990): Metamorfosis de la mirada. El museo como espacio de
sentido, Sevilla, Alfar.
S e b a s t iá n B o n il l a
Direcciones de contacto:
W o lfg a n g U. D r e s s l e r
Universitat Wien
Institut für Sprachwissenschaft
Berggasse 11
A-1090 Wien
Austria
Voz: 43-1-310388637 Fax: 43-1-310388623
Correo electrónico: a7501dag@awiunil l.bitnet
R o b e rt de B eaugrande
Universitat Wien
Institut für Anglistik und Amerikanistik
Universitatsstrafie 7
A-1010 Wien
Austria
Voz: 43-1-401032475 Fax: 43-1-4060444
Correo electrónico: robert.de.beaugrande@univie.ac.at
S ebastián B onilla
Sección de Lingüística
Departamento de Traducción v Filología
Universidad Pompeu Fabra
La Rambla, 30-32
08002 Barcelona
Voz: 93-542 24 49 (desde España) 34-3-542 24 94 (internacional)
Fax: 93-542 23 02 (desde España) 43-3-542 23 02 (internacional)
Correo electrónico: bonilla_sebastian@trad.upf.es
AGRADECIMIENTOS
Este manual intenta introducir al lector no especialista en la cien
cia del texto y del discurso. Los perfiles básicos de la disciplina ya fue
ron expuestos en el libro de Robert-Alain de Beaugrande Text, Dis-
course, and Process (Norwood, New Jersey, Ablex; Londres, Longman,
1980), una introducción más exhaustiva y especializada que la pre
sente. En este libro hemos intentado presentar una síntesis de las
aportaciones a la lingüística del texto, por un lado, de aquellas ten
dencias de la lingüística tradicional cuyo objeto de estudio se encuen
tra situado más allá de la oración, y, por otro, de un amplio abanico
de investigaciones interdisciplinares en el campo de la producción, de
la recepción y del uso de los textos en la interacción humana. No que
remos dejar de señalar que las consultas personales que realizamos a
la mayor parte de los investigadores cuyos trabajos citamos repetida
mente han sido de un valor y una ayuda inestimables.
Brad Schultz y Sofía Solczak-Roberts leyeron el manuscrito. Peggy
Drinkwater negoció con paciencia las condiciones que permitieron la
creación del libro. A todos ellos y a todos aquellos cuyas ideas han
quedado reflejadas aquí, nuestro agradecimiento más sincero.
PREFACIO
1. En el encuentro de la Societas Lingüistica Europaea del vera
no de 1976, decidimos preparar una traducción actualizada del libro
del profesor Dressler Einführung in die Textlinguistik (1972a) que tan
buena acogida tuvo en su momento. Ahora bien, mientras realizába
mos la tarea preliminar de someter a examen y dar un sentido unita
rio a las nuevas investigaciones llevadas a cabo desde 1972, nos dimos
cuenta de que nuestro plan era ingenuo. En esta etapa inicial de bús
queda de teorías y de métodos novedosos, advertimos en seguida que
las tendencias más recientes en lingüística del texto no se limitaban
simplemente a ampliar los antiguos métodos conocidos para que pu
dieran aplicarse a un objeto de estudio nuevo, sino que pretendían
modificar las condiciones teóricas mismas que requiere la constitu
ción de una ciencia del texto. A todo ello se añadía el hecho de que
esta evolución de los estudios textuales estaba mucho más marcada
por la cooperación interdisciplinaria de lo que era habitual en la lin
güística de tipo tradicional. En consecuencia, decidimos desarrollar
un plan y un formato de trabajo completamente nuevos para confec
cionar nuestro panorama introductorio.1
2 . Queremos insistir desde el principio en que de ningún modo
hemos dado un tratamiento exhaustivo ni definitivo a las cuestiones
que conciernen a la lingüística del texto. Con frecuencia nos hemos
ocupado de problemas que han ido apareciendo recientemente, pro
blemas que sólo recibirán un tratamiento adecuado cuando los inves
tigadores trabajen en la materia de un modo coordinado muchos años.
Aun así creemos que puede ser útil no sólo plantear tales cuestiones,
sino también intentar sugerir algunas respuestas razonables que las
1, En nuestra nueva división del trabajo, Robert de Beaugrande se ha ocupado de la mayor par
te de los temas que han aparecido desde 1972; la contribución del profesor Dressler se ha centrado en
las áreas que ya había cubierto en su libro de 1972, especialmente en el campo de la cohesión.
aclaren. En cualquier caso nos daremos por satisfechos si nuestro li
bro pudiera ser utilizado como guia en estos momentos de cambio y
de rápida transición en que vive inmersa la disciplina.
3. Cualquier estudio de transición que trate cuestiones multidis
ciplinares del tipo que proponemos en este manual está abocado a la
controversia. Así, por ejemplo, algunos investigadores niegan el valor
de la lingüística del texto en su conjunto e insisten en que la dimen
sión oracional es el terreno más apropiado para la investigación lin
güística.2 Otros desean admitir que los textos son un objeto de estu
dio pertinente, pero no están dispuestos a pagar como precio el que se
alteren de un modo sustancial los métodos de análisis conocidos.3
Quienes sí aceptan modificaciones profundas en su trabajo no se po
nen de acuerdo, sin embargo, en cuál de las nuevas direcciones de in
vestigación es la mejor .4 Con independencia de lo que las personas o
instituciones comprometidas en la tarea hicieran en el pasado, en
nuestra opinión lo que debería decidir qué métodos han de usarse
en la investigación es la naturaleza misma de los textos, entendidos
como acontecimientos comunicativos. En la práctica, nuestro enfoque
no intenta competir con los métodos tradicionales, sino complemen
tarios, aunque, en muchas ocasiones, nos hemos ocupado de cuestio
nes que los enfoques antiguos ni siquiera llegaron a plantear.
4. Thomas Kuhn (1970) contribuyó de un modo decisivo a la di
vulgación de la idea de hasta qué punto las actividades realizadas en
el campo de lo que podríamos llamar «ciencia normal» no están con
troladas —como sería lo esperable— por la naturaleza misma de los
objetos de investigación, sino por un acuerdo mantenido convencio
nalmente por los científicos. Esta situación es especialmente preocu
pante en lingüística, ciencia en la que el objeto de estudio es muy fle
xible y diversificado, pues es difícil encontrar algún aspecto del pen
samiento, la acción y la interacción humanas que no esté impregnado
en alguna medida por el lenguaje. Si bien es cierto que los científicos
no pueden evitar ser reduccionistas cuando construyen sus teorías y
sus modelos, deberían tener presente, sin embargo, que la simplifica
ción es una condición temporal y poco recomendable de la cual hay
que prescindir tan pronto como sea posible. Parece comprobado que
un enfoque integrado y comprehensivo conduce a una explicación más
simple del lenguaje entendido en su totalidad, que otro enfoque más
fragmentado y restringido: la preocupación por la exactitud del deta
lle en campos aislados de investigación puede entorpecer la visión de
2. Por ejemplo, Dascal y Margalit (1974)
3. Por ejemplo, Ballmer (1975).
4. Para hacerse una idea de la impresionante diversidad de puntos de vista, véanse los artículos
reunidos en Petofi (ed.) (1979) y el panoram a que se presenta en Dressler (ed.) (1978).
las correlaciones profundas entre las partes que componen una totali
dad (véase X.29).
5. Parece razonable suponer que una ciencia joven como la lin
güística ambicione alinearse entre las ciencias más prestigiosas, como
la física, las matemáticas y la lógica formal. Sin embargo, no hay que
olvidar que la comunicación, como cualquier otra actividad humana,
posee una física especial propia y unas propiedades matemáticas y ló
gicas peculiares. Una aplicación indebida y rígida de las nociones pro-
vinentes de las ciencias «exactas» podría deshumanizar el objeto de
estudio de la lingüística, hasta el punto de que la investigación resul
tara irrelevante. Ha de recordarse que un formalismo es una repre
sentación, no una explicación; y un medio, no un fin. En este sentido,
ha de entenderse que el simple análisis de las estructuras formales de
una lengua puede fracasar en el esclarecimiento de la naturaleza y
de la función que realiza un elemento lingüístico en el amplio contex
to de uso en el que aparece.
6. Los términos y los conceptos que se emplean en lingüística
atestiguan en muchas ocasiones la ambición de la disciplina por al
canzar el rigor matemático, lógico y científico. No obstante, la acep
tación acrítica de estos únicos fundamentos teóricos podría ser peli
grosa. Debido a la naturaleza de su objeto de estudio, una ciencia del
texto exige poseer unos términos y conceptos propios. En este senti
do, los modelos probabilísticos son más adecuados y realistas que los
deterministas4, los enfoques dinámicos de operaciones de construcción
de estructuras son más productivos que las descripciones estáticas de
esas mismas estructuras. Hay que intentar descubrir regularidades, es
trategias, motivaciones, preferencias y valores por defecto en lugar de re
glas y leyes. Las tendencias dominantes permiten realizar una clasifi
cación más realista de los fenómenos que las categorías estrictas. La
aceptabilidad y la adecuación son dos criterios que ha de cumplir un
texto y que tienen más importancia que la gramaticalidad y la correc
ta formación. Los procesos de razonamiento humano son más esencia
les para utilizar y transmitir el conocimiento mediante textos que las
pruebas lógicas. La tarea de la ciencia consiste en sistematizar la va
guedad de sus objetos de investigación, no en ignorarla.5
7 . Como ya señaló Thomas Kuhn (1970: 136-43), normalmente
los manuales dan la impresión de que todos los descubrimientos e in
vestigaciones que se han realizado a lo largo de la historia de una dis
ciplina científica sólo han servido para preparar el terreno del cual
surgirán por fin la constelación de teorías y problemas que hoy con
sideramos importantes. Quizá cualquier otro modo de presentación de
5. El estatuto científico de los estudios textuales se explora en Beaugrande (1981 b).
la materia confundiría al estudiante con una colección desorganizada
de disputas, muchas de las cuales no son relevantes desde nuestra
perspectiva actual. En este libro dedicamos algún espacio a comparar
el «paradigma» de la lingüística del texto con paradigmas anteriores.
También hemos intentado mantener un grado razonable de unidad y
consistencia en nuestra exposición, incluso en cuestiones que todavía
provocan vivos debates en el seno de la comunidad de la lingüística
del texto. En este sentido, hemos señalado cuáles son algunas de las
principales áreas de disensión, aunque inevitablemente hayamos pa
sado por alto o atenuado algunas afirmaciones y puntos de vista que
nos parecían demasiado personales. Esperamos que tales deficiencias
sean perdonadas en un manual sobre un ámbito de conocimiento no
vedoso que vive inmerso en una rápida evolución.
I
C a pítu lo
NOCIONES BÁSICAS
1. He aquí seis muestras de lenguaje que comparten algunos ras
gos y difieren en otros:1
[1 ] NIÑOS
JUGANDO
DESPACIO
1, Los ejemplos [1] y [2] son de dominio público. El ejemplo [3] se extrajo del número publicado
el 22 de enero de 1979 de la revista Time, El ejemplo [4] aparece en McCall y Crabbs (1961); este ejem
plo ha sido muy utilizado después en otros trabajos (véase la nota 10 en el capítulo V, Beaugrande,
1980a y c, 1981 ¿7, y Simón y Chester, 1979). El ejemplo [5] procede de Honse at Pooh Comer de Mil-
ne (1928: 44 y ss.). El poema [6] es un soneto del amor oscuro de Federico García Lorca. Estos ejem
plos serán tratados a lo largo del libro: [1] en 1.4-6 y 19-21; [2] en I..11; [3] en VII.21-28; [4] en 111.26,
IV.7-10, 24, 29, V.29-39; [5] en VI.29-31; y [6] en VH.29-42.
montículos de tierra, a cierta distancia del ingenio. Dos destellos ro
jos anunciaron la inminencia del lanzamiento. De pronto, con una
gran llamarada y un fuerte estruendo, el enorme cohete ascendió pri
mero lentamente y luego cada vez más de prisa. Iba dejando una es
tela de llamaradas amarillas de unos 20 metros de largo. En un ins
tante, la llamarada parecía una estrella amarilla. En pocos segundos,
se había alejado tanto que ni siquiera podía vislumbrarse; el radar se
guía su trayectoria a medida que ascendía a una velocidad cercana a
los 200 kilómetros por hora. Minutos después del lanzamiento, el pi
loto de un avión de vigilancia lo vio regresar. Aterrizó a unos 64 ki
lómetros del punto de partida.
H e f f a l u m p (relamiéndose): ¡Jo, jo!
P i g l e t (distraídamente): T ra-la -la , tra-la-la.
H e f f a l u m p (sorprendido y no lo suficientemente seguro de si mismo):
¡Jo, jo!
P i g l e t (más distraídamente aún): Tu-tu-tu, tu-tu-tu.
H e f f a l u m p (iba a decir de nuevo «jo, jo», pero le da un repentino ata
que de tos): J... (tose)... ¿Qué pasa aquí?
P i g l e t (sorprendido): ¡H ola! M ira , h e h e c h o u n a t r a m p a y e s to y e s p e
r a n d o q u e c a ig a e n ella u n h e ff a lu m p .
H e f f a l u m p (con evidente desaprobación): ¡Vaya! (Después de un largo
silencio) ¿Estás seguro de lo que dices?
P i g l e t : Sí.
H e f f a l u m p : ¡Vaya! (Mendoso) Yo... yo creía que era una tram pa que
había hecho yo mismo para cazar un piglet.
P i g l e t (sorprendido): ¡Oh, no!
H e f f a l u m p : ¡Oh! (En tono conciliador) Puede..., puede que yo me haya
equivocado.
P i g l e t : Me temo que sí. (Cortésmente) Lo siento (en tono burlesco).
H e f f a l u m p : Bueno, bueno, bueno. Supongo que será mejor que me
vaya.
P i g l e t (descuidadamente): ¿Te vas? Bien, si por casualidad ves por ahí
a Christopher Robin, ¿puedes decirle que lo estoy buscando?
H e f f a l u m p (ansioso por quedar bien): ¡Desde luego! ¡Desde luego!
(huye a toda velocidad).
E l poeta pid e a su a m o r q u e le escr ib a
Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.
El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la som bra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.
Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.
Llena, pues, de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.
2. Todos los ejemplos anteriores son t e x t o s usados en s i t u a c i o
diferentes. El hecho de que estos textos puedan utili
n e s d is c u r s iv a s
zarse de diversas maneras indica que pertenecen a t i p o s d e t e x t o dis
tintos: [1], señal de tráfico; [2], canción de cuna; [3], artículo perio
dístico; [4], fragmento de artículo científico; [5], conversación entre
dos participantes que intercambian el turno de habla; y [6], poema. Pa
rece razonable exigir a una ciencia del texto que sea capaz de descri
bir o de explicar tanto los rasgos que comparten como las diferencias
que separan unos tipos de texto de otros. De igual manera, una cien
cia del texto debería hacer explícito qué normas han de cumplir los
textos, cómo se producen y cómo se realiza su recepción, de qué m a
nera los usan los hablantes en el marco de una situación comunicati
va determinada, etc. Las palabras y oraciones que aparecen literal
mente en un texto son indicaciones interesantes que ha de tener muy
en cuenta el analista, pero no reproducen la totalidad de lo que se está
comunicando, por lo que si en nuestro análisis nos limitásemos a ellas
nunca podríamos ofrecer una descripción completa de cómo funciona
un texto. Y precisamente el problema más apremiante que ha de re
solverse es cómo f u n c io n a n los textos en la i n t e r a c c i ó n c o m u n ic a t iv a .
3. Un t e x t o es un a c o n t e c im i e n t o c o m u n ic a t iv o que cumple sie
te normas de t e x t u a l i d a d . Si un texto no satisface alguna de esas nor
mas entonces no puede considerarse que ese texto sea comunicativo.
Por consiguiente, los textos que no sean comunicativos no pueden
analizarse como si fueran textos genuinos (véase III.8). En este capí
tulo se esbozan las siete normas de textualidad de una manera infor
mal y, más adelante, se dedica un capítulo aparte a profundizar en
cada una de ellas.
4. La primera norma de textualidad es la c o h e s i ó n . La cohesión
establece las diferentes posibilidades en que pueden conectarse entre sí
dentro de una secuencia los componentes de la s u p e r f i c i e t e x t u a l , es
decir, las palabras que realmente se escuchan o se leen.2 Los compo-
2, La «superficie» textual no es, desde luego, un material cu bruto compuesto por sonidos o m ar
cas impresas. Su existencia presupone que las expresiones lingüísticas que la componen han sido pre
sentadas por alguien en la interacción y el receptor ha logrado identificarlas,. La cuestión que plantea
el enfoque procedimental es cómo se produce realmente esa identificación.. Sobre este tema puede con
sultarse Selfridge y Neisser ( 1960); Speiiing ( 1960), Neisser ( 1967), Crowder y Morton ( 1969), Woods
et al, ( 1976), Rumelhart ( I977í z ) y Walker (ed.) ( 1978).
nenies que integran la superficie textual dependen unos de otros con
forme a unas convenciones y a unas formalidades gramaticales deter
minadas, de manera que la cohesión descansa sobre d e p e n d e n c i a s
g r a m a t i c a l e s . Tal como han señalado con frecuencia los lingüistas, las
secuencias superficiales de un texto no se pueden reorganizar' de un
modo radicalmente distinto al originario sin que ello cause alteracio
nes significativas en ese texto. Por ejemplo, seria absurdo modificar el
ejemplo [1] de la manera siguiente
[la ] ju g a n d o
d e s p a c io
n iñ o s
11. Sobre la inform atividad, puede consultarse Shannon (1951), W eltner (1964), Grimes
(1975), Loftus y Loftus (1976), Groeben (1978) y Beaugrande (1978b, 1980a).. Véase tam bién el ca
pítulo v n .
12. Con este enunciado comienza el libro de Chanslor (1967: 9). Para un análisis más profundo
del fragmento véase Beaugrande (1978b),
[1 5 íz] El mar' es agua únicamente en el sentido de que el agua es la sus
tancia predominante en su composición. En realidad, el agua es
una mezcla de sales y gases que, además, contiene una cantidad
enorme de organismos vivos...
La afirmación de un hecho obvio en el ejemplo [15] funciona como
punto de partida a partir del cual se pueden realizar a continuación
afirmaciones con un grado más elevado de informatividad. La expre
sión 'en realidad' que aparece en la superficie textual de [15a] señala
que la relación entre ‘m ar’ y ‘agua’ (véase V.26[l]) no es, en absoluto,
rigurosa. La refutación de una creencia estereotipada eleva el nivel de
informatividad del fragmento en que aparece (véase VII. 16).
19. La sexta norma de textualidad es la s i t u a c io n a l id a d . La si
tuacionalidad se refiere a los factores que hacen que un texto sea r e
l e v a n t e en la s it u a c ió n en la que aparece;13 ya se vio anteriormente
que la señal de tráfico
[ 1] NIÑOS
ju g a n d o
DESPACIO
14. Sin embargo, este modelo únicamente da cuenta de algunas actividades de la producción y de
la recepción reales de textos, explayándose en exceso sobre el fenómeno de la linealización (véase III. 25
y ss.).
34. En la versión de 1980, Petofi dio por supuesto que todos los
componentes del modelo facilitan la representación textual desde to
das las perspectivas posibles. Pat a satisfacer la exigencia de que el mo
delo tuviese una fundamentación lógica sólida, Petofi estableció la
existencia de una modalidad «canónica» (un correlato regularizado e
idealizado) paralela a la modalidad del «lenguaje natural» en la que el
texto se expresa de hecho. Este correlato idealizado proporcionaría las
reglas y los algoritmos necesarios para afrontar operaciones comple
jas como la «formación», la «composición», la «construcción», la «des
cripción», la «interpretación» y la «traducción».15 En cuanto al meca
nismo de funcionamiento de la referencia textual a objetos o acciones
del mundo exterior al texto, Petofi postuló la existencia de un compo
nente de control denominado «semántica del mundo». Es la primera
vez que en un modelo lingüístico se admitía la existencia de una cier
ta correspondencia entre la estructura del texto y la estructura del
mundo.
35. Dejando a un lado los detalles técnicos, el modelo desarrolla
do por Petofi puede valorarse como ilustrativo de las cuestiones a las
que se enfrentaron las teorías textuales basadas en la lógica. Parece
claro que si se emplea cualquier tipo de lógica conocida, se pierde de
vista buena parte de la naturaleza de los textos; por lo tanto, la reso
lución de este problema exige acondicionar la lógica de manera que
permita realizar un tratamiento lo más adecuado posible de los textos
(Petofi, 1978: 44 y ss.). Para evitar inadecuaciones en el modelo, Petó-
fi previo la existencia de mecanismos complejos que mediarían entre
los textos reales y las versiones acomodadas a la lógica de esos mis
mos textos. Si esta empresa hubiese tenido éxito, y si, en conse
cuencia, se hubiesen clarificado las propiedades más relevantes de los
textos, se habría resuelto la problemática textual, pero ello no fue así.
Pareció quedar demostrado, por el contrario, que un enfoque menos
riguroso y menos formalizado se aproximaría con mayor acierto a la
manera en que los humanos utilizamos los textos en la interacción co
municativa cotidiana.
36. El monumental tratado de Teun A. van Dijk (1972a), Some
Aspects of Text Grammars, se ocupó de una serie de cuestiones bas
tante diferentes a las planteadas por Petofi. Como ya hicieran Hei
dolph (1966) e Isenberg (1968, 1971), Van Dijk justificó la necesidad
de crear una gramática textual argumentando la existencia de proble-
15. Con toda probabilidad, se requiere una maquinaria tan compleja como la que se describe para
construir cualquier modelo textual basado en ía lógica desde un punto de vista tan amplio como el de
Petofi. Lo más sorprendente es que Ja representación de la que parte Petofi se base todavía en cálcu*
los de predicados de prim er orden, Para un tratam iento más extenso, véase Biasci y Fritsche (eds.)
(1978).
nías textuales que las gramáticas oracionales no podían tratar de una
manera satisfactoria. En este trabajo de Van Dijk el principal objeto
de estudio fueron los textos poéticos y literarios, que, aunque per
tenecen indiscutiblemente al conjunto de textos de una lengua, a
menudo no encajan en las convenciones gramaticales y semánticas
establecidas (véase IX.9). Utilizando las metáforas literarias como ilus
tración de su tesis, Van Dijk concluyó que existen ciertas «operaciones
literarias» aplicadas al sonido, a la sintaxis y al significado, a partir de
las cuales se obtendrían textos no convencionales. Algunos ejemplos
de dichas operaciones serían la adición, la supresión y la permutación
(es decir, insertar, eliminar o modificar los materiales lingüísticos bá
sicos).
37. Aparte de los estudios sobre las secuencias de oraciones, una
de las nociones más importantes para la constitución de una ciencia
del texto que aportó Van Dijk fue la de m a c r o e s t r u c t u r a , 16 que con
siste básicamente en un resumen conceptual del contenido del texto.
Van Dijk razonó que la generación de un texto ha de partir de una
idea principal que, gradualmente, se va desarrollando diversificándo
se en significados cada vez más detallados que van penetrando en el
interior de los fragmentos simples de longitud oracional (véase III.21).
Cuando un texto se actualiza, han de ponerse en marcha ciertas ope
raciones que funcionen en la dirección contraria a la producción y que
permitan extraer retrospectivamente la idea principal del texto. Estas
operaciones son la «supresión» (eliminación directa de material lin
güístico), la «generalización» (reconsideración del material lingüístico
en un contexto más amplio) y la «construcción» (creación de material
lingüístico nuevo susceptible de ser actualizado) (Van Dijk, 1977a).17
Las gramáticas oracionales, por supuesto, no prevén que tales opera
ciones mantengan relación alguna con las macroestructuras, puesto
que se trata de un problema que simplemente no se plantea cuando se
analizan oraciones aisladas. En coherencia con este planteamiento,
Van Dijk recurrió a la psicología cognitiva para encontrar un modelo
textual orientado hacia el procesamiento. En colaboración con Walter
Kintsch, investigó las operaciones que los hablantes ponen en marcha
para resumir textos de cierta longitud, especialmente narraciones
(véase Kintsch y Van Dijk, 1978, y Van Dijk y Kintsch, 1978).18 Aun
que se presupuso que el resumen típico de un texto debería basarse en
su macroestructura (véase Van Dijk, 1979£>), sin embargo, la investí-
16. En Van Dijk (1972a) se usa el término «estructura profunda» sólo en contadas ocasiones para
evitar la confusión con el uso chosmkiano (véase Van Dijk, 1979Z>). Véase la nota 19 siguiente..
17. Van Dijk no considera que estas nociones sean parecidas a las que emplean David Ausubel o
John Bamsford. Véase también la división que se propone en IX.28.
18. En cuanto a la comprensión de narraciones, véase la nota 22 del capítulo IX.
gación demostró que el resumen real hecho por los hablantes incluía
no sólo la macroestructura del texto, sino también las macroestructu-
tas previamente almacenadas en la mente del hablante y basadas en
el conocimiento de cómo se organizan los acontecimientos y las si
tuaciones en el mundo real (acerca de los «esquemas», una concep
ción distinta a la de macroestructura, véase IX.25-28).
38. Igor Melcuk siguió una línea de investigación bastante dife
rente a la de Petófi o a la de Van Dijk (véase Melcuk, 1974, 1976, y
Melcuk y Zolkovskij, 1970). Melcuk consideró que la operación cen
tral de un modelo lingüístico ha de ser la transición entre el «signifi
cado» (smysl en ruso) y el texto, es decir, ha de plantearse de qué ma
nera se puede expresar o es posible abstraer el significado fuera del
texto en sí. Por «significado», Melcuk entiende la «habilidad del ha
blante para expresar una única idea de maneras diferentes y la habi
lidad del oyente para interpretar que una serie de enunciados formal
mente distintos son sinónimos y tienen el mismo significado» (Melcuk
y Zolkovskij, 1970: 11). Como se deduce de este planteamiento, el in
terés principal de esta línea de investigación se centra en la cons
trucción de «sistemas de parafraseado» (sobre la paráfrasis, véase
IV. 18-19).
39. Melcuk previo la existencia en su modelo de una represen
tación del significado que tuviera una «sintaxis» propia, es decir, un
nivel de conectividad no visible en la organización gramatical. Para
formalizar su análisis, Melcuk utilizó una red de interrelaciones de
alguna manera similar a la que se propone en el capítulo V de este li
bro, con la diferencia de que atomizó la representación de los con
ceptos en unidades mucho más simples. Las unidades más elementa
les se extraerían de un «lexicón profundo», se trasladarían a la red de
interrelaciones y a continuación se formatearían mediante la aplica
ción de operaciones de «sintaxis profunda» («profunda» en el sentido
de que se trata de una sintaxis compuesta por elementos básicos pri
mitivos más que por palabras y sintagmas pertenecientes al texto ac
tualizado).19 Con el objeto de controlar la selección de opciones, el
modelo de Melcuk interpone «filtros potentes» que garanticen la ge
neración de paráfrasis aceptables.
40. Las «gramáticas textuales» de Petófi, Van Dijk y Melcuk son
un buen ejemplo de modelos que intentan reconducir la gramática ge
19. En gramática transformacional, las entidades «profundas» son elementos «primordiales» que
no se pueden descomponer en unidades más simples, es decir, encarnan la estructura de los axiomas.
En un enfoque procedimental, las entidades «profundas» son aquellas que se han suprimido de la re
presentación superficial; de ahí que el procesamiento «más profundo» incluya menos operaciones de
identificación y más de integración y de organización que el procesamiento más superficial (véase IÍI.9
y la nota 6 del capítulo III).
nerativo-transformacional. En abierto contraste con investigaciones
anteriores que, aceptando sólo alteraciones menores, postulaban la
existencia de un único tipo de relaciones tanto entre secuencias de ora
ciones como en el interior de las mismas (por ejemplo, Heidolph, 1966,
Isenberg, 1968, 1971, y Van Dijk, Ihwe, Petofi y Rieser, 1972), las ten
dencias posteriores partieron de una concepción radicalmente distin
ta a la gramatical. El modelo de Melcuk adaptó la noción de «trans
formación», incluyendo en ella la capacidad para construir paráfrasis
(véase Ungeheuer, 1969), con el objetivo de dirigir la investigación lin
güística hacia la «imitación artificial del comportamiento humano»
(Melcuk y Zolkovskij, 1970: 10). Para afrontar esta tarea, Melcuk creó
un nuevo tipo de representación del significado que captase la conti
nuidad cognitiva (véase V.2). En este sentido, el propio Petofi había
trasladado la operación de transformación de su campo sintáctico ori
ginal al textual, permitiendo la existencia de transformaciones textua
les entre distintos niveles, e incluso Van Dijk había ampliado la noción
de transformación para que fuera operativa en la descripción de los
procesos cognitivos activados en la producción de textos «literarios» o
de resúmenes.
41 . En conclusión, parece seguro que casi todos los modelos y las
gramáticas textuales han hecho o harán virtualmente algún uso de la
noción de «transformación», aunque con toda probabilidad no se tra
te del mismo uso del concepto que se hace en la gramática chomskia-
na. Más aún, cuanto mejor se vaya definiendo la interacción real entre
hablantes, las exigencias de una modelización adecuada de la comu
nicación humana harán que se marchiten la mayor parte de las supo
siciones básicas que se encuentran en el núcleo de la gramática ora
cional, tales como la de autonomía de la sintaxis. Las tendencias
apuntadas por los trabajos de Petofi, Van Dijk y Melcuk son un ejem
plo claro de esta línea de evolución tanto en la teoría como en la me
todología textuales.
42 . En este capítulo no se ha pretendido presentar un panorama
exhaustivo de las investigaciones que se llevan a cabo sobre el texto.
Por el contrario, se ha preferido simplemente mencionar algunas lí
neas de investigación representativas en este campo dentro y fuera de
la lingüística. Más en concreto, se ha presentado una serie de enfoques
que han aparecido mientras se investigaban los textos desde perspec
tivas variadas y a causa de diversos motivos. En la mayor parte de es
tos enfoques, la noción de «texto» con la que se trabaja (por ejemplo,
el texto entendido como una unidad superior a la oración, como una
distribución discursiva de morfemas o como una secuencia de oracio
nes correctamente formadas) es mucho más restringida que la que se
defiende en este libro. No obstante, como afirman Petofi y Van Dijk,
el punto de vista desde el que se investiga el texto se va ampliando
continuamente. En consecuencia, consideramos que nuestro propio
enfoque es el resultado de una evolución continuada en el modo de
entender el objeto de estudio; no pretendemos, por lo tanto, refutar te
sis o metodologías previas.
EL ENFOQUE PROCEDIMENTAL
1. Durante muchos años en lingüística se ha estudiado sintaxis y
semántica pero sin prestar demasiada atención a cómo se usa la gra
mática y el significado en la comunicación. El estudio del uso del len
guaje apenas se ha explorado, relegado al campo de la p r a g m á t ic a . En
un enfoque procedimental, sin embargo, se describen todos los nive
les lingüísticos en relación con su uso comunicativo. En este tipo de
enfoque se considera que el campo de trabajo genuino de la pragmá
tica es el estudio de los p l a n e s que proyectan y de las m e t a s que se fi
jan los hablantes; de acuerdo con este planteamiento, las cuestiones
relacionadas con el uso pueden tratarse, por qué no, de un modo per
tinente desde una perspectiva sintáctica y semántica. En este sentido,
cuando se analiza un texto, las nociones de «cohesión» y «coherencia»
sólo son fructíferas si explican cómo se establecen realmente conexio
nes e interrelaciones entre acontecimientos comunicativos diversos.
Lo que incumbe en realidad a la pragmática es todo lo relacionado
con la exploración de las actitudes de los productores («intencionali
dad») y de los receptores de los textos («aceptabilidad») en las situa
ciones comunicativas («situacionalidad»),
2. Lingüistas de todas las tendencias parecen estar de acuerdo en
que el lenguaje puede entenderse como un s is t e m a :1 las lenguas se
componen de una serie de elementos cuya función es contribuir al
funcionamiento de la totalidad. Pero esta definición es tan general que
sus implicaciones en la investigación lingüística pueden ser muy di
versas. Por ejemplo, como se señala en 11.19, los primeros trabajos
realizados en esta línea daban por supuesto que se podía establecer un
sistema de unidades mínimas para cualquier aspecto de una lengua;
cada unidad se caracterizaría por ser distintiva con respecto a todas
L Véase por ejemplo Saussurre (1916), Firth (1957), Hartmann (1963a y b), Coseriu (1967), Ha
lliday (1976) y Beny (1977)..
las demás. Sin embargo, a nadie se le ocurriría aplicar este tipo de sis
tematización en el análisis de las operaciones que se realizan en la co
municación, puesto que los hablantes no combinan unidades distinti
vas de una manera obvia o directa. En efecto, las pruebas empíricas
demuestran que la mayor parte de las distinciones abstractas cons
truidas especulativamente en la teoría no se perciben luego en el ha
bla real (véase Pollack y Pickett, 1964, Woods y Makhoul, 1973, y Wal-
ker, ed., 1978).
3. La perspectiva de un investigador sobre su objeto de estudio
depende de la tarea científica que lleve a cabo. La s i s t e m a t i z a c i ó n del
objeto de estudio —una noción promovida especialmente por Cari
Hempel—2 se realiza desde la suposición básica de que los aconteci
mientos no suceden de una manera aleatoria, sino que están contro
lados por principios metódicos. La d e s c r i p c i ó n del objeto de estudio
requiere la identificación de todos aquellos principios de organización
que permitan clasificar de una manera objetiva y fiable las muestras
empíricas que se analicen. La e x p l i c a c i ó n del objeto de estudio exige,
por su lado, la formalización de los principios mediante los cuales ese
objeto adquiere sus características propias y la concreción de los pro
cedimientos de creación y uso de las muestras empíricas analizadas.
Se puede describir una lengua perfectamente sin tener que dar expli
cación alguna, ya sea de manera explícita o implícita. En este sentido,
se puede simplificar una descripción excluyendo deliberadamente de
la misma muchas consideraciones que sería obligatorio afrontar en el
caso de una explicación. Ahora bien, sin ninguna duda, la ciencia del
texto ha de ser explicativa.
4. Un asunto significativo que ha de tratarse obligatoriamente es
la oposición entre m o d u l a r id a d (según la cual los componentes de un
modelo se consideran independientes unos de otros) e in t e r a c c i ó n (se
gún la cual los componentes de un modelo están interrelacionados y
se controlan mutuamente) (véase Sussman, 1973: 12 y ss., y Winograd,
1975: 192). Los sistemas modulares son muy difíciles de diseñar y de
mantener actualizados, puesto que las modificaciones que se produ
cen en el sistema modular afectan únicamente a elementos específi
cos; en cambio, el sistema de operaciones que incluye un sistema mo
dular es inmensamente complejo (véase Levesque y Mylopoulos, 1979:
94). En consecuencia, los modelos lingüísticos que sean en su mayor
parte modulares, como los desarrollados a la vez por la lingüística des
criptiva estructural y por la gramática transformacional, acaban pro
poniendo un tipo de sistema operativo muy ineficaz para dar cuenta
del uso del lenguaje en tiempo real. En los modelos modulares pare
2. Citado en Stegmüller (1969: 205).
ce como si los usuarios del lenguaje flotasen a la deriva en un m ar in
terminable de estructuras diminutas situadas en diferentes niveles lin
güísticos, mientras sigue siendo una cuestión misteriosa la manera en
que interactúan la sintaxis, el significado y las intenciones de los ha
blantes durante el proceso comunicativo.
5. No hay duda de que únicamente puede explicarse el compor
tamiento comunicativo real de una manera adecuada si el lenguaje se
modeliza como un sistema interactivo (véase Walkex; ed., 1978). No
puede ignorarse o reservarse para una hipotética fase de «interpreta
ción» a posteriori la correlación entre los diversos niveles lingüísticos.
Los experimentos empíricos realizados en este sentido demuestran
que un modelo lingüístico basado en la autonomía de la sintaxis no
puede funcionar en tiempo real a causa de la e x p l o s i ó n c o m b in a t o r ia
que produciría su puesta en marcha: una inmensa sobrecomputación
de estructuras y de lecturas alternativas que chocarían con operacio
nes de procesamiento ejecutables únicamente en un lapso de tiempo
astronómicamente enorme.3 La comprensión de la señal de tráfico [1]
( ' n i ñ o s j u g a n d o d e s p a c i o ’) —por poner un ejemplo sencillo— exigiría
del receptor un esfuerzo de procesamiento colosal si tuviese que ana
lizarla sin hacer referencia alguna al contexto en el que aparece (véa
se 1.19). La producción y la recepción de un texto de gran longitud, si
se hace sin tener en cuenta la interacción entre los niveles lingüísticos
y los factores situacionales o cognitivos, sólo podría explicarse como
una especie de milagro.
6 . Consideraciones de este tipo han propiciado la inserción de un
enfoque p r o c e d im e n t a l en el estudio de los textos en la comunicación.
En este sentido, aunque el establecimiento de unidades y patrones es
tructurales es todavía una actividad central en la investigación lin
güística, ya ha dejado de ser un objetivo en sí mismo. En cambio, lo
que interesa ahora son las operaciones mediante las cuales se m ani
pulan esas unidades y esos patrones durante la utilización de los sis
temas lingüísticos en la comunicación (véase II.5). El t e x t o es el re
sultado real de esas operaciones. De ahí que un texto no pueda ex
plicarse como una simple combinación de morfemas o de oraciones
(véase el capítulo II): en todo caso, podría afirmarse que esos morfe
mas y esas oraciones funcionan a modo de unidades y patrones ope
rativos que transmiten los significados y las intenciones de los ha
blantes durante la comunicación. La minuciosidad con la que los
usuarios de los textos organizan y utilizan de manera efectiva los ma
teriales morfémicos y sintácticos debería considerarse no como una
3. La importancia de este factor ya se planteó en los primeros modelos de procesamiento del len
guaje mediante ordenador (véase Petrik, 1975, y Woods, 1970).
suposición apriorística dictada por una teoría determinada y aceptada
sin discusión, sino como una cuestión que ha de pasarse por el tamiz
de la investigación empírica en condiciones realistas.
7. Como señaló Manfred Bierswisch (1966: 130), no existen res
tricciones claramente definidas sobre la cantidad de gramáticas abs
tractas que pueden construirse para describir una lengua. Habitual
mente se suele evaluar la calidad de una gramática sobre la base de
criterios tales como la simplicidad, la consistencia y la generalidad. En
el enfoque procedimental, sin embargo, los criterios decisivos que han
de incluirse en la valoración de un modelo lingüístico son los de ope-
ratividad y plausibilidad.4 Puesto que las intuiciones de los lingüistas
no pueden ir más allá de lo meramente heurístico, y no aportan, por
lo tanto, datos primordiales (véase la discusión sobre este tema en
Crystal, 1971: 105 y ss., Spencer, 1973, Ringen, 1975, y Snow y Meijer,
1977), la validez de las teorías y de los modelos ha de demostrarse, no
a partir de intuiciones, sino de su contrastación con las actividades
humanas naturales.
8. Investigar siguiendo el enfoque procedimental supone un
cambio de prioridades en cuanto a las cuestiones que han de tratar
se.5 Por ejemplo, la distinción entre qrré es y qué no es una oración
resulta absolutamente imprescindible para una gramática abstracta,
puesto que ese criterio sirve para decidir qué gramáticas son admisi
bles y cuáles no. Pero si se puede dem ostrar que, de hecho, los ha
blantes son incapaces de establecer una distinción consistente entre
qué es una oración y qué no lo es —tal como sugiere la investigación
revisada en VI.23 y ss.—, en consectrencia, en una teoría qrre entien
da el lenguaje como una forma de actividad humana, la gramaticali
dad oracional es simplemente un v a l o r p o r d e f e c t o (esto es, algo que
se asume en ausencia de una indicación contraria) (véase III. 18). Un
hipotético texto puede ser rechazado como texto genuino si desafía
abiertamente las normas de textualidad hasta el punto de que su uti
lización comunicativa no es de ninguna manera factible (por ejemplo,
porque carece totalmente de cohesión, coherencia o adecrración con
respecto a la situación en la que aparece, etc.) (véase 1.3). La fronte
ra entre lo que es un texto y lo que no lo es también puede depender
de factores externos al texto mismo, por ejemplo de la tolerancia y del
conocimiento previo de los interlocutores o del tipo de texto que se
esté utilizando.
9. En la misma medida en que deja de tener importancia la dis
tinción entre qué es una oración y qué no lo es, o entre qué es un tex
4. Véase la noción de «procedimiento de adecuación» en Schank y Wííensky O 977).
5. Véase el prefacio, punto 6, y X 6
to y qué no lo es, pasan a ser claves las nociones textuales de eficacia,
efectividad y adecuación (véase 1.23). Estos tres factores controlan la
producción lingüística por lo menos en la misma medida en que lo ha
cen las reglas abstractas de la gramática o de la lógica. Desde el pun
to de vista procedimental, la eficacia contribuye a aum entar la facili
dad de procesamiento, puesto que concentra los recursos cognitivos,
como la atención y el acceso a la información, en el funcionamiento
controlado de las operaciones. La efectividad favorece la profundidad
de procesamiento, puesto que intensifica el rendimiento de los recur
sos cognitivos que actúan sobre los materiales lingüísticos que no apa
recen en la representación superficial explícita del texto.6 La adecua
ción es el factor que determina la homologación del texto presentado
en la interacción con las normas de textualidad, de manera que per
mite calcular de una manera fiable cómo pueden los interlocutores
procesar la información con facilidad y en profundidad. Adviértase
que la eficacia y la efectividad tienden a funcionar de una manera
complementaria. Si bien el lenguaje común y un contenido trivial son
muy fáciles de producir y de interpretar, sin embargo pueden provo
car el aburrimiento y apenas dejan huella retrospectivamente en 1a
memoria. Por el contrario, el lenguaje creativo y un contenido inespe
rado pueden provocar un efecto intenso, aunque sean indudablemen
te difíciles de producir e interpretar. De ahí que la adecuación haya de
mediar entre los factores contrapuestos de la eficacia y la efectividad
para poder evaluar qué es lo convencional y qué no lo es en cada si
tuación.
10. El grado de calidad de un texto, en cuanto a su nivel de efi
cacia, de efectividad y de adecuación, depende de los recursos de pro
cesamiento empleados en su producción y recepción (véase 111.28). En
principio, no existe un punto concreto en el que pueda decirse que se
ha realizado la producción de un texto de una manera definitiva, sino
que a lo sumo puede detectarse un u m b r a l d e f in a l iz a c ió n en el que
el productor considera que el resultado obtenido es satisfactorio con
respecto al propósito que pretendía alcanzar (véase Flower y Hayes,
1979: 17). De manera similar, el juicio sobre la calidad del texto influ
ye sobre los recursos que está dispuesto a emplear un receptor en su
procesamiento. En absoluto puede darse por finalizada la recepción
en un punto concreto, sino que más bien acaba en un umbral de fi
6. Véase Craik y Lockhart (1972) y Mistler-Lachman (1974),. Parece fuera de discusión que los ni
veles de profundidad son los siguientes: 1) sustancia del soniclo/letra, 2) presentación superficial lineal,
3) estructura de dependencia gramatical, 4) relación conceptual texto/mundo, 5) idea principal y
6) plan. Estos niveles de profundización —que en esta lista se han ordenado desde lo más superficial
(1) hasta lo más profundo (6)— se tratarán (excepto el nivel í, al que se dedica la nota 2 deí capítulo
1) más adelante en este mismo capítulo.
nalización en el que se considera que la interpretación textual parece
satisfactoria. En principio, cualquier receptor distinto del originario
podría continuar revisando y analizando el texto donde lo dejó pri
mero todavía con una mayor minuciosidad.7
11. Las consideraciones que han surgido en los apartados ante
riores dejan entreve!' ¡a dificultad de limitar el estudio de los textos
únicamente a los artefactos escritos o hablados. Debido a su natura
leza peculiar, estos artefactos no están completos cuando se aíslan de
las operaciones de procesamiento que se han realizado sobre ellos. Si
se parte de la base de que un texto es un documento de decisiones, se
lecciones y combinaciones, la mayor parte de los textos son significa
tivos en virtud de todas las alternativas posibles que podrían haberse
elegido en lugar de las que se prefirieron. Con frecuencia, la organi
zación básica de la lengua (por ejemplo, sus regularidades en cuanto
al sonido, la gramática, el vocabulario, etc.), no proporciona una ayu
da decisiva sobre qué alternativa es más conveniente escoger en cada
momento para construir progresivamente un texto. Para dar cuenta de
cómo se realiza esa tarea, han de establecerse y sistematizarse las m o
t iv a c io n e s y e s t r a t e g i a s de acuerdo con las cuales se generan y utili
zan los textos.
12. Por otro lado, no se puede permitir que la corporeidad del
texto se desvanezca diluida en una parafernalia de procesos mentales.
Debates recientes sobre el papel del lector advierten del peligro de su
poner que el receptor puede hacer lo que quiera con el texto que ha
de interpretar.8 Si el receptor no se sometiera a ningún tipo de res
tricción interpretativa, la comunicación textual sería muy poco fiable,
quizás incluso solipsística. Han de existir en definitiva, aunque no de
una manera férrea, controles que prevean las variaciones en los m o
dos en que puedan utilizar un mismo texto diferentes receptores (véa
se III. 16). Beaugrande (1980a) propone que el texto sea visto como un
sistema, como una serie de elementos que funcionan conjuntamente.9
Si se considera que una lengua es un sistema v ir t u a l de opciones dis
ponibles susceptibles de ser activadas, entonces el texto es un sistema
r e a l en que se han elegido unas opciones determinadas y se han uti
lizado en la producción de una e s t r u c t u r a concreta (que relaciona en
7. Como señaló Peter Hartm ann (en comunicación personal a Robert de Beaugrande), los lin
güistas profesionales poseen un umbral de procesamiento desproporcionadamente elevado y, por esa
razón, pueden descubrir muchas más estructuras que ios usuarios normales del lenguaje Desafortu
nadamente, el tipo de análisis que realizan los lingüistas ha sido considerado, en demasiadas ocasio
nes, como el modelo por excelencia de la comprensión lingüística; quienes han adoptado más drásti
camente este criterio han sido los transformacionalistas (véase el panoram a que, sobre este asunto, se
presenta en Clark y Clark, 1977).
8. Véase especialmente los artículos incluidos en W aming (ed.) (1975),
9. Véase Hartm ann (1963a; 85 y ss.), Domen (1969) y Fowler (1977; 69).
tre sí elementos diversos). Estas operaciones se realizan mediante pro
cedimientos de a c t u a l iz a c ió n .10
13. Puesto que la lingüistica estructural y la gramática tranfor-
mativa se han ocupado ambas de los sistemas virtuales, en realidad se
ha investigado muy poco sobre los procedimientos de actualización.
Incluso en el estadio inicial en el que se encuentra la investigación tex
tual, parece claro que la actualización funciona de tal manera que no
puede aplicarse directamente al análisis de los sistemas virtuales. Por
ejemplo, parece que hay una relación de interdependencia muy m ar
cada entre las decisiones que se toman y las selecciones que se reali
zan, aunque ambas estén en el mismo nivel o en niveles distintos. Esta
interdependencia ejerce un control estricto sobre las modalidades vir
tuales de utilización de un mismo texto. Si cualquier interlocutor
adoptase una actitud desviada e idiosincrásica con respecto al aconte
cimiento textual, la comunicación se vería seriamente dañada.
14. De este planteamiento, Beaugrande (1980a) concluye que un
texto constituye un sistema c i b e r n é t i c o en el que continuamente se
están regulando las funciones de sus elementos constitutivos. Cuando
un elemento textual no puede interpretarse a partir de los sistemas de
conocimiento establecidos de los interlocutores acerca de la lengua, el
contenido y la intención comunicativa, se perturba la e s t a b il id a d del
sistema textual, lo cual obliga a que sea restaurada mediante un pro
ceso de in t e g r a c i ó n r e g u l a t iv a que asimile en el sistema ese elemen
to textual esquivo, por ejemplo mediante la adición o la modificación
del conocimiento almacenado por el usuario en su memoria. El pro
cesamiento de un elemento textual sólo queda bloqueado si fracasa su
integración regulada en el sistema de conocimiento de los usrrarios, es
decir, si pese a todo persisten en su interpretación problemas irreso
lubles. En condiciones normales, los interlocutores consiguen la esta
bilidad del sistema mediante el mantenimiento de una solución de
c o n t in u id a d entre cada elemento textual significativo y su contexto.11
Incluso aunque sea posible construir varias relaciones de continuidad
posibles, siempre habrá alguna que sea más satisfactoria o más pro
bable que otra y, por consiguiente, que pueda considerarse como una
relación p r e f e r i d a . 12 En la medida en que una comunidad comunica
tiva comparte un conocimiento preferido similar (precisamente el cri
terio que sirve para identificar dicha comunidad), el resultado obteni
10- Coseriu (1955-56) también ha tratado la actualización.
11. La vital importancia que tiene la continuidad ha sido minusvalorada con frecuencia por los
lingüistas preocupados por el análisis de unidades y constituyentes- Las normas de textualidad están
íntimamente relacionadas con la continuidad (véase por ejemplo 11.16, IV, 1, V.2, VII.13 y ÍX.29).
12» El uso en este manual del término «preferencia» es bastante más amplio que el propuesto por
su creador, Yorick Wilks (1979).
do del p ro cesam ien to de un texto d eterm in a d o será b astan te p arecid o
p ara todos y cad a uno de los m iem b ro s p erten ecien tes a esa co m u n i
dad. C u alq u ier resu ltad o in terp retativ o claram en te excéntrico activ ará
un proceso de reg ulación especial y, en ese m ism o m o m en to , el in d i
viduo id io sin crásico se d ará cu en ta de cuáles son las p referen cias de
esa com u n id ad .
15. Ser consciente del conocimiento preferido por la comunidad
a la que se pertenece no supone de ningún modo una invitación a
claudicar' y a conformarse con esa situación. Al contrario, un texto
cuyo formato y cuyo contenido se amoldasen completamente al cono
cimiento establecido poseería paradójicamente un grado extrema
damente bajo de informatividad (en el sentido descrito en 1.17 y ss.;
véase también el capítulo VII). El conocimiento «conocido» —o, ex
presado en términos cibernéticos, la estabilidad total del sistema—
carece evidentemente de interés desde el punto de vista de las incli
naciones cognitivas humanas. En este sentido, la comunicación fun
ciona a modo de constante supresión y restauración de la estabilidad del
sistema mediante la ruptura y la reposición de la continuidad entre ele
mentos textuales diversos. En consecuencia, ser consciente del conoci
miento preferido no excluye la creatividad de la comunicación textual,
pero sí hace posible que los interlocutores encuentren una orientación
para esa creatividad y sirve también de ayuda para que puedan cum
plir sus intenciones comunicativas más eficazmente.
16. La línea argumental que se ha desarrollado en los apartados
anteriores sugiere la manera en que un enfoque de teoría de sistemas
puede resolver el dilema de si han de admitirse o no los procesos cog
nitivos humanos como factores que intervienen decisivamente tanto
en la utilización como en la investigación de los textos. Los usuarios
de un sistema han de ser conscientes de los principios de funciona
miento de ese sistema, puesto que una utilización errónea sería per
judicial o bloquearía el proceso comunicativo. Ciertos tipos de acon
tecimientos textuales, por ejemplo las ambigüedades, las contradic
ciones o las discrepancias, parecen difíciles de someter a un control
de regulación, por eso son consideradas inadecuadas excepto para
conseguir, mediante su empleo, un efecto especial (por ejemplo, un
chiste o una paradoja). Las normas de textualidad establecidas en este
manual tienen un carácter relacional, es decir; tienen que ver con
cómo se conectan unos elementos con otros: mediante dependencias
gramaticales en la superficie (cohesión), mediante dependencias con
ceptuales en el mundo textual (coherencia), mediante las actitudes de
los interlocutores hacia el texto (intencionalidad y aceptabilidad), me
diante la incorporación de lo nuevo e inesperado en lo conocido y es-
perable (informatividad), mediante la adecuación a la situación (si-
tuacionalidad) y mediante la interpretación de la dependencia entre
textos distintos (intertextualidad).
