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Intrusion
Ciclo de Regreso a Ravnica El Secretista –
Parte II

Doug Beyer

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indice
Una mente buscada........................................................................................................... 6
Profundidades desconocidas .......................................................................................... 15
Despertando el pasado .................................................................................................... 21
Ayuda de un enemigo ..................................................................................................... 29
Cambios de parecer ........................................................................................................ 39
Ejércitos en las calles ...................................................... Error! Bookmark not defined.
Turbas Violentas ............................................................. Error! Bookmark not defined.
Desenmascarando ............................................................ Error! Bookmark not defined.
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5
una mente buscada
6
J ace se sintió como una marioneta sin hilos, sus extremidades pesadas y

descoordinadas, extendido sobre una piedra húmeda en las profundidades bajo el nivel de
la calle. La cámara a su alrededor, un espacio similar a una cueva de techo alto escondido
en los niveles olvidados bajo el Distrito Décimo de Ravnica, hizo retumbar sus rápidas y
sibilantes respiraciones. Jace nunca había pensado antes en su vida siendo medida como
un cierto número de respiraciones, pero le pareció que ese número era finito.
Emmara estaba cerca y aunque su magia de sanación era práctica cada parte de su
cuerpo le dijo que él todavía no debía moverse. El no sentía nada más que un dolor
unánime, el tipo de dolor que solamente el garrote de un trol Golgari podía conferir. Sus
tejidos todavía seguían curándose, fibra por fibra. Sus músculos se sentían como puré de
pulpa.
Y luego estaba el problema del vampiro Dimir que había venido a matarlos. Mirko
Vosk había elegido el momento perfecto para aparecer de entre las sombras; el trol
merodeador había huido, dejando a Jace debilitado; y Emmara había desestimado al
enorme elemental que había invocado. Los músculos de Vosk estaban tensos, como tallas
en frío y denso mármol, y sin embargo sus movimientos parecieron increíblemente
ligeros. Sus pies apenas rozaron contra el suelo mientras caminó hacia adelante, como si
la gravedad le fuera algo opcional.
"Mortales, mi maestro sólo valora lo que tienen en sus mentes," dijo Mirko
Vosk. "Así que sus cuerpos no tienen por qué estar intactos para lo que les va a pasar."
Jace se puso en pie, tambaleante como un becerro. Sintió algo desgarrarse en su
caja torácica e hizo una mueca. Sabía que estaba lejos de parecer alguien intimidante y
sabía que el intruso no le tomaría como una amenaza. Aún así Jace reunió toda la amenaza
que pudo, se irguió y asumió una postura de batalla.
"Si la tocas te mato," dijo.
Vosk sonrió maléficamente, mostrando sus colmillos. Se movió con una velocidad
antinatural, chocando contra Emmara antes de que Jace pudiera reaccionar, mandándola
derrapando a través de la cámara. Ella se deslizó hasta detenerse contra la pared, quedó
despatarrada y no se movió. El se volvió hacia Jace.
Jace levantó una mano y trató de reunir un hechizo para incapacitar a Vosk pero
el esfuerzo fue débil y el vampiro evaporó la magia a medias de Jace con un gesto
desdeñoso.
Vosk no gastó palabras regodeándose. Agarró a Jace por los hombros, le giró
alrededor con fuerza vampírica, y le mordió el cuello. Agujas gemelas se hundieron a
través de la base de su cráneo. Jace pudo sentir más que dolor, más que la terrible
sensación de su sangre saliendo forzosamente de su cuerpo. Sintió una punzada invasiva
en sus pensamientos, un hambre explorando a tientas el interior de su cráneo.

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Jace luchó y se sacudió, tratando de asestar un codazo o patear un tobillo, pero
Mirko Vosk lo sostuvo con fuerza mientras hizo su ataque psíquico. Jace podía sentir la
intrusión mental, como una versión insidiosa y depredadora de uno de sus propios
hechizos para leer la mente. Tuvo la sensación de que el vampiro estaba tomando una
muestra de sus recuerdos, probándolos uno a uno mientras se alimentó.
Jace estiró el cuello, sus brazos rígidos. Por el rabillo del ojo pudo ver a Emmara
pero ella no se estaba moviendo; inconsciente o peor. Jace tendría que defenderse del
vampiro por si solo pero fue superado tanto en velocidad como en fuerza.
Necesitaba maná para forjar cualquier tipo de ofensiva. Se estiró hacia sus lazos
más profundos, esas conexiones a planos lejanos cuyas tierras fluían con maná, pero la
energía mágica apenas chorreó hacia él, reaprovisionándolo gota a gota. Le estaban
drenando de sangre
mucho más rápido
de lo que él se estaba
llenando de maná.
Estos son mis
últimos alientos,
pensó.
Pero, sin
previo aviso, el
vampiro gruñó y lo
dejó en libertad,
soltando sus
colmillos de l cuello
de Jace. Los dos se
separaron y su
contacto mental se
rompió. Vosk se
tambaleó hacia atrás,
limpiándose la

sangre de Jace de Mirko Vosk la


boca con disgusto.
"Imposible," dijo Vosk. "Tú no sabes nada."
"Llegas demasiado tarde," dijo Jace. "Eso que has venido aquí a tomar ya se ha
ido."
"No deberías haber hecho eso," dijo Vosk. "Ahora será mucho peor para ti. Yo
podría haber tomado la información, habérsela entregado al Secretista, y dejado a ambos
en paz."
Jace necesitaba algo simple, algo que no exigiera más que una bocanada de maná.
No se molestó en ponerse sus salvaguardias normales, su escudo de hechizos psíquicos.
Simplemente entraría en la mente del vampiro y lo desgarraría despreocupadamente,
mordiendo los pensamientos de Vosk como el vampiro había mordido los suyos. Jace
usaría su conciencia como una cuchilla, cortando cualquier cosa y todo lo que encontrara,
tratando de arruinar toda la psique del vampiro si podía. Pero él no estaba listo.
Vosk retrocedió lentamente, manteniendo los ojos fijos en Jace, retándolo a atacar
mientras dejaba que las sombras le envolvieran. Y entonces desapareció.
Jace se sentó y sostuvo la cabeza de Emmara en su regazo. Ella apenas estaba
respirando y su cuerpo estaba fláccido.
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Sangre chorreaba de sus sienes, al lado de su ojo. Jace mantuvo sus sentidos
alertas, listo para atacar si pasaba algo sobre ellos.
Trató de llegar con su telepatía, contactar a alguien en busca de ayuda, pero ellos
aún estaban muy por debajo del suelo. ¿Quién le alcanzaría? Temió descubrir alguna
presencia en la subciudad. Entonces le golpeó la idea de la poca gente que el conocía de
ese mundo, la poca gente con la que tenía relaciones incluso a través de todo el Multiverso.
Apartó un mechón de pelo de los ojos de Emmara y pensó que si hubiera habido
una manera de caminar por los planos y llevársela con él ya lo habría hecho. Ellos podrían
huir de Ravnica y vivir en paz en algún lugar más allá de los límites de ese plano, en algún
lugar sin gremios o monstruos que los acechen. Pero ella no era una caminante de planos.
Su naturaleza no le permitía irse.
Por un momento fugaz Jace consideró irse por su cuenta pero reprimió ese
pensamiento con vergüenza. Él tenía el poder para viajar a todas las dimensiones que
pudiera encontrar pero ella era el ancla. Ella lo ataba a esa vida en Ravnica.
El apenas sabía algo de ella. Para ser capaz de mirar dentro de mentes ajenas a
voluntad él sabía muy poco acerca de la gente.
"Jace," murmuró Emmara.
"Emmara." Él la abrazó suavemente, sosteniéndole su cabeza.
Ella estiró el cuello para mirar alrededor de la cámara y se estremeció. Se volvió
a recostar y miró a Jace con ojos entrecerrados. "Dime que lo mataste." "Fue él quien casi
me mató pero huyó. ¿Estás bien?"
"Estoy bien."
"Tu cabeza está sangrando."
"Dije que estoy bien. Tú te ves peor que yo."
"Bueno, es que soy muy bueno en darte algo para sanar."
Jace buscó una sonrisa en el rostro de Emmara pero ninguna llegó. Ella no parecía
tenerla en él. Ambos atravesaron los movimientos de recuperación en silencio:
magia curativa, el arreglo de mantos rasgados, y una evaluación de su entorno.
"Enterremos esos cuerpos," dijo Emmara. "Llamarán la atención."
Jace y Emmara arrastraron los cuerpos de los guerreros Rakdos a los fangosos
charcos de la cámara.
Emmara utilizó magia de la naturaleza para fomentar que musgo y hongos
crecieran sobre los cadáveres. Los cultistas asesinados se convirtieron en un jardín en
descomposición.
"Vamos a llevarte de vuelta al Cónclave," dijo Jace.
Ella asintió pero aún no hubo mucha esperanza en su mirada.
Jace encontró un pasillo que conducía lejos a la oscuridad. "Tomaremos los túneles
bajos por un tiempo. Quizás sea más seguro por aquí abajo. Creo que un montón de gente
ahí arriba nos está buscando."

* * * * *

Cuando Ral Zarek entró en el nido de su maestro de gremio el dragón estaba


erguido sobre su maqueta, un modelo tridimensional del Distrito Décimo de Ravnica
hecho de rayas de luz pulsante. El modelo era muy pequeño en comparación con la
enorme mole que era Niv-Mizzet y Ral pensó en un niño mirando una casa de muñecas,
el gran ojo del dragón barriendo a través de las calles en miniatura, su rostro iluminado
en púrpuras y rosas por los delgados bordes de luz que definían el espacio.
"¿Me mandó llamar, Gran Mente Ardiente?" preguntó Ral Zarek en lugar de
aclararse la garganta.
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El dragón no se movió del modelo. Su ojo se crispó, siguiendo obsesivamente hilos
de luz a través del mapa, andando y desandando ruta tras ruta.
"Bueno, puedo decirle nuestro estado," dijo Ral. "El proyecto Laberinto Implícito
está saliendo bien. Hemos tenido éxito en rastrear casi todos los portales de gremios e
incluso hemos establecido algunas conexiones fiables entre ellos. Tan sólo tenemos que
profundizar en el territorio Orzhov y luego sondear las grutas de los Simic. Entonces
deberíamos haber realizado suficientes experimentos como para discernir la ruta exacta
del laberinto. Pero hemos perdido muchos soldados y puede que yo haya matado a un
cíclope. Así que si yo pudiera tener otro régimen de magos y bravucones..."
El dragón alzó la mirada, levantó su poderoso cuello y extendió sus alas, pero sus
ojos siguieron volviendo al modelo.
"Mago de Gremio Zarek," dijo Niv-Mizzet con un parpadeo de llamas escapando
de sus dientes en el inicio del nombre de Zarek. "¿Has estado trabajando afanosamente en
nuestro proyecto laberinto, verdad?"
"Sí, Maestro de Gremio." Ral ahogó un suspiro. "Por su petición he tenido equipos
de magos Izzet explorando todo el distrito y más allá. Hemos encontrado trenzas de maná
que fluyen en patrones inusuales a través de todo el Décimo, lo que nos ha ayudado a
establecer el camino entre los antiguos portales de gremios. Y hemos recuperado una serie
de artefactos que nos ayudarán a discernir el orden exacto de los portales. La respuesta
estará muy pronto en nuestras manos. Nosotros resolveremos este laberinto para usted."
Yo resolveré este laberinto para usted, pensó Ral.
Pero Niv-Mizzet ya se había distraído. Enroscó su cola alrededor del
resplandeciente modelo del distrito y dijo: "El tiempo se acaba y yo quiero que realices
un nuevo experimento. Una nueva aventura de interés personal para mí."
"¿Me está alejando del proyecto laberinto?"
"En un
sentido."
"Pero
Maestro de
Gremio...
nosotros estamos
tan cerca. Yo
estoy a punto de
descubrir la
respuesta. Y es ta
es tan crucial
para el poder
Izzet."
"El
laberinto, hasta

que esté resuelto, sigue siendo mi prioridad. Pero una mente se me

Niv-MiZZet
ha abierto a mí. Y yo creo que puede ser de utilidad."
Alguien más podía entrometerse en su investigación y en la atención de
NivMizzet. Ral cambió su peso de un pie a otro. "Yo estoy pasando todo el día todos los

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días investigándolos. Sabré la ruta del laberinto en cuestión de días o semanas si estoy en
el exterior."
"No, no la sabrás. Ya que tú no puedes ver los patrones. Estás ciego a la verdadera
naturaleza del laberinto y es por eso que aún no has tenido éxito en este proyecto. Supongo
que eso es comprensible ya que tu mente es muy pequeña. Pero sí me dan ganas de
devorarte."
Ral jugueteó con uno de los cables en su guantelete y respiró con fuerza por la
nariz.
"Yo no sé su paradero, ni su nombre, pero nuestras mentes se tocaron brevemente
y conozco el aspecto de su rostro. Quiero que lo encuentres para mí." El dragón agitó su
garra y la ilusión de un hombre apareció, creada de la misma luz de la que estaba formado
el brillante modelo, alzándose sobre Ral en un tamaño exagerado. El joven ilusorio
llevaba una capa con capucha azul y tenía una mirada aguda, sus ojos casi parecían
moverse. Aunque la imagen era un truco brillante de luz Ral tuvo la impresión de que de
alguna manera era la persona viva y que era él el que era insustancial y transparente.
Entonces él se marchó apresuradamente, dejando detrás un ademán involuntario de
electricidad.

