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Tres formas de falta de objeto.

La armonía en una relación es un asunto problemático. Hay una hiancia, algo que no va.
En la doctrina freudiana el objeto se presenta de entrada en una búsqueda del objeto
perdido. El objeto es siempre el objeto vuelto a encontrar.
Esta el objeto de la reciprocidad imaginaria, o sea que en toda relación del sujeto con el
objeto, el sujeto ocupa ambos términos de la relación. La identificación con el objeto
esta en el fondo de toda relación con él. A este punto se da la práctica en la técnica
analítica moderna, con el resultado de un imperialismo de la identificación.
Por otra parte en la neurosis obsesiva se da que: aquel es un actor que desempeña su
papel y cumple cierto de número de actos como si estuviera muerto. Se entrega a un
juego para resguardarse de la muerte. Se muestra invulnerable. Con este fin se consagra
a una dominación que condiciona su contacto con los demás. Se le ve en una especie de
exhibición, en un juego que trata de ver hasta dónde puede llegar con los demás, el otro,
su alter ego, su propio doble. Y su juego se desarrolla delante Otro. el mismo es solo un
espectador. Sin embargo no sabe qué lugar ocupa.
Ahora es importante el objeto significativo para este sujeto. En este juego el sujeto de
algún modo, ha matado su propio deseo por adelantado, lo mortifica. Hay que demostrar
lo que él ha articulado para ese Otro espectador que es el mismo sin saberlo y en cuyo
lugar nos va poniendo a medida que avanza la transferencia.
El carácter de la relación de objeto imaginaria es oral. Si se toma la relación dual como
real, una práctica no puede sustraerse a las leyes de lo imaginario y a lo que conduce
esta relación es al fantasma de la incorporación fálica.
La relación imaginaria, esta modelada en base a una determinada relación, la de madre-
hijo. Sin embargo la teoría trata de reducirla en última instancia a no ser más que el
desarrollo de las relaciones madre-hijo,
Se le presenta imposible que no se manifieste el falicisimo de la experiencia analítica.
No se puede reducir el falicismo imaginario a la relación real. Es necesaria la trinidad de
lo simbólico, imaginario y lo real.
En cuanto se habla de la relación de objeto en términos de acceso a lo real. ¿Es real o no
lo es el objeto?
Toda la dialéctica del desarrollo individual, así como la del análisis, giran alrededor del
falo. La noción de falicismo implica de por si aislar la categoría de lo imaginario.
Nunca se puede prescindir de la falta de objeto. Es el motor de la relación del sujeto con
el mundo.
Hay que diferenciar entre castración, frustración y privación. Si puede hablarse de
privación es a propósito de lo real, como algo distinto de lo imaginario. La privación es
esencialmente una falta real. Un agujero.
La frustración es un daño imaginario. Está en el dominio de la reivindicación, de la
exigencia sin ley. La castración está en la categoría de la deuda simbólica.
¿Qué objeto es el que falta en estos tres casos? En la castración, lo que falta, es lo que
sanciona la ley y le da su soporte, y su inverso, el castigo, evidentemente no es un
objeto real. Aquí el objeto es imaginario. Se castra un objeto imaginario. Pq la
castración es una falta imaginaria del objeto, el falo. Y el objeto de la frustración, a la
inversa, es un objeto real, por muy imaginaria que sea la frustración. Por otra parte, el
objeto de la privación es un objeto simbólico. Todo lo que es real esta fijo en un lugar,
aunque se desordene. La ausencia de algo en lo real es puramente simbólica. Si falta, es
pq mediante una ley definimos que debería estar ahí. Es decir que la privación es una
falta real, un agujero, pero solamente de un objeto simbólico, pq lo real está siempre, es
decir que solo puede ser falta simbólica, mediada por la ley.

La metáfora paterna
El padre interviene en diversos planos. De entrada prohíbe la madre. Aquí está
vinculado con la ley primordial de la interdicción del incesto. Mediante toda su
presencia, presencia de sigte, por sus efectos en el icc, lleva a cabo la interdicción de la
madre.
La relación entre el niño y el padre está gobernada por el temor imaginario a la
castración. Aunque profundamente vinculada con la articulación simbólica de la ley, la
castración se manifiesta en el plano imaginario.
En el nivel de la amenaza de castración se trata de la intervención real del padre con
respecto a una amenaza imaginaria. La castración es un acto simbólico cuyo agente es
alguien real, el padre.
Por otra parte, el padre lo que prohíbe es a la madre. En cuanto objeto suya. El padre
frustra claramente al niño de su madre.
