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Teórico 3-5-2019

Agamben, Infancia e historia.


Toma de Walter Benjamin la crisis de la experiencia para expandirla a la experiencia contemporánea
de “cualquier ciudad” (Para Kohan, ya en Walter Benjamin está el análisis de la crisis en la ciudad:
Walter Benjamin sobre Baudelaire). “Para crisis de la experiencia, basta la pacífica existencia
cotidiana en la ciudad”, no una catástrofe puntual. El problema está en que hay cúmulo de
acontecimientos que no pueden traducirse en experiencia, no que hay vacío de vivencias sino que
no es posible elaborarlas como experiencia.

Crisis de la experiencia tiene correlato en la crisis de autoridad: la narración asociada a la sabiduría.

Hay vivencias por fuera del humano, no hay sujeto que las asume para convertirlas en narración.
Existe, paralelamente, presión social para llenar el espacio de experiencia: imposición de
experiencias falsas constantemente por lo que “no tener experiencias se vuelve una forma de
resistencia”. Imposición social como forma aparente de vivir experiencia. No sólo hay destrucción
sino también reemplazo por falsas. Caso drogas: si para el siglo XIX eran usadas para “procurarse
experiencias”, para el XX, es más bien para “vaciarse de toda experiencia”.

La fotografía para Agamben: un modo de anticipar y predisponer la narración. Se vive para lo que
se va a narrar.

Todos llevamos una cámara fotográfica encima todo el tiempo. Todos somos fotógrafos.

El viaje tiene un prestigio social muy grande.

Desestabilización de experiencia y narración. Queda vaciada la experiencia en función de la


narración. ¿Estás mirando el paisaje? No, estás formateando un relato por medio de la fotografía.

Hilary Clinton aparece, están todos de espaldas a ella listos para la selfie... pero nadie la mira, por
eso es una escena de muchísima soledad para ella.
¿Cuál es el sujeto de la fotogafía con Hilary Clinton? El sujeto de la fotografía sería el mismo
objeto, porque es una selfie. ¿Y la experiencia cuál es? ¡No la tuviste! ¡Si ni la viste! Ponerse en
función del registro fotográfico desalojaría la experiencia. Esto ya está en Agamben. Ya en la
experiencia turística estaba en declive la experiencia en favor del registro fotográfico.

Registro de las pirámides en blanco y negro por el visor de la videocámara (de hace un par de
décadas).

Idea de que la fotografía desplaza la experiencia.

Destrucción de la experiencia y su remplazo por sucedáneos de la experiencia, por formas


falsas (dice Agamben) que sería un gesto de resistencia rechazar.

Espectáculo contra vivencia: la final de fútbol que se jugó ayer. El desalojo de la fiesta popular en
favor del espectáculo. En la tribuna la gente no salta porque está filmando. Para tomar las imágenes
se desaloja la experiencia. Esto sucede no solo para el teleespectador, sino también para el que está
ahí presente, desaloja su propia vivencia, su propia experiencia en función del resgistro con la
cámara, en función del espectáculo.

El sujeto de la experiencia se ve remplazado por el sujeto del registro. El sujeto registrante desplaza
al sujeto de la experiencia.
Ranciere: contemplar es también tener una experiencia (el grito colectivo, la avalancha, también lo
es... te constituís en sujeto de experiencia... Lo que Martín dice después que sucede es que a esa
experiencia la anulás al querer tener tu propio registro).

No sería un sujeto de la experiencia (ni siquiera el sujeto de la experiencia de la contemplación),


sino un sujeto del registro fílmico o fotográfico, que quiere registrar y/o registrarse. El sujeto de la
contemplación se autodesaloja para poner en su lugar al sujeto del registro fotográfico.

La sociedad y el espectáculo (1967), lo vemos en un par de semanas. Qué pasa con las relaciones
personales.

Anécdota del hijo de Martín: media hora chateando con un amigo y después ni lo saluda
personalmente. ¿Qué sujeto estaba ahí? No era el sujeto de la presencia. ¿Qué clases de sujetos se
constituyen en cada circunstancia y qué pasa con cada noción de experiencia en cada caso? Es lo
que está marcando Agamben cuando dice que la experiencia está pasando por afuera del hombre, de
la persona. Persona no es sujeto, pero podemos preguntar qué pasa con el sujeto respecto de esa
experiencia. Qué pasa con un acontecimiento que no se convierte en experiencia ni para transmitir a
otros ni para sí mismo.

Agamben habla de experiencias falsas y Martín pregunta qué entendemos por falso o verdadero.

Agamben pone el ejemplo de la fotografía. Dice que cada vez más, el que viaja no está ahí viendo,
vivenciando, el viaje lo está fotografiando, entendiendo que la situación de fotografiar desaloja la
contemplación directa, la vivencia directa.

