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Aprovecha lo que se puede aprender de


Horno tragicus Edipo.

Píndaro

1intento de reconocer, ordenar y ha-


cer inteligible la complejidad consti-
Ramón Ramos Torre tuye, por decirlo de forma rotunda,
el objetivo ampliamente consensuado de las ac-
tuales ciencias sociales, su empeño teórico fun-
damental. Tal consenso es instructivo y vacío:
instructivo porque marca una cesura con
momentos anteriores en los que el sueño de la
teoría no era otro que la descomposición de lo
inmediato-complejo y su reducción a lo simpie,
claro y distinto; pero es vacío porque, a poco
que se observe, lo que por complejidad se en-
tiende es múltiple, poco consonante o, por de-
cirlo irónicamente, extremadamente complejo.
Uno de los retos de la complejidad es la ac-
ción. Ciertamente tal reto puede ser eludido y
en este sentido hay que interpretar las propues-
tas de Luhmann (199 1: cap. 4) que, en su inten-
to de construir una teoría social a la altura de la
complejidad que tematiza, apuesta por dejar de
lado el viejo fardo de la teoría de la acción. Pe-
ro el viejo fardo es terco y, por mucho que el
programa teórico se vertebre renunciando a car-
garlo, al cabo ocurre que, apenas disfrazado,
reaparece en el fondo del capazo analítico. Más
vale, pues, hacerle un hueco desde el principio
y abordarlo directamente, es decir, mirar de
frente e intentar hacer inteligibles los proble-
mas que la acción, ella misma compleja, en-
frenta en un universo social complejo.
Lo que aquí me propongo explorar va en es-
te sentido. No es muy ambicioso, pero parece
pertinente y fructífero. Forma parte de un pro-
yecto de reconceptualización de la acción utili-
zando el material estratégico que proporcionan
los monumentos clásicos de la tragedia ate-
niense del siglo V a. C. No pretende inicial-
mente abogar por una reorientación sistemáti-
ca de la teoría de la acción. En el momento
actual de su construcción se limita a proponer
un complemento a los desarrollos teóricos de
que dispone la tradición y que ahora están a la
mano. En concreto, se limita a proponer la am-
pliación de la antropología primaria de la teo-
ría social en cuanto teoría de la acción. Por
antropología primaria entiendo esa caterva de

Ramón Ramos Torre. Universidad Complutense de Madrid.


Política y Sociedad, 30 (1999), Madrid (pp. 213-240)
hornines que, como supuesto, sustento y resu- predica abusivamente del mundo social o de
men, están por detrás de las proposiciones ana- sus actores.
líticas actuales sobre el actor/agente y su Pero es claro que, aún aceptada, la relevan-
acción/agencia Los más relevantes forman
~. cia sociológica de la literatura puede entender-
una trinidad en tensión: el horno moralis que se de distintas maneras. La más usual es la que
viene de la tradición durkheimiana; el horno se plasma en una sociología de la literatura que
rationalis que viene de la economía y el utili- concede o reconoce a ésta un ejemplar valor
tarismo; el horno specularis que se apunta en expresivo del mundo social o de la cultura y se
la obra moral de Adam Smith. Quisiera, por lo da a la tarea de reconstruir la práctica social
menos, ampliar esa antropología de base, agre- que la constituye (autores) y sustenta (públi-
gando otro vertebrado racional no menos rele- co). A veces, como por ejemplo en el caso del
vante aunque más doliente: el horno tragicus. Bourdieu (1995) estudioso de Flaubert, hay un
Con este cometido se realizará un recorrido paso adicional: no sólo se construye el mapa
que llevará (1) a argumentar la relevancia analí- social del campo literario sino que también se
tica de la tragedia para abordar, a continuación, va a la busca de la sociología implícita en las
(II) lo específico de la tragedia ática del siglo obras literarias. Por tal hay que entender la so-
V a. C., algunos de cuyos rasgos diferenciales ciografía pre-teórica que se incorpora en su
se reconstruirán (III) a partir del la Poética de universo ficcional, que puede ser una ilumina-
Aristóteles; tras esto, (IV) se esbozarán las ción relevante del mundo social referido. Es
características del mundo en el que la acción así como el Flaubert de la Educación senti-
trágica se sitúa y (V) lo que es propio de la mental ilumina el mundo social de la coyuntu-
acción y (VI) del actor trágicos; la investiga- ra revolucionaria de 1848.
ción acabará (VII) mostrando las señas de Se trata de dos estrategias típicas en el diá-
identidad del horno tragicus y su bifurcación logo de la literatura y la sociología. Ninguna
como héroe patético y hombre prudente, pro- de ellas informa estas páginas. Como se verá,
yectando tal figura (VIII) sobre el panorama no se apunta una sociología de la tragedia grie-
actual de la teoría de la acción. ga ni tampoco una reconstrucción de la socio-
grafía implícita en los dramas de Esquilo, Só-
focles o Eurípides. La estrategia por la que
1. ¿Por qué la tragedia opto se sitúa en un nivel más abstracto y bási-
co, atenta a encontrar en el material literario

E
información sobre aspectos de la acción de
l supuesto de este trabajo es que la li- relevancia analítica general y, por ello, actual.
teratura tiene una indudable relevan- La literatura me parece relevante porque en
cia sociológica. No todo él mundo sus ficciones exploratorias de mundos hu-
lo compartirá o aceptará el modo en que esa manos posibles proporciona un riquísimo ma-
relevancia se entiende aquí. En contra de los terial sobre la acción. En ella, sobre todo en
primeros, suscribo una aguda observación de sus grandes monumentos, la acción humana
Bernard Williams, que, ironizando sobre quie- aparece presentada en su discurrir concreto, es
nes en cuestiones de reflexión ética tienen decir, variada, rica en determinaciones, con-
alergia a que se utilice el material literario y textuál. En esto consiste su gloria y su cruz,
urgen a atenerse a lo real sin más o á la vida pues al representarla así, la pone ante los ojos
misma, objeta que, en realidad, «lo que [esos] con tóda su inagotable riqueza pero, a la vez,
filósofos muestran a sus ojos y a los de sus lec- aunque la reconduce a esquemas de sentido,
tores para reemplazar a la literatura no es la no la disecciona teóricamente, pues no da, ni
vida, sino la mala literatura» (Williams 1997: pretei=dedar, razón de lo que se limita a mos-
22). La validez de esta observación no se limi- trar en su presentarse y transcurnr. Proporcio-
ta a las discusiones en el campo de la filosofía na así un material en bruto, preteórico y expío-
o de la ética. También en el de las ciencias so- ratorió, que se puede convertir en objeto de
ciales el empeño por cercenar la significación reflexión de una ciencia que, habiendo reduci-
de la literatura va típicamente de la mano, no do la complejidad del mundo humano para ha-
del encuentro con la realidad o la vida, sino de cerlo inteligible, se hace conscientes de los lí-
la desviación hacia una mala literatura que se mites de sus reducciones y siente la urgencia

~PbE3IfiD&
?
Horno tragicus 215

de explorar aspectos nuevos y decisivos del y se presenta en forma de libre arbitrio; la res-
universo práctico. ponsabilidad como la contraparte pura de la
En este caso, pues, la relevancia sociológica intención, etc. La tercera razón la proporcionan
de la literatura radica en que proporciona ma- las aproximaciones de orientación más históri-
terial para la reflexión, permitiendo, más espe- co—antropológica que destacan como peculiari-
cíficamente, observar, encarnados y actuados, dad del universo práctico de la tragedia su radi-
esquemas prácticos que la tradición de la teoría cal problematicidad —y así Vemant y
social ha descartado o descuidado y que, sin Vidal-Naquet (1987: 43 ss) o Said (1978: 147
embargo, una vez reconstruidos a partir de su ss). Esta resulta del encuentro de dos universos
representación literaria, son operativos para dar prácticos representados respectivamente por el
cuenta de esos mundos de acción que intuitiva- antiguo derecho gentilicio y el nuevo derecho
mente consideramos complejos y que, siendo de la polis democrática, estructurados según
socialmente relevantes, resultan analíticamente principios incompatibles 2• Ese choque y la
impenetrables en la actualidad. inestable síntesis resultante nos permiten
La elección de la tragedia, y más concreta- observar en la praxis trágica modos atípicos,
mente de la tragedia griega clásica, es coheren- peculiares, pero muy fructíferos, de concebir
te con el objetivo que se busca. Siendo la trama los distintos aspectos de la acción.
realista por antonomasia, la que pone de forma Suscribo, pues, la apreciación de Martha
más descamada al héroe en y ante el mundo Nussbaum según la cual «las narraciones con-
(Frye 1991: 271), es también aquella en la que cretas y complejas que constituyen el material
la representación de la acción se convierte en de la obra trágica desempeñan una valiosa fun-
su centro y razón de ser o, por decirlo al modo ción en el perfeccionamiento de nuestra per-
rotundo de Arent (1993: 211), «el único arte cepción del ‘material’ complejo de la vida hu-
cuyo tema es el hombre en su relación con los mana» (Nussbaum 1995: 469). Un enfoque así
demás». Esto, con ser ya relevante, no agota las ha permitido situar el mundo trágico en el cen-
razones de la elección. La tragedia interesa al tro de las reflexiones éticas contemporáneas,
menos por tres razones adicionales que han recuperándolo en orden a alcanzar una más ri-
sido destacadas por sus más perspicaces estu- ca conceptuación de los problemas morales a
diosos. La primera razón la proporcionan las los que en la actualidad nos enfrentamos. Si de
reflexiones aristotélicas sobre el arte trágico. la ética pasamos a las ciencias sociales o, más
Más adelante se atenderá a su reconstrucción, específicamente, a la teoría social, el resultado
pero se puede ya adelantar que lo que le es pro- puede ser idéntico. El mundo trágico se puede
pio es la presentación de la acción como un así convertir en un laboratorio para pensar la
modelador o conformador del actor mismo: complejidad que demanda en la actualidad una
éste resulta de aquélla, es su hijo —en el sentido teoría operativa de la acción.
que se especificará en su momento. No se parte Por otro lado, es claro que la elección de la
pues de la interioridad o carácter de un sujeto tragedia griega como material para reflexionar
para ver cómo se manifiesta en su acción, sino no es fruto de ningún deseo de navegar por el
que se parte de ésta para saber en qué consisten tiempo en busca de lo atávico y esencial. Si la
aquéllos. La segunda razón la proporciona tragedia interesa es porque en ella aparecen
Williams (1997: 59 ss), para quien lo decisivo modos de acción, en principio extraños y pe-
del universo práctico de los monumentos lite- culiares, que no han sido explorados suficien-
rarios griegos y de la tragedia en particular es temente y cuyo esclarecimiento puede ser de
que muestra aspectos cruciales y desdeñados gran ayuda cara al desarrollo actual de la teo-
por la tradición posterior y, en especial, se ría social Pero entiéndase bien, reivindicar la
~.

niega a identificar el universo práctico con la actualidad de la tragedia se limita a subrayar la


acción moral. Queda así de lado la problemáti- relevancia sociológico-analítica de su mundo
ca que tanto ha dominado y entorpecido las de ficción, sin prejuzgar si la nuestra es o no
reflexiones occidentales sobre la acción: la una época trágica o sí su sociología debiera
moral como núcleo y origen de la acción; la construirse a partir de un supuesto saber dioni-
conciencia como espacio en el que la razón síaco y acariciante>~.

universal o la voz de Dios hablan; la voluntad Por lo demás, tal actualización de lo extraño
como un absoluto que se determina a si mismo debe operar con las cautelas apuntadas por

~9MMab
Williams (1997: 27-9): en muchos casos lo XVI y ocupa todo el siglo XVII para que, en
supuestamente extraño nos resultará plena- Inglaterra, España y Francia, se asista a un
mente familiar; en otros, tendremos que reali- nuevo florecimiento del arte trágico —arte cier-
zar un esfuerzo de traducción para encontrar tamente reflorecido y renacido, pero también
sus equivalentes actuales; en otros, por fin, distante, a pesar de los esfuerzos de algunos de
habremos de rechazar lo que el trágico daba sus impulsores, del peculiar universo trágico
por supuesto como rasgo constitutivo del mun- griego. La historia posterior será todavía más
do y declarar que el nuestro es muy diferente. intermitente y producirá piezas teatrales aún
Lo que en cualquier caso se niega es el doble más lejanas del siempre admirado ideal griego.
prejuicio con el que se aborda típicamente el Ya en nuestro siglo, los intentos de restaurar la
material de nuestra cultura clásica, sea el trági- tragedia acabarán en fracaso, cumpliéndose así
co u otro. La cara positiva del prejuicio pro- el extraño destino de una época que ha asistido
dama su intemporalidad, su plausibilidad por a dos carnicerías mundiales sin precedentes y
encima de coordenadas de tiempo y espacio: es incapaz de expresarlas en la forma del arte
‘¡hay que rehelenizar el mundo!’, concluye. supuestamente más afin.
En su cara negativa lo historiza radicalmente, En el marco de este trabajo no es posible dar
mirándolo con esa mezcla de extrañeza y amor cuenta del porqué de este peculiar destino.
a lo exótico propia del antropólogo victoriano. Simplemente bastará con apuntar que el uni-
Ninguna de estas caras es aquí atendida. Ni verso de la tragedia griega dependía demasia-
esencia de lo humano, ni ganga evolutiva, el do estrechamente del mantenimiento de la
mundo trágico se limita, en este caso, a pro- muy específica e inestable coyuntura socio-
porcionar un buen material para que reflexio- cultural en que surgió, y que la constitución
nemos la complejidad de los universos de del orden político mundial romano, el triunfo
acción tal como nos salen al encuentro. de la filosofía estoica —tan presente en la obra
trágica de Séneca (Luque Moreno 1997)— y,
sobre todo, la victoria histórica del cristianis-
JI. Apuntes sobre la tragedia mo y, en su seguimiento, la de la ilustración
arruinaron sus bases de sustentación y plausi-
griega bilidad. La tragedia griega quedó así como un
milagro perdido en el tiempo que sólo consi-

«31J¡
guió revitalizarse en la época de la incertidum-
ilagro intermitente, [..] bre cartesiana y el nacimiento convulso del
golpe raro y bastante nuevo Leviatán estatal. Pero incluso entonces
misterioso de la fortu- el mensaje de esos profundos superficiales que
na»: así califica Steiner (1993: 105, 107) el par- eran los trágicos griegos sonaba demasiado
padeo del teatro trágico a lo largo de la historia. radical: la idea de una historia de sound and
Hijo exclusivo de la cultura occidental, el arte fury contada por un idiota, arbitraria y sin sig-
trágico surge rápidamente y casi ya plenamente nificación alguna, siempre ha resultado altiso-
maduro en la Atenas del siglo VI a. C En un
~. nante y blasfema a oídos cristianos e ilustrados
lapso de tiempo muy breve —apenas ‘70 años —razón por la que sólo puede apuntarse de for-
separan la representación de la primera tragedia ma tímida y puntual. Si, como sabía Dante, la
de Esquilo (Los Persas, 472 a. C.) de la repre- historia humana y cósmica de los cristianos
sentación póstuma de la última de Sófocles sólo puede ser contada como una Cornmedia
(Edipo en Colono, 401 a. C.)— se materializa en (Steiner 1993: 19-20)~, también la de los ilus-
las monumentales obras dramáticas de Esquilo, trados, incluso en su versión materialista dia-
Sófocles y Euripides, las únicas, aunque incom- léctica, sólo puede ser contada como «inver-
pletas, que han llegado hasta nosotros. Des- sión colectiva y ‘cómica’» (Jameson 1981:
pués, la gran tragedia entra en decadencia y, 235) de una tragedia inmediata pero, al fin y al
aunque recreada a lo sublime en la Roma de cabo, efímera, aparente.
Séneca, acaba por desaparecer del espacio pú- Acto cívico por excelencia, la tragedia está
blico tras el triunfo definitivo del cristianismo. ligada, pues, al universo cultural griego previo
Habrá que esperar a ese periodo de convulsión al intelectualismo platónico, así como a las
polftico-social que arranca de finales del siglo condiciones de la polis democrática, victoriosa

