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Un día más

Bronceado nocturno
El cielo se nubla bajo el sol de primavera y las estrellas parpadeantes ocultan su luz.
¿Qué se siente morir? Esa pregunta ha estado rondando por la mente de Noah las últimas
semanas. Su madre pareció preocupada cuando se lo preguntó, al parecer a los adultos no
les gusta hablar del tema. Decidió buscar algún libro que resolviese aquella duda, pero hasta
ahora no ha tenido éxito.
“¡Noah!”
Su madre lo llama, es hora de cenar. Noah se levanta de su cama perezosamente mientras
sostiene el libro que ha estado leyendo en sus manos con la esperanza de encontrar en esos
últimos segundos algo prometedor, pero resulta infructuoso. Su madre vuelve a llamarlo por
segunda vez, así que decide dejar el libro lleno de palabras complicadas y bajar al comedor
antes de una tercera llamada. Una tercera llamada de parte de su madre puede llegar a ser
peligroso, es una regla de oro que ha aprendido en sus cortos 10 años de vida. Baja corriendo,
pero intentando que no se escuchen sus pasos apresurados, se estremece al pensar en los
gritos de su madre si descubre que ha estado corriendo por las escaleras.
“¡Ya voy mamá!”
El almuerzo transcurre sin mayor incidente, su madre le pregunta si está bien y él responde
de manera afirmativa. Ha estado algo preocupada desde que le realizó la dichosa pregunta y
ahora cree que tal vez fue un error hacerla. Le vuelve a asegurar que todo está bien, pide
permiso para ir a visitar a David y halaga las artes culinarias de su madre, eso siempre logra
ponerla feliz. Ella solo sonríe, le da permiso, pero nota en su mirada esa sombra de
preocupación acentuarse al mencionar a David. A veces desearía que las cosas fuesen
diferentes, pero la vida es como es…o al menos, eso dice David.
Termina de almorzar, lava su plato y se va a cepillar los dientes. Cuando está listo, se dirige
hacia su madre y camina con ella hacia el auto. Su madre es una mujer relativamente joven,
a sus treinta y seis años ha logrado conseguirse un nombre en su trabajo. Las cosas no han
sido fáciles, él lo sabe. No conoció a su padre, a su mamá no le gusta hablar mucho al
respecto, pero sabe que el hombre un día se fue y no volvió. Lástima, o tal vez no. Su mamá
se esmera en el trabajo y en él, la nota cansada a veces, pero siempre le brinda una sonrisa
y se esfuerza para que nada le falte.
Mientras su madre conduce hacia el hospital, Noah piensa. Pensar, él decide, es una manera
fácil de pasar el tiempo en un transporte. Sus reflexiones lo llevan a David, su amigo ha estado
en el hospital muy seguido. “Conozco este lugar como la palma de mi mano, prácticamente
vivo aquí” y probablemente sea cierto, sin duda sabe los mejores escondites y hasta los
mismos doctores se vuelven cómplices de sus aventuras. Sin embargo, últimamente las
cosas han cambiado, David parece más cansado y ya no tiene ánimos de corretear por el
hospital. Tal vez las reprimendas de sus padres cada vez que ellos se escondían por ahí han
surtido efecto.
De todos modos, hoy él tiene un plan. David se ve muy pálido, se lo ha comentado y los dos
están de acuerdo en que, dentro de poco, si la situación no cambia, su apariencia se
asemejará a la de un muñeco de nieve escuálido. Noah está decidido a ayudar, ha indagado
por ahí cómo agarrar algo de color. Las respuestas de sus maestros no lo convencen del
todo: comer frutas y vegetales. Los cuchicheos de las muchachas de grados superiores, por
otro lado, le han dado una idea: Bronceado. Tal vez lo que David necesita es un bronceado,
pero su piel sensible dificulta esa tarea. Sus padres han ido restringiendo sus salidas en horas
de sol cada vez más, tal vez por eso su amigo está perdiendo color. Pero Noah tiene una
idea, según él, grandiosa. Leyendo en sus libros escolares, descubrió que la luna refleja la
luz del sol, es por eso que brilla. Así que se puso manos a la obra: revisó el calendario, hoy
sería luna llena, un día perfecto para recibir el brillo de sol nocturno, como ha decidido
llamarlo. Y si eso no funciona… bueno, por si acaso se ha guardado una manzana en su
mochila como “plan B”, tal vez una fruta roja lo ayude a agarrar color… quizá debió traer
fresas.