17. Este énfasis en la continuidad y en la conectividad de relacio
nes entre elementos diversos permite estudiar la textualidad y el pro
cesamiento textual como si fuera una operación formal de r e s o l u c ió n
d e p r o b l e m a s (en el sentido en que emplean este concepto Newel y Si
món, 1972).13 Desde este punto de vista, un p r o b l e m a consiste en que
la trayectoria de conexión entre dos elementos ha f a l l a d o (no se ha po
dido recorrer) porque no se ha podido encontrar todavía. Los p r o b l e
m a s f o r m a l e s aparecen cuando las oportunidades de fracasar en el es
tablecimiento de una conexión son más probables que las de tener éxi
to. Se dice que un problema se ha r e s u e l t o cuando se ha podido esta
blecer una trayectoria que conecta sin interrupción el e s t a d o in ic ia l de
un elemento con el e s t a d o m e t a . Si se alcanza un punto en el que quien
pretende resolver un problema no puede avanzar pese a todo hacia la
consecución de la meta, se dice que existe un b l o q u e o . Obviamente,
la operación decisiva de resolución de problemas es la b ú s q u e d a de una
conexión entre estados distintos. Existen tres tipos de búsqueda:14
a) En la b ú s q u e d a e n u n p r im e r n iv e l d e p r o f u n d id a d , el resolve-
dor de problemas se dirige hacia la meta siguiendo una trayectoria
continuada, sin tomar en consideración las alternativas que vayan sur
giendo con tal de progresar hacia adelante con mayor rapidez. Si en
cuentra un bloqueo, el resolvedor de problemas retrocederá sólo lo su
ficiente como para poder recuperar el movimiento y, a continuación,
reanudará su conducta de progresar haciendo caso omiso de las al
ternativas colaterales. La búsqueda err un primer nivel de profundidad
no conduce al éxito excepto cuando la trayectoria que ha de seguirse
es obvia e incontestable.
b) En la b ú s q u e d a e n u n p r im e r n iv e l d e a m p l it u d , el resolvedor
de problemas progresa con rapidez hacia adelante sólo hasta que al
canza la submeta más próxima y sopesa qué trayectoria puede seguir
a partir de ese punto. A continuación, sigue la trayectoria elegida, y, si
resulta ser una elección exitosa, el procedimiento se repite hasta al
canzar la submeta siguiente, y así sucesivamente hasta cumplir la
meta principal definitiva. La búsqueda en un primer nivel de ampli
tud es prudente y segura, pero puede ser ineficaz e inútil si la trayec
toria que se sigue es obvia.
13- El «resolvedor general de problemas» fue un programa informático pionero (Em st y Newell,
1969) que deduciía qué tipo de operaciones principales debían activarse para afrontar tareas especifi
cas. Ei tratam iento que se ofrece en este manual es más cercano al de Winston (1977) a causa de las
representaciones de redes con que trabaja.. Véase también ia nota siguiente.
14. Véase Winston (1977: 90 y ss., 130 y ss ),
c) En la estrategia de búsqueda denominada a n á l is is m e d i o s / f i
nes, el resolvedor de problemas identifica, en primer lugar, las princi
pales diferencias entre el estado inicial y el estado meta, e intenta con
quistar uno tras otro los estados intermedios que los separan. Si las
diferencias entre ambos estados son demasiado grandes, el resolvedor
de problemas intentará alcanzar primero una submeta intermedia.
Mientras que la búsqueda en un primer nivel de profundidad y en un
primer nivel de amplitud pueden aplicarse con anterioridad al análi
sis medios/fines, parece lógico que la eficacia de la búsqueda pueda
incrementarse si el resolvedor de problemas trabaja a la vez progre
sando a partir del estado inicial y retrocediendo desde el estado meta.
Como consecuencia de este planteamiento bidireccional, cualquier es
tadio puede utilizarse como c e n t r o d e c o n t r o l a partir del cual con
tinuar la búsqueda en cualquier dirección.15
18. Ya es posible esbozar un modelo de la producción textual uti
lizando las nociones presentadas en este capítulo (compárese con
Beaugrande, \919b, Flower y Hayes, 1979, y Meyer, 1979). El modelo
prevé, aunque todavía de un modo impreciso, la existencia de una se
rie secuencial de f a s e s p r e d o m i n a n t e s d e p r o c e s a m i e n t o . Se conside
ran «predominantes» porque no parece probable ni necesario que
cuando se activen las operaciones de una fase se detenga el funciona
miento de las demás; en litgar de eso, habría un umbral más allá del
cual el foco de atención de los recirrsos de procesamiento se dirigiría
hacia una determinada fase de operaciones, mientras que las otras fa
ses operativas no quedarían suspendidas, sino minimizadas. La no
ción de «predominio» ayuda a resolver la oposición entre modularidad
e interacción (III.4) ya que permite que el procesador realice sus acti
vidades distribuyendo sus recursos entre varias tareas (véase Wino-
grad, 1975). La interacción entre niveles distintos (sonido, sintaxis,
significado, etc.) puede controlarse mediante un tipo de operaciones
denominado proyección, que prevé la correlación entre elementos, es
tructuras y relaciones de diferentes tipos.16 A pesar de este plantea
miento, no es posible todavía concretar de qué manera buena parte de
la actividad organizativa ejecutada en un nivel determinado se puede
llevar a cabo también en otros niveles al mismo tiempo. Quizá la res
puesta sea la existencia de a s i m e t r í a (falta de correspondencia entre
niveles), de v a l o r e s p o r d e f e c t o (suposiciones que se hacen cuando
no se dan especificaciones de ningún tipo) y p r e f e r e n c i a s (predispo
15. La noción de «centro de control» es decisiva en la comprensión de los procedimientos de ac
ceso (véase por ejemplo IV.7, V.24, 29 y ss., y Beaugrande, 1980¿z).
16. El concepto de «proyección» procede originariamente del campo de la lógica formal, pero se
ha reconvertido en una noción operacional (véase Goldman, Balzer y Wile, 1977),
sición hacia una opción en detrimento de otras) que aliviarían la car
ga de procesamiento permitiendo que el sistema opere con eficacia en
distintos niveles al mismo tiempo (véase VII. 12).
19. En condiciones normales, las operaciones de procesamiento
no se aplican con la misma intensidad y de manera indiscriminada a
todos los materiales individuales que componen el texto. Existen pro
cedimientos generales muy poderosos capaces de adecuarse al trata
miento de una considerable diversidad de datos y coyunturas (véase
X.5). La noción de Bobrow y Winograd (1977) de p r o c e d i m i e n t o d e
a d e c u a c ió n (mecanismo que permite la modificación de operaciones
normalizadas para las necesidades que surjan sobre la marcha) pare
ce encajar aquí. Los procedimientos de adecuación funcionan me
diante la activación de mecanismos de e m p a r e j a m ie n t o d e p a t r o n e s
que detectan la existencia de similitudes razonables entre los materia
les actualizados en el texto y los materiales almacenados en la memo
ria.17 De esa manera, mientras funcionan los procedimientos genera
les de adecuación, cuando sea conveniente puede procesarse sin pro
blema alguno cualquier elemento, se halle en el nivel que sea.
20. Normalmente, la primera fase de la producción textual es la
p l a n if ic a c ió n (véase Flower y Hayes, 1979, y Meyer, 1979). El produc
tor textual tiene la intención de alcanzar una meta concreta a través
de un texto, por ejemplo mediante la transmisión de conocimiento o
la obtención de la conformidad de un interlocutor con respecto a su
plan (véase 1.13 y VI. 16 y ss.). En ese sentido, la producción textual es
una submeta que se encuentra a lo largo de la trayectoria para alcan
zar la meta principal. Mediante el análisis de medios/fines (III. 17c)
el productor textual puede intentar calcular cuál de entre los varios
textos posibles contribuiría de manera más efectiva a recorrer la dis
tancia entre el estado actual en que se encuentra y el estado meta que
pretende alcanzar. Si este tipo de análisis resulta difícil de llevar a
cabo, el productor textual puede intentar poner en marcha una bús
queda en un primer nivel de amplitud para disponer así de varios
textos alternativos y confiar en que uno de ellos alcance el éxito. Los
textos se integran dentro de un plan mediante un p r o c e d i m i e n t o d e
a d e c u a c ió n (véase III.19).
21. Al proceso de fijar una meta y elegir un tipo de texto deter
minado le sucede (o se superpone) una fase de i d e a c i ó n . Una i d e a es
una configuración de conocimiento generada internamente (no forza
da por el entorno externo) que porporciona un c e n t r o d e c o n t r o l
para orientar los comportamientos productivos y significativos, entre
17.. Sobre el emparejamiento de patrones, véase Colbv v Parkinson (1974), Kuipers (1975), Pavli-
dis (1977), Rumelhart (1977 a) y Winston (1977).
los que se puede incluir la producción textual. La proyección de la es
tructura de un plan dentro de una idea (o viceversa) es, sin duda, un
problema complicado, sobre todo cuando no resulta conveniente ex
poner de una manera clara el plan que se ha diseñado. Por ejemplo,
la meta de persuadir a un receptor exige la elaboración de un proce
dimiento de búsqueda de ideas que sean atractivas desde la presumi
ble visión del mundo de ese receptor o que, al menos, modifiquen esa
visión de una manera que el receptor perciba como provechosa (véa
se VI.16 y VIII. 17 y ss.). Sean cuales sean las circunstancias, no pare
ce que sea nada aconsejable declarar el plan que quiere seguirse (véa
se VI.8 y VIII. 1).
22. Después del proceso de ideación, se pone en marcha una fase
de d e s a r r o l l o que permite ampliar, especificar, elaborar e interconec-
tar las ideas obtenidas. La fase de desarrollo puede visualizarse como
una búsqueda de e s p a c io s d e c o n o c im ie n t o previamente almacenados
en la memoria (configuraciones de conocimiento organizadas inter
namente). La fase de desarrollo oscila entre el procesamiento indivi
dualizado de espacios de conocimiento homogéneos e íntegros y el
procesamiento conjunto de espacios de conocimiento raramente rela
cionados entre sí. La táctica de resolución de problemas que se sigue
para hacer coherente el conjunto •—en ocasiones heterogéneo— de los
espacios de conocimiento activados, consiste en conectarlos entre sí
mediante trayectorias de relación (como se demuestra en el capítu
lo V). En ese caso, el texto será máximamente informativo, en el sen
tido que se señala en el capítulo VII, puesto que se habrán encontra
do nuevos espacios de conocimiento para añadir al mundo textual.18
23. Los resultados de las fases de ideación y desarrollo no nece
sitan concretarse en expresiones lingüísticas (véase Flower y Hayes,
1979: 24). Las escenas o secuencias de acontecimientos que se idean
y se desarrollan pueden componerse, por ejemplo, mediante imágenes
mentales.19 Por esa razón, ha de haber una fase de e x p r e s ió n en la que
el conocimiento modelado hasta el momento pueda ser transmitido.
La búsqueda de expresiones lingüísticas es un ejemplo especial de re
solución de problemas mediante la construcción de trayectorias de
relación que cruzan desde un nivel de organización a otro. No obs
tante, este tipo de búsqueda se vería muy apoyada si, como parece
plausible, la activación del conocimiento mental tendiese de manera
18. Entre las cuestiones candentes de la ciencia del texto figuran hasta qué grado un mundo tex
tual (véase 1.6 y V.2) debería emparejarse o diferir del conocimiento previo almacenado en la memo
ria y cómo se realiza este emparejamiento. Véase IX.31 y ss.
19. Las imágenes mentales es una cuestión que plantea extraordinarias dificultades (véase Paivio,
1971), pero que no puede ignorarse en un planteamiento riguroso de la comprensión (véase VL26,
VII. 10 y IX.32),
natural a emparejar expresiones y contenidos (véase V.12). Las expre
siones activadas mediante ese procedimiento podrían considerarse en
tonces como p r e f e r e n c i a s en el sentido que se expone en III.18.
24. En este punto surge un tipo especial de p r o b l e m a . Mientras
que la imagen mental de una escena o de una secuencia de aconteci
mientos es un contenido c o n t i n u o , su expresión lingüística está com
puesta por elementos d i s c r e t o s (estamos ante un ejemplo típico de
asimetría entre contenido y expresión). Si el productor textual quiere
resolver este problema de asimetría ha de establecer las fronteras en
tre los diversos componentes o acontecimientos que componen la es
cena (véase Halliday, 1967-68, Miller y Johnson-Laird, 1976, y Talmy,
1978). En esta tarea suele ser de gran ayuda el hecho de que cada una
de las diferentes expresiones tomadas en consideración aconsejará el
establecimiento de fronteras de un mayor o menor grado de continui
dad y discrecionalidad.
25. Debido a que la presentación de los textos se concreta por
medio de secuencias de sonidos o de letras, la fase final de producción
ha de ser necesariamente el a n á l is is g r a m a t ic a l , que consiste en rela
cionar entre sí las expresiones lingüísticas mediante d e p e n d e n c i a s g r a
m a t ic a l e s , organizándolas en formatos l i n e a l e s que permitan cons
truir la s u p e r f i c i e t e x t u a l . En este punto hace su aparición de nuevo
la asimetría, puesto que el repertorio de dependencias gramaticales de
una lengua es mucho más reducido que el repertorio de relaciones
conceptuales que necesitan activar los hablantes (compárese IV.7 y ss.
con V.26). En lenguas con muchos casos gramaticales que marquen re
laciones conceptuales (por ejemplo, el finlandés o el húngaro), el ni
vel de asimetría entre expresión y contenido es mucho menor.20
26. Desde el punto de vista de la linealización, la preferencia
más evidente es la adyacencia, es decir, los elementos integrados en
una relación de dependencia gramatical están ordenados en series
progresivas. El proceso de almacenamiento activo (véase IV.2 y V.4)
es capaz de analizar relaciones de dependencias muy fácilmente cuan
do los elementos que las componen se agrupan en series homogéneas
adyacentes. Sin embargo, existen muchas motivaciones que invalidan
esta preferencia por la adyacencia. Así, por ejemplo, cuando un ele
mento concreto entra a formar parte de varias relaciones de depen
dencia establecidas en el interior de un sintagma o de una oración, es
posible que la copresencia de otros elementos dependientes en la mis
ma secuencia obligue a trasladarlos de su emplazamiento adyacente.
La secuencia siguiente:
20. La asimetría significa, en términos operacionales, la resolución de problemas en niveles inte
ractivos con unidades y trayectorias de diferentes dimensiones, rangos y constituciones. No obstante,
los niveles se apoyan unos en otros, aunque sea de manera ocasional (véase V..30)..
[4a] Un cohete V-2, enorme, negro y amarillo, de 14 metros de altura
contiene un elemento nuclear ‘cohete’ del que dependen el determi
nante ('un') y cinco modificadores (‘V2’, ‘enorme’, 'negro', amarillo’ y
‘de 14 metros de altura’). Ya que, lógicamente, no todos esos elemen
tos dependientes pueden situarse en adyacencia, no hay más remedio
que aplicar' ciertas convenciones que regulen la distancia que ha de
observar cada tipo de modificador respecto al núcleo (véase Vendler,
1968, Martin, 1969, y Danks y Glucksberg, 1971), que en este caso se
puede ejemplificar en la secuencia 1) tipo de cohete, 2) tamaño relati
vo, 3) color y 4) tamaño absoluto. En cambio, en otra secuencia del
mismo texto:
[4b] Con una gran llam arada y un fuerte estruendo
en la organización de la adyacencia interviene el conocimiento del
mundo para indicar que, sin ninguna duda, ‘gran’ modifica a ‘llama
rada’ y ‘fuerte’ a ‘estruiendo’. En contraste, la secuencia
Grandes palabras o silencios de am or
podría haberse construido perfectamente invirtiendo el orden de los
modificadores (‘palabras de amor o grandes silencios’). Ahora bien, si
los modificadores que aparecen en la secuencia expresan conceptos
opuestos, por ejemplo
Grandes palabras o silencios diminutos
entonces cada modificador (‘grandes’ y ‘diminutos’) se vincularía de
una manera menos dinámica con el núcleo más cercano. Como pue
de verse, en el proceso de análisis gramatical la adyacencia es un tipo
de preferencia útil pero relativamente inestable.
27. En los apartados anteriores se ha presentado una visión de
conjunto de las fases que, presumiblemente, constituyen la produc
ción textual: la planificación, la ideación, el desarrollo, la expresión y
el análisis gramatical. Como se advirtió en III. 18, estas fases de pro
ducción no pueden entenderse como una secuencia ordenada tempo
ralmente de operaciones delimitada por fronteras claramente marca
das. Puede concebirse perfectamente que las cinco fases de produc
ción interactúen entre sí al mismo tiempo, modificando los centros de
control con rapidez. Cuando apareciesen resultados imposibles o in
satisfactorios en una de las fases, el centro de control retrocedería
trasladándose a una fase «más profunda»21 (es decir; el resultado in
deseable se suprimiría de la superficie textual sometida al proceso de
producción). Las decisiones posteriores pueden hacer evidente que las
adoptadas anteriormente no fueron convenientes; por ejemplo, las fa
ses de desarrollo y de expresión pueden requerir ciertos cambios en
las fases inmediatamente anteriores de planificación e ideación.22 Por
consiguiente, ha de haber algún principio similar al de la «intención
del texto» por el cual los materiales textuales revelen tendencias orga
nizativas propias durante el proceso de producción y que se las im
pongan al productor, a la vez que funcionen como una motivación que
ponga en marcha operaciones de procesamiento que no tengan una
vida efímera (acerca de la intención del texto desde el punto de vista
del lector; véase Iser; 1980). En III. 10 se sugirió que la producción es
un proceso inherentemente abierto e inconcluso, aunque de manera
convencional se considera que se produce su finalización cuando se
alcanza cierto nivel de satisfacción. Quizás el productor llega a este lí
mite cuando obtiene materiales lingüísticos específicos adecuados a
su intención. No obstante, incluso entonces el productor originario
habría dejado sin desarrollar cierta potencialidad que podría ser ex
plotada de manera diferente por otro productor.
28 . El ejercicio continuado de la producción textual favorece la
superposición dinámica de fases. En este sentido, podría alcanzarse
de una manera sencilla un buen nivel de calidad textual en un sim
ple ensayo preliminar si hubiera un mayor dinamismo entre las dife
rentes fases durante la tarea de revisión. Los escritores o los hablan
tes que se consideran importantes y con talento no parecen emplear
un esfuerzo extraordinario en la producción de sus textos, aunque se
ven obligados a pagar con una intensidad mayor la menor duración
de la tarea de procesamiento. Probablemente, los productores tex
tuales expertos ya preparan el terreno en los estadios iniciales, en los
que habitualmente emplean de manera consciente un enorme gasto
de procesamiento. La experiencia alcanzada por un escritor o un ha
blante experto facilita el discernimiento de la «intención del texto».
Esto explicaría el hecho de que un productor' experimentado pueda
21. Sobre este uso de la noción «más profundo» véase la nota 6 de este capítulo y la nota 19 del
capítulo II.
22. El escritor Peter von Tramin (en comunicación personal a Wolfgang Dressler) mantiene que,
antes de ponerse a escribir, ya ha decidido el contenido del texto, el curso que seguirán los aconteci
mientos, la organización de las secuencias narrativas, el cometido que desempeñarán los materiales
que aparezcan en prim er plano o en el fondo, el uso de la contracción o de la expansión de la acción,
los elementos del diálogo y la línea que seguirán los personajes de la historia. Este ejemplo es quizás
inusual: las decisiones del tipo que se han enumerado parece que en la mayor parte de las ocasiones
se realizan sobre la marcha durante el proceso de escritura. No obstante, un fenómeno mucho más
perturbador es cómo oíros escritores pueden valorar esas decisiones e incluso sugerir cambios, aun
cuando no han participado en el proceso de planificación original (véase III.28).
mejorar los textos generados por otra persona (no ya tan sólo los su
yos propios) sin tener que tomar parte realmente en sus procesos
mentales.23
29. La r e c e p c i ó n textual puede modelizarse como una serie de
fases dominantes de procesamiento que se recorren en dirección con
traria a la producción.24 La recepción comienza en la «superficie», en
la presentación misma del texto, y opera «descendiendo» progresiva
mente a las fases «más profundas».25 Las cadenas lineales que com
ponen la superficie textual se a n a l iz a n en términos de relaciones de
dependencia gramatical (una operación que se analizará en IV.7 y ss.).
Los elementos afectados por estas relaciones de dependencia son las
expresiones que a c t iv a n los conceptos almacenados en la memoria du
rante una fase denominada r e c u p e r a c i ó n c o n c e p t u a l (véase V.4). Tan
pronto como la configuración conceptual crece y adopta cierta densi
dad, pueden extraerse las i d e a s principales mediante una fase de r e
c u p e r a c ió n d e l a s i d e a s . La posterior extracción de los p l a n e s que el
productor textual intenta seguir se realiza durante la fase de r e c u p e
r a c ió n d e l p l a n textual. Una vez que el receptor ha recuperado los
conceptos, las ideas y los planes que concurren en el texto, estará por
fin en disposición de ofrecer un tratamiento adecuado a todas las po
sibles acciones y reacciones suscitadas en el texto.
30. Puesto que ya se exploran en detalle los procesos de recep
ción en los capítulos IV, V y IX, no se tratarán aquí en extenso. Sin
embargo, nótese que al igual que sucede con las fases de producción,
tampoco es necesario separar las diferentes fases de la recepción me
diante fronteras rígidas. Lo más probable es que existan movimientos
alternativos de prevalencia entre las diferentes fases, que se activarán
de manera especial cuando los resultados de cualquier fase se consi
derasen dudosos o extraños. Habrá también cierta variación en la in
tensidad y en la duración de las fases, en dependencia directa de fac
tores tales como: a) el juicio del receptor sobre la calidad del texto
(véase III. 10), b) el grado en el que el contenido del texto se integre en
el almacén principal de conocimientos del receptor (véase Spiro, 1977,
y Beaugrande, 1980c) y c) la implicación emocional y cognitiva del re
ceptor en la situación comunicativa. Por ejemplo, la cantidad de tra
bajo inferencial invertido por el receptor textual puede variar consi
derablemente (véase 1.1.1 y V.34).
23. Claro que el proceso de revisión parace más fácil para quienes no han producido el texto, por
que el productor siempre sabe lo que quería decir y no advierte los casos en los que la expresión es
ineficaz o directamente errónea.
......24., ..En Simmons y Chester (1979) y Beaugrande.(1981¿) se presenta un formalismo reversible que.
analiza gramaticalmente el texto del 'cohete’ dentro de una red.
25. Sobre la «profundidad», véase la nota 6 de este capítulo.
31. Siguiendo el planteamiento anterior, la recepción textual in
cluye un u m b r a l d e f in a l iz a c ió n en que el nivel de comprensión del
texto se juzga satisfactorio (véase III. 10). Si el receptor considera que
el texto es importante, el umbral será elevado. Un profesional de la crí
tica literaria, por ejemplo, dedica de una manera atípica un esfuerzo
de procesamiento enorme cuando se enfrenta a ejemplos literarios es
pecíficos, centrando su atención no sólo en los aspectos más espera-
bles y evidentes de la forma y del contenido textual, sino también en
muchos otros aspectos sutilmente subsidiarios que pasan inadvertidos
al lector aficionado. Un ejemplo todavía más extremo de actitud re
ceptora atípica es la clase de análisis que realizan los lingüistas pro
fesionales, puesto que no sólo recuperan la organización estructural
del texto que había previsto intencionadamente el productor' textual,
sino que también consideran muchas posibles alternativas que los re
ceptores normales ni siquiera podrían imaginar.
32. En algunos aspectos, la recepción de un texto no es un pro
cedimiento inverso a la producción (véase III.29). El receptor intenta
anticiparse a las actividades del productor con el objetivo de reaccio
nar con rapidez e inteligencia. En este sentido, la recepción tiene la
misma direccionalidad que la producción, es decir, el receptor intenta
emular el proceso de producción,26 de ahí que intente recuperar las
ideas y los planes principales a corto plazo (III.29) que subyacen en el
texto. Sin la continua generación y comprobación de hipótesis sobre
qué intenta hacer en realidad el productor en cada movimiento tex
tual, el receptor se atascaría seguramente en el tratamiento indiscri
minado de masas de alternativas e indeterminaciones. Se produciría,
entonces, una e x p l o s ió n combinatoria de estructuras y de relaciones
que sería muy difícil de procesar en tiempo real.27
33. Este bosquejo algo rudimentario de los procesos de produc
ción y recepción textuales se completará en buena medida en los ca
pítulos siguientes. Estamos, sin duda, ante un objeto de investigación
muy difícil de formalizar, puesto que la mayor parte de las operacio
nes implicadas en la producción y en la recepción textuales son muy
difíciles de observar y controlar empíricamente mediante una simula
ción experimental fiable. Por esa razón, se hace necesario establecer
m o d e l o s p r o c e d im e n t a l e s que reflejen las operaciones responsables
del control de los recursos mediante los cuales se crean y se utilizan
los textos. Este tipo de modelos puede evaluarse de dos maneras dis
tintas. En primer lugar, puede realizarse una simulación de su funcio
namiento mediante ordenador, criterio habitual en el campo de inves-
26.. Un procedimiento denominado «análisis mediante síntesis» (véase Neisser, 1967)
27 Sobre el concepto «explosión» véase la nota 3 de este capítulo,
ligación denominado in t e l ig e n c ia a r t if ic ia l (véanse las exposiciones
que, acerca de esta disciplina, se presentan en Minsky y Papert, 1974,
Goldstein y Papert, 1977, Winston, 1977, Winston y Brown, eds,, 1979,
y X.26 y ss.).28 Terry Winograd (1972) ha demostrado cómo se puede
programar un ordenador para que utilice una gramática al estilo de
Halliday en el procesamiento de enunciados de una lengua natural
mediante movimientos de piezas sobre una mesa. La teoría de la «de
pendencia conceptual» de Roger Schank considera que la compren
sión lingüística consiste en la aplicación del conocimiento previo acer
ca de secuencias prototípicas de acontecimientos y acciones (véase
Schank et ai, 1975, y Schank y Abelson, 1977). En la medida en que
incluyen tareas de procesamiento, se han podido replicar informáti
camente algunas de las cuestiones típicas de la lingüística del texto,
como, por ejemplo, el uso de los pronombres (véase Grosz, 1977,
Webber, 1978, y Hobbs, 1979). Aunque bien es verdad que la mente
humana no maneja los procesos lingüísticos exactamente de la misma
manera que los ordenadores, estas máquinas son, hoy por hoy, indis
pensables para evaluar con cierta fiabilidad si los complejos modelos
procedimentales son operativos y plausibles (véase X.27).
34. La segunda línea de investigación en evaluación de modelos
procedimentales ha sido desarrollada por la p s i c o l o g í a c o g n it iv a ,
rama de la psicología que se ocupa de la adquisición, el almacenaje y
el uso del conocimiento (véase una exposición de la disciplina en
Kinstch, 1977a).29 En la psicología cognitiva, los modelos se evalúan
contrastando el comportamiento cognitivo y lingüístico entre sujetos
humanos sometidos a la realización de tareas tales como el reconoci
miento y la rememorización de lo que se ha escuchado o leído. Aun
que la mayor parte de los trabajos psicocognitivos se han dedicado al
reconocimiento y rememorización de oraciones (véase un panorama
de los estudios en este campo en Clark y Clark, 1977), los textos tien
den a convertirse progresivamente en los objetos principales de inves
tigación. En IX.24 y ss. se revisan algunas de las tendencias predomi
nantes en este campo.
35. Sería erróneo suponer que la producción y la recepción tex
tuales ya han sido perfectamente estudiadas. Nada más alejado de la
realidad: lo único que se ha conseguido hasta el momento ha sido un
consenso gradual acerca de cuáles son las cuestiones que han de tra
28, La noción de «inteligencia» designa una capacidad inherentemente humana para afrontar una
enorme cantidad de tareas diferentes y una amplia diversidad de formatos de entrada de la informa
ción (en oposición a la necesidad inherente a los ordenadores de seguir servilmente ciertos pasos es
trictos, admitiendo únicamente formatos rígidos de entrada de la información).
29. La cooperación entre los psicólogos cognitivistas y los científicos de la inteligencia artificial
ha promovido la creación de la disciplina denominada «ciencia cognitiva» (véase 1,24 y X.3).
tarse en este terreno. La verdadera complejidad de las operaciones in
volucradas en la producción y la recepción textuales sobrepasan sin
duda en varios niveles de magnitud la complejidad de los modelos de
sarrollados actualmente (véase X.28). Hoy día se tiende a creer que
puede ofrecerse un tratamiento apropiado de la complejidad (véa
se X.29) basándose en principios como el de la adecuación procedi-
niental (III. 19) y el protocolo general de resolución de problemas
(III. 17). De esta manera, aunque hubiese una enorme cantidad de ope
raciones involucradas en el procesamiento textual, sólo habría una
cantidad razonablemente reducida de tipos de operaciones, por ejem
plo el mantenimiento de la continuidad y de la conectividad textuales,
la evaluación de las hipótesis, el emparejamiento de patrones, las pro
babilidades de computación, la planificación dirigida a la consecución
de una meta, la resolución de problemas, etc. (véase X.4 y ss.). En los
capítulos siguientes se exponen las normas de textualidad, por lo que
se volverán a revisar repetidamente los diversos tipos de operaciones,
ejemplificándolos mediante el análisis de textos de muchas clases dis
tintas utilizados en situaciones comunicativas diversas.
IV
C a pítu lo
COHESIÓN
1. En 111.14 se sugirió que la e s t a b il id a d de un t e x t o , como su
cede con cualquier tipo de s i s t e m a , se mantiene gracias a la c o n t i n u i
d a d d e LOS e l e m e n t o s que la integran. La noción de «continuidad» se
basa, a su vez, en la suposición de que existe una relación entre los di
ferentes elementos lingüísticos que configuran el texto y la situación
en la que el texto mismo se utiliza de hecho; o expresado en términos
cognitivistas: cada elemento lingüístico es un instrumento eficaz para
a c c e d e r a otros elementos lingüísticos. El ejemplo más obvio que pue
de ilustrar este planteamiento es el funcionamiento del sistema s i n
t á c t ic o que impone patrones organizativos a la s u p e r f i c i e t e x t u a l (es
decir, modela la organización patente de las palabras). Como se com
probará más adelante, cuando se usa el término «cohesión» se quiere
destacar, a fin de cuentas, la función que desempeña la sintaxis en la
comunicación.1
2. La mente humana manifiesta una capacidad muy restringida
para almacenar materiales lingüísticos superficiales extensos el tiem
po suficiente como para poder operar eficazmente sobre ellos (véase
Keele, 1973, y Loftus y Loftus, 1976). Este tipo de materiales se suele
someter a un proceso de a l m a c e n a m ie n t o a c t iv o en una especie de
«memoria operativa», en donde los elementos que se procesan se dis
tribuyen entre los recursos cognitivos disponibles de acuerdo con la
importancia que se les haya adjudicado a cada uno de ellos (véase Ei-
senstadt y Kareev, 1975: 338 y ss., 111.26 y V.4, 10). El paso siguiente
consiste en que, sobre la base de las impresiones efímeras que han ido
aportando los materiales percibidos visual o acústicamente se cons
truye, con mucha rapidez, una organización mnemotécnica provisio
1. Como señaló David Johnson (1977: 153), las gramáticas oracionales estandarizadas, construi
das en tom o a conceptos como el de «jerarquización», se han ocupado muy poco de las relaciones de
conexión y de dependencia. No obstante, la «gramática relacional» (véase Colé y Sadock, eds., 1977)
intentó, en su momento, com pensar esta carencia.
nal (véase Sperling, 1960, Neisser; 1967, Crowder y Morton, 1969, y
Rumelhart, 1970). Una vez realizada esta operación, los materiales or
ganizados aún de manera provisional pueden retenerse sin excesivo
esfuerzo durante períodos de tiempo más prolongados, aunque toda
vía dentro de unos límites bastante modestos. De forma paralela, exis
ten ciertos sistemas secundarios que restringen aún más si cabe la or
ganización formal de las opciones y de los patrones que se utilizan en
el discurso. En las lenguas naturales, este sistema secundario suele ser
el sintáctico, cuyas clases de elementos y de estructuras constitutivas,
aunque en algunos idiomas sean más o menos numerosos que en
otros, son todavía muy limitadas en número en comparación con las
clases y estructuras de que se dispone habitualmente para organizar-
ios conceptos y las relaciones (véase 111.25 y ss. y V.30). De todo ello
puede concluirse que el mecanismo habitual de procesamiento textual
no proporciona a los interlocutores vastos almacenes de conocimien
to del mundo de una manera inmediata. En otras palabras, el enfoque
que se ha planteado en este párrafo se basa en la evidencia observa
ble de que las estructuras lingüísticas superficiales se suelen almace
nar en la memoria «a corto plazo», mientras que el contenido con
ceptual se almacena en la memoria «a largo plazo» (Wright, 1968).
3. Las funciones sintácticas reflejan, como es lógico, las restric
ciones cognitivas mencionadas en el párrafo anterior. Debido a que las
dependencias gramaticales se establecen a menudo entre elementos
que aparecen alejados discursivamente unos de otros (111.26), la sin
taxis ha de proporcionar patrones homogéneos de varios tipos y de di
ferentes grados de complejidad en los cuales puedan acomodarse los
materiales reales.2 De ahí que las unidades sintácticas principales sean
patrones de dependencias bien marcadas: en primer lugar; el s i n t a g m a
(compuesto por un núcleo modificado al menos por un elemento de
pendiente), en segundo lugar, la c l á u s u l a (una unidad compuesta al
menos por un sustantivo o un sintagma nominal que concuerda con
un verbo o un sintagma verbal) y, en tercer lugar, la o r a c i ó n (una uni
dad compuesta al menos por una cláusula dependiente).3 Desde un
punto de vista cognitivo, estas tres unidades lingüísticas (sintagma,
cláusula y oración) se caracterizan porque todas ellas pueden proce
sarse en un intervalo breve de tiempo. En el procesamiento de frag
mentos textuales más largos suelen intervenir otros mecanismos que
permiten la reutilización, la modificación o la compresión de las es
tructuras y de los patrones usados previamente. Estos mecanismos,
que contribuyen tanto a e s t a b i l i z a r el sistema (véase 111.14) como a
2. Sobre el emparejamiento de patrones, véase la nota 17 del capítulo III.
3. Existen, por supuesto, muchas otras definiciones de oración (O'Connell, 1977, ofrece un pano
rama muy surtido), aunque muchas de ellas son inconsistentes o confusas.
e c o n o m iz a r esfuerzo de procesamiento (véase V.l5), son los siguientes:
repetición, repetición parcial, paralelismo, paráfrasis, uso de profor
mas, elisión, tiempo y aspecto verbales, conexión y entonación. La r e
p e t i c i ó n consiste en la reutilización directa de elementos o de patro
nes formalmente idénticos. La r e p e t i c i ó n p a r c ia l permite la transca-
tegorización de un elemento utilizado con anterioridad en otro tipo de
elemento distinto (por ejemplo, un verbo, como ‘andar’, puede con
vertirse en un sustantivo, como 'los andares’). El p a r a l e l is m o se cons
truye sobre la repetición de una estructura enriquecida por la aporta
ción de nuevos elementos. La p a r á f r a s is consiste en la repetición de
un mismo contenido, pero transmitido mediante expresiones lingüís
ticas distintas. El uso de p r o f o r m a s permite reemplazar elementos in
dependientes portadores de contenido por formas dependientes más
breves. La repetición incompleta de una estructura y de su contenido,
en la qite se ha omitido alguna de las expresiones superficiales origi
nales, está en la base del mecanismo de la e l i s i ó n . Un procedimiento
para m arcar de una manera explícita las relaciones existentes entre los
elementos lingüísticos y las situaciones que configuran el rrmndo tex
tual es insertar señales superficiales, como, por ejemplo, la elección de
determinados t i e m p o s y a s p e c t o s verbales o de determinados c o n e c -
t o r e s . Como se comprobará más adelante, la teoría denominada p e r s
p e c t iv a f u n c i o n a l d e l a o r a c ió n proporciona algunos criterios plausi
bles para ordenar las expresiones lingüísticas según la importancia o
la novedad de su contenido. En cuanto a los textos hablados, el me
canismo que permite marcar la importancia o la novedad del conte
nido lingüístico es, por excelencia, la e n t o n a c i ó n .
4. La cohesión existente en el interior del sintagma, de la cláusu
la o de la oración es más directa y más obvia que la cohesión que se
da entre dos o más de estas unidades. No obstante, la manera en que
se construyen estas unidades tan homogéneas durante el proceso co
municativo real es una cuestión que merece examinarse detenida
mente. Desde un punto de vista procedimental, se considera que los
sintagmas y las cláusulas básicas de una lengua natural son configu
raciones de vínculos establecidos entre pares de elementos, muchos de
los cuales mantienen otras conexiones adicionales con terceros (véase
Perlmutter y Postal, 1978, y Johnson y Postal, 1980). En este punto, el
problema que se plantea es el siguiente: ¿cómo y en qué orden se han
de crear esos vínculos?
5. Las gramáticas abstractas aducen varias respuestas a la pre
gunta que cerraba el párrafo anterior; pero, en general, este tipo de
gramáticas no tiene en cuenta, en absoluto, los procesos cognitivos
implicados en los fenómenos lingüísticos que acontecen en tiempo
real. No obstante, existe un tipo distinto de sintaxis que ha demos
trado su valía en la realización de simulaciones de procesamiento lin
güístico mediante ordenador: se trata de la r e d d e t r a n s i c i ó n p o t e n
c ia d a (véase Thorne, Bratley y Dewar, 1968, Bobrow y Fraser, 1969,
Woods, 1970, y Christaller y Metzing, eds., 1979). Una red es una con
figuración de n u d o s o , en este caso, de e s t a d o s g r a m a t i c a l e s ,4 co
nectados entre sí mediante v í n c u l o s o, en este caso, mediante d e p e n
d e n c i a s g r a m a t i c a l e s . Para trasladarse de un nudo a otro, el pro
cesador realiza un movimiento de t r a n s i c i ó n cruzando el espacio
textual a través de un vinculo. Esta operación exige identificar cada
vínculo que se transite como si fuera un elemento perteneciente a un
repertorio fijo de modalidades de dependencia, por ejemplo, del tipo
«sujeto con respecto al verbo» o «modificador con respecto al nú
cleo». El movimiento de transición se puede p o t e n c i a r realizando
cualquier tipo de operación de búsqueda o de acceso, como, por
ejemplo, la identificación de la categoría exacta a la que pertenece el
nudo activado (véase Winston, 1977: 172). De probar qué relación
conceptual corresponde a la dependencia gramatical que se ha crea
do se encargaría un tipo especial de movimiento potenciado de tran
sición (véase V.30).
6. En una red de transición, la estructura de los sintagmas y de
las cláusulas se utiliza como medio para construir y evaluar hipótesis
acerca de qué tipos de elementos pueden aparecer en un momento de
terminado en el discurso. De ahí que, por un lado, esas redes repro
duzcan las e s t r a t e g i a s y las e x p e c t a t iv a s de los usuarios lingüísticos
y, por otro, expresen las reglas gramaticales a modo de p r o c e d i m i e n
t o s de utilización de esas reglas (Rumelhart, 1977a: 122). Desde este
punto de vista, el sintagma, la cláusula o la oración son m a c r o e s t a d o s
gramaticales y los elementos que los componen son m i c r ó e s t a d o s del
sistema textual.5 Puesto que las reglas intentan estipular el papel r e a l
y no el papel v ir t u a l que desempeñan las dependencias gramaticales6
(acerca de la distinción entre real y virtual, véase III. 12), de alguna
manera se resuelve la divergencia teórica entre competencia y actúa-
4, El «estado» de un sistema es el punto en que se concentran las operaciones en un momento
determinado. Existen «macroestados» o «microestados» según sea mayor o menor la amplitud de las
operaciones que se realicen. Existen también diferentes tipos de estados: estados gramaticales en la co
hesión (véase IV.6), estados de conocimiento en la coherencia (véase V..31), estados de planes en la nv
tencionalidad (véase VI 31 y ss ), estados de información en la informatividad, estados de objetos y de
participantes en la situacionalidad (véase la nota 6 del capítulo VII), etc,. Como la mayor parte de las
nociones teóricas que se manejan en este manual, «estado» también constituye una entidad que ope
ra en los mundos textuales (véase V.26a).
5, La conjunción de «macroestados» produce una «macroestructura», en el sentido en que emplea
este término Van Dijk (19796) (véase 11.37).
6, Adviértase que el uso real de un mismo elemento puede variar según las dependencias gram a
ticales a las que se encuentre sometido. Por ejemplo, «en un desierto» es un «modificador» del «nú
cleo» 'se alzaba’, pero 'desierto' es, a su vez, «núcleo» del «determinante» 'un' (véase la figura 4)..
ción (la argumentación que intenta justificar la oposición entre ambos
conceptos puede encontrarse en Chomsky, 1965).
7. A continuación se ofrecerá una breve muestra del funciona
miento de una red de transición (para más detalles, véase Winston,
1977, Rumelhart, 1977a, y Beaugrande, 1980a y b). Considérese esta
versión ligeramente modificada del comienzo del ejemplo [4] que apa
rece en I ! 7
[4.1a] Un enorme, negro y amarillo cohete se alzaba en un desierto
Si se quiere construir un modelo plausible del procesamiento del
enunciado [4.1a], como ya se advirtió en III.26, el analista no puede
limitarse a trabajar únicamente sobre la secuencia lineal del enuncia
do, puesto que ésta es parcialmente engañosa, debido a que contiene
varios modificadores situados a distancias desiguales de su núcleo co
mún cohete’. Por consiguiente, uno de los problemas principales que
ha de resolver el sistema de análisis es encontrar un procedimiento
para expresar como vínculos directos las diferentes relaciones exis
tentes «de modificador a núcleo».8 La respuesta que se propone a esta
cuestión es la siguiente: tan pronto como aparece el determinante 'un',
el procesador activa una r e d s in t a g m á t ic a n o m in a l , es decir, un m a -
c r o e s t a d o que presupone la existencia de un núcleo nominal con, al
menos, otro elemento que depende de él. Una vez que el procesador-
ha desechado sucesivas hipótesis fallidas y ha alcanzado la meta prin
cipal de acceder al núcleo de la estructura, acto seguido, ese núcleo ya
localizado se utilizará como el c e n t r o d e c o n t r o l desde el cual se ex
plorará retrospectivamente el resto del macroestado.9
8. En la figura 1 se simulan los movimientos interpretativos que
realiza un procesador a través de una red sintagmática nominal. La fi
gura propone una predicción sobre qué elemento funciona como nú
cleo de la estructura y cuáles, en cambio, desempeñan la función de
modificadores. Con toda probabilidad, el procesador p r e f e r i r á , e n pri-
7. En principio, las redes de transición pueden aplicarse de igual manera tanto en el proceso de
producción como en el de recepción textuales, tal y como demostró lógica y m atemáticamente Sim-
mons y Chester (1979).. No obstante, existe una diferencia obvia entre ambos procesos en cuanto al
tipo de búsqueda que se activa en cada caso, puesto que el productor textual toma las decisiones ori
ginales y el receptor únicamente las recupera. En este apartado, se enfoca esta cuestión desde el pun
to de vista de la recepción, ya que es el uso principal para el que se han diseñado los formalismos ana
líticos que aparecen (véanse las referencias en IV.5)..
8.. Quizá sea mejor subdividir los modificadores en diferentes tipos, por ejemplo, «adjetivos», «ad
verbios», etc.; no obstante, esta cuestión tendrá que resolverse de manera empírica: quienes emplean
el lenguaje, ¿hacen siempre estas distinciones? Y si la respuesta es afirmativa, ¿qué sucede cuando los
hablantes comunes y corrientes no acaban de decidirse por una opción en concreto, como sucede, por
ejemplo, cuando utilizan 'brillante’, no se sabe muy bien si como adjetivo o corno adverbio, en ‘la luna
reluce brillante’?
9. Véase la nota 15 del capítulo III.
cOo og
O o<
</LU) <cc
cr^
0 uj
2Q
LL UJ
mer lugar, localizar el núcleo de la construcción y, a continuación, in
tentará identificar los modificadores que lo complementan (este orden
de preferencias interpretativas es típico del español o del inglés, pero
no es universal, puesto que existen otras lenguas que muestran ten
dencias distintas). En la figura 1 se representan los supuestos movi
mientos interpretativos de un procesador encaminados a la identifica
ción del núcleo de la estructura mediante vínculos trazados, o bien, en
línea discontinua para marcar la hipótesis fallida, o bien, en línea con
tinua para destacar la suposición correcta. En cuanto aparece en la se
cuencia la conjunción 'y',10 el procesador puede suponer, con toda
confianza, que a) aparecerá a continuación otro modificador y que,
además, b) éste ocupará la última posición de los complementos no
minales. Si estas predicciones se confirman, se habrá identificado el
núcleo y se habrán establecido los vínculos existentes entre él y sus
elementos dependientes, tal como muestran las líneas continuas 4, 5,
6 y 7 de la figura 1. Ahora bien, la secuencia de movimientos inter
pretativos descritos hasta ahora podría analizarse desde una perspec
tiva muy diferente. Supóngase que el procesador, en primer lugar, vaya
amontonando de manera compacta todos los elementos que compo
nen la secuencia lingüística tal y como vayan apareciendo, y que, a
continuación, construya, a partir de este material, una r e d d e d e p e n
d e n c ia g r a m a t ic a l ( o macroestado). En este sentido, puede interpre
tarse que el amontonamiento compactado del material lingüístico se
utiliza como un procedimiento provisional de almacenamiento «com
primido» de la información en el que los elementos se introducen en
un cierto orden y se eliminan en el orden inverso al que entraron.
En la figura 2 se representa el modo en el que se agrupan los com
ponentes del sintagma nominal: en primer lugar, aparece el orden tem
poral (tiempo) de entrada de cada elemento; a continuación, la fun
ción (estado) que desempeña cada elemento, y, en tercer lugar; se pre
sentan los elementos mismos. Una vez que ha identificado el núcleo
de la construcción (mediante el procedimiento hipotético descrito más
arriba), el procesador crea la red estructural trazada en la parte dere
cha de la figura. Los números que aparecen junto a las líneas que sa
len de los elementos en esta zona del esquema indican el orden de vin
culación que siguen de acuerdo con este principio. No obstante, no
puede dejar de señalarse la falta de pruebas empíricas que demuestren
que los procedimientos que utilizan los comunicadores durante la in
teracción comunicativa real sean los mismos que los que se han pre
sentado aquí.11
10. Como se advirtió en IV.43, la coordinación con 'y' es el procedimiento prototípico para aña
dir información, y normalmente une elementos del mismo tipo o de idéntico nivel jerárquico.
11.. Por ejemplo, puede haber varías transiciones posibles que el receptor intente recorrer en paralelo.
Clavs: cj, conjunción; d, determ inante; m, m odificador; n, núcleo
F ie. 2
F ig . 4.
Los nu d o s son los estad o s (o funciones) de los elem entos y los enlaces
expresan sus in terrelacio n es gram aticales.
El papel que desempeña este tipo de red consiste en la organiza
ción de la estructura lingüística superficial de acuerdo con el criterio
de aumento de su nivel de accesibilidad; por esa razón, el texto lineal
puede construirse, durante la producción, o recibirse, durante la re
cepción, de una manera rápida y sencilla.12 Pese a que la investigación
sobre el fenómeno de la producción textual es todavía escasa, existe,
no obstante, alguna evidencia empírica sobre la recepción que apoya
algunas de las suposiciones teóricas expuestas más arriba acerca del
modelo de redes de transición. Más en concreto, a raíz de unos expe
rimentos, Stevens y Rumelhart (1975) demostraron que las prediccio
nes sintácticas realizadas por los sujetos sometidos a la investigación,
acerca de cómo consideraban que seguiría una secuencia a partir de
un punto concreto, coincidieron, en un significativo setenta y cinco
por ciento de los casos. Y no sólo eso: cuando los lectores alteraban el
texto mientras lo estaban leyendo en voz alta,13 sus cambios coinci
dían en un ochenta por ciento de las ocasiones con sus propias ex
pectativas, que ya habían manifestado con anterioridad mediante el
tipo de pruebas pertinente. Estos porcentajes de coincidencia son sor
prendentemente altos y confirman muchas de las suposiciones en las
que se basa el modelo de procesamiento de la cohesión textual que se
expone en este capítulo. Tal como se prevé en la noción de p r o c e d i
m ie n t o d e a d e c u a c ió n (véase 111.19), la incidencia de las expectativas
sobre la información de entrada en el sistema permite minimizar los
requisitos de especificación formal que han de cumplir las secuencias
discursivas. Si se aplican estos resultados a las redes gramaticales, se
advierte claramente cuál es el procedimiento mediante el que se po
12, Véase la nota 7 de este capítulo.
13. Este tipo de alteraciones se denominan d e s lic e s o gazapos (véase Goodman y Burke, 1973).
tencian las transiciones entre elementos (véase IV.9): lo más habitual
suele ser que los materiales lingüísticos que se estén procesando se
emparejen con los patrones de expectativas previstos.
11. En unidades sintácticas muy homogéneas, como son los sin
tagmas, las cláusulas y las oraciones, la cohesión se consigue hilva
nando los elementos mediante relaciones de dependencia gramatical
de corto alcance. En fragmentos textuales más extensos, la operación
cohesiva principal consiste en establecer los procedimientos mediante
los cuales los elementos y los patrones utilizados previamente en el dis
curso puedan reutilizarse, modificarse o comprimirse. Los mecanismos
enumerados en IV.3 satisfacen esta función mediante la repetición, la
sustitución, la elisión y la conexión. La utilización de estos mecanis
mos no es tan obligatoria como la de aquellos que se suelen emplear
en la homogeneización de las unidades sintácticas más breves, en las
que la simple elisión de un elemento se percibe inmediatamente como
un desajuste y puede interferir en el proceso de almacenamiento acti
vo de la información.14 Lina equivocación en la construcción estructu
ral de una cláusula o de una oración puede desorientar mucho más al
receptor, que no un error en el uso de la repetición, de los conectares,
de las proformas, etc. Analizado desde un punto de vista gramatical
(véase Beaugrande, 1980a), los mecanismos textuales que operan a
largo alcance, pese a que su uso no es obligatorio, contribuyen de ma
nera muy significativa a que 1a superficie textual sea estable y a que
el proceso de producción y de recepción sea económico (IV.3).
12 . La reaparición literal de un mismo elemento en dos lugares
distintos de un texto se denomina r e p e t i c i ó n (véase Plett, 1975). Wein-
rich (1972) demostró que las categorías gramaticales tienden a repe
tirse más que a modificarse (un hallazgo obtenido unos años antes por
Harris, 1952, aplicando un enfoque diferente; véase 11.21 y ss.). Van
Dijk (1969) sugirió que los componentes conceptuales de los textos se
repiten para apoyar la coherencia discursiva. Si bien la repetición es
un fenómeno que afecta a varios niveles lingüísticos, a continuación
se analizará únicamente la repetición léxica, es decir, la reaparición de
las mismas palabras o de expresiones idénticas en el mismo texto.15
13 . La repetición léxica es bastante frecuente en el habla espon
tánea, como resultado del breve tiempo de que dispone el productor
14, En cuanto a este asunto, no se da por supuesto que los hablantes construyan redes de transi
ción que cubran todas las dependencias gramaticales posibles que se hayan establecido entre todos los
elementos que componen el texto en su globalidad (parece ser que los hablantes construyen, por el
contrario, redes de relaciones conceptuales cuando cada fragmento de texto ya ha sido procesado; acer
ca de este asunto, véase el capítulo V). No obstante, es bastante probable que existan huellas dejadas
por una red similar construida previamente: resulta más económico reutilizar una red preexistente que
no construir una nueva para cada ocasión.
15. Acerca de otros tipos de repeticiones, véase el análisis que se realiza en VII.29-42.
para planificar la efímera superficie textual. En el ejemplo siguiente se
recogen las declaraciones de un concejal muy impresionado después
de haberse producido una inundación repentina en la zona (el artícu
lo apareció en el periódico Gainesville Sun del 20 de diciembre de
1978; en este fragmento se adopta la convención de destacar en cursi
va los elementos repetidos):
[20] Muchas casas han quedado completamente inundadas de agua. Yo
diría que la mayor parte de ellas están inundadas de agua. Están
completamente hundidas debajo del agua.
Cuando existe un entorno apropiado para desarrollar más recursos
de procesamiento y, sobre todo, cuando se dispone de más tiempo
para realizar la producción textual, habitualmente la repetición se
mantiene controlada y dentro de unos límites razonables. Si se fre
cuenta indebidamente el procedimiento de la repetición, entonces des
ciende de manera significativa el nivel de informatividad del texto (en
el sentido en que se emplea este término en 1.17 y ss.). Por este moti
vo, Georgia Green (1968: 22) sugirió que un enunciado como:
[21] Juan regresa a casa y Juan regresa a casa
era inaceptable, puesto que parece que se use sin ningún motivo que
lo justifique para decir exactamente la misma cosa dos veces. No obs
tante, la repetición suele utilizarse de manera bastante habitual por
quienes quieren reafirmar puntos de vista propios16 o por aquellos que
quieren transmitir su sorpresa ante lo que están oyendo. Ambas mo
dalidades de uso se atestiguan en los ejemplos siguientes:
[22] M a r l o w : ¿Qué, mi buen amigo? ¿Y si nos sirves un vaso de ponche
cuando puedas?
H a r d c a s t l e : ¿¡Ponche...1.?
M a r l o w : ¡Sí señor, ponchel Después de nuestro agotador viaje, un
vaso de ponche caliente será muy reconfortante.
(Oliver G oldsm ith, Ella se rindió para vencer, 1773, p. 24)
18. La discusión filosófica en torno a la referencia ha sido extensa y rara vez se ha llegado a una
conclusión tajante (véase un panorama en Lyons, 1977: 174-229). La tendencia actual es intentar ex
plicar todos los tipos de referencia sobre la base de los pocos casos marginales que se puedan aducir.
Véase V.40 para acercarse a una perspectiva distinta, que considera que la referencia es una propie
dad de la lógica de los mundos textuales y no de las palabras que los componen.