~PbtJfiD~6
de los persas, hegemónico-imperial, poblada que se ponían en vida viejos mitos o leyendas
de ciudadanos, esclavos y metecos, espacio de heroicas poco plausibles ya en ese momento.
varones públicos y mujeres privadas, depen- Pero además, todo resultaba transformado por
diente, en última instancia, de los éxitos de su su teatralización, es decir, en virtud de la su-
armada: esa polis segura de sí misma y, a la bordinación del material mítico-heroico y de
vez, problemática que era la Atenas posterior a los nuevos problemas prácticos y de sentido a
Salamina y anterior al desastre final que cuí- una específica técnica teatral audio-visual que
minó la larga guerra del Peloponeso8 continuamente generaba, a partir de lo atávico
Es difícil que nos hagamos ahora una idea o evidente, novedades sorprendentes.
cabal de las representaciones trágicas que, año De las más de mil tragedias que se escribie-
tras año, según se aproximaba la primavera, ron y representaron sólo nos queda una treinte-
coincidiendo con la época en que el mar se na: síete de Esquilo, otras siete de Sófocles y
abría de nuevo a la navegación, se celebraban dieciocho de Eurípides. ¿Forman un conjunto
en las festividades que honraban a Dioniso. La unitario? Una mirada desapasionada no dejará
ciudadanía en bloque —no está claro si también de notar grandes diferencias, no sólo entre los
sus mujeres— se reunía durante tres días, maña- tres trágicos, sino también, en el interior de sus
na y tarde, para asistir, los más indigentes respectivas obras, entre sus distintas tragedias
~.

pagados por la polis, a la representación de tres Esta evidencia crea problemas a toda acotación
trilogías trágicas de tres autores diferentes pre- unitaria de lo trágico y es por esto por lo que
viamente seleccionados que pugnaban por el los intentos definitorios tienden a justificarse
premio final. Ciertamente el espectáculo era ya sea en la obra de uno de los autores o en
visual pues se singularizaba por hacer presen- alguna de sus especificas tragedias, que de este
tes en el escenario, en carne y hueso pero ocul- modo se privilegia como paradigmática del
tos tras sus ropones y máscaras rituales, a los género -en este sentido, el papel jugado por
héroes y dioses de los que hablaban los mitos Edipo Rey o Antígona ha sido de primer orden.
y las leyendas heroicas. Pero también era —y Con todo, es tan indudable el fuerte aire de
tal vez más fundamentalmente— un espectácu- familia que las tragedias áticas guardan entre sí
lo a escuchan No sólo porque, a semejanza de -esa «gramática de la tragedia» en expresión
nuestra ópera, se combinaran partes cantadas y de Frankel (Vara Donado 1996: 39)-que pode-
recitadas, sino porque además gran parte de la mos hablar, sin especial abuso de lenguaje, de
historia trágica representada no era actuada, la existencia de un género trágico e incluso de
sino contada por los protagonistas (testigos una trama trágica que, si bien ha encontrado en
visuales o portadores de su memoria) y sólo el drama teatral su primera y principal expre-
podía ser vista en la imaginación del público. sión, estructura obras literarias que adoptan
No estamos ante algo que se parezca al tea- otra forma de mimesis ~

tro aristocrático o burgués de siglos posterio- La tragedia griega ha recibido las más varia-
res, sino ante un espectáculo cívico que reunía das interpretaciones. Quisiera aquí apuntar las
a los ciudadanos para ver y escuchar viejas líneas interpretativas que han resultado más
historias de todos conocidas, volcadas en la decisivas. A riesgo de un abuso reductivo, pro-
elucidación de las aporías prácticas de la pongo la diferenciación de tres grandes líneas
actualidad y recreadas con una eficaz técnica hermencúticas. Son las que representan, en su-
teatral. El resultado era la unión de componen- cesión histórica, Aristóteles, Hegel y Nietzs-
tes que ahora nos resultada difícil casar. Por un che. En una presentación muy sintética, si
lado un espectáculo en el que la ciudad demo- Aristóteles la interpretaba como un tipo de
crática esbozaba «la respuesta cívica a la pre- acción estructurada por una trama, Hegel la
gunta sobre el destino humano» (Mejer 1991: concebía como expresión de un conflicto ético
265). Por ello, acumulando anacronismos, sus que correspondía a un momento dialéctico de
referencias a la actualidad vivida estaban ape- la epifanía del Espíritu y Nietzsche como
nas veladas y en su escenario se ponían a prue- visión estética de la herida abierta de la exis-
ba los implícitos de la nueva cultura cívico- tencia. Sobre este fondo de interpretaciones se
democrática. Por otro, era una representación acumulan múltiples variantes reconducibles a
cargada de religiosidad (Rodríguez Adrados tales matrices, o incluso combinaciones más o
1998: 128), ligada a rituales ancestrales y en la menos bien urdidas.
Con independencia de que, por lo que se en el hecho de que, en el círculo de una tal co-
argumentará, se vuelva más adelante sobre la lisión [dramática], las dos partes opuestas,
linea interpretativa de Aristóteles, se puede ya tomadas en si mismas, tienen la justicia de su
adelantar que éste aborda la tragedia y lo trá- lado. Pero, por otro lado, no pudiendo realizar
gico en el marco de una poética sistemática de lo que hay de verdadero y positivo en su fin y
los distintos tipos de mimesis en la que se pro- su carácter a no ser como violación del otro
pone centrar la atención en dos elementos, el poder, que es justo en igual medida, se en-
mythos o trama y la acción que es mimetizada cuentran, a pesar de su moralidad, o mejor a
por su mediación. Es así la aproximación ans- causa de ella, abocados a cometer faltas» (ibid
totélica tanto una poética formal y normativa, II: 663-4). El modelo lo proporciona la Antí-
que específica cómo se urde (y debe urdir) una gona de Sófocles. Su conflicto trágico no es el
historia trágica, como una «lectura praxeológi- que enfrenta lo sustancialmente justo con un
ca» (Taminiaux 1995: 59) que invita a leer lo poder arbitrario y abusivo, sino, por el contra-
trágico en el campo genérico de la acción rio, la colisión de dos principios de justicia en
—aunque lo primero aparezca más desarrollado sí sustanciales: el del Estado y el de la piedad
que lo segundo. familiar.
En el caso de Hegel, y aunque la tragedia Planteada así la esencia de lo trágico, Hegel
fuera estudiada también de forma sistemáti- resuelve dialécticamente el enfrentamiento
ca en la Estética (Hegel 1997), la interpreta- agónico de los principios éticos. En esto con-
ción propuesta adopta más bien un punto de siste la solución trágica que hace perecer a las
vista histórico, presentándola como un dos partes enfrentadas como condición para
momento o estadio en la larga dialéctica una reconciliación de lo que encaman. Pues el
temporal del Espíritu hacia su plena auto- desenlace no puede ser la victoria de algo unI-
conciencia ¿tica. lateral, sino la armonización de lo diverso,
La tragedia se inserta en la teoría hegeliana una «armonía en la que los personajes, con sus
del drama —superación de la separación InI- fines determinados, actúen de acuerdo, sín
cial de lo objetivo (epopeya) y lo subjetivo violación ni oposición» (ibid II: 664). Que
(lírica). Como drama, lo que en ella se repre- esto se presente en forma de realización de un
senta es la acción humana o «la persona destino oscuro e incomprensible no indica
moral en acción [...] los sentimientos y pasio- sino el grado de desarrollo que entonces ha
nes íntimas del alma en su realización exte- alcanzado la conciencia ética. En realidad, «la
rior» (Hegel 1997 II: 623). Tal universo de necesidad que aparece en el desenlace no es
acciones entra en conflicto y de éste surge un un destino ciego, un faturn sin razón ni inteli-
desenlace «contra [la] voluntad y previsión» gencia que algunos llaman destino trágico. El
(ibid II: 624) de sus autores que, desembo- destino es, por el contrario, la alta razón de los
cando en un resultado final que aparenta «a acontecimientos aunque todavía no se mani-
los ojos vulgares [..] oscuridad, azar y confu- fieste como providencia consciente de sí
sión» (ibid II: 627), es, en ténninos sustanti- misma» (ibid II: 685).
vos, la revelación de «la acción viva de una La tragedia hegeliana es así paradigma de
necesidad absoluta que acaba con la lucha y un conflicto ético que no se puede resolver sí-
levanta las contradicciones, IT... es decir] el no de forma oscura, recurriendo a esa provi-
desarrollo real de la razón absoluta y de la dencia que todavía no es plenamente cons-
verdad» (ibid II: 626-7). Tal es el esquema ciente de sí; es un drama pre-cristiano. Como
sustancial del drama del que la tragedia grie- tal, la significación de la tragedia queda radi-
ga es una variante. calmente historizada: pura expresión de un
Lo característico de la tragedia según Hegel momento del despliegue del Espíritu en el que
es que en ella, a diferencia del drama cómico, éste sólo sabe auto-ponerse de forma unilate-
los personajes que se enfrentan son encama- ral, sesgada e inarmónica. Por lo demás,
ción de algo sustancial, de principios univer- Hegel resuelve en trama de comedia o recon-
sales de los que son portadores, pero que ciliación lo que en el drama trágico se enfren-
representan todavía de una forma unilateral, ta. Y no sólo por esa extraña providencia
sesgada e inarmónica. De ahí su conocida de- inconsciente que mueve los hilos que los per-
finición: «Lo trágico consiste originariamente sonajes son incapaces de ver, sino también
porque el destino trágico no resulta ser sino la como una representación simbólica de la sabi-
plena reconciliación de aquello que llegará a duría dionisíaca por medios artísticos apolíne-
verse integrado en el gran todo armónico. De os» ibid: 174) muestra ya la tensión que do-
ahí su veredicto final: «la alta conciliación trá- mina al arte trágico y explica también su
gica [..] es el retorno de los poderes morales, fragilidad, su fatal destino. Pues la tragedia,
de su oposición, a su verdadera armonía» que con Esquilo encuentra lo sublime en el te-
(ibid II: 686-7). rror ante el orden de los dioses y con Sófocles
Nietzsche (1973) refuta punto por punto el se adentra en el misterio del destino inmereci-
potente modelo interpretativo de Hegel: la do, con Euripides decaerá, ya muy penetrada
tragedia historizada como etapa del desarro- por ese intelectualismo socrático que, supo-
lío ético es presentada en su caso como el niendo la identidad entre virtud, saber y felici-
hontanar en el que el ser se muestra; no es ya dad, marca la disolución de su mirada sobre el
una etapa pasada y superada, sino un milagro mundo. Al cabo, las enseñanzas de Dioniso
estético —ya ido, pues fue erradicado por el son veladas y domina, solitario, lo apolíneo.
intelectualismo socrático y el miedo cristiano La tragedia desaparece.
a la vida—, milagro en cuyo trascurso la vida Nada, pues, más extraño a la aproxima-
se nos mostró tal cual es, rebosante, ininteli- ción hegeliana: para Nietzsche la tragedia es
gible y libre de cualquier regla. Lo que le visión de lo que está más allá de la historia;
interesa a Nietzsche es la visión que la trage- no representa un drama ético sino una visión
dia proporciona sobre el mundo, esa visión en apenas ordenada de lo dionisíaco, de lo que
la que «la naturaleza misma nos interpela con no está sometido a regla y es dinámico, amo-
su voz verdadera, no cambiada: ‘¡Sed como ral y espanta; no desvela la realidad o la
yo! ¡Sed, bajo el cambio incesante de las apa- hace inteligible, sino que la muestra velada
riencias, la madre primordial que eternamente y terrible; es palanca de una apropiación
crea, que eternamente compele a existir, que estética del mundo que reniega del intelec-
eternamente se apacigua con este cambio de tualismo griego y del moralismo cristiano;
las apariencias!’» (Nietzsche: 1973: 137). no lleva a ninguna superación feliz sino que
Nada más lejano del mundo de la moral, pues se limita a mostrar cómo somos llevados por
la tragedia se afana en representar «la herida fuerzas que no podremos ni dominar ni com-
eterna del existir» (ibid: 145), lo feo, doloro- prender.
so, espantoso, ininteligible que sólo se puede Modo especifico de reconducir a trama la
aceptar como experiencia estética de lo acción humana, momento histórico en el des-
«sublime» (ibid: 79). Y mostrándonos lo que pliegue ético del Espíritu, herida de la existen-
es tal cual es, cubierto de esos sus múltiples cia que sólo se puede apropiar estéticamente:
velos que lo hacen ininteligible y doloroso, la tales son las grandes variantes interpretativas
tragedia también nos enseña que «sólo como de la tragedia gi-iega. Acción, historia ética y
fenómenos estético aparecen justificados la visión del mundo resumen sus respectivos cen-
existencia y el mundo» (ibid: 187). No es, tros de atención. No creo que ninguna, con in-
pues, una insuficiente experiencia del mundo dependencia de su rigor filológico —¿hasta qué
ya superada y agotada, sino la base siempre punto es un sueño wagneriano de Nietzsche su
actual para una rebelión contra Sócrates y tragedia dionisíaca?—, sea desdeñable y, en lo
Cristo que nos libere de sus legados y recupe- que sigue, se utilizarán elementos de todas
re ese espíritu sagrado de la música del que ellas. Con todo, en razón de la problemática
fue su clara representante. En el frontispicio abordada en este trabajo, no nos interesan tan-
de su nuevo templo habrá de leerse lo que to la historicidad de lo trágico, ni el mundo
Nietzsche, en fórmula magnifica, presenta visionado al modo nietzscheano, sino cómo y
como enseñanza de lo trágico: «Todo lo que con qué resultados aborda la tragedia el mundo
existe es justo e injusto, y en ambos casos está genérico (no sólo ético) de la acción. Lo que es
justificado» (ibid: 95). razón suficiente para cjue el centro de interés
Como apropiación estética del mundo, la tra- se desplace hacia Aristóteles con el objetivo de
gedia es la representación apolínea del mundo fijar las lineas fundamentales de lo trágico
dionisíaco. Esta conocida definición nietzschea- desde la perspectiva de una lectura poético-
na («el mito trágico sólo resulta inteligible praxeológica.
III. Aristóteles sobre a cabo la purgación [catharsis] de tales afec-
ciones» (PO 1449b 24-28). La especificación
la tragedia propone que «necesariamente las partes de la
tragedia son seis [..]: la fábula fmythos], los

