Sunteți pe pagina 1din 7

Teorías de la traducción

1.1. Historia de la Traducción

Desde los más antiguos tiempos, las traducciones han representado tanto una necesidad,
como un motivo de debates y análisis. La primera meta de estas traducciones era la difusión del
saber y de los conocimientos, es decir los textos bíblicos. Según Esteban Torre, las líneas
representativas de la traducción de los textos sagrados empiezan con: “las traducciones arameas
(los tárgumes), la versión griega alejandrina (Versión de los Setenta) y la traducción latina
conocida como la Vulgata”1.

Bajo el reinado de Alfonso X el Sabio apareció la Escuela de traductores de Toledo.


Allí se realizaron numerosas traducciones del árabe. La traducción se hacía entre dos
traductores: uno era conocedor de latín, otro del árabe, pero comunicaban utilizando una
variedad romance. Después, un judío daba la versión oral del texto árabe y un cristiano traducía
del romance al latín. Más tarde, Juan Luis Vives propone otra definición de la traducción: “un
trasvase de palabras de una lengua a otra, conservándose el sentido”2. Por eso, Coșeriu
considera a Vives como un precursor de la teoría moderna de la traducción, dado que él la
considera una actividad diferenciada en función de los textos traducidos. El traductor necesita
tener conocimiento lingüístico de los textos que traduce y también de los temas que los textos
tratan. También hay que intentar mantener cuantas más posibles expresiones metafóricas, los
juegos de palabras utilizados, las sutilezas. Si eso no es posible, se recomienda tratar de
reproducirlas de cierta forma.

1
Esteban Torre, Teoría de la Traducción Literaria, Madrid, Editorial Síntesis, 1994, pág. 17.
2
Ibídem, pág. 35.
1.2. Teorías actuales de la traducción

En lo que concierne la lengua de la que se traduce, la consideramos como la “lengua


original” (LO), mientras que a la lengua a la que traducimos la denominamos “lengua terminal”
(LT), o “receptora”. Coșeriu considera que lo que se traduce son textos, no lenguas, así que una
la definición más básica de la traducción es pasar un texto de una lengua original a una lengua
terminal. J. C. Catford, en su libro A Linguistic Theory of Translation, afirma que: “Relations
between languages can generally be regarded as two-directional, though not always
symmetrical. Translation, as a process, is always uni-directional: it is always performed in a
given direction, from a Source Language into a Target language”3.

Nida y Taber proponen otra definición de la traducción al hablar de una “reproducción


en la LT del «equivalente natural más próximo» (the closest natural equivalent) del mensaje
contenido en la LO, primero en cuanto al sentido y luego en cuanto al estilo”4. En esta definición
se pone de relieve que sería preferible utilizar el equivalente más próximo del contenido que se
traduce en cuanto al sentido porque aunque las palabras y las expresiones no sean las mismas,
es importante que la experiencia de la lectura sea la misma para el lector, no importe la lengua
en la que lee. Además de esto, este tipo de adaptaciones son necesarias porque las expresiones
de distintas lenguas son diferentes, aunque denominen el mismo contenido.

Para apoyar esta afirmación proponemos las traducciones al rumano, inglés y francés
de la expresión “llueve a cántaros” para demonstrar que, aunque la expresión sea distinta en
otros idiomas, el significado es el mismo y corresponde con la realidad cultural de cada lector.

Rumano: “plouă cu găleata”

Inglés: It´s raining cats and dogs.

Francés: Il pleut des cordes.

3
“En general, las relaciones entre las lenguas pueden ser vistas como bidireccionales, aunque no siempre sean
simétricas. La traducción, como proceso, es siempre unidireccional: se realiza en una sola dirección, de la lengua
de partida a la lengua de llegada.” (mi. trad.). J. C. Catford, A Linguistic Theory of Translation, Oxford, Oxford
University Press, 1965, pág. 20.
4
Esteban Torre, Op. Cit, pág. 9.
Además de la idea ya mencionada, Nida y Taber consideran que, para traducir, la
información teórica, el análisis semántico y las estructuras lingüísticas no son suficientes
porque la traducción es también un arte que necesita conocimiento cultural, práctico, habilidad.
Traducir significa también reescribir un texto, adaptarlo a las estructuras gramaticales de la LT.
El traductor utiliza su ingenio para hacer que el texto suene natural, tenga fluidez y se acerque
lo más posible al original, aunque no pueda reproducir el contenido perfectamente. El lector no
debe sentir una gran diferencia entre el original y la traducción y eso es lo que demuestra las
habilidades del traductor.