19. El «sentido» es el conocimiento real transmitido por un elemento textual dentro de la conti
nuidad que proporciona la coherencia discursiva (véase V. 1 y ss..).. Por supuesto, la consecuencia lógi
ca de un sentido dudoso es una referencia dudosa, aunque no tiene por qué suceder al contrario ne
cesariamente (véase la nota 18 de este capítulo)..
la estructura porque tiene, en este caso, una referencia indefinida y
tanto puede remitir a ‘malas noticias’ como a ‘niño’. Si bien es verdad
que la segunda alternativa puede desecharse por ser algo absurda, sin
embargo, el receptor se ha visto forzado antieconómicamente, a cau
sa precisamente de la repetición, a prestar una atención especial a la
interpretación del enunciado.
16. El mecanismo de la r e p e t i c i ó n p a r c i a l supone la reutiliza
ción de algunos componentes léxicos básicos que han sufrido una
transcategorización (recuérdese el mecanismo denominado «polipto
ton» de la retórica clásica). En los ejemplos siguientes, extraídos de
la Declaración de la Independencia americana, podrá advertirse cómo
un concepto ya activado previamente puede reutilizarse de nuevo en
el texto, siempre que su expresión se adapte a la situación discursiva
nueva:
[28.1] ...comprometerse en que los poderes terrenales se alinearán con
quienes apoyen la independencia y la igualdad... que son las causas
que nos impulsaron a independizamos.
[28.2] Los gobiernos son elegidos por los ciudadanos, y su poder emana
únicam ente del com ún acuerdo entre los gobernados.
En su revisión del fenómeno de la repetición parcial, Dressler
(1979a) advirtió que, en ocasiones, la simple presencia de una expre
sión hace posible que, a continuación, puedan aparecer otras, aunque
sean muy raras o completamente insólitas. Dressler cita un fragmen
to de una historia escrita por Joachim Ringelnatz titulada «Las balle
nas y el extranjero»:20
[29] Había un famoso rascacielos construido con pieles de plátano... Al
sur del rascaplátanos...
La expresión «rascaplátanos» sería muy difícil de entender, en el
sentido en que se emplea en el ejemplo, sin recurrir a las expresiones
correferenciales ('rascacielos' y 'plátanos') que aparecieron previamen
te. Dressler también analizó un fragmento de un relato escrito por
Erich Fried (1975) titulado La vuelta de la tortuga. La expectativa que
se crea en el título (algo así como el regreso de la tortuga') luego no
se corresponde con el desarrollo de la historia (cuando se repite el vo
cablo 'vuelta', el lector advierte que no se refiere a ‘regreso’ sino a ‘gi
rar el cuerpo’):
20. El uso creativo de la repetición parcial esta en conformidad con la «teoría general» de la
creatividad que se esboza en Beaugrande (1979c).
[30] Cualquiera puede encontrarse con una desvalida tortuga tum bada de
espaldas y que no puede girarse sola. En ese momento, se puede o
no tom ar la decisión de darle la vuelta.
17. La repetición tiene la desventaja, ya mencionada en IV.13, de
que reduce el nivel de informatividad del texto. Para contrarrestar ese
inconveniente, en ocasiones, se utiliza la técnica de repetir los mismos
elementos formales, pero que transmitan contenidos diferentes o de
rep etir el mismo contenido, pero expresado en formas diversas. Una
de estas técnicas, el p a r a l e l i s m o , consiste en reutilizar formatos su
perficiales pero rellenándolos con expresiones distintas.21 En la Decla
ración ele la Independencia, el rey de Inglaterra se presenta como sigue:
[31] Ha saqueado nuestros mares, ha destrozado nuestras costas, ha que
mado nuestras ciudades.
En este caso, se han expresado en cláusulas paralelas (con la es
tructura verbo + pronombre posesivo + objeto directo) una serie de
acciones negativas similares, aunque no idénticas, en las que el pose
sivo 'nuestro(a)s' (el único elemento que se repite en el enunciado)
ocupaba el centro de cada una de ellas. En otro pasaje del mismo do
cumento, se enuncian distintas acciones monárquicas mediante parti
cipios de presente precedidos por la preposición 'por':
[32] Por acuartelar grandes ejércitos... Por impedir nuestro comercio...
Por im poner tasas... Por depravamos... Por expulsamos de nuestros
territorios... Por abolir el Sistema de Libertades...
De nuevo, existe una relación entre esas acciones (todas son ejem
plos de abuso de poder) que se enfatiza utilizando como medio ex
presivo el paralelismo de la forma. Además, la repetición del mismo
formato evoca subjetivamente la reiteración abominable de las accio
nes del rey. En el ejemplo siguiente, la expresión 'repetidas' se reitera
con la intención de m arcar el paralelismo antagónico existente entre
dos facciones (los poderosos y los sometidos):
[33] Nuestras repetidas peticiones han sido respondidas únicam ente con
repetidas injurias.
De igual manera, un cambio de forma, aun conservando el parale
lismo estructural, puede potenciar expresivamente el cambio ele conte
nido, como sucede en el ejemplo siguiente:
21. Puede verse más ejemplos en VII,34.
[34] Debemos delernerlos... Enemigos en la Guerra; en la Paz, Amigos.
18. La p a r á f r a s i s consiste en utilizar expresiones distintas para
repetir el mismo contenido,22 como se ejemplifica en el pasaje si
guiente (Beerbohm, 1958: 56 y ss.):
[35] Nunca he visto a un asesino, ni el símbolo abominable de quien se
lleva la vida.
Mientras que [35] muestra la paráfrasis de un concepto simple
('asesino'), [36] ilustra el parafraseado de una estructura mucho más
compleja (Govinda, 1976: 206):
[36] Desde que Dios se reveló en su mente, sintió un terrible sufrim ien
to, porque (*) sabía con anterioridad qué pasaría en cada momento
futuro. (**) Para él ya no hubo más sorpresas; no pasó nada que no
supiera de antemano que iba a suceder.
Puesto que no es, en absoluto, seguro que el contenido del frag
mento (*) sea el mismo que el de su paráfrasis (**), no es de extrañar
que el fenómeno de la paráfrasis se relacione últimamente con la cues
tión mucho mejor conocida de la s i n o n i m i a . 23 Cada vez se fortalece
más la suposición de que existen únicamente unas pocas expresiones
de la lengua natural cuyos significados virtuales sean totalmente idén
ticos. Lo cual no quiere decir que la sinonimia o la paráfrasis sean in
necesarias, puesto que, tal como sucede tanto en [35] como en [36],
en muchos contextos completan, aclaran o profundizan en el signifi
cado real (o sentido, véase V.l) de los fragmentos a que serefieren.
19. La situación en la que aparece un texto puede afectar de ma
nera decisiva a la influencia discursiva que ejerce la paráfrasis y la si
nonimia. Así, por ejemplo, en el discurso legal se intenta definir cier
tos tipos de comportamiento más allá de toda duda razonable; para
cumplir con ese objetivo, se utiliza con mucha frecuencia la paráfra
sis con la esperanza de aprehender todos los aspectos posibles del con
tenido de lo que se pretende expresar. Adviértase cómo este plantea
miento se aplica en la Guía Telefónica de Gainesville (1978-79: 16), en
donde se recuerdan ciertas «Leyes de Florida» que prohíben el uso del
teléfono para hacer
[37] cualquier tipo de comentario, requerimiento, sugerencia o propuesta
que sea obsceno, impúdico, lascivo, sucio o indecente.
22. Puede verse más ejemplos en VII.37 y 41, y en VIIL24.
23, Véase por ejemplo Hirsch (1975),. Aparecen algunos ejemplos en VII.37.
En circunstancias normales, la serie de palabras 'requerimiento /
sugerencia / propuesta' y 'obsceno / impúdico / lascivo / sucio / inde
cente’, se entiende que está compuesta por elementos que poseen, más
o menos, el mismo significado (y, por lo tanto, parece difícil definir
cada miembro de esas series sin poder utilizar en su definición algún
otro miembro de la misma serie). Sin embargo, la legislación acerca
del uso telefónico intenta cubrir todos los posibles vacíos legales en
los que pueda ampararse un delincuente, pagando el precio, si es ne
cesario, de parecer repetitiva o pedante. El alguacil Dogberry de Sha
kespeare proporciona una parodia inmortal de esta tendencia lega
lista:
[38] Marry, señor, han cometido perjurio-, más aún, han dicho cosas fal
sas; en segundo lugar, son calumniadores; en sexto y último lugar,
han calumniado a una dama; en tercer lugar, han jurado cosas fal
sas-, y, para concluir, son unos bravucones mentirosos.
(Mucho m ido v pocas nueces, V i 224-29)
frente a
[4 6 a ] In spec to r: Querrá decir que no quiere hacerlo, señora Birling.
Otra modalidad de proforma son los promodificadores del tipo 'tal'
(véase Hasan, 1968: 78, Palek, 1968: 61 y ss., y Figge, 1971: 175) en
(Wilson, 1959: 3):
[47] Gerald Middleton fue un hombre de temperam ento apacible, aunque
persistentem ente depresivo. Tales hombres no se encuentran en su
m ejor forma a la hora del desayuno.
En esta secuencia, 'tal(es)' se refiere a 'un hombre apacible, aunque
persistentemente depresivo’.
26. Sería equivocado suponer1que las proformas han de correfe-
rirse monotemáticamente siempre a elementos del mismo tipo, por
ejemplo, los pronombres a los sustantivos, los proverbos a los verbos
y los promodificadores a los modificadores. Tales correspondencias
han de entenderse como p r e f e r e n c i a s favoritas que tienen la ventaja
de encajar en marcos gramaticales conocidos, y que son fácilmente
analizables y reutilizables. Lógicamente, las proformas han de amol
darse a los emplazamientos gramaticales en donde aparezcan. Para
ilustrar esta última consideración, préstese atención al conocido pa
saje siguiente (Julio César, I ii 194-95):
[48] El joven Casio tiene una mirada torcida y hambrienta. (Él) piensa
demasiado. Tales hombres son peligrosos.
El mecanismo correferencial que vincula a 'Casio' con el pronom
bre persona! 'él' es muy simple: en primer lugar, aparece un sustanti
vo; a continuación, sigue un pronombre. Ambos ocupan la casilla re
servada para la función de sujeto en sus respectivas oraciones. En con
traste con la sencillez anterior, el promodificador 'tales' transporta el
contenido que se incluye en las expresiones 'tiene una mirada torcida
y hambrienta' y ‘piensa demasiado’ (dos sintagmas verbales que se
convierten, de esta manera, en correferentes). Algunos investigadores
(por ejemplo, Lakoff, 1968) probablemente clasificarían 'hombres'
como un seudopronombre, o como un cuasi pronombre, que, en el
fondo, tiene únicamente un mínimo contenido y una relevancia míni
ma. Este mismo es el criterio que se aplica a términos como el de
'cosa' y sus equivalentes en otras lenguas (ding en alemán, thing en in
glés, etc.) (véase Green, 1968: 25, Hasan, 1968: 94 y ss., y Dougherty,
1969: 513 y ss.).
27. En muchas ocasiones, las proformas son correferentes de
cláusulas completas (se trata del fenómeno denominado 'sustitución
clausal’ en términos de Halliday y Hasan, 1976: 130-41). La proforma
'eso' es especialmente versátil. En el fragmento textual siguiente (Ca-
rroll, 1960: 81):
[49] —Pero ¿es que tienes que entrar? —le respondió el lacayo—. Es
lo primero que deberías preguntarte, ¿no?
Así era en verdad; sólo que a Alicia no le gustaba que le dijeran
eso
el 'eso' transporta el contenido completo de lo que acaba de decir an
teriormente el lacayo. En este otro fragmento (Carroll, 1960: 241):
[50] —Naturalmente estarás de acuerdo en que nos batamos en due
lo —dijo Tararí con un tono más tranquilo.
—Eso supongo —replicó m alhum orado el otro
eso' señala la aceptación del enunciado previo del interlocutor.30 En
general, las proformas se utilizan en la «sustitución de cláusulas» para
indicar que el contenido informativo se mantiene activado, aunque no
el formato superficial de su expresión.
28. La localización textual de las proformas puede variar de
acuerdo con su nivel de especificidad. Lakoff (1968) sugiere la existen
cia de la siguiente progresión secuencia! discursiva prototípica:
a) nombre propio, b) descripción específica, c) clase general (seudo-
pronombre, en el sentido de IV.26) y d) proforma. Considérese el ejem
plo siguiente:
[51] Napoleón llegó al palacio. El conquistador de Austria estaba muy ale
gre. Nunca he visto a un hombre alegrarse tanto. Nadie en el m un
do podía estar como él tan satisfecho de sí mismo.
Este tipo de progresión textual comienza con un nombre propio
('Napoleón'), sigue con una descripción específica (el conquistador de
Austria’), continúa con un seudopronombre (‘hombre’) y finaliza con
una forma pronominal (‘el’). La progresión recorre la distancia que
separa a lo más específico de lo más abstracto. No obstante, si se
invirtiera esta modalidad prototípica de progresión textual se estaría
explotando una manera muy eficaz de ir revelando la identidad del re
ferente poco a poco, aumentando progresivamente el interés del
receptor. En un relato de Nikolai Leskov (1961: 55) se puede encon
trar un ejemplo en el que se sigue esta táctica:
[52] Quien está cruzando el camino no es otro que un anciano en cuya
majestad se reconoce inmediatamente a uno de los santos de la Igle
sia, que no es otro que el reverendo Sergius.
En este fragmento se demuestra que, en ocasiones, se puede incre
m entar la efectividad de un texto si no se siguen las convenciones en
focadas hacia la eficacia discursiva (véase 11.23 y III.9).
29. El criterio de eficacia se presenta en Beaugrande (1980a)
como el principal motivo que mueve a la utilización de las proformas
en general (véase IV. 11). Hasta cierto punto, sin embargo, en este
punto se plantea un problema de n e g o c i a c i ó n entre la concisión y la
claridad discursivas. Por un lado, las proformas ahorran esfuerzo de
30. Sobre los múltiples usos de eso', véase Halliday y Hasan (1976: 140).
procesamiento, ya que son más breves que las expresiones que reem
plazan; ahora bien, si el emplazamiento textual de las proformas obs
taculiza su grado de reconocimiento y de determinación, entonces se
pierden todos los beneficios de su uso, porque han de realizarse cos
tosas operaciones de búsqueda para lograr emparejar la proforma y la
expresión correferente. No obstante, si se da el caso, existen varias téc
nicas de recuperación de la información no definida. Así, por ejemplo,
Chafe (1976: 47) sugirió que en un fragmento algo enrevesado como
el siguiente:
[53] Ayer, Juan fue a visitar a Pedro. Le habían dicho a él que él estaba
enfermo
ha de procesarse de manera preferente la suposición de que el estatu
to del sujeto se ha de mantener constante a lo largo del texto (es decir;
‘Juan’ = el’ y ‘Pedro’ = ‘a él’).31 Otra estrategia para proteger el siste
ma interpretativo de las proformas de dificultades interpretativas in
salvables consiste en tener en cuenta la organización de las situacio
nes, de los objetos o de los acontecimientos tal y como se establece en
el mundo textual. Cuando en la Declaración de la Independencia se lee:
[54] (El rey de Inglaterra) ha forzado a nuestros compañer os Ciudadanos
a convertirse en ejecutores de sus propios amigos y Hermanos, o les
ha sustraído la voluntad, de m anera que ellos mismos han caído en
sus Manos
la proforma ‘sus’ traslada la referencia de una manera muy rápida des
de 'compañeros Ciudadanos' hasta 'amigos y Hermanos’; cualquier
otra interpretación referencial violentaría de manera grave la cohesión
del texto. En el fragmento del ‘cohete’ opera un mecanismo similar:
[4] En una zona del desierto de Nuevo México se alzaba un enorme co
hete de color amarillo y negro. Vacío (él) pesaba cinco toneladas.
Desde un punto de vista estrictamente sintáctico, la forma prono
minal 'él' podría ser correferente tanto de ‘cohete’, como de ‘desierto’
o, incluso, de 'Nuevo México’. No obstante, el lexicón no puede ayu
dar a aclarar este problema de adjudicación de referencia, porque, en
el contexto de la secuencia ('vacío (él) pesaba cinco toneladas’) no exis
te una definición razonable que estipule lo que debería pesar un co-
31.. Reichman (1978: 290) señala un caso interesante en el que un nombre propio se usa más que
una proforma, aunque no sea posible la confusión, aparentemente porque la persona mencionada está
fuera del foco de atención; habitualmente, la referencia a la persona enfocada se realiza mediante una
proforma..
hete, un desierto o un estado como el de Nuevo México. La correfe-
ren cialid ad se resuelve, simplemente, recurriendo al conocimiento es
tereotipado del mundo que considera absurdo pesar un desierto o un
estado, pero no un objeto volante del tipo ‘cohete’ (la variabilidad de
peso de los cohetes es un tipo de información relevante, puesto que se
trata de un tipo de conocimiento problemático;32 además, precisa
mente un exceso de peso podría ser la causa de que fracasase el vue
lo, véase 111.17); los desiertos y los estados no suelen moverse de su
emplazamiento, por lo que la estimación de su peso suele ser irrele
vante pata el transcurso normal de los acontecimientos (además, de
todas maneras sería bastante complicado, sino imposible, pesarlos).
30. La preferencia de los comunicadores por introducir' conoci
miento de tipo problemático en el discurso textual es un principio om
nipresente de organización, porque esa característica determina lo que
se considera interesante y, de ahí, de lo que vale la pena producir y
recibir textos (véase Schank, 1977, y Beaugrande, 1980a). Tómese en
consideración este fragmento de una conversación (Dickens, 1947:
617):
[55] —A la m añana siguiente se despertó, encendió el fuego, ordenó
en tres montoncitos los bollos y las tostadas, hum, se lo comió todo,
hum, todo, y se golpeó la cabeza.
—¿Por qué hizo eso? —preguntó el señor Pickwick abruptamente.
Desde un punto de vista estrictamente sintáctico, las proformas
‘h izo eso pueden referirse a todas las acciones mencionadas en el re
lato de Sam (despertarse, encender el fuego, ordenar en montones, co
merse los bollos y las tostadas y golpearse la cabeza), pero no hay nin
guna duda de que el señor Pickwick se está refiriendo únicamente a
la última acción. 'Golpearse la cabeza’ es, con bastante diferencia, la
acción más problemática de todas las enunciadas, y, por lo tanto,
la más relevante, ya que despertarse, encender el fuego o comer tos
tadas son acontecimientos habituales en el transcurso normal de la
vida cotidiana, mientras que golpearse la cabeza suele ser un aconte
cimiento inhabitual y que puede tener consecuencias posteriores.
31. El mismo principio podría aplicarse a la interpretación de los
homónimos (palabras con el mismo formato externo, pero que difie
ren en cuanto a su significado o en cuanto a la función que realizan),
tales como la proforma ‘uno’ o el cuantificador numeral 'uno'. La pro
forma ‘uno’, en ocasiones, se emplea para referirse a un miembro no
específico de una determinada clase, por ejemplo (Dickens, 1948: 128):
32. Véase la nota 28 de este mismo capítulo.
[56] Se trata de un caso muy doloroso, mucho; nunca había visto uno
que fuese tan doloroso como éste.
En este fragmento, ‘uno’ designa un caso’ cualquiera (es decir, in
determinado), descrito simplemente como 'más doloroso que el caso
presente’. De igual manera, la proforma 'uno' puede funcionar como
sustituto de una persona cualquiera, inespecífica, por ejemplo en (Go-
vinda, 1976: 15):
[57] Uno no puede formarse juicios profundos basados en tales percep
ciones, uno no debería perm itir que los pensamientos de uno estén
influidos y dirigidos por ellos.
En contraposición, considérese este —algo extraño— titular perio
dístico que apareció publicado en el Gainesville Sun el 20 de diciem
bre de 1978:
[58] E l p i s t o l e r o d e S a n J u a n y a h a m a ta d o a u no
35. En su uso común, el «tiempo verbal» se refiere a la inflexión de los verbos que les permite ex
presar el tiempo relativo en el que transcurre un acontecimiento discursivo, mientras que el «aspecto»
señala las fronteras (inicio, terminación) y la duración de los acontecimientos discursivos..
suelen utilizar los modificadores o los conectares para cumplir con
esa función.
39. El modo en que se utiliza la temporalidad y la aspectualidad
verbales constituye una estrategia de construcción textual. Así, por
ejemplo, en hebreo existe una secuencia prototípica de tiempos ver
bales que se ha de utilizar de una manera íntegra en el discurso, lo
cual tiene una enorme repercusión en la organización estructural de
los textos que la incluyen (véase Harweg, 1968: 284). En bahinemo,
una lengua que se habla en Papúa Nueva Guinea, la estructura del pá
rrafo se organiza en torno a la forma verbal que aparece en la prime
ra cláusula del texto y que se responsabiliza de activar la perspectiva
temporal en la que se insertarán todos los demás acontecimientos y si
tuaciones que aparezcan posteriormente en el parágrafo (véase Lon-
gacre, 1970). Llevando esta característica a sus últimas consecuencias,
en la lengua godie, hablada en Costa de Marfil, la información acerca
del tiempo verbal sólo se menciona una vez, puesto que se extiende,
de manera automática y sin requerir más indicaciones, al texto com
pleto (véase Grimes, 1975: 232). En la lengua brasileña denominada
xavante, se utilizan dos sistemas distintos de aspectos verbales para
los acontecimientos que se consideran relevantes frente a los no rele
vantes (véase Grimes, 1975: 93). En las lenguas nigerianas mumuye y
longuda, se utiliza el aspecto verbal progresivo para m arcar los acon
tecimientos que suceden al margen de la secuencia principal de acción
(véase Grimes, 1975: 234).
40. Valga el somero inventario anterior para hacerse una idea ini
cial acerca de la enorme diversidad, complejidad y subjetividad con
que se organiza el t i e m p o en los mundos textuales construidos en di
ferentes lenguas (véase Bruce, 1972). Aunque esté bastante extendido,
el punto de vista pre-einsteiniano de que el tiempo transcurre de ma
nera uniforme, desvirtúa las interrelaciones establecidas entre las si
tuaciones y los acontecimientos que, en realidad, difieren no sólo en
cuanto a su duración, sino también en cuanto a su estructura formal
y a su importancia funcional. Así, por ejemplo, como señaló Talmy
(1978: 21), el mismo acontecimiento puede expresarse desde diferen
tes perspectivas:
[65a] El faro iluminó la bahía
[65¿>] El faro estaba iluminando la bahía
[65c] El faro iluminó cinco veces seguidas la bahía
En [65a],el acontecimiento se contempla como una unidad cerra
da que sucede en un punto aislado del tiempo. En [65¿>], el aconteci
miento es una unidad que se proyecta sobre una extensión ilimitada
de tiempo. En [65c], el acontecimiento es una unidad formada por va
rias secuencias con unas fronteras temporales limitadas. Analizando
ejemplos similares a estos, Fillmore (1977: 74) concluyó que «cual
quier' verbo o cualquier elemento predicativo proporciona, cada vez
que se usa, una determinada perspectiva» sobre la «escena» descrita
(Dillon, 1978: 70 y ss., analizó la necesidad de visualizar «escenas» con
el objetivo de facilitar las operaciones de procesamiento, incluso en lo
concerniente a las cuestiones superficiales como, por ejemplo, la aná
fora).
41. El sistema temporal y aspectual de los verbos también puede
relacionarse con algunos principios relevantes de la organización tex
tual. Si, como se sostuvo en III. 14, la textualidad descansa sobre la
c o n t i n u i d a d , los usuarios textuales han de entender que los aconte
cimientos y las situaciones que aparecen en el mundo textual están
relacionados entre sí (véase 1.11). Partiendo de esa suposición, los re
ceptores no tienen problema alguno en rellenar las lagunas y los hue
cos informativos existentes en el texto aplicando procedimientos de
a c t u a l i z a c i ó n , como, por ejemplo, la realización de inferencias (en el
sentido que se expone en 1.11; véase, también, V.32-34) acerca de
cómo se desarrollan los acontecimientos en el mundo textual (véase
Sacerdoti, 1977: 15, y Winston, 1977: 386). Verbigracia, cuando el
cohete ‘despega’ en el ejemplo [4], el lector actualiza inferencialmen-
te su trayectoria desde el ‘desierto’ hasta el ‘cielo’, supone que su com
bustible, compuesto al principio de la operación de despegue por
ocho toneladas’, irá disminuyendo progresivamente, etc., aunque todo
ello no se afirme de manera explícita en el texto. Por su lado, Leonard
Talmy (1978) sistematizó una propuesta acerca de los principios de
organización temporal que operan en los textos: a) la clesplegabiliclad,
entendida como la capacidad de que en un mismo texto se abran múl
tiples perspectivas o planos temporales; b) la limitabilidad, o la capa
cidad de definir discrrrsivamente límites temporales discernibles entre
los acontecimientos descritos en el texto; c) la divisibilidad, o la posi
bilidad de segmentar la continuidad temporal interna del texto en
diversas partes; y d) la distribución, es decir, la ordenación de los
acontecimientos y de las acciones en patrones temporales. Aunque
tanto Halliday como Talmy consideran qrre este tipo de nociones son
puramente «gramaticales», no existe la menor duda de que también
se encuentran fácilmente integradas en los protocolos de procesa
miento cognitivo de los acontecimientos y de las acciones (véase Mi-
11er y Johnson-Laird, 1976). En este sentido, tal y como sucede en mu
chos otros ámbitos, la c o h e s i ó n de la superficie textual se apoya evi
dentemente sobre la coherencia que se le presupone al mundo textual
(véase Morgan, 1978).
42. Quizás el mecanismo más evidente de señalización de las re
laciones entre los diversos acontecimientos y situaciones que concu
rren en un texto sea la c o n e x i ó n , o, más en concreto, el uso de c o
n e c t a r e s (en las gramáticas tradicionales se denominan de manera in
discriminada «conjunciones»; véase Gleitman, 1965, Dik, 1968, Tai,
1969, Harvveg, 1970, Dougherty, 1970-71, R. Lakoff, 1971, Halliday y
Hasan, 1976, Lang, 1976, y Van Dijk, \911b). Los cuatro procedi
mientos principales de conexión son:
a) La c o n j u n c i ó n , que vincula entre sí elementos equiparables,
por ejemplo, que ambos son verdaderos en el mundo textual.
b) La d i s y u n c i ó n , que vincula entre sí elementos opuestos, por
ejemplo, que ambos no pueden ser verdaderos a la vez en el mundo
textual.
c) La a d v e r s a c i ó n , que vincula entre sí elementos equiparables
pero incompatibles en el mundo textual, por ejemplo, una causa que
provoca un efecto inesperado.
d) La s u b o r d i n a c i ó n , que vincula entre sí elementos ordenados
jerárquicamente, por ejemplo, que son verdaderos en el mundo textual
sólo si se cumplen ciertas condiciones (del tipo precondición/aconte-
cimiento, causa/efecto, etc.).
43. Cada una de estas modalidades de conexión se reconoce por
el tipo de c o n e c t o r e s (entendidos en el sentido de i n d i c i o s s u p e r f i
c i a l e s ) que hacen evidente su uso. Desde un punto de vista estadísti
co, la c o n j u n c i ó n se suele señalizar con el conector 'y', aunque, con
una frecuencia menor, se utiliza 'también', 'además', etc. La conjun
ción es una relación de tipo aditivo (añade información nueva al tex
to), como puede comprobarse cuando se conectan entre sí dos acon
tecimientos o situaciones interdependientes que se mencionan dentro
de una misma oración, como sucede, por ejemplo, en (Time, 26 de
marzo de 1979):
[66] A los pájaros de gran envergadura Jes gusta dorm ir en ios árboles de
los parques que hay en las afueras de la ciudad, y desde 1885 los ciu
dadanos locales han considerado ese hecho como la mejor de las si
tuaciones posibles.
No obstante, la relación que marca la conjunción también puede
traspasar las fronteras oracionales (Time, 26 de marzo de 1979):
[67] Sadat considera el acuerdo como un medio de proteger los «derechos
humanos» de los palestinos asentados en Gaza. Y para asegurar que
Gaza consigue la autonomía, Sadat quiere firm ar un acuerdo.
Otra función que puede desempeñar la conjunción es la de vincu
lar entre sí enunciados que no tienen un formato íntegramente ora
cional, favoreciendo, de esta manera, la activación de una relación
aditiva o de interdependencia (Tune, 26 de marzo de 1979):
[68] Después de todo, lo único que quiero es que se cumpla la ley; y que
ellos dejen de maltratarnos de esta manera.
Puede considerarse que la conjunción es una especie de conexión
en el sentido de que, a menos que se diga algo en con
p or d e fec to ,
tra, unos acontecimientos se van añadiendo sucesivamente a otros en
el mundo textual. No es imprescindible la presencia de los conectores
concretos 'y, 'también', 'además', etc., relacionando de manera explí
cita cláusulas u oraciones para que se establezca una relación de con
junción genuina. De hecho, plagar el texto de conectores conjuntivos
produce un efecto retórico redundante conocido como «polisíndeton».
Por supuesto, la probabilidad de aparición de este tipo de conector se
incrementa cuando la interdependencia entre secuencias no es obvia
y, por esa razón, se ha de m arcar de una manera explícita.
44. La d i s y u n c i ó n aparece marcada habitualmente por el nexo 'o'
(en ocasiones, para señalar esta relación, se emplean varios elementos
coordinados entre sí, del tipo 'ni/ni', 'si o no’, etc.) (Dickens, 1948: 49
y ss.):
[69] Hay pocos momentos en la existencia de un hombre en que éste ex
perimente tan lamentable angustia y encuentre tan escasa conmise
ración caritativa como cuando va en persecución de su propio som
brero. Para alcanzar un sombrero se requiere mucha frialdad y un
grado de especial discernimiento. Uno no se debe precipitar dema
siado, o corre el riesgo de pisarlo; no debe caer tampoco en el ex
tremo opuesto, o se quedará sin él seguro.
Por un lado, en el interior de una oración, 'o' se emplea para co
nectar dos alternativas, de las cuales una se impondrá sobre la otra en
el mundo textual (‘uno no se debe precipitar demasiado, o corre el ries
go de pisarlo’). Por otro lado, entre oraciones, ‘o’ se emplea tanto para
introducir una información adicional, como para —como se ilustra en
el ejemplo siguiente— traer a colación una alternativa posible no con
siderada con anterioridad en el mundo textual (Dickens, 1947: 31):
[70] —A no ser, claro, que el señor Winkle se sienta agraviado por el
desafío, en cuyo caso estimo que tiene derecho a una satisfacción.
El señor Winckle, con gran abnegación, expresó que ya se sentía
bastante satisfecho.
— O posiblemente —dijo el otro hombre— el padrino de este ca
ballero se haya sentido ofendido por alguna observación que yo haya
hecho.
La disyunción no es probablemente fácil de procesar, ya que los
usuarios textuales han de mantener en la memoria activa ambas al
ternativas hasta que se encuentre una solución.
45. Los conectores que se emplean con mayor frecuencia para
marcar la a d v e r s a c ió n son ‘pero’, 'sin embargo’, ‘aunque’, 'no obstan
te’, etc. La función textual que desempeña la adversación es la de fa
cilitar una solución a un problema en el que se combinan aconteci
mientos en principio incompatibles entre sí. En un ejemplo como
(Time, 26 de marzo de 1979):
[71] Se produjo una debacle cuando las ayudas pactadas se rechazaron
abiertamente. Pero, en el último minuto, Cárter consiguió una vic
toria de la diplomacia presidencial
el productor del texto utiliza el conectar 'pero' para alertar a los re
ceptores de que el anunciado ‘debacle’ se ha convertido finalmente en
algo totalmente distinto y contrapuesto: en una 'victoria'. En este otro
ejemplo (Tune, 26 de marzo de 1979):
[72] Cárter estaba desconcertado y enfadado. Pero Begin permanecía
firme
la adversación indica que la interpretación adecuada de la secuencia
es que no se produjo la conciliación entre Cárter y Begin, cuando se
sugiere entre líneas que ésta hubiese sido la respuesta más natural
para calmar el enfado de un personaje tan poderoso como el presi
dente de Estados Unidos.
46. La modalidad de conexión textual denominada s u b o r d in a c ió n
suele concretarse en el empleo de un amplio repertorio de conectores
del tipo ‘porque’, ‘ya que', ‘como’, ‘así’, ‘mientras’, ‘por consiguiente’,
etc. Cuando operan entre secuencias, los conectores subordinantes in
troducen i n t e r p e l a c i o n e s d e c o h e r e n c i a explícita, tales como las que
se sugirieron en 1.6-11 (véase también el capítulo V). Un tipo de cone
xión subordinante, como la c a u s a (en cuanto a sus condiciones nece
sarias, véase 1.7), suele aparecer introducido mediante un conectar
adecuado, en este caso, un porque (Time, 26 de marzo de 1979):
[73] Eso significa ensuciar Long Beach H arbour con manchas de aceite
y aum entar notablemente los índices locales de contaminación, por
que sólo por el simple hecho de descargar ese aceite ya se liberarían
a la atmósfera los humos nocivos de los hidrocaburos.
Otro tipo de conexión textual subordinante es la r a z ó n (entendida
como la reacción humana racional, véase 1.8) (Tune, 26 de marzo de
1979):
[74] El juez rechazó encargarse del caso, sobre la base de que carecía de
la autoridad adecuada.
47. El repertorio de conectares que se utilizan para expresar re
laciones de p r o x im id a d t e m p o r a l es muy extenso (véase 1.10). Entre los
más significativos destacan: ‘entonces’, ‘próximo’, 'antes', 'desde',
'cuando', 'mientras', 'durante', etc. Si unos acontecimientos se ordenan
con respecto a otros, la proximidad temporal se secuencializa, como,
por ejemplo, en [75], en donde 'entonces' marca el hecho de que un
acontecimiento sucede a otro anterior (Time, 26 de marzo de 1979):
[75] El presidente declaró emocionadamente que estaba «muy contento
de regresar a casa». Entonces habló de la reunión que había cele
brado.
También la superposición se puede indicar de una manera tan in
mediata como la secuencialidad. En [76], el conectar 'mientras tanto'
indica que los dos acontecimientos que se enuncian acontecen de ma
nera paralela y simultánea (Time, 26 de marzo de 1979):
[76] Al día siguiente, el gobierno egipcio también aprobó con desánimo
los detalles finales del acuerdo. Mientras tanto, los m inistros de de
fensa israelí y egipcio celebraban una reunión en W ashington.
Otra modalidad de proximidad temporal consiste en un encadena
miento de secuencias en que la finalización de un acontecimiento
coincide con el inicio del siguiente, a lo cual se añaden implicaciones
causales. En [77], por ejemplo, ‘cuando’ marca tanto la contigüidad
temporal entre la oferta de un acuerdo y su rechazo, como el hecho
de que el segundo acontecimiento es la consecuencia, y el primero, la
causa (Time, 26 de marzo de 1979):
[77] Cuando Cárter le ofreció la propuesta a Sadat, Begin dijo que ellos
la consideraban «completamente inaceptable».
48. El último tipo de conexión subordinante que se tendrá en
cuenta es la señalización de la c o n d ic io n a l id a d , esto es, de la proba
bilidad, la posibilidad o la necesidad (o de todo lo contrario a eso) de
unos acontecimientos con respecto a otros (véase Reichenbach, .1976).
El conectar condicional, por excelencia, 'si' establece una condición
que, si se cumple, permitirá que tenga lugar un determinado aconte
cimiento. Recuérdese, por ejemplo, una de las declaraciones realiza
das por' la señora Tatcher durante una campaña electoral (Daily Tele-
graph, 26 de abril de 1979):
[78] Tendríamos el nivel de vida de Alemania si tuviésemos el nivel de
productividad laboral de Alemania.
La condicionalidad es un movimiento mental muy importante que
permite p r o y e c t a r aquellos acontecimientos y situaciones que podrían
suceder o que podrían haber sucedido en el mundo textual (véase
V.28). En cuanto a esta última posibilidad, la que afecta al tiempo pa
sado, normalmente no caben demasiadas posibilidades de que la pro
yección condicional sea verdadera (Dickens, 1947: 24):
[79] Si la torre principal del castillo de Rochester se hubiese echado a an
dar repentinam ente arrancando sus cimientos de cuajo y se hubiese
detenido ante las ventanas de esta misma sala del té, la sorpresa del
señor Winckle no hubiese sido nada comparada con el profundo
asombro con el que escuchó esas palabras.
El estatuto contrafáctico de la prótasis condicional (la torre de un
castillo caminando) y su relación con la apódosis (el asombro) tam
bién aparecen marcados y reforzados por el empleo de los tiempos
verbales (‘hubiese echado a andar y ‘hubiese sido').
49. El nivel de complejidad de la conexión textual es, por su
puesto, mucho mayor de lo que pueda deducirse de lo expuesto hasta
el momento. Excepto en el caso de la disyunción, el uso de los conec
tares como señales que marcan un determinado tipo de relación de
una manera explícita es, en muy pocas ocasiones, obligatorio, porque
los usuarios textuales no suelen tener excesivas dificultades en el re
conocimiento de las relaciones existentes entre secuencias como la
aditividad, la incongruencia, la causalidad, etc., mediante la simple
aplicación del conocimiento del mundo almacenado en la memoria.
No habría problema alguno en borrar los conectares de la superficie
textual de los ejemplos [66], [67], [73], [76] y [77], con la precaución
de añadir ocasionalmente algún signo de puntuación: no habría pro
blema alguno en aceptar la gramaticalidad y la corrección de esos tex
tos. Ahora bien, no cabe la menor duda tampoco de que mediante el
uso de los conectares, el productor textual puede ejercer un control so
bre el proceso de reconocimiento y de activación de las relaciones tex
tuales que han de realizar los receptores. Así, por ejemplo, en [75], uti
lizando el conector ‘entonces’, el productor textual consigue expresar
que la ‘declaración emocionada’ del presidente no se debía a 'la reu
nión que había celebrado’ (como hubiese sido el caso si 'entonces' se
hubiera eliminado), sino al hecho de haber regresado a casa; en este
sentido, la utilización del conector permite al productor, además, in
sertar su propia interpretación, como una estrategia de r e c o n d u c c i ó n
de la situación (véase VIII. 1).
50. Teniendo en cuenta las apreciaciones anteriores, puede de
ducirse que, en ia interacción comunicativa, no sólo las reglas gra
maticalmente obligatorias deciden qué formatos sintácticos han de
utilizar los participantes, sino que también la conexión juega un papel
importante en el proceso. Tan probable es que los conectores sean
simplemente un detalle de cortesía del productor con respecto al re
ceptor, para ayudarle a realizar una recepción eficiente del texto, como
que ayuden de manera eficaz al productor textual durante la organi
zación y la presentación del mundo textual. Como se demostró en
IV.49, los conectores pueden sugerir e, incluso en ocasiones, imponer,
una determinada interpretación a las secuencias afectadas, aunque,
bien es verdad, no siempre aparecen en todas las transiciones entre to
dos los acontecimientos y situaciones que concurren en un mundo tex
tual. En apariencia, al menos, puede suponerse que una manera de
elevar el nivel de i n f o r m a t i v i d a d de un texto es no usar conectores, o
al menos no utilizarlos de manera continuada. En cualquier caso, exis
ten otras categorías que pueden satisfacer las mismas funciones, por
ejemplo, las formas verbales causativas (véase Grimes, 1964, para una
comparación entre la lengua huichol y el inglés) o mediante la inser
ción de interjecciones (véase Gülich, 1970, y Franck, 1979).
51. La p e r s p e c t i v a f u n c io n a l d e la o r a c ió n (véase 11.18) se ha
ocupado de un aspecto especial de la interacción entre la sintaxis, la
informatividad y las situaciones comunicativas que puede ser perti
nente en este punto. La simple decisión del emplazamiento de los ma
teriales lingüísticos en la zona inicial o en la parte final de las cláusu
las o de las oraciones es un indicio significativo acerca de la prioridad
relativa, así como del nivel de informatividad que el productor textual
otorga, desde su punto de vista, al contenido subyacente (para discu
siones y panoramas sobre este asunto, véase Mathesius, 1928, Firbas,
1962, 1964, 1966, 1968, 1974, 1975, Halliday, 1967-68, Benes, 1968,
Chafe, 1970, 1976, Sgall et ai, 1973, Danés, ed., 1974, Dahl, ed., 1974,
Grossman, San y Vanee, eds., 1975, Grimes, 1975, Firbas y Golková,
1976, Li, ed., 1976, y Jones, 1977). ¿Hasta qué punto este tipo de de
cisiones (por ejemplo, el de la ubicación estratégica de la información)
controla el nivel sintáctico? La respuesta a esta cuestión variará, sin
duda, de acuerdo con la incidencia de otros tipos de restricciones que
se apliquen en la construcción de las secuencias. Así, por ejemplo, en
inglés, la carencia de un sistema morfemático distintivo impone unas
fuertes constricciones sobre el patrón de ordenación de palabras. En
cambio, en checo, a causa de su rico sistema morfemático, el orden
de palabras es mucho más ñexible y cumple con las predicciones de
la perspectiva funcional de la oración de una manera muy significati
va (véase Sgall et ai, 1973).36
52. Ya que la tendencia natural de los comunicadores es fijar un
punto de orientación antes de presentar' material nuevo o sorpren
dente, el nivel de informatividad tiende a elevarse hacia el final de la
cláusulas o de las oraciones. Considérese el siguiente inicio de un re
lato de las biografías tibetanas de los ochenta y cuatro Siddhas (Go-
vinda, 1976: 25):
[80]
[80.1] Érase una vez un cazador' llamado Savari.
[80.2] Estaba muy orgulloso de su fuerza y de su puntería.
[80.3] M atar animales era su única ocupación,
[80.4] y eso hizo de su vida un pecador solitario,
[80.5] Un día, mientras estaba cazando, vio a un extranjero.
El texto comienza con la expresión vacía ‘érase una vez’, que sim
plemente introduce al lector en el mundo imaginario de los relatos y
establece la existencia del personaje principal (‘un cazador llamado
Savari’ [80.1]). Tanto el nombre como la profesión del personaje se
han de mantener activados en la memoria del lector durante todo el
texto, porque se van a ir actualizando continuamente. En la secuencia
siguiente, el personaje reaparece como sujeto; en el predicado se ofre
ce más información acerca de sus características (‘orgulloso de su
fuerza y de su puntería’ [80.2]). Las diferentes partes del relato van en
cajándose unas con otras, puesto que puede suponerse que el cazador
sentía un orgullo lógico por su fuerza y por su puntería; pero, en este
punto, el relato toma otro derrotero, ya que la interpretación adecua
da es:
[80.2a] ‘Su fuerza y su puntería le hicieron ser demasiado orgulloso’
Dado el tratamiento que reciben, la fuerza, la valentía y el exceso
de orgullo crean un foco de atención en el relato. En [80..3], ‘matar
animales’ constituye un inicio esperable de secuencia, puesto que se
trata de algo deducible de la profesión ya mencionada de ‘cazador’; la
información novedosa que aporta la secuencia al relato consiste en
36. En cuanto a otras lenguas, véase Grimes (1975), Grossman, San y Vanee (eds.) (1975), Li (ed.)
(1976) y Grimes (ed.) (1978)
que esta actividad es su ‘única ocupación’ (es decir, caso de no ser una
actividad honesta, Savari no podría redimirse mediante trabajos de
otro tipo). Un ‘eso’ anafórico (en [80.4]) mantiene el contenido de la
oración precedente activado en la memoria para que pueda añadírse
le a la caracterización del cazador un nuevo dato (era ‘un pecador so
litario'). El inicio de [80.5] presenta a Savari realizando su ocupación
usual y la secuencia finaliza con la irrupción de un nuevo personaje
(‘un extranjero’) en la escena.
53. El tema de la informatividad se tratará con mayor detalle en
el capítulo VIL En este momento, resulta interesante destacar que,
puesto que la cohesión descansa sobre la suposición de la existencia de
una coherencia subyacente (véase IV.41), la secuenciación de la super
ficie textual ha de ofrecer señales del productor que indiquen qué tipo
de conocimiento compartido ha de activar el receptor en cada mo
mento de la interacción comunicativa. Por ejemplo, debido a la utili
dad estratégica de presentar en primer lugar la información conocida,
los sujetos de las oraciones —aunque ciertamente no siempre— son,
con frecuencia, los elementos que se utilizan para (re)activar el conte
nido establecido o predecible de la secuencia (véase Firbas, 1966a),
mientras que la zona final reservada para el predicado suele ser, por su
lado, un lugar especialmente adecuado para crear un f o c o de atención.
54. Un sistema cohesivo subsidiario disponible únicamente para
los textos hablados es el de la e n t o n a c i ó n (véase Halliday, 1967, Crys-
tal, 1969, Lehiste, 1970, 1975, y Brazil, 1975). En inglés, el patrón en-
tonativo normal marca una curva ascendente hacia el final de las cláu
sulas o de las oraciones, alcanzando el cénit en la última expresión
que transmite el contenido esencial del enunciado. Aunque la investi
gación entonativa se ha centrado casi siempre en el terreno de las
cláusulas y de las oraciones, David Brazil (1975) propuso un enfoque
de la entonación aplicable en el discurso o en los fragmentos textua
les localizados dentro del discurso. En este sentido, Brazil adaptó el
concepto de 'tonema' de Halliday (1967), pero modificándolo, según
sus intereses explicativos, para que pudiera referirse a diferentes tipos
de a c c i o n e s d i s c u r s i v a s (véase V I . l l ) . Así, por ejemplo, desde el pun
to de vista de Brazil, la acción discursiva de i n v o c a r (o «referirse a»)
se produce cuando el hablante presenta material que, en su mayor
parte, es conocido o esperable, mientras que i n f o r m a r («o revelar») se
da cuando el hablante presenta material nuevo, inesperado, correcti
vo o contrastivo con respecto al material anterior (véase VIII. 10). De
ahí que la acción discursiva de informar provoque necesariamente una
respuesta en los otros participantes involucrados en la interacción. En
contraposición, existe también una opción entonativa neutral que no
pretende incitar a que el receptor realice acción discursiva alguna.
X ''X
[81 ]a / / Cuando acabe Jam es Joyce / / leeré Homero / /
x ^ X Xy*
[81 ] b II Cuando acabe Jam es Joyce / / leeré Homero
'A ^
"X X
[81 ]c / / Leeré Homero / / cuando acabe Jam es Joyce / /
Fig. 5.
11. Puede advertirse fácilmente que las «situaciones» incluyen «objetos» y que los «aconteci
mientos» incluyen «acciones». Lo más habitual será hablar de «situaciones y acontecimientos» para
cubrir toda la designación de los conceptos primarios y de su organización.
3) E n t id a d a f e c t a d a : la e n t i d a d c u y a s i t u a c i ó n s e v e m o d i f i c a d a
p o r u n a c o n t e c i m i e n t o o u n a a c c i ó n e n la q u e n o f ig u r a ni
c o m o a g e n te , n i c o m o i n s t r u m e n t o .
4) R e l a c i ó n : u n a c a t e g o r í a r e s i d u a l p a r a la s r e l a c i o n e s f o r tu ita s
d e l tip o 'p a d r e - h ijo ', ‘j e f e - e m p l e a d o ’, etc.
5) A t r i b u t o : la c o n d i c i ó n c a r a c t e r í s t i c a d e u n a e n t i d a d (v é a s e «es
ta d o » ).
6) L o c a l iz a c ió n : p o s ic i ó n e s p a c ia l d e u n a e n t id a d .
7) T i e m p o : p o s i c ió n t e m p o r a l d e u n a s i t u a c i ó n (o u n e s t a d o ) o u n
a c o n t e c i m i e n t o (v é a s e 1.10).
8) M o v im ie n t o : c a m b i o d e lo c a liz a c ió n .
9) I n s t r u m e n t o : u n o b j e t o s in i n t e n c i o n e s p r o p i a s q u e p r o p o r
c i o n a los m e d i o s p a r a q u e s u c e d a u n a c o n t e c i m i e n t o .
10) F o rm a: c o n fig u ració n , c o n to rn o , p a re cid o .
11) P a r t e : u n c o m p o n e n t e o u n s e g m e n t o d e u n a e n t id a d .
12) S u s t a n c ia : m a t e r i a l e s d e los q u e se c o m p o n e u n a e n t i d a d .
13) C o n t e n c i ó n : la lo c a l i z a c i ó n d e u n a e n t i d a d d e n t r o d e o tr a
p e ro no c o m o p a rte o su stan cia .
14) C a u s a : v é a s e 1.7.
15) P o s ib il id a d : v é a s e 1.7.
16) R a z ó n : v é a s e 1.8.
17) P r o p ó s i t o : v é a s e 1.9.
18) P e r c e p c ió n : o p e r a c i o n e s d e e n t i d a d e s c r e a d a s s e n s o r i a l m e n t e
d u r a n t e la s q u e el c o n o c i m i e n t o s e i n t e g r a m e d i a n t e lo s ó r
g a n o s s e n s o r i a l e s . 12
19) C o g n i c i ó n : a l m a c e n a m i e n t o , o r g a n i z a c i ó n y u t i l i z a c i ó n del
c o n o c im ie n to m e d ia n te e n tid a d e s c re a d a s se n so ria lm e n te .
20) E m o c ió n : u n e s t a d o e x p e r i e n c ia l y n o n e u t r a l c o n r e s p e c t o a
u n a e n tid a d cre a d a sen so rialm en te.
21) V o l i c i ó n : a c t iv i d a d d e d e s e a r m e d i a n t e u n a e n t i d a d c r e a d a
sen so rialm en te.
22 ) R e c o n o c im ie n t o : e m p a r e j a m i e n t o e x ito s o e n t r e p e r c e p c i ó n y
c o n o c i m i e n t o p re v io .
23) P o s e s i ó n : r e l a c i ó n e n la q u e u n a e n t i d a d c r e a d a s e n s o r i a l
m e n t e se c r e e p r e d o m i n a n t e y c o n t r o l a u n a e n t i d a d .
24) E j e m p l o : u n m i e m b r o d e u n a c la s e q u e h e r e d a to d o s lo s r a s
g o s n o c a n c e la d o s d e la c la s e a la q u e p e r t e n e c e (v é a s e V .l 7).
25) E s p e c if ic a c ió n : r e l a c i ó n e n t r e u n a s u p e r c l a s e y u n a s u b c la s e ,
c o n u n a a f i r m a c i ó n d e los r a s g o s m á s r e s t r i n g i d o s d e la ú lti
m a (v é a se V . l 7).
12. La «percepción» se refiere al caso común de que se suele aplicar el conocimiento previo a lo
que se experimenta por primera vez.
26) C a n t id a d : u n c o n c e p t o n u m é r i c o , d e a lc a n c e , e s c a la o m e d i
d a . 13
27) M o d a lid a d : c o n c e p t o d e n e c e s i d a d , p r o b a b i l i d a d , p o s i b i l id a d ,
p e r m i s i b i l i d a d , o b li g a c i ó n o s u s o p u e s t o s .
28) S ig n i f ic a n c ia : u n s i g n if ic a d o s i m b ó l i c o a s i g n a d o a u n a e n t i
dad.
29 ) V a l o r : a s i g n a c i ó n d e l e q u iv a le n te d e u n a e n t i d a d e n t é r m i n o s
d e o t r a s e n ti d a d e s .
30 ) E q u iv a l en c ia : ig u a ld a d , m i s m i d a d , c o r r e s p o n d e n c i a y p a r e
cid o .
31) O p o s i c i ó n : lo contrario de equivalencia.
32 ) C o r r e f e r e n c i a : relación en la que expresiones
diferentes ac
tivan la misma entidad (o configuración de entidades) del
mundo textual (véase IV.21).
33 ) R e p e ti c i ó n : la r e l a c i ó n e n q u e la m i s m a e x p r e s i ó n r e a c ti v a u n
c o n c e p to , p e r o n o n e c e s a r i a m e n t e c o n la m i s m a r e f e r e n c i a a
u n a e n t i d a d o c o n el m i s m o s e n t i d o (v é a se IV. 12-15).14
27. La mayor parte de estos conceptos son familiares en la ter
minología empleada en la «gramática de casos»,15 que emprendió la
tarea de clasificar las relaciones lingüísticas de acuerdo con la orga
nización de los acontecimientos y de las situaciones (véase Fillmore,
1968, 1977, Chafe, 1970, Grimes, 1975, Longacre, 1976, y Frederiksen,
1977). En algunos casos, estos simples esquemas tienden a utilizarse
como una clasificación del conocimiento e incluso se han llegado a
aplicar en otros dominios cercanos al lenguaje (véase Kintsch, 1974,
Charniak, 1975a, Schank et al., 1975, Woods, 1975, y Wilks, 1977b). En
este manual se incorporan algunos conceptos más para abarcar tam
bién las operaciones mentales (percepción, cognición, emoción, voli
ción, comunicación, posesión), inclusión de clase (ejemplo, especifi
cación) y nociones heredadas en los sistemas de significación en sí
mismos (cantidad, modalidad, significación, valor, equivalencia, opo
13, En futuras investigaciones, sería conveniente subdividir esta categoría en cantidades «numé
ricas» y «medidas».
