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FERNANDA BEIGEL*
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VIDA, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE LAS "TEORÍAS DE LA DEPENDENCIA"
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1 Wallerstein propone "impensar" las ciencias sociales del siglo XIX, en el sentido de que
muchas de esas suposiciones son la principal barrera intelectual para analizar n algún
fin Int el mundo social. Desde su punto de vista, uno de sus más resistentes y onfusos
legadas es la división del análisis social en tres áreas, tres lógicas, tres "niveles": 1 econó-
mico, el político y el sociocultural. Para Wallerstein, esta trilogía se encuentra en edio del
camino, obstaculizando nuestro progreso intelectual. Ver Wallerstein (2003: 3-6)
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Pocas dudas caben acerca de que lo que se denominó teoría del depen-
dencia se convirtió en un paradigma para las ciencias sociale en esta
parte del mundo. Pero se conoce menos el hecho de que la tegoría
de dependencia tiene una trayectoria bastante larga en nuestr campo
intelectual, cuyos antecedentes se remontan al siglo XIX, mi tras se
desenvolvía el movimiento de la llamada "segunda emancipac n" y el
debate acerca de los alcances de la Independencia. Durante es etapa,
los países latinoamericanos transitaban largos períodos de i stabili-
dad -política, caracterizados por el enfrentamiento de proyect socia-
les. Unos tendían a promover el desarrollo hacia afuera y busca an mo-
dos de integración de nuestras naciones al capitalismo para ab rber el
"progreso" que se creía inminente. Otros favorecían un desarro hacia
adentro, preservando formas de trabajo doméstico, el latifun "o y las
modalidades de producción del período pre-independentista.
Arturo Andrés Roig ha señalado que la cuestión de la " gunda
independencia" puede vincularse con el movimiento de la "e , ncipa-
.
ción mental", que tuvo sus primeros desarrollos en los países tmoa-
mericanos desde fines de la década de 1830 hasta mediados la si-
guíente, con la generación romántica. Para intelectuales como teban
Echeverría, Juan Bautista Alberdi y Andrés Bello, era necesa dejar
atrás la acción "material" o de las "armas", reemplazándola por ás "he-
p
rrami entas de la inteligencia". Para ellos, este era el único me para
acabar con nuestras "cadenas invisibles" que eran, sin más, me talida-
des o formas psíquicas "erradas".
La cuestión de la "emancipación mental" tuvo en Simón olivar
uno de sus precursores, y se bifurcó hacia dos líneas de desarro ideo-
lógico, a lo largo del siglo XIX y durante las primeras décadas 1 XX.
La diferencia central entre estas dos líneas residía en la actitu /de los
escritores respecto de las estrategias que debían ser puestas e juego
para lograr la integración de los grupos sociales y la "unidad na nal".
Unos consideraban que la acción adecuada era la represión, y aM-
festaban un desprecio "cientificista" por el pueblo. Otros preferí una
integración de tipo paternalista, al estilo de los primeros trab 'os de
Alberdi, o de tipo esteticista-elitista, como el caso de José Enriqu Rodó
(Roig, 1979: 351-362).
Luego de la primera emancipación, que nos había libra o del
"enemigo externo", estos escritores creían que la afirmación n ional
dependía de lograr una segunda independencia, esta vez de lo q e fia-
maban el "enemigo interno". ¿Pero, quién era el enemigo interno? ra el
conjur to de hábitos y costumbres "contrarias al progreso". Estos emi-
gos se alojaban en las masas, que quedaban confinadas siempre polo
"bárbaro" e incivilizado. Frente a estas "enfermedades", las elite ecu-
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5 Mani esto lanzado por Ugarte en 1927, citado por Arturo Andrés Roig (2002: 32
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6 En su más reciente libro, The6tonio Dos Santos sintetiza los aportes de estos investiga-
dores y ensayistas. Ver Dos Santos (2002: 29-30).
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7 Para una síntesis del debate feudalismo-capitalismo y de las posiciones de los teóricos de
la dependencia, ver Laclau (1986), Gunder Frank (1987) y Dos Santos (2002).
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8 Hemos tomado como referencia para situar los años más fecundos de estas po1 icas el
año 1967, primera edición de Dependencia y desarrollo en América Latina, de Car so y Fa-
letto, y el año 1979, cuando se cierra el debate Cueva-Bambirra y se publica el "PoTt Scrip-
tum a Dependencia y Desarrollo en América Latina". Sin embargo, varios textos quz pueden
considerarse parte de las teorías de la dependencia fueron publicados antes de 19 y.
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1.
pretaciones similares: la creencia en el condicionamiento mecánico
de la situación político-social interna (o nacional) por el dominio
exterior, y la idea opuesta de que todo es contingencia histórica. En
efecto, ni la relación de dependencia, en el caso de naciones depen-
dientes, o de "subdesarrollo nacional", implica en la inevitabilidad
de la historia nacional volverse el puro reflejo de las modificaciones
que tienen lugar en el polo hegemónico externo, ni éstas son irrele-
vantes para la autonomía posible de la historia nacional (Cardoso y
Faletto, 1975: 162-163).