* * * * *

La bruja de sangre Exava arrastró un cadáver por un pasillo cubierto de banderolas,


tarareando una confusa melodía.
Rabiosos cultistas enmascarados, diablillos con cuellos de picos y otros monstruos
Rakdos se alineaban en el pasillo a cada lado de ella, mordiendo hacia su dirección y
tirando de las tintineantes cadenas que los ataban a las paredes. El gran cuerpo muerto, la
carga de Exava, chilló mientras se deslizó por el suelo con fluidos chorreando como un
saco de verduras podridas, y Exava siguió el ritmo de su azaroso chillido con su tarareo.
La línea de merodeadores farfullando se lamió sus labios, oliendo el cuerpo. Podría
haberle ordenado a cualquiera de ellos que llevara la carga por ella pero había preferido
transportar la ofrenda en persona. Había sentido que su maestro, el señor demonio Rakdos
por el que había sido nombrado su gremio, prefería sus tributos de esa manera. El rastro
de sangre le daba a las salas del palacio de Rix Maadi ese toque personal.
El cadáver de ofrenda era necesario. El mago en el manto azul, un insolente
ilusionista que se había llamado a sí mismo Berrim, se le había escapado, y eso no podía
ser permitido. Ella se habría sentido tan alegre de haber destripado al joven mago mental
en el escenario, maullando de tal angustia delante de los degenerados ovacionando en el
Turba Violenta mientras ella lo hacía pedazos, pero en cambio él la había vencido. Había
leído su mente, engañado a sus secuaces, y huido hacia el Décimo. Y lo peor de todo era
que él había interrumpido el espectáculo sin ni siquiera una herida sangrienta o un vistoso
grito de agonía. Exava era una bruja de sangre, el equivalente a un alto sacerdote entre los
asesinos más fuertes del gremio Rakdos, y sabía que dejar una audiencia colgando y sin
un final satisfactoriamente letal era el último pecado. Ella tenía que arreglar las cosas.
Necesitaba que este Berrim muriera.
Pero había una desafortunada evidencia. Exava era lo suficientemente astuta como
para saber que el mago mental había sido capaz de penetrar en su mente y le había robado
información. El mago mental se había enterado de la conexión de Exava con el secuestro
de la mujer elfa Selesnya, la irritantemente nombrada Emmara. El señor Rakdos no estaría
contento por eso.

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El cadáver era el del ogro con pinchos que había servido como guardia de
seguridad en el Turba Violenta. Los chillidos de su cadáver la anunciaron cuando ella
entró en la bruma sulfurosa de la sala del trono de Rakdos.
El rostro del señor demonio colgaba en la sala cavernosa, sus ojos y cuernos
enrollados iluminados por el fuego infernal de su guadaña en llamas. Nada más era visible
en el humo.
"El Culto a Rakdos está inquieto, Exava, y yo también" La voz fue como la de
grava bajo una cuchilla, ronca de largos siglos, pero con una música seductora propia.
"Traigo una ofrenda, mi señor," dijo Exava. "Nosotros nos regocijamos en su
angustia."
"Sí. Puedo olerla. Tráela aquí."
Exava arrastró el cuerpo y lo dejó descansar entre dos pozos llenos de lava.
"Más cerca," fue la voz.
Exava vaciló pero se movió más cerca, hacia la voz y la guadaña ardiente.
Una enorme garra se apoderó sin previo aviso del cuerpo y lo arrebató en la
penumbra humeante. En el resplandor rojo de la cámara Exava vio al señor demonio
levantar el cuerpo por encima de su cabeza, aplastarlo en su garra, y consumir la esencia
que goteó.
Rakdos arrojó los restos en un pozo de lava y este desapareció crepitando.
"Huelo algo más en ti," dijo. "Un grito en tu alma. Un anhelo de acción."
"Sí, Lord Rakdos. Las cosas se han... complicado."
"¿Y cómo podemos simplificarlas?"
"Un
hombre debe
morir."
"Por fin una
buena noticia."
"Él es
formidable."
"Pero tú
ejerces el pod er del
culto. Ejerces una
pizca de mi propio
poder. ¿Y sin
embargo pides más
que eso?"
"Para que
este hombre sufra
como debe yo
necesito más."

Rakdos
El rostro de Rakdos se volvió a desvanecer en la penumbra por lo que sólo las
puntas de sus cuernos y su barbilla brillaron en la luz mientras habló. "Me gusta lo que
este hombre saca de ti, Exava. Tu fuego arde brillantemente, más que el de mis otros
agentes."
"Yo te honraré con sangre y caos, mi señor," dijo Exava.
La gran garra de Rakdos volvió a emerger y Exava tembló. Pero la garra le entregó
dos esplendorosas espadas aserradas. Su rostro apareció por encima de ella, sonriendo
maliciosamente bajo la luz de la lava.

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Exava las tomó con asombro, tratando de apreciar el propósito de ese regalo.
"Deben cortar a través de la carne como ninguna otra hoja jamás forjada," dijo.
"En absoluto," tronó Rakdos.
Exava curvó el labio y miró las cuchillas. "Entonces... deben estar encantadas para
causar un dolor punzante al menor contacto."
"Nada de eso." "¿Entonces…
que?"
"¿Tú no tienes una palabra para espadas que cortan cadenas?" preguntó Rakdos y
esperó una respuesta.
La reacción de Exava fue lenta. Pero entonces una sonrisa en zigzag se extendió
por su rostro. "Oh, gracias, Maestro," dijo alegremente y giró sobre sus talones, una
espada en cada mano.
Apareció en el pasillo y los monstruos mordieron hacia ella, los enlaces de sus
pesadas cadenas de hierro sujetándolos a la pared.
"Es hora de iniciar una revuelta," dijo.
Uno por uno, ella cortó los grilletes, liberando a los babeantes empaladores y
cultistas. Uno por uno, los diablillos y guerreros se formaron detrás de ella, agarrando
armas y gruñendo de sádico placer. Uno por uno, ella alistó sus soldados del caos y sus
aullidos cantaron el nombre de Berrim.

* * * * *

Jace se dirigió a través de los túneles por delante de Emmara, escuchando la forma
en que los pasos de ella hicieron pequeñas salpicaduras en el suelo húmedo y el sonido
rebotaba a su alrededor.
"Lo siento," dijo él mirando por encima del hombro.
"¿Por qué?"
"Cuando tú me buscaste yo sé que no estabas buscando meterte en medio de todo
esto. Parece que los problemas me siguen."
"Sí, lo hacen," dijo. "Tú eres un torbellino de problemas. Siempre lo has sido,
desde que te conozco. Pero no es sólo tú. Las cosas están mal allí arriba. Yo he estado
alrededor durante mucho tiempo y los gremios nunca han estado tan tensos. Secuestros.
Ataques territoriales. Homicidios. Y va a empeorar."
"Y a pesar de todo tú me mantuviste a salvo."
"Me alegro de que estés a salvo," dijo ella. "Valió la pena."
"Si yo no hubiera arruinado mis propios recuerdos ahora podría ser de más ayuda."
"No. Estabas haciendo lo mismo que yo. Estabas tomando medidas que pensaste
que nos mantendrían seguros. Pagando el costo."
"Una vez que te regresemos al Cónclave, una vez que Trostani sepa que estás viva,
tal vez podamos poner fin a todo esto. Desactivar estas tensiones entre los gremios. Tú
serás un ejemplo para la paz. Les mostraremos cómo toman represalias los
Selesnya, incluso contra los Rakdos."
Emmara sonrió. "Eso suena bien."
Ellos caminaron a través de la subciudad, trepando escaleras cuando se toparon
con ellas, abriéndose camino hacia la luz del sol.
"¿Ey, Emmara?"
"¿Sí?"
"¿Recuerdas la hoja tallada que me diste? ¿El artefacto para contactar contigo?"
"Sí."

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"¿Funcionó?" preguntó él. El quiso preguntar: ¿Oíste las palabras: “Te necesito?”
"Sí. Lo escuché. En ese momento estaba preocupada con mis captores Rakdos,
pero lo escuché."
"Muy bien, bien," dijo Jace. "Sólo me aseguraba."
El estaba caminando por delante de ella y no miró hacia atrás para ver su rostro,
para saber si, por si acaso, esas palabras habían significado algo para ella. Pero sintió un
calor en su pecho, el sólo hecho de saber que ella las había escuchado.

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profundidades
desconocidas

L as palabras impresas parecían formales, ineludibles y, sin lugar a dudas,

oficiales.
"Aviso de Cambio de Asignación."
El espíritu de la Oficial Lavinia decayó. La carta parecía estar burlándose de ella
con su reluciente impresión azul. Enumeraba su mayor honor -su máxima responsabilidad
en la aplicación de la ley para todo el Distrito Decimo- bajo su
"Posición Anterior." Bajo "Nueva Posición" simplemente decía, "Oficial de Supervisión,
Nueva Prahv."
Ella supo que era más que un cambio de asignación. Era un descenso de categoría,
un castigo por fracasar en capturar a Beleren. Por eso, ella había sido efectivamente
encarcelada en su propio ayuntamiento, encadenada a su puesto por su propio
cumplimiento estricto de la ley del gremio. Sabía que mientras tanto Beleren seguía libre.
Antes de que su maestra de gremio, la esfinge Isperia, le asignara a las torres de
Nueva Prahv, Lavinia nunca había pasado mucho tiempo en su oficina. La silla y el
escritorio eran piezas utilitarias pero hermosas de muebles, y su conjunto de pluma
brillaba bajo la luminosa esfera que flotaba cerca del techo abovedado. Todo a su
alrededor había sido diseñado con rígidas especificaciones. Pero para ella nada era
perfecto salvo caminar por las calles del Décimo. Nada se podía acercar al sonido de sus
botas chasqueando contra el pavimento, al aroma de un fresco amanecer matinal después
de una noche de patrulla, la sensación de la mejilla de un sospechoso pegada contra los
adoquines.
La parte más difícil de aceptar fue que no tenía forma de rastrear a Beleren desde
el interior de las torres. La visita de Kavin le había dado una nueva motivación para

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capturar al mago mental. Kavin había estado con los Azorios años atrás y había sido un
mago de la ley tan bueno como cualquiera que ella había encontrado por lo que cuando él
llegó a ella, con su mente invadida y alterada por este hombre Beleren, el encarcelamiento
de ella se había vuelto demasiado.
Ella se levantó del escritorio finamente elaborado y bajó los tramos de escaleras
igualmente finamente trabajados.
Se acercó a la entrada principal de la torre Lyev: su aspirante a entrada a las
brillantes calles de Ravnica.
"Saludos, Oficial Lavinia," dijo el vigilante de la entrada.
"Hola, Samil." Ella se movió como si fuera sonámbula, diciéndose a sí misma que
sólo quería preguntarles algo a los guardias. Cualquier cosa. "¿Cómo va el turno?"
"Bueno, los manifestantes ya han pasado. No hubo víctimas Azorias. Algunos
daños a la propiedad."
Él estaba hablando de los Rakdos, por supuesto. Ella no había hecho más que
investigar los informes. Sabía que era importante, que un levantamiento a una escala tan
grande por el culto caótico merecía más de su atención. Pero su mente estaba obsesionada
con encontrar a Beleren. "¿Algún arresto?"
"Muchos escritos presentados ante el Ministro de Territorios y Propiedad. No hubo
arrestos."
"Eso es bueno. Quiero decir, es bueno que no hayan habido víctimas."
"Correcto."
Lavinia miró más allá del portero, que estaba recortado por la brillante tarde en la
calle. El mercado en la plaza cercana estaría en pleno apogeo en ese momento, carteristas
abriéndose camino a través de la multitud, estafadores poniendo sus marcas en juegos de
dados ilegales, agentes de los gremios más corruptos espiando y encubriendo la
mercancía. Y en algún lugar ahí fuera Beleren, un mago capaz de crímenes aún más
tortuosos, caminando libre, desconocido para la población. Mientras ella estaba allí.
El portero no estaba de pie en el camino de la salida y ni siquiera tenía su arma de
asta en ángulo para bloquearle su camino. El camino estaba abierto. Ella simplemente
podría atravesar la puerta y marcharse de Nueva Prahv. Sabía que el portero no se apoyaría
en la fuerza sino en la lealtad de ella a la ley, en su devoción a la sentencia de su maestra
de gremio, la Jueza Suprema Isperia, para evitar su partida. Aquello era un portal hecho
de principios en lugar de hierro. Todo lo que ella tenía que hacer era olvidar esa lealtad
Azoria por un momento, caminar como sonámbula a través de un agujero en la pared, y
ella sería libre de perseguir a Beleren.
"¿Señora, puedo ayudarle en algo?"
Ella echó un vistazo al portero. Pudo ver que el hombre podía leer su dilema y que
este estaba creando un momento profundamente embarazoso para él. La vergüenza era
insoportable, no sólo considerar la violación de la orden directa de su maestra de gremio
sino tener un subordinado presenciando lo que ella quería hacer.
Aún así ella dio un paso hacia la puerta. Fue sólo un paso, no más allá.
"¿Señora?"
"Sólo déjame hacer esto," dijo ella en voz baja, flotando sobre ese pie.
El pobre portero se mostró aterrorizado. No se movió para interponerse pero
tampoco se hizo a un lado.
Pero entonces ella giró en la planta de su pie y regresó al corazón de la torre,
dejando al portero detrás de ella. La palabra de la esfinge era ley. Si ella no vivía de
acuerdo con esa ley no sería mejor que los criminales a los que perseguía.

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Se detuvo en la escalera de caracol. Volvió a sacar la hoja de papel, las palabras
oficiales en la tipografía alta y azul, las runas de la orden judicial que la encadenaban al
edificio. Mientras ella fuera parte del Senado Azorio eso era lo que ella debía obedecer.
Pero Lavinia pensó en el Décimo a su alrededor, poco más allá de los muros de la torre,
la gente del distrito constantemente asediada por los planes de los otros gremios. Y pensó
en Jace Beleren.
Sacó otro pedazo de papel de su capa: las notas apresuradamente garabateadas que
le había dado Kavin.
Qué terrible experiencia, pensó: perder tus recuerdos ante algún hechizo
manipulador de mentes y tratar de capturarlos en papel a medida que los perdías.
De acuerdo con las notas Kavin y Beleren habían estado investigando un código y
Beleren estaba convencido de que tenía que ver con las acciones del gremio Izzet. Eso era
lo que impulsaba a Beleren. Esa era la clave para entender quién era él, pensó. Esa era la
clave para llevarlo ante la justicia.
En lugar de subir por las escaleras a su oficina ella se volvió y se dirigió hacia
abajo. Hizo un espiral más allá de las oficinas del Senado, más allá de los pisos de los
ministros, más allá de la puerta de entrada. Continuó descendiendo en espiral hacia donde
habría estado la calle, a través de los sub-niveles de la torre, hasta que llegó a un nuevo
puesto de control. Los guardias de allí abajo llevaban túnicas en lugar de armadura y
tenían búhos posados en sus hombros.
"¿Qué te trae a los Grandes Archivos de Nueva Prahv?" preguntó un guardia. El
búho en su hombro giró su cabeza para mirarla y parpadeó sus ojos azules. "Sólo un poco
de investigación," dijo Lavinia.

