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Strategikon

MAURICIO
emperador romano de
Oriente
STRATEGIKON

(SOBRE EL GENERAL)
Traducción, introducción y
notas de
Emilio Magaña Orúe, Julio
Rodríguez González y
José Ignacio de la Torre Rodríguez
MINISTERIO DE DEFENSA
Índice
Índice
Introducción histórico-literaria
Flavio Mauricio, militar y emperador
La política de Mauricio en Europa
Reformas administrativas en Occidente
La política oriental de Mauricio
La política religiosa de Mauricio
El final del imperio de Mauricio
la obra y su autor
La transmisión del texto
Fuentes
La obra. Contenido
La obra en su contexto histórico. el ejército
del Imperio Romano y del Imperio Romano
de Oriente entre los siglos III y VI
El ejército de Diocleciano y Constantino I
El ejército de Justiniano I y Mauricio
Bibliografía
Fuentes históricas mencionadas en este
libro
Monografías, artículos y contribuciones a
obras colectivas
Nota sobre la presente traducción
Abreviaturas
Strategikon (Sobre el general) de Mauricio,
emperador de Oriente
Preámbulo

Libro I
INTRODUCCIÓN
Libro I, capítulo 1. De qué modo es
conveniente que los soldados se adiestren
en su instrucción
Libro I, capítulo 2. De qué modo es
conveniente armar a los jinetes y de qué
equipo básico deben ser provistos
Libro I, capítulo 3. Sobre los varios títulos
de los oficiales y los soldados
Libro I, capítulo 4. De qué modo es
conveniente dividir al ejército y a sus
oficiales
Libro I, capítulo 5. Cómo los comandantes
de los tagmas deben elegir a sus oficiales
subordinados y jefes para el combate y
organizar los tagmas en contubernios
Libro I, capítulo 6. Los reglamentos sobre
los delitos militares que se deben dar a la
tropa
Libro I, capítulo 7. Los reglamentos sobre
los delitos militares que se deben dar a los
comandantes de los tagma
Libro I, capítulo 8. Sobre los castigos
militares
Libro I, capítulo 9. Qué organización debe
tener el ejército en su propio territorio
cuando no hay actividad hostil

Libro II
SOBRE LA FORMACIÓN DE LA CABALLERÍA
Libro II, capítulo 1. Sobre la utilidad y
necesidad de formar al ejército en dos líneas
Libro II, capítulo 2. De la organización de
los tagmas en la línea de batalla
Libro II, capítulo 3. Tropas de asalto y de
defensa
Libro II, capítulo 4. Sobre los flanqueadores
y flanqueadores de ataque
Libro II, capítulo 5. Emboscadas en la
retaguardia o en los flancos de la línea
enemiga
Libro II, capítulo 6. La profundidad de la
formación
Libro II, capítulo 7. Sobre los contubernios
Libro II, capítulo 8. Sobre el armamento
Libro II, capítulo 9. Sobre el cuerpo médico
Libro II, capítulo 10. Sobre los banderines
de las lanzas
Libro II, capítulo 11. Sobre los espías o los
exploradores
Libro II, capítulo 12. Sobre los mensores y
las partidas aposentadoras
Libro II, capítulo 13. Distancias entre los
meros y las líneas de combate
Libro II, capítulo 14. Sobre el tamaño y
diferencia entre los estandartes
Libro II, capítulo 15. Sobre la custodia de
los estandartes
Libro II, capítulo 16. Sobre el lugar de los
oficiales
Libro II, capítulo 17. Sobre los que tocan
los cuernos
Libro II, capítulo 18. Sobre los gritos de
batalla que se dan en medio del conflicto
Libro II, capítulo 19. Sobre los heraldos
Libro II, capítulo 20. Sobre la conveniencia
del uso de dos estandartes

Libro III
SOBRE LA FORMACIÓN DE LOS TAGMAS
Libro III, capítulo 1. Los símbolos usados
para ilustrar las formaciones de los tagmas
Libro III, capítulo 2. La formación de los
tagmas pretendiendo una fuerza de
trescientos diez hombres
Libro III, capítulo 3. Esquema del mismo
tagma con sus flancos en orden cerrado
Libro III, capítulo 4. Esquema del mismo
tagma con ambos flancos y la retaguardia en
orden cerrado
Libro III, capítulo 5. Métodos de
entrenamiento del tagma
Libro III, capítulo 6. La formación de los
meros. Explicación de los símbolos que
ilustran la formación de los meros y su
personal
Libro III, capítulo 7. Explicación de los
símbolos que ilustran la formación de la
primera y de la segunda línea
Libro III, capítulo 8. Formación de la línea
al completo cuando la impedimenta está
presente
Libro III, capítulo 9. Un meros
individualizado
Libro III, capítulo 10. Formación de un
ejército de fuerza moderada
Libro III, capítulo 11. Sobre las órdenes
generales
Libro III, capítulo 12. Sobre las órdenes a
las tropas de primera línea
Libro III, capítulo 13. Sobre las órdenes a
los flanqueadores
Libro III, capítulo 14. Sobre las órdenes a
los flanqueadores de ataque
Libro III, capítulo 15. Órdenes a las tropas
de la segunda línea
Libro III, capítulo 16. Órdenes a las tropas
asignadas a las emboscadas

Libro IV
SOBRE LAS EMBOSCADAS
Libro IV, capítulo 1. Sobre las emboscadas
y estratagemas contra tropas enemigas
superiores
Libro IV, capítulo 2. Sobre las emboscadas
de los escitas
Libro IV, capítulo 3. Sobre las emboscadas
realizadas por ambas partes
Libro IV, capítulo 4. Sobre el momento más
oportuno para las emboscadas
Libro IV, capítulo 5. Sobre la conveniencia
del uso de formaciones irregulares para
emboscadas o ataques por sorpresa

Libro V
SOBRE LA IMPEDIMENTA
Libro V, capítulo 1. Sobre las precauciones
a tener en cuenta al llevar la impedimenta al
campo de batalla
Libro V, capítulo 2. Sobre los caballos de
reserva
Libro V, capítulo 3. Sobre la impedimenta
no necesaria
Libro V, capítulo 4. Sobre los campamentos
intermedios
Libro V, capítulo 5. Sobre la protección de
la impedimenta durante la marcha

Libro VI
SOBRE LA DIVISIÓN DEL EJÉRCITO Y
SOBRE LA INSTRUCCIÓN MILITAR
Libro VI, preámbulo
Libro VI, capítulo 1. Sobre la instrucción a
la escítica, simulación
Libro VI, capítulo 2. Sobre la instrucción a
la alana, simulación
Libro VI, capítulo 3. Sobre la instrucción a
la africana, simulación
Libro VI, capítulo 4. Sobre la instrucción a
la itálica, la más habitual
Libro VI, capítulo 5. De qué modo se han
de ejercitar los flanqueadores y
flanqueadores de ataque

Libro VII
PARTE A. SOBRE LOS PUNTOS A
CONSIDERAR POR EL GENERAL ANTES DEL
DÍA DE LA BATALLA
Libro VII, parte A, preámbulo
Libro VII, parte A, capítulo 1. Sobre la
bendición de las banderas
Libro VII, parte A, capítulo 2. Sobre la
organización de los contubernios
Libro VII, parte A, capítulo 3. Sobre la
reunión de información sobre el enemigo
Libro VII, parte A, capítulo 4. Sobre el uso
de la arenga para animar a las tropas
Libro VII, parte A, capítulo 5. Sobre los
prisioneros enemigos tomados por las
patrullas
Libro VII, parte A, capítulo 6. Sobre el
castigo a los delincuentes
Libro VII, parte A, capítulo 7. Sobre la
manutención de los soldados, sus caballos y
sus campamentos
Libro VII, parte A, capítulo 8. Sobre las
consultas con los merarcas acerca del campo
de batalla
Libro VII, parte A, capítulo 9. Sobre la
forma de abrevar los caballos
Libro VII, parte A, capítulo 10. Sobre las
raciones transportadas en las alforjas
Libro VII, parte A, capítulo 11. Sobre cómo
hacer la guerra contra gentes desconocidas
Libro VII, parte A, capítulo 12. Sobre los
ataques sorpresa del enemigo durante la
marcha
Libro VII, parte A, capítulo 13. Sobre los
campamentos y el cuidado de los caballos en
su interior
Libro VII, parte A, capítulo 14. Sobre cómo
no hay que saquear los cuerpos de los
enemigos durante la batalla
Libro VII, parte A, capítulo 15. Sobre los
pueblos semejantes al enemigo
PARTE B. SOBRE LOS PUNTOS A SER
OBSERVADOS EL DÍA DE LA BATALLA
Libro VII, parte B, capítulo 1. Sobre cómo
no agobiar al estrategos durante el día de
batalla
Libro VII, parte B, capítulo 2. Sobre los
arqueros enemigos
Libro VII, parte B, capítulo 3. Sobre cómo
no entablar combate con el enemigo o
mostrar nuestra propia fuerza antes de
conocer sus intenciones
Libro VII, parte B, capítulo 4. Sobre cómo
ocultar la segunda línea cuando es incapaz
de seguir detrás de la primera, para que las
dos parezcan como una sola
Libro VII, parte B, capítulo 5. Sobre la
táctica y el método de enfrentarse a un
ataque sorpresa del enemigo
Libro VII, parte B, capítulo 6. Sobre los
heridos
Libro VII, parte B, capítulo 7. Sobre la
fuerza aparente del enemigo
Libro VII, parte B, capítulo 8. Sobre la
prevención de reconocimientos hostiles de
nuestra línea
Libro VII, parte B, capítulo 9. Sobre cómo
proteger el campamento
Libro VII, parte B, capítulo 10. Sobre cómo
reunir forraje
Libro VII, parte B, capítulo 11. Sobre un
desenlace adverso
Libro VII, parte B, capítulo 12. Sobre un
desenlace favorable en la batalla
Libro VII, parte B, capítulo 13. Sobre el
reconocimiento
Libro VII, parte B, capítulo 14. Sobre cómo
no exponer nuestra segunda línea
demasiado pronto
Libro VII, parte B, capítulo 15. Sobre el
mantenimiento brillante de la superficie de
las armas para ser vistos de lejos antes de la
batalla
Libro VII, parte B, capítulo 16. Sobre la
recapitulación de las obligaciones de cada
merarca
Libro VII, parte B, capítulo 17. Sobre la
recapitulación del tipo de obligaciones que
tienen asignadas los comandantes de cada
tagma, los moirarcas y los merarcas, para
que cada uno sepa su obligación

Libro VIII
Libro VIII, capítulo 1. Sobre las
instrucciones generales para el comandante
Libro VIII, capítulo 2. Lemas

Libro IX
Libro IX, capítulo 1. Sobre los ataques
sorpresa
Libro IX, capítulo 2. Sobre los ataques
nocturnos
Libro IX, capítulo 3. Sobre las incursiones
en territorio hostil: avance seguro por él y su
saqueo sin sufrir pérdidas
Libro IX, capítulo 4. Sobre el paso por
desfiladeros y territorio escabroso
Libro IX, capítulo 5. Cómo hay que espiar al
enemigo y cómo hay que capturar a los
exploradores o enemigos intentando
infiltrarse en nuestro ejército

Libro X
Libro X, capítulo 1. Cómo se debe organizar
un asedio a las fortalezas del enemigo si la
oportunidad lo permite
Libro X, capítulo 2. Cómo se debe hacer un
encuentro con incursiones hostiles dentro de
nuestro propio territorio
Libro X, capítulo 3. Cómo se debe soportar
un asedio que se supone largo
Libro X, capítulo 4. Cómo se debe construir
una fortaleza fronteriza con cautela y sin
entablar combate abierto

Libro XI
SOBRE LAS COSTUMBRES Y TÁCTICAS DE
LOS DIVERSOS PUEBLOS
Libro XI, introducción
Libro XI, capítulo 1. Cómo hay que tratar
con los persas
Libro XI, capítulo 2. Cómo hay que tratar
con los escitas, es decir, ávaros, turcos y
otros cuyo tipo de vida se asemeja al de los
pueblos hunos
Libro XI, capítulo 3. Cómo hay que tratar
con los pueblos de cabello claro, como los
francos, lombardos y otros como ellos
Libro XI, capítulo 4. Cómo hay que tratar
con los eslavos, los antes y otros pueblos
similares

Libro XII
PARTE A. SOBRE EL ORDEN DE BATALLA
MIXTO
Libro XII, parte A, capítulo 1. Cómo hay
que hacer una formación de un orden de
batalla mixto. Lista de símbolos para las
unidades en una fuerza mixta
Libro XII, parte A, capítulo 2. El orden de
batalla llamado mixto.
Libro XII, parte A, capítulo 3. La primera
formación de batalla para la caballería
Libro XII, parte A, capítulo 4. Otra
formación
Libro XII, parte A, capítulo 5. El orden de
batalla llamado lateral
Libro XII, parte A, capítulo 6. Formación en
columna
Libro XII, parte A, capítulo 7. La formación
llamada convexa
PARTE B. SOBRE LAS FORMACIONES DE
INFANTERÍA
Libro XII, parte B, preámbulo
Libro XII, parte B, capítulo 1. Qué
vestimenta debe llevar la infantería
Libro XII, parte B, capítulo 2. Cómo debe
ser el entrenamiento del infante con
armamento pesado
Libro XII, parte B, capítulo 3. Cómo debe
ser el entrenamiento del infante con
armamento ligero y de los arqueros
Libro XII, parte B, capítulo 4. Sobre el
armamento. Qué armas debe llevar la
infantería pesada
Libro XII, parte B, capítulo 5. Qué armas
debe llevar la infantería ligera
Libro XII, parte B, capítulo 6. Qué equipo
esencial hay que tener siempre presente y a
mano
Libro XII, parte B, capítulo 7. Los soldados
de cada aritmos que deben ser asignados a
tareas especializadas
Libro XII, parte B, capítulo 8. Cómo se
deben organizar las tropas de infantería y
sus oficiales
Libro XII, parte B, capítulo 9. Cómo debe
ser la asignación de personal y organización
de los tagmas de infantería
Libro XII, parte B, capítulo 10. Órdenes que
deben ser impartidas sobre los castigos
Libro XII, parte B, capítulo 11. Como debe
ser la formación de los tagmas de infantería
pesada
Libro XII, parte B, capítulo 12. Cómo debe
ser la formación de la infantería ligera junto
a infantería y caballería pesada
Libro XII, parte B, capítulo 13. Cómo debe
ser la formación de la caballería junto a
infantería pesada
Libro XII, parte B, capítulo 14. En qué
movimientos se debe ejercitar la infantería
Libro XII, parte B, capítulo 15. Un segundo
ejercicio
Libro XII, parte B, capítulo 16. Cómo
comenzar los movimientos anteriormente
mencionados
Libro XII, parte B, capítulo 17. Cómo debe
ser la formación de la línea de batalla y el
entrenamiento en resistir al enemigo
Libro XII, parte B, capítulo 18. Cómo hay
que acomodar los carros y la impedimenta
Libro XII, parte B, capítulo 19. Cómo debe
ser el método de marcha con el enemigo en
las cercanías
Libro XII, parte B, capítulo 20. Cómo hay
que atravesar zonas boscosas, zonas
escabrosas y pasos estrechos por parte de la
infantería
Libro XII, parte B, capítulo 21. Cómo debe
ser el transporte por ríos y el cruce de los
mismos frente al enemigo
Libro XII, parte B, capítulo 22. Cómo
construir campamentos fortificados
Libro XII, parte B, capítulo 23. Cuestiones a
ser consideradas por el estrategos de
infantería en día de batalla
Libro XII, parte B, capítulo 24. Sinopsis de
la instrucción anteriormente señalada que
debe ser conocida por los tribunos o
comandantes de los tagmas de infantería
PARTE C. DIAGRAMA DE UN CAMPAMENTO
FORTIFICADO
PARTE D. LA CAZA. CÓMO SE DEBEN
CAZAR ANIMALES SALVAJES SIN HERIDAS
GRAVES O GRAVES ACCIDENTES
Glosario
Índice temático
Índice onomástico
Índice de toponimos
Índice de materias y nombres comunes
Índice de obras, autores y versiones del
texto del strategikon
Introducción histórico-
literaria
FLAVIO MAURICIO, MILITAR Y
EMPERADOR1
Flavius Mauricius, el futuro emperador
Mauricio (582-602), nació en el año 539,
bajo el imperio de Justiniano I (Flavius
Petrus Sabbatius Iustinianus, 527-565), en
Arabissus (actualmente ruinas en la zona de
Tanir, en la provincia de Kahramanmaraş, en
la zona centro-oriental de Turquía), en la
entonces provincia bizantina de Armenia
III2. Su padre, miembro de una vieja familia
romana, posiblemente de origen armenio, se
llamaba Paulus y a nuestro hombre se le
conocen al menos un hermano (Petrus) y dos
hermanas (Theoctista y Gordia). El 7 de
diciembre de 574, Tiberius Constantinus (el
futuro emperador Tiberio II [578-582]) se
convirtió en césar, el sucesor designado del
emperador Justino II (565-578), de quien era
uno de sus principales colaboradores, y fue
hacia ese año cuando Mauricius, partidario
secreto del heredero, tuvo posiblemente su
primer cargo militar (al menos de
importancia), ya que anteriormente solo
sabemos de su carrera que era notarius3.
Fue nombrado patricio (patricius)4 y comes
excubitorum5, grado este que conservaría
cuando, seguramente por influencia de
Tiberius, el emperador Justino lo nombró
magister utriusque militiae per Orientem
(comandante del ejército de maniobra de la
diócesis6 de Oriente) en 577. Desde este
puesto dirigió con éxito la guerra contra los
persas declarada ese mismo año y que tuvo
como hitos la victoriosa batalla de Callinicum
(la actual Ar Raqqah, en la provincia del
mismo nombre, Siria), en 580, y la definitiva
gran victoria de 581 en las cercanías de la
ciudad de Constantina (la actual Viransehir,
en la provincia de Urfa, Turquía), en la
provincia bizantina de Mesopotamia, sobre
las tropas del emperador7 persa Ormuz
(Hormisdas) IV (579-590), mandadas en la
ocasión por sus generales Tamchosroes
(muerto en el combate) y Adarmaanes (que
consiguió huir).
Subió al trono el 13 de agosto de 582,
sucediendo al emperador Tiberio II, que le
había nombrado césar (adoptando nuestro
hombre entonces el nombre de Flavius
Mauricius Tiberius) el anterior día 5, y a las
pocas semanas (ya en otoño) se casó con la
hija de su difunto protector, Constantina. Al
año siguiente, como era muy frecuente
desde los tiempos del emperador Augusto
(Caius Iulius Caesar Octavianus, luego
Imperator Caesar Augustus, 27 a.C. - 14
d.C.), el nuevo emperador asumió el
consulado, pero no el 1 de enero, como era
lo habitual, sino el 25 de diciembre8 y lo
ejerció en solitario, sine collega. Tanto este
acontecimiento como su boda fueron
celebrados con fiestas organizadas para el
pueblo de Constantinopla. A partir de ese
momento, Mauricio sería un emperador
cumplidor de sus deberes, moderado en su
vida privada, preocupado por el ejército (a
cuyas unidades pasó revista muy a menudo)
y ahorrador hasta convertirse en tacaño, lo
que le ocasionaría graves problemas, como
veremos en las siguientes líneas9.

La política de Mauricio en Europa


No tardaron en empezar los problemas
para el nuevo emperador ya que en los
Balcanes, los ávaros y los eslavos hicieron
frecuentes y, a veces, importantes
incursiones en las posesiones romano-
bizantinas en la región. Empezaron los
ávaros que, el mismo año de la ascensión al
trono de Mauricio (poco antes de la misma),
tomaron la ciudad de Sirmium (hoy Sremska-
Mitrovica, en el distrito de Srem, Serbia),
capital de la provincia de Pannonia10, y que
al año siguiente solicitaron que les fuese
aumentado el subsidio que recibían del
Imperio Romano de Oriente. Como sus
demandas no fueron tenidas en cuenta, el
verano de ese mismo año abandonaron sus
bases en la cuenca media del Hister (el
actual Danubio, llamado Danuvius en su
curso superior) y realizaron una profunda
incursión por la península balcánica, tanto
que las columnas ávaras llegaron hasta
Anchialus (hoy Pomorie, en la provincia de
Burgas, Bulgaria), en la provincia de
Haemimontus, a orillas del Pontus Euxinus
(el mar Negro), donde se encontraron con
los guerreros eslavos, que realizaban su
propia incursión.
Ya que el Imperio estaba enredado
entonces en una campaña contra los
persas, Mauricio decidió conjurar el peligro
usando la vía diplomática y en la primavera
de 584 la situación se había restablecido y
los eslavos y los ávaros habían vuelto a sus
bases, aunque reteniendo estos Sirmium y
firmando con el Imperio un tratado que
estipulaba un subsidio anual para las arcas
ávaras de 100.000 solidi11. En el verano de
ese mismo año fueron los eslavos,
mandados por un tal Ardagastos, los que
atacaron desde sus bases al norte del Hister,
llegando a alcanzar la misma Constantinopla
(la actual Estambul, en la provincia del
mismo nombre, Turquía), la capital imperial,
cuyas poderosas fortificaciones disuadieron a
los atacantes, derrotados al poco tiempo por
el ejército bizantino mandado por el ¿dux,
comes rei militaris? Comentiolus a orillas del
río Ergina (el actual Ana, en las provincias de
Kiklareli y Tekirdağ, en la parte europea de
Turquía).
En el otoño de 586 los ávaros volvieron a
la carga, esta vez recorriendo la orilla sur del
Hister y capturando diversas ciudades, entre
las que se encontraban Aquis, Rateria y
Bononia, las tres en la provincia de Dacia
Ripensis, y Dorostolon, Marcianopolis y
Tropaion, todas ellas en la provincia de
Moesia II12. Los incursores pasaron
entonces más al este, a la provincia de
Scythia, en la gran curva del Danubio que da
acceso a su delta y bañada por el Pontus
Euxinus, donde fueron derrotados en primera
instancia en Libida (la actual Slava Rusă, en
el distrito rumano de Tulcea), donde fue
capturado un jefe ávaro, de nombre
Bokolobras. Entretanto, el magister
utriusque militiae per Thracias13
Comentiolus dividió a sus fuerzas en tres
cuerpos de ejército, tomando él el mando de
uno de ellos y poniendo a los magistri
militum Martinus y Castus al frente de los
otros dos. Martinus derrotó al grueso del
ejército ávaro, mandado por el jefe Baian,
junto a Tomis (la actual Constanza, en el
distrito rumano homónimo), la capital
provincial de Scythia, retirándose los
bárbaros hacia Zaldapa (hoy Abrit, en la
provincia de Varna, Bulgaria), donde fueron
a su vez derrotados por Castus. Los ávaros
se retiraron al otro lado del Hister, donde
Castus y sus hombres los persiguieron,
siendo entonces estos emboscados y
derrotados. Los ávaros volvieron entonces a
retomar la iniciativa y a repasar el gran río
fronterizo, volviendo inmediatamente a sus
incursiones.
En la primavera siguiente un ejército a las
órdenes de Comentiolus fue contra ellos
quiénes, para huir de la presión a la que los
sometían las tropas imperiales, marcharon
hacia el sur, hacia la provincia de Thracia,
donde atacaron Beroea (la actual Stara
Zagora, en la provincia de Haskovo,
Bulgaria), Diocletianopolis (la actual Hissar
[Hisarya], a 45 km al norte de Plovdiv y 15
km al oeste de Banya, en la provincia de
Plovdiv, Bulgaria) y la capital provincial,
Philippopolis (hoy Plovdiv, en la provincia del
mismo nombre, Bulgaria) y desde allí más al
sureste, atacando y poniendo bajo asedio a
comienzos del verano la ciudad de
Hadrianopolis (hoy Edirne, en la provincia
del mismo nombre, Turquía), capital de la
provincia de Haemimontus, que fue salvada
por la llegada de otro ejército imperial, al
mando del general (no sabemos su rango
concreto) Drocton (un lombardo al servicio
del Imperio de Oriente), que hizo levantar el
asedio a los ávaros y los venció al día
siguiente. Mientras tanto, y por su parte, los
eslavos llegaron a atacar Thessalonica (hoy
Salónica, en la prefectura de Salónica,
Grecia), capital de la provincia de Macedonia
I, en dos ocasiones (584 y 586),
consiguiendo alcanzar en sus incursiones
hasta la península griega del Peloponeso (en
la provincia de Achaea). En la primavera de
588 los ávaros volvieron a preparar la
invasión, al serles negado un aumento en el
subsidio que habían vuelto a recibir del
Imperio. Para conjurar el peligro, Mauricio
ordenó a Priscus, su nuevo magister
utriusque militiae per Thracias, que
desencadenara una campaña preventiva
contra ellos, que resultó victoriosa. Dos años
después, el mismo Mauricio inspeccionó los
daños causados por los ávaros en Anchialus
y otras ciudades de la zona. Contra los
ávaros lanzó el magister Priscus una nueva
campaña en el verano de 593.
Cuando los ávaros parecían estar ya
controlados, en el otoño de dicho año fueron
de nuevo los eslavos quienes hicieron
incursiones de saqueo en los Balcanes. Los
años siguientes fueron tiempos de continuas
incursiones de los ávaros (al parecer nada
controlados), seguidas de contraofensivas
bizantinas. En 596 el propio hermano de
M a u r i c i o , Petrus, nombrado magister
utriusque militiae per Thracias, venció de
nuevo a los eslavos en la provincia de
Scythia, aunque la mayor parte de los
combates durante estas operaciones se
redujeron a escaramuzas y emboscadas. Por
su parte, las hostilidades entre ávaros y
romanos parecieron terminar en el verano de
598, cuando se firmó un tratado entre ambos
enemigos. Sin embargo dicho tratado fue
pronto papel mojado, la guerra continuó y en
599, aunque en principio Priscus, ahora
magister militum praesentalis, frustró un
intento de los ávaros de conquistar Tomis,
se produjo poco después una dura derrota
imperial durante la campaña que dirigía
contra ellos Comentiolus (de nuevo magister
utriusque militiae per Thracias, sustituido en
el cargo durante un tiempo en 599 por el
cuñado del emperador, Philippicus), que dejó
en poder de los ávaros doce mil prisioneros
romano-bizantinos por los que pidieron
rescate. Como Mauricio no pudo pagarlo,
fueron todos ejecutados14. Al año siguiente
los atrevidos ávaros llegaron a atacar otra
vez la propia Constantinopla, que se salvó de
nuevo gracias a sus formidables murallas. Se
firmó un nuevo tratado con los ávaros,
estableciendo el Hister como frontera y
renovando el subsidio imperial de los
100.000 solidi. En 602, Petrus fue de nuevo
contra los eslavos, cruzó el Hister y, tras
vencer a los bárbaros, recibió allí la orden
quedarse e invernar en tierras enemigas,
algo que tendría muy graves consecuencias
para el emperador, como se verá más
adelante15.
Mauricio (o más bien sus generales) tuvo
(o tuvieron) ocasión de poner en práctica
con esos pueblos las teorías militares que
plasmaría en su Strategikon, lanzando en su
contra varias campañas que, si bien
alcanzaron la mayor parte de sus objetivos,
dejaron casi a cero los recursos económicos
del Imperio. Siempre fue precisamente el
dinero, o mejor, la falta de él, el gran
problema de Mauricio, que se había
encontrado ya las arcas imperiales medio
vacías debido a la gran liberalidad de su
antecesor en el cargo.

Reformas administrativas en Occidente


En la zona occidental del Imperio el
emperador reorganizó la administración
territorial. Al transformar el cargo de
magister militum per Italiam en el de exarca
(exarchus en latín, ἔξαρχος en griego), creó
así en Italia el exarcado16 de Ravenna,
ciudad en la que fue situada su capital (hoy
Rávena, en la provincia del mismo nombre,
Italia), en la provincia de Flaminia, la que
había sido última capital del Imperio
Romano de Occidente antes de su fin en
septiembre de 476. Lo mismo hizo en África
con el magister militum per Africam y así
quedó constituido el exarcado de Africa, cuya
capital permaneció en Carthago (hoy ruinas
a poco más de 12 km al noreste de Túnez,
en la provincia de Túnez, Tunicia), en la
provi nci a Zeugitana. Tanto la conquista
africana como la mayor parte de la itálica
habían sido obra del famoso general Flavius
Belisarius durante el mandato del emperador
Justiniano I (527-565)17.
Los dominios más occidentales del Imperio
Romano de Oriente los constituían la
provincia bizantina de Hispania o Spania18,
integrada aproximadamente por el actual
Algarve portugués y el sur y sureste de la
actual España (hasta algo más al norte de
Dianium, la actual Denia, en la provincia de
Alicante, dentro de la Comunidad
Valenciana), incluyendo gran parte del valle
del río Guadalquivir, además de las islas
Baleares (arrebatadas a los vándalos en
534) y algunas de las tierras norteafricanas
alrededor de las ciudades de Tingis (Tánger,
provincia de Tánger, Marruecos) y Septem
(la actual Ciudad Autónoma de Ceuta) que,
como en los viejos tiempos tardoimperiales
dependían de las autoridades residentes en
la península ibérica19. Estos territorios
norteafricanos habían sido ocupados por los
romanos de oriente hacia 534, pero no
tomándoselos a los vándalos (a cuyo reino
habían pertenecido), sino a los visigodos
que los habían ocupado (al menos Septem)
el año anterior. La mencionada provincia de
Hispania o Spania había sido creada para
administrar la tierras hispánicas bajo control
bizantino desde 552 (fecha de la llegada de
tropas romano-orientales a las tierras
propiamente peninsulares ibéricas,
concretamente al litoral de la actual
provincia de Málaga) en adelante y allí
ejercía su autoridad un magister militum
Spaniae, cuya primera mención data del año
589. Pues bien, en aquellos territorios las
cosas no iban demasiado bien, ya que, ya
antes de la subida al trono de Mauricio, el
rey visigodo Leovigildo (573-586) había
comenzado una guerra en pos de sacar a los
bizantinos de la península ibérica. En
campañas sucesivas y anuales (que nos
relata Juan de Biclaro en su Chronica) el rey
visigodo consiguió reducir el dominio
bizantino a una estrecha franja costera. Un
hito en tales conquistas fue la toma de la
capital provincial, Corduba20 (Córdoba, en la
provincia del mismo nombre, en la
Comunidad Autónoma de Andalucía) en 572,
que obligó a que la cabeza de la
administración romano-oriental en la
península ibérica tuviera que ser trasladada
a Carthago Spartaria (la antigua Carthago
Nova, hoy Cartagena, en la provincia y
Comunidad Autónoma de Murcia). La misma
Carthago Spartaria fue objeto de un ataque
visigodo en 589, rechazado por las fuerzas
imperiales al mando del magister militum
Spaniae Comentiolus21. Los dominios
bizantinos en Hispania (Spania) perduraron,
cada vez más reducidos en extensión, hasta
625, cuando el rey Suintila (621-631)
expulsó definitivamente a las tropas
bizantinas, quizá (no se está seguro de ello)
con la toma de la capital, Carthago
Spartaria. Septem y las islas Baleares sí que
permanecieron, sin embargo, todavía y
durante decenios en manos de los
bizantinos.
Las reformas administrativas que Mauricio
puso en marcha abrieron el camino al
sistema de themas (del griego singular
ϑἑμα), propio de tiempos posteriores en el
Imperio Bizantino.

La política oriental de Mauricio


Sin embargo, el principal enemigo del
Imperio Romano de Oriente en aquellos años
era su vecino oriental, el Imperio Persa. Por
eso Mauricio se interesó mucho por los
asuntos persas y ya en el verano de 583
emprendió una guerra contra ellos que dio
comienzo con una campaña en la región de
Arzanene (en el este de la actual Turquía).
La guerra se alargaría con diversas
alternativas hasta 591. En 584 Mauricio
nombró al entonces comes excubitorum
Philippicus, su cuñado (casado con su
hermana Gordia), magister utriusque militum
per Orientem, poniéndolo así a cargo de las
operaciones, lanzando el nuevo comandante
en jefe para la zona dos expediciones en
territorio persa, una ese mismo año y otra
en 585. En años sucesivos continuó con las
incursiones de saqueo en las regiones
fronterizas persas, llegando a vencer al
enemigo en batalla campal, en 586 en
Solachon (la actual Salāh, al este del río
Zergan, en la provincia de Al Hasakah, Siria).
En 588, Mauricio sustituyó en el cargo de
magister utriusque militiae per Orientem a
Philippicus por Priscus, hombre al parecer
poco apreciado por las tropas por su carácter
altanero, lo que llevó al ejército oriental,
concentrado en ese momento en Monokarton
(hoy Kiziltepe, en la provincia de Mardin,
Turquía), a amotinarse (seguro que en esto
tuvo también mucho que ver la reducción en
un cuarto de los emolumentos de la tropa
[cfr. infra ]), debiendo el emperador reponer
en el cargo a Philippicus, algo que los
soldados aceptaron con renuencia, pues
entretanto habían proclamado como su
comandante a Germanus, el jefe de las
tropas (dux) de la provincia de Phoenicia
Libanensis (actualmente, el este de Líbano y
sur de Siria). Sin embargo, cuando
Philippicus fracasó en la toma de la ciudad
de Martyropolis (actualmente las ruinas de
Mejafarkin, en las cercanías de Mermer [la
de más al noreste], en la provincia turca de
Diyarbakir), Mauricio lo sustituyó
definitivamente en el cargo por Comentiolus,
que venció a los persas en Sisarbanon
(Şirvan, al nor-noreste de Siirt, provincia de
Siirt, Turquía) y tomó la disputada fortaleza
de Akbas (la actual Başka Kale, en las
cercanías de Ambar [la de más al noreste],
en la provincia de Diyarbakir, Turquía).
En 591 la guerra contra los persas terminó
por un hecho sucedido el año anterior,
cuando al emperador se le presentó una
inmejorable ocasión de intervenir en los
asuntos internos persas, utilizándolos en su
favor. En 590, el emperador Ormuz
(Hormisdas) IV fue destronado y asesinado
en el curso de un golpe de Estado promovido
por el general Bahram Chobin, que se
apoderó del trono, en el que se sentó con el
nombre de Bahram VI. El hijo y heredero del
difunto, Cosroes (luego Cosroes II [590-
628]), se refugió en los dominios del
emperador de Oriente. Mauricio entonces lo
acogió, lo casó con una bizantina, María
(¿una hija del propio Mauricio?)22 y le
proporcionó ayuda diplomática (los oficios
del obispo Domitianus23) y militar (mandada
por Comentiolus) para que, al año siguiente,
Cosroes pudiera conseguir el trono persa.
Naturalmente, la ayuda no era gratis y el
nuevo Gran Rey persa, previamente a
recibir la ayuda, hubo de firmar un tratado
de paz con su benefactor, que se mantuvo
vigente mientras vivió Mauricio, y además
tuvo que ceder al Imperio de Oriente la
Armenia persa y el norte de la Mesopotamia
oriental.

La política religiosa de Mauricio


En los asuntos religiosos, Mauricio fue un
ferviente católico, que se opuso,
violentamente cuando lo consideró
necesario, a los herejes monofisitas24,
muchos de los cuales se refugiaron en
Persia. Sin embargo, sus relaciones con los
papas que coincidieron con su Imperio
(Pelagio II [579-590] y san Gregorio I [590-
604]25) no fueron buenas ya que, entre
otras cosas, permitió al patriarca de
Constantinopla Juan IV (582-595)
autotitularse «patriarca ecuménico», algo
que no se aceptó en Roma. Además, el papa
Gregorio negoció una tregua con los
lombardos en 593, que no contaba con la
autorización de Mauricio. Del sentimiento
religioso de Mauricio ha llegado hasta
nuestros tiempos la fiesta de la Asunción de
la Virgen María, que aún hoy en día se
celebra el 15 de agosto, fecha fijada por
nuestro hombre.

El final del imperio de Mauricio


Mauricio quiso asegurar su sucesión dentro
de su familia (aunque, como veremos,
fracasó en ese empeño) y en 597, cuando se
encontraba gravemente enfermo y creyó
morir, otorgó testamento, según el cual su
hijo mayor Theodosius se convertiría en el
nuevo emperador, en Constantinopla,
mientras que el segundo, Tiberius, recibía el
gobierno de Italia y las islas de Occidente
bajo dominio bizantino (Sicilia, Córcega,
Cerdeña y las Baleares), con sede en la
antigua capital imperial, Roma. Como se
recuperó de la enfermedad, no se hicieron
efectivas estas disposiciones.
A pesar de sus conocimientos militares en
general y sobre los soldados en particular, su
mandato no estuvo libre de motines de las
tropas. Uno de ellos tuvo su centro en 588
en las unidades orientales, causado porque
la habitual escasez de fondos en las arcas
imperiales motivó que al ejército le fueran
rebajadas en un cuarto las raciones, lo que
unido a un cambio en el mando que no gustó
a los soldados (asunto ya comentado en
líneas anteriores), provocó el motín de las
mencionadas tropas. Mauricio tuvo que
revocar la medida. Otro ocurrió en 594
cuando el emperador intentó reducir el
dinero entregado a los soldados para
vestuario y equipo. De nuevo el emperador
tuvo que desistir y además ofrecer un
aumento en los pagos a los veteranos y a los
huérfanos de guerra. El último y más grave
tumulto militar fue el que llevó al trono a su
sucesor, un oficial del ejército de Thracia
llamado Flavius Phocas (Focas, 602-610), ya
que en noviembre de 602, como se ha visto
en líneas anteriores, se ordenó a ese
ejército, al finalizar una campaña militar
contra los eslavos, invernar al norte del
Hister, en tierra de bárbaros, después de
ocho meses de duras operaciones,
impidiendo a los hombres volver con sus
familias durante los meses fríos y
exponiéndolos a las penalidades ocasionadas
por el clima, la escasez de suministros y los
probables ataques del enemigo. El jefe del
ejército, el magister utriusque militiae per
Thracias y hermano del emperador, Petrus,
que había regresado a Constantinopla
reclamado por Mauricio, volvió a su puesto
para intentar aplacar el motín, pero al no
conseguirlo, huyó junto a su hermano. Por su
parte, los amotinados, dirigidos por Phocas,
emprendieron la ruta hacia la capital
imperial, donde un viejo y desconfiado
Mauricio empezó a sospechar de una
conspiración de sus allegados, su joven (17
años) hijo Theodosius y Germanus, el suegro
de este. La razón es que, al parecer, los
amotinados exigían la sustitución de
Mauricio por su hijo o, en su defecto, por
Germanus. Theodosius fue detenido por
orden de su padre y azotado en público,
mientras que Germanus pudo refugiarse en
sagrado, en la basílica de Santa Sofía. Esto
no bastó para detener lo que ya se había
convertido en una revolución y mientras los
soldados rebeldes avanzaban hacia la
capital, en la misma se produjeron revueltas,
dirigidas por las dos facciones del
hipódromo, los verdes y los azules26.
Mauricio no actuó como su antecesor
Justiniano I y su consorte Teodora en 532
durante la revuelta de la Niké, haciendo
frente a la situación, y, junto a su esposa y
sus ocho hijos (incluido, el suponemos dolido
y dolorido, Theodosius), cruzó la Propontis
(el actual mar de Mármara, entre las partes
europea y asiática de Turquía), refugiándose
e n Nicomedia (hoy İzmit, en la provincia de
Kokaeli, Turquía), en la provincia de
Bithynia. Theodosius abandonó a su familia y
se refugió en la corte persa del antiguo
refugiado Cosroes II, mientras que
Germanus tuvo que hacerse monje, dejando
el campo libre al auténtico dominador de la
situa ción, Phocas, que, tras vencer la
oposición de Comentiolus, jefe de la
guarnición de la capital, el 23 de noviembre
se convirtió en emperador, coronando él
mismo dos días después como emperatriz a
su esposa Leontia. El 27 del mismo mes,
Mauricio, descubierto en su refugio por una
fuerza enviada por el nuevo emperador, fue
ejecutado momentos después de que lo
fueran sus cuatro hijos menores (Tiberius,
Petrus, Paulus y Iustinus). Sus cadáveres
fueron arrojados al mar excepto sus cabezas,
llevadas a Constantinopla. Comentiolus fue
ejecutado también el mismo día. La viuda de
Ma uri ci o, Constantina, y las tres hijas
(Anastasia, Theoctista y Cleopatra) que
quedaban tuvieron que tomar el velo en un
monasterio para escapar a la muerte. Otros
allegados y partidarios del difunto
emperador, como su hermano Petrus,
también fueron ajusticiados por orden de
Focas.
LA OBRA Y SU AUTOR
El tratado sobre técnicas militares
trasmitido por la tradición bajo el título
Strategikon (Sobre el general) ha generado
a los estudiosos diversos problemas que
comienzan ya en el momento de plantearse
la autoría y datación del mismo.
El carácter diacrónico de la obra, un
tratado bizantino de técnicas militares que
bebe de un gran número de fuentes más
antiguas, ha ocasionado divergencias a la
hora de fecharla, y por lo tanto de atribuirla
a un determinado autor. Escrita en un griego
deliberadamente sencillo, se ha establecido,
con buen criterio, un término ante quem
para su datación27: el año 573, época en
que los persas comienzan a ser de nuevo
una amenaza para el Imperio Romano-
Bizantino. La insistencia a lo largo de todo el
tratado en hablar sobre los persas confirma
que la obra fue compuesta en una fecha
posterior a la indicada. Otros pueblos citados
en el tratado serán los lombardos
(longobardos), que entran en escena, en
Italia y procedentes de tierras danubianas,
en el año 568, los ávaros que plantean
dificultades al Imperio en los años setenta
del siglo VI, los eslavos en la misma época,
y los antes, a los que ya no se cita más a
partir de 601. Asimismo la obra no pudo
haber sido compuesta en una época
posterior a la victoria definitiva sobre los
persas, en 628. Este dato viene confirmado
por la ausencia de referencias a los árabes,
por lo que la obra es anterior a los años
treinta del siglo VII, fecha de las invasiones
musulmanas.
El tratado no cita nombres
contemporáneos, lo que es un obstáculo
para zanjar su datación, aunque sí menciona
tres acontecimientos recientes: en X 1 hay
una referencia al sitio de Akbas (cfr. supra )
en 583; en IX 3 encontramos la alusión al
envenenamiento del cereal de los caballos
por los persas, probablemente referido al
intento de los enemigos de Cosroes II (a
quien los soldados de Mauricio estaban a
punto de reponer en su trono) en 591 de
envenenar el alimento de las tropas y
caballos romano-bizantinos que le estaban
ayudando, y en IX 2 hay una referencia al
ataque de los ávaros sobre una ciudad
l l a ma da Heraklea, con toda probabilidad
Heraclea Lyncestis (actualmente ruinas en
las cercanías meridionales de Bitola, en el
condado del mismo nombre, en el suroeste
de la Antigua República Yugoslava de
Macedonia), hecho que tuvo lugar en 592.
La obra comienza con una invocación a la
Santísima Trinidad. El emperador Mauricio
promulgó un decreto según el cual todos los
documentos imperiales debían comenzar con
la fórmula «En el nombre de Nuestro Señor,
Dios y Redentor Jesucristo». Durante el
mandato de Focas (602-610) sería la fórmula
trinitaria la utilizada, encontrada por primera
vez en 60528. Es por eso por lo que J. Wiita
sostiene que la obra se escribió entre los
años finales del imperio de Mauricio
(aproximadamente desde 592) o durante el
reinado de Focas (antes de 610).
Más problemático es el autor del tratado.
Filólogos como Scheffer29, Aussaresses30 o
Dennis31 lo atribuyen al emperador Mauricio
basándose tanto en los argumentos de
datación ofrecidos anteriormente así como
en el título ofrecido por una rama de la
tradición formada por los códices VNP. Sin
embargo, el mejor texto, el códice
Laurentianus (f. 3r), atribuye el Strategikon
a un tal Urbikíos (Urbicius): Οὐρβικίου τακτικά
στρατηγικῆς. A este Urbicio, identificado con
el escritor de época de Anastasio I (491-518)
y del que conservamos un epigrama en la
Anthologia Graeca32, lo atribuye R. Vâri33 lo
mismo que Dain en un primer momento.
Posteriormente rectificará adhiriéndose a la
opinión de Aussaresses34. Sin embargo es
más probable la interpretación de Dennis35
para quien se pudo leer οὐρβικίου en lugar de
αυρικίου al dejar un espacio en blanco para
la inicial M del nombre. Este dato viene
confirmado por el título del códice
Ambrosianus: Μαυρικίου τακτικά τοῦ ἐπὶ τοῦ
βασιλέως μαυρικίου γεγονότος: «Taktiká de
Mauricio que vivió durante el reinado del
emperador Mauricio», de donde se debe
leer: Μαυρικίου τακτικά τοῦ ἔπειτα βασιλέως
γεγονότος: «Taktiká de Mauricio que luego
llegó a ser emperador».
J. Wiita36 propuso, sin argumentos sólidos,
la posibilidad de que el autor sea Philippikos
(Philippicus)37, el general y cuñado de
Mauricio (casado con su hermana Gordia)
que había servido junto a él en la campaña
contra los persas (577-581) y que después
de subir al trono en 582 fue comes
excubitorum y al año siguiente magister
utriusque militiae per Orientem. Mandó
tropas en la frontera persa y en Tracia, aquí
como magister utriusque militiae per
Thracias. Durante el imperio de Focas (602-
610) salvó su vida porque se hizo monje (a
pesar de que su esposa Gordia vivía aún),
situación de la que lo sacó el nuevo
emperador Heraclio (Heraclius, 610-641),
que lo reintegró al servicio y lo nombró de
nuevo magister utriusque militiae per
Orientem, puesto desde el cual combatió
contra los persas durante los últimos años
de su vida. Aunque no fue muy afortunado
en el campo de batalla, mantuvo buenas
relaciones con sus oficiales y sus tropas. Era
conocido por su interés en la historia y en las
peculiaridades de otros pueblos. Tuvo un
especial interés en el cartaginés Aníbal, de
quien aparecen varias anécdotas en este
tratado. Durante su periodo de monje,
hallándose en su monasterio 38 tuvo la
posibilidad de reflexionar, investigar y
escribir. Murió en torno a 615. Quizá en este
sentido vaya la opinión de D. Nicolle 39,
según la cual es posible que este manual
fuese escrito a principios del imperio de
Heraclio, como libro práctico para oficiales
antes de la gran guerra que este emperador
libró contra los persas sasánidas.
En cualquier caso, fuera quien fuese el
autor, no hay duda de que es un manual
militar oficial, impulsado y aprobado por el
poder imperial.
Respecto al estilo del tratado40, el propio
autor hace en su prólogo toda una
declaración de intenciones. Su obra, de
carácter didáctico, está dirigida a hombres
de armas y por lo tanto debe estar carente
de artificios retóricos, ofreciendo una
morfología y sintaxis sencillas41. Su lengua
debe ser clara y llana, en oposición a un
lenguaje más elaborado y menos
comprensible, con el fin de que su obra sea
chresimón, «provechosa» (cfr. la introducción
del texto), tópico que también encontramos
en la literatura hagiográfica42. Queda unido
así Mauricio a una lista de autores bizantinos
de obras didácticas, tales como León VI el
Sabio (886-912)43 o su hijo Constantino VII
Porfirogénito (912-959) 44 que hacen
ostentación en sus prólogos de una prosa
clara y simple. Así pues, el estilo de Mauricio
es propio de una koiné literaria que muestra
múltiples cambios semánticos y gran
variedad de neologismos, especialmente
latinismos que proceden tanto de la vida
cotidiana (παγανός I 6, οὐλτίμους I 8, βοσκάς I
9, πουβλικίζεται VI 4) como del léxico militar
(σαγίττα I 1, ἄρμα Ι 2, δούξ I 3, καβαλλάριοι I
4, τριβοῦνον I 6, κάστρου I 6, ῥεπαρατίονα I 6,
δηφενσόρας II 3, φόσσαν IV 3, κιστέρνας X 3).
LA TRANSMISIÓN DEL TEXTO
La transmisión del texto de Mauricio la
hemos recibido a través de los siguientes
códices:
Codex Mediceus-Laurentianus 55, 4 (= M)
copiado a mediados del siglo X como parte
de una obra enciclopédica bajo el reinado de
Constantino VII Porfirogénito 45. En este
mismo manuscrito la obra de Mauricio
comparte lugar con otros autores de re
militari como Eliano, Asclepiodoto, Eneas,
Arriano, Onasandro o diversas obras de León
VI.
Codex Vaticanus griego 1164 (= V):
Irigoin46 lo data en 1020 en Constantinopla.
Destaca por presentar gran cantidad de
lagunas.
Codex Neapolitanus griego 284 (111C 26)
(= N): Fechado a mediados del siglo XI47.
Contiene los Taktiká de Eliano, el Stategikos
de Onesandro y el Strategikon de Mauricio.
Codex Parisinus griego 2442 (= P) al igual
que V fue copiado en un scriptorium de
Constantinopla48 y también contiene obras
militares tanto clásicas como bizantinas.
Codex Ambrosianus griego 139 (B119 sup.)
(= A) de mediados del siglo X. Contiene
otros escritos militares como la obra de León
VI. El texto correspondiente al Strategikon es
una paráfrasis del mismo al griego de la
época49 y tiene por fuente tanto la primera
(= M) como la segunda familia (= VNP).
Junto a estos códices conservamos la obra
de León VI Problemata50 (= Lp), obra
militar organizada en forma de preguntas y
respuestas donde se ofrecen citas textuales
de la obra de Mauricio. Las Tacticae
Constitutiones (= Lt) del mismo autor,
organizadas en veintidós libros, ofrecen
paráfrasis del Strategikon, los Taktiká de
Eliano y el Strategikos de Onesandro.
Dain establece tres familias en la
transmisión del texto del Strategikon
procedentes de copias realizadas en la
primera mitad del siglo VII y transliteradas
en torno al IX de uncial a minúscula, de
donde se copiarán los manuscritos
conservados.
La primera familia estaría representada por
M que, según Dain51, es la auténtica
transliteración de mayúscula a minúscula.
La segunda, que Dain denomina «recensión
interpolada», estaría compuesta por P y V (y
N que sería codex descriptus de V) que
procederían de un arquetipo común datado
en el siglo X y denominado por Dain como
«Mazoneus». Presenta más del doble de
errores y omisiones que M, así como gran
cantidad de interpolaciones, glosas y
añadidos.
Existiría una tercera familia, origen de una
tercera transliteración que habría servido de
fuente de las citadas paráfrasis de León VI.
FUENTES
Un manual militar no se puede escribir ex
novo. Esto significaría despreciar años (a
veces siglos) de experiencia previa, en la
que además se habría formado a su vez la
persona que lo ha escrito. Lo que suele
hacer un autor en un texto de este tipo es
recoger dicha experiencia, sistematizarla,
agregar la suya propia (si ha sido militar) y/o
la de otros militares conocidos de él y las
propias ideas originales del autor y adaptarlo
todo al tiempo y al espacio en que vaya a
ser utilizado. Así, Mauricio (o quien fuera
realmente el autor) se inspira en cientos de
años de experiencia militar romana previa,
sistematizada a su vez en otros manuales
militares anteriores (algunos de los cuales
no han llegado hasta nosotros o,
probablemente, ni siquiera tenemos noticia
de ellos) quitando lo que ya está anticuado
para su época y añadiendo las nuevas
formas de organización y táctica que estaban
probando su eficacia en la época del autor,
algunas de ellas inspiradas incluso en
prácticas y equipos utilizados por los
enemigos del Imperio Romano de Oriente,
sobre todo por los persas. Es indudable que
el autor del Strategikon, ya fuera el mismo
emperador Mauricio o cualquiera de los otros
posibles autores, como no podía ser menos
en aquella época en un militar de alta
graduación, conocía toda la producción
literaria de temática militar que un estado
tan belicoso como el romano, del que el
bizantino (Imperio Romano de Oriente, era
su nombre oficial) era su continuación
natural y lo normal es que la tuviera muy en
cuenta52. De todas maneras, como dice G.
Ravegnani (2007, p. 49), el Strategikon «no
supone simplemente una reproducción
acrítica de obras precedentes sino más bien
un tratado primordialmente funcional para la
formación de los oficiales».
A pesar de lo que vamos a comentar a
continuación, hay que decir que el
Strategikon es una obra bastante original, en
el sentido que desde que escribe el último
tratadista militar que conocemos antes de
Mauricio, Vegecio (muy arcaizante, por otra
parte), a fines del siglo IV o comienzos del V,
la manera de hacer la guerra ha cambiado
mucho. Como muestra, lo siguiente: en
Strategikon IX 4 (por ejemplo) se dice
textualmente «… si el ejército consiste solo
en caballería…», cuando ni siquiera en los
tiempos de las invasiones bárbaras que
acabaron con el Imperio Romano de
Occidente, cuando la caballería empezaba a
tener ya más peso en las formaciones
militares, era concebible un ejército
compuesto únicamente por jinetes. Aunque
está claro que el autor del Strategikon se
inspiró en algunas fuentes, ni mucho tomó
informaciones, más o menos extensas, de
manera literal.
Mauricio dice al final del capítulo 4 del libro
XI que lo que ha escrito lo ha hecho
«teniendo en cuenta nuestra propia
experiencia y a las autoridades del pasado».
Quiénes son estas «autoridades» no lo
sabemos, pues esas posibles fuentes, como
se dijo antes, en su mayoría no han llegado
hasta nosotros más que como menciones
bibliográficas (algunas ni eso) y no podemos
valorar qué parte de influencia tuvieron en la
obra que aquí analizamos. De los autores
militares que sí han llegado hasta nosotros,
uno de ellos, Vegecio, en su Epitoma Rei
Militaris (Resumen de los asuntos militares)
(I 8, 11; I 27, 1), al contrario que Mauricio, sí
que nos hace saber en qué autores
anteriores ha basado su obra. Bien estará
que los reseñemos aquí pues, casi con toda
seguridad, esos mismos escritores habrían
sido leídos por el autor del Strategikon e
influido en su obra aunque no
necesariamente en términos literales de
tomar partes de las mismas. Dice pues
Vegecio que ha leído previamente las obras
de Catón el Censor, Cornelio Celso, Frontino,
Paterno y las constituciones imperiales
promulgadas sobre asuntos militares por los
emperadores Augusto, Trajano y Adriano53.
En una ocasión (XII B 22), Mauricio hace
referencia a «los antiguos»54 y ciertamente
que son antiguas (aunque no podamos
precisar más) algunas de las fuentes que
utiliza para componer su obra, pues en uno
de sus pasajes (VIII 2, 88) hace mención de
una serie de gentes contra las que lucharon
los romanos, la mayoría de las cuales ya no
existían como pueblos a fines del siglo VI y
comienzos del VII: los hispanos, galos y
lígures hacía siglos que se habían
romanizado, pasando todos desde 212 d.C.
(en virtud de la Constitutio Antoniniana
promulgada por el emperador Caracalla
[Septimius Bassianus, luego Marcus Aurelius
Antoninus, 211-217]) a ser ciudadanos del
Imperio; tampoco había britanos como tales,
pues el sur de su isla, conquistado por Roma
desde la invasión de 43 d.C., se había
integrado en el Imperio y sus habitantes
acabaron siendo también desde 212
ciudadanos romanos, además de que en el
tiempo en el que se escribe este manual, la
parte romana de Britannia había sido
invadida por las tribus germánicas de anglos,
jutos y sajones; tampoco existían los partos,
sustituidos desde 226 d.C. por los persas
sasánidas, desde ese año precisamente los
mayores adversarios orientales (y quizá los
mayores enemigos en general) del Imperio
Romano y luego de su continuador, el
Imperio Romano de Oriente. Los que sí
existían aún, aunque divididos (como
siempre) en multitud de tribus, eran los
germanos, algunas de cuyas etnias habían
creado florecientes reinos en regiones del
antiguo Imperio Romano de Occidente, como
los visigodos en la península ibérica, los
ostrogodos en la Itálica o los francos en la
Galia, mientras otros se estaban abriendo
camino en esas tierras occidentales, caso de
los lombardos.
La obra anterior que más relación tiene con
la de Mauricio es el Epitoma Rei Militaris
(Resumen de los Asuntos Militares) de
Vegecio, autor de fines del siglo IV y
comienzos del V d.C., algo que es totalmente
natural, pues es el que más próximo está en
el tiempo al final del siglo VI, cuando se
escribe el Strategikon. Tanto en esta obra
como en la de Vegecio hay bastantes títulos
de capítulos que sugieren que la información
de nos van a trasmitir es similar e incluso
que Vegecio podría ser la fuente de Mauricio.
Una vez leídos, en muchos de ellos no ocurre
tal cosa y aunque hablen del mismo tema,
cada autor lo enfoca de manera
completamente diferente. En los que sí son
similares en contenidos, nunca Mauricio
reproduce una expresión literal de Vegecio,
únicamente se inspira en ella y la explica con
sus propias palabras. En las siguientes líneas
analizaremos estas semejanzas y
destacaremos alguna diferencia.
Empezando por el entrenamiento, es muy
importante el que se ha de dar a los reclutas
para que sepan montar a caballo, como lo
recoge Mauricio (I 1) (si bien es verdad que
este refiere ese entrenamiento como
específico para arqueros a caballo). A esto
también hace referencia Vegecio (I 18), pero
para todos los reclutas, independientemente
de que vayan a servir en caballería o en
infantería. Siguiendo con la instrucción,
Mauricio recoge en ese mismo capítulo el
entrenamiento como arqueros que deben
tener todos los soldados, tanto los de
infantería como, sobre todo, los de
caballería. Vegecio (I 15) también habla de
dicha instrucción. En Strategikon XII B, 3, se
habla de entrenamiento de los infantes:
como arqueros, en el salto, en la carrera, en
el lanzamiento de pequeñas jabalinas, en el
uso de la honda, aspectos de la instrucción
que Vegecio desglosa más extensamente (I
9-17). El entrenamiento es tan fundamental
en un ejército que Mauricio (VIII 2, 9) dice
textualmente que: «La naturaleza produce
tan solo unos pocos hombres bravos. Sin
embargo el cuidado y el entrenamiento
hacen eficientes soldados», idea que ya
vemos en Vegecio (III 26, 12), donde se
afirma que: «La naturaleza engendra pocos
hombres fuertes, pero el trabajo con un
adiestramiento oportuno hace fuertes a
muchos». Mauricio considera (VIII 2, 3) que
nunca hay que llevar a los soldados a la
batalla sin estar debidamente preparados,
algo con lo que Vegecio (III 26, 3) está
totalmente de acuerdo y lo dice con palabras
similares. Igualmente, Mauricio habla (XII B
2 y 3) de cómo debe ser el entrenamiento
del infante, tanto con armamento pesado
como ligero, y de los arqueros, de lo que
encontramos también rastros en Vegecio (I
9-20 y 26-28), pero no demasidos ni
literales. El entrenamiento o, por lo menos
«el entretenimiento» (no se debe dejar caer
a los soldados en la molicie y la relajación)
es fundamental: Mauricio (VIII 2, 15) cree
que «los soldados deben siempre estar
haciendo algo, incluso si no hay enemigo
molestándonos. La desidia habitual significa
problemas para un ejército», algo que
Vegecio (III 26, 13) ya sabía, pues dice que
«el ejército con el esfuerzo prospera, con la
desidia se malogra». Los responsables del
entrenamiento serían los oficiales
instructores de los que habla Mauricio (XII B
7), que son los que Vegecio (I 13, 1 y II 23,
3) denomina campidoctores («maestros de
armas» o «instructores de campo», según las
diversas traducciones).
Cuando Mauricio habla (I 3) de las tropas
de asalto y su manera de avanzar y
combatir nos recuerda al legionario pesado
del que habla Vegecio (II 17, 5).
En lo que se refiere a armamento, Mauricio
(XII B 5) menciona en una ocasión las
ballistae (ballestas) como de dotación en su
ejército, algo que también hace Vegecio,
pero en más oportunidades (II 15, 7; III 14,
13; IV 21, 1; IV 22, 1 y 6) y distinguiendo
entre dos tipos: la manuballista y la
arcuballista (para más información sobre
este tipo de armas, cfr. la primera nota que
acompaña a Strategikon XII B 5). Asimismo
en Mauricio se menciona varias veces (XII B
2, 4, 5, 6, 12, 16, 18, 20) el matiobárbulo o
dardo emplomado, pero no se le dedica un
capítulo completo como hace Vegecio (I 17).
Si hablamos de los oficiales, en Mauricio (II
16) se habla de la colocación de los oficiales
en la batalla; en Vegecio (III 18) también,
pero la colocación no es la misma.
En la obra de Mauricio (II 17) se habla de
la transmisión de órdenes en el campo de
batalla mediante el sonido de instrumentos,
algo de lo que también habla Vegecio (II 22)
aunque no en el mismo sentido.
En lo referente a los acuartelamientos,
Mauricio (V 4) habla de los campamentos
intermedios; Vegecio (I 20-25 y III 8) habla
de cómo instalar un campamento pero
tampoco en el mismo sentido.
Mauricio (libro VII, parte A) dedica los
quince capítulos de esa parte a hablar de los
puntos a considerar por el general el día
antes de la batalla mientras que Vegecio (III
11) solo dedica un capítulo a «Qué
precauciones deben tomarse el día antes de
la batalla campal».
En cuestión de espías, Mauricio (IX 5)
habla de las formas de detectar a un espía
en el campamento propio. También Vegecio
trata el tema (III 26, 27) dándonos una
información coincidente a la que describe
Mauricio y con palabras, si no iguales, sí muy
similares.
Para Mauricio es importante no llevar al
enemigo a la desesperación, de tal manera
que morir en combate sea para él la mejor
de sus opciones y por ello habla (VIII 1, 25;
VIII 2, 92) de que a los enemigos de
ciudades o campamentos tomados o
cercados en el campo de batalla hay que
dejarles una puerta o vía abierta para que
escapen, y no provocar esa desesperación de
la que hablábamos antes, pero no dice qué
actitud hay que tomar con dicho enemigo
una vez haya escapado. Por el contrario,
Vegecio (III 21), dice lo mismo del enemigo
derrotado en general, pero para que luego
pueda ser aniquilado mientras trata de huir.
Tanto Mauricio como Vegecio están de
acuerdo en que hay que escatimar la vida de
los soldados propios, por lo que el primero
dice (VIII 2, 4 y 28) que es bueno hacer
daño al enemigo con cosas que no sean una
batalla campal, como provocándoles el
hambre al cortar sus suministros; el segundo
(III 26, 32) cree lo mismo del método del
hambre y dice también (III 26, 31) que los
buenos comandantes no se empeñan en
batalla campal salvo cuando las condiciones
son muy buenas o por la máxima necesidad.
Sobre qué hacer con los enemigos que se
pasan a nuestro campo, Mauricio (VIII 2, 6)
es de la opinión de que un desertor del
enemigo es más útil así, como desertor, que
muerto; Vegecio (III 26, 7) dice algo
parecido: «Hay que depositar mucha
confianza en atraer y acoger a los enemigos,
si vienen de buena fe, pues provocan más
quebrantos en el adversario los desertores
que las bajas».
Entra las características que debe tener un
buen general, Mauricio y Vegecio coinciden
en muchas de ellas. Así, Mauricio (VIII 2, 7)
afirma que «el que cuidadosamente no
compara sus propias fuerzas con las del
enemigo está abocado a un final
desastroso», una idea que Vegecio (III 26,
9) nos transmite con las siguientes palabras:
«es difícil vencer a quien hace una correcta
estimación de las fuerzas del enemigo y las
suyas propias». En otra ocasión, Mauricio
(VIII 2, 11) dice que «tras obtener una
victoria, el estrategos que persigue al
enemigo con un ejército disperso y
desorganizado se la regala al enemigo»,
algo en lo que está completamente de
acuerdo con Vegecio, que afirma (III 26, 16)
que «quien emprende una persecución con
sus soldados desperdigados y sin orden
desea entregar al enemigo la victoria que ha
obtenido». Más adelante, Mauricio (VIII 2,
13) nos informa de que: «un buen
estrategos es aquel que usa sus propias
habilidades para adaptarse a las
oportunidades que tiene y a las cualidades
del enemigo», algo que Vegecio (III 26, 6)
ya había adelantado al escribir que:
«aprovechar las ocasiones suele ser de más
ayuda en la guerra que el valor». Un buen
comandante no puede desatender una
función tan importante como es la de
mantener a sus hombres debidamente
avituallados y así Mauricio (VIII 2, 19) dice
textualmente que «el comandante que falla
en proveer a su ejército con la comida
necesaria y otros suministros está haciendo
preparativos para su propia derrota, incluso
si el enemigo no está presente», una idea
que se hace eco de lo que ya decía Vegecio
(III 26, 17) tiempo atrás: «quien no se
aprovisona de grano y de todo lo necesario
cae derrotado sin la necesidad de armas».
Un buen comandante tiene que conocer las
unidades bajo su mando y saber si su
caballería es mejor que su infantería o
viceversa, para poder sacar el mejor partido
de las tropas que tiene disponibles y tanto
Mauricio como Vegecio tocan el tema. El
primero (VIII 2, 20), en lo que se refiera a la
caballería dice que «el comandante que
confía en su propia caballería, especialmente
en los lanceros, debe buscar llanuras anchas
favorables para este tipo de tropas y allí
forzar la batalla»; Vegecio (III 26, 25)
expresa su opinión de manera similar:
«quien confía en su caballería debe buscar
terrenos más apropiados para la caballería y
acomodar las maniobras a los soldados de
este cuerpo»; si hablamos de la infantería,
Mauricio dice (VIII 2, 21) que «si él [el
strategos] confía más en su infantería,
debe tener cuidado en elegir terrenos
accidentados, espesos y escabrosos y
organizar allí la lucha», algo que Vegecio (III
26, 26) formula de la siguiente manera:
«quien confía en su infantería debe buscar
terrenos más apropiados para la infantería y
acomodar las maniobras a los soldados de
este cuerpo». Asimismo la información es
vital para el comandante de un ejército, no
solo el saber qué hace el enemigo sino
también saber qué sabe el enemigo de uno
mismo y por ello Mauricio escribe (VIII 2,
22): «si nos enteramos que nuestros planes
han sido revelados al enemigo, entonces
debemos cambiar todas nuestras
contraseñas y otras señales, así como
nuestra formación de batalla», palabras que
corroboran las que escribió Vegecio (III 26,
28) muchos años antes: «cuando sepas que
tu plan ha sido revelado al enemigo
conviene que cambies de táctica». Aunque
es de buen general saber pedir y aceptar
consejos, la responsabilidad de dirigir un
ejército es, en última instancia, de su
comandante y solo suya, algo que queda
reflejado en las palabras tanto de Mauricio
como de Vegecio, cuando el primero escribe
(VIII 2, 23): «Para aquello que deba
hacerse, busca el consejo de muchos; para
aquello que deberás realmente hacer, toma
el consejo de solo unos pocos de confianza;
entonces, ya completamente solo, decide el
mejor y más útil plan de todos y síguelo»,
ideas que ya estaban en las palabras de
Vegecio (III 26, 29) cuando escribe:
«Consulta con muchos lo que se debe hacer,
pero lo que realmente vas a hacer consúltalo
con muy pocos y de tu entera confianza, o
mejor aún, solo contigo mismo». Un buen
general tiene que saber mantener la
disciplina entre sus tropas y no permitir
relajaciones inoportunas, por eso Mauricio
(VIII 2, 27) dice que: «En tiempos de paz, el
miedo y los castigos a los delitos mantienen
a las tropas en tensión, pero en campaña
activa, siempre dan mejores resultados
grandes esperanzas y recompensas», algo
con lo que Vegecio habría estado
completamente de acuerdo, pues había
escrito (III 26, 30): «El temor y el castigo
enmiendan a los soldados en el
campamento, en la campaña la esperanza
de recompensas los hace mejores». El buen
general debe ser un tipo oportunista (sin la
carga peyorativa que tiene este término)
pues, como escribe Mauricio (VIII 2, 31), se
dice que «…en la guerra la oportunidad es
fugaz y no puede ser dejada de lado» y
como previamente había escrito Vegecio (III
26, 6): «Aprovechar las ocasiones suele ser
de más ayuda en la guerra que el valor». Un
buen general ha de ser imprevisible para el
enemigo pues, en opinión de Mauricio (VIII
2, 10): «Las cosas que son inesperadas o
repentinas asustan al enemigo, pues
parecen más fáciles las cosas a las que está
acostumbrado» y de Vegecio (III 26, 15):
«Las acciones por sorpresa siembran el
miedo en los enemigos, las que se usan una
y otra vez no tienen ningún valor». Por
último, como no podía ser menos, un buen
general debe ser competente a la hora de
elegir el mejor terreno de combate (siempre
que se pueda, naturalmente), aquel en el
que sus tropas puedan desenvolverse mejor,
sobre todo si el ejército propio no es muy
numeroso y Mauricio escribe (VIII 2, 37):
«Para fuerzas pequeñas, debemos
seleccionar un lugar con un estrechamiento
enfrente, cuya anchura corresponda al
tamaño de nuestro ejército. La superioridad
del enemigo quedará sin efecto en tal lugar
ya que no hay espacio para él. Tras el
estudio del lugar donde está el enemigo, el
estrategos se puede formar una justa
estimación de la fuerza del mismo, pues
deberá saber por experiencia cuánto espacio
se requiere para un número dado de
tropas»; Vegecio, tiempo atrás, ya había
comentado algo parecido (III 26, 24):
«Quien es consciente de disponer de menos
soldados y más débiles [...] debe proveerse
por un flanco de la protección de un monte,
una ciudad, el mar, un río o cualquier otro
apoyo».
Cambiando de tema, si hablamos de
asedios Mauricio comenta (X 1 y 3) diversos
aspectos sobre ellos, y de ello encontramos
ecos de Vegecio (IV 1-30), pero no
demasidos ni literales, como ya sucede en
otras ocasiones.
Para establecer campamentos fortificados,
Mauricio (XII B 22) habla de cómo
construirlos, en un capítulo en el que, él
mismo lo dice, es deudor de los antiguos, en
el caso de Vegecio en I 21-25 y III 8, aunque
nunca con palabras literales.
Por último, a la hora de invocar la
protección divina, Mauricio (II 18) nos
informa que uno de los gritos que deben
lanzar las unidades militares es el de
«nobiscum Deus» («Dios con nosotros»),
especificando que debe darse mientras se
marcha por el interior del campamento. Por
su parte, Vegecio (III 5, 4), habla de dicha
frase que, según, podría utilizarse tanto
como contraseña como en el combate
donde, habida cuenta de la confusión y el
griterío que suele haber en una situación así,
se utilizaría como grito de guerra.
Dejando ya a Vegecio, otro autor
interesante para nuestro asunto es
Onasandro, un escritor del siglo I d.C. que
redacta su obra en griego, su lengua
materna. Del único libro suyo que se ha
conservado, su Strategikos (Στρατηγικός, El
General), encontramos ecos en Mauricio,
aunque no tan abundantes como en el caso
de Vegecio. Tampoco, al igual que pasa con
el mencionado Vegecio, se usan frases
literales de Onasandro. Esas referencias
están en el libro VIII del Strategikon, tanto
en el capítulo 1 titulado «Sobre las
instrucciones generales para el
comandante», un conjunto de cuarenta y
cuatro consejos para ser un buen
comandante, que incluyen una serie de
características que debe tener un buen
general, como en el capítulo 2, «Lemas»,
ciento una máximas y consejos para el buen
comandante de tropas. Muchas de las ideas
formuladas en ambos capítulos las vemos
reflejadas ya en diversos capítulos del libro
de Onasandro: I (titulado «La elección de un
general»), II («Las características de un
buen general»), III («El Consejo Asesor del
general»), IV («La necesidad de una causa
razonable para la guerra»), V («Propiciación
del poder divino por el general antes de
empeñar al ejército en batalla55»), XXXII
(«El general no debe ser irreflexivo en
absoluto»), XXXVI 2 («Ánimos en la
derrota») y XLII 2 («El general debe
constituir un buen ejemplo para sus
soldados»).
Aparte de estos dos autores, cuya
influencia es más evidente, el texto del
Strategikon está salpicado de referencias a
otros escritores, a los que mencionaremos a
continuación.
De Frontino y sus Stratagemata (Las
Estratagemas), el autor del Strategikon (VIII
1, 25; VIII 2, 92) indica que a los enemigos
acorralados (en campo abierto, en ciudades
o campamentos) hay que dejarles una vía de
escape, y no provocar su desesperación, lo
cual podría provocar en ellos la
desesperación y que lucharan hasta la
muerte. Como hemos visto líneas arriba,
esto es recogido por Vegecio (III 21) pero
Frontino (IV 7, 16) se lo atribuye a Escipión
el Africano, en un corto axioma que dice:
«Escipión el Africano solía decir que al
enemigo no solo habría que proporcionarle
un camino para la huida sino que hasta
debía estar pavimentado».
Hay también en el Strategikon recuerdos
de la obra de Julio César, como en II 18,
donde Mauricio habla de que «cuando el
ejército toma contacto con el enemigo, no es
una mala idea para los hombres gritar y
vitorear, especialmente para las filas de
retaguardia, para inquietar al enemigo y
estimular a nuestras propias tropas», algo
parecido a lo que decía César (De Bello
Ciuile III 92) al afirmar que «… con razón
quedó establecido desde los tiempos
antiguos que se tocaran instrumentos por
todas partes y que todos los soldados
levantaran un gran clamor, con lo cual creían
incitar a los suyos y aterrorizar a los
enemigos». Otro de estos recuerdos son «las
afiladas estacas clavadas en el fondo [de
unos fosos abiertos al efecto]» (Strategikon
IV 3), que no son más que los «lirios» (lilia)
que César utilizara contra las tropas del
caudillo galo Vercingetórix en su asedio de
Alesia (el actual monte Auxois, junto a Alise-
Sainte-Reine, en el departamento de Côte-
d’Or, en Francia) en 52 a.C. durante su
guerra en las Galias (De Bello Gallico VII
73).
Hay también partes del texto que nos
remiten a historiadores romano-orientales
del siglo VI, como Procopio de Cesárea56
(del que sabemos que estaba vivo en 560) o
Agatías (muerto quizá hacia 582, el mismo
año de la ascensión al trono de Mauricio)
que escribieron sobre asuntos que habían
sucedido poco antes, por lo que no podemos
saber si Mauricio tomó informaciones de
ellos o tuvo sus propias fuentes, que podrían
incluir hasta su propia experiencia personal.
Algo que seguro que no tomó Mauricio de
Procopio o Agatías fue el nombre de cierto
pueblo bárbaro que menciona (IV 3), los
(hunos) neftalitas, pues los dos últimos los
llaman (hunos) eftalitas (Procopio De Bello
Persico I 3 y 4; Agatías Historiae IV 27, 4).
Además, en otro pasaje, Procopio (op. cit. I
3) los denomina hunos blancos.
Alguna concomitancia con la obra de
Arriano (político, militar y escritor del siglo II
d.C.), también tenemos en la obra de
Mauricio, como es el caso de los juegos de
caballería que se practicaban a finales del
invierno y que no son más que la llamada
hippicá gymnasía (ἱππικά γυμνασία) de la que
nos habla Arriano en su Tactica (32, 3; 34, 1
y 44, 3). Además, en XII B 9, Mauricio
escribe que: «Por buenas razones, nuestros
predecesores fijaron la profundidad de la
columna para el combate en dieciséis
[hombres]»; esos predecesores de los que
habla son precisamente Arriano (Tactica 5,
4-5).
Cuando Mauricio cuenta (VIII 2, 87) alguna
anécdota sobre Aníbal, esta ya la recogen de
Polibio (Historiae III 78, 1-2) y Tito Livio (Ab
Vrbe Condita XXII 1, 3).
Asimismo, la manera habitual de un
ejército, que está en campaña o que se pone
en tránsito hacia una, de iniciar la marcha
diariamente, abandonando el campamento
donde había pasado la noche, de la que nos
informa Mauricio (XII B 22), es la misma que
se hacía en tiempos altoimperiales, como
nos relata el historiador judío Flavio Josefo
en su obra Bellum Iudaicum (III 89-91).
El asunto de las ballistae, que ya hemos
visto unas líneas más arriba, al comparar el
manual de Mauricio con el de Vegecio, es
tratado también por el anónimo autor de De
Rebus Bellicis (16, 5), aunque este solo
habla de las manuballistae (para más
información sobre este tipo de armas, cfr. la
primera nota que acompaña a Strategikon
XII B 5).
Como no podía ser menos en un hombre
culto como el que escribió el Strategikon (ya
fuera Mauricio u otro), el autor de este
manual militar conoce a los clásicos y en
ocasiones lo demuestra, como cuando cita a
Homero (sin nombrarlo, lo llama «el poeta»)
(VIII 2, 82), tomando palabras de la Ilíada,
XI 802-803; XVI 44-45). También los escritos
del político y orador ateniense del siglo IV
a.C., Isócrates, son utilizados por Mauricio
cuando escribe (VIII 2, 31), dirigiéndose a un
hipotético oficial: «Tómate tu tiempo en
planear, pero cuando hayas tomado tu
decisión sé rápido en llevarla a cabo», algo
bastante parecido a lo que el mencionado
Isócrates dice en Ad Demonicum 34: «Sé
lento en el reflexionar pero cumple con
rapidez tus decisiones». Continuando con la
demostración de que el autor conoce a los
clásicos, en Strategikon VIII 2, 79 se dice:
«hay un refrán antiguo que dice que es
mejor tener un ejército de ciervos
comandados por un león que un ejército de
leones comandados por un ciervo», algo muy
parecido a lo que el griego Plutarco atribuye
(Apotegmatha Chabriae 3) a Cabrias, un
general ateniense del siglo IV a.C.: «Solía
decir que era más temible un ejército de
ciervos conducido por un león que uno de
leones conducido por un ciervo». Esta cita,
un poco más adelante, es atribuida por
Mauricio (VIII 2, 93) al propio Aníbal. Nos
encontramos en este caso ante una falsa
atribución de esta sentencia a Aníbal, algo
común en la literatura antigua. Frases
anónimas transmitidas bien por tradición oral
o bien mediante colecciones de sentencias
(gnomologios) se atribuyen a uno o varios
personajes bien por necesidades de la obra,
bien porque se adaptan a la imagen que se
quiere dar de ese personaje o simplemente
por una mera atribución arbitraria.
E l Corpus Iuris Civilis, la recopilación de
legislación ordenada por Justiniano I,
también está representada en el Strategikon
al menos en un caso, donde se dice (I 6, 10)
«Si alguien causa daños a un ciudadano [en
el curso de las operaciones militares] y se
niega a compensarle, pagará el doble de lo
dañado», algo que se recoge, dentro de la
recopilación legal mencionada,
concretamente en el Codex Iustiniani XI 48,
23.
También encontramos en el Strategikon
diversas referencias a acontecimientos
históricos, algunos anteriores a la fecha de
redacción de la obra de Mauricio y otros casi
contemporáneos a ella. Dichos
acontecimientos históricos se pueden
rastrear en diversas fuentes, de las cuales
nuestro autor tendría necesariamente
noticia. Cronológicamente la primera de ellas
es la que se refiere a, como dice
textualmente Mauricio (IX 2), «el general
Lusio en tiempos de Trajano». Este
personaje es el príncipe mauritano Lusius
Quietus, que sirvió al Estado romano en
tiempos del emperador Trajano ( Marcus
Vlpius Traianus , 98-117) como cónsul, jefe
militar y gobernador provincial. Sobre él se
habla en diversas fuentes antiguas, como
Dión Casio (68, 22, 2; 68, 30, 1-2; 68, 32, 3;
69, 2, 5) o la Historia Augusta (Vida de
Adriano 5, 8 y 7, 2) (para más información,
cfr. la primera nota a pie de página de IX 2);
siguiendo la cronología, la segunda
referencia un acontecimiento histórico que
se menciona en el Strategikon (IV 3) es la
del emperador Decio (Caius Messius Quintus
Decius, 249-251) que se enfrentó a los
godos en 251 en la provincia de Moesia
Inferior y perdió la vida en combate, según
nos cuenta Zósimo (I 23, 2-3) (para más
información, cfr. la tercera y cuarta notas de
Strategikon IV 3); en Strategikon IV 3 se
habla de la derrota que infligieron los hunos
neftalitas a los persas del rey Peroz (Peroz
I, 457-487) en el año 487 y que conocemos
a través de los relatos de Procopio de
Cesárea (De Bello Persico I 4) y Agatías
(Historiae IV 27, 3-4) (para más información,
cfr. la primera y segunda notas de
Strategikon IV 3); en 543, en Armenia, los
romanos orientales sufrieron una dura
derrota ante los persas, como nos cuenta
de nuevo Procopio (De Bello Persico II 25),
revés al que Mauricio hace referencia en VII
B 2 (para más información, cfr. la nota a pie
de página de ese capítulo); otro hecho de
armas al que se alude en el Strategikon (X
1) es probablemente el fallido asedio que los
bizantinos llevaron a cabo en 583 sobre una
fortaleza en la región de Arzanene, relato
que ha llegado hasta nosotros a través de
las palabras del historiador Teofilacto
Simocatta (Historiae I 12, 1-7),
contemporáneo de los hechos (para más
información, cfr. la primera nota a pie de
página de Strategikon X 1); otro
acontecimiento militar concreto que aparece
en el Strategikon (IX 3), sucedido este en
591, fue un intento de envenenamiento de
los abastecimientos bizantinos, tanto de
personal militar humano como animal, por
los persas, que se oponían al rey Cosroes II,
en cuyo favor luchaban entonces las tropas
imperiales y que nos es conocido con más
detalle a través de la obra de Juan de Nikiu
(Chronica 96, 17-19), un historiador de fines
del siglo VI (para más información sobre
este asunto, cfr. la nota a pie de página de
Strategikon IX 3); por último, tenemos el
asunto del ataque a la ciudad macedonia de
Heraklea por parte de los ávaros, a lo que
Mauricio hace referencia en IX 2 y que tuvo
lugar en 592, según, de nuevo, Teofilacto
Simocatta (para más información, cfr. la
tercera nota a pie de página de Strategikon
IX 2).
Hasta aquí las fuentes en las que Mauricio
se inspiró o pudo inspirarse y de las que
debió de obtener material para componer su
Strategikon. Pero a su vez este manual
militar influyó en obras posteriores57, de las
cuales queremos dejar aquí constancia.
Cronológicamente, la primera fuente que
puede tener alguna influencia del
Strategikon es el Acta Martyris Anastasii
Persae (Acta del Martirio de Anastasio el
Persa), en la que un autor anónimo,
probablemente también del siglo VII, cuenta
de manera hagiográfica el martirio en 628 de
Anastasio, un joven soldado del rey de reyes
persa Cosroes II (asesinado él también ese
mismo año) reconvertido en monje tras
haberse hecho cristiano. En esta obra (Acta
Martyris Anastasii Persae 13 y 23),
recordando informaciones que nos presenta
Mauricio (I 1 y VI 1) sobre la instrucción de
la caballería y la importancia del mes de
marzo en ese entrenamiento, se indica que
«durante el mes de marzo, ha sido
tradicional para los soldados equipar sus
caballos, llevarlos a un terreno llano, y
ejercitarlos como si se entrenasen para la
guerra». León VI el Sabio, emperador
bizantino entre 886 y 912, escribió (o le
escribieron y él solo firmó luego) dos obras
de carácter militar: Problemata y Tacticae
Constitutiones donde vemos alguna
indudable influencia de Mauricio, como
cuando este escribe (VII B 12): «Sé
victorioso pero no apures tu victoria
demasiado», lema que también es
mencionado por León en Tacticae
Constitutiones 14, 25 y en el mismo tratado
(20, 128), León reproduce la sentencia del
general ateniense Cabrias sobre los ejércitos
de ciervos o leones mandados por un ciervo
o un león, que ya hemos comentado unas
líneas más arriba y que Mauricio escribe en
VIII 2, 79 y 99.
Otro tratadista militar que se inspira en
Mauricio y su Strategikon es Kekaumenos, un
militar bizantino de alta graduación, de
origen greco-armenio, que estuvo en activo
en la segunda mitad del siglo XI y que hacia
1075-1078, basándolo en su propia
experiencia y en los acontecimientos que él
había vivido en su carrera militar, compuso
su propio manual militar, que tituló, como el
de Mauricio, Strategikon. No es este
Strategikon una mera copia del otro o una
puesta al día, sino que tiene su originalidad
en tanto en cuanto las condiciones militares
y sociales de la segunda mitad del siglo XI
no eran, ni mucho menos, las mismas de los
años finales del siglo VI, cuando escribe
Mauricio. Aun así, plantea ideas ya
formuladas en el libro de Mauricio como en
el caso de que este dice en el preámbulo de
su manual: «… urgimos al estrategos a que
su tarea más importante sea el amar a Dios
y a la Justicia», y en la obra de Kekaumenos
(82) encontramos: «Da la orden a tus
generales de comportarse con moderación y
piedad y no actuar veleidosamente y
expresar su rabia en cualquier persona, y
que salvaguarden a los jueces de modo que
juzguen con el miedo de Dios y con la
Justicia»; otra de esas ideas es la expresada
por Mauricio (I 9) como: «Los campos
cultivados deben preservarse, las tropas no
deben marchar a través de ellos y no deben
causar daño a los ciudadanos» y que
Kekaumenos (82) transforma en: «No
explotes tu ciudad, las tierras exteriores que
están bajo tu poder, ni al ejercito, sino que
sé un padre para todos ellos y todos te
servirán fielmente». En Mauricio VIII 1, 3, se
recuerda al general que debe preocuparse
de que sus hombres estén bien abastecidos,
reciban su paga y se sientan seguros bajo su
mando, algo que Kekaumenos (80) también
advierte al general, recordándole además
que la fidelidad de sus hombres depende de
ello. Finalmente, el último de los tratadistas
militares que vamos a mencionar es Miguel
Attaliates, otro personaje del siglo XI que en
su Historia (16, 17) se hace eco también del
ya célebre (para los lectores de este trabajo)
dicho sobre los ciervos y los leones.