Aquí otro nivel, el de la frustración. El padre interviene como provisto de un derecho,
no como personaje real. Aquí el padre en cuanto simbólico interviene en la frustración,
acto imaginario que concierne a un objeto real.
El tercer nivel, el de la privación. Se trata del padre en tanto que se hace preferir a la
madre, y que conduce a la formación del ideal del yo. El padre se convierte en un objeto
preferible a la madre. momento de identificación y salida del complejo de Edipo.
En la niña, cuando el padre se convierte en el ideal del yo, ella reconoce que no tiene
falo. Pero para el varón no sería una salida buena. En el momento de la salida
normativizante del Edipo, el varón reconoce no tener, no tener lo que tiene, lo que no
tiene en el caso de la niña. Lo que ocurre en el nivel de la identificación ideal, debe
conducir a la privación. Para la niña este resultado es del todo admisible pero queda la
penisneid.
El padre en el complejo de Edipo, no es n objeto real, aunque intervenga como tal.
El padre es una metáfora. Un signifícate que viene en lugar de otro sigte. Aquel sigte
sustituye al primer sigte introducido en la simbolización, el sigte materno. El padre
ocupa el lugar de la madre, S en lugar de S’, siendo S’ la madre en cuanto vinculada ya
con algo que era x, el significado en la relación con la madre.
La madre va y viene. ¿Qué es lo que quiere ella? Da vueltas a otra cosa. A la x, su
sigfniciado es el falo. El niño es el objeto parcial, o sea el falo. Si el niño entrevea lo
que es la x imaginaria, puede hacerse falo. La vía es la metafórica. Mediante el sigte del
padre el niño puede entrever que el objeto de deseo de la madre es el falo.
El sujeto, en tanto habla, ¿desarrolla una estructura? La cuestión de sus relaciones en
tanto que habla no podría reducirse simplemente a otro, siempre hay un tercero, el Otro,
constituyente de la posición del sujeto como hablante.
La primera relación de realidad se perfila entre la madre y el niño. El padre para
nosotros aquí es real, en tanto que las instituciones le confieren su nombre de padre. La
posición del nombre del padre, la calificación como procreador, es un asunto que se
sitúa en el nivel de lo simbólico. Es una necesidad de la cadena sigte. En el interior de la
función del nombre del padre, se introducen significaciones, que depende de la función
del padre, correspondiente al Nombre del padre en tanto significante en la cadena sigte.
Un significante solo no es nada, siempre es en relación a otros.
El niño depende del deseo de la madre, la primera simbolización, de la ausencia o su
presencia. Así el niño desprende su dependencia respecto del deseo de la madre. Esta se
instituye como ser primordial que puede estar o no. el deseo del niño es deseo del deseo
de la madre, a esto se refiere la presencia o ausencia. Entonces en esta primera
simbolización, se le abre al niño la dimensión, de que la madre puede desear en el plano
imaginario, ya que su deseo es el deseo de aquella. Hay en ella el deseo de Otra cosa
distinta que satisfacer mi propio deseo. ¿Cómo se lee lo Otro que el sujeto desea? No se
efectúa sin la intervención de algo más que la simbolización primordial, ese algo más
que hace falta es precisamente la existencia detrás de ella de todo el orden simbólico del
cual depende y como está ahí, permite cierto acceso al objeto de su deseo. Este objeto
es el falo y a su alrededor gira la relación de objeto. el falo es privilegiado en lo
simbólico.
Hay una simetría entre falo, en un vértice imaginario, y padre, en el vértice del ternario
simbólico. No es una simple simetría, es un vínculo de orden metafórico.
La posición del sigte del padre en el símbolo es fundadora de la posición del falo en el
plano imaginario.
Hay estados distintos en los que el niño se identifica con el falo. La relación del niño
con el falo se establece porque el falo es el objeto del deseo de la madre.
El padre en tanto que priva a la madre del objeto de su deseo, del objeto fálico,
desempeña un papel del todo esencial. El sujeto ha tomado posición en la infancia
respecto del papel desempeñado por el padre en el hecho de que la madre no tenga falo.
Aquí se trata de la privación. Ahí el padre priva a alguien de lo que a fin de cuentas
no tiene, de algo que solo tiene existencia pq lo haces surgir en la existencia en cuanto
simbólico, en cuanto la ley lo sanciona. Si no lo tiene es pq ya está proyectado en el
plano simbólico como símbolo. Toda privación real requiere de simbolización. Es en
este momento de privación, cuando se plantea para el sujeto la cuestión de aceptar,
simbolizar el mismo, de convertir en sigte esa privación de la que la madre es objeto.