* * * * *

"Me has fallado Vosk," dijo la voz, las sílabas haciendo eco por todas partes.
El vampiro Mirko Vosk se hallaba de pie en un cavernoso rincón de la subciudad,
muy por debajo del nivel de la calle en una estructura que había sido construida siglos
antes. Vosk había adivinado que en algún momento probablemente había sido una
biblioteca o archivo; los textos habían desaparecido pero el olor a páginas enmohecidas
empapaba las paredes. Como de costumbre él no podía ver a su maestro de gremio sino
sólo emitir sus respuestas al aire a su alrededor. Vosk no sólo no había visto nunca a
Lazav, regidor del gremio Dimir, con sus propios ojos, sino que nunca había conocido a
nadie que lo hubiera hecho. Pero esa noche la voz omnidireccional de Lazav tenía una
cercanía especial, una hostilidad que Vosk sintió como un escalofrío en su nuca.
"Maestro, nuestra información era incorrecta," dijo Vosk. "Beleren no sabía nada.
Lo siento."
"Beleren lo sabía todo," dijo la voz ronca de Lazav. La última palabra retumbó
alrededor de la cámara, repicando con acusación. "¿Te atreves a decirme que mi
información era incorrecta? ¿Te atreves a venir aquí sin Beleren y sin la elfa, con nada
más que una comedida disculpa? ¿Cómo voy a utilizar sus secretos si tú nunca me los
entregas?"
Una sombra se lanzó a lo largo de la pared detrás de un montón de mármol
desmoronado. Fue demasiado rápida para identificar y desapareció en la oscuridad.
"Sus recuerdos tenían un agujero en ellos," dijo Vosk al aire a su alrededor. "Había
perdido todo lo que había aprendido. No sé cómo. Alguien... alguien más debe haberlo
vaciado."
"¿Alguien más? ¿Crees que hay algún otro vampiro psíquico entrenado por los
Dimir acechando a Beleren por los secretos del laberinto?"
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"No, Maestro."
Las sombras se fusionaron en la silueta de un hombre, una figura encapuchada que
se adelantó. Vosk no pudo ver el rostro del hombre bajo el manto oscuro pero cuando la
silueta habló fue la voz de Lazav.
"Me has fallado, mi ex prometedor agente, y ahora yo tengo que tomar cartas en
el asunto en persona. Pero he ideado un castigo apropiado para ti. Confío en que lo
encontrarás poético."
La figura encapuchada de Lazav se movió silenciosamente hacia adelante, como
una sombra soltada de su anfitrión. Vosk dio un instintivo paso hacia atrás mientras se
acercó.
"Tú serás… ... olvidado."
Manos con largas uñas surgieron de las mangas de la capa y Lazav echó su capucha
hacia atrás para enfrentarse cara a cara con Vosk. Vosk vio el rostro de Lazav y jadeó.
Mirko Vosk vio su propio rostro sonriéndole.
Era él mismo, hasta el último detalle. Cada línea de su frente, cada pestaña, cada
curva y vena de su cuello se repitió en el rostro de la copia.
"Metamorfo," dijo Vosk casi sin habla.
"Agárrenlo," dijo Lazav.
La voz ronca, la voz que él había oído darle órdenes durante años, sonó tan
equivocada saliendo de su propio rostro lascivo. El quedó tan impresionado por la
incongruencia, por el horror de ver su propia piel robada, que apenas se dio cuenta de las
brillantes figuras saliendo de las sombras.
Magos del gremio Dimir
emergieron a través de las paredes y
se apoderaron de sus brazos y su
cuello, sujetando algún
metal encantado y frío contra
su piel. Ellos le vendaron los ojos y
lo arrastraron, sus talones raspando
por el suelo desigual mientras Lazav
reía de él. La risa reverberó
alrededor de la cámara,
dispersándose por la
acústica y magia ilusoria, sonando
sin origen y omnipresente
y aterradora. El sonido
penetró el cerebro de Vosk mientras manos
tiraron de él, ciego e impotente, hacia las profundidades de la subciudad.
¿A dónde te llevarán? preguntó la voz de Lazav ahora en palabras congeladas
dentro de su mente, sintiéndose aún más cerca que antes. ¿Dónde será tu prisión?
Los magos del gremio lo llevaron por charcos rancios, bajando por escaleras, a
través de túneles curvos e inclinados durante lo que pareció días. Sus captores lo
levantaron por encima de obstáculos desconocidos y lo llevaron a través de ventosos
espacios retumbantes con eco. Lo escoltaron por crujientes e inestables pasarelas
marítimas y le dejaron caer en agua pestilente. Ataron cuerda alrededor de él y lo bajaron
a un pozo que se sentía de kilómetros de profundidad para luego volver a arrastrarlo a
través de tuberías y túneles. En todo momento un número indeterminado de manos
mantuvieron su férreo control sobre él, otros agentes de la Casa Dimir, iguales a él.
Finalmente los captores de Vosk usaron magia para empujarlo a través de las
paredes de un túnel y el supo por la duración de la sensación de pasar a través de piedra
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que las paredes eran gruesas. Cayó contra una superficie plana, fría y pedregosa y las
manos lo soltaron a la vez. Sus ataduras se deshicieron y él volvió a ser libre de mover
sus brazos y su cabeza. Se quitó la venda de los ojos de su rostro pero no vio nada. La
oscuridad a su alrededor era completa.
Tanteó alrededor. Los límites del suelo se volvieron rápidamente evidentes y el
techo fue bajo. Su celda era incierta en dimensión pero sin rasgos salvo la piedra lisa. Los
dedos sensibles de Vosk no sintieron nada en la piedra, ninguna grieta, ninguna cresta, ni
una sola fisura de algún tipo. El golpeó en las paredes con los puños pero estos eran tan
sólidos que apenas registraron los golpes. Vosk estaba en una caja negra sin rasgos de
algún lugar desconocido muy por debajo del distrito.
La voz en su cabeza se echó a reír y el sonido hizo eco de un lado a otro de la
cabeza de Vosk. "Yo te he escondido lejos," dijo. "Y usando una técnica que aprendí de
mi agente antiguamente más prometedor he vaciado los recuerdos de mis magos que te
llevaron allí. Ahora nadie salvo yo sabrá jamás dónde ha sido enterrado Mirko Vosk.
Nadie."
La voz de Lazav en su mente no dijo nada más. Todo quedó en silencio.
Vosk se desplomó contra la inquebrantable pared plana.
Después de un momento oyó un crujido en la oscuridad y el sonido de respiración.
Alguien más estaba en la celda con él.
"¿Hola?" dijo la voz de un hombre en el vacío. "¿Hay alguien allí? Mi nombre es
Kavin. Por favor, ¿dónde estoy?"

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20
despertando el
pasado

E l bosque sagrado del Cónclave Selesnya fue nuevo para Jace. Era un templo

ajardinado bien cuidado, natural aunque esculpido. A los árboles y la hiedra se les permitía
crecer y prosperar pero habían sido manipulados en agradables patrones contra columnas
de mármol blanco. Soldados Selesnya se pusieron en posición de firmes alrededor de los
límites del jardín e inclinaron sus cabezas ante Emmara cuando ambos pasaron a su lado.
Jace nunca había visto a Emmara asumir su personaje de gremio así. Incluso con
días de viaje sobre ella, y el barro y las lesiones de la subciudad, su porte fue noble; no la
nobleza barata de un título o posesiones sino la procedente de algún lugar dentro de si
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misma. Ella era una verdadera heroína del Cónclave y todos los centinelas la admiraron
al pasar por las puertas Selesnya.
Un grupo de ancianos Selesnya los acogieron como invitados de honor. Adornaron
a Emmara con guirnaldas de hojas y le hicieron una reverencia. La presencia de Jace fue
recibida con cortesía pero teñida de miradas de sospecha. Cuando los ojos de ellos salieron
disparados hacia él sus rostros se volvieron serios y sus tranquilas sonrisas se pusieron
tensas. Tal vez ellos sabían que Jace vez había negado una oferta de membresía en su
gremio o tal vez lo culpaban del ataque de los Rakdos sobre ella.
Aún así, uno de los ancianos Selesnya, una mujer arrugada con una túnica blanca
insertada con elementos de madera, colocó un pequeño regalo en la mano de Jace. Era
una hoja de madera tallada, como la que Emmara le había dado antes. Ésta era diferente
en forma, larga y afilada, con un ligero giro en su borde, pero igualmente delicada y hecha
magistralmente, un precioso regalo de bienvenida. Jace se inclinó ante la creadora.
Un alto hombre elfo vestido con el traje de soldado Selesnya salió de las filas y se
dirigió hacia él y Emmara. Sonrió ampliamente a la elfa y cuando ella lo vio los dos elfos
parecieron caer uno hacia el otro, sus movimientos tan simétricos como socios en un baile.
Cuando se encontraron, se tomaron de las manos y fijaron sus ojos por un momento
significativo. Luego, en un gesto formal pero con gran ternura, se tocaron sus frentes entre
sí, y aquello fue más íntimo que un beso.
A Jace le sobresaltó el darse cuenta que nunca había visto a Emmara así de feliz.
Y nunca se había sentido tan ingenuo al haber pensado que ella hubiera podido haber
tenido sentimientos reales por él.
Obviamente ella nunca había dicho nada que especificara que su relación con Jace
fuera de alguna manera romántica. Había venido a él como una amiga, en busca de alguien
que pudiera ayudarle a ella y a su gremio. Y, como una cuestión de política personal, él
nunca había sondeado su mente más allá de una brizna de un pensamiento superficial.
Sabía que ella había dicho que no estaba interesada en humanos. Sabía que ellos eran sólo
amigos. Y ciertamente no sabía que Emmara estaba con alguien, pero eso ciertamente no
era nada que le hubiera requerido que ella dijera voluntariamente.
Al fin el hombre elfo extendió la mano. "Jace, ¿verdad?"
Jace se sacudió de su asombro y luego, con más firmeza, trató de recordar las
reglas de etiqueta de la situación y se tragó su mortificación como una piedra.
Emmara vio su rostro. "Oh, lo siento," dijo tímidamente. "Capitán Calomir, este
es mi amigo Jace Beleren." Sus ojos estaban tratando de disculparse con él pero sus
mejillas se mostraron sonrojadas con alegría. "Hemos estado en una especie de aventura
juntos."
Jace se esforzó por no iniciar el proceso de encontrar defecto con el hombre.
Involuntariamente se imaginó la piel del hombre fría, fría como las escamas de un lagarto,
tan frío como lo había sido el vampiro, pero aquello fue una tontería. Jace sintió una
oscura punzada de intuición acerca de Calomir, un deseo morboso de encontrar lo que
había detrás de ese rival, pero eso era, después de todo, como se sentían los celos.
"Lo siento, Calomir, ella no te mencionó," se oyó decir. Eso fue infantil, pensó.
Pero se tomó un momentáneo de placer en decirlo.
Calomir no mordió el cebo. "Gracias por traerla de nuevo a mí," dijo. "¿Pero tú no
eres el mago mental? Pareciera que eso sería difícil de no saber de alguien que puede leer
la mente."
"Mi magia no funciona así," murmuró Jace. Pero lo más probable era que esa era
la forma en que otros pensaban de él: como un invasor de mentes, alguien que se metía
en los secretos de todos los que conocía. Era una maravilla que siquiera Emmara lo
considerara un amigo, si ella creía eso de él. Ella quería que se uniera al gremio Selesnya;
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probablemente lo veía más como un arma que como un amigo, una cosa peligrosa para
asegurarse dentro de su propia organización en lugar de dejar que cayera en manos del
enemigo.
Jace estaba tratando de no descender en la petulancia pero estaba fallando y no le
importó mucho. Se sintió separado, como si se hubiera desabrochado a sí mismo de esa
conversación y ahora estuviera flotando libremente.
"¿Estás herida?" preguntó Calomir.
"Estoy bien," dijo Emmara brillantemente. "Desearía que todos dejaran de
preguntarme eso."
"Los Rakdos no contaban con ella, ¿eh, mi amigo?" Preguntó Calomir dando un
codazo en el brazo de Jace. El gesto se sintió inusualmente familiar para un capitán élfico.
"No fueron los Rakdos," dijo Jace. "Ellos fueron contratados por los Dimir. ¿No
es así, Emmara?"
Emmara asintió con cuidado. "Nosotros fuimos interceptados por un agente
Dimir. Un vampiro enviado a secuestrarnos. Pareció particularmente interesado en Jace."
"¿Qué posible valor tendría él para los Dimir?" preguntó Calomir. "Sin ánimo de
ofender, por supuesto."
"Jace estaba investigando algo de profunda importancia, algo relacionado con la
historia de los gremios," dijo Emmara.
"¿Ah si? ¿Qué tan importante?"
"No lo recuerdo," dijo Jace miserablemente.
Calomir ni siquiera tuvo la decencia de reír y seguir con la humillación.
"Jace ha limpiado la investigación de su mente," dijo Emmara.
"Ah, una bóveda vacía," dijo Calomir y chasqueó con educada decepción.
Jace sintió otra punzada de desconfianza. El ya había oído antes una "bóveda
vacía" en algún lugar.
"Es una lástima que no lo recuerdes," continuó Calomir. "¿Es común que un mago
mental olvide algo tan fácilmente? No importa. En un mundo sin un Pacto entre Gremios
la especulación no vale nada. Este es un tiempo de guerra y nosotros debemos centrarnos
en la defensa de nosotros mismos de los otros gremios.".
Emmara alzó sus cejas. "Es un tiempo para prevenir la guerra. Nuestra causa es
evitar un conflicto de gremios."
"Emmara, subestimas la estima que te tiene este gremio," dijo Calomir. "Tu
secuestro se ha sentido profundamente en el Cónclave. Muchos creen que este incidente
no puede quedar impune. Y si los Dimir pueden estar igualmente involucrados, por
encima de las acciones de los Izzet, nosotros seríamos tontos si no estamos atentos. Pero
podemos hablar de eso con Trostani. La maestra del gremio estará ansiosa por verte."

