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Manual
MANUAL DE EXAMEN
PSICOPATOLÓGICO
Presentado por:
Asesor:
Edwin Tapia Müller
LIMA-PERU
2018
Índice
Introducción…………………………………………………………………………………
Es por esto, que este manual tiene como finalidad en ser un guía en el uso de la preparación
y repaso teórico. Para así conservar a través del tiempo, todos aquellos conocimientos
relacionados con la psicopatología, que servirá como fiel herramienta ante nuestra lucha e
investigación con lo desconocido de la mente humana.
Sin temor al desatino, bien puede considerarse que desde que el hombre es hombre, es decir,
desde que comenzó a hablar y a ser hablado, la locura y otras manifestaciones
psicopatológicas le han acompañado como su sombra. En gran medida, la investigación y
la terapéutica de los trastornos de la mente surgió como efecto de la transformación de las
opiniones populares (doxa), estrechamente vinculadas a lo sagrado y sobrenatural, en teorías que
hoy calificaríamos de médico-psicológicas. Pero el mosaico de referencias y perspectivas que cabría
considerar a la hora de reconstruir una cumplida historia de la psicopatología podría incluir aún
otros ámbitos implicados, como la biología, la filosofía, la magia, la religión, la ley, el arte y la
literatura.
Nos procurarían una visión global y totalizadora, el núcleo donde todos ellos se imbrican puede
situarse en la noción clásica de "enfermedades del alma". Surgidas éstas por analogía con las
enfermedades del cuerpo, tradicionalmente estudiadas y atendidas por la medicina, los discursos
sobre tan curiosa variedad de enfermedades se asientan en gran medida en el seno de la filosofía.
De esta manera, la psicopatología se rige y desarrolla sobre un terreno definitivamente hibrido
mezcla de materiales tanto médicos (enfermedad) como filosóficos (alma), pero aun así
perfectamente accesibles y heterogéneos.
El pensamiento filosófico de la Grecia clásica tendió desde siempre a considerar el alma o la
mente como algo cualitativamente distinto al cuerpo, al menos en lo concerniente a los
estratos superiores. Así, Platón estableció en “La República” la existencia de tres ánimas
diferenciadas: la "apetitiva", que acogía las necesidades o apetitos de la persona; la
“afectiva", relacionada con las emociones, las percepciones y el conocimiento de las cosas
concretas y particulares; y la “racional", que tenía a su cargo las funciones más elevadas, esto
es, el conocimiento de las cosas más generales y abstractas. Las dos almas inferiores
(apetitiva y afectiva) estaban en relación directa con el cuerpo, pero el alma racional era,
según Platón, inmaterial e inmortal.
Por su parte, Aristóteles (384-322 a. C.), si bien introdujo una noción más naturalista, siguió
considerando en el alma tres estratos: el "vegetativo", similar al alma de las plantas y del cual
dependerían las funciones de crecimiento, asimilación y reproducción; el "sensitivo", que el
ser humano compartiría con los animales y al cual corresponderían las funciones vinculadas
a las esferas sensitiva y motriz; y el "racional", presente únicamente en el hombre y al que
incumbirían las funciones intelectivas.
A partir del siglo IV a. C., los médicos hipocráticos ya distinguieron entre enfermedades de
curso breve y de curso rápido, pero para ellos tuvo más importancia otra característica: la de
si la enfermedad era fruto del azar (enfermedades, que por lo general solían ser agudas y
podían ser curables) o si se debía a una "necesidad absoluta", a una imposición de las fuerzas
de la Naturaleza (enfermedades).
En este último caso, podían ser curables o no curables. En las enfermedades incurables, el
médico se negaba a intervenir, pues hacerlo iba contra las leyes de la Naturaleza y era una
inútil "desmesura". La medicina griega consideró la enfermedad mental como incurable y
crónica, y los médicos podían negarse a atender a estos pacientes (actitud que se consideró
legítima hasta finales del siglo XVIIl). Los griegos tuvieron también en cuenta como factores
de cronificación la herencia ("temperamento", constitución), en gran parte inmodificables,
evidenciando una concepción fatalista de la medicina doblegada por el concepto de "destino".
Congruentes con el presupuesto inicial de la materialidad del alma, los griegos fueron
paulatinamente atribuyendo a las enfermedades psíquicas una physis o naturaleza material,
tal como se venía haciendo con las enfermedades del organismo.
A diferencia del tratamiento propuesto por el modelo filosófico, los médicos de la
Antigüedad recurrieron a terapias eminentemente físicas y más acordes con sus concepciones
nosológicas y etiológicas. En este sentido, la escuela humoralista prodigó un tipo de
tratamiento que estaba dirigido a provocar la catarsis del humor sobrante; se valió para ello
de la prescripción de dietas, ejercicios evacuantes, baños, ventosas, sangrías, eméticos,
diuréticos o purgantes. Por su parte, la escuela metódica destinó sus terapéuticas a mejorar o
paliar los supuestos estados constrictivos, recurriendo a propuestas que entrañaban ejercicios
mecánicos, en especial los masajes y los paseos.
En el ámbito concreto de la terapia psíquica, la orientación médica se limitó
mayoritariamente a pergeñar medidas destinadas a procurar tranquilidad o distracción,
recomendando también la música o los viajes, los cuales se prescribían porque se consideraba
que el movimiento tenía efectos sobre los elementos corporales como los tenían los masajes.
Caben mencionarse asimismo las "prácticas de incubación" desarrolladas en los templos de
Asclepio y las recomendaciones contenidas en el tercero de los ocho volúmenes redactados
por Celso (siglo I d. C.) con el título genérico De Re Medica-, defendía este autor la buena
relación entre el médico y el paciente, así como el empleo terapéutico del lenguaje y la
música.
A su vez, Galeno llegó a describir una actividad "psicoterapéutica" que consistía en un
señalamiento por parte del médico de los defectos del paciente, apuntan-
do de rondón los modos de aplicación de una rudimentaria terapia verbal destinada a
restablecer el equilibrio emocional. Estas terapéuticas anímicas específicas no evitaron,
evidentemente, el empleo frecuente de mecanismos e instrumentos para contener, sujetar y
atemorizar a los locos en la Antigüedad.
La Roma galénica consideró pues la locura como algo material, respuesta del cuerpo a
agentes externos entre los que contó también las "pasiones del alma" (dualismo pragmático).
Además, también desde entonces toma carta de naturaleza la idea de que el loco está siempre
loco, nada suyo es cuerdo. Tenida por incurable en sus formas crónicas, la enfermedad de la
mente fue en Roma objeto de una legislación tendente a proteger a la sociedad (encierro,
exclusión) o a los bienes materiales de la familia (incapacitación); es cierto que también data
de esa época el criterio de inimputabilidad penal de los dementes. En cuanto a su asistencia,
sólo los locos de clase alta recibían ayuda médica y casi únicamente en episodios agudos (a
veces exclusivamente en el primer episodio). Cabe señalar que el emperador Justiniano (483-
565 d. C.), cristiano, hizo que se aceptase a algunos locos en centros estatales para pobres y
enfermos, iniciándose la inseparable relación cronicidad-pobreza.
1.2 Edad Media
Salvo contadas excepciones, durante todo el siglo XVI la locura fue competencia de
exorcistas e inquisidores; sin embargo, las interpretaciones que sobre ella se pergeñaron no
siempre tuvieron resonancias negativas. En términos generales, bien puede decirse que hasta
el siglo XVII las alteraciones psíquicas, especialmente los estados melancólicos, se
relacionaron con la posesión demoníaca y la brujería; dicha relación fue asimismo asumida
y defendida por el discurso médico.
La locura "sagrada", también llamada "delirio religioso", se consideró una consecuencia de
la "posesión divina". En este sentido, las cuatro categorías del "furor" (poético, místico,
profético y amoroso) propuestas por el neoplatonismo florentino, se vinculó todas ellas con
la sabiduría. Asimismo, se incluyeron dentro de este "delirio religioso" aquellos
comportamientos o actuaciones realizados por personas que se imaginaban "instrumentos de
Dios"; en muchos de esos casos se trataba probablemente de cuadros histéricos con
convulsiones, éxtasis, temblores e, incluso, automutilaciones.