Siguiendo a Agamben, esa emulación (el término “amigo” de Facebook que emula el vínculo de
amistad) genera una falsificación: la expropiación de esas experiencias para poner en su lugar
experiencias falsas, sucedáneos de experiencia. Sería parte del mismo movimiento: desalojo y
pongo en su lugar no la nueva experiencia, sino un sucedáneo de experiencia (una experiencia
falsa). Por eso dice, para no pensar solamente la defensa de las experiencias, hay una instancia en la
que la imposición social de experiencias falsas llevan a pensar a Agamben que resistir a esas
experiencias puede ser un gesto de resistencia.

Una interrogación sobre la condición de la experiencia: por qué los futbolistas no narran bien sus
goles. Tal vez porque frente a cierta intensidad de experiencia no hay narración: porque hizo el gol
es que no lo puede narrar.

Por otra parte, la garantía del haber estado ahí. Cuenta la anécdota de haber estado en la cancha y
mandar un mensaje de texto a alguien que lo estaba mirando en su casa para saber quién había
hecho el gol.

Interrogar sobre clases de sujeto, de qué clase de sujeto se trata. Preguntarse, como lo hace
Agamben, qué sujeto se constituye en la experiencia. La literatura del yo naturaliza el sujeto, lo da
como previo, como supuesto.

Hay un paradigma en el sujeto cartesiano que apuntaría a la fusión entre experiencia y


conocimiento, que es el poder de la ciencia moderna, es el sujeto cartesiano, la conciencia en el
sujeto cartesiano.
Agamben introduce primero a Decartes (en la instancia de fundación filosófica de ese sujeto), pero
luego también a Kant (como desarrollo y complejización). En Kant está la cuestión de las categorías
del conocimiento y la experiencia articuladas. Establecer algo así como un sujeto absoluto que
puede precisamente unir experiencia y conocimiento. Es ese sujeto que va a ser ahora interrogado y
puesto en crisis.
Pensando en las instancias de la fundación del sujeto moderno, Agamben dice que también en una
instancia de fundación de un género moderno, la novela, plantea el desdoblamiento de estos dos
sujetos: la figura del Quijote y Sancho. Va a marcar ese sujeto unificado en Decartes (donde
experiencia y conocimiento se funden), articulado en Kant (mediante las categorías universales de
conocimiento articuladas en cada experiencia), queda desdoblado en la novela de Cervantes de este
modo. Dice Agamben: “El viejo sujeto de la experiencia de hecho ya no existe, se ha desdoblado.
En su lugar hay ahora dos sujetos, que una novela de principios de Siglo XVII nos muestra,
mientras caminan uno junto al otro, inseparablemente unidos, en una búsqueda tan aventurera como
inútil. Don Quijote, el viejo sujeto del conocimiento, ha sido entantado y solo puede hacer
experiencia sin tenerla nunca. A su lado, Sancho Panza, el viejo sujeto de lal experiencia, solo puede
tener experiencia sin hacerla nunca.”

Nosotros vimos con Martin Jay esa diferencia entre hacer y tener una experiencia... y luego
transmitir una experiencia.

Don Quijote, encantado (en el sentido de enloquecido), hace experiencia en el sentido de que piensa
el mundo pero no tiene registro empírico del mundo, ahí consiste su locura. Esa experiencia que
hace en términos de un conocimiento, es una experiencia que él hace pero no tiene, porque la
vivencia concreta del mundo no la está teniendo. Y a la vez, Sancho Panza, que es el que tiene las
experiencias, es el que registra las vivencias de la realidad del mundo, no hace con eso experiencia,
no puede hacer de eso un conocimiento. Ahí es a donde llegamos al punto de qué clase de sujeto
estamos hablando y cómo sería captar o plasmar una experiencia auténtica, algo así como una
experiencia pura.

Agamben: "Una teoría de la experiencia que verdaderamente pretendiera plantear de manera radical
el problema de su dato originario debería por lo tanto recoger los movimientos anteriores a esa
expresión primera de la experiencia por así decir todavía muda.” O sea que necesariamente debería
preguntarse: ¿existe una experiencia muda? ¿Existe una infancia de la experiencia? Y si existe,
¿cuál es su relación con el lenguaje?

Entonces vamos a tener aquí: sujeto, experiencia y lenguaje (en los términos en los que antes
decíamos “narrración”).

El concepto de infancia de experiencia tiene que ver con el lenguaje.

Dice Agamben que a diferencia de los animales, cuya relación con el lenguaje viene dada desde que
nacen, el ser humano nace sin lenguaje y lo adquiere. De hecho “infancia” significa literalmente
eso: antes de hablar. Entonces, para esta cuestión del sujeto, experiencia y lenguaje, algo del orden
de una experiencia pura sería algo del orden anterior al lenguaje, dado que hemos tenido
experiencia cuando todavía no teníamos lenguaje (lenguaje articulado, cuando no sabíamos hablar).
Los gatos y perros hacen pocos progresos con su lenguaje. Los gatos maúllan rápido, la relación que
tienen con el lenguaje, la tienen desde que nacen. Nosotros vamos a alcanzar una relación más
compleja (en general), pero lo cierto es que nacemos sin lenguaje (en el sentido de la posibilidad de
verbalizar las experiencias). O sea que hay una experiencia que está antes del lenguaje.

