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ENSAYO DE LA CLASE DE ETICA: ETICA-MORAL-INTEGRIDAD-HONESTIDAD

En Colombia, un país donde perfectamente podríamos estar viviendo de una manera tranquila,
donde toda la población, o bien en su mayoría, con todas las riquezas y buenos factores que
tenemos como país, debería estar en una mejor realidad. Sin embargo, nos rodean cantidades y
cantidades de problemáticas sociales, políticas y económicas. Aparte de eso, hoy en día nos invade
el silencio de una sociedad masoquista, una sociedad que prefiere vivir con miedo y aguantar las
opresiones de los que tienen el “poder del país”.

Aquí está de forma latente la “moda” de que muchos jóvenes hoy en día tengan en su cuerpo un
tatuaje con frases o pequeñas palabras en diferentes lenguajes e idiomas. No es que sea malo
tenerlo, cada quien tiene derecho a realizar su personalidad, siempre y cuando este desarrollo no
afecte los derechos e integridad de los demás. La cuestión está en que nosotros como colombianos
(en gran cantidad) lo que primero vemos, primero usamos. Es decir, nosotros no somos capaces de
ir un poco más allá de las cosas, no nos tomamos un tiempo más para pensar, verificar e indagar
sobre lo que queremos, nuestra mentalidad mediocre y afanada, nos impide avanzar hacia la
búsqueda de lo correcto, lo bueno.

De forma general, nuestra sociedad colombiana dañada por generaciones por el dolor del
narcotráfico, de la guerra, muertes, atentados, bombas y todo lo que en años atrás vivimos como
país y que aun se mueven en flagelos notorios en la sociedad actual, jóvenes en drogadicción,
hurtos, sicariato, micro y narcotráfico, lideres asesinados a diario, violaciones sexuales, pérdida de
valores y un sinfín de cosas más, hace que como colombianos que somos tengamos la costumbre
de querer todo fácil, en lugar de tener una mentalidad arrolladora tenemos una mentalidad pobre
y destructiva en todos los aspectos. Eso es precisamente y de manera pequeña una de las diferencias
en cuanto a muchos de los países del otro lado del mundo. Allá hay mentalidad arrolladora y exitosa
desde pequeños, mientras acá en nuestro país, Colombia, abunda la ignorancia, pobreza,
desplazamiento, desnutrición, el hambre y los miles de abusos y atropellos en contra de nuestros
pequeños. Todo esto de cierto modo crea un rango de inferioridad de los nuestros, comparado con
aquellos.

Y no es que en los países desarrollados o potencias los niños sean superiores o mucho mas
inteligentes, ni vienen de otro lugar ni se expresan de manera tan diferente a los niños colombianos,
pero si tienen algo que nuestro país tiene en dosis muy pequeñas y no en muchas personas:
DISCIPLINA.

Los menores en países potencia, desde pequeños aprenden a respetar una clase, a prestar atención,
a escuchar a los demás y todo lo que viene después de ello. Acá no, aquí la situación es totalmente
distinta, para un docente ser escuchado en un salón de niños e incluso de jóvenes que ya entienden
se vuelve una odisea, nos acostumbramos a buscarle una excusa a todo, si llegamos tarde, una
excusa, si no vamos, una excusa. Nuestra carta de presentación siempre, lastimosamente, son las
excusas, la pereza y la falta de una mentalidad clara.
Hoy como persona que soy de este país, me duele ver que se le exija mucho mas a un futbolista que
a un presidente o al gobierno. Nos centramos en ver los problemas de los demás aun cuando acá en
Colombia tenemos nuestros propios problemas, seguimos sin entender que un docente, un médico
y un bombero, son muchísimo más importantes que un futbolista porque nos encerramos tanto en
esta pasión, que de por sí no es mala, tan solo que como sociedad joven la educación y la mejora
como país no despiertan ni la mitad de pasión y alegría que se tiene cuando rueda una pelota de
futbol. Quien marca un gol no es realmente mas importante que alguien que salva una vida,
tampoco es mas que un docente quien con amor, ganas, empeño, dedicación y esfuerzo busca la
manera de aportar su granito a la construcción de un mejor país, superando los miles de obstáculos
que hoy en día la educación tiene. Quien suda una playera de marca, no es más que una persona
que salva un bosque, que salva una casa o una familia en una inundación o un incendio, con las
llamas casi que en sus caras y el calor agobiante del fuego en todo su esplendor. Un futbolista no es
más, pero tampoco me atrevería a decir que es menos y realmente no tengo lio con los futbolistas,
tan solo es uno de los puntos de comparación mas claros que tengo, pues desde pequeños muchos
hemos practicado y tenemos idea de este hermoso deporte.

