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CESFÚTBOL

CENTRO DE ESTUDIOS SUPERIORES DE FÚTBOL


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CURSO DE ESPECIALISTA
EN TÁCTICA Y DIRECCIÓN
DE EQUIPOS DE FÚTBOL
Dirigido a Entrenadores de Fútbol Titulados

Curso 2009 2ª promoción

MÓDULO 3
MODELO DE JUEGO: EJERCICIOS
ESPECÍFICOS DE ENTRENAMIENTO

Profesor: Jorge F. F. Castelo


CESFÚTBOL ESPECIALISTA EN TÁCTICA Y DIRECCIÓN DE EQUIPOS DE FÚTBOL
Curso 2009 2ª promoción

MÓDULO 3 MODELO DE JUEGO:


EJERCICIOS ESPECÍFICOS DE ENTRENAMIENTO

Profesor: Jorge F. F. Castelo.


Entrenador Nacional de Fútbol, nivel III.
Doctor en Ciencias del Deporte.
Profesor de Metodología del Entrenamiento
en la Universidad de Lisboa.
Ex-Entrenador Adjunto del Benfica y del Sporting de Lisboa.

Traducido del portugués al castellano por:


JUAN SALVADORES CANEDO
Entrenador Nacional en Fútbol, nivel III.
Máster Profesional en Fútbol.
Máster en Psicología de la Actividad Física y del Deporte.
Licenciado en Geografía e Historia.

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Curso 2009 2ª promoción

Índice

1.- INTRODUCCIÓN

2.- CONTENIDOS

PROGRAMA TEÓRICO

Capítulo 1.- Fútbol, juego complejo

Capítulo 2.- Fútbol: Modelo de juego

Capítulo 3.- Fútbol: Metodología específica de entrenamiento

Capítulo 4.- Concepción del ejercicio de entrenamiento

Capítulo 5.- Componentes estructurales del ejercicio

Capítulo 6.- Condicionantes estructurales del ejercicio

Capítulo 7.- Taxonomía de los ejercicios de fútbol

PROGRAMA PRÁCTICO

1º.- Ejercicios de preparación general


2º.- Ejercicios específicos de preparación general
3º.- Ejercicios específicos de preparación

3.- ANEXO: ENTREVISTA A JORGE F. F. CASTELO.

4.- BIBLIOGRAFÍA

5.- CUESTIONARIO DE EVALUACIÓN

6.- TRABAJO TEÓRICO-PRÁCTICO DEL MÓDULO

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1.- INTRODUCCIÓN

La idea subyacente de la construcción de métodos de entrenamiento se basa


en la necesidad imperiosa de ordenar, direccionar, racionalizar y moldear
correctamente los medios de aprendizaje, perfeccionamiento y desenvolvimiento de
los practicantes de las diferentes modalidades deportivas. Los métodos de
entrenamiento han de ser un instrumento técnico-pedagógico operacional valioso
para el trabajo de los entrenadores y para el desarrollo de sus practicantes,
haciendo las acciones de ambos más eficaces y eficientes.

Para diferenciar, clasificar y emplear los ejercicios de entrenamiento


específicos existentes, no se puede utilizar como dispositivo un instrumento
operacional que no refleje los elementos lógicos propios de las diferentes
modalidades deportivas. Desde esta perspectiva, los métodos de entrenamiento
deben recoger el análisis y el conocimiento de la lógica interna de cada modalidad, y
no basarse en la imposición inespecífica de procesos y métodos de entrenamiento
importados de otras realidades, que nada tienen que ver con la modalidad deportiva
que se esté entrenando. Los métodos de entrenamiento en fútbol tendrán que ser
determinados por un conjunto de reglas que estarán basadas en un modo de pensar
y hacer, con la finalidad de agrupar diferentes ejecuciones sistemáticas
fundamentales, las cuales derivan del análisis exclusivo del contenido y de la
contextualidad situacional en que éstas son realizadas. En un análisis de carácter
estructural: contenido-contextualidad o comportamiento-situación, que caracterizará
los elementos esenciales de una similitud o diferencia de los métodos de
entrenamiento que cuando los llevamos a la práctica buscan alcanzar diferentes
objetivos de carácter motor (técnico), físico (capacidades condicionales), intelectual
(táctico) y social (relaciones de compañeros y oposición). Siendo éstos previamente
definidos. Desde este ámbito establecemos tres grandes familias de ejercicios de
fútbol:

1.- Los ejercicios de preparación general,

2.- Los ejercicios específicos de preparación general,

3.- Los ejercicios específicos de preparación.

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2.- CONTENIDOS

PROGRAMA TEÓRICO

CAPÍTULO 1.- FÚTBOL, JUEGO COMPLEJO

El fútbol es un juego fácil de entender, principalmente en lo que se refiere a


sus objetivos, a las variadas formas de intervenir sobre el balón y a las relaciones
básicas entre compañeros y adversarios en las fases ofensiva y defensiva. Su
aparente simplicidad esconde un fenómeno que se asienta en una lógica compleja,
en virtud de la contextualidad que envuelve cada instante/momento del juego, fruto
de innumerables fuentes de incerteza, tales como los compañeros, los adversarios,
el balón, etc. Desde estas formas de incerteza radicadas en un universo de
posibilidades de respuesta de dominio estratégico, táctico y técnico, se desarrolla
toda una aleatoriedad, imprevisibilidad y transitoriedad de situación a situación, que
induce a múltiples decisiones, acciones e interacciones plausibles.

Independientemente de nuestros paradigmas, ideas, convicciones y


concepciones, la verdad es que hemos asistido, a lo largo de los tiempos, a una
constante evolución del juego del fútbol, evolución marcada, por un lado, por la
formación de los jugadores jóvenes -que deriva de la lógica interna del juego del
fútbol-, y, por otra, por el estudio de los altos niveles de rendimiento que nos
muestran los equipos y selecciones de élite en los torneos más prestigiosos. A pesar
de esta evolución, el análisis del fútbol se ha descompuesto en parcelas más o
menos amplias, con una mayor concentración de estudio en determinadas áreas, y
por la utilización de variables que no siempre se ajustan a lo que es la realidad del
juego. De todos modos, es normal esta parcelación en el estudio, y, por otro lado, no
es menos cierto que tal pluralidad de abordajes refleja una enorme vitalidad.

A. El paradigma físico y condicional. Pese a la realidad del juego, lo cierto


es que los estudios sobre fútbol comenzaron por la línea más “fácil” y visible, o sea,
por la valoración de estadísticas, buscando la relación causa/efecto a partir de cifras.
El análisis del fútbol ha sido colonizado durante mucho tiempo por los paradigmas
biológicos, o sea, las capacidades físico-condicionales de los jugadores, creándose
modelos diseñados con la intención de saber, entre otras cosas:
(i) las distancias recorridas y sus intensidades, en función de las misiones
tácticas,
(ii) las capacidades de absorción máxima de oxígeno y sus diferentes niveles
en función de intensidades del esfuerzo,
(iii) las capacidades de seguir trabajando aún en estado de fatiga, y las
formas de recuperación,
(iv) la posibilidad de descomponer los diferentes factores de preparación,
desde la perspectiva de que mejorando cada uno de ellos mejorarán todos en cierta
medida.

En todo caso, son criterios de análisis propios de deportes individuales, en los


que las tareas a desenvolver no son significativamente influenciados por tantas

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circunstancias como sucede en el fútbol (compañeros, rivales en oposición directa y


simultánea, balón, arbitraje, meteorología, etc.). Este enfoque de estudio, seguro en
el sentido de que es relativamente fácil y los instrumentos de medida son cada vez
más precisos, no atiende realmente a la esencia del juego; luego, por muy fiable que
sea estadísticamente, no tiene gran utilidad práctica. Ni siquiera estadísticas técnico-
tácticas, basadas en frecuencias y cantidades, tienen gran extrapolación al juego
real.

B. El paradigma estratégico y táctico. La aproximación más importante al


juego deriva del análisis de los aspectos relativos a la contextualidad situacional de
cada momento, el cual es generado por aspectos de orden estratégico y táctico. De
esta forma de análisis nacen propuestas para analizar el juego real desde la
confrontación “juego” (contexto) versus “jugador” (decisión y acción). Desde ahí sí
podremos descifrar el juego y crear renovadas metodologías de entrenamiento, que
creen adaptaciones realmente útiles para la mejora del rendimiento. El fútbol tiene
un problema esencial, y es de naturaleza informacional acerca de lo estratégico y lo
táctico, ya que el jugador ha de saber siempre qué hacer en aras del colectivo, para
a partir de ahí poder decidir y ejecutar ajustadamente. Información, conocimiento,
decisión y acción, esto es lo que marca la pauta de la evolución de los jugadores y
equipos. Por tanto, el estudio del juego del fútbol ha de ser efectuado teniendo en
cuenta su complejidad y las múltiples interrelaciones que presenta un juego tan
“abierto” y vitalista.

1. Juego de dimensiones estratégicas y tácticas

En el juego del fútbol, los jugadores están agrupados en dos equipos en una
relación de confrontación, denominada de rivalidad deportiva. Durante ella, los
equipos luchan por la posesión del balón, con el objetivo de introducirlo el mayor
número posible de veces en la portería adversaria y evitar que suceda en la propia,
con vistas a ganar el partido. Los jugadores se enfrentan en forma directa y
deliberada, intentando que sus acciones e interacciones desorganicen en todo
momento al rival, y que las de éste no desorganicen a su propio equipo.

A. Dos dimensiones para un mismo fin. Los equipos se enfrentan


colectivamente, planificando y coordinando sus acciones respectivas en relaciones
antagónicas de ataque/defensa. El juego se desenvuelve a través de situaciones
problemáticas y contextuales, en la que se impondrá el equipo cuyos jugadores:
(i) respondan eficazmente a las constantes modificaciones en que están
inmersos, y que nacen de la combinación regularidad/aleatoriedad, y
(ii) organicen mejor colectivamente.
Para concretarlo eficazmente, usan dos dimensiones, una de orden estratégico y
otra de orden táctico.

1.- Del lado de la concepción: la estrategia. La planificación estratégica


presupone un conjunto de operaciones lógicas integradas en aras de que la
organización dinámica del equipo sea lo más afinada y eficaz posible. La
preparación estratégica, más que establecer detalles puntuales y temporales en la

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funcionalidad del equipo, debe atender a la creación de contenidos de entreno que


recreen las condiciones, particularidades y diversidades propias del juego
futbolístico real. Desde luego, siempre habrá ajustes, dado que es imposible
abarcar y controlar todas las situaciones del juego, pero sí es factible crear un
marco general que nos permita un mínimo de certidumbre. Un ejemplo concreto
puede ser un córner en el que los rivales colocan dos jugadores en nuestro primer
palo, lo cual puede obligarnos a ciertas modificaciones; ello es compatible con
nuestras pautas generales, y de hecho en los entrenamientos se puede y debe
trabajar para que los jugadores entiendan las variabilidades y desarrollen su
capacidad para enfrentar situaciones puntuales diversas.

2. Del lado de la ejecución: la táctica. Presupone la existencia de una


concepción unitaria para el eficaz desarrollo, durante la competición, de una forma
específica de jugar (denominada normalmente modelo de juego). La táctica tiene
carácter operativo, y está enfocada a desarrollar nuestro juego organizada y
eficazmente, desbaratando a la vez la organización del rival. Factores de índole
táctica son:
(i) las variabilidades meteorológicas (lluvia, viento, etc.)
(ii) las condiciones del terreno de juego (tipo, estado, dimensiones, etc.)
(iii) el resultado numérico puntual del tanteador
(iv) el momento temporal del partido
(v) las modificaciones tácticas del rival (substituciones, cambios de funciones
tácticas de sus jugadores, etc.).

Todos estos factores determinan que haya que aplicar, para nuestro equipo,
variaciones adaptativas (cambio de misiones tácticas, substituciones, etc.).

B. Dos dimensiones en una misma respuesta motora. Las respuestas a las


situaciones de juego se basan en las acciones individuales, (que deben siempre
enmarcarse en un proyecto colectivo), y por los imponderables que advienen de la
aleatoriedad, imprevisibilidad y transitoriedad del propio juego. Las acciones
individuales y colectivas no son un fin en sí mismas, pero son los medios para que
los jugadores y el equipo materializan sus intenciones tácticas y aptitudes
estratégicas, en la busca de una meta común. El desarrollo de las acciones de
respuesta a los problemas que plantean las situaciones de juego tiene objetivos:
(i) inmediatos, para lo que la toma de decisión es básica (“decidir bien y deprisa)
(ii) puntuales, porque se desarrollan específicamente para una situación (“las
situaciones ser repiten, sin ser idénticas”), y son:
(iii) limitados en el tiempo, debido a la rápida transitoriedad de una conjetura de
juego a otra (“decidir bien y deprisa”, otra vez).

Este hecho obliga a los jugadores a apelar constantemente a las tradicionales


dimensiones del juego:

1. Estratégica. La toma de decisiones se debe someter a los objetivos generales


del equipo en la competición, e incluso, más específicamente, teniendo en
consideración los acontecimientos y consecuencias del desarrollo de un partido
dado. Esto significa que aspectos como tiempo de juego, resultado, lesiones,

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arbitraje, etc., han de ser tomados en cuenta por cada jugador y el equipo en
conjunto para elaborar respuestas adaptadas.

2. Táctica. Que envuelve la toma de decisiones en un marco más o menos amplio,


siendo condicionada por:
(i) las acciones del equipo rival (marcajes, presión, etc., que reducen el abanico de
nuestras posibles respuestas)
(ii) las acciones de los jugadores de nuestro equipo (apoyos/rupturas que
aumentan el abanico opcional del poseedor), y
(iii) la capacidad técnica específica del atacante poseedor (ya que éste no debe
optar por ejecuciones que exceden sus capacidades).

3. Técnica. Se define como “la producción de respuestas motoras efectivas y


adaptadas a la situación de juego”. Existe multiplicidad de procedimientos técnicos,
en función de ser o no el poseedor del balón, la distancia a las porterías, el estar o
no en la zona central del juego, la temporización táctica del momento, etc.

4. Fisiológica. Cada acción motora se soporta por la activación corporal, lo cual


implica un gasto energético, sabiéndose que en el fútbol alternamos intensidades
de esfuerzo y que no es posible una recuperación plena entre esfuerzos y durante
el partido.

5. Psicológica. Dimensión que depende, en un sentido amplio, de la voluntad, los


afectos y las emociones de los jugadores. Actualmente, la predisposición mental
para actuar se considera fundamental para el rendimiento, muy especialmente en
las competiciones de élite.

2. Juego abierto, dinámico y complejo

El juego de fútbol es un todo que no se reduce a la suma de sus partes. Ello


presupone que el todo manifiesta cualidades que no contiene cada parte aislada.
Desde esta perspectiva, el fútbol se desarrolla subordinado al concepto de sistema,
definido por el conjunto de elementos (partes) y su interacción dinámica, que resulta
de la asociación de esos mismos elementos, para conseguir un fin determinado.

A. Apertura y finalidad del sistema. El juego futbolístico se relaciona con la


dinámica de su entorno (medio), esto es, efectúa intercambios -esencialmente de
carácter informativo- con el exterior. Este intercambio es constante, e implica el
continuo enriquecimiento del jugador, dada su capacidad de aprender de las nuevas
situaciones.

1. Cada momento de juego se desarrolla de un estado organizacional a otro.


El juego se desarrolla a través de un conjunto de rupturas entre estados
organizacionales, rupturas que surgen de las limitaciones de cada estado
momentáneo del sistema dado. Ello deriva del hecho de que las acciones de los
elementos de cada equipo buscan, simultáneamente, dos objetivos:

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(i) mantener la organización interna de su equipo, pese a las renovaciones y


mutaciones contextuales, y,
(ii) romper la organización interna del rival, intentando llevarle al desorden por
medio de acciones motoras variables.

La acción de los elementos de cada equipo es fuente recíproca de


perturbaciones, siendo caracterizada “por una sucesiva alternancia de estado de
orden y desorden, estabilidad e inestabilidad, uniformidad y variedad” (Garganta,
2001). En otras palabras, el juego se desarrolla en la frontera del
desequilibrio/desorden y el equilibrio/orden. Aún más, es el desequilibrio el que
alimenta en realidad al sistema, el cual se mantiene en un aparente equilibrio y
continuidad, en un estado de “steady-state”, a la vez firme y frágil. El fútbol es un
juego de desequilibrios, de dinamismo estabilizado, de sistemas que nunca llegan
al equilibrio; en suma, de situaciones que “casi” se repiten cíclicamente, que se
parecen muchísimo, pero nunca son idénticas.

2. Cada momento del juego contiene en sí mismo acontecimientos inéditos.


“Atreverse” implica perder el equilibrio momentáneamente. Un equipo que no “se
atreve” nunca gana. En cada momento de desequilibrio, el sistema recurre a
procesos espontáneos de reorganización (auto-regulación), expresando nuevos
patrones estructurales y comportamentales. Cualquier perturbación, por mínima
que sea, afecta al estado general del sistema, y la consecuencia final es que,
cuanto más capacidad de adaptación al cambio tenga un sistema, más opciones
tiene a predominar, a sobrevivir. Siendo el fútbol caracterizado por su apertura
sistemática, donde cada “momento” es novedoso, marcado (no confundir con
“determinado” absolutamente) por el pasado, cada momento influye en el futuro,
pero provoca simultáneamente la aparición de acontecimientos inéditos, que no
son derivados necesaria y específicamente del pasado. Según este postulado, el
fútbol forma una complejidad específica y pluridimensional. En el juego, “un
acontecimiento casual puede cambiar el curso del juego, proyectándolo en una
nueva dirección” (Garganta & Cunha e Silva, 2000). Según las teorías del caos, un
sistema, en determinados momentos, es particularmente sensible a las
variaciones, y un pequeño cambio puede originarle incluso el cambio total. Un
suceso pequeño en nuestra vida puede transformarla por completo; una derrota o
una secuencia de ellas pueden hacernos cambiar el paradigma que habíamos
mantenido. No es tanto la magnitud del suceso lo que importa, sino las condiciones
existentes en el sistema, lo que va a hacer que repercuta más o menos
poderosamente. Desde este enfoque, los ejercicios específicos de entrenamiento
deben ser moldeados para que amplifiquen las regularidades funcionalmente
significativas, y, a la vez, construyan situaciones de juego dinámicas que impliquen
e induzcan a los jugadores a ser cada vez más capaces a adaptarse a numerosas
y variadas situaciones contextuales. Si lo conseguimos, nuestros jugadores y
equipo van a ser capaces, por un lado, de mantener un funcionamiento asumido y
continuamente coordinado y firme, y, por otro, asimilar y reaccionar ante los
cambios contextuales que les plantee cada situación en cada partido.

B. Dinámica y auto-regulación del sistema. Como estamos viendo, el fútbol


es un fenómeno que se proyecta en una cadena de estados, los cuales tienen
carácter de orden/desorden, estabilidad/inestabilidad, equilibrio/desequilibrio,
uniformidad/variabilidad, previsibilidad/imprevisibilidad, etc. Su espectacularidad y

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fascinación radican en su variedad contextual, lo que le da una lógica interna propia,


producto de la interacción del Reglamento de Juego y de las soluciones
operacionales estratégicas, tácticas, técnicas, físicas, psíquicas...., y que le
identifican y distinguen como deporte.

1. Variaciones de la organización en el interior de ciertos límites. Cada equipo


funciona como un sistema, con su peculiar orden/desorden, que procura imponer
las características de su modelo de juego a las propias del rival. Dentro de esta
lucha de regularidades, se crea un desorden controlado, en el cual cae en
desorganización total aquel grupo cuyos límites de asimilar desorden se vean
superados. Tal como para caminar precisamos dar pasos que suponen
desequilibrarnos momentánea y sucesivamente, yendo del apoyo sobre dos pies al
apoyo sobre uno, así, por analogía, el juego del equipo, para progresar hacia sus
fines, ha de ir transitando por desequilibrios momentáneos y sucesivos. Por
ejemplo, el hecho de que un lateral se proyecte desde su puesto y sobrepase al
exterior en posesión, para dar un “2 vs. 1”, es un desequilibrio/desorden en busca
de una nueva situación que desorganice, a su vez, al rival, mientras que se supone
que nuestro equipo realiza simultáneamente acciones que prevean una posible
pérdida de balón, para que ello no derive en un contraataque rival fructífero. En
otras palabras, las acciones de doblar, desdoblar, permutar, bascular....no son sino
acciones estratégico/tácticas que posibilitan una auto-regulación del equipo,
manteniendo los presupuestos de orden táctico. Cuando el desequilibrio, el
desorden, la variabilidad, se mantienen en parámetros aceptables por la
organización dinámica del equipo, la auto-regulación funciona para reponer el
cuadro potencial de desarrollo de la acción del juego, sea ésta de ataque o de
defensa, de acuerdo con nuestro modelo de juego. Cuando esas variabilidades
perduren un cierto tiempo, surge la tendencia a la desorganización, que, si no se
convierte rápidamente en una nueva organización, es decir, si se convierte en un
desorden irreversible, puede derivar en verse superado por el rival, aunque es
cierto que no todos los goles en contra provienen de un desequilibrio; así, cuando
nos marcan en un saque directo. Pero, en general, son los desequilibrios no
evolucionados los que nos conducen a ser desbordados. En definitiva, como dice
Garganta, 2001: “el ser humano no está mentalmente pertrechado para lidiar con
situaciones de confusión total o de absoluta aleatoriedad”. También, “tanto jugador
como equipo tienen la capacidad de auto-organizarse, auto-regularse y auto-
transformarse, dando sentido a la estructura a partir de la aleatoriedad de la
situación” (Garganta & Cuna e Silva, 2000). En consonancia con el tipo de
perturbación que sufra el sistema al pasar a la inestabilidad, “surge otro tipo de
organización, resultante de las reacciones que se procesan en situaciones de
desequilibrio” (Garganta, 1997).

2. Reacciones en condiciones de desequilibrio. Son muchos los momentos del


juego en los que se observa un aparente desorden en la organización del equipo y
en las interrelaciones desarrolladas por los jugadores. Se manifiestan en la
variabilidad, inestabilidad y transitoriedad de las diferentes situaciones. No
obstante, exhiben simultáneamente una constante tendencia al orden, a través de
la utilización de procesos tácticos sistemáticos de auto-regulación (permutaciones,
dobladas, desdobles, etc.). Uno de los ejemplos más característicos se puede
observar en situaciones de balón parado, en las que la mayoría de los jugadores

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suelen estar en situaciones y misiones muy diferentes a las habituales, y, sin


embargo, todo está previsto, incluso la posibilidad de que el equipo ejecutor falle y
la situación derive en una nueva, de contraataque por parte del equipo que en ese
momento está siendo castigado, y además con muchos jugadores rivales de corte
defensivo implicados en el saque, lo cual le convierte en especialmente frágil ante
dicho contraataque. Por ello es tan importante que en los entrenamientos
insistamos en la reproducción del mayor número posible de situaciones y que se
ajusten a las contextualidades reales. El sistema mejor preparado para enfrentarse
y adaptarse a los desequilibrios momentáneos y sucesivos es el que sobrevive.

C. Complejidad y multiplicidad de elecciones del sistema. Cada jugador


representa una línea de fuerza, con múltiples orientaciones en función al balón,
porterías, compañeros y rivales. Los cambios de posición suponen una alteración
estructural, por lo que el desarrollo del juego determina un gran número de
interacciones establecidas por los elementos del sistema, no siendo posible prever el
comportamiento de éste a partir de las simples propiedades de sus partes.

1. Cantidad y calidad de la información. Cada situación de juego establece


niveles de complejidad derivados del número de interacciones posibles para cada
momento. Cuando mayor sea la complejidad de la situación, más información
necesitará el jugador para descifrar, y decidir y ejecutar en consecuencia.

2. Múltiples opciones de solución. La cantidad y calidad de las opciones que le


presenten los compañeros irá en beneficio de la eficacia de la acción, que siempre
se pone en cuestión a partir de las limitaciones que imponen las acciones rivales.

3. Juego con una lógica

Si consideramos que cada modalidad deportiva comporta en sí misma un


“carnet de identidad” propio, conteniendo su “impresión digital” individualizada e
intransferible, fácilmente nos apercibimos de que cada deporte tiene una lógica de
funcionamiento, una razón de ser y de existir. Dicho de otra forma, en las diferentes
disciplinas deportivas cada actitud, cada comportamiento observable en competición
tiene un significado y un contexto que la proporciona.

A. Repercute en el organismo de forma distinta. Todas las modalidades


deportivas se expresan por acciones motoras específicas y diferenciadas,
denominadas de procedimientos técnicos o táctico-técnicos. Esta especificidad
comportamental repercute diferenciadamente en el organismo de sus practicantes, a
los que lleva a diferentes formas de control motor y diferentes representaciones
internas de la acción. Cada comportamiento se basa en mecanismos cognitivos, en
fuentes energéticas y en factores afectivos, que son desencadenados por cada
situación específica.

1. Acción motora versus una orquestra. Podemos comparar la acción motora


con una orquesta auto-organizada, dialogando con la variabilidad de las
situaciones. Para que la orquesta, dentro de toda la posible libertad interpretativa,

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se desempeñe correctamente en “una melodía cinética y armoniosa en su más


elevada expresión” (Pérez y Bañuelos, 1997), se precisa que cada interviniente
(sistemas músculo-esquelético, fisiológico, cognitivo, etc.) sepa cumplir su función,
interviniendo a tiempo y correctamente. Para ello es fundamental que haya
sesiones de ensayo (entrenamientos). Si hay desconexiones, habrá que insistir con
más/mejores ensayos (ejercicios/entrenamientos).

2. Acción motora versus una partitura. No es posible ejecutar un vals con


partituras de rock, pero es cierto que un buen músico puede ejecutar con
apreciable corrección, siempre que cuente con la partitura adecuada. De la misma
manera, alguien que puede ser excelente atleta, por ejemplo, no podrá jugar
correctamente al fútbol, por su carencia de programa motor específico (“partitura”).
Sus ensayos/entrenos han ido orientados a saltar, correr, lanzar, pero no a jugar.
En el programa motor es donde está contenida la información necesaria para la
realización de acciones y secuencias específicas. Son necesarias muchas
prácticas, muchas horas, mucha información, para que podamos jugar
específicamente bien al fútbol, de la misma manera que los músicos deben
practicar continuamente, conjuntarse y contar con partituras específicas a cada
interpretación.

B. Se basa en una lógica individualizada e intransferible. Estamos de


acuerdo en que correr no será la mejor forma para entrenar natación. De igual
manera, jugar al balonmano no es la mejor manera de mejorar en fútbol. Veamos
dos aspectos que surgen a partir del análisis: por un lado, a necesidades específicas
corresponden medios de entrenamiento específicos; por otro, a necesidades iguales
pueden corresponder medios específicos diferentes.

1. Necesidades específicas, medios de entrenamiento específicos. Un jugador


de cualquier deporte con balón (balonmano, baloncesto, fútbol, etc.) utiliza la
carrera para desplazarse. Pero esas “carreras”, o más exactamente
desplazamientos ofensivos y defensivos, no tienen nada de semejanza en el plano
cognitivo, motor y contextual con las acciones motoras de los atletas de carreras.
Nos podremos pues preguntar ¿se pueden asimilar y ejercitar los aspectos críticos
del fútbol a través de ejercicios atléticos? ¡Es obvio que no! Las carreras en fútbol
son desplazamientos variados en ritmo, dirección, intensidad, y, sobre todo, con
contenidos estratégicos y tácticos. Incluso, analizando ejes biomecánicos, vemos
que las acciones no presentan afinidades con el atletismo, ya que nacen de
situaciones y requerimientos específicos. Y, si hay algún principio del
comportamiento humano que haya sido bien estudiado, éste es sin duda que sólo
es posible llegar a elevadas efectividades en cualquier actividad, a través de
entrenamientos altamente específicos.

2. Necesidades iguales, medios específicos diferentes. Comparando un


saltador de altura con un jugador de balonvolea, veremos que coinciden en la
necesidad una alta potencia muscular, particularmente en los miembros inferiores.
Sin embargo, el dominio técnico que es determinado por sus especialidades
deportivas establece diferencias contextuales, específicas de su deporte, sin
entrenar las cuales ninguno puede llegar a altos rendimientos. La especificidad del
entrenamiento es determinante para alcanzarlos, porque la resonancia funcional

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del organismo del deportista depende no sólo de tiempos e intensidades, sino


también, y sobre todo, del carácter específico de las situaciones de entrenamiento
y de sus condiciones normativas (denominadas condicionantes estructurales del
ejercicio de entrenamiento o constreñimientos de la tarea). Por tanto, sólo una
acertada selección de medios de entrenamiento, que traduzcan situaciones
específicas del juego en el plano estructural y temporal, dará lugar a un
aprendizaje y perfeccionamiento evidente y duradero.

C. Se desenvuelve en un todo organizado. Un equipo de fútbol es un todo


organizado, y sólo de esta manera se consiguen objetivos, que serían muy
difícilmente viables sin la coordinación del grupo.

1. Atribución de misiones tácticas individuales. Es fundamental que el


entrenador atribuya funciones/misiones tácticas individuales, para responsabilizar a
cada jugador de la concreción de los objetivos del grupo. La atribución de misiones
individuales debe tener en cuenta los siguientes aspectos:
(a) Ser claras. Hemos de asegurarnos de ello durante el entrenamiento, porque
son frecuentes las situaciones en que el entrenador tiene clara la asignación, y el
jugador parece entenderlo, pero luego, en la competición, se evidencia una
confusión.
(b) Evitar la sobreposición. Para evitarlo, el entrenador ha de entrenar
persistentemente hasta que cada y todos los jugadores entiendan sus respectivas
misiones.
(c) Integrarlas. La atribución individuada no puede crear el sentimiento de que cada
jugador es únicamente responsable de su misión esencial. Un defensa central ha
de sentirse partícipe y responsable de su tarea, del desempeño de sus
compañeros de sector, y, por fin, del de todo el equipo.
En definitiva, cada jugador es productor y responsable de sus decisiones y
acciones, y, conjuntamente con sus compañeros, productor y co-responsable del
proyecto colectivo (modelo de juego).

2. Visión conjunta de las diferentes misiones tácticas atribuidas. Es


fundamental entender la importancia de como las misiones individuales se
influencian recíprocamente; tendemos a ver acciones aisladas o secuencias de
pares de acciones, en vez de identificar la interferencia mutua de los
comportamientos. Sobrevaloramos el impacto de las acciones individuales,
perdiendo la capacidad de análisis del funcionamiento colectivo. Muchas veces, no
obstante y acertadamente, sabemos ver que un jugador “no es brillante”, pero su
actuación es imprescindible para el funcionamiento regular y eficaz del equipo;
este tipo de jugadores, consiguen interpretar el juego y saben cómo participar de
forma continua, posibilitando junto a los demás una acción colectiva. También, en
ciertos momentos de la competición, es normal que algunos jugadores tengan que
colaborar desempeñando misiones para los cuales no están especialmente
dotados y/o no son las suyas habituales. Si hemos conseguido un sentimiento de
co-responsabilidad, esos jugadores van a poner todo su interés y motivación en
aras de superar sus limitaciones y ser eficaz; saben que seguramente no podrán
destacar como de costumbre, pero lo asumirán en beneficio del interés colectivo.
Estamos hablando de compromiso, en el cual los términos son absolutos: o se da
todo lo que se tiene, para el bien común, o no se da nada.

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D. Se perfecciona sobre una metodología específica de entrenamiento.


Cada especialidad deportiva tiene su lógica y objetivos fundamentales, lo que
implica la construcción de una metodología de entrenamiento con una identidad
propia, una idea de conjunto basada en medios de enseñanza/entrenamiento
específicos.

1. Atender a la realidad del juego. En el fútbol predomina el factor táctico de la


acción. Cada secuencia del juego genera una dinámica individual y colectiva en
dirección de una u otra portería, que puede invertirse a cada momento. Esta
constante transición deriva de la gran variabilidad, imprevisibilidad y aleatoriedad
del juego, siendo muy dependiente del azar. Esta variedad y complejidad del juego
induce en ocasiones a que algunos puedan pensar que no compensa reflexionar,
sistematizar y aplicar el entrenamiento de forma coherente. Pero lo cierto es que
esa aleatoriedad sólo favorece a los equipos que se preparan para ella, y que así
sacan partido de la continua renovación de situaciones contextuales. De ahí viene
la frase de que para tener suerte hay que entrenar mucho y persistentemente.

2. Atender a la especificidad de los medios de entrenamiento. Atender la


especificidad es el único marco potencial para la metodología de entrenamiento de
cualquier deporte. No hay que rebuscar y copiar ejercicios derivados de la lógica
funcional de otros deportes, aunque, en un análisis superficial, “parezca” haber
similitudes, las cuales siempre son aparentes y carentes de validez operativa de
ámbito biológico y metodológico. “Observen el juego, y éste les enseñará lo que
deben hacer” (Cramer, 1987). Partiendo de la lógica interna o del modelo de juego
adoptado, podemos analizar los factores fundamentales de entrenamiento a
desarrollar. La práctica diaria debe tener un enfoque prioritario no sobre una
división analítica y mecánica de los denominados “factores de juego” (técnico,
físico, psicológico, etc.), sino sobre las situaciones reales de juego, construidas a
partir de diferentes niveles de complejidad y especificidad. A partir de ellas los
jugadores tienen que percibir y recopilar informaciones y a tomar decisiones para
responder correspondientemente a las contextualidades situacionales.

4. Juego de decisiones/acciones

En la competición no gana quien tiene una perspectiva eminentemente


fisiológica, a través de la cual desarrolla desplazamientos rápidos (espacio/tiempo),
ni quien salta más alto (fuerza rápida), ni quien corre durante más tiempo
(resistencia de larga duración); no ganan tampoco los equipos cuyos jugadores
ejecutan acciones técnicas de alto nivel pero carentes de un análisis válidos de los
problemas planteados por una actividad colectiva de actitud estratégica e intención
táctica, ocultando o disfrazando de este modo la incapacidad para leer las
situaciones del juego.

A. La decisión de carácter cognitivo no basa todas las respuestas


motoras. Es probable un modelo eminentemente cognitivo no sea el responsable de
todas las acciones motoras realizadas, porque la elevada variabilidad y aleatoriedad
de las situaciones de juego, con la alta velocidad a la que se desarrollan, parece que

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hacen imposible que siempre se pueda procesar cognitivamente la toma de decisión


y la acción subsiguiente.

1. Control de la acción motora. La emergencia temporal para la resolución de


muchas de las situaciones de juego lleva a los jugadores a ejecutar acciones que
se sustentan en automatismos y experiencias motoras anteriores. Este
accionamiento depende de las capacidades momentáneas de los jugadores para
iniciar la acción con un mínimo y suficiente control motora, aunque es claro que
siempre existe un grado de automonitorización del comportamiento, que nos hace
conscientes de acontecimientos motores inesperados.

2. Adaptación de la acción motora. La reorganización de la acción motora es una


propiedad funcional, no mecánicamente específica. Cada situación de juego no es
resuelta de forma predeterminada, pero sí mantiene una complicidad entre el
organismo del jugador y la situación, a través de constantes ajustes y
adaptaciones. La acción motora de respuesta proviene de la interacción de
múltiples factores, y no simplemente de los mecanismos de la memoria y del
conocimiento.

B. La decisión no resulta de la linealidad de procesos. El juego


futbolístico, abordado como un sistema dinámico, no varía de forma lineal con el
tiempo. La no linealidad significa que la forma en que el equipo desarrolla su modelo
de juego, frente al modelo del rival, altera la direccionalidad del juego, tanto como las
circunstancias y conjeturas situacionales. Esta variabilidad, imprevisibilidad y
aleatoriedad origina la mutabilidad de los comportamientos táctico-técnicos. En un
sentido individual, los patrones de respuesta son formas de resolución de los
problemas, que, al ser interiorizados por el jugador, pasan a formar parte de su
experiencia y le caracterizan específicamente. El término “acción” es una relación
funcional entre jugador y contexto situacional.

1. Fases de la decisión-acción. Cada jugador, ante un contexto situacional


concreto del juego, intenta entender e intervenir teniendo en consideración:
(i) lo que va a suceder en torno a él, detectando índices pertinentes para tomar
una decisión
(ii) lo que hay que hacer ante esas circunstancias
(iii) establecer um proyecto de acción
(iv) ejecutar la acción motora, sin perder de vista la posibilidad de que no resulte
exitosa.
(v) Prever el nuevo contexto situacional subsiguiente.
(vi) Continuar activo en la nueva contextualidad

2. Constreñimientos de la decisión-acción. De un conjunto de aspectos que


limitan la decisión-acción, elegimos los siguientes:
(i) la selección activa del contexto situacional en el que el jugador está inmerso.
Hay que dotar a los jugadores de un marco perceptivo y de análisis de situaciones
que les permitan una mejor toma de decisión y saber prever las posibilidades de
alteración.
(ii) la experiencia anterior con respecto a ese contexto o a otros similares. No es
posible descifrar una situación en abstracto, porque la calidad del conocimiento

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archivado en la memoria delimita las posibilidades de tratar con una situación


dada. Ejercicios específicos le dotan de esas experiencias.
(iii) la probabilidad de encontrar índices pertinentes y desechar otros. La
percepción no es neutral ni objetiva, pero sí limita la eficacia de nuestra acción.
Hay que dotar al jugador, desde sus inicios, de conocimiento del juego, y crearle, a
través de la especificidad del entrenamiento, mecanismos para que descarten con
rapidez soluciones erróneas y elija entre las correctas.

3. Reglas de la decisión-acción. Para que jugador y equipo se adapten


correctamente a las situaciones cambiantes del juego, se utiliza un conjunto de
reglas de decisión táctica (principios de juego). La resolución de situaciones
evidencia la necesidad de pensar y actuar, utilizando múltiples funciones cognitivas
y motoras, adaptándose a las situaciones. Jugador y situación se determinan
mutuamente, y para actuar correctamente se precisan reglas heurísticas tácticas
(principios del juego), construidas en un proceso de interacción, y cuya aplicación
es limitada en el tiempo y el espacio, debido a la fugacidad de las situaciones del
juego. Por ello es tan importante organizar la información y los comportamientos en
“reglas decisionales”, para conseguir “funcionamientos automáticos”. Estos
mecanismos heurísticos rellenan lagunas informativas, basándose en lo que ya
sabemos por experiencia, y funcionando “automática e inconscientemente”, y,
aunque a veces nos llevan a cometer errores, con frecuencia nos permiten
reaccionar con rapidez, economía y en tiempo útil.

4. Continuidad de la decisión-acción. Los jugadores mantienen una actividad


mental y motora casi ininterrumpida. Inmersos en situaciones cambiantes, han de
decidir actuar y, al mismo tiempo, prever las consecuencias de su acción, para
anticiparse al futuro desarrollo del juego.

C. La decisión que comienza en el sistema efector (el músculo con


memoria). Desde una perspectiva cognitiva, para la mayoría de las situaciones de
juego, la reflexión precede a la acción, y cada situación precisa de una nueva
solución, aunque no siempre una decisión implica una actuación, ni una acción
procede de una reflexión: el jugador, dependiendo de la complejidad situacional,
puede tener que decidir haciendo, hacer es decidir. Luego, la cuestión que se nos
plantea es ¿cómo el jugador decide las acciones motoras a realizar, considerando
que resuelve actuando? (Araújo, 2003).

1. Decide haciendo o haz decidiendo. En la competición gana quién tenga


básicamente la capacidad de actuar mientras interpreta cuáles son los índices
pertinentes para un momento dado y/o para el futuro (anticipación). Este
comportamiento táctico-técnico debe concordar con la interpretación mental y
adaptado a las posibles alteraciones puntuales que se van sucediendo y que no
hubieran sido tomadas en cuenta en el inicio de la acción, pero que hay que ir
incorporando, mediante reestructuraciones, gracias a una constante redifinición de
la lectura situacional. Las componentes físicas (velocidad, fuerza y resistencia) son
la base que las soporta, pero no en relaciones de primacía, sino correlacionadas
con el carácter táctico-estratégico característico de las acciones futbolísticas.

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2. Esperar o actuar. No se puede esperar indefinidamente a tener una información


exhaustiva y completa de una situación dada, muchas veces hay que ser capaces
de actuar y, simultáneamente, incorporar nueva información. Así, es inevitable que
cometamos bastantes errores, pero aún así, a través de reestructuraciones y
correcciones del programa motor y cognitivo, la experiencia será significativa: cuanto
más novedosa sea la situación, y aunque no podamos resolverla con total eficacia,
más información novedosa acumulamos para el futuro.

3. Nada es para siempre, nada es permanente. La toma de decisiones es una


elección entre muchos actos motores posibles. Todo lo que decidamos y hagamos,
cuenta. Incluso, dada la variabilidad del juego, muchas veces una decisión/acción
poco ajustada, provoca nuevas situaciones que, posiblemente, podemos retornar a
nuestro favor. Las situaciones contextuales mudan sin cesar, y por ello incluso los
errores pueden ser reversibles. Es muy importante por ello decidirse siempre a
actuar.

D. Decisión de carácter individual y colectivo. Cuando tomamos una


decisión y actuamos, trazamos un destino para la situación de juego, la cual puede
convertirse en más o menos favorable, descifrable y controlable. Las respuestas
evidenciadas por los diferentes jugadores de ambos equipos, para cada situación, es
de enorme riqueza individual y colectiva. Es importante referirnos a las fronteras
entre ambas esferas.

1. Quien observa y quien ejecuta. Para cualquier acción de juego existen


siempre dos versiones, la del observador y la del ejecutor. Para el que ve, el
jugador ejecutante es el que determina su propia conducta; para el ejecutante, la
propia viene limitada por el abanico opcional que le ofrezcan los compañeros –por
un lado- y por las maniobras contrarrestantes que ejecutan sus rivales –por otro-.
Es importante entender qué es una elección individual y cómo se ejerce. Desde
una visión tradicional, el jugador es un agente independiente y auto-determinado,
escogiendo racionalmente las acciones en función del contexto. Pero para una
visión sistémica, jugador y contexto se determinan mutuamente, a través de la
construcción de decisiones/acciones, en un proceso de interacción limitada en el
tiempo y el espacio, y cuya racionalidad es también limitada por la capacidad del
proceso de información mutua, aunque el jugador, en última instancia, siempre
será el que decida. “Somos nosotros mismos a causa de los otros, y es partir de la
visión de los otros que nos asumimos como nosotros mismos”, Jean P. Sartre.

2. El comportamiento individual puede no ser determinado por el propio. El


comportamiento individual resulta de una conjugación de criterios y contextos de
acción únicos, en el sentido de que pertenecen a un jugador, y a nadie más. El
ejemplo extremo sería el lanzamiento de un penalti o un libre directo. Incluso, la
lectura de una situación específica de juego es una actividad mental puramente
individual, pero también es claro que esa lectura está influenciada por diferentes
factores. Independientemente de la voluntad y sapiencia de un jugador, éste jamás
controlará todo el proceso, ya que éste es interdependiente con el abanico de
opciones presentado por los compañeros. A mayor número de opciones
proporcionadas al ejecutante, menos co-responsabilidad tendrá los compañeros, si

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acaso surgiera el fallo; por contra, si le presentan pocas opciones de solución, más
co-responsables han de sentirse de un hipotético fallo. Somos un equipo, y el
compañero directamente implicado sólo podrá elegir entre lo que los compañeros
le ofrezcan, entre lo que el contexto permita.

E. Decisión y construcción de medios de enseñanza/entrenamiento. El


hecho de que jamás seremos capaces de entender y solucionar correctamente
absolutamente todo lo que sucede a nuestro alrededor, en la vida y en el deporte, no
debe inducirnos a la pasividad. Al revés, por ello mismo es tan necesario ir
avanzando en el conocimiento individual y colectivo, y por ello debemos diseñar
ejercicios de entrenamiento que permitan que el proceso de asimilación y adaptación
nunca se interrumpa, obedeciendo a las necesidades de los jugadores y a la
realidad contextual de la competición. La lógica interna del juego condicionará la
naturaleza y contextualidad de la decisión, e implica un conjunto de exigencias de
control y regulación del comportamiento motor del jugador. Las relaciones
decisión/acción son:
(i) construidas a través del entrenamiento sistemático
(ii) activadas con base a procesos de percepción y cognición propias de los
jugadores
(iii) modificadas por la continua alteración contextual y la necesidad de adaptarse.

Veamos cuatro situaciones defensivas:

1. En la presión sobre el atacante. Por ejemplo, un defensa acude velozmente a


presionar a un atacante que recibe el balón, pero éste lo vuelve a pasar a un
atacante no muy cercano; el defensa ha de cambiar la dirección de carrera, para
poder seguir estando en zona activa, bien para ocupar espacios, bien para marcar
a un otro atacante que pueda dar opción a que la circulación rival de balón
continúe, “esperando” o incluso “provocando” una situación que haga que puedan
intervenir directamente y con ventaja táctica.

2. En la progresión del ataque en el espacio de juego. El equipo atacante


desarrolla su construcción de avance, y los defensas, por cuestiones
operacionales, no consiguen llegar a tiempo a los puntos deseados. En esas
situaciones han de replantearse la situación y hacerse “fuertes” posicionalmente en
un nuevo lugar, demorando la intervención, y esperando/provocando volver a
tener, al menos teóricamente, ventaja posicional. Ello es mucho más acertado que
dejarse llevar por la impulsividad e insistir en su primera idea, la cual, visto que no
es ya viable, hay que renovar. En competición no es raro ver jugadores muy
voluntariosos, pero poco reflexivos o coordinados con sus compañeros, que corren
continuamente, pero a destiempo, quedando en posiciones inútiles y/o incluso
arrastrando al error a sus compañeros; estas conductas, empeñadas pero
inadaptadas, nos llevan a la desorganización y al agotamiento físico y mental. Es
incluso mejor mantener la posición básica y evaluar la situación con calma que
desplazarse sin control.

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3. En la emergencia de la situación de juego. Pero si en vez de ser una situación


“normal”, como pudiera ser el caso anterior, nos encontramos en emergencia, esto
es, el rival va a rematar su ataque ventajosa e inmediatamente, procede una
decisión/acción contraria a la antes propuesta: aquí, ante la irremisibilidad del
remate rival, con grandes posibilidades de hacernos gol, hay que actuar, aunque
sepamos que muy posiblemente no vamos a llegar en el momento que hubiéramos
deseado: aunque no lleguemos a tiempo de interceptar un pase de gol, de
anticiparnos al rival, el hecho de llegar a rozarlo, a cargarlo, puede ser decisivo para
evitar un tanto y pasar a una nueva situación, que si no totalmente favorable a
nosotros, al menos nos permite demorar el remate rival inapelable, y quizá podamos
seguir obstaculizando a los contrarios hasta que finalmente se conjure el peligro.

4. En la alteración del ángulo de ataque. Existe un conjunto de reglas tácticas


básicas, que propician una gestión más eficiente de las situaciones en las que se
verifica la rápida alteración del ángulo de ataque. Veamos tres criterios
fundamentales: el de la distancia, el de la anticipación y el de la misión táctica.

a) Distancia. El defensa más próximo al atacante que va a recibir el balón es el


que debe moverse con rapidez para contenerlo, independientemente de la misión
táctica que el defensor estuviera cumpliendo antes del pase rival a esa nueva
zona de juego. Esta forma de entendimiento dentro de un equipo es clave para
funcionar ordenadamente y garantizar un reparto racional de las tareas
defensivas.

b) Anticipación. Cuando un defensa anticipa correctamente una acción ofensiva


rival, y se mueve en consonancia, incluso aunque no fuera el más próximo a la
zona del balón, el resto de los compañeros ha de dejarle intervenir, y
reconfigurarse táctica y organizativamente en función del compañero que
anticipa.

c) Misión táctica. En el caso de marcajes muy específicos (individuales)


atribuidos detalladamente por el entrenador, los defensas encargados han de
saber “resistir la atracción del balón”, y pese a que éste pueda pasar cerca de
ellos, han de mantener la marcación estrecha del rival asignado directamente.
Sin embargo, hay dos contextualidades situacionales en las que es justificable
una alteración en el comportamiento de los marcadores individuales:
(i) emergencia; evidentemente, no tiene sentido que un defensor esté pegado a
un atacante rival cuando otro rival, al que tiene cerca, está a punto de rematar a
gol
(ii) posibilidad de permuta de misión táctica; cuando un equipo está bien
organizado para responder a variaciones situacionales, es posible y aceptable
que un marcador específico abandone puntualmente el marcaje, sabiendo que
otro compañero lo tomará, y pase a una acción que permita:
(a) la posibilidad de recuperar inmediatamente el balón, o
(b) que otro compañero se beneficie, de alguna manera, de esa alteración, o
(c) temporizar el ataque rival, o
(d) sorprender así al equipo rival.

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5. Juego de personalidades e inteligencias

Cada jugador, en una situación competitiva cualquiera, más o menos


compleja y dinámica, se enfrenta con la incerteza que deriva tanto de las
informaciones a las que el jugador tiene acceso en el contexto situacional, como de
sus resultados, siendo las evaluaciones de acuerdo con su nivel de riesgo
estratégico, táctico y físico. Interactuando con estos factores existen igualmente las
características derivadas de la personalidad del jugador, sus preferencias
personales o expectativas subjetivas que deciden sobre sus decisiones, lo mismo
que de su inteligencia de juego.

A. Personalidades de los jugadores. Cada jugador vive cada momento


identificando y adaptando su raciocinio y acciones a una multiplicidad de parámetros
que elige como los más pertinentes. Sucesivamente, actúa individualmente en
consonancia con las misiones tácticas atribuidas dentro de la dinámica del equipo,
en aras de un proyecto colectivo. La inteligencia de juego de cada jugador se
relaciona con su capacidad de establecer estrategias motoras y ponerlas en práctica
a través de la táctica individual y colectiva. Las manifestaciones más típicas de la
personalidad de los jugadores, (según Coca, 1997), son:

1. El sentir (personalidad afectiva = auto-estima, gustar y consentir). Este


elemento puede ser interpretado como:
(i) un choque de emociones (primera respuesta afectiva, que surge de algo
inesperado)
(ii) de afectos (definida por el gustar o no gustar)
(iii) de pasión (respuesta afectiva de extrema excitación)
(iv) de emoción (respuestas fugaces, intensas e variables, con repercusiones
importantes para un estado de ánimo, alegría, miedo, ira, etc.)
(v) de sentimientos (respuesta afectiva duradera, que reposa de forma más o
menos definitiva en nuestro modo de ser, denominada de madurez sentimental)
El sentir se basa en experiencias anteriores, necesidades presentes y
ambiciones futuras, creando estados de ánimo, que condicionan el pensamiento.
Por tanto, el sentir es siempre anterior al razonar, es una campanita de alarma
que nos lleva a uno u otro de interés.
La afectividad tiene como valor máximo la auto-afirmación, como valor medio el
equilibrio, y como valor negativo la inestabilidad.

2. El pensar (personalidad inteligente = percepción, adaptación y creatividad). El


pensamiento constituye una de las esencias del ser humano. “Pensar en algo”
determina:
(i) una forma de plantearse cómo resolver las facetas de un problema dado
(ii) una intensidad que marca el interés o desinterés que nos sugiere una
situación.
Cada persona se caracteriza por su comportamiento intelectual frente al caudal
de informaciones que recibe. A ese proceso se le denomina “dinámica
intelectual”. La interrelación entre el sentir y el pensar fortalece la consistencia
afectiva y el pensamiento intelectual.
El valor máximo de la inteligencia es la resolución eficaz de los problemas, el
medio es la interpretación adecuada, y el valor negativo es la ignorancia.

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3. El decidir (personalidad decidida = motivación, decisión y precisión). La faceta


más interesante y visible de cada ser humano son sus actos, o sea, sus tomas de
decisión. El sentir y el pensar son íntimos, pero el decidir supone la exposición
pública. Dos aspectos son cruciales:
(i) la decisión en sí, o sea, el acto que asumimos, y
(ii) el tiempo de decisión, importantísimo, ya que una demora en decidir se
transforma en indecisión o en una decisión inadaptada en el tiempo.
El valor máximo de la decisión es ser eficaz, el valor medio es la firmeza y el
valor negativo es la inhibición.

4. El relacionar (personalidad social = conciencia de los otros, disponibilidad e


integración). Este elemento es la formulación diaria de un proceso social, que
tiende a constituirse como un todo, con sus altibajos, pero que resiste a las
presiones sociales, temporales, etc. De esta manera, será el ajustarse de
nuestras acciones a la realidad competitiva. Está basado en dos aspectos:
(i) la racionalización con la que se concentra en el análisis de la situación, esto
es, de los pros y contras de las informaciones, y
(ii) la vitalización, en lo que se entiende que esos intercambios de experiencias
entre jugador y colectivo dan lugar a un reforzamiento.
Si “el sentir” crea un centro de interés, “el pensar” le da forma, “el decidir”
significa actuar sobre la situación, “el relacionar” determina una mejor
racionalidad del jugador (da un objetivo a las ideas) y vitaliza al individuo al
relacionarse con los demás.
La sociabilidad tiene como valor máximo la capacidad integradora, como valor
medio el estar en grupo, y como valor negativo el individualismo.

Estos cuatro elementos de la personalidad no son lineales y no existe una


relación jerárquica, se complementan, y en cada persona se manifiestan
diferentes niveles de actividad/influencia por parte de cada uno de los factores.
Partiendo de la perspectiva que expresó Coca (1997) con respecto a la
competición, podríamos hacer tres tipos generales de jugador:

a) Mal preparado. Sería aquel que se mostrara inestable, ignorante, inhibido


e individualista.
b) Bien preparado. Seria aquel que se mostrara equilibrado, ponderado, firme
e integrado.
c) Muy bien preparado. Seria aquel que se manifieste seguro de sí mismo,
acertado, decidido e integrador.

B. Inteligencias de juego. La inteligencia de juego es una capacidad que


abarca un conjunto de aspectos cognitivos; entre ellos, los más importantes son la
comprensión, la atención y la memorización. A partir de ella, y contando con una
fuerte predisposición de los jugadores para entrenar y competir, intentaremos
superar al rival, desde el conocimiento de los principios del juego, la resolución de
los problemas que éste plantea y las informaciones sobre el equipo rival, en las
esferas teórica y práctica.

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Al respecto, consideramos más apropiado hablar de “inteligencias”, antes que


de “inteligencia”, porque cada jugador es un individuo y cada situación del juego es
única, por mucho que las respuestas motoras sean similares.

1. Capacidad inherente al ser humano. El jugador lee, proyecta y resuelve a


través de la inteligencia las diferentes situaciones del juego, por medio de la
identificación de los elementos pertinentes de cada situación, con vistas a concebir
la respuesta más adaptada al problema. La inteligencia se manifiesta durante el
proceso de entrenamiento y competición, a través de múltiples formas, como:
(i) Identificación de las mejores soluciones para la situación-problema.
(ii) Creación de conexiones entre las diferentes soluciones.
(iii) Adaptación a los condicionantes y circunstancias de juego, los cuales derivan
de: (1) obstáculos que oponen los rivales, (2) opciones que presentan los
compañeros, y, (3) coyuntura causal y aleatoria de la situación.
(iv) Relación memorística de jugadas similares almacenadas, y,
(v) Comprensión del desarrollo del juego, utilizando mecanismos de anticipación a
los acontecimientos siguientes.

2. Múltiples formas de ser inteligente. El comportamiento de los jugadores sólo


es comprensible si los consideramos como individuos que tienen que dar una
respuesta a las situaciones del juego, en las que han de adaptarse a sí mismos, a
las necesidades del equipo y a las oposiciones del equipo rival. Esta constante
adaptación y readaptación se ve caracterizada por el estrés, lo cual favorece la
aparición de saturación, ansiedad y angustia, no habiendo así, en el fútbol
moderno, lugar para personalidades frágiles en lo afectivo-emotivo. Las cualidades
psíquicas e intelectuales devienen fundamentales en el fútbol, desde el momento
que los jugadores necesitan:
(i) soportar una lucha constante contra las dificultades inherentes a la complejidad
de sus funciones específicas y grupales, y de las diferentes situaciones del juego.
(ii) tener un pensamiento lógico, flexible, original y crítico, para poder ser capaces
de dar soluciones táctico-técnicas correctas.

Cada situación de juego expresa una dimensión estratégica y una dimensión


táctica única. Pueden observarse dos situaciones de juego similares, pero nunca
iguales. El fútbol, como juego deportivo colectivo, permite acciones estudiadas y
entrenadas, pero no hay que esperar su reproducción exacta durante el partido,
por lo que jugar correctamente precisa de poseer un programa de acción amplio,
flexible, adecuado. Hay tantas formas de ser inteligente como problemas surgen.
Como se pregunta Coca (1997), ¿son iguales los procesos mentales de un portero
que los de un jugador de campo?, ¿es la visión periférica de un mediocentro algo
muy característico, con respecto a otros especialistas? ¿tienen los puntas más
velocidad de resolución mental, dado que se desenvuelven en zonas decisivas,
limitadas y de alta presión defensiva?, ¿piensan igual los jugadores que están
ganando a los que van perdiendo?, ¿se piensa igual cuando estás cansado o
lesionado que cuando no lo estás?, ¿piensan igual los jugadores que son
abucheados que los que son jaleados?...En general, la inteligencia del jugador es
el soporte del conocimiento extrínseco e intrínseco del juego, del pensamiento
autónomo, de la creatividad, de la asimilación y cumplimiento de sus misiones
específicas, sectoriales y de equipo.

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a) Intrínseco y específico del juego. Cada jugador tiene un conocimiento


propio del juego, un modelo mental subjetivo de la realidad del fútbol. Este
modelo, basado en miles de experiencias, es vago e incompleto, pero es la base
para tomar decisiones y asumir comportamientos. Estas experiencias tan
complejas son “archivadas” en estructuras, según principios clasificativos. Una
nueva experiencia se archiva con las que versan sobre el mismo asunto, siendo
evaluada para comprobar su coherencia con las ya archivadas. Es un proceso
vivo, que funciona ininterrumpidamente a lo largo de nuestra vida. Así, los
jugadores, que están constantemente interpretando situaciones de juego,
someten su modelo mental a un constante proceso de reajuste y actualización.
Siempre están envejeciendo y caducando, olvidándose, preconcepciones, del
mismo modo que no dejan de entran otras nuevas, que ocupan sus lugares en
los archivos mentales. Esto es lo que llamamos “actividad mental”, que consume
información y energía.

b) Pensamiento autónomo y creatividad de la decisión/acción. El rendimiento


de un equipo depende ampliamente, entre muchos aspectos, de un pensamiento
autónomo de sus componentes. La creatividad y la improvisación son los
elementos caracterizadores de la originalidad y adaptabilidad de las acciones que
respoden a los problemas que se plantean en el juego. Cuando analizamos
cualquier contextualidad situacional, verificamos que ésta implica, por un lado, la
interacción de una dimensión más previsible (cuya respuesta es la aplicación de
nuestros principios de juego), con otra más imprevisible, que deriva de la
abertura del sistema, y que ha de resuelta por la creatividad y adaptabilidad de
los jugadores, dentro del marco general de la organización del equipo. En los
límites entre lo previsible y lo imprevisible es dónde la creatividad de los
jugadores se muestra más importante. La creatividad nace de una cultura de
reglas de acción y principios de gestación de juego colectivo, que han de ser
suficientemente flexibles para que, en ciertas circunstancias, pueda fluir el
“desvío creativo” que resuelve las situaciones. Un alto nivel de rendimiento exige
de jugadores y equipos una fuerte disciplina táctica, aliada a las habilidades
específicas y que, simultáneamente, permita y aliente el surgimiento de
comportamientos creativos, que romperán la organización rival por lo sorpresivo
e inesperado.

c) Misiones tácticas dentro de la organización dinámica del equipo. Las


diferentes misiones tácticas de los jugadores son conjugadas en función de una
cooperación que busca la interdependencia funcional y operacional, sin la cual no
es posible alcanzar determinados objetivos de forma sostenible. No es
humanamente posible que todos los jugadores sean capaces de acometer todas
las actividades operacionales de un equipo. Por tanto, es importantísimo que
surja la especialización, mediante la cual pretendemos que cada jugador lleve a
cabo las tareas para las cuales está mejor dotado, aunque está claro que
siempre está abierta la posibilidad de que cualquier jugador, en momentos dados
o en situaciones concretas, intercambie funciones con sus compañeros, porque,
de lo contrario, el equipo sería fácilmente vulnerable a la mínima alteración
organizativa. Al mismo tiempo, la organización del equipo precisa de crear los
sectores de juego, en los cuales un número reducido de jugadores desenvuelven

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sus tareas cooperativamente de forma especializada. Las funciones sectoriales


son un escalón estructural y territorialmente superior a las misiones específicas
individuales.

d) Articulación de los diferentes sectores de juego del equipo. Los sectores


de juego del equipo pueden ser definidos como las partes de un todo (equipo) en
las que se desarrollan actividades sutilmente diferenciadas, pero concurrentes
hacia el desenvolvimiento del trabajo colectivo global. Cada sector está
constituido por un número variable de jugadores, con una determinada
homogeneidad y sincronización en cuanto a comportamientos táctico-técnicos y
objetivos específicos. Lógicamente, más allá de las cuestiones de
homogeneización y coordinación sectorial, es imprescindible un nuevo nivel de
coordinación intersectorial, para formar un todo sólido y coordinado. Una
articulación sectorial eficaz tiene como resultado final no sólo imposibilitar la
compartimentación del equipo, sino también la mejora de su organización
colectiva global (expresión táctica del equipo).

C. Medios de entrenamiento inteligibles. Uno de los presupuestos


fundamentales del juego del fútbol, en la actualidad y en el futuro, es y será que los
jugadores piensen bien y ejecuten mejor. Ésta es una perspectiva estructurante para
la formación y el desarrollo de los jugadores, a través de la que se podrá acreditar al
jugador llamado de calidad. Este pensamiento implica, “simplemente”, que hay que
diseñar ejercicios de entrenamiento que afecten a la actividad cognitiva de los
jugadores y mejoren las acciones motoras ajustadas y adaptadas a la esencia del
juego y al modelo propuesto para el equipo. La conceptualización de medios
inteligibles y significativos de entrenamiento han de inducir a los jugadores a:
(i) construir conocimiento, a partir de una elevada densidad perceptiva y una
alta atención, y,
(ii) una operacionalidad específica que será tanto mejor cuanto mayor sea la
duración y calidad de exposición de los jugadores a situaciones acordes con la
especificidad del fútbol y las particulares del modelo de juego adoptado por el
equipo.

Evidentemente, los ejercicios de entreno no deben facilitar sólo el aprendizaje y


desarrollo de los principios del juego, sino también hacer capaces al jugador y al
equipo de llevar a la ejecución práctica y real de las decisiones que tomen, con base
a la realidad del juego y al modelo de equipo. El entrenamiento se encamina a la
mejora y desarrollo intelectual y motor.

1. Pensar bien y deprisa. Todos los jugadores son, como seres humanos,
inteligentes. No se trata de dudar de ello, sino de proporcionarles condiciones
adecuadas para que puedan desarrollar al máximo sus posibilidades cognitivas y
motoras. Todos los jugadores, en todo momento, -y no sólo cuando están
actuando con o sobre el balón- tienen una actividad mental constante de decisión
y de potencial ejecución motora. El entrenamiento ha de ir en la línea de optimizar
todas las potencialidades del jugador y el equipo

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2. Ejecutar bien y deprisa. Un jugador “lento” en la resolución de las situaciones


de juego puede que tenga, básicamente, una falta de adecuación entre lo que
piensa y lo que ejecuta; puede ser que piense con rapidez, respondiendo
adecuadamente a las situaciones del juego, imprimiendo un ritmo mental veloz al
juego, pero que no consiga traducir esa capacidad en respuestas motoras
consonantes, manifestando así un juego lento, previsible e ineficaz. Es
competencia del entrenador crear condiciones para que el jugador entrene en
situaciones que le obliguen a decidir y ejecutar deprisa.

6. Juego en cambio permanente

Generalmente, se tiene una idea estática del fútbol, se piensa que no


evoluciona. Algunos, incluso con responsabilidades dentro del medio deportivo,
dicen que en el fútbol todo está inventado. Esta frase prolifera bajo un manto
mórbido para el propio juego, pues encierra una concepción y una filosofía de
estancamiento y reproducción continua de modelos, paradigmas y horizontes,
basados en prácticas del pasado. Paralelamente, revela la incomprensión de las
posibilidades proporcionadas por el progreso que se basa en el conocimiento. Es
necesario desmitificar el fútbol en cuanto actividad y proceso inmutable, separada de
la vida y de la sociedad, pues existe la impresión de que, frente a entornos que
evolucionan y se desarrollan, el fútbol permanece estancado.

A. El juego del fútbol evoluciona. El fútbol es un juego fascinante, pero para


entender mejor este hecho, necesitamos observarlo a través de un filtro fiable. Del
mismo modo que el fútbol actual no es lo que era, podemos estar seguros de que
seguirá evolucionando. La importancia de la observación y análisis del juego se sitúa
en el hecho de que sólo comprenderemos el cambio si comprendemos objetiva y
correctamente lo que en la realidad está cambiando.

1. El fútbol siempre ha evolucionado. Queramos o no, nos guste o no, el hecho


es que los acontecimientos característicos del fútbol hoy se volverán más intensos,
competitivos, complejos, presionantes, transitorios, inestables....Y que la evolución
tiene un carácter sistémico, esto es, el cambio en cualquiera de los elementos
constitutivos afectará al funcionamiento de todos los demás, al funcionamiento de
todo el sistema, bien de forma positiva, bien negativa.

2. La evolución del juego. Si observamos algunos datos de carácter cuantitativo


en el análisis del juego, vemos que el número de intervenciones por unidad de
tiempo ha aumentado, hasta haberse triplicado en los últimos 30 años. En el plano
táctico los jugadores cubren un área mayor. Esta “pequeña” constatación implica, a
su vez, la disminución del tiempo y el espacio para la resolución táctico-técnica de
una determinada situación, con o sin posesión de balón. Cada jugador ejecuta
entre 360 y 400 intervenciones (de entre dos y 8 segundos de duración), lo cual
implica cuatro esfuerzos/minuto; aunque, si utilizamos el tiempo real de juego,
excluyendo las interrupciones, (que suponen el 30% de los 90’), el valor sube a
seis esfuerzos/minuto, esto es, cada 10 segundos hay una intervención visible, con

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o sin balón. La previsión es que aumentarán en el futuro, si bien no tanto como en


los últimos años, exigiéndose más calidad, y, especialmente, más duración de
cada esfuerzo (hoy de media 5’’).

B. Anticipación de las configuraciones de juego. Del análisis de las


estadísticas del fútbol actual, se extrapola que, al jugarse a un ritmo más vivo, los
jugadores están más presionados táctica y técnicamente. Se hace cada vez más
importante, no sólo anticipar lo que habrá que hacer en el momento inmediato, sino
también lo que habrá que hacer a continuación.

1. Acelerador del proceso de decisión/acción. Cada jugador procura, en cada


situación de juego, “vivir la imagen del futuro en el momento presente”, para ganar
el tiempo suficiente con vistas a un comportamiento eficaz y adaptado, en
respuesta a los problemas planteados en el entrenamiento y en la competición.
Esto será posible a través de un mejor conocimiento del juego y por la apropiación
de un código de lectura de la situación, que permita igualmente una correcta
anticipación de las configuraciones tácticas que sobrevendrán. La anticipación,
cuando es correcta, acelera la percepción y respuesta, permitiendo que el jugador
prepare la respuesta antes incluso de que surja la señal; cuando es falsa, induce al
error, luego hay que remarcar que la anticipación puede tener aspectos negativos.

2. Indicador de capacidad de juego. La anticipación es un fenómeno prodigioso,


que conjuga pensamiento y acción táctica. Esto implica que, más allá de una
correcta lectura de la situación, hay que considerar el momento (“timing”).
Efectivamente, una vez entendido el contexto situacional que se avecina, es muy
importante que el jugador no inicie la respuesta motora con tanta antelación que,
de hecho, coarte ese futuro; igualmente, no sirve de mucho anticipar
cognitivamente pero ejecutar tardíamente. Veamos un ejemplo: un atacante en
posesión del balón procura avanzar por el pasillo derecho, pero, al ser presionado
por los defensas, podrá optar por la ejecución de un pase, ponderando si éste
debe ser: (i) de riesgo, hacia un compañero avanzado y en situación peligrosa para
el rival, aunque el pase también es algo complicado, o (ii) de seguridad, (baja
posibilidad de perder la posesión), para un compañero más retrasado y situado en
el pasillo central. Normalmente, el atacante por la banda decidirá pasar al pasillo
central, para que el compañero, a su vez, siga la combinación con un cambio de
orientación sorpresivo hacia el pasillo del otro lado. Si los defensores llegan a esta
conclusión, deberán elegir el momento justo para (i) cortar el pase de la banda al
centro, o, (ii) ir a presionar al presunto receptor del pase, en el pasillo central. Si los
defensores se mueven con “demasiada” anticipación, posiblemente el atacante de
la banda ya no hará el pase al centro, (ya no existirá el “futuro”) con lo cual
quedarán desorganizados y quizá darán ventaja al dicho exterior; si se mueven
demasiado tarde, y ya el medio centro habrá controlado perfectamente el baló o,
incluso, si actúa rápido, ya habrá podido enviarla al otro pasillo.

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CAPÍTULO 2.- FÚTBOL: MODELO DE JUEGO

El modelo de juego es siempre un camino, y nunca una parada. Así, si por


cualquier razón se piensa que se ha alcanzado el modelo definitivo de juego
adoptado, éste estará ya superado. “Querer ser de su tiempo” es estar ya superado.

A. Modelo versus juego. Cada persona tiene un modelo mental del mundo, y
en función de ello creamos una forma de actuar. Un modelo es siempre una
aproximación o simulación de la realidad, con grados diferentes de similitud. Cuando
reunimos sus elementos específicos intentamos alcanzar un triple objetivo:
(i) entenderlos mejor, analizándolos aisladamente;
(ii) establecer hipótesis sobre su comportamiento conjunto, y,
(iii) intentar prever su evolución.

Pero, importantísimo, nunca un modelo podrá representar idénticamente la


realidad a la que se refiere. Este es un aspecto básico de la comprensión del
problema. El modelo de juego parte de una idea o concepción del juego, basada en
construcciones simbólicas, a través de las cuales:
(a) se define un proyecto de acción (plan)
(b) se promueven herramientas operacionales (proceso de entrenamiento), y,
(c) se evalúa el proceso en función de su eficacia (análisis del juego)

B. Modelo versus dimensiones intrínsecas. A primera vista, el modelo de


juego se fundamenta en una interpretación y concepción de juego por parte del
entrenador, pero no es lo único que fundamenta su construcción. Otros elementos,
menos visibles, contribuyen al establecimiento de una identidad, principios y reglas
que marcan el cuadro de actuación de jugadores y equipo, caracterizando una forma
de jugar.

Lo intrínseco en la concepción de cualquier modelo de juego es que éste


contenga en sí mismo varias dimensiones:
(i) comprensión de la complejidad del juego
(ii) organización, para lo que hay que explicar y entender las variabilidades
(iii) dirección, para lo cual hay que interactuar con la complejidad del juego
(iv) evolución, a partir de entenderlo, organizarlo y practicarlo y reajustarlo
(v) adaptación, derivada de la capacidad de los jugadores.

C. Modelo versus modelos. Al analizar el pasado, percibimos que siempre


ha habido ideas acerca de cómo los jugadores deben racionalizar sus
comportamientos para jugar con un mínimo de organización y coherencia. Pero no
existe un sólo modelo de juego, porque hay muchas maneras de entender y plantear
el fútbol. Y en función de tantas concepciones de este juego colectivo, de como
tratar con las regularidades y las variabilidades, así han existido modelos
congruentes de entrenamiento, en busca de alcanzar correctos rendimientos
individuales y colectivos.

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Un equipo de fútbol es un sistema vivo, que se establece, organiza,


evoluciona, cristaliza...en lucha con las dificultades que plantean los rivales. Es en
este diálogo cooperación/oposición, en presencia de lo previsible y lo imprevisible,
como los comportamientos van evolucionando en el tiempo del equipo.

D. Modelos versus realidades competitivas. Un mismo modelo de juego


aplicado a diferentes realidades provoca diferentes resultados. Cada momento es
diferente del anterior, cada grupo de jugadores es diferente, porque incluso cada
persona no es la misma de un momento para otro. Un entrenador, previamente a la
implantación de un modelo de juego, ha de analizar la realidad y la cultura e historia
deportiva. Una de las grandes habilidades de un entrenador es percibir la huella del
pasado y las posibilidades de futuro de sus jugadores, su equipo, su Club, en la
competición que va a preparar. En realidad, por todo ello, es más fácil cambiar de
modelo que re-escribirlo.

1. Conceptualiza una forma específica de jugar

El modelo de organización del juego de un equipo se refiere al conjunto de


orientaciones y reglas que una organización debe tener, constituyéndose así como
su cuadro de acción.

A. Concretiza una identidad e integridad del equipo. La concepción y


desarrollo de un modelo de juego supone, más que un camino continuo y progresivo,
un conjunto de sucesivas rupturas con los previos modos de explicación e
interpretación del juego. Según construimos y desarrollamos un modelo, debemos
hacer una observación sistemática e ir desconstruyendo y reconstruyendo, aunque
siempre manteniendo los trazos identificativos frente a otros grupos deportivos.

1. Una identidad. La identidad nos la confieren dos modelos: (i) el modelo de


juego (lo que queremos hacer compitiendo), y (ii) el modelo de entrenamiento (lo
que proponemos).

2. Una integridad. La implementación de un modelo de juego potencia la


integridad de la organización, esto es, su mantenimiento de forma intacta e
íntegra con sus partes, cualidad que se desarrolla a base de:
(i) la calidad en cuanto a la evolución del juego
(ii) la adaptabilidad a las situaciones siempre variables, y
(iii) el grado de compromiso de cada jugador.

B. Promueve una forma específica de construir el futuro. El futuro no


puede ser totalmente previsto, pero sí pronosticado. Es nuestra habilidad para
pronosticar lo que nos permite trabajar con esperanza, cada día, para construir el
modelo de juego que queremos para nuestro grupo. Construimos el proceso de
entrenamiento con vistas al modelo de juego, y a través de sucesivos presentes,
evaluamos la conducta del equipo y vamos evolucionando hacia sucesivos futuros.
El futuro aparece así direccionando lo que hemos de hacer en el presente. El
modelo de juego, por tanto, está siempre evolucionando, en función de lo que

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observamos en competición y de lo que hemos de mantener, lo que hemos de


perfeccionar, y lo que hemos de corregir o cambiar. Y, del mismo modo que en el
juego conviven regularidades con aleatoriedades, también pueden surgir imprevistos
de otro orden como: (i) fracasos en la consecución de los objetivos razonablemente
pronosticados, (ii) modificaciones bruscas en el rendimiento, (iii) bajas por lesiones,
o (iv) incidentes disciplinarios graves entre jugadores.

1. Evalúa el trayecto del equipo. El entrenador ha de evaluar la trayectoria del


equipo en la temporada anterior, lo que será gran ayuda y fundamento para fijar
las bases del trabajo futuro. El entrenador ha de reflexionar sobre aspectos como
los siguientes:
(i) Razones del rendimiento obtenido. Momentos altos y bajos.
(ii) Evolución en las fases competitivas.
(iii) Diferentes constituciones del equipo y posibles adaptaciones de cada
jugador a distintos puestos.
(iv) Tendencias en el rendimiento mostrado.
(v) Goles y forma de conseguirlos/sufrirlos.
(vi) Lesiones sufridas, tratamientos aplicados y tiempos de recuperación.
(vii) Deportividad de los jugadores en competición, pautas de comportamiento en
relación al Reglamento.
(viii) Planificación de los entrenamientos y asiduidad de los jugadores.
(ix) Planificación individualizada, y
(x) Comportamientos fuera del campo, niveles de conflicto interpersonal.

2. Concretiza una mejor comunicación. El modelo de juego amplía e


intensifica los canales de comunicación dentro del equipo. La lectura,
interpretación, decisión y respuesta han de ser potenciadas, tanto durante la
competición como durante los entrenamientos. Así mejoramos la comunicación
entre jugadores y entrenador y entre los jugadores mismos. Un modelo de juego
definido, discutido, entendido y practicado, y unos entrenamientos coherentes
producen altos niveles de intercambio de información de todo tipo.

3. Eleva los niveles de responsabilidad de los jugadores. Aumentos de la


voluntad intrínseca de cada jugador, provocada por el conocimiento de los
objetivos, los comportamientos esperados y las expectativas que tiene el
entrenador acerca de los jugadores, aumenta los niveles de empeño e
implicación individual y colectiva.

C. Converge en una forma específica de interpretación del juego. El


modelo de juego proporciona a jugadores y equipo un código específico, porque:

1. Referencia un sentido de juego. El modelo de juego lleva a los jugadores a


construir un sentido del juego que es común y que se afina y evoluciona dentro
de un marco referencial también común.

2. Referencia intenciones y significados. El reparto de funciones, dentro de


una idea común, garantiza un funcionamiento coherente y pautado. La intención

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la aporta el jugador que interviene sobre o con balón, y el significado pertenece a


los compañeros que colaboran con él.

E. Desarrolla una forma específica de expresión táctica. El modelo de


juego pontifica una identidad táctica propia y común a todos los jugadores, que es
regulada y potenciada por el entrenador.

1. Regula una priorización de respuestas. Porque estandariza un conjunto de


preferencias, tanto en la toma de decisiones como en su ejecución individual y
colectiva.

2. Potencia un conjunto de actitudes y comportamientos. Porque el equipo


juega coherentemente con respecto a su idea y diferenciadamente con respecto
a los demás. Hay tantos modelos de juego como equipos.

2. Dimensiona elementos estructurales específicos

El modelo de juego se basa en la convergencia de un conjunto de elementos


estructurales que derivan de la concepción de juego por parte del entrenador, de las
limitaciones estructurales y humanas del Club, de la dimensión funcional del equipo,
y de los principios de juego.

A. La concepción de juego del entrenador. Constituida sobre las ideas y


conceptos del entrenador acerca de la forma de jugar más eficaz, siendo así una
creación mental que conduce a la elaboración de conceptos y planes para su
posterior realización. Si se trata de un Club que carezca de modelo definido, es
responsabilidad plena del entrenador concretar uno, con relación a las capacidades
y especificidades de los jugadores con que cuenta, sabiendo que es la base de
partida para el trabajo de la temporada, y que la construcción y evolución de un
modelo de juego no termina nunca, es un proceso vivo. El modelo de juego se
presenta bajo tres características esenciales: (1) evolución, (2) adaptación, y (3)
congruencia.

1. Evolutivo. El modelo de juego es un punto de referencia, nunca un modelo


culminado. Su desarrollo y perfeccionamiento no se puede plantear de ninguna
manera a corto plazo, los límites del sistema que representa son permeables y en
continua expansión. Su concepción deberá atender a las grandes tendencias
evolutivas del juego y a sus perspectivas de desenvolvimiento en los planos:
reglamentario, técnico, táctico, físico, psicológico y social.

2. Adaptativo. Su concepción ha de atender a las especificidades características


de los jugadores, para que puedan expresar con naturalidad y eficacia sus
capacidades, sin perder nunca de vista su adaptación a las evoluciones. Hay que
fomentar la creatividad y la improvisación de los jugadores, dentro del cuadro
referencial común, a través de la atribución de:
(i) misiones tácticas específicas a los jugadores, y
(ii) reglas de colaboración entre los jugadores.

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El grado de cohesión de un equipo crece exponencialmente a medida que los


jugadores perciben e interiorizan sus tareas, responsabilidades y derechos. Una de
las actividades del entrenador es reforzar la responsabilidad y creatividad individual
e ir introduciendo pequeñas alteraciones que enriquezcan las reglas de colaboración
interindividual, intersectorial y grupal.

Jogo de futebol

Concepção de jogo
do treinador

Dimensão
funcional Constrangimentos
do modelo estruturais e humanos

Compreensão

Organização

Direcção Modelo de jogo


Evolução
Adaptação

Dimensão Dimensão
estrutural relacional
do modelo do modelo

El perfeccionamiento de la colaboración entre jugadores se basa en: (a)


aplicación de ritmos variados, como medio táctico fundamental; (b) uso de principios
de acción para regular las circulaciones tácticas, (c) evolución de los jugadores por
el entrenamiento, y (d) tendencias del desarrollo del modelo de juego.

3. Congruente. El modelo de juego deriva de las referencias y conceptos del


entrenador. No se puede implantar o ejecutar aquello que no se domina con fluidez
y seguridad. De ahí la necesidad de que el entrenador aproveche sus experiencias,
conocimientos y capacidad de reflexión.

B. Constreñimientos estructurales y humanos del Club. Es probable que


un Club, a lo largo de su historia, haya desarrollado un modelo de juego definido. No
es aconsejable, en estos casos, -y sobre todo si el modelo es actualizado, acorde
con la evolución del fútbol- una intervención radical del entrenador, pero sí que
aporte sus convicciones y mejore aspectos puntuales.

1. Dimensión cultural del Club. Entrenador y jugadores deben comprender y


asimilar: (i) tradición del Club. (ii) misión del Club. (iii) identidad del Club.

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2. Nivel de juego del equipo y de los jugadores. La conceptualización de un


modelo se basa en la evaluación del nivel de prestación de los jugadores. Se
procurará ser lo más objetivo y minucioso posible, y valerse de tests fisiológicos,
táctico-técnicos o partidos amistosos. Es conveniente que en este tipo de
partidos, en la primera fase de la preparación, el entrenador no intervenga más
allá de lo esencial, con el fin de que los jugadores se empleen con la mayor
naturalidad posible. El análisis de vídeos también es una herramienta estimable.