Agamben va a referirse en ese sentido, va a tomar dos líneas de reflexión:


1) Va en la misma dirección que Benjamin, la poesía moderna, el shock en Baudelaire, ese impacto
de lo nuevo, la experiencia en Benjamin tiene esa doble carga: la experiencia como lo ya sabido, el
viejo agricultor sedentario que atesora las tradiciones y la experiencia del viajero, el que sale a vivir
algo que no conoce y la noción del shock en Baudelaire que apunta a esa novedad, que es como una
falla en la experiencia, de lo ya sabido. Con ese grado de novedad no podemos hacer experiencia,
irrumpe como algo radicalmente nuevo, por eso la idea del shock, el choque. Con Benjamin lo
vimos: el choque sobre la percepción, al cuerpo le pasa algo con lo que no se puede hacer el faro, no
entra en el lenguaje.
2) El psicoanálisis: desarticulando el sujeto en el que experiencia y conciencia iban juntas, donde
experiencia y conocimiento iban juntos. En los términos del psicoanálisis (retomando a Agamben)
la experiencia se inscribe en el inconsciente (en el ello), no en el yo. El punto decisivo es un sujeto
constituido en el lenguaje. Lo vimos con el postestructuralismo, en los mismos términos con Michel
Foucault, la relación entre el sujeto y el discurso. No se piensa al sujeto como instancia fundante, no
se piensa al sujeto que produce un discurso en Foucault, el discurso... o mejor dicho, los discursos
son los que constituyen al sujeto. Por eso es interesante repensar la cuestión de la literatura del yo o
el género testimonial, qué sujetos se están presuponiendo ahí. Y se vuelve sobre la idea de un sujeto
dado. Y se vuelve sobre la idea de un sujeto empírico, como puede pasar también con la literatura
de género, en donde vamos a interrogar a un sujeto que constituye su concepción del discurso,
vamos a hacer una verificación empírica (es decir, física... es decir, genital) de la condición del
sujeto que escribe. Y es esta la cuestión teórica.

En Agamben aparece la idea de un sujeto constituido en el lenguaje, la constitución lingüística del


sujeto. Agamben va a decir que inclusio el sujeto del ego cogito (yo pienso... aunque cogito no es
solo pensar, es también dudar) se constituye desde el lenguaje. Se constituye la enuncación “yo
pienso”. Agamben va a decir que ese sujeto tiene una realidad de discurso, con lo cual una
experiencia pura sería una experiencia anterior al sujeto, por eso aparece la idea de infancia, de
sujeto constituido en el lenguaje.

Cuando el lenguaje intente dar cuenta de esa experiencia, le va a resultar posible e imposible a la
vez. Es decir, la plenitud de esa experiencia no se va a corresponder con una plenitud en el lenguaje,
lo cual no significa que eso la deja por fuera del lenguaje, inalcanzable para el lenguaje.

Agamben: "Solo sobre estas bases se hace posible plantear en términos inequívocos el problema de
la experiencia, pues si el sujeto es simplemente el locutor, nunca obtendremos en el sujeto (como
creía Husserl) el estatuto original de la experiencia, la experiencia pura y por así decir, todavía
muda. Por el contrario, la constitución del sujeto en el lenguaje y a través del lenguaje es
precisamente la apropiación de esa experiencia muda. Es desde siempre un habla. Una experiencia
originaria, lejos de ser algo subjetivo, no podría ser entonces sino aquello que en el hombre está
antes del sujeto, es decir, antes del lenguaje, una experiencia muda (en el sentido literal del
término), una in-fancia del hombre, cuyo límite justamente el lenguaje debería señalar. Una teoría
de la experiencia solamente podría ser en este sentido una teoría de la in-fancia.”

Experiencia-sujeto-lenguaje: el sujeto mismo concebido como constituido por el lenguaje.

La experiencia pura, originaria, sería anterior al sujeto y al lenguaje. La in-fancia del hombre,
entendiendo por infancia esa condición de todavía no tener lenguaje. La interrogación después
viene... ¿y luego qué puede hacer el lenguaje con eso? Pero esa instancia de experiencia, esa
intensidad originaria de la experiencia estaría dada en esta condición.