T
caracteres, la elocución, el pensamiento, el
oda discusión de la tragedia ha de espectáculo y la melopeya» (ibid: 1450a 8-10).
pasar por Aristóteles como si del Y, por su parte, la advertencia subraya que «el
representante teórico de la Santa más importante de estos elementos es la
Trinidad Trágica (Esquilo, Sófocles, Eurípi- estructuración de los hechos [pragmaton sys-
des) se tratara. Ciertamente esta imagen es tasis]» (ibid: 1450a 15), que no es otra cosa
harto problemática, pues si bien hay una cierta que aquello que opera el mythos o fábula. Esta
línea interpretativa que aproxima (Aubenque triple aproximación nos proporciona los ele-
1997) o incluso identifica (Nussbaum 1995) el mentos fundamentales que han de ser comen-
discurso ético de Aristóteles con el dramatiza- tados para un cabal esclarecimiento de lo que
do en la tragedia, no faltan voces igual de sen- Aristóteles proponía sobre este arte mimético.
satas (Eco 1994; Said 1978; Vernant y Vidal- En la definición propuesta Aristóteles infor-
Naquet 1987, 1989; Williams 1997) que ma sobre el qué y el para qué de la tragedia. Lo
avisan, no sólo sobre la distancia temporal sorprendente es que, a la hora de concretar ese
entre la teorización aristotélica y la época viva qué, se dice algo muy inespecífico o puramente
de la tragedia, sino especialmente sobre la dis- formal. Es muy inespecifico porque tan sólo se
tancia mental o cultural entre esos dos mun- alude a que la tragedia tiene por objeto la imita-
dos. ¿Es el Aristóteles lector de tragedias, co- ción de la acción, calificada simplemente de es-
mo sugiere Eco (1994: 211), el equivalente de forzada, completa y de una cierta amplitud. Es
«un etnólogo contemporáneo y occidental a la puramente formal porque, en vez de decimos
búsqueda de invariantes universales en los qué es lo propio de lo trágico como un tipo
cuentos de los salvajes»? La imagen, exagera- especifico de actuar humano o un tipo de mun-
da, no deja del todo de ser plausible; al menos, do práctico, se limita a destacar los aspectos for-
sirve de advertencia para que no se extreme la males propios de la tragedia como representa-
identificación de la teoría aristotélica de lo trá- ción teatral. Sólo cuando se pasa del qué al para
gico y el material dramático sobre el que se qué, parecen alcanzarse niveles más altos de
construye. especificación, pues en efecto, introduciendo al
La teoría aristotélica de la tragedia es rica, público receptor al final de la definición, propo-
compleja, conectada con otras temas y proble- ne que la tragedia sólo se alcanza cuando se
mas de su ingente obra y sometida a innumera- produce una compasión y un temor que llevan a
bles comentarios a lo largo de los siglos, lo que una purgación del alma o catarsis ‘~. Sabemos
espesa aún más su significación. Para su estu- con esto que lo específico de la tragedia es la
dio optaré por un criterio muy selectivo: no consecución de un determinado efecto pasio-
pretendo reconstruirla en su conjunto, sino tan nal que se logra por un tipo especial de imita-
sólo en aquello que es pertinente para el pro- ción de la acción y, por lo tanto, que sólo la
blema que aquí se aborda, la acción trágica obra que consiga ese efecto es propiamente tal.
La tragedia es analizada en la Poética como Pero, ¿cómo tiene que ser para alcanzar ese
una de las especies en las que se desagrega el efecto?, ¿qué es lo trágico?, ¿algo que provoca
género de las artes miméticas o imitativas 12 un efecto pasional o simplemente el efecto
Aristóteles propone una definición de su esen- logrado teatralmente?
cia, a la que siguen una especificación de sus Las cosas se aclaran algo más cuando se
elementos característicos y una advertencia so- especifican las partes o elementos de lo ya de-
bre el peso relativo de éstos. La definición dice finido. Algunas son puramente formales: me-
que la tragedia es «imitación de una acción es- dios con los que se imita (elocución y melope-
forzada y completa, de cierta amplitud, en len- ya) y modo en que se imita (espectáculo). El
guaje sazonado, separada cada una de las espe- resto fija el objeto de la imitación: la fábula
cies [de aderezos] en las distintas partes, (rnythos) o trama t4, los caracteres y el pensa-
actuando los personajes y no mediante el rela- miento. De todos ellos, dice Aristóteles en su
to, y que mediante la compasión y temor lleva advertencia, la trama —la «estructuración de
Horno tragicus 221

hechos» en el texto antes citado, también espe- para amistad o para odio, de los destinados a la
cificada como «composición de los hechos dicha o al infortunio» (ibid: 1552a 30-32), que
(syntesis ton pragmaton)» (1450a 5) unas líne- no se limita a desvelar lo que se ignora, sino
as antes— es el fundamental. Parece que así se que es también un conocer que tiene efectos
llega a una especificación de lo propio de la tra- sobre la acción o el destino final. Por su parte,
gedia si es que somos capaces de saber en qué el yerro o error trágico es un error no culpable,
consiste la trama en cuanto que trama trágica. pero que genera responsabilidad objetiva y
Veremos que para conseguirlo plenamente ten- tiene consecuencias decisivas sobre todo el
dremos que abandonar en algún momento la acontecer.
línea de análisis de orientación básicamente Queda así reconstruida de forma muy sinté-
formal seguida hasta ahora y entrar en lo que ya tica la teoría de la trama trágica propuesta en la
se vio en la definición inicial, aunque presenta- Poética. La tragedia resulta ser una específica
do de modo harto inespecífico: la acción como trama que, utilizando los principios constructi-
objeto de la mimesis trágica. vos de toda trama -es decir, aunando, engar-
A la hora de especificar lo propio de la tra- zando y tipificando actos-acontecimientos—,
ma Aristóteles parece operar en tres niveles de los configura específicamente por medio de
análisis. Uno es muy genérico y aborda sólo lo procedimientos típicos, como el cambio de
que es especifico del entramar ficcional o de la fortuna y el lance patético, logrando perfeccio-
trama mimética tout court. Es lo que ha anali- nar su efecto narrativo catártico si introduce la
zado más que cumplidamente Ricoeur (1983 peripecia, la agnición y el error trágicos. La
Y: 65 ss), a quien remito tS. Otro es más con- constante definitoria de la trama trágica la pro-
creto y se refiere a la trama trágica en su deter- porciona el cambio en cuanto que afecta a la
minación más simple. Allí se nos dice que una eudaimonia y, en razón de ello, provoca, o li-
trama trágica simple ha de constar de cambio o bra de, el dolor Se entiende así su efecto catár-
metabolé y de lance patético. Ambas cosas es- tico sobre el público que la presencia. Pero
tán muy emparentadas e iluminan los instru- para aclarar esta característica diferencial hay
mentos de que se vale la trama trágica para que ir en busca de lo que se abandonó al inicio
conseguir su característico efecto catártico. del análisis, es decir, la acción que es imitada
Pues en efecto —y más tarde se verá su enorme en trama trágica.
significación—el cambio es «un cambio de for- La posición de Aristóteles a este respecto es
tuna» (ibid: 1452a 15) que comporta paso de la neta. Desde el principio, cuando ya está dispo-
dicha a la desdicha o viceversa, es decir, es un nible la definición de la tragedia y propone la
cambio en la eudairnonia 16 que es justamente exploración de su trama, destaca de qué manera
lo que ponen en juego los hombres en la se ha de concebir la acción que es estructurada-
acción trágica; y el lance patético hace refe- compuesta por ella. En su estilo denso y desan-
rencia a «una acción destructora o dolorosa» gelado, la tesis se expone así: «la tragedia es
(ibid: 1452b 11-12). Fijadas estas especifica- imitación, no de personas, sino de una acción y
ciones de la trama genérica en su forma sim- de una vida, y la felicidad y la infelicidad está
ple, Aristóteles introduce nuevas especifica- en la acción, y el fin es una acción, no una cua-
ciones ya predicables de lo que llama tragedia lidad. Y los personajes son tales o cuales según
compleja o, podríamos decir, de lo trágico en el carácter; pero según la acción, felices o lo
su perfección -en razón de la mayor eficacia contrario. Así pues no actúan para imitar los
teatral de esa trama. Tales nuevas determina- caracteres, sino que revisten los caracteres a
ciones son inicialmente dos, peripecia y agni- causa de las acciones» (ibid 1450a 15-22).
ción; a éstas se agrega una tercera, el yerro o Tres aspectos de este texto tan telegráfico
hamartia, que cuando aparece magnifica sus son relevantes en este contexto de análisis. El
efectos. La primera, la peripecia, es «un cam- primero es que, a la hora de especificar cuál es
bio de la acción en el sentido contrario» (ibid: el objeto de la imitación trágica, Aristóteles in-
1452a22) que puede ser simple inversión de la siste, para evitar cualquier error interpretativo,
dirección del curso de la acción o de lo que su- que lo imitado es la acción, proponiendo una
cede en relación a lo que se intentaba actuar. distinción clara entre la acción misma y los
La segunda, la agnición o reconocimiento, es personajes en cuanto que actores dotados de un
«un cambio de la ignorancia al conocimiento, carácter Lo importante es que se muestre y
despliegue la acción de un personaje en si y por del curso de los acontecimientos y pueden ir de
si misma y no como emanación de un carácter la mano de un acceso al conocimiento de algo
que se quiere revelar o poner en acción. La tra- que estaba oculto y era decisivo.
gedia no se interesa por lo que se es, sino, prin- La tragedia es, pues, narrativización de un
cipal e inmediatamente, por lo que se hace. El curso de acción y de los acontecimientos que
segundo aspecto destacable es que se especifi- apareja. Como han destacado Arendt (1993:
ca qué pone en juego la acción que despliega el 215) y Ricoeur (1983 1: 85), la precondición
agente: se trata de la posible eudairnonia como para hacer decible y significativo cualquier
logro de una vida. Y subraya que eso está en la curso de acción que se dé en el tiempo del suce-
acción, es decir, en el universo de la práctica o, der humano es su narrativización, la construc-
como comenta atinadamente Nussbaum, que ción por medio de tramas de narraciones que
«la eudaimonia no sólo es una característica, conviertan ese suceder en un algo unificado,
sino una praxis» (Nussbaum 1995: 470). Y en engarzado y tipificado. La narrativización trá-
este sentido hay que sostener que la tragedia no gica es una de las posibles. Se caracteriza por
ama el despliegue de la acción por sí mismo, enfrentar directamente el problema del destino
sino en cuanto que determina la eudaimonia de de los humanos o, por decirlo al modo elo-
los agentes, meta que sólo actuando en el cuente del titulo del libro de Nussbaum (1995),
mundo es posible conseguir Por último, hay un la fragilidad de su eudairnonia. Esto se hace
tercer aspecto que se relaciona con los anterio- dando cuenta de la diferencia entre lo que se
res y los especifica. Si el objeto que se pone en actúa propiamente y lo que sucede, suponiendo
trama en la tragedia es la acción en cuanto que que esa diferencia no es absoluta, sino tenue y
en ella se juega la eudairnonia, lo característico siempre cuestionada, pues lo que sucede dima-
de los personajes trágicos es que ellos mismos na en parte de lo que se actúa y lo que se actúa
son el producto o resultado de su acción. Es por queda calificado por lo que sucede.
esto por lo que se dice que el carácter y lo que Hasta aquí llega la reconstrucción de lo trági-
los personajes son resultan de lo que actúan; co en la Poética —reconstrucción crucial, pero
más su producto que su precondición. Es por también demasiado genérica o inespecifica desde
esto también por lo que, siendo la eudaimonia la óptica del tema que aquí interesa. Es crucial
una praxis, su consecución o pérdida es conse- porque nos invita a ver lo trágico desde el punto
cuencia de la acción, no un estado de un carác- de vista de la acción con una acusada radicalidad.
ter extraño a, o independiente de, la acción. Pero resulta insatisfactoria porque apenas especi-
El punto a que se ha llegado permite ya pro- fica en qué consiste esa acción, quedándose en
ceder a anudar los distintos cabos de la teoría enunciados genéricos sobre lo que la acción se
aristotélica de la tragedia en una forma mas sin- juega (la eudaimonia), por qué (yerros), cómo
tética. Tratada poética y praxeológicamente, la (peripecias, agniciones) y con qué resultados
tragedia es una trama que informa y hace narra- (cambio de la dicha a la desdicha, lance patético
ble un tipo de acción en el mundo; dicho de otra y constitución— descubrimiento de sO. Estas son
manera, es la imitación de un actuar en el mundo indicaciones formales de enonne relevancia,
que se hace significativo y eficaz catárticamente según se verá, pero que exigen ser especificadas
porque está entramado. En el plano práctico, lo si lo que nos interesa es fijar la riqueza del um-
que pone en juego la tragedia es la eudaimorna, verso práctico trágico. Para lograrlo es menester,
es decir, esa posibilidad de florecimiento de lo reteniendo las enseñanzas de Aristóteles, ir al
humano, de alcanzar una vida plena y digna de encuentro de las obras trágicas.
vivirse. No es, pues, ningún bien secundario,
sino el bien que apetece y justifica a la vida
humana en sí. Alcanzarlo o no es tanto como IV. El mundo trágico
ponerse en el mundo de la acción y exponerse a
lo que en él sucede. La trama trágica hace narra-
ble ese suceder: lo muestra como algo frágil, iguiendo lo que Aristóteles propo-
sometido a cambios que arrastran dolor o pérdi- ne, lo relevante para poder recons-
da; cambios que, resultando típicamente de un truir más ricamen&~ el qué de la tra-
error no plenamente culpable, ocurren también gedia es atender a la acción en el mundo: la
en forma típica al hilo de repentinas inversiones acción trágica en el mundo trágico. Ambas

~BWJE&6
Horno tragicus 223

caras están densamente interrelacionadas, de los ciudadanos de los bárbaros, la familia de la