Esta privación, el sujeto infantil la asume o no, la acepta o no. este punto es esencial.
Este es el punto nodal. Aquí el padre entra en función como privador de la madre, se
perfila detrás de la relación de la madre con el objeto de su deseo como el que castra, es
castrada la madre. Si el niño no franquea este punto nodal, no acepta la privación del
falo en la madre, mantiene una identificación con el objeto de la madre. ¿Por qué no se
acepta la privación?
La cuestión que se plantea es ser o no ser el falo. En el plano imaginario, para el sujeto
se trata de ser o no ser el falo. La fase que se ha de atravesar pone al sujeto en la
posición de “elegir”. Pero en realidad su alternativa depende de la matriz simbólica.
En otro momento lo que está en juego es tener o no tener. En medio esta el complejo de
castración. La cuestión de tenerlo o no se soluciona, por medio del complejo de
castración. Lo cual supone que para tenerlo, ha de haber habido un momento en que no
lo tenía. La posibilidad de estar castrado es esencial en la asunción del hecho de tener el
falo.
Entonces el sujeto con respecto a la privación de la madre la acepta o no acepta y en la
medida en que no acepta, eso lo lleva hombre o mujer, a ser el falo.
Cuando se trata de tenerlo o no tenerlo, el padre interviene como real. En primer lugar,
es preciso que este fuera del sujeto, constituido como símbolo. Ahora intervendrá como
personaje real, revestido del símbolo primero.
El padre entonces entrara en juego como portador de la ley, como interdictor del objeto
que es la madre. El Nombre del padre como sigte, está vinculada con la interdicción del
incesto; en el complejo de castración el padre promulga efectivamente la ley. Hace de
obstáculo entre el niño y la madre, por derecho y de hecho. Padre portador y padre
investido del sigte del padre.
Una vez atravesado el orden simbólico, el deseo pasa al estado de demanda, encuentra
su objeto primordial. El deseo es algo que se articula. Un mundo donde reina la palabra,
que somete al deseo de cada cual a la ley del deseo del Otro. La demanda se hace valer
ante la madre pq atraviesa la cadena sigte.
La ley de la madre es una ley incontrolada, para el sujeto significa que algo de su deseo
es dependiente de otra cosa.
No hay sujeto si no hay sigte que lo funda. Si el primer sujeto es la madre, es en la
medida en que ha habido las primeras simbolizaciones constituidas por el par sigte del
fort-da.
El niño empieza como súbdito. Está sometido al capricho de aquello de lo que
depende, capricho articulado en tanto ley.
La cuestión de esa Otra cosa a que se dirige la madre, no tiene que ver tanto con la
relación personal entre padre y madre, sino de la madre con la palabra del padre. Lo que
cuenta es la función en la que intervienen, el nombre del padre, en segundo lugar, la
palabra articulada del padre y tercero la ley en tanto que el padre está en relación intima
con ella. Lo esencial es que la madre fundamenta al padre como mediador de lo que esta
mas allá de su ley, la de ella y de su capricho. Se trata del padre en cuanto Nombre del
padre, estrechamente vinculado con la enunciación de la ley. Es a este respecto como es
aceptado o no por el niño como aquel que priva o no a la madre del objeto de su deseo.
O sea que la privación del padre al objeto de deseo de la madre, el falo, se da en tanto
que para llegar a ese objeto de deseo, sea mediado por la ley, y lo será según la relación
entre la madre y la palabra del padre, en tanto Nombre del padre; la madre tendrá que
fundamentar al padre como mediador del mas allá y de esto el niño aceptara o no que el
padre prive o no.
Entonces en el primer tiempo, el niño busca, el deseo de deseo de la madre, ser o no ser
el falo. Introduce su demanda. Se recorre un trayecto, se da el ego y enfrente el otro, al
que se identifica y tratara de ser.
El sujeto se identifica en espejo con lo que es el objeto del deseo de la madre. Es la
etapa fálica primitiva, cuando la metáfora paterna actúa en sí, al estar la primacía del
falo, la ley y el discurso.
En el segundo tiempo, en el plano imaginario, el padre interviene como privador de la
madre, ósea que la demanda dirigida al Otro, es remitida a un tribunal superior, el Otro
del Otro. Aquí, la ley que desprende al sujeto de su identificación, lo liga al mismo
tiempo, con el hecho de que la madre es dependiente de un objeto que el Otro tiene o
no. El falo se entiende, no es el órgano, es el sigte del deseo del Otro; el padre priva a la
madre de su objeto de deseo, el falo. El sujeto en cuanto interroga al Otro, encuentra en
algún lado al Otro del Otro, su propia ley. Así sucede que al niño le vuelve la ley del
padre concebida imaginariamente. Se desprende al sujeto de su signcion y lo liga a esta
ley. La madre es dependiente de un objeto no simplemente el falo, sino un objeto que el
Otro tiene o no tiene. El objeto de su deseo es poseído en la realidad por aquel mismo
Otro a cuya ley ella remite. Pero la madre debe fundamentar esta mediación, o el niño
quedara como súbdito porque la relación con la palabra del padre no dicta la ley.