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a. Más precisamente,
lo que Francisco Weffort llamaba la "posición teórica del problema na-
cional en el cuadro de las relaciones de producción y las relaciones de
clase" (Weffort, 1970: 390). Y es que Weffort no aceptaba la existencia
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a
les atribuían un arraigo teórico todavía fuerte con la problemát a im-
puesta por el desarrollismo. Para Cueva, la relación entre desarro stas y
dependentistas podía ser planteada como de negación y, a la vez, rolon-
gación: si bien pretendían un cambio estructural, ese cambio se o enta-
ba al desarrollo del sistema capitalista y no en el sentido de una t nsfor-
mación global del sistema en el camino del socialismo. Esta dobl con-
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pendencia le parecían cercanos al pensamiento de Marx. Per eso no
ocurría porque eran "marxistas", sino porque encontraban en ta teo-
ría categorías de pensamiento adecuadas a la posición que as ían en
la interpretación de su realidad (Hinkelammert, 1996: 226).
Finalmente, para ir cerrando esta etapa de vitalidad, no sólo de
las teorías de la dependencia, sino del campo intelectual en su conjun-
to, cabe destacar otra arista polémica que terminará de recon. truir el
mosaico de las corrientes heterogéneas que caracterizaban al c po de 4
itas ciencias sociales latinoamericanas hacia los años sesenta y etenta. D V: r ..' ( ‘4...„‘ ,
¡Estarnos pensando en la confrontación entre quienes consid aban a ,1
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-- ! las teorías de la dependencia como una lectura original de nueslra rea- 1 r
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en la teoría del imperialismo. Era otro modo de volver sobre ..' s rela- j r . ,,,,_ :.-1(
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ciones entre dependencia y marxismo, la implantación del cap: alismo
en América Latina, la existencia o no de una "teoría de la depen encia"
unitaria y homogénea; en fin, rozaba la cuestión del eurocentrl mo en
la teoría y en la historia.
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Horacio Cerutti Guldberg se internó en este debate desde la filo-
sofía de la liberación y propuso pensar la dependencia como categoría tyr •
descriptiva, antes que como teoría, enfatizando la caracteriz. 'ión de
'situaciones de dependencia". Según Cerutti, detrás de la catee iría de
dependencia no hay una explicación sino una situación a explica . Aun-
que 5.e declara en contra de hablar de "una teoría de la depen • ncia",
Cerutti le reconoce una especificidad, que se halla en la diferen lación_
entre situaciones coloniales y no coloniales. Cuando se habla de • epen-
-dén-Cia se habla de "Modalidades- de inserción de ciertas socied cies en
él sis-:ema imperialista" (Cerutti Guldberg, 1992: 111-112).
- ' Entre los estudios realizados en centros de investigació euro-
peos, puede destacarse uno de los primeros "balances" de la c • egoría
de la dependencia, que también procuraba indagar acerca de espe-
cificidad de estas teorías. Nos referimos al ensayo de Ignacio otelo,
publicado en 1980, en el que se rescataba uno de los principales logros
de estas teorías. Se trataba de la afirmación de la "unidad cons "utivan
tanto del mundo hegemónico como del subordinado: "ambos n sur-
gido y se han consolidado en un mismo proceso histórico, el des liegue
del capitalismo, y con él la configuración de un mercado mundia y una
división internacional del trabajo". Sin embargo, en general, Sote o des-
tacaba más las ambigüedades que los aciertos. La sobrevalora ion de
la perspectiva de lo nacional, con menoscabo del análisis de das ', no le
resultaba convincente. La teoría de la dependencia le parecía u repe-
tición de la teoría del imperialismo. Pero con un agravante: por s r una
mirada desde los países periféricos perdía, a su juicio, la perspe va de
la totalidad. El investigador del Centro de Investigaciones Socio gicas
1
de Madrid no sostenía coherentemente este punto de vista a 1 largo
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del ensayo, pero abogaba, junto con otros teóricos, por un análisis de
"situaciones concretas de dependencia" que contribuyera a tomar dis-
tancia de los modelos abstractos y del monismo causal (Sotelo, 1980:
78). Más adelante veremos cómo este tipo de crítica estaba particular-
mente atravesada por una noción eurocéntrica de la "universalidad" y
una pretensión igualmente abstracta de "totalidad".
De este recorrido que venimos haciendo surge que entre las di-
versas corrientes dependentistas y sus críticos había tanto sutiles ma-
tices como diferencias gruesas. Pero las discusiones se enredaron bas-
tante. Poco antes de cancelado el período de la sociología crítica, las
teorías de la dependencia podían ser vistas como una reiteración de la
teoría del imperialismo, o como una mirada propiamente periférica,
atenta a las especificidades de la dominación capitalista. Pero hasta los
autores más reticentes para con ellas consideraban que la explicación
del subdesarrollo se hallaba en una estructura mundial desigual, orga-
nizada en centros y periferias. Hablaban de un proceso en el cual las-1
1 burguesías de los estados más poderosos abusaban de las naciones eco-
1 nómicamente débiles, perpetuando y ahondando esa debilidad, para re-
(Ij..y-Cr /-1 producir en escala ampliada —aunque con modalidades cambiantes— los
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L mecanismos básicos de explotación y dominación.