forma que son esperables correspondencias polis, la justicia de la violencia, la hospitalidad
firmes entre lo que es propio de una y otra. de la guerra, la efebia de la madurez guerrera
Con todo, es preciso proceder metódicamente —por apuntar algunas de sus distinciones más
y revisar por separado lo que en su desarrollo relevantes. Esta heterogeneidad es presupuesta
dramático aparece unido. En esta sección pro- en todos los desarrollos dramáticos, y de ella y
cederé a fijar un retrato sintético del mundo a ella fluye lo que acontece. Pero lo caracterís-
trágico, para adentrarme en la acción y el actor tico de la heterogeneidad trágica es que es poli-
en las dos siguientes. céntrica, borrosa y problemática.
El mundo trágico es un mundo narrado que El policentrismo es muy evidente —tal vez
se muestra en espectáculo. Las distintas obras reflejo, tal vez respaldo, de ese archipiélago
en las que se plasmó están ahí para ser con- abigarrado que era el mundo griego de las ciu-
templadas o leídas y han sido objeto de un sin- dades-estado. En cualquier caso, se muestra
fin de exégesis más atentas a lo que en ellas como ausencia de una jerarquía firme, un prin-
ocurre o se da por supuesto como condición de cipio vertebrador unitario o una distinción-
posibilidad del ocurrir, que a las específicas matriz a que se puedan reconducir los entes.
técnicas poéticas para narrarlo. Me apoyaré en No aparece ni siquiera en el mundo dramático
ese conjunto abigarrado de obras y exégesis del piadoso Esquilo, pues en la Orestiada, su
para reconstruirlo 17 trilogía de la reconciliación, el fin de las ven-
Desde un punto de vista narrativo, el mundo ganzas de la sangre y la plena convergencia de
trágico es el escenario en el que se desarrolla la justicia de los hombres con la de los dioses
la acción. Pero no es un escenario puramente son el fruto precario del pacto de los olímpicos
externo, pasivo y mudo, sino densamente inte- con las vengadoras diosas de la tierra. No hay
grado en lo que en él ocurre. Y lo está porque siquiera jerarquía divina, sino pluralidad en
es tanto el que suscita los problemas que la equilibrio inestable que se vuelca sobre el des-
acción ha de resolver como el que define las tino inseguro de los humanos. Como se dice en
oportunidades y acaba dictando la sentencia esa terrible tragedia de la venganza celosa y
final. De él todo surge; en él todo se desarro- arbitraria de los dioses que es el Hipólito del
lía; hacia él todo fluye. Naturaleza, seres hu- impío Euripides, todo lo más que se puede
manos y dioses son sus elementos; lo confor- esperar de los inmortales es que lleguen a un
man al relacionarse de múltiples maneras. Y arreglo entre sus apetencias encontradas y se
esas relaciones configuran un espacio-tiempo atengan a lo acordado.
humano-material caracterizado por tres notas Ese policentrismo opera además sobre un
omnipresentes: la heterogeneidad, el dinamis- universo de contornos borrosos en el que nin-
mo y la contingencia. La primera lo muestra guna de las distinciones supone claras fronteras
como un conjunto policéntrico y de límites entre lo separado. La frontera divino/humano
borrosos, asediado siempre por la ambivalen- es continuamente penetrada por ambas partes,
cia y la promiscuidad. La segunda lo presenta pues los dioses interfieren en las disputas de
como un conjunto sometido al cambio, punto los hombres y los hombres en las que mantie-
de encuentro del episodio cesurial y el tiempo nen los dioses. Que la hybris 18 la desmesura,
largo de los dioses, y en el que el orden es un sea uno de los impulsos dramáticos del mundo
equilibrio que es roto y rehecho de forma ince- trágico indica no sólo la relevancia de la fron-
sante. La tercera, lo exhibe como un conjunto tera, sino la facilidad de su cruce en el marco
donde lo que es parece ser fruto de un diálogo de una organización imaginaria del espacio en
más bien oscuro entre el azar y la necesidad. la que el límite es, a la vez y para desgracia de
La heterogeneidad es fruto de las distincio- los mortales, fundamental, borroso y violable.
nes culturales que hacen posible la vida social. Pero el rasgo tal vez más característico de
En razón de ellas, se trazan fronteras entre las esa heterogeneidad del mundo trágico es su
cosas que así pueden ser indicadas y abordadas. radical problematicidad. Entiendo por ésta que
El mundo trágico es también fruto de esas dis- las fronteras —aún borrosas y carentes de un
tinciones que permiten separar lo salvaje de lo centro— que fijan las distinciones fundamenta-
civilizado, lo humano de lo divino, la mujer del les son, a la vez, afirmadas y negadas, y esto
varón, la ley de la sangre de la ley de la ciudad, con igual radicalidad. De ahí que, como han
mostrado analistas de distinta orientación teóri- do ejemplarmente en Las Bacantes de Eurípi-
ca, el mundo trágico se presente a la vez como des donde la venganza terrible de Dioniso se
orden y ruina permanente de ese orden, drama- pone en marcha contra la unilateralidad del
tizando sin ambages esta contradicción 19 La mundo urbano y cerradamente masculino, sin
razón radica en que lo real se muestra ambiva- ambivalencia alguna, de Penteo. La ambivalen-
lente (situado a los dos lados de la distinción cia resulta así —y se tendrá ocasión de compro-
que lo informa) y/o promiscuo (incorporando barlo cuando más adelante se analice el univer-
un conjunto de distinciones incompatibles). Tal so de la acción— crimen y virtud prudencial.
parece que Jano y el Ornitorrinco sean los dio- De la ambivalencia a la promiscuidad no hay
ses tutelares del universo trágico o las máscaras más que un pequeño paso que se cumple de
que portan sus protagonistas 20 forma típica en el mundo trágico. En él es fun-
Lo que aquí presento como ambivalencia ha damentales lo inclasificable, aquello que, como
sido destacada y explorada como ambigtledad, decía Aristóteles del enigma, tiene por esencia
sobre todo a partir del trabajo seminal de Ver- «unir, diciendo cosas reales, términos inconcí-
nant (Vernant y Vidal-Naquet 1987: l0l~33)2l hables» (PO 1558a 26-7). Oudemans y Lardi-
La ambivalencia está por todas partes. Está en nois (1987: 49-50) lo denominan marginalidad,
el lenguaje trágico: unas veces en forma de esa refiriéndose a aquello que está por fuera de las
notable ironía trágica (dominante, por ejemplo distinciones constitutivas o se sitúa en múlti-
en Edipo Rey) por la que el héroe, sin saberlo, ples casillas incompatibles. Supone la emer-
dice la verdad que se le oculta y que los espec- gencia del ornitorrinco ya en el sentido, pro-
tadores saben 22; otras, en lo que el verdugo di- puesto por Eco (1997), de lo que está por fuera
ce a la víctima y ésta no sabe interpretar (como del entramado clasificatorio de una cultura, ya
en el diálogo final entre la heroína y Egisto en en el sentido de aquello que se presenta como
la Electra de Sófocles). Está así mismo en las pura promiscuidad de las distinciones esencia-
situaciones por las que atraviesan o a las que les. En esa tragedia ejemplar e inagotable que
llegan esos personajes que porque aman, es Edipo Rey, son el ornitorrinco-Esfinge y él
matan, porque saben, ignoran, porque son fie- mismo como ornitorrinco los que marcan la
les, ultrajan, porque se ciegan, ven, porque son gloria y la ruina del héroe, pues lo que para su
castos, son tratados como adúlteros, etc. Pero horror descubre es que el enigma que creía
sobre todo está en los objetos fundamentales haber resuelto es él mismo: confusión de todas
de la disputa trágica. Se muestra de forma las distinciones culturales 24
ejemplar en el oximoro del propósito de la Se ha propuesto antes que ese mundo hete-
heroína en Antígona (que pretende cometer un rogéneo es también dinámico. Por tal entiendo
«piadoso crimen», Antígona 74) y en el museo que, como todo mundo socio-cultural, se mues-
de monstruos lógicos que la obra exhibe tra abierto a la experiencia del cambio. Lo que
(muertos que son tratados como vivos, vivos particulariza este rasgo universal es que en el
que son tratados como muertos, etc.). mundo trágico el cambio es inestabilidad con-
Pero más allá de todo ello, esa ambivalencia tinua de una singularidad en equilibrio nunca
es además ambivalente en sí misma, volcándo- determinable y opera por cesuras, inversiones y
se en bucle sobre sí misma. Y lo es, porque en convergencia de procesos.
unos casos es el estatuto ambivalente de algo lo La idea de una singularidad —entendida en el
que decide su ruina en razón de que la conexión sentido de un punto en un espacio que supone-
de los dos lados de la distinción no ha sido mos que está ahí pero que no podemos obser-
ritualizada adecuadamente 23~ En otros, por el var ni fijar sus coordenadas—, alrededor de la
contrario, es justamente el hecho de que no se cual se opera una inestabilidad endémica en la
haya mantenido el respeto por lo que en si es que continuamente hay rupturas de equilibrio
ambivalente lo que causa daño. El primer caso y procesos hacia su recomposición, es con-
es el de Edipo que es destruido por no mantener gruente con esa otra idea de un espacio hetero-
las distinciones fundamentales (padre-esposo- géneo, de fronteras mal definidas y entidades
hijo) y ser constitutivamente ambivalente tanto ambivalentes o promiscuas. Pues, en este caso,
en el plano de los contemporáneos (hijo de su lo que se plantea es la paradoja de un equili-
esposa) como en el de los sucesores (hermano brio siempre roto y siempre restablecido del
de sus hijos). El segundo es el caso dramatiza- que no se sabe decir dónde se halla o en qué
consiste. Me parece que esto es característico con, o va de la mano de, la peripecia, es decir,
de la dinámica trágica y que cuadra especial- esa inversión trágica de los procesos que hace
mente con la idea de hybris que ya apareció y que lo irremisiblemente perdido se encuentre,
que se analizará más adelante. Pues, en efecto, que los hermanos llorados aparezcan, que lle-
la hybris es la dinámica hacia el rebose del guen mensajeros inopinados, que aparezca el
límite y hacia el desequilibrio, pero es una dios, que el que se eleva caiga, que el feliz sea
dinámica tan extendida, tan ubicua, que no desgraciado, etc. En todos los casos —y son
parece posible determinar dónde se halla el innumerables en las tragedias— lo característico
punto de equilibrio, dónde habría una plena es que el cambio esté orientado en el sentido de
compensación entre fuerzas dispares, dónde la inversión de los procesos. Así se cualifica
sería posible el reposo o la deriva evolutiva esa inestabilidad dinámica que destacaba antes;
suave. De ahí, tal vez, la relevancia trágica de se muestra como el perpetuo sucederse del día
ese concepto inespecificable que es el de y la noche, pero sin esperar al cumplimiento de
mesura (el ideal del hombre prudente), pues sus respectivos periodos en el ciclo eterno, sino
mesurada debe ser toda acción para preservar advenido «a pesar de» y «finalmente» (Ricoeur
el deseado equilibrio. Pero como ocurre que 1953: 202). Por último, propio del universo
cualquier acción, incluso la más nimia, lo rom- trágico es también la convergencia de procesos
pe y arruina, el ideal de la mesura se convierte independientes que dan lugar a resultados in-
en pragmáticamente inalcanzable y arbitrario. sospechados. De nuevo Edipo Rey es paradig-
Es por esto por lo que el yerro o error trágico ma, pues en él la idea de encrucijada, de los
—que como veremos es también falta cósmico- caminos que se encuentran y las trayectorias
moral— aparece como una amenaza que hace que alcanzan un mismo punto del espacio en un
inseguro cualquier curso de acción, pues toda mismo momento del tiempo, es decisiva en la
praxis es constitutivamente ciega para captar estructura de la obra. No es extraño, pues, que
esa singularidad que sólo puede estar en la en su versión musical de Edipo Stravinsky 25
mente de un dios lejanísimo y extravagante, es pusiera en el canto obsesivo del coro la palabra
decir, en manos del más radical de los arbitrios. triviurn, encrucijada, pues la encrucijada como
La dinámica se conduce hacia la cesura, la punto de encuentro de múltiples caminos es lo
inversión y la convergencia de procesos inde- que arruinó a Edipo —no la encrucijada que
pendientes. Esto lo comprendió bien ese crítico abre, sino la que hace confluir y cierra.
teatral perspicaz que fue Aristóteles. En efecto, Heterogéneo y dinámico, el mundo es tam-
lo que dramatiza la historia que se cuenta, lo bién, como se anunciaba antes, contingente.
que la tensa a la espera de un final, es el barrun- La contingencia es una característica de la
to y cumplimiento de un acontecimiento terri- experiencia universal del mundo por mucho
ble que establecerá una cesura con el mundo que se extremen los recursos culturales para
inicial. Romilly y Gouhier (1991:14), cada uno contenerla o velarla. Supone, al modo aristoté-
a su manera, han destacado este rasgo: la pre- lico, el contraste entre lo que cambia y lo que
sencia de un acontecimiento que resuelve y perdura. Pero supone también el contraste en-
dirige las cosas hacia un final innovador, algo tre lo que es necesario y lo que siendo, o sien-
que es «en el sentido etimológico de la palabra, do así, pudiera haber no sido, o ser de otra ma-
una crisis’, es decir, un acontecimiento que nera26. Sobre este fondo de saberes compartidos
resuelve y juzga (de krinein, que significa ‘juz- con otros universos culturales, la contingencia
gar’, ‘desmembrar’)» (Romilly 1995: 14-5). del mundo trágico muestra sus señas de identi-
dad como tupida malla de azar y necesidad en
Ese tiempo episódico y cesurial se combina de la que el destino queda atrapado; ese destino
forma sorprendente con un tiempo largo que
arrastra las culpas de los padres y anuncia las trágico que, por decirlo al modo paródico de
de los hijos. Es justamente este encuentro del Cocteau, pudiera parecer una máquina infer-
nal, «una de las más perfectas máquinas cons-
tiempo breve del acontecimiento relámpago y
cesunal y del tiempo largo de las generaciones truidas por los dioses infernales para el anona-
de los muertos, vivos y por nacer el que marca damiento matemático de un mortal» (Cocteau,
una de las características sobresalientes del citado en Perrin 1994: 82).
El mundo trágico es contingente, y se mues-
mundo trágico. Por otro lado, y como mostraba
eficazmente Aristóteles, la cesura se identifica tra y es sabido como tal. El bien máximo que

~RMME&b
en él se juegan los hombres, la eudaimonia, es- cribía en el frontispicio del templo trágico de
tá sometido a una inseguridad constitutiva que la vida: «todo lo que existe es justo e injusto, y
hace que la más leve brisa lo arruine, mostran- en ambos casos está justificado» (Nietzsche
do su fragilidad, inconsistencia, precariedad. 1973: 93).
El motivo tal vez más repetido en la tragedia Sobre este fondo de sospecha se edifican
es justamente éste. Ya sea el coro, ya los héro- respuestas proteicas al problema de la contin-
es individuales, todos subrayan la tradicional gencia. Una indagación a fondo mostraría su
sabiduría popular que asegura que «ningún gran diversidad, los innumerables matices que
mortal puede considerar a nadie feliz con la separan unas obras de otras. No estamos ante
mira puesta en el último día, hasta que llegue filosofías seguras, explicitas y sistemáticas de
el término de su vida sin haber sufrido nada la contingencia del mundo; esperarlas de los
doloroso» (Edipo Rey, 1525-31). Se trata de un trágicos sería partir de un malentendido. Lo
saber tópico que se reitera en la mayoría de las que indagan siempre con los medios que les
tragedias —y consigue la atención de Aristóte- son propios —la aristotélica mimesis de una
les (EN llOOa ss) en su variante del destino acción que se juega la eudaimonia— es la rela-
final de Priamo. Esta extrema contingencia del ción entre la necesidad y el azar. Pero a la hora
mundo es el centro de exploración del arte trá- de decidir qué son ambas y cómo se anudan sus
gico. Justamente el carácter heroico de sus per- relaciones las respuestas menudean y difieren.
sonajes radica en que, siendo conscientes de la En una simplificación tal vez abusiva y
fragilidad del bien, son capaces de arriesgarse demasiado trabada lógicamente como para que
en el mundo y ponerlo en juego. Sus pesquisas sea irreprochable se puede proponer que las
sobre la contingencia son pesquisas sobre lo vías exploradas son básicamente tres. Una pri-
que es más propio del mundo y la respuesta mera vía, la más cercana a Esquilo, es la que,
que da el drama trágico es proteica sobre un al modo del sueño de Hegel, muestra la plena
fondo de sospecha inconmovible. reconciliación del azar y la necesidad, reconci-
La sospecha inconmovible barrunta que el liación que va de la mano del matrimonio final
mundo en el que viven los hombres les es de la justicia endeble de los hombres con la
intrínseca e ininteligiblemente hostil, de forma justicia augusta de los dioses (Rodríguez
que los bienes que apetecen sólo les es dado Adrados 1998: 135 ss) y hace del tiempo el
tenerlos de modo precario y en esferas muy re- dios que nos instruye (Romilly 1995: cap. 3).
ducidas de su universo práctico. Todo lo más, Pero ésta no es más que una de las vías: muy
los hombres consiguen habitar precarios islo- otra es la explorada por Sófocles, la más com-
tes de sentido en un océano que se sospecha pleja e inestable. Pues, por un lado, Sófocles
por lo menos indiferente. No hay armonía en- contrapone tanto la necesidad al azar, o lo su-
tre hombres y mundo y la idea de un cosmos bordina de tal manera a la máquina infernal de
suave, amable, en el que un sabio pudiera vivir lo necesario, que lo cancela como una apanen-
feliz, confiado en la constancia de los bienes cia sin sustancia. Ante tal necesidad, que de
que están en sus manos, es radicalmente extra- todo se burla y todo lo urde para que sus victi-
ña a los tres grandes trágicos 27~ Nótese que se mas se precipiten en la encrucijada fatal, al
trata de una sospecha, no de una afirmación hombre sólo le queda la esperanza, que Edipo
segura sobre el sinsentido del mundo, y que proclama con ironía trágica, de ser un «hijo de
por lo tanto la tragedia no dramatiza una visión la fortuna» (Edipo Rey 1081). Pero, por otro
cerradamente pesimista del hombre en el cos- lado, la necesidad que así se afirma de forma
mos. Ciertamente, tal sospecha pone en entre- absoluta como urdidora de destinos no es la de
dicho lo que el intelectualismo socrático-plató- una Potencia a lo Leibniz, sabia y que tiene
nico y el optimismo cristiano se empeñarán en algún plan de justicia en su mente, sino la de
afirmar: que el mundo es plenamente inteligi- un poder opaco, cruel, básicamente incom-
ble (aunque sea sólo al modo de la inversión prensible que golpea sin que sea inteligible por
de fe en los designios del creador) y el hombre, qué, atento sólo a mostrar los estrechos limites
una criatura que puede vivir armoniosamente del poder humano (Williams 1997: 190 se). Y
en él. Frente a esto, la visión trágica se aproxi- así, el tiempo, sucesión de inversiones bruscas
ma más al retrato que, según se vio en su y sorprendentes, actúa como el gran revelador
momento, proporcionaba Nietzsche y se ms- que puede destruir al hombre (Romilly 1995:
cap 4). La última vía es la explorada por Eurí- razón de dos causalidades que se combinan o
pides o, al menos, la dominante en sus obras. superponen» (Romilly 1982: 172), la de la
La necesidad, privada ya del barrunto de cual- acción y la que está por fuera de ella. Esto
quier sentido ético e inteligible, se muestra indica que para poder pasar del mundo contin-
fragmentada en golpes de azar que zarandean gente y sus acontecimientos a la comprensión
a los hombres e inestabilizan sin remedio su de lo que les sucede a los hombres es necesa-
mundo. Ciertamente ese azar es degradado rio pasar por el estudio de la acción.
hasta convertirse en la secuencia de los golpes
de teatro que singularizan sus dramas (Romilly
1995: cap 5). Pero hay algo más. Tal vez lo
intuyó el optimista Hegel al hablar de la deca- y. Acción trágica
dencia del mundo trágico tras la aparición de
«una divinidad ciega, desprovista de inteligen-
cia y de razón» (Hegel 1997 1: 629). Y, en
efecto, la solución de Eurípides parece la can-
celación del limitado optimismo de Esquilo o
P ara abordar el universo de la acción
trágica partiré de esa indicación aris-
totélica que anteponía la acción al
de la absolutización de la necesidad sofocleana, actor —y a la que volveré en la siguiente sec-
pues es la opción por la otra punta del dilema: ción para especificaría. Utilizando esta brúju-
apuesta por un mundo desestructurado, po- la, pasaré primero revista a las características
blado de voluntades (divinas y humanas) con- de la acción propiamente trágica, dejando a un
trapuestas, donde la endaimonia resulta un bre- lado, en lo posible, la calificación de los acto-
vísimo sueño y en el que rige un radical azar res que la realizan.
que no cumple plan de urdidor alguno salvo
— Evidentemente, las acciones son acciones en
el del fabulador teatral. De ahí el lamento sin el mundo y, por lo tanto, lo presuponen y reali-
limite de Hécuba en esa tragedia de violencia y mentan. Como habrá ocasión de comprobar,
crueldad sin límites que es Las Troyanas: esta correspondencia es muy tupida o, dicho de
«estúpido el mortal que, prosperando, cree que otra manera, hay un pleno encaje entre el
la vida tiene sólidos apoyos; pues el curso de mundo heterogéneo, dinámico y contingente
nuestra fortuna es el saltar atolondrado del —en los términos que se acaban de fijar— y la
demente, y nadie es feliz para siempre» (Las acción que en él se desarrolla. Pero lo que ahora
Troyanas 1205-7) 28 Y así, cuando la contin- interesa es alcanzar una caracterización de la
gencia del mundo es ya el saltar atolondrado de acción trágica, es decir, sus notas propias. Su-
un demente —¿no está ahí Shakespeare?—, la pongo que, como cualquier sistema, la acción es
sospecha de la hostilidad del cosmos al univer- una diferencia en relación a un entorno. Con
so humano es tal que se disuelven esos frágiles éste tiene encaje estructural, pues en caso con-
islotes de sentido que precaria y puntualmente trario no podría reproducirse. Pero, encajada, se
lo ordenaban. refiere y construye a si misma.
Sobre el fondo de contingencia y el juego Para caracterizarla voy a utilizar propuestas
oscuro del azar y la necesidad aparece el des- que aparecen en trabajos de orientación muy
tino humano. Mucho se ha dicho sobre su diversa. Algunos abordan sólo indirectamente
papel en la tragedia y hay como una tendencia, el tema de la tragedia, como es el caso de
instalada en el lenguaje cotidiano, a identificar Arendt (1993). Otros pretenden una caracteriza-
lo trágico con el cumplimiento de un destino ción cerrada y unilateral de su sistema práctico,
ciego. En realidad, y como han mostrado los como Hegel (1997) o Girard (1995). Otros, por
mejores comentaristas, el problema no es la último, se limitan a mostrar algunos de sus ras-
irrupción del destino, sino sus relaciones com- gos relevantes, como es el caso de Nussbaum
plejas con la acción de los hombres. Por decir- (1995), Rodríguez Adrados (1998), Vernant y
lo en una formulación que no compromete Vidal-Naquet (1987) o Williams (1981).
mucho y que, en realidad, se limita a asentar el Utilizando básicamente estas fuentes, pro-
problema más que a resolverlo, «uno de los pongo que la acción trágica se singulariza por
rasgos más destacables del pensamiento trági- las siguientes notas: es ilimitada, impredeci-
co es, en efecto, la posibilidad de explicar todo ble, irreversible, dilemática, agonal y miméti-
acontecimiento en dos planos a la vez y en ca. La retahíla parece larga, pero es ya una re-