Las posesiones demoníacas se manifestaban también en alteraciones de la conducta, pseudo
delirios, cuadros convulsivos y, de manera específica, en el marco de la melancolía; en este
último caso, se suponía que la intervención diabólica obedecía a un aumento de la bilis negra,
humor seco y húmedo, que terminaría por consumir al afectado.
Más que en ninguna otra, las creencias y los elementos simbólicos sirvieron en esta época
para explicar la naturaleza de la locura. En este sentido, la popular "piedra de la locura"
concitó un buen número de interpretaciones concretas de la patología mental; muchas de ellas
la representaron como un objeto material que había que expulsar o extraer. El origen de la
creencia puede estar en las sangrías practicadas en las venas de la frente o en las trepanaciones
craneales preconizadas por el mismísimo Arnau de Vilanova para liberar los malos neumas
acumulados en los ventrículos cerebrales. Mas conviene recordar, no obstante, que esa
concepción popular motivaba también algunas críticas, como la que se desprende del famoso
cuadro de Brueghel en el que se representa la extracción de la piedra de la locura: al cargar
su pintura de símbolos sarcásticos, Brueghel parece enfatizar que esas extracciones
constituían maniobras propias de charlatanes. Por lo demás, las peregrinaciones a lugares
determinados, las procesiones de danzantes o la existencia de santos o sus reliquias capaces
de "curar" la locura estuvieron, lógicamente, asociadas a interpretaciones del mal surgidas
todas ellas del estrambótico magma de intereses en el que se asentaban las creencias del
incipiente Mundo Moderno.
A lo largo de los siglos XVII y XVIII, lenta pero inexorablemente, se inició y desarrolló un
significativo proceso de transformación que afectó al corazón mismo de la concepción de la
locura, cuya orientación habría de culminar en su total secularización. Se trata de un proceso
complejo en el que intervienen cuando menos los siguientes elementos: en primer lugar, un
marcado alejamiento de aquellas interpretaciones o argumentaciones de la locura amparadas
en visiones religiosas que la asociaban directamente con la herejía, la posesión diabólica o la
iluminación divina; en segundo lugar, el inicio de una fuerte medicalización que asimilaba la
locura a la "enfermedad" y la hermanaba frecuentemente con el crimen. Por tanto, el resultado
de esta mutación de la locura en enfermedad implicó un sustancial cambio de orientación
según la cual el loco dejó de ser considerado un insensato, un "inocente", siendo en adelante
afrontado como un sujeto cuyo comportamiento atentaba contra el buen orden social y
convirtiéndose en un ser moralmente reprensible si no directamente punible por peligroso.
Esta transmutación que afectó a la visión de la locura indujo un notable cambio en la actitud
y en la consideración que hacia el loco se tenía. Tan sustancial variación cuajó no sólo en las
visiones populares, sino que se extendió también a numerosos expertos médicos, letrados de
Los Tribunales de Justicia y al Santo Oficio. Las llamadas "locuras parciales", que tantos y
tan acalorados debates habrían de suscitar a lo largo del siglo XIX entre médicos y juristas,
comenzaron a protagonizar con cierta frecuencia los procesos de la Inquisición.
Durante el Antiguo Régimen, tanto en el ámbito legislativo como en la práctica social, la
locura fue relegada a un "asunto de familia": el loco era aislado y custodiado por su familia
o por sus vecinos. Tan sólo cuando esas redes domésticas fallaban o cuando se trataba de
insensatos "furiosos" o violentos, se recurría a la intervención externa y a la reclusión en
instituciones de acogida que, según los casos, podían ser hospitales, cárceles, conventos,
casas de trabajo, etc. Los locos o supuestos locos eran conducidos a ellas unas veces a
petición de sus familiares y otras mediante las recogidas de "locos vagabundos" dictaminadas
por las autoridades públicas; por lo demás, ningún ordenamiento perfilaba la oportunidad o
no de esos ingresos en las instituciones de custodia. Sin embargo, desde la Edad Media y
durante el Antiguo Régimen los casos de locos —habitualmente pobres confinados en
instituciones eran irrelevantes en comparación con aquellos otros cuya tutela y amparo se
confería al núcleo familiar o a los vecinos, como también sucedía con el resto de personas
afectadas de enfermedades físicas; el loco no era aún considerado un enfermo propiamente
dicho. Fue a partir de la segunda mitad del XVIII cuando la locura comenzó a ser
taxativamente separada de la cordura y el loco dejó de ser alguien "inocente". La insensatez,
los comportamientos "desviados", las costumbres "depravadas", los hábitos lascivos y, en
definitiva, las desviaciones de la norma social terminarán por ser transformados en errores
susceptibles de corrección e incluso de castigo.
Las intervenciones sobre esa voluntad equivocada a la que hay que reconducir al buen camino
para vivir sanamente en sociedad y la necesidad de convencer al loco de su "error" son en
muy buena medida la base del "tratamiento moral" que, inspirado por un amplio movimiento
filantrópico ilustrado, se desarrollará desde entonces hasta bien entrado el siglo XIX.
2) Conceptos según varios autores.
Esta disciplina, posee una gran variedad de definiciones, que a su vez han ido evolucionando
a lo largo del tiempo, pero que todavía su significado inicial es vigente. Es por eso que,
algunos significados de los siguientes autores a continuación, poseen una estructura
diferente, pero con significado similar.
“La Psicopatología es una ciencia que estudia las desviaciones patológicas de la vida psíquica,
especialmente la psicosis y las psicopatías, y que constituye la base científica de la psiquiatría”
Dorsh (1976)
“Aquella disciplina que se ocupa de los seres humanos que, a causa de sus características
psicológicas, tienen dificultades para su realización biológica y personal”
Monedero (1996)
Diversos especialistas han tratado de definir lo que es la conducta normal, así Zepeda (no
posee cita o referencia) refiere que se ha tratado de definir lo “normal” desde un punto de
vista meramente estadístico, considerando que quienes se encuentran en la media de una
curva de distribución normal son los sanos, mientras que los que se alejan de ella son los
enfermos. También se ha tratado de diferenciar lo “normal” de lo “anormal”, argumentando
que es únicamente una diferencia de grado: yo puedo ser muy pulcro y escrupuloso al
momento de lavarme las manos, pero si quiero lavármelas diez veces seguidas antes de
considerar que las tengo limpias, entonces soy un obsesivo compulsivo. Un enfoque más es
el de la norma cultural; según él, la sociedad de alguna forma convino en qué conductas va a
considerar como normales y cuáles no, dependiendo de este acuerdo lo que es “normal” y lo
que no lo es. Empleando un criterio de efectividad, se considera sanos a quienes son capaces
de mantener el equilibrio fisiológico y psicológico.
Por otro lado, Offer y Sabsin,(no posee cita o referencia) consideran que la normalidad puede
entenderse de las siguientes formas:
Existe una tendencia natural en el ser humano a considerar ciertas conductas como de carácter
psicopatológico. Términos como locura, posesión demoníaca, insania, demencia, psicosis,
etc. Por lo cual han sido utilizados por diversos grupos culturales y en diferentes momentos
históricos para identificar conductas consideradas anormales. Esto nos hace pensar que:
Queda claro, no obstante, que este tipo de anormalidad no es del interés de la psicopatología;
la psicopatología, en todo caso, se ocuparía de aquellas conductas anormales que presentan
una connotación negativa para el sujeto, en el sentido de dificultar su desenvoltura en la vida
cotidiana en mayor o menor medida.
Es una norma o regla, que guía el conocimiento respecto de un objeto concreto, como es en
este caso es la conducta anormal (trastorno mental).