En el caso de Juanito la posición del padre es cuestionada por el hecho de que no es su
palabra lo que para la madre dicta la ley. Y en el caso de Juanito falta lo que debería
producirse en el tercer tiempo
La tercera parte, es causa de la salida del complejo de Edipo. El padre ha demostrado
que tiene el falo, en tanto es el portador de la ley, es decir que en tanto la madre obedece
a la ley y busca su objeto en el Otro, es aquel quien puede dárselo. Atravesada la
segunda etapa de privación del falo por el padre castrador, el padre debe mantener su
promesa. Interviene como el que tiene el falo y no como el que lo es, así reinstaura la
instancia del falo como objeto deseado por la madre, y no ya solo como objeto privado.
Por mucho que lo desee, se encuentra en el Otro.
El padre puede darle a la madre lo que ella desea y puede dárselo pq lo tiene y pq esta
castrada justamente por la ley del padre. Aquí interviene la potencia en el sentido
genital. Aquí vuelve la relación padre y madre al plano real. En tanto la madre castrada,
se implica la desposesión y el padre solo tiene el falo.
Identificación con el padre en tres tiempos:
En primer lugar la instancia paterna se introduce bajo una forma velada. Por eso la
cuestión del falo ya está planteada. Y el niño reconoce al objeto.
En segundo lugar se afirma en su presencia privadora, en tanto portador de la ley, de
forma mediada por la madre, que le da lugar de dictador. Madre castrada. El padre es el
falo.
En tercer lugar, el padre se revela como el que tiene el falo. Aquí se debe producir la
identificación con el padre. Se forma el ideal del yo. Aquí el padre interviene como real
y potente. Tiempo que viene tras la privación, o la castración, que afecta a la madre, a
la madre imaginada, por el sujeto, en su posición imaginaria, la de ella. La metáfora,
conduce a la institución de algo perteneciente a la categoría de sigte, está ahí en reserva
y su signcion se desarrolla mas tarde. En cuanto viril, un hombre es siempre su propia
metáfora.
Para la mujer, esta tercera etapa es más fácil, sabe donde esta eso y sabe donde ha de ir
a buscarlo, al padre, y se dirige hacia quien lo tiene.
Hay dos cadenas, las S del nivel superior que son sigtes, mientras que debajo
encontramos todos los sigdos ambulantes que circulan. Lo que se produce es una
fijación entre un sigte y otro.
El padre es, en el Otro, el sigte que representa la existencia del lugar de la cadena
sigte como ley. Esta encima de ella. El padre está en una posición metafórica si y solo si
la madre lo convierte en aquel con su presencia que sanciona la existencia del lugar
de la ley. El padre como sigte representa la ley en la cadena de significantes.
En el primer tiempo, tenemos al deseo de deseo. El niño está aislado, desprovisto de
todo lo que no sea el deseo de aquel Otro que el ya ha constituido como el Otro que
puede estar presente o ausente. El objeto de deseo de la madre es el falo. Aquí es un
objeto metonímico. Debido a la cadena significante circulara, por todas partes en el
significado. El significante determina este circular.
El Je latente del niño va a D a constituirse en el Otro que es la madre y lo que circula en
D vaya como mensaje. El niño recibe el mensaje en bruto del deseo de la madre, y
metonímicamente lo que dice la madre permite que el niño se identifique con el objeto
de deseo de ella. Esto equivale a la posición de súbdito que obtiene el niño.
En el segundo momento, tenemos al padre en cuanto mediado por la madre, esta vez
menos velado. El padre interviene en calidad de mensaje para la madre. Tiene la palabra
y enuncia una prohibición, que se transmite al niño, dirigido al niño y a la madre. La
prohibición llega en cuanto Otro del Otro, y así el niño se encuentra cuestionado en su
posición de súbdito. El falo está afectado por la interdicción paterna.
En la primera etapa ya hay un primer cierre del círculo del deseo y el hallazgo del
objeto de deseo de la madre. Sin embargo todo es cuestionado por la interdicción
paterna. si puede establecerse la tercera etapa es porque el niño es desalojado y la
posición ideal en la que el cumple la función de ser un objeto metonímico y se convierte
en otra cosa, pues se identifica con el padre y consigue un titulo.
