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Tan olvidado como su tierra

La historia del general Luis Padilla Abadía

Germán D. Pino Arboleda

El Chocó, es uno de los departamentos más olvidados de nuestro país es la región más
pobre con 2 puntos más arriba del nivel de pobreza nacional con un 28 % según las
estadísticas emitidas en el 2017 por el DANE, pero además de todo esto su historia y la
importancia que tiene en la historia nacional.

Revisando los archivos de la guerra de los mil días, me encuentro con la foto de un
hombre que parece un mambí cubano, es decir un personaje del ejercito independentista
de la isla, uniforme militar y machete de guerra al cinto, reviso un poco más a fondo y
resulta que es un general, su nombre: Luis Padilla Abadía.

Nacido en Quibdó el 8 de abril de 1868 siendo sus padres Emiliano Padilla y de Mercedes
Abadía, es muy poco lo que se conoce acerca de sus primeros años, solo podemos
encontrar datos de este militar durante la guerra de los mil días.

En 1899 recién iniciada la guerra, Padilla es uno de los primeros en organizar el ejercito
rebelde en el Alto Cauca como era conocido en ese entonces el Chocó, ya que, aunque el
Cauca para ese entonces no era un Estado, era el departamento más grande y todo lo
que comprendía Chocó y Valle aun pertenecía a él.

Debido a uno de los problemas más grandes que tuvieron las fuerzas liberales en esta
guerra que fue la constante falta de recursos deciden retirarse a la costa pacífica, entre
ellos Padilla.

Clodomiro Castillo, uno de los más aguerridos jefes liberales de la zona logra entrar en
Quibdó derrotando a las tropas del gobierno y Luis Padilla es enviado a Istmina en donde
logra su primer triunfo sobre los conservadores. Es ascendido a coronel efectivo enviado
junto al general Miguel Ramírez a Panamá en misión especial ante Benjamín Herrera uno
de los principales lideres liberales en la contienda y quien además era el director de la
guerra en la zona del Cauca y Panamá.

Ahí, Padilla siendo coronel comandante de los batallones del Atrato y San Juan en el
istmo es partícipe de la batalla de Aguadulce, una de las más duras de la guerra de los mil
días en Panamá y que es un triunfo decisivo para las tropas rebeldes comandadas por
Benjamín Herrera ocurrida según las memorias del general Lucas Caballero Barrera el 23
de febrero de 1901, y en la que muchos fueron los heridos, las bajas y la destrucción total
del ejercito conservador dirigido por los generales Francisco Castro, Enrique Caicedo
Alban y Ortiz huyeron antes de que finalizara el combate que tuvo más de 500 muertos y
unos 700 capturados.

De regreso al Chocó, Padilla junto a sus compañeros vuelve en una pequeña


embarcación bautizada como “El Gaitán” bautizada así muy seguramente por el jefe
liberal de las guerras del 76 y del 85, Ricardo Gaitán Obeso cuando son interceptados por
una cañonera, la Boyacá fuertemente armada y que tomaba rumbo al sur para combatir a
los liberales en la zona, los de la Gaitán al ser sorprendidos no estaban tan armados
como las tropas del gobiernos y se salvan de naufragar al lograr encallar en una playa
cercana.

Es enviado al sur y en Tumaco vuelve a encontrarse con aquella cañonera que casi lo
hace naufragar cuando venía de su triunfo en Panamá, la “Boyacá”, y ahí participa en el
combate ocurrido en esa población, en la que los macheteros del cauca combaten
ferozmente en el lugar haciendo huir a todo el contingente, incluido el general Alfredo
Vásquez Cobo, quien tuvo que quitarse su guerrera a la hora de lanzarse al agua para
evitar ser identificado como uno de los jefes conservadores.

Durante la guerra de los mil días existió lo que hoy conocemos como cooperación
internacional, se conoce la ayuda de Cipriano Castro en Venezuela, la de José Santos
Zelaya en Nicaragua y también la del general Eloy Alfaro en Ecuador a la que se hará
referencia en esta reseña.

Durante su permanencia en el cauca, Padilla es convocado junto a un grupo de militares


liberales liderados por el general Avelino Rosas para conformar una comisión y dirigirse a
Quito en busca de ayuda del militar y presidente ecuatoriano, ya en la capital logran
reunirse con Alfaro quien les brinda toda la hospitalidad existente además de negar la
orden de extradición que existe en contra de estos expedicionarios. Regresan a Colombia
con el armamento que les dio el gobierno ecuatoriano, pero el temor fue mayor y estos,
deciden arrojar el armamento al mar para evitar problemas con las tropas del gobierno.