3. Objetivo máximo a alcanzar. Una vez analizada la temporada anterior, y


decidido ya el grupo de jugadores y el modelo de juego con que trabajar, procede
que entrenador y Club marquen objetivos, y éstos se transmitan a los jugadores
para que los asimilen e incorporen o adapten a sus objetivos particulares. Modelo
de juego y objetivos han de estar relacionados.
En cuanto a esos objetivos deben ser siempre de obtener el máximo rendimiento
potencial del grupo, pero está claro que, en función del poderío del equipo, hay
dos diferentes posibilidades:
(a) competir por todos los títulos en los que se participa, o,
(b) simplemente, sacar el mayor rendimiento posible a la plantilla, sin
aspiraciones absolutas máximas.

a) Conseguir todos los títulos en que está inmerso. En este caso, se trata
de limitar hasta el extremo las carencias del equipo, de estar en disposición de
ganar a todos y en todas las competiciones. En este nivel de exigencia
tomaremos en consideración los siguientes aspectos:
(1) elaboración del modelo de juego, que debe de ser lo más actualizado
posible,
(2) optimizar el dispositivo táctico del equipo, lo que, a su vez, obliga a:
(i) reclutamiento de jugadores de gran calidad, sea cuál sea su precio,
(ii) reorientación de jugadores polivalentes a otras posiciones, y,
(iii) promoción de jóvenes talentos.
(3) valor de los suplentes, que son decisivos en estos niveles, y que han de
aceptar su papel inicial –que puede no ser definitivo- de “segunda opción”.
(4) concepción y atribución de las misiones tácticas, de manera que no se
produzcan ambigüedades,
(5) establecer reglas de colaboración entre los jugadores.
(6) lidiar con el “exceso” de calidad de los jugadores, causa de permanente y
latente competitividad. La forma de resolver este tipo de conflicto es variable:
(i) intentando esclarecerlos; (ii) insistir en el motivo de reunir tanto talento; (iii)
“ignorar” los conflictos; (iv) atenuarlos (resolver unos, ignorar otros), o,
(v) establecer compromisos. En cualquier caso, no siempre el conflicto es
absolutamente negativo: si sabemos tratar con ellos, y revertirlos, esa misma
resolución se vuelve un elemento de cohesión interna.
(7) integración de nuevos jugadores, lo cual es siempre más o menos
traumático; de todos modos, si los recién llegados muestran un mínimo interés
en integrarse, y aceptable calidad, la asimilación no suele ser problemática.
(8) optimizar el proceso de entrenamiento; en el fútbol de máximo nivel no
basta con la calidad de base, sea individual, sea colectiva, hay que estar
continuamente perfeccionándola.

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(9) probar al equipo en competiciones preparatorias ante rivales de similar


nivel; no hay mejor prueba que el juego real, y procede que las hagamos ante
rivales que nos pongan en las situaciones que enfrentaremos en busca de
nuestros altos objetivos, así comprobaremos el rendimiento individual, el
modelo, y aumentaremos la autoconfianza, de ser victoriosos, o, caso
contrario, podremos introducir las variaciones pertinentes para la competición
oficial.

b) Alcanzar un rendimiento máximo en función de las capacidades de los


jugadores que tenemos a nuestra disposición.
En este caso no se trata de optar “a todo”, pero sí de extraer las mayores
potencialidades. Podemos llamarlo fruto de “producto interno”, y es la base para
poder optar en el futuro a metas más ambiciosas. Los presupuestos a
considerar son similares a los del caso anterior, pero no exactamente iguales,
ya que son grupos en los que se producen normalmente menos fichajes, se
trabaja más con la integración de jóvenes jugadores del Club, los conflictos de
“egos” y con los suplentes son menos virulentos, etc. Los aspectos a
considerar:
(1) elaboración del modelo de juego,
(2) formación de la estructura de base del equipo,
(3) definición de la constitución del equipo,
(4) atribución de misiones tácticas específicas a los jugadores,
(5) establecer reglas de colaboración entre los jugadores,
(6) superar los conflictos,
(7) seleccionar talentos.
(8) optimización del proceso de entrenamiento, y
(9) evaluar la capacidad del equipo en situaciones competitivas.

4. Formación del equipo. Ante el proceso de formación de un modelo de juego, la


mayor certeza ha de ser siempre que trabajamos con seres humanos, y que por
tanto nuestros jugadores van a responder a nuestras expectativas, ante el
entrenamiento y ante la competición, de modos diversos y no siempre
correspondiente a nuestras previsiones. Por muy cuidadosos que seamos en los
análisis previos, y por muy objetivos que intentemos ser, nunca podemos olvidar que
no sólo las peculiaridades de los jugadores, sino también las limitaciones,
proyecciones, pasiones y preferencias del entrenador van a manifestarse.

a) Apuntar a un determinado perfil de jugador. Siempre vamos a desear el


acierto en la elección de jugadores y que obedezcan a los perfiles ideales, pero
ello no es siempre ni en la misma medida viable. Por ello es importantísimo –no
hay modelo que funcione sin contar con las características de los jugadores-
que procuremos objetivar al máximo en la selección de jugadores, para que el
modelo no se vea comprometido ante cualquier eventualidad del juego o por
avatares generales siempre posibles (lesiones, sanciones, etc.). Todos los
jugadores nos han de ser válidos para garantizar un mínimo funcionamiento
colectivo de nuestro modelo, sean quienes sean los convocados en cada
partido.

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b) Número de jugadores que forman el equipo. Básicamente, un equipo de


fútbol debe ser formado por un número relativo y estable. Para ello hay que
tener siempre presentes dos ideas fundamentales:
(i) ser suficientemente amplio para hacer frente a lesiones, sanciones...y,
(ii) ser lo más reducido posible, para que no haya jugadores definitivamente
frustrados por no ser poco o nunca utilizados.

Teniendo esto en cuenta, el número básico de jugadores será:


(a) 17/19 jugadores que garantizan una sana competencia interna, más
(b) 4/5 jóvenes talentosos, que no desmerezcan si han de ser empleados en la
competición, y que así se van fogueando para futuros protagonismos.

Ello nos da un total de entre 21 y 24 jugadores, límites que


consideramos que no se han de sobrepasar en ninguno de los sentidos.

c) Bases para la elección de los jugadores que han de constituir el equipo.


De los diferentes conflictos emergentes de un equipo de fútbol, gran número de
ellos se originan en el hecho de tener demasiados jugadores en total, y/o en el
de tener demasiados para un puesto o puestos determinados. Por ese motivo,
en la constitución de un equipo es importante atender a la cualidad y calidad,
no a la mera cantidad. Otro aspecto importante es procurar que haya afinidades
personales; también hay que valorar las edades/tramos de edad, de manera
que las renovaciones de plantilla por este motivo nunca sean bruscas.
Los diferentes jugadores seleccionados deben:
(i) demostrar una correcta cultura del juego, o sea, entender y practicar el juego
con sentido colectivo y sentido del equilibrio posicional, y
(ii) edificar una fuerte dimensión estructural, lo cual no implica que cada jugador
haya de ser “universal”, pero sí que el equipo contenga jugadores universales,
semiuniversales y especialistas, y que todos ellos se interrelaciones,
complementen y revaloricen a través de su orientación hacia el interés
colectivo.

C. Dimensión estructural del modelo. Definida por la disposición posicional


de los jugadores y, paralelamente, por las funciones tácticas generales y específicas
que se les adjudican. La estructura es la combinación de posiciones básicas,
distribución y funciones individuales y colectivas; así constituimos un todo (equipo)
con un sentido e identidad propia (que nace del modelo de juego).

La naturaleza de la estructura del juego expresa una doble dimensión del


mismo fenómeno, dos caras de una misma moneda, dos dimensiones con el mismo
grado de importancia:
(i) la “estática”, que llamamos sistema de juego o dispositivo táctico, y que es la
colocación de base referencial, que podemos definir por diagramas (4-4-2, 3-4-3,
etc.), y
(ii) la “dinámica”, establecida por las diferentes tareas y misiones adjudicadas a
los jugadores. La dimensión dinámica define los límites y reglas orientadores de los
comportamientos de los jugadores.

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El procedimiento estructural debe asegurar los cinco objetivos fundamentales


siguientes:

1. Promover la eficacia de la organización, mediante el afinamiento de la


comunicación interna, la racionalización del espacio de juego y la especialización
y universalización de las tareas individuales y sectoriales.

2. Proporcionar una dirección, orientando a los jugadores hacia los objetivos y


marcando un mínimo de tareas “clave” para cada jugador y sector.

3. Desenvolver una cultura de responsabilidad, a través de las tareas; las


acciones de ayuda (desdobles, permutas, coberturas, etc.) no son sólo acciones
colectivas, sino símbolos de la solidaridad y la cohesión del grupo.

4. Proporcionar un sistema de coordinación, articulando y responsabilizando a


todos y cada uno. Esta coordinación es más evidente en ciertas situaciones,
como son las partes fijas del juego y los cambios de ritmo durante las acciones
ofensivas. Papel decisivo desempeñan los llamados organizadores del juego, de
gran capacidad técnica e inteligencia táctica, y orientadores máximos de la
adaptación creativa durante la competición.

5. Establece una red de información y comunicación, en tanto que la


estructura de un equipo evidencia una red formal e informal en la que fluyen
informaciones pertinentes y oportunas, en un cuadro tan amplio y rico como es la
organización de un equipo de fútbol. Un ejemplo bien clarificador de este aspecto
lo tenemos en una jugada tan común como puede ser un movimiento de ruptura
de un punta: en un instante, el compañero poseedor ha de evaluar el movimiento
del compañero, la respuesta de los defensas y la limitación de la norma del “fuera
de juego” en el que pudiera estar incurriendo aquél.

D. Dimensión funcional del modelo. Representado por la


coordinación/sincronización comportamental de los jugadores y por el ritmo de
ejecución táctico-técnica. La articulación de las tareas individuales, sectoriales y
globales se enfoca a posibilitar –en función del modelo de juego, objetivos y
contexto- que los jugadores asuman conductas de seguridad, de riesgo o de
equilibrio entre ambos. La lógica del trabajo colectivo pasa por:
(i) coherencia comportamental,
(ii) sincronización temporal de las acciones de los jugadores,
(iii) concretización de formas superiores de coordinación, y,
(iv) rentabilización de los esfuerzos.

Por otro lado, la naturaleza de cualquier método de juego, sea en el aspecto


ofensivo, sea en el defensivo, deriva de:

1. Coordinación de las acciones de los jugadores, enfocada a la concreción


de un proyecto común.

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2. División de tareas tácticas, que a la vez han de ser comprendidas y


asimiladas por todos los jugadores, esto es, cada uno ha de entender las suyas y
las de los compañeros.

3. Unidad de la actitud y de la acción, en cuanto a que la organización se basa


en que cada jugador sea consciente y sincronice sus conductas con las de sus
compañeros.

4. Establecimiento de principios orientadores, dado que la organización


general desarrollará paralelamente mecanismos de participación activa global, de
entreayuda y solidaridad, de equilibrio, de racionalización de los espacios y de
simplificación de procesos.

5. Manejo y dominio de los tiempos y los ritmos, porque la aplicación de un


determinado modelo de juego implicará paralelamente unos determinados
conceptos en cuanto a: (1) variación secuencial de la velocidad de ejecución, (2)
conocimiento monográfico de los espacios de juego, (3) uso del factor sorpresa,
(4) conducción del equipo contrario hacia estados de confusión y crisis de
raciocinio táctico, (5) alternancia de diferentes grados/márgenes de seguridad y
riesgo, y, (6) imposición de una “tasa” de variabilidad en el ritmo durante las
distintas situaciones de juego.

E. Dimensión relacional del modelo. Los procesos cognitivos son de una


importancia fundamental para la respuesta motora que se dará a las situaciones
problemáticas del juego. Aún hoy, se piensa que los jugadores han de ser capaces
de realizar expresiones técnicas “perfectas”, o sea estandarizadas con respecto a un
ideal, del que se copia y repite. Pero si observamos el juego actual, vemos que la
eficacia no se puede atribuir a la perfección del gesto en sí, sino a la adecuación
entre percepción de la situación, toma de decisión correcta y ejecución motora
adaptada. Por tanto, durante el proceso de entrenamiento hemos de centrarnos en
intentar afectar a la capacidad cognitiva del jugador, concibiendo ejercicios y
manipulando sus condicionantes estructurales (tiempo, espacio, número, etc.), y no
malgastar tiempo y energía en la repetición sistemática y analítica de gestos
pretendidamente “ideales” y descontextualizados de la realidad situacional y
competitiva. Se manifiesta más rentable, para la comprensión, afinamiento y
coordinación táctico-técnica de los jugadores y el equipo, entrenar sobre situaciones
complejas y contextualmente relacionadas con el modelo de juego y la competición.

Por ello, se plantean dos cuestiones recurrentes y esenciales:


(1) la primera es la importancia del establecimiento de un lenguaje común, de
unas señales y reglas que identifiquen al grupo y sus relaciones, y
(2) la segunda (que deriva de la primera) expresa que es imprescindible
construir reglas racionales de decisión (heurísticas) que fundamenten el
pensamiento táctico de los jugadores en la resolución de las situaciones del juego.

1. Establece reglas de orientación táctica. Ellas coordinan las actitudes y


comportamientos táctico-técnicos individuales y colectivos, tanto en procesos
defensivos como en ofensivos. Para que se desarrolle correctamente el juego es

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fundamental que se haga sentir la contribución de cada jugador, lo mismo en la


resolución inmediata de una situación como en la anticipación de lo que derive de
ella. Por eso hablamos de (a) una comprensión táctica y (b) una red de
información a través de un lenguaje común.

a) Comprender el sentido táctico de cada situación. Para actuar


eficazmente, individual y grupalmente, es imprescindible que haya, incluso
frente a las imprevisibilidades situacionales, una comunidad cognitiva.
b) Desenvolver una red de transmisión de las intenciones y proyectos de
cada jugador. El punto anterior se complementa con el hecho de que los
jugadores, para conseguir altos niveles de rendimiento, han de captar también
la intención de solución de sus compañeros, para actuar consecuentemente.
Otra manifestación del lenguaje común.

2. Promueve la regulación de cada acción motora. Los principios del juego


aseguran las líneas orientadoras de los comportamientos. A partir de una
comprensión común (lenguaje), se promueve la expresión coordinada (modelo de
juego), porque:
a) Desarrolla la formación táctica de los jugadores, tanto en el plano
teórico como práctico. Cuando poseemos un lenguaje común, un código de
lectura compartido, se contribuye poderosamente a que podamos progresar
en el estudio de los componentes tácticos del juego. Cuando entendemos lo
que “leemos” y podemos comunicarnos con los mismos signos con nuestros
semejantes, el avance en el conocimiento es indudable. Ello lo trasladamos al
fútbol y al equipo en concreto, y así entendemos que una organización, unas
propuestas racionales, comprendidas y asimiladas, nos llevan a la
comprensión compartida de las situaciones del juego y, consecuentemente, a
la expresión coordinada del modelo de juego.
b) Evita limitaciones a la acción del jugador, de forma que el lenguaje
común no implica pérdida de personalidad, sino que, a través de normas
básicas de orientación cognitiva y motora, se produce la posibilidad de que
cada jugador perciba las posibles soluciones que todos y cada uno de sus
compañeros están proyectando, y gracias a ello podrá coordinarse, con lo que
las limitaciones individuales quedarán superadas por medio de la
colaboración de todos.

3. Vehicula compromisos específicos dentro del equipo

Es intentando lo imposible como se llega a realizar lo posible. Para que todo


sea posible, es necesario que estemos totalmente comprometidos con lo que
hacemos.

El entrenador es el responsable de la creación de un proyecto común,


denominado “de equipo”, orientando y conjugando esfuerzos para alcanzar los
objetivos pretendidos; este proyecto compromete y vincula a todos los elementos del
equipo, que es un colectivo integrado por diferentes personalidades, visiones y
entendimientos. Cuanto mayor sea el esfuerzo y acierto que confluyan en la elección
y desarrollo de medios de entrenamiento que aproximen a los jugadores hacia un

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denominador común, más fácil será construir un espacio de relaciones y significados


con un sentido, y de ahí derivaremos a una identidad que se manifestará en un
colectivo de dimensión táctica evolucionada. La organización de un equipo es, más
que un conjunto de elementos, una globalidad. La importancia de la elaboración de
un modelo de juego que sea como una guía o mapa para la organización dinámica
del equipo se basa en numerosas condiciones, como son las de: (a) generar
sinergias, (b) modelar actitudes y comportamientos y (c) realinear comprensiones y
significados.

A. Generar sinergias. El modelo de juego debe generar continuas sinergias


en el cuadro organizativo, para potenciar las acciones individuales y enfocarlas e
integrarlas en un marco superior global. Para ello, es imprescindible una visión y
concepción compartida.

1. Subordinar intereses. Cada jugador, como ser individual, tiene legítimo


derecho a poseer y manifestar sus intereses y características particulares, pero
es imprescindible para la organización de un equipo que cada cual sepa
subordinar sus actos al interés colectivo. Además de ser un requisito
imprescindible para el funcionamiento competitivo de un equipo, ello debe
entenderse también como un compromiso ético, moral y afectivo.

2. Fomentar la cohesión y la adaptación. La construcción de un modelo de


juego ha de fomentar, por un lado, la cohesión grupal a través de un moldeado
armonizador de las particularidades con las grupales; y, por otro, la capacidad de
adaptación conjunta a las variedades situacionales.

B. Modelar actitudes y comportamientos. La lógica constructiva de un


modelo de juego se basa en la necesidad de optimizar las actitudes y
comportamientos de sus jugadores, adaptándolos tanto a las contextualidades del
juego, como a la comunidad de intereses, como a la exigencia de “entrenar como se
quiere jugar”.

1. Entrenar como si se estuviese en competición. Que implica la necesidad


de:
(i) seleccionar ambientes similares a los de competición,
(ii)estimular el desarrollo de comportamientos motores en cuadros que potencien
las cualidades físicas específicas y en un clima psico-emocional intenso; si bien
en los entrenamientos no podemos manipular circunstancias como público,
arbitraje, expectación periodística, al menos, si conseguimos alta implicación
psico-emocional, nos acercaremos considerablemente a las circunstancias
reales.

2. Crear condiciones para una superación constante. Todo ser humano es


particular y con limitaciones físicas, psíquicas, motrices, etc. Sin embargo, es
humana también el ansia de mejora, o al menos alcanzar todas sus
potencialidades. El entrenador ha de alimentar, tanto en entrenamiento como en
competición, esas ansias de mejora, de superar límites progresivamente. Un
modelo de juego que satisfaga esas aspiraciones y un modelo de entrenamiento
que afecte a continuas adaptaciones específicas cumplen esa exigencia positiva.

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Identidade e
integridade
Jogo de futebol
Modelo de Modelo de
preparação análise

Modelo de jogo

Melhora canais Veicula


de comunicação compromissos

Modelo de
jogador

3. Implementar una cultura de disciplina y responsabilidad. El modelo de juego


constituye una guía fundamental para disciplinar y responsabilizar las actitudes y
comportamientos de los jugadores. Ser disciplinado y responsable, en el seno de un
equipo, implica el desempeño entusiasta y eficaz de las tareas. Disciplina así
entendida y responsabilidad son pasos previos ineludibles para el éxito de un grupo.

C. Realinear comprensiones y significados. Lo que marca la diferencia no


es lo que se hace, sino cómo se hace. Los entrenadores resuelven a diario
problemas de relación entre y con los jugadores, responsabilizándoles y
acompañándoles, desarrollando competencias y alineando actitudes y
comportamientos. La diferencia entre los grados de eficacia que consiguen está en
la calidad de lo que realizan, las metodologías que siguen y la sistematización de su
manera de abordar su dirección hacia una forma específica de jugar.

Es importante analizar:
(a) Cómo nace una experiencia, y (b) la necesidad de realinear
comprensiones y significados de los jugadores como miembros de un equipo.

1. Como nace y se refuerza una experiencia. La explicación que cada uno de


nosotros atribuye a una determinada experiencia/grupo de experiencias es su
encuadre, el marco que compone una imagen. “Reencuadrar” es modificar un
significado, cambiando el cuadro emocional y conceptual con el que la persona
describe sus experiencias. Es atribuir una nueva explicación plausible a los

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mismos sucesos. Con frecuencia es más importante ayudar a cambiar la


percepción de los hechos que cambiar esas circunstancias en sí. Pero esta
reelaboración tiene una paradoja: cuanto más la necesitamos, más difícil es
conseguirla. Es más difícil que una persona acepte una reinterpretación diferente
de los hechos si es una persona involucrada en éstos quien se la propone.

- Una experiencia son hechos, emociones y opiniones.


- Un hecho es algo que acontece fuera de la persona y que ésta puede observar. -
- Una emoción es algo que sucede en el mundo interior de la persona, y contiene
una sensación física, una respuesta psíquica breve y una descripción de lo que
está sucediendo.
- Una opinión es una construcción intelectual a través de la que atribuimos un
significado duradero a lo experimentado.

El hecho y la emoción que produce son limitados en el tiempo, mientras que la


opinión es relativamente estable y constante.

A veces una experiencia comienza con un hecho para el cual no tenemos


interpretación, otras veces comienza con una opinión preformada hacia algo que
todavía no ha ocurrido, o con una emoción activada internamente que nos induce a
seleccionar criterios de clasificación de los hechos. Sea por dónde sea que haya
comenzado, toda la secuencia es activada, pese a que la mayor parte de las veces
no sea de forma consciente.

En la construcción de una actitud siempre encontramos hechos, emociones y


opiniones. Por poco compleja que sea la experiencia de una persona, siempre hay
dos puntos de acceso: por los hechos o por las opiniones; el acceso directo a las
emociones no es fácil, ya que éstas son construidas internamente). La posibilidad
de catalizar el alineamiento de actitudes y comportamientos depende de estos tres
elementos, de manera que se proporcione a los jugadores una experiencia y un
proyecto común.

2. Porqué realinear comprensiones y significados. Todo lo que sucede a


nuestro alrededor –si le hemos prestado atención- es encajado en nuestro modelo
mental, lo que permite entender qué pasó, cómo pasó, y cuáles fueron las
premisas de ese suceso, para prever su repetición. Es difícil aceptar el estar
confundido con lo que sucede a nuestro alrededor, porque ello nos dificulta la toma
de decisiones y el actuar. Tenemos la necesidad de encuadrar nuestros hechos y
los de los demás en un todo coherente. Lo que da significado a una acción es su
contexto de ocurrencia. Dada esta característica de nuestro modo de funcionar, la
busca y creación de significados no es una actividad dependiente de los otros, es
un proceso personal y no puede ser interrumpido, por eso puede ser una fuente de
disgregación de las actitudes y comportamientos de los jugadores dentro de un
equipo, dado que comparten las situaciones contextuales, pero cada uno tiende a
actuar según los significados que personalmente otorga. De aquí, y dada la
enorme variedad de las situaciones contextuales del fútbol, la importancia decisiva
de crear modelos y significados comunes a través de ejercicios que traduzcan
experiencias compartidas, y del establecimiento de las reglas de tomas de decisión
individual y grupal.

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4. Modelador de una forma específica de entrenar

Las concepciones y características del modelo de juego deben condicionar el


proceso de entrenamiento, para que éste sea congruente con los objetivos
pretendidos. La construcción de un modelo de juego hará inteligible un fenómeno
complejo, asegurando las referencias que orientan tanto la conceptualización de los
ejercicios, como la potenciación de determinadas respuestas motoras.

A. Modelo de juego versus modelo de preparación. Un aspecto


fundamental y característico de la elaboración de programas de acción es que
reproduzcan sistemáticamente el modelo de juego propuesto, el cual, a su vez,
deriva de la actividad competitiva. Ése es el criterio para la selección de medios,
métodos y condiciones de entrenamiento, que faciliten la progresión física, técnica,
táctica y psicológica, individual y colectivamente.

Ello no implica que no se puedan abordar, puntualmente, tareas muy


particularizadas o personalizadas, en cualquiera de los factores del rendimiento,
pero siempre se ha de mantener la coherencia con el modelo de juego propuesto.
Cada ejercicio propuesto será considerado específico o no, en función del grado de
semejanza o disparidad con el modelo de juego. No basta que el ejercicio contenga
elementos tales como balón, espacios, porterías, compañeros, contrarios, etc.; lo
que es esencial es que todo ello se relacione, interrelacione y organice de forma que
parametricen actitudes, decisiones y acciones dirigidas a un patrón individual y
colectivo concertado con la forma de jugar (identidad), potenciando así la
transferencia entre lo que se hace y lo que se quiere hacer/conseguir. Se trata de
que, independientemente del nivel de complejidad de un ejercicio, éste nunca sea
inconexo con la lógica fundamental del modelo de juego. El modelo de juego implica
un camino a recorrer, lo cual condiciona y determina la concepción y concreción de
ejercicios coherentes con el mismo.

Los efectos de un ejercicio pueden ser inmediatos, permanentes y/o


acumulados; la aplicación planificada y organizada de los ejercicios permite que los
efectos inmediatos y permanentes se conviertan en acumulados, que sean los que
definitivamente permiten adaptaciones idóneas y progresivas. En definitiva, a cada
modelo de juego corresponderá un modelo específico de preparación, que hará
posible:
(i) superar dificultades.
(ii) realizar un análisis operativo, y la
(iii) creación de contextos sucesivamente enriquecidos.

B. Categorización de las situaciones de juego. La naturaleza del juego de


fútbol se basa en la aleatoriedad, la imprevisibilidad y la transitoriedad de las
situaciones. El análisis del juego nos muestra que no hay dos situaciones idénticas.
Sin embargo, es posible caracterizarlas en grandes grupos, creando una taxonomía.
Esta categorización de las situaciones nos permite relacionarlas con un territorio de
“posibles previsibles” (Garganta & Gréhaigne, 1999), los cuales se relacionan con
diferentes formas de concepción y organización del proceso de preparación de los
jugadores y del equipo. El proceso de entrenamiento se basará así en la

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planificación, la coherencia y la sistematización de las acciones. Para optimizar el


proceso de entrenamiento, éste se deberá moldear en función de los denominados
modelos o representaciones del juego, en el sentido de una:
(i) rentabilización de la relación tiempo de entreno/objetivos alcanzados,
(ii) minimización de la relación recursos usados/mejora obtenida, y
(iii) potenciación de los efectos de carácter positivo.

El modelo de juego adoptado crea un cuadro de interpretación/lectura común,


y de esta manera los jugadores crean rutinas a través de las que comparten
significados e intenciones semejantes para cada situación del juego, aún cuando las
informaciones obtenidas del contexto sean incompletas

C. Concreción de un modelo específico de entrenamiento. Partiendo de


la necesidad de construir un modelo de juego, la cuestión siguiente que se plantea
es: ¿cómo el modelo de juego debe ser encuadrado en el proceso de preparación,
utilizándose una metodología específica de entrenamiento? A través de esa
metodología específica es como los jugadores son colocados en diferentes
contextualidades situacionales, la cuales se construyen a partir de diferentes niveles
de complejidad. Por tanto, el diseño de los ejercicios de entrenamiento no sirve para
todos y cada uno de los modelos, ni se basan en cualquier tipo de situaciones de
juego. Lo que procede es plantear situaciones/problema relacionadas con un modelo
de juego estudiado, reflexionado y llevado a la práctica, y a continuación probado en
la realidad, para aquilatar sus ventajas y sus carencias. El modelo de juego es una
referencia, disminuyendo las posibilidades de interpretaciones e impresiones
subjetivas. Las regularidades creadas a través de los ejercicios de entrenamiento
permiten la creación de condiciones para la evolución correcta, individual y
colectiva. Las concepciones y características del modelo de juego aseguran las
referencias que orientan la conceptualización de los ejercicios, y que son:
1. Respetar la integridad del modelo.
2. Crear contextualidades de juego.
3. Direccionar la preparación del equipo en un sentido único.
4. Encuadrar los diferentes factores de preparación.
5. Aproximar los procesos de entrenamiento y competición.

La evolución y el perfeccionamiento de los jugadores y el equipo pasan por


relacionar la interdependencia y reciprocidad de los fenómenos de entrenamiento y
competición. En el entrenamiento se adquieren las adaptaciones para decidir y
actuar con acierto; de la competición extraemos informaciones y conclusiones para
sucesivas mejoras adaptativas.

D. Controlar el proceso de evolución individual y colectiva. Los medios


metodológicos operacionales expresan esencialmente un proceso de evolución
controlada de los jugadores y de la organización del equipo. Se establece así un
conjunto de criterios que orientan su funcionamiento y desarrollo, sustituyendo el
carácter casuístico del proceso de entrenamiento por una sistematización orientada
al futuro.

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5. Referencial de una forma de análisis de la competición

El modelo de juego es la principal referencia orientativa y evaluadora del nivel


de juego del equipo. A partir de esta evaluación se construyen los medios
específicos de entrenamiento para potenciar los aspectos positivos del
funcionamiento y corregir eventuales desvíos.

A. Modelo de juego versus modelo de análisis. El entrenador accede, de


este modo, a dos niveles de conocimiento:

1. Lo que es correctamente ejecutado, Al respecto, procede perfeccionar los


medios de entrenamiento para: (i) aumentar los márgenes de progresión del
equipo, (ii) cubrir provisionalmente sus insuficiencias, y, (iii) actualizar y hacer
evolucionar el modelo de juego (toda vez que nunca debemos considerarlo
terminado).

2. Cuáles son las carencias demostradas por el equipo. Al respecto, es


importante: (i) reconocer las carencias, (ii) entender su origen, (iii) establecer una
estrategia para subsanarlas.

B. Establece tendencias evolutivas del propio modelo. El modelo de juego


va de una dimensión conceptual a una operacional. Desde el análisis del modelo de
juego en competición se detectan sus potencialidades, lo mismo que sus carencias.
El análisis del juego aporta un conjunto de información importantísima para insistir o
bien redefinir el modelo, convirtiéndose así en el motor íntimo que acelera su
evolución y perfeccionamiento.

C. Compara el modelo de juego con el adversario. La comparación de las


expresiones tácticas entre equipos, durante el período de preparación para la
competición, es importante, pues nos lleva a analizar hipótesis alternativas acerca
de escenarios verosímiles. Así podemos preparar al equipo para responder
adecuadamente a cada uno de esos escenarios, a través de: (i) adaptaciones y
modificaciones en el plano estructural y funcional, (ii) el contenido de la preparación
durante el respectivo ciclo de entrenamiento, y, (iii) no olvidar que hemos de aceptar
la incerteza, comprenderla e integrarla en lo posible en el raciocinio que formula una
estrategia.

D. Establece escenarios competitivos plausibles. Todo entrenador debe


preparar al equipo para la competición diseñando escenarios verosímiles,
situándose la dimensión estratégica de la competición en el conocimiento de la
expresión táctica rival y en la concepción de ejercicios que estimulen una práctica
que se aproxime a lo que prevemos para la competición real. Mejor que afectar
puntual y temporalmente a la funcionalidad dinámica del equipo –lo cual podría influir
negativamente en su rendimiento- se trata de encontrar, dentro del abanico de
ejercicios que entroncan con el modelo de juego del propio equipo, aquéllos que
mejor anticipen lo que esperamos del próximo partido.

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Por ejemplo: nos vamos a enfrentar a un equipo que defensivamente dispone


a sus jugadores muy cerca de su frontal, y contraataca siempre con pocos
jugadores; por tanto, procede que durante el microciclo de preparación incidamos
principalmente sobre ejercicios del tipo: a) metaespecializados de potenciación
acciones de los jugadores en sus posiciones de base, insistiendo en los 1vs.1 y
1vs.2; b) ejercicios de balón parado, previendo que se producirán muchas
situaciones de ese tipo; 3) para nuestra fase defensiva, ejercicios en equilibrio 1vs.2
ó 2vs.3, a partir de incorporar muchos atacantes, para intentar robarles el balón de
inmediato e impedir sus contras. No queremos decir con esto que no debamos
practicar ejercicios de finalización, posesión o de sectores, sino que la carga
preponderante será con los indicados específicamente.

En caso de que el equipo adversario pretenda siempre la iniciativa ofensiva,


nos prepararemos predominantemente con ejercicios de sectores, ejercicios
dirigidos y de defensa organizada.

CAPÍTULO 3.- FÚTBOL: METODOLOGÍA ESPECÍFICA DE ENTRENAMIENTO

La teoría y metodología del entrenamiento tiene por preocupación básica la


concepción, aplicación e innovación de medios y métodos de enseñanza-
entrenamiento considerados más eficaces con respecto a los objetivos a alcanzar,
tanto en cuanto a los aspectos de formación de jugadores como a los del alto
rendimiento.

La evolución que han supuesto las exigencias del fútbol de hoy han tornado
obsoletos los abordajes improvisados, realizados sin preparación previa. Pero
también han caducado los enfoques ausentes de visión de futuro y la aplicación
incoherente de programas operacionales de intervención. En realidad, es inherente a
la condición humana que orientemos cada momento hacia un futuro más o menos
planeado, y nos sujetemos a unas constantes tomas de decisión y acciones allí
orientadas. El fútbol actual se enmarca en un planteamiento similar, y el entrenador
ha de adoptar una metodología de entrenamiento que permita que los jugadores y
el equipo trabajen con vistas a una constante evolución del modelo de juego que
adopte, el cual a su vez deriva del análisis del juego y la mejor manera de
rentabilizar las características de nuestro grupo deportivo. La construcción de
ejercicios que impliquen “decisión/acción”, en contextos situacionales variados y
similares a la realidad competitiva, es la mejor manera de desenvolverse en el
presente y evolucionar hacia el futuro de nuestro modelo de juego. Manipulando las
limitaciones contextuales de los ambientes de entrenamiento perfeccionaremos la
capacidad del equipo para operar en los dos tipos de situaciones que se producen:
las previsibles (que resolveremos por reglas tácticas), y las imprevisibles (que

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resolvemos con pensamiento creativo, alimentado a través de situaciones


semejantes).

A. Metodología del entrenamiento. Instrumento específico de trabajo. Los


entrenadores, actualmente, y tanto por profesionalidad como por necesidades
operativas para el día a día, dan cada vez más importancia a la metodología del
entrenamiento. A este interés se corresponde el surgimiento de diversas teorías y
aplicaciones prácticas sobre la mejor manera de producir adaptaciones de los
jugadores a las exigencias de la competición y organizar sistemáticamente el juego
del equipo, que es lo que busca el entrenamiento. Cada idea, cada paradigma, cada
forma de entender el fútbol, ha dado lugar a diferentes metodologías de
entrenamiento, pues debemos aspirar a la coherencia entre la forma de descifrar el
juego y la forma de entrenarlo, entre el modelo de juego que proponemos
(interpretación y visión de futuro) y el modelo de entrenamiento (sistematización y
programación de acciones de intervención diaria en la dirección del futuro que
perseguimos). A través de la eficacia del modelo de juego y el modelo de
entrenamiento es como los entrenadores pueden superar la encrucijada en la que
actualmente y a diario se encuentran. Esta encrucijada pasa, por un lado, por el
hecho de que las Direcciones Deportivas de los clubes exigen paulatinamente
resultados más positivos y conseguidos en menores plazos, y también a veces
mantienen posiciones ambiguas radicadas en no saber bien lo que quieren; y, por
otro, por la presión de jugadores que pretenden saber para cada momento y con la
mayor antelación posible si el entrenador cuenta con ellos como “titulares
habituales”.

B. Metodología del entrenamiento. Presupuestos para una identidad


propia. Se manifiesta como un sinsentido el utilizar medios de entrenamiento o
aprendizaje que no reproduzcan la lógica interna del deporte de referencia. Tanto en
etapas de formación como en alta competición, el tiempo del entrenador parece
siempre escaso, luego ocuparlo con medios de entrenamiento que contengan tasas
de transferibilidad reducidas se manifiesta como un absurdo improductivo. En
nuestra opinión, el entrenamiento de fútbol ha de reproducir situaciones coherentes
con la lógica interna del fútbol, no de otros deportes, pero hay que respetar otras
teorías y prácticas, por bien que, insistimos, no nos parecen rentables ni adaptadas
a la realidad del juego. Pensamos que la metodología del entrenamiento del fútbol
pasa por estos puntos: (1) respetar la integridad del juego, (2) crear contextualidades
que promuevan decisiones y acciones específicas, (3) enfocar la preparación en
un sentido único, (4) englobar factores de rendimiento, y (5) asimilar los procesos
entrenamiento/competición. Pero, antes, hay que reflexionar sobre tres cuestiones
tan básicas como prioritarias:

1. ¿A quién entrenamos? Al ser humano, que es el más evolucionado de la


naturaleza. Por ello precisamos de programas específicos que presionen sobre sus
grandes capacidades de adaptación, y hemos de repetir metódica y
sistemáticamente situaciones contextuales que le muevan a ejercitar todas sus
potencialidades en cuanto a (i) actitudes, (ii) toma de decisiones, y (iii) actuaciones
motoras de respuesta situacional.

2. ¿Para qué entrenamos? Entrenamos porque no existe otra fórmula de mejorar


los mecanismos adaptativos de decisión y acción, individual y colectiva, a través de

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situaciones similares a la realidad para la cual nos preparamos. Esa repetición


organizada y sistemática pretende así conseguir altos niveles de: (i) madurez
futbolística, (ii) pensamiento estratégico/táctico, (iii) consistencia táctico/técnica y,
(iv) resistencia a las alteraciones que provienen de la aleatoriedad de un juego tan
“abierto” como es el fútbol.
El entrenamiento, por otro lado, no ha de afectar sólo a las manifestaciones
exteriores, evidentes, sino también a la interioridad del jugador.

3. ¿Con qué herramientas entrenamos? Partiendo de las evidencias que el


entrenamiento deportivo ha demostrado a lo largo del tiempo, parece que no hay
duda en que los jugadores y los equipos son entrenables. Cualquier proceso de
planificación y organización de preparación, sea en cuanto a sus tiempos (corto,
medio o largo plazo), sea en cuanto a sus niveles de perfeccionamiento
(aprendizaje, desarrollo, especialización), tiene su núcleo basado en la práctica
sistemática de un conjunto más o menos amplio de ejercicios esenciales para
alcanzar un óptimo modelo individual (jugador) y colectivo (equipo).
Este modelo ha de ser concebido con base en la unicidad del jugador y
encuadrado en una dinámica y proyecto colectivo para la resolución de las
situaciones de juego. El entrenamiento deportivo establece:
(i) la orientación de la actividad de entrenamiento, con una lógica que encadena el
análisis del pasado con lo que queremos construir en el futuro, utilizando las
posibilidades del presente, en busca permanente del proyecto común: el modelo
de juego.
(ii) la aplicación de medios apropiados de entrenamiento, contextualizando
situaciones derivadas del modelo de juego y de la competición real.
(iii) la concepción de formas evolucionadas de entrenamiento, siempre basadas en
la competición y en la mejora continua e inacabada del modelo de juego.
(iv) la creación de elevados niveles de responsabilidad y motivación, que son
imprescindibles para mantener el empeño de los jugadores, abordando tareas
complejas, nuevas adaptaciones, aún sabiendo que nunca el entrenamiento nos da
garantía plena de éxito.

1. Respetar la integridad del juego

La integridad del juego de fútbol no puede ser entendida por el análisis de


pequeñas fracciones y pormenores, pensando que a través de la simple adición de
sus efectos llegaríamos a un todo final.

A. Modelar la complejidad del juego, en vez de descomponerla. Una


metodología basada en enfoques y trabajos analíticos, aunque sea inteligible, no
representa la realidad. El juego es más que la suma de sus partes.

1. Interviniendo sobre las partes nada nos garantiza que influimos sobre el
todo. Todos tendemos a fragmentar para entender. Igualmente en el fútbol,
esperando que luego, por asociación, se expresen las mejoras. De ahí procede la
organización de los medios de enseñanza/entrenamiento, desglosando los factores
físico, técnico y táctico, y utilizando tareas integradas únicamente cuando se

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realizan juegos competitivos, partidos de práctica, y similares. Por contra, nosotros


defendemos la necesidad de analizar el juego como un todo, y diseñar tareas que
lo reflejen de esta manera. Cuando utilizamos las herramientas de análisis y
síntesis adecuadas, no es tan difícil como pueda parecer, si bien la complejidad del
juego, ciertamente, nos obligará a un mayor tiempo de estudio, reflexión y diseño
de tareas apropiadas, seguido de continuas evaluaciones, correcciones y
reelaboraciones.

2. Separar es la mejor forma para no resolver un problema. Una excelente


forma de gastar recursos (tiempo y energía) con pocos resultados (relación
costo/beneficio) es atacar las partes de un todo sin atender a su inter-relación. La
tendencia a disgregar, para analizar, factores técnicos, tácticos, físicos o psíquicos
nos induce también a intentar mejorarlos con medios analíticos, sin respetar la
globalidad del juego y de nuestro modelo, lo cual produce resultados mucho menos
transferibles que los trabajos integrados.

a) Descontextualización de la acción. Cuando verificamos durante el juego


carencias de rendimiento en determinado jugador, tendemos a atribuirlo a
debilidades físicas, técnicas, tácticas y, consecuentemente, procedemos a
elaborar tareas de carrera, tiro, pase, en grupos reducidos o incluso
individualmente. Esas tareas, carentes de integridad y ausentes de procesos de
percepción y toma de decisión, descontextualizadas del juego real, producen
efectos mínimos.

b) Reducción del efecto de transferencia. Este abordaje, descontextualizado


con respecto al juego real, del proceso de entrenamiento, no sólo es
ineconómico, ineficiente, por su pobre relación costo/beneficio, sino que incluso,
si utilizamos estos medios de entrenamiento preponderantemente, llega a
producir transferencias negativas, dado que con la repetición aislada y
estandarizada se empobrece la presión adaptativa física, técnica y táctica, por la
reiteración de gestos y movimientos invariables y ausentes de procesos
decisionales.

B. Inter-relacionar las partes del juego, en vez de separarlas. El ser


humano no es un sumatorio de funciones, sino la interacción de ellas dentro de un
todo común y con un sentido (dirección) y significado (comprensión). Lo mismo
sucede como jugador, por mucho que cada uno tenga unas capacidades
preponderantes; su relevancia, sin embargo, no procede de su manifestación
aislada, sino englobada y, finalmente, coordinándose con los compañeros en lucha
con otro equipo. El juego de fútbol es producto de la interacción de muchísimos
factores, es enormemente complejo. Si pensamos que conociendo mejor cada parte
conocemos mejor el todo, “no hay que olvidar que no sólo cada parte está en el
todo, sino que también el todo está en cada parte” (Morín, 1983). Por tanto, el
problema para la comprensión y mejora del juego y sus medios de entrenamiento no
está tanto en el análisis de sus componentes, sino en lo equivocado de intentar
mejorarlos, entrenarlos, analíticamente. La metodología para el entrenamiento del
fútbol debe partir y basarse en un pensamiento que asuma la integridad del juego y
con una operacionalidad que respete la plenitud de su complejidad.

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1. Encuadrar un problema es medio camino hacia su solución. Dado que el


juego es más que el sumatorio de acciones individuales y colectivas, dado que es
complejo y así se “percibe”, no puede “conocerse” por descomposición analítica.
Para no sólo percibirlo, sino también conocerlo, hay que desarrollar una visión
estructurada y sistematizada coherente con su lógica compleja.

Ante cualquier problema de juego o entrenamiento, podemos identificarlo,


caracterizarlo y analizarlo a la luz de un cuadro de referencia (modelo de análisis
del juego) respetando su integridad. Si somos capaces de encuadrar así el
problema, sea individual, sea colectivo, ya estaremos en el camino de entenderlo y
de encontrar medios operacionales para abordarlo y corregirlo.

a) Primero se crea... luego se finaliza. Si un equipo, en competición, no


consigue finalizar con el éxito esperado, hay que estudiar si se crean o no
situaciones de finalización.

(1) Si se crean, surgen a su vez dos posibilidades: a) hay oportunidades, pero no


llegamos a rematar; b) hay oportunidades y rematamos, pero sin eficacia.

(2) Si no se crean, el problema no es la finalización, sino la creación.

Al ir a la práctica para la resolución del problema, en el primer caso diseñaremos


ejercicios de finalización, partiendo de diferentes contextualidades. Para el
segundo, se tratará de ejercicios dirigidos a la creación de situaciones de
finalización.

Con este ejemplo simple, queremos decir también que hay que analizar
globalmente un problema dado y diseñar medios de entrenamiento bien
centrados en él. Lo contrario supone la no resolución, luego tiempo y energía
perdida y alta frustración.

b) Primero se jerarquiza... después se hace. Ante la existencia de un gran


número de fallos individuales o colectivos, hay que precisarlos y jerarquizarlos,
para decidir cuáles son los que precisan de corrección urgente, por ser los que
afectan más a la organización del equipo o por ser los que originan y/o refuerzan
los efectos de otros errores. Un ejemplo práctico:

El entrenador observa que los adversarios consiguen explotar los espacios


intersectoriales; lo primero es detectar las causas de esta permeabilidad, que
podrían ser: (1) los jugadores de cada sector no se cubren; (2) los sectores están
muy distantes entre sí; (3) incorrecta gestión de las acciones de los defensas
cuando se enfrentan a cambios de orientación, y, (4) fallos en los marcajes
presionantes sobre el poseedor del balón.

Si todas estas facetas funcionaran correcta y simultáneamente, sería imposible


que el rival nos desbordara; por el contrario, con que una de ellas sea deficiente,
seremos débiles, independientemente de si el rival lo sabe explotar o no.
También hay que reseñar que las crisis organizacionales graves dependen
normalmente de varias causas encadenadas, no de una sola. El entrenador, una
vez detectado el problema, ha de concienciar a los jugadores y elaborar y

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practicar ejercicios que corrijan los puntos clave del desajuste. Sólo más tarde,
una vez resueltos, puede trabajar sobre pequeños detalles de afinamiento
máximo: intentar mejorar rápidamente absolutamente todo y al máximo nivel, lo
cual precisa de mucha información, podría ser contraproducente y confuso para
los jugadores. Se ha de seguir la pauta de “primero, los grandes desajustes, y
luego los pequeños detalles”.

2. Intervenir sobre un problema implica la aplicación de medios propios para


ese fin. De lo anteriormente escrito se deduce que lo importante no es tanto tener
un gran archivo de ejercicios, como aplicar a cada modelo de juego y a cada
problema concreto las tareas adecuadas y adaptadas. La correcta aplicación
metodológica implica la focalización de las exigencias reales, y en ese sentido que
le llamados “específica”.

a) Una dimensión conceptual del juego debe ser acompañada por los
medios operacionales de soporte. Conceptualmente nos referimos al juego
como un ámbito de dos fases fundamentales –ataque y defensa-, enlazadas por
las correspondientes transiciones. Por tanto, la construcción de medios de
entrenamiento ha de respetar y ser coherente con el abordaje que de ellas
haremos en nuestro modelo de juego. No deberíamos distraernos con otras
herramientas pedagógicas, lo cual no implica en ninguna manera que no
tengamos que estar siempre dispuestos a incorporar mejoras, bien dentro del
conocimiento general del juego, bien como necesidad del propio modelo en
cuanto evoluciona constantemente y precisa nuevos estímulos. El proceso de
entrenamiento y mejora del modelo ha de ser “elaboración teórica-práctica-
evaluación-teorización-práctica....”, ininterrumpidamente, para una permanente
evolución.

b) Cada parte del juego debe ser operacionalizada en el interior del todo. A
veces sucede que los entrenadores tenemos una visión actualizada y global del
juego, y lo sabemos expresar teóricamente con brillantez, pero no sabemos
traducir esa visión a metodologías coherentes para entrenarla, y los trabajos son,
de alguna manera, “mutilaciones” y compartimentaciones del juego. El problema
central es ¿cómo relacionar un modelo de juego con un modelo de preparación
sin que la metodología específica que lo sostiene contenga ejercicios de
entrenamiento que provoquen indebidamente una nueva mutilación “por partes”
de ese modelo? La solución es formular una lógica de continuidad de acción de
los jugadores y equipo plasmada en una coherencia real (modelación) entre
modelo de juego y modelo de preparación, y para ello hacer converger los
ejercicios en un sentido: (i) único (para aquel modelo específico de juego) y, (ii)
flexible (adaptándose a los diferentes cuadros y posibilidades situacionales del
juego real).

Si aceptamos el enfoque integral del juego y que el entrenamiento ha de ser


coherente con esa realidad e idea, (o sea, que sólo se está altamente capacitado
en aquello que se entrena específicamente), los medios de entrenamiento han de
reproducir la lógica del juego. No sirve de nada actualizar el paradigma
conceptual si no nos acompañamos de una práctica diaria acorde con ello.

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c) A un conocimiento evolucionado puede no corresponder una mejor


operacionalización de los problemas del juego. Los diferentes modos de ser
entrenador, técnica y humanamente, pueden compensar formas consideradas
“superadas” en lo que concierne a liderazgo y metodología del entrenamiento.

Esta cuestión no se resume a si el entrenador conoce la evolución en procesos


de entrenamiento, sino en si los consigue aplicar en la práctica. O si es
conocedor de las formas más correctas de liderar, sino en si es capaz de hacerlo.
Podemos tener una óptima idea y aplicarla mal, pero también podemos tener una
concepción tildada de “obsoleta” teóricamente, y sin embargo ser muy efectivos
en su aplicación. Pero, ¿cómo es posible que se puedan obtener grandes
victorias con metodologías basadas en visiones trasnochadas?; ¿podría ser que
todos entrenen bajo el mismo paradigma y que las diferencias resultantes deriven
de otros aspectos como calidad de los jugadores, manejo de los partidos,
influencias arbitrales, suerte, etc.? ¡Estas justificaciones, evidentemente, no
bastan! La realidad es que hay diferentes metodologías, distintas formas de
aplicarlas, diferentes liderazgos, diferentes formas de organizar el
entrenamiento... y todo influye. La metodología que nosotros defendemos parte
indudablemente del estudio de la gran complejidad del fútbol y defiende el uso de
ejercicios coherentes con la integralidad del jugador, del equipo, del juego, en
definitiva, con el modelo de juego propuesto, pero no podemos obviar que con
todas las metodologías se gana y se pierde; quizá las más
“actualizadas/evolucionadas” están normalmente más cerca de la victoria, pero
eso no implica necesariamente ganar. Una muestra más de la enorme riqueza de
las interrelaciones propias del fútbol.

3. Solucionar un problema implica la aparición de nuevos problemas. La


necesidad de perfeccionamiento, desarrollo y mantenimiento de la organización se
corresponde con un cuadro metodológico de entrenamiento que se desarrolla a
través: (i) de un correcto diálogo con la complejidad, (ii) del entendimiento de las
interdependencias y, (iii) por el encuadre de nuevas emergencias, derivadas de
esas interdependencias.

a) Cada nivel organizativo del equipo implica necesidades específicas. El


ciclo “diálogo-entendimiento-perfeccionamiento-desarrollo” del nivel organizativo
de un equipo es siempre inacabado, siempre está en movimiento, en
desequilibrio. Cada nuevo estado organizativo implica nuevas necesidades, lo
cual concluye en que, aún respetando la metodología que entendemos coherente
con el modelo propuesto y buscado, hemos de variar los diseños de los ejercicios
o sus condicionantes, para que sigan siendo efectivos. Esto supone un gran reto
para el entrenador, porque ni aún estando plenamente actualizado puede pararse
nunca, y ha de luchar con la tendencia “conservadora” que existe, más o menos
patente, en toda persona. Y del mismo modo, hay que mantener la confianza y
constancia en la metodología y modelo de juego, ya que también tenemos una
tendencia contraria a la anterior, o sea, cambiarlo todo cuando no se alcanzan
los objetivos previstos. El entrenador ha de saber equilibrarse en cada nuevo
desequilibrio, incesantemente.

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b) Cada medio de entrenamiento tiene su justificación en necesidades


específicas. La misma correspondencia que debe existir entre concepción de
juego y modelo congruente de preparación, ha de haberla entre medio de
enseñanza/entrenamiento y problemas verificados durante la competición. Para
quien habitualmente se siente presionado por falta de tiempo o percibe fatiga
competitiva en el equipo, sostenerse en una metodología específica es
doblemente efectivo y necesario. Garantiza coherencia, progreso y rentabilidad,
por ser adaptada al jugador, equipo, modelo de juego, competición dada y a la
lógica propia del juego futbolístico en sí.

2. Crear contextualidades de juego que induzcan a decisiones y acciones


específicas

Una metodología específica de entrenamiento está soportada por ejercicios


construidos a partir de ambientes de juego contextualizados, pues sólo así las
decisiones y acciones tienen un sentido, una finalidad, y un significado. La acción
motora sólo es eficaz cuando sirve a los objetivos estratégicos y tácticos de un
equipo durante la competición.

A. Imposibilidad de que modelos “cerrados” respondan a las


situaciones complejas. Observando a los mejores jugadores y equipos, vemos su
riqueza y variedad de acciones. Puede haber similitudes tácticas ante situaciones
semejantes, pero las resoluciones técnicas son variadas. Lo que distingue a los
grandes no es la forma de hacer (aspectos críticos motores), sino lo que consiguen
hacer (objetivos). No es que la observación de las formas de ejecución sea
irrelevante, porque en realidad nos aporta mucha información técnica y cultural, pero
no hay que caer en la reducción a un modelo y llevarlas al entrenamiento con la
pretensión de imponer su copia, cerrándonos a otras formas de ejecución.

1. Aprendizaje del gesto motor. La metodología del entrenamiento condujo en


principio al aprendizaje de gestos “técnicamente correctos”, suponiendo que éstos
son los más adecuados. Todo lo que no los reprodujera era erróneo. A partir de
ahí, el jugador debería resolver las situaciones tácticas, suponiéndose que la
maestría técnica daría fluencia al jugador, y éste derivaría recursos del sistema
nervioso central (SNC) hacia la atención preponderante a los factores pertinentes
situacionales (compañeros, rivales, espacios, etc.). Así se estableció una
progresión pedagógica como la que sigue:
(i) ejecución correcta del gesto (técnica),
(ii) uso de esa habilidad en función del contexto (táctica),
(iii) simulación para engañar al rival y resolver diferentemente (estrategia),
(iv) incrementar la frecuencia de actuación (física), y,
(v) resistencia, persistencia (psicológica).

Este fue y sigue siendo para algunos el paradigma (principio oculto que gobierna
nuestra visión de las cosas) que fundamentó/a su metodología de entrenamiento y
de ahí sus medios de entrenamiento/enseñanza. En su momento, supuso grandes
mejoras, y los grandes jugadores y equipos del pasado siguen siendo admirados

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hoy, pero actualmente este paradigma, que ha ido mostrando sus limitaciones,
está siendo substituido por otro que acepta la complejidad del juego, y con ello
nuevos modelos organizativos y nuevas formas de entrenar/enseñar.

2. Aprendizaje de las acciones motoras específicas. La capacidad de


resolución de la situaciones del juego parte, normalmente, de estrategias y normas
decisionales. Los procesos cognitivos son fundamentales para la respuesta motora
a los problemas emergentes en cada situación. La capacidad de respuesta técnica
no depende del gesto concreto, sino de la estrategia y normas decisionales que
permiten generar acciones eficaces y adaptadas a los problemas planteados. La
actividad cognitiva/motora puede y debe ser modificada a través de la
conceptualización de ejercicios complejos y de la manipulación de sus
condicionantes estructurales (tiempo, espacio, número...), en mucho mayor medida
que en la repetición de movimientos analíticos y mecánicos. Por ello hay que dar
más protagonismo al diseño y ejecución de tareas que impliquen la decisión y la
acción en sí, de manera que se interiorice por el jugador y extraiga aprendizajes
significativos. Según Garganta, 1997: “el juego del fútbol es una construcción
activa, y su desarrollo deriva de la afirmación y actualización de las elecciones y
decisiones de los jugadores frente a situaciones diversas y discontinuas,
inherentes a un ambiente aleatorio e imprevisible, con diversas limitaciones y
posibilidades, y a las que jugador y equipo deben responder ajustadamente, en
estricta concordancia con los objetivos perseguidos en cada una de las fases del
juego”.

B. Inseparabilidad de la acción técnica con las intenciones tácticas.


Acciones técnicas y raciocinio táctico no van separadas, sino formando unidad
cohesionada, de influencia y condicionamiento interno recíproco.

1. Dimensión táctica del acto motor. El pensamiento del jugador confiere


contenido táctico a las acciones técnicas. Por ello el aprendizaje y
perfeccionamiento del juego sólo es rentable cuando las situaciones de los
ejercicios de entrenamiento recrean condiciones similares a las de el juego en sí,
obligando simultáneamente a observar, evaluar, decidir y ejecutar, repitiendo este
ciclo incesantemente al compás del juego. Por ello los ejercicios de entrenamiento
han de potenciar que el funcionamiento de los mecanismos involucrados lo sea de
forma cooperativa, competitiva y compensatoria.

2. Dimensión estratégica del acto motor. Los escenarios de juego pueden ser
modificados según las informaciones que van llegando al compás del desarrollo de
las acciones y su aleatoriedad. Por esto decimos que la acción es siempre
estratégica. Según Garganta, 1999: “el jugador con experiencia evoca su pasado
para prever las consecuencias de lo que está realizando”, o sea, su mente está
continuamente actuando/previendo, porque todas las situaciones se dan en un
cuadro circunstancial, obligando al jugador a dar dimensión estratégica a sus
acciones, considerando factores como: los objetivos preestablecidos, el tiempo de
juego y el resultado numérico momentáneo. Estos aspectos básicos alientan bajo
otros más llamativos (adversarios, compañeros, balón, espacios, porterías, etc.).

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C. Direccionalidad de las acciones individuales en una dimensión de


proyecto colectivo. La orientación prioritaria de los medios de
aprendizaje/entrenamiento ha de ser la mejora adaptativa específica del jugador,
porque el equipo lo componen individuos, pero el proceso de entrenamiento sería
poco productivo si no consigue que esa mejora se produzca incardinando el
pensamiento y la acción individual dentro del proyecto colectivo, que es la esencia
del fútbol, deporte de asociación. Los jugadores han de saber tomar decisiones,
dentro de lo previsible e imprevisible, siempre orientados hacia el funcionamiento y
objetivos colectivos.

1. Variabilidad situacional versus adaptabilidad de la respuesta motora. La


adaptación de la respuesta motora a diferentes situaciones es uno de los objetivos
esenciales del entrenamiento, pero no toda variedad situacional será apropiada
para mejorar la capacidad adaptativa del equipo. Las situaciones de enseñanza o
entrenamiento han de recrear contextualidades variables, pero siempre dentro de
estos presupuestos: (i) que sean diseñadas respetando los límites que imponen las
capacidades de los jugadores y (ii) que sean progresivas y similares al objetivo
pretendido, para que se produzcan transferencias positivas. La gran riqueza del
juego no debe angustiarnos y llevarnos a diseñar innumerables tareas, porque
nunca, de todos modos, llegaríamos a abarcar “todo” lo que pasa en el juego. La
calidad y adecuación de las tareas es lo prioritario, no la cantidad indiscriminada.

2. Variabilidad situacional versus regularidad de las configuraciones de


juego. Del mismo modo, es importantísimo saber manipular los condicionantes
estructurales (espacio, número, tiempo, etc.), para crear escenarios estimulantes, y
debemos ser creativos en el diseño y manejo, pero también coherentes y realistas:
mantenernos siempre dentro de las posibilidades potenciales de los jugadores y no
abandonar las líneas maestras del plan de juego ni la lógica del fútbol: los
ejercicios han de ser dinámicos y contextuales, pero también reproducir
regularidades significativas de la identidad del equipo.

3. Variabilidad situacional versus rutinas de juego. La aplicación sistemática de


medios de entrenamiento específicos, contextuales, y dentro de una línea
orientadora clara, que respeta la lógica del juego y el modelo del equipo, permitirá
que los jugadores interioricen las regularidades, las rutinas previsibles, y se
muevan cada vez con más seguridad y fluidez, coordinados con sus compañeros.
De ahí, podrán sustraer recursos cognitivos y físicos que les permitan atender
también a las imprevisibilidades, de manera que su experiencia incorporada sea
cada vez más rica y sus respuestas más prontas y exactas, también ante
situaciones aleatorias. La maestría y coordinación dentro de las regularidades
favorece la decisión y acción frente a las aleatoriedades.

4. Variabilidad situacional versus creatividad. El rendimiento de un equipo


depende mucho del pensamiento autónomo de los jugadores. El situarlos en
posiciones básicas les proporciona un apoyo territorial y racional desde donde
conjugar sus tareas con las de sus compañeros, y es fundamental para la
organización del equipo. Una de las actividades del entrenador es encontrar los
emplazamientos básicos idóneos para cada jugador, y, a partir de ahí, introducir
pequeñas variaciones y ampliaciones a las misiones individuales, intrasectoriales e
intersectoriales, para culminar en una mayor posibilidad de desempeño

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estratégico-táctico del equipo. Cuanto mejor y más amplia sea la toma de


conciencia individual y la organización colectiva, más posibilidades hay de poder
expresar la creatividad individual, porque todos los mecanismos de ayuda y
compensación grupal permitirán ampliar los radios de acción de cada jugador. Por
más valioso e importante que sea la existencia y asimilación de rutinas y
estrategias de abordaje colectivo a los problemas del juego, nunca hay que se
pierda el equilibrio entre disciplina y flexibilidad tácticas. Es más, la una facilita a la
otra. Los jugadores actuales expresan actualmente comportamientos
táctico/técnicos caracterizados por su adaptabilidad, anticipación y creatividad.

3. Direccionar la preparación del equipo en un sentido único

La actual Teoría y Metodología del Entrenamiento Deportivo apunta


claramente hacia un creciente nivel de especificidad de las tareas que han de
desarrollarse para la preparación de la competición. Sólo así es posible una
continua elevación del desempeño del equipo y de los jugadores durante un
determinado período.

A. La especificidad de una metodología de entrenamiento se basa en un


modelo de juego. Siendo el juego el elemento de base del fútbol, es el juego lo que
ha de constituirse como núcleo de todo el proceso de enseñanza, aprendizaje y
desarrollo. La evolución del fútbol resulta de la interacción entre la lógica interna del
juego y el jugador, interacción que se concreta a través del ejercicio de
entrenamiento, que es el medio operacional que procura compaginar las
competencias y atributos de los jugadores con una organización y forma específica
de jugar.

1. Conceptualizar unidades específicas de programación. El ejercicio de


carácter específico contiene en sí propio una estructura y un contenido que respete
la integridad del juego, conduciendo a los jugadores y al equipo en su conjunto
hacia una forma específica de jugar, esto es, de leer, entender y responder a las
situaciones del juego. De ahí que a cada modelo de juego se corresponde un
modelo específico de preparación, ligando los ejercicios de entrenamiento al dicho
modelo. El ejercicio de entrenamiento, como unidad de programación, es una
construcción hipotética y operatoria de desarrollo y preparación del jugador y el
equipo, en dirección a un objetivo preciso: el modelo de juego preconizado. El
carácter innovador del ejercicio se acrecienta si introducimos peculiares y sutiles
manipulaciones de los diferentes elementos estructurales que lo componen
(tiempo, número, espacios, etc.), cuyas interrelaciones enriquecen, revalorizan y
potencian la práctica, dándole dirección, sentido y significado. Hay que insistir en
que los ejercicios no son inocuos: su grado de transferencia, e incluso su carácter
de positiva y/o negativa, dependen de que estén debidamente concebidos,
ajustados al modelo de juego, progresivos y adaptados a las potencialidades de
nuestros jugadores.

a) Ni todos los ejercicios son iguales. Existe la creencia de que cualquier


ejercicio de entrenamiento, independientemente de su nivel de especialización,

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transfiere siempre algo positivo al jugador/equipo. ¡Grave error! La naturaleza de


un ejercicio cualquiera no es su transferibilidad positiva o negativa; ésta depende
siempre del contexto (jugador, equipo, momento...) en el que se aplica, y, desde
luego, hay ejercicios más productivos que otros, si se aplican convenientemente.

b) Ni todos los ejercicios se adaptan a cualquier realidad. Si así fuera,


bastaría con copiar las tareas de los grandes equipos y entrenadores, y
tendríamos resultados garantizados, pero la realidad muestra que no es eso lo
que sucede, ni mucho menos. Para la aplicación de un ejercicio, además de
valorar la calidad de los jugadores a los que se aplicará, hay que valorar si esos
jugadores o equipos: (i) practican los ejercicios cumpliendo los elementos
estructurales debidos, (ii) se respetan igualmente los presupuestos para
concretar los mismos objetivos, (iii) si existe congruencia entre los niveles de
exigencia inherentes al ejercicio y las competencias de los jugadores o el nivel
organizativo del equipo, (iv) si existe semejanza en los ejercicios y el modelo de
juego adoptado, y (v) si los jugadores y entrenador intervienen eficientemente en
las acciones individuales, sectoriales, intersectoriales y grupales.

En definitiva, no se trata de copiar soluciones, sino de encontrarlas, estudiarlas,


pensarlas, plasmarlas y aplicarlas a cada situación y cada problema concretos de
un equipo dado.

c) Ni todos los ejercicios provocan los mismos efectos. En función del nivel
de correspondencia de los ejercicios podemos distinguir: (i) una adaptación
específica (cuando la concordancia entre ejercicio y especialidad o modelo de
juego es elevada), y, (ii) una adaptación inespecífica (cuando esa concordancia
es reducida). Si comparamos la capacidad de resistencia (adaptación específica)
entre un maratoniano, un ciclista o un nadador de fondo, ésta se sitúa
fundamentalmente en la estructura motora de soporte, y no tanto en la capacidad
de absorción de oxígeno, la concentración láctica o la función cardiovascular.
Del mismo modo, el ejercicio de entrenamiento tiene una relación específica
definida y direccional con el grado de reclutamiento de los recursos del jugador,
que, a su vez y en función de la adaptabilidad al ejercicio, presionan más o
menos sobre los mecanismos adaptativos específicos.

d) Ni todos los ejercicios potencian una formación adecuada. Esta idea


refleja que concentrar tiempo y esfuerzo en una determinada modalidad es
condición objetiva y necesaria para poder alcanzar resultados elevados. Es
posible construir situaciones contextualizadas que afecten a los sistemas de
acción a partir de la recogida y procesamiento de información pertinente y la
toma de decisiones. Si, por ejemplo, tomamos a un joven que haya practicado
fútbol desde los 8 a los 20 años, realizando ejercicios específicos, completará, en
estos 12 años, entre 2.700 y 3.000 horas de entrenamiento, con 1,5 millones de
acciones táctico/técnicas de pase, 100.000 remates y más de 3 millones de
desplazamientos ofensivos/defensivos. Si con otro entrenador, mismo tiempo
total, pero dedicando 15 minutos por sesión a tareas no específicas, habría
efectuado ½ millón menos de pases, 20.000 menos remates, y 1 millón menos de
desplazamientos específicos. Al final de 12 años, en el segundo caso habría un

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déficit de situaciones específicas, que le haría menos adaptado y que muy


difícilmente recuperaría en el resto de su carrera deportiva. Y si bien es cierto
que la cantidad no deriva directamente en calidad, no es menos cierto que hay
fuerte relación entre trabajo acumulado y rendimiento.

De la misma manera que los jugadores reflejan lo que entrenan, los ejercicios
que diseña y aplica un entrenador reflejan su visión y concepto del juego y del
proyecto que le orienta.

2. Potenciar patrones y rutinas de juego. Los modelos de juego son mapas,


hojas de ruta, para el entrenamiento específico de los equipos, potenciando el
desenvolvimiento de actitudes y trazos comportamentales que inducen a los
jugadores a manifestar la forma de juego pretendida. Para que la estructura y
organización de un equipo no sea súbita o constantemente alteradas, las
condiciones y prescripciones que basan la metodología del entrenamiento (modelo
de preparación), deben ser siempre respetadas. Al entrenador cabe la
responsabilidad de conceptuar los medios de entrenamiento que mejor se
identifiquen con el modelo preconizado, y a los jugadores la responsabilidad de
implicarse y respetar lealmente las prescripciones de cada ejercicio.

a) A métodos de juego diferentes, corresponden sincronizaciones


comportamentales diferentes. Si se pretendiera adoptar un método ofensivo
de carácter directo, transportando el centro del juego con rapidez a las zonas
predominantes de finalización, la metodología de entrenamiento ha de incluir
ejercicios con condicionantes estructurales que, en general, planteen:
(i) un reducido número de toques por jugador, (ii) desplazamientos ofensivos
rápidos y preponderantemente en dirección a la puerta rival, (iii) opciones tácticas
de verticalización, (iv) que el equipo esté preparado para frecuentes pérdidas de
balón, dado el riesgo que implica en ese sentido el uso de pases largos y
estiramiento de líneas, y (v) impedir que el equipo rival tenga tiempo para
organizarse defensivamente cuando pierda el balón.
Si nos basamos en la busca de un modelo de juego caracterizado por la
posesión y circulación segura del balón, hay que elaborar medios de
entrenamiento que se identifiquen con aspectos como:
(i) circulación de balón en un bloque agrupado y compacto, (ii) resolver las
situaciones de juego con sentido de no perder absurdamente el balón, (iii)
provocar desequilibrios numéricos y/o posicionales en el rival, y (iv) crear
situaciones de finalización con elevadas posibilidades de remate franco.
Si los ejercicios diseñados y realizados no respetaran esos presupuestos,
habremos creado discrepancias irreductibles, especialmente en lo que se refiere
a coordinación, división de tareas, articulación sectorial, ampliación de opciones
variadas, afinamiento mental y motor y rentabilización de esfuerzos.
De todos modos, no es desaconsejado que realicemos ejercicios “rápidos”
cuando nuestro modelo de juego es de agrupación, o que realicemos ejercicios
de posesión cuando nuestro modelo sea de superación de líneas; el introducir
estos ejercicios aparentemente incoherentes con el modelo de juego preparará a
los jugadores para enfrentarse a situaciones imprevisibles o poco frecuente y
enriquecerán su mentalidad táctica y destreza motora.

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b) A sistemas de juego diferentes, corresponden encuadramientos


posicionales y misiones tácticas diferentes. Un entrenador que perfile un
sistema táctico 4-3-3, por ejemplo, no ha de conceptualizar y materializar
ejercicios cuyo contenido y estructura sean los idóneos para otros sistemas. Si se
altera la estructura posicional de un equipo, hay que alterar en la misma medida
los medios de preparación. Aún más, dos sistemas tácticos iguales pueden tener
organizaciones diferentes, en cuanto a la manera de distribuir misiones tácticas
individuales, intrasectoriales o intersectoriales. Estas variaciones se trabajan
correctamente a través de la manipulación de los componentes estructurales del
ejercicio. Así, podemos determinar jugar a más o menos toques en función de la
cercanía a las porterías, o a la proximidad a las líneas de banda, o determinar
que los pases de salida y/o llegada a determinado sector se hagan
preferentemente sobre un jugador o jugadores determinados, etc. Por supuesto,
no es conveniente manipular de tal manera esos condicionantes que convirtamos
al ejercicio en carente de realismo o inalcanzable para las condiciones de
nuestros jugadores.

c) Constreñimientos tácticos diferentes inducen a respuestas específicas


diferentes. Porque el modelo de juego es una construcción compleja, su
asimilación, reproducción, mantenimiento y evolución deben ser realizadas a
partir de todos los ejercicios y todas las sesiones de entrenamiento, las cuales se
constituyen como oportunidades únicas para construir el futuro en el momento
presente. Pero desvíos intencionales con relación al modelo de juego, si están
programados en la preparación del equipo, no son desaconsejables, siempre que
se practiquen puntualmente, brevemente y una vez asentados los patrones
básicos de la organización pretendida para el equipo. Trabajos de matiz
incoherente con el modelo propio, así presentados, enriquecen a los jugadores.

3. Converger en la dirección de lo que es esencial. La pluralidad del juego


deriva de la vitalidad y diversidad de modelos y metodologías. Estas pluralidades
son las que permiten la evolución del propio juego. La calidad de los procesos
específicos de entrenamiento no es definida por el tiempo necesario para aplicarlos
y, posteriormente, beneficiarse de sus efectos, sino por la intensidad con la que
éstos acontecen, confirmando una experiencia significativa, en un momento
inolvidable e incomparable, en tanto que son adaptaciones que marcan la memoria
y son específicas en cuanto a solución contextual de la situación irrepetible. La
calidad es más importante que la cantidad, y depende de la capacidad que tenga el
entrenador para crear “algo” durante el enfrentamiento de sus jugadores con las
situaciones

a) Concentrarse en lo esencial para alcanzar éxito. El juego del fútbol se


enriquece siempre que haya quién se arriesgue a abrir nuevas ideas y
plasmarlas en conceptos operacionales. En realidad, todo es difícil hasta que se
vuelve fácil, y esto se produce cuando encontramos la manera de superar un
problema dado. Es intentanto lo imposible como se consigue lo posible. Lo
importante es partir de un modelo de juego ajustado a la lógica del fútbol y
ajustado a las posibilidades de nuestros jugadores, y después conseguir que la

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preparación converja con lo que es esencial. Así se desarrollan metodologías


específicas, que se basan en cinco aspectos fundamentales: (1)
conceptualización de medios, ejercicios coherentes adaptados al modelo
propuesto; (2) máxima exploración de las posibilidades de los ejercicios elegidos;
(3) incrementar la eficacia de los medios de entrenamiento, a través de
variaciones y manipulaciones estructurales; (4) aumentar el número de
repeticiones y la calidad de las respuestas, y (5) valorar el pensamiento
autónomo y la creatividad.

b) Ejercitar todas las situaciones posibles de juego no es exigible. Para


quién piense que los jugadores deben ejercitar de forma amplia todas sus
capacidades de respuesta, lo arriba escrito puede resultar contradictorio, ya que
se puede argumentar que, según ello, la utilización de cualquier modelo de juego
implicaría, desde el punto de vista conceptual y operacional, una limitación en las
tomas de decisión y en los procedimientos para la resolución de las situaciones
de juego, y ello puede suponer un impacto negativo por empobrecedor en la
formación y desarrollo de los jugadores, especialmente en los más jóvenes.
Por paradójico que nos pueda parecer, ¿no es exactamente eso lo que sucede,
sea cuál sea el cuadro metodológico en el que nos situemos? Analicemos un
ejemplo práctico; la ejecución de la acción de remate puede ser realizada en
diferentes situaciones, contextos y formas, unas más y otras menos vistosas. El
entrenamiento de esta acción, atendiendo a todas sus vertientes, es simplemente
imposible. Aún en el caso de que fuera posible, no quedaría tiempo suficiente
para perfeccionarla debidamente. Luego, sea cuál sea la perspectiva pedagógica
o metodológica que utilicemos, estaremos siempre limitados. Por tanto,
queramos o no, habrá que hacer una elección criteriosa de los medios óptimos
de enseñanza/entrenamiento del remate. Dentro de un amplio abanico de
posibilidades que toda dimensión metodológica ofrece, es necesario escoger las
situaciones, así como los contextos en los que se han de producir, y la manera
como se han de reproducir. En nuestro caso, pretendemos moldear su
producción y reproducción partiendo de patrones, rutinas, circulaciones y
combinaciones tácticas derivadas del modelo de juego adoptado. Y tener al
mismo tiempo en consideración las enormes posibilidades derivadas de las
contingencias y adaptaciones inherentes a cualquier situación del juego, las
cuales abren un espacio riquísimo para manifestar la creatividad y espontaneidad
de los ejecutantes. Teniendo también en mente que lo que cuenta del remate es
su objetivo táctico, o sea, marcar gol; por tanto, es preferible que los jugadores,
aunque no dominen absolutamente “todo” acerca del remate, lo sepan enmarcar,
englobar y utilizar en una maniobra conjunta, y sean realmente eficaces. En
definitiva, como no se pueden conceptualizar y materializar absolutamente todas
las situaciones y escenarios posibles, lo positivo de una metodología específica
es que faculta encontrar y crear ejercicios adaptados a la globalidad específica
del modelo de juego del equipo.

B. La especificidad de una metodología de entrenamiento potencia


interacciones multifactoriales. Los ejercicios específicos deben reproducir de
forma parcial o total el modelo de juego adoptado, aunque sabemos que nunca es
posible la absoluta identidad, dado que ella sólo se produce en la propia

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competición. Aún cuando trabajemos grupos pequeños o sectores, el encuadre ha


de ser real y acorde con los presupuestos generales.
1. Mantener las particularidades del todo en una parte. Es fundamental
considerar el juego de fútbol como un sistema complejo, a partir del cual podemos
extraer situaciones contextuales, sin desvirtuar la realidad global. No se trata de
pensar que sólo es real el juego 11 vs. 11, aunque es hacia ahí donde
pretendemos direccionar la preparación; se trata de diseñar y realizar actividades
simuladoras de fragmentos significativos del modelo de juego, seleccionando los
aspectos que se desean mejorar, en un momento dado. Las dimensiones de
preparación del equipo, en el plano sectorial (trabajo de sectores), dirigido
(circulaciones tácticas ofensivas y defensivas), metaespecializado (potenciación de
misiones tácticas básicas del jugador), competitivo (realizado en condiciones de
máxima confrontación), etc., deben asumir una proporcionalidad y un grado de
movilización compatibles con las exigencias del modelo de juego preconizado. La
aplicación de diferentes temas o contenidos no se encara como una fragmentación
del juego, sino como una lógica de continuidad estructural (sistema de juego),
metodológica (método de juego ofensivo y defensivo), relacional (principios de
juego), procedimental (acciones individuales y colectivas) y estratégica (elaborando
planes de preparación e intervención en la competición).
Analicemos un ejemplo representativo; supongamos que tenemos como tema del
entrenamiento el trabajo de sectores del equipo, sobre dos porterías, en un
espacio de 65 metros de largo subdividido en un subespacio de medio campo más
otro de 15 metros. Por un lado (“O”) colocamos portero y dos centrales en la
parcela de 15 metros, y un mediocentro de enlace -que puede moverse libremente
por ambos subespacios- con un mediocentro avanzado, dos medios de ala y dos
puntas en el subespacio grande; el otro equipo (“X”) juega con un portero, una
defensa de cuatro y un mediocentro defensivo en la parte grande –pero con
libertad para pasar a la pequeña en ataque-, y dos puntas en la pequeña.

Gr

x
x
o x x
o
x
o o
o

x x
o o

Gr

Figura. Ejercicios para el trabajo de sectores.

El equipo “O” ha de atacar la puerta rival circulando el balón por todo el espacio de
juego atendiendo muy especialmente a mantener la articulación del mediocentro
retrasado con su portero y defensas y enlazar con la gente adelantada. Se produce

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una situación de “Portero+2 vs. 2” en el subespacio pequeño y un “6 vs. 5+Portero”


en el grande.
El equipo “X” ha de articular y sincronizar las acciones del portero con el sector
defensivo y éste con su mediocentro defensivo y los punteros situados en el
subespacio pequeño, y, además de evitar ser goleados, transitar rápidamente al
ataque dirigiéndolo o bien a las porterías pequeñas laterales, o bien a los punteros
de forma directa; el mediocentro defensivo ha de incorporarse al ataque para forzar
situaciones a su favor de “3 vs. 2+Portero”, o de “3 vs. 3+Portero”.
De la organización de este ejercicio podemos de inmediato extraer las siguientes
conclusiones relativas al modelo de juego adoptado:
(i) el equipo perfila un sistema de juego 4-4-2,
(ii) juega un método ofensivo posicional, con transiciones rápidas defensa/ataque,
invadiendo con rapidez el mediocampo rival a través, bien de progresar por los
pasillos laterales, o bien del envío de balones largos, elevados y directos para los
puntas, a los que no se les pide implicación defensiva,
(iii) el equipo actúa de forma compacta en toda situación de juego, con sectores de
juego que se juntan, gracias sobre todo a los desplazamientos del mediocentro tras
el pase largo,
(iv) cuando conquistan el mediocampo rival, buscan circular el balón con seguridad
para provocar desequilibrios que permitan la ruptura organizativa y rematar en
franquicia, por un lado, y, por otro, evitar pérdidas de balón; si ello sucede, tiene
prevista correctamente la transición a defensiva,
(v) cuando pierden el balón y se han agrupado, defienden en bloque medio-bajo
(cerca de su portería),
(vi) maneja adecuadamente el contraataque, utilizando transiciones rápidas
defensa-ataque, y,
(vii) los adversarios adelantados son marcados en igualdad o superioridad
numérica.

En definitiva, del análisis del ejercicio verificamos que éste representa referencias
esenciales del modelo de juego adoptado (estructura y método) sin
compartimentarlo, potenciando formas de intervención individual, sectorial e
intersectorial.

2. Mantener una lógica de continuidad y de sentido único. La concepción y


ordenación de los medios de enseñanza/entrenamiento, en cada momento, sesión
o microciclo, no debe fragmentar el modelo de juego, sino marcar una continuidad
lógica de identidad con el contenido y estructura del juego, convergiendo en un
sentido único.

Veamos un ejemplo práctico: situación de entrenamiento a través de la que


intentamos potenciar las acciones tácticas específicas de los jugadores en su
espacio predominante de actividad dentro de la organización dinámica del equipo.
Dividimos medio campo (65x50) en tres corredores longitudinales y tres sectores
de juego. Planteamos situaciones de 1vs1 en los pasillos laterales, 2vs2 en el
sector ofensivo (y defensivo rival), y 3vs3 en el sector medio. Tenemos así un
Portero+9 vs 9+Portero, y vamos a desarrollarlo por fases, con el fin de enfatizar
respuestas en los pasillos y en los sectores.
1ª fase: todos los jugadores se desenvuelven dentro de sus espacios específicos.