El padre en el tercer tiempo interviene en tanto da lo que priva. Se manifiesta como
dador.
La niña y el falo.
Deseo como demanda significada. Esto implica en el sujeto, la acción estructurante de
significantes constituidos con respecto a la necesidad en una alteración esencial, debida
a la entrada del deseo en la demanda.
Paréntesis. Lo que Freud reconoce como deseo en el sueño se distingue ciertamente por
la alteración de la necesidad. En el fondo esta enmascarado porque se articula en un
material que lo transforma. Supone la intervención de una estructura. Lo que ocurre en
el sueño está sometido a las modas y a las transformaciones del sigte, a las estructuras
de la metáfora y de la metonimia. Lo que da la expresión del deseo en el sueño, es
ciertamente, la ley del sigte. Un deseo icc se expresa a través de la mascarada de lo que
le habrá proporcionado ocasionalmente al sueño su material. Nos es significado a través
de las condiciones siempre particulares que le impone al deseo la ley del sigte.
El sujeto depende primordialmente del deseo del Otro. Su deseo ya está en si mismo
modelado por las condiciones de la demanda. Su deseo está sometido a la ley del deseo
del Otro.
Lo importante no es la frustración de algo real, sino aquello en lo que el sujeto ha
descubierto y le ha echado el ojo a aquel deseo del Otro que es el deseo de la madre.
El exterior para el sujeto esta dado de entrada, como el sitio, el lugar donde se sitúa el
deseo del Otro y donde el sujeto ha de ir a su encuentro y no como algo que se proyecta
desde el interior del sujeto como dice Klein.
Hay que plantear de entrada la triada simbólica, la madre el niño y el padre.
El padre se sitúa mas allá de la ausencia o presencia de la madre, en cuanto sentido,
presencia sigte, lo que le permite o no manifestarse.
En la relación imaginaria, la imagen de sí, del cuerpo, desempeña el papel primordial.
La imagen central como imagen del cuerpo, depende de su relación fundamental con la
triada sigte. Esta relación con la triada sigte introduce aquel tercer término por el cual el
sujeto, más allá de su relación dual, demanda ser significado.
Algo ha de señalar que mi deseo debe ser significado. Se requiere un símbolo general de
ese margen que siempre me separa de mi deseo y debido al cual mi deseo siempre está
marcado por la alteración que experimenta por la entrada en el significante. Hay un
símbolo de esa falta fundamental necesaria para introducir mi deseo en el sigte y hacer
del deseo al que me enfrento. Este símbolo designa el sigdo en tanto que siempre es
sigcado alterado.
La función constituyente del falo: es el significante fundamental por el que el deseo
del sujeto ha de hacerse reconocer como tal deseo, trátese de hombre o mujer. El deseo
en el sujeto tiene esta referencia fálica. El propio sujeto ha recibido su significación de
un signo con el que ha de sostener su poder de sujeto, y este signo solo lo obtiene si se
mutila de algo a cuenta de cuya falta ir a todo el resto.
El sujeto ocupa un lugar en tanto se da la mutilación fundamental gracias a la cual el
falo se convertirá en el significante del poder, el cetro, y gracias a la cual también la
virilidad podrá ser asumida.
El penisneid resulta ser la articulación esencial de la entrada de la mujer en la dialéctica
edipica, así como la castración se encuentra en el corazón de la dialéctica del hombre.
Interviene en distintos tiempos, en tres formas distintas. Hay penisneid en el sentido del
fantasma. Afán de que el clítoris sea pene. Luego interviene como deseo del pene del
padre y queda frustrado por la prohibición edipica. Finalmente surge el fantasma de
tener un niño del padre, un pene bajo forma simbólica.
La frustración es imaginaria, que afecta a un objeto real, el pene del padre. La privación
es real y afecta al pene simbólico, esperado como niño por parte del padre. Y la
castración amputa simbólicamente al sujeto de algo imaginario. Es un fantasma aquí.
El falo interviene como significante privilegiado en la relación edipica de la niña. El
falo desempeña más bien el papel de fetiche que el de objeto fóbico.
Freud nos dice que la exigencia infantil carece de finalidad. Lo exige todo y cae a la
desilusión, entrando en una posición normativa. Aquí se podría articular la cuestión de
la demanda y el deseo.