ppajses*’
el amor marital de Deyanira, la autoestima de
ducción simplificadora de un universo tan nco
hoplita heroico de Áyax, el deseo de victoria
y matizado. Centraré la atención, pues, en esta de Agamenón, la astucia irreverente de Odi-
lista reducida y aclararé su significación.
Las tres primeras notas las reconstruyo a par- seo, etc. De ahí los zarandeos de los héroes y
la advertencia constante del coro que, en pos
tir de los análisis realizados por Arendt (1993:
199 ss) en un contexto cercano a, pero más del sueño de la prudencia, pide moderación,
pero sin saber en qué puede consistir esa me-
amplio que, el de la exégesis de la tragedia29.
De la ilimitación de la acción propone que sura indeterminable.
«no es más que la otra cara de su tremenda La impredictibilidad es otra de las notas que
capacidad para establecer relaciones, es decir, destaca Arendt, especificándola como la «inhe-
su específica productividad; por este motivo, rente falta de predicción [de la acción que] no
la antigua virtud de la moderación, de mante- es simplemente una cuestión de incapacidad
nerse dentro de los limites, es una de las virtu- para predecir todas las lógicas consecuencias
des políticas por excelencia, como la tentación de un acto particular [..], sino que deriva direc-
política por excelencia es hybris» (Arendt tamente de la historia que, como resultado de la
1993: 214). Productividad, moderación e acción, comienza y se establece tan pronto
hybris: tal parece ser lo que la ilimitación de la como pasa el fugaz momento del acto» (Arendt
acción comporta. Volcado el concepto sobre el 1993: 215). Se presenta así la cara estratégica
material trágico, hay que entender por ilimita- de un concepto que es ampliable. La acción es
ción trágica el hecho recurrente de que la impredecible porque en el momento de ocumr,
acción tienda a rebasar, y rebase efectivamen- de hacerse, es constitutivamente incapaz de
te, los límites del campo en que inicialmente se saber la historia que está poniendo en marcha.
despliega. Se convierte así en la fuente diná- Es por esto por lo que la acción trágica cae en,
mica de los desarrollos trágicos, aquello que y resulta de, el error (harnartia) de que habla-
acaba haciendo desembocar a los personajes ba Aristóteles y que en la historia cultural grie-
en ese episodio cesurial (novedad) que pone al ga tiene una semántica muy compleja, siempre
acontecimiento en el tiempo inmemorial. Es relacionada con su otra cara de la desgracia o
también la que hace que la acción rompa ate31. Pues no se trata tan sólo —como en el his-
inmoderadamente el equilibrio indeterminable toriador Tucídides y con frecuencia en Eurípi-
y precario que, según se pudo comprobar, ca- des— de un error puramente epistémico o de
racteriza la dinámica del mundo trágico. Y sabia apreciación de las circunstancias que
rompiéndolo, la acción se presenta en la forma lleva a que ‘se falle el blanco’ —como se signi-
de la obsesión, temor y reproche que dominan fica en su uso homérico. Es también una falta
los textos de la tragedia: la hybris, la desmesu- cuyas caras son múltiples —falta social contra
ra arrogante que acaba precipitandá en el el decoro, ritual contra los inmortales, moral o
hecho patético. Concepto éste que tiene una jurídica contra lo que se debe o es de otro- que
larga y tortuosa historia y que cumple cometi- si bien no se puede imputar siempre plena-
dos distintos en las obras de los tres trágicos30. mente a la voluntad, comporta responsabilidad
Pero concepto tan omnipresente que acaba y desencadena consecuencias. La historia que
adquiriendo la ambivalencia propia de lo se pone en marcha en función de decisiones
demoníaco. «Los excesos de la hybris ponen comporta, pues, errores y es esto lo que la hace
en peligro la vida porque desbordan los lími- trágicamente impredecible.
tes, pero a la vez son indispensables para la La lucha contra esta impredictibilidad domi-
vida», comentan Oudemans y Lardinois na, por lo demás, el escenario trágico en el que
(1987: 86), mostrando esta ambivalencia de lo se acumulan enigmas, presagios y oráculos.
que se presenta como principio dinámico de lo Hijos todos de esa situación humana que hace
vivo y activo y que, como tal, genera noveda- que se esté a medio camino entre lo divino y lo
des que transgreden las distinciones básicas. salvaje y que por lo tanto se esté tanto a lo que
Todo está abierto a esta ilimitación de la des- viene de lo salvaje (enigmas, presagios) como
mesura: el deseo de conocimiento de Edipo a lo que viene de los dioses (oráculos) (Segal
—su «hybris de la inteligencia» según Janssens 1987: 110 ss), su información siempre es
(cit en Dirat 1973: 322)—, la piedad familiar de ambigua, ya sea porque el enigma muestra no
Antígona, el amor a los hombres de Prometeo, estar resuelto cuando aparentemente lo está

~PbE5L5bab
Horno tragicus 229

(Vernant y Vidal-Naquet 1987: 107; Szondi valores y la imposibilidad de reducirlos, jerar-


1997), ya sea porque el presagio nunca puede quizarlos o armonizarlos. Abocado a decidir, el
asegurar que sea tal, ya sea porque el oráculo héroe se ve ante «la discordancia trágica que le
anuncia un final ineluctable pero se guarda la prohibe hacer lo que debe y se lo prohibe por la
información fundamental: cómo se llegará a misma razón por la que le obliga» (Szondi
esa meta (Williams 1997: 188 ss). Los héroes 1997: 11), precipitándolo así en una situación
buscan saber en un mundo opaco, lleno de sig- de doble vinculo32 que lo atrapa en la paradoja
del ‘culpable si lo haces y culpable si no lo
nos salvajes y divinos de hermenéutica proble-
haces’. Lo relevante es que esto no lleva a la
mática, y toda su acción está dominada por esa
ataraxia del sabio oriental que renuncia a la
idea de creer que saben algo cuya significa- acción al sentirse cercado por un mundo que
ción, en realidad, se les escapa —o sólo se hace
tiende trampas pragmáticas y lleva al sufri-
clara en la agnición final y fatal.
miento. La acción se afirma en la tragedia, y los
La acción trágica es también irreversible. héroes, como el Agamenón que sacrifica a Ifi-
Esta «irrevocabilidad» o «irreversibilidad»
genia, no se quedan paralizados ante su expe-
(Arendt 1993: 241, 256) de los cursos de riencia dilemática, sino que, haciendo a la vez
acción constituye un hecho que en la tragedia
lo que deben y no deben, aceptan el reto de un
se muestra de forma expresiva como pérdida
del bien para el que no existe consuelo alguno, mundo poblado de ambivalencia, lo resuelven
en términos enérgicos y se dejan deslizar hacia
la vida. De este modo, queda cualificada por lo
patético: la muerte, el desastre y la desgracia. un destino en el que hay que cargar con culpas y
Por lo demás, conectada con las dos notas reconciliarse eventualmente con ellas A veces
~

dudan y se desdicen de lo decidido como el


anteriores, la irreversibilidad de los procesos
joven Neoptólemo del Filoctetes de Sófocles
es fruto de aquello que se emprende tras la
que, habiendo jugado inicialmente la baza de la
superación del límite y se pone en marcha a
astucia y el engaño acaba optando por la hones-
tientas, sin poder predecir su meta final. La tidad, mostrando así la inconsistencia del joven
acción se des~Sliega de forma imparable hacia efebo que todavía carece de criterios firmes para
un final que es irreversible, que queda en la
memoria de los hombres y con el que hay que alcanzar enérgicamente los fines que persigue34.
Como se vio, Hegel destacó lo que es tan evi-
cargar. En su forma teatral juega siempre con
dente en el universo trágico de la acción, su ca-
la doble mirada del actor y el espectador que,
desde puntos de vista distintos, ven cómo lo rácter agonal. Pero lo hizo desliéndolo por amor
a la reconciliación fmal del espíritu. Y así, mos-
posible se desliza hacia lo necesario y de qué
trando el conflicto como centro de la tragedia y
modo el cumplimiento de esto se cierra en lo a su acción característica como acción agonal, la
que ya no se puede des-hacer ni re-hacer. Y es- travistió doblemente: presentándola como ac-
ta irreversibilidad no sólo surge de la acción
emprendida, sino que también la precede y ción, no de seres concretos, sino de encarnación
de principios éticos; resolviéndola en forma de
sucede. Es un pasado irreparable que genera reconciliación que devuelve la armonía al uni-
también futuros del mismo tipo. Los hombres verso. Por el contrario, la acción en la tragedia es
se topan así con lo que de su acción surge y
agonal sin paliativos. Es de seres concretos que,
son hechos por ello.
Ilimitada, impredictible e irreversible, la ac- movidos por la hybris, desbordan los límites,
ción trágica es también dilemática. Entiendo conmueven el precario equilibrio de las cosas y
caen en yerros. No comporta típicamente recon-
por tal la que está típicamente abocada a adop-
ciliación sino que se lleva hasta los límites de la
tar decisiones injustas o erróneas tras deliberar
destrucción de las partes afectadas. Y cuando se
entre cursos de acción que son, a la vez, exclu- cierra en pacificación, gracias a la institución de
yentes e irrenunciables (Rodríguez Adrados un orden (como ocurre de forma paradigmática
1998: 136). Son esos típicos conflictos de valo-
res en los que «un agente puede justificadamen- en las Eurnénides de Esquilo), lo logra, no por
una reconciliación que annoniza e integra, sino
te pensar que haga lo que haga estará equivoca- por una ambivalencia que reconoce caras con-
do: que hay requerimientos morales en trapuestas y siempre abiertas a la tensión en lo
conflicto y que ninguno de ellos logra desplazar
instituido. Lo agonal queda incluso como fondo
o tener más peso que el otro» (Williams 1981:
74). Significan la pluralidad del universo de en el establecimiento de la justicia, pues aunque
ésta someta a procedimiento la acción de las par- zación inusitadas. Pues, en efecto, el mimetismo
tes, se desarrolla como contraposición que ha de generaliza y desborda la ilimitación y su expre-
cerrarse en sentencia. Su expresión formal sión característica, la hybris; hace aún más pro-
característica es el diálogo agonal en el que, funda la impredictibilidad de los cursos de
como en caso de Edipo y Tiresias, de Electra y acción; acumula irreversibilidades sobre irre-
Clitemnestra, de Antígona y Creonte, las razo- versibilidades; generaliza los dilemas prácticos;
nes punzantes de las partes van y vienen en una es el gran multiplicador del conflicto.
progresión que nada para. Y nada invita en el
mundo trágico a que el conflicto se erradique,
pues su característico policentrismo, la borrosí-
dad de los límites, la presencia continua de la VI. Actor trágico
ambivalencia, su idea de equilibrio indetermina-

S
ble, la convergencia en la encrucijada de múlti-
ples caminos, los juegos intrincados del azar y la iguiendo una reflexión de Aristóte-
necesidad, llevan a que la acción se desborde les se ha comenzado por el estudio
típicamente hacia el conflicto. de la acción. Cumple ahora abordar
Por último, considero relevante una sexta el análisis de quien la realiza, su actor La hi-
nota muy cercana a la anterior y que en parte pótesis aristotélica que nos guiaba antes ha sí-
especifica su deriva típica. Ha sido propuesta, do desarrollada de forma extrema por Vernant,
como principio estructural de la tragedia por para quien «el agente no es, en su dimensión
Girard (1995). Se trata de la acción mimética. humana, causa y razón suficiente de sus actos;
Su tesis es que «si hubieraque definir el arte trá- es, por el contrario, su acción la que, volvién-
gico con una sola frase, bastada con mencionar dose sobre él según lo que los dioses hayan
un solo dato: la oposición de elementos simétri- dispuesto sobrenaturalmente, le descubre a sus
cos [..] el enfrentamiento de sólo dos personajes, ojos y le revela la verdadera naturaleza de lo
el intercambio cada vez más rápido de las mis- que es, de lo que hace» (Vernant y Vidal-
mas acusaciones y de los mismos insultos» Naquet 1987: 73). Evidentemente, esta especi-
(Oirard 1983: 51). La violencia del conflicto ficación de Vernant rebasa lo propuesto explí-
queda así cualificada como violencia simétrica citamente por Aristóteles, ya que éste se limi-
que opta por una mimesis infinita de forma que, taba, en el marco de una problemática poética,
sin término prefijado, se responde a la violencia a especificar que lo propio de la tragedia es la
con la violencia o, en términos más generales, a mimesis de acciones, no de caracteres, por lo
la acción del otro con el mismo tipo acción. que éstos se subordinan a aquélla. Pero esta
Como canta con espanto el coro del Agamenón ampliación —que, por lo demás, estaba implíci-
de Esquilo, «¡hay ofensa por ofensa; nadie ta en Aristóteles— es especialmente adecuada
puede dar el fallo final! ¡Al que quita le quitan... para comprender en su complejidad lo que es
el que mató ha de caer a mano violenta!». No propio del actor trágico.
considero atendible la teoría general en la que Es evidente que las relaciones entre la
esta propuesta sobre la acción mimética se acción y el actor se pueden pensar de muchas
inserta y que concibe la tragedia como una cn- maneras. La usual, instalada en nuestra metafí-
sis sacrificial que ha de acabar pasando de la sica de sentido común, oscila entre dos polos.
violencia de todos contra todos a la violencia de El uno asegura que la acción es objetivación
todos contra uno ~. A mi entender, el mimetis- de un sujeto que en ella realiza lo que ya es. El
mo de la acción en la tragedia no tiene por qué otro propone que la acción ya hecha puede ser
tener el objeto (la violencia) o la frente (la extrañada por el actor, ya sea porque no se
ambivalencia de lo sagrado) ni llevar al resulta- reconoce plenamente en lo hecho y no lo
do (víctima sacrificial) que propone Girard. Lo asume, ya porque se sueña a resguardo y como
que es interesante de su propuesta es la idea de protegido en el interior de algo que le es más
la acción trágica como acción mimética en sen- propio y donde se siente y es si mismo —la con-
tido estricto, es decir, que responde a otra acción ciencia o el yo como caverna cristiano— meta-
reproduciéndola, copiándola. De este modo lo física. Es ambos casos, la pretensión es la de
que hemos estado viendo como características un sujeto que está antes y después de la acción
de la acción cobra una amplificación o generali- y que es más real y sustantivo que la acción