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2ª fase: los medios pueden pasar en ataque a los pasillos o al sector adelantado,
para forzar superioridades ofensivas.
3ª fase: los jugadores exteriores pueden ir en fase defensiva al corredor central,
siempre y cuando el balón transite por el pasillo opuesto; si el balón vuelve al
pasillo central, han de retornar a los laterales.
4ª fase: los punteros pueden moverse al sector medio para crear superioridad o
intercambiar función con uno de los medios, y también pueden ir a los pasillos
laterales.
5ª fase: se suprimen los pasillos laterales y permanecen los tres sectores donde
podemos fijar diferentes repartos (2-3-3 vs 3-3-2, ó 2-4-2 vs 2-4-2).
6ª fase: juego real Portero+9 vs 9+Portero.

Gr

x
x
o o
x
x x
x x o
o
o o
o

x x
o o

Gr

Figura. Ejercicio para potenciar las acciones


tácticas de los jugadores dentro de la
organización dinámica del equipo

a) Complejidad y dificultad. El grado de influencia de los factores “complejidad”


y “dificultad” en la concepción y aplicación de cualquier ejercicio se manifiesta,
con respecto a la primera, por la cantidad de información necesaria para
organizar la respuesta (cuanta más información fuere precisa, más compleja es la
situación), y, en cuanto a la segunda, por el número de posibilidades de
resolución de los problemas planteados (cuantas menos posibles soluciones,
más difícil). Estos dos términos se manifiestan indisolublemente.
Veamos un ejemplo práctico, comparando dos situaciones (1 vs. 1+portero y 2
vs. 1+portero), desde el punto de vista ofensivo y defensivo.

1. Desde el punto de vista ofensivo. Si comparamos una situación de “1 vs.


1+portero”, con una de “2 vs. 1+portero”, esta última es más compleja, ya que

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los atacantes van a tratar con mayor cantidad de información, por la cantidad
de variaciones que ofrece, sobre la primera, la presencia de un compañero
(apoyos, rupturas, posibilidad de caer en “fuera de juego”, etc.). En cuanto al
concepto dificultad, es justo al contrario: esa misma variedad de posibles
soluciones hace más fácil la finalización en gol.

2. Desde el punto de vista defensivo. La situación de “2 vs. 1+portero”


representa, por contra, simultáneamente más complejidad y más dificultad:
tiene que procesar más información, porque dos rivales hacen “más cosas” que
uno, y porque está más indefenso ante ellos (tiene menos posibles soluciones
para evitar el gol, porque prácticamente se reducen a esperar el fallo de los
rivales).

b) Complicado y complejo. Hay que saber distinguir entre “complicado” y


“complejo”; el primero es sinónimo de ausente de patrón, de orden, y también
puede significar que, aún teniéndolo, el observador no sabe descifrarlo, luego
podemos asimilarlo, de alguna manera, a “difícil”, lo opuesto a “sencillo”.
“Complejo”, por otro lado, sería lo opuesto a “simple”: un todo organizado, con
propiedades emergentes a partir de las interrelaciones entre elementos y de los
elementos con el mismo todo. Una orquesta en la cada músico toca
descoordinadamente simboliza lo “complicado”; otra que toca armónicamente
simboliza lo “complejo”. Un equipo que juega con sencillez, pero con gran
coordinación, es un equipo de “funcionamiento complejo”. Otro que funcione de
manera descoordinada o, que aún siendo coordinado, sea muy difícil de
entender, es “complicado”.

3. Mantener una lógica de similitud. A mayor grado de similitud ejercicio/modelo


de juego, mayores y mejores niveles de transferencia positiva. Esa coherencia, por
otro lado, hay que mantenerla entre ejercicios sucesivos/progresivos, y así se
refuerza más la transferencia positiva.

a) Identificación del ejercicio. Todo ejercicio debe identificarse con el modelo


de juego, y la ventaja de una metodología específica basada en él es
precisamente esa coherencia. Aún más, entre un abanico de ejercicios o
variantes de uno de ellos, hay que elegir el más similar al modelo de juego
propuesto y las soluciones deseadas (parametrización de la acción).

b) Relación entre ejercicios. Es importante poner de relieve las relaciones y


grados de transferibilidad positiva entre dos o más ejercicios aplicados –o no- de
forma secuencial. Existen muchos ejercicios y muy variados, de utilización
plausible en aras de alcanzar el objetivo de mejorar la forma de jugar. También
hay varias formas de progresión didáctico/metodológica. Se puede progresar
modelando una referencia informacional, es decir, de lo menos a lo más
complejo, de lo asimilado a lo desconocido, o en función de contenidos
temáticos. Progresión “por temas”, por ejemplo, sería el pasar de ejercicios
metaespecializados (mejora individualizada) a los ejercicios de sectores
(coordinación intra- e inter-sectorial para defensa, media y ataque); o el pasar de

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ejercicios dirigidos (circulaciones tácticas) a los de balón parado (esquemas


tácticos), etc.
c) Ordenación sucesiva de los ejercicios. Evidentemente, el único ejercicio de
entrenamiento plenamente “real” es un partido, seguido de los ejercicios
preferentemente competitivos. Pero los demás ejercicios, como vemos, también
tienen su lugar, objetivos, aplicación y provecho, siempre que los ordenemos
debidamente, de microciclo a microciclo, de sesión a sesión y dentro de la propia
sesión. Cada ejercicio de la sesión ha de nacer ligado con el anterior y con
proyección hacia el siguiente.

C. La especificidad explora profundamente los medios de


enseñanza/entrenamiento del juego. Especificidad no es sinónimo de falta de
interdisciplinaridad, ni manifestación reduccionista de la preparación de los
jugadores y de los equipos; la especificidad es un principio racional e inteligible que
ordena el proceso de entrenamiento en interacción con las exigencias de la
competición, y, muy concisamente, con nuestra forma de jugar. “Somos lo que
hacemos repetidamente; la excelencia no es un hecho, es un hábito” (Aristóteles).

1. Diferencia niveles de proporcionalidad y preponderancia. La direccionalidad


de los ejercicios específicos hacia el modelo de juego propuesto regulariza el
trabajo individual y colectivo del equipo. Los ejercicios específicos son, así,
medios de causa y visionamiento continuo del futuro siempre en construcción (más
exactamente, “reconstrucción”) en dirección hacia la que se pueden utilizar
diferentes caminos, no reduciéndolos a una simple y exclusiva forma de trabajo.
Por tanto, el reclutamiento de los diferentes mecanismos necesarios para su
ejecución es realizado a partir de diferentes niveles de proporcionalidad y
preponderancia, en consonancia con los aspectos que queremos objetivamente
alcanzar. Por ejemplo, en función de las particularidades de un modelo de juego,
del nivel asimilado por los jugadores, en un momento dado de la temporada, el
microciclo, o incluso la sesión, podemos privilegiar el trabajo de sectores sobre el
trabajo dirigido, o éste puede privilegiarse sobre el de posesión del balón, o éste al
de partes fijas del juego, etc. En resumen, que, manteniendo los trazos y ligazones
de la línea orientadora general, no hay porqué mantener la proporcionalidad entre
medios de entrenamiento en relación al tiempo, sino darles el pertinente
protagonismo en función de las necesidades de cada momento.

2. Fundamenta la creación de rutinas de acción. Los ejercicios específicos se


basan esencialmente en los mecanismos de percepción y en una actividad motora,
las cuales, para un funcionamiento rentable, necesitan de la creación de rutinas y
patrones específicos de acción individual y colectiva. Estos programas de
entrenamiento promueven decisiones/acciones motoras de respuesta situacional
caracterizadas por el conocimiento y comprensión de cada una de ellas. Los
equipos de alto nivel se caracterizan por su capacidad de diálogo coordinado con
todas las situaciones del juego, tanto las más previsibles como las más aleatorias,
y esta capacidad se logra a partir del enfrentamiento diario con situaciones de
entrenamiento que reproduzcan las circunstancias de la competición.

a) Semejanza versus variabilidad. Las adaptaciones de las acciones motoras


específicas realizadas entrenando o compitiendo son caracterizadas por la: (i)

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semejanza entre patrones motores (convergencia: tendencia hacia


comportamientos patronizados y previsibles), y (ii) variabilidad, en la cual se
apela a la multiplicidad de posibilidades de resolución de la situación de juego
(contingencia: tendencia hacia comportamientos ejecutados en función de una
coyuntura derivada de una red de condicionantes).

Ejemplo ilustrativo de los dos niveles de esta cuestión podría ser el trabajo de
recuperación de balón, utilizando defensa zonal presionante. Este método
defensivo promueve una intencionalidad y patrón consistente en: (1) orientación
agresiva hacia el balón, (2) marcaje de los atacantes posibles receptores de
pase, (3) eliminación de líneas de pase; este conjunto representa la convergencia
del equipo en una idea defensiva. La divergencia comportamental de cada
defensor, que asume decisiones y comportamientos con relación a: (1) el espacio
que ocupan/deberían ocupar, (2) el atacante posicionado lejos o cerca del centro
de juego, (3) los índices pertinentes que emanan de cada momento de juego
durante el ataque rival, etc.; todo esto representa la contingencia situacional.
Si analizamos profundamente todas las posibilidades, vemos que pese a
determinadas variaciones, hay latente y subyacente un mismo patrón
comportamental. El efecto potencial del ejercicio de entrenamiento será tanto
más elevado cuanto más veces sitúen a los jugadores ante situaciones lo más
variadas posibles. Así, jugadores y equipo irán aproximando más sus
concepciones y acciones incluso ante las situaciones aleatorias.

b) Convergencia versus contingencia. Como vemos, si diseñamos y


practicamos ejercicios específicos variados y coherentes, el equipo se moverá
con identidad incluso en la imprevisibilidad. Convergencia y contingencia gozarán
de una globalidad estable. Si observamos despreocupadamente un partido,
identificamos acciones aparentemente desordenadas, pero en su conjunto
evidencian un cierto orden. “En esta situación irrumpen patrones que denuncian
el comportamiento caótico a pequeña escala, pero en la grande lo que
evidencian es una cierta regularidad” (Garganta, 2000). “Un sistema complejo
puede dar origen a la turbulencia y a la coherencia simultáneamente, o sea, a un
desorden ordenado”, (Gleick, 1994).

c) Estereotipia versus adaptabilidad. La variabilidad es un optimizador del


“performance” futbolístico, por suponer un proceso de descubrimiento, que surge
poderosamente ante cuadros novedosos. En el entrenamiento hay que promover
tareas que induzcan a tareas productivas, a través de alteraciones adaptativas,
más que a la repetición de decisiones y actos rutinarios y sobradamente
conocidos, es decir, situaciones estereotipadas. El modelo de juego y las
características de nuestros jugadores siempre marcan el modelo de
entrenamiento, el diseño de ejercicios, y las pautas referenciales e identificadoras
han de manifestarse en todo momento, pero hay que introducir sutilezas variadas
de manera que el jugador y el equipo nunca caiga en la absoluta rutina y se
interrumpa la progresión adaptativa tanto a las potencialidades previsibles del
modelo como a las situaciones imprevisibles, que siempre existirán.

d) Previsibilidad versus imprevisibilidad. El éxito en entrenamiento y en


competición está en relación directa con la eficacia del propio ejercicio. La
correcta concepción y selección de ejercicios se fundamenta en las capacidades

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de los jugadores y del equipo, en la forma de interpretar y aplicar el juego y de


los objetivos que se pretenden. Son necesarios principios orientadores como: (i)
el modelo de jugador, (ii) el modelo de juego del equipo, y, (iii) programas de
acción, de manera que podamos alcanzar un futuro a partir del nivel organizativo
en un momento dado. Hay que tener claro lo que es exigible y lo que es
impracticable; también lo que es previsible y lo que no lo es. Partiendo de aquí, el
fútbol actual precisa medios de entreno en los que se adiestre por medio de
situaciones contextuales previsibles y también imprevisibles.

3. Optimiza el proceso de preparación. El estudio del ejercicio se integra en la


concepción del “ejercicio óptimo”, esto es, aquél directamente entroncado y
orientado con el modelo de juego, y que por ello elegimos. Pero siendo el fútbol un
juego de carácter “abierto”, lo prudente es, a partir de esos ejercicios ideales,
manejar variantes y combinarlos con otros ejercicios válidos para el mismo
objetivo. La optimización de una metodología específica de entrenamiento se
fundamenta en tres presupuestos básicos: tiempo que invertimos, esfuerzo
empeñado y efecto obtenido.

a) En el menor tiempo posible. El factor tiempo es indudablemente el elemento


estructural del entrenamiento que más condiciona la actividad del entrenador con
sus jugadores/equipo. El tiempo es limitado. De todos modos, es más importante
la calidad del trabajo realizado que el tiempo total del que disponemos. Lo que
hace la diferencia no es tanto lo que se hace, sino la forma cómo se hace. Una
correcta gestión del tiempo de entrenamiento es fundamental, y presupone la: (i)
utilización de un menor tiempo de entrenamiento para los mismos objetivos, (ii)
reducción del tiempo necesitado para recuperación de esfuerzos, y (iii)
rentabilización de las relaciones entre trabajo, efectos y recuperación.

Esforço

_ Optimização do processo
_
de treino
_

Efeitos

_ +

_ +
Tempo
_ +

Sustentabilidade a longo prazo

Figura. Optimización del proceso de entrenamiento

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El tiempo de entrenamiento debe ser utilizado de forma diligente, lo que se traduce


en la utilización de medios específicos que compatibilizan mejor los efectos
(adaptaciones) y el tiempo necesario para conseguirlos. Éste es uno de los desafíos
fundamentales para la competencia técnico-profesional del entrenador.

b) Con el menor esfuerzo posible. Este reto nos mueve a hacer el trabajo del
entrenador -y consecuentemente, el del jugador- mejor y diferente. Minimizando
el gasto intelectual, energético y afectivo, por medio del afinamiento cognitivo y
motor, podemos emplear recursos liberados no en descansar o hacer menos,
sino en hacer más, más rápido y mejor, y en recuperar más y mejor, lo que nos
permite rendir con más eficacia, eliminar riesgo de lesiones y preparar el
siguiente compromiso en mejor estado. Y, por supuesto, progresar en el nivel de
capacidad y rendimiento, individual y colectivo.

c) Con el mayor efecto positivo. Los ejercicios de entrenamiento no son


inocuos, esto es, cuando son correctamente diseñados, aplicados, repetidos y
corregidos, potencian efectos positivos que se consagran a una mayor: (i)
fiabilidad en relación a los objetivos, (ii) velocidad de desarrollo y afinamiento de
jugadores y equipo, (iii) sustentabilidad, alcanzando sucesivos niveles superiores
de capacidad, y (iv) durabilidad, prolongando desde el corto al largo plazo la
ampliación de los límites potenciales de los deportistas. A mayor impacto de
carácter positivo del ejercicio en cuanto a menores tiempos de esfuerzo y
mayores adaptaciones, menor será la posibilidad de proliferación del acaso, de
interferencias negativas de factores que son controlables en el entrenamiento.

D. La especificidad de una metodología de entrenamiento crea un


abanico decisional y motor propios. Otro aspecto fundamental de la especificidad
es que ésta no debe ser confundida con repetitividad o reiteración en las acciones
de respuesta. Cuando se dice que un ejercicio es específico, es porque existe una
relación/grado de similitud entre ejercicio y modelo de juego, pero no que provoque
exclusivamente una respuesta decisión/acción a un problema dado. Al contrario: la
interdependencia conceptual y operativa ejercicio-modelo de juego ha de potenciar
un espacio de posibilidades de respuesta, indicando que hay varios caminos
específicos para alcanzar el mismo fin. Ésta es la gran diferencia entre modelos
“cerrados” y “abiertos”. Los ejercicios específicos contextualizan situaciones
similares para similares situaciones de juego, en las que se “repite sin repetir”,
porque si bien tenemos como guía la lógica del juego y el modelo que proponemos,
siempre estamos atentos al diálogo con la imprevisibilidad mediante el refuerzo de la
creatividad y el pensamiento autónomo de los jugadores.

1. Repiten asociando constantemente acciones de respuesta. El aumento de la


capacidad de rendimiento se comprueba en cómo, al asimilar nuevos conceptos,
va añadiendo nuevas pautas de pensamiento/acción a su bagaje, y aumenta su
abanico de respuestas. Se reconoce la existencia de dos hechos, ampliamente
concurrentes, para que ello se produzca: (i) la creación de contextualidades

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situacionales, y (ii) la utilización de nuevos conocimientos derivados de


experiencias significativas anteriores y que se asocian a las preexistentes. Esta
idea es válida incluso cuando trabajamos para perfeccionar circulaciones tácticas
(trabajos dirigidos) y esquemas tácticos (balón parado), en los cuales las
condiciones son con frecuencia semejantes y más “controladas”. Hemos de alentar
a que los jugadores, también en estas situaciones, mantengan una pauta global,
pero reaccionen innovando ante cualquier detalle inesperado (variaciones en el
estado del terreno, anticipación errónea –o no- de rivales o compañeros, etc.). Si
los jugadores se conciencian y reaccionan innovando ante las imprevisibilidades,
las soluciones halladas serán tan eficaces como las inicialmente prediseñadas o
previstas.

2. Concretizan una parametrización de las acciones de respuesta. La


construcción de los ejercicios específicos desarrollan contextos situacionales en
los que se dan aspectos esenciales, como: (i) los objetivos inmediatos
pretendidos, sin obviar los futuros, (ii) las condiciones iniciales, que originan otras
contextualidades similares, para potenciar transferencias, (iii) las actitudes y
comportamientos motores específicos de resolución para las situaciones,
manipulando los condicionantes estructurales, (iv) los mecanismos de control de la
acción motora de respuesta, que dependen de la información, y (v) la evocación de
experiencias y automatismos adquiridos.

3. Potencian raciocinios plausibles. Los efectos de los ejercicios específicos


permiten tratar los problemas del juego a través de heurísticas (raciocinios
plausibles), las cuales son económicas: la eliminación de hipótesis permite
concentrarse en las lógicas y compartidas por todo el equipo y actuar con rapidez y
eficacia.

a) Resolución y alternativas. El número de alternativas válidas para la


resolución de una situación de juego es definido por el punto de vista técnico
(porque podemos pensar una solución, pero no tener la habilidad técnica que nos
faculte); otro táctico (la solución más adecuada a la situación concreta) y otro
estratégico (solución pertinente en función del tiempo, tanteador,
contingencias...). Las soluciones, por tanto, se redefinen constantemente. Cada
jugador las percibe, analiza y ejecuta de forma diferenciada: unos son más
“perfeccionistas” y otros más “económicos”, directos. El proceso de
entrenamiento, cuando debidamente enfocado, faculta para la articulación grupal
de respuestas, y la necesidad de menor gasto de energía mental y física para los
mismos resultados, permitiendo actuar más precisamente y focalizar la atención
ya en las situaciones futuras previsibles.

b) Influencia directa o indirecta. En el desarrollo de cada fase del juego no


todos los jugadores de ambos equipos están involucrados directamente en el
ataque o en la defensiva. Así, jugadores del equipo que defiende se colocan
esperando el contraataque, en posiciones ventajosas; así o bien obligan a
defensores rivales a quedarse en vigilancia –y no pueden así colaborar en
ataque-, o bien sacarán ventaja inmediata si su equipo recupera el balón. De
manera similar, hay jugadores del equipo que ataca que se desentienden en

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cierta medida de ese proceso y toman posiciones adecuadas para que el equipo
no se vea sorprendido en un contraataque, e incluso para reorganizar el ataque
de su equipo si hay que recomenzar o dirigirlo hacia otros ángulos, o, más aún,
incorporarse súbitamente al ataque desde esa plataforma atrasada. En definitiva,
todo jugador está implicado en el juego, sea de forma directa o sea indirecta; sea
atacando, sea defendiendo, o sea preparando la transición. Para que el juego se
desarrolle correctamente, es fundamental que se haga sentir la contribución de
cada jugador, tanto: (i) en la resolución inmediata de los diferentes contextos
situacionales puntuales y temporales, como (ii) en la anticipación/preparación de
los posibles escenarios futuros que derivan de los anteriores.

c) Aproximación o alejamiento. En cada fracción del juego, los jugadores han


de tomar decisiones táctico-técnicas que implicarán alejarse o acercarse al lugar
en el que se encuentra el balón (y, consecuentemente, al compañero o rival que
lo poseen). Las decisiones que llevan a acercarse o alejarse del centro de juego
derivan fundamentalmente: (i) de las necesidades para la resolución de esa
situación puntual, (ii) de la importancia de crear desequilibrios en el rival, y, (iii)
del restablecimiento continuo y automático de los mecanismos de equilibrio. Los
acercamientos y alejamientos son imprescindibles para establecer una lógica de
continuidad, implicando simultáneamente: (i) la resolución de los diferentes
contextos situacionales y (ii) la creación de condiciones facilitadoras, en espacios
distantes, bien con vistas a romper la organización rival, bien para mantener la
del propio.

4. Amplían o reducen los grados de libertad de las acciones de respuesta.


Centrando la reflexión sobre la eficacia del sistema de entrenamiento, podemos
afirmar que el rendimiento deportivo es determinado por un estado dinámico
complejo, caracterizado por un elevado nivel de eficiencia física y psicológica y por
el grado de perfeccionamiento de las aptitudes tácticas, estratégicas, técnicas y del
conocimiento teórico del juego. La dimensión “resultado” se consubstancia con base
en el denominador común –el ejercicio de entrenamiento-, que es el
medio/herramienta operacional del entrenador para conseguir que jugador y equipo
respondan eficaz y coherentemente a las exigencias del modelo de juego.

a) Potenciar la transferibilidad de los ejercicios. Solamente con la aplicación


de ejercicios específicos de entrenamiento es posible perfeccionar la relación de
inteligibilidad entre el modelo de juego adoptado y el proceso competitivo, y
viceversa. Estos ejercicios, cuando son correctamente concebidos y aplicados,
garantizan elevadas tasas de transferencia positiva entre tareas y objetivos
perseguidos. Por contra, la utilización de ejercicios que no respeten la relación de
especificidad con el modelo de juego no sólo pone en cuestión la posibilidad de
transferencias positivas, sino que incluso pueden perturbar la asimilación y
automatización de las habilidades motoras específicas del juego y comprometen
la posibilidad de mejoras futuras.

b) Fomentar una especificidad con una identidad propia. (el modelo de juego
adoptado). Cuando un jugador aprende “algo”, ese algo pasa a formar parte de
su memoria y experiencia. También es “almacenada” la contextualidad de
aprendizaje, junto con la respectiva información y los aspectos pertinentes de

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resolución de la situación. Por tanto, cuando el ejercicio no está adaptado a la


realidad que se pretende aprender o desarrollar, los patrones motores y el
raciocinio táctico entran en conflicto y “crisis”, provocando un conjunto de
adaptaciones particularmente negativas con relación a los que pretendíamos
alcanzar. Los ejercicios específicos serán evaluados por la forma en como
influencian y se aproximan positivamente al modelo de juego, desarrollando la
consistencia y coherencia de los patrones de juego, soportada por
comportamientos motores deseables. El aumento de la capacidad de juego
viene materializada por una especificidad con identidad propia, y se crea a partir
de la identificación del modelo de entrenamiento con el modelo de juego
adoptado, modelo de entrenamiento que ha de favorecer no sólo el
reconocimiento de regularidades, sino la destreza para enfrentarse a situaciones
imprevistas y resolverlas con creatividad y acierto, coordinadas con el
funcionamiento colectivo.

c) Relacionar el juego con una lógica de preparación. (dándole un sentido


único). Los ejercicios específicos posibilitan la actuación simultánea de los
diferentes aspectos derivados del modelo de juego, graduando
proporcionalidades y preponderancias. Así, el entrenador podrá enfatizar las
particularidades potenciadoras de la concreción de determinados efectos,
utilizando para ello diferentes ejercicios o variantes de éstos, con lo que los
componentes físicos y psíquicos se verán igualmente estimulados, por ser el
jugador consciente de su implicación individual en la resolución colectiva. Sin
embargo, y como excepción, y no como norma, habrá siempre algún/os
ejercicio/s que, por su importancia o necesidad concreta, podrá ser de carácter
aislado o compartimental.

d) Regular las interacciones entre los jugadores. Los ejercicios específicos


aseguran la regulación de las interacciones entre los jugadores y su ajuste a los
constreñimientos del enfrentamiento deportivo. Sin embargo, evidencian también
que el equipo tiene la capacidad de cambiar o evolucionar las formas de
interacción de los jugadores para adaptarse a diferentes tipos de táctica
(concepción unitaria para el desarrollo eficaz del juego), en función del
conocimiento del rival (concepción estratégica) y de la contingencia de las
situaciones, derivadas de las alteraciones producidas durante el juego (resultado,
tiempo, lesiones, cambios, etc.). La arquitectura de los ejercicios específicos
asegura la regulación de esas interacciones, proporcionando una variabilidad
suficiente de resolución de la situación. Cuando entrenamos limitando grados de
libertad de acción, a través de la manipulación de condicionantes estructurales,
generamos variedad (porque les creamos nuevas situaciones) y,
simultáneamente, estabilidad (porque con esas mismas restricciones conducimos
sus respuestas hacia patrones deseables. Tres ejemplos:
(1) Reduciendo el número de toques por intervención disminuimos el tiempo para
decidir/actuar, lo cual obliga a buscar “nuevas soluciones”, y llevando al jugador a
una nueva organización táctica.
(2) Reduciendo el número de pases por equipo, le obligamos a gestionar de
forma útil esos pases, a ser más vertical en el juego, tomando mayor riesgo de
perder el balón a partir de la necesidad de alcanzar con rapidez la puerta rival o
superar líneas.

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(3) Otorgando valores mayores a los goles obtenidos en determinados momentos


del ejercicio, creamos situaciones propicias para cambios de ritmo, agresividad
defensiva planificada, tomar noción del tiempo de juego, etc.

Son ejemplos de cómo podemos inducir a los jugadores y enseñarles que,


además de los elementos coyunturales siempre presentes (balón, porterías,
compañeros y rivales), hay elementos supremos direccionantes; de esta manera
primamos actitudes y comportamientos que pretendemos potenciar.

e) Delimitar o ampliar los medios tácticos. Ante las limitaciones del juego y del
proceso de entrenamiento, los jugadores exploran su espacio y posibilidades de
decisión/acción basándose en los patrones y relaciones estructurales de los
comportamientos entrenados. Sin embargo, los jugadores, durante esa
exploración, dan lugar a innovaciones y a la creación, generadas por el
incremento del repertorio motor específico. La posibilidad de manipulación de
parámetros relacionados con los condicionantes estructurales de los ejercicios,
permite solicitar selectivamente determinadas actitudes, capacidades táctico-
técnicas y medios tácticos predominantes. Las manipulaciones de los
condicionantes estructurales (tiempo, espacio, número, etc.) nos permiten poner
a los jugadores en crisis de decisión ante las nuevas situaciones, lo cual provoca
adaptaciones que enriquecen el bagaje individual y colectivo, tanto ante las
regularidades como las aleatoriedades.

1. De posibilidades. Efectivamente, como se ha escrito, estas adaptaciones


dan nuevas posibilidades de resolución estratégica, táctica y técnica por la
mejora de los jugadores y de la funcionalidad del equipo.

2. De adaptación. En el juego, esta adaptación ha de ser constante, dada la


riqueza de cualquier situación del juego, evitando conductas demasiado
“apriorísticas”. Incluso ante situaciones de balón parado (táctica fija), la
creatividad de los jugadores tiene posibilidades de manifestarse.

E. La especificidad de una metodología de entrenamiento se basa en


fenómenos de adaptación. La adaptación ha de entenderse como la reacción
natural del organismo (cuando se le entrena de forma regular, metódica y
sistemática), creando un nuevo equilibrio cualitativamente superior (homeostasia).

1. Medio interior versus exterior. La adaptación se materializa, en última


instancia, en la relación integradas entre dos medios fundamentales: (i) interior
(biológicas/fisiológicas), y (ii) exterior (actitudes/comportamientos).

2. Alteraciones versus adaptación. . Los efectos de la práctica periódica,


intencional y sistemática de ejercicios específicos se manifiestan en procesos de
adaptación que afectan a los diferentes sistemas orgánicos del jugador,
optimizando los mecanismos de respuesta. A través de la repetición de estímulos,
organizados sistemáticamente en el proceso de preparación, se conduce la
adquisición de adaptaciones estables y la interiorización de la acción. Sin embargo,
hay que reseñar que las alteraciones biológicas y/o comportamentales no implican
objetivamente que la adaptación se haya producido en esos niveles, o, mejor, en

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las variables que componen cada uno de esos niveles. Los sistemas fisiológicos y
comportamentales participan de una multiplicidad de recursos, a través de los que
se adaptan a las condiciones globales del entorno. Por tanto, cualquier análisis o
medición ha de tener en cuenta esa unidad global del ser humano, por lo que es
difícil interpretar la influencia de cada factor concreto. Es más seguro afirmar que la
mejora en las respuestas se debe a una mejora de la relación entre las partes y
entre las partes y todo el sistema.

3. Aprendizaje versus olvido. Existe un adagio popular que refiere “quien


aprendió, nunca olvida”. Pero, en realidad, para que los aprendizajes individuales y
grupales se mantengan, es necesario que la práctica se repita. De lo contrario, los
mecanismos de decisión y acción pasan a centrarse en otro tipo de respuestas
adaptativas a diferentes situaciones contextuales y soluciones. La realidad es que
“quién no ejercita, olvida”, y que “quién sabe nunca olvida ejercitarse”, lo cual
quiere decir que, antes o después, dejar de ejercitar determinados aspectos en
detrimento de otros va a suponer la preponderancia de los recientemente
entrenados, y que también es posible, de no realizar prácticas, olvidar,
“desentrenarse”.

F. La especificidad de una metodología de entrenamiento se


compatibiliza con los fundamentos de la formación de los jóvenes jugadores.
A nuestro juicio, la concepción de ejercicios de entrenamiento/enseñanza del juego,
para jóvenes jugadores, ha de moverse en la línea de especificidad que venimos
defendiendo, y han de conciliar dos primacías esenciales: (i) tener carácter
multilateral. (ii) respetar la lógica interna del juego.

1. Presupuestos básicos para la formación de jóvenes jugadores. Estamos


convencidos de que los jugadores jóvenes no llegarán a adherirse fuertemente a
su deporte, ni adquirirán gusto por el entrenamiento, si la mayor parte de las
sesiones de práctica se realiza bajo la primacía del “régimen energético” del
ejercicio, o del factor condición física en detrimento del de “pensar/hacer”
específicos de un juego tan “abierto” como es el fútbol. Por tanto, queremos
plantear las siguientes cuestiones básicas:

a) ¿Será posible aprender a jugar al fútbol dando vueltas al campo? ¿Cómo


explicar a un joven futbolista que antes de practicar ejercicios de pase, ha de
elevar sus niveles de condición física?; ¿y que antes de ejercicios de remate ha
de practicar saltos sobre vallas?; ¿alguien puede poner en duda que se puede
realizar, por ejemplo, un ejercicio de 2 vs. 2 sobre una portería, bajo
determinadas condiciones de ejecución táctico/técnica y de tiempo, y a la vez
estamos mejorando la capacidad de fuerza, velocidad y resistencia?

b) ¿Será posible aprender el juego partiendo de modelos “cerrados”?


¿Será creíble para un principiante que repetir gestos técnicos definidos como
“correctos” por copia de un modelo ideal, le va a permitir llevarlos a resultados
prácticos en competición, ante variabilidades y oposición directa?. Le sería más
placentero y rentable practicar finalizaciones dentro de ejercicios específicos
competitivos e integrados con el modelo de juego del equipo. Una visión

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parcelada de la preparación de los jóvenes relega al último plano algo que reside
en la interioridad natural del propio joven, esto es, el placer de ejercitarse y
competir en la modalidad que ha elegido.

c) ¿Será posible enseñar el juego sin atender a las motivaciones de los


jóvenes? ¿Es compatible el desarrollo de las diferentes facetas de la
preparación deportiva del joven mediante formas de trabajo que se concilien con
el placer de jugar y competir? ¡Evidentemente, sí! Hay que canalizar
inteligentemente y en la dirección correcta todo el potencial derivado de la
esencia de la juventud, la entrega, la disponibilidad, la voluntad, etc. Entrenar de
forma que le decepcione es destruir de raíz todo ese caudal, es privar de razón
de ser los motivos por los cuales el joven elige precisamente jugar al fútbol y no
hacer otro deporte. Además, es crearle una noción falsa de cómo se alcanza
realmente el alto rendimiento. El aprendizaje, el desarrollo y el perfeccionamiento
de todos los aspectos del juego deben organizarse de modo que se evidencie
constantemente una relación clara, objetiva e inteligible entre el proceso de
entrenamiento y el de competición. No procede imponer áridamente al joven
procesos caracterizados por la repetición de un conjunto de ejercicios
construidos a partir de paradigmas cartesianos totalmente desconectados de la
realidad competitiva del fútbol y de las necesidades propias de la crianza de
jóvenes jugadores.

2. Los sectores de formación de jóvenes jugadores. Con vistas a construir una


identidad cultural y técnico-deportiva, los Clubes crean y desarrollan los
denominados “, englobando chicos de entre 5-6 años a 18-19, para instruirlos de
acuerdo a unos valores, convicciones, historia, objetivos que se quieren propios del
Club y que se pretenden transmitir. Los sectores de formación contemplan dos
objetivos básicos: (1) la formación deportiva, y (2) sacar provecho de los mejores
jóvenes para incorporarlos a sus planteles o bien traspasarlos. La política deportiva
de los Clubes con respecto a sus sectores de formación pasa ineludiblemente por
una de las tres siguientes perspectivas, por motivaciones pedagógicas,
metodológicas, económicas y/o estructurales:

a) Perspectiva basada en la autonomía de los entrenadores. Esta


perspectiva es, posiblemente, la más frecuente hoy en día. Se caracteriza porque
los diferentes entrenadores trabajan compartimentadamente, con su propio
ideario sobre dirección del entrenamiento y la competición. Se supone, en la
filosofía que sustenta esta forma de articular el trabajo de los entrenadores, que
el hecho de que los jóvenes trabajen, a lo largo de su desarrollo, con diferentes
entrenadores y maneras de entender el juego y su entrenamiento, supone un
enriquecimiento para el deportista. Por mucho que se insista en esta idea, y que
el jugador, a la larga, y sea en ese Club, sea en otro, va a aplicar todos esos
variados conceptos y soluciones que ha aprendido, nosotros pensamos que es
un sistema altamente contradictorio, confuso, inconexo y totalmente falto de
rentabilidad de esfuerzos. Aún en el caso de que cada temporada fuera
coherentemente trabajada, siempre estará en crisis la posibilidad de
transferencia positiva de unas a otras, y lo más probable es que incluso se
produzcan en sentido negativo.

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b) Perspectiva basada en el conocimiento y práctica de principios de juego.


Esta perspectiva representa una especie de alfabetización del juego, utilizando
una “gramática” con la que construir y ejecutar respuestas pertinentes con
respecto a las exigencias y necesidades del juego, en el presente y en el futuro.
Se promueve: (i) el establecimiento de un conjunto de reglas de decisón-acción,
para dialogar con el juego y con el colectivo equipo, y (ii) una evolución global a
partir del trabajo sobre unos “principios del juego”, que son la línea que orienta el
trabajo teórico y práctico de todos los equipos del Club y que es la base del
“código de lectura” compartido por todos.

Esta perspectiva formativa, promueve dos aspectos fundamentales: (i) el primero


radica en el hecho de que todos los entrenadores comparten una concepción
pedagógica y marcan una progresión didáctica de aprendizaje y entrenamiento
articulada y coherente, en función de la evolución media acorde con la edad; el
segundo advierte sobre la importancia de que todo aprendizaje/entrenamiento se
direccione cumpliendo principios y reglas racionales del juego, aumentando
progresiva y coherentemente la carga cognitiva y motora, por medio de
manipulaciones de los condicionantes estructurales de los ejercicios.

La interrogación fundamental que haríamos sobre esta perspectiva es: ¿existen


realmente principios que puedan ser tan generalistas y adaptables que
atraviesen longitudinalmente toda y cualquier forma de jugar –al menos las más
importantes- y puedan ser aplicados a todas y cada una de ellas?

c) Perspectiva basada en el cumplimiento de un modelo de juego


institucionalizado. Esta perspectiva implica profundamente a los jóvenes
jugadores en el conocimiento y la práctica de una forma específica de jugar
(modelo de juego). Es la opción de diferentes Clubes, que a lo largo del tiempo
han conceptualizado y materializado una opción bien definida de su modelo de
juego y han fundamentado en él sus procesos formativos, dando libertad a sus
entrenadores para que, dentro de ese marco, aporten sus ideas y estilos de
dirección. Entienden estas Direcciones Deportivas que no es procedente la
variación y coexistencia de modelos, máxime si se procura que ese modelo
director sea actualizado.

Esta perspectiva promueve dos aspectos esenciales: (i) el primero es que los
entrenadores del área formativa han de desarrollar su actividad encuadrados en
una dirección y orientación parametrizada por un modelo de juego, secundada
por un modelo de entrenamiento común; han de compartir modelo de juego
(independientemente de que ésa sea la visión personal de cada entrenador) y
metodología y tecnología didáctica; (ii) el segundo es que desarrolla un proceso
de aprendizaje/entrenamiento dirigido por el modelo de juego en el que cada
jugador cumple un conjunto de tareas tácticas específicas para cada posición
dentro del sistema táctico del equipo, sincronizando sus tareas con las de los
compañeros del sector, las de los otros sectores y las de todo el equipo. Cada
jugador está adscrito a una posición de base (“4”, “6”, “9”...), y ha de entender
sus misiones individuales integradas en lo colectivo a través de unos principios

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defensivos y ofensivos que alimentan ese modelo de juego concreto. De acuerdo


con la progresión del jugador joven, la complejidad de sus misiones y la
exigencia en las tareas de entrenamiento y competición se aumentan
progresivamente.

Esta estrategia formativa tiene muchos condicionamientos; el primero sería


preguntarse, de entrada, si es cierto que el Club cuenta realmente con un modelo
de juego bien reflejado en su sistema táctico, en su método de juego (defensiva-
ofensiva) y en un conjunto de principios que lo fundamenten; la segunda cuestión
es cómo afectan a todo el entramado los cambios de entrenador en los equipos,
y especialmente en el primer representativo; y el tercer –y quizá más importante-
aspecto es de ámbito metodológico: ¿jugadores sometidos durante años a una
formación tan específica, en todos los sentidos, serán capaces de jugar con la
misma eficacia en modelos alternativos o diferentes de juego?.

4. Encuadrar los diferentes factores de preparación

Tan importante como comprender y aplicar los avances evolutivos realizados


en las diferentes áreas del conocimiento del juego, es reconocer e identificar el
conjunto de razones que pueden, simultáneamente, haber limitado la propia
evolución del fútbol. Es normal que, cuando direccionamos nuestro centro de interés
en determinada área del entrenamiento, tendamos a menospreciar las otras.

A. Desempeño deportivo que se basa en la información y energía. El


desempeño de los jugadores ha de analizarse a la luz de su capacidad de
adaptación y respuesta a las variaciones situacionales, con adecuación técnico-
táctico-estratégica y soportado por su aptitud física durante todo el partido.

1. Impacto de la energía. El juego del fútbol obliga a una elevada atención y


concentración, con unas intensidades de esfuerzo altas. Los esfuerzos se
caracterizan por: (i) alta intermitencia (entre parados y explosividad); (ii) duración
variable (2”/10”); (iii) intensidad variable (reducida/elevada); (iv) densidad que no
permite recuperaciones completas; (v) frecuencia aleatoria. De ello concluimos que
la solicitud afectará a todas las fuentes energéticas posibles.
Pese a que las investigaciones científicas han comprobado la relación causa/efecto
de carácter fisiológico en la aplicación de ciertos medios de entrenamiento
basados en la coherencia estructural de lo que denominamos “carga” (volumen,
intensidad, densidad y frecuencia), lo cierto es que éstos no nos informan sobre los
aspectos más importantes de la actividad de los jugadores (eficacia, adaptación de
las soluciones a la situación real del juego, inteligencia...). Y sin embargo, en todos
los niveles de alto rendimiento, y no sólo en el fútbol, sigue enraizada la idea de
que la excelencia del desempeño competitivo se obtiene mediante la mejora de la
condición física. Veamos los aspectos que más influyen en la persistencia de esta
creencia.

a) Fisiología del esfuerzo. Este área del conocimiento, a través del empleo de
tests físicos, nos aporta datos cuantitativos sobre factores de rendimiento
determinados. Pero hay que tener presente que, por muy científicos y ajustados

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que sean, no significan mucho en cuanto a la capacidad de decisión y acción y al


funcionamiento colectivo del equipo.

b) Crítica deportiva. Sus comentarios sobre el desempeño de los jugadores en


competición invariablemente se decantan hacia la “condición física”. Cuando un
jugador de alto nivel no destaca, la explicación siempre se encuentra en su
dimensión física. Y de ahí, todos los fallos tácticos y organizacionales se explican
sobre la misma cualidad.

c) Procesos de entrenamiento utilizados. Cuando analizamos los ejercicios de


entrenamiento utilizados por muchos entrenadores, tanto en etapas formativas
como de alta competición, vemos que predominan los que inciden sobre el área
de la condición física. A estos entrenadores les preguntaríamos si es justo exigir
a los jugadores y al equipo un alto nivel organizativo, táctico y estratégico, si
durante el proceso de entrenamiento le ha dedicado relativamente poca atención
a estas cuestiones. No se duda que, gracias a una alta capacidad de desarrollar
energía se pueden cubrir o disfrazar carencias de otro tipo. Pero también es
cierto que cuando a una buena condición física se unen correctas adaptaciones
técnicas, tácticas y estratégicas, el equipo alcanza cotas máximas. Por tanto, la
cuestión es saber diseñar ejercicios que, mediante la manipulación de
condicionantes estructurales (tiempos, números, espacios...) promuevan la
mejora de todos los factores del rendimiento de forma integrada y en función del
modelo de juego.

2. La información controla la energía. La naturaleza del fútbol está basada en la


variedad de situaciones y su aleatoriedad, su imprevisibilidad. Hay que evaluar en
cada momento la pertinencia de una acción dada, con visión estratégico-táctica.
Hasta la más simple carrera sin balón ha de tener esa orientación. La eficacia de
las acciones dependerá estrechamente de la cantidad de información manejada y
las previsiones realizadas, y también de la energía con que las afrontemos, pero la
energía física desplegada sólo es realmente productiva cuando está dirigida por la
información y la inteligencia. Este aspecto es uno de los que más diferencia a los
jugadores normales de los de alto nivel, pues éstos entienden qué acciones
realizar; en qué momento realizarlas; el resultado que producirán sus acciones en
el momento, y qué posibilidades de ocurrencia van a sucederse. Por mucho que
valoremos a los jugadores esforzados e implicados en una actividad física
constante, estos valores, si no van englobados en una correcta visión estratégico-
táctica, no suponen un gran impacto en el desempeño correcto del juego, ni
individual ni colectivamente.

B. El desempeño se estructura en el binomio decisión/acción. Una


metodología específica de entrenamiento para el fútbol ha de ser construida por el
continuo desarrollo de la dimensión “decisión-acción”, soportada por la mejora
integrada de los factores condicionales físicos.

1. Racionalizar el binomio decisión/acción basado en una elevada respuesta


fisiológica durante la competición. Las investigaciones sobre dinámica de los
esfuerzos en competición nos muestran que las tasas de aumento han ido bajando
lentamente. El número de esfuerzos por partido se ha ido estabilizando –casi- en

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torno a los 360-400, y las distancias totales entre 10-14 kilómetros. Evidentemente,
el incremento, bien que mínimo, seguirá produciéndose, porque la historia nos
demuestra que siempre cabe “un poquito más”. Pero en el futuro se incidirá y
evidenciará más la mejora en la predisposición global del jugador para actuar, en la
“prontitud”, y en la mejora de sus percepciones y decisiones/ejecuciones táctico-
técnicas.

2. Contextualizar la respuesta física en el binomio decisión/acción en el


proceso de preparación. Los medios de enseñanza y entrenamiento que
sustentan niveles progresivos de rendimiento no pueden pasar por una visión
aislada de los elementos que componen el juego. La noción “todo” no es que sea
simplemente mayor que la de la suma de las partes, sino que es diferente. Por eso
el componente físico como factor de rendimiento –con ser importante- no puede
ser la guía de un proceso de preparación, para el fútbol, ya que éste es un juego
de dimensión fundamentalmente estratégico-táctica.

a) El perfil fisiológico deriva de las funciones tácticas atribuidas a los


jugadores dentro de la organización dinámica del equipo. Dentro de las
especialidades y reparto táctico de misiones, parece innegable que el perfil
fisiológico de un defensa lateral no es muy parecido al de un central o un medio.
Por tanto, sería coherente que los ejercicios respetaran esas particularidades
personales y funcionales, porque, de lo contrario, lo cierto es que parte de los
potenciales efectos positivos de cualquier entrenamiento se pierden. Adaptando
las prescripciones para los movimientos y acciones de los jugadores a la realidad
del juego, a las exigencias del modelo del equipo, y a la particularidad de los
jugadores, en un todo integrado, garantizaremos que los efectos fisiológicos del
entrenamiento se ajusten a las necesidades y potencialidades reales.

b) Una reducción de los ejercicios de carácter físico descontextualizado no


disminuirá la respuesta fisiológica del jugador en competición. Manteniendo
el volumen habitual de trabajo, la preponderancia que tomarán los ejercicios
específicos supondrá la disminución de los eminentemente físicos. Y una
pregunta surge: si se produce esta tendencia, ¿seguirán mostrando los jugadores
altos índices de capacidad fisiológica?”. Pensamos que “sí”, desde el momento
que los ejercicios específicos se diseñen con componentes estructurales que los
pueden estimular al más alto grado, y esto va a depender del conocimiento del
entrenador, de la implicación del jugador dado y de la colaboración en el mismo
sentido de sus compañeros/oposición.

Veamos un ejemplo: Ejercicio de circulación táctica involucrando un grupo de


jugadores de diferentes sectores del equipo, en busca del gol; este ejercicio,
denominada “dirigida”, pretende: (i) circulación de balón, (ii) circulación de
jugadores, y (iii) cambios de ritmo. La circulación táctica va determinada por el
recorrido del balón, por lo que hay jugadores más/menos directamente
implicados en cada momento, en función de aquél; por ello, han de respetar el
manejo de los tiempos, para que la circulación sea fluida. El entrenador deberá:
(i) reforzar la importancia de que todos coordinen su tarea con tiempo y
compañeros, (ii) insistir y vigilar a que el ejercicio termina sólo cuando todos los
jugadores, una vez producido –o no- el remate final, completen transición ataque-

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defensa volviendo a sus posiciones de salida, (iii) mantener la concentración de


los jugadores en que el balón circule por los corredores previstos, y (iv) utilizar
medios materiales como vallas, picas, etc., si pretende enfatizar aspectos físicos.
Una vez finalizado el ejercicio, veremos que en 20-25 minutos, éste se repite
entre 50 y 60 veces, totalizando entre 1.000 y 3.000 metros, siendo que los
defensas recorren más distancia (resistencia en régimen de velocidad), seguidos
de medios y delanteros, pero, a cambio, son estos últimos los que corren con
más intensidad (régimen de velocidad corta). El número de remates a puerta
(fuerza potente) será de entre 30 y 40, implicando más a los delanteros, seguidos
de los medios. Si hemos usado una o dos vallas en los recorridos, habremos
obligado a la realización de entre 50 y 120 saltos (pliometría). Dejando aparte
cuestiones tácticas y técnicas, vemos que cada jugador ha trabajo específica y
diferenciadamente, con predominancias fisiológicas varias, de acorde con sus
perfiles específicos. Concluyendo, en este cuadro potencial de entrenamiento: se
optimiza el proceso de entrenamiento (por hacer trabajo integrado), se
especifican congruentemente las tareas tácticas con un marco fisiológico y se
aproximan las condiciones de entrenamiento y las de competición.

5. Aproximar los procesos de entrenamiento y competición

Las acciones motoras ejecutadas por los jugadores, en los más variados
contextos competitivos, resultan del afinamiento, durante el proceso de
entrenamiento, de los complejos sistemas de orden cognitiva, nerviosa, muscular,
energética, etc., que constituyen el ser humano. Por tanto, la construcción y
aplicación de los ejercicios específicos deben respetar y reflejar esa inteligibilidad,
sin la cual la práctica, encarada como medio de preparación para competir, no tiene
sentido alguno, por más horas que le dediquemos.

A. Fomentar la interdependencia entre los procesos de entrenamiento y de


competición. La evolución y perfeccionamiento de los jugadores y equipos pasa
inapelablemente por la interdependencia y reciprocidad de los procesos de
entrenamiento y competición. Entrenando adquirimos adaptaciones que nos
permiten elevar el rendimiento en competición, y es compitiendo como podemos
evaluar el grado de idoneidad de nuestros programas de entrenamiento. La
competición da sentido al proceso de entrenamiento. Por otro lado, si bien el talento
se perfecciona y desenvuelve a través del proceso de entrenamiento, el carácter de
los jugadores se manifiesta y progresa preferentemente a través de la competición.
Entrenamiento y competición, dos caras de una misma moneda.

1. Entrenamiento y competición: dos dimensiones y un sólo objetivo. El


entrenamiento es un medio de preparación para la competición, pero ésta es, en
sí, misma, un medio de mejora, luego podemos considerarla simultáneamente
“entrenamiento”. En realidad, la competición es el medio más poderoso para la
preparación de los jugadores. De todos modos, es importante reseñar que, sin
entrenar, no es posible incrementar rendimientos, luego la competición no puede

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sustituir al entrenamiento, aunque sirve como parte del proceso. Garganta (2006),
refiere una sugestiva diferenciación entre el papel de la competición según
tratemos en altos niveles o en niveles formativos: según este profesor, en la élite
se entrena para competir, y en las etapas formativas se debería competir para
entrenar, es decir, la competición debe ser un elemento más en el proceso de
crecimiento deportivo, un complemento y extensión del entrenamiento.
Uno de los problemas actuales en el fútbol de alto rendimiento es que los equipos,
en diversos momentos, se ven inmersos en cuadros de elevada densidad
competitiva. Para manejar esta situación y evitar efectos negativos, los
entrenadores usan un conjunto de estrategias de carácter metodológico y de
gestión de recursos humanos:
(i) división de los esfuerzos competitivos, utilizando muchos jugadores y haciendo
rotaciones,
(ii) reducción del volumen de entrenamiento o aumento del número de sesiones de
recuperación,
(iii) diversificación de las sesiones, con dos o tres contenidos diferenciados entre
jugadores, según sus cargas de competición,
(iv) utilización de partidos de entrenamiento con equipos normalmente más débiles,
para que toda la plantilla mantenga ritmo competitivo,
(v) reestructuración de la plantilla, en caso de darse lesiones de larga duración o
bajos rendimientos inesperados, y,
(vi) promoción de la competición, en el sentido de contemplarla como un medio
más de preparación y test de importancia decisiva para analizar necesidades y
carencias y tomar decisiones clave al respecto.

2. Competición en una perspectiva de entrenamiento. El proceso competitivo,


analizado desde el punto de vista de la preparación de jugadores y equipos,
contribuye de la siguiente forma a la consecución de ese objetivo:
(i) aproxima los niveles momentáneos de disponibilidad del equipo con respecto al
modelo de juego, (ii) potencia la cooperación de las diferentes misiones tácticas
personalizadas, (iii) afina la articulación intrasectorial, (iv) evalúa el modelo de
juego, (v) crea condiciones únicas para favorecer relaciones intrafactoriales de
preparación, y, (vi) implementa ritmos diferenciados de juego.
De este modo, la competición es, simultáneamente, un elemento más del proceso
de preparación y mejora sucesiva. “ Actualmente, los equipos compiten un mínimo
de una vez por semana, lo cual obliga a que evaluemos correctamente el impacto
de los ejercicios y las sesiones en los jugadores y el grupo, para que todos puedan
responder a las exigencias competitivas y, además, integren las sucesivas
microadaptaciones semanales en el macrociclo adaptativo que es su vida
deportiva” (Garganta, 1993). Así pues, procede planificar para que no sólo
rindamos en un partido dado, sino para que cada uno de esos esfuerzos
competitivos nos sirva para preparar el siguiente.

3. Entrenamiento en una perspectiva de competición. Importa señalar que el


proceso de entrenamiento recrea las condiciones y ambientes contextuales de la
competición, en cuanto a que aquél expone objetivamente las carencias del
modelo de juego; pero, del mismo modo, durante el entrenamiento podemos
experimentar nuevas soluciones y enriquecimientos para el propio modelo de

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juego. El entrenamiento es preparación y mantenimiento, pero no debemos perder


la opción de crear y modificar incluso el modelo de juego que se pretende
practicar, si encontramos en el camino mejoras aplicables al propio modelo. Por
otro lado, y con vistas a un partido concreto, no hay que olvidar que, lo mismo que
nosotros conocemos a los equipos rivales, ellos nos conocen a nosotros; por eso,
si durante la preparación de un partido concreto surgen ideas novedosas, hemos
de encajarlas en la preparación estratégica del mismo. No se trataría de desvirtuar
nuestras líneas maestras del modelo, sino de introducir detalles puntuales que lo
mejoren, siquiera para momentos muy concretos. Esto es importante: introducir
detalles, mejoras, sí, sea puntualmente, sea permanentemente, pero nunca
desnaturalizar nuestro modelo, porque ello llevaría a la inseguridad y desconfianza
de los jugadores y pondría en crisis todas nuestras propuestas.

4. Competición como análisis del proceso de entrenamiento. Las


informaciones obtenidas del análisis de la competición son una fuente fundamental
para el perfeccionamiento de la metodología de entrenamiento, enfocada al
modelo de juego. Se elaboran modelos conceptuales específicos de análisis de la
competición que funcionan como filtros de información de los aspectos más
pertinentes del funcionamiento del modelo de juego durante el partido. Ello dota al
entrenador de información objetiva y minuciosa, que le permite reelaborar sus
conceptos de juego y entrenamiento, y, con ello, los subsiguientes ejercicios de
preparación.

Modelo de jogo

é suportado por um
com o intuito de responder Competição
às necessidades competitivas

Modelo de treino através desta compila-se


os dados observados com a

Tem repercusões ao nível dos programas de treino


(optimização do processo de preparação)
Análise do jogo
Tem repercusões ao nível da forma de jogar
(tendências evolutivas próprias do modelo de jogo)

Figura. Las inter-relaciones entre modelo de juego, competición, análisis del juego, y
cómo éstos se influencian mutuamente.

5. Competición y entrenamiento: requisitos materiales mínimos. La calidad


del espectáculo y la condición para el éxito de un equipo deriva de la existencia de
condiciones estructurales y materiales. Sin ellas, no es posible implementar una
metodología específica que fundamente un modelo de juego. No se puede
concebir que un grupo deportivo de cierta exigencia no disponga de la totalidad del
campo para trabajar, de porterías móviles, de balones en cantidad y de calidad,
etc. Similares facilidades precisa un entrenador de formación. Y, sin embargo, hay
todavía equipos profesionales que tienen notables carencias estructurales y
materiales.

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B. Encuadrar, aplicar y evaluar programas de acción. La aproximación de


los procesos de entrenamiento y competición pasa inevitablemente por la necesidad
de aplicar y evaluar programas operacionales definidos y de establecer objetivos
finales.

1. Fomentar proyectos de acción. Concretados en los planes de intervención


programáticas, lo cuales direccionan el trabajo del entrenador. Estos proyectos
tienen como objetivo no perder nunca de vista el camino que nos ha de llevar al
futuro previsto, aunque no son absolutamente inflexibles. Sencillamente, son las
líneas que nos orientan e impiden que divaguemos en el camino de construcción.
En ciertas circunstancias, es más importante seguir caminando en la dirección
trazada que entretenernos en diagnosticar la situación en la que nos hayamos.

2. Orientar la práctica en una direccionalidad. El aspecto fundamental e


característico de los programas de acción es que éstos reproduzcan el modelo de
juego a alcanzar. Seleccionaremos medios y condiciones de entrenamiento que
incidan sobre jugadores y equipo desde una perspectiva que entienda la globalidad
del juego y del modelo, lo cual no implica que nunca se deban realizar tareas
específicas y/o individualizadas, de tipo analítico, aunque han de ser la excepción,
y nunca la norma.

3. Evaluar los programas realizados. Los programas de acción expresan un


proceso de evolución de jugadores y equipo, interviniendo sistemática y
racionalmente en la evolución de los factores que condicionan su eficacia. Luego,
hay que establecer un conjunto de indicadores acerca de su cumplimiento y
eficacia, para mantener lo que se manifiesta correcto y corregir lo negativo,
indicadores lo más objetivos posible, para eliminar en lo posible lo casuístico y
reforzar la sistematización.

4. Concretar objetivos intermedios. La elaboración de programas de acción ha


de definir objetivos intermedios, que serán escalones y bases sucesivas de las
etapas de esos programas. Estos objetivos intermedios han de ser:
(i) específicos, (ii) medibles, (iii) realistas. (iv) desafiadores. (v) positivos. (vi)
temporalizados (por etapas mensuales; por cadenas de una o más sesiones o por
operacionalidades determinadas por ejercicio/s fundamental/es).

C. Analizar el antes, el durante y el después. Tenemos que reflexionar


sobre el entrenamiento a través de una triple perspectiva: (i) la visión de futuro, (ii) la
visión de presente, y (iii) la visión de pasado.

1. Entrenamiento como proyecto (visión de futuro). Al entrenador compete, en


todo momento, tener una visión de futuro a partir de la cual proyecta y dinamiza
diferentes actividades teóricas y prácticas. Esta visión de futuro se basa en las
observaciones y análisis de los partidos jugadas, de las discrepancias con el
modelo de juego planeado y de los entrenamientos realizados. En cuanto a éstos,
son especialmente importantes los conceptos “ejercicios”, “sesión” y “microciclo”.

a) Conceptualizar el futuro. Para proyectar el futuro, nos valemos de las


informaciones y análisis del último partido y de los jugados anteriormente. Así

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conceptualizamos las regularidades que hay que mantener y potenciar, y las que
hay que corregir o eliminar. Es absurdo plantearse un futuro sin haber analizado
objetivamente el pasado y sin contrastar lo que ha pasado con lo que hubiéramos
querido, dándonos así la pauta de lo que puede estar fallando.

b) Anticipar el futuro. Una visión de futuro, además de una justificación


práctica, debe tener una explicación teórica que la sustente, porque nos permitirá
mejorar el entendimiento de lo que pasa y lo que vamos a hacer, desencadenar
actitudes correctas y guiar con objetivo claro las decisiones y acciones de
jugadores y equipo. El entrenador debe saber: (i) lo que se va a encontrar, (ii)
proyectar el microciclo de entrenamiento, y (iii) justificar esos objetivos y su
metodología y medios de entrenamiento.

c) El presente condiciona el futuro. Hay entrenadores muy hábiles para


resolver el día a día, pero no son capaces de percibir el futuro y lo que quieren
alcanzar. Resuelven, pero no incardinan. Esto les impide conceptualizar las
soluciones mejor adaptadas y eficaces para desarrollar el proceso de
entrenamiento y competición, porque la visión de futuro condiciona el presente, el
desempeño de nuestro día a día.

2. Entrenamiento como acontecimiento (visión del durante). No basta tener


una visión de futuro, hay que ponerla en práctica el proyecto elaborado a partir de
ésta. Ejercitándolo, actualizándolo, reformulándolo y cambiándolo –si hubiera
motivo- durante la sesión o durante el microciclo. Las alteraciones pueden venir
relacionadas con: (i) el modelo de juego adoptado, (ii) las exigencias del próximo
partido, y (iii) las relaciones entre complejidad de los ejercicios y adaptaciones de
los jugadores.

a) Ajustar lo previsible a lo posible. Lo que marca definitivamente el trabajo


durante la sesión de entrenamiento es la aplicación de los temas y contenidos
previstos y su posible alteración, debido a contingencias propias del día a día: (i)
las lesiones, (ii) la meteorología adversa, y (iii) los imponderables, como
desmotivación, agresividad descontrolada, etc. Un buen entrenador sabe
manejar y adaptarse a esas circunstancias que, de no ser debidamente
abordadas, estropean el trabajo diario y compromenten el futuro. El
entrenamiento como acontecimiento es sobre todo el ajuste entre lo previsible
(futuro) y lo posible (presente).

b) Ajustar el ejercicio a la realidad. Al ejercicio como proyecto (visión de futuro)


le sucede el ejercicio como acontecimiento diario (visión del durante); por mucha
preparación y experiencia del entrenador, cada día, cada sesión, trae
imprevistos. Por tanto, cada sesión ha de ser encarada como oportunidad única
para mejorar y como prueba de nuestra capacidad de adaptación, no sólo de
organización.

3. Entrenamiento como análisis (visión del después). Una vez anticipado el


futuro, y realizado lo presente, resta al entrenador analizar lo sucedido, sin
quedarse sólo en el marcador, sino contemplar el desempeño global, y enlazarlo

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con lo vivido durante la semana y lo que ha sucedido desde el inicio del partido,
intentando enlazar causas y efectos. Así se extraen conclusiones ajustadas y
válidas a emplear en el ciclo inmediato.

1. Visión del antes. Independientemente de los aspectos del pasado que


pueden y deben ser analizados, siempre estaremos en una de las cuatro
posibilidades básicas de lo que ocurre:
(i) la primera y más favorable: modelo de juego adaptado a la realidad del equipo/
modelo de entrenamiento coherente. Estamos haciendo bien lo correcto.
(ii) la segunda: modelo de juego inadaptado a la realidad/modelo de
entrenamiento coherente. Estamos haciendo bien la opción incorrecta.
(iii) la tercera: modelo de juego adaptado/modelo de entrenamiento incoherente.
Estamos haciendo mal la opción correcta, y,
(iv) la cuarta y más desfavorable: modelo de juego inadaptado/modelo de
entrenamiento incoherente. Estamos haciendo mal lo incorrecto.

Modelo de jogo
Modelo de treino

Correcto Correcto
Congruente Incongruente

Incorrecto Incorrecto
Congruente Incongruente

Figura. Relaciones entre el modelo de juego y el modelo de entrenamiento

2. Visión del después. Es un momento durante el que el entrenador:


(i) objetiva, acumulando datos del entrenamiento y la competición,
(ii) organiza, todas esas experiencias, para basar el nuevo ciclo,
(iii) racionaliza el plan para el nuevo ciclo,
(iv) corrige los aspectos considerados negativos y
(v) potencia los positivos.

En resumen, terminada la competición y antes del nuevo microciclo, el entrenador


somete todo lo sucedido, tanto en el microciclo como en el partido, para introducir
las mejoras pertinentes en el siguiente microciclo. Es un proceso continuo e
inacabado.

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CAPÍTULO 4.- CONCEPCIÓN DEL EJERCICIO DE ENTRENAMIENTO

Los ejercicios de entrenamiento no son inocuos: cuando son correctamente


seleccionados, se reflejan en efectos positivos, mejorando la adaptación y la eficacia
decisional y ejecutora de los jugadores y equipos, en respuesta a la demanda del
juego. Y cuando no son debidamente seleccionados, revierten en efectos
indeseados, en mayor medida cuanto menos adaptados sean a la realidad
competitiva o a las capacidades reales de los jugadores. Evidentemente, no todos
los ejercicios provocan los mismos efectos, ni todos tienen la misma eficacia para
enseñar y mejorar respuestas adaptativas a la complejidad del juego. Cada uno
ejerce más o menos presión sobre los mecanismos adaptativos del jugador y el
grupo. Por ello es pertinente señalar cuáles son los elementos preponderantes en
cada ejercicio, tanto en su concepción y presentación, como en su aplicación,
repetición y correcciones. Las bases del diseño, a lo largo de la “corta” historia del
entrenamiento, están ligadas al método con que se ha analizado la lógica interna del
juego del fútbol, lo mismo que sucede con la historia de las ideas. Las corrientes de
pensamiento orientan el punto de vista desde el que se analiza la literatura, la
ciencia, el deporte....con el objeto de elaborar métodos y fundamentos pedagógicos
de su enseñanza. La definición de los métodos de análisis para la interpretación de
la realidad competitiva y la construcción de una tecnología didáctico-metodológica
converge, en nuestra opinión, en un cuadro teórico con tres perspectivas
fundamentales: (1) la asociacionista, (2) la formalista, y, (3) la estructuralista.

Perspectivas asociacionistas

El primer pensamiento de base, para la construcción/elaboración de los


ejercicios, fue fundamentalmente influenciado por el “período mecanicista”, a su vez
marcado por dos corrientes filosóficas: el dualismo cartesiano –que mantiene una
visión mecánica del cuerpo humano, para explicar su funcionamiento-, y el
asociacionismo, que pretende reducir groseramente el complejo a elementos
simples, a través de un excesivo espíritu de análisis y la ley de la asociación de
ideas, sobre la que, automática y espontáneamente, se desarrollaría todo el
pensamiento. El asociacionismo pretende descomponer todas las actividades en
elementos simples, y, mediante la adición de pequeñas unidades, reconstruir las
representaciones, incluidas las más complejas; la yuxtaposición temporal y espacial
posibilitaría la ligazón. Esta perspectiva supone que entrenando sistemáticamente
los factores del rendimiento, por separado, es posible aprender a jugar al fútbol y
desarrollar paulatinas mejoras. Dado que el entrenamiento sistemático siempre
produce alguna mejora, esta teoría tuvo un gran éxito, y muchos entrenadores
dieron importancia esencial al entrenamiento analítico y descontextualizado de los
gestos técnicos ortodoxos, esto es, estandarizados a partir de la ejecución de los
grandes jugadores. Más adelante, se añadieron los estudios sobre los gastos
energéticos en el fútbol, y se elaboraron modelos de tipo bio-mecanicista. Esta
pedagogía, trabajo físico-fisiológico amparado en estadísticas, más repetición
estandarizada de diversos gestos técnicos, “aportó grandes avances en la
preparación de los futbolistas, sometidos a un entrenamiento riguroso y repetitivo,
aunque no estuviera basado en situaciones contextuales individualizadas ni reales”
(Bayer, 1972). La verdad es que este enfoque, pese a sus limitaciones, aportó un

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gran avance al entrenamiento deportivo en general, merced a su visión rigurosa y


analítica, racional, intentando reducir a la mínima expresión la incidencia del azar o
lo inexplicable.

Los ejercicios de entrenamiento se elaboraban a partir de la observación de los


jugadores más precisos, creando un bagaje de cada gesto o grupo de gestos, desde
lo más sencillo a lo más complicado, y se entrenaban aisladamente, confiando en
que la persona asociaría y daría como resultante un jugador técnicamente correcto y
completo. Los ejercicios de entrenamiento se construyen y organizan así:

1. Ejercicios para el aprendizaje, perfeccionamiento o desarrollo aislado de los


elementos del juego.

2. Ejercicios para el aprendizaje, perfeccionamiento o desarrollo de la asociación


de los elementos del juego, aislados de contexto competitivo.

3. Ejercicios que procuran reproducir todos o casi todos los aspectos ligados a la
competición, por ejemplo a través de juegos de entrenamiento.

Perspectivas de la forma (gestaltismo)

La segunda fase de este proceso evolutivo del pensamiento que inspira la


creación de los ejercicios de entrenamiento, nace de la reacción a las perspectivas
atomistas y asociacionistas, y que surge a principios del siglo XX, con un auge
notable a lo largo de éste. Esta nueva teoría, opuesta a los métodos analíticos,
sostiene que los elementos aislados no tienen significado si no se contemplan
relacionados con el conjunto dado del que forman parte; y que estos elementos se
articulan mutua y colectivamente para construir “formas”. De este modo, una “forma”
es algo más que la suma de sus elementos, ya que tiene propiedades que nacen de
su interacción, y está organizada por leyes que le son propias. Ejemplo: si metemos
en una bolsa seis superficies idénticas, no van a formar por ello un cubo; para formar
éste necesitaremos combinar los seis cuadrados, que, una vez organizamos como
volumen “cubo”, es una forma que goza de propiedades diferentes a la suma de seis
cuadrados. Un cubo tiene, en su totalidad, una función de la que carecen sus partes
individualmente tomadas.

Pedagógica y metodológicamente, esta perspectiva conduce a una idea que


se fundamenta en la formación del equipo, representando una totalidad de la que se
parte para dirigir y desarrollar la preparación de sus componentes de forma
integrada, en función de la organización colectiva adoptada por el equipo. Se va de
lo general -equipo- a lo particular -jugador-. El movimiento no se concibe como una
adición de ejecuciones motoras parceladas, sino como unidad dinámica indivisible.
El aprendizaje de un comportamiento significará una modificación total en la relación
entre actos motores y campo perceptivo; cada nueva tentativa representa una nueva
estructura, y éstas se van sucediendo ininterrumpida y relativamente a las
anteriores. Las perspectivas formalistas, en definitiva, establecen una relación
dialéctica entre el contenido del juego futbolístico y el contenido de sus

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entrenamientos. El aprendizaje, perfeccionamiento y desarrollo de los jugadores


deriva del contexto competitivo, en situaciones algo menos complejas, pero
directamente relacionadas con él.

Los ejercicios de entrenamiento deberían ser construidos y organizados de la


siguiente manera:

1. Ejercicios para el aprendizaje, perfeccionamiento y desarrollo de los elementos


que contiene el juego, en condiciones más o menos reales.

2. Ejercicios para el aprendizaje, perfeccionamiento o desarrollo de las relaciones


elementales y también las complejas del juego, incluyendo mayor número de
elementos estratégicos, tácticos, técnicos, físicos y psicológicos.

3. Ejercicios de carácter competitivo, en los que se reproducen el mayor número


posible de articulaciones individuales, sectoriales, intersectoriales y globales en
cuanto al modelo de juego.

Perspectivas estructuralistas

Los principios de la teoría gestaltista (“de la forma”) constituyeron un factor


importante en la evolución de la noción de “estructura”, al rechazar toda idea de que
conocimiento del conjunto pueda ser deducido a partir del conocimiento de las
partes o que éstas puedan ser conocidas sin hacer referencia al conjunto; quedaron
así establecidos dos aspectos esenciales que caracterizarán a la noción “estructura”:
el conjunto y la interacción.

El “estructuralismo” es un método de análisis que estudia los fenómenos de la


realidad examinándolos a la luz de su articulación interna y de las inter-relaciones
entre todos sus componentes, que se mantienen funcionalmente interdependientes.
Así, la estructura de un equipo no se manifiesta por el posicionamiento de los
jugadores, sino por el sistema de relaciones entre los jugadores, el balón, el terreno,
el Reglamento, etc. Ejemplo: una pieza de ajedrez no se define por su color, sus
dimensiones o el material con el que está construida, ni siquiera por la globalidad de
su “forma”, sino por las atribuciones que le da el Reglamento y por las relaciones
que esas reglas le van a permitir con el resto de piezas del tablero a lo largo del
juego. Del mismo modo, un portero no se define por sus características físicas o por
sus movimientos, sino por el sistema de relaciones que se establecen entre sus
atributos, sus movimientos y todo lo que le rodea. El estructuralismo introduce un
concepto operacional fundamental, el modelo, que personifica una construcción que
define y reproduce todo el sistema de relaciones que se establecen entre los
diversos elementos de una realidad dada. Hay cuatro aspectos fundamentales para
la construcción de un modelo:
(i) identificar la realidad del juego y cuáles son sus factores básicos, o sea, su lógica
interna,
(ii) reproducir rigurosamente las situaciones dadas,
(iii) definir con precisión los comportamientos exigibles a los jugadores, teniendo en
cuenta sus cualidades y la realidad de cada contexto situacional, y,
(iv) determinar los índices de eficacia de los comportamientos.

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Así podremos trasladar al entrenamiento modelos de acción eficaces,


inspiradas en los rendimientos de los mejores equipos y jugadores, pero adaptados
a las condiciones de nuestros jugadores y equipo.

Los ejercicios de entrenamiento que a partir de ahí diseñemos, quedarán


incluidos en estos tipos de modelo:

1. Modelos técnico/tácticos. Construidos de forma integrada, de acuerdo a la


lógica de la actividad individual de los jugadores, de la de los jugadores
correlacionados con uno o más compañeros, de la de los jugadores y de la de los
jugadores y los pequeños grupos en oposición.

2. Modelos de esfuerzo. Correlacionan la actividad de los jugadores con las


reacciones adaptativas del organismo a las demandas del esfuerzo.

3. Modelos de ambiente. Caracterizan las condiciones externas, con el objetivo


de adaptar a los jugadores a los entornos presionantes sobre lo psíquico,
estableciendo dos niveles de análisis: (i) modelo de las condiciones que se darán
en el partido (campo, luz, balón, horario, tipo de arbitraje, etc.), y, (ii) modelo de
microclima social (público, hostilidad, prensa, etc.).

4. Modelos integrativos. Objetivan fundamentalmente situaciones de


entrenamiento que integren los tres modelos anteriores (técnico-táctico, esfuerzo
y ambiente). Estos modelos utilizan ejercicios que, más que pragmatizar una
determinada concepción de entrenamiento, buscan la reproducción más fiel
posible de todo lo que envuelve al partido.

La conceptualización del ejercicio de entrenamiento obedece a cuatro


aspectos:

1. Correlatividad

Los ejercicios son los medios más importantes para la elevación del rendimiento. Su
selección parte de una doble articulación, correlacionando: (1) la lógica interna del
juego, y, (2) los niveles de complejidad vs. dificultad, con respecto a las
capacidades de los jugadores.

1. Lógica interna del juego. El fundamento esencial del entrenamiento se basa


en una repetición lógica, sistematizada y organizada de diversos ejercicios.
Éstos, aunque basados en la lógica interna del fútbol y nuestro modelo de juego
elegido, no tienen porqué tener el mismo grado de complejidad, pero sí un grado
de articulación coherente con el juego y deben poder ser reconocidos por
nuestros jugadores como significativos para su mejora individual y grupal, a
través de la necesidad de que tomen decisiones desde opciones diversas, tal
como sucede en el juego real.

2. Niveles de complejidad y dificultad del ejercicio. Para que un ejercicio sea


eficaz, sus niveles de complejidad y dificultad han de ser apropiados a las
capacidades de nuestros jugadores. Niveles de exigencia excesivos producen
frustración y error; si son muy simples, producen desmotivación y no mejora

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alguna. Lo que buscamos son ejercicios un poco por encima del nivel puntual de
nuestro equipo, pero que los jugadores puedan entender y abordar (“dificultad
optimal”, Famose, 1990); así es como se mantiene un aprendizaje y mejora
continua.

2. Unidad

La aplicación de los ejercicios de entrenamiento se debe apoyar sobre una


perspectiva de unidad, la cual se entiende bajo tres vertientes: (i) de la actividad, (ii)
del jugador, y (iii) del equipo.

1. De la actividad. Las actividades contenidas en los ejercicios han de ser


coordinadas unitaria y globalmente. Ello es imprescindible en cada repetición, en
cada ejercicio, en cada sesión, en cada período. Los ejercicios son eficaces si se
utilizan de forma correcta, en el momento adecuado; de lo contrario, hasta el
mejor ejercicio pierde utilidad.

2. Del jugador. Los ejercicios se dirigen al jugador-individuo, al margen de que el


objetivo final sea el rendimiento global. El ser humano posee una identidad
biológica y psicológica, lo cual hay que tener siempre presente cuando
observemos que no todos los jugadores asimilan igual los ejercicios ni
evolucionan de la misma manera tras su aplicación y/o en diferentes períodos de
la temporada.

3. Del equipo. Los ejercicios se dirigen, a través de los individuos, al equipo. Por
tanto, han de ir enfocados a culminar en la plasmación reconocida y eficaz del
modelo de juego elegido, en el presente, y en su evolución.

3. Competitividad

Queremos decir que todo ejercicio de entrenamiento ha de tener un ambiente


competitivo, para que haya mejora global en el jugador. Hay tres aspectos
fundamentales que hay que fomentar: (i) actitudes, (ii) comportamientos, y (iii)
condiciones equitativas.

1. Crear actitudes. Ya es habitual referirse a que los ejercicios realmente


esenciales en el proceso de preparación de un equipo han de desenvolverse
como si jugador y equipo estuviesen en competición. Esto entraña la constante
necesidad de:
(i) seleccionar ambientes similares los de competición, y,
(ii) estimular el desenvolvimiento de actitudes y comportamientos motores en un
cuadro de exigencia física y clima psico-emocional similar al de un partido. Es,
por ejemplo, importante que no lleguen a darse resultados tipo 3-0, 4-1, y
similares, en partidillos de entrenamiento. En las sesiones ha de quedar bien
claro, por un lado, que no es lo mismo perder que ganar, y, por otro, que hay
formas y formas de perder; si se pierde tras luchar, hay que aceptarlo y procurar
mejorar en el próximo ejercicio o entrenamiento, pero perder sin dar lo mejor de
uno ha de ser inadmisible en cualquier sesión de preparación.

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2. Crear comportamientos. Una vez planteada una situación, ésta no debe ser
dejada al albur de los jugadores, porque pudiera ser que el entrenamiento pierda
desnaturalizarse, convertirse en poco eficaz. Por ello el entrenador ha de sabe
mantener la tensión en el trabajo, a través de varias estratagemas (marcar
objetivos concretos en determinados momentos de la sesión –como las “metas
volantes” del ciclismo, valga la comparación-; rectificar resultados y que sea el
equipo que iba arriba el que pase a ir abajo; dar un tiempo límite para revertir un
tanteador o incrementarlo; obligatoriedad de realizar determinados elementos
táctico-técnicos –pared, regate, remates de volea, etc.- para que el gol sea
válido.....). Aparte de estos detalles, hay que cuidar el Reglamento y no permitir
que surjan roces que podrían crear disputas en la sesión y/o malos hábitos, que
pueden ser de consecuencias negativas en la competición (agarrones, protestas,
entradas por detrás...).

3. Crear condiciones equitativas. El ejercicio de entrenamiento ha de ser


construido y organizado de manera que todos los jugadores se involucren, que
estén siempre ocupados. Aunque cada individuo se deba tratar de forma
diferenciada, el entrenador ha de garantizar que todos son evaluados,
contemplados, y que todos tienen espacio físico y social para mostrarse y para
progresar. Con ello no sólo mantenemos los niveles de exigencia y nos
compenetramos colectivamente, sino que mejoramos el conocimiento mutuo y el
clima grupal.

4. De la toma de decisiones

Básicamente, cuando el jugador está en una situación de entrenamiento o


competición, ha de intentar aprender e intervenir teniendo en consideración:

A. Qué está sucediendo a su alrededor.


B. Qué hacer ante estas circunstancias.
C. Establecer un proyecto de acción.
D. Ejecutar la acción motora.
E. Prever el nuevo contexto situacional subsiguiente.
F. Continuar influenciando en la nueva contextualidad situacional.

Importa señalar que esta clasificación, puramente analítica, no debe ser


entendida como una sucesión jerarquizada de acontecimientos secuenciales de
manera que el jugador no accedería de uno a otro estadio sin haber completado el
precedente; no, la exigencia del fútbol moderno es que el jugador mantenga una
actividad mental y motora incesante, los diferentes estadios descritos han de
desarrollarse de forma sucesiva y simultánea, solapada al menos.

Lo que distingue a los jugadores experimentados de los que no lo son


consiste en: (1) la cantidad de situaciones diferentes vividas, (2) la cantidad de
veces que cada una de esas situaciones se ha repetido y (3) la capacidad de elegir
los índices más pertinentes de cada contexto (capacidad que deriva, en realidad, de

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los dos condicionantes anteriores -cantidad y reiteración situacional-). Esta


experiencia es lo que permite desenvolverse con más eficacia y menor gasto
energético posible.

En el entrenamiento hemos de procurar, por tanto, recrear situaciones


contextuales reales, para favorecer el aprendizaje y mejora de los fundamentos y la
lógica del juego, que se manifiestan decisivas para el rendimiento individual y
colectivo. Hay que respetar los siguientes aspectos: (i) la contextualidad, (ii) la
dirección, y (iii) la manipulación de la complejidad de la práctica.

1. Contextualización de la práctica. El entrenador no debe abusar de prácticas


descontextualizadas. Son las situaciones “abiertas”, complejas, conectadas con
la realidad competitiva, las que llevan a la mejora cognitiva y motora del jugador y
del equipo. Las situaciones “cerradas” son excepcionales en la competición.

2. Dirección de la práctica. La diferencia entre un jugador de alto nivel y otro de


mediano se sitúa en el conocimiento del juego y en la conciencia de conocerlo
(metaconocimiento). Por ello la práctica de entrenamiento ha de ser rica en
ejercicios identificados y significativos con respecto a la realidad del juego y, más
concretamente, al modelo de juego del equipo.

3. Manipulación de la complejidad de la práctica. El entrenador, cuando


conceptualiza los ejercicios, ha de realizar un previo análisis de los elementos
que desea englobar y tener prevista la forma y momento de su introducción
progresiva durante la sesión, mediante complejidades situacionales progresivas,
para irse adaptando al progreso puntual y global de jugadores y grupo.

CAPÍTULO 5.- COMPONENTES ESTRUCTURALES DEL EJERCICIO

La dinámica de la adaptación funcional del jugador se fundamenta en la


dinámica de los componentes estructurales del ejercicio y, en última instancia, en el
proceso global de entrenamiento y competición. Manipulando los componentes
estructurales del ejercicio, relacionándolas con las capacidades iniciales del jugador,
se controlarán los niveles de adaptación del jugador al juego en general y al modelo
de juego del equipo en particular. Metodológica y operacionalmente “presionamos”
sobre los mecanismos biológicos, comportamentales y cognitivos para crear nuevas
adaptaciones e incrementar así las potencialidades del jugador y el equipo en su
conjunto. Las componentes estructurales tienen como función determinante la
correcta administración de los ejercicios, definiéndolos, objetivándolos,
caracterizándolos y controlándolos, para que correspondan específicamente a la
lógica interna del juego y/o al modelo de juego adoptado. Las componentes
estructurales han de ser modeladas de acuerdo con las exigencias específicas de la

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competición, con la intención de: (i) acumular potenciales energéticos en los


diferentes sistemas orgánicos, (ii) mejorar la estructura coordinadora del
comportamiento motor, (iii) perfeccionar los sistemas a través de la armonización de
los subsistemas, y, (iv) acomodar psicológicamente al jugador de acuerdo con los
requerimientos de la competición.