El falo entra como el significante de la falta. El sigte de la distancia entre la demanda
del sujeto y su deseo. La pasa por el sigte fálico para entrar en una dialéctica
determinada por el intercambio. Se convierte ella misma en un objeto de intercambio. El
hecho de que el sujeto se inscriba en el mundo significante queda puntuado en la mujer
por ese deseo que en cuanto sigdo deberá permanecer siempre a una distancia de algo
natural. Algo debe quedar amputado, para que se convierta en el elemento sigte que se
introduce en la demanda.
El falo en cuanto objeto del deseo de la madre, le pone una barrera infranqueable a la
satisfacción del deseo del niño, o sea ser el mismo el objeto exclusivo del deseo de la
madre. y esto lo empuja a buscar una serie de soluciones. El deseo no encuentra
satisfacción, ha de convertirse en demanda, deseo alienado.

Significante, barra y falo.


Deseo determinado por un acto de significación. Deseo como excéntrico con respecto a
la satisfacción, está en profunda afinidad con el dolor de existir, deseo errante.
El Otro constituye un sistema unitario del sigte y de la ley. Los sigtes no sustituyen las
necesidades del sujeto, sino que se sustituye a sí mismo. La sustitución del sigte por sí
mismo, es su ley.
Hay una spaltung, una hiancia entre deseo y demanda (Cadenas). La cadena significante
implica el pasaje entre sigtes que se desvanecen y son sostenidos por la voz. Lo que
queda tras el borramiento es el lugar donde se ha borrado y este lugar también lo
sostiene la transmisión.
El sigte puede anularse a sí mismo, puede ser tachado. La anulación por la barra,
implica además que si se anula algo imaginario o real, se eleva a la cualidad de sigte. el
sigte cuando es anulado, está aislado y se distingue, adquiere un estatuto propio y es
revocable.
El falo representa del su forma más manifiesta. El sigte es hueco y por eso se añade al
lleno del mundo. Lo que se presenta en el falo es la turgencia y el empuje vital, es el
objeto privilegiado de la vida. Así esta manifestación del deseo solo puede entrar en el
área del sigte desencadenando la barra, implica la castración, la interdicción. El falo
siempre se encuentra cubierto por la barra puesta sobre su acceso al dominio sigte, en su
lugar en el otro. Y por eso la castración se introduce en el desarrollo. En el lugar donde
se manifiesta la castración es en el Otro, donde el deseo de este está marcado por la
barra sigte, por esta vía se introduce la castración (por la madre).
El padre para la niña aparece una vez reconocida la madre como castrada, en posición
de sustituto para lo frustrado a ella, pasa al nivel de la privación. El pene real del padre,
se presenta ahora en el nivel simbólico y esta la cuestión de renunciar al padre o
identificarse con él.
Por otro lado el sujeto ha de encontrar su lugar de objeto deseado respecto del deseo del
Otro, en tanto que es y no es el falo. El sujeto en cuanto tal, se encuentra marcado por la
barra.
Para la niña el pene y luego el niño son fetiches, objetos de su deseo sustitutos. Por otro
lado la niña intenta ser el falo, en tanto signo de lo deseado. Se exhibe como objeto del
deseo, sigte del deseo del otro. Las manifestaciones de la feminidad responden a esto.
Y en el hombre, el lo tiene pero lo traumatiza que su madre no. el hombre está atrapado
en otro dilema. Así se identifica con el padre que parece haber eludido el peligro. Y en
la línea del deseo, en tanto busca la satisfacción de la mujer, también busca el deseo. Y
como no lo encuentra, lo busca en cualquier otra parte. El falo para la mujer está en el
interior del campo de su deseo, para el hombre está en el exterior. La mujer no es ella
misma, pq ha de ser el falo y el hombre no es el mismo en tanto que satisface, es el
instrumento de dicha satisfacción.

Estadio del espejo como formador del yo.


Tenemos en la óptica, imágenes virtuales, imágenes reales. La óptica se apoya en una
teoría matemática; es preciso que a cada punto dado en el espacio real le corresponda un
punto y solo uno, en otro espacio que es el espacio imaginario. Es la hipótesis
estructural fundamental.
Allí también espacio real y espacio imaginario se confunden. Aquí lo importante es el
resorte simbólico.
Un espejo esférico produce una imagen real. Siguiendo los puntos simétricos y la
convergencia de los rayos de luz, se forma una imagen real del objeto. El ramillete se
refleja entonces en la superficie esférica, para aparecer en el punto luminoso simétrico.
Y la imagen puesta en el espejo, es una imagen virtual, la vemos donde no está.
El ramillete real está oculto, pero se verá aparecer en un campo adecuado, un ramillete
imaginario. Es la estrecha intrincación del mundo imaginario y del mundo real.