PP ETL¶A6
misma ya sea porque ésta lo expresa, ya por- de, nada hace por sí misma y es arrastrada por
que no lo agota. poderes extraños. Por el contrario, lo propio de
La figura del actor trágico no se identifica la tragedia es reconocer la agencia, pero plan-
con cualquiera (o una combinación) de estas teando su problematicidad y, sobre todo, sus
variantes. La idea que lo anima es la de quien límites. Estos están marcados inmediatamente
no es (ni sabe lo que es) hasta no haber actua- por el hecho de que el actor agente es también,
do, y encuentra y ha de asumir lo que es en lo y por lo menos en idéntica medida, paciente.
que hace. Esto plantea problemas relevantes ¿Paciente de qué? Ciertamente, de poderes ex-
que afectan a tres aspecto que se han de espe- traños y superiores a él que en forma de agen-
cificar a la hora de fijar el estatuto del actor: la tes divinos se enfrentan a, sancionan, premian,
agencia, la autoría y la responsabilidad. Lo castigan, etc., aquello que hace (Rodríguez
propio del actor trágico es que cualifica de Adrados 1998). Pero también es claro que es
manera específica en qué consiste ser agente, paciente de lo actuado por los demás actores
autor y responsable de la acción. con los que se relaciona de forma agonal y
Esta presentación abstracta y sintética es el mimética y con cuyas derivas de acción queda
punto de partida de la averiguación. Inspirán- entrelazada la suya. El actor se encuentra,
dome en la doble linea de análisis que han pues, en un mundo de hombres y dioses y por
desarrollado Arendt y Williams, voy a propo- ello recibe sus embates. Sólo a este precio es
ner un retrato del actor trágico que recoge ple- posible la acción, y lo que la tragedia resalta,
namente la hipótesis Aristóteles-Vernant y como Nusbbaum (1995: 48-9) ha destacado, no
que, por lo tanto, se halla a resguardo de cual- es sólo la exposición del actor al mundo, sino
quier veleidad metafísica que permitiera ence- además la evidencia de que ninguna técnica
rrarlo en el pozo insondable de una interiori- racional es capaz de resguardarlo o asegurarlo
dad que devora al mundo, ya sea porque lo plenamente frente a él. De ahí esa ambivalencia
domina o porque se muestra indiferente y a trágica tan recurrente que, por un lado, exalta el
resguardo frente a él. poder del hombre y, por el otro, muestra los
En su aproximación general a la acción, limites estrictos a que está sometido. Su funda-
Arendt (1993) ha planteado dos problemas que mento es el reconocimiento de esa doble cara,
normalmente se dejan de lado o se resuelven agente y paciente, del actor
con una ingenuidad sorprendente: el de la rela- Pero la paciencia 36 tiene otro aspecto aún
ción entre dos aspectos, agente y paciente, de más relevante. Se muestra en el hecho de que
la acción y el de la relación entre acción y no sólo se es sujeto paciente de lo que otros
autoría. Sus propuestas no sólo me parecen de (dioses y hombres) hacen, sino también de lo
interés general, sino especialmente relevantes hecho por uno mismo, ya sea por si solo, ya con
para comprender rasgos significativos del ac- los demás. El héroe trágico es hijo de sus obras,
tor trágico. pero en un sentido extraño a la metafísica del
La primera propuesta de Arendt es que el actor que se objetiva y acaba reconociéndose
actor ha de ser concebido siempre en un doble en lo hecho, pues lo que hace se le vuelve tipi-
plano, como agente y paciente a la vez;, dicho camente encima como algo extraño que con-
en su formulación sintética: «nunca es simple- forma un mundo irreversible en el que ha de
mente un ‘agente’, sino que siempre y al mis- vivir y con el que eventualmente ha de conci-
mo tiempo es un paciente. Hacer y sufrir son liarse. De este modo, se afirma una constante
las dos caras de la misma moneda» (Arendt del universo trágico de acción: la evidencia de
1993: 213). La tesis es coherente con la espe- que el mundo práctico está conformado por
cificación anteriormente propuesta de las ca- consecuencias que dimanan de las acciones
racterísticas de la acción —su ilimitación, im- intencionales y que se independizan de la
predictibilidad, irreversibilidad y su carácter intención que las engendró. No cabe pensarías
dilemático, agonal y mimético. como expresión de un sujeto que todavía no se
Esta duplicidad del actor supone inmediata- sabe, pero acabará sabiéndose en lo obrado, ni
mente el reconocimiento de su agencia en y como obra de una astucia autorial trascendente,
sobre el mundo. No es, tal como apresurada- sino como malla materializada de la acción que
mente tiende a concluirse al contemplar los nos muestra lo que somos en cuanto que for-
dramas trágicos, una hoja ligera que nada pue- mamos parte de un mundo que hemos construi-
do sin saberlo ni quererlo y que acaba atena- Nadando entre estas dos aguas, el destino ase-
zándonos y suscitando problemas de sentido. gura el carácter no autorial de la historia que
Cercana a esta idea de un actor agente-pa- contemplamos que, sin embargo, hemos de
ciente está otra propuesta de Arendt que, en concebir como hecha por un actor que es tam-
este caso, pone limites también estrictos al bién agente y sin cuya agencia nada habría
sueño de un actor-autor de lo actuado. Lo que acontecido igual.
se nos recuerda es que «nadie es autor o pro- Esta manera de concebir al autor plantea el
ductor de la historia de su vida. Dicho con problema de la responsabilidad. En la tragedia
otras palabras, las historias, resultados de la es muy clara la impronta de la problemática
acción y el discurso, revelan un agente, pero jurídica que en los tiempos de su surgimiento
este agente no es autor o productor Alguien la estaban abordando las nuevas ciudades-estado
comenzó y es su protagonista en el doble sen- democráticas pos-heroicas ~. Sería ingenuo
tido de la palabra, o sea, su actor y paciente, esperar su solución de la tragedia, aunque fue-
pero nadie es su autor» (ibid: 208). Lo que ra en forma dramática. Todo lo más podemos
Arendt propone se sitúa en el marco de una encontrar ensayos de solución, esbozos de las
poética de la acción que asegura que las histo- múltiples vias en las que puede pensarse la res-
rias que ponen en marcha las acciones de los ponsabilidad del actor en relación a lo que en
hombres sólo son apropiables narrativamente, su mundo acontece.
y que tales narraciones suponen siempre un Bernard Williams (1997) ha lanzado una
observador, extraño a la acción o que surge nueva mirada sobre el mundo de la responsa-
cuando ésta ha acabado, que pondrá en signifi- bilidad trágica. En contra de quienes extreman
cación lo hecho de una forma que le resultaría la distancia entre el mundo de los griegos y el
extraña al actor mismo en el momento de nuestro, propone que ya en el universo griego
hacerlo. Toda narración es así, y por eso no pre-trágico de Homero podemos encontrar los
está en manos del actor de quien se predica, elementos constitutivos de toda teoría de la
pues las conexiones de la acción son siempre intencionalidad: la idea de la acción como
ilimitadas, impredecibles e irreversibles. causa de lo hecho; la idea de la intención como
Pero el esquema de Arendt puede ampliarse relación entre lo que se hace y lo que es impu-
volcándolo sobre la tragedia. Esta no sólo table al actor; la idea de los estados mentales
plantea esa diferencia entre lo que el actor del actor como modalizadores de lo que hace;
hace y lo que sucede y es narrable, sino que la idea de una reparación exigible en funcióñ
plantea además la idea del devenir de la acción de la relación entre acción causal, intención y
como destino. El destino es el resumen narra- estado mental (Williams 1997: 78-9). Todo
tivo de lo ocurrido, pero además proclama el esto está también en la tragedia y sería reduc-
cumplimiento de algo. Ese algo no es —o por lo tor sostener que en ella sólo se dramatiza una
menos no es típicamente— un plan urdido que ídea arcaica y obsoleta de responsabilidad
esté en la mente de alguien que actúa por objetiva en la que cuenta tan sólo lo actuado,
detrás de la escena con absoluto poder, sino pero no su relación con el agente.
más bien el cumplimiento irónico de vaticinios Observada así, la tragedia nos proporciona un
y maldiciones que están en el tiempo largo de rico material sobre las distintas variantes de la
la tragedia y que se cumplen «a pesar de todo» responsabilidad. La que más nos puede sor-
y «finalmente» (Ricoeur 1953: 202) tras el prender es aquélla en la que el actor aparece co-
acontecimiento cesurial. Digo cumplimiento mo responsable por faltas que no ha cometido,
irónico porque lo propio del destino es que se es decir, que no se pueden imputar causalmente
cumple en razón de que se intenta eludirlo o de a su acción. Es recurrente en el universo trágico
que se pretenden otros objetivos en pos de la aunque no tenga el papel predominante y más
eudairnonia. Y es esto lo que lo dota de un bien aparezca como telón de fondo de otros
estatuto ambiguo, pues si por un lado se mues- tipos de responsabilidad. Y así, las atávicas
tra como puro naturalismo en el que se mate- maldiciones que vertebran la historia trágica de
rializa una necesidad que trasciende a las fuer- las sagas familiares (atridas, labdácidas) se pro-
zas del hombre, por el otro es producto de yectan como un fondo de solidaridad intergene-
errores y una consecuencia no querida de un racional sobre el que se recortan las nuevas fal-
curso de acción sin el cual no se activana. tas que cometen las generaciones vivas. Otro
Horno tragicus 233

tipo de responsabilidad es aquélla que se pro- les o lo son sólo parcialmente, que no respon-
yecta objetivamente sobre los resultados de la den a estados mentales normales pueden apa-
acción con independencia de su intención. rejar daños a los otros que nos obligan en rela-
Emerge de faltas, ya no atávicas, sino imputa- ción a ellos.
bles causalmente a una acción, aunque no a la El actor trágico es, pues, soporte y produc-
intención del actor Es el centro dramático —y to, rico y complejo, de una acción cuyas notas
argumentado en términos eximentes en Edipo se destacaron anteriormente. Agente y pacien-
en Colono— del personaje de Edipo al que si te del mundo y de lo actuado, falso autor de
bien se le puede imputar causalmente lo ocurri- una historia en la que sólo al final le será dado
do, no se le puede imputar intencionalmente. En descubrirse, es también un sujeto responsable
otros casos, lo que se dramatiza es la responsa- en los distintos planos que ponen en relación la
bilidad por lo que resulta de una acción que no acción con el orden ancestral y actual del uni-
es plenamente voluntaria, es decir, una acción verso humano.
que, habiéndose realizado conscientemente y a
sabiendas de lo que puede comportar, resulta de
una voluntad que está compelida a actuar en un VIL Horno tragicus
sentido que no es plenamente elegido. Es el

L
caso del Orestes de la trilogia de Esquilo y per-
mite esa dramatización del procedimiento jurí- a tragedia encaja acción y actor en el
dico de la imputación penal que se exhibe en las mundo que le es propio. Su imagen
Euménides. El caso contrasta con el Orestes que del hombre, ese esbozo recio y
Sófocles presenta en Electra donde el persona- expresivo que podemos denominar horno tra-
je es un matricida que actúa intencionalmente, gicus, constituye un modelo de actor en el
sólo iluminado por el oráculo del dios. Aquí mundo que difiere fuertemente de esos otros
estamos ante un tipo de responsabilidad ya ple- homines que actúan de soporte en las teorías
namente subjetivada, pues hay que responder dominantes de la acción. Pero, a poco que se
atienda a lo que en la tragedia se dramatiza,
de aquello que no sólo se hace, sino que es ple- resultará también que esa imagen de fondo del
namente acorde con la intención. Por lo demás, horno tragicus no es única y compacta, pues
la tragedia presenta otras variantes de la respon- recoge en su interior una bifurcación que
sabilidad en las que lo que se toma en con- enfrenta lo que ocurre con lo que podría ocu-
sideración es el estado mental del actor Este rrir Lo que ocurre es el destino del héroe; lo
puede convertirse en responsable ante otros a que podría ocurrir es la eventualidad de otros
pesar de su rapto de furor (como el Agamenón destinos.
que sacrifica a Ifigenia y es responsable de lo Baste para hacer plausible esta distinción
hecho frente a Clitemnestra), o ser responsa- contraponer en el drama lo que el héroe hace
ble frente a si mismo de su locura y autocon- y dice a lo que el coro barrunta y advierte.
denarse a la muerte en razón del puro decoro Ciertamente la función del coro trágico es
estamental (como en el caso de Ayax, analiza- muy compleja y no cabe reducirla a la de un
do por Williams, ibid: 99-103). observador interior al espectáculo que está
Este amplio abanico de la responsabilidad totalmente exento y a salvo del destino del
muestra ya la riqueza de la aproximación trá- héroe. El coro también participa en la acción,
gica. Las reparaciones a las que está obligado advirtiendo, exaltando, dando apoyo al
el actor no dimanan de la idea cerrada y limi- héroe. Pero lo hace casi siempre al modo
tada de una responsabilidad exclusivamente de un espectador cognitiva y afectivamente
subjetivada y que se asienta en la diferencia implicado en lo que ocurre, que por lo tanto
radical entre el sujeto de la acción y la acción siente ya el temor y la compasión que la tra-
misma, idea según la cual sólo sería exigible lo gedia ha de suscitar y accede a esa sabiduria
que es imputable causal e intencionalmente de catártica que permite reconocer el mundo tal
forma plena al actor Por el contrario, la repa- como es y contrastar lo que en él está ocu-
ración a que está abocado el actor trágico rriendo con otras posibilidades. En efecto, en
muestra la complejidad del mundo de lo exi- la gran mayoría de las tragedias el coro
gible y cómo acciones que no son nuestras enfrenta con la acción del héroe la posibili-
pelo hemos de asumir, que no son intenciona- dad práctica de un actor prudente capaz de