LA OBRA. CONTENIDO
La obra, en su elaboración inicial, estuvo
compuesta por once libros, tal como se
deduce de XI 4. Comenzaba por un índice y
una introducción y el libro XII sería una
adición posterior del propio autor (debido a
que hace referencias a pasajes de otros
libros en primera persona del plural). Consta
este libro XII de cuatro partes: la primera se
centra en describir el orden de batalla mixto,
de caballería e infantería; la segunda parte
del libro es un pequeño tratado sobre la
infantería; la tercera, tan solo presente en el
códice Ambrosianus, es un esquema de un
campamento fortificado; la cuarta es un
breve tratado sobre la caza como ejercicio
militar, presente en M y A pero no en VNP.
Tal como se ha adelantado, el desarrollo
de la obra está precedido por un índice
general. A su vez, cada libro va introducido
por un índice particular donde se desglosan
los capítulos por su título. Los capítulos son
de extensión variable, desde los que cuentan
con solo unas pocas líneas hasta los
integrados por numerosos y amplios
párrafos. De los libros, más de la mitad (las
excepciones son el VII, el VIII, el X y el XII)
llevan un título que informa
aproximadamente de su contenido. Varios de
los libros incluyen esquemas hechos con
símbolos (cada uno de los cuales hace
referencia a un tipo de soldado) en los que
se muestra la disposición de las tropas en los
diferentes órdenes de batalla.
Antes de empezar el contenido, el autor
comienza con una invocación a los poderes
divinos (la Santísima Trinidad y la Virgen
María) y un pequeño prólogo a modo de
justificación de la obra que sigue, en el que
nos indica que el estado del ejército ha sido
desatendido durante mucho tiempo y que
este manual militar, dirigido a militares de
alto rango, pretende aportar sobre todo
utilidad práctica, empezando desde el
principio y sin presuponer como sabido
previamente ningún concepto militar. Es,
pues, una obra para generales novatos58.
Eso sí, para el autor, el amor a Dios y la
justicia son condiciones indispensables para
un buen hacer militar.
El libro I, con nueve capítulos, a modo de
introducción, hace unas consideraciones
generales sobre instrucción, armamento y
equipo, grados de oficialidad y tropa,
organización del ejército y las unidades y
reglamentos militares y castigos para
quienes los infrinjan.
El libro II tiene veinte capítulos y lleva el
título genérico de «Sobre la formación de la
caballería». En él se siguen explicando
conceptos que hacen referencia a tipos
específicos de tropas, armamento, cuerpo
médico, organización de la tropa en la línea
de batalla, emboscadas, banderines en las
lanzas, gritos de batalla y estandartes y su
utilización durante el combate.
El libro III, que tiene dieciséis capítulos, se
titula «Sobre la formación de los tagmas»,
pero no solo hace referencia a este tipo de
unidad (formación en orden cerrado,
métodos de entrenamiento), sino que
también habla de otra (el meros), además
de las órdenes que hay que dar a cada tipo
de tropa, incluyendo también esquemas que
representan diferentes maneras de formar al
ejército para la batalla.
El libro IV es un libro corto, de apenas
cinco capítulos, titulado «Sobre las
emboscadas» y en él se analizan los
diferentes tipos de emboscadas, cómo
hacerlas, cuando es el momento más
oportuno y qué tipos de tropas pueden
emplearse en su realización.
El libro V también es corto, compuesto de
cinco capítulos y lleva por título «Sobre la
impedimenta». En esta parte se aportan
ideas sobre la manera de llevar y proteger
todo el material necesario para el buen
funcionamiento del ejército, tanto en forma
de suministros para la tropa (unos
necesarios y otros prescindibles) como en
forma de caballos de repuesto.
El libro VI, también de cinco capítulos, se
titula «Sobre la división del ejército y sobre
la instrucción militar», pero, a continuación,
del tema anunciado en la primera parte del
título no dice nada y, tras un preámbulo
antes del capítulo 1, en el que se destaca la
importancia para los soldados de la
instrucción constante, se centra en explicar
los diferentes tipos de instrucción que en
aquella época se enseñaba a los soldados
romano-bizantinos, tomados en su mayoría
de pueblos enemigos del Imperio: a la
escítica, a la alana, a la africana y a la
itálica.
El libro VII es un libro largo, sin un título
genérico que sí lleva cada una de las dos
partes en las que está dividido: la A, «Sobre
el general. Los puntos a considerar por el
general antes del día de la batalla», y la B,
«Sobre los puntos a ser observados el día de
la batalla». En la parte A, también con una
introducción antes del capítulo 1 (con quince
capítulos en total), se explican numerosos y
dispares detalles que un general al mando
de un ejército debe tener en cuenta antes de
presentar batalla y que van desde la
bendición de las banderas a la manera de
tratar a los soldados propios que sean de la
misma raza que el enemigo, pasando por las
arengas, los prisioneros tomados al
enemigo, la forma de abrevar los caballos o
las raciones que se transportan en las
alforjas. La parte B tiene diecisiete capítulos
también sobre detalles muy variables, desde
cómo no agobiar al general el día de la
batalla a las obligaciones de cada tipo de
oficiales, pasando por informaciones sobre el
enemigo, sobre el reconocimiento (propio y
enemigo), el bruñido de las armas propias o
qué hacer tanto como si se consigue la
victoria como si la misma favorece al
enemigo.
El libro VIII no tiene título y es muy corto
en capítulos, apenas dos, pero ambos largos
de contenido. En el primero se habla de las
instrucciones generales del comandante del
ejército, agrupadas en cuarenta y cuatro
puntos, mientras que el segundo, titulado
«Lemas», desglosa en ciento un cortos
puntos las cosas concretas que un buen
general no puede nunca olvidar si quiere
tener éxito en su trabajo.
El libro IX, también sin título genérico,
cuenta con cinco capítulos y trata de temas
variados, como lo son los ataques por
sorpresa y/o nocturnos, sobre cómo hacer
incursiones en territorio hostil, sobre cómo
atravesar desfiladeros y otros terrenos
dificultosos o sobre cómo hay que espiar al
enemigo mientras se evita que él haga lo
mismo con el ejército propio.
El libro X, sin título y con cuatro capítulos,
nos ofrece información sobre los asedios
(tanto de las fortalezas enemigas como de
las propias), sobre cómo se deben frenar las
incursiones enemigas en terreno propio y
sobre cuál es la mejor manera de construir
una fortaleza fronteriza.
El libro XI, también con una introducción y
cuatro capítulos, lleva por título «Sobre las
costumbres y tácticas de los diversos
pueblos» y en él se indica claramente de lo
que trata, tanto de pueblos de la frontera
este del Imperio Romano de Oriente, como
l o s persas o los turcos, como los de la
frontera oeste, así los que se asemejan a los
hunos (ávaros o escitas) como los
eslavos o los antes «y otros pueblos
similares», o los que el autor llama «pueblos
de cabello claro» (francos, lombardos «y
otros como ellos»).
El libro XII y último tampoco tiene título
genérico pero está dividido en cuatro partes
(las dos primeras mucho más extensas) que
sí lo tienen: la parte A se titula «Sobre el
orden de batalla mixto» y tiene siete
capítulos; la parte B, con una introducción y
veinticuatro capítulos, lleva por título:
«Sobre las formaciones de infantería»; la
parte C se titula «Diagrama de un
campamento fortificado» y es solo eso lo que
incluye, mientras que la parte D (también sin
capítulos) lleva por título «Sobre la caza.
Cómo se deben cazar animales salvajes sin
heridas graves o graves accidentes». La
parte A (que incluye diagramas) ilustra a los
oficiales a quienes va dirigido este manual
militar sobre diversas formaciones que
puede adoptar un ejército para hacer frente
al enemigo, mientras que la parte B (que
también incluye un diagrama) incide en
numerosos detalles sobre la infantería
propia: vestimenta, entrenamiento tanto del
infante pesado como del ligero, armamento,
equipo, formaciones, castramentación,
formaciones sin y con la caballería, cómo
marchar (sobre diversos tipos de terreno),
formar para la batalla, transportar la
impedimenta...
El autor del Strategikon (tanto si es el
emperador Mauricio como si es cualquier
otro) nos indica que este tratado militar es
fruto, por una parte, de las enseñanzas de
autores antiguos y por otra de su experiencia
militar personal (que él mismo califica en el
Preámbulo de «limitada»). De esos autores
antiguos (las obras de la mayoría de los
cuales no han llegado hasta nosotros) ha
tomado el autor una serie de referencias (no
muchas y no siempre muy claras) a hechos
militares más antiguos (aparte de los
acontecimientos que le son contemporáneos
y que ya han quedado reflejados en el
capítulo III de esta introducción histórico-
literaria). Estos hechos son: la derrota del
emperador Decio en Abrittus (junto a la
actual Hisarlak, en las cercanías de Razgrad,
en la provincia de Ruse, Bulgaria) en el
verano de 251 ante los godos (IV 3); la
emboscada que sufrió el ejército de Oriente
en Anglon (lugar cerca del actual Dvin, al sur
de Yerevan [Ereván], en la provincia del
mismo nombre, en Armenia) en 543 por
parte de los persas (VII B 2); las
operaciones del príncipe mauritano al
servicio de Roma Lusius Quietus en Oriente
durante la guerra del emperador Trajano
contra los partos en 114-117 (IX 2). Además
menciona a generales antiguos, como Aníbal
el Cartaginés (Aníbal Barca) (VIII 2, 87 y 89)
o Escipión el Africano (Publius Cornelius
Scipio Africanus) (VIII 2, 93).
Son también de destacar las digresiones
que hace Mauricio, casi con carácter
etnográfico, al hablar de los diferentes
pueblos enemigos a los que el Imperio tiene
que hacer frente: persas, escitas, antes,
ávaros, eslavos, germanos de diversas
tribus…
La valoración militar que podemos hacer de
esta obra, destinada sobre todo a ejércitos
principalmente de caballería, es que, en
principio, es un manual militar complejo ya
que las maniobras que propone para las
diferentes situaciones en el campo de batalla
y antes y después del combate son, en
general, complicadas y llevarlas a cabo
correctamente dependía de disponer de unos
soldados muy bien entrenados. Adiestrar a
un soldado según los parámetros que indica
el manual era una labor larga, laboriosa y
cara, lo que nos lleva a otra característica
militar del Strategikon: habida cuenta de que
en una batalla mueren soldados propios y
entrenarlos adecuadamente es tan costoso,
hay que arriesgarlos en batalla únicamente
cuando ello sea imprescindible o las
condiciones inmediatas a la batalla hagan
prever un combate victorioso. Esto, a su vez,
nos lleva a otra característica militar
fácilmente relacionable con uno de los
tópicos que se tienen sobre los bizantinos:
su facilidad para la negociación y el disimulo.
Al autor del Strategikon le gusta aparentar:
que el ejército propio es mayor, que sus
hombres tienen mejores armas que el
enemigo, que dispone de más alimentos que
él, que su caballería es mejor que la del
adversario… En este sentido es típicamente
bizantino, valorando en mayor medida el
engaño que la fuerza y la acción directa: hay
que procurar engañar al enemigo para que
este no fuerce el combate y nuestro bando
pueda conseguir sus objetivos sin arriesgar
la preciada tropa.
En tiempos de Mauricio, la principal arma
de combate es la caballería y así lo refleja
en el manual. Pasaron ya los tiempos de las
gloriosas legiones (unidades de infantería
pesada) que hicieron grande al Imperio
Romano. Los soldados de a pie quedan
ahora como segundones en el campo de
batalla, no diremos que como simples
auxiliares de los soldados de a caballo pero
casi. Se llega a hablar (Strategikon IX 4) de
ejércitos solo de caballería.
Que el Strategikon es un manual militar
para llevar a la práctica lo vemos en
numerosas de sus indicaciones. Además,
insistiendo en lo de práctico, dedica varios
capítulos a analizar la forma en cómo hay
que tratar con cada uno de los pueblos que
durante los años previos a la confección del
libro se habían enfrentado al Imperio
Romano de Oriente y que, previsiblemente,
volverían a hacerlo, por lo que convenía
conocerlos.
Asimismo, el Strategikon dedica muchas
líneas a dar cuenta de las características de
un buen general (strategos): tiene que ser
un hombre de honor, temeroso de Dios,
reflexivo, valiente cuando haga falta, astuto
cuando la ocasión lo requiera, debe
comprender la mentalidad de sus hombres y
asegurar su bienestar, ha de saber coordinar
a sus tropas, saber cuándo, al impartir
castigos a sus soldados, debe ser inflexible o
compasivo, intuir cuándo es el momento de
sembrar la duda entre el enemigo… Tales
son las exigencias que el alto oficial que
consiguiera cumplir todas estas premisas
sería un comandante excepcional no solo en
el ejército del Imperio Romano de Oriente
sino en cualquier otro ejército de cualquier
otra época.

LA OBRA EN SU CONTEXTO HISTÓRICO.


EL EJÉRCITO DEL IMPERIO ROMANO Y
DEL IMPERIO ROMANO DE ORIENTE
ENTRE LOS SIGLOS III Y VI

El ejército de Diocleciano y Constantino


I
El ejército del Imperio Romano de Oriente
de la época de Mauricio es el directo
heredero del que, reformado por los
emperadores Diocleciano (Caius Aurelius
Valerius Diocletianus, 284-305) y
Constantino I (Caius Flavius Valerius
Constantinus, 306-337)59, sería nuevamente
puesto a punto por la reforma de Justiniano I
(527-565). Las reformas emprendidas por los
dos primeros emperadores mencionados
consistieron, a grandes rasgos, por una parte
en aumentar el número de hombres en filas
(probablemente hasta unos quinientos mil),
que serían divididos en dos tipos de tropas:
las fronterizas (limitanei), encargadas de
vigilar los límites (la frontera, el limes) del
Imperio y de hacer lo que pudieran ante una
invasión, y las de maniobra (comitatenses60,
d e comitatus [séquito, comitiva]) que,
estacionadas en retaguardia, acudirían al
punto atacado a contener la invasión. En lo
que se refiere a la estructura de mando, se
separaron los poderes civil y militar,
quedando los gobernadores provinciales sin
las competencias castrenses que habían
tenido hasta el momento y encomendando
estas a los duces (cada dux mandaba un
ejército fronterizo provincial), a los comites
(cada comes hacía lo propio con el ejército
comitatensis de una dioecesis o grupo de
provincias) y, por encima de ellos, otros
oficiales que hoy podríamos calificar como
generales de ejército: los magistri militum,
que podían ser jefes de la infantería
(magistri peditum [literalmente, «maestres
de los infantes»]), de la caballería (magistri
equitum [«maestres de los jinetes»]) o de
ambos cuerpos a la vez (magistri utriusque
militiae [«maestres de ambas milicias»]).
Las unidades redujeron su tamaño (por
ejemplo, las legiones pasaron de una
plantilla teórica de cinco mil quinientos
soldados por unidad, a un número que
oscilaba entre los mil y los mil doscientos) y
aunque la infantería siguió siendo el núcleo
fundamental del ejército romano, la
caballería, que en épocas altoimperiales era
casi un mero auxiliar de las tropas de a pie,
cobró mucha más importancia61.
Como el reclutamiento, voluntario en
tiempos imperiales (solo en ocasiones
excepcionalmente peligrosas se podía
recurrir a la conscripción), se hacía cada vez
más difícil por las condiciones
socioeconómicas del Bajo Imperio Romano,
a pesar de la orden de Diocleciano de hacer
hereditarios los oficios (entre los que se
incluía el militar), Constantino I potenció la
inclusión de bárbaros mercenarios entre las
unidades romanas, haciendo a gran escala lo
que antecesores suyos solo habían llevado a
cabo en mucha menor medida. Esto de que
los bárbaros militaran en el ejército romano
se incrementó desmesuradamente cuando, a
raíz de la escasez de tropa provocada por la
fallida campaña persa del emperador
Juliano (Flavius Claudius Iulianus, 360-
363)62 y por el desastre del emperador
Valente (Flavius Valens, 364-378) ante los
visigodos63, llevó al sucesor de Valente,
Teodosio I ( Flavius Theodosius, 379-395) a
abrir el ejército romano más aún a los
bárbaros, pero no encuadrándolos en
unidades romanas con mandos romanos,
sino firmando con pueblos enteros un
tratado (foedus) por el cual esos bárbaros
(los primeros precisamente los visigodos)
pasaban a servir en el ejército romano como
foederati (federados), con su estructura
militar propia y bajo sus propios mandos, a
cambio de que el Imperio Romano les
proporcionase abastecimientos o tierras para
conseguirlos ellos mismos.
Por último, una mención a la armada
imperial romana. En los ejércitos romanos
tradicionales, y salvo en las guerras contra
potencias eminentemente navales como
Cartago y en las grandes campañas contra
los piratas (como la que desarrolló Pompeyo
[Cneus Pompeius Magnus] en 67 a.C.), las
escuadras navales habían tenido un papel
secundario, limitándose a la vigilancia de los
mares, al transporte de tropas y
abastecimientos de un lado para otro de los
mares imperiales y a ocasionales controles
de los rebrotes piráticos. El sistema naval
implantado por Augusto a comienzos del
Imperio estaba empezando a
descomponerse y a modificarse
sustancialmente, pero al comienzo de los
tiempos bajoimperiales aún había dos
grandes flotas (classes) con base, una en
Misenum (el actual Miseno di Bacoli, en la
provincia italiana de Nápoles), y otra en
Rávena, hasta que en 330 Constantino I
ordenó el traslado de ambas a
Constantinopla. Otras flotas regionales, de
menor entidad, completaban el dispositivo
naval, vigilando zonas como las aguas
británicas (la classis Britannica), las del mar
Negro (la classis Moesica el oeste y la classis
Pontica el este), las del Mediterráneo
oriental (la classis Syriaca, al norte, y la
classis Alexandrina, al sur) o las varias
flotillas fluviales que vigilaban las aguas de
los ríos Rin (que componían en su conjunto
l a classis Germanica) y Danubio (la classis
Histrica). Se hallaban mandadas por
prefectos (praefecti) y los barcos que las
integraban variaban en tamaño y formas
según las misiones para las que hubieran
sido diseñados.

El ejército de Justiniano I y Mauricio


El emperador Justiniano I, al concebir la
idea de restablecer el Imperio Romano en
todo su esplendor, recuperando las tierras
perdidas en Occidente primero con la
división del Imperio en enero de 395 y luego
con la conquista de las mismas por diversos
pueblos bárbaros a lo largo del siglo V, se
dio cuenta de que el ejército iba a ser
indispensable para llevarla a cabo. La buena
situación económica que Justiniano heredó
de sus antecesores al llegar al trono en 527
permitió formar un ejército de unos ciento
cincuenta mil hombres64 en total (bastantes
menos de los que tendría la parte oriental
del mundo romano en tiempos del Imperio
único). Cuando un ejército se ponía en
campaña el número de sus miembros era
mucho más reducido: se suele poner como
ejemplo el ejército del magister utriusque
militiae per Orientem65 Flavius Belisarius
que, enviado en 533 a apoderarse del reino
norteafricano de los vándalos, estaba
formado por dieciséis mil hombres, de los
que diez mil eran infantes, cinco mil jinetes,
ambas categorías entre tropas regulares y
federados, además de otros mil soldados
de diversa procedencia66. Dos años después
el mismo Belisarius emprendió la conquista
de Sicilia, paso previo al desembarco en la
península itálica, con apenas siete mil,
cuatro mil entre regulares y federados y
tres mil isaurios67. En lo que se refiere a las
condiciones del servicio, los soldados eran
profesionales y el emperador se preocupó,
en lo posible, de procurar que estuvieran
bien equipados y entrenados.
Por motivos fundamentalmente económicos
(era más barata de mantener), en el ejército
de Justiniano la parte más numerosa la
formaba la infantería ligera, pero el principal
cuerpo era la caballería (tanto ligera como
pesada), cuyo personal fue aumentado con
respecto al siglo precedente. La mayoría de
esos soldados estaban encuadrados en los
ejércitos de maniobra (los antiguos
comitatenses), tanto centrales (los ejércitos
praesentalis, por estar «en presencia» del
emperador), como regionales. Dentro de las
unidades que los formaban eran
especialmente apreciados los arqueros a
caballo (equites sagittarii). Los bucelarios
constituían la elite de los ejércitos y los
diversos cuerpos de bucelarios constituían
en aquella época la guardia personal de un
general en campaña68. Los federados
(foederati), como hemos comprobado al ver
la composición de las tropas de Belisarius en
sus expediciones a África y a Sicilia,
siguieron existiendo, pero reorganizados y
reestructurados. Ahora pasaron a ser
unidades regulares en su mayoría de
caballería, mandadas por oficiales romanos,
compuestas de extranjeros que se alistaban
a título individual. Se siguieron reclutando
ocasionalmente tribus extranjeras en masa,
soldados que en el ejército romano-bizantino
eran conocidos, al igual que en los viejos
tiempos de la Roma republicana, con el
nombre de socii o aliados. También tenían
esta categoría (aunque se denominaban
oficialmente symmachoi) pueblos fronterizos
que no militaban directamente en el ejército
bizantino, pero sí que recibían subsidios por
parte del emperador para que mantuvieran
la vigilancia en la frontera que controlaban,
caso de los árabes (o sarracenos) que
vigilaban parte de las posibles zonas de
fricción con los persas sasánidas. Asimismo
siguieron existiendo soldados de frontera
(limitanei), organizados como una milicia
compuesta de unidades de infantería y
caballería de soldados-campesinos que
cuando ejercían su vigilancia a orillas de una
gran río fronterizo (el Danubio, sobre todo),
recibían la denominación de ripenses o
riparienses (del lat. ripa: orilla). Si era
necesario los limitanei/ripenses eran
asignados temporalmente a los ejércitos de
maniobra, al estilo de los antiguos
pseudocomitatenses (cfr. nota 60).
Igualmente se sabe de la existencia de
milicias urbanas en las ciudades, usadas la
mayor parte de las veces como fuerzas de
policía. La seguridad del emperador estaba
confiada a soldados en su mayor parte de a
caballo, los excubitores, y a oficiales
escogidos, que formaban el cuerpo de los
protectores domestici. Por último estarían las
naves de la armada imperial y sus
tripulantes, herederos directos (naves y
hombres), tanto en misiones como en
navíos, organización y bases navales
principales de las escuadras tardorromanas
del siglo IV.
Sobre el armamento y equipo de los
ejércitos romano-orientales, al no ser estas
líneas más que una introducción para la
traducción del Strategikon, no entraremos en
el tema, pero a este respecto el lector puede
consultar las obras de R. D’Amato (2005), S.
McDowall (1994 y 1995), D. Nicolle (1992) e
I. Syvänne (cfr. todos ellos en la
bibliografía).
En lo que se refiere a la proporción entre
infantes y jinetes en los ejércitos en
campaña, tomando como ejemplo el
anteriormente mencionado ejército de
Belisarius, unos seis mil de los soldados eran
de caballería (mil de ellos bucelarios del
propio Belisarius) y el resto de infantería, de
todos los cuales al menos la mitad eran
mercenarios bárbaros.
El sueldo de los soldados era percibido
parte en metálico y parte en especie y un
cuerpo de contables e interventores militares
eran los encargados de distribuirlo en las
unidades, que contaban además con cuerpos
médicos y de sacerdotes castrenses.
El alto mando estaba, naturalmente,
encabezado por el emperador. Bajo él y
nombrados por él estaban los magistri
utriusque militiae, uno por cada diócesis o
conjunto de provincias (magistri utriusque
militiae per Illyricum, per Orientem y per
Thracias) y dos más, llamados magistri
utriusque militiae praesentalis, se
encargaban de asegurar la defensa de
Constantinopla. A veces había tres magistri
u. m. praesentalis y a veces los mandos de
las diócesis también estaban desdoblados
(por ejemplo, hubo a la vez dos magistri u.
m. per Orientem)69. Para asumir la
responsabilidad de nuevos frentes, en época
justinianea se crearon nuevos mandos
militares, como los de magister militum per
Armeniam (o m. m. Armeniae) , magister
militum per Africam (o m. m. Africae) y
magister militum per Spaniam (o m. m.
Spaniae). Bajo todos esos altos mandos se
situaban los duques (duces) que mandaban
las tropas en cada provincia concreta y, ya
en época mauriciana (aunque innovación de
Justiniano I), se generalizaron los
estrategos, que dirigían a los ejércitos en
campaña70. Los federados estaban
mandados por el comes foederatum.
La forma de acceder al ejército romano
oriental de esta época, al ser un ejército
profesional era, en la mayoría de los casos,
el voluntariado, siendo el reclutamiento
obligatorio ocasionalmente empleado para
completar las filas. Los responsables de las
oficinas de reclutamiento de Justiniano no
preguntaban el origen de los reclutas y eran
admitidos hombres de toda procedencia,
siempre que se avinieran a jurar sobre los
Evangelios obediencia y fidelidad al
emperador, a las leyes romanas y a los
oficiales designados para mandarlos. Las
milicias fronterizas solían ser reclutadas
entre habitantes de su región.
Ya en tiempos de Mauricio, la organización
militar del Imperio Romano de Oriente era
básicamente la de la época de Justiniano I,
con algunas novedades como la creación de
los optimates, la integración progresiva de
l o s bucelarios en el ejército regular y la
escasa relevancia a la que se redujo el papel
de las milicias fronterizas. Otra importante
novedad era que se había impuesto en los
dominios imperiales el reclutamiento
obligatorio, al haber caído muchísimo el
interés por alistarse en el ejército, por lo que
los voluntarios empezaron a escasear, con la
consecuencia de que tuvo que implantarse la
conscripción. No obstante, algunos grupos
sociales quedaron excluidos en principio de
ella, como los libertos, los siervos y los
funcionarios (ya fueran del Estado o
miembros de la administración local). Los
esclavos sí formaban parte del ejército,
aunque, naturalmente, no en misiones de
combate, solo como trabajadores al servicio
de los soldados. Otros que también podían
formar parte del ejército como combatientes
eran los prisioneros tomados en las
campañas militares. Estos vándalos, godos,
persas, ávaros, etc., tenían la disyuntiva de
pasar a ser esclavos tras su captura o
alistarse en las filas de sus captores. Muchos
eligieron esta última opción. La
responsabilidad del proceso del
reclutamiento quedó en manos de los jefes
militares provinciales (los duces) y estatales
(los magistri militum).
Igualmente bajo el imperio de Mauricio, las
denominaciones de los tipos de unidades no
eran fijas y podían aplicarse tanto a
unidades montadas como de a pie. Tampoco
el número de soldados por unidad era fijo
(como podemos ver a lo largo del desarrollo
del Strategikon). El tagma o bandera era
el principal tipo de unidad, sobre todo en la
caballería. Contaba con entre trescientos y
cuatrocientos hombres y estaba mandada
por un tribuno o conde; el aritmos solía
ser la unidad básica de infantería y tenía
aproximadamente el mismo número de
hombres que un tagma o bandera; tres
tagmas o banderas formaban un moira o
chiliarquía, cuyo contingente debía estar
entre los dos mil y los tres mil soldados, a
las órdenes de un moirarca, chiliarca o
duque; tres moiras o chiliarquías forman
un meros, que no debía superar los seis mil
o siete mil soldados, mandado por un
merarca o estratelates. Como vemos,
sumando números de soldados las cifras no
concuerdan, pero en el Strategikon (I 4) lo
dice bien claro. El ejército en campaña era
mandado por un estrategos, secundado por
un hypostrategos. El resto de la cadena de
mando, por debajo del tribuno o conde se
componía del hecatontarca (que mandaba
cien hombres), el decarca (diez) y el
pentarca (cinco).

1 Para biografiar al emperador Mauricio hay


numerosas fuentes, entre las que podemos mencionar
l a s Historiae Ecclesiasticae de Evagrio, de Juan de
Éfeso y de Nicéforo Calisto; las Historiae, de
Teofilacto Simocatta y de Agatías; las Chronicae, de
Juan de Nikiu y de Miguel el Sirio; el Epistolarum
Registrum, del papa Gregorio I; los Fragmenta
conservados de Menandro el Protector; el
Compendium Historiarum, de Jorge Cedreno; la
Historia Langobardorum, de Pablo el Diácono; la
Chronographia, de Gregorio Bar Hebreo; la Vita
Eutychii, de Eustratio o el Epitome Historiarum, de
Zonaras y, además, el Chronicon Paschale o el
Chronicon Anonymi ad annum Domini 1234 pertinens.
Todo lo que se cuenta en estas obras podemos verlo,
sistematizado y estructurado, en MARTINDALE
(1992) pp. 855-860.
2 Esta provincia era la antigua tardoimperial romana
de Armenia II que, con capital en Melitene (la actual
Eski Malatya, provincia de Malatya, Turquía), era a su
vez una subdivisión de la altoimperial de Cappadocia.
3 Un notarius era una especie de contable y, si estaba
destinado en una unidad militar, junto con el librarius
llevaba las cuentas de la misma. No sabemos si
Mauricio trabajaba hasta entonces en una oficina civil
o militar.
4 Es decir, ennoblecido. El título de patricius iba
generalmente unido a la concesión de un alto cargo.
5 Los excubitores, cuyo comandante era el comes
excubitorum, constituían un cuerpo especial de
guardaespaldas del emperador, creado en 468 por el
emperador romano de Oriente León I (Flavius Valerius
Leo, 457-474) y que en el siglo VI encuadraba a
trescientos soldados reclutados entre los duros
habitantes de la montañosa provincia de Isauria (en el
sur de la actual Turquía, en torno a la parte occidental
de la provincia de Mersin, la oriental de la de Antalya
y la meridional de la de Karaman). Al menos en su
origen, vestían al viejo estilo romano. A comienzos del
siglo VII ya había dejado de ser una unidad con valor
militar y se había convertido en un contingente
destinado a desfiles y paradas militares. Sobre ellos,
cfr. NICOLLE (1992) p. 9 y D’AMATO (2005) p. 45.
6 Las diócesis eran agrupaciones de provincias
limítrofes gobernadas por un vicario (vicarius), un
funcionario civil nombrado por el emperador. La
institución de dichas demarcaciones territoriales
databa del imperio de Diocleciano (Caius Valerius
Aurelius Diocletianus, 284-305).
7 Rey de Reyes, era su título oficial.
8 Hacía ya bastantes años que no se nombraban
cónsules anuales de manera regular. Cuando Mauricio
asumió su consulado no había habido cónsules desde
que en 579 Tiberio II ocupó el cargo. Como la
costumbre romana para fechar los documentos era
según los años consulares, cuando había algún año en
que no se nombraban cónsules se utilizaba la fórmula
annus I (o II, o III, o lo que correspondiera) post
consulatum y el nombre del último cónsul o cónsules
(si en el año de referencia se habían nombrado dos,
como era lo tradicional).
9 Sobre la personalidad de Mauricio, cfr. la Historia
Eclesiástica (V, 19) de Evagrio. Cierto es que la
descripción que hace de Mauricio parece más un
panegírico que algo realista, pero hay que tener en
cuenta que el autor escribe su obra bajo su imperio y
a él se la dedica en 593.
10 En el reparto de las tierras romanas en enero de
395 entre los Imperios de Oriente y Occidente, la
provincia de Pannonia II, donde estaba Sirmium,
quedó en la parte occidental. Su incorporación,
aunque solo en parte, a Oriente se produjo en el curso
de las conquistas de Justiniano I (527-565) que, ya
que no tenía más Pannoniae en su poder, rebautizó el
territorio como provincia de Pannonia, a secas.
11 Solidus: moneda de oro de 4,55 g y una ley del
0,900 introducida por el emperador Constantino I
(Caius Flavius Valerius Constantinus, 306-337) en 309
y utilizada hasta el fin del imperio de Constantino VII
(912-959).
12 Aquis (la antigua Ad Aquas, hoy probablemente las
ruinas junto a Miloševo, en las cercanías nor-
noroccidentales de Negotin, y al sur de Prahovo, en el
distrito de Bor, Serbia), Rateria (la antigua Ratiaria,
hoy Arčar, en la provincia de Montana, Bulgaria),
Bononia (hoy Vidin, también en la provincia de
Montana, Bulgaria), Dorostolon (la antigua
Durostorum, hoy Silistra, en la provincia de Ruse,
Bulgaria), Marcianopolis (hoy Šumen, igualmente en la
provincia de Ruse, Bulgaria) y Tropaion (la antigua
Tropaeum Traiani , hoy Adamclisi, en el distrito de
Constanza, Rumanía).
13 Desde la toma de Sirmium por los ávaros en 582,
en las fuentes no se vuelve a mencionar al ejército de
maniobra (exercitus comitatensis) del Illyricum por lo
que probablemente habría sido disuelto y sus
soldados incorporados al ejército de maniobra de
Thracia (ELTON [2007a] p. 277).
14 No podemos asegurar que fuese bajo el mando de
Comentiolus o de Philippicus cuando se cometió tal
crimen de guerra (perdónesenos el anacronismo, al
aplicar un concepto del siglo XX a un hecho del siglo
VI) pues no sabemos el tiempo que esos prisioneros
llevaban en manos de los ávaros. Sobre todo esto,
cfr. MARTINDALE (1992) pp. 324-325 y 1025.
Philippicus estaba casado con Gordia, hermana de
Mauricio.
15 Algo que está completamente de acuerdo con lo
que Mauricio formula en su Strategikon (XI 4), donde,
aunque aplicado en ese caso a los escitas, dice: «…
es preferible lanzar los ataques contra ellos en el
invierno, cuando no pueden esconderse fácilmente en
los árboles desnudos, cuando las huellas de los
fugitivos pueden ser localizadas en la nieve, cuando
su grupo familiar esté pasando necesidad y cuando es
fácil cruzar sobre los ríos helados».
16 El exarca unía en su persona los poderes civiles y
militares de la región que gobernaba, lo que suponía
una vuelta atrás en el sistema tardoimperial romano
de separar dichos poderes, poniéndolos en manos de
funcionarios diferentes.
17 El exarcado de Ravenna se menciona por primera
vez en las fuentes en el año 584 y el de Africa en 591
(ELTON [2007a] p. 277).
18 Sobre este tema, cfr. dos obras recientes:
VALLEJO GIRVÉS (2012) y GÓMEZ ARAGONÉS
(2013). Con pocos años más: VIZCAÍNO SÁNCHEZ
(2009).
19 Con la creación del sistema administrativo de
diócesis en tiempos del ya mencionado emperador
Diocleciano, la provincia de la Mauretania Tingitana, a
la que pertenecían las dos ciudades mencionadas,
pasó a depender de la dioecesis Hispaniarum o
diócesis de las Hispanias, gobernada en sus aspectos
civiles por un vicarius (vicario) residente en Emerita
Augusta (la actual Mérida, provincia de Badajoz,
Comunidad Autónoma de Extremadura, España). No
obstante, los dominios bizantinos en esa antigua
provincia apenas iban más allá de las tierras que
rodeaban a dichas localidades.
20 D. Gómez Aragonés (2013, pp. 55-56) es de la
opinión, sin embargo, de que es poco probable que
esa ciudad hubiese estado nunca en manos
bizantinas. Esto implicaría que Corduba no fuera
nunca la capital de los dominios del Imperio de
Oriente en la península ibérica.
21 Desconocemos si se trata del mismo Comentiolus
que fue general y mano derecha del emperador y a
quien se ha mencionado ya varias veces. La única
referencia al Comentiolus destinado en Hispania es
una inscripción (Corpus Inscriptionum Latinarum II
3.420; L’Année Épigraphique 1998, 624; Hispania
Epigraphica 7, 1997, 444 a-b) depositada en el Museo
Arqueológico Municipal de Cartagena que, traducida al
español, dice: «El patricio Comenciolo, enviado por el
emperador Mauricio contra los enemigos bárbaros
[...] general del ejército de Hispania [...]». Sobre la
duda de su atribución a ese personaje o a otros, cfr.
VALLEJO GIRVÉS (2012) pp. 294 y ss.
22 No obstante, sería una esposa más del harén de
Cosroes, pues los persas practicaban la poligamia.
23 Domitianus era primo de Mauricio y obispo de
Melitene (la actual Eski Malatya, en la provincia turca
de Malatya), a pesar de lo cual vivía en
Constantinopla, como asesor del emperador. Sobre
este personaje, cfr. KAEGI, W.E. y KAZHDAN, A.
(1991): «Domitianos», en The Oxford Dictionary of
Byzantium (Alexander P. Kazhdan, Ed.), Óxford-Nueva
York.
24 El monofisismo es una doctrina religiosa del
cristianismo surgida a en la primera mitad del siglo V.
Los monofisitas eran de la opinión de que Jesucristo
tenía dos naturalezas, la divina y la humana,
«separadas» pero «confundidas», de tal manera que
la naturaleza humana quedaba diluida en la mucho
más poderosa naturaleza divina, lo que en la práctica
conducía a que Cristo tuviera una sola naturaleza, la
divina. La Iglesia oficial sostenía (como sostienen hoy
en día las Iglesias Católica y Ortodoxa Griega) que las
dos naturalezas existen en Jesucristo y que lo hacen
«sin separación» y «sin confusión». Las creencias
monofisitas se mantienen actualmente en las Iglesias
Ortodoxas Siria, Siria de Oriente (de la India), Copta
(de Egipto), Etíope y Eritrea y la Iglesia Apostólica
Armenia.
25 Eso a pesar de que hacia 580, en su etapa (hasta
585) como apocrisiario (embajador) papal en
Constantinopla, había conocido al futuro emperador
Mauricio y hecho amistad con su familia.
26 El hipódromo (para los romanos, el circo) de
Constantinopla era un hervidero de pasiones políticas,
religiosas y sociales. De las antiguas cuatro facciones
tradicionales, identificadas por colores (los rojos, los
blancos, los azules y los verdes) solo quedaban los
azules y los verdes, que habían absorbido a las otras
dos. Los aficionados a estos equipos deportivos no se
contentaban solo con animarlos a muerte en el
hipódromo, sino que eran fácil presa para demagogos
que quisieran dirigir en su provecho las ansias de
buscar bronca de las facciones. Además, en esta
época cada una de ellas se adhería a una versión del
cristianismo: católicos (ortodoxos) los azules, y
monofisitas los verdes. Generalmente se
contrapesaban una a otra pero cuando se unían
podían desencadenar verdaderas revueltas, como la
de la Niké en 532 contra Justiniano I o esta contra
Mauricio.
27 DAIN (1967) pp. 317-392, especialmente 344-346;
WIITA (1978) pp. 15-49.
28 WIITA (1978) p. 21.
29 SCHEFFERUS, J.: Arriani Tactica et Maurici Artis
militaris libri duodecimo, Upsala, 1664.
30 AUSSARESSES (1906) pp. 23-40.
31 DENNIS (1981a) pp. 13-18; DENNIS (1984) p. XV.
32 Anth. Graec. IX 210.
33 VÂRI (1894).
34 DAIN (1967) p. 345.
35 DENNIS (1981a) pp. 16-17.
36 WIITA (1978) pp. 30-49.
37 Sobre este personaje, cfr. MARTINDALE (1992)
pp. 1022-1026.
38 El de la Theotokos (una advocación de la Virgen
María), que él mismo había fundado años antes en
Chrysopolis (Üskudar [Escútari], hoy barrio del casco
urbano asiático de Estambul, en la provincia de
Estambul, Turquía).
39 NICOLLE (1995b) p. 27.
40 BROWNING (1989) pp. 103-133.
41 ALEXIOU (2002) p. 77.
42 BROWNING (1989) pp. 103-104.
43 LEÓN VI, Tacticae Constitutiones , Migne PG 107,
1093A.
44 CONSTANTINO PORFIROGÉNITO, De
Administrando Imperio I 1; De Caerimoniis V 2, 4;
Alexiou ha comparado la obra de Mauricio con
Constantino VII Porfirogénito cuyas dos obras, De
Administrando Imperio y De Caerimoniis, contienen
evidencias de ese cambio lingüístico con una alta
proporción de latinismos para términos técnicos de la
vestimenta del ceremonial que sugieren conexiones
estrechas entre Oriente y Occidente; sobre este
particular, cfr. ALEXIOU (2002) p. 77 y 467, n. 17.
45 DAIN (1946) pp. 183-185; IRIGOIN (1958) pp.
208-227; IRIGOIN (1959) 177-180.
46 IRIGOIN (1959) pp. 189-190.
47 DAIN (1946) pp. 232-234; DAIN (1967) p. 386.
48 DAIN (1946) pp. 227-232; IRIGOIN (1959) pp.
189-190; DAIN (1967) p. 387.
49 DAIN (1967) p. 385.
50 DAIN (1967) pp. 354-357.
51 DAIN (1946) pp. 187-198; DENNIS (1981a) pp. 31-
33.
52 Sobre tratadistas militares anteriores a Mauricio,
cfr. DAIN (1967) pp. 317-344.
53 Sobre todos estos personajes de la historia
romana, D. Paniagua Aguilar, en su edición del citado
autor (Flavio Vegecio Renato: Compendio de táctica
militar, Edic. Cátedra. Madrid, 2006, pp. 148-150, ns.
41-48), da abundante información, que nosotros
podremos completar algo más. El primero de ellos,
Catón el Viejo (el Censor), se llamaba en realidad
Marcus Porcius Cato (234-149 a.C.) y fue un político
romano, cónsul en 195 a.C., quizá el más
tradicionalista de todos los políticos que dio su patria,
autor de la famosa frase «delenda esse Carthago»
(«Cartago debe ser destruida») (PLUTARCO: Vida de
Marco Catón 17) que señalaba que hasta que la
ciudad cartaginesa no fuese destruida, Roma no
podría bajar la guardia (él no lo llegaría a ver, pues la
ruina de Cartago tuvo finalmente lugar en 146 a.C.).
De su producción literaria, en lo que a asuntos
militares se refiere, se sabe que hacia 180 a. C.
escribió un manual enciclopédico de título Libri ad
filium (hoy perdido), destinado a la educación de su
hijo (Marcus Porcius Cato Licinianus) como buen
ciudadano y que, tocando diversos campos del saber,
también tenía una parte dedicada a asuntos militares;
Cornelio Celso (Aulus Cornelius Celsus) vivió entre c.
25 a.C. y 50 d.C. y fue un erudito romano que escribió,
quizás en tiempos del emperador Tiberio (Ti. Claudius
Nero, 14-37), una especie de enciclopedia titulada
Artes, de la que solo han sobrevivido los ocho libros
dedicados al arte de sanar y titulados en su conjunto
De Medicina. Entre las partes perdidas de la obra se
halla una dedicada a los asuntos militares; Frontino
(Sextus Iulius Frontinus) vivió entre los años 30 y 104
y, aparte de su producción literaria, fue un importante
político y militar romano (fue gobernador de Britannia
en 75-78, pocos años después procónsul de Asia y
llegó a ser cónsul tres veces: en 73 o 74, en 98 y en
100). Escribió algunas obras literarias, alguna sobre
asuntos de administración y algunas de temática
militar, como un tratado teórico sobre el arte militar
(perdido y del que solo tenemos referencias en otras
obras) y sus Stratagemata (Estratagemas) colección
de ejemplos de tácticas y estratagemas utilizadas por
militares de los mundos griego y romano, que
afortunadamente se ha conservado; Paterno es
¿Publius? Tarrutenius Paternus , un alto funcionario de
la administración romana del siglo II d.C. que fue
secretario ab epistulis latinis (secretario de la
cancillería latina) del emperador Marco Aurelio
(Marcus Aelius Aurelius Verus, 161-180), miembro de
s u comitatus («Estado Mayor»), desempeñando
desde él diversas misiones durante las guerras
danubianas del emperador en la década de 170, y en
179 nombrado Praefectus Praetorio (comandante de
la Guardia Pretoriana). Hacia 182, ya con Cómodo
(Lucius Aelius Aurelius Commodus, 180-192) en el
trono, mientras seguía en su cargo, fue acusado de
participar en una conspiración y hecho ejecutar por el
emperador. En lo que se refiere a su producción
literaria, esta fue de tipo jurídico, sistematizando en
cuatro libros (hoy perdidos) la doctrina jurídica del
sistema militar romano. Lo poco de su obra que ha
llegado hasta nosotros se encuentra en las Digesta,
una parte del Corpus Iuris Civilis de Justiniano I
(Flavius Petrus Sabbatius Iustinianus, 527-565); de
los emperadores Augusto (Caius Iulius Caesar
Octavianus, luego Imperator Caesar Augustus, 27 a.C.
- 14 d.C.), Trajano ( Marcus Vlpius Traianus , 98-117) y
Adriano (Publius Aelius Hadrianus, 117-138) no
diremos aquí nada que no se pueda encontrar en
cualquier enciclopedia. Sí mencionaremos la emisión
por su parte de muchas constitutiones
(constituciones) militares: decretos y disposiciones
promulgados por ellos y que afectaban a asuntos del
ejército, muchas de las cuales han llegado hasta
nosotros incluidas en el ya mencionado Corpus
justinianeo.
54 Aunque en este caso, viendo el tema que trata en
ese párrafo (cómo se construye y organiza un
campamento militar), podemos saber que está
haciendo referencia a autores como Polibio
(Historiae), el Pseudo-Higinio (De Munitionibus
Castrorum) o Vegecio (Epitoma Rei Militaris).
55 Siempre teniendo en cuenta, naturalmente, que el
poder divino al que se refiere Onasandro es el de los
dioses grecolatinos, mientras que el poder divino al
que Mauricio pide ayuda es el del Dios de los
cristianos.
56 Algunas de las influencias procopianas en la obra
de Mauricio las estudia Lillington-Martin (2010).
57 Sobre tratadistas militares bizantinos posteriores a
Mauricio, cfr. DAIN (1967), pp. 346-390.
58 Es bien sabido que hasta épocas no muy lejanas,
un hombre podía obtener un importante mando militar
no mediante la demostración de su pericia militar,
sino a través de su estatus social, las relaciones
familiares o el favor real o imperial, lo que implicaba
que muchos generales obtuviesen importantes
responsabilidades militares siendo cuando menos
inexpertos y en muchas ocasiones incompetentes (los
imperios Romano y Bizantino, en el caso que nos
ocupa, están llenos de ejemplos).
59 Sobre estas reformas, en las que no vamos a
incidir demasiado aquí por no ser el tema de este
estudio, hay abundantísima bibliografía, entre la que
podemos citar: NISCHER, E.C. (1923): «The Army
Reforms of Diocletian and Constantine and their
Modifications up to the Time of the Notitia
Dignitatum», Journal of Roman Studies 13; PARKER,
H.M.D. (1933): «The Legions of Diocletian and
Constantine», Journal of Roman Studies 23; VAN
BERCHEM, D. (1952): L’armée de Dioclétien et la
réforme constantinienne, París; HOFFMANN, D.
(1970): Das spätrömische Bewergunsheer und die
Notitia Dignitatum, Düsseldorf; SIMKINS, M. (1979):
The Roman Army from Hadrian to Constantine,
Óxford; McDOWALL, S. (1994): Late Roman
Infantryman 236-565 A.D., Óxford; McDOWALL, S.
(1995): Late Roman Calvalryman 236-565 AD, Óxford;
DIXON, K.R. y SOUTHERN, P. (1996): The Late
Roman Army, Londres; CROMWELL, R.S. (1998): The
Rise and Decline of the Late Roman Field Army,
Shippensburg (Pennsylvania); NICASIE, M.J. (1998):
Twilight of Empire. The Roman Army from the Reign
of Diocletian until the Battle of Adrianople,
Amsterdam; RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, J. (2006): «Las
reformas militares de Diocleciano y Constantino»,
Historia 16, 357, marzo . Además de todo esto, en los
capítulos correspondientes en obras más generales.
60 Entre estas tropas de maniobra, se crearían a lo
largo del siglo IV otras dos categorías; las palatinae
( d e palatium o palacio, lugar de residencia del
emperador), asignadas a la persona del emperador, y
que se convirtieron en las tropas más prestigiosas del
Imperio, y las pseudocomitatenses (o falsas
comitatenses), tropas fronterizas asignadas
temporalmente (a veces de modo ya fijo) a los
ejércitos comitatenses, pero sin tener (de ahí lo de
pseudo-) el prestigio, la paga y las condiciones de
servicio de las unidades de esta categoría (mejores
que las de los limitanei, de donde provenían los
pseudocomitatenses).
61 Esta importancia ya la habían prefigurado las
reformas del emperador Galieno (Publius Licinius
Egnatius Gallienus, 253-268), que aumentó
grandemente la recluta de unidades de caballería
entre los pueblos del Imperio con especiales
habilidades para esta especialidad militar (equites
Mauri o Mauretanici, equites Dalmatae y equites
Osrhoenae) y constituyó unidades de caballería
pesada (los clibanarii o cataphractarii) al estilo
persa.
62 Que empezó muy prometedora pero que terminó
con una retirada en toda regla que causó numerosas
bajas, incluida la del emperador, muerto en una
escaramuza el 26 de junio de 363 junto a una
localidad llamada Phrygia (actualmente de ubicación
desconocida, pero en las cercanías surorientales de
Sāmarrā’, provincia de Salahuddīn [Saladino], Irak).
63 El emperador Valente y gran parte del ejército de
maniobra de la parte oriental del Imperio (la parte
occidental estaba entonces al mando de Graciano
[Flavius Gratianus, 375-383], sobrino de Valente),
fueron aniquilados por los visigodos junto a la ciudad
d e Hadrianopolis (la actual Edirne, en la provincia
turca del mismo nombre), en la provincia de
Haemimontus, el 9 de agosto de 378.
64 Agatías (V 13, 7) nos dice que el contingente
militar del Imperio había llegado a ese número desde
los seiscientos cuarenta y cinco mil hombres que
había tenido en tiempos del Imperio unificado. Otras
estimaciones (SYVÄNNE [2013] p. 11) sitúan el
contingente total del ejército justinianeo en un total
de entre trescientos mil y trescientos cincuenta mil
soldados y el mismo Procopio de Cesárea (De Bello
Gothico VI 28, 10) lo asciende (exageradamente, en
nuestra opinión) a medio millón de soldados en los
tiempos de la guerra contra los ostrogodos en Italia
(535-554). Cfr. también McGEER y KAZHDAN (1991)
p. 184.
65 A pesar de ser designado jefe de esta expedición a
tierras occidentales, mantuvo el título.
66 Procopio De Bello Vandalico III 11, 2 y 10-11.
67 Procopio De Bello Gothico V 5, 2. Los isaurios
pertenecían a una etnia montañosa del sur de la
actual Turquía cuyos miembros tenían fama de ser
buenos militares. En época altoimperial vivían en la
escabrosa parte occidental de la provincia de Cilicia,
región que a comienzos del siglo IV d.C. fue
convertida en la provincia de Isauria. Con hombres de
esta procedencia llegó el emperador Probo (Marcus
Aurelius Probus, 276-282) a crear durante su Imperio
tres legiones: la I Isauria Sagittaria, la II Isauria y la
III Isauria (sobre la trayectoria de estas unidades
puede consultarse RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, J.:
Historia de las legiones romanas, Madrid, 2001 [2ª
edición de 2003], cada una en su entrada
correspondiente). Con León I el Isaurio (Favius
Valerius Leo, 457-474) uno de los suyos llegó a ocupar
el trono del Imperio Romano de Oriente, sucediéndole
en el mismo su yerno, también isaurio, Zenón
(Tarasicodissa, 474-491) y con León III, también
llamado el Isaurio (717-741) los miembros de esta
etnia llegaron a proporcionar al ya Imperio Bizantino
una dinastía, la Isáurica, que mantendría el trono
hasta el año 802.
68 El mencionado Belisarius llegó a tener siete mil de
ellos a sus órdenes (Procopio De Bello Gothico VII 1,
18-20).
69 RAVEGNANI (2007) p. 71.
70 RAVEGNANI (2007) pp. 72-75; SYVÄNNE (2013) p.
13

Bibliografía
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Nota sobre la presente


traducción
La edición griega sobre la que se ha
basado nuestra traducción es la de G.T.
D e n n i s , Das Strategikon des Maurikios,
Viena, 1981. La presente edición viene
acompañada de un glosario de términos
técnicos y militares. Para una rápida
consulta, en la propia traducción se ha
resaltado en negrita aquellas entradas
contenidas en el glosario.

Abreviaturas
c.: alrededor de.
cap.: capítulo.
cfr.: confrontar.
col., cols.: columna, columnas.
ed., eds.: editor, editores.
edic.: edición.
Fig.: figura (ilustración)
Gl.: Glosario.
Int.: Introducción.
lat.: en latín.
n., ns.: nota, notas.
ND Or.: Notitia Dignitatum, pars Orientis.
p., pp.: página, páginas.
PIR2: DESSAU, H., GROAG, E., STEIN, A.,
PETERSEN, L. y ROHDEN, P. von:
Prosopographia Imperii Romani, Berlín-
Ámsterdam, 1933. (2.ª edición).
RE: Real-Encyclopädie der Classischen
Altertumswissenschaft. Stuttgart, 1895 en
adelante.
Tx.: Texto.
vol., vols.: volumen, volúmenes.
Strategikon
(Sobre el general) de
Mauricio, emperador
de Oriente
PREÁMBULO
LIBRO I
INTRODUCCIÓN
Capítulo 1. De qué modo es conveniente que
los soldados se adiestren en su instrucción
Capítulo 2. De qué modo es conveniente
armar a los jinetes y de qué equipo básico
deben ser provistos
Capítulo 3. Sobre los varios títulos de los
oficiales1 y los soldados
Capítulo 4. De qué modo es conveniente
dividir al ejército y a sus oficiales
Capítulo 5. Cómo los comandantes de los
tagmas deben elegir a sus oficiales
subordinados y líderes para el combate y
organizar los tagmas en contubernios
Capítulo 6. Los reglamentos sobre los delitos
militares que se deben dar a la tropa
Capítulo 7. Los reglamentos sobre los delitos
militares que se deben dar a los
comandantes de los tagmas
Capítulo 8. Sobre los castigos militares
Capítulo 9. Qué organización debe tener el
ejército en su propio territorio cuando no
hay actividad hostil

LIBRO II
SOBRE LA FORMACIÓN DE LA
CABALLERÍA
Capítulo 1. Sobre la utilidad y necesidad de
formar al ejército en dos líneas
Capítulo 2. De la organización de los
tagmas en la línea de batalla
Capítulo 3. Tropas de asalto y de defensa
Capítulo 4. Sobre los flanqueadores y
flanqueadores de ataque
Capítulo 5. Emboscadas en la retaguardia o
en los flancos de la línea enemiga
Capítulo 6. Sobre la profundidad de la
formación
Capítulo 7. Sobre los contubernios
Capítulo 8. Sobre el armamento
Capítulo 9. Sobre el cuerpo médico
Capítulo 10. Sobre los banderines de las
lanzas
Capítulo 11. Sobre los espías o los
exploradores
Capítulo 12. Sobre los mensores y las
partidas aposentadoras
Capítulo 13. Sobre las distancias entre los
meros y las líneas de combate
Capítulo 14. Sobre el tamaño y diferencia
entre los estandartes
Capítulo 15. Sobre la custodia de los
estandartes
Capítulo 16. Sobre el lugar de los oficiales
Capítulo 17. Sobre los que tocan los cuernos
Capítulo 18. Sobre los gritos de batalla que
se dan en medio del conflicto
Capítulo 19. Sobre los heraldos
Capítulo 20. Sobre la conveniencia del uso
de dos estandartes

LIBRO III
SOBRE LA FORMACIÓN DE LOS TAGMAS
Capítulo 1. Los símbolos usados para ilustrar
las formaciones de los tagmas
Capítulo 2. La formación de los tagmas
pretendiendo una fuerza de trescientos diez
hombres
Capítulo 3. Esquema del mismo tagma con
sus flancos en orden cerrado
Capítulo 4. Esquema del mismo tagma con
ambos flancos y la retaguardia en orden
cerrado
Capítulo 5. Métodos de entrenamiento del
tagma
Capítulo 6. La formación de los meros.
Explicación de los símbolos que ilustran la
formación de los meros y su personal
Capítulo 7. Explicación de los símbolos que
ilustran la formación de la primera y de la
segunda línea
Capítulo 8. Formación de la línea al completo
cuando la impedimenta está presente
Capítulo 9. Un meros individualizado
Capítulo 10. Formación de un ejército de
fuerza moderada
Capítulo 11. Órdenes generales
Capítulo 12. Órdenes a las tropas de primera
línea
Capítulo 13. Órdenes a los flanqueadores
Capítulo 14. Órdenes a los flanqueadores
de ataque
Capítulo 15. Órdenes a las tropas de la
segunda línea
Capítulo 16. Órdenes a las tropas asignadas
a las emboscadas

LIBRO IV
SOBRE LAS EMBOSCADAS
Capítulo 1. Sobre las emboscadas y
estratagemas contra tropas enemigas
superiores
Capítulo 2. Sobre las emboscadas de los
escitas
Capítulo 3. Sobre las emboscadas realizadas
por ambas partes
Capítulo 4. Sobre el momento más oportuno
para las emboscadas
Capítulo 5. Sobre la conveniencia del uso de
formaciones irregulares para emboscadas o
ataques por sorpresa

LIBRO V
SOBRE LA IMPEDIMENTA
Capítulo 1. Sobre las precauciones a tener en
cuenta al llevar la impedimenta al campo de
batalla
Capítulo 2. Sobre los caballos de reserva
Capítulo 3. Sobre la impedimenta no
necesaria
Capítulo 4. Sobre los campamentos
intermedios
Capítulo 5. Sobre la protección de la
impedimenta durante la marcha

LIBRO VI
SOBRE LA DIVISIÓN DEL EJÉRCITO Y
SOBRE LA INSTRUCCIÓN MILITAR
Preámbulo
Capítulo 1. Sobre la instrucción a la escítica,
simulación
Capítulo 2. Sobre la instrucción a la alana,
simulación
Capítulo 3. Sobre la instrucción a la africana,
simulación
Capítulo 4. Sobre la instrucción a la itálica, la
más habitual
Capítulo 5. De qué modo se han de ejercitar
los flanqueadores y flanqueadores de
ataque

LIBRO VII
PARTE A. SOBRE EL GENERAL. LOS
PUNTOS A CONSIDERAR POR EL
GENERAL ANTES DEL DÍA DE LA
BATALLA
Preámbulo
Capítulo 1. Sobre la bendición de las
banderas
Capítulo 2. Sobre la organización de los
contubernios
Capítulo 3. Sobre la reunión de información
sobre el enemigo
Capítulo 4. Sobre el uso de la arenga para
animar a las tropas
Capítulo 5. Sobre los prisioneros enemigos
tomados por las patrullas
Capítulo 6. Sobre el castigo a los
delincuentes
Capítulo 7. Sobre la manutención de los
soldados, sus caballos y sus campamentos
Capítulo 8. Sobre las consultas con los
merarcas acerca del campo de batalla
Capítulo 9. Sobre la forma de abrevar los
caballos
Capítulo 10. Sobre las raciones transportadas
en las alforjas
Capítulo 11. Sobre cómo hacer la guerra
contra gentes desconocidas
Capítulo 12. Sobre los ataques sorpresa del
enemigo durante la marcha
Capítulo 13. Sobre los campamentos y el
cuidado de los caballos en su interior
Capítulo 14. Sobre cómo no hay que saquear
los cuerpos de los enemigos durante la
batalla
Capítulo 15. Sobre los pueblos semejantes al
enemigo

PARTE B. SOBRE LOS PUNTOS A SER


OBSERVADOS EL DÍA DE LA BATALLA
Capítulo 1. Sobre cómo no agobiar al
estrategos durante el día de la batalla
Capítulo 2. Sobre los arqueros enemigos
Capítulo 3. Sobre cómo no hay que entablar
combate con el enemigo o mostrar nuestra
propia fuerza antes de conocer sus
intenciones
Capítulo 4. Sobre la ocultación de la segunda
línea cuando es incapaz de seguir detrás de
la primera, para que las dos parezcan como
una sola
Capítulo 5. Sobre la táctica y el método de
enfrentarse a un ataque sorpresa del
enemigo
Capítulo 6. Sobre los heridos
Capítulo 7. Sobre la fuerza aparente del
enemigo
Capítulo 8. Sobre la prevención de
reconocimientos hostiles de nuestra línea
Capítulo 9. Sobre cómo proteger el
campamento
Capítulo 10. Sobre cómo reunir forraje
Capítulo 11. Sobre un desenlace adverso
Capítulo 12. Sobre un desenlace favorable en
la batalla
Capítulo 13. Sobre el reconocimiento
Capítulo 14. Sobre cómo no exponer nuestra
segunda línea demasiado pronto
Capítulo 15. Sobre el mantenimiento
brillante de la superficie de las armas para
ser vistos de lejos antes de la batalla
Capítulo 16. Sobre la recapitulación de las
obligaciones de cada merarca
Capítulo 17. Sobre la recapitulación del tipo
de obligaciones que tienen asignadas los
comandantes de cada tagma, los
moirarcas y los merarcas, para que cada
uno sepa su obligación

LIBRO VIII
Capítulo 1. Sobre las instrucciones generales
para el comandante
Capítulo 2. Lemas

LIBRO IX
SOBRE LOS ATAQUES SORPRESA
Capítulo 1. Sobre los ataques sorpresa
Capítulo 2. Sobre los ataques nocturnos
Capítulo 3. Sobre las incursiones en territorio
hostil: avance seguro por él y su saqueo sin
sufrir pérdidas
Capítulo 4. Sobre el paso por desfiladeros y
territorio escabroso
Capítulo 5. Cómo hay que espiar al enemigo
y cómo hay que capturar a los exploradores
o enemigos intentando infiltrarse en nuestro
ejército

LIBRO X
Capítulo 1. Cómo se debe organizar un
asedio a las fortalezas del enemigo si la
oportunidad lo permite
Capítulo 2. Como se debe hacer un
encuentro con incursiones hostiles dentro
de nuestro propio territorio
Capítulo 3. Cómo se debe soportar un asedio
que se supone largo
Capítulo 4. Cómo se debe construir una
fortaleza fronteriza con cautela y sin
entablar combate abierto

LIBRO XI
SOBRE LAS COSTUMBRES Y TÁCTICAS
DE LOS DIVERSOS PUEBLOS
Introducción
Capítulo 1. Cómo hay que tratar con los
persas
Capítulo 2. Cómo hay que tratar con los
escitas, es decir, ávaros, turcos y otros
cuyo tipo de vida se asemeja al de los
pueblos hunos
Capítulo 3. Cómo hay que tratar con los
pueblos de cabello claro, como los
francos, lombardos y otros como ellos
Capítulo 4. Cómo hay que tratar con los
eslavos, los antes y otros pueblos
similares

LIBRO XII
PARTE A. SOBRE EL ORDEN DE BATALLA
MIXTO
Capítulo 1. Cómo hay que hacer una
formación de un orden de batalla mixto.
Lista de símbolos para las unidades en una
fuerza mixta
Capítulo 2. El orden de batalla llamado mixto
Capítulo 3. La primera formación de batalla
para la caballería
Capítulo 4. Otra formación
Capítulo 5. El orden de batalla llamado
lateral
Capítulo 6. Formación en columna
Capítulo 7. La formación llamada convexa

PARTE B. SOBRE LAS FORMACIONES DE


INFANTERÍA
Preámbulo
Capítulo 1. Qué vestimenta debe llevar la
infantería
Capítulo 2. Cómo debe ser el entrenamiento
del infante con armamento pesado
Capítulo 3. Cómo debe ser el entrenamiento
del infante con armamento ligero y de los
arqueros
Capítulo 4. Sobre el armamento. Qué armas
debe llevar la infantería pesada
Capítulo 5. Qué armas debe llevar la
infantería ligera
Capítulo 6. Qué equipo esencial hay que
tener siempre presente y a mano
Capítulo 7. Los soldados de cada aritmos
que deben ser asignados a tareas
especializadas
Capítulo 8. Cómo se deben organizar las
tropas de infantería y sus oficiales
Capítulo 9. Cómo debe ser la asignación de
personal y organización de los tagmas de
infantería
Capítulo 10. Órdenes que deben ser
impartidas sobre los castigos
Capítulo 11. Cómo debe ser la formación de
los tagmas de infantería pesada
Capítulo 12. Cómo debe ser la formación de
la infantería ligera junto a infantería y
caballería pesada
Capítulo 13. Cómo debe ser la formación de
la caballería junto a infantería pesada
Capítulo 14. En qué movimientos se debe
ejercitar la infantería
Capítulo 15. Un segundo ejercicio
Capítulo 16. Cómo comenzar los
movimientos anteriormente mencionados
Capítulo 17. Cómo debe ser la formación de
la línea de batalla y el entrenamiento en
resistir al enemigo
Capítulo 18. Cómo hay que acomodar los
carros y la impedimenta
Capítulo 19. Cómo debe ser el método de
marcha con el enemigo en las cercanías
Capítulo 20. Cómo hay que atravesar zonas
boscosas, zonas escabrosas y pasos
angostos por parte de la infantería
Capítulo 21. Cómo debe ser el transporte por
ríos y el cruce de ríos frente al enemigo
Capítulo 22. Cómo construir campamentos
fortificados
Capítulo 23. Cuestiones a ser consideradas
por el estrategos de infantería en día de
batalla
Capítulo 24. Sinopsis de la instrucción
anteriormente señalada que debe ser
conocida por los tribunos o comandantes
de los tagmas de infantería

PARTE C. DIAGRAMA DE UN
CAMPAMENTO FORTIFICADO
PARTE D. SOBRE LA CAZA. CÓMO SE
DEBEN CAZAR ANIMALES SALVAJES
SIN HERIDAS GRAVES O GRAVES
ACCIDENTES
1 Traducimos como oficiales lo que en el texto griego
se llama arcontes (ἀρχόντοι), el equivalente de un
prefecto (praefectus) romano.
Preámbulo
Las palabras y los hechos guíe la Santísima
Trinidad, nuestro Dios y Salvador, constante
esperanza y seguridad de la Divina
Asistencia que dirige empresas importantes
y beneficiosas a una conclusión favorable1.
Si aquello que hemos escrito fuera
deficiente, pues somos hombres limitados y
nos ha motivado la única devoción al Estado,
la Sagrada Trinidad lo solucionará
volviéndolo a nuestro favor proporcionando
guía a quienes lo lean. Pueda esto suceder
por la intercesión de Nuestra Señora, la
Inmaculada, siempre Virgen Madre de Dios,
María, y por Todos los Santos, para la
bendición de Nuestro Señor por los siglos de
los siglos. Amen.
El estado de las fuerzas armadas ha sido
desatendido durante largo tiempo y [su
mantenimiento] ha caído tan completamente
en el olvido, por así decirlo, que aquellos que
asumen el mando de las tropas no entienden
nada sobre los más obvios asuntos y sufren
todo tipo de dificultades. A veces los
soldados son culpados de la falta de
entrenamiento, a veces el estrategos de
inexperiencia. Hemos resuelto, por
consiguiente, hacer un escrito sobre este
asunto, tan bueno como podamos, sucinto y
simple, basándonos en parte en autores
antiguos y en parte en nuestra limitada
experiencia en el servicio activo, atendiendo
más a la utilidad práctica que al léxico.
Haciendo esto, no tenemos pretensiones de
abrir nuevos campos o mejorar a los
antiguos. Aquellos dirigían escritos a
hombres con conocimientos y experiencia,
llenos de tópicos no fácilmente entendibles
por legos, dando por sobreentendido lo
básico, asuntos introductorios que son
particularmente necesarios en nuestros días.
A nuestro juicio, es esencial no dar por
sobreentendidas incluso las cosas más
obvias, que son fundamentales si uno quiere
mandar tropas con éxito. Hemos, entonces,
diseñado más bien un modesto manual o
introducción para aquellos dedicados al
generalato, que debería facilitar el progreso
a aquellos que desean avanzar en un mejor
y más detallado conocimiento de aquellas
tácticas y teorías. Por esta razón, como ya
remarcamos, no hemos puesto atención a la
precisión o a la sonoridad de las palabras.
Esto que estamos haciendo no es algo
sagrado. Nuestra preocupación, más bien, ha
estado en la utilidad y brevedad de la
expresión. De ahí que hayan sido empleados
un buen número de términos latinos y otras
expresiones militares de uso ordinario para
una comprensión más sencilla en los asuntos
tratados. Si, entonces, se encuentra algo
provechoso en este texto, gracias sean
dadas al Todopoderoso, quien nos ha
favorecido con algún entendimiento en estas
materias. Y si cada estrategos por su
propia experiencia y diligencia llegara a
saber aún más sobre estos asuntos, gracias
sean dadas nuevamente al Señor, quien nos
da todas las cosas buenas, y así quizá con
nuestro empeño seamos juzgados con
misericordia. Primeramente, urgimos al
estrategos a que su tarea más importante
sea el amar a Dios y a la justicia2;
conseguido esto, debe esforzarse en ganar el
favor de Dios, sin el cual es imposible llevar
a cabo ningún plan, por bien urdido que
parezca, ni se puede vencer a cualquier
enemigo, aunque parezca débil. Todas estas
cosas están regidas por la Providencia de
Dios, una Providencia que se extiende tanto
a los pájaros como a los peces. Como un
timonel, incluso el mejor, encuentra que su
habilidad no sirve de nada cuando el viento
no sopla favorablemente, pero cuando lo
tiene de su lado y pone su habilidad en ello
no tiene dificultad en doblar la velocidad de
la nave, así también el buen estrategos,
armado con el favor de Dios y sin pausa para
la inercia, empleando sus conocimientos
tácticos y estratégicos, dirige con seguridad
el ejército que le ha sido confiado y es capaz
de contrarrestar las varias maquinaciones
del enemigo3. Esto es lo que hace que las
cosas cambien a favor de la ventaja de uno y
lo que lleva a los planes propios a una
conclusión favorable. Para aquellos con los
que trata, el estrategos debe aparecer
tranquilo y despreocupado; su comida y
ropas deben parecer sencillas y simples, su
entorno no debe parecer elaborado y
ostentoso; debe aparentar ser incansable y
atento a la hora de atender a sus deberes,
no negligente o despreocupado; con
diligencia y persistencia podrá enderezar las
más difíciles situaciones. Si uno no muestra
preocupación por un problema, el problema
no mostrará preocupación hacia él.
Él debería a menudo deliberar acerca de
sus más serios problemas y poner en
práctica lo que ha decidido con el mínimo
retraso y riesgo como sea posible. La
oportunidad es el médico de los problemas.
Para sus subordinados, él debe parecer
equilibrado. No debe ser de fácil trato con
aquellos que han cometido actos de cobardía
o actos negligentes en la esperanza de ser
considerado como buen líder, pues un buen
líder no alienta la cobardía y la vagancia. Por
otro lado, no debe castigar precipitadamente
y sin una completa investigación solo para
mostrar que puede actuar con firmeza. Lo
primero conduce al desprecio y a la
desobediencia; lo otro sirve para merecer el
odio con todas sus consecuencias. Ambos
son extremos. El mejor camino es la unión
de miedo y justicia, esto es, imponer un
justo castigo a los delincuentes tras las
pruebas de culpabilidad. Esto, para los
hombres razonables, no es un castigo sino
corrección y ayuda en el mantenimiento del
orden y la disciplina.

1 El emperador Mauricio había emitido un decreto


según el cual todos los documentos imperiales
deberían ir encabezados con la fórmula: «en el
nombre de Nuestro Señor Jesucristo, nuestro Dios y
Salvador». Más adelante, la fórmula de la Trinidad
pasó a ser de uso habitual. La primera mención que
tenemos del empleo de esa última fórmula es del año
605. Cfr. WIITA (1977) p. 21; DENNIS (1984) p. 8, n.
1.
2 Quinientos años después las enseñanzas del
Strategikon, Kekaumenos, noble greco-armenio que
vivió en la segunda mitad del siglo XI, escribió otro
tratado militar también llamado Strategikon en el cual
plantea como básicas doctrinas emanadas del texto
de Mauricio o incluso casi copiadas, como es el caso
del capítulo 82: «Da la orden a tus generales de
comportarse con moderación y piedad y no actuar
veleidosamente y expresar su rabia en cualquier
persona, y que salvaguarden a los jueces de modo
que juzguen con el miedo de Dios y con la Justicia».
3 En el Codex Iustiniani I 46, 4pr. se habla de la
importancia que tiene el general al mando (lo que
sería un estrategos para Mauricio) en zonas
fronterizas en relación a mantener la capacidad de
sus fuerzas, su número y calidad (entrenamiento) y
las plazas a él encargadas.
Libro I
Capítulo 1. De qué modo es conveniente que
los soldados se adiestren en su instrucción
Capítulo 2. De qué modo es conveniente
armar a los jinetes y de qué equipo básico
deben ser provistos
Capítulo 3. Sobre los varios títulos de los
oficiales y los soldados
Capítulo 4. De qué modo es conveniente
dividir al ejército y a sus oficiales
Capítulo 5. Cómo los comandantes de los
tagmas deben elegir a sus oficiales
subordinados y líderes para el combate y
organizar los tagmas en contubernios
Capítulo 6. Los reglamentos sobre los delitos
militares que se deben dar a la tropa
Capítulo 7. Los reglamentos sobre los delitos
militares que se deben dar a los
comandantes de los tagmas
Capítulo 8. Sobre los castigos militares
Capítulo 9. Qué organización debe tener el
ejército en su propio territorio cuando no
hay actividad hostil

INTRODUCCIÓN

Libro I, capítulo 1. De qué modo es


conveniente que los soldados se
adiestren en su instrucción
El infante debe ser entrenado en disparar
las flechas rápidamente a pie, tanto a la
manera romana como la persa1. La
celeridad proporciona a la flecha rapidez y
fuerza. Esto ha de ser practicado también,
por su utilidad, por los jinetes. Del mismo
modo dispararla a destiempo es inútil,
aunque parezca que se ha lanzado bien. Por
ello debe aprenderse, por parte de la
infantería, a disparar con rapidez a corta
distancia a una lanza o algún otro tipo de
blanco. También los jinetes a galope deben
practicar el disparar con rapidez, hacia el
frente, hacia atrás, a la derecha y a la
izquierda. También que puedan
descabalgar2 y rápidamente montar a la
carrera, para disparar una y otra flecha y
luego recolocar el arco tenso en su funda3 si
esta es suficientemente grande, o en una
media vaina apropiada para este uso. Y con
la mano coger la lanza que portan en la
espalda, para que tengan el arco templado
en la vaina y puedan intercambiarlo por la
lanza. Y rápidamente, también a la inversa,
recolocar la lanza en la espalda y retomar el
arco.
Es verdaderamente útil mandar hacer estos
ejercicios a los soldados, también en marcha
por su propio territorio, cabalgando en sus
propios caballos. Esos ejercicios, del mismo
modo, no interfieren con la marcha y fatigan
menos a los caballos.

Libro I, capítulo 2. De qué modo es


conveniente armar a los jinetes y de
qué equipo básico deben ser provistos
Con el entrenamiento del soldado
progresando convenientemente, es
necesario que los oficiales armen a sus
propios soldados y les provean de lo
necesario para la campaña mientras
permanecen en los campamentos de
invierno. Cada soldado debe tener las armas
que le corresponden según su rango y recibir
la paga según sus prerrogativas. Esto vale,
sobre todo, para el comandante de un
meros, de un moira o de un tagma, y para
los hecatontarcas, decarcas, pentarcas y
tetrarcas, para los bucelarios y tropas
federadas. Todos ellos deben tener cotas
de malla con capucha, largas hasta los
tobillos y realizadas con correas y anillos y
con su forro. Yelmos con pequeñas plumas
en el vértice superior. Asimismo deben tener
arcos adecuados a la fuerza de cada uno y
no más potentes, incluso es mejor un poco
más débiles. Carcajs suficientemente
grandes para poder encajar cuando sea
necesario los arcos tensados en ellos, con
cuerdas de arco disponibles en las bolsas de
la silla de montar; aljabas con cubierta con
capacidad para treinta o cuarenta flechas. En
su tahalí, pequeñas limas y punzones, lanzas
de caballería del tipo ávaro con
estandartes y con correas de cuero en el
medio del mango, espadas, collares
redondos también del tipo ávaro, con pelo
de lino en el interior y más raramente en el
exterior4. Los novatos extranjeros que no
tienen destreza con el arco, deben tener
lanzas con escudos. No es mala idea que los
bucelarios usen guanteletes de hierro,
pequeñas borlas en los cuartos traseros y
delanteros de los caballos y pequeños
mantos sobre las cotas de malla en los
hombros. Asimismo cuanto más cuidado esté
el armamento y el equipo del soldado, tanto
más orgulloso estará de sí y más formidable
parecerá al enemigo.
También es preciso que todos los jóvenes
romanos, excepto los extranjeros, hasta los
cuarenta años estén obligados a saber
disparar según lo prescrito o al menos en
parte, pero, en todo caso, a llevar arco y
carcaj. Deben tener dos lanzas para que si
una no se tiene a mano, a ser posible se
tenga la otra. Asimismo los soldados sin
experiencia deben usar arcos más ligeros. Si
desconocen este arte, deben llegar a
conocerlo y dominarlo con el tiempo, lo cual
es necesario.
Es necesario que los caballos, máxime los
de los oficiales y los de aquellos con
funciones especializadas, tengan testera de
hierro para la cabeza y protectores de hierro
para el pecho y cuello con fieltro5, todo ello
al estilo ávaro6 sobre todo aquellos que
deben combatir y estar en primera línea7.
Las sillas de montar deben tener mantas
amplias y espesas; las bridas deben ser de
buena calidad. En las sillas ha de haber dos
estribos8 de hierro, un macuto de piel, un
lazo y una alforja en la silla, del tamaño en
el que puedan colocar raciones para tres o
cuatro días para uso de los soldados. Cuatro
borlas en los cuartos traseros y una borla en
la parte de la cabeza y así mismo una bajo
el mentón del caballo9.
En preciso que las vestimentas10 de los
jinetes sean anchas y largas al estilo de los
ávaros, esto es, túnicas de lino de piel de
cabra o lana cruda. Así cuando se sienten en
los caballos que parezca que cubren sus
rodillas y que sean vistos así de forma
elegante.
Asimismo, también deben estar provistos
de una capa amplia, esto es, un manto de
fieltro con capucha y con mangas, todo ello
suficientemente largo para que cubra la
lóriga y el arco. Entonces, en el caso de que
caiga una lluvia fuerte o haya humedad en el
ambiente por el rocío, protege la lóriga y el
arco. De esta forma quedan protegidas las
armas y no se impide el uso del arco o de la
lanza. También son necesarios los mantos o
capas durante las patrullas de exploración.
Así, de este modo, los enemigos no
distinguen el brillo de las armaduras,
evidentemente por estar cubiertas, y
además protegen de las armas arrojadizas
de aquellos.
Igualmente cada contubernio debe tener
una tienda así como hoces y hachas para
hacer frente a cualquier necesidad. Que las
tiendas sean de estilo ávaro, pues combinan
utilidad y buena apariencia11.
Asimismo, que se obligue a los soldados,
especialmente aquellos que reciben las
raciones para los familiares, a proveerse de
sirvientes, sean esclavos12 u hombres libres,
de acuerdo a las leyes vigentes13. Y que el
soldado sea diligente en el momento de
gastarse la paga. También ha de cuidarse de
inscribir [en el registro militar] a los
sirvientes a su servicio y sus armas, y debe
hacerse una pesquisa para saber bajo qué
tipo de título reciben su paga, no sea que
tras despreocuparse y quedarse sin
sirvientes se vean obligados en el momento
del combate a separarse de sus compañeros
de filas para vigilar la impedimenta, y evitar
que sean pocos los que luchan en las
primeras filas. Pero si, como pudiera suceder
fácilmente, alguno de los hombres no tiene
capacidad para permitirse sirvientes,
entonces será necesario requerir a tres o
cuatro soldados de menor rango que
colaboren en la manutención de un sirviente.
Un arreglo similar debe ser seguido con los
animales de carga, los cuales son necesarios
para transportar las lórigas y las tiendas de
los soldados.
Es necesario, también, que la parte
superior de las banderas de los meros sean
del mismo color, y los banderines de cada
moira deben tener también su propio color
para que cada tagma pueda reconocer
rápidamente su bandera. Es necesario
también que cualquier enseña peculiar se
añada a la parte superior de las banderas,
para que sea reconocida por los soldados, y
entre ellos se reconozcan y distingan cada
meros, moira y tagma. Los estandartes
de los merarcas deben ser particularmente
llamativos y visibles, para que sean
reconocidos por sus tropas a gran distancia.
El estrategos debe tener cuidado de que
los carros de la impedimenta transporten
armas de reserva, especialmente arcos y
flechas, para reemplazar esas mismas
armas, que se pierden fácilmente.
Es conveniente también que los oficiales de
los tagmas, durante el invierno, no teman
comprar en la región las cosas necesarias si
carecen de ellas y que los merarcas
investiguen cuántos caballos hay y qué clase
y tipo de equipamiento llevan los soldados
bajo su mando, para que el estrategos se
preocupe en este tiempo de comprar todo
aquello que los soldados puedan necesitar.
Es conveniente que además de la casaca
de cuero para las lórigas, los soldados
tengan otra más ligera, que en tiempos de
conflicto o durante las escaramuzas debe ser
transportada tras la silla, en la parte
posterior de los lomos de los caballos.
Entonces, en el caso de que suceda un
contratiempo, si los hombres con los caballos
de reserva desaparecen por un día, las
lórigas no quedarán sin protección y se
estropearán. Y los soldados no estarán
siempre cargados con el peso de la lóriga.

Libro I, capítulo 3. Sobre los varios


títulos de los oficiales y los soldados
Ahora que hemos descrito el
entrenamiento del soldado individual y su
armamento, pensamos que debemos
explicar también el significado de los
nombres de los oficiales, las unidades y los
otros soldados que participan en todos los
ejercicios tácticos. Nuestra intención
haciendo esto es dar a nuestros lectores un
más atinado conocimiento para que, a la
primera mención de dichos nombres, no
puedan decir que desconocen aquello de lo
que se habla.
En primer lugar, la cabeza y el comandante
de todo el ejército es llamado estrategos,
el hombre en segundo lugar tras él es el
hypostrategos. El merarca es el
encargado de mandar un meros; el
moirarca es el que manda un moira y es
llamado duque14. Un meros o división es
una agrupación compuesta por tres moiras.
Un moira está compuesto por tagmas,
aritmos o banderas15. Un conde16 o
tribuno es el que manda el tagma,
aritmos o bandera. Ilarca es el término
para el primero de los hecatontarcas, que
es el segundo en el mando de un conde o
un tribuno. Un hecatontarca manda cien
hombres, al igual que un decarca manda
diez y el pentarca cinco. El tetrarca,
también conocido como el guardia17, es el
jefe de la retaguardia y el último en la fila. El
portaestandarte18 lleva la insignia de la
bandera. El siguiente en el mando tras él es
el ordenanza. El moirarca de los
optimates es denominado como taxiarca.
El soldado auxiliar o portador de escudo de
uno de los optimates es llamado hombre de
armas.
Tropas de asalto19 es el término usado
para aquellos que salen de la línea principal
de batalla y avanzan hacia el enemigo en
retirada. Tropas de defensa20 son
aquellos que les siguen, no cargando o
rompiendo las filas, sino marchando en buen
orden como apoyo a las tropas de asalto si
ellas se retirasen21. Enfermeros22 es el
nombre de aquellos que siguen tras las
líneas para rescatar y cuidar a los que
queden heridos durante la batalla. Las
avanzadillas23 son aquellas tropas que van
delante de la columna principal para
reconocer y buscar buenos caminos y lugares
para establecer el campamento.
Mensores24 son aquellos que miden y
preparan los campamentos. Los espías son
llamados exploradores25. Flanqueadores
son aquellos asignados a proteger los flancos
de la primera línea. Flanqueadores de
ataque son aquellos designados para
envolver a las alas enemigas. La
impedimenta consiste en los suministros de
los soldados, incluyendo a los sirvientes, la
manada de animales26 y otras bestias.
Libro I, capítulo 4. De qué modo es
conveniente dividir al ejército y a sus
oficiales
Después de que los soldados hayan sido
armados según el reglamento y hechos los
preparativos para conseguir los suministros
necesarios para el ejército y se haya dado
nombre a cada una de las clases de oficiales
y tropa, el ejército debe quedar dividido en
varias unidades y mandos y se debe poner al
frente oficiales competentes.
Los tagmas deben estar formados por una
fuerza variable de trescientos a
cuatrocientos hombres como máximo y debe
situarse al mando condes, también
llamados tribunos, prudentes y
competentes. Los tagmas deben estar
organizados en moiras o chiliarquías
consistentes en dos mil o tres mil hombres,
dependiendo del tamaño del ejército y
puestos bajo el mando de moirarcas
competentes, también llamados duques o
chiliarcas, prudentes y disciplinados. Estos
moiras, entonces, son agrupados en tres
meros iguales bajo el mando de los
merarcas, también llamados estratelates,
prudentes, prácticos, con experiencia y, si
fuese posible, capaces de leer y escribir. Esto
es especialmente importante para el
comandante del meros central, llamado
hypostrategos, que puede, si fuera
necesario, asumir todas las tareas de un
estrategos.
El ejército, por consiguiente, está
organizado como sigue. Primeramente, la
caballería queda dividida en varios tagmas,
los tagmas en moiras o chiliarquías, los
moiras en tres meros iguales, esto es,
centro, derecha e izquierda, que comprende
la línea de batalla bajo el mando del
estrategos. El tagma no debe exceder los
cuatrocientos soldados, excepto en las
banderas de optimates. No deberá el
moira tener más de tres mil, ni el meros
más de seis mil o siete mil. En caso de que
el ejército sea más grande que esto, es
mejor situar las tropas adicionales fuera de
la formación del meros como reserva en la
segunda línea, para guardar los flancos y
proteger la retaguardia del meros, y para
emboscar y envolver al enemigo. El meros o
el moira no deben ser demasiado grandes,
no sea que al ser más grandes y extensos
causen desorden y confusión dentro de sí
mismos.
No todos los tagmas deberán tener la
misma fuerza, para que no le resulte fácil al
enemigo calcular el tamaño del ejército a
partir del número de estandartes. Así, la
declaración que hemos hecho anteriormente
deberá ser observada, esto es, el tagma no
deberá contener más de cuatrocientos
hombres ni menos de doscientos 27.

Libro I, capítulo 5. Cómo los


comandantes de los tagmas deben
elegir a sus oficiales subordinados y
jefes para el combate y organizar los
tagmas en contubernios
Tras la organización del ejército, cada
comandante debe organizar y dividir su
propio tagma en contubernios.
Primeramente, de entre todo el tagma debe
seleccionar hombres de su confianza,
juiciosos y valerosos, como hecatontarcas,
teniendo particular cuidado en la elección de
los ilarcas, que son los segundos en el
mando de los tagmas. A continuación debe
escoger a los decarcas, quienes deben ser
valerosos, buenos en la lucha cuerpo a
cuerpo y, en lo posible, buenos tiradores con
el arco. Les siguen los pentarcas y los
tetrarcas, cuya cualificación debe ser
similar. Finalmente, debería haber dos
hombres adicionales por contubernio para
actuar como guardas de la columna,
sumando cinco especialmente cualificados en
cada columna. El resto, tanto veteranos28
como reclutas, deben ser divididos en
contubernios. Tras haber realizado la
distribución de soldados con cuidado, el
comandante debe asignar a las tropas, una
vez valoradas según las cualidades de cada
uno, los mejores hombres primero y tras
ellos los otros en orden correlativo.
Dos hombres alertas e inteligentes deben
ser escogidos como heraldos y también
otros dos como portaestandartes. Esta
pequeña selección y designación debe ser
hecha en los contubernios, esto es, en las
columnas. Si no hay siervos, los soldados en
peor condición militar deben ser destinados
a cuidar del conjunto de animales de la
unidad, un hombre para cada tres o cuatro
animales. Otro hombre, uno competente,
será escogido de las tropas regulares y
recibirá un estandarte, y toda la
impedimenta y animales deben seguirle.
Finalmente, el comandante debe determinar
cuáles y cuántas columnas deben formar en
la derecha del estandarte y cuáles y
cuántas a la izquierda.

Libro I, capítulo 6. Los reglamentos


sobre los delitos militares que se deben
dar a la tropa
Cuando las tropas han sido organizadas y
los contubernios formados, el tagma debe
configurarse por decarquías. Está bien que
los hombres estén familiarizados con los
reglamentos sobre los delitos militares
establecidos en las leyes. Por otro lado, se
debe dar una copia por escrito a los oficiales
con mando para que puedan explicarlos a los
hombres cuando tengan tiempo:

1. Si un soldado desobedece a su propio


tetrarca o pentarca deberá ser castigado.
Y lo mismo si un pentarca o tetrarca
desobedece a su decarca, o el decarca a
su hecatontarca.
2. Si un miembro del tagma se atreve a
desobedecer a su oficial al mando, al conde
o tribuno del tagma, deberá sufrir la pena
capital.
3. Si un soldado es injustamente tratado
por alguien, deberá apelar al oficial al
mando de su tagma, pero si es
injustamente tratado por su oficial irá al
oficial inmediatamente superior.
4. Si alguien decide por su cuenta
prolongar su permiso, deberá ser expulsado
del ejército y como civil entregado a las
autoridades civiles.
5. Si cualquier soldado desafía, sin importar
el motivo, a su oficial comandante o conspira
o apoya a una sedición o motín contra él,
deberá sufrir el castigo capital, en particular
los cabecillas de la conspiración o motín.
6. Si alguien que ha sido encargado de la
defensa de una ciudad o fortaleza la
traicionara o desertara de su puesto en
contra de las órdenes de su oficial al mando,
deberá sufrir el castigo extremo.
7. Si alguien es encontrado culpable de
querer desertar ante el enemigo, deberá
sufrir el castigo máximo, no solo él sino
también cualquier otro que lo supiese,
porque no informó de ello a su oficial
comandante.
8. Si alguien, tras haber escuchado las
órdenes de su decarca, no las lleva a cabo,
deberá ser castigado. Pero si lo hace por
ignorancia de las órdenes, el decarca
deberá ser castigado por no haberle
informado de antemano.
9. Si alguien encuentra un animal
extraviado o cualquier otro objeto, pequeño
o grande, y no informa o no lo entrega a su
oficial al mando, deberá ser castigado, no
solo él sino cualquiera que sepa de ello,
como ladrones ambos.
10. Si alguien causa daños a un ciudadano
29 y se niega a compensarle, pagará el
doble de lo dañado.
11. Si alguien que reciba una asignación
para sus armas, las descuida, si su decarca
no le fuerza a adquirirlas o no informa de
ello a su oficial comandante, entonces tanto
el soldado como el decarca serán
castigados.

Libro I, capítulo 7. Los reglamentos


sobre los delitos militares que se deben
dar a los comandantes de los tagma
12. Si alguien desobedece a su propio
oficial al mando debe ser castigado de
acuerdo con las leyes.
13. Si alguien daña a un soldado debe
compensarle pagándole el doble del valor
del daño realizado y pagará una cantidad
igual si causa daños a un ciudadano. Si, en
tiempo de invierno, en el campamento o
durante la marcha, ya sea un oficial o un
soldado, causa daños a un ciudadano sin
hacer la pertinente restitución, le pagará el
doble del valor de lo dañado.
14. Si en tiempo de guerra alguien se
ufanase de dejar a un soldado ir de permiso,
pagará una multa de treinta nomismas30.
Durante el invierno los permisos se pueden
conceder por dos o tres meses. Y en tiempo
de paz, el soldado debe tener prohibido ir de
permiso fuera de los límites de la provincia.
15. Si alguno es encargado de la defensa
de una ciudad o de una fortaleza y la
entrega o evacua pudiendo defenderla, a
menos que lo haga obligado por un peligro
para la vida, deberá sufrir la pena capital.
Después de que estos reglamentos sobre
los delitos hayan sido leídos, los tagmas
deben formar en orden de batalla y los
castigos por los delitos durante el combate
ser conocidos por las tropas reunidas.

Libro I, capítulo 8. Sobre los castigos


militares
Tras la organización de los tagmas, la
siguiente lista de castigos debe ser leída
tanto en latín como en griego.
16. Si durante la formación de las líneas de
batalla y el combate un soldado abandona
su puesto o su estandarte y huye, o si él
retrocede hasta el lugar de partida, o si
saquea a los muertos, o sale corriendo para
perseguir al enemigo, o ataca la
impedimenta o el campamento del enemigo,
ordenamos que sea ejecutado y que todo el
botín que haya tomado sea confiscado y
dado al fondo común de su tagma, puesto
que ha roto filas y ha traicionado a sus
camaradas.
17. Si en el momento de una acción
general o batalla la tropa que se ha formado
para el combate da la vuelta –ojalá esto
nunca pase–, sin una buena, aceptable y
manifiesta razón, ordenamos que los
soldados del tagma que primeramente
hayan huido y se hayan retirado de la línea
de batalla o de sus propios meros sean
diezmados31 abatiéndolos a flechazos y por
los otros tagmas, puesto que al romper su
formación son culpables de la ruptura de
meros completo. Pero si sucede que algunos
de ellos resultaran heridos en la batalla,
deben ser eximidos de tal castigo.
18. Si un estandarte es capturado por el
enemigo –ojalá no pase nunca– sin una
buena y manifiesta excusa, ordenamos que
aquellos encargados de la custodia del
estandarte sean castigados y reducidos al
rango más bajo en su unidad o en el batallón
en el que ellos están inscritos. Si sucede que
alguno es herido durante la batalla, debe ser
eximido de tal castigo.
19. Si un meros o la formación al completo
es puesta en fuga –ojalá no pase nunca– en
las cercanías de un campamento, y si los
hombres no se retiran hacia sus defensas o
no buscan refugio dentro del mismo, sino
descuidadamente corren en otra dirección,
ordenamos que esos temerarios sean
castigados por desamparar a sus camaradas.
20. Si un soldado tira sus armas durante la
batalla, ordenamos que sea castigado por
desarmarse y armar al enemigo.