La buena acogida que tuvo en nuestro contexto se debe, en parte, a que ya había sido
profusamente utilizado en ámbitos psicológicos tan relevantes como el de las teorías
constitucionalistas sobre la personalidad, o el de las investigaciones pioneras sobre la
inteligencia, que dieron paso a toda una tecnología que permitiría más adelante «medir»
hechos psicológicos tan diversos como la personalidad, los valores, las normas, los motivos
o las creencias. El postulado central del criterio estadístico es el de que las variables que
definen psicológicamente a una persona, poseen una distribución normal en la población
general de referencia de esa
persona. Consecuentemente, la psicopatología es todo aquello que se desvía de la normalidad,
es decir, «algo» (un rasgo de personalidad, una capacidad intelectual, una actividad mental,
un comportamiento, una emoción, un afecto, etc.) que resulta poco frecuente, que no entra
en los límites de la distribución normal de la población que nos sirve de referencia. Según
este criterio, hablamos de hiper o hipoactividad para catalogar un determinado
comportamiento motor alterado, de baja vs alta inteligencia para designar la capacidad mental
de las personas (esto es, subnormal vs superdotado), o de hiper vs hipoestesia, o de baja vs
alta estabilidad emocional (neuroticismo vs estabilidad), por poner algunos ejemplos
conocidos. Así que cuando la psicopatología se rige por un criterio estadístico se suele
emplear el término anormalidad como análogo o sinónimo al de psicopatología, lo que
significa que una conducta, rasgo, actividad o característica es muy poco frecuente y, por
tanto, poco representativa del grupo social normativo de referencia, además de ser
cuantitativamente distinta de lo que se considera normal (véase, por ejemplo, Eysenck, 1970).
Este salto conceptual desde la idea de infrecuencia estadística a la de anormalidad ha
permitido, además, que el criterio estadístico pase de ser considerado únicamente como parte
del contexto del descubrimiento (por utilizar la terminología de Reichenbach, 1964) a ser
utilizado también como parte del contexto de la explicación y la justificación. Y esto ha sido
posible, según Seoane (1981), porque en psicología la idea de experimentación ha ido casi
siempre unida a la de cuantificación, con el fin de posibilitar un posterior tratamiento
estadístico. En este sentido, la tecnología estadística ha servido tanto para establecer
relaciones funcionales como para realizar inducción probabilística.
Se le denomina criterio subjetivo, a los cuales el propio individuo, es el que dictamina sobre
su estado o situación, lo que se suele traducir en quejas y manifestaciones verbales o
comportamentales: quejas sobre la propia infelicidad o disgusto, sobre la incapacidad para
afrontar un problema o buscar una solución razonable, retraimiento social, comportamientos
poco eficaces y/o incapacitantes, contacto deficiente con la realidad, malestar físico e incluso
búsqueda de ayuda especializada (Maher, 1976). que hace referencia al sufrimiento personal,
propio o ajeno, como elemento definitorio de la presencia de una psicopatología. El principal
problema de estos criterios reside, desde nuestro punto de vista, en que implican que una
persona es siempre consciente de sus problemas e incapacidades o, lo que es igual, de que
tiene problemas y de cuáles son su naturaleza y su alcance. Y esto no es siempre así. En
muchos casos, tales como demencias, ciertos estados psicóticos y algunos estados
disociativos, entre otros muchos, el individuo está lejos de ser consciente de su problema o
incluso de que tiene un problema; y desde luego es improbable que decida por sí mismo
buscar ayuda especializada. Pero es que, además, no todas las personas que manifiestan
quejas de infelicidad o angustia personal, que tienen problemas para entablar y/o mantener
relaciones sociales, que se comportan de un modo poco eficaz o que son poco realistas, son
catalogables como psicopatológicas (o anormales, si se prefiere), incluso aun cuando
recurran a un psicólogo clínico o a un psiquiatra. Lo mismo sucede con las personas que
acuden al médico: no todas están enfermas, o mejor, el hecho de ir al médico no significa
necesariamente que se esté verdaderamente enfermo. El criterio subjetivo o personal no tiene
tampoco en cuenta los efectos que un comportamiento anormal produce en el contexto social
inmediato de la persona que lo exhibe. Y ninguno de los dos permite distinguir entre, por
ejemplo, psicopatologías y reacciones normales de adaptación al estrés. En síntesis, este tipo
de criterios resulta insuficiente tanto a nivel explicativo en realidad, ni siquiera se plantean
la génesis de la psicopatología, como a la hora de analizar sus consecuencias. De todos
modos, no hay que olvidar que en la práctica constituyen criterios a tener en cuenta, puesto
que es cierto que en muchos casos es el propio individuo quien detecta una anomalía en sí
mismo y, sobre todo, la comunica y puede ser incluso capaz de determinar su origen o su
causa. Y, finalmente, tanto si se da un autorreconocimiento de patología como si no, la
información que una persona nos proporciona sobre sí mismo y sobre su estado es una fuente
de datos irrenunciable e imprescindible para el psicopatólogo.
3.3 Criterio Biológico
La variedad de este grupo de criterios es muy amplia, puesto que son muchas y muy
diferentes las disciplinas que se encuadran en las perspectivas biologuitas o fiscalistas de la
psicopatología: genética, neurología, bioquímica, inmunología, fisiología, etc. Todas estas
disciplinas mantienen un mismo supuesto básico: el de que las diferentes psicopatologías
son, fundamentalmente, la expresión de alteraciones y/o disfunciones en el modo normal de
funcionamiento, bien de la estructura, bien del proceso biológico que las sustenta. Esas
alteraciones pueden estar causadas a su vez por la acción de agentes patógenos externos (y
entonces se califican con el prefijo dis), o por carencia de determinados elementos
constituyentes (y entonces se aplica el prefijo a), o por una ruptura en el equilibrio normal de
los diferentes procesos, elementos o estructuras involucradas.
Asumir una etiología orgánica como explicación última y exclusiva de la aparición de las
psicopatologías conlleva adoptar el término genérico de «enfermedad mental» para
caracterizar estos trastornos. Evidentemente, la irrupción de esta clase de criterios en el
ámbito de la psicopatología supuso tanto una ruptura radical con las hasta entonces
dominantes perspectivas mágico, míticas y religiosas, como la adopción de planteamientos
científicos para la explicación y el tratamiento de las psicopatologías. El avance ha sido desde
entonces incuestionable. Nadie puede dudar, pues, de su importancia y ningún psicopatólogo
debería permitirse la arbitrariedad de ignorar su existencia o de despreciarla. Lo que ya no
está tan claro es que el hecho de que se descubra una etiología orgánica signifique descartar
sin más la intervención de factores estrictamente psicológicos y sociales, o sea, de naturaleza
no primariamente biológica, bien sea en la etiología misma, bien en su mantenimiento, bien
en las consecuencias que una causa orgánica tenga en el funcionamiento psicológico del
individuo afectado.
Existe una naturaleza que nos acompaña toda nuestra vida, y esa se llama, social.
Se denominó consensual para señalar que la definición de las psicopatologías es una cuestión
de normativa social, es decir, del consenso social que se alcance al respecto en un momento
y lugar determinados. De aquí a afirmar que lo psicopatológico no es más que una
«construcción social» y una «convención» que la comunidad adopta en un momento, y de un
modo por lo general poco explícito, no hay más que un paso. Y sólo otro más para afirmar
que lo psicopatológico no existe más que en las mentes de quienes lo postulan. Cierto es que,
en muchas ocasiones, la investigación transcultural ha demostrado que este modo de
argumentar no es, en absoluto, una estupidez, y que lo que en un contexto cultural, social o
histórico es normal, se torna patológico en otros; y, a la inversa, no lo es menos que en todas
las culturas y épocas es posible detectar ciertas normas que definen lo que es
psicológicamente normal. Otra cuestión diferente es la de que nuestra cultura occidental sea
una de las que históricamente más se ha preocupado por delimitar normas de ese estilo que,
en muchos casos, implican juicios de valor peyorativos que tanto han criticado, y con razón,
los teóricos del rotulado social, cuando afirmaban que diagnosticar implicaba poner una
etiqueta a lo que simplemente era un problema o un modo de vivir, pero que marcaba a hierro
y fuego, y para siempre, a su destinatario. Así pues, y con todas las precauciones que haya
que adoptar, no queda más remedio que admitir honestamente que esas normas sobre cuyas
bases catalogamos a una persona como normal o como psicopatológica existen en nuestras
mentes.
Un modelo representa una orientación para explicar, en este caso, la conducta anormal, guiar
la investigación, interpretar sus resultados, marcar variables sobre las cuales hay que
intervenir, etc.
