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El primer párrafo del artículo 664° del Código Sustantivo refiere que la pretensión
de petición de herencia se concede al heredero, quien no obstante que desde la
muerte del causante le han sido transmitidas de pleno derecho la propiedad y la
posesión de los bienes que constituyen la herencia, no puede entrar en posesión de
éstos porque se encuentran en poder de otros herederos, verdaderos o aparentes,
o de quienes poseen sin título, o de los causahabientes a título gratuito de
cualquiera de estas personas; que la mencionada norma permite acumular a aquélla
la pretensión de declaratoria de herederos.
Al respecto, Guzmán señala que “el artículo incluye entre aquellos contra quienes
procede esta acción, no solo a quienes poseen “pro haerede”, sino también a los
poseedores “pro posessore” y a los adquirientes a título gratuito de unos y otros.
Esta amplitud de la acción proviene de la que tuvo la “haereditatis petitio” en el
derecho romano, (…). La referida acción procede contra los coherederos para
concurrir con ellos a la posesión efectiva de la herencia, y contra los herederos
aparentes y los poseedores a título gratuito de unos u otros para excluirlos de la
posesión que detentan. Es heredero aparente y por lo tanto poseedor de buena fe,
el que ha entrado en la posesión de los bienes hereditarios creyendo por error que
era heredero, debido a que no conocía el mejor título del demandante, en la
sucesión legal, como pariente más próximo, o en la testamentaria como heredero
legitimario con título preferente”.
· Fallecida una persona, la herencia transmisible que deje será asignada a los
herederos que sustenten su calidad de tales. Para ello deben acreditar su vocación
hereditaria con respecto al causante y el título que los califica como herederos. Así,
la vocación hereditaria actual determina el derecho sucesorio.
La acción reinvicatoria procede contra el tercero que, sin buena fe, adquiere los
bienes hereditarios por efecto de contratos a título oneroso celebrado por el
heredero aparente que entró en posesión de ellos.
a) Contra el tercero que, sin buena fe, adquiere los bienes hereditarios por efectos
de contratos a título oneroso celebrados por el heredero aparente que entró en
posesión de ellos. Respecto de los actos onerosos, se protege al tercero de buena
fe que los haya adquirido de quien registralmente tenía inscrito título sucesorio. Y
agrega el artículo 665: sin que hubiera anotada demanda ni medida precautoria que
afecte los derechos inscritos”. Por lo tanto, no cabe acción reivindicatoria contra
cualquier adquiriente a título oneroso y de buena fe. A la inversa si deberá prosperar
contra el adquiriente oneroso de mala fe.
b) Contra quien posee los bienes hereditarios a título gratuito o sin título. En el
primer caso la acción reivindicatoria debe prosperar pues el adquiriente no ha
entregado contraprestación alguna y es obvio que, por mucha buena fe que haya
tenido, entre empobrecimiento del heredero y adquisición sin costo por el tercero
debe prevalecer lo primero, sin otra prueba que acreditar la gratuidad de la
transmisión y el título de heredero del reclamante. En el segundo caso, no requiere
explicación pues el precario no puede alegar defensa en su favor y la justificación
de la norma salta a la vista.
Lohmann señala que el precepto del artículo 666° del Código Civil solo tiene sentido
si la acción reivindicatoria no procede, por haberse transferido el bien a un tercero
a título oneroso y de buena fe, pues en los otros casos procede la reivindicación y
por tanto la recuperación del bien. Sólo cuando el bien no es recuperable tiene
lógica disciplinar legalmente no la restitución del bien, sino la compensación del
precio recibido por él[11].
Por su parte, Guzmán refiere que “este artículo (…) está inspirado en el párrafo
segundo del artículo 535 del Código Italiano que se refiere al caso en que el
transfiriente sea poseedor de buena fe” quien está obligado a restituir su precio al
heredero y si se le adeudara, se trasmitirá a este último el derecho de cobrarlo.
“Este artículo refiere, además, expresamente, al caso del poseedor de mala fe, para
declarar que está obligado no sólo a la restitución del bien, sino al reintegro de sus
frutos, pues lo poseyó indebidamente, y a la indemnización de los perjuicios que
hubiera ocasionado. En cuanto a la devolución de frutos, este artículo aplica las
disposiciones generales según las cuales el poseedor de buena fe hace suyo los
frutos y el de mala fe está obligado a restituirlos”[12].
Que el poseedor de buena fe se creyera con derecho sobre el bien por título
diferente al sucesorio. En este caso es de aplicación las normas generales de
derecho real.
En uno u otro caso, como la recuperación del bien ya no procede por haberlo
adquirido un tercero de buena fe y a título oneroso, la ley impone al enajenante la
obligación de restituir al verdadero heredero con un monto equivalente al del
enriquecimiento del primero, que no necesariamente equivale al empobrecimiento
del segundo, puesto que la norma habla de precio de transferencia, no de valor el
bien.
Efectivamente, por ejemplo “los bienes transferidos por el heredero aparente o por
uno de los coherederos a favor de terceros, en el caso que no se puedan reinvindicar
los bienes hereditarios, no son materia de división y partición; sin embargo, el
poseedor de los bienes, dentro de los cuales debe incluirse al sucesor aparente o
coheredero, está obligado a restituir la totalidad o parte del precio al heredero
perjudicado, a tenor de lo dispuesto en el artículo 666 del Código Civil”