Libro I, capítulo 9. Qué organización


debe tener el ejército en su propio
territorio cuando no hay actividad
hostil
Un gran ejército no debe reunirse en un
lugar donde no hay actividad hostil, pues con
tiempo libre los soldados pueden entrar en
sedición y preparar planes impropios.
Cuando se espera la batalla, el ejército
debe marchar en formación, avanzando, ya
sea en moiras o en meros. La marcha en
formación es más segura para los soldados
tanto en nuestro propio territorio como en el
hostil. Es muy importante que cada moira
cargue con su propia impedimenta y avance
tras sus propios estandartes, como se
describe en otra parte, y no equivocarse con
los estandartes de otras unidades. Mientras
el enemigo está a distancia, la marcha debe
ser en moiras o en meros. El ejército al
completo no debe ser estacionado junto en
un mismo lugar porque los hombres pueden
rápidamente encontrarse hambrientos, el
tamaño del ejército puede ser fácilmente
estimado por el enemigo y el forraje puede
ser difícil de encontrar. En cuanto se van
acercando al enemigo, más o menos a seis,
siete o incluso a diez días de distancia, las
tropas deben comenzar a reunirse e instalar
campamentos al mismo tiempo, tal como se
explica en el capítulo de los campamentos.
Si la marcha se realiza por regiones o
lugares desconocidos, deben ser enviados
mensores a un día de distancia por delante
con la misión de calcular las dimensiones de
todo el lugar en el que se instalará el
campamento y para asignar una cierta
sección de terreno igual a cada meros. Las
avanzadillas deben también cabalgar un día
por delante para encontrar agua y forraje.
Cuando las tropas en campaña encuentran
territorio accidentado, húmedo, bosque
denso u otras dificultades del terreno,
algunos soldados deben ser enviados por
delante para limpiarlo y nivelarlo tanto como
sea posible, para no agotar a los caballos.
Los hombres enviados para esto no deben
pertenecer a los exploradores o a otra
unidad especial.
Cuando el ejército se encuentra en marcha,
el estrategos al mando debe estar al
frente, precediéndole como guardia de honor
tropas especialmente escogidas. Con ellos
deben marchar sus caballos de recambio y
los estandartes de los bucelarios. Justo
tras él deben marchar los espatarios y los
bucelarios, y finalmente su impedimenta. El
oficial comandante de cada meros o moira
debe colocar su propia columna de manera
similar, formando parte de un conjunto
mayor o marchando solo.
Cuando se cruza un río o se encuentran
otras dificultades en territorio desconocido,
deben ser enviadas avanzadillas por delante
y, tras una primera inspección del área,
deben informar al estrategos de la
naturaleza del terreno, mientras oficiales
competentes deben dar las disposiciones
precisas para cubrir el paso. Si los lugares
son de dificultad poco usual, entonces el
estrategos al mando debe abandonar la
columna y permanecer en su lugar hasta que
todo el mundo haya cruzado la dificultad a
salvo. Pero el estrategos debe hacer esto
solamente si el enemigo no se encuentra por
los alrededores, pues en dicho caso no debe
permanecer quieto, sino que los oficiales al
frente de cada meros deben ejecutar tal
misión hasta que todos los soldados a sus
órdenes hayan pasado a salvo. De otro
modo cada uno intentará avanzar enseguida,
lo que es causa de fricciones y de agravios.
Los campos cultivados deben preservarse,
las tropas no deben marchar a través de
ellos y no deben causar daño a los
ciudadanos32. Pero si es absolutamente
necesario pasar a través de los campos
cultivados, se ordenará por el oficial al
mando de cada moira o meros esperar
hasta que los tagmas a sus órdenes hayan
cruzado. Tal oficial debe mantener los
campos en buenas condiciones para la
siguiente unidad y posteriormente
abandonar el área. Por turno, cada oficial al
mando tras él debe realizar la misma acción,
y de esta forma el buen orden del
estrategos y la integridad del agricultor
quedarán asegurados.
Cuando el estado del terreno se espera
dificultoso, si sorprendemos o encontramos
animales salvajes durante el camino, está
prohibido perseguirlos, pues esto causa ruido
y confusión y cansa a los caballos sin
necesidad. En tiempos de paz, sin embargo,
la caza es necesaria para los soldados.
Si el ejército es pequeño, no se debe
planear llevarlo a través de áreas habitadas,
ya sea en terreno amigo u hostil, pues su
tamaño puede ser visto por espías y la
información pasada al enemigo, sino que se
debe avanzar por otras rutas.

FIN DEL LIBRO PRIMERO

1 Según parece, la forma que tenían los romanos de


sujetar la flecha y la cuerda del arco antes de lanzar,
adoptada según el modelo de los nómadas de la
estepa, era la de hacerlo con dos dedos, el índice y el
pulgar. Los persas no lo hacían así y para tal
maniobra empleaban los dedos corazón, anular y
meñique. Sobre esto, cfr. BIVAR (1972) p. 285. Los
enfrentamientos militares de los romanos de Oriente
con pueblos que hacían uso abundante del arco y la
flecha, como persas, ávaros y hunos, obligó a los
soldados de Constantinopla a adoptar dichas armas y
a entrenar a sus hombres en las tácticas adecuadas
para sacarles en mayor provecho posible. De que los
romano-bizantinos consiguieron grandes avances en
el arte del tiro con arco militar (tanto a pie como a
caballo) lo prueban los textos de Procopio de Cesárea
(De Bello Persico I 18, 31-35 y De Bello Gothico V 27,
26-29 y VIII 32, 6-10) que hablan de los estragos que
hacían los arqueros imperiales ante persas u
ostrogodos. Sobre esto, cfr. McGEER, E. (1991):
«Archery», en The Oxford Dictionary of Byzantium
(Alexander P. Kazhdan, Ed.), Óxford-Nueva York.
2 Este tipo de entrenamiento es mencionado por
Flavio Vegecio (autor de entre los siglos IV y V d.C.)
en su Epitoma Rei Militaris (Resumen de los asuntos
militares) I 18. En otra fuente (Vida de San Anastasio
el Persa [Acta Martyris Anastasii Persae, edic. de H.
Usener, Programa Universitatis Bonnae 1894, 23]) se
recoge que en el mes de marzo los soldados eran
instados a equipar sus caballos y entrenarlos para el
combate.
3 El término griego usado es θηκίος (theca).
4 Podemos ver cómo sería gran parte de esta panoplia
ávara en una de las piezas de oro del Tesoro de
Nagyszentmiklós (en el Kunsthistorisches Museum de
Viena, Austria) y datado entre los siglos VI y VIII. En
dicha pieza (de forma circular) vemos a un jinete
(probablemente un príncipe victorioso) equipado con
cota de malla y con una lanza en su mano derecha,
mientras sujeta por la cabeza, con la izquierda, un
prisionero a pie, vestido asimismo con cota de malla.
5 El fieltro servía para proteger al animal del roce con
los elementos metálicos de las protecciones.
6 Cfr. nota 8.
7 Aquí se refiere a los decarcas, pentarcas,
tetrarcas y a las dos líneas de guardias.
8 La caballería de los ejércitos de la Antigüedad no
utilizaba el estribo y este hacía poco tiempo que se
había puesto en uso en el ejército del Imperio
Romano de Oriente. Como los bizantinos no tenían un
término especial para denominarlo, Mauricio emplea
la palabra σκάλα (peldaño o escalera). Esta es la
primera vez que se hace referencia a los «estribos»,
en la literatura occidental. A este respecto, P. Rance
(2007, pp. 357-358) opina que esta innovación,
posiblemente de origen ávaro, fue realmente
importante para los arqueros a caballo, ya que
mejoraba su estabilidad, y permitía un entrenamiento
más rápido de los jinetes. Cfr. también CUTTLER y
McGEER (1991).
9 El caballo que monta el jinete descrito en la nota 8
comparte algunos de los elementos mencionados. Sin
embargo, no lleva estribos, detalle por el cual quizá se
podría afinar más la datación que los especialistas
han hecho de la pieza (cfr. de nuevo la nota 8), que
estaría así más cerca del siglo VI (cuando aún el
estribo era casi una rareza) que del siglo VIII (cuando
tal elemento estaba mucho más generalizado).
10 Sobre los usos militares de esta época en cuestión
de vestimenta, cfr. D’AMATO (2005).
11 Estas tiendas ávaras no diferirían en nada o casi
nada de las de las tribus de las estepas. Se trata de
tiendas de fieltro de forma redonda que les permite
ser más resistentes frente a los vientos y
tempestades de nieve. Su utilización pronto se
difundió por el ejército, siendo aún utilizadas en el
siglo XI, a tenor de las ilustraciones del ejemplar que
se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid de la
Crónica (Sinopsis Historion) de Juan Skylitzes.
12 La posesión de algún esclavo por parte de un
soldado no excesivamente animoso podía ser un arma
de doble filo para el militar, pues en caso de deserción
por su parte el Codex Iustiniani (VII 13, 4)
garantizaba la libertad al siervo que denunciara la
acción de su amo.
13 En el largo título 17 (De Castrensi Peculio) de
Digesta XLIX el legislador no se refiere en ningún
momento a esa obligación aunque sí que menciona
(XLIX 17, 6, 17, 15.3 y 17, 18.3) la posesión de
esclavos por parte de los soldados.
14 El texto griego presenta el término latino dux.
15 Estos tres tipos de unidades se diferenciarían en
que el aritmos era una unidad de tipo irregular, lo
que en los ejércitos del Imperio Romano unitario
(antes de la división entre Oriente y Occidente) habría
sido un numerus. Un tagma o una bandera serían
unidades regulares, pero en opinión de H. Elton
(2007a, p. 278) todos estos términos serían genéricos
para referirse a un regimiento o unidad.
16 En el texto griego comes.
17 En el texto griego οὑραγὸς.
18 En lat. bandophorus (o bandifer) y en griego
βανδοφόρος. El portaestandarte era elegido entre los
más valientes soldados de la unidad (Procopio De
Bello Vandalico IV 10, 4).
19 En el texto griego cursores.
20 En el texto griego defensores.
21 El tipo táctico que aquí se presenta, recuerda al
del legionario pesado de Vegecio (Epitoma Rei
Militaris II 17, 5), que no debe emprender, a las
primeras de cambio, nec fugere, nec sequi («ni la
huida ni la persecución»).
22 Del lat. deputati, y en el texto δηποτάτοι.
23 En el texto griego anticensores.
24 En el texto griego mensores.
25 En griego κατάσκοποι. A continuación, los
manuscritos VNPA ofrecen la lectura: καντάτωρ λέγεται
ό ἐπιδημηγοροῦν τῷ στρατῷ πρὸ τῆς μάχης
(«arengador es quien preside la asamblea de
soldados antes de la batalla») que G.T. Dennis
considera una interpolación.
26 Se refiere a los animales que seguían al ejército,
incluyendo los caballos de reserva, los de carga y el
ganado destinado a la alimentación de los soldados.
27 Antes el autor decía trescientos y ahora dice
doscientos.
28 Aquí la palabra veteranos hace referencia a
soldados experimentados y no a soldados licenciados
(emeriti, en los viejos tiempos romanos). Tal licencia
se recibía, si se cumplía la legislación vigente (Codex
Iustiniani V 65, 1 y VII 64, 9) y como sucedía desde la
época del Alto Imperio Romano, tras veinte años de
servicio.
29 El texto griego habla de «contribuyente»
(συντελεστήν). Sin embargo creemos más adecuado
«ciudadano», en tanto en cuanto es un hombre libre,
un ciudadano del imperio que paga sus impuestos.
Con todo resulta curiosa esta mención del ciudadano
cuando en el Corpus Iuris Civilis, concretamente en el
Codex Iustiniani XI 48, 23, no se menciona al
ciudadano, sino al hombre libre y al colono.
30 El nomisma (griego νόμισμα) era la denominación
bizantina del solidus, una moneda de oro de 4,55 g y
una ley del 0,900 introducida por el emperador
Constantino I (Caius Flavius Valerius Constantinus,
306-337) en 309 y utilizada hasta el fin del reinado de
Constantino VII (913-959). En el siglo VI esta moneda
mantenía su peso de 4,55 g (1/72 de la libra romana)
y dos subdivisiones de menor entidad y también de
oro, el tremissis con 2,27 g y el semissis con 1,50 g
equivaliendo respectivamente a la mitad y a un tercio
del nomisma. El pago, pues, de esta multa debía
suponer una carga realmente pesada para el infractor.
31 El texto griego habla de ἀποδεκατοῦσθαι, que al pie
de la letra es «diezmar», aunque por el contexto se
deduce que en esta época el término ha perdido su
acepción clásica y ya no significa «ejecutar a un
soldado de cada diez».
32 Kekaumenos, Strategikon 82: «No explotes tu
ciudad, las tierras exteriores que están bajo tu poder,
ni al ejercito, sino que sé un padre para todos ellos y
todos te servirán fielmente».
Libro II
SOBRE LA FORMACIÓN DE LA
CABALLERÍA
Capítulo 1. Sobre la utilidad y necesidad de
formar al ejército en dos líneas
Capítulo 2. De la organización de los
tagmas en la línea de batalla
Capítulo 3. Tropas de asalto y de defensa
Capítulo 4. Sobre los flanqueadores y
flanqueadores de ataque
Capítulo 5. Emboscadas en la retaguardia o
en los flancos de la línea enemiga
Capítulo 6. Sobre la profundidad de la
formación
Capítulo 7. Sobre los contubernios
Capítulo 8. Sobre el armamento
Capítulo 9. Sobre el cuerpo médico
Capítulo 10. Sobre los banderines de las
lanzas
Capítulo 11. Sobre los espías o los
exploradores
Capítulo 12. Sobre los mensores y las
partidas aposentadoras
Capítulo 13. Sobre las distancias entre los
meros y las líneas de combate
Capítulo 14. Sobre el tamaño y diferencia
entre los estandartes
Capítulo 15. Sobre la custodia de los
estandartes
Capítulo 16. Sobre el lugar de los oficiales
Capítulo 17. Sobre los que tocan los cuernos
Capítulo 18. Sobre los gritos de batalla que
se dan en medio del conflicto
Capítulo 19. Sobre los heraldos
Capítulo 20. Sobre la conveniencia del uso
de dos estandartes
SOBRE LA FORMACIÓN DE LA
CABALLERÍA

Libro II, capítulo 1. Sobre la utilidad y


necesidad de formar al ejército en dos
líneas
Formar al ejército al completo simplemente
en una línea de cara al enemigo para una
batalla general de caballería y no mantener
nada en la reserva para cualquier
eventualidad en caso de revés es signo de
un hombre sin experiencia y absolutamente
imprudente. Pues no es, como los profanos
pudieran imaginar, por el número de
soldados, por una audacia incuestionable o
por un asalto frontal, como se deciden las
batallas, sino con la ayuda de Dios, por la
estrategia y por la experiencia. La estrategia
ayuda a usar los momentos y lugares,
sorpresas y artimañas varias para aventajar
en astucia al enemigo con la idea de
alcanzar los objetivos incluso sin llegar a la
lucha. La estrategia es esencial para la
supervivencia y es la verdadera
característica de un estrategos inteligente y
valiente. La experiencia capacita al ejército
para mantener la disciplina y la coordinación
tan bien como su propia supervivencia
personal, mientras diversifica sus
formaciones de batalla así como los ataques,
y no solo para desbaratar las tretas del
enemigo sino para volverlas contra él
mismo.
Con esto siempre presente, los antiguos
escritores militares organizaron sus ejércitos
en drungos1, divisiones y moiras de
diversa fuerza en función de la situación, así
como los ávaros y los turcos se alinean hoy
manteniéndose en esa formación, y por ello
pueden ser rápidamente llamados para
apoyar a cualquier unidad que pueda
necesitarlo en la batalla, pues ellos no se
alinean solamente en una línea de batalla,
como hacen los romanos y los persas,
arriesgando así el destino de decenas de
miles de jinetes de una tirada, sino que
forman dos líneas, algunas veces incluso
tres, distribuyendo las unidades en
profundidad, especialmente cuando sus
tropas son numerosas, y emprenden
fácilmente cualquier tipo de acción. Formar
al ejército al completo en una única línea de
batalla, especialmente si está compuesto por
lanceros es, en nuestra opinión, exponerse a
algún peligro. Si se trata de un ejército
numeroso, se verá obligado a extenderse
sobre una gran distancia, parte se localizará
en terreno poco favorable y la amplitud de la
línea será causa de desorden y de difícil
manejo, no habrá coordinación entre las
unidades y, como resultado, puede
quebrarse antes incluso de tomar contacto
con el enemigo. Luego, si pudiera ser
flanqueada o atacada inesperadamente por
el enemigo y si no tiene apoyo desde su
retaguardia o su flanco, sin ninguna
protección o fuerzas de reserva, será
obligada a retirarse en una huida
precipitada.
Aún más, en el combate moderno nadie
puede supervisar realmente la batalla al
completo desde que la línea se despliega, y
algunos pueden desertar de sus banderas
sin ser detectados y dar a los demás una
excusa para retirarse. Si ellos se retiran, no
hay forma de hacerlos volver al combate
controlando la huida, nadie podrá hacerles
regresar, como dijimos, cuando el ejército se
retira. Algunas tropas que forman en una
única línea pueden parecer los vencedores
de la batalla y derrotar al enemigo, pero en
la confusión su formación ciertamente se
romperá y la persecución se realizará en
desorden. Si el enemigo en retirada se
volviese contra los perseguidores, como los
escitas frecuentemente hacen, o si alguna
otra fuerza pudiera aparecer
sorpresivamente en emboscada, entonces
los perseguidores serán obligados
ciertamente a retirarse ya que, como se ha
dicho, no hay nadie para prevenir este
ataque inesperado. Parece que formar todas
las tropas en una única línea tiene una única
ventaja en apariencia, y solo una, que es
que a distancia tal tipo de línea puede
parecer imponente y de grandes
dimensiones y puede rápidamente ser
empleada en movimientos envolventes, pero
esto puede también ser cumplimentado
fácilmente de otras formas, tal como será
explicado posteriormente. Creemos que, tan
lejos como llega el raciocinio humano, hay
muchas razones urgentes que nos llevan a
considerar que debe haber dos líneas, una
de ellas como apoyo, de acuerdo con el
diagrama que daremos a continuación.
Primeramente las tropas situadas en la
primera línea lucharán con mayor ardor
sabiendo que su retaguardia está protegida
por la segunda línea y sus flancos por los
protectores de flanco. Segundo, un soldado
de la primera línea no huirá tan fácilmente
cuando sepa que otros muchos soldados
están apostados a su retaguardia, esto es,
en la segunda línea, y ninguno huirá de su
puesto. En el combate esto es
extremadamente importante. Suponiendo
que la primera línea se retira o es detenida,
entonces la segunda está allí como apoyo y
como lugar de refugio. Esto hace posible
concentrar las tropas y enviarlas de nuevo
contra sus atacantes. También, cuando
estamos persiguiendo al enemigo, podemos
realizar nuestro ataque sin peligro, pues si el
enemigo regresa contra nosotros o si hay un
ataque repentino desde otro lado, entonces
la segunda línea puede mantenerse,
entablar batalla y proteger a la primera.
Como añadido, si la primera línea es
derrotada y por ello no puede volver a la
acción contra el enemigo, la segunda, aún
en buen orden, podrá fácilmente
incorporarse a la batalla contra el enemigo,
aun cuando, como se mencionó, el enemigo
haya derrotado a la primera línea. La
formación enemiga quedará necesariamente
rota y desorganizada por la lucha cuando
encuentre una fuerza aún en buen orden,
esto es, la segunda línea. Y el motivo más
importante es que no solo es la doble línea
de batalla, como se ha mencionado, la más
apropiada contra una fuerza enemiga de
igual número, sino también contra fuerzas
superiores, lo cual está claro desde la razón
y por el estudio del diagrama que veremos
posteriormente.
Quizá algunos puedan objetar que si la
primera línea entra en confusión y se retira,
la segunda será fácilmente empujada hacia
atrás por la primera. Nuestra respuesta es
que si la victoria parece precaria con dos
líneas, tal como se ha explicado, ¿qué
esperanza puede haber cuando hay una
única línea y esta se quiebra? Si de nuevo
alguien objeta que la formación del ejército
queda debilitada por dividirla en dos líneas
de batalla, podríamos admitirla como válida
si la fuerza estuviera realmente dividida y la
mitad se mantuviese fuera de la acción. Pero
lo cierto es que en verdad no dividimos la
tropa, sino que únicamente hemos cambiado
su formación. Lo que sucede es que el
ejército al completo que previamente estaba
desplegado en una larga y fina línea, ahora
forma en dos. No hemos retirado nada de la
acción, sino que solamente hemos
modificado su disposición y, según los
métodos descritos, aumentamos su fuerza.

Libro II, capítulo 2. De la organización


de los tagmas en la línea de batalla
Por las razones arriba mencionadas, cada
ejército de caballería, ya sea grande o de
potencia media, debe ser dividido en moiras
y en meros, o en los denominados drungos
de diverso tamaño. Obviamente el
estrategos debe usar todas las fuerzas de
su inteligencia para evitar tan bien como
pueda emplear abiertamente en la batalla
un ejército sin subdividir, especialmente si
combate contra naciones que marchan a la
guerra en una manera organizada. Si
tenemos un ejército compuesto por
infantería, se formará como se explica en el
libro dedicado a ello. Si la fuerza al completo
está montada y es para luchar contra otras
tropas montadas, se divide la caballería en
tres líneas. Forma la primera línea, llamada
prómajos2 en tres divisiones iguales y cada
división o meros compuesta por tres
moiras. El hypostrategos debe mantener
su puesto en el meros central, los otros dos
merarcas en las divisiones de cada lado,
cada uno en el centro entre los moirarcas a
su mando.
Libro II, capítulo 3. Tropas de asalto y
de defensa
La proporción de tropas de asalto y de
defensa en estas divisiones debe ser tal, que
un tercio de cada meros consista en tropas
de asalto, preferiblemente arqueros,
estacionados en los flancos, y los restantes
dos tercios, en el centro de cada meros,
deben consistir en tropas de defensa.

Libro II, capítulo 4. Sobre los


flanqueadores y flanqueadores de
ataque
Al lado del meros de la izquierda de esta
primera línea, donde los movimientos
hostiles tanto de flanqueo como envolventes
suceden con más probabilidad, estaciona dos
o tres banderas como flanqueadores con
su frente alineado como el del meros. Al
lado del meros de la derecha estaciona una
o dos banderas de arqueros, conocidos
como flanqueadores de ataque. Forma la
segunda línea, denominada de apoyo, que
debe de consistir en, más o menos, un tercio
del total del ejército, formado en cuatro
meros como indica el diagrama posterior,
localizados a tiro de flecha3 de uno a otro
flanco. Coloca estos meros en doble frente a
fin de prevenir ataques desde la retaguardia.
De los dos meros de los extremos de esta
línea, una bandera debe ser destacada a un
tiro de flecha en la parte trasera para
conformar la tercera línea, la retaguardia.
Para que haya tres espacios justos en el
centro de los meros de la segunda línea
formada y para hacer que la segunda línea
parezca ser un cuerpo unificado de tropas y
no se desorganice cuando se desplace, una o
más banderas deben ubicarse en esos
intervalos, a lo largo de toda la distancia del
espacio vacío. Deben ser de dos o más
jinetes de profundidad o, mejor aún, de
cuatro o más, dependiendo del tamaño del
ejército para que cuando sea el momento de
facilitar refugio para las tropas en retirada
de la primera línea, esas tres banderas4
situadas en los espacios vacíos se retiren
hacia la retaguardia, dejando los espacios
vacíos libres para las tropas que se retiran.
De esta manera hacen de los espacios vacíos
un refugio para las tropas en retirada, como
hemos mostrado, y, al mismo tiempo,
pueden hacer regresar a los hombres que
intentaban desertar más allá de la
retaguardia. Además, cuando forman en la
tercera línea con la retaguardia, las
banderas pueden ayudar a expulsar a
cualquier fuerza enemiga que aparezca por
la retaguardia para acosar a la segunda línea
y para mantener ese sector intacto. Ahora, si
el ejército es de un potencial medio, esto es,
compuesto de cinco mil a diez mil o doce mil
soldados, la segunda línea debe consistir en
dos meros en vez de cuatro, dejando un
espacio libre para recibir a las tropas en
retirada. Si el ejército consiste en menos de
cinco mil soldados, la segunda línea debe
consistir en solo un meros.

Libro II, capítulo 5. Emboscadas en la


retaguardia o en los flancos de la línea
enemiga
Añadido a lo mencionado anteriormente,
tres o cuatro banderas, llamadas tropas de
emboscada, deben ser destacadas a ambos
lados de la línea de batalla, en la forma
explicada en otra parte. Están para prevenir
que el enemigo intente emboscarnos por
nuestra izquierda, y ellas pueden por sí
mismas lanzar ataques contra la derecha
enemiga si el terreno es favorable. Debe
hacerse notar que los ataques bien
sincronizados contra los flancos del enemigo
y la retaguardia son más efectivos y
decisivos que los ataques frontales. Si las
fuerzas del enemigo son menores que las
nuestras, tales ataques les cogen por
sorpresa y les infligen gran daño, pues las
tropas enemigas encontrarán dificultades en
alcanzar la seguridad. Si la fuerza enemiga
es igual que la nuestra, o incluso superior, se
encontrará en un serio problema, creyendo
que las tropas de ataque son numerosas.
Consecuentemente, un pequeño ejército no
debe hacer frente a un enemigo organizado
y más numeroso en batalla abierta excepto
en caso de necesidad. Si surge esa
necesidad, no agrupes todas las tropas en el
frente, e incluso si el enemigo es superior en
número dirige tus operaciones contra su
retaguardia o sus flancos. Pues es peligroso
e incierto bajo todas condiciones y contra
cualquier pueblo establecer un combate
puramente frontal, incluso si el enemigo
estaciona una pequeña tropa en el frente.
En resumen, todos los tagmas de
caballería se dividen en una primera y una
segunda línea, de la forma descrita,
especialmente si el ejército es grande. Se
dividen como tropas de defensa, tropas
de asalto, flanqueadores,
flanqueadores de ataque, tropas de
emboscada, tropas de apoyo y tropas de
retaguardia.

Libro II, capítulo 6. La profundidad de


la formación
Respecto a la profundidad de la línea de
cada tagma, es suficiente, según el
esquema tradicional tal como escribieron los
antiguos, con colocar las columnas en
profundidad de a cuatro soldados. Mayor
profundidad se considera como sin uso y sin
utilidad. De hecho no habrá presión desde la
retaguardia hacia la vanguardia como
sucede en una formación de infantería, que
pueda forzar a los hombres de la vanguardia
a avanzar contra su voluntad, pues los
caballos no pueden usar su propia cabeza
para empujar a los hombres que marchan
ante ellos, como al contrario sucede con la
infantería. Los jefes de las columnas, de
aquellas situadas en vanguardia, no reciben
apoyo de filas más densas, ya sean lanceros
o arqueros. Los lanceros de las filas de más
allá de la cuarta fila no pueden alcanzar la
primera línea, los arqueros se ven obligados
a tirar más alto porque hay hombres delante
de ellos y el resultado es que sus flechas no
son efectivas en batalla contra el enemigo.
Si alguien duda de esto quedará convencido
por la experiencia. Por tanto, como está
establecido, una profundidad de a cuatro
soldados es suficiente.
Así, sin embargo, es verdad que el número
de soldados de alta calidad, aquellos
capaces de actuar como jefes de columna en
combate cuerpo a cuerpo en cada tagma, es
limitado. Es necesario por ello regular la
profundidad de la formación según el tipo de
unidad. Así, los federados, alineados en el
centro de la primera línea, se sitúan con una
profundidad de siete hombres, seguidos de
un ordenanza, si disponen de él y su
decarquía se organizará de acuerdo a tal
formación. Las compañías de las
vexilaciones5, situadas a la izquierda de los
federados, tendrán su propia decarquía
de unos siete hombres; los ilíricos6, a la
derecha de los federados, tendrán una
decarquía de unos ocho hombres. Los otros
tagmas, compuestos de tropas no
escogidas, organizarán su decarquía
variablemente de ocho a diez hombres. Si
sucede que cualquiera de estos tagmas de
tropas no escogidas es colocado en primera
línea, que ponga ocho o diez hombres por
columna, ya que estos tagmas son más
débiles. Los tagmas de los optimates, sin
embargo, porque son tropas escogidas y
generalmente están situados en segunda
línea, tendrán cinco soldados seguidos por
dos ordenanzas de modo que cada
decarquía tendrá siete hombres. La
profundidad que hemos descrito
permanecerá igual en el caso de que estos
tagmas fuesen transferidos a primera línea.
Contingentes extranjeros, si se organizan por
sí mismos, se desplegarán según sus propias
costumbres. Es ventajoso emplear estos
contingentes como tropas de asalto o de
emboscada.
La profundidad, así vista, no debe superar
los ocho soldados o como máximo los diez
soldados de profundidad7, no importa cuán
débil sea el tagma, pero nunca menos de
cinco soldados en profundidad, incluso para
las mejores unidades, pues la profundidad
realizada de la manera referida y en las
proporciones apropiadas es la adecuada. La
longitud de la primera línea de batalla, esto
es, el número de soldados de esa línea, no
debe ser muy reducida. La práctica poco
juiciosa realizada hasta el presente ha sido
formar a todos los tagmas igualmente con
diez soldados de profundidad, con el
resultado de que, cuando están alineados
para inspección, los espías pueden fácil y
rápidamente estimar la fuerza de todo el
ejército al contar a los jefes de cada
columna, asumiendo que esta es la
profundidad reglamentaria y que la misma
proporción se mantiene. La segunda línea se
compone de los hombres restantes. Es
evidente, como se explicó anteriormente,
que los ordenanzas se sitúan con los
tagmas de los optimates, y con los
federados aquellos asistentes que realizan
el mismo servicio.

Libro II, capítulo 7. Sobre los


contubernios
Los contubernios deben formarse con
hombres ya de edad y jóvenes en la
proporción adecuada. De otra forma, los de
edad, si forman por sí mismos, pueden ser
débiles, y los jóvenes, hombres inexpertos,
pueden caer en la desorganización.

Libro II, capítulo 8. Sobre el


armamento
El armamento debe diversificarse como
sigue. En la primera línea, el jefe de la
columna y su subordinado, esto es, el
segundo en la columna, y el último de la
columna deben llevar todos lanzas. El resto,
situados en el medio, que sepan cómo
disparar con arco, debiendo ser arqueros y
no llevar escudo. Pues es imposible usar el
arco con efectividad a caballo mientras
también se lleva en el brazo izquierdo un
escudo.

Libro II, capítulo 9. Sobre el cuerpo


médico
Añadido a lo dicho anteriormente, ocho o
diez de los soldados menos válidos de cada
tagma deben ser asignados como cuerpo
médico a cada bandera, especialmente en
la primera línea de batalla. Deben estar
alerta, ser rápidos, ir ligeramente vestidos y
sin armas. Su misión es seguir a unos cien
pies8 a la retaguardia de su propio tagma,
para recoger y ayudar a cualquiera
seriamente herido en la batalla, o a aquel
que se haya caído del caballo o no pueda
combatir, para que los heridos no sean
pisados por la segunda línea o mueran por
abandono de sus heridas. Por cada
rescatado, el sanitario9 deberá recibir del
tesoro un nomisma más en su paga.
Entonces, cuando la segunda línea pasa y
expulsa al enemigo, deben recoger los
despojos de los enemigos muertos dejados
en el campo de batalla tras la primera carga,
y llevárselos a los decarcas o a los jefes de
columna de su propio tagma, recibiendo una
parte de los despojos por parte de los
decarcas como recompensa por su trabajo.
Pues creemos que dejarles hacer esto es un
equitativo y adecuado beneficio para los
jefes de columna cuando han vencido en el
combate, ya que más que ningún otro, ellos
han hecho todo lo posible en la lucha
durante la primera carga, y también ellos no
tienen la oportunidad de desmontar y
romper las filas para saquear por sí mismos.
Para hacerlo más fácil para el cuerpo
médico y los heridos o caídos, montarán
todos ellos en caballos de rescate. Estos
caballos deben situar ambos estribos en el
lado izquierdo de la silla, uno al frente, como
se acostumbra, y el otro tras el primero.
Cuando dos quieren montar en el caballo, el
sanitario y el soldado que es sacado del
campo de batalla, el primero monta con el
estribo normal al frente y el soldado con el
otro estribo. Es esencial que lleven
cantimploras con agua para el soldado que
pudiera estar desmayado por sus heridas.

Libro II, capítulo 10. Sobre los


banderines de las lanzas
No recomendamos llevar banderín en las
lanzas durante la batalla, pues son inútiles
en el combate. Por el contrario, sí son útiles
para presentar una refinada presencia
durante las revistas, asedios o paradas. Pues
si se tira o se clava la lanza, los banderines
reducen la precisión y el alcance, y cuando
los arqueros disparan, interfieren con las
flechas de los arqueros situados detrás. Más
aún, durante las cargas o en las retiradas,
cuando se da media vuelta, pueden ser un
estorbo innecesario, y por esta razón no
deben ser usados en el combate. Es posible,
sin embargo, mantener ambas situaciones,
la exquisita apariencia de la línea de batalla
a distancia así como su utilidad. Los
banderines deben ondear hasta que el
enemigo se encuentre a una milla10,
entonces deben ser enrollados y guardados
en sus fundas.

Libro II, capítulo 11. Sobre los espías o


los exploradores
Además, los espías o los exploradores
deben ser asignados a cada tagma de los
optimates y federados, y a cada meros
de las tropas ordinarias, dos para cada
tagma, en total ocho o doce a cada meros.
Deben ser sobrios, alertas, sanos y de buena
apariencia. Estacionados a intervalos,
dependiendo de la naturaleza del terreno,
antes de la batalla y hasta el inicio del
combate definitivo, deben mantener tanto al
enemigo como a sus propias unidades bajo
observación para prevenir cualquier
emboscada o cualquier otra treta hostil.

Libro II, capítulo 12. Sobre los


mensores y las partidas aposentadoras
Además, debe haber un cierto número de
mensores que deben marchar con las
avanzadillas y establecer el lugar del
campamento. El mismo número de partidas
aposentadoras o preparatorias deben ser
destacadas con ellos en avanzadilla, para
reconocer los caminos y guiar al ejército
hacia el campamento.
Libro II, capítulo 13. Distancias entre
los meros y las líneas de combate
Cuando la línea de batalla está formada
como se describe anteriormente y se ilustra
en el diagrama, es necesario para los meros
de la primera línea moverse bastante cerca
unos de otros, para que la distancia o
intervalo entre un meros y otro no sea
grande, pero sí suficiente como para no
apelotonarse entre ellos mientras marchan y
hacerlos parecer suficientemente separados.
Los flanqueadores deben marchar juntos
hasta estar cerca del enemigo, entonces
deben moverse al lado como a un tiro de
flecha de distancia desde el meros de la
izquierda, no más, especialmente si la línea
enemiga es tan larga como la nuestra. Los
flanqueadores de ataque deben situarse
en una posición similar a la derecha, tanto
como la situación lo requiera. Los meros de
la segunda línea deben estar como a un tiro
de flecha unos de otros. Hasta que el
enemigo se encuentre cercano, la segunda
línea debe seguir a la primera a la distancia
de una milla o más, dependiendo del
terreno, para que, tanto como sea posible,
sigan sin ser vistos manteniendo al enemigo
a distancia y cambiando sus tácticas según
sus observaciones. Pero cuando el enemigo
se acerca y ve la segunda línea, no tiene
tiempo para cambiar sus planes; entonces la
segunda línea debe moverse a cuatro tiros
de flecha de la primera línea y regular su
movimiento de acuerdo a ella. Mientras dure
la batalla no debe estar demasiado lejos tras
la primera línea como para no poder dar
apoyo y tampoco debe estar demasiado
cerca para evitar mezclarse con ella durante
la batalla, especialmente cuando se levanta
mucho polvo. Si está demasiado cerca, la
segunda línea puede atacar antes de que la
formación enemiga se rompa en persecución
de la primera línea, la cual estará
desarbolada e incapaz de cooperar con la
segunda. Los tagmas estacionados en
ambos lados en la retaguardia de los flancos
de la segunda línea deben estar a un tiro de
flecha para proteger su retaguardia y poder
avanzar a la misma distancia.

Libro II, capítulo 14. Sobre el tamaño y


diferencia entre los estandartes
En cada meros, las banderas o
estandartes de los tagmas deben ser
medianamente pequeños y fáciles de
transportar. No podemos protegerlos si son
largos y voluminosos. El único rasgo
distintivo debe estar en sus corbatas11. Pero
las banderas de los moirarcas deben ser
mayores y de diseño diferente. De igual
manera, aquellos estandartes de los
merarcas deben diferenciarse de los de los
moirarcas bajo sus órdenes. La bandera del
hypostrategos debe ser diferente de las de
los merarcas. Finalmente, la del
estrategos debe ser claramente
distinguible, más visible que todas las otras,
y familiar para todos, para que, en el caso
de un revés de las tropas, viéndola, puedan
fácilmente, como se ha dicho, concentrarse
de nuevo y reagruparse.

Libro II, capítulo 15. Sobre la custodia


de los estandartes
Cuando todos los estandartes han sido
situados a lo largo de la línea, tal cual
muestra el diagrama, quince o incluso veinte
de los mejores hombres de cada unidad
deben ser destacados para proteger y
defender cada estandarte.

Libro II, capítulo 16. Sobre el lugar de


los oficiales
Los oficiales superiores deben estacionarse
en lugares a salvo, para que ellos no
avancen y caigan en la batalla, lo cual podría
desmoralizar a los soldados. Pues si uno de
los oficiales subordinados cayese, nadie se
enterará salvo los hombres de su propio
tagma. Pero si uno de los oficiales más
prominentes cae, su muerte, al ser conocida
por toda o la mayor parte de la tropa,
tornará temeroso a todo el ejército. Por
consiguiente, cuando el ejército está a uno o
dos tiros de flecha de la línea de batalla del
enemigo, el hypostrategos y los merarcas
deben situarse en la misma línea que los
estandartes y desde allí supervisar y
regular la formación. Cuando la carga está a
punto de comenzar, sus mejores escoltas,
que están localizados a ambos lados de
ellos, deben situarse en su frente como
pantalla, y son los únicos que entablan
combate cerrado. El estrategos, en el
momento de la carga, está para dirigir la
formación, supervisar y adaptarse a los
movimientos del enemigo. En el justo
momento debe unirse a su propio tagma, el
cual está formado, no para la batalla, sino
como una especie de señal para marcar los
límites y guiar a la primera y segunda línea,
eso es, en el medio de la segunda línea.

Libro II, capítulo 17. Sobre los que


tocan los cuernos12
No consideramos deseable que muchos
cuernos suenen o se soplen durante la
batalla, ya que esto causa ruido y confusión,
y los comandantes no podrán entender las
órdenes. Si el terreno es llano, entonces un
cuerno basta en el meros central de cada
línea de batalla. Si el terreno es escabroso, o
si un viento fuerte o el ruido del agua
dificulta escuchar claramente las órdenes,
entonces estará bien tocar un cuerno en
cada uno de los otros meros, por lo que se
tocarán tres a lo largo de la línea de batalla.
Cuanto más silencio hay, más tranquilos
están los novatos, se excita menos a los
caballos, más temible parece la línea de
batalla para el enemigo y son más
fácilmente reconocibles las órdenes. Por
estos motivos, cualquier sonido está fuera de
lugar tras haberse puesto en movimiento la
línea.

Libro II, capítulo 18. Sobre los gritos de


batalla que se dan en medio del
conflicto
El grito de batalla, «nobiscum»13, era
costumbre gritarlo cuando comenzaba la
carga lo que es, en nuestra opinión,
extremadamente peligroso y dañino. Gritarlo
en ese momento puede causar que las filas
se rompan. Por causa del grito, los soldados
más tímidos en la aproximación al combate
pueden dudar en el momento del choque,
mientras que los más atrevidos, despertando
su ardor militar, pueden con precipitación
empujar demasiado en el avance y romper la
formación. El mismo problema ocurre con los
caballos, pues son muy diferentes en su
temperamento. El resultado es que la línea
de batalla estará desnivelada y sin cohesión.
De hecho, la formación puede ser rota
incluso antes de la carga, lo cual es muy
peligroso.
En lugar del grito, deben ser rezadas
oraciones en el campamento en el mismo
día de la batalla antes de que nadie salga
por la puerta. Todos, encabezados por los
sacerdotes [castrenses], el estrategos y los
otros oficiales, deben recitar el «Kyrie
Eleison»14 al unísono. Entonces, en la
esperanza del éxito, cada meros debe gritar
el «nobiscum Deus»15 tres veces mientras
se marcha por el campamento. Tan pronto
como el ejército deja el campamento para
formar para la batalla, debe prevalecer un
absoluto silencio y ninguna palabra
innecesaria debe ser dicha. Pues esto
mantiene al ejército en mejor orden y las
órdenes de los oficiales serán más
rápidamente comprendidas. Todo el espíritu
de la carga está guiado por las
circunstancias, el necesario cierre de filas, la
presencia del enemigo y no es necesario
ningún otro indicio. Pero cuando el ejército
toma contacto con el enemigo, no es una
mala idea para los hombres gritar y vitorear,
especialmente para las filas de retaguardia,
para inquietar al enemigo y estimular a
nuestras propias tropas16.

Libro II, capítulo 19. Sobre los heraldos


La función de los heraldos, nos parece a
nosotros, es muy útil, por cuanto que antes
de la batalla ellos hablan a las tropas para
darles coraje y recordarles sus victorias
previas. Cuando su discurso termina, cada
tagma debe formar y prepararse.

Libro II, capítulo 20. Sobre la


conveniencia del uso de dos
estandartes
Puesto que sabemos que generalmente el
enemigo basa su estimación de la fuerza de
un ejército en el número de estandartes,
pensamos que sería necesario que cada
tagma tenga dos estandartes iguales. Uno
el estandarte normal, el que corresponde al
conde o tribuno de cada tagma. El otro es
el del hecatontarca, también llamado
ilarca. Ambos deben ser llevados por el
tagma y recibir igual honor hasta el día de
la batalla. En el día de la batalla solo debe
ondear el estandarte normal, pues
enarbolar un gran número de estandartes
causa confusión y los hombres pueden no
reconocer el suyo propio. De esta forma es
posible que el ejército parezca más fuerte
por el número de estandartes, y el día de
la batalla solo usan el normal, fácilmente
reconocible. A los tagmas que han sido
gravemente reducidos en fuerza no se les
debe permitir ondear sus estandartes en
batalla abierta, sino que deben agruparse
bajo otro estandarte. La razón es que
siendo tan pocos no podrán protegerse por sí
mismos, y habiendo muchos estandartes
ondeando podría crear confusión en el
meros. Como se ha dicho, sin embargo, hay
que preparar las cosas para que cada
bandera no tenga menos de doscientos
hombres y no más de cuatrocientos17.
FIN DEL LIBRO SEGUNDO

1 Δρούγγοι en el original griego. Entre los autores


latinos, el drungos es mencionado en la Historia
Augusta (Vida de Probo 19, 2 [atención: en el original
latino, porque en la traducción al español (cfr.
Bibliografía) se habla simplemente de «cuerpos de
tropas»]) y por Vegecio (III 16, 3 y 19, 2). A su
mando estaba el drungarius.
2 Término antiguo ya recogido en las fuentes desde
época de Homero (Ilíada III, línea 31), que se refería
a los «mejores combatientes». La palabra se siguió
usando por los autores clásicos, aunque ya en su
acepción militar: la primera línea de batalla, la más
fuerte, según León VI en sus Tacticae Constitutiones
(XII 43).
3 La distancia denominada de manera indefinida «un
tiro de flecha» equivalía, por lo general, a unos
trescientos metros. W. McLeod (1965, pp. 1-14) y E.
Schilbach (1970, p. 42), afinan un poco más y según
ellos serían 328,84 metros. Sin embargo, A. Bivar
(1972, p. 283) cree que en el tratado militar de
Mauricio, la distancia que marca un tiro de flecha
sería sensiblemente menor, unos 133 metros. H. Elton
(2007b, p. 543) sitúa el alcance militar efectivo de un
tiro de flecha en unos 100 m.
4 Aquí hay una imprecisión del autor, ya que nos
habla de tres banderas cuando, unas líneas antes,
solo habla, sin concretar, de una o más.
5 Una vexilación (del lat. vexillatio) es en origen un
destacamento (legionario, auxiliar o irregular) de
infantería, caballería o mixto, más o menos grande
(según la misión a cumplir), desgajado
temporalmente de una unidad, para una misión
concreta. En tiempos tardoimperiales pasó a designar
una unidad de caballería de unos quinientos hombres
perteneciente a los ejércitos de maniobra
(comitatenses, los que estaban a retaguardia de las
fronteras, listos para acudir a los puntos donde la
defensa de las mismas hubiese sido superada) o a los
palatinos (palatini, los que acompañaban al
emperador). En tiempos bizantinos no habría
cambiado mucho su significado.
6 Los ilíricos (illyrici) eran los «descendientes» de las
unidades de equites illyriciani que abundaban en
época tardoimperial, como, por ejemplo, los equites
scutarii Illyriciani (ND Or. XXXII 19 [Ed. de O.
Seeck]), los equites Dalmatae Illyriciani (ND Or.
XXXII 21 [Id.]), los equites scutarii Illyriciani (ND Or.
XXXIII 16 [Id.]), los equites promoti Illyriciani (ND Or.
XXXIII 17 [Id.]), y muchas otras unidades más
«apellidadas» Illyriciani.
7 Es el modelo de la falange griega clásica.
8 No sabemos si utiliza para su medición el pie
romano o el bizantino. El primero equivale a 29,56 cm,
mientras que la medida más habitual del segundo era
de 31,23 cm. Sobre esto, cfr. Schilbach (1970), pp.
13-16.
9 Estos enfermeros o sanitarios son llamados en el
texto δηποτάτοι. Sobre estos soldados, cfr. McGEER,
E. (1991): «Medical Services, Military», en The Oxford
Dictionary of Byzantium (Alexander P. Kazhdan, Ed.),
Óxford-Nueva York.
10 La milla romana equivale a 1478,5 m, medición
que aún podría permanecer en el siglo VI. Cfr. de
nuevo Schilbach (1970) pp. 32-36.
11 Corbatas: trozo de tela alargado que se añade al
asta de una bandera justo por encima de la misma,
recordando condecoraciones, hechos de armas, etc.
12 Traducimos por cuernos el término βουκίνων. En
latín el que toca el cuerno sería el bucinator (cfr.
corneta).
13 Expresión latina que significa «Con nosotros». Hay
que recordar que en la obra de Mauricio las órdenes
en latín están escritas en alfabeto griego. Sobre este
tema, se puede consultar: KAZHDAN, A. y McGEER,
E. (1991): «Commands, Military», en Oxford
Dictionary of Byzantium (Alexander P. Kazhdan, Ed.),
Universidad de Óxford, Óxford-Nueva York.
14 «Señor, ten piedad».
15 Vegecio, en su Epitoma Rei Militaris III 5, 4, nos
dice que la frase Nobiscum Deus («Dios con
nosotros») puede ser utilizada como contraseña o
durante el combate (es de suponer que en este caso
como grito de guerra).
16 Ya César (Caius Iulius Caesar) (BC III 92), más de
seiscientos años antes, decía algo parecido: «y no en
vano se dispuso en la Antigüedad que por doquier
sonara la señal de ataque y todos los soldados
lanzaran grandes gritos; y pensaron que con estos
procedimientos no solo se atemorizaba a los
enemigos, sino que también se incitaba a los suyos.»
17 En el libro I, cap. 4, el mismo Mauricio nos dice
que un tagma debe tener un efectivo que puede
oscilar entre trescientos y cuatrocientos hombres.
Libro III
SOBRE LA FORMACIÓN DE LOS TAGMAS

Capítulo 1. Los símbolos usados para ilustrar


las formaciones de los tagmas
Capítulo 2. La formación de los tagmas
pretendiendo una fuerza de trescientos
diez hombres
Capítulo 3. Esquema del mismo tagma con
sus flancos en orden cerrado
Capítulo 4. Esquema del mismo tagma con
ambos flancos y la retaguardia en orden
cerrado
Capítulo 5. Métodos de entrenamiento del
tagma
Capítulo 6. La formación de los meros.
Explicación de los símbolos que ilustran la
formación de los meros y su personal
Capítulo 7. Explicación de los símbolos que
ilustran la formación de la primera y de la
segunda línea
Capítulo 8. Formación de la línea al completo
cuando la impedimenta está presente
Capítulo 9. Un meros individualizado
Capítulo 10. Formación de un ejército de
fuerza moderada
Capítulo 11. Órdenes generales
Capítulo 12. Órdenes a las tropas de primera
línea
Capítulo 13. Órdenes a los flanqueadores
Capítulo 14. Órdenes a los flanqueadores
de ataque
Capítulo 15. Órdenes a las tropas de la
segunda línea
Capítulo 16. Órdenes a las tropas asignadas
a las emboscadas

SOBRE LA FORMACIÓN DE LOS


TAGMAS12

Libro III, capítulo 1. Los símbolos


usados para ilustrar las formaciones de
los tagmas

Bandera1
Prefecto del tagma
Trompetas
Portacapa2
Hecatontarca o ilarca
Decarca con lanza y escudo
Pentarca con lanza y escudo
El tercero en la fila con arco sin escudo
El cuarto de la fila con arco sin escudo
situado en retaguardia
El quinto de la fila con arco sin escudo
Jinete o soldado con cualquier tipo de
arma que puedan manejar

Libro III, capítulo 2. La formación de


los tagmas pretendiendo una fuerza de
trescientos diez hombres
Esta es la formación del tagma cuando se
alinea para la batalla y comienza su avance.
Debe definitivamente marchar en orden
abierto para que los jinetes no se
apelotonen y se fatiguen antes de la lucha.
Deben separarse a suficiente distancia para
que cada uno pueda girar su caballo de
forma fácil cuando así lo desee. La orden es:
Largiter ambula3. Entonces, cabalgando al
trote, los soldados avanzan contra el
enemigo, como se ilustra en el diagrama4.
Libro III, capítulo 3. Esquema del
mismo tagma con sus flancos en orden
cerrado
Cuando el enemigo se encuentra a una
milla de distancia, la decisión a tomar es
proteger el flanco y la orden es: Ad latus
stringe5. Las líneas de caballería se moverán
en orden más cerrado entre ellas
continuando su avance hacia el enemigo tal
cual se muestra en el diagrama.
Libro III, capítulo 4. Esquema del
mismo tagma con ambos flancos y la
retaguardia en orden cerrado
Cuando estemos a tres o cuatro tiros de
flecha de la línea enemiga, la decisión a
tomar es proteger los flancos y la
retaguardia dependiendo de las
circunstancias. La orden es: Iunge6.
Entonces gradualmente se irán contrayendo
mientras continúa el avance. Los arqueros
dispararán y el tagma conjuntamente en
orden cerrado comenzará la carga, como
muestra el diagrama.

Libro III, capítulo 5. Métodos de


entrenamiento del tagma
Cuando la bandera se ha alineado en el
orden establecido, el heraldo debe gritar la
siguiente orden: Silentium. Nemo demittat,
nemo antecedat bandum, sic uenias uero
aequalis facies, bandum capta, ipso seque
cum bando miles. Talis est comodum militis
barbati. Si uero bandum demittes eo modo
non uero uices. Serua miles ordinem
positum. Ipsum serue et tu bandifer, siue
pugnas siue seques inimicum siue aequalis
facies, non forte minare ut ne sparges tu
suum ordinem7.
Cada tagma debe ser entrenado como
sigue. Dar la señal, avanzar y parar, bien en
formación o a la carrera. Si el comandante
quiere que las tropas avancen, grita: Moue8,
que se dice «kíneson»9 en griego. La señal
también puede ser dada por clarines o
moviendo el estandarte. Así el tagma
avanza. Si quiere detenerles, grita la orden:
sta10 o da la señal golpeando un escudo o
moviendo la mano, o con los cuernos. Y así
el tagma se detiene.
En caso de que primeramente quiera que
marchen en orden abierto, la orden es:
equaliter ambula11. Para cerrar filas con la
mayor precisión desde los flancos y la
retaguardia, como ilustran los anteriores
diagramas, la orden es: ad latus stringe, los
decarcas: ad decarchas, los pentarcas: ad
pentarchas12. Entonces todas las tropas,
lado a lado, se cierran conjuntamente, no en
un único flanco, sino desde ambos lados,
comprimiéndose hacia el centro, esto es,
hacia el portaestandarte. Esta maniobra
debe ser practicada también por los meros,
ya que de esta forma las filas pueden
cerrarse rápidamente y en buen orden. Así
como los decarcas se alinean, así los
tetrarcas o los últimos de fila deben
alinearse ellos mismos. Pues si cierran los
soldados filas con exactitud, efectivamente
mantienen las tropas delante de ellos y les
disuaden de abandonar sus puestos en
combate y huir a la retaguardia.
A la orden de: iunge13, los soldados se
cierran desde la retaguardia para la carga.
Con las tropas avanzando en formación
cerrada, particularmente tras haberse
cerrado en apretada formación desde el
flanco, los arqueros disparan, y la orden a
ser dada es: percute14. Los decarcas y
pentarcas entonces se reclinan hacia
delante, cubriendo sus cabezas y parte del
cuello de sus caballos con sus escudos,
manteniendo sus lanzas tan alto como sus
hombros a la manera de las razas rubias15,
y protegidos por sus escudos, avanzan en
buen orden, no demasiado rápido, sino al
trote, para evitar que el ímpetu de la carga
rompa sus filas antes de llegar a chocar con
el enemigo, lo cual es un riesgo real. Todos
los arqueros de la retaguardia deben
disparar.
Al perseguir a caballo al enemigo, deben a
veces cargar en orden abierto, algunas veces
juntos en orden cerrado. Si se hace en orden
abierto, la orden es: cursu mina16. Y deben
cabalgar a esa velocidad más o menos una
milla. Si se hace en orden cerrado, la orden
es: cum ordine seque17. Y ellos persiguen al
enemigo conjuntamente en filas cerradas.
Para retroceder un poco y entonces dar
media vuelta: cuando el comandante quiere
retroceder en orden abierto grita: cede18. Y
al galope las tropas se retiran a uno o dos
tiros de flecha hacia los hombres situados en
orden cerrado. El comandante grita otra vez:
torna mina19. Entonces giran, afrontando al
enemigo. Debe la tropa practicar esta
maniobra frecuentemente, no solamente en
cargas hacia delante, sino también a la
derecha y a la izquierda, y lo mismo como si
estuviesen dirigidos hacia la segunda línea.
A veces los intervalos de esa segunda línea o
los espacios entre las líneas deben
reagruparse y todos juntos en formación
irregular cargar contra el enemigo. Mientras
practican, las lanzas deben ser mantenidas
en alto y no bajarlas al lado, para no impedir
el libre movimiento de los caballos.
Para cambiar el frente a la izquierda o a la
derecha de manera ordenada, los
flanqueadores y los flanqueadores de
ataque han de hacer la maniobra necesaria.
La primera orden es: depone sinistra20. Si es
a la derecha: depone dextra21. Y ellos
cambian el frente. Si solamente implica a
una bandera, entonces esa bandera
cambia el frente. Pero si hay varias,
entonces la primera cambia por sí misma, y
las otras conforme a los movimientos de la
primera.
Para cambiar la formación cuando los
soldados mantienen su posición y cuando
cambia el frente de la línea de batalla: si
una pequeña fuerza enemiga de repente
ataca por la retaguardia, la orden a dar es:
transforma22. Manteniendo su lugar, cada
soldado gira y solamente los oficiales y los
portaestandartes se desplazan a la nueva
línea del frente desde la nueva retaguardia.
Si un gran fuerza enemiga aparece tras ellos,
la orden es: transmuta23, y la unidad
marcha junta siguiendo el estandarte.
Durante el entrenamiento y la formación,
el tagma no debe estar limitado a las
formaciones en línea mostradas en los
diagramas, las cuales competen solo a la
carga principal, sino que también las
formaciones irregulares deben ser
practicadas, marchando hacia delante y en
varios tipos de movimientos circulares,
primeramente retirada y dar media vuelta,
posteriormente ataques sorpresa contra el
enemigo, y finalmente dar rápido apoyo a
las unidades con problemas. Si los tagmas
adquieren alguna capacidad en estas
maniobras, estarán preparados para operar
en formación cerrada o abierta y para formar
en cualquier eventualidad. Cuando tales
entrenamientos han sido propiamente
realizados, los soldados comienzan a
familiarizarse con ellos o con la mayor parte,
y esas nueve maniobras preparan a los
tagmas para cualquier emergencia, ya sea
estar preparados para luchar en orden
abierto, en orden cerrado, como
flanqueadores o como flanqueadores de
ataque, pues se habrán acostumbrado a
todas las formaciones. Es también esencial,
por supuesto, que las banderas comiencen
a ser usadas para alinearse y cooperar unas
con otras, así como al completo en línea de
batalla, pero de tal forma que no descubran
todas nuestras formaciones al enemigo.
Antes del combate, el ejército no debe
formar al completo en línea de batalla, esto
es, cuando se están entrenando no deben
alinearse en primera y segunda línea, con
flanqueadores, flanqueadores de
ataque, tropas escondidas en formación
irregular o en emboscadas. Esas
disposiciones son más materia de estrategia
que de táctica, y no deben ser preparadas
con anticipación durante el entrenamiento,
sino que deben ser decididas al punto de
encontrarse con una necesidad específica.
En el momento en que una única bandera
está siendo entrenada, un moira, un meros
o la línea entera del frente debe ser alineado
en tres partes. Si es una única bandera la
que se está entrenando por sí misma, la
mayor parte de los hombres deben estar
formados en orden abierto. En la misma
línea con ellos, unos diez jinetes deben ser
colocados en una única columna en cada
flanco en orden cerrado. Unos pocos
soldados, digamos diez, deben poner su
posición en el lado contrario para
representar al enemigo para que nuestros
hombres puedan tener la impresión de dirigir
su carga contra ellos. Cuando el avance
comienza, las tropas en orden abierto,
separadas de su apoyo en orden cerrado, se
mueven rápidamente como si estuviesen en
combate. Tras cabalgar firmemente hacia
delante durante una milla o dos, regresan
hasta media distancia, hacen tres o cuatro
rápidas cargas a la derecha y a la izquierda,
y entonces vuelven a empezar otra vez. Tras
todo esto, galopan a su posición original en
el área entre los dos grupos en orden
cerrado y todos juntos cabalgan en orden
cerrado como para afrontar al enemigo que
perseguían.
El mismo tipo de entrenamiento debe ser
también practicado por los moiras. Algunas
de sus banderas deben formar en orden
abierto, otras en orden cerrado. Deben
entonces cambiar los papeles, aquellas en
orden abierto cambian a cerrado, y
viceversa, con el resultado que todas ellas
estarán preparadas para lo que corresponda.
Los mismos principios se aplican en el
entrenamiento de los meros, tanto en la
primera como en la segunda línea de batalla.
Cuando varias banderas de tropas en orden
abierto practican movimientos envolventes
de carga y se dividen en dos grupos
cabalgando unos contra otros, con una parte
cargando hacia fuera y otra hacia dentro, se
debe tener mucho cuidado para evitar
colisiones entre los jinetes.
Los flanqueadores y los flanqueadores
de ataque, junto con esos grupos
irregulares escondidos tras los drungos,
deben practicar individualizadamente.
Cuando las líneas enemigas se extienden
más allá de la nuestra por ambos lados,
deben los flanqueadores y flanqueadores
de ataque mantener nuestra línea y
protegerla contra los movimientos
envolventes del enemigo. Estos
flanqueadores y flanqueadores de
ataque deben ser entrenados en los
movimientos de rodear y envolver a unas
líneas enemigas más cortas o de igual
tamaño que las nuestras. Unos pocos
jinetes, digamos una o dos banderas,
deben alinearse frente a ellos en una única
línea para que parezca la línea enemiga,
para que los flanqueadores de ataque
conforme a la longitud de la línea enemiga
puedan, primeramente, sobrepasarla y
posteriormente los drungos o grupos
irregulares reunidos entre ellos puedan
rápida y velozmente cargar contra la línea
enemiga y caer sobre la retaguardia
enemiga.
Esas maniobras son simples, repercuten
sobre la retaguardia enemiga y pueden ser
practicadas por un único tagma o por varios
combinados sin deshacer nuestro orden de
batalla frente al enemigo. Las otras
maniobras descritas a continuación no son
esenciales. Estos ejercicios deben ser dados
por escrito a los merarcas y moirarcas.
Deben ser practicados no solo en terreno
llano, sino también en terreno montañoso y
encharcado. Incluso con tiempo caluroso es
una buena idea entrenarlos y practicarlos.
Nadie sabe qué sucederá.

Libro III, capítulo 6. La formación de


los meros. Explicación de los símbolos
que ilustran la formación de los meros y
su personal

MEROS DE LOS FEDERADOS. FORMACIÓN

Moira en Moira en Moira en


formación formación formación
abierta cerrada abierta
Libro III, capítulo 7. Explicación de los
símbolos que ilustran la formación de la
primera y de la segunda línea24

El hypostrategos
El cuerpo médico77
Flanqueadores
Flanqueadores de ataque
Optimates armados
Caballos de reserva, si hay
Impedimenta, si hay
Bandera de la guardia de la impedimenta,
si hay
Taxiarca de los optimates
El estrategos
Libro III, capítulo 8. Formación de la
línea al completo cuando la
impedimenta está presente
Si ocurre que el ejército es de una fuerza
de más de quince mil hombres, está
permitido, y de hecho es aconsejable,
organizar la segunda línea en cuatro meros
con tres espacios entre ellos, como muestra
el diagrama, para que cada meros de la
primera línea pueda tener su propio espacio.
Si el ejército es de fuerza moderada,
digamos de cinco mil o seis mil a quince mil
hombres, entonces la segunda línea debe
estar compuesta por dos meros y un
espacio abierto de acuerdo al siguiente
diagrama que muestra a un único meros. Si
el ejército es aún más pequeño, cinco mil
hombres o menos, entonces hay que
estacionar un meros como segunda línea.
Los espacios abiertos en la segunda línea
entre los meros deben ser proporcionados al
número de unidades formadas en la primera
línea, para que cada espacio sea de un
cuarto de ancho del meros de la primera
línea. Esto es, si el meros de la primera
línea tiene seiscientos jinetes, el espacio
abierto en la segunda línea debe ser de unos
ciento cincuenta. Como se mencionó
anteriormente, la profundidad del tagma
estacionado en ese espacio abierto debe ser
normalmente de cuatro hombres en fondo,
para que, si fuese necesario, pueda estar
preparado para una acción ofensiva. Pero si
el ejército es de fuerza moderada, no basta
para luchar pero sí para permanecer y
mantener la segunda línea intacta.

Libro III, capítulo 9. Un meros


individualizado
Ejemplo de un meros individualizado
formado como previamente se ha descrito. Si
este meros debe retirarse dándose la vuelta
en dirección a la segunda línea y recibe
refugio en medio de esta, el
portaestandarte del tagma o su
25
comandante grita: «suscipe» .
Libro III, capítulo 10. Formación de un
ejército de fuerza moderada
SEGUNDA LÍNEA
Este esquema, con la segunda línea
consistente en un meros y no más, es
apropiado cuando el ejército es de fuerza
moderada, esto es, de dos mil a cinco mil o
seis mil hombres o menos. En caso de
emergencia, la primera línea debe situarse al
final o en los flancos de la segunda línea, no
a su altura. Si el ejército al completo
consiste en cinco mil a diez mil o doce mil
hombres, la segunda línea debe dividirse en
dos meros con un espacio abierto entre
ellos, como previamente se explicó en el
diagrama de un único meros, y si la primera
línea es superada puede encontrar refugio
allí. Si tratamos con un ejército de quince mil
o veinte mil hombres o más, la segunda
línea debe consistir en cuatro meros con
tres espacios abiertos, tal como es explicado
en el capítulo que trata de ello. Esta
disposición de la línea es esencial cuando el
ejército es excepcionalmente numeroso.
Disposición de los flanqueadores y
flanqueadores de ataque cuando la línea
de batalla del enemigo es más larga o más
corta que la nuestra.
Si la línea de batalla enemiga es
considerablemente larga en ambos lados,
nuestro centro, no los flancos, debe avanzar
para combatir por delante de las otras
unidades.
MOVIMIENTO DE ENVOLVIMIENTO DEL
ENEMIGO CUANDO SU LÍNEA ES MÁS CORTA
POR AMBOS EXTREMOS Y CUANDO LAS DOS
LÍNEAS DE BATALLA SE APROXIMAN UNA
HACIA LA OTRA.
Las tropas preparadas para lanzar un
movimiento envolvente o de flanqueo deben
avanzar un poco más despacio para facilitar
a los flancos que rodeen la línea enemiga
antes de hacer contacto. Si, por otro lado,
nuestra línea está siendo envuelta porque es
más corta, entonces las tropas de nuestra
segunda línea que están tras ella deben
atacar la retaguardia de las fuerzas que nos
envuelven.

CÓMO SE DEBE REALIZAR EL MOVIMIENTO


DE ENVOLVIMIENTO CUANDO LAS LÍNEAS
SON DE IGUAL FUERZA.

Libro III, capítulo 11. Sobre las órdenes


generales
Cuando las fuerzas romanas han sido
organizadas y entrenadas, primeramente por
tagmas y posteriormente por meros, los
oficiales de cada meros deben ser llamados
conjuntamente y recibir las siguientes
instrucciones básicas por escrito. Así como
los conejos y otros pequeños animales
cuando se los persigue y caza no huyen en
fuga precipitada, sino que miran atrás para
ver con cuánto ímpetu sus atacantes los
persiguen y regulan su carrera de acuerdo a
tal, cuánto más deben los hombres, que
poseen inteligencia y luchan por una causa
tal, ser cuidadosos en preparar sus
propósitos de ataque y repliegues en la
batalla y no deben hacer como el agua que
fluye ora hacia delante ora hacia atrás, de
modo que con cada pequeño avance
realizado por el enemigo o por ellos mismos
pierdan el control y corran riesgos
innecesarios, sino que deben permanecer en
su puesto y afanarse en cada posible manera
de derrotar al enemigo. Empujar al enemigo
hacia atrás a una corta distancia y dejarlo
marchar no es una victoria decisiva.
Tampoco es una derrota retirarse un poco y
entonces detenerse nuevamente. Solo el
final de la batalla queda claro a ambos
bandos y para eso se debe luchar, para que
se muestre con claridad. Cuando los oficiales
comprendan los principios de las formaciones
y prácticas mencionadas anteriormente, que
contribuyen a la ejecución de esas
maniobras y después del entrenamiento de
las unidades individuales, la línea de batalla
al completo debe ser formada una vez o, aún
mejor, dos veces según los principios
ilustrados por las maniobras.
Libro III, capítulo 12. Sobre las órdenes
a las tropas de primera línea
Las órdenes deben darse a los oficiales de
la primera línea o línea de combate para
conformar sus movimientos en función de los
que realice el meros central, donde
generalmente se sitúa el hypostrategos.
Deben mantenerse a la altura de este
meros y realizar su carga al mismo tiempo.
Si el enemigo huye a causa de la carga,
entonces las tropas de asalto deben
perseguirlo rápidamente continuando su
persecución directamente hasta el
campamento enemigo. Las tropas de
defensa deben seguirlas sin detenerse pero
manteniendo su formación. Entonces, en
caso de que el enemigo gire y las tropas de
asalto no puedan mantener la lucha en
formación cerrada, pueden obtener refugio
entre las tropas de defensa y reagruparse.
Si sucede que durante la batalla cualquier
meros, o todos, deben retirarse, deben
hacerlo tras la segunda línea a un tiro de
flecha o dos y lo usual y apropiado es
ordenar, anunciándolo en alta voz, girar de
nuevo contra el enemigo. Deben así ser
capaces de forzar la retirada enemiga. Si no
es así deben retirarse un poco y
contraatacar. Y si, tras uno o dos intentos,
aún no han tenido éxito en derrotar al
enemigo, entonces la segunda línea debe
avanzar, la primera refugiándose tras la
segunda y cubriendo los espacios vacíos en
ella, y en el área entre la segunda y la
tercera línea debe rehacerse la primera y
atacar al enemigo en formación irregular
conjuntamente con la segunda línea. Si el
enemigo se retira se le debe perseguir sin
misericordia.

Libro III, capítulo 13. Sobre las órdenes


a los flanqueadores
Debe ordenarse a los flanqueadores que
si el flanco del enemigo se extiende más allá
del nuestro, deben hacer todo el esfuerzo,
inclinándose su propio flanco, que es el lado
del escudo26, para extender nuestro flanco y
hacerlo igual, para prevenir el cerco del
meros al completo. Pero si el flanco
enemigo es más corto, deben activar el
avance en formación de media luna y
envolverlo antes de que el meros lance su
ataque, que es justo antes de que se dé la
señal de carga. Si las líneas son de igual
dimensión, los flanqueadores deben
permanecer en su posición en orden cerrado
y unirse a la carga del resto del meros.

Libro III, capítulo 14. Sobre las órdenes


a los flanqueadores de ataque
Se debe dar órdenes a los flanqueadores
de ataque para que, hasta que el enemigo
se sitúe a dos o tres tiros de flecha de
nuestra línea de batalla, estén, como se
explicó, manteniéndose ocultos tras el ala
derecha. Un tagma con sus decarcas y
pentarcas se debe situar en primera fila,
con una profundidad de unos cinco hombres,
lo suficiente si las tropas son buenas. El otro
tagma debe estar situado de modo irregular
tras el primero. Los estandartes, esto es,
sus partes culminantes, no deben ser
llevados desplegados, sino bajados, para no
ser vistos y reconocidos por el enemigo
hasta el momento adecuado. Si el flanco
enemigo se extiende más allá del nuestro,
deben primeramente inclinarse al flanco,
esto es, del lado de la lanza27. Mientras el
meros de la derecha afloja su paso un poco
pueden extender su formación a medio tiro
de flecha hasta que ellos sobrepasen el ala
opuesta. Mientras giran contra ellos y les
envuelven, la orden de: Exi28 será dada, y el
drungos encubierto cargará de repente
desde atrás con gran fuerza y velocidad. Si el
enemigo huye, no deben perseguirlo, sino
que deben unirse a los otros tagmas e
inmediatamente atacar a la retaguardia del
resto de las unidades enemigas. Pero si la
línea enemiga es más corta, deben
inmediatamente avanzar desde el meros y,
en formación de media luna, envolverla. Si
las líneas son de la misma longitud, deben
extender su formación un poco para
flanquear al ala opuesta y, entonces, como
se dijo, cargar. Ahora si, mientras los
flanqueadores de ataque están
desplegándose y los del enemigo lo hacen
de la misma manera, entonces deben
inmediatamente lanzar la carga contra ellos
mientras aún se están moviendo. Pues,
envolviéndolo por el flanco, el enemigo
habrá de exponer su derecha y su formación
perderá cohesión. No solo deben los
flanqueadores de ataque regular estos
movimientos envolventes para que no se
hagan ni demasiado lentamente ni
adelantándose, sino que el comandante de
todo el meros debe calcular su asalto para
coincidir con el ataque de los
flanqueadores de ataque en cuanto ellos
comiencen a causar confusión entre el
enemigo. Su propósito debe ser envolver al
bloque enemigo que tiene enfrente si es que
puede. Por otro lado, deben extender su
línea tanto cuanto lo esté haciendo el
enemigo. Si la línea de batalla enemiga es
más larga, entonces deben animar a los
flanqueadores de ataque para ir hacia su
función. Debe hacerse notar que los
flanqueadores de ataque, como se dijo,
pueden consumar ataques sorpresa con
impunidad incluso en terreno abierto.

Libro III, capítulo 15. Órdenes a las


tropas de la segunda línea
Debe ordenarse a la segunda línea seguir y
configurar sus movimientos de conformidad
con la unidad del centro en la cual se sitúa
normalmente el estrategos. En el momento
en que la primera línea hace contacto con el
enemigo, la segunda línea debe estar a unos
tres o cuatro tiros de flecha tras ella, para
que si el enemigo se retira, lo siga en apoyo
de la primera línea en formación cerrada,
manteniendo su formación, y sin detenerse.
Si nuestra primera línea es vencida, a las
unidades en retirada debe permitírseles
pasar a través de los tagmas de la tercera
línea y encontrar así refugio. La segunda
línea debe continuar su avance en buen
orden sin disgregarse, con las tropas de la
primera línea, y no debe romper la formación
hasta el resultado final de la batalla y su
vuelta al campamento. Debe siempre
mantener su formación y no deshacerla en la
persecución del enemigo.
Ahora, si la batalla se mantiene en duda en
lo que se refiere a la primera línea, y si
primeramente un bando gana ventaja y
posteriormente el otro, entonces la segunda
línea debe esperar y observar como
evoluciona la situación, lanzando dos o tres
apasionados gritos de apoyo para dar coraje
a nuestras tropas y descorazonar al
enemigo. Debe ser muy cuidadosa para no
entrar en acción de forma prematura o
situarse demasiado cerca de la primera línea
para que no se cree confusión alguna y una
derrota inesperada.
Si en su caso sucede que la segunda línea
se rompe, debe retirarse a tanta distancia
cuanto se encuentre la retaguardia o la
tercera línea y reorganizarse. Si oyen que el
enemigo está atacando con emboscadas la
retaguardia, si se trata solo de una pequeña
avanzadilla y las tropas de la tercera línea
son capaces de ocuparse de ella, en ese
caso deben ser enviadas tras ellos. Pero si
no hay suficientes tropas en la defensa, los
hombres de la segunda línea deben girar tal
como están, con el oficial comandante con el
estandarte avanzando en retaguardia, y,
con la línea mirando a ambos lados, se
podrá fácilmente atajar el ataque enemigo.
Si el enemigo se retira, una o dos banderas
de la retaguardia deben atacarlo. Si se
espera que el enemigo sea numeroso, el
comandante da la orden de: «transmuta»29.
En cada tagma los decarcas marchan a la
retaguardia, de modo que se transforme en
el nuevo frente.
Que esto quede en un reglamento
permanente para todas las tropas y que
nadie de la segunda línea ose cargar incluso
si la primera línea fuese vencida.

Libro III, capítulo 16. Órdenes a las


tropas asignadas a las emboscadas
Debe ordenarse a las tropas enviadas para
emboscar o para atacar la primera línea
enemiga que, antes de nada, han de enviar
patrullas por delante para que así el
destacamento no encuentre una fuerza
enemiga de forma inesperada o una
emboscada desde el flanco o desde la
retaguardia de la primera línea enemiga. El
enemigo frecuentemente sitúa sus fuerzas
en dos líneas de batalla y si no se han
planeado con mucho cuidado nuestras
incursiones contra su primera línea, nuestras
propias tropas pueden acabar siendo
emboscadas por el enemigo. Por
consiguiente, si el enemigo se sitúa en dos
líneas, no se debe lanzar una incursión
contra la retaguardia de su primera línea,
sino contra un flanco o ala, incluso si, como
se ha citado, tiene lugar el ataque desde uno
o los dos lados. Este tipo de ataques debe
ser coordinado para que no se avance
demasiado respecto a nuestra línea de
batalla ni demasiado tarde, sino que cuando
las dos líneas se encuentran apartadas a dos
o tres tiros de flecha entonces los
destacamentos enviados a la emboscada
deben atacar al enemigo. Pero si los
hombres han sido debidamente entrenados,
como se explicó anteriormente, no es
necesario gastar más tiempo en esas
instrucciones, pues serán capaces de tratar
con cada situación como corresponda.

FIN DEL LIBRO TERCERO

1 Entendido como estandarte.


2 Entendido como ayudante.
3 «¡En orden abierto. Marchen!».
4 En el manuscrito Laurenciano solo se desarrolla el
cuerpo central.
5 «¡Cerrad los flancos!».
6 «¡Cerrad filas!».
7 «Silencio. Que nadie retroceda. Que nadie avance
por delante del estandarte. Avanzad al mismo ritmo
de la línea del frente. Mantened vuestros ojos en el
estandarte. Síguele con tu propia compañía, soldado.
Así es como el soldado valiente ha de actuar. Si
abandonáis al estandarte no venceréis. Soldado,
mantén tu posición asignada. Portaestandarte,
mantén tu posición en la lucha y, persiguiendo al
enemigo o incluso en la línea del frente, no carguéis
de forma impetuosa provocando que vuestras filas se
quiebren». En el texto original, todo este párrafo está
en latín, pero escrito en alfabeto griego, con las
peculiaridades de la grafía de este idioma con
respecto al latín, como la de poner silention en lugar
del correcto latín silentium, antekedat en lugar de
antecedat...
8 «¡Marchen!».
9 κίνεσον.
10 «¡Alto!».
11 «¡En línea, marchen!».
12 «¡Por el flanco, cierren!»... «¡A los decarcas!»...
«¡A los pentarcas!».
13 «¡Cerrad filas!».
14 «¡Carguen!».
15 Bárbaros del norte, germanos de la zona
occidental.
16 «¡Carguen al galope!».
17 «¡Seguid en orden!».
18 «¡Retroceded!».
19 «¡Girad y cargad!».
20 «¡A la izquierda, cambiad el frente!».
21 «¡A la derecha, cambiad el frente!».
22 «¡Cambio!».
23 «¡Cambiad de lugar!».
24 Deputador.
25 «¡Incorporación!».
26 El lado izquierdo.
27 El lado derecho.
28 «¡Avanzad!».
29 «¡Cambiad de posición!».
Libro IV
Capítulo 1. Sobre las emboscadas y
estratagemas contra tropas enemigas
superiores
Capítulo 2. Sobre las emboscadas de los
escitas
Capítulo 3. Sobre las emboscadas realizadas
por ambas partes
Capítulo 4. Sobre el momento más oportuno
para las emboscadas
Capítulo 5. Sobre la conveniencia del uso de
formaciones irregulares para emboscadas o
ataques por sorpresa

SOBRE LAS EMBOSCADAS

Libro IV, capítulo 1. Sobre las


emboscadas y estratagemas contra
tropas enemigas superiores
Las emboscadas bien planeadas son del
mayor valor en la guerra. De varias formas,
las emboscadas, en un corto periodo de
tiempo, han destruido grandes fuerzas antes
de que el enemigo haya tenido la
oportunidad de situar su línea completa de
batalla en acción. Algunos comandantes
obtienen ventaja de terrenos favorables,
tales como bosques densos, valles, colinas
abruptas, barrancos y montañas que se
extienden más allá de la línea de batalla
enemiga. Los comandantes han usado estos
accidentes geográficos para ocultar tropas y
para mantenerlas sin ser detectadas a
distancia y no ser atacadas. Entonces, de
repente, cargando contra la retaguardia
enemiga antes de que la batalla principal dé
comienzo, estos ataques les conducen al
desorden y a la derrota. Otros comandantes,
cuando el terreno no permite esta ventaja,
no pueden montar la emboscada cerca de la
línea enemiga, sino al flanco, entre las líneas
enemigas y las de su propio ejército o
incluso en la retaguardia de su propio flanco.
En ocasiones pueden estacionar la fuerza
mayor en la emboscada y mantener una
pequeña tropa frente al enemigo. Esto es
particularmente usado contra los pueblos de
pelo rubio1 y otros pueblos indisciplinados.

Libro IV, capítulo 2. Sobre las


emboscadas de los escitas
En lugar de situar a un gran número de
tropas, algunos comandantes colocan en
línea de batalla a la parte más pequeña del
ejército. Cuando la carga se realiza y las
líneas chocan, aquellos soldados
rápidamente huyen, el enemigo comienza a
perseguirlos y comienza a desorganizarse.
Nuestras tropas cabalgan, sobrepasando el
lugar donde se ha montado la emboscada, y
entonces las unidades ocultas cargan y
atacan al enemigo por su retaguardia.
Aquellos que escapaban se vuelven y las
fuerzas enemigas son atrapadas en el
medio. Los pueblos escitas hacen esto
siempre.

Libro IV, capítulo 3. Sobre las


emboscadas realizadas por ambas
partes
Algunos comandantes han excavado una
trinchera de ocho o diez pies de profundidad
y cincuenta o sesenta de ancho, a lo largo de
una buena distancia. La cubren con ramas,
paja y tierra y así parece tal como la tierra
de su alrededor y no hay forma que se
pueda ver la diferencia. La tierra excavada
no hay que dejarla allí para que no se pueda
apreciar nada extraño. En varios puntos en
el medio de la trinchera esos comandantes
dejan algunos pasos de tierra firme, bien
señalizados y conocidos por su propio
ejército en el momento preciso. Cerca de la
zanja, a ambos lados, sitúan tropas en
emboscada, ocultas donde no puedan ser
vistas, y sitúan el resto del ejército en línea
delante de la trinchera. Cuando se entabla la
batalla, los hombres situados delante de la
trinchera simulan ser vencidos y se retiran a
salvo por las secciones sólidas por ellos
conocidas. El enemigo comienza una
irrefrenable e impetuosa persecución y cae
en la trinchera. Entonces, los soldados
emboscados cargan de repente y los
hombres que han simulado retirarse se
vuelven. La mayor parte del enemigo
quedará en peligro, algunos habrán caído en
la zanja mientras otros escaparán en
desorden por causa del inesperado desastre.
Esta es la estratagema con la que los
neftalitas2 vencieron a Peroz, rey de los
persas3.
Este tipo de emboscadas, sin embargo,
requiere mucha disponibilidad de tiempo y
muchos trabajadores, y puede ser fácilmente
descubierta por los enemigos a través de
desertores o exploradores. Otros, aplicando
el mismo tipo de estratagema en terrenos
pantanosos, localizan dos o tres pasos
sólidos e informan de ellos a su ejército
cuando se sitúa en formación. Las tropas se
alinean delante de tales pasos y, cuando la
acción comienza, simulan huir, haciéndolo
sobre los pasos y conducen al enemigo
directamente al pantano. Entonces las tropas
emboscadas situadas en los flancos, de
repente cargan contra ellos y los hombres
que fingían retirarse contraatacan y
destruyen al enemigo. Las tribus escíticas de
los godos usaron esto contra el emperador
romano Decio cuando cruzaron el Danubio e
invadieron Tracia y entablaron guerra contra
él en Mesia4. En aquel tiempo Decio tuvo
éxito empleando la misma estrategia,
simulando retirarse, en un intenso combate
que entabló para destruir muchos de ellos5.
Este mismo tipo de trampa puede ser
realizado al enemigo incluso sin una
trinchera o pantano. En el momento
adecuado, sin que el enemigo se entere,
deben diseminarse o colocarse en posición
abrojos de hierro unidos entre sí para que
puedan ser fácilmente recobrados tras ser
utilizados. Deben extenderse a todo lo largo
de la línea de batalla y en una profundidad
de cien pies. Deben dejarse cuatro o cinco
pasajes en el medio, de unos trescientos o
cuatrocientos pies de ancho, conocidos por
nuestro ejército y claramente marcados por
tres grandes palos, lanzas terminadas en
extrañas formas, pilas de tierra o piedra u
otras marcas obvias. Estas marcas deben ser
situadas no solo a la entrada de los pasajes
o en el frente cubiertas por los abrojos, sino
también en el fondo de los pasajes para que,
una vez comenzada la acción, cuando las
unidades finjan retirarse y hayan pasado a
través de esas vías, los marcadores puedan
ser retirados o derribados por los jinetes
asignados a tal propósito. Los soldados
emboscados en ambos flancos pueden
entonces cargar mientras que el enemigo
está tropezando con los abrojos y encuentra
dificultades tanto para avanzar como para
retroceder.
El mismo tipo de acción se puede realizar
sin usar los abrojos. Aquí y allá deben
abrirse fosas redondas, del tipo llamado
«rompe caballos». Deben tener un pie de
diámetro y dos o tres de profundidad, con
afiladas estacas fijadas en el fondo6. Las
fosas deben ser cavadas en filas
alternativas, no en línea recta, más o menos
a cada tres pies en todas las direcciones, y
deben de cubrir un área de ciento cincuenta
pies, tan largo como la línea de batalla. En
el momento de la batalla, ahora, la primera
línea debe situarse a una milla por delante
de estos obstáculos, y la segunda como a
dos o tres tiros de flecha tras los obstáculos,
no tan espaciados como la línea de batalla
sino en línea con los espacios libres entre las
diversas unidades. En caso de emergencia,
entonces, cuando las tropas de primera línea
se retiran, pueden hacerlo a salvo entre esos
espacios y, si fuese necesario, la segunda
línea puede avanzar a través de esos
mismos espacios para atacar al enemigo. Si
toda la línea de batalla se sitúa tras los
obstáculos, sin unidades en su parte
delantera, la línea debe situarse a dos o tres
tiros de flecha tras ella. Cuando el enemigo
avanza, topa con los obstáculos en el mismo
momento en que sus caballos, al caer en los
hoyos, son aniquilados. Cuando nuestra línea
está formada tras los obstáculos, los
espacios libres entre dichos obstáculos no
deben ser muy anchos para que un gran
número de enemigos no pueda entablar
combate con peligro.
Cualquiera de estos artificios o
estratagemas deben ser preparados
secretamente por un pequeño grupo de
hombres de confianza. El trabajo debe
realizarse el mismo día de la batalla o el día
antes por la tarde, en ese punto en el que se
espera el combate, y allí ellos deben esperar
al enemigo. En el momento justo, el grupo
de confianza debe informar a los soldados,
especialmente a los portaestandartes,
para que puedan saber qué hacer. Durante
la retirada, esta no deben hacerla en
formación regular, pero las banderas deben
seguir en formación no rígida una tras la otra
según la localización de los espacios
abiertos. A todos los soldados se les debe
ordenar seguir a sus propios estandartes,
especialmente durante la retirada, para
evitar, ¡ojalá que no suceda!, moverse entre
las trampas y caer dentro.
De entre todas las estratagemas descritas
arriba, es, en nuestra opinión, aquella de los
abrojos la que puede emplearse con mayor
facilidad y secreto en todo tipo de terreno. El
estrategos debe también, por supuesto,
formar la línea de batalla de acuerdo con el
terreno. Si se decide dar un asalto contra la
línea enemiga, como se describe en el libro
anterior, deben destacarse una o dos
banderas, o incluso más, dependiendo del
tamaño del ejército, con buenos soldados
bajo el mando de oficiales valientes e
inteligentes. Según el terreno, un grupo
debe acometer operaciones contra la línea
enemiga en su flanco derecho, y el otro
grupo puede hacer lo mismo en el izquierdo.
Si el enemigo lanza un ataque, esas
unidades deben repelerlo y no darle tiempo
a alcanzar y acosar nuestra línea de batalla.
Si el enemigo no ataca, entonces ellos
mismos deben atacar en ese sector o atacar
por sorpresa la impedimenta enemiga si es
que pueden arriesgarse por estar esta a
mano, o la retaguardia o los flancos de la
línea enemiga. En caso de que el enemigo
forme en dos líneas o pueda haber unidades
preparadas para emboscadas tras su propia
línea, para buscar y dañar a los nuestros,
nuestros hombres que han sido destacados
para tareas de emboscada deben hacer un
reconocimiento cuidadoso del terreno y, por
tanto, estar preparados para cualquier
movimiento del enemigo.

Libro IV, capítulo 4. Sobre el momento


más oportuno para las emboscadas
El momento para una emboscada debe ser
cuidadosamente elegido. No deben realizar
su ataque demasiado lejos desde la línea
principal pues, siendo menos numerosos,
pueden ser aplastados por el enemigo.
Tampoco pueden demorarse demasiado,
pues si aparecen tras haber comenzado la
batalla principal resultan inútiles. Las
unidades destacadas para las emboscadas y
el cuerpo principal del ejército deben
moverse al mismo tiempo, tanto si hay una
emboscada o como si hay dos. Incluso es
mejor que se mueva el cuerpo principal del
ejército un poco antes de las unidades de
emboscada para que la línea principal de la
batalla, avanzando en abierto, distraiga la
atención del enemigo, mientras que los otros
proceden bajo cubierto. Deben coordinar sus
movimientos gracias a los exploradores,
señales y por valoraciones. Si sucede que
una toma la delantera por un atajo, debe
aminorar y esperar a la otra para que, si es
posible, ambas, las unidades de emboscada
y la línea principal de batalla, hagan
contacto con el enemigo al mismo tiempo.
Preferiblemente, las unidades de emboscada
deben atacar justo un poco antes. El
propósito de esto es que cuando el enemigo
comience a desbandarse por culpa de la
emboscada, entonces la línea principal de
batalla avance y ataque. Por la misma razón,
si el terreno lo permite, las emboscadas
deben realizarse desde ambos lados,
especialmente si el ejército es grande. Una
parte del ejército debe ser usada para
repeler ataques del enemigo, mientras que
la otra lo ataca. Entonces, si una de ellas
permanece intacta, aun cuando sus asaltos
pudieran ser ineficaces, o si entretanto la
línea principal de batalla es rechazada, ella
no deberá, por estos motivos, ceder ante el
enemigo, retroceder a la segunda línea y
mezclarse con los fugitivos, sino que debe
permanecer fuera e intentar atacar la
retaguardia enemiga y de esta forma
recoger a sus propios hombres en fuga.

Libro IV, capítulo 5. Sobre la


conveniencia del uso de formaciones
irregulares para emboscadas o ataques
por sorpresa
Las señalamos para garantizar que los
destacamentos designados para las
emboscadas, para ataques en la retaguardia
o en los flancos de la línea de combate
enemiga, para proteger la retaguardia, los
flancos o la impedimenta, para rápido apoyo
a una unidad que está siendo duramente
presionada o para pequeños reconocimientos
son mucho más efectivos si adoptan una
formación irregular que una apropiada en
una larga línea de batalla, completamente
colocada en decarquías y pentarquías. La
línea, en verdad, resulta ser más
impresionante, es más fuerte, y en combate
puede cargar con mayor seguridad, pero
realmente no es muy flexible y es lenta y
torpe haciendo maniobras de emergencia. La
formación irregular tiene las características
opuestas. Puede ser fácilmente ocultada
para una emboscada, no requiere demasiado
espacio y puede maniobrar rápidamente en
caso de emergencia. Por estas razones, debe
dedicarse algún tiempo a su práctica y sus
elementos básicos deben convertirse en
obvios gracias a la práctica. Debe adaptarse
al tamaño de la fuerza disponible y a la
configuración del terreno. Si una unidad
grande o de buen tamaño del ejército
principal está para ser puesta en emboscada
con la idea de atacar en un lugar, debe estar
formada en decarquías o pentarquías.
Pero si unas pocas unidades son destacadas
o el ataque se realiza desde diferentes
puntos, entonces la formación irregular es la
más indicada. En otras palabras, la
diferencia entre las dos formaciones es esta:
la primera es para grandes operaciones en
las que hay poco riesgo, la otra es para
apoyo rápido, persecuciones, incursiones y
causar confusión. Esta última formación,
considerada como apropiada para la
caballería, debe aprenderse por un constante
entrenamiento en la manera descrita para
las banderas individuales. Si las habilidades
son adquiridas apropiadamente, no habrá
necesidad de instrucciones u otras órdenes.
La formación por sí misma y el
entrenamiento enseñan a cada hombre lo
que ha de hacer.
Algunos, demasiado precavidos y
dubitativos para cambiar, quizá puedan
argüir que esta formación es demasiado
complicada y variable y es,
consecuentemente, demasiado
problemática. Estos deben caer en la cuenta
de que los atletas, los aurigas y otros a los
que compete la mera diversión, hacen esto
solo por el éxito material y la recompensa,
incluso una muy mediocre, y el único precio
por fallar es su propio bochorno, pero ellos
se someten a muchas penalidades y
entrenamiento. Ellos restringen rígidamente
su dieta y nunca paran de entrenar con el
objeto de aprender varias formas de herir a
sus adversarios, formas de mantenerse libres
de ser heridos, y cómo romper los cercos en
los que pudieran ser atrapados7. ¿Cuánto
más, entonces, debemos practicar esas
formaciones y entrenamientos sin descanso,
con flexibilidad y con inteligencia? En este
caso, fallar significa la muerte inmediata o la
huida, que es peor que la muerte. Por el
contrario el éxito significa gratificación,
ganancias materiales, fama, recuerdo
eterno. No debemos confiarnos a una única
formación, pues un error accidental puede
significar las vidas de demasiados hombres.
La responsabilidad última puede que nunca
sea conocida, pero por el error de uno
pueden sufrir todos. Desde luego, no es
necesario escribir mucho sobre esto, incluso
señalar los motivos puede hacer el libro
demasiado largo. Es más trabajoso leer
sobre estos entrenamientos que realizarlos.