Volumen

Es una de las componentes estructurantes del ejercicio, siendo de


importancia capital en el proceso de entrenamiento. Manipulando el volumen, a
través del número de sesiones, bien al día, bien por ciclo, aceleraremos o
retardaremos el proceso adaptativo.

1. Definición

El volumen representa generalmente el aspecto cuantitativo de la actividad.


Se expresa en unidades de medida del tiempo, la distancia, número de repeticiones,
etc. referenciadas dentro de las unidades lógicas de programación (ejercicio, sesión,
microciclo, mesociclo, período y plan anual). El volumen representa una componente
importante, sobre todo en lo que se refiere a mejoras a largo plazo.

2. Aumento del volumen

El aumento de volumen fue la primera gran orientación en el proceso


evolutivo del entrenamiento deportivo. Permitió, a través del incremento del número
de sesiones y/o de la duración de cada una, con la inclusión de más ejercicios
generales (preferencialmente) y especiales, un rápido ascenso del nivel de los
deportistas. Sin embargo, un aumento de volumen por encima del umbral funcional
máximo del jugador provoca insuficiencia negativa (por la sobreestimulación de
determinados sistemas funcionales) e imposibilidad de que otros sistemas se
desarrollen de forma plena. Un incremento progresivo o el mantenimiento de un
volumen relativo alto se puede justificar por razones de carácter: (i) biológico y, (ii)
comportamental.

1. Biológico. Si no hay un mínimo de volumen que alcance el umbral adaptativo


y no se jugara con sus variaciones, sería imposible potenciar el equilibrio
biológico (homeostasia) y la aceleración de los procesos que fundamentan el
paso de las adaptaciones desde el corto al largo plazo.

2. Comportamental. La eficiencia comportamental del jugador está íntimamente


ligada a una elevada frecuencia y repetición de respuestas motoras específicas.
Así adquiere estabilidad y seguridad suficientes para trasladarlas a la
competición. Aunque la cantidad no determina directamente calidad, es
indudable que existe una fuerte relación entre el nivel de rendimiento del jugador
y el equipo con el número de sesiones y de repeticiones que realiza en los
entrenamientos. Y ello, tanto referido a factores individuales como a la
organización dinámica del equipo en contexto competitivo.

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3. Factores que soportan el aumento del volumen

La correcta determinación del volumen es uno de los problemas


fundamentales en la organización del proceso de entrenamiento y, concretamente,
de las unidades de programación (desde el ejercicio hasta el plan anual). Esta
correcta determinación del volumen se enmarca en los límites de dos factores: (i) la
prestación del jugador, y, (ii) el modelo de juego.

1. Prestación del jugador. El volumen debe aumentar gradualmente. Este


aumento ha de estar asociada al cambio de orientación funcional y programática
de los ejercicios básicos. Las alteraciones de volumen a lo largo del proceso
anual y plurianual no pueden cimentarse únicamente en el incremento de la
aplicación de los mismos ejercicios, sino que hay que ir introduciendo también
variaciones temáticas, acercándonos progresivamente a la realidad competitiva.

2. Modelo de juego. La magnitud del volumen, principalmente a nivel de los


ejercicios especiales, se varía en función del modelo de juego. Efectivamente, un
modelo basado en un proceso ofensivo continuo (ataque posicional), necesita
acumular elevado volumen a través de la duración de cada repetición, en orden a
crear adaptaciones funcionales elevadas para soportar esa concepción de juego;
por contra, un modelo basado en el ataque rápido o contraataque necesitará
muchas repeticiones más explosivas y breves.

4. Formas de incremento del volumen

Pueden ser resumidas en cinco casos fundamentales:


(i) prolongando la duración de cada ejercicio,
(ii) aumentando el número de repeticiones de un mismo ejercicio,
(iii) aumentado el tiempo de ejecución (duración) de cada ejercicio,
(iv) prolongando la duración de la sesión, y,
(v) aumentando el número de sesiones por microciclo.

5. Volumen versus duración

Del volumen deriva otra noción muy usual, que es la duración. Son dos
conceptos semejantes que no deben ser confundidos. La duración es el tiempo
dedicado a un ejercicio de entrenamiento, ésto es, el período de tiempo que se
ejecuta sin interrupción, sin pausas. La duración es muy importante y es un
parámetro muy sujeto a errores. Paralelamente a la cuestión de la duración óptima
se desarrollan otros aspectos relacionados con su orientación funcional (general o
específica), al ritmo y a las transferencias positivas entre unos ejercicios y otros.

Finalizando, es importante reseñar que el volumen, índice fundamentalmente


cuantitativo, no puede determinar por sí solo la especificidad de los efectos del
ejercicio y las características cualitativas de las adaptaciones o de la organización
dinámica del equipo. Por ello, complementariamente, necesitamos contemplar la
componente estructural “intensidad”.

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Intensidad

Paralelamente al volumen, otro de los elementos centrales del entrenamiento


es la intensidad, otro componente estructural del ejercicio. Cuanto mayor sea la
intensidad (nivel de exigencia), mayor será la profundidad de la adaptación del
jugador o el equipo.

1. Definición

Generalmente se entiende la intensidad como el aspecto cualitativo de la


actividad. Sin embargo, y aunque no nos oponemos a esta definición, entendemos
fundamental reseñar que hay que atender a que el ejercicio sea adecuado al nivel de
capacidad inicial, a la lógica interna del fútbol y/o al modelo de juego adoptado. La
intensidad la definiremos como frecuencia de ejecución motora del jugador y el
equipo, en respuesta a las situaciones de entrenamiento, por unidad de tiempo.

2. Niveles

Podemos establecer cuatro niveles de intensidad: (i) baja, (ii) media, (iii)
ajustable, y (iv) elevada.

1. Baja, es decir, inferior a lo normal. Ejercitarnos de esa manera implicará una


pérdida de funcionalidad y rendimiento, sea individual, sea colectiva.

2. Media, más concretamente en el límite inferior de la zona de intensidad


óptima. Ejercitarse así implica una reducidad velocidad de activación del
organismo y una notable estabilidad en la prestación. Sin embargo, si realmente
pretendemos mantener de esa manera un aceptable nivel, habrá que incrementar
el volumen.

3. Ajustable a las capacidades del jugador o equipo (zona óptima). Es la manera


de adquirir un rápido y alto nivel de rendimiento individual y colectivo.
Normalmente, hay que reducir los volúmenes de trabajo, para no interferir con la
progresiva adaptación.

4. Elevada, esto es, por encima del límite superior de la zona óptima de
intensidad. Entrenar con estas intensidades nos llevará a sobrepasar los límites
fisiológicos del jugador, lo que a su vez originará una disminución de las
capacidades de rendimiento, individual y colectivamente.

3. Aumento de la intensidad

El incremento progresivo de la intensidad del ejercicio presenta tres


justificaciones básicas: (i) biológica, (ii) comportamental y, (iii) psicológica.

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1. Biológica. Sólo se consiguen adaptaciones profundas a los niveles de


funcionalidad, contextualidad y competitividad a través de estímulos de
progresivo aumento de las intensidades de entrenamiento.

2. Comportamental. La conceptualización de los ejercicios debe atender a la


recreación de contextos situacionales similares al juego real. Por tanto, la
intensidad es una componente inseparable de los ejercicios adecuados a esa
realidad. Si se quiere aplicar un juego ofensivo con un ritmo elevado, éste habrá
de ser basado, entre otros aspectos, en: (i) un reducido número de contactos con
el balón por parte de su poseedor; (ii) un reducido número de pases para llegar a
la finalización; (iii) una constante variación del ángulo de ataque, para
desorganizar el entramado defensivo rival. Para ello, los ejercicios de
entrenamiento dirigidos a ese modelo de juego deben contemplar uno o varios de
los conceptos referidos. El ejercicio ha de obligar a un aumento de la velocidad
de juego, lo que implica mayor intensidad.
Por el contrario, si buscamos un método ofensivo más basado en acciones
colectivas, acciones seguras implicando la asociación de muchos jugadores en
zona de balón, y más pases entre el momento de hacerse con la posesión y el de
finalizar, hemos de atender menos a la intensidad de las acciones de
entrenamiento, y más al incremento de las repeticiones y a la densidad del
entrenamiento. Ello no quiere decir que no aumentemos la intensidad, porque de
hecho, al aumentar las repeticiones exigiendo cada vez más precisión, y al hacer
pausas cortas entre repeticiones, ya estamos manipulando la intensidad, de
forma diferente e indirecta.

3. Psicológica. Cuando se exige, individual o colectivamente, una mayor


velocidad de decisión y ejecución, manteniendo la eficacia, se aumenta la
intensidad. En el fútbol actual es imprescindible que el jugador esté preparado
para mantener sus constantes psíquicas en medio del constante cambio de los
contextos situacionales.

4. Formas de incremento de la intensidad

Hay varias formas de incrementar la intensidad; veamos las más importantes:


(i) prestación del jugador; (ii) especificidad de las acciones motoras; (iii) aumento de
la complejidad; (v) manejando la densidad; (v) presionando sobre el factor
psicológico, y (vi) variando el ritmo de juego.

1. Prestación del jugador. Un ejercicio practicado con intensidades similares


produce diferentes efectos, en función del momento y la capacidad de los
jugadores. El mismo ejercicio no provoca las mismas adaptaciones en un jugador
que en otro, pero es que, aún siendo el mismo jugador, los efectos no serán
iguales en un momento de la temporada, de la sesión, del microciclo....que en
otro. Ello pone de manifiesto la enorme relatividad individual de los efectos del
ejercicio. Cuanto mayor sea el nivel de preparación del jugador, menor será el
nivel de exigencia que un ejercicio le supone, y menor será el efecto adaptativo, y
viceversa.

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2. Especificidad de las acciones motoras. Intensidad y especificidad juegan un


papel fundamental en el entrenamiento deportivo, pero no hay que confundir
conceptos. La especificidad es una característica fundamental, mientras que la
intensidad es una componente estructural. Cada ejercicio produce un efecto
específico, en función de su mayor o menor similitud con la naturaleza del juego
o con el modelo del equipo. Evidentemente, cuanto más específico, más exigente
(intenso) es para el jugador. Pero no sucede a la inversa, porque un ejercicio
podrá ser muy intenso sin que ello implique que sea específico: se puede exigir
un alto ritmo de ejecución de una acción o conjunto de acciones, individuales o
colectivas, poco ajustadas a la realidad competitiva o modular, y será una
ejercitación intensa, pero no específica. Es importante no confundir ambos
conceptos: especificidad implica similitud con la realidad; intensidad significa
gasto por unidad de tiempo.

3. Aumentando la complejidad. El nivel de complejidad de ejecución de las


acciones motoras influencia claramente la intensidad del ejercicio, porque pasa,
inapelablemente, por un aumento en la recluta de los procesos cognitivos y de la
precisión y estabilidad de la ejecución.
A cambio, no siempre una menor complejidad implica menos intensidad, porque
bien podemos plantear tareas simples, pero ejecutadas a gran velocidad, con lo
cual la intensidad no disminuiría.

4. Manipulando la densidad. Un entrenamiento será más o menos intenso


según: (i) el número de ejercicios por unidad de tiempo, y, (ii) naturaleza (forma y
tipo) de las pausas de recuperación. Así llegamos al concepto “densidad”, que es
la relación entre ejercicio o serie de ejercicios realizados y el reposo, por unidad
de tiempo. Cuanta menos pausa, mayor será el nivel de exigencia/intensidad que
estará sufriendo el jugador.

5. Presionando el factor psicológico. El factor psicológico es inseparable del


comportamiento humano. Cualquier ejercicio de entrenamiento tendrá más o
menos intensidad cuanto más o menos exigido sea el proceso cognitivo que
soporta la percepción y la toma de decisiones. Por ejemplo, un ejercicio en los
sectores ofensivo o defensivo es más intenso para los jugadores, por someterles
a la tensión -psico y/o fisiológica- propia de la significación de los sucesos en
esos espacios de juego.

6. Variando el ritmo de juego. La intensidad de un ejercicio específico derivado


del fútbol es representado esencialmente por el ritmo de juego empleado por los
jugadores, sea ofensiva, sea defensivamente. Se debe intentar que los jugadores
alternen la secuencia de sus acciones, de manera que haya variaciones en: (i) el
orden de ejecución, (ii) el espacio necesario para su ejecución, (iii) la velocidad
de ejecución, y, (iv) su distribución en el tiempo en relación con la duración del
ejercicio.

5. Formas de evaluación de la intensidad

La evaluación de la intensidad del entrenamiento es, normalmente, realizada


de acuerdo con la reacción biológica del organismo tras el esfuerzo. Podemos

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establecer dos unidades de medida de la intensidad: (i) la frecuencia cardiaca, y, (ii)


las zonas de intensidad.

1. Frecuencia cardiaca. Durante años, y también ahora, la medición y control de


la intensidad se ha realizado con base a la frecuencia cardiaca. Se toman los
valores alcanzados no sólo durante el esfuerzo, sino también en las pausas. Se
acepta comúnmente que durante el ejercicio han de moverse entre 140-185 e
incluso algo más, y que cuando la frecuencia baja a 100-120, se puede reiniciar
la carga. Sin embargo, hay que saber que esta generalización no contempla: (i)
características individuales de los jugadores, (ii) condicionantes del ejercicio, y,
(iii) objetivos del entrenamiento. El conocimiento y el estudio profundo de estas
variables son avances que se reflejan en el progreso de los medios y métodos de
entrenamiento.

2. Zonas de intensidad. Cuando se descubrió la existencia de una relación


significativa entre la concentración de ácido láctico y la intensidad del esfuerzo,
se determinó la constitución de diferentes zonas de intensidad del entrenamiento,
las cuales establecen diferentes objetivos o efectos del entrenamiento. Estas
zonas de intensidad se basan teóricamente en la definición del “umbral
anaeróbico”, que fija el momento en el que el suministro energético para el
mantenimiento del esfuerzo deja de ser exclusivamente aeróbico, para empezar
a tener componentes anaeróbicos. Al aumentar la intensidad del ejercicio
aumenta la concentración de lactato en la sangre, proporcionalmente. Según
Pereira (1992) se pueden establecer tres presupuestos fundamentales: (i) no
existe acumulación láctica cuando el potencial máximo de remoción y
metabolización es superior a la producción de lactato, (ii) puede darse un nivel de
equilibrio (steady-state) para el lactato cuando el potencial máximo de remoción y
metabolización es igual a la producción a nivel intracelular, y, (iii) se admite que
se alcanza el umbral anaerobio cuando el potencial máximo de remoción y
metabolización de reconversión es inferior a la producción.

Densidad

Es un componente estructural del ejercicio que deriva de la relación entre dos


aspectos: (i) el número de ejercicios que se realizan por unidad de tiempo, y, (ii) la
naturaleza (forma y tipo) de las pausas de recuperación.

1. Definición

La densidad es la relación entre ejercicios -o serie de ejercicios- realizados y


el reposo entre ellos, por unidad de tiempo. La densidad representa a las pausas
utilizadas para que haya una correcta relación trabajo/recuperación, durante la
sesión.

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2. Importancia

Una adecuada densidad contribuye a: (i) evitar que el jugador alcance un


estado crítico de fatiga o incluso de exhaustividad, y (ii) establecer una correcta
relación entre el esfuerzo y el reposo entre ejecuciones del mismo ejercicio o entre
ejercicio y ejercicio. La densidad óptima es la armonización entre esfuerzo y
descanso. El conseguirla nos permitirá emplear niveles altos de volumen y/o
intensidad sin llegar a sufrir los efectos perniciosos de la fatiga.

3. Factores que influyen en la densidad

Hay seis factores fundamentales:

(i) tiempo de pausa


(ii) intensidad del ejercicio
(iii) duración total del ejercicio
(iv) número total de repeticiones o series
(v) capacidad del jugador
(vi) complejidad/dificultad de las tareas

La relación esfuerzo-pausa durante la sesión ha de basarse en estas normas


orientativas:

1. A mayor volumen, intensidad, número de repeticiones (incluyendo el número de


series) y complejidad/dificultad de las tareas, mayor será la duración de la pausa
(que puede ser completa), y viceversa.

2. A mayor capacidad del jugador/equipo, menor ha de ser la duración de la pausa


(pudiendo incluso ser incompleta).

4. Formas de representar la densidad

La densidad se puede representar de la siguiente forma, siendo el primer


dígito la unidad de tiempo del ejercicio y, el segundo, el tiempo de reposo en
relación:

1:1 – mismo tiempo de ejercitación que de reposo.


1:2 – la pausa representa el doble de tiempo que el trabajo.
1:0,5 – la pausa dura la mitad que la duración del ejercicio.

5. Naturaleza de las pausas de recuperación

La pausa no debe entenderse como un mero intervalo entre trabajos.


Efectivamente, lo que hagamos durante la pausa va a influir en los efectos de los
ejercicios entre la que se enmarca. La naturaleza de las pausas puede ser
clasificada según: (i) tipo de pausa, y, (ii) forma de la pausa.

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1. Tipo de pausa de recuperación. El organismo no se recupera uniformemente


durante la pausa. Si tomamos una recuperación completa vemos que el 60% de
la recuperación se produce en el primer tercio del período; durante el segundo,
recuperamos otro 30%, y durante el último tercio recuperamos el 10% restante.
Así, en una recuperación de cinco minutos, después de los tres primeros (algo
más de la mitad) ya se habrá producido gran parte de la recuperación (85%).
Podemos observar tres tipos de pausas de recuperación: (i) completas, (ii)
incompletas, y (iii) reducidas.

(1) Completas. Con vistas a que los jugadores repitan el ejercicio –o pasen a
otro- sin sentir fatiga. Se necesitan prácticamente los 3/3 del período de
recuperación.

(2) Incompletas. Para que los jugadores se reintegren a la tarea sintiendo


parte de la fatiga de la anterior, con el objetivo de acelerar mecanismos
adaptativos. Se dan completando 2/3 del período de recuperación.

(3) Reducidas. Cuando queremos que los jugadores inicien la siguiente tarea
con una capacidad muy disminuída. Se dan completando sólo 1/3 del período
de recuperación.

2. Forma de la pausa de recuperación. La forma de la pausa, en


Entrenamiento Deportivo, puede clasificarse como activa o pasiva.

(1) Activa. Los jugadores realizan durante la pausa acciones motoras


complementarias, para acelerar los procesos de recuperación. Es la forma
más utilizada entre ejercicios de alta intensidad.

(2) Pasiva. Los jugadores reposan absolutamente. Esta forma es propia de


las pausas entre ejercicios realizados a media o baja intensidad.

Para finalizar, la pausa entre dos ejercicios contiguos depende directamente


de su intensidad y duración. En cuanto al tiempo de pausa, cuanto mayor sea
ese tiempo, menor será la intensidad del ejercicio de entrenamiento; cuanto
menor fuese este tiempo, mayor será la intensidad del mismo. En cuanto al
tipo y forma de las pausas de recuperación, las incompletas y activas
determinan una mayor intensidad del entrenamiento. Por contra, pausas
completas y pasivas determinan una menor intensidad del entrenamiento.

3. Referenciales de recuperación

Aunque existan grandes dudas para determinar los tiempos de pausa con
vistas a recuperarse, es normal utilizar estas tres referencias: (i) frecuencia cardiaca,
(ii) observación del entrenador, y, (iii) resíntesis del sistema de energía utilizado.

1. Frecuencia cardiaca. La recuperación se produce paralelamente a una


disminución de la frecuencia cardiaca. Con base a ello, el ejercicio se reinicia

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cuando las pulsaciones vuelven a una frecuencia de entre 120 y 140


pulsaciones/minuto.

2. Observación del entrenador. Otra referencia válida pueden ser las


observaciones del entrenador acerca de las muestras de fatiga del jugador o
incluso las percepciones subjetivas de éste.

3. Resíntesis del sistema de energía utilizado. Según se haya solicitado al


sistema anaeróbico (láctico o aláctico) y al sistema aeróbico, el tiempo de pausa
se ha de referenciar en función de la mayor o menor duración del proceso de
resíntesis energética.

Frecuencia

La frecuencia con la que se repite un ejercicio de entrenamiento influye


considerablemente en el nivel de solicitación del organismo, y, sobre todo, en la
naturaleza de las reacciones de éste.

1. Definición
La frecuencia como componente estructural del ejercicio de entrenamiento es
definida por el número de repeticiones de un ejercicio o serie de ejercicios en la
unidad de tiempo, sea dentro de la misma sesión, sea en cuanto a número de
sesiones por microciclo o por ciclo anual de entrenamiento.

2. Número de repeticiones
La naturaleza de los efectos del entrenamiento, influenciada por el número
de repeticiones de uno o varios ejercicios, es de dimensión compleja. Por ejemplo,
en una sesión en la que se intenta desarrollar el contraataque o ataque rápido con
pausas completas, si realizamos un bajo número de repeticiones se concentrarán los
efectos en la velocidad y el ritmo de juego. Pero si aumentamos incoherentemente el
número de repeticiones (frecuencia), creamos condiciones para la reducción gradual
de la velocidad motora, pasando a desarrollar la resistencia anaeróbica, y, si
insistimos, la aeróbica. De esta manera, un aumento en el número de repeticiones
del ejercicio específico transformó una sesión orientada al ritmo y velocidad de
ataque en otra del mismo tema, pero en régimen de resistencia.

3. Relaciones con las otras componentes estructurales


La frecuencia está íntimamente ligada a las otras componentes estructurales
del ejercicio de entrenamiento. Efectivamente, independientemente del objetivo de la
sesión de entrenamiento, en términos generales, a mayor duración (volumen),
intensidad y densidad, menor ha de ser el número de repeticiones del ejercicio.

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CAPÍTULO 6.- CONDICIONANTES ESTRUCTURALES DEL EJERCICIO

A cada modalidad deportiva le corresponde una identidad propia,


individualizada e intransferible. Esas diferentes identidades son modeladas por una
lógica interna (interacción de las Reglas de Juego y las soluciones operacionales de
tipo estratégico, táctico, físico, etc.), lo que establece una dinámica específica,
traducida por una serie de actitudes, comportamientos motores y demandas de
orden psíquico determinan el perfil de las exigencias que se proponen a sus
practicantes. Cada actitud y comportamiento observable en entrenamiento o en
competición tienen un significado propio y una razón específica de ser/existir. En el
proceso de aprendizaje y desarrollo de cualquier modalidad deportiva, ésta se
establece simultáneamente como un fin y como un medio. Como fin, porque cuanto
más extensa sea la apropiación y asimilación de su lógica interna, más complejas
serán las operaciones a realizar por los practicantes y mayores las exigencias de
adaptación a las variadas situaciones contextuales. Como un medio, porque utiliza
una organización sistemática y racional con diferentes niveles de complejidad de su
contenido específico, a través del que el entrenador interviene entre la prestación
momentánea de sus practicantes y el nivel de exigencia inherente a la competición.

Importancia

Todos los ejercicios de entrenamiento con carácter específico del juego tienen
implícitos un conjunto de elementos estructurales de ámbito reglamentario, temporal,
espacial, comportamental, numérico e instrumental. A través del estudio de estos
elementos se establece la posibilidad de:
(i) su manipulación, para dar preponderancia a unos u otros,
(ii) desarrollar estados diferenciados para acceder a determinado/s elemento/s, por
medio de condiciones, (iii) comprender sus interrelaciones,
(iv) utilizar diferentes estrategias de intervención para un mismo objetivo, a través
del reclutamiento de diferentes condicionantes estructurales, y
(v) potenciar determinados efectos, direccionando diferentes mecanismos de
decisión y acción.

De este pequeño análisis concluimos que la importancia de los condicionantes


estructurales se asienta, básicamente, en que:

1. Establece diseños diferenciados. Los condicionantes estructurales recrean


contextos de juego variables, atendiendo a los dos siguientes presupuestos: (i)
ser diseñados para cada uno de los temas programáticos el juego, dentro de
ciertos límites, y, (ii) asegurar que la transición entre situaciones de juego
promueva niveles de similaridad, para originar transferencias positivas.

2. Promueve escenarios similares al juego/modelo de juego real. El diseño


de los ejercicios debe contemplar situaciones contextuales de juego que
reproduzcan total -o al menos parcialmente- los “escenarios” competitivos reales.

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3. Fomenta diferentes grados para la libertad de acción. Estos diferentes


grados de libertad de acción exploran espacios de posibilidades, para provocar la
busca de soluciones. No se deben imponer respuestas prediseñadas, lo que
coartaría la capacidad del jugador/equipo para desenvolverse y responder en
medio del desorden, del caos, de la variabilidad situacional. Estas tareas, si bien
buscan la asimilación de rutinas, pautas, regularidades, no pueden dejar de lado
la capacidad de confrontarse con las situaciones desequilibradas, inestables, que
nos van a originar las maniobras del contrario.

4. Presiona específicamente los mecanismos de adaptación. La utilización de


los condicionantes estructurales producirá una mayor o menor presión sobre los
mecanismos de adaptación de los jugadores y el equipo, con lo que la calidad y
eficacia se verán incrementadas, traduciéndose en un mayor rendimiento
competitivo.

Objetivos

Los condicionantes estructurales del ejercicio de entrenamiento tienen como


objetivos: (1) compatibilizar los diferentes grados de complejidad, y (2) especificar un
conjunto de dimensiones técnicas, tácticas, estratégicas y físicas.

1. Compatibilizar. El entrenador deberá saber manipular las diferentes


condicionantes estructurales del ejercicio, compatibilizando diferentes grados de
complejidad del modelo en juego, en función:
(1) Del desempeño futbolístico de los jugadores.
(2) De la evolución controlada de la prestación de los jugadores y del
equipo.
(3) De las necesidades del equipo.

2. Especificar. Cualquier concepción de un medio de entrenamiento debe


especificar un conjunto de aspectos primordiales, para alcanzar y potenciar un
objetivo dado. Podemos utilizar para ello la denominación tradicional de carácter
técnico, táctico, estratégico y físico, sabiendo que se interrelacionan. Podemos
dar los siguientes ejemplos:
(1) Dimensión técnica. Si propusiéramos una limitación de contactos con
balón por intervención, potenciaríamos: (i) un tipo de respuesta motora, que
en este caso serían la recepción, el pase o el remate; (ii) una elevada
velocidad de decisión táctica; (iii) una elevada velocidad de acción motora, y,
(iv) una elevada velocidad y ritmo de ejecución individual y colectiva.
(2) Dimensión táctica. Podrían ser: (i) de penetración rápida; (ii) de
cobertura; (iii) de constante movilidad para crear espacios o desorganizar al
rival, etc.
(3) Dimensión estratégica. Podrían ser: (i) de orden temporal (gol
conseguido en los primeros 30’’ vale doble; si se marca gol se reduce el
tiempo del ejercicio, o bien se recomienza, etc.); (ii) de orden numérico (un
ataque no puede constar de más de cinco pases previos al remate; por cada
seis pases consecutivos se otorga un penalti, etc.)

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(4) Dimensión física. Podría ser que cada jugador, después de contactar con
el balón, tenga que hacer un salto, o unos abdominales, o una flexión de
brazos/piernas, o una carrera, etc.

Reglas básicas

La aplicación de las diferentes condiciones estructurales en los ejercicios


específicos no debe ser realizada sin objetivos definidos, de forma aleatoria. Hay
dos reglas fundamentales en su utilización:

1. Ser realistas. En este aspecto, su aplicación ha de ser coherente con el


modelo de juego y adecuada a las posibilidades de los jugadores.
(1) Modelo de juego. Es razonable sugerir que los ejercicios han de
adecuarse a las características colectivas del equipo, si pretendemos que se
transfiera a la competición.
(2) Capacidad de los jugadores. Por ejemplo, sería absurdo limitar los
contactos con el balón a uno o dos, si nuestros jugadores no dominan
aceptablemente la técnica de golpeo, la orientación corporal, los apoyos, etc.

2. Ser modelables. Hemos de utilizar condicionantes estructurales que nos


permitan moldearlas tanto a perfeccionar los puntos fuertes del equipo, como a
mejorar los aspectos en los que somos más deficitarios.
(1) Cada modelo de juego desarrolla medios de preparación propios. Un
modelo de juego que preconiza un ataque basado en acciones individuales y
colectivas realizadas a ritmo alto, no puede trabajarse con ejercicios que
premien o induzcan a la seguridad, a la transición lenta del balón; de la misma
manera, si proponemos ataques agrupados, pausados y seguros, no tiene
sentido entrenar a base de ejercicios que promuevan acciones rápidas y con
pocos intervinientes. El entrenador ha de diseñar medios de entrenamiento a
través de “escenarios” que se asimilen a los que pretendemos en la
competición y/o a la forma de jugar que deseamos.
(2) Cada parte del modelo de juego se perfecciona en su interior. Del
mismo modo, cuando detectemos aspectos deficitarios, hay que diseñar,
practicar y repetir tareas que en su interioridad afecten a esos déficits
percibidos, en orden a corregirlos.
La lógica de continuidad entre las acciones de los jugadores y el desempeño
colectivo la buscaremos a través de la coherencia entre medios de
entrenamiento y objetivos del mismo, de manera que los ejercicios han de
converger en un sentido único (en cuanto a identificación con un modelo de
juego concreto) y flexible (en cuanto a que propongan situaciones variadas y
abiertas a la iniciativa de los jugadores para resolver contextualidades).

Efectos

Cuando manipulamos el número de opciones técnicas (respuesta motora),


tácticas (decisiones cognitivas), estratégicas (fuentes pertinentes para alcanzar

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objetivos a diferentes plazos), los efectos de los ejercicios se hacen sentir en: (1) la
concreción de decisiones y respuestas; (2) la elevación de la capacidad de
responder a las demandas individuales y colectivas, y (3) en el afinado de las
relaciones del espacio con la acción y el número.

1. Concretar decisiones e acciones en un sentido único.


(1) Tiempos de decisión y respuesta motora. La prescripción de
determinadas condiciones estructurantes influye irremediablemente sobre los
tiempos de decisión y acción, así como en el número de veces que se
reclutan esos procesos por unidad de tiempo.
(2) Direcciona las decisiones y las acciones motoras. Igualmente, se
puede manipular el ejercicio con el fin de dar primacía a unas opciones sobre
otras, incluyendo la posibilidad de incluso determinar si hemos de ejecutar
con una u otra pierna, con el interior o con el empeine... Las posibilidades son
innumerables.

2. Elevar ritmos de solicitación/demanda. Podemos estudiar la vertiente


individual y la colectiva:
(1) Individual. La manipulación de condicionantes estructurales nos permite
obligar, por la misma dinámica del ejercicio, a que cada jugador intervenga
con alta frecuencia en todas las acciones del juego, enriqueciendo su bagaje
en contextos adaptados a la especificidad del juego, si bien transformados,
precisamente con ese objetivo.
(2) Colectivo. Consecuentemente, todo el grupo, al que nunca permitiremos
sacrificar la corrección en aras del ritmo, ni viceversa, se ve presionado e
impelido a crear adaptaciones colectivas para atender a las altas demandas
específicas de las tareas elaboradas con estos presupuestos. Es importante
que se respete la demanda de los mismos sistemas energéticos propios de
nuestro modelo de juego o la lógica interna del fútbol competitivo.

3. Afinar relaciones de espacio con acción y número. Con la manipulación de


condiciones estructurales podemos influir también en las relaciones
espacio/acción y espacio/número.
(1) Espacio/acción. Mejoraremos la capacidad de ejecución de acciones
motoras en ciertos espacios específicos de juego, lo mismo que la capacidad
táctica de intervenir en otros espacios en función de condiciones e índices
dados.
(2) Espacio/número. Creando ventajas absolutas o circunstanciales en
términos numéricos, espaciales o temporales; estos desequilibrios puntuales y
sistemáticos son los que en realidad potencian la concreción de los objetivos
predeterminados.

Constreñimientos/Limitaciones

Es importantísimo reincidir en que cualquier ejercicio específico y cualquier


manipulación de sus condicionantes estructurales han de enmarcarse en las
demandas de la competición real y/o del modelo de juego propuesto. Se pueden,
muy excepcionalmente, y no obstante, utilizar fuera de ese marco, pero hay que
tener en cuenta estas limitaciones:

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1. Constreñimiento psicológico. La imposición de condicionantes estructurales


somete a demandas muy altas y a veces no absolutamente reales, lo cual
podemos observar, por ejemplo, cuando, tras jugar con limitación a uno-dos
toques, pasamos a jugar “normal”: durante unos momentos, los jugadores siguen
sintiendo la obligación de respetar los condicionantes, e incluso a veces el
entrenador tiene que recordarles que ya no están bajo condiciones manipuladas.
Por ello es importante insistir en que no debemos abusar de condicionantes que
puedan llevar, por sobre-exposición, a desvirtuar conceptual y motrizmente el
modelo de juego real.

2. Constreñimiento motor. Efectivamente, como vimos, no es sólo que esas


demandas sobrecargan mentalmente a los jugadores, sino que pueden llegar a
transferencias motoras no deseables. Las tareas con manipulación estructural
son muy útiles para incidir especialmente en factores que deseamos afinar o
corregir, y, en gran parte, recrean situaciones reales, pero no totalmente. Por ello
hay que combinarlas con ejercicios más reales, menos modificados, con el fin de
no perder nunca la perspectiva del fundamento del proceso de entrenamiento: la
máxima adaptación y mejora posible de las respuestas a las contextualidades de
la realidad del juego, de la competición, y del modelo de juego propuesto.

Momentos de aplicación

1. Sesión de entrenamiento. Los condicionantes estructurales son normalmente


aplicados en los ejercicios específicos de la sesión, los cuales se enmarcan en la
parte principal de la sesión. El momento más indicado puede ser tras el
calentamiento, en una fase en la que precisamos de motivación y atención altas,
y se puede alargar a la primera fase de la parte principal. Luego, a medida que la
sesión avance, lo deseable es ir transitando a ejercicios con menos
condicionantes y limitaciones, y lo más semejantes posibles a los contextos
reales.

2. Microciclo de entrenamiento. Por el mismo motivo de especificidad, lo


aconsejable es que, a medida que nos acerquemos a la competición, los
ejercicios sean los más semejantes posibles a la competición, o, no siendo
totalmente semejantes, formen parte de la rutina diseñada para la asimilación y
perfeccionamiento del modelo de juego. Por tanto, las tareas que contengan
notables condicionantes estructurales presionantes, es preferible que tengan
aplicación en la primera mitad del período entre partidos, pero no en los días
inmediatamente anteriores a la competición.

Elementos estructurales de base

Es a través de la construcción de modelos contextuales de entrenamiento


como se establecen diferentes grados de libertad, en los dominios:
(a) de las respuestas motoras, favoreciendo y potenciando unas en detrimento de
otras.

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(b) del espacio, aumentando o disminuyendo los límites del ejercicio.


(c) del tiempo, acelerando o desacelerando la exigencia de una respuesta motora
concreta.
(d) del número: aumentando o reduciendo la cantidad de jugadores, se incrementan
o reducen las posibilidades
de que interfieran o sean solicitados en la ejecución de las acciones solicitadas.
(e) de las estrategias, estableciendo un número de índices pertinentes y la
necesidad de una correcta operación
de procesamiento de información para alcanzar los objetivos.
(f) de la táctica, limitando no sólo los procesos cognitivos de respuesta situacional,
sino también la mayor o
menor velocidad de ese raciocinio, y,
(g) de los instrumentos, a través de la utilización variable de balones, porterías, etc.,
lo cual afecta no sólo a los
objetivos y posibilidades, sino también a las fuentes de información pertinentes.

Los condicionantes estructurales que diseñan diferentes ejercicios específicos,


dentro de una misma temática, son los siguientes:

Condicionante reglamentaria

Toda modalidad colectiva necesita un código reglamentario, que se constituye


como uno de los factores de sociabilización del juego deportivo. Esta inherencia
determina en gran medida la lógica interna de la modalidad. Por tanto, la
conceptualización de ejercicios específicos deberá tomar en consideración el
reglamento, para adaptarse a la realidad competitiva. El factor reglamentario, en
general, normaliza las acciones de los jugadores; determina las prescripciones
necesarias para que los jugadores intervengan convenientemente en las situaciones
problemáticas; define de alguna manera los ejercicios de entrenamiento, dado que
es impensable un ejercicio con pretensiones reales que no lo contemple, y fomenta
la necesidad de que los jugadores sepan utilizarlo en su beneficio.
En términos de estructuración y conceptualización de los ejercicios, el condicionante
reglamentario apelará a tres condiciones fundamentales:

1. Reducir las prescripciones reglamentarias. Si disminuimos limitaciones


reglamentarias creamos condiciones para dar continuidad al juego (suprimir la ley
del offside, lanzar de banda de forma diferente, etc.). Así reducimos las
interrupciones y el riesgo de desconcentraciones. El entrenador ha de atender a
estos aspectos metodológicos:
(1) Fomentar la cooperación y la oposición. Con juegos en espacios
pequeños y con número reducido de jugadores, lo que incrementa la
frecuencia de intervenciones.
(2) Evidenciar reglas mínimas. Para limitar las interrupciones, o usar
tiempos de entrenamiento menores del reglamentario, para hacerlo más
intenso.
(3) Crear ambientes favorables. Atendiendo a circunstancias como la edad,
la maestría de los jugadores, etc., podemos marcar normas de espacio,
número, etc., para hacer el juego más sencillo.

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(4) Apelar a condiciones de base. Aunque aflojemos la presión


reglamentaria, ello no debe implicar una absoluta desvirtuación de cuestiones
básicas como los principios fundamentales del juego, la táctica, los
fundamentos técnicos y motores, etc.

2. Mantener las prescripciones reglamentarias. Si mantenemos las


prescripciones reglamentarias, es evidente que reforzamos la especificidad del
ejercicio. Esta opción aporta las ventajas inherentes a:
(1) Aproximar a las condiciones objetivas de competición.
(2) Ampliar el repertorio específico de los jugadores.
(3) Crear condiciones para la aplicación de los medios tácticos implicados.
(4) Potenciar el conocimiento del reglamento del juego.
(5) Obtener ventajas del reglamento.
(6) Hacerse consciente del concepto de “infracciones útiles”.

3. Crear prescripciones no reglamentarias. Yendo más allá de las propias


prescripciones reglamentarias, intentamos direccionar y potenciar determinados
análisis, raciocinios y respuestas motoras. Posibilidades:
(1) Condicionar el número de contactos con balón por intervención. O
incluso obligar a jugar con un pie determinado, o con una parte concreta del
pie, etc. Así manipulamos aspectos técnicos, tácticos, psíquicos, motores y
condicionales.
(2) Direccionar el proceso ofensivo. Por ejemplo, marcando espacios
condicionados u obligando a rematar tras un número máximo de pases, con el
fin de reforzar la agresividad, la verticalidad y/o la rapidez en el proceso
ofensivo.
(3) Fomentar relaciones privilegiadas. Como puede ser la obligatoriedad de
que el balón pase continuamente por un jugador situado como mediocentro, o
que el lateral combine siempre con el exterior de su lado, o que el extremo
pase siempre al delantero centro, etc.
(4) Condicionar la obtención de goles. Obligando por ejemplo a que el
remate se realice con una determinada superficie corporal, o partiendo de una
“pared”, o que haya que realizar previamente un cambio de orientación, etc.,
para reforzar este tipo de maniobras.
(5) Relacionar momentos del juego con su objetivo. Si, por ejemplo,
damos un valor mayor a los goles obtenidos en determinado minuto o
momento del ejercicio, para reforzar la agresividad o la concentración
permanente o en momentos críticos (inicio y final del juego).
(6) Manipular los factores tiempo, espacio y número. Con ello
potenciamos la posibilidad de que los jugadores intervengan con más o
menos frecuencia o en situaciones más o menos presionantes.
(7) Ampliar las consecuencias de las interrupciones de juego. Por
ejemplo, penalizando cada tres fueras de banda con un córner añadido, o
cada tres córners con un penalti, etc. Con ello buscamos normalmente la
erradicación de determinadas conductas meramente destructivas,
infracciones, etc.

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Condicionante espacio

El espacio de juego es uno de los elementos estructurantes y contextualizador


de la organización dinámica del equipo. Efectivamente, cada equipo se configura, en
principio, a partir de las posiciones de sus jugadores, con sus misiones específicas y
con los mecanismos de inter-relación propias del modelo de juego. A partir de
posiciones y misiones, los jugadores gestionan sus acciones. Por otro lado, las
distancias y angulaciones con respecto a las porterías, áreas, líneas de
banda....determinan poderosamente los abanicos opcionales, las decisiones de los
jugadores, y la trascendencia derivada de ellas. Por ello es esencial comprender la
importancia fundamental del “espacio” y los “subespacios” (no determinados
directamente por el Reglamento, pero sí por lógica del juego). Existen también
referencias a espacios fijos y espacios alterables.

En términos de estructuración y conceptualización del ejercicio de


entrenamiento, hay que atender a cuatro condiciones con respecto al espacio:

1. Dimensión. La superficie de desarrollo de cada ejercicio ha de ser decidida en


función de varios aspectos, siendo el más importante el del número de jugadores
involucrados. Independientemente de otros condicionantes, hay tres dimensiones
básicas del espacio:

(1) Reducido. Si hablamos de “reducido”, nunca debemos sobrepasar


longitudes de 50 metros. Es normal establecer una relación 10 metros
longitud/jugador de equipo. Por ejemplo, en una situación “Portero+3 versus
3+Portero” determinamos una superficie de juego con 30 metros de largo y
algo menos de ancho (para que sea rectangular). Podemos cambiar esta
relación, dentro de ciertos límites, en función de la calidad de los jugadores, la
intensidad buscada u otras consideraciones.

(2) Próximo al reglamentario. Cuando tratamos con espacios de hasta unos


70 metros de largo. (3) Idéntico al reglamentario.

2. Geometría. Paralelamente a las dimensiones, podemos manipular las formas


(rectángulo, triángulo, cuadrado, hexágono, etc.). Las formas modificadas obligan
a muy diversas adaptaciones, con el objetivo de alcanzar diferentes fines
propuestos por el entrenador. Las angulaciones de pase, tiro, las coberturas y
desplazamientos se ven fuertemente comprometidos con estas modificaciones.

3. Utilización. Con respecto a las posibilidades de utilización, puede contener


cuatro dimensiones:

(1) Independiente. En estos ejercicios cada jugador atacante o defensor se


mueve en espacios propios delimitados, en los cuales se mueve libremente,
pero no puede invadir el del rival. Esta modalidad busca una mayor fluidez en
las acciones, ya que la presión es “a distancia”; una mayor concentración en
las tareas y una reducción de los contactos físicos para minimizar riesgo de
lesiones.

(2) Común. Igual que en el juego real, todos se pueden mover libremente.

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(3) Mixta. Con espacios comunes y otros independientes, en función de dos


indicadores:
(i) Misión táctica; por ejemplo, si prescribimos que sólo los medios
pueden abarcar también los pasillos laterales, o la zona de finalización.
(ii) Situación de juego, como por ejemplo cuando prescribimos que
cualquier jugador pueda invadir el sector atacante sólo cuando el balón llegue
allí. Así se producen ventajas numéricas o espaciales, obligando a continuos
reajustes.
En esta modalidad mixta se desarrollan básicamente tres situaciones tácticas:
(a) los jugadores fijados pueden –o no- beneficiarse de la ayuda de
compañeros “libres”, y también van a verse en situaciones de inferioridad; (b)
los jugadores “libres” han de evaluar cuándo es conveniente ir en ayuda de
otros sectores o compañeros y en qué sector serán más útiles, y, (c) hacer
circulaciones seguras del balón, pasando sucesivamente por zonas donde el
equipo atacante tenga ventajas numéricas.

(4) Prohibida. En estos ejercicios se prescribe que en cada uno de esos


espacios (independientes, comunes o mixtos), pueda haber también parcelas
prohibidas para todos los jugadores. De esta forma, introducimos grandes
dificultades, obligando a los jugadores a realizar pases más largos, a controlar
el espacio prohibido y utilizarlo en beneficio, etc., lo cual les pondrá en
situaciones que reclamarán mejor pericia motora, mejor uso de las largas
distancias, y mejor lectura de las circunstancias del juego.

4. División. Proyectando las líneas laterales de las áreas pequeñas podemos


establecer:

(1) Corredor central. Ocupado por jugadores de marcado cariz organizativo,


dado que es el pasillo desde el que podemos perspectivar todo el juego y
enviar pases de todo tipo. Defensivamente es lugar estratégico para cerrar la
progresión rival y servir de base para transitar al ataque. Este pasillo
podemos aún dividirlo en cuatro sectores: defensivo (el sector de la
seguridad, donde proceden redes escalonadas para romper el ataque rival, en
última instancia); mediocampo defensivo (el sector de equilibrio entre riesgo y
seguridad, y excelente zona de apoyo para el poseedor del balón y el proceso
de ataque); mediocampo ofensivo (el sector en el que empieza a imponerse la
asunción de riesgos, aunque no excesivos, dado que la pérdida de balón ahí
supone enfrentarse a la organización de contraataques rivales muy bien
angulados), y el sector ofensivo, donde confluyen las líneas de fuerza
ofensiva, y donde la toma de decisiones de riesgo tiene plena razón de ser.

(2) Corredores laterales. En el plano ofensivo, son pasillos donde


encontramos excelentes espacios para hacer progresar el balón, dada la
limitada concentración de defensas. Defensivamente, son espacios hacia los
cuales conviene encaminar los ataques rivales, para reducir ángulos y líneas
de pase, y donde se aprovechan las líneas de banda para presionar a los
atacantes.

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Los ejercicios para mejorar la utilización de los pasillos laterales van


encaminados a potenciar el juego exterior y las inter-relaciones con el
corredor central.

Condicionante táctico-técnica

Ante el enorme caudal de situaciones/problema que plantea el juego, las


condicionantes táctico-técnicas de los ejercicios han de reunir atributos que pasan
por la consideración de:

1. La sistematización de las situaciones. El proceso de enseñanza-


aprendizaje hay que construirlo en una temporalidad que siga un orden
(sistematización) acorde con la lógica del contenido planeado. Es especialmente
eficaz una formación táctica que vaya:
(1) De lo elemental a lo complejo. El proceso de entrenamiento va
encaminado a la evolución individual y colectiva, y en ambas hay que ir
transitando desde la base de lo ya sabido, de lo elemental, hacia lo más
complejo, progresivamente y con vistas a los objetivos propuestos.
(2) De lo individual a lo colectivo. Desde la acciones individuales (sistemas
elementales, hasta las acciones de equipo (sistema integral), pasando por las
acciones sectoriales (sistemas parciales). La coordinación de lo individual con
lo sectorial es esencial, pero siempre tendiendo a la concreción en el juego
del equipo, que es la estructura terminada que da razón al funcionamiento de
esas dos infraestructuras.
(3) De lo práctico a lo teórico. La asimilación del entrenamiento ha de
permitir que los jugadores alcancen no sólo la capacidad de jugar, sino
también la de elaborar interconexiones cognitivas, la de conocer y
comprender el juego, o sea adquirir cultura táctica.

2. El carácter alternativo de las situaciones. Los ejercicios de entrenamiento


han de facultar a los jugadores para dar múltiples respuestas motoras, en función
de la lógica y variabilidad del fútbol. Han de hacerles capaces de interpretar las
situaciones y manejarlas hacia la convergencia con el modelo de juego común, y
también de crear respuestas creativas ante las situaciones más aleatorias
(contingencia).

3. El carácter inductivo y/o deductivo de las situaciones. La formación táctica


de los jugadores ha de mostrar un equilibrio entre su capacidad de respuesta a
las situaciones preparadas y patrones globales (responsabilidad del entrenador,
inducción) y su capacidad para responder a problemas variables planteados por
los rivales (deducción). Por ello el proceso de entrenamiento ha de atender tanto
a lo que el entrenador selecciona y plantea sistemáticamente, desde la lógica del
juego y enfocado al modelo propio, como a dotar al jugador de cultura,
responsabilidad y creatividad, lo cual es determinante en competición. El
entrenador nunca podrá entresacar y entrenar todas las situaciones posibles en
el juego, porque la riqueza y variedad de las situaciones contextuales es
inabarcable.

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Atendiendo a esta condicionante, la estructuración y conceptualización de los


ejercicios de entrenamiento ha de apelar a cuatro condiciones fundamentales:

1. Condicionar el número de blancos/porterías. La utilización de uno o más


blancos (porterías) determina la posibilidad de orientar las acciones u actitudes
hacia atacar o defender de forma compartimentada y alternativa, pero también
hacia tener que atender a varias porterías a la vez, o incluso que estas porterías
no estén alineadas en la forma habitual, etc. Evidentemente, la manipular esta
circunstancia, nos ofrece posibilidades para crear escenarios y situaciones
contextuales muy variados y variables, con la consiguiente exigencia sobre los
mecanismos cognitivos y motores de los jugadores. .

2. Condicionar la utilización del miembro inferior. Podemos incrementar la


eficacia de la ejecución motora imponiendo en un ejercicio la obligatoriedad de
utilizar exclusivamente la pierna no hábil. Se ha demostrado que ello no sólo
afecta a esa pierna, sino que afecta también a la habitualmente utilizada, por
fenómenos de transferencia y copia motriz. De todos modos, hay que hacer dos
consideraciones sobre el empleo de este condicionante: (i) hacerlo sólo cuando
el dominio de la pierna hábil sea notable, y, (ii) no abusar de esta prescripción,
hacerlo sólo de forma puntual y en tiempo reducido.

3. Condicionar relaciones personales y espaciales. Obligar a que el jugador


poseedor del balón se relacione preferentemente con:
(1) Compañeros. Determinamos que el poseedor pase preferentemente a
determinado/s compañero/s para potenciar microsociedades u opciones
tácticas determinadas, importantes para nuestro modelo de juego. Hay que
señalar que no sólo predisponemos a que el poseedor busque a
determinados compañeros, sino que, a la vez, esos compañeros preferentes
se ven impelidos a crear continuas líneas de pase con el poseedor, con lo
cual estamos reforzando relaciones y también movimientos.
(2) Espacios. Determinando que el jugador, cuando tenga posesión,
conduzca hacia determinadas zonas, o bien que el balón se pase a los
compañeros ahí situados. Con ello pretendemos concentrar la atención de los
jugadores hacia pautas determinadas, o bien hacia tomas de decisiones
espaciales preferentes, o bien perfeccionar acciones motoras de respuesta,
dado que obligamos al jugador a orientar sus movimientos o pases en
determinada dirección, sea cual sea la situación en la que se encuentra al
recibir el balón.

4. Condicionar la direccionalidad del juego. Por ejemplo, cuando prescribimos


que los pases o los desplazamientos se realicen preferentemente orientados a la
portería rival, o a lugares determinados para lanzar desde allí los pases
definitivos. Pretendemos con esta manipulación crear pautas de ataque. El
entrenador puede enunciar estas prescripciones según estas cuatro variantes:
(1) Continuada. Se marca la dirección obligada de las acciones desde el
inicio del ejercicio y para cualquier jugador que intervenga con el balón.
(2) Particular. Este condicionamiento se dirige sólo a determinados jugadores
o en determinados espacios de juego.
(3) Acumulada. Al completar un determinado número de pases o contactos,
hay que orientar obligatoriamente hacia la dirección propuesta.

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(4) Inesperada. Cuando el entrenador emita una señal (como pitada,


palmada, voz, etc.), hay que orientar el juego en determinada dirección. Esta
modalidad fomenta la ocupación racional y equilibrada del terreno de juego,
porque la señal es totalmente ajena a las acciones de los jugadores, y ello les
induce a estar siempre posicionalmente preparados para la eventualidad.

Condicionante tiempo

El factor tiempo tiene una incidencia de gran significado en la configuración y


desarrollo del desarrollo lógico del juego. Toda la estructuración de las acciones
motoras de un jugador, así como las de un equipo, están asociadas a condiciones
temporales. Un elevado rendimiento se basa en dos parámetros esenciales: (i)
velocidad en la toma de decisión y acción, y, (ii) adecuación de la solución adoptada.
Pero lo interesante es advertir que son opuestas, en el sentido de que, normalmente,
el encontrar la solución correcta y ejecutarla es más factible cuanto más tiempo
podamos invertir en ella; y siendo que en competición el rival se afana en conseguir
presionarnos, queda evidenciada la gran importancia que entraña el no sólo ser
capaz de hallar soluciones adecuadas, sino de ejecutarlas, individual y
colectivamente, en el menor tiempo posible.
La conceptualización y estructuración de los ejercicios de entrenamiento que
atiendan a este condicionante, han de apelar a tres condiciones fundamentales: (1)
factor producción de energía, (2) factor estratégico/táctico y (3) factor
tiempo/decisión y ejecución.

1. Producción energética. El tiempo de ejercicio se puede determinar en función


de las vías de producción de energía:
(1) Anaeróbico aláctico. Duración máxima 8/10 segundos, con una
intensidad de ejecución máxima.
(2) Anaeróbico láctico. Duración de hasta 2 ó 3 minutos, con una intensidad
de ejecución máxima o submáxima.
(3) Aeróbico. Duración larga, y una intensidad de ejecución submáxima.
(4) Mixta. Procesos de origen aeróbico y anaeróbico, consonante con las
exigencias momentáneas y variables de las situaciones derivadas de las
tareas del ejercicio.

2. Estratégico/táctica. Este condicionante valorizará objetivos intermedios del


ejercicio, de manera que los jugadores puedan gestionar sus decisiones y sus
acciones motoras, en función de la dimensión estratégico/táctica. Puede ser
potenciada de varias formas, pero veamos dos ejemplos, en función de: (1)
factor tiempo, y (2) factor táctico/técnico.

(1) Utilizando el factor temporal. Podemos describir tres escenarios


distintos, en función del establecimiento de momentos “clave” para la
obtención del gol, la variación del tiempo de ejercicio o por la división en
partes del tiempo total del ejercicio.
(i) Focalización de tiempos “clave”. Se determina que el equipo que
marque en los primeros 30’’, o en los últimos del tiempo básico marcado
para el ejercicio, gana automáticamente el juego. Ello obliga a mantener

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una concentración elevada en todo momento, porque el equipo que


marque en esos períodos será el vencedor, independientemente del
tanteador obtenido hasta ese momento.
(ii) Variación del tiempo de ejercicio. Para un ejercicio de, por ejemplo,
cinco minutos, se establece que cada gol marcado por el equipo que va en
ventaja supondrá reducir 30’’ el ejercicio; si marca el que va en
desventaja, se restituye el tiempo suprimido. Los jugadores viven así un
escenario temporal altamente variable, dado que cada gol supone no sólo
alteraciones del tanteador, sino presiones temporales añadidas.
(iii) División en partes del tiempo de ejercicio. Ejercicio de, por ejemplo,
cinco minutos, en el cual el entrenador da una señal cada 30’’; el equipo
que tenga la posesión en ese momento gana un punto. De esta manera,
un equipo puede haber tenido más tiempo de posesión y sin embargo
perder, por no saber mantenerla en los momentos decisivos.

(2) Utilizando el factor táctico/técnico. Valorando la cantidad o la calidad de


las acciones motoras realizadas por el equipo, contabilizando las acciones
técnico/tácticas, el número de veces que se consigue el objetivo marcado y
cómo se obtiene el objetivo.
(i) Valorar el número de acciones técnicas realizadas. Por ejemplo, que
diez pases consecutivos supongan un punto o el acceso a una zona
privilegiada para finalizar; también pueden ser acciones tácticas
(“paredes”, paredes compuestas, etc.).
(ii) Valorar el número de veces que el objetivo fue conseguido. Puede
ser estableciendo un límite temporal y dando el balón a uno de los
equipos, una y otra vez. Pasado el tiempo, se da la pelota al otro grupo, y
procedemos igual. Gana el equipo que haya conseguido más
recuperaciones. También podemos jugar sobre una portería, ataca
primero un equipo, durante un tiempo marcado, y luego el otro, venciendo
el grupo que más goles obtenga.
(iii) Valorar los objetivos alcanzados de forma particular. Sólo se
contabilizan –o se contabilizan con más valor- los objetivos alcanzados
mediante los procedimientos que queremos potenciar (goles a partir de
centros desde la banda; o goles a partir de centros retrasados, etc.).

3. Tiempo de decisión y ejecución motora. Condicionamiento de reducción


o aumento del tiempo de resolución individual o de culminación de procesos
ofensivos, como:
(i) Número de contactos con el balón en cada intervención. De forma
general, si reducimos el número de contactos por intervención, se
disminuye el tiempo para la toma de decisión y ejecución, lo que obliga al
afinado de los procesos de anticipación, para decidir bien y ejecutar mejor.
(ii) Número de pases para alcanzar el gol. Si se reduce el número de
pases permitidos en el ataque, disminuyendo las posibilidades de
asociaciones, se potencia el juego directo.

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(iii) Tiempo permitido para preparar la finalización/para finalizar. Si se


marca un tiempo límite para alcanzar la portería o las zonas
predominantes para finalizar, estaremos fomentando el uso de
progresiones rápidas hacia zonas en las que se remata con más
posibilidades de éxito.

Condicionante número

El condicionante “número” es el factor estructurante más utilizado en la


práctica del ejercicio de entrenamiento. Su prescripción tiene como matriz el modelo
de juego adoptado, bien manipulando el número de pases por intervención, bien el
de pases por acción ofensiva, bien el número de jugadores implicados. Es
totalmente lógico que cuando, por ejemplo, intentamos afinar sistemas ofensivos
rápidos, determinemos tareas con no muchos contactos ni por jugador ni por acción,
mientras que si trabajamos sobre modelos de ataques seguros y elaborados,
propugnemos tareas donde se produzcan más asociaciones. De todos modos, no es
desaconsejado que, puntualmente, y por contraste, diseñemos tareas inversas,
siempre y cuando, reiteramos, sea lo excepcional y no lo habitual, ya que de no
hacerlo así vamos a producir confusiones y posibles transferencias negativas con
respecto al modelo de juego propuesto para el equipo.
La estructuración y conceptualización de los ejercicios de entrenamiento, atendiendo
a este condicionante, ha de atender a estas variables:

1. Número de contactos balón por intervención.

(1) Fijas. El número mínimo de toques por jugador ha de ser siempre


respetado, independientemente de la situación, es decir, si hemos prescrito la
obligatoriedad de tres contactos mínimo/intervención, un jugador no puede
dar un pase a la primera o rematar directamente; por mucho que pueda ser
una solución idónea, habrá de completar el número fijado de contactos.
Esta prescripción tiene los siguientes efectos:
1.- aumenta o disminuye la velocidad de ejecución, en función de la presión
defensiva.
2.- obliga a los jugadores a gestionar sus acciones en función de la obligación
individual.
3.- da oportunidad a que los jugadores expresen su personalidad y capacidad.
4.- concede la oportunidad de que el jugador se responsabilice de mantener
la posesión o decida en función del objetivo general final del ejercicio.
5.- imposibilita la opción de tomar decisiones y ejecutar acciones óptimas que
pudieran surgir antes de completar el mínimo de contactos.
6.- reduce la espontaneidad en la resolución de situaciones de juego.

(2) Limitadas. Aquí el jugador puede decidir entre varias soluciones, siempre
dentro del límite impuesto. Por ejemplo, cuando ponemos como condición dar
un máximo de tres contactos/intervención, el jugador puede agotar el número

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esperando soluciones, o puede decidir ejecutar a la primera o al segundo


contacto, si viera opciones plausibles.
La limitación de contactos por intervención tiene las siguientes
consecuencias:
1.- aumenta la velocidad de procesamiento de información y de la toma de
decisiones
2.- incrementa el empleo de los mecanismos de anticipación
3.- acelera la ejecución motora
4.- potencia unas respuestas, en detrimento de otras (recepción-pase o
recepción-remate, la “pared”... frente al regate y la conducción)
5.- aproxima la lógica del ejercicio a la realidad del juego, en el que cada vez
existe más apremio
6.- eleva el ritmo de ejecución, tanto en lo individual como en lo colectivo
7.- posibilita constricciones mentales y emocionales en el entrenamiento, que
pueden ser trasladados a la competición, lo cual tiene carácter negativo
8.- coarta al jugador en cuanto a tomar decisiones más ajustadas pero que
precisarían de más contactos
9.- ocasiona más pérdidas/recuperaciones de balón, dando un resultado
técnico-táctico más impreciso
10.- por todo ello se manifiesta la conveniencia de emplear estos
condicionantes sólo con jugadores de nivel decisional y motor aceptable; de
no ser el caso, los efectos positivos de estas tareas no se va a manifestar.

(3) Mixtas. El jugador podrá realizar un número de contactos en función de la


acción táctico-técnica, de la misión táctica específica y de los espacios de
juego en los que se encuentre. Ejemplos:
(a) Acción: si el jugador decidiera, ante una situación concreta, pasar, lo hará
a un toque; si decide regatear, engañar o rematar, tiene un máximo de tres
contactos.
(b) Misión: si fuera delantero, habrá de jugar a un toque; si medio, a dos, y si
defensa, a tres.
(c) Espacio de juego: independientemente de su misión específica, jugar a un
toque si está en el sector de ataque, a dos si está en el mediocampo, y a tres
si está en el sector defensivo.
La prescripción variable del número de toques/intervención tiene estas
consecuencias:
1.- adapta el comportamiento a la resolución de la situación concreta, dando
iniciativa al poseedor del balón
2.- aumenta el espíritu de iniciativa y sorpresa, pues el atacante no se ve
absolutamente limitado
3.- evita la posibilidad de que los defensores esperen por soluciones obvias
por parte atacante
4.- impide que los defensores se concentren en contar el número de
contactos con el balón de su rival, y les impele a tomar actitudes más
positivas
5.- obliga a los atacantes a continuas evaluaciones sobre las situaciones que
surgen y su resolución dentro del número de toques de que disponen

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6.- obliga a los atacantes a continuas reelaboraciones táctico-técnicas en


función de su misión específica, el lugar donde se encuentran o la
combinación de ambas cuestiones

(4) Libres. Este cuadro es el más real. Las consecuencias son:


1.- concede la mayor iniciativa individual
2.- posibilita el empleo de todo el bagaje técnico y táctico del jugador
3.- desarrolla la expresión de la personalidad participativa y responsable
4.- da lugar a la expresión de la creatividad y capacidad de improvisación
5.- evita la presión psicológica continua y sistemática que implican las
limitaciones de contactos con el balón
6.- establece condiciones reales y no hay riesgo de crear transferencias
negativas
7.- se manifiesta el peligro de que los algunos jugadores no corrijan
tendencias/tentaciones de abusar de la posesión del balón, lo cual es
contraproducente en el juego actual

2. Número de acciones de pase.

(1) Fijo. En este caso obligamos a respetar un número fijo de pases, lo cual
implica que el equipo tiene que relacionar los objetivos del ejercicio con el
número de pases obligado, ya que, por ejemplo, no sería válido un gol si no
se hubiera completado antes el total de pases prescrito; ello obliga a
numerosas variaciones y adaptaciones.

(2) Limitado. Aquí se marca un número máximo de pases antes de poder


rematar o acceder a determinadas zonas privilegiadas, pero no es obligatorio
agotar ese número de pases. Con este condicionante imposibilitamos
respuestas motoras individuales y colectivas más apropiadas para los
objetivos finales del juego, que podrían precisar de más pases, pero también
aceleramos respuestas tácticas colectivas, potenciamos las combinaciones
ofensivas rápidas, favorecemos las iniciativas individuales (caso de haberse
agotado o de estar próximo a agotarse el número autorizado de pases), y
propiciamos un juego con más pérdidas de balón, luego con más alternativas
y variaciones contextuales, lo que obliga a los jugadores y equipo a elaborar
mecanismos de decisión y ejecución cada vez más ricos y adaptados a la
competición y a la dinámica del grupo.
Este tipo de condicionante no es viable con equipos que no hayan alcanzado
un mínimo de pericia y fluidez en el desarrollo colectivo, e intentar llevarlas a
cabo producirá más frustraciones que progresos.

(3) Mixto. El equipo puede realizar un número determinado de pases en


función del espacio de juego en que se sitúe durante el proceso ofensivo; por
ejemplo, tres en zona defensiva, dos en la media, y uno en la zona avanzada.

(4) Libre. Evidentemente, es la circunstancia más acorde con la realidad del


juego, con todo lo que ello entraña.

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3. Número de jugadores. Cada ejercicio podrá establecer relaciones de paridad


o disparidad numérica, de carácter total o parcial:

(1) Relaciones numéricas totales. Para potenciar acciones ofensivas o


defensivas, se pueden establecer condiciones de disparidad en todo el
espacio de juego.

(2) Relaciones numéricas parciales. En este caso, partiendo de paridad


global, se pueden crear disparidades en zonas concretas de juego (pasillos,
áreas) también para potenciar acciones de ataque o defensa, sean éstas
objetivos intermedios o finales del ejercicio.

Condicionante instrumental

En este apartado nos referimos a las características y número de


instrumentos utilizados (balones, porterías, conos, barreras, etc.) para entrenar la
resolución eficaz de las situaciones contextuales de juego. La disponibilidad de
material suficiente nos permitirá elaborar muchos ejercicios encaminados a presionar
los mecanismos táctico-técnicos y acelerar los procesos adaptativos de los
jugadores y el equipo. Sin olvidar que son muy útiles también para afectar a los
sistemas condicionales, prescribiendo, por ejemplo, tareas que incluyan saltar
obstáculos tras hacer contacto con el balón, agacharse a tocar un cono antes de
efectuar un remate, etc., etc. etc. Finalizando, las condiciones instrumentales de los
ejercicios son estructurantes en cuanto nos permiten aplicar medios de
entrenamiento más provechosos. La falta de instrumental es un impedimento claro a
la formulación de una metodología eficaz y variada.

CAPÍTULO 7.- TAXONOMÍA DE LOS EJERCICIOS DE FÚTBOL

Una correcta conceptualización y selección de ejercicios específicos de


entrenamiento estará basada en las capacidades momentáneas de los jugadores y
del equipo, de la lógica interna del juego de fútbol y de los objetivos (efectos) que se
pretenden alcanzar. Aunque se exige tener presente presupuestos orientadores,
tales como: (i) el modelo de jugador, desenvuelto a partir de las misiones tácticas
(generales y específicas) que cada uno debe desempeñar dentro de la organización
del equipo, (ii) el modelo de juego del equipo, que deriva de las capacidades y
aptitudes de los jugadores integrados en el plantel, sus márgenes de progresión, así
como de las tendencias evolutivas del mismo juego, y, (iii) programas de acción, de
manera que se concilien el modelo óptimo y evolucionado que se pretende alcanzar
con el nivel momentáneo del propio equipo en esa realidad. De la comprensión y

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aplicación de estos presupuestos orientadores es de donde deriva la necesidad de


que haya una relación lógica entre aquello que es exigible y lo que es inviable.
Debido a las limitaciones del tiempo disponible para la preparación, de las
condiciones estructurales disponibles y del grupo de jugadores (capacidades y
cualidades) de que se dispone. Son éstos los problemas básicos, que irán a dar
forma a la distribución adecuada de los varios niveles de desarrollo individual y
colectivo a alcanzar, su secuencia y las condiciones a través de las que es posible
alcanzarlos. Así se crearán las condiciones más favorables y apropiadas de
aplicación e interrelación de los efectos que pueden producir. Naturalmente, en el
entrenamiento, es necesario que el proceso discurra en función de un modelo
táctico-técnico y estratégico, siendo fundamental que los jugadores: (a) sincronicen
sus acciones, (b) especialicen sus comportamientos y, (c) asuman actitudes
correctas ante el plan de juego preestablecido. Sin embargo, esas cuestiones deben
contener igualmente presupuestos que permitan a los jugadores, individual y
colectivamente, dialogar con las situaciones imprevistas, como: comportamiento del
árbitro, alteraciones elaboradas por el equipo contrario que nos coloca ante
situaciones más o menos previstas, etc. Así, los problemas hay que resolverlos
“antes” de que surjan, o, al menos, saber tratarlos cuando surgen. En otras palabras,
el entrenamiento de fútbol, actualmente, debe ir sobre ejercicios específicos, cuyos
temas y contenidos han de reproducir contextualidades situacionales previsibles,
pero también y sobre todo, y cada vez en mayor medida, las de carácter
imprevisible. Finalizando, un aspecto fundamental del estudio del ejercicio de
entrenamiento es su clasificación, utilizándose la identificación de sus características
particulares (efectos). Sólo a partir de esa situación es posibe intentar establecer
principios y líneas generales de intervención práctica. Cuanto mayor sea el número
de criterios, más precisa es su categorización.

1. Taxonomizar y clasificar los ejercicios según su contenido específico

Cuando pretendemos taxonomizar toda una panoplia de ejercicios existentes


en el entrenamiento del fútbol, procuramos de entrada asegurar con precisión sus
interrelaciones. Así estimulamos nuestra comprensión de los medios de
entrenamiento del aprendizaje, el perfeccionamiento y el desarrollo, a través de los
que los jugadores modifican sus actitudes, decisiones y comportamientos motores
en una dirección específica. Así, contrariamente a lo que se pudiera pensar, la
taxonomía de los ejercicios de entrenamiento del fútbol no clasifica metodologías o
progresiones didácticas de enseñanza/aprendizaje del juego, pero sí temas y
contenidos de los ejercicios específicos de entrenamiento. Así posibilita al
entrenador para seleccionarlos en función de las capacidades de los jugadores en
ese momento, de la lógica interna del fútbol o del modelo de juego adoptado y de los
objetivos pretendidos, minimizando distorsiones, gracias a una comprensión más
clara de la localización de un objetivo particular con respecto a los otros. Partiendo
de este cuadro, se consubstancia la necesidad de un estado particular y detallado
del contenido de cada ejercicio de entrenamiento, el cual deberá establecer
formulaciones explícitas de sus efectos (adaptaciones) específicos que
hipotéticamente cabe esperar. En este sentido, es posible una delimitación clara y
profunda de los mismos, a través de los que los jugadores producen pensamientos,
sentimientos, decisiones y comportamientos de respuesta ante situaciones

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problemáticas, potenciando múltiples posibilidades de variación y cambio, las cuales,


debido a sus limitaciones, sólo en algunos casos se concretan en la realidad
objetiva.

2. El ejercicio de entrenamiento debe ser dirigido al potencial de los jugadores

Una taxonomía ordena los temas y los contenidos de los ejercicios


específicos de entrenamiento, según una complejidad comportamental o en función
de un contexto situacional de menos a más complejo, de lo más concreto y
perceptible a lo más abstracto e intangible. En cada momento es casi imposible
presentar a los jugadores una situación-problema (ejercicio de entrenamiento) que
incluya los mismos estímulos, señales o indicadores que estaban presentes al
iniciarse la situación de aprendizaje, durante el proceso de formación o, incluso
durante el proceso anual de entrenamiento. Así, la aplicación y repetición del
ejercicio específico de entrenamiento requiere siempre de reestructuraciones de la
situación-problema, lo cual determina una conexión entre la capacidad del jugador y
los efectos adaptativos específicos que propone el entrenador. El ejercicio específico
de entrenamiento debe ser dirigido a todo un potencial desarrollado, acumulado y
disponible para ser rápidamente estimulado en aras de resolver una situación-
problema y en la dirección de la implementación de un modelo de juego. En otras
palabras, el jugador, cuando aprende, aumenta su capacidad de adaptación e
interacción con las situaciones que evolucionan a su alrededor. Pero la forma de
resolución programática de la situación no es absoluta y válida para todas las
circunstancias del juego. Hay que tener presente que, si la capacidad de respuesta
motora del jugador adquirida en un cierto momento de su desarrollo, no fuese
precisa o suficientemente aplicable en otra situación estructuralmente similar, habría
pocos beneficios obtenibles tras haber aprendido, aplicado y repetido. Hay que
recalcar que la variabilidad inherente a las situaciones vuelve el comportamiento
motor más adaptable y flexible al contexto en el que éste se encuentra. El
conocimiento y comportamiento motores del jugador deben ser considerados,
adecuados y precisos no en el sentido de que serán eternamente eficaces y
eficientes, sino como base de interpretación y exploración de otras formas de
resolver el mismo problema. Para comprender mejor esta cuestión, podemos referir
con un elevado grado de seguridad que los efectos traducidos por un determinado
ejercicio específico, concebido y aplicado a partir de un programa de acción que se
basa en un modelo de juego adoptado, provocará siempre: (i) diferentes respuestas-
efectos en diferentes jugadores (individualización biológica), y (ii) diferentes
respuestas-efectos en el mismo jugador, en diferentes momentos de su estado de
preparación-adaptación. En este ámbito:

1. La probabilidad de que el ejercicio provoque un aumento de la capacidad de


rendimiento del jugador, está directamente relacionado con la posibilidad de que
éste se acerque a su nivel de prestación inmediata (nivel de prestación
inmediata).

2. El potencial de entrenamiento de los ejercicios específicos que se utilicen


disminuye con el aumento de la capacidad de rendimiento del jugador. En otras
palabras, los efectos de un ejercicio dado disminuyen cuanto mayor sea el nivel

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de especialización de los jugadores. Luego, es importante incluir en la


preparación formas coherentes de entrenamiento y espaciarlas en el tiempo,
cimentándose en diferentes ejercicios con diferentes potenciales de
entrenamiento. La vertiente “tiempo” tiene un peso particular, debido al hecho de
que, entre el momento de ejecución de los ejercicios de entrenamiento, y la
aparición del correspondiente proceso de adaptación, existe un lapso de tiempo
(principio biológico de la heterocronía). Cada ejercicio de entrenamiento tiene un
efecto específico, que se manifestará cuando surja su efecto retardado, y, por
tanto, hay que saber que hay ejercicios cuyos beneficios se manifiestan en más o
menos tiempo que otros.

3. La aceleración del rendimiento del jugador sólo podrá ser cimentada con
diferentes medios y diferentes potenciales de entrenamiento, creando la
variabilidad necesaria para un mejor desarrollo de la adaptación del jugador y de
la organización dinámica del equipo.

4. La aplicación de un ejercicio específico de entrenamiento sólo procederá


cuando el organismo esté preparado funcionalmente para soportarla. De lo
contrario, supondrá una intensidad de entrenamiento excesiva, alterando la
correcta dirección del proceso de adaptación.

3. El ejercicio de entrenamiento debe estar ajustado a las capacidades


momentáneas del jugador o del equipo

Todo ejercicio de entrenamiento debe establecer compromisos, de manera


que los jugadores puedan utilizar sus conocimientos, aptitudes y capacidades en las
situaciones concretas y en la resolución de otras situaciones estructuralmente
semejantes. De este modo, cuando el jugador está ante un nuevo problema o
situación, deberá ser capaz de seleccionar comportamientos de respuesta
adecuados para abordar el problema y de descubrir y aplicar respuestas ajustables y
eficaces, buscando en sus experiencias anteriores conocimientos y
comportamientos apropiados para percibir y solucionar los nuevos problemas. Sin
embargo, es evidente que para el entrenador y el jugador no existe una organización
coincidente, inherente a los contenidos de los ejercicios de entrenamiento. Así, estos
contenidos deben estar ajustados a las capacidades de los jugadores y no a aquello
que el entrenador piensa que es su organización. Luego, la aplicación del ejercicio
específico de entrenamiento debe tener el enfoque en las necesidades inmediatas
de los jugadores, pues sólo éstas crean las condiciones cognitivas, energéticas y
afectivas para que éstos puedan aplicarlas a una próxima situación. El entrenador
siempre tendrá grandes dificultades para aplicar ejercicios de entrenamiento a los
que los jugadores no vean tipo alguno de aplicación inmediata.

4. Principios orientadores para la construcción de una taxonomía

Una taxonomía de los ejercicios del juego de fútbol, deberá presentar las
siguientes cuatro líneas orientadoras:

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1. Ser posible establecer clases de ejercicios. El establecimiento de clases de


ejercicios deberá reflejar: (i) diferencias esenciales, basadas fundamentalmente
en una identidad propia, consubstanciada en una (ii) contextualidad situacional,
y, (iii) producción de efectos con diferentes niveles de especificidad.

2. Ser lógico e internamente coherente. El cumplimiento de este principio es


determinado por el nivel de concordancia con la realidad competitiva o modelo de
juego a implementar. Cada clase de ejercicios debe permitir categorías
claramente definidas y en las que sea factible establecer nuevas subdivisiones,
en la medida en que sea necesario y útil para una aplicación práctica más
correcta. Sabemos y hemos experimentado que la teoría o los conocimientos
dominantes precisan de mucho tiempo para ser desmontados. Pero hemos de
entender que cualquier idea, conocimiento o teoría, por excelente que sea, nace,
crece, se desarrolla y después decae, para finalmente morir. Entre el deseo de
conocerlo todo y preverlo todo, y el pensar que no es posible conocer y prever
realmente nada, debido a la inexistencia de instrumentos que nos lo permita, hay
que crearse una actitud mental que permita o facilite la comprensión del
fenómeno futbolístico, a través de varios, aunque novedosos, paradigmas,
partiendo de una lógica (que se quiere racional) hipotética (porque no tenemos
certezas) y deductiva (porque vamos deduciendo de un hecho a otro).

3. Ser compatible con nuestra comprensión de los fenómenos.


Reconocemos que si mejoramos nuestros conocimientos sobre el juego,
aumentamos la capacidad de interactuar con sus fenómenos. En la actualidad
podemos establecer un sistema explicativo, aunque sea provisional, en busca de
incluir el máximo de ejercicios observados y clasificados, dentro de la realidad
que le sea propia. Pese a todo, debemos asimilar que – lo queramos o no- si el
juego de hoy no es lo que era, con esa misma certeza podemos afirmar que el
fútbol de mañana no será el mismo que el de hoy. Luego, la importancia y el
valor de lo que dediquemos al análisis del juego radican en el hecho de que
solamente podremos comprender el cambio si llegamos a comprender objetiva y
correctamente aquello que en la realidad está ya modificándose. Al observar y
analizar el contenido del juego, tenemos en cuenta ciertas regularidades, que
identificamos, nombramos y clasificamos. El problema de aquí derivado es
encontrar un instrumento de análisis que compatibilice la velocidad de
conocimiento y el ritmo del cambio. Este instrumento debe partir del todo (el
juego) hacia la dinámica de sus partes, procurando idealizar un modelo
conceptual que represente, lo mejor posible, el juego, de forma que se responda
a varias cuestiones que podemos formular para su comprensión, desarrollo y
alteración en sentido positivo.

4. Ser únicamente un esquema descriptivo. Una taxonomía establece las


líneas generales para las que convergen los puntos de partida, que pretenden
indicar el camino para una eficiente organización de los temas y contenidos de
los ejercicios, teniendo como referencia su nivel de especificidad, el cual deriva
del modelo de juego que se adopte.

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5. Taxonomía de los ejercicios de entrenamiento del juego de fútbol

Partiendo de la reflexión sobre los diferentes presupuestos que orientan


nuestro pensamiento, establecemos el siguiente edificio taxonómico de los ejercicios
de entrenamiento del juego del fútbol, identificando, de partida, tres niveles
fundamentales:

1. Ejercicios de preparación general. Son conceptualizados y operacionados sin


tener en cuenta ni los contextos situacionales, ni los condicionantes estructurales
objetivos en los que se realiza la competición del juego de fútbol o del modelo de
juego adoptado. En la práctica, son aquellos ejercicios que no incluyen la utilización
del balón como centro de decisión y acción motora. Cada respuesta motora requiere
diferentes niveles de exigencia de fuerza, de velocidad, de resistencia y de
flexibilidad.

2. Ejercicios específicos de preparación general. Son todos los ejercicios


realizados en contextos situacionales “rudimentarias” con respecto a las condiciones
objetivas en las que se compite o al modelo de juego adoptado. Tienen por objetivo
desarrollar el contenido específico del juego, a través de ejercitaciones con balón,
siendo ello su característica determinante, pero no involucran la concreción del
objetivo fundamental: el gol.

3. Ejercicios específicos de preparación. Se constituyen como el núcleo central


de la preparación de los jugadores, teniendo siempre en consideración las
condiciones estructurales en las que las diferentes situaciones de juego se
verifiquen. Para que los ejercicios específicos de preparación se ajusten
convenientemente al nivel de formación deportiva del jugador es fundamental que
éstos establezcan diferentes niveles de concordancia con la realidad competitiva o
del modelo de juego adoptado, teniendo siempre presente el objetivo del juego, esto
es, el gol.

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PROGRAMA PRÁCTICO

1º.- EJERCICIOS DE PREPARACIÓN GENERAL

Los ejercicios de preparación general son conceptualizados y operacionados sin tener en cuenta ni los
contextos situacionales, ni los condicionantes estructurales objetivos en los que se realiza la competición del
juego de fútbol. En la práctica, son todos los ejercicios que no incluyen la utilización de la pelota como centro de
decisión y acción motora del jugador. En efecto, las diferentes acciones motoras de respuesta a los diferentes
contextos situacionales de la actividad competitiva requieren siempre la movilización de un conjunto de
capacidades condicionales de soporte para que la ejecución sea eficiente o eficaz. En este sentido, cada
respuesta motora requiere diferentes niveles de exigencia de fuerza, velocidad, resistencia y flexibilidad. Importa
tener presente que cualquier acción motora, más o menos compleja, resulta inevitablemente de dos aspectos
esenciales: (i) las múltiples formas de combinación de capacidades condicionales con los elementos críticos que
constituyen cada acción motora, y (ii) de la combinación, en diferentes proporciones, de todas las capacidades o
formas específicas de manifestación, ya que ninguna acción motora, por muy simple que pueda parecer, está
basada en una sola capacidad condicional.