* * * * *

Las dríadas de Trostani se irguieron sobre Jace. Eran la unidad encarnada, un ser
fundido en tres individuos. A él su elegante forma tejida le recordó a la delicada hoja de
madera que le había dado la mujer Selesnya a las puertas, patrones orgánicos entrelazados
en un único todo. Se preguntó si la magia moldeadora de madera que había formado el
artefacto hoja también era responsable de la forma compuesta de Trostani.
"Emmara," dijo Trostani. "Estamos aliviados de que estés a salvo."
"Trostani," dijo Emmara, "¿Puedo presentarte a Jace Beleren?"
Jace hizo una torpe reverencia.
Las tres dríadas le sonrieron. "Nos complace mucho que hayas vuelto a entregar a
nuestra amiga Emmara, Jace." Ellas alternaron su hablar, una tras otra, rotando entre ellas
23
para completar sus frases. "Nosotros creemos en la bondad del todo sobre las necesidades
de lo individual; ninguna persona sola es más especial que cualquier otra.
Pero como tú ya sabes Emmara es única y muy importante para nosotras." "Eso
si lo sé," dijo Jace.
"Gracias Trostani," dijo Emmara.
"Es por ello que nosotros confiamos en ella sin reservas cuando salió en su misión
en tu búsqueda," dijo Trostani. "¿Confío en que haberla puesto en peligro sirvió en última
instancia para algo?"
"Él te lo contaría pero se olvidó de todo," dijo Calomir riendo entre dientes.
"Jace ha perdido algunos recuerdos que podrían habernos sido útiles," respondió
Emmara.
"¿Entonces de que sirvió todo esto?" preguntó Trostani.
"Ciertamente," dijo Calomir. "¿Acaso es común que un mago mental se olvide las
cosas tan fácilmente?"
La vergüenza de Jace quedó a una distancia tan fina como el papel del dolor físico.
No miró a Calomir a los ojos por temor a trasladar sus nudillos a ellos.
"Los talentos de Jace todavía pueden ser valiosos," dijo Emmara con tranquilidad.
"Estoy seguro de que pueden," dijo Calomir. "Estoy seguro de sus talentos nos
pueden decir que los Izzet están llevando a cabo un proyecto secreto, y que los Rakdos
son abiertamente hostiles, y que los Azorios temen disturbios mientras los ánimos se
caldean entre los gremios. Pero entonces, nosotros ya sabíamos todo eso, ¿verdad, mis
amigos?"
"Había más," dijo Emmara. "Pero él hizo destruir su investigación."
"Bueno, entonces no debía ser tan importante." Calomir sonrió. Apretó la mano de
Emmara y dijo: "Pero si me disculpan algunos de nosotros somos hombres de acción, no
de pensamientos. Los Rakdos están en movimiento y mis talentos son necesarios. Maestra
de Gremio Trostani." Pronunció él haciendo una reverencia.
La tríada Trostani inclinó ligeramente sus cabezas. "Haz que nuestros enemigos
paguen," dijeron.
Calomir se volvió hacia Jace y le volvió a estrechar la mano. "Señor. Fue un placer
conocerle. Espero que recupere la memoria. De verdad que si."
Jace no pudo evitarlo. Mientras Calomir le estrechó la mano Jace conjuró un
rápido hechizo para investigar la mente del elfo. Quería encontrar algo malo en el hombre,
algo que validara los sospechosos sentimientos viscerales de Jace.
Para su sorpresa el hechizo de Jace falló. Fue como una flecha rebotando en las
paredes de una fortaleza inexpugnable. Su magia mental ni siquiera penetró en los
pensamientos superficiales del elfo.
Jace apretó la mano del hombre y lo atrajo hacia sí, pecho a pecho, mirándolo
directamente a sus ojos. Volvió a intentar la magia mental pero no hubo nada. La mente
del elfo fue ilegible, invisible a los sentidos interiores de Jace, un espacio oscuro. Jace ni
siquiera pudo percibir un pensamiento extraviado.
Los labios de Calomir se convirtieron en una línea delgada, curvándose
ligeramente en los bordes.
Sólo unos pocos seres habían sido capaces de mantener a Jace completamente
fuera y estos habían sido seres de inmenso poder. Una mente ilegible no sucedía por
accidente; era magia buscada por aquellos que tenían secretos que ocultar.
"¿Qué eres tú?" preguntó Jace.
"Jace," dijo Emmara.
Calomir arqueó una ceja, divertido.

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"No puedo leerlo," dijo Jace. "No estoy obteniendo nada de su mente. ¿Por qué no
puedo leerlo?"
Emmara quedó incrédula. "Jace, aquí tú eres un invitado. Detén esto de inmediato.
Yo hace décadas que conozco a Calomir y te estás haciendo quedar como un tonto."
Jace soltó el agarre sobre Calomir pero no apartó los ojos de él. "Él no es quien
dice ser."
"Jace," le espetó Emmara. "Estás más equivocado que nunca."
"Ven, mi amigo," le dijo Calomir. "Has extralimitado tu bienvenida. Te escoltaré
al portal del gremio."
A Jace se le ocurrió un pensamiento como un rayo. "No ataquen a los Rakdos,"
dijo a Trostani. "No lo hagan. Eso es lo que ellos quieren."
Las voces de Trostani se alternaron para condenar a Jace. "Si tú fueras parte de los
Selesnya yo podría tomar tu consejo para guiar nuestra política. Pero así las cosas el
Capitán Calomir ha sido un guerrero leal y mi asesor durante años."
En ese momento Jace comprendió. Ellos iban a atacar a los Rakdos por
recomendación de Calomir. Ese hombre con la mente impenetrable tenía la confianza de
la maestra de gremio Selesnya y una relación con Emmara. Jace pudo sentir algo haciendo
clic en su mente pero no pudo ver todo el cuadro; si tan sólo el siguiera teniendo esos
recuerdos. Sólo supo que Emmara estaba en el centro de una masa de tentáculos y estos
estaban apretando su agarre sobre ella.
"Creo que estás en peligro aquí," dijo Jace. "Ven conmigo."
"No, Jace," dijo Emmara. "Mi gremio me necesita. No hay dudas de que me
quedaré aquí."
Calomir sonrió y negó con la cabeza, luciendo más divertido que indignado.
El cuerpo parecido a un árbol de Trostani se enderezó y las tres dríadas se cruzaron
de brazos. "El servicio del Capitán Calomir al cónclave comenzó mucho antes de que tú
nacieras, humano. Nosotros no vamos a acatar este insulto a nuestro gremio, ni tolerar tu
presencia en nuestro bosque. Puedes irte por el camino por donde viniste."
Jace miró a Emmara pero su rostro fue agudo como una cuchilla, cortando los hilos
entre ellos. Metió la mano en su capa. "Toma esto," dijo presionando la hoja tallada
Selesnya en sus manos. "Por si acaso. En caso de que me necesites."
El ni siquiera sabía si la baratija haría alguna cosa. Emmara se limitó a mirarlo con
la hoja en sus manos, sin palabras.
"Vamos, humano," dijo Calomir tomando el brazo de Jace.

* * * * *

El sitio había sido incendiado hasta los cimientos. Ral Zarek empujó un pedazo
carbonizado de muro de contención con el pie y este se convirtió en polvo. Las esquinas
de ladrillo del edificio seguían en pie, como un extraño cuarteto de paréntesis alrededor
del sitio pero todo lo demás se habían quemado o derrumbado.
Si la Gran Mente Ardiente quería más información sobre ese hombre misterioso
él iba a quedar decepcionado.
El trasgo Izzet Skreeg se rascó la cabeza dejando rastros de ceniza en su mejilla.
"¿Tal vez este sea el lugar equivocado?" preguntó esperanzado.
"Los vecinos parecían convencidos," dijo Ral. "Aquí es donde nuestro hombre
pasaba su tiempo."
"Quizás el fuego no haya destruido todo," dijo Skreeg. "Nosotros podríamos
revisar debajo de las cenizas, ver si algo sobrevivió."

25
"Los Azorios y Boros ya han estado en este sitio en busca de pistas. No debe
quedar nada."
"Tal vez haya algo que ellos no vieron," dijo Skreeg.
El optimismo de Skreeg le irritó pero la única alternativa en la que Ral pudo pensar
fue en poner fin a su búsqueda y volver a Niv-Mizzet con las manos vacías. "Supongo
que lo intentaremos. Lo que estamos buscando son materiales escritos: trabajos de
investigación, mapas, notas."
Skreeg sacudió su puño con entusiasmo. Activó su guantelete de mizzium y se
zambulló en un montón de cenizas cercano en busca de tesoros. Ral vagó entre los
montones de cenizas y vigas carbonizadas rotas. Las tablas del suelo se habían quemado
en lugares, revelando un sótano poco profundo debajo del piso principal. Ral se inclinó y
metió la mano en un hueco oscuro dejando que arcos de relámpagos se movieran entre
sus dedos para iluminar el espacio. Pero aún no había nada. Quienquiera que había
destruido ese lugar lo había hecho brutalmente a fondo.
Skreeg salió a tomar aire, tosió bocanadas de ceniza por la nariz y la boca,
entrecerrando los ojos a través de una mirada llorosa.
"He lanzado una batería de hechizos de detección. No hay ninguna escritura, talla,
o patrón rúnico de cualquier idioma conocido dentro de los límites de este santuario. Todo
ha sido quemado."
Ral no podía enfrentar a Niv-Mizzet sin pistas. Aún más que eso, no podía admitir
que este mago Beleren le había burlado. Se tocó la punta de los dedos entre sí
pensativamente, creando una red de chispas eléctricas. "Todo ha sido quemado," dijo.
Observó los pequeños rizos de relámpagos dispersándose alrededor de sus manos.
"Quemado, sí. Está quemado. Pero todo sigue aquí." Él dio una palmada, disipando los
relámpagos. "Skreeg. Levita las cenizas."
La cabeza de Skreeg se inclinó hacia un lado. Sus ojos investigaron los restos que
les rodeaban. "¿Levitarla, señor?"
"Sí. Apúrate. Levítala. Toda ella." Ral supo que la vacilación del trasgo no duraría.
"Señor, normalmente ese tipo de emprendimiento requeriría más de un trasgo…"
"¡Sólo hazlo!"
"¡Sí señor!"
Skreeg respiró hondo, invocó poder, y lanzó su hechizo alterativo de la gravedad.
Cenizas y madera carbonizada flotaron en el aire, al principio sólo en finos penachos,
luego en espesas nubes. El guante del trasgo se iluminó con el poder y sus pequeñas manos
temblaron por el esfuerzo. Una patina de sudor apareció en su frente. Escombros flotaron
alrededor del trasgo formando una confusa tormenta de restos que se cernió sobre el cráter
que había sido el santuario. Finalmente Skreeg flotó él mismo con los escombros, dando
volteretas en el aire mientras sostenía el hechizo. Ral se situó en el borde de la cavidad
que contenían las ruinas, contemplando la nube de escombros delante de él.
"Ahora, deja caer todo lo que sea piedra o ladrillo," dijo Ral. "¿Señor?"
"Ya me escuchaste. No necesitaremos todo lo que era originalmente piedra o
ladrillo. Sólo deja las cenizas."
Mientas Skreeg nadó a través de la nube, temblando por el esfuerzo, hizo
modificaciones en su guantelete. La masa de escombros se tambaleó y luego algunos de
los restos volvieron a caer en el hoyo, separándose de las partículas más finas de ceniza.
"¡Ajá!" chilló el trasgo. "¡Señor, creo que lo hice!"
"Ahora deshazte del vidrio o de las piezas más gruesas de madera," dijo Ral
acariciándose la barbilla.

26
Skreeg gimió brevemente. "Por supuesto, señor." Volvió a alterar su hechizo y
otros fragmentos de la nube se filtraron. Todo lo que quedó fueron finos copos de ceniza,
nadando y rodando por las corrientes de aire.
Ral tejió una matriz de pequeñas hebras de electricidad entre sus palmas,
estirándolas y ampliándolas en hilos cada vez más finos, formando una suave malla de
rayos. "Ahora junta la ceniza. Y sal del camino."
Skreeg gimió con la complejidad del hechizo. La nube de cenizas se condensó en
una lámina plana a varios centímetros al costado y el cuerpo flotante de Skreeg rodó hacia
un lado. Ral atacó la sábana de cenizas con hebras de electricidad. Electricidad que
zigzagueó a lo largo de la nube, saltando de partícula a partícula como una densa tormenta.
"Estoy explorando las resonancias naturales de los materiales," dijo Ral.
"Mantenlas flotando."
Ral envió otra red de delicados rayos a través de las cenizas. Estudió cómo las
diminutas descargas saltaron de fragmento a fragmento, conectando sustancias similares.
"¡Ay!" chilló Skreeg cuando un arco de electricidad crujió a través de él. Las
cenizas flotantes se estremecieron cuando el trasgo tembló y apretó los dientes por el
esfuerzo de su hechizo.
Ral alteró un control en su guantelete de mizzium, reunió un fuerte oleaje de maná,
y electrocutó los escombros flotando una vez más. Esta vez su rayo no sólo bailó entre las
partículas de materiales quemados sino que atrajo una colección seleccionada de ellas
juntas en un enrejado fusionado y estable. La cosa permaneció allí, flotando delante de él,
un crepitante patrón de hilos eléctricos.
"Muy bien Skreeg. Ahora deja caer todo salvo esto."
Skreeg exhaló con alivio y se derrumbó sobra las tablas del suelo quemado y
dentro del sótano. Las cenizas cayeron sobre él. El trasgo y varios pedazos de escombros
retumbaron y resonaron en el pozo por debajo de los pies de Ral.
Ral tenía lo que necesitaba. "Rutas," dijo escrutando el rompecabezas todavía
armándose entre sí en el aire delante de él. Los fragmentos conectados de ceniza se
reunieron en su campo eléctrico formando pasajes de notas que se podían leer. "Beleren
había descubierto una serie de rutas a través del laberinto. Estan codificadas pero son
viables. El casi lo había resuelto. Skreeg, ¿dónde estás?"
Un par de manos pequeñas aparecieron en el borde del pozo. El trasgo emergió y
se dejó caer en el suelo a los pies de Ral, jadeando y tosiendo. "¿Ahora podemos encontrar
a Beleren, señor?"
Ral sonrió. "¿Sabes, Skreeg?, ya no creo que necesitemos más a Beleren. Ni
tampoco a Niv-Mizzet, pensó él.