Ninguna concepción de “amigo” (la tradicional y la de Facebook) sería auténtica de acuerdo a


Agambem. Pero cuando dice que hay una forma de resistencia posible en rechazar las experiencias
falsas que la sociedad nos impone, no está pensando solamente en esa autenticidad de las
experiencias previas al lenguaje. Habría un grado de autenticidad total, la experiencia absoluta, es
esa, lo que no quiere decir que todas las demás sean falsas. Hay que ver después relaciones con el
lenguaje y con el sujeto. No estarían todas en el mismo grado y en la misma exterioridad con
respecto a esa experiencia originaria. Lo que sí pasa es que el lenguaje está en falta con respecto a
eso.

Lo que ha quebrado acá es la plenitud de una superposición: sujeto-experiencia-lenguaje.


La idea de que la plenitud y la autenticidad sería la coincidencia sujeto-experiencia-lenguaje. Ahora
en el planteo de Agamben, no. Esa autenticidad originaria, esa pureza de lo originario, es esa
experiencia que está antes del lenguaje y antes del sujeto, porque el sujeto está constituido en el
lenguaje.

Ni es una experiencia que está alojada en el lenguaje o que el lenguaje podría dar cuenta de ella...
porque por definición en algo se le escapa, en algo queda fuera de su alcance porque se constituyó
en lo anterior al lenguaje, en la in-fancia, en ese hombre o mujer que todavía no habla, que todavía
no es sujeto. Pero tampoco -va a decir Agamben- es simplemente el silencio. Tampoco es lo
inenarrable.
Agamben: "Justamente el hecho de que haya una infancia (no hablar), es decir, que exista la
experiencia en cuanto límite trascendental del lenguaje, excluye que el lenguaje pueda establecerse
como totalidad y verdad."
El lenguaje ya no va a corresponder a la totalidad y a la verdad de la experiencia. En esta
concepción de la experiencia, que es anterior al lenguaje y anterior al sujeto. En ese grado de la
experiencia pura que es anterior al lenguaje y al sujeto que el lenguaje constituye, ya no podemos
pensar que hay un lenguaje que se pueda -dice Agamben- presentar a si mismo como totalidad y
verdad. Porque hay algo por fuera del lenguaje: es esa clase de experiencia. Con lo cual, el lugar
común sobre experiencia, narración y verdad se nos destartaló para siempre.

Pero un poco más adelante va a decir Agamben: "Los animales no entran en la lengua, están desde
siempre en ella. El hombre en cambio, en tanto que tiene una infancia, en tanto que no es hablante
desde siempre, escinde esa lengua una y se sitúa como aquel que para hablar debe constituirse como
sujeto de lenguaje, debe decir yo."
Entonces tampoco vamos a ir a parar a lo inenarrable, lo inefable o la mudez. Esa experiencia es
muda, pero luego hay un sujeto que se constituye en el lenguaje y ese sujeto habla. Y ese sujeto va a
hablar de la experiencia. Por eso decía que ni todas las experiencas son igualmente falsas ni
tampoco esta condición de mudez de la experiencia pura determinaría por completo la
imposibilidad de que el lenguaje diga una experiencia. Lo que hace el planteo de Agamben es
quitarle al lenguaje esa pretensión de ser totalidad y verdad única de una experiencia. Es decir que
hay algo de la experiencia que va a quedar por fuera del lenguaje, porque se produce antes del
lenguaje. Pero tampoco eso se resuelve en la mera renuncia, en el mero desistir del lenguaje, del
decir la experiencia, porque luego se constituye un sujeto que habla. Y ese sujeto que habla va a
decir la experiencia también.
Entonces no es ninguna de las dos plenitudes: ni la plenitud del decir, la del lenguaje que va a poder
dar cuenta de la experiencia (como verdad plena), ni tampoco esa otra forma de totalidad que es el
silencio, la renuncia total al decir tampoco, porque luego hay un sujeto que se constituye en el
lenguaje y ese sujeto dice la experiencia. Ni la totalidad del decir ni la totalidad del callar.

Cuando Agamben trae al psicoanálisis, dicce que la experiencia está en lo que ellos dicen cuando yo
habla... lo que ello dice cuando yo habla... está en el ello, en la experiencia, no en el yo que habla.

Los destellos en el psicoanálisis se dan cuando uno descubre lo que uno dice. Uno no debería decir
“yo dije”... sino “yo dijo eso”... “ello dijo en mí eso”.