14, En muchos casos no existe una necesidad especial de incluir la «correferencia» y la «repeti
ción» en los modelos del mundo textual, ya que los nudos en cuestión se utilizan de manera marginal
de todas maneras. Pero sería de utilidad para m arcar esas relaciones cuando se exploran factores como
los efectos de la repetición y de la variación dentro de la superficie textual que se procesa o se reme
mora, Véase la nota 19 de este capítulo,
15, La noción de «caso» procede de las lenguas (por ejemplo, el latín) que marcan el papel del
sustantivo en las estructuras oracionales mediante una formación de tipo superficial. Con frecuencia,
no existe un criterio conceptual homogéneo que explique todos los usos de un caso gramatical con
creto considerado aisladamente. La concepción del caso de Fillmore consistía en que, en una lengua
como el inglés, los «casos» son rasgos «subyacentes» de los sustantivos que aparecen en las oraciones.
Sobre las investigaciones actuales de Fillmore, véase Fillmore (1977),.
sición, correferencia, repetición). Esta tipología no puede ser exhaus
tiva, ni supera a otras que se propusieron con anterioridad. Simple
mente resulta de utilidad para etiquetar los vínculos establecidos en
tre conceptos, por ejemplo, que un concepto es el «estado de» otro, o
el «agente de» otro, etcétera; y mediante varias combinaciones, se pue
den simular las nociones de otras propuestas tipológicas. En este sen
tido, se puede trabajar perfectamente con tipologías que presenten un
mayor o un menor detalle que la que se propone aquí.16
28. Además de una tipología para etiquetar vínculos, se necesita
una serie de o p e r a d o r e s q u e especifiquen el estatuto de la vinculación.
Por ejemplo, se puede introducir operadores que indiquen la f u e r z a
d e u n a v i n c u l a c i ó n (en el sentido que se le da a este concepto en V.5):
a) un operador de d e t e r m i n a c i ó n para marcar los componentes nece
sarios en la configuración de la identidad de los conceptos, y b) un
operador de p r o t o t i p i c a l i z a c i ó n para marcar los componentes que
sean frecuentes, aunque no imprescindibles en una relación concep
tual. Estos operadores se aplican en las configuraciones del cono
cimiento del mundo, como se muestra en V.39. Se puede introducir
operadores de vinculación que incluyan f r o n t e r a s : a) un operador de
i n i c i a c i ó n para señalar una entidad que se acabe de crear o de repre
sentar; b) un operador de c o n c l u s i ó n para marcar todo lo contrario,
c) un operador de e n t r a d a para una entidad que opera sobre sí mis
ma, y el) un operador de s a l i d a para indicar todo lo contrario del de
entrada. Finalmente, serán útiles dos operadores que señalicen las vin
culaciones aproximativas o contrafactuales: a ) el operador de p r o x i m i
d a d para m arcar las relaciones en las que es relevante la distancia
(véase la noción de proximidad temporal en 1.10 y de proximidad cau
sal en V.36, etc.), y b) el operador de p r o y e c c i ó n para señalar las rela
ciones que son posibles o contingentes, pero no verdaderas en el mun
do textual (véase IV.48). Para distinguir los operadores de las etique
tas de vínculos formadas por las letras iniciales de los nombres de los
conceptos (por ejemplo, «ca» para causa, «t» para tiempo, etc.),
los operadores se designan con letras del alfabeto griego en la prime
ra o la segunda vez que aparezcan las respectivas palabras.
29. El funcionamiento de la tipología que se ha ido exponiendo
más arriba se clarificará a continuación mediante una demostración.
Considérese el párrafo con que comienza el texto del 'cohete':
[4.1.1] En una zona del desierto de Nuevo México se alzaba un enorme
cohete V-2 de color amarillo y negro que medía 14 metros de altura.
16. En general, ¡as tipologías lingüísticas tienen menos categorías que las que se han propuesto
aquí (por ejemplo, Fillmore, 1968, Chafe, 1970, v Longacre, 1976), mientras que, por su lado, las ti
pologías empleadas en la inteligencia artificial tienen muchas más (por ejemplo, Wilks, 1977«).
[4.1.2] Vacío pesaba cinco toneladas.
[4.1.3] Llevaba como combustible ocho toneladas de alcohol y de oxígeno
líquido.
El concepto cohete’ desempeña claramente la función de c e n t r o
de c o n t r o l textual; a su alrededor se organizan sus atributos ('enor
me', ‘negro’, ‘amarillo’, 'que medía’), una especificación ('V-2') y un
estado ('se alzaba') con su localización espacial (‘Nuevo México’, ‘de
sierto’); en cuanto al atributo 'medía' se completa con las cantidades
'catorce' y 'metros'. Como se muestra en la figura 6, todas estas rela
ciones conceptuales se pueden formalizar ubicándolas dentro de una
red.
Las etiquetas de vinculación anuncian cuál es el tipo de concepto
más adecuado que ha de activarse para atravesar los vínculos en las
direcciones que señalan las flechas. Este modo de funcionamiento se
puede comparar con el de las r e d e s d e t r a n s i c i ó n que ya se utilizaron
en IV.5-10. El procesador se mueve del estado actual al siguiente esti
mulado por el intento de identificar el tipo de nudo al que mejor pue
de adecuarse. En la consecución de ese objetivo se aplican estrategias
de r e s o l u c i ó n d e p r o b l e m a s (véase 1 1 1 .1 7 ), complementadas por la ac
tivación generalizada (véase V.12), la realización de inferencias (véase
V.32 y ss.) y la evocación de patrones globales (véase V.16).
30. Resulta muy significativa la comparación y el contraste entre
la red conceptual que se presenta en la figura 6 y la red gramatical que
se plantea en la figura 4 (véase IV. 10). Aunque se utilicen palabras en
la notación de la figura 6, en realidad se están representando concep
tos, y no expresiones lingüísticas supeificiales. Sería deseable disponer
de algún otro tipo de representación alternativa, pero, hasta el mo
mento presente, los investigadores no han sido capaces de ponerse de
acuerdo en ninguna propuesta unitaria. Adviértase que el patrón ge
neral de las dos redes es similar: incluso las rutas de a c c e s o de un
:
Clave at, atributo de; cd, cantidad de; es, estado de; esp, especificación de; lo, localización de..
F ig . 6.
nudo a otro son, en muchos casos, las mismas. De ahí que parece ra
zonable que el procesamiento textual haga uso de las similitudes es
tructurales existentes entre niveles lingüísticos diferentes siempre que
sea posible hacerlo (véase Bobrow, 1978, Walter, ed., 1978, y Woods y
Brachman, 1978). Así, por ejemplo, la hipótesis sintáctica de que la
función de núcleo gramatical la desempeñan normalmente conceptos
primarios se confirma en tantas ocasiones en los textos como para que
se pueda generalizar como afirmación discursiva. De manera pareci
da, se puede postular que los denominados modificadores gramatica
les funcionan, desde una perspectiva textual, como atributos, estados,
localizaciones, etc., y que se organizan en el discurso siguiendo un
cierto orden de preferencias (acerca de las preferencias, véase III. 18),
en dependencia directa de los conceptos primarios, que ejercen la fun
ción de centro de control textual. Este tipo de hipótesis y de prefe
rencias contribuyen a la coherencia textual porque propician la p o
t e n c i a c i ó n de las transiciones entre nudos, en el sentido que se le da
a este fenómeno en IV.5. Siempre que sea posible, se ha de incentivar
la relación entre las dependencias gramaticales y las textuales, de ma
nera que interactúen significativamente; si no es el caso, se pueden es
tudiar como niveles distintos aunque paralelos (es posible que, en ese
caso, se produzcan ciertas a s i m e t r í a s , ya que el repertorio de relacio
nes gramaticales es más limitado que el de las textuales; véase III.18
y 25). Dicho con otras palabras: los problemas que afectan a un nivel
lingüístico se pueden resolver apoyándose en los que ya se resolvieron
en otros niveles.
31. Una distinción significativa entre los dos tipos de red (la gra
matical y la conceptual) radica en el tipo de fragmento que describen
cada una de ellas. Parece muy poco probable que los hablantes cons
truyan las mismas redes gramaticales cuando están procesando frag
mentos textuales breves que cuando se enfrentan a textos completos.17
El procedimiento normalizado prevé que la construcción de redes gra
maticales es el protocolo más conveniente para tratar fragmentos tex
tuales parciales, retenibles en la memoria activa mientras se constru
ye la red conceptual que abarque la totalidad del texto al que perte
necen. El texto del ‘cohete’ se puede ensamblar con facilidad dentro de
un e s p a c io d e c o n o c i m i e n t o coherente —es decir, de un m a c r o e s t a d o
conceptual en el que los conceptos son m ic r o e s t a d o s (véase IV.6)—
porque el concepto mismo de ‘cohete’ homogeneíza la información
que aparece en todos los fragmentos que componen el texto. Así, por
ejemplo, la información que se va añadiendo en sucesivos párrafos
(verbigracia, 'vacío pesaba cinco toneladas' o 'llevaba como combusti-
17, Véase la nota 14 de este capitulo.
b)
r es —>
líquido
Clave', at,atributo de; cm, compuesto de; co, continente de; ea. entidad afectada; es, estado de; lo, localización de;
su, suslancia de.
F ig . 7.
ble ocho toneladas de oxígeno líquido’) simplemente aporta informa
ción nueva —concretada en estados, cantidades, contención, sustan
cias, etc.— que se integra coherentemente con el nudo central previa
mente creado por ‘cohete’. Para visualizar este planteamiento, por un
lado, la figura la muestra el espacio de conocimiento y su modo in
terno de organización de tres fragmentos de longitud oracional no re
lacionados entre sí, y, por otro lado, la figura Ib presenta toda la in
formación anterior integrada en una unidad coherente.
Todas las formas verbales que aparecen en el fragmento (‘se alza
ba’, ‘pesaba’, ‘llevaba’) tienen el mismo sujeto (‘cohete’) y están, por lo
tanto, conectadas a ese nudo central directamente.18 En este caso, la
cohesión proporciona una continuidad referencial que apoya la cons
trucción de la coherencia.
32. El nivel de integración de los elementos constituyentes del es
pacio de conocimiento que construye el párrafo siguiente es mucho
más complejo que el del ejemplo anterior:
[4.2.1] Todo estaba preparado para el lanzamiento.
[4.2.2] Los militares y los científicos se habían parapetado detrás de unos
montículos de tierra, a cierta distancia del ingenio.
[4.2.3] Dos destellos rojos anunciaron la inminencia del lanzamiento.
En este fragmento, no se advierte la presencia de mecanismos
cohesivos entre oraciones. La coherencia subyacente no es, por lo tan
to, obvia. En [4.2.1] se menciona un estado de ‘disponibilidad’ ('todo
estaba preparado para el lanzamiento’); en [4.2.2] y [4.2.3] aparecen
dos tipos distintos de acontecimientos de movimiento ('se habían pa
rapetado’, ‘lanzamiento’). Para hacer coherente toda esta información,
el receptor ha de r e a l iz a r i n f e r e n c i a s (véase 1.11). Semejante opera
ción exige suplemental' los conceptos y las relaciones que se mani
fiestan en el texto con el fin de rellenar los h u e c o s o d is c o n t i n u i d a d e s
que aparezcan en el mundo textual. En contraste con el fenómeno de
la a c t iv a c ió n g e n e r a l iz a d a (véase V.12), que se pone en funciona
miento de manera automática, aunque no exista una demanda espe
cífica, la realización de inferencias es intencionada y va dirigida siem
pre hacia la resolución de un problema (en el sentido en que se en
tiende este concepto en 111.17), o, dicho con una metáfora, tender un
puente para cubrir un espacio en donde no existe camino por donde
pasar.19 El tipo de inferencias más lógicas que se han de realizar para
1S. Compárese con la nota 14 de este capítulo.
19. Expresado en términos de procedimientos de resolución de problemas: la activación generali
zada se orienta hacia la búsqueda en un prim er nivel de am plitud y la realización de inferencias,
por su lado, hacia el análisis de m edios y fines (véase III 17).
atributo de; cd, cantidad de; cm, compuesto de; co, continente de; ea, entidad afectada; as, estado de;
Clave: al,
esp,especificación de; lo, localización de; mo, movimiento de; p, percepción de; po, posibilidad de; r, razón de;
su,sustancia de; e, entrada; i, iniciación.
Fie. 8.
dar coherencia al fragmento son las siguientes: que ‘todo estaba pre
parado’ implica que se cumplen todos los requisitos para que la ope
ración de ‘despegue’ pueda llevarse a cabo; los científicos' y los 'mili
tares' están en el escenario para ‘observar’ el lanzamiento del ‘cohete’
y 'se parapetan’ para protegerse de las llamaradas de ignición. Si to
das estas observaciones se integran esquemáticamente, señalando los
nudos inferidos mediante corchetes, se obtendría el patrón de la figu
ra 8.
33. En este punto surgen dos objeciones posibles. La prim era de
ellas consiste en que se puede no estar de acuerdo con el hecho
de que las inferencias que se han admitido como correctas se hayan
escogido, en realidad, de una manera arbitrarla. Como respuesta a
esta reticencia, puede aducirse que, si bien es verdad que la intuición
del analista juega un papel decisivo en la reconstrucción hipotética de
inferencias, en el caso del experimento de rememoración (que sirve
de base para estas reflexiones) sobre el texto del ‘cohete’ las inferen
cias que realizaron los informantes se confirmaron empíricamente
(como se argumentará en IX.34), puesto que los sujetos sometidos al
experimento trataron las inferencias como si fuesen una parte inte
grante de lo que habían leído. En un grupo de setenta y dos lectores,
por ejemplo, no menos de veinticuatro recordaron que, aunque no se
dice en el texto, los científicos ‘observaban’ el cohete. Resultados de
esta índole previenen en contra de la creencia, quizás errónea, de que
los lectores advierten de manera clara las discontinuidades existentes
en el mundo textual; parece, más bien, como si no existiese una dis
tancia excesivamente marcada entre, por un lado, los conceptos acti
vados directamente mediante las expresiones lingüísticas que apare
cen explícitamente en el texto, y, por otro, los conceptos inferidos que
rellenan las discontinuidades de la superficie textual. Por lo tanto,
desde este punto de vista, tanto los nudos y los vínculos activados tex
tualmente, como los nudos y los vínculos inferidos, tendrían grosso
modo una dinámica de funcionamiento muy similar (véase Beau-
grande, 1980¿>).
34. La segunda objeción se refiere a que las inferencias que se
han admitido como correctas son, en realidad, excesivamente restrin
gidas. De hecho, los usuarios textuales podrían hacer muchas más in
ferencias de las que se han descrito hasta el momento: desde que el
‘combustible’ prendió, y que por esa razón los ‘científicos’ y los ‘mili
tares’ buscaron refugio detrás de los ignífugos 'montículos de tierra’,
hasta que se produjo la típica cuenta atrás o que el lanzamiento del
cohete formaba parte de un experimento, etc. (véase IX.26). Bien es
verdad que los informantes podrían recomponer estos materiales in
formativos si se pusiera en marcha automáticamente el proceso de a c
t iv a c ió n g e n e r a l iz a d a (véase V.l2), lo cual relevaría a los sujetos de te
ner que realizar operaciones de búsqueda de ningún tipo. Para acla
rar este punto, parece justificado establecer una distinción entre las
adiciones forzadas por los problemas interpretativos que van surgien
do sobre la marcha (véase Charniak, 1976) y aquellas otras que son
fruto de la tendencia natural de los comunicadores a completar las la
gunas informativas que aparecen habitualmente en las situaciones o
en las secuencias de acontecimientos en general. Yendo un poco más
lejos en este planteamiento, debería indagarse si esta distinción entre
un tipo y otro de adiciones es plausible psicológicamente, es decir, si
los usuarios textuales sometidos a un proceso rememorativo poseen
un umbral de percepción que discrimine claramente entre la informa
ción expresada y la información inferida. Existe otro elemento que
contribuye de manera decisiva a impedir la adopción de una postura
tajante en este asunto: de igual manera que un productor textual tie
ne a su disposición casi infinitas posibilidades de expresión, pero es
coge, de entre todas las posibles, solamente la que le parezca más ade
cuada a la situación comunicativa en curso, los receptores podrían
realizar cantidades enormes de inferencias, pero cuando, por ejemplo,
las consideran triviales ni siquiera las incluyen en sus informes reme
morativos. Por esa razón, la cuestión debería replantearse en estos
otros términos: ¿de qué manera se parecen los mundos textuales de
los productores y de los receptores? Y esa pregunta lleva a otras: ¿pro
ductores y receptores pueden ponerse de acuerdo en qué es lo que me
rece o desmerece su atención?, ¿existen diferencias notables entre pro
ductores y receptores en cuanto a la riqueza de sus representaciones
mentales acerca de las situaciones y de los acontecimientos expresa
dos en el mundo textual? En la actualidad, estas cuestiones siguen aún
abiertas y no se vislumbra una respuesta a corto plazo; no obstante,
la acumulación de resultados de la que se hizo acopio en el experi
mento de rememoración sobre el texto del 'cohete' indica que los m un
dos textuales construidos por diferentes sujetos son relativa, pero ra
zonablemente, uniformes.
35. El tercer párrafo supera al primero en cuanto al uso de me
canismos cohesivos: aparecen r e p e t i c i o n e s ('llamarada', 'más rápido’,
'amarillo'), p a r á f r a s i s (‘ascendió... más y más rápido’ / 'ascendía a una
velocidad cercana a los 200 kilómetros por hora’) y p r o f o r m a s ('se...'):
[4.3.1] De repente, con una gran llamarada y un fuerte estruendo, el enor
me cohete ascendió prim ero lentamente y luego cada vez más y
más rápido.
[4.3.2] Iba dejando una estela de llamaradas amarillas de unos 20 metros
de longitud.
[4.3.3] En un instante, la llam arada parecía una estrella amarilla.
[4.3.4] En pocos segundos, se había alejado tanto que ni siquiera podía
vislumbrarse;
[4.3.5] el radar seguía su trayectoria a medida que ascendía a una veloci
dad cercana a los 200 kilómetros por hora.
No obstante, este fragmento contiene una pequeña dificultad in
terpretativa achacable a la ambigua localización de la forma prono
minal 'se' en [4.3.4], ya que, en ese contexto, tanto puede referirse a
cohete’ (que aparece en [4.3.1]), como a ‘llamarada’ o a ‘estrella’ (en
[4.3.3]). Para salvaguardar la coherencia del fragmento, el tratam ien
to habitual que se da a las formas pronominales de referencia dudosa
es asociarlas correferencialmente al nudo t e m á t ic o (véase V.38), que
en este caso es, por supuesto, 'cohete'.
Clave: at, atributo de; ca, causa de; cc¡, cantidad de; ea, entidad afectada; es, estado de; lo, localización de; ino, movimiento de; mod, modalidad de; op, opueslo a; p, percepción de;
r,repetición de; su, sustancia de; (, tiempo de; e, entrada; n, proximidad.
36. El espacio de conocimiento que representa el parágrafo [4.3]
aparece modelizado en la configuración que se presenta en la figu
ra 9.
El movimiento de ‘despegue’ del ‘cohete’ es la causa inmediata de
la 'llamarada' y del 'estruendo' y recibe la cuantificación del movi
miento 'lentamente' y 'más y más rápido' (estas cantidades expresan la
velocidad de progresión del artefacto). En la proximidad situacional al
'cohete', aparece la 'llamarada', descrita con el atributo ‘amarilla’,
cuantificada con la apreciación ‘veinte metros de longitud' y animada
por el movimiento ‘iba dejando' y comparada perceptivamente ('pare
cía') a una 'estrella' (véase V. 17). En un breve intervalo de tiempo (‘un
instante'), el 'cohete' se encuentra (estado) en una indeterminada lo
calización ('alejado'), cuya cuantificación inconcreta, pero significati
va ('tanto'), es la causa de que el verbo ‘vislumbrarse’ reciba una mo-
dalización negativa ('no podía') (también ha de señalarse que aquí
aparece una inferencia). En contraposición a esa laguna perceptiva de
los observadores del lanzamiento, el 'radar' todavía tiene localizado (se
dice en el fragmento que 'seguía') al 'cohete', caracterizado ahora por
su ‘velocidad’, cuantificada (‘doscientos kilómetros por hora’) y por su
alejamiento progresivo de la última localización en la que podía verse
a simple vista (‘ascendía’). Conectando, a continuación, el modelo de
la figura 9 con el modelo de la figura 8 (es decir, uniendo entre sí los
dos nudos temáticos principales, ambos referidos a ‘cohete’), y, asu
miendo que los 'observadores' eran aquellos que ‘no podían vislum
brar’ el cohete debido a la gran altura en la que éste se encontraba, se
obtiene la figura 10.
37. El párrafo final
[4.4.1] Minutos después del lanzamiento,
[4.4.2] el piloto de un avión de vigilancia lo vio regresar.
[4.4.3] Aterrizó a unos 64 kilómetros del punto de partida.
establece vínculos de cohesión con el texto precedente mediante r e
('lanzamiento', ‘velocidad’, ‘kilómetros por hora’, ‘vio’) y la
p e tic io n e s
referencia elidida del sujeto que se incluye en la forma verbal ('aterri
zó'), que es correferente, por supuesto, de cohete', aunque ambos ele
mentos (el sujeto y el verbo) estén separados por la considerable dis
tancia de tres oraciones (aquí opera de nuevo la presunción de que un
elemento aparentemente desconectado se ha de relacionar con el nudo
temático que opera como centro de control textual (véase V.35). Si se
interconectan los dos nudos temáticos referidos a ‘cohete’ (figura 10)
con los episodios que se describen en [4.4.2] y en [4.4.3], es decir, el
regreso’ y el 'aterrizaje', junto con su cuantificación y su localización
JoJen}- \ Nuevo México I
V2 i i toneladas
Clave-, ac, actitud de; at, atributo de; ca, causa de; cd, cantidad de; cm , compuesto de; co, continente de; ea, enti
dad afectada; eq, equivalente a; es, estado de; esp, especificación de; is, instrumento de; lo, localización de;
mo, movimiento de; mod, modalidad de; op, opuesto a; p, percepción de; po, posibilidad de; r, razón de; r, repeti
ción de; su, sustancia de; t, tiempo de; e, entrada; i, iniciación; rr, proximidad.
F ig . 10.
COHERENCIA 163
con respecto a la situación inicial de partida, se obtiene el mundo tex
tual que aparece en la figura 11.20
38. Esta representación en forma de redes de conocimiento del
sentido global de un texto puede parecer, sin ninguna duda, excesiva
mente elaborada. No obstante, este tipo de visualización ofrece una
útilísima cartografía que permite estudiar de manera bastante directa
cuestiones como el nivel de densidad de vinculación existente entre los
heterogéneos elementos que constituyen el texto, o la manera como se
despliega el tema (entendido como centro de control textual), o, in
cluso, ayuda a entender que las operaciones de r e m e m o r a c i ó n y de
r e s u m e n incluyen protocolos de emparejamiento de patrones, No pue
de dejar de señalarse, además, que este tipo de redes cognitivas están
mucho menos elaboradas que las representaciones mentales auténti
cas que construyen los receptores textuales mediante los procesos in-
ferenciales, de activación generalizada y de actualización (o, expresa
do en resumidas cuentas, el resultado total de aplicar el conocimien
to previo del mundo a la comprensión del texto).21 En este punto se
ha de señalar una reticencia. Para que el texto del cohete resultase
realmente comprensible, en principio deberían especificarse ciertos
conocimientos lógicos. Así, por ejemplo, no es cierto que la locali
zación 'en una zona del desierto de Nuevo México' tenga vigencia du
rante todo el desarrollo textual, puesto que únicamente la tiene
durante los momentos del 'despegue' y del 'aterrizaje'; el resto del
tiempo la localización del cohete es indeterminada. En respuesta a
esta reticencia, puede aducirse que la precisión, llevada a sus últimas
consecuencias de una manera escrupulosa, podría contaminar el mo
delo con una complejidad intratable. Por esa razón, los comunicado-
res suelen limitar el modelo del mundo textual únicamente a aquellos
conceptos que hayan sido activados de manera directa por las expre
siones textuales, reservando la actividad inferencial para llevar' a cabo
la tarea de conectar coherentemente cada elemento del modelo con el
resto de elementos que conforman la totalidad textual. En este senti
do, los comunicadores intentan emparejar el conocimiento del mundo
con la información que compone el mundo textual empleando un pa
trón de reconciliación denominado c o r r e l a t o d e l c o n o c i m i e n t o d e l
m u n d o (en el que se integran el conocimiento textual g l o b a l y los pa
trones cognitivos generales, como el esquema prototípico del 'vuelo de
un cohete’) (véase IX.25-28).
20. Se han utilizado dos etiquetas para la relación de 'piloto' y de avión’: el ‘piloto’ está dentro del
concepto contenedor ‘avión’ y también el «agente» actuando en el 'avión' como 'entidad afectada’,. No
obstante, otra solución hubiese sido evitar este problema utilizando un simple vínculo «relación de»
denominado «piloto de».
2L En IX.31 y ss,, se revisa la naturaleza del material añadido por los receptores,.
Clave: ac, actitud de; ai, atributo de; ca, causa de; cd, cantidad de; cm, compuesto de; co, continente de; ea, enti
dad afectada; eq, equivalente a; es, estado de; esp, especificación de; is, instrumento de; lo, localización de;
mo, movimiento de; mod, modalidad de; op, opuesto a; p, percepción de; pe, permitido; po, posibilidad de; r, razón
de; r, repetición de; su, sustancia de; í, tiempo de; e, entrada; i, iniciación; n, proximidad.
FlG. 11.
39. La figura 12 representa el correlato del conocimiento del
mundo del ejemplo [4]. A las relaciones fijadas en la figura 11 se le
han añadido otros elementos relevantes enmarcados entre corchetes:
todo este material nuevo se ha integrado en el modelo cognitivo me
diante operaciones automáticas de activación generalizada o median
te la realización de inferencias (para rellenar las discontinuidades tex
tuales). En la figura 12 se introducen operadores de d e t e r m in a c ió n y
de p r o t o t ip ic a l iz a c ió n para indicar la fuerza de la vinculación de los
conceptos relacionados entre sí, tal como se propuso en V.28.22 Son
muestras de determinación los ejemplos siguientes: 'quemar' necesita
'combustible' y provoca 'calor'; una 'señal' se 'advierte' si se 'observa';
los 'segundos' son, por definición, parte de los 'minutos'. Son muestras
de prototipicalización los ejemplos siguientes: el ‘lugar’ ‘aislado’ para
‘despegar’, localizado en una zona del 'desierto' de ‘Nuevo México'; por
un lado, las actividades de 'exploración' de los científicos y, por otro,
las actividades de ‘ataque’ de los ‘militares’, ambas realizables me
diante el instrumento ‘cohete’; las localizaciones, las sustancias y los
atributos del 'refugio' que requiere la protección del 'peligro' que pro
voca la ignición del ingenio; los propósitos y los atributos de las 'lla
maradas' y de las 'señales', etc. A pesar de la v a g u e d a d de su delimi
tación (véase V.5), la distinción entre el conocimiento determinado y
el conocimiento prototípico parece de bastante utilidad. Por otro lado,
se ha preferido incluir en la figura las repeticiones (en el sentido que
se le da a este término en V.26, en lugar de reservarles un grafo sepa
rado). Para completar el cartografiado del texto, se ha de acudir a los
apartados IX.25-28, en donde se ofrece un tratamiento del marco glo
bal del texto a modo de «esquema», con el objetivo de relacionarlo con
el conocimiento global del mundo acerca de la noción de 'vuelo'.
40. En este capítulo se ha presentado un modelo del mundo tex
tual sin haber clarificado previamente la noción de r e f e r e n c i a , a pe
sar de la importancia que se le dedica a esta noción en buena parte de
las teorías filosóficas del significado.23 En la antigua semántica, se es-
22. Para averiguar si los miembros de un grupo de control se pondrían de acuerdo sobre este pun
to, Beaugrande dirigió una prueba en la que los receptores del texto del 'cohete' tuvieron de respon
der, seis semanas después de haberse realizado la prueba original, a preguntas del tipo: «¿los cohetes
necesitan o no necesitan combustible para volar?», «¿los cohetes se utilizan siempre o nunca o sólo en
ocasiones para atacar objetivos militares?», etc.. Como era de esperar, el acuerdo se alcanzó sin pro
blemas, pero no por unanimidad.. Sólo dos afirmaciones alcanzaron el acuerdo unánime: «sin com
bustible, los cohetes no pueden volar» y «las rampas de lanzamiento de cohetes normalmente se ins
talan en tierra». Algunas respuestas que se obtuvieron demostraron que el grupo (compuesto, en su
mayor' parte, por profesores universitarios) estaban escasamente informados sobre asuntos de aviación
y de lanzamiento de cohetes (por ejemplo, muchos informantes consideraron que el alcohol era un
«combustible inapropiado» para un cohete). Tales resultados nos devolvieron a la desconfianza hacia
las investigaciones en las que los informantes se presentan casi como expertos en léxico..
23. Véase la nota 18 de este capítulo
Clave: ag, agente; af, atributo de; ca, causa de; cd, cantidad de; co, continente de; ea, entidad afectada; eq, equi
valente a; esp, especificación de; i, instrumento; p, propósito de; po, posibilidad de; r, razón de; re, repetición de;
su, sustancia de; 5, determinado; , entrada; it, proximidad; -, típico.
e
FlG. 12.
peraba que el significado pudiese explicarse en términos de las «con
diciones» bajo las cuales las afirmaciones (erróneamente denomina
das «oraciones») eran «verdaderas». En este contexto, que algo «sig
nifica» quiere decir que se sabe cómo «verificar» sus condiciones de
«verdad». Este punto de vista, en ocasiones denominado «verificacio-
nismo»,24 conlleva adheridas algunas implicaciones indeseadas: por
un lado, es de sentido común considerar errónea la creencia de que
los comunicadores no pueden entender una afirmación a menos
que puedan decir de ella si es verdadera o falsa; por otro lado, no pa
rece demasiado serio creer que los comunicadores tienen un acceso
inmediato a la «verdad», como queda implícito en el planteamiento
verificacionista. Por el contrario, en la línea de investigación que se
propone en este manual, el mundo textual se construye, de manera
compleja, a partir del emparejamiento, no exento de problemas que
han de resolverse, del contenido cognitivo (o «conocimiento»)25 tex
tual con las creencias del individuo acerca del funcionamiento del
«mundo real». Por esa razón, en lugar de afirmar de manera progra
mática que «las palabras se refieren a los objetos», en este manual se
prefiere hablar del «conocimiento activado por las expresiones». Des
de esta perspectiva, el acto de referir se convierte en un proceso com
plejo de e m p a r e j a m i e n t o d e p a t r o n e s . El texto de f i c c i ó n se carac
terizaría, en este sentido, porque no supera un determinado umbral
mínimo de coincidencia entre los patrones del mundo textual y los del
mundo real. Existen numerosos factores contingentes que pueden in
fluir en el acto mismo de referir: por ejemplo, el tipo y el propósito
del texto, su importancia y sus implicaciones con respecto a la situa
ción en la que se inserta, la credibilidad del productor textual que lo
construye, la experiencia previa con ese tipo de textos y los materiales
temáticos que integran el mundo textual. No obstante, la investigación
empírica en este tipo de cuestiones que afectan a la naturaleza refe-
rencial de los textos es todavía bastante escasa.
41. Este capítulo se ha dedicado a los medios para explorar y re
presentar la coherencia, entendida como el resultado de la actualiza
ción de los significados encaminado hacia la construcción del «senti
do» global textual. Para estudiar las actividades humanas que se rea
lizan mediante el intercambio de textos, se ha tratado el significado y
el sentido en términos de procedimientos de utilización del conoci
miento en una amplia variedad de tareas heterogéneas. Desde esta
perspectiva, han aparecido cuestiones como las siguientes: la conti
nuidad (véase V.2), la activación (véase V.4 y 10), la fuerza de una vin
24, Para una discusión acerca de este actualmente desprestigiado punto de vista, véase Johnson-
Laird (1978).
25.. Véase la nota 1 de este capítulo..
culación (véase V.5), la activación generalizada (véase V.l2), la memo
ria episódica frente a la memoria semántica (véase V.l3), la economía
(véase V.l5), la utilización de patrones globales (véase V.16), la heren
cia (véase V.l7 y ss.) y la compatibilidad entre el lenguaje específico
que aparece en los textos y la percepción o la cognición en general
(véase V.20). De igual manera que los significados de las expresiones
o el contenido de los conceptos son fenómenos bastante inaprehensi-
bles si se analizan aisladamente, cuando han de procesarse dentro del
mundo textual requieren un cierto nivel de estabilidad y de delimita
ción, por lo que este problema puramente teórico se ha de resolver en
la práctica de una manera razonablemente aceptable. Todo ello se ha
intentado ejemplificar con la construcción de un modelo de mundo
textual que incluía los factores más relevantes que ha de tener en
cuenta el analista (véase V.23-40; para una ampliación de esta pro
puesta, véase IX.31 y ss.).
42. El estudio de la coherencia siguiendo estas líneas no prome
te, por supuesto, ser simple. Ahora bien, se ha intentado abandonar el
callejón sin salida que afectaba tradicionalmente a las cuestiones con
cernientes al significado y al sentido. Parece razonable suponer que la
insistencia dogmática en puntos de vista extremos, típicos de tantas
discusiones entre filósofos y psicólogos en el pasado, debería ceder
paso a un trabajo de modelización flexible, realista, de las heterogé
neas, pero a la vez sistemáticas, estrategias que los hablantes aplican
realmente cuando utilizan los textos en su vida cotidiana.
1. Las normas de textualidad más obvias son la c o h e s i ó n , que se
manifiesta en la superficie textual, y la c o h e r e n c i a , que subyace en los
mundos textuales. La cohesión y la coherencia indican de qué mane
ra se integran y adquieren sentido los elementos que componen un
texto. No obstante, ni la cohesión ni la coherencia son normas que sir
van para trazar una línea fronteriza rotunda que separe, en las situa
ciones reales de comunicación, lo que es un texto de lo que no lo es.
Los hablantes pueden usar, y de hecho usan, textos que, por motivos
diversos, no parecen estar demasiado cohesionados o ser plenamente
coherentes. Para ofrecer un tratamiento adecuado de este asunto, en
este manual se incluyen, entre las normas de textualidad, las actitudes
de los usuarios de los textos. En este sentido, puede afirmarse que
para que una determinada organización de elementos lingüísticos
constituya un texto, ésta ha de ser el resultado de una elección inten
cionada por parte del productor textual y que, para que esa misma or
ganización pueda utilizarse en la interacción comunicativa, ésta ha de
ser aceptada por el receptor textual.1 Siempre que se respete la natu
raleza característica de la comunicación, tanto las actitudes de inten
cionalidad de los productores textuales, como las de aceptabilidad de
los receptores, admiten un cierto grado de t o l e r a n c i a con respecto al
deterioro que pueda sufrir un texto en cuanto a su nivel de cohesión
y de coherencia (véase 1.13 y ss.). En este sentido, las acciones de pro
ducción y de recepción de textos han de entenderse no únicamente
como procesos lingüísticos, sino también como una forma de a c t i v i
d a d d i s c u r s i v a relevante con respecto al cumplimiento de un plan o
a la consecución de una meta determinada prevista intencionadamen-
L Como resulta lógico, estas normas se aplican de una manera distinta en los textos que produ
cen o reciben los ordenadores. En este caso, las actitudes se originan, como es lógico, en los progra
madores humanos y no en las máquinas: la intención y la aceptación se han de entender como activi
dades que están simulándose artificialmente.
te por el productor y que necesita la aceptación, o un cierto nivel de
complicidad al menos, por parte del receptor (véase VI. 11).
2. En 1.13 se introdujo la noción de i n t e n c i o n a l i d a d , en la que se
incluía todo lo relacionado con las intenciones de los productores tex
tuales. En el sentido más inmediato del término, el productor in t e n t a
que la organización de los elementos lingüísticos sometidos al proce
so de producción dé como resultado un texto cohesionado y cohe
rente. Ahora bien, existen ciertas situaciones que impiden que la in
tención de producir un texto cohesionado y coherente pueda llevarse
a cabo completamente, ya sea porque el productor textual se vea li
mitado expresivamente a causa de una escasa disponibilidad de re
cursos cognitivos para el procesamiento de la información, ya sea por
que se encuentre sometido a ciertas presiones por falta de tiempo. Por
ejemplo, en muchas ocasiones, la cohesión está ausente en la conver
sación espontánea (este hecho está documentado en Coulthard, 1977:
53, 108 y 88-89):
[85] Pero eso fue... entonces, te fuiste al bar de Alfredo.
[86] ¿Tú crees que... de qué te ríes?
[87] Te voy a contar una cosa que... eh... mi hermana me contó una his
toria sensacional anoche.
[88] Cuando yo digo que quiero ser algo, no sólo estoy diciendo que quie
ro ser eso, yo sólo... yo... yo... yo sólo... la única cosa que le digo a
la gente para que me entienda es que yo quiero ser artista.
Este tipo de estructuras superficiales carentes de consistencia
(cuyo uso recibió el nombre de «anacoluto» en la retórica clásica) ha
cen evidente la influencia que, en el proceso de comprensión, tienen
determinados factores situacionales similares a los que se sugieren a
continuación. En [85], el hablante modifica la planificación de su
enunciado al intentar reconstruir un acontecimiento todavía confuso.
En [86], el hablante abandona el enunciado en curso nada más co
menzar a emitirlo y reacciona ante la impaciencia del otro partici
pante. En [87], el hablante intenta al principio contar directamente
una historia, pero entonces decide sobre la marcha que el relato de
bería introducirse como si de un acontecimiento reciente y sensacio
nal se tratase. En [88], el productor del texto aparentemente no se de
cide a expresar sus verdaderos deseos de buenas a primeras, y, como
no encuentra las palabras adecuadas, su intervención contiene varios
falsos principios. Parece ser que las discontinuidades y los cambios de
dirección se toleran normalmente en la intervención de un hablante
siempre que éstos no entorpezcan la interacción y cuando se aclare
con rapidez la causa que los provocaron.
3. Un tipo de argumentación similar al anterior puede aplicarse
también a los problemas que afectan a la coherencia. Los productores
textuales pueden llegar a parecer confusos e inconsecuentes si la si
tuación comunicativa es desorientadora y así lo propicia (Hardy, 1977:
30):
[89] —Bien, señor —dijo el guardia—, usted es el hombre que esta
mos buscando, aunque usted no sea en realidad el hombre que es
temos buscando. Porque el hombre que estamos buscando no es el
hombre que necesitamos para realizar este trabajo, señor. No sé si
me explico.
Esta serie de afirmaciones, en apariencia ilógicas y contradictorias,
adquieren un sentido pleno en el contexto de un caso policial en el que
un doble ha de suplantar la identidad de otra persona. En otras oca
siones, el productor textual puede, de manera deliberada, atentar con
tra la coherencia de lo que está enunciando para conseguir un efecto
especial determinado. Cuando Sherlok Holmes simula estar delirante-
mente enfermo, su plan para engañar a Watson exige parecer incohe
rente (Conan Doyle, 1967: 444):
[90] —¿Por qué el lecho del océano no es una masa sólida de ostras,
siendo como son estas criaturas tan prolíficas? ¡Ah, soy un vaga
bundo!
Por supuesto, para llevar a buen puerto sus intenciones, Holmes es
muy cuidadoso en ocultar su plan a largo plazo, exhibiendo ante un
sorprendido Watson el tema pintoresco de las ostras y de su crisis de
identidad. Por desgracia, este tipo de intencionalidad —conseguir me
tas mediante la simulación— no se suele tener demasiado en cuenta
en las discusiones filosóficas sobre el tema.
4 . La compleja relación de interdependencia que se establece en
tre la cohesión, la coherencia y la intencionalidad, puede conducir a
situaciones comunicativas complicadas. Por ejemplo, puede suceder
que cuando el productor textual quiera engañar al receptor, acabe trai
cionándose a sí mismo incurriendo en incoherencias (Twain, 1922:
242 y ss.):
[91] —Entonces pasaron esos dos tipos junto a mí llevando algo de
bajo del brazo, y creo que lo habían robado. Uno estaba fumando y
el otro pidió fuego; casi se pararon justam ente delante de mí y los
puros ilum inaron sus caras, y vi que el grandullón era el español sor
domudo, por sus patillas largas y el parche en el ojo, y el otro era
como un demonio enmohecido y harapiento.
—¿Y pudiste ver los harapos con sólo la luz de los puros?
Esto hizo vacilar' a Huck un momento. Luego dijo:
—Bueno, no estoy seguro... pero creo que fue así.
—Entonces se m archaron y tú...
—Los seguí; sí... eso hice. Quería ver lo que se traían entre ma
nos, porque cam inaban muy recelosos. Les seguí los pasos hasta la
casa de la viuda, me agazapé en la oscuridad y oí que el harapiento
intervenía en favor de la viuda y que el español juraba que le iba a
cortar la cara con una navaja, tal y como les conté a usted y a sus
dos...
—¡¿Cómo?! ¿El sordom udo dijo todas esas cosas?
¡Huck había cometido otro terrible error!
Hay otro tipo de situaciones en las que se ha intentado que el tex
to sea coherente, pero el receptor no ha aceptado esa coherencia a
causa de que no comparten el mismo conocimiento acerca de la si
tuación en la que están interactuando. En el fragmento siguiente de
una novela de Mark Tvvain, en el que un jugador está hablando con un
sacerdote (1913: 45 y ss.), se puede encontrar una ilustración quizás
algo exagerada de esta cuestión:
[92] —¿Eres el duque que predica el evangelio aquí al lado?
—Soy el..., perdóneme, creo que no le he entendido.
—¿No eres el jefe de los trabajos de redención?
—Soy el pastor que tiene a su cargo el rebaño que se recoge en
el redil de al lado.
—¿Lo qué?
—El supervisor espiritual de la pequeña congregación cuyo san
tuario acoge el recinto adyacente.
Scotty se rascó la cabeza, reflexionó un instante, y dijo:
—¡Puta madre! Calculo que no voy a perder esta partida. Apues
te y cárguele el muerto a otro.
—¡¿Cómo?! Le pido perdón, pero ¿qué es lo que ha entendido de
todo lo que le he dicho?
En circunstancias normales, todos los textos que se producen in
tentan ser coherentes por sí mismos. No obstante, el producto discur
sivo resultante no siempre es comunicativo y, como consecuencia de
ello, los receptores son incapaces de establecer, en algunas ocasiones,
la coherencia de los textos que producen sus interlocutores. Así, por
ejemplo, en [92] los interlocutores no se entienden entre sí porque el
jugador utiliza expresiones de la jerga de los tahúres, mientras que
el sacerdote emplea términos religiosos.
5. Bien es cierto que los fragmentos discursivos [91] y [92] de
Twain presentan interacciones inhabituales y ha de recordarse tam
bién que forman parte de textos más amplios cuya coherencia está
fuera de toda duda. No obstante, en ambos fragmentos aparecen ejem
plos del tipo de acciones regulativas que se ponen en marcha habi
tualmente cuando se deteriora la coherencia textual, entendida como
una continuidad de sentido (véase III. 14). En el capítulo IX se descri
ben algunos modos de r e c o n d u c i r l a s s i t u a c i o n e s comunicativas ejer
ciendo intencionadamente el control sobre los textos que se producen
en las mismas (véase IX. 15 y ss.). Desde la perspectiva amplia de la in-
t e r t e x t u a l i d a d que se desarrolla en el capítulo IX, se considera que la
cohesión y la coherencia de un determinado fragmento textual aisla
do puede depender de la cohesión y de la coherencia que posea otro
fragmento que aparezca en el mismo discurso al que pertenecen am
bos. De ahí que casos como [91] y [92] puedan resolverse eventual
mente en el marco del discurso global en el que se localizan estos frag
mentos.
6 . En un amplio sentido de la palabra, la intencionalidad se re
fiere a todas las modalidades en las que los productores textuales uti
lizan los textos para conseguir que se cumplan sus intenciones. Sobre
el tema de la intencionalidad existe un conjunto importante de inves
tigaciones que se han llevado a cabo en diversas disciplinas como, por
ejemplo, la sociología (véase Heider, 1958), la psicología (véase
Schmidt, 1976 y Schlesinger, 1977), la filosofía (véase Austin, 1962, y
Searle, 1969) y la inteligencia artificial (véase Bruce, 1975, 1977,
Schank y Abelson, 1977, Cohén, 1978, McCalla, 1978, y Alien, 1979).
Bien es verdad que la función que se le otorga a los textos difiere en
cada una de estas disciplinas, tan distintas en sus planteamientos. Los
sociólogos han explorado el uso de los textos en los «sistemas de in
tercambio de habla» en los que los participantes interactúan e inter
cambian turnos de palabra (Sack, Schegloff y Jefferson, 1974). Los
psicólogos han puesto el énfasis en la intención del productor textual
«de guiar la mente del oyente» (Jórg y Hormann, 1978, y Hormann,
1976). Por su parte, desde la filosofía se ha argumentado que un pro
ductor textual que «quiera decir algo» mediante un texto «utiliza in
tencionadamente la enunciación» de ese texto «para producir algún
efecto en la audiencia mediante el reconocimiento de esa intención»
(Grice, 1971: 58). Los investigadores en inteligencia artificial se han
interesado en los planes y en las metas que habitualmente se marcan
los hablantes con el objeto de «analizar de una manera más compe
tente las intenciones de los comunicadores que se ocultan tras el sig
nificado de las palabras que utilizan en la interacción» (Schank y Abel
son, 1977: 129).
7 . La lingüística ha sido influida de una manera muy profunda
por el enfoque filosófico, centrado en la cuestión de cómo se relacio
nan realmente las intenciones de ios hablantes con la forma y el sen
tido de los enunciados. Searle (1969: 43 y ss.) propuso que se corri
giese el enfoque de la intencionalidad y del significado propuesto por
Grice,2 ya que, a su entender; ignora la influencia significativa que tie
nen sobre la comunicación las convenciones y los efectos que pretende
conseguir el hablante. Searle construyó su propia explicación alterna
tiva basándose en el trabajo de Austin (1962) y desarrollando la no
ción de «acto de habla», entendida como la acción que se realiza in
tencionada o convencionalmente por el simple hecho de enunciar un
texto. Searle distinguió entre: a) actos locutivos o la simple enuncia
ción de palabras u oraciones con contenido y referencia, b) actos ilo-
cutivos o las actividades convencionales que se realizan en el discur
so, por ejemplo, prometer, amenazar, etc., y c) actos perlocutivos o la
consecución de determinados efectos sobre los receptores textuales,
por ejemplo, convencer o asustar (Searle, 1969: 23 y ss.). La primera
tarea que acometió Searle fue la de establecer las convenciones que
subyacen en los actos ilocutivos. Asi, por ejemplo, prometer supone
que el productor textual se compromete a realizar una acción en el fu
turo que el receptor considera positiva para sí mismo (en caso con
trario sería «amenazar») y que no sucedería de manera natural en el
transcurso normal de los acontecimientos (Searle, 1969: 57 y ss.).
8. Aunque la teoría de los actos de habla ha realizado una con
tribución impresionante al estudio de la p r a g m á t i c a , en el sentido
apuntado en III. 1, sin embargo el tipo de explicación que propone pre
senta, desde el punto de vista de la lingüística del texto, ciertas limi
taciones intrínsecas. Existe una diferencia enorme entre acciones re
lativamente bien definidas como las de «prometer» o «amenazar» y ac
ciones extremadamente confusas como las de «afirmar», «describir» o
«preguntar»; aunque todas ellas se clasifiquen de manera conjunta e
indiscriminada dentro del grupo de los denominados «actos ilocuti
vos» (Searle, 1969: 23). Tampoco hay una manera obvia de esclarecer
qué condiciones y qué intenciones han de cumplirse para que pueda
realizarse una «descripción», sobre todo si esta situación se compara
con los criterios, definidos de una manera tan concreta, que ha de
cumplir, por ejemplo, la acción de «prometer». Si alguien dice:
[93] Yo prometo
[94] Yo pido perdón
2, Los trabajos de Grice fueron escritos, en realidad, en fechas significativamente más tempranas
que las que se citan en las referencias bibliográficas. Así, por ejemplo, Grice (1971) ya circulaba en
1957, y Grice (1975) ya fue presentado en una conferencia en 1967, aunque, de acuerdo a Grice mis
mo (en comunicación personal a Roben de Beaugrande), ese trabajo fue escrito varios años antes de
esa fecha..
la acción es suficientemente transparente porque la enunciación es en
si misma la acción. Los verbos que se utilizan para enunciar ese tipo
de acciones se denominan r e a l i z a t i v o s , y su uso es muy habitual en
el lenguaje jurídico y parlamentario, como muestran los ejemplos si
guientes:
[95] Por la presente, aplazo la sesión
[96] Os declaro marido y m ujer
Sin embargo, la comunicación cotidiana es bastante más variada y,
de manera significativa, menos transparente. Existen muchos tipos de
intenciones que jamás se hacen explícitas. La gente nunca dice cosas
del tipo:
[97] Por la presente intento que obedezcas lo que te mando
[98] Por la presente intento convencerte de que adoptes el punto de vis
ta que más me conviene
aunque, en realidad, éstas son algunas de las intenciones más usuales
que motivan a los interlocutores a embarcarse en la interacción dis
cursiva. La teoría de los actos de habla es, por lo tanto, insuficiente
mente explicativa y, además, yerra en la apreciación de cómo interac-
túan las convenciones comunicativas con los contextos situacionales
más habituales (véase Cohén, 1978: 26).
9. Sobre el problema de la intencionalidad, Paul Grice (1975,
1978)3 aportó el enfoque más amplio de los que se habían presentado
hasta ese momento. Grice propuso la existencia de un principio de
cooperación que se manifiesta en una serie de «máximas» que los pro
ductores textuales supuestamente siguen en la conversación. Estas
«máximas» han de entenderse como estrategias y preceptos, y no
como «reglas» en el sentido previsto por Searle. A continuación se
analizan las máximas griceanas tal como fueron formuladas por Gri
ce (1975 y ss.).
9.1. Grice formuló el principio de cooperación de la manera si
guiente: «haga que su contribución a la conversación sea, en cada mo
mento, la más apropiada para cumplir con el propósito del intercam
bio comunicativo en el que usted está implicado». Parece bastante evi
dente que en las situaciones comunicativas en las que se necesite un
consejo o ayuda se requiere que los interlocutores cooperen. No obs
tante, no resulta excesivamente complicado encontrar contraejemplos
3. Véase la nota 2 de esíe capítulo. En io que sigue a continuación, se incorporan algunos co
mentarios hechos por el propio Grice a Robert de Beaugrande durante el coloquio celebrado en junio
de 1979 en Bielefeld.
de estos planteamientos. El diálogo siguiente muestra una violación de
ese principio cooperativo (Carroll, 1960: 80 y ss.):
[99] —¿Cómo entraré? —repitió Alicia en voz alta.
—Yo estaré sentado aquí —subrayó el lacayo— hasta m añana o
quizás hasta pasado mañana.
—¿Cómo entraré? —volvió a preguntar Alicia, ahora en un tono
más contundente.
— ¿Tienes que entrar sea como sea? —repuso el lacayo—. Eso es
lo prim ero que deberías de preguntarte, ¿no?» [...] Estaré sentado
aquí, durante días y días.
—Pero ¿y yo? —insistió Alicia—, ¿qué voy a hacer?
— T o d o lo q u e se te a n to je — c o n te s tó el la c a y o , y se p u s o a sil
b a r.
8.. Véase Goldman (1975: 346), Bemstein v Pike (1977: 3), Carbonell, Ji\ (1978), Cohén (1978: 16),
McCalla (197S: 19), Rubín (19786: 136) y Alien (1979: 6),
9. En realidad, la escena ha sido previamente planificada por Pooh, por lo que el modelo de Pi
glet es, simplemente, un préstamo. Las acciones que guían el intercambio podrían calificarse clara
mente como rectoras de la situación (véase VIII, 1)..
[6] P ig l e t (sorprendido): ¡Hola! Mira, he hecho una tram pa y estoy
esperando que caiga en ella un heffalump.
[7] H ef fa l u m p (con evidente desaprobación): ¡Vaya! (Después de un
prolongado silencio): ¿Estás seguro de lo que dices?
[8] P ig l e t : Sí.
[9] H e f f a l u m p : ¡Vaya! (N endoso): Yo... yo creía que era una tram pa
que había hecho yo mismo para cazar' un piglet.
[10] P ig l e t (sorprendido): ¡Oh, no!
[11] H e f f a l u m p : ¡Oh! (En tono conciliador): Puede... puede que yo me
haya equivocado entonces.
[12] P ig l e t : Me temo que sí. (Cortésmente): Lo siento (en tono bur
lesco).
[13] H e f f a l u m p : Bueno, bueno, bueno. Supongo que será mejor que
me vaya.
[14] P ig l e t (descuidadamente): ¿Te vas? Bien, si por casualidad ves por
ahí a Christopher Robin, ¿puedes decirle que lo estoy buscando?
[15] H ef fa l u m p (ansioso por quedar bien): ¡Desde luego! ¡Desde luego!