FIN DEL LIBRO CUARTO


1 cfr. nota 68.
2 Aquí vemos que Mauricio llama (hunos) neftalitas
a este pueblo bárbaro. Otros autores, tal como hacen
Procopio de Cesárea (De Bello Persico I 3 y 4) y
Agatías (Historiae IV 27, 4), los llaman eftalitas. Este
pueblo a veces también es nombrado como hunos
blancos. Procopio, op. cit. I 3.
3 Procopio, De Bello Persico I 4-5; Agatías, Historiae
IV 27, 3-4. El rey es Peroz I (457-484). Dicha victoria
fue en el año 483 y los (n)eftalitas obligaron a los
persas a pagarles tributo, tomandose así la revancha
de aplastantes derrotas que habían sufrido ante los
persas anteriormente, como las que les habían
causado los reyes Bahram V (420-438) o su hijo y
sucesor Yazdegerd II (438-457).
4 Verano de 251 d.C. En la batalla de Abrittus (junto a
la actual Hisarlak, en las cercanías de Razgrad, en la
provincia de Ruse, Bulgaria), en la provincia romana
de Mesia Inferior (Moesia Inferior), en la actual región
de Dobrudja (entre Bulgaria y Rumanía), el
emperador Decio (Caius Messius Quintus Decius, 249-
251) fue vencido y muerto por los godos del caudillo
Kniva (Zósimo I 23, 2-3). Sobre esta batalla, cfr.
también RODRÍGUEZ GONZÁLEZ (2005) p. 11.
5 Como explica bien Mauricio, el emperador Decio
conocía la táctica, con la que había ya vencido en
alguna ocasión. Sin embargo un exceso de confianza
dio como consecuencia la muerte del emperador en la
batalla citada anteriormente.
6 Estos son los famosos «lirios» (lilia) que ya
empleara Julio César en su asedio de Alesia (el actual
monte Auxois, junto a Alise-Sainte-Reine, en el
departamento de Côte-d’Or, en Francia) en 52 a.C.
durante su guerra en las Galias (BG VII 73).
7 Aquí parece claro que se está describiendo a los
gladiadores, aun cuando sus actividades estaban
prohibidas desde la época de Justiniano I (527-565).
¿Nos encontramos, por tanto, ante un nuevo caso de
la máxima jurídica «se acata pero no se cumple» o
solo ante un arcaísmo histórico?
Libro V
Capítulo 1. Sobre las precauciones a tener en
cuenta al llevar la impedimenta al campo
de batalla
Capítulo 2. Sobre los caballos de reserva
Capítulo 3. Sobre la impedimenta no
necesaria
Capítulo 4. Sobre los campamentos
intermedios
Capítulo 5. Sobre la protección de la
impedimenta durante la marcha

SOBRE LA IMPEDIMENTA

Libro V, capítulo 1. Sobre las


precauciones a tener en cuenta al
llevar la impedimenta al campo de
batalla
La impedimenta debe ser estimada como
esencial y no debe ser nunca descuidada. No
se debe dejar de cualquier modo atrás sin
protección o, por otro lado, ser llevada
descuidadamente al campo de batalla.
Incluidos en la impedimenta están los
sirvientes necesarios para los soldados, sus
hijos y otros miembros de las familias de los
soldados. Si su seguridad no está
garantizada, los soldados comienzan a ser
descuidados, dubitativos y desanimados en
la batalla. Un hombre inteligente hace un
esfuerzo para sacar beneficio a expensas del
enemigo sin ningún tipo de daño para sí.
Antes que nada, aconsejamos que no se
envíe al área donde se espera la batalla
principal un gran número de sirvientes, ya
sea esto en nuestro propio territorio o fuera,
en uno extranjero, sino un número
moderado compuesto por hombres
vigorosos. Debe haber suficientes sirvientes
por escuadrón para que cuiden de los
caballos, así como para evitar la mucha
confusión, el gasto inoportuno, y las
distracciones entre ellos. En el momento de
la batalla, estos sirvientes deben ser dejados
atrás, en el campamento, tanto si la batalla
es dirimida en territorio nuestro como si lo
es en el del enemigo, y algunas unidades de
infantería que estén presentes deben
sumarse a las tropas asignadas a la
impedimenta. Esto debe hacerse con
cuidado, como se explica en la sección sobre
los campamentos.

Libro V, capítulo 2. Sobre los caballos


de reserva
Los caballos de reserva se deben dejar
también con la impedimenta. No podemos
dudar de la razón de por qué los soldados
dejan a sus sirvientes al cuidado de sus
caballos de reserva el día de la batalla.
Tanto en caso de victoria o derrota, hay
demasiada tensión, desorden y confusión
como para que alguien pudiera reconocer en
tal multitud su caballo de reserva y esperar
montarlo. Esta fue una de las buenas
razones por las que tenemos que
proporcionar caballos para ayudar en tales
circunstancias al cuerpo médico.
En pequeñas escaramuzas o partidas
exploratorias, los soldados deben tener
caballos de reserva, que deben estar
saludablemente mantenidos y en buenas
condiciones hasta el día de la batalla. Pero
cuando la batalla comienza, está en nuestra
consideración juzgar que no es necesario
tener los caballos de reserva cerca de la
línea de batalla. En lugar de eso, deben ser
dejados en el campamento ya que pueden
fácilmente comenzar a desconcertarse
cuando están solamente vigilados por
jóvenes sirvientes.
Libro V, capítulo 3. Sobre la
impedimenta no necesaria
Si la infantería está presente y la batalla
parece inminente y sin retraso, ya sea en
nuestro territorio, en territorio amigo o justo
en la frontera, entonces en un lugar
fortificado a unas treinta o cincuenta millas,
donde el forraje y el agua sean suficientes,
se debe dejar la mayor parte de la
impedimenta innecesaria y los caballos de
reserva, herramientas y el resto del equipo
innecesario el día de la batalla, guardada por
una o dos banderas, y se les debe ordenar
acumular forraje para cuatro o cinco días y
proteger los caballos dentro del cercado
hasta que la batalla haya terminado. Se
debe elegir a unos pocos hombres buenos a
los que todo el mundo conozca, y
estacionarlos a intervalos entre este lugar y
el frente. Deben informar a los que están al
mando de la impedimenta. Dependiendo de
cómo avance la batalla, deben avisar a las
tropas que han quedado con la impedimenta
de permanecer en el mismo lugar donde
fueron dejados, moverse a otro lugar
adecuado o reunirse con ejército principal.

Libro V, capítulo 4. Sobre los


campamentos intermedios
Las tropas en movimiento desde ese
campamento base preparadas para el
combate deben llevar consigo sus caballos
de repuesto, pequeñas tiendas o un par de
mantos pesados, uno para cubrirse si es
necesario y el otro para hacer una tienda o
refugio. También veinte o treinta libras de
galletas, harina o algunas otras provisiones
de ese tipo, especialmente si van a luchar
contra los escitas. Podrían también instalar
un campamento adecuado cerca del
enemigo. Las fortificaciones deben ser
erigidas alrededor de ese campamento,
incluso si el ejército va a permanecer allí
durante un único día. Cada bandera debe
almacenar allí el forraje o el heno para el
día, para que en caso de que el ejército sufra
un revés en la batalla y tenga que batirse en
una rápida retirada, tenga la opción de
permanecer en ese campamento. Si por allí
hay uno o dos campamentos, habrá
provisiones para un día para los caballos y
no estarán forzados a buscar forraje o hierba
en medio de tanta confusión y correr el
riesgo de ser heridos si se buscan
provisiones con el enemigo alrededor, o se
evita recorrer lugares que amenaza el
enemigo en busca de recursos, o verse
forzados a marchar sin las provisiones.
Incluso en el caso de que el ejército deba
ponerse en marcha sin usar esos
suministros, algunos hombres deberán ser
asignados para quemar el forraje y
posteriormente reintegrarse al cuerpo
principal.

Libro V, capítulo 5. Sobre la protección


de la impedimenta durante la marcha
Durante la marcha, cuando el enemigo
está en las cercanías, la impedimenta debe
estar siempre en el medio, así no puede
estar sujeta al acoso del enemigo por falta
de protección. Las tropas durante la marcha
no deben mezclarse o confundirse con la
impedimenta, sino que deben mantenerse
aparte. La impedimenta debe marchar por sí
misma tras su propio meros, y los soldados
deben viajar ligeros por su cuenta.

FIN DEL LIBRO QUINTO


Libro VI
Preámbulo
Capítulo 1. Sobre la instrucción a la escítica,
simulación
Capítulo 2. Sobre la instrucción a la alana,
simulación
Capítulo 3. Sobre la instrucción a la africana,
simulación
Capítulo 4. Sobre la instrucción a la itálica, la
más habitual
Capítulo 5. De qué modo se han de ejercitar
los flanqueadores y flanqueadores de
ataque

SOBRE LA DIVISIÓN DEL EJÉRCITO Y


SOBRE LA INSTRUCCIÓN MILITAR
Libro VI, preámbulo
El ejercicio constante es de la mayor
importancia para el soldado. Es fácil, sin
embargo, para el enemigo saber qué está
pasando por medio de espías y desertores, y
como resultado de ello toda la práctica
queda sin eficacia. Realmente, los ejercicios
descritos anteriormente son suficientes, ya
que su simplicidad les hace adaptables a
cualquier formación sin revelar nuestro
completo plan de batalla. Todavía, si hay
oportunidad para un ejercicio más
sofisticado, cada meros individualmente
debe practicar varias formaciones y
ejercicios, en primer lugar los mencionados a
continuación de uso corriente y
posteriormente los adicionales, los que no
son realmente esenciales. Cada formación o
ejercicio debe ser identificado de una forma
especial, para que los soldados que se están
entrenando en estas maniobras puedan
reconocer las diferencias y no queden
desconcertados por ellas, e incluso para que
ellos no puedan saber qué plan intenta
seguir el estrategos cuando llega el
momento de la batalla. En estos momentos,
hay tres formaciones simuladas: la escítica,
la alana, la africana, y una para uso habitual,
la itálica.

Libro VI, capítulo 1. Sobre la


instrucción a la escítica, simulación
La formación escítica es aquella en la que
los tagmas están todos formados de la
misma manera, como en tiempos anteriores,
no con algunos de ellos preparados como
tropas de asalto y otros como tropas de
defensa. Deben ser situados en una única
línea, dividida en dos moiras en lugar de los
usuales tres. Los dos flancos de los meros
se mueven como si comenzasen una
maniobra envolvente, avanzando el uno
hacia el otro, y rodeando un espacio abierto.
Se continúa avanzando en círculo, el ala
derecha en el exterior, el ala izquierda hacia
el interior, y ellos cabalgan el uno hacia la
línea del otro. Esto suele ser parte de los
juegos de la caballería en tiempo de
invierno, durante el mes de marzo1.

Libro VI, capítulo 2. Sobre la


instrucción a la alana, simulación
En el sistema alano, las tropas, algunas
destinadas al asalto y otras como tropas de
defensa, se sitúan en una única línea de
batalla. Esta se divide en dos moiras,
localizados a una distancia entre doscientos
y cuatrocientos pies uno del otro. Las
tropas de asalto avanzan al galope como si
de una persecución se tratase, y entonces
regresan, filtrándose entre los intervalos o
espacios libres de la línea principal.
Entonces, junto con las tropas de defensa,
vuelven y cargan contra el enemigo. En otra
maniobra las tropas de asalto dan la vuelta
en esos intervalos y cargan contra ambos
flancos de la unidad enemiga y los hombres
mantienen sus posiciones relativas
originales.

Libro VI, capítulo 3. Sobre la


instrucción a la africana, simulación
En el sistema africano, las tropas se sitúan
en una única línea de batalla, que ha sido la
práctica usual hasta el momento. El moira
del medio está compuesto por tropas de
defensa y ambas alas por tropas de
asalto. Cogiendo velocidad, como en las
persecuciones, el centro del moira se
mantiene rezagado, en formación cerrada,
mientras que las tropas de asalto de
ambos flancos comienzan a adelantarse.
Entonces, llegado el momento de retornar,
un moira permanece en posición o afloja la
marcha en el lado expuesto, mientras que el
otro regresa con rapidez hacia las tropas de
defensa. El ala que se ha parado comienza
entonces a moverse hacia las tropas de
defensa, la otra ala se mueve rápidamente
para encontrarse con la otra ala, yendo a un
lado en dirección del ala que avanza, y en
este sentido, las dos alas se encuentran cara
a cara, pero sin chocar. Hay otra formación
similar a esta en la que las tropas son
alineadas en el lado contrario, esto es, el
moira central está compuesto por tropas
de asalto, y las alas, por tropas de
defensa, pero siguen los mismos
movimientos. Siendo correctos, esta
formación debe ser llamada sistema ilírico.

Libro VI, capítulo 4. Sobre la


instrucción a la itálica, la más habitual
El ejercicio itálico es tanto una formación
como un ejercicio que, en nuestra opinión,
es adecuado para ser usado contra cualquier
pueblo. Consiste en dos líneas, una línea
frontal y una de apoyo, con tropas de
asalto y tropas de defensa, con
flanqueadores, flanqueadores de
ataque y destacamentos para las
emboscadas, todas las cuales han sido
explicadas anteriormente e ilustradas con
diagramas.
En general, debemos practicar estos varios
sistemas de ejercicios, para que los otros no
puedan saber cuál consideramos más
importante. Cuando la línea frontal ha sido
entrenada, la segunda línea puede no estar
en el campo con la primera, sino tan solo la
primera línea, y eso sin sus flanqueadores,
flanqueadores de ataque y
destacamentos de emboscada, lo cual nos
parece más sencillo e importante. Por lo
demás, en lugar de una segunda línea, unos
pocos jinetes pueden permanecer allí para
representarla, así las tropas de la primera
línea pueden acostumbrarse a la distancia a
cubrir para buscar su salvación. Asimismo, la
segunda línea puede ser entrenada por sí
misma con pocas tropas estacionadas en el
lugar de la primera línea, para que la
segunda se habitúe a dar refugio a la
primera cuando sea necesario.

Libro VI, capítulo 5. De qué modo se


han de ejercitar los flanqueadores y
flanqueadores de ataque
Los flanqueadores y los flanqueadores
de ataque pueden ser entrenados
separadamente en sus propias formaciones
antes de la guerra, así pueden comenzar a
acostumbrarse a los movimientos
envolventes sin revelarlos. Primeramente,
los flanqueadores de ataque pueden ser
estacionados a cubierto tras el flanco
derecho o pueden ser situados incluso con la
línea principal. De una u otra manera,
cuando es el momento de realizar su
movimiento envolvente, ellos se inclinan
hacia la derecha y cabalgan tan lejos como
sea necesario. Manteniendo la formación,
pueden retornar a su posición original como
para envolver la línea enemiga al mismo
tiempo. Igualmente los flanqueadores,
apostados junto al meros de la izquierda, se
inclinan a la izquierda, cabalgan tan lejos
como sea necesario y rápidamente retornan
a su posición original como para hacer
nuestra línea de extensión igual a la del
enemigo.

FIN DEL LIBRO SEXTO


1 Sobre esta actividad en este mes precisamente,
como ya se ha comentado en una nota anterior, la
vida de san Anastasio el Persa (Acta Martyris
Anastasii Persae, edic. de H. Usener, Programa
Universitatis Bonnae [1894], 13) nos indica que
«durante el mes de marzo, ha sido tradicional para los
soldados equipar sus caballos, llevarlos a un terreno
llano, y ejercitarlos como si se entrenasen para la
guerra». Asimismo, aún en el siglo VI, se practicaban
los juegos ecuestres (Ἱππικὰ γυμνάσια) de los que nos
informa Arriano en el siglo II (Tactica 32, 3; 34, 1 y
44, 3).
Libro VII
PARTE A. SOBRE EL GENERAL. LOS
PUNTOS A CONSIDERAR POR EL
GENERAL ANTES DEL DÍA DE LA
BATALLA
Preámbulo
Capítulo 1. Sobre la bendición de las
banderas
Capítulo 2. Sobre la organización de los
contubernios
Capítulo 3. Sobre la reunión de información
sobre el enemigo
Capítulo 4. Sobre el uso de la arenga para
animar a las tropas
Capítulo 5. Sobre los prisioneros enemigos
tomados por las patrullas
Capítulo 6. Sobre el castigo a los
delincuentes
Capítulo 7. Sobre la manutención de los
soldados, sus caballos y sus campamentos
Capítulo 8. Sobre las consultas con los
merarcas acerca del campo de batalla
Capítulo 9. Sobre la forma de abrevar los
caballos
Capítulo 10. Sobre las raciones transportadas
en las alforjas
Capítulo 11. Sobre cómo hacer la guerra
contra gentes desconocidas
Capítulo 12. Sobre los ataques sorpresa del
enemigo durante la marcha
Capítulo 13. Sobre los campamentos y el
cuidado de los caballos en su interior
Capítulo 14. Sobre cómo no hay que saquear
los cuerpos de los enemigos durante la
batalla
Capítulo 15. Sobre los pueblos semejantes al
enemigo

PARTE B. SOBRE LOS PUNTOS A SER


OBSERVADOS EL DÍA DE LA BATALLA
Capítulo 1. Sobre cómo no agobiar al
estrategos durante el día de la batalla
Capítulo 2. Sobre los arqueros enemigos
Capítulo 3. Sobre cómo no hay que entablar
combate con el enemigo o mostrar nuestra
propia fuerza antes de conocer sus
intenciones
Capítulo 4. Sobre la ocultación de la segunda
línea cuando es incapaz de seguir detrás de
la primera, para que las dos parezcan como
una sola
Capítulo 5. Sobre la táctica y el método de
enfrentarse a un ataque sorpresa del
enemigo
Capítulo 6. Sobre los heridos
Capítulo 7. Sobre la fuerza aparente del
enemigo
Capítulo 8. Sobre la prevención de
reconocimientos hostiles de nuestra línea
Capítulo 9. Sobre cómo proteger el
campamento
Capítulo 10. Sobre cómo reunir forraje
Capítulo 11. Sobre un desenlace adverso
Capítulo 12. Sobre un desenlace favorable en
la batalla
Capítulo 13. Sobre el reconocimiento
Capítulo 14. Sobre cómo no exponer nuestra
segunda línea demasiado pronto
Capítulo 15. Sobre el mantenimiento
brillante de la superficie de las armas para
ser vistos de lejos antes de la batalla
Capítulo 16. Sobre la recapitulación de las
obligaciones de cada merarca
Capítulo 17. Sobre la recapitulación del tipo
de obligaciones que tienen asignadas los
comandantes de cada tagma, los
moirarcas y los merarcas, para que cada
uno sepa su obligación

PARTE A. SOBRE LOS PUNTOS A


CONSIDERAR POR EL GENERAL ANTES
DEL DÍA DE LA BATALLA

Libro VII, parte A, preámbulo


Del mismo modo que un barco no puede
cruzar el mar sin piloto, no puede uno
derrotar a un enemigo sin tácticas y
estrategia. Con ambas y con la ayuda de
Dios es posible doblegar no solo a una
fuerza enemiga de igual número sino
además a una muy superior. Por ello no es
verdad, como algunos hombres sin
experiencia creen, que las guerras sean
decididas por el coraje y por el número de
tropas, sino, contando con el favor de Dios,
con las tácticas y el generalato, y nuestro
interés debe estar con esas mejor que
gastando nuestro tiempo en movilizar un
gran número de hombres. Lo anteriormente
dicho provee seguridad y ventaja a los
hombres que saben cómo usarlas bien,
considerando que la otra opción trae
problemas y la ruina financiera.
El comandante debe tomar ventaja de los
momentos y de los lugares favorables para
luchar contra el enemigo. Primeramente,
debe protegerse contra ataques hostiles que
puedan dañar a nuestros hombres y después
puede intentar lanzar uno contra el enemigo.
Sobre todo debe estar al acecho de las
emboscadas enemigas, enviando patrullas
frecuentes y de largo alcance en las cuatro
direcciones en el área que rodea al campo
de batalla. Debe evitar persecuciones
desordenadas y sin coordinación. No
debemos permitir que el estrategos en
persona tome parte en las incursiones o en
otros ataques imprudentes. Estos deben ser
encargados a otros oficiales competentes.
Pues si uno de los oficiales subordinados
comete un craso error o falla, la situación
puede ser rápidamente reconducida. Pero si
el comandante en jefe del ejército falla, su
fallo puede abrir camino a un completo
desorden.
El estrategos deseable es aquel que antes
de entrar en combate estudia
cuidadosamente al enemigo, y puede
protegerse contra sus puntos fuertes y tomar
ventaja en sus debilidades. Por ejemplo, si el
enemigo es superior en cuanto a caballería,
puede destruir su forraje. Si el enemigo es
superior en número de tropas, corta sus
suministros. Si el ejército enemigo está
compuesto de diversos pueblos,
corromperlos con regalos, favores,
promesas. Si hay disensión entre ellos, tratar
con sus jefes. Si esa gente confía en la lanza
de caballería, condúcelos a un terreno
dificultoso. Si esa gente confía en el arco,
alinea el ejército en terreno abierto y los
fuerza a luchar en combate cerrado cuerpo a
cuerpo. Contra los escitas o los hunos
lanza tu asalto en febrero o marzo cuando
sus caballos están en miserable condición
tras sufrir los rigores del invierno y procede
del mismo modo como se ha sugerido con
los arqueros. Si los enemigos marchan o
acampan sin tomar las precauciones
debidas, lanza ataques inesperados tanto de
día como de noche. Si son imprudentes y
faltos de disciplina en el combate y no
avezados en dificultades, hazles creer que
vas a atacar, pero retrasa y prolonga
innecesariamente las cosas hasta que su
ardor se enfríe y, cuando comiencen a dudar,
entonces lanza tu ataque sobre ellos. Si el
oponente es superior en infantería, atráelo a
campo abierto, no demasiado cerrado, y
desde una distancia de seguridad golpéalo
con las jabalinas.
La guerra es como la caza. Los animales
salvajes son cazados con la exploración, con
las redes, consiste en la espera, acechar,
rodear y por otras estratagemas parecidas
más que por pura fuerza. En la guerra
debemos proceder de la misma forma, ya
sean los enemigos muchos o pocos. Intentar
simplemente dominar al enemigo en campo
abierto, cuerpo a cuerpo y cara a cara, aun
cuando tú parecieras vencer, es una
empresa muy arriesgada y puede resultar un
serio perjuicio. Aparte de una extrema
emergencia, es de insensatos intentar ganar
una victoria que es costosísima y que solo
conlleva gloria vacía.

Libro VII, parte A, capítulo 1. Sobre la


bendición de las banderas
Uno o dos días antes de que comiencen las
hostilidades, los merarcas deben
preocuparse de que las banderas sean
bendecidas y entonces presentarlas a los
portaestandartes de los tagmas.

Libro VII, parte A, capítulo 2. Sobre la


organización de los contubernios
El oficial al mando de cada tagma debe
organizarlo en contubernios y mantenerlos
en plena forma.

Libro VII, parte A, capítulo 3. Sobre la


reunión de información sobre el
enemigo
La recogida de información sobre el
enemigo debe ser hecha por continuos
envíos de hábiles exploradores con vista
aguda, en apropiados intervalos, por espías
y patrullas, para obtener información acerca
de los movimientos del enemigo, su fuerza y
organización y de esta manera estar en
posición de prevenir el ser sorprendido por
él.

Libro VII, parte A, capítulo 4. Sobre el


uso de la arenga para animar a las
tropas
En su momento adecuado, las tropas
deben ser reunidas por meros o moiras, no
todos juntos en el mismo lugar. Para darles
valor deben ser arengados, recordando sus
victorias precedentes, prometiendo
recompensas del emperador y recompensas
por su servicio leal al Estado. Las órdenes
escritas deben ser comunicadas por los
propios oficiales de cada tagma.

Libro VII, parte A, capítulo 5. Sobre los


prisioneros enemigos tomados por las
patrullas
Si algunos enemigos son capturados por
una patrulla o desertan hacia nosotros,
entonces, si están correctamente armados y
en buena condición física, no pueden ser
mostrados al ejército, sino enviados
secretamente a otro lugar. Pero si aparecen
en una miserable condición, hay que
asegurarse de mostrar a los desertores al
ejército, hacer que los prisioneros anden en
torno al ejército desnudos y desfilando, y
que supliquen por sus vidas para que
nuestros hombres puedan pensar que todos
los soldados enemigos son así de
miserables.

Libro VII, parte A, capítulo 6. Sobre el


castigo a los delincuentes
En la cercanía del enemigo y con una
batalla inminente, a los oficiales al mando
de los tagmas se les debe ordenar
protegerse contra los soldados castigados
por haber cometido delitos en aquellos pocos
días y no tratar severamente a todos los
soldados. En lugar de eso, deben ser
cuidadosos en el trato con aquellos que son
sospechosos de albergar algún motivo de
queja. Pero si ellos prueban ser
incorregibles, entonces utiliza algún pretexto
plausible para enviarles lejos, a alguna otra
parte, hasta después de la batalla para que
no puedan ir hacia el enemigo y
suministrarle alguna información que no
deba saber. Los hombres de la misma raza
que el enemigo deben ser enviados lejos
antes y no deben ser lanzados a la lucha
contra su propia gente.

Libro VII, parte A, capítulo 7. Sobre la


manutención de los soldados, sus
caballos y sus campamentos
Cuando la batalla es inminente, debe
tenerse en cuenta la necesidad de
provisiones ante la posibilidad de derrota y
tomar precauciones para protegerse contra
sus efectos adversos. En particular, debe
almacenarse comida para unos pocos días
tanto para hombres1 como para caballos.
Los campamentos fortificados deben ser
construidos en lugares adecuados, de
acuerdo con el plan que se explicará
posteriormente, en los que el agua esté
almacenada a salvo para emergencias.

Libro VII, parte A, capítulo 8. Sobre las


consultas con los merarcas acerca del
campo de batalla
El estrategos debe reunir a los merarcas
y hacer planes para la batalla2, prestando
atención a la localización donde va a tener
lugar la misma.

Libro VII, parte A, capítulo 9. Sobre la


forma de abrevar los caballos
Debe ordenarse tempranamente a los
oficiales que, al primer toque de trompeta la
noche antes del día de la batalla, se
aseguren de llevar los caballos al agua. Si
descuidan esto, sus hombres pueden
quedarse atrás cuando llegue el momento de
formar para el combate.

Libro VII, parte A, capítulo 10. Sobre


las raciones transportadas en las
alforjas
Deben darse órdenes a cada soldado para
que, cuando vaya a su lugar asignado en la
formación, transporte en sus alforjas una o
dos libras de pan, cebada, harina hervida o
carne, y en una pequeña bolsa una botella
pequeña de agua, no de vino. Estas cosas
pueden necesitarse tanto en circunstancias
victoriosas como en otras que puedan
suceder. A menudo esto es necesario cuando
un enemigo derrotado huye a una posición
fortificada y se debe pasar la noche allí, o
situarse en espera de ellos, o continuar la
batalla hasta la tarde. Las raciones deben
ser preparadas para que no se interrumpan
las operaciones a causa de su falta.

Libro VII, parte A, capítulo 11. Sobre


cómo hacer la guerra contra gentes
desconocidas
Si nos encontramos en guerra contra un
pueblo poderoso y cuyas formas de actuar
nos son desconocidas, y el ejército,
desconociendo lo que le espera, comienza a
ponerse nervioso, entonces debemos ser
muy cuidadosos de evitar entablar batalla
abierta con él. Antes de cualquier combate,
la primera y más segura cosa que hay que
hacer es elegir a algunos soldados
experimentados y hábiles, hacerlo en secreto
y lanzar ataques contra algunos
destacamentos del enemigo. Si tienen éxito
en matar o capturar vivos a algunos
enemigos, entonces la mayor parte de
nuestros soldados tomarán esto como una
evidencia de nuestra propia superioridad y
superarán su nerviosismo, afianzarán su
moral y gradualmente estarán preparados
para la lucha.

Libro VII, parte A, capítulo 12. Sobre


los ataques sorpresa del enemigo
durante la marcha
Si el enemigo lanza un ataque sorpresa y
las condiciones no son favorables para la
batalla porque el terreno es accidentado y
densamente cubierto, o porque no tenemos
ninguna ventaja, entonces no debemos
plantear luchar allí. En lugar de eso,
debemos trabajar para mantener nuestras
fuerzas reunidas, ocupando una posición
favorable para el campamento y retrasando
el combate hasta que llegue el lugar y el
momento que sea más favorable y no ser
forzados a luchar cuando no queremos.
Hecho esto, no significa que estemos
huyendo del enemigo, sino que solo estamos
evitando una posición débil.

Libro VII, parte A, capítulo 13. Sobre


los campamentos y el cuidado de los
caballos en su interior
Cuando el enemigo se aproxima a nuestro
campamento, y especialmente si parece que
la lucha va a tener lugar a la manera
escítica, nuestras opciones son como siguen.
Si el ejército permanece dentro de las
fortificaciones y allí espera al enemigo, debe
tenerse preparado suficiente heno o hierba
para los caballos para uno o dos días. Pero si
el ejército está en marcha con la idea de
trasladarse a otro campamento y allí
alinearse para la batalla, entonces se ha de
llevar consigo suministro de heno o hierba
para un día y depositarlo en la nueva
fortificación. Esto es porque no resulta fácil
que el enemigo permita a los siervos ir a
forrajear en ese día o llevar a pastar los
caballos. Pero si el enemigo estuviera muy
cerca, sería una buena idea, como se ha
mencionado, que cada hombre recoja el
forraje necesario durante la marcha. Porque
generalmente, tras haber instalado el
campamento, los siervos no podrán salir y
recoger el forraje, especialmente si la
caballería enemiga nos excede en número.

Libro VII, parte A, capítulo 14. Sobre


cómo no hay que saquear los cuerpos
de los enemigos durante la batalla
Saquear a los muertos o atacar la
impedimenta o el campamento del enemigo
antes del final definitivo de la batalla hay
que desecharlo, es muy peligroso y puede
ser desastroso. Los soldados deben ser
correctamente avisados con antelación,
como viene claro en el código militar, que
deben estar absolutamente alejados de ese
tipo de actos. Bastante a menudo este tipo
de cosas ha causado a las tropas que ya han
ganado una batalla el ser derrotadas e
incluso aniquiladas, pues tras dispersarse por
la zona de la batalla, han sido aniquiladas
por el enemigo.
Libro VII, parte A, capítulo 15. Sobre
los pueblos semejantes al enemigo
Mucho antes de la batalla, las tropas de la
misma raza que la del enemigo deben ser
separadas del ejército y enviadas a cualquier
lugar para evitar que deserten al bando
enemigo en el momento crítico.

PARTE B. SOBRE LOS PUNTOS A SER


OBSERVADOS EL DÍA DE LA BATALLA

Libro VII, parte B, capítulo 1. Sobre


cómo no agobiar al estrategos durante
el día de batalla
En el día de la batalla, el estrategos no
debe encargarse de demasiadas tareas, para
que no esté sometido a demasiada tensión y
pase por alto algunos asuntos realmente
importantes a causa de la fatiga. No debería
ser visto preocupado sino que debería
cabalgar con desenvoltura a lo largo de las
líneas y animar a todas las tropas. Él no
debe inmiscuirse en la batalla, no es la tarea
de un estrategos, sino la de un soldado.
Tras realizar todos los preparativos
necesarios, deberá situarse en un lugar
adecuado desde el que pueda observar qué
tropas están ejerciendo presión sobre el
enemigo y cuáles podrían estar flojeando.
Cuando sea necesario, debe estar preparado
para enviar ayuda a una unidad con
problemas haciendo uso de sus reservas,
que son los flanqueadores y las tropas de
retaguardia.

Libro VII, parte B, capítulo 2. Sobre los


arqueros enemigos
En combate contra arqueros, hay que
evitar en la medida de lo posible colocar a
nuestras tropas en las faldas bajas de las
montañas y en terreno escabroso. Nuestras
tropas deberán formar en lo alto de las
colinas o, si no, bajar de las montañas por
todos los lados y situarse en terreno
nivelado y abierto, para evitar que nuestros
destacamentos sean desbaratados por una
emboscada enemiga lanzada desde las
alturas3.

Libro VII, parte B, capítulo 3. Sobre


cómo no entablar combate con el
enemigo o mostrar nuestra propia
fuerza antes de conocer sus intenciones
No deberá establecerse contacto con el
cuerpo principal del enemigo o no le será
permitido observar nuestra propia formación
con claridad antes de hacer un
reconocimiento de sus líneas y haber
detectado si planea alguna emboscada.

Libro VII, parte B, capítulo 4. Sobre


cómo ocultar la segunda línea cuando
es incapaz de seguir detrás de la
primera, para que las dos parezcan
como una sola
Si el lugar de la batalla es terreno abierto
sin obstáculos en el que la segunda línea no
pueda ocultarse fácilmente, entonces, para
impedir al enemigo observar atentamente
cuando el ejército avanza para el combate,
la segunda línea debe avanzar a corta
distancia de la primera para que las dos den
al enemigo la impresión de ser una única
línea de batalla. Más o menos a una milla
de distancia del enemigo, nuestra segunda
línea deberá ralentizar su paso, ir
deteniéndose gradualmente tras la primera
línea a la distancia adecuada y asumir su
habitual formación. Esto hace difícil al
enemigo, o incluso a nuestros propios
aliados, tener una idea clara de cómo
estamos disponiendo nuestras tropas.

Libro VII, parte B, capítulo 5. Sobre la


táctica y el método de enfrentarse a un
ataque sorpresa del enemigo
Si se informa que un contingente enemigo
ha eludido a nuestros flanqueadores y a
nuestras tropas de emboscada y está
atacando nuestra línea principal, entonces
alguna de las banderas estacionadas en los
flancos de nuestra segunda línea debe ir en
su apoyo. Si el enemigo ataca desde un
lado, el apoyo puede llegar desde ese
flanco; si ataca desde ambos lados, entonces
desde ambos flancos. Igualmente, si el
ataque es dirigido contra la retaguardia de la
segunda línea y las tropas de la retaguardia
no son lo suficientemente fuertes como para
hacerle frente, las unidades del mismo flanco
deben enviar ayuda. De esta forma, el resto
de las tropas pueden concentrarse en sus
obligaciones de apoyar a la primera línea.

Libro VII, parte B, capítulo 6. Sobre los


heridos
Tras la batalla, el estrategos debe dar
rápida atención a los heridos y enterrar a los
caídos en combate porque esto es un deber
religioso y una gran ayuda moral para los
vivos.

Libro VII, parte B, capítulo 7. Sobre la


fuerza aparente del enemigo
Si el ejército enemigo es grande y aparece
como formidable por razón del gran número
de hombres y caballos, no deberemos situar
a nuestro ejército en terreno alto mientras el
enemigo aún se mantiene a distancia pues,
temerosos a la vista de tan grande ejército,
nuestros hombres comenzarán rápidamente
a perder coraje. En lugar de eso, nuestros
hombres deben formar en terreno bajo
donde no vean al enemigo ni sean vistos por
él. Cuando el enemigo se aproxime más o
menos a una milla o media milla, entonces
el ejército deberá avanzar a terreno alto
para que la batalla comience antes de que
las tropas pierdan la confianza. Pero si no se
encuentra un lugar de tales características y
el enemigo puede ser fácilmente visto desde
larga distancia, entonces haz correr el rumor
a lo largo de la línea de batalla de que la
fuerza enemiga consiste sobre todo en
caballos y carros de suministros, no en
hombres.
Libro VII, parte B, capítulo 8. Sobre la
prevención de reconocimientos hostiles
de nuestra línea
Una o dos banderas deberán mantenerse
siempre a una o dos millas por delante del
cuerpo principal antes del combate mientras
las tropas están formando sus líneas, para
prevenir que el enemigo observe nuestra
formación y modifique la suya en
consecuencia.

Libro VII, parte B, capítulo 9. Sobre


cómo proteger el campamento
Si el ejército no tiene mucha infantería, los
sirvientes de los soldados deberán ser
dejados atrás, estacionados a lo largo de la
fortificación, cada uno asignado a guardar
puestos a lo largo del interior del foso y
provistos con un arma que sepan manejar,
arco, jabalina u honda. Una bandera debe
permanecer con ellos para patrullar y
proteger las puertas del campamento y un
oficial competente deberá colocarse al
mando de todo el acuartelamiento.
La impedimenta nunca deberá ser llevada
a la línea del frente. Durante una batalla es
una presa demasiado fácil para el enemigo.
Ahora, si sucede que el enemigo realiza un
ataque sorpresa a nuestras tropas en
marcha y no hay tiempo para establecer un
campamento y, como se ha explicado,
asegurar nuestra impedimenta, entonces
esta deberá estacionarse con las unidades
del flanco derecho de la segunda línea y
deberán destinarse a protegerla una o dos
banderas de cualquier tropa que esté
disponible.

Libro VII, parte B, capítulo 10. Sobre


cómo reunir forraje
Si no ha sido posible reunir una provisión
de forraje de antemano como
recomendamos, entonces, el día de la
batalla, cuando la infantería pesada esté
formando, los sirvientes deberán ir a
recogerlo en el área de la retaguardia de la
línea de batalla o del campamento,
acompañados por unas pocas patrullas
sacadas de las tropas dejadas atrás para
proteger el campamento. Mientras la batalla
esté en desarrollo, ellos podrán recoger
bastante forraje. Los sirvientes podrán ser
también instruidos para observar una señal
dada desde una cierta altura y claramente
visible para informarles de que el enemigo
se está aproximando. Esta puede ser una
señal de humo o el sonido de una trompeta,
esto es, la señal de llamada. Cuando esto
sucede, los forrajeadores deben retornar tan
rápido como puedan y refugiarse en el
campamento y así no quedarán
incomunicados en el exterior.
Todo esto es esencial porque el resultado
de la acción es incierto. En caso de derrota,
si los soldados tienen provisiones para ellos
y sus caballos, pueden elegir mantener sus
posiciones, para renovar la lucha, o retirarse
inmediatamente en buen orden, tanto
cuanto sus caballos se mantengan en buena
condición, antes de que los hombres pierdan
su ánimo o los caballos su fuerza. Pero si las
provisiones no son mantenidas en
condiciones, entonces tras una derrota nadie
se preocupa de salir a recoger forraje, con el
resultado de que los caballos al perder su
fuerza generan desánimo entre los hombres.
El hambre y el miedo aplastan cualquier
habilidad para planear la mejora de la
situación. Es absolutamente esencial prever
y mantener a mano comida para los caballos
para uno o dos días, o más si se puede,
incluso si allí hubiese buen pasto cerca del
campamento.
Libro VII, parte B, capítulo 11. Sobre
un desenlace adverso
Si el primer día de batalla termina con una
derrota, es absolutamente indeseable e
inútil a nuestro parecer intentar tomar a
aquellas mismas tropas que han sido
vencidas en el campo de batalla y
reenviarlas de nuevo al combate enseguida
o en los siguientes días. Advertimos muy en
serio a cualquier estrategos contra
cualquier pensamiento de hacer esto. Es una
cosa extremadamente difícil para cualquiera
el conseguirlo. Nadie se recupera
rápidamente de una derrota, salvo los
escitas, y es particularmente extraño a los
romanos. Por tanto, si el estrategos se da
cuenta del error que cometió y espera
remediarlo por medio de una segunda
batalla, los soldados como conjunto no
llegan a entender los motivos de una
deliberada nueva marcha hacia el combate.
Ellos están más probablemente pensando
que la derrota sucedió por deseo divino y
perderán su ánimo completamente. Por
tanto, entonces, a menos que sea
absolutamente necesario, durante unos
pocos días tras una derrota, no deberá
realizarse ningún intento para alinearse de
nuevo para la batalla y reanudar la ofensiva.
Es mejor confiar en estratagemas, engaños,
movimientos por sorpresa cuidadosamente
calculados, y el denominado «combate y
huye», hasta que las tropas acaben de
olvidar su falta de valor y su moral comience
a crecer de nuevo.
Si el ejército se encuentra en buen ánimo
y, por buenas razones que son difíciles de
enumerar aquí, el estrategos piensa que
podría lanzar otro ataque, él colocará la
destrozada primera línea como segunda, y
hará que la segunda sea la primera,
manteniendo los tagmas seleccionados de
la anterior primera línea, siempre que la
segunda sea más pequeña y pudiera ser más
débil.
Cuando una batalla termina en derrota, no
debe existir indecisión o retardo, a no ser,
por supuesto, que haya una razón para
esperar la llegada de aliados o de alguna
otra forma de ayuda, o a no ser, como
pudiera suceder, que el enemigo haya
realizado ofertas de negociación. Esto no
debe ser hecho público sin una buena razón,
sino que esta información debe ser
distribuida discretamente. Si los términos de
la paz son misericordiosos y lo que se ha
propuesto se puede realizar de forma
inmediata, no debe desecharse un acuerdo,
sino que debe ser confirmado con rehenes o
por juramento. Pero si los términos son
duros y lo que se ha propuesto en una
reunión es conseguir ganar tiempo y relajar
la vigilancia de nuestras tropas, los términos
de paz deben ser difundidos por rumores que
circulen, haciéndoles incluso menos
favorables, ya que cuando los hombres
comprendan cómo de duros son los términos
de paz comenzarán a enfadarse y se sentirán
obligados a resistir al enemigo con más
fuerza y ser más obedientes a sus propios
oficiales. Cuanto más retraso hay, mayor
desmoralización de los vencidos y el
vencedor se confía más. Por consiguiente,
antes de que los hombres comiencen a
desmoralizarse por completo, el estrategos
deberá reunir a los comandantes de los
tagmas, así como a los decarcas y
pentarcas, arengar a las tropas y señalar
que no es momento para desanimarse sino
más bien para la cólera contra el enemigo y
para que el coraje de todos disimule el fallo
de unos pocos. Si hay momento para esperar
que la derrota pueda ser enmendada en
campo abierto, se deben usar las
formaciones descritas. Pero si tal no es el
caso, es muy importante mostrar un frente
audaz ante los peligros. Si la tropa victoriosa
del enemigo consiste sobre todo en
infantería, entonces deberemos alejarnos sin
retraso a caballo y en buen orden y
establecer un campamento a salvo en algún
otro lugar. Si la tropa vencedora es de
caballería, persa o escítica por ejemplo, es
mejor abandonar las propiedades y caballos
superfluos y más lentos y quedarse a pie.
Excepto una pequeña fuerza montada, todas
las otras fuerzas deberán permanecer a pie
en dos falanges o formaciones, o en una
única formación rectangular. En el medio
deben estar los caballos y los suministros,
con los soldados en el exterior, como se
describió, y los arqueros a pie al frente de
ellos. De esta forma el ejército puede
moverse o retirarse a salvo.

Libro VII, parte B, capítulo 12. Sobre


un desenlace favorable en la batalla
Por el contrario, si el resultado de la batalla
es favorable, uno no debe quedarse
satisfecho meramente con hacer retroceder
al enemigo. Esto es un error cometido por
jefes faltos de experiencia que no saben
cómo sacar ventaja de una oportunidad y
que gustan de escuchar el dicho: «Sé
victorioso pero no apures tu victoria
demasiado»4. Por no aprovechar la
oportunidad, esas gentes solo causarán más
problemas y pondrán los últimos resultados
en entredicho. No hay que descansar hasta
que el enemigo sea completamente
destruido. Si el enemigo busca refugio tras
fortificaciones, hostígalo e impídele
conseguir más suministros para los hombres
y caballos hasta que sea aniquilado o firme
un tratado ventajoso para nosotros. Uno no
debe relajarse tras perseguirlo a una corta
distancia ni tras la batalla y en los peligros
de la guerra no debe uno arriesgar el éxito
de toda la campaña por falta de persistencia.
En la guerra, como en la caza, un medio fallo
es también un fallo completo.
Especialmente tras una victoria, debe
ponerse especial cuidado en el
mantenimiento de un buen orden entre los
soldados. Así, aunque mucho se ha escrito
acerca de este tipo de orden, por sí mismo
no es bastante para garantizar la seguridad
de uno mismo y el castigo del enemigo, sino
que, con la ayuda de Dios, el factor
primordial es la dirección de la guerra por
parte del estrategos. Debe sacar completa
ventaja de los tiempos y de los lugares. Si,
por ejemplo, decide enzarzarse en una
batalla campal, debe inspeccionar cada lugar
adecuado para encontrar uno que sea
abierto y nivelado para sus lanceros. No solo
debe enviar patrullas para observar los
sectores a derecha, a izquierda y a
retaguardia a una distancia de dos o tres
millas desde el principio hasta el final de la
batalla, sino también todo el territorio
enfrente, para el caso de que haya fosos u
otras trampas.

Libro VII, parte B, capítulo 13. Sobre el


reconocimiento
En el día de la batalla, tal como se ha
dicho, las patrullas, que deben doblarse,
deben explorar temprano por la mañana a
dos o tres millas en cada dirección desde el
lugar donde se espera que ocurra la lucha.
Deben tener órdenes no solo de observar los
movimientos del enemigo e informar de
ellos, sino también de detener a cualquiera
de nuestros hombres que quiera desertar al
enemigo. Por ahí afuera pueden fácilmente
interceptar a desertores de nuestro ejército,
e incluso en el caso de que soldados
enemigos con su equipo completo deserten
hacia nuestro lado, las patrullas pueden
facilitarles salvoconductos y protegerlos de
ser asaltados por cualquier forajido que
pueda haber en los alrededores.
Las patrullas que cubren el área frente a
nuestro cuerpo principal deben realizar su
cometido a un tiro de flecha de la línea
enemiga opuesta a la nuestra y ver si el
enemigo está cavando en secreto algunas
zanjas o planeando alguna otra trampa, y
por tanto mantener alejados a nuestros
propios hombres de inesperados desastres.
En terreno poco favorable o en momentos
críticos, no debe enviarse una única patrulla,
sino que una segunda debe cubrir el mismo
terreno, para que, en caso de que una sea
capturada, la otra, que la sigue, sepa de
ello. Si nuestras líneas están preparadas y el
terreno es el adecuado, no debemos esperar
al enemigo, para no darle tiempo para
adaptar su formación a la nuestra, sino que
la cosa más segura es lanzar nuestro ataque
de forma inmediata.

Libro VII, parte B, capítulo 14. Sobre


cómo no exponer nuestra segunda línea
demasiado pronto
En caso de que la carga principal deba ser
retrasada por una buena razón, la segunda
línea en particular debe ser mantenida
oculta, en los bosques, si hay alguno en las
cercanías, o en un terreno bajo en la
retaguardia, para evitar que, vista
demasiado pronto por el enemigo, este se
encargue de ella y la neutralice por medio de
emboscadas y otras estratagemas.

Libro VII, parte B, capítulo 15. Sobre el


mantenimiento brillante de la
superficie de las armas para ser vistos
de lejos antes de la batalla
Sabemos que los romanos e incluso todos
los otros pueblos, cuando observan las líneas
de batalla de otros a cierta distancia,
generalmente piensan que es más probable
ganar la batalla a una línea de aspecto
descuidado que a una de destellante
armadura. Este punto de vista es erróneo
pues, tras el juicio de Dios, la batalla será
decidida por el liderazgo del estrategos o la
moral de las tropas. Siendo esto así, las
autoridades5 dicen que si hay bosques o
escondites en las cercanías, el ejército debe
ocultarse en ellos y no ser visible para el
enemigo con antelación, por lo que no le
será posible organizar contramedidas. Debe
realizarse esto hasta que esté a una o dos
millas de distancia. Si el terreno es abierto y
el aire es limpio, entonces los hombres
deben ser entrenados para no llevar sus
cascos puestos sino para llevarlos de la
mano hasta que estén cerca del enemigo. Si
sus escudos son pequeños deben llevarse en
el pecho para cubrir sus cotas de malla y sus
mantos deben cubrir las piezas de los
hombros de la cota de malla hasta el
momento adecuado. Las puntas de sus
lanzas deben estar también ocultas, para
que nuestro ejército no brille a distancia,
como se ha dicho. Finalmente, presentando
tal apariencia, algo de lo que nuestros
enemigos también hacen uso, ellos quedarán
impresionados y así, antes de la batalla,
perderán la confianza.

Libro VII, parte B, capítulo 16. Sobre la


recapitulación de las obligaciones de
cada merarca
Un tercio de cada meros debe consistir en
tropas de asalto y deben ser situadas en
los flancos de cada uno de ellos; los otros
dos tercios, en el centro, deben ser tropas
de defensa. Los banderines no deben ser
fijados a las lanzas en el momento de la
carga, sino que deben ser quitados y
colocados en sus fundas. Los banderines
deben ser llevados en las lanzas hasta que el
enemigo esté a una milla de distancia y
entonces deben ser plegados. Los
estandartes de los tagmas deben ser del
tipo pequeño, los de los moirarcas deben
ser mayores y de diferente formato y en la
misma manera que los de los merarcas,
deben sobresalir los de los otros oficiales. El
«nobiscum» no debe gritarse durante la
carga, solo mientras se mueven a la línea de
batalla. Cuando la carga comienza, las
tropas, particularmente aquellas que están
en retaguardia, deben alentar y gritar, sin
que sea necesario ningún otro ruido. No
deben tocarse muchos cuernos en el
momento de la batalla, con los de los
merarcas es suficiente. El merarca debe
situarse en el medio del meros central,
entre las tropas de defensa. Los
moirarcas deben estar en el medio de los
meros o en ambos lados, entre las
banderas de tropas de asalto. Es
responsabilidad del oficial al mando de cada
moira o tagma ver qué hombres bajo su
mando están preparados para observar
todas las reglas aquí catalogadas.
Cuando las líneas están siendo formadas,
los heraldos deben inspeccionar el área
donde se dé la batalla, esto es, el terreno
entre nuestras líneas y el enemigo. Los
heraldos deben estar atentos a los fosos,
zonas pantanosas o cualquier otro tipo de
trampas que puedan ser colocadas. Si se
encuentra algo de esto, nuestras líneas
deberán permanecer en el sitio, permitiendo
al enemigo avanzar a través de esos lugares,
y entonces cargar sobre buen terreno. No
solo el estandarte del merarca debe tener
diferente apariencia de los otros bajo su
mando, para que sea fácil de reconocer por
todos sus portaestandartes subordinados,
sino que cuando el ejército hace un alto,
debe ser llevado de forma distintiva, por
ejemplo sujetándolo y haciéndolo
balancearse arriba o abajo, inclinado a la
derecha o a la izquierda, o erecto a la
cabeza de la enseña, o balanceándolo
derecho y ondeándolo frecuentemente. En
este sentido, incluso en la confusión de la
batalla, debe ser fácilmente reconocido entre
todos los otros estandartes. Los
estandartes de todos los merarcas no
deben ser llevados de la misma forma, sino
que cada uno debe ser diferente, y estos
movimientos deben ser practicados durante
el entrenamiento, para que todos los
hombres puedan comenzar a familiarizarse
con ellos. No solo esto ayuda a las varias
banderas bajo el mando del merarca a
localizar a sus propios meros rápidamente,
sino que también lo hace fácil para los
rezagados, reconociendo el estandarte de
cada meros al cual pertenecen e incluso
encontrando su propio tagma.
Los hombres de la misma raza que el
enemigo deben ser separados antes del día
de la batalla y enviados a cualquier lugar con
algún pretexto plausible. Como se ha dicho,
el merarca debe tener por escrito el
programa para el entrenamiento de todos
los tagmas de los meros.

Libro VII, parte B, capítulo 17. Sobre la


recapitulación del tipo de obligaciones
que tienen asignadas los comandantes
de cada tagma, los moirarcas y los
merarcas, para que cada uno sepa su
obligación
Tanto si la bandera o el tagma está en
servicio con el resto del ejército o está
acampando en otro lugar en solitario, debe
cantarse el «Trisagion» 6 y observar las otras
prácticas acostumbradas pronto por la
mañana antes de cualquier otra obligación y
otra vez por la tarde tras la cena y la retreta.
Los contubernios y la profundidad de las
columnas, dependiendo de la calidad de las
unidades, deben estar formados según el
diagrama dado al principio y deben incluir
tanto a veteranos como a novatos. Los dos
primeros y los dos últimos de cada columna
deben estar armados con lanza, el tercero y
el cuarto con arco y los restantes con lo que
mejor puedan ellos manejar.
Los banderines no deben llevarse en las
lanzas durante el combate porque son una
molestia para las tropas que los llevan y
para los que los siguen7.
De entre los soldados menos cualificados,
seis u ocho deben destinarse como guardia
para cuidar a los heridos durante el
combate.
Dos hombres eficientes, alertas y enérgicos
deben ser seleccionados como espías o
exploradores y otros dos como heraldos.
Dos hombres competentes deben ser
seleccionados como mensores con la
obligación de inspeccionar el lugar del futuro
campamento.
Dos soldados deben también ser elegidos
para formar parte de las partidas
exploratorias para hacer el reconocimiento
de las rutas.
Las dos columnas más cercanas al
estandarte deben ser designadas para
protegerlo durante el combate.
Se debe escoger un arengador8
competente.
Un soldado con experiencia y bien
disciplinado debe ser puesto a cargo de
proteger la impedimenta.
En los tagmas de gran tamaño, deben
desplegarse dos estandartes antes de la
batalla, uno perteneciente al comandante
del tagma, y el otro al hecatontarca
principal, también llamado ilarca. Los
reclutas o las columnas deben ser divididos a
partes iguales entre ellos. En el día de la
batalla, sin embargo, los dos estandartes
no deben ondear, sino tan solo el del oficial
al mando.
En el día de la batalla, cada soldado debe
cargar en sus alforjas una botella de agua y
una medida o dos de galleta o comida.
Antes del final de la batalla, mientras esta
se mantiene, a ningún soldado se le debe
permitir saquear al enemigo, y esta orden
debe ser frecuentemente repetida.
El tagma debe estar formado de acuerdo a
los símbolos y diagramas dados
anteriormente.
Durante la marcha, los soldados no deben
mezclarse con la impedimenta,
especialmente si se espera el contacto con el
enemigo. Cada bandera debe marchar
adelante por sí misma, y los carros de la
impedimenta detrás o en otra posición que
la situación dicte.
El entrenamiento debe ser realizado de
acuerdo a los movimientos explicados
anteriormente y si un oficial no conoce los
detalles de los nueve ejercicios descritos
deben serle dados por escrito.
Es esencial que los caballos comiencen a
acostumbrarse no solo a rápidas maniobras
en terreno abierto y nivelado, sino también
en terreno montañoso, espeso y escabroso,
y en rápidas subidas y bajadas de cuestas. Si
ellos se habitúan a estos diferentes tipos de
terreno, entonces ninguno de los hombres o
caballos se verán sorprendidos o
preocupados por cualquier tipo de terreno.
Incluso con tiempo caluroso no debe
dárseles demasiada agua a los caballos y por
esta razón no es aconsejable acampar cerca
de ríos9. Para las maniobras, entonces, los
caballos deben ser llevados a terreno
escabroso y entrenados allí, o las banderas
deben ser colocadas en formación regular en
terreno escabroso y cada hombre debe
galopar sobre el terreno tal y como lo
encuentre ante él y regresar por la misma
vía. Los hombres que reserven sus caballos y
descuiden el entrenamiento de este tipo
realmente están preparando su propia
derrota. También es una buena idea para las
tropas comenzar a hacer este entrenamiento
con tiempo caluroso, porque nadie sabe qué
situación puede surgir.

FIN DEL LIBRO SÉPTIMO

1 En el Codex Iustiniani XII 37, 1, se estipula que los


soldados deben ir provistos de carne de cordero y
cerdo, además de las acostumbradas galletas, pan,
vino y vinagre.
2 Existe un curioso artículo sobre este asunto de la
comunicación de órdenes entre la oficialidad del
ejército y sus posibles variables ante la falta de la
misma o la mala transmisión (por traición) de las
órdenes: LAMPORT, SHOSTAK y PEASE (1982).
3 En Anglon (lugar cerca de Dvin, al sur de Yerevan
[Ereván], en la provincia del mismo nombre, en
Armenia), en la siempre disputada Armenia, los
bizantinos se enfrentaron en 543 contra una fuerza
persa a la que aparentemente derrotaron en el
campo de batalla. Sin embargo se trataba de una
trampa y durante la persecución de los huidos, los
bizantinos cayeron en una emboscada de arqueros
que diezmó sus fuerzas quedando una victoria
convertida en una masacre, muriendo también en ella
su jefe, el magister utriusque militiae o comes rei
militaris (no sabemos su cargo con seguridad) Narsés
(Procopio, De Bello Persico II 25) (no es el famoso
Narsés, general también de Justiniano I).
4 Este proverbio es mencionado por León VI (Tacticae
Constitutiones [Edic. de París, 1863] 14, 25) y por
Miguel Attaliates (Michaelis Attaliatae Historia [en
Corpus Scriptorum Byzantinorum, ed. I. Bekker, Bonn,
1853] 26, 17).
5 Se refiere a los autores precedentes, más antiguos.
6 El Trisagion (Τρισάγιον), del griego «tres veces
sagrado» es probablemente una versión ampliada de
Isaías 6, 3 y de Apocalipsis 4, 8. Es uno de los himnos
más antiguos de la cristiandad. Su origen se data
probablemente de entre los siglos IV y V, y aunque
una leyenda dice que fue revelado a los habitantes de
Constantinopla para implorar la misericordia divina
durante los catastróficos terremotos que asolaron la
ciudad en el año 447, bajo el imperio de Teodosio II
(Flavius Theodosius, 408-450), en la obra de san Juan
Crisóstomo († 14 de septiembre de 404) ya aparece
este himno litúrgico. De modo que su origen debemos
justificarlo más por una reafirmación de la Iglesia
oficial frente a las herejías que comienzan a surgir,
como por ejemplo el arrianismo, que al hecho
dramático de los terremotos. Su uso se hizo oficial en
el Concilio de Calcedonia (451). Existen diversas
versiones del Trisagion. La más conocida es aquella
ya mencionada de la Divina Liturgia de san Juan
Crisóstomo en su parte catecumenal, pero esta es
cantada tan solo por el sacerdote, mientras que la
referida en esta obra es cantada por los soldados. En
todas ellas la parte fundamental es la siguiente:

῞Αγιος ὁ Θεός Santo Dios,


῞ΑγιοςnἸσχυρός Santo Fuerte,
῞Αγιος ᾿Αθάνατος Santo Inmortal,
Ἐλεέισονὑμάς apiádate de nosotros.

Sobre este himno religioso, cfr. también TAFT, R.F.


(1991): «Trisagion», en The Oxford Dictionary of
Byzantium (Alexander P. Kazhdan, Ed.), Óxford-Nueva
York.

7 El porqué de esta tajante afirmación, en el libro II,


capítulo 10.
8 El texto griego presenta el latinismo
καντάτορα/cantator.
9 A nosotros nos parece razonable no dar demasiada
agua a los caballos, pero lo que nos parece absurdo
es acampar lejos del agua, a no ser que Mauricio
piense que los caballos intentarán llegar al agua sea
como sea, quieran o no sus dueños, pudiendo
provocar desorden.
Libro VIII
Capítulo 1. Sobre las instrucciones
generales para el comandante.
Capítulo 2. Lemas

Libro VIII, capítulo 1. Sobre las


instrucciones generales para el
comandante
1. Llevando a cabo operaciones muy
críticas, el estrategos no debe mantenerse
aparte como si esta misión no fuese con él,
sino que deberá realizar tal trabajo
afanándose con sus tropas tanto como sea
posible. Tal comportamiento llevará al
soldado a ser más obediente a su oficial y a
hacer mejor su trabajo al tenerle respeto.
2. Cuando ciertos delitos sean habituales
entre los soldados, se debe ser moderado.
No juzgues y castigues a todos de forma
indiscriminada, para que un castigo
generalizado no ocasione una conspiración
mayor y una pérdida de la disciplina. Es más
sabio castigar tan solo a unos pocos de los
cabecillas.
3. La forma de vida del estrategos debe
ser sin adornos y simple como la de sus
soldados; debe desplegar un afecto fraternal
hacia ellos, debe dar órdenes de manera
suave y debe estar siempre seguro de dar
consejo y de discutir asuntos esenciales con
ellos en persona. Su interés debe estar en su
protección, su comida y su paga regular1.
Sin estas cosas es imposible mantener la
disciplina en un ejército. Al castigar con
justicia a los infractores debe parecer
implacable. Al primer signo de un problema
disciplinario, debe tomar medidas hasta el
final y no retrasar el asunto hasta que sea
más serio. El estrategos tiene éxito cuando
se presenta ante sus hombres como
inconmovible y justo. Debe también vigilar
que los civiles estén privados de armas.
4. Debe ser moderado y vigilante en su
forma de vida. Es una buena idea deliberar
acerca de los problemas difíciles por la
noche. Durante la noche es más fácil hacer
planes, porque el espíritu de uno está libre
de molestias externas.
5. Es esencial ser precavido y tomarse su
tiempo para hacer planes y, tras haber
tomado una decisión, llevarla a cabo sin
ninguna duda o temor. El temor después de
todo no es precaución, sino una invención de
la maldad.
6. Una mente saludable no se exalta
indebidamente por el éxito o se deprime en
exceso cuando las cosas no están saliendo
bien.
7. Es más seguro y más ventajoso superar
al enemigo por la planificación y la
estrategia que por la fuerza bruta. En el
primer caso los resultados son conseguidos
sin pérdidas, mientras que en el segundo se
ha de pagar algún precio.
8. Es muy importante divulgar rumores
entre el enemigo de que estás preparando
algo, y en el momento adecuado, hacer otra
cosa. Tus planes sobre grandes operaciones
no deben ser conocidos por muchos, sino por
muy pocos y muy cercanos a ti.
9. Uno no debe usar siempre los mismos
métodos operativos contra el enemigo,
aunque estos parezcan funcionar. A menudo,
el enemigo comenzará a habituarse a
nuestras costumbres y nos infligirá un
desastre.
10. Los rumores alarmantes de trampas o
traición, ya sea de parte del enemigo o de la
nuestra, no deben ser desdeñados ni
sobredimensionados sino que deben ser
tomadas las medidas adecuadas para
hacerles frente y darlos por concluidos antes
de que comiencen a ser una realidad.
11. El enemigo debe ser engañado por
falsas noticias sobre nuestros planes,
llevadas a él por desertores nuestros.
12. El coraje en nuestras tropas debe ser
despertado por la confección de un informe
de una victoria sobre el enemigo ganada por
nuestros hombres en algún otro lugar.
13. Las noticias sobre derrotas sufridas por
los nuestros deben ser mantenidas en
secreto y los informes deben hacer constar
justo lo contrario de la verdad.
14. A las tropas vencidas no se las debe
dejar caer en la desesperación, sino que
deben recobrar la esperanza de varias y
buenas maneras.
15. Durante el combate uno ha de pasar
por alto los delitos cometidos por los
soldados, pero después debe eliminarse a
los hombres culpables de sedición.
16. Nuestros propios muertos deben ser
sepultados en secreto por la noche, mientras
que aquellos del enemigo deben ser dejados
a la intemperie, con el objetivo de
desanimar al enemigo.
17. Cuando llega una embajada enemiga,
pregunta acerca de los jefes de la misma, y
trátalos muy amistosamente, para que su
propia gente sospeche de ellos.
18. Los actos de cobardía por parte de
nuestros soldados deben ser mantenidos en
secreto y no hacer pública la condena, ya
que eso podría crear un problema peor.
19. Para cruzar un río no dificultoso,
simplemente cava una trinchera profunda en
la ribera, llénala con madera y manda a la
mayor parte de las tropas cruzar el río,
entonces los restantes hombres podrán
quemar la madera y mientras está
quemándose, los soldados podrán cruzarlo
sin problemas.
20. Una forma de despertar discordia y
sospechas entre el enemigo es refrenarse en
quemar o saquear las propiedades de ciertos
hombres prominentes de su lado y
solamente ellas.
21. Una forma de tomar una ciudad
asediada es por el envío de cartas atadas a
flechas prometiendo libertad e inmunidad;
esto puede también hacerse mediante
prisioneros liberados.
22. Deben ser observadas grandes
precauciones en la persecución del enemigo
a través de un terreno adecuado para
emboscadas. También es una buena
estrategia detenerse en el momento
adecuado, para poder volver más tarde y
atacar con mayor efectividad.
23. No hay que dejarse engañar por los
actos de humanidad del enemigo o por sus
pretensiones de retirarse.
24. Los oficiales cobardes, que son
reconocidos por sus dudas y palidez, deben
ser asignados a las fuerzas auxiliares
durante el combate.
25. Cuando una ciudad populosa es
tomada, es importante dejar las puertas
abiertas para que los habitantes puedan
escapar y no ser llevados a la absoluta
desesperación. Lo mismo se aplica cuando
es tomado un campamento fortificado del
enemigo2.
26. Incluso en territorio amigo se deben
instalar campamentos fortificados; un
estrategos nunca ha de decir: «No me lo
esperaba».
27. Para una retirada a salvo haz un fuego
en un sitio y tranquilamente márchate a otro
lugar; el enemigo se dirigirá hacia el fuego.
28. Deben ser enviadas cartas a los
desertores que se han pasado al enemigo
para que estas caigan en manos enemigas.
Esas cartas tienen que recordar a los
desertores que deben organizar de
antemano el momento adecuado para su
traición; de esta forma el enemigo
comenzará a sospechar de ellos y tendrán
que huir.
29. Cuando lleguen operaciones peligrosas
o por sorpresa, los cobardes deben ser
separados mediante el procedimiento de
hacer que los hombres que estén enfermos o
cuyos caballos estén débiles sean retirados
del frente. Los cobardes, entonces,
reclamarán estar enfermos, y por tanto
podrán ser separados de los otros. Ellos
pueden ser asignados a guardar fortalezas o
alguna otra tarea que entrañe poco peligro.
30. Debemos hacer campaña contra el
enemigo cuando el grano esté maduro, para
que nuestras tropas no carezcan de
provisiones y además la expedición causará
al enemigo más daño.
31. No debemos dar armas a aquellos que
prometan luchar a nuestro lado cuando sus
intenciones reales no estén muy claras.
32. Tras una victoria, no debemos actuar
sin cuidado, sino mantener nuestra guardia
lo más alta posible contra ataques sorpresa
por parte de los vencidos.
33. Los embajadores del enemigo no
deben ser tratados con desprecio, incluso
cuando nosotros seamos mucho más fuertes.
34. Un ejército, no importa como sea de
fuerte, asediando una ciudad, no debe dejar
nunca su campamento sin guardia. No debe
pensar que las fortificaciones son suficientes
para garantizar su seguridad, sino que debe
mantenerla con patrullas.
35. A los sospechosos de que vayan a
desertar se les debe decir lo contrario de lo
que nos proponemos hacer, para que ellos
puedan usarlo para engañar al enemigo, y la
traición debe ser prevenida durante los
periodos de tregua o de paz temporal.
36. De ninguna manera debemos creer los
informes que llegan de los desertores o
disidentes, sino que sus informaciones deben
ser comprobadas con las declaraciones
realizadas por los prisioneros tomados en
incursiones y de esta forma la verdad
quedará contrastada.
37. De ninguna forma debe ser roto un
juramento hecho al enemigo.
38. Después de Dios, debemos poner
nuestras esperanzas de salvación en
nuestras armas, no solamente en nuestras
fortificaciones y empalizadas.
39. Se ha de ordenar a los soldados que
estén preparados para marchar en día
sagrado3, bajo la lluvia, de día o de noche.
Por esta razón no debe decirse el momento
o el día de antemano, por lo que ellos deben
estar siempre preparados.
40. No deben correrse riesgos sin
necesidad o sin esperanza real de ganar.
Hacer esto es lo mismo que pescar con oro
como cebo.
41. Los habitantes del área que buscan
refugio no deben ser recibidos
indiscriminadamente. A menudo, ellos han
sido enviados por el enemigo
engañosamente para conspirar contra su
anfitrión.
42. Debemos también guardarnos contra
los desertores que se aproximan a una
ciudad asediada, pues, a menudo, son
enviados por el enemigo para provocar
incendios y mientras los defensores están
ocupados apagándolos, el enemigo ataca.
43. Las tropas vencidas en campo abierto
no deben ser dejadas de lado o, aunque
parezca una buena idea, permitirles
refugiarse en un campamento fortificado o
en algún otro lugar fuerte, ya que mientras
su fiereza esté aún fresca, pueden atacar de
nuevo. No mostrándose indulgentes con
ellos, los soldados podrán reanudar la lucha
con mayor convicción.
44. Si el estrategos considera que está
preparado para entablar batalla con el
enemigo, debe intentar llevar la lucha a
territorio enemigo en lugar de combatir en el
suyo. Los hombres que llevan la guerra a
territorio enemigo son más agresivos. Ellos
además sentirán que la guerra en la que
están envueltos está siendo efectuada no
solo por la patria sino también por su propia
seguridad personal. Esto no es
necesariamente cierto si la guerra se
desarrolla en su propio territorio, en el cual
la existencia de fortalezas elimina el riesgo
para los hombres, ya que en caso de retirada
pueden fácilmente refugiarse en ellas.

Libro VIII, capítulo 2. Lemas


1. Antes de ir en busca del peligro, el
estrategos debe rendir culto a Dios. Cuando
va a entrar en el peligro, acrecienta su valor
porque él puede rezar a Dios con la
confianza de un amigo.
2. El hombre que gasta más noches sin
dormir con su ejército y que trabaja duro en
entrenar a sus tropas, corre los riesgos más
bajos en la lucha contra el enemigo.
3. Nunca conduzcas a los soldados al
combate antes de haber tenido suficientes
pruebas de su valor.
4. Es bueno provocar daño al enemigo con
el engaño, con las incursiones o con el
hambre, y nunca ser seducido por una
batalla campal, que es más una
demostración de suerte que de bravura.
5. Solo son exitosos aquellos planes de
batalla que el enemigo no sospecha antes de
ponerse en acción.
6. El engaño es a menudo una ayuda en la
guerra. Un soldado enemigo que deserta
hacia nosotros, sin estratagemas, es de la
mayor utilidad, porque el enemigo es
dañado por los desertores más que si el
mismo soldado hubiese muerto en acción.
7. El que cuidadosamente no compara sus
propias fuerzas con las del enemigo está
abocado a un final desastroso.
8. El coraje y la disciplina podrán lograr
más que un gran número de soldados. Así, a
menudo, la configuración del terreno ha
conseguido que una débil fuerza propia se
incremente al máximo.
9. La naturaleza produce tan solo unos
pocos hombres bravos. Sin embargo, el
cuidado y el entrenamiento hacen eficientes
soldados. Los soldados que son mantenidos
trabajando aumentan en valor, mientras que
demasiado descanso les hace débiles y
perezosos. Por ello se ha de tener el cuidado
de mantenerlos ocupados.
10. Las cosas que son inesperadas o
repentinas asustan al enemigo, pues
parecen más fáciles las cosas a las que está
acostumbrado.
11. Tras obtener una victoria, el
estrategos que persigue al enemigo con un
ejército disperso y desorganizado se la
regala al enemigo.
12. La causa de la guerra debe ser justa.
13. Un buen estrategos es aquel que usa
sus propias habilidades para adaptarse a las
oportunidades que tiene y a las cualidades
del enemigo.
14. No es útil reunir al ejército entero en
asamblea o enviar a buscar a los hombres
cuando están fuera de servicio. Estas causas
solo producen discordia en el ejército.
15. Los soldados deben siempre estar
haciendo algo, incluso si no hay enemigo
molestándonos. La desidia habitual significa
problemas para un ejército.
16. Un comandante prudente no conducirá
a una fuerza aliada a su propio territorio si
esta es mayor que su propio ejército. De
otra manera podrá amotinarse, expulsar a
los nuestros y tomar el control.
17. Cuando sea posible, una fuerza aliada
debe estar compuesta de varios pueblos
para reducir el peligro de la unión de los
hombres para algún propósito maligno.
18. Deberemos colocar a nuestras fuerzas
de la misma manera que hace el enemigo,
infantería contra infantería, y lo mismo con
las tropas ligeras, caballería, infantería
pesada y así sucesivamente.
19. El comandante que falla en proveer a
su ejército con la comida necesaria y otros
suministros está haciendo preparativos para
su propia derrota, incluso si el enemigo no
está presente.
20. El comandante que confía en su propia
caballería, especialmente en los lanceros,
debe buscar llanuras anchas favorables para
este tipo de tropas y allí forzar la batalla.
21. Si él confía más en su infantería, debe
tener cuidado en elegir terrenos
accidentados, espesos y escabrosos y
organizar allí la lucha.
22. Si nos enteramos de que nuestros
planes han sido revelados al enemigo,
entonces debemos cambiar todas nuestras
contraseñas y otras señales, así como
nuestra formación de batalla.
23. Para aquello que deba hacerse, busca
el consejo de muchos; para aquello que
deberás realmente hacer, toma el consejo
de solo unos pocos de confianza; entonces,
ya completamente solo, decide el mejor y
más útil plan de todos y síguelo.
24. El ejército debe reunirse cerca de su
impedimenta o esta debe ser llevada hacia
él.
25. No confíes solo en los exploradores
para reconocer los caminos, sino que deja al
estrategos que cuidadosamente los observe
con sus propios ojos.
26. Deben ser escogidos como
exploradores aquellos que sean constantes,
con vista aguda, de confianza, serios y con
más afecto a su reputación que al dinero;
estos hombres realizan informes exactos.
Pero aquellos que son insensatos, cobardes y
excitados por la perspectiva de la ganancia
material, probablemente no dirán la verdad
y fácilmente pueden poner en peligro tanto
al estrategos como a su ejército.
27. En tiempos de paz, el miedo y los
castigos a los delitos mantienen a las tropas
en tensión, pero en campaña activa, siempre
dan mejores resultados grandes esperanzas
y recompensas.
28. El estrategos alcanza su plenitud
cuando intenta destruir a las fuerzas
enemigas más por el hambre que por la
fuerza de las armas.
29. Si un espía enemigo es capturado
mientras observa a nuestras tropas,
entonces puede resultar conveniente
liberarlo desarmado si todas nuestras
unidades son fuertes y están en buena
forma. El enemigo se quedará
absolutamente asombrado por sus informes.
Por otro lado, si nuestras fuerzas son
débiles, el espía deberá ser tratado
rudamente, forzado a divulgar los secretos
del enemigo y, finalmente, pasado por las
armas o enviado lejos a cualquier parte con
escolta.
30. Si los soldados muestran signos de
cobardía, deben usarse diversas tretas para
restaurar su valor.
31. Tómate tu tiempo en planear, pero
cuando hayas tomado tu decisión sé rápido
en llevarla a cabo4. En la guerra la
oportunidad es fugaz y no puede ser dejada
de lado.
32. Deja al ejército que vea que tú no
estás excesivamente exaltado tras una
victoria y que no te deprimes profundamente
por una derrota.
33. No es un estrategos temible aquel
que pronuncia palabras terribles sino aquel
que realiza hechos atemorizantes para el
enemigo.
34. Decide por la noche lo que hay que
hacer y lo planeado llévalo a cabo durante el
día. Uno no puede planear y actuar al mismo
tiempo.
35. El estrategos que es exageradamente
severo con sus subordinados y aquel que es
demasiado indulgente son ambos
inadecuados para el mando. El miedo lleva a
un gran odio, y si se es demasiado blando
resulta que se es despreciado. Es mejor
tomar el punto intermedio.
36. Tras acordar un tratado o una tregua
con el enemigo, el comandante debe estar
seguro de que su campamento está
guardado con fuertes y seguras defensas. Si
el enemigo elige romper el acuerdo, solo
ganará la reputación de desleal y la
desaprobación de Dios, mientras que
nosotros permaneceremos seguros y se dará
veracidad a nuestra palabra. Un estrategos
no habrá de decir: «No me lo esperaba»5.
37. Para fuerzas pequeñas, debemos
seleccionar un lugar con un estrechamiento
enfrente, cuya anchura corresponda al
tamaño de nuestro ejército. La superioridad
del enemigo quedará sin efecto en tal lugar
ya que no hay espacio para él. Tras el
estudio del lugar donde está el enemigo, el
estrategos se puede formar una justa
estimación de la fuerza del mismo, pues
deberá saber por experiencia cuánto espacio
se requiere para un número dado de tropas.
38. Si queremos evitar que el enemigo
conozca la potencia de nuestras fuerzas,
debemos ordenar a nuestras tropas marchar
a pie en formación cerrada. Esto puede ser
engañoso y evita que el enemigo se pueda
formar una idea estimada de nuestras
fuerzas.
39. Es buena idea maniobrar de tal modo
que el sol, el viento y el polvo estén tras
nuestros hombres y frente al enemigo. Al
oscurecerse su visión y hacerse su
respiración dificultosa, obtendremos
rápidamente la victoria.
40. Deberemos alinear nuestras tropas
para la batalla antes que el enemigo. Esto
nos sitúa en posición de hacer lo que
queramos y apenas da al enemigo tiempo de
armarse.
41. Si estamos preparados para cargar los
primeros, podemos atacar al enemigo con
seguridad, con nuestros hombres llenos de
confianza, e inspirando miedo al enemigo,
que estará preocupado.
42. Cuando la línea de batalla ha sido
situada, la primera orden a los soldados es
mantener la formación y los intervalos entre
las líneas.
43. Está bien preocuparse mucho por los
heridos. Si los descuidamos, descubriremos
que el resto de las tropas no luchará bien
deliberadamente y nuestra negligencia nos
causará perder a algunos que podrían haber
sido salvados.
44. Se les debe prohibir el saqueo a los
soldados que han puesto en fuga al
enemigo. De otra manera, mientras están
dispersos, el ejército enemigo podrá
formarse nuevamente y atacarlos.
45. El estrategos falla si la mayor parte
del ejército es destruido en una única
batalla.
46. Un ejército que lanza con fuerza su
grito de guerra puede causar terror en el
enemigo.
47. Un estrategos que no da nada por
sentado es seguro en la guerra.
48. Si el enemigo tiene una fuerte tropa de
arqueros, espera al tiempo húmedo, que
afecta a los arcos, para lanzar tu ataque
contra ellos.
49. Nuestro estrategos deberá adaptar
sus estratagemas a la disposición del jefe
enemigo. Si fuera atrevido, debe ser
inducido a realizar acciones prematuras e
imprudentes; si, por el contrario, fuera
indeciso, puede ser fulminado por ataques
sorpresa continuos.
50. El estrategos deberá ser imparcial al
tratar con sus propios hombres y con las
fuerzas aliadas. Deberá ser un juez justo
para ambos. Cuando dé regalos a los
aliados, deberá hacer un consecuente
aumento en las gratificaciones para sus
propios soldados.
51. En tiempo de guerra deberá trabajar
más que sus propios soldados en lo suyo y
preocuparse menos de su parte en las
ganancias. Esto realza su reputación y
obtiene para sí la buena fe de todos.
52. Consciente de las incertidumbres de la
guerra, el estrategos debe estar dispuesto,
incluso tras la victoria, a escuchar
propuestas del enemigo en vistas a una paz
en términos ventajosos.
53. El estrategos deberá prestar mayor
atención a las armas que al resto del equipo,
consciente de que este puede ser obtenido
incluso en territorio enemigo, pero que sin
armas no vencerá al enemigo.
54. El mejor estrategos no es el hombre
de una noble familia, sino el hombre que
puede estar orgulloso de sus propias
acciones.
55. El estrategos debe administrar
correctamente no solo asuntos de carácter
inmediato, sino también tener en mente
asuntos para el futuro.
56. El mejor estrategos es aquel que no
establece voluntariamente una peligrosa y
altamente incierta batalla y se refrena de
emular a aquellos que realizan operaciones
irreflexivas y son admirados por sus
brillantes éxitos, sino aquel que hace que el
enemigo se mueva y él permanece seguro y
siempre en circunstancias de su propia
elección.
57. Un estrategos avaricioso es la ruina
para su propia gente y un objeto de
menosprecio para el enemigo.
58. Un estrategos que ame el lujo
generalmente destruye al ejército entero.
59. El mejor comandante es aquel que
inspira valor en el momento justo y detiene
los malos pensamientos de los soldados
miedosos.
60. Un estrategos que desee la paz debe
estar preparado para la guerra, ya que los
bárbaros se vuelven muy nerviosos cuando
hacen frente a un adversario completamente
preparado para la lucha6.
61. Si alguien comete un error en los
asuntos ordinarios generalmente puede
remediarlo en un corto intervalo, pero los
errores cometidos en la guerra causan
perdurables daños.
62. A aquellos que han cometido muchas
negligencias no les deben ser encomendadas
ni siquiera las responsabilidades ordinarias.
63. El estrategos inteligente toma en
cuenta no solo probables daños, sino
también aquellos que pueden ser
completamente inesperados.
64. La paz es un momento de
entrenamiento para la guerra y la batalla,
una exhibición de bravura.
65. El estrategos no debe irse a la cama
antes de reflexionar sobre qué cosas
importantes ha dejado de hacer y qué tiene
que hacer al día siguiente.
66. Está bien que el estrategos domine
sus pasiones en cualquier momento, pero
especialmente durante la guerra.
67. El estrategos no debe mostrarse
apresurado en depositar confianza en gente
que promete hacer algo; si lo hace, casi todo
el mundo pensará que es un insensato.
68. Las largas y cuidadosas deliberaciones
prometen una gran salvaguarda en la
guerra, puesto que los generales
apresurados e impetuosos ordinariamente
cometen serios disparates.
69. El estrategos deberá ser un ejemplo
ante sus subordinados de cómo deben
hacerse las cosas, ejercitándose a sí mismo
en los más altos ideales, haciendo lo que
está correcto y refrenándose de hacer
aquellas cosas que sus soldados también
deben refrenarse.
70. El estrategos deberá estar seguro de
la buena disposición de sus tropas por medio
de un juramento.
71. Si el estrategos conoce las
inclinaciones y tendencias de cada oficial y
de cada soldado, sabrá mejor qué tareas
deberán ser asignadas a cada uno.
72. El estrategos que quiera mantener sus
planes a cubierto del enemigo, nunca debe
presumir de la calidad y la cantidad de sus
propias tropas.
73. Cuando ambos bandos están
igualmente bien armados, el mejor táctico
vencerá.
74. El estrategos que posea alguna
habilidad retórica podrá, con frecuencia,
inflamar a los corazones débiles a la batalla
y devolver fácilmente el coraje a un ejército
derrotado.
75. El estrategos debe conocer bien el
territorio, si es saludable y seguro, o si es
insalubre e inhóspito para sus tropas, y si las
necesidades como el agua, la madera y el
forraje están cerca. Porque si están a una
cierta distancia, entonces su obtención será
difícil y peligrosa, especialmente en
presencia del enemigo. Es también bueno
ocupar todas las colinas en el área antes de
que el enemigo tenga oportunidad de
hacerlo.
76. Con frecuencia, los movimientos que
induzcan a error al enemigo pueden ser muy
ventajosos. Por ejemplo, si hace que parezca
que va a establecer el campamento, el
enemigo puede ser inducido para hacer lo
mismo, entonces mientras que el enemigo
está disperso haciendo los preparativos
necesarios, puede el estrategos colocar sus
tropas y atacar, o puede retirar a su ejército
si el terreno no es favorable.
77. En sus movimientos, el estrategos
debe actuar como un buen luchador, debe
fintar en una dirección para intentar engañar
a su adversario y entonces hacer buen uso
de las oportunidades que encuentre, y en
este sentido podrá doblegar al enemigo.
78. Durante las batallas y en cada acción
contra el enemigo, el estrategos docto,
incluso el de más coraje, tendrá siempre
presente la posibilidad de fallar y ser
derrotado y hará planes para ello por si se
diera el caso.
79. El estado de ánimo del estrategos se
comunica inmediatamente a sus tropas y hay
un refrán antiguo que dice que es mejor
tener un ejército de ciervos comandados por
un león que un ejército de leones
comandados por un ciervo7.
80. Las fuerzas aliadas no deben ser
mezcladas con nuestras propias fuerzas.
Ellas deben acampar y marchar
separadamente. Es importante que les
ocultemos nuestras formaciones y métodos
de lucha, para evitar que, conociéndolas,
informen de ellas al enemigo en un
determinado momento.
81. En tiempo de guerra la mejor forma de
saber qué es lo más ventajoso es esta: lo
que es bueno para ti es malo para el
enemigo y lo que le beneficia al enemigo es
exactamente lo contrario para tus tropas.
Está en nuestro interés no hacer nada o
rehuir cualquier cosa que el enemigo pudiera
hacer o evitar. Solo hay una cosa que
debemos hacer: cualquier cosa que
pensemos ha de ser en nuestro propio
beneficio. Si imitas al enemigo y haces lo
que él está haciendo en su propio beneficio,
lo que harás es perjudicarte. Al contrario, si
haces alguna cosa en tu beneficio y el
enemigo intenta imitarte, se dañará a sí
mismo.
82. Las tropas deben ser situadas en varias
líneas, y deben realizarse un cierto número
de asaltos contra el enemigo, recordando las
palabras del poeta: «Vosotros, que no estáis
cansados, podríais fácilmente rechazar hacia
la ciudad a hombres fatigados por la
batalla»8.
83. Por múltiples razones, y no casuales, es
peligroso extender la línea de batalla
indefinidamente.
84. Es necesario un ejército de igual fuerza
que la del enemigo si nuestra meta es
meramente vencer, pero ha de ser mayor si
intentamos ocupar el territorio conquistado.
85. El estrategos debe tener más
caballería que infantería. La última es
adecuada para el combate cerrado, mientras
que la primera podrá fácilmente perseguir o
retirarse y, cuando desmonta, los hombres
están todos preparados para luchar a pie.
86. Un estrategos sabio no entablará
batalla campal contra el enemigo hasta que
no se presente una excepcional oportunidad
o ventaja.
87. Cambia tu apariencia a menudo para
que parezcas diferente mientras formas la
línea de batalla, antes de la carga, en el
encuentro con el enemigo, cuando estés
comiendo y cuando estés durmiendo.
Haciendo esto no serás capturado fácilmente
por el enemigo o por algún traidor. Aníbal el
Cartaginés usaba pelucas y una variedad de
estilos de barbas y así los bárbaros
pensaban que él era un ser sobrenatural 9.
88. Deberemos escoger el terreno no solo
porque sea el más adecuado para a nuestras
armas, sino también teniendo en cuenta a
los diversos pueblos con los que nos
enfrentaremos. Los partos y los galos
maniobran bien en terrenos llanos. Los
hispanos y los lígures luchan mejor en las
montañas y en las colinas, y los britanos en
los bosques, mientras que los germanos son
mejores en los pantanos de sus tierras10.
89. Cualquier terreno que el estrategos
escoja debe hacer que sus tropas se
familiaricen con él. Así podrán evitar puntos
complicados y, gracias a su conocimiento del
área, lucharán contra el enemigo con
confianza.
90. Cuando el estrategos dirige a sus
hombres a la batalla, debe presentar una
apariencia alegre, evitando un aspecto triste.
Los soldados a menudo estiman sus
posibilidades por la apariencia del
estrategos.
91. Tras la victoria, el estrategos no debe
permitir que los hombres rompan filas
rápidamente, ya que sucede bastante a
menudo que el enemigo, sabiendo que
nuestros hombres han abandonado su
guardia en su regocijo y han roto filas, ha
recuperado su coraje, regresa a la lucha y
convierte nuestra victoria en una derrota.
92. Cuando el enemigo es cercado, es
bueno dejar un agujero en nuestras líneas
para darle la oportunidad de escapar, en
caso de que juzgue que huir es mejor que
permanecer y probar suerte en la batalla11.
93. Un ejército es juzgado por el espíritu de
su estrategos. Aníbal el Cartaginés lo
comprendió bien, ya que cuando supo que
Escipión12 estaba dirigiendo a los romanos,
habló muy bien de la disposición de su
ejército ante quienes le criticaban por
comenzar tan lentamente a marchar y a
luchar contra aquellos a los que a menudo
había vencido. Él se defendió a sí mismo
diciendo: «Preferiría tratar con una tropa de
leones comandados por un ciervo que con
una manada de ciervos bajo el liderazgo de
un león»13.
94. El Estado beneficia más a un
estrategos afortunado que a uno bravo. El
primero consigue sus resultados con un
pequeño esfuerzo, mientras que el otro lo
hace con cierto riesgo.
95. Es mejor evitar a un oponente
marrullero que a uno que nunca afloja. El
último no tiene secretos sobre lo que está
haciendo, sin embargo es difícil saber qué
está haciendo el primero.
96. El estrategos deberá ser severo y
perseverante en investigar los cargos contra
sus hombres, pero compasivo en castigarlos.
Esto le hará ganar la confianza de sus
hombres.
97. El estrategos debe ser tranquilo en las
emergencias, prudente en los consejos,
cortés con sus colaboradores. Tendrá éxito
en la batalla si carga contra el enemigo no
como una bestia salvaje, sino de forma
calculada.
98. El estrategos no debe ser ignorante
de ninguna de las situaciones que fácilmente
pueden ocurrir en la guerra. ¿Quién puede
intentar lograr lo que no comprende? ¿Quién
podría facilitar asistencia en situaciones cuyo
peligro no se le alcanza?
99. El estrategos debe hacer planes para
vencer al enemigo no solo por las armas,
sino también a través de su comida y
bebida, haciendo el agua inadecuada para
beber y envenenando el grano. Debe
también saber cómo protegernos a nosotros
mismos contra tales medidas y cómo
podemos evitar caer víctimas de ellas.
100. El estrategos deberá siempre tener
un cuerpo de tropas escogidas cerca de él,
que puedan ser enviadas para apoyar a las
secciones del ejército que estén duramente
presionadas. No debe avanzar demasiado
precipitadamente contra el enemigo, porque
si sucede un contratiempo, el ejército entero
puede ser destruido.
101. Cuando el estrategos da un discurso
público, puede incluso decir algo en alabanza
del enemigo. Esto convencerá a nuestros
hombres de que nunca les privarás de las
alabanzas que podríamos recibir de otros y
que los haremos partícipes de nuestros
honores.