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/ ' DESARROLLO DEPENDIENTE Y DEMOCRACIA RESTRINGIDA (MUERTE)
Ya en 1974, Fernando Henrique Cardoso había introducido el tema
del desarrollo dependiente y la posibilidad de compatibilizarlo con la
democracia representativa, que se convertiría en el objetivo central de
muchos intelectuales que vivían bajo estados autoritarios. Los enemi-
gos de la democracia no eran ya el capital internacional y su política
expropiadora de nuestros países, sino el corporativismo y la burocracia,
que habían limitado la negociación en el nuevo nivel de dependencia.
Según relata irónicamente Immanuel Wallerstein, esta concepción tra-
taba de interpelar a los sectores progresistas impulsándolos a creer que
"con un poco de paciencia y sabiduría en la manipulación del sistema
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Pero veamos más de cerca este mito que se fue forjando -irededor
de la teoría de la dependencia. Acusarla de "simplista" era tam o tén una
1.4orria de decir "ideológica". En un sentido peyorativo, desac ditaban
la calidad de la teoría dado que se posicionaba supuestamente desde la
investigación científica pero promovía básicamente un cambip de sis-
tema. De esta manera, estos críticos que argumentaban en fa.or de la
"neutralidad valorativa" contribuían a opacar la existencia rea. de rela-
cion es de dominación a nivel internacional. Esta no era la prierar; vez
que surgía una corriente cientificista que intentaba separar taja i temen-
te ideología y ciencia en la historia del campo intelectual latinoamerica-
no'2. Tampoco será hoy la primera vez que un cambio en las co iciones
políticas e ideológicas vuelva a ponerlas en diálogo. Resulta 3 rgente,
entonces, desmontar esta especie de elefantiasis construida s[ bre las
deficiencias del dependentismo, por cuanto no sólo se inspira ert el com-
bate contra toda forma de articulación entre teoría y política, no que
obtura nuestro propio acervo intelectual como latinoamericanci.
Entre 1960 y 1980, las ciencias sociales no tenían el mism acceso
a la comunicación que tuvieron después, por lo cual, mientras el mito de
la teoría "simplista" fue ganando las conciencias, gran parte de 'as inda-
gaciones acerca de las "situaciones de dependencia" quedaron ipresas
en mimeógrafos, relegadas en polvorientos archivos de los centros de
investigaciones. Una sincera reflexión y una honesta denuncia acerca de
las connotaciones ideológicas de esta derrota académica fueron encabe-
zadas por Agustín Cueva, uno de los intelectuales que más ser'p.mente
había discutido los pilares de las teorías de la dependencia. A 4sar de
haberles atribuido un conjunto de debilidades teóricas, especialmente
en lo atinente al diagnóstico del capitalismo latinoamericano, ecua-
toriano declaraba compartir con la mayoría de los dependentis as una
posición teórica crucial. Se refería a la postulación de que la d ilidad
inicial de nuestros países se encontraba en aquel plano estructur por el
cual quedó concluido el proceso de acumulación originaria y con orma-
da una matriz económico-social, a partir de la cual tuvo que organizarse
la vida de nuestras naciones (Cueva, 1990: 13-35).
Esta posición y su particular atención a los momentos de rearti-
culación de alianzas políticas a nivel continental le permitieron poner
en perspectiva los airados debates de los setenta. En 1988 aclar ' públi-
camente que su trabajo crítico del dependentismo se había situi clo en
una discusión en el interior de la izquierda, y que nada tenía que ver
con los posteriores ataques al enfoque de la dependencia por parte de
12 Con respecto a la distinción entre ciencia e ideología en las ciencias sociales lat n oame-
ricana.s, puede verse González Casanova (1985: 25-34), Velasco Abad (1990), Sosa Elízaga
(1994: 7-24) y Osorio (1994: 24-44).
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tero, 1.gados a la tradición latinoamericanista; por la otra, los trabajos de Walte Vlignolo,
identificados con la perspectiva poscolonial de la academia norteamericana. V Fernán-
dez Retamar (1971; 1993); Montero (1991) y Mignolo (2000: 55-85).
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CONSIDERACIONES FINALES
20 Esta propuesta está plasmada en el proyecto "La circulación internacional de las teo-
rías de la dependencia", que estamos ejecutando con el fin de rastrear los estudios sobre
la problemática de la dependencia y las redes presentes en más de cincuenta colecciones
de revistas, centros de investigación, redes editoriales, fundaciones, entre otras tancias
culturales creadas durante el período 1959-1979.
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BIBLIOGRAFÍA
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