Valentín García Yebra comenta en su libro Teoría y práctica de la traducción que “el
proceso de la traducción consta siempre de dos fases: la fase de la comprensión del texto
original, y la fase de la expresión de su mensaje, de su contenido, en la lengua receptora o
terminal”. 5 En la fase de la comprensión del texto original, el traductor debe buscar el sentido
del contenido que tiene que traducir. La siguiente fase, de la expresión, significa encontrar en
la lengua terminal las palabras y las expresiones que reproducen el contenido del texto en su
lengua original. La traducción de un texto no puede hacerse sin su previa comprensión. Desde
este punto de vista el traductor se diferencia del lector en el sentido de que su entendimiento
del texto es más profundo. Él lee el texto en un idioma que no es suyo, pero lo adapta a su
realidad cultural teniendo en cuenta también la semántica y las estructuras lingüísticas
disponibles en la LT. Sería imposible traducir cada detalle y cada forma léxica y morfológica,
así que se reproduce el contenido del texto y el estilo.

Basil Hatim y Ian Mason afirman en el libro Teoría de la traducción (Una aproximación
al discurso) que “los traductores están […] actuando bajo la presión de sus propios
condicionamientos sociales y, al mismo tiempo, tratando de colaborar en la negociación del
significado entre el productor del texto en la lengua de salida, u original, y el lector del texto en
la lengua de llegada […] “6. El traductor tiene que encontrar el equilibrio entre todos los
aspectos mencionados para que exista armonía en la traducción, para que tenga coherencia y
suene natural.

Sin embargo, José Ortega y Gasset tiene una opinión distinta al escribir Miseria y
Esplendor de la traducción. Desde su punto de vista, escribir bien es un acto de rebeldía contra

5
Valentín García Yebra, Teoría y práctica de la Traducción, Gredos, Madrid, Biblioteca Románica Hispanica,
1982, pág. 32.
6
Basil Hatim, Ian Mason, Teoría de la traducción (Una aproximación al discurso), Barcelona, Ariel Lenguas
Modernas, 1995, pág. 11.
la lengua correcta, estándar, mientras que el traductor es una persona humilde, que “por timidez
ha escogido tal ocupación, la mínima” 7 y que no es más que un traidor que encierra el escritor
en los límites del lenguaje normal y de la gramática. Ortega y Gasset argumenta que, aunque
parezca más fácil traducir textos relacionados con las ciencias exactas, hay términos que no
tienen el mismo equivalente y sus correspondientes en las lenguas terminales no abarcan todos
sus significados. La siguiente afirmación es aún más interesante. Al pensar por qué algunos
libros científicos son más fáciles de traducir que otros hallamos que “en ellos el autor mismo
ha comenzado por traducirse de la lengua auténtica en que él « vive, se mueve y es», a una
pseudolengua formada por términos técnicos, por vocablos lingüísticamente artificiosos que él
mismo necesita definir en su libro. En suma, se traduce a sí mismo de una lengua a una
terminología”8.

José Ortega y Gasset se propone diferenciar la lengua con sus sistemas que cualquier
hablante entiende y la terminología que necesita un acuerdo previo de sus significados entre los
interlocutores. Entonces, desde este punto de vista es más fácil traducir libros científicos dado
que esta terminología y sus significados son comunes en cualquier lengua. Sin embargo,
aunque escritos en la lengua estándar, estos textos científicos son herméticos para los que no
entienden le terminología, esta pseudolengua.

Es importante aclarar que Ortega y Gasset no hace aquí una crítica de las traducciones.
Hay también un esplendor de estas del que el autor se detiene a hablar. A través del proceso de
traducir nos acercamos a una obra, pero sin pensar que tenemos en frente el original. Desde su
punto de vista, una traducción no pertenece al mismo género literario que el texto original. Dado
que tiene normas y finalidades propias, sería incorrecto decir que una traducción es el doble del
original. Al traducir se pierde mucho del estilo del autor, a veces los traductores parafrasean o
excluyen detalles. Es muy difícil imitar el estilo del autor y aún más poder guardar en una
traducción todas las dimensiones del texto original. A veces, las traducciones llegan a carecer
de esas mismas cosas que pertenecen al autor y que le traen su identidad. Eso las convierte en
sombras del texto original, las vacía de su poder y de su esplendor.

Al sostener esta afirmación, proponemos un estudio de Alfonso Reyes, De la


traducción, donde cita a George Moore, Confesiones de un joven:

7
José Ortega y Gasset, Miseria y esplendor de la traducción, Trama & Texturas, no. 19, 2012, pp. 7–24. JSTOR,
JSTOR, www.jstor.org/stable/24391669. [16.12.2018].
8
Ibídem.
“Ciertos sustantivos, por difíciles que sean, deben conservase exactamente como en el original;
no hay que transformar las verstas en kilómetros, ni los rublos en chelines o en francos. Yo no
sé lo que es una versta ni lo que es un rublo, pero cuando leo estas palabras me siento en Rusia.
Todo proverbio debe dejarse en su forma literal, aun cuando pierda algo de sentido; si lo pierde
del todo, entonces habrá que explicarlo en una nota”9.

Nos parece vital para una traducción guardar cuanto más sea posible del texto original
porque esas mismas palabras problemáticas para el lector son las que dan a la traducción una
cierta originalidad y cercanía con el mundo que el autor del texto original quiso transponer. Las
notas a pie de página pueden resultar ser muy útiles al aclarar lo que el traductor considere ser
incomprensible para el lector.