FIN DEL LIBRO OCTAVO

1 Kekaumenos (Strategikon 80) también advierte al


general del mismo hecho recordándole la fidelidad que
los soldados muestran al comandante que se
preocupa de ellos.
2 En español hay un refrán que ilustra perfectamente
esta situación: «A enemigo que huye, puente de
plata», cuya formulación Melchor de Santa Cruz de
Dueñas (Floresta española de apotegmas y
sentencias, Toledo, 1584) atribuye a D. Gonzalo
Fernández de Córdoba (1453-1515), llamado el Gran
Capitán, durante sus campañas en el reino de Nápoles
en 1503-1504. La frase exacta de Santa Cruz es
(segunda parte, cap. 3): «al enemigo que huye
hacedle la puente de plata». Esta frase o variantes de
la misma ha sido formulada por escritores tan
prestigiosos y conocidos como Miguel de Cervantes
quien la reproduce (en El ingenioso hidalgo don
Quijote de La Mancha, segunda parte, cap. 78) tal
cual la expone Santa Cruz o Félix Lope de Vega y
Carpio, que en su obra de teatro (o atribuida a él, que
hay dudas) La estrella de Sevilla (acto I, escena IV)
hace decir a uno de sus personajes: «que al enemigo
se ha de hacer puente de plata».
3 Es decir, en domingo o en cualquier otra festividad
religiosa.
4 Una muestra clara del profundo conocimiento que
nuestro autor tiene de la cultura grecorromana la
vemos en esta sentencia, derivada de una reflexión de
Isócrates (Ad Demonicum 34 [en el libro Discursos,
edic. de Madrid, 1979]), político y orador ateniense
que vivió en el siglo IV a.C., y que dice: «sé lento en
el reflexionar pero cumple con rapidez tus
decisiones».
5 Se insiste en ello, cfr. VIII 1, 26.
6 Ya lo decían los romanos: Si vis pacem, para bellum
(«Si quieres la paz, prepara la guerra»). Vegecio
(Epitoma Rei Militaris III, prólogo, 8) recoge la frase
un tanto modificada y dice: Igitur qui desiderat
pacem, preparet bellum («Así que quien desee la paz,
que prepare la guerra»).
7 Esto es asimismo citado por León VI (Tacticae
Constitutiones 20, 128) y casi tal cual lo encontramos
en las palabras que Plutarco (Apotegmatha Chabriae
3 [dentro del libro Máximas de reyes y generales, en
Moralia, edic. de Madrid, 1987]) pone en boca del
general ateniense del siglo IV a.C. Cabrias diciendo
textualmente: «Solía decir [Cabrias] que era más
temible un ejército de ciervos conducido por un león
que uno de leones conducido por un ciervo».
8 Cfr. Homero, Iliada XI 802-803; XVI 44-45.
9 Cfr. Polibio, Historiae III 78, 1-2. Tito Livio, Ab Vrbe
Condita XXII 1, 3.
10 La mención de todos estos pueblos no tiene
sentido a fines del siglo VI o comienzos del VII,
cuando se escribe este manual: por ejemplo, los
partos no existían desde que en 226 d.C. fueron
sustituidos por los persas sasánidas, los mayores
enemigos de los bizantinos en la época de redacción
del presente manual militar. Los galos fueron
conquistados por Julio César a mediados del siglo I
a.C.; los últimos hispanos fueron sometidos a fines del
siglo I a.C.; los lígures cayeron bajo el poder de Roma
a mediados del siglo II a.C.; las diversas tribus de
britanos y germanos combatieron durante siglos
contra los romanos, sin llegar nunca a ser sometidas
del todo. El nombrar a todos estos pueblos nos indica
que el autor se había documentado en obras mucho
más antiguas.
11 Cfr. nota 101.
12 Publius Cornelius Scipio, llamado Africanus, cónsul
en 205 a.C. y 194 a.C., fue quien dio fin a la segunda
guerra púnica tras su victoria en Zama (hoy Al Jamah
[Jama], provincia de Túnez, Tunicia) sobre Aníbal el
19 de octubre de 202 a.C.
13 León VI (Tacticae Constitutiones 20, 128). La
misma expresión es usada por el táctico Nicéforo
Uranos (FOUCAULT [1973] p. 311). No se conoce de
dónde saca Mauricio esta cita, pero si es cierto que la
dijo Aníbal, entonces el caudillo cartaginés era buen
conocedor de lo que decían generales anteriores a él,
pues esto se lo atribuye Plutarco (cfr. nota 106) al
general ateniense del siglo IV a.C. Cabrias. Como es
evidente que, por razones de las épocas en las que
vivieron, Aníbal (247-183 a.C.) no pudo leer a Plutarco
(c. 46 o 50 - c. 120 d.C.), también parece innegable
que ambos, Aníbal y Plutarco, sacaron esta frase de
una fuente desconocida y hoy perdida.
Libro IX
Capítulo 1. Sobre los ataques sorpresa
Capítulo 2. Sobre los ataques nocturnos
Capítulo 3. Sobre las incursiones en territorio
hostil: avance seguro por él y su saqueo sin
sufrir pérdidas
Capítulo 4. Sobre el paso por desfiladeros y
territorio escabroso
Capítulo 5. Cómo hay que espiar al enemigo
y cómo hay que capturar a los exploradores
o enemigos intentando infiltrarse en
nuestro ejército

Libro IX, capítulo 1. Sobre los ataques


sorpresa
Es, por supuesto, una antigua máxima la
que nos enseña a intentar atacar al enemigo
sin sufrir nosotros mismos ningún daño, y los
estrategos inteligentes tendrán esto
presente y siempre le darán la máxima
prioridad. Este objetivo se alcanzará si los
asaltos sobre el enemigo son planeados
cuidadosamente y llevados a cabo con
presteza. Estos asaltos demostrarán ser muy
efectivos no solo contra las fuerzas
numéricamente equivalentes, sino también
contra aquellas ampliamente superiores. Por
esta razón es deseable estar vigilante para
buscar las mejores oportunidades y
pretextos para chocar contra el enemigo
antes de que pueda prepararse,
especialmente si hay razones para
considerar que sus fuerzas son superiores a
las nuestras. En este tipo de casos es mejor,
como se ha dicho, intentar emplear
diferentes tipos de sorpresas y trucos tanto
como sea posible, mejor que enfrentarse en
una batalla campal que envuelve peligros
que pudieran revelarse fatales.
Algunos comandantes reciben emisarios del
enemigo y contestan en términos gentiles y
aduladores, enviándoles de regreso con
honores, y entonces inmediatamente siguen
sus pasos y los atacan inesperadamente.
Otros envían embajadas con propuestas
favorables y entonces, de forma repentina,
se lanzan al ataque. Otros marchan tras el
enemigo en sus campamentos después de
recoger información sobre cómo organizaban
su campamento, y entonces en una noche de
luna llena, dos o tres horas antes del
amanecer, realizan su ataque. Los arqueros
son esenciales para una operación de este
tipo. Tras comprobar que el enemigo avanza
en desorden y permitiendo a sus tropas
rezagarse, algunos comandantes lo atacan
por el medio de su columna de marcha y le
infligen serios daños. Otros, encubiertos en
emboscada, de repente deciden atacar al
enemigo. Algunos pretenden sustraerse de la
escena de la acción y una vez provistos de la
información necesaria acerca de todo lo
sucedido, cargan contra el enemigo. Otros
conducen una manada de animales delante
de ellos y por tanto los enemigos deben
desviarse para rodearla y entonces, cuando
ven al enemigo en desorden y moverse hacia
todos los lados, pueden caer sobre él.
Algunos ataques pueden ser realizados en
campo abierto, por ejemplo, si en el área
entre nosotros y el enemigo hay un río que
sea difícil de cruzar, especialmente para la
caballería. Se puede construir allí un puente,
con tantas vigas transversales de madera
como sean necesarias, pontones y con dos
torres erigidas en cada extremo, ambas de
madera, de albañilería seca o de tierra.
Cuando sea necesario, entonces, este
puente puede ser usado para cruzar de
forma segura o para retirarse, y queda a la
decisión del estrategos decidir cuánto
tiempo debe permanecer en pie, si para
atacar de forma segura o para retirarse y
destruir el puente. Sin embargo, en
operaciones de este tipo y en incursiones
dentro del territorio enemigo, no debemos
quemar o destruir los suministros en
aquellas regiones a través de las cuales
deseamos regresar para no lamentarlo.
Pensamos que es esencial mantener dichos
puentes también en caso de batalla en
campo abierto, cuando los campamentos
están en las cercanías de un río. Si cruzar un
río se presenta difícil en algún punto a lo
largo del espacio ribereño, especialmente en
el área donde el enemigo está estacionado,
en el día de la batalla puede todavía ser
eliminado el puente sin obstáculos y sin
aglomeraciones. En caso de un revés, los
puentes pueden permanecer a salvo bajo la
protección del campamento, y las tropas no
serán forzadas contra sus deseos a cruzar el
puente bajo ataque del enemigo. Por estas
razones el campamento debe estar situado
en el lado enemigo del río.
Libro IX, capítulo 2. Sobre los ataques
nocturnos
La dirección de ataques nocturnos varía
según los comandantes. Algunos instalaron
su campamento a un día de marcha del
enemigo y enviaron una legación o dos para
ofrecer propuestas de paz. Después de
ofrecer al enemigo esperanzas de llegar a un
acuerdo y conseguir que se descuide,
entonces estos estrategos hicieron marchar
a su ejército por la noche y atacaron
inesperadamente antes del alba. Esto fue
hecho por el general Lusio en tiempos de
Trajano1. Otros se situaron en formación de
combate durante varios días cerca de su
campamento como para una batalla campal.
Ellos quisieron hacer creer que estaban
asustados por el enemigo y que por ello no
podrían aventurarse más allá del área de su
propio campamento. Entonces, mientras el
enemigo se estaba relajando, ellos atacaron
de noche. Esto es lo que el jan2 de los
ávaros hizo a la caballería romana en
Heraclea, ya que no permaneció a salvo
dentro de las fortificaciones con la infantería,
sino que estaba fuera sin protección3. Otros
hicieron uso de un presunto desertor para
informar al enemigo de que la moral era
baja. Simularon una retirada rápida, pero
marcharon solo a una corta distancia y allí
establecieron su campamento. Entonces, de
repente, por la noche, atacaron al enemigo.
Los ataques nocturnos son los más
adecuados para los arqueros o lanzadores de
jabalina, tanto montados como a pie. Son
efectivos contra pueblos que luchan tanto a
pie como a caballo, siempre que no se hayan
montado las tiendas de campaña por todo el
lugar, dispersas y sin vigilancia. También son
efectivos contra enemigos no expertos en el
uso del arco u otra arma arrojadiza, sino que
prefieren combatir cuerpo a cuerpo. Estas
operaciones deben ser llevadas a cabo de
noche con la luna llena o cuando hay
suficiente luz a lo largo de la línea completa
de marcha para mantener a los hombres en
contacto en la oscuridad y que no se
pierdan. También vale la luz de las estrellas.
El ejército deberá siempre moverse en alerta
y preparado para la acción, transportando
únicamente aquello que sea necesario. Los
soldados deberán regular su marcha de
acuerdo a la distancia entre los dos
campamentos para llegar dos horas antes
del amanecer a algún lugar a una o dos
millas del campamento enemigo, pues
facilitándose la marcha antes del combate
ellos no estarán exhaustos. Allí el ejército
deberá permanecer escondido y atacar al
enemigo justo antes del amanecer.
Las expediciones de este tipo deben ser
guiadas por hombres que conozcan la región
a conciencia para no extraviar al ejército. Se
deberá observar un absoluto silencio sin
ningún toque de clarín u otros sonoros ruidos
de cualquier tipo. Pero si es necesario para
el ejército parar o avanzar, la señal puede
ser dada por un silbido, un simple golpeteo
en un escudo o por una orden. Para evitar
cualquier ruidosa confusión o alargamiento
de la formación en demasía, lo que da como
consecuencia rezagados, una poco
organizada línea y órdenes dadas a gritos,
todas las cuales podrían claramente revelar
la aproximación del ejército al enemigo, el
ejército debe moverse, no de frente como
para una batalla, sino en columna, esto es,
en línea recta, las unidades marchando en
fila una tras otra, observando, por supuesto,
la profundidad de la formación. Cuando el
ejército se acerca al enemigo, entonces
deberá permanecer a cubierto,
reorganizando su línea y, dependiendo del
terreno, lanzar los ataques por dos o tres
lados. Esto no debe hacerse desde los cuatro
lados, porque el enemigo podría encontrarse
completamente rodeado y podría cerrar
líneas y luchar, sino que debe dejarse un
lado abierto para aquellos que quieran
escapar puedan hacerlo. Al mismo tiempo, si
el ejército de ataque es grande, se deben
tocar una o dos trompetas y si es más
pequeño deben tocarse más trompetas para
hacer creer al enemigo que es mayor.
Algunas unidades del ejército deberán
mantenerse siempre en la reserva, sin tomar
parte en la acción en ese momento, pero
permaneciendo preparadas hasta ser
necesarias para dar cobertura a nuestros
hombres en caso de retirada. Los ataques de
este tipo, especialmente si es contra la
caballería, deben realizarse con mucho
cuidado y con una buena preparación, tanto
como si fuese para una batalla en campo
abierto, para que si esto no se pudiera
realizar de acuerdo al plan, porque el
enemigo ha sido avisado y se ha alineado en
formación para enfrentarse con nosotros,
nuestro ejército no se encuentre asimismo
sin preparación y sea derrotado
completamente en la batalla subsiguiente. Si
el ejército enemigo consiste en infantería y
nuestro ejército está compuesto de
caballería, entonces es obvio que nosotros
causaremos serios perjuicios al enemigo, o
podríamos retirarnos sin daños ya que la
infantería no podrá perseguirnos. Si el
ataque es realizado por la noche contra un
campamento fortificado, o a la luz del día, o
contra tropas en marcha, o contra su
impedimenta, algunas unidades deben
destinarse a conseguir suministros. Por otro
lado, si todos o la mayor parte de los
soldados comienzan a ser empleados en
esto, el enemigo podrá atacar y
arriesgaríamos al ejército entero.

Libro IX, capítulo 3. Sobre las


incursiones en territorio hostil: avance
seguro por él y su saqueo sin sufrir
pérdidas
Uno puede intentar con seguridad una
incursión en territorio hostil bajo dos
condiciones: si el asalto se realiza tras
vencer al enemigo en batalla o si sabemos
que no está preparado o está incapacitado
para la acción. En estos casos el enemigo
debería ser atacado sin aviso. También
aunque las fuerzas enemigas sean más
numerosas pero indisciplinadas, y si son
indisciplinadas y desorganizadas, como los
eslavos, los antes y otros pueblos del
mismo tipo; o cuando nuestros hombres
puedan tomar y mantener una posición,
como una ribera o un paso de montaña,
desde el que puedan herir al enemigo sin ser
alcanzados por él.
Sobre todo, el estrategos debe estar
preocupado por los abastecimientos para el
ejército cuando entra en territorio enemigo.
Debe velar para que sean transportados en
los carros de los suministros comunes por los
propios soldados o de alguna otra forma. Eso
es porque si el enemigo destruyese las
provisiones locales, el ejército podría de
repente encontrarse en un momento crítico
en medio de tierra hostil. Las marchas no
deben ser hechas por la noche en territorio
hostil, a no ser, por supuesto, que se hagan
para mantenerse en secreto. Por ejemplo,
puede ser absolutamente necesario evitar la
detección por el enemigo para apoderarse
de un terreno escabroso rápidamente o
cruzarlo sin ser localizado por el enemigo.
Pero antes de ponerse en camino en
cualquier tipo de marcha, se debe tener gran
cuidado en hacer un reconocimiento de las
rutas.
Se deben hacer esfuerzos serios para
capturar vivos a habitantes del país con el
objetivo de obtener información de ellos
sobre la fuerza y los planes del enemigo. El
interrogatorio de los prisioneros debe ser
hecho por el estrategos en persona y no
por ningún otro. Muy a menudo
informaciones muy importantes y
completamente inesperadas han sido
reveladas por ese interrogatorio. No debe,
sin embargo, fiarse mucho el estrategos de
las manifestaciones de los desertores o de
los traidores, ciertamente no tanto como de
las de los hombres capturados en ataques
sorpresa, porque es frecuente que los
desertores y prisioneros den información
falsa deliberadamente. No hay que poner
atención a las declaraciones hechas por una
persona sino que se debe dar crédito a la
coincidencia de varias fuentes,
especialmente, como ya se dijo, en el caso
de los prisioneros tomados en ataques
sorpresa o desertores. Los desertores del
enemigo que dicen tener alguna información
secreta deben ser confinados o retenidos en
algún otro lugar y avisados que si sus
declaraciones son ciertas serán
recompensados, pero que si mienten serán
ejecutados.
Si el ejército enemigo está concentrado en
algún lugar fuera de sus fortificaciones,
ninguno de nuestros soldados debe ser
autorizado a salir a saquear y pillar, ya que
ellos deben primero avanzar contra el
enemigo. Si el resultado de la batalla es
favorable, los soldados no deberán aplazar la
oportunidad del saqueo pero, mientras el
enemigo está todavía muy asustado y
confuso, nuestros soldados deberán estar
atentos hasta que sus fuerzas estén
completamente vencidas y dispersas o hasta
que se haya firmado una paz favorable con
unas inequívocas garantías. Si el enemigo
está ciertamente concentrado pero evita
entrar en acción, entonces nuestras tropas
deben intentar marchar en formación y
arrasar el campo enemigo. Pero si
planeamos volver por la misma ruta y no
estamos bien provistos de comida y forraje,
entonces deberíamos reponer los
abastecimientos locales y destruirlos solo en
el viaje de vuelta. La vanguardia debería
poner algunas señales en la ruta y otros
lugares donde pueda haber despistes. Si es
en un área arbolada, pueden estar colocadas
en los árboles; si es zona desértica, un
túmulo de piedras o montículos de tierra
servirán. Esas serán reconocibles por las
tropas que marchan por detrás y el ejército
no se perderá.
Las tropas enviadas al pillaje no deberían
estar todas envueltas en el saqueo, sino
divididas en dos fuerzas, la primera para
efectuar el pillaje y la otra, el grupo más
numeroso, para seguirla y protegerla. Esto
deberá ser observado tanto si la expedición
se dirige contra una región, como contra un
campamento enemigo fortificado, contra un
rebaño de ganado, contra carros de
suministros o contra cualquier otra cosa. El
mismo procedimiento debe seguirse si el
ejército al completo marcha junto en una
expedición de pillaje. Todos los hombres no
deberán dedicarse al pillaje, pero si se
presenta la oportunidad para recoger
suministros, algunos deberán ir en su busca
mientras los otros siguen en formación
regular, para evitar que al estar todos
ocupados con el saqueo o la recogida de
provisiones, estas sean tomadas por un
ataque sorpresa o por una emboscada antes
de que las tropas vuelvan a la formación.
Salvo en el caso de una emergencia,
pensamos que es más ventajoso no coger a
unos pocos de hombres de diferentes
unidades y destacarlos para una expedición,
en una misión exploratoria o en alguna otra
obligación militar. Es mejor destacar un
tagma al completo, o una bandera o una
de sus subdivisiones, bajo el mando de un
ilarca o un decarca. Puede ser necesario
formar una unidad especial en ciertas
circunstancias; por ejemplo, si la mayor
parte de los soldados están poco dispuestos
por cualquier motivo para hacer el trabajo o
si los caballos están en una pobre condición.
En ambas circunstancias, entonces, el grupo
debe estar compuesto por hombres cuya
moral sea alta y cuyos caballos estén en
buenas condiciones para la empresa
acometida. En general, sin embargo, es
peligroso tomar a unos pocos hombres
ocasionalmente de cada tagma para
algunas tareas. Los hombres destacados no
pueden ser adelantados demasiado para
evitar que pierdan el apoyo de sus
compañeros y que no sepan los unos de los
otros. Además, las unidades dejadas atrás
quedan despojadas de sus mejores soldados.
Cuando el estrategos tiene planes para
tomar una fortaleza o alguna cota o algún
otro lugar, no debería dejar a sus hombres
conocerlo hasta que se encuentren en el sitio
y él les ordene comenzar la tarea. Si es
realmente necesario para el ejército
acampar o pasar cerca de una posición
fortificada del enemigo, uno de los oficiales
con tropas ligeras a su mando debe
estacionarse cerca de los caminos de
entrada a la fortificación para prevenir
cualquier salida repentina del enemigo. Las
mismas precauciones deben tomarse al
pasar por desfiladeros. Un vivac o
campamento no debe ser situado en las
inmediaciones de una fortificación enemiga o
en un área arbolada. Pero si es
absolutamente necesario acampar allí, la
guardia debe poner cuidadosa atención por
si hay ataques nocturnos del enemigo. Es
mejor buscar un lugar abierto, sin
obstáculos, en alto, con terreno defensivo,
para el campamento.
Entrando en territorio hostil, la
impedimenta debe seguir por detrás, pero si
el enemigo está cerca debe tomar posición
en medio del ejército. Los carros y los
prisioneros, si hay alguno, deben
mantenerse separados de las tropas
regulares, tanto en la marcha como en el
campamento, para no estar en el camino de
los soldados si tienen que luchar por un
repentino ataque enemigo. En territorio
enemigo, los exploradores o avanzadillas no
deben ser enviados por delante sin las
debidas precauciones y los apoyos
suficientes. Solo se puede confiar bastante
en los prisioneros y desertores para la
información sobre la naturaleza del terreno.
Montando el campamento, el ejército debe
marchar dentro del recinto en formación
adecuada y en buen orden. Pero, si el
enemigo se aproxima, y hay infantería en el
ejército, primero hay que estacionar los
carros, a continuación preparar la trinchera
en el área prescrita y luego colocar las
tropas ligeras preparadas para la acción a
corta distancia. La impedimenta podrá
entonces entrar en buen orden y acampar.
Los puestos exteriores pueden, entonces,
desmontarse, y los soldados mismos entrar
en formación y establecerse en el
campamento. Pero si el enemigo no está en
la vecindad, es suficiente seguir este
procedimiento con un único drungos o un
meros, y el resto marchar y acampar.
Si el enemigo está en las cercanías y en
formación cerrada, o si nuestro campamento
está cerca de un área arbolada o terreno
escabroso, no hay que dejar a los caballos
pastar libremente, sino mantenerlos dentro
del campamento y tener la precaución de
enviar exploradores fuera dejando los
caballos dentro. Hay que tener cuidado en
recoger provisiones de lo que se encuentra
en las localidades de las cercanías y hacer
acopio de forraje, pero estar seguros de que
son acompañados por tropas ligeras de cada
meros, procediendo en formación en caso
de un ataque repentino del enemigo. Si el
ejército pasa algún tiempo en el lugar, y si
hay oportunidad y sitio para forrajear,
asumiendo que las tropas enemigas están a
gran distancia, entonces se puede permitir
pastar a los caballos. Pero deben enviarse
sistemáticamente patrullas dobles o triples
en todas las direcciones a una considerable
distancia y dispuestas a intervalos regulares.
Algunos soldados que por su cuenta se
dediquen al pillaje deben ser detenidos y
entregados a sus propios comandantes para
su castigo, para evitar que el resto se tome
la libertad de entregarse al saqueo, dejen al
estrategos sin tropas y el ejército quede en
peligro.
Si se encuentra vino o grano de la zona no
debe ser bebido o comido antes de
habérselo dado a probar a los prisioneros.
No debe beberse el agua de los pozos
porque a menudo podría haber sido
envenenada. Hay que recordar que en las
guerras contra los persas incluso la cebada
estaba regada con algo de veneno y no
pocos caballos perecieron, porque como no
había pasto, los soldados se vieron obligados
a dar cebada local a sus caballos4.
Deben darse instrucciones a los hombres
de que en el curso de un problema
inesperado mientras se marcha, ellos no
corran en todas las direcciones y se
atemoricen, sino que hay que dirigir cada
formación hacia el lugar en donde ha
sucedido el incidente. Siguiendo este
procedimiento, estarán preparados para
enfrentarse el enemigo, poder concentrar
mejor sus fuerzas y evitar confusiones. En
caso de ataque no solo puede ser efectivo
mantener siempre patrullas al frente, sino
también una guardia de retaguardia de
fuerza media, bien armada pero sin mucho
equipo, mandada por un oficial competente
que debe ser estacionada a unas quince o
veinte millas en la retaguardia. Se podrían
establecer buenas patrullas en caso de haber
rezagados del ejército que se hayan
quedado atrás por causa de enfermedad o
por alguna otra razón, o en caso de
repentinos ataques enemigos. Estos ataques
suceden sobre todo cuando las tropas están
marchando sin cuidado y cuando aquellos
destacados no pueden regresar fácilmente a
apoyar a las tropas tras ellos. Esto ha
sucedido incluso en nuestro propio territorio
con el objetivo de encontrar a los soldados
dispersos sin permiso de sus comandantes y
que actúan desordenadamente, y para
identificar a los hombres desatentos de sus
obligaciones militares.

Libro IX, capítulo 4. Sobre el paso por


desfiladeros y territorio escabroso
Salvo en el caso de una emergencia seria,
no recomendamos que la caballería,
mientras estemos en territorio hostil, marche
a lo largo de terrenos estrechos y
escabrosos, un hecho bastante difícil para la
infantería; esto podría ser particularmente
imprudente durante el verano. Incluso tales
desfiladeros son complicados para los
soldados de a pie, pero, si hay tan solo una
milla o algo más, la caballería puede
desmontar y atravesarlos a salvo. Definimos
como dificultosos y estrechos esos
desfiladeros en los cuales hay solo un
camino de paso. Cuando existan otras rutas
o puedan ser improvisadas, el desfiladero
debe ser superado sin impedimento.
Ahora, si nuestro ejército tiene que pasar a
través de desfiladeros estrechos, y
esperamos retornar por la misma ruta, y si
está arbolado y, tal como hemos descrito, no
es muy largo, entonces cuando lo
atravesamos por primera vez los árboles
deben ser cortados y el campo, nivelado y
limpiado en la manera habitual. Si el camino
es estrecho y empinado, y por tanto no
puede ser nivelado, entonces un
destacamento de suficiente fuerza, sea a
caballo o a pie, debe ser enviado adelante
para apoderarse de él y tomar posiciones en
los puntos dominantes hasta nuestro
retorno. En las más críticas localizaciones
puede ser necesario hacer ambas cosas,
cortar los árboles o limpiar el terreno y dejar
una adecuada fuerza. Las tropas que pasan
por el desfiladero, acompañadas por los
carros de suministro o del saqueo, deben
dividirse en dos grupos o formaciones
marchando a pie en columna por el flanco,
especialmente cuando están transportando
los carros del saqueo. Ellas deben hacer esto
si hay infantería, que puede usualmente
pasar a través de zonas densas o áreas
estrechas con facilidad. Si el ejército consiste
solo en caballería, las tropas deberán
desmontar y situar los suministros y los
bagajes en el centro. En ambas situaciones o
lugares, debe añadirse a la doble columna
asignada a guardar los suministros y el botín
una potente fuerza de buenas tropas ligeras
seleccionadas del cuerpo principal,
estacionadas a los cuatro lados de la doble
columna tanto como el terreno lo permita.
Su tarea es marchar a lo largo de ambos
lados y prevenir cualquier ataque que
intente acosar a la columna. Esto debe
permitir al cuerpo principal proteger los
suministros y el producto del saqueo sin ser
desbaratado o desordenado, y sus hombres
lanzados a luchar contra los atacantes.
¿Cómo pueden las tropas en la doble
columna hacer todo, proteger en formación
el botín y enfrentarse con ataques sorpresa
del enemigo? Para ello, entonces, las tropas
de las que se pueda prescindir deben ser
asignadas a marchar fuera de la doble
columna en los cuatro lados, especialmente
en la retaguardia. De esta manera es
relativamente fácil pasar a través de los
sitios más difíciles bajo cualquier condición.
Si no hay infantería en el ejército y la
caballería, por consiguiente, debe desmontar
y proceder a pie, sus caballos no deben ser
dejados con ellos sino colocados en el centro
de la formación, para evitar que si los
hombres que marchan en vanguardia
comienzan a alarmarse o a perturbarse,
incluso sin motivo, y sus caballos están con
ellos, puedan fácilmente montar, romper
filas y causar serios quebrantos. Si la
columna incluye prisioneros o el producto del
saqueo, y si el enemigo aparece a un lado
de la línea de marcha o a ambos, allí donde
tenga lugar, los prisioneros, siempre atados,
deben ser alineados fuera de la columna y
usados como escudo, para que el enemigo
no dispare por consideración a ellos, o si lo
hace matarán a los prisioneros en vez de a
nuestros soldados. Si durante la marcha el
ejército se dirige hacia una situación crítica
inesperada, se queda atascado en un paso
estrecho y no puede retirarse sin peligro
real, entonces es mejor llegar a un acuerdo
con el enemigo, renunciando a una parte o a
todo el botín. Así el ejército puede quedar a
salvo en lugar de correr riesgos innecesarios.
Pero si los enemigos no quieren llegar a un
acuerdo, entonces los prisioneros deben ser
ejecutados ante sus ojos. El ejército puede
entonces, tras escapar del desfiladero,
permanecer en ese país y arrasarlo sin
piedad o mantener la formación lo mejor que
se pueda y concentrarse en escapar. La
mayor preocupación del estrategos que sea
cogido en un desfiladero, especialmente en
uno largo, no debe ser intentar forzar el paso
a través de él, particularmente en verano
cuando el denso follaje hace posible al
enemigo causar mayores problemas, antes
de que las fuerzas enemigas hayan sido
expulsadas o sus propias tropas hayan
tomado las alturas dominantes del paso.

Libro IX, capítulo 5. Cómo hay que


espiar al enemigo y cómo hay que
capturar a los exploradores o enemigos
intentando infiltrarse en nuestro
ejército
La configuración de las formaciones de
caballería y de infantería y la disposición de
otras unidades crea grandes diferencias en
su fuerza. Esto puede llevar a un grave error
a aquel que lo observe con simpleza y sin
experiencia. Tomando una formación de
caballería de seiscientos hombres de frente y
quinientos de profundidad, que viene a ser
trescientos mil hombres5, cada caballo en
formación ocupa un espacio de tres pies de
ancho, la línea entera viene siendo entonces
de mil ochocientos pies y cada espacio es de
ocho pies de largo, por tanto la línea entera
será de cuatro mil pies de profundidad. El
rectángulo de esta manera formado por
ambos lados tiene mil ochocientos pies de
ancho por cuatro mil pies de largo, todo lo
dicho sumado son once mil seiscientos pies,
haciendo el perímetro del rectángulo de dos
millas y un cuarto, y contiene trescientos
mil soldados. Pero ahora bien, si los
alineamos en una única línea, atribuyendo
un espacio de tres pies de ancho a cada
caballo, esto viene a ser novecientos mil
pies, lo cual equivale a ciento ochenta
millas6. Si marchan en grupos dispersos,
debemos admitir que ocuparán un mayor
espacio y para el observador aparecerán
más numerosos que si marchasen en
formación regular. Y si marchan por terreno
inclinado o montañoso más aún.
Por tanto, si un comandante quiere hacer
que su ejército aparezca más formidable,
puede formarlo en una línea muy delgada,
extendiéndola a larga distancia, o dejar
huecos en la línea. Un observador no podrá
estimar su fuerza de combate u otras
contingencias. Y en esta secuencia, hay
otros puntos a ser considerados. Si el
ejército está bien equipado y los hombres y
caballos presentan una buena apariencia, en
vez de mantenerlos juntos, forma columnas
delgadas, de diferente profundidad no muy
separadas entre ellas. Si simplemente
aparece larga, hay que repartir las tropas a
lo largo del área y acamparlas en diferentes
lugares. Entonces, por consiguiente, al haber
grandes diferencias tanto en formaciones
como en organización, la exploración no
debe ser encargada a hombres sin
experiencia o no fiables en sus informes.
Mucha gente es incapaz de establecer una
buena estimación en sus informes si un
ejército supera los veinte mil o treinta mil
soldados especialmente si son escitas, que
son mayoritariamente jinetes. Igualmente,
uno no debe estar preocupado e imaginar un
gran ejército cuando observa una larga y
delgada línea de batalla. A menos que su
profundidad sea proporcional, su actual
fuerza no será grande. La profundidad debe
ser estudiada y si la impedimenta marcha
tras la fuerza principal o esta consiste
solamente en soldados, se debe obtener
información más exacta sobre la fuerza
numérica de un ejército a través de los
desertores, de los prisioneros, de la
observación de su paso por desfiladeros
estrechos y de la observación de los
campamentos cuando todas las fuerzas
enemigas acampan conjuntamente.
Cuando un campamento no está fortificado,
los puestos exteriores de vigilancia deben
estar situados según la naturaleza del
terreno. Si los accesos son estrechos, unos
pocos son suficientes. En terrenos sin
obstrucciones y en campo abierto, debería
haber más en diferentes lugares, en contacto
unos con otros y más avanzados. La
vigilancia es particularmente necesaria
durante la noche cuando el enemigo puede
fácil y libremente moverse para observar los
puestos exteriores y si son débiles pueden
sorprenderlos y atacarlos. Por este motivo
los puestos exteriores deben estar a cierta
distancia unos de otros y cambiar de
localización frecuentemente.
Es obligación de los exploradores observar
de cerca las posiciones y movimientos del
enemigo con inteligencia y astucia. Los
hombres elegidos para esto deben estar
ligeramente armados y montados en
caballos rápidos. Los espías deben ser muy
atrevidos y moverse libremente entre el
enemigo, por lo que se debe valorar que
sean de su misma raza. Los hombres
encargados de las patrullas deben ser de
confianza, muy viriles y superiores a los
otros soldados en su apariencia física, moral
y equipamiento, de modo que proyecten una
noble imagen en la confrontación con el
enemigo y si son capturados, dar una buena
impresión sobre ellos mismos. El oficial a
cargo de la patrulla debe ser seleccionado
por su astucia, inteligencia y experiencia, y
para ello no vale cualquiera. Para este tipo
de comisión se requiere inteligencia, astucia
más que bravura. Mientras que el enemigo
todavía se encuentra a gran distancia, solo
deben enviarse exploradores cuando el
estrategos desea recibir información sobre
los movimientos del enemigo, la naturaleza
de los caminos o los lugares fortificados.
Cuando se planifica una incursión con el
propósito de coger prisioneros, los
exploradores deben unirse a las patrullas,
pero deberán ir delante de ellas para
observar desde posiciones encubiertas y las
patrullas deben seguir a lo largo de las rutas
que ellos indican.
En circunstancias inciertas no se debe
enviar una sola patrulla en una sola dirección
sino varias y comunicadas unas con otras de
acuerdo a la naturaleza del terreno. Deben ir
bastante lejos y para que si el enemigo
permanece a una buena distancia de
nuestros hombres y maniobra para eludir
una de las patrullas, topen con las otras y no
se escabullan. La patrulla más avanzada
debe estar formada por pocos hombres. En
la siguiente deberá haber más, y en la
tercera todavía más. Las patrullas deben ser
inspeccionadas para ver cómo lo están
haciendo. Se debe enviar oficiales de mucha
confianza para hacer inspecciones sorpresa
para observar cómo están haciendo las
cosas. Cualquiera que sea encontrado en
situación negligente debe ser castigado por
poner en serio peligro a todo el ejército. Un
explorador experto, incluso antes de que el
enemigo aparezca a la vista, deberá poder
estimar la fuerza de su ejército por ciertos
signos, tales como la extensión del terreno
pisado por sus caballos y el tamaño de su
campamento. Debe ser capaz de estimar el
tiempo de paso a través del área observando
los excrementos de los hombres y de los
caballos, así como por sus huellas.
Si el campamento está fortificado por un
foso o una muralla de piedra regular y las
tropas montadas han recibido autorización
para instalarse dentro de las fortificaciones,
entonces las patrullas no deben ser enviadas
demasiado lejos para evitar el innecesario
desgaste de los caballos. Pero si la caballería
está vivaqueando en el exterior, las patrullas
deben ser cuidadosamente organizadas.
Los soldados enviados en misión de
patrulla deben ser instruidos para tomar
prisioneros. Deben estar entrenados para
esto igual que como para la caza, acechando
sin ser vistos ni detectados. Unos pocos
deben dejarse ver y entonces regresar
mientras los otros rodean la zona sin ser
vistos y ocultos tanto como permita el
terreno. Individualmente deben mostrarse
en múltiples lugares mientras el cuerpo
central se dirige hacia otro lugar donde ellos
puedan ocultarse para toda la noche. El
mejor momento para esto es cuando se ha
informado de que el enemigo está bastante
lejos y no podría sospechar tal actividad.
La misión de las patrullas debe mantenerse
en secreto no solo para el enemigo sino
también para nuestros hombres, para que si
algunos soldados quieren desertar caigan
inesperada y directamente en sus manos.
Los oficiales al mando de los tagmas
deberán ser conscientes de que nos interesa
capturar espías o exploradores. Cada oficial
deberá anunciar a sus hombres que al día
siguiente en torno a la segunda o tercera
hora7 sonará una trompeta. Todo el mundo,
soldado o sirviente, deberá encontrarse
inmediatamente en su tienda. Cualquiera
que sea encontrado fuera de su tienda será
castigado. Después de que cada uno haya
entrado, entonces los oficiales podrán salir,
observar, y arrestar a cualquiera encontrado
parado en el exterior de las tiendas. Los
miembros del contubernio deberán detener
a cualquier extraño que entre en su tienda y
entregarlo a su propio comandante. Así se
verificará una de estas dos cosas: el arresto
de un extraño que se encuentra fuera porque
no sabe a donde ir, o si es lo bastante
atrevido para entrar en la tienda de uno de
los contubernios, será reconocido como un
extraño y entregado al comandante del
contubernio.
Cualquiera cogido de esta manera debe ser
detenido, tanto si parece ser romano o como
si parece extranjero, y debe ser interrogado
para sacarle su verdadera identidad. Esto se
puede hacer fácilmente en un campamento
regular en el que el ejército, caballería o
infantería, está concentrado, o puede ser
hecho separadamente en el campamento de
un meros o tagma. Los espías pueden ser
detectados también por otros medios y una
variedad de señales que se deben practicar y
se pueden dar diferentes órdenes o señales.
Estos procedimientos no solamente sacan a
la luz a los espías enemigos, sino que
también acostumbran a nuestros propios
soldados a obedecer a sus oficiales y seguir
sus órdenes cuidadosamente,
particularmente si se aplica un castigo
razonable a todos aquellos que muestran
descuido en estos asuntos.
No es una mala idea cursar a los soldados
otras órdenes de esta naturaleza,
especialmente cuando las tropas están
ociosas, para probarlas y acostumbrarlas a
seguir órdenes.

FIN DEL LIBRO NOVENO

1 Lusius Quietus fue un príncipe mauritano que, a la


cabeza de los afamados jinetes de su tierra (los
equites Mauri o Mauretanici) sirvió en el ejército
romano durante los imperios de Domiciano (Titus
Flavius Domitianus) (81-96) y, sobre todo, de Trajano
(Marcus Vlpius Traianus ) (98-117), con este en sus
dos guerras dácicas (101-102 y 105-106) y en su
guerra pártica (114-117). Quizá en 115 fue cónsul y
en 116 o 117 fue incluso gobernador de Iudaea.
Siendo uno de los generales del «núcleo duro» de
Trajano, a la muerte de este y la ascensión al trono
de Adriano (Publius Aelius Hadrianus) (117-138), al
parecer con ellos se opuso a los planes del nuevo
emperador de abandonar las últimas conquistas
orientales, por lo que fue destituido de sus cargos y
en los primeros meses de 118 ejecutado, tras un
proceso sumario, junto con otros tres antiguos
generales de Trajano ( Caius Avidius Nigrinus, Aulus
Cornelius Palma y Lucius Publilius Celsus) por orden
del Prefecto del Pretorio Publius Acilius Attianus, bajo
la acusación de haber participado en la que se ha
dado en llamar «conspiración de los consulares».
Lusius Quietus es mencionado por Dión Casio en
varios pasajes (68, 22, 2; 68, 30, 1-2; 68, 32, 3; 69, 2,
5), así como por la Historia Augusta (Vida de Adriano
5, 8 y 7, 2). El incidente del que aquí se informa
aparentemente debió de tener lugar cerca de Nisibis
(hoy Nusaybin, provincia de Mardin, Turquía) o Edessa
(hoy Sanliurfa, provincia de Urfa, Turquía) en 116 d.C.
Sobre este personaje, cfr. GROAG (1927) cols. 1874-
1890 y PIR2 letra L, p. 113, n.º 439.
2 Jan (khan): título que ciertos pueblos de las estepas
euro-asiáticas daban a sus caudillos.
3 Esto sucedió en el año 592 (Teofilacto Simocatta,
Historiae 6, 5; además, cfr. también MIHĂESCU
[1967] pp. 401-417). La Heraclea a la que se refiere
aquí es seguramente Heraclea Lyncestis (actualmente
ruinas en las cercanías meridionales de Bitola, en el
condado del mismo nombre, en el sur de la Antigua
República Yugoslava de Macedonia), entonces en la
provincia bizantina de Macedonia II.
4 En 591 las tropas del emperador Mauricio combatían
por devolver el trono persa a su legítimo dueño,
Cosroes II (590-628), después de que una revolución
hubiese dado muerte a su padre Ormuz (Hormisdas)
IV (579-590) y le hubiese forzado a él a refugiarse en
Constantinopla. Durante la guerra, las tropas del
Imperio de Oriente, mandadas por el magister
vtriusque militiae Narsés (no el famoso Narsés de
época de Justiniano I), sufrieron por parte de los
enemigos de Cosroes un intento de envenenamiento
de sus abastecimientos, tanto los de los soldados
como los de los caballos, intento desbaratado por la
vigilancia de los hombres de Narsés, según nos
cuenta Juan de Nikiu, Chronica 96, 17-19.
5 No sabemos de dónde ha podido salir esta
exageración ya que un ejército de 300.000 hombres y,
además, todos jinetes (es decir, al menos con
300.000 caballos que cuidar, alimentar…) es
absolutamente impensable para esta época aunque
solo sea por problemas de logística. Agatías (V 13, 7),
cifraba el efectivo total del ejército del Imperio
Romano de Oriente unos decenios antes, en tiempos
de Justiniano I (527-565) en 150.000 hombres entre
infantes y jinetes.
6 Todo esto equivaldría a un ejército que marcha
extendido en algo más de 266 kilómetros.
7 Las horas diurnas se cuentan desde la salida del sol
hasta el ocaso por lo que tienen duración variable
según la estación; por lo tanto, la segunda o tercera
hora en verano, época preferida para las campañas
militares, sería aproximadamente entre las 05h42’ y
las 06h58’, la segunda, y las 06h58’ y las 08h13’, la
tercera (HACQUARD, DAUTRY y MAISANI [2003] p.
44).
Libro X
Capítulo 1. Cómo se debe organizar un
asedio a las fortalezas del enemigo si la
oportunidad lo permite
Capítulo 2. Como se debe hacer un
encuentro con incursiones hostiles dentro
de nuestro propio territorio
Capítulo 3. Cómo se debe soportar un asedio
que se supone largo
Capítulo 4. Cómo se debe construir una
fortaleza fronteriza con cautela y sin
entablar combate abierto

Libro X, capítulo 1. Cómo se debe


organizar un asedio a las fortalezas del
enemigo si la oportunidad lo permite
Nuestro campamento debe estar
verdaderamente fortificado. Un gran número
de nuestros más aguerridos exploradores
debe ser estacionado alrededor del mismo,
cubriendo sobre todo los lugares más
insólitos, con el fin de evitar el asedio o que
fuerzas exteriores a las murallas lancen
repentinos ataques contra nosotros, ya sea
día o de noche, exponiendo al ejército al
peligro. Esto es lo que sucedió en Arzanene
cuando algunos de nuestros estrategos
fueron capturados cuando asediaban una
fortaleza1.
La primera cosa que los sitiadores deben
hacer, si es posible, es privar a los que están
dentro de las murallas de sus necesidades,
tanto de comida como de agua. Si los
asediados poseen esos suministros en
abundancia, entonces es necesario recurrir a
las máquinas de asedio y a la lucha. Hay que
intentar tener soldados con una buena
presencia física y cuyos caballos estén bien
equipados para que se acerquen a las
fortificaciones enemigas a salvo tanto como
puedan hacerlo y dejar que los asediados los
observen bien. Hay que mantener las tropas
menos lustrosas alejadas con los
suministros, a tal distancia que la gente de
dentro de las murallas no pueda hacer
ningún juicio sobre los hombres o los
animales, sino que pensarán que son todos
los hombres de la misma cualidad que
aquellos que habían visto acercarse
anteriormente. Es también una buena idea
mantener a los asediados en la creencia de
que tenemos un gran número de hombres
armados; para conseguir esto hay que hacer
que los hombres que no tienen cota de malla
lleven las capuchas de malla de aquellos que
las tienen y de esta forma desde la distancia
se verá sin embargo que todos ellos llevan
malla. Deberíamos establecer nuestro
campamento suficientemente lejos para
mantenerlos en la creencia de que todos los
objetos que ven en él son realmente
soldados.
Al principio, no hay que ofrecer términos de
paz que sean severos y duros para los
asediados. Si los términos son demasiado
severos, los defensores podrían pensar que
el riesgo de lucha es el menor de los dos
males y pueden comenzar a desesperarse y
motivarse más. Por ello hay que intentar
ofrecer términos más suaves y más
aceptables, como para que entreguen
caballos, armas u otras posesiones. Así una
oferta moderada con esta esperanza de
salvarse puede llevarles a cambiar de
opinión, y pueden comenzar a dudar en
resistir y hacer frente al peligro. En caso de
un prolongado asedio, hay que asegurarse
de que todos tus suministros sean
conseguidos a tiempo. Estima el número de
hombres requeridos para cada tarea y tipo
de trabajo y asegúrate de asignar cada
hombre a su cometido.
El ejército entero no debe ser enviado cada
día a asaltar las murallas para no dejarlo
exhausto en seguida. Más bien, el ejército
deberá ser dividido en varias secciones y un
cierto número de tropas asignadas al trabajo
varias horas cada día. Algunas deberán ser
encargadas de trabajar por la noche, otras
durante el día. Pero no solo los asediados
deben ser acosados por constantes ataques
durante el día, sino que también deben ser
mantenidos en vela toda la noche por tropas
asignadas para este propósito. Para que los
soldados de nuestro ejército no sean
incordiados y perturbados por los gritos de
los hombres o el sonido de las armas, el
campamento debe ser ubicado a una milla o
dos de las fortificaciones enemigas, más allá
del alcance del ruido y la confusión del
asedio. Los asaltos no deben hacerse
imprudentemente y sin propósito, para evitar
que algunas pérdidas resten coraje a
nuestras tropas y den valor a los sitiados. Si
el fuerte sitiado es pequeño y un asalto
directo parece ser arriesgado y costoso y los
asediados están bien abastecidos, entonces
habrá que acosarlos constantemente, día y
noche, para que queden exhaustos con el
asedio. Si hay edificaciones hechas con
material inflamable dentro de las murallas,
se lanzarán flechas de fuego desde varias
direcciones, especialmente si sopla un fuerte
viento. También las catapultas deben usarse
para lanzar las denominadas bombas
incendiarias2. Mientras el enemigo es
mantenido ocupado intentando extinguir los
fuegos, se instalan escaleras, si el terreno lo
permite, y se sube por ellas. En casi todos
los asedios se usan las catapultas,
especialmente si es difícil forzar la entrada
excavando3 o apilando tierra para colocar un
ariete en posición.

Libro X, capítulo 2. Cómo se debe hacer


un encuentro con incursiones hostiles
dentro de nuestro propio territorio
Si una fuerza enemiga, superior en número
o incluso igual a la nuestra, invade nuestro
territorio, especialmente al inicio de la
invasión debemos estar seguros de no
entablar con ella una batalla campal. En
lugar de eso, debemos cuidadosamente
montar emboscadas por el día y por la
noche, bloquear la ruta que está tomando el
enemigo, ocupar de antemano los puntos
fuertes y destruir los suministros a lo largo
de su línea de marcha. Si se va a producir un
ataque, es más efectivo hacerlo cuando el
enemigo está retornando y abandonando
nuestro territorio, cuando está obstaculizado
en el saqueo, fatigado y en las cercanías de
su propio territorio. Si se quiere entablar
combate con él, ese es el momento de
atacar. Cualquiera que opere en su propio
territorio está menos inclinado a atacar,
tiene muchas maneras de salvarse y no le
interesa correr riesgos innecesarios. Por otro
lado, cualquiera que marche por territorio
enemigo, prefiere arriesgarse a luchar, pues
considera peligrosa cualquier retirada.
Lo más importante es mantener al ejército
sin daño e intacto. Teniendo presente esto,
el enemigo no encontrará fácil asediar las
fortificaciones o dispersar sus fuerzas para
arrasar el territorio, ya que estará bajo
observación y temerá que nuestro ejército
esté preparado.
Incluso aunque el estrategos no quiera
entablar una batalla campal, deberá hacer
los preparativos y simular prepararla y dar la
impresión a todas sus tropas de que es
cierto que atacará al enemigo. Esto causará
problemas al enemigo cuando llegue a su
conocimiento.
Si la naturaleza del terreno y la situación
del territorio del enemigo son favorables,
haz planes para enviar allí una fuerza por
otra ruta, para distraer al enemigo. Por
supuesto, como ha quedado dicho, es
necesario estudiar la situación y la distancia,
por si el enemigo tiene noticias de la
incursión y se mueve contra nuestra fuerza,
así los nuestros pueden dejar el territorio a
salvo por otra ruta y evitar estar allí a la
vista del enemigo mientras avanza.
Todos los suministros esenciales deben ser
almacenados en fortalezas muy seguras y
debe capturarse todo el ganado del país. Si
el enemigo decide poner asedio a uno de
nuestros lugares fortificados, hay que
destruir las provisiones de las inmediaciones
y tender emboscadas a los hombres
enviados a recoger suministros y poner en
apuros al enemigo.
Los fuertes que no están en un paraje
naturalmente protegido deben ser más
seguros. Parte del ejército, dependiendo de
los progresos de la lucha, debe ser asignado
a su defensa. Deben hacerse los
preparativos necesarios para transferir a los
habitantes de lugares poco defendibles a
otros mejor fortificados.

Libro X, capítulo 3. Cómo se debe


soportar un asedio que se supone largo
Hay que conocer cuánto tiempo suele
emplear el enemigo en un asedio para así
calcular las provisiones que necesitarás. Si
estás bien abastecido con las provisiones
necesarias, antes de que el enemigo se
aproxime, evacua de la fortificación a todos
aquellos que no sean necesarios, como las
mujeres, los ancianos, los enfermos y los
niños, quedando por tanto las provisiones
que puedas haber almacenado para los
posibles guerreros. Hay que preparar el
dispositivo para defenderse contra la
artillería4 que lanza piedras. Como
protección contra ella, se pueden colgar de
las murallas, a lo largo de las almenas,
pesadas alfombras, fardos, rollos de cuerda
o troncos sueltos. Se pueden recrecer las
murallas con ladrillos. Contra los arietes son
efectivos almohadas o sacos llenos con
cáscara de grano y arena. Para prevenir el
movimiento de arietes que acaban en pico,
se usan ganchos de hierro, pez, fuego o
pesadas piedras afiladas sujetas por cuerdas
o cadenas que pueden ser lanzadas con
rapidez desde máquinas y luego izadas otra
vez por otro contrapeso.
Si ellos mueven torres de asedio, lanza
proyectiles incendiarios o piedras contra
ellas. Si esto no las detiene, hay que
construir torres dentro de las murallas para
hacerles frente. Es necesario que las torres
de la muralla que estén más expuestas al
ataque estén sin tejados, para que los
soldados estacionados allí puedan luchar sin
ningún obstáculo, y por tanto la artillería
pueda ser fácilmente instalada en ellas y
manejada desde allí. Se deben abrir puertas
pequeñas y estrechas en esas torres, hacia
el lado derecho de las máquinas de asedio
del enemigo para que nuestra infantería
pueda salir por esas puertas laterales y
atacar a salvo cubierta por sus escudos y
apoyada por las tropas desde lo alto de la
muralla. Así podrán forzar al enemigo a
retrasar su equipo. Esas puertas pequeñas
deberán tener portillas para que puedan
permanecer seguras cuando sea necesario y
no permanecer abiertas.
La guarnición debe ser distribuida a lo
largo de la muralla, seleccionando de las
tropas una fuerza adecuada y manteniéndola
en reserva para apoyar a un sector
amenazado cuando sea necesario. Entonces,
en una emergencia, las tropas que defienden
la muralla no tendrán que lanzarse de un
lado a otro, dejando ciertos espacios anchos
abiertos, cosa muy peligrosa de hacer. Si la
población civil permanece en la ciudad
también debe unirse a los hombres
distribuidos a lo largo de la muralla para
ayudar a los soldados. Esto no solo la
mantiene demasiado ocupada para planear
una insurrección, sino que creen que se les
ha confiado la defensa de la ciudad y de
nuevo por ello se avergüenzan de una
sublevación.
Los portillos de la ciudad deben ser
encargados a hombres de confianza. A
ningún soldado o civil se le debe permitir,
especialmente al principio del asedio, salir
de las murallas para luchar incluso cuando la
guarnición sea muy numerosa y valerosa. El
contacto directo con el enemigo puede
permitirse para destruir algún ingenio de
asedio que esté causando importantes
daños. Pero en general, la defensa debe ser
llevada desde lo alto de la muralla y no
poniendo a los hombres en riesgo de sus
vidas en el exterior en una lucha cuerpo a
cuerpo. Si ese tipo de cosas sucede y los
mejores soldados son muertos o heridos, el
resto de las tropas comenzará a perder el
coraje, siendo fácilmente vencidos por el
enemigo. Es obvio que mientras haya
bastantes hombres la muralla estará segura,
pero si un punto se rinde todo el resto estará
en peligro. Si la fortificación tiene una
muralla externa, es buena idea situar
centinelas allí, especialmente por la noche,
cuando algunos podrían pensar en desertar
al enemigo o podrían poner en práctica
planes secretos de sabotaje contra la
defensa de las murallas. Los proyectiles
deben lanzarse desde la muralla solo cuando
sean efectivos.
Si el suministro de agua de beber depende
de las cisternas o de los pozos, su uso debe
ser restringido en cierta medida. Nadie tiene
la autoridad para consumir tanta como
quiera. Los centinelas deben ser
cuidadosamente instruidos, especialmente
por la noche. La distribución de las
provisiones debe estar estrictamente
regulada y deben ser mantenidas a salvo
bajo guardia, para que no puedan ser
fácilmente robadas por cualquiera que pase
por allí.

Libro X, capítulo 4. Cómo se debe


construir una fortaleza fronteriza con
cautela y sin entablar combate abierto
Se debe realizar un reconocimiento a fondo
para localizar un sitio fuerte de por sí,
susceptible de ser fortificado con madera
seca en diez o doce días y ser defendido por
una pequeña guarnición para el caso de un
ataque enemigo. El reconocimiento podría
también averiguar si hay piedra, madera o
ladrillos fácilmente accesibles en las
inmediaciones y si hay agua por allí o si hay
que buscar caminos para encontrarla. Se
debe organizar una fuerza suficiente de
artesanos para preparar portillos y máquinas
para las murallas y debe ser escogida una
bien armada fuerza de infantería al mando
de oficiales inteligentes y valerosos y dotada
con provisiones para tres o cuatro meses. Si
es verano, las cosechas de las inmediaciones
deben ser quemadas, pero si esto es difícil
de hacer, hay que destruirlas de alguna otra
forma y expandir el rumor de que se va a
atacar al enemigo en otro lugar. Hay que
enviar una fuerza, sin correr riesgos, hacia
allí, para que el enemigo pueda ser desviado
en esa dirección. Entonces, un día antes, hay
que intentar infundir valor a las tropas que
forman allí la guarnición e incitarlas a
cumplir su misión dándoles algunas
recompensas y prometiéndoles otras.
Mientras el enemigo está ocupado en ese
otro lugar, mueve, en un movimiento rápido,
el ejército al completo a su posición original,
establece puestos exteriores seguros, dispón
un campamento para la infantería alrededor
de la fortificación y cava un foso profundo si
el terreno lo permite. Si hay piedra o ladrillos
en el área, construye una muralla seca
fortalecida firmemente con troncos a lo largo
de su trayecto. Si la madera es el único
material existente para la construcción,
úsala, pero construye el área fortificada más
pequeña.
Tras cercar el área de esta forma, si el
enemigo se mueve para atacar el lugar y el
estrategos sabe que no puede hacerle
frente en una batalla campal, el estrategos
debe retirarse antes de su aproximación y
preparar un campamento en las cercanías.
De esta forma no estará tan cerca del
enemigo que se vea forzado a entablar
batalla ni demasiado lejos de los hombres de
la fortificación para prevenir que el enemigo
pueda poner demasiada presión sobre ellos.
Deben prepararse señales, algunas por el día
y otras por la noche, a través de las cuales la
guarnición pueda comunicar su situación a
las fuerzas exteriores, para que puedan venir
en su asistencia cuando sea necesario. Si las
circunstancias son favorables y la infantería
puede repeler al enemigo combatiendo, no
debe retrasarlo, para no poner en peligro a
la guarnición. Tan pronto como la situación
sea más segura, las fortificaciones deben ser
construidas de manera sólida y regular,
reforzadas con argamasa y todos los otros
detalles necesarios. Contra un enemigo con
fuerte dependencia de la caballería, una
expedición de este tipo se puede emprender
mejor en julio, agosto y septiembre, cuando
la hierba está seca y quema fácilmente y la
caballería enemiga encuentra dificultades
para permanecer en un lugar durante mucho
tiempo.
Si el lugar no tiene suministro de agua, ni
corrientes ni pozos, entonces es necesario
conseguir grandes tinajas de barro o barriles
de buena calidad. Deben ser llenados con
agua y alguna grava limpia del cauce, para
que aguante hasta el invierno y hasta que
las cisternas habituales para contener el
agua de lluvia estén construidas. Para
prevenir que el agua almacenada en los
barriles comience a estancarse y a pudrirse,
los barriles deben ser perforados con
pequeños agujeros y hay que situar
receptáculos debajo para que el agua pueda
fluir hacia ellos gota a gota, y luego vaciados
de nuevo dentro de las tinajas o barriles. Por
medio de este constante movimiento, el
agua se airea y no se convierte en inmunda.
A esto ayuda echar un poco de vinagre
dentro del agua que haya comenzado a
ponerse mala y gracias a esto rápidamente
disminuye su deterioro y comienza a
despejarse el mal olor. Se pueden preparar
gruesos tablones de buena calidad puestos
en una trinchera y sujetos juntos como si
fuera una caja. Las junturas deben ser
selladas con pez y estopa o mimbre, y de
esta forma se ha preparado una cisterna
regular de tamaño moderado. Se deben
construir una o más que midan diez por
veinte pies de base y ocho o diez pies de
alto. Eso permitirá construir cisternas
sólidas. De hecho, es bien sabido que el
agua se mantiene mejor en grandes
contenedores. Se deben poner puntales de
madera en medio de las cisternas y las
tablas deben ser gruesas para que no cedan
a causa de la presión del agua y esta no se
desparrame.

FIN DEL LIBRO DÉCIMO

1 Esto probablemente hace referencia al asedio


bizantino del año 583 a la fortaleza de Akbas (la
actual Başka Kale, en las cercanías de Ambar [la de
más al noreste], en la provincia de Diyarbakir,
Turquía). Persas y bizantinos operaban entonces en
Arzanene (la región al suroeste del lago Van, entre
este, sito entre las provincias de Van y Biltis, y Silvan,
provincia de Diyarbakir, Turquía) , una región de
Armenia fronteriza con Persia. Cuando los persas
trataban de recuperar la localidad de Aphumon (hoy
Zerzel Kale, a orillas del río Garzan, al noreste de
Silvan, provincia de Diyarbakir, Turquía) , los
bizantinos, probablemente en una maniobra de
distracción, pusieron asedio a Akbas, en la orilla
derecha del río Nymphius (el río Batman, afluente por
la izquierda del Tigris, en la provincia de Diyarbakir,
Turquía), al nornoreste de Martyropolis (las actuales
ruinas de Mejafarkin, en las cercanías de Mermer [la
de más al noreste], provincia de Diyarbakir, Turquía),
pero esa maniobra les salió mal, pues fueron
derrotados, y varios de sus generales, capturados.
Sobre este suceso, cfr. Teofilacto Simocatta, Historiae
I 12, 1-7. La fortaleza fue definitivamente tomada
para el Imperio Romano de Oriente por las tropas del
magister utriusque militiae Comentiolus en 590.
2 Es posible que aquí se haga referencia a una
variante del famoso «fuego griego» (que los
bizantinos nunca llamaron así, pues ellos se
consideraban romanos), ya que no puede ser esa
arma en sí, pues su primera utilización está fechada
en 673 d.C. durante el primer asedio de
Constantinopla por los árabes y F. Quesada Sanz
(Ultima Ratio Regis. Control y prohibición de las
armas desde la Antigüedad a la Edad Moderna, Edic.
Polifemo, Madrid, 2009, p. 320) nos da el nombre
incluso de su posible inventor, el sirio Calínico de
Heliópolis.
3 Esto de excavar puede hacer referencia tanto a la
realización de un túnel para colarse en el lugar
asediado, como a la construcción de una mina en la
que, una vez terminada, sería incendiado su
entibamiento de madera que, al ceder, provocara el
derrumbamiento de las estructuras exteriores que
pudiese haber sobre ella, por ejemplo, un lienzo de la
muralla.
4 Sobre la artillería y las máquinas de asedio en
tiempos del Imperio Romano-Bizantino, cfr. McGEER
(1991a).
Libro XI
Introducción
Capítulo 1. Cómo hay que tratar con los
persas
Capítulo 2. Cómo hay que tratar con los
escitas, es decir, ávaros, turcos y otros
cuyo tipo de vida se asemeja al de los
pueblos hunos
Capítulo 3. Cómo hay que tratar con los
pueblos de cabello claro, como los
francos, lombardos y otros como ellos
Capítulo 4. Cómo hay que tratar con los
eslavos, los antes y otros pueblos
similares

SOBRE LAS COSTUMBRES Y TÁCTICAS


DE LOS DIVERSOS PUEBLOS
Libro XI, introducción
Habiendo abordado los principios
organizativos y de mando de la caballería,
sin la cual, como nosotros creemos, es
imposible enfrentarse al enemigo con algún
grado de seguridad, debemos ahora tratar
de las tácticas y las costumbres de cada raza
que puede causar problemas a nuestro
Estado. El propósito de este capítulo es
facilitar a aquellos que intentan hacer la
guerra contra estos pueblos el prepararse a
sí mismos en condiciones. No en todas las
naciones se lucha en una única formación o
de la misma manera y uno no puede tratar
con ellas de la misma forma. Algunos, cuya
audacia no tiene límite, son dirigidos por un
espíritu impulsivo, mientras que otros tienen
buen juicio y orden en el ataque a sus
enemigos.
Libro XI, capítulo 1. Cómo hay que
tratar con los persas
La nación persa es malvada, aviesa y
servil, pero al mismo tiempo patriótica y
obediente. Los persas obedecen a sus
gobernantes por el miedo y el resultado es
que son resueltos en resistir el trabajo duro
y el arte de la guerra en nombre de su
patria.
La mayor parte ellos prefiere lograr sus
resultados por la planificación y el liderazgo
y destacan por una aproximación ordenada
mejor que por una brava e impulsiva. Desde
siempre se han criado en un clima cálido, por
lo que fácilmente soportan las dificultades
del calor, la sed y la falta de comida. Son
formidables cuando entablan un asedio, pero
lo son todavía más cuando son asediados.
Son extremadamente hábiles encubriendo
sus defectos y hacen frente bravamente a
las circunstancias adversas, incluso
volviéndolas en su propia ventaja. Son
intratables en las negociaciones, de modo
que no iniciarán ninguna propuesta, incluso
cuando la consideren como vitalmente
importante para ellos, sino que esperarán
hasta que la propuesta sea hecha por sus
oponentes.
Llevan armadura y cota de malla, y están
armados con arcos y espadas1. Son más
expertos en rapidez, aunque no poderosos
arqueros, que todas las otras naciones.
Yendo a la guerra, acampan dentro de
fortificaciones. Cuando el tiempo de la
batalla se aproxima, se rodean con un foso y
una empalizada afilada. No dejan la
impedimenta dentro sino que hacen un foso
para refugio en caso de derrota en la batalla.
No permiten a sus caballos pastar, sino que
recogen el forraje a mano.
Van a la batalla en tres cuerpos idénticos,
centro, derecha e izquierda, con el centro
aumentado en cuatrocientos o quinientos
soldados escogidos adicionales. La
profundidad de la formación no es uniforme,
pero intentan situar caballería en cada
compañía de la primera y segunda línea o
falanges y mantener el centro de la
formación parejo y denso2. Los caballos de
repuesto y la impedimenta quedan
estacionados a corta distancia tras la línea
principal. Durante la lucha contra lanceros,
ellos se apresuran a formar su línea de
batalla en el terreno más complicado y usan
sus arqueros, por lo que las cargas de los
lanceros contra ellos serán dispersadas y
rotas por causa del terreno accidentado.
Antes del día de la batalla, su táctica favorita
es acampar en un terreno escabroso y
posponer la lucha, especialmente cuando
saben que sus oponentes están bien
preparados y listos para el combate. Cuando
van a la batalla, especialmente en verano,
hacen su ataque durante la hora más
calurosa del día, esperan a que el calor del
sol y el retardo en el comienzo de la acción
desalienten el coraje y espíritu de sus
adversarios y entonces entablan batalla con
calma y determinación, marchando paso a
paso en pareja y densa formación.
Sufren realmente por el agua fría, la lluvia
y el viento del sur, elementos que aflojan la
potencia de sus arcos. También les
incomoda una muy cuidadosa formación de
infantería, un campo liso sin obstáculos para
la carga de los lanceros y un combate cuerpo
a cuerpo, porque las andanadas de flechas
no son efectivas a corta distancia y porque
ellos mismos no hacen uso de lanzas y
escudos. Cargar contra ellos es efectivo
porque son propensos a huir con rapidez y
no saben cómo dar media vuelta de repente
contra sus atacantes, como hacen las
naciones escíticas. Son vulnerables a
ataques y movimientos envolventes desde
una posición lateral, contra los flancos y
retaguardia de su formación, porque ellos no
sitúan suficientes guardias de flanco en su
línea de batalla para resistir un gran ataque
lateral. A menudo, también son efectivos
ataques inesperados por la noche contra su
campamento porque montan sus tiendas de
forma indiscriminada y sin orden dentro de
sus fortificaciones.
Para luchar contra ellos, nuestras fuerzas
deben situarse como se describe en el libro
de las formaciones3. Hay que seleccionar un
abierto, uniforme y nivelado terreno y, si se
puede, hacerlo sin que haya pantanos, fosos
o rastrojos que pudieran romper la
formación. Cuando el ejército está preparado
y alineado para la batalla, no hay que
retrasar el ataque si realmente se ha
decidido combatir en batalla campal en ese
día. Cuando se está a tiro de flecha, hay que
lanzar el ataque o la carga en orden
compacto, denso y regular, y hay que
hacerlo rápidamente porque cualquier
retraso con el enemigo significa que su
mantenida tasa de disparos les capacitará
para descargar más armas arrojadizas contra
nuestros soldados y caballos.
Si es necesario librar la batalla en terreno
muy áspero, es mejor no tener la línea
entera de batalla a caballo en lugares
similares, sino que sitúa parte de la
formación como infantería mientras que los
otros permanecen montados. Cuando los
lanceros atacan a los arqueros, como hemos
dicho, a menos que mantengan un frente
conjunto sin fisuras, soportarán serios daños
de las flechas y fracasarán al situarse en
formaciones cerradas. Por todo esto, se
necesita un terreno más uniforme para este
tipo de combate. Si el ejército no está
realmente preparado para el combate, no
debe entablar batalla campal, sino que debe
ser empleado a salvo en escaramuzas e
incursiones contra el enemigo, que pueden
ser hechas en terreno favorable, para no
mostrar ni al enemigo ni a nuestras propias
tropas el motivo de no haber aceptado una
batalla campal, ya que, por un lado, podrían
envalentonarse y por otro hacerse cobardes.
Al girar o revolverse durante las retiradas, el
ataque no debería dirigirse contra el frente
enemigo, sino que se le debe envolver por
sus flancos y cogerlo por su retaguardia.
Para los persas, la constancia en las
persecuciones supone un esfuerzo para no
romper su formación; por esto podría
fácilmente exponer su retaguardia a fuerzas
que les rodean. De igual manera, si una
fuerza en retirada, delante de ellos, quiere
realizar maniobras envolventes y atacar la
línea frontal de los perseguidores, sufrirá
daños en el ataque a sus bien organizadas
filas. Los persas no atacan de modo
desordenado como hacen los escitas en la
persecución, sino que lo hacen con cuidado y
en buen orden. Por este motivo, como ha
quedado dicho, las fuerzas en retirada no
atacarán su frente, sino que deberán estar
seguras de ir contra su retaguardia, por sus
flancos.

Libro XI, capítulo 2. Cómo hay que


tratar con los escitas, es decir, ávaros,
turcos y otros cuyo tipo de vida se
asemeja al de los pueblos hunos
Las naciones escíticas forman, en modo
general, una sola en el modo de vida y en su
organización, pero tienen muchos jefes y son
de carácter despreocupado4. De estos
pueblos solo los turcos y los ávaros se
preocupan por la organización militar, y esto
los hace más fuertes que a las otras
naciones escíticas cuando entablan una
batalla campal. La nación de los turcos es
muy numerosa e independiente5. No son
expertos en la mayor parte de los empeños
humanos y no se entrenan para nada más
que para conducirse bravamente contra sus
enemigos. Los ávaros, por su parte, son
unos sinvergüenzas, taimados y muy
experimentados en asuntos militares.
Estas naciones tienen una forma de
gobierno monárquica y sus gobernantes las
someten a crueles castigos por sus errores.
Son gobernadas no por el amor, sino por el
miedo, por lo que soportan firmemente
fatigas y dificultades. Resisten el calor y el
frío y muchas privaciones ya que son pueblos
nómadas. Son muy supersticiosos,
traicioneros, inmundos, desconfiados y
poseídos por un insaciable deseo de riqueza.
Desprecian sus juramentos, no observan
acuerdos y no quedan satisfechos por
regalos. Incluso antes de aceptar el regalo,
hacen planes para traicionar y romper los
acuerdos. Son listos para estimar las
adecuadas oportunidades para hacer esto, la
traición, y darse cuenta de las ventajas de
ello. Prefieren prevalecer sobre sus
enemigos no tanto por la fuerza como por el
engaño, ataques sorpresa y el corte de
suministros.
Se arman con cota de malla, espadas,
arcos y lanzas. En combate, la mayor parte
de ellos atacan doblemente armados,
blanden lanzas sobre sus hombros, sujetan
arcos en sus manos y hacen uso de ambos
según la necesidad requiera. No solo ellos
llevan armas sobre sí mismos, sino que
también los caballos de sus jinetes ilustres
llevan cubierto el frontal con hierro o fieltro.
Dan especial importancia al entrenamiento
de los jinetes con el arco.
Un inmenso rebaño de caballos y yeguas
les sigue, tanto para proveer alimento como
para dar la impresión de un gran ejército. No
acampan protegidos por trincheras, como
hacen los persas y los romanos, sino que
hasta el día de la batalla se dispersan según
tribus y clanes, poniendo continuamente a
pastar a sus caballos tanto en verano como
en invierno. Entonces cogen los caballos que
creen necesarios, trabándolos por las patas
cerca de sus tiendas, y guardándolos hasta
que sea el momento de formar las líneas de
batalla, lo cual comienzan a hacer bajo la
cobertura de la noche. Estacionan a sus
centinelas a cierta distancia, manteniéndolos
en contacto unos con otros, por lo que no es
fácil cogerlos en un ataque sorpresa.
En combate ellos, como hacen los romanos
y los persas, no forman sus líneas de batalla
en tres partes, sino en múltiples unidades de
tamaño irregular, todas unidas muy cerca las
unas a las otras para dar la apariencia de
una larga línea de batalla. Separada de la
formación principal, mantienen una fuerza
adicional con la que pueden tender
emboscadas contra un adversario
descuidado o mantenerla en reserva para
ayudar a una sección duramente presionada.
Mantienen sus caballos de repuesto cerca,
detrás de la línea principal, y su
impedimenta a la derecha o a la izquierda de
la línea, a una milla o dos, con una guardia
de moderado tamaño. Frecuentemente atan
los caballos de repuesto juntos en la
retaguardia de la línea de batalla como
forma de protección. Ellos hacen que la
profundidad de su línea de batalla sea
imprecisa dependiendo de las circunstancias,
estando inclinados a hacerla más profunda
que la nuestra, y así hacen su frente
conjunto y denso.
Prefieren batallas planteadas a larga
distancia, emboscadas, rodear a sus
adversarios, simular retiradas y
repentinamente atacar, y formaciones en
cuña, esto es, en grupos dispersos. Cuando
hacen que sus enemigos acepten el
combate, ellos ponen todo en segundo lugar,
y no están contentos, como los persas, los
romanos y otros pueblos, con perseguirlos a
una razonable distancia y saquear sus
bienes, sino que no cejan hasta que no han
conseguido la completa destrucción de sus
enemigos empleando cualquier medio para
este fin. Si algunos enemigos de los que
persiguen se refugian en una fortaleza,
hacen continuos y concienzudos esfuerzos
para cortar sus suministros de hombres y
caballos. Entonces, agotan a sus enemigos
por ese punto y los llevan a aceptar términos
favorables de rendición para ellos. Sus
primeras demandas son bastante
moderadas, y cuando el enemigo las ha
aceptado, ellos imponen términos más
estrictos.
Su punto débil es la falta de pasto a causa
del gran número de caballos que llevan
consigo. También a lo largo de la batalla,
cuando se oponen a una fuerza de infantería
en formación cerrada, permanecen sobre sus
caballos y no desmontan, porque ellos no
son capaces de luchar a pie durante mucho
tiempo. Han sido criados a lomos de caballos
y, debido a su falta de ejercicio,
simplemente no pueden andar a pie. Debe
elegirse terreno nivelado, sin obstrucciones,
y una fuerza de caballería debe avanzar
contra ellos en un bloque denso, sin fisuras,
para entablar con ellos una batalla cuerpo a
cuerpo. Los ataques nocturnos también son
efectivos, con parte de nuestro ejército
manteniendo su formación mientras las otras
partes están al acecho. Les hacen daño
especialmente las defecciones y deserciones.
Son muy inconstantes, avariciosos y,
compuestos por tantas tribus como están, no
tienen el sentido de reino o de unidad de
uno con otro. Si unos pocos comienzan a
desertar y son bien recibidos por sus
enemigos, muchos otros los seguirán.
Cuando avanzan hacia la batalla, la
primera cosa que hay que hacer es mantener
a tus exploradores en alerta, estacionados a
intervalos regulares. Luego hay que hacer
planes y actualizar los preparativos en caso
de que la batalla pudiera no ir bien, buscar
una buena posición defensiva para uso en
caso de emergencia, recoger cuantas
provisiones estén disponibles, suficientes
para unos pocos días tanto para los caballos
como para los hombres y especialmente
aprovisionarse de mucha agua. Entonces hay
que hacer los preparativos para la
impedimenta como se explica en el libro
concerniente a ello6. Si está presente una
fuerza de infantería, debe estar estacionada
en la línea del frente de la batalla en la
manera acostumbrada de la nación a la que
pertenezca. La fuerza debe disponerse de
acuerdo con el método mostrado en el
diagrama de la línea de batalla convexa,
esto es, con la caballería situada tras la
infantería. Si solamente la caballería está
preparada para el combate, sitúala de
acuerdo a la manera mostrada en el libro de
las formaciones7. Hay que colocar una
numerosa y capacitada fuerza en los flancos.
En la retaguardia, las tropas de defensa
son suficientes. En una persecución, las
tropas de asalto no deben avanzar más de
tres o cuatro disparos de flecha desde la
formación de tropas de defensa, que no
deberán ser llevadas lejos en la carga.
Cuando sea posible hay que buscar un área
limpia y sin obstrucciones para formar la
línea de batalla, donde ni bosques ni
pantanos o agujeros puedan servir como
pantalla para las emboscadas enemigas. Hay
que situar exploradores a alguna distancia
en los cuatro lados de la formación. Si es
posible, es de gran ayuda tener un río no
vadeable, pantanos o un lago tras la línea de
batalla y así la retaguardia está defendida
con seguridad. Si la batalla se vuelve a
nuestro favor, no hay que tener prisa en
perseguir al enemigo ni hay que comportarse
descuidadamente. Esta nación no renuncia a
la lucha, como hacen otras, cuando es
derrotada en el primer combate, sino que
hasta que su fuerza se rinde, intenta todas
las posibilidades para acometer a sus
enemigos. Si la formación es mixta, estando
la mayor parte compuesta por infantería, es
necesario hacer provisión de forraje para la
caballería. Cuando el enemigo se aproxima,
de ningún modo se deberá permitir a la
caballería buscar zonas para forrajear.

Libro XI, capítulo 3. Cómo hay que


tratar con los pueblos de cabello claro,
como los francos, lombardos y otros
como ellos
Las razas de pelo claro dan un gran valor a
la libertad. Sus hombres son atrevidos y sin
desaliento en la batalla. Temerarios e
impetuosos como son, consideran cualquier
titubeo e incluso una corta retirada como
una desgracia y tranquilamente desprecian
la muerte. Cuando luchan violentamente en
un combate cuerpo a cuerpo, tanto a caballo
como a pie, si son duramente presionados
por acciones de caballería, desmontan a una
señal acordada y se alinean a pie. Aunque
solo sean pocos contra muchos jinetes, no se
encogen durante la batalla. Se arman con
escudos, lanzas y cortas espadas que
cuelgan de sus hombros. Prefieren la lucha a
pie y rápidas cargas.
Sea a caballo o a pie, se sitúan para la
batalla, no en un tamaño fijado o formación,
o en regimientos o divisiones, sino de
acuerdo con las tribus, su parentesco unos
con otros e intereses comunes. A menudo,
como resultado, cuando las cosas no van
bien y sus amigos han sido muertos, ellos
arriesgarán sus vidas en la lucha para
vengarlos. En combate hacen el frente de su
línea de batalla conjunto y denso. Incluso
durante las cargas, a caballo o a pie, son
impetuosos e indisciplinados, como si fuesen
el único pueblo que no es cobarde. Son
desobedientes a sus líderes. No están
interesados en nada que sea muy
complicado y prestan poca atención a la
seguridad externa y a su propia seguridad.
Desprecian el buen orden, especialmente a
caballo. Son fácilmente corruptibles por el
dinero, codiciosos como son.
Les debilita el sufrimiento y las fatigas.
Aunque poseen espíritus atrevidos y osados,
sus cuerpos están poco entrenados y son
blandos y no son capaces de soportar penas
fácilmente. Además, les afecta el calor, el
frío, la lluvia, la falta de provisiones,
especialmente de vino, y el aplazamiento de
la batalla. Cuando es momento de una
batalla de caballería, se ven dificultados por
terrenos escabrosos y boscosos. Son
fácilmente emboscables por los flancos y por
la retaguardia de su línea de batalla, porque
no se preocupan nada en enviar
exploradores u otras medidas de seguridad.
Sus filas son fácilmente rotas por un ataque
simulado y una repentina vuelta contra ellos.
Los ataques nocturnos con arqueros a
menudo les infligen daños, ya que son muy
desorganizados en la ubicación del
campamento.
Por consiguiente, guerreando contra ellos
uno debe evitar sobre todo entablar batalla
campal, especialmente en las primeras
etapas de la guerra. En lugar de eso, hay
que hacer uso de emboscadas bien
planeadas, ataques engañosos y
estratagemas, retrasar las cosas y estropear
sus oportunidades e intentar hacer acuerdos
con ellos para ayudar a reducir su
atrevimiento y su celo con la escasez de
provisiones o la falta de comodidades por el
calor o el frío. Esto puede hacerse cuando
nuestro ejército tiene campo abierto en
terreno áspero y dificultoso. En este tipo de
terreno, este enemigo no puede atacar con
éxito porque usa lanzas, pero si se presenta
una oportunidad favorable para una batalla
regular, hay que alinear al ejército como se
ha fijado antes en el libro de las
formaciones8.
Libro XI, capítulo 4. Cómo hay que
tratar con los eslavos, los antes y otros
pueblos similares
Las naciones de los eslavos y los antes
viven de la misma forma y tienen las mismas
costumbres9. Ambas son independientes,
rechazan absolutamente el ser esclavizadas
o gobernadas, menos aun en su propia
tierra. Son populosas y fuertes, soportando
fácilmente el calor, el frío, la lluvia, la
desnudez y la escasez de provisiones.
Estos pueblos son amables y hospitalarios
con los viajeros en su territorio y los llevan a
salvo de un lado a otro a donde quiera que
ellos deseen. Si el extranjero sufriera algún
perjuicio por causa de la negligencia del
anfitrión, el primero que lo acoja podrá hacer
la guerra contra ese primer anfitrión,
estimando como un deber religioso vengar al
extranjero. No mantienen a los que están en
cautividad entre ellos en perpetua esclavitud
como hacen otras naciones, sino que
establecen un periodo definido de tiempo
para los esclavos y entonces se les da a
elegir, si ellos lo desean, volver a sus casas
con una pequeña recompensa o permanecer
allí como hombres libres y amigos.
Poseen en abundancia todo tipo de ganado
y productos, que ellos almacenan apilados,
especialmente mijo común y mijo itálico10.
Sus mujeres son más afectivas que otras en
el mundo. Cuando, por ejemplo, sus maridos
mueren, muchas lo ven como su propia
muerte y libremente se asfixian a sí mismas,
no queriendo continuar sus vidas como
viudas.
Viven en las cercanías de impenetrables
bosques, ríos, lagos y pantanos y las salidas
de sus asentamientos se ramifican en
múltiples direcciones por los peligros que
pudieran encontrarse. Entierran sus más
importantes posesiones en lugares secretos,
no manteniendo nada innecesario a la vista.
Viven como bandidos y les encanta lanzar
ataques contra sus enemigos en arboledas
densas, pantanos y zonas abruptas. Hacen
efectivo uso de emboscadas, ataques
repentinos e incursiones, combinando
muchos métodos diferentes tanto por la
noche como por el día. Su experiencia en el
cruce de ríos sobrepasa a la de todos los
otros pueblos y son extremadamente buenos
nadando. A menudo cuando están en su
propio territorio y son cogidos por sorpresa
en un apuro, se sumergen hasta el fondo en
una extensión de agua. Allí cogen largas
cañas huecas que han preparado para esta
eventualidad y las meten en sus bocas,
sobresaliendo de la superficie del agua.
Descansando sobre sus espaldas en el fondo,
respiran por ellas y se mantienen allí durante
muchas horas sin que nadie sospeche dónde
se encuentran. Una persona sin experiencia
que observe las cañas mencionadas
anteriormente puede pensar que crecen allí
en el agua. Pero una persona que ha tenido
alguna experiencia con este truco,
reconociendo las cañas por el punto en que
son cortadas o por su posición, las empujan
hacia abajo dentro de sus bocas y los
obligan a salir, para que los hombres
vuelvan a la superficie, habida cuenta que no
pueden permanecer bajo el agua mucho
tiempo sin ellas.
Se arman con jabalinas cortas, dos para
cada hombre. Algunos también tienen
bonitos pero poco manejables escudos.
Además, usan arcos de madera, con flechas
cortas embadurnadas con drogas venenosas
que son muy efectivas. Si el hombre herido
no ha tomado un antídoto de antemano para
anular el veneno o hace uso de otros
remedios que los médicos con experiencia
puedan saber, él sajará inmediatamente
alrededor de la herida para extraer el
veneno y evitar la propagación al resto del
cuerpo.
A causa de su falta de gobierno y su mala
opinión los unos de los otros, no están
familiarizados con un orden de batalla, ni
están preparados para luchar en una batalla
manteniendo un orden cerrado, ni para
presentarse ellos mismos en terreno abierto
y nivelado. Si mantienen suficiente valor
cuando llega el momento de atacar, gritan
todos juntos y se mueven hacia delante en
una corta distancia. Si sus oponentes
comienzan a flaquear por el ruido, ellos
atacan violentamente; si no, se dan la
vuelta, no mostrándose ansiosos en
experimentar la fuerza del enemigo en filas
cerradas. Entonces corren a los bosques,
donde tienen una gran ventaja a causa de su
experiencia en luchar en estrechos lugares. A
menudo, también, cuando están
transportando el botín, lo abandonan
fingiendo pánico y corren a los bosques.
Cuando sus asaltantes se dispersan para el
saqueo, ellos tranquilamente regresan y les
causan daños. Están preparados para hacer
este tipo de trampas a sus adversarios y de
una gran variedad de formas.
Son completamente desleales y no tienen
respeto por los tratados que firman más por
miedo que por los sobornos. Cuando una
diferencia de opinión existe entre ellos, ya
sea que no lleguen a un acuerdo total o
cuando algunos llegan a un acuerdo, los
otros van rápidamente en contra de lo que
se decidió. Son siempre susceptibles unos
con otros, y nadie gusta de ceder ante otro.
En combate se encuentran en dificultades
por los lanzamientos de flechas, por rápidos
ataques lanzados desde diferentes
direcciones, por la lucha cuerpo a cuerpo
contra infantería, especialmente infantería
ligera, y por tener que luchar en terreno
abierto y sin obstrucciones. Por consiguiente,
es necesario incluir tanto caballería como
infantería, especialmente tropas ligeras o
lanzadores de jabalinas y sobre todo una
gran cantidad de armas arrojadizas, no solo
flechas, sino también de otro tipo. Deberá
llevar materiales para la construcción de
puentes, del tipo llamado flotante11, si es
posible, para cruzar sin esfuerzo los
numerosos y no vadeables ríos de su
territorio. Hay que construirlos a la manera
de los escitas, con algunos hombres
construyendo el armazón y otros colocando
las planchas. También hay que tener cuero
de buey o piel de cabra para hacer balsas,
para usarlas en ayuda de los soldados que
crucen nadando el río para los ataques
sorpresa contra el enemigo en el verano.
También es preferible lanzar los ataques
contra ellos en el invierno, cuando no
pueden esconderse fácilmente en los árboles
desnudos, cuando las huellas de los fugitivos
pueden ser localizadas en la nieve, cuando
su grupo familiar esté pasando necesidad y
cuando es fácil cruzar sobre los ríos helados.
Gran parte de los animales y del equipo
superfluo debe ser dejado atrás en un lugar
muy seguro con una guardia adecuada y un
oficial al cargo. Los dromones deben ser
anclados en lugares estratégicos. Se debe
estacionar un moira de caballería bajo el
mando de destacados oficiales en el área
como protección para que el ejército en
marcha no sea molestado por causa de
emboscadas hostiles y también esparcir
rumores de que se planea un ataque contra
el enemigo en algún otro lugar. A causa de
este tipo de rumor y la ansiedad de sus
jefes, cada uno de ellos estará preocupado
por sus propios problemas y no tendrán la
oportunidad de reunirse y causar problemas
a nuestro ejército. No hay que estacionar
esas tropas cerca del Danubio, ya que el
enemigo podría informarse de su escaso
número y considerarlas como poco
importantes. Las tropas no deben estar muy
alejadas, para que no se retrasen, por si
fuese necesario unirse al ejército de
invasión. Ellas deben permanecer
aproximadamente a un día de marcha del
Danubio. El ejército debe cruzar hacia
territorio enemigo rápidamente y realizar la
invasión por terreno limpio y nivelado.
Inmediatamente, un oficial competente debe
cabalgar con algunos hombres escogidos
para tomar prisioneros de los cuales será
posible obtener información sobre el
enemigo. Tanto cuanto sea posible, evita
marchar por terreno accidentado o arbolado
durante el verano hasta que se haya hecho
un reconocimiento a conciencia y, en caso de
que el enemigo esté presente, hasta que él
haya sido alejado por nuestra infantería o
caballería. Si hemos de marchar a través de
un paso angosto y si esperamos retornar por
la misma ruta, se han de tomar medidas,
como se explica en el libro que trata de este
asunto12, para limpiar y ensanchar el
camino o dejar un contingente relativamente
fuerte atrás para impedir que el enemigo se
esconda y lance ataques sorpresa que
puedan agobiar a nuestro ejército en su
retorno cuando es muy probable que vuelva
entorpecido por el resultado del saqueo.
Tanto cuanto sea posible, evita acampar
en áreas densamente arboladas o situar tus
tiendas cerca de esos lugares. Porque los
bosques pueden fácilmente servir de base
para lanzar ataques o asustar a los caballos.
La infantería debe acampar en orden dentro
de las fortificaciones. La caballería debe
acampar en el exterior, con centinelas
situados en un ancho círculo alrededor de los
caballos pastando, a menos que sea posible
traer forraje para ellos, por lo que podrían
permanecer dentro tanto de día como de
noche.
Si llega la oportunidad para el combate, no
hay que hacer la línea de batalla contra ellos
demasiado profunda. No hay que
concentrarse solo en ataques frontales, sino
también en los otros sectores. Si el enemigo
ocupa una posición fuerte y tiene su
retaguardia bien cubierta, y no da
oportunidad de rodearle o de atacar sus
flancos o su retaguardia, en este caso, es
necesario situar algunas tropas ocultas,
teniendo otras simulando una retirada ante
su frente, para que sean atraídos con el
engaño de la esperanza de persecución. Así
puede que abandonen su buena posición
defensiva y entonces nuestros hombres
podrán revolverse contra ellos o aquellos
que están ocultos pueden salir y atacarlos.
Al haber muchos reyes entre ellos, siempre
dispares unos de otros, no es difícil ganarse
a alguno de ellos por la persuasión o por los
regalos, especialmente a aquellos de áreas
cercanas a la frontera, y entonces atacar a
los otros, ya que su común hostilidad no les
hará unirse o juntarse bajo un único
gobernante. Los denominados refugiados,
aquellos a los que se les ordena señalar los
caminos y conseguir determinada
información, deben ser observados muy de
cerca13. Incluso algunos romanos han
cedido a lo largo del tiempo, olvidando a su
propia gente y prefiriendo ganar la amistad
del enemigo. Aquellos que permanecen
leales deben ser recompensados y los
malhechores castigados. Las provisiones
encontradas en la campiña circundante no
deben ser simplemente derrochadas, sino
que hay que usar a los animales y barcos
para transportarlas a nuestro propio
territorio. Los ríos allí desembocan en el
Danubio, lo cual permite un fácil transporte
por barco.
La infantería es necesaria no solo en pasos
estrechos y lugares fortificados, sino también
en terreno escabroso y a lo largo de los ríos.
Incluso frente al enemigo es, entonces,
posible tender un puente sobre los ríos.
Cuando una pequeña fuerza de infantería,
tanto pesada como ligera, ha sido
secretamente llevada al otro lado por la
noche o por el día e inmediatamente situada
en formación, manteniendo su espalda hacia
el río, ella proporciona bastante seguridad
para construir un puente sobre el río. En
cruces de ríos estrechos o en desfiladeros es
necesario para la guardia de retaguardia
estar continuamente preparada para la
acción, disponiéndose de acuerdo al terreno.
Porque se puede esperar que los ataques
sucedan cuando la fuerza esté dividida y las
tropas que están avanzando no puedan
ayudar a las que están en retaguardia. Se
deben realizar ataques sorpresa contra el
enemigo de acuerdo con el procedimiento
habitual. Un destacamento se aproxima a su
frente y le provoca, mientras otro
destacamento, de infantería o caballería, es
situado secretamente en la retaguardia de la
ruta por la cual se espera que escapen. El
enemigo entonces, que evita la acción o que
escapa de la primera fuerza atacante,
correrá inesperada y directamente hacia el
otro destacamento. En verano no se deben
disminuir los ataques contra ellos. Durante
esa época del año se pueden encontrar las
áreas más abiertas y descubiertas y así
establecerse en su territorio. Esto ayudará a
los romanos que están cautivos entre ellos a
ganar su libertad, tras escapar. El denso
follaje del verano da a los prisioneros la
oportunidad de escapar sin miedo14.
El procedimiento de la marcha, la invasión
y el saqueo del territorio y otros asuntos más
o menos relatados, son tratados en el libro
sobre la invasión de territorio hostil15. Aquí
el asunto será resumido lo mejor posible.
Los asentamientos de los eslavos y los
antes se hacen en fila, a lo largo de los ríos,
muy cerca unos de otros. De hecho, no hay
prácticamente espacio entre ellos y los
asentamientos son rodeados por bosques,
pantanos y cañaverales. Como resultado, lo
que generalmente sucede a las invasiones
lanzadas contra ellos es que el ejército al
completo se para en su primer asentamiento
y es mantenido ocupado allí, mientras que el
resto de los habitantes de los asentamientos
vecinos, sabiendo de la invasión, escapan
fácilmente con sus pertenencias a los
bosques cercanos. Sus guerreros jóvenes
regresan entonces preparados para la
acción, calibrando sus oportunidades y
atacando a nuestros soldados desde
cubierto. Esto evita que ejército invasor
pueda infligir cualquier daño al enemigo. Por
estas razones se deben realizar ataques
sorpresa contra ellos, particularmente en
lugares inesperados. Las banderas o los
tagmas deben estar preparados con
antelación para que sepan cuál irá el
primero, cuál el segundo, cuál el tercero y
han de marchar en ese orden a través de
áreas muy angostas, por tanto, no deben ser
mixtos16 para que no pierdan el tiempo
reorganizándose. Cuando se ha realizado un
paso sin ser detectados, si hay dos lugares
adecuados en los que pueda ser atacado el
enemigo, el ejército deberá dividirse en dos,
con el hypostrategos al mando de una
parte, preparado para la batalla y sin
impedimenta y avanzar una distancia de
quince o veinte millas a través de terreno
sin asentamientos en sus flancos con la
intención de lanzar un ataque desde áreas
más montañosas. Entonces, aproximándose
a los asentamientos más alejados, él puede
comenzar el pillaje, continuando hasta que
encuentre a las unidades al mando del
estrategos. El estrategos, a la cabeza de
la otra parte del ejército, debe invadir o
saquear desde la otra punta de los
asentamientos. Ambas partes del ejército
deben avanzar, destruyendo y saqueando los
asentamientos entre ellos hasta que se
encuentren en un punto determinado.
Llegando allí, deben levantar el campamento
conjuntamente hacia el atardecer. De esta
forma, el ataque es llevado de forma
victoriosa. El enemigo huirá de uno y caerá
inesperada y directamente en manos del
otro y no podrá reagruparse.
Si hay solamente una ruta adecuada por la
que es posible invadir los asentamientos, el
ejército deberá ser dividido. El
hypostrategos debe tomar la mitad o
incluso más del ejército, un contingente
fuerte y preparado para la batalla, sin
impedimenta. Su propia bandera, con él
mismo en su correcto lugar, debe avanzar a
la cabeza de la fuerza completa y deben
acompañarle todos los comandantes de los
tagmas. Cuando su fuerza se aproxime al
primer asentamiento, debe separar una o
dos banderas y así, mientras unos se
dedican al pillaje, otros pueden mantener la
guardia sobre ellos. No es deseable destacar
demasiadas banderas para atacar el primer
asentamiento, incluso si es uno de los
grandes, porque cuando el ejército llega no
hay tiempo para que los habitantes
organicen la resistencia17. El
hypostrategos mismo debe continuar su
avance rápidamente, ejecutando el mismo
procedimiento con el resto de las
poblaciones a lo largo del camino mientras
tenga suficientes tagmas bajo su mando. El
hypostrategos debe apartarse
completamente de estas acciones. Debe
mantener con él tres o cuatro banderas,
más de mil hombres capaces, hasta que la
invasión haya sido completada para que
pueda ocuparse de reconocer con seguridad
al resto de las tropas.
Mientras el hypostrategos está realizando
estas tareas, el estrategos debe seguir
adelante, llevando las tropas de saqueo con
él y manteniendo el movimiento de avance
hacia el hypostrategos. Por su parte, el
hypostrategos debe retroceder y reunir a
las tropas de pillaje a lo largo de su línea de
marcha. En el lugar donde ambos se
encuentren deben instalar el campamento
juntos ese mismo día. En esas incursiones
sorpresa realizadas por las dos unidades no
se debe avanzar más de quince o veinte
millas para que ambas pueden llegar hasta
allí, hacer su saqueo e instalar el
campamento el mismo día. En aquellas
expediciones en las que el enemigo pueda
ofrecer resistencia no es necesario capturarlo
con vida, sino que hay que matar a todos los
que se encuentren y avanzar. Cuando se
está marchando no hay que retrasarse, sino
que hay que sacar ventaja de la
oportunidad.
Ahora que hemos reflexionado sobre estos
temas para mejorar nuestra habilidad,
teniendo en cuenta nuestra propia
experiencia y a las autoridades del pasado,
hemos escrito estas reflexiones para el
beneficio de quien quiera leerlas. Todos los
otros casos que uno puede fácilmente
encontrarse y sobre los que no hemos escrito
en el presente libro deben ser examinados a
la luz de lo que hemos escrito, de la
enseñanza de la experiencia y de la
verdadera naturaleza de las cosas y, siempre
que sea posible, aplicarlas a los problemas
cuando estos surjan. ¿Pero cómo puede ser
posible para nosotros o para cualquier otro
escribir advertencias sobre todo lo que
pudiera suceder en el futuro?, ¿cómo escribir
acerca de lo que intentará hacer el enemigo
a continuación o en todo momento?, ¿quién
puede decir qué traerá el futuro? Los
enemigos no hacen todas las campañas
según la misma escuela de pensamiento. El
generalato es un arte muy diversificado, se
emplean muchos métodos diferentes de
combate. Esto significa que uno debe dedicar
algún tiempo a implorar a Dios para que
pueda gracias a Él comprender al enemigo.
La naturaleza humana es muy hábil y más
allá de toda comprensión; puede concebir
múltiples planes y actuar de forma maligna.