La palabra que resume todo lo inefable es Dios, lo vemos en el judaísmo, el hecho de que Dios no
pueda representarse. Lo trabaja Borges en “La muerte y la brújula”. El nombre de Dios no puede
decirse. Tampoco puede escribirse. En el Colegio Maimónides, a donde fui a dar clases apenas me
recibí, recuerdo que escribían “Dios” así: “D's”. Era interesante: el nombre de Dios no puede ser
escrito porque Dios supone una plenitud a la que el lenguaje no puede alcanzar. Escribir el nombre
de Dios presupondría que esa plenitud divina podría ser concebida por el lenguaje... y el lenguaje no
lo puede concebir. Dios va a ser, debe ser y es un más allá del lenguaje. Si no, es sacrilegio.
Entonces puede ser lo sublime, pero efectivamente es el más allá del lenguaje. Que no los arrojen a
ese otro absoluto: el de lo indecible o el de lo inenarrable. Por eso yo marqué las dos vertientes en
Agamben, porque si no fundás otro absoluto con lo inenarrable.
Benjamin toma eso fuertemente de Gershom Sholem como teoría de la lectura y de la hermenéutica
literaria a partir de la cabalística, que es: el sentido del texto sagrado es inalcanzble, porque el
sentido pleno es Dios. Y la lectura y el lenguaje jamás pueden llegar ahí. Pero no pueden renunciar
a la búsqueda. Entonces la lectura... y dedican la vida entera a leer las escrituras sagradas... El
sentido es inalcanzable e irrenunciable a la vez, como Dios. Entonces nunca vas a llegar a ese
punto... pero tampoco podés renunciar a la búsqueda.
Es este movimiento en el que el lenguaje no va a dar nunca con la plenitud de la experiencia
(aunque lo pretenda). Hay algo del orden del no lenguaje, que nunca va a poder ser alcanzado... y al
mismo tiempo el lenguaje no hace sino moverse hacia esa experiencia para dar cuenta de ella.

El quiebre fundamental (por cómo pensamos la literatura): es que el sujeto no es previo.

En la literatura del yo, lo primero que hay es el sujeto, llamado “yo”. Ese sujeto vive una
experiencia. Y esa experiencia va a pasar a una narración.

Acá el sujeto no va a terminar en la experiencia. Porque si vos ponés primero una experiencia que
es anterior al lenguaje y al sujeto... luego viene el lenguaje... y el lenguaje constituye al sujeto.
Entonces, la pregunta en cada caso es qué sujeto se constituye cada vez, qué constitución de sujeto
hay en cada narración, en cada lenguaje, en cada experiencia (pero entendiendo a la vez que hay
constitución de sujeto cuando es una experiencia que pone al lenguaje de por medio). Esa otra
experiencia, la que está por fuera del lenguaje, por fuera del sujeto, está también... a eso se refiere
Agamben cuando dice que es un tipo de experiencia que está por fuera del sujeto.

La fractura que supone la filosofía de Nietzche con respecto a la concepción moderna de sujeto. El
sujeto cartesiano, el sujeto kantiano, donde lo que pone en crisis Nietzche es esa noción de sujeto de
la modernidad, que es el sujeto previo a la acción, al lenguaje y al poder. El sujeto soberano que
funda el poder... frente a un tipo de poder que funda sujetos. Entonces se pasa a concebir a los
sujetos y las subjetitvidades como efectos de las luchas de poder.

En Lo que queda de Auschwitz, Agamben nos devuelve a la cuestión de la experiencia terrible,


catastrófica, como la de los soldados en el frente de guerra. Y Agamben va a cuestionar la idea de lo
indecible. Esto me parece fundamental, porque hay toda una secuencia teórica-crítica, hay muchas
perspectivas críticas, que se ven muy seducidas por la idea de lo inenarrable, de lo indecible y del
silencio. No solo la conexión trauma-silencio, sino la idea que lo propio del lenguaje poético que es
ir hacia el silencio, porque en la extinción del lenguaje estaría su verdad. Esa fascinación por el
silencio, que tiene cierta resonancia mística de la experiencia, por eso decíamos lo sublime o lo
mísitico... la experiencia mística como lo indecible. Línea Bataille-Blanchot. Hay algo ahí como
una metafísica del silencio, del orden de una trascendencia mística, que consagra esa instancia: lo
indecible, lo inenarrable, y apunta a esa idea que puede haber experiencias que están más allá del
lenguaje. Por eso hacía advertencias de no ir a parar al absoluto del silencio en Agamben... ni la
plenitud del callar. Hay una fascinación, hay muchas teorías que giran alrededor de un tipo de
experiencia que estarían más allá del lenguaje... no en el sentido de Agamben... sino, lo inenarrable,
lo indecible, una experiencia tal que no puede ser narrada.

The body in pain de Elaine Scarry. La tortura como una experiencia que no puede ser narrada.
Mostrar y narrar. 1: Pensar si hay algo que no se soporta en la imagen y se soportaría en la palabra.
2: Pensar si hay algo del orden de la ética y hasta del pudor de lo que se prefiere no narrar... que no
es lo mismo que darle a cierta experiencia el estatuto de lo inenarrable. Ahí hay una decisión de no
narrar, por respeto, por pudor, por ética... que no es lo mismo que decir que si yo quiero narrar esa
experiencia no puedo, está más allá de las posibilidades de la narración o de la representación... no
es lo mismo...