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ayuda de un enemigo

J ace dejó la arboleda Selesnya sintiéndose como un rompecabezas con sus

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piezas dispersas. Se colocó su capucha sobre su cabeza y su capa alrededor de sus brazos
y se adentró en la metrópolis, dejando que los interminables edificios y multitudes de
peatones se lo tragaran.
El era un caminante de planos que una vez había estado involucrado en una trama
planar pero en ese momento evaluó su situación, él se había apartado con éxito de todo lo
que le ataba a ese lugar. El conocimiento de los problemas de Ravnica había sido
extirpado de su mente. Su santuario de mago estaba en ruinas. Su compañero Kavin había
escapado, probablemente no quería volverlo a ver. Y Emmara estaba de vuelta con su
gremio, de nuevo en los brazos de alguien importante para ella. El tenía su salida abierta,
colgando ampliamente como las puertas de una finca abandonada. Ese plano no lo
necesitaba. Allí no se requería de él. El simplemente podría atravesar el velo de la realidad
que separaba ese mundo del otro y dejar Ravnica atrás.
Pero, por supuesto, no podía estar seguro de eso. La certeza era una de las muchas
cosas que habían caído en el agujero oscuro en su mente. Fuera lo que fuera que estaban
tramando los gremios; lo que fuera que habían descubierto los Izzet; lo que fuera que los
Dimir querían con Emmara y el conocimiento dentro de su cabeza; había desaparecido.
Y su sentido de que Emmara estaba en peligro seguía en pie. Había sido él mismo quien
había abierto la puerta para salir de Ravnica y prácticamente había puesto una fina
alfombra para garantizar la total comodidad de su partida pero no podía decidirse a dar el
paso final e irse.
Algo faltaba. Algo no estaba tan ordenado como parecía y eso fastidió a su mente
como una picazón dentro de su cráneo. El no podía aceptar que todo se hubiera
desarrollado de esta manera.
Necesito recobrar esos recuerdos, pensó.
Una patrulla de legionarios Boros dobló la esquina hacia él, sus hombros rectos y
marchando con inteligente precisión. Por reflejo él se escondió en el otro lado de un carro
de mercaderías, mirando a los soldados a través de los huecos de los aparejos, dejándolos
pasar. Si él era su objetivo ellos no parecieron notarlo. Ahora él ni siquiera estaba seguro
de quien le estaba buscando pero su impulso fue esconderse de las figuras de autoridad
de gremio, y él confiaba en sus impulsos.
Jace se detuvo en el borde de una gran arteria, el llamado Paseo Intergremial, una
pasarela peatonal que pasaba entre muchos de los territorios mantenidos por los gremios.
Mientras seres de todas razas, formas y gremios pasaron a su lado; un biomante Simic
sosteniendo la correa de una monstruosidad como un cangrejo de diez patas, un
comerciante Golgari con una carretilla de tesoros encontrados en la subciudad, un
aristócrata Orzhov con un séquito de obedientes sirvientes thrull; él se esforzó por idear
alguna forma de recuperar lo que había perdido. El agujero en su memoria era real, en la
medida en que cualquier ausencia podría ser real, y gracias a la fisura él no tenía forma
de recordar lo que había hecho en realidad con sus recuerdos durante el hechizo de
escisión.
El paseo se ramificó en múltiples direcciones, algunas de las calles ondulando
hacia diversos territorios de gremio y otras saliendo por completo del Distrito Décimo. El
se encontró deteniéndose en medio de la calle, dejando que el tránsito de peatones fluyera
a su alrededor.
Jace había creado un acertijo anudado para sí mismo. La cuestión consistía en el
insoportable sentido de que él había obsequiado la respuesta. Rebuscó en su cerebro,
tratando de pensar en quien podría tener la más mínima idea acerca de esa noche en la
Posada Adoquín, y tratando de reprimir la sensación de que si fracasaba, Emmara moriría.

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* * * *

Exava giró sus espadas en ochos, cortando el aire con desenfrenada alegría
mientras las torres del distrito pasaron a su lado. La bruja Rakdos se detuvo encima de
una plataforma de guerra, sostenida en alto por cuatro esbirros musculosos y
enmascarados, que a su vez estaban rodeados por una enorme horda de cultistas Rakdos
que llenaban la calle del frente de una tienda al frente de otra tienda. Una ola de Rakdos
fluyó a través de la calle del territorio Rakdos, levantando un caótico clamor que se oyó
por kilómetros. Gritos y risas impías se mezclaban con el ruido de tambores de hueso y el
silbido de los demonios alborotadores.
Exava sonreía con tanta fuerza que sangre se escurrió de entre sus dientes
apretados y por los costados de su boca. A ella le gustó la sensación así que sonrió más
fuerte. Exava tenía parte de un plan para encontrar al insolente mago mental; él era el tipo
de persona que se preocupaba por la vida de los inocentes. Un piel suave, como la elfa
Selesnya. Ella sólo tendría que poner un poco de caos y él, pasado un tiempo, aparecería
por si sólo.
Ella bajó la mirada al glorioso caos que había creado. Cabalgó el frenesí y dejó
que el alboroto la llevara donde quisiera. De vez en cuando le dio un codazo a la horda,
guiando el alboroto hacia centros de población y lugares importantes para los gremios.
Ella sólo necesitaba inclinarse en su plataforma y aplicar su peso en la dirección que
deseaba. Los esbirros debajo de ella sentían el cambio en el peso de la plataforma y lo
compensaban, derivando en la dirección en la que ella se había inclinado. Se preguntó si
sus portadores siquiera podían ver. Las máscaras de cuero con pinchos que llevaban, al
igual que todo el equipo Rakdos en general, habían sido diseñadas más para impactar al
espectador que para la comodidad del usuario. No importaba. Ella observaría por ellos.
Se acercaron a una estación de guardia Azoria y puesto de control. Un arco de
elegante mármol blanco se extendía a través del camino con un intrincado símbolo
triangular del gremio Azorio en su ápice. Una banda de magos de la ley Azorios levantó
sus espadas hacia la horda Rakdos aproximándose, cantando las minucias del protocolo
legal como si se tratara de un escrito.
"De acuerdo con el código de conducta pública, sección cuatro-dos-uno, inciso
D," zumbó uno de los funcionarios, "se les solicita revertir su transgresión y proceder a la
frontera de gremio registrada más cercana."
"Cualquier incursión más allá de este punto será considerada garantía suficiente
como para utilizar un recurso de acción prohibida," recitó otro.
Un tercer mago de la ley solo balbuceó la misma frase una y otra vez. "Por la
presente se les niega la entrada. Por la presente se les niega la entrada."
Cuando los alborotadores Rakdos llegaron al arco pasaron a través de los magos
de la ley como un toro a través de una cortina. Las brillantes espadas de los oficiales
Azorios fueron más material de referencia que armas, sus cuchillas grabadas con runas de
ley. Algunos de los magos de la ley los dejaron pasar y Exava rió y les dedicó rostros
groseros, sabiendo que no podrían detener su horda sin días o semanas de compleja
burocracia.
Los alborotadores procedieron alrededor de una esquina. La horda volcó carros
tirados por caballos, destrozó ventanas de una tienda y pisoteó peatones. Exava sonrió
con todos sus dientes, estirando las puntadas en los bordes de su boca. A medida que la
multitud de cultistas Rakdos marchó ella comenzó a cantar y estos cantaron con ella.

* * * * *

31
Jace se recostó contra el marco de la puerta de Lavinia como un libro apoyado en
diagonal. Un globo de luz de la lámpara, idéntico a los sobrios y precisos globos situados
a través de las torres de Nueva Prahv, iluminó sólo la mitad de sus rasgos.
El resto de su rostro siguió oculto bajo la capucha de su capa. Entre ellos estaba el
escritorio de Lavinia, lleno de tomos, gráficos arquitectónicos, mapas antiguos, evidencia
de un profundo estudio en los archivos Azorios.
"La verdad es que no te esperaba," dijo Lavinia.
"Debes estar preguntándote por qué he venido," dijo Jace.
"¿Te gustaría algo de té? Yo podría llamar a los húsares. Mi capitán de la guardia
de Nueva Prahv elabora un buen brebaje."
"Hazlo y desaparezco. Me iré y nunca volveré. Y tu caso nunca irá a ninguna
parte."
"Hasta que te localice."
"Créeme. A dónde yo puedo ir nunca serás capaz de seguirme."
Lavinia se recostó en su silla y suspiró. "Bueno, mi ‘caso’ ya no está en ninguna
parte ya que tú has sido entregado a los Boros, ¿sabías eso? Los Boros, cuya idea de una
investigación adecuada en estos días es irrumpir en direcciones aleatorias con un hechizo
bola de fuego. Pero yo ni siquiera estoy segura de que tú sigas siendo una propiedad
valiosa."
"No lo soy. Antes yo había tenido en mis manos algo valioso, algo peligroso. Tú
habrías tenido razón en rastrearme. Pero lo he perdido. Y necesito recuperarlo."
"¿Y pensaste en irrumpir en el hall del gremio Azorio y preguntarle a la agente
que te detuvo? ¿Ese fue tu plan para obtener un poco de ayuda al respecto? No eres un
muy buen criminal, ¿verdad?"
"Tú buscas la verdad. Y creo que sabes que puedo ser de ayuda en encontrarla."
"¿Sabes lo que es triste? Esa parte de mí que te cree. Pero yo no ayudo a los que
creen que están por encima de la ley."
"Yo no estoy tratando de escapar de la justicia. Estoy usando todo lo que está a mi
alcance para acelerarla. ¿Tú quieres resolver el caso de la mujer Selesnya
secuestrada? Yo te puedo decir que gremio es responsable del secuestro."
"Los Rakdos. Nosotros ya sabemos eso."
"Profundiza más."
"Sabemos que Exava estaba involucrada. La bruja más leal del demonio."
"Más profundo."
Lavinia se detuvo. "¿Crees que alguien la contrató? ¿Otro gremio?"
"Piensa. ¿Quién se beneficia con las luchas internas de los gremios? ¿Quién quiere
despertar las filas de los Selesnya, y empezar un motín con los Rakdos para que el público
no vea nada de sus propios planes?"
"¿Los Izzet? Nosotros ya sabemos que están tramando algo."
"Pero ellos están siendo cualquier cosa menos sutiles. En realidad los Izzet están
ayudando a la causa. Ayudando a desviar la atención."
Los ojos de Lavinia se pusieron vidriosos. "La Casa Dimir."
"Después de planear el secuestro de Emmara un agente Dimir me atacó por algo
que yo ya no tengo. Y tengo que recuperarlo lo antes posible."
Lavinia lo miró. Jace le dio la oportunidad de hablar pero ella no dijo nada.
"Ahora es cuando tú preguntas, '¿Qué perdiste?'" dijo Jace. "Y yo te explico la
extraña situación en que me encuentro."
Una sonrisa de entendimiento se extendió por el rostro de Lavinia. "No me digas.
Perdiste tus recuerdos."
"¿Cómo lo sabes?"
32
"¿Y el Dimir estaba tras ellos? Esa es la situación en que te has metido. Y ahora
ni siquiera sabes qué es lo que has perdido."
"Ese es más o menos el resumen. ¿Tu investigación te dijo todo esto?"
"Lamentablemente no. Kavin lo hizo."
"¿Kavin vino a ti? ¿Cuando?"
"Él me dio algo." Lavinia sacó un fajo de notas garabateadas pero las escondió
contra su pecho. "Se las arregló para salvar algo de información cuando tú estabas
destruyendo sus recuerdos."
"¿Puedo ver eso?"
"Lo siento. Me temo que es evidencia de tu caso."
"Oficial Lavinia. Si yo no recupero lo que he perdido gente morirá. Incluyendo,
según creo, Emmara Tandris."
"Como te recuerdo tú eres sospechoso de un crimen. Incluyendo el secuestro de
Emmara Tandris. Y ahora suena como si la estuvieras amenazando."
Jace respiró hondo. "Yo busco lo mismo que tú, Oficial Lavinia. Nosotros
deberíamos estar en el mismo lado." Jace asintió a las notas repartidas por todo el
escritorio de Lavinia. "Tú has estado haciendo la investigación por tu cuenta. Estos son
de tus archivos, ¿no? ¿Puedes al menos contarme lo que has encontrado?"
"Por favor, haz un movimiento por ellos. O utiliza tus trucos mentales… vamos.
Verás qué clase de magia tiene un Oficial Azorio en su propia oficina."
"Nadie te está obligando. Yo conozco la experiencia de tu gremio con guardas y
salvaguardias. Todo lo que estoy haciendo es pidiéndote un favor y luego seguiré mi
camino."
"No, tú me estás pidiendo que te ayude a difundir mentiras. Yo estudié los
archivos. Lo único que encontré fueron planos arquitectónicos viejos y polvorientos.
Algunos patrones, seguro, si es que tú estás en busca de ellos. Pero todo es sólo una
cuestión de coincidencia, a menos que tú seas de mente conspirativa o estés buscando
tomar ventaja de aquellos que lo son. Es lógica circular. Estás utilizando estos secretos
para convencer a la gente de creer en secretos. Es todo para el espectáculo."
"Y sin embargo me arranqué mis propios recuerdos para mantener seguros tales
secretos."
"Un truco… y uno cruel si hablamos de Kavin. Yo ya he visto antes a los de tu
clase, Beleren. He visto un centenar de demagogos como tú que odian a los gremios. Tú
usas a la gente. Les atraes con promesas y mentiras y luego, cuando ya no te son útiles,
prescindes de ellos."
"Nosotros pensamos que sería más seguro si Kavin no lo sabía."
"¿Lo pensaron ambos o simplemente tú? Pero no es sólo él. Tú eres un peligro
para todo este distrito y todas las personas en él. Enviaste a ese ogro Gruul de dos cabezas
en esa salvaje cruzada ¿sabes cuánta gente fue herida? ¿A cuántos ha matado?"
"¿Ruric Thar?" Jace había estado en contacto con el ogro Gruul cuando había
estado en la Posada Adoquín. Y había sido contacto de mente a mente. El ogro podría
tener información relacionada con sus recuerdos perdidos. Era una pequeña pista.
"Él y sus matones Gruul han visitado el portal del gremio de cada gremio varias
veces," dijo Lavinia. "Aplastaron pelotones de guardias, sin ser afectados por la magia
diseñada especialmente para detenerlo. Mis propios Azorios han perdido seis por su
ataque. Y él sigue volviendo por más. Senderos de cuerpos entrecruzan el distrito. Y ha
sido desde que tú lo contrataste, Beleren."
"¿Tienes información sobre su paradero?"
Lavinia suspiró. "Hemos perdido su rastro. Podía estar en cualquier lugar. Pero
como he dicho, él ha estado golpeando todos los portales de gremios." Ella se volvió hacia
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el estante detrás de su escritorio y consultó su libro de estación, luego se dio la vuelta a
su escritorio. "Nosotros podríamos saber más para mañana. Yo…" Pero cuando se dio la
vuelta Jace se había hecho ido.