FIN DEL LIBRO UNDÉCIMO

1 En Taq-e Bostan, junto a Kermānshāh/Bajtaran, en


la actual provincia iraní de Kermānshāhā, se conserva
un relieve del rey Cosroes II donde se ve al monarca
montado sobre un caballo con armadura únicamente
en su parte frontal, Cosroes II sujeta una lanza larga
típica de caballería y vemos sobre la grupa del caballo
un carcaj con un arco dentro. En otra escena del
mismo conjunto vemos al monarca en escenas de
caza con arcos compuestos del tipo sasánida.
2 El ejército persa tenía por costumbre situarse en la
línea de batalla dividiéndose en cinco partes, la línea
principal, la retaguardia o línea de refuerzo, los
Inmortales (la Guardia Imperial persa, llamada así al
estilo de la antigua guardia de los emperadores de la
dinastía Aqueménida [550-331 a.C.]), caballería como
tropas de reserva y dos alas de caballería. Otra
táctica constantemente utilizada es formar a la
caballería en el frente mientras se avanza para
después retirarse hacia las alas mientras avanza la
infantería. Sobre el particular, cfr. CORNUELLE (1996)
p. 2 y, en general, WILCOX (1986), NICOLLE (1996) y
FARROKH (2005).
3 Libro XII, parte B.
4 El término de escitas es el empleado por lo general
por los escritores bizantinos para designar de manera
conjunta a las tribus nómadas habitantes de las
tierras septentrionales del mar Negro y de las
planicies esteparias de Asia central. Sobre los
escitas, cfr., entre otros, CERNENKO y GORELIK
(1983) y LEBEDYNSKY (2001). Sobre los ávaros, cfr.,
entre otros, ZÁSTÉROVÁ (1971) y VV. AA. (1988).
5 Esos deben de ser los turcos del oeste, en el área
oriental del mar Negro y norte de Persia (WIITA
[1977], p. 122).
6 Libro V.
7 Libro XII, parte B.
8 Libro XII, parte B.
9 Los eslavos habitaban entonces en los territorios al
norte de la frontera del bajo Danubio del Imperio
Romano de Oriente, en lo que hoy es Rumanía. Los
antes vivían al noreste de los anteriores. Estas
informaciones que nos proporciona el Strategikon
están confirmadas por otras fuentes. Sobre este
tema, cfr. WIITA (1977) p. 259 y ZÁSTÉROVÁ (1971).
10 En el original en griego, la primera palabra que
hace referencia al asunto, κένχρος, parece claro que
significa mijo (panicum miliaceum). Sin embargo,
algunos investigadores traducen la segunda palabra
ἔλυμος como cebada o trigo negro. J. Wiita (1977, pp.
279-81) cree que su significado real hace referencia a
un grano menos robusto llamado mijo itálico (staria
italica).
11 Los puentes flotantes son aquellos que no están
sujetos con pilares al lecho del río, sino que se
construyen en forma de pasarela más o menos ancha
sobre elementos flotantes, como pontones o barcas,
estos sí anclados en el fondo de la corriente fluvial.
12 Libro XI, cap. 4.
13 A. Madgearu (1997, p. 119-121) hace un
interesante estudio sobre estos romanos del otro lado
del Danubio calificados como «refugiados». Según
este autor no parece haber una respuesta clara a la
discusión sobre si existen o no poblaciones romanas
al otro lado del Danubio en esta época al no existir
pruebas concluyentes pues aunque
arqueológicamente se documenta presencia de
poblaciones romanizadas en la zona de Valaquia (el
sur de la actual Rumanía) en el siglo VI, no resulta
posible determinar si son autóctonos romanizados o,
por el contrario, auténticos romanos (bizantinos) que
se asientan en el territorio, quizá refugiados o
antiguos prisioneros de guerra tal como parece
atestiguar el Strategikon un poco más adelante.
14 Cfr. la nota anterior.
15 Libro IX, cap. 3.
16 Infantería y caballería.
17 F. Curta (1998, pp. 19-28) entiende que el ataque
bizantino sobre estas poblaciones con tan escasas
fuerzas (400-800 hombres) superaría largamente sin
embargo al número de habitantes del poblado
capaces de empuñar un arma, por tanto y según este
autor, los hábitats de estos pueblos no serían
demasiado grandes aunque sí dispersos. Tal
interpretación parece ser corroborada por la
arqueología, que señala para estos siglos al norte del
Danubio en las actuales Rumanía, Moldavia y sureste
de Ucrania poblados con un pequeño número de
habitaciones por fase de ocupación albergando entre
diez a quince personas como máximo cada una.
Libro XII
PARTE A. SOBRE EL ORDEN DE BATALLA
MIXTO

Capítulo 1. Cómo hay que hacer una


formación de un orden de batalla mixto.
Lista de símbolos para las unidades en una
fuerza mixta
Capítulo 2. El orden de batalla llamado mixto
Capítulo 3. La primera formación de batalla
para la caballería
Capítulo 4. Otra formación
Capítulo 5. El orden de batalla llamado
lateral
Capítulo 6. Formación en columna
Capítulo 7. La formación llamada convexa
PARTE B. SOBRE LAS FORMACIONES DE
INFANTERÍA

Preámbulo
Capítulo 1. Qué vestimenta debe llevar la
infantería
Capítulo 2. Cómo debe ser el entrenamiento
del infante con armamento pesado
Capítulo 3. Cómo debe ser el entrenamiento
del infante con armamento ligero y de los
arqueros
Capítulo 4. Sobre el armamento. Qué armas
debe llevar la infantería pesada
Capítulo 5. Qué armas debe llevar la
infantería ligera
Capítulo 6. Qué equipo esencial hay que
tener siempre presente y a mano
Capítulo 7. Los soldados de cada aritmos
que deben ser asignados a tareas
especializadas
Capítulo 8. Cómo se deben organizar las
tropas de infantería y sus oficiales
Capítulo 9. Cómo debe ser la asignación de
personal y organización de los tagmas de
infantería
Capítulo 10. Órdenes que deben ser
impartidas sobre los castigos
Capítulo 11. Cómo debe ser la formación de
los tagmas de infantería pesada
Capítulo 12. Cómo debe ser la formación de
la infantería ligera junto a infantería y
caballería pesada
Capítulo 13. Cómo debe ser la formación de
la caballería junto a infantería pesada
Capítulo 14. En qué movimientos se debe
ejercitar la infantería
Capítulo 15. Un segundo ejercicio
Capítulo 16. Cómo comenzar los
movimientos anteriormente mencionados
Capítulo 17. Cómo debe ser la formación de
la línea de batalla y el entrenamiento en
resistir al enemigo
Capítulo 18. Cómo hay que acomodar los
carros y la impedimenta
Capítulo 19. Cómo debe ser el método de
marcha con el enemigo en las cercanías
Capítulo 20. Cómo hay que atravesar zonas
boscosas, zonas escabrosas y pasos
angostos por parte de la infantería
Capítulo 21. Cómo debe ser el transporte por
ríos y el cruce de ríos frente al enemigo
Capítulo 22. Cómo construir campamentos
fortificados
Capítulo 23. Cuestiones a ser consideradas
por el estrategos de infantería en día de
batalla
Capítulo 24. Sinopsis de la instrucción
anteriormente señalada que debe ser
conocida por los tribunos o comandantes
de los tagmas de infantería

PARTE C. DIAGRAMA DE UN
CAMPAMENTO FORTIFICADO

PARTE D. SOBRE LA CAZA. CÓMO SE


DEBEN CAZAR ANIMALES SALVAJES
SIN HERIDAS GRAVES O GRAVES
ACCIDENTES

PARTE A. SOBRE EL ORDEN DE BATALLA


MIXTO
Libro XII, parte A, capítulo 1. Cómo hay
que hacer una formación de un orden
de batalla mixto. Lista de símbolos para
las unidades en una fuerza mixta
Libro XII, parte A, capítulo 2. El orden
de batalla llamado mixto.
Esta formación es la adecuada para
combatir contra caballería cuando ambos
contingentes de caballería son de la misma
fuerza o incluso menor que las fuerzas de
infantería.

Libro XII, parte A, capítulo 3. La


primera formación de batalla para la
caballería
Esta formación es la adecuada para
combatir contra caballería cuando la nuestra
supera a la infantería pero tiene la misma
fuerza que la del enemigo. En este caso
forma dos líneas de caballería y una de
infantería. Estate seguro de que las líneas
estén a un tiro de flecha de distancia la una
de la otra. La caballería debe formar sus
líneas de la misma forma que las tropas de
asalto y las tropas de defensa.
SEGUNDA LÍNEA DE BATALLA DE
INFANTERÍA

Libro XII, parte A, capítulo 4. Otra


formación
Esta formación es la adecuada para
combatir contra infantería cuando la nuestra
es superior a nuestra caballería.

Libro XII, parte A, capítulo 5. El orden


de batalla llamado lateral
Es adecuado en lugares descubiertos y sin
obstáculos.

Libro XII, parte A, capítulo 6.


Formación en columna
Libro XII, parte A, capítulo 7. La
formación llamada convexa
¿Cómo deben ser alineadas las formaciones
mixtas o convexas? ¿Para qué son útiles?
La profundidad en las falanges y el orden
de batalla debe estar de acuerdo con el
tamaño y la naturaleza de la tropa. Si
disponemos de más caballería que
infantería, las columnas de caballería pueden
disponerse de ocho o incluso diez jinetes de
profundidad, sin embargo la columna de
infantería debe ser menos profunda, de
cuatro o cinco hombres. Si disponemos de
más infantería que caballería, hay que
formarlas exactamente en orden inverso.
Una proporción semejante para tal tipo de
formación es un tercio de caballería y dos
tercios de infantería. Incluso si la caballería
es solamente un cuarto, el ejército no estará
descompensado. Si se guerrea contra una
nación extranjera poderosa y nuestro
ejército está en buena forma, es deseable,
creo, que en el primer combate, en ese
momento en que se tantea al enemigo, hay
que formar la infantería en columnas de
ocho infantes pesados y dos ligeros, y la
caballería en columnas de a ocho o a diez de
profundidad y esta formación podrá resistir
cualquier intento de carga o de romper
nuestras líneas por parte del enemigo.
Pero cuando nuestras tropas se activan
para tomar la ofensiva contra el enemigo,
entonces la profundidad de cuatro infantes
pesados y uno ligero es suficiente, pues con
la caballería tras ellos, la formación no se
quebrará fácilmente. Los flanqueadores
deben ser unos mil o mil doscientos en
ambos lados y la retaguardia en formación
de cuadro debe estar compuesta de unos
quinientos, tanto pesados como ligeros. En
tales formaciones también la llamada
formación en cuña de infantería puede ser
de utilidad a la retaguardia. Se deben dar
instrucciones a la caballería para que si la
infantería hace retroceder a sus adversarios
y les hace huir, a una señal, las columnas de
infantería que estaban por delante de la
caballería se dispongan en formación cerrada
con su grupo de oficiales o primi1 dejando
un espacio en su línea. Entonces la caballería
avanza a través del espacio dejado por la
infantería simultáneamente y en buen orden
para no arrollar a la infantería. Tan pronto
como pasen a través de las columnas de la
falange, la mitad delantera de cada
columna de caballería debe avanzar a trote
más rápido pero uniforme, lo mejor que
puedan, y cabalgar hacia el enemigo en
retirada durante tres o, como mucho, cinco
tiros de flecha, pero no más allá debido a las
emboscadas enemigas. La segunda mitad de
cada columna de caballería debe seguir tras
la otra mitad en orden, formando un orden
cerrado, para que en caso de que los jinetes
que han cabalgado por delante deban
retroceder les acoja este segundo grupo, aún
en formación. Las falanges de infantería
deben también avanzar en formación.
No es una mala idea añadir un tagma de
caballería a los flanqueadores de infantería
en ambos lados, para que pueda ayudar en
caso de necesidad. Pues, si toda la caballería
avanza en persecución del enemigo, este
tagma también puede galopar y acercarse a
los flancos de la caballería, pero a su
retaguardia, configurándose como
flanqueadores. La infantería, como se dijo,
ya cubre la retaguardia.
En caso de que ningún jinete de los que
han avanzado por delante, o de los del
segundo grupo, pueda contener un
contraataque enemigo y los jinetes deban
retirarse hacia la retaguardia de la
infantería, entonces esos flanqueadores
avanzan y se sitúan al lado de la línea de
infantería, pero no a lo largo del frente para
evitar el desorden y la confusión. Entonces la
infantería se despliega saliendo de la
formación en la que estaba y la tropa otra
vez cierra los huecos de la línea y se prepara
para resistir al enemigo. Si el enemigo
avanza a un tiro de flecha e intenta cargar y
romper nuestras falanges, lo que es un
movimiento muy peligroso para ellos, la
infantería deberá cerrar filas de la forma
habitual. El primer, segundo y tercer
hombres de cada columna forman un
fulcon2, juntando los escudos unos con
otros, fijando sus lanzas firmemente en el
suelo y sujetándolas inclinadamente hacia
fuera de los escudos, para que cualquiera
que pretenda acercarse demasiado pueda
rápidamente encontrarse con ellas. También
deben apoyar sus hombros entre ellos y
bascular su peso hacia los escudos para
resistir la presión del enemigo. El tercero de
ellos, el que está junto a los otros en
posición más erguida, y el cuarto sujetan sus
lanzas como si se tratase de jabalinas, para
que cuando el enemigo se acerque puedan
usarlas como fuerza de empuje o para
lanzarlas y entonces desenvainar sus
espadas. La infantería ligera y la caballería
deben usar el arco. Si el enemigo intenta
avanzar hacia la caballería por la
retaguardia, algo que generalmente se
intenta hacer, la infantería se divide en una
doble falange. En cada falange, la segunda
columna avanza hacia la retaguardia,
pasando entre las unidades de caballería que
se mantienen ahí, en el medio. La infantería
ligera también se divide en dos, una mitad
avanza hacia las falanges del frente,
mientras que la otra mitad marcha con las
falanges de la retaguardia. Los cuadros3
también dan apoyo a la retaguardia.
Para evitar que la formación sea observada
muy de cerca por el enemigo antes de la
batalla, se puede situar una pantalla de
caballería de escasísima profundidad por
delante de las falanges hasta que el
enemigo esté cerca. Cuando estén a cuatro o
cinco tiros de flecha de nuestra línea de
batalla, esta pantalla de caballería deja las
filas de infantería para reunirse al resto de la
caballería en su lugar de la línea y este
grupo queda formado como la línea del
frente de la caballería como muestra el
diagrama adjunto. El resultado es que la
línea está protegida con seguridad, y que el
enemigo se aproximará de forma muy
atrevida pensado que se trata de una lucha
contra la caballería, y así podrá ser
fácilmente derrotado por la infantería en una
rápida carga de la forma que ya hemos
explicado. Este tipo de formación requiere un
constante entrenamiento para que tanto los
hombres como las monturas se habitúen y
conozcan hasta qué distancia la caballería
puede avanzar velozmente en persecución
aunque sin confusión, pero no dejando la
formación de infantería en excesivo
desorden o reducida en número. Esta
formación es básica cuando la infantería
acompaña a una tropa de caballería, con o
sin carromatos, o únicamente caballería. Si
la caballería se encuentra en una situación
crítica por causa de la dificultad del terreno o
un revés en la batalla y se pone muy
nerviosa, algunos jinetes pueden coger los
escudos de la infantería pesada, si han
perdido los suyos, y alinearse en formación
como infantería, mientras que otros jinetes
permanecen montados de la manera
explicada anteriormente, y de esta forma el
peligro puede ser evitado.

LISTADO DE SÍMBOLOS USADOS POR LAS


TROPAS ALINEADAS EN UNA FORMACIÓN
MIXTA O CONVEXA

T Infante de la línea delantera, líder de la


fila, decarca
O Infante pesado con escudo, armado, a pie
I Infante ligero, lanzador de jabalina, arquero
K Jinete

DIAGRAMA DE UNA FORMACIÓN MIXTA.


FORMACIÓN CONVEXA QUE CONTIENE
TANTO CABALLERÍA COMO INFANTERÍA, LO
CUAL ES ESENCIAL EN SITUACIONES
CRÍTICAS

PARTE B. SOBRE LAS FORMACIONES DE


INFANTERÍA
Libro XII, parte B, preámbulo
A continuación tenemos que discutir acerca
de las tácticas de infantería, una materia
que ha sido largamente dejada e incluso
olvidada a lo largo de los tiempos, un tema
al cual atribuimos la mayor de las
atenciones. Nos interesamos en lo referente
a su entrenamiento e incluso a su
armamento y uniforme, y todo esto
estimando la formación tradicional y
organización de tales tropas. Hemos
recogido información sobre estas materias y
ahora se la transmitimos por escrito a los
oficiales a los que les concierne, de modo
que puedan conocerlas y practicarlas. Para
hacerlas más inteligibles a los oficiales,
ahora hemos organizado las materias en
forma de índice, preocupándonos en todo
momento no del estilo sino de la práctica y
la brevedad. Hemos compilado una lista de
títulos de capítulos y hemos establecido el
siguiente diseño de nuestro tratado.

Libro XII, parte B, capítulo 1. Qué


vestimenta4 debe llevar la infantería
Deben vestir tanto las túnicas de tipo
gótico5 o las cortas con aberturas en los
lados que llegan hasta las rodillas. Deben
usar zapatos de tipo gótico con suelas
gruesas, que sean amplios para los dedos de
los pies, de costuras planas y sujetos con no
más de dos hebillas; las suelas deben estar
reforzadas con algunos clavos pequeños para
aumentar su durabilidad. Las botas o las
grebas no son necesarias, pues no son
adecuadas para las marchas ya que, si se
usan, aminoran la marcha. Sus mantos
deben ser simples, no como las capas
búlgaras. Deben llevar el pelo corto y es
mejor si se prohíbe llevarlo largo.
Libro XII, parte B, capítulo 2. Cómo
debe ser el entrenamiento del infante
con armamento pesado
Deben ser entrenados en el combate
individual unos contra otros, armados con
escudo y bastón y además deben ser
entrenados en el lanzamiento a larga
distancia tanto de la jabalina corta como de
los matiobárbulos.

Libro XII, parte B, capítulo 3. Cómo


debe ser el entrenamiento del infante
con armamento ligero y de los arqueros
Deben ser entrenados en rápidos disparos
con el arco usando como objetivo una lanza
situada a gran distancia. Deben disparar
tanto a la manera romana como a la
persa6. Deben ser entrenados en disparos
rápidos mientras llevan el escudo, también
en el lanzamiento de pequeñas jabalinas a
larga distancia, en el uso de la honda, en el
salto y en la carrera.

Libro XII, parte B, capítulo 4. Sobre el


armamento. Qué armas debe llevar la
infantería pesada
Los hombres de cada aritmos o tagma
deben tener escudos del mismo color,
espadas hérulas7, lanzas, yelmos con
pequeñas plumas y borlas en su parte
superior y en las paragnátides8 –por lo
menos los primeros de cada fila– hondas y
matiobárbulos. Los hombres escogidos de
cada columna deben tener cotas de malla,
todos ellos si puede ser, pero si solo hay
para dos, para los primeros de cada
columna. Deben tener también grebas de
hierro o madera por lo menos el primero y el
último de cada columna.

Libro XII, parte B, capítulo 5. Qué


armas debe llevar la infantería ligera
Los infantes deben llevar arcos en sus
hombros con largas aljabas con treinta o
cuarenta flechas. Deben llevar escudos
pequeños, así como ballestas de madera9
con pequeñas flechas en pequeños
carcajs10. Las flechas pueden ser
disparadas a gran distancia con los arcos y
causar daños al enemigo. A aquellos que
pudieran no tener arcos o no ser arqueros
experimentados, se les ha de proveer de
pequeñas jabalinas o lanzas eslavas11.
También podrían llevar matiobárbulos en
fundas de cuero y hondas.

Libro XII, parte B, capítulo 6. Qué


equipo esencial hay que tener siempre
presente y a mano
Debemos tener carromatos ligeros, uno por
cada decarquía o escuadra, no más, para
que no haya hombres demasiado ocupados
con ellos y desatiendan otras materias. Cada
carromato debe transportar un molino de
mano, un hacha, hachuelas, una azuela, una
sierra, dos azadones, un martillo, dos palas,
un cesto, algunas telas gruesas, una hoz,
matiobárbulos, abrojos atados
conjuntamente con cuerdas ligeras unidas a
unas pinzas de hierro para que puedan ser
fácilmente recogidos del suelo. Debe haber
otros carromatos que transporten ballistas
giratorias en ambos extremos12, así como
servidores de la artillería, carpinteros,
herreros, todos bajo el mando de un único
oficial. Se deben proporcionar caballos de
carga, si es posible, a cada escuadra o por lo
menos a cada dos. Si surge la necesidad de
tener que abandonar los carros por parte de
la infantería ligera para apoderarse de algún
lugar o posición, esos animales deben ser
usados para el transporte de raciones para
ocho o diez días, y pueden acompañar a las
tropas hasta que los carros más lentos
lleguen. También son necesarios otros carros
para transportar las armas tanto ofensivas
como defensivas de cada aritmos. Otros
diez o doce carros deben llevar la harina o
las galletas, flechas y los arcos de repuesto.

Libro XII, parte B, capítulo 7. Los


soldados de cada aritmos que deben
ser asignados a tareas especializadas
Los heraldos deben estar alerta, ser
inteligentes, con vigor y con voces
agradables, capaces de hablar latín, persa
y, si es posible, también griego. Debe haber
oficiales instructores13, portaestandartes
o draconarios, trompetas, herreros para
las armaduras, constructores de armas,
fabricantes de arcos, de flechas y del resto
de cosas según los reglamentos. Algunos
hombres deben ser destinados a recoger los
artículos que se pierden y devolverlos a sus
dueños. Así como en el caso de la
impedimenta de la caballería, ciertos
hombres deben destinarse a la protección de
la impedimenta, a quienes los encargados de
la misma deben obedecer y en cada meros
debe haber una persona al cargo de la
impedimenta propia. Así como sucede en el
caso de los caballos, una marca especial
debe identificar a los bueyes que pertenecen
a cada aritmos para que los hombres
puedan reconocerlos fácilmente. Es muy
importante, si es posible, que cada meros
tenga dos porta águilas14.

Libro XII, parte B, capítulo 8. Cómo se


deben organizar las tropas de
infantería y sus oficiales
En el pasado, cuando las legiones estaban
compuestas por un gran número de
hombres, los mandos formaban la compañía
de infantería pesada en dieciséis columnas,
doscientos cincuenta y seis hombres. Cada
columna, entonces, estaba compuesta por
dieciséis hombres, y toda la línea de batalla
comprendía sesenta y cuatro compañías o
mil veinticuatro columnas compuestas de
dieciséis mil trescientos ochenta y cuatro
hombres15. Además hay que añadir ocho mil
infantes ligeros, tales como arqueros,
lanzadores de jabalina y honderos, y diez mil
jinetes. Dividían los mandos tanto las
compañías de infantería pesada como las de
infantería ligera en cuatro contingentes
iguales –derecha, izquierda, centro-izquierda
y centro-derecha– y la caballería en dos alas.
Pero desde que nuestras actuales unidades
no tienen el mismo número de tropas, no es
fácil definir un número concreto para cada
compañía. Todo el efectivo que sobrepase
en exceso los doscientos cincuenta y seis
hombres no tiene una función clara que
realizar y puede conducir a desorientar la
formación. Parece mejor hacer que la fuerza
numérica de la unidad sea flexible.
Dependiendo de la cantidad de soldados
disponibles, hay que hacer una gran unidad
o dos más pequeñas. Cada tagma debe
tener su propio estandarte y su propio
comandante. Normalmente será un tribuno,
respetado, inteligente y bueno en la lucha
cuerpo a cuerpo, que puede ser incluso un
teniente o un oficial instructor16. En cada
evaluación hay que asegurase que las
columnas de cada tagma tengan siempre
dieciséis hombres de profundidad,
organizados de acuerdo a sus obligaciones.
La línea de batalla debe mantener la misma
proporción de fuerza que la del resto del
ejército. Hay que dividir esta línea, todos los
tagmas y columnas presentes, en cuatro
contingentes de igual fuerza, la derecha bajo
el mando del merarca o estratelates de la
derecha, la izquierda bajo el mando del
merarca o estratelates de la izquierda, el
centro izquierda bajo el mando del merarca
o estratelates del centro izquierda y el
centro derecha bajo el mando del merarca
o estratelates del centro derecha. Unos
pocos soldados con sus oficiales, tanto de
infantería pesada como ligera, apartados de
la línea de batalla, deben ser mantenidos en
reserva para dar rápida asistencia en caso
de emergencia o incluso en los flancos de la
línea por detrás de la caballería, en los
carros o en otros lugares. De ahí que si el
ejército consiste en menos de veinticuatro
mil infantes, hay que dividirlo en tres
contingentes, no en cuatro. En el meros
central sitúa el estandarte del estrategos,
para que los otros contingentes puedan
usarlo como guía.

Libro XII, parte B, capítulo 9. Cómo


debe ser la asignación de personal y
organización de los tagmas de
infantería
En primer lugar, aquellos que saben
disparar con el arco o son capaces de
aprender y los que son jóvenes y fuertes,
deben ser los escogidos para la infantería
ligera. Si hay más de veinticuatro mil
hombres en el ejército, han de ser escogidos
la mitad17; si son menos, un tercio de cada
compañía. Deben organizarse en
decarquías con decarcas competentes al
mando, y un oficial conocido como el jefe
arquero18. La otra mitad de cada compañía
debe dividirse en columnas de dieciocho
hombres, tanto de veteranos como de
reclutas. Los dos soldados de peor capacidad
militar deben asignarse a los carromatos o a
cualquier otro lugar donde pudieran ser
necesarios. Los dieciséis restantes deben ser
situados en la línea de batalla bajo el mando
de oficiales respetados e inteligentes. De los
dieciséis, los ocho más competentes se
estacionan en el frente y en la retaguardia
de la columna, esto es, en las posiciones
uno, dos, tres, cuatro y dieciséis, quince,
catorce y trece. En este sentido, incluso si la
profundidad se reduce a cuatro, el frente y la
retaguardia serán aún fuertes. Los hombres
que quedan, los más débiles, deben
colocarse en el centro de la fila.
De esos dieciséis, cada uno de ellos debe
ser catalogado como primi o secundi. Dos de
ellos deben llevar un doble listado, esto es,
los primeros deben ser llamados líder de la
fila y primus, los otros decarca y secundus.
Por ello el resto será designado como primi o
secundi. Para hacer más fácil el mandarlos y
hacerlos operar de forma más armoniosa
como unidad, es necesario dividirlos en dos
escuadras. El primus va con el líder de la fila,
el secundus con el decarca. De esta forma,
aun si tienen que ser divididos
temporalmente, esos dieciséis están unidos
y sujetos a las decisiones y voluntad del líder
de la fila. Como resultado, pueden
mantenerse fácilmente el buen orden y la
disciplina. Todas las tropas, tanto las
pesadas como las ligeras, deben ser
divididas y alineadas en cuatro contingentes
iguales. Es práctico, si es posible, alinear a
los dieciséis hombres de cada columna de
infantería pesada no solo de acuerdo a sus
cualificaciones, sino también de acuerdo a su
estatura, para que, situados los más altos en
el frente, eso haga que toda la línea parezca
mucho más ordenada e impresionante. Pero
si no pueden ser organizados de acuerdo a
su estatura y fortaleza, tal como hemos
dicho, entonces los mejores soldados de
cada fila deberán ser situados en el frente y
en la retaguardia, con los soldados más
débiles en el centro, de la manera ya
descrita. Por buenas razones, nuestros
predecesores fijaron la profundidad de la
columna para el combate en dieciséis19,
pues facilita un adecuado número de tropas,
que no debe ser excesivo y cuando sea
necesario puede ser dividida rápidamente y
de forma ordenada y reducida a un único
hombre.

Libro XII, parte B, capítulo 10. Órdenes


que deben ser impartidas sobre los
castigos
Después de que el ejército haya sido
organizado como se describe anteriormente,
debe ser conjuntado en su totalidad en un
día concreto. Si los soldados y oficiales ya
conocen los reglamentos establecidos por
ley, simplemente deben recordarlos.
Diferente sería el que debieran leerse los
reglamentos a las tropas, tagma por tagma
por sus propios comandantes, como se
explicó en los capítulos que tratan de la
caballería20.

Libro XII, parte B, capítulo 11. Como


debe ser la formación de los tagmas de
infantería pesada
Después de que los reglamentos hayan
sido hechos públicos, la organización de cada
tagma debe ser completada por sus
oficiales. En primer lugar las columnas de
cada tagma son asignadas a sus posiciones,
algunas alineadas a la izquierda, otras a la
derecha del estandarte o del comandante.
El comandante entonces avanza junto con el
portaestandarte, el heraldo, el oficial de
entrenamiento y el trompetero. Los
líderes de cada fila avanzan en sus
posiciones asignadas, primeramente
aquellos del lado izquierdo, posteriormente
los de la derecha. Al llegar al sitio de la línea
de batalla, el comandante se detiene con el
portaestandarte justo tras él y tras ellos el
ordenanza y el trompetero. Las columnas
quedan alineadas a ambos lados de ellos en
sus posiciones asignadas, al principio a cierta
distancia, para que no choquen unos con
otros, manteniendo la profundidad de
dieciséis, con la infantería ligera en la
retaguardia. Mantienen las puntas de sus
lanzas en alto para evitar estorbarse con
ellas. El oficial de entrenamiento y el
heraldo marchan al frente de la línea, uno
para el reconocimiento y con misión de guía,
el otro para transmitir las órdenes del
comandante. Si un tagma está siendo
entrenado, su oficial al mando debe tomar
su posición en el frente con el heraldo y el
oficial de entrenamiento. Si un meros
está siendo entrenado, nadie debe estar en
el frente salvo el comandante del meros,
montado, con dos heraldos, dos oficiales
de entrenamiento, un estrator, un
espatario21 y dos porta águilas22.
Permanecen en su posición hasta que la
línea de batalla llegue hasta el lugar de
lucha. Entonces todos vuelven a los lugares
donde sus estandartes están desplegados.
El comandante no debe entrar en combate
personalmente, tampoco los porta águilas,
que están desarmados. Ningún trompetero
o corneta, no importa cuántos sean, debe
tocar en cada meros excepto el del
merarca, pues la confusión resultante
puede evitar que las órdenes sean oídas.

Libro XII, parte B, capítulo 12. Cómo


debe ser la formación de la infantería
ligera junto a infantería y caballería
pesada
La infantería ligera puede adoptar
múltiples formas. A veces, los arqueros se
sitúan en la retaguardia de cada columna en
proporción al número de hombres, esto es,
cuatro por cada dieciséis infantes pesados,
para que si tal cantidad de infantería pesada
se reduce hasta cuatro por columna, haya un
arquero tras ellos.
A veces, los arqueros son situados dentro
de las columnas, alternando un infante
pesado con un arquero. A veces son
colocados en el medio de la columna y en los
flancos de la línea, esto es, en el interior de
la caballería. Frecuentemente, si hay un gran
número de ellos, son situados a corta
distancia fuera de la caballería, junto con
parte de la infantería pesada como
protección lateral de la caballería
estacionada allí. Las tropas con las jabalinas
cortas o matiobárbulos deben estar tanto
dentro de las filas de infantería pesada como
a los flancos de la línea, no en el medio.
Pero los honderos deben estar por encima de
todo en los flancos de la línea. En este
momento, formamos a los arqueros y al
resto de la infantería ligera con armas
arrojadizas tras las columnas durante del
entrenamiento.

Libro XII, parte B, capítulo 13. Cómo


debe ser la formación de la caballería
junto a infantería pesada
La caballería debe formar en los flancos de
la línea de infantería situando los mejores
tagmas con sus propios oficiales afuera. Si
la fuerza de caballería es grande, esto es,
más de doce mil hombres, debe tener una
profundidad de diez; si la fuerza es menor,
unos cinco. Un destacamento extra debe ser
situado para apoyo en la retaguardia, lejos
de los carromatos, para que si el enemigo se
aproxima por esa dirección, pueda
rechazarlo o, si la retaguardia no necesita tal
ayuda, pueda apoyar a los flancos de la
línea. La formación de este destacamento
debe ser muy abierta, para no atropellar a la
infantería cuando sea necesario hacer un
giro.
A la caballería se le debe ordenar no
cabalgar tras el enemigo o avanzar
demasiado lejos de la línea de infantería,
incluso si el enemigo se da a la fuga. Podría
correr hacia una emboscada y, por estar
sola, pocos en número y lejos de cualquier
apoyo, pudiera ser fuertemente golpeada. Si
debiera retirarse por causa del enemigo,
tendrá refugio en la retaguardia de la línea
de batalla, pero no más allá de los
carromatos. Si, con todo, no puede aguantar,
deberán los jinetes desmontar y defenderse
a pie.
Si el ejército quiere alinearse para la
batalla, pero no para combatir ese día, y el
enemigo carga contra nuestra caballería y no
puede resistir, los jinetes no deben esperar
la carga en su posición en los flancos de la
línea, sino que deben moverse tras la
infantería, es decir, entre la línea de
combate y los carromatos. Para facilitar tal
movimiento, la distancia entre la línea y los
carromatos debe ser más grande de lo
habitual, para que la caballería no sea
detenida por cualquier maniobra que pueda
hacer y no pueda ser alcanzada por las
flechas enemigas.

Libro XII, parte B, capítulo 14. En qué


movimientos se debe ejercitar la
infantería
El heraldo ordena: silentium, mandata
captate, non uos turbatis, ordinem seruate,
bando sequite, nemo demittat bandum, et
inimicos seque23. Las tropas avanzan a
ritmo uniforme y en silencio, sin que nadie
susurre. Deben acostumbrarse a esos
movimientos, ya sean órdenes orales, un
movimiento de cabeza o alguna otra señal.
Marchan o se detienen, reducen o dividen la
profundidad de la columna, marchan
uniformemente en orden cerrado durante
una buena distancia sobre varios tipos de
terreno, cerrando o estrechando su
formación tanto en profundidad como en
anchura, marchando en formación de
fulcon, entablando una batalla simulada, a
veces usando armas de madera y a veces
espadas desenvainadas.

Libro XII, parte B, capítulo 15. Un


segundo ejercicio
Pueden dividirse en una doble falange y
entonces reunirse en formación normal,
frente a la derecha y a la izquierda,
marchando hacia los flancos y retornando a
su posición original, cambiando su frente a
derecha e izquierda, ensanchando y
acortando su formación, haciendo más
profunda o doblando la profundidad de las
columnas, cambiando su frente a la
retaguardia y posteriormente girando otra
vez.

Libro XII, parte B, capítulo 16. Cómo


comenzar los movimientos
anteriormente mencionados
Esas maniobras comienzan como sigue. Las
tropas marchan o se detienen a una orden
oral, a un gesto u otra señal. Cuando el
oficial al mando quiere que se pongan en
marcha, el oficial de entrenamiento hace
la señal con la trompeta, el cuerno o la voz y
ellos marchan. Para detenerse, la señal se
da con la trompeta, la voz o un golpe de la
mano, y las tropas se detienen. Es esencial
que las tropas se acostumbren a estas
órdenes de voz o de señales, para que no se
confundan por causa del choque de las
armas, del polvo o de la niebla.
Las columnas, que generalmente tienen
dieciséis hombres de profundidad, pueden
ser reducidas o divididas, por ejemplo,
cuando el comandante quiere extender la
anchura de la línea de batalla, ya sea para
hacerla más impresionante o para que tenga
las mismas dimensiones que la del enemigo.
El oficial al mando da la orden: ad octo24, o
exi25. Entonces se separan uno a uno fuera
de la línea, la profundidad de las columnas
ya queda reducida, la anchura de la línea de
batalla se extiende y la profundidad queda
establecida en ocho hombres. Si el oficial al
mando quiere hacerla de a cuatro,
nuevamente ordena: exi26. Como se dijo
anteriormente, todos ellos basculan hacia un
lado, tanto a derecha como a izquierda. Hay
que asegurase que todos se mueven
conjuntamente a un lado.
Deben marchar uniformemente en orden
cerrado. Por ello, cuando algunos hombres
en la línea avanzan por delante y toda la
línea pierde uniformidad, la orden a dar es:
dirige frontem27. Y el frente queda alineado.
Los soldados se aprietan o cierran filas
cuando la línea se encuentra a dos o tres
tiros de flecha de la línea enemiga y se
preparan para cargar. La orden es: iunge28.
Uniéndose, se cierran hacia el centro, tanto
de ambos lados como del frente y la
retaguardia, para que los escudos de los
hombres de primera línea se toquen entre
ellos y aquellos alineados tras ellos estén
casi pegados unos a otros.
Esta maniobra puede ser ejecutada
mientras que el ejército está en marcha o
cuando está en parada. Los que cierran las
filas deben ordenar a aquellos de la
retaguardia cerrarse enérgicamente hacia los
del frente y mantener la línea recta, si fuese
necesario, para prevenir que algunos huyan
a causa del miedo.
El ejército debe formar en fulcon cuando
las dos líneas, la nuestra y la del enemigo,
se aproximan, los arqueros están a punto de
disparar y los hombres de primera línea no
llevan cotas de malla o grebas. La orden es:
ad fulcum29. Los hombres de las primeras
filas se unen hasta que sus escudos se
tocan, cubriendo completamente los
espacios intermedios, incluso sus ángulos.
Los hombres tras ellos colocan sus escudos
sobre la cabeza, uniendo los escudos con
aquellos de los hombres delante de ellos,
cubriendo sus pechos y caras, y con esta
formación atacan.
Cuando las filas se han cerrado
adecuadamente, la línea se encuentra a un
tiro de flecha del enemigo y la lucha está a
punto de comenzar, la orden a dar es:
parati30. Justo después otro oficial grita:
adiuta31. Al unísono todo el mundo
32
responde en voz alta y clara: Deus . Las
tropas ligeras comienzan a disparar con sus
arcos. La infantería pesada, que se ha
situado en primera línea, avanza más cerca
del enemigo. Si los hombres llevan
matiobárbulos o armas arrojadizas, las
disparan, dejando sus lanzas en el suelo. Si
no llevan tales armas, avanzan aún más
cerca, arrojan tanto sus lanzas como las
jabalinas, desenvainan sus espadas y luchan,
permaneciendo en su posición y no
persiguiendo al enemigo si este se retira.
Los hombres de la retaguardia mantienen
sus cabezas cubiertas con sus escudos y con
sus lanzas apoyan a aquellos de primera
línea. Obviamente, es esencial para los
soldados de la primera línea mantenerse
protegidos hasta chocar con el enemigo,
para que no sean alcanzados por las flechas
enemigas, especialmente si no llevan cotas
de malla o grebas.
Se dividen en doble falange cuando la
línea avanza y fuerzas hostiles aparecen
tanto por el frente como por la retaguardia.
Asumiendo que las columnas tienen dieciséis
hombres de profundidad, si el enemigo que
se aproxima por delante está muy cerca y
está a punto de comenzar la batalla, da la
orden: medii partitis ad diphalangiam33. Los
primeros ocho hombres se detienen. Los
ocho siguientes dan la vuelta, formando así
una doble falange.
Si las columnas tienen ocho o cuatro
hombres de profundidad, entonces la orden
es: primi state, secundi ad diphalangiam
exite34. Los secundi, bajo el mando del
decarca, retroceden a trescientos pasos, a
suficiente distancia como para que las
flechas enemigas no alcancen a la
retaguardia de cada falange, sino que
caigan en el espacio intermedio entre ellas.
[Si se ordena] Reverte35, los soldados dan
la vuelta, si la necesidad acucia, y vuelven a
su formación original. Si, como pudiera
ocurrir, una gran fuerza hostil se aproxima
por la retaguardia de nuestra línea y los
carros no nos siguen36, entonces los secundi
se detienen y los primi salen y avanzan. La
formación de doble falange se produce
cuando la impedimenta no nos sigue o es
atacada por el enemigo.
El giro a la derecha o a la izquierda se
realiza cuando el comandante mueve la línea
por el flanco de cualquiera de los lados,
como pudiera ser fácilmente, para extender
la línea y flanquear al enemigo, para evitar
ser flanqueado por él, para alcanzar terreno
más favorable o para pasar un desfiladero.
Si el oficial al mando quiere marchar a la
derecha, ordena: ad contum clina37. Cada
soldado en su sitio gira. Moue38, y se
mueven al lugar designado. Redi39 y
retoman su posición original. Si quiere que
marchen hacia la izquierda, ordena: ad
scutum clina, move40, y el resto es como ya
se ha descrito anteriormente.
La línea de doble frente se forma en el
caso que el enemigo nos rodee
sorpresivamente, tanto por el frente como
por la retaguardia, tras haber tenido tiempo
de dividir la línea de batalla formando la
doble falange. Da la orden: undique
servate41. La mitad de las tropas se detiene
rápidamente para contener el ataque
enemigo desde el frente. La otra mitad gira
hacia la retaguardia. Las filas del medio
permanecen en su posición con sus cabezas
cubiertas por sus escudos.
Cambia el frente a la izquierda o a la
derecha cuando el comandante quiera llevar
nuestra línea de batalla a la derecha o a la
izquierda en función de cualquier emergencia
que pudiera acontecer. La orden para esto
es: depone aut dextram aut sinistram42.
Cambiando cada tagma, uno a uno, toda la
línea entera se colocará rápidamente en el
frente designado.
La línea se puede conformar más abierta o
más cerrada. Cuando los soldados están en
orden cerrado y el comandante quiere, como
pudiera pasar a veces, dividir o adelgazar las
columnas y extender la anchura de la línea
de batalla o disminuir su fuerza, da la orden:
largia ad ambas partes43. Y ellos se estiran.
Esta maniobra puede ser ejecutada mientras
la línea avanza o se ha detenido, con ambos
flancos avanzando por los lados, y puede ser
realizada por un meros individualizado o por
toda la línea.
La profundidad de las columnas puede ser
aumentada o doblada, cuando las tropas
tienen cuatro soldados de profundidad y el
comandante quiere doblarla para
corresponder a la profundidad de la línea
enemiga y hacer la propia más fuerte en
preparación de la carga. La orden para esto
es: intra44, y las filas pasan a ocho soldados
de profundidad. Si quiere hacer que tengan
dieciséis de profundidad, da la misma orden:
intra. Uno a uno retoman su propia posición,
y las columnas se doblan, retomando su
formación original como una única unidad de
dieciséis hombres. En caso de que el
comandante quiera hacer las columnas de
treinta y dos soldados de profundidad,
aunque no es conveniente, ordena: acies in
acies45, se duplican de la manera descrita
anteriormente y la línea de batalla se hace
más profunda mientras que su anchura se
reduce.
La línea debe girar cuando la línea avanza
y el enemigo en vez de acercarse por el
frente lo hace por la retaguardia. Si el
comandante quiere modificar el frente, los
líderes de la columna se sitúan en
retaguardia manteniendo la profundidad de
dieciséis soldados y ordena: muta locum46.
La línea no cambia hasta que los líderes de
la fila avanzan entre las líneas hasta la
retaguardia; el resto de los hombres los
siguen y forman un nuevo frente cara al
enemigo. Lo mejor es hacer esto antes de
cerrar filas. Pero si ya las han cerrado y no
hay tiempo para abrirlas de nuevo, la orden
a dar es: transforma47. Permaneciendo en
su posición, cada hombre gira hacia la
retaguardia y de los dieciséis hombres, el
que cierra la fila está ahora por delante del
líder de la fila.
Libro XII, parte B, capítulo 17. Cómo
debe ser la formación de la línea de
batalla y el entrenamiento en resistir al
enemigo
Tras entrenar a cada tagma de forma
completamente satisfactoria de la manera
descrita anteriormente, todo el ejército debe
ser unificado y formado con el equipo
completo como si fuese a combatir. Debe
haber tanto infantería pesada como ligera,
caballería, carromatos y el resto de la
impedimenta y, en el lado opuesto, hay que
alinear una simple línea opuesta a nuestra
tropa, compuesta tanto por infantería como
por caballería, disparando flechas sin puntas.
Esta simple línea debe moverse en
formación contra nuestra línea de batalla, a
veces levantando polvo, gritando y en
desorden, a veces por detrás o atacando
nuestros flancos o retaguardia, para que
nuestros soldados, a pie o a caballo, se
acostumbren a todo tipo de condiciones y no
se vean alterados por ellas y los merarcas
ganen destreza en encuentros directos. La
caballería debe recibir entrenamiento
similar, algunas veces situada en el flanco, a
veces moviéndose a la retaguardia de la
infantería y volviéndose desde la
retaguardia.
Los meros se colocan en línea de batalla
con intervalos de cien o doscientos pies
entre ellos, para que no se apelotonen unos
con otros mientras marchan, sino que
puedan también actuar al unísono durante la
batalla y darse apoyo mutuo. Deben ser
instruidos para usar el meros central como
guía, pues es allí donde se encuentra el
estandarte del estrategos. Es por esta
razón que los tácticos del pasado
denominaron al centro de la línea de batalla
la boca o el ombligo, pues el resto de la
formación sigue su liderazgo.
Ya que es más rápido y seguro cerrar o
estrechar las filas que abrirlas o estirarlas, la
formación inicial de las columnas no necesita
ser de dieciséis soldados de profundidad,
sino solo de cuatro, para que nuestra línea
de batalla parezca más impresionante para
el enemigo y relaje a nuestros soldados
mientras avanzan, especialmente si se hace
a alguna distancia. Si la necesidad obliga a
hacer la línea de a ocho o de a dieciséis de
profundidad, este tipo de cierre puede ser
realizado rápidamente durante la marcha.
Por otro lado, si la formación es ya estrecha
y cerrada y la necesidad obliga a extender su
anchura, se necesitan muchas horas para
ello. No es inteligente, además, extender la
línea cuando el enemigo está cerca.
Los portaestandartes, montados, deben
permanecer con sus comandantes hasta que
la línea de batalla se haya formado y
entonces ocupan su lugar en la formación a
pie. Aunque sean más profundas las
columnas del enemigo, la profundidad de
nuestras propias columnas no debe exceder
de dieciséis soldados, ni ser menor de
cuatro. Más de dieciséis no es práctico y
menos de cuatro es débil. Las filas centrales
deben tener una profundidad de ocho
infantes pesados. Debe observarse un
absoluto silencio en el ejército. Los que
cierran las filas en cada columna deben ser
instruidos para que si escuchan algo más
que un susurro de uno de sus hombres, los
pinchen con el extremo de sus lanzas. En
combate también deben empujar a los
hombres por delante de ellos, para que
ninguno pueda dudar y huir. Los infantes no
deben hacer marchas largas con armamento
completo. En caso de que sus adversarios
retrasen las cosas y la línea de batalla deba
esperar, no se les debe obligar a esperar
demasiadas horas, para que justo en el
momento en que la batalla esté a punto de
comenzar, no estén ya agotados por causa
del peso del armamento, sino que deben,
por el contrario, sentarse y descansar. Solo
cuando el enemigo se aproxime, el ejército
debe ser reordenado y así estarán frescos y
en buenas condiciones. Nadie debe marchar
por delante de la línea de batalla salvo los
merarcas, montados, cada uno
acompañado por dos heraldos, dos
oficiales de entrenamiento, un estrator
y un espatario, uno por cada comandante y
los porta águilas. Deben permanecer en su
puesto hasta que el enemigo se aproxime y
entonces cada uno debe ocupar su posición
en su propio meros.
Hay que saber que es muy bueno y
práctico que la infantería o sus unidades
individuales se acostumbren rápido a las
señales u órdenes usadas en sus
entrenamientos, pues hacen a los soldados
más obedientes y preparados para la acción.
No es necesario que en la batalla toda la
línea maniobre a una señal. No siempre el
terreno o la situación lo permite,
especialmente si la línea está compuesta por
demasiados hombres y se extiende a mucha
distancia. Las señales que deben darse en
ciertas situaciones no deben ser entendidas
por todas las tropas, del mismo modo que
los movimientos del enemigo no son
uniformes. Supón, por ejemplo, que una
unidad de la línea es poco profunda y el
enemigo la está haciendo retroceder. Otras
unidades, cuyas filas sean más profundas,
podrán ayudarla. Si una unidad está siendo
rodeada por el enemigo, las otras pueden
formar en un doble frente y ayudarla. Por
estos motivos, cada unidad debe adaptar los
movimientos descritos anteriormente a las
formaciones del ejército que le está
atacando y no deben [los soldados] esperar
otra señal. De hecho, es necesario para
todos parar o avanzar uniformemente
obedeciendo a una única señal hasta el
momento de contacto con el enemigo. Por
todo ello, nuestros predecesores dividieron
grandes ejércitos en varias unidades y
tagmas.

Libro XII, parte B, capítulo 18. Cómo


hay que acomodar los carros y la
impedimenta
Si se decide que la impedimenta avance
siguiendo al ejército, debe situarse a un tiro
de flecha tras la infantería con cada sección
acompañando a su propio meros en buen
orden. Los carromatos deben ocupar la
misma extensión de terreno que la línea de
batalla, para que no sobresalgan y queden
desprotegidos. Cada carromato debe tener
su parte trasera cubierta por telas pesadas,
para que los conductores puedan erguirse de
espaldas y protegerse sobre una plataforma
y los bueyes queden protegidos de la lluvia
de flechas. Los carros portadores de
ballistas deben distribuirse a lo largo de
todo el frente, con la mayor parte, incluidos
los más potentes, situados en los flancos.
Los conductores deben ser capaces de usar
jabalinas, hondas, matiobárbulos o flechas.
El resto de la impedimenta debe permanecer
en los carromatos.
El área entre la línea de tropas y los carros
debe ser mantenida limpia, para que la
infantería pesada pueda dividirse en doble
falange y, en caso de ataque a los carros,
tanto la caballería como las tropas ligeras
puedan avanzar sin que los carros presenten
un obstáculo o causen confusión. Si una
fuerza poderosa y hostil acosa a los
carromatos por detrás y los conductores no
pueden mantenerla alejada y tampoco están
las tropas en la doble falange, entonces
siembra unos pocos abrojos. En tal caso hay
que ser cuidadoso de que el ejército no
retorne por la misma ruta, sino por otra,
para que no sean heridos los nuestros por
ellos.
Libro XII, parte B, capítulo 19. Cómo
debe ser el método de marcha con el
enemigo en las cercanías
Deben enviarse patrullas de caballería
tanto por delante como por la retaguardia, y
a nadie de la infantería debe permitírsele ir
más allá de la línea de patrullas. Los
campamentos deben estar relativamente
cerca unos de otros, para que la infantería
no se agote por marchas a larga distancia.
Los carromatos deben estar preparados de
acuerdo a las necesidades de cada meros
del ejército, tanto si se marcha en columna o
en línea, dependiendo de la naturaleza del
terreno. Primero deben estar los carromatos
del meros de la derecha, posteriormente los
de la izquierda, los del centro-izquierda y
finalmente los del centro-derecha. No debe
haber confusión o mezclas entre las
diferentes secciones. Si el enemigo está en
las cercanías, los soldados no deben dejar
sus armas en los carromatos, sino que deben
llevarlas consigo durante la marcha, para
que puedan estar preparados en todo
momento para el combate. En momentos de
presión, deben marchar en orden de
formación de batalla, tagma a tagma, sin
mezclar o dispersar unidades para que, si
fuese necesario formar la línea de batalla, se
encuentren así en buena disposición para
formarla. Si la fuerza de caballería enemiga
es grande y se aproxima a nuestro ejército
no debemos mover los campamentos o
emprender una marcha hasta después de
que la batalla termine. En lugar de eso, dos
o tres días antes hay que ocupar el lugar
donde probablemente se vaya a librar la
batalla y allí acampar con las debidas
precauciones.

Libro XII, parte B, capítulo 20. Cómo


hay que atravesar zonas boscosas,
zonas escabrosas y pasos estrechos por
parte de la infantería
Para una expedición exitosa contra un
enemigo en áreas boscosas, terreno
complicado o pasos estrechos,
especialmente contra los eslavos y los
antes, las tropas deben ser equipadas
ligeramente y sin incluir muchos jinetes. Se
debe marchar sin carromatos y la
impedimenta no debe ser demasiada ni se
debe llevar armamento pesado como cascos
y cotas de malla. Las tropas con armamento
pesado deben llevar escudos de tamaño
moderado, lanzas cortas, no las del tipo que
usa la caballería; los hombres con
armamento ligero deben llevar escudos más
pequeños, arcos y flechas más ligeras,
lanzas cortas, jabalinas cortas del tipo
moro48 y algunos matiobárbulos. Deben
llevar todas las hachas disponibles y
transportarlas en los animales de carga para
ser usadas cuando sea necesario. La fuerza
de infantería pesada no debe ser colocada
en línea continua o frente como en terreno
plano o abierto, sino dependiendo del
tamaño de la tropa, en dos o cuatro
unidades, de dos o cuatro filas de
profundidad. Deben avanzar de flanco, como
muestra el diagrama siguiente, adaptado a
las necesidades de la situación y sus
unidades deben marchar y separarse hasta
situarse a un tiro de piedra. Si la caballería o
la impedimenta está presente, esta debe
situarse en la retaguardia, seguida por la
caballería y tras ellas debe haber unos pocos
infantes pesados y ligeros como guardia de
retaguardia para proteger a esta de posibles
ataques sorpresa. Parte de la infantería
ligera, acompañada de una pequeña unidad
de caballería, debe avanzar hasta una milla
por delante del cuerpo principal del ejército.
Otros deben marchar por ambos flancos para
patrullar y descubrir cualquier emboscada
enemiga. Deben investigar cuidadosamente
entre los árboles que parecen estar
derechos, pero que pudieran estar algo
aserrados, por tanto podrían ser
rápidamente abatidos y bloquear esos pasos
estrechos en los que un ataque sorpresa
podría causar serios problemas. La infantería
ligera, acompañada por parte de la
caballería, debe estar alerta contra tales
estratagemas y, al mismo tiempo, debe
limpiar el terreno de cualquier presencia
enemiga oculta. Así el cuerpo principal del
ejército puede atravesar dicha área.
Donde el terreno es abierto, la caballería
debe cabalgar por delante como patrulla,
pero donde exista terreno denso y
escabroso, avanzará la infantería ligera. La
infantería ligera no debe formar en orden
cerrado como la infantería pesada, sino en
grupos irregulares, esto es, tres o cuatro
soldados armados con jabalinas y escudos
para que se puedan proteger si fuese
necesario mientras arrojan la jabalina. Debe
ir también un arquero que les provea de
cobertura. Esos pequeños grupos, como se
cita anteriormente, no deben avanzar en
formación sólida, ni deben andar dispersos,
sino que deben estar uno tras otro para
protegerse mutuamente la retaguardia. Si
algo le sucede al grupo que va al frente, si,
por ejemplo, encuentran resistencia por
parte del enemigo o se encuentra atascado
en terreno montañoso, los grupos tras ellos
pueden avanzar por la parte superior de la
montaña sin ser observados y caer sobre el
enemigo sin ser vistos. Este debe ser
siempre el objetivo de la infantería ligera,
avanzar por el terreno más alto para caer a
espaldas del enemigo. La infantería ligera
debe ser instruida en no avanzar demasiado
lejos del cuerpo principal del ejército, tanto
como para no oír sus trompetas o cuernos,
como para que no se encuentre sin apoyo y
sea sobrepasada en número. Si los cuatro
meros del cuerpo principal del ejército, que
avanzan de flanco, encuentran un punto tan
estrecho que los cuatro no pueden pasar a la
vez, entonces dos meros deben retroceder y
formar una doble columna. Si el lugar es
demasiado estrecho para dos meros,
entonces avanza con un único meros,
alineándolo en una única columna de flanco
y el resto por detrás y siempre, como se ha
dicho, manteniendo a las tropas ligeras por
delante. Tras pasar el lugar estrecho,
retoman su formación original en cuatro
unidades o meros marchando de flanco.
Si una poderosa fuerza enemiga aparece
frente a ellos o por el flanco, deben formar el
frente de batalla en esa sección amenazada.
Si, por ejemplo, el enemigo aparece a la
izquierda de la columna, el meros de ese
flanco se detiene en formación y los otros
tres avanzan para ocupar sus propias
posiciones. Si por el contrario, el enemigo
aparece por la derecha, se realiza la
maniobra correspondiente y el frente forma
en esa dirección. Si aparecen por el frente,
contra uno o ambos meros centrales, los
otras dos basculan hacia la derecha pasando
de columna a línea y formando para la
batalla con su flanco como frente. Si el
terreno permite a nuestras tropas marchar
en orden cerrado contra el enemigo,
entonces la infantería ligera y la caballería
deben rodear al enemigo. Pero si la
formación en orden cerrado no es
practicable, entonces hay que alinear la
infantería pesada con mayor profundidad y
con espacios más amplios entre los hombres,
para que puedan moverse más fácilmente en
áreas boscosas y, si fuese necesario, volver
al orden cerrado. Si, incluso, esto no es
factible, el cuerpo principal debe detenerse
mientras que la infantería ligera, apoyada
constantemente por parte de la infantería
pesada y la caballería, debe ser enviada
contra el enemigo.
Deben darse órdenes al ejército para que
en el momento de la marcha, si se da la voz
de alarma de que el enemigo está en las
proximidades, el ejército al completo no se
ponga nervioso y avance hacia tal lugar, sino
que la infantería pesada debe mantener su
formación, mientras que la ligera de cada
meros debe correr hacia el hombre que dio
la voz de alarma. Las tropas del frente no
deben apresurarse a moverse a los flancos o
aquellas de los flancos hacia el frente sin
que les sea ordenado por su oficial
comandante, sino que cada meros debe
apoyar a sus propias tropas en el momento
de la alarma, según demande cada situación
para que, en el momento en que las tropas
estén seriamente presionadas, retrocedan
rápidamente hacia el cuerpo principal de la
infantería pesada, y no puedan ser
aplastadas por el enemigo. En consecuencia,
la infantería puede emprender la marcha en
seguridad y en buen orden, como hemos
señalado, en áreas densamente boscosas y
en terreno escabroso, ya sea formando en
cuatro o en dos meros, dependiendo del
terreno, y más en terreno abierto usando
una formación con el frente en el flanco y
manteniendo sus columnas medianamente
anchas y profundas.
Se debe tener siempre presente en la
mente que en terrenos densamente
boscosos los lanzadores de jabalina son más
necesarios que los arqueros o los honderos.
Por ello, la mayor parte de la infantería
ligera debe ser entrenada en el uso jabalinas
y lanzas cortas. Los arqueros,
preferiblemente, son útiles en constante
conexión con la línea de batalla principal y
en terreno escabroso, pronunciado, estrecho
o abierto. Los lanzadores de jabalinas, por
su parte, deben ser estacionados lejos de la
línea principal y son particularmente
necesarios en áreas densamente arboladas.
Es importante la seguridad de nuestros
lugares atrincherados y campamentos. Si es
posible, deben instalarse las tiendas en
terreno abierto, pero, si no puede ser, la
seguridad no se debe ser descuidada, sino
que los campamentos deben estar
adecuadamente protegidos y fortificados y
hay que evitar aquellos lugares rodeados por
áreas más altas. No hay que ordenar
descanso al cuerpo principal hasta que todo
el mundo haya instalado su tienda, el
campamento esté adecuadamente
fortificado, y las patrullas, enviadas. Todo el
mundo debe recordar que el toque de cuerno
es la señal de parar y el toque de trompeta
es la señal de marchar.
Hemos añadido algunos esquemas para
mayor aclaración de las formaciones
descritas en este capítulo.
La formación en línea usando cuatro
falanges. Esta formación es básica cuando
la fuerza de infantería es muy grande y el
terreno es favorable, también en caso de
que se quiera atravesar un área rápidamente
y también es la más adecuada para cambiar
el frente hacia el flanco.

Libro XII, parte B, capítulo 21. Cómo


debe ser el transporte por ríos y el
cruce de los mismos frente al enemigo
Todo debe preparase de antemano, los
barcos de guerra, los otros barcos y los
aparejos, barcos de suministro, barcos más
pequeños y material para hacer puentes,
incluyendo las riostras y pontones. La flota
debe organizarse como un ejército que
marcha en tierra. Será mandada por
moirarcas, merarcas y los respetivos
oficiales de los tagmas que conforman la
armada. Cada nave de guerra debe llevar un
estandarte regular en su mástil principal
para señalar qué oficial manda la nave. A
continuación, un almirante o estrategos
debe llevar el mando de toda la flota. Si hay
un gran número de naves de guerra,
divídelas en tres divisiones, cada una con un
oficial al mando, y cada una con un
trompetero y heraldos. En la proa de
todos ellos, o por lo menos en la mayor
parte de los buques de guerra, monta una
pequeña ballista, cubierta con una tela
pesada, para que sus disparos puedan
repeler cualquier ataque del enemigo
mientras aún se encuentre a buena
distancia. Se deben asignar buenos y
competentes arqueros a los barcos y a
posiciones fortificadas construidas para ellos.
En el momento de zarpar, todos los nuevos
lugares de atraque deben estar
predeterminados; los navíos de guerra
navegan en orden de acuerdo a sus
divisiones y manteniendo su formación
preestablecida y, como se mencionó, cuando
se sitúan en su lugar asignado y cuando ya
todos están en su posición y a salvo, podrán
navegar en formación hasta el siguiente
lugar de atraque. Debido a que no siempre
es cierto que puedan cargarse las redes y los
demás aparejos pesados en las naves de
guerra, los buques de transporte que llevan
todo esto deben organizarse bajo el mando
de sus propios oficiales como en el caso de
la impedimenta en tierra. No hay que atracar
las naves de transporte demasiado lejos del
punto de origen, para que las más pesadas
puedan llegar a tiempo, atraquen y zarpen al
mismo tiempo que las naves de guerra. Los
barcos más pesados deben navegar detrás
de los de guerra, y detrás de ellos debe
haber otro conjunto de naves para
protegerlos. Si fuese necesario atracar las
naves para acampar en tierra cuando el
enemigo se encuentra en las cercanías, hay
que hacer unas sólidas trincheras para
prevenir cualquier ataque sorpresa que el
enemigo fácilmente pudiera intentar de
noche. Si la batalla naval es inminente y el
enemigo se alinea para el combate,
entonces hay que situar los barcos de guerra
en una única línea y hacerlos navegar
uniformemente a suficiente distancia como
para evitar entrecruzarse entre ellos,
colisionando o chocando sus remos. Esta
línea debe ser suficientemente larga como
para ocupar la anchura navegable del río.
Como se ha dicho, los barcos deben formar
en un amplio frente, y los restantes deben
ser situados en segunda o tercera línea a un
tiro de flecha de la retaguardia. En caso de
que haya que desembarcar en la orilla
opuesta en el que se encuentre el enemigo,
hay que tender un puente, es decir,
construirlo. Se debe comenzar en nuestra
orilla recogiendo los materiales necesarios,
incluyendo grandes esquifes, y,
posteriormente, clavar los pilotes para
construir el puente, presuponiendo por
supuesto, que todo, tanto pilotes como
pontones, está disponible. En el momento de
inicio del puente y con las obras a un tiro de
flecha de distancia de la orilla opuesta, hay
que utilizar las ballistas de las naves de
guerra o de los barcos que las lleven para
limpiar dicha orilla. De esta forma, se puede
construir el puente completamente a salvo,
sección por sección, hasta llegar al otro lado.
Tras asegurarlo a ambas orillas, entonces,
especialmente en el lado donde se
encuentra el enemigo, para posterior
defensa del puente, hay que construir torres
de madera, ladrillo o piedra seca. Antes de
ello hay que cavar fuertes trincheras para ser
ocupadas por la infantería con ballistas,
para que la construcción de las torres pueda
ser completada sin obstáculos.
Gracias a todo esto, el ejército podrá
entonces cruzar el río, incluyendo tanto la
caballería como la impedimenta.

Libro XII, parte B, capítulo 22. Cómo


construir campamentos fortificados
Las carretas deben quedar estacionadas
alrededor del lugar del campamento, y en
caso de emergencias deben ser clavadas en
tierra y si el terreno lo permite cavar una
fosa con cinco o seis pies de ancho y siete u
ocho de profundidad, con la tierra formando
terraplén del lado de dentro. Exteriormente
los agujeros con los abrojos deben estar
diseminados y debe haber pequeños hoyos
excavados con estacas afiladas clavadas en
el fondo. La situación de todos estos
elementos debe ser conocida por las tropas,
para que puedan evitar caer en ellas y
herirse. A lo largo del perímetro del
campamento debe haber cuatro grandes
puertas reconocibles y otras más
pequeñas49. El oficial al mando de la unidad
acampada en las cercanías de cada puerta
debe ser el responsable de protegerla. Justo
al lado de la línea de carretas deben estar
las pequeñas tiendas pertenecientes a las
tropas ligeras, y junto a ellas un gran y
amplio espacio de trescientos o
cuatrocientos pies y a partir de ese punto
debe instalarse el resto de las tiendas.
Cuando el enemigo comienza a disparar, de
esta forma, no alcanzará a los hombres del
centro, pues las flechas caerán en el espacio
vacío50. Dos calles anchas deben correr a lo
largo del campamento en forma de cruz,
cruzándose en el medio51. Estas calles
deben tener como cuarenta o cincuenta pies
de ancho y a ambos lados debe haber
tiendas alineadas en filas con un pequeño
espacio entre ellas. Cada merarca debe
acampar en medio de sus tropas. La tienda
del estrategos debe estar en uno de los
lados, no en el cruce central, así no se
interferirá con el flujo del tráfico y para que
él mismo no sea molestado por las tropas
que circulan por la intersección52. Si la
situación es tal que la caballería tiene que
estar dentro del campamento, debe situarse
en el medio y no cerca del extremo.
Los tribunos más competentes con los
tagmas bajo su mando deben situarse en
las puertas del campamento, para que desde
el toque de retreta53 nadie en el
campamento pueda entrar o salir sin el
permiso del estrategos. Se ha de tener
especial atención a las patrullas nocturnas
de la caballería, si permanecen dentro del
campamento.
El comandante al mando de cada meros
debe tener a uno de sus heraldos
permanentemente en la tienda del
estrategos, y cada tribuno debe tener un
heraldo en la tienda del merarca. Para que
sea más rápida la transmisión de órdenes
para todos.
El estrategos debe tener a su servicio
trompeteros y cornetas. Las trompetas
deben sonar tres veces al atardecer como
señal del cese de la actividad; los hombres
deben entonces cenar y cantar el
Trisagion54. Parte de los propios guardias
del estrategos deben ser destinados para la
inspección y para ordenar silencio a lo largo
del campamento, para que nadie diga el
nombre de su camarada a gritos. Hay
muchas ventajas en mantener el silencio,
por ejemplo, a menudo permite detectar a
los espías enemigos acechando en el
campamento. Por otro lado, el ruido puede
traer muchos problemas. El baile y las
palmas deben estar prohibidos,
especialmente tras la retreta de la tarde, no
solo por ser desordenados y problemáticos,
sino por ser un desperdicio de energía para
los soldados. Cuando el ejército está en
marcha, las órdenes deben darse la tarde
anterior. De esta forma, al amanecer del día
siguiente el cuerno debe sonar tres veces y
la marcha comienza55. Las unidades se
mueven en orden, en primer lugar la
infantería pesada y, posteriormente, los
carromatos de la impedimenta.
El uso de los abrojos es esencial. Si el
terreno es rocoso y es imposible cavar o es
demasiado tarde para montar el
campamento, hay que diseminar los abrojos
apropiadamente del mismo modo que se
cavarían las trincheras.
Los antiguos56 han descrito varias formas
para los campamentos o lugares
atrincherados, pero este autor recomienda el
de cuatro lados, como forma básica y
adecuada para el buen orden. Los
campamentos situados en un frente amplio o
en terreno elevado hacen que el ejército
parezca más impresionante que aquellos
situados en terreno llano o en pendiente. Si,
por consiguiente, se quiere impresionar a los
exploradores enemigos, se deben
seleccionar localizaciones con un frente
amplio, especialmente si en ellas se
encuentran los suministros y provisiones que
necesitamos.
Deben escogerse lugares saludables y
limpios para los campamentos y no debemos
permanecer demasiado tiempo en un mismo
lugar, a no ser que el aire y la disponibilidad
de suministros sean muy ventajosos. De lo
contrario, las enfermedades podrían
extenderse entre las tropas57. Es muy
importante que las necesidades fisiológicas
no se realicen en el interior del
campamento, sino en el exterior, a causa de
los olores desagradables, especialmente si
hay razones para que el ejército permanezca
en un mismo lugar.
En momentos críticos hay que escoger un
lugar con un pequeño arroyo que fluya por el
medio del campamento para conveniencia
de las tropas. Pero si aquel es largo y rápido,
es mejor dejarlo en un flanco como ayuda en
la protección del campamento.
Cuando la caballería acampa en el interior,
debe ponerse especial atención en las
rondas nocturnas.
Si un río de buenas dimensiones fluye por
el campamento, los caballos no deben
abrevar en él a su entrada por el
campamento, para que no levanten el cieno
del fondo ensuciando el agua y haciéndola
no adecuada para el consumo de los
soldados, sino que los caballos deben
abrevar corriente abajo. Si esta es pequeña,
los caballos deben abrevar en cubos, para
que no remuevan el fondo.
El campamento tampoco debe colocarse
cerca de colinas que sean accesibles para el
enemigo para que, desde ellas, no lance
flechas al interior del campamento.
Antes de estar cerca del enemigo, se debe
intentar no acampar cerca del agua. Esto es
particularmente aplicable a la caballería.
Caballos y jinetes pueden tener la costumbre
de beber mucho y cuando no está disponible,
como en estas ocasiones, no pueden
soportarlo y flaquean.
Antes de estar cerca del enemigo, la
infantería no debe acampar conjuntamente
con la caballería dentro de los lugares
atrincherados, sino que la caballería deberá
permanecer fuera, aunque cerca del
campamento, para que no estén apretados y
no den la impresión a los espías enemigos
de ser el ejército pequeño en número. Debe
determinarse unos pocos días antes, sin
embargo, cuánto espacio se necesitará y
cómo debe ser dividido y, si la situación así
lo requiere, cuántos caben dentro. Cuando el
enemigo se halla cerca, la caballería se unirá
a la infantería y acampará conjuntamente en
secciones prefijadas. En el momento del
combate se debe tener cuidado en situar el
campamento en una posición fuerte y prever
suministros para varios días, no únicamente
provisiones para los hombres sino, si es
posible, también para los animales, pues el
resultado de la batalla es incierto. Pese a
todo, hay que poner especial atención a la
forma de defender el suministro de agua
contra el enemigo en caso que el
campamento necesite apoyo.
Si el lugar de la batalla es un lugar abierto
y ancho, se debe intentar siempre tener un
río, un lago o algún otro obstáculo natural
para proteger tu retaguardia. Hay que
construir un campamento fuerte y situar los
carromatos siguiendo a las tropas en orden.
Si el terreno es escabroso y accidentado, hay
que dejar los carros de la impedimenta y el
resto del bagaje en el campamento con unos
pocos de sus conductores como guardia y
formar la línea de batalla cerca del
campamento en un lugar adecuado. Si el
terreno es escabroso, especialmente cuando
el enemigo es de caballería, el terreno
complicado es, por sí mismo, una buena
protección para nuestro cuerpo central del
ejército. Si los carromatos acompañan a las
tropas por este tipo de terreno, no
solamente serán innecesarias, sino que
serán un estorbo.
Se debe tener mucho cuidado con los
bueyes que tiran de los carros, para que
mientras avanzan con el ejército y los carros
tienen que parar, no se asusten por el ruido
que hace el enemigo, por las flechas que
dispara o por el pánico y creen así confusión
en toda la línea. Los bueyes deben estar
trabados o atados para que, como se
mencionó, si algunos de ellos son alcanzados
por las flechas, no puedan causar confusión
entre la infantería. Por todo lo dicho no
deben estacionarse demasiado cerca de ella.
Cuando surja la necesidad de ayudar a una
posición atacada u ocupar una posición
rápidamente y los carromatos no puedan
llegar a tiempo y para que no ralenticen la
marcha, deben ser dejados en un lugar
fortificado y la infantería debe continuar con
sus provisiones. Deben hacerse planes para
transportar las provisiones en paquetes
sobre camellos58 o sobre caballos utilizados
para este uso. También se debe llevar una
provisión de abrojos. Cuando llegue el
momento de instalar el campamento, la
infantería cava la trinchera de la forma
habitual, dispersa los abrojos e
interiormente construye la muralla o
empalizada de madera. Esto provee de tanta
protección como harían los carros de la
impedimenta y así, no llevando los
carromatos, evitamos marchar más despacio
o crear cualquier otro problema que a
menudo pueda suceder.
Si hay una gran fuerza de caballería en el
ejército y solo una pequeña de infantería y
se decide que la impedimenta permanezca
en el campamento, no hay que mantener a
toda la infantería dentro del mismo. Parte
debe quedarse con ella de guardia, mientras
que el resto debe ser puesta en formación
fuera de las puertas del campamento y de
las trincheras. Así, en caso de que la
caballería deba retirarse sin tener infantería
con ella, esa infantería puede cubrirla y darle
la oportunidad de girar contra el enemigo o,
por lo menos, de entrar en el campamento
en buen orden sin estar peligrosamente
amontonada en las puertas.

Libro XII, parte B, capítulo 23.


Cuestiones a ser consideradas por el
estrategos de infantería en día de
batalla
Si la caballería enemiga es muy numerosa,
sobrepasándonos en número y nuestras
tropas no están acompañadas de
impedimenta, no hay que formar para
batalla en terreno abierto y llano, sino en
terreno escabroso y dificultoso, esto es, en
lugares pantanosos, pedregosos,
accidentados o boscosos.
Hay que tener la precaución de enviar
patrullas para mantener nuestra retaguardia
y flancos protegidos contra el ataque.
Hay que situar algo de la infantería pesada
restante en los flancos y en el centro de los
carromatos de impedimenta para que, en el
caso de ser necesario, pueda ayudar a
destruir los planes enemigos de causar
problemas en torno a los carromatos, a la
línea de batalla o a nuestra caballería.
No hay que empeñar la caballería en
muchas batallas de infantería, salvo unas
pocas en los flancos de la línea de batalla,
hasta tres mil o cuatro mil jinetes, pero no
es aconsejable tener más, deben ser buenos
soldados y llevar cotas de malla. Si se
presenta la oportunidad, su misión es atacar
a las unidades enemigas en retirada. No es
aconsejable un número mayor que este.
Si el ejército enemigo consiste en
caballería y está poco dispuesto a encarar
combate contra la infantería y si nuestra
fuerza de caballería es fuerte, considerando
que nuestra infantería es débil, entonces
alinea tres meros de caballería en el frente
y sitúa la línea de infantería detrás, en buen
orden, a una o dos millas tras aquellos.
Ordena a la caballería no separarse de la
infantería a demasiada distancia. Si son
forzados a retirarse por el enemigo, deben
hacerlo por los flancos y situarse en la
retaguardia de la línea de batalla y no en el
frente, para que no cause su ruptura.
En el día de la batalla, no hay que
adelantar la línea de infantería a gran
distancia, a no más de dos millas del
campamento, para que no pueda agotarse
por causa del peso de la armadura. Si el
enemigo retrasa la batalla, hay que hacer
sentar y descansar a los hombres hasta que
él esté cerca. Si el tiempo es caluroso, hay
que dejar que se quiten los cascos y se
refresquen. En tales ocasiones no deben
llevar vino con ellos, para que no les caliente
ni les embote sus mentes. El agua, sin
embargo, debe ser transportada en los
carromatos y se ha de dar a cada uno
aquella que necesite para permanecer en la
formación.

Libro XII, parte B, capítulo 24. Sinopsis


de la instrucción anteriormente
señalada que debe ser conocida por los
tribunos o comandantes de los tagmas
de infantería
El heraldo grita las siguientes órdenes:
«Atención. Atentos a las órdenes. Que nadie
abandone su posición. Todos mirando al
estandarte. Que nadie rompa filas.
Perseguid al enemigo en formación y en
orden»59. Las tropas marchan en calma,
tranquilamente, a paso sostenido,
manteniendo en alto las puntas de las
lanzas. Deben comenzar a maniobrar tan
solo a la señal, ya sea por voz o por gesto,
tanto para marchar o parar como para
dispersarse o dividir sus filas. En este caso la
orden es: exi a stemma60. Marchan en
calma y en orden cerrado durante cierta
distancia. Si el frente del tagma es poco
uniforme, la orden es: dirige frontem61. Para
reducir o disminuir la profundidad o el ancho
de la formación, la orden es: iunge fulco62.
Para marchar, la orden es: ami fulco63.
Se debe simular el combate individual,
algunas veces con bastones, algunas veces
con espadas desenvainadas. Un hombre
grita: adiuta64, y todos responden al
unísono Deus65.

SEGUNDO ENTRENAMIENTO
Para formar la doble falange se da la
orden: primi state, secundi exite66. Para
moverse a derecha o a izquierda, si el
comandante quiere que se muevan a la
derecha ordena: «¡Girad a la derecha!»67. Si
hacia la izquierda: «¡Girad a la izquierda.
Moverse!»68 y se mueve. [Ordena] «Redi»69
y retoman su posición original. Para formar
la línea defensiva de doble frente, la orden
es: «¡Frente a todas las direcciones.
Volved!»70. Entonces ellos retoman su
posición original. Para cambiar el frente a la
derecha o a la izquierda, si es para la
derecha: «¡Cambiad a la derecha!»71, si es
para la izquierda: «¡Cambiad a la
izquierda!»72. Para extender o alargar, si el
comandante quiere extender la línea a la
derecha ordena: largia ad dextram73. Si es
hacia ambos lados: largia ad ambas
74
partes . Para aumentar o doblar la
profundidad de las columnas, si la
profundidad es de ocho o cuatro hombres
ordena: intra75. Para hacer frente a un
ataque por la retaguardia la orden es:
transforma76.
Los reglamentos escritos que recuerdan
estas maniobras deben ser dados a los
tribunos, y los merarcas deben también
conocer el propósito de los movimientos.

PARTE C. DIAGRAMA DE UN
CAMPAMENTO FORTIFICADO
Hay que anotar que la línea exterior de la
impedimenta indica una trinchera. Los
abrojos son indicados por la letra lambda y
las señales del medio son para las tiendas.
Las calles principales, conformadas en cruz,
deben tener cincuenta pies de ancho y el
espacio alrededor de las carretas,
doscientos. Debe haber una zanja en el lado
exterior para los abrojos, para que los
animales u hombres en el campamento no
puedan tropezarse, descuidadamente, en
ellos.