Cada modelo ha aportado conocimientos valiosos sobre la conducta anormal, pero la critica
general que podemos hacer a todos ellos, en mayor o menor medida, es su
unidimensionalidad en cuanto a la etiología de los trastornos mentales. De momento, todos
los intentos de integración de los diferentes modelos en uno único han fracasado. Es por ello
que en la actualidad se mencionan lo siguientes modelos;
Los trastornos mentales serían enfermedades sistémicas, es decir, enfermedades causadas por
el mal funcionamiento de un órgano. En concreto, la enfermedad mental surge de la
alteración del cerebro tanto si es una alteración estructural como si es funcional. Desde este
enfoque se otorga una gran importancia al estudio de la predisposición genética a partir de
determinados trastornos, aunque a menudo adopta una perspectiva interaccionista que tiene
en cuenta tanto la predisposición genética como la incidencia de agentes patógenos externos.
Tradicionalmente, los modelos biológicos han diferenciado entre los trastornos mentales
orgánicos y trastornos mentales funcionales. Los primeros presentan causas físicas muy
claras (como la corea de Huntington o la enfermedad de Alzheimer), mientras que para los
trastornos funcionales todavía no se han encontrado indicios tan claros de alteraciones
orgánicas cerebrales.
Por lo que respecta a las críticas, se ha cuestionado su carácter científico porque es difícil la
contrastación de los postulados y porque su metodología se basa principalmente en el estudio
de casos.
Del mismo modo que el modelo psicodinámico, se considera que existe continuidad entre la
conducta normal y la anormal, dado que ambas se aprenden las mismas leyes de aprendizaje
y se configuran por nuestra experiencia anterior.
Se considera que los determinantes principales del comportamiento –normal o anormal– son
procesos cognitivos. La conducta desadaptada se puede estudiar y entender en términos de
cómo percibimos y pensamos las personas con respecto al mundo, a otras personas y a
nosotros mismos. El procesamiento de la información toma un lugar relevante en el proceso
psicopatológico. Los desequilibrios en los procesos psicológicos son la causa, y no el efecto,
de la Psicopatología. Cada individuo desarrolla un estilo cognitivo idiosincrático que
determina la manera de percibirse a uno mismo y el mundo físico y social que lo rodea.
Cuando estas percepciones son distorsionadas e irreales, probablemente la conducta será
desadaptada.
La ruptura de concepciones del sujeto como ser pasivo que sufre enfermedades, que
está sometido a estímulos y demandas ambientales, o que se encuentra bajo la acción
de procesos y conflictos subyacentes que no domina. Desde este modelo, la persona
selecciona, elabora, procesa y recupera información de su mundo interno y externo.
La aportación de nuevas técnicas de intervención.
En cuanto a críticas:
Hay que estructurar mejor los fundamentos teóricos, puesto que no quedan claras las
relaciones entre factores cognitivos y conductas, ni por qué el procesamiento puede
convertirse en anómalo.
No hay un planteamiento teórico unitario, sino más bien fragmentación del modelo
en diferentes perspectivas teóricas sobre determinados trastornos (básicamente
depresión, ansiedad y esquizofrenia).
5) Etiopatogenia de la salud mental
La acción y/o reacción específica en cada uno de los factores etiológicos tiene
indefectiblemente repercusión en los otros. No se puede asegurar que solo sea uno de ellos
el que ponga en marcha el mecanismo de comportamientos patológicos, o que se produce
primero un fallo orgánico y luego el trastorno psicopatológico, tampoco el trauma psíquico
y su posterior huella biológica. Todo se interrelaciona con cualquiera de estos factores para
terminar produciéndose en una situación adversa, un malestar psíquico y un circuito
biológico que lo permite y sostiene. Variables de aspecto cuantitativo o de lo cualitativo
tienen importancia, así como su temporalidad, pues son condiciones determinantes.
Por ejemplo, los estímulos de corto plazo que no se repiten con la suficiente periodicidad
tienden a producir cambios solamente modificaciones a nivel cuantitativo y no cualitativo;
solo de adquirir determinado valor cuantitativo (distintas atendiendo a las características
individuales remarcando incluso la idiosincrasia a la hora de interpretar del sujeto), y
colaborando ahora la persistencia en el tiempo sobre la magnitud, tendrá su traducción en el
aspecto cualitativo. Incidiendo en los estímulos de largo plazo, teniendo capacidad de
modificar incluso códigos genéticos y en los estímulos afectivos.
Las teorías y las explicaciones ayudan y se complementan entre sí para seguir investigando
la complejidad del ser humano, unas a través del aprendizaje otras a través de la biología, de
las relaciones sociales… y todas ellas no son más que las partes de un todo para encontrar
los mecanismos adaptativos y saludables para el ser humano. Como más abajo se describen,
los modelos biologistas buscan la etiología en la fisiología; el psicoanálisis y los modelos
dinámicos en la conformación del yo y de la personalidad; los modelos cognitivo-
conductuales, en el aprendizaje; y los modelos sistémicos en la relación entre el individuo y
otros sistemas próximos. Existen casos en los que la predisposición biológica señalada por
una importante carga hereditaria les resta fuerzas a las otras variables, como anomalías
genéticas, pero parece demostrado que el resto del espectro se da en mayor en proporción en
los trastornos descritos por la Psiquiatría.
5.1) Semiótica
Es la parte de la semiología, que estudia la comunicación en lugares cerrados.
Ejemplo:
Por lo tanto, es aquel signo que solo puede ser interpretada de una sola manera, por todos por
igual.
5.2) Semiología
Según Saussure, es la ciencia que estudia todos los modos de comunicación en el seno de la
vida social. (Lugares abiertos)
Ejemplo:
Gestos, miradas, modo de andar, modo de sentarse, modo de mirar, lugar donde se vive, ropa,
gafas, bicicleta, coche, etc. (Todo lo que comunica)
Por lo tanto, son aquellas señales que pueden ser interpretadas de varias maneras.
5.3) Signo
Saussure llama signo, a la combinación del concepto y de la imagen acústica quiere decir es
un concepto relacionado con la percepción, se trata de la imagen subjetiva.
Ejemplo:
Es decir, que es todo aquello que puede ser hallado mediante observaciones, por lo que,
viéndolo desde el punto de vista psicopatológico, puede ser inicio de una patología.
5.4) Síntoma
Señal o indicio de carácter subjetivo de un estado anómalo o patológico. Deber ser referido
por el propio sujeto para ser detectado, al no ser directamente observable.
Ejemplo:
Un síndrome se caracteriza por agrupar diversos síntomas que caracterizan a una determinada
enfermedad o bien describe al grupo de fenómenos propios de una situación específica.
A nivel médico, se entiende por síndrome a un cuadro clínico que merece ser examinado por
tener un cierto significado. Gracias a sus particularidades, que funcionan como datos
semiológicos, posee una cierta identidad, con causas y etiologías particulares.
6) Consciencia
Por otro lado, conciencia también tiene una connotación en cuanto sentido del deber,
como reflexión sobre la conducta y sobre los propios actos. De allí que también tenga un
carácter ético, pues permite distinguir al individuo entre aquello que está bien y lo que está
mal, de modo que a la hora de obrar pueda conducirse de acuerdo a sus valores morales.
Esta alude a la conciencia del individuo y de la forma en que el entorno puede perjudicarlo
o favorecerlo en las distintas circunstancias de la vida. Por medio de esta, la persona establece
qué es lo bueno y lo malo para sí. El poner en marcha esta distinción se la conoce bajo el
nombre de instinto de supervivencia. Además, por medio de esta el individuo cae en la cuenta
de que debe usar su libre albedrío y capacidades para crear y también dirigir su propio plan
de vida.
A partir de los datos emocionales, esta conciencia dictamina qué es bueno y qué malo, así
como también de cómo la forma en que el individuo y su comunidad actúen afectará el estado
emocional de la comunidad en sí. A la realización acertada de dicha distinción se la conoce
bajo el nombre de inteligencia emocional.