Características

Las capacidades condicionales (velocidad, fuerza, resistencia y flexibilidad) presentan, también, dos
aspectos fundamentales:

1. Independencia elementar. Este aspecto significa que las diferentes capacidades condicionales podrán
ser estudiadas y potenciadas de forma aislada, a través de diferentes medios de entrenamiento. En este
ámbito, podemos constatar que éstas son: (i) soportadas e influenciadas de forma predominante por un
sistema funcional específico, (ii) transferibles (de forma positiva o negativa) entre acciones motoras
estructuralmente semejantes, (iii) significativas para todas las acciones motoras, estando así contenidas en
todas ellas, aunque con predominancias diferenciadas (iv) individualizables, dentro de ciertos limites, ya que
su grado de manifestación no está influenciado por el grado de manifestación de otros presupuestos de
rendimiento, aunque surja asociada a ellos en el movimiento, y establezca con ellos relaciones o
interrelaciones, y, (v) entrenables a través del desenvolvimiento de un sistema propio de medios y métodos
de entrenamiento coherentes y sistematizados.

2. Interrelación compleja. La potenciación de una de las capacidades al más alto nivel, podrá aumentar
(transferencia positiva, por ejemplo entre el entrenamiento de la fuerza rápida con la velocidad de
aceleración) o disminuir (transferencia negativa, por ejemplo la influencia negativa de la fuerza máxima en la
flexibilidad) el rendimiento de las diferentes formas de manifestación de las capacidades condicionales.

Componentes

Sin perder de vista los presupuestos fundamentales referidos, podemos establecer algunos ejemplos de
ejercicios condicionales con una perspectiva individualizada:

1. Ejercicios de carrera continua o variable (para la mejora de la resistencia de base). Estos ejercicios
son construidos en base a los diferentes sistemas de producción de energía y respetando las componentes
estructurales de volumen, intensidad, densidad y frecuencia, teniendo o no en cuenta la observación de la
realidad competitiva que el juego del fútbol encierra en sí. Quiere decirse que existe la posibilidad de que
estos ejercicios sean elaborados a partir de las observaciones y análisis de los desplazamientos de los
jugadores cuando compiten. Partiendo de estos datos, se puede intentar reproducir esos índices en los
ejercicios de entrenamiento con el objeto de mejorar las capacidades de resistencia general de los
jugadores, teniendo también en cuenta las diferencias de sus misiones tácticas (defensa, delantero,
portero...) dentro del sistema de juego del equipo. En función del grado de especificidad con respecto a la
situación competitiva, podemos clasificar la resistencia distinguiendo dos tipos: (i) resistencia general o de
base y, (ii) resistencia específica.

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(1) Resistencia general o de base. Las características fundamentales del trabajo de resistencia
general se manifiesta en los siguientes aspectos: (i) fomenta la preparación multilateral de los
jugadores, contribuyendo a la mejora de la coordinación motora, factor importante en las modalidades
“complejas”, (ii) direcciona los procesos de recuperación del jugador, después de la realización de
períodos de entrenamiento con elevados niveles de volumen e intensidad. En efecto, la resistencia
general como factor de recuperación activa disminuye la posibilidad de la aparición de estados de
sobreentrenamiento, y, coincidentemente, el aparecimiento de lesiones y la frecuencia de su
manifestación. (iii) crea una base funcional sobre la que se deberá apoyar firmemente la resistencia
específica. En este sentido, la resistencia general, enfocada al rendimiento deportivo del jugador,
asumirá un carácter auxiliar en el perfeccionamiento del proceso de entreno, ampliando las reservas de
adaptación del organismo; (iv) potencia condiciones positivas para la variación de ejercicios de
entrenamiento utilizados en las diferentes unidades del proceso de entreno (sesiones, microciclos, etc.).
Es importante mantener una cierta variación entre los ejercicios de resistencia general y específica.

(2) Resistencia específica. Es la forma de manifestación propia de una determinada modalidad


deportiva. Es decir, respecto a la capacidad de adaptación a una estructura y una naturaleza del
ejercicio de entreno que establece una relación de correspondencia dinámica con relación a: (i) las
actitudes, (ii) los comportamientos motores, (iii) el régimen de funcionamiento orgánico del jugador, y,
(iv) el respeto hacia los reglamentos de la modalidad. De aquí nace la necesidad de estimar (evaluar) y
reproducir índices esenciales de forma que se manifiesten realmente con criterios de afinidad analógica
entre estos ejercicios y las situaciones competitivas fundamentales. En efecto, la actividad deportiva de
alto rendimiento se basa en un proceso progresivo de especialización que se manifiesta por un aumento
del volumen de ejercicios de resistencia específica, tanto como por el incremento del nivel de exigencias
establecidas para cada situación del entrenamiento. Esto significa que, a medida que el jugador o el
equipo van evolucionando, han de ser confrontados por procesos de entreno que recurran, de forma
cada vez más acentuada, a medios de carácter especializado. La posibilidad de mantener una
intensidad óptima en competición depende de un complejo de factores que incluyen, además de las
adaptaciones metabólicas, sistémicas y neuromusculares adecuadas, una elevada economía técnico-
táctica y características psíquicas determinadas.

2. Ejercicios para aumentar la tasa de producción de fuerza. Estos ejercicios son construidos con base
en las diferentes formas de manifestación de la fuerza. Tal como en el caso de la resistencia, podrán ser
elaborados de forma que se correspondan y respeten la predominancia de cada forma de manifestación de
la cualidad en directa relación con la realidad competitiva del juego del fútbol. La fuerza puede ser
clasificada de varias formas. Cada una de ellas está definida por manifestaciones de diferentes capacidades
del sistema neuromuscular. En este sentido, podemos considerar la capacidad de fuerza dividida en tres
tipos específicos: (i) máxima, (ii) rápida y, (iii) resistente.

(1) Máxima. Es entendida como el valor más elevado de fuerza que el sistema neuromuscular es capaz
de producir, independientemente del factor tiempo, contra una resistencia inmóvil. La fuerza máxima es
la componente básica de la fuerza muscular, estando desde un punto de vista jerárquico en un nivel
superior, lo que significa en términos prácticos que cualquier alteración de los niveles de fuerza máxima
condicionan, por sí solos, elevando o disminuyendo los parámetros de la fuerza rápida y la fuerza
resistente. En el dominio de la fuerza máxima influyen, además de evidenciar, formas de manifestación
de la fuerza que están íntimamente relacionadas con el peso del jugador: (i) la fuerza relativa, que es el
valor de la fuerza que puede ejercer un jugador por unidad de su peso corporal (norm. Kilo) y, (ii) la
fuerza óptima, que es el nivel ideal de fuerza máxima necesaria en una determinada modalidad
deportiva, teniendo en cuenta que un aumento de los niveles de fuerza máxima pudiera pasar a ser
contraproducente con vistas a la obtención de buenos resultados.

(2) Rápida. Representa la capacidad del sistema neuromuscular para producir movimientos a velocidad
elevada en un determinado período de tiempo, venciendo resistencias de valor medio y bajo. La fuerza
rápida es prioritaria en la mayoría de los deportes acíclicos, como es el caso de los juegos deportivos
colectivos. Podemos distinguir tres componentes relativos a la fuerza rápida, pese a que éstos no deben
ser abordados separadamente, ya que se tratan de conceptos interrelacionados y que fácilmente se
confunden: (i) la fuerza inicial, que es la capacidad del sistema neuromuscular de desarrollar, a partir de
cero, la mayor fuerza posible en la menor unidad de tiempo posible, (ii) la fuerza explosiva, que es la
capacidad neuromuscular de continuar ejerciendo las tensiones ya iniciadas, lo más rápidamente
posible, y (iii) la fuerza reactiva, que es la capacidad de pasar rápidamente de una contracción

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excéntrica a una contracción concéntrica. La fuerza reactiva regula los altos rendimientos en
modalidades deportivas en las que la actividad del ciclo muscular alargamiento-acortamiento es
determinante para la obtención de buenos resultados, como es precisamente el caso del fútbol.

(3) Resistente. Representa una capacidad mixta de fuerza y resistencia. Se manifiesta en la posibilidad
de realizar esfuerzos de fuerza en actividades de media y larga duración, resistiendo la fatiga y
manteniendo el funcionamiento muscular en niveles elevados.

3. Ejercicios de velocidad. Estos ejercicios buscan la mejora de las diferentes formas básicas de
manifestación de la velocidad, tal como la de reacción (simple y compleja), máxima, resistente, etc.
Verchoshanskij (1988) refiere que " el rendimiento deportivo está determinado por diferentes factores, que
también desempeñan un papel significativo en el desarrollo del rendimiento del practicante. Esos factores no
tienen todos el mismo valor. Algunos son más importantes, o uno en concreto puede ser el más importante –
el factor principal-, que determina de forma dominante y objetiva el rendimiento deportivo y su evolución”. Si
a partir de aquí analizáramos las variadas modalidades deportivas con importante componente locomotiva,
podremos ver a la velocidad de movimientos del jugador como el factor dominante. La velocidad, casi
exclusivamente, determina decisivamente el resultado deportivo. Los demás factores, como son la fuerza y
la resistencia, por supuesto que son importantes, pero no “hacen” el rendimiento. El establecimiento
concreto de objetivos en el ámbito del desarrollo de estos factores consiste entonces en facilitar la ejecución
del ejercicio de competición con la máxima velocidad posible y posibilitar nuevos progresos de la velocidad,
a través del perfeccionamiento cuantitativo y cualitativo en el entrenamiento. En este sentido, la velocidad en
el juego del fútbol se expresa por la rapidez de percepción y análisis de la situación, de la velocidad al
encontrar mentalmente la solución del problema y por la velocidad en la ejecución motora de esa respuesta
a las variabilidades y transitoriedades de las situaciones contextuales de competición. La velocidad como
factor condicional de la ejecución de la acción motora podría ser clasificada atendiendo a diferentes criterios,
los cuales establecen diferentes formas de manifestación. Así, si tomáramos por criterio el ámbito cognitivo,
podríamos evidenciar la velocidad de percepción, la velocidad de discriminación de los indicadores
pertinentes de la situación dada, la velocidad de anticipación, la velocidad de encontrar solución, etc. En
términos “clásicos” aún es habitual clasificar la velocidad según un criterio neuromuscular. En este contexto,
podemos distinguir cuatro formas de manifestación de la velocidad: (i) reacción, (ii) ejecución, (iii)
aceleración y (iv) resistente.

(1) Reacción. Es la capacidad del sistema neuromuscular para responder a una estimulación dada en
el menor tiempo posible. La reacción al estímulo puede ser considerada bajo dos formas: (i) simples,
que es la respuesta a una señal conocida con anticipación del momento en que va a suceder y con
conocimiento del tipo de respuesta que hay que dar, y (ii) compleja, que es la respuesta a una señal, sin
conocer exactamente ni cuándo ni cómo va a ser esa señal, ni tampoco tener una respuesta motora
exclusiva. Es una reacción por elección, por selección dentro de las varias soluciones posibles. La
velocidad y precisión de la reacción compleja son determinadas por los siguientes factores: (a)
capacidad de observación, (b) capacidad de anticipación y resolución, (c) capacidad de orientarse
correctamente, que depende a su vez del sentido del equilibrio y de la adaptación motora, (d) capacidad
motora específica, (e) nivel de pensamiento táctico, (f) conocimiento y experiencias de juego, y, (g)
velocidad del movimiento, como elemento exteriormente condicionante.

(2) Ejecución. Es la capacidad del sistema neuromuscular para efectuar una acción con la velocidad de
contracción máxima por parte de un músculo o un grupo muscular. La velocidad de ejecución es, de
este modo, la velocidad máxima de contracción al ejecutarse una acción motora; p. ej. , el remate.

(3) Aceleración. Es la capacidad de incrementar rápidamente la velocidad, a partir de parado, y


prolongar ese incremento. Está claro que, al aumentar la aceleración, se aumenta también la velocidad.
En este contexto se aplican algunos principios de la biomecánica: (i) largo recorrido de aceleración, (ii)
la influencia constante de la fuerza, (iii) la orden de movilización muscular será encadenada de manera
que la siguiente se haga cuando la actividad de la anterior haya alcanzado su máximo, y (iv) utilización
maximal de la fuerza, con establecimiento de tensión preliminar (ajuste de los tonos de acción).

(4) Resistente. Es la capacidad de resistir a la instalación de la fatiga durante la ejecución de ejercicios


de intensidad máxima y submáxima, identificada por la producción de energía anaeróbica. Depende de
los siguientes factores: (i) nivel de las reservas de energía (fosfocreatina y ATP), (ii) capacidad de

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movilización de esas reservas de energía sin presencia de oxígeno, (iii) capacidad muscular para poder
seguirse contrayendo, incluso en presencia de fuerte concentración de ácido láctico en la sangre, y, (iv)
capacidad volitiva, movilización de las reservas de “voluntad”.

4. Ejercicios para mejorar o mantener niveles de flexibilidad. Estos ejercicios determinan que el jugador
pueda: (i) mejorar la ejecución de sus acciones táctico-técnicas, facilitando su práctica y optimizando de
igual modo su aprendizaje. En sentido contrario, la falta de flexibilidad parece condicionar la economía en la
ejecución de las acciones, lo que facilita la aparición de la fatiga, (ii) ayuda a crear una imagen de facilidad y
suavidad. Desde la biomecánica, una mayor amplitud de movimientos permite aumentar la velocidad, la
energía y el “momento” que es necesario generar durante la ejecución técnica. Por otro lado, permite
también producir una mayor cantidad de fuerza en los músculos involucrados en el movimiento, porque la
energía elástica que es producida durante la fase de estiramiento es almacenada en el tejido muscular y es
utilizada en el acortamiento subsiguiente, (iii) promueve la relajación. Desde el punto de vista puramente
fisiológico, la relajación disminuye la tensión muscular. Los altos niveles de tensión muscular tienen efectos
negativos varios (disminución de la vigilancia, aumento de la presión arterial, menor economía, disminución
del aporte de oxígeno y de los nutrientes al músculo, lesiones, etc.), que predisponen a la fatiga. El trabajo
de flexibilidad permite un mejor conocimiento de los límites del jugador, siendo en este sentido una óptima
forma de enriquecimiento personal e interiorización, y, (iv) disminuye la probabilidad de lesionarse
(prevención). Existe una amplitud “óptima”, que depende del tipo de movimiento de la modalidad deportiva
concreta y permite, de hecho, disminuir el riesgo de lesión cuando los músculos y las articulaciones sean
accidentalmente hiper-estirados. Podemos clasificar la flexibilidad bajo dos criterios: (i) de la existencia o no
de movimiento, y, (ii) de la acción que origina la amplitud máxima.

(1) Existencia o no de movimento. En este marco se divide en: (i) estática, que se evidencia cuando
se sostiene durante un cierto tiempo una determinada posición de la articulación. Así, es la amplitud del
movimiento de una articulación sin entrar a valorar la velocidad, y, (ii) dinámica, que es la capacidad de
utilizar la amplitud del movimiento de una articulación durante la actividad, que puede demandar
movimientos normales o rápidos. Estos dos tipos de flexibilidad no están necesariamente relacionados.

(2) En función de la acción que origina la amplitud máxima. En este caso, clasificamos la flexibilidad
en: (i) pasiva, siendo producida utilizando solamente las fuerzas internas. Representa la amplitud
gestual obtenida a nivel de una articulación sin ayuda y como resultado de la contracción muscular, o
sea, por la acción exclusiva de la musculatura agonista, y, (ii) activa, mayor que la flexibilidad pasiva,
que representa la amplitud máxima a nivel de una articulación, obtenida por la intervención de una
fuerza externa (gravedad, compañero, propio peso, etc.) *
*(nota del traductor: se reproduce fielmente el texto, pese a que parece haber una diferencia conceptual
con la ortodoxia española, al menos)

Objetivos

Los ejercicios que no incluyan el balón como elemento central en la percepción y análisis de la
situación, solución mental que soporta una solución motora a través de programas motores específicos con
respecto a la realidad de la actividad deportiva, son considerados medios generales de entrenamiento. Estos
ejercicios tienen como objetivos fundamentales los siguientes aspectos: (i) aislar uno o varios factores
condicionantes, (ii) fomentar procesos de preparación, (iii) activar procesos de recuperación, (iv) concretar una
base orgánica funcional, y, (v) crear condiciones positivas para la alternancia de ejercicios.

1. Aislar uno o varios factores condicionantes. Los factores condicionales de entrenamiento, como la
fuerza, la velocidad, la resistencia y la flexibilidad podrían ser mejorados y potenciados individuadamente.
De esta forma, “se espera” que sus efectos tengan un nivel de transferibilidad positiva para soportar o
posteriormente potenciar uno o varios programas motores específicos de respuesta a las situaciones reales
de competición.

2. Fomentar procesos de preparación. Los ejercicios de entrenamiento de carácter general podrán tener
como objetivo fundamental el aumento de la actividad de los diferentes sistemas funcionales de ámbito

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cognitivo, orgánico, neuromuscular y psicológico, con vistas a preparar al organismo para la siguiente parte
del entrenamiento, esto es, para la parte principal de la sesión de entrenamiento. En este sentido, podemos
resumir los objetivos de esta preparación (también denominada “de calentamiento”) de la forma que sigue:
(i) facilitar la adaptación progresiva del organismo, principalmente de sus grandes sistemas: cardiopulmonar,
neuromuscular y articular, para un esfuerzo intenso y prolongado, (ii) preparar a los jugadores en el plano
psicológico para el entrenamiento, desde el momento en que el movimiento tiene un efecto tranquilizador, y,
(iii) evitar, en la medida de lo posible, las posibilidades de lesiones musculares, articulares y tendinosas.

3. Activar procesos de recuperación. A través de ejercicios con volúmenes e intensidades reducidas


podemos: (i) coartar la posibilidad de aparición de estados de sobreentreno, después de períodos intensos y
exigentes de trabajo de los diferentes sistemas funcionales del jugador, (ii) conducir gradualmente al jugador
a un nivel mínimo de preparación de base, después de estar algún tiempo inactivo, debido a diversas
circunstancias, y, (iii) asegurar una reducción del ritmo de trabajo en el final de la sesión de entrenamiento,
de forma que se eleve al organismo del jugador a un estado propicio para el desenvolvimiento del proceso
de recuperación.

4. Concretizar una base orgánica funcional. Los ejercicios de preparación general las condiciones para
que se promueva una adaptación orgánica funcional de base, esto es, mínima, con vistas a apoyar/soportar
la aplicación de los ejercicios especiales de preparación del jugador.

5. Crear condiciones positivas en la alternacia entre ejercicios. Durante la pausa entre la realización de
dos ejercicios de carácter específico, con una complejidad dada, es útil utilizar ejercicios generales como por
ejemplo: estiramientos, carrera a ritmo lento, etc. con la intención de recuperar físicamente tras el ejercicio
realizado y preparar mentalmente para el siguiente ejercicio.

Compatibilización con otras clases de ejercicios

Los factores condicionales determinan en gran medida el cumplimiento de las exigencias inherentes al
aprendizaje y, especialmente, al perfeccionamiento y desarrollo de las acciones motoras de respuesta a los
contextos situacionales que derivan de la competición de fútbol. Una acción de remate, por ejemplo, podrá ser
realizada de forma “técnicamente” correcta y en el momento “tácticamente” preciso, pero ser ineficiente debido a
una fuerza insuficiente producida por los grupos musculares implicados en la ejecución de esa acción técnico-
táctica, la cual, lógicamente, resulta ineficaz. Un jugador podrá ejecutar una acción de desmarque, con el objetivo
táctico de desequilibrar la organización defensiva del equipo adversario, pero su acción puede no producir efecto
positivo alguno si la velocidad con la que éste se desplaza fuera tan escasa que determinara la imposibilidad de
establecer condiciones ventajosas para la conclusión del proceso ofensivo de su equipo.
Es fácil concluir que la mejora adecuada y específica de las capacidades condicionales, -que soportan la
respuesta motora, de forma interdependiente (léase “no compartimentada”)- con su perfeccionamiento y
desarrollo, establece la potenciación en sentido positivo de su eficacia y eficiencia, cuando son reproducidas en
situaciones de entrenamiento o competición. De esta manera, podemos imaginar lo que esta mejora podría
aportar a los jugadores, que ejecutan “técnicamente” bien (desde el punto de vista biomecánico), pero cuya
ejecución no posee la fuerza, la resistencia, la velocidad o la flexibilidad necesarias para una afirmación correcta
de esos mismos comportamientos motores.

Aunque no sea discutible la importancia de las capacidades condicionales en la mejora de la ejecución de las
acciones motoras, lo que sí es discutible en la mayoría de las situaciones es la conceptualización subyacente a
la construcción de los ejercicios, medios y métodos de entrenamiento utilizados para el desarrollo de las
capacidades condicionales que soportan los diferentes procedimientos táctico-técnicos, tanto durante su
aprendizaje como más tarde, durante sus propios procesos de perfeccionamiento y desarrollo. Si la
conceptualización de base hubiera sido la compartimentación de las diferentes capacidades condicionales, y de
la ejecución motora, descontextualizada de la situación en la que éstas normalmente ocurren, desarrollaremos
sin duda jugadores más “fuertes”, más “rápidos”, más “resistentes” y más “flexibles”, ejecutando acciones
motoras desajustadas en el dominio técnico, táctico, estratégico, etc. y consecuentemente ineficaces con
respecto a los objetivos de la lógica interna del juego fútbol. A pesar de la relación de interdependencia entre el
factor motor y el factor condicional, es igualmente importante considerar la existencia de una subordinación entre
lo que es esencial (en este caso, la acción técnica o táctico-técnica) y lo que es complementario (la condición en
sus diferentes formas de manifestación). Así, el entrenador deberá conceptualizar ejercicios de entrenamiento
que potencien las diferentes capacidades condicionales de soporte a la respuesta motora del practicante,
siempre que sea posible, de forma integrada, y que corresponda al nivel de las capacidades de los jugadores,
corrigiendo la ejecución con “errores técnicos”, pero que puedan originarse en falta de velocidad, de fuerza, de
resistencia y de flexibilidad (a pesar de que éstos se esforzasen para ejecutar eficaz/eficientemente la acción
motora). A la inversa, tampoco será correcto desde el punto de vista deportivo desarrollar de forma más o menos
profunda, exhaustiva, las capacidades condicionales o sus diferentes formas de manifestación, si al mismo
tiempo se desvirtúa la ejecución de la respuesta motora en el plano de su perfeccionamiento o de su mero
desarrollo.

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Modelado del ejercicio como factor prioritario

El modelado es el proceso que intenta correlacionar el ejercicio de entrenamiento con las exigencias
específicas de la competición. Según esta forma de pensar, cuanto mayor fuese el grado de correspondencia
entre los modelos utilizados (ejercicios de entrenamiento) y la competición futbolística, mejores y más eficaces
serán sus efectos, fundamentándose así la optimización del proceso de entrenamiento. El modelado intenta
trasladar al entrenamiento los modelos más eficaces, tanto como las tendencias evolutivas que caracterizan el
desempeño de los mejores jugadores y de los mejores equipos del mundo. De esta manera, se estimula, a través
de los ejercicios de entrenamiento, el desarrollo de actitudes y comportamientos táctico-técnicos que serán
altamente potenciados por medio de la maximalización de los factores condicionales específicos de soporte. De
hecho, no siempre se ha prestado la debida atención a la necesidad de crear ejercicios de entrenamiento que
integrasen de forma inter-activa los diferentes factores del entrenamiento, específicamente, en el sentido de la
fundamentación de este proceso; ni desde el punto de vista conceptual, ni desde el punto de vista metodológico
y aplicativo. Partiendo de esta perspectiva, han sido muchas veces establecidas pautas para los parámetros de
la fuerza, de la velocidad, de la resistencia y de la flexibilidad, sin tener en cuenta la verdadera esencia y
finalidad de los ejercicios de entrenamiento en cuanto a la concreción del perfeccionamiento y desarrollo de la
acción de respuesta motora a la contextualidad de la situación propuesta.

2º.- EJERCICIOS ESPECÍFICOS DE PREPARACIÓN GENERAL


Los ejercicios específicos de preparación general son todos los ejercicios realizados en contextos
situacionales “rudimentarias”, con respecto a las condiciones objetivas en las que se realiza la competición de
juego de fútbol.

Características

Los ejercicios especiales de preparación general tienen por objetivo desarrollar el contenido específico
del juego, a través de una relación primordial del jugador con el balón, siendo éste el elemento determinante de
su acción, conjuntamente con un reducido número de compañeros y adversarios. Es muy importante en este
ámbito reflexionar sobre la importancia de la presencia del balón, como elemento constitutivo fundamental de los
ejercicios específicos de preparación general y de los ejercicios de preparación específica. En el juego del fútbol
la presencia del balón es el elemento que: (1) en términos individuales determina un trabajo sistemático
denominado de técnica individual, y, (2) en términos colectivos regula los problemas de sincronización del equipo
y concomitantemente la desincronización de las acciones del equipo adversario. Resumiendo, “la pelota es el
elemento que separa o une a los jugadores” (Grehaigne, 1992). Así, la pelota, en el juego de fútbol, confiere a
su portador un estatuto especial, adjudicándole responsabilidades específicas en relación a las elecciones
tácticas de carácter individual o también de relación colectiva. Los diferentes elementos materiales del juego
(portería, líneas limitadoras, etc.) y en especial el balón constituyen en la realidad el eje a partir del cual se
pueden expresar un número infinito de relaciones abstractas. La pelota y su posicionamiento en el espacio de
juego crea un sistema de ambivalencias y un núcleo de permutaciones que forman un centro, a partir del cual el
sistema se constituye.
El balón no suscita solamente las relaciones interpersonales, sino también la lucha entre dos jugadores
o entre dos equipos. Es el objeto que convoca y seduce, apareciendo como el trazo de unión posible entre todas
las situaciones contextuales del juego. Desde una perspectiva dualista del problema, se podría decir que la
pelota es el elemento de mediación entre el ataque y la defensa, esto es, con su posesión es posible atacar de
manera que se concrete el objetivo del juego (el gol). En otro sentido, el hecho de no poseer el balón determina
la necesidad de recuperarla, evitando que ésta sea utilizada para que el equipo rival concrete un gol. Este hecho
determina la reversibilidad del juego futbolístico, en el cual los jugadores desempeñan en cada momento
acciones de predominancia ofensiva o defensiva, en función de ser o no poseedor del balón, de las diferentes
configuraciones del juego y de los objetivos estratégico-tácticos para ese momento. Concretamente, los
ejercicios específicos de preparación general establecen la relación del jugador con la pelota, pero no implican la
concreción del objetivo fundamental (el gol).

Clasificación

Los ejercicios específicos de preparación general manipulan las condicionantes estructurales, tales
como el espacio, el número, el tiempo, el reglamento, etc., de forma que se creen condiciones favorables para
potenciar la relación del jugador con la pelota y un número restringido de compañeros y adversario con los que

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éste se relaciona, y los cuales van a ser progresivamente aumentados hasta alcanzar el número establecido por
el reglamento de la modalidad y la capacidad de prestación de los jugadores. En el ámbito de esta clasificación
agruparemos los ejercicios de ahí derivados en cuatro grandes temas:

1. Descontextualizados. Son así denominados debido al hecho de que en su construcción y aplicación no se


tienen en cuenta las diferentes realidades situacionales que el juego futbolístico encierra en sí. Esto significa el
aislamiento de o de los comportamientos táctico-técnicos a ejecutar, con respecto a la realidad contextual en la
que éstos son realizados, esto es, en la competición. En este dominio organizaremos los ejercicios
descontextualizados de entrenamiento en tres grupos fundamentales: (1) ejercicios de recepción y pase bajo
condiciones de (i) baja, (ii) media, (iii) elevada complejidad, (iv) básicas de juego y (iv) dominio por un
componente específico de exigencia física; (2) ejercicios para el aprendizaje y desarrollo de la acción de
conducción del balón, y, (3) ejercicios para el aprendizaje y desarrollo de las acciones de finta y regate.

2. Mantenimiento de la posesión del balón. Estos ejercicios son caracterizados por la creación de condiciones
que objetiven resoluciones tácticas de las diferentes acciones del juego, desde el lado de la seguridad. Esto
significa la concreción de un esfuerzo colectivo, en el cual el equipo, siendo impedido de atacar la puerta rival o
no existiendo condiciones favorables para hacerlo, prefiere mantener la posesión del balón antes que correr el
riesgo de “regalarla” al adversario de forma extemporánea e irreflexiva. Los ejercicios que tienen por objetivo el
mantenimiento de la posesión del balón pueden ser organizados bajo tres grandes grupos:
(1) Ejercicios para mantenimiento de posesión en espacios reducidos, los cuales pueden a su vez ser divididos
en: (i) realizados en superioridad numérica, (ii) realizados en igualdad numérica, (iii) realizados en inferioridad
numérica, (iv) realizados con apoyos, (v) realizados con tres equipos, (vi) con objetivos tácticos múltiples.
(2) Ejercicios para mantenimiento de posesión en espacios de juego reglamentario, los cuales pueden ser
divididos en: (i) realizados en superioridad numérica, (ii) realizados en igualdad numérica, (iii) en inferioridad
numérica, (iv) realizados con tres equipos, (v) con objetivos tácticos múltiples y, (vi) con dominante de carácter
físico, y,
(3) Ejercicios para mantenimiento de posesión combinando con los métodos de juego ofensivo y defensivo,
siendo constituidos por el (i) contra-ataque, (ii) ataque rápido, (iii) ataque posicional, y, (4) defensa de zona
presionante.

3. En circuito. Los ejercicios de entrenamiento organizados son constituidos por un conjunto, más o menos
extenso, de estaciones metodológica y estratégicamente situadas en el espacio de entreno y diferenciadas por la
ejecución de acciones motoras de carácter específico o inespecífico. En función de la predominancia del tipo de
tarea establecida para cada una de las estaciones a cubrir, podemos clasificar los circuitos de entrenamiento
como de índole eminentemente a) técnica, b) táctico-técnica o c) técnico-física. En este sentido, organizaremos
los ejercicios de entrenamiento en circuito bajo cuatro temas fundamentales: (1) circuitos técnico-físicos, los
cuales a su vez pueden ser clasificados como de: (i) fuerza-resistencia, (ii) fuerza-velocidad, y, (iii) velocidad-
resistente; (2) técnico/táctico-físicos, (3) técnico/tácticos-técnicos, y (4) técnico-recreativos.

4. Lúdico-recreativos. Estos ejercicios de entrenamiento promueven a los jugadores tareas de carácter lúdico y
recreativo, de forma que contribuyan al perfeccionamiento técnico, al fortalecimiento del espíritu de equipo y a la
creación de condiciones que minimicen las tensiones que derivan de situaciones pre- o post- competitivas.

Objetivos

Partiendo de estos presupuestos, los ejercicios especiales de preparación general tienen la finalidad de alcanzar
los siguientes cuatro aspectos fundamentales en lo que se refiere:

1. Al procesamiento de la información. A través de estos ejercicios, poderse aumentar progresivamente el


procesamiento de información por parte del jugador, para que éste pueda tener una correcta lectura de los
índices pertinentes evocados por cada situación problemática.

2. A la acción motora. Estos ejercicios proporcionan una anticipación y adecuación convenientes y


correctas de la ejecución de las diferentes acciones motoras específicas del juego del fútbol, con relación a
la resolución de situaciones problemáticas.

3. A las fuentes energéticas. Estos ejercicios condicionan la utilización de diferentes vías de producción
energética en regímenes próximos a la realidad competitiva, aunque inferiores en exigencia debido al
aumento del número y tiempo de pausas entre ejercicios.

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4. A los factores psico-emocionales. Estos ejercicios demandan del jugador una involucración psíquica en
el contexto del entrenamiento, de forma que lo habitúen a ambientes de elevado estrés emocional, y a
canalizar de forma positiva esos factores.

Compatibilización con otras clases de ejercicios

Los ejercicios de entrenamiento de predominancia técnica y táctico-técnica deben ser conceptualizados


y realizados de forma que alcancen, incluso más allá de los objetivos de perfeccionamiento y desarrollo de la
acción motora, la mejora de las capacidades condicionales dominantes en esa misma acción. El respeto a este
detalle es fundamental para que la potencialización específica y compartimentada de los diferentes aspectos
condicionales (velocidad, fuerza, etc.) o sus diferentes formas de manifestación no acaben provocando
interferencias negativas, o un deterioro del programa motor de base, anteriormente aprendido y perfeccionado.
En este sentido, basta que pensemos que, antes de la mejora de las capacidades condicionales, es fundamental
que los jugadores hayan consolidado una ejecución motora armoniosa, “redonda”, esto es, lo más exacta
posible, respetando los puntos clave que correspondan a una correcta ejecución, la cual no debe alterarse ni
siquiera en condiciones de variación contextual.

En conclusión, la ejecución de los procedimientos táctico-técnicos determinantes al cumplimiento de la


lógica del juego fútbol, más o menos complejos, deben dejar huella en el desarrollo de las capacidades
condicionales implícitas a través: (1) del aumento de la velocidad y el ritmo de ejecución de las acciones
motoras, (2) del aumento de las exigencias en la ejecución de la acción o acciones motoras en relación al
máximo de posibilidades de los jugadores, (3) de la amplitud de la acción motora de respuesta a la
contextualización de la situación, (4) del aumento o disminución del número de jugadores implicados en la acción
o del espacio de juego para su ejecución, (5) de la integración de los objetivos técnicos y condicionales en un
mismo ejercicio de entrenamiento, (6) del aumento del tiempo en el que los jugadores ejecutan las diferentes
acciones motoras, (7) del incremento del número de repeticiones de una acción o serie de acciones motoras por
unidad de tiempo, (8) de la disminución del tiempo de pausas entre cada ejecución motora, y, (9), del tipo de
pausas entre cada ejecución del ejercicio, esto es, pasivas o activas, completas o incompletas.

Ejercicios descontextualizados

1. Concepto

Los ejercicios descontextualizados para el entrenamiento son medios específicos de preparación


general de los jugadores y equipos, siendo así denominados debido al hecho de que en su construcción y
aplicación no se tienen en cuenta las diferentes realidades situacionales que el juego encierra en sí mismo.
Esto significa el aislamiento de o de los comportamientos motores específicos a ejecutar, respecto de la
realidad contextual en la que éstos son normalmente ejecutados, es decir, la realidad de la competición. En
el límite de su concepción y aplicación, existe la posibilidad de que se recreen algunas situaciones (por
ejemplo: de circulación táctica ofensiva) semejantes al método de juego que se intenta implantar.

2. Objetivos

Cualquier actividad humana, en el ámbito que sea, se basa en una determinada racionalidad, que está
generalmente caracterizada por la técnica. En efecto, durante la actividad competitiva el desempeño de un
jugador o un equipo consiste siempre en la unidad entre la ejecución de una acción o de acciones sucesivas
y el resultado objetivo de esa/s acción/es. En competición o en entrenamiento, cuando decimos que éste o
aquel jugador tienen una buena técnica, intentamos expresar que su forma de resolver las diferentes
contextualidades situacionales es: (1) más precisa, más segura y más económica y, (2) coherente y
adaptada con relación a los comportamientos de los restantes compañeros en una dimensión estratégica
(preconcebida) y táctica (establecida por las circunstancias de la situación de juego). Los objetivos básicos
en la aplicación de estos ejercicios de entrenamiento se basan fundamentalmente en la posibilidad de que

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los jugadores desenvuelvan sus tareas de carácter fundamentalmente técnico en espacios reducidos,
organizados en pequeños grupos, en el cual se:

1. Concentran en la ejecución de una o dos acciones técnicas específicas, prestando


simultáneamente mucha atención a los aspectos críticos para su realización (p.ej.: el tiempo, tipo y
precisión del pase), tanto como a las diferentes formas de realizarla/s (p.ej.: con parte interna, externa,
empeine, etc.).

2. Estandardizan las condiciones de ejecución de las acciones técnicas en busca de aumentar el


número de repeticiones por unidad de tiempo. En este ámbito, hay que limitar al máximo las condiciones
de variabilidad situacional, reduciéndose así las interferencias contextuales de las situaciones
programadas.

3. Producen elevadas tasas de éxito en la realización de las acciones técnicas que se pretende
aprender o perfeccionar. Esta elevada tasa deriva principalmente de la baja complejidad de las
situaciones programadas.

4. Desarrollan condiciones para la mejora simultánea de las capacidades físicas específicas de los
jugadores. Efectivamente, estos ejercicios de entrenamiento pueden prescribir simultáneamente tareas
de carácter eminentemente físico, realizadas de forma secuencial a las acciones técnicas a ejecutar
(p.ej.: el jugador, después de ejecutar un pase, tiene que saltar sobre una o varias barreras, o efectuar
desplazamientos rápidos y cortos, abdominales, salticados, repiqueteos, etc.)

3. Reglas

La acción técnica es, para la generalidad de las modalidades deportivas, factor importante de su
estructura de rendimiento, y, en algunas, es ella misma el único elemento determinante de ese rendimiento.
Esta importancia deriva esencialmente de la complejidad de las habilidades motores exigida por ella. Por
tanto, la acción técnica tiene para cada una de ellas una implicación más o menos preponderante. Es más,
tiene importancia retener que, incluso en las modalidades deportivas en las que los procedimientos técnicos
de base son determinados fundamentalmente por factores tácticos, estéticos, o por aspectos energéticos (en
este caso fundamentados en un movimiento cíclico), se vuelve imposible alcanzar un elevado rendimiento
sin una óptima expresión técnica. En otras palabras, a pesar de los diferentes factores que condicionan la
capacidad de rendimiento de los jugadores, éstos sólo pueden manifestar su total eficiencia cuando están
enlazados por el factor técnico. Las reglas básicas para la construcción de estos ejercicios de entrenamiento
se fundamentan en los siguientes seis aspectos fundamentales:

1. Distribuir un pequeño número de jugadores por grupo (entre dos y ocho jugadores), lo cual es
determinado por la tasa de actividad que pretendemos que éstos cumplan (más o menos elevada). Así,
si disminuimos el número de jugadores por grupo, se aumenta la tasa de actividad (intervención sobre la
pelota), incrementando igualmente las componentes estructurales del ejercicio de entrenamiento,
especialmente en lo que se refiere a la intensidad, frecuencia y densidad. Inversamente, si aumentamos
el número de jugadores por grupo, se aumenta la tasa de inactividad, disminuyendo del mismo modo las
componentes estructurales del ejercicio de entrenamiento, fundamentalmente en lo que se refiere a la
relación entre el tiempo de pausa y actividad de los jugadores (densidad).

2. Usar espacios reducidos de juego, con vistas a aumentar el número de intervenciones de los
jugadores por unidad de tiempo, posibilitando de este modo que éstos se encuentren continuamente en
el centro de la decisión desarrollando, en este contexto, las tareas a realizar.

3. Crear condiciones de invariabilidad de las situaciones de entreno (condiciones de baja


interferencia contextual), de forma que los jugadores aumenten su concentración en la acción y en sus
particularidades, tanto como el mantenimiento de una elevada repetitividad de esas acciones.

4. Fomentar condiciones de entrenamiento que promuevan un elevado ritmo de ejecución técnica,


de empeño físico, de concentración intelectual y de cooperación entre los diferentes jugadores.

5. Posibilitar aproximaciones a las condiciones por las cuales se mueven las circulaciones tácticas
esenciales en el modelo de juego del equipo, reproduciéndolas de forma fragmentada y estandarizada.
Así se objetiva un mínimo de transferencia para situaciones de entreno más próximas a las condiciones
reales de competición.

6. Planear tiempos de ejecución correctos, no debiendo ser muy prolongados, pues hay que ser
consciente de que estos ejercicios no son esenciales para el aprendizaje y perfeccionamiento del juego
futbolístico, no reproducen su lógica interna, ni siquiera el modelo de juego adoptado. Por tanto, su

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utilización debe ser correctamente emplazada a lo largo de la sesión de entrenamiento, ajustando su


duración para que tengan efectos positivos.

4. Efectos

Aunque estos ejercicios de entrenamiento no contextualicen los elementos fundamentales de las


situaciones de juego, se parte del principio que potencian el fenómeno de transferencia positiva para la
competición real, ya que contienen en sí mismos las siguientes seis posibilidades, que consideramos
ventajosas:

1. Los jugadores pueden concentrarse de forma “aislada” en el programa motor de soporte a la


ejecución de una dada acción técnica en situaciones contextuales de baja complejidad. Se crean, así,
condiciones extremadamente ventajosas para el perfeccionamiento de estas acciones, con base a su
carácter de revisión y “recuerdo” del programa motor. Dentro de este ámbito, se puede igualmente dirigir
la atención selectiva hacia un detalle crítico (“clave”) de la ejecución de la acción.

2. Los jugadores tienen la oportunidad de experimentar diferentes formas de ejecución de la


misma acción (en función de sus capacidades), las cuales determinan diferentes niveles de dificultad
(que se identifican con los objetivos a alcanzar) y complejidad (que se relaciona con su ejecución).
Paralelamente a este hecho, estas acciones son ejecutadas en un marco de elevada frecuencia, esto
es, repetitividad, a través de lo cual los jugadores podrán corregir simultáneamente su ejecución
partiendo de realimentaciones intrínsecas (informaciones que vienen de los analizadores sensoriales) o
extrínsecos (información proveniente del entrenador).

3. Los jugadores, al elevar el número de ejecuciones motores por unidad de tiempo (repetitividad,
reiteración), son obligados a alcanzar un marco en el que conocen las circunstancias y la respuesta
técnica a realizar, teniendo “solamente” que adaptarla con respecto a la velocidad del balón (mayor o
menor), a su dirección (más o menos correcta), a su trayectoria (más o menos rasante) y al “efecto” al
que éste puede venir sometido.

4. Los jugadores, mediante el incremento de la complejidad del ejercicio, podrán mantener una
elevada tasa de éxito en la ejecución de la acción técnica, aspecto fundamental para la afirmación de su
capacidad. En este aspecto, se desarrolla en los jugadores, simultáneamente, la reflexión crítica sobre
sus reales capacidades y las posibilidades de evolución en el futuro. Así, no es de extrañar que los
propios jugadores, individualmente, establezcan en su interioridad objetivos más ambiciosos que los
que traslada el propio entrenador, cuando éste presente la tarea a realizar (p.ej.: no fallar ni un pase,
dar pases siempre óptimos al compañero, etc.)

5. Los jugadores pueden realizar estos ejercicios de entrenamiento recreando condiciones de


circulación de la pelota de forma predefinida, según un orden y un sentido similar a las circulaciones
tácticas ofensivas normalmente utilizadas por el equipo. En este ámbito, es siempre posible reproducir
“fragmentos” del modelo de juego adoptado, de forma concreta aunque descontextualizada, a través de
los cuales los jugadores pueden centrar su atención en los aspectos críticos de ejecución, potenciando,
en última instancia, esta parte específica de la organización de juego del equipo. Partimos así del
supuesto que el potenciamiento de estos “fragmentos” puedan transferirse positivamente a otros
ejercicios de cariz más especializado (p.ej.: ejercicios dirigidos).

6. Los jugadores pueden también realizar estos ejercicios de entrenamiento bajo condiciones de
predominancia física. En este sentido, ejecutan constantes desplazamientos en diferentes direcciones e
intensidades y con períodos de descanso dirigidos, que en el final de algún momento de la ejercitación
corresponden a los diferentes ejercicios de carácter general de entreno de la resistencia, velocidad
corta, velocidad resistente, de fuerza rápida, de destreza, de coordinación motora, etc. Ejercicios ésos
tantas veces realizados en el entrenamiento, de forma estereotipada, artificial y totalmente separada de
cualquier contexto situacional relacionado con el juego del fútbol, los cuales tienen un efecto
(transferencia positiva) muy dudoso en el desarrollo de los jugadores, tanto en el plano motor, como en
el plano físico específico enfocado al entreno de este deporte.

5. Limitaciones

Pese a las posibilidades referidas, y debido al hecho de que estos ejercicios de entrenamiento se
realizan en espacios restringidos, para que el entrenador pueda controlar eficazmente su realización, es
importante tener en cuenta seis aspectos con vistas a no desvirtuar los efectos positivos que aporta su
práctica:

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1. No perder mucho tiempo con este tipo de ejercicios de entrenamiento, y, en especial, cuando se
de el caso de que los jugadores tarden mucho en aprenderlos. Es preciso no olvidar que estos ejercicios
no son fundamentales para el entrenamiento del fútbol, ni tampoco para la implantación o desarrollo del
modelo de juego adoptado. Por ello, la construcción de estos ejercicios se debe caracterizar por que
sean de fácil comprensión para los jugadores, tanto la organización como la ejecución. No hemos de
extrañarnos de su momento idóneo de aplicación sea durante el período de calentamiento o entre dos
situaciones o ejercicios que produzcan alta fatiga. En este caso, la aplicación de estos ejercicios,
además de la utilización de los programas motores de soporte y de acción motora en situaciones de
fatiga, buscan también configurar un efecto regulador de los parámetros fisiológicos, creando
condiciones favorables para la práctica del siguiente ejercicio de entrenamiento.

2. Se debe evitar la construcción de ejercicios cuyo contenido sea de elevada complejidad,


ejercicios que pudieran ser muy atractivos para los observadores del entrenamiento, que van a alabar,
erradamente, la competencia del entrenador y poner en cuestión la de los jugadores, debido al elevado
índice de fallos en la ejecución. Es importante insistir en que los jugadores, al ejecutar ejercicios de alta
complejidad, no disfrutan de sus efectos positivos, y nada aprenden sobre la esencia del juego, ni
estarán desarrollando los presupuestos adaptativos que les aportaría una práctica de carácter más
dinámico y próxima a la lógica interna del juego del fútbol o modelo de juego adoptado.

3. Es fundamental en estos ejercicios imprimir un elevado ritmo de ejecución con objeto de


presionar al programa motor, de recrear y de modelar en ciertos aspectos (p.ej.: cuando obligamos a
jugar a un toque) condiciones próximas, iguales o incluso más exigentes que las que se dan en ciertas
fases de la propia competición.

4. Mantener un elevado nivel de concentración y motivación entre los jugadores, factores que
pueden disminuir debido a la fácil comprensión y reducida complejidad con las que estos ejercicios son
construidos. Así, es importante resaltar la importancia de un elevado nivel de concentración mental y de
predisposición óptima para la realización de los ejercicios por parte de los jugadores. La falta de
concentración durante la ejecución de la acción motora o el olvido, por parte de un jugador, del tipo de
desplazamiento (dirección, velocidad, etc.) en un cierto momento, pondría en compromiso el correcto
desarrollo del ejercicio, lo mismo que afectaría a las acciones del resto de compañeros (p.ej.: no saber a
qué compañero pasar el balón o hacia dónde se debe de mover después de haberlo golpeado). Una vez
comprendido y asimilado, es fundamental que la monotonía no se apropie de los jugadores durante la
ejecución de estos ejercicios.

5. Al crearse condiciones de baja interferencia contextual, esto no significa de forma alguna


“aprisionar” a los jugadores en un determinado modelo único de ejecución. Es fundamental, pese a los
condicionantes establecidos por la propia lógica del ejercicio, que cada jugador mantenga “en abierto” la
aplicación de normas decisionales, las cuales permiten generar acciones motoras adaptadas a las
situaciones-problema, aunque éstas se den en pequeña escala y normalmente ya vienen previstas en
este tipo de ejercicio. Para reforzar este argumento, importa no olvidar que cada jugador tiene una
forma personal de expresarse. Así, partiendo del mismo problema planteado por el ejercicio de
entrenamiento, se pueden observar sutiles variaciones de acción motora de respuesta, que tienen su
origen en los estilos individuales de ejecución.

6. Debido al dinamismo y al ritmo que se intenta imponer en la ejecución de estos ejercicios de


entrenamiento, podríamos establecer una componente competitiva que es determinada por el hecho
de contabilizar el número de recepciones, pases, conducciones, etc., fallados por cada jugador o grupo,
a lo cual puede corresponderse con un “castigo o premio” al final de la realización. Las formas
competitivas son un medio esencial para que los jugadores se enganchen al ejercicio, manteniendo
niveles elevados de motivación y viviendo el fondo dramático de una prestación esencialmente: (1)
individual, dentro de un todo colectivo rudimentario; (2) corta en el momento de la relación con el balón,
e intermitente en el tiempo, y, (3) estereotipada, con el fin de aumentar las condiciones de éxito,
evitándose a toda costa la reproducción de errores de ejecución.

6. Momentos

Estos ejercicios de entrenamiento deberán ser usados en diferentes fases de la sesión de


entrenamiento, como sigue:

1. En la preparación preliminar al desenvolvimiento integral de la sesión de entrenamiento


(decimos normalmente “calentamiento”), fase en la cual las tareas y los niveles de exigencia son
reducidos. Los ejercicios descontextualizados se enlazan preferentemente con la parte de preparación
específica de los jugadores para la sesión de entrenamiento, pudiendo establecerse como un “puente”
de transición hacia la etapa principal, en la cual se verifican los mayores niveles de exigencia.

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2. En la introducción de un ejercicio más complejo, cuyo contenido prima una determinada acción
motor específica realizada en la fase principal de la sesión de entrenamiento (p.ej.: sirviendo de base a
la ejecución en la cual se privilegien las acciones de recepción/pase, como es el caso de los ejercicios
de posesión)

3. En el aprendizaje o en el perfeccionamiento de carácter exclusivamente técnico realizado en


cualquiera de las fases de la sesión de entrenamiento, de manera que enfatice un determinado punto
crítico de la ejecución de la acción.

4. En la regularización de los parámetros fisiológicos de los jugadores, en medio de dos


ejercicios de elevada exigencia del ámbito intelectual, motor y físico. Así, se plantea una determinada
actividad con la intención de acelerar los procesos de recuperación, iniciándose el ejercicio subsiguiente
en las condiciones más favorables para su correcta realización.

5. No desenvolvimento da condição física dos jogadores e da equipa utilizando exercícios que


envolvem situações de cooperação e oposição com contacto sobre a bola aliado a tarefas de dominante
exclusivamente físicas (por exemplo: saltar uma ou mais barreiras, sprintar sobre um determinada
distância, contornar uma série de estacas, etc.).

6. Con respecto al emplazamiento en el microciclo semanal de preparación del equipo, la


aplicación de estos ejercicios sería en las sesiones inmediatas tras la competición, reduciéndose su
empleo a medida que nos acercamos al siguiente partido. De todos modos, la utilización de estos
ejercicios, fuera de estos límites temporales, no tiene porqué ser desaconsejada, siempre y cuando se
respeten las limitaciones pertinentes a su aplicación.

7. Organización

Tema 1. Ejercicios de recepción y pase bajo condiciones:

(i) de baja complejidad,

(ii) de media complejidad ,

(iii) de elevada complejidad,

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(iv) básicas de juego,

(v) de dominio de una componente específica de exigencia física.

Tema 2. Ejercicios para el aprendizaje y desarrollo de la acción de conducción del balón:

Tema 3. Ejercicios para el aprendizaje y desarrollo de las acciones de finta y regate:

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Ejercicios para el mantenimiento de la posesión del balón

Concepto

Los ejercicios de entrenamiento para mantener la posesión del balón se establecen como medios
específicos de preparación general de los jugadores y de los equipos. Estos ejercicios son caracterizados
por la creación de condiciones que objetivan resoluciones tácticas de las diferentes situaciones de juego, por
medio de la seguridad. Esto significa la concreción de un esfuerzo colectivo, en la cual el equipo, ante la
imposibilidad de atacar la puerta rival, o no habiendo condiciones favorables para intentarlo, prefiere
mantener la posesión antes que correr el riesgo de “regalarla” al adversario de de forma extemporánea e
irreflexiva.

Objetivos

El objetivo de los ejercicios para el mantenimiento de la posesión es preparar al equipo frente al riesgo
irracional de perderla en forma extemporánea, que algunos jugadores presentan en diferentes situaciones.
Actuando de esta forma malogran todo un esfuerzo colectivo, el que determinó su anterior recuperación,
tanto como todos los procedimientos ofensivos realizados hasta ese momento. Efectivamente, si las
acciones individuales o las circulaciones tácticas utilizadas para la construcción y creación de situaciones de
finalización no resultan fructíferas, se recomienda que las mismas se reinicien, y no que se transformen en
una lotería. En función de un conjunto de circunstancialismos inherentes al propio juego,
independientemente de la dimensión estratégica y táctica del equipo para ese partido concreto, la resolución
de los diferentes contextos situacionales deben prever la imposibilidad temporal de progresar o de atacar la
portería adversaria en condiciones que posibiliten una mínima posibilidad de éxito. En esta línea, no
habiendo o no percibiéndose esas mínimas condiciones, los jugadores deben mantener la posesión,
realizando una temporización del proceso atacante hasta que esas condiciones se reúnan. Así, la
maximalización de este objetivo presupone: (1) resolver los diferentes contextos situacionales evaluándolos
en función del binomio riesgo/seguridad, (2) romper el ritmo del juego adversario, y, (3) mantener la iniciativa
del juego. La aplicación de estos ejercicios de entrenamiento se encamina a crear condiciones favorables
para que todos los jugadores, individual y colectivamente, entiendan que, manteniendo la posesión del
balón, se hace posible:

1. Controlar la direccionalidad y el ritmo de juego. Ese control es posible a través de cambios


continuos de orientación, en función de los espacios y de la organización defensiva del equipo
adversario.

2. Circular la pelota entre los jugadores del equipo. De esta manera es posible: (i) crear
situaciones de juego que contribuyan constantemente a un mejor apoyo a los diferentes intervinientes
con el balón, (ii) aumentar el abanico de opciones de resolución táctica en las diferentes situaciones de
juego con el máximo de eficacia, esto es, aprovechar los ofrecimientos de los compañeros mejor
situados, y, (iii) desequilibrar puntual y temporalmente la organización defensiva del equipo rival.

3. Organizar bloques homogéneos y compactos. La lógica operacional de estos ejercicios


posibilita la continua reconstrucción de las unidades estructurales funcionales, debido a los
desplazamientos de acercamiento y alejamiento al compañero que posee el balón. Así se crean
situaciones de superioridad numérica en el centro del juego ofensivo y minimiza los fallos individuales,
que pueden ser rápidamente corregidos por los compañeros, debido a la continua ejecución de
acciones de apoyo y cobertura, promoviéndose de este modo un elevado grado de solidaridad y
cohesión colectiva. Paralelamente, desde el punto de vista defensivo, se posibilita que los defensas se
concentren en ciertos espacios, facilitando las acciones de marcaje y, consecuentemente, dificultando la
progresión de un hipotético contraataque.

4. Percibir las situaciones de juego. Estos ejercicios implican por parte de los jugadores una
percepción y lectura constante de las situaciones de juego, y la anticipación a las acciones de los
adversarios. Esto significa que en muchos momentos del juego es esencial tomar decisiones que
posibiliten soluciones satisfactorias, más que hacer mejores elecciones pero que necesiten de más
tiempo para pensar sobre la situación y de más esfuerzo para ser realizadas. Hay que hacer un balance

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entre los costes de una toma de decisión y de sus beneficios cualitativos concretos en la resolución
eficaz de la situación en análisis.

5. Privar a los adversarios de la posesión. Privando a los adversarios de la posesión, durante


ciertos períodos de tiempo (más o menos prolongados), se establece la posibilidad de que entren en
crisis de raciocinio táctico, exteriorizando constantemente comportamientos inadecuados a la situación
de juego. Este contexto tiene por consecuencia exponer a los jugadores adversarios a juicios y
decisiones erradas, que irremediablemente determinan respuestas tácticas ineficaces y desadaptadas
(en cuanto al momento de aplicación y de acción elegida) en función de los contextos situacionales de
juego. Aún más, podemos considerar que mantener la posesión del balón determina un menor
reclutamiento de recursos de dominio motor y energético, pudiéndose en este contexto gestionar de
forma correcta los índices de fatiga, que pueden estar substancialmente elevados debido al esfuerzo
producido por los jugadores en busca de recuperar la posesión.

Reglas

Uno de los aspectos fundamentales a tener en cuenta en la organización de los ejercicios para
mantener la posesión es que ésta no es sinónimo de ataque. Efectivamente, es normal referirse a que el
equipo que detenta un mayor tiempo de posesión durante el encuentro, controla el juego, reuniendo
probablemente las mejores condiciones para alcanzar la victoria. Aunque, si analizamos los diferentes
marcos competitivos (incluso a alto nivel), se verifica la existencia de equipos que basan su modelo y
esquema de juego en un fuerte y eficaz bloque defensivo, sacrificando, en este contexto, algunas
oportunidades para atacar, y pese a ello salen victoriosos de sus partidos, durante los cuales: (i) aceptan
estratégicamente el control del juego por parte del equipo adversario, (ii) esperan a que éste cometa fallos
en el plano técnico, táctico y estratégico, aprovechándose de ellos, y, (iii) transforman sus escasas
aproximaciones al área grande del equipo rival en oportunidades de remate, teniendo como consecuencia el
gol. Efectivamente, tener la posesión del balón es un factor importante, para el cual los dos equipos deben
luchar permanentemente. Con todo, su verdadera importancia sólo tendrá sentido si se plasma básicamente:
(1) en el mantenimiento de un determinado tanteador, (2) en el desplazamiento eficaz del balón desde la
zona dónde se recuperó hacia las zonas predominantes de finalización, manteniendo o desequilibrando la
estructura defensiva rival, y, (3) en el ataque efectivo a la puerta enemiga, transformando las oportunidades
de remate en goles.

Las reglas básicas para la construcción de los ejercicios de entrenamiento con vistas al mantenimiento
de la posesión se basan en los siguientes aspectos:

1. Promover el mantenimiento de la posesión. De esta manera se crean situaciones para la


construcción de una consciencia individual y colectiva, que evita el riesgo irracional de perder de forma
inútil la posesión del balón. La pérdida del balón implica infravalorar el esfuerzo colectivo que se hizo
para obtenerlo, además de todo el trabajo creativo realizado desde ese momento. Es por esto que cada
jugador debe entender y concienciarse de su parte de responsabilidad en la concreción de los objetivos
del proceso ofensivo de su equipo (mantener o progresar/finalizar).

2. Establecer blancos/referencias. La conceptualización de estos ejercicios debe establecer


contextualidades situacionales que evidencien constantemente referencias, tales como porterías
(regulares o pequeñas), espacios, postes o banderolas, para que los jugadores puedan siempre que
sea posible, -y es deseable que sea en la mayoría de las ocasiones-, direccionar sus comportamientos
táctico-técnicos. De esta forma se evita que los jugadores repitan y asimilen comportamientos sin tener
como referencia última la portería adversaria.

3. Favorecer la circulación del balón y de los jugadores. La lógica operacional de estos


ejercicios es de favorecer de forma continua y eficaz la circulación del balón y los jugadores, evitándose
al máximo su interrupción. Para eso importa establecer situaciones: (i) de superioridad numérica (p.ej.:
por la utilización de jugadores que pertenecen siempre al equipo en posesión), o, (ii) de ventaja espacial
(p.ej.: determinando espacios de “refugio”, en los que se prohíbe que los defensas presionen a los
atacantes).

4. Determinar objetivos múltiples. El diseño de estos ejercicios puede contener el desarrollo de


objetivos múltiples y sucesivos. En efecto, para que el mantenimiento sea encarado como un medio a
través del que se intenta crear condiciones favorables para alcanzar el objetivo fundamental del juego –
el gol- y no como un fin en sí mismo, se recomienda que los equipos, después de la realización de un
objetivo intermedio, tengan que rematar a puerta para finalizar la acción. Evidentemente que la
concreción de ese objetivo intermedio se une a la necesidad del cumplimiento de mantener la posesión :
(1) durante un cierto tiempo (p.ej.: 30’’), (2) durante una secuencia de acciones (p.ej.: la ejecución de
cinco pases sucesivos sin intervención alguna del rival), (3) conquistando un determinado espacio vital

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de juego (p.ej.: desmarcarse a un espacio, para lo cual es necesario que lleguen simultáneamente a ese
punto el jugador que se mueve y el balón), y, (4) con la norma de que un equipo se relacione
privilegiadamente con un determinado componente (p.ej.: el equipo habrá de sumar una serie de pases
con un compañero que cumple misiones tácticas específicas). La elaboración de ejercicios que
contengan objetivos múltiples (mantenimiento de posesión o finalización) suscita algunos
esclarecimientos suplementarios. No existe tipo alguno de contraindicación o incompatibilidad en la
conceptualización de ejercicios que determinen, en un primer momento, la necesidad de mantener la
posesión, y, a continuación, atacar la puerta rival y concretar un gol. Efectivamente, el hecho de que se
pueda finalizar en gol no cambia necesariamente un ejercicio que se pretende “de posesión” en uno “de
finalización”. Pues al establecerse un objetivo intermedio, que puede pasar, entre otros: por un cierto
tiempo de posesión; por una secuencia de acciones técnicas; por la conquista de un sector específico;
por un intercambio privilegiado con un determinado compañero, etc., significa que las posibilidades de
producirse una situación de finalización disminuyen. Luego, las condiciones iniciales (mantener la
posesión) continúan siendo válidas, pues la prescripción de un objetivo intermedio pueden formularse
de tal manera que la práctica demostrará que serán más las veces en que se registra lucha por la
posesión que las que se concrete en gol. A la inversa, si reducimos los condicionantes iniciales, se
incrementan las posibilidades de remate, disminuyendo lógicamente el tiempo de posesión colectivo. Es
dentro de este binomio de prescripciones que un ejercicio podrá tener como objetivo la posesión, sin
perder nunca de vista la posibilidad de que surja la finalización, manteniendo así intactas las
características y los efectos básicos de este método de entrenamiento y el objetivo lógico del juego (el
gol).

Efectos

En función de un conjunto de circunstancialismos inherentes al propio juego, la resolución de los


diferentes contextos situacionales deben prever la imposibilidad temporal de progresar o de atacar la
portería rival en condiciones que posibiliten un mínimo éxito de las acciones técnicas y tácticas de los
jugadores. En este sentido, no habiendo o no percibiéndose esas condiciones mínimas, los jugadores deben
mantener la posesión de manera que temporice el proceso ofensivo hasta que esas condiciones se reúnan.
Por ello, la maximalización de los efectos de estos ejercicios de entrenamiento presupone:

1. La evaluación del riesgo/seguridad. Los efectos de la aplicación de estos ejercicios de


entrenamiento potencian la resolución de los diferentes contextos situacionales, evaluándolos en
función del binomio riesgo/seguridad. Aquí, el jugador en posesión de balón habrá de percibir y evaluar
pronosticando, de forma realista, cuáles son las ventajas y desventajas, para los objetivos tácticos de su
equipo, que emanarán de la ejecución de éste o de aquel comportamiento. Así, dentro de un abanico de
opciones, es preferible una acción táctico-técnica “de más” a una acción que entregue el balón al
adversario. Luego, una determinada acción táctico-técnica puede no ser la solución ideal para un
momento dado, pero permite al equipo mantener la posesión, que es siempre un aspecto positivo.

2. El romper el ritmo del rival. Operacionalmente, estos ejercicios influyen en el sentido táctico de
los jugadores, en cuanto a que en ciertas situaciones han de romper el ritmo de juego del rival
imprimiendo un ritmo más favorable a su propio equipo, o deben crear una apariencia falsa de ritmo,
para proporcionar seguidamente una acentuación de la iniciativa del ataque. Para que esto se haga
real, es preciso que el balón y los jugadores circulen por el espacio de juego, en forma continua,
estableciéndose diferentes opciones tácticas de resolución de las situaciones que se le aparecen.

3. El sorprender al adversario. Al mantener la posesión del balón se pretende simultáneamente


mantener la iniciativa del juego, para sorprender al adversario, cansarlo físicamente y obligarlo a jugar
sometido a una gran presión psicológica. Aquí se crean condiciones para que se establezca una crisis
de raciocinio táctico, llevando a los defensas a cometer errores en la percepción/análisis de las
situaciones y en la decisión/acción que toman para resolverlas.

Limitaciones

Los ejercicios de entrenamiento de la posesión, cuando son mal construidos o utilizados de


forma exagerada, presentan grandes limitaciones, produciendo a corto o a largo plazo transferencias
negativas de índole motora e intelectual para la evolución del jugador y del equipo. Estos constreñimientos
radican en dos factores esenciales:

1. En el plano individual. La gran mayoría de los ejercicios de entreno para la posesión no


obligan ni alientan a que los jugadores direccionen constantemente sus comportamientos táctico-

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técnicos en función de una referencia fundamental, la que significa la portería rival. Esto significa que
las acciones motoras específicas (recepción, pase, conducción, regate, etc.) son solamente ejecutadas
en función de las limitaciones momentáneas de la situación contextual, independientemente de la
direccionalidad objetiva del juego. Se puede así observar, de forma más sistematizada, por ejemplo la
utilización de recepciones de balón en diferentes direcciones, cuando el objetivo del jugador sería (y de
hecho es) direccionarla constantemente hacia la puerta rival. Pues bien, el uso abusivo de estos
comportamientos disminuye claramente la eficacia comportamental del jugador del jugador y del equipo
en su conjunto, cuando se ve confrontado con situaciones más próximas a la realidad competitiva de
esta modalidad. En efecto, si en el entrenamiento se diluye esta noción de direccionalidad del juego, el
jugador crea en él mismo hábitos inadecuados, que a corto o a largo plazo disminuyen la eficacia de sus
comportamientos, lo mismo que coartan cualquier posibilidad de evolución.

2. En el plano colectivo. La utilización de estos ejercicios de entrenamiento puede provocar en los


jugadores la noción de que el mantenimiento de la posesión de balón es un fin en sí mismo, y no un
medio indispensable para que el equipo pueda concretizar los objetivos establecidos por el método de
juego ofensivo sostenido por el modelo adoptado. Pero esta posible inversión de valores es esencial
que nunca se produzca, pues el fútbol que realice un equipo en esas circunstancias no tiene
profundidad ni objetivo claro. La posesión debe ser utilizada circunstancialmente, cuando el equipo no
puede o no consigue crear de inmediato las situaciones más propicias y favorables para la concreción
del proceso ofensivo. Así, al mantenerse la posesión del balón, se puede continuar teniendo la iniciativa
del juego, sorprender al adversario, cansarlo físicamente y obligarle a jugar sometido a una elevada
presión psicológica. Desde este punto de vista, solamente en situaciones muy específicas, puntuales y
temporales del juego (tales como recuperarse físicamente de un esfuerzo, ganar tiempo para que un
compañero pueda reingresar en el terreno de juego después de ser asistido médicamente, mantener un
resultado numérico estando cerca del final del partido, etc.) es que el mantenimiento de la posesión se
convierte en un fin en sí mismo. Aunque incluso en estas situaciones particulares el mantenimiento de la
posesión debe ser realizada en forma ofensiva, es decir, obligando a los adversarios a desplazarse
hacia espacios de juego más cercanos a su propia portería y nunca dejar de aprovechar cualquier
desequilibrio o distracción del rival para poder obtener gol.

Momentos

Estos ejercicios de entrenamiento deben ser fundamentalmente aplicados en una de las siguientes
partes de la sesión:

1. Al finalizar la etapa de preparación preliminar del equipo para la sesión de entrenamiento


(calentamiento), en la cual las tareas y los niveles de exigencia son reducidas. En este caso, los
ejercicios de posesión se enlazan con la preparación específica de los jugadores para la sesión, siendo
el puente de transición hacia la etapa principal, en la cual se verifican los mayores niveles de exigencia.

2. En la etapa inicial de la parte principal de la sesión, durante la cual se realizan tareas de


aprendizaje y perfeccionamiento de los jugadores y de la organización del juego de equipo. En esta
parte ya se registra una elevada exigencia en términos de eficacia de las acciones táctico-técnicas
realizadas, tanto como de los niveles de empeño físico y mental. La aplicación de estos ejercicios de
entrenamiento en las otras etapas de la sesión es desaconsejada.

3. En cuanto al emplazamiento de la aplicación de estos ejercicios durante el microciclo


semanal, podemos referir que no existen momentos más o menos propicios para su utilización. Así, las
diferencias que se pueden observar entre sesiones de entrenamiento, se refieren más bien al tiempo
durante el cual realizamos el ejercicio (más o menos prolongado) y a la complejidad (espacios y número
de jugadores más o menos próximo a los de competición). A este respecto, lo normal es que a
principios de semana estos ejercicios tengan unas duraciones más alargadas y unas complejidades
menores, y según nos vayamos acercando al partido de competición se vayan haciendo más cortos y
complejos. Aunque el elemento más importante que hay que retener en la construcción de estos
ejercicios es, sin duda alguna, el modelo de juego que se intenta implantar o desarrollar, no debiendo
éste ser desvirtuado a lo largo del microciclo de entrenamiento.

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Organización

Tema 1. Ejercicios para el mantenimiento de la posesión en espacios reducidos:

(1) en superioridad numérica,

(2) en igualdad numérica,

(3) en inferioridad numérica,

(4) con apoyos,

(5) con tres equipos

(6) con objetivos tácticos múltiples.

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Tema 2. Ejercicios para mantener la posesión en espacios reglamentarios:

(1) en superioridad numérica,

(2) en igualdad numérica,

(3) En inferioridad numérica,

(4) Con tres equipos

(5) Con objetivos tácticos múltiples.

(6) Con dominante de carácter físico

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Tema 3. Ejercicios para el mantenimiento de la posesión combinado con los métodos de juego ofensivo
y defensivo:

(1) contra-ataque,

(2) ataque rápido,

(3) ataque posicional

(4) defensa en zona presionante

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Ejercicios en circuito

Concepto

Los ejercicios de entrenamiento organizados en circuito se establecen como medios específicos de


preparación general de los jugadores y de los equipos. Siendo constituidos por un conjunto más o menos
largo de estaciones metodológica y estratégicamente situadas en el espacio de entrenamiento y
diferenciadas por la ejecución de acciones motoras de carácter específico o inespecífico. En función de la
predominancia del tipo de tarea establecida para cada una de las estaciones a realizar, podemos clasificar
los circuitos de entrenamiento de índole eminentemente técnica, táctico-técnica, técnico-física o técnico-
lúdica.

Objetivos

La lógica conceptual de los ejercicios de entrenamiento organizados en circuito pretende situar a los
jugadores en disposición de desarrollar tareas variadas (estaciones), con la intención de alcanzar los cinco
siguientes objetivos:

1. Proporcionar diferentes actividades. Los ejercicios de entrenamiento en circuito establecen un


conjunto de diferentes actividades de carácter eminentemente técnico-física, técnica, táctico-técnica o
técnico-lúdica. En el campo de cada una de estas vertientes, podemos potenciar una forma de
manifestación de una cualidad física (p. ej.: fuerza rápida, capacidad de aceleración, etc.), un
comportamiento técnico (p. ej.: pase, conducción, etc.), un comportamiento táctico-técnico (p. ej.:
situaciones de finalización, de mantenimiento de posesión, etc.) o juegos lúdico-recreativos (p. ej.: tenis-
fútbol, squash-fútbol, etc.).

2. Diferenciar niveles de dificultad y complejidad. Las tareas a desarrollar a lo largo del circuito
de entrenamiento, concretamente en sus estaciones, deben ser construidas interrelacionando, de modo
correcto, diferentes niveles de dificultad y complejidad. Así, aunque las diferentes tareas inherentes a
cada estación deban ser diseñadas de forma que los jugadores las comprendan rápidamente y las
ejerciten con elevadas tasas de éxito, es importante establecer una relación metodológicamente
coherente entre sus diferentes niveles de complejidad y dificultad.

3. Evocar diferentes niveles de exigencia. Paralelamente a los niveles de dificultad y


complejidad, importa, igualmente, establecer diferentes niveles de exigencia en cuanto a la precisión del
comportamiento técnico, la coordinación de las acciones colectivas o del nivel de empeño físico en la
ejecución de las tareas relativas a cada estación. Efectivamente, es fundamental desde el punto de vista
metodológico racionalizar el esfuerzo de los jugadores relacionando períodos de elevada y baja
exigencia. En este sentido, se busca una relación coherente entre períodos de elevada y de baja
exigencia, debiendo evitarse una elevación desmesurada de las exigencias que derivan del circuito en
su globalidad.

4. Fomentar formas de responsabilización individual. Los ejercicios de entrenamiento en


circuito crean condiciones favorables para la responsabilización y autonomía de los jugadores, con
relación a las tareas a desarrollar en cada estación. Efectivamente, la lógica organizativa de estos
ejercicios permite que todos o casi todos los jugadores, simultáneamente, desempeñen tareas
correspondientes a las diferentes estaciones establecidas. De esta manera, el entrenador, aunque
tenga una noción global de cómo se va desenvolviendo del circuito, no tiene un control exhaustivo de
todas las actividades y de todos los jugadores que la ejecutan. En este sentido, la realización de los
ejercicios de entrenamiento en circuito proporciona condiciones únicas para el desarrollo de la
autonomía de los jugadores, asegurándose de este modo un espacio de expresión individual de
adherencia al entrenamiento, respecto a las tareas que ejecutan.

5. Potenciar el trabajo individualizado. El diseño de estos ejercicios proporciona condiciones


organizadas de forma individual (un balón por jugador), para potenciar las capacidades de cada jugador,
o bien en pequeños grupos (entre dos y cinco jugadores). De esta manera, la lógica organizativa de los
ejercicios en circuito posibilita un elevado número de contactos con el balón por unidad de tiempo, o
bien intervenir continuamente en el centro de decisión de las tareas a realizar.

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Reglas

Independientemente de la predominancia del contenido temático establecido en el diseño del circuito de


entrenamiento, es fundamental asumir las siguientes reglas fundamentales:

1. Secuenciar las diferentes estaciones. El alineamiento de las diferentes tareas referentes a


cada estación es el punto de vista fundamental para un correcto diseño de los ejercicios de
entrenamiento en circuito. Desde esta perspectiva, es preciso escalonar las diferentes estaciones,
según criterios de semejanza de las tareas (potenciar efectos de transferencia positiva), de los niveles
de dificultad y complejidad, y también de los niveles de exigencia para su cumplimiento (variando de un
mayor máximo a uno mínimo). Sólo de esta forma se pueden asegurar los efectos que pretendemos
alcanzar con el entrenamiento.

2. Estandarizar las estaciones. Al estandarizar los contenidos inherentes a las estaciones del
circuito de entrenamiento, se está pretendiendo que haya una rápìda comprensión por parte de los
jugadores, tanto como concretizar elevadas tasas de éxito en su ejecución. De esta manera, se
posibilita una correcta potenciación de las acciones motoras específicas y, pararela o secuencialmente,
el desarrollo de las capacidades condicionales de soporte.

3. Manipular las componentes estructurales del ejercicio. El diseño de los ejercicios de


entrenamiento en circuito posibilitan una manipulación de la componente estructural “volumen”, a través
de la aplicación de elevados tiempos de trabajo (el mínimo ha de ser 45’), con el objetivo de activar de
forma óptima y continua los diferentes sistemas biológicos del organismo del jugador, acelerando los
procesos de adaptación desde el corto al largo plazo. Concomitantemente, se establecen diferentes
niveles de intensidad en la ejecución de las tareas, para corresponder a los diferentes potenciales de
perfeccionamiento y desarrollo del jugador, agrandando los niveles de adaptación al esfuerzo por parte
del organismo. Finalmente, posibilita gestionar los tiempos de reposo en cada estación o entre
estaciones. Se evita así que los jugadores lleguen a un estado crítico de fatiga, estableciéndose una
correcta relación (densidad) entre el esfuerzo derivado de la realización de la tarea y el reposo, en
cuanto a su duración (mayor o menor) y a su forma (activa o pasiva).

4. Utilizar diferentes grupos musculares. Debido al gran volumen de trabajo, tanto como por la
aplicación de diferentes niveles de intensidad, es importante que cada estación objetive la utilización de
diferentes grupos musculares. De esta manera, la fatiga producida por haber completado las tareas
inherentes a cada estación es diseminada por el cuerpo del jugador, evitándose elevadas
concentraciones de fatiga en un determinado grupo muscular, que a medio plazo podría constituirse
como factor que imposibilite la continuación de la sesión.

5. Ponderar la utilización de estaciones de control. La organización de los ejercicios de


entrenamiento en circuito puede promover la constitución de estaciones de control/recuperación. De
este modo, los propios jugadores podrán controlar o recuperar de forma pasiva o activa (mediante
acciones motoras específicas o no específicas) de las solicitaciones más intensas de las tareas
precedentes. El uso de estas estaciones posibilita que las tareas que siguen sean realizadas en
condiciones mínimas de fatiga, interfiriendo lo menos posible con los niveles de exigencia y de éxito con
los que éstas deben ser realizadas.

6. Modelar las diferentes tareas. Todas las tareas inherentes a las diferentes estaciones del
circuito deben ser modeladas de acuerdo con la lógica del juego o del modelo de juego que se pretende
implantar o desarrollar. Efectivamente, las tareas de índole técnica y física deben corresponder a las
exigencias de una concepción de juego predeterminada, optimizando así el proceso de entreno. De este
modo es posible orientar la práctica en una direccionalidad específica e inteligible, creándose
escenarios substanciales y significativos del juego.

7. Crear estados mentales positivos. Debido a la duración de los ejercicios de entrenamiento en


circuito, es fundamental que se promuevan estados mentales positivos, de forma que se eviten
situaciones de monotonía durante la sesión. Es importante dar gran valor a la motivación, la
concentración mental y la predisposición óptima para la realización de estos ejercicios. Hay que tener
presente que la reiteración y la reducida complejidad de la mayoría de las estaciones pueden elementos
que conduzcan a un menor desempeño e interés en su ejecución.

8 Optar por un determinado perfil de circuito. El diseño de los ejercicios de entreno en circuito
posibilita que el entrenador, para un mismo tiempo de trabajo, pueda optar por uno de los dos siguientes
niveles básicos de organización: (i) circuitos cortos; concentran un menor número de estaciones y,
consecuentemente, un menor número de tareas a desempeñar, siendo más reiterativos, y, (ii) circuitos
largos, que contienen mayor número de estaciones, una mayor diversificación de las tareas y una
menor repetitividad de las mismas.

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Efectos

Los efectos derivados de la aplicación de los ejercicios organizados en circuito se basan principalmente
en los siguientes aspectos:

1. Concentración. Los jugadores pueden concentrarse de forma aislada: (1) en el programa motor
de soporte a la ejecución de una acción técnica dada (p. ej.: conducción, pase, etc.) en situaciones
contextuales de baja complejidad, o, (2) en la manifestación de una capacidad condicional dada, como
por ejemplo: fuerza rápida (saltar vallas), fuerza resistente (flexión/extensión de brazos, abdominales,
etc.), capacidad de aceleración, o resistencia anaeróbica aláctica y láctica.

2. Repetición. Los jugadores podrán repetir las acciones de forma secuencial (continua) o temporal
(por tiempos o por repeticiones). De esta forma se benefician de un cuadro de resistencia específica
importante, con la cual se crean bases para soportar esfuerzos de mayor exigencia.

3. Modelado. Los jugadores podrán efectuar estaciones de entrenamiento que recreen condiciones
más o menos próximas a la competición o al modelo de juego adoptado (p. ej.: ejercicios de finalización
con o sin oposición, de posesión, juegos sobre dos porterías no reglamentarias, etc.)

4. Racionalización. Los jugadores se benefician, si las estaciones son organizadas de forma


correcta, de un esfuerzo racionalmente repartido por los diferentes niveles de exigencia desarrollados
en la ejecución de las diferentes tareas, los cuales tienen repercusiones de carácter positivo en los
procesos de adaptación a corto y a largo plazo.

5. Contextualización. Los jugadores conocen, para la mayoría de las estaciones, el cuadro


situacional y las respuestas que han de adoptar para su resolución (baja interferencia contextual) en
condiciones de elevada frecuencia y reiteración, manteniendo así niveles de éxito aceptables.

6. Potenciación. Los jugadores potencian formas de autodisciplina, autocontrol y autoevaluación


de su desempeño en las tareas en las que están inmersos.

Condicionantes

Independientemente de los efectos positivos de la aplicación de los ejercicios de entrenamiento


organizados en circuito, es relevante también evidenciar los aspectos que pueden desvirtuar
irremediablemente su uso:

1. Establecer volúmenes de entrenamiento correctos. El establecimiento de un volumen


correcto crea condiciones favorables para concretarse en adaptaciones funcionales positivas,
evitación de la monotonía y desinterés

2. Promover diferentes estaciones. Las tareas inherentes a las diferentes estaciones deben
ser caracterizadas por su fácil comprensión, cuya aplicación determine elevados niveles de acierto,
para mantener altos grados de motivación.

3. Mantener un ritmo ajustado. La utilización de este tipo de ejercicios debe recrear en las
diferentes estaciones programadas recrear condiciones similares al juego o al modelo de juego
adoptado. Por ello es importante que se establezcan tareas de desarrollo motor específico variando
entre puntos altos (elevada exigencia) y bajos (recuperación activa).

4. Atender a un elevado nivel de concentración y motivación. La operacionalidad de estos


ejercicios debe mantener a los jugadores en elevados niveles de concentración y motivación, que
podrá disminuir por causa de la reducida complejidad de los ejercicios inherentes a cada estación y
a su fácil comprensión, creando situaciones que lleven a los jugadores a “desconectarse” de la
sesión de entrenamiento.

5. Dividir correctamente el grupo de jugadores. La lógica de los ejercicios de entreno en


circuito es que todos los jugadores estén activos en forma simultánea. Por tanto, y especialmente
en su inicio, hay que situar a los jugadores en las diferentes estaciones del circuito, para que no
surja la posibilidad de jugadores en espera, debido a aglomeraciones mientras se completan las
tareas inherentes a una estación determinada.