PARTE D. LA CAZA. CÓMO SE DEBEN


CAZAR ANIMALES SALVAJES SIN
HERIDAS GRAVES O GRAVES
ACCIDENTES
Dedicar algún tiempo a la caza de es gran
importancia para los soldados pues no solo
les hace estar más alerta y ayuda a ejercitar
los caballos, sino que también les da una
buena experiencia en tácticas militares. Es
muy importante para los soldados
convertirse en expertos en la caza por medio
de la constante práctica, durante los
momentos más adecuados y convenientes
del año, cuando la inexperiencia puede
fácilmente aprender y aquellos que cometen
errores, como se pudiera esperar, pueden
ser corregidos sin causar daño alguno. Desde
que la Divina Providencia ha creado tantos
animales salvajes, ágiles de mente y ligeros
de patas, que corren bajo sus propios
líderes, son realmente adecuados esos
ataques sobre los animales77 si pudieran ser
realizados con algún grado de táctica y
estrategia.
Las formaciones no deben ser muy
profundas para que no ocupen tan poco
espacio que sean inútiles en el momento de
rodear a la caza. Tampoco deben ser
demasiado extensas, con los soldados a gran
distancia para que la caza no se escurra a
través de los huecos de la formación y se
escape. En terreno abierto y llano la línea
puede extenderse hasta siete u ocho millas,
pero no más; en terreno medianamente
nivelado pero denso la distancia deberá ser
menor.
Es importante marcar un límite para el
número de jinetes que pueden adaptarse a
cada milla en formación suficientemente
holgada para que no choquen entre ellos y
se mezclen mientras cabalgan. Se permite
así entre ochocientos a mil hombres por
cada milla.
El día anterior a la caza unos pocos
exploradores deben ir en su busca y deben
estudiar el terreno con cuidado. Los
comandantes de cada unidad deben
entonces dar órdenes a sus tropas. Una vez
que la línea se ha formado, todo el mundo
tiene que moverse tranquilamente y en
orden. Nadie ha de abandonar la formación
ni su lugar asignado, incluso si se encuentra
terreno complicado. Nadie debe espolear a
su caballo o disparar cuando se supone que
no lo tiene que hacer. Si, sin embargo, la
caza se ahuyenta, el arquero más próximo
ha de disparar contra ella, sin abandonar su
lugar en la fila. Uno de los heraldos tiene
entonces que llevar la pieza muerta78 al
comandante del tagma y nadie más deberá
osar tocarla. Si, por algún descuidado, la
caza huye, ese hombre responsable de
dejarla escapar habrá de ser castigado.
Nadie debe cabalgar al frente de la línea
salvo el merarca con sus propios heraldos
y los comandantes de los tagmas con los
suyos. Los merarcas distribuirán a sus
heraldos a lo largo del frente de cada
meros para transmitir las órdenes del
estrategos y los informes de los
exploradores al momento de llegar con las
noticias. Los comandantes de los tagmas
deben mantener la alineación de sus propias
unidades. En el día de la caza, entonces,
antes de la segunda hora79, el ejército se
desplaza para cazar. Los hombres deben
estar equipados con armas ligeras tales
como arcos, y, para aquellos que no tengan
experiencia con ellos, lanzas. Algunos
exploradores irán por delante para observar
la caza mientras otros guían al ejército.
Cuando la caza está cerca, a tres o cuatro
millas de distancia, hay que formar la línea
en una localización adecuada y protegida. No
hay que acercarse mucho más por miedo a
que el viento y el movimiento del ejército
haga que los animales, cuyos sentidos están
alerta, puedan oler a los soldados y huir. El
ejército deberá alinearse en formación de
falange en tres secciones, centro, derecha e
izquierda, con flanqueadores situados un
poco atrás, pero cerca de los flancos de la
línea. La profundidad de las columnas, como
hemos dicho, dependerá de la fuerza del
ejército, la naturaleza del terreno, y la
distancia a ser cubierta. Las columnas
pueden tener cuatro, dos o incluso un jinete
de profundidad. Los exploradores llegan y
conducen los flancos de la línea, cuya
obligación es rodear la caza para cercarla
completamente. La línea comienza a
desplazarse en la habitual formación de
falange, pero en cuanto la caza esté cerca y
a la vista, los flancos comienzan a moverse
hacia delante y la línea empieza a asumir la
forma de una luna creciente, los cuernos80
gradualmente se acercan uno a otro hasta
que se unen y la caza queda dentro de la
línea que la rodea completamente.
Si sopla un viento fuerte, el cuerno del lado
que tiene el viento en la cara debe cabalgar
a una buena distancia de la caza o su olor
puede hacer que los animales sean
conscientes de su cercanía y, antes de que
puedan ser rodeados, huirán. Si la caza
comienza a alarmarse antes de que los
cuernos hayan tenido tiempo de conectar e
hiciera un arranque brusco para evitar ser
capturada y escapar a través del hueco entre
los cuernos, entonces los flanqueadores a
ambos lados deberán moverse más
rápidamente en columna hasta tomar
contacto. Esto es, avanzar hasta la punta de
los cuernos y rellenar el hueco entre ellos,
para que la caza sea atrapada en la línea de
caballos. Tras cortar la ruta de huida de la
caza, los cuernos de la línea tomarán
contacto y los jinetes pasarán los unos junto
a los otros, con el flanco de la derecha
avanzando hacia el interior, mientras que el
izquierdo lo hace hacia el exterior. Con
ambos flancos continuando su movimiento
en espiral, la caza será gradualmente
forzada a dirigirse hacia el centro, y ese
lugar, ahora rodeado por la línea de jinetes,
se contraerá hasta que cuatro o más círculos
completos hayan realizado la circunferencia
completa y esta sea de una o dos millas. La
caza podrá ser rápidamente localizada y el
espacio será lo suficientemente grande como
para que los arqueros no se hieran los unos
a los otros.
Cuando el círculo se ha cerrado de la forma
descrita, algunos soldados de infantería, si
están presentes, llevando escudos, deben
entrar dentro del círculo y situarse con los
mismos unidos y clavados al suelo dando la
espalda a los jinetes. Así se puede prevenir
que los animales más pequeños, fácilmente
rodeables, puedan gracias a tener ventaja
por su pequeñez, huir a través de las patas
de los caballos. Si no hay infantería
presente, destaca algunos jinetes de la parte
exterior del círculo de la formación y que
realicen lo anteriormente descrito.
Después de esto, el estrategos encargará
a oficiales y soldados idóneos disparar a la
caza desde los caballos. Nadie de los de
fuera, salvo aquellos designados por el
estrategos, deberá entrar en contacto con
la caza. Si la hora es tardía, el espacio
interior del círculo podrá ser reducido aún
más, haciendo que los soldados de a pie
unan sus escudos hasta una cierta altura, de
tal modo que la caza pueda ser incluso
capturada a mano.
Cuando todo ha sido realizado como se
describe, si la captura es de consideración,
debe distribuirse equitativamente entre los
tagmas, para que la moral de todo el
ejército pueda crecer debido a que disfrutan
en común de los frutos de su labor. Si la
captura no es importante, hay que
distribuirla por partes. Parte de la
recompensa ha de ir a los exploradores o
espías, si su labor ha sido realizada
concienzudamente.
Esta formación puede ser usada por un
ejército en movimiento desde su
campamento exclusivamente para este
propósito y posteriormente retornar, o puede
ser usada mientras se marcha. Es adecuada,
no solo cuando los animales han sido
suficientemente bien observados con
anterioridad, sino también, como es más
normal, cuando han sido sorprendidos
inesperadamente por el ejército en orden de
marcha. Se asemeja a la formación de
batalla que suelen usar los escitas, pero un
poco más lenta y más alargada. De hecho,
las tropas que intentan utilizar esta
formación por primera vez no deben aplicarla
inmediatamente para la caza. Debido a su
probable inexperiencia, los errores
resultantes, esfuerzos y fatigas tenderán a
desacreditar esta formación como eficaz. En
lugar de eso, hay que designar en primer
lugar a unos pocos jinetes para representar
a la caza, para que el cuerpo principal pueda
practicarla y juzgar sus distancias y aprender
fácilmente los movimientos envolventes.
Hay otro método de conducir la caza que
creemos que es más rápido y fácil, y que
podría ser hecho incluso por un pequeño
contingente de jinetes, especialmente si los
animales han sido localizados anteriormente.
El día antes de la caza el ejército se divide
en cinco contingentes81, un tercio, un cuarto
y un doceavo de la fuerza. El tercio es el
contingente del centro, los dos cuartos los
contingentes de los flancos, y los dos
doceavos los flanqueadores82. Cuando el
ejército se aproxima al punto elegido, como
ya se ha descrito, los exploradores, actuando
como guías y haciendo lo mejor en el
momento adecuado, trabajarán para traer la
caza a la zona frente al contingente del
centro y no a los lados. La división del
centro, primeramente se sitúa con formación
en falange, esto es, a lo largo del frente.
Tras él viene la izquierda con sus
flanqueadores a su flanco izquierdo, un
poco retrasados. A continuación está el
contingente de la derecha asimismo con sus
flanqueadores a la derecha y un poco
retrasados. Los exploradores van por
delante, tomando posición en los extremos
de las divisiones de las fuerzas situadas en
los lados, donde se encuentran los
flanqueadores. La división del centro
detiene su línea mientras que las otras
pasan por sus flancos hacia la caza de forma
uniforme. Tan pronto como las otras
divisiones se hayan puesto en marcha, el
centro avanza sin romperse. El resultado es
que la formación al completo comienza a
moverse como una de las formaciones
regulares de batalla, el centro con sus
flancos avanzados. Continuarán la marcha al
punto donde los cuernos de la media luna
mantienen a la caza, que está en su interior.
Con la caza ahora apenas rodeada, los
flanqueadores se mueven desde ambos
lados en columna, aumentando su trote y
haciendo contacto lado con lado, al cerrar el
lado restante de la formación al completo
parece un ladrillo rectangular. Con la caza
completamente rodeada, los jinetes de los
cuatro lados se aproximan hacia el centro.
Los jinetes de los lados avanzan hacia los
flanqueadores con los del centro
siguiéndolos, de tal forma que los
flanqueadores ciñan sus propias líneas y
los hombres de los flancos maniobren, para
que en sus secciones no haya huecos a
través de los que la caza pudiera escapar.
Cuando las líneas han sido correctamente
cerradas, se elegirá un lugar adecuado
donde la caza rodeada de esta manera
pueda ser abatida. Manteniendo un orden
adecuado y cerrado, los dos lados se
detienen entonces. Los otros lados se cierran
o aumentan su profundidad avanzando uno
hacia el otro hasta que están a tres o cuatro
tiros de flecha uno del otro. Los otros lados
adaptan sus movimientos, como hemos
subrayado diversas veces, y cierran con ellos
hacia los flancos. Como el lugar en donde
está la caza comienza a constreñirse,
entonces deberán proceder como se
menciona anteriormente para abatirla. Esta
formación puede ser rápidamente
organizada en el momento de levantar el
campamento. El contingente del centro
marcha al frente, como se ha dicho, y los
otros dos le siguen por detrás hasta
acercarse a la caza. Cuando el ejército
encuentra un lugar seguro a tres o cuatro
millas de la caza, la maniobra
anteriormente descrita puede comenzar.
Hay otro método que puede ser realizado
por incluso un número menor de jinetes, uno
que suelen usar los escitas. Los jinetes son
divididos en escuadras de cinco o diez
hombres cada una, sobre todo compuestas
por arqueros. Cuando la caza comienza, los
hombres en sus propias áreas avanzan
acercándose a ella, de la mejor forma que
puedan, comenzando a disparar. Sin
embargo, aunque este método comporta
mayor movimiento y entrenamiento para el
individuo, toda cabalgada conlleva peligro
para los novatos, puede cansar a los caballos
y conducir a errores.

FIN DEL LIBRO DUODÉCIMO

1 Estos primi serían los antiguos primi ordines,


oficiales al mando de las diversas unidades de una
legión de época imperial.
2 Fulcon (φοῦλκον), palabra relacionada con el
término alemán volk, es un tipo de formación muy
cerrada similar a la antigua testudo romana (cfr.
fulcon). Cfr. MIHĂESCU (1969) pp. 261-272.
3 Se refiere a la formación en cuadros.
4 Sobre los usos militares de esta época en cuestión
de vestimenta, cfr. de nuevo D’AMATO (2005).
5 Son las zostaria o túnicas de lana ceñidas por un
cinturón, que aparecen representadas por primera vez
en relieves escultóricos en Constantinopla, y que se
caracterizan por los bordados con formas romboidales
que decoran los bordes de las mismas (D’AMATO
[2005] p. 10).
6 Sobre estas maneras de disparar con arco cfr. libro
I, cap. 1.
7 Muy similar a la spatha bajoimperial, junto con esta
se las considera las antecedentes de la típica espada
medieval. Con todo, en el caso de la espada hérula
(σπαθίον) resulta complicado precisar el tamaño y
características. En la excavación del lugar fortificado
de Bluèvina en la región de Brno (República Checa)
han aparecido los restos de una espada de doble filo
en una tumba de un probable magnate hérulo de
finales del siglo V. La reconstrucción de dicha espada
parece indicar que la lámina tendría entre unos 70 a
80 cm de largo por unos 5 o 6 cm de ancho.
8 Paragnátides: láminas de metal, de forma variada
según el modelo, que colgaban lateralmente del casco
y protegían las mejillas del soldado, atándose bajo su
barbilla con una correa de cuero. También son
llamadas carrilleras (bucculae).
9 Ya Flavio Vegecio ( Epitoma Rei Militaris II 15, 7; III
14, 13; IV 21, 1; IV 22, 1 y 6) y el anónimo De Rebus
Bellicis (16, 5) mencionan las ballestas como parte
del armamento militar, aunque el primero hace
referencia a dos tipos, la manuballista y la arcuballista
(esta solo en Vegecio), cuyos detalles nos son
desconocidos en profundidad, pero que D. Paniagua
Aguilar, en su edición del citado autor (Flavio Vegecio
Renato: Compendio de táctica militar, Edic. Cátedra.
Madrid, 2006, p. 217, ns. 214 y 215), describe de la
siguiente manera: (para la manuballista o ballesta
manual): «era un artefacto de disparo con la forma de
una ballesta corriente, que reposaba sobre el suelo
apoyada sobre dos puntales, lista para ser accionada
por un solo hombre»; (para la arcuballista o ballesta
de arco): «parece que (…) era el tipo de ballesta
corriente, montada en horizontal sobre un arco que se
acciona con un gatillo o un sistema alternativo que
libera la cuerda en tensión imprimiendo impulso al
proyectil». Según diversos autores (por ejemplo,
citando fuentes, D.B. CAMPBELL [1986]: «Auxiliary
Artillery Revisited», Bonner Jahrbücher 186, p. 130),
la manuballista era llamada en ocasiones
cheiroballistra, no siendo estas dos, por tanto, armas
diferentes.
10 Las flechas podían ser disparadas con la ayuda de
un aparato llamado solenarion, descrito por primera
vez en la Ambrosiana Paraphrasis (escrita hacia 950)
como una caña o tubo abierto por el centro utilizado
como ayuda para disparar pequeñas flechas o dardos
desde un arco normal.
Aunque desconocemos exactamente cómo era, se
han realizado dos reconstrucciones diferentes:
• El solenarion sería un tubo con ranuras en su parte
superior e inferior desde su parte final hasta su
parte delantera con unos escasos centímetros de
profundidad.
• La guía es un canal horadado con el eje de la
flecha más ancho pero más estrecho en la punta
metálica del dardo.
Estos dardos lanzados desde el solenarion no serían
mortales, pero sí muy efectivos ante formaciones
enemigas que se aproximan, pues debido a las
heridas infligidas podrían provocar la ruptura de la
formación enemiga facilitando el contraataque.
Sobre todo esto, cfr. HALDON (1970) pp. 155-57 y
DENNIS (1981) pp. 1-5. Una de las reconstrucciones
en DAWSON, T.: Byzantine Infantryman Eastern
Roman Empire c. 900-1204, Osprey Publishing.
Óxford, 2007, pp. 25 y 26.
11 Se trata de una lanza fuerte y pesada capaz de
penetrar armaduras, que dispone de una correa en el
medio del asta y un banderín o pendón (que se
podría quitar en caso necesario) en su parte superior.
12 No sabemos si a los extremos que se refiere son
los de la columna de marcha o del propio carromato
de transporte.
13 Estos oficiales llevaban el nombre de
campidoctores como vemos en Vegecio, Epitoma Rei
Militaris I 13, 1 (quod armaturam uocam et a
campidoctoribus traditur) y II 23, 3 (qui sub
campidoctore sunt). En algunas traducciones al
español se los denomina «maestros de armas» y en
otras, «instructores de campo».
14 Según G.T. Dennis (1984, p. 140, n. 4), Mauricio se
refiere a los portadores de águilas mediante el
término ὀρνιθόβορας, equivalente al viejo aquilifer
romano, el soldado que llevaba el águila estandarte
de la legión. Plutarco lo denomina ἀετοφόρος. La
lectura ὀρνίβορας de VNP no tiene mayor sentido. El
Codex Ambrosianus denomina a este soldado
ὀρδινατούρους. Su misión era probablemente la de
ayudante de campo u ordenanza, e iba desarmado,
como se indica en el libro XII, parte B, cap. 11.
15 Aquí el autor se muestra confuso en sus
informaciones sobre el tipo de organización militar de
épocas precedentes ya que no está describiendo a la
legión romana sino a la falange macedónica, tal y
como la presentaba el tratadista Asclepiodoto el
Táctico, en su obra Tactica (una edición de la misma
en la traducción colectiva al inglés de The Illinois
Greek Club, en Aeneas Tacticus, Asclepiodotus,
Onasander. Loeb Classical Library. Universidad de
Harvard. Cambridge [Massachussets], 1928).
16 Mauricio ofrece los latinismos uicarius aut
campidoctor.
17 Escogidos: hace referencia a los soldados de mejor
calidad.
18 Mauricio utiliza el latinismo antesagittator.
19 Arriano, Tactica 5, 4-5.
20 Libro II y libro XII, parte A, cap. 3 y parte B, caps.
12 y 13.
21 Estrator (en lat. strator), espatario (en lat.
spatharius): dos tipos de ordenanzas. Spatharius
significa literalmente «el portador de spatha».
22 Cfr. nota 154.
23 «Silencio. Observad las órdenes. No os preocupéis.
Mantened la posición. Seguid al estandarte. No
abandonéis al estandarte en persecución del
enemigo».
24 «¡De a ocho!».
25 «¡Adelante!».
26 «¡Adelante!».
27 «¡Alinead el frente!».
28 «¡Cerrad filas!».
29 «¡Formad fulcon!».
30 «¡Preparados!».
31 «¡Ayúdanos!». A juzgar por el siguiente grito, se
refiere a conseguir la ayuda divina.
32 «¡Oh, Dios!».
33 «¡Dividíos a la mitad. Formad doble falange!».
34 «¡Primi, alto, secundi, salid. Formad doble
falange!».
35 «¡Volved!»
36 O no hay.
37 «¡Del lado de la lanza!».
38 «¡Adelante!».
39 «¡Volved!».
40 «¡Al lado del escudo. Marchen!».
41 «¡Frente a todas las direcciones!».
42 «¡Cambiad a la derecha, o la izquierda!».
43 «¡Avanzad a ambos lados!».
44 «¡Entrad!».
45 «¡Columna en columna!».
46 «¡Cambiad posición!».
47 «¡Cambiad!».
48 En tiempos anteriores eran las típicas lanzas
usadas por la caballería ligera mauritana (equites
Mauri o Mauretanici).
49 Portillos.
50 Este es el intervallum de los antiguos
campamentos de época republicana y altoimperial.
51 Está hablando de las viae praetoria et principalis.
52 Aquí encontramos una evidente diferencia con la
organización del campamento de las épocas
republicana e imperial, pues en ellas la tienda del
general se situaba en el cruce entre las vías praetoria
y principalis.
53 Se refiere al toque de última hora de la tarde de
cesar la actividad e irse a descansar.
54 Sobre el Trisagion, cfr. nota 96.
55 Tal y como se hacía ya en época por lo menos
altoimperial, como nos cuenta Flavio Josefo en su
Bellum Iudaicum III 89-91.
56 Entre ellos Polibio (Historiae), el Pseudo-Higinio
(De Munitionibus Castrorum) o Vegecio (Epitoma Rei
Militaris).
57 Sobre el cuidado que hay que tener con las aguas
para evitar enfermedades, cfr. Codex Iustiniani XII 35,
12.
58 Aunque la traducción es correcta, más bien hace
referencia a dromedarios, animales bien conocidos en
los ejércitos romanos de Oriente.
59 El manuscrito Laurenciano da estas órdenes en
griego, mientras que los códices restantes las dan en
latín.
60 «¡Abandonad la columna!».
61 «¡Enderezad el frente!».
62 «¡Cerrad filas!». Cfr. la nota siguiente.
63 «¡Formad fulcon!». Según P. Rance (2004, p. 270,
n. 12 y p. 272, n. 17) el texto original no diría ami
fulco, sino ad fulco. Para corroborar su interpretación,
señala que habría una incorrecta puntuación, no
existiría la orden iunge fulco (cfr. la nota anterior),
sino que por un lado debemos leer iunge, es decir,
«¡cerrad filas!», mientras que fulco debemos
entenderlo con la siguiente palabra con el significado
de «avanzar en fulcon». De tal modo el significado al
completo de la frase sería la siguiente: «Cerrarse o
cerrar filas, él ordena: Iunge. Para avanzar en fulcon,
ordena: ad fulco».
64 «¡Ayúdanos!».
65 «¡Oh, Dios!».
66 «¡Primi, parad, secundi, salid!».
67 En este fragmento, el Laurenciano las órdenes las
da en griego, el resto de códices las dan en latín.
68 Idem.
69 «¡Volved!»
70 Cfr. nota 207.
71 Idem.
72 Idem.
73 «¡Extendeos a la derecha!».
74 «¡Extendeos a ambos lados!».
75 «¡Entrad!».
76 «¡Cambiad!».
77 Se refiere a la caza.
78 Eso si le acierta, naturalmente.
79 Cfr. nota 119.
80 Se refiere, por tanto, a las puntas de la formación
en luna creciente.
81 A continuación los nombra y salen solo tres.
82 En esta nueva enumeración ya salen cinco.
Glosario
Abrojo: bola de hierro de tamaño variable
con cuatro puntas, una de las cuales queda
siempre hacia arriba y que se usa para
dificultar el paso de infantes y caballos
hiriéndoles las piernas o las patas.
Aljaba: cfr. carcaj.
Antes: tribu eslava (uno de los tres
mayores grupos étnicos de los eslavos) con
cierta mezcla de gentes iranias que habitaba
entre los siglos IV y VII los territorios
situados entre los ríos Vístula, Dniéper y
Dniéster (Jordanes, Getica V 34-35) llegando
en algunos momentos a ocupar los montes
Cárpatos y las tierras del bajo Danubio
fronterizas con el Imperio Romano de
Oriente (Procopio de Cesárea, Anecdota
XVIII 20), justo al norte del delta de dicho
río.
A finales del siglo VI se encontraban en el
cenit de su poder al formar una gran alianza
de tribus dirigida tanto por príncipes como
por una oligarquía tribal capaz de vencer al
ejército bizantino y ocupar los Balcanes. Fue
durante este periodo de luchas contra los
bizantinos cuando se desintegraron como
alianza tribal, desapareciendo de las crónicas
bizantinas, como la de Teofilacto Simocatta,
a inicios del siglo VII.
Aritmos (ἀριθμός): unidad irregular (en lat.
numerus), de contingente similar a un
tagma.
Ávaros: tradicionalmente identificados
como los huan-huan/yuan-yuan o heftolet
(cfr. hunos eftalitas), ellos mismos se
denominaban como Yu-Küe-Lu o Yue-chi y
eran uno de los muchos pueblos
pertenecientes a la federación de los hunos.
Su avance hacia occidente desde las estepas
asiáticas les puso en contacto con los
pueblos cuyas tierras cruzaban, con los
cuales se fueron mezclando.
Empezaron a ser nombrados en las
crónicas bizantinas a finales del imperio de
Justiniano I (527-565) cuando comenzaron a
asentarse en las riberas del río Danubio, en
la zona de Pannonia (más o menos la zona
de la orilla derecha del Danubio y el interior,
en las actuales Hungría, Croacia y Eslovenia)
creando allí un janato (palabra derivada de
jan, título de sus jefes). Desde allí realizarán
múltiples acometidas no solo hacia el este,
contra territorio bizantino, permitiendo su
asentamiento poco después en los Balcanes,
sino también hacia el oeste, contra territorio
franco, en tiempos del rey franco Sigeberto I
(561-575), como refiere Gregorio de Tours
(Historia Francorum IV 291) y contra el
suroeste, hasta el territorio lombardo del
norte de Italia. Su fuerza llegó a ser tal que
llegaron a cercar la propia capital imperial de
Constantinopla en el verano de 626, en
coalición con los persas, aunque con
resultado infructuoso (Teófanes el Confesor,
Chronographia 625/626). Este desastre les
condujo a una serie de disputas internas que
acabaron por dar al traste con su poder a
comienzos del siglo IX, siendo asimilados por
otro pueblo más fuerte, los búlgaros, que
fueron quienes les dieron la puntilla por el
este, mientras que los francos de
Carlomagno (rey, 768-800; emperador, 800-
814) hacían lo propio desde occidente. Sobre
l o s ávaros y sus aspectos militares, cfr.
NICOLLE (1995a).
Ballista: arma de torsión lanzadora de
proyectiles similar a un gran arco manejada
por dos o más soldados. En tiempos del
Imperio Romano, llamémoslo «clasico», las
ballistae eran piezas artilleras que lanzaban
piedras, mientras que los diversos modelos
de catapultae arrojaban flechas de mayor o
menor tamaño. Sin embargo, en la época de
referencia, ya se había producido la
transposición de términos, terminología que
ha pervivido hasta nuestros días.
Bandera: unidad militar que en el ejército
español equivale a un batallón. En el ejército
tardorromano tendría un contingente de
poco más de unos trescientos hombres y
equivaldría a un tagma.
El término bandera (lat.: bandum) proviene
de las lenguas germánicas (bandwa o
bandwo), siendo término común militar en
Procopio (De Bello Vandalico IV 2, 1) y
equiparado por Pablo el Diácono (Historia
Langobardorum I 20) y Teofilacto Simocatta
(Historiae III 4, 4) al término vexillum, en lo
que se refiere a estandarte militar.
Banderín (φλάμουλον; lat.: vexillum
parvum): banderola que se fija en la punta
de las lanzas en las unidades de lanceros y
que suele lucir los colores de la unidad.
Bucelarios (lat.: bucellarii; griego:
βουκελλαρίοι): los bucelarios (del lat.
buccellatum, galleta, bizcocho2) eran
soldados originalmente reclutados por
individuos privados. Reclutados entre
romanos y bárbaros, formaron parte del
ejército regular y eventualmente asentados
en la zona que se convertiría en el thema3
d e Boukelarion (formado con partes de las
antiguas provincias tardoimperiales de
Bithynia, Galatia I y Phrygia Salutaris [=
Phrygia II], que se corresponden
aproximadamente en todo o en parte de las
actuales provincias turcas de Afyonkarahisar,
Ankara, Bolu, Çankiri, Çorum, Eskişehir,
Kirikkale, Kirşehir y Konya) en Asia Menor
(Constantino Porfirogénito, De Thematibus,
Ed. A. Pertusa, Studi e Testi 160. Ciudad del
Vaticano, 1952, 133-136; JONES [1964] vol.
I, pp. 665-668) y con capitalidad en Ancyra
(la actual Ankara, en la provincia turca del
mismo nombre). Constituían un cuerpo
selecto a caballo, de escolta del general o el
emperador, con funciones similares a las de
los pretorianos, o desde 312 d.C., a las de
l o s Scholae Palatinae, la nueva Guardia
Imperial que sustituyó a la disuelta (ese
año) Guardia Pretoriana. Aunque inferiores
en rango a los federados y a los
optimates, su equipamiento era mejor que
el grueso del ejército bizantino (NICOLLE
[1995b] p. 24-25).
Búlgaros: pueblo nómada que llegó a la
cuenca baja del río Danubio y se instaló en
las tierras de su orilla derecha durante el
imperio de Heraclio (610-641), asimilando a
otros pueblos menores y/o en decadencia allí
asentados. Sin embargo, la primera vez que
aparecen mencionados en las fuentes
escritas de la época es a fines del siglo V, y
los historiadores del momento seguirán
mencionándolos durante varias décadas,
para eclipsarse en dichos escritos durante
otros varios decenios hasta reaparecer a
finales del siglo VI en relación con la llegada
también a la zona de los ávaros. Gran parte
de estos acabarían por ser asimilados por los
propi os búlgaros (cfr. ávaros en este
glosario).
Carcaj (θηκάριον): caja o funda usada por
los arqueros donde se llevan agrupadas las
flechas (unas cuarenta, en los carcajs
bizantinos) antes de ser disparadas y que
puede ser transportada sujeta con correas a
la espalda o a la cadera del arquero o
colgada de la silla de montar.
Chiliarquía (χιλιαρχία): cfr. moira.
Chiliarca (χιλιάρχα) : cfr. moirarca. La
palabra chiliarca la usa ya Arriano en el
siglo II (Tactica 10, 3; La expedición contra
los alanos 2, 5, 6, 22).
Conde (lat.: comes): grado militar
equivalente en esta época a un tribuno,
cuyas funciones explica el mismo Mauricio en
el libro I, capítulo 3.
Contubernio: originariamente, en el
ejército romano republicano y altoimperial,
pelotón de ocho hombres, que compartían
una tienda en los campamentos de marcha o
un alojamiento en los acuartelamientos
permanentes. En tiempos bajoimperiales y
según Flavio Vegecio (Epitoma Rei Militaris II
8, 9), su efectivo había ascendido a diez
hombres.
Corneta (lat.: bucinator [de bucina,
nombre del instrumento]). Los cornetas,
que hacían sonar el instrumento del mismo
nombre (lat.: bucinae), junto a los trompetas
( l a t . : tubicines) que tocaban los
instrumentos del mismo nombre (lat.: tubae)
y los que soplaban los cuernos (lat.:
cornicines; nombre del instrumento: cornu),
eran los encargados, con los sonidos que
producían, de hacer llegar las órdenes a los
soldados. Las cornetas tenían forma de
cuerno de toro, las trompetas eran rectas y
alargadas y los cuernos, tenían el aspecto de
una trompa de caza.
Decarca: (δεκάρχης): oficial subalterno
cuyas funciones explica el mismo Mauricio en
el libro I, cap. 3.
Decarquía: (δεκαρχία): sección de diez
soldados que manda un decarca.
Draconario (lat.: draconarius):
literalmente, el portador del draco (dragón).
E l draco era un emblema desarrollado por
los pueblos de las estepas tales como los
sármatas, los alanos y otros como los partos
y los persas sasánidas. Todos ellos con un
gran uso de la caballería en sus ejércitos.
Este emblema, con un probable significado
religioso, fue adoptado por el ejército
romano a lo largo del siglo II d.C. desde las
guerras dacias (101-102 y 105-106) de
Trajano, época en la que jinetes sármatas
son alistados en la caballería romana. En el
siglo siguiente fue incorporado también por
las unidades de infantería.
Consiste en un emblema con forma de
cabeza de animal (dragón [de ahí el
nombre], lobo, serpiente...) alargada, con
las fauces abiertas, fabricada en bronce con
una manga de tela añadida por detrás y que
se hinchaba con el viento. Al entrar el aire
por la boca del draco se producía un sonido
sibilante. Así los describe Amiano Marcelino
(Res Gestae XVI 10, 7), refiriéndose a los
dracones de las unidades que entraron con
el emperador Constancio II (Flavius Iulius
Constantius, 337-361) en Roma en 357: «...
dragones tejidos de color púrpura, atados a
la parte superior de las lanzas con oro y
piedras preciosas, unos dragones que abrían
una boca enorme al viento de manera que
emitían un sonido que daba a entender que
estaban furiosos mientras sus colas se
agitaban llevadas por el viento.» Arriano
(Tactica 35) ya describe el draco como
«realizado por piezas de material teñido
cosidas juntas». Para ver gráficamente cómo
era este estandarte, cfr. las
reconstrucciones artísticas de obras como las
de WILCOX (1986) lámina C; McDOWALL
(1995) lámina A; WINDROW (1995) p. 43;
STEPHENSON y DIXON (2002) lámina 15.
Durante el Bajo Imperio aparece el cargo
de magister draconum como oficial al mando
de los draconarios (lat.: draconarii), un
cargo justo inferior al de tribuno. Este
magister draconum sería el equivalente del
optio signiferorum en el ejército altoimperial.
Sin embargo, no podemos precisar si el
magister conducía a los draconarios a la
batalla o si simplemente era el oficial al
mando de dicha schola (batallón). Pese a la
importancia que tuvieron los draconarios
en el ejército imperial romano, no parece
corresponderse con la que tuvieron en los
siglos V y VI, cuando aún seguía existiendo
l a schola draconariorum pero como una
oficina no militar compuesta de diez
hombres dependiente del Prefecto del
Pretorio (Praefectus Praetorio), cargo que,
tras la desaparición de la Guardia Pretoriana
en 312 a.C., se conservó con competencias
puramente civiles. A partir del siglo VII
desaparece el cargo del draconario del
ejército bizantino.
De los draconarios y los dracones hablan
Vegecio (Epitoma Rei Militaris I 20, 6 y 23, 2;
II 7, 5 y 13, 1), Amiano Marcelino ( Res
Gestae XV 5, 16; y el ya mencionado párrafo
de XVI 10, 7) y Zósimo (Historia Nova III 19,
1).
Dromón: tipo de nave bizantina cuyo
antecedente fue el birreme (lat.: biremis)
romano. El dromón era un barco de madera
de dos órdenes de remos, del que podía
haber tres variantes: grande, mediano y
pequeño. El mediano, el más habitual, tenía
unas medidas que oscilaban entre los 30 y
50 m de eslora y los 5 y 7 de manga. Tenían
en principio un solo mástil (posteriormente
dos), que montaba una vela latina
(triangular). Igualmente tenía unos treinta
remos por banda y cada uno de ellos era
manejado por tres hombres, por lo general
esclavos. Un centenar de hombres más
formaba la tripulación. Contaba asimismo
con espolón. Llevaban ballistas a bordo y
los modelos más grandes montaban además
sobre sus cubiertas torres, catapultas y otros
ingenios bélicos. Además, estos eran algunos
de los barcos que arrojaban el famoso
«fuego griego», arma similar (salvando las
distancias) a un lanzallamas actual que
proyectaba sobre el enemigo un fuego
compuesto no se sabe muy bien de qué (los
bizantinos guardaron tan bien el secreto que
hoy en día no se sabe con seguridad), pero
que seguramente incluiría agua, nafta o
petróleo, azufre, resina y algunos otros
compuestos químicos. Dicho fuego ardía
incluso en el agua, y su uso proporcionaba
gran superioridad militar a la marina del
Imperio de Oriente.
Drungos (δρούγγος; lat.: drungus):
formación irregular de caballería organizada
para efectuar emboscadas y veloces ataques
sorpresa. El término drungos parece ser de
origen céltico. En Vegecio (Epitoma Rei
Militaris III 16) se identifica el drungos con
un escuadrón de enemigos de caballería sin
especificar tamaño o disposición táctica
concreta.
Duque (lat.: dux): en la época
tardoimperial es el oficial al mando de las
tropas de una provincia fronteriza (los
soldados eran calificados de limitanei). En
tiempos de Mauricio equivale a un
moirarca.
Enfermeros: según el término que utiliza
Mauricio (δηποτάτοι; lat.: deputatores), estos
enfermeros se pueden asimilar a los
cirujanos y a veces hemos utilizado en la
traducción esta otra acepción.
Escitas: pueblo nómada que habitó en las
estepas asiáticas en las regiones de Bactria
o Bactriana (en el actual Afganistán) y
Sogdiana (en el actual Turkmenistán)
(Estrabón, Geographia XI 8, 1 y 2) bien
conocido gracias a historiadores como
Heródoto en el libro IV de sus Historias. A lo
largo del primer siglo d.C., se diluyó y
fragmentó en un buen número de pueblos
que se extendieron a lo largo de las estepas
euroasiáticas hasta los límites del Imperio
Romano. Su mención en una obra de los
siglos VI-VII es un arcaísmo y parece
referirse a pueblos que recuerdan el modo
de vida de los escitas tal cual lo describen
escritores anteriores como los mencionados
Estrabón y Heródoto, y así también creemos
que se debe entender la referencia siguiente
a los escitas godos. Sin embargo, cuando
se hace referencia a los godos en alguno de
sus enfrentamientos con los romanos se está
refiriendo claramente a los godos
tradicionales, de indudable origen germánico
y no escita. Los godos propiamente dichos,
desde el siglo III y tras un recorrido de siglos
desde sus tierras originarias en la actual
península escandinava, se dividieron en dos
grupos: los llamados tervingios (los futuros
visigodos), que se asentaban en un principio
en las tierras al oeste del río Dniéster, y los
greutungos (posteriormente evolucionados
en los ostrogodos), al este de dicho río.
Cuando se compone el presente manual
militar, los únicos godos que existen
políticamente son los visigodos, entonces ya
soberanos del reino de Toledo, en la
península ibérica, mientras que los
ostrogodos, que con su gran rey Teodorico I
(474-529) habían constituido un poderoso
reino en Italia, Sicilia y varios otros
territorios entre el curso alto del Danubio y
las fronteras itálicas, habían sido destruidos
como entidad política por las campañas
(535-554) ordenadas contra ellos por el
emperador Justiniano I. No obstante, a
finales del siglo VI, quedan muchas personas
de etnia ostrogoda y, sobre todos, muchos
guerreros de esa procedencia, ya que dichos
ostrogodos no fueron aniquilados como
pueblo. Además estos ostrogodos son los
más próximos geográficamente al Imperio
de Oriente y los casi veinte años de guerra
contra ellos hacen que militarmente sean
mucho mejor conocidos en Constantinopla
que sus primos ibéricos.
Escitas godos: cfr. escitas.
Eslavos: nombre con el que es conocido
un pueblo indoeuropeo, fragmentado en
diversas tribus (una de ellas los antes
[cfr.]), que se cree originariamente situado
en el noreste de los Balcanes y Ucrania. Pese
a ser el nombre genérico con el que
conocemos actualmente a diversos pueblos
del este europeo, como entidad aparecen
referidos por Jordanes (Getica XXIII 119)
como una gran confederación de tribus
consanguíneas como los vénetos, los antes
y los esclavenos. A finales del siglo VI, la
desprotección de la frontera danubiana y el
esfuerzo bélico bizantino contra los persas
les permitirá entrar en el occidente de los
Balcanes asentándose en dicho territorio,
aprovechando también el vacío dejado por
las tribus germánicas que habitaban esas
zonas y que se habían desplazado al antiguo
Imperio Romano de Occidente.
Espatario: Mauricio se sirve del latinismo
σπαθαρίος (lat.: spatharius). Literalmente es
el que lleva la espada y aquí se utiliza como
ordenanza (ayudante). Con el tiempo se
convirtió en un grado nobiliario-funcionarial
dentro de la corte bizantina, distinguiéndose
e nt re protospatharios (el grado superior),
spatharios, basilikos spatharios y spatharo-
kandidatos.
El cargo de spatharius, con similares
características a las bizantinas, lo
encontramos en el reino visigodo de la
península ibérica y así Don Pelayo,
posteriormente primer rey de Asturias (718-
737), según el Cronicón Rotense 8, fue
espatario de los reyes Witiza y Rodrigo: (…)
Pelagius quidam, spatarius Uitizani et
Rudeciri rege, (…).
Estandarte (βάνδον): emblema que
identifica a una unidad militar y que puede
ser desde una estatuilla de madera o metal
(eventualmente metal precioso) de una
persona, animal o cosa (por ejemplo, las
antiguas águilas [lat.: aquilae] de las
legiones romanas) a un trozo de tela
colgando de un listón de madera, con una
señal identificativa y unos colores
determinados. El estandarte más utilizado
en el ejército que conoció Mauricio era el
dragón (lat.: draco) (cfr. draconarius).
Estrategos (στρατεγός): general. Grado
militar cuyas funciones explica el mismo
Mauricio en el libro I, cap. 3.
Estratelates (στρατηλάτες): otro nombre
del merarca.
Estrator: Mauricio se sirve del latinismo
στράτορος (lat.: strator), que es un tipo de
ordenanza. Sabino Perea Yébenes (1998,
p. 13) explica un poco más su función en
tiempos altoimperiales: «soldado o suboficial
asignado a un mando militar o bien
integrado en el officium como soldado
especialista, entre los llamados principales».
En época de Justiniano I (527-565), según
Perea (1998, pp. 89-98), su misión quedó
circunscrita al asesoramiento al mando en la
compra de caballos.
Falange (φάλαγξ): la falange mencionada
por Mauricio no tiene nada que ver con
aquella macedónica o con la hoplítica.
Mauricio llama falange a cada una de las
líneas de combate que forman un ejército
alineado para el combate.
Federados (lat.: foederati): las tropas
federadas comenzaron como tribus aliadas
sirviendo según un tratado (foedus), pero en
el siglo VI comenzaron a ser simplemente
bárbaros enrolados en el ejército regular,
una especie de legión extranjera, con base
en Tracia (aproximadamente la actual
Bulgaria) (cfr. JONES [1964] vol. I, pp. 663-
666). Mandados por oficiales bizantinos
(romanos), estaban considerados la elite de
las tropas de primera línea (NICOLLE
[1995b] p. 24).
Francos: pueblo germánico que, tras el
hundimiento del Imperio Romano de
Occidente, se asentó en el norte de la Galia
como federado del Imperio (aún existente,
pero moribundo). Todavía en los siglos VI-
VII se distinguían dos familias dentro de los
francos, los ripuarios y los salios, y serán
los salios quienes por estar más romanizados
desarrollarán un poderoso reino en tiempos
de Meroveo (448-457) y, sobre todo, su
nieto Clodoveo I (481-511). El primero de los
reyes mencionados da nombre a la dinastía
reinante, la Merovingia. En esas fechas los
francos vencieron casi sucesivamente tanto
a los alamanes (en 497, en Tolbiacum4)
como a los visigodos (en 507, en Voglada5)
lo que les permitió controlar un territorio
sensiblemente mayor de la actual Francia
(aunque no incluía toda la actual Francia),
siendo por tanto un gran poder a tener en
cuenta en el siglo VI.
En los siglos VI y VII los bizantinos se
apoyarán en ellos para detener el avance
lombardo por la península itálica (cfr.
lombardos).
Flanqueadores (πλαγιοφύλακες): los que
protegen los flancos de un ejército. El mismo
Mauricio explica sus funciones en el libro I,
cap. 3.
Flanqueadores de ataque
(ὑπερκερασταί): el mismo Mauricio explica sus
funciones en el libro II, cap. 4.
Fulcon (φοῦλκον): tipo de formación militar
que se documenta por primera vez en el
Strategikon y, a tenor de lo que el propio
Mauricio describe (libro XII, parte I, cap. 7),
se trata de una formación compacta de
infantería cuyo antecedente más inmediato
sería la testudo (tortuga) romana.
Etimológicamente, en opinión de P. Rance
(2004, p. 266), el término fulcum tiene
reminiscencia germánica y, por tanto, no se
trataría de «algo nuevo» sino de la
actualización de algo que existiría en
reglamentos militares anteriores. Sobre este
tipo de formación, cfr. McDOWALL (1994) pp.
32 y 45.
Godos: cfr. escitas.
Hecatontarca (ἑκατοντάρκης): grado
militar cuyas funciones explica el mismo
Mauricio en el libro I, cap. 3. Equivaldría al
antiguo centurión (lat.: centurio).
Heraldo: Mauricio se sirve del latinismo
καντάτωρ (lat.: cantator). Es el encargado de
transmitir las órdenes de un oficial superior y
arengar a la tropa antes de entrar en
combate. Mauricio los llama también alguna
vez arengadores utilizando mismo el
latinismo de καντάτωρ/cantator. Además
tenían la misión de explorar el terreno donde
se iba a librar la batalla.
Hérulos: como en otros muchos casos,
Jordanes y Procopio de Cesárea son las
principales fuentes disponibles sobre este
pueblo. Originario del norte de Europa,
aparecen por primera vez mencionados por
los romanos en la segunda mitad del siglo III
d.C. momento en que llegaron a atacar junto
con los godos ciudades tan importantes
como Atenas, en la entonces provincia
griega de Achaea.
Ya en el siglo V, tras librarse del yugo huno
(cfr. hunos), los hérulos formaron un reino
al norte del río Danubio en la actual región
de Moravia (en la actual República Checa)
que apoyó al ejército del caudillo Odoacro
sirviendo como mercenarios en la deposición
de Rómulo Augústulo (Romulus Augustus),
último emperador romano de Occidente
(475-476). A finales del mismo siglo,
diversas derrotas frente a otro pueblo
bárbaro, los lombardos (Pablo el Diácono
Historia Langobardorum I 20) les obligaron a
emigrar de sus tierras marchando un buen
número a la península escandinava y/o a la
de Jutlandia mientras otro grupo marchó
hacia Dacia (la actual Rumanía) siendo
finalmente asimilados por lombardos y
ávaros, mientras que un tercero se asentó
dentro del Imperio Bizantino alrededor de
Singidunum (hoy Belgrado, en el distrito del
mismo nombre, en Serbia) sirviendo en el
ejército imperial de Justiniano I (527-565),
que mandaba entonces Belisario, como tropa
profesional tras su cristianización. Asimismo
fueron parte importante de las tropas del
general Narsés, con las que en 554 finalizó la
conquista de la Italia ostrogoda rechazando
la invasión de francos y alamanes. También
este último grupo acabó siendo asimilado.
Hunos: aunque en el siglo VI ya nada
queda del pueblo que aterrorizó a las dos
partes del Imperio Romano a mediados del
siglo V cuando, encabezados por Atila,
llegaron a penetrar en Italia, sin embargo la
arrolladora fuerza de sus ejércitos y su
modelo de civilización tan diferente de la
conocida por el Imperio hasta entonces hizo
que fuesen el punto de comparación para
otros pueblos con sus mismas características
culturales (cfr. hunos eftaltitas y ávaros).
Sobre los hunos y sus aspectos militares,
cfr. NICOLLE (1995a).
Hunos Eftalitas: aunque son conocidos
por este nombre (Procopio, De Bello Persico
I 3-5) o por el de hunos blancos, no existe
evidencia clara de su conexión con el pueblo
que a mediados del siglo V y al mando de
Atila atacó ambos imperios romanos (cfr.
hunos).
Mencionados por vez primera por los chinos
como pueblo asentado en los límites
occidentales de su Imperio, a lo largo del
siglo V se desplazaron hacia la región de
Sogdiana (en el actual Turkmenistán) y el
norte de Persia entrando en una serie de
guerras contra el Imperio Persa que acabará
venciéndolos definitivamente en tiempos de
Cosroes I (531-579). Tras la desaparición de
su poder, un grupo se integrará en el ejército
persa (Sebeos, Historia I 6), otro se
desplazará hacia occidente mezclándose con
los ávaros en la zona de la cuenca baja del
río Danubio mientras que otro grupo se
moverá hacia el río Ganges, en la India,
donde poco después también acabarán
siendo derrotados por una coalición hindú.
Hypostrategos (ὑποστρατεγός): segundo
en el mando de un estrategos, siendo el
comandante de la caballería. En otros
tiempos del Imperio, correspondería al
magister equitum (no se debe confundir con
el cargo del mismo nombre, segundo en el
mando de un dictador, en tiempos
republicanos). El mismo Mauricio explica sus
funciones en el libro I, cap. 3 y 4.
Ilarca (ἰλάρχης): grado militar cuyas
funciones explica el mismo Mauricio en el
libro I, cap. 3 y 5.
Libra: medida de peso que si era como la
romana tendría 327,45 g.
Lombardos: pueblo germano poco
populoso del que ya hace referencia Tácito
(Germania XL, donde los menciona por la
otra variante de su nombre: longobardos).
Las migraciones del siglo V les condujeron a
asentarse en el territorio de la actual
Austria, moviéndose poco después en
dirección a Pannonia (el este de Austria y
gran parte de Hungría, además de territorios
actualmente croatas y eslovenos) donde se
encontraron con los hérulos a los cuales
vencerían en sucesivas batallas (Paulo
Diacono, Historia Langobardorum I 20). Tras
asegurar dicho territorio recibieron por parte
del emperador de Oriente Justiniano I (527-
565) el título de federados del Imperio
(Pablo el Diácono, Historia Langobardorum II
1).
Su estancia en Pannonia no fue muy larga
(Pablo el Diácono, Historia Langobardorum II
7) pues con la llegada al trono de su rey
Alboino (c. 563-572) cruzaron los Alpes (en
568) fundando un reino con las tierras
ocupadas en el norte de Italia, la llanura
Padana y Toscana donde su encuentro con el
Imperio Bizantino, apoyado por los francos,
los detuvo, aunque lograron fundar, en el
centro y sur de Italia, los ducados de Spoleto
y Benevento, que acabaron por quedar
aislados del resto del territorio lombardo.
Matiobárbulo (lat.: mattiobarbulum o
plumbata): se trataba de un venablo muy
corto, algo más largo que un dardo grande,
emplumado en su parte trasera, lastrado con
una bola de plomo en el centro y que se
lanzaba a mano. Según Vegecio (Epitoma
Rei Militaris I 17, 3; II 15, 4), cada soldado
solía llevar en la parte interior de su escudo
cinco de estas armas. Una reconstrucción
artística de cómo se llevaban en el escudo la
podemos ver en McDOWALL (1994) lámina
A, y de cómo se usaba en WINDROW (1995)
p. 43.
Mensores: cargo militar cuyas funciones
explica el mismo Mauricio en el libro I, cap.
3.
Merarca (μεράρχης): oficial que manda un
meros.
Meros (μέρος): división, unidad compuesta
por tres moiras, aproximadamente seis mil
o siete mil hombres.
Milla: medida de longitud que si era como
la romana tendría 1478,5 m.
Moira (μοῖρα): unidad de mil soldados,
aunque podría estar compuesta por más
hombres si las necesidades del servicio lo
requerían. Equivale a una chiliarquía.
Moirarca (μοιράρχης): oficial que manda
u n moira. Equivale a un duque o a un
chiliarca.
Neftalitas: cfr. hunos eftalitas.
Oficial de entrenamiento: Mauricio se
sirve del latinismo καμπιδούκτωρ (lat.:
campidoctor). Es el encargado de la
preparación de los soldados.
Optimates (lat.: optimates): unidad de
tropas escogidas, formada generalmente por
n o b l e s godos armados a la manera
germánica y que constituía las tropas de
elite de la reserva más cerca de
Constantinopla, la capital imperial (NICOLLE
[1995b] p. 24). La creación de este tipo de
tropas fue iniciativa del emperador Mauricio,
en principio para sustituir militarmente a
algunas unidades de la guardia imperial que,
como los excubitores, habían perdido
capacidad militar y se habían convertido en
una unidad para desfiles y paradas militares.
Los miembros de los optimates
probablemente descendían de los
gothograeci (godos griegos) cuyos propios
antepasados fueron godos derrotados,
capturados y asentados a fines del siglo IV
en el oeste de la actual Turquía. Su nombre
proviene del lat. optimus (el mejor). Su
acantonamiento en tierras de la provincia de
Bithynia en los siglos VI y VII dio origen más
adelante al nombre del thema6 de
Optimaton en el noroeste de Asia Menor
(ocupando los territorios septentrionales de
la antigua provincia bajoimperial de Bithynia,
correspondientes, en todo o en parte, con las
actuales provincias turcas de Bolu, Estambul,
Kokaeli, Sakarya y Zoguldak) (Constantino
Porfiriogénito, De Thematibus, Ed. A.
Pe rtusa , Studi e Testi 160. Ciudad del
Vaticano, 1952, 130-133). La capital del
thema estaba en Nicomedia (la actual İzmit,
provincia de Kokaeli, Turquía). Sobre este
asunto, cfr. NICOLLE (1992) pp. 8 y 10.
Ordenanza (ὁ τὴν κάππαν βαστάζων:
literalmente, «el que lleva el capote»):
grado militar cuyas funciones explica el
mismo Mauricio en el libro I, cap. 3. Aunque
se puede traducir como portador del capote,
nos parece más adecuado el término
ordenanza.
Pentarca (πεντάρχης): oficial subalterno
cuyas funciones explica el mismo Mauricio en
el libro I, cap. 3.
Persas: tradicionales enemigos orientales
primeramente (los persas aqueménidas) de
griegos y macedonios hasta la época de
Alejandro III Magno (336-323 a.C.) y de
romanos y bizantinos (los persas sasánidas)
desde 226 d.C. A comienzos del siglo VI
inician la considerada su Segunda Edad de
Oro, expandiendo su Imperio a costa de sus
inmediatos vecinos, como los bizantinos por
el oeste, a los que consiguen arrebatarles
importantes ciudades en Anatolia e infligirles
severas derrotas en Nisibis (hoy Nusaybin,
provincia de Mardin, Turquía), en 530, y
Callinicum (hoy Ar Raqqah, provincia de Ar
Raqqah, Siria), en 531.
Cosroes I (531-579), el gran monarca de
este periodo y que gobernó durante 38 años,
sometió a los bizantinos a continuas
incursiones en su territorio y al pago de una
fuerte suma en oro por mantener la paz. Sin
embargo, en tiempos del emperador Justino
II (565-578) los bizantinos, al negarse a
pagar el tributo, rompieron las hostilidades,
iniciándose así la denominada guerra Persa
descrita con detalle por escritores como
Teofilacto Simocatta, Menandro el Protector
o Juan de Éfeso en la cual parece que
Mauricio se destacó como un bravo militar y
que después como emperador podrá
terminar favorablemente para las armas
bizantinas al producirse una guerra civil
dentro del Imperio Persa por la sucesión al
trono tras ser depuesto Ormuz (Hormisdas)
IV (579-590). El apoyo militar de Mauricio al
hijo y sucesor de Ormuz (Hormisdas) IV,
Cosroes II (590-628) frente al usurpador
Bahram VI (590-591) facilitará la paz, que
nuevamente se romperá al ser depuesto,
asesinado y sucedido Mauricio por Focas en
602.
Pie: unidad de longitud de la que no
sabemos si el autor utiliza el pie romano o
el bizantino. El primero equivale a 29,56 cm,
mientras que la medida más habitual del
segundo era de 31,23 cm. Sobre esto, cfr.
SCHILBACH (1970) pp. 13-16.
Porta águilas (ὀρνιθοβόρος; lat.:
urnaphorus): sería el soldado encargado de
llevar un estandarte con la figura de un
águila (lo que antiguamente llevaba el
aquilifer) aunque G. T. Dennis (1984, p. 172)
opina que es un ayuda de campo u
ordenanza. Si realmente fuera un
«portador de águila» estaríamos ante la
supervivencia de este antiguo estandarte
de las legiones romanas en el ejército
bizantino, aunque probablemente no sea
más que otra pervivencia, en tiempos de
Mauricio, de una palabra anterior.
Portaestandarte (βανδοφόρος): soldado
que lleva el estandarte y que equivaldría al
a n t i g u o signifer del ejército romano
«clásico». Sus funciones las explica el mismo
Mauricio en el libro I, cap. 3.
Prómajos (πρόμαχος): primera línea de las
tropas en formación de batalla.
Schola: unidad militar equivalente
aproximadamente a un batallón (en la
actualidad y en el ejército español, unos
cuatrocientos soldados).
Tagma (τάγμα): unidad regular de
soldados compuesta por un efectivo teórico
de poco más de trescientos hombres.
Equivaldría a una bandera. El miembro de
u n tagma se denomina ταγματικός:
tagmatikós.
Taxiarca (ταξιάρχης): nombre que recibe
u n moirarca que manda mil o dos mil
soldados de los optimates. Sus funciones
las explica el mismo Mauricio en el libro I,
cap. 3. La palabra taxiarca la usa ya Arriano
(Tactica 10, 2 y 9) en el siglo II.
Tetrarca (τετράρχης): oficial subalterno
cuyas funciones explica el mismo Mauricio en
el libro I, cap. 3.
Tribuno (lat.: tribunus): en el ejército
tardorromano, es el comandante de una
bandera, tagma o aritmos y sería un
equivalente al conde. Sus funciones las
explica el mismo Mauricio en el libro I, cap.
3.
Trompeta: cfr. corneta.
Tropas de asalto: Mauricio utiliza el
latinismo κούρσωρ (lat.: cursor), tropas en
orden abierto o extendido.
Tropas de defensa: defensores. Mauricio
utiliza el latinismo δηφένσωρ (lat.: defensor),
tropas en orden cerrado.
Turcos: pueblo nómada originario del Asia
Central. Es en el siglo VI cuando se
comienzan a tener las primeras referencias
en Occidente sobre este pueblo. Debido a su
asentamiento en las fronteras del Imperio
Persa, sus disputas con este fueron
continuas buscando en más de una ocasión
el apoyo bizantino contra los persas. Sobre
l o s turcos y sus aspectos militares en sus
primeros tiempos, cfr. NICOLLE (1995a).
Vexiliario (lat.: vexilliarius): es el portador
de un vexillum o estandarte de caballería.
Yelmo (lat.: cassis): el yelmo o casco es
un elemento básico del armamento
defensivo del soldado romano bajoimperial y
bizantino. Fabricados en hierro (cada vez
menos en bronce), los había de muchos
tipos, con formas mayoritariamente
semiesféricas y minoritariamente cónicas.
Todos solían llevar un refuerzo longitudinal
desde la frente a la nuca (alguno culminado
en forma de cresta metálica) y casi todos
incluían carrilleras y cubrenuca. Según los
tipos, podían llevar también cubrenariz y una
protección para la garganta. A gusto de su
poseedor (o, a veces, según ordenanza)
podían ser, o no, adornados con plumas.

1 Gregorio de Tours ( Historia Francorum IV 29) les


denomina hunos, en recuerdo de su origen, aunque
en esa época ya nada tienen que ver con aquel pueblo
(cfr. hunos). Su líder, continúa el cronista, uocabatur
enim Gaganus. Omnes enim regis gentes illius hoc
appellantur nomine («le llamaban Gagán [chagán,
khan, jan]. Este es, en efecto, el nombre que designa
a todos los reyes de esta nación»).
2 Alimento muy consumido por los soldados romanos
(Codex Theodosianus VII 4, 6).
3 Desde mediados del siglo VII, denominación (en
griego, θέμα) de una provincia bizantina.
4 Hoy Zülpich, distrito de Euskirchen, región
administrativa de Colonia, estado federado de
Renania del Norte-Westfalia, Alemania.
5 Hoy Vouillé, departamento de Vienne, Francia.
6 Desde mediados del siglo VII, denominación (en
griego: θέμα) de una provincia bizantina.
Índice temático
Índice onomástico
Acilius Attianus (Publius) (militar romano): p.
211 (n. 113).
Adarmaanes (general persa): p. 20.
Adriano (emperador romano): pp. 35, 36 (n.
53), 44, 210 (n. 113), 211 (n. 113).
Aelius Aurelius Commodus (Marcus) (cfr.
Cómodo).
Aelius Aurelius Verus (Marcus) (cfr. Marco
Aurelio).
Aelius Hadrianus (Publius) (cfr. Adriano).
Alboino (rey lombardo): p. 308.
Anastasia (hija del emperador Mauricio): p.
29.
Anastasio (soldado persa mártir): pp. 45, 89
(n. 6), 162 (n. 90).
Anastasio I (emperador romano de Oriente):
p. 31.
Aníbal (político y militar cartaginés): pp. 32,
43, 44, 49, 202, 203, 203 (ns. 111 y 112).
Aqueménida (dinastía persa): pp. 240 (n.
125), 309.
Ardagastos (jefe eslavo): p. 21.
Atila (caudillo de los hunos): p. 307.
Aurelius Antoninus (Marcus) (cfr. Caracalla).
Aurelius Probus (Marcus) (cfr. Probo).
Aurelius Valerius Diocletianus (Caius) (cfr.
Diocleciano).
Avidius Nigrinus (Caius) (político y militar
romano): p. 211 (n. 113).
Augusto (emperador romano): pp. 20, 35, 36
(n. 53), 53.
Bahram Chobin (usurpador persa): pp. 27,
309.
Bahram V (rey de Persia): p. 144 (n. 85).
Bahram VI (cfr. Bahram Chobin).
Baian (jefe ávaro): p. 22.
Belisario (general romano-bizantino): pp. 24,
54, 54 (n. 68), 55, 307.
Belisarius (Flavius) (cfr. Belisario).
Bokolobras (jefe ávaro): p. 22.
Cabrias (general ateniense): pp. 43, 45, 201
(n. 106), 203 (n. 112).
Calínico de Heliópolis (inventor medieval): p.
229 (n. 121).
Caracalla (emperador romano): p. 36.
Carlomagno (emperador de los francos): p.
300.
Castus (general romano-bizantino): p. 22
César (político y militar romano): pp. 42, 145
(n. 88), 202 (n. 109).
Chabrias (cfr. Cabrias).
Claudius Nero (Tiberius) (cfr. Tiberio).
Cleopatra (hija del emperador Mauricio): p.
29.
Comentiolus (general romano-bizantino): pp.
22, 22 (n. 14), 25, 25 (n. 21), 26, 27, 29,
227 (n. 120).
Cómodo (emperador romano): p. 36 (n. 53).
Constantina (emperatriz romana de Oriente,
hija del emperador Tiberio II y esposa del
emperador Mauricio): pp. 20, 29.
Constancio II (emperador romano): p. 302.
Constantino I (emperador romano): pp. 9, 21
(n. 11), 51, 52, 53, 98 (n. 34).
Constantino VII (emperador romano de
Oriente): pp. 21 (n. 11), 32, 32 (n. 44), 33,
98 (n. 34), 301.
Constantino Porfirogénito (cfr. Constantino
VII).
Cornelius Palma (Aulus) (político y militar
romano): p. 211 (n. 113).
Cornelius Scipio (Publius) (cfr. Escipión el
Africano).
Cosroes I (emperador persa): pp. 307, 309.
Cosroes II (emperador persa): pp. 27, 27 (n.
22), 29, 30, 45, 216 (n. 116), 240 (n. 124),
309.
Decio (emperador romano): pp. 44, 49, 145,
145 (ns. 86 y 87).
Deus: pp. 41, 116, 116 (n. 51), 274, 290.
Diocleciano (emperador romano): pp. 9, 20
(n. 6), 25 (n. 19), 51, 52.
Dios: pp. 30, 41, 42 (n. 55), 46, 47, 50, 81,
82 (n. 2), 105, 116 (n. 51), 169, 180, 181,
183 (n. 96), 194, 195, 198, 252, 274 (n.
172), 290 (n. 205).
Domiciano (emperador romano): p. 210 (n.
113).
Domitianus (obispo y consejero imperial
romano-bizantino): pp. 27, 27 (n. 23).
Drocton (general romano-bizantino): p. 23.
Escipión el Africano (político y militar
romano): pp. 42, 49, 203, 203 (n. 111).
Fernández de Córdoba (Gonzalo) (militar
español): p. 193 (n. 101).
Flavius Domitianus (Titus) (cfr. Domiciano).
Flavius Claudius Iulianus (cfr. Juliano).
Flavius Iulius Constantius (cfr. Constancio II).
Flavius Mauricius (cfr. Mauricio).
Flavius Mauricius Tiberius (cfr. Mauricio).
Flavius Petrus Sabbatius Iustinianus (cfr.
Justiniano I).
Flavius Phocas (cfr. Focas).
Flavius Theodosius (cfr. Teodosio I).
Flavius Theodosius (cfr. Teodosio II).
Flavius Valens (cfr. Valente).
Flavius Valerius Constantinus (Caius) (cfr.
Constantino I).
Flavius Valerius Leo (cfr. León I).
Focas (emperador romano de Oriente): pp.
28, 29, 30, 31, 309.
Galieno (emperador romano): p. 52 (n. 61).
Germanus (consuegro del emperador
Mauricio): p. 29.
Germanus (general romano-bizantino): p.
26.
Gordia (hermana del emperador Mauricio):
pp. 19, 23 (n. 14), 26, 31.
Graciano (emperador romano en Occidente): p. 52
(n. 63).
Gran Capitán (cfr. Fernández de Córdoba
[Gonzalo]).
Gran Rey (título oficial del emperador
persa): p. 27.
Gratianus (Flavius) (cfr. Graciano).
Gregorio I (san) (papa): pp. 19 (n. 1), 27.
Heraclio (emperador romano de Oriente):
pp. 31, 32, 301.
Heraclius (cfr. Heraclio).
Hormisdas IV (cfr. Ormuz IV).
Inmaculada (la Virgen María): p. 81.
Isaías (profeta): p. 183 (n. 96).
Isáurica (dinastía del Imperio Romano de
Oriente): p. 54 (n. 67).
Isócrates (político y orador): pp. 43, 197 (n.
103).
Imperator Caesar Augustus (cfr. Augusto).
Iulius Caesar (Caius) (cfr. César).
Iulius Caesar Octavianus (Caius) (cfr.
Augusto).
Iustinus (hijo del emperador Mauricio): p.
29.
Jesucristo: pp. 27 (n. 24), 30, 81 (n. 2).
Juan IV (patriarca de Constantinopla): p. 28.
Juan Crisóstomo (santo): p. 183 (n. 96).
Juliano (emperador romano): p. 52.
Julio César (cfr. César).
Justiniano I (emperador romano de Oriente):
pp. 9, 19, 21 (n. 10), 24, 29, 29 (n. 26), 36
(n. 53), 44, 51, 53, 54, 56, 148 (n. 89), 175
(n. 93), 216 (n. 116), 218 (n. 117), 299, 304,
305, 307, 308.
Justino II (emperador romano de Oriente):
pp. 19, 309.
Kniva (caudillo godo): p. 145 (n. 86).
León I (emperador romano de Oriente): pp.
20 (n. 5), 54 (n. 67).
León III (emperador romano de Oriente): p.
54 (n. 67).
León VI (emperador romano de Oriente y
tratadista militar): pp. 32, 32 (n. 43), 33, 34,
45, 107 (n. 38), 179 (n. 94), 201 (n. 106),
203 (n. 112).
Leontia (emperatriz romana de Oriente): p.
29.
Leovigildo (rey visigodo): p. 25.
Licinius Egnatius Gallienus (Publius) (cfr.
Galieno).
Lusius Quietus (príncipe y militar mauritano
al servicio de Roma): pp. 44, 49, 210 (n.
113), 211 (n. 113).
María (madre de Jesucristo): pp. 28, 32 (n.
38), 47, 81.
María (esposa de Cosroes II e ¿hija del
emperador Mauricio?): p. 27.
Marco Aurelio (emperador romano): p. 36, n.
53.
Martinus (general romano-bizantino): p. 22.
Mauricio (emperador romano de Oriente):
pp. 9, 19, 19 (ns. 1 y 3), 20, 20 (n. 8), 21, 21
(n. 7), 23, 23 (n. 14), 24, 24 (n. 15), 25, 26,
26 (n. 21), 27, 27 (n. 23), 28, 28 (n. 25), 29,
29 (n. 26), 30, 31, 32, 32 (n. 44), 33, 34, 34
(n. 52), 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 42
(ns. 55 y 56), 43, 44, 45, 45 (n. 57), 46, 49,
50, 51, 53, 56, 57, 81 (n. 2), 82 (ns. 3 y 4),
91 (n. 12), 108 (n. 39), 116 (n. 49), 117 (n.
53), 144 (n. 84), 145 (n. 87), 184 (n. 99),
203 (n. 112), 216 (n. 116), 268 (n. 154), 269
(ns. 156 y 158), 301, 302, 303, 304, 305,
306, 307, 308, 309, 310.
Messius Quintus Decius (Caius) (cfr. Decio).
Narsés (general romano-bizantino, de
Justiniano I): p. 175 (n. 95).
Narsés (general romano-bizantino, de
Justiniano I): pp. 175 (n. 95), 216 (n. 116),
307.
Narsés (general romano-bizantino, de
Mauricio): p. 216 (n. 116).
Nuestra Señora: p. 81.
Nuestro Señor (referido a Jesucristo): pp. 30,
81, 81 (n. 2).
Odoacro (rey de los hérulos): p. 306.
Ormuz IV (emperador persa): pp. 20, 27,
216 (n. 116), 309.
Paulus (hijo del emperador Mauricio): p. 29.
Paulus (padre del emperador Mauricio): p.
19.
Pelagio II (papa): p. 27.
Pelayo (Don) (rey de Asturias): p. 304.
Peroz (cfr. Peroz I).
Peroz I (rey de Persia): pp. 44, 144, 144 (n.
85).
Petrus (hermano del emperador Mauricio):
pp. 19, 23, 24, 28, 29.
Petrus (hijo del emperador Mauricio): p. 29.
Philippicus (general romano-bizantino y
cuñado del emperador Mauricio): pp. 23, 23
(n. 14), 26, 31.
Pompeius Magnus (Cneus) (cfr. Pompeyo).
Pompeyo (general romano): p. 53.
Porcius Cato Licinianus (Marcus) (político
romano, hijo de Catón el Censor): p. 35 (n.
53).
Porfirogénito (cfr. Constantino VII).
Priscus (general romano-bizantino): pp. 23,
26.
Probo (emperador romano): pp. 54 (n. 67),
105 (n. 57).
Providencia: pp. 82, 292.
Publilius Celsus (Lucius) (político y militar
romano): p. 211 (n. 113).
Redentor (referido a Jesucristo): p. 30.
Rodrigo (rey de los visigodos): p. 305.
Rómulo Augústulo (emperador romano de
Occidente): p. 306.
Romulus Augustus (cfr. Rómulo Augústulo).
Salvador: pp. 81, 81 (n. 2).
Santísima Trinidad, Sagrada Trinidad: pp.
30, 47, 81, 81 (n. 2).
Señor (referido a Jesucristo): pp. 30, 81, 81
(n. 2), 82, 116 (n. 50).
Septimius Bassianus (cfr. Caracalla).
Suintila (rey de los visigodos): p. 26.
Tamchosroes (general persa): p. 20.
Tarasicodissa (cfr. Zenón).
Teodora (emperatriz romana de Oriente): p.
29.
Teodorico I (rey ostrogodo): p. 304.
Teodosio I (emperador romano): p. 52.
Teodosio II (emperador romano de Oriente):
p. 183 (n. 96).
Theoctista (hermana del emperador
Mauricio): p. 19.
Theoctista (hija del emperador Mauricio): p.
29.
Theodosius (hijo del emperador Mauricio):
pp. 28, 29.
Tiberio (emperador romano): p. 35 (n. 53).
Tiberio II (emperador romano de Oriente):
pp. 19, 20, 20 (n. 8).
Tiberius (hijo del emperador Mauricio): pp.
28, 29.
Tiberius Constantinus (cfr. Tiberio II).
Todopoderoso (Dios): p. 82.
Todos los Santos: p. 81.
Trajano (emperador romano): pp. 35, 36 (n.
53), 44, 49, 210, 210 (n. 113), 211 (n. 113),
302.
Valente (emperador romano): pp. 52, 52 (n. 63).
Vercingetórix (caudillo galo): p. 42.
Virgen Madre de Dios: pp. 28, 32 (n. 38), 47,
81.
Vlpius Traianus (Marcus) (cfr. Trajano).
Witiza (rey de los visigodos): p. 305.
Yazdegerd II (rey de Persia): p. 144 (n. 85).
Zenón (emperador romano de Oriente): p.
54 (n. 67).
Índice de toponimos
Abrit (lugar actual): p. 22.
Abrittus (lugar antiguo): pp. 49, 145 (n. 86).
Achaea (provincia antigua): pp. 23, 306.
Ad Aquas (lugar antiguo): p. 22 (n. 12).
Adamclisi (lugar actual): p. 22 (n. 12).
Afganistán (país actual): p. 303.
África (continente antiguo y actual): pp. 24,
54.
Africa (demarcación antigua): pp. 24, 24 (n.
17), 56.
Afyonkarahisar (demarcación administrativa
actual): p. 301.
Akbas (lugar antiguo): pp. 27, 30, 227 (n.
120).
Al Hasakah (demarcación administrativa actual):
p. 26.
Al Jamah (lugar actual): p. 111.
Alemania (país actual): p. 305 (n. 4).
Algarve (región actual): p. 24.
Alesia (lugar antiguo): pp. 42, 145 (n. 88).
Alicante (ciudad y demarcación
administrativa actuales): p. 25.
Alise-Sainte-Reine (lugar actual): pp. 42, 145
(n. 88).
Alpes (cordillera antigua y actual): p. 308.
Ambar (lugar actual): pp. 27, 227 (n. 120).
Ana (río actual): p. 22.
Anatolia (región actual): p. 309.
Anchialus (lugar antiguo): pp. 21, 23.
Ancyra (lugar antiguo): p. 301.
Andalucía (demarcación administrativa
actual): p. 25.
Anglon (lugar antiguo): pp. 49, 175 (n. 93).
Ankara (ciudad y demarcación administrativa
actual): p. 301.
Antalya (demarcación administrativa actual):
p. 20 (n. 5).
Antigua República Yugoslava de Macedonia
(país actual): pp. 30, 211 (n. 115).
Aphumon (lugar antiguo): p. 227 (n. 120).
Aquis (lugar antiguo): pp. 22, 22 (n. 12).
Arabissus (lugar antiguo): p. 19.
Ar Raqqah (lugar y demarcación
administrativa actuales): pp. 20, 309.
Arčar (lugar actual): p. 22 (n. 12).
Armenia (región antigua y país actual): pp.
27, 44, 49, 56, 175 (n. 93), 229 (n. 120).
Armenia II (provincia antigua): p. 19 (n. 2).
Armenia III (provincia antigua): p. 19.
Arzanene (región antigua): pp. 26, 44, 227,
227 (n. 120).
Asia (provincia antigua): p. 35 (n. 53).
Asia Central (región actual): pp. 242 (n.
127), 310.
Asia Menor (región antigua y actual): pp.
301, 309.
Atenas (lugar antiguo y actual): p. 306.
Austria (país actual): pp. 90 (n. 8), 307.
Auxois (monte) (lugar actual): pp. 42, 145
(n. 88).
Bactriana (región antigua): p. 303.
Balcanes (región antigua y actual): pp. 21,
23, 299, 300, 304.
Baleares (islas y demarcación administrativa
actuales): pp. 25, 26, 28.
Banya (lugar actual): p. 22.
Başka Kale (lugar actual): pp. 27, 227 (n.
120).
Batman (río actual): p. 227 (n. 120).
Badajoz (lugar y demarcación administrativa
actuales): p. 25 (n. 19).
Belgrado (lugar actual): p. 307.
Benevento (ducado antiguo): p. 308.
Beroea (lugar antiguo): p. 22.
Biltis (demarcación administrativa actual): p.
227 (n. 120).
Bithynia (provincia antigua): pp. 29, 201,
309.
Bitola (lugar y demarcación administrativa
actuales): pp. 30, 211 (n. 115).
Bluèvina (lugar actual): p. 266 (n. 147).
Bolu (demarcación administrativa actual):
pp. 301, 309.
Bononia (lugar antiguo): pp. 22, 22 (n. 12).
Boukelarion (demarcación administrativa
antigua): p. 301.
Britannia (provincia antigua): pp. 35 (n. 53),
36.
Brno (lugar actual): p. 266 (n. 147).
Bulgaria (país actual): pp. 21, 22, 22 (n. 12),
46, 145 (n. 86), 305.
Burgas (demarcación administrativa actual):
p. 21.
Callinicum (lugar antiguo): pp. 20, 309.
Çankiri (demarcación administrativa actual):
p. 301.
Cappadocia (provincia antigua): p. 19 (n. 2).
Cartagena (lugar actual): pp. 25, 25 (n. 21).
Cartago (lugar antiguo): pp. 35 (n. 53), 53.
Carthago (lugar antiguo): pp. 24, 35 (n. 53)
Carthago Nova (lugar antiguo): p. 25.
Carthago Spartaria (lugar antiguo): pp. 25,
26.
Cerdeña (isla actual): p. 28.
Ceuta (lugar actual): p. 25.
Chrysopolis (lugar antiguo): p. 32 (n. 38).
Cilicia (provincia antigua): p. 54 (n. 67).
Colonia (lugar y demarcación administrativa
actuales): p. 305 (n. 4).
Comunidad Valenciana (demarcación
administrativa actual): p. 25.
Constanza (lugar demarcación administrativa
actual): pp. 22, 22 (n. 12).
Constantina (lugar antiguo): p. 20.
Constantinopla (lugar antiguo): pp. 20, 21,
23, 27 (n. 23), 28, 28 (n. 25), 29, 29 (n. 26),
33, 53, 56, 89 (n. 5), 183 (n. 96), 216 (n.
116), 229 (n. 121), 265 (n. 145), 300, 304,
308.
Córcega (isla actual): p. 28.
Córdoba (ciudad y demarcación
administrativa actual): pp. 25, 193 (n. 101).
Corduba (lugar antiguo): pp. 25, 25 (n. 20).
Çorum (demarcación administrativa actual):
p. 301.
Côte-d’Or (demarcación administrativa
actual): pp. 42, 145 (n. 88).
Croacia (país actual): p. 299.
Dacia (provincia antigua): p. 306.
Dacia Ripensis (provincia antigua): p. 22.
Danubio (río actual): pp. 21, 22, 53, 55, 145,
246 (n. 132), 248, 249 (n. 136), 250, 251 (n.
140), 299, 301, 304, 306, 307.
Danuvius (río antiguo): p. 21.
Denia (lugar actual): p. 25.
Dianium (lugar antiguo): p. 25.
Diocletianopolis (lugar antiguo): p. 22.
Diyarbakir (demarcación administrativa
actual): pp. 26, 27, 227 (n. 120).
Dniéster (río actual): pp. 299, 304.
Dobrudja (región actual): p. 145 (n. 86).
Dorostolon (lugar antiguo): pp. 22, 22 (n.
12).
Durostorum (lugar antiguo): p. 22 (n. 12).
Dvin (lugar actual): pp. 49, 175 (n. 93).
Edessa (lugar antiguo): p. 211 (n. 113).
Edirne (lugar y demarcación administrativa
actuales): pp. 23, 52 (n. 63).
Emerita Augusta (lugar antiguo): p. 25 (n.
19).
Ereván (lugar actual): pp. 49, 175 (n. 95).
Ergina (río antiguo): p. 22.
Escandinava (península) (territorio actual):
pp. 304, 306.
Escútari (lugar actual): p. 32 (n. 38).
Eski Malatya (lugar actual): pp. 19 (n. 2), 27
(n. 23).
Eskişehir (demarcación administrativa
actual): p. 301.
Eslovenia (país actual): p. 299.
España (país actual): pp. 24, 25 (n. 19).
Estambul (ciudad y demarcación
administrativa actuales): pp. 21, 32 (n. 38),
309.
Europa (continente antiguo y actual): pp. 9,
21, 306.
Euskirchen (demarcación administrativa
actual): p. 305 (n. 4).
Extremadura (demarcación administrativa
actual): p. 25 (n. 19).
Flaminia (provincia antigua): p. 24.
Francia (país actual): pp. 42, 145 (n. 88),
305 (n. 5), 306.
Galatia I (provincia antigua): p. 301.
Ganges (río antiguo y actual): p. 307.
Garzan (río actual): p. 227 (n. 120).
Hadrianopolis (lugar antiguo): pp. 23, 52 (n.
63).
Haemimontus (provincia antigua): pp. 21,
23, 52 (n. 63).
Haskovo (demarcación administrativa
actual): p. 22.
Heraclea (lugar antiguo): pp. 211, 211 (n.
115).
Heraclea Lyncestis (lugar antiguo): pp. 30,
211 (n. 115).
Heraklea (lugar antiguo): pp. 30, 45.
Hisarya (lugar actual): p. 22.
Hispania (provincia antigua): p. 24, 25, 25
(n. 21), 26, 26 (n. 21).
Hispaniarum (dioecesis) (demarcación
administrativa antigua): p. 25 (n. 19).
Hispanias (diócesis de las) (demarcación
administrativa antigua): p. 25 (n. 19).
Hister (río antiguo): pp. 21, 22, 24, 28.
Hissar (lugar actual): p. 22.
Hisarlak (lugar actual): pp. 50, 145 (n. 86).
Hungría (país actual): pp. 299, 307.
Ibérica (península) (territorio antiguo y
actual): pp. 25, 25 (n. 20), 36, 304.
Imperio Bizantino (territorio antiguo): pp.
26, 54 (n. 67), 230 (n. 123), 307, 308.
Imperio Persa (territorio antiguo): pp. 26,
307, 309, 310.
Imperio Romano (territorio antiguo): pp. 9,
26, 36, 50, 51, 52, 53, 93 (n. 19), 96 (n. 32),
230 (n. 123), 300, 303, 307.
Imperio Romano de Occidente (territorio
antiguo): pp. 24, 34, 36, 304, 305.
Imperio Romano de Oriente (territorio
antiguo): pp. 9, 21, 24, 26, 34, 36, 49, 50,
51, 54 (n. 67), 56, 91 (n. 12), 218 (n. 117),
227 (n. 120), 246 (n. 132), 299.
India (país actual): pp. 27 (n. 24), 307.
Isauria (provincia antigua): pp. 20 (n. 5), 54
(n. 67).
Italia (territorio antiguo y país actual): pp.
24, 28, 30, 53 54 (n. 64), 300, 304, 307,
308.
Iudaea (provincia antigua): p. 210 (n. 113).
İzmit (lugar actual): pp. 29, 309.
Jama (lugar actual): p. 111.
Jutlandia (península actual): p. 306.
Kahramanmaraş (demarcación
administrativa actual): p. 19.
Karaman (demarcación administrativa
actual): p. 20 (n. 5).
Kermānshāh/Bajtaran (lugar actual): p. 240
(n. 124).
Kermānshāhā (demarcación administrativa
actual): p. 240 (n. 124).
Kiklareli (demarcación administrativa
actual): p. 22.
Kirikkale (demarcación administrativa
actual): p. 301.
Kirşehir (demarcación administrativa actual):
p. 301.
Kiziltepe (lugar actual): p. 26.
Kokaeli (demarcación administrativa actual):
pp. 29, 309.
Konya (demarcación administrativa actual):
p. 301.
Líbano (país actual): p. 27.
Libida (lugar antiguo): p. 22.
Macedonia I (provincia antigua): p. 23.
Macedonia II (provincia antigua): p. 211 (n.
115).
Málaga (demarcación administrativa actual):
p. 25.
Malatya (demarcación administrativa
actual): pp. 19 (n. 2), 27 (n. 23).
Marcianopolis (lugar antiguo): pp. 22, 22 (n.
12).
Mardin (demarcación administrativa actual):
pp. 26, 211 (n. 113), 309.
Mármara (mar actual): p. 29.
Martyropolis (lugar antiguo): pp. 26, 227 (n.
120).
Mauretania Tingitana (provincia antigua): p.
25 (n. 19).
Mejafarkin (lugar actual): pp. 26, 227 (n.
120).
Melitene (lugar antiguo): pp. 19 (n. 2), 27
(n. 23).
Mérida (lugar actual): p. 25 (n. 19).
Mermer (lugar actual): pp. 26, 227 (n. 120).
Mersin (demarcación administrativa actual):
p. 20 (n. 5).
Mesia (provincia antigua): p. 145.
Mesia Inferior (provincia antigua): p. 145 (n.
86).
Mesopotamia (provincia antigua): p. 20.
Mesopotamia (región antigua): p. 27.
Miloševo (lugar actual): p. 22 (n. 12).
Miseno de Bacoli (lugar actual): p. 53.
Misenum (lugar antiguo): p. 53.
Moesia Inferior (provincia antigua): pp. 44.
145 (n. 86).
Moesia II (provincia antigua): p. 22.
Moldavia (país actual): p. 251 (n. 140).
Monokarton (lugar antiguo): p. 26.
Montana (demarcación administrativa
actual): p. 22 (n. 12).
Moravia (región actual): p. 306.
Murcia (demarcación administrativa actual):
p. 25.
Nápoles (demarcación administrativa
actual): pp. 53, 193 (n. 101).
Negotin (lugar actual): p. 22 (n. 12).
Negro (mar actual): pp. 21, 53, 242 (ns. 127
y 128).
Nicomedia (lugar antiguo): pp. 29, 309.
Nisibis (lugar antiguo): p. 211 (n. 113), p.
309.
Nusaybin (lugar actual): p. 211 (n. 113),
309.
Nymphius (río antiguo): p. 227 (n. 120).
Occidente (ámbito territorial antiguo): pp. 9,
24, 28, 32 (n. 44), 53, 93 (n. 19), 310.
Optimaton (demarcación administrativa
antigua): p. 309.
Oriente (ámbito territorial antiguo): pp. 20,
21 (n. 10), 25, 27, 32 (n. 44), 49.
Padana (llanura) (región actual): p. 308.
Pannonia (provincia antigua): pp. 21, 21 (n.
10), 299, 307, 308.
Pannonia II (provincia antigua): p. 21 (n.
10).
Peloponeso (región antigua y actual): p. 23.
Península Balcánica (cfr. Balcanes).
Persia (país antiguo): pp. 27, 227 (n. 120),
242 (n. 128), 307.
Philippopolis (lugar antiguo): p. 22.
Phoenicia Libanensis (provincia antigua): p.
26.
Phrygia (lugar antiguo): p. 52 (n. 62).
Phrygia Salutaris (provincia antigua): p. 301.
Phrygia II (provincia antigua): p. 301.
Plovdiv (lugar y demarcación administrativa
actuales): p. 22.
Pomorie (lugar actual): p. 21.
Pontus Euxinus (mar antiguo): pp. 21, 22.
Prahovo (lugar actual): p. 22 (n. 12).
Propontis (mar antiguo): p. 29.
Rateria (lugar antiguo): pp. 22, 22 (n. 12).
Ratiaria (lugar antiguo): p. 22 (n. 21).
Rávena (lugar y demarcación administrativa
actuales): pp. 24, 53.
Ravenna (lugar antiguo): p. 24, 24 (n. 17).
Razgrad (lugar actual): pp. 49, 145 (n. 86).
Renania del Norte-Wesfalia (demarcación
administrativa actual): p. 305 (n. 4).
República Checa (país actual): pp. 266 (n.
147), 306.
Roma (lugar antiguo y actual): pp. 28, 35 (n.
53), 36, 49, 55, 202 (n. 109), 302.
Rumanía (país actual): pp. 22 (n. 12), 145
(n. 86), 246 (n. 132), 250 (n. 136), 251 (n.
140), 306.
Ruse (demarcación administrativa actual): p.
22 (n. 12), 49, 145 (n. 86).
Sakarya (demarcación administrativa
actual): p. 309.
Salāh (lugar actual): p. 26.
Salahuddīn (Saladino) (demarcación actual):
p. 52 (n. 62).
Sāmarrā’ (lugar actual): p. 52 (n. 62).
Salónica (lugar y demarcación administrativa
actuales): p. 23.
Sanliurfa (lugar actual): p. 211 (n. 113).
Santa Sofía (iglesia): p. 29.
Scythia (provincia antigua): pp. 22, 23.
Septem (lugar antiguo): pp. 25, 26.
Serbia (país actual): pp. 21, 22 (n. 12), 307.
Siirt (lugar y demarcación administrativa
actuales): p. 27.
Silistra (lugar actual): p. 22 (n. 12).
Singidunum (lugar antiguo): p. 307.
Sirmium (lugar antiguo): pp. 21, 21 (n. 10),
22 (n. 13).
Sicilia (isla antigua y actual): pp. 28, 54,
304.
Silvan (lugar actual): p. 227 (n. 120).
Şirvan (lugar actual): p. 27.
Siria (país actual): pp. 20, 26, 309.
Sisarbanon (lugar antiguo): p. 27.
Slava Rusă (lugar actual): p. 22.
Sogdiana (región antigua): pp. 303, 307.
Solachon (lugar antiguo): p. 26.
Spania (cfr. Hispania).
Spoleto (ducado antiguo): p. 308.
Sremska-Mitrovica (lugar actual): p. 21.
Stara Zagora (lugar actual): p. 22.
Tánger (lugar y demarcación administrativa
actuales): p. 25.
Tanir (lugar actual): p. 19.
Taq-e Bostan (lugar actual): p. 240 (n. 124).
Tekirdağ (demarcación administrativa
actual): p. 22.
Theotokos (monasterio antiguo): p. 32 (n.
38).
Thessalonica (lugar antiguo): p. 23.
Thracia (provincia y diócesis antiguas): pp.
22, 22 (n. 13), 28.
Tigris (río antiguo y actual): p. 227 (n. 120).
Tingis (lugar antiguo): p. 25.
Tolbiacum (lugar antiguo): p. 305.
Toledo (reino medieval): p. 304.
Tomis (lugar antiguo): pp. 22, 23.
Toscana (región actual): p. 308.
Tracia (provincia antigua): pp. 31, 145, 305.
Tropaeum Traiani (lugar antiguo): p. 22 (n.
12).
Tropaion (lugar antiguo): pp. 22, 22 (n. 12).
Tulcea (lugar y demarcación administrativa
actual): p. 22.
Túnez (lugar y demarcación administrativa
actuales): pp. 24, 203 (n. 111).
Tunicia (país actual): pp. 24, 203 (n. 111).
Turkmenistán (país actual): pp. 303, 307.
Turquía (país actual): pp. 19, 19 (n. 2), 20,
20 (n. 5), 21, 22, 23, 26, 27, 29, 32 (n. 38),
54 (n. 67), 211 (n. 113), 227 (n. 120), 309.
Ucrania (país actual): pp. 251 (n. 140), 304.
Urfa (demarcación administrativa actual):
pp. 20, 211 (n. 113).
Üskudar (lugar actual): p. 32 (n. 38).
Valaquia (región actual): p. 249 (n. 136).
Van (lago actual): p. 227 (n. 120).
Van (demarcación administrativa actual): p.
227 (n. 120).
Varna (lugar y demarcación administrativa
actuales): p. 22.
Vidin (lugar actual): p. 22 (n. 12).
Viena (ciudad actual): p. 90 (n. 8).
Vienne (demarcación administrativa actual):
p. 305.
Viransehir (lugar actual): p. 20.
Voglada (lugar antiguo): p. 305.
Vouillé (lugar actual): p. 305 (n. 5).
Yerevan (lugar actual): pp. 49, 175 (n. 95).
Zaldapa (lugar antiguo): p. 22.
Zama (lugar antiguo): p. 203 (n. 111).
Zergan (río actual): p. 26.
Zerzel Kale (lugar actual): p. 227 (n. 119).
Zeugitana (provincia antigua): p. 24.
Zoguldak (demarcación administrativa
actual): p. 309.
Zülpich (lugar actual): p. 305 (n. 4).