pRbE5Ja~,
abordar con mesura y tiento la complejidad ferencias que tienen ese efecto. ¿Dónde se
del mundo de la acción 1 encuentra la matriz de la bifurcación entre he-
Esta contraposición de héroe trágico y hom- roismo y prudencia trágicos? Una indagación
bre prudente me parece la principal bifurcación sistemática llevaría a recorrer de nuevo todo lo
interna al horno tragicus. Quiero insistir en que analizado en las últimas secciones para consta-
es interna, lo que significa que, en ambos tar, en cada punto, de dónde arranca la diferen-
casos, se mantiene idéntica la caracterización cia. Para evitar recorrido tan tedioso, me limita-
que se ha fijado en los parágrafos anteriores de re a mostrar algunos aspectos de la bifurcación.
lo que es propio del mundo, la acción y el actor Atiéndase a tres aspectos del universo prác-
trágicos. Por lo tanto, el hombre prudente que tico estudiado: la heterogeneidad, los dilemas
el coro sueña como posibilidad no es alguien y el conflicto. El primero se refiere al mundo
que se sitúe por fuera del mundo heterogéneo, en que se actúa; los otros dos a la acción. Lo
dinámico y contingente que, según se ha visto, caracteristico del héroe trágico es que opta por
caracteriza al entorno de la acción trágica. El una conducta unilateral cuando enfrenta el
mundo en el que el prudente habría de actuar policentrismo del mundo. Pretende someter a
tiene esas mismas notas. La diferencia en rela- una muy estricta y poco realista reducción la
ción al héroe radica en que el prudente las reco- complejidad del mundo, lo que lo convierte en
noce y da como ineliminables. Es obvio tam- su fácil víctima. En este sentido es rescatable la
bién que, desde el punto de vista de un posible propuesta interpretativa de Hegel: Antígona y
actuar prudente, la acción se reconoce como Creonte son justos y unilaterales pues sólo
constitutivamente ilimitada, impredecible, irre- comprenden el mundo de sus deberes sociales
versible, dilemática, agonal y mimética. Lo que a partir de un conjunto estrictamente jerarqui-
la prudencia pretende es administrar sensata- zado de valores, sin fisuras y aparentemente
mente tales características que provocan la suficiente. Su destino destructivo dimana de
ceguera del héroe. Y, por último, es también esa unilateralidad que hace oídos sordos a con-
obvio que las notas del posible actor prudente sejos como el de Hemón («no mantengas en ti
no niegan las del actor trágico, pues el prudente mismo sólo un punto de vista» Antígona 70S) o
sabe que actuamos como agentes y pacientes de el de Tiresias («la obstinación, ciertamente,
nuestra acción, que no somos los autores de las incurre en insensatez» ibid: 1.028). Lo que no
historias que activamos y que son múltiples los está claro es que la solución hegeliana sea
planos por los que se extiende nuestra respon- aceptable y que los principios contrapuestos
sabilidad. sean en sí armónicos y reconciliables. La sínte-
¿Cuál es pues la diferencia? Esa diferencia sis hegeliana es también una reducción abusiva
se muestra en el contraste entre el efectivo des- —por fusión orgánica de lo diverso- y contrasta
tino del héroe y el eventual destino del hombre con lo que en la tragedia se apunta como alter-
prudente, contraste que se muestra en relación nativa de la prudencia: no optar por ninguna de
al bien que, según se vio, se juega efectiva- las partes pero escuchar sus argumentos, aten-
mente en el drama trágico, la eudaimonia. No der a lo concreto, asumir la complejidad de los
es que el héroe esté abocado a perder lo que el propios deberes políticos y familiares, no des-
prudente preservaría siempre. El contraste no mesurar ninguna esfera como si fuera la única
es tan violento porque la tragedia plantea a la que se reduce lo real, etc.
como un absoluto la fragilidad de la eudaimo- Los dilemas trágicos suponen un héroe tam-
fha y, por lo tanto, advierte que ni siquiera la bién cegado por su unilateralidad. Nussbaum
prudencia asegura al hombre el acceso a una (1995: 53 ss) ha estudiado en este sentido el
vida plena y acorde con su ser. En realidad, el dilema de Agamenón en la tragedia esquiliana
verdadero contraste radica en que para el héroe del mismo nombre. Lo que le lleva a un desti-
patético es seguro lo que para el prudente se no trágico es ciertamente el dilema de doble
limita a ser posible: la precipitación en la des- vínculo que enfrenta: sacrificar a su hija o
dicha. En esto radica la bondad pragmática de sacrificar la expedición guerrera. Pero lo carac-
la prudencia, en su efecto sobre la desdicha. terístico de su enérgica solución radica en que
La bifurcación detectada ha de ser explorada. acomete una de las conductas posibles sin brote
Es preciso mostrar cómo, en el interior de un alguno de culpabilidad como si su decisión
~,

mismo universo práctico, pueden surgir di- fuera aproblemática y el mundo tuviera una
clara jerarquia de valores en la que se ha de Edipo Rey lo es propiamente, pues se deja arre-
confiar. ¿Hay alternativa prudente ante un dile- batar fácilmente en los contextos agonales.
ma? ¿Es posible hacer algo como si no se hicie- Fuera siempre de la escena, nunca encarado
ra, convirtiendo al héroe en un redomado hipó- concretamente, la prudencia se acaba convir-
crita que acaricia con la mano izquierda a la tiendo en el sueño impreciso de esos actores-
victima que degUella con la derecha? La pru- espectadores que, desde este punto de vista,
dencia trágica no es una escuela de hipocresía resultan ser los miembros del coro.
moral, sino más bien una invitación a recono- Para dar con la idea implícita de la pruden-
cer el carácter inevitable de los dilemas y su cia habría que ir, pues, más allá de la tragedia,
falta de solución ética. Asegura que no hay ino- adentrándonos en el discurso ético de la Grecia
cencia en el mundo y rechaza la jactancia de los clásica y especialmente en el de ese comenta-
que resuelven dilemas como si la hubiera. rista de lo trágico que fue Aristóteles. Tal vía
Los procesos agonales arrastran al héroe ha sido seguida por estudiosos destacados
hacia una violencia estéril, puramente destruc- como Aubenque (1997) y Nussbaum (1995).
tiva. De nuevo es ese característico cierre del No la seguiré aquí porque desbordaría los lími-
héroe sobre si mismo, su unilateralidad, la idea tes de este trabajo. En cualquier caso, debería
de que el otro ha de atenerse a la obediencia o resultar claro que sólo así tendríamos una ima-
al castigo, su incapacidad para reconocerlo ple- gen completa del ¡-¿orno tragicus que, como
namente como otra voluntad con la que son po- Jano, guarda dos caras, pero se atiene a mos-
sibles acuerdos, los que llevan al cierre de un trar sólo una sobre el escenario.
destino patético que arrastra hacia la desdicha.
Tal como se apunta, la sabiduria trágica no can-
cela el conflicto, la contraposición de opiniones VIII. Actualidad del horno
y objetivos, sino que pretende reconocerlos y
procesualizarlos en los términos ideales del pro- tragicus
cedimiento jurídico o del debate en asamblea

A
que está a lo que resulta más persuasivo. Sabe
que nada hay sustantivo en el mundo que her- dvertía al comienzo que la preten-
mane y pacifique definitivamente a los hom- sión de este trabajo se limita a
bres. Sabe también que, hijo de un procedi- ampliar el Museo del Hombre de
miento, lo que hoy se acuerda, mañana puede las ciencias sociales, proponiendo instalar al
ser problematizado. Pero sabiéndolo, lo acepta lado de las vitrinas que acogen a los otros ho-
y no quiere reorientarlo hacia un absoluto siem- mines la del horno tragicus. Tal propuesta se
pre sordo, violento y destructivo. justifica, no por amor a la pura variedad antro-
Estos tímidos esbozos sobre la otra cara del pológica, sino porque las notas propias del
horno tragicus, aquélla en la que se sueña como nuevo espécimen pueden servir como soporte
ciudadano prudente, no pueden superar este para nuevos desarrollos en teoría de la acción.
estatuto. La razón es que, si bien la tragedia se Estos, a su vez, parecen ser demandados por
estructura a partir de esa bifurcación de la que una complejidad social constatada pero esqui-
salen los caminos del héroe y el prudente, pre- va al pensamiento.
senta ese contraste como el que enfrenta lo real Toda construcción teórica reduce la compleji-
(en su fomma dramática) y lo posible. De la dad de su objeto, condición sin la cual no podría
prudencia sólo barrunta su posibilidad tal como pensarlo. El problema radica en fijar los límites
se apunta al comentar con horror o dolor la de una reducción operativa. Esta operatividad
suerte del héroe. Pero sólo apuntada, la vía de hay que entenderla en un doble sentido: supone
la prudencia queda como un fondo poco preci- la posibilidad de operar adecuadamente sobre su
so que no se especifica —tal vez porque no es objeto, pero también la posibilidad de operar de
ése el cometido de su peculiar arte dramático. forma ordenada y plenamente inteligible en el
La tragedia se limita a elogiar la vida del pru- interior del modelo que construye. Por lo tanto,
dente mostrando con dolor la imprudencia del el problema de la teoría al abordar la compleji-
héroe, pero sólo nos presenta ante los ojos ésta. dad no es el de lograr ‘calcaría’, ‘duplicaría’,
Tal estrategia impide que el prudente esté en sino el de fjar los límites de su reducción opera-
escena —ni siquiera el Tiresias de Antígona o tiva —y por ello, contextual o local.
Los modelos dominantes en el campo de la todo se muestra externamente en forma de imá-
teoría de la acción social se pueden diferenciar genes. Más sutil y proteico que los anteriores,
a partir de la imagen de su supuesto antropoló- no puede generar un actor seguro (normativo o
gico. Hay tres dominantes. Uno de ellos es el calculador) sino un ser experimentado que si-
del horno moralis que resulta de la sociologi- gue el juego hasta nuevo aviso. En razón de
zación durkheimiana del kantismo y fue reci- ello, ese mundo de acción está abocado a las
bido y ampliado por Parsons y el estructural pequeñas dimensiones de lo familiar y se
funcionalismo. Tal imagen es la de un sujeto desentiende de todo aquello que las trasciende.
moral que ha interiorizado un universo norma- Evidentemente esta presentación tan com-
tivo que aplica en sus distintas situaciones de primida no puede pretender hacer justicia a la
acción, un lector disciplinado de códigos riqueza que estas tres antropologías básicas
omni-abarcantes que sabe lo que está prescrito despliegan cuando se va más allá de su núcleo
para él mismo y los otros en cada situación duro o de su expresión más simple y esencial.
posible. Otro es el que se resume en el horno Pírricas son las victorias que se logran sobre
rationalis, resultado de la proyección en el enemigos embutidos en caretas esperpénticas
campo de la sociologia de un modelo construi- y no hacen más que retratar la mala fe del ana-
do inicialmente en el campo económico. A di- lista. Por lo tanto, no propongo que los tres
ferencia del anterior, no es un interiorizador de homines que he presentado se reduzcan a los
universos normativos, sino un exteriorizador bocetos presentados, sino que éstos retratan su
de preferencias y cálculos de acción tendentes mínimo plausible. ¿Cuál es el del horno tragi-
a maximizar su situación en el mundo. En cus? También una reducción abusiva del mun-
razón de esos cálculos adopta decisiones y le do y la acción, pues, si vamos más allá de los
es dado prever las decisiones comportamenta- innumerables matices que se han acumulado a
les de los demás. El tercero ha tenido una la hora de reconstruirlo, su retrato esencial es
vigencia más episódica. Es el horno specular¿s. el siguiente: se sitúa es un mundo que recono-
Aparece en la Teoría de los sentimientos mora- ce hostil, limitadamente inteligible y presto a
les de Adam Smith y reaparece en la obra de trascenderlo y, en él, su acción es insegura y
Mead y Ooffman. Es un actor que busca reco- resulta irónica, aún cuando se guíe por la más
nocimiento y que se sabe y guía tomando en exquisita prudencia experiencial.
consideración su imagen especular tal como se Y sin embargo, a pesar de que, reducido a su
la devuelven los otros con los que interactúa. esencialidad, el horno tragicus sea también un
Situado en un escenario público en el que esperpento que recorta y cercena la variedad y
todos se muestran a los demás, sabe que es sutileza constitutivas del mundo y la acción
visto por los que ve y que esa visibilidad públi- sociales, tiene una ventaja que se hace estraté-
ca es la condición para comprender lo que gica en la coyuntura actual: permite pensar de
hace él mismo y hacen los otros. una forma más rica, con más recursos, la com-
En los tres casos se procede a una drástica plejidad del mundo, la acción y el actor, es
reducción tanto del mundo en el que se sitúa la decir, se sitúa en mejor posición para enfrentar
acción como de esta misma. El mundo del pri- el reto de la ciencia social del presente. El por-
mero es un universo moral bien ordenado (su- qué debería resultar al menos plausible a poco
ficiente, jerarquizado y coherente) y la acción, que se considere seriamente el resultado al que
cuando está bien conformada en razón de una se ha llegado en las páginas precedentes al
adecuada socialización, se limita a interion- desgranar lo que le es propio. Tanto el mundo
zarlo y aplicarlo caso por caso. El mundo del que presupone, como la acción y el actor que
segundo es un universo de objetos e indivi- en él se sitúan llevan las marcas de esa com-
duos cuyas interacciones están armonizadas plejidad que pretendemos hacer analíticamen-
por leyes (deterministas o estadísticas) y que, te asible.
inteligible, ordenado y procesado como infor- Demostrar lo que se propone como plausi-
mación, es el objeto sobre el que se vuelca una ble requeriría una argumentación extensa que
acción también calculable en función de unas alargaría desmesuradamente este escrito ya
preferencias bien ordenadas (suficientes, je- desbridado y que eventualniznte será el objeto
rarquizadas y coherentes). El mundo del terce- de trabajos futuros. En ellos habrán de abor-
ro es un escenario visible y cercano en el que darse al menos tres problemas: cómo pasar de

~FbtI6bM
una imagen muy expresiva a los rudimentos de lianismo amable por el que la realidad plural, cambiante
una teoría de la acción operativa que requiere e ininteligible se toma en una armonía orgánica en la que
todo tiene su cómodo y apacible lugar.
depurar analíticamente lo que la imagen expre- 6 Sobre los orígenes oscuros de la tragedia, véase la
sa como intuición; por qué se desechó el discusión reconsiruida en Vara Donado (1996).
modelo literario de lo trágico cuando se empe- Véanse las objeciones o matizaciones a esta pro-
zaron a fraguar las imágenes fundamentales puesta de Ricoeur (1953).
que se plasmaron en la contemporánea teoría Para una reconstrucción de conjunto de las caracterís-
ticas del arte trágico y su inserción en el entramado cívico
de la acción y cuáles fueron sus consecuen- de Atenas véanse Baldry (1975), Barihés (1993), di Bene-
cias; de qué manera los problemas actuales dello (1978), Got (1997), Iriarte (1996), Meier (1991), Plá-
relacionados con la complejidad de lo social cido (1997), Rodríguez Adrados (1998), Romilly (1982),
—la globalización, el riesgo, la reflexividad, en los que me inspiro para estos apuntes. En esas obras se
por fijar los más relevantes— pueden ser anali- encontrarán además abundantes referencias bibliográficas
sobre aspectos particulares del arte trágico en Atenas.
zados de forma fructífera e innovadora a partir No entraré a dar cuenta de esas diferencias porque tal
del horno tragicus. tarea desbordaría los limites de este trabajo. Con todo,
como se verá más adelante, algunas de ellas se vuelcan en
el específico problema de la acción y serán resaltadas en
su momento.
NOTAS lO No entraré aquí en este tema, para el que remito a

la obra de Frye (1991) y especiahnente a su propuesta


En este campo el lenguaje no está plenamente nor- sobre las cuatro tramas ficcionales arquetípicas (trage-
malizado y se fluctúa entre los dos términos separados dia, romance, comedia y sátira) que pueden encamarse
por la barra. Por las razones que se verán más adelante en géneros literarios muy distintos. Tampoco abordaré
(sección VI), opto por utilizar ambos términos, siendo el otro tema más relevante para las ciencias sociales: la pre-
de acción y actor más amplios que los de agencia y agen- senda de la trama trágica en el discurso histórico, antro-
te. Estos últimos sólo especifican un aspecto de la acción pológico o sociológico. Sobre este aspecto me remito a
y el actor lo argumentado en Ramos (1995), donde se encontrarán
2 Distanciándose de este enfoque, pero resaltando tam- las oportunas referencias bibliográficas. Me limitará aquí
bién la peculiaridad de la concepción trágica del actor y a destacar que, aún limitándonos al universo cultural
su acción en un momento de honda transformación, Judet griego del siglo V a.C., no es difícil ampliar la lista de los
de la Combe (1997: 19) propone que, más que mezcla o grandes trágicos incluyendo a un autor tan lejano del tea-
interferencia de códigos distintos, estamos ante conceptos tro y del mundo de ficción como Tucídides. Sobre este
novedosos de compleja expresión teórica. caso véanse Dirat (1973: 566-74), Plácido (1997:275-6),
En un penetrante artículo, Rafael del Águila <1994) ya Williams (1997: 214-8).
ha mostrado la pertinencia analítica de los dilemas y la iro- Para hacerlo me apoyaré en los comentarios que
nía trágicos para dar razón de la acción política en las considero más esclarecedores, como los de García Yebra
democracias actuales. Agradezco a 1. L. González García (1992), Goldschmidt (1982), Nussbaum (1995), Ricoeur
haberme llamado la atención sobre ese trabajo, que sólo he (1983-5: 1) y Taminiaux (1995). Especialmente intere-
podido consultar cuando este artículo estaba ya acabado. santes son los trabajos de Ricocur y Nussbaum, que ins-
El tema es en sí relevante pero sólo desde una ópti- piran en gran medida los análisis que siguen. Ciertamen-
ca distinta a la presente que opte por la crítica cultural te la lectura de la Poética del primero se interesa más por
(véase Domenach 1967) y/o una filosofía que siga la pro- lo que tiene de teoría de la narración en general que por
puesta fundamental de Nietzsche que, como se verá más lo que es específico de la narración trágica. Por el con-
adelante, identifica la tragedia con una visión sustancial trario, Nussbaum se interesa especialmente por las rela-
del mundo que muestra la herida del ser. Aunque los con- ciones entre tragedia y ética, por lo que sus análisis son
sidere relevantes, no atenderé a los trabajos que siguen más cercanos a el tema que aquí se aborda.
esta vía. Entre nosotros, a parte del ya clásico trabajo del 12 Sobre la significación de la mimesis aristotélica