La embarcación efectivamente fue requisada pero además de llevar expedicionarios


liberales la razón es otra, una que pesa mucho a lo largo de la historia de nuestro país: la
masonería. El capitán del barco era masón y por esa sospecha detienen el barco y lo
requisa, pero audazmente el marino oculta a los liberales entre los que se encuentra el
entonces coronel Padilla quien también es masón y logra el grado 33 que es el máximo en
esta orden, también conocido como “Rosa Cruz”.

Nuevamente en el Chocó, el general Rosas quien era el jefe civil y militar de San Juan
asciende a Padilla a general y le otorga las tres estrellas distintivas de su nuevo grado,
por esos días participa en el combate de Tadó, una población ubicada al suroriente de
esa región en limites con el departamento de Risaralda que para ese entonces pertenecía
al viejo Caldas.

El nuevo jefe civil y militar del Atrato y San Juan el payanés Simón Chaux, contradiciendo
los principios de libertad y justicia por las cuales lucha el liberalismo, por esta razón las
fuerzas acantonadas en el Chocó desconocen su cargo, por lo cual Chaux deja de ser jefe
civil y militar y en su reemplazo las fuerzas militares solicitan la presencia del general
Padilla quien acepta el cargo colocándose bajo las órdenes del general Benjamín Herrera.

Con este cargo Padilla se encarga de evitar que las fuerzas conservadoras provenientes
de Antioquia invadan el Chocó, ante esto se presenta el combate de Tutunendo, una
población que hoy en día es corregimiento de Quibdó, y que esta ubicada en la vía entre
Medellín y la capital chocoana.

Se dice que este combate fue el más sangriento de la guerra de los mil días en el Chocó,
en donde los liberales sacan a las tropas del gobierno de la iglesia de esa población, entre
las filas del gobierno se encontraba el coronel Rafael Conto y Polo, quien para 1938 aun
se encontraba vivo y dio fe de esta lucha en la que las fuerzas del general Padilla evitaron
la invasión del gobierno y los acorralaron en la iglesia de esa población lugar en donde se
libró ese combate, y que se dice que para la época aun quedaban como vestigio, los
agujeros de bala en las paredes.

Padilla logra contener la guerra un poco más, hasta 1903, en donde continúa con su
cargo de jefe civil y militar del Atrato y de San Juan cuando llega una comisión del
gobierno comandada por los generales Luis Enrique Bonilla, Ayala y Calderón para
realizar el tratado de paz en esa región del país, pero la condición de jefe civil y de militar
no fue reconocida para Padilla quien fue apresado y conducido a la cárcel de Cali en
donde permaneció por un año.
Finalmente el general Luis Padilla Abadía vuelve al Chocó fijando su residencia en Quibdó
en donde fallece en marzo de 1935 habiéndose casado dos veces y es su esposa quien
realiza la reclamación de reconocimiento de su rango y su respectiva pensión al quedar
sola y con seis hijos a quien debió mantener como pudo según lo relata ella misma en
esta petición que le hace al gobierno cuando aparece la ley de 1938 en la que se
reconoce a los veteranos de las guerras civiles.

Este perfil creado, en una época en la que el término “Afro” esta tomando aun mayor
fuerza en nuestro país, pero que son muchos de los personajes de esta etnia los que son
olvidados en los anales de nuestra historia, aun más los provenientes del Chocó una
región que como mencioné al comienzo además de ser las más pobre es la más olvidada,
hasta su propia historia.

Por esto cabe destacar el esfuerzo que se ha hecho por rescatar al escritor chocoano
oriundo de Cértegui, Arnoldo Palacios, otra persona a quien muy pocos lo recordaron y
como la mayoría de afrodescendientes destacados en la historia de nuestro país han sido
reemplazados por personajes y próceres de otras latitudes... ¿Falta de apropiación de
nuestra memoria?

Este escrito tiene como propósito lograr que este tipo de personajes tengan relevancia,
que sean recordados después de su muerte, si, es cierto cuando el general Padilla murió
todas las entidades liberales del Chocó publicaron y enviaron voces de condolencias para
su familia, pero después de eso el no volvió a ser recordado, esta guerra es el preámbulo
del conflicto colombiano que no empezó hace 50 años como muchos piensan sino mucho
antes con las guerras civiles, cuyas razones siempre fueron las mismas: las divisiones
políticas.

Esta guerra va más allá de la pérdida de Panamá, de Rafael Uribe Uribe, Benjamín
Herrera o la batalla de Palonegro, estos acontecimientos deben ser recordados para no
volver a ser repetidos, y personajes como este, en una sociedad incluyente deben ser
renombrados y colocados en los libros de historia.

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