(Huye a toda velocidad)
30. El '¡jo, jo!’ inicial de Heffalump [5.1] muestra el regocijo que
siente por haber conseguido la meta de capturar a alguien con su
trampa. Por lo tanto, Piglet está lo suficientemente motivado como
para no hacer evidente muestra alguna de que está implicado en la si
tuación o de que tiene miedo, lo cual confirmaría el acierto de Heffa
lump en el modo de conducir la situación. Su manera de tararear dis
traídamente una canción [5.2, 5.4] también sugiere su ociosidad des
preocupada que tanto conviene a su pretensión de guiar la situación
que se manifiesta en [5.6]. En ese momento, Heffalump comienza a
dudar de su regocijo y, en cambio, solicita una indicación para que Pi
glet le guíe en la comprensión de la situación ('¿qué pasa aquí?’) [5.5],
Piglet ha conseguido una posición óptima para proponer su propio
modo de conducir la situación en [5.6], A causa de la acentuada acti
tud de aceptación que se le atribuye a él, Heffalump no protesta, sino
que simplemente pregunta si la nueva versión de la situación en la que
está implicado es 'segura' [5.7.] (el ‘prolongado silencio' es, presumi
blemente, tiempo empleado en ajustar su modelo de la situación). Tras
la confirmación [5.8], un '¡vaya!' señala su aquiescencia, seguida de un
modesto intento de restablecer la situación original con una maniobra
de reconducción en [5.9]. La ‘sorpresa’ que recibe Piglet [5.10] hace
evidente su improbabilidad, de igual manera que la sorpresa’ anterior
[5.6] sugería que Heffalump no tenía motivo alguno para estar allí,
después de todo. El toque final derrota la versión de Heffalump com
pletamente (el ‘¡oh!' final marca sir último paso), abocándole a la con
clusión de que 'puede que yo me haya equivocado entonces' [5.11]. A
continuación, Piglet puede permitirse ser reservado (compárese el ‘me
temo que sí’ [5.12] con el ‘sí’ de [5.8] y el '¡oh, no!’ [5.10], y la cortesía
con la que se dirige a su adversario [5.12]). Adviértase que la insince
ridad de la disculpa no es, en absoluto, relevante con respecto al plan
de Piglet (acerca de la sinceridad, véase VI. 10). El habla vacilante de
Heffalump señala, en ese momento, su indecisión sobre el papel que
está jugando y sobre el modelo de la situación en curso [5.9, 5.1 l]io
es evidente en ese instante clave de la interacción [5.13], hasta el pun
to de que no puede pensar en nada más que no sea retirarse del modo
más honroso posible de la interacción [5.13]. Manteniendo todavía su
'aire descuidado’, Piglet consigue, de manera ingeniosa, que Heffa
lump sea un agente cooperativo en la consecución de otra meta igual
mente importante: para que Piglet se escape de la trampa [5.14] es ne
cesario que encuentre a Christopher Robin. Para hacer las cosas del
mejor modo posible y quedar bien, Heffalump evidentemente acepta
de nuevo el papel que le otorga Piglet y ‘huye’ para poder cumplirlo
[5.15].
31. No obstante, los planes tan bien urdidos por Piglet en su
mente, acaban saliendo rematadamente mal a la hora de la verdad.
Cuando se presenta la ocasión de poner en práctica lo planeado, su in
terlocutor no actúa como se esperaba de él. En efecto, Piglet intenta
ba que la situación transcurriera como un g u i ó n , pero se encuentra
con que ha de volver a planificar los detalles que no había previsto, lo
cual resulta ser un obstáculo insalvable. El otro hablante (en realidad,
Christopher Robin, aunque Piglet no puede ver de quién se trata) co
mienza con un '¡jo, jo!’, pero después del 'tra-la-la’ de Piglet continúa
inesperadamente tarareando otro fragmento de canción. El plan guio-
nizado queda, desde ese momento, fuera de funcionamiento:
[112] «Acaba de decir una cosa equivocada —pensó Piglet con angus
tia—, tendría que haber dicho '¡jo, jo!’ de nuevo.»
Los intentos de Piglet de salvar su plan, por ejemplo, diciendo él
mismo '¡jo, jo!’, no son de demasiada utilidad, por lo que pronto se en
cuentra ‘completamente aniquilado’ y los textos que produce a partir
de ese momento pierden algo de cohesión y mucho de coherencia
(Milne, 1928: 49):
[113] —Ésta es una trampa para Poohs, y estoy esperando a que cai
ga uno en ella, jo, jo, qué pasa aquí, y entonces yo digo jo, jo de
nuevo.
10. La pérdida de cohesión textual a causa de factores como la indecisión o la sorpresa es bas
tante común (véase VI.2 y 31).
—¿Que? —dijo Christopher Robin.
—Una tram pa para jo, jos —dijo Piglet, con voz cascada—. Aca
bo de terminarla y estoy esperando a que un jo jo caiga caiga en ella.
La confusión surge del cortocircuito que se produce por la super
posición de los diversos componentes del discurso planificado por
cada uno de los participantes, por eso en este fragmento se hilvanan
elementos pertenecientes a textos distintos y que, sin embargo, apare
cen unidos en la superficie textual, mezclados con detalles literales del
plan mismo (por ejemplo, entonces yo digo'). La noción 'trampa para
Poohs’ es consecuencia de una conversación anterior en que Pooh pre
dijo la llegada de Heffalump. La interjección 'jo, jo’ reemplaza ‘Heffa
lump’ aparentemente mediante la confusión causada por un sonido
inicial11 en medio de la confusión mental, aparece un fenómeno de
duplicación en 'caiga caiga en ella'.
32. Aunque esta conversación sea ficticia, proporciona una ilus
tración apropiada de cómo un hablante prepara su plan discursivo,
previendo las posibles intervenciones de los demás participantes en la
interacción. Si sus interlocutores no aceptan ese plan, violando fla
grantemente el principio de cooperación, se exponen a deteriorar la
textualidad de sus intervenciones. De ello se deduce que un partici
pante no dispuesto a cooperar puede bloquear un discurso rechazan
do su aceptación del mismo, es decir, no apoyando ni restableciendo
su coherencia. A continuación se presenta un ejemplo instructivo en
el que Robert Benchley (1954: 106) disuade a Mr. Thwomly para que
no cuente sus aburridas aventuras en el extranjero. Ya que los partici
pantes están en un vagón de tren, Benchley no tiene escapatoria físi
ca posible. Por esa razón, su táctica consistirá en rechazar el t e m a
principal de las sucesivas intervenciones de su interlocutor ('vagón de
tren', 'Francia', 'francés') (Benchley, 1954: 106):
[114] [1] T h w o m ly : He pasado todo el verano en Francia, ¿sabes?, y to
dos los trenes franceses llevan compartimentos... Durante el
trayecto de París a Marsella me sucedió una divertida expe
riencia. Estaba sentado junto a un caballero francés que se ha
bía subido al tren en Lyon...
[2] B e n c h l e y : ¿Fuiste a Francia este verano?
[3] T h w o m ly : Acabo de decirte que estuve en Francia. Para hacer
el trayecto de París a Marsella iba en un tren con com parti
mentos...
11. La confusión de los elementos superficiales que tienen un sonido similar o compartido es fre
cuente en los «deslices» (errores cometidos por alterar un texto mientras se lee en voz alta, véase la
nota !3 del capitulo IV), No obstante, las equivocaciones de Piglet son bastante inverosímiles desde un
punto de vista lingüístico.
[4] B e n c iil e y : L ostienes franceses ¿son como los nuestros? He vis
to algunas fotografías y me ha parecido que llevaban compar
timentos.
[5] T h w o m l y (con cierto desaliento): Viajé en un tren francés y aca
bo de describírtelo. Viajaba junto a un caballero...
[6] B e n c iil e y : ¿Francés?
[7] T h w o m l y : Exacto, un caballero francés. Eso es lo que estoy in
tentando decir.
[8] B e n c h l e y : Ah, e n tie n d o .
[9] T h w o m l y : Bien, el caballero francés estaba dormido, y cuando
llegamos a Marsella, tropecé con su pie. Entonces se despertó
y me dijo algo en francés que no pude entender...
[10] B e n c iil e y : Estaríais atravesando la frontera de Francia, ¿no?
[1 1 ] T h w o m l y (dándose totalmente por vencido): Y ¿qué es lo que tú
hiciste este verano?
33. En el capítulo V se utilizó la noción de t e m a para designar
aquellos conceptos del mundo textual que mantienen una alta densi
dad de vinculación con los otros conceptos que aparecen en el mismo
texto (véase V.38). El procesamiento del mundo textual sólo es facti
ble si se activan los conceptos temáticos principales, porque una de las
condiciones que proporciona un c e n t r o d e c o n t r o l textual es la exis
tencia de i d e a s principales. De esta manera, Mr. Thwomly se bloquea
cuando tiene que volver a contar una y otra vez su pesada 'experien
cia' por la impresión de que su audiencia no comprende los concep
tos en base a los cuales él está intentando construir su discurso. Las
preguntas de Benchley serían cooperativas si trataran de aspectos no
comentados con anterioridad o desconocidos del mundo textual (véa
se IX. 14), pero, en lugar de eso, tienen que ver con material discursi
vo al que se hizo clara referencia un instante antes. Thwomly no ha
violado la máxima de manera porque no ha sido ni oscuro ni ambi
guo (véase VI.8 y ss.); aunque la respuesta de su interlocutor parece
indicar que lo ha sido de alguna manera. A lo largo del intercambio,
se ha ido esforzando pacientemente en reiterar las nociones básicas
como si nunca las hubiera enunciado [114.3, 114.5 y 114.7], pero gra
dualmente ha ido 'desalentándose' porque su interlocutor no parecía
centrarse en 'lo que estoy intentando decir’ [114.7]. Cuando finalmen
te se lanzó a dar detalles de la escena trivial (intentando excusarse a
sí mismo a través de una barrera lingüística), tuvo que retroceder
inmediatamente al punto de partida inicial a causa de una pregunta
insidiosa acerca del tema principal del texto (la localización del acon
tecimiento). Comprensiblemente, 'se da por vencido’ cuando se da
cuenta de que no puede hacer progreso alguno en su discurso
[114.11]. De esta manera, Benchley ha hecho imposible la consecución
de la meta de su interlocutor y ha conseguido alcanzar la suya propia
(]a paz y el silencio) boicoteando la ceremonia de aceptación del dis
curso de su interlocutor.
34. Puede observarse a partir’ de los ejemplos que aparecen en
este capítulo el importante papel que juega el c o n t e x t o comunicativo
con respecto a la intencionalidad y a la aceptabilidad. En este sentido,
han de tomarse en consideración factores como: a) qué cantidad de
conocimiento comparten o están transmitiéndose los interlocutores,
b) de qué manera los participantes intentan controlar o reconducir la
situación, y c) cómo se relacionan entre sí los textos que componen el
discurso. Los próximos tres capítulos se dedican al análisis de cada
uno de estos factores.
INFORMATIVIDAD
1. Como ya se planteó en 1.17 y ss., el concepto de i n f o r m a t i v i -
dad se relaciona con el grado de novedad o de imprevisibilidad que tie
ne un texto para sus receptores. Aunque, en principio, no hay nada
que impida que cualquier elemento perteneciente a cualquier nivel del
sistema lingüístico pueda ser informativo, normalmente, el nivel de
informatividad de un texto se valora en función de su c o n t e n i d o . La
importancia del contenido se explica (como ya se sugirió en el capí
tulo V) por el papel dominante que juega la c o h e r e n c i a en la tex-
tualidad, en detrimento de los fenómenos que se producen en otros
niveles del sistema lingüístico, como, por ejemplo, el fonético o el sin
táctico que, al ser subsidiarios o auxiliares desde un punto de vista
textual, no suelen estar en el foco directo de a t e n c ió n de los interlo
cutores. Ha de aclararse que por «atención» aquí se entiende la con
centración de la mayor parte de los recursos de procesamiento dispo
nibles del sistema cognitivo en el tratamiento de una única tarea, lo
cual restringe la potencia del sistema para realizar otras tareas al mis
mo tiempo (Keele, 1973). Como consecuencia de ello, si el grueso de
la atención se focaliza sobre la coherencia de los conceptos y de las
relaciones que aparecen en el texto, es lógico que haya otros fenóme
nos que no adquieran relevancia, a menos que se hayan manipulado
deliberadamente de una manera sorprendente. Muestra de ello son las
agrupaciones más o menos extravagantes de sonidos fonéticos que no
forman palabras conocidas y que fueron utilizadas de manera provo
cativa por algunas tendencias poéticas vanguardistas del siglo xx, por
ejemplo, en este fragmento de Em st Jandl:1
[115] la zeechn u bapp
iileo zunggi
1, Citado en Karl Riha, «Schizgnfini. Zu Em st Jandl», Replik, 3/4, 1970, pp.. 54-56..
Puesto que se trata de un texto incoherente, la atención del recep
tor queda libelada para explayarse en la propia materialidad de los
sonidos, para crear hipótesis imposibles de confirmar acerca de los
supuestos sentidos que pueda tener el fragmento. También se puede
focalizar la atención del receptor, por ejemplo, sobre el componente
sintáctico, como en la secuencia llamativamente inhabitual en que
Dios dio la orden a sus ángeles de que obedecieran a Cristo, en El Pa
raíso perdido (V, 6, 11-12) de Milton:
[1 1 6] A Él q uien desobedezca, a m í desobedece
12. Adviértase que Tom en ningún momento dice de manera explícita que pintar una valla sea
una actividad maravillosa, con lo que se protege de que alguien pueda contraargumentarlo (lo que rio
se ha llegado a decir no puede ser, por lo tanto, contradicho),.
E s t r a t e g i a 4: Si su manera de dirigir la situación no es aceptada por
su interlocutor, reemplázela por una versión menos mediatizada subjeti
vamente de la misma.
Esta estrategia se basa en la suposición de que los participantes en
una interacción se muestran más dispuestos a aceptar que su interlo
cutor dirija la situación si su propuesta no contradice las evidencias
disponibles en la realidad. En este sentido, Ben opera repitiendo de
nuevo su saludo ('Hola, viejo amigo’ [139.9]) y reemplazando su pri
mera iniciativa de control de la situación ('¡Ji, jil ¿Te han hecho pol
vo, eh?' [139.2]) por una versión menos mediatizada subjetivamente
(‘asi que hoy te ha tocado trabajar, ¿eh?' [139.10]). La reacción de Tom
consiste en reconocer, ahora sí, de buena gana la presencia de Ben
([139.11]), pero sin aceptar que la dirección de la situación quede en
manos de su interlocutor. Sin duda, Tom quiere que la situación se di
rija implacablemente hacia el cumplimiento de sus metas egoístas. En
coherencia con este planteamiento, Tom intenta de nuevo elevar el ni
vel de interés de la actividad que está realizando y que, supuestamen
te, tanto le ensimisma, cuando dice '¡Ah, eres tú, Ben! No me había
dado cuenta de que estabas aquí’ [139.12],
20. Ya que, por fin al segundo intento, se pone en marcha la con
versación, Ben vuelve a intentar dirigir la situación e imponer su pro
pio plan (‘Oye, (yo) me voy a nadar’ [139.13]), actuando, en este sen
tido, de la misma manera que actuaría un hablante cualquiera. Su si
guiente intervención ha de entenderse como una invitación a que su
interlocutor acepte su liderazgo estratégico ('¿No te gustaría venirte a
nadar conmigo?’ [139.14]) (véase VIII.9):
E s tr a te g ia 5: Presente sus propios deseos y sus propias metas a los
demás participantes en la interacción, excepto en el caso de que exista
en la situación alguna evidencia en contra que se lo desaconseje.
Sintiéndose seguro de su superioridad situacional, Ben se recrea
irónicamente en el estado en que se encuentra Tom (‘aunque, bien pen
sado, a lo mejor prefieres quedarte aquí trabajando, ¿no?' [139.15]). A
continuación Ben remacha el clavo de su burla respondiéndose a sí
mismo ('¡Seguro que lo prefieres!’ [139.15]). En ese punto, Tom pone
en práctica la estrategia 2 y la opción b) de «cuestionar» el intento de
dirigir la situación llevado a cabo por Ben, aplicándola en combinación
con esta otra estrategia:
E s tr a te g ia 6: Cuando se produce una contraposición entre su in
tento de dirigir la situación y el de su interlocutor, negocie el sentido de
los conceptos problemáticos incluidos en el tema que se está cuestio
nando.
En este caso, el tem a cuyo sentido se está negociando es el ‘traba
jo’ (‘¿A qué llamas tú trabajar’?' [139.17]). Ben, en su respuesta, inten
ta recuperar de nuevo la iniciativa e imponer su criterio ('¿Cómo? ¿Lo
que estás haciendo no es «trabajar»?’ [139.18]). Lógicamente, Tom no
puede negar que está trabajando (estrategia 2 a), porque ello deterio
raría su credibilidad como hablante; por lo tanto, prefiere mostrarse
ambiguo ('Bueno, tal vez sí o tal vez no' [139.21]). De esa manera,
acepta un acuerdo parcial con su interlocutor; pero sin ceder comple
tamente el mando de la situación y preparando el terreno para inicia
tivas futuras:
E str a te g ia 7: Si su propuesta no resulta verosímil, es mejor que no
la exponga, aunque tampoco se comprometa de manera explícita a re
nunciar a ella.
Ya que Tom no ha expuesto abiertamente su propuesta sobre qué
dirección ha de tomar el encuentro, Ben no puede oponerse. No obs
tante, 'Tom reemprendió su tarea de pintar' [139.19], como si no pu
diera pasarse sin pintar ni un momento; a continuación se autoafírma
(‘lo único que sé es que a Tom Sawyer [esta utilización de su nombre
completo en lugar de su sustituto pronominal pretende sugerir que se
trata de una actividad acorde con el papel social que desempeña], que
soy yo, le gusta hacer esto’ [139.22-23]). La estratagema que está uti
lizando aquí Tom consiste en aumentar el interés de su interlocutor en
la tarea que él está llevando a cabo, sabiendo que se persuade mejor
a un receptor si, en vez de intentar convencerlo directamente (lo cual
podría provocar cierta resistencia, cuando no oposición), se le invita a
que infiera por sí mismo lo que se está sugeriendo (véase 1.16, VII.28
y 42).
21. En su siguiente intervención, Ben aplica la estrategia 2b de
«cuestionamiento» ('Venga, vamos, ¡me vas a decir ahora que te gusta
pintar!’ [139.24]), ya que, como prevé la estrategia 5, no puede dar
abiertamente su opinión porque ello provocaría un enfrentamiento di
recto con su interlocutor. La respuesta de Tom al movimiento discur
sivo de Ben ('¿Gustarme? No veo por qué no habría de gustarme’
[139.26-27]) sigue aproximadamente la estrategia siguiente:
E str a te g ia 8: No se exponga a que su opinión pueda ser desacredi
tada por su interlocutor exponiéndola directamente, pero explore por qué
razón sería rechazada en el caso de que la expusiera.
Es decir; avanzando en el entramado de su plan, Tom se confiesa
incapaz de encontrar una razón por la cual no debería gustarle traba
jar. A continuación, eleva indirectamente el valor de la tarea que está
realizando en ese momento diciendo '¿Acaso tiene un muchacho como
yo todos los dias la oportunidad de pintar una valla como ésta?’
[139.28]). Sabido es que cuando un recurso es limitado, su valor se
multiplica. Tom tiene, además, la habilidad de sugerir (no de «afirmar
explícitamente» para no arriesgarse a ser contraargumentado) que la
tarea de pintar es más que un trabajo, una 'oportunidad' para entre
tenerse.
22 . Como puede apreciarse, los intentos maquiavélicos de Tom
de reconducir la situación, en contraste con los ingenuos de Ben, se
caracterizan por el intento de manipular a su interlocutor' (véase
VIII. 1). Tom ha conseguido, por fin, 'iluminar la escena con una luz
nueva’ [139.29], es decir; se ha hecho con el mando efectivo de la si
tuación. En ese mismo instante, las metas de Tom y las de Ben c o n
v e r g e n plenamente por primera vez; Ben está ansioso por pintar la va
lla ('Ben observaba cada movimiento [de brocha] y estaba cada vez
más interesado en lo que veía, cada vez más absorto’ [139.32]). Ben ha
centrado hasta tal punto su atención (véase la definición de este con
cepto en VII. 1) en lo que está haciendo Tom que, incluso, ha dejado
'de mordisquear la manzana' [139.30]. La coreografía gestual que des
pliega en ese momento Tom ('Tom deslizaba con elegancia la brocha
de atrás hacia adelante, se retiraba para observar el efecto, añadía un
toque aquí, otro toque allá, y volvía a examinar el efecto de sus bro
chazos’ [139. 31]) retoma coherentemente la actitud «de artista» que
ya mostró en [139.4] con el ñn de elevar el interés (véase VIII. 18) de
su interlocutor en su trabajo.
23 . Habiendo sido persuadido inconscientemente por Tom, Ben
formula de manera explícita la nueva meta que ahora persigue (ya no
quiere irse a nadar, sino que ahora quiere pintar la valla) mediante
una p e t i c i ó n ('Oye, Tom, déjame pintar un poquito, anda’ [139.34]). En
este momento triunfal, Tom podría haber dejado de dar brochazos y
podría haberle dado su brocha a Ben, como pretendía desde el prin
cipio, porque acababa de alcanzar su meta principal. No obstante,
Tom no aceptará inmediatamente la petición de Ben porque también
quiere satisfacer la submeta (véase VIH. 19) de 'comerse la manza
na '.13 En consecuencia, Tom elige, con buen criterio, seguir con algu
na variación la estrategia 3 (de valoración de la tarea que se está rea
lizando para encarecerla a los ojos del receptor). Otra estrategia apro
piada que podría aplicarse en esta situación es la siguiente:
E s tra te g ia 9: Si desea obtener algún objeto o algún favor de su in
terlocutor, rechace las p e t i c i o n e s que éste le haga y que le obligan a des
13. En esta situación se plantea un «conflicto de metas» en ei sentido propuesto por Wiiensky
(1978a).. Véase, también, la nota 6 de este capítulo.
v ia r s e d e s u m e t a e h íte n te q u e s u p la n v a y a p r o g r e s a n d o h a s t a q u e c o n
sig a u n PACTO.
Esta estrategia ha de aplicarse con sumo tacto para precaverse en
contra de las dos posibles reacciones siguientes por parte del receptor:
si el otro participante no acepta que haya sido rechazada su petición,
a ) puede abandonar su interés en la interacción, o b ) puede iniciar una
escalada progresiva de enfrentamiento con su interlocutor que culmi
ne en la violencia, como sucedió en los ejemplos [137] y [138]: en el
ejemplo [137], Pedro se niega a prestar su bicicleta hasta el punto de
que le acaban agrediendo y quitándosela a la fuerza, a pesar de que
podría haber obtenido cuando menos un beneficio de quinientas pe
setas aceptando el trato que le proponían. En el ejemplo [138], se re
chaza una p e t i c i ó n de una manera tan enfática que se produce una es
calada progresiva de beligerancia que acaba en una a m e n a z a y en una
posterior agresión. En las interacciones comunicativas, incluso en las
más cotidianas, es muy importante saber calibrar la paciencia de los
otros participantes e intuir el punto hasta el que estarían dispuestos a
llegar con tal de alcanzar sus metas. Una estrategia que puede em
plearse en este cometido es la siguiente:
E s t r a t e g ia 10: Rechace de manera rotunda las peticiones no conve
nientes para usted que le haga su interlocutor. Si muestra indecisión en
su rechazo se expone a que su interlocutor inicie una escalada progresi
va en su plan.14
24. Para justificar su rechazo inicial a la p e t i c i ó n de Ben, Tom
r e c u e r d a t e m a s que ya aparecieron con anterioridad y a r g u m e n t a o p i
n i o n e s que apoyen su discurso. El a r g u m e n t o principal que emplea
Tom es el interés de la tía Polly en que la valla esté muy bien pintada,
puesto que está situada en la parte delantera de la casa [139.39], Esta
táctica, que utilizará posteriormente (véase VIII.26), sigue una estra
tegia del tipo:
E s t r a t e g ia 11: Para elevar el interés de su contribución y conducir
la escalada progresiva en el plan hacia un p a c t o ventajoso para usted,
i n f o r m e o r e c u e r d e puntos de vista sostenidos por personas con una
opinión autorizada pero que estén ausentes y no puedan contradecirle,
por lo que usted no parecerá irrazonable o codicioso.15
14. Como ha podido atestiguar recientemente Robert de Beaugrande, los vendedores tienen la
propensión a introducir en sus negociaciones enunciados del tipo siguiente: ‘Me parece que no le voy
a vender este producto'. Por supuesto, estos enunciados no se pueden entender literalmente, puesto
que intentan elevar el precio de la transacción No obstante, un comprador inexperto que no lo en
tendiera así, abandonaría la negociación.
15. Este mismo tipo de maniobra se utiliza en la memorable escena de la obra de Moliere El ava
ro, en el acto II, escena 1.
El punto de vista supuestamente mantenido por la tía Polly, apoya
el t e m a ahora conocido sobre la habilidad artística requerida para pin
tar una valla (véase VIII. 18). Para aumentar el efecto del argumento
de autoridad, Tom lo remacha con una r e p e t i c i ó n [139.40] (véase
IV. 12 y ss.) y, a continuación, con una p a r á f r a s is [139.41] (véase IV. 18
y ss.) de su material previamente presentado. Su culminación es com
pararse a sí mismo ('un muchacho’) con 'mil' e incluso 'dos mil' m u
chachos menos competentes que él [139.42]. Estas proporciones nu
méricas desorbitadas sugieren las dimensiones que un pacto adecua-
do debería encontrar.
25. Si una petición, como la de [139.42], se hubiese hecho ante
riormente en la conversación, habría sido, sin duda alguna, rechaza
da enérgicamente por Ben. Pero gracias al desarrollo extenso del tema
conocido, Ben muestra únicamente un escepticismo momentáneo
[139.43-44] y, a continuación, retom a a su p e t i c i ó n con una limitación
parcial (‘sólo un poquito' [139.45-46]). La estrategia que explica estos
movimientos es:
E s t r a t e g ia 1 2 : Para alentar la cooperación, desprecie el gasto de
tiempo y de recursos que su interlocutor haya de emplear para que us
ted pueda alcanzar su meta.
26 . La acción discursiva siguiente de Ben (‘Yo te dejaría (pintar)
a ti, si estuviera en tu lugar' [139.47]) sirve para p r o p o n e r u n t e m a
(que Ben y Tom son viejos amigos) y a r g u m e n t a r u n a o p i n i ó n (que
Tom debería ser tan generoso como cualquier otra persona en las mis
mas circunstancias). Tom sigue muy cómodo asumiendo el papel de
que quiere ayudar ansiosamente a apartar los obstáculos que se inter
ponen en el camino de Ben para que éste pueda alcanzar su meta.
Aunque está dispuesto a ayudarlo, Tom vuelve a elevar la cotización
de la actividad de pintar, argumentando esta vez que su tía no ha de
jado que lo haga ni Jim, ni Sid (una acción que va un paso más allá
de la estrategia 11; véase VIII.24). De nuevo, Tom emplea el recurso
de la r e p e t i c i ó n como reforzamiento de sus argumentos, expresando
en términos casi idénticos [139.50-51] la experiencia frustrada de 'Jim'
y de 'Sid'. Tom intenta que Ben suponga que si le deja pintar es por
que supera en habilidad tanto a Jim como a Sid. A partir de ese mo
mento, Tom intenta de nuevo elevar el interés de su tema todavía un
poco más para indicar que podría 'suceder' algo calamitoso si un m u
chacho poco hábil 'se pusiera a pintar esa valla’ [139.53].
27 . Por supuesto, todas las acciones discursivas de Tom están di
señadas para incitar a que Ben ofrezca a cambio de pintar la valla, un
o b j e t o d e p a c t o (la manzana). Ben permanece reticente durante
un minuto, renovando su p e t i c i ó n con una promesa ('pondré todo el
cuidado del mundo’ [139.54-55], Finalmente, ofrece un p a c t o [139.56]:
darle a Tom el corazón de la manzana; el problema radica en que ésta
no es, lógicamente, la meta que se había fijado Tom. Por consiguien
te, Tom vuelve a retomar la estrategia 10 y manifiesta su indecisión,
primero concediendo el «favor» ('Bueno, está bien, pinta un poquito
aquí...' [139.57]) y, después, rechazándolo ('No, Ben, todavía mejor no'
[139.58]). Cuando Tom retoma de nuevo su tema preferido (‘Tengo
miedo de que no sepas...’ [139.59]), Ben le interrumpe (sin duda se
pone enfermo al oír hablar del asunto) ofreciendo por fin (en [139.60])
como objeto de pacto la manzana entera. Habiendo obtenido a la vez
su meta principal y su submeta secundaria, Tom acepta por fin el tra
to que él mismo ha forzado, pero sin olvidarse de señalar, eso sí, sus
reparos con una expresión facial (‘Tom le entregó la brocha con cara
de no estar muy convencido, pero con toda la alegría de su corazón'
[139.61]); quizá demasiada alegría por parte de Tom hubiese alertado
a Ben del alcance de la manipulación que ha sido perpetrada y de la
cual ha sido víctima propiciatoria. En la continuación del episodio no
velesco, agradablemente impresionado por el éxito de su plan, Tom lo
estabiliza como g u i ó n susceptible de ser empleado muchas veces y
lo practicará con todos los muchachos que pasen por los alrededores.
Tom acaba disponiendo de una cuadrilla de voluntariosos y motivados
muchachos realizando de manera entusiasta la ingrata tarea de pintar
la valla un sábado por la mañana y, encima, habiendo pagado por ello.
Por esa razón, el novelista comenta que ‘Tom habría arruinado a to
dos los muchachos del pueblo, si no hubieran acabado de pintar la va
lla’ (Twain, .1922: 18).
28. En este capítulo se han descrito algunas maneras significati
vas en que los textos se relacionan con las acciones discursivas y se
aplican de forma efectiva en la dirección de las situaciones comuni
cativas. Una de las conclusiones que pueden extraerse de esta des
cripción es que la relación establecida entre un texto y una situación
no se agota en las evidencias disponibles en la realidad que envuelve
a los interlocutores. Normalmente, los participantes suelen modificar
el contenido de los textos m e d ia t iz á n d o l o s subjetivamente a partir de
sus propias creencias, planes y metas. En este sentido, que un texto
sea o no aceptable depende no de la «corrección» con que se «refiere»
al «mundo real», sino de la credibilidad y de la relevancia del punto de
vista adoptado por los participantes en la interacción comunicativa. En
cualquier caso, ha quedado demostrado que las acciones discursivas
que componen un texto han de entenderse lógicamente como realiza
ciones de estrategias generales encaminadas a la reconducción y a la
dirección de toda suerte de situaciones en que los seres humanos in-
teractúan.
INTERTEXTUALIDAD
1. El término i n t e r t e x t u a l i d a d , que ya se introdujo de manera
esquemática en 1.21 y ss., se refiere a la relación de dependencia que
se establece entre, por un lado, los procesos de producción y de re
cepción de un texto determinado y, por otro, el conocimiento que ten
gan los participantes en la interacción comunicativa de otros textos
anteriores relacionados con él. Este conocimiento intertextual se acti
va mediante un proceso que puede describirse en términos de m e d i a
c ió n (es decir; teniendo en cuenta la intervención de la subjetividad del
comunicador, quien suele introducir sus propias creencias y sus pro
pias metas en el modelo mental que construye de la situación comu
nicativa en curso; véase VIII. 1): cuanto más tiempo se emplee y más
actividades de procesamiento se realicen para relacionar entre sí el
texto actual y los textos previos que tengan que ver con él, más eleva
do será el grado de mediación. El uso de diferentes t i p o s d e t e x t o du
rante la interacción puede servir como ejemplo de un nivel de media
ción elevado: el comunicador espera que cada tipo de texto utilizado
posea ciertas características apropiadas para alcanzar ciertas metas
que se propone cumplir. El grado de mediación decrece cuando se ci
tan literalmente textos específicos conocidos, como, por ejemplo, mo
nólogos famosos u obras literarias. El nivel de mediación es mínimo
cuando se llevan a cabo acciones discursivas como repetir, refutar, in
formar, resumir o evaluar otros textos, actividades que suelen reali
zarse especialmente en el transcurso de la c o n v e r s a c ió n .
2 . La existencia y el uso de diferentes t i p o s d e t e x t o plantea un
fuerte desafío a la disciplina de la t i p o l o g í a l i n g ü í s t i c a , ocupada en la
clasificación y en la sistematización de muestras verbales de diferen
tes lenguas. Ya en la lingüística tradicional se solían establecer tipolo
gías para organizar las formas y los sonidos de las lenguas (véase
11.19). Posteriormente, surgió la preocupación por las tipologías ora-
dónales . 1 La disciplina tipológica también se ocupó de la construcción
de tipologías interculturales para lenguas que poseyeran una estruc
tura similar (véase Romportl et al., 1977). En cualquier caso, todos es
tos trabajos tipológicos se aplicaron al estudio de los s i s t e m a s v ir t u a
l e s , que representan, en toda su excelencia, el potencial abstracto de
las lenguas. Ahora bien, una tipología textual también debería ocu
parse de los s i s t e m a s r e a l e s en el momento en que ya se han llevado
a cabo las decisiones y las elecciones de producción textual (véase
111.12). La mayor dificultad en este campo todavía inexplorado es que
la mayor parte ele los ejemplos reales no encajan completamente en las
características exactas que se prevén en un tipo icleal. Las expectativas
o las exigencias asociadas con un determinado tipo de texto pueden
verse modificadas e incluso anuladas a causa de los requerimientos
que exija su contexto de aparición (véase VII.18.7). Examinado el
asunto desde una perspectiva más amplia, por supuesto, las discre
pancias entre los tipos lingüísticos ideales y las concreciones lingüís
ticas reales son siempre inmanentes e inevitables. Así, por ejemplo,
nadie ha resuelto todavía los problemas fonéticos mediante la cons
trucción de una tipología de fonemas. Por esa razón, cada lengua en
particular tiene su propia versión de los tipos de fonema que posee
(véase Skalicka, 1977).
3. En 1972 se celebró un coloquio sobre tipos de textos en la Uni
versidad de Bielefeld, Alemania (las actas del mismo se publicaron en
Gülich y Raíble, eds., 1972). Todos los intentos que se realizaron en
tonces para aplicar o reconvertir los métodos lingüísticos tradiciona
les fracasaron en la tarea de satisfacer las necesidades especiales que
plantea la construcción de una tipología textual. En ese coloquio se
quiso saber cómo y por qué aparecían determinados rasgos caracte
rísticos en los textos. Para averiguarlo, se realizó un recuento de las
clases de palabras (nombres, verbos, etc.) y se midió la longitud y la
complejidad de las oraciones que aparecían en los textos (véase Mis-
trík, 1973, y Grosse, 1976), pero en ningún momento se llegó a definir
realmente el perfil de cada tipo textual. Tampoco esta clase de análi
sis gramatical estadístico no presta atención alguna a la función que
cumplen los textos en la comunicación y en la consecución de las me
tas que desean alcanzar los comunicadores. No obstante, pai'ece lógi
co suponer que todos estos factores comunicativos e intencionales de
berían relacionarse necesariamente, de alguna manera al menos, con
las características gramaticales de los textos (Schmidt, 1978: 55). En
cualquier caso, la construcción de una tipología textual debería orien
tarse hacia la resolución de este problema.
1. Además de las tipologías oracionales propuestas por la gramática transformacional, se ha de
destacar las de Admoni y Brinkmann, entre otras (véase el panoram a que se presenta en Heibig, 1974).
4. Siegfried J. Schmidt (1978: 55) previo la existencia de «dos po
sibilidades fundamentales» de encarar el estudio de los tipos de texto
de manera adecuada: o bien la investigación parte de los tipos ya de
finidos e instituidos tradicionalmente como objetos lingüísticos ob
servables y se intentan reconstruir en el seno de una teoría textual
compatible con ellos, o bien se parte de una teoría textual que esta
blezca los tipos teóricos que hayan de confrontarse luego con los ejem
plos empíricos. Una vez planteada esta disyuntiva, debería desecharse
la segunda opción, puesto que parece muy peregrino suponer que una
ciencia del texto que entienda el texto como una actividad humana
pueda prescindir de los tipos de texto establecidos tradicionalmente y
que los hablantes usan de hecho como procedimientos heurísticos o
de invención en las tareas de producción y de recepción textuales. Si
la tipología textual resultante basada en estos criterios fuese vaga e
imprecisa, esa vaguedad e imprecisión reflejaría, en consecuencia, la
manera en que se manifiesta la comunicación en la realidad.
5. La tipología textual ha de relacionarse necesariamente con las
tipologías de acciones y de situaciones discursivas. En este sentido, un
comunicador no podría siquiera cumplir las normas de textualidad a
menos que evaluase la adecuación que presenta un tipo de texto de
terminado en relación con la situación en la que aparece (véase 1.2,3).
Téngase en cuenta que, por ejemplo, las exigencias que ha de cumplir
un texto para estar cohesionado y ser coherente son menos estrictas
en la conversación (véase VI. 2 y ss.) que en los textos científicos (véa
se Huddleston, 1971). Adviértase igualmente que, en los textos poéti
cos, el mecanismo de la cohesión puede burlarse esporádicamente,
aplicando principios no convencionales (véase IX.9). En cualquier
caso, no existe la menor duda en que si se presenta un tipo de texto
determinado en una situación inadecuada, por muy cohesionado que
esté o por muy coherente que sea, sin duda alguna se producirá una
perturbación o un deterioro de la interacción comunicativa.
6. Algunos de los tipos de texto establecidos tradicionalmente
pueden definirse mediante procedimientos f u n c i o n a l e s , es decir, exa
minando la contribución que realiza cada tipo textual a la interacción
comunicativa .2 Contemplado el fenómeno desde esta perspectiva, se
podrían identificar algunas t e n d e n c i a s d o m i n a n t e s en cada tipo de
texto, aunque no se obtuviese una categorización estricta para cada
ejemplo concebible. Desde este punto de vista, los textos d e s c r i p t i v o s
se utilizan para enriquecer los espacios de conocimiento cuyos cen
tros de control son las situaciones o los objetos; en este tipo de tex-
2. La noción de «función» que se utiliza aquí se basa de nuevo en la teoría de sistemas: consiste
en la contribución que realiza un elemento a la totalidad dei sistema (en este caso, un tipo de texto al
sistema comunicativo). Véase la nota 2 del capítulo VII.
lo es previsible que se dé una elevada frecuencia de aparición de rela
ciones conceptuales de atribución de características, de estados, de
ejemplifícación y de especificación; la superficie textual descriptiva
reflejará, como es lógico, una elevada densidad de modificadores y
complementos; el patrón global más aplicado habitualmente en este
tipo de texto es el de marco (véase V.16 y VII.38). En contraste con lo
anterior; los textos n a r r a t i v o s se utilizan para organizar discursiva
mente las acciones y los acontecimientos en un orden secuencial de
terminado; en este tipo textual se contabilizarán, con toda seguridad,
elevadas frecuencias de aparición de relaciones conceptuales para
marcar la causa, la razón, el propósito, la posibilidad y la proximi
dad temporal (véase Labov y Waletzky, 1967, Beaugrande y Colby,
1979, y Stein y Glenn, 1979); la superficie textual narrativa reflejará
una elevada densidad de estructuras subordinadas; el patrón de co
nocimiento global habitualmente más aplicado en este tipo de texto es
el esquema (véase V.16 y IX.25 y ss .).3 Por su lado, los textos a r
g u m e n t a t i v o s se utilizan para persuadir al receptor textual de que de
terminadas creencias o ideas son verdaderas o falsas, favorables o
desfavorables para sus intereses; en este tipo textual aparecen con
mucha frecuencia relaciones conceptuales para expresar la razón, la
significación, la volición, el valor y la oposición; la superficie textual
argumentativa reflejará una elevada densidad de mecanismos cohesi
vos que expresan el énfasis y la insistencia, por ejemplo la repetición,
el paralelismo y la paráfrasis, como pudo comprobarse en el frag
mento de la Declaración ele Independencia analizado en IV. 16 y ss.; el
patrón intelectivo global que se aplica normalmente en este tipo de
texto es el plan encaminado a la inducción de creencias (véase V.16,
VI.11-16 y VII.18.1).4
7. Las propuestas precedentes se refieren a las características y a
los usos prototípicos de los tipos textuales, por lo que constituyen una
primera aproximación heurística al fenómeno. Ahora bien, en la ma
yor parte de los textos se puede encontrar una mezcla de funciones
descriptivas, narrativas y argumentativas. Así, por ejemplo, la Decla
ración de Independencia contiene tanto descripciones de la situación
de las colonias americanas como narraciones breves de las acciones
llevadas a cabo por los británicos, aunque la función p r e d o m i n a n t e
3.. Freedle y Hale (1979) consideran que los esquemas narrativos se utilizan también en el proce
samiento de los textos descriptivos (o «expositivos»).
4, Una cuestión muy importante, ya tratada en otros lugares (véase 1.16, VII,2S y 42 y VIII.20), es
que los receptores textuales son persuadidos de una manera más efectiva por los productores cuando
éstos dejan que aquéllos suplan por sí mismos los contenidos textuales implícitos.. No cabe la menor
duda de que este fenómeno introduce un factor decisivo en los textos argumentativos. Como se sugi
rió en el capítulo VII, todos los textos pueden analizarse teniendo en cuenta lo que no dicen de ma
nera explícita, pero sí sugieren de manera implícita lo que el receptor espera que digan.
sea, sin ningún género de duda, la argumentativa, es decir, que el tex
to intenta introducir en la mente del receptor la creencia de que Amé
rica obró de manera justificada cuando se 'deshizo' de las 'cadenas po
líticas’ que la aprisionaban como nación. Los productores de ese tex
to declaran abiertamente su 'respeto hacia las opiniones de cualquier
ser humano', así como su confianza en la 'rectitud' de sus 'intencio
nes'. En otra categoría de textos, el manual de reparación Cómo man
tener su Volkswagen a punto (Muir, 1969), aunque contenga más frag
mentos narrativos y argumentativos que la mayor parte de ese tipo de
manuales, predomina la intención de describir cómo está construido
y cómo se hace el mantenimiento de los coches Volkswagen. En con
secuencia, la asignación de un tipo textual a un texto no puede basar
se simplemente en su formato superficial, sino que depende directa
mente de la f u n c i ó n que ese texto vaya a desempeñar en la situación
comunicativa en la que se inserte.
8 . En lo concerniente a los textos l i t e r a r i o s , éstos también sue
len contener diversos fragmentos de descripciones, de narraciones y
de argumentaciones. Se hace necesario, por tanto, emplear otro crite
rio de distinción analítica más adecuado que el puramente formal.
Quizá la definición más amplia de «texto literario» sea la que lo con
sidera un mundo textual de ficción apoyado en su relación de excep-
cionalidad con respecto a la versión aceptada socialmente del «mundo
real» (véase VIL 18.1),5 entendiendo por «mundo real» no algo deter
minado objetivamente, sino un producto de la cognición, de la inte
racción y de la negociación social. Con bastante frecuencia, los m un
dos textuales literarios contienen discrepancias con respecto al mode
lo de «mundo real» aceptado socialmente (véase IV. 19, VII.40 y X. 16).
Incluso las tendencias literarias como el realismo, el naturalismo o el
documentalismo (cuya preocupación estética consiste en emparejar
artísticamente el mundo textual con el mundo real) surgen de esta mo
tivación: si bien el mundo textual no es «real» en un sentido estricto,
si es, al menos, un ejemplo de un punto de vista de la «realidad». En
este sentido, un texto puede considerarse literario en la medida en que
la intención de ofrecer una lectura alternativa del «mundo real» do
mina sobre la intención de relatar «hechos» (véase IX. 10).
9 . Los textos poéticos son una subclase de los textos literarios
que se caracterizan porque, junto a la alternativa al mundo real, aña
5, Los textos literarios también se denominan de ficción, para señalar su nivel de relativo desa
cuerdo con el «mundo real».. No obstante, también hay textos ficticios que no son literarios, por ejem
plo, las mentiras; la ficcionalidad no es, en sí misma, una condición suficiente para la literariedad.. La
condición necesaria y suficiente para que un texto sea literario es que el productor aplique, de mane
ra consciente e intencionada, principios organizativos que provoquen, en mayor o menor medida, cier
to desacuerdo entre el mundo textual y el «mundo real» (véase Iser, 1975, e Ihwe, 1976),.
den una organización peculiar de las estrategias de representación de
los planes subyacentes en el discurso y del contenido semántico en
una superficie textual proyectada específicamente. La cohesión de un
texto poético se apoya, en parte, en oposición a otros tipos de texto y,
en parte, en el seguimiento de ciertas convenciones tipológicas espe
cíficas (véase VII.30 y ss.). En el capítulo VII se intentó demostrar que
el productor textual puede controlar la confirmación o la frustración
del flujo de expectativas que genere el receptor mediante la organiza
ción planificada de la superficie textual. La función poética se utiliza,
por lo tanto, para conseguir que la organización de la superficie tex
tual sea interactiva y negociable. No ha de sorprender a nadie el he
cho de que muchos textos literarios que no se presentan como poemas
aprovechen la función poética para subrayar la naturaleza interactiva,
negociable del discurso acerca del «mundo real» (véase IX. 18).
10. Los textos poéticos y literarios se oponen a los tipos de tex
tos que intentan incrementar y transmitir el conocimiento aceptado
comúnmente acerca del «mundo real». Los textos c i e n t í f i c o s cumplen
con esta finalidad en su intento de explorar, ampliar o clarificar el co
nocimiento almacenado por la sociedad en un campo específico de
«hechos» (entendiendo este concepto en el sentido que se da a este tér
mino en VIL 18.1) mediante la presentación y el análisis de la eviden
cia a la que se ha llegado a partir de la observación directa o de la do
cumentación. Los textos d i d á c t ic o s , por su lado, no van más allá del
conocimiento habitual que la memoria social tiene almacenado, sino
que únicamente se emplean para distribuir el conocimiento estableci
do entre una audiencia no especializada, o en período de formación,
de receptores textuales. Para cumplir con esta tarea, se requiere, ob
viamente, la presentación de un transfondo de conocimiento más
abundante y más explícito de lo que es costumbre en los textos cien
tíficos.
11. A pesar de su reducido alcance, la esquemática tipología tex
tual expuesta hasta el momento en los apartados anteriores dista
mucho de ser satisfactoria. De hecho, todavía no se ha aclarado la
vaguedad en torno a las características que identifican las distintas
series de textos. Uno de los problemas que ha de afrontarse es la ele
vada complejidad que supone el hecho de que cada conjunto de fun
ciones (descriptivas, narrativas y argumentativas) puede variar en su
grado de predominio en un texto. A ello se le añade la dificultad adi
cional que supone que un texto aislado perteneciente a un tipo deter
minado puede manipularse hasta convertirlo en otro tipo distinto, uti
lizando las estrategias apropiadas de representación. Por ejemplo, en
un momento determinado, se puso de moda publicar en las revistas li
terarias textos que en su origen no eran poemas (véase, por ejemplo,
Porter, 1972); ante esos textos, poetizados a posteriori, las reacciones
de procesamiento del receptor textual, sin duda, son bastante distin
tas a las que tendría si esos mismos textos hubiesen aparecido en su
lugar de procedencia original. Al igual que sucede con muchas otras
cuestiones, la problemática de los tipos de textos sobrepasa la capaci
dad explicativa de los métodos lingüísticos convencionales (véa
se IX.3) y cae bajo la jurisdicción de las condiciones generales de uti
lización de los textos en la interacción comunicativa entre los seres
humanos. Un «tipo de texto» es una serie de mecanismos de invención
para producir; predecir y procesar secuencias textuales, y, por consi
guiente, se trata de un determinador importante de la eficacia, de la
efectividad y de la adecuación (en el sentido que se da a estos térmi
nos en 1.23). No obstante, el criterio de diferenciación tipológica difí
cilmente sirve para trazar unas fronteras nítidas absolutas para dis
tinguir qué textos pertenecen a un tipo y cuáles a otro distinto, de la
misma manera que es muy complicado establecer un juicio que sepa
re los textos de los que no lo son (véase III.8 ). Sencillamente, las con
diciones de comunicabilidad textual son tan cambiantes que impiden
el establecimiento de semejante caracterización rigurosa.
12. A la par que la tipología, una segunda cuestión que afecta a
la intertextualidad es el fenómeno de la a l u s ió n t e x t u a l . Por alusión
textual se entiende las maneras en que los comunicadores hacen refe
rencia o utilizan textos conocidos (véase IX. 1). En principio, para pro
ducir su discurso, el comunicador puede inspirarse en cualquier texto
previo disponible a su alcance; ahora bien, en la práctica, se suele pre
ferir la utilización de textos conocidos porque, dada su familiaridad y
su prestigio, son más accesibles para la audiencia receptora. Como po
drá comprobarse a continuación, la distancia temporal que puede me
diar entre la producción del texto original y la del texto inspirado en
él no tiene límites teóricos. En 1600,6 Christopher Mariowe escribió la
famosa súplica de un 'apasionado pastor a su amada’, que comenzaba
así:
[148] Ven a vivir conmigo y sé mi amor,
y probarem os todos los placeres
que valles, arboledas, colinas y campos,
bosques o abruptas m ontañas ofrecen.
En la continuación del poema, el pastor ofrece a su dama como re
galo una fantástica y desmesurada colección de flores hermosas y de
6. La información sobre las fechas de publicación que se utilizan en este apartado se han extraí
do de The Norton Introduction to Literatura, editado por J Paul Hunter (Nueva York, Norton, 1973,
pp. 78 y ss.)..
rústicos atavíos. Ese mismo año, sir Walter Ralegh escribió ‘la res
puesta de la ninfa al pastor':
[149] Si mundo y am or fuesen eternamente jóvenes,
y fuese verdad puesta en boca de pastor,
esos preciosos placeres me conmoverían
V consentiría en vivir contigo y en ser tu am or
pero, a continuación, la ninfa sentenciará que, pasado el tiempo, las
ofrendas del pastor se tornarán ‘marchitas’, ‘rotas’, 'secas' y 'olvidadas'.
Llama la atención el hecho de que la «respuesta» de Ralegh intenta
preservar el formato superficial (esquema rítmico, número de estrofas,
etc.) y algunas de las expresiones literales del original de Marlowe, lo
cual es lógico, puesto que la construcción de un texto inspirado en
otro exige que el productor conozca en detalle el texto original y las
convenciones a que ha de acomodarse. Unos años después, en 1612,
John Donne se apropió del esquema general del poema de Marlowe
para escribir una elaborada declaración de amor imaginaria de un
pescador inverosímil, que comenzaba así:
[150] Ven a vivir conmigo y sé mi amor,
y probaremos todos los placeres,
que doradas arenas y arroyos cristalinos ofrecen:
sedosos sedales y plateados garfios.
Más adelante, el pescador sugiere que si su joven dama se desnu
da y se baña en el río, entonces atraerá «a todos los peces que pulu
lan por el cauce» y, de esa manera, podrá incluso prescindir de los cos
tosos aparejos de pesca. Aunque el nivel de mediación (intervención
subjetiva) con respecto al texto de Marlowe es mucho mayor en el de
Donne que err el de Ralegh, en ambos casos la dependencia del origi
nal es incuestionable. Bien es verdad que si los dos primeros versos
del poema de Donne no hubiesen sido una cita literal de los de Mar
lowe, sin duda esta dependencia hubiese sido menos evidente. Muchos
años después, en 1935, Cecil Day Lewis escribió una nueva versión, en
tono irónico. En esta ocasión, quien hace la súplica es un trabajador
en paro:
[151] Ven a vivir conmigo y sé mi amor,
y probarem os todos los placeres
de paz y abundancia, cama y tablón de anuncios,
que un empleo ocasional ofrece.
Descargaré delicadamente en los muelles
y tú leerás revistas de moda estival:
por la tarde, cruzando los melancólicos canales
esperaremos oír algunos madrigales
La fuerza de este texto radica en su oposición a los diversos prin
cipios y convenciones que subyacen en el poema original de Marlowe:
la creencia de que las vidas de los pastores o de otras personas perte
necientes a las clases trabajadoras emplean su tiempo en juegos y en
bagatelas ornamentales, mientras la naturaleza los provee de lujosos
juguetes y de baratijas. En [151], la dama proletaria sólo podrá ver en
las revistas de modas los opulentos vestidos veraniegos prometidos
por el pastor de Marlowe a su amada. En cuanto al ripio que descri
be la esperanza de oír 'madrigales' (un tipo arcaico de canción) por los
'canales' (un tipo moderno de construcción) parece bastante absurdo.