* * * * *

Ral Zarek viajaba en la parte trasera de un vehículo cerrado de metal mizzium,


impulsado por una combinación de energías elementales y un fuerte cíclope con arnés. Él
y su equipo de magos Izzet, incluyendo el trasgo Skreeg, habían estado entrecruzando el
Distrito Décimo durante días, siguiendo las rutas que habían descubierto desde el
santuario de Beleren. El interior de la carcacha Izzet estaba lleno de mapas de distrito,
hojas de notas propias de Ral, y el hedor de días de viaje.
No había surgido ninguna solución. La investigación de Beleren sólo había
reducido los caminos posibles a mas o menos una docena de ordenamientos de los portales
de gremios y el estudio propio de Ral de hilos latentes de maná lo habían reducido a tres
caminos. "¿Qué nos detiene de probarlos a todos?" se había preguntado a sí mismo. Tal
vez el hecho de que los portales estaban a kilómetros de distancia, en algunas de las zonas
más peligrosas del distrito, muchos de ellos vigilados activamente por monstruos
horripilantes y trampas. Tal vez eso era lo que los estaba deteniendo.
El vehículo se detuvo en el Foro de Azor, un espacio público amplio y circular
cerca del centro del Décimo. Según contaba la leyenda el lugar había sido establecido por
Azor, el fundador del Senado Azorio, como terreno neutral donde los gremios podían
reunirse y discutir cuestiones de leyes. Un conjunto de quioscos que simbolizaban a cada
gremio rodeaba un eje central. Representantes de gremio manejaban los quioscos,
suministrando información y difundiendo consignas de reclutamiento a los transeúntes
sin gremio.
Ral y Skreeg bajaron de su vehículo y miraron alrededor del Foro.
"¿A dónde lleva el siguiente?" preguntó Ral.
Skreeg tocó un dial en su guantelete. El artefacto explotó, acribillando los brazos
y el rostro del trasgo con una fina metralla de metal mizzium. Él parpadeó y tosió una
nube de humo. "De acuerdo a mis lecturas termina aquí," dijo gruñendo.
"¿Qué?" dijo Ral. "¿Eso es todo? ¿Este es el final del laberinto?"
"La evidencia es concluyente," dijo Skreeg golpeando el costado de su cabeza.
Piezas metálicas de bronce cayeron de su gran oreja. "Aquí hay un tesoro de increíble
poder. Las trenzas de maná terminan en el eje del Foro."
Ral no sintió nada, nada como la grandeza que había esperado encontrar. "Así que,
¿por qué no me siento elevándome con un poder místico sin utilizar? ¿Por qué no se me
ha revelado un gran conocimiento? ¿Por qué no me he convertido en el
Emperador de Ravnica?"
"¿Eso es lo que debería suceder?" preguntó Skreeg.
"¡Nosotros seguimos la ruta!"
"Nosotros seguimos una ruta."
"No," dijo Ral. "Esa fue la combinación final, el tercero de los tres caminos
posibles. Uno de ellos debería haber sido la ruta correcta. Nosotros deberíamos haberlo
resuelto."
Skreeg extendió la mano. "¡Pues bien, felicitaciones por un experimento bien
realizado!"
Ral lo miró con desdén. "Nosotros no hemos terminado," dijo "Hay más en esto
que lo que hemos encontrado."
"¿Entonces informaremos este resultado a la Mente Ardiente?" preguntó Skreeg.
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Ral miró el rostro del trasgo, toda una explosión fresca y alegre. Investigó
alrededor del Foro de Azor, ofendido de los civiles que acordonaban el espacio y con
ganas de absorber el potencial que sabía debía acechar allí.

* * * * *

Cuando Emmara llegó a casa dos centauros leales a los Selesnya habían sido
apostados en su puerta. Un escuadrón de arqueros patrullaba el jardín de la azotea de su
edificio. Una pérdida de esfuerzo, pensó. Desde que Trostani se había interesado en ella
y ella había empezado a hacer más trabajo para el gremio apenas vivía allí.
Intentó abrir la puerta pero estaba cerrada. "¿Qué es esto?" preguntó a uno de los
centauros guardianes.
"Yo puedo abrir eso por usted, señora," dijo el centauro sacando un juego de llaves
y abriendo la puerta. "El Capitán Calomir ordenó que todos los dignatarios del gremio
estén bajo constante protección."
"Ni siquiera estoy allí dentro."
"El capitán está preocupado por la seguridad, señora."
"Por supuesto que lo estoy," dijo Calomir viniendo desde el otro lado de la casa y
alcanzándola en la puerta.
Llevaba su habitual sonrisa encantadora así como ese uniforme de soldado.
Mantuvo la puerta abierta para ella.
"¿Un momento, Señorita Tandris?"
"¿Qué es todo esto? ¿Esta fue tu idea?"
Emmara entró y Calomir cerró la puerta detrás de ellos. Los olores familiares del
hogar a madera y hierbas quedaron casi cubiertos por el olor del aceite de las botas y la
espada de acero de Calomir. Ella pudo oír el arrastre de pasos de los centinelas Selesnya
en el techo.
"¿Me creerías si te dijera que fue de Trostani?"
Emmara no estuvo segura de creerle. "Soldados sobre mi casa, Calomir. ¿En qué
nos estamos convirtiendo? Esto le está dando al gremio el mensaje equivocado. Yo sólo
he vivido aquí por un corto tiempo y ahora estoy individualizada, tratada de manera
diferente del resto del Cónclave. Tratada como una prisionera."
"Nosotros sólo queremos mantenerte a salvo." El se apoyó contra la mesa de la
cocina de Emmara, una pieza sólida de madera de roble que habían sido moldeada por
magos Selesnya. "Y yo creo que un fuerte ejército Selesnya envía un buen mensaje."
"¿Desde cuando? A mi no me gusta esta veta beligerante en ti."
"Emmara, fuiste raptada. Tú, una dignataria Selesnya, fuiste secuestrada por los
Rakdos. No podemos no hacer nada."
"Esos guerreros no tenían ninguna agenda. Estaban borrachos en su obsesión con
su demonio, habrían hecho cualquier cosa que le hubieran dicho sus superiores. Y como
dijo Jace, creo que de alguna manera los Dimir estaban detrás de ello."
La sonrisa condescendiente de Calomir la irritó. Era la que él daba antes de decir
la mala noticia.
Él tomó su mano entre las suyas y la acarició. "Mi querida, tú eres una verdadera
fuerza para la paz. Pero el mundo está cambiando. Los Izzet han ampliado su
experimentación. Incluso ha habido escuadrones de magos Izzet amenazando nuestro
portal de gremio sagrado. Los Orzhov han estado comprando espías y mercenarios de los
distritos exteriores. Los Simic han estado concentrando un ejército de sus retorcidos
monstruos híbridos. Un escuadrón de guerreros Gruul ha estado entrecruzando el distrito,
haciendo caso omiso de las fronteras de su gremio. Las tensiones son altas."
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"Es exactamente por eso por lo qué nosotros tenemos que amigarnos con los otros
gremios; ahora, antes de que esta histeria vaya demasiado lejos. Tenemos que aprender a
entenderlos. Tú solías decir eso."
Calomir le soltó la mano. "Así que tú lo buscaste."
"¿A Jace? Sí. Mi amigo. ¿De verdad vamos a pelear sobre esto?"
"El es un extraño, eso es todo. Un mago mental sin gremio. ¿Eso no es peligroso?"
"Calomir, él tiene dones únicos. Él puede ver a través de todas las disputas, las
máscaras, las paredes que ponemos entre nuestros gremios. Él nos puede unificar.
Nosotros vinimos a este gremio porque creemos en la unidad, ¿no? Yo todavía creo en
eso y creo en su potencial. Pero estoy empezando a creer que tú no crees en el mío."
Calomir resopló. "¿De verdad crees en las tonterías que dijo? Él casi me acusó de traición
a mi propio gremio." Calomir negó con la cabeza. "Yo estoy preocupado por tu seguridad.
Escucha, Trostani me está esperando. Sólo quiero saber una cosa sobre este Jace. Tú lo
buscaste para que ayudara a nuestra causa. Así que ¿cuánto es lo que sabe acerca del...
conflicto entre los gremios? ¿El proyecto secreto de los Izzet?"
Emmara suspiró. "Bueno, él... él no sabe nada, por ahora. Al parecer se había
metido hasta el cuello en ello pero luego se volvió a sacar. Usó magia para destruir sus
propios recuerdos acerca de ello. Eso es lo que estaba haciendo cuando nos atacaron los
Rakdos."
"¿Y no ha sido capaz de aprender nada más desde entonces? ¿No tiene ninguna
otra fuente de información?"
"No que yo conozca. Destruyó toda su investigación. En este momento no creo
que nos pueda ayudar."
Calomir asintió. "Quédate aquí. Descansa un poco. Has pasado por mucho." El se
inclinó para besarla. Ella le dio un beso en los labios y lo vio salir entre los guardias que
flanqueaban la puerta.

* * * * *

A los Clanes Gruul generalmente se los encontraba acurrucados en las grietas de


la civilización. Eran un gremio con una famosa astilla clavada sobre su hombro, ardiendo
de ira por su desalojo de un desierto largamente extinto, perennemente considerados como
brutos incivilizados por los otros gremios. Los Gruul habían estado en Ravnica bajo
control durante mucho tiempo, acobardados por las reglas y delimitados por vallas, justo
como debía hacerse con la naturaleza.
Pero sus recuerdos eran largos y resistentes y un fuego ardía en sus corazones.
Jace se encontró con Ruric Thar y una banda de cohortes Gruul cerca del portal
del gremio Orzhov. Estaban acampados en una parcela de matorrales en un parque de la
ciudad con vistas al territorio Orzhov, aparentemente a punto de atacar.
Jace no había visto a Ruric Thar dirigir una partida de guerra como esa; de hecho
Jace no había visto nunca, o por así decirlo olido, una partida de guerra Gruul en absoluto.
Su armadura estaba hecha de pieles de animales y huesos y sus armas eran pesadas piezas
de basura carroñadas de la ciudad. Su piel estaba llena de tatuajes grabados con una
combinación de magia, tinta y, Jace supuso, una considerable cantidad de dolor. Cada uno
de ellos era un armatoste de músculos y Ruric Thar era el más grande y más poderoso de
todos ellos.
Jace pensó que la ruta directa era la mejor y se acercó a la partida de guerra.
"Salve, Ruric."
Ruric Thar y la partida de guerra Gruul se volvieron hacia él.