Por medio de esta el individuo toma conciencia sobre el ambiente que lo rodea y de cómo lo
afecta tanto a él como al resto a lo largo de la línea del tiempo. Por medio de esta se distingue
aquello que es malo o bueno para la comunidad como un todo con respecto a su futuro.
Cuando esta distinción se ejerce correctamente se la conoce como inteligencia racional.
Por medio de esta, la persona advierte su propia presencia, de los hechos y objetos que se
ubican fuera del propio yo y la reflexión de los actos propios.
Esta es el conocimiento que cada individuo debería tener sobre las reglas morales y las
normas. Por medio de esta, la persona se da cuenta de si la propia conducta moral es valiosa
o no. Los actos morales son aquellos orientados hacia los demás, el mundo y el exterior.
Tener conciencia significa tener una experiencia -la experiencia subjetiva, el fenómeno de
ver una imagen, oír un sonido, tener un pensamiento o sentir una emoción-. Tenemos
conciencia incluso cuando “soñamos despiertos” o cuando soñamos dormidos, ya que
tenemos experiencia.
La conciencia solamente se desvanece en el sueño profundo, en estados de anestesia general,
o en otros estados que veremos más tarde; estados en los que no experimentamos nada. Se
sabe que para tener conciencia es necesario el correcto funcionamiento de unas estructuras
cerebrales determinadas.
Aunque las experiencias son privadas, podemos deducir que las personas tienen un estado
conciencia si están en estado de vigilia y actúan con intencionalidad.
En el primer nivel o estado de conciencia, cuando alguien está alerta pero no consciente, un
organismo experimentará percepciones, sensaciones, pensamientos, etc., pero no será
consciente de esta experiencia. El organismo estará totalmente inmerso en la experiencia y
será un actor irreflexivo de su ambiente. La mayoría de los animales se encuentran en este
nivel de conciencia. Este nivel enfatiza el procesamiento de la estimulación externa, sin
incluir a la propia persona como objeto de conocimiento, la cual es necesaria para movernos
e interactuar en el ambiente.
6.8) Trastornos:
6.8.1) Coma:
Este es un estado en el que el paciente se encuentra despierto (ojos abiertos) pero no consiente
de sí mismo o de su alrededor. El paciente se mueve por reflejos (reacciones automáticas)
solamente y no por sí mismo.
6.8.3) Estado de Conciencia Mínima:
El paciente es capaz de realizar ligeros movimientos, como el movimiento de los ojos, por sí
mismo. Él podrá ser capaz de seguir indicaciones sencillas, responder si o no, o hablar un
poco.
Este es un estado donde el paciente está despierto con conciencia limitada. El paciente puede
ser capaz de seguir con los ojos, pero no habla ni se mueve por sí mismo.
6.8.5) Delirio:
7) Atención
7.1) Concepto:
a) Atención selectiva: Esta atención es la habilidad que tiene un individuo para responder a
los aspectos que requiere una determinada situación o actividad y lograr apartar a todas
aquellas que no resulten indispensables para llevarlas a cabo.
b) Atención sostenida: Esta clase de atención se da cuando una persona necesita permanecer
consciente sobre los requisitos para llevar a cabo una determinada actividad y poder
desempeñarla durante un largo período de tiempo.
c) Atención dividida: Alude a aquella habilidad que tiene una persona de atender a por lo
menos dos estímulos al mismo tiempo. También se le llama atención divida aquella que,
frente a una carga de estímulos, el individuo logra repartir sus recursos atencionales para así
poder desempeñar una tarea compleja.
Atención involuntaria: Esta está vinculada con el surgimiento de algún estímulo que resulte
nuevo, significativo y fuerte que, tras la monotonía o repetición, desaparece. Esta atención
se caracteriza por ser emocional y pasiva ya que la persona no se dirige hacia el objeto o
situación intencionalmente ni tampoco ejerce ningún tipo de esfuerzo. Además, esta atención
no está vinculada con los motivos, necesidades o intereses inmediatos del individuo.
El modelo de filtro rígido forma parte de los modelos atencionales y recurre a la analogía de
cuello de botella. Es decir, postula la existencia de un filtro que regula la entrada de los inputs.
Para realizar experimentos sobre la atención que demuestren ambos modelos de filtro, los
sujetos reciben al mismo tiempo dos mensajes verbales, uno en cada oído y sólo deben
atender a uno de ellos (escucha dicótica).
El mensaje atendido es recordado, mientras que el mensaje no atendido no lo es. De ahí que
estos modelos postulen la existencia de un filtro que selecciona sólo uno de los dos mensajes.
El modelo de filtro rígido de Broadbent se relaciona con la llamada teoría multialmacén. Esta
divide la memoria en tres estructuras principales:
Sensorial
Memoria a corto plazo
Memoria a largo plazo
Este modelo considera que la atención selecciona la información antes de que a esta misma
se le otorgue un significado. Por eso mismo, a este modelo también se le denomina modelo
de atención temprana.
El sujeto recibe del medio muchos mensajes sensoriales, estos serán procesados en
paralelo, al mismo tiempo, y se retienen transitoriamente en la memoria sensorial.
Pero como según Broadbent, sólo podemos procesar un mensaje cada vez para evitar
la sobrecarga del canal central existe un filtro que elige qué mensaje va a pasar al
canal central.
El resto de la información se pierde. Pero, ¿de qué depende que un mensaje sea seleccionado?
Según este autor dependerá de las propiedades del estímulo y de las necesidades del
organismo. El modelo propuesto por Broadbent es denominado de filtro rígido porque
propone que el filtro es un dispositivo de todo-o-nada que solo se centra en un mensaje cada
vez.
Treisman (1969) propone que el filtro es un mecanismo de atenuación de todos los mensajes.
El mensaje relevante traspasa el filtro mientras que los demás -irrelevantes- son atenuados
para no sobrecargar el mecanismo central de procesamiento.
El modelo de filtro atenuado de Treisman demostró que las tareas adicionales no eran
completamente ignoradas, lo cual sugería que la atención no poseía un filtro rígido, más bien
tenía un mecanismo que atenuaba los mensajes no atendidos.
7.5) Trastornos
7.5.1) Aprosexia:
La aprosexia se define como la ausencia total de atención; en este sentido podríamos decir
que constituye una forma extrema de hipoprosexia. El fenómeno del estupor, en que la
persona no responde a casi ningún tipo de estimulación y que se asocia a la psicosis, la
epilepsia, el consumo de tóxicos y las lesiones cerebrales, es el mejor ejemplo de aprosexia.
7.5.2) Pseudoaprosexia:
7.5.3) Hiperprosexia:
7.5.4) Paraprosexia:
Este concepto se usa para describir dos tipos diferentes de alteraciones. Karl Jaspers hablaba
de paraprosexia como la dirección anómala de la atención que se da en trastornos como la
hipocondría, en que el exceso de preocupación por ciertos signos físicos puede
incrementarlos. Otros autores consideran que la paraprosexia es similar a la inestabilidad
atencional.
7.5.5) Distraibilidad:
El contexto “labilidad atentiva emocional” se utiliza de modo muy específico para definir las
alteraciones en la estabilidad y el rendimiento de la atención que se derivan de estados de
ansiedad intensa, por ejemplo, las que se podrían producir en trastornos como el trastorno de
ansiedad generalizada.
8) Percepción
8.1) Concepto:
“No hay algo que conozcamos que no provenga de la percepción de los sentidos, de la
comprensión del alma y del entendimiento de la mente”
Aristóteles
“La observación y la percepción son dos cosas separadas; el ojo que observa es mas fuerte,
y el ojo que percibe es más débil”
Miyamoto Musashi
“Las cualidades de la percepción no se deben a los objetos, sino a las características de cada
una de las vías sensoriales (las de los cinco sentidos clásicos)”
J. Müller
Según el autor Angel Quezada Lopez es un proceso activo con el cual el cerebro puede
transformar la información lumínica captada por el ojo en una recreación de la realidad
externa.
Tanto el olfato como el gusto son denominados sentidos químicos, ya que lo que hace percibir
el olor o el sabor, son las sustancias químicas que contienen los estímulos y que provocan
una reacción en los receptores corporales.