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Momentos

Los ejercicios de entrenamiento organizados en circuito deberán ser utilizados fundamentalmente en


dos etapas de la sesión de entrenamiento:

1. En la preparación preliminar de los jugadores para la continuación integral de la sesión de


entreno (normalmente llamada “de calentamiento”). En este sentido, en caso de que los jugadores no
conozcan completamente las diferentes tareas a desempeñar en el circuito, se pueden utilizar los
minutos de carrera continua no sólo para una preparación fisiológica previa al esfuerzo subsiguiente,
sino también para reconocer el circuito, y así los jugadores, al mismo tiempo que trotan, van
entendiendo e identificando las tareas a realizar en cada estación.

2. En la fase inicial de la etapa principal de la sesión de entreno, durante la cual se desarrollan


factores de perfeccionamiento de las acciones técnicas y del desarrollo de los factores condicionales
(fuerza, velocidad, resistencia, etc.). La aplicación de estos ejercicios de entrenamiento no son
aconsejados para otras partes de la sesión de entrenamiento.

La colocación de los ejercicios de entrenamiento en circuito, en lo que se refiere al microciclo de


preparación, debe ser fundamentalmente en el primer o segundo día de trabajo tras la competición,
siendo totalmente desaconsejado el utilizarlos en las otras sesiones de la semana.

Organización

1. Los circuitos técnico-físicos.

2. Los técnico/táctico-físicos.

3. Los técnico/tácticos-técnicos.

4. Los técnico-recreativos

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Ejercicios lúdico-recreativos

Concepto

Los ejercicios de entrenamiento lúdico-recreativos se establecen como medios específicos de


preparación general de los jugadores y equipos. Tal como el nombre indica, promueven tareas de carácter
lúdico y recreativos de manera que contribuyan al perfeccionamiento técnico, al fortalecimiento del espíritu
de equipo y crean condiciones para minimizar las tensiones que derivan de situaciones pre- o post-
competitivas.

Objetivos

Los ejercicios lúdico-recreativos pretenden colocar a los jugadores en situaciones que permitan alcanzar
los siguientes objetivos:

1. Modelar tensiones. La práctica de estos ejercicios objetiva la modelación de las tensiones que
derivan de la competición deportiva. No nos ha de extrañar que la colocación más frecuente de estos
ejercicios, con respecto a la planificación, sea en las sesiones anteriores o posteriores a la realización
de la competición oficial.

2. Recuperar de forma activa. La aplicación de estos ejercicios objetiva, igualmente, la recuperación


de forma activa de sesiones o de juegos de entrenamiento en los que los jugadores hayan sido
expuestos a un esfuerzo que determinara la acumulación de elevados niveles de fatiga.

3. Proporcionar estados mentales positivos. La operacionalidad de los ejercicios lúdico-recreativos


induce la creación de condiciones mentales y psicológicas de carácter positivo para la realización de
una sesión de entrenamiento, quizá con características más monótonas o que impliquen el
perfeccionamiento de aspectos de organización del equipo considerados menos eficaces.

4. Potenciar el espíritu de equipo. La práctica de estos ejercicios facilita la aproximación mutua de los
jugadores, potenciando y fortaleciendo un clima positivo dentro del grupo de trabajo (equipo),
fomentando relaciones personales y fortaleciendo otras.

5. Reforzar la seriedad. Estos ejercicios en la práctica evidencian la necesidad de que los jugadores
sean leales, responsables, solidarios, esforzados, etc., en aquello que se ejecuta, aunque sea en
condiciones de diversión, en los cuales el nivel de exigencia es mínimo.

6. Fomentar el perfeccionamiento motor. Los ejercicios lúdico-recreativos de entrenamiento fomentan


condiciones de perfeccionamiento y de destreza motora. Este hecho es determinado por la ejecución de
ejercicios en condiciones no habituales y libres de la presión determinada por la exigencia de no poder
fallar.

Reglas

Las reglas para la construcción de ejercicios lúdico-recreativos deben pasar por dos aspectos
esenciales:

1. Elementos estructurales. Los ejercicios lúdico-recreativos son construidos a partir de dos


elementos estructurales:
(1) De adaptaciones derivadas de contextos situacionales reales del juego del fútbol, pero
realizadas bajo un menor nivel de exigencias (p. ej.: de ejercicios descontextualizados de
entrenamiento del pase, del cabeceo, etc.)

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(2) Del funcionamiento reglamentario de otras modalidades deportivas, tales como el tenis, el
balonvolea, el balonmano, el baloncesto, el squash, etc., de las cuales se extraen los elementos
estructurales de base y se adaptan a las condiciones del fútbol.

2. Elección de los equipos o de los compañeros. Concomitantemente con las reglas utilizadas
para disponer los diferentes ejercicios que constituyen estos ejercicios de entrenamiento, es importante
evidenciar también cómo formar los diferentes equipos, que puede pasar por la libre elección de los
jugadores, por la utilización de dos o más jugadores que eligen su equipo, o por diferentes formas “no
oficiales”. En este ámbito, el entrenador podrá, si está atento, verificar en el plano social:
(1) Las relaciones. La elección de los colegas para la realización del ejercicio posibilita, con
frecuencia, el análisis de relaciones personales más fuertes entre las que existen entre los
jugadores, las cuales, a su vez, fomentan o no la formación de grupos más reducidos dentro del
propio equipo.
(2) Las rivalidades. El clima deportivo en el que estos ejercicios son realizados, permite
observar rivalidades de carácter positivo o negativo entre los jugadores y entre grupos de jugadores
dentro del seno del equipo.
(3) Las personalidades. Debido al reducido nivel de exigencia en el que se desenvuelven
estos ejercicios, sobresalen de forma más natural las personalidades de los diferentes jugadores.
Así, es normal que se puedan observar los más individualistas y egoístas, o los más responsables y
grupales.
(4) Las voluntades. La operacionalidad de estos ejercicios hace sobresalir a los jugadores que
se implican activa y profundamente y a los que nunca están predispuestos para entrenar,
independientemente del contenido de cada ejercicio, de cada método o de cada sesión práctica de
entrenamiento.

Efectos

Básicamente, la aplicación de los ejercicios lúdico-recreativos para entrenamiento objetivan los


siguientes efectos fundamentales:

1. Controlar. Los jugadores tienen la posibilidad de manipular, en sentido positivo, los diferentes
niveles de tensión psico-emocional que derivan de las situaciones pre- o post- competitivas.

2. Fomentar. Los jugadores están bajo el dominio de diferentes formas de recuperación activa,
utilizándose acciones motoras específicas e inespecíficas en ambientes de menor exigencia y desgaste
físico.

3. Potenciar relaciones. Los jugadores se enfrentan a situaciones a partir de las que se fomenta el
surgir de relaciones personales fuertes y se refuerzan las ya existentes.

4. Proporcionar positividad. Los jugadores construyen climas de carácter positivo dentro del
equipo, para la realización de las diferentes tareas inherentes a la sesión de entrenamiento.

5. Posibilitar. El perfeccionamiento motor específico, sin que ello sea una exigencia prioritaria en la
realización, se desarrolla en un ambiente muy favorable.

Limitaciones

Los diferentes aspectos que se señalan con respecto a los objetivos de estos ejercicios sólo podrán ser
rentabilizados con efectividad si son aplicados juiciosamente, respetando los siguientes detalles:

1. No banalizando sus efectos. Una aplicación sistemática y prolongada de estos ejercicios de


entrenamiento producen efectos, como lo hace cualquier tipo de ejercicio; no existen ejercicios inocuos.
Luego, se pueden observar: (1) modificaciones positivas o negativas con relación a los programas
motores de soporte a las acciones táctico-técnicas de resolución de situaciones de juego, y también (2)
posibles lesiones de carácter muscular y articular, y, (3) un elevado gasto energético que puede
comprometer el resto de la sesión de entrenamiento o el partido de competición.

2. No confundiéndose con lo que han de ser los medios fundamentales de entrenamiento. Es


importante tener presente que la alegría, la forma desinhibida y el empeño que normalmente muestran
los jugadores en la realización de estos ejercicios, no debe hacernos olvidar que su riqueza con
respecto a la especificidad de la lógica del fútbol o del modelo de juego adoptado es mínima. Los

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medios de soporte de estos ejercicios lúdico-recreativos son y serán medios generales de ayuda al
entrenador y jugadores para minimizar tensiones, crear espíritu de equipo y corregir algunas
deficiencias de carácter eminentemente técnico.

3. No prolongándolos demasiado en el tiempo. Una aplicación prolongada en el tiempo de la


sesión de entrenamiento crea condiciones para un gasto energético y nervioso elevado, que deriva de
que los jugadores suelen mostrar una elevada predisposición para su práctica. Efectivamente, debemos
considerar la posibilidad de que los jugadores, pasadas incluso más de 24 horas, sientan aún cierto
cansancio causado por la utilización de estos ejercicios de entrenamiento.

4. No desvirtuando sus verdaderos fines. Estos ejercicios se enfocan a la recreación, a la


recuperación y a la diversión. Queremos decir con esto que cuando en la aplicación de estos ejercicios
de entrenamiento se verifique que se están desarrollando con demasiada seriedad, agresividad y
competitividad, será el momento de concluirlos, aunque el tiempo planeado para su ejecución aún no se
haya completado.

5. No exteriorizando en demasía las rivalidades. El hecho de que estos ejercicios sean


realizados en climas poco exigentes, no debe ser excusa para que surjan condiciones en las que se
puedan exteriorizar rivalidades de carácter negativo que puedan latir en el seno del equipo. Pues
evidentemente es importante no olvidar que uno de los objetivos fundamentales en la aplicación de este
tipo de ejercicios de entrenamiento es el fortalecimiento del espíritu colectivo del equipo. Así, cuando se
verifica una exteriorización negativa en este apartado, han de establecerse estrategias para que el
entrenador haga sentir su liderazgo, y no evadirse, dejando simplemente que transcurra libremente la
ejecución de los ejercicios de entrenamiento. Las estrategias a considerar pasan por la alteración de la
composición de los equipos, el establecimiento de reglas un poco más restrictivas, creación de un
ambiente más serio, respetuoso y disciplinado, etc. Si no se hiciera así, la aplicación de estas tareas ya
no tendría sentido alguno.

Momentos

Durante la sesión de entrenamiento. Estos ejercicios de entrenamiento pueden ser aplicados


(dependiendo de los objetivos de la sesión) entre la parte preparatoria y la parte principal, que en estos
casos contienen tareas con niveles de exigencia muy bajos. También es posible elaborar sesiones de
entrenamiento con volúmenes muy reducidos, y cuyo contenido total sea formado solamente por este tipo de
situaciones. Es importante, por último, hacer referencia a que la aplicación de estos ejercicios de
entrenamiento, por el hecho de que tengan un carácter lúdico-recreativo, no implica que escapen a las
condiciones metodológicas que deben regir en todos los demás ejercicios, como es realizar un
calentamiento previo en función del esfuerzo que se vaya a desarrollar. En estas circunstancias, existe la
tendencia a pensar de que, por el hecho de que van a realizarse ejercicios lúdico-recreativos, no se hace
necesaria la aplicación de otros ejercicios que preparen a los jugadores para ese tipo de esfuerzo. Ser
lúdico-recreativo no significa que cualquier nivel de preparación de los jugadores sirva para cumplir con sus
grados de exigencia. Luego importa no olvidar que muchas de las leves y graves lesiones surgen por la falta
de preparación de los jugadores con vistas a la realización de cualquier tipo de esfuerzo, sea éste de
naturaleza fundamental o de naturaleza lúdica. Así, el hecho de ser lúdico-recreativo no implica que no
habrá posibilidad de contraerse algún tipo de lesión. Al contrario, en un ambiente más relajado e informal,
mayores serán las posibilidades de contraer diferentes tipos de lesión, con varios grados de importancia.

En el microciclo de entrenamiento. En lo referente a la aplicación de estos ejercicios durante el


microciclo de preparación, éstos deben básicamente emplazarse en la sesión de entrenamiento anterior o en
la inmediatamente posterior al partido. Su utilización fuera de este contexto solamente debería producirse
por el hecho de la existencia de sesiones dobles, en las que la concentración de la fatiga en los jugadores es
elevada, aconsejando entonces la utilización de formas lúdicas de recuperación activa.

Organización

Existe un largo número de medios que satisfacen las condiciones estipuladas para los objetivos, reglas
y efectos de los ejercicios lúdico-recreativos. En virtud de este hecho, no es fácil establecer una
sistematización lógica y coherente de estos ejercicios. Por ello, desarrollaremos aquéllos que son más
utilizados y, también, más apreciados.

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3º.- EJERCICIOS ESPECÍFICOS DE PREPARACIÓN

La manifestación de un elevado nivel de rendimiento deportivo, tanto por parte de los jugadores como
del equipo, es sostenido por los efectos de la aplicación regular, racional y metódica de ejercicios de entreno
caracterizados por su especificidad, que posibilitan adaptaciones funcionales constantes, permanentes y
duraderas. La especificidad de los medios de entrenamiento son la orientación y tendencia fundamental del
entrenamiento, actualmente. Este hecho de innegable impacto obliga a la reorganización de las prioridades en la
conceptualización y aplicación de los ejercicios de entreno. En la perspectiva de la Teoría y Metodología del
Entrenamiento, podemos definir la especificidad como una cualidad compleja y constitutiva de una subdivisión
pormenorizada a partir de la globalidad de los ejercicios, que se distinguen unos de otros por que ejercen una
determinada función específica y objetiva, que sólo a éstos es común. La especialización comprende todas las
adaptaciones estables, adquiridas por el organismo, conseguidas a través de la especificidad de las condiciones
y contextos situacionales propios del juego futbolístico, y en consonancia con la implantación y desarrollo del
modelo de juego adoptado. En otras palabras, el ejercicio específico de entrenamiento se enfoca
fundamentalmente a la potenciación de un mayor efecto de transferencia del proceso de entreno con vistas a
competir, teniendo como elemento central el modelo de juego adoptado por el entrenador. Algunos autores,
erróneamente, confunden la especificidad con una manifestación reduccionista del juego y de falta de
interdisciplinaridad. Es al contrario, la especificidad es un fenómeno racional e inteligible, que resitúa el proceso
de entrenamiento en interacción con las exigencias de la competición y del modelo de juego adoptado. Luego, la
especificidad tiene un amplio espectro, en el sentido de la aplicación de los medios de entrenamiento/enseñanza
del juego, manteniendo los presupuestos (guías) a través de los cuales fue conceptualizado, y en relación a
aquello que objetivamente se pretende alcanzar. Los ejercicios específicos se basan en un conjunto de ideas,
actitudes y comportamientos enfocados al modelo de juego preconizado, y que dirige y regulariza –en el sentido
útil de la acción– el trabajo individual y colectivo del equipo. Se establecen, de este modo, como medios de
causa y visionamiento continuo del futuro siempre en construcción, en busca del cual se pueden utilizar
diferentes caminos, no reduciéndolos a una simple y exclusiva forma de trabajar. En los distintos ámbitos de
nuestra vida social y profesional se observa una creciente tendencia hacia la especialización. Esta tendencia es,
naturalmente, visible en la misma proporcionalidad para las diversas didácticas y metodologías que basan los
procesos de entrenamiento de las diferentes modalidades deportivas en el máximo nivel de rendimiento. En
concreto, un grupo de practicantes de una determinada modalidad se distingue de otros practicantes de otras
modalidades por un carácter que les es específico, y que sólo a éstos es común y aplicable. Si admitimos que el
único medio para alcanzar un determinado estado de entreno es realizar cotidianamente ejercicios, se deduce
que las características que muestra el estado de forma del jugador serán el resultado de las adaptaciones
determinadas exclusivamente por las condiciones y contextos situacionales específicos del entrenamiento que ha
realizado. Por todo ello, podemos afirmar que la especificidad del entrenamiento viene dada por la especificidad
de los ejercicios que se hayan empleado. Por tanto, una correcta selección y sistematización del enfoque del
entrenamiento se traducirá, obligadamente, en un aumento de las capacidades de respuesta a las situaciones
que se darán en el entrenamiento y en la competición. El rendimiento deportivo es función de la especificidad de
los ejercicios de entrenamiento utilizados. Es decir, un determinado ejercicio de entrenamiento será soportado
durante un tiempo más largo y con un mayor nivel de exigencia por un jugador mejor entrenado que otro o que
un individuo no entrenado. En este ámbito, también se tiene en consideración que, de partida, existen diferencias
biológicas, fisiológicas, motoras e intelectuales entre el estado de una misma persona, si se encuentra o no
entrenada, presuponiéndose consecuentemente que esta diferencia explica la mayor parte de las causas que
determinan un aumento de la capacidad de rendimiento. La funcionalidad específica de los diferentes sistemas
orgánicos del jugador, traducidas en sus prestaciones deportivas, son condicionadas por “presiones adaptativas”
específicas, determinadas por la realización de ejercicios específicos, la cual significa, a su vez, la realización de
sesiones de entrenamiento específicas. En este campo, la creciente tendencia y orientación fundamental de la
Teoría y Metodología del Entrenamiento Deportivo para una elevada especialización se basa en el hecho de que
ésta es esencial para potenciar y maximizar los éxitos y los altos rendimientos, tanto a nivel individual como
colectivo. El organismo responde a los estímulos externos con transformaciones adaptativas solamente cuando
éstas son objetivamente necesarias. En efecto, un nivel más alto de rendimiento solamente se alcanzará por
medio de sistemas funcionales que tengan capacidad de satisfacer las exigencias que de ahí deriven.

Niveles de complejidad de la lógica del juego

Los ejercicios específicos deben ser el núcleo central de la preparación de los jugadores, teniendo
siempre en consideración las condiciones estructurales en las que se verifiquen las diferentes situaciones del
juego. “Aprender a jugar equivale a acumular experiencias en las situaciones fundamentales del juego” (Dietrich,
1978). Así, sólo los ejercicios que derivan de la contextualidad situacional del juego son los que posibilitan
mantener la “tensión dramática” del propio juego. Luego, los ejercicios específicos han de ser construidos de
forma que los jugadores sientan que derivan realmente de la lógica estructural del fútbol y/o del modelo de juego
adoptado. Para que los ejercicios específicos se ajusten convenientemente al nivel de formación deportiva del
jugador es básico que establezcan diferentes niveles que coincidan con la realidad competitiva o con el modelo

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de juego, teniendo siempre presente su objetivo final, esto es, el gol, al cual se llega ineludiblemente a través de
remates. En función de los diferentes presupuestos estructurales, podemos establecer tres niveles de
complejidad del juego:

1. Primer nivel. Los ejercicios específicos se caracterizan por la acción ofensiva de uno o más atacantes,
que desarrollan las acciones, incluida la finalización, sin oposición defensiva. Los ejercicios de este nivel de
complejidad del juego se construyen con uno o más atacantes, y sobre una portería.

2. Segundo nivel. Los ejercicios específicos de entrenamiento se caracterizan por la acción ofensiva de uno
o más atacantes que desarrollan sus acciones y finalizan sobre una portería, ya con la oposición de
defensas, que pueden estar en inferioridad, igualdad o superioridad numérica.

3. Tercer nivel. Los ejercicios específicos se caracterizan por el hecho de que utilizamos dos porterías, lo
cual implica que los circunstancialmente atacantes, de perder el balón, habrán de pasar a actuar
defensivamente. Los ejercicios de este nivel implican comportamientos táctico-técnicos defensivos y
ofensivos, simultánea y alternativamente.

Ejemplos de ejercicios específicos de preparación

En función de los diferentes niveles de complejidad de los juegos establecidos, podemos referenciar en
una misma medida tres tipos de ejercicios específicos de entrenamiento para cada uno de esos niveles: (i)
ejercicios específicos de juego sin oposición sobre una portería, (ii) ejercicios específicos de juego con oposición
sobre una portería y (iii) ejercicios específicos de juego con oposición sobre dos porterías.

1. Ejercicios específicos de juego sin oposición sobre una portería. Estos ejercicios se construyen a
partir de que uno o más atacantes conduzcan el balón o la circulen entre sí, y rematan a puerta cuando
llegan a zonas favorables a la consecución del gol, en función de los ángulos y distancias propuestas. Una
vez realizado el remate y la acción finalice (con éxito o no), el ejercicio se reinicia con los mismos u otros
atacantes.

2. Ejercicios específicos de juego con oposición sobre una portería. Estos ejercicios se construyen con
uno o más atacantes, que conducen o se intercambian pases, superando continuamente las dificultades que
planteen los defensores, y cuando llegan a situación propicia rematan, con vistas a concretar el objetivo del
juego. Tras marcarse gol, o bien tras robo de balón por parte de los defensores, se interrumpe el ejercicio,
para recomenzar con los mismos o con otros atacantes. No existe la posibilidad de que los defensores, si
roban balón, puedan a su vez hacer gol.

3. Ejercicios específicos de juego con oposición sobre dos porterías. Estos ejercicios son, en realidad,
un traslado del juego real. Se construyen con uno o más atacantes, que desenvuelven un conjunto de
acciones ofensivas para atacar la portería contraria. Si pierden la pelota, los hasta ese momento defensores
pasarán a atacar la puerta rival. El ejercicio se practica en función de tiempo o de llegar a determinado
número de goles.

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Fórmulas de base de los ejercicios específicos de preparación

Consonante con el establecimiento de los niveles de complejidad del juego, podemos conceptualizar
diferentes fórmulas básicas para cada uno de los niveles descritos: (i) ejercicios específicos de juego sin
oposición, sobre una puerta, (ii) ejercicios específicos de juego, con oposición y sobre una puerta, y, (iii)
ejercicios específicos de juego, con oposición, y sobre dos porterías.

1. Ejercicios específicos de juego, sin oposición, sobre una portería. La fórmula básica de este tipo de
ejercicio es el 1x0, 2x0, 3x0, etc. La amplitud de esta fórmula puede alcanzar hasta el máximo estipulado por
el reglamento (10x0+Portero). Entre límites mínimo y máximo, se pueden crear un número ilimitado de
ejercicios, con diferentes situaciones contextuales, de manera que se adapte el ejercicio a las capacidades
de los jugadores y a los objetivos que la sesión pretende conseguir. Por tanto, en función del número de
atacantes, el espacio de juego en el que se prevé que esas situaciones acontecen durante la competición,
incluso haciendo similares los factores condicionales (resistencia, velocidad, etc.) y los de orden táctico-
técnico, de manera que se potencien comportamientos motores específicos del juego, a través de
situaciones específicas. Para ello se pueden crear una serie de condicionantes para la ejecución de este tipo
de ejercicios, como pueden ser:

A. Factor tiempo. Informar que el ejercicio está limitado en el tiempo, y si en ése no se consigue
finalizar, ya no habrá opción.

B. Factor espacio. Demarcar objetivamente los espacios de acción de los jugadores, lo que determina
una mayor capacidad técnica de los jugadores, individualmente considerados. Se pueden disponer,
también, espacios más amplios; ello va en función de las capacidades del equipo/jugadores.

C. Factor técnico. Fomentar situaciones con la ayuda de ejercicios que incluyan obstáculos inmóviles
que es obligatorio contornear antes de poder finalizar. O finalizar inmediatamente a que suceda “algo”,
como por ejemplo un golpe de silbato (factor sorpresa). Esta condición obliga a los jugadores a que
estén preparados en cualquier momento en términos de equilibrio, coordinación, relación con el balón,
para que cuando esa situación ocurra puedan responder con exactitud.

D. Factor comunicación. Potenciar la necesidad de que se den un número determinado de pases


antes de que se pueda finalizar.

E. Factor estratégico/táctico. Crear condiciones de “presión”, colocando un defensa que se mueve


constantemente como “sombra” del atacante, interponiéndose entre éste y el objetivo a alcanzar (la
portería)

Mediante esta fórmula básica es factible establecer una panoplia de situaciones contextualmente
correcta, ya que recrean ambientes cuya estructura deriva del cuadro competitivo específico. Incluso las
fórmulas máximas (10 contra 0+Portero), por extraño que parezcan, son fundamentales para el afinamiento
de las diferentes circulaciones tácticas ofensivas, de manera que ajusten convenientemente el
comportamiento motor de cada jugador, en cada momento de la situación, lo cual tendrá una función
fundamental en el engarce, sincronización, ritmo y eficacia que el proceso ofensivo busca concretar.

2. Ejercicios específicos de juego con oposición, sobre una portería. La fórmula base de este tipo de
ejercicio es el 1x1, 2x1, 3x1, 3x2, etc. La franja de variación de esta fórmula básica potencia la construcción
de un número ilimitado de ejercicios que se construyen teniendo presente la posibilidad de que se juegue en
igualdad, superioridad o inferioridad numérica, con vistas a valorizar una determinada capacidad.
Transcurren en un espacio en el que, en función del número de jugadores, se prevé que puedan darse en
torno a una portería. Este tipo de ejercicios específicos determina un dualismo muy claro entre jugadores en
actitud ofensiva (los poseedores del balón) y jugadores en defensa. Así, tras concretarse el objetivo del
ejercicio (conseguir gol), o bien tras surgir pérdida de balón por parte del grupo atacante, no se permite que
los defensas pasen a atacar, y el ejercicio recomienza con los mismos o diferentes atacantes. Estos
ejercicios son fundamentales para:

A. Aumentar la capacidad de duelo. Estas situaciones de 1x1 entre los jugadores son consideradas,
por muchos autores, como la célula base de los juegos deportivos colectivos. Es a través de estas
situaciones como los jugadores desarrollan los procedimientos técnicos individuales básicos para jugar
al fútbol.

B. Posibilitar jugar en superioridad numérica. Los ejercicios en superioridad numérica posibilitan y


facilitan las conexiones ofensivas y la creación de espacios en situaciones propicias para la finalización.

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C. Mejorar la ejecución de combinaciones tácticas. De carácter simple, directas (“paredes”) e


indirectas entre dos o tres jugadores, de forma que se resuelvan situaciones momentánea de juego y se
creen ventajas en términos espaciales y temporales, para la consecución de los objetivos del juego.

D. Seleccionar misiones tácticas específicas dentro del sistema de juego. Estas situaciones de
entrenamiento tienen como finalidad elevar la prestación deportiva de un jugador o de un grupo de ellos
(sector de juego), en contextualidades próximas a la realidad del juego, y que implica la reproducción de
acciones táctico/técnicas similares, en lo que se refiere al espacio y condiciones de ejecución (velocidad
y presión defensiva ejercida por los rivales).

E. Potenciar diferentes sectores del sistema táctico (defensa, ataque, etc.). Estos ejercicios crean
condiciones favorables para: (1) la comprensión de las situaciones de juego (establecimiento de un
lenguaje común), (2) la sincronización y coordinación de las acciones motoras de los jugadores, y, (3) el
ritmo y cadencia de esos comportamientos.

F. Fomentar una dirección y sentido de los comportamientos motores de los jugadores. La


ejecución de estos ejercicios debe correlacionar constantemente todas las acciones individuales y
colectivas de los jugadores, para que éstos tengan siempre un sentido práctico en relación al objetivo
del ejercicio (la finalización). Es básico que los jugadores tengan el “sentido de la portería rival”.

G. Proporcionar situaciones de finalización. Estos ejercicios deben situar a los jugadores ante
situaciones continuas de evaluación, en las que propicien finalizaciones con elevadas probabilidades de
éxito, a través de condiciones favorables o de sorpresa, las cuales se pueden crear con su ejecución.

H. Condicionar actitudes de carácter ofensivo y defensivo por parte de los jugadores.


Precisamente por el hecho de que el ejercicio finalizará en el momento en que haya pérdida de balón,
se manifiesta muy importante para los jugadores en posesión que respeten los mecanismos
conducentes a mantenerla, y para los que están en defensa, que se concentren intensamente en los
mecanismos que permiten hacerse con la pelota.

3. Ejercicios específicos de juego con oposición sobre dos porterías. La fórmula base de este tipo de
ejercicio es de Port.+1 vs. 1+Port; Port.+2 vs. 2+Port.; Port.+3 vs. 3+Port., etc. La amplitud de esta fórmula
alcanza su máximo en el modo Port.+10 vs. 10+Port. De esta fórmula básica se establece la posibilidad de
construir un número ilimitado de ejercicios específicos, a través de los que los jugadores desarrollan, además de
los comportamientos fundamentales del fútbol, la potenciación de actitudes de ataque y defensa de forma
continua, en función de la recuperación y la pérdida de la posesión del balón. Con estos ejercicios aumentamos
su grado de identidad, aproximándonos así a la lógica interna del juego de fútbol o del modelo de juego
adoptado, a través de la materialización de dos grandes grupos de ejercicios: (A) juegos con un número reducido
de jugadores, y (B) juegos de entrenamiento.

A. Juegos con un número reducido de jugadores. Estos ejercicios específicos de preparación son
construidos de manera que se adecue un número reducido de jugadores, en función de un espacio y de
un tiempo dados, con la intención de potenciar un mayor número de contactos con el balón, de finalizar
más veces, y de alternar constantemente las actitudes de ataque y defensa.

B. Juegos de entrenamiento. Estos ejercicios específicos de preparación son especialmente


elaborados para reproducir lo más simplemente posible las condiciones de competición, en términos de
número (Port.+10 contra 10 + Port.), de espacio (todo el campo) y de tiempo (45 – 90’). Podemos
distinguir cuatro tipos de ejercicios de entrenamiento del juego: (1) Práctica del juego, con ejercicios
conceptualizados y desarrollados en condiciones próximas a las situaciones reales de competición, y
durante los cuales el entrenador da un mayor énfasis sobre determinados aspectos específicos de la
organización del equipo; (2) Juegos de entrenamiento propiamente dichos, que tienen como principal
objetivo que la cantidad de recorridos y su intensidad sean lo más parecido posible a los de
competición; más allá de este condicionante, todos los aspectos de organización de juego son
importantes, no habiendo en este caso una preocupación particular prioritaria con respecto a las otras;
(3) Entrenamiento para practicar el plan táctico-estratégico. Estos ejercicios tienen como objetivo
fundamental verificar el comportamiento del equipo bajo la necesidad del cumplimiento de un plan
táctico-estratégico específico. Este plan se construye en función de las alteraciones puntuales y
temporales sobre la funcionalidad general prevista por el equipo, y que son aplicadas solamente para un
partido dado y ante determinadas circunstancias, y, (4) Juegos preparatorios, que son ejercicios de
entreno cuya estructura de base es concordante con la competición, coincidiendo en el contenido de las
acciones, fundamentaciones estructurales y en la orientación general.

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Desarrollo de los ejercicios específicos

En el ámbito de los ejercicios específicos de preparación, los agruparemos en seis temas


fundamentales: (1) Ejercicios de entrenamiento para concreción del objetivo del juego, (2) Ejercicios
denominados “metaespecializados”, (3) Ejercicios dirigidos, (4) Ejercicios de entrenamiento por sectores, (5)
Ejercicios para entrenamiento de las situaciones fijas del juego, y, (6) Ejercicios denominados competitivos.

1. Ejercicios de entrenamiento para la concreción del objetivo del juego. También denominados de
finalización, buscan potenciar la creación de contextualidades situacionales de carácter individual y colectivo
propicias a la finalización con elevadas probabilidades de éxito, y perfeccionar el comportamiento táctico-
técnico de remate en momentos sucesivos, con vistas a desenvolver simultáneamente aspectos como la
iniciativa, la espontaneidad, la improvisación y la destreza en la ejecución de esta acción. Dentro de esta
clase de ejercicios, establecemos tres subtemas fundamentales: (i) situaciones de finalización
caracterizadas por su reducida complejidad, (ii) juegos de finalización con un número reducido de jugadores
y espacio reducido, y, (iii) juegos de finalización con un número de jugadores y un espacio de juego
próximos a las de las del partido real.

2. Ejercicios de entrenamiento denominados metaespecializados. Son medios construídos con base a


los diferentes contextos situacionales del juego futbolístico, especificando y potenciando las misiones
tácticas de ciertos jugadores, las cuales derivan de su emplazamiento dentro de la organización del equipo.
Los ejercicios para el desarrollo táctico-técnico de los jugadores, que se construyen a partir de sus funciones
específicas dentro de la organización del equipo y realizados en espacios reducidos, establece cuatro
subtemas fundamentales: (i) ejercicios realizados sobre dos sectores y con una portería; (ii) ejercicios sobre
dos sectores y dos porterías; (iii) ejercicios sobre tres sectores y una portería, y, (iv), ejercicios realizados
sobre tres sectores y dos porterías.

3. Ejercicios de entrenamiento dirigidos. Son medios construidos con base en dos vertientes
fundamentales: el modelo de juego establecido y las condiciones y circunstancias en las que ciertas
situaciones se desenvuelven habitualmente durante la competición. Los ejercicios dirigidos, siendo
construidos se enfocan al establecimiento de formas superiores de coordinación de las acciones individuales
y colectivas de varios jugadores, para asegurar la creación de contextualidades propicias a la concreción del
objetivo del juego (el gol), y pueden ser organizados bajo cuatro subtemas fundamentales: (i) circulaciones
tácticas a partir de una organización ofensiva de tres medios y una o dos puntas de lanza; (ii) circulaciones
tácticas a partir de una organización ofensiva de cuatro medios y una o dos puntas de lanza; (iii)
circulaciones tácticas construidas a partir de una organización con defensas, medios y delanteros, y, (iv)
circulaciones tácticas realizadas en régimen de resistencia específica.

4. Ejercicios de entrenamiento por sectores. Son medios para promover condiciones contextuales de
juego, y a través de los que se perfecciona el trabajo del equipo, esencialmente en lo que se refiere a la
sincronización de las acciones del portero con los jugadores del sector defensivo, o de éstos con los
jugadores del sector de mediocampo, o de éstos con los jugadores del sector más adelantado. Los ejercicios
potenciadores de la articulación de los sectores de juego del equipo pueden ser reunidos bajo cuatro
subtemas fundamentales: (i) ejercicios organizados sobre dos sectores de juego, (ii) ejercicios organizados
sobre tres sectores de juego, (iii) ejercicios organizados en espacios reglamentarios con un número reducido
de jugadores en cada sector de juego del equipo, y, (iv) ejercicios de sectores organizados por “oleadas”.

5. Ejercicios de entrenamiento para las situaciones fijas del juego. Son medios construidos sobre la
base de las situaciones de “balón parado”, a través de las que se estudian y entrenan soluciones
estereotipadas, especialmente aquéllas que, debido a la proximidad a la puerta rival, potencian situaciones
de finalización con elevadas posibilidades de éxito. En este campo, vamos a establecer diferentes
soluciones para esas situaciones, atendiendo a: (i) libres directos o indirectos cerca del área grande, en
diferentes angulaciones, y también lejos del área; (ii) saques de esquina; (iii) saques de banda cercanos al
área rival; (iv) saques de centro, y, (v) penaltis.

6. Ejercicios de entrenamiento denominados competitivos. Son medios semejantes, en todo, a la


esencia y naturaleza de la competición futbolística, y, por tanto, son los que más se aproximan a las
condiciones reales. Del análisis de los ejercicios competitivos, se pueden establecer cuatro tipos básicos: (i)
práctica del juego, (ii) juegos de entrenamiento, (iii) entrenamiento para la experimentación del plano táctico-
estratégico, y (iv) juegos de preparación.

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Tema 1. Juegos de finalización con un número reducido de jugadores y espacio de juego.

(1) En espacios independientes para cada equipo

(2) En espacios comunes de juego

(3) En espacios comunes de juego con varias porterías

(4) Precedida por una situación de juego

Tema 2. Juegos de finalización con un número de jugadores y espacios de juego próximos a las
condiciones normales de competición

(1) Con restricciones para entrar en un espacio de juego

(2) Juegos de finalización precedidos de una situación de juego realizado en espacios reducidos.

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Tema 3. Juegos de finalización con un número reducido de jugadores y espacio de juego.

(1) En espacios independientes para cada equipo

(2) En espacios comunes de juego

(3) En espacios comunes de juego con varias porterías

(4) Precedida por una situación de juego

Tema 4. Juegos de finalización con un número de jugadores y espacios de juego parecidos a los de la
competición real.

(1) Con restricciones para entrar en un sector determinado del terreno

(2) Los de finalización precedidos de una situación de juego, y realizados en espacios reducidos

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Ejercicios meta/especializados

Concepto

Los ejercicios de entrenamiento denominados de “metaespecialización” son medios especializados de


preparación de los jugadores y los equipos, y se construyen con base en los diferentes contextos
situacionales relativos al juego fútbol o en el modelo de juego adoptado. De esta forma, se especifican y se
potencian las misiones tácticas de ciertos jugadores –simultánea o separadamente-, las cuales derivan de
su estatuto dentro de la organización dinámica del equipo.

Objetivos

Para que el éxito (victoria) sea viable, sustentable y perdurable, se parte a través de una colocación
específica del equipo dentro de los límites que establece el Reglamento. Esta ocupación se concreta en un área
más o menos amplia, que se expande o se comprime en torno a sus dos ejes fundamentales –anchura y
longitud-. En este particular, se intenta racionalizar y optimizar las acciones del equipo, estableciendo espacios
adecuados a partir de los cuales cada jugador individual o colectivamente, tanto en fase de ataque como de
defensa, y en un tiempo concreto de intervención, responda de forma apropiada a los problemas que surgen ante
las condiciones de variabilidad situacional del juego –que derivan de su lógica- o del modelo de juego del equipo.
En la misma y precisa orientación, se potencian diferentes niveles de actividad especializada durante el
desarrollo del juego, cuyas responsabilidades de ámbito individual (jugadores) y de ámbito grupal (normalmente
denominadas de sector defensivo, medio o avanzado) son determinadas por diferentes atribuciones funcionales
y operacionales. Estas atribuciones, por otro lado, son soportadas en un primer análisis por el modelo de juego
adoptado, por el plano estratégico-táctico preestablecido antes del partido o por alteraciones efectuadas a lo
largo del desarrollo de éste, y que derivan de la operacionalidad táctica. El jugador constituye el elemento central
del rendimiento del equipo durante la competición. La ocupación del terreno de juego determina ligazones que, a
su vez, definen líneas de fuerza, o sea, redes de comunicación o intercepción. Para que esto se plasme
realmente, es necesario el respeto por una cierta distancia relativa entre jugadores, ni demasiado larga –ya que
aumentaría el riesgo de intercepción del balón por parte del rival-, ni demasiado corta –con lo que la progresión
en dirección a la puerta rival sería muy dificultosa- . En este sentido, cada jugador en el campo representa una
fuerza que se manifiesta por la:

1. Ocupación dinámica de una parte del espacio de juego. Cuando analizamos el área del terreno
de juego en función del total de jugadores que se mueven dentro de él, observamos una media de 325
m2/jugador. En estas circunstancias, dentro de la estructura del equipo cada jugador, independientemente
de su misión táctica específica, deberá ocupar y dinamizar una parte del terreno de juego, pudiendo
expresar individualmente su propia personalidad, no siendo “prisionero” del puesto, pretendiéndose un
amplio apoyo basado en una organización estructurada y fomentada desde una cobertura permanente y
recíproca.

2. Acción sobre el balón. En cada momento del juego solamente un jugador de los 22 que juegan
podrá detentar la posesión del balón. Esto implica que cada jugador, al intervenir sobre ésta, direcciona el
juego en uno u otro sentido, esto es, concretando –o no- los objetivos del juego. Simultánea o
paralelamente, en cada intervención sobre el balón por parte de cualquier jugador, se observa una
interacción operativa entre éste y los demás jugadores (compañeros y rivales), materializado por un conjunto
de complejas movilizaciones en torno o hacia el balón (apoyo y/o cobertura por parte de un compañero, o
bien marcaje por parte del adversario de jugador con balón).

3. Relación con los compañeros. La cooperación representa una forma específica de sociabilidad del
juego futbolístico. Cualquier jugador dentro del equipo, en función de un determinado objetivo común, debe
ayudar a sus compañeros y comunicarse con ellos. Para comunicarse, es necesario establecer un “lenguaje
común”, o, en otras palabras, tener un sistema referencial compartido, que está fundamentado en el
establecimiento y definición de principios de juego. La comunicación se realiza de una forma instrumental –a
través del balón –y comportamental– a través de las acciones táctico-técnicas ejecutadas-. Así, los
jugadores deberán comprender las intenciones y proyectos de sus compañeros en cada situación de juego,
y adoptar comportamientos conducentes a obtener el máximo de eficacia de esa situación, en función de los
objetivos del equipo. Las peculiaridades y el carácter de las acciones, sin balón, de los jugadores,

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representan la base del concepto de juego del equipo. El posicionamiento escogido por el jugador en las
diversas situaciones de juego refleja la fase cualitativa del pensamiento creativo y de madurez táctica,
basados en la capacidad de leer y valorar rápidamente las situaciones, de forma a poder adoptar
operacionalmente las soluciones más eficaces para el trabajo táctico que está realizando el propio equipo.

4. Interceptación de las conexiones de los adversarios. La presencia del adversario constituye otra
de las constantes del juego, lo que determina el “jugar con y contra”. El juego puede ser analizado y
comprendido en términos de relaciones de fuerza entre los equipos. Estos, cuando están en fase ofensiva,
intentan desequilibrar el sistema de fuerzas del rival, y establecer las condiciones más favorables para la
consecución del gol. Por contra, el equipo en acción defensiva intenta mantener en todo momento el
equilibrio dinámico de su sistema, procurando recuperar la pelota y proteger su portería.

5. Constante adaptación a la variabilidad de las situaciones de juego. La variabilidad de las


situaciones momentáneas de juego promueve la constante adaptación de los comportamientos individuales
táctico-técnicos (resolución táctica presente) y de los táctico-técnico colectivos (desplazamientos
coordinados por la necesidad de equilibrar el reparto de fuerzas en el terreno de juego). En síntesis, dentro
de estas manifestaciones cada jugador concreta una línea de fuerza con múltiples orientaciones, en las que
el rendimiento está subordinado a su situación en el espacio de juego, con respecto a: (i) el balón, (ii) las
porterías, (iii) los compañeros, y, (iv) los adversarios.

6. Concreción del objetivo del juego. Cada jugador representa una identidad indivisible con una
voluntad propia, y que transporta consigo una mentalidad, una capacidad y una finalidad. Redimensionando
esta cuestión en el seno de un equipo, la integración de cada jugador se realiza por la aceptación, por parte
de éste, de un conjunto de valores, convicciones y de un proyecto común, asumiendo, en este contexto, una
conciencia colectiva. De forma simultánea, cada jugador deberá saber lo que el equipo espera de él, y la
mejor forma de corresponder a esas expectativas. Así, cada jugador, ante un cuadro de confrontación
deportiva, debe entender que en cualquier momento del juego (interviniendo o no sobre el balón) él es parte
integrante de una cadena de acontecimientos, cuya importancia es determinada por sus decisiones. Son
éstas decisiones las que contribuyen a la resolución de los diferentes contextos situacionales del juego, de
forma que se plasmen los objetivos estratégicos preestablecidos o los objetivos tácticos momentáneos del
equipo.

Reglas

La organización estructural de un equipo de fútbol obedece a la necesidad de que se distribuyan tareas


y misiones tácticas de carácter general y específico a los diferentes jugadores que lo constituyen. Hay que
subrayar las siguientes cuestiones:

1. Funcionalidad táctica del equipo. Las diferentes misiones tácticas de los jugadores son
conjugadas en función de una cooperación que busca la interdependencia funcional (adecuar las
relaciones de cooperación entre los jugadores, con vista a aumentar la eficacia del juego del equipo) y
operacional, sin la cual no es posible alcanzar determinados objetivos de forma sostenible. Todos
estamos de acuerdo en que no es humanamente posible que todos los jugadores acometan todas las
operaciones inherentes al equipo. Luego, es muy importante que se dé lugar a la especialización, la
cual deriva de las tareas o misiones tácticas que deben corresponder a cada jugador y que deben
expresar de forma eficaz en aras de la resolución de las diferentes situaciones de juego. La distribución
de las tareas y misiones tácticas de los jugadores es, en último término, sostenido por el modelo de
juego a implantar y desarrollar por el equipo.

2. Valorizar las capacidades de base de cada jugador. Más allá de que el hecho de la división
de las diferentes tareas tácticas obedece a la racionalidad del juego, importa sin embargo subrayar que
ésta debe contener una flexibilidad lógica y coherente, de forma que atienda y valore las
potencialidades y tendencias de los jugadores, haciendo así un aprovechamiento armonioso de todo lo
que existe y sea positivo, dentro del plantel. Efectivamente, cualquier determinación táctica operacional
es manifestado por la: (1) atribución de tareas tácticas a los jugadores, tareas que deben estar
subordinadas a sus capacidades y aptitudes, (2) presentación de la información pertinente de aquello
que se pretende que los jugadores capten, de manera que ayuden a sus acciones de dominio motor, (3)
potenciación de sus acciones a través de medios correctos de entrenamiento, (4) coordinación del
complejo de sus acciones táctico-técnicas específicas, desarrolladas en una secuencia y ritmo
apropiados al método de juego ofensivo y defensivo, y, (5) responsabilización de las acciones táctico-
técnicas ejecutadas, las cuales deben expresar soluciones eficaces en función de las diferentes
contextualidades que el juego futbolístico contiene.

3. Especialización no es mecanización. La especialización de los jugadores traduce la necesidad


de que éstos dediquen gran parte de su tiempo de entreno tomando decisiones y “repitiendo”, en

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condiciones lo más parecidas posibles a la competición, pensamientos y acciones, en el cumplimiento


de las tareas tácticas específicas. Sólo de esta manera es posible incrementar su pericia y eficacia,
afinando y puliendo su dominio decisional y comportamental. Es, con todo, importante no confundir la
especialización con la mecanización del proceso. Así, en síntesis, las diferentes tareas tácticas
atribuidas a los diferentes jugadores son desarrolladas durante el juego, simultáneamente, siendo
función de: (1) la contextualidad situacional del juego, (2) las potencialidades y capacidades individuales
de los jugadores, (3) los objetivos tácticos a concretar durante el juego, (4) los objetivos estratégico-
tácticos de cada momento del juego, y (5) el reconocimiento más o menos minucioso de las
circunstancias en que transcurre el juego, incluyendo naturalmente las particularidades más evidentes
del equipo rival.

4. Especificidad no es repetitividad de la acción de respuesta. Cuando se dice que un ejercicio


es específico, es porque existe una relación de similitud entre éste y el modelo de juego adoptado. No
significa que por existir otras decisiones táctico-técnicas de resolución de una situación dada, el
ejercicio deje de ser específico; simplemente indica que existen varios caminos para alcanzar un mismo
fin. Por tanto, la especificidad no debe ser confundida con repetitividad, con reiteración. El concepto de
práctica durante el aprendizaje y perfeccionamiento implica “repetición sin repetición”, esto es, se
intenta que las contextualidades situacionales provoquen constantemente una adaptación del
comportamiento, en vez de simple repetición mecánica de las soluciones de juego. Incluso en los
movimientos estandarizados (circulaciones tácticas, esquemas tácticos), como es el caso de los
ejercicios dirigidos (ejercitaciones en condiciones similares a las que conocemos comportamientos
individuales y colectivos, y en las que las configuraciones son más o menos conocidas y previsibles).
Así, en condiciones en las que se conoce con precisión el estado inicial de cualquier situación y su
desarrollo global, no se deberá impedir que los jugadores o el equipo actúen estratégicamente. La
estrategia se impone desde que surja lo inesperado o la incerteza (que, en un ejercicio dirigido, podrá
ser un movimiento de un compañero extemporáneamente, o que el balón sea pasado de forma
defectuosa, o que el terreno de juego muestre dificultades añadidas para el control del balón, etc.).

5. Articulación individual y sectorial del equipo. Cada misión táctica tiene objetivos, tareas
responsabilidades y espacios fundamentales de actuación bien establecidos. Sin embargo, esta
dinámica organizacional no excluye la posibilidad de que, en ciertos momentos del juego, se exija a los
jugadores que asuman otras funciones, bien de forma temporal, bien permanente o incluso accidental.
Más allá de este aspecto, la organización estructural de un equipo de fútbol pone a la vista igualmente
la necesidad de que se creen sectores de juego, en los cuales un número reducido de jugadores
desenvuelvan sus acciones conjuntas y en cooperación, de forma especializada. Aquí se estaría
intentando mejorar su articulación interna, promoviendo el trabajo de equipo, especialmente en lo que
concierne a su sincronización.

6. Elementos para racionalizar as missões tácticas. Uno de los problemas más complejos que
determina la eficacia de cualquier estructura de un equipo, es la forma en la que los jugadores
desarrollan su acción dentro de la organización del equipo. En efecto, la concreción de los objetivos
preestablecidos da lugar a la necesidad de establecer de una distribución (p.ej.:,portero, defensa,
delantero, etc.) y de una función o misión táctica específica (p.ej.: marcaje individual, moverse
exclusivamente en un pasillo de juego, en defensa o en ataque, ejecutar sistemas tácticos de una forma
definida, etc.), las cuales definen el sentido y los límites de participación de cada jugador en la
resolución de las variadísimas situaciones que el juego, de por sí, engloba. Un equipo presupone una
funcionalidad general (constante –realizada con base en principios y reglas de coordinación de las
acciones-) y una funcionalidad especial (variable – para cada partido, para cada adversario, en función
de diversas condiciones, etc.-). Tanto la funcionalidad general como la especial del equipo se realizan a
través de una determinada programación de las acciones individuales y colectivas, según un sistema de
relaciones e inter-relaciones dinámicas, desenvueltas y coordinadas según estos principios y reglas
tácticas. En estas circunstancias, la complejidad de las diferentes misiones tácticas específicas es
concebida a partir de finalidades y objetivos comunes, siendo atribuida con vistas a:

(1) No restringir la iniciativa y la capacidad individual. Hay que tomar en consideración que cada
jugador es único en sus ambiciones personales, actitudes, preferencias y tendencias. En este sentido,
se debería ampliar el “radio de acción” de los jugadores en términos de participación en el juego,
ampliando fundamentadamente sus misiones tácticas generales y específicas, dejando espacio,
paralelamente, a sus capacidades de creatividad e improvisación.

(2) Asegurar la valorización de las particularidades de los jugadores. La concepción de juego,


por parte del entrenador, debe ser orientada a valorar las particularidades innatas o adquiridas por los
jugadores a lo largo de su preparación. Evidentemente, esa valoración debe ser condicionada por la
creación (a través de acciones individuales y colectivas) de las condiciones y situaciones de juego
favorables a su realización.

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(3) Combinar las diferentes misiones tácticas específicas. En este aspecto, se pretende asegurar
que el potencial operacional de cada jugador se inter-relacione y se complemente con relación a los
restantes compañeros. Solamente de esta manera es posible crear una fuerza integradora que
establezca la cohesión, la homogeneidad y la funcionalidad efectiva del equipo.

(4) Obtener ventajas del conocimiento del equipo adversario. El conocimiento general y
particularizado de la expresión táctica colectiva e individual del equipo adversario tiene por objetivo, por
un lado, minimizar o anular sus aspectos más eficientes, y, por otro, evidenciar sus carencias de
preparación en el ámbito de la capacidad de respuesta motora, de interconexión de sus sectores de
juego, de su organización en las situaciones de balón parado, etc.

(5) Establecer organizadores de juego. Si es cierto que el colectivo y la capacidad de ayuda mutua
son fundamentales en un equipo, no es menos cierto que sigue habiendo jugadores que,
individualmente, pueden decidir un partido. De ahí la importancia de los organizadores de juego o de
los jugadores de nivel táctico-técnico superior. Efectivamente, el gran número de acciones táctico-
técnicas (ofensivas y defensivas) determinó el surgimiento y especialización de los organizadores de
juego. Así, en ataque, el organizador tiene como funciones específicas adaptar, de forma creativa y en
las situaciones concretas de juego, el plan táctico del ataque. Estos jugadores son caracterizados por un
elevado raciocinio táctico y una gran capacidad de ejecución técnica, así como por una fuerte
personalidad y cierta autoridad sobre los compañeros. Los equipos tienen necesidad de incorporar en
su seno jugadores con cualidades humanas y competitivas especiales, capaces de: (1) conducir/liderar
a sus compañeros, (2) organizar el juego de un sector o de un equipo, y, (3) servir de ejemplo,
encorajinando a sus compañeros en todos los momentos (incluyendo los más difíciles).

Efectos

Durante la competición, es indiscutiblemente esencial que la operacionalidad de las diferentes misiones


tácticas atribuidas a los jugadores se exprese en una eficaz interdependencia dinámica. En efecto, la
promoción de un espacio de base propio e individualizado, la atribución de un conjunto de misiones tácticas
de carácter general y específico a cada jugador, y también su articulación interna con respecto al sector de
juego en el que éste se encuentra, y del equipo en su globalidad, nos lleva, finalmente, a alcanzar una
organización más eficaz y eficiente en el diálogo con la complejidad de las diferentes contextualidades
situacionales que encierra el juego del fútbol. De esta forma, el perfeccionamiento estructural en la
organización del equipo pretende evitar dispendios inútiles de los recursos intelectuales (decisorios) y
energéticos, y así impedir que dos o más jugadores del mismo equipo realicen, en un mismo momento y
para una misma situación de juego, un mismo comportamiento con las mismas intenciones tácticas. Salvo
en las situaciones en las que es extremadamente ventajoso crear superioridad numérica (ofensiva o
defensiva), la organización estructural del equipo debe evitar la sobreposición de funciones, cuyo efecto
negativo inmediato sería el hecho de que el equipo desenvuelva su acción colectiva, de carácter ofensivo o
defensivo, con uno o más jugadores “de menos”. Al contrario de lo que se pueda pensar, estas situaciones
son recurrentes durante la competición. Así, ¿cuántas veces se da que, estando un equipo en superioridad
numérica en un determinado espacio de juego, ese hecho no tiene consecuencia positiva alguna en el
desarrollo eficaz del proceso ofensivo o defensivo en que están insertos, “pareciendo” incluso que la
superioridad numérica se transforma en la práctica en una evidente inferioridad? Naturalmente, al darse
esta situación, se disminuye inapelablemente la capacidad organizativa del equipo, lo mismo que su eficacia
en respuesta a la contextualidad situacional que de ahí deriva. En este sentido, la mejora de la organización
del equipo, partiendo del punto de vista de su estructura, promueve que cada jugador, en cada momento del
juego, deberá referenciar comportamientos de respuesta, articulando y adaptando las necesidades de la
resolución de la situación de juego con los compromisos que haya asumido, con respecto al equipo y en
función de los objetivos táctico-estratégicos momentáneos del juego. La organización dinámica de un equipo
de fútbol, cuando es adecuadamente delineada, evidencia el posicionamiento de los jugadores, o sea, su
espacio referencial de actividad dentro del equipo, tanto como las tareas tácticas (generales y específicas) a
desempeñar. En esta medida, este procedimiento estructural debe asegurar los siguientes cinco objetivos
fundamentales:

1. Promueve la eficacia de la organización del equipo. Esta mejora estructural del equipo surge: (1)
del afinado de su articulación y comunicación interna, (2) de la racionalización del espacio de juego, en
función de los diferentes dispositivos tácticos de posible aplicación, y, (3) en la especialización y
universalización de las tareas tácticas individuales y de pequeñas sociedades (sectores).

2. Proporciona una dirección. La estructura del equipo orienta a los jugadores en cuanto a la dirección
a seguir, dándoles un sentido y un significado. Paralelamente se enfoca también a los diferentes futuros
ambientes posibles, indicando y fijando las tareas tácticas “clave” para cada jugador y sector de juego.

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3. Desenvuelve una cultura de responsabilidad, lealtad y solidaridad. Partiendo de la división y


interrelación de las diferentes tareas tácticas atribuidas a los jugadores, éstos desarrollan aspectos de
cultivo de responsabilidad, lealtad y solidaridad entre los jugadores, valores fundamentales para la
concreción de los objetivos del equipo.

4. Proporciona un sistema de coordinación. La estructura del equipo define relaciones de


coordinación y responsabilidad de los diferentes jugadores. No nos extrañe que esa coordinación y
responsabilidad sea más evidente y preponderante en ciertas situaciones de juego: (1) en las partes
fijas (p.ej.: en los saques de esquina, falta, penalti, etc.), o, (2) en la propia coordinación de las acciones
ofensivas y defensivas acelerando o frenando el ritmo de estos procesos, creándose así las condiciones
más favorables para su eficaz implementación.

5. Establece una red de información y comunicación en el equipo. La estructura de un equipo de


fútbol evidencia, igualmente, una red formal e informal en la que fluyen informaciones pertinentes y
oportunas dentro de un cuadro comunicacional tan importante que se procesa dentro de la organización
del equipo.

Los ejercicios metaespecializados de entrenamiento establecen la posibilidad de que los jugadores


potencien sus acciones de juego en los espacios en donde normalmente desenvuelven sus actitudes y
comportamientos táctico-técnicos, dentro de la organización del equipo. Estos ejercicios de entrenamiento
ponen de manifiesto las siguientes seis peculiaridades, que se asumen como los beneficios de su uso:

1. Evoca una organización básica. La conceptualización de los ejercicios metaespecializados se


sustenta en la formación de grupos pertenecientes al mismo sector de juego (p.ej.: defensivo, medio o
atacante), o al mismo pasillo de juego (p.ej.: corredor central, corredor lateral derecho o izquierdo). De
esta manera, se posibilita el incremento de la capacidad de los jugadores para prever, decidir y ejecutar
acciones táctico-técnicas de respuesta a la contextualidad de la situación propuesta. Esta organización
podrá evolucionar aumentándose gradualmente el número de jugadores que intervendrán en las fases
ofensivas y defensivas, lo que presupone una aproximación a las condiciones reales de juego,
haciéndolo más semejante al que se produce en la competición real.

2. Concentra a los jugadores en sus misiones tácticas específicas. La lógica estructural de


estos ejercicios obliga a los jugadores a que se ocupen muy intensamente en el desarrollo de acciones
motoras de respuesta, que derivan de sus misiones tácticas específicas de forma individual y
correlativa. Esto significa que las acciones individuales se deben compaginar y coordinar con los
comportamientos de los compañeros que tienen misiones tácticas semejantes, que se posicionan cerca
de ellos o que forman parte del mismo sector de juego.

3. Posibilita una elevada frecuencia de solicitación. La aplicación de los ejercicios


metaespecializados proporciona que diferentes jugadores, con unas características y misiones tácticas
específicas, puedan, en colaboración con los compañeros cercanos, ejecutar acciones de juego
predominantes y correspondientes a su posicionamiento dentro de la organización del equipo. Se
incrementa así la frecuencia de solicitación, intenviniendo constante y sistemáticamente sobre el balón,
creándose las posibilidades de que los jugadores expresen su iniciativa, competencia, creatividad e
improvisación.

4. Potencia la ejecución de respuestas motoras específicas. El diseño de los ejercicios


metaespecializados contiene dentro de su lógica operacional la potenciación de las acciones motoras
específicas y los mecanismos mentales y fisiológicos que soportan la acción. Esta potenciación
comportamental se debe a la creación de condiciones ventajosas o desventajosas en términos
numéricos, espaciales y temporales, con vistas a disminuir o aumentar la complejidad contextual en la
que estos jugadores se involucran.

5. Proporciona el incremento del ritmo de ejecución. La aplicación de estos ejercicios posibilita


una aproximación a las condiciones reales de la competición o al modelo de juego que quiere implantar
y desarrollar. De esta forma, se asegura constantemente el establecimiento y el refuerzo de las
acciones táctico-técnicas de los jugadores con respecto a las pautas competitivas del equipo.

6. Afina los tiempos de respuesta mental y motora. La concepción de ejercicios


metaespecializados tiene por objetivo concretar un afinamiento de respuesta mental y motora, bien el
número de veces que estos procesos son reclutados por unidad de tiempo, bien como su correcta
gestión. En este ámbito, se busca establecer condiciones de forma que los jugadores apenas tengan
tiempo suficiente para resolver la situación de juego, obligándoles a decidir y a ejecutar de forma
razonada y a alta velocidad. Para que esto sea posible, se disminuye el número de opciones tácticas, lo
que lleva a los jugadores a potenciar comportamientos táctico-técnicos individuales y colectivos
restringidos, teniendo únicamente en cuenta los índices pertinentes más importantes.

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Limitaciones

A pesar del gran número de ventajas que se consiguen por la aplicación de los ejercicios
metaespecializados de entrenamiento, éstos no están exentos de limitaciones que cuando no se interpretan
bien conducen a la disminución de su eficacia. Estos condicionantes derivan de los siguientes aspectos
esenciales:

1. Ultra-especializan sus comportamientos. Los jugadores, al ultraespecializar sus actitudes y


comportamientos táctico-técnicos, pueden perder la noción de la funcionalidad general del equipo. Así
desconectan sus acciones con respecto a las de los demás compañeros, lo que determina una mayor
compartimentación del equipo, aumentando por esta razón su permeabilidad a las acciones adversas.

2. Circunscriben espacios de actividad. Los jugadores circunscriben en demasía sus acciones


con relación a los espacios de juego a los que están adscritos. En este sentido, reducen su radio de
acción (de carácter general) dentro del equipo, no reflejando correctamente las funciones que han de
cumplir durante la competición.

3. Focalizan sus acciones ofensivas y defensivas. Los jugadores focalizan demasiado sus
acciones específicas de orden defensivo u ofensivo, no desenvolviendo, por esta razón, actitudes y
comportamiento táctico-técnico de ataque y defensa de forma simultánea y permanente durantes el
desarrollo del ejercicio.

4. Participan constantemente en el centro del juego. Los jugadores están constantemente en el


centro de la decisión de las situaciones de juego, no estando así sujetos a períodos más o menos largos
de privación del balón, lo que sí ocurre en la competición real.

Momentos

La aplicación de los ejercicios de entrenamiento metaespecializados se debe verificar en la parte


principal de la sesión de entrenamiento. Aunque es importante tener en cuenta que su utilización debe
evolucionar hacia: (1) situaciones más complejas en las cuales se aumenta el número de jugadores, el
espacio de juego, tanto como otras restricciones que se establezcan para la realización del ejercicio, y (2)
ejercicios de entrenamiento de sectores en los cuales se perfecciona y desarrolla el trabajo del equipo con
vistas a mejorar su sincronización y articulación. En cuanto al microciclo de preparación para la
competición, estos ejercicios deben ser aplicados fundamentalmente en las tres primeras sesiones de
trabajo, reduciendo su utilización a medida que se aproxime la competición. No obstante, la utilización de
estos ejercicios de entrenamiento, fuera del límite temporal referenciado, no es totalmente desaconsejada.

Organización

1. Ejercicios realizados sobre 2 sectores y 1 portería


2. Ejercicios realizados sobre 2 sectores y 2 porterías
3. Ejercicios realizados sobre 3 sectores y 1 portería
4. Ejercicios realizados sobre 3 sectores y 2 porterías

Para las cuatro situaciones podemos establecer varias prescripciones: Ejercicios realizados en el corredor
central; ejercicios realizados en el corredor central con la posibilidad de que se utilicen los corredores
laterales de juego; y, finalmente, ejercicios realizados sobre tres corredores de juego. Se exponen a
continuación varios ejemplos.

Tema 1. Ejercicios realizados sobre 2 sectores 1 portería.

(1) ejercicios realizados en el corredor central.

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(2) ejercicios realizados en el corredor central, con la posibilidad de que se utilicen los
corredores laterales de juego.

(3) ejercicios realizados sobre tres corredores de juego.

Tema 2. Ejercicios realizados sobre 2 sectores y 2 porterías

(1) ejercicios realizados en el corredor central,

(2) ejercicios realizados en el corredor central, con la posibilidad de que se utilicen los
corredores de juego laterales.

(3) ejercicios realizados sobre tres corredores de juego.

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Tema 3. Ejercicios realizados sobre 3 sectores y 1 portería.

(1) ejercicios realizados en el corredor central,

(2) ejercicios realizados sobre tres corredores de juego.

Tema 4. ejercicios realizados sobre 3 sectores y 2 porterías

(1) ejercicios realizados en el corredor central,

(2) ejercicios realizados sobre tres corredores de juego.

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Ejercicios dirigidos

Concepto

Los ejercicios dirigidos son medios específicos de preparación, y se construyen con base en dos
vertientes fundamentales: el modelo de juego y las condiciones y circunstancias en las que normalmente se
desarrollan ciertas situaciones durante la competición. Los ejercicios dirigidos establecen formas de
organización con la intención de moldear y coordinar los comportamientos e intenciones de los jugadores en
el ámbito táctico y estratégico, en el cual un cierto necesario grado de autonomía se integra en la
imprescindible cooperación e interdependencia.

Objetivos

Toda actividad humana organizada da lugar a necesidades fundamentales contradictorias. En nuestro


caso, esta contradicción se vuelve más evidente cuando las acciones de los intervinientes en situación de
juego son realizadas para resolver problemas cuya resolución parte de la actividad individual, pero que
precisa ineludiblemente de la coordinación con el todo colectivo. Veamos algunos contornos de esa
contradicción:

1. La forma en que los jugadores desarrollan sus acciones dentro de la organización. No


existe acción individual alguna que pueda ser eficaz si no se basa en un mínimo de organización,
generando antes o después un núcleo organizativo, en torno al cual se congregan los valores, los
objetivos y los intereses. Uno de los problemas más difíciles y complejos del juego, y que tiene
implicaciones fundamentales a nivel de eficacia de un equipo, es, por un lado, el hecho de que el trabajo
colectivo debe ser distribuido a través de misiones individuales, y, de otro, el hecho de que estas tareas
han de ser reagrupadas en una lógica de dimensión sectorial e intersectorial.

(1) Sectorial. Aquí se agrupa un pequeño número de jugadores, con tareas básicas idénticas,
asegurándose la estabilización y reforzamiento de sus actitudes y comportamientos individuales
con los de los compañeros del mismo sector. Cada sector de juego establece una sincronización de
las acciones de los jugadores que lo forman, reflejando en un mismo momento diferentes
contextualidades situacionales, que se van transformado por la variabilidad de las decisiones y
acciones de respuesta de los propios jugadores.

(2) Intersectorial. En este marco se articulan los diferentes sectores del equipo, normalmente
denominados defensivo, medio y ofensivo, en los cuales se intenta evitar que, mientras cada sector
ha de atender a desenvolver correctamente sus misiones, pierda de vista el objetivo y
funcionamiento global. Si no consiguiéramos esa interconexión entre sectores y el todo, se
produciría una alta compartimentación del equipo, haciéndose muy sensible y vulnerable a las
acciones del rival.

2. Creación de sinergias de carácter positivo. En cada sector han de articularse correctamente


las misiones individuales con la misión global del sector. Sólo así se crean sinergias que potencian el
trabajo colectivo y refuerzan, a su vez, el trabajo individual. Así pues, en cada sector ha de producirse
una simbiosis que refuerce simultáneamente lo individual y lo colectivo, y no actitudes de “alimentación”
de unos a costa de otros, lo cual, antes o después, corroería todo el funcionamiento colectivo.

3. La lógica del trabajo colectivo. Todo trabajo colectivo desarrollado por el equipo debe
obedecer a una lógica, la cual establece el modo y grado de cooperación entre las diferentes misiones
atribuidas a cada jugador. La articulación de las tareas individuales dentro de los sectores y la
articulación de los diferentes sectores del equipo nos lleva a cumplir, en función del modelo de juego
adoptado, los objetivos estratégicos, permitiendo que los jugadores aborden con fluidez sus
comportamientos compuestos de balances de seguridad, seguridad/riesgo y riesgo, en función de su
proximidad a la portería propia o a la del rival.

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4. Aspectos fundamentales que derivan de la organización dinámica de juego de un equipo


de fútbol:

(1) Concreción de formas superiores de coordinación. Estas formas superiores de


organización individual y colectiva se orientan a asegurar la creación de contextualidades que
propicien las condiciones más ventajosas para la resolución de las diferentes situaciones de juego.

(2) Articulación sectorial e intersectorial. Una correcta articulación entre los jugadores de
los diferentes sectores del equipo deberá, en la mayoría de las situaciones, establecer un equilibrio
dinámico, teniendo la posibilidad de: (1) desarrollar el proceso atacante, (2) reiniciarlo tras una
interrupción momentánea de éste, (3) ser capaz de recuperar el balón, caso de haberlo perdido, y,
en último caso, (4) defender con eficacia su propia portería.

(3) Movilidad coherente y global del equipo. Esta coherencia comportamental sólo es
posible cuando todos los jugadores están identificados con sus tareas tácticas específicas,
conociendo anticipadamente su contribución y valoración en aras del desenvolvimiento de cualquier
situación del juego, sea defensiva u ofensiva.

(4) Sincronización temporal de los comportamientos de los jugadores. La sincronización


de las acciones motoras de los jugadores son observadas de forma simultánea o de forma
secuencial. Sincronizándolas es como los jugadores activan activa y positivamente, para asegurar
la resolución de las situaciones de juego con pleno sentido colectivo.

(5) Creación constante de un amplio abanico opcional. La necesidad de encontrar


respuestas tácticas eficaces ante la contextualidad situacional, debe permitir que cada jugador
escoja la que, en su entender, y dentro de los límites de sus tareas tácticas, mejor sirva a los
intereses estratégico-tácticos del equipo en una situación dada. Tras tomarse una decisión y
ejecutarla, los jugadores siguen ligados a la nueva situación, en un continuo “influir/ser influenciado”
colectivo. Esta perspectiva nunca ha de restringir aspectos derivados de la iniciativa, creatividad y
capacidad de improvisación individual.

(6) Cada comportamiento individual debe tener un sentido colectivo. La racionalidad


comportamental del equipo pasa inevitablemente por el hecho de que cada acción individual tiene
un valor acrecentado si es elaborada teniendo su fundamento en la dinámica y expresión colectiva.
Cuando nos referimos a que éste o aquél comportamiento táctico-técnico individual es eficaz, no
nos referimos sólo a la acción concreta en sí, sino a su coordinación con el desempeño estratégico
(preconcebido) y táctico (puntual) de todos los compañeros.

(7) Afinado de los tiempos de resolución mental y de ejecución motora. En este ámbito,
se intenta potenciar y afinar los tiempos de respuesta motora a cada situación generada por el
juego. Cada jugador está ante la necesidad de dialogar con un determinado número de veces por
unidad de tiempo que estos procesos son reclutados, y de gestionarlos correctamente, tanto en su
vertiente individual como en su interrelación con el todo del equipo. La variabilidad y transitoriedad
situacional característica del fútbol obliga a los jugadores a perfeccionar sus mecanismos de acción
con respecto a los “timings” pertinentes a cada situación de juego. Cada jugador y todo el equipo
han de asumir comportamientos de respuesta que correspondan adaptativamente al ritmo
cambiante del juego. Un equipo de alto nivel de rendimiento, cuando impone su ritmo de juego,
trata, en última instancia, de impedir que el rival consiga adaptarse a la tasa de variabilidad y
transitoriedad del juego; intenta que los funcionamientos individuales y colectivos del rival vayan
siempre desfasados con respecto a la evolución del juego.

(8) Rentabilización de los esfuerzos de carácter físico. Los aspectos de orden físico, que
sostienen los mecanismos de respuesta a las situaciones del juego, pueden ser rentabilizados,
evitando gastos energéticos baldíos. Cuanto mayor sea el grado de coherencia, racionalidad y
sincronización colectiva, menor es la necesidad de reclutar mecanismos de soporte físico-
fisiológico. Y al reducir nuestro gasto energético sin por ello poner en peligro el funcionamiento
táctico-estratégico, ampliamos la disponibilidad para otras tareas ofensivas y defensivas. Así
creamos condiciones favorables para el “radio de acción” de los jugadores, lo que significa que
éstos podrán tomar más decisiones e intervenir directamente más veces. Partiendo de este
raciocinio, podemos garantizar, para un determinado nivel de organización del equipo, una alta
disponibilidad para actuar pronta y correctamente con un mínimo gasto. Los ahorros energéticos
nos sirven, por un lado, para potenciar aceleraciones del ritmo de juego en espacios y momentos
clave, y, por otro, para perfeccionar el funcionamiento individual y colectivo, sectorial e
intersectorial.

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En función de los presupuestos desarrollados, el objetivo esencial de los ejercicios dirigidos es el


establecer formas superiores de coordinación de las acciones individuales y colectivas, orientadas
especialmente a la creación de contextualidades de juego favorables a la concreción y finalización –por
medio del remate a puerta- de todo el proceso ofensivo. Aún más allá de este objetivo esencial, hay que
subrayar las siguientes posibilidades: (1) controlar el ritmo específico del juego, ya que en función de la
estrategia concebida, del resultado momentáneo, y de otras circunstancias, podemos adoptar acciones
táctico-técnicas que aceleren o disminuyan el ritmo, (2) crear condiciones que nos permitan sorprender al
equipo rival por medio de cambios constantes de orientación y de temporizaciones, (3) obligar a los rivales a
pasar períodos prolongados privados de la posesión del balón, llevándoles a situaciones de crisis de
raciocinio y, consecuentemente, a estar expuestos a tomas de decisiones erróneas, y, (4) concretar, con el
mínimo riesgo, la recuperación física de algunos compañeros que puedan no encontrarse en las mejores
condiciones para intervenir explosivamente, debido a contactos o a haber realizado acciones explosivas
para recuperar el balón. Estos ejercicios de entrenamiento procuran, así, maximizar cada comportamiento
individual, en una dinámica e intención colectiva, fruto de los objetivos estratégico-tácticos del equipo en
cada momento del juego, y se expresan según cinco vertientes fundamentales:

1. Circulación de la pelota. Es realizada en varias direcciones, y deriva de la ejecución de


diferentes acciones táctico-técnicas enfocadas a una solución eficaz ante situaciones de juego que se
presenten a los atacantes.

2. Circulación de jugadores. Derivada de desplazamientos variados y continuos, ejecutados para:


(i) aumentar el abanico opcional del compañero con balón, (ii) aprovechar las posibles rupturas de la
organización defensiva rival, y, (iii) equilibrar dinámica y automáticamente el sistema táctico del equipo.

3. Variación de la velocidad. Esta variación se refiere a la ejecución de los procedimientos táctico-


técnicos individuales y colectivos, para promover ritmos diversos, que tienen como objetivo la creación
de condiciones más favorables para llegar a puerta y/o desajustes en la organización defensiva rival.
Durante el proceso ofensivo se procura siempre que sea posible asegurar encadenamientos a lo ancho
y a lo largo, que tienen por objetivo dificultar los marcajes, para conseguir una rápida y segura
progresión hacia la puerta rival.

4. Articulación sectorial. La articulación entre los varios jugadores que constituyen los diferentes
sectores, además de procurar la obtención del gol, mantiene el equilibrio dinámico del sistema táctico,
en función de las situaciones, atendiendo a la posibilidad de que el proceso ofensivo tenga que ser
reiniciado, o, peor, haya que recuperar la posesión del balón. El perfeccionamiento de la organización
del equipo busca evitar dispendios inútiles de recursos intelectuales (decisiones) y energéticos, con lo
que impedimos que dos o más jugadores, en un mismo momento y en una misma situación, realicen el
mismo comportamiento y con las mismas intenciones tácticas.

5. Iniciativa. Independientemente de que el equipo se encuentre en fase ofensiva o defensiva,


deberá hacer uso de la iniciativa tomando decisiones, anticipando y aplicando comportamientos cuyas
variaciones consecuenciales sean imprevisibles a los ojos de los adversarios, para establecer un alto
nivel de presión y agresividad.

Reglas

Para una mejor comprensión de las reglas de construcción de los ejercicios dirigidos de entrenamiento,
es clave analizar los aspectos que potencian:

1. Coordinación unitaria de las acciones de los jugadores. Enfocada a la concreción de un


proyecto que les es común. La conjugación de los esfuerzos de los diversos elementos del equipo con
la intención de responder colectiva y eficazmente a todas las contextualidades situacionales que depara
el fútbol, determina la necesidad de establecer un orden en los comportamientos de los jugadores.

2. División de tareas y funciones tácticas. Que deben ser comprendidas y asimiladas por todos
los jugadores, esto es, que cada uno entienda las suyas y también las de sus compañeros. Cuando un
jugador analice una realidad situacional del juego, ha de asumir actitudes y comportamientos
coordinados con las pautas táctico-técnicas que adoptan sus compañeros.

3. Unidad de la comprensión, de la actitud e de la acción. La coordinación del equipo se basa


en la necesidad de que cada jugador sincronice sus comportamientos, para resolver las situaciones del
juego, con los de sus compañeros, con el fin de que cada comportamiento y ejecución tengan un ritmo,
una intención y un “tempo” eficaz.

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4. Establece principios directores y orientadores. La forma general de organización del ataque y


la defensa, dentro del sistema propuesto por el equipo, desarrolla, paralelamente, mecanismos
directores y orientadores: (1) de participación activa de todos los jugadores en la resolución de las
situaciones de juego, creándose una fuerte mentalidad y dimensión colectivas; (2) de solidaridad y
ayuda mutua, asegurándose una mayor eficacia atacando y defendiendo, independientemente de las
misiones básicas de cada jugador; (3) del equilibrio constante y automático de las relaciones de fuerza
dentro del sistema, para mantener elevados niveles de organización y respuesta frente a las cambiantes
y continuas demandas del juego; (4) de racionalización los espacios en función de los contextos
situacionales, en los que se observan comportamientos divergentes de los jugadores, pero que
convergen en la globalidad, complementándose para la concreción de un proyecto común, y, (5) de
simplificación de los procesos ofensivos y defensivos, para alcanzar sus fines, por muy elevadas que
sean las capacidades de los jugadores.

5. Un tiempo y el ritmo de juego. Este ritmo deber ser el más conveniente para el mantenimiento
de elevados niveles de rendimiento, lo cual determina, entre otros aspectos: (1) la variación secuencial
de la velocidad de ejecución de todos los procedimientos táctico-técnicos, tanto individuales como
grupales; (2) el conocimiento detallado de los espacios de juego en dónde se aplicarán los diversos
procedimientos, y la manera en que éstos se aplicarán metódica y sistemáticamente, en aras del éxito
de cada iniciativa; (3) el uso del factor sorpresa para obtener ventajas que derivan de los desequilibrios
–ofensivos o defensivos- que ello produce en el rival; (4) el llevar a los rivales a crisis de raciocinio
táctico, lo que les conducirá, a su vez, a cometer errores en sus decisiones y ejecuciones; (5) el jugar
convenientemente con los balances de “seguridad/riesgo” en la resolución de las situaciones de juego,
lo que creará constantemente alteraciones estructurales y organizativas en el equipo rival, y, (6) el
imponer una tasa alta de variaciones de ritmo en las situaciones de juego, para llevar al equipo rival a
respuestas desfasadas en el “timing”.

Los ejercicios dirigidos se caracterizan por la construcción de circulaciones tácticas que en su


globalidad determinan una racionalización de las acciones del equipo, mejorando su eficacia y eficiencia.
Las reglas fundamentales a considerar en su diseño se basan en estas tres vertientes:

1. Agresividad de la acción. Esta condición es posible gracias a la creación y desarrollo de una


coordinación colectiva consciente y dinámica, que intenta alcanzar con éxito el objetivo final del juego: el
gol. Desde este enfoque, la agresividad de las circulaciones tácticas debe contener los siguientes
elementos técnicos y tácticos:

(1) Ejecución sucesiva y múltiple de desplazamientos ofensivos y desmarques.

(2) Orientación permanente de todos los comportamientos táctico-técnicos ejecutados, en


dirección a la puerta rival. A través de desplazamientos de los jugadores sin balón, cuya intención
es crear situaciones que contribuyan constantemente a: (1) un mejor apoyo al compañero
poseedor, aumentando sus posibilidades de resolución, y, (2) la creación de desequilibrios
puntuales y momentáneos en la organización defensiva rival. Para ello, los jugadores poseedores
del balón han de mostrar una correcta visión e interpretación de las situaciones tácticas, para: (1)
jugarlo con rapidez, con vistas a aprovechar las solicitaciones de los compañeros mejor colocados,
o sea, en espacios más peligrosos para el rival, y, (2) asegurar la posesión del balón esperando el
mejor momento para la resolución táctica, escogiendo, decidiendo y ejecutando la acción táctico-
técnica más adecuada (que no siempre es la más fácil).

(3) Construcción de las acciones ofensivas a través del ataque constante a los espacios
vitales de juego, por la creación y exploración de esos espacios por parte de los mismos o
diferentes atacantes.

2. Reversibilidad de la acción. Este atributo se ajusta a las circulaciones tácticas, en el sentido de


que éstas establecen mecanismos automáticos, para responder adecuadamente a las tres siguientes
posibilidades:

(1) Inversión del desarrollo del proceso. Los jugadores tendrán que recurrir a mecanismos de
inversión de carácter táctico-técnico y espacial, para cambiar rápidamente los ángulos de ataque.
Desenvolvimiento del proceso.

(2) Reinicio del proceso; cuando la circulación táctica sea circunstancialmente interrumpida,
no debe ser reiniciada desde el mismo punto, sino que hay que intentar coordinar las acciones
individuales y de grupo para, partiendo de un nuevo contexto situacional, elaborar una circulación
diferente.

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(3) Transición controlada a la fase defensiva del juego. Se debe prever la posible pérdida del
balón, creando mecanismos de soporte para poder transitar controladamente a la fase defensiva.

3. Accesibilidad de la acción. Otro de los atributos fundamentales de las circulaciones tácticas es


el hecho de que éstas presenten un nivel de accesibilidad elevado, lo cual podrá ser perspectivado
según diferentes vertientes:

(1) Organizar desenvolvimientos ofensivos que consubstancian acesos menos complicados


para la concreción de los objetivos del proceso ofensivo (el gol).

(2) Fomentar condiciones a través de las que la creación, innovación e improvisación son
predicados fundamentales del juego ofensivo.