El planteo de Scarry es que la experiencia de la tortura queda por afuera de la narración, es del
orden de lo indecible. Es un grado tan extremo de vivencia corporal que las palabras no van a poder
nunca dar cuenta cabalmente de una experiencia semejante. Con Agamben vamos a ver un
cuestionamiento de esta premisa, de lo inenarrable o de lo indecible. Porque cuando Scarry dice que
las palabras no pueden dar cuenta de lo que es esa experiencia... 1: esa no es una condición propia
de la experiencia extrema, la de la tortura... de una experiencia banal las palabras tampoco dan
cuenta cabalmente... ¿cómo es el caramelo Arcor de maracujá? Tampoco las palabras dan cuenta
cabalmente de esa experiencia que es totalmente estúpida. No es un problema de lo extremo de la
experiencia, es un problema de la condición del lenguaje. Yo encuentro algo falaz en el argumento
de Scarry, cuando dice que es una experiencia tan extrema que las palabras no pueden dar cuenta
cabalmente de la experiencia... las palabras no pueden dar cuenta cabalmente de ninguna
experiencia... y si existe un plus por el cual el lenguaje puede tener más intensidad que la
experiencia misma no es un problema de que las experiencias sean terribles o triviales... no es que el
lenguaje pueda dar cuenta cabalmente de todas las experiencias menos la tortura u otras
experiencias muy terribles... las terribles y las triviales están en el mismo grado (de insuficiencia o
de suficiencia o de plus... depende). No habría un tipo de experiencia que quedaría por fuera, que
sería de por sí indecible. Experiencias especialmente terribles, extremadamente terribles que
entonces quedarían por fuera de lo decible para el caso... Agamben va a tomar Auschwitz... porque
al mismo tiempo agarrás el Nunca más y cuentan las torturas. Claro que ningún relato es LA
experiencia, ningún relato, ningún lenguaje va a dar cuenta plenamente de ninguna experiencia.
Pero lo otro de eso no es lo indecible, lo inenarrable... porque los prisioneros que sobrevivieron a
los campos clandestinos durante la dictadura militar argentina narraron la tortura.

Pensar más allá de lo inenarrable: lo invivible, aquello que directamente no se puede vivir. Ahí va
Agamben, en la línea de Primo Levi y de Semprún. Y el cuestionamiento de Agamben de lo
indecible de Auschwitz en qué términos... Lo que queda de Auschwitz: (después de citar a Primo
Levi) "¿Por qué indecible? ¿Por qué conferir al exterminio el prestigio de la mística? (…) Decir que
Auschwitz es indecible o incomprensible equivale a adorarlo en silencio como se hace con un Dios.
Es decir, significa, a pesar de las intenciones que puedan tenerse, contribuir a su gloria. Lo indecible
es lo sagrado." Agamben va a trabajar lo sagrado en Homo sacer. La condición de lo sagrado: Dios
es indecible. Lo sagrado es indecible, inenarrable. Hacer de Auschwitz algo inenarrable es
sacralizarlo. Y por lo tanto, aunque en un sentido se lo condene, en otro se lo está glorificando.

El recurso de ubicarlo por fuera de lo humano es tramposo porque fue realizado por lo humano. O
hipostasiar... decir que no se puede pensar... ¿cómo que no se puede pensar? ¡Hay que pensarlo!
Porque fue pensado en los dos sentidos: pensado como planificado y luego pensado desde la
reflexión que hacemos a posteriori. Porque ponerlo por fuera de lo decible también es ponerlo por
fuera de lo pensable. No solo es pensable, fue pensado... dado que fue hecho.

Una cosa es trauma y silencio. Donde narrar duele, donde narrar reactiva la experiencia, alguien
prefiere no hacerlo y elige el silencio. Y otra cosa es decir que eso que pasó está por fuera de las
posibilidades de la narración, no puede ser narrado. Si no puede ser pensado, es que lo estamos
poniendo por fuera de la condición humana... y FUE hechura humana (Auschwitz), ES hechura
humana... ponerlo por fuera de lo decible es hipostasiarlo, es volverlo un absoluto. Y en los
términos de Agamben es volverlo sagrado, es darle la condición mísitica sagrada de Dios. Por lo
tanto hay glorificación de Auschwitz cuando se dice que es inenarrable, aunque junto con ello haya
condenas.
Por eso decía hace un rato: ni la plenitud del decir, que va a dar cuenta de la experiencia, ni la
plenitud de lo indecible, que es otra plenitud, es otro absoluto, porque a la vez Agamben va a poner
en cuestión la premisa de lo inenarrable de Auschwitz pero también va a decir en lo que queda de
Auschwitz que de todos modos cada testimonio tiene siempre una laguna, siempre una falta.