8.3.5) percepción Kinestésica:
8.4.1) Asociacionismo
8.4.2) Gestalt
La palabra alemana Gestalt significa forma, por lo que muchos manuales en castellano
prefieren denominar a este movimiento como Escuela de la Forma. Su concepción de los
procesos perceptivos es opuesta al asociacionismo de Wundt. Para los psicólogos de la
Gestalt el todo no puede ser entendido por la suma de los elementos que lo componen, sino
más bien por su forma o estructura, es decir, percibimos directamente totalidades organizadas
(formas o configuraciones). El objeto percibido es el resultado de cómo los elementos se
ordenan y se relacionan entre sí y respecto del contexto perceptivo.
Aparición de sensaciones de dolor, quemazón, cosquilleo, picor u otras molestias sin que
intervenga un estímulo causal, mientras que otras veces se trata de percepciones alteradas de
estímulos reales.
Cambios en el color, su brillo o su intensidad, así como en las cualidades de los sonidos.
8.6.2) Metamorfopsias:
8.6.4) Sinestesia:
9.1) Concepto:
Según el enfoque Freudiano, menciona que la memoria es una vía que por medio
de ella entra al sistema, permanece para siempre y el olvido es por lo tanto un
problema de recuperación.
Sebastián, 1983.
Norman, 1988
Hellen, 1990
La memoria sensorial tiene la capacidad de registrar por un breve lapso la información que
percibimos mediante nuestros sentidos.
Dentro de la memoria sensorial podemos identificar dos tipos: memoria ecoica y memoria
icónica.
La memoria ecoica: También llamada sensorial auditiva, se encarga de almacenar por
breves instantes los primeros segmentos del estímulo auditivo; este tipo de memoria es la
requerida para llevar a cabo una conversación y por ende para hablar.
Según la teoría “lapsus de juicio absoluto” de Miller, en la memoria a corto plazo sólo
podemos almacenar siete ítems, con una variación de aproximadamente +/-2, esto se debe a
que la memoria a corto plazo tiene una capacidad limitada para procesar los estímulos que
han sido generados mediante la percepción de un elemento determinado.
En la psicología freudiana, la memoria a corto plazo sería referido como la mente consciente.
Una de las consecuencias más comunes de la memoria a corto plazo es la pérdida de los
recuerdos (el olvido).
En la psicología freudiana, la memoria a largo plazo sería referida como mente preconsciente
o inconsciente.
Memoria semántica: Este tipo de memoria almacena el conocimiento necesario para el uso
del lenguaje, hechos relacionados con el mundo y conocimientos generales que no están por
lo general basados en experiencias propias, por ejemplo: un recuerdo de un lugar específico
puede desencadenar recuerdos sobre cosas relacionadas que ocurrieron en esa ubicación.
Ebbinghaus, con sus silabas sin sentido, demostró que para mantener “el recuerdo” o para
que se realice el aprendizaje en la memoria a largo y corto plazo, solo se necesita la influencia
de la repetición.
Él mismo se sometía a su experimentación y en la repetición de silabas sin sentido quería
conseguir datos cuantitativos de su memoria de forma exclusiva, sin la interferencia de los
conocimientos previos.
1.- Se media el tiempo invertido en realizar el primer aprendizaje, de una lista de palabras
sin sentido.
Sostiene que el recuerdo y el pensamiento más que procesos mentales productivos, son
procesos reconstructivos, ya que intervienen los esquemas mentales de la persona más que
los datos concretos que se intentan recordar. "Es decir, no son reproducciones del mundo
externo, sino que implica un proceso de construcción de significado que hace que los
contenidos recordados o las imágenes percibidas del medio, estén determinadas por
influencias sociales y culturales, por lo cual, adaptamos lo que percibimos a nuestros
esquemas internos adquiridos a través de nuestra cultura y sociedad para hacerlos
entendibles. Para este investigador los seres humanos interpretamos los estímulos del medio
de esquemas que están basados en la experiencia vivida, de forma que el conocimiento previo
es fundamental."
Frederick Bartlett estudio sobre la memoria lo basó utilizando historias y no silabas sin
sentido como Hermann Ebbinghaus. De esta forma introduce en la Psicología la Teoría de
Los Esquemas, y como estos influyen en los recuerdos. Para Bartlett, los esquemas son
conocimientos almacenados en la memoria como consecuencia de las experiencias pasadas.
Estos conocimientos están organizados en forma de representaciones mentales y constituyen
nuestro conocimiento sobre un objeto o acontecimiento. Por lo que consistía en la práctica
ajuste de la situación, en base a las experiencias previas de lo experimentado.
Ejemplos de la teoría:
En la historia “La guerra del fantasmas”, consistía en leer la historia y comprobar qué era lo
que las personas que escuchaban esta historia recordaban después de distintos retrasos entre
la lectura y su recuperación posterior
Las personas interpretan y recuerdan las historias intentando que encajen dentro de sus
propios esquemas.
Bartlett, pide a una persona que copie un jeroglífico egipcio, cuya forma no guardaba relación
con los esquemas occidentales, luego, otra persona reproduce la copia y así sucesivamente.
Al final resultó que la figura original había sido convertida en un gato, figura donde los
sujetos del experimento tenían ya un esquema. Este método lo utilizó para estudiar la
memoria y analizar los cambios típicos que se introducen en el material original.
9.5.1) Anterógrada:
Sigue habitualmente la ley de Ribot (primero desaparecen los recuerdos más próximos y se
conservan los más antiguos).
9.5.3) Anterorretrógrada:
9.5.4) Lacunar:
Afecta únicamente a un período temporal concreto que el sujeto dice no poder recordar.
9.5.5) Hipermnesia:
9.5.6) Ecmenesia:
La evocación muy vivida de una situación pasada, la cual se acompaña de los dichos y gestos
correspondientes.
9.5.7) Paramnesia:
Los recuerdos se presentan distorsionados y falsificados, bien por una alteración del propio
recuerdo o por su reconocimiento actual.
10) Pensamiento
10.1) Concepto:
Es aquello que se trae a la realidad por medio de la actividad intelectual. Por eso, puede
decirse que los pensamientos son productos elaborados por la mente, que pueden aparecer
por procesos racionales del intelecto o bien por abstracciones de la imaginación.
Dewey
Vigotsky
El conocimiento de la realidad debe ser construido y descubierto por la actividad del niño.
J.Piaget
10.3.1) Deductivo:
Ocurre cuando se toma una o varias proposiciones y de ellas se obtiene una conclusión.
Resulta la forma de pensamiento más común, la que utilizamos a diario para intentar
comprender los hechos que nos rodean, para analizar las historias que nos cuentan los demás,
etcétera.
10.3.2) Inductivo:
De forma opuesta a lo antes definido, este proceso se basa en una idea particular para luego
generalizarla, apoyado en que su veracidad en el caso aislado se mantendrá en situaciones
similares, aun sin poder comprobarlo.
10.3.3) Analítico:
10.3.4) Creativo:
La base del arte, ya que se basa en la libertad de modificar una idea, agregando o quitando
elementos sin restricciones impuestas por el marco de lo posible.
10.3.5) Sistémico:
10.3.6) Crítico:
Analiza a la vez que evalúa las ideas, intentando obtener respuestas convincentes
relacionadas con la moral, la ética, los gustos, las tendencias; es el tipo de pensamiento que
nos ayuda a formar nuestra personalidad y a reforzar nuestras convicciones a través de la
observación activa de la realidad.
10.3.7) Interrogativo:
A la hora de tratar un tema en particular, este tipo de pensamiento nos permite cuestionar
distintos aspectos de nuestro interés, articulando así el proceso de aprendizaje.
10.4) Trastornos
10.4.1) Velocidad
a) Taquipsiquia:
Trastorno psicopatológico que se caracteriza por un aumento en la velocidad del curso del
pensamiento, con pérdida gradual de sus conexiones internas y/o pérdidas de la meta u
objetivo del discurso.
b) Fuga de ideas:
c) Bradipsiquia:
Trastorno psicopatológico que se caracteriza por una disminución en la velocidad del curso
del pensamiento, pero sin dar lugar a la sensación subjetiva de dificultad o interferencia en
los procesos del pensamiento.