kierkegaardiano y congojoso D. Miguel de Unamuno véanse los iluniinadores análisis de Ricoeur (1983 1: 57
(¡965), hay toda una vela de interesantes investigaciones ss): la imitación, como se verá por lo argumentado, no es
de este jaez: dr. Trías <1993) y Lanceros (1997). una simple copia pasiva de algo que está ahí fuera, sino
Me refiero a la propuesta de M. Maffesoli (1985 y una reconstrucción por medio de una trama.
1996) que es más amplia, inespecífica y moderada que la 13 Evidentemente esto significa que en la definición

que aquí se presenta. Más amplia porque pretende una de la tragedia el fin es lo fundamental. En cuanto que tal
reorientación general de la ciencia social hacia lo dioni- fm pone en lo definido al público receptor, Aristóteles se
síaco, entendido al modo de una totalidad sin exterior convierte en un precursor de la «estética de la recepción»
alguno en la que todo lo humano ha de ser contemplado (Eco 1994: 209). No entrará a especificar qué se entien-
y contenido; más inespecifica, porque a la hora de ir con- de por temor, compasión y catarsis. Sobre el tema se pue-
cretando ese programa no se pasa de la proliferación de den consultar García Yebra (1992: 379-91) y Nussbaum
imágenes más o menos afortunadas y gratas, pero analí- (1995: 469-8). Lo que hay que retener, en cualquier caso,
ticamente gaseosas; más moderada, porque el modo de es que una pasión aristotélica es tanto un estado afectivo
concebir lo trágico-dionisíaco agua de tal modo el lega- como un tipo de conocimiento. En razón de esto, la fina-
do nietzschiano que lo reconduce, a su pesar, a un hege- lidad catártica de la tragedia no sólo apetece una conmo-
ción afectiva, sino también un conocimiento sobre el sión; la relativa es aquella en la que los dos lados han de
mundo que eventualmente ayuda a vivir. ser atendidos; la ambigtiedad ritualizada es la que dispo-
4 Aunque García Yebra (1992) mantiene la traduc- ne de medios adecuados para pasar de lo uno a lo otro,
ción tradicional de mythos por’fábula’, en el texto que mientras que la trágica es aquella que destruye. De nuevo
sigue lo traducirá como trama, que es el equivalente cas- Edipo es ejemplo de ambas cosas: de la ambigtiedad trá-
tellano de la ‘intrigue’ o ‘plot’ que aparece en textos gica en Edipo Rey y de la ambiguedad plenamente ritua-
franceses e ingleses. La razón para tal opción es argu- lizada en Edipo en Colono.
mentada suficientemente en Ricoeur (1983 1: 57). 24 Sobre el tema Segal (1987: 107-26) y Vemant-

15 Ciertamente el objetivo de Ricocur es reconstruir a Naquet (1987: 107 ss).


partir del material sobre la tragedia una teoría aristotéli- 25 Véase Rochefort-Gulilouet (1994: 93). El oratorio

ca de la narración en cuanto que acción-en-trama. En Oedipus se compuso sobre un libreto de Cocteau.


razón de eso, deja de lado lo que la trama trágica tiene de 26 Véase Aubenque (1997: 65-7) sobre el concepto

especifico. A cambio, proporciona iluminadores análisis aristotélico de contingencia.


sobre lo que significa la puesta en trama de un material ~ Encuentro en Bernard Williams la expresión más
narrable y cuáles son las operaciones lógico-poéticas acabada de esta interpretación de lo trágico: «un mundo
relevantes en tal caso tal como, en su estilo denso y como que no es sino parcialmente inteligible a las empresas
descuidado, apunta Aristóteles en el texto. La posición humanas y que, en sí mismo, no está necesariamente
de Ricoeur es entusiastamente apoyada por Eco (1994: bien adaptado a las aspiraciones éticas [..] La tragedia
211, 214) para quien Aristóteles «fingiendo que habla de gnega se niega precisamente a presentar unos seres
la tragedia, nos consigna, en efecto, la semiología de humanos idealmente en armonía con su mundo y no
toda narración posible» o incluso una «biología de la acuerda espacio alguno a la idea de un mundo que, sí
narratividad». Sobre la trama como urdimbre que aúna, fuera bien comprendido, nos enseñaría a estar en armo-
engarza y tipifica un devenir humano, véase Ramos nía con él. Hay un hiato entre lo que el personaje trágico
(1995) y la bibliografía allí citada. es, en lo concreto y la contingencia, y los caminos que el
16 Fudaimonia es lo que se traduce como dicha —en mundo emprende con él» (Williams 1997: 218-9). Sólo
otros caso felicidad. Es un concepto difícil de definir puedo objetar a esta magnífica presentación de lo propio
tanto en el pensamiento griego en general como en el de del mundo trágico que, a mi entender, el diagnóstico no
Aristóteles. Sobre su semántica véanse Nussbaum (1995: es eí de la certeza absoluta sobre el sinsentido del mun-
334) y Lledó (1995: 95—102). Según estas fuentes, y do, sino el de la sospecha irrenunciable. En última ins-
dejando a un lado la etimología que destaca Lledó (tener tancia, lo que la tragedia argumenta es la opacidad del
un buen ‘demonio’), la dicha-felicidad-eudaimonia sig- mundo y de ahí esa sospecha no eliminable.
nifica ‘vivir una buena vida para el ser humano’, ‘flore- 28 Sigo la traducción recogida en Nussbaum (1995: 398).
29 Distinguiéndola del hacer del ‘horno faber’ o del
cimiento humano’ o ‘una actividad acorde con las exce-
lencias humanas’. Mantendrá el término griego para ‘homo laborans’, la acción es analizada por Arendt como
marcar estas diferencias con el concepto mucho más acción pura del hombre con y sobre el hombre (plurali-
simple de dicha o felicidad. dad). Constitutivo de ella es la emergencia de novedades
‘~ A parte de los trabajos cruciales de Nussbaum y tal rasgo sólo se puede explicar a partir de esas tres
(1995) y Williams (1997), me apoyará principalmente en notas de la ilimitación, la impredictibilidad y la irrever-
los ricos análisis de Dirat (1973), Girard (1995), Iriarte sabilidad. Como se verá más adelante, estas notas llevan
(1996), Oudemans y Lardinois (1987), Rodríguez Adra- también a una específica caracterización del actor como
dos (1998), Romilly (1982 y 1995), Said (1978), Segal un ser que, siendo a la vez agente y paciente, resulta falso
(1987) y Vemant y Vidal-Naquet (1987 y 1989). autor de la historia que se pone en marcha con su acción.
8 Sobre la hyris, véase más adelante nota 30. 30 Dirat (1973) ha analizado la evolución de la semán-
19 Veánse en este sentido los análisis de orientación
tica de la hyhris en la poesía y la tragedia griegas. Guar-
histórica o antropológica de Iriarte (1996: 35), Oude- dando siempre una doble significación cósmico-moral
mans y Lardinois (1987:60), PLácido (1997: 230) y espe- (desmesura que trasgrede el orden cósmico e injuria que
cialmente de Segal (1987: 48,68,75) y Vemant y Vidal- se hace a alguien al transgredir su esfera de derechos o
Naquet (1987: 177-8). decoro), sufre, desde Homero hasta los trágicos, una evo-
~ Sobre el significado de estas dos imágenes y su lución hacia su moralización-sacralizacién. Hay también
relevancia para el análisis social véase Ramos (1996). una marcada evolución de su semántica y papel en la
21 Véanse también Iriarte (1996), Oudemans y Lar- obra de los tres trágicos que se puede pautar así: si en
dinois (1987) y Segal (1987). Esquilo la hybris es central y se concibe como desmesu-
~ Así pues, a partir de un mismo lenguaje, el especta- ra de trascendencia religioso-moral, en Sófocles y Eurí-
dor sabe más y mejor que el actor; lo que para éste es sólo pides deja de tener un papel tan relevante, tendiendo el
posible es para aquél necesario. A esta ironía se puede pnmero a concebirla como desmesura cuyos efectos son
contraponer la que aparece en Ayax donde se contrasta lo sociales y el segundo a psicologizar el concepto.
que el espectador puede creer (distintas posibilidades ~‘ Said (1978) ha explorado la semántica y relaciones
abiertas) con lo que el actor sabe (la fatalidad) —véase de la hamortia, la desgracia (ate) y la responsabilidad.
Williams (1997: 197). La primera tiene planos de significación que van desde la
~ Incorporo aquí la distinción que proponen Qude- pura impericia de quien falla el blanco, al error producto
mans y Lardinois (1987: 49, 57-8) entre, por una parte, de un conocimiento inadecuado y a la falta moral, jurídi-
frontera absoluta y relativa y, por otra, ambigúedad ritua- ca o religiosa, pudiendo también presentarse como un
lizada y trágica. La fronlera absoluta es aquélla para la defecto de carácter La desgracia, por su parte, puede ser
que cualquier superación del limite supone una transgre- presentada como castigo de los inmortales o como sim-
Horno tragicus 239

píe producto de los errores-faltas de los mortales. E- ARISTÓmLES:


videntemente ambos conceptos se relacionan con el de —(EN) Etica Nicomaquea. (Traducción y notas de J.
responsabilidad que Saíd presenta como especialmente Palli Bonet). Madrid, Gredos, 1995.
problemático en el mundo trágico, oscilando entre una — (PO) Poética. (Edición trilingíle de Valentín García

versión puramente objetiva y otra subjetiva. Yebra). Madrid, Gredos, 1992.


32 Sobre paradojas pragmáticas, ambivalencia y estra- ARENDT, H. (1993): La condición humana. Barcelona,
tegias de acción véase Ramos (1993 y 1996) y la biblio- Paidos [1958]
grafía que allí se cita. AuBENQUE, P. (1997): La prudence chez Aristote. Paris,
“ Sobre el tema véanse los magníficos análisis de PUF [1963].
Nussbaum (1995: cap. 2) que reconstruyen los dilemas BALDRY, HG. (1975): Le íhéátre tragique des grecs.
esquilianos de acción y proponen una solución en térmi- Paris, Maspero [1971].
nos del ideal del hombre prudente que se sitúa de alguna BARTUES, R. (1993): «Le théátre grec» en Oeuvres Com-
manera en los dos lados del dilema. Esta solución de pletes. Paris, Seulí, val. 1:1.541-1.557 (originalmen-
suave moralización de un universo que no es en si mora- te en G. Dumur (dir) Histoire des Espectacles, Paris,
lizable es criticada por Williams (1997:180-2). Gallimard, 1965).
“Véanse los análisis de esta tragedia como paradoja de BESSIÉRE, J. (comp.) (1997): Théaíre eldestin. Sophocle.
la efebía ateniense en Vemant y Vidal-Naquet 1987: 163 ss). Shakespeare, Racine, Ibsen. Paris, Champion.
‘~ El esquema analítico de Girard (1995) reza así: BouRoíEu, P. (1995): Las reglas del arte. Barcelona,
cuando la violencia no está ritualizada se generaliza por Anagrama.
medio de mimesis; una vez generalizada se abre una cri- Dí HENEDETIU, V. (1978): L’ideologia del potere e la tra-
sis sacrificial, cuya expresión más típica es la tragedia; gedia greca. Torno, Einaudi.
por su lado, la destrucción sin tasa que la crisis sacrificial DIRAT, M. (1973): LHybris dans la tragédie grecque.
comporta sólo puede pararse tras su canalización hacia Lille, Service de Reproduction des Th~ses de l’Uni-
un chivo expiatorio; la institución del chivo expiatorio versité de Lille III (2 vol).
ritualiza y hace administrable la ambivalencia de la vio- DOMENACH, J.M.: Le retoar da tragique. Paris, Ed. du
lencia. El esquema informa el análisis de Edipo Rey Seuil.
(ibid: 76 ss) y de Las Bacantes (ibid: 127 ss). El proble- Eco, U. (1994): «De Aristóteles a Poe» en B. Cassin
ma con Girard me parece triple: su teoría de la tragedia y (cd), Nuestros griegos y sus modernos, Buenos Aires,
la acción trágica es demasiado simple o unilateral (no Manantial: 205-219.
toda tragedia desemboca en el chivo expiatorio); reduce —(1997): Kant e 1 ornitorrinco. Milano, Bompiani.
en términos moralizantes (creación de un orden que erra- EsQuiLo: Tragedias. Madrid, Gredos.
dique la violencia) las intuiciones más interesantes de EURÍPIDES: Tragedias (3 vol.). Madrid, Gredos.
Nietzsche; extraño a Hegel, se obsesiona por el mismo FRvE, N. (1991): Anatomía de la crítica. Caracas, Monte
problema: la reconciliación final. Avila [1977].
36 Por desgracia no hay en castellano un sustantivo GARCÍA YEBRA, V. (1992): Poética de Aristóteles. Edi-
que exprese este aspecto de la acción por el que se es ción trilingíle. Madrid, Gredos.
sujeto paciente de algo. Utilizo aquí el sustantivo pacien- GIRARD, R. (1995): La violencia y lo sagrado. Barcelo-
cia son ninguna connotación moral, es decir, con el signi- na, Anagrama [1972].
ficado estricto de capacidad de padecer o soportar algo. GoLDscí-íMmT, V. (1982): Temps physique et temps tra-
“En este aspecto han insistido SaW (1978: 147 Ss) y gique chez Aristote. Paris, Vm.
Vemant y Vidal-Naquet (1987: 50 ss). Véase también GoT, 0. (1997): Le théátre antique. Paris, Ellipses.
Judet de La Combe (1997) que apuesta por un estatuto GOUHIER, H. (1991): Le théátre et lexistence. Paris, Vrin.
especifico, problemático pero no mezclado, de la res- HEGEL, G.EW. (1997): Esthétique. Paris, Librairie Géné-
ponsabilidad trágica. Rodríguez Adrados (1998) destaca rale Fran9aise (2 vols).
el paso del etos agonal de la aristocracia a la moraliza- IRIARTE, A. (1996): Democracia y tragedia: la era de
ción de la acción en la nueva democracia basada en el Pendes. Madrid, Akal.
precario equilibrio entre pueblo y aristocracia. JLJDET DE LA COMBE, E (1997): «La construction de l’i-
~ Es muy obvia la excepción de las Euménides de dée de destin individual dans la tragédie grecque» en
Esquilo, tragedia en la que el coro está formado por las 1. Bessiere (cd): Théátre et destin. Géneve, Cham-
diosas vengadoras que acosan al héroe. plon: 15-40.
~ Véase Rodríguez Adrados (1998: 132) que interpre- LANCEROS, E (1997): La herida trágica. El pensamiento
ta esta contraposición de hybris y mesura como expresión simbólico tras Hólderlin, Nietzsche, Goya y Rilke.
de la crítica anti-aristocrática de la tragedia democrática. Barcelona, Anthropos.
~ Para una interpretación diferente ver Williams LUHMANN, N. (1991): Sistemas sociales. México, Alian-
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