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FACILITADOR
Prof. José Clemente Hernández
PARTICIPANTE
Jesús Galindo
V- 11.093.407
Para el Autor: Mauricio Ferrara: es un acuerdo de dos o más personas con el fin de
constituir una relación jurídica reconocida por la ley.
Es una convención entre dos o más personas para constituir, reglas, transmitir,
modificar o extinguir entre ellas un vínculo jurídico.
4. Causa licita: las partes deben actuar en razón de lo que está fijado por la ley,
la cual será necesario para perfeccionar el contrato. Si es contraria a la ley
será ilícita. ART. 1157.
Capacidad: no deben ser declaradas incapaces, por la ley–no menores de edad, los
inhabilitados y los entredichos.
No debe existir error dado o violencia, pues de ser así será propicio para anular el
contrato.
SEGÚN ESTÉN O NO DISCIPLINADOS POR LEY:
Los contratos que tienen por objeto bienes intelectuales constituyen, regularmente,
contratos innominados o atípicos. Ello significa que la mayoría de estos contratos no
están expresamente regulados por la ley. Sin embargo, como todo contrato, están
regidos por los principios generales que rigen en materia contractual. Ahora bien, uno
de estos principios generales que rigen los contratos es el principio de autonomía de
la voluntad. Este principio reviste gran relevancia dentro de la Teoría General de los
Contratos, y en materia de contratos de Propiedad Intelectual su importancia es
claramente perceptible, ya que una de las consecuencias más importantes de este
principio consiste en la posibilidad de que los particulares celebren convenciones de
cualquier tipo, aún no reglamentadas expresamente por la ley. Es así como sirve de
fundamento para la existencia de contratos innominados, como los contratos de
franquicia, los contratos de espectáculo e informáticos.
Los contratos atípicos van tomando relevancia, con mayor énfasis en la contratación
comercial, financiera y jurídica, como consecuencia de las relaciones económicas
comerciales en el mundo globalizado. Estos contratos se denominan atípicos por no
estar legislados en nuestro ordenamiento jurídico aunque se han ido incorporando de
manera aún limitada por los principios de licitud y buena fe que tienen las relaciones
contractuales regidas por las reglas de autonomía de la voluntad que las partes
contratantes implementan para enfrentar y mejorar su productividad y competitividad,
en el caso de las empresas.
Entendida la figura del contrato nominado como el que está expresamente previsto y
regulado por el ordenamiento jurídico positivo, tiene sus antecedentes en el Derecho
Romano clásico, donde no solo se conocía una figura general del contrato sino
contratos singulares; es decir, cada uno con su propio nombre. Los códigos
tradicionales recogieron este concepto al distinguir entre contratos que tienen una
denominación propia de los que no la tienen, por ello estarían dentro de los contratos
innominados aquellos creados por las partes sin base en el derecho positivo para
regular una situación específica que pueda ser única y pudiera no volver a repetirse.