(3) Posibilitar un fácil aprendizaje acorde con las capacidades momentáneas de los
jugadores, en el plano de la comprensión y de la práctica, sin cuestionar el modelo de juego
establecido.

(4) Reunir condiciones para que el mayor número posible de jugadores puedan estar en
condiciones de finalizar el proceso de ataque con elevadas probabilidades de éxito.

Efectos

Partiendo de los datos de nuestra experiencia, se observa una cierta reluctancia y desconfianza, por
parte de los jugadores, y también por parte de algunos entrenadores, con respecto a la importancia,
aplicabilidad y positividad de estos ejercicios de entrenamiento. Ello deriva del hecho de que el juego del
fútbol es una realidad colectiva de carácter “abierto”, cuya variabilidad y transitoriedad de acontecimientos es
elevada. Luego, no se puede esperar que el estudio y entrenamiento de las circulaciones tácticas se
plasmen idéntica e inmediatamente en la competición. Efectivamente, no es posible verificar una
transferencia positiva total de las condiciones y contextos de entrenamiento a los partidos, que es donde
queremos que se evidencien. Pero hay que tener en cuenta que esto sucede con cualquier ejercicio y
método de entrenamiento. En otras palabras, el hecho de utilizar muchos ejercicios de finalización y con
elevadas tasas de éxito, no quiere decir que se vayan a reproducir exactamente, ni las situaciones ni los
niveles de eficacia. Pero los ejercicios dirigidos no dejan de ser por ello instrumentos fundamentales para el
trabajo de entrenadores y jugadores, en lo que se refiere a la racionalización y coordinación de las acciones
de estos últimos en aras de potenciar el modelo de juego propuesto, y por ello se deben usar de forma
regular y sistemática. Luego, los comportamientos táctico-técnicos utilizados, las contextualidades en que
son reproducidos y las condiciones para la comprensión de la dinámica organizativa del equipo que de ahí
derivan, compensan largamente los posibles aspectos o impresiones/percepciones menos positivas que
éstos ejercicios puedan sugerir. En este sentido, basta reflejar los efectos más importantes que se buscan a
través de la aplicación de estos ejercicios:

1. Movilización coherente y global del equipo. La operacionalidad de los ejercicios dirigidos


desarrolla una movilidad coherente de los jugadores, que saben cuál es su papel (función táctica) en las
diferentes etapas del proceso ofensivo o defensivo. Los jugadores adquieren conciencia de su
contribución y valoración para el desarrollo de todas y cada una de las fases del juego. Se busca de
este modo una continua inestabilidad en la organización del juego defensivo u ofensivo del rival.

2. Sincronización temporal de los comportamientos de los jugadores. La aplicación de estos


ejercicios obliga a una sincronización de las acciones, tanto de forma simultánea como secuencial, a
través de la cual todos participan activa y positivamente en la concreción de los objetivos del ataque y
de la defensa. Así es posible la aplicación de un ritmo más o menos elevado, que sea incompatible con
las acciones elaboradas por el rival, con el objeto de desorganizarlas, poniendo al equipo contrario bajo
una fuerte presión de carácter táctico y psicológico. Así, la dinámica de cualquier equipo actualizado se
basa en la necesidad de que las diferentes situaciones de juego se resuelvan con pleno sentido
colectivo.

3. Creación de un abanico opcional de respuestas tácticas. Uno de los efectos fundamentales


de la aplicación de estos ejercicios es la creación constante de varias opciones tácticas ante la
contextualidad de las situaciones de juego, lo que permitirá al poseedor del balón escoger aquella que,
a su entender, mejor sirve a los objetivos del equipo en ese momento puntual, sin verse obligado a
tomar una única opción. Actuando colectivamente de este modo, se dificulta en gran medida que los
defensores rivales puedan fijar a nuestros atacantes.

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4. Racionalización comportamental del equipo. La lógica de los ejercicios dirigidos se orienta


hacia la racionalización de las acciones de los jugadores, y su conceptualización se basa en una idea
esencial: los intereses individuales son formulados y ejecutados en aras del interés colectivo, es decir,
cada acción individual tiene un valor añadido si se elabora y ejecuta en una dimensión dinámica y una
expresión colectiva.

5. Rentabilización de los esfuerzos físicos. Paralelamente a la racionalización de las acciones de


los jugadores, los ejercicios dirigidos maximizan los esfuerzos físicos de aquéllos. Se evitan así gastos
inútiles de energía en las respuestas a las diferentes situaciones de juego, garantizando paralelamente
un determinado grado de organización con una elevada prontitud de respuestas.

6. Simplificar el proceso ofensivo. Esta simplificación es soportada por el recurso a un reducido


número de jugadores que intervienen directamente sobre el balón ejecutando comportamientos táctico-
técnicos arriesgados, lo que determina un aumento de la capacidad de iniciativa, improvisación y
creatividad de los jugadores.

Constreñimientos

Las limitaciones más importantes a tener en cuenta en la utilización de estos ejercicios de


entrenamiento derivan del hecho de que se requiere una gran atención por parte del entrenador con
respecto a los niveles de:

1. Motivación de los jugadores. La ejecución de estos ejercicios determina tasas de intervención


bastante dispares, esto es, el desarrollo de la acción recae más en unos jugadores que en otros. Lo
mismo sucede con los jugadores del grupo opositor, que a veces se limitan solamente a moverse y
posicionarse en función del movimiento del balón, sin llegar a presionar ni marcar con un mínimo de
agresividad, y así se crean situaciones favorables para que algunos jugadores se vayan
“desconectando” del entrenamiento, dejen de tomar decisiones, pierdan la concentración y desarrollen
malos hábitos que después se pueden reflejar negativamente durante la competición.

2. Eficacia del ejercicio. Es fundamental identificar correctamente la tasa de eficacia de las


circulaciones tácticas, pues éstas pueden sufrir dos tipos de limitaciones que pueden inducir al
entrenador y al equipo a errores de ejecución y/o valoración:

(1) La primera deriva del hecho de que el entrenador llegue a pensar que la eficacia verificada
en la ejecución de estos ejercicios va a verse plasmada en la competición, cuando lo cierto es que
las maniobras diseñadas están culminándose eficazmente por el desinterés del grupo opositor, que
se desempeña con escasa implicación, iniciativa y agresividad.

(2) La segunda se basa en la posibilidad de que los compañeros que ejecutan la oposición,
conocedores de los detalles en que los atacantes van a realizar la circulación táctica, anticipen las
situaciones, haciendo inviable el desarrollo exitoso de los ataques, y reduciendo así la eficacia del
ejercicio.

Desde esta perspectiva, la dosificación y aplicación de estos ejercicios deben ponderar correctamente
los aspectos que derivan de la motivación, concentración, entusiasmo, etc., para que su eficacia sea
consecuencia de la acción concienzuda y positiva de todos los jugadores implicados.

Momentos

La utilización de los ejercicios dirigidos debe darse en la primera y segunda fases de la etapa principal
de la sesión de entrenamiento. Hay tres tipos básicos de sesión en las que su utilización es muy válida:

1. Las enfocadas al aprendizaje y perfeccionamiento de la organización de juego del equipo (estructura


táctica-posicionamiento y función táctica de cada jugador). Éstas son las sesiones de entrenamiento en las
que normalmente se observa la aplicación de estos ejercicios.

2. Las que se orientan a la recuperación de los parámetros fisiológicos de los jugadores. Así, cuando los
jugadores presentan elevadas tasas de acumulación de fatiga se pueden utilizar estos ejercicios para
proceder a la realización de una recuperación activa dentro de una dimensión técnico-táctico-estratégica.

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3. Las que preceden a la competición. En estas sesiones se procura afinar un conjunto de situaciones
fundamentales de la organización del equipo, que deben ser reproducidas con el máximo de eficacia posible
durante la competición. Esta utilización presupone una mínima exigencia en el plano físico, no poniendo en
peligro aspectos relativos a la fatiga de los jugadores.

Con relación al microciclo semanal de preparación del equipo, la aplicación de estos ejercicios se sitúa
predominantemente en las primeras tres o cuatro sesiones inmediatamente posteriores al partido, reduciéndose
su uso a medida que nos acercamos al siguiente encuentro.

Organización

1. Circulaciones tácticas a partir de 3 medios y 1 ó 2 puntas.

(i) 1 punta.

(ii) 2 puntas.

2. Circulaciones tácticas a partir de 4 medios y 1 ó 2 puntas.

(i) 1 punta.

(ii) 2 pontas de lança.

(ii) 2 puntas.

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3. Circulaciones tácticas con defensas, medios y delanteros.

(i) para el juego exterior

(ii) para el juego interior

4. Circulaciones tácticas realizadas en régimen de resistencia específica.

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Ejercicios para los sectores de juego

Concepto

Los ejercicios de entrenamiento para los sectores de juego son medios específicos de preparación de
los jugadores y equipos, siendo así denominados debido al hecho de que promueven condiciones
contextuales a través de las que se perfecciona el trabajo del equipo, fundamentalmente en lo que se refiere
a la articulación y sincronización de las acciones de los porteros con los jugadores de la defensa, del sector
defensivo con los jugadores del sector mediocampista y con los del sector medio con los jugadores
adelantados.

Objetivos

Los ejercicios de entrenamiento para los sectores del juego tienen como objetivos fundamentales el
desarrollo de los dos siguientes elementos:

1. Perfeccionamiento de la articulación de los diferentes sectores de juego. Un equipo de


fútbol presupone la existencia de un colectivo organizado y cohesionado, desde el punto de vista de la
finalidad, objetivos e intenciones. La colocación básica del equipo, siendo sostenidas por las acciones
individuales de los jugadores, se organiza en función de líneas o sectores constituidos por varios
jugadores que ejecutan (ofensiva o defensivamente) de forma concertada y homogénea. Se establece
paralelamente a las relaciones o ligazones que están en la base de las acciones colectivas (misiones
tácticas colectivas), y, finalmente, de las acciones del equipo en su conjunto. Los sectores de juego del
equipo pueden ser definidos como las partes de un todo, y dónde se desarrollan actividades sutilmente
diferenciadas, pero que concurren para el desenvolvimiento del trabajo colectivo global. Es importante al
respecto precisar dos aspectos:

(1) La homogeneidad táctica y comportamental. Cada sector está constituido por un número
variable de jugadores, con una determinada homogeneidad y sincronización de los
comportamientos táctico-técnicos y de los objetivos específicos. Así, las decisiones tácticas y su
puesta en práctica para la resolución de las diferentes contextualidades situacionales, dentro de
estas “unidades orgánicas”, deberán poseer un elevado grado de similitud con el modelo de juego
preconizado por el equipo.
(2) Articulación de las acciones sectoriales. Más allá de las cuestiones derivadas de la
homogeneidad y sincronización de los jugadores dentro de cada sector, es fundamental que se
desarrolle una articulación coherente y racional entre sectores, para disminuir su permeabilidad
ante las acciones agresivas rivales, mejorando así su organización dinámica.

2. Establecimiento de una relación lógica entre las diferentes misiones tácticas específicas
atribuidas a cada jugador. Los jugadores de los diferentes sectores del equipo evidencian misiones
tácticas específicas cuya nomenclatura tradicional es:

(1) Guardameta. Jugador que dentro del área grande goza de un estatuto diferenciado, en el
sentido de sus contactos con el balón y de la protección que goza en sus acciones táctico-técnicas.
La responsabilidad primaria en el plan defensivo es evitar el gol y dirigir las acciones de los
compañeros más cercanos. En el aspecto ofensivo, ha de regular el juego mediante el uso de
puestas en juego rápidas o lentas, y mediante pases largos y cortos, modulando así las
transiciones al ataque.

(2) Defensas. Jugadores que, en número normalmente cifrado entre 3 y 5, forman el sector
inmediato a la portería propia. Su responsabilidad defensiva primaria es proteger la portería, bien a
través de marcajes presionantes sobre los puntas, bien a través de una constante regulación de la
profundidad defensiva, intentando mantener a los delanteros rivales lo más lejos de la portería
propia o dejarlos en “offside”. En el aspecto ofensivo, deben incorporarse al ataque, creando
situaciones de ventaja numérica y desequilibrio en la organización rival.

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(3) Medios. Se mueven entre el sector defensivo y el atacante, en una posición intermedia.
Suelen ser entre 3 y 5, partiendo de dos medios laterales y un total de medio-centros que va de 1 a
3. Su responsabilidad primaria es equilibrar constantemente el sistema de juego, auxiliando al
sector defensivo, realizando marcajes y permutando sus misiones de organización. En el aspecto
más ofensivo asumirán funciones de dirección de juego, fomentarán la posibilidad de finalizar los
ataques y crearán, ocuparán y explotarán espacios vitales de juego.

(4) Delanteros. Forman el sector atacante, normalmente constituido por entre 1 y 3 jugadores.
Su responsabilidad primaria es marcar goles, siendo una especie de “blanco” constante y
alternativo para dar soluciones tácticas al compañero en posesión del balón, o bien para crear
espacios que puedan ser aprovechados por otros compañeros. En el aspecto defensivo, han de
presionar sobre las líneas de pase que intenta montar el rival para atacar y/o contraatacar y deben
seguir a los defensas rivales que se lancen al ataque, para impedir que creen posibles
superioridades numéricas.

Reglas

Los ejercicios de entrenamiento denominados de sectores son construidos teniendo como puntos
referenciales los dos siguientes aspectos:

1. Perfeccionamiento y desarrollo del trabajo del equipo. La conceptualización de los ejercicios


de entrenamientos para sectores establece contextos situacionales del juego, a través de los que se
perfecciona y desarrolla el trabajo del equipo para mejorar su articulación y sincronización. Se considera
así que los jugadores del sector medio se articulan con los delanteros en un espacio de juego
(mediocampo ofensivo y sector ofensivo) en el que se desencadenan acciones que objetivan,
fundamentalmente: (1) la creación y ocupación de espacios vitales de juego, a través de movimientos
ofensivos de progresión y ruptura, (2) la ejecución de combinaciones tácticas de orden diversa,
enfocadas a desequilibrar la organización defensiva rival, y, (3) la finalización exitosa, -debido a la
cercanía al área rival desde ciertos ángulos – del proceso ofensivo. Por otro lado, los jugadores del
sector defensivo, cuando se articulan con el portero y los medios, realizarán en el mediocampo
defensivo acciones que objetivan: (1) la ejecución de coberturas defensivas mutuas y el marcaje de los
adversarios en posesión de balón o de aquéllos que, no teniéndola, están situados en espacios vitales
del juego, (2) la permanencia de una organización cohesionada y homogéneas, caracterizada por su
movilidad y flexibilidad, no permitiendo gracias a ello que los atacantes ocupen, creen y exploten
espacios vitales, y, (3) la recuperación del balón debe proseguir con una rápida progresión de ésta, o
bien con el mantenimiento de la posesión sin crear situaciones que puedan ser comprometidas para la
portería propia.

2. Los ejercicios de entrenamiento metaespecializados. Los ejercicios metaespecializados


establecen con los ejercicios para sectores una progresión lógica y natural. En este aspecto podemos
afirmar que, si en los metaespecializados la primacía se da a las acciones individuales de los jugadores
en cuanto a sus funciones tácticas dentro de la organización, en los ejercicios para sectores la primacía
recae en la acción conjugada y coordinada de todo un sector de juego (p.ej.: sector medio) y su
articulación con otro sector (p.ej.: la articulación del sector medio con el sector avanzado). La relación
lógica entre los ejercicios metaespecializados y los de sectores determina que las particularidades
evidenciadas para los primeros se mantienen válidas para los segundos, especialmente en lo que
concierne a: (1) mejora de las capacidades de los jugadores para decidir y ejecutar comportamientos
táctico-técnicos eficaces con relación a las diferentes contextualidades situacionales que de ahí derivan,
(2) aumento de la concentración de los jugadores con respecto a sus misiones tácticas específicas
individuales y globales, esto es, a su articulación con los restantes compañeros pertenecientes a su
sector o su equipo, (3) incremento de la frecuencia de solicitación de los diferentes jugadores, para que
éstos intervengan constantemente en la resolución (con o sin balón) de los problemas que plantea el
juego, y, (4) afinamiento de la articulación y sincronización de los diferentes jugadores pertenecientes a
los diferentes sectores del equipo, para rentabilizar la coordinación de las acciones individuales con el
todo colectivo.

1. Corredores/Pasillos de juego. Proyectando dos líneas imaginarias que unieran las


prolongaciones laterales de ambas áreas pequeñas, podemos formar tres corredores de juego, dos
laterales y uno central.

(1) Corredor central. Espacio delimitado por la proyección de las líneas laterales de las áreas
de portería, traducen un gran número de zonas vitales del terreno de juego. La importancia de
estas zonas deriva fundamentalmente del establecimiento de ángulos frontales (formados por la
posición del balón y la portería propia o rival), que proporcionan la posibilidad de concretar
elevados niveles de eficacia, tanto en el aspecto defensivo como ofensivo. Este pasillo es
privilegiadamente ocupado y explorado, en el aspecto ofensivo, por jugadores de marcada acción

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organizativa, pues gozan de excelentes condiciones para dar pases a compañeros posicionados
tanto en los pasillos laterales (incluyendo cambios de frente), como en el corredor central (a través
de pases de ruptura). En el plano defensivo, los equipos procuran privilegiar su ocupación de forma
concentrada, con el objetivo de disminuir las distancias entre defensas y así construir una
organización defensiva eficaz que proporcione posibilidades de recuperar el balón, lo mismo que de
proteger la portería. El pasillo central es normalmente ocupado por tres tipos de jugador: (1) de
reconocida capacidad técnica y raciocinio táctico, que procuran resolver de forma eficaz las
diferentes situaciones momentáneas del juego (directores de juego o medio-centros); (2) de gran
capacidad de sacrificio y empeño, cuyas funciones tácticas son de equilibrar el sistema táctico,
tapar determinadas zonas al avance rival y/o permutando funciones con compañeros que en ciertos
momentos desempeñen otras misiones dentro de la organización, y, (3) “especialistas” cuya función
es la culminación del proceso ofensivo en busca del gol (puntas de lanza) o la defensa implacable
de su portería (centrales).

(2) Corredores laterales. Los corredores laterales son espacios delimitados por las líneas de
banda y la proyección imaginaria de las líneas laterales de las áreas de puerta. En el plano
ofensivo, los pasillos laterales son excelentes espacios para hacer progresar el balón hacia zonas
cercanas a la portería rival, debido a la reducida concentración de defensas. En este sentido, los
atacantes procuran, por un lado, apoyar el ataque creando situaciones de superioridad numérica o
explorando los espacios “a espaldas” de los defensas, y, por otro, asumir actitudes y
comportamientos táctico-técnicos de eminente carácter creativo y finalizador, cuando están cerca
de la puerta rival. En el plano defensivo, los jugadores encuadrados en estos sectores y fases del
juego procuran conducir a los atacantes hacia los corredores laterales, con el objetivo de: (1)
reducir el espacio de juego, lo que se traduce en una disminución de los ángulos y opciones de
pase, y, (2) aprovechar las líneas laterales como elementos de presión sobre el raciocinio táctico de
los atacantes y sobre la ejecución táctico-técnica de resolución de la situación de juego. Los
pasillos laterales son normalmente ocupados por jugadores con el siguiente perfil: (1)
“universalidad”, para desarrollar eficazmente las acciones defensivas y ofensivas. En el plano
defensivo, haz de cerrar el pasillo en que están situados, y han de moverse hacia el interior del
terreno para reforzar esa zona cuando el balón se encuentre en la banda contraria. En el plano
defensivo, han de moverse hacia delante y hacia atrás de la altura del balón, para desequilibrar la
organización defensiva adversaria, crear situaciones de superioridad numérica o explotar los
espacios libres de juego, para lo que realizarán cruzando en dirección de sus compañeros “puntas
de lanza” posicionados en el área grande contraria, y, (2) han de ser, a la vez, veloces y
resistentes, dado que el alto ritmo de juego que se da en los pasillos, con la variedad de acciones
táctico-técnicas y la frecuencia con la que se realizan, obligan a poseer un gran poderío.

2. Sectores de juego. Proyectando dos líneas imaginarias, paralelas a la divisoria central, que
subdividieran en dos partes iguales cada mitad de campo, formaríamos cuatro sectores de juego: sector
defensivo, sector de mediocampo defensivo, sector de mediocampo ofensivo y sector atacante.

(1) Sector defensivo. Zona preponderantemente ocupada por jugadores de corte defensivo
bien definido. Se constituyen redes escalonadas en función del balón, adversario y portería, con
vistas a condicionar y, mejor, interrumpir las conexiones ofensivas rivales. Es en esta zona donde
las aglomeraciones de los jugadores son frecuentes, por lo que se requiere de ellos una mayor
eficacia en la ejecución de las acciones táctico-técnicas con o sin balón, y de ahí que se observe
una mutua cobertura de los compañeros y un marcaje constante de los adversarios con o sin balón,
ya que la presencia de un atacante libre de marcaje constituye un grave problema, dada la
posibilidad de que origine una rotura de la organización defensiva. Una vez recuperada la posesión
del balón, se debe intentar una rápida progresión hacia la puerta rival, o, de ser ello inviable, al
menos asegurar la posesión, sin crear situaciones que puedan ser peligrosas para la puerta propia;
raramente las acciones ofensivas son interrumpidas en esta zona del campo, debido, por una parte,
a que los rivales adelantados no suelen presionar fuerte, sino más bien retroceder, y, por otra, a
que los jugadores suelen ser muy responsables individualmente y colectivamente como para perder
el balón cerca de su portería. Cualquier acción ofensiva técnico-táctica de los jugadores del sector
defensivo que contacten con el balón ha de ser ejecutada teniendo siempre como idea central la
máxima seguridad.

(2) Sector del medio-campo defensivo. En esta zona del campo se da un cierto equilibrio
entre la seguridad y el riesgo que envuelve la ejecución de cualquier acción táctico-técnica, siendo
una zona excelente para apoyo y soporte al jugador en posesión del balón. Ofensivamente, este
sector es ocupado y vitalizado por jugadores fundamentalmente dedicados a la busca de espacios
libres, con vistas a asegurar eventuales compensaciones y circulaciones tácticas. La ejecución
deficiente de cualquier acción táctico-técnica no sólo interrumpe la construcción del proceso
ofensivo, sino que también puede desencadenar el contraataque rival, aprovechando que los
jugadores del equipo en posesión disminuyen la vigilancia de sus adversarios directos. En lo que

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respecta a lo defensivo, es una zona en la que se desencadenan las primeras “verdaderas”


acciones, en el sentido de trabar el proceso ofensivo rival o, al menos, retardarlo al máximo posible,
con fin de ganar tiempo para la organización defensiva propia.

(3) Sector del medio-campo ofensivo. En esta zona del campo subsiste un cierto equilibrio
entre: (i) el riesgo en el intento de desequilibrar de forma definitiva la organización defensiva,
siendo así una zona de base fundamental para desarticular la resistencia adversaria. En esta zona
es dónde se desencadenan la primeras “acciones verdaderas” que llevan a desbordar el sistema
defensivo rival. En términos de ataque, esta zona está ocupada y animada por jugadores
fundamentalmente dedicados a la creación y ocupación de espacios vitales de juego, a través de
desplazamientos ofensivos de progresión y ruptura (perpendicular y diagonal), de combinaciones
tácticas simples, directas e indirectas (paredes), y de acciones táctico-técnicas de pase, regate,
conducción y engaño, (ii) y la seguridad, que se basa en mantener el equilibrio dinámico de la
propia organización, ya que la pérdida del balón en esta zona del campo también puede
desencadenar un contraataque rival con grandes probabilidades de éxito. Por tanto, se necesita
una organización dinámica equilibrada para poder contrarrestar rápidamente esta hipotética
situación. En cuanto al aspecto defensivo, en esta zona hay que procurar evitar que los adversarios
relancen rápidamente su proceso ofensivo, y emplearemos con este fin acciones de temporación
para ganar el tiempo necesario para organizarnos defensivamente de forma cohesionada y
homogénea, atendiendo igualmente a las enormes ventajas que podríamos obtener si
recuperásemos el balón en esta zona del campo.

(4) Sector ofensivo. Hacia esta zona es adonde se orientan las líneas de fuerza y donde
culminan las grandes combinaciones y circulaciones tácticas, con vistas de romper la organización
defensiva rival. Su proximidad a la meta rival permite que, en especial desde ciertos ángulos, aquí
se concluyan con mayores probabilidades de éxito las acciones ofensivas. Para eso, siendo una
zona de aglomeraciones frecuentes, no deberá haber dudas en la decisión y ejecución de las
acciones táctico-técnicas, especialmente en aquellas situaciones en las que, caso de perder la
posesión, puedan tener como consecuencia un contraataque rival. Es una zona en la que los
equipos procuran, tras perder el balón, equilibrarse defensivamente, de manera que demoren al
rival el tiempo necesario para que todos los compañeros asuman actitudes y comportamientos
táctico-técnicos de marcaje, sin descuidar las posibilidades de volver a recuperar inmediatamente el
balón. En esta ocupación racional, constante y fluida del espacio en función de las situaciones
momentáneas de juego se identifican los sistemas de juego actuales, que expresan una gran
movilidad y flexibilidad, convirtiendo a este sector avanzado en lugar donde no sólo se gestan
situaciones de finalización, sino también de defensa y/o contraataque.

Efectos

Los efectos preconizados por la aplicación de ejercicios para los sectores de juego van enfocados a los
cinco siguientes objetivos fundamentales:

1. Crear un sentido y mentalidad colectiva. Nada que hagamos será verdaderamente útil si no es
proyectado bajo un trabajo colectivo y entrenado y adaptado a las situaciones contextuales del juego o
del modelo de juego adoptado. Evidentemente, ningún jugador, por bueno que sea, podría enfrentarse
aisladamente a un ataque o una defensa contraria, salvo situaciones excepcionales. El trabajo colectivo
requiere que el jugador, dentro de sus misiones individuales y grupales, trabaje articuladamente con la
globalidad del equipo, para que el rendimiento de todos sea fluido y constante; unos jugadores y
misiones se complementan con todas las de los demás compañeros. La funcionalidad de un equipo de
fútbol pasa, inevitablemente, por la implantación y desarrollo del modelo de juego adoptado y el ajuste
de los comportamientos de los jugadores en función de las contingencias contextuales de las
situaciones de juego.

2. Existencia de una comprensión elementar de base. Una organización debe posibilitar que
cada jugador participe en las diferentes fases del proceso ofensivo y defensivo, asegurando una mayor
eficacia porque cada uno sabe que sus compañeros van a colaborar con él en el desempeño de sus
misiones básicas. De la misma manera, será indiscutido que, si cada jugador va a tener el apoyo de los
demás, así también cada uno se implicará en ayudar a cualquiera que lo necesite. Y que si un jugador,
en un momento dado del juego, pasa a realizar misiones en principio correspondientes a otro, éste, si
bien volverá a sus tareas específicas cuando el momento circunstancial del juego lo permita, ha de
relevar con plena implicación a su compañero mientras se resuelve la situación puntual. Se
intercambian así, momentáneamente, posiciones y misiones específicas, pero nunca se pierde la
responsabilidad, la organización y la solidaridad. En el fútbol actual es inevitable que la racionalidad y la

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funcionalidad de un equipo pasen por una colaboración entendible y constante, independientemente del
momento y espacio de juego o de las funciones tácticas específicas de los jugadores dentro del sistema
de juego.

3. Los jugadores deben conocer y estar preparados para asumir las funciones específicas de
sus compañeros. Se hace fundamental y necesario que cada jugador, además de tomar conciencia de
la superficie del terreno de juego en la que va a evolucionar, de sus límites y de sus misiones básicas
específicas (misión táctica individual), deberá conocer igualmente las funciones y misiones de sus
compañeros, y estar preparado para ayudarles en las situaciones de juego o incluso asumir él mismo
esas funciones. En cada situación, los jugadores deben interiorizar y valorar constantemente su
contribución para el desarrollo del proceso ofensivo de su equipo, con disponibilidad total,
presuponiendo: (1) la evaluación de sus posibilidades de éxito, preparado su futura intervención,
anticipando su intención y su comportamiento en función de la situación que prevea posible, y, (2) la
ejecución de una respuesta que sea previsible a los ojos de sus compañeros e imprevisible a los de los
adversarios. Esto presupone una continua toma de informaciones acerca del posible desarrollo de las
situaciones de juego.

4. En el juego, el problema de uno es un problema de todos. Los jugadores deben trabajar en


conjunto, y el problema de uno es el problema de todos. Cualquier decisión debe ser ejecutada lo más
rápidamente posible, optando por la solución que salvaguarde la organización dinámica del equipo y sus
objetivos como un todo, y no en función de un aspecto particular-individual. Por ejemplo, en una
situación en la que un defensa esté marcando a un atacante, y aparezca otro rival libre, y en posición
más peligrosa para el equipo, la prioridad táctica de ese defensa es ir a enfrentar a ese nuevo rival, y
dejar a un lado su momentánea misión específica; incluso, si no fuera viable llegar a tiempo a combatir
ese inesperado peligro, ha de comunicar inmediatamente con sus compañeros, alertando
especialmente al que debe acudir con más ventaja a coartar la acción rival. Ninguno de los jugadores ha
de evadirse de un problema común, mientras éste no sea resuelto.

5. Crear condiciones para que cada jugador pueda optar por una entre diferentes respuestas
tácticas posibles. La resolución de cada situación de juego deberá resultar de la mutua
responsabilidad de todos los jugadores del equipo, dándose a todos ellos la posibilidad de decidir
ejecutar, entre varias opciones de respuesta táctica, aquélla que les parezca más adaptada y ajustada a
cada situación. No hay que darles una opción excluyente, porque ello podría derivar en que nuestros
rivales prevean más fácilmente nuestras acciones, y, aún peor, en que los jugadores de nuestro equipo
se habitúen a crear muy pocas opciones de resolución.

Constreñimientos/Limitaciones

Las limitaciones más importantes que hay que considerar cuando usamos este tipo de ejercicios derivan
de los hechos siguientes:

1. Los jugadores del sector defensivo que, no teniendo otro objetivo más que proteger la portería,
simplemente procuran “destruir” el proceso ofensivo de sus compañeros, dedicándose a despejar de
cualquier manera el balón, bien fuera del sector, bien incluso fuera del campo. Así, al no tener actitud
constructiva alguna tras recuperar el balón, los jugadores del sector defensivo simplemente se limitan a
desestabilizar la acción de sus “compañeros-rivales”, y no se movilizan para nuevas acciones de
dominio táctico o estratégico.

2. Los jugadores en proceso ofensivo, si no tienen que poner en práctica alguna iniciativa inmediata
a la posible pérdida del balón, tienen tendencia a disminuir la eficacia de sus acciones de ataque a la
portería, pues íntimamente saben que la pelota volverá, antes o después, a ser suya. Si dejamos que
este método de entrenamiento se ejecute de esta manera, los jugadores perderán la noción de la
importancia de tener o no posesión de balón, por no haber en el ejercicio ninguna condición que
estimule la iniciativa, la actitud y los comportamientos tendentes a que los jugadores desarrollen
acciones más allá de las que cumplen los objetivos básicos.

Para aminorar los constreñimientos señalados, estos ejercicios deben ser organizados de manera que
los jugadores en proceso defensivo, después de recuperar el balón, deban pasar a una segunda fase, que
los lleve, por ejemplo: (1) a marcar goles en porterías pequeñas colocadas a lo ancho en la línea de medio
campo; (2) a conseguir hacer llegar el balón a un compañero posicionado en el círculo central; (3) a enlazar
cuatro pases seguidos en un espacio determinado, etc. En esta dinámica “ataque vs. defensa”, los
jugadores que atacan son obligados a un mayor cuidado en cuanto a las consecuencias de perder el balón
(excepto, lógicamente, si marcan gol), ya que, si lo hacen, vendrán obligados a recuperarla so pena de que

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los defensivos consigan su correspondiente objetivo. Con este diseño de los ejercicios es como se
consigue que todos los participantes mantengan la motivación e intervengan positivamente.

Momento

El emplazamiento de estos ejercicios debe ser en la parte principal de la sesión. Pero se han de
utilizar tras la aplicación de otros que les son orgánicamente complementarios, con es el caso de los ejercicios
metaespecializados o los ejercicios dirigidos (circulaciones tácticas). Por tanto, lo normal es que los realicemos
como tramo final de la parte principal, inmediatamente antes de la parte final de la sesión. Con respecto al
microciclo semanal, estos ejercicios han de realizarse a partir de la 2ª o 3ª sesión, aumentando su presencia a
medida que nos acerquemos a la competición.

Organización

1. Ejercicios organizados sobre dos sectores de juego.

(i) sobre 1 portería

(i) sobre 2 porterías

(ii) sobre 2 porterías)

2. Ejercicios organizados sobre tres sectores de juego.

(i) sobre 1 portería

(ii) sobre 2 porterías

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3. Ejercicios organizados en espacios reglamentarios con un número reducido de jugadores en


cada sector de juego del equipo.

4. Ejercicios de sectores organizados por “oleadas”.

Ejercicios para las partes fijas del juego

Concepto

Los ejercicios de entrenamiento para las situaciones fijas del juego son medios específicos de
preparación de los jugadores y equipos, siendo construidos con base en las situaciones de balón parado, y a
través de los cuales se estudian y entrenan soluciones estereotipadas, especialmente aquéllas que, debido a la
proximidad de la puerta rival, potencian situaciones de finalización con elevadas posibilidades de éxito.

Objetivos

El objetivo esencial de los ejercicios de entrenamiento para las situaciones fijas de juego es establecer
formas superiores de coordinación en las acciones individuales y colectivas de varios jugadores. Estas
formas superiores de coordinación se enfocan a asegurar la creación de contextualidades propicias para la
finalización con elevados niveles de éxito. Las jugadas a balón parado en competición y en entrenamiento
aportan un conjunto de ventajas que se basan en el hecho: (i) de que el balón está parado (no hay
problemas de control), (ii) no existe presión del adversario (se encuentra a un mínimo de 9,15), (iii) puede
involucrar a un gran número de atacantes, y (iv) de que se desarrollan en espacios preplaneados para
aprovechar al máximo las condiciones individuales, dentro de un funcionamiento colectivo. En función del
modelo de juego adoptado y de los objetivos estratégico-tácticos del equipo, los esquemas tácticos se
expresan según seis vertientes fundamentales:

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1. Circulación precisa del balón. Circulación efectuada de forma pre-planeada, en dirección a los
atacantes, y para espacios concretos de juego, buscando una solución eficaz de esas situaciones.

2. Circulación de jugadores. Circulación planeada de jugadores, que es basada en


desplazamientos variados, y en espacios de juego predeterminados. Estos desplazamientos tienen
carácter (i) convergente, en el sentido de que interviene directamente sobre el balón, estableciéndose
un abanico opcional más amplio para el compañero sacador, y, (ii) divergente, en el sentido que se
procura crear un escenario que lleve al rival a equivocarse en el análisis que hace de la situación. En
este ámbito, los atacantes están perfectamente identificados con sus tareas específicas, sabiendo de
antemano cual es su contribución y utilidad para el desarrollo de la situación.

3. Variación del ritmo de ejecución de las acciones. Los ejercicios de entrenamiento para
situaciones de balón parado promueven, más allá incluso de los desplazamientos variados de carácter
convergente y divergente con relación a la situación, un ritmo variable en la ejecución de las acciones
táctico-técnicas. De esta manera se objetiva la creación de condiciones más favorables para alcanzar la
portería, y, simultáneamente, crear condiciones para que surjan desajustes defensivos en el equipo
rival.

4. Sincronización temporal de los comportamientos de los jugadores. Esta sincronización


puede ser observada de forma simultánea o secuencial. Es a través de esta sincronía que los jugadores
participantes en estas situaciones de balón parado aseguran una resolución que se pretende exitosa, a
través del sentido colectivo.

5. Creación de un bagaje opcional. El planeamiento y práctica de las situaciones de balón parado


debe permitir, dentro de ciertos límites, una variación mínima de posibilidades de respuesta. De esta
forma, es posible alcanzar provecho de faltas de concentración, de atención y de la desorganización
defensiva, y evitar que los rivales anticipen correctamente la situación que se va a producir. No
obstante, una vez tomada la decisión y ejecutada la acción, es fundamental que los atacantes entiendan
que deben permanecer continuamente “ligados” a la coyuntura y a las circunstancias situacionales que,
a partir de ahí, derivan y se desarrollan.

Reglas

Los esquemas tácticos, denominación para las situaciones fijas a balón parado, planificadas y
entrenadas durante la preparación del equipo, representan, en su esencia, la coordinación de las acciones
individuales de algunos jugadores, con la intención conjunta de asegurar las condiciones más favorables
para concretar un gol. La concepción de ejercicios de entrenamiento para el desarrollo de los esquemas
tácticos deben asegurar los siguientes aspectos:

1. En el plano teórico. La construcción de los esquemas tácticos se caracteriza por un conjunto de


atributos que en su globalidad determinan la eficiencia y eficacia de estas acciones. Interesa considerar
las siguientes tres vertientes:

1. Agresividad en la acción. Esta condición debe derivar de: (1) de la ejecución sucesiva y
múltiple de movimientos ofensivos y desmarques, (2) de la orientación permanente de los
comportamientos ejecutados en la dirección de la puerta adversaria, (3) de y en el ataque
constante a los espacios vitales del juego, y, (4) de y en los posibles contactos físicos con los
adversarios, debido a la elevada concentración de jugadores en espacios vitales de juego y las
acciones de marcaje efectuadas por los defensores.

2. Reversibilidad de la acción. Este atributo se ajusta a los esquemas tácticos, en el sentido


de que se establezcan mecanismos automáticos que nos permitan responder adecuadamente a las
dos siguientes posibilidades: (1) reversibilidad del desarrollo del proceso. Los jugadores tendrán
que recurrir a mecanismos de inversión, para cambiar rápidamente el ángulo de ataque, para
circular el balón cuando las condiciones de finalización no se concretan; para temporizar la acción
si hay compañeros en situación de “offside” o no se dan exactamente las circunstancias idóneas
para rematar, etc., y, (2) transición controlada a fase defensiva: se deben prever situaciones de
pérdida de posesión del balón, creándose mecanismos de apoyo para transitar a defensiva,
coartando la posibilidad de que el rival nos consiga contraatacar o atacar en forma “rápida”.

3. Accesibilidad de la acción. Otro de los atributos fundamentales de los esquemas tácticos


es el hecho de que éstos presenten un nivel de accesibilidad elevado, lo cual se puede perspectivar
desde diferentes ángulos: (1) creación de una opción real y relativamente sencilla de conseguir gol;
(2) establecimiento de condiciones en las que la creación, innovación e improvisación son
predicados fundamentales de estas situaciones; (3) posibilitación de un proceso mediante el cual

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los jugadores, en función de sus capacidades reales, puedan ir aprendiendo y perfeccionando estas
acciones, y, (4) reunir las condiciones para que el mayor número posible de jugadores pueda estar
en condiciones de ejecutar y finalizar estas acciones con razonables expectativas de éxito.

2. En el plano práctico. La construcción de los ejercicios para situaciones de balón parado se


caracteriza por los siguientes aspectos:

1. Establecimiento de un dispositivo fijo. Es a través de este dispositivo fijo como los


jugadores y el balón circulan de una forma preestablecida. No obstante, también debe tener un
carácter espontáneo y creativo, en función de la situación momentánea. En este sentido, ha de
contener una sucesión de procedimientos lógicos y coherentes, que pasan por la:

(1) Construcción de un "escenario" convincente. Este escenario debe permitir la


movilización de la atención, y, por consiguiente, la desconcentración de uno o varios rivales. Los
rivales, desconocedores de las acciones previstas, pueden ser inducidos al error por distraerse en
maniobras que en realidad son engaños, lo cual les llevará a decisiones incorrectas o a reacciones
tardías.

(2) Ocupación rápida del dispositivo fijo. Un aspecto clave en los entrenamientos de
acciones a balón parado y en su ejecución en el juego real es que los atacantes ocupen
rápidamente sus posiciones fijas de partida, con vistas a poder aprovecharse de una posible puesta
en juego rápida y sorpresiva. De todos modos, cuando no sea esto factible, no es menos
importante conservar la calma y usar el factor tiempo a favor, sin cometer precipitaciones, y esperar
a que todo el dispositivo previsto esté bien organizado.

(3) Creación de situaciones de "conflicto". Las situaciones de balón parado, especialmente


las que se dan cerca de la puerta rival, son potencialmente “conflictivas”, ya que cada equipo
intenta obtener alguna ventaja en la manera de gestionarlas, bien defensiva, bien ofensivamente.
Por ejemplo, es normal que los atacantes potencien estas situaciones conflictivas con árbitro y
rivales (distancia de barrera o de balón, etc.), con la intención de distraer la atención de los
adversarios.

(4) Maximización de las capacidades individuales. La organización de un equipo de fútbol


pasa por la colocación de los jugadores en espacios y cometidos que saquen máximo partido de las
condiciones propias de los futbolistas. Este principio asume un valor máximo en las situaciones de
balón parado, en las que existe tiempo para que los jugadores vayan a ciertas posiciones,
desarrollen movimientos planeados para desorganizar a los rivales y creen condiciones favorables
para golear. En estas circunstancias, las características individuales de cada jugador, en busca del
beneficio colectivo, adquieren un valor máximo.

(5) Utilización de acciones especiales. En este ámbito se considera importante la utilización


de cortinas/pantallas como acciones especiales, que intentan ocultar la posición del ejecutor o la
trayectoria del balón. Las altas concentraciones de jugadores en espacios reducidos obligan a los
atacantes a ejecutar bajo gran presión, pero también son complicadas para los defensores,
especialmente los más retrasados –y muy especialmente el portero-, que tienen grandes
dificultades para prever o seguir la trayectoria del balón, dificultades y dudas que los atacantes
suelen aprovechar. Los defensores que no ven salir el balón necesitan, evidentemente, un tiempo
de reacción más amplio. Las cortinas o pantallas se colocan, con uno o dos jugadores frente al
balón, tapando: (i) al jugador que ejecuta la acción; (ii) el momento de disparo. En los saques de
esquina, por ejemplo, la colocación de un jugador delante del portero rival (y a veces dando saltos
repetidos en el sitio), y, en cuanto a las barreras ante saques libres, añadiendo uno o dos jugadores
del equipo que saca, son dos de las maniobras especiales de este tipo más frecuentes.

(6) Caracterización de los desplazamientos de los atacantes. Los desplazamientos de los


atacantes deben ser caracterizados por procedimientos realizados a gran velocidad, con súbitos
cambios de dirección y utilizando pequeñas fintas de simulación. Combinando estas maniobras
distractoras con su carácter convergente-divergente, se aumentan exponencialmente las dudas de
los defensas y sus dificultades de análisis.

2. Establecimiento de un conjunto de reglas. La aplicación de acciones que potencian las


situaciones a balón parado exige un conjunto de reglas que se aplican:

(1) Al jugador que pone el balón en juego. A este jugador se le exige: (1) un claro
conocimiento de la solución táctica y de sus variantes; (2) una puesta en juego en el momento justo

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y adecuado a los movimientos de sus compañeros, y, (3) una ejecución táctico-técnica eficaz y
precisa.

(2) A los jugadores que participan en el esquema táctico. A estos jugadores se les exige:
(1) claro conocimiento de la solución táctica y de sus variantes, (2) coordinación eficaz del objetivo
de su comportamiento y del de sus compañeros, (3) estar preparados para la eventualidad de tener
que finalizar de forma no exactamente prevista, (4) reorganizar el proceso ofensivo en caso de fallo
en la ejecución, y, (5) transición a defensiva en caso de que se pierda la posesión del balón.

Efectos

Los efectos más importantes preconizados por la aplicación de los ejercicios de entrenamiento para las
situaciones de balón parado son los siguientes:

1. Movilización planeada de algunos jugadores. Los jugadores que participan directamente en


estas situaciones realizan un conjunto de acciones coordinadas y planeadas, con vista a: (i) expresar y
potenciar sus particularidades, y, (ii) inducir a los defensas a que yerren en el análisis de la situación y,
consecuentemente, a que se desorganicen.

2. Variación temporal de las acciones. Los ejecutantes, más allá de ejecutar las acciones
sincronizadamente, han de hacerlo introduciendo cambios de ritmo, creando condiciones para los
defensas atiendan a estímulos falsos, a movimientos que buscan, realmente, su descolocación.

3. Creación de un bagaje opcional. Los jugadores deben establecer, aunque sea de forma
limitada, un abanico opcional con un mínimo de posibilidades de respuesta/solución para el jugador que
saca. La compenetración entre sacador y resto de compañeros es fundamental para la eficacia de estas
acciones.

4. Preparación del equipo para la situación de fallo. Los jugadores deben estar preparados para
la posibilidad de que la acción no finalice en gol, y, especialmente, para que el balón pase a posesión
del rival, que es lo peor que puede suceder. Hay que establecer medidas preventivas por si ello sucede,
independientemente de dónde y del motivo de que se haya fallado; lo urgente pasa a ser recuperar el
dominio de la situación, y olvidarse de recriminaciones.

Constreñimientos

Las limitaciones más importantes a tener en cuenta en la aplicación de los ejercicios de entrenamiento
para las partes fijas del juego, se centran en los siguientes aspectos:

1. Desconfianza de los entrenadores y jugadores. No es raro, en la práctica cotidiana, que se


observe cierta reluctancia -por parte de algunos entrenadores y jugadores-, a dedicar parte del tiempo
de entreno a estudiar y perfeccionar estas situaciones particulares. Esta reluctancia radica en dos ideas
absolutamente equivocadas:

(1) Variabilidad situacional. Esta primera deriva del hecho de que hay tanta variabilidad en
las situaciones, que es absurdo preparar acciones estudiadas. Si ello fuera cierto, todos los
ejercicios de entrenamiento serían igual de absurdos. Entrenar es crear un conjunto de simulacros
(representación artificial de una realidad), a través del cual los jugadores se preparan para lo
previsible e incluso lo imprevisible. Cuanto mejor preparados están los jugadores para las
situaciones lógicas, mejor lo estarán también para descifrar las imprevistas y saberlas manejar.

(2) Conocimiento por parte del adversario de la acción que va a suceder. Esta segunda se
basa en el hecho de que, al ejecutar una vez el esquema táctico, todos los adversarios acabarán
por saber anticiparnos. Ahora bien, esto sólo sucederá si los equipos no preparan, para la misma
situación, diferentes variantes. Es importante señalar que cerca del 40% de los goles obtenidos
tienen su origen en las partes fijas del juego. Esta alta cifra, por sí sola, ya justifica una máxima
atención e interés, considerando que los esquemas tácticos son instrumentos fundamentales para
el trabajo del entrenador y del equipo, especialmente en lo que respecta a la racionalización y
coordinación de las acciones individuales y colectivas, debiéndose por tanto practicarse de forma
regular y sistemática.

2. Motivación de los jugadores. La ejecución de estos ejercicios de entrenamiento tienen tasas de


intervención bastante diferentes, esto es, el desarrollo de las acciones recae más sobre unos jugadores

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que sobre otros. Surgen condiciones favorables para que algunos jugadores “desconecten” del
entrenamiento, dejen de tomar decisiones, pierdan la concentración y desarrollen malos hábitos, que
después pueden verse reflejados de forma negativa en la competición.

3. Eficacia del ejercicio. Es fundamental identificar correctamente la tasa de eficacia de los


esquemas, durante el entrenamiento. Esa tasa derivará de la calidad del diseño de las acciones o de la
de los jugadores que las ejecutan. Sin embargo, puede haber tres tipos de limitaciones que pueden
llevar al entrenador y al grupo a cometer fallos:

(1) Desinterés de los compañeros. Puede suceder que las acciones sean exitosas en el
entrenamiento, pero más por dejadez del grupo opositor que por precisión del ejecutor. Esto puede
dar una falsa idea de eficacia, que va a ser contradicha cuando nos enfrentemos a la competición
real.

(2) Anticipación de las acciones. También puede ser al contrario, o sea, que el grupo
opositor, conociendo los movimientos que se estudian, se anticipen al grupo ejecutor, impidiendo
que las acciones se completen y reduciendo así su eficacia.

(3) Falta de convicción. Una reducida eficacia en las situaciones a balón parado pueden
derivar de falta de convicción por parte de los jugadores que la ejecutan. Muchas de estas
situaciones pueden ser conceptualizadas a partir de contextos no habituales, y algunas incluso ser
consideradas “ridículas”. Aún así, pueden conseguir la descoordinación y desorganización del
equipo rival. De todas las maneras, no existe sistema táctico alguno que sea realmente eficaz si no
se efectúa convencidamente. Una vez establecido el esquema táctico a desarrollar, todos los
protagonistas han de implicarse seriamente y convencidos de sus posibilidades de éxito; si éste no
llega, ha de ser porque los rivales se muestren eficaces en la contratáctica, pero nunca por falta de
implicación de los ejecutantes.

4. Condiciones climatológicas. Las condiciones meteorológicas condicionan mucho la aplicación


de estos ejercicios de entrenamiento, una vez que las interrupciones son constantes, por el motivo de
corregir posiciones de partida, tareas a ejecutar, sincronización, señales establecidas entre sacador y
restantes compañeros...Por ello, la incomodidad de la práctica aumenta en presencia de meteorología
adversa, porque la participación de los jugadores en su ejecución es dispersa en el tiempo, creándose
así propensiones objetivas a la aparición de resfriados, lesiones, desmotivación, etc.; para evitar estas
limitaciones, se debe insistir en su práctica durante todo el microciclo, es decir, entrenarlas poco tiempo
cada día, pero ser constantes. Es conveniente también empezar con grupos reducidos y nucleares, para
ir aumentando hasta la participación de todos los jugadores intervinientes.

Momentos

La utilización de los ejercicios de entrenamiento para las partes fijas del juego se debe verificar al final
de la parte principal de la sesión, o también en su parte final, en la cual un grupo reducido puede seguir
trabajando en el perfeccionamiento de estas situaciones. Con relación al microciclo de preparación, la
aplicación colectiva de estos ejercicios se deben situar, predominantemente, en las últimas tres sesiones de
trabajo. En cuanto al trabajo individual, es aconsejable que los jugadores especialistas practiquen un poco
cada día.

Organización

1. Libres directos e indirectos cercanos al área rival, estudiando los ángulos libres lejanos al área rival.
2. Saques de esquina cortos y largos.
3. Saques de banda, cerca y lejos del área rival.
4. Saques de centro.
5. Penalti.

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Ejercicios competitivos

Concepto

Los ejercicios denominados competitivos son medios específicos de preparación de jugadores y


equipos, siendo totalmente semejantes a la esencia y naturaleza de la competición del juego futbolístico, es
decir, son los que más se acercan a sus condiciones reales.

Objetivos

Los ejercicios competitivos tienen como objetivo esencial establecer una adaptación funcional más
compleja y específica a la realidad competitiva del fútbol. Contribuyen así con especial eficacia en la
armonización entre las varias componentes del entrenamiento, ajustando los factores de preparación de
carácter individual, sectorial, intersectorial y de equipo a las situaciones específicas competitivas. Podemos
sintetizar los objetivos a alcanzar de la siguiente forma:

1. Aproximación de las condiciones de entrenamiento a las competitivas. La lógica


fundamental de la práctica de los ejercicios competitivos es la de aproximar las condiciones de
preparación a las realidades competitivas. Así, procuraremos correlacionar el ejercicio de entrenamiento
con el modelo de juego, y éste, a su vez, con las exigencias competitivas. Según este enfoque, cuando
mayor sea la correlación, mejores y más eficaces serán sus efectos. Se fundamenta así la optimización
del proceso de entrenamiento, acelerando e intensificando los procesos de adaptación.

2. Potenciación de las diferentes misiones tácticas específicas. Los ejercicios competitivos


potencian la cooperación de las diferentes misiones tácticas específicas de los jugadores, que son
conjugadas en busca de una interdependencia funcional y operacional, para aumentar la eficacia del
juego. Cada misión táctica tiene tareas, objetivos, responsabilidades y espacios bien delimitados. No
obstante, la organización dinámica evidencia la necesidad de que se creen sectores de juego, en los
que un número limitado de jugadores desenvuelven sus acciones conjuntas y coordinadas de forma
especializada. Es importante: (i) no restringir la iniciativa y capacidad individual; (ii) valorar las
particularidades de los jugadores, y (iii) combinar las diferentes misiones tácticas específicas.

3. Articulación de los diferentes sectores de juego. La práctica de los ejercicios competitvos


potencia la homogeneidad táctica en cada sector de juego y la articulación coherente y racional entre
sectores, para disminuir su permeabilidad a las acciones adversarias, mejorando así su organización
dinámica. Dicho de otro modo, la operacionalidad de estos ejercicios potencia el trabajo del equipo,
mejorando su articulación y sincronización.

4. Evaluación del modelo de juego adoptado. Los ejercicios de entrenamiento competitivos


hacen posible la evaluación global del modelo de juego adoptado. Al ponerse a prueba el modelo de
juego del equipo, ante condiciones similares a la realidad competitiva, se pueden formular análisis que
nos llevan a condiciones favorables para su replanteamiento, perfeccionamiento o desarrollo. Sólo en
estas condiciones es posible detectar los errores y las disfunciones, y también otros aspectos
esenciales para la mejora del modelo de juego. Toda la preparación y mejora de un equipo se debe
asentar sobre la calidad de los ejercicios de entreno, que debe ser similar a lo que encontraremos en
competición. Entrenamiento y competición son dos caras de una misma moneda, en cuanto al
desarrollo de los jugadores y el equipo a lo largo del tiempo.

5. Integración de los factores de entrenamiento. La operacionalidad de los ejercicios


competitivos fundamenta la integración de los factores de preparación. Se desarrollan los aspectos
individuales, sectoriales, intersectoriales y globales, de forma integrada e interactiva. A través de la
aplicación de estos ejercicios se hace posible potenciar las relaciones intrínsecas entre todos los
factores de preparación del equipo.

6. Experimentación del plan de juego. La concepción y aplicación de los ejercicios competitivos


posibilitan la experimentación del plan de juego, y a través de ellos se analiza: (i) la orientación general
del juego colectivo; (ii) la adaptación de los métodos de juego en función de las particularidades tácticas

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rivales; (iii) la aplicación de acciones tácticas diferentes para sorprender al adversario; (iv) la
constitución del equipo, y, (v) las misiones tácticas específicas que se han distribuido. Así es posible
examinar el plan de juego construido para la futura competición, con el objetivo de perfeccionar
condiciones y circunstancias para su aplicación eficaz. En este ámbito, se observan las consecuencias
de las alteraciones puntuales y temporales preconizadas para una determinada competición.

7. Observación de las actitudes. Los ejercicios competitivos posibilitan analizar de forma más
exacta las actitudes, los temperamentos y los niveles de confianza ante situaciones contextuales. Los
jugadores tendrán que confrontarse con condiciones objetivas del juego, esto es, con “verdaderos”
rivales y con arbitrajes formales.

8. Adquisición de ritmo competitivo. La práctica de los ejercicios competitivos promueve la


adquisición de un ritmo de juego que no sería viable adquirir de otra manera. Efectivamente, la
operacionalidad de estos ejercicios crea condiciones para: (i) variar secuencialmente la ejecución de las
acciones motoras específicas; (ii) llevar a los adversarios a estados de crisis de raciocinio táctico; (iii)
jugar con diferentes grados de “seguridad vs. riesgo”, y, (iv) imponer un ritmo cuya variación produzca
en los adversarios respuestas desfasadas con relación a los momentos idóneos de su aplicación. En
otro aspecto más, los ejercicios competitivos pueden ser utilizados para mejorar el ritmo competitivo de
jugadores que, por la razón que fuere, están atrasados en su preparación con respecto a los otros
compañeros (por haber estado lesionados, por ejemplo), o que no son habitualmente elegidos para
jugar los partidos de competición.

9. Orientación y dirección del equipo. La operacionalidad de estos ejercicios promueve la


orientación y dirección del equipo a través de la optimización de los comportamientos táctico-técnicos
individuales y grupales. Es posible desarrollar los siguientes aspectos básicos:

(1) sólo es posible dirigir un equipo cuando los jugadores están predispuestos a dejarse dirigir, (2) sólo
es posible dirigir un equipo cuando se usan medidas directivas apropiadas acompañadas por medios
apropiados, (3) sólo es posible dirigir un equipo cuando se conocen y respetan las necesidades
individuales y se consigue que se satisfagan dentro del marco de las necesidades grupales, y, (4) para
una dirección eficaz, son condiciones básicas el escuchar y observar; presuponen que el entrenador
sabe y tiene buena predisposición.

Reglas

Desde el análisis de los ejercicios competitivos podemos establecer cuatro tipos de reglas básicas para
su construcción:

1. Práctica del juego. Los ejercicios de entrenamiento de práctica del juego se conceptualizan y
desenvuelven en condiciones próximas a las situaciones reales de competición, y en ellos el entrenador
da un mayor énfasis sobre determinados aspectos específicos de la organización del equipo. En este
dominio, se crean condiciones para que esos aspectos más particularizados se puedan expresar de la
forma más frecuente y visible, posibilitando que los jugadores se hagan conscientes de cómo los
pueden interpretar y resolver de forma eficaz. Para estas prácticas pueden utilizarse solamente los
jugadores del equipo o también los de un equipo más joven del mismo Club. De esta última forma, se
proporcionaría un contacto práctico con diferentes realidades en el ámbito de la eficacia táctico-técnica,
del ritmo de juego, de los diferentes niveles de experiencia acumulada, y también la posibilidad de
aplicación de nuevas concepciones en el dominio estratégico y táctico. El hecho de que estemos
confrontando equipos teóricamente más débiles con el nuestro puede ser contrarrestado por el mayor
empeño y motivación que suelen mostrar los jóvenes jugadores para responder a estos nuevos retos, o
bien a través de desequilibrios (numérico, jugando 11 contra 9, por ejemplo; de resultado, haciendo que
el equipo más débil parta de un 2-0). En los ejercicios de práctica de juego, el entrenador deberá
interrumpir siempre que lo considere conveniente y necesario, para corregir acciones desarrolladas. Es
más importante desarrollar acciones individuales y colectivas acordes con nuestros planteamientos
básicos de resolución, que mantener un ritmo de juego dado. El objetivo fundamental de estas prácticas
de juego es el estudio y perfeccionamiento de acciones competitivas correctas.

2. Partidos de entrenamiento. Los partidos de entrenamiento tienen como principal objetivo,


además de los mencionados, que la cantidad de movimientos y el ritmo del juego sean lo más posible
similares a la competición. Más allá de este encuadre, todos los aspectos de organización del juego del
equipo son importantes, no habiendo una preocupación particular prioritaria con relación a otras, pues
todas son relevantes. Luego, la reflexión del entrenador acerca de la funcionalidad del equipo y la
concentración competitiva de los jugadores debe ser dirigida para todos los aspectos que derivan de la

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aplicación del modelo de juego adoptado. Consecuentemente, el número de interrupciones por parte del
entrenador ha de ser menor que en los ejercicios de práctica del juego. Para llevar esto a cabo, se
entrena “compitiendo” contra jugadores de la propia plantilla, de un equipo filial o de un equipo vecino.

3. Entrenamiento para la experimentación del plan táctico-estratégico. Estos ejercicios tienen


como objetivo fundamental verificar el comportamiento del equipo bajo la necesidad de cumplimentar un
plan estratégico-táctico específico. Este plan se construye en función de las alteraciones puntuales y
temporales a la funcionalidad general del equipo, y son aplicadas solamente para determinado partido
ante circunstancias a considerar. Es posible, a través de los presupuestos que soportan la finalidad de
la aplicación de estos ejercicios, evaluar el grado de pertinencia del plan que hemos diseñado, o incluso
modificarlo si fuera necesario. En este sentido, hay que atender a cuatro aspectos particulares: (1) si el
equipo “sparring” es conveniente o no que sea de nuestro propio Club, (2) ese rival debe simular lo
mejor posible las condiciones que se van a dar en la competición oficial/real, (3) hay que calcular bien
los esfuerzos/recuperaciones, ya que son ejercicios que se realizan próximos en el tiempo a la
competición, y, (4) hay que vigilar que se respete el Reglamento, y, especialmente, evitar contactos de
los que puedan derivar lesiones que eliminen jugadores con vistas a la competición que estamos
preparando.

4. Partidos preparatorios. Los partidos de preparación son ejercicios de entrenamiento cuya


estructura básica es concordante con la competición, coincidiendo en el contenido de sus acciones en
los fundamentos estructurales y en la orientación general. Estos ejercicios se realizan contra equipos
que no pertenecen al Club, representando una oposición seria y más formal, incluyéndose un arbitraje
oficial. Estos ejercicios ayudan al entrenador a valorar los niveles alcanzados por el equipo en
competición, ofreciendo información sobre el verdadero grado de preparación del equipo. Los partidos
de preparación son normalmente usados antes del inicio de las competiciones oficiales, siendo habitual
en ese período la participación en mini-torneos, a los cuales concurren varios equipos, que en pocos
días (p.ej.: máximo una semana) juegan diferentes partidos entre ellos. En estos partidos podemos
establecer también objetivos especiales parciales, del tipo: (1) no ser goleados, dando prioridad al juego
defensivo cuando el rival es de un nivel más alto; (2) marcar el mayor número de goles posible, dando
prioridad a la fase ofensiva, cuando juguemos con rivales inferiores; (3) ejecutar el mayor número de
veces posible determinadas acciones colectivas (p.ej.: acciones de contraataque); (4) aplicación de un
determinado concepto estratégico para circunstancias concretas (p.ej.: marcaje individual en todo en
campo durante algunos minutos, después de marcar un gol, con vistas de crear desorientación en el
equipo rival), etc. Finalmente, es importante insistir en que en estos partidos la busca victoria debe ser
esencial, si pretendemos crear bases consistentes de autoconfianza en el desarrollo del trabajo
colectivo. No obstante, cuando la victoria no haya sido posible, hay que explicar a los jugadores que no
hay que dramatizar, dado que no hay puntos en juego, pero, atención, eso no disminuye la importancia
del partido en cuanto a información y toma de datos, de los cuales, además, extraeremos información
pertinente para rectificar la línea de trabajo o insistir en la que llevamos, reiterar ejercicios o introducir
otros nuevos, etc.

Con objeto de valorizar y potenciar los efectos específicos que derivan de la aplicación de los diferentes
tipos de ejercicios competitivos, el entrenador deberá desarrollar este conjunto de acciones:

1. Desarrollar una “hoja de ruta” secuencial, con vistas a aprovechar informaciones


pertinentes. Debido a la gran cantidad de factores que el entrenador tiene que observar y analizar
durante los ejercicios competitivos (pues sólo a través de ese estudio será posible tomar decisiones
eventuales), es necesario que el entrenador establezca una “guía” u “hoja de ruta” secuencial y
automatizada, que le permita extraer las informaciones consideradas por él como más pertinentes, para
poder establecer una decisión rápida y segura. De aquí se infiere la necesidad de que el entrenador
juzgue las diferentes situaciones de juego a partir de rutinas de observación caracterizadas por su
selectividad, sistematización y rapidez; sin dejarse llevar emocionalmente, sino cumpliendo esta tarea
con plena concentración y objetividad. En línea con ello, hay que recalcar que el entrenador se verá
durante estos ejercicios ante situaciones constantemente variadas y evolutivas, lo que le obliga a
observar minuciosamente el juego, para detectar cualquier novedad en el juego y que pueda ser
utilizado en beneficio, interviniendo con indicaciones puntuales o estableciendo cambios en el plan de
juego del equipo.

2. Establecer aspectos prioritarios de análisis del juego. Ya que el entrenador es el


responsable de ajustes o modificaciones del plan de juego del equipo, sea a nivel estructural,
metodológico, etc., deberá, durante estos ejercicios, enfocar su pensamiento y actuación a las
siguientes prioridades:

(1) Nivel de cumplimiento del plan de juego. Analizar el cumplimiento del plan de juego por
parte del equipo, observando su idoneidad general y específica, que es la que fomentará –o no- un
rendimiento conducente a la consecución de los objetivos.

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(2) Establecer un correcto proceso de comunicación. Informar, con palabras o señales


conocidas, para que los jugadores se adapten puntualmente al juego o para recordar a quien lo
necesite sus tareas o misiones tácticas concretas. El capitán del equipo puede ser el vehículo
utilizado. Así promovemos una información clara, concisa y completa, de manera que se eviten
posibilidades de que haya informaciones mal comprendidas, las cuales son incluso más dañinas,
en competición, que la falta total de información. Es importante también referir que las
informaciones no deben ser constantes, pues en realidad, antes o después, los jugadores dejan de
oír las orientaciones, o, incluso peor, si están siempre pendientes de ellas pierden la concentración
en el juego que realmente deben hacer. Paralelamente, el entrenador debe contestar de forma
clara y directa cualquier cuestión que los jugadores le planteen durante los ejercicios.

(3) Utilizar feedbacks. Deberá dar realimentaciones positivas a los jugadores más emotivos o
inexpertos, animándoles, reforzándoles siempre que la situación lo precise. Pero ha de ser
intransigente ante faltas de actitud o empeño y desmoralizaciones. Hay que tener siempre presente
que los jugadores son muy sensibles a la crítica y a los gritos del entrenador durante la
competición, especialmente si esas manifestaciones no tienen como objeto ayudarles, sino la
pretensión del entrenador de justificarse ante sí mismo, ante los directivos, ante los socios, el
público, etc.

(4) Asumir una conducta intachable. Deberá abstenerse de demostraciones exageradas de


alegría, tristeza, etc. No insultar ni entrar en conflicto con los adversarios, árbitro, etc., ni utilizar
gestos despreciativos. Nunca dejar de observar fríamente el juego, ni siquiera en los momentos
más críticos, y debe evitar comentarios culpabilizando o ridiculizando comportamientos técnicos de
éste o aquél jugador, incluso aunque ellos no le puedan oír. Recordar que hay suplentes en el
banquillo, que interpretan y transmiten, de forma a veces desfigurada, esos comentarios a los
demás jugadores, y que van a pensar que ellos mismos podrán ser blanco de ese tipo de
comentarios o de otros parecidos.

(5) “Reaccionar" ante las alteraciones introducidas por el rival. Deberá utilizar las
substituciones, modificar posicionamientos, alterar misiones tácticas, etc., de manera que “nuevas”
funcionalidades del equipo rival sean inocuas, o, mejor aún, acaben siendo superadas por nuestras
propias variaciones. Hay que estudiar las variaciones del rival, asimilarla y contrarrestarla
rápidamente, bien con los jugadores que están actuando, bien con gente del banquillo,
introduciendo las variaciones pertinentes para responder a las del rival y, de ser posible,
sorprenderle. De esta manera, también nuestros jugadores se van habituando a la necesidad y el
hábito de entender y crear mecanismos tácticos que nos hacen más flexibles y capacitados.

3. Promover substituciones. Las substituciones son consideradas como el medio operacional y


objetivo de la intervención del entrenador durante el transcurso del partido. De esta manera se intenta
modificar o corregir aspectos de carácter general o puntual, indispensables para el plan de juego del
equipo. No obstante, estas acciones sólo serán eficaces si substituimos al jugador apropiado y en el
momento oportuno, por el compañero más indicado, cuyas funciones y características son las más
adaptadas a las circunstancias momentáneas del juego. En este ámbito, es importante tener presentes
los siguientes aspectos:

(1) Las substituciones se ven desde una perspectiva negativa. Las substituciones son
normalmente encaradas negativamente por el jugador que sale (salvo cuando son debidas a
lesiones serias), pues éste siente que ha fallado en su tarea o bien que otros factores
“incomprensibles” (para él) han provocado su cambio. En este campo, el entrenador debe “educar”
y “convencer” a los jugadores del equipo, para que entiendan que un cambio es un medio táctico
fundamental con vista a la mejora del juego del equipo, y que se utiliza meramente en beneficio
colectivo.

(2) Orientaciones generales para la realización de una substitución. Siempre que se


realiza un cambio, debe existir un motivo real que lo aconseje y justifique. Aunque no podemos
estudiar absolutamente todas las situaciones posibles, sí podemos establecer algunas
orientaciones para una utilización racional y coherente de la substitución de jugadores: (i) cambiar
al jugador que se lesione en el juego, (ii) cambiar al jugador fatigado y que no consigue recuperar,
luego no estará cumpliendo las misiones adjudicadas, (iii) cambiar al jugador de elevado nivel
táctico-técnico cuando el resultado ya no va a ser modificado, reservándolo así para futuros
partidos, (iv) cambiar al jugador que no consigue cumplir con las misiones adjudicadas, y está
errando continuamente, (v) cambiar al jugador que está manejando diferentes maniobras tácticas a
las que se le adjudicaron, convencido de que el entrenador está equivocado, (vi) cambiar al
jugador, simplemente, por meras razones tácticas operacionales, con vistas a reforzar la capacidad:
(1) ofensiva del equipo, en busca de obtener gol, y, (2) defensiva del equipo, en busca de contener
al rival, (vii) cambiar al jugador que, habiendo sido advertido por el árbitro, sigue protestando, a

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riesgo de perjudicar al equipo, (viii) cambiar al jugador para que entre un compañero que viene de
una inactividad y que necesitamos asimilar al ritmo del grupo, y, (ix) mantener activos a un buen
número de jugadores, con vistas a que la mayoría de la plantilla no pierda nunca un aceptable ritmo
de juego.

4. Introducir varios intervalos de juego. Los intervalos de juego establecen un conjunto de


obligaciones decisivas para el equipo, teniendo por objetivo: (1) establecer las condiciones idóneas para
la recuperación de los jugadores, y, (2) informarles sobre ciertos ajustes o alteraciones, para mantener o
mejorar la eficacia del equipo. En este punto, y debido al corto tiempo disponible, es fundamental
sistematizar un conjunto de aspectos a tener en cuenta durante el intervalo, y que tanto jugadores como
entrenador deben tener presentes:

(1) Relajar/tranquilizar. Los primeros minutos de la pausa deben ser utilizados para: (1) que
los jugadores han de adoptar posturas que les permitan reposo y recuperación del esfuerzo
realizado. A mayor esfuerzo, y cuánto más desfavorable haya sido el desarrollo del mismo, más
necesario es respetar esta recomendación, y, (2) utilizar bebidas regenerativas (minerales, hidratos
de carbono, etc.).

(2) Vigilancia médica. El período de relajación debe aprovecharse por el cuerpo médico y el
entrenador: (1) para vigilar y atender las pequeñas heridas, contusiones, aplicar vendajes, ejecutar
masajes puntuales, etc., y, (2) el entrenador debe preguntar individualmente a los jugadores si
sienten algún impedimento físico para mantener el rendimiento (lesiones, cansancio, etc.).

(3) Preparación táctico-técnica para la siguiente parte. Después de los tres a cinco minutos
de reposo/relajación, el entrenador pasará a la siguiente fase de preparación con vistas al siguiente
período de juego. Metodológicamente, ha de comunicar con frases cortas, instrucciones claras,
refuerzo de lo correcto, repetir o reestructurar –si procede- misiones tácticas. Es preciso tener
presente que las instrucciones centradas en errores de la parte anterior no tienen efecto positivo
alguno. Los jugadores necesitan instrucciones centradas en sus misiones tácticas específicas. Si
fuera preciso criticar algo, es fundamental que esa crítica vaya envuelta en forma de instrucciones
y consejos. Se establecen, entre otros, los siguientes principios esenciales: (1) cualquier crítica, por
necesaria que sea, se opone a la necesidad que tienen los jugadores de sentirse reconocidos; (2) a
nadie le gusta que le critiquen, sea o no justamente; (3) la persona que critica siempre es mal vista,
aunque se le reconozca que lo hace en busca del bien común; (4) es más exitoso el uso de los
elogios que el criticar, y, (5) el entrenador deberá reforzar la autoconfianza de los jugadores,
acentuando y potenciando los comportamientos positivos. En este aspecto, se imponen los
siguientes aspectos importantes: (i) informar a los jugadores; el entrenador deberá dar
informaciones que respeten la estima propia y la estima hacia el rival, para mejor concretar una
mejor comprensión de las situaciones clave en el plan táctico de la funcionalidad colectiva, y, (ii)
realizar ajustes; a partir de las informaciones, el entrenador deberá hacer ajustes o modificaciones
en el plano individual y en el colectivo, como también en la orientación general del equipo en cuanto
al ataque y a la defensa.

Efectos

Los efectos derivados de la aplicación de los ejercicios competitivos se basan en los seis siguientes
aspectos:

1. Recrean los requisitos específicos del juego. Los ejercicios competitivos desempeñan en la
preparación de jugadores y equipo un papel extremadamente importante en el entrenamiento, porque
sin ellos es imposible moldear de forma correcta los requisitos específicos del juego futbolístico, porque
estimulan indeleblemente la consecución de un elevado nivel de preparación. En este aspecto, se crean
condiciones favorables: (1) para que los jugadores mejoren sus prestaciones, ampliando los límites de
sus capacidades, y, (2) hacer posible que el entrenador analice las formas de influenciar positivamente
en los factores que puedan estar limitando la progresión de sus jugadores.

2. Posibilitan la evaluación del modelo y del plan de juego para la competición. Es a través
de los presupuestos establecidos por estos ejercicios de entrenamiento como es posible experimentar y
evaluar, con un elevado grado de certeza: (1) el nivel de consolidación y asimilación del modelo de
juego preconizado por el equipo. Se reúnen de este modo datos o referencias fundamentales para
redireccionar, perfeccionar o modificar aspectos más o menos particulares de la planificación conceptual
del equipo, y, (2) el nivel de pertinencia del plan de juego, a través del cual se efectúan alteraciones
puntuales y temporales de la expresión táctica de base del equipo, en función del conocimiento del
equipo adversario y de las condiciones objetivas sobre las que se jugará la próxima competición.

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3. Se confirman como los medios más eficaces de entrenamiento. Los ejercicios competitivos
son las formas de preparación que más se asimilan a las condiciones reales de competición. En este
sentido, desde que se haya conseguido la comprensión y asimilación correcta de los elementos
generales y específicos de la funcionalidad del modelo y del plan de juego, estos ejercicios se
consideran como, probablemente, los medios más eficaces del proceso de entrenamiento. Sin embargo,
hay que insistir en que los ejercicios competitivos son parte de un trayecto de preparación cuya
sostenibilidad deriva de la previa aplicación de otros ejercicios sin los que no es posible su
rentabilización. En otros términos: los ejercicios competitivos están en la cima de una perspectiva
didáctico-metodológica, cuya aplicación sólo tiene sentido cuando está basada en los efectos derivados
de los contenidos de otros ejercicios de entrenamiento.

4. Perfeccionan el trabajo del equipo. El efecto fundamental de los ejercicios competitivos se


sitúa en la posibilidad de desarrollar, simultáneamente, la capacidad individual de los jugadores y
perfeccionar el trabajo del equipo, mejorando su sincronización y articulación. La armonización
comportamental de los once jugadores que detentan diferentes funciones tácticas sólo es posible a
través de procesos de entrenamiento que reúnen condiciones lo más parecidas posible a aquéllas en
las que se compite realmente.

5. Potencian un ritmo específico de juego. Los ejercicios competitivos crean condiciones para
que se potencie una variedad de velocidad de ejecución de las acciones individuales y colectivas que
sea la más conveniente para mantener los niveles de rendimiento. Este ritmo ha de impedir que el
equipo adversario se adapte a los constantes y secuenciales cambios de ritmo de ejecución motora.

6. Se promueven condiciones de orientación y dirección del equipo. La lógica de los ejercicios


competitivos promueve condiciones para el establecimiento de formas específicas de comunicación,
conteniendo señales, códigos y frases a través de los que el entrenador orienta y dirige al equipo. En
esta perspectiva, la práctica de estos ejercicios posibilita el desarrollo de un lenguaje común, cuyo
significado y entendimiento sólo es accesible al grupo. Estos códigos de comunicación desarrollan
reglas de orientación y dirección táctica del equipo, con la intención de adaptar y mejorar la
funcionalidad de éstos, para su aplicación en la competición.

Constreñimientos

Es importante atender a algunos aspectos particulares en la utilización de los ejercicios competitivos


que se pudieran convertir en perjudiciales:

1. Escoger el equipo adversario. Hay un conjunto de presupuestos importantes en la elección del


equipo a enfrentar. De todos modos, el principal es que éste simule lo mejor posible las condiciones que
pretendemos observar, analizar y probar con respecto a nuestro equipo. La elección del rival podrá
variar entre: (1) un conjunto de jugadores elegidos dentro de nuestro propio equipo; (2) un equipo –bien
de más nivel, bien de menos- de nuestro propio Club, y, (3) invitar a un equipo de otro Club.

2. Atender al período del plan anual de entrenamiento. En la utilización de los ejercicios


competitivos, se debe tener presente el periodo dentro del proceso anual de entrenamiento. En efecto,
su aplicación durante el pre-competitivo debe atender al hecho de que se trata de alcanzar un nivel de
rendimiento alto, con vistas a la competición oficial. En caso de realizarlos durante el periodo
competitivo, hay que controlar su aplicación para que no se acumule mucha fatiga previamente al
siguiente partido oficial. Para no incurrir en este riesgo, se proponen interrupciones sistemáticas y
espaciadas a lo largo del entrenamiento, para que los jugadores tengan la posibilidad de recuperarse de
los esfuerzos producidos y, además, para recibir informaciones pertinentes por parte del entrenador.

3. Reducir la posibilidad de ejecución de acciones al margen de las leyes del juego. En este
sentido, es importante tener especial cuidado en lo que se refiere a los eventuales roces (faltas,
infracciones...) que pudieran ocurrir durante los partidos de entrenamiento, y que podrían originar
lesiones que impidan a algunos jugadores seguir en el partido o incluso su concurso en los próximos de
competición oficial.

4. Prever y anticipar conflictos. Ante la utilización de estos ejercicios de entrenamiento se debe


preparar a los jugadores para la posibilidad de que surjan conflictos entre los jugadores, lo que crearía
condiciones para que éstos dejen de concentrarse en los objetivos del entrenamiento, perdiéndose
irremediablemente sus efectos.

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5. Atender a la capacidad de los jugadores. Para la aplicación de estos ejercicios es importa


verificar que todos los jugadores estén capacitados para soportarlos, pues algunos podrían necesitar de
medios de entrenamiento graduales, con vistas a superar momentáneas carencias.

Momentos

El emplazamiento de estos ejercicios de entrenamiento ha de ser en la parte principal de la sesión.


Con vistas a ello, es fundamental realizar una fase preparatoria correcta, utilizando ejercicios de carácter
general (para estimular las funciones más importantes) y específico (ejecutando acciones similares a las que
se van a realizar durante el ejercicio fundamental). Relativamente al microciclo semanal de preparación,
estos ejercicios se aplicarán, como máximo, una vez por semana, en una sesión de trabajo intermedia entre
el partido anterior y el siguiente. En esta línea, se procurará que la aplicación de esta “competición-
entrenamiento” tenga:

1. presente la reflexión sobre los aspectos menos positivos identificados en el partido anterior y el
reforzamiento de los positivos.

2. como objetivo, examinar el plan estratégico-táctico que se aplicará en el siguiente partido de


competición.

Organización

1. Desequilibrios de carácter numérico.

2. Desequilibrios en el resultado del juego.

3. En función del tiempo de juego.

4. Variando su duración.

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5. Dividiendo su duración en partes.

6. De la sucesión de los goles.

7. Del equipo que primero concrete los goles.

8. De las partes fijas del juego.

9. De acciones individuales o colectivas.

10. De los marcajes individuales.

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11. De objetivos tácticos variables.

12. De remates desde larga distancia.

13. De cambios constantes del ángulo de ataque.

14. De la profundidad ofensiva.

15. Del número de contactos con el balón por intervención.

16. De las decisiones del árbitro.

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3.- ANEXO
Entrevista realizada a Jorge F. F. Castelo por Jesús Cuadrado
(Publicada en el número 116 de TRAINING FÚTBOL, octubre-2005)

Preguntas basadas en planteamientos de su libro “Fútbol. Estructura y


dinámica del juego”

- ¿Qué criterios han de tenerse en cuenta para realizar un planteamiento


de equipo que garantice un eficaz juego colectivo y, al mismo tiempo, la
ejecución óptima de las habilidades técnicas de los jugadores?

- Comenzando por la primera parte de la pregunta, los criterios a tener en


cuenta para garantizar un juego colectivo eficiente pasan por un conjunto de
supuestos que se deben analizar e integrar en una red más amplia de relaciones e
interrelaciones cuyo dispositivo global es más importante que las diferentes partes
que lo componen. Por ello, ningún ambiente táctico se desarrolla de forma aislada,
fuera de su contexto, sino en un grupo cuya naturaleza es distinta de las partes que
lo componen. Desde punto de vista ofensivo establecemos seis aspectos esenciales
del problema: (1) el equilibrio ofensivo, (2) la velocidad de la transición (la defensa/el
ataque), (3) el relanzamiento del proceso ofensivo, (4) la segunda ola de ataque, (5)
los desplazamientos en longitud y profundidad, y (6) el establecimiento de un tiempo
y un ritmo de juego. Desde un punto de vista defensivo, establecemos cinco
aspectos esenciales del problema: (1) el equilibrio defensivo, (2) la recuperación
defensiva, (3) la concentración defensiva, (4) la organización de la última línea
defensiva, y (5) el establecimiento de un ritmo defensivo.