El dominio propio del yo primitivo, lust-ich se constituye por distinción respecto del
exterior, por exclusión e inclusión.
La maduración fisiológica del sujeto permite en un momento integrar sus funciones
motoras y acceder a un dominio real de su cuerpo. Pero antes, el sujeto toma conciencia
de su cuerpo como totalidad. La sola visión de la forma total del cuerpo humano brinda
al sujeto un dominio imaginario de su cuerpo, prematuro respecto del dominio real.
Es esta la aventura imaginaria por la cual el hombre, experimenta que él se ve, se refleja
y se concibe como distinto, otro de lo que él es.
La imagen del cuerpo ofrece al sujeto la primera forma que le permite ubicar lo que es y
lo que no es del yo. La imagen del cuerpo seria como el florero imaginario.
Para que lo imaginario pueda incluir lo real y lo real pueda incluir lo imaginario, es
preciso que el ojo (en el esquema) ocupe cierta posición.
La caja seria el cuerpo. el ramillete los deseos e instintos. El ojo es el símbolo del
sujeto.
En la relación entre lo imaginario y lo real, y en la constitución del mundo que de ello
resulta, todo depende de la situación del sujeto. Su específica posición en el mundo
simbólico. Dada la mala posición del ojo, el ego no aparece. Si el florero es virtual, el
florero no aparece y el sujeto permanece en una realidad reducida, con un bagaje
imaginario también reducido.
Freud es llevado a concebir el narcisismo como un proceso secundario. Una unidad
comparable al yo no existe en el origen, el yo debe desarrollarse. Las pulsiones auto
eróticas en cambio, están desde el principio. El urbild, unidad comparable al yo, se
constituye en un momento determinado, a partir del cual el yo empieza a adquirir sus
funciones. Se constituye sobre el fundamento de la relación imaginaria. En el desarrollo
del psiquismo aparece algo nuevo, cuya función es dar forma al narcisismo.
En el debate entre Freud y Jung, este último plantea a la libido como el magma
universal donde estaría la base de la constitución del mundo. Para Freud se trata de
captar la diferencia de estructura existente entre la retracción de la realidad en la
neurosis y por otro lado en la psicosis. En la neurosis, se recurre a la fantasía, el plano
imaginario. Imaginaria se refiere a la relación del sujeto con sus identificaciones
formadores, y a la relación del sujeto con lo real, que es de carácter ilusorio.
En la psicosis no se encuentra una sustitución en lo imaginario. El psicótico lo primero
que catectiza son las palabras, o sea el plano simbólico. Para Jung lo simbólico y lo
imaginario están indiferenciados, para Freud están en estricta distinción.

Los dos narcisismos.


Freud supone a partir de su distinción entre libido yoica y libido de objeto, la existencia
de un estado de narcisismo en el que ambas están indiscernibles. Sin embargo es
necesario mantener su distinción.
Por otra parte, el individuo es conducido por el famoso instinto sexual a fin de propagar
qué? Un tipo ya realizado por el linaje de sus antepasados. No solo es mortal, sino que
ya está muerto pq estrictamente hablando no tiene porvenir. No es tal o cual caballo,
sino la encarnación de algo que es el caballo. Debe haber El caballo, para una historia
natural.
Cuál es el soporte concreto que determina la puesta en funcionamiento de la inmensa
maquina sexual? No es la realidad del compañero sexual, sino lo que tiene que ver con
la imagen.
El embrague mecánico del instinto sexual esta cristalizado, en base a una relación de
imágenes. Este es el marco para articular la libido triebe y las ich triebe. La pulsión
libidinal está centrada en la función de lo imaginario.
la libido carga la imagen de los objetos. En cambio la carga del yo puede ser un
fenómeno intrapsiquico, donde lo catectizado es la realidad ontológica del yo, si la
libido se convierte en libido de objeto es pq carga algo simétrico a la imagen del yo. Así
hay dos narcisismos, uno en el que la libido carga al yo ontológico y otro donde se
carga algo que quizá sea el ideal del yo, una imagen del yo. es la cuestión de la relación
entre la constitución de la realidad y la forma del cuerpo, la ontología del yo.
En el comportamiento sexual, el sujeto es esencialmente engañadizo.
Para que el ojo, en el segundo caso situado entre el espejo cóncavo y el objeto, sea
capaz de ver la imagen real, es necesario que este un espejo plano. Primero en el espejo
plano se ve lo que allí no está, la imagen virtual y luego en un punto simétrico al punto
donde está la imagen real, aparece la imagen real como imagen virtual.