Su madre estaciona el carro y ambos bajan, se dirigen a la habitación de David, saludan a
sus padres: el señor y la señora Torres y mientras los adultos se dirigen hacia un lugar más
apartado para hablar, él aprovecha para decirle su plan a David. Hoy se encuentra un poco
más pálido de lo normal y eso es decir mucho. Noah le pregunta cómo estará mañana: es
una costumbre, a David no le gusta que le pregunten cómo se encuentra, está cansado de
escuchar eso una y otra vez y, aunque diga que está bien, de todos modos no le creen… lo
peor, según le dijo llorando alguna vez, es que la respuesta real siempre es “no”. Por eso
Noah empezó a preguntar “¿cómo estarás mañana” en vez de “¿cómo estás?”, porque
mañana siempre es otro día y uno nunca sabe… quizá, con un poco de suerte, la respuesta
vaya a cambiar. David le responde con una sonrisa que mañana estará mejor
“y más bronceado” añade “claro, si tu plan funciona”
“funcionará, vamos, ya casi es hora”
Ayuda a David a levantarse y ambos caminan lentamente hacia la puerta. Los adultos siguen
enfrascados en su conversación y Noah cree ver a la mamá de David llorar, pero no dice
nada. Su amigo se pone tenso, pero no dejan de caminar, pasan por un corredor y otro y
luego simplemente se deja guiar por David, él conoce qué atajos tomar. Para cuando llegan
a la azotea, ambos están cansados, pero satisfechos. Noah se pone manos a la obra: abre
su mochila, despliega una manta, saca unos trozos de cartón forrados con aluminio que él
mismo ha construido para la ocasión y ambos se echan para recibir los rayos de luna. Sin
darse cuenta se quedan dormidos hasta que una luz brillante los despierta abruptamente. Un
guardia de seguridad los está apuntando directamente a la cara con una linterna, Noah sabe
que se han metido en problemas cuando al rato aparecen los padres de David y su madre,
los tres se ven molestos y con rastros de lágrimas en el rostro.
Para cuando están de regreso a la habitación de David, Noah piensa que tal vez no fue una
gran idea. Su amigo no ha parado de toser desde que se despertó y en algún momento
escupió sangre. Los padres de David están abrazos mientras la doctora les habla, no parecen
estar recibiendo buenas noticias, su madre toavía no le ha dicho nada, pero sabe que estará
en problemas cuando llegue a casa. Cuando llega la hora de irse, se despide del señor y la
señora Torres y pide perdón por lo ocurrido nuevamente, ambos lo miran de una manera que
no logra descifrar y le devuelven el pedazo de cartón que le había dado a David. Cuando les
dijeron qué hacían a la azotea a esas horas de la noche, ambos se pusieron a llorar aún más
fuerte y todavía no logra entender por qué. Le comentan que no podrá despedirse de David
hoy, pero que lo vieron con un poco más de color y le dan una sonrisa acuosa, él sabe que
mienten, se veía incluso más pálido que como lo encontró y con los labios ligeramente azules,
pero no dice nada. Su madre también se despide y ambos se dirigen hacia la salida, pero
antes de llegar Noah regresa corriendo, mete la mano en su mochila y saca la manzana que
tenía, les dice que era el plan B y que espera que al menos eso lo ayude un poco, luego
regresa corriendo con su madre. No ve a los padres de David mirarlo con ternura, ni a la
señora volver a derrumbarse en llantos en los brazos de su esposo.
El día ha acabado y no resultó como esperaba, de camino a casa mira el cielo y nota que las
nubes han tapado la luna, parece que empezará a llover muy pronto y ya no logra vislumbrar
ni una estrella en el cielo nublado. Supira y vuelve a mirar el camino, por alguna razón le han
dado ganas de llorar. David suele decir que las cosas estarán mejor mañana, pero siente que,
de alguna manera, esta vez será diferente… esta vez, habrá un mañana más gris y quizá
hasta el sol no se anime a salir. Su madre debe estar muy cansada, porque al llegar a casa
no le dice nada, solo lo abraza con fuerza y, mientras el da rienda suelta a sus lágrimas, su
madre cierra los ojos y se pone a llorar también. Ambos se quedan dormidos en esa posición
en su habitación, con la ventana abierta y el piso lleno de recortes de cartón y papel aluminio.

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