Compárese todo este despropósito con la idílica escena que aparece en
ese mismo punto del poema de Marlowe:
[152] Por los ríos en cuyas cascadas
melodiosos pájaros cantan madrigales
El poema de Cecil Day Lewis es mucho más devastador que la re
futación de Ralegh o que el sarcasmo de Donne, porque ataca la rela
ción de absoluta excepcionalidad sobre la que se basa el estatuto lite
rario del texto de Marlowe; Ralegh y Donne intentan ridiculizar la de
claración de amor del pastor' a su amada, pero no el modo en el que
Marlowe seleccionó los elementos poéticos y la manera en que comu
nicó su idea. En la versión de Day Lewis, la excepcionalidad del texto
poético se refuerza cuanto más se oponga a las convenciones previs
tas para ese tipo de texto. Adviértase que en el ejemplo citado se pre
senta una situación típica del «mundo real» de 1935 —tiempos de
fuerte recesión económica— que prevalece sobre el estado de cosas
idealizado que propone la tradición literaria y poética .7
13. En la c o n v e r s a c i ó n , las relaciones de intertextualidad suelen
aparecer menos mediatizadas por la subjetividad de los interlocutores
que en los textos literarios. En este manual ya se han analizado varios
modos de organizar la estructura de la conversación a partir de crite
rios como el de la intencionalidad (véase VI. 16 y ss.) o el de la si-
tuacionalidad (véase VIII.13 y ss.). No obstante, ninguno de estos cri
terios, considerados aisladamente, ha proporcionado una perspectiva
global del fenómeno de la intertextualidad: un texto ha de ser rele
vante con respecto a otros textos que aparezcan en el mismo discurso
y no únicamente en relación con las intenciones de los participantes
7. En este punto, de nuevo, una discrepancia en el mundo textual señala deliberadamente una dis
crepancia en el «mundo reaU (véase IV. 19, IX.8 y X.ló).
o con la configuración de las características de las situaciones comu
nicativas; de igual manera, un texto puede utilizarse, cié manera glo
bal, para reconducir (intertextualmente) otros textos o, de manera
parcial, para modificar las creencias implicadas en esos textos (véase
Posner, 1972, 1980). La reconducción de un texto a partir de otro es
una de las estrategias más recomendables cuando parecen violarse
convenciones como las «máximas» conversacionales citadas en VI.9
y ss., puesto que reintegran el sentido a los textos que aparentemente
no lo tienen.
14. En un texto, los temas se han de seleccionar, han de desa
rrollarse e irse modificando progresivamente; en la conversación, en
cambio, el t e m a principal surge de la enorme densidad de conceptos
y de relaciones que caracterizan el interior de los mundos textuales.
Ahora bien, un texto totalmente aislado de otros textos (sin posibili
dad de relacionarse intertextualmente con otros) únicamente conten
dría temas potenciales pendientes de un ulterior desarrollo (Schank,
1977: 424). Para decidir qué es lo que vale la pena exponer acerca de
un tema cualquiera, los participantes, presumiblemente, han de con
siderar, en primer lugar, cuál es el nivel de informatividad de sus po
tenciales contribuciones. Desde este punto de vista, los aspectos más
informativos de un tema, es decir, los más aptos para recibir un desa
rrollo que pueda interesar a los receptores, son aquellos que incluyen
p r o b l e m a s y v a r i a b l e s , es decir, cuestiones abiertas y opinables que
aún no han sido establecidas definitivamente porque están sujetas a
cambios y plantean problemas todavía no resueltos .8 En otras pala
bras, formalizado a la manera de las «máximas» griceanas: Del tema
que vaya a exponer, explote aquellos aspectos que considere problemáti
cos o modificables. Esta máxima suele seguirse, por ejemplo, cuando
las intervenciones de un participante son, simplemente, reacciones
ante acontecimientos o ante situaciones que fueron introducidas con
anterioridad en la conversación como temas (véase Schank, 1977). En
este tipo de situaciones, un interlocutor realiza una pregunta cuya co
nexión con el mundo textual previo es una relación conceptual del tipo
que se expuso en V.26. Por ejemplo, en los intercambios siguientes, ex
traídos de obras de teatro contemporáneas ,9 aparecen los tipos de
conceptos problemáticos o modificables enmarcados entre corchetes:
[153] S am m y : ¿Cuándo viene a ver su silla?
D a v e : ¿Quién, Selby? [variable de agente]
S„ Sobre la preferencia por el saber problemático véanse IV.23 y 29 y IX,26. Acerca del trata
miento de las variables en las operaciones de rememoración, véase IX.37 5.
9. Las fuentes a las que pertenecen estos extractos son las siguientes: [135] aparece en Wesker (1964:
189), [154] en Osbome (19616: 67), [155] en Osbome (1961a: 58) y [156-157] en Osbome (1960: 51).
[154] P hoebe: Quieren que nos vayamos y que Charlie controle el hotel
de Otawa...
J han: ¿Cuándo te escribieron para decírtelo? [variable de tiempo]
[155] M artin: Dijo «en el momento de su muerte entró en el cielo»
Por eso yo le pregunté «¿Y tú cómo sabes eso?» [variable de cog
nición]
[156] J immy: ¿Te vas?
Alison: Exacto.
J immy: ¿En una tarde de domingo en esta ciudad, a qué lugar de la
tierra te vas? [variable de localización]
[157] H elena: Se va a la iglesia.
J immy: ¿A hacer qué? ¿Se ha vuelto loca o algo por el estilo? [va
riable de razón]
En [153] quien da la réplica (Dave) pide a su interlocutor que le dé
variables posibles: la referencia de una forma pronominal, en este caso
‘viene él', es variable en cuanto a su cohesión, es decir, con respecto al
elemento nominal al que remite (véase IV.29) y se ha de poder recu
perar si no está disponible durante demasiado tiempo en la memoria
activa; en [154], Jean le pregunta a Phoebe por el momento en que su
cederá algo (‘¿cuándo...?’) porque el tiempo es variable desde el punto
de vista de la coherencia, a causa de que pocos acontecimientos y si
tuaciones ocurren en momentos prefijados. En [155], [156] y [157] se
plantean los problemas siguientes. En [155] se expone un problema de
conocimiento: ¿cómo sabe alguien que en el momento de la muerte se
accede al cielo?; en [156], el problema es imaginar adonde puede irse
alguien un domingo por la tarde en una pequeña ciudad; en [157], un
ateo declarado se plantea si a su mujer le han lavado el cerebro y por
esa razón quiera asistir a los oficios religiosos. En todos los casos, se
escoge un aspecto problemático del tema que se está tratando ('ir al
cielo’, 'salir una tarde de domingo' e 'ir a la iglesia’) como material
cuestionable.
15. En ocasiones, muchos de los problemas que aparecen en al
gunos textos son inherentes no tanto al contenido del mundo textual,
como a su modo de presentarlo. Si un participante viola las conven
ciones sociales o los principios conversacionales, o si sus intenciones
y creencias son discrepantes con respecto a lo establecido o no pare
cen obedecer a motivo especial alguno (cada uno de estos casos con
lleva problemas diferentes), el otro participante probablemente in
tentará reconducir discursivamente la situación para restaurar el
acuerdo (véase VIII. 1). En el apartado siguiente se ejemplificará, de
nuevo con ejemplos extraídos de obras de teatro contemporáneas ,10 al
gunos casos típicos de reconducción discursiva de situaciones.
16. Si un participante vulnera alguna de las convenciones so
ciales, en este caso porque grita en público en una situación inapro
piada, su interlocutor puede intentar reconducir la situación centrán
dose en la modificación de ese modo inadecuado de exponer el texto:
[158] Gus: ¡Una botella de leche! ¡Media pinta! ¡Servicio urgente de le
chería!
B e n : N o d eb ería s g ritar d e esa m a n era .
Gus: ¿Por qué no?
B en : Eso no se hace.
La reconducción de la situación es, también, la solución que se
pone en práctica cuando uno de los participantes parece focalizar su
atención en algún aspecto inadecuado de la exposición:
[159] C a th e r in e : Durante las vacaciones, he pensado que Leonora ten
dría que intentar' ser más realista. ¿Me estás escuchando, Charlie?
C h a r lie : Sí, Catherine.
C a th e r in e : ¿Qué estaba diciendo?
C h a r lie : Que Leonora tendría que intentar ser más realista.
En [159], el participante desatento se ve obligado a repetir el tex
to producido por su interlocutor para demostrar su atención. También
aparecen maniobras de reconducción de la situación errando el moti
vo que lleva a realizar una exposición parece injustificado :11
[160] H ans: He perdido un hijo; date cuenta: un hijo.
L ucas: ¿Cómo puedes decir eso?
H an s: ¿Que cómo puedo decirlo? Lo digo, sin más.
En [160], se consigue reconducir la situación empleando la táctica
evasiva de enfocar la atención sobre el hecho de 'decir algo’ y disimu
lar el tema de 'perder un hijo'. Y, finalmente, la reconducción de una
situación puede dirigirse hacia la modificación del estilo de la expo
sición más que hacia la del contenido :12
10. Las fuentes a las que pertenecen esos extractos son las siguientes: [158] aparece en Pínter
(1960: 108), [159] en Spark (1963: 1), [160] en Osbome (1961a: 15), [161] en Orton (1967: 67), [162]
en Spark (1963: 100), [163] en Wesker (1964: 200), [164] en Osborne (1961¿z: 39), [165] en Orion (1967:
82), [166] en Osborne (1961a: 53), [167] en Osborne (1968: 16), [168] en Spark (1963: 76), [169] en Os
bome (1961a: 38), [170] en Orton (1967: 66), [171] en Orton (1967: 70), [172] en Wesker (1964: 17),
[173] en Orton (1967: 72) y [174] en Orton (1967: 62).
11,. En VII. 13 se trató la función textual de la búsqueda de m otivaciones; en este caso, el parti
cipante está traspasando la tarea de búsqueda al productor del texto problemático (véase IX.21).
12. Si el estilo es, como se afirmó en 1.7, el resultado de procesos de selección y de decisión, en
tonces podría recibir un tratam iento adecuado como fenómeno problem ático y variable y, en conse
cuencia, como tema discursivo conveniente (véase IX. 14).
[161] F ay: Desde entonces no he tenido nada más que dolor de corazón.
Me arrepiento del terrible crimen que cometí.
T r u s c o t t : Muy bien. Te expresas con un estilo sencillo y directo. Es
un tema que manejado con menos destreza podría parecer una
ofensa.
17. A partir de la evidencia de los textos que producen, el esta
do en el que se encuentran los participantes también puede conver
tirse en el objeto de la reconducción :13
[162] Daphne: M árchate de mi vida, Charlie...
L eonora: Daphne, sé que tienes problemas, pero creo que estás
siendo muy desagradable.
El estado de un participante puede considerarse inadecuado dis
cursivamente por su interlocutor y éste puede intentar reconducirlo:
[163] E sther : Entonces, ¿dónde se han ido tus ideales de repente?
Cissie : Esther, no te metas en donde no te llaman, no entiendes es
tas cosas.
La reconducción discursiva de una situación también puede incluir
comentarios acerca de las condiciones que favorecen o que entorpe
cen la habilidad comunicativa de los participantes:
[164] H ans: No tienes ni idea de lo que estás hablando. Aún no has be
bido el suficiente vino, ése es tu problema...
M artin: Estás borracho.
18. Existe aún otra motivación para intentar reconducir discur
sivamente una situación que surge cuando las intenciones subyacen
tes a las contribuciones textuales de los interlocutores no parecen úti
les para alcanzar una meta o para avanzar en el desarrollo de un plan:
[165] H a l: Si, como proclamas a los cuatro vientos, tu esposa es una m u
jer mujer, realmente necesitarás tener unos ingresos elevados.
T ruscott: ¿A dónde nos lleva ese ataque de nervios jesuítico?
H al: L o que te estoy sugiriendo es un soborno.
Si la intención que mueve a un participante es errónea, la recon
ducción discursiva de la situación sirve para indicar el rechazo de ese
error:
13. Acerca del estado de los participantes, véase la nota 6 del capítulo VII.
[166] S ta u p itz: Cuidará muy amablemente de ti y te protegerá.
M a rtin : ¿Protegerme, a mí?
S ta u p itz: Sabes perfectamente a qué me estoy refiriendo, hermano
Martin, no quieras hacerte el inocente.
Un participante que sea intencionadamente ambiguo puede pro
vocar que su interlocutor intervenga, reconduciendo discursivamente
la situación:
[167] P a u u n e: Pamela tiene algo muy especial, ¿no crees?
E d ith : ¿Qué quieres decir?
P a u lin e: Bueno, no es lo que se dice exactamente una belleza, pero
tampoco es tan fea como para que no sepas qué hacer con ella.
En [167], la primera intervención de Pauline es deliberadamente
ambigua acerca del tema ‘Pamela’, en cierto modo porque existe una
dificultad real para clasificarla dentro de una escala de ‘belleza/feal
dad’. Se puede utilizar también la reconducción discursiva de la si
tuación para reafirmar o para rechazar las intenciones subyacentes de
las propias intervenciones:
[168] C a th e r in e : Y dices que Leonora fue expulsada en el acto.
C h arlie : Y o n o h e q u erid o d ecir eso .
C a th e r in e : Extraña confesión para un
futuro profesor de economía
eso de decir que has dicho algo que no querías decir.
C h arlie : N o esto y e n c im a d e u n a tarim a. E n m i p ro p ia ca sa y o p u e
d o d ec ir lo q u e se m e a n toje.
14. Acerca de trabajos anteriores sobre este texto, véase la nota 10 del capítulo IV. Los autores de
este manual reconocen su deuda con todos aquellos que participaron en estos experimentos: Manfred
Bunge, Roger Drury, Richard Hersch, W alter Kintsch, Genevieve Miller y Althea Tum er, así como a
los estudiantes que realizaron las pruebas en las universidades de Colorado y de Florida y en el Gymn-
sasium am Wall (Verden an der Aller, Alemania).
15. El texto es esencialmente narrativo y, por tanto, está guiado predominantemente, aunque no
de manera exclusiva, por un esquema (véase IX,6),
-(E.r en tierra
VOLAR pa
i + mo —►
-\A,j despegue
__________ J
>
<— £ + lO ]
lo —>
en el aire
1
cT
+
objetos volantes
---------
i
1
mo —
ascenso
< — £ +• lO
VA\ cénit
cohete
mo >
descenso ’
)
■<— z + lo
i cerca de tierra F
/ T N t +• mo —>
AJ tierra í *8
< — E 4- lo j
f ^ '\ lo —> -------— : *
en la tierra \ l9
" \ 5J
Tiem pos
Clave: A, acontecimiento; E, estado; esp, especificación de; lo, localización de; mo, movimiento de; pa, parte de;
X, salida; e, entrada; i, iniciación; f , terminación.
Fig. 14.
cripción sencilla de la escena, si bien en ningún momento se narraba
acontecimiento alguno (acerca de las diferencias existentes entre des
cripción y narración, véase IX.6 ). Los informantes, de manera unáni
me, rememoraron el inicio del texto como si de un acontecimiento de
'despegue' se tratase, tal y como preveía el esquema mental del vuelo
de un cohete. Excepto en casos muy raros, la mayor parte de los su
jetos nunca se refirieron a que el cohete simplemente ‘se alzaba’
[4.1.1]; mucho más habitual fue que los informantes se refirieran a
que el cohete estaba 'en la rampa de lanzamiento, esperando el mo
mento del despegue'. Muchos sujetos iniciaron su informe diciendo di
rectamente: 'un cohete despegó hacia el cielo' o 'un misil despegó' o
'en un desierto de Nuevo México, fue lanzado un cohete'. Parece evi
dente que el material informativo que los sujetos no juzgaron esencial
para el cumplimiento del esquema mental que tenían previamente
acerca del despegue del cohete se consideró que no merecía la pena
mencionarlo y se eliminó. Más aún, los informantes tendieron habi
tualmente a reemplazar el concepto original ‘ascendió’ [4.3.1] por el de
'despegó', expresado mediante una múltiple variedad de expresiones
(‘despegar’, 'se elevó’, 'lo dispararon', ‘lo lanzaron’, etc.) referidas al i n i
c i o del movimiento del cohete. En un grupo de 72 personas evaluadas,
los protocolos rememorativos mostraron que se habían utilizado con
ceptos de inicio de movimiento en 71 informes. Además, las veces en
que se utilizaron conceptos de movimiento que no incluyera la idea de
inicio (en 21 casos, por ejemplo, 'ascendió', 'subió', etc.) fue con la
intención de separar el momento del 'despegue' del momento de la
ascensión’ (que, a fin de cuentas, son dos acciones distintas en el
esquema mental del ‘vuelo’ de un cohete). La insistencia unánime y
reiterada en el ‘despegue’ quizá se justifique por la naturaleza pro
blemática de esta acción ,16 hasta el punto de que si ésta falla, sería
imposible que se llevaran a cabo todos los demás acontecimientos pre
vistos en el esquema. En contraste con la unanimidad anterior, la ac
ción de ‘alcanzar el cénit', un acontecimiento que sucede necesaria
mente entre la 'ascensión' y el 'descenso', sin embargo apenas fue men
cionada en un puñado de informes, aunque (como se advirtió en
IX.25) no se había utilizado en el texto original de manera explícita.
Ahora bien, que no se hubiese mencionado no es un obstáculo para
que los informantes lo hubieran podido inferir; si no lo hicieron fue
porque consideraron innecesario incluirlo en su informe (este tipo de
decisiones subjetivas suele ser muy habitual e incontrolable en todos
los experimentos de rememoración ).17
16. Véase la nota 8 de este capítulo.
17. El acontecimiento de alcanzar el cénit’ se puede recuperar mediante su actualización (véase
V.34).
27. Otro de los efectos que tuvo el esquema mental previo del
'vuelo' sobre esta prueba de rememoración fue la inclinación a la que
se entregaron los informantes a hacer coincidir las fronteras textuales
con las fronteras del esquema. El texto original [4] concluía con el
acontecimiento del 'aterrizaje' del cohete en las cercanías del punto de
lanzamiento. Los protocolos de rememoración siguieron fielmente
esta estrategia de presentación de los acontecimientos. En un grupo
de 42 informes, se mencionó el aterrizaje del cohete en la oración fi
nal en 37 de los ejercicios. Adviértase, en cualquier caso, el contraste
entre el final abrupto del texto original (el 'aterrizaje') y el inicio (du
rante nada más y nada menos que dos párrafos se describen, como
material textual introductorio, los instantes anteriores al ‘despegue’):
en el esquema prototípico del ‘vuelo’ de un cohete se prioriza sin duda
el momento inicial y se simplifica al máximo el acontecimiento final.
Curiosamente, en la mayor parte de los informes, se produjo una ten
dencia generalizada a r eorganizar el texto de manera que el aconteci
miento del ‘despegue’ ocupase el contenido de la primera secuencia
del texto rememorativo, mientras que el resto de los preparativos,
como la ubicación, el combustible, etc., fue mencionado con posterio
ridad. Esta reorganización se hizo efectiva en 13 de los 72 protocolos
examinados. Quizá los receptores habían dirigido su foco de atención
hacia el esquema prototípico del ‘vuelo’ durante la fase inicial del ex
perimento (la comprensión del texto), o quizás activaron el esquema
para que les sirviera de base en la organización del contenido de sus
informes, o también es posible que el esquema operase en todo mo
mento en ambos estadios.
28. Aunque la influencia de los esquemas en el proceso de reme
moración textual es muy acusada, la posición adoptada en este senti
do por David Rumelhart (1977¿>: 268) es, probablemente, demasiado
inflexible: «El proceso de comprensión es idéntico al de selección y ve
rificación del esquema conceptual que se proyecta sobre las situacio
nes o sobre los textos para entenderlos.» Sobre esta cuestión parece
razonable sostener una opinión menos rotunda basada en la idea de
que los procesos de selección y de verificación de los esquemas pro-
totípicos contribuyen a la comprensión, pero lo que no se ha demos
trado aún es que puedan identificarse totalmente con ella. No cabe la
menor duda de que durante la interacción comunicativa se establece
una relación muy profunda entre el conocimiento presentado en el
texto, los patrones de conocimiento organizativo almacenados en la
memoria y la disposición cognitiva de quien procesa toda esa infor
mación con el objetivo de entenderla. La aportación de Royer (1977)
a la resolución de este problema fue su propuesta de establecer una
distinción entre tres tipos de perspectivas teóricas distintas sobre la re
memoración de materiales que guarden similitud con el contenido in
formativo de los textos (la abstracción de huellas, la construcción y la
reorganización). El proceso de a b s t r a c c ió n d e h u e l l a s consiste, en
primer lugar; en el almacenamiento de las huellas mnemotécnicas que
produjo en el sujeto el texto original como si fueran elementos perte
necientes a una experiencia sensorial; a continuación, una demanda
de rememoración reactiva esas huellas previamente almacenadas
(véase Gomulicki, 1956), y, en ese momento, el sujeto ha de decidir de
alguna manera qué serie de huellas merecen su atención y que otras
pueden desatenderse (véase Neisser; 1967); si esto no sucediese así, el
almacenamiento de la información en la memoria sería caótico y con
fuso. La segunda perspectiva teórica que intenta explicar el procedi
miento habitual de rememoración textual es la c o n s t r u c c i ó n . Las ope
raciones constructivas permiten la utilización de los patrones de co
nocimiento prototípico en el proceso de organización de las huellas
mnemotécnicas (véase Bransford, Barclay y Franks, 1972); la teoría de
la construcción explica, por lo tanto, por qué razón lectores distintos
recuerdan habitualmente versiones diferentes del contenido de un
mismo texto, de igual manera que la teoría de la abstracción de hue
llas explicaría en la misma medida las omisiones o los errores que se
producen en el proceso de rememoración textual. La tercera perspec
tiva teórica, según Royer, es la r e c o n s t r u c c i ó n . El proceso de recons
trucción aplicado a la comprensión de textos presupone el uso de es
quemas previos (o planes, o marcos, etc.), tal y como se encuentran
almacenados en la memoria, en la recuperación de información de al
gún texto que se procesó en el pasado y que tenga relación con el tex
to que se está procesando en ese momento; el hecho de que las hue
llas reales no tendrían tiempo para adquirir una identidad idiosincrá
sica propia justificaría que se recurra al proceso de reconstrucción
(véase Spiro, 1977). El punto de vista de Rumelhart, anteriormente
mencionado (la total coincidencia de los procesos de esquematización
y de comprensión) parece proyectar la teoría de la reconstrucción de
Royer sobre el acto mismo de la comprensión del contenido textual.
En este sentido, Rumelhart predijo que los conflictos existentes entre
un esquema y un texto —por ejemplo, la correspondencia inexacta en
tre el texto del 'cohete' y el esquema del 'vuelo' (véase IX.25 y ss.)— se
resolvería siempre en favor del esquema. También sugirió Rumelhart
que la información relacionada con el esquema siempre se recordaría
mejor que la literal del texto que se intenta recordar. No obstante, los
resultados obtenidos en el experimento de rememoración del texto del
'cohete' sugieren que las tendencias apuntadas por Rumelhart son me
nos pronunciadas de lo que él pretende y que, en cualquier caso, no
son irreversibles. Verbigracia, en el asunto de los datos concretos que
aparecen en el texto [4], las huellas mnemotécnicas referidas, por
ejemplo, a los colores exactos del cohete o a ias ciñas de velocidad, al
tura, etc., no se pueden almacenar en ningún esquema prototípico, por
mayor que sea la frecuencia con la que se abstraigan, almacenen y re
memoren. De igual manera, los informantes pusieron en marcha cla
ramente el proceso de construcción cuando intentaron recordar los
datos sobre la localización del relato (el 'desierto'), ya que añadieron
elementos de su propia cosecha, como la intensa 'radiación solar' o la
'arena'. Por consiguiente, la teoría de la reconstrucción no puede ofre
cer un enfoque global del fenómeno de la rememoración, a menos que
tenga en cuenta también la existencia de patrones almacenables y re
cuperables de «esquemas» prototípicos. Y si se aceptase este argu
mento, lo más sensato sería reconocer, a continuación, que la teoría
de la reconstrucción es perfectamente prescindible.
29. En III. 14 se sugirió que el texto puede entenderse como un
s i s t e m a c i b e r n é t i c o en el que el procesamiento de la información ha
de garantizar el mantenimiento de la c o n t in u id a d textual. El criterio
de textualidad que se presenta en este manual se basa fundamental
mente en la idea de que existen relaciones de acceso mutuo entre los
elementos integrantes de un mismo nivel o de niveles distintos. Desde
este punto de vista, la prioridad principal en la comprensión y en la
rememoración del contenido textual sería la conversión de todo el ma
terial percibido, almacenado y recuperado en un patrón de continui
dad. Como quiera que las huellas reales dejadas por un texto son dis
continuas (se trata de impresiones concretas), el sujeto las puede reu
nir libremente utilizándolas como conocimiento previo (incluyéndolas
en los esquemas o en los marcos que active durante el proceso de re
memoración). En circunstancias normales, el receptor textual no tie
ne una motivación clara para crear una huella exacta o completa del
contenido de un texto en particular, ni para mantener separada una
huella concreta de otros conocimientos que estén relacionados con
ella (véase 1.11, V.12 y 34 y ss.). Donde el sujeto encuentra una moti
vación extraordinaria es en la consecución de la continuidad del sen
tido (véase V.2).
30. De las consideraciones anteriores se deduce que es posible di
señar experimentos para obtener la confirmación, en mayor o menor
media, de cada una de las tres perspectivas teóricas de Royer bosque
jadas en IX.28. Se puede demostrar la existencia del fenómeno de la
abstracción de huellas analizando textos muy homogéneos cuyo con
tenido concuerde perfectamente con el conocimiento prototípico del
mundo. Desde otro punto de vista radicalmente opuesto, un relato ex
traño como el de «La guerra de los fantasmas» de Bartlett (1932) se
puede utilizar para demostrar la importancia de las operaciones de re
construcción (como, de hecho, el propio Bartlett sugirió a su manera).
Ahora bien, contemplado el asunto desde un punto de vista equidis
tante tanto de la teoría de la abstracción de las huellas como de la
perspectiva reconstructivista, el tratamiento adecuado de un texto
como el del ‘cohete’ (cuyo contenido es bastante —lo cual no quiere
decir completamente— convencional) hace evidente la necesidad de
encontrar un compromiso entre ambas concepciones extremas.
31. En diversos lugares de este manual se han estudiado los pro
cesos IN FER E N C IA LE S y de a c t i v a c i ó n g e n e r a l i z a d a considerándolos
como mecanismos que amplían, actualizan, desarrollan o complemen
tan el contenido expresado en un texto (véase 1.11, V.12 y 34 y ss.). Des
de este punto de vista, puede interpretarse que la realización de infe
rencias se aplica a la resolución de las discontinuidades de sentido y de
los problemas interpretativos específicos, mientras que la activación
generalizada se dispara automáticamente cuando se procesa un ele
mento perteneciente a un patrón de conocimiento almacenado en la
memoria. En los protocolos de rememoración del texto del 'cohete' se
pudo comprobar el funcionamiento de ambos procesos. La informa
ción adicional que los informantes incluyeron en sus textos rememo
rativos provino de su vinculación con tipos de conceptos que sirven
para representar estereotipadamente el conocimiento en los mundos
textuales, tal como se esbozó en V.26. El tipo de vinculación que esta
blecieron con una mayor frecuencia los informantes, como puede su
ponerse, fue entre el material conceptual presentado en el texto y el co
nocimiento prototípico almacenado en los marcos o en los esquemas
aplicados en el proceso de comprensión textual. Puesto que el esque
ma prototípico del Vuelo' incluye frecuentes cambios de localización,
es lógico que este concepto apareciese con bastante frecuencia en la in
formación adicional o en las modificaciones incluidas en los informes
introspectivos de los sujetos sometidos al experimento rememorativo.
32. Los informantes suelen enriquecer y desarrollar la informa
ción sobre la localización de los acontecimientos rememorados me
diante la intervención de i m a g i n e r í a m e n t a l . 18 Parece ser un universal
humano el hecho de que la narración de acontecimientos o la des
cripción de situaciones se complemente con la visualización de e s c e
n a s (véase Fillmore, 1975, 1977).19 No es de extrañar, por lo tanto, que
rrafos, suele ser muy habitual que los sujetos evaluados amplíen, en ocasiones de manera exagerada,
la longitud y la velocidad del cohete en sus informes (véase IX..37..5). Cuando a los miembros de uno
de los grupos del experimento se les propuso que escribieran su propio relato sobre el cohete', toda
vía agrandaron más si cabe sus exageraciones, por ejemplo, lo presentaban volando desde la Tierra
hasta Marte en seis horas.
X
C a p ítu lo
INVESTIGACIÓN Y ENSEÑANZA
1. En el pasado, las teorías y los modelos lingüísticos se constru
yeron con frecuencia sobre la base del criterio puramente inmanen-
tista de descripción de estructuras. Si bien es cierto que estas teorías
y estos modelos han sido útiles para otras disciplinas relacionadas con
el lenguaje y que, además, han contribuido metodológicamente a me
jorar las habilidades lingüísticas entre los estudiantes de lenguas, sin
embargo no es menos cierto que no eran éstas precisamente las cues
tiones en las que estaban interesados quienes los diseñaron. La lin
güística del t e x t o , entendida como una parte integrante de la ciencia
del texto, concentra de hecho todo su interés en ofrecer un trata
miento adecuado de estas cuestiones que afectan tanto a la investiga
ción interdisciplinaria como a la enseñanza. Por un lado, dada su na
turaleza interdisciplinaria, la lingüística del texto necesita cooperar
con otras disciplinas adyacentes para poder tratar de manera compe
tente sus objetos esenciales de investigación. Por otro lado, desde un
punto de vista didáctico, si las estrategias y los procedimientos que se
activan durante la producción y la recepción textuales están controla
dos claramente por los principios de eficacia, efectividad y adecuación
(1.23), entonces la lingüística del texto tiene una considerable capaci
dad para contribuir al entrenamiento lingüístico (véase Kohonen y
Enkvist, eds., 1978). Para desarrollar este planteamiento, en este capí
tulo se sugiere la manera en que el enfoque lingüístico expuesto en
este manual puede ser útil tanto en la investigación interdisciplinaria
como en la enseñanza de lenguas.
2 . Si se hubieran de explorar en toda su extensión las implica
ciones que tiene la ciencia del texto en la investigación y en la ense
ñanza, sin duda se necesitaría un libro monográfico dedicado al tema.
Por esa razón, en este capítulo únicamente se pasará revista a algunos
asuntos relacionados con ciertas disciplinas en las que los textos son,
o bien un objeto de investigación en sí mismos, o bien un instrum en
to e d u c a t iv o : la c ie n c ia c o g n it iv a , la s o c io l o g ía , la a n t r o p o l o g ía , la
p s ic o l o g ía , la l e c t u r a , la ESCRITURA, lo s e s t u d io s l it e r a r io s , lo s ESTU
DIOS DE t r a d u c c ió n , la l in g ü ís t ic a c o n t r a s t iv a , la e n s e ñ a n z a d e l e n
g u a s EXTRANJERAS, la SEMIÓTICA y la INTELIGENCIA ARTIFICIAL.
3. La c ie n c i a c o g n it iv a es un campo de investigación relativa
mente nuevo que integra tanto los intereses de la psicología cognitiva
(véase 111.34) como los de la inteligencia artificial (véase X.26 y ss.)
(véase 1.24, Bobrow y Collins, eds., 1975, y Collins, \971b). Se ha de
señalar; no obstante, que en esta disciplina el texto es sólo uno de los
diversos centros de interés. En ciencia cognitiva se han hecho progre
sos importantes en el estudio de cómo se utiliza el significado, cómo
se organiza y cómo se accede al conocimiento del mundo almacenado
en la memoria (véase el capitulo V). Aunque aún no se haya podido
observar empíricamente el funcionamiento de los mecanismos de
aprendizaje, de conocimiento y de recuerdo del material lingüístico
significativo que operan en el interior de la mente, sí puede afirmarse
con toda seguridad que las actividades comunicativas textuales obser
vables están determinadas, en buena parte, por el modo en que se or
ganiza la memoria y por la propia naturaleza del comportamiento pro
ductivo que genera significado . 1
4. Evidentemente, la comunicación textual es un campo de tra
bajo muy importante para la construcción de teorías de tipo cognitivo.
Los textos son esenciales para verbalizar los acontecimientos mentales
y para hacerlos accesibles al conocimiento consciente. La comunica
ción textual es el sistema más sutil, complejo y distintivo del comporta
miento humano simbólico: permite que los hablantes mantengan inte
racciones en las que se pueden poner de acuerdo sobre distinciones
que serían confusas o cuando menos discutibles si se afrontasen des
de otros modos de comportamiento. Es bastante probable que la co
municación textual ponga en juego la mayor parte de las habilidades
superiores del comportamiento racional humano: a) capacidad para r e
s o l v e r p r o b l e m a s , b) capacidad para p l a n i f i c a r , c ) capacidad para
IDEAR, PO N ER a p r u e b a y e v a l u a r h i p ó t e s i s , d) capacidad para e m p a r e
j a r p a t r o n e s , e) capacidad para p r o c e s a r c o n f a c i l i d a d enunciados
que sean esperables o previsibles, f) capacidad para p r o c e s a r e n p r o
f u n d i d a d enunciados inesperados o improbables, g) capacidad para
r e d u c i r l a c o m p l e j i d a d contrarrestando las l i m i t a c i o n e s d e p r o c e s a
m i e n t o , h) capacidad para seleccionar el f o c o d e a t e n c i ó n , i) capaci
dad para m antener activada la c o n t i n u i d a d de una experiencia, y /') ca
1. Bock (1979) sugiere que existen ciertos paralelismos entre el procesamiento textual y el tipo de
tareas que se les asignan a los sujetos en los experimentos psicológicos tradicionales, por ejemplo la
memorización de listas de palabras. Un estudio de Mary Kircher (citado en Meyer, 1977: 30S), sin em
bargo, llega a la conclusión contraria.
pacidad para coordinarse de un modo efectivo con otros participantes
en la interacción.2
5. En la actualidad, se sabe que la i n t e l i g e n c i a no consiste úni
camente en la capacidad para almacenar y recuperar con rapidez y efi
cacia conocimiento específico (una desafortunada concepción errónea
muy difundida tanto entre los psicólogos como entre los educadores),
sino que surge de la habilidad para aplicar una reducida pero poderosa
serie de habilidades y de procedim ientos en la realización de cualquier
tarea concreta (Beaugrande, 1980a, y Papert, 1980). Se trata, en resu
midas cuentas, de la capacidad para trabajar con un alto p o d e r de re
solución (en el sentido en que se emplea este término en Minsky y Pa
pert, 1974: 59) gracias al reconocimiento de que cualquier tarea que
se vaya a realizar es, a fin de cuentas, u n ejem plo específico de un tipo
general de operación cognitiva, como las que se enumeraron en X.4.
Los procesos de decisión y selección que se activan durante la comu
nicación textual funcionan en este nivel de profundidad abstracta, a
causa de lo cual se puede transmitir contenido y se puede controlar-
una situación comunicativa sin tener que recurrir a otros textos ante
riores. Un fenómeno interesante que demuestra el nivel de abstracción
en el que opera el procesamiento lingüístico es que los hablantes pue
den recordar el contenido general de un discurso incluso después de
haber olvidado la superficie textual utilizada en su transmisión
(Schweller, Brewer y Dahl, 1976). Ello se debe sin duda a que en el ni
vel de la atención consciente, la sintaxis, el significado, la información
y la planificación de un texto no se procesan como conjuntos de pa
labras y de estructuras concretas, sino como tipologías de elem entos y
de relaciones (véase 111.14, 17, 35; IV.3; V.25 y ss.; VIL7 y ss.; VIII.10
y ss., etc.). En este sentido, la investigación en el campo de la comu
nicación textual puede ser de gran utilidad para la elaboración de m o
delos de procesamiento con implicaciones significativas en el estudio
de la inteligencia en general.
6 . Ante la necesidad de hacer frente a un cambio de prioridades
en el estudio del lenguaje, puede adoptarse la decisión sensata de de
sarrollar una nueva perspectiva, aunque sea a partir de las mismas
cuestiones tratadas por la lingüística tradicional (véase el prefacio,
punto 6). Así por ejemplo, el aislamiento de los «rasgos distintivos»,
practicado de un modo generalizado por la lingüística descriptiva
(véase 11.19), puede reconducirse hacia el análisis de aquellos rasgos
que se activan realm ente en el curso de las operaciones lingüísticas. De
igual manera, el análisis estructural de oraciones potencialmente am-
2., En este manual se apela repetidamente a estas nociones (véase el índice temático y Beaugran
de, 1980í z , para más detalles)..
biguas, un ejercicio frecuente en la gramática transformacional, pue
de reorientarse hacia la búsqueda de las estrategias de procesamiento
que excluyen o resuelven las ambigüedades en el uso real.3 En este mis
mo sentido, la noción de «presuposición», entendida como el conoci
miento previo supuesto en una oración simple, tema que ha fomenta
do numerosas discusiones entre los filósofos (véase Petofi y Franck,
eds., 1974), podría situarse en una nueva perspectiva si se desarrolla
se una teoría general de cómo se utiliza el conocim iento del m u n d o en
la comunicación. De manera similar; la preocupación de los lógicos
con respecto a la «existencia» real de objetos individuales y de «con
diciones de verdad» para las oraciones podría suplantarse por la in
vestigación del um bral cognitivo en el que los humanos pueden reco
nocer objetos y creer afirmaciones (véase V.40). Si se llevase a cabo de
manera sistemática esta reconversión de los viejos enfoques, quizá to
das aquellas cuestiones que se han resistido a un tratamiento definiti
vo desde puntos de vista especulativos o form ales podrían resolverse
ahora desde un punto de vista em pírico.
7. Si, como se sugirió en X.4, la comunicación textual relaciona
entre sí todas las principales habilidades del comportamiento racional
humano, no hay duda de que la utilidad de la ciencia del texto es
enormemente amplia y universal. Considerado desde este punto de
vista, la mayor parte de las disciplinas cercanas a la lingüística com
parten con ella aspectos relacionados con la resolución de problemas,
la planificación, la comprobación de hipótesis y la atención. Así, por
ejemplo, no puede negarse que los textos son el vehículo más extendi
do mediante el cual los científicos investigan y discuten entre sí. En la
mayor parte de las ciencias, el estatuto que poseen las teorías y los
modelos coincide con la apreciación del discurso que sirve para ex
presarlas y comunicarlas.4 Los propios científicos no pueden perte
necer a una comunidad científica determinada a menos que hayan
adquirido sus convenciones argumentativas y discursivas. No hay
ninguna duda de que, en la ciencia, el uso habitual de textos (instruc
ciones, descripciones, explicaciones, análisis, entrevistas, cuestiona
rios o relatos de investigación) es tan indispensable como los instru
mentos tecnológicos más complejos.
8. En muchas disciplinas, los textos mismos figuran entre los ob
jetos de investigación. Así, por ejemplo, los s o c i ó l o g o s se ocupan de
nociones como la interacción sim bólica (George Henry Mead), o como
3. Peter Hartm ann (en comunicación personal a R de Beaugrande) cree que el análisis lingüísti
co tiende de una manera natural a multiplicar el tipo de ambigüedades que no juegan un papel en la
comunicación real; véase la nota 7 del capítulo III,
4. Groeben (1978) considera que las pruebas psicológicas y lingüísticas pueden emplearse para
perfeccionar los textos didácticos utilizados en la instrucción científica.
la interacción estratégica (Erving Goffman).5 De igual manera, entre las
preocupaciones de la sociología de la educación, y en el estudio de las
diferencias entre clases sociales, aparece en lugar destacado las habili
dades lingüísticas.6 Los a n t r o p ó l o g o s investigan los cuentos tradicio
nales, los rituales, los litigios y otras instituciones culturales centradas
en torno al uso de ciertos tipos de textos.7 La p s iq u ia t r ía y la p s i c o l o
g ía dependen del discurso terapéutico para el descubrimiento y el tra
tamiento de las enfermedades mentales.8
9. El estudio de la l e c t u r a ha progresado de manera considera
ble en los últimos años. La ciencia del texto puede aportar una defi
nición fiable del concepto l e g i b i l i d a d , entendida como el punto al que
sería conveniente se acercara la presentación de un texto para facili
tar su adecuada recepción. Antiguamente, las indagaciones con res
pecto a la legibilidad se centraban casi exclusivamente en aspectos su
perficiales, como la longitud y la frecuencia de las palabras o la com
plejidad de las oraciones que componían el texto (véase el panorama
que se presenta en Klare, 1963, y Groeben, 1978). Semejantes méto
dos ingenuos podían ser aplicados de una manera sencilla y directa,
pero el resultado de sus mediciones era muy insatisfactorio porque no
permitía llegar a ninguna conclusión significativa. Como señala
Ronthkopf (1976: 108), en este tipo de método «la característica léxi
ca que se tiene en cuenta fundamentalmente es la familiaridad. No se
presta excesiva atención ni a la intensidad ni a la concreción. Se de
satienden totalmente tanto la exposición como la organización. Se ig
noran los factores de contenido». En resumen, con excepción de cier
tos factores cohesivos obvios, la medición antigua de la legibilidad no
tuvo en cuenta la textualidad.
10. Para evaluar la coherencia de un texto, la medición de la le
gibilidad ha de tener muy en cuenta de qué manera el conocimiento
presentado en el texto interactúa con el conocimiento del mundo al
macenado en la memoria del receptor (véase IX.37 y ss.). Por ejemplo,
la legibilidad puede utilizarse para experimentar qué parte del mate
rial en apariencia necesario para hacer encajar los diversos elementos
del e s q u e m a d e u n r e l a t o puede eliminarse sin que se deteriore su co
herencia (Thomdyke, 1977).9 La organización jerárquica del material
5. Véase Blumer (ed ) (1969) y Goffman (1974).
6. Véase Gumperz y Hvmes (eds.) (1972) y Cicourel ct al. (1974).
7. Véase Frake (1972), Colby (1973a y b), Salmond (1974), Leodolter (1975) y Wodak (1980).
8. Véase Dressler y Stork (1976), Engel (1977), Labov y Fanshel (1977) y Wodak-Leodolter (1980).
9. Véase Kintsch (1977¿>)„ En un estudio comparativo de alumnos de cuarto y décimo grado,
Beaugrande y Miller (1980) concluyeron que según cómo se almacene el conocimiento importante se
producen variaciones significativas en la interacción entre el esquema mental y las capacidades cog-
nitivas principales.. Sobre los esquemas, véase V..16 y la nota 22 del capítulo IX. Sobre la modalización
de la lectura, véase Beaugrande (1981a).
lingüístico de acuerdo con su importancia y con su grado de genera
lidad también afecta al nivel de legibilidad de un texto (Meyer, 1975,
1977): los episodios narrativos valorados por los investigadores como
los más importantes del relato fueron los que posteriormente serían
recordados con mayor facilidad por el grupo de lectores sometido a
experimento.
11. Parece claro que no es posible optimizar la legibilidad de un
texto haciendo coincidir simplemente el conocimiento presentado en
el texto con el conocimiento previo del mundo del receptor, El texto
resultante de semejante manipulación poseería un nivel radicalmente
bajo de informatividad, por lo que su procesamiento no tendría, en
principio, interés alguno. Esta inadecuación impregna muchos" de los
materiales de lectura usados hoy en día en la educación. Sin duda al
guna, los lectores emplearán con mucho gusto esfuerzo adicional en
la lectura de un texto si el valor del material lingüístico inesperado que
contenga justifica su procesamiento. Ya se argumentó en VII.21 y ss.
que el texto del «gorila» está construido de acuerdo con este plantea
miento. En conclusión, la legibilidad no debería definirse como un
gasto mínimo de esfuerzo (a pesar de lo que sostiene Hirsch, 1977),
sino como el equilibrio satisfactorio entre el esfuerzo requerido y el re
sultado obtenido en el procesamiento del texto.10
12. En la investigación y en la enseñanza, el problema de la legi
bilidad es similar al de la e s c r i t u r a . L o s métodos antiguos solían ocu
parse anodinamente de los mecanismos superficiales, como la pun
tuación, la concordancia sujeto/verbo o el orden de palabras. Incluso
llegó a considerarse que saber suprimir los errores en los mecanismos
que generan la superficie textual equivalía a saber escribir bien. Pos
teriormente, los especialistas (por ejemplo Christensen, 1967) empe
zaron a estudiar con mayor amplitud y ambición la organización for
mal del discurso y llegaron a encontrar varios patrones típicos recu
rrentes. No obstante, «la razón de por qué son efectivos los diferentes
patrones, la manera en que interactúan sus partes, las técnicas más
útiles de decidir sobre la secuencia de pasos que ha de seguirse en la
composición, etc., son cuestiones que se han afrontado con ligereza,
con indecisión o con una absoluta falta de interés» (Larson, 1976: 71).
Una investigación procedimental basada en el análisis de los proce
sos de toma de decisiones sería de gran ayuda en la compensación
de esta carencia.11 También deberían explorarse las maneras en que
10. En términos generales: los humanos prefieren resolver problem as difíciles si obtienen a cam
bio una recompensa satisfactoria. Sobre la preferencia por el conocimiento problemático que aparece
en los textos, véase la nota 8 del capítulo IX.
33„ Véase II..4, III..20-28, IV, 30-20 y VIIÍ. 33-27. Flower y Haves (3 979) han propuesto un modelo
concebido de una manera similar (véase también Bruce, Collins, Rubin y Gentner, 1978).
un escritor puede construir y usar un modelo razonable de la inten
ción lectora de la audiencia. A diferencia del lenguaje hablado, la es
critura no puede utilizar el recurso de la retroalimentación inmediata
y, por lo tanto, el escritor ha de presentar su texto en la interacción de
una manera más organizada, habiéndolo sometido previamente a una
evaluación crítica (véase Rubin, 1978a). Los factores secundarios de la
oralidad, como la calidad de la voz, la entonación, las expresiones fa
ciales y los gestos han de compensarse en la escritura con medios pu
ramente textuales de focaiización y de intensificación expresiva.
13. Los e s t u d i o s l i t e r a r i o s han aplicado tradicionalmente los
métodos de investigación vigentes en las tendencias lingüísticas con
temporáneas a su propio objeto de estudio (véase 11.11). Así, por
ejemplo, los primeros estudios de los «formalistas rusos» (por ejem
plo, Eichenbaum, Jakobson, Jakubinskij, Propp, Sklovskij, Tomasevs-
kij, Tynjanov, Vinogradov) y de los estructuralistas del «círculo de Pra
ga» (por ejemplo, Havránek, Mathesius, Mukarovsky, Trnka)12 se cen
traron en la descripción de estructuras. El método estructural que se
guían era describir los elementos simples y las configuraciones com
plejas de elementos que sitúan al lenguaje poético y literario fuera de
las fronteras del lenguaje común y del procesamiento «automático».
La «desautomatización» del lenguaje poético (Mukarovsky, 1964) se
conseguía mediante «desviaciones», tales como el uso de neologismos
raros, de desplazamientos sintácticos imprevisibles o mediante la im
posición de «equivalencias» que no suelen aparecer en el lenguaje co
m ún.13 En cualquier caso, la poética de la desautomatización, del des
vío y de la equivalencia siempre describió las estructuras desde un
punto de vista esencialmente estático.
14. Durante el período de máxima influencia de la gramática
transformacional, aparecieron propuestas en favor de la creación de
una «poética generativa», entendida como una gramática diseñada es
pecialmente para «generar» estructuras literarias mediante la aplica
ción de reglas transformativas.14 Sin embargo, se hizo evidente de ma
nera gradual que tales gramáticas no podían aplicarse adecuadamen
te en textos pertenecientes a diversas tipologías. En efecto, la propia
diversidad literaria y poética de los textos provocaba una explosión de
12. Se encuentran reunidos artículos de los formalistas rusos en Eiiich (1955), Matejka y Po-
morska (eds,.) (1971) y Hansen-Lóve (1978); sobre el estructuralismo de Praga, véase los editados en
Garving (ed.) (1964).
13. Sobre la desviación, véase Mukarovsky (1964), Levin (1963, 1965). Sobre la equivalencia, véa
se Levin (1962) y Jakobson y Jones (1970). Acerca de algunos problemas inherentes a este enfoque o
a otros relacionados con él, véase W eith (1976) y Beaugrande (19786 y d, 1979c)..
14. La línea principal de este movimiento se encuentra representada por el trabajo de Teun A,, van
Dijk (1972a y b)\ no obstante existen trabajos anteriores que también fueron influyentes, como los de
Bienvisch (19656), Zolkovskij y Sceglov (1967), Hendricks (1969), Thome (1969) y Lew (1971).
reglas especiales, algunas de las cuales, en el peor de los casos, sólo
servían para explicar la estructura peculiar de una única oración. La
aplicación de las reglas también generaba muchas estructuras extra
ñas para las cuales no se encontraba ningún ejemplo real. En conclu
sión, si bien la explosión virtual de reglas gramaticales que proponía
la poética generativa permitía eventualmente la generación de cual
quier estructura lingüística concebible por el ingenio humano, sin em
bargo nada había quedado explicado en realidad.15
15. Ni el enfoque descriptivo ni el transformacional intentaron
en ningún momento ocuparse de la alternancia de los mundos tex
tuales que en la actualidad se considera como uno de los rasgos dis
tintivos de la literatura y de la poesía (véase IX.8 y ss.). Como conse
cuencia de ello, se desatendieron o se trataron sólo de manera margi
nal las funciones epistemológicas y sociales del discurso literario, en
la idea discutible de que el texto poético gira sobre sí mismo, fijando
la atención del receptor sobre el formato del mensaje y, por consi
guiente, liberando a la interacción comunicativa poética de cualquier
tipo de consecuencia práctica.
16. Para dar cuenta del prestigio de los textos literarios y poéti
cos dentro del contexto global del discurso social, no es suficiente con
referirse al fenómeno de la desviación del lenguaje común. La histo
ria de la literatura demuestra fehacientemente que el valor asignado a
un texto literario en el transcurso de los años no es un resultado di
recto de su grado de desviación; de otra manera, lo lógico hubiese sido
considerar la contribución experimental de Gertrude Stein a la litera
tura muy por encima de la de Ernest Hemingway, y ello no sucede así.
Este tipo de valoraciones quizá se basa más bien en el nivel de satis
facción que obtienen los lectores cuando, por un lado, durante el pro
cesamiento descendente de las secuencias lingüísticas inesperadas
empleadas por los escritores, descubren las motivaciones comunicati
vas subyacentes en su discurso (véase VII. 13 y ss.), y cuando, por otro
lado, durante el procesamiento ascendente de las secuencias lin
güísticas esperables, advierten su significación especial. En contra de
lo que prevé la teoría desviacionista, las discontinuidades lógicas que
aparecen en los textos literarios son más efectivas si, en vez de anali
zarse en sí mismas, se equiparan con las discontinuidades lógicas en
el modelo del «mundo real» establecido socialmente (véase IV. 19,
VII.40 y IX.8). Por ejemplo, la permanente apelación a la ilogicidad en
el mundo textual recreado en los libros de Alicia de Levvis Carroll tie
ne realmente como objetivo la denuncia de la enloquecida arbitrarie
15. Si cualquier productor textual intentase aplicar semejante gramática, tendría que afrontar
también una explosión com binatoria (véase III.5, 32)
dad y convencionalidad con que la sociedad victoriana trata a los
niños.
17. Las lecciones experimentales conducidas por R. de Beau-
grande en la Universidad de Florida, dirigidas a una audiencia hete
rogénea de receptores no especializados, han demostrado que los
estudiantes desarrollan rápidamente habilidades para descubrir las
motivaciones que subyacen en las secuencias poéticas. Quizás estas
motivaciones puedan haber escapado al control consciente del pro
ductor textual, pero eso poco importa, puesto que la única manera de
acceder a las intenciones reales del productor textual es a través de la
evidencia que proporciona el texto mismo. En cualquier caso, se ad
vierte inmediatamente que, en este tipo de planteamiento intuitivo, el
interés por el texto literario dispara el ansia por descubrir las motiva
ciones del productor textual, lo que provoca la emisión de juicios de
valor ingenuos. En contra de este planteamiento, algunos opinan que
el análisis literario no es relevante si no se tiene un conocimiento de
tallado de otras fuentes de información exteriores al texto, como por
ejemplo la biografía de su autor.16
18. Es evidente que este tipo de enfoque sobrepasa el alcance de
la lingüística tradicional. No obstante, los estudios literarios podrían
beneficiarse enormemente de la creación de una ciencia del texto ge
neral e interdisciplinaria. Entre las aportaciones que apuntan en esa
dirección, destaca la realizada por Siegfried J. Schmidt (1979, 1981),
quien proporcionó un marco teórico de trabajo para los estudios lite
rarios en el amplio contexto de la interacción social. La investigación
en este campo se ampliaría y se enriquecería si tratase el uso de los
textos literarios como un objeto de estudio respetable (véase Wienold,
1972): en ese momento, además, la crítica literaria se convertiría no
sólo en un medio de investigación, sino también en un objeto de es
tudio en sí misma. Aun cuando los críticos no se ponen de acuerdo en
la intención que subyace en ciertas secuencias lingüísticas utilizadas
en un texto determinado, el hecho de que se ocupen de desentrañar
esta cuestión ya hace evidente su importancia.17 La crítica es básica
mente una actividad que se mueve entre el p r o c e s a m i e n t o d e s c e n d e n
t e (encontrar motivaciones comunes en las secuencias lingüísticas
más inverosímiles) y el p r o c e s a m i e n t o a s c e n d e n t e (encontrar motiva
ciones especiales en las secuencias lingüísticas más comunes): cuanto
16.. La esperanza de explicar literatura mediante el análisis de las biografías personales de los es
critores es un caso especial de procesam iento descendente, consistente en asignar a un autor moti
vaciones literarias relacionadas con experiencias externas que justifiquen sus puntos de vista idiosin
crásicos sobre el mundo o sobre el lenguaje (véase X.18). Sin embargo, la trascendencia de esas expe
riencias es, en cualquier caso, cuando menos dudosa o no necesariamente relevante.