En lo que se refiere a la ejecución "óptima" de las habilidades motrices, hay


que decir que éstas deben estar en consonancia con la capacidad de resolución de
las situaciones de juego que se realizan, a través de normas decisivas. En la
actualidad se piensa todavía que el jugador debe expresar una técnica gestual
"perfecta", es decir, una configuración ideal del movimiento. La idea fundamental de
la eficacia se determina a través de los gestos realizados. Se basa en la imitación y
asimilación de movimientos específicos del juego. Por el contrario si uno observa el
juego del fútbol de nuestros días, la eficacia ya no puede ser atribuida al gesto en sí
mismo, pero sí a la precisión de las diferentes operaciones cognitivas subyacentes
(la percepción/análisis y resolución mental/decisión) que rigen la construcción de
acciones de respuesta. Por ello, cuando se adquiere una capacidad técnica no se
aprende el movimiento (el gesto), pero sí las estrategias y las normas que permiten
generar acciones, que deben ser eficaces, y deben adaptarse a las situaciones-
problemas del juego (en el fútbol trabajamos con acciones y no con gestos).

Para concluir, la actividad cognitiva de los jugadores en el juego puede y debe


ser modificada por la educación que interviene en la conceptualización de ejercicios
y en la manipulación de sus componentes condicionales (el tiempo, el espacio, el
número, etc.), y no por los movimientos que se manifiestan de forma mecánica y
analítica. Las acciones específicas del fútbol tienen sólo un sentido, un propósito y
un significado, y se ejecutan en ambientes contextualizados del juego (por ejemplo
en una situación de transición de la defensa/ataque, etc.) Fuera de este gráfico,

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como puede suceder en la sesión de entrenamiento, la relación obtenida entre el


coste (tiempo en la actividad) y el beneficio (efectos producidos por la ejercitación de
la actividad) es menor que si se compara con otras formas de trabajo más cercanas
a la realidad competitiva. De esta concepción observamos que el aprendizaje y el
perfeccionamiento de los jugadores o del equipo sólo son rentables cuando se
producen contextualidades situacionales que evocan realidades competitivas más o
menos complejas. Solo a partir de estos ambientes es posible obtener los diferentes
mecanismos para la toma de decisiones y para las acciones motrices de respuesta a
la situación-problema. Es fundamental precisar y centrar el diseño de la construcción
de los ejercicios del entrenamiento en base a la decisión de los jugadores.

- ¿Porqué cuánto más orden y organización tengamos en el juego, más


necesidad de desorden tenemos?

- El juego del fútbol es una modalidad deportiva colectiva que recurre continua
y persistentemente al perfeccionamiento de su organización, intentando alcanzar sus
objetivos y superar sus propias limitaciones momentáneas. En esta dimensión,
basada en la organización de un equipo de fútbol, es la cooperación, es decir, la
congregación de esfuerzos (en el sentido del cumplimiento de los objetivos) lo
importante para que la organización se mantenga. Es a través de la cooperación
como se refuerza la acción individual, gestionando la organización para cumplir con
eficacia el objetivo marcado, que está completamente fuera del alcance de cada
jugador que actúa de forma aislada (efecto de sinergia). La sinergia produce un
efecto más grande que la suma de los efectos que producirían los jugadores
actuando individualmente (2+2=6 – aritmética organizativa).

El juego del fútbol constituye para los jugadores, en este sentido, un ambiente
notable de la expresión (definido por el conjunto de posibilidades que éstos tienen
para resolver las situaciones de juego). Esto significa que el fútbol encarado como
un sistema social abierto no posee una dirección "unidireccional" y puede, por un
lado, partir de diferentes condiciones iniciales para llegar a un mismo objetivo, es
decir, utiliza otros caminos para llegar al mismo propósito; y por otro lado, ninguno
de estos caminos (en la mayoría de las situaciones) parece mejor ni más eficiente
que otro. Hay que tener en cuenta que "cuanto más se desarrolla el orden y la
organización, más necesidad hay de desorden", sin el cual no habría una evolución
estratégico-táctica. Pero hay que recordar que paralelamente se crean mecanismos
de regulación o control, siempre que las acciones de los jugadores respeten el
objetivo inicial, ya que de no ser así se realizarían modificaciones. Estas
correcciones presuponen que existen mecanismos de retroacción que tienen como
objetivo modificar el comportamiento del equipo si fuese necesario, siempre
respetando ciertos límites, definidos por los objetivos de la propia competición.

- ¿Cuando hablas de cobertura ofensiva, te refieres a apoyar por detrás


al compañero que tiene el balón? ¿O consideras cobertura ofensiva a
cualquier movimiento de desmarque que se ofrece al poseedor del balón?

- En primer lugar, es necesario precisar que la cobertura ofensiva es un


principio del juego. Es la línea de orientación táctica de los jugadores,
independientemente de cuál sea el sistema o el enfoque del juego aplicado por el
equipo. El principio de juego se apoya en un conjunto de acciones de carácter

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táctico-técnico: (1) la distancia, (2) el ángulo, y (3) la comunicación. Estas acciones


se llevan a cabo detrás del atacante que posee el balón y todos los desplazamientos
se realizan hacia él (apoyo frontal) o al lado de éste (apoyo lateral), y no deben ser
considerados como de cobertura ofensiva. Por lo tanto, no tienen el mismo objetivo
táctico, sino: (1) simplificar la respuesta táctica del compañero que posee el balón,
dándole varias opciones para solucionar la situación del juego, (2) disminuir la
presión de los adversarios sobre el jugador que tenga la posesión del balón, y
especialmente (3) posibilitar la conservación del equilibrio defensivo con respecto al
compañero de la posesión del balón. Para que el atacante desencadene cualquier
acción necesitará estar mínimamente seguro de poder hacerlo. El lugar donde se
desarrolla la acción y el jugador con cobertura son los límites de seguridad para el
jugador con posesión de balón, porque al colocarse cerca del primer atacante el
segundo atacante está en una posición buena para defenderse y no perder la
posesión del balón.

- La finalidad del juego es marcar gol y evitar que el rival nos lo marque a
nosotros, ¿pueden existir momentos en que la finalidad de los equipos no
coincida con la finalidad del juego?

- El propósito del juego es el valor fundamental que establece una


cooperación deliberada y consciente contra las acciones deliberadas, conscientes y
adversas de los miembros del equipo adversario. La formación y la organización de
un equipo pasa por el objetivo siguiente: marcar goles al adversario y evitar que el
adversario meta goles al propio equipo. Sólo así será capaz de alcanzar la victoria.
Esta premisa, que no se suele mencionar, condiciona todo el trabajo colectivo.
Aunque el propósito del juego sea alcanzar el gol el mayor número de veces, la
verdad es que existen muchas ocasiones, antes de la confrontación y muchos
momentos durante el partido, en las que el objetivo del los equipos no coincide con
la finalidad del propio juego. Esto significa que: (1) en función de las estrategias para
la confrontación directa, o (2) en función de la táctica que se desarrolla durante la
confrontación, el equipo establece otra finalidad, otros objetivos estratégico-tácticos,
para los cuales son precisos unos comportamientos y unas acciones determinadas.
De esta forma, la finalidad del juego abarca una serie de variables, como el dominio
técnico, táctico, físico, psicológico y social que se interpretan y condicionan
mutuamente. Todo se complica con la mezcla de aplicaciones de concepciones
estratégicas preestablecidas y/o a través de la aplicación operativa de medidas
tácticas especiales, fruto de las modificaciones previstas que se realizan durante el
partido.

Durante el juego del fútbol nada es definitivo, nada se establece para


siempre. Por ello, todos y cada uno de los momentos y circunstancias no son
semejantes para cada uno de los equipos en confrontación, pero no seguirá siendo
así durante mucho tiempo. Con el tiempo se producen modificaciones, instantes más
favorables a un equipo que a otro. Por ello, ambos no pueden tener
simultáneamente el mismo objetivo táctico ni tampoco las mismas actitudes y
conductas táctico-técnicas. Sin embargo, la ventaja de un equipo puede basarse en
la aplicación de una estrategia específica sobre el otro. Hay diferentes elementos de
carácter estratégico y táctico que si se aplican correctamente pueden disimular
ambientes y condiciones de juego que a un observador imparcial e inexperto pueden
hacer pensar que al final la ventaja del juego la tendrá uno de los dos equipos.

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Sin embargo, después de un análisis más profundo somos capaces de llegar


a la conclusión de que esa ventaja pasa "sólo" por la aplicación de una estrategia
adaptada a esas circunstancias, que recrea condiciones favorables a la
concretización del plan de juego establecido. Mantener la posesión del balón más
tiempo durante el partido, por ejemplo, no es un hecho por sí mismo que ya
determine la victoria. Debemos tener en cuenta que este hecho puede haber sido
propiciado por la propia estrategia del equipo de dar "toda" la iniciativa al adversario,
aprovechándonos de los desequilibrios resultantes, tanto en el plano estructural
(sistema del juego) como en el plano mental (la concentración, la atención). Existen
amplias hipótesis sobre la concretización de contraataques o ataques rápidos en
condiciones ventajosas en el espacio (ataque a las zonas esenciales del juego), de
tiempo y de número (situaciones aisladas de ataque contra defensas: 1x1, o de
superioridad 2x1).

- La táctica es el manejo del espacio y el tiempo sometidos a la


colaboración de los compañeros y a la oposición de los adversarios. Tú hablas
de unidad de espacio, unidad de tiempo y unidad de la acción. ¿La acción es
otra unidad o únicamente es consecuencia del espacio y del tiempo?

- Me inclino a pensar que el juego del fútbol, analizado bajo una perspectiva
dualista, se traduce por dos bloques antagonistas condicionados por una unidad de
tiempo, de espacio, y de acción. Por ello, cada jugador apoya a todos sus
compañeros de equipo y es un rival para todos sus adversarios. En relación con la
pregunta, la acción es claramente consecuencia de la existencia de una concepción
de la unidad para el desarrollo del juego: la planificación táctica. En realidad, la
planificación táctica no significa sólo una organización en función del espacio, del
tiempo del juego y de las misiones específicas de los jugadores, sino que presume,
en último análisis, de la existencia de esa concepción de la unidad, en la que la
velocidad, la coordinación y la coherencia de los desplazamientos de los jugadores,
su orientación y el ritmo, la relación y el contacto con los adversarios, tanto en las
fases ofensivas como en las defensivas, determinan la orden de ejecución de las
acciones individuales y colectivas en las que el espacio necesario y su distribución
en el tiempo son variables, secuenciales, coherentes y organizadas con el objetivo
de alcanzar la victoria.

- ¿La dinámica del juego no permite, en ningún caso, acciones


predeterminadas?

- De forma concreta, cada situación de juego expresa una dimensión


estratégica y una dimensión táctica extraordinaria. Se pueden observar dos
situaciones de juego semejantes, pero no existen dos iguales. La dinámica de un
juego deportivo colectivo, como es el caso del fútbol, permite acciones
preestablecidas estudiadas, y la verdad es que éstas no se reproducen de forma
exacta durante el partido. Por lo tanto, toda la acción del ataque o de la defensa, con
o sin el balón, es discrecional y se resuelve según la contextualidad de la situación,
cuyo logro requiere un programa de acción (dentro de una serie de opciones)
adecuado a la situación y a los objetivos estratégico-tácticos que se deben alcanzar.
Podemos establecer las acciones predeterminadas pero no podemos controlar las
condiciones estructurales en que éstas se llevan a cabo, ni prever sus efectos en la
resolución de la situación de juego.

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- ¿Qué consideras más importante en un jugador de fútbol: la capacidad


de decisión o la capacidad de ejecución?

- Una respuesta de carácter puramente dualista de tipo "decisión" o


"ejecución" no es fácil ni es posible, porque una complementa a la otra. Vemos
además lo siguiente:

1.- El fútbol es sobre todo un juego de decisiones. En la pelea competitiva no


gana quién desarrolla los desplazamientos rápidos (el espacio en la unidad de
tiempo), quien salta más alto (la fuerza rápida), quien corre más (la resistencia de la
duración larga). No ganan tampoco los equipos cuyos jugadores realizan las
acciones estrictamente técnicas a un nivel elevado, pero sin un análisis suficiente de
los problemas impuestos por una actividad colectiva de dimensión táctica y
estratégica. Esconder o disfrazar de esta manera la incapacidad de la lectura de las
situaciones del juego, demuestra que el reflejo siempre debe preceder a la acción.
En el fútbol gana quién tiene la capacidad de reconocer en cada momento las
estructuras invariables del juego. Este reconocimiento, aliado a la capacidad de los
jugadores, anticipará el desarrollo de esos acontecimientos y se traducirá por la
utilización específica de procedimientos táctico-técnicos adaptados a las situaciones
momentáneas del juego.

La acción o acciones motrices observadas se elegirán dentro de un grupo


más o menos amplio de opciones posibles para ese caso, apoyándose en diferentes
componentes de la física dominante (la velocidad, la fuerza y la resistencia),
manteniendo una correlación íntima y no de primacía de éstos con respecto a los
mecanismos de la respuesta motriz específica e inherente a las situaciones de
juego, que tiene fundamentalmente un carácter estratégico y táctico. El análisis y la
observación de la práctica del entrenamiento nos hace muchas veces creer lo
contrario. Por ello se parte de la idea errónea de que el juego no se enseña, que es
casi como un valor genético intrínseco de ciertas personas, de ciertas regiones o de
ciertos individuos. Durante el entrenamiento se refuerzan las cualidades físicas en
condiciones artificiales (es decir, fuera de la contextualidad del juego), o más o
menos cerca de la realidad competitiva. Por ello se antoja fundamental precisar el
diseño de la construcción de los ejercicios del entrenamiento en la actividad decisiva
de los jugadores.

Sólo de esta manera será posible que los procesos cognitivos que están en la
base se mezclen con la ejecución de acciones motrices muy eficientes y más
adaptadas a la situación. Estos procesos son el resultado de la respuesta motriz del
jugador (feedback) en función de su eficacia, y llegan a ser una experiencia
significativa. Por ello facilitan la resolución de otras situaciones idénticas (debido a la
participación de la conciencia) y llegan a servir de base para la resolución de una
situación momentánea nueva del juego (debido a la utilización de un pensamiento
productor). Para concluir, en el juego del fútbol todos los jugadores, en el mismo
momento, tienen una actividad mental constante de decisión y ejecución motriz que
sólo se activa cuando éstos juegan con el balón. Es necesario comprender que la
actividad de los jugadores con el balón representa, como promedio, entre el 7% y el
10% de su actividad bruta en la competición.

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2.- Cualquier actividad humana, en sus diferentes dominios, se apoya en una


determinada racionalidad, que normalmente es dominada por la técnica. Durante la
actividad competitiva el rendimiento de un jugador o de un equipo se mide en base a
la unión entre la ejecución de una acción o acciones sucesivas y el resultado
objetivo de esas acciones. Si existe alguna cualidad que pueda fascinar al público,
como el respeto de los adversarios, la admiración de los colegas y el placer
intrínseco del propio juego, esto es consecuencia de la capacidad elevada de los
jugadores de resolver eficazmente las situaciones del juego. Utilizando las acciones
motrices específicas y más variadas del fútbol, y encontrando siempre el tiempo
suficiente para realizarlas, se podrían cosechar múltiples resultados. Por ello el
jugador debe explotar al máximo sus competencias de carácter técnico y táctico para
mejorar constantemente sus niveles de rendimiento. Sin embargo, el
perfeccionamiento del factor técnico se lleva a cabo simultáneamente con el
desarrollo de estrategias y normas.

De este análisis comprendemos que cuando el jugador deja de tener eficacia


en la aplicación de su bagaje táctico-técnico o en una de las acciones que lo
constituyen (por ejemplo: el toque final, el pase, la recepción, etc.), podrá
comprender mejor la necesidad de examinar y explotar los elementos críticos de
esas acciones motrices, con el objetivo de superar el problema en cuestión. Sin
embargo, veremos que esta apreciación y la aplicación motriz no se deben basar en
la idea de una técnica gestual "perfecta". Esta visión no tendrá nada que ver con las
características de transitoriedad y variabilidad de las situaciones que el juego del
fútbol en sí mismo encierra. La eficacia de los jugadores pasa forzosamente por la
precisión de las operaciones mentales subyacentes a la percepción y toma de
decisiones, que articulan las acciones de respuesta a las situaciones-problema. En
este sentido, cuando se pretende alcanzar una capacidad técnica determinada no se
debe imitar el gesto, sino construir y desarrollar estrategias y normas para aquellas
acciones, adaptadas a las situaciones-problema, que se desarrollan durante el
entrenamiento o en la competición del juego.

- ¿Para la comunicación entre los jugadores durante el juego, son más


efectivas las palabras o los gestos?

- En el fútbol la comunicación entre los diferentes componentes de un equipo


y de los adversarios, a través de la cual es posible el desarrollo y la ejecución de
situaciones determinadas del juego (por ejemplo: las circulaciones tácticas, los
planes tácticos, etc.) es de vital importancia. Las acciones necesitan una serie de
signos, gestos y símbolos que reemplazan a la palabra. El fútbol suministra, en la
mayoría de las situaciones del juego, una situación en la que la comunicación verbal
es inadecuada. Esta circunstancia favorece el que se recurra a los gestos como
medio fundamental de comunicación. Si observamos a los jugadores durante el
juego, vemos que éstos hablan bastante entre ellos, más que los jugadores de alto
nivel. Cuando el juego comienza a organizarse y se acelera, esta forma de
comunicación llega a no ser la adecuada para la naturaleza y el ritmo de la evolución
de la complejidad de la tarea (la situación), y para su resolución. Lo cierto es que
nos comunicamos con el mismo éxito a través de frases que a través de la posición
del cuerpo y el ritmo de nuestros movimientos en el espacio. Limitada a un gesto, la
dimensión corporal no se vuelve menos presente en la comunicación, pero sí llega a
ser un "idioma silencioso".

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Para concluir, la originalidad de la comunicación motriz en el juego reside en


que forma parte de la acción del juego. La interacción entre los jugadores sucede
aunque ellos no quieran. Un jugador comunica, y su comportamiento funciona como
una señal. Sin embargo, el mismo signo puede ser asociado virtualmente a muchos
mensajes diferentes. Esto significa que una misma situación de juego puede no ser
"vivida" necesariamente de la misma forma por diferentes jugadores.
Consecuentemente, no se anticipan a sus acciones a partir de un escenario idéntico.
En este sentido, esta multiplicidad es la fuente de la ambigüedad del acto
estratégico. Para un mismo significado, el jugador dispone de todo un inventario de
significados que se oponen. Teóricamente, la eficacia de la comunicación postula
que a cada significado le corresponde un significante, e inversamente, cada
significado se expresa por un único significante. En la práctica son innumerables las
situaciones donde un significante puede referirse a varios significados, y donde cada
significado se puede expresar por medio de varios significantes.

- ¿A través de qué aspectos puede pasarse rápidamente, durante el


partido, de un método de juego a otro?

- El paso de un método de juego a otro, dentro de una larga serie de


posibilidades, se basa en los aspectos siguientes: (1) la inestabilidad continua en la
organización del enfoque del juego del adversario; (2) la aplicación de un ritmo más
o menos elevado, incompatible con las acciones coordinadas de los adversarios con
vistas a su desorganización; (3) el uso de los desplazamientos constantes en
longitud y profundidad con el objetivo de aumentar las opciones tácticas; (4) dirigir
las acciones táctico-técnicas colectivas e individuales hacia el adversario o hacia
espacios esenciales del terreno de juego; (5) realizar circulaciones tácticas
intentando lograr altas tasas de éxito, especialmente en las fases de creación de
situaciones de finalización y de remate en el campo del rival; (6) simplificar el
proceso ofensivo a través de un número limitado de jugadores que intervengan
directamente cerca del balón, utilizando siempre que sea posible un juego directo y
objetivo que determine un aumento de la iniciativa, improvisación y creatividad de los
jugadores; (7) aprovechar constantemente el desequilibrio momentáneo del carácter
mental (la actitud), del motor (la conducta) y de la organización espacial del equipo,
y en vez de atacar pasar a defender; (8) fomentar transiciones defensa/ataque o
ataque/defensa a través de procedimientos que potencien un nivel elevado de
prontitud colectiva e individual para dialogar sobre los posibles desequilibrios
organizativos del equipo adversario (aprovechándolos), así como de los resultantes
del propio equipo (rectificándolos); y (9) corregir la lectura de la situación de juego,
que consecuentemente muestra que irán apareciendo formas de organización
ofensiva: contraataque, ataque rápido o ataque posicional.

- ¿Cómo puede aplicarse el “lenguaje común” necesario en el equipo?

- En el fútbol, en cada momento del juego solo un jugador (de los 22 en juego)
podrá conservar la posesión del balón. Sin embargo, la coordinación y el rendimiento
del equipo dependen extensamente de las conductas táctico-técnicas de los
restantes diez compañeros. De esta constatación deducimos el grado elevado de
complejidad que las conductas de los jugadores expresan. Ejecutar una acción
correcta, en el momento exacto, empleando la fuerza necesaria, siguiendo la
velocidad ideal, anticipándose a las acciones de los adversarios, llega a ser

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relativamente comprensible para los compañeros, e incomprensible para los


adversarios. Estos son algunos de los elementos que cualquier jugador debe tener
en cuenta cuando toma una decisión. En este sentido, la resolución de cualquier
contexto del juego pasa por las conductas de los jugadores, que expresan tres
vertientes inseparables y fundamentales: (1) la vertiente estratégica, predefinida y
limitada por el modelo de juego del equipo; (2) la vertiente táctica, definida por el
ensayo intelectual de la solución del problema de juego; y (3) la vertiente técnica,
definida por la solución práctica del problema de juego.

En este sentido, la solución de los contextos situacionales del juego implica,


en general, recurrir a ciertos principios que se desarrollan a través: (1) de las
directrices del entrenador y (2) de los conocimientos preexistentes (experiencias) de
los jugadores para resolver las situaciones-problema. Estas reglas de decisión,
aprendidas y perfeccionadas por la aplicación práctica, permiten soluciones
relativamente satisfactorias entre los beneficios cualitativos que brinda el haber
optado por la decisión correcta y el coste de usar otras más complejas. Por lo tanto,
aunque sean mejores como reglas necesitan más tiempo para poder abarcar toda la
situación (tiempo es lo que no existe en el fútbol) y más esfuerzo. El uso de reglas
de decisión comprende dos operaciones mentales distintas: la primera consiste en
determinar a qué regla es necesario recurrir para resolver el problema y la segunda
comprende la aplicación de una regla determinada en relación con las condiciones
particulares del problema a resolver.

- Partiendo de la base de que la primera responsabilidad de los


delanteros es marcar goles, ¿qué otras responsabilidades importantes tienen
para el desarrollo colectivo del juego?

- En la ofensiva el delantero debe ocuparse de los siguientes aspectos: (1) de


la profundidad, cuando sus compañeros se sitúan cerca de la defensa contraria; (2)
llevar a los defensas centrales hacia posiciones falsas (de esta manera facilita la
penetración de sus colegas, que tantean el terreno situándose detrás de los
defensas centrales) o llevarlos hacia zonas esenciales del terreno de juego; (3)
dominar la acción de remate en cualquier situación o posición (pie y cabeza); (4)
crear constantemente condiciones a través de demarcaciones, buscando apoyos en
los medios alas o defensas laterales; (5) tomar parte en las acciones de movimiento
del balón en zonas intermedias; (6) constituirse como "objetivo" constante frente a
las acciones de sus colegas, para dominar y para asegurar la posesión del balón
bajo la presión del adversario; y (7) buscar las ventajas dentro y fuera del área
grande de contactos físicos permanentes o circunstancias con los defensas
adversarios, de estos contactos pueden resultar situaciones muy ventajosas para su
equipo, como es el caso de los libres directos.

- ¿La posesión del balón puede ser, en algunos casos, un fin en sí


misma?

- La conservación de la posesión del balón es uno de los objetivos del ataque.


La concretización de este objetivo evitará el riesgo irracional presente en algunos
jugadores, ya que en raras circunstancias pierden, de forma improvisada, la
posesión del balón. La actuación pone de esta manera en entredicho todo un
esfuerzo colectivo, al igual que todos los procedimientos de carácter ofensivo

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realizados hasta ese momento. En una serie de circunstancias inherentes al propio


juego, la resolución de situaciones de ese tipo debe prever la imposibilidad temporal
de atacar al adversario cuando las condiciones no permitan un mínimo éxito.

En este sentido, si no se tienen en cuenta las condiciones mínimas los


jugadores deben mantener la posesión del balón para temporizar el ensayo ofensivo
hasta que se logren las condiciones idóneas. Para este objetivo es necesario: (1)
resolver los diferentes contextos situacionales evaluándolos en función del
riesgo/seguridad, cuando cada jugador intervenga cerca del balón deberá evaluar
las ventajas y desventajas en base a los objetivos tácticos de su equipo, y ejecutar o
no la acción en mente, es preferible una acción táctico-técnica antes que una acción
que entregue el balón al adversario, porque una acción táctico-técnica determinada
no puede ser la solución más adecuada para una situación momentánea del juego
pero permite al equipo mantener la posesión del balón, que es siempre un aspecto
positivo; (2) romper el ritmo de juego del adversario: en ciertas situaciones del juego,
los jugadores deben tener el sentido táctico de romper el ritmo de juego del
adversario y para que eso suceda asumen conductas que imprimen un ritmo más
conveniente para su propio equipo o crean una noción falsa del ritmo que
proporciona un acentuación de la iniciativa del ataque; (3) mantener la iniciativa del
juego, asumir que una iniciativa agresiva y constante del juego es uno de los
supuestos fundamentales para sorprender al adversario, cansarlo físicamente,
obligarlo a jugar con una presión psicológica grande y, finalmente, crear las
condiciones necesarias para que exista crisis de raciocinio táctico; (4) mantener el
resultado del juego: en las situaciones en las que el juego esté acabando deberá ser
capaz de mantener la posesión del balón y llegando a espacios pequeños (como es
el caso del delantero) cumplir determinados objetivos para poder agotar el máximo
tiempo posible.

- ¿Cuándo hablas de “ritmo de juego” en ataque, aparte del número de


ejecuciones en la unidad de tiempo, también te refieres a evolucionar con el
balón en distintos espacios y a utilizar diversos tipos de pases?

- La variación del ritmo del juego es uno de los aspectos más importantes en
la modificación estructural del fútbol. Esta variación se relaciona con el grado del
riesgo o de la seguridad con que los equipos realizan sus acciones táctico-técnicas
con el objetivo de llegar al gol, y con el equipo en el ensayo defensivo, donde deberá
asumir una actitud más o menos determinante y agresiva en el intento de conquistar
la posesión del balón. Por ello, el equipo impondrá un ritmo más rápido al adversario
a través de acciones colectivas e individuales, para que sea: (1) variable la orden
con que son realizados; (2) determinado el espacio para su ejecución,
especialmente cuando se utilizan las zonas finales; (3) la velocidad de la ejecución
de cada uno de ellos; (4) su direccionalidad, tras lo cual el ritmo aumenta cuando
estas acciones están dirigidas contra la defensa del adversario (por ejemplo la
utilización de acciones de conducción y dribling); (5) la distribución del tiempo
durante el cual se realiza el ataque. Sin embargo, es necesario tener presentes tres
aspectos fundamentales: (1º) un ritmo elevado es la consecuencia de la variación
("puntos altos y bajos") de la velocidad de la ejecución de las conductas táctico-
técnicas colectivas e individuales, y de la importancia de que el equipo reaccione,
reconociendo cuándo, dónde y cómo lo aplica, de forma sistemática y metódica. Un
ritmo más grande o más pequeño del juego, al igual que el factor sorpresa,

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provocará desequilibrios temporales y puntuales en las unidades estructurales


funcionales del equipo adversario o, incluso, en toda su organización defensiva; (2º)
el aumento de la velocidad va íntimamente unido al aumento de la probabilidad de la
ejecución ineficaz de las acciones táctico-técnicas con las que el equipo aumentará
las pérdidas de posesión de balón, en este contexto hay que destacar la necesidad
de que sea establecido un ritmo concreto, el más conveniente posible, y de que se
mantengan los niveles de rendimiento del equipo; y (3º) el ritmo de juego aplicado
debe decidir la imposibilidad del adversario, adaptándose eficientemente a los
cambios de la constante y de las secuencias del ritmo de la velocidad de la
ejecución motriz (aumentando o disminuyendo) en momentos oportunos (la creación
de condiciones desfavorables a los adversarios), esta desadaptación es resultante
de la ejecución de acciones ineficaces ante la contextualidad del juego, o de su
aplicación desfasada en el tiempo.

- ¿Podrías ampliarnos más las diferencias entre lo que tú denominas


“principios generales del juego” y “principios específicos del juego”?

- Tengamos en cuenta los aspectos siguientes:

1.- El fútbol se desarrolla en un espacio extenso de juego con un número


elevado de jugadores que pertenecen a los dos equipos rivales. Con ello
entendemos la existencia de la acción coordinada de todos los jugadores en
cualquier momento del juego, siendo ésta, en un primer análisis, guiada por sus
misiones tácticas específicas que derivan de su posición dentro del sistema táctico
del equipo.

2.- Cada jugador influye directa o indirectamente en el desarrollo de las


situaciones de juego. La atribución de misiones tácticas obliga a los jugadores a
mantenerse constantemente atentos y activos, influyendo y siendo influidos en el
desarrollo del juego. En ese sentido intentan contribuir al desarrollo eficiente del
ensayo defensivo y ofensivo en el que su equipo se encuentra, o a la preparación de
uno de estos fundamentos del juego, independientemente de si su equipo tiene o no
la posesión del balón.

3.- Elemento estructural del juego: aproximación o distancia. En cada fracción


del juego, todos los jugadores de cada equipo deben asumir las actitudes y las
conductas colectivas e individuales de carácter táctico-técnicos, arrimándose
(acercándose) o separándose (marchándose) del espacio en el que el balón se
encuentra y, naturalmente, del compañero o del adversario. Estas decisiones, que
llevan a un acercamiento o alejamiento del espacio donde el balón se encuentra,
derivan fundamentalmente: (1) de las necesidades verificadas para una resolución
eficiente de la situación temporal y puntual del juego, (2) de la importancia de que se
creen las condiciones de desequilibrio de la organización del equipo adversario, y (3)
del restablecimiento continuo y automático del equilibrio del sistema táctico del
equipo. Siempre que el balón entra en movimiento se observa en los jugadores un
conjunto de acciones individuales coordinadas por un sentido colectivo amplio.

4.- El enfoque y la distancia no son una fragmentación del juego, pero sí una
lógica de la continuidad. Atendiendo a las consideraciones mencionadas, se verifica
que los jugadores se acercarán (apoyando a los colegas) o se marcharán de la

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posición del balón (rompiendo o equilibrando el sistema táctico del equipo adversario
y del propio equipo respectivamente) cumpliendo los supuestos fundamentales de
carácter táctico y estratégico de la base para el desarrollo del juego. El juego mismo
no "se fragmenta" (en el sentido de partirse o separarse), pero sí se desarrolla en
una continuidad lógica de la acción, implicando en el mismo momento: (1) la
resolución de las situaciones de juego y (2) la creación de condiciones adecuadas
en espacios más lejanos, lo que puede tener como resultado la ruptura de la
organización del adversario y del equilibrio del sistema táctico propio. Con esta
situación, apoyada por dos decisiones y conductas (que al principio parecen
divergentes) se podrá contribuir a la concretización de los objetivos del ataque o de
la defensa.

5.- En el desarrollo de cada fase del juego, ni todos los jugadores están
directamente envueltos en el ataque ni tampoco en la recuperación de la posesión
del balón. Un ejemplo típico de estas consideraciones sería que los jugadores no se
viesen implicados directamente en la recuperación de la posesión del balón y se
situasen en ciertos espacios estratégicos del juego en los que preparasen el ataque
de su equipo (cuando se verifica la recuperación de éste). Simultáneamente obligan
al equipo adversario a atacar en condiciones de inferioridad numérica. Por lo tanto,
estos jugadores deben ser marcados por los adversarios, cuyo equipo se encuentra
en ese momento en un proceso ofensivo. Según este razonamiento los jugadores
que no estén implicados directamente en el ensayo ofensivo de su equipo se
situarán en ciertos espacios estratégicos del juego (equilibrando el sistema táctico)
en el que se desarrolla y prepara la posibilidad de una pérdida improvisada de la
posesión del balón. Consecuentemente, marcarán y vigilarán los espacios y a los
rivales que pueden ser corrientes de transmisión del desarrollo rápido del proceso
ofensivo del adversario. Su posición debe permitir también una reorganización
rápida del ataque de su equipo en caso de que la táctica anterior no funcionase.
Bajo esta perspectiva, dentro del desarrollo de cada ensayo defensivo y ofensivo no
todos los jugadores que pertenecen a los equipos están envueltos en el ataque a la
defensa del adversario ni en el intento de recuperar el balón. Esto no significa que
en cualquier circunstancia del juego se puedan dar las condiciones favorables para
la concretización efectiva de los objetivos de una de las dos fases fundamentales del
juego del fútbol.

6.- Las unidades estructurales funcionales (de que las derivan los principios
específicos del juego). Si analizamos parte de las modalidades deportivas del
carácter colectivo como, por ejemplo, el balonmano, el baloncesto, el voleibol, el
jockey en patines, etc., de inmediato veremos que éstos se desarrollan en un
espacio limitado de juego y con un número más pequeño de jugadores por equipo.
Este hecho tiene como consecuencia práctica dos aspectos esenciales: (1) en todas
las situaciones, todos los jugadores del mismo equipo, en el mismo momento,
participan en una de las fases fundamentales del juego (el ataque o la defensa), y
(2) debido a la posición operativa de proximidad, los jugadores (atacando y
defendiendo) adoptan situaciones diferentes, con diferentes contextos de juego, lo
que hace que sus conductas táctico-técnicas tengan en cuenta sus decisiones de
carácter estratégico-táctico y las acciones realizadas por otros jugadores
(compañeros y adversarios). En la mayoría de las situaciones, todos éstos quedan
en su campo visual. Debido a un esfuerzo de atención, las relaciones de

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comunicación y contra-comunicación serán analizadas y serán integradas


conscientemente como información para la toma de decisiones.

7.- La integridad estructural de las unidades funcionales. En el juego del fútbol


este aspecto de ejercer influencia y de verse influido por un número significativo de
jugadores (compañeros y adversarios) que asumen diferentes comportamientos
táctico-técnicos es completamente imposible. La realidad de este hecho incide en la
toma de decisiones y en la ejecución de la acción de respuesta al contexto
situacional. En cada momento del juego podemos establecer teóricamente la
existencia de una unidad lógica funcional y operacional, que rápidamente se
constituye (de acuerdo con el nivel de organización dinámica del propio equipo, cada
vez que uno de los jugadores recibe el balón, pudiendo ser capaz de alterarla
positiva o negativamente). Por ello en cada momento de juego se observan
transformaciones fundamentales en los desplazamientos de algunos compañeros,
apoyándolos en su acción, y de los adversarios, intentando quitarles la posesión del
balón, o por lo menos realizando acciones ineficaces dentro del contexto que existe.

Cada unidad lógica (estructura) funcional que se forma en todos y cada uno
de los momentos del juego en función de los objetivos tácticos momentáneos de
quien ataca o de quien defiende, se establece dentro de un marco situacional de
justificación, caracterizado por una "incertidumbre", pero también por una integridad
estructural cuyos componentes establecen: (1) un espacio concreto de juego donde
esta unidad operacional se verifica; (2) un tiempo real de juego ya que a medida que
el tiempo se agota estas unidades estructurales operacionales tienden a
deteriorarse; (3) un resultado numérico del juego en función del resultado positivo o
negativo, existiendo la posibilidad de que se produzca un aumento o reducción de la
eficacia de estas unidades lógicas funcionales; (4) un jugador que interviene cerca
del balón, recibiendo la atención de los compañeros y adversarios; (5) un contexto
de cooperación, constituido por compañeros que asumen la ejecución de verdaderas
opciones tácticas; (6) un contexto de oposición, constituido por adversarios que se
sitúan a una distancia determinada del jugador que posee el balón y que decide las
opciones tácticas de resolución de la situación; (7) un propósito determinado por la
necesidad de cumplir, simultánea o separadamente, los objetivos estratégicos
preestablecidos y los objetivos tácticos momentáneos del equipo en función de los
circunstancialismos contextuales de la situación.

8.- La organización dinámica que envuelve a las unidades estructurales


funcionales (de las que derivan los principios generales del juego). Ésta nos lleva a
admitir, tanto teóricamente como en la práctica, la posibilidad de que se establezcan
dos niveles de principios orientativos de la conducta táctica de los jugadores, de la
que derivan las unidades estructurales funcionales que se encuentran en cambio
constante, constituidas por el jugador que posee el balón y por elementos
pertenecientes a los dos equipos (compañeros y adversarios). Ellos se posicionan a
una cierta distancia, ayudando o no a su razonamiento táctico y, consecuentemente,
a su ejecución motriz. Las unidades lógicas, funcionales, se forman continuamente,
estructurándose en una organización dinámica más extensa que tiene en cuenta el
espacio del juego y el número de jugadores. Asumen las actitudes y las conductas
táctico-técnicas teniendo en cuenta el desarrollo de las unidades estructurales
funcionales, limitadas por las circunstancias del momento y por los objetivos
estratégicos preestablecidos.

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Desde un punto de vista defensivo, los defensas asumen su posición teniendo


en cuenta: (1) La continuidad de las acciones de sus colegas en el seno de las
unidades estructurales funcionales, (2) la distribución de los espacios estratégicos y
esenciales del juego en consonancia con las circunstancias del momento y con el
sistema táctico de la base del equipo, (3) Los desmarques de ruptura de los
atacantes relativos a la posición del balón y al de los límites, (4) un ensayo ofensivo
eficiente, y (5) la preparación del proceso ofensivo para la recuperación de la
posesión del balón.

Desde un punto de vista ofensivo, los atacantes intentan: (1) Ajustarse a la


resolución de las situaciones contextuales del juego proporcionando
simultáneamente unas condiciones óptimas para su continuidad, (2) Crear las
condiciones favorables para el logro de acciones de ruptura de la organización
defensiva del adversario o de progresión del balón en dirección a las zonas
predominantes de finalización, (3) Completar en condiciones ventajosas la acción, y
(4) Racionalizar constantemente el espacio de juego.

9.- En el juego existen relaciones que privilegian las respuestas tácticas. En la


mayoría de las situaciones de juego los jugadores que se encuentran en la
organización de las unidades estructurales funcionales no forman parte del círculo
de relaciones de la respuesta táctica del que lleva el balón. Esto no quiere decir que
si un jugador (atacando o defendiendo) se sitúa fuera de la unidad estructural
funcional no se va a ver influido por la decisión del que conduce el balón. El atacante
suele contestar tácticamente relacionándose con los colegas que están más cerca,
intentando resolver los diferentes contextos situacionales que el juego proporciona.
La viabilidad de este hecho puede ser verificada por los siguientes dos aspectos:

(1) El jugador que posee el balón en un espacio determinado del juego no


consigue abarcar en su campo visual todas las acciones de los jugadores
(compañeros y adversarios). Cuándo éste decide, no atiende a los sucesos que
puedan tener lugar en el terreno de juego, ya que no tiene conciencia ni de su
existencia ni de su importancia. Por ello el jugador se concentra profundamente en
quien está frente a él o dentro de suficientes referencias limitadas. Hay que subrayar
que las acciones ofensivas con niveles elevados de éxito se concretizan en
situaciones inminentes de finalización o de gol efectivo, y tienen como denominador
común el uso de esas acciones de carácter táctico-técnico que tienen como objetivo
la ruptura puntual de la organización defensiva del adversario en espacios de juego
más distantes.

(2) Al analizar las acciones tácticas de los jugadores (en juegos de alto nivel
de rendimiento), inmediatamente antes de que éstos intervengan sobre el balón se
verifica en un 64% de las situaciones que éstos ejecutarán acciones de apoyo al
compañero que posee el balón. Esta constatación abarca todos los jugadores del
equipo, independientemente de sus misiones tácticas, cuyo número disminuye,
naturalmente, en función de la distancia en la que éstos se sitúan frente al
adversario. Por ello los jugadores defensivos presentan los valores más elevados
(76%), seguidos por los medios (62%) y por los avances (44%). Este hecho admite
igualmente que la mayoría de las soluciones del juego pasen por una conservación y
progresión del balón en dirección al adversario, o creando situaciones de finalización
cuya circulación del balón pasa fundamentalmente por relaciones de proximidad,

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privilegiando a los compañeros que se encuentran cerca del jugador con posesión
del balón. De este análisis podemos concluir que el fútbol es un juego
fundamentalmente de apoyo/equilibrio.

Leyenda. Resumen de los principios específicos y generales del juego


defensivo y ofensivo. Los jugadores que se encuentran fuera de la unidad
estructural, funcional y ofensiva intentan romper la organización del equipo
adversario (atacantes 9, 10, 11), el equilibrio de la organización del propio equipo
(atacantes 2, 3, 4) y la intervención en el centro del juego (atacantes 7). Los
jugadores que se encuentran fuera de la unidad estructural funcional intentan
preparar el proceso defensivo (los defensas I y J), y establecer la organización
defensiva (los defensas A, C, Y y H), y la intervención en el centro del juego (la
defensa G). Los jugadores que se encuentran dentro de la unidad estructural
funcional penetrarán (atacante 8) en: la contención defensiva (la defensa B), la
cobertura ofensiva (atacante 5), la cobertura defensiva (la defensa D), la movilidad
(atacante 6) y el equilibrio (la defensa F).

Para concluir, nos parece correcto establecer dos niveles: (1) los principios
generales del juego, que tienen como objetivo asegurar las líneas orientativas
básicas que coordinan las actitudes y los comportamientos táctico-técnicos de los
jugadores que no se encuentran dentro de la unidad estructural funcional del juego
(en este punto se deben distinguir los principios generales de tipo ofensivo y
defensivo; y (2) los principios específicos del juego, que tienen como objetivo
garantizar las líneas de orientación básicas que coordinan las actitudes y los
comportamientos táctico-técnicos de los jugadores que se colocan dentro de la
unidad estructural funcional del juego (distinguiéndose en este nivel los principios
específicos ofensivos y los principios específicos defensivos).

- Se aconseja la conducción del balón con el pie del lado opuesto al que
se encuentra el oponente para interponer el cuerpo entre éste y el balón. Pero
si un jugador sólo tiene capacidad técnica para utilizar eficazmente uno de sus
pies, ¿debe conducir con el pie inhábil para cumplir este consejo, o debe
conducir siempre con su pie hábil para hacerlo con efectividad?

- Es aconsejable que la conducción del balón se haga con el pie del lado
opuesto al del adversario, para evitar que éste le pueda desarmar (protección del

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balón). En este sentido, el cuerpo del atacante sirve de obstáculo, reduciendo las
posibilidades del defensa de llegar al balón. En el caso de que el jugador tenga
dificultades a la hora de utilizar el pie dominante, deberá ejecutar la acción con el pie
más eficaz colocará el balón más cerca del adversario directo. Al hacerlo deberá,
para mejorar su rendimiento en esta situación, utilizar la parte interna del pie y
aumentar el número de contactos del balón con los siguientes objetivos: (1)
mantener el dominio sobre éste, (2) aumentar la protección del balón contra las
acciones de defensa del adversario, y (3) cambiar rápidamente el sentido de la
acción si se diese el caso.

- Cuando un equipo ataca la portería rival, indicas cuatro formas de


desplazamiento en los jugadores atacantes que apoyan al poseedor del balón:
perpendiculares, diagonales, paralelos y circulares. ¿Cuándo son más
efectivos unos u otros?

- Si analizamos los desplazamientos ofensivos podemos establecer dos


parámetros: la forma y el tipo. En lo que respecta a la forma, ésta resulta de la
relación que se establece entre la línea final y la trayectoria descrita por el
desplazamiento del atacante en el terreno de juego. Cuando el atacante que ejecuta
el desplazamiento está cerca del límite adversario las perpendiculares son muy
eficaces pero tienen como desventaja la posibilidad que brindan a los atacantes, ya
que en muchas situaciones se hablaría de “fuera de juego”. Cuando el atacante
efectúa este desplazamiento tiene muchas dificultades para observar la última línea
defensiva adversaria, las diagonales representan un gran nivel de eficacia porque el
atacante se aprovecha del lado “ciego” del defensa, que se concentra en el balón y
pierde la noción del adversario que se mueve a sus “lados”, y porque aumenta el
campo de visibilidad del atacante sobre las condiciones de la última línea defensiva.
Las paralelas son menos ofensivas pero más eficaces cuando son realizadas contra
los defensas “en línea”. Las circulares-complejas son menos eficaces que los
desplazamientos perpendiculares y diagonales, pero tienen la ventaja de que son
más difíciles de marcar por los defensas adversarios.

- Ante un rival que marca por zonas, como es el caso de la mayoría de


los equipos actuales, ¿cómo podemos intentar la “ruptura de la organización
del equipo adversario”, dado que ya no puede conseguirse directamente el
“arrastre” de los rivales?

- Los procedimientos que se deben tener en cuenta cuando se juega contra


un equipo que utiliza predominantemente un método defensivo zonal deberán
abarcar los siguientes aspectos:

1.- Los atacantes sin posesión del balón deben realizar los desplazamientos
ofensivos en los límites (imaginarios) de las zonas de marcación de defensas. Los
atacantes se situarán en los límites de responsabilidad individual creando
incertidumbres del tipo: ¿quién marca a quién? Se intentarán crear situaciones de
superioridad numérica puntual y temporal, y se tratará de llevar a los defensas a los
espacios no habituales. Los defensas se situarán en posiciones poco habituales,
disminuyendo la eficacia del desarrollo de sus acciones táctico-técnicas.

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2.- Los atacantes que intervienen momentáneamente sobre el balón deben


beneficiarse, por parte de su equipo, de acciones constantes de cobertura ofensiva y
de movilidad para poder ser capaces de optar por la solución más eficiente dentro de
toda una serie de posibilidades y contrastar con las acciones defensivas realizadas
por los defensas dentro de su organización, en la que las faltas individuales se
corrigen pronto.

3.- Los jugadores y el balón deben circular correcta y rápidamente,


procurando crear situaciones de desequilibrio, para desequilibrar la organización
defensiva del adversario, rompiendo así el elevado grado de solidaridad entre los
defensas a través de la creación de situaciones de finalización.

4.- Crear problemas de juego complejo en el plano táctico, obligando a los


defensas a necesitar más tiempo para analizar las situaciones de juego que puedan
suceder a través de múltiples movimientos sincronizados de los atacantes.

5.- Utilizar los enfoques de juego ofensivo caracterizados por una transición
rápida de la fase defensiva a la fase ofensiva, por un lado, y por una transición
rápida de la zona de recuperación de la posesión del balón a las zonas
predominantes de finalización, por otro. De esta forma, se intentan crear
continuamente condiciones de inestabilidad en el método defensivo del adversario,
no permitiendo, ni en el tiempo ni el espacio, que se pueda organizar
convenientemente.

Los procedimientos que se deben seguir cuando se juega contra un equipo


con un método defensivo de zona de presión han incluir los aspectos siguientes:

1.- Los atacantes sin posesión de balón deben: (a) realizar desplazamientos
ofensivos constantes hacia el compañero que tiene el balón, realizando las acciones
de cobertura ofensiva y de movilidad, intentando lograr soluciones tácticas sencillas
y efectivas dentro de ese centro del juego; (b) utilizar un juego en profundidad a
través de desplazamientos ofensivos de ruptura intentando explorar los espacios
existentes entre la última defensa y el guardameta (aumenta así el espacio de juego,
tanto en la longitud como en el fondo, y se obliga a los adversarios a recuperar
espacios más cerca de su propio límite, obteniendo más tiempo y más espacio para
organizar el ataque).

2.- Los diferentes atacantes que intervienen momentáneamente sobre el


balón deben encontrar rápidamente soluciones táctico-técnicas para la situación del
juego. De esta manera se evita que el método de juego defensivo se concentre en
ese espacio de juego, aumentando las probabilidades de la pérdida del balón.
Beneficiarse constantemente de acciones de cobertura ofensiva y de movilidad, el
atacante que controla el balón debe poder controlar esas acciones y debe ser capaz
de optar por una solución táctico-técnica más eficiente dentro de un grupo de
posibilidades. Modificar, si es posible, rápidamente el ángulo del ataque; al hacerlo
se obliga a los adversarios a adaptarse a ese nuevo contexto de juego a través de
un conjunto de acciones de compensación y permutación que podrán provocar
desequilibrios irrecuperables dentro de la organización defensiva. Realizar acciones
de pase para los contrincantes. Este enfoque defensivo concentra a sus jugadores
en la zona donde el balón se encuentra, y disminuye la vigilancia de los atacantes

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situados más lejos. Se debe cambiar el ángulo de ataque, pasando el balón a los
compañeros que seguramente lo recibirán sin marcación y se aprovecharán del
tiempo necesario para que la organización defensiva se equilibre de nuevo,
obteniendo grandes posibilidades de éxito. Forzar las situaciones de 1x1. Existe la
posibilidad de que los defensas cometan infracciones en espacios vitales del terreno
de juego debido a los elevados niveles de agresividad, especialmente sobre el
atacante que tiene el balón.

3.- Utilizar métodos de juego ofensivos caracterizados por un análisis correcto


y rápido de la situación de juego que imprimen un ritmo más o menos elevado: (a)
evitar pérdidas improvisadas de la posesión del balón después de su recuperación
gracias a elevadas concentraciones de los jugadores en el centro del juego; (b)
proporcionar una progresión rápida en el terreno de juego realizada de forma rápida
y segura, buscando continuamente los espacios contrarios; (c) crear, a través de
múltiples desplazamientos ofensivos, las condiciones adecuadas para desincronizar
las acciones de los defensas, creando "pánico" en las marcaciones sobre los
atacantes; (d) realizar acciones que hacen que los defensas se anticipen
incorrectamente a la situación de juego y se beneficien de esos errores; y (e)
aumentar la secuencia de las acciones colectivas e individuales si las condiciones en
el plano físico de los jugadores adversarios se viesen disminuidas, para poder crear
así un clima general de inseguridad.

- ¿Dentro de la organización del equipo consideras que debe


contemplarse, y consiguientemente entrenarse, la especialización de
jugadores para simular que el rival ha cometido una infracción sobre ellos,
induciendo al árbitro a equivocarse para poder sacar ventaja?

- Los planes tácticos tienen como objetivo asegurar las condiciones más
favorables para la concretización inmediata del gol. En la actualidad el 40% de las
situaciones de finalización y de creación de situaciones de finalización se basan en
soluciones tácticas a balón parado. Otro hecho, el de los partidos importantes, será
cada vez más determinante a través de los goles que se producen en estas
situaciones. Si analizamos específicamente estas situaciones verificamos, a lo largo
del tiempo, la especialización de cada jugador que: (i) realiza la situación, (ii) crea
escenarios creíbles para alterar la concentración de los adversarios, y (iii) simula
acciones de falta para hacer que al árbitro se equivoque. En lo que se refiere a este
último aspecto, como entrenador no considero que se deba entrenar específica y
objetivamente esta clase de situaciones porque es negativo para la credibilidad de
todos los que intervienen en el fenómeno futbolístico. Forzar una situación para que
el adversario cometa una falta, provocar situaciones de 1x1 sobre un adversario que
ya tiene una tarjeta amarilla, etc., forma parte de las tácticas dinámicas de un
equipo. Por otro lado, entrenar para simular que el adversario ha cometido falta no
es sinónimo de juego limpio ni de los principios de formación deportiva como son la
moralidad y el profesionalismo.

- ¿Crees que puede significar un conflicto para el entrenador un elevado


número de jugadores para cada una de las posiciones tácticas?

- Dos conflictos diferentes aparecen en un equipo de fútbol. Gran parte de


estos tienen origen en el gran número de jugadores que forman la plantilla y en el

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gran número de jugadores para cada posición táctica. Esto nos hace entender que la
formación de un equipo de fútbol no tiene como objetivo la ampliación indiscriminada
de la plantilla de jugadores. Con otras palabras, prevalece el supuesto de calidad
sobre cantidad.

Junto con el supuesto de calidad aparece la necesidad de unir las diferentes


capacidades psicológicas, físicas, tácticas y técnicas de los jugadores. Otro aspecto
importante a tener en cuenta son las edades de los jugadores, para los que no existe
una renovación brusca de la plantilla del equipo de una época deportiva a la
siguiente. En este sentido, podemos afirmar que los jugadores seleccionados deben
mostrar una dimensión cultural del juego que pasa por una actitud fuerte de lucha
por la posesión del balón, comprendiendo simultáneamente que para que esa actitud
individual se transforme en colectiva es necesario resolver todas las situaciones del
juego ayudándose uno a otros basándose en una actividad ininterrumpida de sus
conductas táctico-técnicas y lograr un equilibrio permanente durante el desarrollo de
las fases ofensivas y defensivas del juego, y en la transición de una fase a otra, a
través de una unión eficiente de las calidades y particularidades de los diferentes
compañeros, gracias a la capacidad física, psíquica y creativa. Se necesita edificar
una dimensión estructural que pase por la ocupación adecuada de las diferentes
posiciones tácticas establecidas a partir de varios sectores del sistema de juego que
se identifican con el equipo. A partir de esta colocación de base de los jugadores en
el terreno del juego (4:4:2; 4:3:3, 4:5:1, etc.), la formación de un equipo para la
nueva época deportiva debe encontrar: (a) jugadores con una universalidad,
semiuniversalidad y especialidad diferenciada; y (b) jugadores que interactúen,
complementen y valoren mutuamente sus capacidades individuales en el interés
colectivo.

Aspectos generales del juego

- ¿Qué es lo que define a un equipo, su orden táctico o sus


posibilidades creativas?

- En nuestra opinión, lo que define a un equipo es su expresión táctica, que va


tomando forma en base a la planificación táctica ofensiva o defensiva, deliberada o
prudente, tímida o espectacular: (1) de los valores y convicciones (subsistema
cultural) de los equipos en confrontación directa, (2) del sistema de juego y de las
misiones tácticas distribuidas a los jugadores (subsistema estructural), (3) de los
métodos de juego ofensivo y defensivo utilizados (subsistema metodológico), (4) de
los principios del juego que expresan las líneas orientativas según las cuales los
jugadores resuelven mentalmente las situaciones del juego (subsistema relacional),
y (5) de las conductas táctico-técnicas colectivas e individuales de la resolución
motriz de las situaciones de juego (subsistema táctico-técnico). Por ello, el carácter
operativo de la planificación táctica durante el juego va cambiando en función de una
serie de factores, tales como:

(1) las modificaciones de las condiciones climáticas (la lluvia, el viento), (2) las
condiciones del terreno de juego (regular o irregular), (3) el resultado numérico
momentáneo del juego (favorable o no a los objetivos del equipo), (4) el tiempo de

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juego (cerca o no del final), y (5) las modificaciones puntuales de la táctica del
equipo adversario (substituciones, cambios en las funciones tácticas del los
jugadores). El carácter operativo de las funciones tácticas tiene como objetivo: (1)
mejorar la organización del equipo en el terreno del juego, (2) la utilización de
acciones táctico-técnicas con fines precisos, (3) mejorar la capacidad de
colaboración entre los sectores del equipo o entre dos o tres jugadores (todo dentro
de una cierta fase de coyunturas favorables a la concretización de los objetivos
preestablecidos), y (4) la capacidad de pasar rápidamente de un sistema o enfoque
de juego a otro durante la competición. Dentro de esta perspectiva, consideramos
que la táctica de un equipo se expresa a través de: la fluidez (refleja la capacidad de
creación rápida, fluida y fácil del mayor número posible de soluciones en un tiempo
limitado para la competición, la adaptabilidad (representa la capacidad de encontrar
soluciones heterogéneas para una determinada situación problemática, (3) la
originalidad/creatividad (representa la capacidad de lograr soluciones ingeniosas,
sutiles, descubriendo coincidencias y conexiones imperceptibles), (4) la
reestructuración (representa la capacidad de modificar o reestructurar la acción del
equipo, en función de las particularidades de la nueva situación competitiva), y (5) la
anticipación (representa la capacidad de discernir y prever las necesidades y las
consecuencias de la situación competitiva).

- Resulta importante escoger bien a los jugadores para formar cada


línea (defensa, medio y ataque). También es muy importante escoger bien a
los jugadores, según sus características, que van a jugar por dentro o por las
bandas dentro de cada una de las líneas. ¿Cómo han de ser las
características de los jugadores de dentro y de los jugadores de banda, en
términos generales?

- El pasillo central se ve marcado, en el plano ofensivo, por jugadores de


acción organizativa sobresaliente, por lo tanto goza de excelentes condiciones para
ayudar a compañeros que se encuentren en los laterales moviendo el ángulo del
ataque a través de pases para aislar a uno de sus compañeros. En el plano
defensivo, los equipos intentan privilegiar la situación del pasillo central con el
objetivo de disminuir las distancias entre los defensas, y construir así una
organización defensiva eficiente que proporcione la recuperación de la posesión del
balón y una protección fiable del terreno propio. El pasillo central suele coincidir con
tres perfiles de jugadores: (1) unos de gran capacidad técnica y razonamiento táctico
que resuelven de forma eficiente las situaciones momentáneas del juego
(coordinadores de juego o medios centro) (2) otros con gran capacidad de sacrificio
cuyas funciones tácticas se ajustan al sistema táctico del equipo, marcando aquellos
espacios por los que el adversario pueda progresar y/o cambiando sus funciones
con colegas que en cierto momento desarrollan otras misiones dentro de la
organización del equipo, y (3) "especialistas" cuya función es culminar el proceso
ofensivo buscando el gol (delanteros) o defender su propio terreno (defensas
centrales).

En el plano defensivo, los pasillos laterales proporcionan excelentes espacios


para hacer que el balón avance por zonas cercanas al campo del adversario, gracias
a la reducida concentración de defensas. En este sentido, los atacantes intentan, por
un lado, ayudar al ataque creando situaciones de superioridad numérica o
explorando los espacios “en los lados” de los defensas, y por otro, cuando se

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encuentran cerca del campo del adversario, asumen actitudes y comportamientos


táctico-técnicos de creación y de finalización. En el plano defensivo, los jugadores
que se encuentran en esta fase de juego intentar conducir a los atacantes a los
pasillos laterales para reducir el espacio de juego (lo que se traduce en una
disminución de los ángulos y de las opciones de pase) y aprovechar las líneas
laterales como elemento de presión táctica de los atacantes, y de ejecución táctico-
técnica de resolución de situaciones de juego.

De hecho, los pasillos laterales suelen tener el siguiente perfil: (1)


“Universalidad”, desarrollando de forma eficaz las acciones de las fases defensiva y
ofensiva (en el plano defensivo encierran al contrincante colocándose frente a la
línea del balón para desequilibrar la organización ofensiva adversaria, creando
situaciones de superioridad numérica donde se exploran los espacios libres de juego
que se traducen en la ejecución de cruces en la dirección de sus colegas delanteros
situados en un zona grande adversaria; y (2) estos jugadores llevan un ritmo de
juego muy alto, por lo cual, tanto la frecuencia como el número de acciones táctico-
técnicas ejecutadas durante el partido han sido posibles gracias a la combinación
específica de dos cualidades físicas: velocidad y resistencia.

- ¿Puede marcarse el ritmo del partido sin estar en posesión del balón?

- Es evidente que sí. En este sentido, es importante resaltar varios aspectos


fundamentales que caracterizan a los defensas modernos. Por ejemplo,
aprovecharse del proceso ofensivo porque defender no significa proteger el propio
campo ni colocar a uno u otro jugador dentro del método defensivo que el equipo
está desarrollando. Uno de los aspectos fundamentales de cualquier método de
juego defensivo de los equipos con un rendimiento mayor es la importancia y
necesidad de asegurarse, durante todo el juego, una parte de la iniciativa del ataque.
En este aspecto intervienen los siguientes hechos: (a) en el desplazamiento
coordinado y homogéneo de todos los jugadores dentro de sus sectores del equipo
en dirección al centro de juego: (i) intentar reducir el espacio donde sus adversarios
puedan desarrollar su proceso ofensivo, (ii) intentar recuperar el balón en espacios
de su defensa, y (iii) intentar beneficiarse de la ley del fuera de juego; (b) en la
variación secuencial de la ejecución de los comportamientos táctico-técnicos
individuales y colectivos de marcación sobre los adversarios, de forma que el orden,
el espacio y la velocidad sean imprevisibles para el adversario; (c) en el aumento de
la presión y agresividad en la marcación del atacante que posee el balón y de los
compañeros que puedan dar continuidad al proceso ofensivo de forma eficiente, es
decir, los obliga a dar respuestas tácticas cuyas direcciones sean hacia un lado (en
dirección a las líneas laterales) o hacia atrás (en dirección a su propia defensa); (d)
en la colocación en profundidad de uno o dos jugadores que no entablen
directamente una lucha por recuperar el balón, asumiendo actitudes y
comportamientos táctico-técnicos de preparación del ataque de su equipo después
de que éste recupere la posesión del balón, esto determina consecuentemente que
dos o más jugadores del equipo que posea el balón no puedan incorporarse al
proceso defensivo, preocupándose por las circunstancias pero defendiendo su
propio campo, durante lo cual el ataque a la defensa adversaria se produce de la
siguiente forma: (i) los ángulos de pase o de remate, (ii) el número de jugadores a
los que se pueda pasar el balón eficazmente, (iii) volver al juego ofensivo previsible.

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Debe tenerse un carácter constructivo. La conceptualización de un método de


juego defensivo no puede caracterizarse solamente por un carácter destructivo del
proceso ofensivo adversario. Deberá expresar la base fundamental por la que se
debe construir su proceso ofensivo tras la recuperación del balón. En este sentido,
las probabilidades de que la acción ofensiva culmine dependen en gran medida de lo
que suceda durante la recuperación de la posesión del balón. El cuadro de
referencia que condiciona este acto se basa fundamentalmente en la zona (espacio
de juego / pasillo de juego), en el estado de la evolución de la organización tanto de
defensa como de ataque, o en la acción táctico-técnica individual defensiva (por
ejemplo: desarme, interceptación,...) de la recuperación de la posesión del balón.
Partiendo del análisis de este hecho es fundamental que se construyan situaciones
de entrenamiento que potencien una recuperación “modelo” de la posesión del balón
para que sus efectos de carácter positivo puedan repercutir durante la fase ofensiva
que resulta de todo este proceso. En este sentido, la defensa no debe limitarse a
responder al adversario, sino al contrario, deberá responder siempre haciendo que el
atacante se preocupe, y mucho, de su propio campo. Así se podría resumir el
carácter agresivo de los defensas modernos.

- Existe la creencia generalizada de que hay que establecer los


esquemas y los planteamientos tácticos en base a los jugadores de que se
dispone. Los jugadores profesionales, con experiencia y buenos
fundamentos técnicos, ¿no pueden acoplarse a cualquier variante táctica?

- El escoger la aplicación del entrenamiento, la competición del sistema, el


método de juego defensivo, las circulaciones tácticas, los esquemas tácticos, etc.,
son responsabilidad exclusiva del entrenador. Partiendo de su propia concepción, el
entrenador adapta estas soluciones de forma más o menos creativa y eficaz a la
especificidad de los jugadores que forman parte del equipo. Maximizando su
potencial, tanto individual como de todo el equipo, procurando establecer las
condiciones más ventajosas y la concretización de las finalidades de los objetivos
preestablecidos. Dentro de esta cuestión es importante subrayar estos tres
aspectos: (1) la posibilidad de aplicación de un modelo debe, en primer lugar,
apoyarse en el reclutamiento de jugadores de alto nivel de rendimiento, en otras
palabras, un modelo de juego presupone una buena contratación de la cantera,
cuyas particularidades y potenciales se deben ajustar correctamente al modelo, es
fundamental tener siempre presente que el éxito de un equipo está intrínsicamente
ligado a las cualidades de los jugadores. (2) Evitar situaciones de ambigüedad que
creen condiciones para la disminución de los niveles de prestación de los jugadores
y potencien situaciones de conflicto. Es fundamental que el entrenador, partiendo del
modelo de juego, tenga una idea precisa de las tareas y misiones tácticas de los
jugadores dentro de un equipo, de esta forma cada jugador sabe qué es lo que se
espera de él. Y (3) el grado de cohesión de un equipo crece exponencialmente a
medida que los jugadores se conciencian y realizan sus tareas, responsabilidades y
derechos. Huelga decir que una de las actividades del entrenador es pormenorizar,
con creatividad, pequeñas alteraciones en las reglas de colaboración entre los
jugadores, y de fase a fase de juego, limitando o ampliando el rayo de acción de
éstas, recomendando tareas especiales, como la intuición de afinar la eficacia del
equipo en su totalidad.

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Resumiendo, el modelo de juego en relación con las cuestiones de eficacia de


funcionalidad del equipo deberá presentar cuatro características esenciales: (1)
progresista, esto significa que se deberán producir grandes tendencias evolutivas de
juego y perspectivas en el desarrollo de los reglamentos del juego, en el plano
técnico, en el plano táctico, en el plano físico, en el plano psicológico y en el plano
social; (2) adaptativo: la concepción deberá atender a la especificidad de las
características de los jugadores que componen el equipo para que éstos puedan
expresar de forma natural sus capacidades, de forma que al final el equipo pueda
responder finalmente como un todo. Este carácter adaptativo debe tener también en
cuenta las transformaciones (modificaciones) puntuales posibles y las tendencias
evolutivas del juego, para que el jugador sea más autónomo y más eficiente, en
constante formación y evolución; (3) evolutivo. El desarrollo del modelo no es un
proceso de corta duración y no basta con desarrollar el modelo de juego de hoy, sino
que es necesario prever el futuro, aquellos aspectos predominantes en la
aceleración de los procesos de desarrollo de ese mismo juego. Este análisis no es
más que la intersección en el tiempo y en el espacio de procesos que cambian y se
desarrollan, siendo imposible captar esos factores si no comprendemos los
elementos inherentes. La unión entre los factores de competición (tácticos, técnicos,
físicos, psicológicos y sociológicos) es tan grande que las consecuencias de
cualquier alteración de uno tienen repercusiones inmediatamente en los demás. Esta
perspectiva proporciona nuevas soluciones para los problemas suscitados por estas
situaciones y permite que exista una estructura más amplia (porque abarca un
mayor número de fenómenos de juego) y más enriquecida (debido a la comprensión
que tenemos sobre la interacción de los factores de competición); y (4) experimental
e intelectual del entrenador. Son los factores preponderantes en la construcción de
un modelo de juego. No se puede implantar o ejecutar aquello que no se sabe, que
no se domina con suficiente seguridad.

- ¿Consideras adecuado tener muchas variantes tácticas o, por el


contrario, es mejor tener pocas pero bien desarrolladas y mecanizadas?

- No hay duda de que es preferible tener pocas variantes tácticas y muy


eficaces, que muchas pero poco eficaces. Veamos el ejemplo de las situaciones a
balón parado. Es importante aplicar el mismo esquema táctico pocas veces durante
el mismo juego, para que los adversarios no se acostumbren a las intenciones y a la
maniobras tácticas de los jugadores en estas situaciones. Por ello, se deben
introducir dos o tres variantes en la construcción de los esquemas tácticos. Además,
algunos entrenadores insisten mucho en la forma de ejecutar las situaciones a balón
parado. En la mayor parte de las situaciones la variedad sobre un tema base que
demostró ser muy eficiente fue utilizar las variantes para mantener constantemente
al equipo adversario a la expectativa.

Planteamientos sobre metodología

- El abuso del entrenamiento técnico-táctico en espacios reducidos,


¿no puede perjudicar el desarrollo táctico colectivo e individual de cada
futbolista? ¿Con la repetición sistemática de ejercicios con balón en espacios
reducidos, no pueden alterarse de forma negativa factores indispensables

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para el rendimiento en el fútbol, como son la percepción espacio-temporal y


la visión periférica?

- Pensamos que abusar de ejercicios en espacios reducidos perjudica el


rendimiento individual y colectivo. Por ello es importante desarrollar el condicionante
estructural, el espacio, apelando a cuatro condiciones fundamentales: (1) dimensión:
se establecen tres dimensiones del espacio de juego: (a) espacio reducido (las
diferentes dimensiones de estos espacios de juego, considerados reducidos, nunca
deben superar el límite de 50 metros, aproximadamente la mitad del campo de
juego), (b) cercanía a la competición: aquellos espacios de juego de hasta 70
metros, y (c) idéntico a la competición: aquellos espacios de juego reglamentados
para la competición; (2) geometría: paralelamente a las dimensiones del espacio de
juego se utilizan diferentes geometrías que van desde el rectángulo (forma más
usual) al cuadrado, círculo, triángulo, etc. Estas geometrías tienen como objetivo
contextualizar diferentes decisiones y comportamientos táctico-técnicos relacionados
con las formas establecidas para el espacio de juego; (3) utilización: se pueden
establecer cuatro formas de utilización de los espacios de juego: (a) independiente
(cada jugador atacante o defensa ejerce sus acciones en su espacio respectivo sin
interferir en el espacio del adversario), (b) comunes (todos los jugadores podrán
interferir en los diferentes espacios de juego en función de las situaciones que se
desarrollen durante el ejercicio), (c) mixtos (sólo ciertos jugadores gozan de la
facultad de poder interferir en diferentes espacios de juego cuando otros se
mantienen predominantemente en sus respectivos espacios, y (d) prohibidos (dentro
de cada uno de estos espacios se pueden establecer simultáneamente zonas
prohibidas para todos o para algunos jugadores, para ir variando de esta forma los
niveles de dificultad del entrenamiento; y (4) división: se pueden establecer dos
divisiones del espacio de juego: (a) utilización del pasillo central (cerca de la
defensa). El pasillo central crea las mejores condiciones de inversión del ángulo de
ataque en una concretización positiva del proceso ofensivo. Este pasillo podrá
dividirse en dos o tres sectores haciendo que correspondan a la organización
estructural del equipo (defensivo, medio-campo y ofensivo); y (b) utilización del
pasillo central y de los dos pasillos laterales (izquierdo y derecho), los cuales
condicionan fuertemente los ángulos ofensivos (inversión del ataque y remate), y
defensivos, relativamente cerca de la defensa adversaria.

- Dado que la posesión del balón no es un fin en sí misma, sino que


tiene que tener un objetivo (normalmente conseguir el gol), ¿no crees que
todos los ejercicios de entrenamiento que se planteen para conseguir
mantener el balón han de ir enlazados con un fin concreto?

- La aplicación de los ejercicios de entrenamiento para mantener la posesión


del balón tiene como objetivo crear condiciones favorables para que todos los
jugadores, individual y colectivamente entiendan que al mantener la posesión del
balón es posible: (1) controlar la dirección y el ritmo del juego, (2) hacer que el balón
circule entre los jugadores del equipo de forma que: (i) se creen situaciones de juego
que contribuyan a un mayor control del esférico, (ii) aumenten las opciones de
resolución táctica en las diferentes situaciones de juego, y (iii) desequilibren puntual
y temporalmente la organización defensiva del equipo adversario; y (3)
desconcierten a los adversarios durante ciertos periodos de tiempo (más o menos

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largos) para que éstos entren en una crisis de raciocinio táctico, exteriorizando
constantemente comportamientos inadecuados para la situación de juego.

Estos ejercicios se basan en los siguientes aspectos: (1) crear una conciencia
individual y colectiva que evite el riesgo irracional presente en algunos jugadores,
que en diferentes circunstancias de juego pierden la posesión del balón; (2)
establecer contextualidades situacionales utilizando pivotes (regulares o pequeños),
espacios y señalizadores para que los jugadores, cuando sea posible, es decir en la
mayoría de los casos, puedan dirigir sus comportamientos táctico-técnicos; (3)
favorecer la circulación del balón y de los jugadores de forma continua, fluida y
eficaz; y (4) entrenar con objetivos múltiples y sucesivos. Esto significa que el
mantenimiento debe entenderse como un medio, y no como un fin, a través del cual
se intentan crear condiciones favorables para lograr el objetivo fundamental del
juego -el gol-, teniendo los jugadores la posibilidad de rematar después de la
realización de un objetivo intermedio.

Limitaciones a tener en cuenta durante su uso: Las limitaciones o


restricciones en estos ejercicios se apoyan en dos factores esenciales: (1) en el
plano individual: la gran mayoría de los ejercicios de entrenamiento para mantener la
posesión del balón no obligan a que los jugadores dirijan constantemente sus
comportamientos táctico-técnicos en función de una referencia fundamental como es
la defensa adversaria. Esto significa que las acciones motoras específicas -
recepción, pase, conducción, dribling- se ejecutan solamente en función de las
restricciones momentáneas de la situación contextual, independientemente de la
dirección objetiva del juego; y (2) en el plano colectivo: la utilización de estos
ejercicios de entrenamiento puede provocar en los jugadores la noción de que la
posesión del esférico es un fin en sí mismo y no un medio indispensable para que el
equipo pueda concretar los objetivos establecidos para el proceso defensivo.

- Los típicos rondos se han convertido en una tarea habitual en los


entrenamientos. ¿Crees que los rondos tienen la adecuada transferencia al
partido de competición, consideras que son una tarea importante como mejora
del rendimiento específico?

- Los rondos son fundamentalmente ejercicios de carácter lúdico-recreativo y


se pueden convertir en ejercicios más cercanos a la realidad del juego a través de la
utilización de supuestos que obliguen a los jugadores a tener que pensar y ejecutar
sus acciones de forma más seria y eficaz. A pesar del elevado interés que los
jugadores manifiestan al realizarlos, es importante destacar que éstos no dejan de
ser ejercicios específicos de preparación general en los que los jugadores sólo se
concentran en el balón, en el adversario (en inferioridad numérica), en los colegas
(en superioridad numérica), y se realizan en espacios limitados de juego. Desde esta
perspectiva, no son ejercicios fundamentales de fútbol, y no alteran
significativamente la capacidad de rendimiento individual y colectivo.

- ¿Todos los jugadores de la plantilla han de realizar todos los tipos de


tares de entrenamiento, o las tares de entrenamiento que sean específicas para
un puesto concreto sólo han de realizarlas los que juegan en ese puesto?

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- Para responder a esta cuestión, es necesario explicar mi taxonomía de los


ejercicios del entrenamiento de fútbol:

1.- Ejercicios de preparación general. Son conceptualizados y


operacionalizados sin tener en cuenta, en los contextos situacionales, las estructuras
objetivas condicionantes en las que tiene lugar la competición. En la práctica, son
todos aquellos ejercicios que no incluyen el uso del balón como centro de la decisión
mental en la acción motora del jugador. Ejemplos de estos ejercicios serían la
carrera continua o variable (para mejorar la resistencia de base), los ejercicios que
intentan aumentar la producción de la fuerza, los ejercicios de velocidad y los
ejercicios que intentar mejorar o mantener los niveles de flexibilidad.

2.- Ejercicios específicos de la preparación general. Tienen como objetivo


desarrollar el contenido específico del juego a través de una relación fundamental
del jugador con el balón, pero no implican la concretización del objetivo fundamental
del juego, el gol. Ejemplos de esta clase de ejercicios serían: (1)
descontextualizados: se denominan así debido a que en su construcción y aplicación
se aíslan una o más acciones técnicas relacionadas con la realidad contextual en
que la que éstos son normalmente efectuados, es decir, en la competición; (2) para
la posesión del balón: se caracterizan por la creación de condiciones que
establezcan resoluciones tácticas para las diferentes situaciones del juego
basándose en la seguridad, esto significa que se prefiere la posesión del balón sin
correr el riesgo de entregársela al adversario; (3) organizados en circuito: están
constituidos por un conjunto de ideas metodológicas utilizadas para el
entrenamiento, y se diferencian en la ejecución de las acciones motoras, que
pueden ser de carácter específico o no; y (4) lúdico-recreativos: promueven tareas
para el perfeccionamiento técnico, para el fortalecimiento del espíritu de equipo, y la
creación de condiciones para minimizar las tensiones que derivan de situaciones
anteriores o posteriores a la competición.

3.- Ejercicios específicos. Son el núcleo central de la preparación de los


jugadores, teniendo en cuenta las condiciones estructurales en las que las diferentes
situaciones se verifican. De esta forma, sólo los ejercicios que derivan de la
contextualidad situacional del juego pueden mantener la “tensión dramática” del
propio juego, prestando siempre atención a su objetivo, es decir, al gol. Son
ejemplos de esta clase de ejercicios: (1) aquellos para la concretización del objetivo
de juego (de finalización), potencian el comportamiento de remate en momentos
sucesivos, para desarrollar simultáneamente aspectos como la iniciativa, la
espontaneidad, la improvisación y la destreza en la ejecución de esta acción; (2)
metaespecializados, se construyen en base a los diferentes contextos situacionales
relativos al juego del fútbol, especificando y potenciando las misiones tácticas de
ciertos jugadores, las cuales derivan de su estatuto dentro de la organización del
equipo; (3) aquellos construidos en base a dos vertientes fundamentales: el modelo
de juego establecido y las condiciones y circunstancias en las que ciertas
situaciones contextuales de juego tienen lugar, a través de éstas se perfecciona el
trabajo de equipo, fundamentalmente en lo que se refiere a la sincronización de los
jugadores que pertenecen al sector defensivo, al sector medio o a los jugadores
pertenecientes al sector avanzado; (4) para las situaciones fijas de juego, se
construyen en base a las situaciones de balón parado, a través de las cuales se
estudian y preparan soluciones estereotipadas, sobre todo aquellas que debido a su

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proximidad con el adversario potencian situaciones de finalización con elevadas


posibilidades de éxito; y (5) competitivos, muy semejantes en naturaleza y esencia a
la competición del juego de fútbol, son las que más se aproximan a sus condiciones
reales.

Partiendo de este abanico de ejercicios, especialmente en lo que respecta a


los ejercicios específicos de preparación general, los jugadores deben ejercitarlos y
desenvolverlos partiendo siempre de sus posiciones y misiones tácticas específicas
dentro de la organización del equipo. Existe una evidencia, que la Teoría y
Metodología del Entrenamiento Deportivo ya demostró hace muchos años, que reza
lo siguiente: solo uno es bueno en aquello que practica constantemente. Además,
los procesos de adaptación específica y de aumento de rendimiento especializado
se ven perjudicados cuando predominan en el entrenamiento otros factores no
específicos, y también cuando éstos ocurren sólo temporalmente (por ejemplo, en un
determinado momento de la sesión de entrenamiento, o en un determinado periodo
de preparación para la competición). De la misma forma que los jugadores son el
espejo de aquello que se ejercita, los ejercicios conceptualizados y aplicados por el
entrenador son el reflejo de su comprensión de la lógica del juego, y del proyecto
colectivo que propone cotidianamente el equipo.

- ¿El juego libre, sin marcar ningún objetivo ni norma concreta, puede
ser válido como instrumento pedagógico y de entrenamiento?

- Definimos el ejercicio como una unidad lógica de programación y estructura


del entrenamiento, siendo un medio metodológico potencialmente capaz de mejorar
la capacidad de prestación deportiva del jugador en la respuesta al cuadro
específico de las situaciones competitivas, organizando la actividad de éste en
dirección a un objetivo determinado orientado por principios debidamente
fundamentados científicamente. En cada ejercicio de entrenamiento hay unas
prescripciones y obligaciones que explican cómo se debe realizar y que se deben
respetar, porque sino, tanto el jugador como el equipo quedan “fuera del ejercicio”, y
estarían realizando un ejercicio diferente (que podía ser o no similar), pero
objetivamente no es el ejercicio en cuestión. No se estarían concretizando los
objetivos que se tienen en mente antes del comienzo preciso de la práctica. Por ello,
el jugador estaría practicando otro ejercicio diferente, del que derivan objetivos,
contenidos y niveles de éxito diferentes.

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5.- CUESTIONARIO DE EVALUACIÓN

Programa teórico

1.- Considere el paradigma a través del que debe ser analizado el juego.

2.- Considere las implicaciones más importantes para el entrenamiento del fútbol,
teniendo en cuenta el juego como una entidad abierta, dinámica y compleja.

3.- Considere el juego en constante evolución: cuáles son los elementos de


aceleración de ese proceso.

4.- Considere la importancia de la construcción de un modelo de juego para un


equipo de fútbol.

5.- Considere la importancia de articular compromisos específicos dentro del equipo


para la implementación de un modelo de juego.

6.- Considere la importancia de una preparación (proceso de entrenamiento) de


equipo en sentido único (modelo de juego).

7.- Considere la importancia de la creación de contextos que lleven a los jugadores a


decidir y a ejecutar acciones específicas del juego.

8.- Considere las relaciones intrínsecas entre modelo de juego, modelo de


preparación y modelo de análisis.

9.- Considere y construya condicionantes estructurales del ejercicio de


entrenamiento.

10.- Considere los elementos básicos para la conceptualización de los ejercicios


específicos de entrenamiento.

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Programa práctico

1.- Construya una taxonomía de los ejercicios (generales y específicos) de


entrenamiento.

2.- Considere los ejercicios de preparación general, sus objetivos y su modelación.

3.- Considere los ejercicios para el mantenimiento de la pelota, cuál es su


importancia para diferentes modelos de juego.

4.- Considere la interacción entre ejercicios descontextualizados y los organizados


en circuito.

5.- Considere la importancia de aplicación de los ejercicios lúdicos y recreativos.

6.- Considere la importancia de los ejercicios de finalización en la preparación de


equipo para la competición.

7.- Considere la interacción entre ejercicios meta-especializados y el trabajo de


sectores del equipo.

8.- Considere la interacción entre los ejercicios padronizados y el trabajo en


situaciones fijas del juego.

9.- Considere la importancia los ejercicios competitivos encuadrados en el modelo


de juego del equipo.

10.- Planifique los ejercicios de entrenamiento, encuadrados en la sesión y en el


microciclo de preparación del equipo para la competición.

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6.- TRABAJO TEÓRICO-PRÁCTICO DEL MÓDULO

* Partiendo de los elementos estructurales específicos para la


conceptuación del modelo de juego de un equipo (filosofía del
entrenador, estructuras del club, dimensión estructural, funcional y
relacional del equipo), construya los tres modelos que lo soportan:
modelo de jugador, de preparación y de análisis.

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