Una de las causas de que se piense esto es que en los últimos años, se perdieron las costumbres o
la cultura antigua en este país, allá no, allá se mantiene casi que intacta. Allá creen que eso es
indispensable porque tienen la certeza de que eso es creer en ellos mismos y en sus raíces. Aquí
cada uno cree lo que quiere creer y piensa lo que quiere pensar, es más hoy en día no creemos en
el potencial que podemos explotar, la cultura se perdió hace tiempos, dejamos de creer en lo
nuestro e hicimos a un lado lo que es importante para un país.

Acá en nuestro país, tu dejas algo afuera y al momento no está. ¡Ya no estará ahí! La gente
colombiana tiende a “aprovechar” pero de mala forma lo que el otro quiere brindar. Dejas algo por
ahí fuera y en menos de nada o en poco tiempo, ya no está. No hay honestidad, no hay respeto. La
verdadera inteligencia, está en los pequeños detalles, no en los grandes inventos, está presente en
valorar las cosas sencillas, tener siempre claro principios y valores para la construcción de una mejor
sociedad. Y todo esto no se construye sólidamente en una escuela como muchos piensan, se
refuerza allí, sí, pero esto se construye desde casa y es ahí el lugar donde empezamos a fallar.

Nos sentimos inteligentes con los errores de los demás, nos sentimos alegres cuando se equivocan
y esa equivocación nos favorece, confundimos la inteligencia con la ignorancia y con el interés.

En medio de nosotros siempre está como primera opción juzgar y criticar a las demás personas sin
antes mirar lo que hacemos nosotros, no entendemos que también nos equivocamos ni que el
hecho de que una persona erre diferente a mí quiere decir que lo que yo hago está bien ni que tengo
derecho a juzgar. ¿Por qué digo eso? Porque si hablamos de corrupción, esto en lo que todos
creemos (o por lo menos la mayoría) solo se da en los políticos, en los policías o solo en la gente de
estrato alto o que tiene dinero, que según nuestro criterio tienen dinero porque “llegan para
robar”…
Si bien dicen por ahí, la educación se da en la casa. Total y absolutamente cierto. Desde pequeños
nos enseñamos a hacer lo incorrecto y nos aplauden, desde tomar un lápiz o un dulce en el colegio,
hasta llegar a ser congresista, policía o alguien de dinero. Todo esto se ve cuando estamos grandes,
porque de pequeños nunca hubo una preocupación por corregir de manera clara y eficaz los errores
que se decía eran “mínimos”, pero ese lápiz o ese dulce, se convierte en un celular, un reloj, un auto,
dinero, oportunidades.

Desde temprana edad aprendemos la mentira, la viveza, hacerle daño a la otra persona sin que ella
se de cuenta y celebrarlo. Somos doble moralistas, una imagen que circula en redes sociales dice lo
siguiente:

“Esta es una sociedad en la que la gente quiere dos policías, uno que ponga el orden y otro que
me dé un chance; quiere dos políticos, uno que sea serio y otro que le regale; quiere dos códigos
de ética, que su mujer sea casta y pura pero que la del vecino sea flexible. Es difícil, la gente quiere
cumplir con la ley, quiere mejora salarial, quiere empleo, pero no trabajar. ¿Entonces?...”

Queremos dar, pero que nos devuelvan tres veces más, queremos tener pero quitándole las cosas
al otro, queremos ser extravagantes y ostentosos con lo que tenemos, mientras otros mueren en la
miseria y el estigma de una sociedad que va de la mano con lo material.

Somos tan ignorantes que peleamos, discutimos y nos sentimos afectados viendo una mamá
dándole leche materna a su bebé, mientras a la vuelta de la esquina niños sufren en la calle sin techo
ni comida y se pierden vidas en los centenares de delitos que aquejan nuestra sociedad.

No hay voluntad suficiente para querer cambiar la situación. Tenemos una mente pobre y escaza,
queremos resultados pero no queremos ser participes del cambio. No somos resilientes, vemos las
dificultades y no queremos salir, por el contrario nos encerramos en los problemas y no queremos
levantar cabeza para cambiar todo lo que a nuestro alrededor nos agobia. Vemos las cosas y
preferimos callar, hacer de cuenta que no estamos ahí, no aportamos para hacer las cosas cuando
toca y debe. Ah, pero si nos ofrecieran dinero para hacer lo que debemos ahí si sobraría gente por
doquier. Porque somos interesados, “queremos” una realidad distinta, pero somos ciegos ante lo
evidente, aunque viendo los notorios errores de los demás si somos los primeros en querer juzgar.
Porque como dice el refrán, “al caído caerle”, y aquí si que somos expertos en esto. Somos bastantes
expertos en hacer prejuicios y no quedar satisfechos, señalar a las personas de manera
discriminatoria, causamos dolor a los demás de manera tan consciente pero nos importa “cinco” el
dolor ajeno, porque tenemos el ego en las nubes, y la sociedad funciona así: gente muy buena con
el autoestima en el piso mientras que gente malvada y mala persona con el ego elevado.