17. Véase la discusión sobre este punto en Riffaterre (1959: 162)..
más gratificante sea un texto, tanto más amplia será la oscilación que
provoca entre el procesamiento ascendente y el descendente. En los
textos de Shakespeare, por ejemplo, hay, sorprendentemente, motiva
ciones de muchos tipos para seleccionar y organizar de una manera o
de otra las opciones lingüísticas.18 Por esa razón, el procesamiento
descendente que haga un crítico en su interpretación de una obra de
Shakespeare no debería calificarse como «correcto» o «incorrecto»,
sino como más o menos probable, convincente y enriquecedor.
19 . La ciencia del texto puede también realizar una aportación
significativa a los e s t u d i o s d e t r a d u c c i ó n . 19 Es un hecho que la preo
cupación monotemática de la lingüística tradicional por los sistemas
virtuales y autosuficientes ha obstaculizado el desarrollo de una teo
ría de la traducción,20 debido fundamentalmente a que la traducción
supone, ante todo, la realización de la lengua. Este hecho resulta dra
máticamente obvio cuando se emplean sistemas virtuales como única
base lingüística en la traducción automática: todavía no se ha encon
trado ningún ordenador que, equipado únicamente con una gramáti
ca y un lexicón, haya traducido con eficacia, puesto que es incapaz de
evaluar el contexto. Un ordenador en el que se haya introducido un
cuerpo de conocimiento previo del mundo funcionaría mucho mejor
que otro sin él, ya que sería capaz de decidir qué conceptos y relacio
nes se han combinado en la construcción de un determinado mundo
textual.21 Todavía funcionaría mejor ese ordenador si también estu
viese equipado con un modelo de preferencias que cubriese todas las
operaciones lingüísticas posibles (proyectar mundos textuales sobre la
superficie textual, realizar intenciones y ejecutar planes mediante ac
ciones discursivas, relacionar los textos con situaciones contextúales,
etc). Bien es verdad que el coste de programación del cuerpo de co
nocimiento del mundo y del modelo de preferencias en un ordenador
sería muy gravoso, pero no es menos cierto también que a la larga se
vería compensado por unos resultados de traducción más inteligentes
y satisfactorios.
20 . La investigación en el campo de la traducción humana ha
sido objeto de una sempiterna controversia entre los partidarios de un
enfoque «literal» frente a otro «libre». Semejante discusión refleja, en
última instancia, lo erróneo que puede llegar a ser un enfoque centra
do en las equivalencias entre elementos lingüísticos, con independen-
18. Véase Jakobson y Jones (1970) y Beaugrande (1979c).
19. Véase Dressler (1970, 19726, 19746) y Beaugrande (1978«, 1980e),
20. Este problema ya quedó claro en la crítica de Mounin (1963). Véase X.23,
21. Este enfoque ha sido propuesto especialmente por Yorick Wilks (1972, 1979); la unidad de tra
ducción del grupo de Yale (véase Goldman, 1975, Schank y Abelson, 1977, y Cullingford, 1978) inten
ta aplicar el conocimiento de los hablantes acerca de los acontecimientos y de las acciones en el pro
ceso de comprensión.
cía del contexto en que aparezcan, como si esas equivalencias fuesen
de alguna manera relevantes para el uso real. El traductor «literal»
descompone el texto en elementos simples (o en pequeños grupos de
elementos) y reemplaza cada uno de ellos con otro elemento (o grupo
de elementos) hipotéticamente equivalente en la lengua de llegada. El
traductor «libre», en cambio, juzga qué función cumple el texto com
pleto en el discurso y busca los elementos que puedan cumplir esa
función en la situación de la lengua de llegada. El acierto o el desa
cierto de cada enfoque es imprevisible: una traducción «literal» puede
ser torpe e incluso ininteligible, mientras que otra «libre» puede pro
vocar que el texto original se desintegre y desaparezca completamente.
21. La equivalencia entre una traducción y el texto original po
dría entenderse en términos de la equivalencia que se establece entre
las diversas experiencias discursivas de los participantes.22 En este sen
tido, cuando el traductor incumple su labor de mediador e incorpora
su propia experiencia discursiva a la traducción, dejando a los recep
tores con muy poco trabajo interpretativo, en realidad está impidien
do que se establezca una relación de equivalencia entre la experiencia
transmitida por el escritor y la que intentan reconstruir los lectores.
Para contrarrestar esta tendencia, los traductores han de esforzarse en
transmitir el mismo tipo de experiencia discursiva expresada en el tex
to original empleando para ello un mismo tipo de material lingüísti
co, intentando que las ampliaciones, reducciones o modificaciones de
los componentes textuales sean las imprescindibles para minimizar las
inevitables divergencias de experiencia que pudieran producirse. Que
ocupen o no los elementos del texto de la lengua de llegada las mis
mas posiciones en sus respectivos sistemas virtuales que ocupan los
elementos del texto original en los suyos, es una cuestión secundaria,
que en ocasiones conduce a conflictos irresolubles e innecesarios.
22. La traducción l i t e r a r i a ejemplifica estas consideraciones de
una manera bastante contundente. Tal como se ha sugerido anterior
mente, los textos literarios y poéticos utilizan una organización alter
nativa del mundo o del discurso acerca del mundo con el objetivo de
provocar que los receptores realicen actividades especiales de proce
samiento.23 Si un traductor literario o poético interfiere en esa orga
nización alternativa planificada por el escritor, será imposible para el
receptor reproducir la equivalencia de la experiencia discursiva. Con
demasiada frecuencia, los traductores literarios incorporan en el tex
to sus propias actividades de procesamiento: resuelven problemas, re
22. Beaugrande (1978a) intentó evaluar qué implicaciones tenia esta tesis en la traducción litera
ria en términos de fenomenología de la lectura, es decir, de presen-ación de la polivalencia. En Beau
grande (19S0e) se ofrece un tratam iento del fenómeno mediante redes de coherencia.
23. Véase VÍI.29-42, IX.8-9 y X 13-18.
ducen polivalencias, minimizan las incongruencias, etc. Ello hace que,
en consecuencia, los receptores de la traducción encuentren sus tareas
mentales vacías de contenido de antemano. Para no incurrir en ese
abuso, y con el objetivo de preservar tanto como sea posible la fluidez
de la comunicación de la experiencia, los traductores literarios han de
analizar tanto el texto como la serie de reacciones esperables de los
receptores. En la realización de semejante tarea sería obviamente de
mucha ayuda la ciencia del texto, puesto que trata los elementos y las
estructuras lingüísticas en términos de procesos y operaciones.
23. La l in g ü í s t i c a c o n t r a s t iv a , ocupada en la descripción de las
diferencias estructurales entre las lenguas humanas,24 ampliaría enor
memente su campo de estudio si se interesase también en confrontar
estrategias textuales. Si se contrasta en exclusiva unos sistemas vir
tuales con otros —tendencia llevada a su extremo por John Catford
(1964), por ejemplo— la lingüística contrastiva fracasará en mostrar
cómo diferentes lenguas pueden usarse para cumplir con los mismos
o similares propósitos en la interacción humana. En efecto, como se
ñaló Georges Mounin (1963), la preocupación exclusiva por las diver
gencias entre sistemas virtuales, especialmente en el terreno de la gra
mática, la sintaxis y el léxico, conduciría a la suposición absurda de
que la traducción es imposible tanto en la teoría como en la práctica.
La «estilística comparativa» desarrollada por Vinay y Darbelnet
(1958), por otro lado, ejemplificó en el uso real de diversas lenguas las
correspondencias y las divergencias entre diversos patrones culturales.
A pesar de que sus criterios fueron en ocasiones superficiales, Vinay y
Darbelnet descubrieron algunas regularidades significativas que, pos
teriormente, serían elaboradas empíricamente por sociólogos y psicó
logos.
24. La e n s e ñ a n z a d e l e n g u a s e x t r a n j e r a s está en la actualidad
en una situación precaria. Demasiado a menudo se acepta como un
hecho normal que los estudiantes fracasen en el aprendizaje de len
guas extranjeras. De manera inexplicable, ha pervivido en Norteamé
rica un enfoque didáctico radicalmente conductista (conocido como
método «audio-lingual» o «directo»), basado en la idea de que en el
uso del lenguaje subyace un simple mecanismo de estímulo/respuesta,
a pesar del hundimiento total de las teorías del aprendizaje conduc
tista dentro de la propia psicología (véase VI. 12) (y a pesar también
del descrédito de este enfoque en Gran Bretaña y Europa, donde se
prefieren desde hace años los métodos de aprendizaje de lenguas
24. Véase Nickel (ed.) (1971, 1972). En la actualidad, la lingüística contrastiva vive momentos de
confusión tras el derrumbe de la gramática transformacional como paradigma aceptable. La contras-
tación de lenguas sólo puede realizarse desde el punto de vista de alguna teoría o modelo lingüístico
determinado, nunca desde la nada ateórica (véase Coseriu, 1972).
orientados hacia la comunicación; véase Wienold, 1973, y Wilkins,
1976). Desde un punto de vista conductista, la habilidad para comu
nicarse en una lengua se entiende que es la misma que la habilidad
para formar patrones sintácticos y paradigmas gramaticales con la
ayuda de listas de vocabulario compiladas de manera asistemática. Ya
que a los estudiantes nunca se les expone a la tarea de ejecutar estra
tegias, su conocimiento de los sistemas virtuales sintácticos, gramati
cales y léxicos será de poco valor práctico, puesto que no lo relacio
narán con los textos, con las situaciones, con los planes ni con las
metas que caracterizan la interacción comunicativa textual. Antes al
contrario, los estudiantes se ven abocados a actuar como si la perfec
ción gramatical de una secuencia lingüística fuese la única prioridad
que aspira satisfacer un hablante cuando se comunica con otro (los
profesores refuerzan esta falsa creencia con su modo de diseñar los
exámenes y de evaluar a sus alumnos).25 No es de extrañar que m u
chos estudiantes de lenguas extranjeras se conviertan en hablantes li
mitados en cuanto a recursos expresivos y desamparados en las situa
ciones comunicativas cotidianas. La ciencia del texto podría ayudar a
señalar unas nuevas prioridades y a seleccionar aquellas reglas y pro
cedimientos que, en una escala limitada, sean suficientes para cada es
tadio de aprendizaje de la comunicación textual (véase Wikberg, 1978).
25. La superdisciplina de la s e m i ó t i c a , entendida como el estudio
de los signos en general, todavía carece de una teoría unificada. Si
bien existe una enorme diversidad de tipos de signos: escritura, ima
gen gráfica, música, pintadas, etc., sin embargo podría hipotetizarse
una unificación de los signos —y de la semiótica— basada en la na
turaleza sistemática de su aparición en el contexto de las actividades
humanas. En un sentido amplio, cualquier configuración de signos
con sentido es un texto que ha de poseer, necesariamente, textualidad.
Cada signo individual aparece actualizado en un sistema real que re
gula y determina su función y su sentido. La ciencia de los textos lin
güísticos podría, perfectamente, ampliarse y generalizarse de manera
que se convirtiese en una suerte de semiótica de todos los tipos de tex
tos. Las películas, la pintura, los conciertos, las carreras electorales,
los juegos, etc., son acontecimientos que se componen de elementos
cohesivos y coherentes que se adecúan a las actitudes y a las metas de
los participantes dentro de una situación determinada. Presumible
mente, éstas serían las precondiciones básicas que deberían cumplir
los signos (sea del tipo que sean) para contribuir a la textualización de
sus respectivos lugares de aparición.
25. Ulijn (1980) concluyó que los problemas sintácticos no eran de hecho un obstáculo importante
para la comprensión si se comparan con los problemas semánticos, al menos en las actividades de lec
tura en lenguas extranjeras..
26. La in t e l i g e n c i a a r t if ic ia l está inmersa en la actualidad en un
proceso vertiginoso de evolución, Terry Winograd (1979) ya advirtió
que la demanda creciente de programación informática de «alto nivel»
no se dirige ya hacia las operaciones numéricas especificas, sino a la
«manipulación de sistemas y de componentes complejos». Hace muy
pocos años que los programadores han podido reemplazar por fin los
caros programas capaces de realizar únicamente tareas muy específi
cas con programas relativamente baratos y con enormes posibilidades
de funcionamiento. Poco a poco, la inteligencia artificial se va acer
cando al objetivo de diseñar el ordenador i n t e l i g e n t e , programado
para realizar cualquier tarea sin que el formato de los datos imponga
una restricción seria a su funcionamiento (véase Lenat, 1977, Walker,
ed., 1978, y Simón, 1979; véase la discusión que se planteó en X.5).
Con el tiempo, los ordenadores serán capaces de operar a partir de
una descripción «informal» del entorno de una tarea (Goldman, Bal-
zer y Wile, 1977). Para ello necesitarán estar equipados de un progra
ma que simule una «visión del mundo» (Winograd, 1979: 395), es de
cir, que contenga conocimiento operativo de cómo se organizan los
acontecimientos y las situaciones en el mundo real, con el objeto de
que el ordenador pueda comprender la tarea que está realizando y que
pueda, de esa manera, actuar autónomamente sin estar sometido a la
incesante inspección y guía del usuario humano.
27. Por supuesto, la línea de investigación que conducirá al de
sarrollo de semejantes sistemas de computación «inteligentes» tiene
importantes implicaciones para la ciencia del texto. En este manual
siempre se han avalado las propuestas de la «inteligencia artificial»,26
puesto que se trata de contribuciones encaminadas al perfeccio
namiento de la interacción entre los humanos y las máquinas, es
pecialmente en el terreno de aquellas habilidades en que hombres y
ordenadores se complementan entre sí. Los ordenadores ejecutan ope
raciones de computación a una velocidad vertiginosa, pero el almace
naje de la información es costoso; los humanos poseen una enorme
capacidad de almacenaje de datos muy complejos (sensoriales, men
tales, etc.), pero tienen unas habilidades computacionales bajas (Lof-
tus y Loftus, 1976: 128). Los ordenadores pueden almacenar y recu
perar cualquier conjunto de material informativo sin pérdida ni error,
aun después de que hayan transcurrido largos períodos de tiempo; los
humanos no pueden garantizarlo. Ahora bien, los humanos son capa
ces de reconocer analogías y correlaciones sutiles que los ordenadores
ignoran (Collins y Quillian, 1972). Considerando que ya se sabe que el
26. Se recogen aquí conceptos como «acceso*, «centro de control», «valor por defecto», «marco»,
«meta», «red», «operador», «resolución de problemas», «búsqueda», etc. Todas estas nociones provie
nen de la inteligencia artificial.
perfeccionamiento de la capacidad de memorización y la velocidad de
computación humanas ha llegado prácticamente a su límite, se ha
de reconocer que las habilidades de los ordenadores se han incre
mentado de manera extraordinaria en los últimos diez años, hasta el
punto de que, si bien los humanos nunca podrán parecerse más a los
ordenadores de lo que ya lo son, sin embargo los ordenadores cada vez
se parecen más a los humanos.
28. En cualquier caso, puede consider arse que la inteligencia ar
tificial es una fuente incesante de modelos de procesamiento de la
mente humana. En el campo de la ciencia cognitiva (véase X.3 y ss.),
con bastante frecuencia se ponen a prueba las teorías sobre las activi
dades mentales humanas mediante la construcción de modelos com-
putacionales. Bien es verdad que los cognitivistas consideran que los
modelos computacionales operantes en la actualidad son más simples,
en varios grados de magnitud, que los procesos humanos correspon
dientes (véase III.35), pero también es cierto que esos modelos han al
canzado un nivel de complejidad inasequible para las teorías tradicio
nales lingüísticas y psicológicas. Casi con toda seguridad, únicamente
los ordenadores permiten evaluar de manera inmediata si una teoría
matemática o un procedimiento cognitivo o comunicativo funcionan
verdaderamente en tiempo real; únicamente los ordenadores pueden
revelar los detalles concretos que suelen permanecer ocultos en los ex
perimentos humanos. Dicho con brevedad, la investigación en inteli
gencia artificial permitirá modificar de manera radical el paradigma
de la investigación, trasladando el interés actual en la comprensión ele
los datos por la indagación en el campo más amplio de la comprensión
de la comprensión.21
29. Con esta nota optimista concluimos nuestro panorama de lin
güística textual. Esperamos haber esbozado las cuestiones básicas de
una manera útil y no demasiado técnica. Aunque todas las cuestiones
que hemos planteado estén lejos de resolverse, los investigadores van
adquiriendo de manera gradual importantes intuiciones acerca de la
naturaleza de las cuestiones que incumben a su investigación. La na
turaleza de los textos, entendidos como objetos relevantes de investi
gación, exige con toda claridad que se reevalúe la metodología lin
güística tradicional. Una vez que se han definido los textos como acón-
27. En todas las ciencias en general se está llevando a cabo finalmente el alejamiento de los «he
chos» y el acercamiento a los procedimientos de adquisición y de demostración de hechos (véase Steg-
müller, 1969, 1976, Kliun, 1970, Lakatos, 1976, Spinner, 1977, y Feyerabend, 1978). Esta tendencia,
aplazada en tantas ocasiones, ha demostrado su enorme productividad en la apertura de los funda
mentos de la ciencia a las discusiones críticas.. Puede encontrarse una aplicación de este planteamiento
a la investigación lingüística en Finke (1979) y Beaugrande (19816).. La misma tendencia aparece en
la investigación educativa (véase Collins, W amock, Aiello y Miller, 1975, Collins, 1977a, Brown, Co-
llins y Harris, 1978, y Papert, 1980)
tecimientos comunicativos, estamos obligados a considerar todos los
factores de control y de procesamiento que concurren en las situacio
nes reales de comunicación. No obstante, pensamos que esta amplia
ción de nuestro marco de trabajo no elevará la complejidad de la in
vestigación y de sus aplicaciones, como muchos podrían suponer. El
hecho de que los humanos se comuniquen de manera exitosa en una
enorme cantidad de situaciones reales distintas indica que ponen en
funcionamiento un número muy limitado de estrategias potentes y re
gulares en funcionamiento, como las que hemos sugerido en X.4. En
el intento típicamente inmanentista de aislar los distintos niveles lin
güísticos (fonológico, morfológico, sintáctico, etc.) y de m antener el
lenguaje separado de su contexto de uso, la investigación lingüística
sin duda ha operado en un plano superficial que, paradójicamente, ha
incrementado la complejidad del estudio en vez de reducirla. Si se re-
condujese la investigación hacia niveles más profundos de análisis, es
probable que surgiese un enfoque mucho más simple y unitario del
lenguaje humano.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Abelson, R. (1975): «Concepts for representing mundane reality in plans», en
Bobrovv y Collins (eds.), pp. 273-309.
Adams, M. y Collins, A. (1979): «A schema-theoretic view of reading», en
Freedle (ed.), pp. 1-22.
Alien, J. (1979): A Plan-based Approach to Speech Act Recognition, Toronto,
University of Toronto CS-TR 131/79.
Anderson, J. (1976): Language, Memory, and Thought, Hillsdale, N.J., Erlbaum.
Anderson, R„ Spiro, R. y Montague, W. (eds.) (1977): Schooling and the Ac-
quisition of Knowledge, Hillsdale, N.J., Erlbaum.
Apeltauer, E. (1977): «Drohen», en Sprengel, Konrad et al. (eds.), Semantik und
Pragmatik, Tübingen, Niemeyer, pp. 187-98.
Aquino, M. (1969): «The validity of the Miller-Coleman readibility scale», Rea
ding Research Quarterly, 4, pp. 342-57.
Austin, J. (1962): How to Do Things with Words, Londres, Oxford. Versión en
castellano: Cómo hacer cosas con palabras, Barcelona / Buenos Aires, Pai-
dós, 1982.
Ausubel, D. (1960): «The use of advance organizers in the learning and reten-
tion of meaningful verbal material», Journal of Educational Psychology, 51,
pp. 267-72.
Ballmer, Th. (1975): Sprachrekonstruktionssyteme, Kronberg, Scriptor.
Bartlett, F. (1932): Remembering, Londres, Cambridge.
Bauman, R. y Scherzer, J. (eds.) (1974): Explorations in the Ethnography o f
Speaking, Londres, Cambridge.
Beaugrande, R. de (1978a): Factors in a Theory o f Poetics Translating, Assen,
Van Gorcum.
— (1978¿): «Information, expectation, and processing», Poetics, 7, pp. 3-44.
— (1978c): «Linguistic theory and composition», College Composition and
Communication, 29, pp. 134-40.
— (1978c/): «Semantic evaluation of gram m ar in poetry», Journal o f Descripti-
ve Poetics and Theory o f Literature, 3, pp. 315-25.
— (1979a): «Text and sentence in discourse planning», en Petófi (ed.), pp. 467-
94.
— (19796): «Theoretical foundations for the a u to m a tic p ro d u c tio n and P ro
cessing of te ch n ic a l reports», Journal o f Teclmical Writing and Communi-
catiou, 9, p p. 239-68.
— (1979c): «Toward a general theory of creativity», Poetics, 8, pp. 269-306.
— (1979<r/): «A rhetorical theory of audience response», en Brown y Steinm ann
(eds.), pp. 9-20.
— (1979e): «Psychology and composition», College Composition and Commu-
nication, 30, pp. 50-57.
— (1980a): Text, Discourse, and Process, Nonvood, N.J., Ablex; Londres, Longman.
— (19806): «Modelling cognitive processes in research of text», Discourse Pro-
cesses.
— (1980c): «The status of texts in reading research», en Tierney, Anders y Mit-
chell (eds.), Understanding a Reader's Understanding.
— (1980cí): «The pragmatics of discourse planning», Journal o f Pragmatics, 4,
pp. 15-42.
— (1980e): «Toward a semiotics of literary translating», en Wils (ed.), Semio-
tik und Übersetzen, Tübingen, Narr, pp. 23-42.
— (ed.) (1980): European Approaches to the Study o f Text and Discourse. Dis
course Processes, 4, vol. 1 (special issue).
— (1981a): «Design criteria for process models of reading», Reading Research
Quarteñy, 16.
— (1981¿>): «Linguistic theory and meta-theory for a Science of texts», Text, 1.
Versión en castellano: «Teoría lingüística y m etateoría para una ciencia del
texto», en E. Bernárdez (ed.), Lingüística del texto, Madrid, Arco/Libros,
1987, pp. 95-103.
— y Colby, B. (1979): «Narrative modeis of action and interaction», Cognitive
Science, 3, pp. 46-66.
— y Miller, G. (1980): «Processing models for children’s story comprehension»,
Poetics, 9, pp. 181-201.
Beerbohm, M. (1958): Selected Essays, Londres, Heinemann.
Bellert, I. (1970): «On a condition of the coherence of texts», Semiótica, 2,
pp. 335-63.
Bencheley, R. (1954): The Bencheley Roundup, Nueva York, H arper and Row.
Benes, E. (1968): «On two aspects of functional sentence perspective», Travaux
Linguistique de Prague, 3, pp. 267-74.
Bernstein, J. y Pike, K. (1977): «The emic structure of individuáis in relation
to dialogue», en Van Dijk y Petofi (eds.), pp. 1-10.
Berry, M. (1977): lntroduction to Systemic Linguistics, Londres, Batsford.
Biasci, Cl. y Fritsche, J. (eds.) (1978): Textheorie Texttreprásentation: Theorist-
che Grundlagen der Kanonischen sinnsemantischen Reprasentation von Tex-
ten, Hamburg, Buske.
Bierwisch, M. (1965a): «Rezension zu Z.S. Harris, Discourse Analysis», Lin
guistics, 13, pp. 61-73.
— (19656): «Poetik und Linguistik», en Kreuzer, Helmut y Gunzenhauser
(1965), Matliematik und Dichtung, Munich, Nymphenburger, pp. 46-66.
— (1966): «Strukturalismus: Geschichte, Probleme, Methoden», Kursbuch,
pp. 77-152; reimpresión en Ihwe (ed.), pp. 19-90.
Blom, J. y Gumperz, J. (1972): «Social meaning in linguistic structures: code
switching in Norway», en Gumperz y Hymes (eds.), pp. 407-34,
Bloomfield, L. (1933): Language, Nueva York, Holt. Versión en castellano: El
lenguaje, Lima, Universidad de San Marcos, 1964.
Blumer, H. (ed.) (1969): Symbolic Interactionism, Englewood Cliffs, N.J., Pren-
tice-Hall.
Bobrow, D. y Collins, A. (eds.) (1975): Representation and Understanding: Stli
dies in Cognitive Science, Nueva York, Academia Press.
— y Fraser, B. (1969): «An augment State transition network analysis proce-
dure», First Proceedings of the International Joint Conference on Artificial In-
telligence, p. 557.
— y Winograd, T. (1977): «An overview of KRL: A knowledge representaron
language», Cognitive Science, 1, pp. 3-46.
Bobrow, R. (1978): «The RUS system», en Webber, Bonnie y Bobrow (eds.),
Research in Natural Language Understanding, Cambridge, BBN TR 3878.
Bock, W. (1979): Wort-, Satz-, Textverbeitung, Stuttgart, Kohlhammer.
Bolinger, D. (1965): «The atomization of meaning», Language, 41, pp. 557-73.
— (1968): «Judgements of grammaticality», Lingua, 21, pp. 34-40.
— (1970): «The meaning of do so», Linguistic Inquiry, 1, pp. 140-44.
Bouton, L. (1970): «Do so: do + adver», en Sadok y Vaneck (eds.), Studies Pre
sen ted to R.B. Lees, Edmonton, Alberta, Linguistic Research Institute,
pp. 17-38.
Bower, G. (1976): «Experiments on stoiy understanding and recall», Quarterly
Journal o f Experimental Psychology, 28, pp. 511-24.
Brachman, R. (1978): A Structural Paradigm for Representing Knowledge, Cam
bridge, BBN TR 3605.
Bransford, J. y Franks, J. (1971): «Abstraction of linguistic ideas», Cognitive
Psychology, 2, pp. 331-50.
Brazil, D. (1975): Discourse Intonation, Birmingham, English Language Re
search (Discourse Analysis Monographs, 1).
Bremond, Cl. (1964): «Le message narratif», Communications, 4, pp. 4-32.
Bresnan, J. (1971): «A note on the notion of identity of sense anaphora», Lin-
guistic Inquiry, 2, pp. 589-97.
Brown, J. S,, Collins, A. y Harris, G. (1978): «Artificial Inteligence and leaming
strategies», en O’Neill (ed.), Leaming Strategies, Nueva York, Academic
Press, pp. 107-39.
Brown, Robert y Steinmann, M. (eds.) (1979): Rhetoric 1978: An Interdiscipli-
nary Conference, Minneapolis, University of Minnesota Center for Advanced
Studies in Language, Style, and Literature Theory.
Brown, Roger (1973): A First Language: The Early Stages, Cambridge, Harvard.
— y Gilman, A. (1960): «The pronoms of power and solidarity», en Sebeok
(ed.), pp. 253-76.
Bruce, B. (1977): Belief Systems and Language Understanding, Cambridge, BBN
TR 2973.
— y Newman, D. (1978): «Interacting plans», Cognitive Science, pp. 195-234.
—, Collins, A., Rubin, A. y Gentner, D. (1978): A Cognitive Science Approach to
Writing, Cambridge, BBN TR 3816.
Bulhvinkle, C. (1977): «Levels of complexity in discourse for anaphora disam-
biguation and speech act interpretaron», First Proceedings o f the Interna
tional Joint Conference 011 Artificial Iiitelligence, pp. 43-49.
Camarazza, A., Grober, E. y Yates, J. (1977): «Comprehension of anaphoric
pronoms», Journal o f Verbal Leaming and Verbal Behavior, 16, pp. 601-609.
Carbonell, J. (1978): «Intentionalitv and human conversation», Theoretical
íssues in Natural Language Processing, 2, pp. 141-48.
Carnap, R. (1947): Meaning and Necesity, Chicago, University of Chicago Press.
Carroll, L. (1960): The Annotated Alice: Alice's Adventitres in Wonderland and
Through the Looking-Glass, Nueva York, Potter. Versión en castellano: Ali
cia en el País ele las Maravillas y Alicia a través del espejo, Madrid, Alianza.
Catford, J. (1964): A Linguistic Theory o f Translation, Londres, Oxford.
Chafe, W. (1970): Meaning and the Stnicture o f Language, Chicago, University
of Chicago Press.
— (1976): «Giveness, contrastiveness, definiteness, subjeets, topics, and point
of view», en Li (ed.), pp. 27-55.
Chanslor, J. W. (1969): «Treasure from the Sea», en Science and the Sea,
W ashington, D.C., U.S. Naval Oceanographic Office, pp. 9-16.
Chapín, P. (1979): «Samoan pronominalization», Language, 46, pp. 336-78.
Charniak, E. (1975a): A Brief on Case, Castagnola, Institute for Semantic and
Cognitive Studies.
— (1975¿>): Organitation and Inference in a Frame-Like System o f Commom-
Sense Knowledge, Castagnola, Institute for Semantic and Cognitive Studies.
— (1976): «Inference and Knowledge», en Charniak y Wilks (eds,), pp. 1-21 y
12-154.
— y Wilks, Y. (eds.) (1976): Computational Semantics: An Introduction to Arti
ficial Intelligence and Natural Language Communication, Amsterdam, North
Holland.
Chatman, S. y Levin, S. (eds.) (1967): Essays on the Language o f Literature, Bos
ton, Houghton Mifflin.
Chomsky, N. (1965): Aspects o f the Theory o f Syntax, Cambridge, MIT Press.
Versión en castellano: Aspectos de la teoría de la sintaxis, Madrid, Aguilar,
1971.
Christaller, Th. y Metzing, D. (eds.) (1979): Augmented Transition NetWork
Grammatiken, Berlín, Einhorn.
Christiensen, F. (1967): Notes Toward a New Rhetoric, Nueva York, H arper &
Row.
Cicourel, A., Jennings, K. Jennings, S. Leiter, K. MacKay, R. Mehan, H. y Roth,
D. (1974): Jjinguage Use and School Performance, Nueva Y'ork, Academic
Press.
Clark, H. y Chase, W. (1974): «Perceptual coding strategies in the formation
and verification of descriptions», Memory and Cognition, 2, pp. 101-11.
— y Clark, E. (1977): Language and Psychology, Nueva York, Harcourt, Brace,
and Jovanovich.
Cohén, Ph. (1978): On Knowing What to Say: Planning Speech Acts, Toronto,
University of Toronto, CS-TR 118.
Colby, B. (1966): «Etnographic semantic», Current Anthropology, 1, pp. 3-32.
— (1973a): «A partial gram m ar of Eskimo folktales», American Anthropologist,
75, pp. 645-62.
— (1973¿>): «Analytical procedures in eidochronic study», Journal o f American
Folklore, 86, pp. 14-24.
Colby, K. y Parkinson, R. (1974): «Pattern-matching rules for the recognition
of natural language dialogue expressions», American Journal o f Computa-
tioual Linguistics, 1, pp. 1-70.
Colé, P. (ed.) (1978): Syntax and Semantics IX: Pragmatics, Nueva York, Aca
demia Press.
— y Morgan, J. (eds.) (1975): Syntax and Semantics III: Speech Acts, Nueva
York, Academia Press.
— y Sadok, J. (eds.) (1977): Syntax and Semantics VIII: Grammatical Relations,
Nueva York, Academic Press.
Collins, A. (1977a): «Processes in acquirin knowledge», en Anderson, Spiro y
Montague (eds.), pp. 339-63.
— (1977b): «Why cognitive Science?», Cognitive Science, 1, pp. 1-2.
— (1978): «Fragments of a theory of hum an plausible reasoning», Theoretical
Issues in Natural Language Processing, 2, pp. 194-201.
— y Loftus, E. (1975): «A spreading-activation theory of semantic processing»,
Psychology Research, 84, pp. 407-28.
— y Quillian, R. (1972): «How to make a language user», en Tulving y Do-
naldson (eds.), pp. 309-51.
Conan Doyle, A. (1967): The Annotated Sherlok Holmes, Nueva York, Potter.
Copee, F. (1891): Ten Tales, Freeport, Nueva York, Books for Libraries.
Corbett, E. (1971): Classical Rhetoric for the Modem Student, Nueva York, Oxford.
Coseriu, E. (1955-1956): «Determinación y entorno», Romanistisches. Jahr-
huch, 7, pp. 29-54; reimpresión en Coseriu (1967), pp. 282-323.
— (1967): Teoría del lenguaje y lingüística general, Madrid, Gredos.
•— (1972): «Über Leistung und Grenzen der Kontrastiven Grammatik», en Nic
kel (ed.), pp. 39-58.
Coulthard, M. (1977): An Introduction to Discourse Analysis, Londres, Long-
man.
Craik, F. y Lockhart, R. (1972): «A framewok for memory research», Journal
o f Verbal Leaming and Verbal Behavior, 11, pp. 671-84.
Crowder, R. y Morton, J. (1969): «Precategorial acoustic storage», Perception
and Psychophosis, 5, pp. 365-73.
Crymes, R. (1968): Some Systems o f Substitution Relations in Modem English,
La Haya, Mouton.
Crystal, D. (1969): Prosodic Systems and Intonation in English, Cambridge,
Cambridge University Press.
— (1971): Linguistics, Harmondsworth, Penguin.
Cullingford, R. (1978): Script Application: Computer Understanding of Newspa-
per Stories, New Haven, Yale CS-TR 116.
Cummings, E. E. (1972): «Anyone lived in a pretty how town», en Complete
Poems, Nueva York, Harcourt, Brace and Jovanovich, p. 515.
Dahl, O. (ed.) (1974): Topic and Comment, Con textual Boundness, and Focus,
Hamburg, Buske.
Danés, F, (ed.) (1974): Papers on Functional Sentence Perspectiva, Praga, Aca
demia.
— y Viehweger, D. (eds.) (1976): Probleme der Textgrammatik, Berlín, Akade-
mie der Wissenschaften.
Danks, J. y Gluksberg, S. (1971): «Psychological scaling of adjective orders»,
Journal o f Verbal Leaming and Verbal Behavior, 10, pp. 63-67.
Dascal, M. y Margalit, A. (1974): «Text grammars: A critical review», en Pro-
jektgruppe Textlinguistik Konstanz (eds.), Probleme und Perspektiven der
Neueren Textgrammatischen Forschung, 1, Hamburg, Buske, pp. 81-120.
Deeping, W. (1930): The Short Stories o f Warwick Deeping, Londres, Oxford.
Desoto, CL, London, M. y Handel, S. (1965): «Social reasoning and spatial pa-
ralogic», Journal o f Personality and Social Psychology, 2, pp. 513-21.
Dickens, Ch. (1947): The Postumous Papers o f the Pickwick Club, Londres, Ox
ford. Versión en castellano: Los documentos postumos del Club Pickwick,
Barcelona, Planeta.
Dijk, T. A. van (1969): «Sémantique structurale et analyse thématique», Lin-
gua, pp. 28-53.
— (1972a): Some Aspects o f Text Grammars, La Haya, Mouton.
— (1972b): «On the foundations of poetics: Methodological prolegomena to a
generative gram m ar of literary texts», Poetics, 1, pp. 89-123.
— (1977a): Text and Context, Londres, Longman. Versión en castellano: Texto
y contexto (Semántica y pragmática del discurso), Madrid, Cátedra, 1984.
— (19776): «Connectives in text grammar», en Van Dijk y Petófi (eds.), pp. 11-
63.
— (1977c): «Acceptability in context», en Greenbaum (ed.), pp. 39-61.
— (1978): Facts: The Organization o f Propositions in Discourse Comprehension,
Amsterdam, University of Amsterdam Institute for General Literaiy Stu-
dies.
— (1979a): The Structures and Functions o f Discourse, Lectures at the Univer-
sity of Puerto Rico, Río Piedras. Versión en castellano: Estructuras y fun
ciones del discurso, México, Siglo XXI, 1980.
— (19796): Macro-structures, Hillsdale, N.J., Erlbaum.
— y Kintsch, W. (1978): «Cognitive psychology and discourse: Recalling and
sum m arizing stories», en Dressler (ed.), pp. 61-80.
— y Petófi, J. (eds.) (1977): Grammars and Descriptions, Berlín, Mouton de
Gruyter.
—, Ihwe, J. Petófi, J. y Rieser, H. (1972): Zur Bestimmung narrativer Struktu-
ren a u f der Grundlage von Text-grammatiken, Hamburg, Buske.
Dik, S. (1968): Coordination, Amsterdam, North Holland.
Dillon, G. (1978): Language Processing and the Reading of Literature, Bloo-
mington, Indiana University Press.
Dittmar, N. (1976): A Critical Survey o f Sociolinguistics, Nueva York, St. Mar-
tin's.
Dolezel, L. y Bailey, R. (eds.) (1969): Statistic and Style, Nueva York, Academic
Press.
Dougherty, R. (1969): «An interpretative theory of pronominal reference»,
Foundations o f Ixinguage, 4, pp. 488-519.
— (1970-1971): «A gram m ar of coordínate conjoined structures», Language,
46, pp. 850-98, y 47, pp. 298-339.
Dowty, D. (1972): Studies in the Logic of'Verb Aspect and Time Referen ce in En-
glish, Austin, University of Texas.
Dresher, E. y Hornstein, N. (1976): «On some supposed contributions of artifi
cial intelligence to the scientific study of language», Cognition, 4, pp. 321-98.
Dressler, W. (1970): «Textsyntax und Übersetzung», en H artm ann y Vernay
(eds.), Sprachwissenschaft und Ubersetzen, Munich, Hueber, pp. 67-71.
— (1972a): Einführung in die Textlinguistik, Tübingen, Niemeyer.
— (1972b): «Textgrammatische Invarianz in Übersetzunger?», en Gülich y Raí
ble (eds.), pp. 98-106.
— (1974a): «Funktionelle Satzperspektive und Textheorie», en Danés (ed.), pp.
87-105.
— (1974£>): «Der Beitrag der Textlinguistik zur Übersetzungstheorie», en Kapp
(ed.), Übersetzer und Dolmetscher, Heidelberg, Quelle and Meyer, pp. 61-71.
— (1977): «Elements of a polycentristic theory of word formation», Wiener lin-
guistiche Gazette, 15, pp. 13-32.
— (1978): «Aspekte der Textlinguistik», en Germanistik II, Viena, University of
Vienna Institute for Language Studies.
— (ed.) (1978): Current Trends in Text Linguistics, Berlín, Mouton de Gruyter.
— (1979a): «Zum Verháltnis von W ortbildung und Texlinguistik», en Petofi
(ed.).
— (1979b): Naturalness as a Pinciple in Genetic and Typological Linguistics, Vie
na, University of Vienna Institute for Language Studies.
— y Schmidt, S. (eds.) (1973): Textlinguistik: Kommemtierte Bibliographie, Mu
nich, Fink.
— y Stark, J. (1976): «Stórungen det Textkompetenz bei Aphasie», en Meid y
Heller (eds.), Textlinguistik und Semantik, Innsbruck, Institut für Sprach
wissenschaft, pp. 265-68.
Dundes, A. (1962): «From etic to emic units in the structural study of folkta-
les», Journal o f American Folklore, 75, pp. 95-105.
Edmonson, J. (1976): «Semantic, games, and anaphoric chains», en Bartsch et
al. (eds.), Amsterdam Papers on Formal Grammars, Amsterdam, University
of Amsterdam.
Eikmeyer, H. y Rieser, H. (1979): Vagheitstheorie, Bielefeld, University of Bie-
lefeld Faculty of Linguistics.
Eisenstadt, M. y Kareev, Y. (1975): «Aspects of hum an problem solving: The
use of internal representation», en Norman et al. (eds.), Explorations on
Cognition, San Francisco, Freeman, pp. 308-46.
Engel, D. (1977): Tex[experimente mit Aphatikem, Tübingen, Narr.
Enkvist, N. (1973): Linguistic Stylistics, La Haya, Mouton.
Erlich, V. (1955): Russian Formalism, La Haya, Mouton. Versión en castella
no: El formalismo ruso, Barcelona, Seix Barral, 1974.
Ernst, G. y Newel, A. (1969): GPS: A Case Study in Problem Solving, Nueva
York, Academia Press.
Ervin-Tripp, S. (1972): «On sociolinguistic rules: Alternation and co-occurren-
ce», en Gumperz y Hymes (eds.), pp. 213-50.
Fahlman, S. (1979): NETL: A System for Representaing and Using Real-Worlcl
Knowledge, Cambridge, MIT Press.
Feyerabend, P. (1978): Der wissenschaftstheoretische Realismus and die Auto-
ritat der Wissenchaften, Brunswick, Vieweg.
Figge, U. (1976): «Syntagmatik, Distribution, und Text», en Stempel (ed.),
pp. 159-74.
Fillmore, Ch. (1968): «The case for case», en Bach y Harms (eds.), Universals
in Linguistics Theoiy, Nueva York, Holt, Rinehart, and Winston, pp. 1-88.
— (1975): «An alternative to cheklist theories of meaning», en Proceedings o f
the First Annual Meeting o f the Berkeley Linguistic Society, Berkeley, Uni-
versity of California Institute of Human Learning, pp, 123-31.
— (1988): «The case for case reopened», en Colé y Sadok (eds.), pp. 59-81.
Findler, N. (ed.) (1979): Associative Networks: Representaron and Use o f K now
ledge in Computers, Nueva York, Academic Press.
Finke, P. (1979): Grundlangen einer linguistischen Theorie: Empirie und Be-
gründung in der Sprachwissenschaft, Brunswick, Vieweg.
Firbas, J. (1962): «Notes on the function of the sentence in the act of commu-
nication», Sbornik Praci Filozofické Fakulty Bmenské Univerzity: Rada Jazy-
koveclena, 9, pp. 133-47.
— (1964): «Non-thematic subjects in contem porary English», Travaux Lin-
guistiques de Prague, 1, pp. 239-56.
— (1966): «On defining the theme in functional sentence analysis», Travaux
Linguistiques de Prague, 2, pp. 267-80.
— (1968): «On the prosodic features of the m odem English fínite verb as means
of functional sentence perspective», Bm o Studies in English, 7, pp. 11-47.
— (1974): «Some aspects of the Czechoslovak approach to problems of func
tional sentence perspective», en Danés (ed.), pp. 11-37.
— (1975): «On the thematic and the non-thematic section of the sentence», en
Ringboom et al. (eds.), Style and Text: Studies Presented to Nils-Erik Enkvist,
Estocolmo, Skriptor, pp. 317-34.
Firth, J. (1957): «A synopsis of linguistic theory», en Studies in Linguistic
Analysis, Oxford, Basil Blackwell, pp. 1-32.
Fishman, J. (1972): «Domains and the relationship between micro- and ma-
crolinguistics», en Gumperz y Hymes (eds.), pp. 435-53.
Flower, L. y Hayes, J. (1979): A Process Model o f Composition, Pittsburgh, Car-
negie-Mellon University Document Design Project TR1.
Fodor, J. y Garret, M. (1967): «Some syntactic determ inant of sentential com-
plexity», Perception and Psychophysics, 2, pp. 289-96.
Fowler, R. (1977): «Cohesive, progressive, and localizing aspects of text struc-
ture», en Van Dijk y Petófi (eds.), pp. 64-84.
Frake, Ch. (1972): «Struk by speech: The Yakan concept of litigation», en
Gumperz y Hymes (eds.), pp. 106-29.
Frank, D. (1979): Grammatik und Konversation: Stilistische Pragmatik des Dia-
logs und die Bedeutung deutscher Modalpartikeln, Amsterdam, University of
Amsterdam Faculty of Letters.
Frederiksen, C. (1977): «Semantic processing unit in understanding text», en
Freedle (ed.), pp. 57-88.
Freedle, R (ed.) (1977): Discourse Production and Comprehension, Norwoord,
N J., Ablex.
— (ed.) (1979): New Directions in Discourse Processing, Norwood, N.J., Ablex.
— y Hale, G. (1979): «Acquisition of new comprehension schemata for expo-
sitory prose by transfer of a narrative schema», en Freedle (ed.), pp. 121-
35.
Frege, G. (1892): «Über' Sinn und Bedeutung», Zeitschrift für Philosophie und
Philosophische Kritik, 100, pp. 25-50. Versión en castellano: «Sobre sentido
y referencia», en Estudios sobre semántica, Barcelona, Ariel, 1971.
Fried, E. (1975): Fast alies Mogliche, Berlín, Wagenbach.
Fríes, U. (1972): «Textlinguistik», Linguistik und Didaktik, 1, pp. 219-34.
— (1975): Studien zur Textlinguistik: Frage-und Antwortsatze, Viena, Braumü-
11er.
Frost, R. (1969): Poetty of Roben Frost, Nueva York, Holt, Rinehart, and Wins-
ton.
Garvín, P. (ed.) (1964): A Prague School Reader on Aesthetics, Literary Structu-
re, and Style, W ashington, D.C., Georgetown University Press.
Gindin, S. (1978): «Contributions to text linguistics in the Soviet Union», en
Dressler (ed.), pp. 261-74.
Givon, T. (1978): «Negation in language: Pragmatics, function, ontology», en
Colé (ed.), pp. 69-112.
Gleitman, L. (1965): «Coordinating conjunctions in English», Language, 41,
pp. 260-93.
Glinz, H. (1973): Textanalyse und Verstehenstheorie, Wiesbaden, Athenaion.
Goffman, E. (1974): Frame Analysis, Nueva York, H arper and Row.
Goldman, N. (1975): «Conceptual generation», en Schank et al. (eds.), pp. 289-
371.
—, Balzer, R. y Wile, D. (1977): The Inference of Domain Structure from Infor
mal Process Descriptions, Marina del Rey, University of Southern California
Inform ation Sciencies Institute TR 77-64.
Goldsmith, O. (1773): She Stoops to Conquer, Londres, Newberry.
Goldstein, I. y Papert, S. (1977): «Artificial Intelligence, Language, and the
study of Knowledge», Cognitive Science, 1, pp. 84-123.
Gomulicki, B. (1956): «Recall as an abstractive process», Acta Psychologica , 12,
pp. 77-94.
Goodglass, H. y Blumstein, S. (1973): Psycholinguistics and Aphasia, Baltimo
re, John Hopkins University Press.
Goodman, K. y Burke, K. (1973): Theoretically Based Studies o f Pattems o f Mis-
cues in Oral Reading Performance, Washington, D.C., Department of Health,
Education, and Welfare.
Govinda Lama Anagarika (1976): Creative Meditation and Multidimensional
Consciousness, Wheaton, III, Theosophical Publishing.
Green, G. (1968): «On too and either and not just too and either either», Fourth
Proceedings from the Regional Meeting o f the Chicago Linguistic Society,
pp. 22-39.
Greenbaum, S. (1973): «Informant elicitation of data on syntactic variation»,
Lingua, 31, pp. 201-12.
— (1977): «Introduction», en Greenbaum (ed.), pp. 1-11.
— (ed.) (1977): Acceptability in Language, La Haya, Mouton.
Greimas, A. (1966): Sémantique stnicturale: Recherches de méthode, París, La-
rousse. Versión en castellano: Semántica estructural, Madrid, Gredos, 1973.
— (1967): «La structure des actants du récit: Essai d’approche générative»,
Word, 23, pp. 221-38.
Grice, H. P. (1971): «Meaning», en Steinberg y Jakobovits (eds.), pp. 53-59.
— (1975): «Logic and conversation», en Colé y Morgan (eds.), pp. 41-58. Ver
sión en castellano: «Lógica y conversación», en Valdés (ed.), La búsqueda
del significado, Madrid, Tecnos, 1991, pp. 511-30.
— (1978): «Further notes on logic and conversation», en Colé (ed.), pp. 113-
27.
Grimes, J. (1964): Huichol Syntax, La Haya, Mouton.
— (1975): The Thread o f Discourse, La Haya, Mouton.
— (ed.) (1978): Papers on Discourse, Dallas, Sum m er Institute of Linguistics.
Groeben, N. (1978): Die Verstandlichkeit von Unterrichtstexten, Münster, As-
chendorff.
Grosse, E. U. (1976): Texttypen: Linguistik nichtliterarischer Kommunikation,
Freiburg, University of Freiburg dissertation.
— (1978): «French Structuralist views on narrative grammar», en Dressler
(ed.), pp. 155-73.
Grossman, R., San, J. y Vanee, T. (eds.) (1975): Papers on Parasession on Func-
tionalism, Chicago, Chicago Linguistic Society.
Grosz, B. (1977): The Representation and Use o f Focas in Dialogue Understan-
ding, Menlo Park, SRI AI-TR 151.
Gülich, E. (1970): Makrosyntax der Gliederungssignale im gesprochenen Franzó-
sisch, Munich, Fink.
— y Raible, W. (eds.) (1972): Textsorten, Frankfurt, Athenaum.
— y Raible, W. (1977): Linguistische Textmodelle, Munich, Fink.
Gumperz, J. y Hymes, D. (eds.) (1972): Directions in Sociolinguistics: The Eth-
nography o f Communication, Nueva York, Holt, Rinehart, and Winston.
Gunter, R. (1963): «Elliptical sentences in American English», Lingua, 12, pp.
137-50.
Halliday, M. A. K. (1964): «The linguistic study of literary texts», en Lunt (ed.),
pp. 302-307.
— (1967): Intonation and Grammar in British English, La Haya, Mouton.
— (1967-1968): «Notes on transitivity and theme in English», Journal o f Lin
guistics, 3, pp. 37-81; 3, pp. 199-244; 4, pp. 179-215.
— (1976): System and Function in Language, Londres, Oxford.
— y Hasan, R. (1976): Cohesion in English, Londres, Longman.
Hankamer, J. y Sag, I. (1976): «Deep and surface anaphora», Linguistic In-
quiry, 7, pp. 391-428.
Hansen-Love, A. (1978): Der russische Formalismus: Rekonstruktion seiner Ent-
wicklung aus dem Prinzip der Verfremdung, Viena, Óstereischiche Akademic
der Wissenschaften.
Hardy, Th. (1977): Wessex Tales and a Group o f Noble Dames, Londres, Mcmi-
llan.
Harris, Z. (1952): «Discourse Analysis», Language, 28, 1-30, pp. 474-94.
— (1963): Discourse Analysis Reprints, La Haya, Mouton.
H artm ann, P. (1963a): Theorie der Grammatik, La Haya, Mouton.
— (1963¿>): Theorie der Sprachwissenschaft, Assen, Van Gorcum.
— (1970): Aufgaben und Perspecktiven der Linguistik, Konstanz, University of
Konstanz Press.
— (1975): «Textlinguistische Tendenzen in der Sprachwissenschaft», Folio Lin
güistica, 8, pp, 1-49.
— (1979): «Text und Satz», en Petófi (ed.).
Harweg, R. (1968): Pronomina und Textkonstruktitution, Munich, Fink.
— (1970): «Phrasale und -koordination in der generativen Grammatik»,
Zeitschrift fiir Phúnetik, 23, pp. 192-214.
— (1974): «Textlinguistik», en Koch (ed.), Perspektiven der Linguistik II, Stutt-
gart, Kroner, pp. 88-116.
— (1978): «Substitutional text linguistics», en Dressler (ed.), pp. 247-60.
Hasan, R. (1968): Grammatical Cohesion in Spoken and Written English, Lon
dres, Longman.
Haskell, J. (1973): «In search of the Germán pro-verb», Language Sciences, 25,
pp. 41-45.
Hayes, Ph. (1977): Some Association-Based Technoques for Lexical Disambi-
guation by Machine, Rochester, University of Rochester CS-TR25.
Hayes-Roth, B. y Hayes-Roth, F. (1977): «The prominence of lexical informa-
tion in memory representations of meaning», Journal o f Verbal Language
and Verbal Behavior, 16, pp. 119-36.
Heger, Cl. (1976): Monem, Wort, Satz, und Text, Tübingen, Niemeyer.
Heider, F. (1958): The Psychology o f Interpersonal Relations, Nueva York,
Wiley.
Heidolph, K. E. (1966): «Kontextbeziechungen zwischen Sátzen in einer gene
rativen Grammatik», Kybemetika, 2, pp. 274-81.
Helbig, G. (1974): Geschichte der neuren Sprachwissenschaft, Hamburg, Ro-
wohlt.
Hendricks, W. (1969): «Three models for the description of poetry», Journal o f
Linguistics, 5, pp. 1-22.
Heringer, J. (1970): «Research on quantifier-negative idiolects», Sixth Procee-
dings from the Regional Meeting o f the Chicago Linguistic Societv, pp. 287-
96.
Hess, H. (1965): «Zur Psychologie des Gedáchntnisses IV: Determination und
Behalten sinnvollen sprachlichen Materials bei Breücksichtingung vori
gestórtem Kontext», Zeitschrift fiir Psychologie, 80, pp. 152-70.
Hirsch, E. D. (1975): «Stylistic and synonyrny», Critical Inquiry, 1, pp. 559-79.
— (1977): The Philosophy o f Composition, Chicago, University of Chicago
Press.
Hobbs, J. (1976): A Computational Approach to Discourse Analysis, Nueva
York, City of New York CS-TR 76-2.
— (1979): «Coherence and co-reference», Cognitive Science, 3, pp. 67-90.