Agamben: “Todo testimonio contiene en su centro mismo algo que es intestimoniable". A eso me
refiero con que ni la plenitud del testimonio va a dar cuenta por completo... hay algo que queda por
afuera del lenguaje... siempre. Todo testimonio -va a decir Agamben- es también testimonio de lo
intestimoniable, de aquello que no va a poder ser testimoniado, que está por fuera de las
posibilidades del lenguaje... pero sin hacer de la imposibilidad del lenguaje el absoluto del silencio.
Y esta sería la articulación de experiencia y narración.
Sin sacralizar, al interior del testimonio, lo intestimoniable. Al interior del lenguaje, lo que queda
más allá del lenguaje. Esa experiencia total, lo que él llama “experiencia integral”, de todos los que
han muerto. O bien... no es solo el niño el que se queda sin lenguaje. En los campos había alguien
llamado “el musulmán”. Ese prisionero que había sido deshumanizado hasta tal punto que se
quedaba sin lenguaje y en un sentido ya no era sujeto.

Por eso, se pregunta Agamben, ¿la experiencia completa cuál es? ¿Quién podría narrar la
experiencia integral de Auschwitz? Hay que contar el horno. Hay que contar la cámara. Nadie
cuenta eso. No se puede contar eso. Pero está también ese otro intestimoniable, ese otro que es a
quien él llama los verdaderos hundidos, los que están muertos -dice Agamben- antes incluso de su
muerte corporal: los musulmanes, esa especie de seres todavía vivos pero deshumanizados,
desubjetivados y sin lenguaje. Ellos no pueden testimoniar. Los sobrevivientes testimonian por
ellos. Pero testimoniar por ellos no es sino testimoniar la imposibilidad de ese testimonio, la falta
que hay en todo testimonio. Esa falta, esa laguna que hay en todo testimonio es lo que testimonia la
experiencia del musulmán, que es alguien sin lenguaje, pero de otro modo, mucho más terrible e
irreparable.

Se está perdiendo la escena en la que el viejo que ha vivido lega, narra oralmente el legado de su
sabiduría. Se hicieron unas encuestas en Japón en las que les preguntaban a los niños quiénes
habían tirado las bombas de Hiroshima y Nagasaki. La respuesta fue los rusos. Eso es ideología
pura, que es una cierta figuración del enemigo que hace que piensen eso. Quizá nadie se lo dijo a
los chicos, pero si el mal son los rusos todo el tiempo y las bombas estuvieron mal, son los rusos.
Así como también nosotros, por efectos de la contemplación del cine creemos que los campos los
liberaron los norteamericanos. Los campos de exterminio fueron liberados en casi todos los casos
por el Ejército Rojo.

Situación en la que uno no se acuerda de un hecho que otros sí recuerdan. Hay una falta constitutiva
de un sujeto. Este sujeto constituido por el lenguaje está constituido también por una laguna o por
una falta. Ya no es un sujeto pleno nunca, porque hay algo anterior que -desde el orden de la
experiencia- fue experiencia sin sujeto y sin lenguaje. Toda tu familia te puede contar tu vida
fehacientemente, supongamos que te contaron tu vida, te filmaron tu infancia, la ves entera. Todo.
Podés ver la filmación entera. No importa. Porque la filmación no repone tu vivencia... al revés.
Hay una filmación de cuando era chico, en la que estaba en la playa y mi primo me pateó la
cabeza... yo no me acuerdo (se lo reproché igual... pero no lo recuerdo). Entonces, eso entra como
sujeto de la contemplación, no como sujeto de la experiencia. El asunto es de qué modo se concibe
sujeto, lenguaje y experiencia.

Frente a cualquier figuración de un sujeto pleno (el sujeto fundacional es un sujeto pleno), detrás de
la plenitud de la conciencia... o cualquier forma de plenitud del sujeto y cualquier forma de plenitud
del lenguaje, de la narración... esto es un rasgo constitutivo de todo sujeto... todo sujeto está
constituido en la falta, en aquello que ha sido experiencia por fuera del lenguaje y por lo tanto por
fuera de la propia subjetividad. Es otro modo de concebir sujeto y experiencia porque ya no
tenemos el sujeto pleno que vive la experiencia, el sujeto pleno que hace o transmite la experiencia.
Es un tipo de concepción de la experiencia que funda al sujeto en la falta y coloca a la narración
siempre también en el orden de la falta. Y su verdad puede ser esa falta. Por eso ligaba lo que
planteaba Agamben en Infancia e historia con lo que plantea a propósito de Auschwitz. Dar un
testimonio de Auschwitz es también dar un testimonio de lo intestimoniable... sin caer en lo
inenarrable... no es inenarrable, pero en toda narración está ese punto de la experiencia del
musulmán... la del muerto, pero también la del musulmán, el muerto en vida, despojado del
lenguaje. En ese punto, el testimonio -dice Agamben- es el testimonio de una desubjetivación. El
musulmán deshumanizado, enmudecido, no solo porque después no quiere recordar... no es eso... es
que por la deshumanización que vive en los campos se ve despojado del lenguaje, como un
fantasma que había en los campos de alguien que ya no parecía humano y ya no hablaba.
Testimoniar Auschwitz es testimoniar eso que es intestimoniable. Es el testimonio de una
desubjetivación. No es el sujeto que testimonia. Es testimoniar una desubjetivación, la del
musulmán. Es testimoniar que no hay sujeto para ese testimonio. Antes decíamos experiencia sin
sujeto y ahora decimos el testimonio de un no sujeto. El testimonio de quien ha sido
desubjetivizado.