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"El es Ruric," dijo la más izquierda de las dos cabezas del ogro inclinándose hacia
la derecha. "Yo soy Thar."
Así que ellos utilizaban diferentes nombres para sus dos cabezas. Jace pensó en
ellos como hermanos, en cierto modo, pero supuso que eso no era preciso. Ellos eran el
mismo ser de los cuellos hacia abajo.
"Ustedes dos, entonces," dijo Jace. "Vengo a pedir su ayuda. Desde que trabajaron
para mí han estado viajando alrededor del distrito de una manera determinada. Siguiendo
una ruta. Visitando portales." "¿Y tú cómo sabes eso?" preguntó Ruric.
"¿Están siguiendo un patrón de algún tipo? ¿Alguna nueva información que
podrían haber recogido en nuestra última reunión? Creo que yo pude haber dejado algo
en tu mente y lo necesito de vuelta."
Thar rió entre dientes, un sonido que retumbó en el pecho como un barril del ogro.
"No puedo, pequeño mago. Ahora es nuestro."
"Me temo que lo necesito y me temo que tiene que ser ahora. Es de vital
importancia."
"La respuesta es no," dijo Ruric agitando el brazo que terminaba en una gran
hacha. "Ahora vete. Tenemos sacerdotes estafadores que aplastar." "Haré lo que quieras,"
dijo Jace.
Los guerreros Gruul se miraron el uno al otro, al igual que la cabeza Ruric y la
cabeza Thar.
"Muy bien, entonces," dijo Thar. "Lo quieres, debes tomarlo. Saca tu espada."
Jace extendió sus palmas. "¿Yo… que? Yo no tengo espada."
Ruric y Thar asintieron comprensivamente. "Hacha, entonces."
"Lo que quiero decir es que yo no llevo armas."
"Debes tener arma. Eres retador. Retador tiene el honor del primer golpe.
Oszika, dale tu espada."
"¿No hay otra manera de hacer esto?"
Ruric negó con la cabeza. "Esta es la manera Gruul."
Una alta trol femenina le presentó a Jace la empuñadura de una enorme espada de
hoja ancha. Jace la tomó y retrocedió por el peso de la misma. Trató de sopesar la punta
y apenas logró levantarla.
"Blándela," dijo Thar.
Jace sabía que estaba mucho más allá de los límites de su experiencia pero le dio
a la espada un giro de prueba. Esta era tan pesada que él tuvo que utilizar la gravedad para
hacer pivotarla alrededor, lo que le dio tanto impulso que el arma casi le dio vuelta a él.
Le llevó todo su peso corporal absorber la trayectoria de la espada y acabar con su swing.
Ruric escupió en el suelo con disgusto. Los guerreros Gruul rieron.
"Aunque me siento halagado de que desees un duelo," dijo Jace, "Yo no voy a
golpearte. Sólo necesito un momento para investigar tu mente y me puedo poner en
camino."
La partida de guerra volvió a reír. "¡Sólo pruébalo!" gritó uno de los guerreros.
Thar tenía la mano izquierda en su mentón. "Tú haces hechizos." "Sí,"
dijo

37
Jace. "Hechizos.
Sólo un hechizo para
investigarlos a
ustedes dos y les
dejaré en paz."
"Entonces
hechizos tendrán que
ser." Ruric Thar
volvió a tomar la
espada y se la
devolvió a su du eña.
Se cuadró enfrente
de Jace y se preparó
para el impacto.

Estaba con las manos vacías pero no desarmado: uno de sus antebrazos terminaba en el

codo Ruric Thar


y había sido equipado con una enorme hacha.
"Como hemos dicho, el primer golpe lo das tú," dijo Ruric. "Ninguna magia
mortal, ninguna invocación de criatura, ningún hechizo de podredumbre. Fuego, rayos,
está bien. Golpéanos."
Esto es bárbaro, pensó Jace. Él no iba a atacar a ese ogro con magia, no mientras
él se quedara allí parado. Eso sólo invitaría a un contraataque y empezaría una pelea, algo
que Jace sospechó era exactamente lo que quería el ogro Gruul. Jace estaría aceptando
una pelea que no podía ganar. Él sólo quería explicarse pero no parecía como si las cosas
se estuvieran dirigiendo hacia una solución diplomática.
Además había un problema aún más acuciante. "Normalmente yo no uso hechizos
que... golpean a la gente," dijo.
"Ah," dijo Thar asintiendo. "¿Crecer garras, cortar mi rostro?"
"No, yo tampoco puedo hacer eso."
"¿Hacer caer explosión de luz abrasadora?"
"No."
"¿Levantar y lanzar piedras pesadas a gran velocidad?"
"No."
"¿Soltar lluvia de cuchillas dentadas?"
"No..."
"¿Convertirte en gigante? ¿Triturarme con enredaderas y hojas aserradas? ¿Grito
sónico de rabia? ¿Qué?"
"Escucha, Ruric, Thar. Yo no soy un guerrero. Yo no soy un mago de batalla.
No puedo hacer ninguna de esas cosas."
Esto hizo murmurar a los guerreros.
"¿Qué hace tu magia?" preguntó al fin Ruric.
"Tú ya lo sabes. Soy un mago mental. Altero la mente."
Ruric y Thar rieron con ganas. "Un mago de ensueños. Sí. Eso es lo que eres. Por
lo tanto, no pegar. No pegar, no duelo. No duelo, no premio."
Jace no tenía ningún recurso. Tenía que tener lo que estaba en la mente del ogro.
Si Ruric Thar quería una descarga de la magia de Jace él la tendría. "Está bien. Trataré."
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El ogro asintió doblemente y una vez más se posicionó para absorber un impacto,
la más leve sonrisa en sus dos rostros. Jace invocó toda su fuerza mental y formó su mente
en un proyectil, disparando una ráfaga de fuerza mental hacia Ruric y Thar
simultáneamente con la esperanza de derribar al guerrero Gruul en un solo golpe psíquico.
El contraataque fue inmediato y deslumbradoramente doloroso. La fuerza que él
envió a las dos mentes del ogro regresaron a él y Jace fue golpeado con todo el peso de
su propio hechizo. Esto lo derribó con una oleada nauseabunda de aplastante agonía y él
se quedó allí, tratando de agarrarse los costados de su cabeza. Los guerreros Gruul
aparentemente pensaron que eso era la cosa más divertida que habían visto en todo el día.
Salvajes ecos de dolor resonaron a través del cráneo de Jace. Aquello no se había sentido
como un encantamiento protector o algún otro tipo de hechizo de reflexión que había
enviado de vuelta su descarga psíquica, el ogro no había tenido que reaccionar en
absoluto.
De alguna forma la naturaleza misma de Ruric Thar había rechazado la magia.
"¿Ese fue tu golpe?" preguntó Thar.
"Si quieres te daremos otra oportunidad," dijo Ruric.
"Sólo un minuto," murmuró Jace. "Deja que termine de temblar."
El ogro tenía algo en su naturaleza que absorbía la magia y la enviaba de vuelta a
su lanzador o lo centraba. Aquello explicó por qué el ogro había sido capaz de abrirse
camino a través de una serie de portales de gremio controlados casi sin ayuda. Jace intentó
imaginar legiones de magos de gremios tratando de frenar la embestida del ogro.
Probablemente ellos habían terminado con más que fuertes dolores de cabeza.
Cuando él sintió que no estaba viendo cuatro cabezas en lugar de dos, Jace se puso
de pie y se sacudió su capa. "Al parecer yo no te puedo vencer con magia mental," dijo
lentamente, su cráneo todavía palpitante. "Pero todavía necesito lo que está en tu mente."
"Tienes que golpearnos de alguna manera," dijo Ruric.
"O nosotros sólo te mataremos," ofreció Thar.
"Supongo que ninguno de los dos es 'la cabeza amable'," dijo Jace. "¿No hay nada
que les pueda ofrecer? ¿Alguna forma de convencerlos para que me dejen hurgar ahí
dentro?"
"Lucha o muere, mago. Decide."

cambios de parecer

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E mmara se aproximó al bosque sagrado donde Calomir tenía una audiencia

con la maestra de gremio Trostani.


Se dijo para sus adentros que no estaba espiándolos, simplemente no se había
anunciado a sí misma y su andar fue naturalmente tranquilo. Ella no podía doblar mentes
o envolverse a si misma en ilusiones como Jace pero tenía un sutil paso de elfo y una
buena lectura del lenguaje corporal y supo que no había sido detectada. De todos modos
su intención no era exactamente espiar. Ella entraría en la arboleda sin ocultarse, como
con cualquier otra audiencia con Trostani. Pero puso el más mínimo retraso en su paso
porque tuvo la sensación de que Calomir no compartía su deseo de paz y unidad entre los
gremios y quería oír cómo transcurriría su discusión y cómo aconsejaba a la líder de su
gremio.
Fue peor de lo que temía.
"Recomiendo que enviemos a todos los rangos disponibles de soldados, por lo
menos treinta de caballería y un contingente de moldeamaderas y magos de gremio,"
estaba diciendo Calomir. "Y si podemos llamar a algunos elementales mayores también
deberíamos hacer eso."
"¿Tú crees que esa es la reacción adecuada?" preguntaron las tres dríadas de
Trostani. "Desde el fin del Pacto entre Gremios nosotros hemos tratado de lograr una paz
con los Rakdos y nuestra respuesta a este incidente bien podría determinar nuestra
relación durante los próximos años."
"Exactamente. Nosotros hemos tratado de lograr una paz. ¿Y qué tan bien ha
funcionado? Nuestra respuesta a este incidente es exactamente lo que está en cuestión.
Debemos devolver el golpe, demostrar nuestra valía a los otros gremios. Debemos
demostrar que no estamos dispuestos a quedarnos de brazos cruzados mientras nuestros
dignatarios sufren descarados secuestros en el centro del histórico Distrito Décimo."
Emmara entró en la arboleda. "O podemos enviar a un dignatario a su encuentro,"
dijo ella. Calomir y Trostani se volvieron hacia ella. "Enviamos a la misma secuestrada
para mostrarles cuán profundo es nuestro compromiso con la paz y para inculcar en este
distrito que el Cónclave representa la lealtad a la unidad. Enviamos un
símbolo de nuestra buena voluntad. Enviamos a Emmara Tandris." "Eso
es una tontería y tú lo sabes," dijo Calomir.
"Una tontería es el Cónclave marchando por las calles empuñando acero y
hechizos," dijo ella, "rindiendo nuestro argumento en favor de la paz mientras los otros
gremios ya están haciendo tintinear sables sobre los Izzet."
Trostani se irguió en toda su estatura, las tres dríadas abordando a Emmara.
"Emmara, nosotros tenemos grandes esperanzas en ti como una emisaria del mensaje de
nuestro gremio. Pero Calomir nos ha convencido de que la paz no puede ser negociada
con aquellos que la destruirían por la única causa de la destrucción." Calomir
hinchó el pecho y se cruzó de brazos.
"Eso no es cierto," dijo Emmara. "Nosotros no le hemos dado una oportunidad, no
realmente, no desde el Pacto entre Gremios. No hemos dejado que Jace tratara de llegar a
ellos…"
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"Tú has tratado de persuadir al mago mental para que ayudara en este esfuerzo
pero como ha dicho el Capitán Calomir sus lealtades son menos que claras. Él no va a ser
parte de nuestra respuesta. ¿Lo entiendes?" "Sí, maestra de gremio," dijo Emmara.
"Por otro lado nosotros vamos a necesitarte." Las dríadas extendieron sus brazos
hacia Emmara. "A necesitar tu habilidad con los elementales de la naturaleza. Tú los
llamarás. Los despertarás para que ayuden al Capitán Calomir a reunir la fuerza que
necesita."
"No. No lo haré. No seré parte de esto. No llamaré a un ser de la naturaleza para
hacer una misión bélica."
"El gremio ha acordado," dijo Trostani. "El Cónclave así lo ha declarado."
Emmara comenzó a protestar pero las palabras se atascaron en su garganta. Sus
hombros cayeron.
"Es la voluntad de todos. ¿Estás sugiriendo que tu voz solitaria e individual debería
estar por encima de la de las masas?"
"No, Maestra de Gremio. Pero…"
"Entonces bien. Procede. El Capitán Calomir dirigirá tus esfuerzos a su voluntad."
Emmara se inclinó ante su maestra de gremio. Cuando se volvió hacia Calomir
tenía sus dientes apretados, como si estuviera mordiendo las palabras.
"Venga conmigo, Señorita Tandris," dijo Calomir ofreciendo su mano.