Sin embargo, Alfonso Reyes no parece estar muy convencido de los argumentos de
George Moore. Él considera que, aunque es necesario guardar ciertas palabras en unos casos,
los sustantivos elegidos no son elocuentes porque se trata de unos usos privativos de un pueblo.
En este caso no hablaríamos de transformaciones, sino de adaptaciones. Reyes se propone aquí
clarificar la cuestión de las adaptaciones de nombres propios, a las cuales considera
repugnantes. Ya no podemos hablar de la imposibilidad de comunicación entre los países, así
que las transformaciones como Louvre → la Lobera, Anatole France →Anatolio France/Francia
son injustificables.

Es evidente que Alfonso Reyes tiene sus propias visiones en relación con las
traducciones y las adaptaciones de todo tipo. Cada lengua representa la visión del mundo para
un pueblo y los préstamos lingüísticos son un tipo de traición de esa lengua. Es preferible
utilizar las notas a pie de página en vez de hacer una traducción literal que puede alterar el
significado del texto. No obstante, el traductor no puede caer en la trampa de los términos
castizos, sino que tiene que ser neutro al elegir el lenguaje para mantener una cierta originalidad
para el texto traducido.

Según hemos visto hasta ahora, las opiniones sobre el proceso de la traducción son
bastante diversas y contradictorias. Presentada de una manera muy sencilla, la traducción es el
paso de un texto de su lengua original a la lengua terminal. Pero traducir es también adaptar un
texto, explicarlo para que corresponda con la realidad social del lector. El traductor crea un
nuevo texto cada vez que traduce, utilizando ingenio, conocimiento y habilidad. Al final del

9
George Moore, Confesiones de un joven, citado por Alfonso Reyes, “De la traducción” en La experiencia
literaria, México, Fondo de Cultura Económica, 1983, pp. 130-136.
proceso de traducción, el texto debe acercarse cuanto más posible al texto original, pero que
también mantiene el estilo de autor, sus juegos de palabras y sus sutilezas.

El traductor se convierte así en el creador de un texto y su oficio no es en ningún caso


el más fácil. Él tiene que comprender el mensaje del texto, encontrar las palabras y las
expresiones que mejor explican el texto y reescribirlo. También tiene que tener en cuenta la
gramática y las estructuras semánticas de la LT y negociar significados para que se pierda lo
menos posible del texto original durante el proceso de traducción.

Katharina Reiß and Hans J. Vermeer afirman en el libro Towards a General Theory of
Translational Action: “a source text, produced by a ‘text producer’ or ‘sender’ is being
translated/interpreted by a translator/interpreter for a target audience”10. Esta afirmación puede
ser vista como una definición muy básica de la traducción. Un texto en una lengua de salida
llega a una lengua de llegada a través de un traductor. Él es tanto el mediador entre el productor
del texto y el lector, la persona para la cual se traduce, como entre la lengua y la cultura. Traducir
significa también pasar la carga cultural de forma adaptada para que corresponda a la nueva
cultura a la que se quiere acercar.

El traductor tiene que tener en cuenta aspectos culturales como la ideología política, los
sistemas y jerarquías sociales, ciertos requisitos morales a la hora de traducir un texto, si no
corre el riesgo de que el lector no pueda acercarse al texto de llegada al ser demasiado lejano
de sus realidades. Cuando este tipo de distancia cultural aparece, el traductor tiene que mediar
la relación entre las dos culturas, añadir explicaciones si estas son necesarias para asegurarse
de que el texto tiene fluidez y sentido para cualquier lector.

Una observación que debemos mencionar en este trabajo es la de André Lefevre de su


libro, Translation, Rewriting, and the Manipulation of Literary Fame:

“The ideology dictates the basic strategy the translator in going to use and therefore also dictates
solutions to problems concerned with both the “universe of discourse” expressed in the original
(objects, concepts, customs belonging to the world that was familiar to the writer of the original)
and the language the original itself is expressed in”11.

10
Katharina Reiß, Hans J. Vermeer, Towards a General Theory of Translational Action, Routledge, London,
2014, pág. 2.
11
“La ideología dicta la estrategia básica que el traductor va a utilizar y por lo tanto dicta soluciones a problemas
relacionados con ambos «dominios de discurso» expresados en el texto original (objetos, conceptos, costumbres
pertenecientes al mundo que era familiar para el autor en el original) y la lengua en la que el original está escrito”.
(mi. trad.) André Lefevre, Translation, Rewriting, and the Manipulation of Literary Fame, Routledge, London,
2016, pág. 41.
El traductor tiene que dejarse guiar por la ideología para encontrar soluciones a los
problemas de los dominios de discurso. Estos reflejan la relación del autor entre lo que compone
su entorno y la lengua en la cual escribe su texto. Debido a esta ideología, hay un equilibrio
entre los conceptos utilizados, la lengua original y sus trasvases en la lengua terminal.

S-ar putea să vă placă și