Termino que se ha usado para designar un tipo de bradipsiquia, característica del estado
depresivo, en el cual el retardo en el curso del pensamiento, es vivido por el paciente con una
sensación subjetiva de dificultad e interferencia, que le impide lograr mayor rapidez, aunque
se esfuerce.
10.4.2) Contenido
El contenido se podría definir como aquello que la persona verdaderamente piensa sobre
algo, como ideas, creencias, preocupaciones, obsesiones, delirios, etc. No todas estas ideas
son patológicas.
a) Ideas delirantes:
Delirar significa etimológicamente «salirse del surco». La ideación delirante es uno de los
pilares de la psicopatología clásica, por eso se tratará en un apartado específico dentro de este
capítulo.
b) Pensamiento mágico:
Creencia que las palabras, ideas o acciones pueden determinar o impedir un suceso por
medios mágicos, sin tener en cuenta las leyes de la causalidad lógicas. Se dan en el TOC, en
el juego patológico, en algunas esquizofrenias y también en algunos sujetos normales.
c) Ideas fóbicas:
d) Ideas sobrevaloradas
Son ideas que ocupan un lugar central en la vida de la persona, con marcado tono afectivo y
con un significado propio, en torno a las cuales gira la conducta del paciente. No son extrañas
al Yo y se entienden en función de la situación biográfica de la persona. Existe una importante
implicación emocional en las ideas. Sin embargo, se trata de creencias y no de convicciones.
Se podría afirmar que se trata de afirmaciones exageradas por parte del paciente, mantenidas
con una persistencia más allá de lo razonable. El sujeto mantiene estas ideas más a partir de
sus sentimientos que por la razón objetiva, y orienta su conducta a partir de estas ideas.
11) Lenguaje
11.1) Concepto
Capacidad propia del ser humano para expresar pensamientos y sentimientos por
medio de la palabra.
Chomsky (1957) expone que el lenguaje es un conjunto finito o infinito de oraciones, cada
una de ellas de longitud finita y construida a partir de un conjunto finito de elementos. Esta
definición enfatiza las características estructurales del lenguaje sin adentrase en sus funciones
y la capacidad de generar acción que tiene para un emisor y el receptor. Dicho aspecto es
medular dentro de los estudios relacionados al lenguaje.
Luria (1977) expone que lenguaje es un sistema de códigos con la ayuda de los cuales se
designan los objetos del mundo exterior, sus acciones, cualidades y relaciones entre los
mismos. Esta definición la considero interesante dado a la importancia que le presta a los
códigos para la delineación de objetos, ya sean concretos o abstractos, los cuales en gran
medida nos ayudan a visualizar el mundo que nos rodea considerando nuestros preceptos
socioculturales.
Bronckart (1977) define el lenguaje como la instancia o facultad que se invoca para explicar
que todos los hombres hablan entre sí. La definición de Bronckart la considero un poco tímida
y profunda, ya que deja a un lado la posible injerencia que tiene la cultura en un acto
comunicativo entre un receptor y el emisor.
11.3.1) Bradifemia:
Enlentecimiento en la emisión del lenguaje.
11.3.3) Taquifemia:
Aceleración en la emisión del lenguaje. Hablar muy deprisa. Se suele asociar a un hablar
excesivo (logorrea o verborrea).
11.3.5) Tartamudez:
Se da una alteración del ritmo y de la fluidez del habla, caracterizada por la interrupción del
flujo del habla, por la tendencia a repetir las sílabas iniciales de las palabras. Pueden aparecer
también bloqueos y aspiraciones. Aumenta en situación de ansiedad.
11.3.6) Aprosodia:
Falta de entonación, apareciendo un discurso monótono, sin inflexiones y con pérdida de la
musicalidad. Suele asociarse a alteraciones similares en el lenguaje no verbal. Es una
alteración inespecífica. Se puede observar en las depresiones, esquizofrenia con síntomas
negativos, autismo y diversos trastornos neurológicos como la enfermedad de Parkinson y
algunas afasias, entre otros.
11.4.1) Palilalia:
Repetición involuntaria de una palabra varias veces seguidas y de forma espasmódica. Frecuente en
pacientes con afasia y en otros trastornos neurológicos (enfermedad de Parkinson, etc.). También
se puede encontrar en pacientes con esquizofrenia. La repetición espasmódica de una sílaba en
lugar de toda la palabra se llama logoclonía.
11.4.2) Ecolalia
Repetición irrelevante y persistente de las últimas palabras o frases que han sido dirigidas al
enfermo, a modo de eco. Puede también copiar su entonación.
11.4.3) Verbigeración
Repetición incesante, carente de sentido, de manera automatizada y estereotipada de las mismas
palabras o frases. Suelen ir encadenadas a modo de discurso. Es un síntoma muy inespecífico.
11.4.4) Coprolalia
Empleo de manera estereotipada de palabras vulgares, obscenas y sucias. Es un síntoma
característico del síndrome de Gilles de la Tourette, si bien se puede encontrar también en otros
trastornos.
Capítulo III
Psicopatología de los Procesos Afectivos y Evolutivos
12) Voluntad
12.1) Concepto:
Facultad psicológica que nos mueve a hacer algo. (Enrique Rojas) (mayo 2008)
12.2) Trastornos
Desde que se inicia la intención de llevar a cabo un acto, es decir desde que se pone en juego la
voluntad hasta la decisión de la ejecución:
a) Abulia:
b) Hiperbulia:
d) Actos Compulsivos:
e) Hipobulia.:
f) Normobulia:
Es el estado de actividad normal, e implica la voluntad de llevar a cabo una acción con
conclusión eficaz de la misma.
a) Acinesia:
b) Amaneramiento:
El sujeto ejecuta actos o movimientos extravagantes, los mismos que son repugnantes o
inaceptables para los individuos normales.
c) Ataxia:
d) Apraxia:
Incapacidad de llevar a cabo un movimiento en una secuencia ordenada, por lo que los
movimientos no concluyen en un acto eficaz.
e) Cataplexia:
Es la pérdida súbita del tono muscular, quedando el paciente en total relajación muscular.
f) Ecopraxia:
Es la repetición o imitación de actos realizados por otros, de los movimientos o gestos que
observa en otra persona. En ocasiones, el paciente catatónico repite como un espejo los
movimientos que observa en otro individuo. También se la describe en oligofrénicos,
dementes. Tiene un carácter involuntario y automático, incontrolable.
g) Estereotipias:
Son conductas más o menos uniformes, que se repiten en el paciente sin que éste pueda
evitarlo, es la repetición constante del mismo, como si el movimiento se "solidificara".
Existen estereotipias de actitud, de movimiento y verbales.
h) Flexibilidad Cérea:
i) Interceptación Cinética:
j) Manierismo:
k) Mutismo:
l) Negativismo:
El paciente se resiste a cumplir las órdenes impartidas por el investigador, o las cumple en
sentido contrario o totalmente opuesto, se expresa como una oposición a toda indicación que
se sugiera. El negativismo puede ser pasivo o activo, según no realice o realice alguna acción
contraria a la que se le indica, respectivamente
m) Obediencia Automática:
Es el cumplimiento exacto de las órdenes recibidas por el paciente para realizarlas, a veces
actos o movimientos de difícil ejecución, el paciente se comporta como un autómata.
m) Sugestibilidad:
Es la disposición que presenta el enfermo para acatar órdenes impartidas por el examinador.