Existe un primer narcisismo en relación a la imagen corporal. Esta imagen confiere su
forma a su Umwelt, en tanto es hombre. Ella hace la unidad del sujeto, es también la
fuente imaginaria del simbolismo, que es aquello que se enlaza con el sentimiento de si
mismo.
Este primer narcisismo se sitúa, a nivel de la imagen real del esquema, en tanto permite
organizar el conjunto de la realidad.
Este funcionamiento es diferente en el hombre y en el animal. En el hombre la reflexión
en el espejo manifiesta una posibilidad noetica original e introduce un segundo
narcisismo. Su pattern fundamental es la relación con el otro. el otro tiene un valor
cautivador, en la anticipación de la imagen percibida en el espejo o en la realidad toda
del semejante.
El otro, el alter ego, se confunde según las etapas, con el Ich-ideal. La identificación
narcisista, del segundo narcisismo, permite al hombre situar su relación imaginaria y
libidinal con el mundo en general. Esto le permite ver en su lugar, estructurar su ser
libidinal. El sujeto ve su ser en una reflexión en relación al otro, al ich-ideal.
Diferentes funciones del yo: papel fundamental en la estructuración de la realidad, por
otra en el hombre pasa la alienación fundamental que constituye la imagen reflejada de
sí misma; forma originaria tanto del ich ideal como de la relación con el otro.
En la carga amorosa el objeto amado equivale, estrictamente, debido a la captación del
sujeto que opera, al ideal del yo.

Ideal del yo y yo-ideal.


El narcisismo aparece desplazado sobre el nuevo yo ideal adornado, como el infantil,
con todas las perfecciones. A este yo ideal de consagra el amor ególatra de que en la
niñez era objeto el yo verdadero, intenta conquistar de nuevo su narcisismo bajo la
nueva forma de su ideal del yo. La nueva forma de su ideal del yo es lo que el proyecta
delante de si como su ideal.
En el desarrollo del yo, se trata de la estructuración, la unión de lo imaginario y lo
simbólico.
Un animal supone un ajuste perfecto, entre su mundo interior y el medio ambiente, una
armonía. El sujeto animal esta captado por una Gestalt. Entre el mismo y la imagen se
ordena la activación del comportamiento sexual, mediante la imagen de la danza. Aquí
hay una conjunción de la libido objetal y la libido narcisista. En el mundo animal todo
el ciclo del comportamiento sexual está dominado por la imagen.
El animal hace coincidir un objeto real con la imagen que está en el. Como sucede con
la imagen real que produce el espejo cóncavo.
En el hombre nada se adapta. Existe un juego de escondite entre la imagen y su objeto
normal.
Estando colocado en un punto muy cercano a la imagen real, puede vérsela no obstante
en un espejo en estado de imagen virtual. Esto sucede en el hombre.
El sujeto virtual, el otro que somos, está allí donde primero hemos visto a nuestro ego:
fuera nuestro, en la forma humana. Imagen vinculada con la impotencia primitiva del
ser humano. El ser humano solo ve su forma realizada, fuera de si mismo.
Lo que el sujeto ve en el espejo es una imagen nítida o fragmentada. Depende de su
posición en relación a la imagen real. De la inclinación del espejo depende que veamos
más o menos la imagen. La inclinación del espejo plano está dirigida por la voz del otro.
Esto a nivel en nuestra relación con el otro en su conjunto: la relación simbólica. La
regulación de lo imaginario depende del vínculo simbólico. Socialmente nos definimos
por intermedio de la ley. La relación simbólica define la posición del sujeto como
vidente. La aproximación a lo imaginario está definido por la palabra. El ideal del yo
dirige el juego de relaciones de las que depende toda relación con el otro. Y de esta
relación con el otro, la estructuración imaginaria.
Lo real y lo imaginario actúan en el mismo nivel, coinciden. Lo propio de la imagen es
la carga por la libido, el objeto deviene deseable, y que se confunde con esa imagen que
llevamos en nosotros.
La guía necesaria que esta mas allá de lo imaginario, es el ideal del yo en el plano de lo
simbólico.
El amor ocurre a nivel de lo imaginario y provoca una subducción de lo simbólico, una
anulación de la función del ideal del yo.
El ideal del yo es el otro en tanto hablante, que conmigo tiene una relacion simbólica. El
ideal del yo puede situarse en el nivel del yo ideal, donde se produce esa captación
narcisistica que Freud menciona. Aquí ya no hay regulación por tanto. Si se está
enamorado se está loco. En el amor se ama al propio yo, al propio yo realizado a nivel
imaginario.

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