El engaño hace parte de nosotros, queremos introducirle algo a una persona a las malas, ya no hay
honestidad, si a una persona se le cae dinero, son pocos los que dicen: “Ey, toma se te cayó esto”.
¡No! Nosotros tomamos eso como si fuera de nosotros sin importar que alguien nos mire,
simplemente no tenemos honestidad ni vergüenza. Somos tan descarados que compatriotas
nuestros en medio de la algarabía de un partido de futbol, se aprovechan del poco conocimiento
del idioma español de unos extranjeros, para tratarlos de lo peor sin importar que sean mujeres,
burlar la seguridad e ingresar licor de manera ilegal a un estadio, y por encima de todo hay gente
que se atreve a decir: “Que verracos somos los Colombianos” o “Los Colombianos somos únicos”.
Lastimosamente le damos uso a esa verraquera para cosas sin sentido, para hacer daño.
Indignante…

A diario, muchas personas desde jóvenes hasta aquellas personas con su edad encima, regalan o
empeñan su vida, su dignidad por oro, por dinero, por placeres, por vicios, entre otros. Somos una
sociedad débil, frágil, vulnerable y no queremos caer en cuenta.

Como país, necesitamos que se diga y se haga lo verdadero. Hoy en día hasta los periodistas
mienten, los artistas son gente que vive apegada a lo material y poco buen ejemplo dan a las
generaciones que vienen tras ellos, la familia no está comprometida con formar una persona con
conciencia, con valores y que tenga la visión de servirle y cambiar la sociedad. Que genial seria que
el rico ayudase al pobre sin ser juzgado.

Lo primero que vemos u oímos al levantarnos es una notica de muertes, necesitamos que la muerte
no sea la noticia del día, que los políticos tengan más acción menos politiquería, y esto, así no lo
parezca, aporta a lo negativo.

Concluyo diciendo que como Colombiano no me siento orgulloso de lo que como país hoy en día
demostramos. No me siento orgulloso de la marca y el estigma que por nacer en Colombia cargamos
como si todos fuésemos narcotraficantes. No me siento nada orgulloso de esto, porque esto fue lo
que dañó por generaciones mi país y que de manera lamentable seguirá siendo un flagelo notorio
durante muchos años en nuestra sociedad. Tampoco siento orgullo de la gente que aprovecha su
inteligencia para abusar de la buena fe de los demás, ni de aquellos que de manera deshonesta
logran sus metas bien sea desde lo más mínimo hasta lo más grande.

Cómo me gustaría que en mi país se diera mucha mas importancia a la educación, a la ciencia, que
hayan más y mejores oportunidades para la educación básica, secundaria y superior; más
importancia a los niños y su sano crecimiento en todos los aspectos desde temprana edad.
Fortalecer su educación desde casa, me gustaría ver un cambio en mi país, donde haya igualdad y
equidad en su máxima expresión.

Si bien la corrupción es un hueso duro de roer, como se dice comúnmente, no es imposible si se


tiene la iniciativa de cada uno como parte de la sociedad puede aportar algo para ello, pues tenemos
la idea de que los únicos corruptos son los del gobierno o altos personajes del orden nacional y aquí
sentimos impotencia, pero olvidamos que en un sinfín de ocasiones somos corruptos de manera
menor o diferente a ellos y de manera abrupta sentimos orgullo.

Sueño con un país mejor, no con una nación donde en un lugar impere la ley mientras que en el otro
hayan fronteras invisibles impuestas por combos delincuenciales que imponen su “ley” a diestra y
siniestra, ante el ojo de una sociedad creciente y vulnerable que ante la falta de oportunidades y
presencia gubernamental prefieren tomar el camino equivocado.

Para que todo esto (y las miles de cosas que faltan por nombrar para que nuestro país sea cada día
mejor) pueda ser posible y sea una realidad visible, notoria, hay que dejar de creer en milagros y
entender de manera clara que el cambio empieza por cada uno de nosotros así parezca algo
inalcanzable. Dejar a un lado la indiferencia y la marginación que tanto nos dividen, necesitamos un
pacto de solidaridad moral entre compatriotas de diferentes clases, géneros y comunidades,
dejando a un lado el miedo a la igualdad. Recuperar la acción y la credibilidad, y sobre todo:
ENTENDER QUE TODOS SOMOS UNA NACIÓN.

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