* * * * *

Jace trató de recordar la última vez que había tenido un día tranquilo y relajante,
un día al final del cual había podido estirarse, entrecruzar los dedos detrás de su cabeza,
y suspirar con satisfacción. Tener que vencer a un caudillo ogro Gruul en combate
individual era suficientemente osado pero de alguna manera Jace tenía que lograr esta
hazaña sin el uso de hechizos. Si atacaba la mente del ogro sufriría el contragolpe en sí
mismo. Jace no estuvo seguro de si siquiera sabía cómo suspirar con satisfacción.
En comparación con los músculos y el tamaño de Ruric Thar Jace sólo tenía el
ingenio de su lado. Tenía una mente aguda y era lento para la ira. Tendría que convertir
eso en una victoria.
"Entonces quedamos así," Jace no podía creer lo que estaba diciendo.
"Peleamos."
Los guerreros gruul rugieron en una alegría sedienta de sangre.
Ruric Thar hizo caer el brazo de hacha sobre Jace. Este lo esquivó fuera del
camino, lo suficientemente justo como para sentir el viento de la cuchilla cortando al lado
de su mejilla. Ruric Thar siguió inmediatamente con un aplastante puñetazo izquierdo,
impactando con la parte ancha del rostro de Jace. No fue suficiente como para romper
huesos pero envió a Jace rodando por el césped recortado del parque de la ciudad.
La visión de Jace se puso borrosa. Se puso de rodillas y escupió algo rojo sobre la
hierba. Trató de sentir que él esperaba un golpe así, recordar que el ogro inevitablemente
sería capaz de superarlo con la fuerza bruta. Se sintió como dejar volar un torrente de las
maldiciones más viles que conocía en varios idiomas planares; esa pelea era claramente
una locura. Pero su mente paciente se hizo cargo. Él respiró hondo y soltó su ira.
Las circunstancias eran injustas pero él tenía que cumplir con las reglas dispuestas
y ganar en su interior.
No podía atacar la mente, mentes, de Ruric Thar, pero podía observar las mentes
de los otros guerreros Gruul. El ya casi podía leerlas. Lo observaban fijamente, con puños
cerrados en señal de empatía. Los Gruul eran los excluidos de Ravnica; tenían buenos
sentimientos hacia él.
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Él se abrió a ello. Dejó que los pensamientos y pasiones de ellos fluyeran a través
de su conciencia, para tratar de estudiar la forma en que ellos pensaban. Tal vez
entenderlos podría darle una ventaja contra Ruric Thar.
Deja de analizar y reacciona, pensó uno de los guerreros.
No pienses, maldito idiota, pensó otro. La civilización te enseñó mal. ¡Suéltalo
todo! ¡Sólo golpéalo!
Sus pensamientos rugieron en su mente. Aunque apenas eran pensamientos. Jace
se sintió invadido por una estampida de instintos carnívoros, impulsivos y desordenados.
El necesitaba entender eso para diseccionar el secreto detrás y utilizarlo.
Jace corrió hacia Ruric Thar. El ogro balanceó su brazo-hacha pero el ángulo fue
descuidado y la hoja sólo rozó el hombro de Jace y rasgó su manto. Los nudillos de Jace
se estrellaron contra su objetivo, un punto sensible en la axila, y luego apuntó al riñón en
dos ocasiones. El ogro reaccionó con un codazo, enviando a Jace deslizándose por el
césped.
Jace se volvió a sentar en el parque, sus heridas latiendo.
Deja de retenerte, pensó uno de los guerreros. ¡Deja salir el rugido!
Pensar hará que tu rostro se convierta en puré, pensó otro. ¡Siente!
¡Desenjáulate!
Jace lo absorbió todo, combinando las mentes de todos los guerreros en un anillo
de furia con él como su centro. Su caja torácica retumbó y sus pulmones ardieron. Podía
escuchar las exhortaciones de los guerreros en su mente. Ellos pensaban eso con el fin de
vencer a un guerrero Gruul, él necesitaba pensar como uno... o no pensar como uno.
Ellos querían que rindiera su mente, que la rabia lo cubriera y abrumara su lógica.
Pero él tenía una idea mejor.
Jace se centró en la imagen en las mentes de los espectadores a su alrededor. Estas
no sólo estaban irradiando pura furia y sed de sangre… estaban imaginando cómo iban a
atacar Ruric Thar si estuvieran en el lugar de Jace.
Eran un aluvión de ideas de combate. Jace dejó que los golpes y zambullidas y
amagues giraran a su alrededor, coreografiando un plan de ataque.
Jace salto hacia Ruric Thar y agarró una pierna, sujetándose a la misma. El ogro
trató de quitárselo de encima pero se mordió la zona de piel fina detrás de la rodilla,
desgarrando el tejido con sus dientes. Ruric y Thar rugieron y se sacaron a Jace de encima
de una patada.
Más de las imágenes de batalla de los Gruul se vertieron en Jace. El se lanzó
adelante y atrás, confiando en las evaluaciones de fracciones de segundo de la pelea de
los guerreros para guiarlo. Ruric Thar atacó de forma intermitente con el puño y el hacha
pero Jace sintió los impulsos de los guerreros y utilizó sus advertencias no deseadas para
esquivarlo a tiempo. Ruric Thar no sólo estaba luchando con Jace sino con todos los de
su partida de guerra a la vez. Jace estaba dejando que los guerreros vencieran al ogro por
él.
Cuando el ogro puso demasiado compromiso en una estocada, un movimiento
desesperado brilló en una de las mentes de los guerreros, y Jace ejecutó lo que vio. Saltó
sobre el hombro inclinado del ogro y, usando un enorme colmillo para apalancarse, se
encaramó a su espalda. La capa de Jace se soltó por lo que él lanzó la capucha sobre la
cabeza de Ruric, el lado con el hacha. Entonces, colgando sobre la cabeza de Ruric, dio
un puñetazo en el pómulo de Thar como le instaron las mentes de los Gruul: una, dos, tres
veces.
El hacha del ogro se sacudió, al parecer controlada por la cabeza que no podía ver.
El brazo libre agarró a Jace por el cabello y tiró. Pero Jace se sostuvo, concentrado en
aporrear el rostro cada vez más amoratado e hinchado de Thar.
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Cuando la hoja del hacha llegó en un arco hacia Jace él no la vio pero la sintió a
través de las reacciones de los espectadores Gruul. Saltó fuera de Ruric Thar y aterrizó
boca abajo pero en una sola pieza en el césped del parque.
Jace oyó un grito truncado. Se recuperó y giró para ver la propia cuchilla del hacha
del ogro incrustada unos vergonzosos centímetros en la parte superior de la cabeza calva
de Thar. El ogro contuvo la respiración, congelado en la incertidumbre, ambos pares de
ojos mirando hacia arriba al brazo de hacha que le había errado a Jace y golpeado a Thar.
Thar comenzó a hiperventilar a través de sus dientes.
"Tú ganas," dijo Ruric sacándose la capa de Jace y haciendo una mueca.
Jace se desplomó con alivio. Los guerreros Gruul ovacionaron.
Ruric Thar tiró con cuidado su brazo-hacha y la hoja se soltó de la cabeza izquierda
con un repugnante sonido húmedo. Apretó su mano en la herida y cayó pesadamente al
suelo. Ambos rostros del ogro hicieron una mueca mientras la sangre se escurrió de entre
sus gruesos dedos y su respiración se volvió pesada.
Jace rompió la conexión con la mente de los otros guerreros Gruul y sus
pensamientos obsesionados con la batalla comenzaron a disminuir de su mente.
Uno de los compatriotas Gruul, un hombre ampliamente tatuado con cabello y
barba que se parecían al grueso pelaje de un castor se acercó a Ruric Thar y comenzó a
murmurar un hechizo chamánico. Las manos extendidas del chamán temblaron como
hojas arrastradas por el viento y sus antebrazos emitieron una luz pálida que se arremolinó
alrededor de la herida de Ruric. El ogro mantuvo su mano presionada sobre la cabeza
herida pero la hemorragia se detuvo.
"Tú llevas algo de Gruul en tu interior," dijo Thar entre pesadas respiraciones.
"No tanto como podrías pensar," dijo Jace. "¿Así que ahora podrás bajar la guardia
para que puede encontrar lo que vine a buscar?" "Como quieras," dijo Thar.
El ogro tomó una profunda bocanada de aire y la dejó escapar, cerrando sus ojos.
Ambos asintieron ligeramente.
Jace arrojó cuidadosamente su mente hacia el ogro, dejando que sus pensamientos
se filtraran lentamente. Primero eligió a Thar. A medida que sus sentidos mentales
comenzaron a percibir los pensamientos del ogro Jace no sintió ninguna reacción por lo
que se movió más profundo.
La mente del ogro era como un museo de combates. Thar recordaba triunfo tras
triunfo en la batalla, cómo su hacha había cortado a través de ese advenedizo Gruul o
cómo había retorcido el cuello de ese jefe del cartel Orzhov. Era un paisaje emocional en
lugar de una deliberación, construido de fervor y violencia y risotadas en los rostros de
los vencidos. Eso era de esperar, pero a Jace se le hizo más difícil localizar información
sobre el laberinto.
No encontró nada. Thar no recordaba nada de lo que Jace podría haber estado
investigando en el momento en que había perdido sus recuerdos. Tal vez eso había sido
un error, una corazonada que no iba a ninguna parte.
Entonces el se movió a Ruric. La mente de Ruric, bajo alguna comprensible
vergüenza por el duelo con Jace, fue también una línea de tiempo de batallas de clan y
cabezazos a Azorios y peleas callejeras con matones Rakdos. Ruric era, si cabe, aún más
salvaje, más mudo e instintivo. Ruric tampoco recordaba nada de la investigación de Jace.
Los pensamientos de Jace no debían haber sido transferidos al ogro. Eso fue todo. Esa fue
su última pista.

* * * * *

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"No lo entiendo," dijo Ral. "Nosotros hemos adivinado todo. La investigación de
ese mago fue la última clave del enigma. Viajamos la ruta, como lo decía el código. Pero
no había nada. Sólo un viejo foro."
"El Foro de Azor," dijo Niv-Mizzet después de tragar los restos de un subordinado.
Cuando Ral había entrado en el nido en Nivix el maestro de gremio dragón había
estado comiendo a un crujiente mago Izzet, un nuevo recluta que parecía no poder
comprender las propiedades dinámicas del mizzium. Ral estaba tan preocupado con el
fracaso del laberinto que apenas notó que uno de sus compatriotas Izzet estaba siendo
devorado.
"Nada ha cambiado," dijo Ral. "Las trenzas de maná se mantuvieron estables. La
energía atmosférica era fuerte pero se mantuvo constante. Yo esperaba fuegos
artificiales."
"Nosotros esperábamos poder," dijo el dragón. "Pero no hubo ninguno. ¿Qué te
dice esto?"
"A nosotros no se nos escapó nada."
"Es obvio que si."
"¿Pero qué?" Ral recordó lo poco que a Niv-Mizzet le gusta ser interrogado y bajó
la cabeza. "Gran Mente Ardiente, ¿qué idea posees?"
Niv-Mizzet inhaló profundamente y cuando exhaló llamas se expandieron de sus
mandíbulas, lamiendo alrededor de las escamas de su hocico. Incluso desde donde Ral
estaba pudo sentir el calor del fuego del dragón.
"He estado pensando en el Laberinto Implícito como una prueba," dijo el dragón.
"Y una prueba de hecho lo es. Pero no es una prueba para uno. No es simplemente un
rompecabezas de la mente. ¿Sabes por qué?"
Ral entrecruzó los dedos y electricidad estática saltó entre sus dígitos. "Claro.
Porque tenemos que caminar la ruta. Pero yo ya lo hice."
"Y eso no logró nada. Mira más profundo. ¿Cuál es el propósito del Laberinto
Implícito?"
"Protege un gran poder."
"Por supuesto que lo hace."
"Y nosotros tenemos que averiguar que es ese poder."
"Por supuesto, pero lo que es tiene que ver por completo con la forma en que está
protegido. ¿Qué es lo que le falta a Ravnica en este momento? ¿Qué notoria ausencia se
ha producido sólo en los últimos tiempos?"
"No lo sé."
"Piensa en ello de esta manera: ¿Qué existió entre los gremios que ya no los une?"
"¿El Pacto entre Gremios?"
"¡Precisamente! ¿Acaso no lo ves? La armonía entre los gremios fue aplicada por
el contrato mágico del Pacto entre Gremios. Pero el Pacto entre Gremios ha sido escindido
y los gremios vuelven a ser capaces de entrar en conflicto, y no sólo en palabras sino en
violencia. En guerra. ¿Acaso no te parece una coincidencia que el laberinto haya surgido
justo ahora?"
"Las trenzas de maná," susurró Ral. "Los caminos de maná a través de los distritos.
Nunca se habían manifestado hasta hace poco. Y eso nos llevó al código de la piedra, que
nos llevó a la ruta de acceso a través de todos los portales de gremios. ¿Pero qué tiene que
ver todo eso con el Pacto entre Gremios?"
Niv-Mizzet sopló chorros de humo. "¡Vamos, Zarek! ¡Yo he puesto toda la
confianza en ti! Lo más importante es el propósito del laberinto. Esto no es una prueba de
descubrimiento. ¿Por qué poner a prueba nuestra capacidad de descubrir? ¿Que lograría
eso?"
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Ral protestó. "¿Qué quiere decir? ¡El descubrimiento lo es todo!"
"Ah, pero no pienses como un Izzet. Piensa como lo hicieron sus creadores.
Nosotros hemos aprendido los secretos del laberinto y hemos probado muchas rutas. Pero
eso no nos llevó a nada. Esto es así porque el laberinto no está diseñado para poner a
prueba nuestras exploraciones, nuestros experimentos, nuestro ingenio. Aquellos que lo
idearon no valoran estas cosas como nosotros. El laberinto es otra clase de prueba."
Los pensamientos se arremolinaron en la mente de Ral. Él estaba tratando, y
fallando, en poner las piezas juntas.
Niv-Mizzet se inclinó de repente, su cabeza irguiéndose delante de Ral. "¡Tu
tiempo se ha acabado, Zarek! Te dije que encontraras al mago, al mago que tocó mi
mente y en su lugar ¿tú corriste el laberinto por ti mismo?" "N…
nosotros no lo necesitamos," balbuceó Ral.
"Crees que no lo hacemos y sin embargo tu mente endeble ni siquiera ha deducido
para que es todo esto. Tal vez tú sólo me seas útil como mi próxima comida." Ráfagas de
intuición destellaron en la mente de Ral. Si lo que decía Niv-Mizzet era cierto entonces
el Laberinto Implícito no era una forma de recompensar al mago más brillante en Ravnica
o a su gremio más inteligente. Y sin embargo estaba destinado a ser encontrado, y sólo
encontrado en el momento adecuado.
"La única razón por la que nosotros encontramos pruebas del laberinto ahora," dijo
Ral, "se debe a que está relacionado con el Pacto entre Gremios. Fue creado para ser
revelado en caso de que se disolviera el Pacto entre Gremios. Así que... de alguna manera,
es un dispositivo. Activado por una interrupción en el Pacto entre Gremios. Es un artefacto
a prueba de fallos."
El pecho del dragón se hinchó de orgullo. "Exacto, esa fue mi conclusión."
"Así que... debe ser tan antiguo como el Pacto entre Gremios. Se remonta a los
paruns."
"Azor, a juzgar por el código que tú encontraste. El fundador del Senado
Azorio."
Los Azorios, pensó Ral. El gremio de la orden y la lógica. Aquellos que creían que
la ley era el fundamento del orden. Y el laberinto terminaba en el Foro de Azor.
"Así que si fue creado por los Azorios... entonces no era una forma de evaluar
nuestro ingenio. Para resolverlo de verdad nosotros tenemos que hacer algo más. Tenemos
que hacer lo que Azor habría valorado."
Por supuesto, el fundador del Senado Azorio, el antiguo Azor, habría tratado de
fomentar un ambiente de colaboración pacífica.
"Así que... con el fin de resolver el laberinto, nosotros tendremos que, ¿qué?,
¿cooperar con los otros gremios?"
El dragón se reclinó y sus labios se apartaron de sus dientes en una reluciente
sonrisa draconiana. "No exactamente."
Una mensajera Izzet apareció en la puerta del nido de Niv-Mizzet. "Perdón por la
intrusión, Gran Mente Ardiente" dijo ella.
"¿Sí? ¿Qué es?"
"Usted quería ser informado si había grandes conflictos gremiales."
"¿Y?"
La mensajera se mostró sacudida. "Jamás había estado tan malo. Y potencialmente
a punto de ponerse mucho peor."
Niv-Mizzet retrocedió sus alas y miró a Ral Zarek. "Salgamos. Es hora de que
hagamos un pequeño anuncio."

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