Índice de materias y nombres comunes


Abrojo(s): pp. 145, 146, 267, 279, 285, 286,
288, 291, 299.
acies in acies (orden): p. 276.
acuartelamiento: pp. 38, 177, 301.
ad contum clina (orden): p. 275.
ad decarchas (orden): p. 126.
ad fulco, ad fulcum (orden): pp. 274, 290 (n.
203).
ad latus stringe (orden): pp. 124, 126.
ad octo (orden): p. 274.
ad pentarchas (orden): p. 126.
ad scutum clina, move (orden): p. 276.
adiuta (orden): pp. 274, 290.
africano(s), a la africana: pp. 48, 75, 159,
161, 162.
agosto: pp. 20, 28, 52 (n. 63), 232.
águila(s): pp. 268, 268 (n. 154), 272, 278,
305, 310.
agua(s): pp. 53, 99, 112, 115, 154, 172, 173,
184, 184 (n. 99), 200, 203, 215, 227, 231,
232, 233, 241, 244, 247, 286 (n. 197), 287,
289, 303.
alano(s), a la alana: pp. 12, 48, 75, 159,
161, 162, 301, 302.
alamanes: pp. 305, 307.
alarma: p. 282.
alforja(s): pp. 12, 48, 76, 91, 167, 172, 184.
aljaba(s): pp. 90, 266, 299.
aliado, aliada, aliados: pp. 55, 176, 178,
196, 199, 201, 305.
Alto Imperio Romano: p. 96 (n. 32).
alto mando: p. 55.
amanecer: pp. 209, 211, 286.
ami fulco (orden): pp. 290, 290 (n. 203).
amotinado(s): pp. 26, 29, 196.
anfitrión: pp. 194, 246.
antes (pueblo): pp. 14, 30, 49, 77, 213, 237,
246, 246 (n. 132), 250, 280, 299, 304.
antesagittator: p. 270 (n. 158).
antídoto: p. 247.
apocrisiario: p. 28 (n. 25).
aquilae: p. 305.
aquilifer: p. 310.
árabes: pp. 30, 55, 229 (n. 121).
arboledas: p. 247.
arco(s): pp. 89 (n. 5), 90, 91, 92, 93, 96,
111, 112, 123, 170, 177, 183, 199, 211, 240,
240 (n. 124), 241, 242, 243, 247, 262, 265,
265 (n. 146), 266, 266 (ns. 149 y 150), 267,
268, 269, 274, 280, 292, 300.
arcuballista: pp. 38, 266 (n. 149).
arenga(s), arengar: pp. 12, 48, 75, 167, 171,
179, 306.
arengador(es): pp. 94 (n. 29), 184, 306.
ariete(s): pp. 229, 230.
aritmos: pp. 15, 57, 78, 93, 93 (n. 19), 255,
265, 267, 268, 299, 310.
armada imperial: pp. 53, 55.
armadura(s): pp. 92, 181, 240, 240 (n. 124),
267 (n. 151), 268, 289.
armamento, arma(s): pp. 10, 13, 15, 32, 37,
38, 39, 43, 44, 47, 48, 49, 50, 55, 74, 76, 78,
89 (n. 5), 90, 91, 92, 92 (n. 16), 93, 94, 97,
99, 103, 111, 112, 113 (n. 47), 123, 168,
177, 181, 191, 194, 197, 199, 202, 203, 211,
228, 229 (n. 121), 241, 243, 248, 251 (n.
140), 255, 264, 265, 266, 266 (n. 149), 267,
268, 268 (n. 153), 272, 273, 275, 278, 280,
292, 300, 303, 308, 309, 311.
arquero(s): pp. 13, 15, 37, 54, 76, 78, 89 (n.
5), 91 (n. 12), 108, 110, 111, 113, 125, 126,
167, 170, 175, 175 (n. 93), 179, 199, 209,
211, 240, 241, 245, 255, 263, 265, 267, 268,
269, 271, 272, 274, 281, 282, 284, 292, 293,
295, 301.
arqueros a caballo: pp. 37, 54, 91 (n. 12).
arrianismo: p. 183 (n. 96).
artesano(s): p. 232.
artillería: pp. 230, 230 (n. 123), 231, 267.
asaltante(s): p. 247.
asalto(s): pp. 10, 38, 73, 94, 103, 105, 108,
109, 111, 135, 137, 146, 147, 161, 162, 163,
170, 181, 182, 201, 209, 212, 228, 244, 258,
310.
asedio(s): pp. 14, 22, 23, 41, 42, 44, 48, 77,
113, 145 (n. 88), 225, 227, 227 (n. 120),
228, 229, 229 (n. 121), 230, 230 (n. 123),
231, 239.
ataque(s): pp. 10, 11, 12, 13, 24 (n. 15), 25,
28, 30, 45, 48, 73, 74, 75, 76, 77, 94, 103,
105, 106, 107, 108, 109, 114, 116 (n. 52),
121, 127, 128, 129, 130, 133, 135, 136, 137,
138, 141, 143, 146, 147, 148, 159, 163, 167,
168, 169, 170, 173, 176, 177, 178, 180, 194,
199, 207, 209, 210, 211, 212, 213, 214, 215,
216, 217, 227, 228, 229, 231, 232, 239, 240,
241, 242, 243, 244, 245, 247, 248, 249, 250,
251, 251 (n. 140), 276, 279, 280, 281, 284,
288, 291, 292, 303, 306.
ataques nocturnos: pp. 14, 48, 77, 207, 210,
211, 215, 244, 245.
ataque(s) sorpresa: pp. 11, 13, 48, 76, 127,
141, 167, 168, 173, 176, 177, 194, 199, 207,
209, 213, 214, 217, 242, 243, 248, 249, 250,
251, 280, 281, 284, 303.
atletas: p. 148.
aurigas: p. 148.
avanzadilla(s): pp. 94, 99, 100, 113, 138,
215.
ávaro(s): pp. 14, 21, 22, 22 (n. 13), 23, 23
(n. 14), 30, 45, 49, 56, 77, 89 (n. 5), 90, 91,
91 (n. 12), 92, 105, 211, 237, 242, 242 (n.
127), 299, 300, 301, 306, 307.
ayudante de campo: p. 268 (n. 154).
azadones: p. 267.
azuela: p. 267.
azules (facción del hipódromo de
Constantinopla): pp. 29, 29 (n. 26).
Bajo Imperio Romano: pp. 52, 302.
ballesta(s): pp. 38, 268 (n. 149).
ballista, ballistae, ballistas: pp. 38, 43, 267,
279, 283, 283, 300, 303.
balsas: p. 248.
bandera(s): pp. 12, 48, 75, 92, 114, 114 (n.
47), 123, 130, 167, 170.
bandera(s) (unidad[es] militar[es]): pp. 57,
93, 93 (n. 19), 94, 95, 106, 108, 108 (n. 40),
109, 112, 117, 125, 127, 128, 129, 138, 146,
148, 154, 176, 177, 182, 183, 184, 214, 251,
252, 257, 300, 310.
banderín, banderines: pp. 10, 47, 74, 92,
105, 112, 113, 181, 182, 183, 267 (n. 151),
300.
bandidos: p. 247.
barco(s), barcas: pp. 53, 170, 248 (n. 134),
250, 283, 303.
bárbaro(s), bárbaras: pp. 22, 24, 26 (n. 21),
28, 34, 43, 52, 53, 55, 126 (n. 68), 144 (n.
84), 199, 202, 300, 305, 306.
barriles: p. 233.
basilikos spatharios: p. 304.
bastón, bastones: pp. 265, 290.
batalla(s): pp. 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 20,
26, 31, 37, 38, 39, 40, 41, 46, 47, 48, 49, 50,
73, 74, 75, 76, 77, 78, 94, 94 (n. 29), 95, 98,
99, 103, 105, 106, 107, 107 (n. 38), 109,
110, 111, 112, 113, 114, 115, 116, 117, 124,
127, 128, 129, 133, 134, 135, 136, 137, 138,
143, 144, 145, 145 (ns. 86 y 87), 147, 147,
151, 153, 154, 155, 161, 162, 167, 168, 169,
171, 172, 173, 174, 175, 175 (n. 93), 176,
177, 178, 179, 180, 181, 182, 184, 195, 196,
198, 199, 200, 201, 202, 103, 209, 210, 211,
212, 213, 219, 229, 232, 240, 240 (n. 125),
241, 242, 243, 244, 245, 246, 247, 249, 251,
255, 256, 257, 258, 259, 260, 261, 263, 268,
269, 270, 271, 272, 273, 274, 275, 276, 277,
278, 279, 280, 281, 282, 284, 287, 288, 289,
294, 295, 302, 306, 308, 310.
batallón: pp. 99, 300, 302, 310.
bebida: p. 203.
bendición: pp. 12, 48, 75, 81, 167, 170.
Biblioteca Nacional de Madrid: p. 92 (n. 15).
bizantina(s), bizantino(s): pp. 19, 20, 21, 22,
23, 24, 25, 25 (ns. 19 y 30), 26, 27, 28, 30,
32, 33, 34, 44, 45, 45 (n. 57), 47 (n. 58), 48,
50, 54 (n. 67), 55, 89 (n. 5), 91 (n. 12), 98
(n. 34), 110 (n. 41), 113 (n. 44), 175 (n. 93),
202 (n. 109), 211 (n. 115), 227 (n. 120), 229
(n. 121), 230 (p. 123), 242 (n. 127), 250 (n.
136), 251 (n. 140), 299, 300, 301, 303, 304,
305, 306, 307, 308, 309, 309 (n. 6), 310,
311.
blancos (facción del hipódromo de
Constantinopla): p. 29 (n. 26).
bombas incendiarias: pp. 228-229.
bosque(s): pp. 99, 143, 181, 202, 244, 247,
249, 250, 251.
bravura: pp. 195. 200, 220.
britanos: pp. 36, 202, 202 (n. 109).
bucelarios: pp. 54, 55, 56, 90, 100, 300.
bucina(e): p. 301.
bucinator(es): p. 115 (n. 48), 301.
buey(es): pp. 248, 268, 279, 288.
búlgaros, búlgaras: pp. 265, 300, 301.
caballería: pp. 10, 14, 15, 34, 37, 39, 43, 45,
46, 47, 49, 50, 52, 52 (n. 61), 54, 55, 57, 73,
77, 78, 90, 91 (n. 12), 95, 103, 105, 107,
109, 110 (n. 41), 124, 148, 162, 170, 174,
179, 196, 202, 210, 211, 212, 216, 217, 218,
220, 221, 232, 239, 240, 240 (ns. 124 y
125), 244, 245, 248, 249, 251 (n. 139), 255,
256, 257, 258, 259, 260, 261, 262, 263, 264,
268, 269, 270, 271, 272, 277, 279, 280, 280
(n. 188), 281, 282, 283, 284, 285, 287, 288,
289, 302, 303, 307, 310.
caballería ligera: pp. 54, 280 (n. 188).
caballería pesada: pp. 15, 54, 78, 255, 271.
caballo(s): pp. 12, 30, 37, 45, 48, 50, 54, 55,
75, 76, 89 (ns. 5 y 6), 90, 91, 91 (ns. 12 y
13), 93, 93 (n. 30), 100, 110, 112, 115, 116,
124, 126, 127, 130, 131, 145, 146, 151, 153,
154, 155, 162 (n. 90), 167, 170, 172, 174,
176, 177, 178, 179, 180, 184 (n. 99), 194,
211, 214, 215, 216, 216 (n. 116), 217, 218,
218 (n. 117), 219, 220, 227, 228, 240, 240
(n. 124), 241, 243, 244, 245, 249, 267, 268,
277, 287, 288, 291, 292, 293, 294, 295, 299,
301, 305.
caballo(s) de reserva (o de repuesto): pp.
12, 75, 93, 93 (n. 30), 151, 153, 154, 243.
cabra: pp. 91, 248.
caídos: pp. 112, 176.
calor: pp. 239, 240, 242, 245, 246.
camarada(s): pp. 98, 99, 286.
camellos: p. 288.
campamento(s): pp. 12, 13, 15, 16, 36 (n. 54), 38,
40, 41, 42, 43, 46, 48, 75, 76, 78, 90, 94, 97, 98,
99, 113, 116, 135, 137, 151, 153, 154, 155, 167,
168, 172, 173, 174, 177, 178, 179, 183, 193, 194,
195, 198, 201, 209, 210, 211, 212, 214, 215, 219,
220, 221, 227, 228, 232, 241, 245, 251, 252, 256,
279, 280, 282, 285, 285 (ns. 190 y 192), 286, 287,
288, 289, 291, 294, 295, 301.
campaña(s): pp. 21, 23, 24, 25, 26, 28, 31,
40, 43, 52, 53, 54, 55, 56, 57, 90, 99, 180,
193 (n. 101), 194, 197, 211, 221 (n. 119),
252, 304.
campidoctor(es): pp. 38, 268 (n. 153), 269
(n. 156), 308.
campo de batalla: pp. 11, 12, 31, 38, 50, 75,
76, 112, 151, 153, 167, 169, 172, 175 (n.
93), 178.
cañaverales: p. 250.
capa(s): pp. 91, 92, 265.
capucha: p. 90, 91, 228.
capucha(s) de malla: pp. 90, 228.
carcaj(s): pp. 90, 91, 140 (n. 124), 266, 299,
301.
carga(s): pp. 22, 40, 92, 94 (n. 30), 98 (n.
34), 112, 113, 115, 116, 125, 126, 127, 127
(n. 72), 128, 135, 136, 137, 144, 181, 182,
202, 203, 240, 241, 244, 245, 261, 263, 267,
272, 276, 280.
carne: pp. 172, 172 (n. 91).
carretas, carros, carromato(s): pp. 15, 78,
94, 177, 184, 213, 214, 215, 217, 256, 263,
267, 267 (n. 152), 269, 272, 275, 277, 279,
280, 285, 286, 287, 288, 289, 291.
carrilleras: pp. 266 (n. 148), 311.
casaca: p. 93.
casco(s): pp. 181, 266 (n. 148), 280, 289,
311.
castigo(s): pp. 10, 12, 15, 40, 47, 50, 73, 76,
78, 83, 87, 97, 98, 99, 167, 171, 180, 191,
197, 215, 221, 242, 255, 270.
castigo capital: p. 97.
castramentación: p. 49.
cataphractarii: p. 52 (n. 61).
catapultas, catapultae: pp. 228, 229, 300,
303.
católico(s): pp. 27, 29 (n. 26).
caza: pp. 16, 49, 78, 100, 135, 170, 180,
220, 240 (n. 124), 256, 291, 292, 292 (n.
217), 293, 294, 295, 302.
cebada: pp. 172, 216, 246 (n. 133).
cede (orden): p. 127.
centurio, centurión: p. 306.
césar (título del heredero del Imperio
Romano): pp. 19, 20.
cesto: p. 267.
chagán (título de jefe): p. 300 (n. 1).
cheiroballistra: p. 266 (n. 149).
chiliarca(s): pp. 57, 95, 301, 308.
chiliarquía(s): pp. 57, 95, 301, 308.
circo: p. 29 (n. 26).
cisterna(s): pp. 231, 233.
ciudad(es): pp. 20, 21, 22, 23, 24, 25, 29
(ns. 19 y 20), 26, 30, 35 (n. 53), 38, 40, 42,
45, 46, 52 (n. 63), 55, 97, 98, 100 (n. 36),
183 (n. 96), 193, 194, 195, 201, 231, 306,
309.
ciudadano(s): pp. 35 (n. 53), 36, 44, 46, 97,
97 (n. 33), 100.
civil(es): pp. 19 (n. 3), 20 (n. 6), 24 (n. 16),
25 (n. 19), 51, 97, 191, 231, 303, 309.
clarín, clarines: pp. 126, 212.
classis, classes: p. 53.
classis Alexandrina: p. 53.
classis Britannica: p. 53.
classis Germanica: p. 53.
classis Histrica: p. 53.
classis Moesica: p. 53.
classis Pontica: p. 53.
classis Syriaca: p. 53.
clibanarii: p. 52 (n. 61).
cobarde(s), cobardía: pp. 83, 192, 193, 194,
197, 241, 245.
codex descriptus: p. 33.
código militar: p. 174.
colinas: pp. 143, 175, 200, 202, 287.
columna(s): pp. 14, 21, 43, 77, 94, 96, 100,
110, 111, 112, 128, 183, 184, 209, 212, 217,
219, 255, 260, 261, 262, 266, 267 (n. 152),
268, 269, 270, 271, 272, 273, 274, 275, 276,
276 (n. 185), 277, 278, 279, 281, 282, 289
(n. 200), 290, 293, 295.
comandante(s): pp. 10, 13, 16, 20, 20 (n. 5),
26, 36 (n. 53), 39, 40, 41, 48, 50, 73, 76, 78,
87, 90, 93, 95, 96, 97, 100, 115, 125, 127,
131, 137, 138, 143, 144, 168, 169, 179, 183,
184, 189, 191, 191 (n. 100), 195, 196, 198,
199, 209, 210, 215, 216, 219, 221, 251, 256,
269, 270, 271, 273, 275, 276, 278, 282, 285,
289, 290, 292, 307, 310.
combate(s): pp. 10, 13, 14, 20, 24, 38, 40,
41, 43, 44, 47, 50, 56, 73, 74, 76, 77, 87, 89
(n. 6), 92, 95, 98, 105, 106, 107, 109, 110,
112, 113, 115, 116, 116 (n. 51), 126, 128,
135.145, 146, 147, 154, 167, 170, 172, 173,
175, 176, 177, 178, 183, 184, 192, 193, 195,
202, 210, 211, 219, 225, 229, 232, 240, 241,
242, 243, 244, 245, 249, 249, 252, 261, 265,
270, 271, 272, 278, 280, 284, 287, 289, 290,
305, 306.
combate cuerpo a cuerpo: pp. 110, 170, 241,
245.
comes, comites: pp. 20, 20 (n. 5), 22, 26,
31, 52, 56, 93 (n. 20), 175 (n. 93), 301.
comes excubitorum: pp. 20, 20 (n. 5), 26,
31.
comes foederatum: p. 56.
comes rei militaris: pp. 22, 175 (n. 93).
comida: pp. 39, 82, 172, 178, 184, 191, 196,
203, 214, 227, 239.
comitatensis, comitatenses: pp. 22 (n. 13),
51, 52, 54, 110 (n. 41).
comitatus: pp. 36 (n. 53), 51, 51 (n. 60).
compañía(s): pp. 110, 125 (n. 60), 240, 268,
269.
Concilio de Calcedonia (asamblea religiosa):
p. 183 (n. 96).
conde: pp. 57, 93, 95, 96, 116, 301, 310.
condecoraciones: p. 114 (n. 47).
conductores: pp. 279, 287.
conscripción: pp. 52, 56.
consejo asesor: p. 41.
conspiración: pp. 29, 36 (n. 53), 97, 191, 211
(n. 113).
contable(s): pp. 19 (n. 3), 55.
contenedores: p. 233.
Constitutio Antoniniana: p. 36.
constitutiones: p. 36 (n. 53).
constructores de armas: p. 268.
cónsul(es), consulado, consulares: pp. 20, 20
(n. 8), 35 (n. 53), 44, 203 (n. 111), 210 (n.
113).
consul sine collega: p. 20.
contraseña(s): pp. 40, 41, 116 (n. 51), 196.
contraofensivas: p. 23.
contubernio(s): pp. 10, 12, 73, 74, 75, 87,
92, 95, 96, 103, 111, 167, 170, 183, 221,
301.
corbatas: pp. 114, 114 (n. 47).
corneta(s) (músico[s]): pp. 115 (n. 48), 271,
286, 301, 302, 310.
cornicines: p. 302.
cornu: p. 302.
cosechas: p. 232.
cota(s) de malla: pp. 90, 90 (n. 8), 181, 228,
240, 242, 266, 274, 275, 280, 289.
crimen: p. 23 (n. 14).
cristiandad: p. 184 (n. 96).
cubrenariz: p. 311.
cubrenuca: p. 311.
cuerda(s): pp. 89 (n. 5), 90, 230, 266 (n.
149), 267.
cuerno(s) (instrumento[s] sonoro[s]): pp.
10, 74, 103, 115, 115 (n. 48), 126, 182, 273,
281, 282, 286, 293, 295, 302.
cuero: pp. 90, 23, 248, 266 (n. 148), 267.
cuerpo médico: pp. 10, 47, 74, 103, 112,
130, 154.
cuerpo principal del ejército: pp. 147, 280,
281.
cum ordine seque (orden): p. 126.
cursu mina (orden): p. 126.
dardo(s): pp. 266 (ns. 149 y 150), 308.
dardo emplomado: p. 38.
decarca(s): pp. 57, 90, 91 (n. 11), 93, 96,
97, 112, 123, 126, 126 (n. 65), 136, 138,
179, 214, 269, 270, 275, 302.
decarquía(s): pp. 96, 110, 111, 147, 148,
267, 269, 302.
defecciones: p. 244.
defecto(s): pp. 29, 239.
delincuentes: pp. 12, 76, 83, 167, 171.
delitos: pp. 10, 40, 73, 87, 96, 97, 98, 171,
191, 192, 197.
demagogos: p. 29 (n. 26).
depone aut dextram aut sinistram (orden):
p. 276.
depone dextra (orden): p. 127.
depone sinistra (orden): p. 127.
derrota(s): pp. 23, 39, 42, 44, 49, 135, 137,
143, 144 (n. 85), 154, 172, 178, 179, 184,
192, 196, 197, 202, 240, 306, 309.
desastre(s): pp. 144, 180, 192, 300.
desertar, desertor(es), deserción,
deserciones: pp. 39, 92 (n. 16), 97, 106,
109, 144, 161, 171, 174, 180, 192, 193, 194,
195, 210, 213, 215, 219, 220, 231, 244.
desfiladero(s): pp. 14, 48, 77, 207, 214-215,
216, 217, 218, 219, 250, 275.
desfiles: pp. 20 (n. 5), 171, 308.
desnudez: p. 246.
destacamento(s): pp. 110 (n. 41), 138, 147,
163, 173, 175, 215, 250, 272.
Deus (grito militar): pp. 274, 290.
diciembre: pp. 19, 20.
diezmar, diezmados: p. 98, 98 (n. 35), 175
(n. 93).
dinero: pp. 24, 28, 197, 245.
diócesis: pp. 20, 20 (n. 6), 25 (n. 19), 55, 56.
dioecesis: pp. 25 (n. 19), 52.
dirige frontem (orden): pp. 274, 290.
discurso(s): pp. 117, 204.
Divina Asistencia: p. 81.
Divina Liturgia: p. 183 (n. 96).
Divina Providencia: p. 292.
draco, dracones: pp. 302, 303, 305.
draconarius, draconarii: pp. 302, 305.
draconario(s): pp. 268, 302, 303.
dragón, dragones (estandarte[s]): pp. 302,
305.
drogas: p. 247.
dromedarios: p. 288 (n. 198).
dromón, dromones: pp. 248, 303.
drungarius: p. 105 (n. 37).
drungos: pp. 105, 105 (n. 37), 107, 128, 129,
133, 134, 136, 215, 303.
duque(s): pp. 56, 57, 93, 95, 303, 308.
dux, duces: pp. 22, 26, 52, 56, 93 (n. 18),
303.
eftalitas: pp. 43, 144 (ns. 84 y 85), 307, 308.
ejército(s): pp. 9, 10, 11, 12, 14, 20, 21, 22,
22 (n. 13), 23, 26, 26 (n. 21), 28, 34, 35, 36,
36 (n. 53), 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 45, 46,
47, 48, 49, 50, 51, 51 (n. 60), 52, 52 (n. 63),
53, 53 (n. 54), 54, 55, 56, 57, 73, 74, 75, 77,
82, 87, 91 (n. 12), 92 (n. 15), 93, 93 (n. 19),
94, 94 (n. 30), 95, 97, 99, 100, 100 (n. 36),
103, 105, 106, 107, 108, 109, 110 (n. 41),
111, 113, 115, 116, 117, 121, 128, 131, 132,
133, 143, 144, 145, 146, 147, 148, 154, 155,
161, 169, 170, 171, 172 (n. 92), 173, 174,
176, 177, 178, 179, 180, 181, 182, 183, 191,
194, 195, 196, 197, 198, 199, 200, 201 (n.
106), 202, 203, 204, 207, 210, 210 (n. 113),
211, 213, 214, 215, 216, 217, 218, 218 (ns.
117 y 118), 219, 220, 221, 227, 228, 229,
230, 232, 240 (n. 125), 241, 243, 244, 246,
248, 249, 250, 251, 261, 269, 270, 272, 274,
277, 278, 279, 280, 281, 282, 283, 284, 286,
287, 288, 288 (n. 198), 289, 292, 293, 294,
295, 299, 300, 301, 302, 303, 305, 306, 307,
310.
embajada(s), embajador(es): pp. 28, 192,
194, 209.
emboscada(s), emboscar: pp. 10, 11, 22, 23,
47, 49, 74, 75, 95, 103, 106, 109, 111, 113,
121, 128, 138, 141, 143, 144, 145, 146, 147,
148, 163, 169, 175, 175 (n. 93), 176, 181,
193, 209, 214, 229, 230, 243, 244, 245, 247,
248, 261, 272, 280, 303.
emeriti: p. 96 (n. 32).
emisarios: p. 209.
empalizada(s): pp. 194, 240, 288.
emperador(es): pp. 9, 19, 19 (n. 1), 20, 20
(ns. 5 y 6), 21, 21 (n. 11), 23, 24, 25 (ns. 19
y 21), 26, 26 (n. 21), 27, 27 (n. 23), 28, 28,
(n. 25), 29, 30, 31, 32, 34, 35, 35 (n. 53),
36, 36 (n. 53), 44, 45, 49, 51, 51 (n. 60), 52,
52 (ns. 61, 62 y 63), 53, 54, 54 (n. 67), 55,
56, 71, 81 (n. 2), 98 (n. 34), 110 (n. 41),
145, 145 (ns. 86 y 87), 171, 210 (n. 113),
216 (n. 116), 240 (n. 125), 300, 301, 302,
304, 306, 308, 309.
enemigo(s), enemiga(s): pp. 10, 11, 12, 13,
14, 15, 23, 24, 26, 26 (n. 21), 28, 30, 34, 36,
37, 38, 39, 40, 41, 42, 48, 49, 50, 74, 75, 76,
77, 78, 82, 91, 92, 94, 95, 97, 98, 99, 100,
103, 105, 106, 107, 109, 110, 112, 113, 114,
115, 116, 116 (n. 52), 117, 124, 125, 125 (n.
60), 126, 127, 128, 129, 133, 134, 135, 136,
137, 138, 141, 143, 144, 145, 146, 147, 153,
154, 155, 161, 162, 163, 167, 168, 169, 170,
171, 172, 173, 174, 176, 177, 179, 180, 181,
182, 183, 184, 192, 193, 193 (n. 101), 194,
195, 196, 197, 198, 199, 200, 201, 202, 202
(n. 109), 203, 204, 207, 209, 210, 211, 212,
213, 214, 215, 216, 216 (n. 116), 217, 218,
219, 220, 221, 225, 227, 228, 229, 230, 231,
232, 239, 241, 242, 243, 244, 245, 246, 247,
248, 249, 250, 251, 252, 256, 258, 261, 262,
263, 267, 267 (n. 150), 272, 273, 273 (n.
163), 274, 275, 276, 277, 278, 279, 280,
281, 281-282, 282, 283, 284, 285, 286, 287,
288, 289, 303, 309.
enero: pp. 20, 21 (n. 10), 53.
enfermeros: pp. 194, 112 (n. 45), 305.
engaño(s), engañosamente: pp. 50, 178,
194, 195, 198, 242, 249.
entrenamiento(s): pp. 11, 15, 37, 45, 47, 49,
74, 78, 81, 82 (n. 4), 89 (n. 6), 90, 91 (n.
12), 93, 121, 125, 127, 128, 135, 148, 182,
184, 185, 196, 200, 243, 255, 256, 263, 264,
265, 271, 272, 273, 277, 278, 290, 295, 308.
epigrama: p. 31.
equaliter ambula (orden): p. 126.
equipo (militar): pp. 10, 15, 28, 34, 47, 49,
55, 73, 78, 87, 90, 91, 154, 180, 199, 216,
231, 248, 255, 267, 277.
equites Dalmatae (tipo de unidad militar): p.
52 (n. 61).
equites Dalmatae Illyriciani (unidad militar):
p. 110 (n. 42).
equites Illyrici o Illyriciani (unidades
militares): p. 110 (n. 42).
equites Mauri o Mauretanici (tipo de unidad
militar): pp. 52 (n. 61), p. 210 (n. 113), 280
(n. 188).
equites Osrhoenae (tipo de unidad militar):
p. 52 (n. 61).
equites promoti Illyriciani (unidad militar): p.
110 (n. 42).
equites sagitarii (unidad militar): p. 54.
equites scutarii Illyriciani (unidad militar): p.
110 (n. 42).
escaramuza(s): pp. 23, 52 (n. 62), 93, 154,
241.
escita(s), escítica(s), a la escítica: pp. 11,
12, 14, 24 (n. 15), 48, 49, 75, 77, 106, 141,
143, 144, 145, 154, 159, 161, 170, 173, 178,
189, 219, 237, 241, 242, 248, 294, 295, 303,
304, 306.
esclavo(s): pp. 56, 92, 92 (ns. 16 y 17), 246,
303.
escuadra(s): pp. 53, 55, 267, 270, 295.
escudo(s): pp. 90, 94, 111, 112, 123, 126,
136, 181, 212, 217, 231, 241, 245, 247, 262,
263, 265, 266, 274, 275, 276, 276 (n. 180),
280, 281, 293, 294, 308.
eslavo(s): pp. 14, 21, 23, 24, 28, 30, 49, 77,
213, 237, 246, 246 (n. 132), 250, 280, 299,
304.
espada(s): pp. 91, 240, 242, 245, 262, 265,
265 (n. 147), 266 (n. 147), 273, 275, 290,
305.
espada(s) hérula(s): pp. 265, 265 (n. 147).
espatario(s): pp. 100, 271, 271 (n. 161),
278, 304, 305.
espía(s), espiar: pp. 10, 14, 38, 48, 74, 77,
94, 100, 103, 111, 113, 116, 161, 171, 183,
197, 207, 218, 219, 220, 221, 286, 287, 294.
Estado: pp. 27, 34, 44, 56, 81, 171, 203,
239.
estado mayor: p. 36 (n. 53).
estandarte(s): pp. 10, 47, 74, 90, 92, 95, 96,
98, 99, 100, 103, 114, 115, 117, 123 (n. 54),
125 (n. 60), 127, 127, 136, 138, 146, 182,
184, 268 (n. 154), 269, 271, 273 (n. 163),
277, 283, 289, 300, 302, 305, 310.
estratagema(s): pp. 11, 35 (n. 53), 75, 141,
143, 144, 146, 170, 178, 181, 195, 199, 246,
281.
estrategia: pp. 105, 128, 145, 169, 192, 193,
292.
estrategos: pp. 13, 16, 39, 41, 46, 56, 57,
76, 78, 81, 82, 82 (n. 4), 94, 95, 100, 105,
107, 114, 115, 116, 130, 137, 146, 161, 167,
169, 170, 172, 174, 175, 176, 178, 179, 180,
181, 191, 193, 195, 196, 197, 198, 199, 200,
201, 202, 203, 204, 209, 210, 213, 214, 215,
218, 220, 227, 229, 232, 252, 252, 256, 257,
269, 277, 283, 285, 286, 288, 292, 293, 294,
305, 307.
estratelates: pp. 57, 95, 269, 305.
estrator: pp. 271, 271 (n. 171), 278, 305.
estrellas: p. 211.
estribo(s): pp. 91, 91 (ns. 12 y 13), 112.
Evangelios: p. 56.
exarca: pp. 24, 24 (16).
exarcado: pp. 24, 24 (17).
exarchus: p. 24.
excubitores: pp. 20 (n. 5), 55, 308.
exi (orden): pp. 138, 274.
exi a stemma (orden): p. 289.
expedición, expediciones: pp. 26, 54, 54 (n.
65), 194, 211, 214, 232, 252, 280.
explorador(es): pp. 10, 14, 74, 77, 94, 100,
103, 113, 144, 147, 171, 183, 197, 207, 215,
218, 219, 220, 227, 244, 245, 286, 292, 293,
294, 295.
extranjero(s), extranjera(s): pp. 55, 90, 91,
111, 154, 221, 246, 261, 305.
fabricantes de arcos y de flechas: p. 268.
falange(s): pp. 111 (n. 49), 179, 240, 258,
261, 262, 263, 264, 268 (n. 155), 273, 275
(ns. 173 y 174), 276, 279, 283, 290, 293,
294, 305.
familia(s), familiar(es): pp. 19, 28, 28, (n.
25), 29, 33, 34, 47 (n. 58), 92, 114, 153,
199, 305.
febrero: p. 170.
federado(s)/as: p. 53, 54, 56, 90, 110, 111,
113, 129, 301, 305, 308.
fieltro: pp. 91, 91 (n. 9), 92 (n. 15), 243.
flanqueadores: pp. 10, 11, 12, 73, 74, 75,
94, 103, 108, 109, 114, 121, 127, 128, 129,
130, 133, 134, 136, 159, 163, 175, 176, 261,
262, 293, 294, 295, 306.
flanqueadores de ataque: pp. 10, 11, 12, 73,
74, 75, 94, 103, 108, 109, 114, 121, 127,
128, 129, 130, 133, 136, 137, 159, 163, 306.
flecha(s): pp. 89, 89 (n. 5), 90, 93, 108, 108
(n. 39), 110, 113, 114, 115, 125, 127, 135,
136, 137, 138, 146, 180, 193, 228, 241, 244,
247, 248, 258, 261, 262, 263, 266, 266 (n.
150), 267, 268, 272, 274, 275, 277, 279,
280, 284, 285, 287, 288, 295, 300, 301.
flota(s): pp. 53, 283.
foederati: pp. 53, 54, 305.
foedus: pp. 52, 305.
formación, formaciones: pp. 10, 11, 14, 15,
34, 40, 47, 49, 73, 74, 75, 77, 78, 95, 98, 99,
103, 105, 106, 107, 110, 114, 115, 116, 121,
123, 124, 125, 126, 127, 128, 129, 130, 132,
135, 136, 137, 141, 144, 146, 147, 148, 161,
162, 163, 172, 175, 176, 177, 179, 180, 184,
196, 198, 201, 210, 212, 214, 215, 216, 216,
218, 219, 239, 240, 241, 243, 244, 245, 246,
250, 255, 256, 257, 258, 259, 260, 261, 262,
262 (ns. 142 y 143), 263, 264, 267 (n. 150),
269, 271, 272, 273, 275, 276, 277, 278, 280,
281, 282, 283, 284, 288, 289, 290, 292, 293,
294, 295, 303, 306, 310.
formación o formaciones cerrada(s): pp. 126,
127, 129, 135, 137, 162, 198, 215, 242, 243,
261, 262 (n. 142).
formación o formaciones convexa(s): pp. 14,
77, 255, 261, 263, 264.
formación de media luna (o luna creciente):
pp. 136, 137, 293 (n. 220).
formación en columna: pp. 14, 77, 255, 260,
283.
formación de o en falange: pp. 293, 294.
formaciones en cuña: pp. 243, 261.
formación o formaciones irregular(es): pp.
11, 75, 127, 128, 136, 141, 157, 148, 303.
formación o formaciones mixta(s): pp. 244-
245, 261, 263, 264.
formación o formaciones de o en cuadro(s):
p. 261, 262 (n. 143).
forraje: pp. 13, 76, 99, 154, 155, 168, 170,
174, 177, 178, 200, 214, 215, 240, 245, 249.
forrajear, forrajeadores: pp. 177, 215, 245.
fortaleza(s): pp. 14, 27, 44, 48, 77, 97, 98,
194, 195, 214, 225, 227, 227 (p. 120), 230,
232, 243, 270.
fortificación, fortificaciones: pp. 22, 154, 173,
174, 177, 180, 194, 211, 213, 214, 215, 220,
227, 228, 229, 230, 231, 232, 240, 241, 249.
foso(s): pp. 42, 177, 180, 182, 220, 232,
240, 241.
franco(s): pp. 14, 36, 49, 77, 237, 245, 300,
305, 307, 308.
frío(s): pp. 28, 242, 245, 246.
frontal (parte del equipo militar): p. 243.
frontera(s): pp. 24, 31, 49, 51, 55, 110 (n.
41), 154, 246 (n. 132), 249, 304, 310.
fuga, fugitivos: pp. 24 (n. 15), 99, 135, 147,
198, 248, 272.
fulcon: pp. 262, 262 (n. 142), 273, 274, 274
(n. 169), 290 (n. 203), 306.
gagan (título de jefe): p. 300 (n. 1).
galleta(s): pp. 154, 172 (n. 91), 184, 267,
300.
galo(s): pp. 36, 42, 202, 202 (n. 109).
general(es), generalato: pp. 9, 12, 20, 23,
24, 25 (n. 21), 26 (n. 21), 27, 30, 31, 38, 39,
40, 41, 42, 43, 44, 45, 46, 47, 47 (n. 58), 48,
49, 52, 54, 71, 75, 82, 82 (ns. 3 y 4), 167,
169, 175 (n. 93), 191 (n. 100), 200, 201 (n.
106), 203 (n. 112), 210, 210 (n. 113), 211
(n. 113), 227 (n. 120), 252, 285 (n. 192),
301, 305, 307.
germanos: pp. 36, 49, 126 (n. 68), 202, 202
(n. 109).
godo(s): pp. 25, 36, 44, 49, 52, 52 (n. 63), 53, 54
(n. 64), 56, 89 (n. 5), 145, 145 (n. 86), 304, 305,
306, 308.
gótico: p. 265.
gothograeci: p. 308.
grano (cereal): pp. 39, 194, 203, 215, 230,
246 (n. 133).
gratificación, gratificaciones: pp. 148, 199.
grebas: pp. 265, 266, 274, 275.
greutungos: p. 304.
grito(s) de batalla (o de guerra): pp. 10, 41,
47, 74, 103, 116, 116 (n. 51), 137, 198.
guanteletes: p. 90.
guardaflancos: pp. 133, 134, 264.
Guardia Imperial (unidad militar): pp. 301,
308.
Guardia Imperial persa (unidad militar): p.
240 (n. 125).
Guardia Pretoriana (unidad militar): pp. 36
(n. 53), 301, 302.
guerra(s): pp. 12, 20, 23, 23 (n. 14), 25, 26,
27, 28, 32, 33, 36 (n. 53), 39, 40, 41, 42, 45,
49, 53, 54 (n. 64), 76, 98, 108, 116 (n. 51),
143, 145, 145 (n. 88), 162 (n. 90), 163, 167,
169, 170, 173, 180, 195, 196, 197, 198, 199,
199 (n. 105), 200, 201, 203, 203 (n. 111),
210 (n. 113), 216, 216 (n. 116), 239, 240,
245, 246, 250 (n. 136), 283, 284, 302, 304,
307, 309.
Guerra Pártica (de Trajano): p. 210 (n. 113).
Guerra Persa (de Justino II): p. 309.
Guerra Púnica (Segunda): p. 203 (n. 111).
Guerras Dácicas (de Trajano): pp. 210 (n.
113), 302.
hacha(s): pp. 92, 267, 280.
hachuelas: p. 267.
hambre: pp. 39, 178, 195, 197.
harina: pp. 154, 172, 267.
hecatontarca(s): pp. 57, 90, 93, 95-96, 96,
117, 123, 184, 306.
heno: pp. 155, 173, 174.
heraldo(s): pp. 10, 74, 96, 103, 117, 125, 182,
183, 267, 271, 273, 278, 283, 285, 286, 289, 292,
306.
herejes, herejías: pp. 27, 183 (n. 96).
herido(s): pp. 13, 76, 94, 98, 99, 112, 148,
155, 168, 176, 183, 198, 231, 247, 279.
herreros: pp. 267, 268.
hérulo(s), hérula(s): pp. 265, 265 (n. 147),
266 (n. 147), 306, 307.
hierba: pp. 155, 173, 174, 232.
hierro: pp. 90, 91, 145, 230, 243, 266, 267,
299, 311.
hipódromo: pp. 29, 29 (n. 26).
hispanos: pp. 36, 202, 202 (n. 109).
honda(s), hondero: pp. 37, 177, 265, 266,
267, 268, 272, 279, 282.
hora(s): pp. 30, 40, 41, 82, 209, 211, 221,
221 (n. 119), 228, 240, 247, 278, 285 (n.
193), 292, 294.
hoz, hoces: pp. 92, 267.
huérfanos de guerra: p. 28.
huno(s): pp. 14, 43, 44, 49, 77, 89 (n. 9),
144 (n. 84), 170, 237, 242, 299, 300 (n. 1),
306, 307, 308.
hunos blancos: pp. 43, 144 (n. 84), 307.
hypostrategos: pp. 57, 93, 95, 108, 114, 115,
130, 135, 251, 252, 257, 307.
Iglesia (institución): pp. 27 (n. 24), 183 (n.
96).
Iglesia Apostólica Armenia: p. 27 (n. 24).
Iglesia Católica: p. 27 (n. 24).
Iglesia Copta: p. 27 (n. 24).
Iglesia de Egipto: p. 27 (n. 24).
Iglesia de la India: p. 27 (n. 24).
Iglesia Eritrea: p. 27 (n. 24).
Iglesia Etíope: p. 27 (n. 24).
Iglesia Ortodoxa Griega: p. 27 (n. 24).
Iglesia Ortodoxa Siria: p. 27 (n. 24).
Iglesia Siria de Oriente: p. 27 (n. 24).
ilarca(s): pp. 93, 96, 117, 123, 184, 214,
309.
Illyriciani (tipo de unidad militar): p. 110 (n.
42).
impedimenta: pp. 11, 12, 15, 47, 49, 74, 75,
78, 92, 93, 94, 96, 98, 99, 100, 121, 130,
131, 146, 147, 151, 153, 154, 155, 174, 177,
184, 197, 212, 215, 219, 240, 243, 244, 251,
256, 268, 275, 277, 279, 280, 284, 286, 287,
288, 289, 291.
incursión, incursiones: pp. 14, 21, 22, 23, 26,
48, 77, 138, 148, 169, 194, 197, 207, 210,
121, 220, 225, 229, 230, 241, 247, 252, 309.
indisciplinados/as: pp. 142, 213.
infante(s), infantería: pp. 14, 15, 16, 37, 39,
40, 46, 49, 50, 52, 54, 55, 57, 78, 89, 107,
110, 110 (n. 41), 153, 154, 170, 177, 179,
196, 202, 211, 212, 215, 216, 217, 218, 218
(n. 117), 221, 231, 232, 240 (n. 125), 241,
243, 244, 245, 248, 249, 250, 251 (n. 139),
255, 256, 257, 258, 259, 260, 261, 262, 263,
264, 265, 266, 268, 269, 270, 271, 272, 273,
274, 277, 278, 279, 280, 281, 282, 283, 284,
286, 287, 288, 289, 293, 299, 302, 306.
infantería pesada, infantes pesados: pp. 15,
49, 50, 78, 177, 196, 250, 255, 256, 261,
263, 265, 268, 269, 270, 271, 272, 274, 277,
278, 279, 280, 281, 282, 286, 289.
infantería ligera, infantes ligeros: pp. 15, 49,
54, 78, 248, 250, 255, 261, 262, 263, 265,
266, 267, 268, 269, 271, 272, 277, 280, 281,
282.
información, informaciones: pp. 12, 35, 35
(n. 53), 37, 38, 40, 42, 43, 44, 45, 48, 75,
100, 167, 171, 179, 194, 209, 213, 215, 219,
220, 246 (n. 132), 249, 264, 268 (n. 155).
Inmortales (unidad militar): p. 240 (n. 125).
instrucción: pp. 9, 12, 16, 37, 45, 47, 48, 73,
75, 78, 87, 89, 138, 159, 161, 161, 162, 163,
256, 289.
instrucción a la escítica: pp. 12, 75, 159,
161.
instrucción a la alana: pp. 12, 75, 159, 162.
instrucción a la africana: pp. 12, 75, 159,
162.
instrucción a la itálica: pp. 12, 75, 159, 163.
instrucciones (órdenes): pp. 13, 41, 48, 76,
135, 148, 189, 191, 216, 261.
instructor(es): pp. 37, 38, 268, 268 (n. 153).
instructores de campo: p. 38, 268 (n. 153).
interrogar, interrogatorio: pp. 213, 221.
intervallum: p. 285 (n. 190).
interventores militares: p. 55.
intra (orden): pp. 276, 291.
invierno: pp. 24 (n. 15), 43, 90, 93, 97, 98,
162, 170, 233, 243, 248.
iranias (personas): p. 299.
itálico, itálicas, a la itálica: pp. 12, 24, 48,
75, 159, 161, 163, 246, 246 (n. 133).
iunge (orden): pp. 125, 126, 274, 290 (n.
203).
iunge fulco (orden): pp. 290, 290 (n. 203).
julio (mes): p. 232.
jabalina(s): pp. 37, 170, 177, 211, 247, 248,
262, 263, 265, 267, 272, 275, 279, 280, 281,
282.
jan (título de jefe): pp. 211, 211 (n. 114),
299, 300 (n. 1).
jefe(s): pp. 10, 22, 26, 28, 29, 44, 53, 54 (n.
65), 56, 94, 95, 110, 111, 112, 169, 170, 175
(n. 93), 179, 192, 199, 242, 248, 269, 299.
jefe arquero: p. 269.
jinete(s): pp. 10, 35, 52, 54, 55, 73, 87, 89,
90, 90 (n. 8), 91, 91 (ns. 12 y 13), 106, 108,
123, 124, 128, 128, 131, 145, 163, 210 (n.
113), 218 (n. 117), 219, 243, 245, 257, 261,
262, 263, 268, 272, 280, 287, 289, 282, 293,
295, 302.
junio: p. 52 (n. 62).
juramento(s): pp. 179, 184, 200, 242.
Justicia, justicia: pp. 46, 47, 82, 82 (n. 3),
83, 191.
khan (título de jefe): pp. 211 (n. 114), 300
(n. 1).
kíneson (orden): p. 126.
Kunsthistorische Museum de Viena: p. 90 (n.
8).
Kyrie Eleison (oración): p. 116.
ladrón, ladrones: p. 97.
lago(s): p. 227 (n. 120), 244, 247, 287.
lanceros: pp. 39, 106, 110, 180, 196, 240,
241, 300.
lanza(s): pp. 10, 47, 74, 89, 90, 90 (n. 8),
91, 92, 103, 111, 112, 113, 123, 126, 127,
136, 145, 170, 181, 182, 183, 240 (n. 124),
241, 242, 246, 262, 265, 267, 267 (n. 151),
271, 275, 278, 280, 280 (n. 188), 282, 289,
292, 300, 302.
lanzas eslavas: p. 267.
lanzador(es) de jabalina: pp. 211, 248, 264,
268, 282.
largia ad ambas partes (orden): pp. 276,
290.
largia ad dextram (orden): p. 290.
latinismo(s): pp. 32, 32 (n. 44), 184 (n. 98),
269 (ns. 156 y 158), 304, 305, 306, 308,
310.
legación: p. 210.
legionario: pp. 38, 94 (n. 25), 110 (n. 41).
legión, legiones: pp. 50, 52, 54 (n. 67), 261
(n. 141), 268, 268 (ns. 154 y 155), 305, 310.
legión I Isauria Sagittaria: p. 54 (n. 67).
legión II Isauria: p. 54 (n. 67).
legión III Isauria: p. 54 (n. 67).
lemas: pp. 13, 41, 48, 76, 189, 195.
ley (calidad de la moneda): pp. 21 (n. 11),
98 (n. 34).
ley(es): pp. 56, 92, 96, 97, 270.
libertad: pp. 92 (n. 16), 193, 215, 245, 250.
libra(s): pp. 98 (n. 34), 154, 172, 307.
librarius (cargo militar): p. 19 (n. 2).
lígures: pp. 36, 202, 202 (n. 109).
lilia: pp. 42, 145 (n. 88).
limitanei: pp. 51, 51 (n. 60), 55, 303.
línea de batalla: pp. 12, 15, 47, 73, 78, 95,
98, 103, 106, 107, 107 (n. 38), 109, 111,
112, 113, 115, 116, 127, 128, 133, 134, 135,
136, 137, 138, 143, 145, 146, 147, 154, 162,
176, 177, 182, 198, 201, 202, 219, 240, 240
(n. 125), 241, 243, 244, 245, 249, 256, 259,
263, 268, 269, 270, 271, 272, 273, 274, 276,
277, 278, 279, 280, 282, 287, 289.
línea de combate: pp. 135, 147, 272.
lirios (arma): pp. 42, 145 (n. 88).
literatura hagiográfica: p. 32.
llanura(s): pp. 39, 196, 308.
lluvia: pp. 91, 192, 233, 241, 245, 246, 279.
lombardo(s): pp. 14, 23, 28, 30, 36, 49, 77,
237, 245, 300, 306, 307, 308.
longobardos: pp. 30, 307.
lóriga(s): pp. 991, 92, 93.
madera: pp. 193, 200, 210, 229 (n. 122),
232, 233, 247, 266, 273, 284, 288, 303, 305.
maestros de armas: pp. 38, 268 (n. 153).
magister draconum: p. 302,
magister equitum, magistri equitum: pp. 52,
307.
magister militum, magistri militum: pp. 22,
24, 25, 52, 56.
magister militum per Africam (o Africae): pp.
24, 56.
magister militum per Armeniam (o
Armeniae): p. 56.
magister militum per Italiam (o Italiae): p.
24.
magister militum per Spaniam (o Spaniae):
pp. 25, 56.
magister militum praesentalis: p. 23.
magister peditum, magistri peditum: p. 52.
magister utriusque militiae, magistri
utriusque militiae: pp. 20, 22, 23, 26, 28, 31,
52, 54, 55, 55-56, 175 (n. 95), 216 (n. 116),
227 (n. 120).
magister utriusque militiae per Illyricum: p.
55.
magister utriusque militiae per Orientem: pp.
20, 26, 31, 54, 55, 56.
magister utriusque militiae praesentalis: pp.
23, 55-56, 56.
magister utriusque militiae per Thracias: pp.
22, 23, 28, 31, 55.
manuballista(e): pp. 38, 43, 266 (n. 149).
manto(s): pp. 90, 91, 92, 154, 181, 265.
manutención: pp. 12, 92, 167, 172.
manutención de los soldados: pp. 12, 167,
172.
manutención de los caballos: pp. 12, 167,
172.
manutención de los campamentos: pp. 12,
167, 172.
máquinas de asedio: pp. 227, 230, 230 (n.
123), 231, 232.
marcha(s), marchar: pp. 12, 15, 41, 46, 49,
75, 76, 78, 90. 94, 97, 99, 100, 110, 113,
114, 116, 124, 127, 135, 138, 151, 155, 162,
167, 170, 173, 174, 177, 178, 184, 194, 198,
201, 203, 209, 210, 211, 212, 213, 214, 215,
216, 217, 218, 218 (n. 118), 219, 229, 240,
248, 249, 250, 251, 252, 256, 262, 265, 267
(n. 152), 271, 273, 274, 275, 277, 278, 279,
280, 281, 282, 283, 286, 288, 289, 290, 294,
295, 301.
marzo: pp. 45, 89 (n. 6), 162, 162 (n. 90),
170.
matiobárbulo(s): pp. 38, 265, 266, 267, 272,
275, 279, 280, 308.
mattiobarbulum: p. 308.
medii partitis... (orden): p. 275.
mensores: pp. 10, 74, 94, 94 (n. 28), 99,
103, 113, 183, 308.
merarca(s): pp. 12, 13, 57, 76, 92, 93, 94,
95, 108, 114, 115, 129, 167, 168, 170, 172,
181, 182, 183, 257, 269, 271, 277, 278, 283,
285, 286, 291, 292, 305, 308.
mercenarios: pp. 52, 54, 306.
meros: pp. 10, 11, 47, 57, 74, 90, 92, 93, 95,
98, 99, 100, 103, 107, 108, 109, 113, 114,
115, 116, 117, 121, 126, 128, 129, 130, 131,
133, 134, 135, 136, 137, 155, 161, 163, 171,
181, 182, 215, 221, 258, 268, 269, 271, 276,
277, 278, 279, 281, 282, 285, 289, 292, 308.
miedo, miedosos: pp. 40, 46, 82 (n. 3), 83,
178, 197, 198, 199, 239, 242, 248, 250, 274,
293.
mijo: pp. 246, 246 (n. 133).
mijo itálico: pp. 246, 246 (n. 133).
milicias fronterizas: p. 56.
milicias urbanas: p. 55.
milla(s): pp. 113, 113 (n. 46), 114, 124, 126,
128, 146, 154, 176, 177, 180, 181, 182, 211,
216, 218, 228, 243, 251, 252, 280, 289, 292,
293, 295, 308.
moira(s): pp. 57, 90, 92, 93, 95, 99, 100,
105, 107, 108, 128, 129, 161, 162, 171, 182,
248, 301, 308.
moirarca(s): pp. 13, 57, 76, 93, 94, 95, 108,
114, 129, 168, 182, 183, 257, 284, 301, 303,
308, 310.
molino: p. 267.
monasterio: pp. 29, 32.
monofisismo, monofisitas: pp. 27, 27 (n. 24),
29 (n. 26).
montaña(s): pp. 143, 175, 202, 213, 281.
monturas: p. 263.
motín, motines: pp. 29, 29, 97.
move (orden): p. 276.
muerte, muerta, muerto(s): pp. 20, 29, 29
(n. 26), 39, 42, 52 (n. 62), 98, 112, 115, 145
(ns. 86 y 87), 149, 174, 192, 195, 210 (n.
113), 216 (n. 116), 231, 245, 246, 292.
mujeres: pp. 230, 246.
multa: pp. 98, 98 (n. 34).
muralla(s): 23, 210, 227, 228, 229 (n. 122),
230, 231, 323, 288.
muta locum (orden): p. 277.
nave(s): pp. 55, 82, 283, 284, 303.
neftalitas: pp. 43, 44, 144, 144 (n. 85).
negligencia(s), negligente(s): pp. 83, 198,
200, 220, 246.
negociación, negociaciones: pp. 50, 179,
240.
neologismos: p. 32
Niké (revuelta): pp. 29, 29 (n. 26).
nobiscum (grito de batalla): pp. 116, 182.
nobiscum Deus (grito de batalla): pp. 43,
116, 116 (n. 51).
noche(s): pp. 43, 170, 172, 173, 191, 192,
194, 195, 197, 209, 210, 211, 212, 213, 219,
220, 227, 228, 229, 231, 232, 241, 243, 247,
249, 250, 284.
nomisma, nomismas: pp. 98, 98 (n. 34), 112.
notarius (cargo civil y militar): pp. 19, 19 (n.
3).
noviembre: pp. 28, 29.
octubre: p. 203 (n. 111).
oficial(es), oficialidad: pp. 10, 15, 20 (n. 7),
27 (n. 24), 28, 31, 32, 34, 37, 38, 43, 47, 48,
49, 50, 52, 55, 56, 73, 73 (n. 1), 74, 78, 89,
90, 91, 93, 94, 95, 96, 97, 100, 103, 115,
116, 127, 135, 138, 146, 169, 170, 171, 172,
172 (n. 92), 177, 179, 182, 183 (n. 96), 184,
191, 193, 200, 214, 216, 219, 220, 221, 232,
248, 249, 255, 261, 261 (n. 141), 264, 267,
268, 268 (n. 153), 269, 270, 271, 272, 273,
274, 275, 278, 282, 283, 284, 285, 294, 302,
303, 305, 306, 308, 309, 310.
oficial(es) de entrenamiento (u oficiales
instructores): pp. 37, 268, 269, 271, 273,
278, 308.
oficinas de reclutamiento: p. 56.
operación, operaciones: pp. 23, 26, 28, 44,
50, 109, 146, 148, 173, 191, 192, 194, 199,
209, 210, 211.
optimates: pp. 56, 94, 95, 111, 113, 130,
301, 308, 310.
optio signiferorum: p. 302.
orden, órdenes: pp. 11, 15, 22, 24, 28, 29,
38, 46, 47, 52, 54 (n. 68), 57, 74, 78, 82 (n.
3), 97, 100, 114, 115, 116, 116 (n. 49), 121,
124, 125, 126, 126 (n. 70), 127, 135, 136,
137, 138, 148, 171, 172, 172 (n. 92), 180,
180, 184, 191, 198, 211 (n. 113), 212, 221,
255, 257, 270, 271, 273, 273 (n. 163), 274,
275, 276, 277, 278, 282, 286, 289, 289 (n.
199), 290, 290 (ns. 203 y 207), 291, 292,
302, 306.
orden: pp. 11, 14, 39, 46, 47, 49, 74, 77, 83,
94, 96, 98, 100, 107, 116, 121, 124, 124 (n.
56), 125, 126, 127, 128, 129, 136, 137, 178,
179, 180, 215, 239, 241, 242, 245, 247, 249,
251, 255, 257, 260, 261, 270, 273, 274, 276,
279, 280, 281, 282, 284, 286, 287, 288, 289,
292, 294, 295, 310.
orden abierto: pp. 124, 124 (n. 56), 126,
127, 128, 310.
orden cerrado: pp. 11, 47, 74, 98, 121, 124,
125, 126, 127, 128, 136, 247, 261, 273, 274,
276, 281, 282, 289-290, 310.
orden de batalla: pp. 14, 46, 47, 129, 247,
260, 261, 280.
orden de batalla mixto: pp. 14, 49, 77, 255,
257.
orden de batalla lateral: pp. 14, 77, 255,
260.
ordenanza(s): pp. 94, 110, 111, 268 (n.
154), 271, 271 (n. 161), 304, 305, 309, 310,
311.
ortodoxos (grupo religioso): p. 29 (n. 26).
ostrogodos, ostrogoda: pp. 36, 54 (n. 64), 89
(n. 5), 304.
otoño: pp. 20, 22, 23.
paga: pp. 46, 51 (n. 60), 90, 92, 112, 191.
pala(s): p. 267.
palatinae, palatini, palatinos: pp. 51 (n. 60),
110 (n. 41), 301.
palatium: p. 51 (n. 60).
pan: pp. 172, 172 (n. 91).
pánico: pp. 247, 288.
panicum miliaceum: p. 246 (n. 133).
pantano(s): pp. 145, 202, 241, 244, 247.
papa(s) (título eclesiástico): pp. 19 (n. 1),
27, 28.
paradas militares: pp. 20 (n. 5), 113.
paragnátides: pp. 266, 266 (n. 148).
parati (orden): p. 274.
partidas aposentadoras: pp. 10, 74, 103,
113.
partidas exploradoras: pp. 154, 183.
partos (pueblo): pp. 36, 49, 202, 202 (n.
109), 302.
patria: pp. 35 (n. 53), 195, 239.
patriarca: p. 28.
patriarca ecuménico: p. 28.
patricio: pp. 20, 20 (n. 4), 25 (n. 21).
patricius: p. 20.
patrulla(s): pp. 12, 76, 92, 138, 167, 169,
171, 177, 180, 180, 194, 215, 216, 219, 220,
279, 281, 282, 285, 288.
paz: pp. 27, 40, 98, 100, 179, 194, 197, 199,
199 (n. 105), 200, 210, 213, 228, 309.
pena capital: pp. 996, 98.
pentarca(s): pp. 57, 90, 91 (n. 11), 93, 97,
123, 126, 126 (n. 65), 136, 169, 309.
percute (orden): p. 126.
permiso(s): pp. 97, 98, 216, 285.
persa(s), sasánida(s): pp. 14, 20, 21, 26, 27,
27 (n. 22), 29, 30, 31, 32, 34, 36, 44, 45, 49,
52, 52 (n. 61), 55, 56, 77, 89, 89 (n. 5), 106,
144, 144 (n. 85), 175 (n. 93), 179, 202
(109), 216, 217 (p. 116), 227 (n. 120), 237,
239, 240 (n. 125), 241, 242, 243, 265, 267,
300, 302, 304, 307, 309, 310.
pie(s) (unidad de medida): pp. 112, 112 (n.
44), 144, 145, 162, 218, 233, 277, 285, 291,
310.
piel(es): pp. 91, 248.
pillaje: pp. 213, 215, 251, 252.
piloto: p. 169.
pinzas: p. 267.
plan(es): pp. 40, 82, 99, 114, 161, 172, 191,
192, 195, 196, 200, 201, 203, 210 (n. 113),
212, 213, 214, 230, 231, 242, 244, 252, 288,
289.
plan de batalla: p. 161, 172, 195.
plumbata: p. 308.
pontón, pontones: pp. 210, 248 (n. 134),
283, 284.
porta águilas: pp. 268, 271, 278, 310.
portacapa: p. 123.
portaestandarte(s): pp. 94, 94 (n. 22), 96,
125 (n. 60), 126, 127, 131, 146, 170, 182,
268, 271, 278, 310.
portillos/as: pp. 231, 232, 285 (n. 189).
post consulatum: p. 20 (n. 8).
pozo(s): pp. 216, 231, 233.
praefectus, praefecti: pp. 53, 73 (n. 1).
Praefectus Praetorio: pp. 36 (n. 53), 302.
praesentalis: pp. 23, 54, 56.
praetoria (vía): p. 285 (ns. 191 y 192).
prefecto(s): pp. 53, 73 (n. 1), 123, 211 (n.
113), 302.
Prefecto del Pretorio: pp. 211 (n. 113), 302.
principalis (vía): p. 285 (ns. 191 y 192).
primavera: pp. 21, 22, 23.
primera línea: pp. 11, 13, 74, 76, 91, 94,
106, 107, 107 (n. 38), 108, 109, 110, 111,
112, 113, 114, 115, 121, 128, 130, 131, 133,
135, 136, 137, 138, 146, 163, 167, 175, 176,
178, 240.
primus, primi: pp. 261, 261 (n. 141), 270,
275, 275 (n. 174), 290 (n. 206).
primi ordines: p. 261 (n. 141).
primi state, secundi ad difalangiam exite
(orden): p. 275.
primi state, secundi exite (orden): p. 290.
prisionero(s): pp. 12, 23, 23 (n. 14), 48, 56,
76, 90 (n. 8), 167, 171, 193, 194, 123, 215,
217, 218, 219, 220, 249, 250, 250 (n. 136).
propuesta(s): pp. 199, 209, 210, 240.
protectores domestici: p. 55.
protospatharios: p. 304.
provincia(s): pp. 19, 19 (n. 2), 20, 20 (ns. 5
y 6), 21, 21 (n. 10), 22, 22 (n. 12), 23, 24,
25, 25 (n. 19), 26, 27, 27 (n. 23), 29, 32 (n.
38), 44, 49, 52, 52 (ns. 62 y 63), 53, 54 (n.
67), 55, 56, 98, 145 (n. 86), 175 (n. 93), 203
(n. 111), 211 (ns. 113 y 115), 227 (n. 120),
240 (n. 124), 301, 301 (n. 3), 303, 306, 309,
309 (n. 6).
pseudocomitatenses: pp. 51 (n. 60), 55.
provisión, provisiones: pp. 154, 155, 172,
177, 178, 194, 213, 214, 215, 230, 231, 232,
244, 245, 246, 250, 286, 287, 288.
pueblos de pelo (o cabello) claro (o rubio):
pp. 14, 49, 77, 143, 237, 245.
puente(s): pp. 193 (n. 101), 210, 248, 248
(n. 134), 250, 283, 284.
puerta(s): pp. 38, 116, 177, 193, 231, 285,
288.
puestos [...] de vigilancia: pp. 215, 219, 232.
puntal(es): pp. 233, 266 (n. 149).
raciones: pp. 12, 28, 48, 79, 91, 92, 167,
172, 173, 267.
rango: pp. 23, 47, 90, 92, 99, 301.
recluta(s), reclutamiento: pp. 37, 52, 52 (n.
61), 56, 96, 184, 269.
reconocimiento(s): pp. 13, 48, 76, 146, 147,
168, 175, 177, 180, 183, 213, 232, 249, 271.
red(es): pp. 170, 284.
redi (orden): pp. 275, 290.
refugiado(s): pp. 29, 249, 249 (n. 136), 250
(n. 136).
reglamento(s): pp. 10, 47, 73, 87, 94, 96,
97, 98, 138, 268, 270, 271, 291, 306.
remos: pp. 284, 303.
retaguardia: pp. 10, 11, 42, 51, 74, 94, 95,
103, 106, 108, 109, 110, 110 (n. 41), 112,
114, 116, 121, 123, 125, 126, 127, 129, 131,
134, 136, 137, 138, 143, 144, 146, 147, 175,
176, 177, 180, 181, 182, 216, 217, 240 (n.
125), 241, 242, 243, 244, 245, 249, 250,
259, 261, 262, 264, 270, 271, 272, 273, 274,
275, 276, 277, 279, 280, 281, 284, 287, 288,
289, 291.
retirada(s): pp. 52 (n. 62), 94, 106, 108,
109, 113, 127, 135, 137, 146, 155, 193, 195,
211, 212, 229, 241, 241-242, 242, 243, 245,
249, 261, 289.
retreta: pp. 183, 285, 286.
rey(es): pp. 25, 26, 44, 45, 144, 144 (n. 85),
240 (n. 124), 249, 300, 300 (n. 1), 304, 305,
308.
rey de reyes: p. 45.
riesgo(s): pp. 83, 126, 135, 148, 155, 194,
195, 203, 218, 228, 229, 231, 232.
río(s): pp. 15, 22, 24 (n. 15), 25, 26, 41, 53,
55, 78, 100, 184, 193, 210, 227 (n. 120),
244, 247, 248, 248 (n. 134), 250, 256, 283,
284, 287, 299, 301, 304, 306, 307.
riparienses: p. 55.
ripenses: p. 55.
riostras: p. 283.
rojos (facción del hipódromo de
Constantinopla): p. 29 (n. 26).
romano(s), romana(s): pp. 19, 19 (n. 2), 20
(ns. 5 y 8), 21, 21 (n. 10), 23, 24 (n. 16), 25,
29 (n. 26), 30, 34, 35 (n. 53), 36, 36 (n. 53),
42, 44, 48, 52, 53, 54, 55, 56, 73 (n. 1), 89,
89 (n. 5), 91, 96 (n. 32), 98 (n. 34), 106, 112
(n. 44), 113 (n. 46), 135, 145, 145 (n. 86),
178, 181, 199 (n. 105), 202 (n. 109), 203,
210 (n. 113), 211, 221, 229 (n. 121), 243,
249, 249 (n. 136), 250, 250 (n. 136), 262 (n.
142), 265, 268 (ns. 154 y 155), 288 (n. 198),
300, 300 (n. 2), 301, 302, 303, 304, 305,
306, 307, 308, 309, 310, 311.
rumor(es): pp. 177, 179, 192, 232, 248.
ruta(s): pp. 29, 100, 183, 213, 214, 216,
217, 220, 229, 230, 249, 250, 251, 279, 293.
sacerdote(s): pp. 55, 116, 183 (n. 96).
salvoconducto(s): p. 180.
saquear, saqueo: pp. 13, 14, 23, 26, 76, 77,
98, 112, 167, 174, 184, 193, 198, 207, 212,
213, 214, 215, 217, 229, 243, 247, 249, 250,
251, 252.
sármatas: p. 302.
sarracenos: p. 55.
sasánida(s) (cfr. persa[s] sasánida[s]).
scholae: p. 301.
schola draconarioum: p. 302.
Scholae Palatinae: p. 301.
scriptorium: p. 33.
secretario ab epistulis latinis: p. 36 (n. 53).
secundus, secundi: pp. 270, 275, 275 (n.
174), 290, 290 (n. 206).
sedición: pp. 97, 192.
Segunda Edad de Oro (de los persas): p.
309.
segunda línea: pp. 11, 13, 74, 76, 95, 106,
107, 108, 109, 111, 112, 114, 115, 121, 127,
128, 130, 131, 132, 133, 134, 135, 136, 137,
138, 146, 147, 163, 167, 168, 175, 176, 177,
181, 240, 259.
semissis: p. 98 (n. 34).
señal(es): pp. 40, 115, 116 (n. 52), 125,
126, 136, 147, 177, 196, 212, 214, 221, 232,
245, 249, 261, 273, 278, 282, 286, 289, 291,
305.
septiembre: pp. 24, 183 (n. 96), 232.
sierra: p. 267.
siervo(s): pp. 56, 92 (n. 16), 96, 174.
signifer: p. 310.
silentium, mandata captate... (orden): p.
273.
silentium. Nemo demittat... (orden): p. 125.
símbolos: pp. 11, 14, 47, 74, 77, 121, 123,
129, 130, 184, 255, 257, 263.
sirviente(s): pp. 92, 94, 153, 154, 177, 221.
soldado(s): pp. 9, 10, 12, 15, 20 (n. 5), 22
(n. 13), 26, 27, 28, 29, 30, 37, 38, 39, 40,
41, 42, 45, 47, 48, 50, 52, 53 (n. 64), 54, 54
(n. 64), 55, 56, 57, 73, 76, 78, 81, 87, 89, 89
(ns. 5 y 6), 90, 91, 92, 92 (ns. 16 y 17), 93,
94, 94 (ns. 22, 29 y 30), 95, 96, 96 (n. 32),
97, 98, 98 (n. 35), 99, 100, 105, 106, 109,
110, 111, 112, 112 (n. 45), 115, 116, 116 (n.
52), 123, 124, 125 (n. 60), 126, 127, 128,
144, 145, 146, 153, 154, 155, 161, 162 (n.
90), 167, 171, 172, 172 (n. 91), 173, 174,
175, 177, 178, 179, 180, 183, 183 (n. 96),
184, 191, 191 (n. 100), 192, 193, 194, 195,
196, 197, 198, 199, 200, 202, 211, 212, 213,
214, 215, 216, 216 (n. 116), 217, 218, 219,
220, 221, 227, 228, 231, 240, 241, 248, 251,
255, 266 (n. 148), 267, 268 (n. 154), 269,
269 (n. 157), 270, 274, 275, 276, 277, 278,
279, 281, 286, 287, 289, 291, 292, 293, 294,
300, 300 (n. 2), 302, 303, 305, 308, 310,
311.
soldados-campesinos: p. 55.
soldados de frontera: p. 55.
solenarion: p. 266 (n. 150).
solidus, solidi: pp. 21, 21 (n. 11), 24, 98 (n.
34).
spatha: pp. 265 (n. 147), 271 (n. 161).
spatharius, spatharios: pp. 271 (n. 161),
304.
spatharo-kandidatos: p. 304.
sta (orden): p. 126.
staria italica: p. 246 (n. 133).
strator: pp. 271 (n. 161), 305.
suministro(s): pp. 28, 39, 48, 94, 155, 170,
174, 177, 179, 180, 196, 210, 211, 212, 214,
217, 227, 228, 229, 230, 231, 233, 242, 243,
283, 286, 287.
suscipe (orden): p. 131.
symmachoi: p. 55.
tablas: p. 233.
táctica(s), táctico(s): pp. 13, 14, 34, 35 (n.
53), 40, 48, 76, 77, 82, 89 (n. 5), 93, 94 (n.
25), 114, 128, 145 (n. 87), 168, 169, 175,
200, 203 (n. 112), 239, 240, 240 (n. 125),
264, 277, 291, 292, 303.
tagma(s): pp. 10, 11, 13, 15, 16, 47, 57, 73,
74, 78, 87, 90, 92, 93, 93 (n. 19), 95, 96, 97,
98, 100, 103, 107, 109, 110, 111, 112, 113,
114, 115, 117, 117 (n. 53), 121, 123, 124,
125, 126, 127, 128, 129, 130, 131, 135, 136,
137, 138, 161, 168, 170, 171, 178, 179, 182,
183, 184, 214, 220, 221, 251, 252, 255, 256,
262, 265, 269, 270, 271, 272, 276, 277, 279,
280, 283, 285, 289, 290, 292, 294, 299, 300,
310.
taxiarca: pp. 94, 130, 310.
teniente: p. 269.
teoría: pp. 24, 82.
tercera línea: pp. 108, 109, 136, 137, 138,
284.
terraplén: p. 285.
territorio(s): pp. 10, 14, 21 (n. 10), 25, 26,
48, 73, 77, 87, 90, 99, 100, 153, 154, 180,
193, 195, 196, 199, 200, 202, 207, 210, 212,
213, 215, 216, 225, 229, 230, 246, 246 (n.
132), 247, 248, 250, 250 (n. 136), 299, 300,
304, 306, 307, 308, 309.
territorio escabroso: pp. 14, 77, 207, 216.
territorio hostil: pp. 14, 48, 207, 212, 213,
215, 216, 250.
tervingios: p. 304.
Tesoro de Nagyszentmiklós: p. 90 (n. 8).
testudo: pp. 262 (n. 142), 306.
tetrarca(s): pp. 90, 91 (n. 11), 94, 96, 126,
310.
thema(s): pp. 26, 301, 309.
tienda(s): pp. 92, 92 (n. 15), 154, 211, 221,
241, 243, 249, 282, 285, 285 (n. 192), 286,
291, 301.
timonel: p. 82.
tinajas: p. 233.
tiro(s) de flecha: pp. 108, 108 (n. 39), 114,
115, 125, 127, 135, 136, 137, 138, 146, 180,
241, 244, 248, 258, 261, 262, 263, 274, 279,
284, 295.
torna mina (orden): p. 127.
torre(s): pp. 210, 230, 231, 284, 303.
torres de asedio: p. 230.
tortuga (cfr. testudo).
traición: pp. 172 (n. 92), 192, 193, 194, 242.
traidor(es): pp. 202, 213.
trampa(s): pp. 145, 146, 175 (n. 93), 180,
182, 192, 247.
transmuta (orden): pp. 127, 138.
transforma (orden): pp. 127, 277, 291.
transporte: pp. 15, 53, 78, 172, 250, 256,
267, 267 (n. 152), 283, 284.
tratado(s) (acuerdo[s] internacional[es]):
pp. 21, 23, 27, 52, 180, 198, 248, 305.
tratado (obra literaria): pp. 30, 31, 32, 34,
35 (n. 53), 45, 46, 59, 82 (n. 3), 108 (n. 39),
264.
tremissis: p. 98 (n. 34).
tribuno(s): pp. 16, 57, 78, 93, 95, 96, 117,
256, 269, 285, 289, 291, 301, 302, 310.
trigo negro: p. 246 (n. 133).
trinchera(s): pp. 144, 145, 180, 193, 215,
233, 243, 284, 286, 288, 291.
Trisagion (himno religioso): pp. 183, 183 (n.
96), 286, 286 (n. 194).
trompeta(s) (músico[s]): pp. 123, 268, 301,
310.
trompeta(s) (instrumento musical): p. 172,
177, 212, 221, 273, 281, 282, 286, 302.
tropa(s): pp. 10, 11, 12, 14, 20, 22, 25, 26,
28, 30, 31, 38, 39, 40, 41, 42, 45, 46, 47, 48,
50, 51, 51 (n. 60), 52, 53, 54, 56, 63, 74, 75,
78, 81, 82, 87, 90, 92, 94, 95, 96, 98, 99,
100, 103, 105 (n. 37), 106, 107, 108, 109,
110, 111, 113, 114, 115, 116, 117, 121, 125,
126, 127, 128, 134, 135, 136, 137, 138, 141,
143, 144, 145, 146, 153, 154, 155, 161, 162,
163, 167, 169, 170, 171, 174, 175, 176, 177,
178, 179, 181, 182, 183, 185, 191, 192, 193,
194, 195, 196, 197, 198, 199, 200, 201, 202,
203, 204, 209, 210, 212, 213, 214, 215, 216,
216 (n. 116), 217, 218, 219, 220, 221, 227
(n. 120), 228, 229, 231, 232, 240 (n. 125),
241, 244, 248, 249, 250, 252, 255, 258, 261,
262, 263, 264, 267, 268, 269, 270, 272, 273,
274, 276, 277, 278, 279, 280, 281, 282, 285,
286, 287, 288, 289, 292, 294, 305, 306, 307,
308, 310.
tropas de apoyo: p. 109.
tropas de asalto: pp. 10, 38, 73, 94, 103,
108, 109, 111, 135, 161, 162, 163, 181, 182,
244, 258, 310.
tropas de defensa: pp. 10, 73, 94, 103, 108,
109, 135, 161, 162, 163, 181, 182, 244, 310.
tropas de emboscada: pp. 11, 74, 109, 111,
176.
tropas de frontera: pp. 51, 51 (n. 60).
tropas de maniobra: pp. 51, 51 (p. 60).
tropas de retaguardia: pp. 109, 175, 176.
tropas regulares: pp. 54, 96, 215.
tubae: p. 302.
tubicines: p. 301.
túnicas: pp. 91, 265, 265 (n. 145).
turca(s), turcos: pp. 14, 26, 27 (n. 23), 49, 52 (n.
63), 77, 105, 237, 242, 242 (n. 128), 301, 309,
310.
undique servate (orden): p. 276.
unidad(es) (militar[es]): pp. 14, 19 (n. 3), 20
(n. 5), 21, 28, 39, 41, 47, 50, 51 (n. 60), 52,
52 (n. 61), 54, 54 (n. 67), 55, 57, 77, 93, 93
(n. 19), 94 (n. 22), 95, 96, 99, 100, 105,
106, 110, 110 (ns. 41 y 42), 111, 112, 113,
115, 127, 131, 134, 135, 136, 137, 143, 144,
145, 146, 147, 148, 153, 161, 162, 175, 176,
177, 179, 183, 197, 212, 214, 218, 243, 244,
251, 252, 255, 257, 261 (n. 141), 262, 269,
270, 276, 278, 279, 280, 281, 285, 286, 289,
292, 299, 300, 302, 305, 308, 310.
valor: pp. 20 (n. 5), 39, 40, 97, 143, 171,
178, 195, 196, 197, 199, 228, 232, 245, 247.
vándalos: pp. 25, 54, 56.
vanguardia: pp. 110, 214, 217.
venablo: p. 308.
veneno, envenenar, venenosa (y variantes):
pp. 30, 45, 203, 216, 216 (n. 116), 247.
verano: pp. 21, 23, 26, 49, 145 (n. 86), 216,
218, 221 (n. 119), 232, 240, 243, 248, 249,
250, 300.
verdes (facción del hipódromo de
Constantinopla): pp. 29, 29 (n. 26).
vestimenta(s): pp. 15, 32 (n. 44), 49, 78, 91,
91 (n. 14), 255, 265, 265 (n. 144).
vestuario (ropa): p. 28.
veteranos: pp. 28, 96, 96 (n. 32), 183, 269.
vexilación, vexilaciones: pp. 110, 110 (n.
41),
vexiliario: p. 310.
vexillatio: p. 110 (n. 41).
vexilliarius: p. 310.
vexillum: p. 300, 310.
vexillum parvum: p. 300.
viae praetoria et principalis: p. 285 (ns. 141
y 142).
vicario: pp. 20 (n. 6), 25 (n. 19).
vicarius: pp. 20 (n. 6), 25 (n. 19).
victoria(s): pp. 20, 30, 39, 45, 48, 107, 117,
135, 144 (n. 85), 154, 170, 171, 175 (n. 93),
179, 180, 192, 194, 196, 197, 198, 199, 202,
203 (n. 111).
vigilancia: pp. 53, 55, 179, 211, 216 (n.
116), 219.
vinagre: pp. 172 (n. 91), 233.
vino: pp. 172 (n. 91), 173, 215, 245, 289.
visigodo(s): pp. 25, 36, 52, 52 (n. 63), 53,
304, 305.
viuda(s): pp. 29, 246.
vivac: p. 215.
voluntario(s), voluntariado: pp. 52, 56.
yeguas: p. 243.
yelmo(s): pp. 90, 265, 311.
zanja(s) (cfr. trinchera[s]).
zapatos: p. 265.

Índice de obras, autores y versiones del


texto del strategikon

A (cfr. Codex Ambrosianus).


Ab Vrbe Condita (obra literaria de Tito Livio):
pp. 43, 202 (n. 108).
Acta del Martirio de Anastasio el Persa (cfr.
Acta Martyris Anastasii Persae).
Acta Martyris Anastasii Persae (obra literaria
anónima): pp. 45, 89 (n. 6), 162 (n. 90).
Ad Demonicum (obra literaria de Isócrates):
pp. 43, 197 (n. 103).
Aeneas Tacticus (cfr. Eneas [tratadista
militar]).
Agatías (historiador): pp. 19 (n. 1), 42, 43,
44, 53 (n. 44), 144 (ns. 84 y 85), 218 (n.
117).
Ambrosiana Paraphrasis (fuente histórica):
pp. 266 (n. 150).
Ambrosianus (cfr. Codex Ambrosianus).
Amiano Marcelino (historiador): pp. 302,
303.
Anecdota (obra literaria de Procopio de
Cesárea): p. 299.
Anthologia Graeca (obra literaria): p. 31.
Apocalipsis (obra literaria de san Juan
Evangelista): p. 183 (n. 96).
Apotegmatha Chabriae (obra literaria de
Plutarco): pp. 43, 201 (n. 106).
Arriano (tratadista militar): pp. 33, 43, 162
(n. 90), 270 (n. 159), 301, 302, 310.
Artes (obra de Cornelio Celso): p. 35 (n. 53).
Asclepiodotus (cfr Asclepiodoto el Táctico
[tratadista militar]).
Asclepiodoto el Táctico (tratadista militar):
pp. 33, 268 (n. 155).
Bellum Iudaicum (obra literaria de Flavio
Josefo): pp. 43, 286 (n. 195).
Catón el Censor (político y escritor): pp. 35,
35 (n. 53).
Catón el Viejo (cfr. Catón el Censor).
Cervantes Saavedra (Miguel de) (escritor
español de los siglos XVI y XVII): p. 193 (n.
101).
Chronica (obra literaria de Juan de Biclaro):
p. 25.
Chronica (obra literaria de Juan de Nikiu):
pp. 19 (n. 1), 45, 216 (n. 116).
Chronica (obra literaria de Miguel el Sirio): p.
19 (n. 1).
Chronicon Anonymi ad annum Domini 1234
pertinens (fuente histórica): p. 19 (n. 1).
Chronicon Paschale (fuente histórica): p. 19
(n. 1).
Chronographia (obra literaria de Gregorio bar
Hebreo): p. 19 (n. 1).
Chronographia (obra literaria de Teófanes el
Confesor): p. 300.
Codex Ambrosianus (códice): pp. 33, 268 (n.
154).
Codex Iustiniani (obra jurídica de Justiniano
I): pp. 44, 82 (n. 4), 92 (n. 16), 96 (n. 32),
97 (n. 33), 172 (n. 91), 286 (n. 197).
Codex Mediceus-Laurentianus (códice): p.
33.
Codex Neapolitanus (códice): p. 33.
Codex Parisinus (códice): p. 33.
Codex Theodosianus (obra jurídica de
Teodosio II): p. 300 (n. 2).
Codex Vaticanus (códice): p. 33.
Compendium Historiarum (obra literaria de
Jorge Cedreno): p. 19 (n. 1).
Constantino VII (emperador romano de
Oriente y autor literario): pp. 21 (n. 11), 32,
32 (n. 44), 33, 98 (n. 34), 301.
Cornelio Celso (escritor romano): pp. 35, 35
(n. 53).
Cornelius Celsus (Aulus) (cfr. Cornelio Celso).
Corpus Iuris Civilis (obra jurídica de
Justiniano I): pp. 36 (n. 53), 44, 97 (n. 33).
Crónica (obra literaria de Juan Skylitzes): p.
92 (n. 15).
Cronicón Rotense (fuente histórica): p. 304.
De Bello Civile (obra literaria de César): p.
42.
De Bello Gallico (obra literaria de César): p.
42.
De Bello Gothico (obra literaria de Procopio
de Cesárea): pp. 53 (n. 64), 54 (ns. 67 y 68),
89 (n. 5).
De Bello Persico (obra literaria de Procopio
de Cesárea): pp. 43, 44, 89 (n. 5), 144 (ns.
84 y 84), 175 (n. 93), 307.
De Bello Vandalico (obra literaria de
Procopio de Cesárea): pp. 54 (n. 66), 94 (n.
22), 300.
De Medicina (obra de Cornelio Celso): p. 35
(n. 53).
De Munitionibus Castrorum (obra del
Pseudo-Higinio): pp. 36 (n. 54), 286 (n.
196).
De Rebus Bellicis (obra literaria anónima):
pp. 43, 266 (n. 149).
De Thematibus (obra literaria de
Constantino VII Porfirogénito): pp. 301, 309.
Digesta (obra jurídica de Justiniano I): pp.
36 (n. 53), 92 (n. 17).
Dión Casio (historiador): pp. 44, 211 (n.
113).
Discursos (obra literaria de Isócrates): p.
197 (n. 103).
El General (cfr. Strategikos, de Onasandro).
El ingenioso hidalgo don Quijote de La
Mancha (obra literaria de Miguel de
Cervantes Saavedra): p. 193 (n. 101).
Eliano (tratadista militar): p. 33.
Eneas (tratadista militar): p. 33, 268 (n.
155).
Epistolarum Registrum (fuente histórica del
papa Gregorio I): p. 19 (n. 1).
Epitoma Rei Militaris (obra literaria de
Vegecio): pp. 35, 36 (n. 54), 37, 89 (n. 6),
94 (n. 25), 116 (n. 51), 199 (n. 105), 266 (n.
149), 268 (n. 153), 286 (n. 196), 301, 303,
308.
Epitome Historiarum (obra literaria de
Zonaras): p. 19 (n. 1).
Eustratio (historiador): p. 19 (n. 1).
Evagrio (historiador): pp. 19 (n. 1), 21 (n. 9).
Flavio Josefo (historiador): pp. 43, 286 (n.
195).
Floresta española de apotegmas y
sentencias (obra literaria de Melchor de
Santa Cruz de Dueñas): p. 193 (n. 101).
Fragmenta (lo que se conserva de la obra de
Menandro el Protector): p. 19 (n. 1).
Frontino (político, militar y escritor romano):
pp. 35, 35 (n. 53), 42.
Germania (obra literaria de Tácito): p. 307.
Getica (obra literaria de Jordanes): pp. 299,
304.
Gregorio I (san) (papa y autor de una fuente
histórica): pp. 19 (n. 1), 27, 28.
Gregorio bar Hebreo (historiador): p. 19 (n.
1).
Gregorio de Tours (historiador): pp. 300, 300
(n. 1).
Heródoto (historiador): pp. 303, 304.
Historia (obra literaria de Miguel Attaliates):
pp. 46, 179 (n. 94).
Historia (obra literaria de Sebeos): p. 307.
Historia (obra literaria de Teofilacto
Simocatta): pp. 19 (n. 1), 44, 211 (n. 115),
227 (n. 120), 300.
Historia Augusta (obra literaria de varios
autores): pp. 44, 105 (n. 37), 211 (n. 113).
Historia Ecclesiastica (obra literaria de
Evagrio): pp. 19 (n. 1), 21 (n. 9).
Historia Ecclesiastica (obra literaria de Juan
de Éfeso): p. 19 (n. 1).
Historia Ecclesiastica (obra literaria de
Nicéforo Calisto): p. 19 (n. 1).
Historia Francorum (obra literaria de
Gregorio de Tours): pp. 300, 300 (n. 1).
Historia Langobardorum (obra literaria de
Paulo Diácono): pp. 19 (n. 1), 300, 306, 308.
Historia Nova (obra literaria de Zósimo): p.
303.
Historiae (obra literaria de Agatías): pp. 19
(n. 1), 43, 44, 144 (ns. 84 y 85).
Historiae (obra literaria de Polibio): pp. 36
(n. 54), 43, 202 (n. 108), 286 (n. 196).
Historias (obra literaria de Heródoto): p.
303.
Homero (poeta): pp. 43, 107 (n. 38), 201 (n.
107).
Ilíada (obra literaria de Homero): p. 43, 107
(n. 38), 201 (n. 107).
Isócrates (autor griego): pp. 43, 197 (n.
103).
Iulius Frontinus (Sextus) (cfr. Frontino).
Jordanes (historiador): pp. 299, 304, 306.
Jorge Cedreno (historiador): p. 19 (n. 1).
Juan de Biclaro (historiador): p. 25.
Juan de Éfeso (historiador): pp. 19 (n. 1),
309.
Juan de Nikiu (historiador): pp. 19 (n. 1), 45,
216 (n. 116).
Juan Skylitzes (historiador): p. 92 (n. 15).
Kekaumenos (tratadista militar): pp. 45, 46,
82 (n. 3), 100 (n. 36), 191 (n. 100).
La estrella de Sevilla (obra de, o atribuida a,
Félix Lope de Vega y Carpio): p. 193 (n.
101).
La expedición contra los alanos (obra
literaria de Arriano): p. 301.
Las Estratagemas (cfr. Stratagemata).
León VI (emperador romano de Oriente y
tratadista militar): pp. 32, 32 (n. 43), 33, 34,
45, 107 (n. 38), 179 (n. 94), 201 (n. 106),
203 (n. 112).
Libri ad Filium (obra literaria de Catón el
Censor): p. 35 (n. 53).
Lope de Vega y Carpio (Félix) (escritor
español de los siglos XVI y XVII): p. 193 (n.
101).
Lp (cfr. Problemata).
Lt (cfr. Tacticae Constitutiones).
M (cfr. Codex Mediceus-Laurentianus]).
Mauricio (emperador romano de Oriente y
tratadista militar): pp. 9, 19, 19 (ns. 1 y 3),
20, 20 (n. 8), 21, 21 (n. 7), 23, 23 (n. 14),
24, 24 (n. 15), 25, 26, 26 (n. 21), 27, 27 (n.
23), 28, 28 (n. 25), 29, 29 (n. 26), 30, 31,
32, 32 (n. 44), 33, 34, 34 (n. 52), 35, 36, 37,
38, 39, 40, 41, 42, 42 (ns. 55 y 56), 43, 44,
45, 45 (n. 57), 46, 49, 50, 51, 53, 56, 57, 81
(n. 2), 82 (ns. 3 y 4), 91 (n. 12), 108 (n. 39),
116 (n. 49), 117 (n. 53), 144 (n. 84), 145 (n.
87), 184 (n. 99), 203 (n. 112), 216 (n. 116),
268 (n. 154), 269 (ns. 156 y 158), 301, 302,
303, 304, 305, 306, 307, 308, 309, 310.
Μαυρικίου (cfr. Mauricio).
Máximas de reyes y generales (obra literaria
de Plutarco): p. 201 (n. 106).
Mazoneus (arquetipo del Strategikon): pp.
33-34.
Menandro el Protector (historiador): pp. 19
(n. 1), 309.
Miguel el Sirio (historiador): p. 19 (n. 1).
Miguel Attaliates (historiador): pp. 46, 179
(n. 94).
Moralia (obra literaria de Plutarco): p. 201
(n. 106).
Nicéforo Calisto (historiador): p. 19 (n. 1).
Nicéforo Uranos (escritor militar): p. 203 (n.
112).
ND Or. (Notitia Dignitaum, pars Orientis)
(fuente histórica): pp. 69, 110 (n. 42).
Onasander (cfr. Onasandro [tratadista
militar]).
Onasandro (tratadista militar): pp. 33, 41, 42
(n. 55).
Οὐρβικίου (cfr. Urbicio, Urbicius, Urbikíos).
P (cfr. Codex Parisinus).
Paterno (prefecto del pretorio y jurista
romano): pp. 35, 35 (n. 53).
Paulo Diácono (historiador): p. 308.
Philippicus (cfr. Philippikos).
Philippikos (posible tratadista militar): p. 31.
Plutarco (historiador): pp. 35 (n. 53), 43, 201
(n. 106), 203 (n. 112), 268 (n. 154).
Polibio (historiador): pp. 36 (n. 54), 43, 202
(n. 108), 286 (n. 196).
Porcius Cato (Marcus) (cfr. Catón el Censor).
Problemata (obra literaria de León VI): pp.
33, 45.
Procopio de Cesárea (historiador): pp. 42,
43, 44, 53 (n. 64), 54 (ns. 66, 67 y 68), 89
(n. 5), 94 (n. 22), 144 (ns. 84 y 85), 175 (n.
93), 299, 300, 306, 307.
Pseudo-Higinio (tratadista militar): pp. 36 (n.
54), 286 (n. 196).
Resumen de los Asuntos Militares (cfr.
Epitoma Rei Militaris [obra literaria de
Vegecio]).
Santa Cruz de Dueñas (Melchor de) (escritor
español del siglo XVI): p. 193 (n. 101).
Sebeos (historiador): p. 307.
Sinopsis Historion (obra literaria de Juan
Skylitzes): p. 92 (n. 15).
Stratagemata (obra literaria de Frontino):
pp. 35 (n. 53), 42.
Strategikon (manual militar del emperador
Mauricio): pp. 5, 9, 16, 24, 24 (n. 15), 30,
31, 33, 34, 35, 37, 38, 41, 42, 43, 44, 45, 46,
49, 50, 55, 57, 67, 71, 82 (n. 3), 246 (n.
132), 250 (n. 136), 306.
Strategicon (obra literaria de Kekaumenos):
pp. 100 (n. 36), 191 (n. 100).
Strategicos (obra literaria de Onasandro):
pp. 33, 41.
Στρατηγικός (obra literaria de Onasandro): p.
41.
Tácito (historiador): p. 307.
Tακτικά (cfr. Taktiká).
Tactica (obra literaria de Arriano): pp. 31 (n.
29), 43, 152 (n. 90), 270 (n. 159), 301, 302,
310.
Tactica (obra literaria de Asclepiodoto el
Táctico): p. 268 (n. 155).
Tacticae Constituciones (obra literaria de
León VI): pp. 32 (n. 43), 35, 45, 107 (n. 38),
179 (n. 94), 201 (n. 106), 203 (n. 112).
Taktiká (obra literaria de Eliano): p. 33.
Taktiká (otro nombre del Strategikon de
Mauricio): p. 31.
Tarrutenius Paternus (¿Publio?) (cfr.
Paterno).
Teodosio II (emperador y autor de obra
legislativa): p. 183 (n. 96).
Teófanes el Confesor (historiador): p. 300.
Teofilacto Simocatta (historiador): pp. 19 (n.
1), 44, 45, 211 (n. 115), 227 (n. 120), 299,
300, 309.
Tito Livio (historiador): pp. 43, 202 (n. 108).
Urbicio (posible autor): p. 31.
Urbicius (posible autor): p. 31.
Urbikíos (posible autor): p. 31.
Vegecio (tratadista militar): pp. 34, 35, 35
(n. 53), 36 (n. 54), 37, 38, 39, 40, 41, 42,
43, 89 (n. 6), 94 (n. 25), 105 (n. 37), 116 (n.
51), 199 (n. 105), 266 (n. 149), 268 (n.
153), 286 (n. 196), 301, 303, 308.
Vida de Adriano (parte de la Historia
Augusta): pp. 44, 211 (n. 113).
Vida de Marco Catón (obra literaria de
Plutarco): p. 35 (n. 53).
Vida de Probo (parte de la Historia Augusta):
p. 105 (n. 37).
Vita Eutychii (obra literaria de Eustratio): p.
19 (n. 1).
VNP (familia de códices [cfr. Codex
Vaticanus, Codex Neapolitanus y Codex
Parisinus]): pp. 31, 33, 94 (n. 29), 268 (n.
154).
Zonaras (historiador): p. 19 (n. 1).
Zósimo (historiador): pp. 44, 145 (n. 86),
303.

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