Holland, J. (1975): «Features and semantic memory: Set-theoretical or network
model?», Psychological Review, 82, pp. 154-55.
Hórmann, H. (1976): Meinen und Verstehen, Frankfurt, Suhrkamp.
Huddleston, R. (1971): The Sentence in IVritten English: A Syntactic Study
Based on an Analysis of Scientific Texis, Londres, Cambridge University
Press.
Ihwe, J. (ed.) (1971): Literatunvissenschaft und Linguistik: Ergebnisse und Pers-
pektiven, Frankfurt, Athenáum.
— (1972): Linguistik in der Literatunvissenschaft, Munich, Bayerischer Schul-
buchverlag.
— (1976): «The philosophy of literary criticism reconsidered: On the logic of
interpretation», Poetics, 5/4, pp. 339-72.
— y Rieser, H. (1972): «Versuch einer Exploration des Versuchs einer Explo-
ration der neuentdeckten Formelwalder von der Insei Mainau von W erner
Kummer», Linguistiche Berichte.
Isacenko, A. (1965): «Kontextbedingte Ellipse und Pronominalisierung im
Deutschen», en Beitrage zur Sprachwissenschaft, Volkskunde, und Literatur-
forschung, Berlín, Akademie, pp. 163-73.
Isenberg, H. (1968): «Motivierungen zur "Texttheorie"», Replik, 2, pp. 13-17.
— (1971): «Uberlegungen zur Textheory», en Ihwe (ed.), pp. 150-73.
Iser, W. (1975): «Die Wirklichkeit der Fiktion», en W arning (ed.), pp. 227-324.
— (1980): «Texts and readers», en Beaugrande (ed.), pp. 327-43.
Jakobson, R. y Jones, L. (1970): Shakespeare’s Verbal Art in «Th'Expence ofSpi-
rit», La Haya, Mouton.
Jelitte, H. (1973-1974): «Kommentierte Bibliographie zur Sowjetrussischen
Textlinguistil», Linguistiche Berichte, 28, pp. 83-100, y 20, pp. 74-92.
— (1976): Sowjetrussische Textlinguistik, Berna, Lang.
Jennings, E. (1967): Collected Poems 1967, Londres, Mcmillan.
Jespersen, O. (1961): A Modem English Grammar on Historical Principies, Lon
dres, Alien and Unwin.
Johnson, D. (1977): «On relational constraints on grammar», en Colé y Sadock
(eds.), pp. 151-78.
— y Postal, P. (1980): Arc-Pair Grammar, Princenton, Príncenton University
Press.
Johnson-Laird, P. N. (1977): «Procedural semantic», Cognition, 6, pp. 189-214.
— (1978): «What’s wrong with Grandm a’s guide to procedural sematics:
A reply to Jerry Fodor», Cognition, 6, pp. 249-61.
Jones, L. (1977): Theme in English Expository Discourse, Lake Bluff, 111., Jú
piter.
Jorg, S. y Hórm ann, H. (1978): «The influence of general and specific verbal
labels on the recognition of labelled and unlabelled parts of pictures», Jour
nal o f Verbal Language and Verbal Behavior, 17, pp. 455-64.
Kallmeyer, W., Klein, W. Meyer-Herrmann, R. Netzer, K. y Siebert, H. J.
(1974): Lektürekolleg zur Textlinguistik, Frankfurt, Athenáum-Fischer.
Kaplan, J. (1976): «The variability of phrasal anaphoric islands», Twelfth
Proceedings from the Regional Meeting o f the Chicago Linguistic Society,
pp. 337-50.
Karlsen, R. (1959): Studies in the Connection o f Clauses in Current English:
Zero, Ellipsis, and Explicit Form, Bergen, Eides Boktrykkeri.
Karttunen, L. (1968): What Makes Noun Phrases Definite?, Santa Monica, Rand
Corporation TR P-3871.
— (1969): «Pronoums and variables», Firfth Proceeclings from the Regional
Meeiing o f the Chicago Linguistic Society, pp. 108-16.
Katz, J. y Fodor, J. (1963): «The structure of semantic theory», Language, 39,
pp. 170-210.
Kay, H. (1955): «Learning and retaining verbal material», British Journal o f
Psychology, 46, pp. 81-100.
Keele, S. (1973): Attention and Human Performance, Pacific Palisades, Goodyear.
Kintsch, W. (1974): The Representation o f Meaning in Memory, Hillsdale, N.J.,
Erlbaum.
— (1977 a): Memory' and Cognition, Nueva York, Wiley.
— (1977 b): «On comprehending stories», en Just y Carpenter (eds.), Cognitive
Processes in Comprehension , Hillsdale, N.J., Erlbaum, pp. 33-62.
— (1979a): «Learning form text, levels of comprehension, or: Why anyone
would read a story anyway», Poetics, 9, pp. 87-98.
— (1979 b): «Semantic memory: A tutorial», en Nickerson (ed.), Attention and
Performance VIII, Hillsdale, N.J., Erlbaum.
— y Dijk, T. A. van (1978): «Toward a model of text comprehension and pro-
duction», Psychological Review, 85, pp. 363-94.
— y Vipond, D. (1979): «Reading comprehension and readibility in educatio-
nal practice», en Nilsson (ed.), Memory: Process and Problems, Hillsdale,
N.J., Erlbaum, pp. 329-65.
—, Mandel, Th. y Kominsky, E. (1977): «Summarizing scrambled stories», Me
mory and Cognition, 5, pp. 547-52.
Klare, G. (1963): The Measurememnt o f Readability , Ames, Iowa State Univer
sity.
Kloepfer, R. (1975): Poetik und Linguistik, Munich, Fink.
Kock, W. (1971): Taxologie des Englischen, Munich, Fink.
— (ed.) (1972): Stnikturelle Textanalyse, Hildesheim, Olms.
— (1973): Das Textten, Hildesheim, Olms.
— (1978): «Poetizitat zwischen Metaphysik und Metasprache», Poética, 10,
pp. 285-341.
Kohonen, V. y Enkvist, N. (eds.) (1978): Text linguistic, Cognitive Learning, and
Language Teaching, Abo, Finnland, Abo Akademi.
Kristeva, J. (1968): «Problémes de la stm cturation du texte», Linguistique et
Littérature, 12, pp. 55-64.
Kuhn, Th. (1970): The Structure of Scientifie Revolutions, Chicago, Chicago
University Press. Versión en castellano: La estructura de las revoluciones
científicas, México, FCE, 1981.
Kuipers, B. (1975): «A frame for frames: Representing Knowledge for re trie-
val», en Bobrow y Collins (eds.), pp. 151-84.
Kummer, W. (1972a): «Versuch einer Exploration der neuentdeckten For-
melwalder von der Insel Mainau», Linguistiche Berichte, 18, pp. 53-55.
— (1972¿>): «Zum "Versuch einer Exploration des ‘Versuchs einer Exploration
der Neuentdeckten formelwálder von der Insel M ainau’ von W. Kumm er”»,
Linguistiche Beritche, 19, pp. 78-79.
Kuno, S. (1978): «Generative discourse analysis in America», en Dressler (ed.).
pp. 274-94.
Laberge, D. y Jav, S. (eds.) (1977): Basic Process in Reading: Perception and
Comprehension, Hillsdale, N.J., Erlbaum.
Labov, W. (1969): «Contraction, deltion, and inherent variability of the English
copula», Language, 45, pp. 715-62.
— (1972): Sociolinguistic Pattems, Philadelphia, University of Pennsylvania
Press. Versión en castellano: Modelos sociolingüisticos, Madrid, Cátedra,
1983.
— (1973): «The boundaries of words and their meanings», en Bailey y Shuy
(eds.), New ways of Analyzing Variation in English, W ashington, D.C.,
Georgetown University Press, pp. 340-73.
— y Fanshel, D. (1977): Therapeutic Discourse, Nueva York, Academic Press.
— y Waletzky, J. (1967): «Narrative analysis: Oral versions of personal expe-
rience», en Helm (ed.), Essays on the Verbal and Visual Arts, Seattle, Uni
versity of W ashington Press, pp. 12-44.
Lakatos, I. (1976): Proffs and Refutations, Londres, Cambridge University
Press.
Lakoff, G. (1968): Pronoums and Reference, Bloomington, Indiana University
Linguistics Club.
— (1971): «On generative semantics», en Steinberg y Jakobovits (eds.), pp. 232-96.
Lakoff, R. (1971): «If’s, and’s, and but’s about conjunction», en Fillmore y Lan-
gendoen (eds.), Studies in Linguistic Semantics, Nueva York, Holt, Rinehart
& Wiston.
Lambek, J. (1961): «On the calculus of syntactic types», Proceedings o f Sym-
posia in Applied Mathematics, 12, pp. 25-42.
Lang, E. (1976): Semantik der Koordinativen Verknüpfung, Berlín, Akademie
der Wissenschaften.
Larson, R. (1976): «Structure and form in non-fiction prose», en Tate (ed.),
pp. 47-71.
Leech, G. y Svartvik, J. (1975): A Communicative Grammar o f English, Londres,
Longman.
Lehiste, I. (1970): Suprasegmentals, Cambridge, MIT Press.
— (1975): «The phonetic structure of the paragraph», en Cohén y Nooteboom
(eds.), Structure and Process in Speech Perception, Berlín, Springer, pp. 195-
203.
Lenat, D. (1977): «The ubiquity of discovery», Fifth Proceedings o f the Interna
tional Joint Conference on Artificial Intelligence, pp. 1.093-105.
Leodolter, R. (1975): Das Sprachverhalten vori Angeklagten vor Gericht, Kron-
berg, Scriptor.
Leskov, N. (1961): Selected Tales, Nueva York, Noonday.
Levelt, W. et al. (1977): «Grammaticality, paraphrase, and imaginery», en
Greenbaum (ed.), pp. 87-102.
Levesque, H. (1977): A Procedural Approach to Semantic Networks, Toronto,
University of Toronto, CS-TR 105.
— y Mylopoulos, J. (1979): «A procedural semantics for sem antic networks»,
en Findler (ed.), pp. 93-120.
Lévi-Strauss, Cl. (1960): «La structure et la forme», Cahiers de l'Institut de
Science Économique Appliquée, 99, pp. 3-36.
Levin, J. y Jordán, N. (1977): Process Models of Referen ce in Context, Marina
del Rey, University of Southern California Information Sciences Institute
AI-TR 78-72.
Levin, S. (1962): Linguistic Structures in Poetry, La Haya, Mouton. Versión en
castellano: Estructuras lingüísticas en la poesía, Madrid, Cátedra, 1978.
— (1963): «Deviation —statistical and determ ínate— in poetic language», Lin-
gua, 21, pp. 276-90.
— (1965): «Internal and external deviation in poetry», Word, 21, pp. 225-37.
Levy, J. (1971): «Generative Poetik», en Ihwe (ed.), pp. 924-37.
Li, Ch. (ed.) (1976): Subject and Topic, Nueva York, Academic Press.
Linde, Ch. y Labov, W, (1975): «Spatial Networks as a site for the study of lan
guage and thought», Language, 51, pp. 924-39.
Linsky, L. (1971): «Reference and referents», en Steinberg y Jokobovits (eds.),
pp. 76-85.
Livingston, M. C. (1972): «Driving», en The Malibu and Other Poems, Nueva
York, Atheneum.
Loftus, G. y Loftus, E. (1976): Human Memory: The Processing of Information,
Hillsdale, N.J., Erlbaum.
Longacre, R. (1964): Grammar Discovery Procedures, La Haya, Mouton.
— (1970): Discourse, Paragraph, and Sentence Structure, Santa Ana, Sum m er
Institute of Linguistics.
— (1976): An anatomy o f Speech Notions, Lisse, De Ridder.
Lunt, H. (ed.) (1964): Proceedings o f the Ninth International Congress o f Lin-
guist, La Haya, Mouton.
Lyons, J. (1977): Semantics, Londres, Cambridge. Versión en castellano: Se
mántica, Barcelona, Teide, 1980.
Malinowski, B. (1923): «The problem of meaning in primitive languages», en
Ogden y Richards (eds.), The meaning o f meaning, Londres, Oxford,
pp. 296-336. Versión en castellano: «El problema del significado en las len
guas primitivas», en Ogden y Richards (eds.), El significado del significado.
Una investigación acerca de la influencia del lenguaje sobre el pensamiento
simbólico y la ciencia, Barcelona, Paidós, 1984.
Mandler, J. (1978): «A code in the node: The use of Story schema in retrieval»,
Discourse Processes, 1, pp. 14-35.
— y Johnson, N. (1977): «Remembrance of things parsed: Stoiy structure and
recali», Cognitive Psychology, 9, pp. 111-51.
M artin, J. (1969): «Semantic determ inants of preferred adjective order», Jour
nal o f Verbal Language and Verbal Behavior, 8, pp. 697-704.
Matejka, L. y Pomorska, K. (eds.) (1971): Readings in Russian Poetics: Forma-
list and Stmcturalist Views, Cambridge, MIT Press.
Mathesius, V. (1928): «On linguistic characteology with illustrations from
m odern English», en Actes du I Congrés International des Linguist.es, pp. 56-
63.
McCall, W. y Crabbs, L. (1961): Standard Test Lessons in Readability, Nueva
York, Columbia University Bureau of Publications.
McCalla, G. (1978): An Approach to the Organization o f Knowledge for the Mo-
delling o f Conversation, Vancouver, University of British Columbia CT-TR
78-4.
McCawley, J. (1976): «Some ideas not live by», Die neueren Spmchen, 75,
pp. 151-65.
Mel’cuk, I. (1974): Opyt Teorii Lingvisticeskix Modelej «Smysl-Tekst »: Semanti-
ka, Sintaksis, Moskau, Nauka.
— (1976): «Ein linguistiches Modell des Typs 'Smysl-Text'», en Gierke y Jach-
now (eds.), Theoretische Linguistik in Osteuropa, Tübingen, Niemeyer,
pp. 49-67.
— y Zolkovskij, A. (1970): «Towards a functioning meaning-text model of lan
guage», Linguistics, 57, pp. 10-47.
Metzing, D. (ed.) (1979): Frame Conceptions and Text Understanding, Berlín, De
Gruyter.
Meyer, B. (1975): The Organization of Prose and its Effects on Memory, Ams
terdam, North Holland.
— (1977): «What is remembered from prose: A function of passage structure»,
en Freedle (ed.), pp. 307-36.
— (1979): Research on Prose Comprehension: Applications for Composition
Teachers, Tempe, Arizona State University Department of Educational Psy-
chology Prose Learning Series TR 2.
Miller, G. (1951): Language and Communication, Nueva York, McGraw-Hill.
Versión en castellano: Lenguaje y comunicación, Buenos Aires, Amorrortu,
1983.
— (1956): «The magical num ber seven, plus or minus two», Psychological Re-
view, 63, pp. 81-97.
— y Coleman, E. (1979): «A set of 36 prose passages calibrated for comple-
xity», Journal o f Verbal Language and Verbal Behavior, 6, pp. 851-54.
— y Johnson-Laird, P. N. (1976): Language and Perception, Cambridge, Cam
bridge University Press.
—, Galanter, E. y Pribram, K. (1960): Plans and the Structure o f Behavior, Nue
va York, Holt, Rinehart, and Winston.
Milne, A. (1928): The House as Pooh Comer, Londres, Methuen.
Minsky, M. (1975): «A Framework for representing knowledge», en Winston
(ed.), pp. 211-77.
— y Papert, S. (1974): Artificial Intelligence: Condon J^ectures, Eugene, Oregon
State System of Higher Education.
Mistler-Lachman, J. (1974): «Depth of comprehension and sentence memory»,
Journal o f Verbal Language and Verbal Behavior, 13, pp. 98-106.
Mistrík, J. (1973): Exakte Typologie von Texten, Munich, Sagner.
Mohán, B. (1977): «Acceptability testing and fuzzy grammar», en Greenbaum
(ed.), pp. 133-48.
Morgan, J. (1978): «Toward a rational model of discourse comprehension»,
Theoretical Issues in Natural Language Processing-2 , pp. 109-14.
Mounin, G. (1963): Les problémes théoriques de la traduction , París, Gallimard.
Versión en castellano: Los problemas teóricos de la traducción, Madrid, Gre-
dos, 1980.
Muir, J, (1969): How to Keep your Volkswagen Alive: A Manual o f Step-by-Step
Proceclures for the Compleat Idiot, Berkeley, Book People.
Mukarovsky, J. (1964): «Standard language and poetic language», en Garvin
(ed.), pp. 17-30.
Neisser, U. (1967): Cognitive Psychology, Nueva York, Appleton Century-
Crofts. Versión en castellano: Psicología cognoscitiva, México, Trillas,
1988.
Newell, A. y Simón, H. (1972): Human Problem Solving, Englewood Cliffs,
Prentice-Hall.
Nickel, G. (ed.) (1971): Paper in Contrastive Linguistics, Cambridge, Cam brid
ge University Press.
— (ed.) (1972): Reader zur Kontrastiven Linguistik, Frankfurt, Athenáum.
Nóth, W. (1978): «The semiotic framework of text linguistics», en Dressler
(ed.), pp. 31-34.
Ny, J. y Denhiere, G. (1980): «Relative importance of meangful units compre-
hension and recall of narratives by children and adults», Poetics, 9, pp. 147-
61.
O’Connell, D. (1977): «One of may units: The sentence», en Rosenberg (ed.),
pp. 307-13.
Oevermann, U. (1970): Spradie und soziale Herkunft, Frankfurt, Suhrkamp.
Olson, D. y Filby, N. (1972): «On the comprehension of active and passive sen-
tences», Cognitive Psychology, 3, pp. 161-81.
Oomen, U. (1969): «Systemtheorie det Texte», Folia Linguistics, 5, pp. 12-34.
Orton, J. (1967): Loot, Londres, Methuen.
Ortony, A. (1978): «Remembering, understanding, and representation», Cogni
tive Science, 2, pp. 53-69.
Osborne, J. (1960): Look back in Anger, Londres, Faber and Faber.
— (1961a): Luther, Londres, Faber and Faber.
— (1961b): The Entertainer, Londres, Faber and Faber.
Osgood, Ch. (1971): «Where do sentences come from?», en Steinberg y Jako-
bovits (eds.), pp. 497-529.
Paduceva, E. (1970): «Anaphoric relations and their manifestations in the
text», Tenth Proceedings o f the International Congress o f Linguists, pp. 693-
97.
Paivio, A. (1971): Imaginen’ and Verbal Processes, Nueva York, Holt, Rinehart,
and Winston.
Palek, B. (1968): Cross-Reference: A Study from Hyper-Syntax, Praga, Charles
University Press.
Papert, S. (1980): Mindstorms: Computéis, Children, and Powerful Ideas, Nue
va York, Basic Books.
Pavlidis, Th. (1977): Structural Pattem Recognition, Berlín, Springer.
Perlm utter, D. y Postal, P. (1978): Some Proposed Laws of Basic Clause Struc
ture, Yorktown Heights, IBM J. Thomas Watson Research Centre TR.
Petófi, J. (1971): Transformationsgrammatiken und eine ko-textuelle Textheorie,
Frankfurt, Athenáum.
— (1974): «Towards an empirically motivated grammatical theory of verbal
texts», en Petófi y Rieser (eds.), pp. 205-75.
— (1976): «A frame for- FRAMES: A few remarks on the methodology of se-
mantically guided text production», en Proceedings o f the Second Annucd
Meeting o f the Berkeley Linguistic Society, Berkeley, University of California
Institute of Human Learning, pp, 319-29.
— (1978): «A formal semiotic text theory as an integrated theory of natural lan-
guages», en Dressler (ed.), pp. 35-46. Versión en castellano: «Una teoría tex
tual formal y semiótica como teoría integrada del lenguaje natural», en
Petófi y García Beirio (eds.), Lingüistica del texto y critica literaria, Madrid,
Alberto Corazón, 1978, pp. 127-46.
— (ed.) (1979): Text versus Sentence: Basic Questions in Text Linguistics, Ham
burg, Buske.
— (1980): «Einige Grundfragen der pragmatischsem antischen Interpretation
von Texten», en Ballmer, Thomas y Kindt Walter (eds.), Zum Thema 'Spra-
che und Logik': Ergebnisse einer interdisziplinaren Diskussion, Hamburg,
Buske, pp. 146-90.
— y Franck, D. (eds.) (1974): Presuppositions in Philosophy and Linguistics,
Frankfurt, Athenáum.
— y Rieser, H. (1974): Probleme der modelltheoretischen Interpretation von Tex
ten, Hamburg, Buske.
Petrick, S. (1965): A Recognition Procedure for Transformational Grammar,
Cambridge, MIT Dissertation.
Pike, K. (1967): Language in Relation to an Unified Theory o f the Structure of
Human Behavior, La Haya, Mouton.
Pinter, H. (1960): The Caretaker and the Dum Waiter, Nueva York, Grove.
Plett, H. (1975): Textwissenschaft und Textanalyse, Heidelberg, Quelle und
Meyer.
— (ed.) (1977): Rhetorik: Kritische Positionen zum Stand der Forschung, Mu
nich, Fink.
Pollack, I. y Pickett, J. (1964): «Inteligibility of excerpts from fluent speech: Au-
ditory vs. structural content», Journal o f Verbal Language and Verbal Beha
vior, 3, pp. 79-84.
Porter, B. (1972): Found Poems, Nueva Y'ork, Something Else.
Posner, R. (1972): Theorie des Kommentierens, Frankfurt, Athenáum.
— (1981): «Types of dialogue: The functions of commenting», en Beaugrande
(ed.), pp. 381-98.
Postal, P. (1969): «Anaphoric islands», en Fifth Proceedings from the Regional
Meeting o f the Chicago Linguistic Society, pp. 205-39.
Priestley, J. (1950): An Inspector Cali, en The Plays ofJ.B. Priestley, Nueva York,
Harper & Brothers, pp. 262-323.
Propp, VI. (1928): Morfología Skazki, Leningrado, Akademia. Versión en caste
llano: Morfología del cuento, Madrid, Fundamentos, 1980.
Quillian, R. (1966): Semantic Memory, Cambridge, BBN TR AFCRL-66-189.
Quine, W. (1953): From a Logical Point of'View, Cambridge, MIT Press. Ver
sión en castellano: Desde el punto de vista lógico, Barcelona, Ariel, 1962.
— (1960): Word and Object, Cambridge, MIT Press.
Quirk, R. (1978): «Focus, scope, and lyrical beginnings», Language and Style,
11, pp. 30-39.
— y Svartik, J. (1966): Investigating Linguistic Acceptability, La Haya, Mouton.
—, Greenbaum, S. Leech, G. y Svartik, J. (1972): A Grammar o f Contemporary
English, Londres, Longman.
Reichenbach, H. (1947): Elements of Symbolic Logic, Londres, McMillan.
— (1976): Laws, Modalities, and Counterfactuals, Berkeley, University of Cali
fornia Press.
Reichman, R. (1978): «Conversational coherency», Cognitive Science, 2, pp.
283-327.
Rieger, Ch. (1975): «Conceptual memory and inference», en Schank et al.,
pp. 157-288.
Riesbeck, Ch. (1975): «Conceptual Analysis», en Schank et al., pp. 83-156.
Rieser, H. (1978): «On the development of text grammar», en Dressler (ed.),
pp. 6-20. Versión en castellano: «La evolución de la lingüística del texto»,
en Petófi y García Berrio (eds.), Lingüística del texto y critica literaria, Ma
drid, Alberto Corazón, 1978.
Riffaterre, M. (1959): «Criteria for style analysis», Word, 15, pp. 154-74.
— (1960): «Stylistic context», Word, 16, pp. 207-18.
Ringen, J. (1975): «Linguistic facts: A study of the empirical scientific status
of transform ational grammars», en Cohén y Wirth (eds.), Testing Linguistic
Hypotheses, Nueva York, Wiley, pp. 1-41.
Robinson, E. A. (1914): Children o f the Night, Nueva York, Scribner.
Roggero, J. (1968): «La substitution en anglais», Linguistique, 2, pp. 61-92.
Romportl, M. et al. (1977): Studies in Linguistic Typology, Praga, Charles Uni
versity Press.
Rosch, E. (1973): «Natural categories», Cognitive Psychology, 4, pp. 328-50.
— y Mervis, C. (1975): «Family resemblances: Studies in the internal structu
re of categories», Cognitive Psychology, 7, pp. 573-605.
Rosenberg, Sh. (ed.) (1977): Sentence Production: Developments in Research
and Theory, Hillsdale, N.J., Erlbaum.
Ross, J. (1970): «Gapping and the order of constituents», Tenth Proceedings o f
the International Congress o f Linguist, pp. 841-52.
Rothkopf, E. (1976): «Writing to teach and reading to learn: A perspective on
the psychology of written instraction», Yearbook of the National Society for
the Study o f Education, 75, pp. 91-129.
Royer, J. (1977): «Remembering: Constructive or reconstructive?», en Ander
son, Spiro y Montague (eds.), pp. 167-73.
Rubin, A. (1978a): A Theoretical Taxonomy o f the Differences between Oral and
Written Language, Cambridge, BBN TR 3731.
— (1978¿>): «A framewok for comparing language experiences, with particular
emphasis on the effect of audience on discourse models», Theoretical Issues
in Natural Language Processing, 2, pp. 133-40.
Rumelhart, D. (1970): «A multicomponent theory of the perception of briefly
exposed visual displays», Journal o f Mathematical Psychology, 7, pp. 191-
218.
— (1975): «Notes on a schema for stories», en Bobrow v Collins (eds.), pp. 211-
36.
— (1977a): Introduction to Human Information Processing, Nueva York, Wiley.
— (1977b): «Understanding and summarizing brief stories», en Laberge y Sa-
muels (eds.), PP- 262-303.
— y Ortony, A. (1977): «The representation of knowledge in memory», en An-
derson, Spiro y Montague (eds.), pp. 99-135.
Sacerdoti, E. (1977): A Structure for Plans and Behavior, Nueva York, Elsevier.
Sacks, H., Schegloff, E. y Jefferson, G. (1974): «A simplest systematics for
the organization of turn-taking for conversation», Language, 50, pp. 696-
735.
Salmond, A. (1974): «Rituals of encounter among the Maori: Sociolinguistic
study of a scene», en Bauman y Scherzer (eds.), pp. 192-212.
Saussure, F. de (1916): Cours de linguistique générale, Lausanne, Payot. Versión
en castellano: Curso de lingüística general, Madrid, Alianza, 1985.
Schank, R. (1975): «The structure of episodies in memory», en Bobrow y Co
llins (eds.), pp. 237-72.
— (1977): «Rules and topics in conversation», Cognitive Science, 1, pp. 421-41.
— y Abelson, R. (1977): Scripts, Plans, Goals, and Understanding, Hillsdale,
N.J., Erlbaum. Versión en castellano: Guiones, planes, metas y entendi
miento, Barcelona, Paidós, 1985.
—, Goldman, N., Rieger, Ch. y Riesbeck, Ch. (1975): Conceptual Information
Processing, Amsterdam, North Holland.
Schecker, M. y Wunderli, P. (eds.) (1975): Textgrammatik: Beitrage zum Pro
blem der Textualitat, Tübingen, Niemeyer.
Schegloff, E., Jefferson, G. y Sack, H. (1977): «The preference for self-correc-
tion in the organization of repair in conversation», Language, 53, pp. 361-
82.
Schlesinger, I. (1977): Production and Comprehension o f Utterances, Hillsdale,
N.J., Erlbaum.
Schmidt, Ch. (1976): «Understanding hum an action: Recognizing the plans
and motives of other persons», en Carroll y Payne (eds.), Cognition and So
cial Behavior, Hillsdale, N.J., Erlbaum, pp. 47-67.
Schmidt, S. (1968): Bedeutung und Begriff, Brunswick, Vieweg.
— (1971a): Asthetizitat , Munich, Bayrischer Schulbuchverlag.
— (1971b): «Text und Bedeutung: Sprachphilosophische Prolegomena zu einer
textsemantischen Literaturwissenschaft», en Schmidt (ed.), Text, Bedeu
tung, Ásthetik, Munich, Bayrischer Schulbuchverlag, pp. 43-79.
— (1972): «Ist Fiktionalitat eine linguistiche oder eine textheoretische Katego-
rie?», en Gülich y Raible (eds.), pp. 59-71.
— (1973): Textheorie, Munich, Fink. Versión en castellano: Teoría del texto. Pro
blemas de una lingüística de la comunicación verbal, Madrid, Cátedra, 1978.
— (1978): «Some problems of communicative text theories», en Dressler (ed.),
pp. 47-60.
— (1981): Empirical Foundations for the Study o f Literature (en prensa).
Schneider, P. (1978): Organization o f Knowledge in a Procedural Semantic Net
Work Formalism, Toronto, University of Toronto CS-TR 115.
Schweller, K., Brewer, W. y Dahl, D. (1976): «Memory' for illocutionary forces
and perlocutionary effects of utterances», Journal o f Verbal Language and
Verbal Behavior, 15, pp. 325-37.
Scragg, G- (1976): «Semantic nets as memory models», en Charniak y Wilks
(eds.), pp. 101-28.
Searle, J. (1969): Speech Acts, Londres, Cambridge. Versión en castellano: Ac
tos de habla, Madrid, Cátedra, 1980.
— (1975): «Indirect speech acts», en Colé y Morgan (eds.), pp. 59-82. Versión
en castellano: «Actos de habla indirectos», Teorema, VII. 1, pp. 23-35.
Sebeok, Th. (ed.) (1960): Style iu Language, Cambridge, MIT Press.
Selfridge, O. y Neisser, U. (1960): «Pattern recognition by machine», Scientific
American, 203, pp. 60-68.
Sgall, P., Hajicova, E. y Benesova, E. (1973): Topic, Focus, and Generativa Se-
mantics, Kronberg, Scriptor.
Shaffer, P. (1976): Equits and Shrivings: Two Plays, Nueva York, Atheneum.
Shakespeare, W. (ed. de 1936): The Complete Works o f Shakespeare, editado por
G. Lyman Kittredge, Boston, Ginn.
Shannon, CL (1951): «Prediction and entropy of printed English», Bell System
Technical Journal, 30, pp. 50-64.
— y Weaver, W. (1949): The Matliematical Theory o f Communication, Urbana,
University of Illinois Press. Versión en castellano: Teoría matemática de la
comunicación, Madrid, Forja, 1981.
Simmons, R. y Chester, D. (1979): Relating Sentences and Semantic Networks
with Clausal Logic NL-40, Austin, University of Texas, CS-TR.
Simón, H. (1979): «Artificial intelligence research strategies in teh light of AI
models of scientific discovery», Sixth Proceedings from the Regional Meeting
o f the Chicago Linguistic Society, pp. 1.086-94.
Sinclair, J. y Coulthard, M. (1975): Toward an Analysis o f Discourse, Londres,
Oxford,
Sitta, H. y Brinker, Kl. (eds.), Studien zur Texttheorie und zur deutschen Gram-
matik, Dusseldorf, Schwann.
Skalicka, VI. (1977): «Kontext-orientierte Typologie», en Romportl et al., pp.
17-23.
Smith, E. (1978): «Theories of semantic memory», en Estes (ed.), Handbook of
Leaming Processes VI, Hillsadle, N.J., Erlbaum.
—, Shoben, E. y Rips, L. (1974): «Structure and process in sem antic memory:
A featural model for semantic decisions», Psychological Research, 81, pp.
214-41.
Snow, C. y Meijer, G. (1977): «On the secundary nature of syntactic intui-
tions», en Greenbaum (ed.), pp. 163-78.
Spark, M. (1963): Doctors of Philosophy, Londres, McMillan.
Spencer, N. (1973): «Differences between linguist and non-linguist in intui-
tions of grammaticality-acceptability», Journal of Psycholinguistic Research,
2, pp. 83-98.
Sperling, G. (1960): «The inform ation available in brief visual presentations»,
Psychological Monographs, 74, pp. 1-29.
Spillner, B. (1974): Linguistik und Literatunvissenschaft: Stilforschung, Rheto-
rik, Textlinguistik, Stuttgardt, Kohlhammer.
— (1977): «Das interesse der Linguistik an Rhetorik», en Plett (ed.), pp. 93-108.
Spinner, H. (1977): Begriindung, Kritik und Rationalitát , Brunswick, Vieweg.
Spiro, R. (1977): «Remembering information from text: The State of schema
approach», en Anderson, Spiro y Montague (eds.), pp. 137-77.
—, Bruce, B. y Brewer, W. (eds.) (1979): Theoretical Issues in Reading Com-
prehension, Hillsdale, N.J., Erlbaum,
Spitzer, L. (1948): Linguistics and Litemry History, Princeton, Princeton Uni
versity Press. Versión en castellano: Lingüística e historia literaria, Madrid,
Credos, 1961.
Sprung, L. (1964): «Zur Psychologie des Gedáchnisses I: Über einige Abhan-
gigheitsbeziehungen in sinnvollen sprachlichen Texten», Zeitschrift fiir Psy
chologie, 169, pp. 53-51.
Stegmüller, W. (1969): Probleme und Resalíate der Wissenschaftstheorie and
analytischen Philosophie I, Berlín, Springer.
— (1976): The Structure and Dynamycs ofTheories, Nueva York, Springer.
Stein, N. y Glenn, Ch. (1979): «An analysis of story com ptrehension in ele-
m entary school children», en Freedle (ed.), pp. 53-120.
— y Nezworski, T. (1978): «The effects of organization and instructional set on
story memory», Discourse Processes, 1, pp. 177-93.
Steinberg, D. y Jakobovits, L. (eds.) (1971): Semantics: An Interdisciplinary
Reader in Philosophy, Linguistics, and Psychology , Cambridge, Cambridge
University Press.
Steinitz, R. (1968): Adverbial-Syntax, Berlín, Akademie der Wissenschaften.
Stempel, W. D. (ed.) (1971): Beitrage zur Textlinguistik, Munich, Fink.
Stevens, A. y Rumelhart, D. (1975): «Errors in reading: Analysis using an
augmented transition network model of grammar», en Norman, Donald
y Rumelhart, Explorations in Cognition, San Francisco, Freeman, pp. 136-
55.
Sussman, G. (1973): A Computer Model of Skill Acquisition, Cambridge, MIT
Press (AI-TR 297).
Sweet, H. (1906): A Primer o f Phonetics , Oxford, Clarendon.
Tai, J. (1969): Coordination Reduction, Bloomington, Indiana University Lin
guistics Club.
Talmy, L. (1978): «The relation of gram m ar to cognition: A synopsis», Theore
tical Issues in Natural Language Processes-2, pp. 14-24.
Tate, G. (ed.) (1976): Teaching Composition: Ten Bibliographical Essays, Fort
Worth, Texas Christian University Press.
Tennyson, A. (1930): Poetic Works, Londres, Collins.
Thorndyke, P. (1977): «Cognitive structures in comprehension and memory of
narrative discourse», Cognitive Psychology, 9, pp. 77-110.
— y Yekovich, F. (1980): «A critique of schemata as a theory of hum an story
memory», Poetics, 9, pp. 23-49.
Thorne, J. (1969): «Poetry, stylistics, and imaginary grammars», Journal o f Lin
guistics, 5, pp. 147-50.
—, Bratley, P. y Dewar, H. (1968): «The syntactic analysis of English by m a
chine», en Michie (ed.), Machine Intelligence 3, Edinburg, University of
Edinburg Press, pp. 281-309.
Tulving, E. (1972): «Episodic and semantic memory», en Tulving y Donaldson
(eds.), pp. 382-404.
— y Donaldson, W. (eds.) (1972): The Organization o f Memory, Nueva York,
Academic Press.
Twain, M. (1913): Roughing It, Nueva York, H arper and Brothers.
— (1922): The Adventures o fT o m Sawyer, Nueva York, H arper & Row.
Tyler, S. (1972): «Context and alternation in Koya Kinship terminology», en
Gumperz y Hymes (eds.), pp. 251-69.
Ulinj, J. (1980): «Foreign language research: recent trends and future pros-
pects», Journal o f Research on Reading, 3, pp. 17-37.
Ungeheuer, G. (1969): «Paraphrase und syntaltische Tiefenstruktur», Folia Lin
guistics, 3, pp. 178-227.
Vater, H. (1975): «Pro-formen des Deutschen», en Schecker y Wunderli (eds.),
pp. 20-42.
Vendler, Z. (1968): Adjectives and Nominalizations, La Haya, Mouton.
Vinay, J. P. y Darbelnet, J. (1958): Stylistique comparée du frangais et de l'an-
glais, París, Didier,
Walker, D. (ed.) (1978): Understanding Spoken Language, Amsterdam, North
Holland,
Wallace, W. (1965): «Review of the historical, empirical, and theoretical status
of the von Restorff phenomenon», Psychological Bulletin, 63, pp. 410-24.
Warning, R. (ed.) (1975): Rezeptionsásthetik, Munich, Fink.
Wason, P. (1965): «The contexts of Plausible denial», Journal o f Verbal Lan
guage and Verbal Behavior, 4, pp. 7-11.
Watson, J. B. (1930): Behaviorism, Chicago, University of Chicago Press.
Webber, B. (1978): A Formal Approach to Discourse Analysis, Cambridge, BBN
TR 3761.
Weil, H. (1844): De l'ordre des mots dans les langues anciennes comparées aux
langues modemes, París, Jopubert.
— (1887): The Order of'Words in the Ancient Languages Compared with that o f
the M odem Languages, Boston, Ginn.
Weinrich, H. (1964): Tempus: Besprochene und erzahlte Welt, Stuttgart, Kohl-
hammer. Versión en castellano: Estructura y función de los tiempos en el
lenguaje, Madrid, Gredos, 1974.
— (1966): «Das Zeichen des Joñas: Über das sehr Grosse und das sehr Kleine
in der Literatur», Merkur, 20, pp. 737-47.
— (1972): «Thesen zur textsortenlinguistik, en Gülich y Raible (eds.), pp. 161-
69.
— (1976): Sprache in Texten, Stuttgart, Klett. Versión en castellano: Lenguaje
en textos, Madrid, Gredos, 1981.
Weltner, Kl. (1964): «Zur empirischen Bestimmung subjektiver Informations-
werte von Lehrbuchtexten mit dem Ratetest von Shannon», Grundlagens-
tudien aus Kybemetik und Geisteswissenschaft, 5, pp. 3-11.
Werth, P. (1976): «Román Jakobson’s verbal analysis of poetry», Journal o f Lin
guistics, 12, pp. 21-73.
Wesker, A. (1964): The Wesker Trilogy, Harmondsworth, Penguin.
Whorf, B. (1964): Language, Thought, and Reality, Nueva York, Wiley.
Widdovvson, H. (1973): An Applied Linguistic Approach to Discourse Analysis,
Edinburg, University of Edinburgh dissertation.
Wienold, G. (1971): Formulienmgstlieorie, Frankfurt, Athenáum.
__(1972): Semiotik der Litemtur, Frankfurt, Athenáum.
— (1973): Die Erlembarkeit der Sprachen, Munich, Kosel.
Wikberg, K. (1978): «On applications of texts linguistics to the analysis and
writing of foreign language teaching materials», en Kohonen y Enkvist
(eds.), pp. 143-59.
Wilde, O. (ed. de 1956): The hnportance o f Being Earnest, Nueva York, New
York Public Library.
Wilensky, R. (1978a): Understanding Goal-Based Stories, New Haven, Yale CS-
TR 140; reim presión en Nueva York, Garland, 1980.
— (19786): «Why John married Mary: Understanding stories involving recu-
rring goals», Cognitive Science, 2, pp. 135-66.
Wilkins, D. (1976): Notional Syllabuses, Londres, Oxford.
Wilks, Y. (1972): Grammar, Meaning, and the Machine Analysis o f Language,
Londres, Routledge.
— (1977a): «Good and Bad arguments for semantic primitives», Communica-
tion and Cognition, 10, pp. 181-221.
— (1977 b): «What sort of a taxonomy of causation do we need?», Cognitive
Science, 1, pp. 253-64.
— (1979): «Making preferences more active», en Findler (ed.), pp. 239-66.
Wilson, A. (1958): Anglo-Saxon Altitudes, Londres, Secker and Warburg.
Winograd, T. (1972): Understanding Natural Languages , Nueva York, Academic
Press.
— (1975): «Frame representation and the declarative-procedural controversy»,
en Bobrow y Collins (eds.), pp. 185-210.
— (1976): Towards a Procedural Analysis o f Semantics, Palo Alto, Standford AI-
TR 292.
— (1979): «Beyond programming languages», Commimications o f the Associa-
tion for Computer Machinery, 22, pp. 391-401.
Winston, P. (ed.) (1975): The Psychology o f Computer Vision, Nueva York, Mc-
Graw-Hill.
— (1977): Artificial Intelligence, Reading, Addison-Wesley.
— y Brown, R. (eds.) (1979): Artificial Intelligence: An MIT Perspective, Cam
bridge, MIT Press.
Winterowd, R. (ed.) (1975): Comtemporary Rhetoric, Nueva York, Harcourt,
Brace, and Jovanovich.
Wodak, R. (1980): «Discourse Analysis and courtroom interaction», en Beau
grande (ed.), pp. 369-80.
Wodak-Leodolter, R. (1979): «Schicht- und geschlechtsspezifische Form en der
Selbtdarstellung in einer therapeustischen Gruppe», en Velde y Vandeweg-
he (eds.), Sprachstruktur, Individuum und Gesellschaft, Tübingen, Nieme-
yer, pp. 221-28.
Woods, W. (1970): «Transition netwok gramm ars for natrual language anly-
sis», Communications o f the Association for Computer Machinery, 13, pp.
591-606.
— (1975): «What’s in a link: Foundations for sem antic networks», en Bobrow
y Collins (eds.), pp. 35-82.
— y Brachman, R. (1978): Research in Natural Language Understanding, Cam
bridge, BBN Quarteriy Progress Report TR 4, 3963.
— y Makhoul, J. (1973): «Mechanical inference problems in continous speech
understanding», Third Proceedings of the International Joint Conference on
Artificial Intelligence, pp. 200-207.
— et al. (1976): Speech Understanding Systems: Final Report, Cambridge, BBN
TR 3438.
Wright, G. von (1967): «The logic of action», en Rescher (ed.), The Logic of De
cisión and Action, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, pp. 121-36.
Wright, P. (1968): «Sentence retention and transform ation theory», Quarteriy
Journal o f Experimental Psychology, 20, pp. 265-72.
Wunderlich, D. (1971): «Pragmatik, Sprachsituation, Deixis», Literatunvissens-
chaft und Linguistik, 1, pp. 153-90.
Zadeh, L. (1975): «Fuzzy logic and approximate reasoning», Synthese, 30, pp.
407-28.
— (1979): «Approximate reasoning based on fuzzy logic», Sixth Proceedings o f
the International Joint Conference on Artificial Intelligence, pp. 1.004-10.
Zolkovskij, A. y Sceglov, J. (1967): «Strukturnaja poétika-porozdajuscaja poe-
tika!», Voprosy Literatury, 11, pp. 78-89.
ÍNDICE DE NOMBRES
Los números rom anos citan capítulos, las cifras rem iten a párrafos y los
números índices se refieren a notas.
Abelson, 111.33, V.16, VI.14-15, 29, Biasci, II15
VI9, VIII.9-10, VHP. s, X.21 Bierwisch, 11.22, III.7, X>4
Adams, IX22 Blom, VI.27
Admoni, IX1 Bloomfield, II.9
Aiello, X26 Blumer, X5
Alien, P. 10, V.16, VI.6, 9.7, VP Blumstein, VII.9
Anderson, J„ V.7, VI.24 Bobrow, D„ III. 19, IV.5, V.9, X.3
Anderson, R., IX22 Bobrow, R., V.30
Apeltauer, VIII. 11 Bock, V2, X'
Aquino, V*° Bolinger, IV.25, V^, VI.26
Austin, VI.6-7, 10 Bouton, IV.25
Ausubel, H'7, IX.25 Bower, IX22
Brachman, V.17, 30
Ballmer, Prefacio3, II4 Bransford, II17, IX.28, IX24
Balzer, III'*, X.26 Bratley, IV.5
Barclay, IX.28 Brazil, IV.54-58
Barlett, V.16, IX.30 Bremond, 11.12
Bauman, I '4, 11.15 Bresnan, IV.22
Beaugrande, P 5' 9> >2, II.8, 111.12, Brinkner, II. 1
IV.7, V.16, VI. 13, X'3 Brinkman IX'
Beerbohm, IV. 18, 25 Brown, J. S., X2*
Bellert, I5 Brown, Richard, III.33
Bencheley, VI.32-33 Brown, Robert, II.3
Benes, IV. 51 Brown, Rogert, IV.36, VIII.7
Bernstein, VI9 Bruce, I9, IV.40, VI.6, 16, X "
Berry, III1 Buge, IXI4. 25
Bever, III7 Bullwinkle, IV.2.2, IX.23
Camarazza, IV.22 Darbelnet, II2, X.23
Carbonell, VP Dascal, Prefacio2
Carnap, VII14 Deeping, IV. 13
Carrol 1, IV.27, VI.9.1, VII. 15, 18, Denhiere, VII5
VIII.3, IX. 17, X.16 Desoto, VII. 18.2
Cárter, VIII. 9 Dewar, IV.5
Catford, X.23 Dickens, 1.15, I" , IV.30-31, 34-35, 44,
Chafe, IV.29, 34, 52, V.27, V'<> 48, VI. 16, VIII.3
Chanslor, I13 Dijk, 15.9, n.2, 11, 30, 33, 36-37, 40-
Chapín, IV27 42, I11*. '7, IV. 12, 42, IV3, V.16,
Charniak, V.16, 27,34 VI.2.6-28, VII. 18.1, IX.40, IX22, X ’4
Chase, VII. 18.2 Dik, IV.42
Chatman, 11.11 Dillon, IV.40, IV33¡>
Chester I', III23, J\p, V>° Dittmar, I14
Chomsky, 11.21, 32, 40, IV.6 Dolezel, II.8
Christaller, IV.5 Donne, IX. 12
Christiensen, X. 12 Dougherty, IV.26
Cicourel, X6 Dowty, IV.,38
Clark, E„ 111.34, VII.9, 18.2 Dresher, VIL 18.3
Clark, H„ 111.34, VII.9, 18.2 Dressler, Prefacio. 1, 4, II. 1, II10, IV. 16,
Cohén, p. io, V.16, VI.6, 8, VP 21, 32, VII. 18.7, X.5, X«. >9. 21
Colby, 11.12, V.16 Drury, IX14
Colé, IV1 Dundes, 11.12
Coleman, V10
Collins, V.12, 18, 21, IX22, X.3, 27, Edmonson, IV.22
X I 1,26 Eichenbaum, X.13
Conan Doyle, VI.3 Eikmeyer, V13
Copee, IV.23 Eisenstadt, IV.2
Corbett, 11.35 Engel, Xs
Coseriu, 11.23-24, 26, III1, IV33, X24 Enkvist, II.7, X .l
Coulthard, 1.13, I5, II. 1, 16, II3 Erlich, X12
Crabbs, I 1, V10 Ernst, III'3
Craik, IIF Ervin-Tripp, VI.27
Crowder, I2, IV. 2
Crymes, I3, IV.,32 Fahlman, V.17
Crystal, III.7, IV.54 Feyerabend, X26
Cullingford, V.16, X2! Figge, IV.25
Cummings, VIL 10 Filby, VII.18.2
Fillmore, IV.40, V.27, V13- '6, VIII. 1,
Dahl, D„ X.5 VIII3» IX.32, IX'9
Dahl, O., IV.51 Finke, X2&
Danés, II. 1, IV..51 Firbas, IV.51, 53
Danks, 111.26 Firth, IIIi
ÍNDICE DE NOM BRES 327
Fishman, VI.27 Gülich, II. 1, IV.50, EX.3
Flower, III. 10, 18, 20, 23, X 11 Gumperz, I14, 11.15, VI.27, X*
Fodor, 11.28, II4, 6, VI» Gunter, IV.32
Fowler, III9
Frake, X7 Halle, IX3' 22
Frank, IV.50, X.6 Halliday, I3, 111.24, III 1, IV.23, 25, 27,
Fraser, IV.5 32, 41-42, 51, 54-56, IV3°, VIII.6
Frederiksen, V.27 Handel, VII. 18.2
Freedle, IX3. 22 Hankamer, IV.22
Frege, V II'4 Hansen-Love, X12
Fied, IV, 16 Hardy, VI.3
Fríes, II. 1 Harris, G„ X2^
Fritsche, II15 Harris, Z. 11.21-22, 31, II5, IV. 12
Frost, IV. 14 Hartmann, II. 1, 30, IF, III 1
Harweg, II. 1
Galanter, VI6 Hasan, I3, IV.23, 25-27, 32, 42, IV3°,
Garret, VI8 VIII. 6
Garvín, X 12 Haskell, IV.25
Gentner, X 11 Havranek, X.13
Gilman, VIII.7 Hayes, J„ III. 10, 20, 23, X 11
Gindin, II. 1 Hayes, P„ V I, 17
Givon, VII.20 Hayes-Roth, V.7
Gleitman, IV.42 Heger, 11.26
Glenn, IX.6, IX22 Heider, VI.6
Goffman, VIII.2, 5, VIII4, X.8, X* Heidolph, 11.29, 36, 40
Goldman, 111.16, IV. 15, V.3, VI9, X.26, Helbig, IX1
X2' Hemingway, X.16
Goldsmith, IV. 13, 25, 33, VIII.7 Hempel, III.3
Goldstein, IIL33, V.9 Hendricks, X 14
Golkova, IV.51 Heringer, VI.23
Gomulicki, IX.28 Hess, VII.6
Goodglass, VII.9 Hirsch, IV23, X .ll
Goodman, IV13 Hobbs, I3, III.33
Govínda, IV. 18, 31, 52 Holland, V4
Green, IV. 13, 26 Hormann, I9, V.2, V 5, VI.6, 21
Greenbaum, I10, VL23-24 Hornstein, VII. 18.3
Greimas, 11.12, V6 Huddleston, IX.5
Grice, VI.6-7, 9-11, VI3. 4, IX.20-21 Hymes, I 14, 11.15, X¿
Grimes, I>2, IV.39, 50-51, IV36, V.27
Groeben, I '2, IV.39, 50-51, IV3^, V.27 Ihwe, 11.11, 30, 33, 40, IX5
Grosse, EX..3 Isacenko, IV.25, 32
Grossman, IV.51, IV36 Isenberg, 11.29, 36, 40
Grosz, III.33, IV.32 Iser, IX5
Jakobovits, II.32 Larson, X. 12
Jakobson, II. 11, X..13, X 13- ls Leech, IV.34
Jelitte, II. 1 I.ehiste, IV.54
Jennings, I1, VII.29 Lenat, III27, X.26
Jespersen, VII,33 Leodolter, X7' 8
Johnson, D., IV.4, IV1 Leodolter-Wodak, X 7-8
Johnson, NL, V.16, IX22 Leskov, IV.28
Johnson-Laird, 111.24, IV.41, V.9, 20, Levelt, VI.26
V25, VII. 18.2 Levesque, III.4, V.9, 17
Jones, 11.11, X>3. 18 Levin, J., IV. 15
Jórg, VI.6, 21 Levin, S„ 11.11, X 13
Joyce, VIL 18.7 Lévi-Strauss, 11.12
Levy, X '4
Kallmeyer, II. 1 Lewis, IX. 12
Kaplan, IV.22 l í , iv.5i, rv 3<>
Kareev, IV.2 Linde, VII. 18.2
Karlsen, IV.25, 32 Linsky, VII14
Karttunen, I5 Livingston, VIL 10
Katz, 11.28, II-», V5'6 Lockhart, III6
Kay, IX.37.6 Loftus, E„ I '2, IV.2, V.5, 12, X.27
Keele, IV. 2, VII.l Loftus, G„ I i2, IV.2, V.5, 12, X.27
Kennedy, VIII.9 London, VII.18.2
Kinstch, I3, 11.37, 111.34, V.7, 15-17, Longacre, 11.13, IV.39, V.27, V>*
19-20, 27, V3. 7. io> v ii . i i, VHP, Lyons, IVIS
IX.40, IX14' 22, X 10
Kircher, X' Magner, VI.9.4
Klare, X.9 Makhoul, III.2, VIL9
Kloepfer, II. 11 Malinowski, 11.12
Koch, 11.11, 26, 116. V6 Mandler, V.16, IX22
Kock, 11.30 Margalit, Prefacio.2
Kohonen, X.l Markov, VII.2
Kxisteva, I15 Marlowe, IX. 12
Kuhn, Prefacio.4, 7, X26 Martin, 111.26
Kummer, 11.30-31 Matejka, X 12
Kuno, II. 1 Mathesius, IV.51, X .l3
McCall, I', V¡o
Labov, V.5, VI.24-25, VII.18.2, IX.6, McCalla, I9. V.16, VI.6, VI9
Xs McCawley, VI.26
Lakatos, X26 Mead, X.8
Lakoff, G„ IV.26, 28, VI.26 Meijer, III.7, VI.23-24, 26
Lakoff, R„ IV.42 Mel’cuk, 11.38-40
Lambek, VI.23 Mervis, V.18, V4
Lang, IV.42 Metzing, IV. 5, V.16
ÍNDICE DE NOMBRES