El ser viviente es viviente y así quedó separado, despojado del lenguaje.

Agamben: "Es justamente esta imposibilidad de mantener reunidos al viviente y al lenguaje, lo no


humano y lo humano, lo que lejos de autorizar que la significación quede diferida infinitamente
permite que se produzca el testimonio. Si no hay articulación entre el viviente y el lenguaje, si el yo
queda suspendido en esta separación, entonces puede darse testimonio.”

No es el testimonio del sujeto, de un sujeto pleno, de un sujeto igual a sí miso, es un sujeto


subjetivado.

“Testimoniar es testimoniar una subjetivación. Eso solo puede testimoniar que no hay en sentido
propio un sujeto del testimonio.”

Aquí no hay sujeto del testimonio, es el testimonio el sujeto dañado, abolido, desubjetivizado,
despojado del decir.

Agamben: "La subjetividad, la conciencia en que nuestra cultura ha creído encontrar su fundamento
más firme reposa sobre lo que hay en el mundo de más frágil y precario: el acontecimiento de
palabra"

El punto fundamental es que ha reformulado la concepción del sujeto. Respecto de este sujeto, que
es el sujeto de la plenitud del logos, el sujeto de la plenitud de la conciencia, es reformulado ahora
en términos de experiencia y lenguaje como un sujeto de la fragilidad y la precariedad, que no es
pura indecibilidad.

Agamben: “Por eso los que hoy reivindican la indecibilidad de Auschwitz deberían mostrarse más
cautos en sus afirmaciones. Si pretenden decir que Auschwitz fue un acontecimiento único, frente al
que el testigo debe de una u otra forma someter su palabra a la prueba de una imposibilidad de
decir, tienen desde luego razón...”

No es la pura indecibilidad, es la palbra puesta a prueba ante la imposibilidad de decir... pero eso es
un decir, en el sentido que el testimonio va a testimoniar lo intestimoniable... el sujeto va a
testimoniar también lo intestimoniable....

“Pero si, conjugando lo que tiene de único y lo que tiene de indecible, hacen de Auschwitz una
realidad absolutamente separada del lenguaje, si cancelan en el musulmán, la relación entre
imposibilidad y posibilidad de decir que constituye el testimonio, están repitiendo sin darse cuenta
el gesto de los nazis”

Están volviendo a deshumanizar y a despojar por completo del lenguaje al musulmán, que es lo que
los nazis hicieron. La posición de este sujeto está entre el decir y la imposibilidad de decir. O entre
un decir, un testimoniar, un narrar que aloja y sabe de su propia imposibilidad en su interior, de
aquello que queda de intestimoniable al interior del testimonio. De aquello que es indecible en el
decir, pero no como pura indecibilidad. Entonces el planteo de todo este bloque de experiencia y
narración llega a una formulación que complejiza a cada uno de sus términos, porque ahora tenemos
una disposición muy distinta de esto: sujeto-experiencia-narración. Porque si hay algo así como una
plenitud de la experiencia en la infancia o una experiencia absoluta en Auschwitz, eso no va a poder
ser dicho por completo, está por fuera del lenguaje o es previo al lenguaje y va a ofrecer resistencia
al lenguaje. Pero como al mismo tiempo no sacralizamos ninguna indecibilidad, Agamben se resiste
a ir a parar a lo indecible y a lo inenarrable, es esta posición, de este sujeto que está entre el decir y
la imposibilidad de decir... y que no puede reposar en ninguna de las dos plenitudes, está en ese
punto de fragilidad y de inestabilidad.

Para otro día: un cuestionamiento a la idea de la experiencia como forma de conocimiento. En


Agamben vimos el desdoblamiento: cuando escinde lo que en Descartes estaba unido, esa escisión
que ve en Quijote y Sancho, el que vive no conoce y el que conoce no vive. Pero está la idea de que
la experiencia puede ser una limitación para la comprensión, para el conocimiento. Es un
cuestionamiento del prestigio de la experiencia. Iba a trabajar eso con textos de Bruno Bettelheim,
que es un sobreviviente de los campos de exterminio y de Beatriz Sarlo que es una sobreviviente de
esta facultad.

La próxima semana retoma Oscar con dos clases sobre policial y la otra vuelve Martín para tomar la
cuestión de las imágenes y la contemplación.

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