13) Afecto
13.1) Concepto
La afectividad se define como el conjunto de estados y tendencias que una persona vive de
forma propia e inmediata, es decir que presenta una naturaleza principalmente subjetiva.
a) Eutimia
c) Euforia
Consiste en un humor expansivo caracterizado por una alegría excesiva y desproporcionada,
así como una profunda satisfacción de si mismo, acompañadas de hiperactividad motora y
vegetativa.
d) Moria
Es un estado de locura e imprudencia, que se ve debido a unas ciertas lesiones de los lóbulos
frontales, por lo que da lugar a una euforia desatada.
e) Ludismo
Impulso incontenible de bromear inadecuadamente, que el sujeto parece incapaz de criticar
ni controlar. Se presenta en estados maniacos, síndromes disociativos y algunas fases de las
intoxicaciones agudas.
f) Disforia
Es el humor displacentero, acompañado de sentimientos difusos de desamparo y ansiedad.
g) Irritabilidad
Es aquel estado en el que el individuo esta malhumorado, enfadado permanentemente y
predispuesto a un cierto grado de agitación psicomotriz. Lo que conlleva a una respuesta de
actos violentos.
h) Apatía
Es la ausencia de sensibilidad y por extensión, Por lo que se observa como síntoma en
diversas alteraciones esquizofrénicas, por el que le individuo no suele interesarse por nada.
i) Clinofilía:
Tendencia a estar tumbado en horas diurnas, sin sueño, propio de la inhibición psicomotriz
general del síndrome depresivo.
j) Anhedonia:
Es la perdida de la capacidad de disfrutar, y el alejamiento de las actividades habituales y
placenteras.
k) Alexitimia:
Son los que presentan dificultad para establecer conexiones entre las emociones y las ideas,
sensaciones, representaciones o fantasías que normalmente las acompañan.
13.3) Planteamientos Teóricos del Afecto
Para el autor las emociones básicas son programas subcorticales innatos, genéticamente
programados en nuestro cerebro, que se ponen en marcha ante los cambios del entorno. La
estimulación ambiental produce la activación de un programa subcortical específico que
promueve una serie de cambios que dan lugar a estados emocionales concretos. Sin embargo,
la activación del programa neural no es suficiente para producir la reacción emocional, sino
que esta depende del feedback de la voz y de la expresión facial asociada a dicha emoción.
Posteriormente, Tomkins concreta que los receptores musculares de la piel facial –feedback
propioceptivo– son los responsables de la experiencia emocional. La secuencia sería la
siguiente: activación cortical-activación subcortical-expresión facial
La hipótesis del feedback facial (ver figura 1) tiene su origen en el concepto de emoción de
William James. Además, enfatiza el papel motivador que desempeña las emociones, pues
proporciona la intensidad de la conducta necesaria para activar la conducta.
A diferencia de Plutchik, este autor, junto con Izard, mantiene que la emoción puede ocurrir
previamente a alguna forma de procesamiento cognitivo.
Establece dos tipos de emociones, innatas y sociales, caracterizándose estas últimas por la
ausencia de manifestación expresiva, consecuencia de la imposición de las reglas de la
sociedad, que vetan su exteriorización.
El planteamiento inicial de Tomkins sobre la hipótesis del feedback facial mantiene que la
musculatura facial es el factor responsable de la inducción de la emoción, debido a la
información sensorial que esta proporciona al cerebro, desencadenando la emoción
pertinente, al activarse el programa afectivo asociado a la misma.
La cara es la parte de nuestro cuerpo que tiene una mayor sensibilidad (cantidad de
receptores sensoriales) y representación cortical. – Las expresiones faciales presentan un
carácter involuntario, difíciles de controlar.
Desde su teoría diferencial de las emociones (Izard 1979, 1991) propone la existencia de diez
emociones básicas (excitación/interés, alegría, sorpresa, angustia/ dolor, cólera/ira, asco,
desprecio, miedo, vergüenza y culpa). Cada emoción se caracteriza por poseer su propio
sustrato neural, su patrón expresivo y su experiencia emocional o sentimiento. Cada elemento
es necesario para poder hablar de emoción. Enfatiza el papel adaptativo de las emociones,
por poseer características motivacionales propias que garantizan la supervivencia del
individuo y de la propia especie.
Por otra parte, las emociones pueden interactuar entre sí dando lugar a múltiples estados
emocionales, y también con otros procesos psicológicos (percepción, cognición, etc.), siendo
la emoción el factor motivador de la conducta resultante. También señala la función social
de la comunicación que desempeña la expresión facial de la emoción.
Por último, considera que la actividad neuroquímica produce cambios faciales y corporales
que, al llegar al cerebro se convierten en conscientes, dando lugar a las emociones básicas.
13.3.4) El planteamiento de Ekman
El fAcs es un procedimiento que permite identificar las emociones a partir de las unidades
de acción, el reconocimiento de las mismas está modulado por la información proporcionada
por el contexto y el propio observador (atribuciones, expectativas, experiencia, diferencias
individuales, etc.).
Una unidad de acción (uA) está formada por una serie de movimientos musculares faciales
cuyo conjunto global recibe la denominación de unidad de acción. Dos emociones pueden
tener en común dos uA idénticas. Algunos autores consideran esta coincidencia como un
factor explicativo de la confusión que puede producirse entre dos emociones diferentes: por
ejemplo, la sorpresa y el miedo.
Por otra parte, Chóliz y Fernández-Abascal (2001) consideran que el estudio de la expresión
o manifestación de las emociones requiere la consideración de las tres dimensiones de
respuesta (cognitiva/subjetiva; conductual/expresiva y fisiológica/adaptativa) para abordar la
complejidad del fenómeno emocional y, ello en consonancia con la definición de emoción
que sostienen: «una experiencia afectiva en cierta medida agradable o desagradable, que
supone una cualidad fenomenológica característica y que comprende tres sistemas de
respuesta: cognitivo-subjetivo; conductual-expresivo y fisiológico adaptativo».
14) Sueño
14.1) Concepto
El término “sueño” designa en español tanto el hecho de dormir como el de soñar. El sueño
es una parte integral de la vida cotidiana, una necesidad biológica que permite restablecer las
funciones físicas y psicológicas esenciales para un pleno rendimiento.
14.2) Trastornos
14.2.1) Disomnia
14.2.2) Insomnio
Estado caracterizado por una cantidad o calidad del sueño no satisfactorias, que persiste
durante un considerable período de tiempo.
14.2.4) Parasomnias
Son fenómenos anormales que ocurren durante el sueño en los momentos de transición
sueño-vigilia. Las más típicas de este subgrupo semiológico son:
- Terrores del sueño: Se caracterizan por un despertar brusco precedido por gritos,
llantos o sensación de pánico, acompañados de conductas de intenso miedo y signos
vegetativos, como taquicardia, taquipnea, enrojecimiento, sudoración y aumento del
tono muscular.
En algunos casos, el peso y las conductas alimentarias pueden cambiar en sus expresiones en
el mismo individuo. Algunas adolescentes que presentaron obesidad importante, desarrollan
conductas alimentarias purgativas severas, con lo que logran perder peso, desarrollando un
cuadro clínico en todo compatible con bulimia nerviosa. Estas observaciones no pretenden
ignorar las enormes diferencias fisiopatogénicas y clínicas que existen entre los distintos
trastornos de la conducta alimentaria; su descripción trata de promover una percepción más
dinámica de estos fenómenos. Una visión más flexible y dinámica resulta de gran utilidad
para comprender y tratar estos padecimientos.
15.1) Definición
15.3) Trastornos
Esta pérdida de peso está originada por la propia paciente, a través de una disminución de la
ingesta de alimentos que se acompaña frecuentemente de conductas encaminadas a perder
peso: autoprovocación del vómito, uso o abuso de laxantes y diuréticos o la práctica de
ejercicio físico intenso.
La mayoría de las veces se tratan en consultas externas, aunque en algunos casos más graves
es necesaria la hospitalización para realimentación o estabilización de problemas médicos
(desnutrición, deshidratación).
La persona que padece bulimia se ve gorda, tiene una idea distorsionada de su propio cuerpo,
aunque presenta un peso normal y presenta sentimientos permanentes de insatisfacción
corporal, miedo a engordar, no es capaz de controlar sus impulsos con la comida y no puede
resistir el deseo de realizar un atracón.
15.3.3) Adipsia
La polifagia es un trastorno que provoca una avidez desmedida por la comida, causada por
ciertas patologías. De esta manera, la persona que sufre de polifagia siente una necesidad
anormal de ingerir alimentos.
15.3.5) Fagomanía
15.3.6) Coprofagia
15.3.7) Potomanía
15.3.8) Picacismo
Consiste en la ingestión de sustancias inadecuadas, por lo general arena, tiza, yeso o pintura
de pared.
Bibliografía
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Conclusiones